Solidaridad y Cultura

Solidaridad y Cultura Gerardo Daniel Ramos SCJ1 La pretensión de este breve capítulo es doble: I) mostrar cómo incide la cuestión cultural al momento

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Solidaridad y Cultura Gerardo Daniel Ramos SCJ1 La pretensión de este breve capítulo es doble: I) mostrar cómo incide la cuestión cultural al momento de comprender las diferentes connotaciones y dinamismos de la „solidaridad‟, y II) destacar algunas perspectivas propositivas en el Magisterio actual, prudencialmente convenientes para nuestro hoy y país, en vistas al Bicentenario. Dado que otros autores del Grupo „Santa María‟ han abordado con anterioridad lo referente a la conceptualización del término „solidaridad‟, entraré en tema sin más prolegómenos.

I) La ‘solidaridad’ en diferentes contextos Comienzo por presentar un cuadro de doble entrada, al que luego me remitiré para desarrollar la reflexión.

Tipificación del modelo

Especie de justicia a la que preferentemente se asocia

Impostación ética prevalente

Destinatarios característicos

Ejemplos históricos y áreas geográficas de aplicación más representativas

Ventajas del modelo

Límites del modelo

TRADICIONAL

Legal

La solidaridad como deber (=obligación)

Los mayores

Tribal Chino-mandarín Japonés- imperial Indio Árabe (=Asia y África)

Fortalece la conciencia colectiva de pueblo (Ej: Japón)

Puede conducir a un tradicionalismo monárquico (Ej: mundo árabe)

SOCIAL MODERNO

Distributiva

La solidaridad como derecho (=justicia)

Los ciudadanos (en particular, los menesterosos)

„Estado de Bienestar‟ europeo (=Occidente latino y escandinavo)

Promueve la equidad y un servicio social eficaz (Ej: Países Escandinavos, Francia y Alemania)

Puede recaer en un clientelismo populista (Ej: América Latina)

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GERARDO DANIEL RAMOS SCJ es Doctor en Teología (1998), profesor de Doctrina Social de la Iglesia en diferentes unidades académicas de la Pontificia Universidad Católica Argentina. Entre sus libros con contenido social se destaca: Claves para caminar hacia una nueva Argentina (Editorial Guadalupe, Buenos Aires 2005).

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LIBERAL MODERNO

Conmutativa

La solidaridad como libre decisión (=generosidad)

El prójimo

Inglés victoriano (=Occidente anglófono)

Estimula la responsabilidad personal (Ej: Inglaterra y USA)

Puede encerrar en un subjetivismo individualista (Ej: USA e Israel)

Resulta útil la verificación de que existen tres idiosincrasias culturales, e indirectamente tres modelos socio-políticos de organización, en los que puede observarse de un modo original el funcionamiento del concepto y dinamismo de la „solidaridad‟ 2. Intentaré explicitar a continuación esta tipología. 1. Modelo Tradicional a) Es la que se verifica en sociedades premodernas, en donde la solidaridad está implícitamente asociada a la justicia legal, es decir, la que obliga a los miembros de la comunidad con respecto al todo de la misma en forma prevalentemente unidireccional. b) En estas sociedades prevalece el sentido de bien común por encima del derecho individual de las personas, y la solidaridad se considera un deber –más que un acto libre y espontáneo– sobre todo de los jóvenes para con los mayores. c) Esto puede verse, por ejemplo, en sociedades tribales antiguas y contemporáneas, en el antiguo modelo chino-mandarín o japonésimperial, pero también en los diseños indio y árabe tradicional (particularmente en ámbitos no urbanos), y en actuales sociedades premodernas de vastas regiones de Asia y África. d) La ventaja de este primer modelo es que, junto a la solidaridad, promueve la conciencia colectiva de pueblo. Esto quedó puesto de relieve sobre todo en la sociedad japonesa anterior a la Segunda Guerra Mundial. e) Su límite es que puede conducir a un tradicionalismo de tinte monárquico, donde el sujeto no cuenta sino en referencia al cuerpo social, como aún hoy puede percibirse en numerosos países del mundo árabe (Irán, Pakistán, Afganistán). En esta perspectiva, las libertades individuales queden notoriamente recortadas, y en consecuencia, la virtud pierde mérito. 2. Modelo Moderno La segunda y tercera idiosincrasias culturales, con sus correspondientes tipologías, podemos denominarlas modernas, en el sentido de que pasaron por procesos de ilustración que limitaron y dividieron el poder de los monarcas, consideraron vastos espacios de la vida social como res 2

Tomo como referencia para este análisis cultural comparativo lo desarrollado en el capítulo III de mi libro La fe de los cristianos ante el actual pluralismo cultural, San Benito, Buenos Aires 2009: “Algunas experiencias de vida cristiana inculturada en el mundo actual”, pp.57-104, con la bibliografía indicada en las pp.186-187.

