Diversión al cubo. Análisis de mis implicaciones en relación con mi primer vínculo con el trabajo

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Universidad de Buenos Aires – Facultad de Ciencias Sociales Equipo de Cátedras del Prof. Ferrarós

“Diversión al cubo” Análisis de mis implicaciones en relación con mi primer vínculo con el trabajo Lic. Germán Bianco Dubini1

“Aunque recordadas por un hombre, están hechas con material infantil. Por infancia, por lejanía, por imprecisión, constituyen evidentemente, mi patria desconocida” Baldomero Fernández Moreno (La patria desconocida: 1959. Ed. Kapelusz)

Introducción En distintos textos de la cátedra se encuentra desarrollado qué supone la noción de implicación, a qué marco teórico conceptual corresponde y cómo la utilizamos en el proceso de formación de los/as estudiantes que cursan nuestra materia2 Por lo que el presente texto tiene como fin plantear un recorrido metodológico posible para analizar las propias implicaciones que nos atraviesan ante cada encuentro que invoque un pronunciamiento o una acción de nuestra parte, con esos “otros” (sean personas, grupos, instituciones u objetos intangibles). Estos nuevos encuentros generan en cada uno/a de nosotros respuestas y reacciones producto de la reactualización en el aquí y ahora de vínculos construidos en etapas tempranas de nuestra vida en sociedad. La idea, entonces, es que se convierta en un material útil para que los/as estudiantes que cursen nuestra materia puedan analizar los aspectos significativos registrados en sus diarios de formación y plantear qué tipo de implicaciones están predominando ante cada encuentro (profesionales, afectivas, institucionales, ideológicas, religiosas, etc.). Constituirnos como sujetos sociohistóricos y políticos supone, desde nuestro marco referencial, asumir que estamos involucrados intelectual y afectivamente, condicionados por particulares maneras de sentir, pensar, decidir y actuar en razón de nuestra pertenencia a una determinada familia, a una cierta clase social, a una comunidad religiosa, como partidarios de una corriente política, como profesionales de tal o cual disciplina. De aquí la importancia de instituir desde la etapa de formación de grado, el análisis de nuestras implicaciones, ya que en función de la práctica del trabajo social favorece al menos tres instancias: la ruptura con los procesos de alienación y el pensamiento fatalista de la continua repetición; la generación de procesos de trabajo más satisfactorios y; una intervención profesional que incluya tanto los

1 Lic. en Trabajo Social, UBA; Master en Desarrollo Cultural Comunitario, trabajo: "Orígenes e Influencias en Nuestra América: Un método-proyecto para el análisis de las políticas culturales municipales desde una perspectiva antropológica". Centro de Estudios de Postgrado del Caribe. Facultad de Humanidades. Universidad de Oriente (Santiago de Cuba). Equipo docente e investigación de Psicología Social e Institucional (Carrera de Trabajo Social) Cátedra Ferrarós. 2 Lourau, René (1970): El análisis institucional. Amorrortu; Lourau, René (1992): "Implicación y sobreimplicación" Mimeo. Desgrabación disertación en el 1er Encuentro El Espacio Institucional; Acevedo, María José (2002): "La implicación: Luces y sombras del concepto lourauniano", Artículo de la Cátedra; Acevedo, María José (2007): “Los abordajes autobiográficos en la investigación/intervención/formación en Ciencias Sociales”, Artículo de la Cátedra; Bianco Dubini, Germán; Gunther, Érica; Acevedo, María José y, Ferrarós Di Stéfano, Juan José (2009): “El análisis de las implicaciones como aprendizaje en el proceso de formación de trabajadores/as sociales de la UBA”. Ponencia presentada en las VII Jornadas Bonaerenses de Trabajo Social. 4 y 5 de junio de 2009. Ciudad de Villa Gesell, Bs. As., Argentina

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Universidad de Buenos Aires – Facultad de Ciencias Sociales Equipo de Cátedras del Prof. Ferrarós aspectos racionales y saberes vinculados a la disciplina, como la generación de espacios para analizar colectivamente el impacto de las prácticas en la subjetividad de cada uno/a de los/as trabajadores/as sociales. Dado que en la materia Psicología Social e Institucional II, los/as estudiantes irán realizando una aproximación a la mirada que los/as graduados/as tienen acerca de su quehacer profesional en distintas instituciones del trabajo, nos parece importante que vayan construyendo simultáneamente su propia relación con el trabajo en tanto institución de la cultura. De esta manera, les solicitamos como primer ejercicio que, a partir de una práctica de recapitulación autobiográfica, hagan el esfuerzo de recordar el primer vínculo significativo que hayan tenido con el trabajo. Más precisamente una experiencia en la que si bien pueden estar presentes, la actividad laboral sea llevada a cabo por otro/s. Partiendo de la base ética que para solicitar esta actividad a los/as estudiantes es necesario llevarla a cabo primero uno mismo como docente, me propongo la tarea de plasmar en este texto mi vínculo con el trabajo desde la infancia. Intentaré reconstruir mis primeras experiencias personales, haciendo el esfuerzo de recordar cómo las sentí y viví en aquel momento, y tratando de ubicar los aspectos centrales que pudiesen estar operando actualmente en mí frente a diferentes situaciones del ámbito laboral del trabajo social en instituciones. Para esto iré siguiendo algunos pasos metodológicos que me permitan realizar un análisis retrospectivo de dicha experiencia y plantear posibles hipótesis acerca del por qué de mi vínculo actual con el mismo. El análisis revelará también que en mi relación con el trabajo, se juegan permanentemente implicaciones de orden libidinal, ideológicas y profesionales que condicionan mis formas de pensar y actuar. La posición ética a la que me refiero más arriba está acompañada de una postura teórico-conceptual a partir de la cual puede corroborarse que un sin fin de obras revelan acerca de sus autores “hasta qué punto las experiencias vitales del individuo, su historia infantil, la modalidad de las relaciones con sus figuras significativas, sus múltiples pertenencias y los acontecimientos azarosos de su existencia, marcaron sus intereses intelectuales, sus posicionamientos ideológicos y la dirección que le imprimieron a sus trayectorias profesionales”3

