ECCLESIA DIGITAL EL ÁRBOL DE NAVIDAD. Pbro. Gérman Vivas Häusler

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EL ÁRBOL DE NAVIDAD

Pbro. Gérman Vivas Häusler

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PRESENTACIÓN Mucho antes de ser sacerdote y ahora en el ministerio, me he encontrado con la pregunta de muchos: ¿El Árbol de Navidad es cristiano?, ¿Es pagano, o algo de comercio Americano? A decir verdad yo mismo me he planteado las mismas interrogantes y he querido tratar de alguna manera darle una repuesta. El Árbol de Navidad siempre ha ejercido sobre mí una atracción única y fascinante, desde mi niñez es lo que más recuerdo de los días navideños, más que el pesebre, más que los regalos. El Árbol de Navidad es algo atrayente y sin igual, que de manera plástica y pedagógica se abre ante nuestros ojos. Solo basta que lo miremos con fe. Quizás este atractivo se deba a la influencia de mi abuelo materno, que era de origen europeo (austríaco), y en cuyo país la Navidad es representada por el símbolo del Árbol. Mi abuelo siempre decoraba hermosamente su arbolito. Por eso creo que de tanto verlo, Navidad tras Navidad, fue dejando en mí una especial curiosidad. Las preguntas antes formuladas siempre han rondado mi mente: su origen, su significado y su enseñanza; y no fue hasta bien entrado en mi proceso de formación sacerdotal, cuando me preocupé por tratar de esclarecer estas interrogantes, las cuales quiero compartir con todos aquellos que ven El Árbol de Navidad la alegría y la esperanza que marca los días festivos del Nacimiento del Salvador. La breve exposición no es más que recuerdos que fluyen de mi memoria, de consultas hechas y por tanto quiero transmitirles estas remembranzas de lo leído, de lo asimilado y quizás algún aporte sencillo en la interpretación de algunos símbolos del Árbol de Navidad. Pongo así a la disposición del lector este sencillo folleto sobre uno de los símbolos más antiguos de la Navidad.

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HISTORIA La historia del Árbol nos remota a un personaje conocido como: “El Apóstol de Alemania”, ya que a él se le debe el crédito de evangelizar y civilizar sistemática y metódicamente, a las grandes regiones centrales de Europa, además de ser el primero en ver en la figura del Árbol, la imagen de Jesús como el Eternamente Joven. Les hablo de San Bonifacio, Arzobispo de Mains, y mártir de la Iglesia Católica. Este santo varón fundó y organizó iglesias con una jerarquía, bajo la jurisdicción directa de la Santa Sede. Bonifacio nace hacia el 680 en Crediton del Devon Shire (Inglaterra) con el nombre de Winfrido, dado en su bautismo. A la edad de cinco años, luego de escuchar una conversación de algunos monjes que se hospedaron en su casa, decidió, a pesar de su corta edad, llegar a ser como ellos y, al cumplir los siete años sus padres, que eran sumamente cristianos, le enviaron a estudiar en un monasterio cerca de Exeter. Unos siete años más tarde se trasladó a la Abadía de Nursling, en la Diócesis Winchester. Ahí se convirtió en discípulo directo del sabio Winberto y, luego de completar sus estudios, se le nombró director de una escuela. Su habilidad para la enseñanza, unida a su simpatía personal aumentó el número de alumnos, para cuyo beneficio el gran santo escribió la primera gramática latina hecha en Inglaterra. A los treinta años, Winfrido recibió la ordenación sacerdotal y entonces encontró nuevos campos para desarrollar su talento, en los sermones e instrucciones que extraía de la Biblia, libro que leyó con deleite durante toda su vida. Sin embargo, su vocación no estaba colmada con las actividades de la enseñanza y de la predicación. Cuando creyó cumplida la tarea en su tierra natal, se sintió llamado por Dios a emplear sus energías en el campo de las misiones extranjeras. Ante algunos fracasos en el terreno misional no se desanimó, ya que estaba convencido de que si quería triunfar, necesitaba obtener un mandato directo del Papa. En el año 718 se presentó resueltamente ante el pontífice San Gregorio II en Roma para solicitarlo, y a su debido tiempo, el Papa lo despachó con la misión de llevar la Palabra de Dios a los “herejes” en general de Europa. Fue entonces cuando el santo cambió su nombre de Winfrido por el de Bonifacio (bienhechor o hacedor de bien), y sin perder tiempo, partió con destino a Alemania. Una vez allí, los dialectos de las diversas tribus teutonas, muy parecidos a su idioma, no ofrecieron ninguna dificultad a Bonifacio para darse a entender, y a pesar de algunos tropiezos, la misión progresó con rapidez. Sus informes enviados a la Santa Sede fueron satisfactorios, que el Papa le hizo venir a Roma con miras a consagrarlo Obispo. El día de San Andrés Apóstol, del año 722, Bonifacio fue consagrado Obispo regional con jurisdicción sobre Alemania. El nuevo Obispo regresó al país Teutón, de manera particular a Hesse y como primera medida se propuso arrancar de raíz las supersticiones, las cuales constituían el principal obstáculo para la evangelización y estabilidad de los primeros convertidos. Una tradición que simbolizaba el árbol del Edén entre los pueblos germanos cristianizados, tiene su origen en el paganismo centroeuropeo, pues rendían culto a sus dioses en los bosques o en determinados sitios donde se alzaba algún árbol significativo, en este caso la encina sagrada de Donar. Del acontecimiento existen dos versiones: Resulta que en una ocasión, ampliamente anunciada de antemano, y en medio de la muchedumbre azorada y expectante, Bonifacio y sus cristianos, la emprendieron a hachazos contra uno de los objetos de mayor idolatría popular: La Encina Sagrada de Donar, que se hallaba en la cumbre del monte Gudemberg, cerca de Friztlar en Geisnar.

