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LA UNIVERSIDAD SE REFORMA VI
Alejandro Martucci (comp) Graciela Soriano Benjamín Scharifker Jesús María Casal Luis F. Marcano González José I. Moreno León Claudio Bifano Claudio Rama José Roberto Bello Amalio Belmonte
Colección Debate sobre la Reforma
© La Universidad se Reforma VI Depósito Legal: If65320063781039 ISBN: 980-247-107-0
Diagramación y montaje: Jesús Salazar Corrección: Impresión:
Printed in Venezuela
LA UNIVERSIDAD SE REFORMA VI
PRESENTACIÓN Transformación de las Universidades: una necesidad impostergable ALEJANDRO MARTUCCI GRATEROL1
En el marco de la celebración de los 35 años de la Universidad Metropolitana, la asociación de profesores de esta universidad (APUM) organizó un Ciclo de Foros con el nombre de Transformación de las Universidades: una Necesidad Impostergable, como parte de una serie de actividades que se realizaron para generar intercambio con todos los actores que han participado en el buen funcionamiento de esta institución educativa. La Universidad Metropolitana, una universidad privada sin fines de lucro, durante todos los años de su existencia ha formado profesionales tanto a nivel de pre - grado como de postgrado, con un permanente esfuerzo para lograr excelencia académica y contribuir con el desarrollo de Venezuela. A través de esos años también ha conseguido conformar un excelente equipo humano, en todos los sentidos, con una mística de trabajo y dedicación que le permiten a esta universidad visualizarse como una institución de excelencia académica para aprender a emprender comprometida con el país.
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Licenciado en Urbanismo, Universidad Simón Bolívar (USB). Master en Administración Financiera en el Instituto de Estudios Superiores de Administración, IESA. Realizó el Diplomado en Habilidades Docentes, Instituto Tecnológico de Monterrey-UNIMET, y el Programa de Especialización en Gestión Universitaria, Instituto de Gestión y Liderazgo Universitario (IGLU), Organización Universitaria Interamericana (OUI). Es candidato a doctor en el Programa de Doctorado: Investigación en Economía de la Empresa de la Universidad de Almería, España. Profesor de la Universidad Metropolitana (UNIMET). Actualmente se desempeña como Director de Estudios de Postgrado de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Metropolitana y es Miembro de la Comisión de Fortalecimiento Académico, del Centro de Vivienda y Hábitat y del Grupo Promotor de la Investigación en Gerencia y Economía de la Empresa.
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La idea del Ciclo de Foros fue conversar sobre un tema muy vigente como lo es la necesaria transformación universitaria, en momentos en los que se ha llegado a cuestionar la supervivencia de las universidades actuales si no se producen cambios en su forma de funcionar y relacionarse con su entorno. Para iniciar el ciclo se escogió el tema de la Autonomía Universitaria y se invitaron a Graciela de Soriano, quien recientemente había publicado un libro sobre el tema a tratar; a Benjamín Scharifker, Rector de la Universidad Simón Bolívar, y a Jesús María Casal, Decano de Derecho de la Universidad Católica Andrés Bello. En el segundo foro: «Sociedad - Universidad», ya hecho énfasis en la autonomía, se buscó resaltar la pertinente vinculación de la universidad y su entorno, considerando las funciones que la universidad debe cumplir (Luis Marcano - Viceministro de Ciencia y Tecnología) y la universidad ante los problemas sociales de nuestros países (José Ignacio Moreno León – Rector de la Universidad Metropolitana). En el tercer foro, Relaciones Inter-Universitarias, Claudio Bifano (Coordinador del Consejo Consultivo Nacional de Estudios de Postgrado - CCNPG), Claudio Rama (Director del Instituto Internacional para la Educación Superior en América Latina y el Caribe – IESALC – UNESCO) y José Roberto Bello (Vice – rector Académico de la Universidad Metropolitana), enfocaron las relaciones entre las distintas instituciones de educación superior tanto a nivel nacional como a nivel internacional Para el cuarto y último foro, se planteó el tema Universidad y Reformas Legales, el cual no se pudo llevar a cabo por razones ajenas a la voluntad de los organizadores, sin embargo, en este libro se incluye un ensayo vinculado a la temática, escrito por Amalio Belmonte (profesor de la Universidad Central de Venezuela y Coordinador de la Comisión de Educación Superior de esta universidad), uno de los ponentes invitados al foro. El binomio inseparable Autonomía – Universidad aparece desde el inicio de la institución universitaria, lo cual analiza Graciela Soriano a lo largo de la evolución de las universidades latinoamericanas. Los diferentes tipos de autonomías se hacen
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necesarias para la conservación de la universidad, pasando por la autonomía económica, la cual en Venezuela fue reforzada por Simón Bolívar, quien estaba muy claro de la necesaria independencia de la universidad de los caudillos de turno en el gobierno del país. La autonomía económica se mantuvo aun en el período difícil de las décadas de los 60’s, 70’s y 80’s, años en los cuales la racionalidad académica es invadida por la racionalidad revolucionaria y atacada por la racionalidad gubernamental, lo cual vuelve a pasar en la actualidad, vinculándose también con la racionalidad económica e institucional. Benjamín Scharifker no puede dejar de manifestar su preocupación por la poca participación en un foro sobre una temática fundamental para las universidades del país como lo es la Autonomía Universitaria. Se podrían buscar muchas razones para justificar la poca asistencia: las múltiples ocupaciones de los docentes, la hora del foro, la ubicación de la universidad anfitriona, poca publicidad, sin embargo, no se puede negar también el desinterés, la apatía, la poca conciencia de la situación actual o el desconocimiento de las amenazas que acechan la autonomía universitaria, o, la poca vinculación entre las universidades para lograr una visión compartida y trabajo en conjunto para el logro de objetivos comunes. La revisión de la autonomía universitaria, el proyecto del reglamento autonómico de la Universidad Simón Bolívar y la reflexión sobre la autonomía y la experimentalidad, le permite a Scharifker plantear a la universidad como garante de la “calidad de los conocimientos, calidad en el capital humano y calidad de los servicios que produce”. Las universidades comparten responsabilidades en el uso del conocimiento, la importancia de la ética, cómo actúan los docentes, la formación del capital humano y la transmisión o transferencia de ese capital humano y ese conocimiento a la sociedad, para lo cual necesita de estructuras apropiadas, con un capital organizacional que pareciera no tener, un capital estructural que facilite la comunicación, la confianza y la colaboración dentro de las universidades y un capital relacional que mejore la vinculación entre las universidades, al igual que
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con el resto de los actores de la sociedad como la empresa y el estado, que permitiría, permanentemente, revisar la pertinencia y solucionar problemas reales, saber si se está haciendo lo necesario, ya que la autonomía no es para aislarse, puesto que la universidad es una institución más dentro de la sociedad. La Ley de los Consejos Estadales de Planificación y Coordinación de Políticas Públicas, del año 2002, y la Ley de los Consejos Locales de Planificación Pública, de ese mismo año, son dos oportunidades para la participación de las universidades en la toma de decisiones y planteamiento de proyectos de desarrollo, tanto a nivel regional como local; inclusive, en la primera ley mencionada se establece un representante del sector universitario de la región correspondiente dentro de los miembros que conforman los consejos estadales. La autonomía universitaria, como lo afirma Jesús María Casal, está por primera vez establecida en la Constitución de 1999. Preocupa las distintas interpretaciones del reconocimiento de la autonomía, dando la potestad al Estado de otorgarla o quitarla, cuando debe ser una garantía institucional. También preocupan la situación del Consejo Nacional de Universidades (C.N.U.), así como las distintas opiniones sobre quién decide la pertinencia o no de lo que hacen las universidades. El hacer de las universidades debe responder a una relación Sociedad – Universidad; en el planteamiento de Luis Marcano hay funciones específicas de la universidad, rasgos generales de la relación entre la universidad y su entorno, inclusive, la universidad debe ser un emisor y recolector de la gran diversidad que existe en el entorno. Por una parte, la universidad funciona como resaltadora de todo aquello que la sociedad considera que la define y, por otra parte, como reveladora de la «cara oculta de la Sociedad», debiendo servir como punto de referencia la universidad. En este sentido, luego de realizar un análisis de las universidades en Venezuela, Marcano concluye que ninguna de las universidades cumple con todas las funciones mencionadas. Las universidades deben autoevaluarse y revisar si están cumpliendo con esas funciones, si realmente reflejan la sociedad a la cual pertenecen, sería un buen indicador de su vinculación con ésta. 8
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José Ignacio Moreno León coloca a las universidades frente a los grandes desafíos del desarrollo de los pueblos, planteando que las universidades tienen que reaccionar porque tienen mucho que aportar en la lucha a fondo para erradicar la pobreza y la inequidad social. Ante el poco capital social existente en Latinoamérica, las universidades tienen que formar ciudadanos integrales que sean capaces de enfrentar este déficit, conseguir un Pacto Social Universitario. Aumentar «la cobertura educativa y mejorar las posibilidades de acceso de los niveles inferiores del sistema de educación». La universidad debe desarrollar la investigación, apoyando iniciativas de innovación tecnológica y creación intelectual, para lograr responder a las necesidades del entorno. La universidad debe experimentar, ser agente de cambio, servir a necesidades apremiantes del entorno, centro generador de líderes y de mediadores sociales, adelantarse al futuro. Al enfocar el tercer tema, las Relaciones Inter-Universitarias, Claudio Bifano precisa que la gestión de la educación universitaria se ha hecho más compleja, obliga a la universidad a pensar seriamente en prestar sus servicios sin disminuir la calidad, satisfaciendo las necesidades del presente. Las universidades deben pasar a ser las responsables de la transformación necesaria, en la que el profesor es el elemento fundamental, las universidades están «urgidas de valores académicos y sociales sólidos que se reflejen en sus contribuciones a la sociedad». Desde este punto de vista, las relaciones inter-universitarias deben ser el sello característico de la enseñanza a nivel superior y son varias las posibilidades a pesar de la ausencia de políticas públicas que promuevan y apoyen las relaciones inter–universitarias. En la integración de los postgrados se han conseguido los mayores logros, hay mas acercamiento y mejor comunicación entre profesores – investigadores, se comparte infraestructura, se toma conciencia de que no hay instituciones académicas autosuficientes. Al comenzar a analizar las relaciones Inter–universitarias, Claudio Rama resume la evolución de las universidades y sus estructuras. Plantea que tanto la diferenciación como la diversificación de las instituciones de educación superior, lo cual permite 9
atender mejor la demanda, genera bajos niveles de integración interinstitucional, la tendencia es a la división. Rama aporta datos de mucho interés sobre la internacionalización y emigración de estudiantes, lo que da un marco de referencia para concluir que la especialización universitaria, la internacionalización y la competitividad, favorecen las asociaciones y alianzas inter - universitarias. Por otra parte, los distintos efectos de la cooperación permite ver que el futuro de los sistemas de educación está asociado a los procesos de internacionalización y a la cooperación internacional. José Roberto Bello inicia su presentación realizando una observación sobre la poca información relacionada con el tema de la interrelación entre universidades, principalmente en pre - grado. Sin embargo, según lo escrito por algunos autores reconocidos, puede deducir que prevalecen las relaciones entre las universidades de Venezuela y las del exterior sobre las existentes entre las instituciones dentro del país. Hay poca integración entre las instituciones universitarias venezolanas, nuevamente se aprecia la ausencia de un capital relacional que genere redes de intercambio y fortalezca las posibilidades de las alianzas tan necesarias para la complementariedad, donde las debilidades de una universidad pueden ser suplidas por las fortalezas de otra y viceversa, siempre y cuando haya la suficiente comunicación, confianza y espíritu de cooperación para dar a conocer las debilidades; el no cumplir con esta condición puede estar significando una limitación actual en las universidades nacionales. «Las universidades no han tenido la voluntad para integrarse en proyectos académicos conjuntos o de cooperar en el ejercicio de actividades docentes», a nivel de pregrado. A nivel de postgrado ha habido mayores posibilidades. Entre la universidades hay más interés en competir que en cooperar. La poca cooperación tiene como causas: el criterio de la autosuficiencia, consecuencia de la abundancia de recursos del cual han dispuesto las universidades; las limitaciones que representan sus estructuras organizacionales; las normas de reconocimiento y la unidisciplinariedad.
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Amalio Belmonte cierra el conjunto de textos de este libro resaltando la importancia de estudiar la Ley Orgánica de Educación y su influencia sobre la educación, en general, y la educación superior. En la poca atención prestada a esta legislación se percibe, nuevamente, la ausencia de integración entre las universidades para atender problemas comunes que necesitan el esfuerzo conjunto de estas instituciones. No se puede concluir esta presentación sin agradecer el interés y apoyo de Claudio Rama para que los textos de las ponencias del Ciclo de Foros Transformación Universitaria: Una Necesidad Impostergable pudiesen ser publicados, así como la disposición de los ponentes para aceptar la invitación a participar en el análisis de la temática. Será de gran satisfacción si todo lo anterior ha permitido un aporte al necesario intercambio entre distintas posiciones y diferentes puntos de vista.
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Sobre la Autonomía Universitaria
GRACIELA SORIANO DE GARCÍA PELAYO1
Agradezco al profesor Alejandro Martucci y a la Universidad Metropolitana, a la que felicito por su aniversario en la persona de su Rector, Doctor José Ignacio Moreno León, la invitación que se me ha cursado para iniciar este foro dedicado a la Autonomía Universitaria. El tema coincide con el título de un libro recientemente publicado por la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad Central de Venezuela, que recoge mis inquietudes de los últimos años en relación con un problema que ha signado mi vida académica, desde que entré en esa Universidad en 1957, hasta mi jubilación en el año 93. No menos, a los 15 años adicionales en el Doctorado donde sigo, hasta sumar casi 4 décadas de inmersión universitaria. En esta ocasión quisiera dar relevancia a aspectos de especial importancia en relación con los temas que trataremos hoy. En primer lugar, a la validez trastemporal del fenómeno. En el siglo XII se perfeccionaron, tanto la institución, como las condiciones de su existencia. Eso significa que la universidad y la autonomía nacieron juntas y que juntas, a pesar de los avatares e interferencias multivalentes que desde el mundo religioso y político incidieron en el despliegue de su existencia, se han
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Profesora Titular (J.), Licenciada en Historia con doctorado en Ciencias Políticas por la Universidad Central de Venezuela. Es investigadora docente en el Instituto de Estudios Políticos de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas, la antigua Facultad de Derecho de la Universidad Central de Venezuela. Cuenta con un grupo bastante nutrido de publicaciones dentro del cual la más reciente corresponde al libro que lleva el mismo nombre de este foro: Sobre la Autonomía Universitaria.
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proyectado en el hemisferio occidental y universal hasta el presente. Condición sine qua non del nacimiento de la universidad en el mundo occidental europeo fue la autonomía que, concebida en los términos medievales ordinarios, consistía en libertades concretas necesarias a una institución consagrada a la gestación, elaboración, desarrollo, conservación y transmisión del saber en la sociedad. En la medida en que ésta sigue siendo la función de la universidad, ésta sigue contribuyendo desde entonces a crear el soporte o el sustento de la cultura occidental en sus diferentes dimensiones. Desde allí la universidad fluyó, en su momento, por razones obvias, hacia las dos Américas, con más intensidad y premura hacia la hispano parlante que hacia la inglesa. Como puede verse en el cuadro, es más que elocuente seguir el ciclo de creación de las universidades en América española durante los siglos XVI, XVII y XVIII.
Preocupación e interés de la Monarchia Catholica por la Universidad Universidades Santo Tomás en Santo Domingo (1538) de México (1551) de San Marcos en Lima (1555) de San Fulgencio en Quito (1586) de San Antonio Abad en Cuzco (1598) de Santo Tomás en Santiago de Chile (1619) de San Gregorio Magno en Quito (1620) de Córdoba del Tucumán (1622) de San Francisco Xavier en Chuquisaca (1624) de Santo Tomás en Bogotá de la Nueva Granada (1629) de San Carlos en Guatemala (1676) de San Gerónimo en La Habana (1724) Real y Pontificia Universidad de Caracas (1727) de San Felipe en Santiago de Chile (1738) 14
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En la actualidad, a nueve siglos de la aparición de la universidad, la institución ya se ha expandido por todo el ámbito de civilización occidental, y se sigue expandiendo por doquier como expresión de la cultura global, incluso en ámbitos no occidentales. Hay indicios de que la discusión sobre la autonomía y la estructura de la institución en función de aquellos principios originarios, no se ha agotado. Hoy se inscribe en la discusión relativa al desarrollo del autocontrol del hombre, de la libertad, del multiculturalismo y de la civilidad universal que signa la cultura de vocación mundial del tiempo actual. Las libertades concretas del momento originario pueden resumirse en lo que vemos aquí: académica, territorial, jurídica, gubernamental, administrativa, económica y financiera, en relación con la cuales hay que aclarar que no todas las universidades medievales fueron portadoras o sujetos de todas estas autonomías. Unas poseyeron unas, otras poseyeron otras.
Tipos de Autonomía en el origen de la Universidad Académica
Económica
Administrativa
AUTONOMÍA
Gubernamental
Jurídica
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Territorial
Financiera
Recientemente Anne Marie Cocula2 ha sostenido, en relación con estudios llevados a cabo sobre la Universidad de Burdeos, que es a ese carácter originario y nutrido de sus diferentes autonomías, al que se debe la conservación de la esencia, la función y la continuidad de la universidad a través de los siglos. Casi 200 años antes, en 1827, en la línea esbozada por Cocula, Simón Bolívar suscribía la misma idea en sus «Estatutos republicanos» para actualizar la Universidad de Caracas, al rechazar el modelo napoleónico vigente en aquel tiempo en el cual la institución quedaba absolutamente subordinada al centralísimo poder del gobernante, volviendo a los supuestos tradicionales medievales de la autonomía en todas sus vertientes, particularmente la que tenía que ver con la autonomía económica. La sagacidad política sabia de Bolívar intuía ya, en aquellos años, el peligro que podía significar para la institución universitaria dejarla al alcance de los buitres del poder, caudillos ambiciosos dispuestos a tomarlo a la primera ocasión propicia, tanto peor si, además, se la legitimaba en el esquema organizativo de la función del Estado y sus instituciones. En segundo lugar: la pluralidad y la persistencia de la manifestación histórica de la autonomía. Esa concepción plural, holgada en relación con el reconocimiento de las libertades para su funcionamiento objetivo, ha permitido, en primer lugar, la comunicación ínter-universitaria, tanto más interesante si se la imagina en una triple perspectiva: la de las relaciones entre las universidades en la Edad Media; la de las relaciones constantes y crecientes entre las universidades de la actualidad y, la de las relaciones entre los esquemas de la existencia de la universidad medieval y la actual, a la luz de las dimensiones universales o globales, del universalismo medieval al globalismo actual en sus respectivos contextos, en perspectiva comparada. En ambos casos, siglo XII y siglo XXI, está presente la posibilidad de desa2
Cadilhon, Francois (et alia) Histoire d´une Université bordelaise: Michel de Montaigne, faculté d´arts, faculté des lettres, (1441-1999) Bordeaux, Presses Universitaires, 1999. Prefacio y conclusiones de Anne Marie Cocula.
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rrollar y proyectar un pensamiento, unas relaciones y un saber de carácter planetario para la humanidad. Esa pluralidad de libertades está en la base de la concepción y existencia efectiva y permanente de la universidad como almacén, receptáculo y fuente de saber culto, integral y vivo, capaz de actualizarse sin cesar al hilo de los tiempos, traspasando sin problemas la época «antiuniversal» del Nacionalismo, para retomar hoy sus cometidos humanistas en el estricto sentido de la palabra, es decir, referentes al ser humano, al género humano integral en un mundo global donde las libertades universitarias ya no sólo están amenazadas como en el Medioevo por factores de carácter político y religioso, cuanto por factores de orden económico-técnico o signados por intereses o razones políticas, según el grado de desarrollo o nivel de asincronismo de las sociedades. Este sería el caso de la universidad venezolana en el momento actual. En tercer lugar, vale la pena una referencia a los hitos significativos del fenómeno en el contexto venezolano. Volviendo atrás al momento fundacional de la universidad venezolana, la vemos instalarse en la vida del país en 1727 bajo la hegemonía de la Iglesia, con una autonomía limitada que tendría que esperar a la Real Cédula de Carlos III de octubre de 1784 para dar paso a las primeras manifestaciones de secularización al separar el Seminario del Rectorado de la Universidad, reconociendo a ésta una cierta libertad académica, gubernamental, territorial y administrativa. El Rector ha dejado de ser designado por el Obispo para ser elegido por el claustro de doctores; el Gobernador tenía una buena representación y reconocimiento, pero con menos fuerte presencia que el Obispo. La autonomía económica era la que quedaba menos clara. Esta situación pasó el siglo siguiente al momento culminante de la universidad y sus fueros, libertades o autonomía. Curiosamente no se destaca con la relevancia que merece, tanto para el contexto venezolano como para el continental y universal, la refundación de la Universidad de Caracas por Bolívar en los Estatutos Republicanos, promulgados por él en 1827. Allí se
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consagran algunas cosas que en cierto modo poseen una significación institucional tan importante para el continente (¿sin que éste lo supiera?) como las que tendrían las reformas de Córdoba en 1918. Bolívar consagra lo siguiente: primero la tendencia a la secularización de la enseñanza superior; segundo, la especificidad y el realce de la dignidad académica; tercero, la apertura de esta dignidad a nuevos sectores sociales; cuarto, la tendencia a la organización más que a la ordenación; quinto, un sentido democrático más moderno de la vida académica; sexto, el respecto de los valores anteriormente sugeridos y, por último, una precisión mayor con respecto al funcionamiento y desempeño de todos los niveles y áreas de la vida universitaria, sobre todo en los ámbitos gubernamental, académico y económico. En relación con este último ámbito vale la pena reiterar la relevancia que Bolívar le dio a la imposibilidad de pensar en autonomía alguna sin el pivote fundamental de la autonomía económica. Por eso, en los estatutos se reconoció la dotación de la Universidad de Caracas con las mejores haciendas, las de las obras pías de Chuao, Suata, Tácata, a fin de que el funcionamiento y la subsistencia de la Institución no estuviese sujeta a avatares y angustias económicas. La holgura de la casa de estudios, sin embargo, no fue duradera. Muy pronto se inició un duro destino para la universidad y sus autonomías, cuando por necesidades políticas se vería expuesta a conceder préstamos forzosos o contribuciones extraordinarias al gobierno, conducentes a la ruina de la academia. Luego, hay una serie de hechos sobre los cuales quisiera un tanto pasar por alto porque tomaría mucho tiempo irlos describiendo uno a uno, pero se refieren a la importancia del Código de Instrucción Pública de 1843, en el cual el status de la universidad queda poco más o menos igual, luego la legislación de 1849, donde Monagas cercena por completo la autonomía universitaria al promulgar una ley absolutamente arbitraria según la cual no podrían proveerse cátedras sino con profesores adeptos al gobierno.
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Luego adviene una época tremenda para la universidad en la cual tiene lugar la liberación de los esclavos. Ser la universidad propietaria de las haciendas tan importantes que he mencionado, equivalía, para el tiempo, como si la Universidad Central de hoy estuviera nutrida por algo como PDVSA. Esa era la idea del siglo XIX y era la idea que Bolívar tenía de la universidad, al dotarla económicamente de forma que pudiera tener una autonomía económica suficiente para no depender jamás del poder político. El hecho es curioso, y lo quiero destacar con énfasis en la medida en que el modelo de la época era el modelo napoleónico, totalmente vertical, y absolutamente dominado por el gobernante; con una universidad dedicada únicamente a la profesionalización, lo cual es lo más lejano a la idea de autonomía. Autonomía es vivir con espíritu libre, trabajar con espíritu libre por el saber de una sociedad. Eso fue lo que quiso Bolívar y así lo destacó cuando dotó a la universidad con estas haciendas y cuando reconoció todas las autonomías que ustedes han visto en el gráfico anterior. De manera que el Libertador se preocupó muchísimo porque eso ocurriera así, sin querer jamás, repito, caer en el modelo napoleónico al que se llegó a fin de siglo, porque era un modelo que cuadraba muy bien con el personalismo político vigente en los gobiernos de Guzmán Blanco y todos los sucesores. Valga la pena destacar que el beneficiario de los problemas económicos de la universidad fue precisamente Guzmán Blanco, quien a través de testaferros y de todas las artimañas que un gobernante puede poner en acción, se quedó con los bienes de la universidad. Para la universidad era un problema la liberación de los esclavos en la medida en que esas haciendas tan importantes estaban trabajadas por mano esclava. Al ocurrir la liberación, la universidad se quedó con un problema social enorme y con un problema económico enorme también, porque tuvo que vérselas con aquella situación nueva, no esperada en cierto modo, de la cual quien resultó ganancioso fue el gobernante.
