LA TRANSPOSICIÓN ADJETIVA EN EL SINTAGMA NOMINAL COMPLEJO

La transformación adjetiva en el sintagma nominal complejo LA TRANSPOSICIÓN ADJETIVA EN EL SINTAGMA NOMINAL COMPLEJO EDGARDO CUADRADO SALGADO Código

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La transformación adjetiva en el sintagma nominal complejo

LA TRANSPOSICIÓN ADJETIVA EN EL SINTAGMA NOMINAL COMPLEJO

EDGARDO CUADRADO SALGADO Código 04-448178

UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS DEPARTAMENTO DE LINGÜÍSTICA PROGRAMA DE MAESTRÍA EN LINGÜÍSTICA BOGOTÁ D. C., 2010

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La transformación adjetiva en el sintagma nominal complejo

LA TRANSPOSICIÓN ADJETIVA EN EL SINTAGMA NOMINAL COMPLEJO

EDGARDO CUADRADO SALGADO Código 04-448178

Trabajo de grado presentado para optar al título de MAGÍSTER EN LINGÜÍSTICA

Dirigido por: ANA CRISTINA GÓMEZ PRIETO

UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS DEPARTAMENTO DE LINGÜÍSTICA PROGRAMA DE MAESTRÍA EN LINGÜÍSTICA BOGOTÁ D. C., 2010

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La transformación adjetiva en el sintagma nominal complejo

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LA TRANSPOSICIÓN ADJETIVA EN EL SINTAGMA NOMINAL COMPLEJO ADJECTIVE TRANSPOSITION IN COMPOUND NOUN GROUPS RESUMEN Esta investigación trata sobre el tema de la transposición adjetiva, mecanismo que posibilita la construcción de adjetivos a partir de la unión de un transpositor y una base. En este trabajo se parte del supuesto de que cuando el transpositor es una preposición y la base es un sustantivo, este mecanismo presenta tres variantes: la alternancia con un adjetivo denominal, la suplencia por un adjetivo denominal y la coincidencia de la base con un adjetivo. De modo que, el objetivo del presente es identificar los fenómenos lingüísticos que determinan la derivación de adjetivos denominales y la coincidencia formal de ciertos adjetivos con algunos sustantivos. SUMMARY This research deals with the subject of adjective transposition, a mechanism that permits the construction of adjectives by joining a transposer adjective and a root. This research begins with the premise that when the transposing adjective is a preposition, and the root is a noun, this mechanism presents three variations: alternation with a denominal adjective, replacement by a denominal adjective and coincidence of the root with an adjective. Therefore, the objective of this research is to identify the linguistic phenomena that determine the derivation of denominal adjectives and the formal coincidence of certain adjectives with certain nouns. PALABRAS CLAVES: adjetivo denominal, conversión, hiperonimia, sintagma nominal complejo, transposición adjetiva. KEY WORDS: adjective transposition, compound noun groups, conversion, denominal adjective, hiperonimia. FIRMA DEL DIRECTOR: _______________________________________________ Edgardo Cuadrado Salgado (1975).

La transformación adjetiva en el sintagma nominal complejo

CONTENIDO INTRODUCCIÓN, 5 1. ESTUDIOS SOBRE TRANSPOSICIÓN, 9 2. MARCO TEÓRICO, 19 2.1 Consideraciones iniciales sobre la construcción del adjetivo, 19 2.2. Principios de sintaxis funcional, 25 2.2.1 Principio de inmanencia, 26 2.2.2 Principio de transposición, 29 2.3 Primeros estudios de la transposición, 33 2.4. La transferencia adjetiva, 37 2.5. Los procesos de derivación y conversión, 40 2.5.1 La derivación, 40 2.5.1.1 Adjetivos deverbales, 43 2.5.1.2 Adjetivos denominales, 45 2.5.1.3 Adjetivos denumerales, 48 2.5.2 La conversión, 48 3. METODOLOGÍA, 50 4. EL PAPEL DE LA HIPERONIMIA Y LA CONVERSIÓN EN LA CONSTRUCCIÓN DEL ADJETIVO, 56 4.1 El fenómeno de la hiperonimia, 56 4.2. El fenómeno de la conversión, 56 CONCLUSIONES, 70 REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS, 72

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LA TRANSPOSICIÓN ADJETIVA EN EL SINTAGMA NOMINAL COMPLEJO

INTRODUCCIÓN

Los orígenes de la lingüística funcional española se remontan, según Ángel López (2000), a los trabajos de Emilio Alarcos Llorach, quien desarrolla una serie de conceptos y procedimientos que se constituyen en los pilares de este paradigma. Entre ellos figura el concepto de transposición que define como un mecanismo de orden sintáctico que consiste en convertir un sintagma en otra categoría funcional, mediante una partícula que denomina transpositor.

Estos planteamientos son tomados y desarrollados ampliamente por Salvador Gutiérrez Ordoñez (1997a), (1997b), (2002a), (2002b), discípulo directo de Alarcos. En sus obras expone los conceptos de transpositor, base, transposición adjetiva y sintagma nominal complejo. Los dos primeros hacen parte del proceso de la transposición, ya que con la unión de ellos se presenta el cambio categorial. El tercero se refiere a la clase de transposición que convierte, con el empleo de un transpositor, bases sustantivas, adverbiales y verbales en adjetivos funcionales. El último lo concibe como un grupo nominal constituido por un sustantivo y sus respectivos complementos como los siguientes sintagmas: perro flaco, la casa grande, mi carro nuevo, mesa de metal, silla de madera y vaso de plástico1.

Precisamente los tres últimos sintagmas nominales complejos son ejemplos de transposición adjetiva, pues sus complementos, a diferencia de los tres primeros, no son adjetivos típicos, sino adyacentes formados por una preposición y un sustantivo. En otras palabras, por un transpositor y una base, cuya unión genera adjetivos funcionales.

La formación de adjetivos por transposición es muy frecuente en español. Esto se debe, según manifiesta Gutiérrez Ordoñez (2002b), a la escasez de adjetivos en esta

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Estos ejemplos no son formulados por Gutiérrez Ordoñez; son modelos creados por el autor de esta investigación.

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lengua. Por tanto, este recurso se convierte en un medio eficaz para contrarrestar dicha situación. Además señala

que en algunos casos las transposiciones aparecen como

variantes de algunos adjetivos.

Desde otra perspectiva, anterior a los postulados de Alarcos, Samuel Gili Gaya (1970), en su Curso superior de sintaxis española, anota lo siguiente:

La preposición y su término forman un concepto adjetivo que califica al substantivo al cual complementa. Así un árbol sin hojas equivale a un árbol deshojado; el amor de madre es equivalente al amor materno; agua con azúcar a agua azucarada. No siempre puede hacerse esta sustitución, por no tener el idioma en uso todos los adjetivos equivalentes, pero es evidente el carácter adjetivo de la frase preposicional complementaria de un substantivo. (Gili Gaya, 1970: 212)

Como se observa, estos autores identifican dos situaciones en el proceso de la transposición adjetiva. Por un lado, señalan la coexistencia entre adjetivos derivados (hojas - deshojadas) y composiciones traspuestas (sin hojas), y por otro, resaltan el empleo de ésta como solución a la falta de adjetivos. La primera situación se aprecia en la pareja de metal, complemento en el sintagma mesa de metal, y su equivalente metálica. A esta variante se llamará alternancia. La segunda se evidencia en el complemento de madera que aparece en el sintagma silla de madera, el cual no cuenta con un equivalente que lo remplace. De modo que la transposición en este caso es absolutamente necesaria, pues en castellano no se han formado vocablos como maderoso, madérico o maderal2. A esta segunda variante se llamará suplencia. También se parte, en esta investigación, de la propuesta de una tercera variante – inadvertida hasta ahora en los estudios lingüísticos – denominada aquí coincidencia. Esta se presenta cuando un sustantivo tiene la misma estructura morfológica del adjetivo que 2

Aunque el adjetivo maderable deriva del sustantivo madera, su significado no es equivalente del de la frase de madera. Por tal razón, esta frase suple la inexistencia de un adjetivo que exprese el significado de hecho de madera.

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designa sus propiedades. Tal es el caso de la base sustantiva plástico que aparece junto al transpositor de como complemento nominal en el sintagma vaso de plástico, y el adjetivo plástico, con el que se puede construir el sintagma vaso plástico. Nótese que entre el sustantivo plástico, base de la transposición, y el adjetivo plástico no hay ninguna diferencia formal.

Sin embargo, esta coincidencia depende de factores como el género. En el caso concreto del sustantivo plástico, éste pertenece al género masculino. De modo que para que coincida con el adjetivo plástico, este último debe caracterizar un sustantivo de género masculino, de no ser así, no

ocurre la coincidencia, tal como se aprecia en las

construcciones silla de plástico y silla plástica.

Con la identificación de estas tres variantes, se evidencian varias problemáticas. La primera: el español carece de adjetivos para designar ciertas propiedades. La segunda: muchos de los adjetivos españoles derivan de sustantivos, los cuales también se pueden obtener por transposición. La tercera: existe un recurso que permite la coincidencia entre sustantivos y adjetivos.

Atendiendo a estas consideraciones, la presente investigación se propone, en consecuencia, identificar los fenómenos lingüísticos que determinan la derivación de adjetivos denominales

y la coincidencia formal

de ciertos adjetivos con algunos

sustantivos.

De modo que se examinarán sustantivos, adjetivos y sintagmas nominales complejos con transposición adjetiva. De estos últimos, sólo se analizarán aquellos con complementos formados con el transpositor de (ya que es la preposición que más se utiliza en este mecanismo) y con bases sustantivas, pues se indagará por la coincidencia de sustantivos con adjetivos y los fenómenos que inciden en la derivación de adjetivos desustantivales.

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Esta investigación se organiza en cinco capítulos: el primero corresponde a los estudios sobre el tema de la transposición; el segundo, al marco teórico; el tercero, a la metodología; el cuarto al análisis y el quinto, a las conclusiones.

Con el desarrollo de este trabajo se espera contribuir teórica y metodológicamente a los fundamentos de la creciente lingüística funcional.

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1. ESTUDIOS SOBRE TRANSPOSICIÓN

En una revisión detallada sobre los antecedentes del objeto de esta investigación, se encontró sólo un trabajo de temática similar y que se enmarca en la misma línea de investigación. Se trata de un estudio titulado Índices funcionales y transpositores sintácticos en español y portugués, realizado por Secundino Vigón Artos (2005).

En este trabajo, Vigón, partiendo de los postulados de la sintaxis funcional de la Escuela de Oviedo, expone los conceptos de índice funcional y transpositor sintáctico, y examina el comportamiento de éstos en ambas lenguas, con el propósito de adaptar la teoría funcionalista española a la naciente gramática funcional portuguesa.

Divide su trabajo en dos partes. En la primera presenta los principios fundamentales de la sintaxis funcional y en la segunda desarrolla los conceptos de índice funcional y transpositor sintáctico, vistos a través de las dos lenguas.

En el primer capítulo afirma que existen dos tipos de sintaxis: la categorial o de constituyentes inmediatos y la funcional. La primera parte del concepto de categoría, mientras la segunda, del de función. Menciona, con el propósito de seguir diferenciándolas, que la segunda sustituye el concepto de forma –—vital en la primera— por el de función.

Existen dos tipos de sintaxis que dependen del punto de partida. Hay una sintaxis que parte del concepto de categoría (sintaxis categorial o sintaxis de constituyentes inmediatos) y otra cuyo punto de partida será el concepto de función (sintaxis funcional). La sintaxis funcional presenta algunas divergencias frente a la sintaxis categorial: sustituye, por ejemplo, el concepto de forma por el de función y se fundamenta en las relaciones que contraen los elementos dentro del sistema para ofrecer una explicación más simple y comprensiva de los objetos. (Vigón, 2005: 88)

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De este modo, sostiene que la sintaxis funcional se fundamenta en las funciones y relaciones que los elementos desempeñan dentro del sistema. Asimismo, resalta como esenciales, en esta gramática, los conceptos de funciones, relaciones y funtivos, los cuales ilustra de la siguiente manera: A modo de ejemplo imaginemos otra metáfora de Gutiérrez Ordóñez –esta vez apoyada en un matrimonio- : a) La relación sería, por tanto, un matrimonio. b) Las funciones: esposo y esposa; c) Los funtivos: las personas concretas que asumen esas funciones. (Vigón, 2005: 89) Posteriormente, define el término funtivo como ―la magnitud simple o compleja que representa o rellena una función sintáctica abstracta para convertirla en función sintáctica concreta. El propio Gutiérrez Ordóñez (Ídem: 395) diferencia tres tipos de magnitudes o funtivos.‖ (Vigón, 2005: 89)

Los tres tipos de funtivos que presenta Vigón, siguiendo las orientaciones de Gutiérrez Ordoñez, son: los simples, los compuestos y los complejos. Los primeros están constituidos por un solo elemento, capaz de contraer por sí mismo una función sintáctica. Vigón ejemplifica este tipo de funtivos con las siguientes parejas (portugués, español): entram/ entran, peixes /pescados, aquí/ aquí y bons/buenos.

Los segundos se forman a partir de la unión de varios elementos en coordinación. Los ejemplos propuestos son: entram e saem/ entran y salen, peixes e mariscos/pescados y mariscos, aquí e agora/ aquí y ahora, y bons e maus/ buenos y malos, en los que queda claro que los dos elementos pertenecen a la misma categoría.

Finalmente, los terceros son magnitudes complejas constituidas por elementos de conformación morfológica diferente que se enlazan, ya sea en relación de subordinación, ya sea en relación de interdependencia. Son muestra de este tipo de funtivo los siguientes

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ejemplos: entram pela porta/ entran por la puerta, peixes frescos/ pecados frescos, mesmo agora/ ahora mismo, muito bons/ muy buenos3.

Por otra parte, Vigón define

los conceptos de sintagma, construcciones

categoremáticas y construcciones sincategoremáticas. Sobre el primero manifiesta que es la unidad sintáctica mínima funcional, constituida por un núcleo: sustantivo, adjetivo, verbo o adverbio, con o sin complementos. Tales núcleos determinan el tipo de sintagma, los cuales cumplen funciones específicas en la oración. Así, por ejemplo, el sintagma nominal desempeña la función de sujeto, implemento (complemento directo), complemento (complemento indirecto) y suplemento.

También señala Vigón que la gramática funcional de la Escuela de Oviedo no asume las frases preposicionales como un tipo de sintagma, ya que las preposiciones por sí mismas no se constituyen en unidades categoremáticas. Desde esta perspectiva, esta escuela funcionalista sólo reconoce cuatro tipos de sintagmas: nominal, adjetivo, verbal y adverbial.

Con respecto a las construcciones categoremáticas, Vigón sostiene que son magnitudes formadas por categoremas, y éstos no son más que aquellas palabras que funcionan como núcleo sintagmático; es decir, los sustantivos, los adjetivos, los verbos y los adverbios. Así que los categoremas definen el tipo de sintagma, puesto que le proporcionan su identidad funcional.

Con relación a las construcciones sincategoremáticas, Vigón afirma que son combinaciones de términos categoremáticos y sincategoremáticos. Los primeros, como ya se anotó, son los sustantivos, los adjetivos, los verbos y los adverbios; mientras que los segundos son las preposiciones. A este tipo de constructos pertenecen las transposiciones y las construcciones preposicionales. Alrededor de ellas gira el estudio de Vigón.