Mi primer vínculo significativo con el trabajo -El primer paso una vez identificada la situación significativa es la reconstrucción descriptiva de toda la situación, incluyendo las emociones involucradas y el contexto total del momento. El instante más claro que me viene a la memoria es cuando tenía alrededor de siete u ocho años, es decir que sería para el año 1977. Recuerdo que una noche mi papá y otra persona4 trajeron lo que para mí en ese momento era un enorme cubo de madera de unos dos metros de lado y que lo pusieron en el parque de mi casa. Quizás el paso del tiempo lo haga más grande pero recuerdo que para ingresar dentro de él por la parte de arriba mi papá me tuvo que alzar. Ese cubo estaba lleno de piezas plásticas de autos falladas o rotas que les habían dado de una fábrica (volantes, bocinas, baguetas, etc.). Cuando le pregunté para qué eran, mi papá me dijo que se las habían dado y que las habían traído para seleccionar cuáles de ellas se podían volver a moler y usar ese material para hacer nuevas piezas. En aquel momento mi papá tenía una pequeña fábrica inyectora de plástico junto a dos socios. Allí hacían piezas para terminales automotrices y para venta en casas de repuestos. Una de las cosas que hacía la fábrica era moler plástico en buen estado y recuperarlo para poder reutilizarlo. Y este cubo representaba una tarea extra para hacer diferencia económica. Debe haber estado en

3 Acevedo, María José (2007): “Los abordajes autobiográficos en la investigación/intervención/formación en Ciencias Sociales”. Artículo de la Cátedra. 4 No era ninguno de sus socios de la fábrica, pero es alguien a quien más allá de haberlo visto sólo en esa ocasión aún puedo recordar su apellido ya que era dueño de una casa de repuestos que llevaba su apellido y a la que la fábrica de mi papá proveía.

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Universidad de Buenos Aires – Facultad de Ciencias Sociales Equipo de Cátedras del Prof. Ferrarós nuestra casa más de un mes ya que la selección de las piezas la hacían justamente fuera del horario en que mi papá trabajaba en la fábrica, incluso utilizando los fines de semana5. -Aquí se impone una pregunta que ayuda a desarrollar luego el resto del análisis: ¿qué sentimientos me provocaba esa situación y por qué? Recuerdo que no dejaban de asombrarme las dimensiones de aquel cubo. Meterme dentro de él para jugar encima de las piezas me daba una profunda alegría mientras mi padre y su socio seleccionaban las piezas. De hecho encontré un volante que me dejaron quedármelo y lo usé mucho tiempo para jugar a ser chofer de colectivos. -En este punto aparecen vinculados una serie de ítems que en principio pueden abordarse por separado. Sin embargo, para ir construyendo un relato coherente irán siendo trabajados articuladamente. Los temas a tener en cuenta aquí son: 1) La identificación de los puntos significativos de la experiencia y por qué lo son para mí; 2) La dilucidación de los ideales encarnados por la figuras que aparecen como referentes y, de qué manera esos valores actuaron como mandatos en mi niñez y; 3) Definir cuáles eran los imaginarios sociales de la época referidos al trabajo. A partir de la situación recordada puedo destacar los siguientes puntos: a) Esta experiencia ocurrió en mi niñez y el sentimiento de aquel momento era de alegría. Me ponía contento entretenerme mientras compartía ese tiempo con mi papá aunque él tuviera que estar concentrado en la otra tarea, nadie me retaba por ello. El trabajo para mí comenzó siendo un juego, algo divertido. Esta y otras historias que se fueron dando, puedo decir ahora, que marcaron en gran medida el sentido que tiene para mí trabajar y por ende se constituyeron en implicaciones de orden profesional: la búsqueda permanente de un ámbito laboral agradable; la necesidad de lograr satisfacción haciendo lo que me gusta más allá de la retribución económica; un espacio coherente al que pueda aportar mi saber y experiencia; un lugar para aprender, ser exigido pero a la vez reconocido. El placer de producir algo, de compartir con buenos compañeros/as, de ser responsable por la tarea a realizar. La búsqueda permanente por una mejor retribución económica es legítima y forma parte de la lucha histórica de los/as trabajadores/as sea cual fuera su ámbito laboral. Pero si la retribución material no está acompañada de la satisfacción profesional, afectiva y simbólica en relación con mis expectativas, no es algo que pueda sostener por mucho tiempo si no se vislumbran posibilidades reales de modificar la situación; b) El referente de esta historia y por ende de lo que supone “trabajar”, es mi padre quien siempre se encargó de marcar un mandato: “para progresar hay que trabajar y/o estudiar”. En retrospectiva, este mandato estuvo atravesado además por un período histórico concreto que ocurría políticamente en nuestro país: 1977 se convierte así en año significativo pues hacía un año que nuestro país se encontraba bajo lo que sería la última dictadura cívico militar. Destaco esto porque va a tener gran incidencia negativa en la realidad laboral de mi padre (y por ende familiar) poco tiempo después con las políticas económicas favorecedoras de importación instauradas por el entonces Ministro de Economía José Martínez De Hoz. Quejas y preocupaciones que también recuerdo escuchar durante los almuerzos y cenas en mi casa. c) Para fines de los años ´70, en mi casa el trabajo no era un problema. Mi padre podía tener más o menos trabajo, más o menos dinero, pero siempre iba a estar, era una sensación de continuidad, de estabilidad. Nuestra familia, representante de la clase media argentina ligada a la pequeña y mediana industria nacional, cumplía con un imaginario instalado en la época: el del Progreso Indefinido, el cual se encontraba íntimamente ligado a lo laboral, material, familiar y a la inclusión social. La imagen podría expresarse 5 No recuerdo una gran separación entre el trabajo fuera o dentro de la casa. De alguna manera la casa terminaba siendo una extensión de la fábrica ya que en dos de sus ambientes y en el fondo había materiales, máquinas o papeles relacionados con el trabajo. Hasta el día de hoy mi padre realiza esos “extras” en la casa. Aun cuando ya tiene 73 años le he escuchado decir: “si no trabajo me muero”