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En todo caso, la universidad terminó siendo ganada por la idea napoleónica de ese siglo, la idea napoleónica de la profesionalización de las carreras necesarias a una sociedad progresiva y en marcha, sobre todo progresiva que estaba a la vez ganada por las ideas positivistas que cuadraban tan estupendamente, también, con el personalismo político en boga. Era la fórmula para la convivencia de los regímenes personalistas con la universidad, pero eso, con todo, no mató el espíritu académico libre que perviviría en la institución parapetado en el sainete y la ficción, en la rebelión estudiantil cuyas manifestaciones signaron tiempos nacionales como fue la presencia y acciones de la Generación del 28, ya en el siglo XX en tiempos de Gómez, y como lo fue la definición del concepto y su puesta en marcha en la era democrática que se iniciaba en 1958, que marcó los tiempos posteriores bajo la influencia de las orientaciones del Rector De Venanzi. Ya esto que cuento son mis tiempos, de manera que lo que cuento en cierto modo son mis propias vivencias y mi propia reflexión sobre mi propia universidad. El período entre 1928 y 1958 se debate entre la inseguridad del poder para adoptar métodos y prácticas democráticas y la de la sociedad para exigirlas. No entraremos en ellos, pero es el período en que se intenta y se inicia la regulación normativa de la vida universitaria; es cuando ocurren los proyectos de Ley en 1946, la Ley Orgánica de 1953, Ley de Universidades, también de 1953. Ahora me quiero centrar en otro problema importante, que es el de la Coexistencia de racionalidades dentro de la Universidad Central de Venezuela en los años 60 y 70. Me quiero centrar ahí porque fue un período muy malentendido, muy ganado por las ideologías, por la pugna política y porque es el cuarto punto de los que quiero tratar en esta exposición. La época que corre entre las décadas del 60, 70, y 80 constituye un período difícil, no siempre apreciado y comprendido en sus justas dimensiones, ni con la cabeza clara para entender la lógica de cada una de las posiciones asumidas frente a la institución y las racionalidades que las presiden.
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Interesa destacar y revelar -con independencia de las posiciones históricas del período-, que las respectivas lógicas de dichas posiciones y las tendencias vigentes desde las cuales se asumían posiciones y acciones, además de tomarse decisiones, definieron en su momento tres racionalidades continuamente presentes en la vida universitaria. Aún hoy están presentes. Esas posiciones eran la de la izquierda pro Revolución Cubana, antisistema; la gubernamental, o del gobierno, y la propiamente académica en cuyo campus, aprovechando la autonomía territorial, se debatía la historia. Las dos primeras puede decirse que se sustentaban en racionalidades de carácter político, la revolucionaria sobre un esquema ético “medios a fines”; la gubernamental sobre su interés por conservar el sistema democrático representativo, defectuoso o no, no viene el caso, pero democrático al fin. La más débil era la racionalidad académica, la cual terminó desgarrada por los enfrentamientos y afectada por la vulneración de su autonomía, primero durante el gobierno de Leoni, y luego en los 70, por el gobierno del presidente Caldera. Llamo la atención sobre el caso porque la universidad sigue estando expuesta a este tipo de tensiones, tanto más graves si se piensa que hoy la racionalidad revolucionaria y la gubernamental son una y la misma en manos del régimen. Me interesa mucho que recordemos esto por la sencilla razón de que es una época muy difícil y muy mal estudiada, totalmente tomada por las pasiones y por las ideologías, en donde no se entiende que cada uno de los distintos reductos donde se albergaban estas racionalidades estaba en el derecho de defender su posición. Como en consecuencia sucedieron los enfrentamientos que conocemos, ocurrieron los allanamientos de la universidad, los cuales eran de esperarse, porque si la racionalidad gubernamental era la que enfrentaba a la racionalidad revolucionaria que no tenía frenos éticos de ningún tipo, evidentemente debía proceder al allanamiento de la universidad. Obviamente, la que salía perdiendo de todo el problema que se planteaba, era la racionalidad académica, la cual fue invadida por la racionalidad revolucionaria y a duras penas mantenida durante todos estos años. Todavía, repito, vivimos una situación semejante. 21
Por último, quisiera llamar la atención sobre la situación actual de la autonomía por las distintas potencialidades y retos en las circunstancias actuales. Los problemas de la autonomía universitaria durante los últimos tiempos se pueden resumir en varios puntos: En primer lugar ¿quién es el sujeto de la autonomía? Aquí en este gráfico lo tienen y puedo continuar diciendo que no siempre se relaciona y medita con propiedad y detenimiento sobre el problema del sujeto de la autonomía.
¿Quién es el sujeto de la Autonomía? Normación propia
Ordenamiento jurídico
1.-
La Universidad como
Organización Pluralidad de sujetos Nacionales
Ente
Experimentales Privados
2.-
En términos generales
La Universidad
Como cada una de las Universidades particulares
3.-
La Universidad como
Comunidad académica (Institución de carácter
Personas con derecho a la libertad
Corporación de profesores Corporación de estudiantes de cátedra de investigación de educación
Yo creo que desde los tiempos que el doctor Antonio Moles Caubet reflexionó sobre estos problemas no se ha vuelto a reflexionar con seriedad sobre quién es el sujeto de la autonomía. Puede considerarse a la universidad en ese sentido, bien como un ordenamiento jurídico; bien como un ente; bien como «la universidad» en términos generales; bien como cada una de las 22
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universidades particulares; bien como la comunidad académica dirigida por la corporación de personas y estudiantes; bien como la de las personas con derecho a la libertad de cátedra, de investigación y de educación. Lo que puede verse mejor en este gráfico más amplio, donde se atribuyen al ente universitario las distintas autonomías de que se ha venido hablando desde el principio como surgidas originariamente en la Edad Media y que reconocen sus libertades o derechos a sendas corporaciones de profesores y estudiantes.
La Autonomía en relación con las concepciones de la Libertad en las distintas épocas históricas
Edad Media
Edad Moderna
Libertades concretas
7 tipos de Autonomía
Libertades afectadas por la Iglesia y por el Estado (Creación de la Universidad venezolana)
Post Revolución Francesa
Libertad y Responsabilidad (Mündigkeit) Hegemonía del Estado (modelo napoleónico) (Reforma de Bolívar: pro autonomía, sobre todo económica)
Siglo XX - XXI
Autonomía responsable. No hay responsabilidad sin libertad
Creo que desde la perspectiva actual, hay que reflexionarlo con mucho cuidado y con mucha atención y, en este sentido, invito a los profesores de Derecho Administrativo a ocuparse un poco del problema. Pensar en eso me ha ayudado mucho conversaciones con el doctor Nelson Socorro, precisamente especialista en Derecho Administrativo y preocupado por estos temas. 23
Tampoco se reflexiona suficientemente sobre el tema de la autonomía en la jerarquía del orden jurídico, lo cual supondría pensar en ella como derecho garantizado por la Constitución: social, fundamental o garantía constitucional; como derecho organizado y legalizada por la Ley de Educación Superior válida para todas las universidades del país, o como norma reglamentada por los respectivos reglamentos específicos de cada universidad, en coherencia o de acuerdo con la Constitución y la Ley de Educación Superior. En estas líneas y por el interés que persigue este trabajo, se ha mostrado preocupación por el tema de la racionalidad. Es cierto que cuando se medita sobre la autonomía universitaria, no se plantean las cosas en los términos susceptibles de permitir la consideración de la universidad como un campo susceptible de serlo para el despliegue de las distintas racionalidades que no se reducen a las que he nombrado hace un momento: revolucionaria, académica y gubernamental, sino que incluiría además la económica y la institucional. La primera sería la propia de la supervivencia material de la universidad y del cumplimiento efectivo de sus fines. (recordemos la importancia que le concede Bolívar) y la segunda sería la propia de las relaciones con el Estado, configurada en el orden jurídico. La desviación histórica que continuamente me impone mi propia vocación, me recuerda, por otra parte, la necesidad de reflexionar la autonomía a la luz de las distintas concepciones de la libertad en las diferentes épocas históricas. En la Edad Media, como libertades concretas. Como ya vimos al principio, los distintos tipos de autonomía eran en la Edad Media libertades concretas; en la época moderna eran libertades aceptadas por la Iglesia y por el Estado. Así empieza la historia de la Universidad de Caracas. En la post Revolución Francesa como libertad y responsabilidad bajo la hegemonía del Estado, ya la libertad de los modernos, en los siglos XX y XXI como autonomía cada vez más responsable en la medida en que no hay libertad sin responsabilidad, ni responsabilidad sin libertad.
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Las condiciones de la vida en los tiempos que corren, obligan a pensar en la universidad desde las perspectivas de la subsidiariedad planteadas en el orden mundial: local, nacional, regional y mundial o global. Si estudiamos y tenemos acceso a las lecturas de todos los problemas que se suscitan hoy; que se debaten en torno a la universidad, vemos que lo que planteamos está presente en toda la literatura sobre la universidad. No es otra cosa que la presencia de estos órdenes de subsidiariedad que se manifiestan en todos los órdenes de la vida. Por último, no es pertinente terminar, y despedirnos, sin aludir a los problemas que acosan hoy a la universidad, cuales son los de eficiencia (tanto estudiantil como profesoral), no menos que los presentes en las respectivas dimensiones de ingreso y permanencia, tanto para los estudiantes como para los profesores. No está menos presente la necesidad de actualización académica, tecnológica, organizativa e institucional en sus diferentes expresiones. Para terminar, no olvidemos el problema de la inseguridad también en sus distintas dimensiones: pública, relacionada con los organismos públicos y con el desarrollo de organismos de seguridad interna; económica, con fomento de medios propios y en las dimensiones de la vigencia del Estado de Derecho, y jurídico-institucional, con la revisión de los estatutos y de la relación entre las diferentes jerarquías jurídicas o la vigencia del Estado de Derecho. De lo dicho hasta aquí se habrán dado cuenta de que, a pesar de que he tratado de inscribir los problemas de la autonomía universitaria en una perspectiva suficientemente amplia, qué duda cabe de que lo estoy haciendo desde mi propia perspectiva, desde la situación venezolana. Desde ella, y desde un foro como éste debemos acometer el examen de lo que tiene que ver con la autonomía universitaria en una situación como la actual. Agradezco que se me haya invitado, y lamento haber tenido tan poco tiempo para explicar tantas cosas merecedoras de un planteamiento más extenso. Les doy las gracias por la atención y quedo a su disposición para cualquier aclaratoria.
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Sesión de preguntas: - ¿Por qué la Universidad de Caracas pierde la haciendas entregadas para la autonomía económica, en la Venezuela del Siglo XIX? -Cuando pierde las haciendas, las pierde porque no las puede administrar. Con la liberación de los esclavos la universidad se encuentra en una situación tremenda: o se convierte en empresaria de sus propias propiedades, que eran todas propiedades agrícolas, o simplemente se ve a la merced de la situación política que está al acecho de la riqueza de la universidad para apropiarse de los bienes que la universidad no puede administrar. La universidad es una organización creada para la elaboración del saber, para la conservación del saber y para la transmisión del saber. Necesita de riqueza para poder mantenerse. Bolívar lo entiende perfectamente y concibe que la universidad necesita propiedades que le hagan vivir con independencia, con autonomía económica, porque tal como vimos anteriormente la autonomía tiene diversas vertientes que, repito, una vez más, no se dieron todas juntas en todas las universidades medievales, pero a través del estudio de todas ellas, podemos decantar los tipos de autonomía. Bolívar no suscribe el modelo napoleónico absolutamente administrado por dependiente del gobierno, sino que concibe que la universidad debe tener su autonomía, con órganos de gobierno propios. Reconoce todas las autonomías, pero le da muchísima importancia a la económica porque teme que la voracidad de los caudillos devore a la universidad y se adopte el modelo napoleónico que él mismo, curiosamente, no suscribe, para evitar que la universidad se convierta en instrumento en manos de gobernantes de turno. Es lo que termina ocurriendo, porque la historia de la Universidad Central, en la cual mayormente me he centrado, es realmente trágica hasta el siglo XX. La autonomía territorial es la autonomía del campus, o sea, que del territorio de la universidad, del área donde se imparte la enseñanza, donde se conserva el saber; ella debe ser inmune a las influencias exteriores, no debe ser vulnerada por nadie. En el
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principio era el Cancelario, representante del Papa en el siglo XVIII el que se ocupaba de eso. Pero cuando ocurre la secularización en 1784 las cosas cambian. Cuando Bolívar dicta sus estatutos en 1827 establece la autonomía territorial de la universidad. La universidad no puede funcionar en casa de nadie; tiene que funcionar en su casa, con su libertad, en su territorio. Ese territorio no es el de las haciendas; las haciendas son el instrumento mediante el cual la universidad obtiene la riqueza, o sea, la autonomía económica que le permite funcionar con comodidad y con holgura. Entonces, repito, eso era para el tiempo, dada la importancia de estas haciendas, como si hoy PDVSA fuera de la universidad, pero, insisto, la liberación de los esclavos se convierte en un problema de carácter gerencial para la universidad; o acepta y se dedica a gerenciar sus tierras, o las pierde porque los esclavos ya no sirven de instrumento como antes., Si no, quedarse a la merced de los caudillos de turno y particularmente del mayor que era Guzmán Blanco. -¿Cómo visualiza la autonomía económica actualmente?, ¿no deberíamos estudiar las posibilidades que nuestras universidades la consiguieran? -Estoy de acuerdo con usted y creo que es un problema que debe estudiarse. Lo que ocurre es que no lo hemos estudiado profundamente y, en consecuencia, por ejemplo, cuando he dicho PDVSA, lo he dicho para que tengan ustedes una idea de lo que para la época significaba ser propietario de la hacienda de Chuao o la hacienda de Tácata. Esa era una cosa nunca vista, eran obras pías que se le asignan a la universidad por Bolívar y lo que quiero decir también con eso es que la Universidad Central de Venezuela, que es un poco mi obsesión permanente porque estoy dentro de en ella desde hace más de 40 años, repito, la Universidad Central no ha estudiado suficientemente las posibilidades enormes que tiene en la llamada Zona Rental.¡ Cuándo nos vamos a ocupar de la Zona Rental! Lo digo con toda la angustia y el dolor, que supone el que la universidad esté perdiendo
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eso por la sencilla razón de que no se ha ocupado de hacerlo, de estudiarlo profundamente. Puede ocurrirle lo mismo que le pasó a la universidad decimonónica al no tener ni tiempo, ni estructura, ni gente que se ocupe. Debe estudiar las posibilidades reales de la Zona Rental. La Facultad de Derecho, por ejemplo, todavía no tiene edificio propio. Los que conocemos el problema, y aquí hay quien lo conoce, nos damos cuenta que eso es trágico, que de los propios egresados de la Universidad Central no nos hayamos ocupado de ese tipo de cuestiones. Es trágico porque la Universidad Central nutre a todas las universidades del país, al menos las ha nutrido hasta ahora. En esta universidad hay muchos profesores que se han venido de la Central para acá, la Universidad Simón Bolívar comenzó con profesores de la Universidad Central. La UCV es la madre de todas las universidades y, sin embargo, padece de este tipo de problemas. -¿La debilidad de la racionalidad académica sigue presente? -La racionalidad académica siempre ha sido la más débil y el haberme puesto a pensar en ese tema de las racionalidades, es el resultado de mi preocupación constante de haber vivido tantísimos años dentro de la Universidad Central tratando de entender el problema y sin estar nunca satisfecha con las explicaciones de carácter político, pasional o ideológico a las que se está expuesto cada vez que se trata de estos problemas. Pienso que si se parte del hecho de que la racionalidad revolucionaria sí es una auténtica racionalidad basada en una ética «medios a fines», todo se justifica por la revolución. Pero se trabaja frente a ella como si fuera análoga a la racionalidad liberal burguesa. Si estamos frente a unos sujetos que operan, que funcionan con una racionalidad revolucionaria, tenemos que entrar dentro de ella, dentro de quien suscribe una racionalidad revolucionaria, para saber qué es lo que puede hacer, y no estar ingenuamente pensando que ése puede hacer lo mismo que yo. No, porque el revolucionario no es igual a mí, no discurre en mis términos. Está operando con una racionalidad distinta, con
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un objetivo distinto. Eso lo he visto en la Universidad Central durante décadas, y es lo que me ha llevado a pensar que las cosas únicamente se pueden explicar así. Repito. Hoy en día estamos igual frente al mismo panorama de las racionalidades enfrentadas. La racionalidad académica, que es la mía, es la más abandonada de todas y la más débil. Por lo mismo que usted decía, aquí debería estar esto lleno de gente dispuesta a defender su autonomía, porque se trata de autonomía lo que me tocaba comentar, pero desde luego es la más débil porque son muchos otros intereses que juegan en el medio y así andamos. Y se olvida que el problema hoy es más grave, porque coinciden la racionalidad revolucionaria y la gubernamental, frente a la racionalidad académica que es la propia de la universidad.
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“Autonomía y Experimentalidad en la Universidad Simón Bolívar” BENJAMÍN SCHARIFKER1
Muchas gracias por la invitación a participar en este foro, cuya importancia no mediría por el número de personas presentes sino por la calidad de los asistentes, que sin duda refleja el vívido interés actual por estos temas relacionados con la autonomía de la universidad venezolana, y en general, con la universidad actual. La exposición de la doctora Graciela Soriano de García-Pelayo fue extraordinaria y quisiera aprovechar la ocasión para agradecer el envío que me hiciera recientemente de su libro, publicado hace pocos meses, precisamente «Sobre la Autonomía Universitaria» en Venezuela, en el que desarrolla a profundidad temas a los que hizo referencia en su charla. Lo que voy a tratar de exponer en aproximadamente unos 20 minutos es lo siguiente. Primero una breve introducción acerca de la autonomía universitaria, que gracias a la charla que acabamos de escuchar de la doctora Soriano va a ser mucho más breve que lo que originalmente había planeado. Luego hablaré un poco sobre el proyecto de reglamento autonómico de la Universidad Simón Bolívar: sus características, cómo fue desarrollado, 1
Rector de la Universidad Simón Bolívar, Primer Vicepresidente de la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales, Licenciado en Química en la Universidad Simón Bolívar, Ph.D. en Físico Química de la Universidad de Southampton, profesor titular de la Universidad Simón Bolívar. Autor de más de un centenar de trabajos científicos así como un libro de texto, además de varias patentes, entre sus contribuciones más importantes está el desarrollo de teorías y métodos experimentales para el estudio de formación de fases sobre electrodos. Es Investigador Nivel IV del Programa de Promoción del Investigador, Individuo de Número de la Academia Nacional de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales, y Miembro de la Academia de Ciencias de América Latina.
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su estado actual, y una cronología del desarrollo de este concepto autonómico en la Universidad Simón Bolívar. Por último, una reflexión final acerca de la autonomía y la experimentalidad. Primero que nada la autonomía universitaria ¿Por qué autonomía universitaria? Eso fue expuesto por la doctora Soriano con bastante lucidez, con la relación de los hechos históricos y la forma como la autonomía universitaria se ha venido desarrollando como concepto fundamental de la operación de las universidades desde que surgieron hace aproximadamente mil años. Las universidades tienen que ofrecer a la sociedad garantías en los conocimientos que producen, en el capital humano que generan y en la variedad de servicios que las universidades prestan a la sociedad. Esas garantías requieren que las universidades actúen con autonomía, sobre todo de lo que son los intereses inmediatos o particulares, no solamente de los gobiernos y las corporaciones, sino también de la amplia gama de intereses individuales o sectoriales presentes en la sociedad en un momento dado. En el caso de la universidad privada, garantías de independencia de quienes la financian, sean éstos corporaciones o individuos. En el caso de la universidad pública, como ha sido expuesto, si el gobierno financia la universidad, entonces el gobierno pudiera pretender que sus intereses estén reflejados en la gestión de la universidad. No obstante la Universidad, a pesar de esos intereses, debe garantizar calidad en los conocimientos, calidad en el capital humano y calidad de los servicios que produce. Cada día más vemos que la generación de conocimientos y el uso de los conocimientos se convierten en una misma cosa. Hoy no hablamos de instituciones que generan conocimientos aisladas de quienes usan ese conocimiento; eso hoy aparece como un concepto medieval, o en todo caso de la era moderna, pronto a ser superado. Hoy en día hablamos de redes en donde se genera y se usa el conocimiento. Entonces este problema de la autonomía universitaria y de cómo las universidades pueden garantizar la calidad de los conocimientos que producen es actualmente muchísimo más severo de lo que pudiera haber sido en la Edad Media o en la Edad Moderna, porque si nosotros en
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las universidades participamos -y cada vez participamos másen la generación de conocimientos que son útiles inmediatamente para la sociedad, entonces las universidades compartimos de alguna manera, para ponerlo en términos muy gráficos, responsabilidades por los aciertos o desafueros que pudieran ocurrir en el uso del conocimiento. Por ejemplo, el desarrollo de la bomba atómica. Muchos de los conocimientos fundamentales de la física moderna que dieron lugar al desarrollo de la bomba atómica a principios del siglo XX tuvieron lugar en universidades, y cabría la pregunta ¿cuál es la responsabilidad de las universidades en que la bomba atómica haya podido utilizarse -o haya podido dejar de utilizarse, si fuera el caso- para la resolución de una guerra, de una conflagración, de la magnitud de la Segunda Guerra Mundial? De manera tal que las universidades estamos realmente involucradas en este negocio del conocimiento, tanto así que estamos en el centro del negocio del conocimiento, si bien no somos los únicos actores en la generación y uso del conocimiento y a lo mejor ni siquiera somos los principales actores; puede haber otros actores inclusive más importantes que las universidades en el momento actual, pero aún así, la autonomía de las universidades es esencial porque en ellas se forman, en última instancia, las personas que van a estar participando en las mismas universidades, o en corporaciones, empresas y demás entes públicos o privados, en la generación y uso de conocimientos, porque en este momento se conforman redes de conocimientos donde las universidades participan como pares si bien no como lugares preeminentes de la generación del conocimiento en la sociedad. Por otro lado, necesitamos estructuras apropiadas que garanticen la eficacia y la eficiencia en el cumplimiento de las funciones de la universidad; funciones que tienen que ver con la generación del conocimiento, con la formación del capital humano y con la transmisión o transferencia de ese capital humano y ese conocimiento a la sociedad. Debemos por lo tanto tener estructuras apropiadas que garanticen que podemos realizar esas acciones no solamente de una manera eficaz, o sea logrando los
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objetivos que están planteados, sino que lo hagamos también con economía de recursos, de una manera eficiente. Debemos lograr altos niveles de desempeño, sobre todo si somos universidades públicas y tenemos que rendir cuentas y demostrar que somos responsables ante la sociedad. Las universidades privadas por supuesto también deben cumplir con estos requisitos, pero las universidades públicas enfrentan, adicionalmente, la cada vez mayor demanda de transparencia en la gestión pública, con mecanismos de rendición de cuentas que sean claros y completos. Por último, las instituciones universitarias tenemos que demostrar pertinencia, se requiere que nuestra acción atienda y contribuya a solucionar problemas reales de la sociedad, y que esa pertinencia e impacto social estén más allá de los intereses particulares o los intereses gubernamentales transitorios o inmediatos, expresados a través de gestiones ministeriales o proyectos puntuales. ¿Cuál es la organización actual de la Universidad Simón Bolívar dentro de esta discusión de la autonomía universitaria? ¿Cómo se ha planteado en la Universidad Simón Bolívar la autonomía universitaria? Un esquema de su organización actual se presenta en la figura 1.
