Negocio propio en la economía de todos

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Negocio propio en la economía de todos

Julio Martínez Molina, Morales Agüero, Roberto Díaz Martorell, Haydée León y Mayte María Jiménez JR El trabajo por cuenta propia busca su dimensión exacta en la concepción estratégica de la economía cubana.

Su recurrencia en el habla popular llegó a extenderse tanto que hasta la puritana y estricta Real Academia Española tuvo que extenderle una alfombra de bienvenida. Así, el término abandonó su plebeyo linaje para asumir una docta investidura en el Diccionario con la siguiente definición: «Cuentapropista: persona que, sin ser comerciante o profesional, vive de su propio negocio».

En Cuba, donde se prefiere denominarlos trabajadores por cuenta propia para evitar tonos despectivos de otras circunstancias, esta práctica tomó fuerza en los años 90 de la pasada centuria, cuando ante el desplome del campo socialista europeo la dirección de la Revolución adoptó alternativas económicas que propiciaran capear a toda costa el temporal sin hacerles mutis a la soberanía ni a los principios.

En aquel contexto se generó el alumbramiento legal de los fundadores de este tipo de labor. Mediante esa opción, miles de cubanos fueron autorizados a comercializar sus productos desde una inédita concepción de pequeña propiedad personal. Como nueva realidad, la iniciativa tuvo que someterse a regulaciones. Porque la vida enseña que en río revuelto...

Hoy el fenómeno vuelve a irrumpir en la dinámica nacional, sin aquella sensación de provisionalidad que tal vez lo acompañó en otros momentos, con mayor pujanza y empeñado en consolidarse en la visión estratégica de la economía nacional, que busca despojarlo de todos los prejuicios.

Ha tenido tal acogida que, según estadísticas del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS), hasta el 11 de marzo, se habían entregado en todo el país 171 000 nuevas autorizaciones. En la Isla más joven A pesar del esmero con que se gestan desde la base hasta la superestructura, y del cuidado con que se aplican sus presupuestos a escala social, en ocasiones algunas iniciativas socioeconómicas no irrumpen en la palestra pública «con el pie derecho», como grafica una conocida frase popular para una encomienda que debuta con éxito.

Solo cuando el calmoso e inexorable Cronos —deidad del tiempo— engrasa concienzudamente sus mecanismos, y la práctica —criterio de la verdad— confirma sin equívocos sus aciertos, esos

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proyectos emprenden la marcha con paso seguro por los rumbos previstos.

La apertura al trabajo por cuenta propia en la Isla de la Juventud —como en el resto del territorio nacional— transita todavía por su fase organizativa. En esta etapa de implementación se liman detalles, se rectifican derroteros y se «amarran» cabos sueltos. Como toda obra humana, la ley que lo sustenta no es perfecta y tiene detractores. Pero, por su naturaleza misma, son mayoría quienes la apoyan.

La céntrica calle José Martí, arteria principal de Nueva Gerona, tiene ínfulas de bulevar. Sin embargo, por estos días exhibe una desenfrenada actividad y un cariz diferente. De apacible paseo donde hasta hace poco convergían comercios y servicios, cambió para espacio atestado de catres, mesitas, estantes, cordeles...

La mutación nada tiene que ver con abracadabras ni con el mago Merlin. Es el saldo preliminar de la entrada en vigor de estas modalidades de empleo no estatal, cuyos practicantes «asaltaron» la zona para vender mercaderías de las más heterogéneas facturas. El cuadro es un maremagno de voces, ruido, oferta y demanda.

Iván Eduardo Crombet, artesano convertido en comprador-vendedor de discos, una de las opciones autorizadas por las novísimas disposiciones, figura entre quienes ocupan un espacio frente al restaurante El Dragón, en cuyos portales muestra y mercadea su «producción».

«Aquí trabajamos en condiciones complejas —dice, mientras enseña las áreas colindantes. Mira cuánta gente pregonando y gritando. El área se puede organizar mejor para evitar multitudes así. Confío en que esto sea algo provisional. Un bulevar tan bonito y acogedor no merece esto.

«Es bueno permitir que la gente labore por su cuenta, tanto para mejorar su economía como para aumentar la producción —asegura. Quien tenga posibilidades, que se sume. Aunque lo nuevo crea suspicacias, soy optimista. Pero en algo así se requiere disciplina y orden».

Iván tiene otras zozobras. Entre las básicas subraya la intermitencia en la oferta de algunos insumos imprescindibles en las tiendas recaudadoras de divisas.