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En estos ejemplos, Vigón no especifica en cuales se da la relación de subordinación y en cuales se da la relación de interdependencia.

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En la segunda parte de su trabajo, Vigón desarrolla precisamente

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construcciones sincategoremáticas; es decir, aquellos sintagmas que aunque se inician con preposición, no son preposicionales, sino del tipo del categorema que los rige. En primer lugar, presenta los índices funcionales, clasificados de acuerdo con la posición de los sintagmas respecto al núcleo oracional. Luego se ocupa de los transpositores sintácticos, distribuidos atendiendo a la base objeto de la transposición. De este modo, habla de transposiciones de sustantivos, transposiciones de adjetivos, transposiciones de adverbios y transposiciones de verbos u oraciones.

Respecto a la noción de índice funcional, asegura que Emilio Alarcos Llorach empleó este término para referirse a la preposición a del complemento y a los casos especiales del uso de esta preposición en la introducción del implemento en español. También anota que Alarcos utilizó este término para referirse a las preposiciones que conforman los suplementos.

Vigón analiza los índices funcionales a partir de la constitución de la oración, la que compara, siguiendo un modelo propuesto por Gutiérrez Ordóñez, con la fisonomía de un átomo, ya que en ambos hay un centro y varios niveles que forman la periferia. En la oración la estructura atómica operaría de la siguiente manera: el núcleo oracional sería el verbo, cuyo nivel más cercano (N 1) estaría compuesto por los argumentos (sujeto, implemento, complemento y suplemento), exigidos por el verbo. El segundo nivel (N 2) lo representan los aditamentos,

no exigidos por el verbo, pero que logran afectarlo

conjuntamente con sus argumentos. Finalmente, se encuentra

el tercer nivel (N 3),

denominado el de los circunstantes, caracterizados por su alto grado de exterioridad.

En relación con los argumentos, Vigón sostiene que el sujeto, el implemento y el complemento requieren de la categoría sustantiva; es decir, sólo pueden ser desempeñados por sintagmas nominales. Sin embargo, el sujeto no necesita ni en español ni en portugués de la introducción de un índice funcional; el implemento lo requiere ocasionalmente; y el complemento siempre lo requiere.

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Continuando con el sujeto, Vigón señala que éste no debe definirse atendiendo a criterios semánticos, sino a pautas formales como la concordancia entre los funtivos nominales con el núcleo verbal, la conmutación por pronombres personales y la ausencia de índices funcionales.

En cuanto al implemento, Vigón anota que el empleo del índice funcional varía de acuerdo con cada lengua. En portugués, salvo algunos casos como en la oración Amo a Deus, el índice funcional no precede al sintagma que funciona como complemento directo; mientras en español su uso es más corriente y se emplea cuando el funtivo se refiere a entes animados o personificados. En consecuencia, asegura que el desconocimiento del índice funcional en las dos lenguas podría originar secuencia anómalas como: *Vi Juan y Vi ao Joao.

Sobre el complemento, señala que el único índice funcional que se emplea para introducirlo en las dos lenguas es la preposición a. Situación que convierte a este argumento en el menos problemático a la hora de realizar análisis funcionales comparativos entre el español y el portugués.

Respecto al suplemento, sostiene que es una función que la gramática tradicional no había considerado. Su propuesta de estudio se incluye a partir de los trabajos de Emilio Alarcos Llorach. Aunque este argumento se encabeza siempre con una preposición, su elección depende absolutamente del verbo y a diferencia del complemento que admite sólo un índice funcional, el suplemento acepta diversidad preposicional. Sin embargo, advierte Vigón que en algunas oportunidades las preposiciones de suplemento no coinciden en las dos lenguas. Tal situación la evidencia en los siguientes ejemplos: Preocupo-me com o teu pai. / Me preocupo por tu padre y Pareces-te com o teu pai. / Te pareces a tu padre.

Sobre los aditamentos, afirma que afectan al verbo y al conjunto que forma con sus argumentos, pero no están previstos en la valencia combinatoria de éste. También señala que la mayoría de ellos, sobre todo en español, aparecen encabezados con un índice funcional.

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En relación con los circunstantes, sostiene que pertenecen a un nivel muy externo, con la propiedad de modificar el conjunto oracional compuesto por el verbo nuclear y sus respectivos argumentos y aditamentos. Además, divide los circunstantes en tópicos, atributos de modalidad y complementos de verbo enunciativo.

Sobre los primeros indica que se refieren a los complementos que el hablante desea destacar y se ubican generalmente al inicio del enunciado o entre pausas. Sobre los segundos señala que expresan una valoración personal del hablante sobre lo comunicado en el enunciado y sobre los terceros agrega que surgen de la existencia de un verbo enunciativo implícito como decir. Sobre estos circunstantes Vigón no da ejemplos como tampoco lo hace con los índices funcionales que estos emplean.

Finalmente, se ocupa de los transpositores sintácticos, partículas que define a partir de la teoría de la transposición, de la que forman parte. Al respecto, siguiendo

los

planteamientos de Salvador Gutiérrez Ordóñez, dilucida este asunto de la siguiente manera:

La transposición es un mecanismo sintáctico que permite realizar cambios de categorías, no de función. Para que se produzca tal transposición serán siempre necesarios dos elementos: una base y un transpositor. La suma de los dos elementos originará una unidad nueva que constituirá una nueva categoría diferente de aquella que inicialmente tenía la base. Lo que permite la transposición es un cambio de categoría sintáctica, por tanto estamos hablando de una transcategorización, no de cambios de funciones. (Vigón, 2005: 105)

Asimismo, enfatiza que el mecanismo de la transposición sólo tiene lugar cuando transpositor y base se unen, formando así una construcción sincategoremática capaz de modificar la categoría de una palabra. De esta manera, procede a caracterizar los transpositores sintácticos, atendiendo al tipo de base que sufre la transposición.

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Desarrolla en primer lugar las transposiciones de sustantivo. Al respecto, señala que los sustantivos sólo pueden desempeñar funciones propias de esta categoría, tales como

sujeto, implemento, complemento o suplemento. Sin embargo, a través del

mecanismo de la transposición, podrían realizar funciones típicas del adjetivo como la de complemento nominal. Obsérvese los ejemplos propuestos:

5- El libro de Pedro / O livro de Pedro 6- La mesa de madera /A mesa de madeira 7- Café con azúcar / Café com açúcar (Vigón, 2005: 106)

Anota sobre éstos, que los funtivos sustantivos Pedro, madera

y azúcar,

precedidos los dos primeros de la preposición de y el segundo de la preposición con, forman una construcción sincategoremática que los convierte en adjetivos, cumpliendo en este caso la función de complemento nominal.

De este modo, sostiene que las preposiciones son auténticos transpositores de sustantivo a adjetivo e indica que de es la principal en este proceso. Sin embargo, advierte que la elección de la preposición no siempre coincide en las dos lenguas y lo ilustra con el siguiente cuadro:

(Vigón, 2005: 107) También afirma que se presentan casos muy concretos donde en una de las lenguas no se recurre al empleo de categorías transpuestas porque ya ésta cuenta con términos categoremáticos para que funcionen como complemento nominal; mientras en la otra no

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existen tales términos, lo que hace necesario el uso de la transposición en una y no en la otra. Vigón señala esta particularidad a través de los siguientes ejemplos:

(Vigón, 2005: 107) Luego, se ocupa de las transposiciones de adjetivo. Aquí señala que un adjetivo podría cambiar su categoría a la de sustantivo a partir de la anteposición de un artículo, centrando su interés en el neutro lo. De esta manera, el transpositor (artículo) y la base adjetiva forman una construcción sincategoremática que se convierte en un sustantivo y por ende, asume funciones nominales. Al respecto, propone los siguientes ejemplos, donde las transposiciones de adjetivo lo importante, lo mejor y la nueva funcionan como sujeto, implemento y suplemento, respectivamente.

10) No ha sido discutido lo importante / O importante não foi discutido‖. – Sujeto. 11) Prefiero lo mejor / Prefiro o melhor.‖ – Implemento 12) Me olvide de la nueva / Esqueci-me da nova.‖ – Suplemento (Vigón, 2005:108)

Posteriormente, se ocupa de las transposiciones de adverbios. En su análisis polemiza sobre la naturaleza de los denominados adverbios deícticos. Por un lado, señala que son clasificados como auténticos adverbios y por otro, como una subclase de sustantivos. La transposición de estos adverbios ocurre cuando a la base adverbial se le antepone como transpositor una preposición, convirtiendo a esta construcción en un adjetivo como aparece en los siguientes ejemplos:

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13) Los niños de allí. Os meninos de ali. 14) Los tiempos de entonces. Os tempos de então. (Vigón, 2005:108)

Por último, se refiere a las transposiciones de verbos u oraciones. Afirma que tienen lugar cuando un verbo se adhiere a un transpositor, que lo antecede, formando una construcción nueva: sustantivo cuando el transpositor es una conjunción completiva (Quiero que vengas / Quero que venhas); adjetivo cuando el transpositor es un pronombre relativo (El libro que he estropeado / O livro que estraguei) y adverbio cuando el transpositor es una conjunción temporal (Llámame cuando llegues / Liga-me quando chegares).

Como se puede apreciar en los ejemplos citados, cada categoría transpuesta asume las funciones típicas propias de las categorías a las que se han convertido. Así que el funtivo que vengas en la oración Quiero que vengas funciona como implemento; el funtivo que he estropeado en la oración El libro que he estropeado funciona como complemento nominal y el funtivo cuando llegues en la oración Llámame cuando llegues funciona como aditamento.

Finalmente, concluye que para desarrollar una gramática funcional contrastiva entre el español y el portugués es necesario asumir la teoría de la transposición y establecer la distinción entre índices funcionales y transpositores sintácticos. Conceptos que niegan la existencia de los sintagmas preposicionales de los que hablaba la gramática generativa y anulan, en particular las transposiciones de verbos y oraciones, la concepción tradicional de las oraciones subordinadas, ya que en la formación de una oración todos los funtivos que desempeñan las distintas funciones son subordinados del núcleo oracional. Por tanto, bajo esta perspectiva, las llamadas oraciones subordinadas serían funtivos complejos, formados por un transpositor y una base verbal.

Aunque en este trabajo, Vigón aplica la teoría de la transposición para diferenciar los conceptos de índice funcional y transpositor sintáctico, y sus roles en lengua española y

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lengua portuguesa, no trata la problemática que en la presente investigación se discute: las razones que originan las tres variantes de la transposición adjetiva: la alternancia, la suplencia y la coincidencia. Al igual que Gutiérrez Ordóñez (1997a), (1997b), (2002), (2002), y Gili Gaya (1970) no da cuenta del fenómeno de la coincidencia, y sobre la alternancia y la suplencia, sólo expresa en un pequeño párrafo lo siguiente: ―También podemos encontrar que en una lengua exista la existencia de una categoría categoremática y que la otra opte por una categoría transpuesta o sincategoremática‖ (2005: 107).

Como se puede apreciar, en el fragmento anterior, Vigón no emplea los términos alternancia y suplencia, pero si sugiere estas nociones, al darse cuenta del uso de la transposición como un recurso lingüístico para sustituir la ausencia de un término categoremático, en este caso un adjetivo, o para alternar con él. No obstante, no se aventura a dar explicaciones sobre esta problemática.

De este modo, concluye este capítulo para dar paso al marco teórico, que se fundamenta principalmente en los postulados de la gramática funcional española, particularmente en los aportes de las escuelas funcionalistas de Oviedo y de León.

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2. MARCO TEÓRICO

En este apartado se especificarán los fundamentos teóricos utilizados en esta investigación, distribuidos en los siguientes acápites: consideraciones iniciales sobre la construcción del adjetivo, principios de sintaxis funcional, primeros estudios de la transposición, la transferencia adjetiva y los procesos de derivación y conversión.

2.1 Consideraciones iniciales sobre la construcción del adjetivo

En la obra Fundamentos neuropsicológicos del lenguaje, Luz Amparo Fajardo y Constanza Moya (1999) aseguran que el hombre al interactuar con el mundo realiza dos procesos para llegar a la creación conceptual. En primera instancia, percibe la realidad; luego la caracteriza a través de un proceso de abstracción. De esta manera singulariza los elementos de su entorno y los expresa a través del lenguaje. Tal expresión se manifiesta a partir de objetos como caballo, acciones como correr, propiedades de objeto como viejo en caballo viejo y en relaciones de objeto como El caballo está en el corral.

Estos planteamientos concuerdan con los de Rubén Arboleda (2007), quien en su obra inédita De la sílaba al texto, señala que el hombre realiza representaciones mentales a partir de su interacción con la realidad. Dichas representaciones se forman como objetos, eventos, propiedades de objetos y de eventos, grados de propiedades y ubicación espaciotemporal. En la lengua éstas se expresan como sustantivos, verbos, adjetivos y adverbios, respectivamente.

Por otra parte, Gili Gaya (1970) expresa, desde su visión normativa, que los niños y las personas poco instruidas tienden a emplear pocos adjetivos en sus enunciaciones:

Es digna de notarse la escasa adjetivación calificativa del lenguaje infantil. Hemos practicado largas investigaciones sobre el habla espontánea de niños españoles y latinoamericanos de 4 a 7 años: las diferencias individuales son notables, pero en todos los casos llama la atención la pobreza en el repertorio de adjetivos y la baja

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frecuencia con que aparecen en su conversación. La adjetivación valorativa de carácter moral se reduce ordinariamente a la pareja bueno-malo, y la de carácter estético a la oposición entre bonito-feo (en algunos países americanos, lindo es más usual que bonito). Los adjetivos descriptivos, por ejemplo de tamaño y color, son mucho menos frecuentes de lo que podría esperarse. La proporción aumenta con sorprendente lentitud en la conversación espontánea de niños de 7 a 10 años, a pesar de la lectura y la influencia de la escuela. Calificar supone en el hablante una actitud contemplativa o descriptiva poco común entre los niños, cuya expresión es dinámica y salta del substantivo al verbo sin detenerse en las cualidades de las cosas.

Algo parecido puede observarse en el habla coloquial de los adultos poco instruidos. El uso abundante y preciso de adjetivos está en razón del grado de cultura, y constituye (al lado de las conjunciones) un criterio diferenciador muy importante entre los planos sociales de las hablas sincrónicas. (Gili Gaya, 1970: 215).

Sin embargo, esta ausencia de adjetivos en el habla infantil y en el de los adultos con bajo grado de escolaridad no es arbitraria. La realidad que el humano percibe tiende, en principio, a manifestarse como objetos: ellos son la referencia inicial de la percepción y resulta natural que en el proceso de abstracción, la mente privilegie la designación de objetos: agua, sol, animal. Por otro lado, en el plano de la enunciación, el objeto, expresado como sustantivo, puede aparecer de forma unitaria o enlazado con otro término: normalmente un verbo.

