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MITOS ACERCA DE LA RESTRICCION DE PROTEINAS PARA PERROS CON INSUFICIENCIA RENAL Kenneth C. Bovée, DVM, MMedSc Departamento de Estudios Clínicos Escuela de Medicina Veterinaria de la Universidad de Pennsylvania Philadelphia, Pennsylvania Publicado en: Supplement to Compendium on Continuing Education for the Practicing Veterinarian Vol. 21, No. 11(K), Nov. 1999; págs 1520 Proceedings, 1998 Purina Nutrition Forum
La restricción de la proteína ha sido ampliamente aceptada como una práctica nutricional para animales con insuficiencia renal desde hace más de cuatro décadas. Aunque que no se han presentado evidencias científicas para justificar esta práctica, es particularmente utilizada con perros. La publicidad insinúa que perros con ciertos problemas urinarios pueden beneficiarse de esta restricción incluyendo a aquellos con insuficiencia renal, disfunción renal progresiva y disfunción renal grave, en proceso de madurez, polidipsia (sed continua)/poliuria (que orina mucho), nefritis glomerular, infección del tracto urinario, urolitiasis y prostatitis. La noción aceptada es la de que perros con insuficiencia renal o con edad avanzada se beneficiarían de la reducción del consumo de proteína.
Recientemente se han publicado 10 estudios experimentales con perros que aclaran la controversia acerca de la restricción de proteína. Se han perpetuado una serie de falsas asunciones acerca de la necesidad de reducir el consumo de proteínas con respecto a la afectación renal. Estas incluyen:
La carga urea incrementada aumenta el volumen de trabajo de los riñones. Una dieta basada en un alto porcentaje de proteína afecta a los riñones. Una dieta basada en un alto porcentaje de proteína causa hipercalcemia. Una dieta basada en un alto porcentaje de proteína causa acidosis. El consumo de poca proteína ralentiza la progresión de afecciones renales.
Evidencias recientes en perros, desafían la validez de estas asunciones y redirige las preguntas acerca de los factores que llevan a la progresión de la insuficiencia renal. Se sigue investigando la cuestión de por qué se continúa persistiendo en la práctica de la reducción del consumo de proteína aunque carezca de evidencias científicas.
HISTORIA DE LA RESTRICCIÓN DE PROTEINA Las dos razones más comunes que se dan para apoyar la reducción de proteína en animales con afectación renal son las siguientes: La primera es que la reducción de proteína contribuye a la disminución de azoemia (niveles anormalmente altos de compuestos nitrogenados en la sangre), que frena las nauseas de la insuficiencia renal y permite a los animales que continúen comiendo. Aunque que esta premisa sea extensamente aceptada aun no se ha cuantificado su trascendencia clínica. La segunda razón apunta a que la reducción de proteína puede influir en el curso de la insuficiencia renal. El origen de estas nociones proporciona un entendimiento acerca de su apelación y durabilidad. La primera indicación en la literatura de que el consumo de proteína agrava la condición clínica de pacientes humanos con insuficiencia renal, data de 1920. Ambard presentó un informe en el que afirmaba que pacientes con uremia (acumulación de tóxicos en sangre) desmejoraban y estaban más débiles cuando comían carne. Esta descripción médica condujo a que se esforzaran por aliviar las así llamadas “toxinas de la uremia” por medio de la reducción de proteínas en la dieta. Newburgh y Curtis presentaron un informe en 1928 en el que mostraban la evolución de lesiones renales en ratas alimentadas con distintas cantidades de proteínas y sugirieron que las ratas alimentadas con altos porcentajes de proteína ‐ un 75% de hígado deshidratado‐ desarrollaban lesiones renales más rápido que aquellas alimentadas con cantidades más moderadas de proteínas o dietas basadas en caseína. Los roedores han sido ampliamente usados para estudiar posibles factores causantes del progreso de la afectación renal. Algunas cepas de ratas tienen una alta incidencia en lesiones glomerulares y tubulares espontaneas asociadas simplemente con el envejecimiento. La progresión y severidad puede ser agravada con el incremento de proteína, de sodio y de fosfato. La extirpación quirúrgica de la masa renal en estas ratas, precipita las lesiones glomerulares del mismo modo que lo hace con la diabetes. Aunque estas observaciones están limitadas a ciertas cepas de ratas, han influido en muchos investigadores estableciendo la posibilidad de una nefropatía inducida por la proteína en otras especies. Los primeros datos publicados en referencia a la relación entre la proteína y las funciones renales en perros aparecieron en los años 30 del siglo pasado. Se decía que el IFG, el flujo de sangre de los riñones y la evacuación de urea podrían ser gravemente incrementados por la alimentación con altas cantidades de proteína. Estudios posteriores por Pitt indicaron que la inyección de aminoácidos acrecentaba dramáticamente la hemodinámica renal.
