Evangelismo, Concepto y Objetivo By John Macdonald

Evangelismo, Concepto y Objetivo By John Macdonald En la sociedad contemporánea es posible encontrar una multitud de “evangelios.” Hay muchos que dice

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EL CONCEPTO DE LIBERTAD EN JOHN STUART MILL
Norberto Rodríguez Bustamante. El Concepto de Libertad en John Stuart Mill. Desarrollo Económico Vol. XIX Nº 73 1979. EL CONCEPTO DE LIBERTAD EN JOHN

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Evangelismo, Concepto y Objetivo By John Macdonald En la sociedad contemporánea es posible encontrar una multitud de “evangelios.” Hay muchos que dicen que lo que necesitamos es un mensaje nuevo — un mensaje que la gente de hoy puede entender. “Debemos eliminar conceptos antiguos de “pecado”, “perdón”, “justificación”, “expiación”, etc. Son términos de otra época — otro tiempo cuando la sociedad era más primitiva. Pero, ¿cuál es el resultado de la multitud de evangelios que tenemos ahora? Hay mucha confusión. Y, la verdad es que siempre vamos a encontrar a personas que van a querer enseñarnos algo nuevo — algo distinto — algo diferente. La Biblia habla de estas personas. Pablo se reaccionó fuertemente a los Gálatas cuando él escribió: “Estoy muy sorprendido de que ustedes se hayan alejado tan pronto de Dios, que los llamó mostrando en Cristo su bondad, y se hayan pasado a otro evangelio. En verdad no es que haya otro evangelio. Lo que pasa es que hay algunos que los perturban a ustedes, y que quieren trastornar el evangelio de Cristo. Pero, si alguien les anuncia un evangelio distinto del que ya les hemos anunciado, que caiga sobre él la maldición de Dios.”1 Hay un segundo aspecto de nuestro trabajo que merece nuestra atención: hay muchos que quieren aceptar el Evangelio como está escrito en la Biblia, pero piensan que vivimos en una cultura distinta del tiempo de los apóstoles. “Vivimos en el contexto hispano del Siglo XXI. Entonces, lo que experimentamos ahora son cosas diferentes de nuestros antepasados durante el tiempo de Jesús.” Escribe el Obispo Leslie Newbigin: Hay muchas variedades en la manera en la cual los Cristianos en Nigeria, la India, Samoa, y los Estados Unidos expresan su fe. La cuestión de la relación entre el Evangelio y las diferentes culturas humanas es una cuestión real y viva en la misiología contemporánea....Pero, ¿significa que Dios acepta todo los elementos de la cultura humana? La cultura humana es simplemente la manera en la cual las sociedades humanas ordenan su vida corporal — y tal como es corrompida por el pecado.2 Lo que el Obispo Newbigin está diciendo es que la cultura existe. Pero, el pecado existe también. ¿Podemos y debemos aceptar, por ejemplo, el canibalismo en una sociedad como algo correcto porque es algo aceptado por aquella sociedad? O, ¿podemos aceptar el sacrificio del hijo mayor porque es una práctica en un sociedad específica? No. Tenemos que reconocer que el Evangelio y la fe bíblica en Jesucristo es algo que transciende la cultura. Es decir hay normas y creencias que pertenecen a cualquier sociedad y cultura y que son universales. Hay poca diferencia entre el comportamiento de un ser humano durante el crepúsculo de este milenio y la raza humana primitiva. Quizás estamos envueltos en papel de regalo más bello. Pero, la caja por dentro es igual.

