ENFERMEDADES DIGESTIVAS CRÓNICAS EN HURONES

ENFERMEDADES DIGESTIVAS CRÓNICAS EN HURONES Jean-François Quinton, DV, Dip ECZM (Small Mammals) Advetia Veterinary Specialty Practice 5 rue Dubrunfaut
Author:  Irene Paz Castilla

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ENFERMEDADES DIGESTIVAS CRÓNICAS EN HURONES Jean-François Quinton, DV, Dip ECZM (Small Mammals) Advetia Veterinary Specialty Practice 5 rue Dubrunfaut, 75012 Paris

La enfermedad digestiva crónica es común en los hurones, en los que causa presentaciones con antecedentes inespecíficos de diarrea crónica y caquexia. Muchos de estos trastornos requieren un estudio diagnóstico considerable y pueden acarrear la necesidad de tratamiento a largo plazo. GASTRITIS Y ÚLCERAS GÁSTRICAS Los signos clínicos de las úlceras gástricas comprenden: letargia, sialorrea, tocarse la boca con la pata (signo de náuseas en el hurón), diarrea, rechinar de dientes y melenas. La palpación abdominal puede revelar dolor, reflujo y aumento de tamaño de los ganglios linfáticos mesentéricos. Las causas de la ulceración del tubo digestivo son los cuerpos extraños, ingestión de toxinas, Helicobacter mustelae (un tipo de bacteria que con frecuencia se halla en el estómago de muchos hurones), enfermedad inflamatoria intestinal (EII), neoplasia, tratamiento con antinflamatorios no esteroides (ibuprofeno) y azoemia causada por nefropatía. Helicobacter sp. puede provocar enfermedad desde asintomática hasta úlceras gástricas e irritación de la mucosa gástrica. El estudio diagnóstico básico consiste en una radiografía de cuerpo entero y análisis de sangre de cribado. La gastroscopia es una herramienta no invasiva que permite el examen de la mucosa gástrica de los hurones y determinar las características de distintos trastornos gástricos mediante la obtención de muestras de tejido de la mucosa gástrica y duodenal. Desafortunadamente, no se pueden obtener biopsias de espesor completo mediante un procedimiento gastroscópico. Las especies de Helicobacter se pueden detectar por análisis basado en la PCR o por tinción de plata de una pieza de biopsia. La relación entre el aislamiento de especies de Helicobacter y la gastritis sigue siendo difícil de interpretar. Los infiltrados linfoplasmocitarios gástricos pueden relacionarse, bien con Helicobacter mustelae, bien con la EII. Los hurones enfermos y anoréxicos se hospitalizan para recibir fluidoterapia, alimentación forzada frecuente y en cantidades pequeñas, y tratamiento parenteral. El tratamiento recomendado para la gastritis es salicilato de bismuto (1 ml/kg por vía oral cada 8 h), un agente citoprotector como el sucralfato (100 mg/kg por vía oral cada 6 h), un antihistamínico H2 sistémico como la ranitidina (0,5 mg/kg por vía oral, intravenosa o subcutánea cada 24 h), y un inhibidor de la bomba de protones como el omeprazol (1/4 del contenido de una cápsula de 10 mg por vía oral cada 24 h). Un tratamiento efectivo contra Helicobacter sp. es una triterapia con amoxicilina (10 mg/kg por vía oral cada 12 h), metronidazol (20 mg/kg por vía oral cada 12 h) y salicilato de bismuto, en una tanda mínima de 14 días (1). CUERPOS EXTRAÑOS Los cuerpos extraños pequeños o los tricobezoares en ocasiones pueden permanecer largo tiempo en el estómago de un hurón, lo que se manifiesta con problemas gástricos intermitentes y crónicos. Dependiendo de la ubicación del cuerpo extraño o la bola de pelo, algunos de estos casos pueden derivar en obstrucciones agudas del flujo. Una radiografía de cuerpo entero, que incluya el tórax para evaluar el esófago, puede mostrar íleo segmentario, distensión gaseosa del estómago y, a veces, un cuerpo extraño o un tricobenzoar. De ser necesario, una radiografía de contraste o una ecografía (después de un ayuno de 4 a 6 h) puede ayudar a establecer la presencia del cuerpo extraño. En tal caso, se practica una laparoscopia exploratoria y se retira el cuerpo extraño tan pronto como sea posible. También se obtiene una pieza de biopsia, ya que algunos hurones (especialmente los que presentan

