La idea de pasar las vacaciones haciendo turismo en bicicleta

CM DOS RENTERIANOS, DE VACACIONES (feSt Quince días en bicicleta por España ♦♦ I ñ Por L Jóse a idea de pasar las vacaciones haciendo turismo

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CM

DOS RENTERIANOS, DE VACACIONES

(feSt

Quince días en bicicleta por España ♦♦ I

ñ

Por

L

Jóse

a idea de pasar las vacaciones haciendo turismo en bi­ cicleta nació durante el mes florido, v fué tomando

M

e n d iv il

P o r Salvatierra rechazamos el ofrecim iento de dos chó­ feres de camión amigos nuestros, dispuestos

a

llevarnos

forma al mismo tiem po que también lo hacían nuestros

en la cajera, uno hasta M iranda y el otro aún más al sur.

músculos para el aludido deporte inhabitual entre m on­

Según ellos, estamos locos, ¡y buena fama de ello nos pu­

tañeros.

sieron a su regreso a Tolosa!

Un poco cansados de nuestras brumas y aguaceros, ba­

Visitam os V ito ria sin apearnos, y en la Plaza de San M i­

rajamos algunos itinerarios, decidiéndonos, al fin, por uno

guel somos el blanco de las miradas de grandes y chicos.

m uy

Com em os en la Flo rid a . Una tarjeta a casa y, com o es tem­

soleado

e histórico: Burgos, Palencia,

V allad o lid ,

Salamanca, A v ila , 8egovia, M adrid. Pero, ¿ y el regreso?

prano todavía, decidim os continuar y

Optam os por que se decidiese en un coloquio entre vaca­

dorra; es estupenda la angosta ribera de este río, al que

ciones, bolsillos y piernas... No teníamos ninguna experiencia en este aspecto; pero

bañarnos en el Za-

acompañan en su curso el ferrocarril y la carretera, que también pasa por tierras del Condado de T reviño.

realizamos algunas pruebas, conviniendo en la necesidad

Un pinchazo en mi bicicleta a la entrada misma de M i­

de colocar una parrilla a la «bici> y adosarle un par de

randa de Eb ro — donde las locom otoras se agrupan en can­

bolsas.

tidad m ayor que los garbanzos en,el puchero de mi casa—

En nuestro atuendo, muy reducido, no figuraba el im ­ permeable, y sólo como prenda de abrigo llevaríam os un chaleco de manga corta; con pantalones cortos, de monte,

pone epílogo acongojado a esta prim era etapa.

Día 23.— M iran d a de Ebro-Pam pliega

piernas rasuradas y zapatos de calle teníamos aspecto de

Luce un sol estupendo al salir m uy de mañana de M i­

ciudadanos nórdicos debido al color lechoso, por poco

randa, y, para no redundar en ello, consignemos desde

tiempo, de nuestra piel.

ahora que el tiempo nos fué inm ejorable durante catorce

Algunas cajas de glucosa, unos gramos de ácido cítrico,

días, pues dejó sus bravatas de mal hum or para el últim o

un abrelatas, dos tubulares de repuesto, unos pantalones

día, en que con un aguacero tuvim os que lavarnos todo el

de talla corriente... T o d o lo cual, mezclado con un poco

cuerpo, antes de entrar en casa.

de comida y gobernado por un corazón dispuesto a cual­

Nos gusta el desfiladero de Pa n co rb c, por el que se cru-

quier eventualidad. M iseria, optim ism o, curiosidad, com ­ ponían mi bagaje a las seis de la mañana del día de la Magdalena de 19t>0. Con todas las notas que tomé en el trayecto, v o y a ver si compongo «m i diario» de aquel memorable viaje.

Día 22.— Rentería-M iranda de Ebro Soy despedido en la calle V iteri por una serie de pases de pecho, m olinetes, abucheos, indirectas y también aplau­ sos, ¡qué caramba! En una alocada carrera llego a Tolosa, donde me uno a Ism ael. Desayuno nuevamente en su casa, y salimos carretera adelante poseídos de una alegría des­ bordante, comunicándonos sobre la marcha nuestras ú lti­ mas impresiones y sucedidos prelim inares a la partida. Bajando Echegárate, se desprende una tuerca de las que sujetan mi bolsa; Ism ael coloca otra nueva, bien firme, y aprieta las demás para que estemos tranquilos durante el resto del recorrido. Y o le hago una foto y, aprovechando la avería, comemos peras y m elocotones. Pasado Alsasua, encontramos un cartel indicador del dolmen de Eguilaz, y por una pista estrecha de cemento llegamos hasta él; es enorme, advirtiendose que fué des­ enterrado y restaurado con una fuerte viga de hierro em ­ potrada con cemento.

