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I N F O R M E A N U A L R E S U M E N
10 I N FO R M E ANUAL 2010 RESUMEN Re su men I nf or m e An u al 201 0 Índice 1. Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

M E N U D E I N V I E R N O Nro 1
M E N U D E I N V I E R N O Nro 1 A L M U E R Z O: Asado a la Parrilla, Chorizo y Morcilla - Ensalada de Zanahoria con Huevo duro. Postre: Ensalada de

N U E S T R O M U N D O:
N U E S T R O N U E S T R O S M U N D O: D E R E C H O S Conferencia Mundial de Derechos Humanos (ONU) Viena, 14-25 de junio de 1993 Diciembre de 19

N ú m e r o 3 - j u n i o d e
Revista editada por la Fundación para la Promoción y Desarrollo de Bangassou Número 3 - junio de 2011 distribución gratuita Revista editada por la

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19 de julio de 1954

N u m e r o especial: El v a q u e r o

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Machos cambios ha experimentado con el tiempo la fisonomía del Oeste vaquero. Desaparecieron los pueblos de madera, se implantaron nuevos métodos de vida y trabajo y un día llegó el autogiro. Pero el vaquero sigue montando a caballo y trabajando de firme en la.jrradera y en el rancho.

Realidad y leyenda del vaquero uno de los tipos humanos más singulares que ha conocido el mundo va dedicado este número especial. Es el vaquero del Oeste, símbolo de toda una época y de una vastísima zona sembrada de recuerdos de España. Tal vez a causa de su misma singularidad ha sido el vaquero uno de los hombres más incomprendidos. El cine, las canciones y las novelas nos han presentado un vaquero irreal de puro fantaseado. Una mezcla de caballero andante, aventurero y detective: Don Quijote, Búfalo Bill y Sherlock Holmes. ¡ Ahí es nada! ¡ Cuánto exceso de fantasía y qué poco de realidad! Mucho cántico, mucha leyenda y mucho ditirambo acerca del vaquero, pero lo cierto es que se ha perpetrado contra él —justo es decir que por omisión— una gran injusticia todavía no reparada. Al pobre vaquero se le ha hecho protagonista de inverosímiles aventuras y se le ha presumido poseedor de habilidades poco menos que truculentas. Por si esto fuera poco, nos lo han

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prefentado como un tenorio irresistible. ¡ Qué pocos han pregonado como se merece la verdadera y hoy casi inverosímil aventura de este hombre! Cabalgar 16 horas diarias, castrar, cuidar, marcar y curar miles y miles de reses, vivir en casi continua soledad y sufrir el frío y el calor más extremos, es, ciertamente, mejor timbre de gloria que repartir tiros o puñetazos en el «saloon». En lo primero —es decir, en el duro t r a b a j o estaba y está la realidad. La leyenda entra en los tiros y puñetazos. ¿ Tenorio este hombre sencillo y solitario que cuando ve de tarde en tarde una mujer balbucea y se sonroja al hablarle como un niño tímido? Hollywood supo captar el aspecto exterior del vaquero, así como su ambiente, pero se le escapó lo mejor del hombre: su condición de hombre tenazmente trabajador y leal a la tierra. Y sin embargo, nuestro vaquero se aferra a la leyenda, haciéndose la ilusión de que hubo