Es necesario recordar que durante las décadas de los 30 y los 40, los parámetros básicos de la función renal estaban empezando a ser estudiados. Por ejemplo, la concentración de urea en sangre como una medición exacta de la función renal y el concepto de azoemia extrarenal fueron presentados en ese tiempo. Entonces se creía que los riñones gastaban una energía considerable en expulsar la urea hacia la orina y que la restricción moderada de la proteína era beneficiosa para los pacientes humanos, tal y como sostuvo Addis. Este concepto se vino abajo en la medicina humana cuando se dieron cuenta que la función renal está íntimamente relacionada con la reabsorción activa de sodio y que la urea es tratada pasivamente. Se pensó que las restricciones especiales en la dieta humana no eran necesarias en pacientes con insuficiencia renal crónica, porque no existía la evidencia de que un consumo normal de proteína tuviera un efecto negativo en los riñones. Addis informó que la producción de urea, la expulsión de la misma y el nitrógeno ureico en sangre (BUN en inglés: blood urea nitrogen) aumentaban en sujetos normales, cuando se incrementaba la cantidad de proteína en su dieta. La inutilidad de la evacuación de urea y las limitaciones de la excreción de creatina no se contemplaron en ese momento. En 1941, Allison y otros, presentaron un informe en el que se mostraba las mediciones del aumento de BUN y el descenso de gravedad específica de la orina en 10 casos de perros con afectación renal. Creyeron que estos datos eran correlativos y de mucha significancia para determinar lesiones en los riñones. Ignoraban los factores renales y extrarenales, a parte del índice de filtración glomerular (IFG), que influían en el BUN e informaron que la concentración de serum de creatinina no era un indicador fiable de una lesión renal. Más tarde, Morris, desarrolló, produjo y vendió una dieta baja en proteína, llamada KD, para perros con afectación renal. Tanto él como muchos otros, fueron influidos por el concepto erróneo presentado por Addis acerca de la relación entre la evacuación urea y la hipertrofia. Aunque nunca se han publicado datos que corroboren la validez de este y de otros tipos de dieta, el concepto fue ampliamente aceptado sin cuestionamiento por parte de literatura veterinaria. Estas dietas fueron promovidas como reductoras del BUN y del volumen de orina. El pensamiento de que la alimentación con alto contenido proteico a perros es dañina fue incluso adoptado por el Consejo de Investigación Nacional National (NRC, Research Council, de la Academia Nacional de Ciencias (National Academy of Sciences) en 1972. Se afirmaba que el alto contenido de proteínas encontrado en algunas comidas comerciales incrementaba el volumen de trabajo del hígado y de los riñones y que contribuía a la afectación renal en perros. No hay evidencias que apoyen esta visión pero se ha renunciado al arbitraje. En contraposición está la evidencia de que las dietas con alto contenido de proteínas mejora el funcionamiento renal en perros normales. Esto ha llevado a confusión entre veterinarios que durante décadas fueron convencidos de que las dietas con bajo
contenido de proteínas podían ser beneficiosas para el funcionamiento de los riñones y por ello, aquellas con alto contenido en proteínas eran nocivas para los perros normales. Aunque la hipótesis de Addis acerca de la hipertrofia causada por el exceso de trabajo para excreción de urea sea errónea, fue propuesto un concepto más moderno asociado a la hiperfiltración glomerular por Brenner en los años 80. Esta hipótesis afirma que después de una pérdida significativa del funcionamiento renal, las nefronas supervivientes experimentaran cambios funcionales y estructurales incluyendo aumentos en el IFG de cada nefrona y de la presión glomerular capilar. Estos cambios se denominan hiperfiltración e hipertensión glomerulares. Estudios sobre la micropunción en ratas indican que se observa un declive progresivo del funcionamiento renal como consecuencia de estas adaptaciones. Además el crecimiento glomerular, la hipertrofia y los depósitos glomerulares mesangiales, llevan a una glomeruesclerósis progresiva y a una eventual pérdida de nefronas. Las nefronas existentes experimentan aumentos del