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Bastaron unos cuatro golpes para que el enorme árbol cayera al suelo, luego desgajaron el grueso tronco en cuatro partes, y la gente que esperaba ver llover fuego del cielo sobre los “profanadores”, debieron reconocer que su “Dios” era impotente para proteger su propio santuario. Con el derrumbe del árbol del monte Gudemberg, la tarea evangelizadora avanzó a grandes pasos dando muchos frutos. La otra versión dice que, estando predicando San Bonifacio un sermón, el día de Navidad, a unos druidas alemanes para convencerles de que el roble no era ni sagrado ni inviolable e informado el Obispo de que bajo la encina o el roble más alto del bosque dedicado al supremo dios de la mitología germánica Donar, sería sacrificado un joven, se dirigió hacia allí para evitarlo, algunas fuentes afirman que lo logró pero las más aceptadas informan que sólo alcanzó a recoger el cuerpo del adolescente. Bonifacio y sus seguidores talaron el árbol sangriento, y desde entonces el obispo exhortó a tomar como símbolo de la nueva fe, el Dios Bueno que no necesitaba sacrificios humanos para revivir porque había resucitado para siempre, el pino que no pierde sus hojas, siempre verde, que ofrece cobijo a los caminantes bajo sus ramas, que abriga a los animales y les ofrece alimento con su follaje a los ciervos en lo más duro del invierno, que ofrece sus ramas para las teas resinosas que ahuyentan la oscuridad. El "Apóstol de los alemanes" lo derribó, el árbol al caer fue destrozando todos los arbustos excepto un pequeño abeto. San Bonifacio, interpretó la supervivencia del arbolito como un milagro, concluyendo su sermón: "Llamémosle el árbol del Niño Dios". Los años siguientes los cristianos celebraron las Navidades plantando abetos, pinos y encinas. Con la madera del árbol, Bonifacio mandó a edificar una capilla en honor a San Pedro y luego con gran sabiduría y a la luz del Espíritu Santo cristianizó el culto idolátrico a La Encina de Donar. La enseñanza es muy sencilla: así como en el invierno los árboles al perder sus hojas en otoño se ven como muertos, y por el otro lado el pino esta siempre verde, y permanece hermoso a pesar de la hostilidad del clima, de la misma manera; Nuestro Señor Jesucristo, colgado en el árbol seco de la Cruz, pendiendo de él yace muerto y con su Resurrección es capaz de transformar al madero seco en Árbol de Vida, en fuente y aurora de resurrección. Jesús, por tanto, es el Eternamente Joven, permanece Ayer, Hoy y Siempre (Heb 13,8), el árbol que recuerda el nacimiento de Jesús, entre los pueblos germanos cristianizados también, simboliza el árbol del Edén, pero no ya aquel del fruto prohibido que fue el comienzo del pecado en el hombre sino el que conmemora el Fruto de la salvación, de allí el carácter de sus adornos y decoraciones, por tanto el uso del árbol de Navidad, proveniente de la tradición germánica. De manera que el Árbol de Navidad es el mismo Cristo. Él es el Árbol de la Vida que nos acobija a todos, nos injerta para darnos su sabia, que es su Gracia, y para unirnos a Él. Es la Vid y nosotros sarmientos. Somos las ramas que unidas al tronco tenemos Vida (Jn 15.4). Luego de cristianizar el culto a Donar, San Bonifacio continuó su misión, y, al cabo de varios años, sufre el martirio, siendo decapitado por los Bárbaros en el 754. La festividad de este santo se celebra el cinco de Junio. Por tanto demos gracias a Dios por Bonifacio que nos legó la visión cristiana del Árbol. Podemos decir, que en el Árbol estamos representados todos los bautizados. La Iglesia presente en este símbolo navideño como Cuerpo Místico de Cristo, sabiendo que: El cuerpo es uno pero tiene muchos miembros y todos los miembros del cuerpo a pesar de su pluralidad, no forman más que uno solo, así también es Cristo (1Cor 12, 12). Esta es la disposición de Dios en su Iglesia para edificarnos en la unidad. De manera que en El Árbol de Navidad está presente también la Iglesia, que tiene a Cristo como cabeza invisible, y a todos los bautizados como hijos de Dios por el Espíritu Santo recibido.

