UNIVERSIDAD CENTROAMERICANA JOSÉ SIMEÓN CAÑAS

UNIVERSIDAD CENTROAMERICANA “JOSÉ SIMEÓN CAÑAS” EL DEBATE SOBRE LA EDUCACIÓN FEMENINA EN EL CONTEXTO DE LA LAICIZACION DEL ESTADO SALVADOREÑO (1871-1

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UNIVERSIDAD CENTROAMERICANA “JOSÉ SIMEÓN CAÑAS”

EL DEBATE SOBRE LA EDUCACIÓN FEMENINA EN EL CONTEXTO DE LA LAICIZACION DEL ESTADO SALVADOREÑO (1871-1889)

TESIS PREPARADA PARA LA FACULTAD DE POSTGRADOS

PARA OPTAR AL GRADO DE DOCTORA EN FILOSOFÍA IBEROAMERICANA

POR OLGA CAROLINA VÁSQUEZ MONZÓN

OCTUBRE DE 2012 ANTIGUO CUSCATLÁN, EL SALVADOR, C. A.

Rector Andreu Oliva De la Esperanza, S. J.

Secretaria General Celina Pérez Rivera

Decana de la Facultad de Postgrados Nelly Arely Chévez Reynosa

Director del Doctorado en Filosofía Iberoamericana Sajid Alfredo Herrera Mena

Director de Tesis Ricardo Roque Baldovinos

“Dondequiera que vaya soy yo misma pegada a mi aventura, a mi ansioso destino tan ajeno a quedarme o a partir con mi bolsa de fábulas y el indeciso mapa de lo desconocido. Allá lejos estoy tan cerca de las revelaciones y las dichas como aquí, como ahora, donde no logro descifrar jamás el confuso alfabeto de este mundo”. Allá lejos, ¿para qué?, Olga Orozco.

A quienes acompañan mis búsquedas con sus preguntas, sus silencios, sus presencias y complicidades…

ÍNDICE Introducción

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1

1. Sobre el problema de investigación. .

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a) Autonomía y emancipación del sujeto como horizonte de la modernidad

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b) El estatuto ontológico de la mujer

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c) Instrucción intelectual para la emancipación de la conciencia y el pensamiento

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2. Estado de la cuestión

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3. Metodología .

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4. Estructura del trabajo

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Capítulo I Aproximación al debate sobre la educación femenina en el pensamiento occidental .

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1.1 Los orígenes del pensamiento occidental sobre la inferioridad de la mujer .

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1.2 Las ideas sobre la inferioridad femenina en el siglo XIX

1. Ideas sobre la inferioridad “natural” de las mujeres

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a) La fundamentación filosófica del patriarcado moderno

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b) El discurso científico sobre la inferioridad mental de las mujeres .

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c) La mujer en el pensamiento católico .

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2. Contra la inferioridad “natural” de las mujeres .

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2.1 Los antecedentes .

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2.2 Krausismo, masonería y emancipación de la mujer a) El krausismo .

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b) La masonería .

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3. Civilización, progreso y emancipación femenina .

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3.1 Las ideas de progreso y civilización .

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3.2 La educación de la mujer en Iberoamérica

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Conclusiones

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Capítulo II El debate sobre la educación femenina en el contexto de las primeras reformas de laicización del Estado salvadoreño, 1871-1875 . . . . . . 90 1. La necesidad de la educación religiosa de las mujeres .

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1.1 Se promulga la libertad de cultos y de enseñanza

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1.2 Advertencias sobre los errores del liberalismo moderno

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1.3 La mujer, baluarte de la sociedad católica .

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2. La educación de la mujer en la nueva visión del liberalismo radical

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2.1 Una nueva concepción de Instrucción Pública .

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2.2 La reorganización del sistema educativo. .

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2.3 La educación de las niñas

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3. Resistencias eclesiales y radicalización del anticlericalismo .

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3.2 El asunto de las Beatas Rosas y la ruptura del Concordato .

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3.3 Mujeres “ignorantes y fanáticas” en la revuelta de San Miguel

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3.1 El refuerzo de la doctrina cristiana .

Conclusiones

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Capítulo III El debate sobre la educación femenina en el contexto de la laicización de la escuela primaria salvadoreña, 1880-1883 . . . . . . . . 160 1. La guerra contra la ignorancia y el fanatismo

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1.1 La educación femenina a inicios de 1880 .

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1.2 La libertad, base de la ilustración

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1.3 Instruir a las mujeres para erradicar el fanatismo religioso .

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2.1 La eliminación de la doctrina católica de la escuela primaria

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2.2 La disputa sobre la libertad de enseñanza .

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2. Hacia la educación laica .

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3. “La mujer” en el liberalismo católico y el liberalismo laicizante 3.1 La mujer religiosa .

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3.2 La mujer ilustrada .

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3.3 La mujer, ¿ciudadana? .

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Conclusiones

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Capítulo IV El debate sobre la educación femenina en el contexto de la ratificación constitucional de la educación laica en El Salvador, 1883-1889. . . . . . . 230 1. El debate durante los últimos años de la presidencia de Zaldívar (1883-1885). 1.1 La educación de la mujer debe ser religiosa

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232

1.2 Se expande la educación y la instrucción para las mujeres .

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241

2. Demandas femeninas durante el gobierno de Francisco Menéndez

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2.1 El contexto: la esperanza de revertir la educación laica

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2.2 Las jóvenes piden más educación

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2.3 Las madres piden educación religiosa

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3.2 Antonia Navarro, la primera ingeniera salvadoreña .

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3. Hacia nuevos horizontes abiertos por la instrucción intelectual 3.1 Más mujeres en secundaria Conclusiones

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Conclusiones finales .

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Sobre el estudio .

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a) ¿Emancipación o instrumentalización de las mujeres?

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b) Las resistencias del catolicismo

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c) Balance general . Bibliografía

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Introducción ¡Ay! de la mujer que extraviándose del camino que le ha trazado el Criador, llega a corromper su corazón por una efímera y falsa educación: se hará ella instrumento ciego del mal que anhelando romper los sagrados vínculos domésticos, civiles y religiosos, quiere valerse de la mujer como de quien puede arruinar la familia en su origen y propagar la depravación entre los pueblos1. La ignorancia de la mujer es el último reducto a donde se ha refugiado el fanatismo. Y como ese monstruo social tiene que desaparecer para levantar sobre su cadáver la regeneración de nuestros pueblos, necesario es que permanezcamos a la brecha haciendo fuego nutrido y persistente hasta alcanzar su completa destrucción2.

En El Salvador, una de las transformaciones culturales iniciada durante el último tercio del siglo XIX fue la de la educación femenina. En el marco del proyecto del liberalismo laicizante, los gobiernos de Santiago González (1871-1875), Rafael Zaldívar (1876-1885) y Francisco Menéndez (1885-1890) impulsaron una serie de políticas que posibilitaron el acceso de las niñas y las jóvenes a una instrucción intelectual que no se les había ofrecido en las llamadas “escuelas de primeras letras”, hasta ese momento. Estas medidas suscitaron un intenso debate en torno a los contenidos de la educación femenina, donde la mujer fue territorio de disputa entre dos visiones no solo educativas, sino de Estado y sociedad. Por un lado, los intelectuales del liberalismo laicizante o radical, quisieron hacer de las mujeres aliadas en la consolidación del proyecto del Estado laico. Para lograrlo, apostaron a la emancipación de la conciencia y el pensamiento femenino de la tutela clerical, a través de la instrucción intelectual. Por el contrario, los intelectuales del liberalismo católico o moderado, concebían a la mujer como baluarte de la sociedad católica. Por ello sostuvieron una intensa campaña en defensa de la religión como principio fundamental de la educación femenina. El presente estudio tiene como objetivo reconstruir este debate y analizar las ideas sobre la mujer argumentadas a lo largo de la disputa.

“Discurso pronunciado por el Señor Canónigo Penitenciario Doctor Don Miguel Vecchiotti el 30 de abril próximo pasado en el acto de inaugurarse la escuela de niñas pobres fundada por las Hermanas de la Caridad”, La Verdad, tomo 1, N° 1, 13 de mayo de 1871, p. 3. 1

2 “La educación de la mujer en el Salvador”, La Discusión, tomo I, N° 3, 15 de mayo de 1880, p. 1.

1

El debate salvadoreño sobre la educación femenina forma parte de los importantes cambios culturales que se estaban sucediendo en el mundo occidental a partir de los reacomodos económicos, políticos y sociales desencadenados por el proyecto de la modernidad ilustrada. En las páginas de esta introducción me interesa, en primer lugar, identificar las coordenadas en las que se enmarca el debate salvadoreño sobre la educación de la mujer en el intenso siglo XIX, lo que permitirá una aproximación al problema que se plantea en este estudio. En segundo lugar, hacer una breve reseña de aquellas investigaciones que han abordado temáticas afines a la que hoy presento, tanto en el ámbito nacional salvadoreño como en Iberoamérica. En tercer lugar, establecer la propuesta metodológica de esta investigación, así como sus alcances y límites. Por último, hacer también una breve descripción de la estructura general de este trabajo. 1. Sobre el problema de investigación A mi juicio, el debate sobre la educación femenina en El Salvador del siglo XIX entrelaza tres de las grandes discusiones que se estaban desarrollando en el mundo occidental. En primer lugar, la de la autonomía y emancipación del sujeto moderno; en segundo lugar, la del estatuto ontológico de la mujer; y en tercer lugar, la de la educación intelectual como fundamento de la autonomía y la emancipación. Profundizo en cada una de ellas, a continuación. a) Autonomía y emancipación del sujeto como horizonte de la modernidad En el texto El discurso filosófico de la modernidad, Habermas señala que la cultura moderna está determinada por el principio de la subjetividad, es decir, ese modo de relación del sujeto consigo mismo. Así, la expresión subjetividad connota individualismo, o el derecho de lo particular a hacer valer sus pretensiones; derecho de crítica, o la posibilidad de exigir justificación de todo lo que se cree o reconoce; y autonomía de la acción, o la responsabilidad última de las propias acciones3. En este sentido, la modernidad ofrecía como horizonte la 3

Ver: J. Habermas, El discurso filosófico de la modernidad, Buenos Aires: Katz Editores, 2008, p. 27.

2

Introducción autonomía y la emancipación del sujeto. Ya en 1784, Kant definía la Ilustración como la “liberación del hombre de su culpable incapacidad. La incapacidad significa la imposibilidad de servirse de su inteligencia sin la guía de otro”4. La incapacidad pues, no hacía referencia a la falta de inteligencia sino a la falta de valor y decisión para servirse de la propia razón sin la tutela de otro. De ahí que acuñe como lema de la Ilustración el famoso ¡Atrévete a pensar! Lo único que se oponía a la Ilustración era la falta de libertad: Mas oigo exclamar por todas partes: ¡Nada de razones! El oficial dice: ¡no razones, y haz la instrucción! El funcionario de Hacienda: ¡nada de razonamientos!, ¡a pagar! El reverendo: ¡no razones y cree! Aquí nos encontramos por doquier con una limitación de la libertad. Pero, ¿qué limitación es obstáculo a la ilustración? ¿Y cuál es su estímulo? Contesto: el uso público de su razón le debe estar permitido a todo el mundo y esto es lo único que puede traer ilustración a los hombres…5

En este texto, Kant exhorta a emanciparse de la tutela política, social o religiosa a través del libre ejercicio de la razón, es decir, de la decisión de servirse de la propia razón sin la tutela de otro. La expresión kantiana resulta sugerente pues, en principio, hace referencia a un ideal universal en el que “todo el mundo” pasara de una condición de tutela a una condición de autonomía. Pero, ¿quién estaba incluido en la expresión “todo el mundo”? ¿Quiénes eran destinatarios de la promesa de emancipación del discurso ilustrado? Como mostraré a lo largo de este trabajo, el ideal de universalidad de la razón ilustrada fue ambiguo en sus concreciones. Para muchos, este ideal se limitó al mundo del “hombre” “blanco” “occidental”6. En este sentido, Alicia Puleo señala que el discurso que la Ilustración mantuvo sobre las mujeres se movió en una ambigüedad provocada por la explicación de la diferencia genérica: Emmanuel Kant, “Qué es la ilustración”, en Filosofía de la historia, México D.F.: Fondo de Cultura Económico, 1978, p. 25. 4

5

Emmanuel Kant, “Qué es la ilustración”… p. 28.

Para evaluar la perspectiva y validez universal, Ellacuría proponía el método de la historización de los conceptos y tener en cuenta “el “desde” dónde se consideran y el “para” quién y “para” qué se proclaman”. Ignacio Ellacuría, “Historización de los Derechos Humanos desde los pueblos oprimidos y las mayorías populares”, ECA Estudios Centroamericanos, N° 502, agosto 1990, pp. 589-596. 6

3

Tal oscilación surge de tres fuentes: por un lado, de la fortaleza de costumbres y de los prejuicios arraigados en la sociedad, y por ende, en los ilustrados en tanto pertenecen a esta; por otro, de una tensión interna del propio pensamiento de la Ilustración, la contradicción que surgirá entre el deseo de cambio, el imperativo moral de crítica a las estructuras vigentes y el progresivo avance del conocimiento de las ciencias naturales que impone un punto de vista determinista, biologicista; finalmente, un tercer factor lo constituye el discurso de una burguesía emergente que en la pluma de Rousseau expresará con mayor claridad y contundencia un nuevo modelo de familia que consagra la exclusión de las mujeres del ámbito de lo público7.

Pese a estas oscilaciones, ambigüedades y tensiones, la razón ilustrada ofreció un potencial crítico capaz de desmontar prejuicios, costumbres tradicionales y hasta discursos científicos que intentaron legitimar la inferioridad natural femenina desde la antigüedad hasta el siglo XIX. ¿Qué era la mujer? ¿Cuál era “su naturaleza”? ¿Era realmente distinta a la del varón? ¿Estaba la mujer capacitada para ser sujeto autónomo? Aquí se enlaza la segunda gran discusión. b) El estatuto ontológico de la mujer El siglo XIX fue escenario de la discusión sobre lo que se concebía como ser mujer. La pregunta por la “naturaleza femenina” tenía un trasfondo metafísico, y la milenaria concepción dualista seguía imponiendo a las mujeres los atributos de instinto e irracionalidad. Las posturas de Rousseau, Schopenhauer, Comte, Darwin y Spencer mantuvieron el discurso de la inferioridad natural femenina –legitimado primero por la filosofía y luego por la ciencia positiva- y justificaron la sumisión de las mujeres a la tutela patriarcal. Sin embargo, las posturas del “humanismo ilustrado liberal”8 o de la llamada “Ilustración consecuente”9 –

Alicia Puleo, La Ilustración olvidada. La polémica de los sexos en el siglo XVIII: Condorcet, De Gouges, De Lambert y otros, Barcelona: Editorial Anthropos, 1993, p. 14. 7

Así llama Lacalzada de Mateo al pensamiento crítico de la Ilustración. Ver: Ma. José Lacalzada de Mateo, “Humanismo ilustrado-liberal en la emancipación de las mujeres y su engranaje masónico en España”. En Celia Amorós y Ana de Miguel (eds.), Teoría feminista: de la Ilustración a la globalización. De la Ilustración al segundo sexo, Madrid: Minerva Ediciones, 2005, pp. 170-190. Ahondaré en este tema en el primer capítulo. 8

4

Introducción Condorcet, Wollstonecraft, De Gouges, Krause, Fröbel- reivindicaron la igualdad básica de los sexos y reclamaron el derecho de la mujer a la participación en el nuevo orden social y político en igualdad de condiciones. Si bien estos ilustrados reconocieron la condición de inferioridad femenina, no lo atribuyeron a la naturaleza –es decir, no era parte del “ser mujer”- sino al proceso de socialización. Pese a ello, la discusión sobre el estatuto ontológico de la mujer quedó zanjada definitivamente, al menos en el terreno filosófico, hasta en 1949, cuando Simone de Beauvoir desmontó el mito de la esencia o naturaleza femenina en su obra El segundo sexo10. Así, la concepción de la mujer como ser inferior no solo no desapareció con la irrupción del pensamiento del humanismo ilustrado sino que tuvo implicaciones de cara al estatuto jurídico de las mujeres que derivó en su exclusión del mundo público. Cristina Sánchez Muñoz afirma que en el siglo XIX, las mujeres pasaron “de la subordinación natural a la exclusión política” en las instituciones sociales modernas11. A esto responde que la ciudadanía, categoría fundamental del nuevo orden político y social, excluyera a las mujeres. Julián González ha señalado que la ciudadanía moderna nació como una “ciudadanía restringida”. González destaca: Principalmente, la exclusión operó mediante cuatro tipos de argumentos: naturales (las mujeres, los negros y los menores de edad por razones biológicas no fueron considerados ciudadanos); socioeconómicos (era necesario disponer de un tipo de renta, ejercer una industria o profesión útil); morales (ser sujeto autónomo, tener un modo honesto de vivir); e histórico culturales (contar con la nacionalidad, haber prestado servicios a la patria, etc.)12.

Este término lo utiliza Sánchez Muñoz para referirse al pensamiento ilustrado que intentó llevar a cabo los ideales igualitarios. Ver: Cristina Sánchez Muñoz, “Genealogía de la vindicación”, en Elena Beltrán y Virginia Maquieira (eds.), Feminismos, debates teóricos contemporáneos, Madrid: Alianza Editorial, 2008, pp. 17-73. 9

10

Ver: Simone de Beauvoir, El segundo sexo, Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1999.

11

Ver: Cristina Sánchez Muñoz, “Genealogía de la vindicación”… p. 20.

Julián González Torres, Del “ciudadano católico” al “ciudadano laico”. La escuela pública primaria y la formación de los futuros ciudadanos. El Salvador 1824-1890, tesis presentada para optar al grado de Doctor en Filosofía Iberoamericana, Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”, octubre 2012, p. 35. 12

5

Si bien en los sistemas jurídicos se impuso la visión de la mujer como sujeto de la tutela patriarcal, la raíz emancipadora de la razón ilustrada se expresó en un contrapunteo basado en la apuesta por la instrucción de su inteligencia: la falta de autonomía de las mujeres no se debía a su incapacidad intelectual sino a la ausencia de una instrucción racional que estimulara estas facultades. De ahí que, para los ilustrados consecuentes, la instrucción intelectual femenina se convirtió en condición de posibilidad para la autonomía y la plena participación de las mujeres en las sociedades modernas. En otras palabras, había que ofrecer a las mujeres una educación ilustrada, es decir, una educación capaz de estimular sus facultades intelectuales y garantizar así la autonomía de su conciencia y su pensamiento. Es aquí donde se engancha la tercera discusión. c) Instrucción intelectual para la emancipación de la conciencia y el pensamiento Para entender el contexto que sitúa la educación intelectual como camino de emancipación de la conciencia y el pensamiento en El Salvador, es importante ubicar algunos antecedentes. Los ideales emancipadores de la modernidad ilustrada se instalaron en la América hispánica de la mano de la corona española a través de la Constitución de Cádiz, de 181213. A diferencia del liberalismo clásico “rigurosamente racionalista y secular”, como lo califica Hobsbawm14, el liberalismo gaditano fue fundamentalmente católico en la medida en que “ni los diputados de la península ni los del nuevo continente renunciaron al ideario de la religión católica como elemento de unidad de la nación española”15. En el caso de El

El investigador Roberto Breña señala que el carácter liberal de la Constitución de Cádiz, promulgada en marzo de 1812, es “incuestionable”, como lo es también el influjo de este “primer liberalismo español” en el pensamiento político americano durante el período de las independencias nacionales. Ver: Roberto Breña, “El liberalismo español y su proyección hispanoamericana”, en Iván Jaksic y Eduardo Posada Torres (editores), Liberalismo y poder. Latinoamérica en el siglo XIX, Chile: Fondo de Cultura Económico, 2011, pp. 65 y 68. 13

Según Eric Hobsbawm, este liberalismo “estaba convencido de la tendencia de la conducta y las instituciones irracionales (entre las que incluía a todas las religiones no racionales) a oscurecer más que iluminar”. Ver: Eric Hobsbawn, La era de la revolución. 1789-1848, Barcelona: Editorial Crítica, 1997, p. 239. 14

15

Julián González Torres, Del “ciudadano católico” al “ciudadano laico”… p. 64.

6

Introducción Salvador, el liberalismo mostró diferentes matices a lo largo del siglo XIX16. Ciertamente hubo elementos comunes alrededor de la concepción del régimen republicano –entendida como la asociación de ciudadanos basada en los principios de soberanía del pueblo, sufragio, división del poder, libertades civiles y políticas, virtudes cívicas, preceptos morales o religiosos-17, pero también hubo divergencias en cuanto al rol que la religión debía jugar en la naciente República, como mostraré a lo largo de este trabajo18. El liberalismo que se impuso en El Salvador desde 1871 era de tendencia laicizante, es decir, propugnaba “la sustracción de las instituciones públicas de la directa influencia eclesiástica”19 y buscaba consolidar un Estado laico que garantizara la igualdad de condiciones para todos los ciudadanos sin importar su credo religioso. En este empeño, la educación fue considerada el medio idóneo para lograrlo. Si en las antiguas escuelas de primeras letras se había educado para memorizar y repetir el catecismo cristiano, las nuevas escuelas debían ofrecer una instrucción que estimulara el intelecto y la razón. Esta nueva educación era particularmente importante para las mujeres, en cuyas manos descansaba la primera formación de los futuros ciudadanos. Los liberales católicos se opusieron a estas

No es objetivo de este trabajo hacer un análisis del liberalismo salvadoreño ni latinoamericano. Sin embargo es importante dejar asentado desde un inicio que este no fue un pensamiento monolítico ni tuvo un patrón único de desenvolvimiento. Una muy buena compilación de artículos sobre los diversos matices del liberalismo en América Latina se encuentra en el libro editado por Iván Jaksic y Eduardo Posada Carbó, Liberalismo y poder. Latinoamérica en el siglo XIX, FCE, Santiago de Chile, 2011. 16

Sajid Herrera, “¿Liberales contra conservadores? Las facciones políticas en El Salvador del siglo XIX”, en Xiomara Avendaño (coord.), Historia electoral en Centroamérica, Managua: Lea Grupo Editorial, 2011, pp. 177215. 17

La primera Constitución del Estado salvadoreño, promulgada en 1824, declaraba como religión del Estado la católica, apostólica, romana y excluía el ejercicio público de cualquier otra. Ya para 1837, una primera iniciativa del liberalismo laicizante tuvo lugar cuando Francisco Morazán propuso una reforma al código civil donde se sancionaron leyes que reconocían el matrimonio como contrato civil, los derechos hereditarios de los hijos ilegítimos, la educación laica, y el apoyo a la inmigración protestante. Esta iniciativa se encontró con fuertes resistencias por parte de la Iglesia católica que consideró tales leyes como heréticas. Ver: Lowel Gudmundsun, “Sociedad y política (1840-1871)”, en Pérez Brignoli, Héctor (ed.) Historia general de Centroamérica. De la ilustración al liberalismo. Madrid: Ediciones Siruela, 1993, pp. 230 y 231. 18

Ver: Roberto Di Stéfano, Ovejas negras. Historia de los anticlericales argentinos, Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 2010, p. 13. 19

7

reformas por considerarlas una amenaza para la estabilidad de la sociedad católica20. En esta contraposición de visiones entre el Estado republicano laico y el Estado republicano católico21, las mujeres fueron territorio de disputa. Las transformaciones educativas impulsadas por los gobiernos de González, Zaldívar y Menéndez sentaron las bases para el acceso de las mujeres a una educación que marcó el inicio de un proceso de emancipación femenina cuyo pilar fundamental fue la autonomía de conciencia y de pensamiento. Autonomía que no implicaba la eliminación de la religión de la vida de las mujeres, sino la eliminación de la tutela de una de las instituciones patriarcales a la que las mujeres habían estado sujetas por siglos: la Iglesia católica. Una vez identificadas las discusiones que se entrelazan en el debate sobre la educación femenina salvadoreña, es importante señalar que la trascendencia de este tema se deduce no solo de la fuerza de los argumentos que esgrimen los intelectuales en disputa, sino de la permanencia del tema en la prensa escrita, al menos, a lo largo de diecinueve años (18711890). La presente investigación no pretende hacer una nueva apología de los gobiernos llamados liberales. Muchas críticas pueden hacerse a las políticas impulsadas durante la presidencia de Santiago González, Rafael Zaldívar o Francisco Menéndez. Sin embargo, en lo que al tema femenino respecta, es fundamental analizar esta particular coyuntura histórica en la que tres elementos –liberalismo, laicismo y educación- convergen y desembocan en importantes decisiones que afectaron positivamente la vida de muchas mujeres. En este sentido, mi estudio pretende aportar pistas para la comprensión de las reivindicaciones del derecho a la educación de las mujeres salvadoreñas en un momento de transición: del Estado católico al Estado laico. A mi juicio, en medio de las discusiones sobre los nuevos límites de A lo largo de este trabajo tendré ocasión de mostrar cómo estas posturas se radicalizan en la medida en que avanza el proceso de consolidación del Estado laico. Hacia 1880, el catolicismo asoció el término “liberal” a todo tipo de “enemigos” de la Iglesia: ateos, masones, protestantes, anticlericales, racionalistas, etc. Por su parte, los liberales radicales llegaron a identificar a los católicos como “fanáticos”, “ultramontanos” y “oscurantistas”. 20

Diferente al caso europeo donde el Estado republicano se contrapuso al estado monárquico. Ver: Ana María Stuven, “Ser y deber ser femenino: La Revista Católica, 1843-1874”, en Paula Alonso (comp.), Construcciones impresas: panfletos, diarios y revistas en la formación de los estados nacionales en América Latina, 1820-1920, Argentina: Fondo de Cultura Económico, 2003, pp. 243-271. 21

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Introducción las instituciones en el Estado laico, se estaba definiendo también una nueva manera de concebir a la mujer y su rol en la sociedad. 2. Estado de la cuestión En la exploración realizada para identificar algunas de las investigaciones publicadas en Iberoamérica durante los últimos años, no encontré ninguna que trabajara, desde la historia de las ideas, los temas de laicidad, religión y educación femenina en el siglo XIX. De hecho, un artículo publicado por la investigadora española María Pilar Salomón Chéliz da cuenta de que, al menos en la historiografía española del siglo XX, “en la década de los ochenta y en gran parte de la de los noventa, ni la religión ni el laicismo merecieron mayor atención desde la historia de las mujeres”22. Salomón Chéliz señala que ha sido la propia evolución de la disciplina histórica la que ha permitido empezar a plantear estudios que vinculan estas temáticas con la emergencia de las mujeres al espacio público en el siglo XIX. En este sentido, pude constatar tres vertientes de investigación histórica en cuanto al tema de las mujeres: la primera está conformada por las investigaciones en las que se describen los procesos por los cuales las mujeres accedieron a la educación formal23; la segunda va por la línea de la revisión de la prensa y literatura, y plantea las primeras iniciativas

María Pilar Salomón Chéliz, “Laicismo, género y religión. Perspectivas historiográficas”, Ayer (Asociación de Historia Contemporánea), N° 61, España, 2006, p. 292. 22

Ver publicaciones como las de: 1) Pilar Ballarín Domingo, “La educación de la mujer española en el siglo XIX”, en Historia de la Educación: Revista Interuniversitaria, N° 8, 1989, pp. 245-260, disponible en: http://campus.usal.es/~revistas_trabajo/index.php/0212-0267/article/viewFile/6837/6823 2) Miryam Baez Osorio, “El surgimiento de las escuelas normales femeninas en Colombia”, en Revista Historia de la educación latinoamericana N° 4, Sociedad de Historia de la Educación Latinoamericana, Colombia, 2002, pp. 157-180, disponible en http://www.rhela.rudecolombia.edu.co/index.php/rhela/article/viewFile/14/11 3) Alicia Itatí Palermo, “El acceso de las mujeres a la educación universitaria”, en Revista Argentina de Sociología, Año 4, N° 7, Buenos Aires, julio-diciembre 2006, pp. 11-46, disponible en: http://www.scielo.org.ar/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1669-32482006000200002&lng=es&nrm=iso 4) María Guadalupe González y Lobo, “Educación de la mujer en el siglo XIX mexicano”, en Revista Casa del Tiempo, Vol. IX, época III, número 99, mayo-junio 2007, pp. 53-58, disponible en: http://www.uam.mx/difusion/casadeltiempo/99_may_jun_2007/casa_del_tiempo_num99_53_58.pdf 5) Capítulo IV: “La Escuela Normal: el taller del magisterio” del texto de Lucía Leonetti, La misión política de la escuela pública. Formar a los ciudadanos de la república (1870-1916), Miño y Dávila Editores, Buenos Aires, 2007. 23

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de periodismo femenino y la reivindicación de derechos24; y la tercera agrupa a aquellas que reflexionan sobre las ciudadanías e identidades, y explora la construcción femenina partir de diversas relaciones de poder en el espacio público25. En El Salvador, una de las primeras publicaciones que abordó el tema de la educación femenina decimonónica es un breve artículo publicado por María Tenorio en el año 2002. La intención de la autora era mostrar que las instituciones de enseñanza secundaria en el siglo XIX aseguraron “la reproducción de un orden social, político y cultural articulado a partir de distancias, o desigualdades, entre sujetos sociales, las cuales –incluso en estos días de globalización- siguen marcadamente vigentes en tierras salvadoreñas”26. A mi juicio, la perspectiva del análisis propuesto por Tenorio resulta insuficiente para dar cuenta de la complejidad de las ideas educativas salvadoreñas del siglo XIX y, sobre todo, del contexto en Ver estudios como los de: 1) June E. Hahner, “La prensa feminista del siglo XIX y los derechos de las mujeres en el Brasil”, en Lavrin, Asunción, Las mujeres latinoamericanas, perspectivas históricas, FCE, México, 1985, pp. 293-328. 2) Mercedes Roig, A través de la prensa. La mujer en la historia. Francia, Italia, España, siglos XVIII – XX, Ministerio de Asuntos Sociales, Madrid, 1989. 3) Hugo Cruz Rivas, “Mujeres que entran y salen de la historia: el caso del semanario feminista El Ideal, Guatemala (1887-1888)”, en Rodríguez Sáenz, Eugenia (ed.), Mujeres, género e historia en América central durante los siglos XVIII, XIX y XX, UNIFEM, México D.F., 2002, pp. 85-94. 4) Silvia Trujillo y otras, Espejos rotos. La intrincada relación de las mujeres y el periodismo impreso en Guatemala, FLACSO, Guatemala, 2006. 24

Ver trabajos como los de: 1) Cynthia Jeffres Little, “Educación, filantropía y feminismo: partes integrantes de la femineidad argentina, 1860-1926”, en Lavrin, Asunción, Las mujeres latinoamericanas, perspectivas históricas, FCE, México, 1985, pp. 271-292. 2) María Rosaria Stabili, “El sexo de la ciudadanía: Las mujeres y el sufragio en el Chile liberal (1875-1917)”, en Potthast, Bárbara y Scarzanella, Eugenia, Mujeres y naciones en América Latina. Problemas de inclusión y exclusión, Iberoamericana, Madrid, 2001, pp. 135-159. 3) Ana María Stuven “Ser y deber femenino: La Revista Católica, 1843-1874” en Paula Alonso (comp.), Construcciones impresas: panfletos, diarios y revistas en la formación de los estados nacionales en América Latina, 1820-1920, Fondo de Cultura Económico, Buenos Aires, 2003, pp. 243-271. 4) Ana Peluffo, Lágrimas andinas: sentimentalismo, género y virtud en Clorinda Matto de Turner, Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana, Pennsylvania, 2005. 5) Yolanda de Paz Trueba, “Las instituciones tradicionales: el lugar de las mujeres en ellas y su relación con el nuevo estado liberal”, ponencia presentada en las Segundas Jornadas Nacionales de Historia Social, Córdoba, Argentina, 2009, disponible en http://cehsegreti.com.ar/historia-social2/mesas%20ponencias/MESA%208/Ponencia%20Yolanda%20Paz%20Trueba.pdf. 6) Patricia Arroyo Calderón, “Liberalismo, catolicismo y romanticismo: La construcción discursiva de la identidad femenina en América Central (1880-1922)”, en Casáus, Marta Elena (coord.), El lenguaje de los “ismos”: ensayo de historia conceptual en América Latina, siglos XIX y XX, F&G Editores, Guatemala, 2010, pp. 125-153. 25

María Tenorio, “Escuela de niñas y Liceo de Santo Tomas, educación privada y nación salvadoreña en el siglo XIX”, en ECA Estudios Centroamericanos, N° 645-646, UCA, 2002, p. 707. 26

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Introducción el que se desarrollaron. Era necesaria una mayor profundización en fuentes primarias y un mayor análisis para identificar, aún en medio de un sistema que reproducía el orden establecido, aquellos elementos de ruptura que posibilitaron cambios importantes en la educación salvadoreña. En este sentido, las investigaciones de Jorge Araujo y Roberto Valdés, publicadas en 2009 y 2010 respectivamente, lograron situar perspectivas que complejizaron la visión que se tenía de la historia salvadoreña del siglo XIX, y obligaron a problematizar el abordaje que se había hecho hasta ese momento sobre el tema de la educación salvadoreña decimonónica27. Araujo abrió una interesante línea de investigación en torno al debate sobre la laicización de la educación salvadoreña y de los actores en conflicto 28. Aún y cuando no trabajó el tema de las mujeres, sí hizo visibles algunos discursos eclesiales en los que se percibía la importancia de la educación religiosa femenina. Por su parte, Roberto Valdés puso en evidencia la intensidad de la polémica en torno al proceso de laicización estatal entre los católicos y los liberales masones, así como la profunda influencia de estos últimos en la consolidación del Estado laico durante el último tercio del siglo XIX29. En su trabajo, Valdés evidenció la participación activa de las mujeres católicas quienes manifestaron su oposición al proceso de laicización estatal durante las discusiones de la Constituyente de 1886. En este marco, Nataly Guzmán publicó en 2010 un interesante artículo en el que analizó las representaciones construidas por algunos medios impresos alrededor de tres temas: enseñanza laica, nuevas pedagogías y educación de la mujer. Guzmán logró “mostrar Por ejemplo, el texto de Gilberto Aguilar Avilés y Héctor Lindo-Fuentes, Un vistazo al pasado de la educación en El Salvador. El sistema escolar de El Salvador en el siglo XIX, San Salvador: FEPADE, 1998, no profundiza en el intenso debate intelectual suscitado a partir de las iniciativas de transformación del sistema educativo salvadoreño en el marco del proceso de la laicización estatal. 27

Jorge Araujo Lozano, La Iglesia católica salvadoreña y la laicización de la educación en 1881: ¿Un proyecto liberal frente a una respuesta ultramontana? Tesis presentada para optar al grado de Maestro en Filosofía Iberoamericana, Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”, San Salvador, 2009. 28

Roberto Valdés Valle, Masones, liberales y ultramontanos salvadoreños: debate político y constitucional en algunas publicaciones impresas, durante la etapa final del proceso de secularización del Estado salvadoreño (1885-1886). Tesis presentada para optar al grado de Doctor en Filosofía Iberoamericana, Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”, San Salvador, 2010. 29

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sucintamente las preocupaciones de los intelectuales salvadoreños y de aquellos que, a través de sus publicaciones periódicas, formaron opinión pública en torno al tema educativo”30. El trabajo de Guzmán es una aproximación sumamente valiosa al tema. Sin embargo, hizo falta un análisis más profundo del contexto histórico y las corrientes de pensamiento que influyeron en los diversos actores –tanto hombres como mujeres- que lideraron los cambios de la educación femenina en el sistema educativo nacional. Por último, me interesa situar el tema de un proyecto de investigación que se ha desarrollado de manera simultánea a mi estudio. La investigación ha sido elaborada por Julián González Torres, y se propuso explorar el nuevo perfil de ciudadanía que se formaría en las escuelas primarias a raíz de la ratificación constitucional de la educación laica, en 1886 31. El trabajo de González Torres da seguimiento a la noción de ciudadanía católica y ciudadanía laica, a través de un exhaustivo análisis de los fundamentos filosóficos y pedagógicos de la reforma educativa implementada a partir de 1887. Sin embargo, el investigador sitúa este análisis desde la categoría de “ciudadanía restringida” propia de los sistemas jurídicos decimonónicos, en la que las mujeres no tenían cabida. En consecuencia, este trabajo no aborda el tema de la educación femenina ni problematiza el tema de su futura ciudadanía. ¿Qué novedad aporta entonces mi proyecto de investigación? Visibilizar las relaciones entre la parte femenina de la población y los estados-nación emergentes de América Latina supone ir más allá de la categoría de ciudadanía jurídica, como señalaron las historiadoras Barbara Potthast y Eugenia Scarzanella32. Es necesario traspasar la clásica división entre lo público y lo privado para hacer visible la presencia y los aportes de las mujeres en la construcción de las sociedades decimonónicas. La lectura y discusión con los trabajos antes mencionados ha sido de vital importancia para la definición, delimitación y consolidación de Nataly Guzmán Velasco, “Laicismo, nuevas pedagogías e inclusión de la mujer. Aspectos de la modernización educativa en El Salvador, 1880-1920”, ECA Estudios Centroamericanos, N° 723, Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”, 2010, p. 64. 30

31

Julián González Torres, Del “ciudadano católico” al “ciudadano laico”…p. 1.

Bárbara Potthast y Eugenia Scarzanella (eds.), Mujeres y naciones en América Latina. Problemas de inclusión y exclusión. Madrid: Iberoamericana, 2001, p. 7. 32

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Introducción mi planteamiento. La reconstrucción del debate sobre la educación femenina en el contexto de la laicización del Estado salvadoreño permite hacer visible la presencia y participación de las mujeres en el espacio público decimonónico, así como las distintas concepciones sobre la mujer y su rol social. El desarrollo de esta temática, que hasta ahora no se había investigado, implicó establecer correlaciones entre varios elementos ya presentes en trabajos precedentes: la transformación del sistema educativo, la laicización del Estado y el ideal de ciudadanía. En el año 2011 fue publicado un avance de la presente investigación en un texto que recoge discursos y noticias en torno a la instrucción intelectual femenina como instrumento de emancipación de la conciencia y el pensamiento33. Aunque el artículo en cuestión ofrece una interpretación un tanto ingenua del discurso liberal sobre la emancipación de las mujeres, logra evidenciar los procesos de cambio institucional en el ámbito de la educación femenina, así como las posiciones encontradas de los grupos de católicos y liberales anticlericales registrados en la prensa nacional ante estos cambios. Al finalizar este proyecto de investigación, el presente estudio espera llenar los vacíos señalados y contribuir a una verdadera reconstrucción del pasado cultural salvadoreño a partir del análisis de las relaciones entre el poder y el saber que han presidido la inclusión y exclusión de las mujeres en los procesos históricos, y sacar a la luz los protagonismos aislados que se han producido aún en medio de esas ambigüedades. 3. Metodología Los estudios de la historia de las ideas constituyeron y constituyen una vía para reconocernos en un pasado rico en conceptos, categorías, imágenes y proyectos que han permitido pensar nuestra realidad nacional y regional, así como orientar nuestras acciones a futuro34.

Olga Carolina Vásquez Monzón, “Sobre la instrucción intelectual de las mujeres en la prensa salvadoreña: hechos y decires, 1871-1887”. Cultura. Revista de la Secretaría de Cultura de la Presidencia, 106, abril-junio 2011, San Salvador, pp. 27-53. 33

Horacio Cerutti y Mario Magallón, Historia de las ideas latinoamericanas ¿Disciplina fenecida?, Universidad de la Ciudad de México, México D.F., 2003, p. 11. 34

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Como ya mencioné, el presente proyecto de investigación se ubica en el campo de la historia de las ideas y ha privilegiado el método hermenéutico. El trabajo, por tanto, ha consistido en interpretar, traducir o explicar las ideas –en este caso sobre la mujer- que están plasmadas en las producciones culturales salvadoreñas del período comprendido entre 1871 y 1889, especialmente en los medios impresos. Al recurrir a este tipo de fuentes primarias en una tesis de filosofía pretendo adherirme a la sugerencia metodológica que el filósofo Raúl Fornet-Betancourt plantea para avanzar hacia una transformación intercultural de la filosofía. Esta radical ampliación de las fuentes, como sugiere el filósofo cubano, invita a atreverse en la investigación filosófica a ir más allá de lo transmitido y documentado por escrito según los cánones o exigencias de la forma filosófica que conocemos. Habría que consultar fuentes sin pre-juicios; fuentes provenientes de otras áreas como la poesía, la literatura, la religión, etc… Esta tarea nos parece absolutamente necesaria, si es que de verdad queremos ensanchar el campo de percepción actual y comenzar a con-vocar voces todavía desconocidas por nuestra filosofía; y entrar con ello en la era del pensamiento iberoamericano como filosofía intercultural35.

Ahora bien, ¿por qué los periódicos? Michel Foucault recuerda que el ensayo “¿Qué es la ilustración?”, de Kant, apareció como artículo publicado en un periódico. A partir de este hecho analiza: “Es muy interesante ver a partir de qué momento intervienen los filósofos en los periódicos para decir algo que es para ellos filosóficamente interesante y que, sin embargo, se inscribe en una cierta relación con el público con unos efectos de exhortación”36. Lo que me interesa resaltar del análisis foucaultiano es la importancia de la prensa escrita para la difusión del pensamiento y la reflexión filosófica: los periódicos fueron escenario del debate intelectual durante el siglo XIX. En este mismo sentido, el historiador salvadoreño Sajid Herrera afirma que “la prensa salvadoreña contribuyó a la formación de un espacio público moderno, es decir, de una comunidad de escritores y lectores durante una

35

Raúl Fornet-Betancourt, Transformación intercultural de la filosofía, Desclée de Brouwer, Bilbao, 2001, p. 85.

36

Michel Foucault, Sobre la ilustración, Madrid: Editorial Tecnos, 2003, p. 12.

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Introducción parte significativa del siglo XIX”37. En buena medida, entonces, los periódicos permiten una aproximación al pensamiento de esa comunidad de intelectuales que conformaban la esfera de la opinión pública de ese momento. Por tanto, para tomar contacto directo con ese pensamiento resulta fundamental situar las fuentes primarias en toda su extensión, aunque a veces la lectura resulte un tanto cansada. Es claro que este trabajo tiene sus limitaciones. La mayor dificultad que se ha encontrado en este proyecto es la escasez de registros de las producciones culturales salvadoreñas de este período. Como señala Herrera, “en el mejor de los casos y salvo pequeñas excepciones, la gran mayoría de títulos carecen de series completas; en el peor de los casos, aunque sepamos de ellos nada más por referencias, están extraviados” 38. Con todo, el mayor acervo se concentra en la colección de impresos del siglo XIX disponibles en la sección de Colecciones Especiales de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” UCA, de El Salvador, aunque también he consultado algunos periódicos disponibles en el Archivo Histórico del Arzobispado de San Salvador, y en el Archivo General de Centro América, en Guatemala. Fundamental ha sido también la colección “100 años del Diario Oficial de El Salvador 1847-1947”, disponible en línea a través de la Biblioteca “Florentino Idoate”, de la UCA. Aún cuando no se cuenta con la totalidad de los periódicos publicados en la época, la colección disponible es suficientemente amplia y diversa como para aportar información importante sobre el pensamiento del período en estudio. Es necesario explicar que, debido a la ausencia de trabajos e investigaciones relacionados con el tema de este proyecto, fue necesario partir de una minuciosa revisión y registro fotográfico de los impresos del período 1871-1889. Una vez digitalizado el material, se procedió a la selección de todas las notas cuyo contenido estuviera relacionado con el tema de las mujeres en general. Luego de varias clasificaciones previas, se definieron tres categorías para la organización definitiva: notas oficiales (que incluyen memorias, decretos, acuerdos Sajid Herrera, “Prensa y formación de un espacio público moderno: la Provincia/Estado del Salvador, 18101890”, en Carlos Gregorio López (compilador), Poder, actores sociales y conflictividad. El Salvador, 1786-1972, El Salvador: DNI, 2011, p. 103. 37

38

Sajid Herrera, “Prensa y formación de un espacio público moderno…”, p. 107.

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gubernativos, discursos y avisos oficiales); artículos de opinión (que abarca todo tipo de columnas, ensayos y editoriales de los periódicos revisados); y noticias (sucesos nacionales y extranjeros), todas vinculadas al tema de la educación de las mujeres. Una vez ordenado el material, se procedió a la revisión y análisis del contenido de cada nota para identificar en ellas las principales ideas que permitieran reconstruir el pensamiento de la época en torno al problema de investigación. Aunque el estudio utiliza como fuente primaria principal la colección de impresos, también se recurre al uso de libros publicados durante el siglo XIX. Este segundo grupo de fuentes primarias lo constituyen los textos escritos por pensadores del siglo XIX. Entre ellos destacan dos de las principales intelectuales y literatas españolas de la época, cuyas producciones fueron distribuidas en El Salvador: Concepción Arenal y Emilia Serrano de Wilson. La lectura de estas fuentes permite un mejor entendimiento del contexto social, las ideas y la situación de las mujeres en el período en el que se ubica la investigación. La mayor parte de estos libros fueron encontrados en bibliotecas digitales en internet: Google Books, Archive.org, WorldCat y Biblioteca digital mundial. Las fuentes secundarias han sido utilizadas como referentes para ampliar, comparar y contrastar la situación identificada en el contexto nacional con otros, principalmente hispanoamericanos. Las similitudes o diferencias encontradas en otros contextos aportan elementos para un mayor entendimiento de la situación nacional. Este conjunto de fuentes está constituido por trabajos de investigación realizados en los últimos años en América Latina (Costa Rica, Brasil, Chile, México, Uruguay, Colombia, Argentina, Bolivia, Guatemala) y España. La lectura de estos trabajos permitió una mayor precisión para plantear y explicar el caso particular salvadoreño. El diseño y los avances de la presente investigación han sido discutidos en dos ámbitos. Uno de ellos fue el de la asesoría por parte del director de tesis; y el otro, el del Seminario de Investigación del Programa de Postgrado de Filosofía de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”. La dinámica llevada en el seminario implicaba una reunión semanal con el director del seminario y una exposición semestral (durante el tiempo que duró la investigación) de los avances del proyecto ante el grupo de investigadores 16

Introducción inscritos en dicho seminario. Esto ha sido de gran beneficio para delimitar, ahondar y precisar los términos del proyecto. Como todo trabajo de investigación, al concentrarse en un tema deja fuera muchos otros. No hay duda de que mi perspectiva es parcial y limitada. Sin embargo, me parece que este estudio es un punto de partida que permitirá a futuros investigadores ampliar, profundizar, complejizar, e incluso, debatir las ideas que ahora se presentan. 4. Estructura del trabajo El trabajo consta de cuatro capítulos. El primero tiene como objetivo situar el mapa de las corrientes de pensamiento que abonaron al debate sobre la educación femenina en el mundo occidental, desde la antigüedad hasta el siglo XIX. Con esto se pretende proporcionar un marco para interpretar las ideas que la élite intelectual salvadoreña manejó en torno a la educación femenina durante el período de consolidación de la laicización del Estado. En un primer momento se sitúan aquellas corrientes de pensamiento cuyos planteamientos reforzaron la idea de la inferioridad natural de las mujeres y, por tanto, su incapacidad intelectual. En el segundo apartado, se ubican las corrientes de pensamiento que intentaron romper con el paradigma de la inferioridad natural de la mujer, reivindicando su capacidad racional y su posibilidad de educarse intelectualmente. En el tercer apartado, se presenta una breve reseña del debate sobre la educación femenina en Iberoamérica a partir de una reflexión sobre las posibilidades y los límites del proyecto de la civilización y el progreso en el proceso de emancipación de las mujeres. En el capítulo dos se reconstruye el primer momento del debate sobre la educación femenina que se da en el contexto de las primeras medidas de laicización del Estado salvadoreño, entre 1871 y 1875. En este capítulo interesa hacer visible la vinculación entre la nueva concepción del Estado, introducida por el proyecto del liberalismo laicizante durante el gobierno de Santiago González, y la necesidad de la instrucción intelectual de las mujeres para hacerlas aliadas de la obra del progreso y la civilización. El capítulo tiene tres partes. En la primera, se expone la preocupación de los liberales católicos ante las reformas constitucionales impulsadas por el liberalismo radical y su empeño por defender la religión 17

como principio fundamental de la educación de las mujeres. En la segunda, se presenta una descripción de lo que el Estado concibió como el nuevo modelo de Instrucción Pública, y la importancia que otorgó a la educación femenina. En la tercera, se muestran las acciones de resistencia impulsadas por miembros del clero y la radical reacción anticlerical en los discursos de la prensa oficial, así como algunas representaciones femeninas surgidas en estos discursos. El capítulo tres reconstruye el debate generado por las reformas a la educación femenina impulsadas durante el segundo período de gobierno del presidente Rafael Zaldívar, entre 1880 y 1883. Intelectuales del liberalismo radical como Antonio J. Castro, Francisco Esteban Galindo y Pedro García, consideraban que debía proporcionarse a las mujeres una sólida formación racional que les permitiera emancipar el pensamiento y la conciencia de la tutela eclesial. La formación intelectual de las mujeres fue vista como un pilar fundamental en la estrategia de consolidación del proyecto laicizante ya que eran ellas, en su rol de madres, las primeras formadoras de los futuros ciudadanos. Este capítulo también tiene tres apartados. En el primero, se expone el contexto de la educación a finales de 1879 e inicios de la década de 1880, así como los discursos de la prensa del liberalismo radical que urgían a un replanteamiento de la educación pública y en ella, principalmente, la de las mujeres. En el segundo apartado, se muestran las voces en debate a partir de la eliminación del catecismo católico de la enseñanza primaria oficial. El tercero, analiza las representaciones femeninas construidas por los grupos en debate: la mujer religiosa, la mujer ilustrada y la mujer ciudadana. El capítulo cuatro presenta la reconstrucción del debate sobre la educación de las mujeres en el contexto de la ratificación constitucional de la educación laica en El Salvador, entre 1883 y 1887. En el primer apartado, se contraponen los discursos de los periódicos católicos, que insistían en reivindicar para las mujeres la educación moral y religiosa, y los discursos de los periódicos del liberalismo radical, que mantenían su postura de arrancar a las mujeres de la influencia clerical. En el segundo, se muestran las voces de grupos de mujeres que expusieron demandas educativas ante el nuevo gobierno: por un lado, las jóvenes que pedían educación secundaria; por otro, las madres que pedían restablecer la educación 18

Introducción religiosa. En el último apartado, se recogen las noticias y discursos publicados con motivo de la graduación de ingeniería de la primera salvadoreña, Antonia Navarro. A partir de estos textos, se analiza la interpretación que el liberalismo radical hizo del hecho así como la insistencia de los periódicos católicos en mantener un discurso en el que la instrucción intelectual para las mujeres seguía siendo objeto de sospecha y desconfianza. A manera de cierre Quiero terminar esta introducción con un texto que caracteriza, en buena medida, el camino que he recorrido en este ejercicio académico: Cuando alguien busca, suele ocurrir que sus ojos sólo ven aquello que anda buscando, y ya no logra encontrar nada ni se vuelve receptivo a nada porque sólo piensa en lo que busca, porque tiene un objetivo y se halla poseído por él. Buscar significa tener un objetivo, pero encontrar significa ser libre, estar abierto, carecer de objetivos...39

Estas palabras nos recuerdan que tan importantes son los objetivos claros al inicio de una búsqueda, como la apertura a los hallazgos que se encuentran en el camino. Educada en la matriz cultural del cristianismo católico, entré a esta investigación con el prejuicio de que la religión católica era la principal responsable de la sujeción y subordinación femenina. Sin embargo, la inmersión en este período de la historia salvadoreña y de la historia del pensamiento occidental me obligó a problematizar y complejizar mis presupuestos iniciales y a reorientar mis objetivos para así ser honesta con la tarea de la investigación académica. En la realización de este ejercicio, aprendí a diseñar la ruta –rigurosa y estructurada- para una búsqueda; pero también aprendí a liberar mi mente de los andamiajes construidos para dejarme sorprender por las novedades encontradas. Este trabajo es, pues, el resultado de una búsqueda y muchos encuentros. De esto daré cuenta en las siguientes páginas.

39

Herman Hesse, “Siddharta”, en Opuslibros.org, p. 52, disponible: http://www.opuslibros.org/Siddharta.pdf

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Capítulo I Aproximación al debate sobre la educación femenina en el pensamiento occidental El debate salvadoreño sobre la educación de las mujeres a finales del siglo XIX no puede entenderse sin una aproximación a las ideas que se estaban discutiendo en la Europa de ese momento. Aunque con particularidades muy propias, como veremos a lo largo de esta investigación, el ideal del humanismo ilustrado liberal en Centroamérica se expresó en el pensamiento de las élites intelectuales que condujeron la consolidación de los Estados independientes, a partir de la década de 18201. El presente capítulo tiene un objetivo hermenéutico: pretende proporcionar un marco explicativo que permita interpretar las ideas que la élite intelectual salvadoreña esgrimió en torno a la educación femenina durante el período de consolidación de la laicización del Estado (1871-1889). Esto implica situar este debate en el contexto de la discusión filosófica, científica y religiosa que desarrolló el pensamiento occidental europeo, especialmente entre finales del siglo XVIII y el siglo XIX, sobre el tema de la educación de las mujeres. Dicha contextualización permitirá, en primer lugar, identificar las oscilaciones, ambigüedades y tensiones en el discurso ilustrado, así como sus vinculaciones con el pensamiento del liberalismo salvadoreño -en su vertiente católica y secular- en torno a la cuestión de la educación femenina pero también a la definición de “ser mujer”. En segundo lugar, este marco contextual permitirá situar la relevancia histórica del debate salvadoreño en su justa dimensión: complejizando la mirada ingenua o triunfalista de los discursos sobre la emancipación femenina, pero, al mismo

Héctor Pérez Brignoli afirma al respecto: “… la ideología de la Independencia y el programa liberal de los primeros años de vida republicana fueron más que todo adaptaciones locales del pensamiento ilustrado”. Ver: Héctor Pérez Brignoli (ed.), Historia general de Centroamérica. De la Ilustración al liberalismo (1750-1890), Madrid: Sociedad Estatal Quinto Centenario y FLACSO, 1993, p. 9. 1

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Capítulo I: Aproximación al debate sobre la educación femenina en el pensamiento occidental tiempo, reconociendo que este debate marcó un punto de partida en el proceso de emancipación de las mujeres en El Salvador. El estudio de la evolución histórica del pensamiento sobre las mujeres es un objetivo que excede los límites de este trabajo. Sin embargo, resulta indispensable hacer una sucinta referencia a algunas de las ideas que a lo largo de la historia han estado a la base del debate sobre la inteligencia de las mujeres y, en consecuencia, de su educación. Este capítulo consta de tres grandes apartados. En el primero, se sitúan aquellas corrientes de pensamiento cuyos planteamientos reforzaron la idea de la inferioridad natural de las mujeres y, por tanto, su incapacidad intelectual. En el segundo apartado, se ubican las corrientes de pensamiento que intentaron romper con el paradigma de la inferioridad natural de la mujer, reivindicando su capacidad racional y su posibilidad de educarse intelectualmente. En el tercero, se presenta un breve recorrido por las discusiones que sobre la educación femenina se suscitaron en Iberoamérica a partir de los ideales de la civilización y el progreso. En este último apartado se reflexiona también sobre las posibilidades y límites del proyecto emancipador ilustrado con relación a las mujeres. 1. Ideas sobre la inferioridad “natural” de las mujeres En esta primera parte, me interesa abordar las corrientes de pensamiento que han propuesto la inferioridad “natural” de las mujeres a partir de considerarla un ser más cercano a la animalidad que a la humanidad: la mujer como ser instintivo, emocional, irreflexivo e irracional. La primera sección parte de los antecedentes de esta concepción desde las narrativas míticas de la antigua Grecia hasta los albores del Renacimiento. La segunda sección muestra la irrupción de un pensamiento moderno que, a partir de argumentos científicos, aportó nuevos elementos para consolidar la concepción sobre la inferioridad de las mujeres. En la última sección se muestran las principales ideas del catolicismo decimonónico en torno al rol social –exclusivamente doméstico- que la mujer debía desempeñar. 21

1.1 Los orígenes del pensamiento occidental sobre la inferioridad de la mujer La concepción griega sobre la naturaleza y función de las mujeres encuentra su origen en los antiguos mitos, esas narrativas que, como señala Amparo Gómez Rodríguez, dan cuenta del origen y el por qué de las cosas, del orden del universo y del lugar que se otorga a cada cosa en ese orden. “Esta concepción formó parte de sus asunciones y supuestos incuestionados acerca de los géneros que operaron en el trasfondo de la filosofía y las ciencias griegas”2. Según Gómez Rodríguez, el orden mítico de lo masculino y lo femenino quedó instaurado en la obra de Hesiodo: Hesiodo mostró el origen de los dioses, de lo que fue y será. En este espacio dio cuenta de la creación de la primera mujer por los dioses con el mito de Prometeo. En síntesis, el mito nos explica que Zeus tras el robo del fuego por Prometeo castiga a los hombres enviándoles “un mal con el que todos se alegren de corazón acariciando con cariño su desgracia”. Así, Zeus crea a la primera mujer (modelando de barro una figura de doncella), “semejante en rostro a las diosas inmortales”, que fue entregada a los hombres. Ella introdujo todos los males que azotan al hombre: “los padecimientos, la dura fatiga, las penosas enfermedades que acarrean la muerte”. De ella “desciende la funesta estirpe (genos femenino) y las tribus de las mujeres, gran calamidad para los hombres que con ellas viven”3.

Este famoso mito aportó tres ideas que han sido pilares en la construcción de las representaciones femeninas, tanto en el mundo clásico como en la cultura occidental. La primera, es la idea de la mujer como desgracia y castigo. El mundo de los hombres y los dioses era perfecto, y la creación de Pandora introdujo una ruptura que llegó a desordenar la armonía de las relaciones. La segunda, es la idea de la mujer como

Amparo Gómez Rodríguez, La estirpe maldita. La construcción científica de lo femenino, Madrid: Minerva Ediciones, 2004, p. 36. La investigación realizada por Amparo Gómez Rodríguez examina el papel que ha tenido la ideología androcéntrica en las afirmaciones que la ciencia ha hecho sobre las mujeres y su supuesta inferioridad natural. 2

3

Amparo Gómez Rodríguez, La estirpe maldita, la construcción científica de lo femenino… p. 37.

22

Capítulo I: Aproximación al debate sobre la educación femenina en el pensamiento occidental criatura de categoría inferior. Dado que Pandora fue hecha, no engendrada por los dioses, Esta estirpe va a constituir un linaje diferente y aparte del género humano (constituido por el linaje de los hombres descendientes de los dioses). El linaje de las mujeres no es propiamente humano, queda en un espacio aparte entre las bestias y el género humano (ánthropoi). La mujer es afín a la techné, el artificio, el rango ontológico más bajo y precario para los griegos; y como lo semejante engendra a lo semejante, Pandora será el principio de la estirpe femenina, el linaje separado, “la raza maldita de las mujeres” distinta de lo masculino y de lo genérico humano. De esta manera lo genérico humano se solapa con lo masculino, que se entenderá como neutro y en cuyo seno se especificará lo femenino que quedará del lado de lo diferente, de lo otro distinto4.

La tercera, es la idea de la mujer como naturaleza primitiva. Según el mito, los dioses otorgaron a Pandora cualidades eróticas (Afrodita le infunde gracia y sensualidad) y emocionales (Hermes pone en ella mente cínica y carácter voluble). Sobre la base de estos tres elementos –la mujer como desgracia y castigo, como criatura inferior y como ser primitivo-, la cultura occidental llegó a identificar lo masculino con lo bueno, lo racional –y por tanto superior-, y lo femenino con lo malo, lo emocional –y por tanto inferior-. De ahí que, como señala Hellen Buss Mitchell, “a partir de esa conexión, era fácil declarar que así como la razón debe gobernar las emociones y los deseos del cuerpo, el hombre debe gobernar a la mujer en la sociedad” 5. Se introdujo aquí el dualismo razón (alma/mente) e instinto (cuerpo/materia) que ha recorrido la historia del pensamiento de Occidente hasta nuestros días. La filosofía griega clásica no cuestionó las anteriores premisas sino que añadió otros elementos que reforzaron el argumento de la natural inferioridad femenina. Para Platón, por ejemplo, la mujer era un hombre disminuido, degenerado, imperfecto, símbolo de la ruina de la especie humana. La mujer había venido al mundo por una

4

Amparo Gómez Rodríguez, La estirpe maldita, la construcción científica de lo femenino… p. 39.

5

Helen Buss Mitchell, Raíces de la sabiduría, México: International Thomson Editores, 1998, p. 124

23

mutación degenerativa: las almas de los varones cobardes se encarnaban, después de la muerte, en mujeres. Aristóteles, por su parte, estableció que las diferencias entre hombres y mujeres no eran esenciales sino accidentales. Sin embargo, consideraba a la mujer como un “macho deforme”: débiles, incompletas, menos musculosas y de voz débil. La razón de su defecto era la falta del principio fundamental presente en el hombre: el calor vital. De ahí que las mujeres fueran simplemente recipientes pasivos pues quien transmitía el alma, la forma, era el varón6. Ambos filósofos coinciden en la inferioridad natural de las mujeres. Y de esta inferioridad natural se desprendía, como consecuencia lógica, su incapacidad política, ética y legal para la ciudadanía, su incapacidad para la administración de sus propios bienes y, dada su debilidad e inmadurez racional, su incapacidad para aprender7. Estas “diferencias entre hombres y mujeres expresaban una jerarquía sexual de grado que se instituía social y culturalmente y se consagraba metafísicamente”8. En el primer siglo de la era actual, el cristianismo primitivo 9 generó una pequeña ruptura en esta concepción de jerarquía sexual que imperaba en la cultura occidental del momento. El teólogo suizo Hans Küng explica que, en las primeras comunidades cristianas, se vivió un fenómeno de relativización de los antiguos papeles sexuales ya que las mujeres que participaron en este movimiento tenían reconocimiento y funciones iguales a las de los varones. Sin embargo, señala Küng, “esto fue interpretado

6

Ver: Amparo Gómez Rodríguez, La estirpe maldita, la construcción científica de lo femenino… pp. 41-49.

Para profundizar sobre la condición de la mujer en la antigüedad recomiendo el texto dirigido por Georges Duby y Michelle Perrot, Historia de las mujeres 1. La antigüedad, Madrid: Santillana Ediciones, 2000. 7

8

Amparo Gómez Rodríguez, La estirpe maldita, la construcción científica de lo femenino… p. 45.

Llamado así por ser la expresión más cercana al movimiento jesuánico, cuyo talante contracultural y reivindicador de los derechos femeninos dejó claro la teóloga alemana Elisabeth Schussler Fiorenza en su obra Cristología feminista crítica, Madrid: Editorial Trotta, 2000. 9

24

Capítulo I: Aproximación al debate sobre la educación femenina en el pensamiento occidental por muchos como un ataque al papel masculino y las funciones añejas de dirección. Como caso excepcional podría tolerarse, pero como fenómeno de masas la Iglesia lo consideró cada vez más una amenaza”10. Por ello, dice el teólogo: En la Iglesia del Imperio la mentalidad jerárquica se impone cada vez más claramente a los esfuerzos cristianos de igualdad de los primeros movimientos y todo lo reviste de ascetismo; siguiendo un camino inverso, el pesimismo sexual creciente se impone también fuera de los conventos, en la Iglesia y en la sociedad. Y al final acaban siendo excluidas casi por completo del estado clerical incluso las mujeres solteras que quieren participar activamente en la vida de la Iglesia. En la definición de las relaciones entre sexos termina venciendo, en definitiva, la mentalidad jerárquica…11

A esta mentalidad jerárquica de la naciente institución eclesial –heredadas del pensamiento grecorromano-, se sumaron los planteamientos del filósofo Agustín de Hipona que convirtieron a la mujer en protagonista culpable de la unión carnal y responsable de la transmisión del “pecado original” a su descendencia12. El pensamiento romano-católico imperó en Occidente por espacio de casi diez siglos y fue rico en la construcción de imágenes y representaciones que reforzaron los elementos ya presentes en la mitología griega clásica: la mujer como demonio, el cuerpo seductor, la mujer como símbolo en la lucha entre los vicios y las virtudes, las pasiones y la razón, etc.13. Si bien ya en los siglos XV al XVII, la cuestión de la mujer ocupó espacio en los discursos y las representaciones de los sermones religiosos, del mundo científico y filosófico, este discurso estuvo “impregnado de la necesidad de contenerla, del deseo,

10

Hans Küng, La mujer en el cristianismo, Editorial Trotta, Madrid, 2002, p. 39.

11

Hans Küng, La mujer en el cristianismo… p. 40.

12

Hans Küng, La mujer en el cristianismo… p. 47 y 48.

Recomiendo el interesante ensayo sobre las imágenes de la mujer en el arte medieval de Chiara Frugoni, “La mujer en las imágenes, la mujer imaginada”, en Georges Duby y Michelle Perrot (directores), Historia de las mujeres 2. La Edad Media, Madrid: Santillana Ediciones, 2000, p. 431-469. 13

25

apenas disimulado, de hacer de su presencia una suerte de ausencia, o, por lo menos, una presencia discreta que debe ejercerse en los límites cuyo trazado se asemeje a un jardín cerrado”14. Ya en el siglo XVIII, el movimiento cultural e intelectual de la Ilustración situó una nueva concepción del conocimiento: “el saber es concebido como una función social cuyo objeto prioritario debe ser la regeneración de la existencia moral y política a partir de la expansión ilimitada de la cultura. La Ilustración reclama un nuevo orden político y considera que el instrumento apropiado de tal transformación debe ser la razón. De esta forma, el progreso de la cultura se configura como la fuerza motriz de renovación social y política”15. A partir de esta nueva concepción, emergió también un nuevo modelo de interpretación del mundo y del ser humano vinculado a dos cuestiones: por un lado, la nueva visión epistemológica producto de la revolución científica, y, por otro, las exigencias sociales derivadas del nuevo orden político que se estaba instaurando16. Pese a que este momento de ruptura epistemológica era propicio para cuestionar el paradigma de la inferioridad natural femenina, tanto la ciencia, como la filosofía y la religión aportaron nuevos argumentos para reforzar esta concepción, como mostraré en las siguientes páginas. 1.2 Las ideas sobre la inferioridad femenina en el siglo XIX En el siglo XIX se consolida “el intento de hacer del estudio del hombre un ámbito sometido al rigor objetivo de las ciencias positivas”17. En el llamado siglo de la

Natalie Zemon Davis y Arlette Farge, “Introducción”, en Georges Duby y Michelle Perrot (directores), Historia de las mujeres 3. Del renacimiento a la Edad Moderna, Madrid: Santillana Ediciones, 2000. 14

Rosa Cobo, Fundamentos del patriarcado moderno. Jean Jaques Rousseau, Madrid: Ediciones Cátedra, 1995, p. 31. 15

16

Amparo Gómez Rodríguez, La estirpe maldita, la construcción científica de lo femenino… p. 55.

Carlos Beorlegui, Antropología filosófica. Nosotros: urdimbre solidaria y responsable, Bilbao: Universidad de Deusto, 1999, p. 61. 17

26

Capítulo I: Aproximación al debate sobre la educación femenina en el pensamiento occidental biología, la ciencia fue la encargada de estudiar y definir quiénes era las mujeres –sus capacidades y funciones-, y qué lugar les correspondía en el mundo “por naturaleza”. Por tanto, pese a que la revolución francesa había enarbolado la bandera de la igualdad –e incluso se había beneficiado de la participación de mujeres organizadas 18-, la capacidad intelectual de las mujeres siguió siendo cuestionada y con ella, su legítimo derecho a participar en igualdad de condiciones en el nuevo orden social. Desde la filosofía, la ciencia y la religión se construyeron nuevos planteamientos teóricos que contribuyeron a reforzar la idea de la incapacidad femenina para otros asuntos que no fueran los vinculados a la reproducción y el cuidado de la progenie. a) La fundamentación filosófica del patriarcado moderno Tres filósofos resultan representativos del pensamiento sobre la inferioridad natural de las mujeres: Juan J. Rousseau (1712-1778), Arthur Schopenhauer (1788-1860) y Augusto Comte (1798-1857). Realizar un análisis de la obra de cada uno excede los límites de este trabajo, por lo que trataré de situar aquellas ideas que evidencian su concepción sobre la mujer: un ser cuya inferior capacidad intelectual la limita a ocupaciones del ámbito doméstico. Ciertamente, sus voces no son las únicas del pensamiento ilustrado. Como mostraré en el segundo apartado, sus planteamientos parecen contestar las iniciativas de movimientos intelectuales femeninos del siglo XVIII –los “salones” o el “preciosismo”-, como queriendo regresar a las mujeres al lugar que les correspondía. Así, las ideas de estos tres filósofos determinaron, en buena medida, la reestructuración de las relaciones del nuevo orden social sobre las bases del antiguo

Sobre la participación de las mujeres en las insurrecciones parisinas ver: Dominique Godineau, “Hijas de la libertad y ciudadanas revolucionarias”, en George Duby y Michelle Perrot (directores), Historia de las mujeres. El siglo XIX. La ruptura política y los nuevos modelos sociales. Madrid: Taurus Ediciones, 1993, pp. 23-39. 18

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patriarcado. En este sentido, Rosa Cobo considera que Juan J. Rousseau es el fundador del patriarcado moderno. La investigadora afirma que la razón rousseauniana no solo es incapaz de impugnar la razón patriarcal, sino que, muy al contrario, la refuerza ideológicamente cuando no ha podido ocultarla. Su concepto de estado de naturaleza oculta la génesis de la sujeción de las mujeres al mostrarla como hecho natural. Por otra parte, su tratado de educación Emilio, conceptualiza la familia, la mujer y el ámbito privado en una dirección militantemente patriarcal19.

En su obra Emilio, publicada en 1762, Rousseau ofrece una clara caracterización de la naturaleza femenina donde dos son los elementos fundamentales: la maternidad como destino y la sujeción al marido como estado social20. En consecuencia, en el libro V de la mencionada obra, el filósofo establece los parámetros desde los cuales debe educarse a la mujer a partir de las cualidades con las que la naturaleza la había dotado para cumplir con las obligaciones de la maternidad y el matrimonio. De ahí la diferencia de aptitudes intelectuales: La razón de las mujeres es una razón práctica, que les hace hallar con mucha facilidad el modo de llegar a un fin conocido, pero que no les hace atinar con este fin21. La razón que guía al hombre para que conozca sus obligaciones es poco complicada; la que guía a la mujer para que conozca las suyas, es aún más sencilla. La obediencia y fidelidad que debe a su marido, la ternura y solicitudes que debe a sus hijos, son tan naturales y palpables consecuencias de su condición, que sin mala fe no puede negar su asentimiento al sentido interno que la guía, ni desconocer su obligación en sus inclinaciones que todavía no están alteradas22.

19

Rosa Cobo, Fundamentos del patriarcado moderno… p. 35.

20

Rosa Cobo, Fundamentos del patriarcado moderno… pp. 232 y 233.

21

Juan J. Rousseau, Emilio, México: Editorial Novaro, 1959, p. 586.

22

Juan J. Rousseau, Emilio… p. 599.

28

Capítulo I: Aproximación al debate sobre la educación femenina en el pensamiento occidental Según Rousseau, había en las mujeres un sentido interno (¿instinto?) que la guiaba a cumplir con los deberes que se desprendían de su naturaleza biológica. Su vida no era para nada complicada. Enmarcada en las coordenadas del espacio doméstico, su realización consistía en merecer la estimación del esposo: Sujeta por otra parte al juicio de los hombres, debe merecer su estimación, especialmente la de su esposo; no sólo le debe hacer amar su persona, sino también que apruebe su conducta; debe justificar ante el público la elección de su marido, y honrarle con la honra que a ella la tributen23.

Ninguna otra preocupación debía invadir la mente de las mujeres, ni ellas debían tampoco invadir el ámbito de la ciencia y la filosofía (reservado exclusivamente para la racionalidad masculina). Su educación debía estar circunscrita a los oficios prácticos, propios de su sexo: No es propio de las mujeres la investigación de las verdades abstractas y especulativas, de los principios y axiomas en las ciencias; sus estudios se deben referir todos a la práctica; a ellas toca aplicar los principios hallados por el hombre, y hacer las observaciones que le conducen a sentar principios. Todas las reflexiones de las mujeres, en cuanto no tiene conexión inmediata con sus obligaciones, deben encaminarse al estudio de los hombres o a los conocimientos agradables cuyo objeto es el gusto; porque las obras de ingenio vasto exceden su capacidad; no tienen la atención y el criterio suficientes para aprovechar en las ciencias exactas; y en cuanto a los conocimientos físicos, al que es más activo, anda más, ve más objetos, tiene más fuerza, y la ejercita más de los dos, le toca juzgar de las relaciones de los seres sensibles y las leyes de la Naturaleza. La mujer que es débil y nada ve fuera de sí, valúa y juzga los móviles que para suplir su debilidad puede poner en acción, y las pasiones del hombre son estos móviles. Más fuerte es su mecánica que la nuestra, pues todas sus palancas van a remover el corazón humano24.

Como puede observarse, ya en la filosofía de Rousseau está presente la idea de que las obras del ingenio excedían la capacidad femenina por carecer de atención y criterio suficiente. Unos años más tarde, el discurso científico decimonónico ratificará 23

Juan J. Rousseau, Emilio… p. 599.

24

Juan J. Rousseau, Emilio… pp. 606-607. El énfasis es mío.

29

esta concepción metafísica sobre la incapacidad racional femenina –y su consecuente subordinación al varón- heredada de los clásicos de la antigüedad. En el nuevo modelo de sociedad, el trabajo de las mujeres no debía dirigirse a su propia autonomía sino a una empresa útil. El patriarcado no desaparecía. En este sentido, suscribo el análisis de Rosa Cobo cuando señala que Este hecho no puede ser desligado de la nueva definición que Rousseau hace de la política. Todo relevo del poder político y sus correspondientes replanteamientos teóricos llevan consigo un reajuste del patriarcado y, por tanto, del papel de las mujeres en el nuevo modelo político y teórico. Rousseau no solo postula la estructuración de la sociedad en un ámbito público y otro privado, sino que también sabe que la transformación de uno de los dos espacios implica la transformación del otro. La parte final de Emilio postula la necesidad de reajustar los dos ámbitos, a fin de que ambos constituyan una simbiosis perfecta. De igual modo que conceptualiza las dos naturalezas, la femenina y la masculina, como complementarias, la nueva definición del ideal de mujer y de familia responde a ese interés25.

La idea de la naturaleza femenina como distinta y complementaria a la masculina caló hondo. Entre 1851 y 1854, fueron editados los cuatro tomos del Sistema de política positiva o tratado de sociología que instituye la religión de la humanidad 26, de Augusto Comte, considerado el fundador del positivismo. Varios estudios realizados sobre esta obra coinciden en afirmar que el filósofo asignó a la mujer un rol preeminente27 en el ámbito de la familia, lugar fundamental de transmisión de la cultura moral. Ciertamente, Comte señala que el orden natural proporciona diversas personificaciones vivientes del ser supremo: la mujer es una de ellas. ¿Cuál es, pues, su cometido?

25

Rosa Cobo, Fundamentos del patriarcado moderno… p. 228.

26

Ver: Augusto Comte, La filosofía positiva, México D.F.: Editorial Porrúa, 1998, p. 83.

Lucio Mendieta y Núñez, “Augusto Comte, fundador de la sociología”, Revista Mexicana de Sociología, Vol. 18, N° 3, Universidad Nacional Autónoma de México, diciembre 1956, p. 469. 27

30

Capítulo I: Aproximación al debate sobre la educación femenina en el pensamiento occidental Superiores por el amor, mejor dispuestas siempre a subordinar al sentimiento, la inteligencia y la actividad, las mujeres constituyen espontáneamente los seres intermedios entre la humanidad y los hombres. El gran ser les confía especialmente su providencia moral para sostener el cultivo directo y continuo de la afección universal en medio de las tendencias teóricas y prácticas, que nos desvían sin cesar... la importancia y la dificultad de tal oficio exigen que cada uno de nosotros esté siempre situado bajo la providencia particular de uno de estos ángeles que de él responden al Gran Ser. Este guardián moral comporta tres tipos naturales, la madre, la esposa y la hija…28

En este sentido, Fernando Álvarez-Uría y Julia Varela sostienen que en el pensamiento de Comte, la mujer “encarna a la vez los sentimientos y la tendencia a hacer prevalecer la sociabilidad sobre la personalidad. A diferencia de los varones, inclinados a la vida activa y especulativa, las mujeres están inclinadas a la vida afectiva, y son ellas quienes deben asumir la principal dirección del conjunto de la educación doméstica”29. Esta idea también se evidencia en un ensayo que el filósofo alemán Arthur Schopenhauer publicó, en 1851, titulado “Las mujeres”. En él, Schopenhauer continúa la línea de pensamiento expuesta por Rousseau y Comte: Solo el aspecto de la mujer revela que no está destinada ni a los grandes trabajos de la inteligencia ni a los grandes trabajos materiales. Paga su deuda a la vida, no con la acción, sino con el sufrimiento, los dolores de parto, los inquietos cuidados de la infancia; tiene que obedecer al hombre, ser una compañera pacienzuda que le serene. Las mujeres, al ser faltas de inteligencia, solo pueden ser aptas para cuidarnos y educarnos en la primera infancia, es que ellas mismas continúan siendo pueriles, fútiles y limitadas de inteligencia. Permanecen toda su vida niños grandes, una especie de intermedio entre el niño y el hombre…30.

28

Augusto Comte, La filosofía positiva… p. 102.

Fernando Álvarez-Uría y Julia Varela, Sociología, capitalismo y democracia, Madrid: Ediciones Morata, 2004, p. 135. 29

30

Arthur Schopenhauer, El amor, las mujeres y la muerte, Barcelona: Edicomunicación, S.A., 1998, p. 57.

31

Schopenhauer reconoce la existencia de la razón femenina pero señala que su raciocinio es débil (poco vigoroso, dirán los evolucionistas), lo que no le permite fijarse sino en las cosas inmediatas, próximas, cercanas a su limitado horizonte: Lo que distingue al hombre del animal es la razón. Confinado en el presente, se vuelve hacia el pasado y sueña con el porvenir; de aquí su prudencia, sus cuidados, sus frecuentes aprensiones. La débil razón de la mujer no participa de esas ventajas ni de esos inconvenientes. Padece miopía intelectual que, por una especie de intuición, le permite ver de un modo penetrante las cosas próximas; pero su horizonte es muy pequeño y se le escapan las cosas lejanas. De ahí viene el que todo cuando no es inmediato, o sea lo pasado y lo venidero, obre más débilmente sobre la mujer que sobre nosotros31.

Por ello es que las mujeres debían estar en el ámbito de lo doméstico, donde no se le exigía más de lo que podía dar: A las mujeres sólo se las debiera aplicar en los trabajos domésticos, se las debería alimentar, y vestir bien, pero no mezclarlas en la sociedad ni instruirlas en la poesía y la política; no leer más que los libros de cocina y de religión, además de música, dibujo, baile y también un poco de jardineo y labores del campo de tiempo en tiempo32.

Esa era la felicidad de la mujer: “el cuidado del hogar, la lectura, la oración y el cuidado de algunas flores”, dirá la española María Pilar Sinués de Marco en un artículo publicado en Guatemala, en 187333. La autonomía y la independencia no eran propias del natural femenino. Al contrario, ellas habían sido destinadas a obedecer y a estar sujetas a la tutela del varón: Es evidente que por naturaleza la mujer está destinada a obedecer, y prueba de ello que la que está colocada en ese estado de independencia absoluta, contrario a su naturaleza,

31

Arthur Schopenhauer, El amor, las mujeres y la muerte… p. 59. El énfasis es mío.

32

Arthur Schopenhauer, El amor, las mujeres y la muerte… p. 66.

El artículo se titula “La felicidad de la muger” y fue publicado en el periódico guatemalteco El museo de la familia, en febrero de 1873. Ampliaré este tema en el siguiente capítulo. 33

32

Capítulo I: Aproximación al debate sobre la educación femenina en el pensamiento occidental se enreda enseguida, no importa con qué hombre, por quien se deja dirigir y dominar, porque necesita un amo. Si es joven, toma un amante; si es vieja, un confesor34.

Sobre esta necesidad de tener un amo me interesa llamar la atención, pues los intelectuales salvadoreños del liberalismo laicizante argumentarán precisamente lo contrario: era necesario emancipar a la mujer, lograr su autonomía e independencia de conciencia y pensamiento. ¿Independencia con relación a qué o a quién? Justamente del confesor, como tendré ocasión de mostrar en los siguientes capítulos. A continuación, dedicaré unas páginas a mostrar algunos de los argumentos científicos que fundamentaron la inferioridad femenina. b) El discurso científico sobre la inferioridad mental de las mujeres En el ámbito científico, la nueva concepción de los sexos afirmó la diferencia anatómica radical y la divergencia biológica entre ellos. El concepto de sexo pasó a ser central en la interpretación de los cuerpos, y de él se derivó la esencia de lo masculino y lo femenino. Así, señala Gómez Rodríguez: El cuerpo sexuado se convirtió en campo de batalla de la redefinición de la antigua relación social básica entre hombres y mujeres, pilar de todo el orden social que se asentaba en ella. Reducido a sus órganos y funciones, pasó a constituir el núcleo fundamentador de las diferencias de género. Después del mito de la mujer imperfecta se instauró el mito de la mujer útero. Los órganos de la reproducción pasaron a ser el lugar paradigmático de una diferencia inconmensurable, fueron la clave de la inferioridad femenina y la causa de la mayoría de las enfermedades del cuerpo y el alma de las mujeres35.

Me interesa destacar el reduccionismo biológico de la investigación científica decimonónica que buscaba demostrar que las mujeres estaban dotadas de capacidades y

34

Arthur Schopenhauer, El amor, las mujeres y la muerte… p. 68.

35

Amparo Gómez Rodríguez, La estirpe maldita, la construcción científica de lo femenino… p. 56-57

33

cualidades naturales que dificultaban su acceso a la vida pública, la educación y el trabajo, mientras que las habilitaban para cumplir las funciones reproductivas y de cuidado propias de la esfera privada. Los estudios de la antropología física fueron los primeros en abordar las diferencias entre hombres y mujeres. Para el tema que nos ocupa interesa presentar, de manera resumida, algunos de los hallazgos que fundamentaron la inferioridad fisiológica, intelectual y moral de las mujeres: Cuadro 1. Diferencias entre sexos según estudios antropológicos del siglo XIX Mujeres

Varones

-Procesos fisiológicos más débiles: sangre más acuosa. -El ciclo menstrual suponía una interrupción periódica del pensamiento (lo cual hacía concluir el predominio de lo afectivo e irreflexivo en las mujeres) -Peso del cerebro: entre 113 y 140 gramos menos que el del hombre. -Intelecto carente de vigor.

-Procesos fisiológicos más vigorosos: sangre más espesa, pulso más lento y mayor poder respiratorio, doble fuerza muscular que la de las mujeres. -Índice cefálico (relación entre anchura y longitud del cráneo) y peso del cerebro mayor que el de las mujeres.

Fuente: elaboración propia a partir del capítulo III del texto de Amparo Gómez Rodríguez, La estirpe maldita, la construcción científica de lo femenino, pp. 64-69.

Al debate de la antropología física, se sumaron buena cantidad de científicos que contribuyeron a fundamentar estos primeros resultados. De los que Gómez Rodríguez estudia, me interesa destacar a tres de ellos por sus particulares planteamientos: Charles Darwin (1809-1882), Herbert Spencer (1820-1903) y Paul Julius Moebius (1853-1907). Charles Darwin publicó, en 1859, el Origen de las especies, obra que proporcionó fundamentación teórica a las observaciones diferenciales que había establecido la antropología física. Los estudios que abordaron la cuestión de la inferioridad de la mujer en términos evolutivos concluyeron que las mujeres repetían en su propia historia la historia de la evolución de la especie:

34

Capítulo I: Aproximación al debate sobre la educación femenina en el pensamiento occidental En la ontogénesis representaban la adolescencia eterna; estaban cercanas al niño. En la filogénesis, recordaban al antepasado de la raza: el salvaje. Mujeres y salvajes eran eslabones inferiores en la gran cadena de la evolución en cuya cúspide se encontraba el hombre blanco civilizado. La relación de estos hombres con salvajes y mujeres debía ser como la de un padre con su hijo; se estableció un paralelismo natural entre niño, primitivo y mujer36.

Gómez Rodríguez muestra que el mismo Darwin afirmó que las facultades mentales superiores (observación, razón, invención, imaginación) las habían desarrollado los hombres al tener que defender a sus hembras y competir por ellas. En cambio, la reproducción y la cría de la descendencia, por el contrario, no exigía más que cualidades pasivas y domésticas. La causa de la superioridad masculina estaba, pues, en las distintas funciones que cumplían machos y hembras de la especie humana. Las afirmaciones darwinianas reforzaron la interpretación milenaria sobre la inferioridad femenina. Lo grave fue, que el evolucionismo separó las funciones masculinas del terreno puramente biológico de la especie insertándolas en el ámbito de lo socio-cultural. Estas funciones tenían que ver con la vida pública, el gobierno de la ciudad, el desarrollo del comercio, la producción intelectual, cultural, artística, etc. La adaptación de los varones y la consiguiente aparición de capacidades físicas e intelectuales superiores por selección, se pensaba en relación a un medio que era eminentemente social y cultural. Las funciones femeninas, al contrario, se mantenían reducidas a lo puramente biológico reproductor; eran las mismas que habían cumplido desde el origen de la humanidad, y también, las que correspondía a cualquier hembra de otra especie37.

En esta misma línea se inscribe el aporte de Herbert Spencer, cuya vena positivista influyó fuertemente en los países hispanoamericanos, según afirma Carlos Beorlegui38. En 1873, publicó un artículo titulado “La psicología de los sexos”. En él

36

Amparo Gómez Rodríguez, La estirpe maldita, la construcción científica de lo femenino… p. 70.

37

Amparo Gómez Rodríguez, La estirpe maldita, la construcción científica de lo femenino… p. 73.

38

Ver: Carlos Beorlegui, Historia del pensamiento filosófico latinoamericano… p. 267.

35

situaba la idea de que los hombres y las mujeres eran desiguales tanto física como mentalmente: la función de las mujeres era criar a los hijos y para ello no se necesitaban atributos intelectuales, por tanto, estas facultades no tenían por qué desarrollarse en el curso de la evolución. Pese a ello Spencer reconoció que bajo disciplinas especiales el intelecto femenino podría igualar o sobrepasar los resultados intelectuales de la mayoría de los hombres. ¿Cuál era entonces el problema?, se pregunta Gómez Rodríugez, ¿por qué no dejar que las cosas siguieran su curso natural y las mujeres evolucionaran cambiando sus condiciones de vida? La respuesta la deja a cargo del propio Spencer: porque entonces tales cualidades disminuirían totalmente las funciones maternales, irían en detrimento de ellas, ya que las mujeres necesitan energía para cumplir sus funciones de madre y si esa energía se gasta en otras tareas se la está restando de la que es la única función natural de la mujer39.

La autora aclara que esta afirmación de Spencer tenía a la base un principio científico, comúnmente aceptado en la época, cuya idea fue central en la argumentación de evolucionistas y médicos en contra del trabajo físico e intelectual de las mujeres: Agotamiento físico, desarreglos, esterilidad y enfermedad mental aquejarán a las mujeres que gasten su energía en funciones que no son propias de su naturaleza, no pueden soportar el desgaste de la maternidad y el que supone esas otras actividades. La reproducción es un sistema delicado que implica un extraordinario gasto de energía, la menstruación además debilita y enferma a las mujeres. Por tanto, no deben tener acceso a la educación superior ni al trabajo. El cuerpo humano “no puede hacer bien dos cosas al mismo tiempo”. Las chicas adolescentes necesitan reducir su trabajo cerebral en los años del desarrollo reproductivo, su energía no debe invertirse en la escuela como los chicos, a los que su naturaleza les exige menos. Si se trasgrede esto, se pierde en salud, se enferman; la lucha entre lo que pide el cerebro para su educación y la reproducción acaba con ellas40. Herbert Spencer, “Psychology of the Sexes”, Popular Science Monthly, N° 4, 1873, pp. 30-38. Citado por Amparo Gómez Rodríguez, La estirpe maldita, la construcción científica de lo femenino… p. 74. 39

Cynthia Eagle Russett, Sexual Science: the victorian construction of womanhood, Cambridge: Harvard University Press, 1991. Citado por Amparo Gómez Rodríguez, La estirpe maldita, la construcción científica de lo femenino… p. 74. 40

36

Capítulo I: Aproximación al debate sobre la educación femenina en el pensamiento occidental

La prohibición de la actividad física e intelectual en las mujeres tenía a la base un argumento científico. Esta concepción, bastante generalizada en Occidente, se reflejará en varios de los discursos de los clérigos católicos salvadoreños que se oponían a la instrucción intelectual de las mujeres, como mostraré a lo largo de los siguientes capítulos: “el exceso de trabajo intelectual no conduce siempre a la locura, pero conduce casi siempre al desconcierto”41. En aras de proteger la futura descendencia de la especie, había que controlar y combatir en ellas toda actividad que pusiera en riesgo la función reproductora. Este tipo de argumentación constituyó el trasfondo teórico en el que se siguieron desarrollando los estudios sobre el cerebro y las capacidades mentales de los géneros hasta la última parte del siglo XIX. Muestra de ello es el trabajo de Paul Julius Moebius. Gómez Rodríguez destaca dos de los principales planteamientos del científico. El primero, de carácter anatómico, aparece en la obra La inferioridad mental de la mujer42, publicada en 1900: el científico afirma que “en la mujer están menos desarrolladas ciertas porciones del cerebro de suma importancia para la vida mental, tales como las circunvoluciones del lóbulo frontal y temporal; y que esta diferencia existe desde el nacimiento”43. En el segundo planteamiento, de carácter sicológico, Moebius determinó que las mujeres tenían una menor capacidad de reacción síquica a los estímulos más fuertes, eran inferiores al hombre en cuanto a fuerza, destreza, habilidad manual, y el instinto desempeñaba un papel más importante en ellas que en los varones. Entonces, dice la autora,

41

Alberto Dethez, “El papel de la mujer en la sociedad”, El Católico, N° 290, 17 de abril de 1887, p. 14.

42

Paul Julius Moebius, La inferioridad mental de la mujer, Valencia: F. Sempere, 1900.

J.P. Moebius, La inferioridad mental de la mujer, Barcelona: Bruguera, 1982. Citado por Amparo Gómez Rodríguez, La estirpe maldita, la construcción científica de lo femenino… p. 86. 43

37

Al partir Moebius de la creencia de que el instinto dominaba en las mujeres, era lógico que dedujera que éstas carecían del poder de reflexión y de individuación que era propio de los hombres, no habían logrado constituirse en individuos desligados de la especie, estaban en un estado intermedio entre los hombres y las bestias, y sometidas a sus funciones naturales. En lo que respecta a la moral, la mujer estaba entre los animales, que se mueven por instinto, y el hombre, que se había liberado de él desarrollando una capacidad de raciocinio certera. Moralmente las mujeres estaban en lo que Moebius denominó el estado del sentimiento44.

Si la mujer carecía del poder de reflexión, no era capaz de independencia de conciencia y pensamiento autónomo, por tanto, debía continuar bajo la tutela patriarcal. Como he mostrado, el aparato científico respaldó la idea de que el desarrollo de las facultades intelectuales en las mujeres era innecesario e incluso peligroso, pues amenazaba con degenerar la especie humana. Las teorías evolucionistas no solo prestaron argumentos para reforzar la inferioridad femenina45 sino para justificar su reclusión en la esfera doméstica: si no tenían capacidades suficientes para habérselas con lo público, debían permanecer en la esfera privada, a cargo de la crianza y el cuidado de la progenie. Al final que para esto las había dotado la naturaleza. Tanto los argumentos filosóficos como los científicos, aportaron elementos al pensamiento católico en torno al rol de las mujeres en la sociedad, como muestro a continuación. c) La mujer en el pensamiento católico Para entender con mayor claridad el rol que el catolicismo decimonónico asignó a las mujeres en aquella sociedad es necesario esbozar, a grandes rasgos, el panorama en el que se encontraba la Iglesia Católica en el siglo XIX. El historiador Juan María Laboa

44

Amparo Gómez Rodríguez, La estirpe maldita, la construcción científica de lo femenino… p. 91.