El pecado existe. Somos creados en la imagen de Dios y tenemos un deseo fuerte de buscar y encontrar a Dios. Cada uno de nosotros, según el filósofo francés Pascal, tenemos un vacío en la forma de Dios. Y, solo Dios puede llenarlo. Y, como podemos ver por medio de nuestras circunstancias humanas y nuestra condición humana, la única persona que puede llenar este vacío es Jesucristo. Así, el enfoque de este capítulo va a ser una presentación de las buenas noticias — el Evangelio histórico — que todavía tiene impacto e importancia para nosotros hoy en día. No importa la sociedad. No importa el idioma. No importa la herencia cultural. No importa si la persona es rica o pobre, educada o analfabeta, profesional o labrador común. Cada uno merece las buenas noticias. Y, es nuestra responsabilidad como mensajeros y embajadores de Cristo3 Hay otro punto también: IIa Corintios 4:5 nos enseña: “No nos predicamos a nosotros mismos sino a Jesucristo como Señor; nosotros nos declaramos simplemente servidores de ustedes por amor a Jesús.” Hace unos años fui a una reunión de IARCA [Iglesia Anglicana de la Región Central de América] en Guatemala representando a la Diócesis de Honduras como el encargado del ministerio de evangelismo de la Diócesis. Uno de los representantes dijo que su programa de evangelismo fue repartir folletos a las casas en el vecindario alrededor de la Iglesia. Los folletos fueron informativos en la manera en la cual que explicaron la Iglesia Episcopal para las personas que todavía no la conocían. Sin embargo, no estamos aquí para predicar la Iglesia Episcopal. “No nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor...” Nuestra tarea es predicar a Cristo. Si las personas deciden asistir a la Iglesia Episcopal por medio de nuestra comunicación fiel de las buenas nuevas, ¡Macanudo! La verdad es que la persona va a adorar y asistir normalmente donde se convirtió — donde conoció al Señor. No es la Iglesia que salva, pero es Cristo quién salva. No estamos en relación con la Iglesia, pero con Cristo primero. La Iglesia es su Cuerpo — los miembros fieles que lo siguen. Sí, Cristo ha dado una cierta autoridad a su Iglesia, pero oramos, adoramos y glorificamos a Cristo y no a la Iglesia. Es esta transición de la institución a la persona de Jesucristo que es importante si vamos a tener un buen entendimiento del ministerio de evangelismo. El Evangelio Para nuestro estudio del Evangelio vamos a pasar a una de las fórmulas más antiguas en la Iglesia, la declaración sencilla y breve de San Pablo en I Corintios 15:3-8. Pablo escribe: En primer lugar les he enseñado la misma tradición que yo recibí, a saber que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que lo sepultaron y que resucitó al tercer día también según las Escrituras, y que apareció a Cefas y luego a los doce. Después se aparecía a más de quinientos hermanos a la vez... Después se apareció a Santiago, y luego a todos los apóstoles. Por último se me apareció también a mí, que soy como un niño nacido anormalmente. 1. Podemos dividir este mensaje en cuatro partes: 2. La muerte de Cristo por nuestros pecados

3. Su resurrección de los muertos 4. Sus apariciones a muchas personas 5. Que estas personas son testigos de la resurrección de Cristo. El Nuevo Testamentario, C.H. Dodd, identifica en su libro famoso La Predicación Apostólica4 varias esquemas de la proclamación de las buenas noticias de Jesucristo. Sin embargo, lo que encontramos en este formulario de Ia Corintios 15 es un bosquejo sencillo y claro — que puede ayudarnos mucho en nuestra comunicación del evangelio. Comenzando con 15:3, San Pablo escribe: “En primer lugar les he enseñado la misma tradición que yo recibí...” El impacto que este versículo debe tener para nosotros es que San Pablo no está inventando una nueva tradición. No es el evangelio de San Pablo. Es algo que él había recibido de otras personas — probablemente de los apóstoles y otros cristianos después de su conversión en el camino a Damasco.5 Este tiempo es importante porque nos enseña que los cristianos originales quisieron proclamar el mismo mensaje — un mensaje que ellos no inventaron tampoco, pero que habían recibido de los mismos testigos de la vida, muerte y resurrección de Jesucristo. Otro aspecto que tenemos con esta introducción es un verdadero ejemplo de la tradición católica de la Iglesia Cristiana. Cada generación de cristianos no es nacida y criada en un vacío con ningún vínculo con el pasado. Hay un sentido que los ancianos — los presbíteros — son las personas encargadas de mantener la tradición de la fe y pasarla a la generación siguiente. Hay una continuidad. Por supuesto, la base de nuestra catolicidad es las Santas Escrituras. Pero, las tenemos porque los ancianos — los apóstoles — reconocieron su validez y formaron lo que ahora es el canon del Nuevo Testamento de la Biblia que contiene todo auténtico de la vida de Jesucristo y la formación de la Iglesia. Mantenemos esta tradición. Y, como San Pablo recibió y enseñó a los demás, así estamos recibiendo y enseñando a otros. Cristo Murió por Nuestros Pecados El pecado es algo verdadero y real. No tenemos que ver lo que pasó en la historia. Podemos ver lo que está pasando en nuestro alrededor. Hay el pecado del egocentrismo, de robo, de asalto, de falta de honestidad, de lujuria, del abuso de drogas y alcohol, etc. Hay el pecado del conflicto personal entre los seres humanos — el enojo, la envidia, la amargura, las pasiones, los insultos, y toda clase de maldad.6 Y, aún que la mayoría de nosotros no vamos a cometer los pecados serios — asesino, etc. — sabemos que el pecado existe en nuestra propia vida. Es algo que nos aterra — en el sentido que como un vestido manchado por carbón, no podemos limpiarnos de nuestros propios pecados. No tenemos la capacidad. Hace muchos años, cuando era niño, estaba mirando un programa en la televisión con el nombre de “La Cámara Cándida”. Habían escondido una cámara en un baño público. Y, cuando la gente se estaba lavando las manos, el jabón tenía una química que cambiaba al color negro cuando estaba en contacto con agua. Cada vez que trataban de secar y lavar sus manos, se hacían peor por causa de esta química. Habían añadido la misma química a las toallas y no fue posible quitar toda tinta negra de sus manos.

