HISTORIA, VIAJES, CIENCIAS, ARTES, LITERATURA

HISTORIA, VIAJES, CIENCIAS, ARTES, LITERATURA. ITALIA.—Herreros gitanos, en Ñapóles. T. V I I I . inuMEiiA SÉUIE) T. IV. (SEOL'NDA SERIE;.—32. 250

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HISTORIA, VIAJES, CIENCIAS, ARTES, LITERATURA. ITALIA.—La vuelta del g-anado. T. V U l . ¡PRIMERA SERIE).—T. I V . (SEGUNDA S É R I E ) . — 1 3 . 9

Historia de los viajes
Descanso. Recreo. Esparcimiento. Agencias de viajes. Herodoto. Mundo antiguo. Edad Media. Cruzadas. Thomas Cook. Turismo organizado

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HISTORIA, VIAJES, CIENCIAS, ARTES, LITERATURA.

ITALIA.—Herreros gitanos, en Ñapóles. T. V I I I . inuMEiiA SÉUIE)

T. IV. (SEOL'NDA SERIE;.—32.

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EL MUNDO ILUSTRADO.

á la ciudad de las Sirenas adormecida. Y llega el dios esperado. Detrás del Vesubio se levanta un tenue resplandor, una faja purpurina vá extendiéndose lentamente sobre V I A J E P I N T O R E S C O DE LOS A L P E S AL E T N A , el mar, reflejándose en rosadas tintas. Los montes de POR Sorrento se iluminan; la costa de Portici y de Resina se destaca de la niebla. El primer rayo dorado se abre paso C. S T I E L E R , E. PAULUS Y W. KADEN. por entre las rosas que adornan la cabeza de la bella durmiente; suave y voluptuosa brisa espira sobre las movibles ondas y dispersa las últimas brumas; la diosa se levanta, y Baco, dios'de la alegría, adorna su dorada LIBRO TERCERO. cabellera con frescos racimos. El Vesubio lanza al aire D E L T Í B E R AL. E T N A . la elegante columna de humo del sacrificio. Tal aparece Ñapóles: de la poblada orilla llegan hasta nosotros voces regocijadas, y el sol ilumina con sus CAPÍTULO XIIL rayos aquella animada escena. Pescadores y barqueros desamarran sus embarcaciones y bogan con vigoroso LA BELLA ÑAPÓLES. brazo sobre las olas encrespadas, discurriendo en pintoLa luaa brilla en una noche de primavera; los va- resca confusión entre el laberinto de buques de vela y de pores procedentes de la Liguria surcan las ondas del vapor, de cuyos mástiles todavía gotea el rocío nocturno. mar Tirreno á lo largo de la tranquila playa del Lacio. Todo alrededor reina el bullicio, la algazara. Un proHacia el mediodía resplandecen algunas alturas suave- fundo rumorío llega de la ciudad y pone en fuga banmente onduladas, y sobre las isletas que surgen del dadas de aves marinas... seno del mar lucen los faros, guia del navegante, y Si en Roma las rosas florecen sobre los sepulcros, aquí cuyos reflejos corta de vez en cuando alguna blanca por el contrario lo verifican sobre la tierra de Dionisio, vela que pasa silenciosa. que hace madurar las uvas y los dorados frutos. Y floreAquella costa desierta de la parte opuesta, sóbrela cen en todo tiempo: junto á las que empiezan á marchique forma un velo la blanca niebla, es Cumas; el islote tarse nacen nuevos retoños. Las manzanas de las Hesllano que se destaca del mar, lleva el nombre de pérides resplandecen constantemente, pues si alguna Prócida. Las olas se estrellan al pié del elevado cabo está madura y cae al suelo, la inmediata se colorea y Miseno, formando nubes de blanca espuma que resplan- junto á ésta brota otro fruto. El dia que nace ciñe á tu decen heridas por los rayos del astro de la noche. A mano cabeza en vez de la corona de flores ayer marchita, otras izquierda centellean algunas lucecitas que alumbran coronas más frescas y más bellas; hasta en la mansión las chozas de los pescadores de Bayas; aparece en se- de los muertos no prevalecen las grises cenizas acumuguida una playa dilatada, blanca y solitaria; más allá ladas en las urnas por la mano del tiempo, sino el polvo divísanse las luces de otra población asentada sobre dorado del presente, con el que no está mezclado el peñascos, Pozzuoli, y mientras la luna se oculta detrás recuerdo de los tiempos pasados, por tristes y aciagos de los montes de occidente, surge de las tranquilas que hayan sido. Abro los ojos á la luz de la mañana, y aguas la mágica ciudad que ansiamos ver, y la embar- los rumores del dia anterior se han desvanecido, como cación que nos conduce fondea ante la espléndida Par- se ha desvanecido el pensamiento que me torturaba la imaginación: la alegría, la fe en la belleza de la vida thenope. Al llegar á Ñapóles el corazón se ensancha. El her- están en la cabecera de mi lecho, me acarician la frente moso sueño acariciado en los países septentrionales se y las mejillas, señalándome las colinas y el azulado mar. ha realizado. ¡Sí! La ciudad bañada por las saladas ¡El mar! Eí mar ciñe cual espléndido cinturon de ondas que se alza ante mí es Ñapóles, la tierra de la plata el cuerpo de la mágica sirena, envolviendo su alegría, del canto y de la voluptuosidad, del laurel y del belleza como en un ramillete. ¿Cómo citar todas las mirto; es la Grecia italiana (1). risueñas poblaciones desparramadas cual perlas y diaRecostada en un lecho de flores y envuelta en suave mantes del verde promontorio de Sorrento á las amenas velo de rosas, la opulenta Venus todavía duerme; pero alturas de Castellamare, de aquí por las dos Torres hasta en medio de su sueño asoma á sus labios una sonrisa de Portici; los pueblos vesubianos sobre el Vomero y Posialegría y su hálito revolotea sobre las tranquilas ondas lippo? ¿Por dónde empezareütos? ¿Por la escarpada isla que besan sus pies, así como el perfume de los naranjos de Capri? ¿portel promineBte cabo de Minerva? ¿O bien y de los cedros que adornan sus abundosas crenchas. será preferible^ detenernos antes en los templos griegos Su cabeza descansa sobre las colinas coronadas de vides de la lejana Pestd, atravesar la ciudad de Ercole y la de Posilippo, y su transparente velo cae hasta el pié de antigua Stabias, escuchar el oráculo de la Sibila en el aquellos montes de fuego, que constituyen su altar, y templo de Ouimaá?'Allá nos, invita el hórrido Vesubio, sobre los que se ha quedado dormida. Mil estrellas relu- donde tra«n' dulces recuerdos á la mente las vides que cientes, más bellas que las que resplandecen en el cielo trepan en torno de la tumba de Virgilio. Aquí una poseptentrional, giran en torno de su cabeza, y al alborear blacionfegocijadaj excitada por una música báquicael dia mueve suavemente sus miembros y sus ojos se mente salvaje, danza á la sombra de floridos jardines; abren, retratados en ellos la alegría y la esperanza. más allá discurren sobre las azuladas ondas y bajo los ¿Habéis visto por ventura la .Ariadna adormecida límpidos rayos del sol mil barcas y barquillas. Y tú, del Vaticano? Ésta tiembla incierta é impaciente, al pobre mortalj te encuentras en medio de aquél bullicio recibir el beso divino dé Bagó. Sü túnica está seiii^abief- y te preguntas maravillado si debes alegrarte. Sí, aléta, y ei Tolaptooso seuo se hincha á impralsog de la grate, imita á los demás. La buena madre, grande y aübeioia WÉpifmím. Afiadfift fmáe ser géríspatadá rica, se apodera amorosameüte de ttt ffia&o f eefi ÉfüSts

ITALIA..

(1) Par* iflte)lg««eiá áeí imiOf áítetnás que el que aquí habla es atí Vijú áéi nsm, ei SÍám» Wolácl»» Kaáen, safor áe éai6 (sépí^ié, que tjéttWa

tíoieneia te lleta efi méáío á& uqmí imin, Gtmgmmim m m&mmbti eíeftd di» m un j&fáíü ^m iomin^ i }§ eioteá, i^ tíffiery Un ÍÉIM ás qm sitA

EL MUNDO ILUSTRADO. sembrado,—Capri, Nisida, Prócida, Iscliia,—desplegaban sus g-alas ante sus ojos; el corazón de Gregorovius palpitaba precipitadamente al impulso de las emociones producidas por belleza tanta: de repente se dirige á un suizo, soldado borbónico, y señalando el panorama que se desplegaba ante ellos exclama con acento melancólico: «¡Ab! es demasiado bello, tan bello que produce tristeza.» Sí, esta profusión de belleza acaba por inspirar ideas tristes, sobre todo en los hombres del septentrión. Sus exclamaciones de admiración van acompañadas casi siempre de un suspiro: «¡ Ab! ¡ qué magnífico! ¡qué bello!» ¿Acaso en aquel momento sienten más que nunca la brevedad de la vida? ¿Por ventura acude á su mente la idea de que todo aquel esplendor descansa sobre las cenizas de infinitas generaciones desaparecidas tiempo há, y que las mismas sonrisas responderán al saludo de las generaciones venideras? ¿O bien sienten que á tanta grandeza no corresponde el sentimiento que conmueve su pecho? En vano quiere el pobre corazón identificarse con esta belleza, apropiársela como un objeto precioso. Llegan el pintor y el poeta: ambos estudian con cariño la manera de hacer duradero el cuadro, de reproducirlo grande y completo, como lo han soñado en su imaginación. Pero ¿qué queda de todo ello? Con esta belleza acontece lo que con las flores en manos del botánico, lo que con las pintadas mariposas que caen-en las redes de los muchachos: la morbidez desaparece, despréndense los variados matices .y sólo resta una larva disecada. Del dorado encanto de una velada de mayo en la Ñapóles íntima, tibia, perfumada; del color violáceo de las islas y de los promontorios que se dibujan vagamente en el golfo hasta la palabra escrita ó impresa, el camino es largo y desierto, y las imágenes aparecen pálidas y pobres en este herbario, aparecen como larvas disecadas de una idea. Ñapóles es bella en su atavío. Quiere ser considerada como la rosa en completa florescencia, que si no se examina hoja por hoja es incomprensible. Así como la rosa sólo es rosa por el color, la forma y el perfume, del mismo modo Ñapóles sólo es Ñapóles por el efecto mancomunado de la campiña, de la ciudad y del mar. Esta es la trinidad que le presta vida, y así hay que imaginársela si se quiere formar concepto exacto de ella. La campiña se desenvuelve en una continuada y multiforme serie de montes y valles, peñascos y collados, llanuras y colinas; pero cada forma se funde suavemeilte en la inmediata, de la playa al interior y del interior á la playa. No menos placenteras son las líneas que contornean el horizonte. Cada quebrada abrupta tiene su atenuación, habiendo sido modelada por una mano maestra. Con todo, es indudable que este país no es el resultado del choque salvaje de fuerzas titánicas, sino de benéficas influencias amistosamente asociadas, las cuales todavía reinan sobre tan privilegiado suelo y le libran de los contrastes demasiado violentos. El sol y la suave temperatura acarician los llanos de la Campania convirtiéndola en la más bella de las desposadas y engalanándola con una corona de pámpanos. Los viñedos se extienden como una inmensa red de los valles al monte, de la playa al interior. Do quiere existe un punto de apoyo, un árbol, un matorral, trepa triunfante la gloriosa vid, produciendo preciosas uvas que dan un vino delicioso y un valor especial á la tierra napolitana, cosa que falta á los países donde la bebida se fabrica con levadura y lúpulo. Pero ¡ qué terreno se prestaría mejor al cultivo de la vid que éste, donde las potencias subterráneas y las fuerzas volcánicas mancomunadas

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con un sol intenso producen una verdadera fragua en un suelo saturado de cenizas que madura rápidamente los hinchados granos y transmite sus chispas al vino purpurino, delicia del ánimo! En medio de las vides medran, lo mismo en verano que en invierno, los naranjos y los limoneros de resplandecientes frutos y de gratísimo perfume, así como el espléndido árbol de Apolo de hojas oscuras, predilecto del artista y el guerrero, el laurel. En las paredes, sobre las blancas azoteas de las casas florecen las rosas hasta cerca de Navidad, y finalmente, en medio de los matorrales siempre verdes crecen grandes y azuladas violetas. Sobre las cercas de los jardines abre su corola la magnolia de anchas hojas, en cuyas ramas parece adherida la ninfea de las grandes flores. ¡ Qué espléndido contraste forman con su candor y con el verde subido de todas las hojas las flores del blando oleandro, que brillan y centellean á millares cual llamas rojas! Aquí también domina el amor, que todo lo nivela y todo lo une; ni una mata ni un sólo árbol están solitarios; ninguno ostenta su forma verdadera, aunque se llame pino ó ciprés, pues la familia de las plantas trepadoras extiende sus dominios por todos lados encadenando y uniendo en estrecho abrazo á aquellos seres vegetales. Así medran y prosperan los jardines y viñedos de esta tierra. Pero sobre las desnudas peñas caldeadas por los rayos del sol, sobre las ruinas del pasado, á lo largo de la playa y junto á las solitarias cabanas de los pescadores, crece una agreste y confusa familia de plantas de formas muy extrañas. Aquí aparecen el cactus.gris-plateado y el nopal, cuyas hojas puntiagudas y del ancho de la palma de la mano se cubren en estío de frutos que son la delicia de la clase popular; más allá reina el esbelto tronco de la pita; en otros sitios crece y murmura acariciada por el hálito marino la excelsa caña, palustre. También prosperan el pino umbiliforme, el olivo silvestre, el roble siempre verde, la aromática fresa, el florido mirto, la anémona, el azafrán y numerosas especies de lirios. Las personas que discurren entre esta vegetación vense envueltas por oleadas de perfumes que se desprenden de las hojas y de las flores. La vida vegetal, sin embargo, queda en suspenso por un momento, no en invierno sino cuando el sol arde con más fuerza, pues entonces la tierra se resquebraja. Apenas las primeras nubes autumnales vierten la suspirada lluvia, vuelven á retoñar las plantas, y cuando bajo el cielo de septentrión ya ha caído la primera nieve, aquí por el contrario germina la hierba nueva. En esta tierra bendita ha levantado su ciudad un pueblo feliz á su manera; ciudad salida, de la mente más infantil. Este pueblo sólo ambicionaba un techo; un abrigo para pasar la noche ó para guarecerse durante la lluvia, y se erigió con poca fatiga casas desordenadas, dejando al acaso la obra de ordenarlas, y su ornato al sol, al mar, y sobre todo á la vegetación, que todo lo envuelve. ¿Podia fabricarse para una eternidad en una tierra donde sólo se piensa en el presente? ¿Acaso alguno de sus habitantes ha discurrido jamás sobre la estabilidad de las cosas, ocupándose de los juicios de la posteridad, del porvenir, en fin? Aquí se vive al dia y á lo sumo se fabrica para mañana. Así acontecía cuando el habla griega resonaba en el golfo; así sucedió cuando se habló latin, árabe, escandinavo, alemán, español ó francés, y así sucederá siempre: el entusiasmo que impulsa ¿ levantar una catedral hasta las nubes, no es fruta de esta tierra. Por esto la mirada vaga sin tropiezo por encima de los techos horizontales y no se detiene hasta los tres

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Allá una barca velera se vá acercando a la playa, como paloma que ensaya su vuelo por vez primera ; aquí un talle encantador á las vides desafía; todo en torno es una orgía de a i r e , de luz y color. Las damas, al despertar, tienen jardines por mantos, y suenan danzas y cantos en la tierra y en el m a r . Vierte zumo embriagador el retorcido sarmiento; ¡qué orgía, qué movimiento de aire, de luz y color!..

El pueblo, dicha completa gozando, sin ambiciones, entona alegres canciones al son de la pandereta. De noche rojo fulgor al cielo el volcan envía; no cesa j a m á s la orgia de aire^ de luz y color. J. T. S.

