Laura Patricia Martínez N. Antonio Beltrán P. José Alberto Ramírez C. Carlos Eduardo Guzmán. Ruth Ojeda Rivera. José A. Carmorlinga M

“Me desempeño como Instructora de Gimnasia y gracias a este método de Pilates tan práctico, me siento más segura y confiada al momento de impartir la

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CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO DEPARTAMENTO DE FAMILIA, VIDA Y JUVENTUD PROYECTO REDESCUBRIENDO LA IDENTIDAD DE LA PASTORAL FAMILIAR LATINOAMERICA

Story Transcript

“Me desempeño como Instructora de Gimnasia y gracias a este método de Pilates tan práctico, me siento más segura y confiada al momento de impartir la clase. El sistema de estudios que ofrece el Instituto Maurer es el idóneo para mí, me gusta mucho lo que estoy aprendiendo y sobre todo ser autodidacta. Voy a mi ritmo, disfruto mucho el tiempo que le dedico y no me veo afectada por disposiciones o planes de trabajo que en ocasiones son muy burocráticos.” Laura Patricia Martínez N. Coatepec, Ver. “Llevo más de un año trabajando y al principio no me dejaban hacer nada. De un tiempo para acá las cosas han cambiado, con los conocimientos de Mecánica que ustedes me proporcionaron, ahora ya me tienen confianza y me dejan hacer las reparaciones. Gracias por esta oportunidad.” Antonio Beltrán P. Querétaro, Qro. “A veces todavía se me hace difícil estudiar, pero cada vez que termino un examen y regresa con una buena calificación, es un gran estímulo para seguir adelante, pues estoy aprendiendo cosas nuevas y útiles que me permitirán tener un buen trabajo. Solo hace falta un poco de disciplina para conseguirlo y salir adelante, y el único camino para lograrlo es estudiando.” José Alberto Ramírez C. Naucalpan, Edo. De Méx. “Los estudios de Naturopatía han sido un apoyo enorme para mi profesión que es dar terapia. He podido comprender más las enfermedades de mis pacientes y tratarlos con mayor cuidado y suplementarlos con la nutrición y herbolaria. De esa manera han tenido mejores resultados las terapias y mi trabajo. Quedo agradecido por su tiempo y atención.” Carlos Eduardo Guzmán. San Juan del Río, Qro. “No tengo cómo escribir acerca de ustedes, ¡Que han sido ¡woow! más que padrísimos. La forma de estudiar, la dedicación de leer mis mensajes, contestarlos, el método de estudio de Inglés con Mil Palabras es el mejor que he conocido. Todo fue muy útil hasta en la forma de aprender y estudiar. La verdad es que estoy muy satisfecha. Se los agradezco bastante, muchas gracias.” Ruth Ojeda Rivera. Cuautla, Mor. “Nuevamente estoy aprendiendo a estudiar, a disciplinarme, a captar y discernir la información, a fijarme metas en el aprendizaje sobre la anatomía humana, y por lo tanto, la mía. Espero con este conocimiento poder brindar y servir a personas que necesiten de una rehabilitación.” José A. Carmorlinga M. Uruapan, Mich.

Dos locos que no se entienden

Federico Guillermo I de Prusia formó un regimiento de hombres desmedidamente altos que reclutó, y eran llamados los Gigantes de Potsdam. Su sucesor, Federico II de Prusia, disolvió aquel rocambolesco grupo, por motivos económicos y por no encontrarle mucho sentido al mismo. Pero aún así, intentaba que su guardia estuviese formada por los hombres más altos, fuertes y arrogantes de entre sus tropas. Así, un mozo francés de uno de los regimientos del prusiano fue seleccionado para tal guardia personal por cumplir aquellos requerimientos, si bien, no sabía nada de alemán. El rey tenía por costumbre hacer unas preguntas, siempre las mismas, a todo aquel que pasaba a formar parte del grupo de militares cercano a él. Por ello tuvieron que preparar al francés, que no entendería al rey al desconocer su lengua, para responder como un autómata a las preguntas que le hiciera. Las preguntas en cuestión eran: ¿Qué edad tienes? ¿Cuánto llevas en el ejército? ¿Están completos tu armamento y tu equipo? Llegado el momento, quién sabe si porque Federico II vio la cara de francés del hombre que tenía delante o por otra razón, las preguntas fueron formuladas en otro orden: ⎯¿Cuánto tiempo llevas en el ejército? ⎯Veintiún años ⎯respondió el soldado. ⎯¿Cómo que veintiún años?...¿Qué edad tienes? ⎯Un año, majestad. ⎯O tu o yo hemos perdido el juicio. ⎯Ambos, majestad. curistoria.com