Figura 1. Organización actual de la Universidad Simón Bolívar.
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Como universidad pública nos enlazamos con la gestión estatal a través del Consejo Nacional de Universidades (CNU), presidido por el Ministro de Educación Superior, organismo en el que participan todas las universidades, privadas y públicas, autónomas o experimentales. Tenemos en la Universidad Simón Bolívar un Consejo Superior en el que hay representación profesoral, estudiantil y de los egresados, elegidos para ejercer esas representaciones por sus respectivas comunidades, pero la mayoría de los miembros de este Consejo es designada por el Ejecutivo Nacional. Tenemos también un Consejo Directivo conformado por las autoridades rectorales, electas por la comunidad académica, por representantes estudiantiles y profesorales, también electos en forma directa, y por directores y decanos designados para ejercer sus funciones por las autoridades rectorales; en el Consejo Directivo también hay representación de los trabajadores, con derecho a voz, también electa por los trabajadores. Tenemos adicionalmente un Consejo Académico que asesora al Consejo Directivo para las decisiones de índole académica; en este Consejo participan los decanatos, que son los entes encargados de administrar los programas académicos de la Universidad, así como las divisiones, que agrupan a los departamentos académicos y son, por ende, quienes administran los recursos humanos académicos -los profesores- adscritos a los diferentes departamentos. Esta es una estructura con rasgos característicos de la universidad experimental venezolana, no autónoma. Sin embargo, la Universidad Simón Bolívar está, desde hace ya algunos años, en una transición. Voy a explicar más adelante algunos detalles de la naturaleza de esa transición hacia universidad autónoma, pero en primer lugar quiero destacar que para poder realizarnos como Universidad autónoma requerimos conceptualizar la autonomía y desarrollarla en la forma de un Reglamento. La aspiración de la Universidad Simón Bolívar es la de llegar a ser universidad autónoma, si bien no en el mismo sentido estricto y rígido como la concibe la actual Ley de Universidades, una
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Ley que data del año 70 en su última versión, o del año 58 en su versión original, que es una autonomía fundamentalmente derivada de la reformas de Córdoba de principios del siglo XX, y sobre la cual tal vez el doctor Casals nos de informaciones más precisas en su charla, más adelante. Nosotros en la Universidad Simón Bolívar vemos la autonomía un paso más allá de las reformas de Córdoba. La concebimos como una autonomía responsable, tal como la definía la doctora Soriano, no como una autonomía de rasgos autistas, una autonomía que conciba a la universidad como una república dentro de la república, sino una autonomía donde la universidad sea concebida como una institución dentro de una república que tiene muchas instituciones, y donde la universidad es una más entre las instituciones. En estos términos se requiere que la institución universitaria, siendo autónoma, tenga un sentido de responsabilidad, de relación con su entorno, y de constante rendición de cuentas. La concebimos como una autonomía organizativa, administrativa, académica, operativa, patrimonial y financiera. Es interesante notar que la autonomía territorial no la definimos como parte consustancial de la autonomía; no hemos definido dentro de la Universidad Simón Bolívar la extraterritorialidad como un rasgo fundamental de la autonomía, pero sí la capacidad de organizarnos internamente, la capacidad administrativa de designar profesores, de inscribir estudiantes, de incorporar profesores a la Universidad, de nombrar autoridades de todo tipo, de organizarnos internamente. Autonomía académica, libertad académica, autonomía operativa para la administración de los distintos programas, autonomía patrimonial para incorporar o desincorporar patrimonio de la universidad, y sobre todo autonomía financiera, como ha sido mencionado, que es una aspiración y una meta pero que está muy lejos de ser una realidad en este momento. Concebimos que el reglamento autonómico y el desarrollo de la autonomía deban ser flexibles, garantizando variabilidad en las estructuras y programas, para poder alcanzar los objetivos
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que la Universidad se vaya planteando, los cuales no son estáticos sino que muy por el contrario, suelen ser dinámicos. Concebimos entonces que estos principios de autonomía y flexibilidad se pueden realizar a través de la diversificación del gobierno universitario mediante tres consejos que sustituirían al tradicional Consejo Universitario. Por un lado una Asamblea Universitaria que provee orientaciones y evaluaciones académicas y académico-administrativas a la universidad, cuáles son las rutas a seguir y de qué manera se están siguiendo. Por otro lado, un Consejo Social que establece relaciones con la sociedad y con el Estado y que también provee asesoramiento y supervisión integral a la gestión universitaria. Y, por último, un Consejo Directivo encargado de la Dirección Ejecutiva y concebido como un cuerpo ágil, con un número reducido de miembros en comparación con el Consejo Universitario tradicional. Este último cuerpo no sería ni debiera funcionar como una asamblea de intereses corporativos, sino que se debiera conformar en un cuerpo directivo capaz de lograr los objetivos establecidos por las asambleas de los intereses corporativos, valga decir, la Asamblea Universitaria y el Consejo Social. La figura 2 representa un resumen de la organización propuesta. Tendríamos al Estado representado por el Ministerio de Ecuación Superior en un cuerpo externo del cual dependemos formalmente, el Consejo Nacional de Universidades; luego entre los cuerpos internos tenemos a la comunidad de la Universidad Simón Bolívar reunida en la Asamblea Universitaria y, por otro lado, al Estado en su sentido más amplio y a la sociedad, en el Consejo Social. La gestión universitaria estaría de esta forma distribuida en tres cuerpos fundamentales que serían la Asamblea, el Consejo Social y el Consejo Directivo.
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Figura 2. Organización propuesta para la Universidad Simón Bolívar.
La Asamblea estaría constituida por profesores, estudiantes de pregrado y postgrado, egresados, profesores jubilados y trabajadores. Es decir, un cuerpo interno de la universidad concebido de una forma amplia, donde la comunidad universitaria se concibe como una comunidad conformada por profesores, estudiantes, trabajadores y egresados, con un número «n» de miembros. «n» es un número que la propuesta de Reglamento General de la Universidad Simón Bolívar no define en forma precisa pero que se concibe alrededor de unas 60 a 70 personas, como orden de magnitud para los miembros de esa Asamblea, todos miembros electos por sus respectivas sub comunidades. El Consejo Social por su parte estaría conformado por 5 profesores, 2 egresados, 5 representantes de organizaciones de la sociedad civil, 3 representantes del Ejecutivo Nacional, 2 representantes estudiantiles, un representante de los trabajadores, y también un representante de cada gobierno estadal donde tenga
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ingerencia directa la universidad, así como un representante de cada alcaldía en donde la universidad tenga ubicados sus campus o recintos académicos. En este momento la Universidad Simón Bolívar tiene un recinto en Sartenejas y otro en Camurí, por lo tanto hay 2 alcaldías y también 2 estados involucrados, el estado Miranda y el estado Vargas. Por último, el Consejo Directivo, conformado por los 4 miembros del equipo rectoral -un rector, dos vicerrectores y un secretario- electos por la comunidad, dos representantes profesorales electos por la comunidad profesoral, 1 representante de los estudiantes electo por la comunidad estudiantil y 1 representante electo por los trabajadores, con derecho a voz. Esa sería, sucintamente, la estructura organizativa propuesta. En cuanto a las funciones de los diversos cuerpos, las de la Asamblea Universitaria cubrirían un amplio espectro de atribuciones, incluyendo aprobar las modificaciones al Reglamento General, proveer lineamientos estratégicos al Consejo Directivo en materia académica para la elaboración de los planes de desarrollo, aprobar el otorgamiento de distinciones honoríficas, evaluar la gestión académico-administrativa de las diferentes unidades ejecutoras que dependen del Consejo Directivo, consultar a la comunidad universitaria sobre asuntos académicos o de cualquier otra índole que sean importantes para la Universidad, organizar procesos para la revocación de mandato en atención a lo que está dispuesto en la constitución de la República Bolivariana de Venezuela en que todo cargo de elección popular es revocable, aprobar la creación o supresión de carreras, y designar miembros de la comisión electoral y las organizaciones de la sociedad civil que deberían estar representadas en el Consejo Social. El Consejo Social, por su parte, opina sobre reformas al Reglamento General de la Universidad, provee lineamientos estratégicos para la elaboración de planes de desarrollo de acuerdo a necesidades u oportunidades y tendencias en el ámbito local, regional, nacional e internacional, conoce el presupuesto anual y hace recomendaciones al respecto, evalúa el cumplimiento de
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los objetivos estratégicos de la Universidad y la gestión administrativa, contribuye a la vinculación de la Universidad con el Estado y la sociedad, y conoce de las políticas establecidas para establecer alianzas con diferentes entes a través de convenios. El Consejo Directivo es quien propone reformas al Reglamento General, aprueba la planificación general de la Universidad de acuerdo a los lineamientos que recibe del Consejo Social y la Asamblea Universitaria, establece políticas y estrategias específicas y los mecanismos para ejecutar esa planificación, coordina y supervisa el funcionamiento integral de la Universidad, aprueba y modifica su estructura organizativa y funcional así como los reglamentos internos que no hayan sido dispuestos por la Asamblea, y elabora y presenta informes anuales de gestión académica y administrativa de las diferentes unidades ejecutoras para que el Consejo Social y la Asamblea Universitaria los conozcan y aprueben. Hay tres Consejos adicionales que se proponen para agilizar la gestión universitaria. Por un lado un Consejo Disciplinario; en este momento el asunto disciplinario depende exclusivamente del Rector y pensamos que debe haber un Consejo Disciplinario de manera de colegiar este tipo de decisiones que incorporan tanto asuntos de personal académico y administrativo como a los estudiantes. También se concibe la existencia de un Consejo de Apelaciones, de forma tal que se puedan apelar las decisiones del Consejo Disciplinario o las resoluciones mismas de los diferentes Consejos de la Universidad. Por último, una Comisión Electoral para garantizar que los procesos electorales se realicen de forma independiente. Me referiré ahora muy brevemente a la cronología del desarrollo de estas concepciones de autonomía en la Universidad Simón Bolívar. La Universidad Simón Bolívar inicia actividades en 1970, el mismo año que la Universidad Metropolitana, por lo que aprovechamos la oportunidad para felicitarla por este nuevo aniversario. En 1995, coincidiendo con el 25 aniversario de las actividades de la Universidad Simón Bolívar, el presidente de la República en ese momento, el doctor Rafael Caldera, decreta y
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publica en Gaceta Oficial la autonomía de la Universidad Simón Bolívar, decreto según el cual la Universidad Simón Bolívar es autónoma a partir de 1995. El decreto requirió de la Universidad la elaboración de un Reglamento que le permitiera ejercer la autonomía conservando su experimentalidad. En l996 el Consejo Directivo remite al Consejo Superior ese proyecto de Reglamento y en 1997 el Consejo Superior lo presenta al Ejecutivo. En ese momento el Ejecutivo no lo promulga, sino que se limita a publicar en la Gaceta Oficial de la República tan sólo modificaciones puntuales al Reglamento General, dirigidas a facilitar la elección directa de autoridades rectorales por parte de la comunidad académica, pero dejando de atender los otros cambios requeridos para que la Universidad pueda ejercer la autonomía en los términos en que había sido concebida. En el año 1999 la Asamblea de Profesores manifiesta inquietud por las demoras y designa una comisión para analizar la situación del Reglamento, con el fin de elevarlo nuevamente a las instancias competentes para su sanción definitiva. En el año 2001, tras consultarlo entre la comunidad profesoral y la comunidad estudiantil, el Consejo Directivo sanciona nuevamente el Reglamento que había sido enviado al Ejecutivo hacía ya unos cuantos años. En el año 2002 se realiza un amplio proceso de discusión en la Universidad y se introducen algunas actualizaciones al Reglamento, que tienen que ver sobre todo con los Consejos Disciplinario y de Apelaciones que mencioné al final de la descripción de la estructura organizativa propuesta, así como con la revocación de mandato, un asunto surgido a partir de la aprobación de la Constitución de la República en el año 1999. A finales del año 2003 la propuesta de Reglamento es sometida a referéndum por la comunidad académica y resulta aprobado con cerca del 90% de aceptación así como gran participación por parte de profesores y estudiantes. Ahora estamos en el año 2005 y todavía mantenemos un vacío, porque la propuesta de Reglamento aun permanece en manos del Consejo Superior de la Universidad Simón Bolívar y del Ejecutivo Nacional, pendiente de su promulgación final.
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Para finalizar quisiera terminar con unas muy breves reflexiones acerca de la ausencia de contradicción entre el término ‘experimental’ que pueda usarse para definir una universidad y el término ‘autónoma’ que también pueda usarse para definir a esa misma Universidad. La Ley de Universidades define a las universidades bien sea como autónomas o como experimentales, pero no establece que las universidades experimentales no puedan ser autónomas. Esto el doctor Casals seguramente nos lo podrá aclarar con mucha mayor propiedad en su charla. De hecho, la Constitución establece que todas las universidades son autónomas y en cierto sentido las universidades experimentales son las más autónomas porque actúan según su propio Reglamento, mientras que las universidades definidas por la Ley de Universidades como autónomas lo hacen en estricto apego a la estructura definida en esa misma Ley. Por lo tanto, el criterio compartido en la Universidad Simón Bolívar es que la mejor manera de dotarse de estructuras, reglamentos, objetivos y programas para poder cumplir su función ante la sociedad, es teniendo autonomía para funcionar de manera experimental, de forma tal de no quedar limitada en su funcionamiento por las definiciones -en algunos casos bastantes restringidas- que contiene la actual Ley de Universidades, la cual define de una manera muy rígida cuál debe ser la estructura, por Facultades, en que debe funcionar una universidad. La Universidad Simón Bolívar, en particular, no está organizada en facultades. Tiene una estructura matricial, la cual no viene al caso definir ni describir en detalle aquí, pero que está concebida para dotar a la Universidad de una manera de funcionar más ágil y eficiente que las estructuras tradicionales. Por ejemplo, en una universidad autónoma tradicional venezolana que cubriera en sus programas tanto las ciencias como las tecnologías relacionadas con la salud, un poco para terminar y simplemente como ejemplo, pudiera haber del orden de 7 departamentos de bioquímica. Pudiera haber un departamento de bioquímica en la Facultad de Ciencias, uno en la Facultad de Farmacia, uno en la Facultad de Odontología, dos en Medicina, si en esa Facultad hubiera dos escuelas, otro departamento de bioquímica en la
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Facultad de Agronomía y uno más en Veterinaria. En la Universidad Simón Bolívar también habrá un sitio donde se haga la Bioquímica, pero las clases de Bioquímica se darán en ese sitio, independientemente de la carrera que se esté estudiando. Es simplemente un ejemplo de cómo una universidad que no esté estructurada de la manera como la Ley de Universidades determina que deben estar estructuradas las universidades autónomas, puede tener una mayor eficiencia en el desempeño de ciertas funciones. Un ejemplo de cómo la experimentalidad no está de ninguna manera reñida, sino muy por el contrario entrañablemente consustanciada, con la autonomía universitaria. Muchas gracias por su atención.
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Amenazas normativas contra la autonomía universitaria JESÚS MARÍA CASAL HERNÁNDEZ
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Me complace mucho poder estar en la Universidad Metropolitana, más aún con motivo de su aniversario y junto a unos expositores tan distinguidos como los que me han precedido en el uso de la palabra. Mi exposición va a ser muy breve, básicamente lo que intentaré destacar son aquellos aspectos de la regulación constitucional sobre la autonomía universitaria que se encuentran actualmente en el tapete en virtud de los distintos proyectos de ley que se están preparando con respecto a la educación en general o a la educación superior en particular. Sería por supuesto un tema de gran interés el análisis de la autonomía universitaria en la Constitución, porque por primera vez la autonomía universitaria se incorpora a la Carta Magna. En la Constitución de 1999 esa regulación constitucional tiene aspectos positivos, otros no tanto, pero los que trataré de destacar son sólo aquellos que guardan más relación con los anteproyectos o proyectos de ley que se están considerando. En primer lugar, un aspecto preocupante es la tendencia que se observa en la Asamblea Nacional a interpretar el Artículo 109, que regula y consagra la autonomía universitaria, como una norma en virtud de la cual el Estado concede o no la autonomía universitaria. Cuando el Artículo 109 dice “El Estado reconocerá la 1
Abogado Summa Cum Laude de la Universidad Católica Andrés Bello en 1988, Especialista en Derecho Administrativo por la Universidad Central de Venezuela y Doctor en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid. Decano y Profesor de Derecho Constitucional en la Facultad de Derecho de la Universidad Católica Andrés Bello, profesor de Derechos Humanos del Centro de Estudios para Graduados de la Universidad Central de Venezuela, Vicepresidente de la Asociación Venezolana de Derecho Constitucional y Miembro de la Comisión Andina de Juristas.
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autonomía universitaria como principio y jerarquía que permite a los profesores, profesoras, estudiantes, egresados y egresadas de su comunidad dedicarse a la búsqueda del conocimiento a través de la investigación científica, humanística y tecnológica para beneficio espiritual y material de la nación...”, existe una interpretación según la cual el uso del futuro (el Estado reconocerá) implicaría que en la futura legislación sobre la educación superior se establecerán las condiciones que deben llenar las universidades, todas, incluso las que actualmente son calificadas como autónomas, para gozar de plena autonomía. Esta es una interpretación sumamente peligrosa. Es una interpretación totalmente negadora del sentido histórico de la autonomía universitaria, al cual se ha referido la doctora Soriano, en el que el concepto de autonomía va ligado a los orígenes de la universidad, una universidad que es anterior al Estado moderno. Al respecto es interesante recordar que en algunas decisiones de la antigua Corte Primera de lo Contencioso Administrativo (Vid. sentencia del 21 de mayo de 1984, en RDP 19, pp. 94 y ss.), al hablar de la autonomía universitaria se le reconoce este carácter de concepto preestatal –anterior al Estado moderno-, frente al cual hay posibilidades de regulación, siempre que se preserve su significación histórica. Según la interpretación comentada, la autonomía universitaria sería algo que el Estado puede conceder con arreglo a esos requisitos fijados legalmente, contrariándose así la propia redacción de la norma constitucional, porque cuando el Artículo 109 dice el Estado “reconocerá” la autonomía universitaria, está aludiendo a una realidad preexistente y esa realidad preexistente es precisamente la universidad y la autonomía universitaria. Es decir, esta norma, bien entendida, cuando dice que el Estado “reconocerá” la autonomía universitaria, lo que implica es que es un deber del Estado garantizarla. Sin embargo, en uno de los anteproyectos de ley que se están elaborando en relación con la educación superior, se señalan una serie de requisitos -más que discutibles- que deben llenar las universidades para ser universidades autónomas.
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Uno de esos requisitos es que un 60 % de los profesores lo sean a dedicación integral, por ejemplo. Aquí habría dos niveles de discusión, uno de ellos es ¿tiene sentido esta exigencia? ¿Tiene una justificación?¿hay razones de peso para exigir que los docentes hasta un 60% de ellos sean a dedicación integral?¿es bueno eso para la universidad?, pero el segundo nivel de discusión es que, aún en el caso de que ese requisito tenga alguna justificación, ¿puede representar un condicionamiento para la autonomía de las universidades que ya ostentan tal condición? Lo primero resulta discutible, pero en cuanto a lo segundo a nuestro juicio se impone una respuesta negativa. Si ya funcionan universidades que tienen ese estatus de universidades autónomas -y en realidad hablar de universidades en el sentido más exacto de la palabra implica hablar de universidades autónomas, ese estatus debe ser respetado. En el uso frecuente de estos términos, se entiende que sólo las universidades nacionales son autónomas, lo cual legalmente no es así porque las universidades privadas son autónomas y dentro de las universidades experimentales puede haber también manifestaciones de autonomía; realmente la autonomía es un concepto que va atado al propio concepto de universidad. Que la ley pretenda exigir a las universidades que ya son autónomas llenar ciertos requisitos para gozar de autonomía, resulta abusivo. Aquí se advierte una trampa de los redactores, pues en este anteproyecto no se dice que cumplidos esos requisitos se alcanzará la autonomía, sino se habla de alcanzar la autonomía plena. Pero cuando se examinan las facultades reservadas a la autonomía plena, se concluye que pertenecen a la verdadera autonomía universitaria. Por otro lado, un tema interesante que va a estar presente en el debate sobre la Ley Orgánica de Educación y la Ley de Educación Superior, es el de la amplitud, la extensión que se le va a dar al concepto de autonomía, porque de acuerdo con la Constitución la autonomía está reservada a las universidades. Sin embargo, los anteproyectos de ley pretenden extenderla a todas las ins-
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tituciones de educación superior. Pudiera pensarse que esta es una consagración muy generosa y en principio positiva, pero la cuestión debe verse con mayor detenimiento, porque lo que se reconoce en el anteproyecto a todas las instituciones de educación superior es una autonomía de segundo nivel, es decir, una autonomía limitada. Pareciera que por querer generalizar demasiado el concepto de autonomía termina debilitándose, vaciado parcialmente de contenido. Creo que es importante, siendo fieles a la Constitución, distinguir lo que es la autonomía universitaria de otras formas de autonomía que puedan existir para proteger la libertad de enseñanza en instituciones que no sean universitarias; la autonomía universitaria es la única que tiene ese anclaje constitucional específico y que posee ese sentido histórico, al cual antes nos referíamos y que no puede ser desnaturalizado por la ley. Otro asunto relevante es el de la naturaleza jurídica de la autonomía universitaria. Al respecto es interesante observar que existe una tendencia, por lo menos en el constitucionalismo español, con base en diversas decisiones del Tribunal Constitucional español (Vid., entre otras, la sentencia 26/1987), a reconocer la autonomía universitaria como un derecho fundamental, y en Venezuela una sentencia de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia (Sentencia 1395/2000, del 21 de noviembre) establece que la autonomía universitaria se puede proteger a través del amparo, que es el mecanismo de protección de los derechos y garantías constitucionales. En nuestra opinión la autonomía universitaria en el Derecho venezolano es un derecho constitucional, pero cuando menos habría que tratarla como una garantía institucional, lo cual se traduce en que el legislador la puede regular, pero no la puede desnaturalizar, lo cual supone que no es admisible cercenar los pilares fundamentales de su significación histórica, de lo que ha sido la autonomía universitaria. Otro tema que también es delicado y está recogido en diversos anteproyectos de ley, es el concepto de sistema de educación superior. El concepto de sistema de educación superior en sí mismo no es objetable; diversos trabajos especializados sobre la materia consideran que es necesario crear un sistema de educación 48
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superior, una cierta articulación entre todas las instituciones de educación superior, pero tal como pareciera que va a interpretarse este concepto puede ser usado peligrosamente y ser un riesgo para la autonomía. Actualmente nos encontramos en una situación en la cual el Consejo Nacional de Universidades languidece y ello está muy vinculado a la aprobación del Decreto 3444. Este Decreto 3444, en la forma en que el gobierno lo interpretó, con la intención con que fue concebido, es un Decreto que ha influido en que el Consejo Nacional de Universidades no sea convocado regularmente, y en la actualidad en la cúspide de la educación superior en Venezuela nos encontramos con una doble legalidad, porque una serie de instituciones, que son la inmensa mayoría, acuden, para el desarrollo de sus programas académicos, por ejemplo, para solicitar la aprobación de nuevas carreras, a la vía legal que está actualmente obstaculizada, bloqueada, que es la del Consejo Nacional de Universidades. En cambio, si se trata de aprobar algunos de los programas vinculados a las misiones hay otro procedimiento, hay otra legalidad, porque se va directamente al Ministerio de Educación Superior aplicando este Decreto 3444. Es una situación que desde el punto de vista de la seguridad jurídica, desde el punto de vista de los conceptos elementales del Derecho, es dramática. Son dos vías, una bloqueada que es la que establece la ley vigente, y la otra apoyada en un reglamento que no puede contrariar la ley, pero es la que se aplica muy rápidamente cuando se trata de cierto tipo de programas. En la discusión sobre el futuro de una organización como el Consejo Nacional de Universidades, una de las razones que se ha dado para que este cuerpo desaparezca es que ahora la Constitución sí protege la autonomía universitaria, pero no deja de haber una gran falacia en tal argumentación. Se dice que el Consejo Nacional de Universidades, en la Ley de Universidades de 1970, fue concebido como una instancia de intervención en la autonomía de las universidades, sobre todo respecto de la Universidad Central de Venezuela, y es probable que sí, que haya algunas atribuciones del Consejo Nacional de Universidades que
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ese Consejo no debería tener, pero no para que esas facultades pasen al Ejecutivo Nacional como ahora se pretende, sino para que vuelvan a la universidad, ahí está el pequeño detalle. Puede ser cierto que haya algunos excesos en la ley vigente y que esto deba ser ajustado al nuevo marco constitucional, a ese concepto que ahora sí es constitucional de autonomía universitaria, pero pareciera que el desenlace no puede ser aquel hacia el cual el gobierno está apuntando; la conclusión sería que esas atribuciones vuelvan a la universidad y que, por lo tanto, todo lo concerniente al gobierno de la universidad o a la aprobación de los programas académicos sea competencia de cada universidad, pero lo que está planteado en el Decreto 3444 y en uno de los anteproyectos de ley, es que materias que hasta ahora se venían abordando en un cuerpo colegiado en el cual las universidades tienen participación determinante, pasarían a ser resueltas en una instancia burocrática del Poder Ejecutivo. Si hubiera que escoger entre las dos cosas, sería preferible quedarse con el Consejo Nacional de Universidades, porque por lo menos allí es posible una deliberación plural entre pares, en lugar de una medida unilateral del gobierno, cualquiera que sea, porque éstas no son reflexiones hechas contra este gobierno, sino contra cualquier gobierno. Lo expuesto es un mal presagio para lo que pueda ser ese sistema de educación superior y cabría preguntarse ¿Cómo va a estar integrado ese sistema? Una regulación que no está bien lograda en las propuestas normativas es justamente la relativa a la integración del sistema y al peso que van a tener las universidades dentro del mismo. Particularmente, la regulación de los subsistemas es muy insuficiente, porque solamente algunos de esos subsistemas son reconocidos como autónomos, a pesar de que en otros que no están reconocidos como tales se van a tomar decisiones que influyen en la autonomía universitaria, en el funcionamiento de la universidad. Finalmente, otra idea que debe tratarse con cierta cautela es la de la pertinencia. En sí misma tampoco es mala; la idea de la pertinencia se considera en la actualidad fundamental como expresión de la responsabilidad de las universidades ante la
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sociedad, pero ¿Quién mide esta pertinencia? ¿Qué consecuencias va a tener que una investigación que quiera promover la universidad no sea tan pertinente, si es el Estado el que mide la pertinencia? Esto puede cercenar gravemente la autonomía y en ese sentido es interesante voltear la mirada hacia un país cercano como es Colombia. En Colombia la jurisprudencia de la Corte Constitucional ha sido bastante garantista en relación con la autonomía universitaria, y ha subrayado una expresión de la autonomía que es la denominada autorregulación filosófica (Vid., entre otras, la sentencia C-008/01). Este concepto para nosotros formaría parte de la autonomía académica, pero lo interesante es que se pone el énfasis en ese elemento de la autonomía filosófica que repercute en la investigación y en las demás esferas del quehacer universitario. En esa comunidad del saber que es la universidad, existen ciertas áreas que la universidad puede considerar prioritarias para la investigación a pesar de que el mercado no lo requiera, el mercado del Estado o el mercado de los particulares. Estos son algunos de los ámbitos en que se vislumbran amenazas contra la autonomía universitaria, que deben ser contrarrestadas mediante una actitud vigilante y activa, lo que comprende la formulación de propuestas alternativas y la construcción de espacios para el diálogo entre los diversos sectores, iniciativas que ya han surgido –algunas de ellas con nuestra participación- desde el medio universitario.