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Hasta aquí la referencia histórica del Árbol de Navidad, así como el inicio de la teología católica para la interpretación de este símbolo. La explicación de Bonifacio se fue propagando poco a poco con la aprobación y aceptación de muchos. Dicha interpretación era relatada en las regiones frías de Europa, de manera especial en donde hubiese la presencia de pinos, abetos y encinas; y cercana la Navidad se explicaba a los núcleos de familias cristianas, que iban creciendo cada vez más. Estas familias al ver sus árboles, veían representada a la fertilidad de la tierra y más aún, la esperanza simbólica de la futura Resurrección. Pero la enseñanza de San Bonifacio solo era válida bien entrando el invierno para poder comparar El Árbol vivo con los otros que parecían muertos. Por lo que se le empezó a llamar: “Árbol del Invierno Cristiano”, “El Árbol del Niño Dios” o “Árbol de Navidad”. Todo debido a que se empezó a tomar la fecha del nacimiento del Salvador para hacer referencia a esta enseñanza cristiana. La Iglesia recomienda que en todos los hogares cristianos se coloque un árbol adornado durante la Navidad, él nos recuerda que: Jesucristo es el verdadero Árbol de Vida, árbol del que fue separado el hombre a causa del pecado de Adán (Gn 3,11) y que Cristo restaura con su Muerte y Resurrección. Se invita a los fieles en general a ver en el Árbol de Navidad, adornado y embellecido con luces, a Cristo Luz del mundo, que ilumina por encima de las tinieblas de muerte y de la oscuridad del, pecado y que, con su Nacimiento nos conduce a nuestro Padre que “Habita en la Luz inaccesible” (1Tm 6, 16), Luz sobre toda luz.

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SIGNIFICADO Cuando vemos imágenes, éstas nos refieren una realidad, un acontecimiento y una enseñanza. Una realidad porque ante nuestros ojos la imagen se presenta con forma y colorido, un acontecimiento ya que la imagen expresa una acción, algo que sucede y una enseñanza debido a que la imagen nos quiere transmitir algo, nos educa. Basta mirar las imágenes del Pesebre, Nacimiento, Portal o Belén e inmediatamente nos daremos cuenta que la realidad expresada allí con los mismos personajes que participaron en el acontecimiento de la primera Navidad: El Niño Jesús, La Virgen María, San José, El Ángel, Los Pastores, Los Reyes Magos, etc. El acontecimiento es la Encarnación del Hijo de Dios manifestado al mundo; y la enseñanza es el amor de Dios al hombre en su Hijo Jesús nacido para nuestra Salvación. Todo esto contenido en la Sagrada Escritura y representado en las imágenes del Nacimiento. Estas imágenes y su disposición nos evocan inmediatamente El Nacimiento de Jesús. Pero cuando observamos el Árbol de Navidad: ¿Cuál es la realidad?, ¿Cuál es el acontecimiento?, y ¿Cuál es la enseñanza? Trataré de esclarecer estas interrogantes, no sin antes decir en defensa del arbolito, que su connotación está marcada por un fuerte simbolismo y por una sencilla teología que de antemano sé que les gustará. Para los hombres los árboles tienen un significado muy especial. En todas las culturas encontramos que el árbol tiene cierta connotación antropológica, mística y poética. Se le tiene cierta reverencia por los beneficios que aporta al hombre. Para algunas culturas el árbol tiene un significado místico ya que representa el medio la unión del cielo y la tierra: ahonda sus raíces en la tierra y se levanta hasta el cielo; por eso en muchas religiones, sobre todo en las orientales, el árbol es un signo de encuentro con lo sagrado, del encuentro del hombre con la divinidad y de la divinidad con el hombre. Es muy común el que los árboles estén relacionados con la fecundidad, el crecimiento, la sabiduría y la longevidad. Dios se ha valido de la forma en que los hombres ven a los árboles para dar a conocer su plan de salvación particularmente cuando se trata del misterio de la encarnación del hijo de Dios para salvar al hombre. En primer lugar se asocia al árbol de Navidad con el árbol de la vida, que lucía en medio en medio del Jardín del Edén y después de la caída desaparece; la fruta y las decoraciones nos recuerdan las gracias y dones que el hombre tenía cuando vivía en el Paraíso en completa amistad Dios. Por el nacimiento de Cristo, los hombres renacen y tienen acceso a la plenitud de la vida. El árbol de Navidad representa el haber recobrado dichos dones gracias al sacrificio de Jesucristo. Los adornos del árbol y las luces que se encienden representan el nuevo estado paradisíaco que el amor de Cristo nos prepara. En la Biblia, el árbol aparece como un símbolo de la Vida, árbol que Dios coloca en medio del Paraíso como fuente de la inmortalidad (Gen 2,9; 3,22). Pero el árbol puede también simbolizar la falsa sabiduría, la soberbia y la muerte cuando el hombre se aparta de Dios (Gen 2, 16-SS) seducido por la apariencia engañosa de este árbol y comiendo su fruto (gen 3, 2-6). Pero Cristo vino no únicamente a los hombres, vino como cabeza de una nueva creación, renovando todo lo que estaba caído. La presencia de Cristo responde al anhelo de la creación para ser liberada de la esclavitud y de la destrucción; mientras tanto se queja y sufre, tal como una mujer en sus dolores de parto tal como nos lo describe San Pablo en la epístola a los Romanos. Por eso el árbol de Navidad representa esa naturaleza restaurada y engalanada para recibir a su redentor; el árbol perennemente verde quiere saludar en