El auge del positivismo en las ciencias médicas favoreció también una estigmatización del sexo femenino. Ver: Mario Oliva, Ciudadanía e higienismo social en El Salvador, 1880-1932. Tesis presentada para optar al grado de Doctor en Filosofía Iberoamericana, Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”, San Salvador, 2011, p. 178. 45

38

Capítulo I: Aproximación al debate sobre la educación femenina en el pensamiento occidental señala que la revolución de la razón y la libertad impulsada por el movimiento de la Ilustración socavaron el principio de autoridad de la revelación46. Ante los inminentes cambios, los católicos respondieron de varias maneras: unos tratando de adaptarse y otros, resistiéndose sistemáticamente. En el intento de amalgamar lo mejor de la tradición ilustrada con la religión católica, hacia principios de siglo surgió una expresión conocida como “catolicismo liberal”. Laboa explica que: … el liberalismo de los católicos liberales fue un intento intelectual y político… su ambición consistió en aportar al liberalismo las luces de la doctrina y el sostén moral de las virtudes cristianas y de aportar simultáneamente al catolicismo las condiciones óptimas de existencia pública y de desarrollo íntimo de una sociedad plural. No pedían ninguna evolución del dogma, ninguna cesión en la disciplina eclesiástica, no abandonaron ninguna de las exigencias de la fe, no minimizaron ningún precepto de la ley moral. Su ideal moral consistía en unir en su vida la grandeza cristiana y la dignidad humana, la ley del Evangelio y las libertades propugnadas por la Revolución Francesa47.

Esto permite comprender el liberalismo católico difundido en la América hispana a partir de la Constitución de Cádiz e, incluso, que “una buena parte del bajo y mediano

clero

tomaba

parte

activa

o

simpatizaba

con

el

movimiento

independentista”48. Ser partidario de la modernización política no implicaba – necesariamente- ser partidario de la secularización. Pero a partir de 1848, hubo una radicalización de posturas. La oleada de las revoluciones republicanas49 inspiradas en los

Juan María Laboa, La Iglesia del siglo XIX. Entre la Restauración y la Revolución, Madrid: Universidad Pontificia de Comillas, 1994, p. 183. 46

47

Juan María Laboa, La Iglesia del siglo XIX… p. 87.

Julio César Pinto Soria, “La independencia y la federación (1810-1840)”, en Héctor Pérez Brignoli, (Ed.), Historia general de Centroamérica. Tomo III: De la Ilustración al liberalismo (1750-1870). Madrid: Sociedad Estatal Quinto Centenario y FLACSO, 1993, p. 80. Ver también el libro del historiador salvadoreño Roberto Turcios, Los primeros patriotas, San Salvador: Editorial Delgado, 2011. 48

Hobsbawm señala que “en cuestión de semanas, no se mantenía en pie ninguno de los gobiernos comprendidos en una zona de Europa ocupada hoy por el todo o parte de diez estados: Francia, Alemania, Austria, Italia, Checoslovaquia, Hungría, parte de Polonia, Yugoslavia y Rumania. Los 49

39

principios liberales de 1789, que tuvo como consecuencia la proclamación de la República Romana y el exilio del Papa, agudizó el problema con el que el que el catolicismo se había topado ya a principios de siglo. ¿Cómo situarse ante la Revolución y el liberalismo? ¿Podría admitirse o debía rechazarse como intrínsecamente malo? Más concretamente, ¿Cómo había que comportarse con las libertades modernas: libertades políticas, libertad de prensa, de conciencia y de cultos? ¿Era un progreso que se debía promover y defender, una situación de hecho inevitable para utilizar mejor los intereses de la Iglesia, o un mal que era preciso combatir sin rodeos?50

La tarea de compaginar dos visiones enfrentadas y, a veces excluyentes, no resultó fácil. Los sectores de la Iglesia que pensaban que nada podía ser tan beneficioso como la restauración del Antiguo Régimen, reaccionaron con un apasionado antiliberalismo. El ideal de este catolicismo, al que Laboa llama “intransigente y autoritario”, se expresó fundamentalmente en la revista de los jesuitas italianos La Civiltá Católica, cuyo ideal fue la restauración integral de los principios cristianos en la vida individual, familiar, social y política, tarea fundamental del pontificado de Pío IX, quien “se creía en el deber de traer a la memoria los principios católicos para que no se desanimaran los países donde seguían en vigor dichos principios, ante las concesiones de tipo práctico que se veía obligado a conceder en los países de constitución liberal”51. El 8 de diciembre de 1864 fue publicado el famoso Syllabus errorum, un catálogo de proposiciones condenatorias a las libertades modernas extraídas de los documentos de Pío IX. Tanto los católicos intransigentes como los liberales radicales entendieron que la condena eclesial se extendía a todo tipo de liberalismo, por lo que concluyeron

efectos políticos de la revolución pueden considerarse también igual de graves en Bélgica, Suiza y Dinamarca. Ver: Eric Hobsbawm, La era del capital 1848-1875, Barcelona: Crítica, 1998, p. 22. 50

Juan María Laboa, La Iglesia del siglo XIX… p. 149.

51

Juan María Laboa, La Iglesia del siglo XIX… p. 161.

40

Capítulo I: Aproximación al debate sobre la educación femenina en el pensamiento occidental que, “dada la condena global de la cultura moderna, esa cultura y ciencia no tenían ya necesidad de aprobación eclesiástica o de cualquier relación con ella”52. En 1864, El Salvador estaba regido por una Constitución que reconocía la religión católica como la única verdadera profesada en el país53. Dos años antes, en abril de 1862, el Estado salvadoreño había convenido con la Santa Sede la firma de un tratado conocido como Concordato54. El problema para la Iglesia católica salvadoreña comenzó en 1871, con la llegada al poder del liberalismo radical de corte laicizante. En este año comenzó un proceso de cambios constitucionales, muy similares a los ocurridos en Europa, encaminados a la laicización estatal, entendida como la atenuación o supresión de la confesionalidad, la declaración de mutua independencia – entre la Iglesia y el Estado- y la tendencia a menoscabar los influjos ideológicos o sociales procedentes del estamento eclesiástico55. En este contexto, la Iglesia católica consideró a la mujer como un contrapoder, una especie de “correctivo moral de los hombres”56 en una época de amenazantes cambios, como señala Michela de Giorgio: En el siglo XIX, el alejamiento de la Iglesia y el anticlericalismo, militante o pasivo, son fenómenos exclusivamente masculinos. Los párrocos se lamentan en general: los

52

Juan María Laboa, La Iglesia del siglo XIX… p. 167.

Ver: “Constitución de 1864”, en Constituciones Hispanoamericanas, disponible en: http://bib.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/12048085351200402976624/p0000001.htm#I_3_ 53

Este tipo de convenios fue una de las estrategias establecidas entre los Estados liberales y el gobierno eclesiástico con el objetivo de que los Estados protegieran y defendieran la religión católica, reconocieran las leyes canónicas y mantuvieran las estructuras (la educación, por ejemplo) que facilitaran la práctica religiosa. Ver: Juan María Laboa, La Iglesia del siglo XIX… p. 29. 54

55

Juan María Laboa, La Iglesia del siglo XIX… p. 220.

Michela de Giorgio, “El modelo católico”, en Georges Duby y Michelle Perrot (directores), Historia de las mujeres. El siglo XIX: la ruptura política y los nuevos modelos sociales, Madrid: Taurus Ediciones, 1993, p. 184. 56

41

hombres se van. Su religión no se ha perdido, pero, visiblemente, cambia de situación. Deja de ser un hecho global, absoluto, de mentalidad, para asumir los contornos relativos a la opinión religiosa. La “fe” de los hombres se instala en “posiciones políticas”. La de la mujer mantiene íntegro el carácter de “hecho de mentalidad” al que los “hechos de comportamiento”, más que cualquier otro elemento, imprimen el sello de una fe plena. Por tanto, el catolicismo del siglo XIX se escribe en femenino57.

Según de Giorgio, en este período las mujeres practicaron un contra discurso fundado en características de una religiosidad sentimental58 que se extendía, del lugar de la devoción a la cotidianidad familiar: El sentimiento de autogratificación (tan típico del rol femenino del siglo XIX) surge de un consciente ejercicio de soberanía moral sobre la vida doméstica y sobre la educación de los hijos. Y hasta hay espacio para las muchas insuficiencias de la vida real. Pero atenuadas por la convicción de que los sentimientos humanos solo son reflejos naturalmente frustrantes de la sentimentalidad religiosa, modelo e instrumento de legitimación de toda sentimentalidad terrena. El avance decimonónico del sentimentalismo religioso se halla en íntima relación con el sentimentalismo familiar: el modelo femenino católico es exclusivamente el de la esposa y el de la madre59.

De Giorgio muestra que la Iglesia buscaba en la esposa sumisión y espíritu de abnegación. El marido era un don de Dios que llevaba a la mujer, a través del sacrificio, a la santidad. En la madre, la cultura católica decimonónica buscaba el correctivo moral para los maridos (increyentes) y la formación religiosa de los hijos, también bajo la divisa de un ilimitado espíritu de sacrificio60. Entrega y sacrificio fueron pues, pilares

57

Michela de Giorgio, “El modelo católico”… p. 185.

En las teorías sobre la feminidad en el siglo XVIII, se afirmaba que la vida de la mujer se movía a impulsos de sus inclinaciones sentimentales, de esta cualidad esencial emanaban el coraje, el valor, la paciencia, la entrega. Ver: Isabel Morán Deusa, “¿Qué es una mujer? O la condición sentimental de la mujer”, en Rosa Ma. Rodríguez Magda (ed.), Mujeres en la historia del pensamiento, Barcelona: Anthropos, 1997, pp. 145-165. 58

59

Michela de Giorgio, “El modelo católico”… p. 188.

60

Michela de Giorgio, “El modelo católico”… pp. 188 y 211.

42

Capítulo I: Aproximación al debate sobre la educación femenina en el pensamiento occidental donde se afincó la identidad de la mujer católica. Mismos que los clérigos salvadoreños reivindicaron para la educación femenina en el último tercio del siglo XIX, como tendré ocasión de mostrar en los siguientes capítulos. Y es que para el desempeño de la tarea de madre/esposa, la mujer no necesitaba nada más que “leer poco y leer bien”, como señala de Giorgio. En consecuencia, la instrucción de comienzo de siglo era básicamente mnemotécnica. Saber de memoria un texto, en un mundo analfabeto, facilitaba la educación de los hijos. Leer, sí, pero no cualquier libro. La Iglesia consideraba peligrosa la lectura en las mujeres. Se prohibieron las novelas (libros que despertaban la imaginación) y se prescribieron lecturas católicas, libros llenos de “dulces afectos”, de “cuidados domésticos”, de “entusiasmo heroico por el amor, por las virtudes privadas y por la religión” construidos sobre genealogías femeninas, sobre acontecimientos familiares de hijas, esposas y madres61.

Era suficiente con el libro de plegarias, el devocionario o el catecismo. No hacía falta más, “leer es un examen de conciencia a través de la meditación de un texto. La lectura construía o modificaba, mucho más que los conocimientos, los rasgos mismos del carácter”62. Las mujeres católicas del siglo XIX no necesitaban conocimientos sino carácter para contrarrestar las perversas ideas de la modernidad liberal. Pero, ¿cuáles eran estas ideas? ¿Por qué resultaban tan amenazantes? El siguiente apartado lo dedico a describir estas otras corrientes de pensamiento. 2. Contra la inferioridad “natural” de las mujeres En este apartado me interesa ahondar en aquellas corrientes de pensamiento que reivindicaron la igualdad de las mujeres en el siglo XIX. Sin embargo, antes es 61

Michela de Giorgio, “El modelo católico”… p. 197.

62

Michela de Giorgio, “El modelo católico”… p. 198.

43

importante rastrear en la historia del pensamiento occidental aquellos primeros atisbos que contestaron el paradigma de la inferioridad natural de la mujer. A este tema dedicaré la primera sección. En la segunda, me concentraré en las corrientes decimonónicas que fundamentaron la igualdad de los sexos desde el discurso filosófico. 2.1 Los antecedentes El canon filosófico registra el nombre de Macrina63 (320-380 d. c.) como la primera mujer que cuestionó el paradigma de la inferioridad natural de las mujeres. Como ya mostré en el primer apartado, el cristianismo occidental continuó la tradición de pensamiento que asoció la naturaleza femenina a los instintos, las emociones y la irracionalidad. Uno de los primeros debates filosófico-teológicos que se planteó fue: si Dios había creado al hombre –el ser racional por excelencia- la mujer, de naturaleza irracional, ¿era también imagen y semejanza de Dios? Macrina parte de la premisa de la filosofía griega clásica de que la esencia del alma es su capacidad para el pensamiento racional. En el momento de la creación, dice, los seres humanos de ambos sexos tenían un cuerpo espiritual, sin emociones. Las pasiones y los instintos no eran partes esenciales del alma sino del cuerpo. Por tanto, la racionalidad de las mujeres no dependía del cuerpo, más bien estaba en el alma, por lo que las mujeres eran tan capaces de ser racionales y de estar libres del influjo de las pasiones como los hombres. El alma no tenía género, las mujeres y los hombres habían sido creados a imagen y semejanza de Dios64. Las ideas de Macrina fueron compartidas por sus hermanos de sangre, los obispos Basilio el Grande y Gregorio de Nisa, considerados padres de la Iglesia. Sin

Filósofa nacida en Capadocia. Fue educada en el seno de una familia con gran acervo teológico: su abuela (llamada Macrina la mayor) había estudiado teología con Gregorio el taumaturgo; su madre le enseñó la filosofía griega y la teología cristiana. Ver: Helen Buss Mitchell, Raíces de la sabiduría… p. 127. 63

64

Ver: Helen Buss Mitchell, Raíces de la sabiduría… pp. 128 y 129.

44

Capítulo I: Aproximación al debate sobre la educación femenina en el pensamiento occidental embargo, no lograron modificar en absoluto la estructura jerárquica y patriarcal de la naciente sociedad cristiana. Aún más, esa estructura se convirtió en parte esencial de esa religión que funcionó como cemento cohesionador del naciente imperio, donde las mujeres fueron excluidas, e incluso perseguidas, si se atrevían a trasgredir estos límites. En este sentido, resulta paradigmático el caso de la filósofa Hypatia de Alejandría (305405), quien murió quemada a manos de un grupo de monjes por ser una filósofa y astrónoma “pagana”65. Mil cuatrocientos años más tarde, el nombre de Hypatia será mencionado por una de las estudiantes salvadoreñas que demandaba el acceso de las mujeres a la instrucción intelectual, como mostraré en el capítulo cuarto de este trabajo66. A lo largo del período medieval, el punto de apoyo para el orden social fue el cristianismo. La proliferación de monasterios, abadías y claustros permitió el acceso de algunas mujeres al conocimiento. Así, señalan Bruzzese y Martino, En una extensa época de escasa y difícil circulación de las ideas, las iglesias, los conventos, las sedes episcopales se convirtieron en los centros de la cultura y elaboraron categorías, lenguajes e ideologías también para aquellas mujeres que la sociedad antigua había excluido del estudio y del conocimiento67.

Ser monja, amanuense, escribana, bibliotecaria o enseñante fue una alternativa para las mujeres en dos sentidos: por un lado, porque era una opción distinta al rol materno asignado por naturaleza, por otro, porque era una posibilidad de acceso a la

65

Ver: Helen Buss Mitchell, Raíces de la sabiduría… pp. 92 y 93.

Ver: “Discurso pronunciado al comenzar los exámenes de la escuela de niñas de Sensuntepeque”, La República, 1 de diciembre de 1885, p. 2. 66

67

Giulio de Martino y Marina Bruzzese, Las filósofas, Madrid: Ediciones Cátedra, 1994, pp. 61 y 62.

45

cultura68. Más adelante, entre los siglos XV y XVI, el Renacimiento constituyó una gradual apertura de los espacios de instrucción para las mujeres. A partir del resurgir del ideal humanístico, las mujeres no solo tuvieron acceso a la cultura religiosa sino también al arte y, especialmente, a la literatura. De ahí el surgimiento de numerosos ejemplos de mujeres troveras, poetisas y escritoras69. Precisamente en este momento surgió lo que se conoce como la querelle des femmes –o disputa de las mujeres-, el antecedente más inmediato del feminismo decimonónico. El debate, que se prolongó por espacio de tres siglos, fue conocido también como “la disputa de los sexos”70. Analizar este debate rebasa los objetivos de este trabajo. Sin embargo, me interesa resaltar los argumentos que reivindicaron la igualdad intelectual de las mujeres y el derecho a la educación. La disputa inició con la publicación de una obra de Christine de Pizan (13651431), titulada Le livre de la Cité des dames71, publicada en 1405. De Pizan interviene en el debate suscitado por la obra Roman de la rose72, cuyos argumentos misóginos le

Ver: Georgette Epiney-Burgard y Emile Zum Brunn, Mujeres trovadoras de Dios. Una tradición silenciada en la Europa Medieval, Barcelona: Ediciones Paidós Ibérica, 1998. 68

69

Ver: Martino y Bruzzese, Las Filósofas…p. 90-94.

En esta disputa, por primera vez, “las pensadoras de la Querelle hablaron como mujeres, sin ocultar la diferencia sexual que tan utilizada había sido para denigrarlas; hablaron públicamente desde su experiencia personal y de la de otras mujeres del pasado cuya historia se ocuparon de estudiar. Al hablar en estos términos, rechazaron las reglas de juego tradicionales y abrieron un proceso de crítica al conocimiento que los filósofos y teólogos del pasado habían elaborado sobre ellas.” María-Milagros Rivera, “El cuerpo femenino y la “querella de las mujeres” (Corona de Aragón, siglo XV)”, G. Duby y Michelle Perrot, Michelle (directores), Historia de las mujeres 2. La Edad Media. Madrid: Santillana Ediciones, 2000, p. 615. 70

El original está digitalizado en la Biblioteca digital mundial, disponible en: http://www.wdl.org/es/item/4391/#q=El+libro+de+la+ciudad+de+las+damas&view_type=list&se arch_page=1&qla=es 71

Una de las obras literarias más leídas en la Edad Media. Fue compuesto por Guillaume de Lorris, alrededor de 1225, y luego ampliado por Jean de Meun cerca de 1280. Ver: “Roman de la rose”, en Biblioteca digital mundial, disponible en: http://www.wdl.org/es/item/593/ 72

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Capítulo I: Aproximación al debate sobre la educación femenina en el pensamiento occidental resultaron condenatorios e insultantes para las mujeres. Pero no solo denunció el desprecio a las mujeres, generalizado en la Edad Media, sino también “la indefensión de éstas al no tener acceso a la cultura”73. De Pizan reconoce que si bien, no todos los hombres se oponían a la educación de las mujeres, había una clara sanción social para aquellas que se dedicaban a cultivar el conocimiento: Thus, not all men (and specially the wisest) share the opinion that it is bad for women to be educated. But it is very true that many foolish men have claimed this because it displeased them that women knew more than they did. Your father, who was a great scientist and philosopher, did not believe that women were worth less by knowing science; rather, as you know, he too, great pleasure from seeing your inclination to learning. The feminine opinion of your mother, however, who wished to keep you busy with spinning and silly girlishness, following the common custom of women, was the major obstacle to your being more involved in the sciences74.

Es interesante constatar que eran las madres las encargadas de censurar el estudio por no corresponder con el ideal de feminidad del momento. Sin embargo, Christine de Pizan aclara que ninguna mujer es menos valiosa porque se dedique a la ciencia. Dos siglos más tarde, la italiana Lucrecia Marinella (1571-1653) publicó en el año 1601, un tratado en el que reivindicaba al género femenino. La obra titulada La nobiltá et l’eccellenza delle donne co’ diffetti et mancamenti de gli huomini75, examinó el tema central de la querelle, es decir, la inferioridad de las mujeres. En su tratado, Marinelli

Mercé Otero Vidal, “Christine de Pizan y Marie de Gournay. Las mujeres excelentes y la excelencia de las mujeres”, en Rosa Ma. Rodríguez Magda, Mujeres en la historia del pensamiento, Barcelona: Anthropos, 1997, p. 80. 73

Christine de Pizan, “The book of the city of ladies”, en Charity Canon Willard (ed.), The writings of Christine de Pizan, New York: Persea Books, 1994, p. 196. Utilizo esta versión en inglés pues no dispongo de la obra traducida al español. 74

Lucrezia Marinella, La nobilta et l’eccellenza delle donne, co’ diffetti, et mancamenti de gli huomini, Venezia: Batista Ciotti Senese, 1601. 75

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también se pronuncia contra quienes creían que no había mujeres doctas en artes y ciencias: Pero si aquellas tienen la misma alma racional que el hombre, como antes he mostrado claramente, e incluso más noble, ¿por qué no pueden aprender aún con mayor perfección las mismas artes y ciencias que los hombres? así, las pocas que acceden a las doctrinas llegan a distinguirse tanto en las ciencias que los hombres las envidian, o las odian, como suelen odiar los menores a los mayores76.

En 1622, la francesa Marie de Gournay77 (1565-1645) publicó un tratado titulado Egalité des hommes et des femmes, en el que reivindicó la igualdad de los sexos. En la obra, la autora argumenta también sobre el valor e influencia de la educación en las mujeres: Si las damas llegan más raramente que los hombres a los grados de excelencia, es maravilla que esta falta de buena educación, e incluso la influencia de la mala expresa y profesa no sea peor, y que no les impida poder llegar del todo78.

Unos años más tarde, en el virreinato de la Nueva España, Sor Juana Inés de la Cruz79 (1651-1695) dio cuenta de los conflictos que enfrentó por su “poderosa

Lucrecia Marinelli, “La nobiltá et l’eccellenza delle donne co’ diffetti et mancamenti degli huomini”, citado por Rosa Gius Gatell,”De las mujeres memorables en Lucrezia Marinelli: nobleza y excelencia en la Venecia de 1600”, en Rosa Ma. Rodríguez Magda, Mujeres en la historia del pensamiento, Barcelona: Anthropos, 1997, p. 131. 76

Tuvo intensa relación con Michelle de Montaigne por lo que el filósofo francés la consideró su “hija adoptiva”. Su obra incluye comentarios a la obra de Montaigne, ensayos morales y feministas. Ver: Mercé Otero Vidal, “Christine de Pizan y Marie de Gournay. Las mujeres excelentes y la excelencia de las mujeres”… p. 85. 77

Marie de Gournay, “Egalité des hommes et des femmes“, en Mercé Otero Vidal, “Christine de Pizan y Marie de Gournay. Las mujeres excelentes y la excelencia de las mujeres”… p. 86. 78

Hay un texto que explora la vinculación de la obra de Sor Juana Inés con la querella de las mujeres. Se trata de la obra de Cristina Ratto, “Sor Juana Inés de la Cruz y Carlos de Sigüenza y Góngora en el episodio novohispano de la «querella de las mujeres»”, en Alicia Mayer (coord.), Carlos de Sigüenza y Góngora. Homenaje 1700-2000, vol. II, México, UNAM, 2002, pp. 151-177. 79

48

Capítulo I: Aproximación al debate sobre la educación femenina en el pensamiento occidental inclinación a las letras”. En su célebre Respuesta de la poetisa a la muy ilustre sor Filotea de la Cruz (1691), la monja expone: El escribir nunca ha sido dictamen propio, sino fuerza ajena; que les pudiera decir con verdad: Vos me escogisteis. Lo que sí es verdad que no negaré (lo uno porque es notorio a todos, y lo otro porque, aunque sea contra mí, me ha hecho Dios la merced de darme grandísimo amor a la verdad) que desde que me rayó la primera luz de la razón, fue tan vehemente y poderosa la inclinación a las letras, que ni ajenas reprensiones –que he tenido muchas-, ni propias reflejas –que he hecho no pocas-, han bastado a que deje de seguir este natural impulso que Dios puso en mi entendimiento dejando solo lo que baste para guardar su Ley, pues lo demás sobra, según algunos, en una mujer; y aún hay quien diga que daña80.

En el medio de la querelle des femmes, otro acontecimiento favoreció la apertura de nuevos espacios para la educación de las mujeres: las Reformas religiosas del siglo XVI. La Reforma protestante marcó la ruptura definitiva de la unidad religiosa, política y cultural de la Europa surgida de la Edad Media81, pero, además, favoreció un mayor acceso de las mujeres a la alfabetización. Como afirman Marina Bruzzese y Giulio Martino: En este atormentado y controvertido siglo, bajo el impulso de las dos reformas religiosas, se produjo un aumento sustancial de la alfabetización, al menos a niveles elementales, que también implicó a las niñas. Los niveles más cualificados de la cultura estaban reservados a pocas mujeres de extracción aristocrática o burguesa, pero, precisamente en este siglo, podemos registrar las primeras presencias significativas de intelectos femeninos que operan y se enfrentan con los altos grados de la autoridad cultural82.

80

Sor Juana Inés de la Cruz, Obras completas, México D.F.: Editorial Porrúa, 1977, p. 830.

81

Martino y Bruzzese, Las Filósofas…p. 101.

82

Martino y Bruzzese, Las Filósofas…p.128.

49

De hecho, en París y otras grandes ciudades se consolidaron nuevas corrientes culturales que abrían las puertas al protagonismo intelectual de las mujeres aristócratas. Los llamados “salones” fueron centro de esta vida. El salón tenía un carácter profundamente intelectual, la actividad principal de la mujer y del hombre de mundo era la conversación entendida como instrumento de relación social y como la manera idónea para aprender la cortesía (conjunto de virtudes). Los más importantes y famosos salones fueron animados por mujeres, en palacios de su propiedad83. A ellos asistían filósofos, científicos y literatos de la época, con quienes las mujeres aristócratas conversaban y discutían las ideas en boga. De estos salones derivó el “preciosismo”, un movimiento literario femenino de mediados del siglo del siglo XVII, cuyos temas se encaminaban a modificar las costumbres sociales de marginación de las mujeres84. Sin estos antecedentes, no se puede entender la obra del francés Poulain de la Barre (1647-1723), quien continuó la línea del debate iniciado en la querelle des femmes. De la Barre escribió una obra titulada De l’education des dames pour la conduite de l’esprit dans les sciences, et dans les moeurs85. El texto fue publicado en 1674 (¡noventa años antes del Emilio de Rousseau!) y, desde la dedicatoria, muestra el talante disruptor de su pensamiento: Después de mostrar a las mujeres que no existe nada grande de lo que ellas no sean tan capaces como los varones, me ha parecido que no basta señalarles cómo alcanzar, igual que ellos, los más elevados conocimientos. Es también necesario apoyar los razonamientos que la filosofía me ha proporcionado, con un ejemplo suficientemente notorio para establecer la verdad que he defendido y animarlas para que emprendan algo tan ambicioso como lo que les propongo86. 83

Ver: Martino y Bruzzese, Las Filósofas…pp. 144 y 145.

84

Ver: Martino y Bruzzese, Las Filósofas…p. 148.

No dispongo de la obra original. El texto en español fue editado por Daniel Cazés Menache, Obras feministas de Fracois Poulain de la Barre (1647-1723) Tomo III, México: UNAM, Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, 2007. 85

Poulain de la Barre, “La educación de las mujeres para la formación del espíritu en las ciencias y en las costumbres”, en Daniel Cazés Menache… p. 9. 86

50

Capítulo I: Aproximación al debate sobre la educación femenina en el pensamiento occidental

Según de la Barre, quien fue discípulo de Descartes, la inteligencia no tiene sexo (el mismo argumento de Macrina) y las diferencias del cuerpo no podían legitimar ningún tipo de desigualdad. Por ello, señala: Estas conversaciones están dedicadas a una joven muy inteligente que tiene el propósito de dedicarse al estudio. Se dan a conocer pensando en todas las mujeres que se hallan en disposición similar. Por ello se titulan Educación de las mujeres, aunque no son menos útiles para los hombres, pues las obras dirigidas a ellos sirven igualmente para las mujeres: no hay más que un método para instruir a unos y a otras siendo como son de la misma especie87.

Una muestra más de este grupo de humanistas ilustrados-liberales fue el Marqués de Condorcet (1743-1794). En 1790, escribió un alegato sobre el derecho de ciudadanía de las mujeres. En el texto, el filósofo francés denunciaba que la exclusión de las mujeres de los derechos de ciudadanía era resultado de prácticas sociales que habían naturalizado la subordinación femenina. Si las mujeres no reclamaban el derecho natural que tenían era porque la práctica social imperante les había impedido tomar conciencia de ello88. En cuanto al tema de la educación, en su obra Cinco memorias sobre la instrucción pública, de 1791, Condorcet afirma que la instrucción pública era un deber de la sociedad con los ciudadanos y el medio de hacer real la igualdad de los derechos. Por ello advierte: No se debe excluir a las mujeres de la instrucción relativa a las ciencias, porque ellas pueden ser útiles para el progreso de estas materias, sea haciendo observaciones, sea redactando libros elementales. En cuanto a las ciencias, ¿por qué deberían estarles prohibidas? Aún cuando las mujeres no pudieran contribuir a sus progresos por sus hallazgos, ¿por qué aquellas mujeres cuya vida no ha de llenarse por el ejercicio de una

Poulain de la Barre, “La educación de las mujeres para la formación del espíritu en las ciencias y en las costumbres”, en Daniel Cazés Menache… p. 12. 87

Ver: Alicia Ramos, “Condorcet: sobre la admisión de las mujeres al derecho de ciudadanía”, en La Otra voz digital, disponible en: http://www.laotravozdigital.com/spip.php?article54 88

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profesión lucrativa y no puede cumplirse enteramente con las ocupaciones domésticas no podrían trabajar útilmente para el aumento de las luces, ocupándose de las observaciones que exigen una exactitud casi minuciosa, una gran paciencia, una vida sedentaria y reglada? Quizá hasta serían más aptas que los hombres para dar método y claridad a los libros elementales…89

Según Condorcet, era necesario que las mujeres compartieran la misma instrucción dada a los hombres por cuatro razones fundamentales: 1) para que pudieran vigilar la educación de sus hijos; 2) para no introducir en las familias la desigualdad a causa de la falta de instrucción de la mujer; 3) para conservar los conocimientos de sus maridos; y 4) porque las mujeres tenían el mismo derecho que los hombres a la instrucción pública90. El planteamiento de Condorcet apuntaba a la instrucción pública masiva como fundamento del nuevo orden social inaugurado con la Revolución Francesa. Sin acceso a la instrucción, las mujeres no estarían en condiciones de participar en la dinámica de la democracia moderna, y eso era grave. Así lo explica la investigadora Sonsoles San Román cuando señala que Condorcet era muy consciente del peligro que suponía para el progreso relegar la mujer a la esfera privada y doméstica: En opinión de Condorcet, el Estado tiene el deber de hacer posible la igualdad entre los sexos, ofreciendo a las mujeres el derecho a recibir la misma educación que los hombres. A su entender, los derechos naturales de hombres y mujeres son inalienables y anteriores al Estado; razón suficiente para que éste garantice, mediante una igual instrucción pública, el desarrollo de las disposiciones naturales de ambos sexos. Condorcet da un paso decisivo. Y va más allá. Por supuesto que hombres y mujeres

Condorcet, Cinco memorias sobre la instrucción pública y otros escritos, Madrid: Ediciones Morata, 2001, p. 110. 89

Condorcet, Cinco memorias sobre la instrucción pública y otros escritos… pp. 111 y 112. Esta visión sobre la responsabilidad del Estado por garantizar la instrucción de todos los miembros de la sociedad se verá reflejada en varios de los discursos salvadoreños sobre Instrucción Pública durante el primer período de gobierno liberal secularizante, a cargo de Santiago González, entre 1871 y 1875, como mostraré en el siguiente capítulo. 90

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Capítulo I: Aproximación al debate sobre la educación femenina en el pensamiento occidental presentan diferencias notables, pero el origen de tales desigualdades se encuentra en el proceso de socialización al que hombres y mujeres han sido sometidos91.

Los ideales de libertad, igualdad, fraternidad comenzaban a cuestionar las bases del antiguo régimen patriarcal. Sin embargo, las instituciones androcéntricas no cambiarían de la noche a la mañana. De hecho, la declaración de los Derechos del hombre y del ciudadano de agosto de 1789 habían dejado fuera a las mujeres. En 1791, Olympia de Gouges92 (1748-1793), intentó remediar esa exclusión con el texto que proclama la Declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadana93: “La mujer nace libre y permanece igual al hombre en derechos. Las distinciones sociales solo pueden estar fundadas en la utilidad común”94. Un año después, la filósofa británica Mary Wollstonecraft95 (1759-1797), publicó en 1792 su obra titulada Vindicación de los derechos de la mujer. En ella aborda el tema de la desigualdad natural entre hombres y mujeres, y apunta a las diferencias educativas como

91

Sonsoles San Román, Las primeras maestras, Barcelona: Editorial Ariel, 2006, p. 38.

En cuestión política, De Gouges era de tendencia moderada. Fue partidaria de la monarquía constitucional. Fue condenada a la guillotina por la publicación de un texto titulado “Las tres urnas”, en el que pedía un plebiscito entre gobierno republicano unitario, federación o monarquía. Incluso en la cárcel criticó duramente la dictadura de Robespierre. Ver: Alicia Puleo, La Ilustración olvidada. La polémica de los sexos en el siglo XVIII: Condorcet, De Gouges, De Lambert y otros, Madrid: Anthropos, 1993, pp. 153154. 92

Olympia de Gouges, “Declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadana”. En Alicia Puleo, La Ilustración olvidada. La polémica de los sexos en el siglo XVIII… pp. 153-163. 93

94

Olympia de Gouges, “Declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadana”… p. 156.

Según señala Isabel Burdiel, para esta filósofa y literata inglesa, una de las “aventuras intelectuales” fundamentales en su formación fue ser directora en la escuela de Newington Green (1783-1786), con el ya famoso círculo reformista creado en torno al pastor disidente Richard Price (1723-1791). El círculo que Wollstonecraft frecuentó en Newington Green pertenecía en su mayoría a la iglesia Unitaria y cultivaba una tradición de “cristianismo racional” que insistía en el uso libre de la razón de la práctica religiosa. Ver: Isabel Burdiel “Introducción”. En Mary Wollstonecraft, Vindicación de los derechos de la mujer, Ediciones Cátedra, Madrid, 2000, p. 29. 95

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causa principal de la condición desigual entre ambos sexos, como ya lo había señalado Condorcet. Algunos han señalado la obra de Wollstonecraft como “la crítica más directa a la pedagogía del Emilio y el intento más radical de desenmascarar la lógica rousseauniana”96. No corresponde a esta investigación hacer un análisis detallado de la Vindicación de los Derechos de la Mujer, sin embargo, es importante situar algún extracto de la obra que refleja el pensamiento de la autora en relación a la reivindicación del derecho de educación para las mujeres. Así, por ejemplo, en relación con la opinión prevaleciente de un carácter sexual como fundamento de la diferencia de los géneros, la autora afirma: Con el fin de explicar la tiranía de los hombres y excusarla, se han esgrimido muchos argumentos ingeniosos para probar que los dos sexos, en la adquisición de la virtud, deben apuntar a alcanzar un carácter muy diferente; o, para hablar de modo más explícito, no se admite de las mujeres que tengan la suficiente fortaleza mental para adquirir lo que realmente merece el nombre de virtud. No obstante, al admitir que tienen almas, debería parecer que solo hay un camino dispuesto por la Providencia para dirigir a la humanidad a la virtud o a la felicidad. Luego, si las mujeres no son enjambres de frívolas efímeras, ¿por qué hay que mantenerlas en la ignorancia bajo el nombre engañoso de la inocencia?97

Por ello, Wollstonecraft insiste en igualar las oportunidades educativas para hombres y mujeres, haciendo una clara crítica a la propuesta rousseauniana del pacto social: Para hacer al género humano más virtuoso y, por supuesto, feliz, ambos sexos deben actuar desde los mismos principios. ¿Pero cómo puede esperarse esto, cuando solo se permite a uno considerar si resultan razonables? Para hacer también realmente justo el pacto social, y para extender los principios ilustrados que solo pueden mejorar el destino del hombre, debe permitirse que las mujeres fundamenten su virtud sobre el

Francisco Fuster García, “Dos propuestas de la Ilustración para la educación de la mujer: Rousseau versus Mary Wollstonecraft”. A Parte Rei. Revista de Filosofía, N° 50, marzo 2007, p. 10. 96

97

Mary Wollstonecraft, Vindicación de los Derechos de la Mujer, Madrid: Ediciones Cátedra, 2000, p. 127.

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Capítulo I: Aproximación al debate sobre la educación femenina en el pensamiento occidental conocimiento, lo que apenas es posible si no se las educa mediante las mismas actividades que a los hombres98.

Todas estas ideas filosóficas que contestaron el pensamiento de la inferioridad natural femenina, según María José Lacalzada de Mateo, fueron fruto de la corriente crítica de la Ilustración a la que ella llama humanismo ilustrado-liberal y que define como: La corriente de pensamiento-acción social y política que podemos encontrar en Europa a lo largo del siglo XIX y XX. Es posible verla aflorar en intelectuales críticos con cualquier forma de dominación; personas dispuestas a que no se paralicen los ideales revolucionarios planteados en el ámbito de la Ilustración y posibilitados por el cambio de estructuras que supuso la Revolución francesa99.

Lacalzada señala para esta corriente de la ilustración, la libertad se entendía no solo como la ruptura de cadenas exteriores sino también de las cadenas de la ignorancia, la amoralidad, etc. Por ello, estos humanistas trataron de ir hacia la igualdad de oportunidades “extendiendo cada vez a un mayor número las posibilidades de instrucción intelectual y educación moral, de ganar el sustento, de participar en alguna medida del reparto de la riqueza, de las decisiones políticas”100. La Revolución Francesa vendría a constituirse como el punto de partida para el nuevo modelo humanista. Y, aunque no borró de un plumazo siglos de prejuicios y de tradición patriarcal101 ni cambió de inmediato la condición de las mujeres, fue una

98

Mary Wollstonecraft, Vindicación de los Derechos de la Mujer… p. 363.

Ma. José Lacalzada de Mateo, “Humanismo ilustrado-liberal en la emancipación de las mujeres y su engranaje masónico en España”. En Celia Amorós y Ana de Miguel (eds.), Teoría feminista: de la Ilustración a la globalización. De la Ilustración al segundo sexo, Madrid: Minerva Ediciones, 2005, p. 213. 99

Ma. José Lacalzada de Mateo, “Humanismo ilustrado-liberal en la emancipación de las mujeres y su engranaje masónico en España”… p. 215. 100

Para profundizar en este aspecto recomiendo el estudio de Geneviéve Fraisse, Musa de la razón, Madrid: Ediciones Cátedra, 1991. En él, la autora examina las implicaciones de la diferencia sexual en la naciente democracia del período inmediatamente posterior a la Revolución Francesa. 101

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conmoción demasiado profunda y demasiado general como para no afectar a todos los sectores, a todos los actores de la sociedad; conmoción demasiado fecunda como para no ser prometedora, pese a sus estragos. Por tanto, consideraremos que la Revolución Francesa constituye una mutación decisiva en la historia de las mujeres102.

En este sentido, la siguiente sección intenta situar dos corrientes del pensamiento humanista ilustrado-liberal del siglo XIX que apuntalaron, desde sus postulados teóricos y prácticos, el largo camino de la emancipación femenina. 2.2 Krausismo, masonería y emancipación de la mujer Ciertamente, estas corrientes no fueron las únicas propuestas emancipadoras. La razón para abordarlas es que hay suficiente evidencia del influjo que tuvieron en las élites intelectuales salvadoreñas con relación al tema de la emancipación de la mujer. El krausismo y la masonería tienen varios elementos en común, comenzando por la filiación masónica de Krause. Interesa resaltar en ellas la apuesta por la reivindicación de la mujer y su derecho a la instrucción como requisito fundamental para lograr la regeneración de la humanidad en el nuevo orden social y político inaugurado por la modernidad ilustrada. a) El krausismo El pensamiento de Karl Christian Krause (1781-1832) está condensado en su obra publicada en 1811: Das Urbild der Menschheit. Ein Versuch103 (El Ideal de la Humanidad. Un ensayo). En este texto, Krause desarrolla una teoría de la sociedad

Elisabeth G. Sledziewski, “Revolución Francesa. El giro”, en Georges Duby y Michelle Perrot (directores), Historia de las mujeres. El siglo XIX: la ruptura política y los nuevos modelos sociales, Madrid: Taurus, 1993, p. 41. 102

Karl Christian Friedrich Krause, Das Urbild der Menschheit. Ein Versuch, Dresden: in der Aruoldifchen Buchhandlung, 1811. 103

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Capítulo I: Aproximación al debate sobre la educación femenina en el pensamiento occidental basada en la idea de la conformación de dos tipos de alianzas, asociaciones o esferas: las básicas de vida (persona, familia y pueblos) y las asociaciones para la realización de los fines racionales humanos (religión, derecho, ciencia, arte y educación). Estas asociaciones, de carácter autónomo, se enlazan armónicamente para crear la “Alianza de la Humanidad”. La finalidad de esta alianza no era otra que velar por el fomento de lo puramente humano a partir de la autonomía de cada una de las esferas y la interrelación dinámica y armónica entre ellas104. Esta teoría social proponía la fundamentación para una nueva manera de organizar el poder y las interacciones entre los distintos ámbitos de la sociedad. Dos implicaciones concretas tenía para la renovación de las interacciones sociales. La primera era que, desde el momento en que las esferas tenían carácter autónomo, ya no era posible la supremacía de una de ellas: la religión pasaba a ser una más de las asociaciones constituidas para la realización de los fines racionales humanos y no su fundamento. El sentido de la regeneración brotaba de la humanidad misma y no de ningún ente superior. Este pensamiento tiene a la base una metafísica de corte panenteísta: el mundo es distinto de Dios, no es Dios, sino que está en Dios. Dios como ser supremo está por encima del mundo, trascendiéndolo105. Por lo tanto, la teoría krausista era una propuesta de inspiración religiosa –no confesional- de carácter ético. Predicaba “la libertad de las conciencias, el pluralismo religioso y la fe racional libremente elegida”106, dice Elías Díaz. Esta razón hizo que su filosofía encontrara suelo fértil en los intelectuales españoles y americanos del siglo XIX que buscaban superar las

Ver: Katya Colmenares, “El krausismo”, en Enrique Dussel y otros (2009), El pensamiento filosófico latinoamericano, del Caribe y latino (1300-2000). México D.F.: Siglo XXI Editores, 2009, pp. 204-205. 104

105

Ver Katya Colmenares, “El krausismo” en Enrique Dussel y otros… p. 204.

106

Elías Díaz, La filosofía social del krausismo español, Valencia: Fernando Torres Editor, 1983, p. 185.

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formas integristas y dogmáticas del antiguo régimen, al mismo tiempo que detractores dentro de las filas más ortodoxas del catolicismo107. La segunda implicación, fundamental para el tema de este estudio, es que la teoría krausista cuestionaba los fundamentos del sistema patriarcal. Según Krause, tanto la virtud, como el amor, la ciencia, el arte, la religión y el derecho debían alcanzar su configuración propia desde las especificidades masculina y femenina. En su obra El ideal de la humanidad, señaló que Varón y mujer son igualmente esenciales en la Humanidad, y por tanto la mujer no está subordinada al varón bajo ningún punto de vista. La mujer es, en todas las capacidades del espíritu y del ánimo tan capaz y tan original con respecto a todas las partes del destino humano como el varón. El género femenino es tan capaz de una formación omnivalente, específica y armónica como el masculino; y la Humanidad misma permanecerá deficiente, y sólo configurada a medias, en tanto que el género bello y más débil de la mujer –sometido desgraciadamente y sin escrúpulo por la fuerza bruta de los varones- tenga que permanecer postergado con respecto al varón en cualquier aspecto del destino humano. La virtud y el amor, la ciencia y el arte, el derecho y la religión – todo ello- ha de alcanzar su configuración propia y plena desde las especificidades masculina y femenina; hasta que eso haya sucedido, la Humanidad no podrá presumir de haber llegado a su expresión armónica omnivalente. Solo la formación semejante y equilibrada masculina y femenina, en un intercambio libre y armónico, constituye el triunfo de la humanidad108.

A este respecto, Arturo Andrés Roig ha desarrollado un interesante análisis del pensamiento krausista en el que señala que:

Entre los españoles krausistas más conocidos se encuentran Julián Sanz del Río (traductor al español del Ideal para la humanidad) y Francisco Giner de los Ríos, discípulo de Sanz del Río. En América Latina, hay influencia del krausismo español en Eugenio María Hostos, José Martí y José María Luis Mora, entre otros. Ver: Carlos Beorlegui, Historia del pensamiento filosófico latinoamericano. Una búsqueda incesante de la identidad, Bilbao: Universidad de Deusto, 2006, pp. 246-265. 107

K.C. Krause, Das Urbild der Menschheit. Ein Versuch, citado por Enrique M. Ureña, “Krausistas, frobelianos y la cuestión de la mujer”, en Krause, Giner y la Institución Libre de Enseñanza. Nuevos estudios, Universidad Pontificia de Comillas, Madrid, 2005, p. 29. 108

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Capítulo I: Aproximación al debate sobre la educación femenina en el pensamiento occidental La problemática de género dentro del sistema de Krause apunta a cuestiones de tanto peso e importancia como es la del origen del Estado y su conformación como poder político. Nivel teórico que, por lo demás, se dio acompañado de una teoría y prácticas pedagógicas no ajenas a las ideas que compartió con Fröbel y que ejerció con sus hijas e hijos, y de modo particular, con la hija mayor, homónima de la Sofía del Emilio, de JJ. Rousseau109.

Para Krause, señala Roig, si el Estado democrático provenía de la familia, era fundamental reformular esta estructura sobre nuevas bases dadas por los valores de libertad e igualdad reivindicados por la Revolución Francesa. El Estado, como ente regulador del derecho, debía velar por los derechos de las mujeres ya que Esta mitad esencial de la humanidad está hoy en unos pueblos oprimida y degradada, en otros postergada o abandonada en su educación por el varón, que hasta ahora se ha atribuido una superioridad exclusiva, cuando observa que la mujer dista hoy mucho del claro conocimiento de su destino en el todo, de sus derechos y funciones y altos deberes sociales…110

Basado en la lectura de otras obras krausistas111, Roig afirma que Krause reivindicó la complementariedad entre varones y mujeres, y denunció el modo como se jugaba la relación público-privado en la división sexual del trabajo. Por ello señala que: Si lo primero funda la posibilidad de integración de lo diferente en lo igual, en el sentido de diferencia de ciertas funciones y, a la vez, igualdad de derechos, lo segundo asegura la participación universal de la mujer respecto de todas las manifestaciones de la cultura humana rompiendo con la subcultura femenina tal como resultaba construida desde un régimen de opresión, represión y explotación. En este sentido Krause enfrenta valientemente una de las más fuertes argumentaciones –apoyada pretendidamente en la naturaleza- que condena a la mujer a la vida privada: su

Arturo Andrés Roig, “Cuestiones de dialéctica y género en Krause. Sofía o la nueva mujer”. Estudios de Filosofía Práctica e Historia de las Ideas, Año 8, N° 9, Mendoza, diciembre 2007, p. 58. 109

C. Cr. Krause, Ideal de la humanidad para la vida, con introducción y comentarios por d. Julián Sanz del Río, Madrid: Imprenta de Manuel Galiano, 1860, p. 93. 110

111

El Diario de la vida humana (Dresde, 1811) y las Lecciones de Derecho Natural (Gotinga, 1828).

59

condición de madre. Esta no la define en cuanto ser humano por lo mismo que su humanidad está antes que la maternidad112.

Roig afirma que para Krause, la vida privada debía ser rescatada en su justo valor como una conquista de la humanidad y no como el lugar exclusivo de las mujeres condenadas a la domesticidad. La educación vigente había negado la participación pública a las mujeres y esto era una injusticia para la humanidad ya que dejaba perder muchos “genios superiores”. Ahora bien, ¿llegó este pensamiento a América Latina? Y si lo hizo, ¿cómo se introdujo y cómo se difundió? José Luis Gómez-Martínez señala que, en el siglo XIX, la divulgación del pensamiento europeo se hacía a través de dos vías: una era la de los viajes de estudios realizados por un reducido número de iberoamericanos, la otra, los numerosos centros de estudios universitarios. En el caso de la primera vía, la influencia fue más directa, por lo que se refleja más claramente en los escritores. La segunda, de potencial más amplio, es la que considera Gómez-Martínez sirvió de cauce al pensamiento krausista ya que: … la universidad iberoamericana durante el siglo XIX contaba, en situaciones óptimas, con tres facultades: Derecho, Teología y Medicina. La facultad de Teología decae rápidamente a partir de la independencia, y dominada por un escolasticismo de corte medieval vegeta sin repercusión apreciable en el desarrollo intelectual del pueblo iberoamericano. La facultad de Medicina solo adquiere prestigio a partir del último tercio del siglo XIX y entonces sí que se convierte en inspiradora de las nuevas ideas positivistas. De ahí que hasta la década de los ochenta, el núcleo y la fuerza que da dinamismo a la universidad es la facultad de Derecho. Sus estudios son también los más prestigiosos y de sus aulas salen los dirigentes intelectuales de los países iberoamericanos113.

112

Arturo Andrés Roig, “Cuestiones de dialéctica y género en Krause”… p. 64.

José Luis Gómez-Martínez, “El krausismo en Iberoamérica”, en Proyecto Ensayo Hispánico, disponible en: http://www.ensayistas.org/critica/generales/krausismo/estudios/gomez.htm 113

60

Capítulo I: Aproximación al debate sobre la educación femenina en el pensamiento occidental Katya Colmenares señala que el primer impacto del krausismo se generó a partir de las obras de un discípulo de Krause, Heinrich Ahrens (1808-1871), quien sistematizó y divulgó el pensamiento krausista especialmente en dos obras: Curso de filosofía (1836) y Curso de derecho natural (1838). Ambas fueron estudiadas en las facultades de derecho, donde

“se

formaban

los

dirigentes

intelectuales

de

las

clases

políticas

latinoamericanas”114. En estas obras, Ahrens destaca la idea de que el destino moral del ser humano solo puede realizarse en la historia cuando el individuo se asocia armónicamente en las distintas esferas de un mismo organismo social. Tanto el interés colectivo como el individual tienen importancia. Es el derecho el medio por el cual se intentaría lograr la armonía entre los dos ámbitos. El Estado se convierte en instrumento práctico-político del derecho que proporciona a cada esfera las condiciones necesarias para su desarrollo sin intervenir en su organización interna. Con este planteamiento, señala Colmenares, “Ahrens habría pretendido ir más allá de Hegel, para quien el Estado absorbe dentro de sí las esferas sociales”115. El krausismo de Ahrens representaba un pensamiento capaz de fundamentar racionalmente los nuevos Estados, señala Colmenares116. De hecho, en El Salvador, algunos intelectuales del liberalismo radical reflejarán la influencia de este pensamiento en sus escritos: tal es el caso de Álvaro Contreras117, Fernando Velarde118 y Antonio J.

114

Katya Colmenares, “El Krausismo”, en Enrique Dussel y otros… p. 208.

115

Katya Colmenares, “El Krausismo”, en Enrique Dussel y otros… p. 206.

116

Ver Katya Colmenares, “El Krausismo”, en Enrique Dussel y otros… p. 205.

Contreras cita a Ahrens para justificar la responsabilidad del Estado en la conducción de la Instrucción Pública. Ver: Álvaro Contreras, “Instrucción Pública”, Boletín Oficial, tomo 1, N° 37, 9 de enero de 1872, p. 1. 117

En 1873, el periódico católico La Verdad criticó un libro de texto escrito por Fernando Velarde, por sus ideas de corte “panteísta”. La crítica alude al fundamento metafísico del krausismo. Ver: “La ciencia popular Centroamericana”, La Verdad, tomo II, N° 76, 25 de enero de 1873, p.1. 118

61

Castro119. Es más, en abril de 1883, una tesis presentada por el estudiante Raquel Guerrero a la facultad de Jurisprudencia de la Universidad Nacional, sustenta su oposición a la indisolubilidad del matrimonio a partir de una cita de Ahrens. No dispongo de la tesis de Guerrero, pero la crítica del diario El Católico ofrece una rica información: Conocemos algo de la escuela a que pertenece el Sr. Ahrens, y por eso no podemos admitir sin reservas la cita que de él hace el Sr. Guerrero. La moral de quien admite y reconoce la existencia de un Dios personal, no puede parecerse en nada a la de quien admite y reconoce la existencia de un Dios-humanidad, de un Dios Espíritu y Naturaleza a la vez, a pesar de todas sus protestas en contrario. No hacemos al Sr. Guerrero la injuria de creerle comprometido en los errores panteísticos de Krause. El Sr. Guerrero no se ha fijado tal vez en las consecuencias anárquicas y destructoras, que la máxima krausista produciría en los contratos, en las herencias, y en los otros actos de la vida civil, así como también en el seno de la sociedad doméstica y de toda otra sociedad particular…120

La tesis de este estudiante permite constatar la difusión del pensamiento krausista en la facultad de Derecho, de donde egresaron también varios de los intelectuales del liberalismo radical –Antonio J. Castro, Rafael Reyes, Francisco Esteban Galindo, Pedro García-, como tendré ocasión de mostrar en el segundo capítulo. Sin embargo, esta no fue la única vía. Aunque de manera más indirecta, las ideas de Krause también influyeron en la educación salvadoreña a través del modelo pedagógico de Friedrich Fröbel (1782-1852). El investigador Enrique M. Ureña121 señala que hay suficientes datos para afirmar que la

Antonio J. Castro habla de la necesidad de la independencia de las esferas del poder espiritual y el temporal para mantener la armonía social. Ver: “Discurso pronunciado por el Lcdo. Antonio J. Castro, el 15 de septiembre LIX aniversario de la independencia de Centro-América, por comisión del Supremo Gobierno”, Diario Oficial, tomo 9, N° 218, 18 de septiembre de 1880, p. 786. 119

120

“Tesis de doctoramiento”, El Católico, N° 98, 15 de abril de 1883, p. 116.

La influencia del pensamiento filosófico de Krause en el planteamiento pedagógico froebeliano ha sido estudiada por Enrique M. Ureña. Ver: Enrique M. Ureña, “Krausistas, frobelianos y la cuestión de 121

62

Capítulo I: Aproximación al debate sobre la educación femenina en el pensamiento occidental visión educativa de Fröbel fue estimulada por el Ideal de la humanidad de Krause. Es a partir de estos argumentos que Fröbel logró superar su orientación exclusivamente pestalozziana122. El pensamiento krausofrobeliano sostiene el principio del desarrollo de “lo puramente humano” a través de la educación, así como la necesidad de la participación de la mujer en la tarea educativa. En 1840, Fröbel concretó este ideal en la creación de una nueva institución educativa conocida como Jardín de la Infancia o Kindergarten. La novedad de esta institución radicaba en la incorporación de la mujer como institutriz, en la propuesta metodológica basada en la actividad, la observación y el juego, y en su dinámica de coeducación –o educación mixta- para los infantes123. En El Salvador, el primer Kindergarten fue fundado en 1884 bajo la dirección de la educadora francesa Agustina Charvin. El colegio nació bajo la protección del “ilustre mandatario de la República señor don Rafael Zaldívar y secundado eficazmente por el señor Ministro de Instrucción Pública Doctor don Luciano Hernández”124, lo que significaba que el colegio contaba con una subvención por parte del Estado. El método frobeliano fue ampliamente reconocido y elogiado por varios de los periódicos del momento125. En 1887, la reforma educativa impulsada por Francisco Menéndez adoptó

la mujer”, en Pedro Álvarez y José Manuel Vázquez-Romero (eds), Krause, Giner y la Institución Libre de enseñanza. Nuevos estudios, Madrid: Universidad Pontificia de Comillas, 2005, pp. 27-51; y “Orígenes del Krausofröbelismo y Masonería”, Historia de la Educación. Revista Interuniversitaria N° 9, Salamanca, 1990, pp. 43-62. 122

Ver: Enrique M. Ureña, “Orígenes del Krausofröbelismo y Masonería”… p. 60.

123

Ver: Enrique M. Ureña, “Krausistas, frobelianos y la cuestión de la mujer”… p. 38.

Pedro Deleón V. “Un discurso sobre el Kindergarten de Mlle. Charvin”, La República, 23 de diciembre de 1884, p. 1. 124

Ver también: “El colegio de la señorita Charvin”, La República, 12 de diciembre de 1884, p. 1; “Informe de la Comisión encargada de presidir los exámenes del Jardín de la Infancia”, Diario Oficial, N° 292, 12 de diciembre de 1884, p. 553; Manuel Sol, “Progresos de la enseñanza moderna. Una visita al Kindergarten”, La República, 18 de diciembre de 1885, p. 1; “Kindergarten o Jardín de la Infancia”, Diario Oficial, N° 296, 24 de diciembre de 1885, p. 620. 125

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la metodología frobeliana de la observación y la experimentación como parte del nuevo modelo pedagógico de instrucción primaria126. El interés de Krause por la regeneración de la humanidad a través de la educación le llevó a interesarse por la masonería allá por 1802, según señala Enrique Hernández Ureña. El 4 de abril de 1805 se inició en la logia de Las Tres Espadas y Verdaderos Amigos. Para 1807, ya se le había concedido el grado de Maestro y en 1808 fue nombrado orador de la Logia. ¿Qué encontraba Krause en la masonería? Hernández Ureña afirma que Krause concebía la hermandad masónica como “la única institución histórica que tiene como finalidad y razón de ser el cultivo en el hombre de su pura y completa humanidad”127. Por ello, los años de su pertenencia a la logia serían decisivos para la maduración de su obra y de su vida. De hecho, el ensayo sobre El ideal de la humanidad fue concebido como un texto “preferentemente para masones”128. ¿Qué era la masonería? En la siguiente sección abordaré este pensamiento que, como parte del humanismo ilustrado liberal, favoreció la emancipación de las mujeres a partir de reivindicar el derecho a su educación. b) La masonería Eric Hobsbawm sitúa a la masonería como ejemplo del tipo de religión de los hombres eruditos: una religión de talante racionalista que tenía una actitud despectiva e incluso hostil frente a las devociones, rituales y dogmas de la religión tradicional. A este respecto dice Hobsbawm: “Si entre la minoría selecta de finales del siglo XVIII hubo

126

Ver: Julián González Torres, Del “ciudadano católico” al “ciudadano laico”... p. 176.

Ver: Enrique Hernández Ureña, “Krause y su ideal masónico: hacia la educación de la humanidad”, en Historia de la Educación: Revista interuniversitaria, N° 4, 1985, p. 77. 127

128

79.

Enrique Hernández Ureña, “Krause y su ideal masónico: hacia la educación de la humanidad”… p.

64

Capítulo I: Aproximación al debate sobre la educación femenina en el pensamiento occidental una religión floreciente fue la masonería racionalista, iluminista y anticlerical”129. Pero la masonería no era solamente una religión racionalista. El investigador salvadoreño Roberto Valdés afirma que podría definirse como una sociabilidad moderna en el sentido de un “club moderno al que se podía pertenecer si se tenían las cualidades personales necesarias, pero que no eran heredables como se heredaban los títulos nobiliarios o la pertenencia al gremio medieval”130. La logia, dice Valdés, era un espacio de encuentro que, a través de rituales, prácticas y formación, convertía a sus miembros en mejores seres humanos y mejores ciudadanos de acuerdo con los principios ideológicos y utópicos de la Sociedad. Al provenir de distintos sectores sociales, los masones intentaban vivir y practicar los principios de igualdad, libertad y fraternidad para luego influir o modelar los distintos ámbitos sociales según estos principios 131. Sin embargo, con respecto al tema de las mujeres, la masonería también participó de la ambigüedad del discurso ilustrado. En las Constituciones que rigieron la masonería moderna, publicadas en 1723132, se estableció que uno de los requisitos para ingresar en la institución era ser libre. A este respecto se desarrolló una larga polémica alrededor de la conveniencia o no de admitir mujeres en las logias. El problema era que las mujeres no eran consideradas seres libres sino tuteladas por los varones. Los estatutos eran claros: mientras las mujeres no fueran libres no podrían ser admitidas en la institución. Entonces, ¿qué aportaron los masones a la emancipación femenina?

129

Eric Hobsbawn, La era de la revolución. 1789-1848, Barcelona: Editorial Crítica, 1997, p. 223.

130

Roberto Valdés, Masones, liberales y ultramontanos salvadoreños… pp. 3-4.

131

Roberto Valdés, Masones, liberales y ultramontanos salvadoreños… p. 4.

Conocidas como las “Constituciones de Anderson”, redactadas por el pastor James Anderson. Ver: María Paz López y otros, “La mujer en la masonería gaditana. Estudios de las logias”, en J.A. Ferrer Benimeli (coord.), La masonería española entre Europa y América I. Diputación General de Aragón, Zaragoza, 1995, p. 199. 132

65

Hacia 1774, el Gran Oriente de Francia creó lo que se conoció como rito de Adopción, es decir, una logia femenina apadrinada y presidida por el venerable maestro de la Logia masculina que las adoptaba133. Varias de las investigaciones realizadas en los últimos años en torno a la masonería femenina permiten afirmar que, a través de las logias de Adopción extendidas por Francia, Italia y España, la ideología masónica difundió la idea de la emancipación de la mujer como pilar de la regeneración de la humanidad. La investigadora italiana Francesca Vigni afirma que en la ideología masónica, la emancipación de la mujer es un fenómeno ligado a la emancipación cultural y social de la colectividad, a través de una renovación general que tiene por objeto acabar con la superstición y los prejuicios, principales obstáculos para los ideales de libertad y progreso a los que aspira el individuo. Las propuestas masónicas a favor del progreso de la mujer contenían un claro mensaje que podríamos resumir como sigue: la aceptación de un papel distinto para la mujer en la sociedad conduce a la reforma de las costumbres y leyes que rigen la vida colectiva134.

Vigni recoge algunas publicaciones en las que se muestra la apuesta de la masonería por la instrucción de las mujeres. Un ejemplo es este texto publicado en 1867, en el Boletín del Supremo Consejo del Gran Oriente en Italia: “La instrucción es lo que conduce al fin, y si no se entiende en su más estricto sentido, la mujer seguirá siendo esclava de lo que quede de los prejuicios del siglo”135. Era de esperarse que, en plena efervescencia del antiliberalismo, la ya mencionada revista jesuita La Civiltá Católica publicara en 1868 un texto en el que se oponía a la intención emancipadora de la masonería: “Libre Dios a las jóvenes italianas

133

Ver: María Paz López y otros, “La mujer en la masonería gaditana. Estudios de las logias”… p. 201.

Francesca Vigni, “Emancipación femenina y masonería a fines del XIX y en el siglo XX”, en J.A. Ferrer Benimeli (coord.), La masonería en la España del siglo XX tomo I, Zaragoza: Cometa, S.A., 1996, pp. 50-51. 134

“Sull’emancipazione della donna” en L’umanitario, N° 31, 1867, pp. 6-7, citado por Francesca Vigni, “Emancipación femenina y masonería a fines del XIX y en el siglo XX”… p. 50. 135

66

Capítulo I: Aproximación al debate sobre la educación femenina en el pensamiento occidental de esa educación… dada en ciertas escuelas a fin de proporcionar numerosas hermanas a la masonería, so pretexto de emancipar a la mujer”136. Para la Iglesia, la emancipación de la mujer era un pretexto que la masonería utilizaba para engrosar sus filas (¿y disminuir las de la Iglesia?). Sin embargo, la Rivista della Massonería Italiana, de marzo de 1869, afirmaba que la masonería identificaba como uno de sus fines: …el perfeccionamiento social, y en particular, la emancipación de la mujer. Para lograrlo resulta indispensable que la mujer, parte integrante y factor clave de la humanidad, aporte sus propios esfuerzos con miras a impulsar esta evolución favorable a su sexo. Y aunque no se den hoy las condiciones necesarias para ello, las conseguirán por medio de la instrucción. La mujer podrá así desarrollar sus fuerzas intelectuales y llegará a conocer sus derechos y deberes para con la humanidad137.

Vigni señala que las logias de adopción en Italia contaron con el apoyo de miembros del Gran Oriente Italiano, como el del Gran Maestro Giusseppe Garibaldi, a quien se le considera el padre espiritual del movimiento masónico femenino del siglo XIX. La masonería italiana se propuso, en su asamblea de 1879, “el mejoramiento moral, intelectual y económico de la mujer, cuya obra orienta a determinados fines de beneficencia, educación y difusión de los principios masónicos”138. En Francia, la masonería apoyó el movimiento emancipador femenino liberado por mujeres como Marie Deraismes. Esta mujer, que “se dio a conocer en los años sesenta por sus conferencias sobre temas feministas”139, contó con el apoyo del masón

La Civiltá Católica, Vol 1, 1868, p. 659. Citado por Francesca Vigni, “La masonería femenina italiana entre los siglos XIX y XX”, en Ferrer Benimeli, J.A. (coord.), La Masonería española entre Europa y América I. Zaragoza: Diputación General de Aragón, 1995, p. 221. 136

“Iniziazione di una signorina”, Rivista della Massonería Italiana, 31 de marzo de 1869, p. 67-68. En Francesca Vigni, “Emancipación femenina y masonería a fines del XIX y en el siglo XX”… p. 51. 137

138

Francesca Vigni, “La masonería femenina italiana entre los siglos XIX y XX”… p. 225.

Mercedes Roig, A través de la prensa. La mujer en la historia. Francia, Italia, España Siglos XVIII-XX, Madrid: Ministerio de Asuntos Sociales, 1989, p. 146. 139

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francés Leon Richer para difundir, a través de periódicos, la idea de que la inferioridad de la mujer era una ficción social. Su vinculación con la masonería quedó ratificada al ser nombrada vicepresidenta del Congreso Anti-clerical, desarrollado por el Gran Oriente de Francia, en mayo de 1881140. Fue iniciada en la logia Los librepensadores en 1882, y en 1893 fundó la primera logia francesa de obediencia mixta141. El Gran Oriente de Francia patrocinó varias de sus conferencias142 y sirvió de anfitrión al Congreso de los Derechos de la Mujer, inaugurado el 25 de julio de 1889, donde ella fue presidenta del Comité organizador y León Richer, presidente de honor143. En España, según el estudio de Natividad Ortiz, las primeras logias femeninas fueron creadas en el último tercio del siglo XIX, y surgieron vinculadas a los sectores librepensadores y republicanos144. El objetivo del rito de adopción del Gran Oriente Español era “practicar la virtud y la beneficencia, propagar la instrucción, dignificar el bello sexo y hacer de las afiliadas verdaderos modelos de mujeres tolerantes, sensatas y de buenas costumbres, constituyendo en suma una escuela de educación social libre de toda clase de supersticiones”145. Durante el llamado Sexenio Democrático 146

140

Ver: “Congreso anti-clerical”, Diario Oficial, tomo 11, N° 158, 8 de julio de 1881, p. 26.

141

Ver: Paz López y otros, “La mujer en la masonería gaditana. Estudios de las logias”… p. 199.

142

Ver: Francesca Vigni, “Emancipación femenina y masonería a fines del XIX y en el siglo XX”… p.

54. 143

Ver: Mercedes Roig, A través de la prensa. La mujer en la historia…”, p. 149.

Ver: Natividad Ortiz Albear, “Presencia femenina en la logia Ibérica N° 7 de Madrid”, en J. A. Ferrer Benimeli (coord.), La masonería en Madrid y en España del siglo XVIII al XXI, Zaragoza: Gobierno de Aragón, Departamento de Educación, Cultura y Deporte, 2004, p. 159. 144

145

Ver: Paz López y otros, “La mujer en la masonería gaditana. Estudios de las logias”… p. 201.

Va de 1868 a 1874. Se intentó instaurar un régimen democrático a partir de la promulgación de la Constitución de 1869. Fue el primer intento republicano en España. En diciembre de 1874 comenzó el régimen de la restauración borbónica. 146

68

Capítulo I: Aproximación al debate sobre la educación femenina en el pensamiento occidental aparecieron los talleres femeninos de la logia Hijas de Minerva, la logia Hijas del Sol y la logia Hijas de Menphis. La beneficencia y la prensa fueron los principales ámbitos de actividad de la masonería femenina española. En los primeros años de 1870, el Gran Oriente de España creó una asociación benéfica llamada “Amigas de los pobres” que se ocupaba de repartir donativos a los pobres. Así mismo, apoyó una publicación periódica conocida como Las hijas del sol bajo la dirección de la Baronesa de Wilson (1843-1922), que contaba con la colaboración de escritoras como Concepción Arenal (1820-1893). Me interesa ahondar sobre estas dos mujeres en particular ya que hay vínculos que las conectan directamente con el debate salvadoreño sobre la educación femenina. Emilia Serrano de Wilson, conocida también como la Baronesa de Wilson, fue una escritora granadina que “pasó la mitad de su vida en América Latina” 147. En 1882, durante uno de sus viajes por el continente americano, la escritora visitó El Salvador. El periódico salvadoreño La Palabra se dio a la tarea de destacar la relevancia de su presencia en el país a través de la publicación de algunos de sus escritos 148, de artículos de literatos salvadoreños que elogiaban a la escritora149, y de noticias que informaban sobre la estancia de la española en el país150. No cabe duda que su cercanía a los

Beatriz Ferrús Antón, “Emilia Serrano, Baronesa de Wilson, y la literatura de viajes: Maravillas americanas y América y sus mujeres”. Cuadernos de Ilustración y Romanticismo. Revista digital del Grupo de Estudios del Siglo XVIII, Universidad de Cádiz, N° 17, 2011, p. 1, disponible en: 147

http://revistas.uca.es/index.php/cir/article/view/1591

Ver: “La casa del jornalero”, La Palabra, N° 14, 15 de diciembre de 1881, p. 123; “A Colón”, La Palabra, N° 25, 31 de mayo de 1882, p. 210; “Un amor de ultratumba”, La Palabra, N° 30, 15 de agosto de 1882, p. 251. 148

Ver: Francisco Esteban Galindo, “Emilia Serrano de Wilson”, La Palabra, N° 25, 31 de mayo de 1882, p. 209; Salvador Rodríguez, “Emilia Serrano”, La Palabra, N° 28, 1 de agosto de 1882, p. 236. 149

Ver: “La Baronesa de Wilson”, La Palabra, N° 26, 15 de junio de 1882, p. 223; “Emilia Serrano está en El Salvador”, La Palabra, N° 28-29, 1 de agosto de 1882, p. 249. 150

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círculos masónicos hizo que el mismo presidente Rafael Zaldívar151 delegara al rector de la Universidad Nacional, Manuel Delgado152, y al Coronel Juan José Cañas153, como comisionados para recibirla en el puerto de La Libertad154. Con respecto a Concepción Arenal, se sabe que “llevaba desde los años cuarenta trabajando con soltura entre masones y participaba de los mismos ideales que forma esa sinuosa vía del Humanismo Ilustrado-Liberal”155. Arenal mantuvo amistad con Francisco Giner de los Ríos (de los krausistas españoles mencionados anteriormente), con quien compartió sus inquietudes por la educación femenina. De hecho colaboró con el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza156 donde aparecieron dieciséis artículos firmados por ella157. Así también, dedicó buena parte de sus obras a reflexionar sobre la

Miembro de la logia “Excelsior N° 17”. Ver: Roberto Valdés, Masones, liberales y ultramontanos salvadoreños… p. 80. 151

Miembro de la logia “Excelsior N° 17”. Ver: Roberto Valdés, Masones, liberales y ultramontanos salvadoreños… p. 94. Manuel Delgado presidió la comisión que dictaminó la aprobación de dos de las obras de la Baronesa como libros de lectura para las escuelas salvadoreñas en agosto de 1882, como mostraré en el capítulo cuatro. 152

Miembro fundador de la logia “Progreso N° 5”, San Salvador. Ver: Roberto Valdés, Masones, liberales y ultramontanos salvadoreños… p. 36. 153

154

“Bienvenida”, Diario Oficial, N° 164, 26 de julio de 1882, p. 86.

Ma. José Lacalzada, “Hombres y mujeres en la Masonería madrileña. Problemática y testimonios (1871-1917), en J.A. Ferrer Benimeli (coordinador), La masonería en Madrid y España del siglo XVIII al XXI, Gobierno de Aragón, Zaragoza, 2004, p. 170. 155

Según afirma Álvarez Lazo, la Institución Libre de Enseñanza fue fundada por un grupo de españoles vinculados al krausismo a través de Francisco Giner de los Ríos. Su filosofía educativa era frobeliana, a través de la cual recibió el influjo masónico alemán de Krause. Ver: Pedro F. Álvarez Lazo, “Krausistas, institucionistas y masones en la España del siglo XIX”, en Álvarez Lázaro, Pedro F. y Vázquez-Romero, José Manuel (eds), Krause, Giner y la Institución Libre de Enseñanza, Madrid: Universidad Pontificia de Comillas, 2005, p.137. 156

Ver: Elvira Ontañón, “La Institución Libre de Enseñanza en el proceso de emancipación de la mujer”, en Álvarez Lázaro, Pedro F. y Vázquez-Romero, José Manuel (eds), Krause, Giner y la Institución Libre de Enseñanza, Madrid: Universidad Pontificia de Comillas, 2005, pp. 21-22. 157

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Capítulo I: Aproximación al debate sobre la educación femenina en el pensamiento occidental acción social de las mujeres, especialmente en el ámbito de la beneficencia 158. Uno de sus textos, La mujer de su casa, fue anunciado por un periódico salvadoreño en febrero de 1884159. Tendré ocasión de dar mayor detalle de esta obra en el capítulo cuarto de esta investigación. Los trabajos de Roberto Valdés160 han permitido constatar, por un lado, la presencia de la masonería en El Salvador al menos a partir de 1871; por otro, la filiación masónica de importantes funcionarios de gobierno a lo largo de los períodos del llamado liberalismo laicizante (1871 y 1889). Aunque se mostrará con mayor detalle a lo largo de los siguientes capítulos, interesa situar a aquellos funcionarios gubernamentales de filiación masónica que, sea a través del impulso de leyes, fundaciones de institutos o discursos oficiales, se mostraron partidarios de impulsar la instrucción intelectual femenina en este período. Cuadro 2. Funcionarios gubernamentales que pertenecieron a la masonería y se mostraron partidarios de la instrucción intelectual de las mujeres (1871-1889). Nombre

Logia a la que pertenecían

Cargo que desempeñaron

Baltasar Estupinián

Logia “Constancia” N° 40 (de Guatemala) Logia “Progreso” N° 5

Redactor del Diario Oficial en 1875 y Ministro de Instrucción Pública en 1887. Examinador de la Normal de Institutrices

Rafael Reyes

Hay cinco volúmenes de sus escritos sobre beneficencia y prisiones. Escribió también los textos La beneficencia, la filantropía y la caridad; La cuestión social; El manual del visitador del pobre y El manual del visitador del preso. Ver: “Concepción Arenal”, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, disponible en: http://bib.cervantesvirtual.com/bib_autor/concepcionarenal/pcuartonivel.jsp?conten=obra 158

159

Ver: “Cómprenlo señoras”, La República, 13 de febrero de 1884, p. 2.

Ver: Masones, liberales y ultramontanos salvadoreños: debate político y constitucional en algunas publicaciones impresas, durante la etapa final del proceso de secularización del Estado salvadoreño (1885-1886). Tesis presentada para optar al grado de Doctor en Filosofía Iberoamericana, Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”, San Salvador, 2010; “Elementos para la discusión sobre masonería, política y secularización en la Centroamérica del siglo XIX”. Revista de Estudios Históricos de la Masonería Latinoamericana y Caribeña (REHMLAC), 2, Diciembre 2010-Abril 2011, pp. 66-84; “La Masonería y el Gobierno de Rafael Zaldívar (1876-1885)”. Identidades. Revista de Ciencias Sociales y Humanidades, N° 2, Secretaría de Cultura de la Presidencia, San Salvador, 2011, pp. 93-117. 160

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Rafael Zaldívar

Logia “Excelsior N° 17”

Manuel Delgado

Logia “Excelsior N° 17”

Antonio J. Castro Andrés Van Severen

Logia “Excelsior N° 17” y Capítulo Rosa Cruz “Ricardo Corazón de León N° 2” Logia “Excelsior N° 17”

Rafael Meza

Logia “Excelsior N° 17”

en 1875 y profesor de álgebra y geometría en el Colegio Normal de Señoritas en 1885. Presidente de la República entre 1876 y 1885. Rector de la Universidad y Miembro del Consejo de Instrucción Pública entre 1880 y 1883. Subsecretario de Instrucción Pública entre 1880 y 1883. Inspector de Instrucción Pública en Santa Ana, en 1884. Ministro de Instrucción Pública en 1886.

Fuente: elaboración propia. Los datos sobre la filiación de estos funcionarios a las logias se han tomado de la tesis de Roberto Valdés, Masones, liberales y ultramontanos salvadoreños debate político y constitucional en algunas publicaciones impresas, durante la etapa final del proceso de secularización del Estado salvadoreño (1885-1886). Los datos de los cargos fueron tomados de las noticias publicadas en el Diario Oficial entre 1875 y 1887.

En definitiva, tanto la masonería como el krausismo convergieron en la necesidad del desarrollo moral e intelectual de cada individuo para lograr la regeneración de la humanidad a través de la educación. Esta tarea se consideraba urgente, especialmente con las mujeres, quienes seguían siendo individuos sin autonomía ni conciencia de sus derechos y responsabilidades sociales. Sería ingenuo –e injusto- pensar que los intelectuales del liberalismo radical salvadoreño trasplantaron intactas estas corrientes de pensamiento. Sin embargo, la procedencia de varios de ellos del ámbito del derecho y la pertenencia de otros tantos a las logias masónicas permite pensar que su aporte intelectual se nutrió tanto del ideal krausista como del masónico. En este sentido, es entendible que le apostaran a la educación de las mujeres como uno de los pilares fundamentales en la consolidación del proyecto de la República laica161.

A este respecto, Sajid Herrera menciona que la preocupación de los liberales por una educación renovada de las mujeres, así como la educación de los trabajadores y la educación laica, eran temas clave para el progreso político, social y económico del país. Ver Sajid Herrera, “Algunos temas sobre educación en la prensa liberal salvadoreña (1870-1890). Mujeres y trabajadores de educación laica” en Revista Historia de la educación Latinoamericana, No. 14, 2009, pp. 219-238. 161

72

Capítulo I: Aproximación al debate sobre la educación femenina en el pensamiento occidental Quiero cerrar este capítulo con una muestra de las discusiones que sobre la educación femenina se suscitaron en Iberoamérica, especialmente durante la segunda mitad del siglo XIX. Esta aproximación permitirá constatar que, en la disputa sobre el acceso de las mujeres a la instrucción intelectual, se confrontan las dos corrientes de pensamiento que hemos analizado en los apartados anteriores. En ellas se pone también en evidencia los límites que el proyecto civilizador tuvo en relación con las mujeres, a pesar de haber enarbolado los ideales de libertad e igualdad. 3. Civilización, progreso y emancipación femenina Los conceptos de civilización y progreso son hijos de la Ilustración y ambos están estrechamente relacionados. La noción de civilización fue entendida como el estadio superior del progreso de la humanidad. Para muchos de los filósofos europeos del siglo XIX, los logros científicos, económicos y tecnológicos eran muestra de que las sociedades europeas habían llegado la cúspide de la evolución humana, lo que las convertía en modelo a implantar en el resto del mundo162. Si bien el siglo XIX fue también el siglo de las independencias de las colonias españolas en América, los conceptos de civilización y progreso formaron parte de los discursos fundacionales de los nacientes Estados independientes. Este último apartado está dividido en dos secciones. En la primera, me interesa identificar cómo se vinculan las nociones de civilización y progreso con la educación, entendida esta como el medio idóneo para insertar a los pueblos “bárbaros” en el proyecto de la civilización y el progreso mundial. En la segunda sección, intentaré mostrar que, el acceso de las mujeres a los sistemas educativos nacionales no fue un proceso automático ni exento de resistencias.

De esto da muestra el imperialismo colonialista europeo en África, sur de Asia y Oceanía durante todo el siglo XIX: “Un mundo en el que el ritmo de la economía estaba determinado por los países capitalistas desarrollados o en proceso de desarrollo existentes en su seno tenía grandes probabilidades de convertirse en un mundo en el que los países “avanzados” dominaran a los “atrasados”: en definitiva, en un mundo imperialista.”Ver: Eric Hobsbawm, La era del imperio 1875-1914, Barcelona: Crítica, 1998, p. 65. 162

73

3.1 Las ideas de progreso y civilización Me parece importante comenzar por identificar el peso que tuvieron las ideas de civilización y progreso en el siglo XIX. Voy a analizar la idea de progreso a partir de un trabajo de Robert Nisbet, donde afirma que, “de todas las ideas de los pensadores de la Ilustración y la pos-Ilustración, ninguna gozó de más predicamento que la de progreso”163. Aunque muchos afirman que esta noción se manifestó por primera vez en las corrientes del racionalismo y la ciencia moderna, Nisbet advierte que ha estado presente a lo largo de la historia del pensamiento occidental, hecho que le da mayor enraizamiento en la cultura de Occidente. Esto resulta de gran importancia pues cuestiona el hecho de que, en el siglo XX, se haya asociado la idea de progreso exclusivamente a la filosofía positivista. La estructura de la idea de progreso, según Nisbet, presenta tres elementos fundamentales: a) la gradual ascensión a condiciones de vida cada vez mejores a través del conocimiento (legado del pensamiento grecorromano); b) la concepción de un tiempo lineal y divisible en etapas del desarrollo histórico, y c) la idea del crecimiento y desarrollo de las potenciales individuales (estas últimas, herencia del pensamiento cristiano)164. La modernidad inicia con la ruptura que significó el desplazamiento del horizonte donde se movía la idea del progreso: de un horizonte providencialista a un horizonte secular. En el siglo de las luces, la creencia en el progreso se expresó a través de obras como Discurso sobre los orígenes de la desigualdad entre los hombres (1754), de Rousseau; La riqueza de las naciones, de Adam Smith (1776); Idea de una historia universal desde un punto de

Robert Nisbet “La idea de progreso”, Libertas N° 5, Instituto Universitario ESEADE, octubre 1986, p. 1. 163

164

Robert Nisbet “La idea de progreso”… pp. 2-10.

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Capítulo I: Aproximación al debate sobre la educación femenina en el pensamiento occidental vista cosmopolita (1784), de Kant; o el Esbozo de un cuadro histórico del progreso del espíritu humano (1794), de Condorcet165. Ya para el siglo XIX, señala Nisbet: la fe en el progreso alcanzó a ambos lados del Atlántico el status de una religión popular entre los miembros de la clase media, y fue considerada como una ley definitiva por amplios sectores de la intelectualidad166.

De esto dan cuenta varias obras que ejercieron fuerte influencia sobre el pensamiento social y moral del siglo XIX: el Curso de filosofía positiva (1830) de Augusto Comte; la Filosofía de la historia (1831) de Hegel; La Estática Social (1850) de Spencer; y El Capital (1867) de Marx. En estas obras, la idea del progreso alcanzó el estatuto de ley inexorable. El avance tecnológico y económico era un hecho de la naturaleza y la historia: la máquina de vapor y la electricidad eran expresiones de este progreso humano que se había cimentado con las sucesivas conquistas del intelecto humano167. Europa se convirtió en el referente del estadio último de la evolución humana: el estadio de la civilización. Con respecto al término de “civilización”, Cristina Lasa Ochoteco señala que este nació a finales del siglo XVIII: El Dictionnaire de Trévoux de 1771 completa el artículo “civilización” con las voces “civilizar” y “civilidad”, que designan, respectivamente, el acto de “volver más tratable y social y su correspondiente manera de actuar. Acto seguido, los jesuitas añaden un ejemplo: “La predicación del Evangelio ha civilizado a los pueblos bárbaros más salvajes”. A partir de 1780 el término “civilización” encuentra su equivalente en el

165

Robert Nisbet “La idea de progreso”… pp. 12-16.

166

Robert Nisbet “La idea de progreso”… p. 17.

167

Robert Nisbet “La idea de progreso”… pp. 17-20.

75

sentido moderno dado en Alemania a Kultur, antónimo de Wildheit (salvajismo) y de Barbarei (barbarie)” 168 .

Desde sus orígenes, el concepto de civilización apuntó a homogeneizar, unificar y nivelar todo aquello que fuera diferente con respecto a los patrones y matrices eurocéntricas. En este sentido, los principales destinatarios del proceso civilizador eran los territorios “bárbaros” no europeos. Las élites intelectuales asumieron el discurso civilizador que impuso la necesidad de educar a los “salvajes” según el proyecto ilustrado. Según Lasa Ochoteco, el proyecto civilizador respondió básicamente a los dos grandes cambios derivados de la Ilustración: En primer lugar, la secularización o transferencia del poder doctrinal con su llamado a la emancipación; en segundo lugar, el reconocimiento del principio de autonomía y la nueva concepción del ser humano que este exigía169.

A partir de estos cambios era necesaria la redefinición del ámbito político y del ser humano mismo. En el ámbito político fue reformulado el principio de soberanía: la fuente de todo poder ahora residía en el pueblo y no había instancia superior a la voluntad general. En cuanto al ámbito individual fue reivindicado el principio de la autonomía: la vida y las acciones del ser humano debían tener sentido en lo inmanente y no en ideales trascendentes. La redefinición del ámbito político dio paso a la idea de la democracia moderna, y la reivindicación del principio de autonomía fortaleció la tendencia secularizante iniciada ya desde el Renacimiento. El nuevo estado de civilidad era entendido, por tanto, como el estado de autonomía racional y moral. Pero, ¿cómo se llegaba a ello? Únicamente a través de la educación. La ignorancia era el principal obstáculo para el progreso y la civilización. A

Cristina Lasa Ochoteco, “Sobre la idea de civilización en el siglo XVIII”, Congresos científicos de la Universidad de Murcia: Congreso Internacional “XVI Semana de Ética y Filosofía Política: pasado, presente, pasado y futuro de la democracia”, 2009, p.121. 168

169

Cristina Lasa Ochoteco, “Sobre la idea de civilización en el siglo XVIII”… p. 118.

76

Capítulo I: Aproximación al debate sobre la educación femenina en el pensamiento occidental partir de este momento, la educación se convirtió en el instrumento idóneo para civilizar: Sin educación y sin convenciones sociales, el salvaje representa las relaciones de un cuerpo vivo con el medio que le rodea, y solo puede responder desde el instinto, porque todavía no posee cualidades morales, no posee un modelo ideal170.

Visto desde esta perspectiva, el aborigen y la mujer –bajo la concepción milenaria que los catalogaba como naturaleza irracional y primitiva- necesitaban de la mano modeladora y civilizadora de la educación. Las mujeres se convirtieron en pieza clave del proyecto civilizador. La educación debía hacer de ellas sujetos racionales, autónomos y libres, capaces de aportar al progreso de la humanidad a través de la formación que, desde su rol materno, ofrecían a las nuevas generaciones. La evolución misma de la humanidad marcaba la hora de la incorporación de las mujeres a la marcha del progreso, era necesario desarrollar su intelecto para hacerlas aliadas del proyecto civilizador. Pero la concreción de estos ideales fue compleja y ambigua. En la siguiente sección haré una breve descripción de algunas de las discusiones que se suscitaron en la Iberoamérica del siglo XIX, vinculadas a la inserción de las mujeres al proyecto civilizador a partir de su acceso a la educación racional. 3.2 La educación de la mujer en Iberoamérica Una de las características comunes a los sistemas educativos iberoamericanos del siglo XIX es la polémica generada en torno al acceso de las mujeres a la instrucción racional o intelectual171. Hasta principios del siglo XIX, la educación de las mujeres se

170

Cristina Lasa Ochoteco, “Sobre la idea de civilización en el siglo XVIII”… p. 125.

No es que no se educara a las mujeres antes del siglo XIX. De hecho en la época de la colonia existían escuelas de primeras letras vinculadas a las parroquias. Algunos beaterios y conventos establecieron escuelas para la enseñanza de la lectura y escritura para niños y niñas. En la primera mitad del siglo XIX se establecieron instituciones privadas, regentadas por religiosas, que ofrecían formación para las jóvenes de élite. Ver: Víctor C. Cruz-Reyes, “Educación y papel de la mujer en el período de 171

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reducía al aprendizaje de los saberes “propios de su sexo” y de la religión, proporcionada por iniciativas de carácter privado, generalmente. A partir de mediados de siglo, los gobiernos del liberalismo radical apostaron por la transformación de la educación como un asunto público, cuya responsabilidad última descansaba en los Estados. Parte de estas reformas incluyeron por un lado, una mayor incorporación de las mujeres al sistema educativo oficial y, por otro, la transformación de la educación femenina más acorde al ideario racional ilustrado. Frente a la apuesta del pensamiento progresista porque la mujer tuviera una formación racional e intelectual en niveles superiores a la primaria elemental, el pensamiento más conservador propugnó una educación más acorde a sus principales deberes de madre y esposa. Si bien la corriente conservadora no se opuso a la educación femenina, sí veía peligroso fatigar a las mujeres con la instrucción intelectual. Así, en el caso mexicano, la investigadora María de Lourdes Alvarado da cuenta del difícil proceso que vivieron las mujeres mexicanas para integrarse a los estudios superiores o de secundaria. Por ello, cuando comenzaron a multiplicarse las propuestas de una mejor instrucción para las mujeres es comprensible que el tema animara los más duros enfrentamientos, convirtiendo al período, en especial la segunda parte del mismo, en el marco temporal de una amplia y atractiva disputa en torno a la educación de las mexicanas. El interés por enriquecer su formación con nuevos valores y conocimientos constituyó uno de los atributos distintivos de esa época, en la que los sectores más progresistas pugnaron insistentemente por alejarlas del sistema educativo tradicional. Desde su punto de vista,

transición del siglo XVIII al XIX en Mesoamérica”, Revista Historia de la Educación Latinoamericana, N° 4, 2002, pp. 201-220, disponible en: http://www.bnm.me.gov.ar/cgibin/wxis.exe/opac/?IsisScript=opac/opac.xis&dbn=CEDOC&tb=aut&src=link&query=CRUZ%20R EYES,%20VICTOR%20C.&cantidad=10&formato=&sala=1

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Capítulo I: Aproximación al debate sobre la educación femenina en el pensamiento occidental este “mataba” la inteligencia femenina, pues cultivaba exclusivamente la memoria y fomentaba al extremo la parte formal de la devoción religiosa172.

El tema de la emancipación de las mujeres de la tutela religiosa fue un punto clave del pensamiento progresista de este período en México. Hay que recordar que la noción de secularización estuvo vinculada estrechamente con la de civilización y progreso. Los progresistas, señala Alvarado, consideraban que la devoción religiosa hacía de las mujeres “enemigas ideológicas del padre o marido emancipado, frenando el desarrollo del país”. Por ello mostraron gran afán por modernizar los contenidos y métodos escolares en un proceso que no estuvo exento de polémicas y contradicciones. Así, por ejemplo, era el año de 1869 cuando se fundó la primera Escuela Secundaria para Personas del Sexo Femenino. En 1890, esta se transformó en la Escuela Normal de Profesoras173. Esta transformación del instituto de secundaria a escuela de profesoras “no liquidó las posibilidades de las mujeres de cursar otro tipo de estudios superiores e incluso alguna carrera profesional”, señala Alvarado. De hecho, sus investigaciones muestran que las mujeres fueron reivindicando, ante la sociedad, su derecho de estudiar en la Escuela Nacional Preparatoria, creada en 1867. A finales de siglo, de 72 mujeres matriculadas en dicha institución, más de cincuenta tenía intenciones de seguir una carrera profesional, especialmente en el área de medicina174. Javier Villegas señala que, en el caso de Colombia, la reforma educativa de 1870 impulsada por el presidente Eustorgio Salgar (1831-1885), propuso la educación

María de Lourdes Alvarado, La educación “superior” femenina en el México del siglo XIX. Demanda social y reto gubernamental, México D.F.: Centro de Estudios sobre la Universidad/Plaza y Valdés S.A. de C.V., 2004, p. 172

14. 173

María de Lourdes Alvarado, La educación “superior” femenina en el México del siglo XIX… p. 24.

María de Lourdes Alvarado, “Mujeres y educación superior en el México del siglo XIX”, en Diccionario de Historia de la Educación en México, disponible en http://biblioweb.tic.unam.mx/diccionario/htm/articulos/sec_10.htm 174

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primaria para niños y niñas con el carácter obligatorio, gratuito y religiosamente neutral. Para complementar la reforma, mandó traer pedagogos alemanes175 que dirigieran las escuelas normales en cada uno de los estados del país. Villegas señala que, en algunos estados como Antioquía, la reforma tuvo pocos logros pues “chocó con la oposición del gobierno estatal, defensor de su autonomía y favorecedor de la educación católica”176. Pese a ello, en 1874, el gobierno del presidente Santiago Pérez dictó un decreto en el que reglamentó todo lo pertinente a las escuelas normales de mujeres. A este respecto, Myriam Báez Osorio señala que: A pesar de que hubo voces de rechazo al impulso de la educación femenina, por considerar que las mujeres no tenían la misma inteligencia que los hombres, la apertura de Escuelas Normales para la formación de institutoras fue un hecho de enorme trascendencia. Al finalizar la década de los años setenta del siglo XIX, ya funcionaban más de diez Escuelas Normales femeninas en el país. Esto significa que se estaba respondiendo a lo dispuesto por los legisladores y el gobierno, y al querer de muchos líderes que anhelaban la educación de este sector marginado de la población, en pro de mejorar sus condiciones de vida177.