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Universidad de Buenos Aires – Facultad de Ciencias Sociales Equipo de Cátedras del Prof. Ferrarós gráficamente como una sociedad ascendiendo permanentemente por una escalera. Los beneficios del progreso había que ganárselos. Subir cada peldaño de la escalera suponía cuotas constantes de esfuerzo, superación y algunos sacrificios (por ejemplo, mientras la familia estaba de vacaciones en la costa mi padre continuaba trabajando en la ciudad y viajaba los fines de semana). Ese progreso que en nuestro entorno era visto como el único posible, tenía en mayor o menor medida estos componentes: trabajo, esfuerzo, mayor retribución económica, mejor vivienda, crecimiento de la familia, vacaciones de un mes, todos los hijos en la escuela, aprender inglés6 y un dato no menor: llevar pelo corto. El pelo corto era parte de la estética progresista y significaba seriedad y responsabilidad.7 d) De alguna manera mi familia había seguido el leiv motiv del Progreso Indefinido desde principios de los años ´60 y le había dado sus beneficios: los novios se casan, el matrimonio alquila un departamento de un ambiente, ambos trabajan, la esposa queda embarazada. El esposo obtiene mejor puesto en su trabajo por su antigüedad y aprendizaje, lo que permite comprar un departamento de dos ambientes. El incremento salarial del esposo y el nacimiento del primer hijo permite que la esposa deje su trabajo asalariado para comenzar a criar a sus hijos y convertirse en “ama de casa”. El esposo-hombre solía continuar ascendiendo en la organización o creciendo fuera de ella independizándose. Se mudan al conurbano norte y allí nace el segundo hijo. Luego compran una casa más grande y mucho más tarde llegaría el tercer hijo. En este contexto todo podía sustentarse a partir del trabajo estable. El fantasma de la desocupación no existía. Podría resumirse esta situación en dos frases: “no trabaja quien no quiere”, “el que no trabaja es un vago”. e) El único sostén laboral y económico de la familia era mi padre, ya que ser “ama de casa” no fue considerado un trabajo hasta hace poco tiempo en la medida que no era retribuido económicamente.8 f) Este modelo de trabajo se sustentaba al mismo tiempo en un modelo de familia: la llamada nuclear en la que el hombre era quien proveía económicamente. Estos dos modelos se encontraban atravesados por creencias religiosas: en nuestro caso particular (como el de muchas familias de nuestro entorno) ligado al cristianismo y más específicamente, católicos practicantes. Específicamente por influencias de mi madre este aspecto religioso se constituye como un fuerte atravesamiento familiar. g) Sin embargo, esta idea de Progreso Indefinido ligado íntimamente al desarrollo de la sociedad industrial (capitalista), mi padre ya la venía incorporando desde su secundario como hombre recibido en un colegio industrial de la Capital Federal de reconocido prestigio por aquellos años. Quizás en todo ese período entre los catorce a los treinta y siete años consolidó una serie de ideales ligados claramente a esa perspectiva de Progreso que llevó a plantear permanentemente que el saber, el superarse y el ser inteligente estaba asociado a todo aquello que podía plasmarse en obras materiales realizadas a partir de una base matemática y física. Esos ideales estaban encarnados en aquellas personas que se dedicaban a la ingeniería, la electrónica, la arquitectura y los descubrimientos científicos ligados a la medicina y la astronomía. De aquí que la industria automotriz jugara un papel importante en esta creencia que, ligada más que al automóvil en sí como medio de transporte y rapidez de conexión entre un territorio y otro, a la excelencia y complejidad de los motores. h) Todas estas disciplinas que admiraba por sus logros concretos, visibles, medibles, cuantificables, creo que lo que lo hacía/hace decir en muchas ocasiones que el resto de las disciplinas (aún reconocidas como científicas) son más de “bla ble ta”, porque desde su perspectiva, bastaba con sentarse a leer y leer. Estas otras disciplinas no necesitarían de un esfuerzo intelectual importante o de

