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Entre cuatro paredes: opina el alumnado
ÁNGELES PARAÍSO
Educación secundaria obligatoria / Enseñanza secundaria / Cine / Félix García Moriyón / Aula / La clase
Son conscientes del ambiente en el que viven y muestran una mezcla de rebeldía y resignación
Seis grupos de la ESO y sus profesores asisten a un pase privado de la película “Entre les murs”, en versión original. La primera sensación es la de asistir a una representación de su propia vida en el instituto. Después, en los debates que se celebran en cada clase, ahondan en cuestiones como la responsabilidad de los chicos y la del profesor, el papel de los consejos de disciplina o la relación entre inmigrantes y nivel educativo.
FÉLIX GARCÍA MORIYÓN Profesor del I.E.S. Avenida de los Toreros Este reportaje no hubiera sido posible sin la activa implicación de mis 118 alumnos de 2º y 4º de ESO y 1º de Bachillerato en los diálogos filosóficos mantenidos en el aula. Además, han participado activamente en la preparación de la versión final, aportando su propio material, Guillermo Velayos Monge e Irene Fernández Jiménez de 4º de la ESO y Alba Concepción Arcones y José Ramón Gismero Baum de 1º de Bachillerato.
Another Brick in the Wall We don’t need no education We don’t need thought control No dark sarcasm in the classroom Teachers leave the kids alone Hey teachers leave us kids alone All in all it’s just another brick in the wall All in all you’re just another brick in the wall Pink Floyd, 1979
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dossier Han pasado ya treinta años, treinta largos o cortos años, que son lo que separan un disco memorable, The Wall, de una película que en cierto sentido podemos también considerar digna de recordar, Entre les murs, traducida con poca fortuna al español con el título La clase. Son también casi treinta los años que tiene de existencia el Instituto Avenida de los Toreros, ni más, ni menos. En ese período nuestro Instituto ha vivido intensamente el cambio radical que ha supuesto pasar de Instituto de Bachillerato para alumnos de clase media y media alta, orientados a la enseñanza superior, a Instituto de Enseñanza Secundaria, con gran presencia de alumnos procedentes de clases bajas y con una importante presencia de inmigrantes, cerca del 50% en la ESO y del 30% en Bachillerato. En cierto sentido, bajó el nivel, en otro sentido simplemente cambió, siendo difícil comparar centros tan diferentes. Al mismo tiempo, todo se ha mantenido igual. Los alumnos de los setenta, como denunciaba el grupo Pink Floyd, percibían las paredes de sus colegios como elevados muros que acotaban sus vidas y sus expectativas de futuro. Los alumnos actuales también se sienten con bastante frecuencia encerrados entre cuatro paredes. Y, por cierto, les sigue gustando ese grupo musical.
Al cine, en sesión privada Pues bien, tras ver la película La clase y comentarlo con algunos profesores, decidimos aceptar el reto planteado por Cuadernos de Pedagogía, y organizamos la salida para ver la película. Se lo planteamos a seis grupos, cinco de los cuales eran alumnos míos: dos de 2º de la ESO, en el marco de la asignatura de Educación para la Ciudadanía; un grupo de 3º, a propuesta de la profesora de Francés; dos grupos de 4º, como parte de su asignatura de Ética y Ciudadanía; un grupo de 1º de Bachillerato para trabajar sobre la película en la clase de Filosofía y ciudadanía. A todos les expliqué cuál era el argumento de la película, les dije que era en francés, que duraba 127 minutos y que era más un documental que una película. Además, los cinco grupos que dependían directamente de mí sabían que luego tendrían que dialogar sobre los temas planteados en la película. No quería generar expectativas que luego se volvieran contra mí, sobre todo porque me temía que la película pudiera resultarles aburrida, por lo lejos que está del lenguaje visual al que están acostumbrados. Su conformidad no fue difícil: como bien sabemos los que nos dedicamos a estos menesteres, los alumnos prefieren salir de las cuatro paredes que acotan su vida escolar cotidiana, aunque sea para ver una película que el profesor les presenta como un material para trabajar y como documento que puede aburrirlos. Aceptaron todos, menos cinco alumnos de 1º que ya la habían visto y no estaban muy dispuestos a verla dos veces. En el fondo y en la superficie, pues también lo dicen abiertamente, para los alumnos siempre es mejor salir del instituto, sea lo que sea lo que se les ofrezca, aunque hay algunas actividades que lógicamente los atraen más que otras. Es más, en su vocabulario, salir del centro para realizar alguna actividad es «ir de excursión». Pues bien, en este caso la «excursión» consistió en coger la línea 2 del metro en Ventas, seguir nueve estaciones hasta Santo Domingo, bajar por la Gran Vía hasta llegar a la plaza de España y entrar en los cines Golem, donde nos habían