Grabado-alegoría de Ñapóles.

sólidos castillos que dominan la población, en los cuales habitaba la fuerza, habiéndose hecho sus moradores el propósito de dormir sin cuidados. Pero estos castillos cuentan pocos sig-los de existencia y nuestros ojos buscan inútilmente las huellas de las grandes construcciones de la época grieg-a. ¡Todo ha desaparecido! Sin embargo, el sol resplandece siempre joven sobre la ciudad contemporánea; la luna que inunda con sus plateados rayos á la ciudad moderna, es la misma que iluminaba los templos griegos. Los cicatrices que dejó visibles la historia en la hermosa ribera, están cubiertas por una elegante y colosal corona de

rosas; donde se oian suspiros resuenan ahora alegres canciones; sobre las cenizas de los antepasados crece el laurel siempre verde, como en los campos de lava del Vesubio madura la vid, alegría de la humanidad. Aquí no hay sitio para la tristeza. ¡Esta es la bella Ñapóles! Traducido y adicionado por MARIANO

[Continuará).

BLANCH.

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EL MUNDO ILUSTRADO.

SEGÚN EL

CORONEL WILSON, WARREN, JORGE EBERS, HERMANN GUTHE. VÍCTOR GUÉRIN, LORTET Y OTROS AUTORES.

(CONTINUACIÓN).

Iios bazares de Damasco.—El «kuSIeh.»—Los ascamlehs» ó mesitas de marquetería.—Trabajos de oro, plata y cobre.—Los baños.

Después de los palacios, uno de los puntos más curiosos de Damasco es sin disputa el bazar, que ocupa una inmensa superficie, entrecortada en todos sentidos por una complicada red de callejas, que comunican unas con otras, de callejones sin salida, de oscuros rincones, de kkans, de trozos abovedados y sombríos, de patios inundados de luz en los cuales se producen los efectos de óptica y lofe contrastes de color más sorprendentes. Estas galerías sé hallan protegidas por una grosera cubierta én maderáftien formada con troncos de álamo, ensámbladips éli ángulo agudo, y cubiertos luego con tierra convenientemente preparada. Las tiendas, conforme acontece én todas las ciudades del Oriente, se reducen á pequeños espacios de pocos metros, que se abren directamente sobre la galería y cuyo piso se encuentra eleVáÜó un metro próximamente sobre el nivel del paso púWico; Allí acurrucado se está el tendero, charlando cóti él vecino, fumando, con el narghileh ó el cigarrillo en los labios, el rosario en las manos, ó bien apuntando las ventas del dia con una caña que moja en el tintero de cobrSé cincelado que lleva puesto como un puñal en su faj^á" de seda. Otras veces, tumbado sobre un tapiz, se pasa las horas muertas, semi-durmiendo, semidespierto, cogiéndose ísoé lá mano uno de los pies, favorito entretenimiento de los sirios, con las babuchas colocadas enfrente y'iá mirada como perdida por el mundo de los ensueños. Al comprador que se le acerca Je aturde con su charla y cmi sus obsequios, mayormente, si el marchante es israelita, I« persigue por el bazar, hace bailar á su vista cien objetos diversos, colores brillantes y abigarrados, y cuando le tiene mareado y aturdido, logra con arte singular que lércompre algún objeto pagándolo cinco ó seis veces másáe lo que vale." , ;,;. Las teláá ric&S, los arneses, las fajas y cinturpnes y los tapices que sé encuentran en el bazar. de Daii;i,asco, son poderosos & tétitar el gusto de los afícionados á los objetos suilttaiaíiosiy de los artistas. Con ti^eippo y.paciencia, tomáinab'tíludhas tazas de café y charlando días enteros, dice uíü-ifibáfemo viajero francés, pueden adquirirse todavía'btíí'iiiflisos ejemplares de aquella clase de artículos, y tapices soberbios, de armoniosos colores, procedentes de Persia, del Asia Menor ó del Kurdistan. Para lograrlo importa mucho no llevar prisa, puesto que él mercader de fijo comenzará siempre por mostrar objetos sin valor, al intento de medir el gra,do de inteligencia de su parroquiano y sólo al cabo de largo tiempo se decidirá á enseñar los ejemplares raros y los paños ricos sacándolos de las profundidades en donde los guarda ocultos. Loa obreros de Damasco tejen en gran cantidad los ^w/Í!eAí que hombres y mujeres llevan graciosamente arrollados á la cabeza, puesto que el verdadero turbante se usa cada dia menos en Siria y se le reserva para las grandes ocasiones. El kufieh es de seda de un color anjariUo dorado, con listag más oscuras, verdes, rojas,- y

de oro y algunas veces entretejida también toda la tela con hilillos del propio metal: á los extremos van anchas orlas que caen sobre la frente ó la nuca de los que usan esta prenda del traje oriental. Debajo del huffielí llevan hombres y mujeres un pequeño gorro rojo con una bellota de seda azul ó de oro. La industria del tejido de la seda cuenta todavía en Damasco unos dos mil telares, instalados de la manera más sencilla que pueda imaginarse, y de algunos años á esta parte se halla en decadencia por causa de las importaciones considerables de tejidos de dicha especie que se hacen de Kímes y de Lyon, asi como también por la competencia que el comercio de Beiruth hace á la citada plaza. Los tejedores de Damasco trabajan sentados con las piernas metidas en un agujero abierto en el suelo. Críanse los gusanos de seda en los alrededores y más particularmente en las montañas del Líbano y del Anti-Líbano. Los tejidos de algodón proceden casi todos de las fábricas de los Estados Unidos de América y de Inglaterra, imitan horriblemente los antiguos tejidos del país, y el apresto desempeña en ellos el papel principal; pero como se venden baratísimos los compran en grandes cantidades los indígenas, aun cuando resulten poco duraderos. Téjense aun en Damasco hermosas telas destinadas á las gentes ricas y otras de un precioso color azul que sirven para confeccionar los trajes de las mujeres beduinas, que han conservado su vestido tradicional. Los tintes, por desgracia, se importan hoy de Europa en su mayor parte y no tienen la consistencia del índigo, el cártamo, la cochinilla y la rubia (rutia tinctoria) recogidos en el desierto y que se emplean todavía en mayor ó menor grado para los tejidos pintados y estampados. En las galerías que en el bazar ocupan los silleros se ven objetos labrados con mucho gusto, tales como sillas en tafilete rojo ó amarillo bordadas de filigrana de oro y plata y de sedas, y guarnecidas con innumerables franjas, pompones, flecos y borlas; bridas de seda trenzadas con oro; gigantescas guarniciones y arneses para los camellos y lo mismo para los asnos, con franjas de colores, escarapelas, etc., y gran número de artículos de igual género, caprichosos todos, de brillantes tintas y á propósito para tentar el pincel de Fortuny, de Geróme, de Regnault y de los artistas pintores que han tratado con predilección asuntos de costumbres orientales. No suelen utilizar, por lo común, las sillas de tafilete más que los jefes de familias muy principales. Los estribos son de cobre, muy grandes, de fondo plano que recibe el pié por completo, grabados con frecuencia en ^M¿Z?oc^¿ó cincelados con extremada riqueza. Las puntas, que son sumamente agudas, sirven de espuela. En esta galería y en la de los plateros pasean muchas veces las damas más distinguidas de la sociedad árabe, que van tapadas con un holgado velo blanco, el cual sin embargo retiran coquetamente en ciertas ocasiones, sobre todo si son jóvenes y guapas, con el pretexto de examinar mejor los objetos que están mercando y en especial las joyas y piedras preciosas. En sus habitaciones las ricas damas árabes visten con extraordinaria magnificencia, pero al par muchas veces con pésimo gusto, sobre todo aquellas que poseen cuantiopa fortuna, las cuales se empeñan en ataviarse á la moda europea, sin que logren nunca llevar medianamente ninguna de las prendas que con tanto garbo usan las españolas, francesas, italianas, etc. Las mujeres del pueblo han conservado por dicha el traje siriaco. En los patios de sus casas y en los bañostienenlacostumbrede calzar una especie dezuecos, en madera, llamados kabhab, sostenidos por dos piezas verticales, á modo de tacones, de unos veinte centímetros de altura, con lo que parece caso de maravilla que no

EL MUNDO ILUSTRADO. rueden á cada instante por el suelo al andar por encima de la pulimentada superficie del mármol. Estos zuecos ó sandalias llevan de ordinario incrustaciones de nácar y de otras materias. No lejos de la g-alería de los plateros se fabrican los scamlehs ó sea ^ aquellas lindas mesitas " octógonas que parecen un trozo de columna, hechas de madera con labores de marfil, hueso y nácar, formando arabescos, hojarascas y en-

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trelazoscon delicadísimo g u s t o . Por desdicha, también la influencia occidental ha penetrado en aquellos talleres y los europeos han pervertido ^ el gusto de sus artífices encargánFacliada de la mezquita de Sabuniyeli. doles con la misma labor sillones, mesas de salón y otros muebles, cuyos lincamientos y estilo no se acuerdan poco ni mucho con la ornamentación y el ingenio artístico de los árabes.

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Entre la madera y los triángulos de nácar introducen aquellos industriales largas y delgadas tiras de estaño y otros metales que producen lindísimo efecto sobre el color oscuro del nogal ó del palisandro. En pequeños cuchitriles se ocupan algunos rústicos cocineros en preparar la carne ala brasa, que constituye el principal alimento de la muchedumbre abigarrada que circula de continuo por aquel laberinto. Un cilindro central contiene el carbón encendido, que está rodeado de mechas verticales á las que da movimiento una hélice de hoja de lata impulsada por la corriente del aire calentado. Véndense también variados artículos de pastelería, y en fuentes plateadas ó de plata, lindamente cinceladas, las cremas y la leche preparada de diversas maneras tientan el paladar de los más golosos. Por en medio del gentío circulan los vendedores de bebidas refrescantes, vestidos con aseo y hasta con elegancia, quienes ofrecen á los paseantes agua helada por la blanca nieve del Hermon, gritando sin cesar: «refrescad vuestro corazón, apagad la sed,» y haciendo chocar rápidamente dos tazas de porcelana ó de cristal con una sola mano, por cuyo medio producen un sonido que llama la atención de los que andan por las inmediaciones. En el bazar de los libreros se encuentran todavía algunos libros interesantes y en especial hermosos manuscritos del Coran. Es difícil, sin embargo, lograr que los libreros pongan de manifiesto estas obras á los europeos, porque no quieren que manos infieles toquen sus libros santos: para conseguirlo es preciso ir acompañado de persona en quien tenga el vendedor mucha confianza. La mayoría de estos manuscritos vienen de Egipto. En muchas tiendas se ven cofres construidos en madera de nogal muy recia y artísticamente esculpidos, los cuales sirven para guardar las mercancías de mucho precio. Los plafones se hallan de ordinario cubiertos de triángulos que forman entrelazos y entre ellos como una especie de escudos llenos de árboles, plantas y flores según el estilo persa. A precios no muy altos es posible adquirir los muebles de esta clase, que son excelentes para guardar pieles y trajes de lana por razón de los aromas de que está la madera fuertemente impregnada. Por lo contrario es difícil hallar armas de valor lo propio que lozas antiguas, vidriadas, cubiertas de arabescos persas, azules sobre fondo blanco y blancas sobre fondo azul. La industria de las hojas de sable, casi nula hoy dia, era antiquísima en Damasco, puesto que se hace ya mención de ella en la época de Diocleciano, en el siglo IV de la era cristiana. Después de las invasiones de Tamerlan y de Djengis Khan se extendió por toda el Asia central y la Persia. Encuéntranse todavía ejemplares de las célebres hojas de Damasco en los países más recónditos del mundo musulmán y hasta en algunas poblaciones del centro del África. Los espaderos de aquella ciudad forjan aun excelentes espadas y puñales que labran con admirable paciencia. Los puñales presentan una forma especial que recuerda las armas indias de la misma clase y van metidos en vainas muy lujosas y prolijamente trabajadas. Al comprar una arma en

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EL MUNDO ILUSTRADO.

Damasco es preciso examinar con detención la hoja, porque es cosa muy frecuente que los armeros compongan ó monten espadas, sables y puñales con hojas importadas del extranjero. Los herrreros y armeros fabri-

can asimismo las largas lanzas de los beduinos del desierto, cuyas puntas triangulares, agudas y de unos cuarenta ¿cincuenta centímetros, están hechas generalmente con viejas limas gastadas. A un metro de la

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punta vá fijado un grueso plumero de plumas de avestruz y en el cuento de la lanza, que es de bambú y larga de cinco á seis metros, otra punta que sirve para fijarla en el suelo cuando el beduino descansa ó para arrendar el caballo en el desierto. Manejada esta arma con peregrina habilidad por aquellos admirables jinetes, es muy

temible en los ataques de los beduinos, siempre repentinos y rápidos y difíciles de parar en muchas ocasiones á pesar del empleo de los fusiles de aguja. Las obras de cobre hechas en Damasco son cada dia más raras, pero con todo hay medio aun de poderse procurar rodelas, fuentes y platos labrados con sumo gusto, y hasta los objetos más vulgares y de un trabajo menos delicado, y que gracias á las elegantes líneas de su cincelado, adquieren un aspecto realmente artístico tan pronto como las rayas y los bordes se suavizan por el uso y por el frotamiento. Las rodelas y fuentes antiguas hablan sido forjadas por obreros que empleaban en ello larguísimo tiempo, pasando luego otro espacio no menos largo en repujarlas, de modo que el cobre ó el bronce adquirirían así una cohesión y una sonoridad que en vano se buscan en productos más modernos labrados de prisa y corriendo, y grabados sencillamente al buril. Fabrícanse todavía inmensas fuentes que tienen á veces dos metros de diámetro, cuyas piezas son vendidas á los árabes del desierto, quienes las ponen encima de un scamleh, alto sólo de cincuenta centímetros ó sobre un trípode de madera pintado de rojo. En los fostioes que celcbraa

EL MUNDO ILUSTRADO. los jefes del desierto se puede colocar cómodamente en una de aquellas colosales fuentes, además del arroz para todos los convidados, un carnero ó una buena

parte de un camello joven. Los jeques compran por vanidad estas fuentes de Garg-antua con el fin de mostrar que son g-enerosos y hospitalarios.

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Los baños de Damasco son numerosos y bien instalados, y consisten por lo común en un recinto coronado por una vasta cúpula central, rodeada é iluminada por aberturas circulares y sostenidas por esbeltas columnas. T V I H . (PRIMERA SÉIUE)

T . I V . (SEGUNDA 8 É R I B ) . - 3 3 .

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Puente en el bazar de los zapateros, en Damasco.

Un estanque de regulares dimensiones abierto en el centro de la estancia sirve para las abluciones frias. Gabinetes amueblados con divanes permiten al bañista desnudarse á solas, después de lo cual se calza las sandalias con dobles tacones y acompañado por dos sirvientes, casi desnudos también, pasa á una cámara caliente en la que permanece por algunos instantes, de esta á otra segunda de temperatura aun más elevada, y luego á una tercera tan caliente que se hace difícil respirar en ella. Cúbrese inmediatamente el cuerpo de copioso sudor, que facilita las funciones respiratorias, y cuando el sudor está bien arrancado, se extiende al paciente sobre el pavimento y los mozos del baño frotan todos sus miembros, los rocian alternativamente con agua caliente y con agua fria que toman de los depósitos con escudillas de bronce y acaban por darle fricciones con jabón, cuya espuma hacen subir por medio de una suerte de cepillos, á modo de estropajos, hechos con las fibras de una planta indígena. La espuma blanca del jabón

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invade todo el cuerpo del bañista y algunas veces se le entra por los ojos y la boca, causándole la desagradable impresión que todo el mundo conoce. Por fin después de nuevas fricciones y de nuevos refreg-ones, los mozos del baño lavan al paciente con agua clara, le secan frotándole suavemente con suaves paños, colocándole una toballa arrollada á la cabeza, y hecbo caricatura de un mameluco, es conducido á la celda ó pieza primera en donde se desnudó y en la que se tiende en un diván entregándose en seguida al placer de saborear una taza de excélente café y ¿e fumar algún cigarrillo. Tras de tantas'. ceremonias el bienestar físico es completo y la piel refrescada y limpia hasta dentro de los poros más profundos permite afrontar sin riesgo durante algunos dias la temperatura tropical de Damasco en los meses de verano. La visita de estos establecimientos es muy interesante para los viajeros, supuesto que allí se ven al natural muchas costumbres y pormenores de la vida íntima de los árabes.