6 Era la lengua dominante para los futuros negocios y porvenir a partir de un Estados Unidos que se erigía como un claro centro de poder hegemónico más o menos legitimado. 7 Mientras hacía el secundario (1982) y con la dictadura perdiendo legitimidad post Malvinas, a mi papá lo ponía contento que me fuera muy bien en la escuela, pero le molestaba terriblemente que usara pelo largo. Para él una cosa no condecía con la otra. Creo que el hecho de que me fuera bien en los estudios hacía que lo tolerara, pero siempre había un comentario al respecto. El pelo largo en los tiempos de la dictadura se asimilaba a una persona revoltosa, desalineada, desprolija, sucia y peligrosa por sus ideas. Cuando los jóvenes eran “levantados” por las fuerzas de seguridad (secuestrados o llevados presos por averiguación de antecedentes), una de las primeras cosas que se les hacía era cortarles el pelo. Yo no era consciente de esas prácticas en mi secundaria, lo hacía porque me gustaba un grupo de rock que usaban el pelo largo y me identificaba con su música y estética. Con el tiempo pude encontrar contradicciones con este mensaje solapado de la dictadura: se autoproclamaban cristianos apostólicos y romanos con la figura de Jesús con pelo largo. A pesar de proclamar su bondad, paciencia y amor, esta estética era motivo de persecución de los jóvenes. Esta doble moral también se expresó en el mundial de fútbol de 1978. Los referentes argentinos de la selección campeona del mundo tenían pelo largo: Kempes, Luque, Fillol, Tarantini, Valencia, Alonso, Housseman e incluso su técnico, César Luis Menotti. Parecía que mientras tuvieran éxito y no afectaran la causa militar de encubrir cosas con el mundial, el pelo largo podía ser tolerado.

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Universidad de Buenos Aires – Facultad de Ciencias Sociales Equipo de Cátedras del Prof. Ferrarós un coeficiente de inteligencia alto como las otras nombradas. Lo interesante de esto es que él no creía tener esas cualidades pero sí las admiraba de ciertos pares, de profesores que ha tenido y de ingenieros y científicos de reconocida trayectoria. A pesar de esto, el título universitario (qué él no obtuvo) de cualquier disciplina, era valorado una vez obtenido. Lo importante era estudiar. Esa idea de que los hijos superen al padre, lo que él no pudo o eligió no hacer por formar una familia; i) Si bien mi padre reproducía de alguna manera las creencias e imaginarios plasmados en esta ingeniería o lógica del Progreso con la que íbamos siendo socializados, él le imprimía al trabajo aspectos particulares que formaban parte de su estilo. Estos aspectos los pude vivenciar unos pocos años más tarde cuando, ocasionalmente, lo acompañaba a la fábrica. Allí fui testigo de dos características: 1) cuando era necesario, sea por la falta de algún obrero o por urgencia en las entregas, lo veía trabajar en una máquina a la par de los operarios haciendo las mismas tareas que ellos. Es decir, conocía el oficio, la manipulación de las máquinas y los pasos para la realización completa de la producción y; 2) cuando necesitaba de mi ayuda me daba una tarea (obviamente de las más simples y de bajo o nulo riesgo) y me la enseñaba siguiendo más o menos esta secuencia: me explicaba la función que tenía la pieza terminada, luego me mostraba él mismo como hacer el trabajo, después me observaba como lo hacía yo; cuando estaba seguro que lo había comprendido me dejaba solo siguiendo con la tarea. A veces volvía literalmente a controlar si lo estaba haciendo como él me había dicho. Estas tareas las hacía siempre compartiendo el mismo espacio que el resto de los obreros y el capataz. Años más tarde, cuando trabajé formalmente con él, le realizaba pequeñas variaciones a las etapas manuales del armado de ciertas piezas que hacían la tarea más fluida para mí. En principio estas variaciones no eran muy bienvenidas ya que (interpreto ahora) se salían de su control. Pero una vez demostrado que el resultado, uso del tiempo y calidad de la producción era igual o mejor, lo aceptaba aunque él no cambiaba su modalidad. Por otra parte no podía estar todo el tiempo observándome y, conociendo su personalidad, era en los momentos sin su presencia que aprovechaba para las variaciones y así evitaba discusiones con él. Hoy reconozco que el paso por la universidad, los estudios de posgrado, las experiencias laborales en instituciones gubernamentales y no gubernamentales y el conocer otras provincias argentinas y países, no solo me alejaron de la creencia en la sociedad industrial como forma de vida (y más aún en el marco del capitalismo) sino que se afianzó en mí la idea de resistencia a las condiciones que rodeaban a la cultura del trabajo ligada al progreso indefinido. Distintas lecturas acerca de la historia económica del capitalismo y sus consecuencias políticas y sociales, su espúrea relación con los estados y los procesos democráticos y sus postulados manipuladores, han producido en mí un profundo rechazo a este sistema más allá que sus resultados y algún contexto, producto de mi posición social y laboral determinada, me beneficien o no esporádicamente. Constituidas ahora como parte de mis implicaciones ideológicas, el rechazo a ese progreso tiene varias aristas: a) el intento permanente de imposición como pensamiento único utilizando todo tipo de medios; b) el acceso selectivo a sus beneficios; c) los costos en términos sociales, ambientales y de salud que produce. Sin embargo, puedo afirmar que implicaciones de orden libidinal han jugado un papel importante al reconocer como referente del trabajo a mi padre, quien a partir del juego, me hizo sentir alegría y satisfacción por el trabajo y fue imprimiendo en mí ciertos valores en los que me reconozco hoy. Estos se manifiestan en mis prácticas actuales, revelando nuevos significados producto del proceso de aprendizaje y plasmándose en implicaciones de orden profesional sustentadas en bases teóricas en las que implicaciones de orden ideológico aparecen como trasfondo. De esta manera el Trabajo: 1.

supone tiempo de aprendizaje, cometer errores y, adquisición de experiencia;

2.

es una posibilidad de conocer y relacionarse con otros más allá del entorno familiar cercano;

3.

tiene una cuota de esfuerzo y momentos de sacrificio: trabajar más horas para obtener más medios económicos y cubrir

8 Las lecturas de la izquierda ya planteaban que ese trabajo femenino en las clases medias contribuía a la reproducción social del sistema capitalista en la medida que no formaba parte del salario reconocido al trabajador. En las mujeres de las clases bajas ese mandato no existía porque llevaban a cabo tareas de obreras al igual que los hombres.