Las escuelas normales femeninas fueron, como puede verse en estos dos casos, un primer espacio de instrucción sistemática y formal para las mujeres. Hay que decir que la formación de maestras no generó tanta polémica como sí lo hizo la instrucción

Misma medida que tomará en El Salvador el gobierno del Mariscal Santiago González, en 1872 para la Normal de Varones y en 1874 para la Normal de Institutrices, como mostraré en el siguiente capítulo. 175

Luis Javier Villegas Botero, “Educación de la mujer en Colombia. Entre 1780-1930”, Academia Antioqueña de Historia Tertulia-Foro Historia de la Educación de la mujer en Colombia desde una perspectiva humanista en los “Colegios de la enseñanza”, 31 de agosto, 2006, p. 5. Disponible en: http://www.lestonnac.org/doc_noticias/villegas.pdf 176

Miryam Báez Osorio, “El surgimiento de las escuelas normales femeninas en Colombia”. Revista Historia de la educación latinoamericana N° 4, Sociedad de Historia de la Educación Latinoamericana, Colombia, 2002, p. 158. Disponible en http://www.rhela.rudecolombia.edu.co/index.php/rhela/article/viewFile/14/11 177

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Capítulo I: Aproximación al debate sobre la educación femenina en el pensamiento occidental secundaria y universitaria, niveles de educación que los sectores católicos y conservadores consideraban innecesarios para las mujeres. En este sentido, Alicia Itatí Palermo da cuenta de que “el proceso de acceso de las mujeres a los estudios universitarios en Argentina se dio también en un clima de debate acerca de la educación femenina y de la capacidad que ellas tenían para el conocimiento”178. El antecedente directo del acceso a la educación universitaria femenina fue la escuela normal. Durante la presidencia de Domingo Sarmiento (18111888), el Congreso de la Nación autorizó, en 1869, la creación de las Escuelas Normales de señoritas. Para ello, el presidente Sarmiento contrató 65 maestras norteamericanas que vinieron a asesorar estos centros de estudios. Hay que recordar que la primera Escuela Normal para mujeres en Estados Unidos fue fundada en Massachussets, en 1838179. Palermo afirma que las escuelas normales se constituyeron en una experiencia exitosa de educación secundaria para las mujeres y prepararon el camino para la demanda de estudios universitarios por parte de ellas180.

La primera argentina en graduarse de la universidad fue Elida Passo, quien en 1885 recibió el título de farmacéutica. Luego de su graduación, intentó matricularse en medicina pero le fue negada la inscripción. Los alegatos en los ámbitos académicos y los periódicos hicieron que fuera admitida a inscribirse por fin en la carrera. No llegó a

Alicia Itatí Palermo, “El acceso de las mujeres a la educación universitaria”. Revista Argentina de Sociología, Año 4, N° 7, Buenos Aires, julio-diciembre 2006, p. 31. Disponible en: http://www.scielo.org.ar/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S166932482006000200002&lng=es&nrm=iso 178

Un año antes, en 1837, el Oberling College de Ohio sentó un importante precedente al ser la primera institución universitaria que aceptó el ingreso de mujeres. Ver: Alicia Itatí Palermo “El acceso de las mujeres a la educación universitaria”… p. 16. 179

180

Palermo, Alicia Itatí, “El acceso de las mujeres a la educación universitaria”… p. 35.

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graduarse debido a que murió por causa de una tuberculosis181, sin embargo, su inscripción en la facultad de medicina había sentado un precedente para las mujeres. En el caso de España, Consuelo Flecha García señala que: La trayectoria seguida por las mujeres españolas en su propósito de acceder a los estudios universitarios, está marcada por las limitaciones que como personas sufrían en razón del sexo. Los expedientes académicos de las primeras que pasaron por las aulas universitarias son un llamativo testimonio del largo rosario de trámites y demoras que se vieron obligadas a soportar a lo largo de su permanencia en ellas182.

Las primeras dos españolas que lograron culminar la carrera de medicina desataron un debate, entre 1878 y 1882, donde el tema en cuestión era si se les concedía el derecho al título o también al ejercicio de la libre profesión: El debate más significativo sobre los estudios superiores de las mujeres, aunque no el primero, como hemos visto, fue el desencadenado en el Consejo de Instrucción Pública ante la solicitud del Título de Licenciadas que cursaron las dos primeras estudiantes, una vez finalizados, con notable éxito, los exámenes de todas las asignaturas de la carrera de Medicina en la Universidad de Barcelona. Más de tres años duró la discusión de este caso en ese Organismo que debía elaborar un dictamen sobre el asunto, para que el Ministerio, de acuerdo con él, determinara o no que se les expidiera dicho Título183.

Ciertamente, se había concedido a las mujeres el acceso a la enseñanza superior. Pero ahora la discusión del Consejo de Instrucción Pública se concentraba en tres puntos, según señala Flecha García: había que reflexionar sobre el tipo de estudios universitarios que mejor se correspondían con las características que se asignaban a la naturaleza femenina; había que decidir si se les concedería el título o también la

181

Palermo, Alicia Itatí, “El acceso de las mujeres a la educación universitaria”… p. 36.

182

Consuelo Flecha García, Las primeras universitarias en España, Madrid: Narcea Ediciones, 1996, p. 65.

183

Consuelo Flecha García, Las primeras universitarias en España… p. 80-81.

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Capítulo I: Aproximación al debate sobre la educación femenina en el pensamiento occidental autorización para el ejercicio profesional; por último, si la decisión era favorable, ¿afectaría solo a las solicitantes o a todas las que en lo sucesivo realizaran dichos estudios?184 Aunque estas mujeres hayan obtenido sus respectivos títulos, la discusión generada al interior del Consejo de Instrucción Pública ponía en evidencia la complejidad que suponía para la sociedad española decimonónica autorizar que las mujeres salieran de los límites establecidos por el orden natural. No será sino hasta 1910 cuando “se dicte una orden que permita a las mujeres matricularse libremente en la enseñanza universitaria oficial sin previa consulta a la autoridad”185. En Costa Rica, el primer Colegio Superior de Señoritas fue fundado en 1888. El colegio tenía una sección para la formación de maestras, pero en general admitía jóvenes entre 11 y 16 años de edad, que es la formación que corresponde a lo que hoy denominamos secundaria186. En opinión de Molina y Palmer, “las mujeres que se educaron para hacerse maestras, claramente comenzaron a pensar que tenían licencia para actuar de otras maneras”187. Estos autores sugieren que el surgimiento de la educación pública femenina tiene estrecha relación con el ascenso del feminismo en algunas naciones de América Latina, como prueban ellos en el caso de Costa Rica 188. No ha sido el objetivo de esta sección hacer un estudio exhaustivo de la educación femenina en Iberoamérica. Sin embargo, los ejemplos que se han situado hasta el momento permiten constatar las resistencias y complejidades con las que se

184

Consuelo Flecha García, Las primeras universitarias en España… p. 83.

Pilar Ballarín, “La educación de la mujer española en el siglo XIX”. Historia de la Educación: Revista Interuniversitaria, No. 8, 1989, p. 254. Disponible en http://campus.usal.es/~revistas_trabajo/index.php/0212-0267/article/viewFile/6837/6823 185

Ver: Ivan Molina y Steven Palmer, Educando a Costa Rica. Alfabetización popular, formación docente y género (1880-1950), Costa Rica: Editorial Universitaria Estatal a Distancia, 2003, pp. 92-93. 186

187

Ver: Ivan Molina y Steven Palmer, Educando a Costa Rica… p. 80.

188

Ver: Ivan Molina y Steven Palmer, Educando a Costa Rica… p. 81.

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enfrentó el proceso de transformación de la educación femenina en el siglo XIX. Otras reformas educativas impulsadas durante la segunda mitad del siglo –Bolivia en 1854189, Uruguay en 1877190, Brasil en 1889191- también tuvieron como componente esencial la incorporación de las mujeres a los beneficios del progreso y la civilización a través de un nuevo tipo de educación que desarrollara su intelecto. Sin embargo, caeríamos en el riesgo de la ingenuidad si no proponemos, desde ahora, que ese proyecto tuvo sus límites en cuanto a la participación de las mujeres en el nuevo orden social. Ya en 1791, Olympe de Gouges cuestionó la pretendida universalidad de la Declaración de los Derechos del Hombre por haber excluido a las mujeres. Durante el siglo XIX, la conciencia de la “inclusión abstracta y exclusión concreta”192 de las mujeres en el proceso de construcción del nuevo orden social, hizo emerger distintos grupos cuyo objetivo era la reivindicaron de igualdad de derechos193. Una revisión de los movimientos femeninos del siglo XIX rebasa el alcance de mi trabajo. Sin embargo, Ver: Heather Thiessen-Reily, “Las bellas y la bestia: la educación de mujeres durante la era de Belzú, 1848-1855”, en Salmón, J. y Delgado, G. (eds.), Identidad, ciudadanía y participación popular desde la colonia al siglo XX. La Paz: Estudios bolivianos Vol I., Plural, 2003, pp.77-93. 189

Ver: Sandra Carreras, “La reforma educativa de José Pedro Varela: ¿Una política de fomento a la mujer en el Uruguay de 1877?”, en Bárbara Potthast y Eugenia Scarzanella, Mujeres y naciones en América Latina. Problemas de inclusión y exclusión, Madrid: Iberoamericana, 2001, pp. 93-113. 190

Ver: Sarah Jane Alves Duraes, “Aprender a ser maestro/a en las escuelas normales de Brasil y España en los ochocientos”. Cadernos de educacao No 33, Faculdade de Educacao, maio/agosto 2009, pp. 15-35. Disponible en: http://www.ufpel.edu.br/fae/caduc/downloads/n33/01.pdf 191

La expresión es utilizada por Jesús Martín-Barbero para explicar cómo el concepto de “pueblo” fue retomado en los discursos políticos de las nacientes repúblicas pero que en la práctica se mantuvieron las diferencias sociales. Ver: Jesús Martín-Barbero, De los medios a las mediaciones, comunicación, cultura y hegemonía, Bogotá: Convenio Andrés Bello, 1998, p. 5. En el caso de las mujeres, las representaciones femeninas de la república, la justicia y la libertad no garantizaron la inclusión de los derechos de las mujeres a su autonomía y participación en los espacios oficiales de construcción de la República. 192

Son famosos los clubes políticos o las sociedades francesas que reivindicaron los derechos en la enseñanza, la política, la ley y el empleo. Ver: Ma. Carmen Arce Juan, “El voto femenino”, Universitat per a Majors Universitat Jaume I de Castelló, 2002, p. 4, disponible en: http://www.mayores.uji.es/proyectos/proyectos/elvotofemenino.pdf 193

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Capítulo I: Aproximación al debate sobre la educación femenina en el pensamiento occidental me interesa aclarar que, aunque en la Iberoamérica del siglo XIX la mujer no consiguió la emancipación civil y política –que habría implicado la autonomía jurídica, la obtención de la ciudadanía y el sufragio- sí logró emerger a la esfera pública a través de canales como la docencia, la prensa escrita y las asociaciones de asistencia social. ¿Cómo sucedió este proceso? Los nacientes Estados latinoamericanos adoptaron el modelo legislativo francés. Con esta adopción, la condición de tutela de la mujer se vio reforzada a partir de la emisión del Código civil de Napoleón en 1804 ya que dicho código era tributario de las antiguas leyes feudales donde las mujeres carecen de capacidad económica plena; y esto fue cierto especialmente para las mujeres casadas quienes estaban totalmente sometidas a la tutela de sus maridos. Por eso es frecuente la afirmación de que el Código consagró la muerte civil y política de la mujer, declarándola incapaz legal y sometiéndola, según los casos, a la autoridad del padre, del hermano o del marido194.

La investigadora mexicana Carmen Ramos, señala que “por lo que se refiere a sus posiciones sobre las mujeres, ni los liberales ni los conservadores, ni los positivistas más tarde, aceptan una situación igualitaria para ellas. Por el contrario, aunque difieran en otros aspectos de sus posiciones políticas, todos están de acuerdo en la necesidad de su sumisión”195. Esta afirmación genera ciertos problemas porque, por ejemplo, en el tema del sufragio, no siempre hubo una posición común. Es más, paradójicamente, el ejemplo chileno sitúa a los conservadores apoyando el sufragio femenino en 1875 en

En cuanto a organización política, los Estados en Latinoamérica adoptaron el modelo francés. Ver: José Carlos Fernández Rosas, “El Código de Napoleón y su influencia en América Latina: reflexiones a propósito del Segundo Centenario”, en Carlos Febres Fajardo y otros, El derecho internacional en tiempos de globalización: libro homenaje a Carlos Febres Pobeda, Mérida, Venezuela: Universidad de los Andes, 2005. p. 164. 194

Carmen Ramos Escandón, “Legislación y representación de género en la nación mexicana”, En Bárbara Potthast y Eugenia Scarzanella, Mujeres y naciones en América Latina. Problemas de inclusión y exclusión, Madrid: Iberoamericana, 2001, p. 121. 195

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contra de los liberales, quienes se oponían radicalmente al mismo por considerar a las mujeres partidarias del pensamiento tradicional y conservador 196. Si bien algunos Estados de los Estados Unidos –Wyoming en 1869 y Utah en 1879- reconocieron el sufragio femenino en el siglo XIX197, el voto femenino fue un logro del siglo XX198. Pero volviendo al estatuto jurídico como indicador de autonomía, si bien hubo algunas iniciativas en las que comenzó a perfilarse una mayor capacidad legal de las mujeres199, el siglo XIX acabó sin lograr que las mujeres alcanzaran la plenitud de sus derechos civiles y políticos. Pese a ello, algunas comenzaron a incursionar en el espacio público a través de diversas actividades. Menciono brevemente tres de los ámbitos en los que las mujeres comenzaron a emerger. En primer lugar, la enseñanza. El ejercicio del magisterio fue una actividad desde donde las mujeres por primera vez tuvieron acceso a un espacio de educación formal y sistemática. El estudio del magisterio fue la

Ver: María Rosaria Stabili, “El sexo de la ciudadanía: Las mujeres y el sufragio en el Chile liberal (1875-1917)”, en Bárbara Potthast y Eugenia Scarzanella, Mujeres y naciones en América Latina. Problemas de inclusión y exclusión, Madrid: Iberoamericana, 2001, p. 135-159. 196

La primera reivindicación pública del voto fue en la convención metodista de Seneca Falls, Nueva York, en julio de 1848. Ver: Carmen Arce Juan, “El voto femenino”… p. 14. 197

Algunos ejemplos: Australia, 1902; Finlandia, 1906; Noruega, 1913; Dinamarca e Islandia, 1915; Uruguay, 1917; Reino Unido, 1918; Ecuador, 1929; España, 1931; Chile, 1934; Francia, 1944; Italia y Guatemala, 1946; Argentina y México, 1947; Costa Rica, 1949; Colombia, 1954; Suiza, 1971; Emiratos Árabes Unidos, 2006. 198

En México, el Código Civil de 1870 introdujo cambios importantes al establecer que si el marido moría sin haber dejado instrucciones sobre la propiedad conyugal y sobre la patria potestad, eran las esposas, en su carácter de madres, las encargadas de vigilar el cumplimiento de la voluntad paterna. Ver: Carmen Ramos Escandón, “Legislación y representación de género en la nación mexicana”, en Bárbara Potthast y Eugenia Scarzanella, Mujeres y naciones en América Latina. Problemas de inclusión y exclusión. Madrid: Iberoamericana, 2001, p. 130. Algo similar ocurrió en Costa Rica donde, a partir del Código Civil de 1888, las mujeres podían ejercer la patria potestad compartida con el esposo, y si él faltaba, se le autorizaba a ejercer la tutela sobre sus hijos. Ver: Eugenia Rodríguez, Divorcio y violencia de pareja en Costa Rica (1800-1950), Costa Rica: Editorial Universidad Nacional, 2006, p. 33. 199

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Capítulo I: Aproximación al debate sobre la educación femenina en el pensamiento occidental puerta para su profesionalización y la inserción en el mundo laboral 200. En segundo lugar, la literatura y la prensa escrita. La esfera de la opinión pública no solo situó el tema de la educación femenina como asunto de interés público sino que fue escenario de publicaciones literarias y del surgimiento de periódicos, de diversas tendencias, dirigidos por mujeres201. En tercer lugar, el ámbito de las organizaciones filantrópicas, de beneficencia o religiosas, a través de las cuales las mujeres tomaron contacto con las necesidades sociales e, incluso, asumieron tareas de educación y salud para los sectores marginados202. Conclusiones Este largo –pero necesario- recorrido por la historia del pensamiento occidental ha permitido constatar que en la disputa sobre la educación femenina hay un trasfondo metafísico milenario que concebía a la mujer como un ser inferior. La ciencia decimonónica legitimó con fuerza esta concepción y ratificó los espacios sociales que por naturaleza correspondían a las mujeres: aunque tuviera acceso a la educación superior, lo debía tener en carreras acordes a su naturaleza. En este sentido, actividades como la medicina, la docencia o la literatura fueron toleradas e, incluso, estimuladas,

Consultar los trabajos ya citados de Pilar Ballarín Domingo, “La educación de la mujer española en el siglo XIX”; Miryam Baez Osorio, “El surgimiento de las escuelas normales femeninas en Colombia”; Alicia Itatí Palermo, “El acceso de las mujeres a la educación universitaria”; María Guadalupe González y Lobo, “Educación de la mujer en el siglo XIX mexicano”; María de Lourdes Alvarado, La educación “superior” femenina en el México del siglo XIX. 200

Ver los estudios ya citados de June E. Hahner, “La prensa feminista del siglo XIX y los derechos de las mujeres en el Brasil”; Mercedes Roig, A través de la prensa. La mujer en la historia. Francia, Italia, España, siglos XVIII – XX; Hugo Cruz Rivas, “Mujeres que entran y salen de la historia: el caso del semanario feminista El Ideal, Guatemala (1887-1888)”; Silvia Trujillo y otras, Espejos rotos. La intrincada relación de las mujeres y el periodismo impreso en Guatemala. 201

Ver los trabajos ya citados de Cynthia Jeffres Little, “Educación, filantropía y feminismo: partes integrantes de la femineidad argentina, 1860-1926” y Yolanda de Paz Trueba, “Las instituciones tradicionales: el lugar de las mujeres en ellas y su relación con el nuevo estado liberal”. 202

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como en el caso de las universitarias españolas o argentinas. Sin embargo, la investigación de las verdades abstractas y especulativas seguía siendo un territorio exclusivamente masculino: “como consecuencia de los roles genéricos en función de la estructura política y social, la actividad intelectual en la mujer es vista como una trasgresión”203. En este contexto, ¿cómo fue posible entonces que, en 1889, una salvadoreña se doctorara como ingeniera topógrafa? ¿Cómo pudo esta mujer invadir el ámbito científico reservado para la racionalidad masculina? ¿No padecían las mujeres de “miopía intelectual” según Schopenhauer? ¿Qué posibilitó semejante trasgresión? Definitivamente muchos elementos, en distintos niveles, confluyeron para que esto sucediera. En primer lugar, la reivindicación del derecho de la educación femenina fue condición de posibilidad para que las mujeres entraran al juego de la democracia moderna, esencialmente racional y letrada. Esta reivindicación, fruto del proyecto liberal ilustrado, aportó elementos para desmontar el mito de la incapacidad intelectual femenina sobre el que se fundó el sistema patriarcal. Muchas críticas pueden hacerse a los sistemas de instrucción pública decimonónicos. Ya Michel Foucault mostró que la institución escolar de este momento se planteó como un instrumento de vigilancia, disciplinamiento y control, propios del pensamiento moderno204. Sin embargo, el acceso a este proceso de educación sistemática y formal también posibilitó a las mujeres tomar conciencia de la propia individualidad, de la posibilidad crítica de su razón y de la autonomía de su acción, que son grandes legados de la modernidad205. Aunque el acceso de las mujeres a la educación intelectual no fue un proceso fácil, como he

Montserrat Jufresa, “Clitemnestra y la justicia”, en Rosa Ma. Rodríguez (Ed.), Mujeres en la historia del pensamiento, Anthropos, Barcelona, 1997, p. 75. 203

204

Ver: Michel Foucault, Vigilar y castigar, nacimiento de la prisión, México: Siglo XXI Editores, 1976.

205

Ver: Jurgen Habermas, El discurso filosófico de la modernidad, Buenos Aires: Katz Editores, 2008, p. 27.

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Capítulo I: Aproximación al debate sobre la educación femenina en el pensamiento occidental mostrado a lo largo de este capítulo, este empeño permitió generar condiciones para una realización más allá de la determinación biológica del sexo. En segundo lugar, estos cambios culturales situaron, por primera vez en la historia de Occidente, el tema de la educación –y especialmente la de las mujeres- como un asunto público, de interés colectivo. ¿Fueron las mujeres instrumentalizadas por los líderes del proyecto del liberalismo más radical? Es difícil verificar las verdaderas intenciones de los impulsores de estas transformaciones. Sin embargo, lo que sí es posible afirmar es que en la apertura al acceso de las mujeres a la educación se operó una situación inversa a la que narra el mito de la caja de Pandora: si de allá salieron todos los males de la humanidad, de esta han salido las bondades que escondía esa “mitad esencial del género humano”, como sostenía Krause. En ese momento, la educación fue la llave con la que la mujer entró en la modernidad. Por todas estas razones, creo que es posible afirmar, con Elvira Ontañón, que en el siglo XIX inició un proceso, aún no concluido ciertamente, que permitió uno de los cambios más trascendentales del siglo XX: “la emancipación de la mujer y su incorporación a la vida pública”206. En tercer lugar, la recepción de las ideas de la modernidad y la Ilustración en el contexto permitieron transformar la situación educativa de la mujer salvadoreña. ¿Cómo fue este proceso? ¿Cómo se recibió este pensamiento? ¿Qué discusiones hubo en torno a la educación de las mujeres? ¿Cuáles fueron los argumentos? ¿Quiénes impulsaron la transformación de la educación femenina y cómo lo hicieron? ¿Hubo resistencias? ¿Quiénes se resistieron y por qué razones? ¿Qué resultados generaron los apoyos y las resistencias? ¿Qué efectos generales resultaron de este proceso? A responder estas preguntas dedicaré los siguientes capítulos de este trabajo.

Ver: Elvira Ontañón, “La institución libre de enseñanza en el proceso de emancipación de la mujer”… p. 17. 206

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Capítulo II El debate sobre la educación femenina en el contexto de las primeras medidas de laicización del Estado salvadoreño, 1871-1875 En 1870 comenzó lo que algunos historiadores han llamado el segundo período del liberalismo en Centroamérica. El guatemalteco Arturo Taracena señala que la primera fase de este segundo período –comprendida entre 1870 y 1899- constituye para los países centroamericanos una experiencia liberal moderna. Taracena señala que el liberalismo moderno buscaba cambios institucionales que ordenaran los recursos para el desarrollo de una economía de exportación, así como la legislación en torno a la propiedad de la tierra y al suministro de mano de obra. Dicho reordenamiento implicaba la eliminación de la Iglesia como factor de poder económico y político, el sometimiento de los centros de poder regionales al poder central y la desestructuración de las comunidades indígenas1. Si bien el liberalismo moderno implicó un fuerte componente económico2, me parece que también tuvo un elemento de gran importancia cultural y simbólica: el proceso de laicización del Estado y de secularización de la sociedad. Las implicaciones culturales del proyecto de laicización del Estado son, precisamente, las que interesa destacar en esta investigación. Esta lectura permitirá enriquecer la interpretación de la historiografía salvadoreña existente y Ver: Arturo Taracena Arriola, “Liberalismo y poder político en Centroamérica (1870-1929)”, en Víctor Hugo Acuña (editor), Historia General de Centroamérica. Tomo IV: Las Repúblicas agroexportadoras (1870-1945), Sociedad Estatal Quinto Centenario y FLACSO, Madrid, 1993, pp. 167-253. 1

Al igual que Taracena, otros historiadores centroamericanos han privilegiado la perspectiva económica en el análisis del período liberal. La proliferación de este tipo de análisis ha reducido el impacto del liberalismo moderno a los procesos que configuraron las repúblicas agroexportadoras: la privatización de tierras, el surgimiento de la élite cafetalera o el surgimiento de grupos “subalternos”. Muestra de ello son los trabajos de Mario Samper, “Café, trabajo y sociedad en Centroamérica (1870-1930): una historia común y divergente” y Víctor Hugo Acuña, “Clases subalternas y movimientos sociales en Centroamérica (1870-1930)”, en Víctor Hugo Acuña, (Ed.), Historia general de Centroamérica. Tomo IV: Las Repúblicas agroexportadoras (1870-1945), Sociedad Estatal Quinto Centenario y FLACSO, Madrid, 1993; David Browning, El Salvador, la tierra y el hombre, DPI Concultura, San Salvador, 1998; Héctor Lindo, La economía de El Salvador en el siglo XIX, DPI Concultura, San Salvador, 2006; Patricia Alvarenga, Cultura y ética de la violencia. El Salvador 1880-1932, DPI Concultura, San Salvador, 2006; Roberto Turcios, “Paisaje de reformas (1871-1897)”, en Autores varios, Los estancos, las prácticas monopólicas y las rentas del Estado en El Salvador, DPI Concultura, San Salvador, 2008, pp. 179-225. 2

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Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 hacer visibles otros matices del liberalismo que también impactaron fuertemente en la cotidianidad de la sociedad de El Salvador, entre 1871 y 1889. El inicio de este segundo período del liberalismo en El Salvador lo marca la llegada al poder ejecutivo del Mariscal Santiago González –liberal radical-, en abril de 1871. Como ya mencioné en el capítulo anterior, el segundo período del liberalismo salvadoreño en este período tuvo, al menos, dos vertientes: una, de carácter radical que propugnaba la laicización del Estado, y la otra, más moderada, cuya apuesta fue la permanencia del Estado confesional católico. Este matiz es importante destacarlo desde ahora pues es el telón de fondo del debate sobre la educación femenina en todo este tiempo, como tendré ocasión de mostrar. Por su rol como primera formadora en el ámbito doméstico, la mujer fue territorio de disputa entre estas dos facciones liberales: por un lado, los liberales radicales promovían la instrucción intelectual de la mujer para liberarla de la ignorancia y el fanatismo religioso, por otro, los liberales católicos defendían la religión como principal elemento de la educación femenina que garantizaba la continuidad de la sociedad católica. El objetivo del presente capítulo es reconstruir este primer momento del debate sobre la educación femenina. El capítulo tiene tres apartados. En el primero, expondré el discurso católico donde se manifiesta su preocupación ante las reformas constitucionales impulsadas por el liberalismo radical así como la necesidad de reforzar la educación religiosa en la mujer, baluarte de la sociedad católica. En el segundo apartado, haré una reseña de los principales discursos oficiales en los que se difundió la nueva visión de instrucción pública que propugnaba que la educación era asunto del Estado y no de la Iglesia, como había sido hasta entonces. En esta nueva visión, la mujer se convirtió en pilar del proceso civilizador, para lo cual era necesario no solo educarla en las virtudes sino también en la inteligencia. En el tercer apartado, mostraré algunas acciones de resistencia impulsadas por miembros del clero que desencadenaron una radical reacción anticlerical en los discursos de la prensa oficial. Estas resistencias fueron interpretadas por la prensa liberal radical –salvadoreña y centroamericana– como fruto de la 91

Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 ignorancia y el fanatismo religioso de las masas. Algunos textos destacaron la osada participación de mujeres en los actos vandálicos de la rebelión de San Miguel, en 1875, a partir de la cual se construyó una representación femenina en la que la mujer, ignorante y fanática, era una amenaza para el progreso y la civilización. El único remedio para este mal era erradicar la ignorancia y el fanatismo a través de la expansión de la instrucción pública. 1. La necesidad de la educación religiosa de las mujeres La preocupación de los eclesiásticos católicos ante los cambios que se estaban fraguando en la Asamblea Constituyente de 1871 los llevó a fundar el periódico La Verdad, en mayo de ese mismo año. Esta medida estuvo claramente orientada a difundir y afianzar la doctrina del catolicismo sobre el Estado y la sociedad. Los discursos del periódico alertaron sobre reformas constitucionales como la libertad de enseñanza y libertad de cultos, pero también sobre la presencia en el país de grupos –considerados sectarios- como los protestantes o los masones. Ante estas amenazas a la unidad religiosa de la sociedad salvadoreña, los eclesiásticos señalaron la necesidad de reforzar la educación católica en las mujeres, principales transmisoras de la fe en la familia. Una educación religiosa evitaría el riesgo de que también las mujeres se extraviaran por culpa de una efímera y falsa educación. 1.1 Se promulga la libertad de cultos y de enseñanza El 13 de mayo de 1871, apareció la primera edición de La Verdad. Los redactores eran los eclesiásticos salvadoreños José Luis Cárcamo, Miguel Vecchiotti, Bartolomé Rodríguez y José Antonio Aguilar3. El periódico se proponía como objetivos propagar los conocimientos de nuestra Religión Divina, la voluntad de defender sus dogmas contra el prurito juvenil de atacarlos porque no se les conoce, y de fundar en

Ver: Rodolfo Cardenal, El poder eclesiástico en El Salvador, San Salvador: Dirección de Publicaciones e Impresos, 2001, p. 69. 3

92

Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 esta patria querida y tanto más cuanto más religiosa, un centinela que advierta a los pueblos del error en caso de que aparezca4.

Aunque no queda claro de quién quieren defender la fe, o cuál es el error que temían, es bastante probable que las palabras de los eclesiásticos hayan tenido de fondo la discusión que comenzó a desarrollarse en torno al proyecto de la nueva Constitución de la República. Rodolfo Cardenal señala que, tanto José Antonio Aguilar como Bartolomé Rodríguez, formaron parte de un grupo de personas notables a quienes, a principios de mayo de 1871, el presidente Santiago González había llamado para discutir sobre el nuevo orden político del país. Las conversaciones desembocaron en la convocatoria a la Asamblea Constituyente5. Varios impresos hicieron pública las discusiones sobre el proyecto propuesto por la Constituyente. De hecho, el periódico La Opinión6 publicó un catálogo de principios en que debía basarse la futura Constitución. Aunque no he podido localizar este periódico, el texto publicado por La Verdad en su edición del 20 de mayo, permite conocer buena parte del contenido del mencionado catálogo. Dice La Verdad: LA OPINIÓN al dar en su número 8 un catálogo de los principios en que debe basarse la futura Constitución de la República, como quien no dice nada, pone entre ellos, al concluir y muy de paso la “Libertad de conciencia y de cultos”. ¿Dará “La Opinión” su opinión propia o la del país? Si la suya particular, muestra claramente que no conoce la del pueblo en que escribe. Si pretende dar la del país, sin duda ha tomado por opinión general la de algunos pocos, que o por haber viajado sin discernimiento, o por haber leído sin juicio, o porque le pesa el yugo de la Religión Católica, se van como niños detrás de ciertas ideas brillantes sin examinar ni sus principios ni su fondo ni sus consecuencias, ni sus aplicaciones7.

El texto muestra la oposición de los clérigos al decreto de la libertad de cultos. Sobre todo, ellos insistían en que la propuesta no respondía a la opinión general de los 4

“Prospecto”, La Verdad, tomo 1, N° 1, 13 de mayo de 1871, p. 1.

5

Ver: Rodolfo Cardenal, El poder eclesiástico en El Salvador…, p. 71.

6

Periódico semioficial. Ver: Rodolfo Cardenal, El poder eclesiástico en El Salvador…, p. 66.

7

“La Opinión”, La Verdad, tomo 1, N° 2, 20 de mayo de 1871, p. 2.

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Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 salvadoreños sino a influencias de algunos pocos. Consecuentes con los objetivos de su periódico, los redactores de La Verdad estaban dispuestos a demostrar la inconveniencia de la libertad de conciencia y de cultos para la sociedad salvadoreña. Según los clérigos, la propuesta era un atentado contra la unidad social pues llevaría a disminuir el respeto por la única Religión verdadera. Era, a todas luces, una “idea incendiaria en medio de un pueblo eminentemente católico como el salvadoreño”, además de que atentaba también contra el “tratado más solemne e inviolable” como era el Concordato con la Santa Sede8. En la misma edición de La Verdad apareció la primera publicación sobre la libertad de cultos9. En ella se insiste en que la llamada cuestión de libertad de conciencias y de cultos no es otra cosa que “poner en el seno de la nación el germen de la anarquía, dividiendo la verdadera creencia que felizmente une a todos los ciudadanos en un mismo sentir”. Según expresa el texto, Es la vez primera, en que la prensa periódica levanta en medio de un pueblo católico y sencillo el estandarte de la rebelión contra Dios, hasta el grado de pretender que semejante error, erigido, en principio se consigne para eterno oprobio en la Carta constitutiva, borrando de una plumada la página de gloria que en la primera constitución nos legaron los padres de la independencia. Por eso nosotros, también por primera vez usamos de la palabra, para defender la causa de Dios y de la justicia y juntamente con ella el interés positivo de nuestra República10.

Para los clérigos, la religión era herencia de los padres de la independencia. Ciertamente, el artículo 5° de la Constitución de 1824 establecía que “la religión del Estado es la misma que la de la República, a saber: la Católica Apostólica Romana, con

El Concordato se había firmado diez años atrás, durante el gobierno de Gerardo Barrios, el 22 de abril de 1862. En 1874, el Gobierno dejará sin efecto este acuerdo alegando incumplimiento por parte de los eclesiásticos, como será mostrado en el tercer apartado de este capítulo. 8

La Verdad publicó una serie de editoriales sobre el tema de la libertad de cultos que abarcó las ediciones del 20 y 27 de mayo, 3, 10, 17 y 23 de junio y 1 de julio de 1871. 9

10

“Libertad de cultos”, La Verdad, tomo 1, N° 2, 20 de mayo de 1871, p. 3.

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Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 exclusión del ejercicio público de cualquier otra”11. Abrir el espacio a otras religiones era abandonar esta tradición. Además, La Verdad consideraba que se estaba incurriendo en un error: no era lo mismo libertad de cultos que libertad de conciencia. El verdadero sentido de la libertad de conciencia, decían, se limitaba al derecho que tenían todos los hombres a no ser molestados por sus creencias interiores, siempre y cuando éstas permanecieran ocultas, sin perturbar el orden establecido. Era una libertad relativa a los demás hombres. Pero en relación con Dios, dicen, ese derecho no existía. Antes al contrario, lo que existía era una obligación de abrazar la religión verdadera y de conservarla limpia de todo error que contrariara sus principios. Por ello, La Verdad denuncia el error de la propaganda anticatólica que entendía la libertad de cultos como el derecho de todo ciudadano a profesar, practicar y enseñar lo que se le antojara en materia religiosa sin que ninguna autoridad se lo impidiera: En este sentido la libertad de cultos es el monstruo más deforme que ha producido la inteligencia humana en sus delirios. Es el medio escogitado con maligna astucia para destruir la única religión que existe, envolviendo en la bandera de un partido político un error disolvente, que canonizando la rebelión contra Dios derriba toda autoridad constituida, quitándole el carácter Divino, que es uno de sus mayores prestigios: este es el verdadero fin que tuvieron en mira los inventores de un nuevo derecho desconocido hasta el siglo XVI, que los protestantes lo pusieron con el nombre de libre examen en el catálogo de sus teorías, y decimos, teorías porque en la práctica los disidentes han sido los más dogmatizadores e intolerantes del mundo12.

Los liberales católicos se situaban como garantes del orden. Defendían el pensamiento único frente a cualquier posibilidad que abriera un resquicio al pensamiento divergente. Si la religión católica era considerada el fundamento de la unidad y el orden social, era lógico que los presbíteros se opusieran a la promulgación de la libertad religiosa. Para evitar que semejante error llegara a plasmarse en la Constitución, los clérigos confiaban en el poder de su voz y voto como diputados en la Asamblea. Pero este poder estaba también por desaparecer. “Constitución de 1824”, en Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, disponible en: http://bib.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/01477393322625573132268/p0000001.htm#I_2_ 11

12

“Libertad de cultos”, La Verdad, p. 3.

95

Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 En julio de 1871, un texto publicado en el periódico El Republicano13, cuestionaba la participación de los eclesiásticos en cargos públicos. Así mismo se demandaba que los eclesiásticos fueran privados del voto pasivo para la representación del pueblo. En su edición del 8 de julio de 1871, La Verdad contestó a El Republicano con una serie de razones por las que consideraba conveniente la participación de los eclesiásticos en la Asamblea Legislativa. El carácter sagrado de los eclesiásticos, afirma el editorial, no disminuía de modo alguno la idoneidad del sujeto, sino todo lo contrario. Por ello sostiene: Nosotros, no podemos negarlo, deseamos la representación del Clero en la Asamblea de la República, únicamente por defender los derechos de la Iglesia, sin miras bastardas que desdigan de nuestro ministerio. Si esto lo conseguimos o no, quedaremos lo mismo, con la satisfacción de haber puesto los medios lícitos para la defensa de la causa de Dios14.

El clero veía que los cambios jurídicos erosionarían –más tarde o más tempranoel poder político y simbólico que hasta entonces había tenido. En su afán por mantener la unidad social a través del catolicismo, continuaron con las publicaciones en las que señalaban la conveniencia de mantener los principios religiosos unidos a los principios políticos. Muestra de esto es el texto publicado por el clérigo José Luis Cárcamo en la edición de La Verdad del 22 de julio de 1871. Cárcamo enfatiza que tanto la Iglesia como la sociedad civil buscaban objetivos comunes: la religión buscaba la felicidad eterna y la sociedad civil la felicidad temporal. Si bien estos principios tendían al mismo fin, lo hacían en diferente grado, dice el clérigo. La sociedad era un medio para la felicidad eterna, por tanto, sus principios políticos debían estar apoyados en los principios religiosos. Según Cárcamo, no había principios más adaptados a la felicidad temporal que los emanados de la religión católica, pues ella “sanciona mejor que Reapareció en 1871. Ítalo López Vallecillo señala que con sus editoriales contribuyó a consolidar la revolución encabezada por Santiago González. Dirigido por Manuel Cáceres, también desarrolló campañas contra el fanatismo religioso. Ver: Ítalo López Vallecillo, El periodismo en El Salvador, UCA Editores, San Salvador, 1987, p. 115. 13

14

“Editorial”, La Verdad, tomo 1, N° 9, 8 de julio de 1871, p. 1.

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Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 ninguna con un eterno premio o con eternos tormentos el cumplimiento o desprecio de los deberes sociales”15. Con estos fundamentos teóricos, era de esperarse que los sacerdotes se opusieran al proyecto de la nueva Constitución. El 9 de septiembre, La Verdad publicó un editorial en el que le hacía fuertes críticas. Con respecto a la libertad de enseñanza, La Verdad denunció que tal pretensión contrariaba el artículo 2 del Concordato, en el que se había establecido claramente que la enseñanza en las universidades, colegios, escuelas y demás establecimientos de instrucción serían conforme a la doctrina de la religión católica. Según el editorial, mal estaba una Constitución que comenzaba por “violar los derechos más sagrados de la totalidad de los salvadoreños y los principios del derecho de gentes16.” Con respecto a la libertad de cultos, el periódico señaló que este tema había sido condenado ya por el papa Pío IX en la letra apostólica Multiplices Inter17, emitida el 10 de junio de 1851. ¿Cómo era posible constituir un pueblo “destruyendo el fundamento en que descansa el orden, la tranquilidad y el único bienestar posible de la sociedad?”18 En definitiva, el problema de fondo era un mal entendido sobre el significado de la verdadera libertad. Por ello, en el contexto de la conmemoración de la independencia nacional, el ya obispo auxiliar de la Diócesis, José Luis Cárcamo, pronunció un discurso sobre este tema. El texto fue publicado en La Verdad, en la edición del 23 de septiembre. En él, Cárcamo define la verdadera libertad como obediencia a la voluntad divina. Por eso, dice, la independencia política de la cual se gozaba debería servir para adelantar más en el sentido del bien, en el sentido de la verdadera libertad. El defecto de la independencia política era la independencia Luis Cárcamo, “La Iglesia católica y la sociedad civil”, La Verdad, tomo 1, N° 11, 22 de julio de 1871, p. 3. 15

16

“Editorial”, La Verdad, tomo 1, N° 18, 9 de septiembre de 1871, p. 1.

Encíclica del Papa Pío IX, dirigida al episcopado francés, en la que abogaba por la unidad de espíritu. Fue publicada el 21 de marzo de 1853. Ver: “Inter multiplices”, en Papal Encyclicals online, disponible en: http://www.papalencyclicals.net/Pius09/p9interm.htm 17

18

“Editorial”, La Verdad… p. 1.

97

Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 religiosa, dice, y por ello exhortaba a “que nuestra sociedad sea, pues, independiente pero no de la religión, libre, pero no para el mal sino para el bien, ilustrada, pero con las luces de la razón y de la fe”19. Con este pensamiento de fondo, los clérigos que participaron en la Asamblea Constituyente se opusieron radicalmente a la aprobación de los artículos sobre la libertad de cultos, como era de esperarse. De este esfuerzo da cuenta la edición de La Verdad del 7 de octubre de 1871. Dice el periódico: Los diputados Señores Ilustrísimo Cárcamo y Doctor Aguilar sostuvieron con energía que, la tolerancia es inoportuna para nuestra República, donde todos profesan la religión católica: que la tolerancia, en caso de concederse, no debiera ser consignada en la carta como un derecho sino dejarse en silencio, para que así la tolerancia fuera de hecho como debe ser siempre que la necesidad lo requiera, y que la Iglesia entraña una tolerancia caritativa para con las personas extraviadas, sin que por eso se entienda que tolera sus errores20.

Ante la imposibilidad de eliminar el artículo, los eclesiásticos propusieron que la tolerancia se limitase a las sectas cristianas, siempre y cuando su culto no se opusiera a la moral y el orden público. La modificación fue aceptada y el artículo en cuestión fue aprobado en los siguientes términos: “La Religión católica apostólica romana es la religión del Estado, y el Gobierno la protejerá. Pero se tolera el culto público de las sectas cristianas en lo que no ofendan a la moral y al orden público”21. Los alegatos de los clérigos habían logrado frenar la apertura absoluta a la libertad religiosa. Sin embargo, pese a las advertencias de La Verdad, la nueva Constitución promulgada el 16 de octubre de 1871, había establecido la libertad de enseñanza secundaria y superior, así como la uniformidad, gratuidad y obligatoriedad de la primaria. En esto había salido victoriosa el ala de los liberales radicales presentes en la Constituyente. Entre los “Discurso pronunciado el 15 del mes corriente en la Santa Iglesia Catedral, por el Ilustrísimo y Reverendísimo Señor Don Luis Cárcamo y Rodríguez, dignísimo Obispo auxiliar de esta Diócesis”, La Verdad, tomo 1, N° 20, 23 de septiembre de 1871, p. 1. 19

20

“Editorial”, La Verdad, tomo 1, Nº 22, 7 de octubre de 1871, p. 1.

21

“Editorial”, La Verdad… p. 1.

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Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 firmantes del acta de promulgación de la nueva Carta Magna aparecen nombres como los de David Joaquín Guzmán, Luciano Hernández, Antonio J. Castro y Rafael Ayala, quienes tendrán una intensa y destacada participación en el desarrollo del proyecto del liberalismo laicizante en los siguientes años, como se verá a lo largo de esta investigación. Sin embargo, para los redactores de La Verdad, la lucha no estaba concluida. Su tarea de defensa y difusión de la fe católica continuaba, con oportunidad o sin ella. El 11 de noviembre de 1871, se celebró la consagración de José Luis Cárcamo como obispo auxiliar. El presidente Santiago González asistió a la ceremonia y luego de la misa se fue, junto con el nuevo obispo, al almuerzo de celebración. Este acontecimiento fue relatado en una de las entregas del periódico La Verdad con la clara intención de dejar constancia, frente a periódicos anti católicos como La Democracia o El Republicano, de la cercanía y buenas relaciones que había entre el jefe de Estado y los jerarcas católicos. Dice la nota: Tememos dar un dolor de cabeza al Señor Redactor de La Democracia que tanto sufre por las demostraciones honrosas que la Iglesia recibe del Señor Presidente en la persona de sus príncipes –los Obispos-. Que tenga solo el dolor de haber oído el estruendo que hizo esta función religiosa y el movimiento popular que la acompañó, sin que nosotros tengamos parte en sus quebrantos. Ahora los incrédulos se habrán convencido una vez más, que nuestra sociedad es católica, y que sus locas producciones no pueden hacer otra cosa, que excitar el desprecio y la compasión de la gente honrada22.

El presidente tenía amistad personal con algunos de estos canónigos, e incluso los había escogido como padrinos de bautismo y confirmación de sus hijos23. Este dato, en apariencia anecdótico, da muestra de que la relación entre las autoridades civiles y eclesiásticas estaba en buenos términos, pese a las reformas aprobadas en la reciente Constitución. Sin embargo, lo interesante de este texto es que muestra cómo el clero aprovecharía cualquier signo de cercanía con el poder estatal para mostrar la 22

“Editorial”, La Verdad, tomo 1, Nº 27, 11 de noviembre de 1871, p. 1.

23

Ver: Rodolfo Cardenal, El poder eclesiástico en El Salvador…, p. 67.

99

Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 importancia que tenía la religión católica en la sociedad salvadoreña. Y es que los eclesiásticos católicos se resistían a aceptar el Estado y la sociedad laica. Estas resistencias se fundamentaban en la concepción que el catolicismo tenía del Estado republicano. En la siguiente sección procuraré un acercamiento al pensamiento católico sobre la política y la sociedad. Esto permitirá constatar hasta qué punto las reformas constitucionales significaron para el catolicismo tal amenaza que exigió una estrategia de defensa en la que las mujeres representaron una pieza fundamental. 1.2 Advertencias sobre los errores del liberalismo moderno A partir del 30 de diciembre de 1871, La Verdad inició una serie de publicaciones en las que se proponía aclarar a sus lectores la concepción de Estado y sociedad del cristianismo católico. Desde el primer editorial afirman que se intentaba combatir la enfermedad dominante del siglo XIX: la política pagana (secular) que tendía al retroceso de la sociedad y del individuo. El verdadero progreso solo podía venir de la mano de la política cristiana, “única verdadera política en toda la extensión de la palabra”24. Por ello había que procurar la enseñanza popular de la política cristiana, cuyo fundamento era la verdadera religión y la verdadera filosofía. En el editorial se anunció el programa de las materias que tratarían en las siguientes ediciones: 1º de la sociedad, 2º del poder público, y 3º de las relaciones del poder público y de los individuos de una misma sociedad. El siguiente cuadro muestra los títulos de las entregas que aparecieron en el periódico La Verdad. Cuadro 1. Listado de textos publicados sobre Política Cristiana Capítulo I DE LA SOCIEDAD

24

Capítulo II Capítulo III

La sociedad, ha dicho el P. Ventura, es la concordia de inteligencias unidas entre sí por medio de la sumisión al mismo poder. De la sociedad doméstica. La familia es la primera sociedad en el orden genealógico de la humanidad. De la sociedad civil. Sociedad civil es el conjunto de individuos y familias unidas entre sí con el fin de procurar su mutua conservación y desarrollo bajo la dependencia del mismo poder.

“Política cristiana”, La Verdad, tomo 1, Nº 34, 30 de diciembre de 1871, p. 1.

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Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 Capítulo IV Capítulo V

Capítulo VI

DEL PODER PÚBLICO

Capítulo I Capítulo II Capítulo III Capítulo VI Capítulo V Capítulo VI Capítulo VII

La civilización es la madre de la libertad. Del progreso. La libertad pone a los pueblos en posesión de sus lejítimos derechos y por consiguiente en aptitud de marchar sin estropiezo hacia su fin, por el camino que les ha trazado la Divina Providencia. De la sociedad religiosa. No basta para la perfección del género humano la sociedad civil. Origen del poder público. Cualidades del poder público. De las formas del poder público. Títulos que legitiman el ejercicio de la autoridad suprema. El gobierno de la Iglesia. Del poder temporal de la Santa Sede. Cualidades de la persona llamada a ejercer la Soberanía.

Fuente: elaboración propia a partir de los artículos del periódico La Verdad. Se publicó un capítulo en cada edición, entre el 30 de diciembre de 1871 y el 20 de julio de 1872, en los números: 35, 36, 37, 38, 39, 40, 48, 51, 52, 53, 54, 55 y 60.

De los tópicos que desarrolló La Verdad en este sistemático programa de formación, interesa destacar especialmente aquellos conceptos relacionados con el tema que ocupa esta investigación: la educación de las mujeres. En primer lugar, el clero señala que la obra del catolicismo se había desperfeccionado mucho desde que aparecieron en las naciones católicas los principios disociadores del protestantismo 25. Los vínculos de la sociedad doméstica se habían relajado, señalan, “a medida que los sectarios y masones, con el fin de minar la sociedad religiosa y política han introducido aún en la familia el germen de la división, desde que han alucinado a las masas con la predicación continua de una libertad tan lata que destruye toda autoridad y orden”26. Nuevamente aparece el tema del orden y la autoridad. El núcleo del pensamiento católico descansaba en el origen divino de la autoridad, de donde se desprendía la armonía de la sociedad. Por el contrario, los grupos sectarios del liberalismo reivindicaban la autoridad civil frente a la divina. La expresión de “grupos sectarios” permite sugerir que los clérigos católicos salvadoreños se consideraban Para profundizar en el tema del protestantismo en el siglo XIX salvadoreño recomiendo el artículo de Luis Roberto Huezo Mixco, “Aliados y enemigos. Misiones protestantes, acogida liberal y reacción católica en El Salvador”, Realidad. Revista de ciencias Sociales y Humanidades, N°126, Octubre-Diciembre 2010, pp. 613-645. 25

26

“Política cristiana”, La Verdad, tomo 1, Nº 36, 13 de enero de 1872, p. 1.

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Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 guardianes del verdadero liberalismo: el liberalismo católico. Por tanto, estaban en total oposición contra las innovaciones liberales proclamadas por grupos como los protestantes y masones. De hecho, en el “Índice de los principales errores de nuestro siglo”, más conocido como Syllabus, la Iglesia romana había condenado estas corrientes sectarias como “pestilencias”27. Y es que el peligro de este pensamiento sectario, como lo llamaban los clérigos salvadoreños, estaba más cerca de lo que hubieran querido. En septiembre de 1871, los masones fundaron en San Salvador la Logia “Progreso N° 5”28. Ante semejante hecho, el obispo Miguel Pineda y Saldaña publicó una pastoral en la que alertaba sobre la presencia de un enemigo de la Iglesia y de los principios sociales29. Si, como vimos en el capítulo anterior, el pensamiento masónico y liberal tenía grandes convergencias en el tema del anticlericalismo, los temores de los eclesiásticos tenían fundamento real. ¿Cómo detener el avance de los enemigos de la Iglesia? ¿Cómo contrarrestar la expansión de los errores de este nuevo liberalismo? Nada más que frutos amargos podían esperarse del liberalismo moderno si los hijos no adquirían la noción de autoridad paterna, fundamento del orden civil y político. Si este liberalismo traía división, era imposible lograr la verdadera civilización de un pueblo. ¿Y en qué consistía la verdadera civilización? En el conocimiento de la verdadera religión: Una nación será tanto más libre, cuando sea más ilustrada: tanto más ilustrada, cuanto más católica. Un gobierno será tanto más ilustrado, patriota y amante de la libertad de los pueblos que gobierna, cuanto sea más católico30. En el Syllabus aparece la condena a corrientes como el panteísmo, naturalismo, racionalismo (absoluto y moderado), indiferentismo, latitudinarismo, socialismo, comunismo, las sociedades secretas, las sociedades bíblicas, las sociedades clérico-liberales y el liberalismo. El “Syllabus” fue publicado el 8 de diciembre de 1864 junto con la Encíclica Quanta cura. Ver: Pío IX, Encíclica Quanta Cura y Syllabus, disponible en http://www.filosofia.org/mfa/far864a.htm 27

Para ampliar sobre este tema recomiendo el artículo de Roberto Valdés, “Origen, miembros y primeras acciones de la masonería en El Salvador (1871-1872)”, en Cultura, Revista de la Secretaría de Cultura de la Presidencia, N° 102, San Salvador, enero-julio 2010, pp. 107-124. 28

La carta fue publicada seis meses después de la fundación de la Logia. Ver: “Pastoral”, La Verdad, tomo 1, Nº 44, 23 de marzo de 1872, p. 1. 29

30

“Política cristiana”, La Verdad, tomo 1, Nº 38, 27 de enero de 1872, p. 1.

102

Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875

La religión era necesaria para unificar las ideas y tendencias de todos los hombres, “la sociedad religiosa es tan necesaria para la perfección del hombre, como lo es la doméstica y civil para su propagación y conservación”31. La religión, bajo este concepto, era un asunto de supervivencia para el Estado y la sociedad. Por ello, los distintos artículos sobre la “Política Cristiana” habían insistido en que el único remedio para contener estos males era la formación de la familia según los principios de la religión verdadera. Y, ¿quién estaba a cargo de la formación en la familia? Las mujeres, primeras educadoras de la fe. 1.3 La mujer, baluarte de la sociedad católica El 13 de mayo de 1871, La Verdad publicó una noticia donde se informaba de la fundación de una escuela para niñas. El establecimiento estaría confiado a las Hermanas de la Caridad y esperaba acoger a más de cien niñas para “formar su corazón en estas clases aprendiendo en ellas además de los trabajos de manos que se enseñarán en toda su extensión, la lectura también y la escritura, la historia sagrada y profana, la geografía y la aritmética, sin descuido de la música”32. Miguel Vecchiotti, canónigo penitenciario y fundador de la escuela, pronunció unas palabras en la inauguración del establecimiento33. Este discurso me parece fundamental pues expresa con gran detalle la visión católica de la educación de la mujer. Me detengo a analizarlo porque resulta un punto de partida en este largo debate que el catolicismo mantuvo con los liberales de la tendencia laicizante en este período sobre el tema de la educación femenina. El discurso de Vecchiotti recuerda, en primer lugar, que el destino que Dios había señalado para la mujer desde el momento de la creación, era el de ser consuelo de 31

“Política cristiana”, La Verdad, tomo 1, Nº 40, 10 de febrero de 1872, p. 1.

32

“Escuela”, La Verdad, tomo 1, N° 1, 13 de mayo de 1871, p. 2.

33“Discurso

pronunciado por el Señor Canónigo Penitenciario Doctor Don Miguel Vecchiotti el 30 de abril próximo pasado en el acto de inaugurarse la escuela de niñas pobres fundada por las Hermanas de la Caridad”, La Verdad, tomo 1, N° 1, 13 de mayo de 1871, p. 3.

103

Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 la familia y “perfume” de la sociedad. La mujer, dice el canónigo, representa las divinas perfecciones a través de su “pureza angelical” y de la “maternidad hermosa y dedicada”. Y como queriendo advertir el peligro de un destino alternativo, señala: ¡Ay! de la mujer que extraviándose del camino que le ha trazado el Criador, llega a corromper su corazón por una efímera y falsa educación: se hará ella instrumento ciego del mal que anhelando romper los sagrados vínculos domésticos, civiles y religiosos, quiere valerse de la mujer como de quien puede arruinar la familia en su origen y propagar la depravación entre los pueblos34.

Según Vecchiotti, el destino de la mujer estaba determinado por la naturaleza misma. Por ello tenía la aptitud y el instinto para dar la primera forma al ánimo de los hijos, desde la más tierna niñez. Ella era la encargada de procurar lo que era útil y provechoso al compañero o la prole, sobre todo, las tradiciones morales y religiosas. Pero todo este conjunto de dones naturales podría extraviarse de su fin, advierte Vecchiotti, en la medida en que “la mujer pervertida en el entendimiento y en el corazón deje de cumplir con los deberes de esposa fiel y madre cuidadosa”. Deudor del biologicismo del siglo XIX, el canónigo asigna a la mujer ciertas funciones atribuyéndolas a su naturaleza biológica. Este orden de lo natural se vería amenazado en el momento en que se estimulara el entendimiento de las mujeres. Ya en el capítulo anterior señalé que este tipo de argumento fue sostenido por los evolucionistas y científicos positivistas de mediados del siglo: no era que la mujer no tuviera capacidades intelectuales, es que no debía dedicarse a ellas pues le restaba energía para realizar eficazmente sus funciones reproductoras y del cuidado de la especie. Vecchiotti intuye el riesgo de una educación que estimulara el entendimiento femenino: si las mujeres abandonaban el rol doméstico asignado por el sistema patriarcal, ¿cuál sería el nuevo entonces? Otra vez aparece en el pensamiento clerical católico el temor al desorden de lo establecido. Para evitar semejante extravío, era necesario esmerarse en educar a la mujer con “la educación que le corresponde”. ¿Y

“Discurso pronunciado por el Señor Canónigo Penitenciario Doctor Don Miguel Vecchiotti…”, La Verdad, p. 3. 34

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Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 qué educación era esa? La Iglesia católica, como depositaria e intérprete de la voluntad de Dios había trazado sus bases: la sana religión, la idea del deber, la vida de abnegación y de sacrificio, y el desprecio de la tierra como última perfección, forman las columnas incontrastables en que debe apoyarse la educación de la mujer35.

La religión pues, debía ser el fundamento de la educación femenina. Siete meses más tarde, la matrícula de la escuela de las Hermanas de la Caridad, dirigida por Vecchiotti, había ascendido a 200 niñas. La Verdad recomendaba el establecimiento a los padres de familia porque “allí las Hermanas llevan a un tiempo la instrucción del entendimiento con la formación del corazón”36. Y es que el pensamiento católico no se oponía a la ilustración del entendimiento de las mujeres sino al abuso de la ilustración. Esta idea queda claramente expresada en una noticia que informa sobre los ejercicios espirituales en los que participaron varias señoras, en noviembre de 1872. El redactor señala que estas prácticas eran devociones efectivas para contrarrestar el “presente estado de las cosas”: Y así es. Creemos en consecuencia, que la causa originaria del presente estado de cosas no debe atribuirse a las tendencias de este siglo XIX, o a la ilustración de los espíritus, no; es el mal desarrollo de esas vastas y privilegiadas inteligencias que, abusando de la ilustración adquirida, han infectado la humanidad con perversas doctrinas37.

No debía permitirse que las mujeres abusaran de la ilustración porque esto amenazaba el orden de las cosas. ¿Era este pensamiento exclusivo de El Salvador? Interesa situar aquí algunos ejemplos para hacer un contexto más amplio del pensamiento católico sobre la educación de las mujeres. Voy a introducir un breve paréntesis que permita comparar el pensamiento de Vecchiotti con otros pensadores “Discurso pronunciado por el Señor Canónigo Penitenciario Doctor Don Miguel Vecchiotti…”, La Verdad, p. 3. 35

36

“Escuela de niñas”, La Verdad, tomo 1, Nº 30, 2 de diciembre de 1871, p. 2.

“Ejercicios espirituales. Los de señoras. Su influencia en la sociedad”, La Verdad, tomo II, N° 67, 23 de noviembre de 1872, p. 3. 37

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Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 católicos del momento. El primero es un ejemplo cercano, un texto publicado en el periódico guatemalteco El museo de las familias, de la novelista española María Pilar Sinués de Marco (1835-1873). Profundamente afín al pensamiento católico, Sinués de Marco señala que a una mujer, para ser feliz, le bastaba “estar en el centro del hogar doméstico, rodeada de sus hijos y ayudando a su marido a sobrellevar los trabajos de la vida… la ocupación de la felicidad de la familia, el cuidado del hogar, la lectura, la oración y el cultivo de algunas flores, bastan para hacer feliz a la mujer”38. Por ello, les recuerda a las mujeres que …nuestra santa religión: es el primero y el último de los amores de la mujer, o mejor dicho, es la base de todos sus amores. ¡Ah, sí! La mujer, lejos de los fantasmas de la gloria, humo siempre; de su ambición, que es la tortura, la sed hidrópica del alma; de la ciencia, eterno afán de muchas míseras existencias; la mujer, creada para los dulces gozos del hogar doméstico, para el amor, para la vida íntima, tiene más elementos de felicidad que el hombre, dominado por estas pasiones: su misión en el mundo, es curar las heridas que dichas pasiones abren, y la que cumple es indudable que dirá conmigo: “No, no es una quimera, no es un sueño la felicidad.”39

La mujer había sido creada para una misión específica en la que la religión era su base fundamental. Solo la mujer religiosa sería capaz de hacer sentir su benéfica influencia como madre de familia, esposa e hija, en medio del hogar. La ausencia de la religión traía como resultado un mundo en caos, como señala el francés Louis AiméMartin (1781-1847): ¿Por qué el egoísmo general? ¿Por qué el amor del oro, por qué el amor del poder, el amor de la venganza en lugar del amor de la humanidad? ¿Por qué tantas ambiciones que producen tantos crímenes? ¿Por qué tanto homicidio, tanto adulterio, tanta ingratitud, tanta calumnia, tanta divagación, tanta depravación? Dos causas: el error y la miseria. Un solo remedio: la religión. Podrán los hombres agitarse, atormentarse, María Pilar Sinués, “La felicidad de la muger”, El museo de las familias. Periódico general, Guatemala, tomo 1, N° 7, 22 de febrero de 1873, p. 3. Nacida en Zaragoza, fue una escritora de tendencia moralizante. Dedicó gran parte de su obra a la educación de la mujer. Ver: “Sinués y Navarro, María del Pilar”, en GEA Gran Enciclopedia Aragonesa, disponible en: http://www.enciclopediaaragonesa.com/voz.asp?voz_id=11811 38

María Pilar Sinués, “La felicidad de la muger”, El museo de las familias. Periódico general, Guatemala, tomo 1, N° 8, 1 de marzo de 1873, p. 4. 39

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Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 quebrarse la cabeza para reemplazar a este poder divino… todos estos vastos desarrollos del entendimiento no les presentarán sino la materia de un erudito. Para formar un hombre, es necesario desarrollar su alma; y en apareciendo esta busca a su Dios, volviendo otra vez a la tan despreciada religión. Solo la idea de Dios hace al hombre completo. Tal es, en resumen, el plan de estudios. Los dirigiremos a las madres, no porque confíen sus principios a la memoria de sus hijos, sino para que se los impriman generosa y profundamente en el alma; su misión no es enseñar, sino influir: las mugeres no nos hacen sabios, sino que nos inspiran y nos dirigen40.

Ante la depravación de la sociedad el único remedio era volver a la religión. Por ello no había que descuidar la educación religiosa, especialmente en las mujeres, piezas clave en la primera formación de los hijos. ¿Qué tipo de educación necesitaban las mujeres? Al igual que Vecchiotti, el español Severo Catalina del Amo (1832-1871) advierte sobre la necesidad de aclarar que La mayor parte de las gentes confunde la educación con la instrucción. Es un error gravísimo. Hay hombres instruidos que están muy mal educados: hay, por el contrario, muchos ignorantes que cautivan por su buena educación. La educación es de más importancia que la instrucción. La primera se dirige principalmente al corazón; la segunda a la inteligencia. Eduquemos a las mujeres, e instruyámoslas después, si queda tiempo41.

Lo que necesitaban las mujeres era la educación del corazón, más que la instrucción de la inteligencia. La sociedad no necesitaba más ciencia sino más virtud, y las depositarias de la virtud eran las mujeres. En ello coincide el también español Francisco Alonso y Rubio (1813-1894), en un texto donde aborda los deberes de la mujer en la familia y la sociedad. Alonso y Rubio considera utópicas todas las ideas que Louis Aimé-Martin, Educación de las madres de familia, o de la civilización del linage humano por medio de las mujeres. Obra coronada por la academia francesa, Imprenta de Joaquín Verdaguer, Barcelona, 1842, p. 77. Aimé-Martin nació en Lyon en 1781 y murió en Paris, en 1847. Fue profesor de letras, filosofía moral e historia en la Escuela Politécnica. Su principal obra es el tratado sobre la educación de las madres de familia en donde afirma que la única manera de regenerar la sociedad de su tiempo era a través de la formación de las mujeres. Una vez educadas, ellas serían capaces de formar a los hombres en carácter y virtud. Ver: “Louis Aimé-Martin”, en The American Cyclopaedia, disponible en: http://chestofbooks.com/reference/American-Cyclopaedia-V1/Louis-Aime-Martin.html 40

D. Severo Catalina, La mujer. Apuntes para un libro, A. de San Martín, Editor, Madrid, 1861, p. 13. Severo Catalina fue escritor, periodista y académico de la Lengua. Marcadamente conservador, ocupó la dirección de Instrucción Pública en 1866, antes de la revolución de 1868. Escribió numerosas obras en las que defendió la ortodoxia católica y el moderantismo político que él veía amenazados por el anticlericalismo y las convulsiones revolucionarias de su época. Ver: “Severo Catalina del Amo”, en Diccionario de personajes conquenses, disponible en: http://www.aache.com/alcarrians/catalina_severo.htm 41

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Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 buscan para las mujeres horizontes distintos al del ámbito doméstico. Para ello recurre también al argumento naturalista en la asignación de deberes y funciones de los dos sexos: ¿Qué sería, en efecto, de nuestras actuales sociedades, de los distintos pueblos de Europa, si la mujer se hubiese permitido disputar al hombre la preferencia en las elecciones de todos los cargos públicos, intervenir en la administración y gobierno del Estado, ejercer toda clase de derechos políticos, tomar parte en la milicia, olvidando los cuidados domésticos, las necesidades de la familia y la educación de los hijos? Afortunadamente, el común sentir de la humanidad ha dado su verdadero valor a tales utopías; el hombre ha seguido el camino que le ha señalado la naturaleza, y la mujer no se ha apartado de los deberes inherentes a su sexo, en relación con sus necesidades instintivas y con la índole de sus facultades42.

El hombre al espacio público y la mujer al espacio doméstico, según la índole de sus facultades. Ese era el orden establecido por la naturaleza y por Dios. Y para mantener este estado de cosas, de nuevo, la educación de la mujer debía orientarse a la formación de las virtudes y del corazón. La educación era necesaria, no así la instrucción intelectual. Si el trabajo de las mujeres era la formación de virtudes y el carácter de los hijos, necesitaban para ello, más que una inteligencia instruida, un corazón virtuoso. Instruir la inteligencia de las mujeres haría que olvidaran sus deberes de madre y esposa. En este sentido, la corriente laicizante del liberalismo significaba un serio riesgo para la sociedad católica. Había que contrarrestarla reforzando la formación religiosa de las mujeres, principales agentes de socialización en el ámbito doméstico. Desde allí ellas ejercerían su influencia en sus padres, hijos y maridos para hacer frente a las temidas ideas del liberalismo radical. Ahora bien, ¿en qué consistían aquellas ideas que Dr. D. Francisco Alonso y Rubio, La mujer bajo el punto de vista filosófico, social y moral: sus deberes en relación con la familia y la sociedad, Establecimiento tipográfico Gravina, Madrid, 1863, p. 53. Fue una de las figuras más eminentes de la medicina española en el siglo XIX. Se dice de él que murió “bajo el consuelo de los auxilios de la santa religión”. El texto sobre la mujer y sus deberes en la familia y la sociedad lo dedicó a su madre, en recuerdo de sus virtudes. Ver: Anales de Real Academia de Medicina, Datos biográficos, bibliográficos y académicos referentes al Excmo. E Ilmo. Señor D. Francisco Alonso y Rubio, Est. Tip. Viuda e hijos de M. Tello, Impresor de cámara de S. M., Madrid, 1894, pp. 99-184. 42

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Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 amenazaban con corromper y pervertir las inteligencias? ¿Tenían fundamento los temores de los clérigos? ¿Qué cambios se perfilaban en materia educativa durante la administración de Santiago González? Dedicaré el siguiente apartado a profundizar en este tema. 2. La educación de la mujer en la nueva visión del liberalismo radical La administración de Santiago González impulsó una reorganización del sistema educativo nacional que contemplaba varias medidas para mejorar los contenidos y ampliar la cobertura de la educación primaria. En esta reorganización de la educación se destaca el particular interés de Darío González, Secretario de Instrucción Pública, y otros funcionarios del ramo, por impulsar la instrucción intelectual de las mujeres. En sus discursos, afirmaron la igualdad de facultades intelectuales en mujeres y varones y, en consecuencia, abogaron por mejorar y expandir la educación del “bello sexo”. Una muestra de este interés fue el decreto ejecutivo para la fundación de la Escuela Normal de Institutrices, primera institución estatal de formación profesional para mujeres en El Salvador. En la presente sección, haré un recorrido general por los discursos que dan cuenta de la nueva concepción de educación pública y de las noticias que informaron sobre la reestructuración del sistema educativo nacional, de manera que este marco permita entender el proceso de cambio de la educación femenina. 2.1 Una nueva concepción de Instrucción Pública En enero de 1872, Álvaro Contreras43, redactor del Boletín Oficial, publicó un texto en el que mostraba ampliamente los fundamentos filosóficos y políticos de la nueva visión de educación que el gobierno de Santiago González quería impulsar. Contreras comienza con una afirmación tajante: es el Estado quien tiene la obligación Político liberal y periodista hondureño. Después de haber sido expulsado de Honduras por el régimen conservador del general José María Medina, emigró a Panamá y luego a Costa Rica. Ahí trabajó como profesor en el Colegio de San José, y como periodista en la Gaceta Oficial y La Estrella de Irazú. Se estableció en San Salvador en 1871. Fungió como redactor del Boletín Oficial y fue fundador del periódico La Opinión. En 1872 fue electo diputado por Chalatenango. Ver: “Álvaro Contreras”, en Héroes y próceres, disponible en: http://www.historiadehonduras.hn/heroesyproceres/contreras.htm. Actualizado el 22 de febrero de 2012. 43

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Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 de fomentar y proteger eficazmente la instrucción pública. Es decir, la educación pública debía ser un asunto del Estado (y no de la Iglesia, como había sido hasta entonces), él era el único capaz de fomentar la organización de cada una de las esferas de la actividad humana, entre ellas, la de la educación. Por ello advierte: Si el Gobierno abandonara aquí al arbitrio de cada ciudadano la enseñanza, la industria, el comercio y aún la moralidad pública. ¿Qué resultaría? El embrutecimiento del pueblo y la decadencia de todos los ramos de su prosperidad y engrandecimiento. La relajación de las costumbres, la falta absoluta de virtudes cívicas y consiguientemente la imposibilidad de llegar a una perfecta y constante aplicación del sistema republicano, que solo puede ser una abstracción allí donde la generalidad de los hombres carecen de la capacidad suficiente para comprenderlo, y no tienen el carácter formado para practicarlo bien44.

Contreras señala que el Estado no podía renunciar a la función tutelar que le correspondía con respecto a la instrucción pública, pues “la humanidad volvería bruscamente hacia atrás, y, dando una espantosa caída, vería perpetuarse el reinado de las tinieblas en el mundo”. Es interesante constatar que para fundamentar su análisis sobre el rol del Estado, el autor se adscribe a la filosofía krausista de Heinrich Ahrens (1808-1874). En una extensa cita, muestra el rol que el filósofo alemán asigna al Estado: Como dice muy bien el sabio Ahrens, el Estado es la institución social que ha llegado al más alto grado de perfección relativa. Fundado en un principio que responde completamente a las necesidades de la vida práctica, es el que más se ha desarrollado en su organización propia y en sus medios de administración. Y es una ley fundamental de todo desarrollo histórico que la institución que ha llegado en una época dada a la evolución más completa, esté destinada a ejercer la tutela sobre los ramos de la actividad social que se han quedado rezagados, que no han adquirido bastante vitalidad para constituir una organización distinta, con un poder bastante fuerte para marchar hacia un perfeccionamiento ulterior. Esta tutela sobre todas las instituciones que se encuentran en un estado de formación corresponde, pues, por el principio y por la historia al Estado. A esta categoría pertenecen la industria y el comercio, las ciencias y las artes, la instrucción y la educación, y, en último término, la moralidad pública45.

Instrucción, educación y moralidad pública eran, pues, asunto de Estado. Según Contreras, este pensamiento estaba a la base del principio constitucional que declaraba 44

Álvaro Contreras, “Instrucción pública”, Boletín Oficial, tomo 1, N° 37, 9 de enero de 1872, p. 1.

Álvaro Contreras, “Instrucción pública”, Boletín Oficial… p. 1. La cursiva es original, probablemente porque cita textualmente a Ahrens. 45

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Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 gratuita y obligatoria la enseñanza primaria, y ponía bajo la protección de la autoridad la secundaria y superior. Era al Estado a quien tocaba promover el desarrollo de los intereses morales y dar impulso a la cultura intelectual de los pueblos. En este sentido, el primer paso que había dado el Estado salvadoreño en este hacerse cargo de la educación era la fundación de la Escuela Normal para maestros. La medida estaba orientada a unificar la formación de los docentes, y garantizar así la uniformidad de la educación que debían recibir los estudiantes en las escuelas. En opinión de Contreras, el programa de reforma educativa del gobierno de González estaba “fundado sobre una base más amplia y más sólida que la que hasta hoy ha tenido la instrucción pública”46. No tardó para que el impulso gubernamental a la educación fuera percibido por los mismos usuarios del sistema educativo. Muestra de ello es un discurso pronunciado por una alumna de la Escuela de Niñas de San Miguel, publicado en octubre de 1872 en el Boletín Oficial. La alumna Eloisa Lara se dirigió a sus compañeras, directora e invitados presentes el día del examen público de su Escuela. Lo primero que Lara reconoce es la atención que ahora se estaba dando a la educación de las mujeres, después de años de tenerla en el olvido: Ese olvido culpable se ha reparado recientemente acordándose una escuela de niñas en esta Ciudad, en cuyo plantel será mejorado el entendimiento i formado el corazón, para que más tarde se recojan los frutos de la positiva educación. El Gobierno Supremo ha dotado la escuela a que pertenezco, sin duda teniendo presente, que instruida la mujer, mañana o ese otro día, será esposa y madre que sabrá desempeñar en la sociedad conyugal las obligaciones domésticas i sentará las bases de futura felicidad para sus hijos dirijiéndolos convenientemente47.

La alumna señala que los esfuerzos del Gobierno se habían visto apoyados eficazmente por el gobernador del Departamento y por el gobierno municipal, por lo que los exhortó a seguir cooperando de manera conjunta para que la educación “no decaiga”. Junto a las palabras de Eloísa Lara fue publicado otro discurso pronunciado 46

Álvaro Contreras, “Instrucción pública”, Boletín Oficial,… p. 1.

Eloísa Lara, “Discursos pronunciados en la Ciudad de San Miguel el día 10 de octubre de 1872 en el examen público de la Escuela de Niñas”, Boletín Oficial, tomo I, N° 78, 31 de octubre de 1872, p. 2. 47

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Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 en el mismo evento. Aunque el periódico no menciona ningún nombre, se trata seguramente de la alocución de alguna de las autoridades del gobierno municipal o del gobierno departamental presentes en el examen público de aquella escuela. Lo interesante de este otro discurso es la vinculación que establece entre la ilustración de la mujer y la consecución de una nación verdaderamente civilizada. El discurso inicia con una incisiva sentencia: No merece el nombre de civilizada la nación que niega la educación i la ilustración a la porción más bella del jénero humano, la mujer. No es libre la nación que hace esclava la porción más bella del jenero humano, la mujer48.

El orador coincide con Eloisa Lara al reconocer que, hasta ese momento, la educación de la mujer había permanecido abandonada. ¿A qué podían referirse con esta aseveración? Es probable que quisieran contrastar la nueva visión educativa con la que se había tenido de la educación femenina en las escuelas de primeras letras, donde las mujeres aprendían, fundamentalmente, la religión y apenas los rudimentos de escritura y aritmética. En esta nueva propuesta, comenzaba a hablarse de la necesidad de un desarrollo armónico “i en un grado considerable, de las facultades del cuerpo i del espíritu”. Eran tres las fuerzas poderosas que impulsaban al ser humano hacia el progreso, dice el orador: la fuerza física que mueve las máquinas, la fuerza moral que mueve los corazones i hace brotar los sentimientos grandes, i la fuerza intelectual que mueve las inteligencias i hace concebir las grandes ideas. De aquí nacen la moralidad, la instrucción i la riqueza, que es lo que constituye el bienestar, la felicidad de las sociedades humanas, i lo que las hace acreedoras al calificativo de civilizadas; i como consecuencia necesaria, la de libres49.

En la nueva visión educativa, la formación de las mujeres debía contemplar tanto la educación de las virtudes como la instrucción de la inteligencia. Y es que los “Discursos pronunciados en la Ciudad de San Miguel el día 10 de octubre de 1872 en el examen público de la Escuela de Niñas”, Boletín Oficial, tomo I, N° 78, 31 de octubre de 1872, p. 2. 48

“Discursos pronunciados en la Ciudad de San Miguel el día 10 de octubre de 1872 en el examen público de la Escuela de Niñas”, Boletín Oficial… p. 2. 49

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Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 nuevos tiempos exigían no solo la formación moral, sino también la física e intelectual. Los fines de la humanidad no podrían realizarse si se excluía a la mujer de los beneficios de esta nueva educación. Por ello, señala, “los prohombres de nuestro país han tenido la feliz inspiración de tomar sobre sí tan laudable empresa, de lo que me complazco sobremanera i felicito por ello a mi patria”50. Los nuevos tiempos exigían otro tipo de educación para que las mujeres participaran de los beneficios del progreso y la civilización. Como ya adelanté en el capítulo anterior, esta preocupación también formó parte de las agendas de los gobiernos y de la discusión pública en Latinoamérica durante el siglo XIX. Ya en la década de 1850, Bolivia había implementado una primera reforma educativa impulsada por el presidente Manuel Isidoro Belzú (1808-1865) en la que también se destacaba la importancia prioritaria de la educación de las mujeres: En 1850, Belzú anunció su intención de hacer prioritaria la educación de las mujeres cuando observó que en la mayoría de las capitales departamentales de su administración había pocas o ninguna oportunidad para la educación del “bello sexo”. Belzú comprometió entonces a su Ministerio de Instrucción Pública al fomento de la educación de las mujeres. Su ministro de Instrucción Pública en 1850, José Agustín de la Tapia, en su informe anual a la Convención Nacional sostuvo que “la educación para niñas es una de las necesidades más urjentes de la instrucción pública”51.

En Argentina, en el período comprendido entres 1862 y 1880, conocido como la era sarmientina de la educación popular, Domingo Faustino Sarmiento impulsó un proyecto educativo inspirado en las escuelas de los Estados Unidos de América. Este proyecto propició lo que se conoce como la “feminización” del magisterio. A este respecto dice la investigadora Lucía Leonetti que

“Discursos pronunciados en la Ciudad de San Miguel el día 10 de octubre de 1872 en el examen público de la Escuela de Niñas”, Boletín Oficial… p. 2. 50

Heather Thiessen-Reily, “Las bellas y la bestia: la educación de las mujeres durante la era de Belzú: 1848-1854”, en J. Salomón y G. Delgado (eds.), Identidad, ciudadanía y participación popular desde la colonia al siglo XX, Estudios Bolivianos, Plural, La Paz, 2003, p. 86. 51

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Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 se argumentó que la mujer era la más capacitada para emprender la tarea de educar a los niños. Compartieron el criterio de dejar a la mujer encargada de la primera enseñanza del hombre al sostener que “esta función delicada, paciente y sentimental se relaciona de un modo íntimo con el alto destino que la naturaleza trazó a la mujer en la familia y en la sociedad”52.

Según los investigadores Iván Molina y Steven Palmer, aún y cuando el régimen militar de Tomás Guardia (1870-1882) fracasó en uniformar la educación pública, Costa Rica también experimentó en ese período una fuerte demanda en pro de la instrucción de las niñas, pues “mientras la educación para los varones se había duplicado a lo largo de una década, la de las niñas se había incrementado por seis”53. En el caso de Uruguay, en 1877, el presidente José Pedro Varela emitió un decreto en el que imponía la obligatoriedad de la enseñanza primaria. En esta reorganización, la situación de la mujer como sujeto y objeto de la educación fue una de sus principales inquietudes: se redefinieron los contenidos de la educación destinada a las niñas, se impulsó la coeducación de los sexos y se fomentó la carrera docente como perspectiva laboral para las mujeres54. En El Salvador, la primera institución de formación de maestras se creó en 1874, como veremos más adelante. Sin embargo, desde la fundación de la primera Escuela Normal de Maestros, la formación del magisterio constituyó un pilar fundamental en la reestructuración de la Instrucción Pública. Interesa situar esta visión sobre el magisterio pues, dos años más tarde, las mujeres formarían parte de este sacerdocio del progreso y la civilización. El 9 de enero de 1872, Álvaro Contreras escribió otro editorial titulado “El Gran Sacerdote de la Humanidad”. El texto destacaba la labor del maestro como el ser que “compendia la civilización en el recinto humilde de un templo donde son Lucia Leonetti, La misión política de la escuela pública. formar a los ciudadanos de la república (1870-1916), Miño y Dávila Editores, Buenos Aires, 2007, p. 37. 52

Iván Molina y Steven Palmer, Educando a Costa Rica, alfabetización popular, formación docente y género (18801950), EUNED, San José, 2003, pp. 85-86. 53

Ver: Sandra Carreras, “La mujer en la reforma educativa uruguaya”, en Bárbara Potthast y Eugenia Scarzanella (eds.), Mujeres y naciones en América Latina. Problemas de inclusión y exclusión, Iberoamericana, Madrid, 2001, pp. 93-113. 54

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Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 bautizadas con la luz celestial de la religión i de la ciencia, de la moral i del arte las almas que han venido a esta vida transitoria con el verdadero pecado original de la ignorancia”55. Llamo la atención sobre estas metáforas religiosas que se mantendrán en los discursos de Santiago González en su mensaje a la Asamblea General unos días más tarde, y en el de una alumna de la escuela en Sensuntepeque, casi quince años después, como tendré ocasión de mostrar en el cuarto capítulo. El maestro de escuela era el “compendio de la civilización”. Todos, dice Contreras, ciudadanos, ministros, políticos, héroes, sabios y santos, habían estado bajo la acción tutelar de un maestro, “de ahí ese afán que revelan todos los Gobiernos civilizados de nuestro tiempo por estender mas i mas la enseñanza popular”, concluye. El anhelo de los liberales, afirma Contreras, es llevar la escuela a todas las poblaciones, para “hacer que los conocimientos elementales despierten al pobre habitante de las ciudades i de las aldeas, de los valles i de las montañas; porque el sueño del espíritu equivale a la muerte en este siglo de vigilia, de vitalidad i movimiento”. En la sociedad liberal, dice Contreras, todos los hombres tienen deber y derecho de participar en los negocios públicos. Si cada ciudadano era “una copia fotográfica de la soberanía popular”, debía conocer la importancia del papel que le tocaba representar. Por ello, concluye: “la mejor solución del problema de la democracia universal, está pendiente de la enseñanza. Multiplicar las escuelas i conceder al noble Sacerdocio del Majisterio la honra altísima i la recompensa que merece, es trabajar por la santa causa de la redención de los pueblos, por su dicha i su engrandecimiento”. Para respaldar sus palabras, Contreras cita nombres de políticos y países que se habían comprometido con la educación popular, tales como Garfield56, en los Estados Unidos; Sarmiento57, en la Argentina; o los ejemplos de Chile y la Unión Colombiana Álvaro Contreras, “El Gran Sacerdote de la humanidad”, Boletín Oficial, tomo I, N° 86, 9 de enero de 1872, p. 1. 55

56

Se refiere a James A. Garfield (1831-1881), senador, congresista y presidente de los Estados Unidos.

Habla de Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888), presidente de la Argentina y uno de los grandes impulsores de la educación de ese país. 57

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Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 que “han hecho de las escuelas los primeros i más activos laboratorios de la civilización”. El texto de Contreras termina destacando la labor de Fernando Velarde, un literato y educador de origen español a quien el gobierno de González confió la dirección de la Escuela Normal de Varones. Contreras consideraba a Velarde un reformador porque su método combinaba muchos y variados conocimientos que ponían en ejercicio simultáneo “todas las potencias del alma, protegiendo así su desarrollo i perfección integral”. Contreras felicita a Velarde por su esfuerzo y le anima afirmando que “la fuerza de los hechos harán caer las oposiciones inútiles, la duda irracional i la censura ciega”58. ¿Qué quería decir Contreras con esta afirmación? ¿A qué oposiciones inútiles, dudas irracionales o censura ciega se refería? Es muy probable que la selección de Velarde como director Escuela Normal no haya sido del agrado de los clérigos católicos. El talante liberal y anticlerical de Velarde había quedado manifestado en una obra suya publicada en 1870, cuyo título era Poesía y la religión del porvenir. Cánticos del Nuevo Mundo. En el poema titulado “El juicio final”, Velarde anuncia nada menos que ¡el fin del cristianismo!59 Con este antecedente no es extraño que, en julio de 1872, La Verdad publicara una Carta Pastoral del Obispo coadjutor de San Salvador, José Luis Cárcamo, donde censuraba el texto El Universo de Fernando Velarde. La razón de la censura era que, según Cárcamo, el texto contenía errores en materia de Religión. La pastoral terminaba con la abierta prohibición de la lectura del libro en los siguientes términos: PROHIBIMOS la lectura de dicho libro y su retención, bajo la pena de excomunión fulminada por el Concilio Vaticano y demás disposiciones eclesiásticas. Los Párrocos y los fieles que posean o adquieran por cualquier medio dichos libros los entregarán inmediatamente a las autoridades Eclesiásticas, o los quemaran por sí mismos los Párrocos60. 58

Álvaro Contreras, “El Gran Sacerdote de la humanidad”, Boletín Oficial… p. 1.

En una nota a pie de página del poema expresa: “Bien sé cuán peligroso es en todas partes decir la verdad… demasiado sé que para decirla toda entera en España se necesita más valor que para ganar cien batallas… preveo que esto me ha de acarrear odios, persecuciones y calumnias, pero.. ¡inmortal espíritu! ¡Adelante!”. Fernando Velarde, Poesía y la religión del porvenir. Cánticos del Nuevo Mundo, Establecimiento tipográfico de Narciso Ramírez y Cía., Barcelona, 1870, p. 104. 59

60

“Carta Pastoral”, La Verdad, tomo II, N°60, 20 de julio de 1872, p. 4.

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Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875

Seis meses después, en otro editorial publicado en la edición del 25 de enero de 1873, La Verdad criticó otro libro escrito por Fernando Velarde. Esta vez se trataba de un texto para las escuelas. El editorial señala que el cuaderno La ciencia popular centroamericana contenía ciertas ideas que tenían conexión con la doctrina católica “a cuya defensa hemos consagrado nuestro periódico, como imprescindible deber de nuestro ministerio”61. No he logrado ubicar este texto, pero los señalamientos que aparecen en La Verdad ponen de manifiesto que lo que les incomodaba a los clérigos eran las ideas de corte panteísta que expresaba Velarde en su concepción sobre Dios y el universo. Los eclesiásticos señalan que esa idea de que en Dios se concilian la unidad del espíritu y la variedad de las criaturas, era cierta en un sentido, y falsa en otro. ¿En qué sentido era falso lo que decía Velarde? …es falso en el sentido de los panteístas, que identificando a Dios con el universo, consideran a este como emanación infinita o manifestación de Dios, y a Dios como el alma que informa el inmenso cuerpo del mundo. Llamar al universo infinita síntesis, y a Dios absoluta síntesis, es identificar a Dios con el universo y el universo con Dios, porque El ser infinito es absoluto y el ser absoluto es infinito. El panteísmo es un sistema horrible y peor que el ateísmo pues mientras que el segundo no hace más que negar la existencia de Dios, el primero le atribuye todos los males del mundo, y lo hace el conjunto monstruoso de todas las contradicciones, divinizando las acciones más detestables y las pasiones más corrompidas62.

A juzgar por la crítica de los clérigos, pareciera que el texto de Velarde tenía una fuerte influencia krausista. A este respecto es importante recordar que los pensadores católicos españoles censuraron el krausismo por considerarlo, precisamente, un pensamiento panteísta y ateo. El Diccionario de Ciencias Eclesiásticas63, publicado entre 1883 y 1890, incluye una entrada sobre el krausismo escrita por el parlamentario español 61

“La ciencia popular centroamericana”, La Verdad, tomo II, N° 76, 25 de enero de 1873, p. 1.

62

“La ciencia popular centroamericana”, La Verdad… p. 1.

El Diccionario tenía diez tomos e incluía temas de teología dogmática, derecho canónico, cismas y herejías, errores modernos, entre otros. Ver: “Diccionario de ciencias eclesiásticas”, en Proyecto Filosofía en español, disponible en: http://www.filosofia.org/enc/dce/dce.htm 63

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Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 Manuel Polo y Peyrolón (1846-1918). En este texto se hace clara referencia al ateísmo y panteísmo presentes en el pensamiento krausista: Por otra parte, el Dios de los krausistas es el principio de toda ciencia, el pensamiento más alto sin el cual cosa alguna puede ser pensada, el concepto universalísimo y abstracto de ser; y de aquí su ateísmo, pues sabido es que el universal ser no tiene valor objetivo alguno más que concretándole en los individuos. Panteísmo y ateísmo: aquí está, condensada en dos palabras, toda la Teodicea krausista64.

Nuevamente aparece el terror de los clérigos católicos a la diversidad de pensamiento a la que el discurso panteísta abría la puerta. Como ya he mostrado, el pensamiento católico se opuso a todas las corrientes liberales de la modernidad que amenazaran el pensamiento hegemónico católico. Por eso es que krausistas, masones y protestantes eran vistos como miembros de sectas diabólicas amenazantes para la Iglesia. La preocupación de los redactores de La Verdad era la difusión que tendría el pensamiento del señor Velarde a través de los preceptores que se formarían con semejante texto. Ellos creían su deber “prevenir los efectos que necesariamente producirá su lectura, en las creencias sencillas de nuestros niños y de los pueblos”65. De hecho, la influencia de Velarde y su visión krausista no solo se hicieron sentir en la publicación de textos o en la formación de los normalistas, sino también en su manera de concebir la educación femenina. Esta se pondrá en evidencia, dos años más tarde, cuando Velarde rinda informe a la Secretaría de Instrucción Pública sobre los exámenes de una de las escuelas de niñas, como mostraré en la tercera sección de este apartado. En enero de 1875, el presidente Santiago González manifestó su convicción sobre la importancia que le daba su administración a la Instrucción Pública para el Manuel Polo y Peyrolón, “Krausismo”, en Diccionario de ciencias eclesiásticas, Imprenta Domenech, Valencia, 1888, p. 257. Polo y Peyrolón fue activo propagandista católico desde el tradicionalismo. Fue condecorado por León XIII con la cruz Pro Ecclesia et Pontifice. Sus textos de ética sirvieron para muchos institutos de segunda enseñanza. Sus intervenciones parlamentarias destacaron por sus críticas al liberalismo y a la masonería. En 1899 publicó un texto titulado Intervención de la masonería en los desastres de España. Ver: “Manuel Polo y Peyrolón”, en Proyecto Filosofía en español, disponible en: http://www.filosofia.org/ave/001/a005.htm 64

65

“La ciencia popular centroamericana”, La Verdad… p. 1.

118

Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 progreso nacional. En el mensaje que dirigió a la Asamblea General en la apertura de sus sesiones ordinarias, dice González: Consecuente con mis profundas convicciones, he dado una atención preferente a la Instrucción Pública, como la única solución progresista de todos los problemas políticos y sociales que se agitan en el siglo. Yo creo, os decía al saludaros en las sesiones del año anterior, que los maestros de escuela y los libros son los soldados y el material de guerra con que la civilización ha de vencer a la barbarie, para redimir al género humano del pecado original de la ignorancia. Yo creo que no es posible llegar a la práctica del Gobierno republicano, tal como lo concibe y esplica la razón, si las tinieblas ennegrecen la conciencia del pueblo, si este no sabe ser soberano por el noble ejercicio de sus derechos y el religioso cumplimiento de sus deberes66.