La inclinación natural por la designación de objetos se evidencia desde el punto de vista ontogénico en el vocabulario inicial del niño, basado totalmente en objetos, según lo plantea Víctor Miguel Niño Rojas:

Inicialmente el vocabulario es netamente referido a objetos; la aparición de palabras funcionales es de aparición tardía (2 y medio a 3 años). Por otro lado, el

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proceso de adquisición lingüística se apoya en fenómenos interesantes como la repetición por imitación, la creación de onomatopeyas y el manejo de la deixis. (Niño, 1999: 18).

Posteriormente, señala Niño Rojas, el niño pasa de la palabra suelta a la enunciación de la frase, constituida, en principio, por el sustantivo y el verbo. Del igual modo, se piensa, en esta investigación, que en el desarrollo filogenético del lenguaje, el humano designaba la realidad a partir de palabras referidas a objetos y a ciertos eventos indispensables para su supervivencia. Aparecen, en consecuencia, sustantivos y verbos como vehículos iniciales de expresión de la realidad. Éstos, seguramente, eran monosílabos y con acompañamiento deíctico como ocurre con el aprendizaje infantil.

Las diferentes escuelas lingüísticas, independientemente de sus enfoques y procedimientos, han percibido esta tendencia natural. Los criterios de investigación seguramente no han sido los más oportunos como tan poco las conclusiones a las que han llegado algunas de éstas; pero todas ellas, sin excepción, han dado cuenta

de esta

situación.

A propósito de ello, Jaime Bernal (1984) señala que desde Platón los estudios lingüísticos se orientan hacia estas dos unidades léxicas. El filósofo ateniense introdujo los conceptos de onoma y rhema como constituyentes esenciales de una unidad mayor, a la que llamó logos. La gramática tradicional asimiló estos términos como nombre, verbo y oración, respectivamente.

De igual forma, la gramática generativa transformacional creó un modelo de análisis sintáctico donde se visualiza, a través de un esquema arbóreo, la estructura de la oración, cuyos constituyentes inmediatos son una frase nominal y una frase verbal, en términos más tradicionales: un nombre y un verbo.

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El dominio de estas dos categorías ha sido una constante en todos los modelos, incluso en el funcional, que a pesar de lo novedoso de sus principios y métodos, centra su interés en estas dos clases de palabras.

Ello se debe a que los seres humanos, ya sea desde la ontogénesis como desde la filogénesis, conciben la realidad, en principio, como objetos y fenómenos. Posteriormente, en los dos planos se configuran otros vocablos que especializan la actividad lingüística: los que designan las propiedades de objeto, los que designan las propiedades de evento, los que designan las circunstancias espacio-temporales y los que logran enlazarlos de forma eficaz y coherente.

De modo que resulta normal que los niños tiendan a emplear pocos adjetivos, categoría que, según José Manuel González Calvo (2000), no se concebía como autónoma en los estudios tradicionales, ya que era incluida con el sustantivo en unidad llamada nombre. Esta particularidad se puede apreciar en la gramática de Dionisio de Tracia (citado por Bernal, 1984: 41), quien en su obra clasifica así las partes de la oración: nombre, verbo, participio, artículo, pronombre, adverbio, preposición y conjunción.

Esta clasificación, según

Bernal, repercutió en los estudios lingüísticos

tradicionales, ya que las diferentes gramáticas que se crearon, tomaron como parámetro las orientaciones de Dionisio de Tracia. Y por ende, desconocieron la independencia del adjetivo con respecto al sustantivo.

Aunque, actualmente estas dos categorías se asumen como unidades léxicas distintas, lo cierto es que el adjetivo está estrechamente ligado al sustantivo. Por un lado, funciona como complemento nominal y, por otro, se confunde muchas veces con éste, sobre todo, según señala Bosque (1996), cuando aluden a personas como ocurre en los ejemplos un sabio francés y un francés sabio, donde tanto francés como sabio alternan la función de sustantivo y adjetivo dependiendo de la posición sintagmática.

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A pesar de la similitud entre sustantivos y adjetivos, hoy se conciben como categorías independientes. Sin embargo, la presencia de ellas en las lenguas es desigual: los sustantivos superan en cantidad a los adjetivos. Y los hablantes, en el uso, dan cuenta de ello, según manifiesta Gili Gaya en comentario ya citado.

Por otra parte, el empleo de adjetivos varía de una lengua a otra; en unas son abundantes como en español y en otras son muy escasos. Al respecto Ignacio Bosque señala:

Algunas lenguas de Australia tienen únicamente siete adjetivos y, curiosamente, sus significados no están muy alejados de los que poseen los adjetivos en las lenguas africanas citadas: «grande», «pequeño», «corto», «viejo», «joven», «bueno» y «malo». Entre las lenguas dravídicas, algunas no superan los veinte adjetivos. En la familia nilo-sahariana, algunas llegan hasta cuarenta, pero otras no superan esa cantidad. (Bosque, 1996:39).

También afirma Bosque que algunas lenguas carecen de adjetivos y lo expresa de esta manera:

Existen, por ejemplo, lenguas sin adjetivos. ¿Cómo expresarán entonces las nociones que nosotros expresamos con ellos? Hasta donde las equivalencias son posibles, unas veces utilizan nombres (como en hausa o en quechua), otras verbos (como en chino y en algunas lenguas algonquinas y nilóticas) y otras, perífrasis diversas que equivaldrían a nuestras oraciones de relativo o a nuestras frases prepositivas. (Bosque, 1996:38).

Independientemente de la existencia o de la cantidad de adjetivos con que cuente una lengua, persiste la necesidad en los seres humanos de expresar las propiedades de objeto. Estas se manifiestan muchas veces con palabras nucleares, sobre todo cuando se refieren a las características que resultan más elementales para los hablantes: las nociones físicas de tamaño y color, y las de tipo moral.

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Sin embargo, cuando se trata de consideraciones que resultan más complejas, y que no se han construido en las lenguas, ya que no se han concebido como vitales en su cotidianidad, muchos adjetivos se forman a partir de mecanismos que atendiendo a ciertos principios como el de economía lingüística van a formar parte esencial de la creación léxica de las lenguas.

Estos recursos de formación de palabras con que cuentan todas las lenguas, según lo plantea Raffaele Simone (2001), permiten la expansión ilimitada del vocabulario de las lenguas de modo sistemático, pues el empleo de ellos facilita a las lenguas la creación de términos nuevos a partir de términos nucleares, evitando así el exceso de vocablos primigenios, que seguramente ninguna mente pudiera acumular.

Las lenguas que poseen pocos adjetivos seguramente los construyen con palabras nucleares, al igual que ocurre en español con los adjetivos que aluden a las nociones de dimensión, color y a algunas características morales. Aunque en español, como ya se manifestó, la lista de adjetivos es amplia, resulta muy inferior en comparación con la de los sustantivos. La lista de adjetivos se reduce aún más, si sólo se comparan los adjetivos primitivos con los sustantivos de esta naturaleza.

Así que ante el reducido número de adjetivos nucleares en español, en la lengua operan tres mecanismos generadores de adjetivos para designar las diferentes propiedades atribuidas a los objetos. Se trata, de los procesos morfológicos de sufijación y conversión, y del fenómeno sintáctico de la transposición.

El primero, ampliamente abordado en los tratados de morfología, consiste en formar términos nuevos a partir de la adhesión de sufijos a lexemas. Sobre este rico proceso Ramón Almela Pérez expresa lo siguiente: ―la sufijación es el procedimiento de formación de palabras más productivo en español; por medio de este procedimiento se han creado y siguen creando continuamente nuevas palabras.‖ (1999: 71).

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A través de este procedimiento se han formado muchos adjetivos en español y la mayoría de ellos, según Franz Rainer (1999), provienen de sustantivos. De hecho, este autor asegura que los derivados más numerosos en español son los adjetivos denominales, los cuales cuentan con más de setenta sufijos para su formación. Este procedimiento morfológico tan eficaz ha permitido la creación de palabras muy utilizadas como envidioso, costeño y bíblico, cuyas bases respectivas son envidia, costa y biblia; otras, un poco menos empleadas, como lunar, bancario y circense, cuyas bases respectivas son luna, banco y circo, y otras, que sólo diccionarios muy completos como el DRAE registran, tales como vidrioso, aluminoso y cementoso, cuyas bases respectivas son vidrio, aluminio y cemento.

En la lengua española se recurre también, con mucha frecuencia, al mecanismo de la transposición para la formación de adjetivos funcionales. En el apartado 4 se examinará el modus operandi de este recurso lingüístico y su relación

con la sufijación y la

conversión.

2.2 Principios de sintaxis funcional

Este acápite se presenta con el título de una de las obras de Gutiérrez Ordóñez, máximo representante de la escuela funcionalista de León, formado en Oviedo por Alarcos, quien precisamente, según López (2000), introduce la gramática funcional en España.

Gutiérrez Ordóñez ha contribuido, indiscutiblemente, a la consolidación del funcionalismo español a través de innumerables trabajos. Entre sus obras figuran: Principios de sintaxis funcional (1997a), La oración y sus funciones (1997b), Forma y sentido en sintaxis (2002) y Análisis sintáctico I (2002). Esta última, en coautoría con Manuel Iglesias Bango y Carmen Lanero Rodríguez.

López señala que Gutiérrez Ordóñez es quien mejor plantea los postulados teóricos del funcionalismo español, entre los cuales se encuentran ciertos principios que trata en sus obras como el de inmanencia y el de transposición.

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2.2.1 Principio de inmanencia

Gutiérrez Ordóñez (1997) define el principio de inmanencia como un fundamento epistemológico que establece que el estudio de las ciencias debe darse dentro de sus límites. En este sentido, los estudios de la lengua deben ser abordados con criterios estrictamente lingüísticos; es decir, sin motivaciones de otro tipo como filosóficas o religiosas, entre otras.

Advierte, además, que este principio se formula adecuadamente en el Curso de Lingüística General.

«La lingüística tiene por único y verdadero objeto la lengua considerada en y por sí misma». Esta frase, que encierra el Curso de Lingüística General y que a todas luces parece ser un añadido de los editores, constituye una de las mejores formulaciones del principio de inmanencia. (1997: 77).

En esta obra, precisamente, se concibe la lingüística por primera vez como ciencia autónoma, y que como tal ha de estudiarse, ya que según Saussure ―la ciencia que se ha constituido en torno a los hechos de la lengua ha pasado por tres fases sucesivas antes de reconocer cuál es su verdadero y único objeto‖ (Saussure, 1945: 39).

Dichas fases no daban cuenta del estudio sistemático de la lengua, sino que la abordaban desde otra perspectiva: la gramática, inaugurada por los griegos, se centraba en la lógica y sólo se proponía dar reglas para diferenciar las formas correctas de las incorrectas. La filología, desarrollada fuertemente a partir del siglo XVIII y la filología comparativa o gramática comparada, que surge en 1816 con la obra de Franz Bopp Sistema de conjugación del sánscrito, aunque más próximas a la naciente lingüística, aún no habían determinado el verdadero estudio de la lingüística: estudiar la lengua en y por sí misma.

Gutiérrez Ordóñez, quien elabora una teoría de gramática funcional, considera que el principio de inmanencia ha de regir la lingüística, y centra su interés en la sintaxis, la

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cual es abordada desde el concepto de función y analizada, precisamente, desde la sintaxis misma. En el desarrollo de su teoría, diseña un modelo de análisis sintáctico que representa a través de un árbol acostado. Este esquema de visualización de análisis de sintaxis funcional da cuenta no sólo de las funciones, sino también de los funtivos que las ocupan y de las relaciones que éstos contraen. Las funciones, en este modelo, son las ya conocidas y examinadas desde la gramática tradicional: sujeto, complemento directo, complemento indirecto, atributo, etc.; pero estudiadas desde un plano netamente sintáctico. Mientras, los funtivos son los signos sintagmáticos concretos que desempeñan dichas funciones; las relaciones, por su parte, son los mecanismos que permiten la conexión de los funtivos. Son de tres tipos: subordinación, coordinación e interdependencia. En el diagrama del árbol acostado se representan las funciones y los funtivos en un orden jerárquico. Así, los elementos situados a la izquierda son nucleares y dominan sobre los que están a su derecha. Mientras los elementos de un mismo nivel jerárquico, es decir, los coordinados o interdependientes, son representados verticalmente. Para facilitar la visualización sintáctica, Gutiérrez Ordóñez asigna abreviaturas a las funciones, las que presenta de la siguiente manera: O:

Oración

S:

Sujeto

NO:

Núcleo oracional

CD:

Complemento directo

CI:

Complemento indirecto

SUP:

Suplemento

ATR: Atributo CC:

Complemento circunstancial

CN:

Complemento nominal

CAdj: Complemento de adjetivo CAdv: Complemento de adverbio (Gutiérrez; Iglesias; Lanero, 2002: 28)

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De esta forma, el análisis de la oración Daniel y Julia tienen paraguas nuevos se representa así:

Daniel S:

(y) Julia

O: Tienen CD: paraguas

CN: nuevos

(Gutiérrez; Iglesias; Lanero, 2002: 29)

Como puede observarse, en este árbol acostado aparecen las funciones de núcleo oracional, sujeto y complemento directo. También, los funtivos que las desempeñan y las relaciones que los unen. En primer lugar, de izquierda a derecha, está el núcleo oracional, desempeñado por el sintagma verbal tienen. Luego, se aprecian las funciones de sujeto y complemento directo, ambas supeditadas por el núcleo oracional, dándose así una relación de subordinación. Los funtivos que desempeñan estas dos últimas funciones corresponden a los sintagmas nominales Daniel y Julia y paraguas nuevos, respectivamente. En el primero se da una relación de coordinación, representada en el esquema con una flecha vertical de doble punta para indicar la igualdad de los dos sustantivos. Mientras que en el segundo se da una relación de subordinación, indicada por la fecha que apunta en dirección hacia la izquierda; del complemento nominal nuevos al núcleo del sintagma paraguas.

Así pues, el principio de inmanencia se constituye en un postulado fundamental para el desarrollo de herramientas teóricas y metodológicas que permitan estudiar la lingüística en sí misma.

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2.2.2 Principios de Transposición

Este principio es estudiado por Salvador Gutiérrez Ordóñez en muchas de sus obras, puesto que se constituye en una pieza clave para el desarrollo del funcionalismo, escuela que concibe la lengua como un entramado de relaciones y funciones.

Para los

funcionalistas de León, la función es la esencia misma de la comunicación. Una palabra en un enunciado4 determinado se define no por su constitución interna, sino por la función que cumple.

De manera que resulta oportuno, antes de definir el principio de transposición, señalar la clasificación que los funcionalistas de León realizan de las categorías gramaticales, ya que diferencian claramente entre categorías morfológicas y categorías sintácticas, y lo expresan así:

No se han de confundir las categorías funcionales o sintácticas (en las que clasificamos sintagmas según las funciones que contraen) con categorías morfológicas (en las que clasificamos las palabras según su constitución interna). Las categorías morfológicas tradicionales son sustantivo, artículo, adjetivo, pronombre, verbo, adverbio, preposición y conjunción (la interjección es, por sí misma, un enunciado). No existe total coincidencia entre las categorías morfológicas y las categorías sintácticas. El sintagma nominal (categoría sintáctica) incluye no solo el nombre, sino también el pronombre, los infinitivos y todos los segmentos sustantivados. (Gutiérrez; Iglesias; Lanero, 2002b: 20).