bolas de pelo) pueden tener Helicobacter mustelae, EII o linfoma concurrente. Cualquiera de estos trastornos inflamatorios del tubo digestivo puede provocar una menor motilidad y, en consecuencia, evitar que el pelo salga del estómago de manera normal. MEGAESÓFAGO El megaesófago es una enfermedad de origen desconocido e infrecuente en hurones; su pronóstico es en general malo. La regurgitación de alimentos después de 5 a 10 minutos de haberlos ingerido es un signo clínico común del megaesófago. Los antecedentes clínicos comprenden dificultad para la deglución, anorexia parcial y letargia. En la exploración física se observan caquexia, deshidratación, debilidad y sialorrea. Las radiografías muestran que el esófago del hurón está dilatado en las regiones torácica y cervical. El abordaje del megaesófago en hurones es similar al del perro, pero normalmente tiene menos éxito. Su diagnóstico temprano es importante, puesto que ha tratamientos que pueden retardar la evolución de la enfermedad. Un medicamento antiácido como la ranitidina puede proporcionar una mejora importante, lo que indica que el reflujo gástrico y la inflamación secundaria del esófago podrían ser un factor en esta enfermedad. El sucralfato (100 mg/kg por vía oral cada 6 h) se puede emplear para cubrir y, por lo tanto, favorecer la curación de las úlceras gástricas y esofágicas. Los fármacos que aumentan la motilidad gastrointestinal, como la metoclopramida (0,2-1 mg/kg por vía oral cada 8-24 h), se pueden utilizar para ayudar a que los alimentos salgan mejor del estómago y reducir el reflujo gástrico. Los hurones reciben alimentos blandos, ricos en calorías y diluidos mientras se mantienen en posición vertical; luego se les mantiene en esta posición durante un tiempo. Se pueden añadir complementos nutricionales para aumentar el contenido calórico. Se debe colgar una botella de agua, porque la posición de la cabeza al beber de un cuenco puede provocar atragantamiento. EII La EII es un trastorno inflamatorio del tubo gastrointestinal que es bastante frecuente en hurones pero que fácilmente se puede pasar por alto, porque se asemeja a la diarrea vírica y a la gastroenteritis asociada con Helicobacter. Los hurones afectados pueden presentar heces granulosas y sueltas, náuseas intermitentes, vómitos esporádicos y pérdida de peso. Aunque se la diagnostica cada vez con mayor frecuencia, hay relativamente poca información acerca de la IIE idiopática del hurón en la literatura científica. En el perro, la IEE idiopática se diferencia de las causas de la enteropatía crónica que responden a la alimentación o a los antibióticos por una falta de respuesta a estas terapias por sí mismas. Se desconoce la causa concreta de la IEE idiopática en el perro. Sin embargo, los datos disponibles indican que los individuos afectados presentan modificaciones de la interacción entre el sistema inmunitario de las mucosas y los microrganismos intestinales; como consecuencia, unas respuestas inmunitarias excesivas del huésped darían lugar a una inflamación intestinal crónica. En el hurón, esta respuesta inmunitaria crónica podría relacionarse con reacciones de hipersensibilidad, intolerancia alimentaria, proliferación bacteriana, sobrecarga de almidón, enfermedades infecciosas, trastornos metabólicos o una respuesta inmunitaria anómala a la infección (como a la debida al coronavirus intestinal del hurón (CVIH)). Es incluso posible una predisposición genética a la enfermedad. Cuando se sospecha EII, se emplean biopsias de espesor completo, gástricas, de mucosa intestinal y hepáticas, para diferenciar los infiltrados linfoplasmocitarios de otros trastornos que tengan signos clínicos similares (p. ej., infiltrado eosinofílico y neoplasia). La inflamación es habitualmente linfoplasmocitaria y se debe distinguir de la gastroenteritis eosinofílica, que a menudo afecta a múltiples tejidos, como el hígado. El tratamiento de la EII suele requerir fármacos inmunodepresores y control de la alimentación. Los corticoesteroides como la prednisona (2 mg/kg por vía oral cada 12-24 h) se emplean con frecuencia, pero algunos hurones responden mal al tratamiento a largo plazo con corticoesteroides. La budesonida es un corticoesteroide muy potente (15 veces más que la prednisolona) y tiene un efecto antinflamatorio local prolongado. En perros, la budesonida (1 mg por vía oral cada 24 h para un animal que pese 3-7 kg) es eficaz en el tratamiento de la EII y en general es bien tolerada; sin embargo, la incidencia de efectos adversos no es menor entre los perros que reciben budesonida que entre aquellos que reciben prednisona (2). Según la experiencia del autor, la acción de la budesonida es similar a la de la prednisolona en el hurón. La azatioprina (0,9 mg/kg por vía oral cada 24-72 h) durante un periodo de 6 a 12 semanas, o el clorambucilo (2 mg para un hurón) una vez cada 3 días, son

