José Ramón Femández de Cano y Martín

CARIRREDONDA y CHATA (Una aproximación -honesta- a las feas del Quijote) José Ramón Femández de Cano y Martín A Donalella Pini Moro y James lffland,
Author:  Vanesa Vera Lara

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CARIRREDONDA y CHATA (Una aproximación -honesta- a las feas del Quijote)

José Ramón Femández de Cano y Martín

A Donalella Pini Moro y James lffland, que han alcanzado la vieja aspiración renacentista del «vir doctus et (acetus». (Ad lectores: Allí donde la actio pennite la disgressio, pide la imprenta, más que

lima, poda. El texto que a éste sigue sale a la luz considerablemente mermado; lo estamparé, restituido, entre las páginas de un próximo y definitivo trabajo.)

La espléndida -bien que ficticia- belleza de Dulcinea ha despertado siempre el puntilloso interés de casi todos los exégetas del Quijote, muy motivados por los dulces rasgos de la hermosa dama. Y, como era de esperar, esta poderosa atracción ha venido acompañada de eruditas reflexiones -más o menos profundas- en tomo a la belleza femenina (cánones vigentes, modelos petrarquistas pasados por el tamiz de Garcilaso, relaciones entre la hermosura del cuerpo y la del alma, etc.). Tan natural y humana propensión hacia lo más sublime no justifica, empero, el secular abandono al que se han visto relegadas otras "hembras ilustres» nacidas de la amena pluma cervantina. Me refiero, claro, a las feas, cuya importancia en ambas partes del Quijote es, en ocasiones, tan señalada como la de las hermosas. ¿Quiénes son las principales feas que pululan por la obra cervantina? ¿Cómo construye Cervantes la figura grotesca de la fea? ¿Cuáles son sus rasgos más marcados, las deformidades que Miguel acentúa con mayor humor o crueldad? ¿A qué forma de conocimiento -análisis racional o percepción sensorial- apela el autor a la hora de Rresentar ante el lector sus feas? ¿Cuáles son, en fm, las distintas funciones que desempeña la fea a lo largo del Quijote? A todas estas cuestiones quiere dar cumplida respuesta el análisis siguiente, dejando para otra más propicia ocasión el abordaje a la pregunta má'i compleja: ¿qué precedentes histórico-literarios influyen en la pintura abigarrada de estos personajes?

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ACTAS III - ACTAS CERVANTISTAS. José Ramón FERNÁNDEZ DE CANO Y MARTÍN. Carirredonda y

José Ramón Femández de Cano y Martín

m-ClAC 1990

Seis hermosas feas, seis De las seis elegidas, la mitad pasan por ser personajes principales y de gran importancia para el desarrollo de la historia. Hablo aquí de Maritornes, de Aldonza Lorenzo, y de esa briosa aldeana que el malicioso Sancho finge tomar por Dulcinea encantada. La pastora Torralba apenas merecería atención (aparece en ese «cuento de nunca acabar» que relata Sancho en DQ, 1, 20), si no fuera porque pone con su fea catadura el contrapunto burlesco a tanta pastorcica idealizada. A Belerma sólo es posible juzgarla a partir del fantasioso testimonio de Don Quijote, quien jura haberla visto entre el misterio mágico de la cueva de Montesinos, vencida ya por la edad y por la prolongada ausencia de Durandarte (DQ, n, 23). Clara Perlerina, en fin, no interviene para nada en la compleja trama del Quijote: se trata de un personaje evocado por otro personaje que solicita el sabio consejo del Sancho gobernador (DQ, n, 47); sin embargo, la descripción de las «gracias}) que la adornan es cruel, morosa y detallada.

Mantornes Servía en la venta, asimesmo, una moza asturiana, ancha de cara, llana de cogote, de nariz roma, del un ojo tuerto y del otro no muy sana. Verdad es que la gallardía del cuerpo suplía las demás faltas: no tenía siete palmos de los pies a la cabeza, y las espaldas, que algún tanto le cargaban, la hacían mirar al suelo más de lo que ella quisiera [00, 1, 16]. Los cabellos, que en alguna manera tiraban a crines, él los marcó por hebras de lucidísimo oro de Arabia. cuyo resplandor al del mesmo sol escurecía. Y el aliento. que, sin duda alguna, olía a ensalada fiambre y tmsnochada, a él le pareció que arrojaba de su boca un olor suave y aromático [DQ. I, 16]. Y em tanta la ceguedad del pobre hidalgo, que el tacto, ni el aliento, ni otms cosas que traía en sí la buena doncella, no le desengañaban, las cuales pudíeran hacer vomitar a otro que no fuera aniero [DQ, l. 16]. Maritornes estaba congojadísima y trasudando [DQ, I, 16].

Torralba Este pastor andaba enamomdo de Ton-alba, la pastom, que em una moza rnIJi7.a. zahareña, y timba algo a homblUna, porque tenía unos pocos de bigotes [DQ, 1, 20].

Aldonza ÚJrenzo Sé decir que tira tan bien una balTa como el más forzudo zagal de todo e! pueblo. ¡Vive el Dador, que es moza de chapa, hecha y derecha, y de pelo en pecho, y que puede sacar la barba de! lodo a cualquier caballero andante, o por andar, que la tuviere por señora! ¡Oh hideputa, qué rejo que tiene. y qué voz! Sé decír que se puso un día encima del campanario de! aldea a llamar· a unos zagales suyos que andaban en un barbecho de su padre, y aunque estaban de allí má'5 de media legua, así la

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ACTAS III - ACTAS CERVANTISTAS. José Ramón FERNÁNDEZ DE CANO Y MARTÍN. Carirredonda y

Las feas del Quijote

m.cIAC 1990

oyeron como si estuvieran al pie de la torre. Y lo mejor que tiene es que no es nada melindrosa, porque tiene mucho de cortesana: con todos se burla, y de todos hace mueca y donaire [DQ, l, 25].

Recuerde el lector que Aldonza Lorenzo no sólo aparece en el Quijote tal y como ella es, sino también como Sancho dice haberla hallado cuando finge llevarle la carta de su señor: No la hallé -respondió Sancho- sino ahechando dos hanegas de trigo en un corral de su casa [DQ, 1, 31]. Tan alta es -respondió Sancho-- que a buena fe que me lleva a mí más de un coto [DQ, l, 31]. Llegamos tan juntos, que eché de ver que me llevaba más de un gran palmo [DQ, 1, 31].

Lo que sé decir -dijo Sancho- es que sentí un olorcillo algo hombruno; y debía de ser que ella, con el mucho ejercicio, estaba sudada y correosa [DQ, 1, 31].

Ni siquiera entre versos sale indemne la desdichada Aldonza: Esta que veis, de rostro amondongado, alta de pechos y ademán brioso ... [DQ, l, 52]

Reposa aquí Dulcinea; y, aunque de carnes rolliw ...

[DQ, l, 52]

En la Segunda Parte, toda'Via colea la visión sanchesca de Aldonza Lorenzo: Pues en verdad, señor -respondió Sancho--, que cuando yo vi ese sol de la señora Dulcinea del Toboso, que no estaba tan claro que pudiese echar de sí rayos algunos; y debió de ser que, corno su merced estaba ahechando aquel trigo que dije, el mucho polvo que sacaba se le puso como nube ante el rostro y se lo escureció [DQ, n,8]. Mas, con todo esto, he caído, Sancho, en una cosa, y es que me pintaste mal su hermosura; porque, si mal no me acuerdo, dijiste que tenía los ojos de perlas, y los ojos que parecen de perlas antes son de besugo que de dama [DQ, n, 11].

Aldeana (

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