Zulia y Elder —ex ama de casa ella y ex agente de seguridad portuaria él— decidieron aventurarse con una pizzería. Hasta la fecha su negocio marcha económicamente bien y sus productos gozan de notable aceptación. Pero el desabastecimiento los golpea.

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«A veces el queso desaparece de las tiendas y nos complica la producción —dice Elder. Cuando reaparece tratamos de comprarlo en cantidades. Y nada, volvemos a las mismas cuando se agota la provisión. Lo ideal, obviamente, es que el abasto se estabilice».

Inquieta también a estos «pizzeros» de nuevo tipo el hecho de que deben obtener sus insumos en pesos convertibles, a pesar de no realizar sus operaciones en esa moneda. Y hacen una propuesta: incorporar la harina de trigo a las ventas liberadas, como ocurre con el arroz, el azúcar y otros productos. Guantanamero Al amparo de una autorización especial para comercializar bisuterías diversas en tiempos de festejos de carnaval, Marcelino Simón Laime comenzó a ganarse los «frijoles» en el año 2000, cuando tenía apenas 17 años de edad.

El muchacho tenía la certeza de que era esa una manera decente de ganarse la vida. Pero por entonces el trabajo por cuenta propia era una rareza, casi una extravagancia en el escenario económico y social guantanamero. Consecuentemente, su singular ocupación padecía un día sí y el otro también del acecho de ciertos prejuicios.

A fuerza de insistir, se adaptó a vender a imagen y semejanza de los buhoneros por casi todo el territorio del oriente cubano —e incluso más allá—, principalmente en temporadas de fiestas populares. Pero ese trasiego le ocupaba demasiado tiempo y entorpecía su anhelo de seguir estudiando. Por más que se esforzaba, no se establecía.

Así estuvo varios años, hasta que hace tres meses cifró esperanzas en la ampliación de las actividades autorizadas para ejercer el trabajo por cuenta propia. Lo consiguió con rapidez. Bastaron dos fotos de 1x1 y su carné de identidad y tuvo en sus manos el permiso oficial como productor y vendedor de artículos para uso del hogar.

«Gracias a esta autorización puedo trabajar estable en mi ciudad —dice el joven. Pero ahora existen otros inconvenientes. Me han hecho sacar tres autorizaciones y finalmente tengo una de vendedor de discos.

En todo este contexto, sería bueno tener claro lo que el General de Ejército Raúl Castro, presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, planteó ante la Asamblea Nacional del Poder Popular el 18 de diciembre de 2010:

«Abundando sobre el necesario cambio de mentalidad mencionaré un ejemplo: si hemos arribado a la conclusión de que el ejercicio del trabajo por cuenta propia constituye una alternativa más de empleo para los ciudadanos en edad laboral, con el fin de elevar la oferta de bienes y servicios a la

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población y liberar al Estado de esas actividades para concentrarse en lo verdaderamente decisivo, lo que corresponde hacer al Partido y al Gobierno en primer lugar es facilitar su gestión y no generar estigmas ni prejuicios hacia ellos, ni mucho menos demonizarlos, y para eso es fundamental modificar la apreciación negativa existente en no pocos de nosotros hacia esta forma de trabajo privado». Por calles habaneras Cuando uno recorre las calles de la capital cubana tras la apertura del trabajo por cuenta propia, llama la atención la cantidad de jóvenes incorporados tanto a opciones gastronómicas como a la venta de artículos diversos y a oficios como peluquería y barbería.

Algunos de estos muchachos no superan los 25 años de edad. Sin embargo, ya se han abierto camino dentro del universo laboral, aunque no pierden la ilusión de estudiar en el futuro alguna especialidad que los cautive, y dedicarse entonces a otros quehaceres.

Esta fue la tendencia que primó en los criterios de los cerca de 20 entrevistados en la capital, un escenario a veces más adverso, pues son más los que se incorporan a esta labor, y tanto las materias primas como las opciones más rentables se agotan con mayor rapidez.

Para más de la mitad —especialmente para los que habían vencido el Preuniversitario o el nivel técnico-profesional—, esta fue una opción oportuna, pues estaban desvinculados del aula y, en vistas de sus dificultades económicas, les urgía tener sus propios ingresos.

La mayoría de estos jóvenes encuestados son varones y han optado por la venta de suvenires y artesanía. También por trabajos de oficio, como la albañilería y la gastronomía, asesorados por personas con más experiencia.

Harold Neceno, de 34 años de edad, se dedica, junto a su novia Katia, a vender panes, pizzas y refrescos. Ambos abandonan la cama temprano en la mañana y comienzan su jornada de elaboración, que suele ser muy agotadora, pues preparar unas 300 pizzas diariamente no es juego.