reservado una sala para nosotros solos: ¡Éramos 142 alumnos y 6 profesores! Fuimos los tutores de cuatro de los grupos, la orientadora, que también era tutora de otro grupo, y la profesora de Francés. En el mismo cine nos llevamos los profesores la primera sorpresa: el comportamiento del alumnado en la sala de proyecciones fue bueno y siguieron la película con atención. Algún ligero intento de enredar en algún momento, pero sin consecuencias. Varios alumnos decidieron ir a los servicios durante la proyección, pero tampoco eso tuvo ningún efecto negativo sobre el comportamiento general. Y al salir la opinión mayoritaria era favorable: la película les había gustado. Eso sí, a muchos les había parecido larga, pero no les había aburrido; «es interesante, pero a la vez algo aburrida» decía un alumno de 2º. Una minoría no fue tan benévola y afirmó rotundamente que había sido muy aburrida, pero no se quejaban mucho porque su objetivo central se había cumplido: salir del Instituto a las 10:15 de la mañana y no volver a clase. Terminada la «excursión», en las dos semanas siguientes pudimos dedicar las clases a discutir sobre la película: lo que les había parecido y las reflexiones que en ellos hubiera podido provocar. Desgraciadamente las clases de Educación para la Ciudadanía y Ética y Ciudadanía no lo ponen fácil, pues con una clase a la semana es complicado hacer un debate que ocupe más de dos clases. Más fácil y fecunda fue la discusión con los alumnos de 1º, pues damos tres horas a la semana y pudimos abordar los temas con algo más de profundidad. Primera observación compartida por todos que expresa muy bien Edwin Miguel, alumno venezolano de 2º de la ESO: «Me ha parecido una película muy interesante, dado que cuenta hechos que pueden haber ocurrido en la vida real». Todo lo que aparecía en la película les parecía totalmente familiar, era un documental sobre una clase en un instituto, con alumnos reales, como ellos mismos. José Ramón, alumno de 4º de origen paraguayo, lo tiene claro y resume bien lo que percibieron los alumnos. La película refleja situaciones reales, tanto por estar basada en un libro que narra esas experiencias como por contar con alumnos como actores con una puesta en escena completamente creíble. La sensación que provocaba la película era parecida a la del déja vu, algo que ya se ha vivido en muchas ocasiones, sobre todo en los primeros cursos de la ESO; era una clase como las suyas y muchos podían recordar anécdotas sobre situaciones peores que las que se daban en la clase francesa. Prado, alumna de otro grupo de 4º, fue explícita: «en nuestro instituto se hacen cosas peores y en esa clase sólo había vacile». Los Institutos son lugares en los que se producen ese tipo de conflictos con cierta frecuencia y más todavía en los dos o tres primeros años de la Enseñanza Secundaria. Fue posiblemente esa proximidad, esa familiaridad con las situaciones narradas en la película y con los personajes principales, los alumnos de la clase, lo que contribuyó a generar esa valoración positiva. Al fin y al cabo se trataba de los suyos, de gente como ellos y lo deja claro un comentario escrito de Isabel García, de 4º: «Salimos de clase para ir al cine a ver algo así como una biografía de nuestra vida diaria en el instituto. Sin embargo, pienso que ha servido para hacernos reflexionar sobre nuestro día a día. Porque yo, sinceramente me avergoncé de mí misma al ver a mis similares de esa forma». El tema que centró la atención en las discusiones fue el de la disciplina en las aulas y las relaciones entre los profesores y los
