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El motivo de la batalla animal: ensayo de definición1 Hugo O. Bizzarri Université de Fribourg
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comienzos de 1970 Michel Pastoureau presentó a la École de Chartes un proyecto de tesis sobre los bestiarios medievales. La propuesta fue rechazada por ser considerado un campo que no entraba dentro de las posibles vías de investigación de una carrera de archivista. Desde entonces la consideración del mundo animal ha cambiado y gran mérito en ello tienen los investigadores franceses que poseen una larga tradición animalística: no sólo por la riqueza iconográfica de sus manuscritos, donde los animales están omnipresentes, sino también por conservar una abundante tradición en bestiarios y por haber desarrollado una épica animal que dio origen a las 26 ramas del Roman de Renard.2 Vuelta la vista a España, en la Península también encontramos que los animales son omnipresentes en la iconografía, aunque las huellas de bestiarios son mucho más pobres y la falta de una épica animal es absoluta. El ejemplo más claro de esa actitud castellana antirrefractaria a una épica animal es la traducción de las Fabulae de Odo de Cheritón. El gran maestro predicador de comienzos del siglo XIII en varios de sus relatos utiliza los nombres con que se conocían los animales en el Roman de Renart: por el zorro dice Renard, por el lobo Ynsegrinus, por el gato Tebergo, etc. Sin embargo, la traducción castellana de estos relatos, conocida como Libro de los gatos, y llevada a cabo hacia 1350 (Darbord, 1984, 31), ha borrado todas las huellas del Roman. Donde Odo decía Renard el traductor pone zorro; donde Ynsegrinus, lobo; donde Tebergo, gato, etc. Es evidente que el anónimo traductor de las Fabulae sabía que los nombres de la epopeya francesa nada decían a un público castellano, como sí eran significativos para un público germano donde se tradujo todo el ciclo del Roman (Reinecke Fuchs).3 El anónimo 1
Este trabajo se enmarca dentro del proyecto FFI2012-32265, La fábula esópica en la literatura española del siglo XIV, subvencionado por el Ministerio de Economía y Competitividad.
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Punto de partida de esta serie larga de estudios fue el libro de Delort (1984) que ha permitido que hoy se integre al animal en una historia simbólica de la Edad Media (Pastoreau, 2004).
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Para una visión de conjunto sobre el Roman, reenvío a Nogués (1956) y Flinn (1963).
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autor de la rama II del Roman comparó esta historia con los relatos más famosos de la tradición artúrica: Seigneurs, oï avez maint conte, quie maint conterre vous raconte comment Paris ravi Elaine, le mal qu’il en ot et la paine, de Trsitan que la Chievre fist, qui assez bellement en dist et fabliaus et chançons de geste. Romanz d’Yvan et de sa beste maint autre conte par la terre. Masis onques n’oïstes la guerre, qui tant fu dure de grant fin, entre Renart et Ysengrin, qui moult dura et moult fu dure. Des deus barons ce est la pure qu ainc ne s’entramerent jour (Dufournet, 1985, vv. 1-15).4 España no alcanzó a tener una épica animal, es decir, una serie de relatos que narraran la lucha encarnizada entre el zorro y el lobo y que tomara la forma de una sátira de las relaciones feudales. Sin embargo, creo que en la Península se dio una forma más simple de representar las guerras humanas y las pujas de poder. Es lo que englobo bajo el rótulo del motivo de la batalla animal, cuyos límites y característica intentaré delimitar. Para buscar las raíces de este motivo no es necesario salir de los límites del campo de la fábula. El relato fabulístico presenta muy frecuentemente un mundo en conflicto en donde el débil sólo cuenta con su astucia o su sabiduría para defenderse de la opresión de los poderosos. De hecho, la primera fábula de Fedro, “Lupus et agnus”, advierte contra los abusos de los poderosos: un lobo y una oveja llegan al mismo tiempo a beber agua de un río colocándose uno en la parte superior y otro en la inferior. El lobo acusa a la oveja de evitar que el agua vaya hacia él, aunque él esté en la parte superior. La oveja se defiende con argumentos, pero el lobo busca otro motivo para atacarla: su padre ofendió profundamente a su familia. Finalmente, el lobo mata a la oveja, lo que era su cometido desde que llegó. 4
Coloco a continuación mi traducción: “Señor, muchos narradores / vos han contado muchas historias: / el robo de Helena por Paris, / el malestar y el sufrimiento que ello ha causado; / las aventuras de Tristán / según el bello relato de la Chièvre, / fabliau y poemas de gesta. / Se narra también en este país / la historia de Iván y de su bestia. / Sin embargo, jamás vos no habéis escuchado contar / la terrible guerra / entre Renart e Ysengrin, / una guerra terriblemente larga y encarnizada. / Estos dos varones, en realidad, / no se soportaron jamás; / ellos, ciertamente, / se combatieron y engañaron constantemente.”