«No es algo que nos apasione, pero ayuda a satisfacer necesidades familiares básicas —dice el joven del municipio de Plaza de la Revolución. Esto lleva paciencia y así vamos cogiendo práctica».

Lena Fernández, de 28 años de edad, dedicada a la peluquería, explicó que la situación se hace difícil con los precios de los productos que precisa para trabajar.

Amén de que, en efecto, existen desabastecimientos en las unidades correspondientes, el principal

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problema es que no se han creado opciones mayoristas para quienes, como ella, deben comprar al por mayor. Y con los precios normales les resulta elevado el costo.

Para estos jóvenes, algunos desvinculados, la opción del trabajo por cuenta propia puede ser socialmente muy beneficiosa, al constituir una vía de empleo. Pero precisa de estrategias que desbrocen, en cuanto el país tenga condiciones para ello, el camino hacia los insumos necesarios para desarrollar sus labores.

Ellos no exigen una oferta desmesurada —conocen los esfuerzos que debe hacer la nación en el orden económico—, sino que se facilite en mercados y tiendas el acceso a los referidos productos; incluso prever una diferenciación de los precios, pues al final los costos terminan recayendo en el bolsillo de los consumidores, algo en lo que ya el país trabaja.

La mayoría de los encuestados siente, además, que deberían ampliarse las opciones de autoempleo, especialmente para los más jóvenes, que quisieran aplicar sus conocimientos en oficios o profesiones relacionadas con lo que estudiaron. Cienfuegos es la ciudad... En la Perla del Sur, la explosión del trabajo por cuenta propia ha encontrado excelente caldo de cultivo. Según Leonel Alonso, subdirector de Empleo de la Dirección Provincial de Trabajo y Seguridad Social, entre las actividades con más «carisma» están las de elaborador-vendedor de alimentos y toda la gama gastronómica.

«También tienen aceptación labores como mensajero, carpinteros, albañiles, relojeros, peluqueras, manicuras... Alrededor de 4 300 personas se han inscrito para ejercerlas, y un importante grupo de ese universo es joven», cuenta Leonel Alonso.

Según Yania García, de la misma dependencia, unos 2 450 de los que recibieron sus licencias están acogidos al régimen de Seguridad Social. Ese grupo contempla a personas desvinculadas del trabajo, estudiantes, amas de casa y algunos trabajadores que quedaron disponibles en el recién iniciado proceso de reajuste de plantillas.

Alrededor de 900 cienfuegueros empleados con anterioridad en el sector estatal se cuentan entre quienes entraron a este flamante universo, que multiplica la posibilidad de puestos de trabajo, estimula la producción e incrementa la oferta de bienes y servicios.

A sus 34 años de edad, Lesvis Odanis concentra sus esfuerzos cotidianos en su espacio como elaborador-vendedor de alimentos ligeros. Este joven, casado y con un niño pequeño, no poseía vínculo laboral al momento de incorporarse a la actual tarea.

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Se trata de una persona apreciada en el Consejo Popular cienfueguero de Caunao, donde reside. En su puesto oferta polvorones y panquecitos. También, aunque en menor proporción, pan con pasta y pudín. Paga 400 pesos cada mes por su patente.

—¿Cómo va el negocio? ¿Vale la pena?

—No me puedo quejar. Los jóvenes a quienes nos gusta trabajar y ver los resultados debemos aprovechar esta oportunidad.

A pesar de llevar dos meses en esta actividad, Lesvis comienza a apreciar modestos, aunque esperanzadores dividendos en sus finanzas. Él sabe que nadie se hace rico vendiendo polvorones. Aclara que tampoco es esa su intención. Solo pretende alcanzar cierto nivel de entrada y contribuir al mejoramiento de la economía familiar junto con su esposa, que trabaja en una tienda recaudadora de divisas.

«Hasta ahora tengo una buena clientela y mi producción se vende —dice sin dejar de trajinar. ¿Dificultades? Tienen que ver con la materia prima para trabajar. Debo comprarla en CUC, a pesar de que comercializo en moneda nacional. Aún así, muchas veces no la hay o es demasiado cara. Se ve uno en tremenda encrucijada, figúrate.

Ariadna de la Caridad Barcos tiene 33 años de edad y labora en una institución cultural. Sobre ella pende la posibilidad de quedar disponible en el reajuste de plantillas que se realiza como parte del reordenamiento laboral que tiene lugar en el país. Todavía no le han comunicado nada al respecto. Pero Ariadna prefiere estar preparada, por si llega a ocurrir. Así que, como las leyes lo permiten, desde fines del mes de diciembre alterna su trabajo con el Estado y con el autoempleo.