I>as mezquitas de Damasco.—La Djama-el-Kebir ó Gran Mezquita.—La Cúpula del Tesoro.—La basílica de San Juan Bautista.—El alminar de Jesús. - L a tumba de Saladino.—La Djama-Sabuniyeh ó mezquita de este nombre.—Abigarrado conjunto de la población.—Los trajes de las migeres en Damasco.

Cuenta Damasco gran número de mezquitas, si bien la mayor parte visiblemente mutiladas ó amenazando ruina. Sus esbeltos alminares, de donde los muezines convocan á los fieles á la oración, se dibujan graciosamente sobre el luminoso azul del cielo y lo propio que las cúpulas de las mismas mezquitas, producen á cierta distancia un efecto encantador y por todo extremo pintoresco. Algunas de las mezquitas están construidas Con sillares alternativamente blancos y negros, calcáreos los primeros y de basalto los segundos. Las columnas que las adornan proceden ordinariamente de monumentos más antiguos, están labradas en mármol, en piedra del país ó en pórfido y rematados los fustes por capiteles antiguos de diversos estilos, bizantinos ó árabes. Las puertas tienen generalmente una decoración de estalactitals, trabajada con singular primor y delicadeza y que presenta un aire sumamente gracioso. Entre estas mezquitas es la'mayor y más notable la llamada Djama-el-Kébir ó Oran Mezquita. En otros tiem^ pos, los cristianos tenían prohibida la entrada en su recinto bajo pena de muerte al infractor, pero hoy día las cosas han cambiado y pueden penetrar allí acompañados de un empleado y previo el pago, que es lo capital, de una gratificación que no puede bajar de veinte francos por persona. Reemplazó a u n a iglesia dedicada á San Juan Bautista, de donde procede que los cristianos indígenas la designen todavía con el nombre de Mar-Johanne (San Juan). Esta basílica, metrópoli de la ciudad, sucedió á un templo antiguo dedicado probablemente al dios ó á la diosa Rimmon ó Remmon, que parece haber sido la divinidad principal de Damasco, á juzgar por el versículo 18 del capítulo V, Libro IV de Los Reyes: «Mas una cosa hay solamente por la que has de rogar al Señor á favor de tu siervo, y es que cuando entrare mi amo en el templo de Remmon para adorarle, apoyándose sobre mi mano, si yo me inclino en el templo de Remmon para sostenerle al tiempo de hacer él su adoración en el mismo lugar, el Señor me perdone á mí, siervo tuyo, este ademan.» Piensan algunos críticos que el nombre Rimmon, ó Remmon en la Vulgata, viene de una palabra fenicia

igual que quiere decir granada, y como era este fruto uno de los emblemas de Venus, quieren suponer que fuese ésta la divinidad señalada por aquel nombre. Hacen derivar otros la palabra de la raíz ronm, ser ó estar alto, y piensan que significa el más alto, como Ja voz fenicia y hebrea Eliomi, el Altisimo. Más tarde, en la época greco-romana, este templo fué reconstruido y consagrado á Júpiter, según algunos autores, y luego, modificado por los bizantinos al arraigar en Damasco el cristianismo, tomó por titular á san Juan Bautista. Quedan aun del monumento pagano los restos de dos grandiosas puertas triunfales que lo precedían por los lados de este y oeste: la primera se derrumbó há pocos años, pero la segunda se mantiene en pié más ó menos destrozada. Sus columnas corintias, soberbias y elegantes, el frontón que sobresale por entre las casas en medio de las que se halla enclavado, la belleza y riqueza de sus molduras atestiguan la magnificencia del edificio antiguo. Una doble hilera de columnas corintias, también de menores dimensiones, unía al templo las citadas puertas monumentales, produciendo sin duda el conjunto uno de los grandiosos efectos que debieron verse en las antiguas construcciones del Egipto. Por el tamaño de los sillares, por su colocación y por el arco de medio punto de las ventanas, se deduce también que una parte de la fachada sur de la mezquita es anterior á la época árabe y resto, por lo mismo, de la basílica cristiana en la época bizantina. A esta misma época corresponde una hermosa inscripción griega grabada encima del arco central de una linda puerta de tres ojos, elegantemente esculpida y decorada con volutas, florones y entrelazos. Esta puerta, tal vez de construcción romana, se encuentra hoy medio enterrada á la extremidad del crucero. La inscripción griega dice así literalmente traducida: «Tu reino, oh Cristo, es un reino que abraza todos »los siglos y tu dominación se extiende de generación »en generación.» Esta inscripción ha de considerarse como contemporánea de la fundación de la basílica, que se dice remontar á Arcadio, hijo de Teodosio y por consiguiente al siglo IV de nuestra era ó primeros años del V. De todos modos no puede ser posterior á Justiniano, que la restauró en la primera mitad del siglo vii. El recinto en donde se encuentra la mezquita y del que hasta ahora hemos examinado únicamente el exterior, forma un vasto rectángulo, de ciento cuarenta y nueve metros de este á oeste por ochenta y ocho de norte á sur. El lado norte de este cuadrilátero está ocupado por un gran patio, rodeado por tres partes de un claustro cuyos arcos descansan en columnas de. granito, mármol ó piedra calcárea. Varias de estas columnas fueron empotradas, á últimos del siglo pasado, en pilares de mampostería, por temor de que cediesen al peso que habían de sostener. En el centro de este patío, con honores casi, de esplauada, pavimeníado con grandes sillares, hay una fuente protegida por una cúpula, y en la parte occidental otra cúpula apoyada en columnas corintias, asimismo,.y que se llama Kouiiet-el-Khasueh ó Cúpula del Tesoro. Este edificio contiene, según se dice, libros antiguos y reliquias musulmanas tenidas por sagradas. A lo largo del lado sur del mismo patio se extiende la mezquita propiamente tal, que mide ciento treinta y un metros de este á oeste por treinta y ocho de norte á sur. El muro que da frente al patio hállase sostenido por columnas, en su mayoría empotradas en pilares de mampostería, con lo cual se han tapado igualmente varios intercolumnios. El interior de este edificio, de una longitud desmesurada en relación con la anchura, se halla dividido en tres naves por medio de una doble

EL MUNDO ILUSTRADO. fila de columnas corintias que sostienen arcuaciones de medio punto. Corta las naves por el centro un crucero coronado por una cúpula de cuarenta y cinco metros de elevación por quince de ancho, que descansa en cuatro enormes pilares, revestidos de mármoles diversos en su mitad inferior. Debajo de la cúpula existen el mihrab y el pulpito; el primero adornado con mármoles ricos y con lozas pintadas y el segundo en madera de encina elegantemente tallada. A la izquierda del mihrab se ve un pequeño monumento, cercado por una verja, que al decir de los guardianes, encierra la cabeza de san Juan Bautista y el cuerpo de su padre Zacarías, si bien puede darse como cierto que las reliquias de estos santos varones, á quienes los mahometanos veneran al igual de los cristianos, desaparecieron hace ya luengos años de la basílica cristiana en donde eran objeto de veneración por parte de los fieles. Lo que hoy se enseña se reducirá, sin duda, á un simple cenotafio tapado con ricos tapices. Sobre la gran puerta de entrada de la mezquita, al norte, se descubren vestigios de antiguos mosaicos bizantinos. Sábese por el escritor árabe Ibn-Asaker que la entrada principal de la basílica se encontraba al sur, en donde habia una triple puerta, delante de la cual se extendía un atrio rodeado de una doble columnata. El área que ocupaba este pórtico la ocupan hoy un bazar y varias casas particulares. Hará como unos cincuenta años que se descubrió cerca de la puerta oriental del patio grande de la mezquita una inscripción griega, esculpida en una hermosa piedra, y cuyo sentido era el siguiente: «Esta iglesia de San Juan Bautista fué restaurada por Arcadio, hijo de Teodosio.» Arcadio subió al trono en el año 395 de nuestra era y después de haberlo reparado, dedicó al culto cristiano el templo gentílico que estuvo consagrado á Remmon primero y después á Júpiter, una vez convertido el edificio en basílica cristiana, fué durante algunos siglos la catedral de Damasco, y cuando tomaron la ciudad los musulmanes, se convino entre vencedores y vencidos que la iglesia se dividiría en dos mitades, una de las cuales, la occidental, quedaría en poder de los cristianos y la otra ú oriental pertenecería á los mahometanos; estado de cosas que duró poquísimo tiempo, yaque en breve la basílica entera fué reclamada por los conquistadores. Demoliéronse entonces los altares y oratorios levantados por los cristianos, no dejándose en pié cosa alguna que recordase la religión de Nuestro Señor Jesucristo. Respetóse únicamente el santuario de San Juan Bautista,y Zacarías por las razones que hemos expuesto en anteriores párrafos. El califa Ouahd I empezó en el edificio considerables obras de reparación y de reconstrucción, decorándole con la mayor magnificencia.

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mana, cuando Jesús vendrá á juzgar al mundo, descenderá primero en este alminar y de allí entrará en la mezquita, en donde convocará á los hombres de todas las religiones y de todos los ritos. La vista que se disfruta de lo alto del alminar de Jesús es magnífica por todos conceptos. Colocado el espectador en la galería desde la cual á determinadas horas el muezin hace resonar su voz, á manera de vibrante campana, llamando á , los fieles á la oración, desde aquella galería, decimos, se abarca, de un solo golpe de vista, la ciudad entera con sus vastos arrabales; las cúpulas y alminares de las mezquitas que resplandecen heridas por los rayos de un sol brillante; las innumerables azoteas, refugio de los vecinos en los dias calurosos y lugar en donde voluptuosamente respiran él fresco de la noche; los jardines y huertas que rodean á la ciudad por todos lados, formando en torno de ella como un cinturon de un hermoso color de esmeralda; los canales derivados del Burada que mantienen por todas partes el esplendor y la exuberancia de la vegetación; los kioscos, quintas y aldeas que asoman por entre árboles y plantas como islotes en un océano de verdor; y más lejos, para salir de esta especie de oasis, los fiancos desnudos de las estribaciones del Anti-Líbano, la masa imponente del Djebel-ech-Cheikh con sus tres puntas coronadas d« mieses durante la mayor parte del año, los lagos adonde vá á perderse serpeando el Burada, como doliéndole de tener que dejar aquellos encantados jardines á los cuales da fecundidad y vida, y por fin las apartadas comarcas, despobladas hoy y mal cultivadas que formaron en* otros tiempos las renombradas regiones de la Traconítide y la Iturea.

Cuando el califa Ouahd ó Wehd I enriqueció la mezquita de que estamos hablando con preciosos mosaicos de oro, piedras ricas y vidrios de colores, pavimentó también el suelo con mármoles de variados colores y embelleció el techo con maderas talladas admirablemente, llenas de incrustaciones de oro. Entonces suspendió de la bóveda seiscientas lámparas de oro, que quitó más adelante un sucesor suyo sustituyéndolas por otras de memos valor intrínseco, entre las cuales figurarían probablemente algunas de las deliciosas lámparas de vidrio, tan raras hoy dia y que pagan á peso de oro los artistas y los aficionados, cuya industria data en Damasco de los siglos viii ó ix de la Edad Media. Iban adornadas estas lámparas con esmaltes de colores, por cuyo medio se hacia también visible el nombre de quien las costeaba, así como algún ap^piado versículo del Coran, como éste, verbigracia: «Dios es la luz de los »cielos y de la tierra: semeja su luz á un nicho que con»tenga una lámpara, la lámpara en un cristal y el cristal »como si fuese una estrella resplandeciente.» «Mírese este edificio por donde se quiera, dice IbnFuera de la mezquita Djama-el-KeUr, en el ángulo Batista, se parece á una águila con las dos alas exten- noroeste, existe un bello ejemplar de mausoleo sarradidas y cuya cabeza es la cúpula: domina á los dem4s ceno, aunque hoy dia fa^ltan en él no pocas de las riquemonumentos de la ciudad.» Cuando estuvo concluido, el zas y bellezas que había contenido. Es este mausoleo la Califa pudo decir á los habitantes de Damasco: «Te- llamada tumba de Saladino, que murió en el año 1193. níais cuatro maravillas más que el resto del mundo: el Miran los musulmanes aquella tumba con singular reaire, el agua, los jardines y los frutos: yo en esta mez- verencia y le es difícil á quien no sea musulmán penequita os doy la quinta maravilla.» Al mismo califa trar hasta ella. La cúpula hermosamente proporcionada Ouahd I remonta uno de los tres alminares de la mez- que corona el edificio, se apoya en un cuerpo de diez y quita ó sea el llamado Madinet-el-Arous, que equivale á seis lados, cada uno de los cuales tiene alternativamente alminar de la novia, el cual se alza en el centro de la ventanas apuntadas ó caireladas. Este monumento no se pafte septentrional del patio. Son de época posteriora erigió hasta algunos años después de la muerte de Salaéste, el Madimt-el-RharUeh ó alminar de occidente, que dino, cuyo cuerpo fué sepultado dentro de los muros de reemplazó á otro más antiguo incendiado por Tamerlan, la eiudadela en donde murió. y el Madinet-Aissa ó dígase alminar de Jesús, frontero No léjós de este sitio, debajo de una construcción de al precedente y el más alto de los tres. Su altura es de más complicada labor, descansa con su hijo otro gene-r setenta y seis metros y, según una tradición musul- ral, que figuró también entre los más enérgicos.enemi-

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EL MUNDO ILUSTRADO.

g-os de los cruzados, cuyas hazañas se hicieron tan populares entre los mahometanos como las del mismo Saladino y que reinó como sultán con el nombre de Melek-ed-Dahr-Bibars por los años de 1260 á 1277 de Nuestro Señor Jesucristo. «Tuve el privileg-io, dice el coronel Wilson, de poder visitar varias veces este mausoleo, que está cuidadosamente construido de piedra

roja pulimentada. Sus anchas y espaciosas cámaras, coronadas por cúpulas, tienen el piso de mármol y eu el centro dos tumbas bajas colocadas sobre una plataforma de mármol también, de poquísima altura. El nicho del mihrab se compone de mármoles escog-idísimos, con dibujos de flores en la parte superior formados con mosaico de cristales de colores sobre fondo de cristal dorado, ig-ualmente en mosaico. La primera vez que entré en este bello monumento sepulcral, lo vi convertido en escuela, con multitud de niños de distintas clases sociales que cantaban un capítulo del Coran. Algunos de ellos vestían chaquetas bordadas de oro y llevaban el rojo/e^, al paso que otros usaban por todo vestido una simple túnica ó blusa de algodón blanco ó azul, con un mal cinturon y en la cabeza un gorro blanco, sin otro aditamento ó con un pañuelo colorado puesto á su alrededor á modo de turbante. Después de haber despedido á los niños, no sólo me permitió el maestro que sacara un dibujo del interior del edificio, sino que me procuró además papel para que pudiese tomar un calco de un friso en bajo-relieve, lindísima obra de estuco. Esta construcción es uno de los ejemplares más completos de la arquitectura de Damasco eu el siglo xin.» Otro ejemplo de arquitectura sarracena, de estilo muy puro también, aun-

Cúpula del Tesoro en la gran mezquita de Damasco.

que de fecha posterior, se halla en la mezquita DjamaSalunií/eh, construida con hiladas alternadas de piedra blanca y negra, y decorada con adornos tallados de los mismos materiales. La puerta de ingreso es sumamente elevada y vá enriquecida con complicadas labores de estalactitas, motivo especial de decoración del arte arábigo así en Asia ó África como en Europa, conforme lo prueban los delicados techos de la Alhambra de Granada. A mitad altura de las jambas de esta puerta se suspenden lámparas en los días de ciertas festividades y por la noche durante el mes de Rama-

dan. El alminar octógono de esta mezquita está coronado por una elegante galería cubierta y tiene en su cuerpo inferior ocho hornacinas con arcos trilobados sostenidos por esbeltas columnitas. La fachada de esta mezquita presenta un conjunto oriental muy característico que se recomienda por la gracia de sus líneas y por la galanura de su decoración. Próximo á este edificio se encuentra el Suk-es-Sinaniyeh, uno de los más desahogados y mejores bazares de Damasco. En su mayor parte lo proteje una cubierta de madera en doble pendiente, sostenida á trechos de cinco ó seis metros por arcos de