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Hay, sin embargo, otros relatos que presentan directamente un conflicto bélico. “De panthera et pastores” (Fedro III, 2) narra la lucha de una pantera con unos pastores a los que ataca para vengarse; “Equus et aper” (Fedro IV, 4) la alianza de un caballo con el hombre para combatir a su natural enemigo, el jabalí; la “Pugna murium et mustelarum” (Fedro IV, 6) narra la derrota de los ratones y cómo sus cabecillas son sacrificados. Rómulo (III, 4), su continuador, inserta la fábula conocida como “El murciélago en la guerra de los animales” donde se relata la guerra de los cuadrúpedos contra las aves y la traición de los murciélagos.5 La fábula ofreció motivo de inspiración a romancistas franceses y eso hizo que varias de ellas se transformaran en fuente de algunos episodios del Roman de Renart. Así el cuento XXIII de la Disciplina clericalis, “De bobus lupo promissis a rustico vulpisque iudicio”, fue retomado en las ramas IV y IX; el relato N° 20 de las Fábulas extravagantes, “De infortunio lupi” de un episodio de Ysengrinus, “Sacerdos et lupus”; una fábula de Fedro (I, 5), “La partición del león” de un relato de la rama XVI del Roman. Estos relatos que desarrollaban el motivo de la batalla animal fueron incorporados en Francia sin problemas a la epopeya animal de la Edad Media, es decir, a un ciclo de relatos centrados en la batalla despiadada entre el zorro y el lobo, que satirizan la sociedad feudal. Pero en España su repercusión fue otra. Dividiré la tradición de este motivo en una literaria y otra folclórica. La literaria sigue el mismo derrotero que la difusión de la fábula en la Península. Por eso, se puede dividir claramente en dos ramas: una oriental y otra occidental.6 Comencemos por la oriental que la precede. La primera narración que reproduce este motivo es el largo relato del capítulo VI del Calila e Dimna, donde se narra la guerra que los búhos mantienen con los cuervos. De hecho, enfrenta dos animales que viven en pugna en la naturaleza. Búhos y cuervos viven en un precario equilibrio en un mismo monte: […] en un monte avia un arbol muy alto et muy grueso et et muy espeso, lo que mas pudiese de ramas et de fojas. Et avia en el nidos de dos mill cuervos et avian un rey de si mismos; et avia en aquel monte muchos nidos de buhos, et avian otrosi un rey de si (Lacarra-Cacho Blecua, 1982, 224). Es el rey de los búhos quien rompe esa frágil paz, saliendo una noche y matando muchos cuervos. El autor del Calila e Dimna narra ese sangriento episodio en una línea: “Et salio el rey de los buhos una noche por la ene5
Los textos de Fedro se hallan en Hervieux (1894), el de Rómulo en Thiele (1910).
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Rodríguez Adrados (1979-1987) ha ofrecido una historia de la fábula desde la Antigüedad y si bien incluye el corpus medieval, no es este el punto fuerte de su estudio. A falta de una historia de la fábula en la Edad Media castellana, puede consultarse Lacarra (1999, 27-44) y Bizzarri (2006, 7-62).