índice de filtración, presión capilar y tamaño, creando un círculo vicioso de lesiones renales patógenas. La reducción de la proteína y/o de calorías, se ha probado en algunas cepas de ratas para limitar este proceso. Si este mecanismo fuera operativo en el perro, habría buenas razones para restringir las proteínas en la dieta. ESTUDIOS EXPERIMENTALES EN PERROS Por la confusión existente en la literatura veterinaria y la falta de evidencias que apoyen de la dieta baja en proteínas, recientemente se han llevado a cabo varios estudios experimentales. Estos estudios han usado el modelo experimental estándar de funcionamiento renal reducido y han estudiado las diferencias entre dietas con diferentes cantidades de proteína en distintos niveles de funcionamiento renal. Estos estudios representan un mayor esfuerzo que requirió el sacrificio de cientos de perros para clarificar el posible papel de la proteína en el inicio, estabilización y progreso de la disfunción renal. Esta medición de la progresión de la insuficiencia renal requiere una definición específica. En estos estudios sobre indicios clínicos, capacidad reducida de concentración de orina, BUN elevado y creatinina elevada en el plasma, han limitado la capacidad para detectar la eficacia de la restricción de proteína. El método más sólidamente fiable es la medición del IFG usando inulina o iotalamato. Este es considerado como el mejor procedimiento para indicar la progresión de la afectación, y todas las demás medidas son consideradas como secundarias. La progresión a la insuficiencia también puede ser estimada sobre la base de medidas morfológicas. La puesta en común acerca de las medidas morfológicas y funcionales es extremadamente compleja y parece variar según el tipo de
disfunción renal o el modelo experimental. Una síntesis o comparación de las medidas funcionales y morfológicas puede resultar de ayuda en algunos casos. Aunque las alteraciones histológicas y con microscopio electrónico pueden indicar algo acerca de la patofisiológica, su relación con la progresión de la insuficiencia es difícil de cuantificar. Es normal que haya dificultades a la hora de ponderar lesiones histológicas porque no están distribuidas uniformemente, podría haber confusión en torno a la hipertrofia e hiperplasia compensatorias y algunas formas de fibrosis podrían opacar la arquitectura histológica. Los resultados de la experimentación con 10 perros han fallado a la hora de proporcionar evidencias que apoyen la idea de que una dieta baja en proteínas beneficia e influye en el curso de la insuficiencia renal. Los resultados de estos estudios deberían permitir a los veterinarios desengañarse a sí mismos acerca de las cinco asunciones relativas al consumo de proteínas presentadas al comienzo de este artículo. Está claro que la concepción de que aumenta el volumen de trabajo, que la ingestión de proteína causa lesiones en los riñones y que el consumo de bajas cantidades de proteína desaceleran la progresión de la insuficiencia renal son incorrectas. Las otras tres asunciones en relación con la hipercalcemia, acidosis y la toxina uremia requieren comentarios. La hipercalcemia no fue encontrada en los estudios anteriores en relación con la dieta alta en proteínas. La capacidad de excretar potasio y mantener una concentración normal de serum potásico hasta los estados más avanzados de disfunción renal crónica ha sido estudiada en detalle en perros. El mecanismo secretor en el túbulo distal representa el mayor emplazamiento de excreción de potasio durante la insuficiencia renal. El equilibrio de potasio se conserva en perros con uremia crónica, aunque existan diferentes índices de ingestión de potasio, alterando los índices de excreción de sodio, fósforo y amoniaco. La acidosis tampoco es común puesto que se alteran los mecanismos tubulares en perros con disfunción renal. El perro es el único en el que existe un aumento de reabsorción fraccionada de bicarbonato después de que conste disfunción renal. Esta habilidad para reabsorber bicarbonato previene la acidosis y está presente pese a que haya ajustes tubulares para regular otros electrolitos como el sodio, el potasio y el fosfato. Finalmente, la concepción de que la proteína es responsable de la así llamada “toxina urémica” no se ha probado en ninguna especie, a pesar de que existan extensos estudios acerca del tema. LA PROTEINA Y LA PROGRESIÓN DE LA INSUFICIENCIA RENAL EN HUMANOS La controversia acerca de la restricción de proteínas para los humanos ha sido perpetuada por artículos anecdóticos y estudios clínicos no controlados, desde los comienzos de los años 60. Según la hipótesis de Brenner, el Instituto