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publica, consagraron los derechos humanos de las personas y legitimaron el mundo de lo privado. Aquí podemos distinguir dos tipos de tendencias, con características propias cada una. 2.1. Social Moderno a) Considera la solidaridad como un derecho que compete a cada miembro de la sociedad, por lo que comparativamente prevalece el concepto de justicia en su vertiente distributiva. b) Aquí los destinatarios de la solidaridad son los ciudadanos, y de preferencia, los menesterosos o indigentes. c) Esto queda puesto de relieve en la concepción del Estado de Bienestar europeo de postguerra, y en general, el modelo difundido entre las décadas del 50‟-70‟ en gran parte del Occidente (latino, escandinavo). d) Con un sólido compromiso ético de la sociedad, tiene como ventaja que posibilita una distribución equitativa y un servicio social eficaz, como se vio en la segunda mitad del siglo XX en Francia y Alemania, o también en los países escandinavos, Dinamarca, Canadá y aún el Reino Unido de estos últimos decenios. e) El riesgo de esta acepción de la solidaridad es que al delegar la responsabilidad personal en organismos del Estado, cuando el soporte ético de la sociedad es frágil, los mecanismos de contralor endebles o los actos de corrupción quedan impunes, puede conducir a un clientelismo populista, como aconteció en gran parte de América Latina, y en particular con el peronismo en Argentina. 2.2. Liberal Moderno a) La solidaridad es asociada a la libre decisión de cada individuo de la sociedad civil, sin que el Estado tenga ninguna incumbencia al respecto. b) Aquí prevalece la noción conmutativa de la justicia, y el destinatario de la solidaridad es normalmente el prójimo. El prójimo es aquel de quien libremente una determinada persona quiere compadecerse. c) Este modelo caracterizó los tiempos victorianos en Inglaterra, y se difundió prevalentemente en el Occidente anglófono, sobre todo en los Estados Unidos. d) Tiene como ventaja que estimula la responsabilidad –y por tanto, mérito y virtud– personal, cosa que puede observarse en países como el Reino Unido y los Estados Unidos. e) En contrapartida, puede encerrar en un subjetivismo individualista, como se observa en este último país o también, en los últimos decenios, en Israel.

II) Balance y perspectivas 1. Constataciones Las anteriores observaciones nos permitieron percibir cómo cada contexto cultural tiende a condicionar, y en cierto modo hasta determinar, el modo en que las personas comprenden el concepto y la praxis de la solidaridad, y que por lo tanto no pueden hacerse, al respecto, discursos universales asépticos. 3

1.1. En las sociedades actuales Sin embargo, cabe notar que, en realidad y con diferentes grados de arraigo y extensión, los modelos que acabo de describir subsisten hoy transversalmente en la gran mayoría de las sociedades actuales, y todos ellos dependen, en el fondo, de cómo se comprenda a la persona en relación al bien común: - Si se subraya su dependencia socio-cultural, lo que acontece con el modelo cultural tradicional, normalmente más arraigado en las clases inferiores, que poseen menores niveles de individuación en las personas; - Si se subraya su vinculación y responsabilidad social, como acontece en el modelo social-moderno, más asociado por lo general a las clases medias; - O si se subraya su capacidad de iniciativa y libertad, como ocurre con el modelo liberal, más propio de de las élites y de los sectores dirigentes, que poseen mayores niveles de individuación en las personas. 1.2. En el Magisterio social Si bien la Doctrina Social de la Iglesia tiende a integrar las acepciones de solidaridad correspondientes a los tres modelos, también es cierto que ha puesto diferentes acentos de acuerdo al momento histórico y al espacio socio-cultural en los cuales se ha ido desarrollando. En términos comparativos: - El modelo tradicional fue subrayado explícita o implícitamente en RN, y en general hasta antes del Concilio Vaticano II, cuando tendía a enfatizarse el deber moral, tanto del cristiano individual como de las asociaciones intermedias, la Iglesia y el Estado; - El modelo social-moderno fue destacado por la PP (por ejemplo, nº17), pero también en el magisterio latinoamericano a partir de Medellín (por ejemplo DA 7; 26; 39; 57; 550), y más recientemente en otras áreas del Tercer Mundo, donde tiende a ponerse énfasis en la noción de justicia, tanto en el seno de cada sociedad como de la comunidad internacional; - El modelo liberal-moderno fue desarrollado particularmente por la CA (por ejemplo, 10; 35; 42), pero también en el magisterio de los episcopados europeos y sobre todo americano, donde tiende a resaltarse la libertad de los individuos, y a concebirse la solidaridad como un “compromiso firme y perseverante por empeñarse en el bien común” (SRS 38). 2. ¿Nueva perspectiva? La reciente encíclica de Benedicto XVI, Caritas in veritate (2009), haciéndose eco de la Populorum progressio, pone el acento en la dimensión vocacional del desarrollo, considerando en su centro a la persona humana (CiV 47a). 1) La perspectiva tradicional-legal de la solidaridad queda reducida a un solo texto, „eco‟ de la PT y citada también en el Compendio: “Una verdadera Autoridad política mundial (…) deberá estar regulada por el derecho, atenerse de manera concreta a los principios de subsidiaridad y de solidaridad, estar ordenada a la realización del bien común” (CiV 67; cf C 44). Es, por tanto, la acepción menos significativa. 2) En cambio, la encíclica apela a la responsabilidad de los propios interesados, haciendo notar que “el principio de subsidiaridad debe mantenerse íntimamente unido al principio de la solidaridad y viceversa”, porque “la solidaridad sin la subsidiaridad acabaría en el asistencialismo que humilla al necesitado” (CiV 58). Pero también afirma que la economía de mercado no podría cumplir su propia función económica “sin formas internas de solidaridad y de confianza recíproca” (CiV 35). En estos textos se subraya la perspectiva liberal-moderna de la solidaridad, pero insistiendo en el deber-responsabilidad de todos los agentes sociales. 4