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mistad que entre los cuervos et los buhos [avia], et corriolos atanto, que mató dellos et llago muchos dellos” (Lacarra-Cacho Blecua, 1982, 224). Lo particular de este relato es que se narran pocos episodios. En su mayoría el relato discurre sobre las negociaciones que se hacen en la guerra, las tramas que se tejen, las discusiones entre los consejeros; pero pocas son las acciones que se narran. Al autor le interesa más relatar los entretelones de la guerra que las acciones bélicas en sí. Por eso, este es un relato particular en toda la tradición del motivo de la batalla animal. Un episodio central, por ejemplo, es el concilio que los cuervos celebran luego del ataque de los búhos en el que se exponen las opiniones de cinco consejeros y el rey, finalmente, acepta uno de ellos. Gracias a que un cuervo se infiltra entre los búhos, logran derrotarlos. El relato opone dos reinos: de un lado el de los cuervos en el que el concejo funciona; de otro, el de los búhos en el cual esta institución falla. Y el autor quiere marcar esta diferencia. Por eso, una vez victoriosos, el rey de los cuervos pregunta a su consejero que se había infiltrado entre sus enemigos: “Dime de los entendimientos de los buhos” (Lacarra-Cacho Blecua, 1982, 247) le pregunta; “Eran de muy flaco consejo et de mal acuerdo” (ibídem), le responde su consejero. Este mismo relato fue retomado por Juan Manuel como ejemplo N° XIX de su Conde Lucanor. Juan Manuel opera una seria reducción del relato, eliminando el concilio entre los cuervos. Pero agrega un elemento que no estaba en la fábula oriental, la venganza, elemento central de una épica, pues el cuervo que lleva adelante el plan es uno “[…] muy savidor que se dolia mucho del mal que avia resçebido de los buhos” (Blecua, 2000, 124). El cuento del Calila e Dimna tenía un sentido político, pero no estaba enlazado con ningún episodio de la corte alfonsí. Pero Juan Manuel no puede dejar de unir este relato a su propia circunstancia proyectando en él su irreconciliable relación con el rey Alfonso XI: “Et todo este mal vino a los buhos porque fiaron en l’ cuervo que naturalmente era su enemigo” (Blecua, 2000, 125). Juan Manuel sostiene que no se puede confiar en nadie que sea enemigo por naturaleza, como él lo hacía del monarca y su entorno real. En definitiva, el Calila e Dimna nos muestra que este motivo estaba difundido en el mundo árabe. Tal vez la mejor prueba de su difusión sea esta perspectiva especial que buscó el autor prefiriendo narrar las intrigas de la corte a la batalla propiamente dicha. Y esto tal vez lo separe de una epopeya animal. Mucho más nutrida es la tradición occidental de este motivo, aunque es más tardía. Todos los relatos que he detectado pertenecen al período de Enrique IV. El primero de ellos es la “Exclamaçion e querella de la gouernaçion” de Gómez Manrique con glosa de Pero Díaz de Toledo (Vidal González, 2003). Entre los eruditos comentarios que coloca Díaz de Toledo
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hay uno que recrea un relato, la fábula 215 de Esopo, en la que se narra la guerra entre los lobos y los perros y cómo los lobos idean un pacto entre los hombres para hacer que estos retiren a los perros de la guarda de las ovejas y así poder atacarlas libremente. La “Exclamaçion e querella” se inserta en un momento de crisis política, por eso con ella se trata de poner en relieve la necesidad de gobernadores en el reino, aunque nada pudo evitar el bochornoso episodio de la Farsa de Ávila. El relato que entra más de lleno en esta tradición que describo es la Batalla campal de los perros contra los lobos de Alfonso de Palencia, extraña mezcla de la fábula 215 de Esopo y la Batricomiomachia homérica con episodios contemporáneos (Pardo, 1973 y 2006; Martín Romero, 2013). Dos lobos Harpaleo y Pancerión salen de escaramuza una noche. El conflicto lo desencadena la intrepidez de Harpaleo que ataca las ovejas no respetando el meticuloso plan trazado por su compañero. Harpaleo muere y, por eso, los lobos le declaran a los perros la “universal batalla”, un encarnizado conflicto en el que nadie gana. Este relato escrito en clave por Alfonso de Palencia para obtener el puesto de cronista real libre por la muerte de Juan de Mena enfrenta dos tipos de caballería, una nueva y otra vieja, y trata de demostrar que una guerra a gran escala no lleva a ningún sitio, problemática que se debatía en la