Su actividad principal es la confección de piñatas y otros artículos de cumpleaños, como cestitos, máscaras, carteles de felicitación, en fin... En el consejo popular La Juanita y en las comunidades cercanas, su trabajo es muy bien valorado por su calidad. Tiene demanda.

«Solo pago la patente, porque la seguridad social la paga mi centro de trabajo —explica. Mi dificultad mayor, como otros cuentapropistas, es la materia prima: hay que hacer maravillas para comprar hilo, cartulina, papel en colores, acetato... Y cuando los encuentras, son a precios altísimos. Sé que el Estado no puede dar respuestas inmediatas, pero confiamos en que esa situación mejorará».

En efecto, pese a los apremios comunes con los que conviven en sus nuevas ocupaciones, tanto Lesvis como Ariadna aplauden esta apertura del país hacia el cuentapropismo. Ambos le auguran un buen futuro, en especial cuando se aten los cabos sueltos. Es cuestión de voluntad y de tiempo.

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En Las Tunas En el Balcón del Oriente Cubano los nuevos aires del trabajo por cuenta propia baten con fuerza. Desde que soltó amarras el proceso de inscripción, las oficinas municipales correspondientes han atendido a un total de 8 819 interesados. De esos, 4 505 solicitaron formalmente licencias para comenzar a trabajar por su cuenta y 3 893 ya tienen luz verde para hacerlo.

Algunos, sin embargo, concurren a las dependencias registradoras para explorar el terreno, como Osmany Rubén, candidato con su cámara fotográfica. Pero renunció a ese proyecto tan pronto conoció la cuantía de algunos de los tributos que debía abonar.

«Mira, es magnífico que los tengan en cuenta para la Seguridad Social —admite. Eso les da tranquilidad a ellos y a sus familias con respecto al futuro. Pero debería ser una decisión opcional, no obligatoria».

Otra regulación que algunos trabajadores no estatales tuneros no entienden bien es la relacionada con los puestos de venta de alimentos en el centro histórico de la ciudad. Sin embargo, las autoridades locales no suelen extenderles autorización para operar allí, porque afectan el ornato en una zona no apropiada para ese tipo de actividad.

A pesar de los vaivenes lógicos de un proceso masivo, una buena nueva es que todos ellos se han tomado en serio su clase, pues no se les ve como «merolicos», sino como auténticos comerciantes. De ahí que en sus espacios no escaseen frases de saludo, la higiene, el papel para envolver, el respeto por el cliente y hasta iniciativas como música, adornos y carteles.

«Casi todos los registrados eran desvinculados del trabajo y el estudio —informa Roberto Cruz Tamayo, especialista en la Dirección Provincial de Trabajo. La mayoría (67 por ciento), entre 31 y 60 años de edad. Un buen grupo lo realizaba ilegalmente y ahora se legalizó. Hay 610 emplantillados con el Estado. Se inscribieron para alternar su labor con el autoempleo. Y diez estudiantes también.

Las actividades más solicitadas son trabajador contratado, vendedor de artículos del hogar y elaborador-vendedor de alimentos. Y muchos cocheros y bicitaxistas... Las menos solicitadas: carretillero, electricista automotriz, cerrajero, plomero, pocero, productor-vendedor de flores y plantas ornamentales, leñador, cuidador de animales y desmochador de palmas. Todas tienen que ver con las características de la provincia. Opción definitiva El pasado 1ro. de agosto, el General de Ejército Raúl Castro anunció en el Parlamento la decisión de ampliar el ejercicio del trabajo por cuenta propia como otra opción de empleo para quienes quedaran disponibles una vez culminado el proceso de ajuste de plantillas. Habló sobre la eliminación de prohibiciones para otorgar nuevas licencias y la comercialización de algunos

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productos.

Sus indicaciones se han cumplido. Pero no pocos aguardan por soluciones a contingencias susceptibles de resolverse, en aras de un aumento gradual y sostenido de la producción de bienes y servicios para el pueblo, junto a un mejoramiento del nivel de vida de quienes ejercen las diferentes actividades autorizadas. El Estado, en la coyuntura actual, no podía con tantos subsidios a cuestas.

Esta iniciativa del autoempleo tonifica el proyecto nacional de esbozar su política económica dirigida a aumentar eficientemente la producción. También a propiciarle al que quiera sentirse útil una opción en un contexto donde todos sus aportes serán bienvenidos.

Fuente: http://www.juventudrebelde.cu/cuba/2011-03-19/negocio-propio-en-la-economia-de-todos/

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