Nacional de la Salud hizo un extenso estudio que incluyó a 585 pacientes con insuficiencia renal crónica. A los pacientes se les alimentó con una dieta de proteína estándar y otra con bajo nivel de proteína durante entre 18 y 45 meses. Se usaron tanto mediciones para el IFG como sistemas estándar de medición de químicos. El grave declive del IFG pasados 3 años no fue significantemente diferente entre los grupos. Entre los pacientes con insuficiencia renal más severa, no hubo mucha diferencia entre la moderación de la progresión de la afectación renal en los que tenían la dieta muy pobre en proteína y los que tenían la dieta pobre. VENTAJAS Y DESVENTAJAS DE LA RESTRICCION DE PROTEINAS EN PERROS Basadas en los datos anteriores, las únicas ventajas parecen ser una disminución del BUN y la posibilidad de reducir las náuseas. Aun no se ha publicado ningún informe que cuantifique el valor de estos efectos en los perros. Por otro lado, la reducción del consumo de proteínas tiene desventajas. Estas incluyen la disminución del funcionamiento renal (según lo mide el IFG) y del flujo de plasma renal, la posibilidad de un equilibrio negativo de nitrógeno y el fomento de un estado catabólico si existe proteinuria. En la práctica, el uso de de una recomendación dietética imprecisa, en el caso de una vigilancia del animal a largo plazo o la necesidad de un tratamiento específico e individualizado, parece llevar a la autosatisfacción. Ya que parece haber un tipo de “forma de actuar” disponible, normalmente no se lleva a cabo la búsqueda de un diagnóstico etiológico más específico. Como conclusión se podría decir que el uso de dietas arbitrarias usadas como tratamiento nos decepciona a nosotros como veterinarios y a los clientes, e incrementa el coste a los propietarios de los perros. ¿POR QUÉ AUN SE USA LA ALTERACIÓN DIETARIA SI NO EXISTE NINGÚN BENEFICIO PROBADO? El uso continuado de la restricción de proteína en ausencia de una evidencia científica merece consideración. Yo sugeriría que el dogma y la mitología de un posible beneficio están tan asumidos por los veterinarios y por los propietarios de los perros, que éstos no se pueden desarraigar tan fácilmente a pesar de la evidencia científica. Me referiría a esto como el mito de la proteína y lo identificaría como un mito negativo. ¿Qué es un mito? Un mito es una manera de dar sentido a algo en un mundo difícil y absurdo. Los mitos dan a una sociedad un nivel o tregua de un sentimiento de culpa neurótico y ansiedad excesiva. Los filósofos, psiquiatras y teólogos nos dicen que los humanos siempre han precisado los mitos. Los mitos son una autointerpretación de nosotros mismos en relación a un mundo más extenso. Todas las sociedades e individuos se fundan en una serie de mitos que no son
fácilmente apreciables. Si la sociedad no nos ofrece mitos, nos los inventamos para darle sentido a nuestras experiencias personales. Hay tanto mitos positivos como negativos. Los positivos reafirman y confirman nuestra autoestima. Nos proporcionan guía y apoyo. Estos mitos positivos son usados por la conciencia humana como una pauta que nos permite lidiar con un mundo difícil, tal y como nos lo recuerdan los psiquiatras Rollo May y Carl Jung y los filósofos Mortimer Adler y Joseph Campbell. Hay muchos en nuestra cultura popular contemporánea, con ideas profundamente equivocadas, que consideran los mitos como mentiras. Yo consideraría un mito verdaderamente negativo a aquel que desorienta o tiene efectos destructivos. A estos se les podría llamar pseudomitos o exageraciones y parecen ser casi mágicos. Estos son los que se asocian con creencias sin beneficio ni responsabilidad. Hay muchos tipos de mitos, entre ellos los personales, sociales y profesionales. Los mitos personales los usamos para desarrollar nuestra identidad, imagen y valores morales. Usamos los mitos para definirnos en una