De acuerdo con esto, la sintaxis funcional presenta cuatro categorías sintácticas que desempeñan diversas funciones. Dichas categorías son: el sintagma nominal, el sintagma verbal, el sintagma adjetivo y el sintagma adverbial. El sintagma nominal, por ejemplo, 4

Para Gutiérrez y sus seguidores, un enunciado es un segmento del discurso caracterizado por poseer valor comunicativo, independencia sintáctica y completud semántica. Consta de dos componentes: el signo enunciativo y el esquema sintagmático. El primero tiene que ver esencialmente con factores como la curva de entonación que incide en el tipo de modalidad del enunciado, caracterizándolo como interrogativo, exclamativo o asertivo. El segundo, clasifica los enunciados en verbales (oraciones), nominales, adjetivos y adverbiales.

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cumple funciones como la de sujeto, complemento directo y complemento indirecto, entre otras.

Además, el funcionalismo no concibe el sintagma preposicional como una categoría sintáctica, sino que lo asume como otro tipo de sintagma encabezado por una preposición. Así, por ejemplo, a Ramón y en la calle, en las oraciones Juan golpea a Ramón y Vive en la calle, serían sintagmas nominales encabezados por preposición.

Para los propósitos de la presente reflexión, se abordarán el sintagma nominal y el sintagma adjetivo. En relación con el primero, Gutiérrez Ordóñez y sus colaboradores distinguen tres clases:

Cuando en una función solo aparece un sintagma se suele hablar de sintagmas simples ( como en el sujeto o el complemento directo de los hipopótamos no usan paraguas); si existen varios y entre ellos media subordinación se habla de sintagmas complejos (como en el sujeto o el complemento directo de El coche rojo le dio un golpe terrible); y en caso de que haya varios trabados por coordinación se utiliza el término de sintagmas compuestos (como en el complemento indirecto o el complemento circunstancial de Dio la mano al árbitro y a los linieres; Vino con sus hermanos y sus primos). (Gutiérrez; Iglesias; Lanero, 2002: 18).

De acuerdo con esto, los sintagmas nominales simples están constituidos sólo por un sustantivo con o sin compañía de un determinante. Mientras que los complejos admiten además la compañía de un adjetivo adyacente o de otros elementos que sin ser adjetivos funcionen como éstos. Los coordinados, por su parte, se caracterizan porque poseen dos o más sustantivos nucleares, unidos por una conjunción.

Con respecto al sintagma adjetivo, realizan la misma distinción, clasificándolos en simples, complejos y compuestos. Son sintagmas adjetivos simples aquellos constituidos por un solo adjetivo, ya sea en función de atributo como en María es bonita o en función

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de complemento nominal como en perros flacos. Recuérdese que éstas son las dos funciones que cumple el sintagma adjetivo. Son sintagmas adjetivos complejos aquellos que tienen un complemento como se aprecia en los sintagmas muy fría y extremadamente bella. Finalmente, son sintagmas adjetivos compuestos aquellos conformados por más de un adjetivo, unidos por una conjunción como en la oración Es obediente y sincero.

También se consideran sintagmas adjetivos complejos aquellos formados por transposición, principio que se define como ―un mecanismo de la lengua que nos permite realizar cambios categoriales. Toda transposición consta de dos elementos: el transpositor y la base, la unión de estos dos elementos da como resultado una construcción adscrita a una categoría diferente a la de la base‖ (Gutiérrez; Iglesias; Lanero, 2002: 28).

Además, Gutiérrez Ordóñez (2002) clasifica los transpositores en virtud del tipo de transposición que generan. Así distingue entre transpositores a categoría nominal y transpositores a categoría adjetiva. Entre los primeros están el artículo y las conjunciones que y si.

El artículo tiene la propiedad de convertir bases no verbales a sustantivos. Así en frases como lo blanco y lo amargo, los adjetivos blanco y amargo, por influencia del transpositor a categoría nominal, funcionan como auténticos sustantivos. Mientras, las conjunciones que y si actúan sobre bases verbales. Así, por ejemplo, en oraciones como Quiero que confíes en mí e Ignoro si viene mañana. Las conjunciones están transfiriendo a las oraciones confíes en mí y viene mañana propiedades nominales, a tal punto que las combinaciones de éstas generan sintagmas nominales por transposición, ya que adquieren una de las funciones de éstos. En este caso, la de complemento directo.

Obsérvese este proceso en los siguientes esquemas, que son muy habituales en los trabajos de Gutiérrez Ordóñez:

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Quiero SV

que

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Confíes en mí.

Conj.

SV SN

Ignoro SV

si

viene mañana.

Conj.

SV SN

Los transpositores a función adjetiva son clasificados teniendo en cuenta el mismo parámetro de los anteriores; es decir, si la base es verbal o no verbal. Cuando se trata de estas últimas, la transposición adjetiva (así designa Gutiérrez Ordóñez a este fenómeno) se construye a partir de la unión de una preposición con un sintagma nominal. De esta forma las frases de Edgardo, de la cocina y del circo funcionan como adjetivos en sintagmas nominales complejos como la tesis de Edgardo, la puerta de la cocina y los payasos del circo.

Obsérvese los esquemas:

La tesis SN

de

Edgardo

Prep.

SN SAdj.

La puerta SN

de

la cocina

Prep.

SN SAdj.

Los payasos SN

de

el circo

Prep.

SN SAdj.

La transformación adjetiva en el sintagma nominal complejo

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Por su parte, los transpositores adjetivales en frases verbales son los pronombres relativos, ya que convierten toda una oración a función adjetiva, particularmente a la de complemento nominal. Obsérvese los siguientes ejemplos:

La mujer SN

que

me gusta.

Pron. relativo

SV SAdj.

El libro SN

que

me regalaste.

Pron. relativo

SV SAdj.

Como se puede apreciar, la transposición adjetiva es un fenómeno que tiene lugar cuando transpositor y base se entrelazan para formar un unidad que ha de funcionar como un adjetivo o para ser más preciso, como un sintagma adjetivo complejo con función de complemento nominal.

2.3 Primeros estudios de la transposición

El principio de transposición tiene sus orígenes en el concepto de traslación, propuesto por Lucien Tesnière (1994) en su obra póstuma Elementos de sintaxis estructural. Así lo indican varios autores, entre ellos Salvador Gutiérrez Ordóñez, quien señala:

L. Tesnière, es el primer autor que ofrece una sistematización de la transposición (traslación, en su terminología) y que más bellas páginas ha escrito sobre este concepto, la describe de esta manera tan sencilla: «En esencia la traslación consiste en transferir una palabra plena de una categoría gramatical a otra categoría gramatical». Añade poco más abajo: «Nada distingue estructuralmente El libro de Pedro de El libro rojo » (Gutiérrez, 1997: 151)

En efecto, para Tesnière la traslación es un mecanismo sintáctico que permite el cambio categorial entre palabras llenas. Tales palabras son el sustantivo, el adjetivo, el

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verbo y el adverbio, llamadas así porque poseen función semántica; es decir, son capaces de representar y evocar una idea determinada. Éstas se diferencian de las palabras vacías, que se caracterizan por no comportar función semántica, sino que se constituyen en instrumentos gramaticales que indican, precisan o transforman la categoría de las palabras plenas.

La teoría de la traslación es, sin duda, uno de los aportes más significativos del trabajo de Tesnière, introducido en su obra Elementos de sintaxis estructural con un ejemplo de transposición adjetiva: el libro de Pedro. En éste, el autor francés señala que el complemento nominal de Pedro, formado por la preposición de y el sustantivo Pedro, funcionan como un adjetivo. Advierte, además:

En efecto, morfológicamente la palabra transferida conserva las características de la categoría a la que pertenecía antes de ser transferida. Así, ciertas mentes, incapaces de librarse del plano morfológico, y, por consiguiente, rebeldes a la sintaxis, no se deciden a considerar que un sustantivo se convierta por traslación en un adjetivo. Para ellos, Pierre es un sustantivo, no solo morfológica sino también sintácticamente, y está condenado irrevocablemente a seguir siéndolo a pesar de todo de manera inmutable, sea cual sea la función en la que se emplee, ya que, a sus ojos, sólo cuenta la forma. (Tesnière, 1994:627)

Asimismo, Tesnière crea una

terminología específica para la traslación:

transferendo, transferido y traslativo. El primero es el término que recibe la traslación; el segundo es el mismo término, pero después de haber pasado a una categoría nueva mediante el proceso de la traslación. Finalmente, el traslativo es el instrumento gramatical que convierte el transferendo en transferido.

Entonces, en el complemento nominal de Pedro, el sustantivo es transferendo, antes que ocurra el proceso sintáctico de la traslación, al ocurrir éste, en este caso indicado por un marcante morfológico, que es la preposición de (según Tesnière, el traslativo más frecuente en francés) pasa a ser transferido. De esta manera, Pedro y su marcante se convierten sintácticamente en un adjetivo. Es decir, son estructuralmente iguales las frases nominales el libro de Pedro y el libro rojo.

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Sin embargo, anota el maestro francés:

1. Puede ocurrir que la traslación no esté marcada. En este caso, diremos que el marcante de la traslación es cero (v. cap. 17), es decir, que hay traslación «sin traslativo». Pero no deja de haber traslación. Señalado o no por un marcante morfológico, el fenómeno sintáctico sigue siendo el mismo. 2. Por ejemplo, en francés, las uniones de palabras un ruban orange ‗una cinta naranja‘, une étoffe citron, ‗una tela limón‘, donde las palabras orange y citron, que son auténticos sustantivos, son empleados con valor de adjetivos para designar, no la naturaleza de la cinta o de la tela, sino su color. Por tanto, ha habido traslación de sustantivo a adjetivo, durante la cual sólo esta cualidad de color del sustantivo transferendo ha pasado al adjetivo transferido.

3. La traslación sin marcante de sustantivo a adjetivo es tan normal, que ni siquiera nos damos cuenta... (Tesnière,1994: 651)

En consecuencia, Tesnière asume la traslación como un fenómeno vivo de la lengua que le permite a los hablantes conectar las palabras hábilmente desde una perspectiva sintáctica y ser eficaces en sus interlocuciones. Son tan frecuentes en la lengua hablada que su estudio se torna importante en la lingüística.

La traslación rebasa los límites del estructuralismo y se refresca en nuevas corrientes como la gramática funcional5. De hecho, Tesnière dejó las pautas para la continuación de su trabajo, ya que asegura que las palabras vacías, que divide en juntivos y traslativos, pertenecen a la sintaxis funcional. Los primeros tienen la función de unir las palabras llenas y se conocen en la gramática tradicional como conjunciones coordinantes. Mientras, los segundos cumplen una función traslativa; es decir, son capaces de transformar la categoría de las palabras llenas. 5

Aquí se hace alusión al funcionalismo español, ya que está escuela es muy amplia. Según Christopher Butler y otros en su libro Nuevas perspectivas en gramática funcional el funcionalismo presenta dos grandes modelos: el europeo y el norteamericano, y éstos, a su vez, presentan subdivisiones.

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Estas ideas fueron precisamente retomadas por quien introduce la sintaxis funcional en España: Alarcos (1970). En sus Estudios de gramática funcional del español, adopta el concepto de traslación y el de traslativo, y propone los términos de transposición y transpositor, respectivamente.

Alarcos distingue dos tipos de transposición: a nombre y a adjetivo. La primera se forma a partir de los transpositores a función nominal: el artículo y la conjunción que, y la segunda se construye mediante la combinación de transpositores a función de adjetivo adyacente con términos nucleares.

Sobre los transpositores a función nominal, Alarcos señala que entre las funciones del artículo está la de ser transpositor de cualquier término nuclear (o palabras llenas en la terminología de Tesnière) a la categoría de los nombres. Así, por ejemplo, los adjetivos malo y fuerte, pasan a ser sustantivos en las construcciones lo malo y el fuerte.

Asimismo, la conjunción que es capaz de convertir una oración a término nuclear nominal. De este modo, señala que en oraciones complejas como Nos preocupa que no trabajen y Anunció que vendría, los subordinados que no trabajen y que vendría cumplen función nominal, ya que asumen uno de los roles del sustantivo, en este caso el de complemento directo. Todo este cambio se da, desde luego, por la presencia del transpositor que.

Sobre la transposición a adjetivo, anota que los transpositores especializados en transformar términos nucleares a adjetivos, dentro de un grupo nominal, son la preposición de y el relativo que. El primero lo ilustra con ejemplos como el diccionario de filosofía y el libro de Juan, en las que las combinaciones transpositor y término, en este caso sustantivo, han de funcionar como auténticos adjetivos.

Por su parte, la combinación del relativo que con el término verbal se convierten en adjetivos adyacentes en construcciones como: Las luces que brillaban y la naranja que has comido. La estructura de estos sintagmas nominales es la siguiente: determinante + nombre

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+ combinación de transpositor relativo que con término verbal, funcionando como adjetivo adyacente.

Recuérdese, además, que estos sintagmas nominales complejos con transposición adjetiva, funcionarían en una construcción mayor como cualquiera de las funciones que cumple el sintagma nominal: sujeto, complemento directo, etc.

De esto modo, se ha recorrido la evolución del concepto de transposición. Fenómeno de gran importancia para la lingüística y sobre el cual esta investigación pretende hacer un aporte.

2.4 La transferencia adjetiva

El título de este acápite coincide con el de un ensayo que se le entregó al profesor Rubén Arboleda Toro. Dicho texto condensa la primera reflexión sobre el trabajo que se está presentando, el cual surge de una de las clases impartidas por el profesor Arboleda en el curso de morfosintaxis dirigido a estudiantes de Maestría en Lingüística de la Universidad Nacional de Colombia en la ciudad de Cartagena.

En sus clases, el profesor Arboleda trabaja con una técnica pedagógica que llama ocurrencia. Ésta consiste en hacer asociaciones e indagaciones libres en relación con el tema tratado. De modo que en una de sus clases, el autor de este trabajo se preguntó: ¿Por qué el sintagma nominal puerta de metal, cuyo complemento está formado por una preposición y un nombre, que funcionan por transferencia como un adjetivo, tiene un equivalente como puerta metálica, donde el complemento es un adjetivo típico que se obtiene por derivación a partir de un sustantivo, y no ocurre lo mismo con puerta de madera, que tiene la misma estructura de puerta de metal?

A partir de este interrogante motivador, y luego de una incesante búsqueda bibliográfica, el autor encontró, en los trabajos de

Gutiérrez Ordóñez, una amplia

explicación de conceptos como transposición y sintagma nominal complejo. Estos

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conceptos, nucleares para el trabajo, gozan de gran popularidad en España, según Bosque (1996). Se caracterizan porque, en tanto formulaciones funcionalistas, se conciben como categorías léxicas que se definen sólo en el marco de la función sintáctica que contraen en la oración.

Bosque señala que el funcionalismo liderado por Gutiérrez Ordóñez se vincula con ―algunas propuestas de Jespensen, más tarde retomadas por Hjelmslev y desarrolladas posteriormente de forma más detallada por Tesnière‖ (Bosque, 1996: 43). Asimismo, sostiene Bosque, que esta concepción sintáctica llega a España por medio de Emilio Alarcos Llorach, discípulo de Hjelmslev, a quien dedica su gramática estructural.