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profesorado tiene las manos atadas y no puede castigar a los alumnos por lo que pueda ocurrir después, esto es, los menores tienen demasiadas libertades, algo que destaca Ignacio, de 1º. Joselyn, de 4º y ecuatoriana, considera que la raíz del problema está en la familia, pues los hábitos fundamentales de educación deben traerlos aprendidos de casa. Kevin, también ecuatoriano y alumno de otro grupo de 4º, considera, además, que la disciplina es mayor en los colegios privados (él procede de uno) que en los públicos, apreciación que apoyan bastantes compañeros de su grupo y de otros grupos. Los alumnos de 2º, como Sergy, de Ucrania, no tienen ninguna duda: es responsabilidad de los profesores imponer la disciplina en el aula y si no la hay, ellos deben asumir la responsabilidad. Tienen que ser más duros con los alumnos y buscar un modelo de disciplina diferente, añadía Ebelin, ecuatoriana. Los partes que utilizan los profesores no sirven para nada, suelen ser arbitrarios y no conducen a mejorar el En el grupo de 1º de Bachillerato, el tema de la inmigración centra el debate. ambiente escolar; con frecuencia ponen alumnos, con especial atención al choque final con Suleiman. partes por tonterías o sin haberlo merecido. Los alumnos del Irene Fernández, alumna de 4º, lo expone bastante bien: «Dugrupo de 2º del que soy tutor reflexionaron sobre el papel del rante las clases el profesor intenta en todo momento mantener profesorado en el mantenimiento de la disciplina. Llevó la voz la clase en orden sin que haya conflictos, llevarse bien con los cantante Loreto, que distinguió perfectamente entre profesores alumnos y hacer cosas nuevas para que la clase les resulte más que en su grupo mantenían el respeto de los alumnos y no tenían problemas de disciplina y otros que no controlaban en abamena y entretenida, pero le resulta muy difícil porque los alumsoluto la clase. Sus compañeros, Christian y Erika (colombiana), nos no parecen tener mucho interés por hacerle caso, y se enpor ejemplo, apuntaron que la diferencia estaba en los primeros frentan unos a otros constantemente, debido a sus distintas días. La persona que mantenía la disciplina en el aula era la que culturas». Defiende una posición intermedia, esto es, que el prodesde el primer día les había dejado bien claro a los alumnos fesor debe guardar un equilibrio entre tratar a los alumnos con que no iba a consentir ninguna falta de respeto en el aula y que indiferencia y dureza y consentir cualquier comportamiento en todo el mundo tendría que trabajar. Por cierto, añadían que esclase: «otros profesores, aunque muy pocos por desgracia, dan tos profesores nunca ponían un parte. la clase lo mejor que pueden, haciendo participar a los alumnos, Los alumnos de 4º matizaron bastante más al intentar explicar saliéndose un poco del temario, según lo que les interese a los las causas que provocaban que algunos profesores pudieran alumnos en particular, poniendo películas o diapositivas, llevánmantener bien el orden en clase mientras que otros no lo condolos de excursión… Estos profesores la mayor parte de las seguían nunca. El punto crucial era la manera de dar clase: manveces suelen obtener buenos resultados, ya que los alumnos tiene bien la disciplina aquella persona que explica bien, tienen intentarán dar lo mejor de ellos mismos en vista de que el propaciencia con los alumnos y hace la clase agradable e interesanfesor se esfuerza por ayudarlos». te. Por el contrario, tienen más problemas quienes dan la clase de forma mecánica, no valoran el nivel de sus alumnos, no los atienden y carecen de formación específica para dar clase. Se La responsabilidad del profesor incrementa el aburrimiento de los alumnos y con ello la indisciplina. Además, algunos tiene vocación y se les nota que les gusLos alumnos en general son plenamente conscientes de que ta dar clase, y son ésos los que obtienen mejores resultados. Eso son frecuentes los casos de indisciplina o de falta de respeto en sí, pueden tener muy buenas intenciones los profesores, pero a las aulas, algo que suelen destacar aquellos que han tenido exveces se les escapa la situación. Isabel García dice que François, periencias educativas en sus países de origen, como Ecuador o el profesor de la película, tenía buenas intenciones, tenía vocaPerú. Elena de 1º de Bachillerato manifestó con claridad que ción por la enseñanza y se interesaba por los alumnos para «sala disciplina del alumnado había descendido notablemente y carles de ese mundo de pobreza cultural». No obstante le sale que en tiempos antiguos era mejor. Sus comentarios encontramal y al final se ve abocado a abrir expediente a Suleiman. ron apoyo y algunos llegaron a destacar que en la actualidad el 42 CUADERNOS DE PEDAGOGÍA. Nº390 }