inmunodepresores que se pueden prescribir a un hurón (3). La terapia de cobalamina (250 µg/kg por vía intramuscular una vez por semana durante 6 semanas, luego cada dos semanas y, posteriormente, una vez al mes) parece ser de ayuda en el tratamiento de la diarrea crónica en los hurones. Una arcilla adsorbente natural (esmectita, 250 mg/kg por vía oral, 2 veces al día) protege la mucosa intestinal y adsorbe virus, bacterias y toxinas bacterianas. En caso de proliferación bacteriana, está indicado el metronidazol (10-15 mg/kg por vía oral cada 12 h), un antibiótico que también tiene efectos inmunomodulatorios. GASTROENTERITIS EOSINOFÍLICA Este es un tipo muy infrecuente de enfermedad intestinal inflamatoria que sucede en los hurones y que también se ha descrito en perros, gatos y seres humanos. Los animales afectados tienen presentan crónica y pérdida de peso grave. Podría ser palpable un recto engrosado. La eosinofilia periférica es muy indicativa de esta enfermedad en el hurón. Las lesiones son una infiltración por eosinófilos de leve a considerable en la mucosa, la submucosa y la lámina muscular del estómago y el intestino delgado. La gastroenteritis eosinofílica se debe distinguir de un trastorno eosinofílico presente en la lámina propia o en el ganglio linfático en caso de EII (4). Cuando se presenta gastroenteritis eosinofílica, se detectan infiltrados eosinofílicos en el tubo digestivo, ganglios linfáticos asociados, hígado y pulmones. Puede existir una asociación entre la hipersensibilidad alimentaria y la gastroenteritis eosinofílica. Los hurones necesitan alimentos que contengan proteína animal muy digerible (35 % a 55 % de la materia seca; p. ej., una rata entera como presa contiene un 55 % de proteína). El abordaje farmacológico recomendado en los casos de gastroenteritis eosinofílica comprende terapia inmunodepresora con prednisona (2 mg/kg, una vez al día), ciclosporina (4 mg/kg, dos veces al día), o azatioprina (0,9 mg/kg, una vez cada dos días). Se ha descrito la recuperación de un hurón tras un tratamiento con ivermectina (0,4 mg/kg por vía subcutánea) (1). ENFERMEDAD INTESTINAL PROLIFERATIVA (EIP) La EIP aparece con más frecuencia en ejemplares juveniles (entre 10 y 16 semanas de edad). Los hurones afectados presentan diarrea crónica con sangre y mucosidades. A menudo gimen o lloriquean al realizar esfuerzos físicos. Puede aparecer prolapso rectal de forma intermitente. La palpación revela un aumento sumamente manifiesto del grosor del área intestinal. El colon y, con menor frecuencia, el intestino delgado, pueden estar afectados. De vez en cuando, el intestino afectado se perfora y provoca peritonitis. La causa es una bacteria clasificada como Lawsonia intracellularis. El examen histológico muestra proliferación epitelial e infiltración con células inflamatorias monocíticas o granulocíticas. Los cortes teñidos con tinción de plata revelan bacterias en forma de coma en el interior de los enterocitos. El tratamiento consiste en cloranfenicol a una dosis de 50 mg/kg por vía oral cada 12 h durante un mínimo de 10 días. Ningún otro antibiótico cura la EIP en hurones (1).