Según el presidente González, no podía haber un sólido progreso si no se acompañaba de una renovación en el espíritu de los pueblos. Al igual que señalara Álvaro Contreras, González destaca la necesidad de redimir al pueblo del “pecado original de la ignorancia”. Por ello, señala, no se habían omitido sacrificios para que la Instrucción Pública fuera una verdadera práctica en El Salvador y no solo un “desiderátum de los corazones nobles y un tema de disertación para los hombres de Estado”. El presidente consideraba espléndidos los resultados de la Escuela Normal de varones, un “semillero de la verdadera civilización” que comenzaba a irradiar a través de los maestros egresados. Esta primera medida impactó fuertemente en la reorganización del sistema educativo impulsada durante la administración de Santiago González. ¿En qué favoreció a las mujeres estas transformaciones? La siguiente sección permitirá ahondar en la situación del sistema educativo nacional para luego centrarnos, en la tercera sección, en la educación femenina de ese período. 2.2 La reorganización del sistema educativo Como ya adelanté en la sección anterior, el primer paso para la reorganización del sistema de instrucción pública fue la fundación de una Escuela Normal para Maestros. El 9 de enero de 1872, el vicepresidente y Ministro de Instrucción Pública, 66

“Mensaje”, Diario Oficial, N° 8, año 1, 24 de enero de 1875, p. 1.

119

Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 Manuel Méndez67, solicitó al rector de la Universidad la elaboración de un reglamento para la mencionada institución. A petición del presidente, el ministro Méndez recomendó que los ramos de enseñanza seleccionados fueran esencialmente precisos para conseguir el fin propuesto, “y que en estos se incluya el conocimiento de nuestra Carta fundamental, especialmente en lo relativo a los derechos y deberes del ciudadano, e igualmente nociones claras y precisas sobre Religión y Moral”68. El proyecto de la creación de una Normal para la formación de maestros no era del todo novedoso. Ya Gerardo Barrios había fundado dos durante su administración 69. Sin embargo, la creación de esta nueva institución de formación docente estaba estrechamente ligada a la nueva concepción de la Instrucción Pública. Según decreto ejecutivo, la Normal funcionaría en el edificio del Colegio Nacional 70 a partir del 1 de enero de 187371. La necesidad de este instituto se justificaba por la falta de formación adecuada de aquellos que se dedicaban a la labor del magisterio. Si la Instrucción Pública era la base principal del bienestar y progreso de la sociedad, era necesario un establecimiento destinado a formar y educar sujetos capaces para la enseñanza primaria en toda la República. La enseñanza de la Normal comprendería los siguientes ramos: Art. 2° Pedagogía teórica y práctica, lectura i escritura graduadas, doctrina cristiana, Aritmética elemental, Nociones de Aljebra i de Jeometría, Dibujo lineal, elementos de Cosmografía, Geografía política i descriptiva, prefiriendo siempre la nacional, Manuel Méndez fue masón, fundador de la Logia “Progreso n° 5” de San Salvador, en septiembre de 1871. Ver: Roberto Valdés, “Origen, miembros y primeras acciones de la masonería en El Salvador (1871-1872), en Cultura. Revista de la secretaría de Cultura de la Presidencia, No. 102, enero-julio 2010. Dirección de Publicaciones e Impresos, San Salvador, 2010, pp. 107-124. 67

“Ministerio de Instrucción Pública del Supremo Gobierno”, Boletín Oficial, tomo 1, N° 37, 9 de enero de 1872, p. 1. 68

En 1858 fundó una Escuela Normal para San Miguel y otra para San Salvador. Las materias establecidas para la enseñanza en dichas instituciones incluían lectura, escritura, aritmética, gramática castellana, doctrina cristiana y geografía. Ver: Archivo General de la Nación (comp.), Gerardo Barrios, recopilación documental 1856-1878, Concultura, San Salvador, 2007, pp. 235-237. 69

70

Ver: “Poder Ejecutivo”, Boletín Oficial, tomo I, N° 81, 25 de noviembre de 1872, p. 1.

71

Ver: “Convenio”, Boletín Oficial, tomo 1, N° 81, 25 de noviembre de 1872, p. 1.

120

Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 Gramática castellana, Moral social i cristiana, elementos de Historia Universal i sagrada, Historia Nacional, derechos i deberes del ciudadano conforme al derecho público patrio72.

El Estado se haría cargo de la educación de 25 jóvenes, uno por cada distrito. La decisión de extender los diplomas de profesores de primeras letras quedaría bajo la responsabilidad del Consejo de Instrucción Pública73. Aquellos jóvenes que hubieran obtenido el diploma de profesores debían tener prioridad en la contratación para la dirección de las escuelas primarias. Para la dirección de la Escuela Normal, el gobierno estableció un convenio por dos años con el educador español Fernando Velarde, a quien ya he mencionado anteriormente. Para finales de 1872, la educación primaria en el país dejaba mucho que desear. Lo primero que lamenta el secretario Carlos Bonilla, con respecto a ella, es la falta de información: “Sobre este ramo nada podré deciros por ser escasísimos los datos que muy pocos de los Señores Gobernadores departamentales han suministrado al Consejo”74. Para compensar la falta de datos, el Consejo nombró un Inspector General de Escuelas. Para este trabajo se ofreció Juan Barberena, de manera gratuita. Con esta información, los miembros del Consejo esperaban tener un panorama más claro del estado de la educación en los departamentos. El 9 de junio de 1873 fue decretado el nuevo reglamento de instrucción primaria que derogó el que estaba vigente desde el 5 de noviembre de 186175. El nuevo reglamento estableció dos tipos de escuelas primarias: las elementales y las superiores, ubicadas estas últimas en las cabeceras de distrito. La apertura de escuelas quedó bajo la 72

“Decreto”, Boletín Oficial, tomo 1, N° 81, 25 de noviembre de 1872, p. 1.

Las autoridades que conformaban el Consejo de Instrucción Pública para ese momento eran el rector de la Universidad, Darío González; el vicerrector, Ireneo Chacón; los conciliarios Pablo Buitrago (derecho), Bartolomé Rodríguez (teología), Rafael Izaguirre (medicina) y Juan Barberena (ciencias y letras). Ver: “Memoria de la Secretaría de la Universidad. diciembre 15 de 1872”, Boletín Oficial, tomo I, N° 85, 31 de diciembre de 1872, p. 3. 73

“Memoria de la Secretaría de la Universidad. diciembre 15 de 1872”, Boletín Oficial, tomo I, N° 85, 31 de diciembre de 1872, p. 3. 74

75

“Ministerio de Instrucción Pública”, Boletín Oficial, tomo 3, N° 1, 10 de agosto de 1874, p. 3.

121

Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 potestad de las Juntas de Instrucción departamentales y de las municipalidades, previa notificación a la Dirección de Instrucción Primaria76. Esta medida ponía bajo la vigilancia estatal la creación de instituciones educativas, lo que significaba que si la Iglesia católica –o cualquier otra institución- quería fundar una escuela de primaria, debía someterse a la autoridad del Estado. Uno de los retos de la Secretaría de Instrucción Pública era convencer a la población de la necesidad de la instrucción primaria. El mismo David J. Guzmán visitó varios departamentos para reunirse con los preceptores y promover los nuevos lineamientos educativos. De la visita a Ahuachapán informó Francisco Menéndez, en aquel momento comandante general y gobernador del Departamento. Menéndez señaló que la reunión se había desarrollado en la alcaldía municipal con la presencia de los preceptores del departamento y varios vecinos notables de la ciudad. Según relató el gobernador, Guzmán se dirigió a los maestros “encareciéndoles la necesidad y ventajas de la instrucción primaria y el hermoso porvenir que espera nuestra sociedad si cooperan con verdadero celo a tan importante objeto”77. Además de explicar sobre la manera de enseñar por las reglas del nuevo método citolégico78, Guzmán entregó a cada preceptor una serie de útiles y materiales acordes al sistema adoptado por el Ministerio de Instrucción Pública. La citolegia era un método de lectura práctica, sin deletrear, para uso de las escuelas primarias. El método consistía en el uso individual de un juego de cuadros “citolégicos” que contenían las vocales, el abecedario y la formación de sílabas y palabras para el aprendizaje de la lectura. En octubre de 1874, David J. Guzmán dirigió un informe a Darío González, secretario del ramo de Instrucción Pública, dando cuenta de los hallazgos realizados durante sus visitas a los departamentos de Occidente. Guzmán atribuía el estado Muestra de ello es que en un anuncio publicado en 1875, sobre el nuevo colegio privado para niñas, “Santa Gertrudis”, las directoras informan estar “facultadas por la Honorable y Respetable Junta de Instrucción Pública para ejercer la enseñanza en cualquier ciudad de la República”. Ver: “Nuevo colegio de niñas”, Diario Oficial, Nº 144, año 1, 4 de julio de 1875, p. 7. 76

77

“Ministerio de Instrucción Pública”, Boletín Oficial, tomo 3, Nº 18, 17 de octubre de 1874, p. ilegible.

“La palabra citolegia significa “lectura rápida” y se deriva de las voces latinas cito, prontamente, y legere, leer”. Ver: Sin autor, Citolegia, Serie “Clásicos de la Educación”, Tipografía Bedout, Medellín, 1940, p. 1. 78

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Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 satisfactorio que presentaban las escuelas, después de un año de implementada la reforma, a “los esfuerzos que hacen la autoridad y los preceptores, el empeño notable, la organización seria y la voluntad decidida que dará vigor y ensanche a la nobilísima institución de la enseñanza pública, el primer hecho social en la regeneración de las naciones libres”79. Así como lo hiciera en Ahuachapán, también a los preceptores y vecinos de Santa Ana y Sonsonate explicó el sistema citolégico y el nuevo reglamento de instrucción primaria. Para asegurarse de la implementación del nuevo método, de igual manera, a cada departamento le fue entregado un paquete de materiales consistentes en: cuadros e instructivos citolégicos, reglamentos de instrucción primaria, cartillas del ciudadano y textos de moral. Una de las constataciones que Guzmán señaló de manera particular en su informe fue que “las escuelas de niñas son raras en estos Departamentos, y que es llegado el tiempo de borrar ese triste privilegio que tiene el sexo fuerte sobre el débil recibiendo más luz, más virtud y moralidad que aquellas que más tarde están llamadas a ser la armonía y la base de la educación nacional”80. De nuevo aparecía en el discurso oficial la desatención en las que estaba la educación de las niñas. La inequidad de acceso a la educación era bastante evidente para Guzmán pues ni siquiera se contaba con el registro del número aproximado de escuelas femeninas. En enero de 1875, casi un año después de promulgado el nuevo reglamento de instrucción primaria, la adopción del nuevo sistema de educación ya mostraba algunos logros, según señala la memoria elaborada por León Lozano, bibliotecario de la Universidad. Uno de los logros más reconocidos era la organización uniforme de la enseñanza en toda la República, así como “la inspección vigilante, activa, firme y constante, como lo requiere la obra que por su naturaleza está repartida en tantos obreros”81. Lozano elogia también el celo de las autoridades de los Departamentos,

79

“Informe”, Boletín Oficial, tomo 3, N° 20, 31 de octubre de 1874, p. 162.

80

“Informe”, Boletín Oficial… p. 162.

81

“Universidad central”, Boletín Oficial, tomo 3, N° 28, 2 de enero de 1875, p. 242.

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Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 gracias a la cual, la educación primaria se encontraba organizada en todas las poblaciones de la República. Según la memoria, el nuevo sistema citolégico adoptado en las escuelas había despertado un gran interés en los alumnos de primaria. Sin embargo, Lozano también se queja de que la naciente empresa educativa del Gobierno tropezaba con varias dificultades: por un lado, la lucha contra el arraigo a los antiguos hábitos, por otro, la organización y unificación del propio sistema, “pues era informe lo que existía antes de las reformas”, dice. Con respecto a la educación secundaria, la memoria de diciembre de 1872 no menciona ningún logro. De la educación superior, el secretario señaló que se habían otorgado dos grados de doctor y once de licenciados en derecho; dos de licenciado en medicina; tres en farmacia y dos en ciencias y letras, un licenciado en teología, 39 grados de bachiller en ciencias y letras, cinco en medicina, dos en farmacia, cinco en derecho82. Entre los grados superiores otorgados se encontraban los doctoramientos en Derecho de Rafael Reyes y Francisco Esteban Galindo, y la licenciatura en Ciencias y Letras de Pedro García, intelectuales radicalmente comprometidos con el proyecto liberal, como tendré ocasión de mostrar más adelante. Ya en 1874, el presidente Santiago González decretó la fundación de dos nuevas Universidades: la Universidad de Occidente, en Santa Ana83, y la Universidad de Oriente, en San Miguel84. Ambas estarían dirigidas por un Consejo de Instrucción Pública, organizado de igual manera que la Universidad Nacional, pero con carácter independiente. Su jurisdicción abarcaba únicamente el departamento en cuestión. Estas instituciones podían practicar toda clase de exámenes y conferir grados en todas las facultades, excepto los de licenciado y doctor que quedaron reservados a la Universidad Central.

“Memoria de la Secretaría de la Universidad. diciembre 15 de 1872”, Boletín Oficial, tomo I, N° 85, 31 de diciembre de 1872, p. 3. 82

83

“Ministerio de Instrucción Pública”, Boletín Oficial, tomo 3, Nº 14, 26 de septiembre de 1874, p. 115.

84

“Ministerio de Instrucción Pública”, Boletín Oficial, tomo 3, Nº 18, 17 de octubre de 1874, p. ilegible.

124

Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 En la memoria presentada por León Lozano, en enero de 1875, se informó que en el año anterior habían sido otorgadas seis licenciaturas en Derecho, entre ellas la de Pedro García; tres en medicina y dos en farmacia. Diez y nueve bachilleratos en ciencias y letras, once en derecho, dos en cirugía y medicina y dos en farmacia. Según menciona el bibliotecario, el aumento de salvadoreños con grado académico en 1874 había sido casi del doble de los otorgados en 1873 (la memoria no menciona a ninguna mujer). El bibliotecario también señala que el surgimiento de las Universidades en Santa Ana y San Miguel había respondido a las solicitudes hechas por las Juntas de Instrucción Pública de dichos departamentos al constatar la cantidad de estudios superiores que se estaban desarrollando en los Liceos de varias ciudades de la República85. Aunque no presenta un dato concreto, este comentario refleja que la educación secundaria se estaba ampliando en el país. Este aumento en la educación secundaria también fue destacado por el Secretario de Instrucción Pública, Darío González, en un editorial que publicó en el Boletín Oficial del 9 de enero de 1875. González señaló que durante la administración de Santiago González, la instrucción secundaria había experimentado un “notable ensanche”. Según los datos que ofrece, en el año de 1870 solo se contaba con dos colegios en toda la República: el de la Asunción y el de Santo Tomás. Ya para 1875, existían nueve colegios en todos los departamentos y esperaban abrir algunos otros. Además del aumento de la oferta, señala el Secretario, los estudios y exámenes verificados en tales instituciones eran válidos para optar a grados universitarios, lo cual estimulaba tanto a directores como a estudiantes a continuar con sus carreras. ¿Y a qué se debía este crecimiento en la oferta educativa? Según Darío González, “estos brillantes resultados son consecuencia directa del magnífico programa de libertad con que se inició la revolución del 71, tan fecunda en bienes, para la nación”86. El Secretario aprovechó para reafirmar que una iniciativa como la libre enseñanza solo podía desarrollarse “a la sombra de la libertad”, y que el monopolio en 85

“Universidad central”, Boletín Oficial, tomo 3, N° 28, 2 de enero de 1875, p. 242.

86

“Editorial. Instrucción secundaria”, Boletín Oficial, tomo 3, N° 29, 9 de enero de 1875, p. 252.

125

Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 materia de educación lo único que lograba era “la inutilización de las fuerzas y la paralización de las inteligencias”. Por ello, señala, “debemos, pues, felicitarnos, por haber entrado en una vía amplia de mejoramiento moral y mental que conducirá necesariamente la sociedad a su mayor perfección y bienestar emancipándola de las preocupaciones del error y la ignorancia, mayores enemigos del hombre”87. Las palabras del secretario aludían claramente a esa nueva manera de concebir la instrucción pública libre del influjo eclesiástico. Interesa ahora profundizar un poco más en el tema particular de la educación de las niñas. Esto permitirá entender mejor las resistencias mostradas por los clérigos católicos sobre los cambios que se estaban introduciendo. En la siguiente sección intentaré, pues, hacer una aproximación al estado de la educación femenina durante la administración de Santiago González. 2.3 La educación de las niñas Ya en 1872, Eloísa Lara (la alumna de la Escuela de Niñas de San Miguel) había mencionado en su discurso el interés del gobierno por fortalecer los centros educativos femeninos. Estos discursos, así como los informes sobre los exámenes de las escuelas de niñas, permiten conocer la dinámica particular de estos centros de enseñanza. El horario escolar se dividía entre el aprendizaje de Aritmética, Gramática Castellana, Moral y Doctrina Cristiana, Lectura y Escritura, y las obras de mano como bordados, costura y elaboración de flores. Los exámenes eran un acto público al que asistía el gobernador, representantes de la municipalidad y algunas personas notables, tanto señoras como caballeros. En el acto había discursos, generalmente de una representante de las alumnas y un representante de la autoridad de Instrucción Pública, y se premiaban a las alumnas destacadas. En enero de 1875, el Diario Oficial publicó el informe de los exámenes de la Escuela de Niñas de Cojutepeque. El resultado del examen causó tal entusiasmo, dice la nota, que motivó a un grupo de personas a abrir un fondo con el objetivo de ayudar a la 87

“Editorial. Instrucción secundaria”, Boletín Oficial… p. 252.

126

Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 directora a proveer algunos útiles para las niñas muy pobres. Entre las alumnas premiadas en esa ocasión estaba Dolores Arias, quien pocos años más tarde se convertiría en una de las poetisas salvadoreñas más representativas88. La alumna a cuyo cargo estuvo el discurso en este examen fue Sarita Castellanos. La idea principal en el discurso de la señorita Castellanos resalta el hecho de que la educación de la mujer era la base del bienestar social: Hasta aquí señores, todo esto parece natural y lo es en efecto; porque la Divina Providencia, sabia en todas sus creaciones, ha colocado en el corazón de la muger un fondo inagotable de ternura, de amor y de resignación; grandes virtudes con cuyo auxilio la muger puede cumplir su destino; pero todo esto no habla más que al corazón produciendo en él impresiones fugaces que desaparecen como el humo, cuando impresiones más fuertes y duraderas vienen a ofuscarlas: estas son las de la inteligencia, y aquí entra el papel de la madre educada89.

En el discurso de Sarita Castellanos, la mujer era la responsable de dar la primera dirección al corazón y la inteligencia. Estas fuerzas poderosas eran las dos grandes palancas que hacían al hombre sabio, héroe o genio. Semejante tarea exigía que la mujer fuera una madre educada. ¿Y cómo debía educarse a una mujer para esta tarea? Lo más importante, dice Castellanos, es imprimir en el corazón de la niña “el candor, la caridad y la virtud”, las más bellas cualidades de la mujer. Para lograr estas cualidades, señala, era necesario educar a la mujer con una educación bien dirigida. El discurso de esta alumna coincide con el pensamiento expresado por Vecchiotti en la inauguración de la escuela de niñas, en mayo de 1871. A juzgar por sus palabras, no había razón alguna para que los clérigos percibieran amenazas en el nuevo modelo educativo. Pero, en realidad, ¿era esta la idea que tenían las autoridades de Instrucción Pública sobre la educación de las mujeres? Parece que no. El 1 de septiembre de 1882, la revista literaria La Palabra publicó el poema “Tristezas”, y el 15 de septiembre del mismo año, el poema “La Tarde”. El diario informó que las obras de la poetisa salvadoreña, cuyo seudónimo era “Esmeralda”, habían sido publicadas en el Diario de Centroamérica y en el periódico La Libertad de Honduras. Ver: La Palabra, N° 31 y 32, septiembre de 1882. Estas obras también formaron parte de la antología poética compilada por Román Mayorga. Ver: Román Mayorga Rivas, Guirnalda salvadoreña, Imprenta Nacional, El Salvador, 1884, pp. 67-81. 88

89

“Informe”, Diario Oficial, N° 1, año 1, 15 de enero de 1875, p. 2.

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Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 Otro informe sobre los exámenes realizados en una escuela de niñas, en enero de 1875, refleja la visión estatal. El reporte fue firmado por el Director de Instrucción Primaria, Manuel Sol, y el Director de la Escuela Normal, Fernando Velarde, conocido ya por su talante liberal y anticlerical. En el texto, los comisionados señalaron que la educación de las mujeres se había visto con gran indiferencia, “como si sus facultades intelectuales no fuesen susceptibles de la misma educación que las del hombre y como si no fuera parte integrante en la resolución del gran problema social”90. Contrario a lo que sostenía el pensamiento católico, estos funcionarios veían en las mujeres aliadas para resolver el gran problema social. Esta idea estará presente en los distintos discursos de los intelectuales del liberalismo radical a lo largo de estos años de debate sobre la educación femenina, como se mostrará en los siguientes capítulos. Los dos examinadores parten de reconocer que, en cuanto a facultades intelectuales se refiere, las mujeres y los hombres eran iguales. Por ello, señalan la importancia de ocuparse de la educación de las mujeres para llegar “a un porvenir más risueño, cual es el perfeccionamiento de la muger”. En la visión de estos dos educadores, este perfeccionamiento pasaba por el desarrollo de sus facultades intelectuales, al igual que se hacía con los varones. Al final del informe sobre los exámenes de las niñas, los delegados lamentan “la falta de útiles y de profesores idóneos para ensanchar los conocimientos”. El comentario final da cuenta de la ausencia de preceptoras lo suficientemente formadas para regentar las escuelas de niñas. Hasta ese momento, las directoras de escuelas eran, generalmente, mujeres mayores de reconocida moralidad pero con conocimientos bastante elementales. En cambio, las escuelas de niños ya se estaban viendo beneficiadas por el nombramiento de normalistas como Rafael Osorio91, quien reportó que los niños de la escuela de 90

“Informes”, Diario Oficial, N° 2, año 1, 16 de enero de 1875, p. 2.

El Diario Oficial del 20 de enero de 1875 informó sobre los nombramientos de normalistas como directores de escuelas superiores de distrito. Se nombraron directores para las escuelas de Chalatenango, La Unión, Metapán, Chinameca, Jucuapa, San Miguel, Gotera, Osicala, Sensuntepeque, Ilobasco, Apopa, Nueva San Salvador, Opico, San Sebastián, Sonsonate. Los salarios eran de 20 pesos para Gotera y Osicala, 25 para Jucuapa, Ilobasco, Apopa, Opico y San Sebastián, y 30 pesos para el resto. Ver: “Ministerio de Instrucción Pública”, Diario Oficial, N° 5, año 1, 20 de enero de 1875, p. 1. 91

128

Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 Zacatecoluca fueron examinados en una gama más amplia de materias que contemplaba: moral, religión, principios de derecho público, idioma español, matemática, geografía, historia, escritura, gimnasia. Todo esto evidenciaba la falta de una mayor y más amplia oferta educativa para las mujeres. Las familias más acomodadas podían enviar a sus hijas a estudiar fuera del país. La opción más cercana era Guatemala. De hecho, en enero de 1875, la señora Ana de Ossay, graduada en la universidad de París, anunció la fundación de un liceo de niñas en la capital guatemalteca. El plan de estudios estaba organizado “según los mejores establecimientos de enseñanza de Francia en donde ella y sus hijas han recibido sus diplomas”92. El objeto del establecimiento era formar buenas madres de familia. Según indicaba el prospecto, la educación que se ofrecía estaba de acuerdo a los preceptos de la religión y a lo que se exigía a una señora en la “buena sociedad”. El plan incluía además el aprendizaje de los idiomas francés, el inglés, el italiano y la música. Los precios eran variados, “según el grado de instrucción que se quiera dar a las niñas”. Lectura, escritura, religión, moral, aritmética y gramática castellana; estas eran las materias que de ordinario se ofrecían en las escuelas de niñas del país, además de las labores de mano, costuras y bordados que aprendían las alumnas. Con todo y la limitada instrucción, según algunos de los informes sobre exámenes anuales, se estaban obteniendo buenos resultados fruto del interés que la Junta de Instrucción Pública había tomado por difundir los “conocimientos intelectuales” en el bello sexo. Una muestra más de ello se presenta en el informe sobre el rendimiento de las alumnas de la escuela de San Salvador, dirigida por las señoritas Clara y Adelaida Guerrero. La comisión examinadora, formada por Carlos Aguilar, T. M. Muñoz, L. F. Sifontes y Manuel de J. Cáceres, informó que las alumnas respondieron con desembarazo y acierto haciendo explicaciones satisfactorias de los conocimientos adquiridos; lo cual recomienda el celo desplegado por las Señoritas Directoras para que sus educandas aprovechen lo más posible, y da al mismo tiempo una prueba incontestable del buen sistema de los profesores encargados de la 92

“Liceo de Niñas de Guatemala”, Diario Oficial, N° 4, año 1, 19 de enero de 1875, p. 7.

129

Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 educación intelectual de las niñas y de los esfuerzos que hacen porque estas adquieran conocimientos sólidos y útiles. Los trabajos de costura y bordado son muestras de habilidad y gusto que recomienda a las Directoras y a sus alumnas. Se ve, pues, que junto con la educación moral e intelectual, marcha también en desarrollo el trabajo peculiar de la mujer, de tanta utilidad en el hogar doméstico y en las vicisitudes de la vida93.

Para enero de 1875, ya se contaba con algunos datos sobre las escuelas de niñas. Según la memoria del Secretario de Instrucción Pública, existían en la República 333 escuelas primarias elementales de varones, incluidas las rurales; 50 escuelas de niñas, 23 mixtas y 29 superiores servidas por normalistas. En suma, había en el país 435 escuelas de las cuales el 11.5% eran para niñas. La matrícula general ascendía a 18,415 estudiantes de los cuales 15,782 eran niños y 2,633 eran niñas. Del total de estudiantes de primaria, solamente el 14.2% eran mujeres. El Secretario señala que se tenía contemplado aumentar el número de escuelas de niñas, “convencido como está el Gobierno de la necesidad de la educación de la mujer”94. Pero la apertura de nuevas escuelas requería de mujeres formadas para el magisterio. Sin mujeres directoras al frente de las escuelas sería difícil estimular la asistencia de las niñas. Y esto se evidencia claramente a partir de un cuadro estadístico de las escuelas de ambos sexos de San Salvador, publicado en el Diario Oficial del 31 de enero de 1875. De las 23 escuelas llamadas mixtas, solamente la que era dirigida por una mujer tenía asistencia de niñas. El resto de escuelas “de ambos sexos”, como las llama el informe, no funcionaban como tales ya que en las escuelas mixtas dirigidas por hombres solo habían inscritos niños95. Es muy probable que los padres de familia no quisieran enviar a sus hijas a escuelas mixtas. Esto se entiende mejor al conocer las reacciones que hubo en otros países latinoamericanos ante las iniciativas de algunos gobiernos liberales de introducir la coeducación. La historiadora argentina Sandra 93

“Informes”, Diario Oficial, N° 7, año 1, 22 de enero de 1875, p. 2.

“Memoria presentada por el Secretario de Estado en el Departamento de Instrucción Pública al Cuerpo Legislativo, en el año de 1875”, Diario Oficial, N° 12, año 1, 28 de enero de 1875, p. 2. 94

Ver: “Cuadro estadístico de las Escuelas de Ambos Sexos”, Diario Oficial, N° 15, año 1, 31 de enero de 1875, p. 2. 95

130

Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 Carreras destaca cómo, en el caso de Uruguay, las autoridades eclesiásticas resistieron fuertemente a este elemento propuesto por la reforma educativa de 1877. Carreras cita un texto que Mariano Soler, arzobispo de Montevideo, publicó en 1881 sobre este tema: La moderna civilización está contemplando un escándalo jamás visto entre los pueblos más corrompidos de la antigüedad. Este escándalo magno es la escuela mixta, institución de inmoralidad y harem de la juventud. Semejante institución corresponde perfectamente al plan general de las retrologías masónicas, de corromper para descatolizar los pueblos; porque es dogmática la irreconciliación del catolicismo con las pasiones y la inmoralidad. Además un joven educado desde los primeros años entre niñas, acaba por ser lo que llamamos un mariquita; mientras que una niña educada entre varones viene a ser un marimacho, y así se cambian los papeles y los caracteres sociales96.

Los prejuicios hacia la coeducación estaban fuertemente arraigados. El temor más grande del catolicismo era, nuevamente, el peligro del cambio de los roles naturalmente establecidos. Por tanto, si se quería aumentar la asistencia de niñas a las escuelas, era urgente una mayor cantidad de preceptoras femeninas. Y hacia eso apuntaba la fundación de la Normal de Institutrices97 que se anunció en la Memoria del Ministerio de Instrucción Pública presentada en enero de 187598. El Secretario informó que la nueva escuela sería servida por directoras venidas de Berlín, Alemania. El reglamento de la nueva Escuela de Institutoras, al igual que el de la Escuela Normal Central de varones, fue redactado con presencia de educadores alemanes, estadounidenses y colombianos. Hay que recordar que la tradición de formación Mariano Soler, “El problema de la educación”, citado por Sandra Carreras, “La reforma educativa de José Pedro Varela: ¿Una política de fomento a la mujer en el Uruguay de 1877?”, en Bárbara Potthast y Eugenia Scarzanella (eds.), Mujeres y naciones en América Latina, problemas de inclusión y exclusión, Iberoamericana, Madrid / Vervuert, Frankfurt, 2001, p. 104. 96

La Escuela Normal fue creada por decreto el 19 de mayo de 1874. No he podido localizar el texto de la publicación del decreto sino solo la mención que de este hace Baltasar Estupinián en un informe sobre la Escuela, en noviembre de 1875. Ver: “Escuela Normal de Institutrices”, Diario Oficial, N° 250, año 1, 6 de noviembre de 1875, p. 1. 97

Ver: “Memoria presentada por el Secretario de Estado en el Departamento de Instrucción Pública al Cuerpo Legislativo, en el año de 1875”, Diario Oficial, N° 12, año 1, 28 de enero de 1875, p. 2. 98

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Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 docente se había originado en Alemania, y de ahí se había extendido a los otros países europeos y a algunos de Latinoamérica, como Colombia. La experiencia alemana en la formación de educadores se había desarrollado a partir de la introducción de la educación obligatoria en el siglo XVIII. El sistema educativo alemán había sido reformado en el espíritu del educador suizo Pestalozzi: la escuela debía brindar, además de las destrezas y habilidades para la vida práctica, una formación que le permitiera al educando una comprensión integral del mundo. Para ello era importante ampliar la educación. Además del cálculo, la lectura y la escritura, era importante la enseñanza de la historia y la geografía para que los niños desarrollaran el sentido de pertenencia 99. Como tendré ocasión de mostrar más adelante, el plan de estudios de la Normal de Institutoras incorporó estas otras materias. Pocos días más tarde de realizado el anuncio de la fundación de la Escuela de Institutrices, Darío González publicó un editorial dedicado exclusivamente al tema de la educación de la mujer. En el texto, titulado precisamente, “Educación de la muger”, el Secretario de Instrucción Pública comienza afirmando que la educación femenina debía atenderse, no solo porque era un deber y una conveniencia social, sino porque la mujer tenía “los mismos derechos y aptitudes que el hombre para una sólida y variada instrucción”. Creer que la educación de la mujer debía ser limitada y diferente a la del hombre, dice González, es un error que induciría a admitir que el espíritu tiene distintos sexos, como el cuerpo. No: la clara inteligencia de la muger, su rica imaginación, su carácter suave y su corazón tierno y generoso, se prestan admirablemente a una educación vasta y variada, tan completa como la que pueda adquirir el hombre mejor dotado por la naturaleza. La inteligencia de la muger es susceptible, como la del hombre, de penetrar los más escondidos arcanos de la ciencia humana100. Ver: Ingrid Müller de Ceballos, “La formación docente en Alemania: una hojeada histórica” en Revista Educación y Pedagogía, No. 14 y 15, Vol. 7, 1996, pp. 172 y 173. Disponible en: http://revinut.udea.edu.co/index.php/revistaeyp/article/viewFile/5586/5008. Actualizado el 14 de noviembre de 2011. 99

Darío González, “Editorial. Educación de la muger”, Diario Oficial, N° 19, año 1, 5 de febrero de 1875, p. 2. 100

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Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875

Los argumentos de Darío González coinciden con los expresados por Fernando Velarde, un mes antes, en el informe que mencioné sobre los exámenes de una de las escuelas de niñas. La prueba de la igualdad de facultades, dice González, era que las mujeres educadas habían sobresalido aún entre los sabios, poetas y filósofos más importantes. Si había un escaso número de mujeres instruidas era porque “el egoísmo y la indiferencia de los hombres se han opuesto a la emancipación de aquella que, prisionera del hogar doméstico, solo ha sido considerada por su compañero como instrumento de sus placeres o como esclava obligada a las labores materiales”101. Para reforzar su argumento, González recurre a una interesante selección de mujeres ilustradas. Su lista incluye pensadoras como Teresa de Jesús, Madama Stäel y Jorge Sand, más conocidas en la actualidad por su legado literario, pero también a otras mujeres vinculadas a reivindicaciones académicas y políticas: … la Doctora Guzmán de la Cerda, María Pineda, y Juana Manso y otras mugeres ilustres que llenan las páginas de la historia con sus virtudes y saber, se recorre una escala inmensa de matronas célebres y dignas de todo elogio102.

¿Quiénes fueron estas mujeres? Es importante dar algunos datos sobre ellas pues la elección de sus nombres no es casualidad. María Isidra Guzmán y de la Cerda, conocida como “la doctora de Alcalá”, nació en España, en 1767 y murió en 1803. Tras someterse a un examen en la Universidad de Alcalá, fue nombrada doctora en Filosofía y Letras Humanas, y catedrática honoraria de filosofía moderna en 1785. También fue miembro de la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País y en 1786, ingresó a la Sociedad Económica Matritense. Su ingreso a esta sociedad impulsó la creación de la Junta de Damas de la misma. Fue la primera mujer en ostentar el título de doctora en esta Universidad103. Por su parte, María Pineda, cuyo nombre en realidad era Mariana, 101

Darío González, “Editorial. Educación de la muger”, Diario Oficial… p. 2

102

Darío González, “Editorial. Educación de la muger”, Diario Oficial… p. 2.

103

Ver: “María Isidra de Guzmán y de la Cerda”,

133

Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 fue un símbolo popular de la lucha contra la falta de libertades en Granada, España. Denunciada por haber bordado en una bandera española una leyenda liberal, fue acusada de pertenecer a una conspiración y ejecutada en 1830, a la edad de 26 años104. Finalmente, Juana Manso (1819-1875), escritora, traductora, periodista, maestra y precursora del feminismo en Argentina, Uruguay y Brasil. En 1840 se fue exiliada a Uruguay, escapando de la persecución que el gobierno conservador de Juan Manuel de Rosas (1793-1877) impulsó contra los liberales en Argentina. En los comentarios que publicó en 1868 sobre las obras de Horace Mann (1796-1859) –un reconocido educador norteamericano-, Manso manifestó su desacuerdo con la dominación católica señalando: “en cuanto al Clero católico Romano ha tenido a la humanidad 18 siglos en su mano, solo para tratar de anonadarla”105. El discurso de Darío González refleja el amplio conocimiento que tenía sobre los nuevos espacios que se abrían a aquellas mujeres a quienes se les había garantizado una instrucción intelectual. Por ello, insiste en que la educación de la mujer no debía ser ya objeto de dudas ni discusiones inútiles. La futura fundación de la Escuela Normal de Institutrices era una muestra del deseo del Gobierno del Salvador de hacer efectiva la teoría, señala. Seguro de que esta medida impactaría en una mejora de la enseñanza, Darío González cierra su discurso asegurando que, “cuando estas mejoras se verifiquen, sin que mucho se hagan esperar, habremos dado el paso más grande, más simpático y fructuoso, que darse prueba en bien de la prosperidad de la Nación”106. La educación de la mujer era vista por el secretario de Instrucción Pública como un paso necesario para abrirles horizontes más amplios que el estrecho círculo disponible en: http://www2.uah.es/cisneros/carpeta/galpersons.php?pag=personajes&id=34 Mariana Pineda (1804-1830) Ver: “Mariana Pineda”, en Wikipedia la enciclopedia libre, disponible en: http://es.wikipedia.org/wiki/Mariana_Pineda 104

Juana Manso, “Comentarios a las lecturas de Horace Mann”, Buenos Aires, 1868, p. 398, citado por Myriam Southwell, “Juana P. Manso”, en Perspectivas: revista trimestral de educación comparada, UNESCO, Paris, 2005, p. 4, disponible en: http://www.ibe.unesco.org/fileadmin/user_upload/archive/publications/ThinkersPdf/mansos 105

106

Darío González, “Editorial. Educación de la muger”, Diario Oficial… p. 2.

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Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 doméstico en el que habían permanecido. A diferencia del pensamiento católico, los liberales radicales veían conveniente instruir a las mujeres para que fueran partícipes del engrandecimiento y progreso de la nación. A mi parecer, este discurso señala un punto de partida en el proyecto educativo que tendrá continuidad a lo largo de las administraciones de Rafael Zaldívar y Francisco Menéndez, como tendré ocasión de mostrar en los siguientes capítulos. Cuatro meses más tarde, el 22 de junio de 1875, el Diario Oficial publicó el reglamento de la Escuela Normal de Institutrices. Las aspirantes a esta Escuela debían tener al menos diez y seis años cumplidos; saber leer, escribir y coser; acreditar buena conducta moral; no tener defectos ni enfermedades físicas que impidieran sus funciones de institutora; y comprometerse a servir por tres años consecutivos la escuela primaria de su lugar de procedencia107. Cinco días después, fue publicada una versión más completa del reglamento donde se incluían también las normativas relacionadas a las tareas que las alumnas debían cumplir dentro de la institución, los permisos de salidas y vacaciones. Según el reglamento, la institución admitiría alumnas internas, externas o medio internas. La cuota para las internas era de 20 pesos, la de las semi internas de 16 y la de las externas de 8 pesos108. El plan de estudios duraría dos años y contemplaría las materias de pedagogía, religión, moral y urbanidad, nociones de higiene109, elementos de gramática castellana, elementos de aritmética y partida simple, nociones elementales de geografía e historia general y especial del Salvador y Centroamérica, idiomas francés e inglés, música, canto Ver: “Reglamento de la Escuela Normal de Institutrices”, Diario Oficial, N° 133, año 1, 22 de junio de 1875, p. 1. 107

En 1875, el salario asignado a los normalistas recién graduados que dirigían las escuelas primarias superiores del interior del país, oscilaba entre 20 y 30 pesos mensuales. Ver: “Ministerio de Instrucción Pública”, Diario Oficial, N° 5, año 1, 20 de enero de 1875, p. 1 108

El programa de la clase de higiene aprobado por el Ministerio de Instrucción Pública incluía contenidos como los que actualmente se estudian en la asignatura de Ciencia, salud y medio ambiente (higiene según las edades, constitución y temperamento, hábitos y costumbres, influencia del clima, los alimentos, la vivienda y el vestido en la higiene, etc.). Ver: “Programa de la clase de Higiene, aprobado por el Ministerio de Instrucción Pública”, Boletín Oficial, tomo 3, N° 3, 19 de agosto de 1874, p. 28 109

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Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 y trabajos manuales110. El plan que ofrecería la Escuela de Institutrices ampliaba en gran medida la enseñanza que se había ofrecido a las mujeres hasta ese momento. Las materias de historia y geografía, de gran importancia en la educación de raíz pestalozziana, seguramente puso bases nuevas para la construcción de identidades femeninas vinculadas ahora a una historia y un territorio. Sin embargo, la Escuela no pudo comenzar sus labores en julio de 1875, como estaba previsto, sino hasta el mes de agosto. La razón del retraso fue el estallido de la rebelión en San Miguel, entre el 20 y 22 de junio de ese año, tema del que me ocuparé en el tercer apartado de este capítulo. Pese al retraso, para el mes de noviembre de 1875 ya se percibían los primeros logros de la Escuela Normal de Institutrices. Baltasar Estupinián fue el encargado de escribir el texto en el que se reseñaban los primeros meses de funcionamiento de la institución. En su artículo, Estupinián señala, en primer lugar, que la fundación de la Normal de Institutrices había sido una “medida salvadora” que apuntaba a resolver el problema de la educación de las masas. En segundo lugar, elogia la labor de la alemana Helena von Daniels, directora del establecimiento, por haber organizado la escuela “de una manera propia de institutos de esa especie”111. A propósito del éxito de la presencia de las institutoras alemanas, Carlos Bonilla había señalado en un artículo, publicado en octubre de ese mismo año, que Alemania era la nación europea donde “la mujer se había educado bajo un mejor plan, y la Institutriz alemana es solicitada en todas partes”112. De ello daba muestra también otro texto que menciona a dos alemanas “de esmerada y brillante educación”: Fanny Lewald, escritora y periodista; y Carlota Wolter, actriz de arte dramático, considerada una de las glorias del teatro alemán113. 110

6.

“Reglamento de la Escuela Normal de Niñas”, Diario Oficial, N° 138, año 1, 27 de junio de 1875, p.

111

“Escuela Normal de Institutrices”, Diario Oficial, N° 250, año 1, 6 de noviembre de 1875, p. 1.

112

Carlos Bonilla, “La educación de la mujer”, El Universo, Año 1, N° 141, 18 de septiembre de 1875, p.

2.

Ver: “Mujeres célebres de Alemania en el siglo XIX”, Diario Oficial, N° 272, año 1, 2 de diciembre de 1875, p. 5. 113

136

Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 Volviendo al artículo, en tercer lugar Estupinián destaca que, además de las materias que se enseñaban en la institución, también se enseñaba a las alumnas lo más indispensable para desempeñar satisfactoriamente “el elevado sacerdocio del Magisterio”. Al igual que Álvaro Contreras, Baltasar Estupinián consideraba el magisterio como un sacerdocio del que las mujeres ya podían participar. En diciembre de 1875, Carlos Bonilla y Rafael Reyes fueron comisionados por el Secretario de Instrucción Pública para rendir un informe relativo a los adelantos de la Escuela Normal de Institutrices. Las estudiantes fueron examinadas en gramática castellana, moral, aritmética, geografía (cosmografía) y francés. Además, hubo exhibición de obras de mano y trabajos de caligrafía. La Comisión informó que las alumnas habían hecho notables adelantos, y recomendó al Gobierno lograr un mayor número de alumnas “para que la instrucción del bello sexo, bajo tan buen sistema, se desarrollase en mayor escala”114. En definitiva, Reyes y Bonilla señalaron que la Escuela marcaría una época en el porvenir de la República porque obrando por decirlo así, una revolución pacífica y bienhechora en el seno de la sociedad, mejorará indudablemente la condición de la mujer y propenderá incesantemente a extinguir las preocupaciones que han llenado su mente, para asimilarla al progreso moderno y hacerla laboriosa, ilustrada, progresista, virtuosa, entusiasta por las conquistas de la ciencia y del arte; en una palabra, para convertirla en una obrera infatigable del progreso bien entendido y asegurar por medio de su influencia el establecimiento definitivo de la paz, del orden y de la libertad115.

En el pensamiento del liberalismo radical, la ciencia, el arte y el progreso no eran “fantasmas” para la mujer, como escribió María Pilar Sinués de Marco116, sino conquistas posibles, como probará la graduación de ingeniera topógrafa de Antonia Navarro, en 1889. Carlos Bonilla y Rafael Reyes estaban conscientes de lo que esto “Ministerio de Instrucción Pública. Informe”, Diario Oficial, N° 272, año 1, 2 de diciembre de 1875, p. 1. 114

115

“Ministerio de Instrucción Pública. Informe”, Diario Oficial… p. 1.

Ver: María Pilar Sinués, “La felicidad de la muger”, El museo de las familias. Periódico general, Guatemala, tomo 1, N° 8, 1 de marzo de 1873, p. 4. 116

137

Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 significaba. Por ello señalan que la Escuela de Institutrices estaba obrando una revolución pacífica y bienhechora. Definitivamente, la existencia de esta institución desafiaba la visión tradicional de la educación femenina católica donde no contaba el desarrollo de las facultades intelectuales. La nueva educación mejoraría su condición y ampliaría el horizonte de sus intereses. El ideal de mujer “laboriosa, ilustrada, progresista, virtuosa, entusiasta por las conquistas de la ciencia y del arte”, presentada por Bonilla y Reyes, se contrapuso a las imágenes femeninas construidas por la prensa luego de la revuelta de San Miguel. Como mostraré en la siguiente sección, en aquel momento, los impresos oficiales difundieron imágenes de mujeres enardecidas, víctimas de la ignorancia y el fanatismo, que habían participado de los actos de vandalismo. Por ello, en el pensamiento de estos liberales, solamente a través de la educación podrían las mujeres insertarse en la obra del progreso, el orden y la libertad. Es curioso como los discursos de liberales laicizantes y católicos apelaron a su propia noción de orden y libertad. En el caso de los católicos, el orden era comprendido como lo naturalmente establecido por la providencia divina. En el caso de los radicales, el orden hacía referencia a la uniformidad y homogeneidad del pensamiento civilizatorio que, a cualquier precio, quería sacar a las masas de la ignorancia y la oscuridad de las creencias tradicionales. El informe de los examinadores sobre la Normal de Institutrices fue complementado por otra publicación hecha también en el Diario Oficial, el 4 de diciembre de 1875. El texto señala la importancia de la Escuela porque “educando a la mujer, como tantas veces se ha repetido, se habrá educado al pueblo; y solo así lograrán las instituciones republicanas su definitivo establecimiento”117. A la luz de lo señalado anteriormente se puede afirmar que los temores de los clérigos católicos tenían fundamento. La Constitución había promulgado la libertad de cultos y de enseñanza; la potestad sobre la educación había pasado a manos estatales; la educación nacional, y especialmente la femenina, estaba cambiando debido a las ideas de aquellos funcionarios liberales más radicales. ¿Y la Iglesia Católica? A lo largo de 117

“Escuela Normal de Institutrices”, Diario Oficial, N° 274, año 1, 4 de diciembre de 1875, p. 1.

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Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 todo este período de transformaciones en la educación y en el Estado, la Iglesia manifestó permanentemente su inconformidad. Las medidas de la abolición del Concordato y la secularización de los cementerios generaron nuevas resistencias de parte de la Iglesia. A profundizar este tema dedicaré el último apartado de este capítulo. 3. Resistencias eclesiales y radicalización del anticlericalismo Interesa analizar las acciones de resistencia de los eclesiásticos ante las evidentes transformaciones que se estaban sucediendo en el Estado y en la sociedad. Frente a la supresión de varios espacios de influencia en la educación, los clérigos apostaron por reforzar la enseñanza de la doctrina a través de las parroquias. La resistencia a la laicización del Estado subió de tono con la negativa de cumplir algunos puntos del Concordato y la promulgación del Edicto eclesiástico en el que desconocían la ley de secularización de los cementerios. En este contexto, en junio de 1875, estalló en San Miguel una revuelta que si bien no fue producto únicamente del fanatismo religioso, como lo difundió la prensa oficial, sí se alimentó de las resistencias de los clérigos a la modernización de las instituciones sociales. La presencia de mujeres en esta rebelión dio pie a que varios de los informes atribuyeran su participación a que estaban “presas del fanatismo religioso”. A partir de esta revuelta, los discursos oficiales insistieron en la necesidad de liberar a las masas, especialmente a las mujeres, no solo de la ignorancia, como era el discurso en los primeros años del gobierno de González, sino del fanatismo religioso alimentado por los clérigos. 3.1 El refuerzo de la doctrina cristiana Como ya he señalado, la Constitución de noviembre de 1872 ratificó la libre enseñanza secundaria y superior (art. 42) y la tolerancia del culto público de las sectas cristianas (art. 6)118. El despliegue propagandístico realizado por los clérigos a través de su periódico no impidió la ratificación de ambos artículos. No es descabellado pensar Ver: “Constitución de 1872”, en Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, Constituciones hispanoamericanas, disponible en: http://bib.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/68006177328682495200080/p0000001.htm#I_49 118

139

Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 que, al no haber logrado revertir los cambios constitucionales, las medidas de resistencia se desplazaran a otros sectores de la sociedad. En enero de 1873, un texto publicado en La Verdad exhortó a los párrocos a restablecer las hermandades en sus respectivas parroquias119. Aunque el estatuto no aclara la razón por la cual los párrocos debían restablecer las hermandades, es probable que esta acción estuviera motivada por la necesidad de reforzar el catolicismo en un país cuya Constitución había ratificado la libertad de cultos en noviembre de 1872. La decisión fue fruto de la visita canónica realizada el año anterior por José Luis Cárcamo, obispo coadjutor de San Salvador. El estatuto orientaba a fortalecer aquella hermandad a la que más devoción hubieran tenido los parroquianos. El párroco elegía tres miembros para constituir la “escuela de examen” conformada por hombres para examinar a los hombres, y por mujeres para examinar a las mujeres. Además de verificar el aprendizaje de sus miembros, las escuelas servían para hacer “propaganda de los buenos libros y la destrucción de los malos, cuidando de recogerlos y entregarlos al Párroco”. El cura párroco fungiría como presidente de la hermandad, bibliotecario y tesorero. El estatuto también establecía que cada sábado y domingo se convocaría a una reunión en la Iglesia en la que se debía rezar el rosario y tener una plática o lectura conveniente sobre doctrina que estaría a cargo del párroco. A partir del análisis de las fuentes, me atrevo a sugerir que el restablecimiento de las hermandades en este momento intentó fortalecer la unidad en torno a la doctrina católica. Si la Constitución había quitado de sus manos el monopolio de la educación y había abierto las puertas a otras denominaciones cristianas, ¿cómo garantizarían ahora la formación religiosa de las nuevas generaciones? ¿Cómo asegurarían que la sociedad salvadoreña siguiera siendo católica? Únicamente a través de la catequesis parroquial. Esta interpretación se ve confirmada con otra acción impulsada en las parroquias: la Las hermandades eran agrupaciones de parroquianos en torno a la devoción de algún santo en particular: “principalmente se obligan a los Hermanos a la enseñanza o aprendizaje de la doctrina cristiana, para lo cual, cada mes deberá cada Hermano presentarse al Párroco para el examen que este deberá practicar del Hermano, o de los enseñados por él”. Ver: “Estatuto general de las Hermandades”, La Verdad, tomo II, N° 74, 11 de enero de 1873, p. 1. 119

140

Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 renovación del método de la doctrina para los niños y jóvenes. En enero de 1875, La Verdad publicó dos editoriales bajo el título de “Educación de la juventud”120. En la primera entrega manifestaron su preocupación por el descuido que los padres de familia estaban teniendo con respecto a la educación religiosa de sus hijos. Este descuido constituía uno de los “mayores males que promete días de luto a la sociedad”121. ¿Por qué prometía luto? Simplemente porque para los clérigos, como ya se ha mostrado, el sentimiento religioso era el responsable de controlar el impulso naturalmente desordenado de las pasiones humanas. Sin la religión, el corazón se dejaba atraer por los bienes terrenales, por la ambición que llegaba incluso a sacrificar el bien público por el deseo de una sola persona. Sin religión, la sociedad se convertiría en un medio del cual se serviría el hombre en vez de ser el fin al cual debería servir. Por esta razón, los padres de familia debían comprender que su misión consistía en garantizar que sus hijos conocieran a Dios, único que conservaba el orden y la armonía social. ¿Y quiénes tenían la idoneidad para dar a conocer a Dios? Los sacerdotes. En la segunda entrega sobre el mismo tema, la crítica se encaminaba a la decisión de la Secretaría de Instrucción Pública de poner la enseñanza religiosa en manos de los maestros y no de los sacerdotes. Los redactores de La Verdad alertaron a los padres de familia argumentando que La enseñanza de la religión supone conocimientos superiores en el maestro; conocimientos que si en todo ramo de saber son necesarios, en este, de tal modo es absoluta la necesidad, que, sus consecuencias, trascienden a la eternidad. En los pueblos, en las ciudades, y aún en las más populosas, no hay personas en quienes se supongan con más fundamento los conocimientos en la religión que en los sacerdotes que tienen, por su cargo, el cuidado de las almas; ya porque se suponen los estudios sobre la materia, ya porque nadie puede ascender a ese grado sin un riguroso examen122.

120

En las ediciones del 11 y el 18 de enero de 1875.

121

“Educación de la juventud”, La Verdad, tomo II, N° 74, 11 de enero de 1873, p. 3.

122

“Educación de la juventud”, La Verdad, tomo II, N° 75, 18 de enero de 1873, p. 1.

141

Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 Ante la medida reglamentada, solo quedaba a los clérigos redoblar los esfuerzos catequéticos en las parroquias. Para facilitar las tareas de los sacerdotes, decidieron reproducir el método que se utilizaba en la parroquia del Sagrario de la Santa Iglesia Metropolitana de Guatemala, elaborado por el doctor Manuel Vélez. Según señala el texto, el éxito del método de Vélez consistía en atraer a los niños a través de juegos, visitas a sus casas, invitación a la doctrina con “halagos y mucho afecto”123. Además de estas medidas, La Verdad mantuvo una clara postura de defensa ante lo que consideraban un sistemático ataque a la religión. El 18 de julio de 1874, publicaron un editorial en donde exhortaban a hacer contrapeso a las publicaciones antirreligiosas por el bien de la patria. Dicen los clérigos: Quisiéramos una cooperación más decidida a las publicaciones católicas, para contrapesar el mal imponderable de las publicaciones antireligiosas: lo deseamos, sea dicho con franqueza, no por nosotros que no lo necesitamos, sino por esta patria que nunca será feliz fuera del seno de la santa Iglesia católica. La necesidad de este periódico se va palpando, y el pueblo corresponde con mayor voluntad a nuestro llamamiento a medida que ve más claros sus buenos resultados; llegará época en que el número de católicos de corazón sea suficiente para iniciar y sostener otra publicación de mayores dimensiones que “La Verdad” de ahora124.

Queda claro que La Verdad se proponía una campaña orientada a fortalecer el compromiso de los católicos para ampliar los alcances de la difusión de la doctrina católica a través de los periódicos. Pero esta no fue la única estrategia utilizada para contrarrestar el avance del nuevo liberalismo. La resistencia del clero fue in crescendo, como veremos a continuación. 3.2 El asunto de las Beatas Rosas y la ruptura del Concordato Desde los inicios de la campaña de oposición a los artículos de la libertad de cultos y de enseñanza, los clérigos católicos habían apelado al tratado establecido entre el Gobierno y el Vaticano el 22 de abril de 1862. Este tratado, conocido como el 123

“Educación de la juventud”, La Verdad… p. 1.

124

“Un paso más”, La Verdad, año IV, Nº 145, 18 de julio de 1874, p. 1.

142

Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 Concordato, obligaba al Gobierno a proteger a la Iglesia Católica y a difundir su doctrina a través del sistema educativo. Era claro que el Estado salvadoreño, a partir de la promulgación constitucional de la libre enseñanza y de la tolerancia del culto público de las sectas cristianas, había desconocido este punto del acuerdo, pero seguía vigente. El 14 de agosto de 1874, el Boletín Oficial publicó un decreto en el que se suspendían los efectos del Concordato. El decreto fue firmado por el mismo presidente, Santiago González, y su cumplimiento quedó a cargo del Ministro de Negocios Eclesiásticos, Miguel Brioso. ¿Qué razones daba el Presidente para la anulación de dicho tratado? Entre los considerandos expuestos, hay tres que me interesa citar textualmente: 1º Que el Concordato celebrado con la Santa Sede el 22 de abril de 1862, no fue ni ha podido ser una ley de la República, porque no obtuvo del Congreso la ratificación que conforme a la Constitución de 1841 entonces vigente y bajo cuyos principios se celebró era necesaria… 2º Que aunque el referido Concordato hubiese sido una ley de la República, la Curia Eclesiástica lo ha violado, ya por no haber presentado al Jefe de Estado las ternas de que habla el artículo 9, como por no haber precedido el acuerdo de que trata el artículo 11 al erigir nuevas parroquias, y por negarse a prestar el juramento al que está obligado el Clero, conforme a la voluntad del Sumo Pontífice expresa en el artículo 21 del mismo Concordato… 3º Que el Concordato citado se halla en abierta oposición con los principios de tolerancia religiosa y libertad de enseñanza consignados en la Constitución hoy vigente, principios que afianzan el bienestar de los salvadoreños…125

El primer punto que justificaba la ruptura del acuerdo era que el tratado no había sido ratificado por el Congreso, como lo exigía la Constitución de 1841. Con todo, el convenio había sido reconocido por ambas partes. El segundo punto del alegato del presidente era el incumplimiento del clero en varios de los artículos establecidos en el tratado. El poder eclesiástico no había cumplido con su obligación de subordinarse al poder civil, como lo establecía el Concordato. Esta insubordinación se “Poder ejecutivo, Ministerio General Número 98”, Boletín Oficial, tomo 3, N° 2, 14 de agosto de 1874, p. 1 125

143

Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 expresaba, fundamentalmente, en la negativa a prestar el juramento de fidelidad al Gobierno y obediencia a la Constitución126. En el tercer punto, como si no fuera suficiente el anterior, el presidente señalaba que el acuerdo quedaba en abierta oposición con dos de las leyes promulgadas en la última Constitución: la libertad de cultos y la libertad de enseñanza. Si estas leyes se habían establecido para garantizar el bienestar de todos los salvadoreños, el Concordato, tal y como se conocía, debía quedar sin efecto. De esta manera, la abolición del Concordato debe interpretarse dentro del contexto de las reformas de laicización del Estado salvadoreño. Esta decisión no parece ser fruto de un particular deseo de atacar a la Iglesia católica o, menos aún, de eliminar la religión de la sociedad salvadoreña, cosa por demás imposible. Esto queda más claro a partir de la Memoria que publicó el Ministerio de Negocios Eclesiásticos en la edición del Diario Oficial del 29 de enero de 1875, cinco meses después de anulado el acuerdo. En ella se señalan, incluso, otros detalles de los incumplimientos del gobierno eclesiástico sobre el convenio con el Estado. Así, lo primero que el Ministro Miguel Brioso destaca, efectivamente, es que la religión era una necesidad para la sociedad: La Religión es una necesidad social que crece a medida que la democracia se va acercando al poder, porque cuanto más débiles son los frenos de la ley más fuertes deben ser los diques de la conciencia. La libertad política sin el sentimiento religioso por base, daría funestos resultados. Cuanto más profundamente grabado estuviere la creencia en el corazón del ciudadano, tanto más eficaz sería para ayudar a la educación y enseñanza de los pueblos. La fe por sí sola, es un principio de vida, y así cuando un símbolo desaparece, otro le reemplaza, so pena de morir la Nación escéptica repartiéndose sus despojos, o lanzándose sobre sus ruinas otros pueblos que vengan a regenerar al caído con nuevas ideas, ya políticas, ya religiosas127.

Por ello subraya que el Gobierno salvadoreño había actuado siempre protegiendo la religión católica como la del Estado, haciendo respetar a los ministros religiosos, ordenando erogaciones para la construcción de templos y haciéndose Ver: “Decreto del Gobierno, fijando términos a los eclesiásticos para que presten el juramento exijido por él de 11 de Octubre último”, Gaceta Oficial, tomo 10, N° 60, 28 de mayo de 1862, p. 1. 126

127

“Negocios Eclesiásticos”, Diario Oficial, N° 13, año 1, 29 de enero de 1875, p. 7.

144

Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 presente en las ceremonias religiosas (como lo hizo Santiago González en la consagración del obispo Cárcamo). Pero esta buena relación entre el gobierno y la Iglesia, expone el Ministro, se había visto interrumpida por un incidente a partir del cual, la curia adoptó una actitud de oposición por medio de la prensa “cuyos virulentos ataques hicieron sentir al Ejecutivo la necesidad de aclarar bien las relaciones entre el Estado y la Iglesia”. ¿A qué incidente se refería el Ministro? ¿Cuál era la razón de la interrupción de la relación entre el clero y el gobierno? Interesa detenernos en esto porque el caso involucra la apertura y cierre de una escuela de niñas. El 5 de noviembre de 1868, el Obispo Diocesano, Tomás Miguel Pineda y Zaldaña, había cedido a Catarina Arroyabe el convento de San Antonio, en Santa Tecla, para fundar una escuela de huérfanas. En 1872, el gobierno ratificó la cesión episcopal y añadió al convento un terreno adyacente. En ese terreno, Sor Catarina Arroyabe, junto a otras mujeres, conformaron una pequeña congregación de Beatas Rosas128. En 1874, un pleito entre las monjas obligó la intervención del gobierno y la irrupción violenta en el edificio por parte de la autoridad. La curia protestó por esta violación, pero el gobierno, a su vez, alegó violación del acuerdo episcopal y ejecutivo, donde se especificaba que el inmueble se usaría para una escuela y no para un convento. Esto último, decía el gobierno, también constituía una violación del artículo 44 de la Constitución en el que se establecía la prohibición de fundación de órdenes religiosas en el país129. Ante el reclamo del gobierno, el Vicario General alegó que la prohibición de fundar órdenes religiosas se restringía a los conventos de hombres, no de mujeres, y que además, la mencionada comunidad no era religiosa. El Gobierno demostró que la Constitución prohibía la fundación de comunidades religiosas de ambos sexos, y que las Beatas Rosas eran religiosas desde el momento en que profesaban los votos de pobreza, obediencia y castidad. A la solicitud de aclaración del incidente por parte del ejecutivo, Las Beatas Rosas seguían la regla de Santo Domingo. La congregación fue fundada en Guatemala, en 1580. Ver: Rodolfo Cardenal, El poder eclesiástico en El Salvador… p. 150. 128

129

Ver: Rodolfo Cardenal, El poder eclesiástico en El Salvador… pp. 109 y 110.

145

Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 el Vicario contestó en nombre del Obispo que el gobierno eclesiástico no había cometido ninguna infracción contra el tratado130. El asunto terminó con el cierre del convento de las Beatas Rosas y de la escuela de niñas donde, por cierto, estudiaba la futura poetisa salvadoreña Antonia Galindo131. Así las cosas, el Ministro volvió a dirigirse al Vicario para informarle que el Presidente había solicitado coordinar con el Vicario el día en que el Clero debía prestar el juramento a que estaba obligado, conforme al artículo 21 del referido Concordato. El Obispo Auxiliar, José Luis Cárcamo, ordenó contestar que debían esperar la opinión de la Santa Sede sobre la conducta a seguir (es bastante obvio que el clero se resistía a juramentar ante semejante Gobierno y Constitución). Esta contestación, dice el Ministro, “arrojó luz suficiente para ver claro en las miras de la Curia; y el Ejecutivo dictó entonces el decreto de 8 de agosto de 1874, suspendiendo los efectos del Concordato celebrado el 22 de abril de 1862”132. Mientras la prensa liberal, de dentro y fuera del país, saludó con entusiasmo tal resolución, relata el Ministro, la Curia seguía alegando que Roma era la fuente de todo derecho, que los sacerdotes eran independientes del Estado, que solo debían obedecer a la autoridad papal, que el gobierno civil debía estar sujeto al Gobierno Eclesiástico, etc. Con todo, Brioso señaló en la memoria que “el Ejecutivo cree que convendría celebrar un nuevo Concordato en armonía con las instituciones y leyes del país con el creciente desarrollo de la civilización y de las luces del siglo”133. Según esta afirmación, el ejecutivo no quería un corte abrupto de las relaciones con la Santa Sede y contemplaba incluso la posibilidad de un nuevo acuerdo. Más aún, el Ministro informó en la memoria que el Gobierno mantendría la cuota mensual asignada tanto al Obispo 130

Ver: “Negocios Eclesiásticos”, Diario Oficial, N° 13, año 1, 29 de enero de 1875, p. 7.

Ver: “Antonia Galindo”, en Román Mayorga Rivas (comp.), Guirnalda Salvadoreña Tomo III, San Salvador, Ministerio de Educación, 1977, pp. 49-51. 131

132

“Negocios Eclesiásticos”, Diario Oficial… p. 7.

133

“Negocios Eclesiásticos”, Diario Oficial… p. 7.

146

Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 diocesano, Miguel Pineda y Zaldaña, como al auxiliar, José Luis Cárcamo. Brioso deja claro que no querían dañar a la Iglesia, sino establecer que los miembros de la jerarquía eclesiástica eran también súbditos del Estado, razón por la cual debían respetar las leyes y autoridades civiles. Y advierte con claridad: “Si abusaren de su Ministerio turbando la paz de las conciencias, predicando la desobediencia al Magistrado, concitando los ánimos a la rebelión contra los poderes constituidos, la autoridad administrativa debe reprimir y castigar tales excesos”134. En definitiva, la ruptura del Concordato fue el resultado de una serie de incumplimientos de la jerarquía eclesiástica. Seguramente estos incumplimientos fueron el pretexto perfecto para suspender un convenio que, a los ojos de un gobierno liberal de corte laicizante, resultaba anacrónico y frenaba la implementación de sus políticas. Quedaba claro que Santiago González no estaba dispuesto a tolerar la insubordinación ni la desobediencia de los eclesiásticos. Por ello advirtieron que habría represión y castigo

a

aquellos

que

se

rebelaran

contra

los

poderes

constituidos.

Desafortunadamente, esta advertencia se concretó durante la revuelta que tuvo lugar en San Miguel, a mediados de 1875. No voy a analizar los pormenores de este acontecimiento. En la siguiente sección haré referencia a aquellos aspectos que resultan relevantes para el tema de este estudio. 3.3 Mujeres “ignorantes y fanáticas” en la revuelta de San Miguel El 11 de junio de 1875, el editorial del Diario Oficial denunció la publicación hecha por La Verdad de un Edicto eclesiástico en el que, según la voz gubernamental, se llamaba a los ciudadanos a desconocer las leyes de la República: Este periódico religioso órgano de las aspiraciones ambiciosas de su Redactor, vuelve a abrir la lucha contra las leyes y autoridades constituidas. No es un simple artículo de periódico el que se lanza para encender la tea de la revolución, es la Autoridad Eclesiástica la que en un Edicto fecha 28 de mayo próximo pasado, publicado en el número 176 del periódico recalcitrante correspondiente al cinco del mes en curso, ordena a los fieles que desconozcan y desobedezcan las leyes de la República 134

“Negocios Eclesiásticos”, Diario Oficial… p. 7.

147

Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 constitucionalmente emitidas y promulgadas. Aberraciones tan fatales a la sociedad no son comunes, y llegan de tarde en tarde como la peste y esos azotes que algunas veces afligen a la humanidad135.

El Edicto, efectivamente, fue promulgado por el Vicario General, Bartolomé Rodríguez, y publicado en la edición de La Verdad del 5 de junio de 1875. Según el Vicario, este respondía a la promulgación del reglamento de cementerios136, “que causa un verdadero trastorno en la administración eclesiástica”137. El editorial de La Verdad del 5 de junio de 1875, denunciaba que la nueva ley obligaba a hacer enterramientos “sin distinción de méritos; y aún sin previa averiguación de si pertenecen o no a la comunión de la Iglesia”138, de esta manera desconocía las prohibiciones de enterramiento a aquellos a quienes la Iglesia había impuesto esa pena. La promulgación del Edicto eclesial tenía el objetivo de dejar claro quién tenía el poder sobre los cementerios. En el artículo 4º y 5º del Edicto eclesiástico se lee: Se prohíbe todo enterramiento en la Iglesia sin previa licencia de este Gobierno Eclesiástico, y llenándose previamente las condiciones que se pusiesen en el respectivo despacho. El Cura o Rector de Iglesia que consintiere en un enterramiento, sin la licencia requerida, o sin llenar previamente las condiciones que en ella se exijan, quedará suspenso ipso facto de todo ministerio eclesiástico. Y los seglares que ordenen, fuercen las puertas, o cooperen al enterramiento, en el caso expresado, incurrirán en excomunión mayor ipso facto reservada a este Gobierno Eclesiástico.

135

“La Verdad”, Diario Oficial, N° 124, año 1, 11 de junio de 1875, p.1.

Como una acción más de cara a la laicización del Estado, el 28 de mayo de 1875 la asamblea promulgó una ley en la que suprimía el control eclesiástico sobre los cementerios: de ahora en adelante estarían destinados a la sepultura de todos los habitantes de la jurisdicción municipal, independiente de su credo religioso, y la administración de los fondos provenientes de esta actividad serían administrados por las autoridades municipales. Los eclesiásticos sustentaron su oposición con razones doctrinales: un lugar sagrado, como el cementerio, no podía ser violado admitiendo la sepultura de un hereje o un excomulgado. Además, al pasar el control administrativo a manos laicas, la ley reducía al “comercio” los criterios para sepultar a alguien en el lugar sagrado. Ver: Rodolfo Cardenal, El poder eclesiástico en El Salvador… pp. 115-116. 136

137

“Edicto”, La Verdad, Año IV, N° 176, 5 de junio de 1875, p. 2.

138

“Cementerios”, La Verdad, Año IV, N° 176, 5 de junio de 1875, p. 1.

148

Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 En cualquiera duda sobre el particular, se prohíbe a los Párrocos entrar en avenimiento con las autoridades, o dictar providencias, sin previa consulta y aprobación de este Gobierno Eclesiástico139.

El Edicto debía ser leído en cada parroquia, en los tres días festivos inmediatos a su recibo. A todas luces, la promulgación de estas disposiciones desafiaban a las autoridades civiles. Por ello, en la edición del Diario Oficial del 11 de junio, el Ministro de Gobernación, D. Fiallos, alertó a los gobernadores departamentales a través de una circular para que evitaran la lectura del “edicto subversivo”140. Además, la circular pedía a los Gobernadores que velaran por la conservación del orden y que reprimieran “con toda energía a los que de algún modo alteren o pretendan alterar la pública tranquilidad”. Pero el orden se alteró. El 22 de junio de 1875 (el mismo día que se divulgó el reglamento para la Escuela Normal de Institutrices), un Alcance al Diario Oficial número 133 publicó un decreto en el que el Presidente González declaraba Estado de Sitio para toda la República141. La razón de tan drástica medida fue la rebelión que había estallado en la ciudad de San Miguel el domingo 20 de junio. Según se lee en el texto del presidente González, la rebelión había sido acaudillada por Ramón Tinoco 142 y el presbítero José Manuel Palacios. Durante los disturbios fueron asesinados el gobernador y el comandante departamental. También fueron saqueados varios almacenes e incendiadas algunas residencias. Con el decreto del Estado de sitio, Santiago González intentaba “restablecer el orden y la tranquilidad en los pueblos donde se halla alterada, dictando al

139

“Edicto”, La Verdad… p. 2.

140

“Circular”, Diario Oficial, N° 124, año 1, 11 de junio de 1875, p. 1.

141

“Santiago González”, Alcance al Diario Oficial Número 133, 22 de junio de 1875, p. 1.

Días más tarde, el mismo Diario Oficial pidió disculpas por haber involucrado el nombre del coronel Tinoco en la revuelta, y destacó su labor para restaurar el orden en la ciudad. Ver: “Rectificación”, Diario Oficial, Nº 143, año 1, 3 de julio de 1875, p. 1. 142

149

Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 efecto medidas enérgicas, prontas y eficaces”143. El decreto estaba seguido de un mensaje dirigido al pueblo salvadoreño, en el que el presidente González hizo una primera lectura de los acontecimientos: La mano del crimen se levanta airada y feroz en San Miguel. Su bandera es la tea incendiaria que devora las propiedades acumuladas con los ahorros y faenas de los hombres de bien. Es el puñal asesino que sacrifica al patriota, al valiente, al servidor de la ley. Es la impiedad que mancha con sangre inocente y generosa la túnica del sacerdote cristiano, oscurece la fe con las tinieblas del fanatismo, escupe al rostro de la providencia invocándola como la Divinidad del exterminio, como el Genio del mal protector de los malvados144.

Según González, “las tinieblas del fanatismo” habían envuelto la ciudad de San Miguel. Por el contenido de su mensaje, es fácil deducir que la lectura que hizo de los acontecimientos se concentraba en evidenciar la participación de ciertos miembros del clero en la revuelta. Pero, ¿realmente fue el fanatismo religioso el disparador de la rebelión? ¿Qué hechos aglutinaron semejante revuelta social en San Miguel? Según analiza Rodolfo Cardenal, desde hacía un tiempo se venía dando un fuerte antagonismo entre comerciantes y latifundistas de la región. Ambos grupos se vieron enfrentados por motivos bastante diversos. Desde las preferencias que tenían por distintos párrocos, pasando por el reclamo del agua de un río y la demanda de remedición de unas tierras, hasta la negativa de las vendedoras del mercado a trasladar sus puestos al nuevo edificio destinado para ello145. Ciertamente, en esta rebelión nutrida por múltiples factores, hubo robos, saqueos e incendios a almacenes comerciales y casas de habitación146. Sin embargo, lo que concentró la atención de las 143

“Santiago González”, Alcance al Diario Oficial Número 133… p. 1.

144

“Al pueblo Salvadoreño”, Alcance al Diario Oficial Número 133… p. 1. La negrilla es mía.

145

Ver: Rodolfo Cardenal, El poder eclesiástico en El Salvador, op. cit. p. 126.

De hecho, en la edición del Diario Oficial del 2 de noviembre de 1875, apareció un listado de alhajas perdidas durante el saqueo de San Miguel. El lote pertenecía a doña Emilia M. de Soto. La lista incluye 36 piezas entre las que se describen pulseras de perlas, prendedores, anillos de brillantes, cadenas, relojes, aderezos, mancuernillas y una cigarrera. Todas las piezas de oro y piedras preciosas. Ver: “Alhajas perdidas”, Diario Oficial, N° 246, año 1, 2 de noviembre de 1875, p. 4. 146

150

Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 autoridades fue la desobediencia del padre Palacios que había dado lectura al Edicto eclesiástico pese a la explícita prohibición del gobernador. Es probable que la abierta oposición que algunos miembros del clero mostraron contra el proyecto del liberalismo radical aglutinara todos los conflictos antes señalados en la población migueleña, incluido el relacionado con el famoso traslado de vendedoras al nuevo mercado147. No es objetivo de este trabajo hacer un análisis de lo que pasó en esos tres días. Lo que interesa analizar es la reconstrucción de la narrativa interpretativa de estos hechos, y la manera como ésta alimentó un discurso anticlerical cuyo grado de beligerancia no se había visto antes. En los datos publicados por varios artículos del Diario Oficial, se dice que el motín comenzó a gestarse en la parroquia del padre Palacios, el día en que el cura dio lectura al Edicto en abierta desobediencia al Gobernador. En uno de los textos que narran el acontecimiento se afirma que la parroquia estaba llena, y “aquellos hombres, y hasta las mugeres, estaban armados, en el templo mismo, de puñales y otras armas, para oponerse a las disposiciones de la autoridad148”. La revuelta, acaudillada por el padre Palacios, dio inicio por la noche. No es extraño que hayan participado mujeres ya que las vendedoras del mercado se habían visto afectadas con la medida del traslado al nuevo edificio. Lo que llama la atención es la descripción que se hace de las mujeres que participaron en el motín: …aquellos salvajes sedientos de sangre, sobre todo de las mujeres del pueblo, que machete en mano eran las primeras en dar el ejemplo arrojando gritos feroces contra los indefensos habitantes…

A mi parecer, Héctor Lindo hace una limitada lectura de estos acontecimientos. Según su análisis, la Iglesia se alió con los indígenas para oponerse a la medida de usar el nuevo edificio del mercado. La interpretación de Lindo reduce la revuelta al conflicto entre “lo viejo y lo nuevo”: a los indígenas les resultaba extraña la venta de productos en un ambiente cerrado, y para los liberales el mercado representaba un esfuerzo por modernizar la ciudad. Ver: Héctor Lindo-Fuentes, La economía de El Salvador en el siglo XIX, DPI, Concultura, San Salvador, 2006, pp. 226-227. 147

“Datos sobre las ocurrencias de San Miguel”, Diario Oficial, N° 142, año 1, 2 de julio de 1875, p. 2. El énfasis es mío. 148

151

Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 Las calles se encuentran aún llenas de despojos, y todo lo que no pudieron cargar aquellos tigres feroces sedientos de nuevas víctimas y destrucción, lo arrojaban por las ventanas a las calles para ludibrio de aquel populacho sanguinario y ladrón, en el que sobresalían, por su osadía, no pequeño número de mugeres149.

En ambos relatos, las mujeres son presentadas como fuerzas destructivas fuera de control. El tema de la participación de mujeres en la revuelta de San Miguel fue analizado por Rafael Reyes, pocos días después de estos acontecimientos, en un texto titulado “Los Herejes”. En él señala que, situaciones como la de San Miguel, se debían al descuido de la educación de la mujer: Nosotros nos resentimos de la educación del sexo débil, y de cuando en cuando, como ha sucedido en San Miguel, al arrojarnos ellas sangre y lodo a la cara, pagamos el gran pecado de nuestros antecesores que se descuidaron de la educación de la mujer y la dejaron abandonada a sus instintos150.

La educación era vista como un medio para rescatar a la mujer de sus instintos primitivos. No cabe duda que relatos como estos contribuyeron a forjar la representación de la mujer ignorante y fanática. Esta imagen cobrará tremenda fuerza en los discursos anticlericales del liberalismo radical en los siguientes años, como se mostrará en el siguiente capítulo. Hay que decir que esta no era la primera revuelta que amenazaba al gobierno de Santiago González. Aldo Lauria menciona algunos levantamientos en armas en las ciudades de Cojutepeque e Izalco entre 1871 y 1872, respectivamente151. Pero lo que llama la atención en la revuelta migueleña, a diferencia de las anteriores, es la dimensión que cobra el tema del fanatismo religioso en el discurso oficial.

“¡Terrible catástrofe en San Miguel! según los datos más fidedignos”, Diario Oficial, Nº 145, año 1, 6 de julio de 1875, p. 1. El énfasis es mío. 149

Rafael Reyes, Miscelánea. Colección de algunos artículos científicos, políticos y literarios escritos por el doctor Rafael Reyes, Imprenta del Cometa, San Salvador, 1887, pp. 53-62. 150

Ver: Aldo Lauria, “Los indígenas de Cojutepeque. La política faccional y el Estado Nacional en El Salvador, 1830-1890”, en Arturo Taracena y Jean Piel (compiladores), Identidades nacionales y Estado moderno en Centroamérica, Editorial de la Universidad de Costa Rica, San José, 1995, p. 237- 252. 151

152

Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 A partir de lo que se encuentra en las fuentes sobre el caso de la asonada migueleña, me parece que es posible afirmar que el discurso del liberalismo radical hizo de la revuelta de San Miguel un punto de partida definitivo en su lucha contra el clericalismo y el fanatismo religioso, tal y como se verá en varios discursos de la década de 1880. Fue el mismo presidente Santiago González quien denunció que el empeño de algunos representantes eclesiales por oponerse a los cambios de la “moderna civilización”, era fruto del mero fanatismo. Por ello advertía que su guerra contra éste sector sería implacable con tal de “salvar la República, las conquistas de la libertad y el nombre salvadoreño, por un momento empañado con la horrenda catástrofe de San Miguel”152. En consecuencia, tanto el Diario Oficial como otros periódicos afines al liberalismo radical, explicaron las barbaridades cometidas en San Miguel como fruto de la ignorancia del pueblo y del fanatismo fomentado por algunos clérigos153, no solo en El Salvador, sino también en Centroamérica154. Los editoriales y algunas otras columnas de opinión publicadas en el Diario Oficial, en los días posteriores a la rebelión, establecieron una oposición entre dos grupos: el de los enemigos de la libertad y el orden, que explotaban la ignorancia de los pueblos y vivían de la conciencia de los fanáticos; y el de la “gente honrada”, en el que agrupaban a los empresarios y 152

“Al pueblo Salvadoreño”, Alcance al Diario Oficial Número 133… p. 1.

Ver: “La situación”, Diario Oficial, N° 134, año 1, 23 de junio de 1875, p.2; “La conmune en San Miguel”, Diario Oficial, N° 135, 24 de junio de 1875, p. 1; “El clero del Salvador”, Diario Oficial, N° 139, año 1, 29 de junio de 1875, p. 1; “El clérigo D. José Manuel Palacios”, Diario Oficial, N°140, año 1, 30 de junio de 1875, p. 1. 153

El periódico salvadoreño El Universo publicó la percepción que tenían en Nicaragua sobre la revuelta de San Miguel: “En Nicaragua, según están entendidos nuestros lectores por los comunicados al “Porvenir”, reproducidos en la prensa oficial, los partidarios del clero perverso, han levantado sus gritos hasta el cieno pretendiendo denigrar la reputación del gobernante y pueblo salvadoreños, con motivo de su enérgico proceder”. “El Gobierno del Salvador y los acontecimientos de San Miguel”, El Universo, año 1, N° 136, 11 de septiembre de 1875, p. 1. El periódico oficial El Guatemalteco también publicó un editorial donde responsabilizaba al clero de los acontecimientos de San Miguel: “Creemos que el horrible acontecimiento verificado en San Miguel no es más que la espresión de las tendencias absorbentes del clero, enemigo irreconciliable de todo poder civil, cuando no puede dominarlo a su antojo”. “La grande obra del Clero EN S.MIGUEL”, El Guatemalteco, periódico oficial, Guatemala, Serie 5, N° 54, 2 de julio de 1875, p. 1. 154

153

Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 comerciantes (con gran poder económico de San Miguel155). En esta interpretación, los principales responsables del levantamiento popular eran aquellos malos eclesiásticos de pensamiento retrógrado: Los hombres de “La Verdad” han logrado al fin teñir sus manos con la sangre de los salvadoreños. Lo que ellos dijeron en el número 176 de su periódico se ha cumplido en San Miguel, y no satisfechos aún con esto, estaban en los momentos en que escribimos, instruyendo a algunos Curas para fomentar y hacer extensiva a toda la República la anarquía, la depredación y la muerte156.

Esta lectura de los hechos fue difundida por toda la república a través del Diario Oficial. Tanto así que el 26 de junio de 1875 se publicaron en el mismo periódico sendas manifestaciones de apoyo al presidente ante los acontecimientos de San Miguel. Una de ellas era la de la Corporación Municipal de San Salvador, respaldada por firmas como las de Rafael Reyes (quien escribió el texto “Los herejes”), Hermógenes Alvarado, Juan J. Cañas, Federico Prado (quien hacia mediados de 1880 será administrador del diario El Católico) y Pedro García. La otra representaba a un grupo de ciudadanos de San Salvador que reunió aproximadamente 200 firmas. En el texto, los ciudadanos exhortan al presidente a ser severo: “con el crimen, con el fanatismo, no queremos transacción. No puede haber comercio entre la virtud y el vicio, entre la luz y las tinieblas. La República es la virtud, es la luz. El fanatismo y la reacción son el crimen y la ignorancia”157. El fanatismo religioso se convirtió así en poco menos que una plaga a la que había que combatir pues amenazaba con extenderse por toda la República. Según noticias publicadas en el Diario Oficial, también había habido intentos de levantamiento en otras poblaciones. En la misma fecha de los sucesos de San Miguel se vio frustrada Un telegrama publicado en el Diario Oficial reportó: “Casas quemadas: las de Sol; las dos de Canessa. Almacenes saqueados: el de Imbert, los de Canessa, Aureliano Matheu, Calvo y muchos otros que no le escribiré. En casa de mi tío no quedó nada, pero no incendiaron la casa. Mañana espere más pormenores. A. Schlesinger”. Ver: “Telegrama”, Diario Oficial, N° 138, año 1, 27 de junio de 1875, p. 2. 155

156

“Un horrible atentado”, Diario Oficial, N° 134, año 1, 23 de junio de 1875, p. 1.

157

“Manifestaciones”, Diario Oficial, N°137, año 1, 26 de junio de 1875, p. 4.

154

Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 una rebelión en Izalco158 y, siete días antes, se había controlado otra en Chalatenango. En el editorial del 2 de julio se afirma que “la hidra reaccionaria ha encontrado su Hércules, la atmósfera se purifica y pronto el cielo político aparecerá en su ordinaria serenidad”159. Esta interesante selección de imágenes será utilizada nuevamente en un editorial del periódico La Discusión, publicado en 1880, a cinco años después de estos sucesos, como mostraré en el siguiente capítulo. El 29 de junio de 1875 le fue comunicado al Obispo de la Diócesis la expulsión de los clérigos José Luis Cárcamo, Obispo coadjutor (quien ordenó el restablecimiento de las hermandades, fue responsable de las censuras a los textos de Fernando Velarde, y se resistió a que el clero prestara juramento a la Constitución), el Vicario Bartolomé Rodríguez (autor del “edicto incendiario”), y los Canónigos Orellana y Miguel Vecchiotti (este último canónigo penitenciario, fundador de la escuela de niñas, y redactor de La Verdad)160. Con esta acción, el gobierno de González dejaba clara la subordinación que debía haber del poder eclesiástico al poder civil. Pero el discurso sobre el fanatismo no desapareció. El editorial del 1º de julio de 1875 del Diario Oficial llevaba por título, precisamente, “El fanatismo religioso”. El editorial lo define como … esa exaltación febril que enciende la idea religiosa en los cerebros débiles, trastornando las nociones del bien, del mal, de la justicia, hasta arrastrar a cometer toda clase de delitos como medios para agradar a la Divinidad. ¡El fin justifica los medios! Ese es el credo terrible del fanatismo… Las maldiciones, la indignación de la prensa deben caer sobre el Cura que, abusando de la Cátedra del Espíritu Santo, minó la moral y sembró el veneno del fanatismo en el corazón de las masas ignorantes161.

158

“Izalco”, Diario Oficial, N° 138, año 1, 27 de junio de 1875, p. 1.

159

“Editorial”, Diario Oficial, N° 142, año 1, 2 de julio de 1875, p. 1.

Ver: “Ilustrísimo Señor Doctor Don Tomas Miguel Pineda y Zaldaña, Obispo de esta Diócesis”, Diario Oficial, N° 139, año 1, 29 de junio de 1875, p. 1. 160

161

“El fanatismo religioso”, Diario Oficial, N° 141, año 1, 1º de julio de 1875, p. 1.

155

Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 El fanatismo prendía en los “cerebros débiles”, en las masas ignorantes. Y “cuando las masas ignorantes son movidas por el fanatismo162” desencadenaba hechos como los de San Miguel. Hacia octubre de 1875, la situación de San Miguel parecía haber vuelto a la normalidad. Al menos esta era la percepción que Francisco E. Galindo163 manifestó en un artículo suyo titulado “La Situación”. Sin embargo, el fantasma del fanatismo continúa presente en su discurso: El Gobierno, después de haber reprimido los desórdenes hijos del fanatismo religioso ha vuelto a ocuparse de los intereses de la paz, sin bien siempre vigilante por la común seguridad, y sin perder de vista a los que, atendidos sus antecedentes, pueden abusar de las leyes sagradas del asilo en un país hermano y continuar la ingrata misión de provocar alarmas y conflictos164.

El 13 de noviembre de 1875 se levantó el Estado de sitio165. Según Baltasar Estupinián, la ciudad iba rehaciéndose poco a poco de los “atentados cometidos por el fanatismo en los memorables días del 20, 21 y 22 de junio”. La autoridad debía mantenerse alerta de cuidar el orden y conservación social, advierte Estupinián, mientras “no haya podido alejarse totalmente el motivo de la desconfianza, en tanto que el fanatismo y la ignorancia no desaparezcan entre nosotros166”. Ciertamente, este tema se había convertido en el caballito de batalla de los gobiernos del liberalismo radical, y no solo en El Salvador. El mayor peligro del fanatismo era que prendía fácil en la “naturaleza” femenina. De esto da cuenta un editorial publicado en El Guatemalteco, periódico oficial de Guatemala, en diciembre de

162

“Datos sobre las ocurrencias de San Miguel”, Diario Oficial, N° 142, año 1, 2 de julio de 1875, p. 2.

En octubre de 1875, Francisco E. Galindo y Baltazar Estupinián fueron nombrados redactores del Diario Oficial. Ver: “Nombramientos”, Diario Oficial, N° 221, año 1, 3 de octubre de 1875, p. 1. 163

164

Francisco E. Galindo, “La Situación”, Diario Oficial, N° 228, año 1, 12 de octubre de 1875, p. 2.

165

“Poder ejecutivo”, Diario Oficial, N° 256, año 1, 13 de noviembre de 1875, p. 1.

166

Baltasar Estupinián, “San Miguel”, Diario Oficial, N° 271, año 1, 1 de diciembre de 1875, p. 1.

156

Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 1875. El editorial describe la perjudicial influencia de la religión en la formación de las señoritas que asistían a los colegios de religiosas: Si las discípulas fanatizadas por las hermanas directoras entran a formar una familia, de seguro la paz doméstica es ilusoria: tienen la inclinación a gobernar la conciencia del marido; y las inquietudes, disgustos y altercados son frecuentes si el hombre no se muestra rezadero y místico. No hay que decir que la tranquilidad se pierde por completo si las ideas del infeliz marido trascienden a lo que los devotos llaman herejía. Cuando la tolerancia en materia de ideas no existe en casa, ¿cuál puede ser la felicidad del hogar? Las observaciones que hemos hecho son sacadas de nuestra propia sociedad, nos inducen a creer que solo los hipócritas refinados o los imbéciles pueden abogar por la educación de las hermanas de Betlem, esencialmente corruptora de los sentimientos e instintos más propios y naturales de la privilegiada organización de la mujer167.

A la luz de este texto se entiende la radicalidad con la que actuó el gobierno salvadoreño en el caso del colegio fundado por las Beatas Rosas. Aún cuando se mostraban comprometidos con la educación de la mujer, no estaban dispuestos a transigir con iniciativas que pusieran en riesgo las políticas laicizantes que estaban impulsando. Tanto para los liberales radicales como para los católicos, era necesario orientar la naturaleza femenina. Los católicos querían hacerlo por medio de la religión pues consideraban que la instrucción intelectual podía pervertir su entendimiento y hacerlas olvidar su misión de madres y esposas. Por su parte, los liberales radicales querían instruir a la mujer para erradicar la ignorancia que la hacía presa fácil de la religión fanática, supersticiosa e irracional, lo cual representaba un peligro para la paz doméstica y social: no habría tranquilidad y armonía social sin tolerancia en materia de ideas religiosas, especialmente. Conclusiones El gobierno de Santiago González impulsó una modalidad de liberalismo más radical, de corte laicizante, a partir de 1871. Esta nueva expresión del liberalismo “Ha sido deshecho el último baluarte del jesuitismo en Guatemala”, El Guatemalteco, periódico oficial. Guatemala, Serie 6, N° 62, 11 de diciembre de 1875, p. 1. 167

157

Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 salvadoreño, cuyos antecedentes se encuentran en las reformas morazánicas de 1837, se topó con fuertes resistencias de parte de los eclesiásticos católicos. A través del periódico La Verdad, los redactores advirtieron los errores de este liberalismo moderno que mal entendía el concepto de libertad. Los clérigos se sentían con total obligación de advertir a la sociedad salvadoreña de las terribles consecuencias que podría traer esa libertad, en detrimento de la unidad religiosa de la sociedad salvadoreña. Por ello se propusieron contrarrestar el avance del proyecto del liberalismo laicizante a través del refuerzo de la educación religiosa de las mujeres, particularmente. ¿Cuál era la amenaza? Para los liberales católicos, el pensamiento del liberalismo radical constituía una amenaza a la sociedad misma en la medida en que fomentaba una educación que cuestionaba el rol tradicional de las mujeres y ponía en peligro el orden natural establecido. Por su parte, los funcionarios del gobierno de Santiago González, promovieron un nuevo modelo de Estado que el que la Instrucción Pública era la base para la formación de los futuros ciudadanos. La escuela fue, por tanto, el baluarte de la civilización. Y esta obra civilizadora no podía desarrollarse sin la participación de la mitad de la población: la mujer. En el pensamiento liberal radical, la educación femenina fue vista como condición de posibilidad para el mejoramiento de las condiciones de las mujeres y del progreso de la misma sociedad y a esto enfocaron parte de los esfuerzos educativos. Si en 1872, Carlos Bonilla se lamentaba por la falta de datos confiables sobre la educación primaria nacional, y dos años más tarde, David J. Guzmán lamentó la escasez de escuelas para niñas, ya para 1875, Darío González daba cuenta de un primer registro estadístico del sistema educativo nacional en el que se reporta que de 435 escuelas nacionales, 50 eran de niñas (11.5%) y la matrícula femenina constituía el 14.2% del total de estudiantes de primaria. Los discursos e informes de Darío González, Fernando Velarde o Rafael Reyes analizados en este capítulo ponen de manifiesto su convicción sobre la igualdad de capacidades intelectuales de las mujeres con respecto a los hombres. En este sentido, estos intelectuales se desmarcaron de la visión biologicista que justificaba la inferioridad 158

Capítulo II: El debate sobre la educación femenina, 1871-1875 “natural” de las mujeres. Lo que había hecho falta era una educación capaz de estimular sus facultades racionales, y ahora se les estaba ofreciendo. Y es que además, según el pensamiento del liberalismo radical, si no se instruía racionalmente a la mujer, esta permanecería presa de la ignorancia y el fanatismo que la convertía en una amenaza para el progreso de la sociedad, idea que se vio reforzada a partir de los acontecimientos de San Miguel. Si la ignorancia de las masas era caldo de cultivo del fanatismo, las mujeres sin educación eran capaces de barbaridades como las que se habían cometido en aquella ciudad. Por ello se hacía urgente la tarea de ilustrarlas para erradicar la fuerte influencia que la religión, a través de los clérigos, ejercían sobre ellas. En este sentido, no es desatinado pensar que una de las razones que urgió la erradicación de la religión de la escuela, a principios de 1880, haya sido el fantasma de la ignorancia y el fanatismo construido tan intensamente a partir de lo sucedido en San Miguel. Sobre este tema profundizaré en el siguiente capítulo.