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Universidad y sociedad*
LUIS F. MARCANO GONZÁLEZ
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l. Introducción Voy a proceder a describir lo que considero característico de la universidad como institución y de su relación con la sociedad a la cual pertenece. Todo ello inspirándome en lo que puede considerarse las mejores instituciones de este tipo que existen en el mundo, con el fin de mostrar su complejidad y al mismo tiempo su influencia en el desarrollo de una sociedad. Luego trataré de ver la medida en que las universidades de Venezuela se acercan o se alejan de ese ideal y, por ende, cómo podrían ser mejoradas. Por último, concluiré describiendo brevemente cómo las universidades pueden ayudar a superar los problemas que se le plantean, tanto los que las aquejan internamente como los que tienen que ver con el lugar que el país ocupa como nación en el contexto internacional.
* Conferencia dictada en la Universidad Metropolitana, el 26 de octubre de 2005, en el Auditorio Julio Sosa Rodríguez, durante el Ciclo de Conferencias “Transformación de las Universidades: Una Necesidad Impostergable”. Este texto se basa en: García-Sucre, Máximo y Luis F. Marcano González, “Qué es una universidad”, publicado en Lovera A. (compilador) (1994), Reconversión Universitaria, Caracas: Fondo Editorial Trópicos/Fundación Gual y España/ Fondo Editorial APUCV/IPP.
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Arquitecto (UCV 1972). Especialista en Construcción Industrializada (París, 1976–1979). Estudios de doctorado en Ciencias Sociales en la UCV (1995– 1998). Profesor–investigador del Área de Economía y Tecnología del Instituto de Desarrollo Experimental de la Construcción –IDEC– de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo, UCV, desde 1980. Profesor del Centro de Estudios del Desarrollo (CENDES– UCV) en el Postgrado Política y Gestión de la Innovación Tecnológica. Miembro del Directorio del Fondo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (FONACIT) y Viceministro de Planificación y Desarrollo del Ministerio de Ciencia y Tecnología desde marzo de 2003.
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II. Funciones específicas de la universidad Ahora bien, ¿Cuáles son las funciones específicas de la Universidad? Esta es una pregunta que se presta a controversia, pero pienso que no habría demasiada discusión si digo que la universidad es una institución que procura transformar a quien pasa por ella en seis aspectos principales: El primero, es que la universidad procura capacitar a los estudiantes, docentes e investigadores para resolver problemas. Esta capacitación es la que prepara al educando a enfrentar situaciones que dejarían relativamente indefenso a alguien que no ha recibido esa formación. Los docentes, junto con los estudiantes, procuran crear una atmósfera donde la aparición de un problema nuevo sea una razón para poner en movimiento los «engranajes de la cabeza», en lugar de cerrar los ojos y taparse los oídos para no alterar los esquemas asumidos hasta ese momento. El segundo aspecto, es que procura enseñar a plantearse problemas pertinentes acerca de la realidad que nos rodea, especialmente con el enfoque de la disciplina cultivada en cada caso. El tercero, es que esta institución procura formar e informar en y sobre los conocimientos ya establecidos por los que cultivan la disciplina de que se trate. El cuarto aspecto, es que la universidad procura integrar el conocimiento parcial de cada disciplina en un contexto más general que permita ubicarlo con relación a otros conocimientos. El quinto, es que una universidad procura mantener a su personal profesoral formado para que pueda cumplir con los cuatro aspectos anteriores, lo cual requiere que ese personal lleve a cabo una labor de sistematización de conocimientos y de búsqueda de otros nuevos saberes, así como de aplicaciones posibles de conocimientos ya establecidos. El sexto y último aspecto es que procura relacionarse con el resto de la colectividad en labores de transferencia de conocimientos científicos y técnicos, en atención a los problemas de importancia o de urgencia para la sociedad, que requieran conoci-
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miento especializado o bien resolución de problemas nuevos. Asimismo, divulgar aquello que se considere de importancia de manera de elevar el nivel de conocimientos generales de la colectividad, socializar el conocimiento. Más adelante examinaré cuáles de estos seis aspectos cumplen las universidades que existen actualmente en Venezuela. He enunciado las funciones que considero deben ser medulares de la universidad como institución. Ahora, pasaré a analizar la manera como ésta se relaciona con la sociedad a la cual pertenece. Analizaré cuatro rasgos generales de esta relación que, según considero, la caracterizan mejor. III. Rasgos generales de la relación entre la universidad y su entorno Le he dedicado más elaboración a desentrañar los rasgos generales de esta relación, bastante más difíciles de ver que las funciones medulares de la sección anterior. La importancia de observar con claridad esa relación se impone hoy más que nunca. He dividido en cuatro los rasgos generales que presentaré a continuación: a) La universidad con relación a la sociedad es simultáneamente un emisor y un recolector de la gran diversidad que existe en el medio que le alberga. Emite hacia la sociedad donde está inserta gente con diversas capacitaciones, entre las que está una de la cual ya hablé y que llamo capacitación para resolver problemas; también la universidad emite ideas, reflexión, enfoques, críticas, proyectos globales, política, politiquería, dogmatismo, antidogmatismo y, en ocasiones, piedras y gritos para la policía y otras cosas conocidas. Por otro lado, la universidad recolecta del medio que la rodea una gran diversidad de cosas, menos conocidas que las anteriores, y entre las cuales mencionaré por ahora sólo una, aquella que me parece pertinente al punto que quiero ilustrar en este momento: la universidad es un recolector de gente en busca de mayor libertad de pensamiento y de acción. Claro está que en ese lote hay de todo: los que desean un ambiente protegido, los
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inadaptados, los que quieren desarrollarse intelectualmente, los que quieren un título por el ascenso social que ello representa y los que son todo eso al mismo tiempo. Pero, allí, en ese grupo, suele estar también lo mejor de cada generación, tanto por su altura de miras como por la profundidad y agudeza de visión. No se asusten ni piensen que he decidido cubrir de flores a nuestras universidades. Es inevitable que hablemos de ellas y las analicemos a la luz de lo que considero característico de una universidad, vista como una institución que se ha extendido por el mundo. La universidad es, pues, un recolector-emisor -rasgo que comparte con muchos otros organismos. Pero lo que la hace singular es la diversidad y naturaleza de lo que emite y recolecta y que lo hace en el propio país donde tiene su sede b) El segundo rasgo general de la universidad, en su relación con la sociedad que me parece importante destacar, es el de funcionar como una especie resaltadora de la «cara explícita de la sociedad». Toda sociedad tiene un lado explícito y uno oculto. El explícito está formado por todo aquello que esa sociedad considera que la define en relación con otras sociedades, de acuerdo a su código de valores. Lo que ella comparte y lo que la singulariza con relación a otras sociedades. De acuerdo a ese código, configura su «cara explícita». Existen, por otro lado, características de esa misma sociedad que ella oculta cuando las percibe, o que percibe defectuosamente, y que configuran lo que llamo su «cara oculta». c) Esto nos conduce al tercer rasgo general que considero de la universidad y que es el de funcionar como una especie de «revelador de esa cara oculta de la sociedad». La universidad suele tener menos medios represivos que los que posee y perfecciona con celo la sociedad extramuros. Esto es así, en parte porque la universidad no desea tenerlos, ya que hacerlo no da prestigio internamente. No quiere medios de represión porque la universidad no sabe de técnicas coercitivas; porque además hay fuerzas profesorales y estudiantiles que se
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oponen a ese tipo de prácticas que socavan la atmósfera propicia a la discusión de ideas, a la concepción de las mismas, a tener la libertad de acción de cara a los académicos, privilegio apreciado por igual por estudiantes y académicos. Ilustraré lo de la cara oculta con un ejemplo local. El venezolano sabe que le gusta el bochinche, pero también sabe que eso no está bien visto, en particular por nuestros vecinos del norte, que en ese aspecto han llegado a consideramos sencillamente «incurables». Pues bien, no se me discutirá que ese bochinche se ha manifestado con más claridad en nuestras universidades que en otras instituciones públicas y privadas del país. El bochinche de la universidad ha sido manifiesto y el de otras entidades se mantiene oculto. El primero se descarga en parte a través de manifestaciones semiteatrales y semimíticas, posibles en un marco institucional menos represivo que el habitual. El segundo se retuerce y larva en un marco de la «prudencia organizativa». d) El cuarto rasgo que considero importante de la relación de la universidad con la sociedad a la cual pertenece, es el de servir de punto de referencia a las actividades de indagación, sean éstas de carácter conceptual o técnico, que se llevan a cabo como una más de las actividades de otros miembros de la sociedad que en general no pertenecen a la universidad. La casi totalidad de las instituciones públicas y privadas que por su naturaleza se ven obligadas a tomar decisiones y realizar actividades que tengan que ver con el bien común deberían contar con ese rasgo de la universidad. No se requiere hacer un gran esfuerzo de imaginación para darse cuenta de la tremenda importancia que tiene ese rasgo; es decir, de servir como punto de referencia en una sociedad. Entre otros, es uno de los «mecanismos» más eficaces que se conoce para disminuir el «aldeanismo», particularmente intenso en las regiones del interior de los países, por más desarrollados que sean estos o puedan parecer. IV. La Universidad en la Venezuela actual La institución universitaria ha tenido en Venezuela una gran expansión en los últimos cincuenta años. Me referiré sólo al 57
presente de esa institución en el país, sin ignorar, sin embargo, la determinante influencia que ha tenido la universidad en importantes momentos históricos de nuestra nación. Existen en Venezuela en el presente casi cincuenta universidades, oficiales y privadas, en donde estudian más de un millón de estudiantes. Entre las oficiales destacan la Universidad Central de Venezuela, la más vieja de todas, y en cierta forma «madre» de casi todas las instituciones académicas de Venezuela, la Universidad del Zulia, la Universidad de Los Andes y la Universidad Simón Bolívar. Estas instituciones tienen un desarrollo que destaca claramente cuando se le compara con el de otras instituciones universitarias de Venezuela. La preponderancia de estas universidades, tanto de acuerdo a índices cualitativos como cuantitativos, llama a reflexión. También se encuentran las universidades privadas, las cuales han sido resultado de un esfuerzo de la iniciativa privada. Entre ellas destacan la Universidad Católica Andrés Bello, la Universidad Metropolitana, en Caracas, y la Universidad Rafael Belloso Chacín en Maracaibo. Sin embargo, este esfuerzo no ha llevado a estas últimas instituciones a un nivel ni lejanamente comparable al de las cuatro instituciones públicas antes mencionadas. Si hacemos uso de dos índices, como pueden ser el de las publicaciones en revistas arbitradas y las patentes y al número de profesores en el Programa de Promoción del Investigador (PPI), las universidades oficiales mencionadas superan de una manera realmente sorprendente a las privadas. Estos índices son particularmente reveladores porque hoy se sabe que no puede haber enseñanza de nivel superior que no vaya de la mano con la investigación científica y tecnológica. ¿Quiere decir esto que la iniciativa privada debiera abstenerse de incursionar en la creación de instituciones universitarias? En lo absoluto. Más bien interpreto lo anterior como un indicio de que la iniciativa privada ha invertido demasiado poco en la creación
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de instituciones de educación superior. A su vez lo ha hecho sin buscar la colaboración y ayuda de alguna de las instituciones oficiales que ya habían logrado acumular, para el momento de la aparición de las primeras universidades privadas, la mayor experiencia que existía en el país sobre el funcionamiento de instituciones universitarias, en el sentido moderno de conciliar la docencia y la investigación científica. Por último, también repetidas veces han aparecido con un espíritu de presentarse como una alternativa, esta vez «eficiente», de educación universitaria, frente a las instituciones oficiales estigmatizadas de «ineficientes». Este enfoque ha sido particularmente dañino, tanto para las propias universidades privadas como para las oficiales, ya que ha sido un obstáculo para promover una sana colaboración entre los dos tipos de instituciones que no hubiera podido sino beneficiar a ambas. Cabe ahora preguntarse, ¿Cuáles son las instituciones universitarias del país que cumplen con las seis funciones especificas enunciadas anteriormente y que tienen los rasgos generales ya señalados en su relación con el resto de la sociedad venezolana? Mi respuesta a esta pregunta es que ninguna universidad del país llena esos requisitos. De manera que independientemente de las consideraciones que hice antes sobre el desarrollo relativo que pueden tener algunas instituciones universitarias con respecto a otras, la verdad es que ninguna de ellas está funcionando como debería, de acuerdo a los requisitos mencionados. Entonces, habrá que preguntarse por las actividades que, de llevarse a cabo, permitirían decir que en una universidad se están cumpliendo algunas o todas las condiciones específicas y las generales ya reseñadas. Planteado así el problema, su complejidad se reduce considerablemente. Tomo por caso las actividades de investigación científica. Si éstas se llevan a cabo de manera muy intensa en una determinada universidad, podremos decir que en ella se están cumpliendo las tres primeras condiciones específicas, además de parcialmente la quinta, ya enunciadas; es decir, desarrolla la capacidad para resolver problemas, plantea problemas nuevos, forma e informa en y sobre conocimientos 59
establecidos en una determinada disciplina y, por último, cumple una labor de sistematización de conocimientos y de búsqueda de nuevos conocimientos, así como de aplicaciones posibles de conocimientos ya establecidos. Otra actividad que cubre varias condiciones especificas es la de la interacción entre las carreras humanísticas y las técnicas y científicas. La existencia de tal interacción permite decir que la cuarta condición específica y parcialmente la primera, segunda y sexta se están cumpliendo en alguna forma. Las actividades de extensión cultural, científica y técnica permiten decir que se están cumpliendo parcialmente las condiciones específicas cuarta y sexta, además de estar acentuando los cuatro rasgos generales. De esta manera, en una primera aproximación del problema de caracterizar nuestras universidades, puedo tomar el cumplimiento de los tres tipos de actividades arriba mencionados como criterios razonables de funcionamiento. De acuerdo a esos tres criterios, las universidades públicas mencionadas como las que se destacan son ratificadas como tales. Pero ello no es lo más importante de la adopción de esos tres criterios para caracterizar la calidad de nuestras universidades. Lo más importante es darnos cuenta de que esos mismos criterios nos están indicando hacia donde debemos orientar nuestro esfuerzo para mejorar nuestras universidades en aquello que las caracteriza medularmente, y no en aspectos subsidiarios, o abiertamente ajenos, a ese tipo de instituciones. V. Conclusiones He hablado de los aspectos medulares de la actividad de la universidad y de cuatro rasgos generales de su relación con la sociedad a la cual pertenece. En el análisis de cada uno de esos rasgos he podido encontrar la diversidad que tienen las actividades universitarias y la importancia -mayor de la que se ve a primera vista- de las mismas cuando se las visualiza a nivel de toda la colectividad.
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Vista esta diversidad que he planteado de las actividades que puede desarrollar una universidad y de las que llevan a cabo efectivamente nuestras instituciones universitarias, concluiré con lo siguiente: i) El rasgo general que tiene la universidad en su relación con la sociedad a la que pertenece, de ser un «recolector-emisor de gran diversidad en el propio medio que la alberga», la hace una institución particularmente robusta ante los embates a que son sometidos los países más débiles por procesos que se originan en los países dominantes de la escena mundial. Debido a que la universidad se nutre de elementos que produce el propio país y produce una gran diversidad de elementos que van también hacia el mismo país, ello puede servir de elemento compensador de los desequilibrios que se generan en procesos que tienden a debilitar la actividad productiva de instituciones públicas y privadas más directamente conectadas con el exterior a través de los insumos que procesan y de los productos que deben colocar en el mercado. Hay que intercambiar con el exterior y para poder hacerlo de forma constructiva se precisa tener ciertas «válvulas de seguridad», una de las cuales es la institución universitaria. La propia universidad es una institución que ha probado múltiples formas de relacionarse con el exterior, sabiendo beneficiarse sin desvirtuar su naturaleza y fines de institución perteneciente a un determinado país. ii) He señalado cómo el cultivo de la investigación científica en las instituciones universitarias no sólo trae consigo el beneficio evidente de profundizar el conocimiento, básico o aplicado, sino que también tiene una serie de consecuencias beneficiosas para que una universidad se acerque más al nivel que han logrado algunas de las mejores en todo el mundo. Este cultivo de la investigación científica no sólo debe reducirse al de las llamadas ciencias duras o naturales y las ingenierías relacionadas, sino que de manera urgente debe hacerse también en las disciplinas más cercanas a las ciencias sociales. De acuerdo a este análisis, esto último no es sólo cuestión de
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que toda profundización y extensión de la «cultura general» es evidentemente beneficiosa, sino una necesidad imperiosa para sociedades inmersas en una situación mundial de grandes desequilibrios, de manera de orientar las decisiones que la afectan a nivel colectivo, teniendo en cuenta su naturaleza y fines legítimamente alcanzables para preservarse como tal, entre otras razones, para contribuir a proteger la diversidad de culturas como patrimonio de la humanidad. iii) He señalado cómo a nivel del país no puede ser sino beneficiosa la colaboración entre universidades oficiales y privadas. Con relación a estas últimas, y sin detrimento del hecho de que el Estado debe seguir promoviendo la universidad pública, la industria privada podría contribuir en mucho a hacer crecer las universidades privadas ya existentes y a fundar nuevas instituciones de este tipo. iv) Ultima, y no por ello menos importante: vista la gran diversidad de actividades que puede cubrir una institución universitaria y del impacto beneficioso que pueden tener esas actividades en la sociedad a la cual pertenece dicha institución universitaria, los que laboramos en esas instituciones debemos tener conciencia clara de la enorme responsabilidad que nos atañe en hacerlas funcionar mejor de lo que vienen haciéndolo en los últimos años. Sin caer en las críticas desbocadas de quienes sostienen que la universidad no ha contribuido en casi nada a mejorar nuestro país, pues un rápido análisis dice lo contrario, si es cierto que la universidad como institución viene realizando una labor muy inferior a la que podría realizar, y que si he logrado aclarar que la mejora de esas actividades en el ámbito nacional es uno de los pasos necesarios para garantizarnos la existencia como pueblo, habré cumplido con uno de los propósitos de esta intervención. Muchas gracias...
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La Universidad frente a los desafíos de la sociedad del conocimiento JOSÉ IGNACIO MORENO LEÓN 1
En primer lugar quiero felicitar a los dos expositores que me precedieron por lo interesante de sus propuestas y, sobre todo, porque prácticamente coincido en todo lo que ellos han dicho acerca de la universidad que tenemos y la universidad que debemos tener. Mi presentación va a concentrarse fundamentalmente en exponer lo que considero son los retos de la universidad frente a los nuevos tiempos que estamos viviendo, los cuales podríamos resumir en cuatro grandes desafíos. El primer lugar la necesidad de asumir un papel de mayor protagonismo en la sociedad que se está configurando como producto de las nuevas realidades generadas por el proceso de globalización y que caracterizan al nuevo milenio y a la llamada Sociedad del Conocimiento. En segundo lugar, el reto de contribuir a darle sentido humano a ese proceso y sobre todo al movimiento de integración continental, que es lo que más directamente nos atañe como habitantes de la comunidad latinoamericana.
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Ingeniero graduado de la Universidad de Luisiana (USA), Master en Administración de Empresas de la Universidad Central de Venezuela y en Administración Fiscal y Desarrollo Económico de la Universidad de Harvard, Fellow en el Center for Internacional Affaire de la Universidad de Harvard. Profesor Agregado de la Universidad Central de Venezuela y de la Universidad Simón Bolívar. Actualmente se desempeña como profesor titular y Rector de la Universidad Metropolitana, como Consultor de empresas financieras y corporaciones multinacionales, Vice-Presidente Región Caribe de la Organización Universitaria Interamericana-OUI y miembro del Consejo de Asesores Internacionales de UNIVERSIA.