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dossier Issam, alumno de 1º, español de origen marroquí, lo veía de otro modo. Para él, fue el profesor el responsable del conflicto final por no saber llevar bien la clase. Intentó dar mucha confianza a los alumnos lo que contribuyó a que le faltaran al respeto y al final no pudiera controlar la situación. Ramón insiste en esa línea: «El profesor mantiene o intenta mantener un comportamiento cordial con sus alumnos, lo que da lugar a impertinencias y faltas de respeto hasta cierto punto permitidas, para conseguir que los alumnos comiencen a confiar en él, aunque pierden rápidamente esa confianza ya que los alumnos pasan por situaciones difíciles y complejas que el profesor no entiende». El respeto, para los alumnos de 1º, es un tema complicado; desde luego no lo vinculan al tuteo, algo a lo que parecen dar mucha importancia los profesores franceses, sino a otras cosas de más difícil definición. Distinguen entre un respeto basado en el miedo y una exigencia estricta, y otro basado en la superioridad moral y académica del profesorado, en que enseñan bien y en que respetan a sus alumnos. Ése es el verdadero origen de que los alumnos respeten a un profesor. En este sentido, mis alumnos muestran cierta unanimidad. Ponen el listón del profesorado muy alto y parecen descargar sobre sus hombros el peso de los posibles problemas de indisciplina en las aulas. Es cierto que reconocen que los propios alumnos no lo ponen fácil en muchas ocasiones y que hay algunas minorías que a veces perjudican a todos los alumnos y dificultan dar clase. Y en esa línea se manifiesta Indira, una alumna boliviana de 2º que suele portarse muy bien; tiene un momento de comprensión y compasión por el profesorado y dice: «me gustó mucho la peli porque se ve cómo los alumnos nos portamos tan mal o lo irrespetuosos que somos hacia ellos y que son muy buenos con nosotros». Pero al final hay algo que les parece evidente: los profesores tienen la obligación de respetar a sus alumnos. Eso quedaba claro en el caso del conflicto con las dos delegadas. Guillermo, alumno de 4º, comenta que las dos alumnas no paraban de reírse y de hablar en la reunión de evaluación, por lo que el profesor les recrimina haberse portado como unas “furcias”. Pues bien, «el profesor no debió llamar “furcias” a sus alumnas, aunque no fuera en el sentido de prostitutas, sino en el sentido de maleducadas». Está claro, las alumnas no se portaron bien y provocaron en cierto sentido el incidente final, pero ese comportamiento no justifica que el profesor perdiera los papeles y les faltara al respeto. Miriam, española, y Noelli, ecuatoriana, las dos de 2º, lo ven de manera opuesta. Para la primera, los profesores «tienen paciencia, porque si no, se cansarían
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y estarían estresados por la conducta de los alumnos», mientras que la segunda considera que «ya los profesores han perdido la paciencia que tenían y ahora, a la mínima que les haga un alumno, pues eligen el camino más fácil para quitárselo de encima y la mayoría de las veces eligen como solución la expulsión del centro». Esto lleva a casi todos los grupos a discutir sobre el consejo de disciplina, comparando lo ocurrido en la película con lo que pasa en su propio instituto donde, por cierto, se ha celebrado ya un consejo de disciplina que ha terminado con la expulsión definitiva de una alumna y está a punto de celebrarse otro en el que se espera un resultado similar. La discusión es más competa en el grupo de 4º pues en él está Guillermo, representante de los alumnos en el consejo escolar, por lo que puede informar bastante bien de lo ocurrido en el consejo celebrado en el Instituto. Casi todos piensan que lo ocurrido con Suleiman no ha sido del todo justo. En primer lugar, tuvieron en cuenta todo su pasado, lo cual no procedía; además, un incidente de ese tipo se hubiera resuelto en España con una expulsión de tres días o algo más larga, pero nunca con la expulsión definitiva, mucho menos si, como dicen en la película, corre el riesgo de que su padre lo envíe a otro país. Al comentar lo que ocurre en España, Guillermo se sorprende cuando se entera de que al votar en el consejo no estaba tomando la decisión de lo que se debía hacer con la alumna, sino tan sólo opinando, puesto que en estos momentos la decisión final es competencia de la directora del centro y la votación del consejo es sólo consultiva. Eso es algo que en general no les gusta, pues consideran que se debería votar y la votación debería ser vinculante. Julio, de 1º, propone que, en todo caso, «debería ser un método intermedio, con un grupo superior que decida teniendo en cuenta las votaciones de los profesores». En general asumen lo que comentan los profesores del instituto francés: se actuó demasiado tarde y faltaron los pasos intermedios que, con castigos precisos, podrían haber evitado que se llegara tan lejos y se impusiera una sanción tan dura e irreversible.