159

Capítulo III El debate sobre la educación femenina en el contexto de laicización de la escuela primaria salvadoreña, 1880-1883 El año de 1880 marcó un parte aguas en el debate sobre la educación salvadoreña y, particularmente, sobre la educación de las mujeres. Nuevas presencias de intelectuales del liberalismo radical –varios de ellos masones- impulsaron la laicización de la escuela primaria oficial, proceso a partir del cual se replanteó nuevamente el debate sobre el tipo de educación que debía ofrecerse a las mujeres. Como mostré en el capítulo anterior, las iniciativas que apuntaban a la instrucción intelectual para las mujeres encontraron fuertes resistencias de parte del clero desde 1872, a través del periódico católico La Verdad. Como veremos, al igual que en el período estudiado anteriormente, varios impresos de la época recogieron el debate suscitado por las medidas educativas sancionadas por los miembros del gabinete del segundo período de gobierno de Rafael Zaldívar y, especialmente, su recién nombrado subsecretario de Instrucción Pública, el masón y liberal radical Antonio J. Castro. En julio de 1880, la eliminación del estudio del catecismo de Ripalda en las escuelas oficiales fue el nuevo disparador de las alarmas en los círculos católicos. Los intelectuales del catolicismo veían en esta medida el inicio de la desaparición de los cimientos mismos de la sociedad católica, el fin de la civilización cristiana. De este temor dan cuenta varios de los discursos del periódico El Católico. El presente capítulo tiene por objetivo reconstruir el debate generado por las reformas a la educación femenina impulsadas durante el segundo período de gobierno del presidente Rafael Zaldívar. El discurso oficial y la opinión pública afín al liberalismo radical animaron y difundieron estas reformas como una oportunidad de emancipar la conciencia y el pensamiento femenino de la influencia clerical. De una educación dirigida exclusivamente a la formación de las virtudes religiosas y a los limitados saberes “propios de su sexo”, el discurso liberal radical apostaba ahora por una instrucción intelectual que fortaleciera la autonomía del pensamiento y la emancipación de la conciencia femenina. Aunque esta investigación no pretende hacer una historia de la educación de las mujeres en El Salvador, ni evaluar el logro 160

Capítulo III: El debate sobre la educación femenina, 1880-1883 o fracaso del sistema educativo durante la administración del gobierno de Rafael Zaldívar, interesa describir con cierto detalle en qué consistieron las transformaciones a la educación femenina impulsada por esta administración para probar que los alegatos de los intelectuales católicos en contra de la instrucción intelectual de las mujeres tenían como fundamento algo cierto: la apuesta estatal por la laicización de la escuela primaria, por un lado; y la clara intención de renovar y ampliar los planes de estudio de las escuelas femeninas, por otro. El capítulo tiene tres apartados. En el primero se expone el contexto de la educación a finales de 1879 e inicios de la década de 1880. Este primer apartado muestra los discursos de la prensa del liberalismo radical que urgía a un replanteamiento de la educación pública y en ella, principalmente, la de las mujeres. En este contexto se destaca la llegada de Antonio J. Castro, a la secretaría de Instrucción Pública y su apuesta discursiva por una educación ilustrada, así como los editoriales y discursos que exhortaban a la guerra contra la ignorancia y el fanatismo en periódicos radicales como La Discusión. El segundo apartado muestra las voces en debate a partir de la eliminación del catecismo católico de la enseñanza primaria oficial. En él se destaca el alegato de la Iglesia católica contra la educación laica, así como la disputa que entabló con el gobierno para defender su derecho a enseñar, basado en el artículo constitucional de la libertad de enseñanza. En el tercer apartado, interesa ahondar en las representaciones femeninas construidas por los grupos en debate. Mostraré que las diferentes posturas sobre el tipo de educación que debía ofrecerse a las mujeres abarcan desde las voces de resistencia de los círculos católicos, que manifestaron su empeño por mantener la religión como base fundamental de la educación femenina, hasta los ecos optimistas del discurso del liberalismo laicizante, que veían en la educación de la mujer la puerta de entrada a la verdadera civilización. Este apartado permite un acercamiento a las rupturas y continuidades de las representaciones femeninas construidas entre 1871 y 1875, tanto en el discurso católico como en el del liberalismo radical. 1. La guerra contra la ignorancia y el fanatismo En esta primera parte intentaré ubicar un punto de partida del proceso de transformación de la educación salvadoreña en el segundo período de gobierno de 161

Rafael Zaldívar. Para ello haré una somera descripción de la situación de la educación femenina a finales de la década de 1870, así como los intentos de reorganización del sistema educativo que las autoridades oficiales estaban proyectando. En un segundo momento trataré de mostrar que la radicalización del discurso en contra de la ignorancia y el fanatismo fue fruto de la convergencia de varios factores: por un lado, la llegada de Antonio J. Castro a la subsecretaría del Ministerio de Instrucción Pública y de sus ideas sobre la libertad y la ilustración; por otro, la difusión de un pensamiento liberal de tendencia secularizante que urgía a la transformación de la educación nacional, especialmente la de las mujeres, bajo la premisa de que la ignorancia del “bello sexo” era el último reducto donde se refugiaba el fanatismo religioso; y por último, el fantasma de los acontecimientos de San Miguel de 1875, que urgía a impulsar la ilustración de las mujeres para hacerlas aliadas y no impedimento del progreso de la nación. 1.1 La educación femenina a inicios de 1880 Desde la promulgación del reglamento de instrucción pública de 1873, el sistema educativo salvadoreño estaba organizado en tres niveles: primaria, secundaria y superior. En el caso del nivel de la educación primaria, la educación era obligatoria para los individuos de ambos sexos, entre los siete y los quince años de edad. Pero en el caso de las niñas, el reglamento establecía una dispensa: Art. 106. La concurrencia a las Escuelas de Niñas es potestativa de los padres o guardadores, y en ningún caso serán estos compelidos a enviarlas a las escuelas públicas; pero sí podrán y deberán ser obligados conforme a la ley a dar a las niñas que tengan a su cargo la educación que les corresponde1.

Los padres no estaban obligados a enviar a sus hijas a las escuelas públicas pero sí a darles “la educación que les corresponde”. ¿Qué significaba esto? Es probable que cuando el reglamento habla de la educación que “corresponde” haga alusión a aquellos “saberes propios” del sexo femenino, es decir, los saberes vinculados a la reproducción y al cuidado de la progenie en el ámbito doméstico

Cruz Ulloa, “Ley 1 de la instrucción primaria, secundaria y superior”, Codificación de leyes patrias desde la independencia hasta el año de 1875, Imprenta Nacional, San Salvador, 1879, p. 274. 1

162

Capítulo III: El debate sobre la educación femenina, 1880-1883 para lo cual las niñas no necesitaban ir a la escuela. El plan de estudios establecido para las escuelas elementales y las superiores –o de segundo orden- era el siguiente: Cuadro 1. Plan de estudios de las escuelas primarias -

Primaria elemental Lectura Escritura Aritmética elemental Elementos de Gramática Castellana Nociones elementales de Geografía Religión y moral La Cartilla del Ciudadano La Ley de Jurados

Primaria superior Las mismas materias de la primaria elemental y además: - Elementos de Cosmografía y nociones sumarias de Geografía física y política. - Nociones elementales de Historia principalmente del país. - Dibujo lineal - Nociones de partida simple y doble.

Fuente: Codificación de leyes patrias desde la independencia hasta el año de 1875, de Cruz Ulloa, p. 269.

Dos elementos me interesa resaltar. En primer lugar, la materia de religión era parte del plan de estudios de la primaria elemental y superior. Si bien las reformas constitucionales de 1871 habían logrado establecer la libertad de cultos y de enseñanza, la educación oficial seguía enseñando doctrina católica. En segundo lugar, el plan de estudios promulgado por el reglamento de 1873 había ampliado en buena medida el de las escuelas de primeras letras que, hasta entonces, se reducía a escritura, aritmética, doctrina cristiana y labores de mano 2. Sin embargo, en el caso de las Escuelas de Niñas, la ley establecía una observación particular: Art. 104. No se enseñarán sino los principales ramos asignados a las escuelas elementales y superiores a juicio del director general de Instrucción Primaria y se distribuirán las horas de trabajo entre la instrucción sobre tales ramos y la enseñanza de obras de aguja, economía doméstica y otros ejercicios que convengan particularmente a la mujer.

Ver: Carlos Cañas-Dinarte, José María Cáceres: un docente, una época, FEPADE, San Salvador, 1998, pp. 59-70. A este respecto, Gilberto Aguilar Avilés señala que “el sistema educativo –si es que puede hablarse en estos términos- era muy precario. El mismo término de escuelas de primeras letras refleja el carácter extremadamente elemental de la enseñanza”. Ver: Gilberto Aguilar Avilés y Héctor Lindo-Fuentes, Un vistazo al pasado de la educación en El Salvador. El sistema escolar de El Salvador en el siglo XIX, FEPADE, San Salvador, 1998, p. 16. 2

163

Art. 105. Las Escuelas Públicas de Niñas se regirán por este reglamento en lo que les sea aplicable con las variaciones que el Director general de Instrucción primaria crea conveniente introducir; teniendo en cuenta las consideraciones especiales que exige la esmerada educación de este sexo3.

En otras palabras, esta disposición dejaba al arbitrio del director general de instrucción primaria la decisión de cuáles materias se enseñarían a las niñas, pero debía cuidarse que no ocupara todo el horario para que las mujeres pudieran formarse en las labores particulares de su sexo. En conclusión: la ley no obligaba a las niñas a ir a la escuela, y aquellas que llegaban, recibían solo una educación elemental para no dejar de formarse en las labores propias de su sexo. Este tema resulta fundamental para comprender la resistencia de los padres y madres de familia a la promulgación de la educación laica y obligatoria, entre 1883 y 1886, como se verá en el cuarto capítulo. Las escuelas primarias eran atendidas por maestros y maestras formadas en las escuelas de institutores fundadas durante el período de González. La Escuela de Institutrices se había convertido en un referente para la formación femenina. Varios de los colegios para señoritas fundados durante los años de 1878 y 1879, utilizaron como modelo el plan de estudios de esta institución 4. Y es que a partir de la declaración de la libertad de enseñanza, las instituciones educativas privadas para mujeres aumentaron de manera considerable. Solo en el año de 1878, seis colegios informaron de su apertura en la sección de anuncios del Diario Oficial: Cuadro 2. Listado de colegios para señoritas anunciados en 1878. Nombre del colegio

Directora

Ubicación

Liceo “La Concordia”5

Clotilde Huezo

Zacatecoluca

Escuela de Niñas6

Celsa Azmitia

Sin datos

Santa Teresa de Jesús7

Ma. Ana Cañas

San Salvador

3

Cruz Ulloa, Codificación de leyes patrias desde la independencia hasta el año de 1875… p. 274.

4

Ver: “Liceo de La Concordia”, Diario Oficial, tomo 4, N° 34, 8 de febrero de 1878, p. 3.

5

“Liceo de La Concordia”, Diario Oficial, tomo 4, N° 34, 8 de febrero de 1878, p. 3.

6

“Nueva escuela de niñas”, Diario Oficial, tomo 5, N° 118, 21 de mayo de 1878, p. 476.

164

Capítulo III: El debate sobre la educación femenina, 1880-1883 Colegio de “Santa María”8

Hortensia de Pérez Gómez

Nueva San Salvador

Liceo de Niñas9

Mercedes A. de Noguera

San Salvador

Colegio de Santa Teresa10

Teresa Imery

Nueva San Salvador

Fuente: elaboración propia a partir de anuncios de la sección no oficial del Diario Oficial, a lo largo del año de 1878.

A mediados de 1879, el presidente Zaldívar hizo venir de Francia dos institutrices para que se hicieran cargo de la formación de las maestras en un nuevo establecimiento. Una de las institutrices era Agustina Charvin, que sería nombrada directora del nuevo Colegio de Señoritas de San Salvador11. En este colegio, y en la Escuela Normal para varones12, serían formadas las nuevas generaciones de directoras y directores para las escuelas primarias. La memoria de los trabajos realizados por el Ministerio de Instrucción Pública en 1879, destacó la fundación del Colegio de Señoritas como una muestra del celo con que se atendía la educación de las mujeres. Dice el ministro Salvador Gallegos: Así mismo, atendiendo con idéntico celo a la educación de la mujer, que desde el santuario del hogar hace sentir su poderoso influjo en los destinos del hombre y de la sociedad, el Gobierno hizo venir de Francia dos institutrices, contratadas para la enseñanza en un Colegio, el cual fue establecido, a mediados del año anterior, conforme al Reglamento decretado el 10 de junio último13.

7

“Al público”, Diario Oficial, tomo 5, N° 164, 13 de julio de 1878, p. 663.

8

“Colegio de Santa María”, Diario Oficial, tomo 5, N° 208, 3 de septiembre de 1878, p. 864.

9

“Liceo de Niñas”, Diario Oficial, tomo 5, N° 258, 31 de octubre de 1878, p. 1068.

10

“Colegio de Santa Teresa”, Diario Oficial, tomo 5, N° 278, 23 de noviembre de 1878, p. 1161.

Su contrato como directora fue establecido por tres años. Ver: “Relación de los trabajos del Ministerio de Instrucción Pública y Beneficencia, desde el 3 hasta el 28 de Febrero”, Diario Oficial, Tomo 8, No. 64, 14 de marzo de 1880, p. 259. Agustina Charvin será la fundadora del primer jardín de infancia (kindergarten) del país en 1884. 11

El nuevo director de la Escuela Normal era el español Adolfo Romero. Su contrato fue firmado por tres años en junio de 1879. Ver: “Contrata”, Diario Oficial, Tomo 6, N° 138, 13 de junio de 1879, p. 833. 12

“Memoria que el Sr. Ministro de Instrucción Pública y Beneficencia, Lic. Don Salvador Gallegos, presenta al Congreso Nacional Constituyente de 1880”, Diario Oficial, Tomo 8, no. 68, 19 de marzo de 1880, p. 276. 13

165

El reglamento del Colegio de Señoritas fue publicado en junio de 1879 14. A diferencia del reglamento de la Escuela de Institutrices, en este se abrían dos modalidades para la formación de las estudiantes. Como en la escuela de Institutrices, una de ellas estaba orientada a la preparación de las directoras de las escuelas primarias para lo cual se contemplaba becar a catorce señoritas procedentes de los catorce departamentos del país. Cada gobernador departamental estaba obligado a cubrir los quince pesos mensuales de la colegiatura. Una vez terminados sus estudios, las señoritas bequistas quedaban obligadas a prestar sus servicios como directoras de la Escuela de Niñas de su cabecera departamental. La edad necesaria para aspirar a una beca era de entre quince y dieciocho años, mientras que el reglamento de la Escuela de Institutrices pedía diez y seis años cumplidos. La otra modalidad era la de formación general primaria para pensionistas y externas de entre diez y quince años de edad15. Esta modalidad daba la oportunidad de que las jóvenes, tanto pensionistas como externas, culminaran los estudios correspondientes a la primaria superior en la misma institución en la que se formaban las maestras. Para todas las estudiantes, los cursos duraban dos años. El programa incluía las materias de lectura, escritura, aritmética elemental, gramática castellana, religión, moral y urbanidad, pedagogía (obligatoria solo para las bequistas), nociones de historia, de geografía general y de Centroamérica, nociones de historia natural, idiomas (francés, inglés y alemán), música, canto, dibujo, pintura y labores de mano16. Al finalizar los cursos, todas las estudiantes se sometían a un examen. En el caso de las bequistas, al aprobar el examen recibían un diploma que las acreditaba como directoras de escuela primaria. Las pensionistas y externas de entre diez y quince años que aprobaban el examen, recibían un diploma honorífico. Este documento certificaba la finalización de su educación primaria, lo que significaba un importante logro en un sistema educativo donde la educación primaria de niñas estaba en expansión. 14

Ver: “Reglamento”, Diario Oficial, Tomo 6, N° 139, 14 de junio de 1879, p. 837.

Las pensionistas pagaban igualmente 15 pesos mensuales y las externas 4 pesos por trimestre. Ver: “Reglamento”, Diario Oficial, Tomo 6, N° 139, 14 de junio de 1879, p. 837. 15

El estudio de la música, canto, dibujo, inglés y alemán no entraba dentro de la colegiatura sino como pago independiente. Ver: “Reglamento”, Diario Oficial… p. 837. 16

166

Capítulo III: El debate sobre la educación femenina, 1880-1883 Según la memoria presentada por el ministro Gallegos, el año 1879 cerró con 624 escuelas primarias: 465 de varones y 159 de niñas. Del total de escuelas nacionales, las de varones alcanzaban un porcentaje del 74.5% y las de niñas un 25.5%. Según estas estadísticas, las escuelas de niñas se habían triplicado con relación a las 50 que existían en 1875. A estos establecimientos asistía 20,400 varones (83.5%) y 4,038 niñas (16.5%) en toda la república. La matrícula femenina en 1879 casi se había duplicado con relación a la de enero de 1875 (2,633 niñas matriculadas), y constituía ahora un 16.5% de la matrícula nacional, frente al 14.2% que alcanzaba en 1875, como mostré en el capítulo anterior. En el caso de la educación secundaria, el artículo 339 de la Ley de la instrucción primaria, secundaria y superior, la definía como aquella que comprendía los estudios necesarios para el grado de Bachiller en Ciencias y Letras 17. Según los datos disponibles, en 1879 se crearon varios planteles de educación secundaria subvencionados por el Estado. La subvención estaba condicionada a que los colegios o liceos proporcionaran enseñanza gratuita a estudiantes pobres que así lo solicitaran. Un ejemplo de ello es que, en octubre de 1878, el Ministerio de Instrucción Pública otorgó la subvención de 30 pesos mensuales al Colegio de Señoritas de Sonsonate, dirigido por Delfina Sotomayor. La directora quedaba obligada “a recibir gratuitamente en calidad de externas diez niñas que designara el gobernador del departamento”18. La señora Sotomayor solicitó reducir a seis el número de alumnas becadas, a lo que el Ministerio contestó que al asignarle la subvención de 30$ se ha atendido a lo que cada niña pueda pagar, buscando una justa compensación: que además esta es la base que al Gobierno ha servido para asignar subvenciones a otros Colegios de niñas y que no ha estimado conveniente hacer una excepción al tratar del que ella dirige19.

Ver: “Ley 1 de la Instrucción primaria, secundaria y superior”, Cruz Ulloa, Codificación de leyes patrias desde la independencia hasta el año de 1875… p. 288. 17

“Relación de los trabajos del Ministerio de Instrucción Pública y Beneficencia”, Diario Oficial, tomo 5, N° 258, 31 de octubre de 1878, p. 1065. 18

“Relación de los trabajos del Ministerio de Instrucción Pública y Beneficencia, Diario Oficial, tomo 5, N° 271, 15 de noviembre de 1878, p. 1120. 19

167

Según señala el ministro Gallegos, de 26 colegios de enseñanza secundaria en toda la República, 21 eran públicos y cinco privados. La asistencia ascendía a 1322 estudiantes de los cuales, 341 eran mujeres. El 25.8% de los matriculados en secundaria eran señoritas, frente al 74.2% de varones. Ahora bien, ¿qué tipo de educación se ofrecía en los colegios de secundaria? El ministro detalla que En todos los Colegios y Liceos de varones, los ramos de instrucción son los que fija el plan general de estudios de la Universidad, para el Bachillerato en Ciencias y Letras y algunos otros de enseñanza comercial20.

En los colegios y liceos de varones –tal como mandaba la ley- el plan de estudios era el del Bachillerato en Ciencias y Letras. ¿Y en los colegios de mujeres? ¿Cuál era el plan de estudios? ¿Qué educación recibían esas 341 señoritas inscritas en instituciones de enseñanza “secundaria”? A juzgar por la especificación establecida por el ministro, parecía que en los colegios femeninos no se ofrecía el plan general de estudios fijado por la ley. Si esto era así, ¿por qué el ministro los llama colegios de secundaria? Las fuentes primarias disponibles no ofrecen mucha información para responder a estas preguntas. Es posible que las instituciones femeninas consideradas por el ministro como de educación secundaria fueran las escuelas primarias superiores. Pero estas escuelas no tenían como objetivo particular la formación para el Bachillerato en Ciencias y Letras21 hasta ese momento, por lo que, en rigor, no eran escuelas de secundaria. Los contenidos de este nivel de enseñanza para los colegios de mujeres quedaban al arbitrio de la dirección de los colegios privados que la ofrecían. Determinar la razón de este vacío en la educación secundaria femenina, entendida esta como la educación que preparaba a la universidad, pues, no resulta fácil. En todo caso, basada en el análisis de las fuentes, no parece que haya existido una deliberada política estatal para impedir a las mujeres el acceso a la educación “Memoria que el Sr. Ministro de Instrucción Pública y Beneficencia, Lic. Don Salvador Gallegos, presenta al Congreso Nacional Constituyente de 1880”, Diario Oficial, Tomo 8, no. 68, 19 de marzo de 1880, p. 276. 20

El Bachillerato en Ciencias y Letras era el primero de tres grados académicos sucesivos otorgados por la Universidad, los otros dos eran el de licenciado y el de doctor (Art. 436). Este grado era indispensable para optar a los estudios superiores en cualquier facultad (Art. 456). Ver: Cruz Ulloa, Codificación de leyes patrias desde la independencia hasta el año de 1875… pp. 296 y 297. 21

168

Capítulo III: El debate sobre la educación femenina, 1880-1883 secundaria. Fuentes secundarias y otra literatura sobre este tema hacen pensar que uno de los factores que mejor pueden explicar este vacío es el peso de una concepción tradicional que ubicaba a las mujeres en un rol exclusivamente doméstico: para desempeñar este rol, no era necesaria más que una educación elemental, como lo establecía la ley de instrucción primaria. La educación secundaria, en cambio, fue concebida estrechamente vinculada a la formación profesional universitaria, por lo que, generalmente no se contemplaba como una opción femenina. Y este fenómeno no fue exclusivo de El Salvador. En el caso de México, en 1889, el II Congreso Pedagógico unificó un programa general de enseñanza primaria elemental obligatoria para niños de ambos sexos. Sin embargo, “la asistencia a la escuela primaria superior (equivalente a la secundaria) sólo era obligatoria para aquellas jóvenes que quisieran hacer estudios preparatorios y profesionales”22. En Argentina, la creación de los institutos de secundaria en la década de 1870 fue el primer paso para que comenzaran a surgir las primeras mujeres universitarias23. En El Salvador, es claro que el Estado no había asumido totalmente la responsabilidad de la educación secundaria, por lo que no tenía el control completo del tipo de estudios que ofrecían los establecimientos en este nivel 24. Pero el ejecutivo no estaba muy satisfecho con la organización de la educación secundaria, y por ello tenía la intención de reformarla. De esto da cuenta el ministro Gallegos en otra parte de la memoria:

María Guadalupe González y Lobo, “Educación de la mujer en el siglo XIX mexicano”, en Revista Casa del Tiempo, Vol. IX, época III, número 99, mayo-junio 2007, p. 56, disponible en: http://www.uam.mx/difusion/casadeltiempo/99_may_jun_2007/casa_del_tiempo_num99_53_58 .pdf 22

Ver: Alicia Itatí Palermo, “El acceso de las mujeres a la educación universitaria”, en Revista Argentina de Sociología, Año 4, N° 7, Buenos Aires, julio-diciembre 2006, pp. 11-46, disponible en: http://www.scielo.org.ar/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S166932482006000200002&lng=es&nrm=iso 23

A este respecto, Héctor Lindo señala que a mediados del siglo XIX el Estado compartía con el sector privado la responsabilidad de la enseñanza secundaria. Esta situación permitía a los fundadores y directores de colegios cierta flexibilidad para establecer reglamentos internos, elegir maestros, textos y métodos de enseñanza. Ver: Gilberto Aguilar Avilés y Héctor Lindo-Fuentes, Un vistazo al pasado de la educación en El Salvador…p. 82. 24

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Organizada así la enseñanza secundaria en toda la República, el Ejecutivo piensa que es tiempo ya de introducir una reforma, separando sus estudios de las Universidades, con lo cual además de obtener una notable economía, quedará establecida la escala y graduación natural, reservando para estos institutos lo que constituye verdaderamente la instrucción superior y profesional, y la inspección de la enseñanza secundaria. El desarrollo de este pensamiento lo encontraréis formulado en el proyecto de nuevos Estatutos que el Ejecutivo ha hecho redactar por la Secretaría a mi cargo… proyecto que se está revisando actualmente por una comisión, y que pronto se publicará25.

Ordenamiento y definición de la progresión entre la educación secundaria y la superior. Las palabras del ministro Gallegos evidencian la necesidad de establecer con mayor claridad los objetivos de estos dos niveles de educación. ¿Cuál era el objetivo de la educación superior? Este último nivel del sistema educativo comprendía los estudios profesionales. En la Memoria, el ministro enfatiza que la formación profesional debía estar orientada a estimular el desarrollo y el progreso del país. Gallegos hace el recuento de los graduados en las Universidades en 187926 y hace énfasis en la gran desproporción que existe entre los que se dedican a la profesión de la Abogacía y aún de la Medicina, con los que se inician siquiera en las demás carreras, especialmente la de Ingeniería, que, en sus variadas ramificaciones, ofrecen tan vasto campo de aplicaciones utilísimas para el desarrollo de la riqueza pública. En propósito, pues, de ir cortando este grave mal, el Gobierno se propone ensanchar cuanto sea dable, por ahora, el estudio de las ciencias naturales, físicas y matemáticas, con cuyo objeto se han reglamentado de una manera extensa y bien meditada los cursos de la Facultad de Ingeniería, y se ha empleado a varios Ingenieros mecánicos, jeólogos y civiles, con el propósito de que pronto comiencen a prestar sus servicios en la Universidad. Las reformas adoptadas se comprenden en los nuevos Estatutos de que dejo hecha referencia27. “Memoria que el Sr. Ministro de Instrucción Pública y Beneficencia, Lic. Don Salvador Gallegos, presenta al Congreso Nacional Constituyente de 1880”, Diario Oficial, Tomo 8, N° 68, 19 de marzo de 1880, p. 276. 25

Cuatro licenciaturas de derecho, seis de medicina y farmacia, y tres de teología; sesenta y dos grados de bachiller de los cuales cuarenta y cuatro eran de ciencias y letras; doce en derecho, tres en medicina y tres en teología; cuatrocientos treinta y tres exámenes de los cuales trescientos tres correspondían a ciencias y letras, noventa y tres a derecho, treinta y uno a medicina, nueve a teología y dos a ingeniería civil. Ver: “Memoria que el Sr. Ministro de Instrucción Pública y Beneficencia Lic. Don Salvador Gallegos, presenta al Congreso Nacional Constituyente de 1880”, Diario Oficial, Tomo 8, No. 69, 20 de marzo de 1880, p. 279. 26

“Memoria que el Sr. Ministro de Instrucción Pública y Beneficencia Lic. Don Salvador Gallegos, presenta al Congreso Nacional Constituyente de 1880”, Diario Oficial… p. 279. 27

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Capítulo III: El debate sobre la educación femenina, 1880-1883

El ejecutivo se proponía ensanchar el estudio de las ciencias y fortalecer la facultad de ingeniería y sus diversas ramas. Uno de los resultados más sobresalientes de esta política fue que en 1889, la señorita Antonia Navarro se convirtió en la primera mujer salvadoreña –y centroamericana- en graduarse como ingeniera topógrafa, como mostraré en el siguiente capítulo. Una vez esbozada la situación del sistema educativo salvadoreño y de la situación particular de la educación femenina, voy a examinar un discurso de Antonio J. Castro que, a mi parecer, puede considerarse como el punto de partida de una discusión que sitúa en la esfera de la opinión pública la necesidad de repensar la educación nacional en términos laicos. 1.2 La libertad, base de la ilustración Durante la inauguración del curso universitario de 1880, el abogado y escritor Antonio J. Castro pronuncio el discurso de apertura de clases. Castro fue miembro de la logia masónica “Excelsior N°17”, y del Soberano Capítulo Rosa Cruz “Ricardo Corazón de León N° 2”28. Según muestra la investigación realizada por Roberto Valdés, su llegada al gabinete fue fruto de un acuerdo entre el presidente Zaldívar y el presidente guatemalteco, el liberal Justo Rufino Barrios, y su presencia fue pieza clave para garantizar el impulso de las políticas laicizantes durante el segundo mandato de Rafael Zaldívar29. La ceremonia de inauguración de clases se desarrolló en la sede de la Universidad Central. En el acto estuvieron presentes el Presidente de la República, el Rector de la Universidad, el Consejo de Instrucción Pública y dos diplomáticos: 28

Ver: Roberto Valdés, Masones, liberales y ultramontanos salvadoreños… p. 93.

Valdés cita un editorial titulado “La reacción”, publicado por el periódico La República, el día 29 de enero de 1886 en el que se afirma que “para cumplir su promesa, la lógica exigía que el doctor Zaldívar cambiase de partido, lo cual era lo mismo que prepararse para una caída ridícula y vergonzosa. El astuto doctor ni siquiera intentó una evolución tan peligrosa, y lo que hizo fue consentir de buen grado en que se le fuesen separando los conservadores principistas y por lo tanto incorruptibles; inducir á los demás á afectar un cambio de bandera, extrechando entre ellos los lazos de bastardos intereses; llamar al Gabinete al doctor Antonio J. Castro para que con su talento, su nombre y su pluma representase el radicalismo y prolongase la existencia del Gobierno; y llamar á tres ó cuatro liberales más á ocupar puestos sin influencia en la política”. Roberto Valdés, Masones, liberales y ultramontanos salvadoreños… “, p. 131. 29

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Cayetano Díaz Mérida, Ministro de Guatemala, y Tomas Lama, del Perú. El tema central de la disertación de Castro fue, precisamente, la relación entre libertad e ilustración30. El discurso del abogado “fue unánimemente aprobado y aplaudido” por todos los asistentes y los diplomáticos presentes, según el Diario Oficial. “La libertad es el foco y la ilustración la luz que centellea”, dijo Castro. En su alocución, el abogado afirmaba que la libertad era la condición que posibilitaba la irradiación de la inteligencia humana a través de los “medios poderosos de la ilustración” tales como el periódico, el libro, las universidades y los colegios. Por ello advierte: Suprimid todo eso y tendréis, en vez de ilustrada altivez republicana, abyecta postración, miseria, vileza, indiferentismo, adulación, bajeza, fanatismo, idolatría, siniestro cortejo de fatídica ignorancia; porque sin libertad el pensamiento muere, el espíritu marchita, la conciencia se envilece31.

Castro señala que, a través de los siglos, el ser humano había constatado que el fundamento de todo principio moral, político y social estaba en su propia naturaleza. Esta constatación había hecho posible la célebre teoría de Kant que es, por así decirlo, la creadora del liberalismo actual. Kant, distinguiendo las acciones humanas en internas y externas, sujetas las primeras al solo imperio de la conciencia, es decir, rejidas por la ley moral y, por tanto, ilegislables en el sentido político y social, proclamó el dogma de la soberanía de la razón, dado que la razón únicamente es la encargada de definir e interpretar aquella ley, cuyo cumplimiento es imposible encomendar a la coacción o a la fuerza. Y ¿qué es esto sino la inviolabilidad de la conciencia y como inmediato ineludible consiguiente la libertad religiosa en su magnífico explendor? Y ¿qué es esto sino la libertad del pensamiento en sus múltiples, grandiosas concepciones?32

El orador fundamenta su pensamiento a partir de la filosofía kantiana: el único medio para regular la vida política y social debía ser la razón. Toda pretensión de legislar a partir de un dogma religioso era una violación a las libertades de quienes no compartían dicho credo. Con estas ideas, Castro cuestionaba necesariamente la El tema del discurso recuerda la temática desarrollada por Kant en su ensayo “Qué es la ilustración”, ya citado en la introducción de este trabajo. 30

Antonio J. Castro, “Discurso pronunciado en la Universidad Central en el acto de la apertura del año escolar de 1880”, Diario Oficial, tomo 7, No. 290, 10 de diciembre de 1879, p. 1604. 31

Antonio J. Castro, “Discurso pronunciado en la Universidad Central en el acto de la apertura del año escolar de 1880”, Diario Oficial… p. 1604. 32

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Capítulo III: El debate sobre la educación femenina, 1880-1883 realidad del Estado salvadoreño de ese momento. Si la razón era la única encargada de definir e interpretar la ley, el hecho de que el Estado salvadoreño reconociera el catolicismo como la religión oficial contradecía los principios del liberalismo33. El Estado confesional era atentatorio contra la libertad de conciencia para los individuos de otros credos. Pero cambiar las creencias y las costumbres heredadas no era cosa fácil. En los párrafos finales de su discurso, Antonio J. Castro advierte sobre las dificultades que conlleva la erradicación de las creencias tradicionales: Ellas, pesando como una masa de plomo sobre la conciencia de los pueblos, hacen a estos rebelarse contra todo lo que tiende a removerlas. De aquí que la lucha silenciosa que se libra entre las tradicionales creencias que se encarnan en el interior de la conciencia, y las verdades filosóficas que asientan en el espíritu del hombre. Pero con la ilustrada educación de hoy, esas costumbres y esas preocupaciones van desapareciendo casi por completo; y la libertad, moderno Prometeo, encadenado por tanto tiempo en el Cáucaso de la superstición, lanza esta terrible predicción a los Señores de la tierra: Vosotros, detentadores de los derechos de la humanidad, seréis, en no lejano día, devorados por un fuego más poderoso que el fuego de los cielos: seréis consumidos por el fuego de la civilización que predica con indomable insistencia: “Libertad en todo y para todos”34.

Antonio J. Castro es radical al comparar la tradición con el plomo que inmoviliza, en este caso, las conciencias. La única manera de liberarlas y eliminar el peso de esa tradición era a través de una “ilustrada” educación. La lucha sería entre tradición y modernidad, superstición y razón, conciencia y espíritu. Esta lucha se entablaría a través de los “poderosos medios de la ilustración” señalados por Castro anteriormente: colegios, universidades, libros y periódicos. En este punto conviene citar a Hilda Sábato quien señala que en la América hispana del siglo XIX la expansión de la prensa independiente fue uno de los síntomas más evidentes del desarrollo de una sociedad civil relativamente autónoma. Tanto las asociaciones (literarias, científicas, etc.) como la prensa, “constituían tramas conectivas que

Es hasta febrero de 1880 donde por primera vez la Constitución salvadoreña promulga el libre ejercicio de todas las religiones y ya no reconoce el catolicismo como religión del Estado. Ver: “Constitución de 1880”, en Constituciones hispanoamericanas, disponible en: http://bib.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/12160540830146051876213/p0000001.htm#I _1_ 33

Antonio J. Castro, “Discurso pronunciado en la Universidad Central en el acto de la apertura del año escolar de 1880”, Diario Oficial… p. 1604. 34

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atravesaban y articulaban vertical y horizontalmente a la sociedad. Creaban, además, espacios de interlocución con el Estado y las autoridades, constituyendo instancias decisivas en la formación de esferas públicas, propias de las repúblicas liberales en formación”35. Los discursos y artículos publicados en los impresos durante este período reflejan la clara intención de estos pensadores de transformar los usos y costumbres de la sociedad salvadoreña a través de situar este tipo de discusiones en la esfera de la opinión pública. Tres meses después de pronunciar este discurso, Antonio J. Castro fue trasladado de la sub-secretaría de Estado de Hacienda y Guerra, a la de Instrucción Pública y Beneficencia36. A partir de la llegada de Castro a la cartera de Instrucción Pública, la escuela oficial fue concebida desde un nuevo horizonte: la laicidad37. Pero esta nueva visión requería de un replanteamiento de la escuela misma y, especialmente, de la educación de las mujeres, como se verá a continuación. 1.3 Instruir a las mujeres para erradicar el fanatismo religioso El anuncio de la reforma a la educación secundaria y superior, hecha por el ministro Salvador Gallegos, no cayó en saco roto. Dos meses después que el Diario Oficial publicara la memoria, el periódico La Discusión38 publicó un editorial cuyo título era “La educación de la mujer en el Salvador”. El periódico, de tendencia liberal radical, criticaba la insuficiente cobertura de la educación femenina, pero sobre todo, el pobre contenido del plan de estudios que ofrecía la escuela primaria Hilda Sábato, “Nuevos espacios de formación y actuación intelectual: prensa, asociaciones, esfera pública (1850-1900)”, en Carlos Altamirano (director), Historia de los intelectuales en América Latina I: la ciudad letrada, de la conquista al modernismo, Katz editores, Buenos Aires, 2008, p.387. 35

Ver: “Relación de los trabajos del Ministerio de Instrucción Pública y Beneficencia desde el 1 hasta el 31 de marzo”. Diario Oficial, Tomo 8, No. 82, 9 de abril de 1880, p. 339. 36

Ver: Julián González, “El sueño de una república laica: la escuela y la formación de los futuros ciudadanos. Reforma educativa en El Salvador (1883-1889)”, en Cultura No. 105, enero-marzo 2011, Secretaría de Cultura de la Presidencia, San Salvador, pp. 113-148. 37

Este periódico se presentaba como el órgano de las clases de derecho teórico y práctico. En sus inicios, sus redactores principales fueron Daniel Calderón, Simón Mena, Lucio Alvarenga y Cayetano Ochoa. La publicación era quincenal y se vendía a 12 centavos y medio el número suelto. La administración del periódico estaba en la casa de la señora Jacinta Gutiérrez y tenía agentes en 23 municipios de la República, tanto en la zona central como la oriental y occidental. 38

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Capítulo III: El debate sobre la educación femenina, 1880-1883 en ese momento: lectura, escritura, aritmética elemental, gramática castellana, religión, moral y urbanidad, pedagogía, historia, idiomas, música y canto, dibujo y pintura, labores, bordados y otros trabajos de mano. ¿Cuál era la crítica? El texto afirma que, aun suponiendo las condiciones más favorables, esa enseñanza no era suficiente para las exigencias de la época pues no proporcionaba una instrucción sólida. Este tipo de estudios, dice el editorial, atendía solamente al cultivo de la sensibilidad y no a la educación intelectual, que era tan importante y necesaria como la primera. Por ello, hace una propuesta: Para llenar tal vacío, creemos que debieran establecerse en la escuela normal de institutrices y en las superiores o de segundo orden, cátedras de Filosofía y Derecho natural, adoptando para los colegios actualmente costeados por la nación, y los que en lo sucesivo se funden, idéntico plan de estudios al de los Colegios y Liceos de varones39.

El editorial apuntaba a la equidad de la oferta educativa para varones y mujeres. Era necesario ampliar el plan de estudios que ofrecían las instituciones formadoras de mujeres, pues a todas luces resultaba insuficiente de cara a las exigencias de los nuevos tiempos. Había que introducir una educación esencialmente racional y filosófica, como la que recibían los varones, porque solamente una sólida instrucción intelectual permitiría a la mujer examinar con libertad cuanto se halla bajo el dominio de su razón; se la colocaría en aptitud de conocerse a sí misma y deducir de este conocimiento las leyes de su naturaleza, sus derechos y obligaciones y en breve tiempo optaría a títulos académicos que hoy son un monopolio del más fuerte40.

El editorial reconoce la capacidad de las mujeres para examinar, discernir, conocer, ser responsables, e incluso optar por títulos académicos. Si no habían llegado a ello era porque no se les había dado la oportunidad. La opinión de estos publicistas estaba en total sintonía con lo que ya Darío González y Fernando Velarde habían señalado sobre las facultades intelectuales de las mujeres unos años atrás, como mostré en el capítulo anterior. La educación racional y filosófica 39

“La Educación de la mujer en El Salvador”, La Discusión, Tomo I, No. 3, 15 de mayo de 1880, p.1

40

“La Educación de la mujer en El Salvador”, La Discusión… p. 1.

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permitiría a las mujeres vencer la ignorancia que las hacía presa fácil del fanatismo religioso y del dominio ejercido por el clero a través del confesionario: La mujer en manos del clero es un arma poderosa pues fanatiza al hijo y le hace esclavo de la superstición y el misticismo. La mujer espía a su esposo y vende sus secretos al precio de una absolución. La hija persigue las acciones del padre y la hermana traiciona al hermano para dar cuenta al confesor. Así es como se rompen los vínculos de familia41.

Había que combatir el fanatismo a cualquier precio pues era enemigo de la libertad, de la independencia de la razón y de la democracia. Como lo hiciera un editorial del Diario Oficial, en 187542, La Discusión comparaba el fanatismo con la “hidra” a quien el “Hércules” de la ilustración destruiría. Las imágenes utilizadas en el editorial de La Discusión recuerdan los discursos construidos alrededor de los desafortunados acontecimientos de San Miguel –en 1875-, que obligaron al presidente Santiago González a declarar estado de sitio para controlar el caos producido por la ignorancia y el fanatismo, como se expuso ampliamente en el capítulo anterior. Y es que el tema del fanatismo, vinculado a los acontecimientos de San Miguel, seguía siendo motivo de polémica. En septiembre de 1881, El Católico publicó un artículo en donde se criticaba el uso que los periodistas hacían de la palabra fanatismo. El texto afirma que en la historia del pueblo salvadoreño no se registraba un solo acontecimiento que pudiera atribuirse a los efectos del fanatismo. Y como adelantándose a las réplicas, el redactor afirma: Ya prevemos que se nos pondrá ante los ojos la asonada de San Miguel, adornada de todos los términos de “foragidos”, &, &, de que tan rico caudal tienen nuestros periodistas. Mas, la asonada de San Miguel es un acontecimiento sumamente reciente, aun viven las personas que presenciaron aquel suceso, y a nadie se oculta el verdadero origen y el principal motivo de aquella desgracia. El pueblo Salvadoreño, y junto con él el Clero, fueron en aquella ocasión víctimas, una vez más, de una calumnia43. 41

“La Educación de la mujer en El Salvador”, La Discusión… p. 1.

“La hidra reaccionaria ha encontrado su Hércules, la atmósfera se purifica y pronto el cielo político aparecerá en su ordinaria serenidad”. “Editorial”, Diario Oficial, N° 142, año 1, 2 de julio de 1875, p. 1. 42

“El fanatismo religioso en la república del Salvador”, El Católico, Año I, N° 16, 18 de septiembre de 1881, p. 7. 43

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Capítulo III: El debate sobre la educación femenina, 1880-1883

La representación de la mujer ignorante y fanática, construida a partir de los relatos sobre la asonada de San Miguel, era la propaganda perfecta para justificar la necesidad de erradicar la influencia religiosa de la educación de las mujeres. Y no es que los liberales creyeran que solo las mujeres eran fanáticas, las creían más fáciles de impresionar justamente por no haber desarrollado las facultades intelectuales. Por tanto, era necesario darles armas racionales para combatirlo y así evitar nuevas posibles revueltas como la mencionada. El único camino para erradicar el fanatismo era la renovación de la escuela, comenzando desde la primaria. Y es que la escuela era la institución depositaria de las esperanzas para la formación de los ciudadanos de la nueva República laica. Varios intelectuales de la época lo manifestaron así a través de sus discursos y escritos. Un ejemplo de ello es el discurso que Francisco Esteban Galindo44 -masón y liberal- pronunció en la inauguración de la Biblioteca Nacional de Guatemala en junio de 188045. El discurso fue publicado el 15 de julio de 1880, en el periódico La Juventud46. Galindo anima a sus oyentes a no tener miedo de decir que se le declara la guerra a los enemigos del pueblo: la ignorancia, el vicio y la miseria. Todo lo que se hiciera para combatirlas era un acto de “lejítima guerra, y cada día de batalla, un día de esperanza”. En tiempos anteriores, dice Galindo, había conjuraciones vivientes contra la razón i la libertad, protestas inmorales contra las divinas leyes de la naturaleza, antros en fin, en que dormían como espesa noche las sombras del pasado bajo la custodia sijilosa de la Teología dogmática, i esas conspiraciones fueron debeladas i esas protestas declaradas nulas, i esos antros abiertos a la luz i a la vida, i en los sombríos claustros que solo resonaran con las medrosas pisadas del monje o con los sollozos de la virjen aprisionada, ahora bulle i Miembro de la Logia masónica “Constancia N° 40” de Guatemala, desde enero de 1882, y de la Logia “Caridad y Constancia N° 18” de Santa Tecla entre los años 1882-1886. Ver Roberto Valdés, Masones, liberales y ultramontanos salvadoreños…”, p. 79 44

La Biblioteca Nacional de Guatemala fue inaugurada el 24 de junio de 1880, en el edificio de la Sociedad Económica. Ver: Catalina Barrios y Barrios, Estudio histórico del periodismo guatemalteco (época colonial y siglo XIX), Editorial Universitaria, Guatemala, 2003, p. 176. 45

Este periódico literario se publicaba quincenalmente. El redactor del diario era Joaquín Méndez. En un editorial del periódico La Idea, de Santa Ana, David J. Guzmán calificó a La Juventud como “el único periódico en el país que bajo la forma de folleto i un a módico precio se ofrece a la juventud nacional i al público en general”. Ver: “La Juventud”, La Juventud, Tomo 1, Entrega VII, 1 de abril de 1880, p. 106. 46

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piensa i estudia i medita su futuro apostolado una juventud brillante, esperanza risueña de la patria47.

Galindo contrapone de manera vívida las imágenes de un pasado oscuro, sombrío, triste, tutelado por el dogma teológico, a un presente abierto a la luz, al pensamiento y a la esperanza. En ese sentido, considera la fundación de la Biblioteca Nacional en Guatemala como una victoria más en el proceso de la regeneración liberal iniciada por “la revolución gloriosa de 1871”, liderada por Miguel García Granados y Justo Rufino Barrios. Hechos como este, dice Galindo, probaba que en una República democrática, la libertad era la esencia. Y la consolidación de la República democrática estaba en manos de la escuela: Por eso la escuela radical arrastra las naciones a la República, democrática, como el organismo social i político más conforme con la naturaleza humana. I como no pueden existir pueblos libres sin individuos libres, ni individuos libres con razón i conciencia esclavas, nuestra escuela proclama guerra al error en todas sus formas, i desea que las religiones reveladas, venidas del cielo, por el solo poder de la discusión i de la luz, dejen de hacer noche en la conciencia de la pobre humanidad que por ellas se ha desangrado, despedazado i envilecido, i se vuelvan al cielo como se fueron al Olimpo los dioses paganos, como se fueron los reyes de derecho divino, como se irán todas las ideas absurdas, todas las instituciones viciosas. El radicalismo dice: el individuo está vaciado en el molde de la Teolojía; la sociedad en el molde de la servidumbre; rompamos esos moldes i fundamos al hombre en el divino molde de la filosofía i a la sociedad en el sagrado molde de la Democracia. I como estas fusiones solo pueden hacerse al calor de las ideas i como esa transfiguración de la humanidad solo puede verificarse a la luz esplendorosa de la ciencia; el radicalismo abre al pueblo de par en par las puertas de la escuela, llueve los libros i las hojas periódicas sobre las masas i colecciona el pensamiento de la humanidad en las grandes bibliotecas48.

La apuesta de Galindo apuntaba a una transformación radical: había que romper viejos moldes y fundir nuevos modelos democráticos, donde el individuo gozara de libertad de razón y de conciencia. La filosofía y la ciencia eran las herramientas principales para esta transformación. Al igual que lo hiciera Antonio J.

“Discurso pronunciado por el Dr. Francisco E. Galindo, en la inauguración de la Biblioteca Nacional de Guatemala”, La Juventud, revista literaria salvadoreña, Tomo I, entrega XIV, 15 de julio de 1880, p. 209. 47

“Discurso pronunciado por el Dr. Francisco E. Galindo, en la inauguración de la Biblioteca Nacional de Guatemala”, La Juventud, revista literaria salvadoreña… p. 209. 48

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Capítulo III: El debate sobre la educación femenina, 1880-1883 Castro y los redactores de La Discusión, Galindo se muestra partidario de un liberalismo radical que, a través de la escuela, los periódicos y los libros, llevaría a la nación salvadoreña a un nuevo orden democrático donde todos los individuos tuvieran igualdad de condiciones y derechos, a diferencia del antiguo régimen donde la teología católica había sido el fundamento del orden social. Estas ideas pronto serían concretadas a través de una decisión gubernamental que sacudió la sociedad salvadoreña por más de una década: la eliminación de la enseñanza de la doctrina católica de las escuelas primarias oficiales. La medida podría considerarse como un primer paso en la implementación del proyecto de los intelectuales del liberalismo laicizante de sustraer a las mujeres de la influencia clerical, ya que la educación femenina se convirtió en pieza esencial para la consolidación de ese nuevo orden democrático donde convivirían individuos libres de razón y de conciencia. Y es que las mujeres eran las primeras educadoras en el ámbito privado del hogar, y si la educación femenina estaba bajo el fuerte influjo del catolicismo, ¿cómo lograr una transformación en la educación inicial de los futuros ciudadanos? ¿Cómo iban las mujeres a transmitir un nuevo ideal de civilidad en el horizonte de la laicidad si su educación era fundamentalmente religiosa? Como han destacado Molina y Palmer, en la visión del liberalismo laicizante las mujeres eran conceptuadas como partidarias directas e indirectas de la inmovilidad y el atraso, las costumbres populares y las visiones supersticiosas del mundo. Dado que como madres, las mujeres tenían un control no mediado sobre los primeros y más formativos años de la vida de sus hijos, su poder ideológico era enorme. Se pensaba que las madres eran capaces de consolidar o minar decisivamente el nuevo proyecto republicano… los liberales consideraban que las mujeres tenían que ser alcanzadas primero a través de la educación antes de convertirlas en agentes de la secularización y la modernización49.

El Estado debía hacerse cargo de replantear la educación de las mujeres si quería consolidar el proyecto de laicización del Estado. Eran ellas, desde su rol de madres quienes prepararían a sus hijos e hijas para formar parte de esta nueva República cuyo nuevo horizonte era la laicidad, y el primer paso para ello sería la

Iván Molina y Steven Palmer. Educando a Costa Rica. Alfabetización popular, formación docente y género (1880-1950). Editorial Universidad Estatal a Distancia, San José, Costa Rica, 2003, pp. 73-74. 49

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erradicación del catecismo católico de la escuela primaria oficial, como mostraré en el siguiente apartado. 2. Hacia la educación laica El presente apartado mostrará la disputa entre la subsecretaría de Instrucción Pública, a cargo de Antonio J. Castro, y los periódicos de tendencia católica en torno al tema de la eliminación del catecismo de Ripalda y de la enseñanza laica. Interesa analizar particularmente los argumentos oficiales que justificaron la medida así como la reacción de la Iglesia católica que, esta vez, fue mucho más estratégica que la que mostró ante la aprobación de la ley de cementerios, en junio de 1875. 2.1 La eliminación de la doctrina católica de la escuela primaria El 17 de julio de 1880 apareció en el Diario Oficial una circular que fue conocida como “la circular Ripalda”50. La nota fue dirigida a los gobernadores departamentales y les ordenaba sustituir el catecismo del padre Jerónimo Ripalda51 – hasta entonces texto para la enseñanza en las escuelas primarias- por la obra moral de Manuel Antonio Carreño52. El mencionado catecismo era una breve exposición de la doctrina cristiana escrito por el teólogo jesuita Jerónimo Martínez Ripalda y publicado en 1618. El libro contenía los principios doctrinarios en forma de preguntas y respuestas para memorizar. Además, reunía las oraciones básicas de la religión católica53. El texto sustituto del catecismo tenía por título Compendio del

Según las fuentes consultadas, la Circular apareció en el Diario Oficial N° 167 correspondiente al 17 de julio de 1880. Ver: “Relación de los trabajos del Ministerio de Instrucción Pública y Beneficencia del 1º al 31 de julio de 1880”, Diario Oficial, Tomo 9, No. 198, 26 de agosto de 1880, p. 703. 50

Ver: Jerónimo Ripalda, Catecismo y exposición breve de la Doctrina Cristiana, Imprenta Francisco Rosal, Barcelona, 1880. 51

Manuel Antonio Carreño (1812-1874) fue un músico y pedagogo venezolano. Fundó el “Colegio Roscio” que llegó a gozar de gran renombre en Caracas. Como parte de su trabajo educativo tradujo el “Catecismo razonado, histórico y dogmático” del abate Theriou, así como la “Introducción al método para estudiar la lengua latina” de J. L. Burnouf. El 14 de marzo de 1855, el Congreso Nacional de Venezuela acordó la recomendación especial para el uso de esta obra en la educación de las nuevas generaciones. Ver: “Manuel Antonio Carreño”, en Venezuela tuya.com, disponible en http://www.venezuelatuya.com/biografias/manuel_carreno.htm 52

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Capítulo III: El debate sobre la educación femenina, 1880-1883 Manual de Urbanidad y buenas maneras de Manuel Antonio Carreño. Arreglado por él mismo para uso de las escuelas de ambos sexos. Este manual fue publicado por entregas en Venezuela, en 185354. El manual de Carreño contiene dos grandes apartados. En el primero se exponen los deberes del hombre para con Dios, la sociedad y consigo mismo. En el segundo, el autor presenta una serie de principios orientados a formar en la urbanidad y las buenas maneras. ¿Qué significaba este cambio? Antes de responder a esta pregunta es importante recordar que ya desde 1873 el reglamento de Instrucción Primaria había introducido la enseñanza de la Cartilla del Ciudadano55, escrita por Francisco Esteban Galindo. La estructura de dicha cartilla era también la de un catecismo, pero cívico. Es decir, el texto de Galindo intentaba situar las verdades del civismo a partir de una serie de preguntas y respuestas para memorizar, tal y como el Catecismo de Ripalda presentaba las verdades de la fe. Habría podido esperarse alguna reacción por parte del clero ante la introducción de este texto pues claramente era una competencia para el catecismo cristiano. Sin embargo, en ese momento no hubo ninguna oposición a los contenidos propuestos por la cartilla de Galindo, seguramente porque no se eliminó el catecismo católico. En cambio, en 1880, la medida de la eliminación del catecismo de Ripalda y la introducción del manual de Carreño fue percibida por partidarios del catolicismo como un ataque directo a la religión católica: se estaba sustituyendo el catecismo por un simple manual de urbanidad, elaborado, además, por un cristiano presbiteriano56.

La investigadora María Adelina Arredondo López señala que esta obra ocupó el primer lugar de los libros de texto para el sistema educativo mexicano durante el siglo XIX. Se utilizaba no solo para la enseñanza de la doctrina sino también para enseñar español, civismo y lectura. Ver: María Adelina Arredondo López, “El catecismo de Ripalda”, en Diccionario de Historia de la Educación en México, disponible en http://biblioweb.tic.unam.mx/diccionario/htm/articulos/sec_1.htm 53

Ver: Wikipedia, la enciclopedia libre, “Manual de Carreño”, disponible en http://es.wikipedia.org/wiki/Manual_de_Carre%C3%B1o. El manual contó con varias ediciones y publicaciones en Nueva York, Caracas, Paris y México. En San Salvador se editó en la Imprenta de Comercio, en 1880. 54

55

Ver: Francisco Esteban Galindo, Cartilla del Ciudadano, San Salvador, 1874.

Manuel Carreño fue cristiano presbiteriano. Ver: Wikipedia La enciclopedia libre, “Manuel Antonio Carreño”, disponible en: http://es.wikipedia.org/wiki/Manuel_Antonio_Carre%C3%B1o#Madurez 56

181

Las primeras reacciones no se hicieron esperar. Apenas seis días después de dictada la medida, el 23 de julio de 1880, el Diario Oficial publicó una serie de aclaraciones con respecto a la famosa circular. En el texto se informa que algunos habían alarmado a las “gentes sencillas e ignorantes” haciéndoles creer que la Circular Ripalda era un ataque contra la religión. El redactor aclara que el gobierno había actuado en conformidad con la ley de libertad de cultos57. Si no había religión para el Estado, tampoco podía el Estado imponer el estudio de una determinada religión sin incurrir en una inconstitucionalidad. Además, aclara la nota, no había ninguna intención de atacar la religión con esta medida ya que cada padre o director de colegio particular podía enseñar la doctrina religiosa que quisiera. Si la Constitución consignaba la libertad de cultos, la enseñanza religiosa debía ser también libre en absoluto. Con esta disposición, la enseñanza de la religión quedaba bajo la responsabilidad de las familias y los ministros de la Iglesia, no de la escuela. Lo que el gobierno buscaba con esta medida, dice el texto, es que la instrucción primaria en las escuelas del Estado fuera esencialmente laica. Y para aquellos que habían alarmado a la gente sencilla, aclara: Sepan los opositores de oficio que el Gobierno es liberal neto; y como tal, procura con todo empeño que las masas salgan de su embrutecimiento, abriendo la inteligencia de la niñez, de la juventud, con estudios comprensibles y útiles a la verdadera civilización y libertad. Toque a las familias suministrar el pasto religioso. El gobierno protege la instrucción laica en las escuelas públicas que costea la Nación; y de ellas cuidará celosamente protegiendo la enseñanza popular, para ilustrar los entendimientos y moralizar los corazones de la juventud, a fin de dar a la patria honrados repúblicos y ciudadanos patriotas58.

Quizá los “opositores de oficio” mencionados en el texto tenían la preocupación de que desapareciera la moral, ya que se consideraba que la religión era el principio y fundamento de la misma. Sin embargo, otros autores ya

Para este momento la Constitución de 1880 promulgada el 16 de febrero ya había sancionado el libre ejercicio de todas las religiones, aunque siempre garantizaba la protección de la religión católica, por ser la que profesaban los salvadoreños. En todo caso, la nueva Constitución había dado un paso más hacia la laicidad, que la promulgada en 1872. 57

58

“Circular Ripalda”, Diario Oficial, Tomo 9, No. 172, 23 de julio de 1880, p. 602.

182

Capítulo III: El debate sobre la educación femenina, 1880-1883 consideraban que la moral podía existir sin el sustrato religioso 59. Por tanto, la medida de la sustitución de Ripalda por el manual de Carreño no debía despertar ningún temor. Tampoco tenía mayor fundamento el argumento de que la implementación del mero texto fuera un ataque a la religión. Ya desde el primer párrafo, Carreño reconoce a Dios como fundamento de la creación: Basta dirigir una mirada al firmamento, o a cualquiera de las maravillas de la creación, y contemplar un instante los infinitos bienes y comodidades que nos ofrece la tierra, para concebir desde luego la sabiduría y grandeza de Dios, y todo lo que debemos a su amor, a su bondad y a su misericordia. En efecto, ¿quién sino Dios ha creado el mundo y lo gobierna, quién ha establecido y conserva ese orden inalterable con que atraviesa los tiempos la masa formidable y portentosa del Universo, quién vela incesantemente por nuestra felicidad…?60

Con la introducción del manual de Carreño, el Ministerio de Instrucción Pública se proponía pasar de la doctrina dogmática y memorística a una religión razonada. Pero la oposición continuó. Muestra de ello es que Antonio J. Castro publicó otro texto aclaratorio en el periódico La Discusión, el 1 agosto de 1880, en el que señalaba que la medida dictada a los gobernadores había brindado “sabroso y abundante pasto a la maledicencia y a la malicia de los rezadores de ambos sexos” 61. La expresión de “los rezadores de ambos sexos” nos da una pauta clara para pensar que la oposición venía de los círculos católicos, tanto de los hombres como de las mujeres. El argumento al que recurre Castro es el mismo que se expuso antes en el Diario Oficial: si la Constitución establecía la libertad absoluta de cultos, el gobierno no podía imponer la enseñanza de una determinada religión. No había posibilidad, dice Castro, de interpretar de otra manera el espíritu del artículo constitucional. La protección de la religión católica no podía extenderse a la exclusión de los cultos que ella reprueba pues entraría en obvia contradicción con la garantía del libre ejercicio de esos cultos. Castro termina con una exhortación:

Autores como T. Lois mencionaban que el sentimiento religioso se revelaba tarde en el hombre mientras que la moral parecía ser una necesidad innata en él. Ver: “Educación maternal”, Diario Oficial, Tomo 9, No. 175, 27 de julio de 1880, p. 615. 59

Manuel Carreño, Compendio del Manual de Urbanidad y buenas maneras de Manuel Antonio Carreño. Arreglado por él mismo para uso de las escuelas de ambos sexos, París: Charles Bouret, 1920, p. 11. 60

61

“La circular Ripalda”, La Discusión, Tomo 1, No. 8, 1 de agosto de 1880, p. 1.

183

¡Paso a la idea liberal, que con fuerza incontrastable se abre campo, al través de viejas preocupaciones con que la tradición devota y la religiosa educación han envuelto y envuelven aún la humana inteligencia!62

La idea liberal pretendía emancipar la inteligencia humana de ese envoltorio de educación religiosa tradicional. Castro había advertido, en el discurso pronunciado en la inauguración del año universitario de 1880, la dificultad de cambiar las costumbres, tradiciones y creencias de la sociedad. Y a juzgar por los distintos discursos que he mostrado, se constata que así fue. El 7 de agosto de 1880, el Obispo José Luis Cárcamo publicó una circular dirigida a los fieles cristianos donde dio a conocer a los párrocos una serie de disposiciones para contrarrestar la eliminación del catecismo católico de la escuela oficial. Para esta época todavía no existía El Católico, pero dispongo del texto pues fue publicado nuevamente en 1887 por el vicario Miguel Vecchiotti, ante la ratificación constitucional de la escuela laica, en 1886. Cada uno de los artículos del texto manifiesta claramente la preocupación eclesial: Art. 1. Los señores curas aprovecharán toda oportunidad, para hacer comprender a los padres de familia el estricto deber y la tremenda responsabilidad que tienen ante Dios, de instruir a sus hijos y domésticos en la doctrina cristiana. Cuidarán empero en sus exhortaciones de hacerlo del modo más eficaz, pero más conforme con la caridad y espíritu evangélico. Art. 2. Procurarán con igual solicitud, cada uno según las circunstancias de sus respectivas parroquias, la fundación de escuelas parroquiales, o al menos, harán que los maestros y maestras de escuelas particulares enseñen convenientemente la doctrina a sus alumnos. Art. 3. Fuera de esto, mandamos y ordenamos a los señores curas, que, con preferencia a cualquiera otra ocupación parroquial (excepto la administración de los sacramentos de primera necesidad) se ocupen personalmente de la enseñanza de la doctrina a los niños… Art. 4. Los señores Vicarios inspeccionarán el cumplimiento de los señores Curas sobre estos artículos, informando a la Secretaría ordinariamente cada tres meses, y extraordinariamente cuando los juzguen necesario. Art. 5. El Secretario general de la Diócesis tendrá una sección aparte en su oficina para este ramo, y es él el encargado de todo lo relativo a la enseñanza parroquial de la doctrina en el Obispado del Salvador63.

62

“La circular Ripalda”, La Discusión… p. 1.

184

Capítulo III: El debate sobre la educación femenina, 1880-1883

Como ya señalé al inicio de este apartado, pareciera que la reacción de la Iglesia Católica fue mucho menos beligerante que la que mostró cuando se aprobó la ley de cementerios de 1875. La estrategia propuesta en esta circular refleja una clara preocupación por contrarrestar el avance del liberalismo moderno laicizante del que ya La Verdad había advertido en los primeros años de 1870. Esta estrategia contemplaba como base la difusión del Catecismo de perseverancia64, una exposición histórica, dogmática, moral, litúrgica, apologética, filosófica y social de la religión, escrito por el abate Jean Joseph Gaume (1802-1879), en 1857. El texto tenía como objetivo difundir un nuevo método para la formación religiosa de la infancia y la juventud en el que se pudiera hacer frente al deterioro religioso y moral de la época65. El 15 de septiembre de 1880, con ocasión de las fiestas de independencia, Antonio J. Castro recalcó nuevamente la necesidad de salir del fanatismo que “envuelve en espesas tinieblas la inteligencia, prescribe la obediencia ciega y la resignación estúpida”66. En los años de libertad patria, dice Castro, poco se había progresado en educación política y prácticas republicanas. Por ello reitera: Los poderes espiritual y temporal, perfectamente deslindados, deben ser dos esferas tangentes que jiren sobre un mismo eje –la felicidad común, armónicas en su

“Pastoral del M. I. Sr. Vicario Capitular del Salvador sobre la Educación Cristiana”, El Católico, N° 295, 22 de mayo de 1887, p. 49. 63

J. Gaume, Catecismo de perseverancia, Imprenta de Pablo Riera, Barcelona, 1857. Disponible en: http://books.google.com.sv/books?id=YWPpE0cR618C&printsec=frontcover&hl=es&source=g bs_ge_summary_r&cad=0#v=onepage&q&f=false 64

Para el abad Gaume, la causa de los males de la sociedad tenían su raíz en la resurrección del paganismo de la antigüedad, durante el Renacimiento. Para remediar esta situación, inventó un nuevo método para formar a la infancia y la juventud que consistía en la instrucción catequética y la exclusión de los autores paganos de los estudios clásicos. El Catecismo de perseverancia, fue un texto de apoyo a este método. Ver: “Jean-Joseph Gaume”, en Enciclopedia Católica, disponible en: http://ec.aciprensa.com/g/gaume.htm 65

“Discurso pronunciado por el Licdo. Antonio J. Castro, el 15 de Setiembre LIX aniversario de la independencia de Centro-América, por comisión del Supremo Gobierno”, Diario Oficial, Tomo 9, No. 218, 18 de septiembre de 1880, p. 786. 66

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movimiento rotatorio, de tal manera que esa armonía no se rompa, porque de la ruptura viene el choque y del choque el desconcierto de la sociedad67.

La opinión pública afín al pensamiento católico continuaba manifestando su desconcierto ante las medidas encaminadas a conseguir la separación de las esferas espiritual y temporal. Tanto que una tercera aclaración sobre la medida de la eliminación de Ripalda fue necesaria. El redactor de El Órgano Pedagogo había manifestado que la sustitución del catecismo por un manual de urbanidad o una cartilla ciudadana era un desacierto ya que estos no eran textos religiosos. De nuevo fue Antonio J. Castro quien respondió aclarando que estos libros sustituían a Ripalda precisamente por no ser textos religiosos68. Con la erradicación del catecismo de las escuelas de primaria, la laicización de la educación pública había comenzado. Tal y como habían advertido Castro y Galindo, el proceso habría de enfrentarse con fuertes resistencias ancladas en las tradiciones y las costumbres que habían confundido la religión con el clericalismo 69. Y es que el clericalismo era una dinámica difícil de erradicar en países de tan arraigada tradición católica, especialmente entre las mujeres. De esto da cuenta una noticia publicada en el Diario Oficial en el mes de octubre de 1880. La nota informa sobre una conferencia organizada por la sociedad “El Derecho de las Mujeres”, en

“Discurso pronunciado por el Licdo. Antonio J. Castro, el 15 de Setiembre LIX aniversario de la independencia de Centro-América, por comisión del Supremo Gobierno”, 18 de septiembre de 1880… p. 786. Tal como fue analizado en el primer capítulo, la idea de las esferas sociales armónicas es una idea krausista: “hermanados con amor íntimo en la familia y en la amistad, deben los hombres reunirse en esferas mayores humanas, adquiriendo en esta reunión lo que cada uno aislado no puede alcanzar… Cuando la idea de la humanidad y la sociedad fundamental humana haya echado raíz profunda en los pueblos, la vida individual y la social será elevada y embellecida en todas las personas de grado en grado; un estado y constitución política abrazará los pueblos en paz permanente… unidos en tendencia y obra uniforme, vivirán para la virtud, para la ciencia y el arte, y en estas esferas realizarán la ley armónica humana cumpliendo el destino del todo y de las partes en el todo.” Ver: C. Cr. Krause, Ideal de la humanidad para la vida, Imprenta Manuel Galiano, Madrid, 1860, pp. 34 y 39. Este texto permite confirmar que la filosofía krausista formó parte de la formación de los juristas salvadoreños de este momento. 67

“Remitido (contestación al redactor de “El órgano pedagogo)”, Diario Oficial, Tomo 9, No. 231, 8 de octubre de 1880, p. 840. 68

Según el diccionario en línea de la Real Academia Española, el clericalismo se puede entender, por un lado, como la influencia excesiva del clero en los asuntos políticos. Pero también como la marcada afección y sumisión al clero y a sus directrices. Ver “clericalismo” en Real Academia Española, disponible en http://buscon.rae.es/draeI/ 69

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Capítulo III: El debate sobre la educación femenina, 1880-1883 París, y destaca el discurso vivamente aplaudido de Hubertine Auclert70 en donde la oradora acusaba a los hombres del clericalismo de las mujeres porque: Cierran a las mujeres todas las puertas, excepto las de la Iglesia, y las acusan de ser clericales. Nos dicen: “id a la Iglesia. Es preciso que la mujer sea religiosa!” Seamos sinceros. Que confiesen los hombres que hacen todo lo posible por el sentimiento de culto y que digan que si hay mujeres clericales es por su culpa71.

Auclert apuntaba un tema fundamental: si la Iglesia era el único espacio en donde las mujeres eran reconocidas, no había razón para extrañarse de que fueran clericales. Auclert denunció también la contradicción de los hombres que tachaban de clericales a las mujeres y, al mismo tiempo, votaban por mantener las subvenciones eclesiales. Lo que se vivía en el París de 1880 no era tan distinto a lo que ocurría en la nación salvadoreña. Esta marcada sumisión al clero y a sus decisiones era la que había que erradicar, tanto en los hombres como en las mujeres. Pero más en ellas, pues en sus manos estaba la primera formación de los futuros ciudadanos. La suspensión del catecismo en las escuelas de primaria, como ya dije, significaba un primer paso en la erradicación del clericalismo. Pero esta no se dio sin resistencias. Hubo abierta desobediencia de algunas escuelas a eliminarlo del plan de estudios. Por esta razón, casi un año después de la Circular Ripalda, Antonio J. Castro se vio obligado a girar una nueva nota, dirigida a los gobernadores departamentales donde se les notificaba: Hay informes de que, no obstante la circular de 15 de Julio del año próximo pasado, se continúa, en abierta contravención a ella, enseñando en las escuelas oficiales las doctrinas que contiene el Catecismo cristiano de Ripalda; y como esa contravención rompe por su base la institución de la enseñanza laica, que es el único y primordial objeto de aquella importantísima medida; y por otra parte, implica una punible desobediencia a las disposiciones del Gobierno, cuyo Hubertine Auclert (1848-1914), financió el periódico La Citoyenne (La Ciudadana), a través del cual se pronunció enérgicamente por los derechos políticos de las mujeres. Se negó a pagar impuestos hasta que le fuera reconocido el voto. Ver: Mercedes Roig, A través de la prensa. La mujer en la historia. Francia, Italia, España siglos XVIII – XX, Ministerio de Asuntos Sociales, Madrid, 1989. Se puede obtener más información en la página del Centre Hubertine Auclert, disponible en: http://www.centre-hubertine-auclert.fr/hubertine-auclert 70

“Revisión del derecho de las mujeres”, Diario Oficial, Tomo 9, No. 229, 6 de octubre de 1880, p. 832. 71

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cumplimiento no puede dejarse al arbitrio de empleados subalternos, que pudieran desvirtuarlas; se hace preciso prevenir a U., como por la presente lo hago, de orden del Señor Presidente de la República, la estricta observancia de la circular citada, bajo la pena de doscientos pesos de multa exigibles gubernativamente, a la primera infracción que se compruebe a este respecto72.

Doscientos pesos deberían pagar las escuelas que siguieran enseñando el catecismo Ripalda. La multa era ocho veces más alta que la de 25 pesos que Castro había establecido para aquellos establecimientos -tanto de primaria73 como de secundaria74- donde se aplicara el castigo de azotes. A juzgar por la disparidad de las multas, es evidente que para el sub secretario de Instrucción Pública era mucho más grave someter la conciencia al dogma católico que someter el cuerpo al castigo físico. El cambio de costumbres y creencias tradicionales no era nada fácil. La Iglesia católica se empeñó en reivindicar su derecho a la enseñanza religiosa apelando, precisamente, al derecho constitucional de la libertad de enseñanza. 2.2 La disputa sobre la libertad de enseñanza El rechazo de los intelectuales católicos a la laicización educativa75 fue difundido ampliamente a través de un nuevo periódico fundado en junio de 1881. El Católico se presentaba como un periódico religioso, científico, literario y de variedades. En su primer editorial definió sus objetivos: Difundir la verdad de la Religión Católica en sus dogmas, en su moral y en su culto, es el fin principal de este periódico que, con el nombre de El Católico aparece hoy por primera vez ante la sociedad salvadoreña.

72

“Circular”, Diario Oficial, Tomo 10, No. 120, 25 de mayo de 1881, p. 517.

73

“Circular”, Diario Oficial, Tomo 10, No. 117, 21 de mayo de 1881, p. 505.

74

“Circular”, Diario Oficial, Tomo 10, No. 119, 24 de mayo de 1881, p. 513.

Este tema ha sido abordado ampliamente en la investigación de Jorge Araujo, La Iglesia católica salvadoreña y la laicización de la educación en 1881… 2009. También lo trabajan: Nataly Guzmán Velasco, “Laicismo, nuevas pedagogías e inclusión de la mujer. Aspectos de la modernización educativa en El Salvador, 1880-1920”, ECA Estudios Centroamericanos, N° 723, 2010, pp. 51-67; y René Chanta, “El conflicto masonería-iglesia católica durante el gobierno de Rafael Zaldívar (el caso de La Discusión, 1881), en Identidades. Revista de Ciencias Sociales y Humanidades, N° 2, Secretaría de Cultura de la Presidencia, San Salvador, 2011, pp. 119-140. 75

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Capítulo III: El debate sobre la educación femenina, 1880-1883 El otro fin de este periódico, no menos importante y que lo hace general, es la difusión de sanas doctrinas y de útiles conocimientos, en otras materias que al mismo tiempo que ilustran la inteligencia, moralizan el corazón, perfeccionan las costumbres y adornan el hombre social76.

Difundir las sanas doctrinas y las verdades de la religión católica. Al igual que lo hiciera La Verdad, durante buena parte del mandato de Santiago González, este nuevo periódico pretendía contener las ideas transformadoras de “los que atacan la religión”, como llamarán más de una vez a los intelectuales masones, liberales, anticlericales y librepensadores. En sus primeros años de fundación, el principal contendiente de El Católico fue La Discusión, como se mostrará a lo largo de esta sección, especialmente en el tema de las mujeres y su educación. Y es que La Discusión había mantenido una clara línea de apoyo a las medidas impulsadas por el gobierno de Zaldívar y seguía publicando textos que argumentaban la necesidad de la transformación de la educación. Un nuevo editorial de La Discusión, publicado apenas dos días después de la primera edición de El Católico, situaba nuevamente el debate sobre la instrucción pública alrededor de tres preguntas: cómo, quién y a quién debe darse la instrucción77. ¿Cómo debía darse la instrucción? De manera progresiva, “como la marcha natural de la inteligencia humana”. El texto señala que era necesario que la instrucción actual superara los límites de los “estrechos preceptos literarios de los siglos pasados” ya que la esencia misma de la instrucción es desarrollarse y crecer. ¿Quién debe dar la instrucción? Dice el texto: Somos de opinión que la más completa libertad es la mejor garantía de una buena instrucción. Pensamos que el Estado no debe impedir a nadie el derecho de enseñar, ni imponer tampoco la obligación de enseñar tal o cual materia de tal o cual manera; en una palabra, queremos libertad de enseñanza y libertad en la enseñanza. Deseamos que el estado exija a sus profesores toda clase de condiciones de moralidad y capacidad, pero sin que imponga a su conciencia ninguna especie de doctrina78.

“El Católico”, El Católico, Año 1, N° 1, 5 de junio de 1881, p. 1. La publicación era dominical, el número suelto valía medio real. 76

77

“Algo sobre instrucción”, La Discusión, Tomo 1, No. 21, 7 de junio de 1881, p. 1.

78

“Algo sobre instrucción”, La Discusión… p. 1.

189

En el texto se afirma que el carácter principal del espíritu moderno residía en su independencia, por lo que ya no se le podía encerrar en el estrecho círculo de las verdades reveladas. Por ello, si bien se reconoce el derecho a la libertad de enseñanza, también afirma que es el Estado el encargado de la administración de los intereses de carácter público como la instrucción. Por ello sostienen tajantemente: No queremos instrucción congregacionista de ninguna clase, no porque no creamos que no haya institutores congregacionistas tan morales, competentes e ilustrados como los laicos, y a los que todo padre puede, en uso de su libertad, confiar la educación de sus hijos; sino porque dicha instrucción trae el peligro de ser impartida bajo las bases que establezca una secta intolerante79.

La instrucción religiosa, según los editorialistas, traía consigo el peligro de la intolerancia. Por tanto, el Estado debía velar porque no se proporcionara instrucción religiosa de ninguna clase. ¿A quién? Al pueblo. Y con esto respondían a la tercera pregunta planteada en el editorial. Bajo todos los conceptos, dicen, la instrucción del pueblo es provechosa. Las instituciones democráticas, afirman, exigen un pueblo instruido pues, a un pueblo ilustrado, nadie le disputa su soberanía. Por ello alaban el interés del Estado por una instrucción democrática y la decisión de suspender la doctrina católica del plan de estudios de primaria. Es más, en opinión de los editorialistas, la eliminación de la religión de la educación oficial debía extenderse hacia la educación secundaria y superior80. Pero El Católico rechazó de forma enfática el tema de la educación laica. El 3 de julio de 1881 publicaron un texto donde se afirmaba que el pueblo salvadoreño era católico, que eran más los que defendían la religión que los que la atacaban. La religión, dice el texto, es consuelo, aliento y resignación en medio de las aflicciones de la vida: Hay muchos abogados y pocos pleitos; muchos médicos y pocos enfermos: muchas cuentas y pocos pagos: muchos empleados y pocos destinos: muchos hombres de todas clases, sexo y condición que se encuentran con los brazos cruzados, comerciantes que no venden, etc. Añadamos a ese cuadro, esposas abandonadas, viudas infelices, mujeres infieles, jóvenes deshonradas, madres afligidas, padres

79

“Algo sobre instrucción”, La Discusión… p. 1.

De hecho, tres meses más tarde se suscitará una disputa relacionada con este tema a partir de la publicación del reglamento de la educación secundaria. Me detendré en ello más adelante. 80

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Capítulo III: El debate sobre la educación femenina, 1880-1883 desnaturalizados, hijos perversos, huérfanos desventurados, amigos traidores, enfermos incurables… Siendo esto así ¿no os parece que haríamos un servicio importantísimo a la sociedad presentándole un remedio, o al menos un grande alivio, al mal profundo que la atormenta? Pues el remedio está en nuestra mano: es un remedio muy fácil y probado por su eficacia; si no cura radicalmente los males materiales, alivia mucho las penas y los sufrimientos morales. Con él hemos visto hacerse muchas curaciones. Aceptad entonces ese remedio, que no os pesará. Es un bálsamo purísimo, es una panacea. ¿Sabéis cómo se llama? LA RELIGIÓN81.

Especialmente para las mujeres –en medio de sus infelices vidas-, la religión era el remedio, el alivio y el bálsamo que aliviaba los sufrimientos propios de su misión en la vida. Pero los intelectuales del liberalismo laicizante no querían arrancar la religión de la vida de las mujeres. No podían ir en contra de las creencias de sus propias madres, esposas e hijas. La misma esposa del presidente, doña Zara G. de Zaldívar, era una mujer devota. De ello da muestra una nota publicada en el Diario Oficial en la que aparece encabezando la lista de las capitanas del barrio del Centro de San Salvador, en preparación a las celebraciones patronales del Salvador82. No se trataba pues de erradicar la religión de la vida de las mujeres sino evitar la influencia desmedida que el clero ejercía sobre ellas. Esta preocupación era una de las más importantes para la masonería, a cuyas logias pertenecían varios de los intelectuales miembros del gabinete de Zaldívar, como ya se ha mostrado. Una noticia publicada en el Diario Oficial del 8 de julio de 1881, ilustra esta preocupación. La noticia fue retomada del periódico guatemalteco El Bien Público, y da cuenta del congreso anticlerical celebrado en el Gran Oriente de Francia los días 12, 13 y 14 de mayo de 188183. La nota ofrece rica información sobre el pensamiento masónico anticlerical. Presidieron el congreso los franceses Víctor Hugo y Luis Blanc, y el italiano Giuseppe Garibaldi quien, como mostré en el primer capítulo, fue

81

“La Religión”, El Católico, Año 1, No. 5, 3 de julio de 1881, p. 6.

Las “capitanas” eran las mujeres encargadas de la organización de ciertas actividades religiosas en los festejos patronales. Aportaban dinero para la fiesta, arreglaban altares, preparaban flores, el vestuario de los santos. Ver: “Avisos oficiales. Fiesta del Salvador”, Diario Oficial, Tomo 11, No. 155, 5 de julio de 1881, p. 15. 82

83

Ver: “Congreso anti-clerical”, Diario Oficial, Tomo 11, N° 158, 8 de Julio de 1881, p. 26.

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considerado padre espiritual del movimiento masónico femenino del siglo XIX84. La vicepresidencia del congreso fue ocupada por María Deraismes. Como ya mencioné en el capítulo uno, esta mujer, de amplia educación intelectual y artística, fue cofundadora con León Richer, Venerable Maestro de la logia Mars et les arts, del periódico “Le Droit des Femmes” (Los derechos de las mujeres), en 1869. Luego de su participación en el congreso, Deraismes entró a formar parte de la logia Les Libres Penseurs el 14 de enero de 1882. Inició a 16 mujeres en las enseñanzas de la masonería e impulsó la fundación de la primera logia mixta en abril de 189385. La nota publicada por el Diario Oficial ofrece el listado de temas discutidos en el congreso: Separación de la Iglesia y el Estado. – Organización de fiestas y solemnidades laicas. – Medios prácticos y eficaces para asegurar la ejecución de nuestras últimas voluntades. – Las libertades de reunión y asociación deben ser absolutas y aplicables por lo tanto a las consagraciones religiosas. – El divorcio ante la Iglesia. – Medios de sustraer a la mujer a la influencia clerical. – La instrucción y la educación moral y cívica en la escuela. – Organización del servicio hospitalario y de la asistencia laicos. – Los mejores medios de propaganda anti-clerical86.

Según la noticia, al congreso asistieron unas 200 personas entre las que se encontraban 30 mujeres delegadas por los grupos libre-pensadores de París y algunas provincias francesas. El orador a cargo del discurso de apertura expresó una idea ya presente en la opinión pública salvadoreña en estos años: que “la sociedad abra sus puertas a la mujer, que es de absoluta necesidad arrancar a las influencias del confesionario para hacerla la institutriz ilustrada de sus hijos” 87. En la misma asamblea, informa la nota, se votó por unanimidad a la proposición de la separación

En 1867 había escrito la “Lettera alle donne, alle giuventú studiosa e alla stampa indipendente”, donde denunciaba que quienes se oponían a la emancipación de la mujer eran partidarios de la regresión social y cultural. Ver los artículos de Francesca Vigni citados en el capítulo I: “La masonería femenina italiana entre los siglos XIX y XX” y “Emancipación femenina y masonería a fines del XIX y en el siglo XX”. 84

Ver: “Biografía” en Fundación María Deraismes, disponible en http://www.fmd.es/v1522/index.php/maria-deraismes/biografia 85

86

Ver: “Congreso anti-clerical”, Diario Oficial... p. 26. La negrilla es mía.

87

“Congreso anti-clerical”, Diario Oficial... p. 26.

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Capítulo III: El debate sobre la educación femenina, 1880-1883 de la Iglesia y el Estado con todas sus consecuencias: la supresión del presupuesto de cultos y la abolición del Concordato88. Estas ideas del movimiento masónico anticlerical resultaban amenazantes para la Iglesia Católica. Apenas un mes después de celebrado este congreso, en junio de 1881, el Papa León XIII publicó la carta encíclica titulada “Diuturnum Illud” 89 sobre la autoridad política y el origen del poder. Como bien ha señalado Maurizio Russo, ante el liberalismo laicizante que amenazaba con erosionar el papel de la Iglesia Católica, esta necesitaba dejar clara la relación entre Iglesia y poder político 90. Al igual que lo hiciera La Verdad en sus artículos sobre “Política Cristiana”, el argumento de la encíclica reafirmaba el origen divino de la autoridad y el poder: Muchos de nuestros contemporáneos, siguiendo las huellas de aquellos que en el siglo pasado se dieron a sí mismos el nombre de filósofos, afirman que todo poder viene del pueblo. Por lo cual, los que ejercen el poder no lo ejercen como cosa propia, sino como mandato o delegación del pueblo, y de tal manera, que tiene rango de ley la afirmación de que la misma voluntad popular que entregó el poder puede revocarlo a su antojo. Muy diferente es en este punto la doctrina católica, que pone en Dios, como un principio natural y necesario, el origen del poder político91.

El principio y fundamento del orden social y político, según la doctrina católica, era Dios mismo. Y ese principio y fundamento estaba en peligro por el arrogante espíritu de rebelión de los hombres que buscaban liberarse de toda autoridad. Las nuevas teorías ponían en riesgo a la humanidad misma ya que Negar que Dios es la fuente y el origen de la autoridad política es arrancar a ésta toda su dignidad y todo su vigor. En cuanto a la tesis de que el poder político Como ya se mencionó en el capítulo anterior, el Concordato entre El Salvador y la Santa Sede se abolió en 1874, siete años antes que se celebrara este Congreso en Paris. Ver: “Ministerio General Número 98”, Boletín Oficial, Tomo 3, N° 2, 14 de agosto de 1874, p. 1. 88

Esta carta fue publicada en el periódico El Católico, en el mes de septiembre del mismo año. Ver: “Carta encíclica”, El Católico, Año 1, N° 16, 18 de septiembre de 1881, p. 1. 89

Ver: Maurizio Russo, “Relaciones entre Estado e Iglesia católica en El Salvador (finales del siglo XIX, comienzos del XX)”, en Cuicuilco, Vol. 13, N° 41, Escuela Nacional de Antropología e Historia, México, septiembre-diciembre 2007, pp. 273-289. 90

León XIII. “Carta encíclica Diututnum Illud del sumo pontífice León XIII sobre la autoridad política” (29 de junio de 1881), en Vatican: the Holy See, disponible en http://www.vatican.va/holy_father/leo_xiii/encyclicals/documents/hf_lxiii_enc_29061881_diuturnum_sp.html 91

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depende del arbitrio de la muchedumbre, en primer lugar, se equivocan al opinar así. Y, en segundo lugar, dejan asentada la soberanía sobre un cimiento demasiado endeble e inconsistente. Porque las pasiones populares, estimuladas con estas opiniones como con otros tantos acicates, se alzan con mayor insolencia y con gran daño de la república se precipitan, por una fácil pendiente, en movimientos clandestinos y abiertas sediciones92.

La separación de la Iglesia y el Estado era vista, desde la doctrina católica, como el principio del derrumbamiento de la estabilidad social y política de los Estados. En este contexto, era de esperar que El Católico continuara con su campaña en contra de la enseñanza laica, así como de cualquier medida que apuntara a la secularización de la sociedad salvadoreña. El 24 de julio de 1881, el diario católico publicó un editorial en el que advertía sobre lo perjudicial que podría resultar la educación laica para los intereses de la juventud. Dice el texto: Se intenta desterrar del país la enseñanza religiosa, como uno de los medios más seguros para combatir la creencia nacional del catolicismo, y en tal concepto se reclama la imposición de la laica, es decir, de la RACIONALISTA. La ciencia sin religión es peligrosa: Sin sentimientos de religión y de piedad, el laborioso investigador de los secretos de la ciencia llegará a atesorar un caudal de conocimientos, llegará a merecer la celebridad del sabio; pero es muy difícil que llegue a ser un modelo de honradez, un ciudadano abnegado y virtuoso. Al contrario, los recursos del arte en manos de un hombre sin Dios ni religión, son un arma más que peligrosa para la sociedad en que viva93.

Dos meses después, el Consejo de Instrucción Pública dio a conocer el nuevo reglamento de educación secundaria donde se establecían las normas para validar las clases impartidas por profesores privados, así como la normativa para abrir colegios y liceos de segunda enseñanza94. En cuanto a la fundación de nuevos establecimientos, el reglamento normaba que solamente podían abrirlos las personas del estado seglar, siempre y cuando reunieran las condiciones de moralidad e instrucción especial para la dirección del establecimiento. Toda persona que quisiera León XIII. “Carta encíclica Diututnum Illud del sumo pontífice León XIII sobre la autoridad política”… 92

93

“La enseñanza laica”, El Católico, año I, No. 8, 24 de julio de 1881, p. 1

“Consejo Superior de Instrucción Pública”, Diario Oficial, Tomo 11, No. 203, 3 de septiembre de 1881, p. 210. 94

194

Capítulo III: El debate sobre la educación femenina, 1880-1883 abrir un colegio o liceo debía presentar por escrito la solicitud de autorización al CSIP. La medida excluía de la enseñanza a todos los clérigos católicos. Dos miembros del Consejo de Instrucción Pública –Pablo Buitrago y Manuel Bertis- se opusieron a la medida por considerarla atentatoria contra la libertad de enseñanza establecida en la Constitución. La moción de dichos concejales fue rechazada y el reglamento fue publicado sin la firma de ellos. La reacción del periódico católico no se hizo esperar. En su edición del 16 de octubre de 1881, expuso su preocupación ante lo establecido en el reglamento. El editorial afirma que Para que la enseñanza sea libre en la República, es necesario que todos sus habitantes tengan el derecho de poder enseñar, sin otra restricción de personas, materias y métodos, que la dirección del Supremo Gobierno en la enseñanza costeada por la Nación y la suprema inspección en la enseñanza particular o privada. Si el H. Consejo de Instrucción Pública, con autoridad propia o derivada del S. Poder Ejecutivo, puede ejercer aquellas, dirección en la enseñanza oficial y suprema inspección en la privada, jamás podrá alterar o violar la libertad de enseñanza, ni en su extensión, ni en su materia. El Honorable Consejo en dichos artículos altera y viola la garantizada libertad de enseñanza de todos los salvadoreños, restringiendo su extensión, puesto que excluye a un gremio respetable siquiera por su número y limitando su materia, puesto que determina una sola ciencia, prohibiendo a los demás, en las que los clérigos pueden tener iguales títulos y competencia que los seculares95.

El alegato expuesto en el periódico tuvo buenos resultados. La memoria del CSIP publicada el 3 de enero de 1882 da cuenta de que el Consejo acató con gusto la cortés invitación del Gobierno, y tratando de nuevo la cuestión con el detenimiento debido, y oyendo en diversas sesiones la voz autorizada de sus ilustrados miembros, acordó: sostener siempre que los artículos en cuestión estaban en un todo conformes con el espíritu de la carta fundamental. No obstante, el Gobierno, de acuerdo con la opinión de los que creían que las bases de aquel Reglamento afectaban la Constitución, por acuerdo de fecha 31 de Octubre próximo pasado, tuvo a bien derogar los artículos 1º y 6º de que he hecho mención96.

95

“La libertad de enseñanza”, El Católico, año 1, N° 20, 16 de octubre de 1881,p. 2

“Memoria leída por el secretario de la Universidad Nacional, Doctor don Ramón García González, en la solemne apertura de las clases universitarias, el día 1º de Enero del año escolar de 1882”, Tomo 12, No. 5, 6 de enero de 1882 p. 17. 96

195

Con la derogatoria de los artículos mencionados, el Estado revirtió la prohibición de enseñanza que tenía el clero en el reglamento y ratificó la libertad de enseñanza en la República97. Pero el debate siguió alimentado por una serie de artículos específicamente dedicados al tema de las mujeres, como se mostrará en la siguiente sección. 3. “La mujer” en el liberalismo católico y el liberalismo laicizante En este apartado interesa ahondar en las representaciones femeninas que tanto el liberalismo laicizante como el liberalismo católico hicieron evidentes en sus alegatos sobre el tipo de educación que debía darse a las mujeres. Detrás de estas dos principales voces, hay diferencias sobre la manera de entender la relación entre las mujeres y el conocimiento, pero también hay una visión compartida sobre el “natural” femenino y su misión en la sociedad. La preocupación de ambos grupos por hacer de la mujer el baluarte de su propia visión de República y sociedad se anclaba en el papel fundamental que la mujer desempeñaba en el ámbito doméstico, ya fuera para consolidar el proceso de laicización o para mantener las bases católicas de la sociedad salvadoreña. 3.1 La mujer religiosa Los intelectuales del liberalismo radical consideraban que el confesionario era el lugar desde donde los curas ejercían su poder sobre la conciencia de las mujeres religiosas. Un texto publicado por La Discusión en mayo de 1881, ponía en evidencia este tema: No siendo fácil dominar al hombre por lo mismo que razona, el sacerdocio se dirije a las mujeres desde tiempo inmemorial. Su sensibilidad las aleja de la ciencia y reciben impresiones más que ideas, pudiendo por este medio aislarlas del movimiento exterior y mantenerlas separadas de los progresos de la época, dependiendo solo del sacerdote, y llegando a suceder que cuanto más ignorante y bestial es el sacerdote, más prestigio suele tener entre el sexo impresionable98.