Por su parte, Arboleda, estudioso de la obra de Tesnière, ha desarrollado a partir del fenómeno de la traslación, un concepto propio, que llama transferencia. Éste es abordado en su obra inédita De la sílaba al texto. Allí plantea que el ser humano en su interacción con la realidad, la representa mentalmente en objetos, eventos, propiedades de objetos y de eventos, grados de propiedades y ubicación espacio-temporal.

Estas representaciones se categorizan lingüísticamente en sustantivos, verbos, adjetivos y adverbios. Los objetos se designan a través de sustantivos; los eventos, por medio de verbos, las propiedades de objeto, mediante adjetivos, y las propiedades de evento, grados de propiedades y ubicación espacio temporal se designan a través de adverbios.

Sin embargo, ocurre que por el proceso de transferencia las categorías léxicas asumen el rol de otras. Particularmente se tratará la transferencia a función adjetiva. Esta se da debido a que el ser humano ―toma representaciones de objetos, eventos y circunstancias espaciales, temporales y modales (significadas por sustantivos, verbos y adverbios, respectivamente) y las transfiere a propiedad o característica‖ (Arboleda, 2007:75).

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Arboleda (2007) sostiene que en la transferencia de sustantivos, verbos y adverbios a adjetivos, aparecen unos indicadores. En primer lugar, señala el orden de las palabras como indicador de transferencia de objetos pensados como propiedades. Esto es, sustantivos caracterizando a otros sustantivos. Ilustra esta situación con ejemplos como pez sierra y cartón paja. Entre los dos sustantivos de cada grupo se da una relación atribucional, en la que el segundo actúa como adjetivo. En consecuencia, el orden indica el rol de cada sustantivo: el primero es el objeto y el segundo es la propiedad.

Recuérdese que aunque en español algunos adjetivos pueden anteponerse a los sustantivos, no todos presentan esta característica. Lo más usual es la posposición del adjetivo y ello permite a los hablantes determinar, al pensar, proferir, escuchar o escribir una frase nominal con dos sustantivos, sin nexo de coordinación, cuál es el objeto y cuál la propiedad. De esa forma el orden se constituye en el indicador de transferencia.

En segundo lugar, Arboleda (2007) señala como indicadores de transferencia la preposición, la sufijación (posposición) y el pronombre relativo. Sobre el último afirma que convierte oraciones a función adjetiva y lo ilustra con el siguiente ejemplo: La señora que lava la ropa viene hoy, en la que la oración lava la ropa funciona como adjetivo en el sintagma nominal La señora que lava la ropa y esto ocurre por la presencia del pronombre relativo.

Entre tanto, la transferencia por preposición se da cuando en un grupo nominal cuyo complemento está conformado por una preposición y otra categoría léxica, esta última, por acción del transferente preposicional, funcionará como adjetivo. Arboleda (2007) propone ejemplos como: pez de mar, botón de apagar y los niños de aquí. En éstos se aprecia como sus complementos: el sustantivo mar, el verbo apagar y el adverbio aquí, son concebidos como propiedades de objeto y por tanto, como adjetivos.

Por último, el proceso de la transferencia adjetiva se puede presentar cuando a través del mecanismo de sufijación una categoría léxica se convierte en otra. Arboleda (2007) ejemplifica esta clase con el siguiente sintagma: pez marino, donde el adjetivo

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marino se obtiene por derivación del sustantivo mar. Entonces, podría concluirse que pez marino y pez de mar son sintagmas homólogos, obtenidos por procesos diferentes de transferencia adjetiva.

2.5 Los procesos de derivación y conversión

En los estudios morfológicos son bien conocidos los fenómenos de derivación y composición como procesos de formación de palabras. En el presente trabajo se tratará el primero de ellos, que se caracteriza por la creación de nuevos vocablos a partir de la unión de afijos a lexemas. Posteriormente, se abordará el procedimiento de la conversión.

2.5.1 La derivación

Como se ha manifestado, la derivación es un proceso morfológico que contribuye decisivamente en la formación de nuevos vocablos. Éste consiste en adicionar afijos a lexemas, generándose de esta manera términos nuevos a partir de términos ya existentes. Con este procedimiento las lenguas garantizan su expansión léxica sin necesidad de recurrir siempre a términos nucleares cada vez que haya la necesidad de designar una nueva porción de la realidad.

Algunos estudiosos del tema de la derivación sostienen que este proceso presenta dos clases: la derivación homogénea y la

derivación heterogénea. El origen de esta

clasificación se remonta, según Almela (1999), a Alarcos, quien la adopta de Togeby, quien, a su vez, la toma de Holt.

La diferencia entre estos dos tipos de derivación radica en que en la derivación homogénea no se da un cambio de categoría gramatical, tal es el caso de los derivados casona (sustantivo), carrito (sustantivo) y amarillento (adjetivo), cuyas base respectivas son los sustantivos casa y carro, y el adjetivo amarillo. Por el contrario, en la derivación heterogénea sí ocurre dicho cambio, como se aprecia en los siguientes ejemplos: el

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adjetivo rencoroso deriva del sustantivo rencor, el sustantivo gordura deriva del adjetivo gordo y el verbo evangelizar deriva del sustantivo evangelio. Sobre este asunto, Jesús Pena (2000: 242) señala: ―En español, la prefijación se circunscribe a la derivación homogénea, la circunfijación a la derivación heterogénea y la sufijación opera en ambos subsistemas‖. En el caso de la prefijación, presenta ejemplos como los adjetivos penúltimo y excautivo, derivados de los adjetivos último y cautivo. Como se puede apreciar, en esos dos ejemplos, tanto las bases como los derivados pertenecen a la misma categoría gramatical, evidenciándose el fenómeno de la derivación homogénea.

En cuanto a la circunfijación, asegura que es altamente productiva en la formación de verbos e ilustra este proceso con ejemplos como los derivados ensombrecer, anochecer y despedazar, cuyas bases respectivas son los sustantivos sombra, noche y pedazo. Con estos casos, se observa claramente el papel de la circunfijación en el funcionamiento de la derivación heterogénea.

En su trabajo, Pena (2000) dedica más espacio al tema de la sufijación. Con respecto a la incidencia de ésta en el proceso de la derivación homogénea, señala que tiene lugar cuando a una base se le agrega un sufijo apreciativo, dando como resultado un derivado de la misma categoría del de la base. Presenta ejemplos como el sustantivo golpe y su derivado golpazo, el adjetivo cobarde y su derivado cobardón, el adverbio cerca y su derivado cerquita, y verbo apretar y su derivado apretujar.

Con relación a la participación de la sufijación en el proceso de la derivación heterogénea, anota que ésta se da cuando se anexan a las bases sufijos no apreciativos, situación que provoca un cambio de categoría gramatical. Estos cambios los presenta de forma ordenada, teniendo en cuenta la categoría de la base y la categoría del derivado:

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V

S

animar animación, discrepar discrepancia

A

S

amarillo amarillez, alto altura

S

S

reloj relojero, viña viñedo

V

A agradar agradable, casar casadero

S

A

comarca comarcal, aceite aceitoso

ADV

A

lejos lejano, delante delantero

S

V

alcohol alcoholizar, ejemplo ejemplificar

A

V

tranquilo tranquilizar, denso densificar

A

ADV dulce dulcemente (Pena, 2000: 242)

42

Además, agrega que el proceso de derivación heterogénea no sólo tiene lugar cuando se cambia de una clase de palabra a otra, sino también cuando dentro de la misma clase se obtiene una subclase diferente a la de la palabra base. Tal es el caso de los sustantivos reloj y relojero, siendo el primero un nombre de objeto y el segundo, un nombre de persona. Aparte de este ejemplo, Pena señala otros casos donde se presentan estos cambios de subclases de palabras.

Por otro parte, Rubén Arboleda, en su obra en revisión De la sílaba al texto (2007), también trata los conceptos de derivación homogénea y derivación heterogénea. Sobre esta última asegura que mediante este procedimiento se obtienen sustantivos deadjetivales (utilidad del adjetivo útil), sustantivos deverbales (nutrición del verbo nutrir), sustantivos deadverbiales (lejura del adverbio lejos), sustantivos

depreposicionales (trasero: en

sentido de nalgas, de la preposición tras), adjetivos desustantivales (problemático del sustantivo problema), adjetivos deverbales (sostenible del verbo sostener), adjetivos deadverbiales (cercano del adverbio cerca), adjetivos depreposicionales (trasero: en sentido de último, de la preposición tras) , verbos desustantivales (patear del sustantivo pata), verbos deadjetivales (agriar del adjetivo agrio) verbos deadverbiales (bajar del adverbio bajo) y verbos depreposicionales (retrasar de la preposición tras).

En el presente trabajo, particularmente, interesa la

subclase de adjetivos

desustantivales, que Arboleda ilustra con los siguientes ejemplos: los adjetivos

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43

alcohólico/a, problemático/a, amoroso/a, bochornoso/a, imaginario y sombrío/a se derivan respectivamente de los sustantivos alcohol, problema, amor, bochorno, imagen y sombra.

Como se puede apreciar, en esta modalidad los adjetivos derivados se forman a partir de diversos sufijos. Nótese en los ejemplos anteriores la

adición a las bases

sustantivas de los sufijos -ico, -oso, -ario e -ío. Esta situación marca, sin duda, la riqueza de los procesos de derivación en lengua castellana, la cual se evidencia en gran proporción en la formación de adjetivos derivados.

Sobre este asunto, Rainer, en el artículo La derivación adjetival que aparece en la Gramática descriptiva de la lengua española, señala lo siguiente:

La lengua española posee más de un centenar de sufijos para formar adjetivos a partir de verbos, sustantivos y numerales cardinales. Tan elevado número de sufijos, sin embargo,

sólo contribuye a realizar una docena de funciones

semánticas, lo que significa que nos encontramos ante una abundancia de sufijos sinónimos, situación que llega al paroxismo de la antieconomicidad en la categoría de los gentilicios, donde unos cincuenta sufijos concurren en la expresión de una misma categoría derivacional. (Rainer: 1999, 4597)

En efecto, Rainer clasifica los adjetivos derivados en deverbales, denominales y denumerales. Agrupación que efectúa teniendo en cuenta el origen de la categoría de las palabras bases, ya que éste incide, según él, en las funciones semánticas que realizan los derivados. Desde este punto de vista, son diferentes los roles semánticos de cada una de las tres grandes clases de adjetivos derivados, repartiéndose entre ellos las doce funciones que este autor visualiza en el rico proceso de la derivación adjetival.

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2.5.1.1 Adjetivos deverbales

Los adjetivos deverbales se dividen en dos grandes grupos: los activos y los pasivos, que a su vez se subdividen en activos puros, disposicionales y potenciales, y en pasivos participiales, potenciales y deónticos, respectivamente.

Los adjetivos deverbales activos, en su modalidad más abundante, los puros, presentan la paráfrasis >. Ejemplifica Rainer esta categoría con conmovedor >. Señala además que los sufijos más productivos para la formación de estas palabras son -dor/a

con vocablos como abrumador, halagador, prometedor y

tranquilizador, y –nte con términos como deprimente y visitante. Siguen en orden de productividad los sufijos – (t) ivo/a con derivados como decorativo y explicativo, y – (t) orio/a con adjetivos como divisorio y difamatorio.

Advierte Rainer (1999) que en la conformación de estos adjetivos deverbales activos puros participan dieciséis sufijos más, sin embargo, no resultan tan productivos como los cuatro anteriores. Algunos de ellos son: -ble (agradable, durable, deleitable) y cio, este último tan sólo cuenta un adjetivo de este tipo: nutricio (literario).

Por su parte, los activos disposicionales se convierten en el segundo subconjunto más representativo de los adjetivos deverbales activos. Sobre ellos Rainer destaca lo siguiente: ―Cabe resaltar sobre todo un grupo de adjetivos disposicionales, es decir, que expresan una disposición o una costumbre, parafraseable por > (p. ej. adulón >)‖(1999, 4597)

Señala Rainer que los sufijos más productivos para la formación de este tipo de adjetivos son -dor/a con ejemplos como ahorrador, calculador, seductor, soñador y trabajador,

y -ón/a, con un marcado carácter coloquial y matiz negativo, con términos

como dormilón, acusón, besucón, burlón, coquetón, criticón y chupón.

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Finalmente, el subconjunto menos consistente de los adjetivos deverbales activos lo conforma el pequeño grupo de los potenciales, parafraseables, según Rainer, por la expresión > y se forman en su totalidad, fuera de algunos casos aislados que Rainer no señala, con el sufijo - (t) il. Entre ellos figuran: eréctil, móvil y contráctil

Entre tanto, los adjetivos deverbales pasivos se forman con menos sufijos que las categorías activas. Los participiales, por ejemplo, se crean a partir del sufijo – do/a como en el caso de comprado, querido y elegido cuyas bases respectivas son comprar, querer y elegir. Estos adjetivos, como se observa, son participios y algunos se construyen con las formas irregulares de los verbos, tal es el caso, verbigracia, de frito (de freír) y abierto (de abrir).

Por su parte, los potenciales y los deónticos se forman, en su mayoría, con la adjunción del sufijo –ble a las bases verbales. Los primeros son parafraseables, según Rainer, por la expresión que puede ser y los segundos, por la expresión que debe ser. De esta manera considera este autor potenciales

adjetivos como transportable, curable,

gobernable y alterable, y deónticos adjetivos como abominable, aborrecible, admirable y despreciable.

2.5.1.2 Adjetivos denominales

El segundo conjunto de adjetivos derivados que señala Rainer (1999) en su trabajo son los denominales. Estos se subdividen en adjetivos de relación, de semejanza, de posesión, de disposición y de efecto. Los adjetivos de relación constituyen el subconjunto más importante numéricamente en español, pues cuentan con más de setenta sufijos para su formación.

Estos adjetivos se pueden parafrasear, según Rainer, por la expresión que tiene que ver con el Nombre como ocurre con el adjetivo comarcal cuya base es el sustantivo comarca. Además se pueden dividir por la naturaleza de la base del sustantivo. Así Rainer distingue entre relacionales provenientes de nombre común y relacionales provenientes de

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nombre propio. Estos últimos, llamados deonomásticos, se subdividen en deonomásticos de persona y deonomásticos de lugar.

Los adjetivos relacionales de nombre común presentan un amplio número de sufijos no productivos y diez de alta productividad, entre los que se encuentran: -al,- ero e -ico.

El primero de ellos se caracteriza por la formación de términos de especialidad, tal como ocurre en gremial, sacramental y doctoral. Por su origen culto, este sufijo presenta casos de bases supletivas como en río/fluvial, encía/gingival, guerra/marcial, boca/oral y campo/rural. También se pueden presentar, en la formación de adjetivos con este sufijo, cambios vocálicos, normalmente i en lugar de e como en abdomen/abdominal

y

crimen/criminal, y el fenómeno de la monoptongación como sucede en la pareja muerte/mortal.