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nombre de la naturaleza renovada a su Señor "Alégrense los cielos y la tierra, retumbe el mar y el mundo submarino. Salten de gozo el campo y cuanto encierra, manifiesten los bosques regocijo" (salmo 5). El árbol de Navidad también representa ese árbol que nace y que con el tiempo madurará en un gran árbol del cual saldrá la cruz que tal como nos recuerda la liturgia del Viernes Santo: "Cruz amable y redentora, árbol noble y espléndido, ningún árbol fue tan rico ni en frutos ni en flor". Podemos decir que de alguna manera el árbol de Navidad nos recuerda la redención. Las luces representan la luz de Cristo en nuestra vida, y la estrella que en algunas ocasiones se coloca en la punta representa a la estrella de Belén que anuncia la redención a la humanidad. No obstante, el árbol que recuerda el nacimiento de Jesús, entre los pueblos germanos cristianizados, simbolizaba el árbol del Edén, pero no ya aquel del fruto prohibido que fue el comienzo del pecado en el hombre sino el que conmemora el Fruto de la salvación, de allí el carácter de sus adornos y decoraciones. Por amor a los hermanos más desposeídos, como convite fraterno, se colgaban frutas, manzanas rojas y verdes, bollos de pan, nueces y castañas pintadas, para que todo el que lo necesitara se sirviera sin necesidad de pedirlo. De la historia del Árbol antes expuesta, quiero decirles que representan muchos más, ya que poco a poco se le fueron añadiendo elementos como: luces, estrellas, ángeles, campanillas, lazos, guirnaldas, bastones, frutos, dulces, regalos, palomas, etc. Cada uno de estos elementos tiene un significado. El Árbol de Navidad nos va comunicando con elocuencia su contenido simbólico. Así por Ejemplo: LA FORMA: El Árbol presenta forma triangular, su terminación, cónica, apunta hacia lo alto, es la elevación. Su base ancha hacia la tierra, se nos dice que nos representa el camino del hombre en su transitar por la vida y que las buenas obras deben conducirlo al cielo, además de su triangulación perfecta nos recuerda la presencia de la Santísima Trinidad en nuestras vidas. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo en todos los actos del obrar humano. EL COLOR: El Árbol es siempre verde, es el color de la vida donde su dinamismo impulsa a honrarla y a mantenerla como valor físico y espiritual y darla a los demás en el servicio digno, alegre y responsable, así mismo el color verde simboliza el color de la naturaleza siempre viva y la esperanza, virtud que debemos fortalecer porque nuestra verdadera ciudadanía es la del cielo. LA ESTRELLA: La estrella colocada en la cima del Árbol representa el astro que guió a los Reyes Magos hasta pararse encima del pesebre (Mt 2, 9-10). La estrella como corona radiante nos transmite la misma alegría que sintieron estos personajes venidos del Oriente, a adorar al niño en su humilde cuna (Mt 2, 11). LOS BASTONES: Los bastones colocados en las puntas de las ramas del Árbol, representan a la figura de San José, el esposo de María (Mt 1, 18), guardián y custodio del Redentor, de cuyo linaje nacería el Mesías, en Belén de Judá, por ser descendiente del Rey David (Lc 2, 4-5). Los bastones colocados, nos hacen referencia también a los pastores que vigilaban su rebaño, y que ante el aviso del ángel fueron corriendo a ver al Niño que había nacido (Lc 1, 4-5).