Para profundizar en este tema recomiendo el trabajo ya citado de Jorge Araujo: La Iglesia católica salvadoreña y la laicización de la educación en 1881… 2009. 97

98

“Protectorado de la mujer”, La Discusión, tomo 1, N° 19, 10 de mayo de 1881, p. 3.

196

Capítulo III: El debate sobre la educación femenina, 1880-1883 La representación que los medios liberales radicales construyeron de la mujer religiosa fue de una fanática, supersticiosa e incapaz de pensar por sí misma, cuya única preocupación era quedar bien con los clérigos: No os alarméis, hermosas beatitas que para agradar a Dios y a vuestros confesores, os empeñáis en parecer feas con ese vuestro andar cabizbajo, con ese vuestro carácter taciturno, con ese vuestro vestido ridículo que algunas habéis dado en usar, y, sobre todo, con todas esas cintas y colgajos benditos que llamáis reliquias y escapularios, preservativos de las tentaciones con que el Diablo no se cansa de perseguir vuestra virtud, representado por la trinidad infernal del Mundo, el Demonio y la Carne. …vosotras cotorronas que, después de haber salvado de todos los peligros mundanales vuestra virtud acrisolada, dejando de ella muchos girones en las uñas del placer, os entregáis a la Iglesia en cuerpo y alma, no porque vuestro cuerpo carezca ya de atractivos, sino porque vuestra alma ha permanecido pura, a pesar de las impurezas con que sus tres principales enemigos intentaron mancharla in illo tempore99.

El texto es un fragmento del editorial publicado por La Discusión, el 25 de mayo de 1881. El término “cotorrona” designaba a la mujer adulta que no se había casado100. Las beatas eran mujeres que vestían un hábito religioso pero vivían fuera de la comunidad. Se ocupaban de las obras caridad y todo tipo de devociones religiosas. En el imaginario liberal radical, la “beatita” era la falsa beata, es decir, la mujer amargada que, a falta de hijos y marido, llenaba su vida con ocupaciones inútiles a la sociedad: Camina sin ver a nadie, cabizbaja, meditabunda; cuando más, dirije sus miradas oblicuas a los transeúntes. Su afición en su casa es un gatillo, dos pericos, un loro, un monito, vestir santitos y estar a la caza de noticias sobre la vida del prójimo. Dicen que tiene corresponsales, porque, ciertos o falsos, es la primera en saber los datos y novedades que circulan por el lugar; por eso es que muchos le dan el sobrenombre de Gaceta. Casi siempre vive en la Iglesia; es habituada a murmurar del prójimo; para el oficio tampoco es buena, es de mal genio, descontentadiza, hace café lo da cuando se le

99

“Milagros”, La Discusión, Tomo 1, No. 20, 25 de mayo de 1881, p. 1

Ver: “Cotorronas”, en Juan B. Morales, El Gallo Pitagórico. Colección de artículos crítico-políticos y de costumbres, Imprenta de Ignacio Cumplido, México, 1857, p. 92. 100

197

antoja, el almuerzo, la comida, mal el servicio y la única disculpa que da es que ha estado en la Iglesia…101

La representación de la mujer religiosa construida por el liberalismo radical era bastante perversa. Las beatitas eran mujeres cuya vida no contribuía a la obra del progreso y la civilización. Esta representación contrasta la luminosidad y la fuerza de la representación de la mujer ilustrada, como veremos más adelante. Los liberales anticlericales creían a las mujeres bastante proclives –por su naturaleza- a vivir la religión de esta manera, por ello era necesario romper el vínculo tan cercano que había entre éstas y el clero. Según un editorial publicado por La Discusión, las mujeres eran la llave que el clero tenía para entrar en los hogares debido a que No hay ser más crédulo que la mujer, más tímido (menos con celos), más sumisa, y por demás impresionable, sensible, nerviosa y por lo mismo, capaz de sacrificarse por una creencia, por una afección a la que se haya apegado. A esto se agrega lo poco que por lo general sabe de lo que es religión; para ella la voz del cura es la de Dios, el infierno la horroriza, no ve en Dios sino el espíritu de la venganza y no hay más que mentarle el pecado mortal para que lleve al confesionario el fárrago de disgustos, de cariños, de pendencias, todo, todo lo que constituye la intimidad del hogar doméstico, todo; allí lleva a hurtadillas hasta el mismo honor del marido, cometiéndose así la más cruel de las traiciones102.

Según afirma el editorial, probablemente escrito por Antonio J. Castro –pues para este tiempo él fungía como editor y redactor de La Discusión-, la Iglesia sabía que la mujer era uno de los mejores y más eficaces medios para influir en los hogares. El pensamiento liberal radical denunciaba que era la misma sumisión, debilidad e ignorancia la que hacía de la mujer presa fácil del dominio de los clérigos. Los sacerdotes las instruían en el confesionario para que, a su vez, ellas se encargaran de fomentar en sus hijos la obediencia a Dios, la Iglesia y el clero antes que a las leyes del Estado, situación grave en una República que pretendía ser democrática. La mujer, dependiente totalmente de la autoridad de la Iglesia, se volvía vigilante de la conducta del marido, del padre o del hijo. Pero la situación estaba cambiando: Rafael Reyes, “Las Beatas”, en Miscelánea. Colección de algunos artículos científicos, políticos y literarios escritos por el doctor Rafael Reyes, Imprenta del Cometa, San Salvador, 1887, pp. 25-33 101

102

“El clero y las mujeres”, La Discusión, Tomo II, No. 7, 27 de setiembre de 1881, p. 1

198

Capítulo III: El debate sobre la educación femenina, 1880-1883

Afortunadamente la mujer va despertándose, va conociendo el miserable papel que los clérigos han hecho que acepte; ha ido independizándose poco a poco, no sin que recaigan sobre las pocas excepciones que contamos, las miradas aviesas que revelan el rencor evangélico de nuestra clerigalla. Hacen bien los reverendos en seguir esa política; agárrense hoy más que nunca de las mujeres, no las suelten, persíganlas, gánenselas a todo trance, porque es el único fuerte que les queda103.

En cambio, el pensamiento católico veía en la religión el pilar que mantendría el Estado unido a la religión. En El Católico se observan textos donde se defiende la religión como un medio para perfeccionar los afectos del corazón, “principalmente los del muy sensible de la mujer”104. Solo la religión podía dar alma a los conocimientos humanos, y en la educación religiosa, la pieza fundamental era la madre. Por ello defendieron la religión como parte medular de la educación femenina. Esta es la visión de El Católico: La madre es el primer maestro que, entre las primeras sonrisas de la infancia y entre los primeros juegos de la niñez, enseña a su hijo a medio pronunciar los nombres queridos de nuestra fe; a juntar sus manos al cielo; a signarse con la santa Cruz; a doblar las rodillas para la oración… ¡Mil veces más feliz el hijo a quien la Divina Providencia dio una madre cristiana que, madre, maestra, ángel y sacerdote, supo representarle el más bello tipo de la Bondad Divina en este mundo!105

Según El Católico, la enseñanza escolar primaria debía usar el catecismo para cimentar las bases de la fe. Las escuelas medias y superiores debían demostrar la fe y explicar los dogmas para que la juventud tuviera los principios sólidos que les permitieran resistir los ataques de los impíos. Y continúa el texto: Este conocimiento exacto y completo de la Religión es el que forma la felicidad del individuo; el orden, el progreso y la perfección de la sociedad. Y al contrario, la ignorancia y más aún el error religioso, causan la infelicidad individual, la decadencia y la destrucción social. Porque el corazón irreligioso por sabio, noble y rico que se le suponga, estará siempre fuera de su centro que es Dios; y desviado de su órbita natural, caminará de choque, en choque, de caída en caída.

103

“El clero y las mujeres”, La Discusión… p. 1.

104

“Cárceles”, El Católico, Año 1, No. 3, 19 de junio de 1881, p. 4.

105

“Educación religiosa”, El Católico, año I, No. 19, 9 de octubre de 1881, p. 1

199

La sociedad sin religión, esclava siempre de las pasiones y vicios populares, sin virtud y sin justicia, o retrocederá hasta la barbarie, o se corromperá toda hasta su aniquilamiento106.

La enseñanza doméstica o maternal era considerada la primera en orden a su eficacia porque solo la madre sabía cómo educar el corazón humano. Una sociedad sin religión era una sociedad esclava de sus pasiones y vicios. Semejante situación haría a la sociedad retroceder a la barbarie. ¿Por qué? Porque en la visión del catolicismo, el progreso de la historia, la verdadera civilización, consistía en el paso de la barbarie –o paganismo- al cristianismo. Desde la metáfora agustiniana de las dos civilizaciones, otro editorial publicado en El Católico lo explica claramente. El texto afirma que Cristo había logrado superar la civilización pagana y “toda la decrepitud de su sensualismo y la repulsión de su orgullo insensato”. El cristianismo había venido a “perfumar el mundo al que debía asomar más tarde con los esplendores de sus virtudes y la generosidad de su heroísmo”. Dice el texto: Atrás de la cruz, está el despotismo del marido haciendo de la esposa un juguete con que se divertía, un mueble que alquilaba, o un trasto que abandonaba; pocas veces su amiga, casi siempre su esclava, jamás su compañera. Delante de la cruz, está la esposa reinando en su hogar, amada de su esposo con sin igual cariño; no solo su compañera, sino la reina de su corazón, rodeada del respeto y de la veneración de sus hijos… Atrás de la cruz, la mujer, esta perla del humano linaje, vendiendo sus encantos por unas miserables monedas, arrojando su pureza al lodazal de la prostitución, y evaporando su modestia en la atmósfera de las orgías. Delante de la cruz, haciendo de la modestia el escudo de su castidad, y con su castidad de virgen subiendo hasta el heroísmo, hasta tocar los límites de la humana virtud, y presentar al mundo el asombroso espectáculo de su debilidad de mujer unida a la fortaleza del mártir107.

Según esta lectura, el cristianismo había sido el artífice de la dignificación de las mujeres. Ellas, antes despreciadas y marginadas, habían sido reivindicadas por la cruz de Cristo. Si desaparecía la religión de la sociedad, se corría el riesgo de regresar a los tiempos del paganismo y la barbarie. Por ello era urgente luchar contra la erradicación de la educación religiosa, sobre todo, de las mujeres. Además, la religión era el cemento perfecto para mantener el orden y la armonía social en el que 106

“Educación religiosa”, El Católico… p.1.

107

“Las dos civilizaciones”, El Católico, Año I, No. 22, 30 de octubre de 1881, p. 1.

200

Capítulo III: El debate sobre la educación femenina, 1880-1883 tanto el padre como la madre tenían funciones específicas. Así lo había hecho ver el papa León XIII en su encíclica sobre el matrimonio cristiano, publicada el 10 de febrero de 1880. La carta titulada Arcanum divinae sapientiae, establecía claramente que el marido es el jefe de la familia y cabeza de la mujer, la cual, sin embargo, puesto que es carne de su carne y hueso de sus huesos, debe someterse y obedecer al marido, no al modo de esclava, sino de compañera; esto es, que a la obediencia prestada no le falten ni la honestidad ni la dignidad. Tanto en el que manda como en la que obedece, dado que ambos son imagen, el uno de Cristo y el otro de la Iglesia, sea la caridad reguladora constante del deber. Puesto que el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de la Iglesia. Y así como la Iglesia está sometida a Cristo, así también las mujeres a sus maridos en todo108.

En la misma línea, el 19 de marzo de 1882, El Católico publicó un texto escrito por monseñor Dupanloup109. El clérigo afirma que, en la familia, el padre representaba todo el poder y la majestad de Dios mientras que la madre, era la imagen viva de su amor, su ternura y su dulzura. El objetivo de la sociedad temporal, civil y política, no era otro que conservar, fortificar y elevar la familia, para garantizar los derechos y los intereses comunes de las diversas familias reunidas”110. Dupanloup veía en la madre la expresión de la ternura extremada, amor paciente y firme, abnegación sin límites, expiación del dolor. Así lo expresa en otro texto publicado también en El Católico en mayo de 1882. Para el obispo, Una madre es esa débil y sublime criatura, elegida en virtud del más portentoso de los privilegios y asociada íntimamente al Dios del cielo, para llevar en su seno y alimentar con su leche a esos seres misteriosos, destinados a poseer un día al mismo Dios en la gloria de su eternidad. Tal una madre: ¡bella y santa alianza de la fuerza y la dulzura, del poder y la gracia, de la sabiduría y el amor, de la que dimanan con inagotable fecundidad la vida, la

Ver: León XIII, “Carta Encíclica Arcanum Divinae Sapientiae del sumo pontífice León XIII sobre la familia” (10 de febrero de 1880), en Vatican: the Holy See, disponible en: http://www.vatican.va/holy_father/leo_xiii/encyclicals/documents/hf_lxiii_enc_10021880_arcanum_sp.html 108

Monseñor Félix Dupanloup (1802-1878) era un prelado teólogo, periodista, y político francés. Es ampliamente conocido su tratado sobre la francmasonería que fue publicado por entregas en el diario El Católico a partir de la edición del 25 de junio de 1882. 109

110

“El padre y la madre”, El Católico, Año II, No. 42, 19 de marzo de 1882, p. 2.

201

seguridad, la alegría, la dulce paz, la noble abundancia, la piadosa armonía de las virtudes en el seno del hogar doméstico, y por fin, la gran ley del respeto!111

Como ya señalé en el capítulo anterior, el catolicismo concebía a la mujer a partir de su triple función de hija, esposa y madre, las mismas funciones que el positivismo comtiano asignaba a la mujer como ángel del hogar. Pasar por los tres estados de la vida era suficiente para cumplir con el destino que la Providencia le había determinado. Los obituarios publicados en los impresos muestran con claridad esta síntesis: Recomendable hija, amorosísima esposa, solícita madre, modelo de honradez y de virtudes dedicada siempre al cumplimiento de sus obligaciones112. Obediente hija, tierna esposa, solícita madre… aunque puede decirse que cruzó apenas por los tres estados de la vida de mujer, también puede asegurarse que en ese breve tiempo, llenó y consumó sus providenciales destinos113. Fiel esposa, amorosa madre y señora de ejemplar conducta114. … criatura nacida para amar, cumplió con religiosa solicitud su triple misión sobre la tierra como hija, como esposa y como madre115.

El Católico publicó también varios relatos sobre la misión que la Providencia había asignado a la mujer. Uno de ellos narra la historia de un oficial del ejército francés que se había casado con una mujer cristiana. Ella había sido educada en un convento y por mucho tiempo deseó que su esposo practicara los deberes cristianos. Al cabo de un largo tiempo, movido por el ejemplo de su mujer, el marido se convirtió al cristianismo. Una vez cumplida su misión, Dios la llamó a través de una dolorosa enfermedad y murió en brazos del marido que, sollozante, oraba por ella. El texto termina con una especie de moraleja:

111

“La madre”, El Católico, Año II, No. 49, 7 de mayo de 1882, p. 1

112

“Defunción (Luisa Magaña de Cárcamo)”, El Católico, N° 21, 23 de octubre de 1881, p. 6.

113

“Defunción (Dolores Zaldívar de Aguilar).”, El Católico, Año II, No. 49, 7 de mayo de 1882, p. 5.

114

“Defunción (María Encarnación Díaz de Merazo)”, La República, 5 de abril de 1884, p. 2.

115

“Una lágrima (Rosa Lagos de Peralta)”, La República, 10 de mayo de 1886, p. 1.

202

Capítulo III: El debate sobre la educación femenina, 1880-1883

Tal es la hermosura de la caridad. La mujer había conquistado el alma de su marido, según las palabras de San Pablo: “La mujer fiel ganará a su marido infiel”. Desde entonces nuestro militar sigue siendo un excelente cristiano, y, aunque al frente de un regimiento, sabe hallar medios de cumplir sus deberes ¡también se halla la espada junto a la cruz!116

Como se ha mostrado en las páginas anteriores, el ideal de la mujer católica fue ampliamente difundido por los intelectuales del catolicismo a través de periódicos como El Católico. Pero la estrategia del fortalecimiento de la religión en las mujeres no se concentró solamente en la publicación de textos o artículos moralizantes. En 1882, un año y medio antes que la Constitución de 1883 promulgara la educación laica, se fundó la primera Sociedad de Señoras para los Intereses Católicos de San Vicente de Paúl. El redactor de la nota comenta, a propósito de la creación de la primera filial, que: No nos extraña; porque conocemos perfectamente las nobles inclinaciones de las mujeres salvadoreñas y que no han perdido nada de su virtud, como lo han procurado sistemáticamente algunos escritores117.

El objetivo de la fundación de esta asociación era contrarrestar la influencia de la sociedad moderna secular. Así lo expresa otro texto a propósito de la fundación de la filial de Suchitoto, en junio de 1883: La civilización moderna que tanto blasona del enaltecimiento que da a la mujer, no hace realidad otra cosa, que deslustrarla: porque, sacándola del hogar doméstico, la conduce a zonas que como la medicina, la política, la prensa, la demagogia, la tribuna & el foro, no son las propias de su destino. La mujer bajo esas inspiraciones de la civilización moderna, languidece y muere, como toda planta que es transportada a diferente clima, como todo ser que es sacado de su elemento natural. La religión católica, al contrario, cimenta a la mujer dentro de su hogar y, perfeccionada en él, suele conducirla a otros hogares para que, con luz modesta y argentina como la de la estrella, disipe las tinieblas del dolor y la desgracia118.

“La mujer fiel ganará a su marido infiel”, El Católico, Año II, Tomo II, No. 65, 27 de agosto de 1882 p. 95. 116

117

“Sección crónica interior”, El Católico, N° 46, 16 de abril de 1882, p. 5

118

“Otra Conferencia de Paúl”, El Católico, N° 106, 10 de junio de 1883, p. 186.

203

En agosto de 1883, la Sociedad de Señoras para los Intereses Católicos publicó la memoria de la Junta General celebrada el 25 de julio. En ella, la secretaria dio cuenta de las principales actividades realizadas en poco más de un año de existencia. Entre sus prioridades mencionan la catequesis: … la enseñanza de la doctrina a los niños y niñas para prepararlos a la primera Comunión, infundiéndoles de este modo los verdaderos principios de la fe católica, para que después puedan conservarla intacta en medio de los vaivenes y vientos turbulentos de las pasiones humanas119.

La Junta General estuvo presidida por el fundador y director de la Sociedad de Señoras de San Vicente de Paúl en El Salvador, el recordado canónigo don Miguel Vecchiotti, el mismo a quien el gobierno de Santiago González había expulsado en julio de 1875. El presbítero acompañó y apoyó financieramente esta iniciativa femenina. La solidez de esta organización fue tal que en 1884 salió a la luz su primer boletín, órgano de difusión de sus actividades. En el prospecto publicado en la primera edición, las Sociedades de Señoras para los Intereses Católicos se proponían difundir “breves artículos de simple esposición, redactados en estilo claro y sencillo, sobre diversos puntos de dogma y de moral, de culto y disciplina destinados a la instrucción de las familias”120. Y lo cumplieron. Al menos en el año de 1884, los editoriales publicados por este órgano de difusión estuvieron concentrados en el tema doctrinal, como se muestra en el siguiente cuadro: Cuadro 3. Listado de editoriales del Boletín de las Sociedades Católicas en 1884 N° 1 2 3 4 5 6 7 8

Fecha 10 de mayo 25 de mayo 10 de junio 25 de junio 10 de julio 25 de julio 10 de agosto 25 de agosto

Título del editorial PROSPECTO Soberanía de Jesucristo Santísimo Sacramento Infalibilidad del Papa Constitución de la Iglesia Indulgencias Los Misterios Mandamientos de la Iglesia

“La Sociedad de Señoras de San Vicente de Paúl para los intereses católicos”, El Católico, N° 114, 5 de agosto de 1883, p. 241. 119

“Prospecto”, Boletín de las sociedades católicas. Órgano de las sociedades de señoras para los intereses católicos, N° 1, 10 de mayo de 1884. 120

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Capítulo III: El debate sobre la educación femenina, 1880-1883 9 10 11 12 13 14

10 de septiembre 25 de septiembre 10 de octubre 25 de octubre 10 de noviembre 25 de noviembre

La Misa Malos libros La Oración Los niños Comunión de los santos Inmaculada Concepción

Fuente: elaboración propia a partir de las ediciones disponibles del Boletín de las Sociedades Católicas en el Archivo Histórico del Arzobispado de San Salvador.

Este análisis nos muestra que las mujeres religiosas salvadoreñas no eran las tales “cotorronas” o “beatitas” mencionadas por La Discusión. Buena parte de estas mujeres se organizó en una red que para 1884 ya alcanzaba once filiales en todo el país. La consolidación de las sedes locales incluía pasantías para formar a sus nuevos miembros en las tareas de la asociación. A través de la acción y asistencia social a pobres, enfermos y encarcelados, las mujeres pretendían difundir las bondades de la religión católica, “única religión que inspira y realiza estas sublimes empresas” 121. Más aún, desde actividades consideradas propias de la naturaleza femenina, comenzaron a ejercer cierta independencia y autonomía. Hay que entender que todas estas acciones de los sectores católicos estaban motivadas por la honda preocupación de ver desaparecer el orden y la armonía social que garantizaba la religión única, tal como había sido hasta entonces. En 1886, esta preocupación será motivo de varias exposiciones de las señoras católicas al presidente Menéndez solicitando la reversión de las leyes secularizantes, como tendré ocasión de mostrar en el siguiente capítulo. Pero en el liberalismo radical, el orden y la armonía social debían estar fundados en principios laicos y no religiosos. Ya se ha mostrado que uno de los principales temas en los discursos del liberalismo laicizante fue el de liberar al individuo de la influencia nociva de una religión fanática y supersticiosa. La emancipación de la conciencia solamente podía suscitarse a partir de un proceso de educación que fortaleciera el intelecto y la razón. Las mujeres debían ser las principales destinatarias de este proceso de transformación educativa, pues ellas tenían en sus manos la primera formación de los futuros ciudadanos. En la siguiente “La Sociedad de Señoras de San Vicente de Paúl para los intereses católicos”, El Católico, N° 114, 5 de agosto de 1883, p. 241. 121

205

sección interesa destacar los argumentos que estuvieron a la base de las medidas dictadas, tanto desde el Ministerio de Instrucción Pública como desde el ejecutivo directamente, en función de transformar la educación de las mujeres. Estos argumentos, que fundamentaron lo que hoy llamaríamos políticas educativas, posicionaron en la esfera pública el nuevo ideal de la mujer ilustrada. 3.2 La mujer ilustrada Las iniciativas por ofrecer a las jóvenes salvadoreñas una educación ilustrada se remontan hacia mediados del siglo XIX. En 1847, el salvadoreño José María Cáceres (1818-1889) fundó la “Escuela de Niñas de San Salvador”, a fin de que su futura esposa pudiera acceder a las letras. Además de labores de mano, Cáceres ofrecía a las niñas las materias de gramática, aritmética y álgebra. La iniciativa –que se encontró con fuertes resistencias- la sostuvo Cáceres durante cuatro años, sin devengar salario, empleando parte de su dinero para la provisión de útiles al establecimiento122. En 1869, el gobierno de Francisco Dueñas apoyó la fundación de un “Colegio de niñas” 123 cuyo fin era dar “a la sociedad doméstica y a la sociedad civil esposas y madres bien educadas y bien instruidas que ejerzan con inmenso provecho su misión civilizadora”124. El establecimiento pretendía “proporcionar a las niñas una educación basada en los sentimientos religiosos, y en una instrucción sólida, no solo en los ramos que forman la instrucción primaria media y elemental superior, sino también en los de adorno y en los peculiares de su sexo” 125. Estas dos iniciativas fueron, sin duda, de gran importancia, pues dan cuenta de la presencia del ideal ilustrado en la sociedad salvadoreña. Sin embargo, no duraron mucho. Fue Ver: Carlos Cañas-Dinarte (recopilador y editor), José María Cáceres: un docente, una época, San Salvador: FEPADE, 1998, pp. 57-70. 122

Dirigido por las francesas María Lesquoy y Lucía Pupinelle Dubreuil. Ver: “Prospecto del Colegio de niñas”, El Constitucional, tomo 3, N° 54, 29 de octubre de 1868, p. 3. El gobierno de Dueñas también apoyó el colegio de niñas dirigido por Luz Salazar de Sotomayor Ver: “Liceo Santa Clara”, El Constitucional, tomo 3, N° 64, 7 de enero de 1869, p. 2. 123

124

“Colegio de niñas”, El Constitucional, tomo 3, N° 54, 29 de octubre de 1868, p. 2.

Los ramos de enseñanza eran: religión y moral, escritura y caligrafía, lectura, composición, aritmética, teneduría de libros, gramática, geografía, historia, francés, literatura y mitología y obras de mano en general. Ver: “Prospecto del Colegio de niñas”, El Constitucional… p. 3. 125

206

Capítulo III: El debate sobre la educación femenina, 1880-1883 hasta 1873 que el reglamento de Instrucción Pública estableció de manera oficial esta apuesta por la instrucción femenina. En esta línea, una de las acciones más significativas de la gestión de Zaldívar fue la fundación de los Colegios de Señoritas. La tarea de apuntalar la educación primaria superior femenina fue realizada por el mismo presidente durante sus visitas a las distintas regiones del país. A partir de una visita a los departamentos de Oriente, el presidente dispuso crear un Colegio de Señoritas en la ciudad de La Unión126. En esta misma visita, Zaldívar otorgó becas a estudiantes de escasos recursos con notables disposiciones para el estudio, tanto hombres como mujeres. Una de ellas fue Leonor Fuentes, de Sensuntepeque, a quien le concedió una beca para estudiar en el Colegio de Señoritas de la Capital 127. El presidente dio cuenta de todos estos logros educativos en los primeros meses de su segundo mandato en el mensaje oficial a la legislatura de 1881. Destacó la atención brindada a la educación de las mujeres: De una manera especial se ha atendido a la educación de la mujer, creando establecimientos destinados a ella en la mayor parte de las poblaciones, para mejorar por este medio su condición social, asegurando al propio tiempo la benéfica influencia que ella está llamada a ejercer y de hecho ejerce en las costumbres públicas y en los destinos de la Nación128.

Según Zaldívar, una mejora en la instrucción de las mujeres aseguraba, además de una mejor condición social, la benéfica influencia para la nación. Por ello, su gobierno creó varias instituciones para la formación de niñas bajo la figura de colegios de señoritas. Es importante aclarar que, aunque se utiliza el término de señoritas, los colegios eran de primaria pues estaban destinados a niñas de entre 7 y 15 años de edad, tal como lo establecía la ley. ¿Por qué crear colegios de señoritas si ya existían las escuelas primarias superiores? Las fuentes consultadas no permiten “Acuerdos dictados en la visita oficial a los departamentos de Oriente”, Diario Oficial, Tomo 10, No. 9, 11 de enero de 1881, p. 33. 126

127

“Ministerio de Instrucción Pública”, Diario Oficial, Tomo 10, No. 10, 12 de enero de 1881, p. 37.

“Mensaje presentado por el Señor Presidente de la República Doctor Don RAFAEL ZALDÍVAR a la Legislatura de 1881, en el acto de la solemne apertura de sus sesiones, el día 19 de Enero de 1881”, Diario Oficial, Tomo 10, No. 17, 20 de enero de 1881, p. 65. 128

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dar una respuesta contundente. Sin embargo, las diferencias entre las escuelas de segundo orden y los Colegios de Señoritas pueden dar algunas pistas. Las escuelas de segundo orden eran escuelas públicas, los “Colegios de Señoritas”, en cambio, ofrecían a los padres de familia la garantía de una educación en un ambiente estrictamente protegido y vigilado para no poner en peligro a las niñas que salían del resguardo del hogar. La figura de religiosas o institutrices europeas al frente de la dirección de estos centros garantizaba a las familias de la élite la seguridad de que sus hijas estaban en buenas manos. Con estas condiciones, era probable que los padres accedieran a que sus hijas estudiaran. Al menos las hijas de las familias más acomodadas de la sociedad salvadoreña, ya que pocos padres podrían hacer frente a la cuota de 15 pesos mensuales por el pensionado, o incluso los 4 pesos por trimestre para las externas129. Otra diferencia entre las escuelas de segundo orden y los Colegios de Señoritas era el plan de estudios. Como veremos a continuación, estos institutos ofrecían una educación más amplia y variada que la que establecía hasta ese momento la ley de instrucción primaria. Esta diferencia permite pensar que había un interés por aumentar los contenidos de la primaria superior femenina en los centros urbanos de mayor actividad social, cultural y económica, como eran Santa Ana, San Salvador y, posteriormente, Ahuachapán. El nuevo reglamento del Colegio de Señoritas de San Salvador, publicado el 26 de enero de 1881130, muestra una ampliación del plan de estudios en varios aspectos: el tiempo de estudio era de cuatro años, en vez de dos; las materias de historia y geografía se habían ampliado en sus contenidos; el segundo idioma –en este caso el francés- era parte del plan principal y no una materia optativa como en el anterior; el nuevo plan proponía la materia de religión como “explicación razonada” y no como memorización de la doctrina y el dogma.

Hacia 1883, una cocinera ganaba 4 pesos mensuales. Los salarios de las molenderas, fregadoras, porteras, lavanderas y enfermeras andaban por los 3 pesos mensuales. Ver: “Memoria de la Junta de Caridad del Hospital General”, La Fortuna, año 2, N° 13, 15 de enero de 1883, p. 2. 129

El acuerdo ejecutivo justifica que el anterior reglamento resultaba “insuficiente”. Ver: “Reglamento del Colegio Normal de Señoritas de San Salvador”, Diario Oficial, Tomo 10, No. 22, 26 de enero de 1881, p. 85. 130

208

Capítulo III: El debate sobre la educación femenina, 1880-1883 Cuadro 4. Plan de estudios del Colegio Normal de Señoritas de San Salvador Materias Gramática castellana

Primer año Analogía

Segundo año Sintaxis, prosodia y ortografía.

Aritmética

Nociones preliminares, las cuatro reglas fundamentales. Explicación razonada de ella.

Quebrados comunes, denominados, decimales.

Religión

Historia Geografía

Idiomas

Historia sagrada: antiguo testamento Descripción de las cinco partes del mundo y del planisferio

Francés: lectura, traducción, versiones, gramática, analogía.

Historia eclesiástica (Nuevo Testamento, establecimiento de la Iglesia hasta el Concilio de Trento). Historia: de los tiempos antiguos, historia griega. Las cinco partes del mundo en mapasmundos. Geografía de CentroAmérica: principios de Cosmografía y Geometría. Francés: lectura, traducción, temas, gramática, analogía y sintaxis.

Tercer año Composiciones escritas, versión de poesía a prosa. Conclusión

Cuarto año Elementos de literatura.

Historia: historia romana.

Historia: historia de la edad media y moderna. Repaso general

Elementos de geografía, historia de las cinco partes del mundo. Francés: lectura, composiciones escritas, conversación.

Repaso general

Francés: elementos de literatura, versión de poesía a prosa.

Fuente: Elaboración propia a partir del “Reglamento del Colegio Normal de Señoritas de San Salvador”, Diario Oficial, Tomo 10, No. 22, 26 de enero de 1881.

Además de las materias establecidas, también se impartían clases de lectura, escritura, moral y costura. Las clases de piano, solfeo, dibujo e inglés, eran optativas y no estaban incluidas en la cuota de la colegiatura. El nuevo reglamento mantenía las dos modalidades de formación que tenía el anterior: la formación de bequistas y la formación general. Las bequistas seguían siendo catorce, una por departamento. Al finalizar sus estudios, las señoritas quedaban obligadas a dedicarse al magisterio por tres años consecutivos en alguna escuela de niñas de su respectivo departamento. La edad de admisión se mantenía entre los quince y dieciocho años de edad. El reglamento también contemplaba la admisión de pensionistas de entre nueve y quince años, para su formación general131. El estudio de la pedagogía era La cuota establecida era la misma que en el reglamento anterior: quince pesos mensuales para las internas, ocho para las medio internas y cuatro para las externas. Ver: “Reglamento del Colegio Normal de Señoritas de San Salvador”, Diario Oficial, Tomo 10, No. 22, 26 de enero de 1881, p. 85. 131

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obligatorio únicamente para las bequistas, cuyo diploma como maestras dependía de la aprobación de un examen donde demostraran sus aptitudes para la enseñanza132. Ciertamente, el Colegio de Señoritas no era exclusivamente una escuela para normalistas como lo fue la Escuela de Institutoras fundada durante la administración de Santiago González. Pero tampoco los varones disponían de una institución particular para la formación docente. Los aspirantes al magisterio estaban a cargo de Rafael Reyes133, en cuyo establecimiento se ofrecía un plan de estudios un poco más amplio que el del Colegio de Señoritas por ser un colegio de secundaria 134. Tanto el colegio dirigido por la señorita Charvin como el del doctor Reyes eran establecimientos de enseñanza general que tenían la tarea de preparar a los aspirantes al magisterio. El énfasis no estaba en la pedagogía sino en la formación general que debían tener los y las jóvenes que fungirían como directores en las escuelas nacionales. Este vacío pedagógico buscará ser enmendado por la reforma educativa implementada unos años después durante la administración de Francisco Menéndez en 1887135.

A este examen se podía someter cualquier estudiante aunque no fuera bequista. Si aprobaba el examen sobre los contenidos de los dos primeros años, la estudiante era acreditada como maestra de primera enseñanza elemental, y se le facultaba para desempeñar funciones de directora de una escuela primaria de cabeza de distrito. Si aprobaba el examen sobre las materias del tercer y cuarto año, la estudiante era acreditada como maestra de enseñanza elemental secundaria y la facultaba para fungir como directora de una escuela secundaria o de cabeza de departamento, con un mayor salario. Ver: “Reglamento del Colegio Normal de Señoritas de San Salvador”, Diario Oficial, Tomo 10, No. 22, 26 de enero de 1881, p. 85. 132

El contrato con el director de la Escuela Normal fue firmado el 13 junio de 1879 y estaba definido por tres años. Sin embargo, el 12 de enero de 1881 el Ministerio de Instrucción Pública informó que el contrato con Adolfo Romero había caducado y que los normalistas serían trasladados al Colegio de enseñanza general dirigido por Rafael Reyes. El Estado abonaría quince pesos por estudiante y cien pesos para el pago de los profesores que la enseñanza normalista requería. Ver “Acuerdos”, Diario Oficial, Tomo 10, N° 13, 15 de enero de 1881, p. 49. Es fácil suponer que en el proceso de transformación de la educación primaria, era necesario confiar a los normalistas a un intelectual del liberalismo radical como Rafael Reyes, abogado y catedrático universitario, además de masón desde 1872, miembro de la Logia “Progreso N° 5” y “Excelsior N° 17”. Ver: Roberto Valdés, Masones, liberales y ultramontanos salvadoreños…, p.74. 133

La oferta de enseñanza del colegio de Reyes contemplaba además las materias de inglés, álgebra, física, retórica, derecho internacional, filología, filosofía, y estudios enciclopédicos. Tampoco aparecía la pedagogía como parte del plan de estudios. Ver “Cuadro de profesores del Colegio de enseñanza general y Escuela Normal”, Diario Oficial, Tomo 10, N° 116, 20 de mayo de 1881, p. 502. 134

135

Ver: Julián González, Del “ciudadano católico” al “ciudadano laico”…

210

Capítulo III: El debate sobre la educación femenina, 1880-1883 El establecimiento del Colegio Normal de Señoritas fue uno de los grandes logros que el Ministerio de Instrucción Pública presentó en la Memoria de marzo de 1881. El ministro destaca: La educación e ilustración de la mujer es también otro de los objetos importantes a que preferentemente se ha atendido. Conociendo que la mujer es la encargada de formar el corazón del niño; que las creencias que le inculque le acompañarán siempre y decidirán de su futura suerte; y que de la sanidad de esas creencias y de la pureza de los sentimientos inculcados depende casi en su totalizada la ventura y el sosiego del hogar doméstico, preludio cierto de paz y de felicidad social; el Gobierno ha fundado establecimientos destinados a dar a la mujer el cultivo del espíritu, presentándole copiosa fuente donde pueda beber las máximas de la moral más pura y las enseñanzas más conformes con su sexo y con el noble papel que le reserva la civilización moderna en las presentes sociedades136.

Es claro que el empeño por educar a las mujeres estaba estrechamente vinculado a su labor como madres y primeras educadoras de los futuros ciudadanos. Sin embargo, no puede obviarse que este proceso de apertura y ampliación de la educación femenina, como el del Colegio de Señoritas de San Salvador, también significó una oportunidad para la profesionalización e inserción laboral como directoras de escuelas137. Al igual que en México138, Brasil139, Colombia140 o Argentina141, ser profesora era una puerta de entrada al mundo laboral para las “Memoria del Ministro de Instrucción Pública y Beneficencia”, Diario Oficial, Tomo 10, No. 67, 19 de marzo de 1881, p. 281. 136

Hay que recordar, según se expuso en el capítulo anterior, que si bien ya desde antes de 1871 había mujeres a cargo de escuelas y liceos, estas no habían recibido ninguna formación ni estaban acreditadas por el Ministerio de Instrucción Pública. 137

Ver: María Guadalupe González y Lobo, “Educación de la mujer en el siglo XIX mexicano”, en Revista Casa del Tiempo, Vol. IX, época III, número 99, mayo-junio 2007, pp. 53-58, disponible en: http://www.uam.mx/difusion/casadeltiempo/99_may_jun_2007/casa_del_tiempo_num99_53_58 .pdf 138

Ver: Sarah Jane Alves Duraes, “Aprender a ser maestro/a en las escuelas normales de Brasil y España en los ochocientos”, en Cadernos de educacao No 33, Faculdade de Educacao, maio/agosto 2009, pp. 15-35, disponible en: http://www.ufpel.edu.br/fae/caduc/downloads/n33/01.pdf 139

Ver: Miryam Báez Osorio, “El surgimiento de las escuelas normales femeninas en Colombia”, en Revista Historia de la educación latinoamericana N° 4, Sociedad de Historia de la Educación Latinoamericana, Colombia, 2002, pp. 157-179, disponible en: http://www.rhela.rudecolombia.edu.co/index.php/rhela/article/viewFile/14/11 140

Ver: Alicia Itatí Palermo, “El acceso de las mujeres a la educación universitaria”, en Revista Argentina de Sociología, Año 4, N° 7, julio-diciembre 2006, pp. 11-46, disponible en: 141

211

mujeres. De hecho, solamente entre los meses de diciembre de 1889 y enero de 1890, la cartera de Instrucción Pública emitió nombramientos142 a más de diez normalistas en sustitución de las antiguas directoras, como muestro en el siguiente cuadro: Cuadro 5. Normalistas nombradas como directoras de escuelas de niñas Diciembre de 1889 Normalista Escuela -Isabel Serrano Gotera -Luisa Aguilar San Vicente -Gabriela Merino Zacatecoluca -Margarita Quezada Opico -Ana Guerrero Usulután -Delfina Lira Sensuntepeque

Enero de 1890 Normalista Escuela -Delfina Salazar Atiquizaya -María Salazar Ahuachapán -Edelmira Molina San Miguel -Aurelia Zelaya Chinameca -Francisca Palacios Olocuilta

Fuente: Elaboración propia a partir de los avisos oficiales de la Cartera de Instrucción Pública en las ediciones del Diario Oficial de los días 21, 23, 24 y 28 de diciembre de 1889; y del 3, 4 y 15 de enero de 1890.

Volviendo a los Colegios de Señoritas, también en Santa Ana fue abierto un establecimiento de este tipo a partir de una visita del presidente a los departamentos de Occidente: Accediendo a la solicitud anterior sobre el establecimiento de un Colegio de Señoritas de esta ciudad, y deseando organizar este nuevo instituto en condiciones que aseguren su estabilidad y buen régimen, el Poder Ejecutivo ACUERDA: fundar el referido establecimiento, bajo la dirección de dos Institutrices que se pedirán a Europa, por cuenta de los solicitantes, costeando el Gobierno el edificio correspondiente y la dotación de las Directoras. Para la inspección directa del Colegio se organizará entre los mismos vecinos solicitantes una Junta compuesta de tres miembros presidida por el Señor Gobernador departamental143.

http://www.scielo.org.ar/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S166932482006000200002&lng=es&nrm=iso El sueldo de una directora rondaba los $50 pesos, y el de una subdirectora, los $30 pesos mensuales. Ver: “Diario Oficial”, La Unión, N° 58, 17 de enero de 1890, p. 2. 142

“Acuerdos emitidos en la visita oficial del Señor Presidente a los departamentos occidentales”, Diario Oficial, Tomo 8, No. 133, 8 de junio de 1880, p. 443. 143

212

Capítulo III: El debate sobre la educación femenina, 1880-1883 El reglamento de este Colegio fue publicado el 2 de diciembre de 1881144. Al igual que en el Colegio de San Salvador, este también admitía alumnas internas, medio internas y externas145. La institución se estableció como colegio de primera y segunda enseñanza. ¿Se trataba de un colegio de secundaria? La expresión se presta a confusión. Sin embargo, creo improbable que “segunda enseñanza” haga referencia a educación secundaria pues el plan no comprendía los estudios necesarios para el grado de Bachiller en Ciencias y Letras como lo establecía la ley146. Sin embargo, se observa en el programa una ampliación en materias de instrucción intelectual. El plan estaba distribuido en cinco años. Además de las materias establecidas para el Colegio de Señoritas de San Salvador, este plan incluía: teneduría de libros, economía doméstica, nociones de historia natural, de sicología y lógica, de literatura, nociones elementales de algebra y geometría práctica, física experimental, higiene y fisiología. Francés o inglés, clase objetiva, música, pintura y dibujo, labores de manos y calistenia147. Las clases de música, pintura y dibujo eran consideradas clases de adorno y se pagaban aparte, a un costo de 2 pesos por curso. La diferencia entre el plan del colegio de Santa Ana y el de San Salvador deja en evidencia que no había una normativa que obligara a los colegios de señoritas a ofrecer el mismo plan de estudios, ni en tiempos ni en contenidos. Sin embargo, sí es claro que había un creciente interés por ofrecer a las mujeres una formación de carácter intelectual más amplia de la que les había sido ofrecida hasta entonces. Con la fundación de los colegios de Señoritas en Ahuachapán, Santa Ana y La Unión, todos ellos subvencionados por el gobierno, para marzo de 1881 había ya 650 escuelas oficiales en toda la República de las cuales 481 eran de varones (con 21,700

El reglamento fue ratificado por el sub secretario de Ministerio de Instrucción Pública, Antonio J. Castro. Ver: “Reglamento interior del colegio de señoritas de Santa Ana”, Diario Oficial, Tomo 11, No. 281, 3 de diciembre de 1881, p. 529. 144

El costo de la colegiatura era el mismo: 15 pesos para las internas, 8 para las medio internas y 3 para las externas. Ibíd. 145

Ver: Cruz Ulloa, Codificación de leyes patrias desde la independencia hasta el año de 1875, Imprenta Nacional, San Salvador, 1879, p. 288. 146

“Reglamento para el Colegio de Señoritas de la ciudad de Santa Ana”, Diario Oficial, Tomo 11, No. 280, 2 de diciembre de 1881, p. 525. 147

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estudiantes) y representaban el 74% del total de escuelas; y 169 eran de niñas (con 4,612 estudiantes), que representaban el 26% de las escuelas del país. Si bien el aumento de las escuelas de niñas solamente era de diez, este número significaba un incremento del 6% con relación a las 159 escuelas existentes en 1880, mientras que las 16 nuevas escuelas de niños significaba solamente un 3% de incremento con relación a las 465 existentes en ese mismo año. En septiembre de 1881, el Diario Oficial destacó los resultados satisfactorios que hasta ese momento mostraban los establecimientos para mujeres sostenidos por el Gobierno. El editorial titulado “La ilustración de la mujer”, hacía un análisis de cómo la educación de las mujeres era fruto de la evolución y progreso de las naciones: La importancia de la ilustración de la mujer es una verdad, no solo reconocida en el mundo civilizado, sino que la naturaleza misma, el progreso en su lenta y segura marcha la van verificando al través de los tiempos, como una consecuencia precisa de ese adelanto, de ese estado de perfeccionamiento a que sin cesar está empujada la humanidad… En donde quiera que la Historia nos presente las sociedades, los derechos de la mujer y su grado de cultura vienen a constituir la regla fija para juzgar del estado de civilización de la época; más todavía, del de cada nación, del de cada pueblo. Hace muy poco que la ilustración de la mujer se consideraba como perniciosísima; y no solo la ilustración en su acepción más lata, sino que llegaba la ignorancia hasta el grado de afirmar que no debía enseñarse a leer a las niñas, para no darles esa arma que en sus manos sería peligrosa y muy útil para burlar la vigilancia cuasi monástica que ayer no más, se ejercía en el hogar doméstico sobre las esposas y las hijas. … la inteligencia de la mujer mucho más perspicaz que la del hombre y ayudada por una sensibilidad mil veces más exquisita, ha ido colocándose al nivel de la del que en un tiempo fuera su verdugo y conquistándose a la par los más preciados laureles en los santuarios de la ciencia148.

Al final del editorial, el redactor insertó dos breves discursos pronunciados por Victoria Aguilar, alumna del Colegio Normal de Señoritas. El primero fue dirigido a la directora Agustina Charvin, como homenaje en el día de su santo; el segundo, a Antonio J. Castro, sub secretario de Instrucción Pública, y además, redactor y editor del periódico La Discusión, invitado especial de la celebración. Las palabras que la oradora dirige a Castro son muy elocuentes: 148

“La Ilustración de la mujer”, Diario Oficial, N° 206, 7 de septiembre de 1881, p. 221.

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Capítulo III: El debate sobre la educación femenina, 1880-1883

…y cómo en esa generosa labor habéis dispensado vuestras simpatías y predilección a este instituto. Vuestro nombre, Señor, figura en el número de los entusiastas patricios que trabajan por el adelanto y la difusión de las luces; y este título honorífico que es el más bello a que puede aspirar un ciudadano en un pueblo libre, la opinión pública os lo ha discernido por vuestros méritos y servicios149.

Al finalizar la celebración, las alumnas del Colegio Normal regalaron a Castro una foto del grupo de estudiantes, en agradecimiento por la predilección que había mostrado hacia el instituto. ¿Qué impactos generó esta nueva manera de educar en las alumnas que asistían a estos institutos? En noviembre de 1882, las alumnas del Colegio de Institutrices se sometieron a los exámenes anuales. Según el informe de la comisión nombrada por el Ministerio de Instrucción Pública, firmado por Jorge Aguilar y Manuel Herrera, los resultados habían sido muy satisfactorios. La comisión examinadora destacó la utilización del método para la enseñanza de la gramática española y francesa pues a diferencia del que comúnmente se ha usado en las escuelas, no interesa solo la memoria de las alumnas, haciendo así su estudio estéril, sino que afecta directamente a la inteligencia; viniendo de este modo a hacer que el educando se inicie poco a poco y progresivamente en el artificio filosófico y razonado del idioma. No ha sido, pues, extraño conociendo esto, ver en los exámenes el buen criterio con que las alumnas han sabido responder a las preguntas que sobre los idiomas español y francés les fueron hechas, y hacer el análisis concienzudo y certero de varios trozos que les fueron propuestos150.

Del mismo modo, el informe destaca la nueva metodología con que se estudiaba la religión católica. Ya no se hacía por el sistema tradicional del aprendizaje memorístico de Ripalda, sino a través del estudio de “la relación razonada de lo que constituían los principios religiosos”. Este hecho era, a los ojos de la comisión, digno de destacarse, ya que: … esa instrucción religiosa tal como se da en el Colegio de Institutrices, (es) instrucción necesarísima en la mujer; y que, si es funesta cuando es mal dirigida y “Al señor Licenciado don Antonio J. Castro”, Diario Oficial, N° 206, 7 de septiembre de 1881, p. 223. 149

150

“Colegio de Institutrices”, Diario Oficial, Tomo 13, No. 259, 17 de noviembre de 1882, p. 669.

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conduce a un fanatismo pernicioso, la falta absoluta de ella es de fatales consecuencias para la sociedad151.

La metodología utilizada daba muestras de un ejercicio de la razón a partir de los contenidos de cualquiera de las materias. En esa misma línea, la comisión examinadora elogió el resultado obtenido por las alumnas en la clase de historia. Cada una de ellas había presentado un compendio de lecciones orales elaborado por ellas mismas a partir de las clases recibidas: Este método muy comúnmente usado en las escuelas europeas, presenta grandísimas ventajas, tales como las de ejercitar a las alumnas en la escritura, obligarlas a escribir con estilo propio las ideas como las conciben y, sobre todo, ayudar a la memoria en la retención de todo lo que se le confía152.

Es claro que este ejercicio de obligarlas a escribir con estilo propio las ideas como las conciben permitiría la consolidación de un pensamiento propio. El sistema utilizado en el Colegio de Señoritas daba muestras de privilegiar el desarrollo de las facultades intelectuales de las alumnas. Pocos días después, seis normalistas fueron examinadas por Esteban Castro, Justo Aguilar y Daniel Calderón para obtener su diploma de Directoras de Instrucción Primaria Elemental. Las examinadas fueron: Rosa Flores, María Courtade, Santos Novoa, Hortensia Menéndez Rojas, Elena Salamanca y Dolores Fuentes153. La Escuela Central de Niñas, dirigida por Narcisa Salazar 154 también había rendido exámenes de fin de año. Rafael Reyes, uno de los comisionados examinadores, detalla que una de las novedades introducidas por la señorita Salazar era el examen de historia natural:

151

“Colegio de Institutrices”, Diario Oficial… p. 669.

152

“Colegio de Institutrices”, Diario Oficial… p. 669.

153

“Examen de institutrices”, Diario Oficial, Tomo 13, No. 264, 23 de noviembre de 1882, p. 689.

Narcisa Salazar había sido profesora interna en el Colegio de Señoritas de la capital. Renunció a su cargo en febrero de 1880. Ver: “Relación de los trabajos del Ministerio de Instrucción Pública y Beneficencia, desde el 3 hasta el 28 de febrero”, Diario Oficial, Tomo 8, N° 65, 16 de marzo de 1880, p. 263. 154

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Capítulo III: El debate sobre la educación femenina, 1880-1883 Agradó mucho a los circunstantes la especialidad de aquel estudio, tan nuevo entre nosotros para el bello sexo, y que puede contribuir más tarde a investigaciones más serias. Pocos eran en verdad los conocimientos adquiridos en ese ramo, pero las examinadas dieron a conocer que sabían lo que se les preguntaba y tuvieron el discernimiento suficiente para hacer las distinciones y clasificaciones generales en ese ramo que exige tanta atención155.

El informe de Rafael Reyes recoge también una parte del discurso que la alumna Elisa Urioste dirigió en la entrega de premios. Interesa destacar las ideas de este discurso pues es de las primeras voces femeninas que reflejan esta nueva visión educativa. La señorita Urioste comienza su discurso señalando que: Estamos en uno de los tiempos del saber, iluminados por la luz inextinguible y redentora de la ciencia, tributando culto a Dios por medio de la razón ilustrada. Al principio estábamos en tinieblas, pero Dios dijo: “Hágase la luz” y apareció la ciencia. Desde entonces se han formado dos partidos, el partido que quiere la luz y el que la detesta. Parece absurdo detestar la luz, pero ese absurdo existe desgraciadamente entre nosotros. El hombre es fuerte; la mujer es débil, sentimental e impresionable; el partido de las tinieblas no ha podido detener la actividad del hombre, ni sus aspiraciones libres, legítimas al progreso; pero ha logrado dominar al sexo débil. De ahí la lucha; de ahí que la mujer se muestre refractaria al progreso que, teniendo a la ciencia por fuerza impulsiva, se ha enseñoreado del mundo. De ahí ha venido el aislamiento de la mujer, que extraña al progreso ha permanecido estacionaria e inactiva, a pesar de la revolución que la ciencia ha causado en todo el planeta156.

El texto que sigue, es el párrafo que Reyes citó en su informe, probablemente impactado por la contundencia del discurso de Elisa Urioste: Se ha tratado de hacer valer ante la mujer que la ciencia es atea y superflua, y sustrayéndola a la corriente civilizadora han ahogado su actividad en un lamentable y desconsolador misticismo. Estaba escrito, sin embargo, que la mujer había de ser redimida, y ya se distinguen los albores de un nuevo día en que la mujer se levante, y comprendiendo su destino siga el camino de la verdadera luz y contribuya con su razón ilustrada, con sus encantos, con su suavidad, con su delicadeza de ideas, con su irresistible ascendiente a la más rápida mejora del progreso humano. La mujer no será entonces la opositora sistemática que ha tratado de retraer al hombre en sus conquistas bien hechoras, sino más bien la inspirada sacerdotisa de las nuevas ideas; no será la creyente exclusivista amenazada a uno y otro lado de su estrecha senda “Informe de la Comisión encargada de presidir los exámenes de la Escuela central de niñas de esta capital”, Diario Oficial, Tomo 13, No 293, 27 de diciembre de 1882, p. 806. 155

“Discurso pronunciado por la señorita Elisa Urioste en la Escuela Central de niñas, al empezar la premiación”, Diario Oficial, Tomo 13, No. 293, 27 de diciembre de 1882, p. 806. El énfasis es mío. 156

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con abismos de condenación eterna, sino la misma simpática personificación de la tolerancia, tan indispensable para vivir bien en todo país libre157.

Emilia Salazar, otra de las alumnas que pronunció discurso en la ceremonia de exámenes anuales, también señala que había llegado el tiempo de regeneración de la mujer: Sí, señores, al través de los misterios del futuro entreveo una luz clarísima para esa raza desheredada, como se ha llamado la mujer, porque ya la humanidad, semejante al Lázaro de la historia, ha escuchado la voz del Cristo del progreso, que le dice: levántate! Y en su movimiento de impulsión, arrastrando todas las tiranías se lleva también la del sexo fuerte, respecto de la mitad más desgraciada de la humanidad158.

“Hemos nacido en una época feliz”, dice la señorita Salazar, “todas las personas de sano juicio abogan por la ilustración de la mujer porque comprenden que ella es la palanca poderosa del progreso”. Para ella, no cabía duda de que aquella sociedad donde la mujer permaneciera esclava, no lograría ninguna prosperidad: … me permitiré mostraros una prueba, para que le deis el valor que ella merezca: haced un paralelo entre los Estados Unidos y la Turquía: en la primera de estas naciones la mujer goza de libertades civiles y amplias franquicias, y en la segunda permanece esclava, y como consecuencia de esto, la primera goza de una prosperidad desconocida aún en pueblos como Francia e Inglaterra, y la segunda se encuentra a la altura en que se hallaba hace doscientos años159.

Su discurso finaliza con un agradecimiento al Presidente de la República y a Antonio J. Castro, “por sus especiales cuidados y atenciones al ramo de instrucción pública.” El periódico La Discusión también difundió los logros educativos de las instituciones femeninas y los discursos de las estudiantes de dichos centros. En enero de 1883, fue publicado el discurso que Carmen Zaldívar, alumna del Colegio de Señoritas, pronunció en una velada160. En el discurso, la señorita Zaldívar señaló: “Discurso pronunciado por la señorita Elisa Urioste en la Escuela Central de niñas, al empezar la premiación”, Diario Oficial… p. 806. 157

“Discurso pronunciado por la señorita Emilia J. Salazar, al terminar la premiación”, Diario Oficial, Tomo 13, No. 293, 27 de diciembre de 1882, p. 807. 158

“Discurso pronunciado por la señorita Emilia J. Salazar, al terminar la premiación”, Diario Oficial…p. 807. 159

Las veladas eran espacios artísticos que se realizaban en los colegios al finalizar el año escolar, o en las sociedades literarias por alguna fecha memorable. Las señoritas solían participar con piezas musicales de piano, arias de ópera o poesía, escenificaciones de obras teatrales cortas, etc. 160

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Capítulo III: El debate sobre la educación femenina, 1880-1883

…si no se consigue la sólida educación e instrucción de la mujer, nunca se obtendrá un progreso positivo. Señores: ¡qué gloria sería para la República Salvadoreña dar en Centro-América el primer grito de renovación de la familia por medio de la mujer. Haced, pues, que la mujer sea colocada sobre un pie de igualdad completa con el hombre, puesto que no podéis negar que ella tiene una influencia grandísima sobre él, ya sea como madre, como hija o como esposa161.

Las palabras de Carmen Zaldívar apuntaban a la renovación de la institución familiar a partir de la equidad entre hombres y mujeres. Si bien reconoce la función doméstica de la mujer –único ámbito para su desempeño hasta ese momentoreclama también un estatus de igualdad con el hombre. Logro que debía conseguirse, según afirma, a través de la educación y la instrucción: ¡Ah! Si ella fuese educada e instruida, sería entonces que el hombre encontraría allí el alimento vital de su alma, y no la consideraría ya como instrumento apenas útil para los cotidianos quehaceres de la casa. Señores: con sobrada razón veis hoy a la mujer bajo ese punto de vista, pues ella no tiene más méritos que hablen a su favor que las cualidades con que la ha podido dotar la naturaleza162.

Al finalizar el discurso, la alumna agradeció al presidente de la República por haber abierto las puertas de ese Instituto. A su vez, elogió la presencia del “ilustre” Dr. Castro, a quien hizo entrega de la hoja de su discurso afirmando que “aunque demasiado tierna para tener ningún valor; pero ya desprendida del árbol de la ciencia, para colocarla en la guirnalda que hoy os ofrecemos”163. El árbol de la ciencia comenzaba a dar sus frutos, y estas jóvenes veían abrirse ante ellas un horizonte educativo más amplio.

Generalmente habían discursos y declamaciones de poesía. Ver: “La sociedad literaria La Juventud y la velada fúnebre de la noche del 14 de los corrientes”, Diario Oficial, tomo 10, N° 64, 16 de marzo de 1881, p. 271. “Discurso leído por la señorita Carmen Zaldívar alumna del Colegio Normal de Señoritas”, La Discusión, n.º 1, 11 de enero de 1883, p. 2. 161

“Discurso leído por la señorita Carmen Zaldívar alumna del Colegio Normal de Señoritas”, La Discusión… p. 2. 162

“Discurso leído por la señorita Carmen Zaldívar alumna del Colegio Normal de Señoritas”, La Discusión… p. 2. 163

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En resumen, la representación de la mujer ilustrada, como se ha visto en los discursos de las estudiantes, sintetizaba el ideal femenino del liberalismo radical: la mujer debía ser racional, tolerante, instruida, libre de supersticiones y fanatismos. Compañera perfecta para el marido, institutriz idónea para los futuros ciudadanos y aliada de la obra de la civilización y el progreso nacional. Hay que decir que las aspiraciones emancipadoras de este ideal se limitaron a la independencia del pensamiento y la conciencia femenina. Es claro, pues, que la emancipación civil y política de la mujer no estuvo en la agenda del proyecto del liberalismo radical. Sin embargo, en algunos discursos comenzaba a perfilarse como consecuencia lógica del proceso de instrucción intelectual de las mujeres, como mostraré en la siguiente sección. 3.3 La mujer, ¿ciudadana? En esta última sección me interesa partir de dos discursos en los que se destaca la relación entre ilustración y ciudadanía femenina. El primero de ellos fue pronunciado en la apertura de clases de la Universidad, en 1881, justo dos meses después de haberse dado a conocer los nuevos estatutos universitarios, en octubre de 1880164. El otro fue un editorial publicado en el Diario Oficial, en septiembre de 1881. El discurso de apertura de clases de 1881 estuvo a cargo del licenciado Pedro García, miembro de la facultad de ingeniería165. El texto completo fue publicado en la edición del Diario Oficial del 5 de enero de 1881. En su exposición, García inicia reconociendo el privilegio de una época en que la ciencia había dejado de ser patrimonio exclusivo de ciertos círculos, una época en la que “la conservación de las Los objetivos de la universidad eran promover y difundir los conocimientos científicos y literarios, certificar la competencia científica y literaria (de nacionales y extranjeros) y vigilar la conducta profesional de los académicos. A partir de los nuevos estatutos fueron cerradas las universidades de Oriente y Occidente y quedaron convertidas en “secciones universitarias”. La potestad de conferir los grados de Bachiller, Licenciado y Doctor se restringió a la Universidad Central. Quedaron constituidas siete facultades: Ciencias y Letras, Ingeniería, Farmacia y Ciencias Naturales, Medicina y Cirugía, Ciencias Políticas y Sociales, Jurisprudencia y Teología. Ver: “Ministerio de Instrucción Pública”, Diario Oficial, Tomo 9, No. 240, 19 de octubre de 1880, p. 873. 164

En ese tiempo fungía como primer vocal de la facultad de Ingeniería. Ver Miguel Ángel Durán, Historia de la Universidad, Editorial Universitaria, San Salvador, 1975, p. 138. 165

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Capítulo III: El debate sobre la educación femenina, 1880-1883 sombras del alma más negras aún que las sombras del caos han dejado de ser un sistema político para gobernar a las naciones”. Un pueblo sería más feliz mientras más ilustrado sea, dice García, porque la ciencia elevaba la dignidad del hombre, hacía del súbdito un ciudadano libre “rompiendo las ligaduras de su espíritu lleno de ridículas preocupaciones y abrumado con el peso de la tradición religiosa que le impedía el ejercicio libre de su razón.” Las palabras de García estaban en total sintonía con las ideas kantianas expresadas por Antonio J. Castro y Francisco Esteban Galindo: era la tutela religiosa la que impedía el libre ejercicio de la razón. Por ello, citando el ejemplo de Colombia y los Estados Unidos, García exhorta a no limitar la instrucción, a no ponerle trabas, a fomentar la ilustración de las inteligencias por todos los medios posibles: Trabajemos por sustituir el error con la verdad, las tinieblas con la luz. ¡Sí! Que haya luz, porque hay necesidad de combatir, y es menester saber adónde deben dirigirse los golpes y de donde vienen los que debemos parar. Más aún: es necesario también estender la ilustración hasta a la mujer ella, la dulce compañera del hombre, no debe por más tiempo permanecer vegetando en la oscuridad. Es preciso, pues, que para la mujer sea accesible la instrucción superior: que ella tenga abiertas las puertas de las Universidades y del profesorado. Es preciso que ella tenga una individualidad propia y determinada; y que de la mujer esclava de nuestros caprichos, de nuestras injusticias, hagamos un ser digno, igual a nosotros: que de la mujer frívola, que de la mujer ignorante que ha perdido toda noción de patria y de derechos, hagamos una mujer inteligente, una mujer ciudadana que hable, que escriba, que vote y enseñe a sus hijos a bendecir el dulce nombre de patria y a morir valientemente en defensa de la libertad166.

De manera contundente, García aboga por facilitar la entrada de las mujeres a la Universidad ya que solamente a través de la instrucción superior se lograría que ellas tuvieran una individualidad propia y determinada. La mujer ignorante no tenía noción de patria, ¿cómo pues iban la madre y la maestra a educar a las nuevas generaciones de ciudadanos en la conciencia de sus derechos si desconocían los propios? Por ello era necesario formar una mujer inteligente, capaz de expresarse de viva voz y por escrito. Pero además, la demanda de Pedro García llega a pedir ¡que

“Discurso pronunciado por el Licenciado Pedro García en la apertura de clases de la Universidad Central del Salvador el 1 de Enero de 1881”, Diario Oficial, Tomo 10, No 4, 5 de enero de 1881, p. 13. 166

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la mujer vote! Este es uno de los primeros textos en los que se demanda el voto y la ciudadanía para las mujeres salvadoreñas. Las palabras de García tuvieron impacto. Una nota del Diario Oficial resaltó los párrafos finales del discurso y aplaudió que don Pedro García, en “fidelidad a la corriente del espíritu moderno y a la opinión ilustrada” dedicara en su discurso unos párrafos en los que abogaba por los derechos de la mujer. Y comenta: Mientras llegue, pues, ese día en que nuestra mujer ciudadana hable, escriba, vote, desempeñe el profesorado, &, &, como lo desea el autor del discurso, procuremos al menos que sea libre y feliz en el hogar doméstico, y que reciba en las escuelas la educación e instrucción necesarias, para que más tarde irradien sus virtudes en la sociedad y se muestre abnegada y patriota, no con el patriotismo de ciertas mujeres espartanas que desoían las voces del amor materno, sino con un patriotismo que, sin ofender los sentimientos de la Naturaleza, sea fecundo en bienes para la patria167.

El publicista destaca con claridad que el derecho a la instrucción no liberaba a las mujeres de sus obligaciones en el ámbito doméstico. Al contrario, ese sería el espacio en el que irradiaría la ilustración adquirida. Por otro lado, el tema de la ciudadanía y el sufragio aparecía como en un horizonte de mediano o largo plazo. A este respecto hay que decir que en otros países de América Latina, la resistencia a otorgar el sufragio a las mujeres en el siglo XIX vino, en muchos casos, de parte de los liberales. No es el caso de El Salvador, pues hasta ahora no hay ninguna evidencia que permita afirmar que hubo una demanda femenina por el sufragio en el siglo XIX, como sí lo hubo en Chile, por ejemplo. En este sentido no es precisa la afirmación de la investigadora Candelaria Navas cuando señala que, en El Salvador, “era precisamente el voto el que se les negaba a las mujeres en el siglo XIX y hasta mediados del XX”168. En el caso de Chile, María Rosaria Stabili señala que “el argumento fundamental de los liberales de la época en contra del sufragio femenino era justamente que las mujeres estaban fuertemente influenciadas por las

167

“La apertura de la Universidad”, Diario Oficial, Tomo 10, No. 3, 4 de enero de 1881, p. 11.

María Candelaria Navas, “Pautas para estudiar el movimiento sufragista: (voto femenino) en El Salvador, en Xiomara Avendaño (coord.), Historia Electoral en Centroamérica, Lea Grupo Editorial, Nicaragua, 2011, p. 299. 168

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Capítulo III: El debate sobre la educación femenina, 1880-1883 postura de la Iglesia católica que apoyaba explícitamente al Partido Conservador”169. ¿Contradicción o incoherencia del liberalismo? Con una mirada desde el siglo XXI puede ser. Pero no se debe caer en un anacronismo. Los liberales que se opusieron al sufragio femenino en Chile lo hicieron por considerar que las mujeres estaban encasilladas en el fanatismo religioso, limitadas intelectualmente por su apego a la Iglesia. En ese sentido, darles el acceso al voto era favorecer la permanencia del antiguo régimen170. Por ello, García demanda el voto para las mujeres bajo la condición de ilustrarlas primero. El orador señala que estas eran las convicciones y aspiraciones de la época: desatenderlas era como “destrozar con temeraria mano la locomotora que arrastra el carro del progreso”. Aunque pasaron casi setenta años hasta que en El Salvador se aprobara el sufragio femenino, García estaba convencido de que sus ideas marcarían un punto de partida en la apertura de nuevos espacios para las mujeres: Confiamos en que estas ideas recogidas por la generación que se levanta, servirán de mérito para que la generación que saluda el siglo XX, recuerde con agrado que hemos colocado nuestra piedra en los cimientos de la futura grandeza nacional171.

El siglo XX aparecía como horizonte de la ciudadanía femenina en los discursos de los intelectuales del liberalismo radical. En el editorial titulado “La ilustración de la mujer”, publicado en septiembre de 1881, el tema de la ilustración María Rosaria Stabili, “El sexo de la ciudadanía: Las mujeres y el sufragio en el Chile liberal (1875-1917)”, en Potthast, Bárbara y Scarzanella, Eugenia, Mujeres y naciones en América Latina. Problemas de inclusión y exclusión, Iberoamericana, Madrid, 2001, p. 142. 169

Ver: Ana María Stuven, “Ser y deber femenino: La Revista Católica, 1843-1874” en Paula Alonso (comp.), Construcciones impresas: panfletos, diarios y revistas en la formación de los estados nacionales en América Latina, 1820-1920, Fondo de Cultura Económico, Argentina, 2003, pp.243-271. 170

“Discurso pronunciado por el Licenciado Pedro García en la apertura de clases de la Universidad Central del Salvador el 1 de Enero de 1881”, Diario Oficial… p.3. La Constitución 1939 estableció el sufragio y la opción a cargos públicos como un derecho de los ciudadanos, pero determinó un reglamento para el sufragio femenino. La Constitución promulgada en 1950 estableció que el cuerpo electoral está formado por todos los ciudadanos capaces de emitir voto. Esta Constitución también estableció la ciudadanía sin distinción de sexo para todos los mayores de dieciocho años. Ver: “Constitución de 1950” en Constituciones Hispanoamericanas, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, disponible en http://bib.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/68017288328793495200080/p0000001.htm#I _5_ 171

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aparece nuevamente ligado a la emancipación y la ciudadanía femenina. El autor del editorial imagina el futuro promisorio: ¿Hasta dónde llegarán sus conquistas? El siglo XIX ha ido ya preparándoselas. Por todas partes se aboga por la participación de la mujer en los negocios públicos, en los destinos de su patria. La especie de tutela que a ese respecto ejerce el hombre sobre ella va perdiendo de día en día sus derechos; y tal vez al asomar los primeros albores del siglo XX, la ciudadanía de la mujer vendrá a formar su redención completa. Bellísima y natural transición que las leyes inmutables del progreso han preparado, y cuyos períodos bien marcados podemos definirlos: libertad en la sociedad con el cristianismo: libertad en la inteligencia con el siglo XV; libertad en la conciencia y en el derecho al finalizarse el siglo XIX172.

La ciudadanía femenina era parte de la ley del progreso. Según este texto, ya comenzaban a verse destellos de autonomía de las mujeres con respecto la tutela que el hombre había mantenido sobre ella por siglos. La ciudadanía era el peldaño final en el camino emancipador de las mujeres que las llevaría a su plena participación en los destinos de la nación a través del voto, como en efecto sucedió en El Salvador a mediados del siglo XX. Pero el primer paso era la ilustración. Y hacia allá se dirigían las primeras mujeres. En enero de 1881, el Consejo Superior de Instrucción Pública173 dio cuenta de las modificaciones introducidas al plan de estudios correspondiente a la segunda enseñanza: En el plan de estudios se introdujeron modificaciones radicales, por demandarlo así, como dije antes, el progreso y las necesidades de la época. Se aumentó un año al Bachillerato en Ciencias y Letras, porque se crearon nuevas materias para la mejor y más completa instrucción de la juventud; se dividió en dos cursos el estudio de los idiomas vivos y en cuatro el de latinidad. La Estética, la Ontología, la Geografía e Historia de Centro-América, las nociones de Historia Natural, de Fisiología, e

172

“La Ilustración de la mujer”, Diario Oficial, N° 206, 7 de septiembre de 1881, p. 221.

Para 1881 formaban parte del Consejo de Instrucción Pública: Nicolás Tigerino, rector de la Universidad; Luciano Hernández, por Ciencias y Letras; Pablo Buitrago, por Derecho; Carlos Bonilla, por Medicina; Ireneo Chacón, Ingeniería; Antonio J. Castro y Manuel Delgado, como miembros suplentes; y Ramón González, como Secretario. Ver: “Memoria leída por el Secretario de la Universidad Nacional, Doctor Don Ramón García González, en la solemne apertura de las clases universitarias el día 1º de enero de 1881”, Diario Oficial, Tomo 10, No. 6, 7 de enero de 1881, p. 21. 173

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Capítulo III: El debate sobre la educación femenina, 1880-1883 Higiene, todos estos ramos fue indispensable agregar al antiguo plan, porque esas materias, como muy bien sabéis, es necesario saber en estos tiempos de ilustración y controversia174.

Es fácil suponer que las medidas generadas por la administración de Zaldívar y los discursos que circulaban en los periódicos sobre la ilustración de la mujer, apuntalaran el deseo de algunas jóvenes a incursionar en la instrucción superior. Un informe de labores del Consejo de Instrucción Pública, divulgado el 22 de enero de 1881, da cuenta de una solicitud hecha por dos señoritas para examinarse en el primer curso de Ciencias y Letras: A una comunicación de la Señorita Teodora Goches, Directora del Colegio de “Santa María” en la Nueva San Salvador, en la que pide al honorable Consejo se permita a las Señoritas Rosalía Orellana y Pilar Rodríguez, practicar el examen correspondiente de primer curso de Ciencias y Letras, dispensando por hoy la omisión de no haber pasado aviso oportuno a este cuerpo; y el Consejo, acordó: de conformidad, con el único requisito de que las Señoritas Orellana y Rodríguez deberán presentar certificados expedidos por profesores competentes175.

La directora pide que le dispensen “por hoy la omisión de no haber pasado aviso oportuno” al Consejo. ¿Hubo acaso otras peticiones similares hechas en el tiempo establecido? Es probable, pero no hay disponibles las fuentes suficientes para corroborarlo. Sin embargo, esta solicitud deja claro que, ya a principios de 1881, había mujeres interesadas en lograr la certificación de los estudios de bachillerato, cosa que los planteles femeninos de educación secundaria no podían otorgar. La condición del CSIP era clara: presentar certificados expedidos por profesores competentes, reconocidos y acreditados por el mismo CSIP, como establecían los estatutos de la enseñanza secundaria. El vacío de la educación secundaria femenina en este momento era compensado por la oferta de clases particulares. Pero esta carencia se iría solventando a través de la ampliación de los planes de estudio para las instituciones de enseñanza femenina, como veremos en el siguiente capítulo. “Memoria leída por el Secretario de la Universidad Nacional, Doctor Don Ramón García González, en la solemne apertura de las clases universitarias el día 1º de enero de 1881”, Diario Oficial, Tomo 10, No. 4, 5 de enero de 1881, p. 15. 174

“Consejo Superior de Instrucción Pública”, Diario Oficial, Tomo 10, No. 19, 22 de enero de 1881, p. 75. 175

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Según la memoria del Ministerio de Instrucción Pública y Beneficencia, para 1881 ya existían veintiocho planteles de enseñanza secundaria en todo el país, subvencionados casi en su totalidad por el Gobierno176. La matrícula ascendía a 1345 varones (71.65%) y 532 señoritas (28.35%). En relación con los datos publicados en 1880, había 191 señoritas más inscritas en secundaria que las 341 reportadas en 1879. Esta cantidad significaba un aumento del 56% de la matrícula femenina frente al 37% de la de varones. En enero de 1882, el secretario de la Universidad Nacional, don Ramón García González, dio cuenta de que dos señoritas fueron examinadas en el primer curso de Ciencias y Letras: No creo demás también llamaros la atención que en un Colegio de niñas que en la Nueva San Salador dirije la señorita Teodora Góchez, hay dos de ellas, según se verá en las listas que acompaño al final, que con notable inteligencia y dedicación han hecho en solo el presente año los dos primeros cursos de Ciencias y Letras y sus respectivos exámenes, obteniendo en estos la honrosa calificación de sobresalientes. Este hecho habla muy alto en pro del bello sexo salvadoreño que lleno de cualidades mil, no es la menos su vivaz inteligencia. El ejemplo de las señoritas Rosalía Orellana y Pilar Rodríguez, será fecundo en resultados provechosos para todas aquellas que, llenas de la tradicional timidez que conserva todavía la mujer Centro-Americana, periten en la ignorancia tan preciosas facultades; ese ejemplo mostrará a las hijas de nuestro país que ya no hay porque teman a la ciencia del siglo XIX, que dista mucho de ser igual a aquella que conoció la traviesa Eva en el jardín bíblico descrito por Moisés177.

Ciertamente, Rosalía Orellana y Pilar Rodríguez encabezan el listado de examinados en la universidad y los colegios, con 3 sobresalientes cada una178. Estas noticias seguramente estimularon a otras mujeres para lanzarse por el camino de la educación superior. En 1883, el periódico La República informó del resultado obtenido por otra señorita en un examen del curso de Bachillerato: Antonia Navarro, dice el periódico, “sostuvo de manera muy lucida” el examen

“Memoria del Ministro de Instrucción Pública y Beneficencia”, Diario Oficial, Tomo 10, No. 67, 19 de marzo de 1881, p. 281. 176

“Memoria leída por el secretario de la Universidad Nacional, Doctor don Ramón García González, en la solemne apertura de las clases universitarias, el día 1º de Enero del año escolar de 1882”, Diario Oficial, Tomo 12, No. 6, 7 de enero de 1882, p. 21. 177

“Memoria leída por el secretario de la Universidad Nacional, Doctor don Ramón García González, en la solemne apertura de las clases universitarias, el día 1º de Enero del año escolar de 1882”, Tomo 12, No. 8, 10 de enero de 1882, p. 30. 178

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Capítulo III: El debate sobre la educación femenina, 1880-1883 correspondiente al segundo curso de la facultad de Ciencias y Letras en la Universidad Nacional, “mereciendo las mejores notas y el aplauso de los examinadores y asistentes al acto”179. El periódico la felicitó por “la aplicación con que esta señorita se dedica a los estudios y por las circunstancias de ser una de las primeras que entre nosotros abrazan actualmente una carrera científico-literaria”180. Así mismo, la nota del periódico la impulsaba a que no desmayara hasta concluir la obra comenzada. Seis años después, Antonia Navarro se convertiría en la primera mujer graduada como Ingeniera Topógrafa en la Universidad de El Salvador. En noviembre del mismo año, la señorita Concepción Mendoza se presentó a examen en la Universidad Nacional y defendió “con lucimiento” las materias correspondientes al tercer curso de Ciencias y Letras. También ella “obtuvo las mejores notas y los parabienes de los examinadores”181. En marzo de 1882, el Diario Oficial publicó la Memoria del Ministerio de Instrucción Pública. En el apartado referente a la educación secundaria, el Secretario de Instrucción Pública señala, una vez más, la importancia de la ilustración de las mujeres para su emancipación: Sin la ilustración los elementos de cultura con que felizmente contamos no podrán alcanzar el desenvolvimiento completo que da por resultado el progreso en las ciencias, el perfeccionamiento en las artes, la equitativa administración de justicia, la emancipación de la mujer de la potestad que la superstición ejerce sobre ella, el soberano imperio de la razón, fuente fecunda de la dignidad del nombre dueño absoluto de su conciencia y de sus actos en sus relaciones con su patria y con sus semejantes182. 179

“La señorita Antonia Navarro”, La República, N° 13, 25 de enero de 1883, p. 8.

La investigadora Candelaria Navas señala que las dos primeras mujeres graduadas de Bachillerato son Aurelia Lara, en 1854 y Matilde Paniagua, en 1887. Ver “Sufragismo y feminismo en El Salvador: visibilizando los aportes de las mujeres (índice tentativo de trabajo final)”, en http://www.cic.ues.edu.sv/ponencias/CandelariaNavas.html. En el caso de Aurelia Lara no he podido corroborar el dato. En el caso de Matilde Paniagua, hay una imprecisión en la información. El nombre “Matilde” era usado también para varones. En el listado de graduados publicado por el Diario Oficial, el nombre Matilde Paniagua aparece precedido por la abreviatura “D.” de “don” a diferencia de la abreviatura “Sta.” que precede al nombre de Antonia Navarro, quien encabeza el listado de los graduados de cuarto curso. Ver “Ciencias y Letras. Exámenes. Examinados en la Universidad”, Diario Oficial, N° 10, 12 de enero de 1887, p. 43. 180

181

“Sea enhorabuena”, La República, sección Variedades, 9 de noviembre de 1883, p. 3.

“Memoria presentada por el Secretario de Estado en los Departamentos de Instrucción Pública y Beneficencia, al Cuerpo Legislativo”, Diario Oficial, Tomo 12, No. 58, 9 de marzo de 1882, p. 237. La negrilla es mía. 182

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Este texto sintetiza lo que el liberalismo radical esperaba como fruto de la ilustración de la mujer: emanciparla de la potestad que la superstición ejercía sobre ella, sustraerla de la influencia clerical. Una visión limitada de emancipación, si se quiere, ya que no alcanzaba al estatuto jurídico, pero un primer paso en el largo camino de la emancipación femenina. Conclusiones A lo largo de este capítulo he analizado la convergencia de ciertos factores que hicieron que 1880 marcara un punto de partida en la radicalización del debate sobre la educación nacional y, particularmente, sobre la educación femenina. En medio de este debate, el liberalismo católico y el liberalismo secularizante fortalecieron la construcción de representaciones femeninas que legitimaran su visión de Estado y sociedad. La construcción de estas representaciones se realizó a partir de la difusión de discursos y relatos en los impresos periódicos, pero también de medidas concretas que reforzaron en la práctica estas imágenes. Las mujeres organizadas en la Asociación de Señoras para los intereses católicos fueron la concreción del ideal de la mujer religiosa. Esta plataforma permitió el empoderamiento del ideal del catolicismo y la expansión de sus bondades en la sociedad a través de la beneficencia. Las jóvenes estudiantes, por su parte, encarnaron la representación de la mujer ilustrada. A partir de la plataforma de la institución educativa, se hicieron dueñas de un discurso en el que, sin abandonar sus creencias religiosas, fueron capaces de demandar equidad de oportunidades educativas para las mujeres de su época. Incluso, algunas escritoras también tomaron parte en estas discusiones. Un artículo publicado en noviembre de 1881 en el diario La Palabra, afirmaba tajantemente que “la mayor parte de las desgracias que afligen a la humanidad, dependen de la falta de educación en la mujer”183, razón por la cual, la escritora pedía extender la sombra bienhechora del

A***, (“una colaboradora del periódico que despojada de vanas pretensiones se ha parapetado bajo el velo del seudónimo a fin de no ser conocida”), “La mujer de ayer y la de hoy”, La palabra, año I, N° 11, 1 de noviembre de 1881, p. 95. La Palabra era un periódico general de publicación quincenal. Su director era Belisario Calderón y se imprimía en la Imprenta de “El Cometa”. 183

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Capítulo III: El debate sobre la educación femenina, 1880-1883 árbol de la ciencia sin distinguir sexos, edades ni condiciones. La autora termina con la exhortación: No olvidemos que hay cientos que aboguen por nuestro progreso por uno que opina lo contrario. Aquellos lavarán la mancha que cae sobre la frente del retrógrado. Llegue a nuestros oídos el eco de las palabras del coloso historiador de la época: Donde el ángel de las tinieblas siembra anapelo y cicuta; el ángel de la luz hace brotar díctamo y panacea184.

Si bien la representación de la mujer ciudadana no tuvo correlato en lo cotidiano, la ciudadanía de la mujer comenzó a perfilarse como una posibilidad para completar su emancipación. ¿Se logró emancipar la conciencia femenina de la tutela eclesiástica? La respuesta es compleja. Primero, porque las fuentes disponibles no permiten fundamentarla. Segundo, porque la modificación de matrices culturales y esquemas mentales no se produce sino en lapsos de largo aliento. Lo que sí se puede afirmar es que las reformas educativas impulsadas durante este período establecieron condiciones de posibilidad, de carácter irreversible, para ofrecer a las mujeres una educación que estimulara sus facultades racionales e intelectuales, proyecto que tuvo continuidad a pesar del cambio de gobierno, como mostraré en el siguiente capítulo.

184

“La mujer de ayer y la de hoy”, La palabra… p. 95.

229

Capítulo IV El debate sobre la educación femenina en el contexto de la ratificación constitucional de la educación laica en El Salvador, 1883-1889 El 8 de diciembre de 1883 fue promulgada una nueva Constitución. El artículo 30 estableció que la educación primaria oficial sería gratuita, laica y obligatoria1. El hecho significó un paso más en la definición del Estado laico, aunque ya el proceso de laicización de la escuela había comenzado en julio de 1880, cuando se eliminó la enseñanza del Catecismo de Ripalda de las escuelas primarias oficiales. Como se mostró en el capítulo anterior, este proceso generó fuertes confrontaciones con el poder eclesiástico, que siempre se opuso a la eliminación de la educación religiosa del sistema de instrucción pública. Para diciembre de 1883, el régimen de Rafael Zaldívar ya había enfrentado varias “tensiones y polarizaciones que se generaban en el país cada vez que se trataba de implementar nuevas medidas políticas que minaban el poder de la Iglesia”2. Esas tensiones habían llegado incluso a tentativas de golpes de Estado, como la que sucedió en abril de 1883, cuando el General Francisco Menéndez y Manuel Gallardo lideraron un asalto al cuartel de Santa Tecla. Según informó el Diario Oficial, “el grupo de revolucionarios daban vivas a la religión; además vitoreaban al Doctor Gallardo, dando mueras al Doctor Zaldívar y al General Barrios”3. El periódico La Discusión, que también registró el hecho, añadió el dato de que los rebeldes pedían también la muerte de los masones4. La situación fue tan grave que obligó a Zaldívar a declarar estado de

“Constitución Política de la República del Salvador”, Diario Oficial, tomo 15, N° 285, 8 de diciembre de 1883, p. 1173. 1

Roberto Valdés, “La masonería y el gobierno de Rafael Zaldívar”, en Identidades, Revista de Ciencias Sociales y Humanidades, Dirección Nacional de Investigación en Cultura y Arte, Secretaría de Cultura de la Presidencia, Año 1, N° 2, San Salvador, 2011, p. 113. 2

“Más sobre los sucesos de Santa Tecla”, Diario Oficial, tomo 14, N° 88, 17 de abril de 1883, p. 378. Al nombrar al General Barrios se refieren al presidente guatemalteco, Justo Rufino Barrios. 3

4

“El motín del 16”, La Discusión, tomo III, N° 10, 24 de abril de 1883, p. 1.

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Capítulo IV: El debate sobre la educación femenina, 1883-1889 sitio para Santa Tecla, y para las ciudades de La Libertad, San Salvador, Ahuachapán, Santa Ana y Sonsonate donde, según informó el Diario Oficial, también se estaban preparando levantamientos5. La prensa oficialista responsabilizó a los defensores de la religión católica de los desórdenes, tal como lo hiciera ocho años atrás durante los acontecimientos de San Miguel. Con estos antecedentes no es extraño que dos años más tarde, los sectores católicos contrarios a las reformas laicizantes impulsadas por la administración de Zaldívar, interpretaran como un triunfo la llegada de Francisco Menéndez al gobierno en mayo de 1885. En el presente capítulo interesa reconstruir el debate periodístico sobre la educación femenina en el marco de los hechos mencionados. Como todo cambio, la presencia del nuevo gobernante generó expectativas en varios sectores de la sociedad. Los círculos católicos vieron en Menéndez una oportunidad de revertir las reformas laicizantes aprobadas por las administraciones de Santiago González y Rafael Zaldívar, especialmente, la de la educación laica. En este contexto, algunas mujeres sumaron sus voces al debate sobre la educación. Para la revisión de este debate, he organizado la información de las fuentes primarias en tres apartados. En el primero, se presentan los discursos de los periódicos católicos, que insistían en reivindicar para las mujeres la educación moral y religiosa frente a la instrucción intelectual, y los discursos de los periódicos del liberalismo radical, que mantenían su postura de arrancar a las mujeres de la influencia clerical. En el segundo apartado, se muestran las voces de algunas mujeres que expusieron demandas educativas ante el nuevo gobierno: por un lado, las jóvenes que demandaban educación secundaria; por otro, las madres que pedían restablecer la educación religiosa. En el último apartado, se recogen algunas noticias y discursos alrededor de la graduación de ingeniería de la salvadoreña Antonia Navarro. La interpretación triunfalista del liberalismo radical difundió este hecho como la ruptura con la tradición pasada que tenía a las mujeres confinadas al ámbito de lo doméstico. Las voces católicas no se pronunciaron sobre el acontecimiento. El Católico mantuvo la difusión de noticias 5

“Poder Ejecutivo”, Diario Oficial, tomo 14, N° 88, 17 de abril de 1883, p. 378.

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que reflejan la continuidad de un discurso en el que la instrucción intelectual para las mujeres seguía siendo objeto de sospecha y desconfianza. 1. El debate durante los últimos años de la presidencia de Zaldívar (1883-1885) En 1883 los periódicos La Fortuna6 y La Caridad7 se sumaron a la campaña por la defensa de la educación religiosa que mantuvo la prensa católica. La principal preocupación que se advierte en sus discursos es la de otorgar a la mujer una sólida educación religiosa y moral antes que la instrucción de la inteligencia. Este es el contenido que se presenta en la primera sección de este apartado. Contraria a la postura católica, la prensa oficialista liberal siguió difundiendo los logros y la expansión de las instituciones educativas femeninas como una de las apuestas principales del gobierno del presidente Zaldívar. Al análisis de este proceso dedicaré la segunda sección de este apartado. 1.1 La educación de la mujer debe ser religiosa El 15 de septiembre de 1883, La Fortuna publicó un artículo en el que hacía una enfática defensa de la educación religiosa para las mujeres. La argumentación parte de una tajante afirmación: educación e instrucción no son lo mismo. La diferencia se determina a partir de la naturaleza de la educación, estrechamente vinculada al rol femenino: Para comprender la verdadera diferencia entre la educación y la instrucción basta estudiar la índole, el carácter y la influencia que en todos los tiempos y en todas las edades ha ejercido la mujer en los destinos de la humanidad. Ella nos concibe y nos lanza al mundo con dolores agudos de sus maternales entrañas; ella nos alienta con su aliento en nuestros primeros vahídos; ella recoge y enjuga nuestras lágrimas primeras, Periódico general de tendencia católica, se publicaba quincenalmente. El producto de las ventas estaba destinado a la construcción de un nuevo hospital. 6

También de tendencia pro católica. Se publicaba los días 10 y 25 de cada mes. El precio que se cobraba por ejemplar suelto era de medio real. El producto de las suscripciones de este periódico se invertía en el hospital general de la ciudad, bajo la administración del secretario de la junta de caridad. 7

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Capítulo IV: El debate sobre la educación femenina, 1883-1889 ella sonríe si nosotros gozamos, ella llora si nosotros sufrimos; ella nos acaricia en la cuna y ella nos enseña, nos impone, con dulce y maternal ternura, la suave ley del amor, ley misteriosa y fecunda que todo lo enlaza, que todo lo armoniza, que a todo le da movimiento y vida en el orden del Universo8.

En el discurso se observa la continuidad del pensamiento ya expresado en La Verdad, en el período de 1870-1874. En la visión católica, la delicada misión materna que la mujer debía cumplir requería de una educación fundamentalmente religiosa que permitiera contrarrestar los males de la “moderna incredulidad que engendraba inmoralidad y perversidad precoz de los sentidos”. La falta de religión debilitaba al hombre. Por tanto, las mujeres debían ser educadas en la religión para que forjaran un corazón fuerte en sus descendientes: Dejad al ayo la inteligencia, repetimos, dejad a la mujer el corazón. Instruir es desenvolver el pensamiento, es cultivar las ideas; educar es cultivar los bellos instintos del alma. Que el ayo, que el pedagogo forme sabios para la sociedad; pero que la mujer forme ciudadanos para la República. Formad ciudadanos con la educación. Formad sabios con la instrucción. Formad las madres: educad a la mujer y tendréis ciudadanos y tendréis héroes. La madre educa. El hombre enseña9.

Según este pensamiento, era la mujer la encargada de preparar a los futuros ciudadanos de la República católica, claro está. Esta era su misión y para ello debía educarse. Un artículo, publicado en La República, aborda este tema. El escritor señala que la educación que se les estaba dando a las mujeres no cuidaba “de formar su corazón en la virtud, de enseñarle los deberes de una señora de casa y todos los oficios que son propios de su sexo… se quiere tener damas de salón y no amas de casa, señoras de corte y no ángeles del hogar”10. De claras raíces comtianas, este texto afirmaba que la buena educación para las mujeres no consistía solamente en ilustrar la inteligencia, sino también en formarla para “que no ignore ni los ínfimos oficios 8

“Educación, Instrucción”, La Fortuna, año 2, N° 21, 15 de septiembre de 1883, p. 2.

9

“Educación, Instrucción”, La Fortuna… p. 2.

10

“Educación e Ignorancia”. La República, 17 de diciembre de 1883, p. 2.