Uno de los protagonistas de esta interesante excursión, pedaleando bajo el cielo de Castilla.

zan los montes O barenes y d3 paso a una región triguera

A l efectuar nuestras compras en el pueblo, nos toman

donde abundan trillos y segadoras. Nos saludan desde to­

por los titiriteros que aquella noche actúan en la plaza.

das las eras, y a buen ritm o entramos en Briviesca, centro

Y o , m uy serio, les digo que sí, que somos titireteros, y

de esta comarca y donde, rodeados de «chaveas» que can­

que nuestras narices son postizas. C om o les hace gracia

tan el pesadísimo «mustafá», damos cuenta de un po llo

la ocurreucia, nos sirven unas aceitunas grandes y saladí­

que traíamos de casa; los crios nos creen, sin duda, m illo ­

simas, cuya sal nos sirve para seguir soltando más jo co ­

narios, pero nosotros pensamos en las pastillas de glucosa

sidades...

Día 24.— Pam pliega - Palen cia

que, en momentos de m ayor apetito, tendrán que conso­ larnos...

Es dom ingo. A q u í nadie sabe de fijo a qué hora es la

U n silo enorme, que reúne bajo su breve sombra a hom ­ bres, mulos y moscas, es nuestra últim a visión de la Bureba.

misa hasta que media hora antes toquen las campanas. Hem os sido despertados a las cinco por los segadores que, con sus grandes carretas, van a las mieses, y pronto nos

Cogiendo velocidad, a fin de sentir menos el sol p ro d u ­

vestim os para ascender a pie hasta el cerro que dom ina el

ciendo viento, ascendemos el pequeño puerto de «La B rú ­

pueblo y una extensión inmensa de tierras. Deseamos ver

jula» que tiene en su cima una hermosa fuente de agua

y esperar descansando. Pero sí, sí... N o hallam os ni un

fresca. «La Brújula» es la divisoria de las aguas del Eb ro y

palm o de hierba o de tierra lisa; todo es tito, trigo alto o

de las que, a lom os del Arlanzón y el Pisuerga, arriban al

rastrojo.

Duero.

N os dirigim os luego a una campesina que recoge gar­

Llegam os a Burgos, cuya catedral, con sus torres y agu­

banzos, la cual, dejando la faena, nos habla de su tierra,

jas góticas, nos atrae. Tam bién pasamos a su intertor, don­

de los hijos que tiene en la nuestra y de la desastrosa co­

de nos impresionan especialmente unas capillas de gran

secha de trigo de este año que ha sumido a la comarca en

mérito escultórico.

una miseria que quizás tenga su contrapartida en la estu­

D e salida enviamos recuerdos a casa y pasamos bajo la

penda cosecha vitícola. A l descender al pueblo, el marido

estatua del conquistador cié V alencia, que, sobre su caba­

de la campesina corrobora casi todo lo que ella nos había

llo, «Babieca», ocupa dn lugar de honor en la médula de

contado.

C astilla.

Salim os, ya con Febo cerca de la vertical y padeciendo

Y a ,e n las afueras de Burgos, visitam os el monasterio

sed por aquel desierto que nos conduce hasta Magaz, don­

cisterciense de Las H uelgas — llam ado así, seguramente,

de desviamos a la derecha para entrar en Palencia, que

píor la vida tranquila que se daban en aquel lugar los re­

sestea bajo un sol únicamente alegre para las cigarras que

ye s— que se asegura es un siglo más antiguo que la ca­

han amenizado nuestro pedaleo.

tedral.