EL MUNDO ILUSTRADO. piedra. Ventanas cuadradas abiertas en la techumbre iluminan las g-alerías de este bazar, que por hallarse no muy lejos del arrabal El-Meidan es el mercado predilecto de los beduinos y felWis. Aquí se vienen á mercar

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vestidos de corte tan primitivo como los que usó el patriarca Abraham, y ajuar de casa y chismes tales como pudo usarlos la mismísima Sara, su mujer. A^llí compran sacos de pieles de carnero, túnicas y mantas de piel de

El bazar de los joyeros y plateros en Damasco.

cabra que asi les sirven de vestido durante el dia, como de abrig-o por la noche; gorros y telas para turbantes; chales listados y botas de piel roja ó puntiagudos zapatos; cestas lindamente trabajadas con paja de colores, blanco, negro y rojo, formando bonitos dibujos geométricos; y utensilios de cocina y platos y tazas de metal de diferentes tamaños, como la taza que viene citada en el versículo 25 del capítulo V del Lilro de los Jueces: «Pidióle Sisara, á la esposa de Haber, agua y le dio leche, y en taza de príncipes le ofreció la nata.» En otros

sitios del bazar adquieren los arneses y adornos para sus camellos y caballos, compuestos algunos de campanillas y cadenas de plata ó de algún metal de menor precio con colgantes terminados por medias lunas. «Y Zebee y Salmana dijeron, se lee en el versículo 21 del cap. VIII del mismo citado Libro: «Ven tú y danos el golpe, pues á proporción de la edad es la fuerza del hombre. Acer-

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cose Gedeon y mató á Zetee y Salmana; y tomó después todos los adornos y lunetas de oro con que suelen eng-alanarse los cuellos de los camellos de los reyes.» Con lo que hemos indicado hasta ahora ya imaginarán nuestros lectores que Damasco ha de presentar un aspecto pintoresco á todas las horas del dia y que el viajero europeo ha de encontrar á cada instante cuadros, escenas de costumbres y espectáculos que le interesen sobremanera por ser expresión brillante y fiel de los hábitos orientales. Por la noche ofrece la ciudad un carácter raro por todo extremo. Las calles quedan sin alumbrar y por lo tanto los reglamentos de policía no consienten que nadie salg-a de su casa sin que vaya provisto de un enorme farol de papel, de cristal ó de otras materias transparentes en los cuales despliegan los orientales un lujo peregrino.. En medio de las calles reina el silencio más profundo, puesto que son contadas las personas que por ellas circulan y no queda abierta ni una tienda, ni la puerta de ninguna casa. Los diferentes barrios en que está dividida Damasco se hallan separados unos de otros por enormes barreras que se cierran á las nueve de la noche. Vigilantes especiales tienen el encargo de guardar estas puertas, semejantes á las que habia en nuestras antiguas ciudades de la Edad Media, y de abrirlas majestuosamente cuando el viandante que llega retrasado pronuncia las palabras sacramentales: Iftah ya haris! que equivale en romance á ¡Aire, oh guardián! Son por lo común estos vigilantes infelices hombres cojos, mancos, etc. Estas barreras causan repetidas molestias á las gentes del país y más particularmente á los europeos, que no tienen como los habitantes de Damasco la costumbre de retirarse temprano á stis habitaciones. A pesar de las rudimentarias precauciones que toma la policía, son escasos los malhechores en aquella ciudad, como tampoco se ve por sus calles y bazares la muchedumbre de mendigos que en otras poblaciones de Oriente asedia de continuo al viajero sin concederle un instante de r e poso. Los hay, sin embargo, en algunos arrabales, á la entrada de los bazares y junto á la puerta de la gran mezquita, siendo muchos de ellos persas, tcherkeses ú otros extranjeros, que faltos de recursos para regresar á su patria, se "organizan en una especie de cofradía y viven de la mendicidad. Hemosdicho que en Damasco se presenciaban de continuo espectáculos propios de las ciudades de Oriente y en verdad bajo el punto de vista del carácter típico es sin disputa mucho más interesante que el Cairo ó Constantinopla, convertidas ambas casi en poblaciones europeas. Cuéntanse en número reducidísimo los franceses, ingleses y europeos del occidente en general, que viven en Damasco, por doüde se ven raramente en calles y plazas la mezquina y triste levita y el ridículo sombrero negro de copa, debiéndose añadir que los pocos que por allí circulan vestidos de este modo, apenas los nota el viajero en medio del conjunto abigarrado y brillante de los trajes que usan los turcos, griegos, árabes, persas, afghanes, drusos, maronítas, armenios, beduinos del desierto de Arabia, metualis, negros, etc., que andan confundidos por entre las caravanas de camellos, de borricos y de caballos cargados con trigos del Haram y con los productos del Asia menor y de los valles del Eufrates y de la Persia. El traje de las mujeres de Damasco, á que anteriormente hemos hecho alguna referencia, consiste en una túnica ó jubón corto con mangas perdidas, pantalones de seda bordados ó llenos de dibujos de brillantes colores, flores en el cabello, joyas de filigrana, babuchas amarillas y numerosos brazales y ajorcas. Muchas llevan

además grandes pendientes y un aro ó botón de oro con turquesas pasado por una de las ventanas de la nariz, extraño ornamento que se llama Mergeh. Después del medio dia salen de sus casas para ir á compras ó á tiendas, como dicen nuestras mujeres. Difícilmente puede uno imaginar, á no haberlo visto, cómo se pasan horas y más hora;s enfrente de uno de los tenduchos, en cualquier bazar, mirando y revolviendo mercancías, discutiendo sus cualidades, pidiendo precios y regateando para economizar la equivalencia de un miserable céntimo. Como lo hacen también muchas europeas, tienen asimismo la costumbre de presentarse en una tienda, hacer sacar todos los artículos de sus estanterías, charlar largo y tendido sobre ellos con la idea preconcebida de no comprar cosa alguna y de ver solamente. Así se distraen, pasan el tiempo y se libran por algunas horas de la triste y monótona existencia que han de arrastrar en el interior del harem. En los bazares de Damasco, las mujeres tienen aires de gozar de bastante libertad, puesto que no se ven en ellos las compañías de eunucos que las acompañan, las siguen y las vigilan en los bazares de Constantinopla. Traducido y adicionado por F . MlQUEL Y BAnÍA. {Continuará).

XJTJOI^ LUCIANO

J^"VI31J^. BIART.

(CONTINUACIÓN).

CAPÍTULO X. Tempestad.

Celestino, Pelícano, el doctor, hasta; Dientes de Acero estaban demasiado acostumbrados á los peligros para perder su sangre fria y azorarse. El primer cuidado del negro fué meterse en la espesura áfinde poner á Lucía al abrigo de las balas. Celestino y el doctor prepararon sus escopetas y, apostados detrás del tronco de un ébano, escudriñaron el espacio. Según la dirección seguida por el proyectil que habia pasado junto á él, juzgaba el naturalista que los agresores se encontraban un poco más arriba, no quedándole la menor duda á este respecto cuando una nueva bala fué á dar contra el tronco que le guarecía. ' —Los malvados son diestros, profirió Celestino, pero ¿acaso tienen alas que tan pronto se han puesto sobre nuestra pista? ¿Hemos de contestar á su agresión? —Qué duda cabe, dijo el doctor; este es un caso de legítima defensa, y no somos mansos corderos para permitir que se nos devore. Los agresores estaban apostados detrás de un peñasco. Uno de ellos asomó la cabeza, y en el acto Celestino disparó su escopeta. —Los baudidos nos llevan ventaja, dijo el ex-inarinero, pues tiran de arriba abajo y nuestros cuerpos están á su merced, mientras que nosotros apenas les vemos la punta de la nariz. Cambiáronse dos,ó tres tiros. —¡Eh, Celestino! gritó de improviso Pelícano. -—¿Qué quieres, muchacho? preguntó el interpelado sin moverse.

EL MUNDO ILUSTRADO. —Tú guardar á tu vez niña, mientras yo disparo un tiro. —No, replicó Celestino con viveza; hoy es preciso que cada uno ocupe su puesto, y juro que no cederla el mió aunque se presentase el Gran Turco. ¿ Acaso están muertos esos bribones que ya no disparan sus armas? —Tu última bala ha dado tan cerca de la cabeza del mirón, dijo el doctor, que los muy taimados titubean en mostrarse. Afortunadamente estamos en situación de observar todos sus movimientos, y hombre prevenido vale por dos. —¿No extraña usted, repuso Celestino al cabo de un instante, que esos malvados hayan abierto tan pronto las hostilidades? Nosotros suponíamos que estaban lejos, y si hubiesen maniobrado con la prudencia común á las g-entes de su raza, nos hubieran cogido en la ratonera. Verdad que Dientes de Acero, más avisado que nosotros, nos ha señalado su presencia. —Creo, dijo el doctor, que Santiago ó alguno de sus compañeros, al vernos al alcance de su escopeta no han podido resistir al deseo de matar á alguno de nosotros, catástrofe que para ellos hubiese sido un gran triunfo. No se engañaba el naturalista, pues en aquel mismo instante Santiago y sus cómplices maldecían con toda el alma al culpable. Otros dos tiros fueron disparados; Pelícano volvió á insistir para ocupar el puesto de Celestino, mas que fuese por un instante. —Mi escopeta toda enmohecida, decia el negro, y yo necesitar dispararla para limpiarla. El doctor y Celestino, guarecidos detrás del tronco del ébano bienhechor, no perdían de vista el peñasco que servia de refugio á sus enemigos. De vez en cuando éstos disparaban sus armas; pero como en el desierto conviene economizar las balas, pronto los dos bandos se contentaron con observarse mutuamente. —Es preciso permanecer en este sitio hasta la puesta del sol, dijo Celestino á su amo; sólo á favor de las sombras de la noche podremos librarnos de las asechanzas de esos miserables. —Opino como tú, querido, repuso el doctor; pero lo que conviene ante todo es tenerlos en jaque hasta que nos sea posible emprender la retirada. Transcurrió cerca de una hora sin que volviesen á reanudarse las hostilidades. Las aves, un tanto tranquilas, reaparecieron sobre los matorrales, y los buitres y las águilas, tan numerosos en aquella región mejicana que el viajero les ve cernerse casi constantemente sobre su cabeza, volvieron á describir los círculos inmensos gracias á los cuales sondean el horizonte en busca de una presa. De repente resonó una detonación, y luego otra, á unos trescientos metros encima del sitio donde estaban apostados el doctor y Celestino. Cuatro disparos hechos por Santiago y sus indios contestaron á esta provocación. —¿Qué significa esto? profirió el doctor. Santiago y los suyos abandonaron el peñasco, corriendo con toda la ligereza que sus piernas les permitían, y llevando á cuestas un herido. Sorprendido de aquella derrota inesperada, el doctor no pensó en disparar su escopeta, pero Celestino regaló una bala á los fugitivos, los cuales estaban ya á gran distancia. El naturalista y su criado se miraban estupefactos, cuando apareció Pelícano en una altura agitando su sombrero con aire de triunfo. ~-¿Y Lucía? preguntaron á un tiempo el doctor y Celestino. —Lucía en el bosque, respondió el negro reuniéndose apresuradamente con sus amigos.

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—¿Sola? —¡Oh, no! yo recomendar señorita áDientes de Acero. —¿De dónde vienes? preguntó el doctor á Pelícano que estaba jadeando. —Yo sentar niña sobre la hierba y hacer sentar á Dientes de Acero, contestó el negro; luego, oculto por troncos de árboles, subir pronto. Entonces ver señor indio ante mí, herirle, y los demás correr para librarse de la muerte. —¡Bravo, muchacho! exclamó Celestino; sólo tú eres capaz de tan ingeniosas ideas. ¿No cree usted, señor, que Pelícano hubiera sido un buen genjeral? —Sí, sí, contestó el naturalista, si fuese menos testarudo. Aprovechémonos de la confusión de nuestros

Apareció Pelicano en una altura agitando su sombrero con aire de triunfo.

enemigos para ganar terreno. Por este lado nada tenemos que temer; los contrarios saben que hay peligro en atacarnos á pecho descubierto. Es muy probable que se dirijan á la base de la montaña y que prueben alcanzarnos siguiendo los matorrales, para cuya maniobra necesitarán á lo menos una hora. —Usted encargarse de pequeña Lucía y en marcha, dijo Pelícano. —¿Qué intentas hacer? preguntó Celestino á su amigo que estaba cortando una rama. —Tú verás, contestó éste. Después de desgarrar con el mayor desenfado una de las mangas de su camisa, el negro puso aquel trapo en la punta de la rama, á la que acababa de quitar las hojas. Luego instaló esta especie de banderola junto al ébano, de modo que notase al impulso de la brisa. Terminada esta operación abandonó la selva, suplicando á Celestino que le siguiera. Pelícano vio á Santiago y á sus

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EL MUNDO ILUSTRADO.

indios que, de pié al otro extremo de la meseta, estaban conferenciando. Volviendo al lado del ébano, dijo á su amig-o: —Ellos ver flotar pedazo de camisa y creer que nos-

otros no nos hemos movido de aquí. Ahora nosotros partir pronto. El doctor y Celestino aprobaron la estratagema de Pelícano para desorientar al enemig-o, internándose en

PALESTINA.—La escuela mahometana en el bazar de los zapateros, en Damasco.

seguida en la selva. Nuestros conocidos encontraron k Lucía sentada junto á Dientes de Acero y jugando con él. —He sido buena y te he obedecido, dijo la niña á Pelícano; y vea usted, añadió dirigiéndose al doctor, hoy no he tocado las flores.

—Si esta mañana te regañé, hija mía, dijo el botánico, fué porque las flores que cogiste podían indicar el camino que seguíamos á nuestros perseguidores, y en efecto se lo han indicado. —Hay que correr más aprisa que ellos, repuso Lucía con resolución.

EL MUNDO ILUSTRADO. El doctor movió la cabeza y dijo : —¿No tuviste miedo al oir los tiros? —¡Oh, no! Papá, José y Azog-ue disparan á menudo sus escopetas para matar tatús, iguanas y pécaris. —Sí, murmuró el doctor, sólo que la caza de que se trata pertenecía á la execrable raza humana. Pero no abramos los ojos á esta muchacha; demasiado temprano sabrá... Los viajeros emprendieron de nuevo la marcha: tratábase de adelantar camino, y aunque Lucía quería andar, fuerza le fué ocupar su puesto sobre las espaldas de Celestino. El doctor exploraba el terreno, formando la retaguardia Pelícano y Dientes de Acero. . • ' • •

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La atmósfera era pesada; los viajeros respiraban fatigosamente. La caravana siguió avanzando durante dos horas sin contratiempo; pero á despecho de las precauciones tomadas para borrar las huellas de su paso, la humedad del suelo contrariaba los planes de nuestros conocidos. Cuando Celestino se sintió cansado, el doctor cargó con la niña.

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PALESTINA.—Tumba de Saladino en Damasco.

—¿Cómo se llama usted, caballero? preguntó Lucía al que la llevaba. —Pedro, hija mia, el doctor Pedro, como dicen mis amigos. La niña permaneció pensativa. —¿El doctor Pedro? repitió. Entonces yo conozco á usted. T. VIII. (PRIMERA SERIE).—T. IV. (SEGDNDA SERIE).—34.

—¿Qué quieres decir Coil esto? —.V la noche, repuso Lucía, teriüinado el trabajo, papá, el señor Boisjoli y el señor Pinson se sientan en la galería para fumar y conversar, y José, que les acompaña, á menudo habla de usted. —i De mí! exclamó el doctor. —Sí, replicó la muchacha; José dice que usted le en-

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EL MUNDO ILUSTRADO.