Sobre el sufijo -ero Rainer señala que gran parte de los adjetivos formados con este morfema pertenecen a la vida económica, tal es el caso de términos como: aceitero, aduanero, algodonero, arrocero, atunero, azucarero, ballenero, cervecero, hotelero y petrolero. Sostiene además que algunos adjetivos con este sufijo se obtienen por convención y lo expresa de la siguiente manera:

Por último, hay que hacer hincapié en el hecho de que adjetivos de relación en ero/a se derivan también por convención partiendo de bases agentivas

en –ero:

ataque artillero= de artilleros, de la artillería, navaja barbera=de barbero, asociación marinera = de marineros, etc. Algunos neologismos son: la lucha jornalera [Cambio 16, 623,42], al margen del canal librero [El país, 12-XI-1991, 14], su actividad pistolera [Cambio 16, 585,17], etc. (Rainer, 1999: 4618)

En cuanto al sufijo -ico, expone que presenta cierta preferencia por sustantivos de origen griego como biblia y átomo, de los que se derivan respectivamente bíblico y atómico. Además señala que, por su origen culto, muestra irregularidades formales como el

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cambio de s por t, sobre todo en bases terminadas en sis, tal es el caso de análisis-analítico y antítesis- antitético.

Por su parte, los adjetivos deonomásticos de persona cuentan con varios sufijos para su conformación, entre ellos sobresalen: -iano

(freudiano), -ano (gregoriano), -esco

(celestinesco), -ino (isabelino) e -ista (gonzalista), siendo el primero el de mayor productividad.

Los deonomásticos de lugar, conocidos por la gramática tradicional como gentilicios, presentan también algunos sufijos productivos como: -ano (cubano), -ense (cretense), -eño (madrileño), -és (leonés) e -i (iraní).

Entre tanto, los adjetivos de semejanza, son parafraseables, según Rainer, por la expresión que se parece al Nombre. Así aparecen vocablos como sanchopancesco (que se parece a Sancho Panza). Los sufijos más productivos de este tipo de adjetivos son los mismos que se emplean en la construcción de los relacionales, ya que un adjetivo de relación puede usarse como de semejanza siempre y cuando el contexto y el sustantivo de base favorezcan tal lectura. Rainer ilustra esta subclase de adjetivos con neologismos como manicomial en exaltación manicomial y antipodíca en antipodíca trivialidad.

En cuanto a los adjetivos de posesión, Rainer expresa lo siguiente:

Los sufijos -ón y -udo. p, ej., son auténticos sufijos posesivos cuyo significado, a pesar de que un hombre barrigón/barrigudo con toda seguridad «tiene algo que ver» con una barriga, no se puede caracterizar genéricamente como «que tiene que ver con N> si se quiere excluir la formación de adjetivos relacionales agramaticales del tipo enfermedad barrigona /barriguda «enfermedad ventral». En otros casos, sin embargo, un tratamiento unitario podría ser posible, dado que la presencia de un significado posesivo o de semejanza muchas veces depende claramente de la relación que hay, según nuestros conocimientos enciclopédicos, entre el sustantivo base y el sustantivo modificado por el adjetivo. Así, metálico

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tiene sentido posesivo en puerta metálica porque las puertas pueden ser de metal, en tanto que en sonido metálico le damos un sentido de semejanza porque sabemos que los sonidos no pueden ser de metal. (Rainer, 1999: 4630)

De esta manera, Rainer asegura que la clasificación semántica de ciertos subgrupos de adjetivos denominales depende de la relación que establecen los hablantes, atendiendo a su interacción con el mundo,

entre el sustantivo nuclear y el sustantivo base de

adjetivación.

Concluye con este tipo de adjetivos, anotando someramente algunos aspectos sobre las subclases de los adjetivos de disposición y los adjetivos de efecto. Sobre los primeros señala que presentan tres sufijos productivos: -ero/a, -ista y -oso/a, con los cuales se forman grupos semánticos definidos. Así con -ero/a se distinguen adjetivos referidos a la afición por ciertos alimentos (chocolatero, dulcero, etc.); con -ista se crean muchos adjetivos referidos a la expresión partidario de (abortista, castrista, etc.) y con -oso/a se forman palabras que se refieren a la disposición de la actividad inherente al nombre (ceremonioso, chismoso).

Sobre los adjetivos de efecto,

asegura que se constituyen en un grupo muy

reducido y heterogéneo. Se reconocen a partir de la paráfrasis que causan al Nombre y los ejemplifica con adjetivos como lastimero, simpático y angustioso.

2.5.1.3. Adjetivos denumerales

Finalmente, dedica un pequeño segmento de su artículo a los adjetivos denumerales: ordinales, partitivos y multiplicativos, formados a partir de numerales cardinales. Así, por ejemplo, se forma el ordinal noveno, cuya base es nueve, con una monoptongación y la anexión del sufijo -eno; el partitivo onceavo, agregándole -avo a la base once y el multiplicativo séptuplo, añadiendo -uplo a la base trabada latinizante de siete.

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2.5.2 La conversión

Después de la breve exposición sobre el funcionamiento del rico proceso de la derivación heterogénea, particularmente sobre la generación de adjetivos por este procedimiento, conviene ahora tratar el concepto de conversión que resultará clave para el desarrollo de esta investigación.

En los tratados de morfología poco o nada se dice sobre el fenómeno de la conversión. Estos sólo suelen ofrecer abundante información sobre los reconocidos procedimientos de derivación y composición, ignorando otros mecanismos de formación de palabras. Sin embargo, desde el funcionalismo, Jesús Pena (2000), perteneciente a la escuela de Santiago de Compostela, como lo señala López (2000), aborda este concepto.

Pena sostiene que aparte de los procesos de derivación y composición, en las lenguas operan otros procedimientos de formación de palabras, entre ellos el recurso de la conversión, sobre el cual expresa lo siguiente:

La conversión, también denominada derivación cero o cambio funcional, se define como aquel proceso que relaciona palabras formalmente idénticas y que difieren en cuanto a la clase o subclase de palabras a la que se adscriben. El fenómeno es frecuente en las lenguas germánicas, para las que precisamente se ha delimitado este tipo de proceso [Cfr. Ingl. (to) doubt (V) doubt (S) , group (S) (to) group (V) ]. También está presente en español y en las demás lenguas románicas (esp. compra-r compra, lija lija-r; it. Purga-re purga, pintura pittuar-.re; port. paga-r paga, arma, arma-r). (Pena, 2000:246)

Con la definición de este concepto, abordado brevemente por Pena y de la misma manera en este apartado, se cierra este capítulo, sin dejar de advertir que será retomado en otro episodio de esta investigación.

La transformación adjetiva en el sintagma nominal complejo

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3. METODOLOGÍA

La lingüística funcional española, como ya se ha dicho, se inicia con los trabajos de Emilio Alarcos Llorach, quien, según Ángel López (2000), marca las pautas teóricas y metodológicas de esta corriente. Para este autor, una de las virtudes de Alarcos ha sido la adaptación de los cambios experimentados por el funcionalismo al desarrollo de sus trabajos. De modo que su propuesta fue creciendo sustancialmente hasta llegar a su consolidación plena.

Aunque, según Salvador Gutiérrez Ordóñez (2002), Alarcos nunca publicó un libro de metodología funcional, en sus artículos se pueden apreciar sus métodos, principios, conceptos y procedimientos, los cuales han servido de guía y se han constituido en parámetros del funcionalismo español, el cual presenta en la actualidad,

según Ángel

López, tres ramas: la escuela de Oviedo, la escuela de León y la escuela de Santiago de Compostela.

Gutiérrez Ordóñez (2002) resume los aportes teórico-metodológicos de su maestro a través de las siguientes líneas generales: principio de cientificidad, principio funcionalista, formalismo, determinación de funciones, relaciones y unidades, funciones, nuevas funciones, la pasiva, la transposición sintáctica y las categorías. De éstos se estará comentando, de forma sucinta, los tres primeros, y lógicamente el principio de la transposición, no sólo por su conexión directa con esta investigación, sino también porque con ellos se cubre parte de los otros tópicos.

El principio de cientificidad apunta al desarrollo de una teoría sintáctica sólida y sistemática capaz de analizar de forma plausible los hechos sintácticos. Tal principio se apoya en otro: el principio de empirismo, aplicado por Hjelmslev y seguido por su discípulo Alarcos. Este se caracteriza por pretender una descripción de los fenómenos lingüísticos atendiendo a criterios de coherencia, exhaustividad, simplicidad y no contradicción.

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El principio funcionalista se refiere al estudio de la sintaxis a partir de las funciones sintácticas y no de las categorías o constituyentes inmediatos como lo hacían los estructuralistas americanos. Con este principio y con el formalismo, que se caracteriza por la realización de análisis sintáctico con criterios formales (sin mezclarlos con criterios lógico-semánticos como lo hacia la gramática tradicional), Alarcos fija las bases para identificar las funciones sintácticas de forma eficaz, redefiniéndolas y descubriendo una función a la que llamó suplemento6.

En cuanto a la transposición sintáctica, que ya ha sido suficientemente ilustrada, vale recordar que es uno de los pilares del funcionalismo español, sobre todo de las escuelas de Oviedo y de León. En el empleo de ésta, se advierte tres variantes: la alternancia con un adjetivo derivado, frecuentemente denominal; la suplencia, dado que muchas veces en la lengua no se cuenta con un adjetivo específico para designar una propiedad determinada, y la coincidencia formal entre sustantivos que funcionan como base de transposiciones adjetivas y adjetivos típicos.

Ahora bien, para precisar el porqué de estas variantes, conviene identificar los factores lingüísticos que determinan la derivación de adjetivos, en particular, los provenientes de bases nominales, y la coincidencia formal de ciertos adjetivos con algunos sustantivos para el objetivo de esta investigación.

Esta tarea no resulta nada fácil, debido a que en la literatura lingüística no hay estudios precedentes sobre los factores que inciden en los procesos de derivación adjetival y tampoco hay mucha información que dé respuesta al fenómeno de la coincidencia formal entre sustantivos y adjetivos.

6

Alarcos concibe el suplemento, en los Estudios de gramática funcional del español (1970) y en la Gramática de la lengua española (2000), como un adyacente verbal análogo al implemento o complemento directo, pero con estructuras nominales diferentes, pues el objeto directo sólo admite en algunos casos la anteposición de la preposición a; mientras el suplemento está siempre precedido por una preposición, tal como se aprecia en los siguientes ejemplos: Hablan de música y Acabó con sus ahorros. También afirma que esta función es diferente a la de los aditamentos (complementos circunstanciales), ya que al igual que el implemento y que el complemento indirecto, es uno de los argumentos verbales. Son ejemplos de aditamento: Hablan de memoria y Acabó con rapidez.

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Por otra parte, en los libros de metodología de investigación lingüística como Métodos de investigación lingüística de Humberto López Morales (1994) y Metodología de la investigación lingüística de Alejandra Reguera (2008) se sugieren métodos y técnicas muy precisas para desarrollar investigaciones de trabajo de campo; sin embargo, sobre el tipo de investigación que se pretende, poco o nada es lo que se ofrece.

De modo que para el investigador de trabajos documentales, bibliográficos o de archivo resulta más difícil la elaboración del diseño metodológico de su investigación, puesto que al no contar con técnicas convencionales como la entrevista, la encuesta, la observación participante y la historia de vida, entre otras, debe ingeniárselas para crear sus propias herramientas.

Así que ante estas dificultades se ha procurado diseñar un modelo de análisis que permita dar respuesta al interrogante de esta investigación: ¿cuáles son los fenómenos lingüísticos que determinan la derivación de adjetivos denominales y la coincidencia formal entre ciertos adjetivos con algunos sustantivos?

Dicho modelo, se compone, en principio, de los referentes teórico-metodológicos indicados por Alarcos y aplicados por sus discípulos de las Universidades de León y Oviedo, sobre todo por Gutiérrez Ordóñez (2002), de quien se ha tomado conceptos vitales como transposición, transpositor, base y sintagma nominal complejo, entre otros.

Este modelo también se compone de fundamentos y procedimientos de otras líneas. Ello no implica que este trabajo se aleje del marco de la lingüística funcional, ya que según Gutiérrez Ordóñez, el mismo Alarcos tenía como práctica investigativa la adaptación de referentes de distinta procedencia al desarrollo de su teoría.

El funcionalismo es una disciplina flexible y dúctil a las innovaciones. Ha mostrado una gran capacidad de asimilar y adaptar dentro de su engranaje nuevas aportaciones, ya nacidas dentro de su seno, ya promovidas extramuros. Este es el eclecticismo del que habla con frecuencia Alarcos: tomar lo bueno, venga de

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donde venga, y engarzarlo coherentemente en la teoría. No pudo en el pasado ni podrá ser en el futuro de otra forma. Si no se quiere embalsamar una teoría hay que abrirla a la polinización de los nuevos vientos. (1997:472).

Atendiendo estas orientaciones, se tomará como herramienta metodológica el procedimiento del análisis componencial, particularmente el esquema propuesto por Raffaele Simone (2001) para examinar las palabras a partir del principio de ordenación léxica de hiponimia e hiperonimia, ya que en esta investigación se parte del supuesto de que los nombres hiperónimos

son más susceptibles de derivar adjetivos que sus

respectivos hipónimos.

Respecto al análisis componencial, Raffaele Simone manifiesta:

La idea del análisis componencial ya había sido preconizada en los años treinta por Louis Hjemslev, quien partía del presupuesto de que el significado podía descomponerse en entidades elementales, de manera parecida a como las unidades del nivel fonológico permiten el análisis de rasgos (cfr. 4.11). Hjemslev preveía que estas entidades (que él denominaba figuras de contenido) estarían provistas de características muy semejantes a las de los rasgos fonológicos. (20001:400)

También señala Simone que recientemente se ha retomado la idea de estudiar el significado a partir del análisis componencial. Además, agrega que las denominadas figuras de contenido hjemslianas son conocidas hoy como rasgos semánticos o componentes semánticos. Otros lingüistas designan estas partículas con el nombre de semas.

Por otra parte, Raffaele Simone sostiene que con el análisis componencial se accede a examinar el léxico, basándose en ciertos principios de ordenación o de relaciones semánticas, puesto que las palabras de una lengua no son entes que funcionan aislados, sino que comparten rasgos y enlaces, y por tanto, se pueden agrupar.

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De este modo, Simone indica que uno de los principios de ordenación léxica más importantes es la relación semántica de hiperonimia e hiponimia. Este consiste en el hecho, catalogado por él como un universal lingüístico, de que las lenguas organizan su vocabulario a partir de una relación de inclusión de significados, donde ciertas palabras más generales contienen los significados de otras más específicas y se conocen como hiperónimas y las más específicas están, a su vez, contenidas en los significados de las más generales, constituyéndose en hipónimas de éstas. Así, por ejemplo, la palabra animal es hiperónima de los vocablos perro, ballena y gallina, y éstos son hipónimos de la palabra animal.

Asimismo, anota que dos o más hipónimos de un mismo hipéronimo son cohipónimos ente sí. Además, presenta como forma de visualización de este importante tipo de relación semántica, el siguiente esquema7:

Este modelo de representación será adoptado en esta investigación como técnica de análisis, pues se le aplicará a parte del corpus. Por la clase de investigación que se desarrolla, no se empleará ningún tipo de instrumentos para la recolección de los datos. Éstos se conformarán a partir del criterio del investigador, quien decide sistemáticamente sobre los vocablos que componen su muestra textual.