CORONAVIRUS SISTÉMICO DEL HURÓN Existen dos formas muy relacionadas pero genéticamente distintas del coronavirus del hurón: el coronavirus intestinal del hurón (CVIH) y el coronavirus sistémico del hurón (CVSH). El CVIH está vinculado con el trastorno conocido como enteritis catarral epizoótica (ECE). Los hurones infectados por CVIH debutan con anorexia, letargia y diarrea mucoide, verde y copiosa. Tras recuperarse de la ECE, en algunos hurones se presenta un síndrome de hipoabsorción intermitente con diarrea y heces de consistencia similar a la del alpiste. Son hallazgos histológicos frecuentes la atrofia vellosa, degeneración del epitelio apical y enteritis linfocítica. El año 2004, en España, se detectó por primera vez una enfermedad emergente y sistémica de los hurones, caracterizada por perivasculitis piogranulomatosa y peritonitis. El agente causante de esta enfermedad, semejante a la forma seca de la peritonitis infecciosa felina (PIF), se identificó como un coronavirus sistémico del hurón (CVSH). Normalmente, esta enfermedad afecta a los hurones menores de 3 años. Los signos clínicos en los hurones son inespecíficos y similares a los descritos en gatos con

la forma seca de la PIF. La mayoría de los hurones se presentan con poliadenomegalia abdominal, diarrea, pérdida de peso, anorexia y vómitos. Estos signos digestivos pueden conducir a la pérdida de condición corporal y caquexia. Síntomas menos frecuentes asociados con CVSH comprenden paresis de las extremidades posteriores, convulsiones y orina de color verde. Los signos hematológicos característicos son: anemia no regenerativa, hiperglobulinemia, hipoalbuminemia y trombocitopenia. Los electroforetogramas de proteínas séricas revelan una hipergammaglobulinemia policlonal. Esta enfermedad es progresiva y casi siempre mortal en el plazo de pocos meses. La lesión macroscópica que se observa con más frecuencia consiste en nódulos irregulares, de color blanco a tostado, de multifocales a confluyentes, dispersos sobre superficies serosas. Los ganglios linfáticos mesentéricos muestran un aumento de tamaño y contienen nódulos similares. Las lesiones histológicas se caracterizan por inflamación piogranulomatosa grave; el proceso inflamatorio se centra en los vasos. La inmunohistoquímica con un anticuerpo monoclonal contra el antígeno del coronavirus del grupo 1c revela tinción intracitoplásmica fuertemente positiva de los macrófagos en el centro de los piogranulomas. La Michigan State University ofrece un análisis basado en la PCR para la detección de las infecciones por coronavirus en hurones. Vale la pena tratar la mayoría de los casos, ya que el tratamiento puede mejorar temporalmente el estado del hurón y aportarle varios meses de calidad de vida. La remisión clínica a largo plazo es incluso posible en algunos casos (5). El tratamiento se dirige a la supresión del sistema inmunitario (prednisolona: 1-2 mg/kg por vía oral cada 12 h), supresión de la respuesta inflamatoria excesiva (pentoxifilina, que hace disminuir los promotores de la vasculitis; la dosis sugerida en gato es 20-25 mg/kg cada 12 h) y eliminación o reducción del coronavirus sistémico mediante modulación inmunitaria. Un inmunoestimulante poliprenílico (Vetimmune) es prometedor en el tratamiento de la forma seca de la PIF en gatos (las posologías sugeridas en gatos son: 3 mg/kg por vía oral, 2 o 3 veces a la semana, o 2 veces al día en la dosis de 1 mg/kg, por vía subcutánea). Dos hurones con enfermedad asociada con CVSH confirmada se trataron mediante la aplicación del protocolo experimental para gatos (combinado con prednisolona y pentoxifilina) y se observó remisión durante varios meses. Tanto el interferón omega felino como el interferón alfa humano han mostrado inhibición de la replicación del coronavirus felino in vitro. Una dosis sugerida para el interferón en hurones es: interferón alfa, 10 unidades por vía subcutánea cada 24 h durante 7 días; interrumpir durante 7 días y repetir (6). El tratamiento con antibióticos de amplio espectro se recomienda durante la terapia inmunodepresora para prevenir infecciones bacterianas secundarias. La doxiciclina se puede usar con este fin (10 mg/kg por vía oral cada 12 h) porque, además de sus propiedades antibióticas, también tiene propiedades antinflamatorias. Además, se pueden emplear un tratamiento sintomático y apoyo nutricional para intentar mejorar los signos clínicos y aumentar la calidad de vida del hurón.