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Universidad de Buenos Aires – Facultad de Ciencias Sociales Equipo de Cátedras del Prof. Ferrarós necesidades materiales, pasar menos tiempo con los hijos, negar la compra de algún objeto material necesario para poder ahorrar, etc.; Fue haciéndose claro en mí que no siempre un solo trabajo rentado era suficiente; 4.

debe estar acompañado por cualidades como la honestidad; hacer conjuntamente con el otro más allá de las diferencias jerárquicas y de saberes; poder beneficiarme siempre y cuando no perjudique a otro;

5.

es una suerte de práctica docente donde el que tiene más experiencia: a) le pasa al otro el conocimiento acumulado y algunos “secretos” del oficio para que le sea más ameno; b) controla y evalúa la tarea del aprendiz; c) desde la práctica concreta, le brinda nuevos saberes a cada uno que se suman a los adquiridos durante la etapa de formación; d) es respetado por el aprendiz, porque pasar por el mismo proceso de trabajo lo hace conocedor de los pormenores, “no toca de oído” y por lo tanto, su práctica histórica le imprime autoridad en la materia; e) acompaña hasta ir “soltando” de a poco al aprendiz y así fortalecer la confianza recíproca, contar con el otro; f) trabaja, cuando se hace imprescindible, a la par del resto. Esto le brinda aún mayor autoridad pues “no se le caen los anillos”;

6.

implica protección: las tareas que yo podía hacer o ayudar estaban siempre bajo cuidado de mi papá diciéndome no solo cómo hacerlo sino las precauciones que debía tener;

7.

ser astuto: conociendo con quién/es se trabaja, evitar conflictos para poder adaptar el trabajo a uno en función de pensar o encontrar nuevas formas de hacerlo con la misma o mayor eficacia;

8.

búsqueda de excelencia, es decir, hacer las cosas bien siempre, prolijas, disfrutar de la obra. Si se va a hacer algo, hacerlo bien más allá de que detrás de ello haya una retribución;

Este “valor de la excelencia” adquiere ribetes interesantes. Amante de la cultura clásica (denominada de élite desde el campo cultural), mi padre admiraba a músicos, compositores, el ballet y la opera. Desde chico fue visto con buenos ojos que me gustara estudiar música, sin embargo cuando llegué a la adolescencia y comencé a tocar y enseñar música, su reflexión era: “está bien que hagas música ¿pero cómo te vas a mantener?” Esa incertidumbre que sembraba en mí no solo venía de la creencia en las disciplinas ligadas al Progreso, sino también del contexto socio económico que vivió con su trabajo durante el período 1979-1983 y luego durante la década de 1990. Con la política económica llevada a cabo en la dictadura mi papá comenzó a vivir algo hasta entonces nunca experimentado: que ese progreso personal podía cortarse. Así fue cayendo el trabajo nacional producto de importaciones sin gravámenes que lo hizo perder ahorros, un automóvil cero kilómetro y pedir dinero prestado para mantenernos. Una de las cosas que más lo afectó fue el hecho de que mi madre planteara el volver a trabajar: su posición de proveedor aparecía cuestionada. Lo interesante del caso es que a pesar de amargarse por la situación, insultar la política económica del momento y a su referente principal9 por momentos se culpaba así mismo de no haber hecho algo. Como si hubiera sido la única fábrica que tenía esos problemas. Y si bien despotricaba contra la destrucción de la producción industrial nacional, no dejaba de creer en el mismo lei motiv del Progreso. Con el regreso de la democracia fue repuntando el trabajo hasta que la hiperfinflación (durante el gobierno radical de Alfonsín) y las políticas económicas del menemismo en los ´90, terminaron por liquidar la pequeña fábrica. A pesar de estos golpes, mi padre nunca dejó de creer en la idea del Progreso: sea porque el trabajo industrial es lo que le gusta y lo único que sabe hacer, o porque quizás sería otro duro golpe darse cuenta de que dicho progreso estaba inserto en un sistema que sólo busca el lucro y en el que Argentina no era justamente uno de los países centrales. Para mi padre las cosas se hacían mal, no las podía entender como parte de un proceso en el que estos movimientos pendulares no eran un error sino parte del sistema. Recuerdo que cuando charlábamos o discutíamos estos temas durante mi formación universitaria o ya como graduado, terminaba diciendo: “bueno pero es el mundo en que vivimos”. En su representación de la vida, la posibilidad de cambio era algo impensable.10

9

Me refiero al ya mencionado Ministro de Economía José Alfredo Martínez de Hoz. De todas maneras la relación entre la dictadura y el sistema socio económico supondría contar otras experiencias que exceden el objetivo de este

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texto.

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Universidad de Buenos Aires – Facultad de Ciencias Sociales Equipo de Cátedras del Prof. Ferrarós Práctica profesional presente: las huellas del pasado se reactualizan desde el aprendizaje Al igual que en el apartado anterior, me interesa ir concluyendo este primer acercamiento a mi vínculo con el trabajo considerando articuladamente los siguientes aspectos: 1.