Es igual con nosotros. El pecado es tan profundo — es tanto una parte de nuestra ser y nuestra humanidad caída que no podemos limpiarnos. El monje Martín Lutero era un hombre muy devoto en la Iglesia Católica Romana. El diariamente trataba de vivir una vida santa y pura. El estaba tratando de ganar el favor de Dios y subir la escalera a los cielos. En breve, él estaba tratando de ganar su salvación por medio de sus propias obras. Pero, cada vez que trataba de mostrar a Dios que estaba viviendo una vida santa, el Señor le recordaba de su propio pecado. Se frustró. Y decidió que fue imposible. Mientras estaba meditando sobre las Santas Escrituras, él tuvo lo que se llama “su experiencia en la torre.” El descubrió lo que es el corazón de Evangelio: se dio cuenta que es por medio de la gracia de Dios que somos salvos. No podemos ganar el cielo por medio de nuestros propios esfuerzos. No. Necesitamos a otra persona — una persona sin pecado — una persona sin mancha que puede reemplezarnos y recibir el castigo que nosotros merecemos.7 Jesucristo, por supuesto, es la persona. Como dice en IIa. Corintios 5:21: “Cristo no cometió pecado alguno, pero por causa nuestra, Dios lo hizo pecado, para hacernos a nosotros justicia de Dios en Cristo.” El concepto de la necesidad de hacer sacrificios es algo antiguo — y quizás muchos digan que es algo primitivo — que somos gente del Siglo XX y Siglo XXI. Hay dos consideraciones, el primero es más breve que el segundo. Consideración No. 1 Dios requiere un sacrificio. En el Antiguo Testamento hay mucha énfasis en la necesidad de hacer sacrificios. Los Judíos sacrificaron animales para agradecer a Dios y buscar su perdón. La base para el sacrificio de Cristo fue establecida en al Antiguo Testamento y culminó con su muerte en la cruz. Es interesante observar que mientras el Nuevo Testamento testifica del sacrificio de Jesucristo una vez para por siempre, el Templo de los Judíos — el lugar principal donde hicieron los sacrificios — fue destruido por los Romanos durante los años 66-70 D.C. y no ha sido reconstruido. Es un recuerdo que no tenemos que sacrificar más porque Jesús ya cumplió eternamente el requisito. Consideración No. 2 Ya observamos que el pecado es algo que existe. También, establecimos que no podemos eliminar nuestros propios pecados. Dios requiere algo más. La otra cosa es que hay una falla en el modernismo que existe hoy. Desde el tiempo de la Ilustración — o, desde el Siglo XV — hemos tenido la actitud — la creencia firme — que cada generación de seres humanos es mejor que la generación anterior. Es una perspectiva evolucionara — pero no se dirige al problema fundamental del pecado. Cuando tenía 16 años, mi hermano y yo fuimos a Europa y pasamos unas semanas con un tío abuelo que vivía en Bruselas. Un día fuimos a un castillo del Siglo X — un castillo típico de la época con torres y un canal alrededor del base del castillo. Exploramos cada sala, cada gran salón, las cocinas, los comedores, los cuartos, etc. Encontramos en el sótano una cámara de