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un tiempo en que corrió aventuras, deshizo entuertos y conquistó mujeres. ¡ En esto sí que se parece a Don Quijote!. Si alguna vez va al cine es para ver películas del Oeste. Las únicas novelas que lee son de vaqueros. No las lee : las devora. De estos vaqueros aferrados a la tradición, quedan ya muy pocos, y .es muy posible que dentro de unos años desaparezcan definitivamente, como desaparecieron los californios, y cowboys téjanos de los tiempos heroicos. Dicen que las virtudes clásicas del vaquero se extinguen. Un veterano os dirá que los nuevas vaqueros son flojos comparados con los de antaño ; que exigen trabajar sólo las horas reglamentarias y se preocupan de imitar más al cowboy folklórico que al de la realidad. Es la eterna cantilena de los viejos, y de los vaqueros apegados a la tradición. Quizá tengan algo de razón. La vida tiende a hacerse más suave para todos, y el vaquero no tiene que ser una excepción. ¿Entonces, el cowboy real es un tipo humano He aquí el vaquero del mañana. Hay en el Oeste corriente, anodino, sin relieve pintoresco ni romuchísimos chavales como el de la foto, que cimántico ? fran su ilusión en hacerse cowboys en el futuro. Vamos por partes. No puede ser anodino ni corriente el hombre que hizo posible la creación de una gigantesca industria ganadera en América. En este sentido, su obra ha sido realmente portentosa y coni tinúa siéndolo. De su pintoresquismo da idea el tremendo influjo que ejerce el Oeste norteamericano, esa zona tan típica y atractiva que con toda justicia puede ser calificada como la Andalucía de los Estados Unidos. ¡ Atención, lector, que aquí ha puesto mucho España! En cuanto al romanticismo del vaquero, ¡ ah, lector!, de eso no puede dudarse. Ser vaquero hoy día, cuando hay tantos oficios mucho más cómodos y mejor pagados, ¿ no es acaso ser un romántico, casi un héroe? Ante estos hombres no hay más remedio que descubrirse, como se dice en España. Este es, lector, el tipo de hombre que vamos a presentarle, un tipo humano muy parecido al de tantos hombres de las tierras españolas que conocen Esta es una escena muy corriente en el Oeste de hoy. Los ranla lucha diaria de la vida y el cheros llevan ganado al establo de subastas, donde venden o comreto tenaz del clima y el trabajo, pran reses. Obsérvese la salida de una res al fondo de la fotografía.

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plena primavera de 1769 un jinete ' solitario cabalgaba, caballero en su jaca, por tierras de la Alta California. Llevaba un pañuelo a la cabeza, y sobre él un sombrero, ancho de ala y bajo de copa, sujeto a la barbilla por un barbuquejo. La camisa, ancha, ajada, roída por el polvo, dejaba ver a través de una rasgadura la tez de un hombro tostado por el sol. Una faja encarnada ceñía su cintura. Los pantalones, abotonados por los lados hasta las rodillas y abiertos por los bajos, llegaban hasta unas botas forradas de cuero y barro seco. Bajo los talones asomaban un par de espuelas de hierro, mohosas y grandes. Dueño absoluto del espacio, que dominaba con su vista y atrtínaba con sus voces, aquel hombre, duro, barbudo y arrogante, conducía un pequeño rebaño de vacas y vaquillas. Era un vaquero. Era ni más ni menos que el primer vaquero de América. Había llegado a aquellas tierras acompañando a Fray Junípero Serra, al gobernador don Gaspar de Portóla, al sargento Ortega, guía de la expedición de Portóla, al padre Juan Crespí, el franciscano explorador, a un puñado, en fin, de frailes y soldados que llevaron la soberanía de España a una extensa región que con el tiempo habría de formar parte de los Estados Unidos. Hicieron algo más : implantar una fe y crear una industria. Porque al amparo de las veneradas misiones fundadas por Fray Junípero a lo largo del Camino Real californiano surgieron los primeros ranchos de ganado del Oeste americano. Un menguado rebaño de vacas, caballos, mulos y ovejas constituyó el embrión de lo que un siglo después habría de ser una pujante industria. Unos pocos padres y media docena de vaque-

ros y arrieros hicieron el milagro. Expertos jinetes todos ellos, incluso los padres, enseñaron a los indios —no había entonces otra gente por allí— a domar potros, a ensillarlos, a cazar reses a lazo, a marcarlas... En una palabra, los hicieron vaqueros. Poco a poco fueron llegando a la Alta California hombres y familias españolas oriundos de Méjico. Creció la población, prosperaron los ranchos y se multiplicaron las reses. Así, en 1834, las veintiuna misiones contaban con cerca de un millón de cabezas de ganado vacuno, ovino, caballar y de cerda. El Oeste era ya un país ganadero. ¡ Y todo gracias a la labor paciente y tenaz de unos humildes frailes llegados allí con la misión de ganar almas! Podrá parecer sorprendente lo que vamos a decir, pero no por eso es menos cierto: si Fray Junípero Serra no hubiera ido a California, la figura del cowboy de Tejas habría sido muy distinta ; menos romántica, por supuesto. Porque cuando el te'- .i vio por primera vez una silla vaquera y • orzó a interesarse por la industria que li. ••!•' 'le darle fama, hacía ya ochenta año» que por tierras de la Alta California cabalgaban hombres rudos y arrogantes como aquel jinete solitario que acompañó a Fray Junípero y a don Gaspar de Portóla. Hombres llegados allí de Andalucía, de Extremadura, de Castilla o de cualquier región de la nación que descubrió California, Tejas y todo el suroeste norteamericano. De la nación que creó el vaquero.