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propios de su sexo. Si sobra tiempo, désela la educación brillante”11. Para este ideal de mujer, la ignorancia no era la falta de instrucción, como la concebía el pensamiento del liberalismo radical, sino el desconocimiento de los deberes propios del sexo femenino. Por ello el surgimiento de un nuevo ideal femenino a partir de la instrucción intelectual, generaba desconcierto y hasta temor. Sobre todo porque era sabido que, en otros países, quienes impulsaban este tipo de educación femenina eran los masones. De hecho, el 21 de diciembre de 1883, El Católico publicó un artículo en el que advertía sobre el peligro de la influencia de la masonería a través de la educación que ahora se ofrecía a las mujeres. El periódico alertaba sobre una “nueva institución masónica, y altamente peligrosa: las escuelas profesionales para las jóvenes adultas” en París: El objeto de estas escuelas es el de ampliar y desarrollar la instrucción primaria; y preparar a las adultas de la clase obrera acomodada, o las del pequeño comercio, para las diversas profesiones en que pueden ganarse honradamente la vida. En estas escuelas, está prohibido espresamente el emitir idea alguna de religión, aunque sea vaga y generalmente; y en este punto, no lo toman a chanza; hace muy poco tiempo, fue inmediatamente despedida una maestra, a quien por casualidad se le había escapado la palabra Dios. Ya concurren más de trescientas muchachas a las escuelas profesionales masónicas de Paris. Estas escuelas son tanto más peligrosas, cuanto es completamente negativo su carácter anti-cristiano. ¡Ay, qué esposas, qué madres de familia nos prestará todo esto!12

A un año de haberse promulgado la educación laica, el discurso de los católicos continuaba difundiendo el temor de que las mujeres se desviaran de su misión de esposas y madres, pues ya no tenían religión. La Caridad publicó varios artículos en los que se criticaba la negligencia de los padres en relación con la educación religiosa y moral de sus hijos, especialmente, la de las niñas. Uno de ellos consideraba que la educación del momento ofrecía a las mujeres lecciones superficiales sobre materias “inútiles para ellas o ajenas a su sexo”. Por ello vuelve nuevamente a presentar el ideal católico de la educación femenina: 11

“Educación e Ignorancia”, La República… p. 2.

Monseñor de Segur, “Cómo la francmasonería estiende su acción hasta sobre las jóvenes”, El Católico, N° 186, 21 de diciembre de 1884, p. 408. 12

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Capítulo IV: El debate sobre la educación femenina, 1883-1889

La mujer perfecta, como la reclama el Evangelio, se consagra a sus apacibles labores, a los quehaceres tranquilos de su hogar, en donde deben brillar, más que en público, sus gracias y ostentarse sus poderosos atractivos13.

La nueva propuesta educativa significaba una amenaza al rol de la mujer como el ángel guardián de la familia, y un riesgo para la permanencia del edificio social católico. Otro editorial publicado en el periódico La Caridad da cuenta del temor de que estas ideas extrañas se instalaran en el seno de la familia a través de las mujeres: Empero, los hombres sensatos e ilustrados, por despreocupados que aparezcan, lamentarían muy mucho las inclinaciones y las tendencias subversivas de cualquiera sociedad. Y ¿por qué? Porque, infiltradas en lo íntimo del corazón, en el seno de las familias, se haría después alarde de esas prácticas, y se proclamarían sus doctrinas a la faz de la sociedad. No pocos dicen que esto es civilización. Y ¿es religión? y ¿es moral? Preguntamos. No por cierto; luego tampoco es civilización; porque religión y moral son civilización; y no concebimos ésta sin aquellas. La benéfica influencia de las mujeres religiosas y morales en la existencia política de los pueblos, es una de las verdades de que la historia multiplica las pruebas. ¿Queremos, pues, disfrutar de todas las ventajas de una sociedad bien organizada? Empecemos por reconocer que la mujer es algo más que un instrumento del sensualismo. Mientras se conserven en las familias los sentimientos de moralidad, se conservará vivo también el sentimiento de la patria; y por él, la sociedad recobrará su nivel y su armonía14.

En la misma edición, La Caridad consignó también un debate sostenido con el diario La República a partir de la publicación del artículo titulado “Tiros al blanco”15: Nosotros tenemos nuestras ideas, nuestros principios; y tenemos conciencia de que no hemos hecho ni haremos estragos en el santuario del hogar; ni dejaremos helado el corazón de la joven, ni carcomeremos el del adolescente con doctrinas perniciosas! Concluimos expresando al escritor de “La República” nuestro más ferviente deseo: que se apacigüe en lo futuro su descreimiento, pues esta enfermedad ha puesto las tinieblas en sus ojos y la duda en su corazón16. 13

“Educación de la niñez”, La Caridad, N° 23, 14 de septiembre de 1884, p. 1.

14

“Base moral”, La Caridad, año 1, N° 25, 12 de octubre de 1884, p. 1.

Según el texto de La Caridad, el artículo fue publicado en el diario La República el 30 de septiembre de 1884. Lamentablemente el texto de La República no está disponible. 15

16

“No más”. La Caridad, no. 25, 12 de octubre de 1884, p. 2.

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Pero la defensa de la educación religiosa para las mujeres se realizó no solo a través de los debates o artículos de opinión sino también por medio de relatos didácticos. Un ejemplo de ellos es este texto, publicado igualmente en La Caridad, que mostraba a las jóvenes las aspiraciones que debía tener una mujer verdadera: La mujer, como otras veces te he dicho, es un cristal que el más débil aliento lo empaña. La mujer fue creada por Dios para compartir con el hombre los placeres y amarguras de esta vida. La verdadera mujer debe amar a Dios con toda la sinceridad de su corazón. Debe acostumbrarse a invocarle, a bendecirle en sus alegrías y a implorar su auxilio en todas las horas de tristeza y tribulación. Debe considerar el hogar doméstico como un templo y nunca profanar su augusto silencio. Nunca debe aspirar a singularizarse en el círculo social. La moderación, la cortesía, la amabilidad y la prudencia forman su más precioso tesoro para con él atraerse el aprecio general. Posee lo que engrandece el pensamiento, ilustra la conciencia y el alma excitando sentimientos sublimes a favor de la virtud. Una buena educación religiosa y moral, y regular instrucción17.

Como ya he insistido, ante las posturas católicas, los pensadores del liberalismo laicizante mantenían la suya de arrancar a las mujeres de la influencia nociva de la religión. En noviembre de 1884, el diario La República publicó un editorial titulado “Minas y contraminas”. El texto denunciaba los esfuerzos de los católicos por arrebatar a las mujeres de la influencia “de las ideas salvadoras de nuestro siglo y someterla, cada día más servilmente, a la dominación del clero, al maléfico y ponzoñoso contagio del embrutecedor fanatismo”18. Contra esas minas, afirmaba el texto, los librepensadores debían oponer una inteligente campaña basada en el libro, única arma que podía resistir a la institución del confesionario. La exhortación es clara: Influyamos también nosotros en la mujer, salvándola de las garras del fanatismo y de la ignorancia; contra minas clericales empleemos otras: empleemos las nuestras, que no son otras que las armas de la razón y de la justicia, opuestas al engaño y a la mentira. Cuando las mujeres sean educadas el clericalismo no será ya una industria atractiva. A la propaganda de los clericales contesten los liberales sacando a la generalidad de las 17

“Cuadros del hogar”, La Caridad, año 1, N° 27, 9 de noviembre de 1884, p. 5.

18

“Minas y contraminas”. La República, 29 de noviembre de 1884, p. 1.

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Capítulo IV: El debate sobre la educación femenina, 1883-1889 mujeres de la condición de marmotas, ocupadas exclusivamente de cuidar en una punta del hogar de que no se apague el fuego poco sagrado del carbón de coké o de encina19.

¡Sacar a las mujeres de la condición de marmotas! Esta ingeniosa comparación, que recuerda la larga temporada en que estos animales pasan hibernando, aludía a la necesidad urgente de hacer que las mujeres despertaran del sueño dogmático de la religión –para utilizar la expresión kantiana- y emanciparlas de la tutela del clero. A este punto es importante recordar que, como ya señalé en el capítulo anterior, la idea de emancipación femenina del liberalismo radical tenía sus límites. No hay evidencia de que la autonomía civil y política fuera parte de su agenda, ni de la de los masones salvadoreños. Cierto es que en discursos como el de Pedro García, en enero de 1881, se demandaba abiertamente el voto femenino, pero este no llegó a ser un tema en debate. Un artículo publicado en La República el 1 de diciembre de 1884, muestra las resistencias que generaba el tema del sufragio femenino. El texto es un comentario a la tesis presentada por Buenaventura Saravia, el 19 de octubre de 1883, en la Facultad de Derecho de Guatemala. El trabajo de Saravia abordaba el tema de la condición civil y política de la mujer como un importante problema social que debía ser resuelto por las actuales generaciones, no solo porque era un tema que afectaba el destino de las sociedades, sino porque el progreso constante de la legislación y el derecho así lo exigían. En su tesis, Saravia manifestaba: Ojalá que Guatemala, que en una brillante era de progresos, ha profesado resueltamente las doctrinas más avanzadas del derecho público, y que es un pueblo nuevo dotado de juventud y bríos, se decida algún día a llamar a la mujer a la comunión social. Mil planteles de enseñanza se han abierto para ella; así es que la mujer guatemalteca hoy ilustra su espíritu y desenvuelve sus facultades como preparando su advenimiento a la vida civil y política20.

Buenaventura Saravia concebía la apuesta por la ilustración de las mujeres como una preparación para su incorporación a la vida civil y política, con todos los derechos. 19

“Minas y contraminas”. La República… p. 1.

20

“La condición civil y política de la mujer”, La República, 1 de diciembre de 1884, p. 1.

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Si ya se había dado el paso de educarla, ahora era tiempo de llamarla a la plena comunión social. Ante esto, el redactor de La República sienta su postura de manera delicada, pero clara: Confesamos desde luego que hemos leído con especial gusto el trabajo del señor Saravia, quien en unas pocas páginas ha condensado con una habilidad que le honra, los argumentos que su talento y estudio le sugirieron para sostener que, en lo civil y en lo político, debe la mujer estar equiparada al hombre. Nos complace que las cuestiones de esta índole ocupen la pluma de las personas entendidas, para dilucidarlas mas y mas, aun cuando nosotros pertenezcamos al número de los que no se sienten inclinados todavía a convenir en que no haya distinción ninguna entre los sexos en lo que concierne a las leyes del orden civil y al ejercicio de la ciudadanía; sin que por esto estimemos del todo utópicas las opiniones contrarias, pues sabemos respetar el dictamen de los hombres ilustrados y no somos de los que se lanzan a negar que con el tiempo pueda penetrar en las costumbres y sancionarse por las leyes una aspiración que tiene mucho de noble y levantada. Repetimos, pues, que nos llena de satisfacción el empeño con que se trabaja en todas partes y aún en nuestro propio país por elevar a la mujer en la escala social y política…21

Las opiniones sobre la igualdad femenina en el orden civil y político eran calificadas de utópicas. Según el redactor, algunos publicistas estaban conformes con el parecer del señor Saravia; pero otros confesaban que les era imposible imaginar una época en que “la dicha de la mujer fuera el abandono del hogar doméstico” para ir a votar en los comicios populares y subir a la tribuna de las arengas, pues “no creen que en eso consista el signo de la libertad completa de la más hermosa mitad del género humano”22. Se puede decir que esta postura estaba bastante generalizada. Ya en diciembre de 1883, una noticia publicada en La República, situaba esta preocupación en El Salvador. La nota informaba sobre la aprobación del sufragio femenino en el territorio de Washington23. El comentario final es revelador:

21

“La condición civil y política de la mujer”, La República… p. 1.

22

“La condición civil y política de la mujer”, La República… p. 1.

Hay una imprecisión en la información de la nota. Ciertamente, como señalé en el primer capítulo, el voto femenino en Estados Unidos fue aprobado de manera escalonada, mediante consultas populares: Wyoming, 1869; Utah, 1870; Colorado, 1893; Idaho, 1896. La aprobación del sufragio en Washington fue en 1910. Ver: “Sufragismo y feminismo: la lucha por los derechos de la mujer, 1789-1945”, en Historiasiglo20.org, disponible en: http://www.historiasiglo20.org/sufragismo/augefemusa.htm 23

238

Capítulo IV: El debate sobre la educación femenina, 1883-1889

¿Qué les parece a las salvadoreñas lo que han obtenido las sufragistas yanquis? Algunos pueblos serán, siguiendo de esta manera, cada uno verdadera, Isla de San Balandrán: La mujer irá al congreso y en él declamará, y el hombre se quedará chineando en casa al bebé24.

Había un temor generalizado a que la mujer abandonara el ámbito doméstico y su rol materno, especialmente en el pensamiento de los católicos. Por otro lado, los liberales radicales temían darle poder político a las mujeres ya que pensaban que, por su talante religioso, ellas podían oponerse al proyecto laicizante como había sucedido en Inglaterra, según cuenta esta noticia publicada en 1886: Gran emoción entre las damas. Se les promete de nuevo y muy seriamente esta vez el derecho de sufragio. Ya se había dicho que cierto número de liberales elejidos en las últimas elecciones eran favorables a la libertad política de la mujer. Lo que ignoraba y que hoy es cierto, es que sucede lo mismo con la mayor parte de conservadores. Estos han quedado maravillados de la actividad desplegada durante el período electoral, por las señoras que forman parte de la sociedad de propaganda conservadora fundada bajo el nombre de Primrose Leugue25, en recuerdo de la flor favorita de lord Beaconsfield26. Persuadidos de que todas las damas del reino son de su bando, esas excelentes toryes no piden otra cosa que ponerles un boletín de voto en las manos27.

En última instancia, tanto para los liberales laicizantes, como para los católicos, la mujer debía seguir siendo sujeto de la tutela patriarcal el ámbito jurídico. Mientras tanto, como ya he mostrado, los textos publicados en los periódicos católicos seguían difundiendo la representación de la mujer religiosa como pieza clave

24

“A votar, señoras”, La República, 27 de diciembre de 1883, p. 2.

“Liga de las primaveras”. Organización política británica fundada en 1883. A principios de 1900 contaba con medio millón de miembros, de los cuales buena parte eran mujeres. Promovió los principios del partido conservador. Ver: “Primrose League badge”, en British Museum, disponible en: http://www.britishmuseum.org/explore/highlights/highlight_objects/cm/p/primrose_league_badge.a spx 25

Su nombre era Benjamín Disraeli. Fue político y escritor británico. Pertenecía a la corriente conservadora de los Tories. Ver: “Benjamin Disraeli”, en Wikipedia, La enciclopedia libre, disponible en: http://es.wikipedia.org/wiki/Benjamin_Disraeli 26

27

“El sufragio femenino”, La República, 10 de mayo de 1886, p. 2.

239

para la defensa del orden social católico. Un ejemplo más es un relato, publicado en El Católico en 1885, donde se cuenta la historia de una madre cristiana a quien el marido convenció para que su hijo recibiera una educación sin Dios. El niño “sintió poco a poco perder la frescura de su alma, su luz, su alegría; sintió caer una a una, bajo la influencia del maestro libre-pensador y de la fría razón, sus convicciones religiosas, las convicciones de su madre, como el árbol siente caer sus hojas una a una, bajo la influencia del frío viento del otoño…”28 Al llegar a joven, sintiendo que nada le satisfacía a su alrededor, se suicidó. He aquí, según el relato, los desesperados lamentos de la madre: ¿He hecho todo lo que podía para preservarle de todos los peligros, que han sido causa de su pérdida? ¿Acaso no debí resistirme con mayor fuerza y energía? ¿No debí defenderlo y protegerlo, aún contra el mismo que lo entregó en las manos que lo pervirtieron? Sí, habría debido hacerlo. Yo he sido débil. La leona defendería a su cachorro, aún del mismo león que le hubiera dado el ser; desgarraría y rompería todo por salvarlo. Oh! Quisiera poder gritar ahora, para que lo oyesen las madres todas, para que luchen, que resistan, cuando se trate de perder las almas que Dios ha puesto a su cuidado. ¡Si pudiese volver a comenzar mi vida, volverme siquiera atrás algunos años, cuán diferente sería mi modo de obrar! ¡Con qué calor defendería mis derechos sobre mi hijo, con qué energía acometería la lucha!29

La historia finaliza con la muerte de la madre que sucumbió bajo el peso del dolor por la pérdida del hijo. Es fácil imaginar que este tipo de relatos ejemplarizantes impulsaran a las madres católicas, ya fuera por miedo al remordimiento o por convicción de fe, a defender la educación religiosa para sus hijos, en un contexto en el que la instrucción intelectual de las mujeres ganaba terreno apoyada por el gobierno de Zaldívar. Pero, ¿qué resultados mostraban hasta ahora las reformas educativas impulsadas recientemente a favor de la educación femenina? ¿Había logros ya en estos pocos años? A este tema dedicaré la siguiente sección.

“Grito de dolor de una madre cristiana”, El Católico, Año IV, tomo V, N° 193, 8 de febrero de 1885, p. 467. 28

29

“Grito de dolor de una madre cristiana”, El Católico… p. 467.

240

Capítulo IV: El debate sobre la educación femenina, 1883-1889 1.2 Se expande la educación y la instrucción para las mujeres El 8 de enero de 1884 fue publicada en el Diario Oficial la memoria presentada por Manuel Bertis, Secretario de la Universidad, donde se informaba que, entre los examinados en la universidad de los cursos de Ciencias y Letras estaban las señoritas Antonia Navarro, del segundo curso, y Concepción Mendoza, del tercero30. La presencia de estas mujeres, indicaba que el ejemplo de Rosalía Orellana y Pilar Rodríguez, examinadas del primer curso de Ciencias y Letras en 1881, había servido para mostrar “a las hijas de nuestro país que ya no hay porque teman a la ciencia del siglo XIX, que dista mucho de ser igual a aquella que conoció la traviesa Eva en el jardín bíblico descrito por Moisés”31. Además de los informes oficiales, la instrucción femenina se posicionaba también a través de la creación de nuevas instituciones educativas privadas. El Diario Oficial del 20 de enero de 1884 anunció la creación de un nuevo colegio para jovencitas dirigido por Narcisa Salazar, quien había sido profesora de la Escuela Central de Señoritas, como se mostró en el capítulo anterior. El nuevo establecimiento, “Liceo de Santa María”, se abría bajo la protección del gobierno, lo que significaba que contaría con una subvención estatal. El colegio ofrecería el mismo plan de estudios del Colegio Normal de Señoritas, y su método en la enseñanza sería gradual y progresivo32. El surgimiento de nuevas instituciones educativas privadas permite pensar que la demanda de educación femenina iba en aumento. De lo contrario, los establecimientos no habrían podido sostenerse únicamente con la subvención otorgada por el Estado. Es muy probable que el atractivo de instituciones como el colegio recién fundado

“Memoria presentada por el Secretario de la Universidad Nacional en la solemne apertura de las clases el día primero de Enero de 1884”, Diario Oficial, tomo 16, N° 7, 8 de enero de 1884, p. 26. 30

“Memoria leída por el secretario de la Universidad Nacional, Doctor don Ramón García González, en la solemne apertura de las clases universitarias, el día 1º de Enero del año escolar de 1882”, Diario Oficial, Tomo 12, No. 6, 7 de enero de 1882, p. 21. 31

“Liceo de Santa María”, Diario Oficial, tomo 16, N° 17, 19 de enero de 1884, p. 67. Esta será una de las novedades introducidas por la reforma educativa implementada por Menéndez, en 1887. Ver: Julián González, Del “ciudadano católico” al “ciudadano laico”… julio 2012. 32

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estuviera en que, además de ofrecer un programa de instrucción, también ofrecía educación religiosa. De hecho, en septiembre del mismo año, el periódico católico La Caridad publicó un anuncio en el que, además de elogiar el método usado en el colegio, destacaba también la educación religiosa que se ofrecía a las estudiantes: el sistema gradual y suave con que se estudian las materias, sin fatigar la inteligencia de las niñas; la circunspección y disciplina en respetarse a sí mismas y respetar a las demás; así como la guía de una educación religiosa sin exageraciones, y el trato cariñoso a la vez que serio que se da a las pupilas33.

Aún cuando el surgimiento de las instituciones privadas también pudo ser síntoma de la resistencia a asistir a las escuelas laicas, la apuesta liberal por la instrucción de las inteligencias femeninas había ganado terreno en la sociedad salvadoreña, como puede verse en la elección del plan de estudios del “Liceo de Santa María”. En cualquier caso, el Estado seguía impulsando la oferta de estudios para las mujeres. Así, el Diario Oficial del 26 de enero de 1884, informó sobre la inauguración del Colegio de Señoritas de San Miguel, bajo la dirección de la señorita Natalie Wemer, que comenzó con 8 internas becadas por cuenta de la nación34. Por su parte, el periódico La República dedicó varios artículos a destacar los logros de las instituciones de educación para mujeres. El 6 de febrero de 1884 publicó uno en el que se elogia el Colegio de Señoritas de la capital: Sabemos que el Sr. Presidente está decidido a hacer de este plantel el “Colegio modelo” de señoritas del Salvador, y no dudamos que tanto la señorita Hall directora del establecimiento, como la señorita Morán sub-directora y demás profesores, sabrán corresponder a los esfuerzos del Sr. Presidente, para cambiar esas tiernas niñas en señoritas ilustradas que comprendan sus verdaderos deberes sociales35.

“Colegio de Santa María”, La Caridad, Año 1, N° 23, 14 de septiembre de 1884, p. 4. El énfasis es mío. 33

“Informe de la inauguración del Colegio de Señoritas de la ciudad de San Miguel”, Diario Oficial, tomo 16, N° 23, 26 de enero de 1884, p. 89. 34

35

“Colegio de Señoritas”. La República, 6 de febrero de 1884, p.2. El énfasis es mío.

242

Capítulo IV: El debate sobre la educación femenina, 1883-1889 Voy a hacer un breve paréntesis sobre el tema de los deberes sociales de las mujeres. El liberalismo radical consideró, contrario al liberalismo católico más conservador, que los deberes de las mujeres se extendían fuera de las fronteras de lo doméstico, hacia lo social. Dos textos que circularon en El Salvador en esta época dan cuenta de este pensamiento. El primero es Las perlas del corazón. Deberes y aspiraciones de la mujer en su vida íntima y social36, escrito por Emilia Serrano, Baronesa de Wilson; y el segundo, La mujer de su casa37, de Concepción Arenal. Estas españolas, cercanas a los círculos del krausismo y la masonería –como mostré en el capítulo primero-, consideraban que la mujer no había venido al mundo para ocuparse solo de su familia, sino de la sociedad en general. Dice la Baronesa de Wilson: Ni el hombre ni la mujer, han venido al mundo para vegetar en el ocio, y para no ser útil ni a sus semejantes, ni a sí propios, y acaso, ¿podrían ocuparse del bien público, si para ello no han desarrollado su inteligencia? ¿Podrá ser buena esposa, buena madre, la que no haya estudiado sus deberes, su misión y la grave responsabilidad que tiene ante sus hijos y ante el mundo?38

Concepción Arenal, por su parte, dedica su libro a desmontar la idea de que la buena mujer o la mujer perfecta, era la que permanecía en su casa. La autora consideraba que la constricción de la mujer al ámbito doméstico la debilitaba física y moralmente pues la hacía un ser egoísta que no se ocupaba más que de los suyos. El índice de contenidos del libro habla por sí mismo: I. Importancia de formarse idea exacta de la perfección. II. La mujer de su casa corresponde a un ideal erróneo. La Baronesa de Wilson, Las perlas del corazón. Deberes y aspiraciones de la mujer en su vida íntima y social, Fundición de tipos de Manuel Rivadeneira, Quito, 1880. Este texto, junto con La ley del progreso, de la misma autora, fue aprobado en agosto de 1882 como libro de lectura para las escuelas salvadoreñas por una comisión nombrada por el Consejo de Instrucción Pública, presidida por Manuel Delgado. Ver: “Dictamen”, Diario Oficial, N° 186, 24 de agosto de 1882, p. 173. 36

Concepción Arenal, La mujer de su casa, Gras y Compañía, Editores, Madrid, 1883. Un anuncio publicado en El Salvador destacaba que en él “se combaten los argumentos de los que se oponen a la directa acción social de la mujer”. Ver: “Cómprenlo señoras”, La República, 13 de febrero de 1884, p. 2. 37

38

La Baronesa de Wilson, Las perlas del corazón… pp. 5-6.

243

III. Necesidades de que todos cooperen a la obra social. IV. Errados argumentos de los que se oponen a la directa acción social de la mujer. V. El modo de ser actual de la mujer la debilita física y moralmente, y contribuye a su desgracia y a la de su familia. VI. La debilidad y la fortaleza de la mujer39.

Continúo ahora con los textos periodísticos que dieron cuenta del apoyo que el gobierno de Zaldívar estaba dando a la educación femenina. Otro editorial de La República, del 28 de marzo de 1884, hace mención del centro educativo para infantes conocido como “Jardín de la infancia” o “Kindergarten”40. El establecimiento había sido fundado por la antigua directora del Colegio de Señoritas, la francesa Agustina Charvin, y tenía como colaboradora a la señorita Victoria Aguilar quien, en 1881, dirigiera un discurso a Antonio J. Castro en la celebración del cumpleaños de la señorita Charvin. El establecimiento atendía a infantes de ambos sexos, entre cinco y diez años. En diciembre de 1884, la comisión examinadora, conformada por Esteban Castro, Rafael Reyes y Jorge Aguilar, informaron de los logros del “primer ensayo que se hacía en el país del sistema Froebel”41, un sistema “sobre bases racionales que sujeta a un método eminentemente práctico y sencillo, la educación y enseñanza de los infantes” 42. En opinión de varios publicistas, este sistema era “en alto grado inteligente y racional y consiste en el desarrollo armónico de las facultades físicas, morales, intelectuales y artísticas, por medio de método objetivo de la observación”43. Además, tal y como señalé en el capítulo primero, el sistema frobeliano le apostaba a la educación mixta. Pese a las resistencias a enviar a las mujeres a este tipo de instituciones, en el primer año de funcionamiento el colegio contaba ya con 59 estudiantes de los cuales 40 eran 39

Concepción Arenal, La mujer de su casa… p. 5.

40

“Los Colegios de Señoritas”, La República, 28 de marzo de 1884, p. 1.

“Informe de la Comisión encargada de presidir los exámenes del “Jardín de la Infancia”, Diario Oficial, tomo 17, N° 292, 12 de diciembre de 1884, p. 553. 41

42

“El colegio de la señorita Charvin”, La República, 12 de diciembre de 1884, p. 1.

“Kindergarten o Jardín de la Infancia”, Diario Oficial, tomo 19, N° 296, 24 de diciembre de 1885, p. 617. 43

244

Capítulo IV: El debate sobre la educación femenina, 1883-1889 niñas44. La apuesta de la señorita Charvin era tan apreciada por el gobierno que el colegio contaba también con una subvención estatal. En 1887, la reforma educativa impulsada por Francisco Menéndez incorporará algunos elementos del sistema froebeliano a las escuelas nacionales45. Con estos avances, continúa el editorial de La República, casi nada quedaba por hacer en cuanto a la enseñanza de niñas: además de maestras y profesores aptos, había un claro estímulo del gobierno para mejorar cada día la instrucción y la educación de la mujer. “Habiendo buenos establecimientos y buenas maestras, quedaba en los padres y madres de familia el querer proporcionársela a sus hijas”46. Y esto era bastante cierto, pues todavía quedaban muchos reparos qué superar para lograr una mayor asistencia y permanencia de las niñas en las escuelas y colegios. La misma directora del Colegio de Señoritas da cuenta de que no todas las inscritas llegaron a presentarse a los exámenes anuales el 13 de diciembre de 1884: El número de alumnas del Colegio es de setenta y seis, de las cuales veintiuna son internas, catorce medio-internas y las demás externas. La Señorita Directora informó a la Comisión que el número total de alumnas ha sido regularmente de ochenta a noventa, número que disminuyó al aproximarse los exámenes47.

El dato de la deserción de las estudiantes al acercarse los exámenes resulta interesante. Es probable que las alumnas retiradas estuvieran interesadas solamente en la formación mas no en la certificación ofrecida tras sustentar los exámenes. ¿O es que no había suficiente motivación en ellas para terminar un proceso sistemático de educación? Es probable. Pero no solamente por falta de interés de las alumnas sino también por otros factores. En primer lugar, la certificación servía únicamente en caso “Lista de los alumnos que concurren al “Kindergarten” dirigido por la señorita Agustina Charvin”, Diario Oficial, tomo 17, N° 292, 12 de diciembre de 1884, p. 554. 44

45

Ver: Julián González, Del “ciudadano católico” al “ciudadano laico”…

46

“Los Colegios de Señoritas”, La República… p. 1.

“Informe de la Comisión encargada de los exámenes del Colegio Normal de Señoritas de esta capital”, Diario Oficial, tomo 17, N° 293, 13 de diciembre de 1884, p. 1. 47

245

de querer continuar estudios superiores, o para obtener el diploma de habilitación para ejercer como directoras de escuela. En segundo lugar, las dificultades que tenían que enfrentar las mujeres para salir de su casa y asistir a la escuela eran varias. Unas de carácter económico48 y otras –no menos importantes-, de carácter cultural. El investigador Carlos Cañas Dinarte señala al respecto: No todas las mujeres que ingresaban a dichos planteles educativos alcanzaban el grado académico deseado. La frustración académica de muchas de ellas estaba dada por la desidia de los padres y madres, las posibilidades económicas, las obligaciones hogareñas, la extraedad, los matrimonios, las enfermedades crónicas, algunas seguidas de desenlaces fatales; los cambios de colegios o de ciudades de residencia, la repitencia y las guerras49.

Por su parte, el investigador Luis Alberto Calero Vásquez sugiere que una de las causas de la inasistencia y deserción del sistema educativo, era el involucramiento de niños y niñas en las actividades laborales familiares50. Con lo dicho anteriormente queda claro que la conciencia sobre la importancia de la educación femenina no se desarrolló de la noche a la mañana. Volvamos entonces al informe sobre los exámenes del Colegio de Señoritas. La Comisión examinadora estuvo conformada por Rafael Reyes, Jesús Velasco y D. Palacios. En su informe, los examinadores dicen haber constatado que las alumnas demostraron un dominio de la gramática que les permitía explicar e ilustrar las reglas con ejemplos apropiados, y no solo memorizarlas. Esta observación permite constatar que se estaban intentando dejar atrás la antigua rutina memorística tan propia del Entre 1885 y 1886, la cuota mensual en los colegios de señoritas rondaba los 15 pesos para las internas, 7 u 8 para medio internas, 3 o 4 pesos para las externas. Ver “Colegio Alemán de Señoritas”, Diario Oficial, No. 299, 29 diciembre 1885, p. 631. 48

Carlos Cañas-Dinarte, Las hijas de Minerva. Notas para una historia educativa y cultural de las mujeres salvadoreñas, Premio Único de Ensayo en los IV Juegos Florales Nacionales 1999, Casa de la Cultura de Panchimalco, inédito, p. 25. 49

Ver: Luis Alberto Calero Vásquez, “Trabajo y educación infantil: dos mundos en pugna a finales del siglo XIX en El Salvador”, en Carlos G. López (comp.), Poder, actores sociales y conflictividad. El Salvador, 1786-1972, DNI, Secretaría de Cultura de la Presidencia, 2011, pp. 211-236. 50

246

Capítulo IV: El debate sobre la educación femenina, 1883-1889 método catequético de las escuelas de primeras letras. Para mejorar la calidad de la enseñanza, la comisión hizo una observación: sería de desearse, para el mejor éxito de un establecimiento de esta clase, que se formase un programa ordenado de las materias que en cada año debían estudiarse, especificando aquellas que por su importancia y extensión debiesen estudiarse en dos o más años. Con un plan de estudios así combinado se conocería con más facilidad del aprovechamiento de las alumnas de un año a otro…51.

De las alumnas examinadas, la Comisión distinguió a algunas de ellas por su rendimiento académico y por su buena conducta. En el cuadro siguiente se presenta el listado de estudiantes premiadas. Destaco los nombres de las jóvenes Trinidad Caminos, Antonia Mendoza y Carlota Bonilla pues aparecerán en los listados de examinados del Bachillerato en Ciencias y Letras, dos años más tarde: Cuadro 1. Alumnas distinguidas del Colegio de Señoritas, diciembre 1884. Primera sección -Trinidad Caminos -María Palomo -Rafaela Contreras -Teodora Contreras

Segunda sección -Mercedes Rodríguez -Amelia García -Virginia Suárez (premio de excelencia)

Tercera sección -Antonia Mendoza -Manuela Vega -Elena Marcial

Cuarta sección -Olivia Ungo -Dolores Cañas -María Alarcia

Quinta sección -Carlota Bonilla -María Zimmerman -Luisa Balette

Fuente: elaboración propia a partir de los datos del Informe de la Comisión encargada de los exámenes del Colegio Normal de Señoritas, Diario Oficial, tomo 17, N° 293, 13 de diciembre de 1884, p. 1.

Pero no solo en San Salvador se expandía la educación femenina. El Diario Oficial del 27 de diciembre de 1884 publicó el discurso del inspector de Instrucción Pública en Santa Ana, pronunciado durante los exámenes de los colegios dirigidos por

51“Informe

de la Comisión encargada de los exámenes del Colegio Normal de Señoritas de esta capital”, Diario Oficial, tomo 17, N° 293, 13 de diciembre de 1884, p. 1. Este cambio fue introducido en la reforma educativa de 1887. Ver: Julián González, Del “ciudadano católico” al “ciudadano laico”…

247

las Hermanas de la Caridad y por Olga de Luski. El inspector, Andrés Van Severen52 reconoció el logro de estas instituciones y exhortó a apoyarlos: Ayudemos, pues señores, a los dos Colegios que cada uno en su esfera de acción es una necesidad; vigilemos con esmero el progreso de los estudios; procuremos por todos los medios que estén a nuestro alcance adelantar, adelantar siempre; y contando con la eficaz e ilustrada protección del Supremo Gobierno, tendremos la fundada esperanza de ver en día no remoto el oscurantismo, el retroceso, que este venga del clericalismo o del radicalismo extremos que se tocan por su intolerancia, ceder del todo el paso a la serena figura de la ciencia53.

Las palabras de Van Severen sobre la intolerancia se debían a una cierta oposición que había en Santa Ana al Colegio de las Hermanas de la Caridad. ¿Oposición por ser un colegio religioso? Es probable, pero según el discurso del inspector, había quienes acusaban a las monjas de lucrarse con el establecimiento. Van Severen refutó estas acusaciones afirmando que de las 188 niñas inscritas, solamente 27 internas pagaban una mensualidad, las 148 externas aportaban una ligera contribución. Seguramente, la oposición al colegio de las monjas venía de los círculos del liberalismo más radical. Por algo Van Severen advierte sobre el peligro del extremismo y la intolerancia, ya fuera en el liberalismo -al que él llama “radicalismo extremo”- o en el clericalismo, ya que ambos tenían suficiente potencial para convertirse en obstáculos para el desarrollo de la educación de las mujeres salvadoreñas. En resumen, es importante decir que los cambios educativos impulsados durante el segundo período de la administración zaldivariana fueron significativos, especialmente para las mujeres. En primer lugar, se impulsó una metodología racional y no memorística, expresada en nuevas estrategias para el estudio de materias como la religión, la gramática o la historia. En segundo lugar, se fortaleció el plan de estudios de

De origen belga, masón miembro de la logia “Excelsior N° 17” de San Salvador. Ver: Roberto Valdés, Masones, liberales y ultramontanos salvadoreños… pp. 96-98. 52

“Discurso pronunciado por el señor Inspector de Instrucción Pública, en los exámenes del Colegio Nacional de Señoritas, y en el de las Hermanas de la Caridad”, Diario Oficial, tomo 17, N° 304, 27 de diciembre de 1884, p. 602. 53

248

Capítulo IV: El debate sobre la educación femenina, 1883-1889 las maestras ampliándolo de dos a cuatro años. En tercer lugar, se fundaron cuatro Colegios de Señoritas en las principales ciudades del país, lo que no solo aumentó la oferta sino que también contribuyó a la legitimación social de la educación femenina. Como se sabe, el gobierno de Rafael Zaldívar terminó de manera abrupta en mayo de 188554. Analizar las razones de su salida del poder excede los límites de este trabajo. Aunque no me detendré a profundizar en este tema, será necesario reseñar algunos elementos de este contexto para facilitar la comprensión de las demandas que algunos grupos de mujeres hicieron al nuevo presidente en torno a la educación. A este tema dedicaré el siguiente apartado. 2. Demandas femeninas durante el gobierno de Francisco Menéndez El sucesor de Rafael Zaldívar fue Francisco Menéndez, el general que, en 1883, lideró el asalto al cuartel de Santa Tecla, tras el cual Zaldívar tuvo que decretar Estado de Sitio en seis departamentos. La llegada de Menéndez al poder se conoció como la Revolución de Mayo. Esta campaña militar fue resultado de una serie de “alianzas contradictorias”, como señala Roberto Valdés, cuyo objetivo era sacar a Zaldívar del poder. Menéndez logró aglutinar varias fuerzas opositoras –bastante discrepantes entre sí- que querían derrocar a Zaldívar por varias razones: “los intentos de éste por eternizarse en el poder, los abusos a los “derechos de los ciudadanos”, las torturas, los vicios y escandalosos actos de corrupción en que había incurrido en el ejercicio de su larga presidencia”55. De hecho, en el manifiesto que el General Menéndez publicó, ya en el ejercicio de la presidencia provisional, se presentó a sí mismo como quien librará a la República del desastre al que Zaldívar la había llevado: Una de las razones fue económica: “La deuda pública creció tan fuertemente… la situación internacional que provocó la caída de los precios del café, jugó también poderosamente en el agravamiento de la situación. Zaldívar, entre su servicio a los sectores oligárquicos y su defensa de un sistema fiscal extremadamente conservador, llegó a perder el control del cuadro general del Estado”. Antonio Acosta, “Algunas claves sobre el gobierno de Rafael Zaldívar. El Salvador, 1876-1885”, Identidades. Revista de Ciencias Sociales y Humanidades, N° 2, Secretaría de Cultura de la Presidencia, San Salvador, 2011, p. 92. 54

55

Ver: Roberto Valdés, Roberto Valdés, Masones, liberales y ultramontanos salvadoreños… p. 103.

249

Inspirado en el noble deseo, latente en el pueblo salvadoreño, de librar a nuestra patria de la afrentosa tiranía del Doctor Zaldívar, durante nueve años, he reprobado aquel funesto gobierno con hechos manifiestos hasta que me fue dable ponerme al frente del movimiento insurreccional que el 10 de Mayo desconoció en Chalchuapa, al arbitrario e ilegítimo gobernante, que deja en pos de sí ruinas y desolación para la República56.

Uno de los sectores con mayores expectativas de la llegada de Menéndez al poder fue el de la Iglesia católica. Aquellos afines al pensamiento católico tenían la esperanza de que el nuevo presidente revirtiera las reformas laicizantes, especialmente en el tema de la educación, como mostraré en la primera sección. Pero el gobierno de Menéndez mostró continuidad, desde un inicio, con el proyecto de impulso a la educación iniciado por sus antecesores González y Zaldívar. En este nuevo escenario, surgieron demandas de jóvenes mujeres para continuar con la educación secundaria, tema que se verá en la segunda sección. Por último, cuando en 1886 se discutía el nuevo proyecto de Constitución, se generaron fuertes demandas de grupos de mujeres que reclamaban al nuevo presidente restablecer la educación religiosa. Este será el contenido de la tercera sección de este apartado. 2.1 El contexto: la esperanza de revertir la educación laica Apenas dos meses después de que Menéndez asumiera el poder, el Diario Oficial, publicó un proyecto de reforma de Instrucción Primaria presentado por Rafael Reyes. En la justificación de esta propuesta, el doctor Reyes presentó un listado de diez causas que él consideraba afectaban la calidad del sistema educativo nacional. Me permito transcribir el listado textualmente pues hace una buena fotografía de las debilidades del sistema, luego de un poco más de diez años de haberse comenzado a implementar: Causas que se han opuesto hasta hoy a la enseñanza popular: 1. La falta de idoneidad de los profesores 2. La falta de método de enseñanza 3. La falta de un programa bien combinado “Manifiesto dirigido a los salvadoreños por el General don Francisco Menéndez, Presidente Provisional de la República”, Diario Oficial, tomo 18, N° 148, 26 de junio de 1885, p. 727. 56

250

Capítulo IV: El debate sobre la educación femenina, 1883-1889 4. La escasa dotación de los profesores 5. La doble ocupación del maestro de escuela y de secretario municipal o de juzgado de paz 6. La irregularidad en la falta de asistencia a las escuelas 7. La incuria de las autoridades locales 8. La incuria de los padres de familia 9. La imperfección en los exámenes 10. La falta de conferencias departamentales de maestros para uniformar en métodos57.

Reyes presentó una revisión bastante completa de los factores que condicionaban el éxito del sistema educativo. Su listado incluye el tema metodológico y curricular, el tema de recursos, de formación continua de docentes y la incuria de padres de familia y autoridades locales. El tema de la “incuria” –sinónimo de apatía, indolencia o desidia-, ya había sido mencionado por David J. Guzmán, en 1873, en el informe en el que relataba su esfuerzo por convencer a los docentes y padres de familia de las distintas localidades que visitaba de la importancia de la instrucción pública, según mostré en el segundo capítulo. En el análisis de Reyes puede verse que el interés de las familias por la educación era algo que todavía debía seguirse estimulando. En el caso de las niñas, la apatía se miraba agravada por los prejuicios que había sobre la instrucción de la mujer en una población mayoritariamente católica. Al agudo análisis realizado por Rafael Reyes, quien conocía el sistema por haber sido evaluador en instituciones educativas como los Colegios de Señoritas, El Católico respondió con un editorial en el que señaló que la causa de la decadencia de las escuelas oficiales no era el listado de razones señalado por Reyes sino la falta de religión: Nosotros, sin negar la verdad y trascendencia de esos defectos, de que desgraciadamente ha adolecido la enseñanza oficial primaria en la República, creemos que ninguno de los apuntados por el señor Dr. D. Rafael Reyes es la causa principal y mayor del desprestigio de las escuelas oficiales, y del retraimiento de las familias de confiar sus hijos a dichos establecimientos. La razón fundamental de la decadencia de las escuelas oficiales y de la preferencia de las familias por cualquiera escuela privada o libre, es, porque la educación dada en aquellas, o es insuficiente desde que se ha suprimido la religión, o es enteramente impía y atentatoria de los derechos paternos, desde que algunos maestros han enseñado a los niños sus propias ideas irreligiosas, 57

“Instrucción Pública”, Diario Oficial, tomo 19, N° 153, 3 de julio de 1885, p. 9.

251

impugnando y ridiculizando las creencias, las prácticas y las doctrinas católicos que estos aprendieran en el hogar doméstico. En el primer caso, todo padre de familia dice: “lo primero y lo principal que quiero que aprendan mis hijos es su religión”. En el segundo, dicen: “prefiero que mi hijo sea menos ilustrado, pero honrado y virtuoso, a que sea muy ilustrado pero impío y sin creencias”58.

El punto planteado por el editorial de El Católico no debe desestimarse. El texto sitúa un problema por demás complejo: la reacción de las familias –en su gran mayoría católicas- ante las reformas del liberalismo radical. Según el periódico, a esas mayorías se les estaba negando mantener uno de sus principales rasgos identitarios: Entre nosotros, por desgracia, a pesar de que todos los naturales del Salvador son católicos, y a pesar de que el espíritu religioso es uno de los rasgos más enmarcados del carácter de nuestro pueblo, se ha negado el principio de que la religión es la base de la educación primaria, y se ha llegado al último término posible, el de prohibir su enseñanza en las escuelas oficiales bajo penas tan severas, como no se han impuesto a la enseñanza de lo más dañoso e inmoral59.

Hay que recordar que en 1881, el subsecretario de Instrucción Pública, Antonio J. Castro, había enviado una circular a los gobernadores en la que ordenaba multar con 200 pesos a aquellas escuelas el Estado que siguieran enseñando el Catecismo de Ripalda60. Según el editorial de El Católico, este tipo de medidas había provocado la inasistencia de los niños y niñas a las escuelas. Ahora bien, ¿realmente preferían los padres y madres de familia la religión a la ilustración? No tengo elementos para responder a esta pregunta pues el tema excede los límites de esta investigación. Lo que sí está claro es que, al menos en el caso de las mujeres, las instituciones privadas se convirtieron en alternativa para aquellas familias católicas con mayores recursos, pues ofrecían ambas cosas: instrucción y educación religiosa. Pero para las familias pobres o las del interior del país donde no se había expandido la educación privada, no había 58

1.

“La instrucción primaria en el Salvador”, El Católico, Año V, tomo V, N° 212, 12 de julio de 1885, p.

59

“La instrucción primaria en el Salvador”, El Católico… p. 1.

60

“Circular”, Diario Oficial, Tomo 10, No. 120, 25 de mayo de 1881, p. 517.

252

Capítulo IV: El debate sobre la educación femenina, 1883-1889 opción. ¿Era la falta de religión una razón para la inasistencia a las escuelas? Sería paradójico que el proyecto del liberalismo radical, buscando la emancipación de la conciencia y el pensamiento femenino de la tutela eclesial, hubiera alejado a las mujeres de la instrucción precisamente por haber erradicado la religión de las escuelas. Pero no es improbable. De hecho, algo similar ocurrió en Costa Rica: luego de la eliminación de la asignatura de religión del plan de estudios, en 1885, la proporción de niños y niñas que asistían a la escuela disminuyó de 46.9% a 31.6%. Cuando en 1889, la enseñanza religiosa fue reintroducida en la educación primaria, la proporción ascendió nuevamente a 45.1% en 1892, y 50% en 189361. En el imaginario católico, la escuela laica no era un proyecto nacional. Según señala un editorial de El Católico, la decisión de suprimir la enseñanza religiosa era consecuencia de influencias externas: había sido Justo Rufino Barrios, el presidente de Guatemala, quien había exigido a los gobiernos de El Salvador y Honduras la eliminación de la enseñanza religiosa: De esa exigencia, de las ideas de algunos altos funcionarios de esta República y de la adulación con que la prensa asalariada suele aplaudir los caprichos de los gobernantes, provinieron los célebres decretos, circulares, y reglamentos de nuestro Ministerio de Instrucción Pública, que, siquiera por honor al país, debían borrarse de nuestra legislación. Desde entonces las escuelas oficiales se desprestigiaron de tal modo ante el pueblo, que en todas las poblaciones donde se fundaron escuelas privadas o colegios católicos, a pesar de carecer de los cuantiosos recursos que tenían aquellas, quedaron desiertas, y muchas tuvieron que cerrarse por falta de escolares62.

Según el redactor de El Católico, esta era la prueba de que la falta de la enseñanza religiosa era la causa primaria y fundamental del desprestigio de la instrucción primaria oficial en el país. Por ello hacían un llamado al nuevo presidente para que revirtiera la laicización de la escuela primaria:

Iván Molina Jiménez, “Dios fuera de las aulas”, La Nación ancora, 2 de junio de 2011, disponible en: http://www.nacion.com/2011-02-06/Ancora/NotasSecundarias/Ancora2671775.aspx 61

62

“La instrucción primaria en el Salvador”, El Católico… p. 1.

253

…la enseñanza laica, la proscripción de la religión en las escuelas, las doctrinas de profesores libre-pensadores o masones, no es expresión de la voluntad del pueblo salvadoreño y por consiguiente no son ni pueden ser ley del Salvador. Tenemos la firme esperanza de que el actual Gobierno Provisorio, que derrocó la administración pasada por opresora de la voluntad popular y que ha ofrecido inspirarse siempre en los verdaderos intereses del pueblo, ahora que trata de organizar la instrucción pública, quitará esa absurda prohibición, separará esos maestros corruptores, fundará la educación sobre sus bases naturales, devolverá a las escuelas oficiales sus antiguos prestigios, y satisfará uno de los deseos más ardientes de la inmensa mayoría de las familias salvadoreñas63.

Es importante recordar que la eliminación del Catecismo de Ripalda no tuvo la pretensión de quitar la educación religiosa. De hecho, en el plan de estudios del Colegio de Señoritas (primaria superior), existía la materia de religión razonada. La importancia de la religión cristiana es un tema frecuente en varios discursos de las alumnas de ese establecimiento. Un ejemplo de ello es el discurso que la alumna Josefina Dárdano dirigió al presidente Menéndez en una de las visitas que el mandatario hizo al Colegio de Señoritas. La señorita Dárdano saluda y felicita a Menéndez por su nuevo cargo, y aprovecha para disertar sobre la importancia fundamental de la educación de la mujer: Nuestra educación, en otro tiempo relegada a la oscuridad del hogar o del santuario, o enteramente olvidada por creérsela de poco o de ningún valor en los círculos sociales, es hoy una de las mayores y preferentes atenciones de los gobiernos civilizados y cultos. Debemos al cristianismo, señor, no lo ignoramos, ese participio que hoy tenemos en los goces de la civilización contemporánea, porque ella también es obra nuestra, producto de nuestra cooperación, como nosotras somos a la vez producto del Evangelio64.

La narrativa liberal es evidente: sacar a las mujeres de la oscuridad, traerlas a la visibilidad, sacarlas de la marginación del ámbito doméstico. Pero las palabras de la señorita Dárdano también permiten constatar que, cinco años después de decretada la eliminación del Catecismo de Ripalda de las escuelas oficiales, las mujeres no se habían 63

“La instrucción primaria en el Salvador”, El Católico… p. 1.

“Discurso pronunciado por la señorita Josefina Dárdano en la visita que el 28 de Julio hizo el Ciudadano Presidente Provisional al Colegio Normal de Señoritas”, Diario Oficial, 31 de julio de 1885, p. 87. 64

254

Capítulo IV: El debate sobre la educación femenina, 1883-1889 hecho ateas. Josefina Dárdano sigue dando muestras de sus creencias. La laicización de la educación, como lo había dicho Antonio J. Castro, no pretendía educar en el ateísmo sino solamente desplazar la enseñanza de la religión de la esfera pública a la privada. La religión continuaba siendo no sólo válida sino necesaria. Lo que no era válido era que el Estado la fomentara. Pero entre los católicos esto no era fácil de entender, y menos para las mujeres. El 24 de agosto de 1885 apareció en el periódico La República una carta dirigida al presidente Menéndez. El texto, firmado por “Unas señoras católicas”, recordaba al presidente que su llegada al poder había sido resultado de la unión del pueblo salvadoreño por la causa del restablecimiento del orden y la “verdadera libertad” en el país: Este entusiasmo del pueblo por la Revolución, Excelentísimo Señor, no se originó solo de la ocasión que se le presentaba para arrojar de sí la mano férrea que hacía tiempo le estaba oprimiendo; sino también por la general simpatía que concibió por Vos, debido a que le ofrecisteis echar por tierra las inicuas leyes de la administración pasada. Por otra parte, esperábamos que siendo católicos vuestros sentimientos, nos cabría a todos la gloria de ver unidas las potestades Civil y Eclesiástica, trabajando de consuno en el restablecimiento del orden y verdadera libertad del país. No decimos que nuestras esperanzas se han frustrado, pero sí tenemos algún temor de que esto suceda, y que el fruto de tanta sangre derramada, redunde solamente en provecho de un círculo determinado y no en bien de la generalidad65.

Los conceptos vertidos por las señoras católicas recuerdan los argumentos de La Verdad, en los primeros años de 1870: orden, unidad, verdadera libertad. La demanda de estas mujeres es clara: querían ver unidas –de nuevo- las potestades civil y eclesiástica, querían de vuelta el Estado católico. La coyuntura era favorable pues, en julio de 1885, el presidente Menéndez había lanzado la convocatoria a elección de diputados para la elaboración de la nueva Constitución. Menéndez dejó abierta la posibilidad de que miembros del clero –como ciudadanos salvadoreños en ejercicio de sus derechos- fueran sujetos de elección para la Asamblea 66. Aprovechando la 65

“Carta al señor General don Francisco Menéndez”, La República, 24 de agosto de 1885, p. 3.

66

“Ministerio General”, Diario Oficial, tomo 10, N° 157, 8 de julio de 1885, p. 25.

255

convocatoria, el Obispo José Luis Cárcamo y Rodríguez67, publicó una Carta Pastoral en la que alentaba a los fieles a votar por personas de probados sentimientos católicos para trabajar por la abolición de las leyes secularizantes: ruptura del Concordato, matrimonio civil, ley de cementerios y enseñanza laica68. El Diario Oficial, cuyo director en este momento era Rafael Reyes69, escribió un texto en el que advertía a la población que no habría ningún retroceso en los logros alcanzados por el partido liberal70. Una parte de la carta de las señoras católicas contesta al texto escrito por Reyes: En el mismo artículo nos da a entender claramente que no esperemos se deroguen las leyes a que hace alusión nuestro dignísimo Prelado, pues dice que estas leyes han sido y son consideradas como progresos hechos por el partido liberal. Esto es para nosotras una cosa nueva, siempre hemos oído decir y hemos considerado muy justo que el bien particular se sacrifique al general, y aquí sucede lo contrario: con tal que estas leyes favorezcan al partido liberal, no importan que opriman a la generalidad del pueblo del Salvador. Nosotras creemos que el Gobierno no es jefe solo del partido liberal sino del pueblo salvadoreño, y este se dice y es católico71.

Las señoras reclamaban que las tales leyes solo habían proporcionado sufrimiento, especialmente a las mujeres: el matrimonio laico las ponía en la vergüenza de presentarse ante los tribunales civiles sin ningún conocimiento de la ley; por otro lado, la educación laica obligaba a los padres de familia a retirar a sus hijos de los establecimientos públicos o a buscar personas de buenos sentimientos para su educación, ya que preferían tener hijos ignorantes que medio instruidos, sin Religión, sin fe y sin conciencia. La carta finaliza con un fuerte recordatorio del compromiso que Menéndez había adquirido con los católicos:

Quien en 1875 fuera obispo auxiliar, expulsado por Santiago González luego de los acontecimientos de San Miguel. 67

68

Ver: “Pastoral del Ilustrísimo Sr. Obispo Diocesano”, El Católico, N° 214, 26 de julio de 1885, p. 627.

69

Ver: Roberto Valdés, Masones, liberales y ultramontanos… óp. cit., p. 149.

70

“No oficial”, Diario Oficial, tomo 19, N° 181, 10 de agosto de 1885, p. 121.

71

“Carta al señor General don Francisco Menéndez”, La República…p. 3.

256

Capítulo IV: El debate sobre la educación femenina, 1883-1889

Nosotras estamos de acuerdo con el Ilustrísimo señor Obispo en que se deroguen esas leyes que nos han oprimido y de cuya opresión nos vinisteis a libertar. Queremos que se cumpla lo que se nos ha ofrecido: que se deje a cada uno ejercer libremente sus derechos, y a nosotros los católicos se nos devuelvan y se nos deje ejercer los nuestros. ESTO ES LO QUE ESPERAMOS DE VOS, EXCELENTÍSIMO SEÑOR72.

El bello sexo había hablado, había hecho oír su voz en la esfera pública y su tono no era precisamente el de ángeles del hogar. Las mujeres católicas, perfectamente enteradas de la situación política del país, manifestaron de manera firme su defensa por el ideal de la sociedad católica. Y no solo lo hicieron las mujeres letradas. El 28 de agosto de 1885, en el contexto de las elecciones para diputados a la Constituyente, el periódico La República denunció que un grupo de mujeres había salido a las calles pidiendo la muerte a los masones: Turbas de mujeres han recorrido las calles de la ciudad en los días anteriores gritando mueran los masones, queremos religión, a propósito de la cuestión eleccionaria, e insultando a ciertas personas. Esas mujeres, casi todas ellas ignorantes y sencillas, se han convertido en energúmenos, apoyando las candidaturas del clero y han designado con el nombre de masones a los del bando opuesto para echarles la odiosidad del fanatismo insensato. ¿Quién no ve que el clero ha echado mano de esa clase de gente y ha explotado la ignorancia para lanzarla contra los que él considera sus enemigos? Que abran los ojos los ilusos y se convenzan de lo perniciosa que es todavía la influencia del clero. Vergüenza da que esos escándalos se verifiquen en la capital misma de la República. Continúe el clero en su tarea inhumana y criminal de calumniar y de lanzar a los hombres unos contra otros, porque así se acabará de desprestigiar ante las personas de buen sentido73.

¿Eran todas estas mujeres ignorantes y fanáticas influenciadas por el clero? Esta representación femenina, nacida como fruto de la revuelta de San Miguel, en 1875, seguía vigente y con bastante fuerza aún diez años después. Las acciones femeninas de resistencia al secularismo fueron explicadas por los liberales radicales como el resultado

72

“Carta al señor General don Francisco Menéndez”, La República…p. 3.

73

“Al público”, La República, 28 de agosto de 1885, p. 2.

257

de la educación religiosa que tanto defendía el clero74. La prensa oficial acusaba a la prensa clerical y a los diputados pro-católicos de “confundir maliciosamente el espíritu de esta saludable reforma llevada a cabo en la enseñanza por el progreso moderno, que, sea dicho de paso, es el fantasma de los ultramontanos en todas las latitudes de la civilización”75. Pero, según la prensa oficial, la enseñanza laica no significaba desentenderse de la educación moral del ciudadano ni quitarle al padre de familia el derecho de educar a su hijo. El Estado tenía el derecho de exigir que cada ciudadano adquiriera las aptitudes precisas para no ser nocivo a la sociedad en que vivía: La escuela tiene por misión principal la formación del ciudadano que contraiga el respeto de Dios y el hábito de observar las leyes de la sociedad. La escuela no puede ser la dependencia del templo. El preceptor no puede ser el acólito del sacerdote. La instrucción primaria no puede comprender el aprendizaje del dogma. Para evitar precisamente que la escuela se convierta en un campo de Agramante de las diversas creencias, ese foco de ardientes e implacables pasiones de las diversas sectas, el Estado, el progreso moderno, proponen un medio conciliador y racional para cortar esa ansiedad: es la completa secularización de la escuela76.

Las discusiones sobre las famosas leyes secularizantes se vieron interrumpidas por la disolución de la Asamblea Constituyente el 26 de noviembre de 1885. Son varias las interpretaciones que se dan sobre este hecho. No es objetivo de este trabajo entrar en esta discusión. Baste saber que las reformas secularizantes quedaron en una especie de limbo que resolverá la Constituyente de 1886, escenario en torno al cual, otro grupo de mujeres volvió a demandar la educación religiosa. En medio de este contexto, la prensa dio a conocer también los discursos y las demandas de algunas estudiantes para continuar con los estudios de secundaria. Este es el tema de la siguiente sección.

74

“La enseñanza religiosa”, La República, 17 de septiembre de 1885, p. 1.

75

“Enseñanza primaria-enseñanza laica”, La República, 20 de noviembre de 1885, p. 1.

76

“Enseñanza primaria-enseñanza laica”, La República… p. 1.

258

Capítulo IV: El debate sobre la educación femenina, 1883-1889 2.2 Las jóvenes piden más educación Algunas de las alumnas que culminaron la primaria superior en el Colegio Normal de Señoritas, continuaron con los estudios de Bachillerato en Ciencias y Letras, como tendré ocasión de mostrar más adelante. El presidente Menéndez había fortalecido la formación en las materias de álgebra y geometría al nombrar como profesor de las mismas a Rafael Reyes. Los frutos de dicha contratación quedaron en evidencia en noviembre de 1885, cuando las estudiantes del colegio demostraron su avance en los exámenes de las mencionadas materias. Dice La República que las alumnas …dieron pruebas de hallarse familiarizadas con el método demostrativo tan indispensable en esos ramos y tan necesario ya en la educación de las niñas para separarlas del espíritu rutinario que hasta hoy ha puesto obstáculos al vuelo de su inteligencia77.

La demanda de la instrucción intelectual para las mujeres continuó siendo tema en varios de los discursos de las estudiantes. El 1 de diciembre de 1885, apareció en La República un discurso que había sido pronunciado en los exámenes de fin de año en la escuela de niñas de Sensuntepeque. La escuela era dirigida por la señorita Leonor Fuentes (a quién Zaldívar becó en 188178), y se decía que había dado “brillantes resultados”. El día de los exámenes participaron como oradoras las señoritas Rosario Novoa y Josefa Bonilla79. El diario no especifica quien de las dos era la autora del texto publicado, pero interesa exponer el interesante panorama sobre lo que las alumnas concebían acerca de la educación femenina. Dice la oradora: Yo no sé, no puedo creer, qué cosa pudiera ser más importante que la escuela. La escuela es el bautisterio donde se lava el pecado original de la ignorancia. Así como el rayo de luz disipa las sombras de la noche, así la escuela borra las tinieblas de la ignorancia. La escuela es el arma más poderosa contra el fanatismo, el crimen, la pereza y cuantos vicios gangrenan a los pueblos. Yo tengo la convicción que la escuela es de tal importancia, que todo el porvenir, el engrandecimiento y prosperidad de los pueblos 77

“Se nos informa”, La República, 28 de noviembre de 1885, p. 2.

78

Ver el capítulo III, p. 205, de la presente investigación.

79

“Sensuntepeque”, La República, 25 de noviembre de 1885, p. 1.

259

reside en los bancos de esos modestos templos donde se cultivan las flores de la moralidad y de la inteligencia80.

Llama la atención el uso de imágenes religiosas para reivindicar la importancia de la educación en el combate contra el fanatismo. Estas imágenes formaban parte del imaginario del liberalismo ilustrado, y ya las vimos presentes en los discursos de publicistas oficiales como Álvaro Contreras o Baltasar Estupinián, durante la administración de Santiago González. Es interesante resaltar, además, que quien usa estas imágenes es una estudiante producto del proceso que estos personajes habían iniciado casi quince años atrás. La oradora asegura en su discurso que la educación de la mujer debía ser más atendida que la del hombre, pues ella era la responsable de inculcar en él las máximas de la religión y de la moral. Una madre ignorante no podía educar ni conducir a sus hijos. Si bien la alumna destaca la misión formadora de la madre, también reivindica otros horizontes para la mujer: La mujer no ha nacido para vivir en la ignorancia, para vivir relegada a sus hogares y ser una triste esclava del hombre, no; la mujer debe tomar asiento en el banquete de la ilustración y trabajar como el hombre por la inmortalidad. La mujer, posee idénticas aptitudes intelectuales que el hombre. Si olvidan las faenas del hogar para consagrarse a las especulaciones del pensamiento, llegaría a esa paridad intelectual que le niega el egoísmo, el despotismo del hombre. La inteligencia y el ingenio como ha dicho un escritor, no reconocen sexos. Pero se ha dicho, señores, que la mujer no ha nacido para esas grandes abstracciones, para esos grandes trabajos de la inteligencia, y se le ha limitado a leer, a escribir, a zurcir medias y a bordar pañuelos. Pero la historia se encarga de refutar una teoría tan mezquina, tan egoísta. Abrid las páginas de ese bello libro y veréis que la mujer puede elevarse como el hombre a las altas concepciones de la inteligencia81.

El texto es contundente. La disertante demuestra que la capacidad intelectual de las mujeres se había hecho manifiesta a lo largo de la historia en mujeres como Hipatia “Discurso pronunciado al comenzar los exámenes de la escuela de niñas de Sensuntepeque”, La República, 1 de diciembre de 1885, p. 2. 80

“Discurso pronunciado al comenzar los exámenes de la escuela de niñas de Sensuntepeque”, La República… p. 2. 81

260

Capítulo IV: El debate sobre la educación femenina, 1883-1889 (filósofa y astrónoma alejandrina del siglo IV), Teresa de Jesús (la mística del siglo de oro español), Laura Bassi82 (filósofa y científica italiana), y las francesas Madame Dacier83, Madame Roland84 y Madame Stäel85, de quien el periódico salvadoreño La Palabra, dirigido por Belisario Calderón, publicó dos textos86. El recorrido por esta galería de mujeres ilustres permite suponer que las alumnas estaban en contacto con lecturas o relatos sobre estas mujeres que, de alguna manera, estimulaba su deseo por incursionar en horizontes más amplios que el ámbito doméstico. ¿Cómo podían tener acceso a esta información? Difícil establecerlo con certeza. Sin embargo, si tomamos en cuenta que varias de las profesoras de los Colegios de Señoritas eran europeas (inglesas, alemanas, francesas, belgas), no debe resultar extraño que ellas introdujeran en sus clases libros escritos por estas mujeres. De hecho existían ya textos españoles que compendiaban las biografías de mujeres célebres a lo largo de la historia87. Por otro lado, la sección de “Variedades” de algunos periódicos publicaban ocasionalmente historias como la de “la célebre viajera Carla Serena, aquella mujer incansable, hermosa, inteligente, que abandonando las comodidades todas de la

Nació en Bolonia, en 1711 y murió en 1778. A la edad de 21 años, recibió el doctorado en Filosofía por la Universidad de Bolonia. Impartía clases de física experimental para difundir el pensamiento de Newton. Ver: “Siglo XVIII-Laura Bassi”, en Mujeres que hacen historia-breves biografías, disponible en: http://mujeresquehacenlahistoria.blogspot.com/2010/11/siglo-xviii-laura-bassi.html 82

Anne Dacier (1651-1720) fue traductora de varias de las obras clásicas de la literatura griega. Ver: “Anne Dacier”, Enciclopedia Católica, disponible en: http://ec.aciprensa.com/a/annedacier.htm 83

Jean Marie Roland (1754-1793) fue apresada y guillotinada por apoyar a su marido durante la Revolución Francesa. Ver: “Madame Roland”, en Collective Biographies of Women, disponible en: http://womensbios.lib.virginia.edu/featured?id=MADAME_ROLAND 84

Anne-Louise Germaine Necker (1766-1817), o Madame de Stäel, fue filósofa y escritora de arraigados principios liberales. Ver: “Anne-Louise Germaine Necker: Madame de Stäel”, en Hypatia, un espacio para la igualdad, disponible en: http://marivi-hypatia.blogspot.com/search?q=madame+stael 85

Ver: Madama Staël, “De las mujeres que cultivan las letras”, La Palabra, N° 36, 15 de febrero de 1883, p. 299; y N° 37, 1 de marzo de 1883, p. 308. 86

Ver: Vicente Diez Canseco, Diccionario biográfico universal de mujeres célebres, Madrid: Imprenta de José Felix Palacios, 1845. Este texto pretendía compendiar la vida de mujeres santas, mártires, reinas, princesas, sabias, escritoras y heroínas desde la antigüedad hasta el siglo XIX. 87

261

vida, los encantos de su hogar en alas del inmenso amor que sentía por la ciencia, corrió a apartados países para estudiar en medio de mil peligros sus usos y costumbres”88. También había noticias sobre mujeres que incursionaban en campos no tradicionales89, o sobre jóvenes que incursionaron en la educación superior, como el caso de dos médicas francesas, en 188490, y el de una chilena graduada de dentista en 188591. Noticias como estas seguramente despertaron motivación en algunas jóvenes por continuar con su educación. El discurso de la alumna de Sensuntepeque cita el ejemplo cercano de los Estados Unidos: En los Estados Unidos están las carreras científicas al libre acceso de la mujer, allí el templo de Minerva está abierto para ella como para el hombre, allí la mujer recibe grados y diplomas en diversas ciencias, allí la mujer se educa y se ilustra, por eso esa gran nación marcha a la vanguardia de la civilización del mundo92.

Y es que la educación de las mujeres en los Estados Unidos era más libre, según el francés Alexis de Tocqueville. En su texto titulado La Democracia en América, publicado en 1835, Tocqueville contrapone la educación femenina francesa –tímida y “casi claustral”-, a la educación femenina en Norteamérica. Esto, según él, era fruto de las doctrinas del protestantismo en aquel país:

(Sin título), La República, 31 de octubre de 1884. Carla Serena fue el seudónimo utilizado por la belga Caroline Hartog Morgensthein (1820-¿?), quien en 1870 comenzó a escribir artículos para diarios y revistas. Su oficio de periodista la llevó a emprender múltiples viajes. Fue la primera europea en explorar el Cáucaso. Ver: “Carla Serena, una italiana en el Cáucaso”, en Días del Futuro pasado, disponible en: http://www.futuropasado.com/?p=708 88

Ver también: “No solo doctoras sino hasta capitanas”, La República, 23 de febrero de 1884; “La mujer más sabia del mundo”, La República, 3 de abril de 1886; “Los rusos en Asia Central” (un artículo de la escritora rusa Lydia Paschkhoff publicado en Reveu Scientifique), La República, 30 de enero de 1886. 89

90

“Mujeres médicas. Una entrevista original”, La República, 28 de enero de 1884, p.1.

91

“Santiago, Diciembre 24”, La República, 24 de diciembre de 1885, p. 2.

“Discurso pronunciado al comenzar los exámenes de la escuela de niñas de Sensuntepeque”, La República, 1 de diciembre de 1885, p. 2. 92

262

Capítulo IV: El debate sobre la educación femenina, 1883-1889 En casi todas las naciones protestantes, las jóvenes son mucho más libres en sus acciones que en los pueblos católicos… las doctrinas del protestantismo en los Estados Unidos, están combinadas con una constitución muy libre y un estado social muy democrático, y en ninguna parte las jóvenes se hallan más pronto entregadas a sí mismas. Me he sorprendido frecuentemente y casi espantado, al ver la destreza singular y la feliz audacia con que las jóvenes de Norteamérica manejaban sus ideas y sus palabras en los escollos de una conversación atrevida: un filósofo había tropezado mil veces en el estrecho camino que ellas recorrían sin accidentes y sin dificultad93.

El ideal educativo del liberalismo radical apuntaba también a esto: instruir a las mujeres para lograr la emancipación del pensamiento y la conciencia. Al final de su discurso, la estudiante de la escuela de Sensuntepeque exhorta: Eduquémosle pues, ilumínese su inteligencia y la sociedad marchará a su engrandecimiento y perfección. Aléjese ese miserable sentimiento de egoísmo que el hombre tiene para con la débil mujer. Edúquesele, elévese a la mujer a la misma altura del hombre. Désele luz y hará prodigios94.

El 16 de enero de 1886, el diario La República informó del examen previo al Bachillerato en Ciencias y Letras sostenido por la señorita Antonia Mendoza95, la tarde del viernes 15 de enero, hecho ante el cual, “como una prueba de su entusiasmo por la educación de la mujer”96, el mismo presidente de la República envió a la Banda Marcial a la casa de la graduanda para festejar su triunfo literario. Este mismo gesto lo repetirá Menéndez con Antonia Navarro el día de su graduación como ingeniera, como mostraré en el tercer apartado de este capítulo. El periódico también felicitó a la joven y la animó a continuar los estudios: Alexis de Tocqueville, La democracia en América, Fondo de Cultura Económico, México D.F, 1996, p. 545. 93

“Discurso pronunciado al comenzar los exámenes de la escuela de niñas de Sensuntepeque”, La República, 1 de diciembre de 1885, p. 2. 94

En algunas noticias aparece con el nombre de Antonia Mendoza y en otras como Concepción Mendoza. Es probable que su nombre fuera Antonia Concepción Mendoza. Lo que sí es claro es que, aunque en las noticias se mencionen dos nombres diferentes, se trata de la misma persona pues la fecha de graduación es la misma. 95

96

“Bachillerato”, La República, 16 de enero de 1886, p. 2.

263

Tiempo es ya de que el bello sexo salvadoreño, olvidando las preocupaciones de una ya rancia educación, se lancen al campo de las ciencias y participen de los beneficios y satisfacciones que sus conquistas proporcionan97.

Seis días más tarde, el mismo periódico publicó la tesis que Concepción Mendoza presentó el día de su examen de Bachillerato. En la tesis titulada “La importancia de la historia”, la señorita Mendoza reconoce la riqueza del trabajo de las generaciones pasadas y se muestra consciente de su rol en el enriquecimiento del legado cultural que le ha sido entregado: Seríamos injustos si no reconociéramos los beneficios que debemos a las generaciones pasadas; si no agradeciéramos el legado que los pasados siglos nos han transmitido, siempre aumentando con nuevos y más preciados conocimientos. A nosotros toca no solo conservarlo incólume, sino aumentarlo y enriquecerlo para entregarlo a los que nos sucederán y que deben realizar lo que a nosotros no nos fue dado hacer. Y, cuando la futura generación reciban la valiosa suma de conocimientos que les legaremos y nuestros sucesores hayan resuelto los arduos problemas que les dejamos planteados, como nuestros padres lo hicieron con nosotros, bendecirán nuestros nombres a su vez como nosotros lo hacemos con los que nos hicieron bien98.

La idea de historia que muestra Mendoza responde a esa visión de progreso lineal tan propia del pensamiento occidental. Según esta visión, el progreso de la humanidad llegaría como fruto de la evolución de la misma, y la ciencia era el camino para ello. Profundamente convencida de la fuerza de la razón, Concepción Mendoza confía en que las cuestiones entre las naciones se decidan “no con el Krupp99 y el nitroglicerina sino con los argumentos de la razón, para seguir juntos el camino del progreso que Dios ha querido que no tenga límites”100. Ella estaba decidida a contribuir con este 97

“Bachillerato”, La República… p. 2.

98

“Importancia de la historia”, La República, 22 de enero de 1886, p. 2.

Krupp es el apellido de una familia de industriales alemanes del siglo XIX. El consorcio Krupp se dedicaba a la industria del ferrocarril y de las armas, entre las cuales se destacó el “cañón Krupp”. Ver: “Krupp-Development to a major group”, en ThyssenKrupp, disponible en: http://www.thyssenkrupp.com/en/konzern/geschichte_konzern_k2.html 99

100

“Importancia de la historia”, La República, 22 de enero de 1886, p. 2.

264

Capítulo IV: El debate sobre la educación femenina, 1883-1889 progreso, por ello, en abril del mismo año publicó un anuncio en el periódico La República donde decía que, para “contribuir en algo a la ilustración del bello sexo de mi país, ofrezco mis servicios como profesora gratuita de las materias de CC y LL” 101. El 25 de enero, diez días después de que Concepción Mendoza recibiera su diploma de Bachiller en Ciencias y Letras, se anunció en el diario La República la creación del “Colegio de Santa Cecilia”, bajo la dirección de Francisca Galindo: Con este nombre se abrirá un colegio en la ciudad de Santa Tecla el día 8 de febrero del presente año, bajo la dirección de la que suscribe. Se avisa a los padres de familia, que deseen poner a sus niñas, que habrán Profesores competentes, para el desempeño de las clases; que serán todo lo que comprende las CC y LL, además se dará clase de piano y labores de todas clases. Precios: Internas por trimestre adelantado $42 pesos, medio internas por trimestre adelantado $18, externas por trimestre adelantado, $9102.

Es lógico pensar que la creación de un nuevo colegio cuyo plan era “todo lo que comprende las CC y LL” respondía a una demanda. ¿Querían las jóvenes obtener un Bachillerato? ¿De qué podía servirles? Hasta cierto punto, era más comprensible que se formaran como maestras normalistas pues eso les garantizaba una profesión remunerada pero, ¿el Bachillerato? ¿Había interés en las mujeres de continuar los estudios universitarios? Antes de dar pistas para responder a estas preguntas, es necesario aclarar que según lo establecido en el nuevo reglamento de Institutos de Segunda Enseñanza, promulgado en febrero de 1886, la instrucción secundaria tenía por objeto “hacer que los alumnos perfeccionen y aumenten los conocimientos adquiridos en la escuelas primarias, preparándolos a seguir una carrera profesional”103. En concordancia con este reglamento, los Estatutos de la Universidad establecían en el artículo 77 que “ningún estudiante será admitido a los cursos de instrucción superior

101

“Deseando”, La República, 16 de abril de 1886, p. 3.

102

“Colegio de Santa Cecilia”, La República, 25 de enero de 1886, p. 3.

“Ley Reglamentaria de Institutos de 2ª Enseñanza”, Diario Oficial, tomo 20, N° 45, 24 de febrero de 1886, p. 265. 103

265

sin haber obtenido el Bachillerato en la Facultad de Ciencias y Letras”104. Es decir, el Bachillerato no tenía sentido si no era para continuar con una carrera universitaria. El nuevo reglamento había establecido la creación de tres institutos de secundaria para varones: uno en San Salvador, otro en San Miguel y otro en Santa Ana. Las mujeres que quisieran cursar materias de CC y LL podían hacerlo en los colegios o de manera particular y luego examinarse en uno de estos institutos. El reglamento, firmado por el Ministro de Instrucción Pública, Rafael Meza –masón-, definió una política que claramente estimulaba a las mujeres a estudiar la secundaria: Art. 48. Las señoritas que se propongan ganar cursos en la instrucción secundaria, no pagarán matrículas ni derechos de examen; pero la dirección del establecimiento llevará el correspondiente libro de inscripciones105.

El pago por matricular o examinar un curso era de 3 pesos. Los estudios de secundaria para mujeres se ofrecían no solo en los colegios, como ya he mostrado, sino también a través de profesores particulares, como el caso de Concepción Mendoza. De hecho, el secretario de la Universidad Nacional, Daniel Calderón, informó que el Consejo Superior de Instrucción Pública autorizó algunas solicitudes relacionadas con este tema. Una de ellas permitió al doctor Juan Barberena dar clases de las materias de Ciencias y Letras a la señorita Angelina Cañas106. En la memoria leída, Daniel Calderón señaló que no era fácil para las mujeres lograr estudios secundarios, y no por falta de oferta sino por los prejuicios existentes en la sociedad. Por ello, al dar cuenta de los 331 actos literarios del año anterior, el secretario de la Universidad destaca:

“Estatutos de la Universidad Nacional de la República del Salvador”, Diario Oficial, tomo 20, N° 42, 20 de febrero de 1886, p. 245. Estos estatutos derogaron a los establecidos en 1880. 104

“Ley Reglamentaria de Institutos de 2ª Enseñanza”, Diario Oficial, tomo 20, N° 45, 24 de febrero de 1886, p. 265. 105

“Memoria del Secretario de la Universidad Nacional, leída el 28 de Febrero de 1886 en el acto de la solemne apertura de las clases universitarias”, Diario Oficial, tomo 20, N° 80, 7 de abril de 1886, p. 409. 106

266

Capítulo IV: El debate sobre la educación femenina, 1883-1889 Observaréis que entre los cursantes que obtuvieron el título de Bachillerato figura el nombre de una señorita de esta Capital, que sobreponiéndose a nuestras preocupaciones sociales y persiguiendo la realización de hermoso ideal, no ha trepidado en cursar las aulas para alcanzar honroso puesto en la sociedad ilustrada del país. Y así como ella, hay varias otras señoritas que no se han desdeñado de cultivar su inteligencia, haciendo sus estudios de conformidad con las prescripciones de la Ley Universitaria y sometiéndose a los exámenes respectivos en la Universidad. Esas nobles hijas de Minerva merecen, pues, que sus afanes no se miren con punible indiferencia y que, por el contrario, se les dispense toda protección facilitándoles la prosecución de sus estudios. Tampoco es ya de conocer las ventajas que se alcanzarían con la metódica instrucción de la mujer, cuyas facultades intelectuales no ceden de ninguna manera a las del hombre. Y ya que entre nosotros se ha despertado en ellas la noble afición por el estudio, esforcémonos por hacer fructuosas sus labores, pues que de ella depende, en gran parte, el progreso y moralización de los pueblos siendo, como es, que su elevada misión sobre la tierra, abarca también la formación de los buenos ciudadanos…107

Se había despertado en las mujeres la noble afición por el estudio. Las palabras de Calderón se vieron confirmadas en abril de 1886, cuando un grupo de señoritas del Colegio de Santa Ana solicitaron al gobierno poder hacer los cursos de Ciencias y Letras en su establecimiento. La respuesta del ejecutivo fue publicada en el Diario Oficial del 26 de abril de 1886, donde aparece el siguiente decreto: Habiendo en el Colegio de Señoritas de Santa Ana, dirigido por doña Olga de Luski, varias Señoritas que desean hacer cursos de Ciencias y Letras, el Poder Ejecutivo, deseando facilitar a dichas señoritas el logro de sus aspiraciones, ACUERDA: autorizar a la señora de Luski, para que dé válidamente en el Colegio citado, la enseñanza correspondiente a la instrucción secundaria; debiendo cumplir con lo dispuesto en el artículo 49 de la Ley Reglamentaria de Institutos de 2ª enseñanza; y quedando el mismo establecimiento bajo la jurisdicción del Instituto de Occidente108.

No sería extraño que esta demanda hubiera existido también en otras ciudades del país. Aunque no tenemos evidencias de ella, sí se tiene una noticia en la que se anuncia la fundación de un establecimiento en San Miguel para la formación de mujeres

“Memoria del Secretario de la Universidad Nacional, leída el 28 de Febrero de 1886 en el acto de la solemne apertura de las clases universitarias”, tomo 20, N° 81, 8 de abril de 1886, p. 413. 107

“Ministerio de Instrucción Pública”, Diario Oficial, n.º 92, 26 de abril de 1886, p. 465. También el diario La República publicó este acuerdo. Ver: “Actos oficiales”, La República, 27 de abril de 1886, p. 2. 108

267

en el nivel de primera y segunda enseñanza. La noticia fue publicada en el Diario Oficial del 15 de mayo de 1886: El Supremo Gobierno Provisional, en el deseo de fomentar la instrucción de la mujer en el Departamento de San Miguel, que carece de un Colegio de Señoritas, Acuerda: establecer en aquella ciudad un Colegio de primera y segunda enseñanza en la casa que ocupaba la extinguida Universidad de Oriente, y dotar al establecimiento con cien pesos mensuales que se pagarán por la Administración de Rentas de San Miguel109.

Pero se acercaba ya el momento en que otro grupo de mujeres expresaría otra demanda con relación a la educación: querían educación religiosa. A este tema dedico la última sección de este apartado. 2.3 Las madres piden educación religiosa La nueva Asamblea Constituyente comenzó sus sesiones de trabajo en junio de 1886110. Mientras se llevaban a cabo las discusiones para la aprobación de los artículos de la nueva Constitución, fueron publicados en El Católico una serie de manifiestos cuyo objetivo era exponer en la esfera pública la inconveniencia de la ratificación de las reformas secularizantes para el pueblo católico salvadoreño. Los textos fueron firmados por habitantes –tanto hombres como mujeres- de diversas poblaciones del país. De los casi 40 manifiestos, 11 fueron redactados por las mujeres católicas111. Lo que me interesa destacar, en estos discursos, es la percepción que estas mujeres tienen de sí mismas y de su participación en un asunto nacional que ellas consideran de su total interés. La primera exposición que publicó El Católico fue la de las señoras de San Salvador y estaba dirigida a la Asamblea Constituyente. Lo primero que dejan sentado

109

“Cartera de Instrucción Pública”, Diario Oficial, tomo 20, N° 135, 15 de junio de 1886, p. 649.

110

Ver: Roberto Valdés, Masones, liberales y ultramontanos… p. 299.

Roberto Valdés hizo un exhaustivo análisis de las adhesiones, exposiciones y observaciones ultramontanas al proyecto de la Constitución de 1886. Ver: Masones, liberales y ultramontanos… p. 326. 111

268

Capítulo IV: El debate sobre la educación femenina, 1883-1889 es su condición de madres y esposas, cuyo recinto de acción doméstico se ve amenazado por las disposiciones en discusión: Las infrascritas, en su mayor parte esposas y madres de familia, impulsadas por un deber de conciencia y confiadas en el noble deseo de la H. Cámara, de que se manifieste la opinión pública sobre el proyecto de Constitución, que ha publicado con tal objeto, venimos a exponer respetuosamente a la Soberanía Nacional los males que nos causan algunas de las disposiciones proyectadas… No os extrañéis que el débil sexo, dejando el recinto doméstico donde cumple constantemente sus deberes, se presente hoy en la zona más alta del poder público que discute los asuntos más importantes de la Patria. No le traen aquí la política, ni los partidos, ni ambición de ninguna clase, ni interés alguno que le sea ageno: amor a su religión, la paz de su hogar, la santidad del matrimonio, los derechos de su maternidad, el amor de sus hijos, gravemente amenazados por ese proyecto…112

Las mujeres reproducen el discurso católico en dos sentidos. En primer lugar, se asumen como el sexo débil cuyo ámbito de acción es el doméstico; en segundo lugar, dejan claro que la motivación que las lleva a publicar la exposición es el amor de madre y la preocupación por sus hijos. Comparten también la idea de que la religión es el elemento necesario para garantizar la unidad y el orden social, por ello recuerdan a los legisladores que la gran mayoría de los pueblos se componía de mujeres y de hombres sencillos, que, no pudiendo apreciar las leyes por sus razones intrínsecas, las respetaban y acataban con sumisión religiosa, cuando las veían iluminadas con los esplendores del nombre de Dios. Si la Constitución de la República prescindía de Dios y la religión, como pretendían los legisladores, ya no habría autoridad capaz de aglutinar las voluntades y se abriría paso al desorden moral y social. Por ello es que las señoras demandaban: que el nombre de Dios consagrara la Constitución; que no se suprimiera la religión católica como religión del Estado; que se reconociera la validez del matrimonio religioso para establecer estado civil; y que se revocara la enseñanza laica. En cuanto a la enseñanza, las señoras se permiten recordarle al gobierno que:

“Exposición de las señoras de San Salvador a la Asamblea Constituyente sobre el Proyecto de Constitución”, El Católico, No. 256, 25 de julio de 1886, p. 1051. 112

269

Los fondos del gobierno destinados al pago de la enseñanza oficial, son los fondos del pueblo religioso y católico para costear la enseñanza laica, que arranca de sus hijos las creencias de sus padres. ¡Obligar a padres y madres religiosas a enviar sus hijos a escuelas donde se impugne su propia religión! ¡Obligarles a entregar los pedazos de su corazón, cuyas creencias les han impuesto desde la cuna, y a confiarlos a un maestro sin fe, para que se las arranque, sería exigirles la abdicación más cruel de los fueros de la naturaleza, de la maternidad y de la conciencia!113

En la misma edición, unas páginas más adelante, fue publicada la exposición de las señoras de la Nueva San Salvador. La demanda, también dirigida al Soberano Congreso Constituyente, contiene prácticamente los mismos términos que la anterior. Estas señoras refuerzan la importancia de la religión como consuelo en la adversidad y fuerza para controlar las pasiones humanas. Por tanto, demandan: Legislad en nombre y para el pueblo salvadoreño, pueblo en su casi totalidad esencialmente católico. No borréis de una sola plumada lo que alienta al hombre abatido, lo que le sostiene en sus adversidades y le consuela en sus desgracias; no destruyáis ese freno único que detiene a la humanidad en sus desbordes y doma sus pasiones, allí donde el poder humano es ineficaz e impotente, dejad al hombre abismado en el dolor, quebrantado por la suerte y devorado por las pasiones la sola esperanza que le resta, cuando todo lo ha perdido: la religión114.

Especialmente para las mujeres, la religión era el bálsamo que aliviaba los dolores y sufrimientos a lo largo de la vida, la fortaleza que les permitía cumplir con la misión asignada por Dios. Su mundo mismo se anclaba en la religión, Dios seguía siendo su principio y fundamento para la interpretación de la realidad. El proyecto de un Estado laico –y de una sociedad secular- violentaba sus más profundas creencias y amenazaba una identidad que por siglos había estado construida sobre estas bases. En el siguiente cuadro muestro estas ideas a través de los extractos de otras exposiciones de las señoras católicas dirigidas a la Asamblea Constituyente:

“Exposición de las señoras de San Salvador a la Asamblea Constituyente sobre el Proyecto de Constitución”, El Católico…p. 1051. 113

“Exposición de las señoras de la Nueva San Salvador al Soberano Congreso Constituyente”, El Católico, No. 256, 25 de julio de 1886, p. 1057. 114

270

Capítulo IV: El debate sobre la educación femenina, 1883-1889 Cuadro 2. Exposiciones de señoras católicas que demandan educación religiosa. Señoras de San Vicente

Señoras de Mejicanos

Señoras de Tonacatepe que

Señoras de Santa Ana

Señoras de San Pedro Nonualco

“… nos adherimos absolutamente a todas las peticiones, argumentos y protestas expresadas en aquellas exposiciones que las hacemos nuestras, y las presentamos a Vos, íntimamente unidas a nuestras compañeras de la Capital y de la Nueva San Salvador. Bajo esa inspiración indefectible os declaramos, que el ateísmo social, consignado en el Proyecto de Constitución, es no solo un contrasentido, si esa Constitución es para un pueblo religioso y tan religioso como el Salvador, sino un ataque indirecto a sus creencias…”115 “Las infrascritas vecinas de Mejicanos, en su mayor parte casadas y madres de familia, comparecen ante Vuestra Soberanía manifestándoos respetuosamente, que se adhieren en todo a la exposición presentada por las señoras de la Capital, para pediros que sean sancionadas en el estado social, los sagrados derechos que Dios y la naturaleza han concedido a todos los individuos. Si sancionáis la enseñanza oficial laica, es lo mismo que si nos quitaseis la escuela, porque no mandaremos a nuestros hijos.”116 “Tal vez os alarmareis, Honorables Representantes, viendo la debilidad de la mujer que pretende influir en los asuntos de la Nación; pero no dudamos en que considerareis que la misma carencia de fuerzas, es como la motriz de la sensibilidad tan delicada propia de nuestro sexo, la cual nos mueve aún al sacrificio, cuando se trata de lastimar sus fibras del amor a Dios, a la patria y al hogar. Que el Gobierno proteja la Religión propia del Salvador, profesada en su casi totalidad de habitantes, y que las leyes de ilícitos matrimonios e irreligiosa enseñanza para nuestros hijos sean borradas de nuestra Constitución, es lo que os pedimos.”117 “Levantamos nuestra voz para recordaros que vosotros, como nosotras y todo el pueblo salvadoreño, sois esencialmente católicos apostólicos romanos; que es y ha sido siempre la religión de nuestros padres, y que todo el Salvador quiere que sea la de sus hijos; por lo cual, la enseñanza laica obligatoria, tiende a atacar los principios de nuestra religión, es contraria a la voluntad nacional que representáis; es opuesta a los principios liberales que hacéis gala de profesar, porque hace violencia a la libertad de enseñanza y aún a la de cultos, y afectará profundamente la moralidad pública salvadoreña.”118 “No extrañéis que el sexo débil os importune en estas circunstancias solemnes, para exponer ante Vuestra Soberanía; que alarmados nuestros ánimos por el Proyecto de Constitución que habéis dado, no podemos menos que pediros en nombre de la justicia y del derecho que nos asiste… ¿Por qué privar al pueblo salvadoreño del mayor bien que posee, que es su divina Religión, única verdadera, y sobre todo, degradar nuestro sexo que, si reconoce dignidad, lo debe al catolicismo que ha santificado el matrimonio, y restituido a la mujer en su estado civil a digna y perpetua compañera de su esposo? ¿No veis que con esta disposición, nos arrojáis al negro y degradante paganismo?”119

Fuente: elaboración propia a partir de las exposiciones publicadas por el diario El Católico en los meses de julio y agosto de 1886.

115

“Exposición”, El Católico, N° 254, 1 de agosto de 1886, p. 1072.

116

“Exposición”, El Católico, N° 255, 8 de agosto de 1886, p. 1078.

117

“Exposición”, El Católico, N° 255, 8 de agosto de 1886, p. 1080.

118

“Exposición”, El Católico, N° 256, 15 de agosto de 1886, p. 1088.

119

“Exposición”, El Católico, N° 256, 15 de agosto de 1886, p. 1097.

271

Las razones expuestas por las distintas agrupaciones de mujeres dan cuenta de que, en la defensa de la religión, ellas consideraban que se jugaba la defensa de su dignidad pues debían al cristianismo el estatuto de reconocimiento y respeto del que gozaban en la civilización cristiana. ¿Qué sería de ellas en la sociedad secular? A mi parecer, estos reclamos tenían de fondo un elemento fundamental: la moderna civilización ilustrada, que tanto pregonaba la libertad y la igualdad, no les había otorgado reconocimiento ni civil ni político. La identidad de estas mujeres se había constituido a partir del estatus y rol social –limitado a lo doméstico, claro estáreivindicado por el cristianismo. Desde este horizonte habían dotado de significado sus vidas. ¿Cuál sería el rol que jugaría la mujer en la sociedad secular? ¿Sobre qué bases construiría ahora su identidad? En cierta manera se enfrentaban a un cambio que trascendía sus posibilidades de entendimiento desde los marcos en los que habían sido educadas. Esto permite entender las numerosas manifestaciones de las mujeres en contra del proyecto de laicización del Estado. El 15 de agosto de 1886, El Católico publicó otra exposición, esta vez dirigida al presidente Menéndez, de las señoras de San Juan Opico. En el texto, las señoras se quejan de que la Asamblea no había hecho caso alguno de las manifestaciones hechas por sus antecesoras, por ello se dirigen al presidente: … os pedimos que en nuestro nombre hagáis una moción a la Asamblea, haciéndole ver que los deseos del pueblo son principalmente, que se respeten sus creencias religiosas, y que por lo tanto debe evitarse el matrimonio civil y la enseñanza laica. No rehuséis, señor Presidente, a cumplir con nuestro encargo; somos hijas del Salvador, y como tales, tenemos derecho a que nos atendáis120.