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LAS LUCES: Las luces encendidas, fijas o intermitentes en el Árbol, representan la hermosa noche llena de estrellas de Belén para el momento del Nacimiento del Niño Dios. También nos recuerda a la luz como parte de la vida, la luz que ilumina a los hombres y que brilla en las tinieblas (Jn 1, 4-5). EL ÁNGEL: El ángel nos recuerda el anuncio hecho por Dios a María La Virgen, por medio del Ángel Gabriel, que de ella nacería el Emmanuel (Dios con nosotros), ya que para Dios nada es imposible (Lc 1, 37). También en algunos casos se colocan angelitos para recordar el coro celestial que alababa a Dios diciendo: “Gloria a Dios en las Alturas y en la Tierra paz a los hombres en quienes Él se complace” (Lc 2, 14). LOS FRUTOS: Los frutos representan la fertilidad de la tierra, toda su fecundidad como don de Dios al hombre para su sustento. Todo árbol esta llamado a dar frutos. De la misma manera, Dios nos da el pan de cada día, producto del esfuerzo de nuestro trabajo. Se nos invita a reconocer que Dios quiere lo mejor para nosotros. No solo nos da a su Hijo único, nos da también el alimento material y espiritual. Cabe destacar que el ofrecimiento del Árbol de Navidad en regalos, frutos y flores, de algún modo nos habla de la maternidad de María. LOS REGALOS: Los regalos colocados al pié del Árbol de Navidad, nos recuerda la ofrenda hecha por los Reyes Magos venidos del Oriente a adorar al Niño, trayéndole dones de: Oro, Incienso y Mirra (Mt 2, 1-11). El oro representa la realeza del Niño Jesús, es el reconocimiento a su majestad como Rey de Reyes y Señor de Señores. El incienso es el ofrecimiento a Dios, se le reconoce al Niño su divinidad plena: “Suba mi oración a ti Señor como el incienso a tu presencia”. Por último la mirra, es un perfume aromático de olor muy fuerte, con el que en la antigüedad se embalsamaban a los muertos, es por lo tanto, el reconocimiento a la humanidad del Niño; Él es Dios pero también es verdadero hombre. Que un día sufrirá la muerte, será embalsamado y sepultado. Oro para el Rey, Incienso para Dios y Mirra para los hombres. LOS LAZOS: En algunos arbolitos se puede apreciar lazos, éstos representan el yugo suave y la carga ligera que Dios nos ofrece en la vida. Dios no ata a nadie, ya que Él respeta nuestra libertad, abrazándonos suavemente con su amor LAS GUIRNALDAS: Las guirnaldas representan los buenos propósitos, el ofrecimiento del hombre a Dios. Propósitos materiales y espirituales para ser asumidos y vividos como proyecto de vida, en la esperanza de ser cada día mejor ante Dios y ante los hombres. LAS PALOMAS: En algunos árboles están presentes las figuras de palomas. Éste es un reconocimiento a la presencia del Espíritu Santo. Recordemos que esta imagen en la Biblia es utilizada para representar a la familia, lo comunitario, lo hogareño, el retorno (Gn 8, 9). Los hijos de Dios que como pueblo reunido vuelve a su patria en verdadera paz (Os 11, 11). El Espíritu Santo que de manera más clara y segura se posó sobre Jesús en la inauguración de su vida pública con el beneplácito del Padre (Mc 1, 10).

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LO QUE HA DICHO JUAN PABLO II Aún recuerdo cuando en mil novecientos noventa y ocho fui a estudiar a Roma, me llevé algunos folletos de la primera edición del Árbol de Navidad. Siendo alumno del Colegio Venezolano en Italia, me propuse darle un presente navideño al Papa, escribí una carta, me dirigí a la prefectura vaticana y la dejé allí con un amable sacerdote. Para mi sorpresa a los tres días recibí unas líneas de la Secretaría de Estado, dándome las gracias en nombre del Papa y alentándome a ser testigo de los valores del evangelio. Que alegría recibí, y más aún cuando Juan Pablo II hizo referencia a los símbolos navideños y mencionó al Árbol de Navidad, he aquí textualmente lo que dijo: El árbol de Navidad, símbolo de Cristo, (domingo 19-12-2004) “La fiesta de Navidad, quizá la más querida por la tradición popular, está llena de símbolos, ligados a las diferentes culturas. Entre todos, el más importante es ciertamente el portal de belén, como tuve la oportunidad de subrayar el domingo pasado. Junto al portal de belén, como sucede en esta plaza de San Pedro, encontramos el tradicional «árbol de Navidad». Una costumbre asimismo antigua que exalta el valor de la vida pues, en invierno el abeto siempre verde se convierte en signo da la vida que no muere. Generalmente, en el árbol decorado y a sus pies se colocan los regalos de Navidad. El símbolo se hace elocuente también desde el punto de vista típicamente cristiano: recuerda al «árbol de la vida» (Cf. Génesis 2, 9), representación de Cristo, supremo don de Dios a la humanidad. El mensaje del árbol de Navidad es, por tanto, que la vida es «siempre verde» si se hace don: no tanto de cosas materiales, sino de sí mismo: en la amistad y en el afecto sincero, en la ayuda fraterna y en el perdón, en el tiempo compartido y en la escucha recíproca. ¡Que María nos ayude a vivir la Navidad como una oportunidad para experimentar la alegría de entregarnos a los hermanos, especialmente a los más necesitados!”. Hasta aquí lo que el Papa expreso ha cerca del Árbol de Navidad ¿Qué les parece?