comunidad. Los mitos sociales incluyen el Nuevo Mundo, la “frontera del Oeste”, el Llanero Solitario, los héroes nacionales y el así llamado Sueño Americano. Los mitos profesionales en la medicina veterinaria incluyen las imágenes asociadas con las historias de Jamos Herriott, el amable doctor proyectado por nuestra profesión organizada y el poder de curar relacionado con la ciencia moderna. ¿Hay conflictos entre la ciencia y los mitos? Al final, muchas de nuestras teorías científicas son una especie de mitología. Muchos descubrimientos científicos empiezan siendo mitos o tienen su cuestionamiento inicial en mitos. En muchos sentidos la ciencia es la crítica del mito (W.B. Yeats). ¿POR QUE RELACIONAR LA RESTRICCION DE PROTEINA CON LOS MITOS? Pienso que hemos usado el mito de la restricción de proteína porque es como “rasurar” psicológicamente la cara de una enfermedad que atenta contra la vida. La insuficiencia renal crónica presenta muchos problemas difíciles en la ausencia de tratamientos médicos adecuados a pesar de todos los esfuerzos. En la ausencia de diálisis ‐que no es práctica para la gran mayoría de los animales‐ y del trasplante renal ‐que no es exitosa en el perro por las barreras inmunológicas‐, el tratamiento médico tiene poco que ofrecer. La mayoría de los casos ya llegan tarde por su curso natural, normalmente son irreversibles y atendidos durante meses mediante una pauta uniforme de errores y existiendo muertes eventuales. Por estos factores, el sentido de frustración, de vergüenza e incluso de culpa se irgue en el veterinario y en el propietario. Los veterinarios se aferran a algo que ofrecer para mantener en este dilema nuestra posición profesional, nuestro status y poder frente al propietario. La restricción de proteína es simple, relativamente barata y normalmente inofensiva y tiene el “anillo de la autoridad”. Podemos ofrecer
seguridad vaga, pero firme, de su valor, porque lleva en escena desde hace mucho tiempo. Los propietarios se percatan del dilema y aprecian nuestros esfuerzos. Esto es una circunstancia ideal para atraparse, a uno mismo y al cliente, en un mito falso. ¿POR QUÉ HEMOS ELEGIDO CONTINUAR CON EL MITO DE LA REDUCCIÓN DE PROTEINA? El mito ha sido mantenido incluso en la última década a pesar de la evidencia científica negativa, porque el dogma ha persistido durante los últimos 40 años. Si como profesionales no tenemos claros los hechos acerca de temas controvertidos, deberíamos ponernos en manos de otros que aparenten tener autoridad. El poder para dirigir esta autoridad está en manos de la publicidad comercial que promueve estos productos especiales con mensajes desorientadores. El marketing está agresivamente dirigido tanto a veterinarios como a propietarios de la misma manera. Hay motivos lucrativos para que los veterinarios vendan estos productos. El público en nuestra sociedad tiene una obsesión con la nutrición y preocupación por la dieta. Los cambios en la dieta han asumido un estatus de tratamiento médico usando términos como intervención, conservación y corrección. La profesión y el público no aprecian que en el caso de las dietas, la publicidad se transmite con éxito sin ninguna prueba que la corrobore. Los propietarios pueden ser fácilmente convencidos para que acepten ese cambio en la dieta, porque sienten que están involucrados y que tienen que hacer algo constructivo. En este caso se ha perdido la responsabilidad profesional. Esta situación puede recordarnos que somos parte de una profesión acrítica con poca revisión o estándares. Cuando la evidencia científica falla a la hora de justificar una práctica, un falso mito puede seguir en vigencia. En conclusión, la continuidad de la existencia de este falso mito acerca de la proteína, es un recordatorio incómodo de la falta de sofisticación, la falta de pensamiento crítico y la confianza en un dogma excesivamente simplificado y atractivo que persiste en nuestra profesión. Este es solo un ejemplo de muchos falsos mitos, desinformación y verdades parciales que se repiten de década en década. Hasta que no haya un acercamiento más crítico con los estándares y supervisión en nuestra profesión, probablemente seguiremos atrapados en falsos mitos a pesar de la presencia de conocimientos científicos sólidos.