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El tercer reto tiene mucho que ver con los anteriores y es el de profundizar el compromiso cívico y los responsables sociales de las universidades frente a los grandes desafíos del desarrollo de nuestros pueblos y, en especial, frente a la crisis social e institucional de la región. Es obvio que para lograr ese nuevo posicionamiento y poder enfrentar con éxito los retos anteriores, la universidad tiene que cambiar y ese es el reto que yo identifico como el cuarto reto, el de vencer la inercia y lograr esa transformación necesaria, a los fines de poder cumplir con los compromisos perentorios planteados en nuestras sociedades. Para tener una visión más objetiva del escenario frente al cual está enfrentada la universidad, no solamente en América Latina sino en el mundo y también, desde luego en Venezuela, hemos planteado de manera esquemática lo que son esas nuevas realidades que empezaron a acentuarse en las últimas cuatro décadas, pero especialmente después del derrumbe del muro de Berlín y a principio de los años 80, cuando se liberó el Internet para usos civiles y se puso de manifiesto que estábamos frente a lo que personas como Peter Drucker, Alvin Toffler y Fernando Enrique Cardozo han identificado como la sociedad post capitalista ó el «Nuevo Renacimiento» o nueva revolución industrial. Ante estos cambios se está configurando en el mundo una nueva realidad que, en lo económico, muchos la identifican como la nueva economía y otros hablan de la sociedad global o la sociedad del conocimiento, que hasta ahora no parece estar encaminándose de manera cierta a resolver los grandes problemas que vive la humanidad, porque las estadísticas nos dicen que en lo social precisamente los problemas se han agravado. Las tensiones sociales han aumentado por la profundización de la brecha entre sociedades opulentas y sociedades pobres; e inclusive dentro de las mismas sociedades opulentas por bolsones de pobreza versus grupos muy reducidos de grandes privilegiados. Por ello se habla del peligro de que el proceso de globalización pueda transformarse en una crisis global si no se revierten las tendencias excluyentes del mismo. Ante estas circunstancias la
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universidad no puede permanecer indiferente, y menos cuando observamos que, especialmente América Latina, presenta indicadores realmente alarmantes, tanto en el ámbito social, como en el económico y en el político y moral. En términos sociales las cifras de la pobreza y de la iniquidad se han incrementado, por lo que América Latina se identifica como la región más desigual del planeta. A nivel de países tenemos que desde el principio de los años 90 y a finales de esa década, la tendencia a la desigualdad se ha acentuado, por lo que cuando comparamos la región con el resto de mundo, América Latina se identifica como la región más inequitativa, con tendencia a empeorar por razones de una serie de circunstancias, ante las cuales creemos que la universidad debe reaccionar porque tiene mucho que aportar en la lucha a fondo para erradicar la pobreza y la inequidad social. Hay otro aspecto que tipifica la crisis de América Latina y se refiere a ese Círculo Perverso que nos plantea que mientras menos posibilidades se le dan a las clases de menos recursos para acceder a la educación superior, menos posibilidades tienen de salir de su situación de extrema pobreza y, como consecuencia perversa, mientras más pobres son, menos posibilidades tienen los marginados de beneficiarse de niveles superiores de educación. En ese círculo perverso la universidad tiene igualmente mucho que aportar, abriéndose de una manera más democrática y participando en el fortalecimiento de los niveles inferiores de la oferta educativa, a fin de ampliar la cobertura educativa y mejorar la calidad de estos estratos del sistema, para facilitar el acceso de los pobres a mayores niveles educativos. En el campo de la ciencia y tecnología, el continente latinoamericano representa una de las regiones del mundo donde menos se está haciendo en la trasformación de la sociedad a través de la investigación y el desarrollo tecnológico, lo cual debe ser una estrategia fundamental para reducir la dependencia que tenemos de los países más avanzados. Conviene destacar que lo poco que se invierte en investigación y desarrollo en América Latina, corresponde fundamentalmente a inversión gubernamental,
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ya que es muy pobre la participación del sector productivo privado a esta actividad. En cuanto al acceso a las nuevas tecnologías de la informática y, en especial a Internet, se dice que una de las características de esta nueva realidad que estamos viviendo, a nivel global, es el uso masivo de Internet. Hasta principios de los años 80 el Internet se había mantenido, no digamos que en secreto, pero sí como una herramienta casi exclusiva del mundo militar y, en algunos casos limitados, como servicio de apoyo académico; pero a partir de que se abrió Internet al uso masivo pasó a formar parte de uno de los componentes claves de esta revolución tecnológica, de eso que se llama la revolución de la informática y del conocimiento. Sin embargo, vemos que ésta no es todavía una herramienta que sea fácilmente accesible a los países menos desarrollados. Por ello se habla de los que pudiéramos llamar los «Inforicos», que representan alrededor de 4 millones de personas, apenas el 7% de la población mundial y manejan la producción del 53% de los conocimientos, concentrándose en Estados Unidos y Canadá el 70% de lo que va a los contenidos académicos por Internet, mientras que en países «Infopobres» como África Subsahariana el acceso a Internet beneficia sólo a menos del 0,4% de la población. También es reducido aún el acceso a Internet en América Latina, especialmente para las poblaciones de menores recursos. Hay otro tema que debemos resaltar en el análisis de la realidad latinoamericana en cuanto al importante papel de compromiso impostergable de las universidades para transformar dicha realidad, se refiere a lo que conceptualizamos como el Capital Social y la necesidad de promover su expansión como estrategia de desarrollo humano continental. Una de las características de América Latina es el déficit tremendo en valores como la ética, la falta de solidaridad, la falta de conciencia cívica y de espíritu de asociatividad y el desconocimiento de cómo actuar en una democracia moderna. Todo ello representa un profundo déficit de capital social que actúa como pesada rémora al proceso de desarrollo latinoamericano, ya que
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está estadísticamente demostrado que mientras más elevado es el nivel o el activo de capital social de un país, más alto nivel de desarrollo humano tiene el mismo. Así vemos como los países escandinavos y Canadá, Singapure, Estados unidos, entre otros, que han tenido en los últimos 20 ó 30 años el liderazgo del desarrollo, entendido en el sentido integral como el desarrollo humano, son países que tienen un importante activo de capital social que estudiosos del tema como Francis Fukuyama lo identifica con el clima o nivel de confianza, social e interpersonal, prevaleciente en un conglomerado humano. Es decir, países donde la sociedad opera sobre la base de la confianza son países que por estas condiciones o valores sociales han logrado notables niveles de desarrollo. Por otra parte, vemos que los países latinoamericanos, en promedio, tienen muy bajos valores de capital social, y desde luego, pobres indicadores de desarrollo humano. Pero igualmente el capital social lo podemos enfocar no sólo como factor condicionante del desarrollo, en términos de desarrollo humano, como lo identifica las Naciones Unidas; sino también en términos de desempeño económico específicamente. Igualmente las estadísticas internacionales demuestran como los países que tienen los más altos niveles de desarrollo económico per cápita, son los países que tienen el más elevado ranking de activos de capital social; por el contrario, los países con más bajo nivel de desempeño económico se identifican como bastante pobres en capital social. Como complemento a las consideraciones anteriores, es importante igualmente observar la correlación entre los niveles éticos de una sociedad y su estado de desarrollo. Hace poco Transparencia Internacional hizo público su informe anual sobre la percepción que tienen las sociedades de los países en relación a los valores éticos y, especialmente, al tema de la corrupción. En dicho informe se observa que los países en donde la sociedad opera con un elevado clima de confianza son países donde la corrupción es muy baja y en donde existen altos niveles de ingreso per cápita; mientras que países en donde la confianza opera muy poco en las relaciones sociales y se per-
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ciben frecuentes situaciones de corrupción, como es el caso de varios de los países de América Latina, son países que no han podido salir del subdesarrollo. La fragilidad institucional es también otro aspecto que frena el desarrollo en América Latina. En la región la percepción que se tiene es de que hay poca satisfacción con el desempeño de la democracia, en la forma como hasta ahora la hemos tenido, inclusive en los indicadores que identifican estas realidades, Latinoamérica está por debajo de algunos países asiáticos, de la India y cercano a Europa del Este que hace poco incorporó la democracia como sistema de gobierno. Sin embargo, a pesar de lo anterior, persiste la creencia en los ciudadanos de que no puede haber democracia sin los partidos políticos y ya esto es algo importante. Insistimos en que, ante las preocupantes realidades referidas, la universidad latinoamericana no puede permanecer indiferente. Por ello el gran reto es el de contribuir a darle sentido humano a la globalización y a los procesos de integración continental. En este sentido, las universidades en América Latina deben asumir dos grandes responsabilidades a nivel continental; en primer lugar, deben formar los profesionales adecuados para los procesos de competencia que nos plantean los mercados globales; profesionales que puedan desempeñarse en cualquier lugar y que puedan mantenerse competitivos a lo largo de toda su vida, pero además, profesionales que sean capaces de enfrentar como ciudadanos integrales ese déficit de capital social que sufre la región para lograr que nuestras sociedades superen el pobre nivel de confianza que, como hemos indicado, explica en gran medida el bajo nivel de desarrollo, entendido como el desarrollo con sentido humano y sustentable. Los días 2 al 5 de octubre de 2005, participamos en Florianópolis, Brasil en la XIV Asamblea Bienal de la Organización Universitaria Interamericana (OUI), en la cual el tema del compromiso cívico, la responsabilidad social de las universidades era el objeto fundamental de la agenda de ese encuentro que reunió a cerca de 400 instituciones de educación superior de las
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Américas. En ese magno evento universitario y, por iniciativa de la Región Caribe de la OUI que presidimos, se discutió sobre la idea de promover un Pacto Social Universitario para lograr una mayor participación de las universidades en la búsqueda de soluciones a los graves problemas de la región y para que estas instituciones participen, de manera activa en los procesos de integración continental, haciendo que los mismos se promuevan con un sentido que no solamente tenga que ver con lo económico, sino también con lo social, con lo humano en general. Para ello, en este planteamiento hicimos una especie de listado de cuestiones sobre las cuales las universidades deben, a través del Pacto Social Universitario, comprometerse para ayudar a que la región supere la situación de estancamiento en que se encuentra. Desde luego, insistiendo en este reclamo a los Jefes de Estado para que los gobiernos tomen más en cuenta las universidades en las investigaciones y formulación de políticas públicas para un desarrollo con sentido humano. Por lo anterior, reiteramos la importancia del reto que tiene la universidad en América Latina, de asumir el compromiso cívico y la responsabilidad social, con acciones específicas como las que hemos propuesto en Florianópolis, dentro del Pacto Social Universitario. En la agenda de ese Pacto Social Universitario, una de las tareas propuestas de mayor envergadura lo constituye la lucha que deben emprender las universidades para ampliar la cobertura educativa y mejorar las posibilidades de acceso y calidad de los niveles inferiores del sistema de educación. Se pretende con esta iniciativa romper ese círculo perverso de la iniquidad educativa y de la pobreza que tiene mucho que ver con el limitado acceso a niveles superiores de la educación que confrontan las clases marginadas del continente. En este campo de acción las universidades pueden contribuir eficazmente, a través de las nuevas herramientas que nos da la Internet, por ejemplo, para llevar programas universitarios virtuales, a los sectores menos favorecidos. Ya hay algunas experiencias exitosas en Brasil y México. Pero también las universidades, además de promover alianzas estra-
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tégicas con los niveles inferiores del sistema para mejorar la educación en esas instancias, deben defender el principio de la autonomía y el pluralismo académico e incluir el tema del capital social como parte del modelo educativo, fundamentado en una pedagogía de valores. En la Universidad Metropolitana hemos adoptado desde hace más de cinco años esa estrategia, por ello la formación de nuestros estudiantes no solamente está orientada a desarrollar profesionales de excelencia con capacidades emprendedoras y competitivas en los mercados globales y para que sean capaces de mantenerse actualizados por su propia cuenta; sino sobre todo para que sean buenos ciudadanos, profesionales habilitados no sólo para buscar un buen empleo, sino también para ser emprendedores, es decir, innovadores en las empresas y generadores de nuevas empresas. Pero fundamentalmente para ser líderes con conciencia cívica y responsabilidad social, capaces de lograr las transformaciones que permitan que la región supere la pobreza y la exclusión social, fortalezca su institucionalidad democrática y logre un proceso de desarrollo humano sostenible y equitativo. En nuestra universidad estamos promoviendo la enseñanza y práctica del capital social como estrategia de cambio cultural y actitudinal para erradicar la mentalidad rentista y paternalista y promover la cultura proactiva, productiva y solidaria para enfrentar las nuevas realidades globales que no sólo plantean los retos de la competitividad, sino que igualmente requieran de cambios sustanciales para incorporar el sentido humano en la nueva economía global que se está construyendo. Para enfrentar el subdesarrollo tecnológico, la universidad latinoamericana debe incrementar sus programas de postgrado e investigación y creación intelectual. En este aspecto creemos que una institución para llamarse universidad debe tener un alto componente de post grado y, sobre todo, de investigación y desarrollo; sólo así y con el apoyo decidido gubernamental y de los sectores productivos se podrá ir cerrando la brecha y el rezago tan preocupante que tiene la región en este campo.
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En el caso de las universidades de gestión privada, que en la región tienen un aporte muy limitado a la investigación y desarrollo, se hace necesario que el Estado y los sectores productivos contribuyan igualmente de manera más activa en la promoción de programas y proyectos, apoyando iniciativas de innovación tecnológica y creación intelectual que puedan generarse en estas instituciones de educación superior. A propósito de lo anterior debo aclarar que no compartimos esa dicotomía entre universidades públicas y privadas. Coincidimos con la tesis de la UNESCO de que la educación es un servicio público y que la diferencia es que en algunos casos puede ser ejercida por el Estado y en otros puede ser gerenciada por iniciativa privada, pero que en el fondo se trata de una responsabilidad pública. Por eso cuando hacemos referencia a las pocas iniciativas que han tenido las mal llamadas universidades privadas en el ámbito de la ciencia y la tecnología, creemos que es necesario que en las políticas de Estado de alguna manera las universidades de gestión privada deben ser tomadas más en cuenta para programas de investigación y desarrollo y deben promoverse alianzas con universidades gerenciadas por el Estado para que, en esfuerzos conjuntos, se puedan elevar los niveles de investigación y desarrollo en la región. Los docentes son un factor fundamental en los cambios que requiere la universidad en América Latina. Al fin y al cabo la universidad la constituyen sus autoridades, estudiantes y los docentes. Por ello, para impulsar las transformaciones planteadas es importante rejerarquizar social y económicamente la profesión del docente y elevar su calificación académica a través de programas de maestría y doctorado. De esa manera se minimizarán las resistencias a los cambios y promoverá la participación protagónica de los docentes como agentes de dichas transformaciones. Es oportuno informar que en la Universidad Metropolitana nos hemos propuesto a que en pocos años todos nuestros profesores, a tiempo completo, tengan doctorado. Actualmente hay
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un porcentaje importante ya con doctorado y el resto haciendo programas de 4° y 5° nivel, como condición fundamental para asegurar su acreditación académica. Frente al reto fundamental de estas reformas, debemos estar concientes que la universidad es una institución en crisis permanente; que no se puede hablar de universidad si no se habla de crisis, porque cuando la universidad no está en crisis y no está en construcción permanente, no es universidad. Esa crisis tiene mucho que ver con el equilibrio que debe mantener la universidad entre ese mundo ideal para el cual la universidad debe cumplir una función importante, ese responder a las demandas del entorno, esa tendencia hacia enconcharse y ampararse en el academicismo, esa peligrosa tendencia a convertirse en máquinas de producir graduados bajo esquemas populistas, en el caso de universidades públicas, o por consideraciones mercantilistas en universidades de gestión privada. Creo que efectivamente como se planteó en el objetivo de esta sesión, la universidad a nivel mundial y, en el caso de América Latina con más razón, está sometida a grandes presiones y debe responder sobre todo haciendo un gran esfuerzo de reformas internas que permitan romper con ese claustro encerrado y ajeno a lo que está pasando en su entorno que es la situación común en muchas universidades tradicionales. Yo diría que por la crisis social que estamos viviendo la universidad debe buscar mecanismos que le permita ser más activa sin convertirse en agencia de planificación y desarrollo en la promoción de su aporte para mejorar las condiciones de su entorno y de su país, contribuyendo con los cambios que en la región se requieren para que América Latina y nuestro país, en particular, salgan del subdesarrollo, con un fortalecimiento de las instituciones sobre todo de la institucionalidad democrática. Sólo así la universidad podrá sobrevivir, en ese mundo de nuevas y complejas realidades generadas por la globalización contemporánea. Todo lo anterior nos permite aseverar que estamos en la antesala de lo que pudiéramos llamar una nueva revolución universitaria. La primera la tuvimos en América Latina cuando a
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mediados de los años 20, la universidad latinoamericana dejó de mirarse el ombligo y empezó a plantearse nuevos retos en función de lo que estaba pasando en el continente en esa época, así fue como surgió el Movimiento de Córdoba que produjo grandes logros en la universidad latinoamericana. Dados los nuevos retos que confrontan estas instituciones de educación superior en la Sociedad del Conocimiento, se hace necesario un nuevo despertar de la universidad, ya que al fin y al cabo si la universidad es la productora y la divulgadora del conocimiento, tiene que cumplir un papel protagónico en estas nuevas realidades que estamos viviendo, signadas por un acelerado cambio tecnológico y un proceso globalizante que afecta todas las facetas del quehacer humano. Muchas gracias.
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La Transformación Universitaria y las Relaciones Ínter universitarias: Necesidades improrrogables CLAUDIO BIFANO
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Siempre es útil un ciclo de Foros que permita plantear reflexiones acerca de la necesidad de la transformación y actualización del sistema Universitario. Lo ha sido desde hace muchos años, pero a fuerza de repetir lo que debería hacerse para lograr una Universidad plenamente situada en el contexto mundial, adaptada al ritmo de la vida de hoy, que satisfaga indicadores de éxito, como la calidad y la eficiencia académica, sin que nada, o muy poco se haya logrado, hace que casi cualquier cosa que pueda decirse sobre este asunto tenga olor de lugar común. Sin embargo, parece que hay que seguir remachando, con terquedad, algunos de esos «lugares comunes», no cansarse de decir, por ejemplo, que hay escasez de recursos humanos capacitados para impartir una docencia universitaria de alta calidad y muchos menos aún con competencia para hacer investigación 1
Licenciado en Química de la Facultad de Ciencias de la Universidad Central de Venezuela (1962) y Ph.D. en Química de la Universidad de California, (1975). Profesor Honorario de la Universidad de Carabobo. Profesor Titular de la Universidad Central de Venezuela. Ha sido Secretario Académico de la Comisión de Estudios para Graduados de la Universidad Central de Venezuela y Director de Postgrado de la Facultad de Ciencias. Vicepresidente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas, CONICIT; Secretario General de AsoVAC y Presidente de la Asociación para el Progreso de la Investigación Universitaria APIU (UCV). Actualmente es Presidente de la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales, Coordinador del Consejo Consultivo Nacional de Postgrado; Presidente de la Sociedad Venezolana de Química y Miembro del Centro de Estudios de América.
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que verdaderamente cree conocimiento nuevo; que la masificación estudiantil atenta contra la calidad de la enseñanza; que es indispensable la evaluación sistemática del desempeño de los profesores; etc. etc. Todo eso, y mucho más, como es bien sabido, ha sido dicho por especialistas y no especialistas en la materia y en algunos casos reconocidos exponentes de la vida universitaria han asomado planes para orientar el quehacer universitario que pudieron atenuar muchas fallas y permitirle desprenderse de lo mediocre, pero que desafortunadamente no han tenido repercusión alguna. De manera que, a pesar de estar bien establecidos, vamos a insistir en algunos conceptos básicos sobre la función de la Universidad, antes de pasar a hacer consideraciones en relación al tema objeto de este foro. La formación que ofrecen los estudios universitarios a la sociedad siempre ha sido y es de carácter profesional, científico y humanístico y, en consecuencia, la enseñanza de nivel superior consiste en cursos teóricos y prácticos, en todo caso de alta calidad, dirigidos a la formación de un profesional capaz de prestar servicios al país, adaptados a las especificidades que les son propias, pero siempre a la altura de las exigencias de la sociedad de nuestro tiempo. Igualmente a través de ciclos de seminarios, discusiones y oferta de cursos de ampliación de conocimientos, es un recinto para mejorar y ampliar la cultura general y la capacidad analítica y crítica de la población, elementos esenciales para tener una sociedad más independiente y con una visión actual de los acontecimientos sociales. Una sociedad que sepa preservar su identidad cultural e histórica y que a la vez sepa apreciar, en su justo valor, las culturas de otros países. También corresponde a la Universidad realizar investigación, tanto la referida a la generación como a la aplicación del conocimiento científico, tecnológico y humanístico, dirigida y ejecutada por profesionales de alto nivel de formación que, en virtud de ello, puedan contribuir acertadamente a dar respuestas a crecientes demandas sociales.
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Quienes sientan las bases del desarrollo social buscan una Universidad inserta en la sociedad, vinculada a las empresas y al sector financiero; una Universidad creadora, que basa su oferta de estudios en la calidad de su plataforma académica y de investigación, en la movilidad de profesores y estudiantes, en acuerdos interuniversitarios, una Universidad, en fin, que pueda conducir al país por derroteros de progreso. Sin embargo, en los tiempos que corren en nuestro país, la gestión de la educación superior se torna cada vez más compleja y su concepción mediatizada por supuestas formas «alternas» de ofrecerla. Efectivamente, las Misiones Ribas y Sucre2 , para la educación media y la superior respectivamente, que desde algunos años se han formalizado y la formación de Médicos Integrales Comunitarios, que son programas promovidos y fuertemente financiados por los organismos del gobierno responsables de la educación, obligan a las Universidades a reasumir con mucho mayor cuidado la discusión sobre la transformación universitaria. La decisión del gobierno de garantizar el ingreso a la Universidad a todo estudiante que haya terminado el ciclo de educación media -tanto por haber concluido el Bachillerato como por haber egresado de la Misión correspondiente- aduciendo que éste es un derecho constitucional que tienen los jóvenes que han logrado obtener el certificado correspondiente, hace que resulte indispensable reflexionar muy seriamente en cuanto a la formación de los futuros profesionales del país.
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“La Misión Ribas es un programa educativo alternativo que te proporciona la oportunidad de continuar los estudios de bachillerato, mediante un régimen especialmente adecuado a tu condición de adulto y a tus exigencias de responsabilidad, autonomía, ritmo de desarrollo y necesidades personales de superación con visión social en el colectivo al cual perteneces.” “…la educación como el principio articulador del desarrollo con equidad social, y habida cuenta de que los esfuerzos realizados en materia de acceso a la educación media han resultado insuficientes,…” el Estado venezolano se ha visto obligado a “asumir medidas que garanticen la justicia social como lo ordena la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela” creando la Comisión Presidencial Misión Ribas el 16 de octubre de 2003, mediante el Decreto 2.656 ” Tomado de la pagina web de las misiones…
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Al dejar de tener las Universidades el derecho exigir a quienes aspiran seguir una determinada carrera, un cierto nivel de conocimientos para ser admitido, las obliga a tener que pensar muy seriamente en el como desempeñar su papel sin menoscabo de los valores académicos que la definen, que funcione con equidad y que al rendir cuenta de sus acciones no sienta vergüenza por la calidad del servicio prestado. Tratar de visualizar como las Universidades pueden aceptar un número mucho mayor de estudiantes del que actualmente tienen -que es ya muy elevado- y como deben manejarse para atender de manera apropiada poblaciones estudiantiles que, a nivel medio, han recibido una formación diferente y formarlos a la altura de las exigencias de unos estudios universitarios serios que les permitan estar en capacidad de enfrentar problemas de valor social, es algo que no admite demoras. Como hacer, como bien dijo Mario Bunge, aunque en un contexto diferente, que las Universidades puedan ser algo más que «un lugar de trabajo, que «más que conocimientos produce diplomas que permiten a los jóvenes una forma de ganarse la vida y mantener o alcanzar un cierto status social», es un cometido que hay que enfrentar con mucha seriedad, con decisión y con rapidez. El reto de satisfacer las exigencias del presente En las últimas décadas del Siglo XX se ha acentuado el avance del desarrollo científico y tecnológico que conlleva un extraordinario potencial de transformación del entorno natural y de producción de bienes manufacturados y servicios para la sociedad. Las tecnologías de la información han creado un mundo nuevo y globalizado de beneficios innegables, pero al mismo tiempo profundas asimetrías en la distribución de la riqueza, en los valores ambientales y en la capacidad de apropiación del conocimiento científico. Y una de las consecuencias es que la economía de los países desarrollados se ha venido transformando por efecto de nuevos modos y procedimientos en la forma de actuar del mundo empresarial, específicamente en lo que se refiere al flujo de ideas, a la gestión, a la organización y a los procesos.