Durante una conferencia sobre las grandes diferencias entre generaciones, un presumido estudiante se tomó la molestia de explicarle a un señor mayor sentado cerca de él, por qué le es imposible a la vieja generación comprender a su generación: "Usted creció en un mundo diferente, realmente casi primitivo", —dijo en voz lo suficientemente alta para que lo escucharan todos. "Los jóvenes de hoy crecimos con televisión, internet, teléfonos móviles, aviones jet, viajes al espacio. Nuestras sondas espaciales han visitado Marte. Tenemos naves con energía nuclear y autos eléctricos y de hidrógeno. Computadoras con procesos de velocidad de la luz… y más". Luego de un breve silencio el señor mayor respondió: —"Tienes razón, hijo mío; nosotros no tuvimos esas cosas cuando éramos jóvenes...¡Así que, LAS INVENTAMOS! —“Ahora, dime, joven arrogante, ¿Qué estás haciendo TÚ PARA LA PROXIMA GENERACION?" ¡El aplauso fue ensordecedor! listas20minutos.es

El error más grande lo cometes cuando, por temor a equivocarte, te equivocas dejando de arriesgar en el viaje hacia tus objetivos. No se equivoca el río cuando, al encontrar una montaña en su camino, retrocede para seguir avanzando hacia el mar. Se equivoca el agua que, por temor a equivocarse, se estanca y se pudre en la laguna. No se equivoca la semilla cuando muere en el surco, para hacerse planta; se equivoca la que por no morir bajo la tierra, renuncia a la vida. No se equivoca el hombre que ensaya distintos caminos para alcanzar sus metas, se equivoca aquel que por temor a equivocarse, no acciona. No se equivoca el pájaro que ensayando el primer vuelo cae al suelo, se equivoca aquel que por temor a caerse, renuncia a volar permaneciendo en el nido. Pienso que se equivocan aquellos que no aceptan que ser hombre, es buscarse a sí mismo cada día, sin encontrarse nunca plenamente. Creo que al final del camino, no te premiarán por lo que encuentres, sino por aquello que hayas buscado honestamente.

Había una vez un manantial, donde las doncellas iban a Lucinda creció con un corazón generoso, que le llevó a lavar y peinar sus largos cabellos. presentarse ante el rey, diciendo que devolvería todo el bien recibido. Con lágrimas en los ojos fue enumerando uno a Los guerreros, después de la batalla, hundían en sus aguas uno los niños y niñas que tan bien conocía, por haber sido las armas que los habían hecho volver sanos y salvos. compañeros de juegos, y el rey accedió. Todos, sin excepción, volcaban sobre él las dudas, los miedos y sinsabores que en aquellos momentos acontecían Ordenó que fuesen a buscar al viejo druida que vivía en el en sus vidas. robledal. Y éste les dijo: Así, el manantial se convirtió en un lugar donde las emociones iban a parar, alimentando el estanque. Al mismo tiempo crecía y crecía un pequeño sapo, que vivía en el fondo cenagoso donde todo era oscuridad. Fue creciendo con las tristezas, la furia, la envidia y el miedo de aquellos que acertaban a pasar por allí.

—El sapo crece con los malos sentimientos y malos pensamientos de la gente del lugar. Le dio una sencilla receta: para que el monstruo volviera a ser lo que fue, un pequeño renacuajo, debía contarle bellas historias llenas de buenas emociones, llenas de alegría, de esperanza, de amor.

Cuanto más rumiaban sus malos sentimientos y malas emociones, más grande y tenebroso se iba convirtiendo el Así noche tras noche, Lucinda se transformaba en una animal. joven linda por dentro y por fuera. Un día el sapo dijo a un guerrero que arrojaba su espada al El sapo, hechizado por sus grandes ojos verdes, la agua: escuchaba extasiado y se regocijaba cuando la doncella reía con sus ocurrencias. Y sentía como día a día, se iba —A partir de hoy todas las noches de luna llena, debes encogiendo, pero no le importaba: No había sido nunca tan traerme una doncella que me acompañe hasta el amanecer. feliz. Si me desobedeces, iré a la aldea y reclamaré a todos los niños y niñas. Los perderán y no los verán nunca más. Cada vez se hacía más y más pequeñito, hasta que dejó de ser un monstruo. El guerrero partió a decirle a su señor las pretensiones de aquel monstruo. Entonces Lucinda lo cogió entre sus manos: ¡Estaba tan solo en aquella oscuridad! Se mandó a llamar a todas las doncellas, pero ninguna quería arriesgar su vida. Con amor lo depositó en el agua prometiéndole que iría por su voluntad, alguna que otra noche de luna llena para Las madres lloraban pensando en lo que les sucedería a sus contarle bonitas historias y reírse con él. hijos. Desde entonces los aldeanos saben que sus pensamientos, En los sótanos del castillo, Lucinda se encargaba de los sentimientos y emociones tienen que reflejar lo mejor de fogones, y de acarrear el agua para que no faltara en la ellos mismos. cocina. Huérfana de padre y madre, apareció una mañana Únicamente poniendo amor allí donde hay miedo, furia en un cesto de frutas hábilmente escondida. La cocinera la y rencor, lograremos que nuestros pensamientos no se crió entre cacharros y pucheros, y la alimentó con leche de conviertan en monstruos y se instalen en nuestro cabra. interior.