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ALGO MÁS Hablando más sobre la tradición de Árbol de Navidad. Podemos decir por ejemplo: que en algunos países de Europa existe la tradición que llegado el 24 de Diciembre, se manda a acostar más temprano a los niños de la casa, con la finalidad de que los adultos coloquen El Árbol, lo adornen y pongan los regalos, Hay otra tradición colocar los regalos por pares al pie del Arbol, es decir, un regalo por cada niño de la familia y otro igual para dárselo a un niño pobre, previamente seleccionado, que no haya recibido ningún presente en Navidad, de este modo se les enseña a compartir en la caridad. Otra tradición es la de entonar villancicos y aguinaldos alrededor del Árbol, y de compartir una cena con platos especialmente preparados para la ocasión. Otra manera de celebrar la Navidad, es tomar en cuenta que, el invitado es el mismo Jesús, cantarle juntos feliz cumpleaños al Niño y picarle una torta para que no pase inadvertido, esto ultimo es una tradición muy propia de mi familia que comenzó mi mamá hace más de cuarenta años A la luz de todo esto, debemos reconocer que: el Nacimiento, Belén, Pesebre o Portal, tienen más atractivo para los pueblos Latinoamericanos, ya que une a la familia en la elaboración y en la disposición de las imágenes. Recordemos también que en el proceso del descubrimiento y evangelización de América hemos recibido una herencia española, portuguesa e italiana, y de allí la mayor preferencia por las imágenes del Nacimiento. Cabe destacar que los protestantes al atacar a los católicos por el culto a las imágenes, rechazaron de plano al Pesebre por considerarlo “idolatría”, y adaptaron el Árbol de Navidad, sobre todo en los países nórdicos. Pero como es lógico El Árbol de Navidad es también una imagen, aunque su contenido es mucho más simbólico que el Nacimiento y que se remonta quinientos años antes de que San Francisco comenzara con la tradición del Pesebre. Desde hace ya mucho tiempo, se coloca un árbol para representar la Navidad, incluso en la Plaza de San Pedro en Roma, junto al Pesebre, se alza un enorme pino decorado bellamente y que es un presente que todos los años al Papa recibe de algún país de Europa En cada Navidad son más los Árboles colocados, en casas, escuelas, comercios, iglesias e instituciones públicas y privadas. La unidad del Árbol y del Pesebre, es un mismo acontecimiento, expresando de manera distinta y que refieren una misma realidad, para educarnos en la fe, para aumentar nuestra esperanza y vivir la unidad en el amor. Es muy común ver el pesebre a los pies del Árbol, es una conjunción de Anuncio, Nacimiento, Pasión, Muerte y Resurrección del Dios y Hombre verdadero; tierno infante que nace, trayendo aires de cuna como Rey pacífico y Príncipe de la Paz, que María Virgen envuelve en pañales y recuesta en un pesebre.

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El Árbol de la primera Navidad. Cuento

El invierno era tan intenso por aquellos días que hacía que hasta los huesos se estremecieran y se sintieran entumecer hasta los tuétanos ya que usualmente la fría región, era de un hielo inusual en diciembre de aquel año. Los árboles ya habían perdido sus hojas por la llegada del otoño, todos desnudos y como muertos, menos los pinos que estaban siempre verdes y que al llegar bien entrada la época invernal, permanecían como vivos destacando con sus verdorosas y nevadas ramas el paisaje, era como si el silencio de la noche se abriera para entonar cantos con el musitar del viento convertido en apacible brisa. El cielo abierto, los astros lucientes, estrellas fugaces que repentinamente se dejaban observar para apagarse en la languidez de su frenético recorrido. A lo lejos se ven tres figuras avanzando lentamente pero a pasos firmes y seguros en busca de refugio para pasar la hermosa y gélida noche. Una de ellas era una hermosa mujer en avanzado estado de gravidez montada sobre una dócil y mansa mula sujetada por las crines de la manos de un hombre que se veía cansado de tanto caminar pero contento de que su amada fuese lo más cómoda posible sobre el lomo del animal. A su paso la naturaleza entera pareciera que reconociera a los viajantes y el cielo tratase de engalanarse más para que las estrellas y la luna iluminaran el recorrido de aquellos transeúntes. El hombre de manos encallecidas reflejaban su curtido oficio de artesano, más precisamente tenía manos de carpintero, venía de empadronarse en su ciudad natal llamada Belén, había acudido allí porque el emperador así lo había decretado y junto con su esposa habían abandonado temporalmente su lugar de residencia en Nazaret, región de Galilea. La mujer de vez en cuando lo contemplaba y él al voltear se encontraba con la mirada de su amada que le sonreía, al tiempo que ella trataba de abrigarse lo más posible para darle calor al niño que llevaba en su vientre. Ya censados no encontraron lugar para pasar la noche, la situación era bastante difícil porque la bella señora presentaba dolores de parto, el humilde carpintero angustiado trataba de conseguir alojamiento, todo estaba lleno, no había puesto en ninguna parte ni espacio para acercarse siquiera a una hoguera y calentarse. Debía encontrar algún lugar para su esposa, todo parecía infructuoso, al final una sencilla señora les ofreció a las afueras de Belén una gruta. Agradecidos se encaminaron a la cueva pero justo antes de llegar el hombre fijó su mirada en un frondoso pino que se elevaba majestuoso, solemne y colosal entre los demás y como si le ofreciese su cobijo. Lo miró detenidamente, más bien aquel carpintero contemplaba con admiración aquel inmenso árbol y rápidamente pensó en la utilidad de la madera que este podía darle. Proseguido su camino llegaron a la gruta, al entrar con su esposa tomada de la mano la mula los siguió adentro, no tardaron mucho tiempo en darse cuenta de que la cueva aunque lúgubre, era cálida, el sonido del rumiar de hierbas, masticadas por un buey que los miraba atentamente y como dándoles la bienvenida, llamó su atención pero no tuvieron miedo de el gran animal. Pocos utensilios había a su disposición, un viejo banco y una pesebrera deteriorada de la cual aquel buey que habitaba allí comía la paja colocada. Con determinación se propusieron pasar la noche allí, la mujer echada en el suelo sobre una sábana y el hombre a la entrada de la gruta, sentado sobre el viejo banco, vigilaba hacia la lontananza. La joven esposa alababa a Dios por el don de la maternidad en actitud de oración, su concepción había sido milagrosa porque permanecía virgen, un ángel le había anunciado que sería la madre del hijo del Altísimo, permaneciendo intacta en su pureza