torturas — un lugar lastimosamente normal para el período. Había herramientas para infligir mucho dolor a los prisioneros y otras personas. Había jaulas y máquinas para desmembrar a las víctimas. Hablamos un poco sobre el tiempo bárbaro de la Edad Media y que gracias a Dios no tuvimos que experimentar el mismo barbarismo en nuestro tiempo. El día siguiente fuimos a una ex fortaleza del ejército belga que los Nazis durante la Segunda Guerra Mundial habían utilizado como un campamento de tránsito para sus prisioneros políticos y los judíos que eventualmente llegaron a los campamentos de concentración en Alemania y Polonia. Exploramos el lugar, pasando por las celdas pequeñas, las áreas de labor duro, y eventualmente encontramos una cámara de torturas. Allí, encontramos no solamente algunos instrumentos y herramientas parecidos a lo que habíamos encontrado en el castillo el día anterior, pero encontramos instrumentos y métodos de tortura aún más sofisticados. Los Nazis habían utilizado la tecnología y la ciencia del Siglo XX para mejorar el sistema de infligir dolor a la persona sin matarlo primero — siempre un problema con la tortura. Entonces, ¿qué podemos concluir? ¿Qué podemos concluir si tomamos en cuenta la violencia y el exterminio de miles y miles de personas inocentes durante los años ochenta en Centroamérica? Hace un año leí el prefacio de un libro escrito por un sacerdote católico romano sobre los testimonios de los indígenas en Guatemala. El soldado que estaba matando en sangre fría a los campesinos de una aldea daba una puñalada en la garganta de cada uno de sus víctimas, lamiendo su cuchillo entre cada matanza. Y, ¿es necesario mencionar lo que está pasando hoy en día y el vicio, los asaltos, los robos, las violaciones, el abuso de poder, la criminalidad que existe en muchos gobiernos, etc.? Si sumamos todo el malo de la historia del mundo, quizás requisó la muerte del único Hijo de Dios en la Cruz para remediar el gran golfo que existe entre nosotros como seres humanos y la santidad de Dios, nuestro divino Creador — y re-establecernos en una relación íntima y santa con El. Su Resurrección de los Muertos Hay muchas personas que dicen que creen en la Biblia y cree que Jesucristo es el Hijo de Dios y que murió en la cruz por sus pecados, pero dicen que no creen en la resurrección. “Vivimos en una sociedad moderna y sofisticada. Es la época científica. No necesitamos los mitos y fábulas de nuestros antepasados. Sabemos más de lo que es la verdad.” Pero, hay unos problemas con esta actitud. Primero, es una actitud que dice que Dios no puede actuar fuera de su naturaleza o de su propia creación. Limitamos nuestro concepto del mundo a lo que podemos empíricamente deducir por medio de lo que vemos, tocamos, observamos o experimentamos. Sí, existe en el mundo natural ciertas leyes físicas — leyes que determinan como tal y tal cosa responde. Pero, ponemos Dios dentro de este misma sistema y decimos que no puede ser más grande que el sistema. Es decir que Dios no tiene la capacidad de hacer milagros. Si aceptamos a Dios como Creador — ¿cómo podemos negar su capacidad de hacer cualquier cosa cuando quiera hacerlo? Hay mucho de la Creación de Dios que no entendemos en este momento. No queremos ser como los científicos de los siglos anteriores que dijeron que el mundo era plano o que la velocidad