De qué manera las conductas y pensamientos surgidos de aquellos primeros aprendizajes se manifiestan actualmente;

2.

si los espacios transitados a lo largo de la propia historia contribuyeron o no a modificar o reproducir esas representaciones.

Aquí también podrá notarse cómo aquellas implicaciones libidinales asociadas a relaciones afectivas cariñosas y de cuidado por parte de mi padre en el marco de una actividad lúdico-laboral, reaparecen resignificadas en la toma de decisiones y conductas llevadas a cabo en mi práctica profesional en organizaciones laborales con la mayor coherencia posible. Otra vez quedará claro que las implicaciones con la disciplina del Trabajo Social no surgen como acciones vaciadas de sentido político. Mis implicaciones profesionales emergen cuando en el trabajo priorizo y valoro determinadas pautas teóricas, conceptuales, metodológicas, vinculares y en la mirada de esos “otros” con quienes se trabaja e interviene. Pero el trasfondo siempre es ético político y existe una relación directa entre el hacer profesional y las implicaciones de orden ideológico. De alguna manera todas las acciones, decisiones y conductas que se plasman a continuación tienen un correlato en la contribución hacia una sociedad con un proyecto democrático (en su sentido amplio y no meramente en su faz de sistema de gobierno), reflexivo y de búsqueda de autonomía. Es intentar desde los espacios de trabajo generar prácticas menos burocráticas, de mayor participación, de facilitar los canales de información y comunicación, incorporando críticamente todas las voces involucradas, de garantizar derechos logrados, de restablecer el sentido total de la tarea que se realiza a partir de conocer la temática sobre la que se está interviniendo, de revertir fenómenos de opresión real y simbólica. En definitiva, prácticas que permitan, en este caso, generar transformaciones en el ámbito laboral pensados como espacios micro institucionales. Partiendo de este marco, pueden distinguirse aspectos que vinculan mi modalidad de llevar a cabo la práctica profesional del trabajo social con aspectos de aquella primera experiencia significativa con el trabajo. No puedo afirmar tajantemente que se trate de una reactualización cabal de aquellos aprendizajes pero sí que existen ciertas similitudes que creo han hecho que naturalmente las incorpore en mi tarea. Una de las primeras que puedo reconocer es la relación con “recuperar el material plástico”. Es decir, encontrarle alguna utilización a elementos que aparecen en primera instancia como “basura”, como inservibles. La idea de utilizar todos los recursos posibles: desde reciclar hojas para imprimir archivos de uso personal hasta esta idea tan cara al Trabajo Social de pensar y articular todas las ideas posibles a fin de encontrar alternativas superadoras con “lo que hay”. El conocimiento de contactos profesionales de la misma u otra profesión, investigadores/as, instituciones, organizaciones barriales, referentes comunitarios y programas oficiales, forman parte de todo lo que hay disponible para utilizar más allá de lo que “debe ser hecho”. Las estrategias de trabajo logradas con eficacia, más allá de las dificultades que plantea el campo, denotan que la existencia o no de recursos no suple la astucia, la experiencia, la lectura y la mirada particular del profesional ante distintas situaciones. Si tengo en cuenta las variaciones que le hacía a la tarea, puedo hacer un paralelo con las situaciones problemáticas que plantea el quehacer profesional en las que (a diferencia de mi padre) considero mucho más abiertamente las perspectivas de los propios involucrados destinatarios de la intervención analizando la viabilidad de las propuestas. Esta implicación claramente profesional construida como posición epistemológica a partir de mi formación de grado, posgrado y por referentes trabajadores/as sociales (académicos y laborales) es la resignificación de esa experiencia infantil y adolescente: el hecho de haber estado del lado de quién variaba la tarea reglada me permite reconocer y valorar esos aportes.

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Universidad de Buenos Aires – Facultad de Ciencias Sociales Equipo de Cátedras del Prof. Ferrarós Por lo que al “reciclado y recuperación” de recursos materiales, institucionales y profesionales, se le adjuntan “los saberes” que la propia población puede aportar. Dichos saberes que son producto de la experiencia, se constituyen en saberes de oficio para la disciplina. Saberes y conocimientos que se comparten con los compañeros/as de trabajo para mejorar la práctica y ganar pertenencia en las comunidades y las propias instituciones de trabajo. El hecho de haber podido compartir desde chico el trabajo junto a los operarios de la fábrica, recibir buen trato de ellos, escucharlos hacer chistes y recibir su ayuda más allá de las diferencias socio económicas, de posibilidades de estudio y de intereses, creo que me ha favorecido a la hora de relacionarme con personas que se encuentran con sus derechos vulnerados, tenerles estima, tomar su voz como válida, aprender de sus astucias, representármelos como “laburantes”. Considerarlos como personas que tienen historias de luchas cotidianas por intentar modificar su situación y resistiéndose a los discursos que los catalogan como ladrones, vagos, delincuentes, etc. Podría mencionar un sinnúmero de originales ideas que la gente lleva a cabo para mejorar sus condiciones de vida. El tener registro de esas prácticas populares me ha permitido tenerlas a mano cuando fue necesario y compartirlas con colegas.11 Otro aspecto que se hace patente en la actualidad es el haber ido incorporando el aprender de los mayores. Durante mi formación universitaria siempre me han inspirado respeto aquellos docentes que no sólo tienen el saber de las aulas sino el saber del terreno. Aquellos/as que pueden transmitir un conocimiento práctico y se permiten compartir las equivocaciones.12 En relación con este punto surgen dos cuestiones que me enojan cuando suceden: 1.