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A las sociedades que han asimilado esta nueva forma de entender la actividad productiva y la generación de bienes y servicios se las ha venido dominando «Sociedades del Conocimiento» y son aquellas que han agregado significativamente este componente a los factores tradicionales de riqueza como lo son el trabajo, el capital, la energía y la tierra. El logro de estas metas están muy condicionadas a la actividad académica y es por ello desde hace tiempo se viene insistiendo en la necesidad de transformar el proceso educativo desde los primeros años hasta el nivel universitario y sobre todo de garantizar la contribución de las Universidades para la construcción de esta sociedad del conocimiento. Con relación a este punto la European University Association, en su Declaración de Glasgow «Universidades fuertes para una Europa fuerte», al referirse a las acciones que puedan desarrollar las Universidades para construir una Europa capaz de jugar un papel preponderante en un el mundo globalizado, expresa lo siguiente: “ Europa necesita universidades fuertes y creativas como actores claves para dar forma a la sociedad europea del conocimiento a través de su compromiso de amplia participación y educación permanente, así como mediante su promoción de la calidad y la excelencia en las actividades de docencia, aprendizaje, investigación e innovación”. Instituciones de alto valor educativo, en términos de formar capital humano que reúna características de excelencia y creatividad son igualmente esenciales para países como el nuestro y para alcanzar esa meta, también en nuestro medio se habla de la transformación de la Universidad, pero todavía en términos vagos. Decimos vagos, porqué para lograrlo es imprescindible romper con los marcos de referencia de la organización universitaria y de sus complicadas estructuras burocráticas y esto está bastante lejos de ser una realidad a corto plazo. No es atrevido decir que en estos aspectos, las nuestras están más cerca del modelo de Universidad que se instauró en el Siglo XIX que a las que son capaces de responder ágilmente al espectro de demanda que impone una sociedad que demanda el uso del conocimiento como factor decisivo para el desarrollo productivo y social de un país.
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Los responsables de la transformación ¿De donde puede y debe salir la transformación de la Universidad? A nuestro juicio la respuesta es que la transformación universitaria debe ser liderada por el profesorado y en consecuencia su magnitud dependerá del compromiso que asuma el claustro. Creemos firmemente que, al igual que la calidad de la enseñanza que se imparte, el aggiornamento de las Universidades es una responsabilidad que concierne principalmente a la comunidad universitaria de profesores, y debe estar respaldada en los valores sustantivos de la institución, que no pueden ser otros que los académicos. Pero antes de pasar al tema de la transformación tal vez podrían ser útiles algunas consideraciones acerca del cometido y del compromiso del Profesor Universitario. Decimos esto porque nos parece importante reivindicar la importancia del «oficio de Profesor», como valor académico esencial. Y es necesario hacerlo en virtud a que a veces la docencia es relegada a un segundo plano por la exigencia que la Institución, o algunas aparentes «buenas ideas», como los programas de estímulo a la investigación, que inducen a los profesores a dedicar buena parte de su tiempo a realizar investigación que produzca conocimiento recopilable en revistas internacionales, esencialmente para justificar un aumento de presupuesto en el primer caso y para complementar el salario en el segundo. Enseñar bien exige gran dedicación, no sólo para preparar una clase magistral, sino para preparar materiales que puedan estimular las capacidades y la curiosidad de los alumnos, atender sus consultas y realizar una evaluación permanente. Un profesor competente, además de dominar el conocimiento que imparte, no por haberlo aprendido en los libros, sino por haberlo aplicado a través de la investigación, deberá tener alguna experiencia profesional en su campo, estar abierto a nuevas ideas, no ser dogmático en sus conocimientos y estar en permanente actualización. Al dar un gran peso a la generación de conocimientos, hay que admitir que se corre el riesgo de disminuir el estímulo del 80
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Profesor para dar clase, preparar material docente o participar en proyectos que no contribuyen directamente a la mejora del conocimiento científico. Una combinación equilibrada de calidad docente y generación de conocimiento nuevo es el requisito que define al docente Universitario como Profesor- Investigador y representa, sin duda, la receta a seguir aunque su proporción pueda variar de acuerdo a las áreas de competencia. Si se acepta que la calidad del egresado es el principal producto de la Universidad, el estimulo o el desestímulo que los Profesores sientan por la tarea docente -entendida como lección magistral o como adiestramiento en investigación- es determinante en la calidad de la Universidad. Un análisis de desempeño de nuestro sistema de educación superior, en términos de número de graduados o de la calidad de la docencia que se imparte en algunas de nuestras Universidades, indica que pareciera necesario repetir que en un sistema educativo que se respete no pueden tolerarse ofertas de estudio que no cumplan a cabalidad con estándares de calidad a la altura de las exigencias actuales. Y que es inconcebible que en una Institución de educación superior seria se improvisen clases y seminarios, o se remedien tesis de grado porqué no se dispone de líneas e infraestructuras de investigación que puedan respaldarlas. La educación, al igual que el tema de la miseria, ocupa un lugar significativo solamente en la retórica oficial (o del gobierno que es quien aporta los recursos para su funcionamiento); de manera que si nos preguntáramos quienes pueden y deben poner a funcionar un modelo de universidad capaz de enfrentar los «variados problemas que aquejan a nuestra sociedad», como suele decirse, casi siempre sin una idea precisa de lo que esto significa, la respuesta no debería ser el Estado, repetimos, a nuestro juicio, es a los profesores y de manera particular, aquellos a quienes competen responsabilidades de dirección institucional. Una aseveración muy trillada, principalmente en las universidades autónomas, es que los problemas que deben enfrentar estas instituciones son más políticos que académicos. Para nosotros,
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esta aseveración es falsa y hasta perversa podría decirse, que ha allanado el camino a muchos profesores, académicamente mediocres, para alcanzar altos cargos de representatividad institucional. A pesar de estar conciente de ser innecesariamente reiterativo, quiero insistir que las únicas fuerzas que deben prevalecer en la Institución universitaria son la razón de los argumentos y la hoja de vida de sus integrantes. Y que es a través de un trabajo realizado con honestidad académica, dedicación a la docencia y a la productividad en la investigación y con un comportamiento civilizado de sus miembros, capaz de respetar las controversias, como puede alcanzarse una Universidad mejor de la que tenemos. Nuestras Universidades están urgidas de valores académicos y sociales sólidos que se reflejen en sus contribuciones a la sociedad; lograrlo depende del esfuerzo y del compromiso de los Profesores Universitarios, desde cualquier posición que ellos ocupen. Estamos convencidos que la transformación universitaria no es un asunto que concierne a una u otra Universidad; es un tema que atañe a todo el sistema universitario, público y privado, y por tanto debe ser tratado de manera conjunta, sin pérdidas de tiempo. Proponemos por lo tanto, como materia de alta prioridad, urgir a las Universidades abrir espacios de discusión que permitan revisar conjuntamente las líneas maestras de la estructura académica vigente, el impacto de los planes de estudio, de los programas de investigación y de las relaciones con el entorno social y productivo. Relaciones Inter universitarias Cuando se habla de las relaciones Inter-universitarias siempre se reconoce que la cooperación interinstitucional debería ser uno de los sellos característicos de la enseñanza de nivel superior. Efectivamente a nadie escapa que ninguna Universidad es autosuficiente. El uso compartido de recursos humanos y
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materiales facilita la introducción de nuevos métodos de enseñanza, de reorientar currículos, de diferenciar entre formación académica y profesional; en una palabra, de promover la innovación institucional. Una de las formas más usuales es la creación de redes académicas. Hay muchos ejemplos de esta forma de colaboración que estimulan la movilidad interinstitucional de estudiantes y profesores, de pre y postgrado, como vía para utilizar las fortalezas académicas disponibles en diversas instituciones en beneficio de un mejoramiento de la calidad de la investigación y de la enseñanza superior y para privilegiar el uso del conocimiento, como respuesta a la creciente necesidad de información científica y tecnológica por parte de la sociedad. Por estas razones, aumentar las relaciones académicas entre las Universidades, estableciendo convenios interinstitucionales de apoyo mutuo que contemplen, por ejemplo, la organización de bases de datos; la integración de esfuerzos para la oferta de cursos de postgrado, que a la vez lleven al diseño de líneas de investigación de interés común, intercambiar información científica y tecnológica, así como programar intercambios académicos para profesores y estudiantes, particularmente de postgrado, que contemplen actividades de investigación, de docencia y de extensión, son, entre otras muchas, acciones que fortalecen la Institución Universitaria haciendo uso racional y eficiente de las disponibilidades humanas y de infraestructura con que cuenta cada una de ellas.. A pesar de que todo lo dicho sea por demás evidente, establecer una política que privilegie las relaciones ínter universitarias no es moneda de uso común en nuestro sistema de educación superior. En muchas Universidades nuestras hay ejemplos de cooperación entre laboratorios y a veces entre grupos de investigación, e inclusive de intercambio de profesores para satisfacer necesidades docentes, pero son acciones promovidas por intereses particulares, más que por una política institucional. Sin querer negar los efectos beneficiosos de ese tipo de
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iniciativas, a nuestro juicio, es perjudicial para las Universidades que no existan políticas que promuevan y apoyen las relaciones ínter universitarias y es un error de la alta gerencia universitaria que aún no se hayan definido temas de interés institucional, a ser desarrollados en el marco de una efectiva cooperación ínter universitaria y, más aún, que no se establezcan compromisos de alto nivel y un planificación que respalde y que incentive relaciones estratégicas, entre Universidades o entre Universidades y organizaciones de producción de bienes y servicios que fortalezcan la investigación y la docencia universitaria. Los Postgrados Integrados : Un programa que impulsa las Relaciones Inter Universitarias. Para ilustrar un ejemplo exitoso de integración entre universidades e institutos de investigación en nuestro país, me referiré a l Programa de Postgrados Integrados. Quienes tenemos contacto frecuente con las Coordinaciones, Decanatos o Direcciones de Postgrado de todas las Universidades Nacionales y las Instituciones debidamente autorizadas por el CNU para ofrecer cursos de postgrado, podemos apreciar el esfuerzo académico que se ha hecho y que se sigue haciendo en las Universidades para mejorar la calidad y la pertinencia de sus ofertas de estudios de postgrado. Podemos decir que en el país tenemos muy buenos programas de Maestría y Doctorado con una sólida base en investigación. Son programas que han nacido en Universidades e Institutos de investigación que al crearlos contaban con una infraestructura de investigación consistente, pero es esperanzador ver como van aumentando los grupos de investigación en los Centros de Educación Superior del país en diversas áreas del conocimiento y como, a través de la integración de los postgrados, se está logrando hacer crecer más rápidamente la infraestructura de investigación de Universidades emergentes, que tienen interés de desarrollar su potencial académico y ofrecer a la sociedad
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venezolana un servicio académico de muy alta calidad. Esta es la realidad positiva de este sector de la educación superior de nuestro país, que el proceso de evaluación que realizamos en el C.C.N.P.G. nos permite apreciar, y que valoramos con gran satisfacción. Hace ya unos años el antiguo CONICIT aprobó el Programa que se denominó «Apoyo a los Postgrados Integrados por Área»; una iniciativa cuya finalidad era la fortalecer el Sistema Nacional de Postgrado. Su objetivo era «propiciar, a través del financiamiento, la integración funcional de los diferentes postgrados existentes en una misma área del conocimiento, con el propósito de potenciar sus actividades y aprovechar más racional y eficientemente las capacidades humanas y materiales congregadas en ellos». Igualmente quedaba establecido que «… a través de este programa se favorecerá la integración de distintas instituciones, a objeto de promover el intercambio de docentes-investigadores y estudiantes, con acciones conjuntas para la formación de recursos humanos, preferiblemente a nivel de doctorado, y la generación de conocimiento a través de proyectos de investigación concertados o cualquier otra actividad que favorezca la cooperación entre instituciones y el mejor aprovechamiento de los recursos». Dejando claro que los estudiantes pertenecen a las instituciones en las cuales se inscriben y que los títulos los entregan las instituciones de origen, el Plan de Integración consistía en una programación de intercambio de profesores y estudiantes, y el reconocimiento académico de las actividades realizadas por los estudiantes en las diferentes instituciones, así como el uso compartido de equipos, infraestructura y recursos bibliográficos. Igualmente se contemplaba la organización de redes de información y eventos de interés común como seminarios de postgrado, escuelas temáticas. Las fortalezas del Programa están en la intención de buscar un mayor acercamiento y mayor comunicación entre los profesores – investigadores, de diferentes Instituciones, y la respuesta a la constatación de que no hay instituciones académicamente autosuficientes, a la hora de responder al compromiso de hacer
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investigación y docencia especializada y, finalmente, que compartir la infraestructura es la única manera de entender el sistema de educación superior como tal y puesto al servicio de los mejores intereses de la sociedad. Las debilidades, si así pueden ser calificadas, estriban en que requiere de una cuidadosa planificación y de recursos económicos que permitan la movilización de los estudiantes y profesores entre las diferentes universidades. El Programa tuvo muy buena receptividad en las Universidades y rápidamente se crearon los Postgrados Integrados en Química, Física, Biología Molecular, Ecología Antropología; y más tarde surgieron otras iniciativas en educación, finanzas, salud, etc. Esta iniciativa continúa y en la actualidad constituye una de las vías que apoya con fuerza el Núcleo de Autoridades de Postgrado, al momento de discutir nuevas ofertas de estudios de cuarto nivel. Pensamos que programas que favorezcan la integración podrían ser estructurados por las Universidades a nivel de pre y postgrado. A nivel de pregrado, por la vía de convenios que faciliten el tránsito de profesores. A nivel de postgrado como una forma de hacer posible que los centros de estudio de más reciente creación se desarrollen más rápidamente aprovechando la experiencia y las capacidades instaladas de las universidades más consolidadas; que se fortalezcan la docencia y los grupos de investigación aún incipientes y que los estudiantes conozcan una realidad diferente a la de su Institución. Estar en contacto con otros profesores, tener acceso a laboratorios equipados, seminarios, conferencias, escuelas temáticas, son maneras de ampliar y fortalecer su formación académica. Incrementar el número de postgrados integrados podría ser particularmente importante en estos momentos en que el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación ha dado a conocer su Plan Nacional 2005-2030. Sin intención de emitir juicios en torno al documento, que no es materia de esta discusión, en virtud del tema que tratamos,
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cabe destacar una propuesta y una meta, relacionadas con los estudios de postgrado, que se decretan en el Capitulo del Plan, referido al Marco Político y Estratégico. La propuesta dice «Los postgrados se usarán como la más eficiente instancia de investigación científica y tecnológica». Con relación a esta afirmación, es bueno recordar que, si bien a través de una de las vertientes del postgrado (Maestría y Doctorado) puede producirse investigación, es decir, conocimiento nuevo, ésta no puede sustituir a los institutos de investigación y desarrollo, tanto los de naturaleza académica como los que deben servir de base a las grandes industrias para producir sus bienes de consumo. El postgrado, vale la pena recordarlo, es el nivel de la educación superior que prepara profesionales para la generación y la aplicación adecuada del conocimiento; es decir, es una escuela más que un instituto de investigación. La meta del Plan a la que hacemos referencia, tiene que ver con la Formación de Doctores. El texto dice lo siguiente: «Lograr un incremento del 500% de doctorandos en áreas prioritarias en los primeros cinco años; luego un aumento de un 50 % anual hasta alcanzar la cifra de 12.000 investigadores en diez años y mantener el esfuerzo sostenido hasta alcanzar la meta de 1 investigador por cada 1000 habitantes de la población económicamente activa, en el año 2030». Es esta una meta, para decir lo menos, ambiciosa y deseable, pero que despierta una serie de observaciones y preguntas. La primera podría ser ¿un estudiante que logra obtener un doctorado es necesariamente un investigador? O ¿es más bien un profesional preparado para hacer investigación, que todavía debe demostrar que esta en disposición y en capacidad de hacerla? Otras saltan a la vista, por ejemplo: ¿Con que infraestructura educativa se van a preparar estos doctores? ¿Contempla el Estado una fuerte inversión en educación universitaria, ciencia y tecnología que permita alcanzar de manera efectiva esta cifra de doctores? ¿Esta previsto ampliar sustancialmente el sistema productivo nacional de bienes y servicios para dar cabida a esta cantidad de profesionales altamente especializados? Y otra más…. ¿Cual será la formación académica de estos doctores? ¿Quién la controla y como?
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Tal vez a través de la integración académica de los postgrados las Universidades pudieran contribuir con la meta que el Ministerio se propone, garantizando una formación profesional basada en los mejores recursos académicos y de infraestructura con que cuenta el país. Sin embargo, no podemos dejar de manifestar serias preocupaciones en cuanto al futuro de nuestra educación superior. Todas las interrogantes que hemos planteado anteriormente surgen de la convicción de que la planificación de la Educación Superior, y de la Ciencia y Tecnología, no puede ser producto de la aplicación directa de indicadores generales, como el número de investigadores por millón de habitantes de un país, o de impulsos derivados de una demanda poco o mal estructurada. Antes, por el contrario, su éxito en mucho depende de la armonización de intereses, capacidades y demandas de los sistemas de educación, en particular de la educación superior, de investigación y desarrollo y de la estructura productiva de bienes y servicios de cada país. Además de emprender un acelerado proceso de transformación, a las Universidades compete por derecho manifestar sus puntos de vista sobre las políticas de formación de los profesionales que necesita el país para adecuarse a las exigencias de una sociedad moderna.
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El camino de las Universidades Latinoamericanas: monopolio, diversificación, especialización y cooperación. CLAUDIO RAMA
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1. El monopolio La dinámica del proceso universitario en América Latina ha estado marcada por la conformación de Universidades monopólicas durante varios siglos, asociadas a coberturas de élites. Las Universidades religiosas y coloniales se estructuraron en la región en cada una de las diversas provincias o virreinatos bajo un establecimiento único. Ellas se instalaron por Bula papal o por decisión de la Corona asignadas a una específica región y su gestión reposó en una determinada orden, que con ello accedía también al monopolio educativo de las élites de ese territorio colonial. Posteriormente se produjo la lenta secularización de las Universidades por la expulsión de la Compañía de Jesús en el siglo XVIII y la transformación de las Universidades religiosas en Universidades Republicanas a partir de los decretos de las nuevas Repúblicas post independencias, pero se siguió manteniendo un modelo universitario monopólico que fue pasando de religioso a laico, de colonial a republicano. Las Universidades cambiaron de orientación o de dependencia pero mantuvieron los mismos criterios pedagógicos y también su carácter como instrumento monopólico de formación exclusivo en las nuevas fronteras nacionales, posterior a las independencias. 1
Director del Instituto Internacional de la UNESCO para la Educación Superior en América Latina y el Caribe. Ponencia presentada en el Ciclo de Foros “Transformación Universitaria: una necesidad Impostergable – Las relaciones Inter.-universitarias” de la Universidad Metropolitana, Caracas, 2 noviembre, 2005.
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En el siglo XX, la Reforma de Córdoba que promovió la gratuidad, la autonomía, el cogobierno y la pertinencia nacional de las Universidades públicas, mantuvo el monopolio del servicio educativo a través de la Universidad, basado en Facultades y al interior de estas en Escuelas y Cátedras. Esta estructuración de la Universidad moderna, napoleónica y republicana, promovió su carácter exclusivo, y a su interior articuló la fragmentación de los saberes a través de las Facultades. Tal organización de las Universidades en Facultades, Escuelas y Cátedras, tiene su matriz epistemológica en Descartes que concebía la necesidad de dividir y desmenuzar un problema en tantas partes como fuera posible y en Kant, que asumía que todo el conocimiento es racional y que como tal podía ser ordenado y clasificado en estructuras de campos temáticos específicos, separados y jerarquizados. La estructuración de las Universidades en Facultades disciplinarias, tendió a promover su fragmentación, que se institucionalizó en los espacios urbanos en la proliferación de las distintas facultades y escuelas en diversos lugares de las ciudades. Este proceso, se reafirmaba en criterios que asociaban a una mayor integración entre las Universidades y las sociedades y, en tal sentido, su localización diseminada en la malla urbana fue la expresión de dichas concepciones. La estructuración de las Universidades en Facultades autónomas y Cátedras libres, sentó las bases del proceso de fragmentación y dispersión organizativa, académica y política, que derivó en criterios diferenciados y específicos de selección de alumnos, de oferta curricular o de requisitos de ingresos de los docentes. Tal fragmentación, como respuesta, sentó las bases para uno de los más significativos proyectos de modernización e integración al interior de las Universidades de América Latina, basado en la búsqueda de un funcionamiento integrado, que tuvo su génesis en los Estados Unidos y que promovió la construcción de los campus universitarios y la departamentalización de sus unidades de administración y de gestión de los saberes.
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Ese nuevo modelo promovió la creación de «campus universitarios» integrados, separados de las ciudades, distantes de las interacciones sociales y articulado a través de departamentos disciplinarios como base de la organización de los saberes y de los procesos administrativos. En América Latina el pasaje de accesos de élites a minorías promovió la creación de estos campos universitarios, los cuales se expandieron en casi toda la región, asociados fundamentalmente a la búsqueda de una mayor eficiencia en la expansión de la cobertura a través de servicios comunes de gestión y de apoyo académicos y administrativo, pero no estuvieron acompañados de los procesos de departamentalización a su interior. La Universidad Latinoamericana siguió el modelo napoleónico de facultades, incrementando su fragmentación a través de la creación de escuela para cubrir las nuevas áreas de desarrollo disciplinario y, posteriormente, a través de institutos para intentar aportar grados mínimos de investigación. Con la única expansión de Brasil que promovió la departamentalización a través de la Reforma de Darcy Ribeyro y del intento del gobierno de Velasco Alvarado que impuso tal política durante su periodo, pero que fue posteriormente derogada, la región mantuvo en forma dominante su estructuración basada en un fraccionamiento disciplinario que no permitió fuertes relaciones inter universitarias a su interior. Así, aun muchas de las grandes instituciones públicas que construyeron los grandes Campus Universitarios latinoamericanos como la UNAM de México, la USAC de Guatemala, la UNAH de Honduras, la Universidad de El Salvador, la Universidad de Costa Rica, la Universidad del Zulia, Central y Carabobo de Venezuela, la Central de Ecuador, o la UNA de Paraguay, sin embargo, siguieron manteniendo un modelo de fragmentación disciplinaria, organizativa y económico en Facultades y, posteriormente, en las Escuelas e Institutos de Investigación como sus unidades académicas básicas de docencia e investigación separados.