Nos refrescamos en un parque y comemos en el mismo

D e nuevo en la carretera, subimos unas cuestas que lla­

sitio. Querem os ver la laguna de La Nava, preguntando

man «los pechos de San Mam és»; anotamos tres subidas y

por ella a dos barrenderos, que no se ponen de acuerdo

bajadas. V e in ticin co

kilóm etros más adelante decimos:

ni a tres tirones sobre su emplazamiento, cuando sólo dis­

«¡basta por hoy!», y nos bañamos en el Arlanzóu, donde

ta quince kilóm etros de la capital. A l fin v señalándonos

practican el deporte del remo unos mozos que colocan el

la carretera a León, tiramos por ella hasta una central eléc­

palo al lado contrario del tolete; son de Pam pliega y nos

trica de la que sale un hermoso canal, el de C astilla.

indican una posada: «Casa del G uarní». (C onste que no nos pagan el anuncio). Los cueros, yugos y leznas existentes en el portalón nos

C om o un mozo muy rubio nos asegura que la laguna está seca, optamos por bañarnos, que nos hace mucha fal­ ta, en el canal, cuyas aguas son m uy turbias.

aclaran el dim inutivo, v después de charlar con el «guar­

Tras de pasar varias horas, alternando, en las aguas y en

ní», hombre de recios y negros bigotes, pasamos a la h a ­

las orillas del canal y bajo un puente, al atardecer torna­

bitación.

mos a Palencia, donde «caím os» en una posada de estilo

o^zece caiíJiaÁ,

en

t o l os l&á att¿culo¿, a

m .tjotes p iecio s

Santa M a ría , 5 - Teléfono 5-60-27 - Rentería

barojano. La habitación, de techo alto, tiene do? puertas; enormes y negras: una, de entrada; la otra... se ignora; tres camas blandas en distintos ángulos, y a sus pies otros tantos «pericos»; una sola m esilla y una lámpara fúnebre. A l acostarnos, después de una cena digna de un m osqui­ to, tengo la suerte de «caer* en una cama limpia; no así Ism ael, que se ve precisado a elegir entre las dos restan­ tes; como no queremos protestar, la solución es que yo le ceda mi almohada... Al

— Es qué tenemos la barriga vacía, ¿saben? Nosotros no la teníamos

llena, tampoco. Estábamos,

pues, empatados. Cruzamos el Pisuerga, corriendo tras el señuelo de apa­ gar el cosquilleo estomacal. Estamos en V a llad o lid , ciudad recargada de arte e historia, cuyo museo de escultura bien merece una detenida visita. Nuestra permanencia en V a lla d o lid dura hasta media

poco rato, aparece una sombra, que saluda seca­

mente y se desprende de varias prendas, entre ellas una

tarde. Y

ya de nuevo en la carretera, al descender una

«m ota», cerca del histórico castillo de Simancas, se le rom ­

faja negra de unos seis metros. Estábamos medio traspues­

pe un radio a mi «bici», protestando sus com pañeros de

tos ya, cuando se presentó el posadero con dos quintos-

que se les exigiera más trabajo; pero, ¡pobres!, nuestra m i­

ios cuales abrieron la puerta interior, pasando, con fuerte

rada se pierde en una recta de lo menos veinte kilóm etros...

ruido de botas, a la habitación comunicante. C om o estábamos m uy cansados, nos venció el sueño. A la mañana siguiente, hubimos de saltar a un patio, después de atravesar la cuadra, para poder asistir a la primera misa que se daba en Falencia. Alarm adas las gallinas, apareció para abrirnos la puerta un tipo que no habíamos visto has­ ta entonces.

Día 25.— Palen cia - Alaejos Respiramos tranquilos al sentir de nuevo el contacto ccn el sillín de la «-jaquita de acero».

En Tord esillas, y sobre un hermoso puente, se cruza el Duero para entrar en una región abundante en pinos de esbelta y redondeada copa. Nos ponemos las gafas para evitar los mosquitos, y se nos frustra el baño en el río Trabancos, que padece un lar­ go estiaje, conform ándonos con lavarnos sacando agua de un pozo, ya con la etapa en el b o lsillo , en Alaejos, donde se nos recibe con todos los honores. Estupenda cocina la de este pueblo de torres mudéjares, que ha sufrido en los últim os años una emigración no in ­

Lo primero que vem os en Dueñas son unos carros tira­

ferior, según nos dicen, a la tercera parte de su censo. ¡Ah,

dos por mulos, cuyos conductores responden a nuestras

se me olvidaba!: las gallinas efectúan aquí la labor de al­

preguntas, recelosos, muy desabridamente.

cantarillado y — ¡palabra!— nunca me atreví a contárselo a

Luego, ya más tranquilos, dijeron para justificar su mal humor:

huevos fritos.