A propósito de este tipo de muestras, Humberto López Morales (1994: 71) sostiene: ―Es muy frecuente en lingüística manejar muestras textuales – aquellas en que la unidad de 7

Esta presentación es una abstracción de las representaciones concretas desarrolladas por Simone, basada en un modelo también abstracto propuesto por él, pero acompañado con ejemplos concretos.

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muestreo no es el sujeto, sino un texto – para seleccionar unos materiales que servirán de base al análisis. Las muestras textuales pueden ser también aleatorias o empíricas‖.

Respecto a estas últimas, López Morales afirma que, en su mayoría, son razonadas y basadas en la experiencia y criterio del investigador. Así pues, para la conformación del corpus de esta investigación se han seleccionado sistemáticamente sustantivos, adjetivos denominales y sintagmas nominales complejos típicos y con transposición adjetiva de distintas fuentes de Internet: http://buscon.rae.es/draeI/, com/Joyas,

http://www.google.com.co/images

http://www.todomercado.

http://html.rincondelvago.com

y

http://www.alfareriarosa.es/

Otro elemento que se ha tomado como técnica de análisis es el procedimiento morfológico de la conversión, tratado brevemente en el capítulo anterior. Con este concepto se intentará dar repuesta al fenómeno de la coincidencia formal entre sustantivos y adjetivos en lengua española; es decir, a la tercera variante a la que se ha hecho alusión.

Como se puede apreciar, para develar el gran interrogante de esta investigación, que parte de un concepto ofrecido por la sintaxis funcional española, se tomarán otros dos, en calidad de técnicas de análisis, provenientes del campo de la semántica y de la morfología. El primero basado en las orientaciones iniciales de Louis Hjemslev, maestro de Alarcos, y el segundo tratado por Jesús Pena, perteneciente a escuela funcionalista española de Santiago de Compostela, que si bien, según Ángel López, es la más distante de los postulados de Emilio Alarcos Llorach, aún mantiene su influencia.

De modo que definido el corpus y los referentes teórico-metodológicos, se procederá a efectuar en el próximo capítulo el análisis de esta investigación, que aspira a constituirse en un aporte significativo a la creciente lingüística funcional española.

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4. EL PAPEL DE LA HIPERONIMIA Y LA CONVERSIÓN EN LA CONSTRUCCIÓN DEL ADJETIVO

En este capítulo se efectuará el análisis de esta investigación, compuesto por dos partes: la primera corresponde a la presentación de esquemas formados por un término hiperónimo y sus respectivos hipónimos, y la segunda, por la presentación de grupos de sustantivos y adjetivos con la misma estructura. Con este análisis se pretende explicitar los fenómenos lingüísticos que determinan la derivación de adjetivos denominales y la coincidencia formal de ciertos adjetivos con algunos sustantivos.

4.1 El fenómeno de la hiperonimia

Aunque ya se ha señalado que la sufijación es un recurso sumamente rentable en la conformación de adjetivos, en especial de los denominales; muchos son los sustantivos que aún no han adherido sufijos para crear adjetivos. Esto puede obedecer a dos factores. El primero: la lengua cuenta con el mecanismo de la transposición para la formación de adjetivos funcionales, sólo basta con anteponer un transpositor a una base y se logra caracterizar de manera eficaz un nombre. Y el segundo apunta a restringir, un poco, el excesivo caudal léxico, pues si bien, con la sufijación se controla el abuso de términos primarios, con su exageración el principio de economicidad que la rige se estaría perdiendo.

Ahora bien, determinar los fenómenos que motivan la selección de adjetivos denominales no es tarea fácil. Podría pensarse que no hay tal selección, cualquier sustantivo es susceptible de constituirse en base de un nuevo adjetivo. Tal vez es así. Sin embargo, aquí se considera que un factor importante en la formación de adjetivos denominales es la relación semántica de hiperonimia e hiponimia, pues al parecer, hay una tendencia de los usuarios de la lengua a preferir los sustantivos hiperónimos sobre sus hipónimos para designar las propiedades de los objetos.

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Para constatar esta aseveración, se presentarán grupos de palabras organizados en esquemas compuestos de la siguiente manera: en la parte superior, por un sustantivo hiperónimo y en la parte inferior, por sus respectivos hipónimos. Una vez representados los grupos, se evidenciará que mientras todos los hiperónimos

cuentan con adjetivos

derivados, no sucede lo mismo con sus hipónimos.

El primer grupo seleccionado para este análisis tiene como término principal la palabra metal, uno de los sustantivos modelos de esta investigación. Este vocablo es hiperónimo de oro, plata, cobre, hierro, plomo, aluminio, estaño, cinc, estroncio, manganeso y todas las demás palabras que se refieren a los metales conocidos por el hombre.

Su esquema correspondiente es el siguiente:

Aunque Domínguez (2006) señala que en la nomenclatura química clásica8, cada uno de los hipónimos de metal puede adherir sufijos como ico y oso para formar términos 8

Los tratados de química señalan que actualmente se conocen más de 10 millones de compuestos químicos. Algunos son ampliamente conocidos y poseen nombres que hacen parte del léxico común, tales como agua (H20) y amoniaco (NH3). Sin embargo, tal procedimiento no podría aplicarse a cada una de las sustancias, ya que no sólo no se proporciona información sobre su composición sino que resultaría muy difícil para los químicos recordar las fórmulas de los compuestos mediante nombres de esa naturaleza. Por tal razón, la química cuenta con un conjunto de reglas que permite asignar de forma muy precisa un nombre a cada compuesto químico. Estas reglas se conocen como nomenclatura química. El sistema de nomenclatura clásica o tradicional funcionaba empleando prefijos y sufijos. En cuanto al uso de estos últimos, en la formación de óxidos básicos (combinación del oxigeno con los metales), por ejemplo, se emplean teniendo en cuenta los diferentes números de oxidación. De modo que cuando el metal presenta dos números de oxidación diferentes se acude a dos sufijos distintos. Se utiliza oso para el elemento con menor número de oxidación, a saber: MnO (óxido manganoso) y FeO (óxido ferroso), y se utiliza ico para el elemento con mayor numero de oxidación como Mn2O3 (óxido mangánico) y Fe2O3 (óxido férrico).

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nuevos que identifiquen una sustancia determinada, tal sufijación no resulta tan productiva en la conformación de adjetivos denominales fuera del ámbito de la química.

Al respecto, se advierte que sólo los seis primeros hipónimos seleccionados cuentan con adjetivos específicos para expresar sus propiedades. A saber: aurífero, plateado, cobrizo, ferroso, plúmbico y aluminoso. Salvo plateado, que sólo designa la propiedad de color, estos adjetivos son poco empleados en la cotidianidad y por ende el recurso de la transposición se torna más pertinente para los hablantes al momento de caracterizar los sustantivos que poseen algunas de las cualidades atribuidas a estos metales: de oro, de hierro.

Por su parte, los adjetivos aurífero, ferroso y plúmbico se forman a partir de sus bases latinas, y aluminoso sólo aparece en diccionarios muy completos como el del DRAE9 (http://buscon.rae.es/draeI/). Este diccionario, con excepción de cobrizo (pirita cobriza), no presenta ejemplos en los que aparezcan estos adjetivos, solamente los define. En cambio, para el derivado de metal presenta varios ejemplos, tales como: amida metálica, arte metálica, barómetro metálico, carpintería metálica, cierre metálico, colchón de tela metálica, tela metálica y telón metálico. Esta situación comprueba, de algún modo, el escaso uso de los adjetivos derivados de los hipónimos de metal y el uso frecuente del derivado de esta palabra hiperónima.

Entre tanto, sobre los sustantivos hipónimos de metal, el DRAE no sólo ofrece una definición, sino también presenta ejemplos en casi todos ellos, menos en estroncio y manganeso. Los ejemplos proporcionados para oro son los siguientes: medalla de oro, ascua de oro, batidor de oro, boca de oro, bodas de oro, bula de oro, carro de oro, castellana de oro, dineral de oro, doblón de oro, ducado de oro, edad de oro, librillo de oro, libro de oro, litargirio de oro, lluvia de oro, maravedí de oro, onza de oro, patrón oro, pesante de oro, pico de oro, pimpollo de oro, pino de oro, platero de oro, siglo de oro, sueldo de oro, tirador de oro y toisón de oro. 9

El corpus de esta investigación ha sido tomado del DRAE virtual y de otras páginas de Internet. Con el propósito de no recargar el texto, la referencia se efectuará simplemente indicando el nombre de la página web si lo tiene como DRAE y si no lo tiene se anotará la dirección electrónica.

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Como se puede apreciar, los ejemplos registrados en el DRAE corresponden a sintagmas nominales complejos con transposición adjetiva, cuyos núcleos varían, pero el complemento se mantiene: la preposición de como transpositor y el sustantivo oro como base. Esta abundancia de casos revela la importancia de la transposición en la lengua no sólo para suplir adjetivos inexistentes sino también para sustituir otros de poco uso.

En efecto, la transposición es un recurso muy frecuente para designar propiedades de los objetos, ya sea para suplir adjetivos inexistentes, o para remplazar adjetivos de poco uso. En la cotidianidad es muy frecuente escuchar frases como anillos de oro, cadena de oro, collar de oro, pulseras de oro, entre muchas otras, donde se caracteriza un objeto determinado a través de la fórmula de + oro, como hecho de oro y no a través del adjetivo aurífero, creado para dicho fin. Esto revela, sin duda, la importancia de la transposición en el funcionamiento y uso de la lengua española.

Aunque, por las características específicas de este trabajo, no se tomaron grabaciones que confirman este hecho, el realizador de esta investigación, en su experiencia como hablante, se ha percatado del frecuente uso de la transposición, concepto que, como ya se dijo, tiene sus orígenes en el de traslación, estudiado arduamente por Lucien Tesnière, quien expresa sobre su uso lo siguiente:

8. El procedimiento es tan simple y tan natural que constituye uno de los fenómenos más corrientes del lenguaje humano. 9. Una experiencia intentada por el autor durante la audición de una charla le permitió comprobar que, de cada 200 palabras que empleaba el orador no hacía menos de 47 traslaciones, es decir, alrededor de una traslación cada 4 palabras. 10. Ahora bien, si consideramos que una elocución mínimamente rápida puede alcanzar fácilmente 400 palabras por minuto, es fácil calcular que esto representa alrededor de 100 traslaciones por minuto, es decir, cerca de 2 traslaciones por segundo.

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11. Se queda uno maravillado al pensar en la «rapidez» con que se suceden las traslaciones y la agilidad que suponen en el instrumento, que nos permite hacer funcionar este mecanismo sutil a tal velocidad, inconscientemente y sin siquiera darnos cuenta. (Tesnière, 1994: 628).

Adema, los ejemplos presentados como modelo, en los que se aprecia el complemento nominal de oro en función adjetiva, por medio del proceso de la transposición, son constados en esta investigación a través de la página de Internet http://www.todomercado.com/Joyas , donde aparecen los núcleos de estos sintagmas nominales complejos en plural: anillos de oro, cadenas de oro, pulseras de oro y collares de oro.

En este tipo de páginas el común denominador para expresar las propiedades atribuidas a ciertos objetos fabricados en algún tipo de metal es la transposición adjetiva, por encima del adjetivo derivado. Además, recuérdese que muchos de los sustantivos hipónimos del hiperónimo metal no cuentan con sus respectivos adjetivos derivados, situación que lleva a los usuarios, tanto en la oralidad como en la escritura, al uso de la transposición.

Continuando con la muestra extraída del DRAE, los ejemplos con plata son: batidor de plata, bodas de plata, dineral de plata, ducado de plata, edad de plata, librillo de plata, litargirio de plata, maestre de plata, maravedí de plata, papel de plata, real de plata, real de plata doble, real de plata vieja, siglo de plata y tacita de plata.

En éstos vale destacar construcciones como real de plata doble y real de plata vieja, cuyos complementos están formados no sólo por la preposición y el sustantivo, sino también por un adjetivo corriente que caracteriza al sustantivo base de la transposición. Sobre este hecho, Alarcos señala lo siguiente: ―Naturalmente también puede funcionar como adjetivo el conjunto de un grupo nominal: Candelabro de plata repujada, Hombre con barba rubia, El portero de esta noche‖. (2000: 86).

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Entre tanto, la lista de ejemplos para los demás hipónimos es la siguiente. Para cobre: edad de cobre, edad del Cobre, pirita de cobre y siglo de cobre; para hierro: bolsa de hierro, cabeza de hierro, camino de hierro, capillo de hierro, corona de hierro, dintel de hierro, edad de hierro, geranio de hierro, pirita de hierro y siglo de hierro; para plomo: azúcar de plomo, blanco de plomo, lápiz de plomo, lápiz plomo, sal de plomo y vitriolo de plomo; para aluminio: bronce de aluminio y papel de aluminio; para estaño y cinc solo aparece un ejemplo para cada uno: papel de estaño y flores de cinc.

El segundo grupo elegido para este análisis es el encabezado por el hiperónimo deporte, cuya representación es la siguiente:

Entre los hipónimos seleccionados para este ejercicio, figuran los deportes más populares en la actualidad: fútbol, béisbol, baloncesto, tenis y voleibol. De este esquema, según el DRAE, sólo el hiperónimo y uno de sus hipónimos, el sustantivo fútbol, cuentan con adjetivos derivados: deportivo y futbolístico, respectivamente.

Posiblemente las palabras beibolístico y tenístico han podido ser proferidas, en un acto de euforia, por algún comentarista deportivo10 y tal vez escritas en un diario deportivo o en la sección deportiva de algún periódico, puesto que con el procedimiento de sufijación, como lo indica Almeda (1999), se pueden crear éstos y muchos más neologismos. Sin embargo, esta situación no debilita la posición tomada, pues aunque se 10

Los sintagmas nominales complejos comentarista deportivo, diario deportivo y sección deportiva se han escrito en cursiva, intencionalmente, para resaltar lo habitual del adjetivo denominal deportivo y a la vez mostrar lo extraño de ciertos adjetivos como beibolístico y tenístico, derivados hipotéticos de béisbol y tenis, hipónimos de deporte. Como se aprecia, en la creación de adjetivos denominales, se privilegia bases de sustantivos hiperónimos por encima de sus hipónimos.

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creen adjetivos a partir de sustantivos hipónimos, ya antes hubo una preferencia por bases hiperónimas para la creación de adjetivos, como la que generó el reconocido término deportivo.

A continuación se presentan los esquemas de los grupos tres y cuatro, en los que sólo los hiperónimos cuentan con adjetivos derivados:

Como se puede apreciar, en estos dos grupos, sólo los hiperónimos cuentan con adjetivos derivados: frutal y floral, respectivamente. De modo que con ellos se ratifica esta tendencia, que opera de forma sistemática en la conformación de adjetivos denominales. Sin embargo, debe advertirse que en el proceso de formación de este tipo de palabras subyacen, seguramente, otro tipo de fenómenos que corresponde a otros investigadores develar, partiendo del supuesto de que es posible identificarlos.