Señó muchas cosas; que es usted un ser singular, pues ¿acaso no valdrá más escalar la montaña que está á aparenta no querer á los hombres y constantemente les nuestra izquierda antes de que el suelo, empapado por la lluvia, haga imposible la ascensión? está prestando servicios. El doctor agitó su sombrero, inclinándole á derecha é Celestino y Pelícano aprobaron la idea de su amo, que izquierda. en el acto se acercó á la base del monte. Un torbellino —Diga usted, señor, ¿no queriendo usted á los hom- conmovió los árboles de la selva; durante algunos minutos las ramas más altas empezaron á crujir, desgabres, tampoco querrá á las niñas, verdad? —¡Sí, lucero, si, las quiero, y sobre todo cuando se te jándose muchas de ellas y alfombrando el suelo. La cosa parecen! exclamó el naturalista. De modo que el buen iba poniéndose seria, y fuerza era que los viajeros avanJosé al cabo de quince años todavía se acuerda de su zasen con grandes precauciones. Lucía marchaba por viejo amigo, del pobre doctor Pedro. Fuerza es confesar sus propios píes, dando la mano á Pelícano, á quien que no todo es maldad en el ser humano; verdad que interrogaba tocante al fenómeno que acababa de proJosé por su inteligencia y... su reconocimiento, es un ducirse. ser aparte. Durante diez minutos reinó la calma más completa; —Mi papá, el señor Pinson, el señor Boisjoli y Azogue luego una nueva ráfaga hizo temblar los añosos árboles, son buenas personas, añadió Lucia; usted también es produciéndose otra lluvia d.e ramas. Un ruido esbueno, ya que me lleva á cuestas para que no me canse; pantoso llenó los ámbitos de la selva; hubiérase dicho sólo Santiago es malo, porque no me ha llevado á ver á que los colosos centenarios que la formaban, sacudidos" por manos invisibles, se conmovían por sus bases. Las mamá. —Nosotros lo haremos, hija mía; sí, Dios me conce- hojas imitaban el fragoroso ruido de las olas desencadederá la dicha de devolverte á tus padres, á tu amigo nadas. Celestino y su amo miraban incesantemente hacía atrás con la mayor inquietud. En medio del estrépito José, á quien tengo ganas de dar un abrazo. Celestino y Pelícano no habían perdido una palabra que producían el viento y los despavoridos animales de esta conversación, y sus ojos estaban humedecidos habitantes de la selva, era imposible saber si Santiago por las lagrimas. Es que compartían la emoción de su y sus acólitos continuaban en su propósito de perseguir amo, y que las palabras de Lucía les causaban más á nuestros conocidos. placer porque la niña se expresaba en francés. Todo Llegados á un sitio favorable, aunque la pendiente aquel que ha vivido lejos de su patria sabe cuánta era muy abrupta los viajeros empezaron á subir. fuerza tienen los lazos que unen á ella. Hacia algunos Gruesas gotas caían sobre las hojas produciendo el meses que Celestino, Pelícano y su amo recorrían el de- efecto del granizo; los relámpagos y el retumbo de los sierto, apartados de toda comunicación con los hombres truenos se sucedían á intervalos cortos. Dientes de y con sus pasiones, y el acaso, ó más bien la Providen- Acero formaba la retaguardia de la; caravana; pero el cia, había arrojado de improviso en su camino á la pobre mastín marchaba todo azorado, con las orejas y la joven prisionera que se proponían librar de las garras cola caídas. de sus enemigos, á Lucía, que á sus gracias incontestaPor espacio de medía hora la tempestad pareció no bles añadía una cualidad sin par para nuestros viajeros: aumentar en intensidad. Prosiguiendo su marcha ascenel hablar el idioma de su querida patria, el francés, tan sional, los viajeros llegaron á la región de los cedros y dulce para sus oídos. de los abetos. Preciso fué vigilar y prestar auxilio á Celestino acababa de hacerse cargo de la niña; el Lucía, cuyos píes resbalaban sobre un terreno alfomdoctor, al par que se enjugaba el sudor que bañaba su brado de hojas menudas. Pelícano cuidaba de la niña frente, se quejaba de la pesadez de la atmósfera. Ni una con el mayor desvelo. —¿Por qué silba con tanta fuerza el viento? preguntó sola hoja se movía. Al atravesar algún claro caldeado por los rayos del sol y cubierto de plantas, los viajeros de improviso Lucía. —Buen Dios estar enfadado, contestó Pelícano. observaban que las flores, cual sí estuviesen cansadas ó —¿Pero no conmigo, verdad? profirió la niña mirando marchitas, se inclinaban lánguidamente sobre sus tallos. Apenas se oía el vuelo de algún pájaro, y hasta los in- temerosa al negro. sectos, coleópteros, himenópteros y dípteros, ocupados —No, no, dijo éste; buen Dios hacer silbar viento y incesantemente en roer, en robar, en zumbar, perma- retumbar trueno para masa Santiago. necían inmóviles sobre las blandas hojas. —¿Por qué no vamos á casa? Allí no nos mojaríamos. —Su casa estar muy lejos de aquí señorita, nosotros —La atmósfera está cargada de electricidad, dijo el no poder llegar en seguida. doctor; esta noche estallará la tempestad. —Debemos correr. —Antes de que anochezca, contestó Celestino, si no —Nosotros no poder correr. me engaño. —Entonces vamos á otra casa. En casos parecidos los viajeros se detenían, y con la Pelícano, en su lenguaje conciso y pintoresco, aunque celeridad hija de la costumbre, construían una choza de ramas para guarecerse del agua del cielo. Aquel día, ,un tanto embrollado, trató de explicar á Lucía que en aunque todos ellos escudriñasen.el horizonte con fre- las cercanías no había casa alguna. Una violenta ráfaga cuencia, nadie habló de detenerse. Poco á poco la selva interrumpió su discurso. — ¡ Cuidado! ¡ cuidado con el árbol! exclamó de repente se oscureció hasta el punto de que hubiérase creído llegada la hora del crepúsculo vespertino. Brilló un relám- el negro. Y tomando en brazos á Lucía, se guareció detrás de pagoj seguido de lejano retumbo, al que contestaron dos un abeto. En el acto resonó un ruido formidable; desaró tres rugidos, preludio de tempestad. A la sazón nuestros viajeros faldeaban una montaña, raigado por la fuerza del viento acababa de caer un segunda estribación de la Cordillera; hallábanse á la cedro, enorme, cubriendo con sus ramas al doctor j á altura de mil quinientos metros sobre los llanos de Celestino. Traducido del francés por Tierra Caliente, llanos que divisaran á haber sido desMAKIANO BLANCH. cubierto el terreno que recorrían. Al retumbar el trueno (Continuará). el doctor se detuvo, ' —No podemos permanecer aquí, dijo á sus criados;

EL MUNDO ILUSTRADO.

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pies bien formados. El color de la piel, donde la raza se ha mantenido pura ó poco menos, es amarillo bronHISTORIA NATURAL DEL HOMBRE, ceado, y la cara muy semejante á la de los pueblos de raza caucásica; la frente es baja, la nariz á menudo ancha pero nunca aplastada; los labios son estrechos y D. JUAN MONTSERRAT Y ARCH8. nada abultados, los pómulos no son salientes, los ojos negros y expresivos, el cabello negro, lustroso, largo y aunque por lo regular rizado á veces ba"stante liso. Además les falta completamente el olor particular que despiden los negros. Rohlfs también encontró en sus LOS PULAS 6 FULBES. recientes viajes al interior del África en el reino de SoAntes de pasar adelante en nuestro camino desde el coto, entre los fulas, á varios individuos de color amaoccidente al oriente al través de la Nigricia ó el Sudan, rillo y casi blanco con fisonomía europea, y en varios es menester hablar del pueblo fula, que tantas veces pasajes de su descripción menciona las muchachas fulas hemos mencionado como raza conquistadora y propaga- que se distinguen á primera vista de las negras de dora del islamismo. Su nombre fula, es la corrupción Hausa y otras de porte tosco por sus bellas formas, cara mandinga de pul, como se llaman ellos, así como lo es regular y color bronceado amarillo. el de/elani del idioma bausa, y el de felaia del canuri. Además de éstas diferencias físicas capitales sorprenEsta raza orgullosa y superior se encuentra en todos den desde luego al extranjero otras psíquicas que no perlos pueblos negros desde las costas de la Senegambia miten confundirlos con los negros, como su laboriosidad hasta Darfur y desde el desierto de Sahara en el norte inteligente é industrial que se observa en la cria del gahasta Adamana en el sur. En ninguna parte ha expul- nado, en la agricultura y demás industrias; luego en su sado á los pueblos indígenas completamente y en todos religiosidad profunda que los ha hecho partidarios y se ha por lo contrario cruzado con ellos. Donde más propagadores fanáticos del islamismo. Asimismo alaban numerosa es, y donde domina no solamente moral sino todos los viajeros su honradez y formalidad en los tratos, políticamente, es en el reino de Masina, al sur de Tim- cosas que el carácter infantil de los negros no da de si. buctu. Los reinos de Sacatu ó Socota y de Gando en el Los fulas respetan la propiedad y particularmente la de país de Hausa, fueron fundados por ella á principios de los viajeros; tienen dignidad, gusto artístico, modales este siglo. Estos reinos comprenden todo el Hausa, atentos; pero también una fuerte dosis de malicia. Rano, Segseg y las comarcas y territorios inclusive Los mestizos de los fulas con negras y vice-versa se Tumbina y Adamana hasta el rio Benue, con la sobera- aproximan todos al tipo negro, como sucede con los nía además sobre los países de Yoruba. Más al este llegan toucouleurs (multicolores) en Futa Toro, los chalonques hasta Darfur ocupando en todas partes una posición en Futa Challón, los sisilbes ó silibavas, los chavambas y preferente cuando no dominante, que aumenta sin los soromavas en los países bausas y mandingos. Todas cesar. estas razas bastardas tienen la nariz más ancha y más Los viajeros y etnólogos no han podido descubrir hasta aplanada que los fulas puros, labios abultados, cabello hoy nada preciso sobre esta raza enigmática, y sus opi- más rizado, color más oscuro y una estructura ósea más niones difieren tanto que unos, como Peschel, quieren tosca. hacer de ella una raza negra; otros la hacen descender Lo que puede admitirse como cierto es que aun los de alguna raza blanca del Asia ó cuando menos de la fulas más puros son cruzados ya de negro, porque al llecuenca del Nilo. La autoridad más competente en todo gar hace tres siglos á la cuenca del Senegal y aun antes lo que concierne á los países del Níger es indudable- eran pastores nómadas y se mezclaron con los volof y mente el general Faidherbe, y éste dice que el idioma mandingos, que obligaron á emigrar en gran parte, fula ópul, como ellos lo llaman, no tiene ninguna ana- pero quedándose, como sucede en circunstancias análogía con las lenguas semíticas y sólo se ha apropiado logas, con las mujeres. Pues bien, los descendientes de del árabe muchos vocablos referentes á la religión, á la estos fulas ganaron la partida, porque' á las cualidades jurisprudencia y al calendario. La estructura es la de de sus padres añadieron las de la raza negra, junto prolos idiomas de la Nigricia, con particular analogía con bablemente con los rudimentos de agricultura que el idioma volof y su sistema y nombres de numeración. poseía ésta, y que pronto ensancharon los vencedores Es idioma francamente africano por su uso y aglutina- con su inteligencia superior, llegando á su vez á ser ción de sufijos, con la singularidad de que muchas veces maestros de los negros. También recibieron de la raza alteray modifica junto con el sufijo la primera letra ó negra la mayor fuerza muscular y el "amor á la vida sílaba de los nombres y aun de sus adjetivos. (Véase la sedentaria; todo lo cual les hizo aptos para fundar obra del citado militar: JSssai sur la langue Poul, París, grandes y poderosos reinos. 1875). Mas esto no autoriza para declarar á este pueblo ó Un jefe de estos fulas ó futas, llamado Abd-el-Cader, raza de origen negro, porque abundantes ejemplos precomo el célebre caudillo árabe y marabuto que tanto dio senta la historia de razas conquistadoras que admitieron que hacer á los franceses en Argel, natural de Futa el idioma de los vencidos si éstos eran mucho más nuToro, organizó la aristocracia religiosa de los torodos en merosos que los vencedores, dejando caer completamente el siglo pasado, y gracias á la facilidad que ofrecían las el Suyo en desuso y olvidándolo del todo después. Por lo factorías francesas vecinas de proveerse .de armas de mismo cree Faidherbe que los fulas vinieron del África fuego y municiones, no tardó en someterse toda la oriental, de la cuenca del Nilo y quizá de más lejos, de cuenca del Senegal y adquirir una decidida prepondepaxses donde viven el cebú y una especie de ovejas de rancia sobre las tribus negras del interior, tanto que pelo largo que ellos introdujeron en las tierras occidenotro individuo fula de esta aristocracia religiosa aislada tales del Sudan. Además de esto y de otras particularipor el desierto de sus correligionarios mahometanos del dades presentan los fulas caracteres antropológicos muy este y norte, y cuyos individuos se llamaban entonces diferentes á los de la raza negra. Su cuerpo es enjuto, el pecho poco desarrollado, los hombros poco anchos, los por esta razón marabutos (1) ó sea anacoretas, pudo brazos delgados, la pantorrilla escasa y las manos y (1) Esta voz viene del árabe marbut, que quiere decir cenobita. Desígnase con este nombre una raza de árabes que pertenecieron y se estable-

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EL MUNDO TT>USTEADO.

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i PALESTINA.—Mezquita El-Tekieh ú Hospicio del Sultán Selim.

EL MUNDO ILUSTRADO.

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PALESTINA.—Muezin llamando á los musulmanes á la oración de lo alto del alminar de Isa ó Jesús.

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formar otro imperio entre el Níg-er y el lago Chad sobre las ruinas del reino negro de los hausas y de los territorios vecinos. El fundador de este imperio fula oriental fué el marabüto Otman-dan-Fodí, natural también como Abd-el-Cader de Futa Toro. Desde la muerte de este último, ocurrida en 1770, habían gobernado y disfrutado de su superioridad los marabutos pacíficamente, evitando colisiones con los franceses de la costa, álos cuales pagaban tributo, mientras sus misioneros guerreros como lo han sido por lo general los mahometanos, iban sometiendo á su dominio nuevas tribus y fundando nuevos reinos ó sultanatos como el citado imperio de Hausa, los reinos de Masina en la cuenca del Níger entre Segu y Timbuctu, el de Futa Challón entre el rio Casamanza y la costa de Sierra Leona y otros; mas en 1854 hubo otra vez una fuerte marejada de fanatismo musulmán, y el torodo ó marabüto Hachi Omar predicó la guerra santa contra los infieles, pero rechazado por los franceses del territorio que atraviesa el Senegal en su curso navegable, remontó con sus soldados el rio y fundó en la cuenca superior de éste y del Níger otro nuevo imperio fula occidental que en 1862 tenia una superficie de 1.640,000 kilómetros cuadrados y comprendía el reino de Masina junto con el territorio de Timbuctu e n l a p a r t e de Caarta, en la orilla derecha del alto Senegal y el de Segu en el alto Níger, que hasta entonces habían pertenecido á los negros bímbarras y constituían dos poderosas monarquías autocráticas con ejércitos permanentes, compuestos exclusivamente de esclavos, lo cual unido á sus disensiones interiores fué causa que Hachi Omar los conquistase en un instante como apóstol del islamismo, que garantiza á todos los fieles la igualdad ante la ley y la protección de las personas y propiedades. Ensoberbecido de tan brillante éxito, cargado de botín y manchado de sangre, Hachi Ornar quiso perseguir á un jefe de los pueblos vencidos que con 6,000 de los suyos se había amparado y hecho fuerte bajo los cañones franceses del fuerte de Medina. Fué derrotado, perseguido y finalmente asesinado en Hamdu-jílá, capital de Masina, pero su imperio pasó á sus hijos, siendo Amadu-el-Mequí el más poderoso y más conocido, el cual se titula sultán ó rey de Segu. Su madre es hermana del rey Alin, del otro imperio fula occidental fundado por su ascendiente el célebre Otmandan-Fodí. Gracias á esta relación se puede formar una idea de lo que vienen á ser los fulas en esta región del África, á saber," un pueblo dominador, musulmán fanático, de origen incierto pero venido probablemente de la parte nordeste, y que vive diseminado entre las tribus negras sometidas á sus jefes marabutos. No hay que decir que la raza invasora y conquistadora, evaluada de 6 á 8 millones de almas, se ha apoderado de una gran parte de la propiedad y se reserva todos los empleos gubernativos. Hállanse en mayor número en algunos puntos que en otros; en el curso medio del Níger hasta Say forman establecimientos y cortijos aislados; en otros distritos sólo grupos. Como mahometanos fanáticos y marabutos saben leer el Coran, y mantienen muchas escuelas elementales al estilo árabe en que enseñan á leer, escribir y aritmética, en árabe se entiende. Su propio idioma, que como ya dijimos al principio pertenece positivamente al tronco negro, domina en el África central, y cieron en el desierto de Sahara para aislarse de las otras tribus musulmanas y entregarse con más libertad á las prácticas de su religión. Los jefes de esta raza se enseñorearon de toda la parte occidental del África, fueron los soberanos de la Mauritania ,' fundaron el imperio y la ciudad de Marruecos y'se establecieron en España. Llámase también marabüto el religioso anacoreta mahometano que cuida de una mezquita ó capilla rústica O de un sepulcro.