Ismael, que había cenado con tanto deleite unos hermosos

Al macén de Patatas Coloniales - Conservas - Jabones

LUIS B A R R O N Viteri, 44 - Teléfono núm. 5-61-03

RENTERIA ( G u i p ú z c o a )

Día 26.—A laejos - Peñ aran d a de Bracamonte

tanto por el interior com o por el exterior de sus murallas románicas. Es estupenda.

C om o dice mi amigo, pedaleamos por «el resto», paran­

Día 28.— A vila - Seg o via

do en Cañiza!, pueblecito de Zamora, que hace honor a su nombre con una fuente riquísima. De nuevo en ruta, y por

M iles de vencejos, que surcan el cielo de un azul inten­

La Obrada, un grupo de trabajadores preservados del sol

so, son testigos de nuestro madrugar y parecen d e sp ed ir­

hasta los ojos, arreglan las carreteras con brea líquida.

nos de A v iia ; sentimos la alegría de v iv ir.

Salamanca nos gustó muchísimo. La catedral, muy her­

Hasta V illacastín todo va bien; luego, dejamos la carre­

mosa y. gracias a Dios, muy fresquita también.

tera qus general por el A ito

Cervezas, fotos, *ed y más cervezas antes de cruzar el

de

los Leones conduce a

M adrid, y cogemos otra para visitar Segovia.

Torm es por un puente de veintisiete arcos que nos coloca

Es un verdadero desierto esta zona septentrional

en la carretera de M adrid.

del

Guadarram a; hasta la carretera se contagia del pedrega’;

La puesta de sol en estos lugares es m aravillosa. L á sti­

virajes, frenazos y desequilibrios nos destrozan los nervios,

ma que la tormenta amagante nos obligase a correr, im pi­

y también nuestros «rucios», fatigados, tienen que recibir

diéndonos disfrutar a nuestro sabor del espectáculo de la

asistencia de manos segovianas.

desaparición de Febo, semejante al que aquí se puede

Segovia parece una ciudad creada para impresionar ne­

admirar en nuestro Cantábrico, desde una lancha.

gativos. Su casi bim ilenario acueducto merece una atenta

Negro manto salpicado de luces envuelve nuestra en­

visita; pero no se pierdan el Alcázar mirado desde el ba­

trada en Peñaranda, cuyos moradores pasean hasta muy

rranco por donde dsicurre el Eresma; vean también la ca­

tarde, hablan del tiempo y respiran hondo, almacenando

tedral, pero a nosotros nos gustó de Segovia hasta la tor­

frescor para el próximo orto.

menta que cavó estando nosotros bajo su cielo.

Día 27.— Peñ aran d a de Bracam onte - A vila

Día 29.— Seg o via - M adrid

E l arreglo de los malditos pinchazos y averías, retrasa

Una etapa muy alegre, la últim a de nuestro prim er re­

nuestra salida ha^ta mediodía.

corrido. El paisaje adquiere colorido vascongado al acer­ carse a La Granja, donde nos detenemos para admirar su

E l hostelero, que ha presenciado, boquiabierto, nuestro

palacio y sus fuentes.

apetito, nos despide con gran ceremonia.

En el pueblo de este últim o nombre abundan las le ch e ­

A y e r le pedimos para cenar: sopa, ensalada, paella, hue­ le oímos decir, mirándonos

rías, que abastecen a M adrid; y con el blanco v vitam ínico

— O sea, la sopa para el señor, la ensalada para usted,

cos y recámaras de nuestro estómago, para ascender, bajo

vos, carne, fruta y leche. Y

líquido, churros y huevos.crudos llenam os todos los hue­

por turno:

un pinar muy frondoso, el tem ido puerto de Navacerrada.

la paella para el señor...

Llegam os a la cima ún poco desilusionados, pues creía­

Le tuvim os que decir que el menú, com pleto, debía ser igual para los dos. Y

mos topar con un gigante más vigoroso; pero la pu blici­

él, atónito, hizo mutis llevándose

dad que lleva consigo este « co ll» nos ha tomado el pelo

las manos a la cabeza...

y, tras breye parada, nos lanzamos por la vertiente del Tajo.

La carretera va ascendiendo por un paisaje totalmente nuevo para nosotros, entre un inmenso encinar salpicado

Hénos en E l Escorial en un periquete, donde somos in-

de enormes piedras curvilíneas, que se apiñan form ando

tegorrados por un tipo extravagante, con el que conversa­

m onolitos muy extraños y a cuya sombra se agrupa el ga­

mos de un modo parecido a éste:

nado lanar por rebaños orientando sus cabezas a un m is­

— Ustedes, ¿son ciclistas y «esas cosas»?

mo punto.