3) Por último, Benedicto XVI insiste en que “la cooperación para el desarrollo (…) ha de ser una gran ocasión para el encuentro cultural y humano” (CV 59), y que más allá de meras soluciones técnicas, “la cooperación internacional necesita personas que participen en el proceso del desarrollo económico y humano, mediante la solidaridad de la presencia, el acompañamiento, la formación y el respeto” (CV 47). En estos textos, „solidaridad‟ aparece en paralelo con „cooperación‟. El Papa subraya, además, la responsabilidad común de toda la sociedad humana (CV 43), pero en particular la de “los estados económicamente más desarrollados” de, entre otras cosas, “ahorrar recursos (…) para destinarlos a la solidaridad internacional” (CV 60). En estos otros textos, que parecerían ser los más abundantes, el documento destaca la perspectiva socialmoderna de la solidaridad, pero entendida ésta –nuevamente– más como deber-responsabilidad que como derecho. 3. Recapitulación y aplicación Desde una perspectiva antropológica integral, es conveniente destacar la importancia de las tres perspectivas que hemos distinguido y desarrollado a lo largo de este artículo: a) la primera de ellas (tradicional) subraya la dimensión social de la persona; b) la tercera (liberal moderna) destaca la dimensión individuada, trascendente y libre de la misma; c) y en la segunda (social moderna) convergen ambas, pero asignando un rol decisivo en la mediación a las instituciones o al cuerpo social, con el riesgo de des-responsabilizar al sujeto. Esto es lo que busca corregir Caritas in veritate al integrar en el moderno concepto de solidaridad, tanto liberal como social, el fuerte componente ético del deber-responsabilidad3. Pero en este caso, con una nueva perspectiva: la percepción del „don‟ (CV 2; 6; 34; 79). Así, libertad, justicia y ética personal vuelven a conjugarse de „modo nuevo‟, fundadas, enhebradas y potenciadas principalmente en torno al concepto de “humanismo cristiano” (CV 79). No deja de ser llamativo que también la CONFERENCIA EPISCOPAL ARGENTINA haya subrayado en sus últimos pronunciamientos esta dimensión ético-personal cuando alienta, por ejemplo, el paso “de habitantes a ciudadanos responsables”: “El habitante hace uso de la Nación, busca beneficios y sólo exige derechos. El ciudadano construye la Nación, porque además de exigir sus derechos, cumple sus deberes”. Y continúan los Obispos: “Hay una carencia importante de participación de la ciudadanía como agente de transformación de la vida social, económica y política”4, por lo que en nuestro país, “la solidaridad necesita un crecimiento sustancial en orden a afianzar la conciencia ciudadana y la responsabilidad de todos por todos” 5.

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Cf. CV 44, donde la palabra „deber/es‟ se repite 8 veces. Hacia un Bicentenario en justicia y solidaridad (2010-2016) – 96ª Asamblea Plenaria [2008], 34. 5 La Doctrina Social de la Iglesia. Una luz para reconstruir la Nación – 90ª Asamblea Plenaria [2005], 23. 4

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