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2. La diversificación El modelo monopólico universitario latinoamericano, ante la presión de las demandas de cobertura, fue transformándose en forma significativa desde la década del sesenta, mediante un intenso y complejo proceso de diferenciación. Las instituciones de educación superior respondieron a las mayores y diversas demandas de acceso tanto mediante el incremento de la oferta como a través de una diversificación de las oportunidades, lo cual se expresó en una creciente diferenciación institucional, académica, económica y social. En ese proceso, los gobiernos y las propias sociedades promovieron la diversificación del sector público, la expansión del sector privado, y la creación de instituciones no universitarias, tanto públicas como, sobre todo, privadas, por diversos motivos económicos, ideológicos o políticos. Ello produjo el paso de una estructura monopólica pública de educación superior a una estructura diversificada, con un creciente rol del mercado en la determinación de las ofertas curriculares y educativas. Tal dinámica articulada a través de una creciente mercantilización competitiva, contribuyó a promover una mayor oferta de oportunidades y una mayor fragmentación de los ámbitos de formación terciarios, lo cual redundó en la complejización de los sistemas universitarios. Sin embargo, las nuevas Universidades privadas siguieron en general los mismos modelos organizativos de las Universidades públicas y, dada la ausencia de limitaciones o de controles, la expansión del sector privado fue extremadamente elevada y se expresó en muchos casos en microuniversidades. La autonomía independiente de las Universidades públicas y la mercantilización competitiva de las instituciones de educación superior privadas, en un contexto de desregulación, de ausencia de políticas públicas y de estándares de calidad básicos, sentaron las bases de una dinámica en la región con bajos niveles de integración interinstitucionales, crecientemente competitivas y fuertemente ineficientes en términos del mejor uso de los escasos recursos. Para responder a las demandas, las instituciones respondieron aumentando y diferenciando sus ofertas
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curriculares, y abriendo nuevos escenarios institucionales que se expresaron en la regionalización, la reaparición de las universidades religiosas o la expansión de instituciones universitarias y no universitarias especializadas en diversos campos del saber. Tal proceso se realizó en forma competitiva e individual, y no se expresó en políticas de integración interinstitucional. La tendencia fue la división: algunas universidades públicas se dividieron en varias unidades en Nicaragua, Panamá y Chile; varias de ellas crearon unidades descentralizadas en el interior de sus países como en México, Honduras, Guatemala y República Dominicana, y de muchas de ellas nacieron los equipos que formaron las Universidades privadas como en Perú, tanto por motivos políticos, académicos o económicos. La conclusión de estas dinámicas permitió que la región se dotara para el año 2000 de un sistema de educación superior altamente diversificado y competitivo, en el cual aproximadamente el sector privado alcanzó el 50% de la matrícula, las viejas universidades autónomas de tipo macrouniversidades alcanzaron el 15% de la matrícula, los institutos no universitarios públicos y privados el 25% de la matrícula, las universidades religiosas a una cantidad de casi 300 que representaban a más de casi 50 orientaciones religiosas de todos tipo y que alcanzaban alrededor del 13% de la matrícula, además de instituciones virtuales y a distancia con el 1,3% de la matrícula y militares con cerca del 1%. Ello más allá de los diferenciados niveles de calidad, de tamaño, de gestión, de autonomía académica o administrativa, de localización geográfica o de modalidades de financiamiento que agregan aún más diferenciaciones entre las múltiples instituciones de la región 3. La especialización La diversificación universitaria creo un ámbito de la educación superior en casi todos los países disperso, diverso, competitivo y repetitivo, que está lentamente derivando hacia una lógica sistémica articulada a través de cierto proceso de especialización disciplinaria e institucional, en un contexto de un funcionamiento
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mercantil colectivo. En este escenario competitivo muchas de las instituciones terciarias tienden a especializarse en la producción y transferencia de saberes en las áreas y campos disciplinarios en los cuales tienen sus respectivas ventajas, bien sean de conocimientos, de localización, de calidad, de recursos, de marcos normativos, de espacios competitivos, etc. En Perú, es clara la especialización de la Universidad Nacional de Ingeniería, la Universidad Agraria y la famosa «Catuta» en las áreas de ingeniería, agro y educación, respectivamente. En Panamá, la Universidad de las Américas se especializó en las áreas de asistencia social a las poblaciones débiles, en tanto que la Universidad Tecnológica de Panamá en las áreas de Ingeniería y la futura Universidad Marítima en los temas vinculados al Canal de Panamá y el transporte marítimo. En Honduras, la Universidad Francisco Morazán se especializó en educación en tanto la Universidad Nacional Autónoma de Honduras en las otras disciplinas. En Venezuela por su parte, la creación de las Universidades experimentales, a partir de la modificación a la Ley de Universidades en 1971, permitió la creación de instituciones especializadas tanto temáticamente, como fueron los casos de la Universidad Nacional Abierta (UNA) o la Universidad Pedagógica (UPEL), o regionalmente como las 8 restantes. Además, las propias Universidades autónomas tienen un proceso de especialización geográfica y no compiten en las mismas regiones, en un camino nuevo que derivó en una tendencia a la especialización universitaria como derivación del proceso de diversificación acontecido en los 80 y 90. Tal tendencia es reafirmada en el nuevo escenario de la educación asociado a nuevas tecnologías y educación permanente, que promueven la formación de una educación general básica y competencias profesionales sintonizadas con las demandas laborales, en cuyas determinaciones el postgrado comienza a expandirse y, a través de éstos, las propias universidades tienden a especializarse. Tanto en el pregrado como en el postgrado se manifiestan las tendencias a la especialización. El postgrado latinoamericano en
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su primera fase estuvo localizado en las Universidades públicas, en las áreas de medicina, y cumplieron el rol de sustitución de importaciones, ya que anteriormente los estudios de postgrado se realizaban en el extranjero. En ese camino, se expandieron para cubrir las demandas de los profesores universitarios en el marco de políticas tanto corporativas como de mejoramiento de la calidad de las instituciones públicas. Posteriormente se produjo su mercantilización ante la fuerte demanda de profesionales que buscaban ampliar sus especializaciones y las restricciones financieras públicas que no permitieron el mantenimiento de la oferta de postgrados con acceso abierto y gratuito. Ello facilitó la aparición de una oferta de los postgrados privados en un camino que hoy ha llevado a la casi saturación de la oferta, que es signi-ficativamente superior a la demanda. Como resultado de esta competencia en el cuarto nivel, las instituciones están tendiendo a especializar sus postgrados en las áreas en las cuales posean ventajas de saberes. Más allá de una demanda más significativa en algunas áreas y, por ende, una mayor rentabilidad de algunas disciplinas, la expansión de los postgrados se está produciendo en una amplia variedad de áreas disciplinarias, en el marco de una economía y una sociedad con una división del trabajo tan compleja que los estudios académicos en los países industrializados han medido la existencia de más de 50 mil áreas, disciplinas, certificaciones o especializaciones distintas. Como derivación de esta explosión disciplinaria, la mayor demanda de los postgrados en la región se está expresando en una mayor movilidad estudiantil y docente; en un mayor aprovechamiento de las nuevas tecnologías para acceder a servicios educativos transfronterizos ante la incapacidad de cubrir todas las diversas demandas diferenciadas a nivel disciplinario a escala local; y de un creciente proceso de internacionalización de los estudios a través de dobles titulaciones, franquicias académicas, investigaciones conjuntas, instalación de instituciones en otros países y atracción de estudiantes y docentes externos. La emigración de estudiantes hacia instituciones con áreas de
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saber especializadas, fundamentalmente de postgrado, se ha transformado en una modalidad estructural de los procesos pedagógicos, ante la necesidad de prepararse a entornos cambiantes, acceder a escenarios multiculturales y multilingüísticos, estar más cerca de los centros educativos localizados en las fronteras del saber de las diversas disciplinas y sobre todo cubrir saberes a los cuales no se puede acceder a escala local. Actualmente se calcula que hay 2,5 millones personas estudiando fuera de sus países de origen, con un creciente peso de los estudiantes extranjeros en el total de los estudiantes de los países. En Suiza alcanzan al 16,5%, en Australia al 13%, en Austria al 12%, en Gran Bretaña y Bélgica al 10,5%, en Alemania al 9% y en Francia al 7,5%. En Estados Unidos, cuya población estudiantil extranjera es el 3%, para el año 2003 representaron 560 mil estudiantes. En el caso de postgrado, para el año 2001, previo a los atentados del 11 de septiembre, cerca de un tercio de la matrícula correspondía a ciudadanos extranjeros con visa temporal. Su número había aumentado en un 31% durante el período 1994-2001, cuando a su vez la participación de la matrícula de alumnos extranjeros en los Estrados Unidos disminuyó un 10% . América Latina exporta estudiantes y es la región del mundo de menor destino de estudiantes extranjeros ya que solo es seleccionada sólo por el 0,6% del total de estudiantes que estudian fuera de sus países de origen a escala mundial 2. Los estudiantes de postgrado están creciendo a escala global, no sólo por la importancia de la movilidad estudiantil en los procesos de aprendizaje, sino por cuando en los países centrales, el proceso de diferenciación se expresó en una tendencia a la especialización disciplinaria de las propias instituciones. Ello, por su parte, ha redundado en un incremento significativo en las fronteras del conocimiento y en un factor de atracción para los estudiantes en la búsqueda de las instituciones localizadas en las fronteras disciplinarias de los saberes.
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Unesco, Institute for Statistics, “Tertiary Students Abroad: Learning without borders”, February 2005, www.uis.unesco.org
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El pasaje de la diferenciación competitiva a una especialización disciplinaria al interior de las universidades, no es sólo un tema de organización interna, sino que está además asociado a la construcción de sistemas universitarios integrados al interior de los países. Es también un problema epistemológico, en tanto remite a las estructuras de creación y de transferencia de saberes tanto para las instituciones vistas individualmente como para los sistemas universitarios a escala nacional. 4. La cooperación La especialización universitaria, tiende a su vez a promover sistemas universitarios que estén basados en la creditización, con amplia movilidad interna y externa, mecanismos de aseguramiento y evaluación de la calidad y un fuerte desarrollo de la relaciones entre la investigación y la docencia. En esas determinantes, la atracción estudiantil hacia ellas en situaciones competitivas, bien sea económicas o de calidad, se refuerza la existencia de una malla universitaria tanto académica como organizacional, que promueve la especialización de las diversas instituciones. El sistema universitario tiende a competir –y por ende a posicionarse- en base a la especialización. No se compite en base a publicidad, ni inclusive a economía de costos, lo cual genera que las instituciones se segmenten para orientarse a determinadas áreas del saber, a escala, tanto de la investigación, la docencia, como de todo su funcionamiento universitario, con el objetivo de lograr mejores niveles de calidad y de relación calidad / costos. Este proceso se apoyará en la búsqueda de ventajas de saberes y ello en un marco de especialización, tiende a incrementar la competencia y, en respuesta a esa nueva realidad las Universidades, buscarán incrementar los niveles de cooperación entre las universidades y, también a través de políticas públicas de regulación. La UNESCO expresa que «los países en desarrollo y en transición están particularmente expuestos a transformarse en mercados no regulados con respecto a los exportadores de educación superior debido a su insuficiente
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capacidad de reglamentación» 3 . Así, en el actual contexto global, crecientemente competitivo entre las instituciones, es también uno de los momentos más creativos en el campo de las asociaciones y alianzas ínter universitarias, como instrumento de defensa y de competencia de las instituciones de educación superior y de los propios sistemas nacionales y subregionales de educación superior. La propia Conferencia Mundial de Educación Superior en 1998, claramente expresaba que «deberá concebirse la cooperación como parte integrante de las misiones institucionales de los establecimientos y sistemas de educación superiores» para promover la movilidad universitaria internacional, paliar los efectos negativos de la fuga de cerebros, acortar la distancia que separa a los países ricos y países menos desarrollados en los ámbitos cruciales de la producción y aplicación de los conocimientos4 La cooperación está teniendo múltiples manifestaciones en la región. Desde la creación de Consejos de Rectores nacionales y regionales, al establecimiento de múltiples redes de docentes; desde la violenta expansión de los acuerdos entre universidades, hasta el incremento de la movilidad estudiantil; desde el establecimiento de nuevos marcos normativos basados en políticas sistémicas para el funcionamiento de la educación superior hasta el establecimiento de alianzas universitarias; desde la creación de ámbitos universitarios dedicados a la cooperación hasta la propia internacionalización de las instituciones latinoamericanos hacia los demás países de la región5 . Sin duda, en el área de postgrado las posibilidades de cooperación son más 3
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Unesco, «Educación superior en una sociedad mundializada», Sector de Educación, Documento de posición, 2003, www.iesalc.unesco.org.ve Unesco, «La educación superior en el Siglo XXI, visión y acción, Informe Final de la Conferencia Mundial sobre la Educación Superior», Paris, octubre 1998. www.iesalc.unesco.org.ve Didou, Silvie, «Internacionalización de la educación superior en América Latina – Estudio comparativo», Caracas, 2005, www.iesalc.unesco.org.ve. En este informe comparativo sobre los procesos de internacionalización de la educación superior en la región a partir de los diversos estudios nacionales se constata como la modalidad de acuerdos entre instituciones es la modalidad dominante de cooperación, así como hay una destacable presencia creciente de instituciones de la región que buscan atraer estudiantes de la propia región o que se instalan en otros países de la región.
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amplias y vigorosas que en las de pregrado, aun cuando también es necesario destacar que la cooperación es fuertemente asimétrica vista la región «vis a vis» los países industrializados. La diversificación sentó las bases de la especialización, y esta a su vez es el soporte para la cooperación y la formulación de políticas y acciones ínter universitarias, tanto a escala nacional, como a escala internacional. El concepto que articula la nueva fase, son las redes de cooperación, tanto en la defensa y desarrollo de los propios sistemas de educación nacionales, como en las exigencias de la internacionalización. En la región, varios ejemplos podemos referir, como por ejemplo el Consorcio de Universidades del Perú, que es una asociación civil sin fines de lucro conformada por cuatro universidades: Pontificia Universidad Católica del Perú, Universidad de Lima, Universidad Peruana Cayetano Heredia y Universidad de Pacífico y cuyo objetivo es unir los esfuerzos individuales y potenciar la actuación conjunta de dichas universidades. El Consorcio propende a desarrollar proyectos interdisciplinarios e interinstitucionales y la ejecución de acciones específicas de proyección social, y ha avanzado significativamente en la creación de sistemas de plataformas comunes para la educación virtual. Otro caso a ser citado es la Asociación Dominicana para el Autoestudio y la Acreditación (ADAAC), en la cual se han unido siete universidades privadas para crear estándares comunes de calidad y promover sus procesos de evaluación y acreditación. Igualmente es de destacar el Consejo Superior Universitario de Centro América (CSUCA) que está integrado por las 18 universidades públicas de la región y que ha promovido múltiples programas comunes y que hoy trabaja en la creación de un sistema informático integrado entre las propias universidades. Obviamente, no es sólo una tendencia regional. Sin duda, al interior de los países desarrollados este proceso es más vigoroso. Un caso de digna mención es OCLC (Online Computer Library Center), que es una empresa sin fines de lucro conjunta de varias de las universidades más grandes de Estados Unidos que ha creado y organizado un sistema en red de información bibliográfica
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y que coordina el sistema de préstamos ínter bibliotecarios. El sistema ha permitido una fuerte especialización de las bibliotecas que solo compran en lo que efectivamente están especializadas, ellas o sus universidades, que establece una base de datos bibliotecológica compartida, y que informa a los estudiantes y docentes donde están los libros dentro de sistema. Tal modalidad ha ahorrado fuertes costos a las Universidades que no tienen que comprar todos los libros, sino que compran aquellos en los cuales se especializan. Además, la primera que adquiere el libro es la que hacer el registro bibliotecológico en el sistema y tiene por ellos determinados beneficios en el propio sistema de préstamo inter bibliotecario. El futuro de los sistemas de educación parece estar crecientemente asociado a los procesos de internacionalización y a la cooperación internacional. Puede ser este el camino hacia una división internacional del trabajo intelectual en el marco de cooperaciones simétricas, que al tiempo que mantengan y promueven la diversidad de instituciones, de saberes y de pertinencias, promuevan un fecundo intercambio de saberes y de integraciones en marco común. Pero también puede ser el camino para una mayor expansión de universidades e instituciones globales, de grandes megauniversidades, más grandes aún que las actuales, que sienten las bases de una universidad mundial, de un pensamiento único.
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Relaciones Inter-universitarias
JOSÉ ROBERTO BELLO
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Después de las exposiciones de Claudio Rama y de Claudio Bifano, tengo la oportunidad de basarme en sus palabras para referirme a asuntos más concretos y excluir algunos de los temas que había pensado desarrollar, pues fueron ampliamente expuestos por ellos. Tengo preparadas algunas ideas sobre el tema de interrelación entre las universidades, con el propósito de contribuir a clarificar la situación actual, razonar sobre las causas que inciden sobre las interrelaciones entre las universidades en Venezuela y presentar algunos planteamientos sobre qué deberíamos hacer para poder lograr una mayor integración entre universidades. En primer lugar, deseo señalar que al tratar de obtener datos, estadísticas, utilizando la información accesible referida al caso venezolano, la que obtuve fue insignificante. Es decir, no hay información sobre cuántos programas existen en Venezuela fundamentados en acuerdos de interrelación entre universidades. 1
Vicerrector Académico de la Universidad Metropolitana. Ingeniero Químico egresado de la Universidad Central de Venezuela. Fue rector de la Universidad Simón Bolívar (USB) entre 1981 y 1985; director de la Escuela de Ingeniería Química y de Petróleo de la Universidad Central de Venezuela (UCV), y decano de Investigaciones y Postgrado de la UNIMET. Tuvo a su cargo la coordinación de los proyectos para la creación del Núcleo Universitario del Litoral y Instituto de Investigaciones y Desarrollo Industrial (INVEDI), de la USB. Ha sido también miembro de la comisión de becas del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICIT) y de la junta administradora del Proyecto del Fondo Especial de las Naciones Unidas para el Desarrollo de las Escuelas de Ingeniería Eléctrica, Mecánica y Química en la UCV, así como asesor del Decanato de Ingeniería de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), en el área de Ingeniería Química.
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Las únicas informaciones que encontré coinciden con las expuestas por quienes me precedieron. Están mayoritariamente en el nivel de postgrado. En pregrado o en otros niveles no hay información, y yo tengo la impresión que en el nivel de pregrado, prácticamente no hay relaciones. En el estudio hecho por Morles, Medina y Alvarez, sobre la Educación Superior en Venezuela, publicado por el IESALC en el año 2002, hay algunas referencias al tema. La percepción de estos autores, porque tampoco se puede demostrar con datos estadísticos, es que prevalecen las relaciones entre las universidades de Venezuela y las del exterior, sobre las existentes entre las instituciones dentro del mismo país. Puede inferirse, entonces, una primera conclusión: hay poca integración entre las universidades venezolanas. Pero también puede decirse, adicionalmente, que no sólo hay poca integración entre las universidades venezolanas, sino que también hay muy poca integración al interior de las universidades. Un ejemplo de lo anterior se encuentra en los dificultosos procesos que hubo de cumplirse en la Universidad Central de Venezuela para conformar un programa integrado en el área de salud compartido entre las Facultades de Ciencias, Medicina y Farmacia y lograr el reconocimiento de asignaturas a cargo de diferentes Escuelas por los estudiantes de la misma Universidad cursantes del programa. La limitada existencia de programas académicos compartidos entre las Facultades de una misma Universidad explica la existencia de causas al interior de universidades venezolanas que podrían explicar también porqué hay tan bajo nivel de relaciones entre las universidades. En el diagnóstico sobre la educación superior en Venezuela, desarrollado en la obra antes citada de Morles y otros, se encuentra como uno de los antecedentes de interrelación entre instituciones de educación superior el decreto del año 1979 de integración del subsistema de educación superior. Esa es la época en la cual surgen los institutos universitarios de tecnología y los colegios universitarios en Venezuela. El decreto buscaba el establecimiento de vinculaciones entre 102
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instituciones de educación superior, pues los graduados con los títulos de técnico superior universitario tenían limitaciones para la prosecución estudios hacia los subsiguientes niveles del sistema de educación superior. Estamos hablando del año 1979 y, en mi opinión, tales limitaciones aún no están resueltas. El mismo decreto planteaba una posición de complementariedad en las instituciones de educación superior ubicadas en determinadas regiones del país. En esos años se acordaron los proyectos de ciclos básicos en los Estado Zulia y Lara fundamentados en la concertación de recursos de las universidades de cada región en un ciclo básico común, cumplido el cual, los estudiantes perseguían estudios en alguna de las universidades de las respectivas regiones. Poca vida tuvieron esos proyectos. En la citada obra de Morles y otros, se expone que una evaluación hecha por una comisión técnica de integración del Consejo Nacional de Universidades el año 1983, reveló la existencia de prácticamente nulos avances en el sistema de integración universitaria. Pareciera que las dificultades para establecer interrelaciones se encuentran en la falta de voluntad, atribuible a la cultura prevaleciente, o bien a que las universidades están afianzadas en la posición de competir en vez de la de cooperar. Puede inferirse, en relación con el tema de interrelación universitaria en Venezuela, que las universidades en Venezuela no han tenido la voluntad para integrase en proyectos académicos conjuntos o de cooperar en el ejercicio de actividades docentes. Esto puede afirmarse así en el nivel de pregrado. En el nivel de postgrado han habido mayores posibilidades de integración, ya fueron expuestas por quienes me antecedieron, pero no aparecen tampoco datos estadísticos sobre su alcance. Si bien las interrelaciones entre las universidades prácticamente no existen conviene aclarar que esta afirmación es válida cuando se analiza con el parámetro de la existencia de convenios formales entre diferentes universidades o de programas compartidos. Pero, cabe observar, que de hecho existe un nivel de interrelación no amparada en convenios, puesto que quienes ejercen 103
actividad docente a tiempo parcial en diferentes universidades, representan un nivel de integración implícito. El profesor que estando a tiempo completo en una universidad, ejerce actividades docentes a tiempo parcial en otra universidad crea integración, puesto que transfiere conocimientos y experticias de una a otra sin que medie un acuerdo interinstitucional. Afortunadamente, entre las universidades venezolanas no se ha creado la cultura del ejercicio exclusivo de actividades docentes y se permite compartir recursos profesorales. Me he ido formando la opinión en el sentido de que la interrelación entre las universidades tiene mayores niveles entre personas y grupos que aquéllas formales entre instituciones. Pero tampoco hay datos para corroborar esta opinión. El caso de la Universidad Metropolitana, puede servir de ejemplo en algunas experiencias. Hemos tenido profesores a tiempo completo que han establecido relaciones con grupos de investigación en el IVIC y en la Universidad Simón Bolívar y desarrollan actividades en esas instituciones. Esas actividades están formalizadas desde el punto de vista de la UNIMET, cuando conferimos permisos a los profesores solicitantes para realizar tales actividades y cuando comprobamos que efectivamente ellas se traducen en logros. Cuando se nos ha preguntado sobre la formalización de tales actividades he sostenido la posición de no considerarlas necesarias, puesto que ellas son producto de los intereses compartidos entre profesores alrededor de investigar o de estudiar determinados temas y de la confianza creada entre los participantes. Sostenemos la posición de que privan los acuerdos interpersonales, sobre el beneficio que pudiera obtener la Universidad Metropolitana de explotar la existencia de programas compartidos con la USB y con el IVIC. Al intentar encontrar respuestas sobre qué impide que tengamos un nivel de interrelaciones entre las universidades, yo creo que la expresión que usó el doctor Rama la explica. Estamos más interesados en competir que en cooperar y este es un tema que debemos analizar entre las universidades.