— M ire usted: nosotros sólo somos ciclistas.

A v ila de los C aballeros: esta ciudad m edieval, cuna de



Santa Teresa, la recorrim os, emocionados, varias veces

4 -------------------------- — T E JID O S

sea que ustedes, ¿van por los pueblos y «esas

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S E L E C T O S

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Ama unas feSicea tientan patronato« -:

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SAN SEBASTIAN

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Peñaflorida, núm. I w . .........

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cosas»?

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Teléfono 1-88-45 9

— A s í es: vamos viendo los pueblos y sus cosas.

mado a pincel que se vende junto a Cascorro como un

— Y ... ¿arreglan les pinchazos y «tesas cosas»?

producto exótico. A h ora se trata de v o lv e r a toda prisa y a pedal por G u a ­

— Los pinchazos, desde luego; las cosas, a veces...

dalajara, Zaragoza y Pam plona. Pero, después de cruzar el

No dándose cuenta de nuestra ironía, acaba, al despedir­

Henares y ascender a la altiplanicie de la A lcarria, en la

nos, por desearnos que nos salgan bien «las cosas».

provincia de G uadalajara, es normal am inorar la marcha

Una tormenta, un puente a mano para cobijo; y después,

para saturarse de colorid o y belleza, teniendo como telón

el alegre sol castellano para entrar, triunfantes, en M adrid.

de fondo las sierras de A y lló n , M inistra y A lto s de Bata­

Correm os a la Plaza de España, donde saludamos a nues­

llona.

tros amigos Don Q uijote y Sancho, quienes sobre el rocín y el rucio descansan a los pies de su creador, que lo hace

A M edinaceli, pintoresco pueblecito de la provincia de

sobre hermosa silla. Y allí, con nuestro atuendo de trota­

Soria, ya en la cuenca del Ebro, llegam os de noche y con

mundos, nos hacemos los dos, con ellos, unas fotografías

sueño atrasado producto de nuestra estancia en la capital..,

que dan fe de nuestra visita a la capital de la Nación.

Día 2.— M ed inaceli - Z arag o za A l sentarnos en el sillín, a las seis de la mañana, y en­

Día 1 Agosto.— M adrid - M edinaceli

contrarnos tan descansados, tenemos la im presión de ha­ Antes de reemprender el pedaleo, v o y a atreverm e a contar a los lectores de la R evista « R

e n t e r ía

»

ber dorm ido a destajo; no obstante, nos preocupan los

algo de

170 kilóm etros de la etapa de hoy, que, con cuatro puer­

M adrid, donde «descansamos» cuarenta y ocho horas.

tos, es la más potente de todas.

Para mí, M adrid es una ciudad de grandes contrastes:

La carretera discurre, en suave declive, a orillas del Ja­

en la misma acera caminan el señorito que compra «iubio s»

lón, que riega una huerta risueña y rica en frutales. C om o

de uno en uno y el campesino de traje de pana. Junto a los

cuesta abajo se va más de prisa, damos un salto hasta Ca-

rascacielos de lujosas viviendas se amontonan las casas

latayud, haciendo constar que nos hemos lavado en la

viejas del barrio de! N oviciado. Espléndidos autom óviles

fuente termal de Alham a, donde se halla la desviación al

cruzan la calzada al lado de rebaños de ovejas trashum an­

M onasterio de Piedra.

tes. El agua, estupenda, no se escatima para regar las ca­

A q u í es normal preguntar por «la D o lo res», pero unn

lles; pero en el barrio de Las Ventas no llega a todas las

sola vez. Pruébenlo. P o r lo demás, se come barato; y el

casas. Y todavía contrastes más fuertes se pueden estable­

arte mudéjar que campea en todos estos pueblos aragone­

cer entre sus museos y h

ses nos recuerda a los jefes árabes ejerciendo su poder en

heterogénea exposición

del

«Rastro»; comparen un Velázquez y un pajarillo p o licro ­

las morerías convertidas hoy en pueblos pintorescos.

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€5 ■: ¿no os parece? Las provincias de León, am­

En Arguedas, donde paramos a comer, nos atienden

bas Castillas y Aragón bien merecen la pena.

bien, a pesar de ser tarde. La dueña del bar, una viejecilia

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