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porque para Dios nada era imposible, y la doncella aceptó libremente diciéndole que era la esclava del Señor y que se hiciera en ella conforme le había anunciado. Luego le comunicó el acontecimiento a su esposo el cual se consternó por la noticia, al principió no le creyó, le embargaba la duda y quiso deshacer el compromiso, pero como la amaba no cumplió con el deber de denunciarla ante las autoridades para enfrentarla con el cruel castigo de la muerte. Luego, ante una revelación de Dios, comprendió que sería el guardián y el custodio de aquel niño y que haría las veces de padre. El carpintero aún vigilante, comenzó a oír ruidos en el interior de la gruta, prestó atención, era el llanto de un niño lo que escuchaba, fue acercándose lentamente y contempló la más bella escena, su mujer había dado a luz, tenía al bebé en brazos y lo arrullaba, ella le pidió que le alcanzara los sencillos pañales que había confeccionado y envolviendo a su hijo lo recostó en el humilde pesebre. El padre adoptivo feliz, por el acontecimiento, pensaba en el favor que Dios le había hecho porque según las escrituras aquel niño debía ser de su linaje. Esa misma noche pastores entraron corriendo a ver al recién nacido ya que un ángel se los había comunicado, se escuchaban coros que provenían del cielo. El padre orgulloso no salía de su admiración. Incluso a los pocos días, una caravana de reyes sabios, que venían del Oriente, siguiendo una estrella, llegaron, y arrodillándose ante la improvisada cuna ofrecieron regalos al recién nacido. El carpintero se propuso darle obsequios a su hijo, y pensó en qué podía ofrecerle, recordó el solemne y majestuoso pino que había visto y contemplado en silencio en su paso hacia la gruta. Tomó su hacha que siempre llevaba junto a utensilios propios de su oficio. Salió de la cueva junto con la mula y se fue en busca del hermoso árbol. Al llegar al sitió con gran esfuerzo lo taló, lo desgajó lentamente y montó la madera que pudo sobre la mula. Hizo varios viajes para trasladar el noble material cerca de la gruta. Descansó un poco y entró para contemplar a su hijo dormido, y luego de saludar a la madre comenzó su trabajo. Con laboriosidad de experto carpintero modeló y trabajó la madera de aquel pino, confeccionó una cunita para colocar al niño, además de una nueva pesebrera, para dejar de alguna manera una ofrenda, para aquel buey que tan generosamente había cedido el cubículo donde tenía la paja para comer como cuna al infante. Siguió trabajando y elaboró otro regalo, un cáliz, copa que guardaría con celo hasta que su hijo tuviese edad suficiente para ir al templo de Jerusalén y dárselo para que fuese utilizado en la celebración de la Pascua por el futuro adulto. Guardo un poco de madera y el resto lo apilonó para quemarla en una hoguera y rescaldar la gruta. Con los días comenzó a sentir mucha inquietud, a veces se despertaba angustiado por terribles pesadillas, en malos sueños veía la imagen de una cruz y a un hombre pendiendo de ella, veía el rostro de un crucificado pero no distinguía quién era. Bien sabía que el imperio invasor utilizaba las cruces como instrumento de muerte para con los malhechores y acusados de conspiración y que en varias ocasiones se había negado a elaborarlas para ellos sin importarle las consecuencias. El carpintero afuera de la cueva modelaba lo que quedó del pino, una cosa le faltaba por hacer, algo le empujaba a realizar un último trabajo, pero no sabía por qué lo hacía, aun así seguía confeccionando laboriosamente Los vecinos de Belén pasaban por allí y lo veían en su faena, con frecuencia le encargaban trabajos, los cuales aceptaba gustoso para mantener a su esposa y a su hijo, llamaban al pequeño “El Niño de la Gruta” y ya sabían por los pastores y la caravana de los Magos lo que había acontecido. Por las noches las pesadillas se acentuaban, presentía que el mal acechaba a su pequeño e indefenso hijo y con premonitorio aviso sintió la voz de lo alto que le dijo que se marchara a Egipto, le comunicó a su esposa del mortal peligro y ella sintió que una espada le atravesaba el alma. Con premura recogieron lo poco que tenían y se marcharon. En su bolso de viajero llevaba el cáliz que realizó para su hijo, montó la