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Por otra parte, la ausencia de voluntad para cooperar no la podemos desvincular de lo que somos como país. Es decir, la causa que explica la ausencia de interrelación entre las universidades se encuentra en que la inmensa cantidad de recursos económicos del país, le ha permitido a cada universidad oficial ser autosuficiente, no tener la necesidad, y por consiguiente el interés, de cooperar con otra universidad. Por otra parte, opera en contra de la interrelación universitaria la forma en la cual se toman decisiones en las universidades. Es decir, el mecanismo de toma de decisiones se fundamenta en acuerdos de «cuerpos de decisión» y de consultas entre órganos de diferentes niveles jerárquicos. En la cadena de aprobaciones se generan más conceptos, posiciones y opiniones en contra de los acuerdos que opiniones a favor. En los casos de oportunidades de estudio compartidas se oponen asuntos de compleja decisión que operan en contra de los acuerdos, tales como cuál universidad confiere el título, si el título debe ser compartido, en cual universidad debe hacerse la inscripción o como compartir los costos y los beneficios. Estos escollos operan en contra de los acuerdos. A lo expuesto se adiciona un componente muy pragmático y es el vinculado con la capacidad de las universidades. Se argumenta que si las universidades están saturadas de estudiantes y si sus presupuestos son insuficientes, estas condiciones impiden recibir más estudiantes provenientes de acuerdos con otra institución en ausencia de planes de incremento de la planta física. El componente económico se convierte en un escollo más en la interrelación entre universidades, pues, se argumenta que es posible absorber más estudiantes, ni tener programas compartidos, si no lleva asociado un financiamiento adicional. Cuando se empieza a sentir que la interrelación cobra valor, no tanto por condiciones nacionales, sino por exigencias externas que devienen de la globalización y de una sociedad, cada vez más, fundada en conocimientos, entonces la cooperación empieza a hacerse indispensable y encuentra serios impedimentos determinados por nuestra cultura y por el proceso de desarrollo que ha tenido el país, basado en el rentismo proveniente de la actividad petrolera. 105
Otro componente que a mi modo de ver constituye un impedimento para integración entre las universidades es su estructura organizativa. Anteriormente nos referimos a las dificultades para estructurar programas compartidos entre diferentes facultades. Yo estoy convencido, y es un planteamiento que sostengo en la Universidad Metropolitana, que la organización académica según facultades y escuelas dificulta la integración tanto al interior de la universidad como entre universidades, pues, se fundamenta en disciplinas, es decir, es unidisciplinaria, pero además, es unidisciplinaria en función de profesiones, no en función de conocimientos y tal concepto organizativo no armoniza con la idea de compartir recursos en torno a programas, pues la mayoría de estos son de carácter multidisciplinario. Un ejemplo de organización no convencional se encuentra en la creación de la Universidad Simón Bolívar, en la cual se planteó una estructura departamental según áreas de conocimientos y otra estructura, separada de la primera, responsables de los programas universitarios, es decir, de las ofertas de carreras y de los programas de investigación. Esta separación de funciones entre una estructura organizativa que decide qué programas hacer, cómo articularlos, cómo modificarlos y cómo prestar atención a las demandas del entorno, y otra estructura organizativa responsables de ejecutar los actividades, constituye una alternativa en el camino profundizar la integración interna y, con ello, el inicio de acciones hacia la integración entre universidades. Ante la conformación de un sociedad en la que prevalecen la interdisciplinariedad, las tecnologías de información y comunicación y el trabajo en redes, considero que serios obstáculos confrontaremos en las universidades si no hay una acción de reestructuración hacia su interior que promueva la integración interna y las relaciones con otras universidades. Otro aspecto que incide en los bajos niveles de interrelación entre las universidades, se encuentra en que el sistema de educación superior venezolano no diferencia entre universidades. Las acciones tomadas en diferentes gobiernos de crear universidades experimentales con diferentes sistemas de gestión 106
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respecto de las universidades oficiales autónomas fue un paso importante en la dirección de diferenciar. Pero las universidades experimentales se han ido aproximando en su gestión a las universidades oficiales autónomas debido a la ausencia de políticas públicas vinculadas con la gestión. La diferenciación planteada, por consiguiente, no ha podido mantenerse. Se exceptúa la Universidad Simón Bolívar, la cual ha podido mantener la diferenciación junto con elevados niveles de calidad. Pero fácilmente puede caer en el esquema convencional debido a su dependencia de la asignación de fondos públicos conferidos mediante asignaciones presupuestarias según proporciones históricas, pues tal modalidad de asignación de fondos públicos es independiente de la calidad y pertinencia de gestión académica. Mientras las normas de reconocimiento no premien, por ejemplo, la integración entre universidades, difícilmente, creo, que la integración podrá avanzar con mayor efectividad. Contra la integración opera el decreto de reválida de títulos y equivalencia de estudios del año 1969. Este decreto condiciona el reconocimiento por una universidad de los estudios cursados por un estudiante en otra universidad, a un proceso de revisión de programas, contenidos y duración a ser cumplidos mediante una serie de etapas por diferentes dependencias académicas. Pareciera que a este decreto debe estar supeditada la conformación de programas compartidos entre universidades. Su normativa no ampara el reconocimiento de programas compartidos entre universidades. Pero este tema tiene diferentes aristas. Si bien desde el punto de vista del sistema de educación superior todas las universidades son iguales, es un hecho que no todas lo son. Entonces, el reconocimiento de estudios cursados en una universidad pasa por resolver la calificación de las universidades como condición previa para definir acciones que puedan flexibilizar el reconocimiento de estudios. Considero que en la medida en que se pueda avanzar en un sistema de acreditación de universidades, o de acreditación de estudios, según criterios objetivos de certificación, se avanzará también en la simplificación del proceso de reconocimiento de 107
estudios. Pero el sistema de evaluación y acreditación está suspendido. En el nivel de postgrado se tiene la ventaja de que al no estar regulado por la vigente Ley de Universidades, ha permitido mucha más flexibilidad en el establecimiento de acuerdos facilitados mediante regulaciones y normas acordadas por el Consejo Nacional de Universidades e incentivados mediante políticas de financiamiento que favorecen los programas integrados. Las acciones de financiamiento, a la vez, se aplican en función de la calificación de los programas y determinan, por consiguiente un mecanismo de diferenciación tal que, en mi opinión, promuevan los acuerdos y el avance en la interrelación entre universidades. En una visión prospectiva del tema que nos ocupa, considero que los retos planteados a las universidades, debido a la existencia de una sociedad basada en conocimientos y al valor de estos en el desarrollo humano y en el de los países, va a obligar a las universidades a tener que cooperar, pues van a aparecer empresas de conocimientos, dotadas de elevada capacidad de respuesta, que entrarán a competir. En la medida en que no entendamos los cambios que están ocurriendo en el mundo y cómo afectan a las universidades, no sabremos enfrentar la presencia de empresas suplidoras de conocimientos, porque los conocimientos se irán convirtiendo si es que ya no lo son, en servicios sujetos a las reglas comerciales, que van a ver en esa actividad un negocio, una actividad lucrativa. Se prevé que va a ir transformándose el proceso de certificación de conocimientos, tradicionalmente en manos de las universidades, a un sistema de certificación de conocimiento a cargo de otros actores. Si en las organizaciones universitarias esto no se entiende y no se adaptan para afrontar tales retos, se verán desplazadas por otras organizaciones cuyos productos tendrán valor de mercado. De hecho, ya existen universidades con fines de lucro, ya el conocimiento está convertido casi en un servicio transable. Creo que nadie pone en dudas que una certificación de una empresa
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como Microsoft tiene valor de mercado, es decir, que una certificación conferida por esta empresa tiene valor para ocupar un puesto de trabajo. La variación o la velocidad con la cual cambian los conocimientos va a obligar a las universidades a tener que establecer acuerdos con otras organizaciones, probablemente no universitarias, y eso va a obligar seguramente a establecer unos mecanismos de interrelación entre universidades para cooperar y fortalecer sus capacidades para afrontar los nuevos retos. Considero que en el tema de integración entre las universidades es fundamental el análisis del rol de las universidades frente a una sociedad basada en conocimientos y ojalá que de esta reunión pudieran surgir fórmulas para inducir tal análisis. Pienso que el Núcleo de Vicerrectores Académicos y el Núcleo de Autoridades de Postgrado pueden ser los organismos donde pudieran hacerse tales análisis. Considero que afrontar las reformas desde dentro del sistema universitario es esencial, pues, los acontecimientos obligarán a que si las universidades no asumen esta tarea lo hará el Estado. Nos corresponde interpretar los profundos cambios sociales y definir una nueva concepción de la educación superior. El tema de trabajar en red está presente. Eso es algo que las universidades tenemos que entenderlo y formar parte de tal concepción. El tema de compartir títulos y estudios es de actualidad y de no hacerlo, estoy convencido que eso va a ser impuesto o por las vías del mercado o por las vías políticas. Muchísimas gracias a ustedes.
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Pluralidad, Libertad Académica y Proyecto de Ley Orgánica de Educación AMALIO BELMONTE 1
La situación política que vive el país, caracterizada por un discurso creado desde las máximas instancias del poder político, que excluye a los adversarios para afirmarse en su posición, negándoles la tolerancia y el respeto propios de la relaciones entre ciudadanos que conviven en una sociedad democrática, es un asunto que condiciona el funcionamiento de todas las instituciones. Esta circunstancia afecta al mundo universitario, porque no se concibe la libertad académica en una sociedad cuyos espacios públicos estén amenazados por propósitos de control ideológico, basados en el pensamiento único de quienes ejercen el gobierno. Sin democracia no hay libertad académica.
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Sociólogo. Maestría en Ciencia Política. Postgrado en Historia Contemporánea de Venezuela. Doctorando en Ciencia Política. Profesor Escuela de Sociología UCV. Investigador sobre asuntos relacionados con la Educación Superior venezolana. Colaborador en revistas especializadas con respecto a la Educación Superior venezolana. Coordinador de la Comisión UCV para examinar los desafíos de la Educación Superior venezolana. Profesor Invitado para los postgrados sobre Seguridad y defensa y sociología Militar. Investigador sobre asuntos de Sociología Militar. Conferencista permanente sobre temas relacionados con transformación y legislación en la Educación Superior. Ex-director de la Escuela de Sociología. Expresidente del colegio de Sociólogos y Antropólogos de Venezuela. Representante profesoral ante: Consejo de Escuela Sociología; Consejo de la FACES; Consejo Universitario de la UCV. Coordinador de la comisión que elaboró el Proyecto de Ley de Educación Superior, en representación de la UCV y la Asociación Venezolana de Rectores, AVERU. Miembro de la comisión designada por el Consejo Universitario para examinar los efectos de las nuevas leyes de seguridad social sobre la comunidad universitaria. Tutor de tesis en pregrado y postgrado sobre Sociología Política, Sociología Militar, Participación Política y Educación Superior.
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El Proyecto de Ley Orgánica de Educación contempla aspectos de referencia obligada para la Educación Superior, que pudieran transformarse en doctrina para las universidades y las demás instituciones del sector, porque dispone de capítulos y artículos, mediante los cuales se establecen normas y principios, cuya eventual aprobación determinarían la esencia de una futura ley para la Educación Superior. Por ello la atención que prestemos al destino del PLOE en la segunda discusión debe emular el interés concedido durante años anteriores a este problema, enfatizando la necesidad de un sistema educativo que no menoscabe los valores democráticos, la descentralización y la autonomía académica. Los peligros de un sistema político hegemonizado por el Ejecutivo Nacional se han hecho más evidentes por la composición actual de la Asamblea Nacional. En el organismo parlamentario más importante de la nación sólo se encuentran representadas las tendencias políticas afectas al oficialismo. Ya en los debates previos a la nueva legislatura, la discusión y aprobación de leyes dependían de los requerimientos del Presidente de la República2 . Hasta ese momento el oficialismo con la mayoría que mantuvo en la Asamblea Nacional, discutía y aprobaba leyes que satisfacían los objetivos políticos del Presidente de la República. Ahora tendremos un Parlamento Nacional con mayor grado de indulgencia ante el jefe del gobierno. Es en este contexto donde los universitarios deberán tomar conciencia acerca de un eventual debate que tiene dos asuntos importantes: la segunda discusión de la ley orgánica de educación, especialmente los capítulos y artículos relacionados con las universidades, y la discusión futura de los proyectos de ley de educación superior (el oficialista y el de la UCV). Como es sabido, la Asamblea Nacional aprobó en primera discusión, por unanimidad, durante el primer semestre del año 2
Los diputados jefes del sector parlamentario oficialista durante la discusión de proyectos de ley que su función era satisfacer las exigencias provenientes del Despacho Presidencial. En esos términos lo recogió la prensa nacional durante los períodos de sesiones del año 2005.
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2001, el Proyecto de Ley Orgánica de Educación (PLOE). Diferentes circunstancias han impedido iniciar, hasta el momento, la Segunda discusión (artículo por artículo) como corresponde al procedimiento parlamentario, a pesar del reciente propósito por parte del Presidente de la Comisión de Educación, Cultura y Deporte para abrir un período de consultas hacia los sectores e instituciones interesados. El retardo de la Asamblea Nacional para retomar la discusión del PLOE se ha hecho más ostensible por las elecciones parlamentarias, ocurridas el 4 de diciembre del año pasado. Sin embargo, el presidente (ratificado recientemente) de este organismo ha expresado que en el conjunto de leyes por considerar en la nueva legislatura se incluirá la segunda discusión del Proyecto de Ley de Educación. Sin embargo, los factores relacionados con el tiempo y momento para que el órgano legislador del país examine temas relacionados con la educación y las universidades no deben interferir la urgencia que tenemos para continuar elaborando nuestro análisis y desarrollar las acciones académicas y políticas indispensables para que en el debate de las reformas educativas ocupe lugar importante el punto de vista de las universidades y no se impongan principios contrarios a la misión de la academia venezolana, precaviéndonos ante intentos que contravengan el rol de conciencia crítica que le corresponde ejercer. No debe, por tanto, subestimarse el interés ideológico político del Ejecutivo Nacional por estos asuntos. Los voceros oficiales de la educación superior han propuesto en la versión del PLOE, corregida por ellos, integrar toda la educación venezolana en un sistema uniforme que represente la perspectiva del modelo educativo auspiciado por el gobierno. Así, pretenden hacer de la educación factor doctrinario de lo que han denominado «El socialismo del siglo XXI»3 , consecuentes con 3
El tema del socialismo del siglo XXI no ha sido definido por instancia alguna del gobierno, sin embargo, es una suerte de muletilla que constantemente adscribe todo discurso o proposición oficial a esa frase. En ese sentido también se habla de la educación incluyendo a la educación superior.
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un viejo eslogan según el cual las ideas de quienes pretenden subvertir lo existente, poseen supremacía moral para actuar como bien quieran hacerlo. Suele ocurrir que algunos gobiernos, que se autodenominan revolucionarios, convengan en reducir todos los proyectos que emergen de la pluralidad social a un solo sistema, con la idea de superar los que algunos filósofos llaman «el caos de la libertad negativa» por una libertad conducida por una autoridad ilimitada, que resolvería todos los problemas y reconciliaría todas las contradicciones. Al respecto el gran pensador Isaiah Berlin, alerta sobre los peligros de una libertad dirigida: «el pluralismo, con el grado de ‘libertad negativa’ que lleva consigo, me parece un ideal más verdadero y más humano de aquellos que buscan en las grandes estructuras autoritarias y disciplinadas el ideal del autodominio ‘positivo’ de las clases sociales, de los pueblos o de toda la humanidad. Es más verdadero porque, por lo menos, reconoce el hecho de que los fines humanos son múltiples, no todos ellos conmensurables y están en perpetua rivalidad unos con otros» (I. Berlin 1998, P. 279) El Ministerio de Educación se ha erigido en el custodio ideológico de un proyecto doctrinario para organizar el ideario oficial bolivariano que superaría las consecuencias negativas de la anterior educación, excesiva en pluralismo y valores neoliberales. Suponen los funcionarios respectivos, de acuerdo como lo denunciaba el citado Berlin que «…todos los valores pueden ponerse en los diferentes grados de una sola escala, de manera que no haga falta más que mirar a ésta para determinar cual es el superior…» Ello explica la iniciativa del Ministro de Educación Aristóbulo Iztúriz para ajustar el modelo educativo al modelo de país del actual gobierno. Quiere proceder el Ejecutivo Nacional como lo ha hecho con otros proyectos y reformas de ley, para reforzar la tendencia centralizadora y controladora del Estado4 . En ese sentido, son 4
Coincidiendo con otros funcionarios gubernamentales el Ministro Samuel Moncada auspicia la centralización “para impedir la elitización de la educación promovida por la descentralización privatizadora” (sic)
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muy claros los objetivos políticos de la Ley Resorte, Ley de Reforma parcial del Código Penal, Reforma de la Ley del Banco Central , el “Plan estratégico para la transformación revolucionaria del Poder Judicial”, Ley Orgánica de Participación Ciudadana , Ley de Reforma del Servicio Exterior, La ley Orgánica de la Fuerza Armada Nacional y, para el tema que nos ocupa, la Segunda discusión del PLOE. Por su parte, el Presidente de la Comisión de Educación, Cultura y Deporte5 , ha admitido la poca disposición del Ejecutivo para considerar el tema de la educación como un asunto de carácter plural que tome en cuenta las diferentes opciones y concepciones que existen al respecto: «No creo que en un proyecto educativo en una sociedad como la venezolana pueda ser de consenso, por las divergencias entre dos visiones: el socialismo versus el capitalismo». Igualmente asiente, el profesor Luís Acuña, que el sistema educativo al cual aspira el gobierno debe orientarse a la creación de ciudadanos identificados con el ideario del gobierno actual. Con base en el predicamento anterior los voceros del Ejecutivo Nacional conciben la discusión del problema como el enfrentamiento entre los representantes de los sectores que propician una supuesta educación neoliberal, excluyente y elitesca, formadora de personas individualistas, con escasas convicciones nacionalistas, imbuidos del pensamiento capitalista y pocos atentos a los problemas de la soberanía nacional6 . Este razonamiento fue acogido por supervisores y directivos de educación oficialistas reunidos durante el mes de noviembre del 2004 en La UTAL, solicitando a los ministros del área 5
Estas declaraciones son muy relevante porque el profesor Acuña es uno de los pocos voceros parlamentarios del oficialismo con disposición para escuchar opiniones de sectores diferentes al Ejecutivo Nacional sobre los asuntos de la educación venezolana...
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Entrevista del Ministro de Educación con el periodista Wladymir Villegas en su programa «Rebelión», en el transcurso de de la cual enfatizo la frase que le es característica; «La educación es una sola, es un sistema. Es articular el proyecto educativo al proyecto del país». Agregando que: «La oposición pone objeciones para convertirlo en un especie de guarimba para chocarlo con el proyecto del país».
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educativa proceder para «impedir obstáculos ideológicos» en la estructura del burocrática del Estado (véase Jornada internacional. Convenio Integral de Cooperación Cuba-Venezuela. Proyecto Nº 15. «Supervisión en planteles y servicios educativos»). Parte del discurso oficial dedicado a la «deuda social» del país con los jóvenes, propone masificar la educación en todos sus niveles, sin prestar demasiada atención a la calidad, incluso se llega a descalificar criterios de mérito, formación académica y calidad. De manera equivocada, los voceros oficiales de la educación consideran que el aumento de opciones y cupo produciría inevitablemente justicia, equidad y luego se pensaría en el nivel formativo. Las críticas del oficialismo a la educación en general para denunciar inequidades en el ingreso de los jóvenes de menores recursos económicos y, en el caso de esas instituciones, acusando al principio de autonomía como responsable de la supuesta elitisación universitaria. Debemos recordar las propias declaraciones del Presidente de la República, quien descalificó, recientemente, el papel de las universidades venezolanas ordenando al Ministro de Educación Superior hacer las reformas legales que permitan reglamentar lo que considera un exceso de autonomía, que ha hecho de las universidades un Estado dentro de un Estado 7 Un gobierno sensato que desee construir una base de apoyo para impulsar transformaciones en la educación debería prestar atención a las experiencias y recomendaciones de otros países, porque la prospectiva y los desafíos de la Educación son
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Recordemos las críticas del profesor Héctor Navarro, quien luego de afirmar la desnaturalización de las universidades, agregó: si se les aplicara un baremo, a lo mejor algunas dejarían de serlo. (autónomas). Soy partidario, y en este momento no estoy pensando en ninguna en particular, que así como las universidades pueden alcanzar su condición de autónomas también las pueden perder”. (Entrevista, Revista SUMMA, primer número. 2005) Y en la llamada Declaración de Barinas, (Octubre 2003) las autoridades, profesores funcionarios bolivarianos concluyeron en que: « las universidades nacionales han venido perdiendo pertinencia y convirtiéndose en espacios públicos reproductores de las desigualdades de su entorno, ajenas incluso a los requerimientos ocupacionales del mercado, como lo prescribe el credo neoliberal que se repite mecánicamente en la mayor parte de sus aulas».
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temas que obligan al análisis ponderado a la definición de objetivo concensuados y a la ejecución de políticas que integren a todos los factores. Por ejemplo, el conocido Informe Dearing8 que examinó la situación de la Educación Superior en el Reino Unido propone pensar con un horizonte de, al menos, veinte años. También los profesores que coordinaron esa investigación insistieron en garantizar la mayor pluralidad posible para tomar decisiones: «Recomendamos al gobierno que, en el plazo de cinco años, y posteriormente cada diez, establezca las reuniones de un Comité Consultivo Independiente para evaluar la situación de la enseñanza superior, aconsejar al gobierno sobre temas de financiación y realizar proyecciones de futuro que ayuden salvaguardar el carácter y autonomía de las instituciones de enseñanza superior…» En iguales términos, y con los mismos criterios analíticos, concluyen los coordinadores del Informe Attali (sobre el sistema de enseñanza superior francés) y del Informe Bricall (de las universidades españolas)9 . Ambos documentos ponderan el imprescindible papel de la autonomía y la libertad académica para todo aquello relacionado con reformas de la Educación Superior, y hacen un llamado para integrar todos los puntos de vista existentes en esta área de la educación. Asimismo, coinciden con los investigadores del Informe Dearing, para recomendar que el tema de la calidad de la educación se incluya en la agenda como punto relevante: “un sistema universitario de alta calidad, a pesar del impacto demográfico” (dicen particularmente los franceses). Sobre este asunto, los profesores Francisco Michavila y Bejamín Calvo, en su libro que expone el análisis global sobre política universitaria para proponer las reformas que consideran imprescindibles, sugieren que el tema de la calidad y la libertad 8
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Vale la pena consultar el llamado Informe Dearing, que contiene un magnífico análisis de la situación de la educación superior en el Reino Unido y vislumbra los objetivos futuros de la universidad, así como su papel en construcción de una cultura democrática (Higher Education for the 21st Century), Informe Dearing, sobre la enseñanza superior en la sociedad de la información: (http:// www.ciberespiral.org/- http://www.ncl.ac.uk/ncihe/index.htm) Véase respectivamente en http://www.ucm.es/info/DAP/pr2/3_ibyd/3_07_dc/ 3_07_2.htm y Universidad 2 mil, Josep M Bricall, CRUE Madrid, 2000.
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académica acompañen el conjunto de decisiones que el Estado y las universidades deban hacer: El debate sobre la calidad se inscribe en el marco general de las distintas políticas, y se adoptan soluciones diversas, aunque convergentes, que guardan relación con la autonomía universitaria y con la capacidad, por tanto, de las instituciones para establecer sus propias pautas de gestión.10 Las Universidades Nacionales deben comprometerse en reiterar su compromiso irrenunciable para reafirmar en el PLOE la autonomía universitaria, así como todos los principios que preservan la pluralidad, la libertad académica y la democracia en todo el Sistema Educativo, y que garanticen la función de conciencia crítica de la Academia Venezolana… Exigiendo que los asuntos principistas y específicos de las universidades deban ser objeto de la eventual Ley de Educación Superior, que es su lugar natural. Igualmente, debemos movilizar todos los recursos académicos y políticos que hagan posible nuestra presencia en este debate. La preservación de la libertad académica exige nuestro compromiso sin evasivas porque: “cuando la intolerancia se hace doctrina es demasiado tarde para batirla, y los que deberían hacerlo se convierten en las primeras víctimas” (Umberto Eco, Cinco Escritos Morales).
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Francisco Michavila, Benjamín Calvo (2000) «La Universidad Española Hoy» Editorial Síntesis.
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Índice P ÁG.
Transformación de las universidades: una necesidad impostergable ALEJANDRO MARTUCCI GRATEROL .......................................................
5
Sobre la autonomía universitaria GRACIELA SORIANO DE GARCÍA PELAYO ............................................
13
Autonomía y experimentalidad en la Universidad Simón Bolívar BENJAMÍN SCHARIFKER ..............................................................................
31
Amenazas normativas contra la autonomía universitaria JESÚS MARÍA CASAL HERNÁNDEZ ..........................................................
45
Universidad y sociedad LUIS F. MARCANO GONZÁLEZ ..................................................................
53
La Universidad frente a los desafíos de la sociedad del conocimiento JOSÉ IGNACIO MORENO LEÓN ..................................................................
63
La transformación universitaria y las relaciones inter-universitarias: necesidades improrrogables CLAUDIO BIFANO .........................................................................................
75
El camino de las Universidades Latinoamericanas: monopolio, diversificación y cooperación CLAUDIO RAMA ...........................................................................................
89
Relaciones inter-universitarias JOSÉ ROBERTO BELLO ...............................................................................
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Pluraridad, Libertad Académica y Proyecto de Ley Orgánica de Educación AMALIO BELMONTE ..................................................................................
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