cierta liviandad para rechazar o menoscabar la historia de aquellos que fundaron el Trabajo Social sin conocer realmente los pormenores de sus vidas y logros. He escuchado cómo se denosta ligeramente a estos pioneros/as que pareciera que por el solo hecho de haber nacido y realizado sus tareas en los países que denominamos centrales, supone que portan consigo el germen imperialista.13 Toda una ideologización reaccionaria que, por ejemplo, oculta el hecho de que muchas de esas personas a las que se denomina “funcionalistas” se lo hace desde una falta considerable de rigurosidad académica y guiados solo por estereotipos o estigmas. Gratamente, en la última década se han comenzado a reivindicar las luchas y logros de estos pioneros/as fundadores/as de la disciplina, así como señalar las discriminaciones y persecuciones que han sufrido en sus países de origen. Es deseable que el Trabajo Social continúe reconociendo este legado sin que esto suponga dejar de lado un análisis histórico-crítico, esto es: reflexionando sobre los contextos históricos, utilizando argumentos sólidos y fundados para señalar acuerdos y diferencias teóricas, ideológicas, conceptuales y metodológicas;

2.

cuando las autoridades o colegas que ocupan cargos de mayor jerarquía dejan a su propia suerte a estudiantes avanzados que hacen sus prácticas en alguna institución o a colegas recién graduados/as que tienen/tenemos que asumir tareas para las que no estamos formados y/o son riesgosas, tanto en el plano concreto como por el impacto sufrido ante la frustración de no saber qué hacer ni a quién recurrir. De aquí que cuando me ha tocado estar en el papel del “experimentado”, se juega esta implicación profesional a partir de la cual trato de acompañar el proceso de adaptación de aquel que se incorpora, guiando, brindando los contactos y referentes institucionales barriales y

11 Cito como un ejemplo de esas estrategias, un registro de mi práctica de campo en dos barrios de la ciudad de Santa Fe que tiene por título “Las puertas de fuyí”. Este título sintetiza mi relación con la historia de una familia. La que para evitar las infecciones que producía el rascarse las picaduras provocadas por la gran cantidad de mosquitos existentes, sobre todo en los niños, juntaba varias tabletas de Fuyí Vape y las quemaba en un brasero. Conocer esta historia (además de comprobar lo efectivo del invento) llevó a que recolectara ese tipo de tabletas entre los conocidos y, con la excusa de llevárselas, fui ganando cada vez más confianza, conocimiento acerca de la cotidianeidad, primero de la familia y luego del barrio. Así pude ir adentrándome en las formas de hacer salud de la gente, su vínculo con el centro de salud y sus médicos, la relación con el/la curandero/a y el sentido que tenía el brujo en la población (“…sin mostrar sorpresa por mi pregunta pero haciendo un breve silencio, esta mujer habitante del barrio me miró fijo y con calidez a los ojos y me respondió con otra pregunta que abriría un diálogo acerca de las creencias y prácticas barriales de salud desde una perspectiva cultural: “¿usted pregunta por el brujo bueno o el malo?”. 12 Uno de los libros más interesantes que he leído es “Cultura Popular y participación Social” de María Teresa Sirvent (Miño Editores) donde quedan plasmados todos los aprendizajes y cosas logradas más allá de haber “fracasado” en su objetivo principal. 13 Quizás el hecho de provenir del campo de la música me haya hecho acostumbrar al permanentemente reconocimiento que los músicos hacen a los “padres” de la música, los que fueron creando cosas nuevas. Si uno ve músicos de jazz de la actualidad podría decir que aquel que tocaba el instrumento en los años ´20 podría no tener ni la técnica, ni el sonido, ni el vuelo que hoy pueden tener muchos de los grandes músicos de jazz. Sin embargo a ninguno de

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Universidad de Buenos Aires – Facultad de Ciencias Sociales Equipo de Cátedras del Prof. Ferrarós fortaleciendo su inserción en el campo hasta que pueda desenvolverse de manera autónoma. Este acompañamiento y cuidado incidirá en la calidad de la intervención profesional colectiva, ya que no se trata de “sacarme trabajo de encima” porque vino alguien nuevo, sino de alivianar la exigencia laboral y la naturaleza propia del trabajo a través del sostenimiento recíproco. Sin proponérselo desde una perspectiva marxista, mi padre inculcó de alguna manera en mí la necesidad de tener el conocimiento total de la tarea para que el trabajo tenga sentido: es decir, para qué hago lo que hago. Este hecho que tiene en primera instancia una implicación libidinal en tanto mi escucha y reconocimiento está ligada al afecto y admiración que en ese momento me producía, deviene en una implicación ideológica en acuerdo con aquellas líneas de pensamiento que intentan romper con la fractura del trabajo como una de las causales de la enajenación humana. Plasmada en el campo de trabajo, estas implicaciones adquieren estatus de implicación profesional en la medida que esto ha hecho que siempre me interese saber a qué se apunta con tal o cual actividad, qué ha ocurrido con alguna intervención cuando ha sido derivada a otra instancia, etc. Es decir, reconocerme en ese proceso de intervención y cómo he contribuido o no a modificar situaciones que las personas viven como adversas o, simplemente destrabar algunas problemáticas menores (como puede ser colaborar para que un grupo independiente pueda elaborar un proyecto para obtener un subsidio). Trabajar con otros desde chico y ser cuidado y llevado de a poco por ellos, ha hecho natural en mí el trabajo en conjunto, en equipo. De aquí que no sea un problema para mí las divisiones jerárquicas en la medida en que esos mayores puedan compartir su experiencia, abrir caminos, dar espacio. Es más, necesito de personas que ya tengan la experiencia, que guíen la tarea, que faciliten la inserción en la actividad. En este sentido las estructuras organizacionales, sean de mayor o menor complejidad, no representan un problema para mí en la medida en que a partir de ellas se puedan ir realizando las modificaciones que sean necesarias. Es decir estructuras que no se rigidicen y que no se conviertan en más importantes que la tarea. De alguna manera, aquella sensación de alegría por el trabajo como juego, el hecho de haber internalizado el trabajo como algo satisfactorio debido al acompañamiento y enseñanza puestos en la figura de mi padre y no como el “yugo”, el “ganarás el pan con el sudor de tu frente”, ha transformado una implicación de origen libidinal en otra de orden profesional con las siguientes características: 