corte de Enrique IV para impulsar la guerra contra Granada. La tercera corriente que ha nutrido este motivo son las fiestas folclóricas en torno al carnaval. Dentro de las ceremonias carnavalescas hay una serie de representaciones que tienen carácter bélico, como las “mascaradas” de Galicia, la representación del Zampanzar en el País Vasco o la ceremonia del “rey de los gallos” (Caro Baroja, 1983). Rituales carnavalescos como estos se dieron en toda la Romania. Fruto de ello es en el siglo XIII el poema francés Bataille de Caresme et Charnage (Lozinski, 1933, 110-112; Lecoy, 1938, 245). Dichas ceremonias aparecen en el teatro español con églogas de Juan del Encina representadas en la noche de Antrejuelo o Carnestolendas, o las piezas de Quiñones de Benavente El Abedejuelo o de Pedro Calderón de la Barca Entremés de Carnestolendas. Este momento del año que marca el paso de un período dedicado a los placeres a otro de más recogimiento fue objeto de una pieza especial de Juan Ruiz en su Libro de buen amor (Blecua, 1992, cc. 1067-1314), la “Batalla de Carnal y Cuaresma”.7 El Arcipreste reproduce aquí todos los pasos de un conflicto armado: las cartas de desafío (Blecua, 1992, cc. 1067-1073 y cc. 1075-1076), la descripción de los ejércitos (Blecua, 1992, cc. 1081-1094 y 1003-1111) con una comparación explícita a las huestes de Alejandro Magno (Blecua, 1992, c. 1081d) como Pierre de Saint-Cloud lo había hecho en 7
Sobre este episodio véase Lecoy (1938, 245-252), Laurence (1970), Blecua (1992, XXIV-XLV), García Piñar (2008) y Pagani (2008).
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el Roman de Renart con episodios del ciclo artúrico,8 la descripción de la batalla y la derrota y encarcelamiento del derrotado, don Carnal. El relato finaliza con un largo excursus sobre la confesión (cc. 1131-1160) en el que el Arcipreste explaya los puntos de vista fundamentales que sobre este tema tenían dominicos y franciscanos. También Juan de la Encina en su Égloga en representación de la noche de Carnestolendas recrea la dura batalla entre Carnal y Cuaresma. La obra comienza con un grito “¡Carnal, fuera! ¡Carnal, fuera!” (Rambaldo, 1977, v. 1) que recuerda la ceremonia del “rey de los gallos” en que se echaba a don Carnal de la villa. Los pastores se reúnen para comer antes del comienzo de la Cuaresma. Uno de ellos llega y narra la espantosa batalla que mantuvieron Carnal y Cuaresma en los montes. Aquí también se describe la terrible batalla y la lucha de los alimentos de la cocina de ambos períodos. Estas representaciones carnavalescas encarnan, pues, la vacilación del espíritu humano entre dos momentos opuestos del año y para los cuales se necesita una preparación. Es por eso que estas representaciones, tanto en su manifestación popular como en su expresión literaria se presentaron bajo la forma de una batalla. Para concluir, quisiera destacar algunos puntos. La batalla animal está en la base de una epopeya animal. Pero la epopeya necesita de otros elementos, pues ella es una construcción más ambiciosa. En la epopeya animal los relatos forman parte de un ciclo, mientras que en la batalla animal son relatos aislados que toman la forma de un enfrentamiento armado.9 El hecho de que sea un ciclo lo centra en la batalla entre dos personajes, en este caso el zorro y el lobo, mientras que la batalla animal puede tomar otros animales como personajes. En la epopeya animal se satirizan y representan las relaciones feudales, mientras que en la batalla animal no existe necesariamente la sátira. Finalmente, estos relatos de la batalla animal casi en su totalidad están escritos en clave, pues aluden a episodios, situaciones o personajes de un momento histórico. Como tantas veces ocurre con el reino animal, éste es usado para representar las difíciles relaciones humanas.10
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Las anécdotas sobre Alejandro Magno se volvieron frecuentes en la literatura ejemplar del siglo XIV, en especial gracias a las colecciones de los predicadores; remito a Cary (1956, 143-162).
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Característica que se considera común en los relatos animalísticos latinos y germanos (Voigt, 1878) y Düwel (2010).
10 Por falta de espacio, dejo de lado otra forma que tomó el motivo de la batalla animal, el duelo judicial, de cuya tradición en Francia ha hablado Pastoreau (2000 y 2004, 31-53).
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