Inmigración y nivel educativo Los dos grupos de segundo no prestaron apenas atención al tema de las relaciones entre los inmigrantes, posiblemente porque para ellos es algo totalmente asumido. No fue así en el grupo de 1º, en el que hay un 30% de inmigrantes. Como recoge
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Alba, el principal tema sobre el que debatieron fue «el de los inmigrantes en las aulas. Sobre ese tema se debatió en dos sesiones en las que se expusieron y comentaron diferentes subtemas. Comenzamos diciendo que los inmigrantes bajan el nivel de la clase porque muchas veces llegan con el curso empezado, y eso exige reducir el ritmo de trabajo hasta que se adaptan (tienen que acostumbrarse al idioma, al modo de dar las clases, al ritmo de trabajo, al temario e incluso a las asignaturas), sobre todo si el número de inmigrantes es muy elevado». El problema del nivel educativo, que ya había salido al comentar el bajo nivel que tenían los alumnos de la película, provocó una fuerte discusión. Mónica, alumna colombiana, no aceptó la crítica y consideró que no era cierto que los inmigrantes, en general, bajaran el nivel. La discusión siguió con un cruce de afirmaciones, apoyadas más en percepciones personales que en evidencias. Como era el grupo de primero de Bachillerato, decidí iniciar la clase siguiente distribuyendo entre los alumnos una fotocopia de un artículo de Francesc Pedró «Políticas escolares y emigración» publicado en febrero de 2009 en Cuadernos de Pedagogía, en el que el autor hace un estudio del rendimiento académico de los inmigrantes. Lo leímos en clase, y se mantuvieron las posturas enfrentadas, aunque el debate se centró algo más. De hecho, el objetivo de entregarles la fotocopia no era en absoluto zanjar la discusión sino más bien recordarles que en estos temas hay que tener cuidado con los prejuicios, siendo siempre necesario basar las opiniones en datos fiables que favorezcan una percepción más ajustada de los hechos. En ese sentido, el artículo aportaba información relevante que podía ser tenida en cuenta. Por otra parte, matizaron también al destacar la gran diversidad de inmigrantes, procedentes de países bien diferentes con una formación cultural y educativa de partida bien distinta. No es igual el caso, por ejemplo, de los ecuatorianos que el de los rumanos, los dos colectivos más numerosos en nuestro instituto. Generalizar es complicado. Nacho, también de primero, señalaba que la discriminación de los inmigrantes se producía desde el momento en el que eran escolarizados mayoritariamente en los centros públicos. Los centros concertados (para mis alumnos no son públicos) apenas tenían inmigrantes y una posible explicación de esa desigual distribución residía en que las familias preferían escolarizar a sus hijos en centros donde hubiera poca inmigración, pensando que de ese modo se garantizaba un mejor nivel educativo. Julio, según resume Alba la discusión, «sugirió que los profesores más cualificados fueran a dar clases en los institutos en los que hubiera más segregación, de modo que los profesores pudieran controlar a los alumnos y la clase pudiera transcurrir de un modo normal». No se llegó a una conclusión compartida, pero quedó claro que los alumnos sabían de primera mano lo que estaba ocurriendo en los centros, de forma posiblemente imprecisa, pero bastante acertada en lo sustancial. Diferente fue su apreciación de las relaciones interpersonales entre inmigrantes y españoles, tema sobre el que opinaron en todas las clases. Rechazaron la existencia de posibles tendencias xenófobas y casi todos los alumnos coincidieron en afirmar que no había problemas especiales de convivencia y tampoco observaban que ningún colectivo se caracterizara por un comportamiento claramente diferente, ni para bien ni para mal. «Hay de todo» decía Sara, alumna de 4º, y con ella estaban de acuerdo el resto de las alumnas y los alumnos del grupo. Enrique nos