un imprescindible reconocimiento del “otro”,



el buen trato entre compañeros/as más allá que uno sea o no amigo/a



centrarse en hablar de todas las dimensiones del trabajo y no en chusmeríos o internas (gremiales, políticas, personales) que desgastan, no resuelven nada y terminan ocupando la mayor parte de la jornada.

En relación con este tema (sea promovido por las autoridades y/o entre pares), que atenta claramente contra el trabajo conjunto, me molestaba que se dijera que todo estaba mal, que no se podía hacer nada. Este malestar generalizado terminaba perjudicando la tarea para la cual se era convocado y los/as compañeros/as terminaban haciendo la tarea de otros/as protegidos/as por los gremios, el acuerdo de los directivos, etc. Siempre terminaban peleando por una mejor paga pero nunca por mejorar la tarea en sí. Comencé a sentir que la gente negociaba continuar con el sufrimiento y malestar mientras se le pagara más. Solución que era coyuntural ya que al sólo discutir aspectos vinculados a lo salarial, al poco tiempo ese aumento no cubría el hastío y la frustración que continuaban sintiendo algunos compañeros, sobre todo los de mayor tiempo. Aquí surgen nuevamente implicaciones de orden ideológico en esa búsqueda de contribuir a la generación de sociedades más democráticas, autónomas y reflexivas. En este sentido utilizar marcos teórico- conceptuales que permitan generar espacios de reflexión sobre las propias prácticas en los que plantear aquellas cosas que están dificultando la tarea, las que se están haciendo bien, las que se pueden mejorar, las necesidades de orden profesional e institucional para lograrlo, etc. Obviamente con respuestas estos últimos (reconocidos números uno en su profesión) se les ocurriría denostar esa historia. Todos dicen sin excepción, que no podrían ser lo que son si no hubieran estado esos genios creadores de un nuevo lenguaje musical.

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Universidad de Buenos Aires – Facultad de Ciencias Sociales Equipo de Cátedras del Prof. Ferrarós concretas de parte de la institución para abordar dichas situaciones y reconocer a aquellos que intentan poner todo su saber y experiencia para cumplir los objetivos del quehacer profesional. De alguna manera contar con esos espacios de intercambio y de resoluciones devolverían la motivación, restaurarían el sentido total del trabajo institucional, retornaría esa alegría vivida en la niñez.

Un aprendizaje académico que se hace carne Este análisis preliminar (cada tema que surge abriría otros en los que por cuestiones de objetivo y espacio no me he explayado), me permite revelar cuáles son las bases de mi relación con el trabajo y cómo ciertas cuestiones se reactualizan ante los nuevos encuentros. Este conocimiento sobre uno mismo se torna imprescindible para evitar quedar atrapado en posiciones meramente afectivo-pasionales o más precisamente, sobreimplicados libidinalmente, ideológicamente, profesionalmente. Supone el esfuerzo por encontrar maneras de hacer más placentero el trabajo y repensar y/o modificar conductas, actitudes y posturas propias, que estén obstaculizando ese anhelo. En definitiva analizar las implicaciones favorece la actuación profesional teniendo en cuenta que a los otros también se les juegan sus implicaciones. Considerar esto permite construir un mejor diálogo con ese otro que incluso a veces actúa de manera sobreimplicada. Esto no quita que nosotros mismos actuemos por momentos de manera sobreimplicada por más que conozcamos la teoría al respecto. Es obvio que haber hecho este recorrido e intentar hacer hipótesis de cómo mi historia con el trabajo y sus referentes me atraviesan y operan en mí hasta la actualidad, supone haber reflexionado sobre marcos teóricos y metodológicos abordados durante mi formación en la universidad, particularmente por ser docente de la cátedra de Psicología Social e Institucional desde hace trece años. Analizar las implicaciones supone, como lo diría Castoriadis, el ejercicio de revisar nuestro proceso de humanización y cuestionar el pensamiento heredado que es, al mismo tiempo, pensamiento complejo de la sociedad que me ha formado más o menos contradictoriamente. Instituir esta práctica de análisis favorece la posibilidad de desenvolvernos desde esa tríada propuesta por Pichón Rivière: emoción-reflexión-acción. Si bien en este texto me he centrado en el vínculo con el trabajo, es interesante seguir indagando qué otros hechos cotidianos nos generan comportamientos, reacciones, sensaciones y sentimientos similares. Entonces el análisis se convierte en una herramienta útil para todas las facetas de nuestra realidad. Lic. Germán Bianco Dubini Febrero de 2012

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