máxima que uno puede viajar sin matarse es 100 km/hora. Ya están descubriendo fenómenos naturales en el universo que contradicen las leyes físicas establecidas. Si tenemos el testimonio de varias personas — testimonio escrito por los testigos — tenemos que considerar en serio lo que ellos escriben. El testimonio del Nuevo Testamento no se varia en cuanto al hecho de la Resurrección de Jesucristo. Algunos teólogos evangélicos alemanes del Siglo XIX trataron de descartar la validez o la historicidad de la resurrección, utilizando una epistemología contemporánea, pero sus argumentos ahora no nos convencen. Ellos fomentaron la idea que mucho del Nuevo Testamento fue escrito en el Siglo II — unos 150 años después de la vida de Jesucristo. Sin embargo, J.A.T. Robinson escribió un libro argumentando que tenemos que establecer las fechas de los cuatro Evangelios y las cartas de San Pablo antes de 70 D.C. y la destrucción del Templo. Si el Templo hubiera sido destruido antes de escribir los Evangelios, los escritores habrían incluido este evento tan traumático en su texto. Habría aparecido en una forma u otra con detalles muy exactos.8 Han descubierto que los manuscritos del Nuevo Testamento son antiguos y que, por ejemplo, el Evangelio de San Juan apareció en Egipto en los años 70 D.C. Encontraron unos fragmentos de papiri allá. Y, excavaciones arqueológicas han revelado lugares mencionados por nombre que fueron destruidos con la conquista de los romanos. Juan fue escrito por una persona que conoció bien la ciudad de Jerusalén antes de su destrucción. Ia Corintios tiene el testimonio de San Pablo y de los demás. Tenemos que hacer caso de lo que dice. Entonces, no podemos negar la verdad de la resurrección simplemente porque no es científico. Es más fácil probar la autenticidad histórica del Nuevo Testamento que probar lo contrario. Segundo, tenemos que pensar en la resurrección en términos de su relación dentro de la fe cristiana. Es clave, porqué tendríamos si no tuviésemos la resurrección como una parte de nuestra creencia y fe. Es céntrico en los credos antiguos. Es céntrico en la fe cristiana del Siglo I. La muerte sin la resurrección no sirve. Como dice San Pablo en Ia Corintios 15:12-19: Pero si nuestro mensaje es que Cristo resucitó, ¿por qué dicen algunos de ustedes que los muertos no resucitan? Porque si los muertos no resucitan, entonces tampoco Cristo resucitó; y si Cristo no resucitó, el mensaje que predicamos no vale para nada ni tampoco vale para nada la fe que ustedes tienen. Si esto fuera así, nosotros resultaríamos ser testigos falsos de Dios, puesto que estaríamos afirmando en contra de Dios que él resucitó a Cristo, cuando en realidad no lo habría resucitado si fuera verdad que los muertos no resucitan. Porque si los muertos no resucitan, entonces tampoco Cristo resucitó; y si Cristo no resucitó, la fe de ustedes no vale para nada: todavía siguen en sus pecados. En este caso, también están perdidos los que murieron creyendo en Cristo. Si nuestra esperanza en Cristo solamente vale para esta vida, somos los más desdichados de todos.” Para cualquier presentación del evangelio, tenemos que incluir la resurrección. Es una gran lástima que durante la Semana Santa hay tanto énfasis en el Viernes Santo que cuando viene la Pascua de la Resurrección, hay pocas personas que observan este día tan importante.

Sus apariciones Un aspecto muy importante de la resurrección de los muertos es que Jesucristo no se resucitó solamente porque lo recordamos en nuestras mentes, como decidieron algunos del movimiento cristológico “El Jesús Histórico.” Tampoco que su resurrección fue algo solamente espiritual sin la presencia material de Jesús. El concepto de separar el espíritu de alguien de su cuerpo es algo griego y pagano. Platón escribió sobre la diferencia entre el mundo visible y artificial — una reflexión solamente — y el mundo ideal. Hay una separación entre el alma y la “carne” de la persona. Para los judíos, el concepto fue muy diferente: uno no separó la carne o el cuerpo del espíritu. Entonces, resurrección significa para ellos — y, en el contexto del Nuevo Testamento — la resurrección física de Cristo. Entonces, sus apariencias son muy importantes. El apareció a muchas personas según el testimonio de San Pablo aquí. No solamente apareció a los apóstoles, pero apareció a unos quinientos cristianos — la mayoría ya vivos durante el tiempo de San Pablo. Entonces, adoramos a un Cristo resucitado y vivo y no solamente a una idea, memoria o fantasma. Para nosotros, no es muy probable que Jesús va a aparecer específicamente. Sin embargo, el primer paso de la fe es la respuesta del convencimiento que Jesucristo murió en la cruz y que se resucitó. Su apariencia es en su corazón por medio del Espíritu Santo. Como dice nuestro Señor durante su apariencia a San Tomás: “Crees porque me has visto? ¡Dichosos los que creen sin haber visto!”9 Testigos El cuarto punto de este resumen del evangelio es sobre la necesidad de ser testigos de Cristo. Las personas que lo habían visto durante sus apariencias terrenales. Ahora, tenemos la misma responsabilidad. Si somos verdaderamente personas de fe, somos testigos de Jesucristo. El vive en nuestro corazón. Cuando dirigimos nuestras oraciones hacia el Señor Jesús, admitimos que sabemos que él está escuchándonos. Sería una tontería pasar todo nuestro tiempo diciendo que somos Cristianos y seguidores de Jesucristo si en verdad no tuviéramos fe en su resurrección corporal y eterna. El mensaje que ofrecemos es vida eterna por medio de Jesús. Si no somos sus testigos, ¿porqué estamos ministrando en su nombre?” Un mensaje personal En IIa Corintios 5:17 a 6:2. San Pablo escribe: Por lo tanto, él que está unido a Cristo es una nueva persona. Las cosas viejas se pasaron; se convirtieron en algo nuevo. Todo esto es la obra de Dios, quien por medio de Cristo nos reconcilió consigo mismo y nos dio el encargo de anunciar la reconciliación. Es decir que, en Cristo, Dios estaba reconciliando consigo mismo al mundo, sin tomar en cuenta los pecados de