por lo menos lo entienden en todas partes. En algunas, empero, han adoptado los vencedores el idioma que encontraron en el país, como en Tenda, donde hablan el mandingo. Los grandes soberanos gobiernan sus territorios por medio de un gran número de sultanes inferiores que mantienen un serrallo y viven en la mayor indolencia. La industria principal es la cria de ganado bovino y el cultivo de la tierra. No descuidan la cria caballar, tienen rebaños de ovejas y de cabras y asnos que con los bueyes sirven de animales de carga. Sus vacas son poco lecheras, y la mejor da menos leche que una buena cabra europea. Dft la leche sacan excelente manteca como todas las tribus negras del interior, pero no han llegado á fabricar quesos. Los productos principales agrícolas son el arroz, maíz, sorgo, algodón, y además cultivan muchos árboles frutales y legumbres. La sal es escasa y cara, y la suplen con pimienta, genjibre y otras especias. En las industrias manuales son también bastante hábiles y hasta artistas. Las mujeres hilan el algodón y los hombres tejen en, común en medio de la calle ó en una plazoleta; otros dan brillo y una especie de apresto á los tejidos machacándolos con un picador. También fabrican esteras con hermosas combinaciones de colores, artículos de cestería, calzado, curten pieles ó arreglan sus armas, que consisten en lanzas, azagayas, escudos, arcos y flechas, machetes y hoy día en primera línea fusiles. El comercio principal hácenlo con pepitas de oro y esclavos que cambian con objetos de vidrio, telas europeas, plata, en especial pesos duros austríacos de María Teresa, sal y armas. Un esclavo regular se evalúa en 20,000 cauris, que es la moneda corriente en toda el África central. Nuestros lectores saben que el cauri es una concha marina, la Cppraea moneia, que abunda en el mar índico y es objeto de un comercio de importación en África, donde las ensartan en número de 10, 80, 800, etc., para servir en lugar de dinero. También se hacen muchas transacciones pagando con trozos de percal inglés. El ganado mayor se evalúa en esclavos y fracciones de esclavo que naturalmente se pagan en otro género, ya sean cauris, una manta, un vestido ó una criatura esclava. Los esclavos son bien tratados, van con los fulas y otros hombres libres á la guerra, están bajo el amparo de la ley y á la muerte de su amo y en otras ocasiones solemnes recobran con frecuencia la libertad. Los viajeros concuerdan en describir el pueblo fula como muy formal, respetable y afable con todo el mundo sin distinción de clases. Como todos los mahometanos, son hospitalarios, auxilian á los extranjeros en todo cuanto pueden, socorren los enfermos y ancianos, y en épocas de hambre hasta á los pueblos negros vecinos. No obstante son valientes como el pueblo más guerrero, y cazadores hábiles'y arrojados de leones, tigreá y elefantes, cuyos colmillos forman un ramo de su comercio y cuya carne comen fresca, ahumada y cecinada. Tienen sentimientos rectos y de justicia, y leyes suaves que se aplican con mucha humanidad. Los delitos más comunes se castigan con multas. El traje usual es para los hombres una camisa de percal con mangas largas y anchas, y numerosos pliegues alrededor del cuello. Las mujeres se ciñen el bajo vientre y caderas con una larga faja de percal, dejando la parte superior del cuerpo desde el ombligo arriba desnudo. Los jóvenes de ambos sexos suelen ir hasta la pubertad enteramente desnudos, á excepción de un mandilito. Muchos hombres llevan el cabello repartido en trenzas, como las muchachas alemanas, y cubren la

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EL MUNDO ILUSTRADO. cabeza con sombreros de mimbres finos, adornados con vistosas plumas. Las casas de los fulas son hechas de adobes y contienen dos aposentos, sirviendo el uno de troj y de despensa. Los techos son planos como las azoteas en las viviendas de la gente acomodada. Los pobres se construyen chozas con paredes de barro y techo puntiag-udo ó esférico de bálago, pero tan bien trabajados que resisten todas las intemperies. En el interior reina la limpieza más escrupulosa. Las camas son poyos cubiertos con esteras y mantas, según la opulencia de la familia y la estación. Los caminos y las calles de las poblaciones están bien cuidados. LOS NEGROS DEL SUDAN CENTRAL. Junto á Chene, á orillas del Níger, en el país de Masina, es el límite de los idiomas mandingos ó mandes. Desde allí éntrase en el territorio de la lengua Msur, que hablan especialmente las tribus kisuras ó n'kisuras dirimana, macara y cldmbala, raza negra hermosa y civilizada que profesa la religión mahometana, pero con menos fanatismo y más tolerancia que los fulas. Junto con el kisur úsase también mucho, el árabe. Estos pueblos son muy inteligentes, crian ganado y cultivan la tierra, siendo los productos principales el maíz, el sorgo y el tabaco. Los trabajos del campo incumben á los esclavos, mientras los individuos libres prefieren dedicarse al comercio y á los oficios de sastre, zapatero, herrero, albañil, mozo de cordel, corredor y auxiliar de mercado y otros por el estilo. El sultán ó cacique vive del mismo modo que sus subditos, que comen en general muy bien, haciendo dos comidas diarias muy sustanciales con carne: no impone tributos ni impuestos y se contenta con los presentes que le hacen voluntariamente los negociantes extranjeros que visitan el país ó la aldea. La base de la alimentación es el arroz. Las mujeres que no van tapadas cuidan de los trabajos de la casa, guisan, lavan, cosen é hilan algodón; las hijas ayudan á las madres. Las ciudades son grandes y populosas como Chine y Timbuctu, ó pequeñas, pero siempre circuidas de murallas de 3 á 4 metros de alto y 4™50 de espesor. Las casas sólo tienen bajos y azotea, las ventanas dan al corral ó 'zaguán y no á la calle. No falta la escalera para subir á la azotea. La cocina por lo general se hace al aire libre. Muebles en sentido europeo no hay; los kisures hacen como los moros: se sientan, comen y duermen en el suelo sobre esteras ó alfombras que compran, lo mismo que las perlas de vidrio, el ámbar, el coral, la sal, las escopetas y los tejidos y demás objetos europeos, en el mercado de Timbuctu ó • de su localidad en cambio de pescado, marfil y esclavos. En el Níger tienen lanchas de 30 metros de largo por 6 ó 7 de ancho que llevan hasta 80 toneladas de carga y son movidas á fuerza de remos. Las armas de fuego son hoy las más generalizadas. Todos saben leer el árabe, pero no todos comprenden lo que leen. Tienen muchas escuelas elementales y hasta una superior donde se estudia el Coran. El que sabe este libro de memoria es considerado como sapientísimo. En el norte del territorio del África habitado por la raza negra, allí donde confina con la raza berberisca, encuéntrase vecina á la raza mandinga la de los negros sonrais, que algún dia eran el pueblo dominante en el Sudan, habiendo conquistado el imperio mandingo fundado á su vez sobre las ruinas del imperio berberisco de Ganata. Esta raza habla venido desde las orillas del Níger en su curso medio, donde desde tiempos remotos

habla recibido cierto grado de civilización del Egipto, con cuyos habitantes mantenía algunas relaciones mercantiles. Más tarde recibieron por la misma vía el islamismo y lo llevaron al norte, donde fundaron su gran imperio que se extendía desde Timbuctu hasta el lago Chad, siendo por el año 1592 invadido y destruido por hordas marroquíes que se establecieron en el país y dieron lugar á una raza mestiza, llamada ruma, que pretende ser superior á la negra. El idioma sonrai, que se habla en toda la extensión del territorio que algún dia subyugaron, recibió forma gramatical por su contacto con los berberiscos y árabes, y no tiene sino una afinidad lejana con los demás idiomas de negros. El color de los sonrais es un negro que tira á pardo; el cabello es rizado pero largo; el cuerpo esbelto y los rasgos del rostro finos y elegantes; la cabeza y cara son pequeñas y las pantorrillas faltan. Poco se sabe de sus costumbres, porque es la gente menos amable y menos hospitalaria de toda el África. Su traje consiste en un simple mandil de cuero; sus chozas son de barro

Sartas de cauris.

con techo cónico y su ocupación el cultivo de la tierra, en especial de cereales, y la cria de ganado. Al sur de los sonrais viven los Musas, pueblo muy inteligente desde antiguo y cuya lengua armoniosa y rica en formas gramaticales se extiende mucho más allá del territorio habitado por esta raza -negra, siendo el idioma mercantil desde Agades en el norte hasta Benin en la orilla derecha del Níger. Es idioma africano mezclado con muchos vocablos de origen semítico y hamítico; pero su grande extensión y riqueza hace suponer que este pueblo debía algún dia ser poderoso. Hoy forman los bausas el núcleo de la población del gran imperio fula de Socoto, que antes era el imperio bausa, tanto que en la capital, Garon-Bauchi, y en la corte, como en otras ciudades del imperio, se habla el bausa con preferencia al fula. Los herreros gozan entre los fulas y bausas, como en muchísimas otras naciones negras, de grandísima consideración: no pueden ser nunca esclavos, y en la corte citada ocupa el maestro principal del gremio hasta uno de los puestos más importantes. JUAN MONTSERRAT Y ARCES. (Continuará),

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EL MUNDO ILUSTRADO. Vestiduras, informes é indistintos Al sumirse en las sombras del crepúsculo, Ya como ancianos druidas, con sus voces Proféticas y tristes, permanecen, Ya como bardos con la luenga barba Reposando en el pecho fatigoso: Desde sus pétreas grutas con a i r a d a s Voces pregunta el próximo Océano Y en acentos de triste desconsuelo Respóndele el gemido de los bosques.

TRADICIÓN DE LA ACADIA. POEMA DE

ENRIQUE W. LONGFELLOW.

Esta es la selva primitiva, pero ¿Dónde están los ardientes corazones Que un dia palpitaron, como el corzo • ' Cuando oye resonar, siempre temida, La voz del cazador en la maleza? ¿Dónde yace la aldea y sus techumbres. Hogar de los colonos de la Acadia? (1) Hombres aquellos fueron, cuya vida , , , Se deslizó cual rio oscurecido Por las sombras siniestras de la fierra,

TRADUCIDO DIRECTAMENTE DEC INGLES Y ANOTADO P O R

DON

FEDERICO

RAHOLA.

(IS4V)

Esta es la selva primitiva donde La cicuta y los pinos m u r m u r a n t e s , Barbados por el musgo, con sus verdes

'ífl'T^JWIf» KsT-

Esta es la selva primitiva donde...

Mientras refleja el azulado cielo. I Cuan dilatados son tan bellos campos , Y sus dueños partieron p a r a siempre! Desparramados como el polvo sutil, Y las hojas llevadas por el viento Poderoso de octubre, que en sus giros Las envuelve t e n a z , y las esparce A lo lejos del m a r , de igual manera Sólo la tradición se h a conservado De la aldea feliz de Prado-Grande. Todos quienes creáis en el afecto Del que paciente a g u a r d a y persevera, Todos quienes creáis en la pujanza Del bello amor de un corazón de virgen, Oid la tradición, triste, siniestra, Contada por los pinos de aquel bosque, Escuchad la de a m o r terrible historia De .\cadia, un tiempo hogar de los dichosos

PRIMERA

PARTE.

I

-

En suelo de la Acadia, de las playas De la bahía plácida de Minas Apartada bastante, distinguíase En el valle fructífero la aldea De Prado-Grande breve y venturosa. Hacia el oriente, vastas praderías Su verdor desplegaban hechicero Dando nombre al lugar, y fresco pasto A rebañíos sin número crecientes.

(1) Nombre que t uvo la Nueva-Escocia mientras fué establecimiento colonial francés. Los franceses se establecieron allá en 1602, habiendo, por la paz de Utrech en 1113, sido incorporada a los Estados-Unidoí por los ingleses. En el curso de la traducción hemos dejado de citar algunos nombres propios de lugares en provecho de la buena medida de los versos, puesto que es imposible conseguirlo dada la longitud y difícil pronunciación de los nombres ingleses.

EL MUNDO ILÜSTRABO.

EVANGELINA.—Con «u paso solemne hasta la calle el párroco bajaba, y los chiquillos..

EVANGELINA.—Pasando á la mañana por la calle..

T . M U . (PKIMEBA BÉniE).—T. IV. (SEGDWDA S É R I E ) . - E 5

2Í3

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EL MUNDO ILUSTRADO. Diques que levantó la industria humana Con incesante esfuerzo contenían Las turbulentas pródigas mareas, Mas en llegando favorable el tiempo, Se abrían las compuertas y las olas Vagaban á su antojo por el prado. Hacia el Sud y el Levante, se mostraban Los huertos y los campos de brillante Lino, con los de espigas movedizas. En el Norte se alzaba la floresta Y el bosque secular ; sobre los montes Las nieblas de la mar estableoian Sus blancos pabellones, sin que nunca De su elevado asiento descendiesen. Allí, entre los sembrados, reposaba' La aldea, que fué escena de esta historia, Bien cimentadas sus viviendas eran Con troncos de castaños y de robles. Como construye la normanda gente Allá, de los Enriques en el reino. Bien cubiertos sus techos se inclinaban Con buhardas y aleros proyectados Sobre el duro terreno, resguardando El umbral de la puerta con su sombra. Alié en las tardes-plácidas de julio Cuando el sol brillador iba á su ocaso La calle iluminando suavemente. Las veletas dorando en el remate De las negras, ahumadas chimeneas; Matronas y doncellas adornadas Con su gorra de nieve y sus mantones De color escarlata, azul y verde, Hilaban con la rueca el áureo lino Para el telar, murmurador eterno. Que dentro del hogar mezclaba dulce El ruido de la inquieta lanzadera Y el canto de las niñas venturosas. Con su paso solemne hasta la calle El párroco bajaba, y los chiquillos, Suspendiendo los juegos infantiles, Besábanle la mano, que extendía, A todos bendiciendo conmovido: Éntrelos grupos iba satisfecho Y bien su lento acceso revelaban Las madres y las hijas, al alzarse • Dándole su más cara bienvenida. Entonces, los cansados labradores Volvían á su casa desde el campo Y el sol serenamente descendía Reinando los matices del crepúsculo. Mientras que en el enhiesto campanario El Ángelus sonaba dulcemente Y encima de los techos de la aldea Se elevaban columnas de humo pálido ^•Goríio vapores de notante incienso; Con ellos remontábanse á porfía La paz de cien felices corazones Y la alegría del hogar dichoso. Así vivían juntos, confundidos. En el amor de Dios, y en el del prójimo, Lejanos tanto del temor perpetuo Que con la tiranía infausto crece. Como ajenos del vicio y de la envidia (Hijos de la república constantes). Que ni babia cerrojos en las puertas, Ni trancas defendían sus ventanas, Pero sus casas eran como el día Claras, y como el alma de sus dueños: El más rico de entre ellos era pobre Y el más pobre vivía en la abundancia. Distante de la aldea y más cercano, Próximo al mar, moraba Benedicto, El más rico colono de la Acadía. Sobre sus bellos campos excelentes Vivia, la morada gobernando, . Su gentil y feliz Evangelina, Muchacha hermosa, orgullo de la aldea. Era augusto el aspecto del colono, Sufrido había ya setenta inviernos; Cordial y fuerte, recordaba el roble Cubierto por la nieve, con su blanca Cabellera nevada y sus mejillas . Del color de las hojas de aquel árbol. Su rubia niña, sólo diez y siete Veranos conocía en su existencia;

Negros sus grandes ojos como mora Que brilla entre las zarzas del camino, ¡cuan suave y tentador relampagueo Mal velado brillaba tras la sombra De sus pestañas negras I Era dulce Su aliento como es dulce el de las vacas Que pacen en el prado. Daba gozo, A la siega mirarla al medio día, Llevar á los cansados segadores Cerveza fermentada en su vivienda. ¡En verdad era hermosa aquella virgen! Pero más todavía, en el domingo. Mientras esparce la campana al aire Sus fervientes tañidos, como el oura Con el hisopo esparce agua bendita Sobre sus fieles juntos que bendice, Pasando á la mañana, por la calle Con su rosario de menudas cuentas Y su devocionario, con el manto Y la gorra normanda; en sus orejas Brillaban los pendientes construidos En las Gallas, en época rempta. Desde entonces cual bienes vinculados Las madres las transmiten á sus hijas Por espacio de cien generaciones. Celeste resplandor en su faz bella É idealidad etérea aprisionada En sus formas lucían cuando alegre Regresaba á su hogar serena y dulce Después de confesarse y con la santa Divina bendición dentro del pecho. Cuando había pasado por la calle Parecía cesar con sus pisadas La música más suave y exquisita. Su casa construida firmemente Con vigas de nudosos fuertes robles. Estaba al lado de feraz colina Que dominaba el mar. Un sicómoro Daba sombra á la puerta, y sutil parra Se enlazaba á su tronco lujuriante. El portal esculpido con rudeza. Dos poyos ostentaba; breve senda Se perdía en lo verde de los prados Serpeando á través del vasto huerto. Estaba bajo el sicómoro, dulce Colmena que amparaba un cobertizo. Como el que se contempla en otras tierras Al lado del camino, resguardando Cepillo destinado á la limosna O la bendita imagen de María. (Continuará).