contó que estando en primero un extranjero le había amenazado diciendo «soy un ñeta de corazón; ten cuidado conmigo», vaga amenaza que podía significar cualquier cosa. Algunos comentaron que, al menos desde su propia experiencia, la tranquilidad y el orden de las clases la rompen generalmente alumnos españoles, mientras que los extranjeros suelen ser los más callados y los que pasan más desapercibidos. Tampoco en este caso es fácil hacer generalizaciones. Los dos expedientes más graves que se han hecho en nuestro instituto este año han afectado a españoles, no a inmigrantes. Y unos y otros pueden colaborar tanto para cosas buenas, como hacer trabajos en grupo o explicarse temas que no entienden, como para las cosas no tan buenas: un ecuatoriano le proporciona un petardo a un marroquí, quien lo tira por la ventana (estallando cerca de una señora que pasa por la calle), y cuenta con el beneplácito y apoyo de un español. Con frecuencias se ven parejas en el instituto formadas por un español o una española con una extranjera o un extranjero. No parece que nadie se preocupe por el tema. Además puede estar pasando algo parecido a lo que ocurre en la película. Según Ramón, había constantes piques y polémicas provocadas por el hecho de que eran de nacionalidades muy diferentes, como ocurría a propósito de la copa de África. Sin embargo, tanto Issam como Alba e Ignacio señalaron que en realidad las relaciones eran buenas, se llevaban bien y si llegaban a discutir se debía más bien al aburrimiento en las clases. Es más, cuando se produjo el enfrentamiento con Suleiman, todos lo apoyaron, haciendo una cierta piña en contra del profesor. Diego, alumno colombiano de 1º, señaló que a Wey lo marginaban, no tanto por ser chino, como por mostrar un nivel y una responsabilidad que no tenían el resto de sus compañeros. Además, añadió Julio, la integración puede ser más difícil cuando la familia del extranjero mantiene la cultura y las costumbres de su país de origen, lo que retrasa la adaptación a las costumbres españolas. No hubo muchos más temas. Estos fueron, sin duda, suficientes, aunque se podrían haber abordado otros. Como ocurre con frecuencia, si los alumnos tienen la oportunidad de discutir con tranquilidad y rigor sobre sus propios problemas, realizan análisis bastante acertados, aunque siempre discutibles. Son conscientes del ambiente en el que viven, se dan cuenta de los problemas que tienen y aceptan con un mezcla de rebeldía y resignación una escuela obligatoria que no deja de ser un recinto separado del resto de la sociedad donde están aislados entre cuatro paredes, pero en el que de manera indirecta, o a veces muy directa, se introducen los mismos problemas y preocupaciones que afectan a la sociedad a la que pertenecen. En eso, como decía al principio, tienen mucho en común con los alumnos cuyos problemas, ilusiones y desengaños cantaban hace treinta años los miembros del conjunto Pink Floyd. Dos citas para terminar. Alba escribe: «como conclusión, ver la película La clase nos ha permitido reflexionar sobre la educación en los barrios marginales en otros países, como Francia, y compararla con la situación que nosotros conocemos en España». Ramón acaba con una conclusión algo alejada del tema central, pero posiblemente muy pertinente; es una cita algo modificada o libre de Kant: «los seres humanos deben ser respetados porque son un fin en sí mismos y poseen un valor intrínseco y absoluto: la dignidad».
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