El grupo cinco, a diferencia de los anteriores, presenta tres niveles: en cada nivel hay una sola palabra y la que aparece en el segundo nivel es hiperónima de la que aparece en el tercer nivel, pero hipónima de la que aparece en el primer nivel, siendo ésta última, lógicamente, el hiperónimo de mayor rango:

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Al examinar estos tres sustantivos, se advierte que el que aparece en el tercer nivel no cuenta con un adjetivo derivado, de modo que cuando se necesite caracterizar un objeto con alguna propiedad alusiva a la porcelana, se resuelve esta situación con el empleo de la transposición adjetiva, tal como se registra en la página http://html.rincondelvago.com/ con el sintagma nominal material de porcelana. El hiperónimo de porcelana, loza, tampoco cuenta con un adjetivo derivado, así que se acude al mismo recurso, tal como se evidencia en la página http://www.google.com.co/images con el sintagma vajilla de loza.

Aunque estos dos sustantivos no cuentan con adjetivos derivados, el hiperónimo mayor, es decir, el que aparece en el primer nivel, sí cuenta con un adjetivo derivado. En español se ha creado el adjetivo barroso a partir del sustantivo barro, sin embargo, éste no suele aplicarse para caracterizar objetos hechos de barro, más bien se utiliza para indicar las características de un terreno, haciéndose, muy necesario, en consecuencia, el empleo de la transposición en construcciones como platos de barro, ollas de barro, cazuelas de barro, pucheros de barro, hornos de barro y paelleras de barro, que aparecen en la página : http://www.alfareriarosa.es/

Finalmente, para concluir con esta primera parte del análisis, se presenta un sexto grupo, organizado alrededor de otro de los sustantivos modelo de esta investigación, la palabra madera. Con este sustantivo, como ya se ha dicho, no se ha originado un adjetivo específico para caracterizar sustantivos, cuya propiedad a resaltar sea la de hecho de

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madera. Por tal razón, la transposición, en éste y otros casos, se constituye en una herramienta vital para contrarrestar la falta de adjetivos en español.

Ahora bien, como es sabido, la palabra madera alude a un recurso extraído de los árboles, de modo que ésta se suele clasificar, atendiendo al nombre de los árboles de los cuales es obtenida. A continuación se presenta el esquema de esta palabra con cinco de sus hipónimos más conocidos:

Estos sustantivos hipónimos, al igual que su hiperónimo, tampoco cuentan con adjetivos derivados para designar la propiedad de hecho de 11 . Sin embargo, vale recordar que del hiperónimo madera se ha originado el adjetivo maderable, que obviamente no aplica para caracterizar sustantivo como silla, por ejemplo, pero sí para constatar que en español es más fácil

que deriven adjetivos de sustantivos hiperónimos que de sus

respectivos hipónimos.

Es importante anotar ahora que esta tendencia es relativa, pues si bien existe una inclinación por la preferencia de formación de adjetivos a partir de sustantivos hiperónimos, esto no quiere decir que es prerrequisito para un sustantivo tener hipónimos para que de él se deriven adjetivos ni tampoco que todos los sustantivos con hipónimos cuenten con derivados adjetivos. Sin embargo, cabe resaltar que si en un grupo determinado el hiperónimo carece de adjetivo derivado, lo más probable es que sus hipónimos tampoco lo posean.

11

El DRAE registra tres acepciones para caoba: árbol (sustantivo), madera (sustantivo) y de color rojizo de esta madera (adjetivo); sin embargo, este adjetivo no se obtiene por derivación sino por otro procedimiento que se tratará más adelante y tampoco designa la propiedad hecho de caoba.

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En síntesis, se puede afirmar que la hiperonimia es uno de los fenómenos que interviene en el proceso de construcción de adjetivos denominales en español. Queda, ahora, por resolver qué recurso origina la coincidencia formal de ciertos adjetivos con algunos sustantivos. Este aspecto se tratará en el siguiente apartado.

4.2 El fenómeno de la conversión

En el apartado 2.5.2 se trató brevemente el concepto de conversión, definido por Pena como un ―proceso que relaciona palabras formalmente idénticas y que difieren en cuanto a la clase o subclase de palabras a la que se adscriben‖ (Pena, 2000:246). Además, este autor español resalta la frecuencia de este fenómeno en las lenguas germánicas y su escasa participación en las lenguas romances.

En los ejemplos propuestos para indicar la presencia de la conversión en español, señala la coincidencia formal entre los sustantivos compra y lija con las formas verbales correspondientes a la tercera persona del singular del tiempo presente, del modo indicativo, de los infinitivos comprar y lijar

No obstante, se considera, en esta investigación, que este procedimiento es más frecuente en español de lo que se cree, pues no se reduce a la coincidencia formal entre sustantivos y formas verbales. De hecho, Rainer (1999) advierte que este fenómeno se presenta entre sustantivos y adjetivos, indicando que algunos adjetivos se derivan por conversión a partir de sustantivos agentivos formados con el sufijo –ero como los vocablos artilleros, barbero y jornalera, entre otros.

Así que en el proceso de construcción de adjetivos denominales también intervienen recursos como la conversión, considerado aquí como el fenómeno que determina la coincidencia formal de adjetivos con sustantivos. A continuación se presentarán dos grupos en los que se visualiza este fenómeno.

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El primer grupo está conformado por las palabras: físico, matemático, político y químico. Estas cuatro palabras no sólo designan a las personas de género masculino que se dedican a cierta activad, sino también a las propiedades relativas12 a dichas actividades, al acompañar a sustantivos masculinos en la conformación de sintagmas nominales complejos.

Ahora bien, cuando los sustantivos en mención se presentan en género femenino, no sólo coinciden con los adjetivos, sino también con otra subclase de sustantivos: los referidos a una disciplina en particular, en este caso: física, matemática, política y química.

Cada una de estas cuatro palabras aparece en el DRAE virtual, con las siguientes acepciones: (n) f. ciencia que estudia determinado fenómeno, (n m, f) persona dedicada a dicha ciencia y adjetivo relativo a dicha disciplina. Para mayor claridad en el análisis, al primer tipo de sustantivos se llamará sustantivos A y al segundo, sustantivos B, representados en el siguiente cuadro, acompañados de los adjetivos correspondientes.

SUSTANTIVOS A

SUSTANTIVOS B

ADJETIVOS

Física

física

física

matemática

matemática

matemática

Política

política

política

Química

química

química

Las palabras que conforman este grupo, como se nota, tienen en común su culminación en el sufijo –ico(a). Además presentan una estructura muy particular, ya que si se les segmenta dicho sufijo, los fragmentos que quedan no conforman palabra alguna por sí mismos. Obsérvese: fis-, matemat -, polit- y quim-

12

Los textos de gramática y de corrección idiomática como la obra Saber escribir del Instituto Cervantes expresan que el adjetivo no posee género ni número propios, sino que los adquiere del sustantivo al que acompañan para mantener la concordancia que da cohesión al grupo nominal.

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Sobre este tipo de partículas, Jesús Pena expresa lo siguiente:

Hasta ahora hemos ejemplificado con temas de palabras existentes. Pero puede haber temas que, como tales, no son temas de palabras existentes, sino que figuran necesariamente como co-constituyentes de temas de palabras derivadas o compuestas. Dicho de otro modo, son temas que nunca aparecen solos como temas de palabras, sino en combinación con un afijo o con otro tema, cfr. onir(o)- en onírico, onirismo o en onirianálisis, oniromancia, onirógeno… (Pena, 1999: 4317)

Como se aprecia, la estructura de las palabras que conforman este primer grupo es la siguiente: temas de palabras inexistentes + el sufijo –ico(a). Esta estructura es distintita de la que presentan la mayoría de las palabras construidas con este sufijo, cuya función en este caso, es formar adjetivos a partir de sustantivos. De hecho, –ico(a) es uno de los sufijos más productivos en la formación de adjetivos denominales en español. Su alta productividad se refleja en la gran cantidad de derivados que se construyen con él, entre ellos: metálico, cilíndrico, cúbico,

básico, académico, enigmático, histórico, rítmico,

asiático, ibérico, platónico y aristotélico, cuyas bases respectivas son: metal, cilindro, cubo, academia, enigma, historia, ritmo, Asia, Iberia, Platón y Aristóteles.

Como se nota, los adjetivos formados con este sufijo derivan tanto de nombres comunes como de nombres propios de lugar y nombres propios de persona. Además, éste se adhiere tanto a palabras simples como metal, como a palabras compuestas como antropología.

Podría concluirse, entonces, su alta representatividad, competitividad y

complejidad en el proceso de formación de adjetivos denominales en español.

Por tal motivo, resulta lógico que poco se indague sobre otras funciones desempeñadas por –ico, como la de adherirse a temas de palabras inexistentes y formar tanto adjetivos como sustantivos, aunque en este tipo de construcciones también aparecen adjetivos que no coinciden formalmente con sustantivos, tal es el caso de onírico. De todos modos, se puede asegurar que en español algunos adjetivos se forman por conversión a

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partir de sustantivos que presentan la estructura: tema palabra inexistente + el sufijo – ico(a).

También puede suceder, y es menos común, que a partir de adjetivos con dicha estructura se formen sustantivos, tal es el caso de las palabras plástico y elástico, que en principio son adjetivos y por conversión se obtienen sustantivos. Aunque el DRAE registra los dos tipos de significado, solo presenta ejemplos para las acepciones adjetivas. Para plástico ofrece ejemplos como: cirugía plástica, alimento plástico y cuadro plástico, y para elástico presenta otros como: cama elástica, goma elástica y fluidos elásticos.

Para concluir con esta parte, se puede decir que los adjetivos físico, matemático, político y químico son adjetivos denominales por conversión y los sustantivos plástico y elástico son sustantivos deadjetivales, obtenidos por el mismo procedimiento.

El segundo grupo que se presenta para mostrar el fenómeno de la conversión se caracteriza porque sus palabras contienen el sufijo –al. Obsérvese el siguiente cuadro:

SUSTANTIVOS

ADJETIVOS

principal

Principal

material

Material

mineral

Mineral

Las palabras que conforman este grupo son adjetivos denominales cuyas bases respectivas son principio, materia y minero. Sin embargo, estas palabras

también

funcionan en la lengua como sustantivos y el DRAE registra los dos tipos de significados para cada una de ellas. Además este diccionario presenta algunos ejemplos en los que éstas funcionan como adjetivos. Para la palabra principal presenta: manjar principal, nave principal, oración principal, punto principal y rayo principal. Entre tanto, para mineral ofrece ejemplos como: reino mineral, sustancias minerales y química mineral. Finalmente, para material señala un único ejemplo: pecado material; no obstante, para esta última

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registra un ejemplo en el que funciona como sustantivo, tal es caso del sintagma nominal con transposición adjetiva: material de guerra.

La conversión entre los adjetivos y los sustantivos que conforman este grupo, tal vez se deba a la doble función que cumple el sufijo –al. Por un lado, es uno de los sufijos adjetivadores más productivos en español, con el son forman adjetivos como: central, elemental, espiritual,

visceral, fundamental, intencional, gripal, lineal,

formal y

funcional, entre otros, y por otro, también es un sufijo sustantivador, así lo señala Almela (1999), con el que se forman sustantivos como: cafetal, arrozal y platanal. Esta doble función del sufijo –al, que obviamente se especializa más en la formación de adjetivos, de algún modo motiva que los hablantes generen sustantivos por conversión a partir de adjetivos denominales. En todo caso, la explotación de este fenómeno en español es bastante escasa y tal vez, por dicha circunstancia, ha sido poco estudiado.

En conclusión, con la identificación de los casos presentados se suma un nuevo saber que tiene implicaciones directas sobre el concepto de conversión, ya que lo enriquece sustancialmente. Además, con esta investigación se evidencia que ante la escasez de adjetivos nucleares los hablantes recurren a construir adjetivos de diversas maneras, incluso copiando estructuras de otras palabras, particularmente de sustantivos.

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CONCLUSIONES

En el proceso de simbolización de la realidad, los seres humanos han creado vocablos especializados para designar las propiedades de objeto, tales vocablos se conocen como adjetivos. En algunas lenguas la cantidad de adjetivos es sumamente escasa, en otras abundan más, pero muchos de ellos no son términos nucleares, y por tanto, su construcción se ha dado por otras vías.

La más común en español es la derivación y en esta lengua los hablantes han construido significados adjetivos a partir de propiedades que reconocen en los objetos. Así, por ejemplo, de los objetos hechos de metal, las personas han creado términos como metálico que significan esa propiedad. Con esta palabra se caracteriza cualquier sustantivo cuyo referente este fabricado en algún tipo de metal: hierro, aluminio, acero o cualquier otro.

En este proceso de creación léxica resulta más pertinente formar adjetivos a partir de sustantivos hiperónimos, pues con ellos las posibilidades de caracterización son mayores. Así, por ejemplo, con los adjetivos ferroso y aluminoso no se podría caracterizar un objeto hecho de plomo. En cambio, con el adjetivo metálico

no solo se puede

caracterizar un objeto hecho de plomo, sino también aquellos que contengan hierro, aluminio, cinc o cualquier otro metal.

Esta selección representa, de algún modo, un control para evitar el exceso de palabras en la lengua. Tal vez con la misma finalidad, los hablantes recuren al procedimiento de la transposición, pues con su aplicación se evita crear términos nuevos como el hipotético maderoso, por ejemplo. Además con este recurso se sustituyen adjetivos de poco uso como aurífero, que muchos hablantes desconocen.

Como se nota, es evidente que la derivación y la transposición cumplen un papel importante en la construcción de adjetivos en español. De hecho, podrían considerarse como

procedimientos homólogos en algunos casos, ya que muchas veces se puede

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remplazar adjetivos denominales por adjetivos por transposición, tal como se aprecia en los siguientes sintagmas: mesa metálica y mesa de metal.

Sin embargo, por la misma sencillez con que se efectúa la transposición, parece ser que, muchas veces, los hablantes prefieren caracterizar a través de este mecanismo en vez de emplear adjetivos denominales. Son frecuentes en la cotidianidad frases como vaso de vidrio, banca de cemento, bate de aluminio y no estas otras: vaso vidrioso, banca cementosa y bate aluminoso.

Otra vía para formar adjetivos en español es el fenómeno de la conversión. Aunque es poco utilizado, en él también se aprecia un procedimiento muy sencillo que contribuye al control del exceso léxico, pues simplemente se copia una estructura y se reutiliza, tal como sucede con palabras como político y médico, términos que designan una persona dedicada a un oficio en particular. Para la creación de adjetivos los hablantes utilizan estas mismas estructuras y designan las propiedades alusivas a dichos oficios.

El procedimiento también se da en vía contraria, es decir, con estructuras de adjetivos se forman sustantivos como ocurre con algunos vocablos que terminan en el sufijo –al. A propósito de estas palabras, tal vez, por analogía, se ha traspasado este procedimiento a otras palabras que aunque terminan en –al, en ellas, esta partícula no es un sufijo sino una sílaba. Tal es el caso de los vocablos animal y vegetal, que son sustantivos y también funcionan por conversión como adjetivos.

De este modo se concluye con esta investigación, en la que se mostró como operan los deferentes mecanismos con los que los hablantes cuentan para la caracterización de la realidad. Además, se identificó un fenómeno que interviene de forma relativa en la construcción de adjetivos denominales, también se aportaron dos casos que enriquecen el concepto de transposición y finalmente, se contribuye a afianzar el tema de la transposición.

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