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cunita sobre la mula y salió caminando tomando de la mano a su virgen esposa la cual llevaba en sus brazos al niño, ambos voltearon para echar una última mirada de lo que había sido su casa por un tiempo y contemplaron no muy lejos del improvisado hogar la obra del carpintero terminada. No pasó mucho tiempo cuando gritos desgarradores rompieron el silencio, soldados desenfundaban sus espadas para matar a los infantes de Belén menores de dos años, una matanza ordenada por el impío Rey de Judea porque tenía miedo del el niño de La Gruta que había nacido y que según las profecías era el Mesías esperado. La ejecución proseguía, aniquilaron a todos los niños y cuando pensaban que todo había terminado se enteraron de que faltaba uno El Niño de la Gruta, se dirigieron hasta el lugar y revisaron todo infructuosamente, solo encontraron en la cueva a un buey que con molesto ruido protestaba la presencia invasora de los soldados, estos, al salir miraron con estupor, rabia y algo de vergüenza una enorme cruz colocada no muy distante de la gruta, elaborada por el carpintero como señal anticipada de la matanza y de que la hora del sacrificio aun no había llegado para su hijo, la muerte violenta de los inocentes de Belén había dejado sembrada, por el carpintero, una cruz junto a la cueva. Los soldados cargaron aquel pesado leño y lo transportaron hasta el palacio del esbirro gobernante, el cual montado en cólera por el fracaso de la cruenta misión mandó colocar la cruz en un depósito muy cerca de un monte llamado Gólgota que significa La Calavera. La ofrenda de aquel frondoso árbol sirvió para darle al niño por la mano de su padre, una humilde cunita para que fuese colocado en su descanso, un cáliz donde ya adulto lo utilizaría para la Pascua, y que, un día reunido con un grupo de amigos celebraría su Última Cena dándoles de beber de su propia copa, y que posteriormente sería traicionado por uno de ellos, acusado falsamente por las autoridades y crucificado en aquella cruz que el carpintero había elaborado como presagio revelado de la futura Pasión y Muerte, pero que su hijo convertiría en El Árbol de la Vida, porque a los tres días resucitaría, dándole aquel instrumento de aniquilación, la puerta para la eternidad. La ofrenda del aquel pino fue recompensada con los años, ya que ochocientos años después del nacimiento del Niño de La Gruta, un Obispo inglés que evangelizaba en los países germanos tomó el pino verde para simbolizar la Navidad, y ahora en cada diciembre se coloca y adorna un árbol en las casas, plazas, iglesias, colegios, comercios e instituciones para conmemorar la aparición en el mundo del hijo del humilde carpintero y de su virgen esposa que nos recuerda la escena de la primera y más bella navidad.

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ÁRBOL DE NAVIDAD. AGUINALDO CORO Árbol, arbolito de Navidad Tú no estás ausente. He venido alegre a darte un presente Recibe mi canto en Navidad, Arbolito en Navidad. (Bis) I Si supieran todo lo que representas El Pesebre mismo del Niño bendito. Escondido en ramas tú lo manifiestas, El misterio encierras mi lindo arbolito. (Bis) II Con luces, la estrella, el bastón de José El verde en María que arrulla al Niñito. La ofrenda de Reyes bien clara se ve, Regalos de amor en tu pié arbolito. (Bis)

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BENDICIÓN DEL ÁRBOL DE NAVIDAD La costumbre de colocar en los hogares cristianos un árbol adornado, durante las fiestas de Navidad, es recomendable, ya que este Árbol puede recordar a los fieles que, Cristo nacido por nosotros en Belén, es el verdadero Árbol del que fue separado el hombre a causa del pecado de Adán. Conviene pues, invitar a los fieles a que vean en el Árbol, lleno de luz, a Cristo luz del mundo, que con su nacimiento nos conduce al Padre que habita en una luz inaccesible. La bendición del Árbol la hará ordinariamente el padre o la madre de la familia, al iniciarse las fiestas de Navidad, y en ella conviene que participen todos los miembros del hogar. RITO DE LA BENDICIÓN El ministro, al comenzar la celebración dice: - Nuestro auxilio es el nombre del Señor. Todos responden: - Que hizo el cielo y la tierra. Uno de los presentes, o el mismo ministro, lee un breve texto de la Sagrada Escritura, por ejemplo: - Is 60, 13: “Vendrá a ti. Jerusalén, el orgullo del Líbano, con el ciprés y el abeto y el pino, para adornar el lugar de mi santuario y ennoblecer mi estado”. Luego el ministro, si es sacerdote o diácono, con las manos extendidas, y si es laico con las manos juntas dice la oración de bendición: Oremos: Bendito seas, Señor y Padre nuestro, Que nos concedes recordar con fe En estos días de Navidad Los misterios del nacimiento de Jesucristo. Concédenos, a quienes hemos adornado; Este Árbol y lo hemos embellecido con Luces, vivir también a la luz, De los ejemplos de la vida santa de tu Hijo; Y ser enriquecidos con las virtudes Que resplandecen en su santa infancia. Gloria a él por los siglos de los siglos. Responden: -Amen

El rito de bendición esta tomado del Bendicional Español

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