los hombres; ya nosotros nos encargó que diéramos a conocer este mensaje. Así que somos embajadores de Cristo, lo cual es como si Dios mismo les rogara a ustedes por medio de nosotros. Así pues, en el nombre de Cristo les rogamos que acepten el reconciliarse con Dios Cristo no cometió pecado alguno, pero por causa nuestra, Dios lo hizo pecado, para hacernos a nosotros justicia de Dios en Cristo. Ahora pues, como colaboradores en labor de Dios, les rogamos a ustedes que no desaprovechen la bondad que Dios les ha mostrado. Porque él dice en las Escrituras: ‘En el momento oportuno te escuché; en el día de la salvación te ayudé.’ Y ahora es el momento oportuno. ¡Ahora es el día de la salvación!” Para muchas personas que han crecido dentro de la cultura cristiana sin tener mucho discipulado, hay algunos aspectos de este mensaje que pueden ser nuevos para ellos. Comienzo el estudio de este pasaje con las palabras siguientes: “El que está unido a Cristo es una nueva persona.” Esta es una promesa que no debemos tratar ligeramente. Quizás hay personas que no saben que es verdad. Recuerdo la experiencia de uno de los miembros de mi congregación quien me dijo: “Por años iba a la misa. Pero, salía como entraba. Ahora, después de conocer a Cristo, soy una nueva persona.” ¿Qué podemos concluir de este testimonio? Primero, que la mujer había tenido una experiencia lastimosamente típica en la Iglesia: encontró la forma de la religión sin entender o recibir el contenido. Es decir, su experiencia no le dio la oportunidad de unirse a Cristo con el resultado de hacerse en una nueva persona. También, salía de la Iglesia tan vacía que antes sin tener la seguridad de saber que sus pecados fueron perdonados y que había recibido el don de la vida eterna. Segundo, sabemos que al conocer a Cristo — al unirse a El — ella puede testificar que es una nueva persona — una nueva creación según la traducción literal del pasaje. Sé que ella respondió a un sermón evangelístico que escuchó su primera visita a la Iglesia. Por medio de este mensaje, se hizo una persona convencida de la verdad de la fe Cristiana y conversa. Por medio del poder del Espíritu Santo obrando dentro de ella, ella salió de la Eucaristía una mujer transformada. Y, cuatro años después es firme y fuerte en su fe y contribuyendo mucho al ministerio de la Iglesia. Hay muchas personas que piensan que han pecado demasiado o son personas tan malas que no hay ninguna opción para ellos. Un joven me dijo un día que sabía que iba a ir al infierno porque había cometido tantos errores y era una persona necia. O, si no es así, tienen remordimiento de su pasado — de cosas que han hecho — de cosas que han dejado de hacer — la lista es larga — y no saben que hacer. Las memorias de sus fracasos son como monstruos vivos que les molestan continuamente. Y, no pueden encontrar la salida. Pero, al recordar lo que es la promesa de Dios expresado en las palabras de San Pablo,”El que está unido a Cristo es una nueva persona. Las cosas viejas pasaron; se convirtieron en algo nuevo.” Podemos poner fin a los remordimientos de nuestro pasado al unirnos a Cristo. Después en este pasaje, San Pablo nos recuerda la razón por la cual podemos ser criaturas nuevas. El dice que “por medio de Cristo nos reconcilió consigo mismo...” (v. 18) No menciona la cruz específicamente aquí, pero es la obra de Cristo por medio de su muerte que nos reconcilia con Dios. El abismo creado por nuestros pecados no existe. Dios mostró su amor hacia nosotros por medio de su hijo. Por causa de esta intervención divina, Dios no está “tomando en cuenta los pecados de los hombres.” (v. 19)