MICOBACTERIOSIS En el hurón, la micobacteriosis es una enfermedad importante que se notifica de forma esporádica. Esta enfermedad afecta con más frecuencia al tubo gastrointestinal o al hígado del hurón, al tiempo que aumenta el tamaño de los ganglios linfáticos que drenan el tubo gastrointestinal. Normalmente las lesiones histológicas son necróticas y muestran una considerable infiltración con macrófagos. Un hallazgo habitual es la detección, mediante la tinción de Ziehl-Neelsen, de microrganismos acidorresistentes atrapados en el interior del tejido. A menudo se opta por la eutanasia en los casos de hurones con micobacteriosis confirmada, debido a la posibilidad subjetiva de zoonosis del género Mycobacterium y a la resistencia conocida del microorganismo a los antibióticos. Sin embargo, se han descrito tratamientos, como una terapia de combinación integrada por enrofloxacino (5 mg/kg por vía oral cada 24 h), rifampicina (20 mg/kg por vía oral cada 12 h) y azitromicina (10 mg/kg por vía oral cada 12 h). HEPATOPATÍAS La hepatitis linfocitaria crónica suele ser asintomática. Normalmente se asocia con un proceso inflamatorio digestivo ascendente, como la EII o la infección por Coronavirus. La colelitiasis y la colestasis no son infrecuentes y pueden estar infradiagnosticadas en la práctica clínica. La lipidosis hepática es frecuente y a menudo asintomática en los hurones. En condiciones experimentales, la privación de alimentos durante 5 días tras una dieta rica en lípidos indujo esteatosis hepática en hurones.

Cualquier razón de pérdida de peso repentina, anorexia o cualquier enfermedad debilitante puede ser consecuencia de la lipidosis hepática. La bioquímica sérica puede ser normal o mostrar elevaciones leves de ALP, ALT y GGT. Se pueden encontrar quistes de forma fortuita en uno o más de los lóbulos hepáticos; en los perros se describen como frecuentes. Los cistoadenomas biliares son los tumores hepáticos primarios más habituales en los hurones. Aunque histológicamente benignos, pueden evolucionar de forma agresiva y derivar en insuficiencia hepática. Es posible obtener una biopsia hepática guiada por ecografía, pero se suele recomendar una ecografía exploradora abdominal completa a causa de la probabilidad de enfermedad concurrente en el hurón. 1. Quesenberry KE, Carpenter J (eds): Ferrets, rabbits and rodents: clinical medicine and surgery. Gastrointestinal diseases, p 27-45 3rd edition Saunders, 2012. (560p) 2.Dye T.L et al, Randomized, Controlled Trial of Budesonide and Prednisone for the Treatment of Idiopathic Inflammatory Bowel Disease in Dogs J Vet Intern Med 2013;27:1385–1391 3.Lewington JH, Ferret Husbandry, Medicine and Surgery, 2 nd Edition, Saunders Elsevier 2007. 203-222 4.Huynh M, Pignon C, Gastrointestinal disease in exotic small mammals Journal of Exotic Pet Medicine 22 (2013), pp 118–131 5 Murray J, Kiupel M, Maes R, Ferret Coronavirus- Associated Diseases Vet Clin Exot Anim 13 (2010) 543–560 6.Whittington J.K et al,Treatment and Clinical Outcome of Systemic Coronavirus-Associated Disease in Two Ferrets (Mustela putorius) Treated with Polyprenyl Immunostimulant AEMV Annual Conference 2014 Orlando 7.Pollock C. Mycobacterial Infection in the Ferret Vet Clin Exot Anim 15 (2012) 121–129

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