Rod y Tod. Así se llamaban los 2 afortunados niños que fueron elegidos para ir a ver al mismísimo Santa Claus en el Polo Norte. Un mágico trineo fue a recogerlos a las puertas de sus casas, y volaron por las nubes entre música y piruetas. Todo lo que encontraron era magnífico, ni en sus mejores sueños lo habrían imaginado, y esperaban con ilusión ver al adorable señor de rojo que llevaba años repartiéndoles regalos cada Navidad. Cuando llegó el momento, les hicieron pasar a una grandísima sala, donde quedaron solos. El salón se encontraba oscuro y vacío: sólo una gran mesa a su espalda, y un gran sillón al frente. Los duendes les avisaron: —Santa Claus está muy ocupado. Sólo podrán verlo unos segunditos, así que aprovéchenlos bien. Esperaron largo rato, en silencio, pensando qué decir. Pero todo se les olvidó cuando la sala se llenó de luces y colores. Santa Claus apareció sobre el gran sillón, y al tiempo que aparecía, la gran mesa se llenaba con todos los juguetes que siempre habían deseado ¡Qué emocionante! Mientras Tod corría a abrazar a Santa Claus, Rod se giró hacia aquella bicicleta con la que tanto había soñado. Sólo fueron unos segundos, los justos para que Tod dijera "gracias", y llegara a sentirse el niño más feliz del mundo, y para que Santa Claus desapareciera antes de que Rod llegara siquiera a mirarle. Entonces sintió que había desperdiciado su gran oportunidad, y lo había hecho mirando los juguetes que había visto en la tienda una y otra vez. Lloró y protestó pidiendo que volviera, pero al igual que Tod, en unas pocas horas ya estaba de regreso en casa. Desde aquel día, cada vez que veía un juguete, sentía primero la ilusión del regalo, pero al momento se daba la vuelta para ver qué otra cosa importante estaba dejando de ver. Y así, descubrió los ojos tristes de quienes estaban solos, la pobreza de niños cuyo mejor regalo sería un trozo de pan, o las prisas de muchos otros que llevaban años sin recibir un abrazo u oír un "te quiero". Y al contrario de aquel día en el Polo Norte, en que no había sabido elegir, aprendió a caminar en la dirección correcta, ayudando a los que no tenían nada, dando amor a los que casi nunca lo tuvieron, y poniendo sonrisas en las vidas más desdichadas. Él solo llegó a cambiar el ambiente de su ciudad, y no había nadie que no lo conociera ni le estuviera agradecido. Y una Navidad, mientras dormía, sintió que alguien le rozaba la pierna y abrió los ojos. Al momento reconoció las barbas blancas y el traje rojo, y lo rodeó con un gran abrazo. Así estuvo un ratito, hasta que Rod dijo con un hilillo de voz acompañado por lágrimas. —Perdóname. No supe escoger lo más importante. Pero Santa Claus, con una sonrisa, respondió: —Olvida eso. Hoy era yo quien tenía que elegir, y he preferido pasar un rato con el niño más bueno del mundo, antes que dejarte en la chimenea la montaña de regalos que te habías ganado ¡Gracias! A la mañana siguiente, no hubo ningún regalo en la chimenea de Rod. Aquella Navidad, el regalo había sido tan grande, que sólo cabía en su enorme corazón. Pedro Pablo Sacristán.

¡¡¡ GRACIAS

!!!

Aunque me tapo los oídos con la almohada y gruño de rabia cuando suena el despertador. Doy gracias que puedo oír. Hay muchos que son sordos. Aunque cierro los ojos cuando, al despertar, el sol se mete en mi habitación. Doy gracias que puedo ver. Hay muchos ciegos. Aunque me pesa levantarme y pararme de la cama. Doy gracias que tengo fuerzas para hacerlo. Hay muchos postrados que no pueden. Aunque me enojo cuando no encuentro mis cosas en su lugar porque los niños hicieron un desorden. Doy gracias porque tengo familia. Hay muchos solitarios. Aunque la comida no estuvo buena y el desayuno fue peor. Doy gracias de que tengo alimentos. Hay muchos con hambre. Aunque mi trabajo en ocasiones sea monótono y rutinario. Doy gracias que tengo ocupación. Hay muchos desempleados. Aunque no estoy conforme con la vida, peleo conmigo mismo y tengo muchos motivos para quejarme. Doy gracias por la vida. Si hacemos llegar este mensaje a la gente que conocemos, contribuiremos a hacer de este mundo, un mejor lugar para vivir. Recuerda decir siempre: "Gracias".

QUE ESTA NAVIDAD ESTÉ LLENA DE BENDICIONES, PARA TI Y TODA TU FAMILIA. ¡GRACIAS POR FORMAR PARTE DEL INSTITUTO MAURER!

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