Cada persona tiene que ser responsable por su propio comportamiento y sus propias acciones. Si ofendemos Dios por medio de nuestro pecado, somos responsables. Dios, quien es santo, no puede aceptarnos en nuestro estado pecaminoso. Hay una brecha. La relación está rota. Pero, vemos que Dios resolvió este dilema por medio de Jesucristo. Y, en el versículo 21, leemos,”Cristo no cometió pecado alguno; pero, por causa nuestra, Dios lo hizo pecado para hacernos a nosotros justicia de Dios en Cristo.” Este es el corazón del evangelio. Este es el mensaje que tenemos que publicar. Este es el mensaje que debe estar en el centro de la vida de cualquier persona que dice que es cristiano. “Y a nosotros nos encargó que diéramos a conocer este mensaje.” No solamente debe estar en el centro de la persona en cuanto a su fe, pero, también hay una responsabilidad de comunicar este mensaje a otras personas. El mismo Cristo quien quiere transformar su vida es el mismo Cristo quien puede transformar la vida de otra persona. No es algo que sucede en un vacío. No es algo que va a suceder por medio del impulso de Dios sin la participación de las personas que están en Cristo. Uno no puede ser mensajero de Cristo sin tener esta misma seguridad. Lastimosamente, hay personas en nuestra Iglesia que hablan de la necesidad de evangelizar — sin ser personas convencidas de la salvación y reconciliación que Dios está extendiendo a ellos por medio de la obra de Cristo. Evangelismo comienza y termina con el individuo. Primero, el individuo entrega su vida a Cristo, pidiendo perdón por sus pecados. Al unirse a Cristo en esta manera, la persona se hace competente para ser testigo de lo que Cristo ha hecho en su vida y puede compartir esta fe a otra persona. El otro individuo se convierte y pasa su fe a otra persona. Así sigue el patrón desde el tiempo de los apóstoles. Somos cristianos ahora por causa de la fidelidad de otra persona. “En el momento oportuno te escuché; en el día de la salvación te ayudé.’ Y ahora es el momento oportuno. ¡Ahora es el día de la salvación!” ¿Ha tenido usted la oportunidad formalmente para entregar su vida a Jesucristo? Muchas veces crecimos en la Iglesia y asistimos con frecuencia, pero no hemos tenido la oportunidad de decir formalmente al Señor, “Sí, Señor, te acepto como mi Salvador y quiero que seas mi Señor. Entrego mi vida a ti pidiendo perdón por mis pecados. Ayúdame ser una nueva criatura — una nueva creación. Y, Señor, con esta nueva vida que sea un testigo fuerte de ti y de tu hijo Jesucristo. Guíame Señor en el nuevo camino que estoy eligiendo en este momento.” 1

— Gálatas 1:6-8a — The Gospel in a Pluralist Society; Leslie Newbigin; S.P.C.K., 1989; pp.184-185. 3 — II Corintios 5:20 4 — The Apostolic Preaching and Its Developments; C.H. Dodd, Harper and Row Publishers, New York: 1964 5 — Viz Hechos 9:1 y sig., Gálatas 1:13-2:14 6 — Efesios 4:31 7 — Martin Luther — Selections from his Writings; John Dillenberger, Editor; pp. xviiixix, Doubleday Anchor, New York: 1961. 2

8

— Algunos quizás van a querer observar que en San Mateo 24:1-28, San Marcos 13:12, y San Lucas 21:5-6, cuando Jesús habla de la destrucción del Templo que debe ser algo escrito después de 70 D.C. Pero, la forma de esta profecía es típica de las profecías escatológicas del Antiguo Testamento. No es cómo Isaías 45:1 que menciona por nombre Ciro el persa quién conquistó a Babilonia. Es posible que este versículo fuese escrito por el profeta Isaías en el Siglo VIII A.C. y que Dios le dio una sabiduría divina, pero no es típico de la forma de profecía. Normalmente el mensaje es más oculto y no hay referencias específicas a una fecha o a un individuo. 9 — San Juan 20:29. The Rev. Canon John Macdonald is Assistant Professor of Mission and Evangelism at Trinity, and the Director of Trinity’s Stanway Institute.

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