SEGEST ENTREGA SU HIJA THUSNELDA AL GENERAL ROMANO GERMÁNICO. CUADRO DE RICARDO BOHM.

(Véase el grabado de las páginas 276 y 2T7).

Notable coincidencia es por demás el que la esposa del primer alemán cuyos esfuerzos en pro de la patria nos son conocidos, sea, no sólo la primera mujer alemana cuyo,nombre cita la historia, sí que también aquella en que con más energía se encarnaron las virtudes que admiramos en laá antig-uas godas y que mostramos á nuestras mujeres como las más dignas de imitación. Thusnelda, que tal es el nombre de nuestra heroína, ha sido con su dolorosa historia un ejemplo convincente para el pueblo alemán de lo que podía esperar de la

EL MUNDO ILUSTRADO.

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desunión y discordias civiles en que por tantos siglos dente, pudo ser luego rescatado por sus compañeros. De t a vivido. nuevo sufrió Arminio un fatal golpe, cayendo su esposa Ninguna idea de lo que era el sentimiento nacional en poder de su enemigo. Para librarla reanudó la tenian los primitivos germanos. Cada tribu vivia aislada lucha con más ardor y con una audacia digna de mejor y á lo más uníanse algunas veces á causa de alguna suerte emprendió el sitio del castillo de Segest que huguerra. biera indudablemente tomado á no ser por la traición de Hallábanse á la sazón los romanos en las fronteras del un hermano de su esposa, de Segismundo, que después Rhin organizando la Galia que, como provincia con- de haber sido su fiel compañero en la lucha por la indequistada, habia sido definitivamente agregada al impe- pendencia, mostróse digno hijo de su padre llamando rio. El brillante éxito de sus empresas, la superior cul- á los romanos para combatir á sus antiguos compatura de los romanos, su aparatosa magnificencia, su» ñeros. artísticos templos y pintorescas moradas, las fiestas Arminio no pudo resistir el empuje de las legiones y ruidosas, los ejercicios militares, los mercados llenos de con el castillo tuvo que abandonar Thusnelda á los los ricos productos de Italia y del Oriente, eran más romanos. Durante su cautiverio, según Tácito, no derque suficiente para deslumbrar y avasallar á aquel sen- ramó la desgraciada esposa una sola lágrima, jamás se cillo pueblo. despegaron sus labios para implorar compasión. El engañoso esplendor de la vida militar inducía á En muestra de su agradecimiento á Germánico y de millares de germanos á seguir á las laureadas legiones, su odio por Arminio, entregó Segest al general romano pasando después á servir á los triunfantes emperadores á su propia hija, á Thusnelda, la esposa de su eneallende los Alpes, y pudiendo contemplar admirados migo. aquel país donde la Naturaleza parece desplegar todas Tras el carro triunfal de Germánico fué llevada á sus galas y donde se hallaba la poderosa Roma con sus Roma la infeliz germana, donde dio á luz un hijo, al que extensos palacios, innumerables monumentos y coloso estaba reservado un trágico fin. Desgraciadamente el anfiteatro. Al regresar á sus hogares mostraban tanto libro de Tácito en que podríamos hallar noticias acerca entusiasmo por los señores del mundo, entonaban tantas de él se halla extraviado, pero la triste suerte de Thualabanzas en loor de Roma y de su poderío, eran tan melicus vive aun hoy en la memoria de los alemanes y fantásticos los relatos de las maravillas que habían constituye el argumento del popular drama El gladiador visto, que resonando en los bosques iban á penetrar en de Rávena. las humildes chozas despertando en sus sencillos moraPerdida su esposa, la cólera de Arminio no conoció ya dores el ardiente deseo de ir también á gozar de aquella límite alguno. Ora contra los romanos, ora contra aqueuiagnificencia. Así fué como casi todos los pueblos de la llos germanos que le habían negado su auxilio, sostuvo derecha del Rhin llegaron á ser aliados de Roma. continuas luchas. En una de éstas venció á MoroboNo obstante, recelosos algunos del poderío romano duus, que tuvo que refugiarse entre los romanos, donde rehusaron recibir abiertamente á sus nuevos amigos, y halló la muerte en el mismo sitio que el hijo de su advercomo Quintilio Varo intentara proceder del mismo modo sario. que poco antes lo hiciera con los afeminados y envilecidos Acerca el fin de Thusnelda nada se sabe. En cuanto á sirios, excitóse tanto ladignidad de aquellas tribus que Arminio, después de una lucha de doce años en defensa unidas como un solo hombre y con Arminio á la cabeza de la unidad y libertad de la patria, pereció traidorapresentáronse amenazadoras á los romanos. Pronto su- mente asesinado por sus propios parientes á la edad de frieron éstos el castigo de su prepotente conducta, pues treinta y siete años. en la célebre batalla de Teutoburg dieron completa «Así cayó el hombre que debe considerarse como el cuenta de ellos aquellos bravos cheruscos. libertador y salvador de Germania, dice el historiador Arminio (al que los alemanes dan preferentemente el romano, el caudillo que como ningún otro osó provocar . Hombre de «Hermann»), que habia estado en otro tiempo y atacar á Roma, lo mismo cuando era aun débil como al servicio de Roma logrando algunas dignidades, no cuando se halló al colmo de su poderío, el héroe que si logró después de su victoria separar á las demás tribus pudo ser vencido en alguna batalla no quedó jamás de la amistad romana, de manera qué su propio her- anonadado.» ¡Lástima grande que haya quedado descomano Flavio el Rubio y otros de sus parientes mostrá- nocido su verdadero nombre! Ningún vestigio de él banse inclinados á ella. El mismo Moroboduus, poderoso hállase en las escrituras griegas y romanas. Sólo para Caudillo de la Germania oriental en quien los adalides sus glorias han guardado aquellos pueblos sus rede la independencia confiaban para realizar sus planes, cuerdos. reprobaba públicamente las tentativas de sus hermanos La posteridad, sin embargo, ha sido más justa. En de la otra parte del Rhin, y para atestiguar su deseo de medio de la general satisfaccipn que la liberación y conservar la paz con los romanos, envió á la señora del unidad definitiva de la patria germánica ha causado, mundo la cabeza de Varo, que Arminio le habia hecho no ha sido olvidado el primer héroe de la independencia, entregar como reclamando su auxilio. levantándose en la venerada selva de Teutoburg un !, Pronto se rehicieron los romanos que, con los refuer- monumento á su memoria que es la personificación del zos de Germánico y favorecidos con la división de sus ideal de la patria, la Germania, y quien contemplare adversarios, fueron vencidos unos tras otros. aquella estatua, que es la imagen de Thusnelda, conserAl frente de los amigos de Roma hallábase Segest, vará firme la idea del engrandecimiento de la nación el padre de Thusnelda, el padre de aquella doncella alemana.—D. objeto de la veneración de los germanos, .que con log más tiernos lazos del corazón hallábase unida al libertador de su desagradecido pueblo. • . Sm que 1^ arredrara la cólera de su padre, habia huido Thusnelda á unirse á su amado Arminio, estallando con esta ocasión la guerra fratricida en la que la razón debía quedar vencida. Durante la lucha llegó Segest á hacer prisionero á su aliado yerno que, gracias á un feliz acci-

SEGEST ElSfTREGA SU HIJA THÜSNELDA AL G B ^ Í -

OMANO

„ página 274) (Véase'"

GERMÁNICO.—CUADRO DE RICARDO BOHM.

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EL MUNDO ILUSTRADO.

MAPA DE LA PROVINCIA DE VALENCIA.

¡Valencia! ¿Quién al oir este nombre no imag-ina inmediatamente una extensión de terreno más ó menos accidentado, valles risueños, onduladas lomas, huertas deliciosas, campos amenos, y serpeantes rios que acá y acullá desangrados contribuyen á dar vida y hermosura al cuadro limitado en una de sus partes por azulada línea?... Tal es Valencia considerada en globo, y tal también la provincia cuyo mapa ofrecemos hoy á nuestros lectores. Colindante al norte con las provincias de Castellón y Teruel, al este con el Mediterráneo, al sur con las provincias de Alicante y Albacete, y al oeste con las de Albacete y Cuenca, extendida en tierras comprendidas por las cuencas del Guadalaviar ó Turia y del Júcar, tiene una extensión de 289 leguas cuadradas. Llana por punto general en las cercanías de la costa, ofrece sierras y picos hacia el interior á medida que se vá acercando á esa irregular é inmensa cordillera llamada Ibérica, sierras y picos determinados por montañas que alterosas y escarpadas unas veces (Cabrillas, Enguera, etc.), elevadas, iguales é imponentes otras (Játiva, etc.), originan valles más ó menos extensos (Chelva, Rincón, Onteniente, etc.) El Guadalaviar por una parte y el Júcar por otra contribuyen á dar más feracidad y vida al cuadro que describimos, y sin embargo, á causa del gran número de afluentes que reciben estos rios no son tan caudalosos como al parecer debieran. Nacido el primero en la Muela de San Juan allá en uno de los recodos de Albarracin y formado ppr las vertientes orientales y meridionales de la sierra de Tremedal, se dirige hacia el sur, baña á Teruel, donde recibe allí cerca y en-su izquierda el rio Alfambra, sigue luego su curso hacia el suroeste, recibe las aguas de los arroyos Chelva, Javalambre, etc., baña las inmediaciones de Liria, entra en la fértilísima llanura precursora de la valenciana, desángrase en multitud de canales y acequias que recuerdan la inteligencia y buen acierto de los árabes, y vá á. desaguar al mar junto al Grao después de haber lamido los muros de Valencia. El Júcaf cual el Turia trae su origen de la Muela de San Juan, lame, si así puede decirse, la cordillera Ibérica en sentido de norte á sur, sepárase del Gabriel, afluente suyo, que también'nace en la mencionada Muela, baña á Cuenca, recibe 'algunos afluentes, atraviesa parte de la provincia de Albacete, recibe algo más allá de Cofrentes al Gabriel, y vá á desaguar al mar junto á Callera después de haber bañado á Alcira y á Sueca. Entre el Turia y el Júcar extiéndese la gran laguna llamada A Ibu/era, que comunica con el mar por una angostura Uam&daffolade la Allvfera. Regado el país que describimos por las dos citadas corrientes, con un clima benigno y un suelo feraz, ofrece una riqueza y variedad dé producciones sorprendentes: el naranjo, el limonero y el arroz son los más abundantes; el maíz, la cebada, vino, aceite, esparto, algarrobas, etc., son las que en huertas, en valles y en montes acá y acullá se recogen. Do quiera se extienda la vista vese la influencia de una mano activa é industriosa, do quiera se nota el movimiento que acusa trabajo, y do quiera se contemplan productos atesorados, ora por el industrial ó fabricante, ora por el pescador ó el marino. Aquellos insectos que un dia nos trajeran de Oriente pacientes

misioneros, los gusanos de sed-a, tienen aquí particular asiento y constituyen una de las primeras riquezas, cual la constituye la fabricación de los productos conocidos generalmente por el nombre de azulejos. El esmero, solicitud y buen gusto que al cultivo y á la industria domina acusa en el país un panorama encantador y delicioso, cuya variedad de objetos y de tintas hace más atractivo y halagüeño, y á cuya belleza de un modo poderoso contribuyen la accidentacion y bonitas llanuras que el país ofrece. Aquí y entre escarpadas rocas nótase el genio del agricultor que se ha empeñado en que de las mismas piedras broten productos, allá se levantan esbeltas y cimbreantes palmeras que en verdaderos bosques agrupados nos recuerdan los oasis del África, más allá extiéndense numerosos árboles frutales riqueza del labrador que los cultiva, más acá verdes y pantanosos arrozales nos advierten de una de las genuinas producciones del país, si es que de tal podemos considerarla, intermedias se dibujan las chozas que ostentando en su cúpula ondeante crucecita nos recuerdan la división de moros y cristianos en los habitantes de otra época, y por do quiera atraen nuestra atención variedad de objetos y de productos cuya contemplación nos alegra y embelesa. Y cuando más satisfechos estamos, cuando creemos que no puede caber mayor goce, cuando nos sentimos absortos ante tal espectáculo, despiértanos de nuestro estupor el balsámico y halagador.aroma de los naranjos que en innumerables bosques en fértilísimas llanuras se extienden. ¡Qué bello! ¡qué magnífico! ¡qué delicioso! ¿Qué de particular ni de extraño, nos decimos, se califique esta tierra el jardín de España? Aquel suelo parece otro suelo, aquel país parece otro país, y nos lo parece en mayor grado cuando lo atravesamos después de haber recorrido aquellos inmensos mares de tierra denominados La Mancha. ¡Qué tristeza, qué frialdad siente el corazón ante aquel país, donde no se ven ni árboles, ni plantas, ni casas, ni siquiera hierbas! ¡Qué melancolía ante aquella soledad sólo turbada de cuando en cuando por aquellos molinos que á don Quijote le parecieron desalmados gigantes! Y sin embargo, ¡qué gozo! ¡qué alegría! ¡qué satisfacción se experimenta pisando el suelo valenciano! ¡Qué!... no nos dejemos llevar del entusiasmo y conozcamos las poblaciones que cual esplendentes estrellas tachonan tan hermoso país. Entre la multitud que acá y acullá se levantan aparecen como más notables: Albayda, ^dhl&cioxí de 3,000 habitantes, de hermosos alrededores y abundante en trigo, cebada, vino, aceite, seda, legumbres, lienzos, aguardientes, esparto, etc. A Iberique, á 5 kilómetros oeste de Alcira, con 6,000 habitantes, suelo muy fértil poblado de ricas huertas y abundante en arroz, maíz, seda, vino, aceite, etc., y con una iglesia cuyo campanario aparece en forma de una torre cuadrada. Alcira, situada en una isla del rio Júcar, con dos puentes de piedra sobre éste, magníficas huertas y arrozales, y con una cueva que ostenta bonitas estalactitas, llamada la cueva de las maravillas, k AWKiuieivos oeste de Alcira. Fundada al parecer por los fenicios de Tiro se llamó Tiris, los cartagineses la denominaron Sacro y los romanos según unos SelaMcula y según, otros Suero. Los árabes la designaron por el nombre de A Igezira, del cual procede el que hoy tiene. Jaime I el Conquistador la tomó de los árabes en 1239, un año después de haber tomado á Valencia. Esta población ha sido patria de algunos hombres ilustres, y entre otros del poeta Vicente Gallo de Siurana, muy celebrado por el insigne Lope de Vega. Cerca de esta villa hay un bosque que se cuenta