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El vaquero de ayer-

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L vaquero de los tiempos heroicos hizo, ciertamente, algo mucho más importante que solventar a tiros sus disputas personales. Con su pony, su silla de montar, su revólver, sus zahones de cuero, sus botas altas y su sombrero abarquillado, fué el constructor de las rutas por las que penetró la civilización en el desierto y por las que salieron hacia las tierras del norte los ríos de ganado nacidos y criados en el Oeste. Caballero en su silla de montar, durante muchos años cabalgó solitario por los caminos, dueño y señor de los espacios abiertos. Desde las tierras agrestes de Río Grande hasta los mercados de Abilene y Dodge City, el vaquero fué por muchos años una auténtica figura nacional. Su vida era durísima. Llevar su ganado de una charca a otra y dormir en el suelo con su silla de montar por almohada eran parte de su tarea. Como los pastos no estaban protegidos por cercas, tenía que montar una estrecha y constante vigilancia para defender el ganado contra la amenaza de los cuatreros. Con esa gente había que jugarse la vida muchas veces, y no era el vaquero hombre que se arredrase ante el «desesperado» más bravucón. Con frecuencia, el brazo de la ley estaba en el revólver del vaquero. Solitario las más de las veces, el cowboy tenía a menudo que comer en el camino su frugal comida consistente en cecina de vaca, pan seco y duro como una piedra y un café terriblemente cargado que él mismo preparaba en una fogata. La tradición nos ha legado una típica receta vaquera para hacer café. Dice así: «Tómese una libra de café; mójese bien con agua; hiérvase al fuego durante treinta minutos ; métase dentro una herradura de caballo, y si huele, póngase un poco más de café». Por si no bastara esta descripción para dar a conocer el temple de aquellos vaqueros, esta anécdota nos dará una buena idea: Un jefe indio pidió una vez un cañón al general Sheridan. — ¡Cómo! ¿Quieres matar a mis soldados con él?, preguntó el general. -—No, repuso el jefe. Querer cañón para matar cowboy. Matar soldado con un palo. Claro que esto es literatura, puro folklore. Pero dice mucho de la resistencia física de unos hombres que tenían que soportar las temperaturas más crueles: desde los vientos helados del norte que barrían las praderas de Tejas, hasta el sol calcinante del desierto de Arizona. El culto moderno al vaquero tiene su razón de ser. Mezcla de rey, esclavo y monje, el vaquero de los tiempos heroicos ha sido el hombre más libre que ha pisado la tierra. Ha sido también uno de los grandes benefactores de América. Las marchas conduciendo los rebaños a lo largo de caminos escabrosos y desérticos constituyeron una de sus proezas. Abriéndose paso a través de los eriales, creó los famosos caminos de herradura que habrían de convertirse en las autopistas del futuro. El antiguo vaquero trajo al Oeste la civilización que poco a poco habría de acabar con él. Porque primero en Tejas y luego en Arizona, las alambradas de espino empezaron a ceñir los pastos para proteger los rebaños, haciendo menos necesaria la vigilancia del cowboy. Y poco después, cuando el gran «caballo de hierro» penetró sobre carriles por los viejos caminos de herradura, el antiguo vaquero se perdió en el horizonte de los grandes espacios del Oeste. Aquel día se cerraba una época para dar paso a otra.

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- y el de hoy

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N este hombre tiene usted, lector, un buen amigo. Se llama Milton Walling, pero para usted, como para sus íntimos, es «Mitz». El ha querido que, al conocer su vida, conozca usted la de todos los vaqueros, sus compañeros. Estas fotografías se deben al afecto que las gentes de un pueblo americano profesan a España. Ocurrió que, hace algún tiempo, Mr. Robert Smith, Agregado de Cinematografía de la Embajada de los Estados Unidos en Madrid, marchó con permiso a Tejas, su tierra natal. ' De visita en jElovis, pueblo del estado de Nuevo Méjico, MT¡ SmitB explicó en el Club de Comerciantes ¡de; la localidad eï proyecto que NOTICIAS DE ACTÜAIJD4B ténííl.de describir la vida del vaquero. JE1 nombre de España abrió todas las puerteas, y al entusiasmo de dicho club m sumó el Club de Mujeres de Clovisj juntos acordaron contratar un fotógrafo que captara sobre el terreno la vi

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