EL MUNDO ILUSTRADO. fué teatro del martirio de san Bernardo y de sus hermanas María y Gracia, en ag-osto de 1180. Figuran en sus armas las de don Jaime y una llave en foja con el lema Ciando regnum et apeno. Benisanó, pueblecito notable sólo por la fortaleza y castillo en que estuvo preso Francisco I de Francia al caer prisionero en la batalla de Pavía en Italia y cuando de paso por Valencia era conducido á Madrid. Catarroja, población compuesta por casas y chozas ó barracas, con 4,400 habitantes, hermosas huertas, buenos molinos harineros y de aceite, y con producciones de seda, arroz y granos. Carlet, pueblo cuya importancia iguala al anterior, con un antiguo convento, dos ermitas, 4,200 habitantes, y buen comercio en seda, aguardiente, vino, trigo, aceite, etc.-Se crian en él muchos gusanos de seda. Enguera, á orillas del Escalona, con bueaa campiña, y buenos paños, ganados, trigo y cebada. Gandía, población de mucha importancia y una de las más fértiles y preciosas. Sus alrededores son de lo más delicioso que ofrece la provincia: produce seda, judías, granadas y maíz, y está bañada por el Alcoy. Tiene un antiguo palacio, un pequeño puerto, esbeltas murallas que la circundan, y 35,000 habitantes. El rey don Martin la dio á título de ducado á don Alfonso de Aragón y pasó después á las casas de Borja, Benavente y Osuna. Játiva, otra de las poblaciones de verdadera importancia, levántase á orillas de los ríos Guardamar y Albayda. Estuvo murada y castillada y conserva hoy recuerdos de una y otra circunstancia. Se recogen buenos linos, cáñamo, etc., habiéndose distinguido tanto en lo antiguo por sus lienzos que Plinio los reputaba los mejores y Sillo Itálico los prefería á los más bellos de Arabia. Esta población es la antigua ;iS'«te5íS de los romanos. Los moros la llamaron Játiva, y Felipe V, en castigo por haberle opuesto obstinada resistencia, quiso que se denominara San Felipe. Hoy se conoce por el nombre de San Felipe de Játiva. Fué conquistada de los moros por don Jaime I de Aragón y ostenta como armas una fortaleza de tres torres con escollos y encima las barras de Aragón. De 16,000 habitantes, ha sido patria de grandes hombres, entre ellos los pontífices Calixto III y Alejandro VI, el historiador árabe Mohamet-Abu-Amer, el matemático José Chaix y el pintor José Ribera, conocido por el Españólete. En su castillo fué muerto traidoramenté el conde de Urgel. Jarafml, pueblo pequeño á orillas del La Hoz y en el valle Cofrentes. Liria, á orillas del Guadalaviar, población magnífica y grande, con algunas ermitas en sus alrededores, 9,000 habitantes y producciones tales como esparto, seda, arroz, etc. Es la antigua Lauro y la más antigua Edeta. Fué capital de la Edetania, conserva muchos restos romanos, fué tomada de los moros por Jaime I de Aragoneu 1252, y fué convertida en título de ducado por Felipe V, concedido á la casa de Berwick. . '^^teniente, en el valle de Albayda, á orillas del Clanano, bonita población y bonitos alrededores. \£¡1^^^~^^^^' segunda Cartuja de España fundada en 1272 por fray Andrés Albalat, obispo de Valencia, en el entonces valle de LuUen. Un distinguido escritor de á principios de este siglo, que es cuando todavía se hallaba en su esplendidez esta Cartuja, dice de ella: «Colocada en una altura y en el centro de tierras fértiles, domina una vasta extensión de campiñas hermosas y ricas. Todo respira aquí paz y tranquilidad; todo es sencillo y campestre, pero agradable. Las celdas aseadas tienen una sencillez elegante; los jardines son variados y conservados con esmero; los sepulcros en donde se depositan los

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cuerpos de los religiosos tienen una belleza particular, sombreándolos palmas y difundiendo por el aire perfumes que amortiguan los olores infectos de los miasmas que exhalan los cadáveres. »La iglesia encierra una colección de mármoles y muy buenas pinturas de Cano, Espinosa y Ribalta, entre las cuales se distingue una Virgen dando de comer al niño Jesús. Hay también una estatua de la Virgen, de Ignacio Vergara, y pinturas al fresco de Luis Planes que cubren la bóveda del presbiterio. Se ve en la sacristía un niño Jesús rodeado de serafines, un san Juan Bautista en su infancia, un san Juan Evangelista también en su niñez, un Nacimiento de Jesucristo, etc. Tiene una hermosa huerta regada con las aguas que recogen de todos aquellos barrancos en tres grandes balsas, recibiéndola potable del vecino monte por medio de un acueducto construido en tiempo de los Reyes Católicos. De nada carecen estos religiosos, aunque habitan en paraje tan escabroso. ¡Tanto puede el terreno ayudado de los brazos del hombre!» El viajero que hoy la visita podrá convencerse de la exactitud de la descripción. Sueca, población de bastante importancia con calles bonitas y anchas, buenas huertas y caseríos con iguales productos que en la generalidad de las demás y 11,000 habitantes. Sagnnto ó Murviedro, antiquísima y célebre población que ha llenado un papel dignísimo en la historia antigua de nuestra patria. Colocada á orillas del Palancia y situada al pié de una montaña de mármol casi negro con franjas blancas, ofrécese Sagunto al viajero como eco de lo que fué en otros tiempos, y como recuerdo perenne del sentimiento patrio profundamente arraigado. Aquellas murallas, aquellas calles, aquel teatro en ruinas, aquel circo también en ruinas, y aquellos restos que acá y acullá se esparcen, llevan la mente á otra época, ñuyen al corazón sentimientos nobles y generosos, siéntese uno como transformado y admira y exalta una vez más á aquellos que antes que vencidos y sojuzgados prefirieron la libertad é independencia que dan la muerte. Es una verdad innegable que todo lo noble y lo grande infunde veneración y respeto, y una y otro se sienten aquí al recorrer allá en nuestra imaginación una historia siempre grande, siempre hermosa, y sobre todo siempre admirable. Y á ello contribuye la Naturaleza que en los alrededores de la invicta ciudad se ostenta rica y variada, sorprendente y bella. Aquí no hay el .sello de una generación sola, hay el sello de innumerables generaciones, cada una de las cuales ha ido depositando un recuerdo, una grandeza, un heroísmo. ¡ Respetemos cuantas ruinas nos elevan la mente á tales consideraciones, y clamemos para que continúen en venideros siglos recuerdo mismo del que hoy nos despiertan! Sagunto hoy no es lo que fué un día; hoy notamos restos, no todos, y en ellos hay algunos de admirabilísimos. Do quiera se observan inscripciones celtibéricas y romanas, no tanto en algunos edificios de moderna construcción como en las antiguas fortificaciones. Del gran número de estatuas que adornaban sus templos y sus edificios apenas quedan señales. Lá mayor parte ó han desaparecido ó han ido á adornar otros edificios, quedando en Sagunto uno que otro recuerdo. De los templos que tenia es tradición que el de Diana ocupabael sitio del convento de trinitarios y que parte de sus ruinas sirvieron para la construcción de la iglesia de este convento y la del monasterio de San Miguel d» los Reyes. El templo dedicado á Hércules parece que OCTIpaba la parte del castillo de la tercera división. En la plaza del nombre de este semi-dios hay tradición que se

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EL MUNDO ILUSTRADO.

halla su sepulcro, pero es probable que se confunda con el de un general cartaginés. Quedan aun magníficos restos del circo y del teatro, afectando aquel, según parece, la forma de media elipse. Cuando en 1755 se hicieron excavaciones para la construcción del camino que vá de Valencia á, Murviedro, se descubrió á la entrada de Sagunto un soberbio pavimento en mosaico que se conservó en muy buena parte. Valencia, la sultana del Mediterráneo, como la llaman algunos, es por la benignidad de su clima, la hermosura de sus edificios, la belleza y deliciosidad de sus huertas, una de las ciudades más agradables y más halagüeñas. Asiento todavía de buena parte de la nobleza. Valencia ofrece un aire muy distinto del de Barcelona y aun de Madrid. Quien la visita por vez primera nota desde luego una diferencia muy marcada entre ella y nuestra activa y bullidora Barcelona. Aquella calma, aquel tinte particular de los edificios, aquellos rostros, aquel habla acusan un pueblo que revela influencias evidentemente árabes. Aunque catalanes por la lengua y por las aspiraciones, son árabes por el porte y por su manera de vivir. Hay algo de esa voluptuosidad é idealización que al árabe caracteriza, algo que hace de este país un país más encantador y simpático. La rudeza, la gravedad y laconismo catalán están embellecidos, han tomado allí otra forma. Por esto place más Valencia que Barcelona, y al decir una y otra ciudad comprendemos al reino y al principado. Y es que hay allí una atmósfera más balsámica, un clima mucho más benigno, unas llanuras más extensas, y unas huertas cuyo vigor parece más encendido y más juvenil. Barcelona es toda tráfico y movimiento; Valencia, aunque posea uno y otro, lo ofrece dorado por la apacible calidez del aura y la belleza del esplendente cielo que la rodea. Quien se sienta impulsado por la febril actividad que acusan la industria y el comercio amará Barcelona, quien se sienta movido por la belleza y la poesía amará Valencia. Por esto se ha llamado á ésta la sultana del Mediterráneo. ¿Y qué es Valencia, esa Valencia que en 1238 don Jaime de Aragón la tomó de los árabes, preguntará con interés el lector que no la haya visitado? Procuraremos pintársela con la mayor claridad y verdad posibles. Calles estrechas y tortuosas en general, algunas como la de Zaragoza y Caballeros anchas, relativamente y hermosas, edificios particulares bonitos, algunos de imponentes por la antigüedad que revelan (1), edificios públicos muy notables, iglesias y conventos en buen número y con recuerdos pictóricos y arquitectónicos excelentes (2), un muy digno palacio arzobispal, una preciosa lonja (3), una soberbia catedral con su elevado miguelete que enfila la calle de Zaragoza (4), un rico y (l) Tal acontece con las casas de los condes de Cervellon, Parsent, Rótova y las de los marqueses de Dos-Aguas, Jura Real, etc. (2j La mayor parte de las pinturas que pueden contemplarse pertenecen al celebrado pintor Juan de Juanes. Hay también de Palomino, Ribalta, Brú, March y otros. Hay bellas esculturas de Vergara. (3) La lonja, de estilo gótico de la decadencia, fué construida en 1482. (4) La catedral fué mezquita en otro tiempo. En 1262 el obi.spo fray Andrés Albalat comenzó á edificarla tal cual se ostenta hoy. En 1404 el cabildo construyó el cimborio á sus-expensas. Pertenece al estilo gótico. En el interior hay muchas preciosidades. Se conservan todavía cuatro santos de estatura natural, todos de plata. Hay excelentes pinturas de Goya, Juan de Juanes, Romaguera, Ribalta, etc. El altar mayor fué antiguamente de plata, Estaba constituido por diversos cuadros en que se re-presentan asuntos de la vida de Jesucristo y de la Virgen. La estatua de María con el niño Jesús en brazos era algo más alta de la forma natural. El altar se cerraba, y se cierra aun hoy con unas puertas pintadas en 1506 por Pablo de Areggio y Francisco Neapoli con tal exactitud y corrección de dibujo, belleza y proporción de colorido, y viveza de expresión, que Felipe II entusiasmado al contemplarlas, dijo: Si el altar es de plata, las puertas son de oro.

abundante museo pictórico (1), buenos cafés, regular teatro (2), hermosas plazas (3), magníficos paseos, uno de ellos la Alameda, encantador; grande y aseado hospital, buena universidad, excelente casa de ieneficencia, ricas fábricas de seda y azulejos, casinos, centros, sociedades (4), periódicos, revistas y, en una palabra, cuanto debe encerrar una capital de la importancia y hermosura cual la que nos ocupa. ¿Y los alrededores? (5). Son un extenso, variado y deliciosísimo jardín. El camino que conduce al Grao particularmente es por demás pintoresco y halagador. Allí se ven hermosos caseríos al lado de estas chozas verdaderamente árabes cuyos habitantes en sus maneras y en su fisonomía reflejan una procedencia ó influencia oriental; vese en ellas y colocada en la parte superior la cruz, símbolo de la fe que animara á los moradores, y acá y allá cual serpeantes boas caminos y acequias, poblados aquéllos con frecuencia por la típica tartana, y abundando éstos de límpida agua que abona y vivifica llanura tan risueña. Valencia ha seguido hoy el despertar del renacimiento catalán y ha emprendido con calor sin igual la noble empresa de que los valencianos sientan por su habla y su tierra el amor que uñ dia á sus mayores animara. La sociedad Rat-Penat por una parte y la Excursionista por otra se han encargado de llevarla á cabo y no cabe duda que la realizarán con el mismo entusiasmo que la iniciaron, si hemos de juzgar por los trabajos que se tienen hechos en los pocos años que de existencia las dos mencionadas sociedades cuentan. Ocupación para mucho tiempo se han dado, porque tanto la capital como las poblaciones que hemos mencionado y muchas otras que podríamos mencionar de las demás provincias que constituyen el reino valenciano, están verdaderamente plagadas de recuerdos y monumentos antiguos. Sigan con fe la tarea comenzada y en época no lejana recogerá la patria sus productos, tanto allí como en Cataluña, por la mayor y más, profunda ilustración en los asuntos todos que á la historia del país se refieren.—I. F. T C. (1) El museo tal cual hoy se presenta es un rico depósito (más podría serlo aun), de las bellezas pictóricas valencianas y un modelo vivo de lo que fué y es, podemos decir hasta cierto punto, la escuela valenciana. (2) El teatro llamado Principal, que al parecer es el mejor, no ofrece nada de particular. En él, como en los demás, se representan piezas escri. tas en valenciano y algunas en catalán. Es de sentir que el interés que se despertó por la reaparición.y constitución de un teatro valenciano no se haya continuado con igual fe, y haya en cambio menguado. (3) Son muy notables entre otras la del Mercado, la cual figura mucho en algunas de las modernas luchas habidas en Valencia, y la de. reciente construcción y acaso mejor llamada de la Reina. (4) ; Valencia se ha distinguido en todo tiempo por su amor á las artes y á las letras. Disputa á Barcelona la primacía de haber sido la primera que empleó el arte de Guttemberg. Tiene personas notables en todo y ejerció gran influencia en el teatro español en la época inmediata á Lope de Vega. En la escuela catalana figuran muchos de los mejores poetas y prosistas. ' •• Valencia se distingue también por su amor á las fiestas públicas. Todavía se representan en sus calles los Misterios, especie de representaciones populares que recuerdan los primeros períodos del teatro en la historia de éste después de la venida de J. C. La afición que se tenia á las corridas de caballos se ha trocado por las corridas de toros. Hay junto á la estación del ferro^carril una plaza que en opinión de los entendidos en el arte es de las mejores. Valencia fué la primera ciudad que ha tenido serenos. Los organizó en lT/7. No se han apagpdo aun los recuerdos de las fiestas que se celebraron al cumplirse el primer centenario de su instalación. (5) Entre lo que fué y lo que es hoy Valencia distínguense como á puntos notables el convento de Agustinos, junto al arrabal de Quarte, del cual queda sólo, una estatua de santo Tomás de Villanueva; el convento de Jesús, el de San Juan de la Ribera, el monasterio de San Miguel de los Reyes, Burjassot, Silos ó Sitjés, Albufera, en la cual es curiosa la época destinada para la caza, y el Grao, población bonita, de recta y larga calle, que sirve de punto de recreo en el verano. Junto á éste hay el Cabañal, dónde se ve un alegre conjunto de chozas ó barracas de pescadores y alguno que otro caserío.

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