La solicitud de las señoras no tuvo el efecto deseado. El 17 de agosto de 1886 fue promulgada la nueva Constitución de la República, y los dos puntos temidos por las señoras católicas salvadoreñas habían sido ratificados:

120

“Exposición”, El Católico, N° 256, 15 de agosto de 1886, p. 1095.

272

Capítulo IV: El debate sobre la educación femenina, 1883-1889 Art. 12. Se garantiza el libre ejercicio de todas las religiones, sin más límite que el trazado por la moral y el orden público. Ningún acto religioso servirá para establecer el estado civil de las personas. Art. 33. La enseñanza es libre: la primaria es además obligatoria. La enseñanza que se dé en los establecimientos costeados por el Estado, será laica y gratuita, y estará sujeta a los reglamentos respectivos121.

Ante la promulgación de la nueva Constitución, el 5 de septiembre, El Católico publicó una nueva exposición. Esta vez fueron las señoras de Chalatenango las que protestaron ante la aprobación de los artículos sobre el matrimonio y la enseñanza laica: … con el más profundo respeto venimos a presentar la formal protesta que hacemos de vuestros actos, al consignar en el código fundamental de la República los artículos 12, 15, 32, 33 y 35, en los cuales se coarta la libertad religiosa, se despotiza la religión Católica, y se prescribe que la enseñanza costeada por el Estado debe ser laica, es decir, exenta en un todo de las máximas y doctrinas del Evangelio, y saturada de ese librecultismo audaz y osado, cuyos frutos, tarde o temprano, tienen que ser desastrosos y funestos122.

Las señoras chalatecas consideraban que la educación era el medio perfecto para el dominio de las conciencias: ellas temían que el liberalismo laicizante impusiera al ciudadano hábitos y principios que corrompían la inteligencia para dominarla en provecho suyo. A juicio de estas mujeres, hacer a un lado la moral y ocuparse solo de las facultades de la inteligencia sería la condena a muerte del alma, “la más afrentosa y detestable de las muertes”. No reconocer la religión Católica como la verdadera y única profesada por los salvadoreños no era progreso, pues “el verdadero progreso no es tiránico, no proteje las pequeñas porciones, no es despótico, es respetuoso, es ordenado, es justo”123. En definitiva, para estas mujeres, el tiránico proyecto liberal les estaba arrebatando la religión, el baluarte sobre el cual habían edificado su identidad. “Constitución Política de la República del Salvador”, Diario Oficial, tomo 21, N° 185, 17 de agosto de 1886, p. 889. 121

122

“Exposición”, El Católico, N° 258, 5 de septiembre de 1886, p. 1109.

123

“Exposición”, El Católico… p. 1109.

273

Esta revisión de los argumentos que los diferentes grupos de mujeres católicas expusieron en sus textos permite hacer varias precisiones. En primer lugar, los escritos muestran otra imagen de mujer católica, distinta a la representación de la mujer ignorante y fanática construida por la prensa liberal más radical. Los textos dan cuenta de la preocupación genuina de estas mujeres, capaces de hacer uso de sus facultades intelectuales para argumentar, con lógica impecable, a favor de la permanencia de la religión católica como elemento cohesionador de la sociedad salvadoreña. Con la lectura de estos textos, se entiende mejor el temor de los liberales anticlericales a la influencia de la mujer religiosa. Podemos imaginar, ¿qué habría pasado si el tema de la educación laica se hubiera sometido a una consulta popular? Muy probablemente hubiera tardado más tiempo en ser ratificada para El Salvador, o no lo habría sido nunca. Pero no es ese el punto que interesa a esta investigación. Lo que quiero destacar es la auto conciencia de estas mujeres que se definen a sí mismas a partir del ideal de la mujer católica. Desde esta identidad se organizaron para defender, en la esfera pública, la causa del catolicismo. El ideal femenino difundido por la prensa católica había sido efectivo. Tanto que este modelo continúa siendo referente de feminidad para una gran parte de mujeres en la actualidad. Unos días más tarde, un editorial en El Católico volvió a situar el ideal femenino del catolicismo: La mujer debe a la religión católica el ser considerada como el ángel de la familia, como la señora del hogar; desde la abyección más profunda, fue elevada por Jesucristo a compartir con el hombre la soberanía del mundo; a ser, no su esclava, sino su compañera, pues al nacer de María, honró en ella para siempre a la mujer, que debe sus más dulces sentimientos de pudor, de dignidad, de pureza, a la religión que la engrandece, y en la que halla consuelo para todos sus dolores, recompensa para todos esos martirios del alma, mas grandes cuanto más ignorados. Débil y suave por carácter, por costumbre, por naturaleza, halla en la religión el valor con que sabe vencer en las grandes pruebas que llenan su vida y su pensamiento. Aunque a veces suele brillar, tiene siempre la vacilante luz de la llama que oscila en la mano de un niño: pero se fortalece por la fe, y por ella alcanza a ver bellísimos horizontes de esperanzas hacia los que avanza serena, olvidando las espinas que hieren sus pies. El hombre puede alguna vez vivir alejado de la religión, llenando sus horas las diferentes ciencias que se disputan el dominio de la razón, y que a veces, no bien

274

Capítulo IV: El debate sobre la educación femenina, 1883-1889 comprendidas, hacen más daño que la ignorancia misma; pero la mujer, ¿en dónde buscaría el apoyo moral que la religión le ofrece? ¿En dónde las expansiones de su corazón apasionado, que vacía, digámoslo así, todos sus sentimientos en una oración ferviente? 124

Para los hombres era suficiente la ciencia, pero el corazón de la mujer, que era todo amor y todo sentimiento, no se colmaba sino con la religión. La religión era parte constitutiva del ser de la mujer, pero sobre todo de la madre. Por eso afirma el mismo texto: Creemos difícil que haya mujeres incrédulas; y de todo punto imposible, que estas mujeres sean madres. En la madre brilla toda la grandeza de la Religión católica. La mujer católica tiene en su misma creencia, en su fe, un manantial inagotable de purísimos consuelos de esperanza, que la alimentan de ilusiones que la sostienen. La que es ferviente católica, la que guarda en el corazón como un tesoro las promesas de la fe, tiene valor en las contrariedades, valor que, como bálsamo divino, cierra en su corazón las heridas, que de otro modo le dejarían muerto y seco para siempre. Por eso, no hay mujeres, al menos entre nosotras (y bendecimos a Dios porque no nos la ha hecho conocer), que no sean religiosas; no tibias, no débiles, sino con un ardor sincero, con una fortaleza tan invencible y tan grande como su fe125.

La campaña de El Católico en favor de la educación religiosa de las mujeres no terminó con la promulgación de la Constitución de 1886. Como no pudieron evitar la aprobación de la educación laica, orientaron los esfuerzos a publicar noticias que reforzaran la necesidad de la educación religiosa. En la edición del 27 de marzo de 1887 se publicó esta noticia: Leemos en “El Eco de la Religión” la siguiente noticia, entre varias que comunica de esta República. La Señorita Antonia Castro, de reconocida competencia y virtud, dirige con muy buenos resultados en el mismo pueblo de Chalchuapa una acreditada escuela católica de niñas, a la que concurren las del vecindario, dejando casi desierta la nacional, por faltarle la enseñanza religiosa. Esto, que sucede necesariamente en todos los pueblos del mundo cuyas familias son religiosas, sucede más generalmente en el Salvador, donde todos son tan católicos y todos conocen tan claramente la prohibición hecha por la

124

“La mujer católica”, El Católico, N° 259, 12 de septiembre de 1886, p. 1117.

125

“La mujer católica”, El Católico… p. 1117.

275

Iglesia a los fieles, de mandar sus hijos a los establecimientos que no enseñan o impugnan la religión126.

En efecto, hay que enfatizar que el clero católico sí había prohibido a sus feligreses enviar a sus hijos a los establecimientos públicos. El 22 de mayo de 1887, El Católico publicó una nueva Carta Pastoral sobre la educación cristiana, escrita por Miguel Vecchiotti (quien fuera redactor de La Verdad en 1872 y fundador de las Sociedades de Señoras para los Intereses Católicos en1881), canónigo penitenciario de la Catedral y Vicario Capitular de San Salvador. La Pastoral describe los “horrores de la inmoralidad de toda educación atea” y recuerda las directrices de la Iglesia: Para evitar estos gravísimos males, el Vicario de Cristo, Pastor vigilante de todo el rebaño cristiano, ha levantado muchas veces su voz, recordando y encareciendo a los padres de familia el estricto deber de conciencia, que tienen de educar a sus hijos en la doctrina y práctica de la religión, y de apartarlos de los establecimientos donde no se da dicha educación127.

En la misma carta, Vecchiotti hace memoria de una circular que el finado Obispo Cárcamo había publicado el 7 de agosto de 1880, justo quince días después de que Antonio J. Castro emitiera la famosa Circular Ripalda, donde se prohibía la enseñanza del catecismo cristiano en las escuelas oficiales. Vecchiotti reprodujo textualmente las disposiciones del Obispo e insistió en dos temas: por un lado, el deber de los padres de instruir a sus hijos en la doctrina cristiana; y por el otro, en apoyar a sus respectivos párrocos en la organización de las escuelas parroquiales. Se exhortaba a las familias a que sus hijos tuvieran un aprendizaje de conocimientos y al mismo tiempo aprendieran la fe, conservaran la inocencia, practicaran los deberes religiosos, se acostumbraran a la virtud, dominaran sus pasiones y crecieran en religiosidad 128. Esta “Aprecio de los salvadoreños por la enseñanza religiosa”, El Católico, N° 287, 27 de marzo de 1887, p. 98. Las cursivas están en el original. 126

“Pastoral del M. I. Sr. Vicario Capitular del Salvador sobre la Educación Cristiana”, El Católico, N° 295, 22 de mayo de 1887, p. 49. 127

“Pastoral del M. I. Sr. Vicario Capitular del Salvador sobre la Educación Cristiana”, El Católico… p. 49. 128

276

Capítulo IV: El debate sobre la educación femenina, 1883-1889 idea se concretó en septiembre de 1891, cuando el presbítero José Antonio Aguilar, secretario del obispo, envió una circular dirigida a todos los párrocos: El Ilustrísimo y Reverendísimo señor Obispo, deseando organizar escuelas parroquiales en toda la Diócesis con el objeto de perfeccionar la educación cristiana de los niños, ha establecido una Junta eclesiástica, para entender en todo lo relativo a este ramo; y además ha dispuesto, que los señores Párrocos informen al Secretario de la misma Junta sobre los puntos siguientes: 1º Cuántas escuelas privadas en que se enseña la doctrina cristiana hay en su parroquia, su estado actual y las mejoras de que sean susceptibles. 2º Si pueden establecerse en los lugares donde no las hay; si tienen o pueden conseguir algún edificio aparente para esto; si tienen algunos fondos, o muebles o útiles para escuela, y qué es lo que falta. El Ilustrísimo Prelado, convencido de que la educación religiosa de los niños es una de las necesidades más urgentes de la Diócesis, encargará a todos los señores Curas tomen el mayor interés en prestar su cooperación a la fundación de las escuelas parroquiales, en las cabeceras y filiales de sus parroquias, a fin de sistemar y de ampliar una obra de tanta gloria para Dios y de tanto bien para las almas129.

No es objetivo de este trabajo dar seguimiento a la estrategia de resistencia del catolicismo a la escuela laica. Lo que me interesa enfatizar en este trabajo es que, si bien en términos constitucionales el proceso de laicización de la educación salvadoreña fue exitoso, en el ámbito simbólico y cultural no lo fue tanto. Las mujeres católicas vieron más amenazas que oportunidades en la apuesta educativa ofrecida por los gobiernos dominados por el liberalismo radical. Estas mujeres no se opusieron a la instrucción femenina sino a la falta de educación religiosa en una sociedad cuya unidad y orden había descansado sobre estas bases por varios siglos. Pese a la oposición, la administración de Francisco Menéndez dio continuidad a la transformación de la educación femenina impulsada por el liberalismo de corte laicizante iniciado por Santiago González y Rafael Zaldívar. Sin embargo, a partir de 1887 el debate sobre la educación de las mujeres perdió fuerza al menos por dos razones. Por un lado, la educación laica había sido aprobada constitucionalmente en 129

“Circular Eclesiástica”, El Católico, N° 488, 4 de octubre de 1891, p. 3.

277

1886, y no había ya posibilidad de revertirla, por otro, la postura del catolicismo se orientó a promover la difusión de la religión católica a través de la fundación de escuelas parroquiales y el apoyo a los colegios privados donde, si bien se ofrecía la instrucción intelectual, también se garantizaba la educación religiosa. Esto se verá con mayor detalle en la siguiente sección. 3. Hacia nuevos horizontes abiertos por la instrucción intelectual Si las mujeres católicas se habían opuesto radicalmente a la laicización del Estado y la educación, las jóvenes que se estaban formando en las instituciones educativas estatales luchaban contra los prejuicios para abrirse paso en horizontes más amplios que el recinto doméstico. En este último apartado, me interesa destacar la percepción que hay en los impresos sobre los logros de las mujeres en la educación secundaria y superior. Aunque ya en este período no se observa la intensidad de discusiones que se observó en los períodos anteriores, todavía se percibe con claridad la diferencia de posturas entre el pensamiento del liberalismo radical y el del católico. 3.1 Más mujeres en secundaria En septiembre de 1886, el Diario Oficial informó sobre los exámenes realizados en el Colegio de Señoritas de Santa Ana, dirigido por la señora Olga de Lusky. La comisión examinadora estuvo integrada por José Escudero y Raimundo Lara: El 20 a las 8 a.m. comenzaron los ejercicios con el examen de la sección 5ª compuesta por las señoritas que hacen el tercer curso de CC y LL; y sostuvieron con lucimiento toda la Aritmética, hasta ecuaciones de segundo grado en Algebra, y hasta líneas proporcionales en Geometría, satisfaciendo a todas las preguntas que se les dirigieron, y resolviendo los problemas que les fueron propuestos. Acto continuo se presentaron las señoritas de la sección 4ª, compuesta por las alumnas que hacen el primer curso de CC y LL, y de otras que no lo siguen; y fueron examinadas hasta razones y proporciones en Aritmética; en Gramática Castellana, en Analogía y Ortografía, notándose también que hay bastante aprovechamiento en dicha sección130.

“Informe sobre dichos exámenes”, Diario Oficial, tomo 21, N° 217, 24 de septiembre de 1886, p. 1070. 130

278

Capítulo IV: El debate sobre la educación femenina, 1883-1889 Tres meses más tarde, el Diario Oficial publicó el listado de las calificaciones obtenidas por las señoritas examinadas en el Colegio de Santa Teresa131: Cuadro 3. Calificaciones obtenidas por alumnas del Colegio de Santa Teresa en los cursos de Ciencias y Letras. Notas Primer curso 3 -Trinidad Caminos sobresalientes -Enriqueta Bonilla -Mercedes Bonilla -Luz G. Gallo -Antonia Mendoza -Concepción Jule -Concepción Amaya -Virginia Suárez -Dolores Batres -Dolores Valdés -Carmen Alvarado -Olivia Ungo -Guadalupe Palomo 2 -Manuela Vega sobresalientes -Josefa Cuéllar y un bueno -Aurelia García -Mercedes Carranza -Rosalía Cardona -Elena Choto -Carmen León -María Esteves -María Orellana -Isabel Córdoba 3 buenos -Isabel Velasco -Dolores Castellanos -Mercedes Batres -Clara Castro -Clotilde Suárez -Socorro Castellanos -Virginia Ambrogi -Enriqueta Valdés -María Rivas -Ángela González -Elena Morales

Segundo curso -Trinidad Caminos -Enriqueta Bonilla -Mercedes Bonilla -Luz G. Gallo -Antonia Mendoza -Concepción Amaya -Virginia Suárez

Tercer curso -Trinidad Caminos -Enriqueta Bonilla

Cuarto curso -Trinidad Caminos -Enriqueta Bonilla

-Concepción Jule

-Mercedes Bonilla -Luz G. Gallo -Antonia Mendoza -Concepción Amaya -Virginia Juárez -Concepción Jule

-Mercedes Bonilla -Luz G. Gallo -Antonia Mendoza

-Dolores Batres

-Dolores Batres

-Concepción Amaya -Virginia Suárez

Fuente: elaboración propia a partir del listado publicado en el Diario Oficial, Tomo 21, No. 282. 9 de diciembre de 1886 p. 1302

“Lista de las Señoritas que han ganado cursos en la facultad de Ciencias y Letras, y calificaciones que han obtenido en el Colegio de Santa Teresa”, Diario Oficial, n.º 282, 9 de diciembre de 1886, p. 1302. 131

279

Si bien se observa que no todas las que se examinaron en primer curso lo hicieron en los siguientes, el cuadro refleja que el estudio de los cursos de secundaria seguía ganando terreno entre las señoritas. Ese mismo año, en la Universidad, Angelina Cañas y Antonia Navarro se examinaron en el tercer y cuarto curso de Ciencias y Letras, respectivamente. Ambas encabezan el listado de sus cursos por haber obtenido la nota máxima: tres sobresalientes. En el mismo informe se da cuenta de la aprobación unánime del Bachillerato en Ciencias y Letras de la señorita María Antonia Navarro132. Además de los cursos de Ciencias y Letras, algunas alumnas habían obtenido también su diploma en el ramo de la enseñanza. Tal es el caso de las alumnas Trinidad Caminos y Enriqueta Bonilla a quienes el jurado les concedió el diploma de Maestras de Enseñanza Elemental Secundaria. Las alumnas Mercedes Bonilla, Luz G. Gallo, Antonia Mendoza, Concepción Amaya, Concepción Jule, Virginia Suárez y Dolores Batres, todas estudiantes del Colegio de “Santa Teresa”, recibieron el diploma de Enseñanza Elemental Primaria133. El historiador Héctor Lindo-Fuentes señala que los gobiernos liberales enfatizaron la educación como herramienta para la formación de las élites, particularmente en el nivel de secundaria. Lindo-Fuentes afirma que “en El Salvador nunca se gastó más del 5% del presupuesto en escuelas y maestros durante el siglo XIX”134. Sin embargo, este dato parece no tomar en cuenta que el presupuesto general de la República, publicado en el Diario Oficial de noviembre de 1886, da cuenta de que, al menos ese año, la erogación de la cartera de Instrucción Pública ascendió al 11.20% del gasto nacional contemplado en 2,216,684 pesos135. De los 248,400 pesos asignados

“Ciencias y Letras, examinados en la Universidad”, Diario Oficial, tomo 22, N° 10, 12 de enero de 1887, p. 43. 132

133

“Señor Ministro de Instrucción Pública”, Diario Oficial, tomo 22, N° 12, 14 de enero de 1887, p. 57.

Héctor Lindo-Fuentes, La economía de El Salvador en el siglo XIX, Concultura, San Salvador, 2006, p. 122. 134

“Ley de presupuesto para 1886”, Diario Oficial, tomo 21, N° 264, 18 de noviembre de 1886, pp. 1198-1209. 135

280

Capítulo IV: El debate sobre la educación femenina, 1883-1889 al ramo, el gasto en los Colegios de Señoritas (segunda enseñanza) y los Institutos de Secundaria ascendía a 59,196 pesos, un 23.8% del gasto total de la cartera. La asignación presupuestaria a los Colegios de Señoritas incluía salarios de directoras, profesores, gastos ordinarios y de secretaría. También incluía las subvenciones otorgadas a algunos colegios privados y el apoyo que el gobierno otorgaba a algunas estudiantes del Bachillerato, como es el caso de Angelina Cañas (la alumna privada de Juan Barberena) y de Margarita Maltez. En el caso de los Institutos de Secundaria, el presupuesto incluía salarios de director y profesores, gastos de mantenimiento de edificio y de secretaría. El siguiente cuadro compara las partidas asignadas a los colegios de señoritas y a los institutos de secundaria. Cuadro 4. Gastos del Estado en los Colegios de Señoritas y en los Institutos de Secundaria136 Colegios de Señoritas Colegio Normal de Señoritas Liceo de Santa María Colegio de Santa Ana Colegio en Santa Tecla Colegio en Ahuachapán Colegio en San Miguel Colegio de las Hermanas de la Caridad en Santa Ana Colegio de Niñas en Ilobasco Colegio de Niñas en Chalchuapa Colegio de Niñas en Suchitoto Señorita Margarita Maltez Señorita Anjelina Cañas Total para los Colegios de Señoritas: Institutos de Secundaria Instituto de Oriente Instituto Central Instituto de Occidente Total para los Institutos de Secundaria Total de gastos en segunda enseñanza

Monto 12, 144 2, 220 2,100 2,640 1,440 1,200 1,200 600 600 720 360 240

Total

22,944 11, 844 12, 564 11, 844 36, 252 59, 196

Fuente: elaboración propia a partir de la Ley de presupuesto para 1886 publicada en el Diario Oficial, 18 de noviembre de 1886, partidas N° 57, 58, 59 y 60, pp. 1199-1200.

“Partida N° 60 Colegios de Señoritas”, Diario Oficial, tomo 21, N° 264, 18 de noviembre de 1886, p. 1200. 136

281

Como se observa en el cuadro, la administración de Francisco Menéndez mantuvo la política de estímulo a la educación secundaria femenina, no solo a través de la subvención de los colegios privados sino, incluso, en apoyo a estudiantes particulares como Margarita Maltez y Anjelina Cañas. La Ley Reglamentaria de Institutos de 2ª enseñanza, modificada en abril de 1887, mantuvo los mismos lineamientos de la ley promulgada en 1886 en cuanto a la política de exoneración de pago para aquellas mujeres que desearan cursar estudios de secundaria: Art. 47º Las señoritas que se propongan ganar cursos en la instrucción secundaria, no pagarán matrícula ni derechos de examen; pero la Dirección del establecimiento llevará el correspondiente libro de inscripciones137.

Los aranceles establecidos se mantenían en 3 pesos por matricular un curso; 2 pesos por cada examen; y 15 pesos por el grado de Ciencias y Letras. La normativa para aquellos colegios particulares que desearan la validez de los estudios de instrucción secundaria se mantuvo con los mismos requisitos establecidos en el reglamento de 1886: presentar solicitud al Ministerio de Instrucción Pública; matricular a los alumnos en el Instituto Nacional correspondiente; y remitir cada dos meses informes sobre la marcha y progresos del establecimiento. Uno de los cambios más importantes introducidos por la nueva legislación fue la reducción de seis a cinco cursos para el estudio de Ciencias y Letras. El otro cambio, tal y como sugirieran los redactores del diario La Discusión en mayo de 1880, fue la introducción de la materia de filosofía. En resumen: la nueva ley de enseñanza secundaria ordenó progresivamente los estudios en cinco cursos; abrió la posibilidad de cursar estudios secundarios en establecimientos privados; y mantuvo la exoneración a las mujeres del pago de matrícula y exámenes de los cursos de Ciencias y Letras. De alguna manera, este ordenamiento estimuló la presencia femenina en la secundaria y a la continuidad de una

“Ley Reglamentaria de Enseñanza Secundaria”, Diario Oficial, tomo 22, N° 96, 27 de abril de 1887, p. 501. 137

282

Capítulo IV: El debate sobre la educación femenina, 1883-1889 formación intelectual. El siguiente cuadro muestra el nuevo plan de estudios de la enseñanza secundaria: Cuadro 5. Plan de estudios de la enseñanza secundaria Primer año -Gramática Castellana (analogía y sintaxis) -Francés -Aritmética -Cosmografía -Nociones de geografía física.

Segundo año -Gramática Castellana, (ortografía y prosodia) -Geografía descriptiva, comprendiendo la de CentroAmérica -Francés -Álgebra -Nociones de Historia Natural

Tercer año -Historia antigua y media -Historia de Centro-América -Inglés -Geometría plana y del espacio -Elementos de Mecánica y Física

Cuarto año -Historia moderna -Inglés -Psicología y lógica -Química inorgánica -Nociones de la orgánica

Quinto año -Ética -Gramática general y Retórica -Historia de la Filosofía -Nociones de Fisiología e Higiene.

Fuente: elaboración propia a partir de la Ley Reglamentaria de enseñanza secundaria publicada en el Diario Oficial, tomo 22, N° 96, 27 de abril de 1887, p. 501.

Por su parte, El Católico mantuvo siempre la postura de sospecha con relación a la formación intelectual de las mujeres. Varios de sus textos continuaban reivindicando que la primera misión de las mujeres era la de ser madres y educadoras. Si bien se reconocía la necesidad de desarrollar su inteligencia e instrucción, advertían del peligro de caer en el exceso. El trabajo intelectual, en vez de abonar a su misión fundamental, produciría desconcierto y desequilibrio. Muestra de ello es que, justo en abril de 1887, publicaron un artículo titulado “El papel de la mujer en la sociedad”. En el texto se advertía “sobre los peligros que corre la salud de las jóvenes por la sobrada multitud de estudios a que se las aplica”138. El artículo, publicado originalmente en el periódico Le Siecle139, afirma que en Inglaterra, en 1882, de 183 preceptores que habían perdido la razón, ciento cuarenta y cinco eran mujeres, y afirma que: “Las mismas proporciones,

138

Alberto Dethez, “El papel de la mujer en la sociedad”, El Católico, N° 290, 17 de abril de 1887, p. 14.

Periódico político, literario y de economía, editado en Paris. Se publicaba desde 1836. Ver: “Le Siécle” en Gallica blbliotheque numérique, disponible en: http://gallica.bnf.fr/ark:/12148/cb32868136g/date.langES 139

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poco más o menos, se han observado en América, donde las doctoras proporcionan un contingente enorme a la enajenación mental”. ¿La razón de la enajenación? El exceso de instrucción, dice Dethez: Si la mujer tiene derecho a la instrucción, si ha sido útil y necesaria una reacción contra el viejo prejuicio que la condenaba a la ignorancia, importa muchísimo no dejarse arrastrar al exceso contrario, y tener en cuenta las diferencias puestas por la naturaleza entre el hombre y la mujer. Esta tiene ya trazado su papel en la sociedad. Debe ser esposa y madre inteligente, instruida y sobre todo bien educada. Pues bien, la primera condición para satisfacer a sus deberes de madre y educadora, es la de tener el espíritu bien equilibrado. El exceso de trabajo intelectual no conduce siempre a la locura, pero conduce casi siempre al desconcierto. Ahora bien, la vida moderna, con sus necesidades y accidentes, produce bastantes desconcertados; guardémonos pues de aumentar sistemáticamente su número140.

Es importante destacar un cierto avance en el pensamiento católico manifestado en este texto. Aunque advirtieran sobre los peligros de una excesiva instrucción intelectual, reconocían la necesidad de luchar contra el viejo prejuicio que condenaba a la mujer a la ignorancia. Sin embargo, si se aceptaba la necesidad de instruir a las mujeres era siempre con la finalidad de desempeñar mejor su papel de madre y educadora. Un mes después, el Diario Oficial publicó un editorial donde se hacía mención de los logros del gobierno de Menéndez con relación a la instrucción pública. El redactor todavía señala algunas de las oposiciones que enfrentaba esta tarea: … cuantos gimen bajo las brumas de la ignorancia son los más refractarios a la civilización y a las provechosas reformas. El Gobierno ha palpado prácticamente tales oposiciones, y en su anhelo de introducir mejoras en los distintos ramos que le están encomendados, más de una vez se ha visto contrariado por espíritus sistemáticos que encuentran el apoyo de su oposición en la falta de instrucción de las masas, que son crédulas por naturaleza y que no alcanzan a desentrañar el verdadero fondo de las cosas. En cuanto a la difusión de las luces, consiste el mayor empeño de la actual Administración en mejorar la Instrucción Pública, imprimiéndole el carácter generalizador y liberal que a la fecha tiene en todos los países civilizados: crea y

140

Alberto Dethez, “El papel de la mujer en la sociedad”, El Católico, N° 290, 17 de abril de 1887, p. 14.

284

Capítulo IV: El debate sobre la educación femenina, 1883-1889 multiplica planteles de primera enseñanza: mejora los existentes: funda centros de instrucción secundaria; y procura el mejor arreglo y manejo de la profesional…141

Al parecer, la normativa creada para motivar los estudios secundarios de las mujeres estaba dando resultados. En mayo de 1887, El Católico publicó una noticia en la que se informaba que el Colegio de Santa Teresa había ampliado su edificio para recibir más alumnas: Felicitamos al Colegio de Señoritas de Santa Teresa por tan importante adquisición, pero felicitamos preferentemente a las familias deseosas de una perfecta educación, científica y moral para sus hijas, pues este establecimiento se las proporcionará sino los peligros, gastos y sacrificios necesarios antes para ir a buscarla en Europa o en los Estados Unidos… pero en lo que la Señorita Directora pone su mayor esmero, es en la parte religiosa y moral de la educación, sin la cual, muy poco o nada valen los conocimientos científicos, principalmente en la mujer… en este plantel, la ilustración de la inteligencia y la formación del corazón marchan en el perfecto paralelismo que se necesita, para encarrilar a las señoritas salvadoreñas sin peligro de desviarse…142

El Colegio de Santa Teresa se había convertido, hacia 1888, en el referente de la educación secundaria femenina para las familias católicas de la élite. Según una noticia publicada en El Católico, las principales familias daban preferencia a este colegio “no solo por su sistema de enseñanza, la amplitud de sus programas y la perfecta disciplina de su reglamento, sino también y mucho más, por su esmerada educación religiosa que da a sus alumnas y que es su carácter principal”143. El prospecto del colegio, preparado por la directora, Laura Hall, señalaba que: Comprendiendo toda la vital importancia que, en la educación de la mujer tienen la religión y la moral, así como las buenas maneras y las mejores formas sociales, mis esfuerzos son dirigidos con atención preferente a obtener en este punto los más satisfactorios resultados. Creo un deber velar con sumo cuidado que la educación 141

“Instrucción Pública”, Diario Oficial, tomo 22, N° 117, 21 de mayo de 1887, p. 641.

142

“Colegio de Santa Teresa”, El Católico, N° 294, 15 de mayo de 1887, p. 46. La negrilla es mía.

143

“El Colegio de Santa Teresa”, El Católico, N° 315, 22 de enero de 1888, p. 25.

285

religiosa de las niñas sea fundamental, y no una cosa accesoria o secundaria, para librarlas del excepticismo, del materialismo y del ateísmo; pues estoy segura que la educación religiosa es el alma de la educación popular. En el plan de estudios se incluye: prácticas ordinarias de piedad cristiana, texto de la doctrina cristiana en todos sus dogmas y preceptos, culto y disciplina, principios y máximas de la religión. Se ofrece una enseñanza que abraza todos los ramos a los que se extendía la educación de la mujer en ese momento, con aplicación de los métodos de lecciones objetivas y prácticas144.

Las clases de religión se establecían según los grados del establecimiento para que su enseñanza fuera progresiva. Además de los elementos del catolicismo y el Catecismo de la Diócesis, se enseñaba también toda la doctrina católica sobre el dogma, la moral y el culto, razón por la cual, los redactores de El Católico recomendaban a los padres de familia colocar a sus hijas en este colegio145. De hecho, los exámenes del colegio eran presididos por una comisión de la que el presbítero José Antonio Aguilar, redactor y editor responsable de El Católico, formaba parte146. El colegio continuaba otorgando los diplomas de profesoras para primera y segunda enseñanza147, y su crecimiento refleja el posicionamiento que había logrado la enseñanza secundaria femenina para este momento. Pese a las dificultades presupuestarias, también el Colegio Normal de Señoritas incrementaba su matrícula a tal punto de anunciar en el mes de febrero de 1889, que “siendo sumamente crecido el número de las alumnas que han ingresado a la Escuela Normal de Señoritas, y no cabiendo más, se pone en conocimiento del público que desde esta fecha queda suspendida la admisión de pensionistas internas en dicho establecimiento”148. De alguna manera, este Colegio se había convertido también en un

144

“El Colegio de Santa Teresa”, El Católico… p. 25. La negrilla es mía.

145

Ver: “El Colegio de Santa Teresa”, El Católico, N° 365, 6 de enero de 1889, p. 6.

146

“Informe sobre el Colegio de Señoritas de Santa Teresa”, El Católico, N° 367, 20 de enero de 1889, p.

1. 147

“Colegio de Santa Teresa”, El Católico, N° 410, 17 de noviembre de 1889, p. 2.

148

“Escuela Normal de Señoritas”, Diario Oficial, tomo 26, N° 51, 28 de febrero de 1889, p. 242.

286

Capítulo IV: El debate sobre la educación femenina, 1883-1889 espacio de formación académica y de inserción laboral para las jóvenes que venían de todos los departamentos del país, y sus graduadas irían a servir a las escuelas primarias de niñas, tanto de primera como de segunda enseñanza. El mantenimiento de este Colegio no había estado exento de dificultades. El Diario Oficial da cuenta de las resistencias de los gobiernos municipales a mantener a las bequistas. En junio de 1887, las municipalidades publicaron un comunicado donde señalaban que era inconstitucional el hecho de que el Estado dispusiera de sus fondos para cubrir los gastos de las bequistas por dos razones: primero, porque atentaba contra la autonomía de los municipios; segundo, porque si se cobraba a los municipios, la educación no era gratuita como establecía la constitución149. A este comunicado, el Diario Oficial contestó con un texto en el que aclaraba la concepción de gratuidad de la educación que manejaba el gobierno de Menéndez: A pesar de tal insistencia, nosotros continuamos creyendo que la instrucción no deja de ser gratuita porque las Municipalidades contribuyan al sostenimiento de las bequistas que se educan por sus respectivos distritos; porque si es cierto que los Municipios son un institución independiente, y que tal carácter es para ellos esencial bajo el sistema republicano, no por eso dejan de ser partes integrantes y constitutivas del Estado, que en último análisis, viene a ser física y administrativamente el conjunto de todos los Municipios. La falta de justicia de este cargo es todavía más manifiesta cuando se considera que tal contribución impuesta a los Municipios es en cambio de beneficios que solo a ellos aprovecharán. En el Colegio Normal de Señoritas se forman profesoras que al ser tituladas irán a prestar sus servicios a los respectivos distritos de su procedencia… quienes disfrutarán de las ventajas que de esto puede derivarse, son los habitantes de dichos distritos150.

Sin embargo, para julio de 1887, solamente 9 de los 14 departamentos habían cumplido con el pago correspondiente151. Esta disputa entre las municipalidades y el “Comunicado. La independencia de los Municipios y el Diario Oficial”, El Pabellón Salvadoreño, N° 32, 4 de junio de 1887, p. 2. El propietario era Carlos Bonilla. 149

“La contribución de las Municipalidades y la independencia de estas corporaciones”, Diario Oficial, tomo 22, N° 130, 6 de junio de 1887, p. 706. 150

“Cuadro de ingresos y erogaciones de la Tesorería Específica del Colegio Normal de Señoritas en el primer semestre del corriente año”, Diario Oficial, tomo 23, N° 164, 15 de julio de 1887, p. 886. 151

287

gobierno central muestra la falta de visión a largo plazo de algunas de las autoridades locales con respecto a la inversión en la formación de las normalistas, sobre todo sabiendo que de esta formación dependía el fortalecimiento de las escuelas primarias. Pese a todo, en noviembre de 1889, el periódico La Unión152 publicó un editorial sobre los frutos de la educación femenina, impulsada por el gobierno de Menéndez. El editorial centró su atención en La Escuela Normal, en ese momento dirigida por la señora Rafaela de Alarcia y la señorita Salvadora Hernández. Durante el acto de distribución de certificados, 20 señoritas recibieron el diploma de enseñanza superior y 2, el de enseñanza media. El Ministro de Instrucción Pública, Julio Interiano, reconoció que: El Salvador, cuenta ahora con nuevas profesoras, nuevos elementos de progreso, que pronto harán sentir su benéfica influencia. (…) Venturoso país aquel en el que, como en el Salvador, crece tan lleno de vida el grandioso árbol de la instrucción. 153

Durante la velada de la distribución de premios, la señorita María Salazar pronunció un discurso que, a mi parecer, es una síntesis que refleja lo que para las estudiantes significó el acceso a la instrucción intelectual: Atravesamos una época de renovación universal para la humanidad, y en el movimiento impulsivo de las modernas sociedades, los elementos se vivifican, renuevan o cambian la posición que tenían en el organismo de la vieja sociedad. La mujer, señores, ángel del hogar, es sin duda uno de esos elementos que más han ganado con la dislocación del antiguo edificio social. Ha sido restaurada en los sagrados derechos por que tanto abogó el divino mártir del calvario. Y esta restauración solo ha podido hacerse llamándola a participar del pan de la verdad, luz y alimento del humano espíritu, para completar su personalidad, antes esclava más que de la debilidad ingénita a su complexión, de los errores y vacíos del sistema de educación a que se le sometía.154

Publicación diaria de carácter semioficial cuyo editor responsable era Rubén Darío. El ejemplar suelto valía 6 centavos. 152

153

“Escuela Normal de Señoritas y Anexo”, La Unión, No. 16, 26 de noviembre de 1889, p. 1.

154

“Escuela Normal de Señoritas y Anexo”, La Unión… p. 1.

288

Capítulo IV: El debate sobre la educación femenina, 1883-1889 La señorita Salazar señala que la mujer había ganado con la “dislocación del antiguo edificio social”. La percepción de esta alumna de la Escuela Normal permite constatar la continuidad de una visión educativa impulsada por tres gobiernos distintos. A mi juicio, esta visión permitió que en 1889, una mujer salvadoreña se convirtiera en la primera ingeniera centroamericana, hecho al que dedicaré la última sección de este apartado. 3.2 Antonia Navarro, la primera ingeniera salvadoreña Es posible que para quienes realicen una evaluación cuantitativa del avance de la educación superior femenina en El Salvador del siglo XIX, la graduación universitaria de una mujer no signifique nada. Sin embargo, desde la perspectiva de la historia de las ideas, este hecho tiene una profunda relevancia: lo que se dijo –o no se dijo- sobre el mismo me permite cerrar el análisis del debate sobre la educación femenina, sostenido por más de quince años. A este tema dedicaré las últimas páginas de este capítulo. La memoria de la Universidad Nacional correspondiente a 1887 publicó los listados de los examinados en los cursos de las diferentes facultades. En el listado figuran Concepción Mendoza y Antonia Navarro, aprobadas en el primer curso en la facultad de Medicina e Ingeniería, respectivamente155. De Concepción Mendoza se sabe que en 1889, el Ministro de Instrucción Pública, Julio Interiano, emitió un acuerdo en el que se le dispensaba del derecho de examen, correspondientes a los cursos de 3º y 4º de la facultad de Medicina y Cirugía156. Hasta este momento no he podido encontrar más información sobre la culminación de sus estudios. De Antonia Navarro, en cambio, hay constancia que se graduó como ingeniera topógrafa el 20 de septiembre de 1889. Me detengo a profundizar en este hecho.

“Memoria leída por el Secretario de la Universidad Nacional, Doctor, J. Antonio Sol, en el acto de la solemne apertura de las clases, el día 1º de enero de 1889”, Diario Oficial, tomo 24, N° 12, 14 de enero de 1888, p. 50. 155

156

“Señor Rector de la Universidad”, La Universidad, N° 3, septiembre de 1889, p. 117.

289

En julio de 1889, el Consejo de Instrucción Pública157 solicitó al Ejecutivo la dispensa del pago de los derechos de examen de graduación para Antonia Navarro. La solicitud fue aprobada a través del Ministro de Instrucción pública, Julio Interiano: El poder Ejecutivo acuerda: aprobar la disposición del Consejo Superior de Instrucción Pública en que se dispensan a la señorita Antonia Navarro los derechos de examen correspondientes al tercer curso y doctoramiento en la facultad de ingeniería. Lo que tengo el honor de comunicar a U. para los efectos de ley suscribiéndome su atento servidor, Julio Interiano158.

El 12 de septiembre de 1889, el periódico semanal Municipio Salvadoreño anunció la graduación de la señorita Navarro con un largo texto en el que destacaba el hecho como un triunfo ante aquellos que se empeñaban en mantener a las mujeres en un estado de ignorancia, sujetas al hogar doméstico. El redactor del diario, Belisario Calderón (quien había sido director del diario La Palabra y entusiasta por la participación de las mujeres en las letras), escribe: Ignoramos si en la historia de las universidades del mundo de Colón ni aún del viejo continente se registre el nombre de una profesora en la facultad de Ingeniería topográfica; pero sí sabemos que en breve cabrá a las páginas de la instrucción pública del Salvador la honra legítima de presentar en el campo de las letras el nombre de la cuscatleca señorita Antonia Navarro, adornada con aquel título, ejecutoria nobilísima que le conquistará nuevos y distinguidos merecimientos en el concepto social, al influjo de su inteligencia e inquebrantable dedicación, que, apoyadas por los empeños de una madre cariñosa, han triunfado sobre las preocupaciones y escarnios de los partidarios porque la mujer permanezca en el estado de ignorancia que la ha tenido sujeta a la oscuridad del hogar doméstico. Hoy, pues, ha sufrido derrota la aberración de los que opinan porque la hermosa criatura del Supremo Hacedor no debe traspasar los lindes de la familia para lucir sus dotes en la región ilimitada de la ciencia. El 21 de este mes la señorita Navarro sufrirá el examen requerido, en nuestra Universidad nacional, en el que sostendrá que La luna de El Consejo de Instrucción Pública estaba conformado por: Francisco G. de Machón, rector de la Universidad; Ramón García, consejero por la facultad de Medicina y Cirugía; Juan María Villatoro, consejero por la facultad de Jurisprudencia; Manuel Cisneros, consejero fiscal; Daniel Palacios, consejero suplente. El Decano de Ingeniería era Santiago Barberena (masón). Alberto Sánchez fungía como vocal de la Junta Directiva de la facultad de Ingeniería. Ver: “Personal de la universidad. Consejo Superior de Instrucción Pública”, La Universidad, N° 4, enero de 1890, p. 135. 157

158

“Palacio Nacional: San Salvador, agosto 31 de 1889”, La Universidad, julio de 1889, p. 78.

290

Capítulo IV: El debate sobre la educación femenina, 1883-1889 las mieses es un fenómeno ilusorio para nosotros y para la mayor parte de los habitantes de los países de la tierra, según la tesis correspondiente que nuestra incompetencia nos impide juzgar. Éxito completo auguran los conocimientos de la futura doctora al acto público, que solemnemente celebrará la familia de la señorita Navarro, para que en él sean coronados de modo digno los esfuerzos de la que muy luego dejará el banco del estudiante para formar en el número de los académicos159.

Para la época en que Antonia Navarro se graduó de ingeniera, otras mujeres ya habían incursionado en el campo de la ciencia en otras latitudes. De hecho, la revista La Universidad, de la cual seguramente Navarro era lectora, publicó en junio de 1889 un artículo sobre la astrónoma norteamericana María Mitchell 160. Sin embargo, la opción por la ciencia no estaba exenta de dificultades, especialmente para las mujeres. Antonia Navarro tuvo que enfrentarse a los prejuicios sociales propios de esta época de cambios. En su tesis doctoral, ella misma da cuenta de este imaginario social en torno a la formación científica de la mujer: Al emprender la carrera de la Ingeniería no me han arredrado las ridículas preocupaciones de que, por desgracia, participa una considerable parte del público; pero sí sentía una natural desconfianza de mis débiles fuerzas al penetrar en el escabroso campo de las Matemáticas Superiores161.

Apreciación que fue confirmada por Alberto Sánchez, profesor suyo: Sucedió que muchos criticaron su vocación, y la criticaron porque no comprendían a donde se dirijía. Faltos de conocimientos, en una completa ignorancia respecto de los estudios matemáticos, quizá creyeron que su primordial objeto sería la medición de terrenos o cualquier otro trabajo de ferro-carriles o de hidráulica; trabajos que, bien considerados, no son más que verdaderos oficios, puesto que solo son la simple aplicación de las teorías 159

“Una ingeniera”, Municipio Salvadoreño, N° 27, 12 de septiembre de 1889, p. 3.

La Universidad, N° 12, junio de 1889, p. 43. Esta mujer había descubierto siete cometas a partir de las observaciones astronómicas que hizo en su propia residencia donde disponía de un telescopio y varios aparatos astronómicos. Nació en Massachusetts, en 1818, y fue la primera mujer electa como miembro de la Academia Americana de las Artes y las Ciencias. Fue profesora de astronomía en el colegio de Vassar. Murió el 28 de junio de 1889. Ver: “María Mitchell”, en Women in history. Living vignettes of nobable women from U. S. history, disponible en: http://www.lkwdpl.org/wihohio/mitc-mar.htm 160

“Tesis presentada a la Junta Directiva de la Facultad de Ingeniería, por Antonia Navarro para optar al título de Ingeniero Topógrafo el día 20 de septiembre a las 4 p.m. de 1889”, La Universidad, N° 3, septiembre de 1889, p. 90. 161

291

matemáticas; trabajos en donde no se ejercita el talento matemático, puesto que solo se piensa por medio de tablas preparadas ad hoc. Sin embargo, si ella hubiera querido, hubiera practicado muy bien, pues estaba provista de un inmenso caudal de conocimientos…162

La señorita Navarro no solo se enfrentó a las críticas de la sociedad que miraba con extrañeza la presencia de una mujer en la Universidad, sino también a las críticas de algunos colegas quienes no valoraban el talante científico de la estudiante. “Antonia quería volar infinitamente más arriba”, señaló Sánchez. Por ello, su interés por el universo la llevó a incursionar en la ciencia de la astronomía, como muestra su tesis de graduación. Como ya adelanté, el tema de investigación elegido por Antonia Navarro fue un fenómeno astronómico conocido como “la luna de las mieses”, descrito en varios textos de astronomía de la época. La tesis de la graduanda consistía en demostrar que dicho fenómeno no era observable en El Salvador, debido a la posición geográfica del país. Su investigación ponía en evidencia que: La mayor parte de los textos que corren en manos de la juventud estudiosa, han sido escritos en el extranjero y están arreglados a las condiciones peculiares de aquellos países; muchos de los fenómenos astronómicos (para concretarme a mi objeto) están expuestos bajo un punto de vista que no corresponde a nuestra posición geográfica, y si el profesor no tiene especial cuidado, el alumno adquiere ideas que después no corresponden con la observación163.

Antonia Navarro estudió la famosa obra de Asa Smith, la cual calificó como “conocida cuando defectuosa Astronomía Ilustrada 164”. A partir de las premisas del

162

Alberto Sánchez, “Necrología”, La Universidad, N° 4, 1 de febrero de 1892, p. 125.

“Tesis presentada a la Junta Directiva de la Facultad de Ingeniería, por Antonia Navarro para optar al título de Ingeniero Topógrafo el día 20 de septiembre a las 4 p.m. de 1889”, La Universidad… p. 90. 163

Es el texto más antiguo de astronomía encontrado en América Latina, publicado en 1879 por Asa Smith, natural de los Estados Unidos. El libro se tradujo en Nueva Granada. Ver: Jorge Norberto Cornejo y Haydée Santilli, La enseñanza de la astronomía en la Argentina del siglo XIX, disponible en: http://www.relea.ufscar.br/num10/RELEA_A4_n10.pdf 164

292

Capítulo IV: El debate sobre la educación femenina, 1883-1889 francés Juan Bautista José Delambre en su texto Astronomie theórique et practique165, Navarro analizó algunas otras explicaciones sobre el fenómeno lunar. Entre ellas, la realizada por el inglés James Fergusón en su texto Astronomy explained upon Sir Isaac Newton’s principles and made easy to those who have not stuided matematics 166, publicado en 1761. Navarro concluyó que éstas eran “explicaciones ingeniosas pero poco satisfactorias”. Entonces, a partir de una serie de ecuaciones y fórmulas matemáticas, la señorita Navarro demostró que el fenómeno de la luna de las mieses no era sensible en El Salvador pues “apenas tenemos 14º de latitud y Delambre demuestra que es necesario que la latitud sea de 60° para que el fenómeno sea sensible estando la Luna en el Ecuador, y un poco más en las demás posiciones de este astro”167. Con esta tesis, Antonia Navarro cerró su formación como ingeniera: La señorita Antonia Navarro recibió, en la tarde del 20, el título de ingeniero topógrafo, entre las aclamaciones del público que premió con sus aplausos el acierto y despejo con que la sustentante salió de las cuestiones que le fueron propuestas por los examinadores, irrefutable comprobante de su inteligencia y dedicación168.

Al finalizar el acto de graduación, el Rector de la Universidad, a nombre del Consejo de Instrucción Pública, entregó a la graduanda un premio por su aplicación e inteligencia. La revista La Universidad, en su edición de septiembre, se unió a las felicitaciones y manifestó su deseo de que “este bello ejemplo sirva a la mujer centroamericana para buscar otros horizontes conforme con sus aptitudes, que bien se ve son Ver: M.Delambre, Astronomie théorique et pratique, Imprimeur-Libraire pour les Mathématiques, Paris, 1814. Disponible en: http://books.google.com.sv/books?id=VWyfy0kWhXgC&printsec=frontcover&dq=astronomie+theo rique+et+pratique&hl=es&sa=X&ei=xg2gT_i_G5KFtge6lIzdBA&ved=0CDYQ6AEwAQ#v=onepa ge&q=astronomie%20theorique%20et%20pratique&f=false 165

Ver: James Ferguson, Astronomy explained upon Sir Isaac Newton’s principles and made easy to those who have not stuided matematics, Second American edition printed for an published by Mathew Carey, Philadelphia, 1809. Disponible en http://www.archive.org/details/astronomyexplai00ferggoog 166

“Tesis presentada a la Junta Directiva de la Facultad de Ingeniería, por Antonia Navarro para optar al título de Ingeniero Topógrafo el día 20 de septiembre a las 4 p.m. de 1889”, La Universidad… p. 90. 167

168

“La primera doctora centro-americana”, Municipio Salvadoreño, N° 29, 26 de septiembre de 1889, p. 3.

293

superiores”169. La celebración fue en grande. La concurrencia que asistió al examen acompañó a la nueva académica a su casa, donde la familia Navarro “celebró el grato suceso con un animado baile, y en la cena fue felicitada con frases elocuentes y oportunas por los doctores don Luciano Hernández, don Manuel Delgado (masón) y don Jerónimo Pou”170. Al igual que lo había hecho en la graduación de bachillerato de Concepción Mendoza, la banda marcial amenizó el acto y “por la noche dio un concierto dedicado por el señor Presidente de la República a la señorita Navarro, conforme a un programa de escogidas piezas”171. Unos días más tarde, El Pabellón Salvadoreño también comentó la noticia de la graduación de la ingeniera. El texto enfatiza que la noticia significaba una ruptura con la tradición del pasado: El acto a que me refiero es sin duda alguna uno de los hechos sociales de más trascendencia e importancia que hayan ocurrido en Centro-América. Ese memorable día, la señorita Antonia Navarro, rompiendo con las tradiciones del pasado y con las ideas absurdas que hasta ahora han dominado, ha llegado con paso firme y sereno ante el templo augusto de la ciencia, ha llamado con mano inteligente y las puertas de oro del saber han girado con estruendo magnífico para dar paso a su recinto a la que así ha sabido elevarse por sus propios méritos, por su constancia e inteligencia. El doctoramiento de la señorita Navarro formará época en los anales de la historia científica de Centro-América y abrirá una nueva era para el porvenir de la mujer entre nosotros172.

Para Felipe Hernández, el autor del texto, el doctoramiento de Antonia Navarro significaba una “iniciación gloriosa de la idea que se abre paso en la lucha del presente contra el pasado”. La mujer centroamericana, señala, había estado recluida en el recinto 169

“En otro lugar”, La Universidad, N° 3, septiembre de 1889, p. 119.

“La primera doctora centro-americana”, Municipio Salvadoreño, N° 29, 26 de septiembre de 1889, p. 3. El español Jerónimo Pou y Magraner (1854-1922) fue senador por la provincia de Baleares en la legislatura de 1916-1917. Fue político, abogado, escritor y diplomático. En 1889 fue nombrado por el presidente de El Salvador como embajador ante el gobierno de México. Ver: “Jeroni Pou Magraner”, en Gran Enciclopedia de Mallorca, disponible en: http://www.fideus.com/biografiesF%20-%20pou%20jeroni.htm 170

171

“La primera doctora centro-americana”, Municipio Salvadoreño… p. 3.

Felipe Hernández, “El doctoramiento de la señorita Antonia Navarro”, El Pabellón Salvadoreño, Año IV, N° 149, 2 de octubre de 1889, p. 2. 172

294

Capítulo IV: El debate sobre la educación femenina, 1883-1889 del hogar por “errores sociales”. Pero con este logro académico, dice Hernández, ese círculo del pasado se había roto y “nuevos ideales, nuevos entusiasmos, nuevas aspiraciones cifradas en el amor al estudio vienen a sustituir esas añejas tradiciones”. Correspondía a Antonia Navarro la gloria de ser en América la iniciadora de esa regeneración intelectual “pues es ella la primera que en estas Repúblicas, ha coronado con brillante éxito una carrera profesional, encabezando así esa hermosa emancipación y rompiendo con valiente mano la pesada cadena que ligaba a la mujer centroamericana a la cuasi servidumbre en que hasta ahora ha vivido, confinada a la pacífica inmovilidad del hogar”173. Por lo que he podido explorar, Navarro fue, de hecho, la primera mujer graduada en ingeniería, tanto en Centroamérica como en Iberoamérica. En Argentina, la primera ingeniera fue Elisa Beatriz Bachofen, en 1917174; en Chile, fue Justicia Acuña Mena, en 1919175; y en España, Pilar Careaga y Basabe, en 1929176. Las palabras de Felipe Hernández sintetizan el ideal que el liberalismo laicizante construyó sobre la mujer. Antonia Navarro encarnaba ese ideal de mujer ilustrada con el que habían soñado los intelectuales más radicales como Rafael Reyes, Antonio J. Castro y Pedro García. La madre de Antonia Navarro, Mariana Huezo de Navarro, compartía esta visión y por eso la había apoyado en su proyecto. En noviembre de 1889, la señora Huezo publicó una nota de agradecimiento: Reconocida profundamente a las numerosas personas que se han servido felicitar a mi hija Antonia, con motivo de su recibimiento de ingeniera topógrafo de esta Universidad, prodigándola exquisitas muestras de atención y valiosos encomios, como 173

Felipe Hernández, “El doctoramiento de la señorita Antonia Navarro”, El Pabellón Salvadoreño…

Ver: “Elisa Bachofen”, en Wikipedia, http://es.wikipedia.org/wiki/Elisa_Bachofen 174

la

enciclopedia

libre,

disponible

en:

Ver: “Acuña Mena, Justicia”, en Nuestro Chile, personajes de nuestra historia, disponible en: http://www.educarchile.cl/Portal.Base/Web/VerContenido.aspx?GUID=771c5803-44f7-4891-8ea0a61b6ea6a9b7&ID=136994&FMT=519 175

Ver: “La primera mujer ingeniera se tituló en la Escuela”, en Escuela Industriales UPM Madrid, disponible en: http://www.escuelaindustrialesupm.com/escuela-industriales-upm/la-primera-mujeringeniera-se-titulo-en-la-escuela/ 176

295

los que la han tributado los ilustrados periodistas, ruego a U., señor redactor, se digne hacer pública en su periódico la demostración de la intensa gratitud que, tanto mi hija favorecida, como mi familia y yo, abrigamos por quienes, al rendir culto a la instrucción de la mujer y a la amistad, han sabido enaltecer la conducta de mi hija y llenar de satisfacción a los miembros de su hogar177.

A partir de su titulación, algunos periódicos como La Unión, se pronunciaron a favor de que la ingeniera diera clases en el Colegio Normal de Señoritas, como lo había hecho ya en el Liceo Salvadoreño sirviendo la materia de Cosmografía 178. Sin duda, la graduación de esta mujer había impactado fuertemente en la esfera de la opinión pública salvadoreña y trascendía las fronteras centroamericanas. En marzo de 1890, La Unión publicó un artículo que Román Mayorga Rivas179 escribió sobre Antonia Navarro para La Revista Ilustrada de Nueva York. El artículo llevaba por título “Una mujer salvadoreña”. En él, Mayorga Rivas señala: Antaño era propiedad exclusiva del hombre de la ciencia, y a la mujer se la tenía entre sombras de ignorancia, encerrada bajo siete llaves, las cuales, para mayor seguridad, llevaba colgadas de la cintura la abuela escrupulosa y regañona. Ensanchado ahora hasta lo infinito el campo en que puede ejercitar el hombre sus facultades intelectuales, hánse abierto nuevos caminos a la actividad humana; y al favor del espíritu de la época, entra la mujer por esos gloriosos caminos, al lado del hombre piensa, siente, lucha y trabaja, y completa con su genio y sus esfuerzos el triunfo de la humanidad sobre la naturaleza y la historia. La mujer centro-americana empieza a responder al llamamiento de la civilización universal. En aquellas sociedades nuevas van desapareciendo las preocupaciones; los Gobiernos se inspiran en el credo moderno y abren al bello sexo las puertas de las universidades; los padres de familia despiertan nobles ambiciones en sus hijas y estas les disputan a los hombres en el campo científico las palmas y las coronas180. 177

“Noticias varias”, La Unión, N° 11, 19 de noviembre de 1889, p. 2.

178

“Escuela Normal de Señoritas y Anexo”, La Unión, No. 16, 26 de noviembre de 1889, p.3.

El nicaragüense Román Mayorga Rivas tenía un cargo diplomático en Washington y se había abierto campo en la coedición de esta revista junto con el venezolano Nicanor Bolet Peraza. En 1889 comenzó a publicar crónicas y comentarios sobre temas artísticos y sobre “La mujer americana”. Ver: “Los inicios de la prensa escrita en Nicaragua”, en Informes sobre los Sistemas Nacionales de Cultura, disponible en: http://www.oei.es/cultura2/Nicaragua/07a.htm 179

180

“Una mujer salvadoreña”, La Unión, N° 104, 12 de marzo de 1890, p. 1.

296

Capítulo IV: El debate sobre la educación femenina, 1883-1889 También en 1890, la Baronesa de Wilson publicó un libro titulado Las mujeres de América, en el que recoge los nombres de mujeres célebres del continente. En el capítulo sobre El Salvador, comenta: Antonia Navarro ha sido la primera dama en Centro-América que ha seguido una carrera científica hasta graduarse como ingeniero, después de un examen minucioso sostenido con valor y sabiduría. ¡Y en nuestra España se prohíbe a la mujer aspirar a tan nobles y honrosos resultados! Se la cierran las puertas de los Institutos universitarios; se retrocede a los tiempos primitivos, y poco faltará para que se considere tiene suficiente con saber firmar y leer el libro de oraciones. ¡Bravo! Al finalizar el siglo XIX podemos considerarnos en España como en la Edad Media, y eso reinando una mujer, una soberana prudente y de alto entendimiento181.

La prometedora carrera de Antonia Navarro se vio truncada por una muerte prematura, el 22 de diciembre de 1891. Tenía ella veintiún años. La nota necrológica escrita por su profesor, el doctor Alberto Sánchez182, permite apreciar, desde otra perspectiva, el impacto que había causado la opción de esta mujer por la ciencia. La nota fue publicada en la revista La Universidad, en enero de 1892. En el texto, el doctor Sánchez afirma que él admiró “el alma grande que se consideraba fuerte para vencer las dificultades que se presentan al emprender una obra al par que difícil elevada”. Él había sido profesor privado de Antonia en la materia de álgebra superior, lo que le dio oportunidad de constatar su facilidad de aprender: De Antonia Navarro podríamos decir, lo que de Sofía Kovalevsky183: “que al operar en la pizarra, durante sus estudios de cálculo infinitesimal, no hacía más que recordar algo que antes había aprendido.” Y no se crea que era una inteligencia que al comprender

181

Emilia Serrano de Wilson, Las mujeres de América, Barcelona, 1890, p. 384.

El profesor Alberto Sánchez había dedicado un texto científico a su discípula, el mismo mes de su graduación. Ver: Alberto Sánchez, “Vulcano (a la señorita doctora Antonia Navarro)”, La Universidad, N° 3, septiembre de 1889, p. 85. 182

La rusa Sofía Kovalevsky (1850-1891), fue matemática de gran talento. En 1888 la Academia de Ciencias en París la premió por su trabajo titulado “Problemas de rotación de un cuerpo sólido sobre un punto fijo”. Ver: “Sofía Kovalevskaya o el camino poético de la matemática”, en La Ciencia y el hombre, revista de divulgación científica y tecnológica de la Universidad veracruzana, disponible en: http://www.uv.mx/cienciahombre/revistae/vol23num3/articulos/kovalevskaya/index.html 183

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solo reproducía, no; era más grande, también creaba. Jamás quiso conceder mérito a sus producciones, y por lo tanto, las postergó al más completo olvido184.

Según Sánchez, el trabajo de Navarro la perfilaba como una promesa en la facultad de ingeniería “si nuestra facultad no hubiera sido detenida en su marcha por un acuerdo del Ejecutivo, el año de 1889, en que se la anexaba a la Escuela Politécnica, Antonia hubiera desempeñado una de las cátedras, pues tenía méritos sobresalientes para ello.” En efecto, un acuerdo ejecutivo cerró la facultad de ingeniería el 30 de septiembre de 1889; las razones que se argumentaron fueron la falta de estudiantes y los fuertes gastos que ocasionaba el mantenimiento de la facultad185. Conclusiones Tres constataciones pueden hacerse a partir de la revisión del debate periodístico sobre la educación femenina en el período de Francisco Menéndez. En primer lugar, las iniciativas de la administración de Menéndez en relación con la educación de las mujeres dieron continuidad a las que comenzaron las administraciones anteriores. En este sentido, es posible afirmar que los gobiernos del período entre 1871 y 1890, compartieron una visión común sobre la necesidad de instruir intelectualmente a las mujeres, no solo para consolidar el proyecto del Estado laico, sino también para hacerlas partícipes de los ideales de la Ilustración. En este sentido, en los textos analizados, especialmente en el tercer apartado de este capítulo, se confirma el empeño de los liberales radicales por ofrecer a las mujeres una instrucción racional y sistemática. Y este empeño se ve reflejado en el incremento, tanto de las escuelas como de la matrícula femenina a lo largo del período de las tres administraciones. Ya para el año 1888, la matrícula de niñas –en primaria- se había triplicado con relación a la registrada en el año de 1875, pues de 2,633 niñas inscritas (14.2% de un total de 18,415 matriculados) en aquel año, en 1888 se había llegado a 184

“Necrología”, La Universidad, N° 4, 1 de febrero de 1892, p. 125.

Ver: “Palacio Nacional: San Salvador, septiembre 30 de 1889”, La Universidad, N° 3, septiembre 1889, p. 118. 185

298

Capítulo IV: El debate sobre la educación femenina, 1883-1889 9,319 matriculadas (37.7% de un total de 24,673 matriculados)186. Con relación al número de escuelas, de las 50 escuelas de niñas (11% de un total de 435) que existían en 1875, ya para 1889 eran 225 (35% de un total de 641)187, lo que significaba que las escuelas de niñas habían cuadruplicado su número. En segundo lugar, se puede constatar que también hay una continuidad en el pensamiento del liberalismo católico sobre la educación femenina: priorizar la educación moral y religiosa sobre la instrucción intelectual. Las estrategias de resistencia frente a los cambios educativos introducidos por el proyecto secular se concentraron en la difusión del pensamiento y la doctrina cristiana a través de los periódicos católicos, la acción pastoral en las parroquias y la promoción de la educación privada que garantizaba la educación religiosa para las mujeres. Esto se observa con mayor fuerza a partir de 1883, con la publicación de los periódicos La Caridad y La Fortuna, la promoción de colegios privados como el “Liceo de Santa María” y del “Colegio de Santa Teresa”, y el inicio de una estrategia para la fundación de las escuelas parroquiales a partir de 1887. En tercer lugar, se constata también que las representaciones femeninas construidas por el liberalismo secularizante y el liberalismo católico se ven cuestionadas por las prácticas mismas de las mujeres. Las jóvenes que demandaron continuar con sus estudios de educación secundaria no dejaron la religión ni asumieron como propio el discurso anticlerical del liberalismo radical. Por su parte, las mujeres católicas que demandaron la religión como parte de la educación nacional no eran ni beatas ni cotorronas, como en algún momento las calificaron algunos medios del liberalismo radical, sino mujeres ilustradas capaces de argumentar racionalmente sus peticiones, asumiendo sus derechos como hijas del Salvador. Los datos de 1888 están tomados de la Memoria de Instrucción Pública, fomento y beneficencia, Imprenta Nacional, San Salvador, 1889, citada por Julián González, Del ciudadano católico al ciudadano laico… p. 192. 186

Los datos de 1889 están tomados de la “Memoria de los actos del Poder Ejecutivo en los ramos de Instrucción Pública, Fomento y Beneficencia, durante el año de 1889, presentada a la Asamblea Nacional en su décima octava sesión, el 8 de marzo de 1890, por el Secretario de Estado doctor don Julio Interiano”, Diario Oficial, tomo 28, N° 118, 21 de mayo de 1890, p. 605. 187

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Conclusiones finales “La filosofía como erudición y cultura no es filosofía” –escribió Ignacio Ellacuría en su famoso ensayo “Filosofía, ¿para qué?” publicado en 1976-; y, citando a Kant, añadió: “no se puede enseñar filosofía; lo único que se puede enseñar es a filosofar”1. Se dedican a filosofar quienes se sienten impelidos a ello, dice Ellacuría. Y para una mayor comprensión, nos recuerda el ejemplo de Sócrates, de quien afirma que fue filósofo porque fue ciudadano, porque fue político, porque se interesaba hasta el fondo por los problemas de su ciudad, de su Estado, porque veía todas las cosas a la luz del Estado en el cual los hombres podían dar la medida de su plenitud2. El saber que brota del ejercicio filosófico es, pues, un saber político. Responde a una preocupación por lo que es el ser humano y la comunidad donde vive. Es allí donde se enraízan los temas sobre los que reflexiona. Pero no basta con saber qué son las cosas relacionadas con el ser humano, la polis o la cosa pública, es necesario reflexionar sobre cómo deberían ser plenamente. De ahí que el saber filosófico sea también un saber crítico. Pensar críticamente nuestra realidad nacional –y regionalsupone, a mi parecer, el estudio de la historia de las ideas, los conceptos, las categorías, las imágenes y los proyectos del pasado para reconocernos en él y orientar nuestras acciones a futuro. Una revisión crítica de la historia del pensamiento occidental permite constatar que, a lo largo de milenios, las mujeres no han sido representadas como seres humanos con características biológicas, fisiológicas y sicológicas propias. Como bien señaló la filósofa mexicana Rosario Castellanos, a lo largo de la historia, la mujer ha sido un mito: “un receptáculo de estados de ánimo contradictorios en el que se nos muestra una

El artículo “Filosofía, ¿para qué?” de Ignacio Ellacuría, fue publicado por primera vez en Abra, revista del Departamento de Letras de la UCA, N° 11, 1976, pp. 42-48. La edición que utilizo en este texto está disponible en: http://www.uca.edu.sv/facultad/chn/c1170/filo_pa_que.pdf, p. 116. 1

2

Ver: Ignacio Ellacuría, “Filosofía, ¿para qué?”... p. 117.

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Conclusiones figura, si bien variable en sus formas, monótona en su significado” 3. Por ello, como señala la filósofa española Rosa María Rodríguez, una verdadera reconstrucción del pasado cultural debe analizar las relaciones entre el poder y el saber que han presidido la exclusión de las mujeres de carne y hueso, y sacar a la luz los protagonismos aislados que, a pesar de todo, se han producido4. En El Salvador, tampoco se había hecho suficientemente visibles a las mujeres en la reconstrucción del pasado cultural. La presente investigación incursionó en este ámbito, con la convicción de que aportará una pieza a este mosaico todavía inconcluso. A continuación presento algunas conclusiones que surgen al finalizar este trabajo. Sobre el estudio Una de las ideas centrales de la modernidad ilustrada –de la cual también es heredera la cultura salvadoreña- es la autonomía y emancipación del sujeto. A partir de este ideal, varios intelectuales de finales del siglo XVIII y a lo largo del siglo XIX, cuestionaron la sujeción política, social y religiosa en la que se había colocado al ser humano en los modelos sociales anteriores. Pero esta crítica fue hecha desde una pretendida universalidad en la que se identificaba al ser humano con el varón-blancoeuropeo. Hubo pensadores –consagrados todos ellos en el canon de la filosofía clásica europea- que no solo no cuestionaron el modelo social sustentado en el orden patriarcal sino que lo reforzaron a partir de nuevos planteamientos filosóficos, científicos y religiosos, basados en la milenaria concepción metafísica de la inferioridad natural femenina. Sin embargo, durante la misma época, otro grupo de intelectuales radicalizó el ideal de la modernidad ilustrada y puso en tela de juicio el modelo social en el cual “el

“La mujer y su imagen”, en Rosario Castellanos, Mujer que sabe latín… Fondo de Cultura Económico, México D.F., 2003, p. 9. 3

Ver: Rosa Ma. Rodríguez Magda (ed.), Mujeres en la historia del pensamiento, Anthropos, Barcelona, 1997, p. 8. 4

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bello sexo” permanecía subordinado y bajo la tutela masculina. Desde el Marqués de Condorcet, quien afirmó que las mujeres tenían el mismo derecho que los hombres a la instrucción pública; pasando por Mary Wollstonecraft, quien señaló que eran las diferencias educativas la causa principal de la condición desigual entre ambos sexos; hasta Christian Krause, quien aseveró que, si el Estado democrático tenía su base en la familia, era fundamental reformular esa estructura sobre las bases de la libertad y la igualdad reivindicadas por la revolución francesa. Así, estos filósofos europeos cuestionaron tanto la inferioridad natural de las mujeres como la pretendida universalidad de un orden social en el que ellas permanecían excluidas. Estas discusiones comenzaron a hacer evidente que las características atribuidas a la “naturaleza femenina”, en realidad, habían sido construidas socialmente: no eran producto de una determinación biológica sino de un modelo de socialización. Pese a que esta corriente crítica del pensamiento ilustrado no logró cambios inmediatos en el estatuto jurídico y político de las mujeres, su raíz emancipadora sí logró cimentar las bases para la reivindicación definitiva de la igualdad de facultades – intelectuales, morales y políticas- de las mujeres. Me parece que, sobre esta base, se puede afirmar que el siglo XIX fue escenario de un debate sobre el estatuto ontológico de la mujer, discusión en la que se gestó una nueva concepción de la misma como sujeto individual y autónomo, con capacidad para construir un proyecto personal a partir de opciones y no fijada por un inexorable destino biológico. El Salvador fue uno más de los países occidentales en los que, durante el siglo XIX, se desarrollaron procesos que sentaron las bases para la incorporación plena de las mujeres a estos “tiempos de modernidad, en que le es posible adoptar la actitud de sujeto, de individuo cabal y de protagonista política. De futura ciudadana”5. De esto da muestra un periódico salvadoreño de la época que aseguraba que, “en donde quiera que

Genevieve Fraisse y Michelle Perrot, “Introducción”, en Georges Duby y Michelle Perrot (directores), Historia de las mujeres. El siglo XIX. La ruptura política y los nuevos modelos sociales, Taurus, Madrid, 1993, p. 11. 5

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Conclusiones la Historia nos presente las sociedades, los derechos de la mujer y su grado de cultura vienen a constituir la regla fija para juzgar del estado de civilización de la época; más todavía, del de cada nación, del de cada pueblo”6. ¿Cómo se desarrollaron estos procesos? En este trabajo, junto a otros citados, he mostrado que el proyecto de laicización del Estado, impulsado con mayor profundidad entre 1871 y 1886, dislocó varias piezas del antiguo edificio social de manera definitiva. A lo largo de la implantación de este proyecto, la mujer se convirtió en territorio de disputa entre dos visiones de Estado y sociedad: el liberalismo laicizante, que pretendía consolidar el Estado laico, y el liberalismo católico, que defendía la permanencia del Estado confesional. La preponderancia de su rol como primera formadora de las nuevas generaciones desencadenó un debate sobre el tipo de educación que debía darse a las mujeres. Los discursos oficiales y las políticas públicas impulsadas durante los gobiernos de Santiago González, Rafael Zaldívar y Francisco Menéndez entre 1871 y 1890 dan cuenta de que en ese debate se jugaba mucho más que la definición de un proyecto educativo, como ya se ha demostrado. ¿Qué importancia tiene todo esto para la historia de El Salvador? Alguien podría objetar que la discusión sobre la educación femenina salvadoreña del siglo XIX fue marginal, arguyendo razones como que ésta se dio entre una Iglesia católica que ya no tenía poder y unos liberales que representaban a una fracción mínima de la población, sin recursos para echar a andar sus proyectos; o que los grandes procesos de ese momento estaban vinculados a las tierras, el café, el ejército o la pérdida de comunidades indígenas; o que nada cambió para las mujeres en términos de derechos políticos. Por mi parte, considero que la presente investigación aporta algunos hallazgos que permiten rebatir estas objeciones. Un primer hallazgo apunta a constatar que la discusión sobre la educación de las mujeres sí ocupó la esfera de la opinión pública salvadoreña al menos durante 18 años.

6

“La Ilustración de la mujer”, Diario Oficial, tomo 11, N° 206, 7 de septiembre de 1881, p. 221.

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Por lo tanto, no fue un tema marginal como pudiera pensarse ante la escasez de estudios sobre el mismo. Hizo falta desplazar la mirada hacia las interacciones cotidianas para hacer visibles los juegos de poder en el ámbito cultural y simbólico, y no solo en el económico. Este desplazamiento también permitió visibilizar el poder de las mujeres y su participación en la esfera pública en un momento en el que aún no contaban con el reconocimiento pleno de los derechos civiles y políticos. Así, junto con los temas ya clásicos como el progreso o la incorporación del indio a la sociedad, identificados ya por el historiador salvadoreño Carlos Gregorio López7, este estudio permite afirmar que el tema de la educación femenina –y en consecuencia el rol de la mujer en la sociedad- también formó parte del debate de los intelectuales salvadoreños de la época. Junto a otros trabajos de reciente publicación8, mi investigación muestra la complejidad y la multiplicidad de aristas desde las cuales es posible interpretar el impacto generado por el proyecto del liberalismo radical salvadoreño. Un segundo hallazgo sería la constatación del poder simbólico de la religión –en este caso católica-. Ciertamente, los intelectuales del catolicismo salvadoreño no se opusieron a la educación de las mujeres en sí misma, sino a la laicidad en la medida en que esta era un elemento catalizador de la secularización de la sociedad. La instrucción racional e intelectual para las mujeres fue vista como amenaza para una sociedad donde la religión era garante de la unidad, el orden y la armonía. Este modelo, fundamentado en el poder patriarcal, había confinado a las mujeres al ámbito privado del hogar, como guardianas de la moralidad. Si bien las resistencias del catolicismo no pudieron detener ni revertir el proceso jurídico de laicización estatal, la prohibición de la religión en el sistema educativo nacional favoreció el surgimiento de instituciones educativas Ver: Carlos Gregorio López Bernal, “La historia cultural en El Salvador: un campo de estudio en ciernes”, en Juan José Marín Hernández, Patricia Vega y José Cal (compiladores), La historia cultural en Centroamérica: balances y perspectivas, Guatemala: Editora Educativa, 2006, p. 55. 7

Ver los trabajos ya citados de Carlos Gregorio López, Jorge Araujo, Roberto Valdés, Nataly Guzmán, Julián González, Mario Oliva, René Chanta, Olga C. Vásquez Monzón, Sajid Herrera, Luis Alberto Calero Vásquez, María Tenorio, Luis Roberto Huezo Mixco, entre otros. 8

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Conclusiones parroquiales y colegios congregacionales que contribuyeron a contrarrestar, en buena medida, la secularización de la cultura. Un tercer hallazgo señala que, aún y cuando los gobiernos del liberalismo radical no reconocieron la autonomía jurídica y política de las mujeres, su apuesta por la instrucción intelectual se encaminó a favorecer la autonomía de conciencia y pensamiento, primer paso en el largo, tortuoso e inacabado proceso de emancipación de las mujeres salvadoreñas. Esta apuesta se concretó en medidas como la creación de la Escuela Normal de Institutrices en 1875, el incremento de escuelas para niñas a lo largo de tres gobiernos distintos, la fundación de los Colegios de Señoritas en las principales ciudades del país en 1884, y la exoneración de pagos para las mujeres que estudiaran el bachillerato o una carrera universitaria. A este respecto hay que hacer notar, por ejemplo, que entre 1875 y 1888 la matrícula femenina se triplicó, y el número de escuelas para niñas se cuadruplicó, como se muestra en el siguiente cuadro: Cuadro 1. Número de escuelas y matrícula femenina entre 1875 y 1889 Año 1875 1880 1889

Número de escuelas para niñas 50 159 225

Número de niñas inscritas 2,633 4,038 9,319

Un cuarto hallazgo refiere a la fuerte influencia del pensamiento masónico en el proceso de transformación de la educación de las mujeres salvadoreñas. Si bien la masonería ha sido un movimiento fundamentalmente masculino, en el siglo XIX tuvieron una clara y definida postura a favor de promover, apoyar y discutir la instrucción femenina como medio para la regeneración total de la humanidad. Esta postura, de clara influencia krausista, impulsó importantes procesos encaminados a la organización, instrucción y emancipación femenina, no solo en Francia, España e Italia, sino también en El Salvador. Este hallazgo es fundamental para mostrar que este pensamiento, de profunda raigambre política, hizo contrapeso a la representación 305

positivista de la mujer como “ángel del hogar”, ampliamente difundida en el siglo XIX por el pensamiento católico. Ahora bien, al finalizar este trabajo de reconstrucción y análisis del debate sobre la educación femenina en el período de las reformas laicizantes del Estado salvadoreño, me interesa reflexionar sobre algunas interrogantes que estuvieron como telón de fondo a lo largo de la investigación. Por un lado, y en relación con la apuesta del liberalismo radical por la instrucción intelectual femenina, se impone la pregunta: ¿fue una mera instrumentalización de las mujeres para lograr la consolidación del Estado laico? Si esto fue así, ¿cómo explicar entonces el discurso sobre la emancipación de las mujeres? Por otro lado, y ante las resistencias presentadas por los sectores católicos, me he preguntado, ¿qué tan real era la amenaza de la secularización que tanto temían los católicos? ¿Cómo lograron amortiguar el impacto cultural de las reformas laicizantes? Y por último, ¿qué balance puede hacerse a ciento cuarenta y un años de haberse suscitado esta disputa? ¿Puede identificarse alguna ganancia para las mujeres salvadoreñas a partir de esta querella de la que fueron objeto? Intentaré responder a estas preguntas en las últimas páginas de este trabajo. a) ¿Emancipación o instrumentalización de las mujeres? A lo largo de esta investigación he mostrado que el liberalismo radical salvadoreño entendió la emancipación femenina como la autonomía de la conciencia y del pensamiento. El tema de la emancipación política y civil aparecía como posibilidad, pero en un horizonte más lejano, y siempre con la previa condición de la ilustración de las mujeres. Esto, hasta cierto punto, era consecuente con el discurso de la ciudadanía moderna, fundamentalmente letrada. Mientras las mujeres no fueran ilustradas no podrían aspirar al estatuto de la ciudadanía plena. Por otro lado, el pensamiento del liberalismo radical asumía que la plena ciudadanía de las mujeres llegaría como fruto del progreso mismo, como resultado de la evolución histórica, por tanto, era cuestión de esperar. 306

Conclusiones A partir de la revisión de las políticas educativas impulsadas por los gobiernos del liberalismo radical, a mi juicio, no es posible considerar a los liberales como un bloque monolítico cuyo deseo desmedido de dominio económico hizo de las mujeres simples instrumentos para el logro de sus fines. En primer lugar, porque ya he mostrado que el liberalismo salvadoreño, en sus vertientes católica y laicizante, consideraron a las mujeres como pilar fundamental en la construcción de la familia y la sociedad. En segundo lugar, porque, si bien es cierto que el liberalismo laicizante impuso un sistema de homogeneización y uniformización de la instrucción pública, este mismo afán hizo que sus políticas educativas estimularan la equidad de género en la oferta educativa: mientras la mitad de la población –las mujeres- no participaran de las luces del saber, el ideal de progreso para la nación sería inalcanzable. En tercer lugar, porque desde 1871 hasta 1889, los funcionarios de la cartera de educación apuntaron a la transformación del sistema de instrucción pública ampliando el plan de estudios de la educación básica e introduciendo metodologías orientadas a fortalecer el ejercicio intelectual para ambos sexos. Esta nueva educación traería beneficios inmediatos y concretos a las mujeres mismas, como se lee en este texto: La experiencia nos presenta, pues, en nuestro propio suelo, no pocos casos para comprobar las ventajas que a la mujer ofrece la posesión de un diploma de maestra… dedúcese de lo expuesto, cuán necesario sea ampliar en Centro-América los horizontes de la mujer: no le basta versarse en las labores de la aguja, ni en la escritura, gramática y aritmética9.

Esto no quiere decir que dieciocho años de debate bastaran para transformar esquemas mentales y matrices culturales arraigadas durante siglos. Lo que sí puede afirmarse es que estos gobiernos –en un proyecto cuya continuidad es evidenteestablecieron un punto de partida irreversible para una nueva concepción de la educación femenina, basada en el desarrollo de las facultades racionales de las mujeres y

9

“Una mejora necesaria en pro de la mujer”, Diario Oficial, N° 173, 26 de julio de 1883, p. 718.

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no solamente sus habilidades manuales, como se había hecho en el modelo católico. La apuesta por una instrucción intelectual de las mujeres amplió las perspectivas del mundo femenino más allá de los ámbitos del estrecho círculo doméstico al que el milenario sistema patriarcal las había confinado. Y no porque las mujeres no hubieran participado antes en procesos políticos y sociales10, sino porque ahora, y este es para mí el elemento fundamental, por primera vez en la historia de la República independiente, es el mismo Estado quien apuesta por ofrecer nuevos horizontes de realización para ellas, a través de la educación. ¿Se sintieron instrumentalizadas las mujeres por los liberales radicales salvadoreños? Antes de ocuparme de esta pregunta es necesario dejar constancia de la escasez de discursos femeninos en torno al tema. A lo largo de este trabajo, queda claro un desbalance entre los discursos masculinos y femeninos sobre la autonomía de conciencia y pensamiento de las mujeres. Son pocos los discursos femeninos encontrados, especialmente en el período comprendido entre 1871 y 1879. Ya en la década de 1880 se observa una mayor producción de estos discursos, situación que puede responder a dos razones. Por un lado, la intencionalidad de los gobiernos del liberalismo radical por visibilizar los discursos de las estudiantes y las opiniones de las mujeres que incursionaban en el mundo de las letras; y, por otro lado, una mayor producción femenina a partir de su participación en los procesos de instrucción intelectual. Aclarado este tema, puedo afirmar que los discursos femeninos de la época recuperados en este trabajo me permiten identificar dos posturas. Por un lado, la de las Ver por ejemplo la participación de mujeres en los procesos independentistas en el texto del investigador salvadoreño Carlos Cañas-Dinarte, Historias de mujeres protagonistas de la independencia (18111814), San Salvador: Instituto Salvadoreño para el Desarrollo de la Mujer, 2010. También los trabajos de: Alejandra Ciriza, “La formación de la conciencia social y política de las mujeres en el siglo XIX latinoamericano. Mujeres, política y revolución: Juana Azurduy y Manuela Sáenz”, en Arturo Roig (ed.), El pensamiento social y político iberoamericano del siglo XIX, Madrid: Editorial Trotta, 2000, pp. 143-168; y Bárbara Potthast, “Residentas, destinadas y otras heroínas: el nacionalismo paraguayo y el rol de las mujeres en la Guerra de la Triple Alianza”, en Bárbara Potthast y Eugenia Scarzanella, Mujeres y naciones en América Latina. Problemas de inclusión y exclusión, Madrid: Iberoamericana, 2001, pp. 77-92. 10

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Conclusiones mujeres que estaban de acuerdo con las transformaciones de la educación femenina y que, tanto en los discursos escolares como en los espacios que se fueron abriendo en los impresos, no solo reclamaron el abandono en que se había tenido su instrucción sino que se mostraban entusiasmadas ante el horizonte que se les abría: Si hasta ahora no hemos debido casi ningún esfuerzo al hombre que tienda a nuestro desenvolvimiento intelectual, ahora lo deberemos todo. Ya reconociendo su error acude a repararlo derramando en nuestras almas el bálsamo que la cure de las heridas profundas abiertas por su indolencia. Por tanto, echemos velo al pasado, borremos de nuestra memoria la imagen que nos recuerde nuestra horrible pasada existencia, y perdonemos con alma generosa al que con alma fría e indiferente nos veía yacer en el polvo. La naturaleza repuesta no tardará en producir mujeres que, semejantes a la gran Cristina de Suecia, sigan dando una idea verdadera del grado a que puede llegar el temple de la mujer que se ilustra; otras que como Hipatia muestren que la inteligencia de la mujer puede navegar por el vasto océano de la Filosofía; otras que, contando con elementos necesarios, muestren que gustamos también de las verdades matemáticas. Otras, en fin, que hagan ver que nuestra inteligencia débil hasta ahora por la inacción, puede abarcar todos los ramos del saber11.

La segunda postura es de otro grupo de mujeres que calificaron el proyecto liberal de tiránico, no por ilustrado –hay que enfatizarlo- sino por irreligioso. Así pues, fue la imposición de la laicidad en la educación, especialmente la de las mujeres, la que generó fuertes resistencias en la sociedad salvadoreña. ¿Qué tan fundamentados estaban los temores de los católicos? Desarrollo esto en el siguiente apartado. b) Las resistencias del catolicismo El proceso de laicización del Estado salvadoreño fue un asunto difícil y no exento de resistencias, conflictos y contradicciones. Razón tenía Antonio J. Castro cuando, en diciembre de 1879, señaló que el cambio de las costumbres y creencias heredadas no era cosa fácil pues esto, “pesando como una masa de plomo sobre la conciencia de los pueblos, hace a estos rebelarse contra todo lo que tiende a

11

A***, “La mujer de ayer y la de hoy”, La Palabra, N° 11, 1 de noviembre de 1881, p. 1.

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removerlas”12. En este sentido, suscribo la idea de Roberto Valdés cuando afirma que en las resistencias populares a la laicización del Estado se defendía “una visión de mundo que le daba sentido y seguridad a la existencia humana. ¿Cómo negar que algunas de las políticas estatales implementadas por liberales secularizantes y masones afectaban la vida diaria de los habitantes del país?”13 Definitivamente, el cambio de horizonte del Estado católico al Estado laico fue una transición traumática para muchos sectores sociales en El Salvador. El despliegue de estrategias para la difusión del pensamiento católico fue una muestra de la resistencia a las transformaciones que se estaban sucediendo. Curiosamente, los medios utilizados para reforzar el catolicismo fueron también los “medios poderosos de la ilustración”, como los calificó Antonio J. Castro en 187914: periódicos, colegios y libros. Y es que, como he mostrado también a lo largo de este trabajo, el pensamiento católico no se opuso a la educación de la mujer, sino a la laicidad, por considerarla un elemento catalizador de la secularización. Esta oposición no solo fue motivada por la pérdida del enorme poder simbólico que tenía la Iglesia católica15, sino por una legítima preocupación ante el avance del nuevo liberalismo que amenazaba con hacer desaparecer una sociedad cuyo edificio descansaba en los pilares del origen divino del poder y de la unidad religiosa. La oposición al nuevo proyecto de Estado es comprensible. Mil quinientos años de un cristianismo católico como horizonte de

Antonio J. Castro, “Discurso pronunciado en la Universidad Central en el acto de la apertura del año escolar de 1880”, Diario Oficial, tomo 7, N° 290, 10 de diciembre de 1879, p. 1604. 12

13

Roberto Valdés, Masones, liberales y ultramontanos salvadoreños… p. 383.

Antonio J. Castro, “Discurso pronunciado en la Universidad Central en el acto de la apertura del año escolar de 1880”… p. 1604. 14

Coincido también con Roberto Valdés cuando afirma que, para la Iglesia católica salvadoreña, “tener el monopolio de la verdad y la falsedad, de lo que se debe leer o no, de lo que se debe enseñar o no, si una persona merece ser enterrada en un cementerio o no” era suficiente poder, aunque no contara con grandes posesiones territoriales ni riquezas económicas. Ver: Roberto Valdés, Masones, liberales y ultramontanos salvadoreños… p. 383. 15

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Conclusiones interpretación de la realidad no podía desaparecer de tajo. En este sentido, las resistencias del catolicismo decimonónico lograron ralentizar la secularización de la sociedad. ¿Cómo se explica esto? El historiador español Juan María Laboa señala que, en el caso de España, la educación primaria y secundaria se mantendrá en buena parte en manos de la Iglesia, pero la cultura permanecerá no solo alejada sino que, a menudo, demostrará agresividad combativa anticlerical y, a menudo, incluso anticristiana. Por otra parte, el dominio del clero sobre la universidad exasperaba a la oposición liberal y, a la larga, resultó nefasta a la causa de la religión. La religión obligatoria y omnipresente fomentó el gusto por la libertad y el anticlericalismo16.

Me parece que aquí en El Salvador sucedió lo contrario al caso español. Al imponerse el proceso de laicización educativa, la prohibición de la religión generó una cruzada por su defensa, como se hizo evidente en el surgimiento de las escuelas parroquiales17 y los colegios católicos congregacionales ya en la década de 1890 18. Además, porque si bien los intelectuales del liberalismo laicizante se opusieron a la injerencia del clero en los asuntos del Estado, a la primacía de un credo religioso sobre otros, y a la intolerancia del fanatismo religioso dogmático, no batallaron contra la religión en sí misma. De hecho, si bien desapareció el catecismo católico de Ripalda, se introdujo una especie de religión cívica cuyos símbolos y rituales -símbolos patrios, oración a la bandera, altares cívicos- forma parte de la cultura escolar hasta el día de hoy19.

16

Juan María Laboa, La Iglesia del siglo XIX… p. 23.

Ver: Roberto Valdés, “Conflicto Iglesia-Estado por el establecimiento de escuelas parroquiales en El Salvador, 1891-1893”, inédito. 17

La formación de las mujeres de la élite se desplazó a los colegios de las congregaciones como El Sagrado Corazón y La Asunción, fundados en 1892 y 1895, respectivamente. 18

Ver: Carlos Gregorio López Bernal, Mármoles, clarines y bronces. Fiestas cívico-religiosas en El Salvador, siglos XIX y XX, San Salvador: Editorial Universidad Don Bosco-SECULTURA, 2011. 19

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Si el saber que brota del ejercicio filosófico es un saber político, el estudio de las ideas, conceptos, categorías, imágenes y proyectos del pasado es relevante en la medida en que nos permite reconocernos en él y orientar nuestras acciones hacia el futuro. Me parece que los hallazgos de mi proyecto de investigación ofrecen algunas líneas para el análisis crítico de la realidad nacional actual. Me permito enumerar algunas de ellas. c) Balance general La razón ilustrada es, sí, la del liberalismo capitalista, la del sujeto solipsista, la del positivismo, el colonialismo, la biopolítica, la tecnocracia, la ciencia deshumanizada… Pero la razón ilustrada es también la del feminismo, el abolicionismo, los liberales radicales; la de la crítica a los excesos de la revolución, la pacifista, la de una razón comunicativa y compleja, la de una naturaleza no fragmentada; o la del sujeto corporeizado e histórico, la comunidad como asiento de la civilidad, la compasión por el cuerpo inerme; finalmente, también la que busca la atención a la diversidad y a las diferencias sin disolver la dignidad humana universal…20

En pleno siglo XXI, ¿qué balance puede hacerse del debate a cuyo análisis he dedicado este trabajo? ¿Qué piezas del antiguo edificio social fueron dislocadas en este intento? ¿Hubo ganancias para las mujeres salvadoreñas a partir de esta disputa en la que ellas fueron objeto? Me parece que sí. Si bien es cierto que, tanto católicos como liberales radicales compartieron, en términos generales, una concepción común acerca del rol de la mujer en la familia como primera responsable de la crianza y educación de los hijos21, hubo también cambios importantes introducidos por las apuestas del liberalismo radical salvadoreño de finales del siglo XIX. En primer lugar, la apuesta del liberalismo radical logró demostrar la igualdad de facultades intelectuales entre mujeres y varones. Gracias a que las políticas educativas de este período apostaron a que la mujer debía educarse tanto en las virtudes como en

Cinta Canterla, Mala noche. El cuerpo, la política y la irracionalidad en el siglo XVIII, Sevilla: Fundación José Manuel Lara, 2009, p. 265. 20

Ver: Eugenia Rodríguez Sáenz, Divorcio y violencia de pareja en Costa Rica (1800-1950), Costa Rica: Editorial Universidad Nacional, 2006, p. 29. 21

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Conclusiones la inteligencia, para 1886 más de treinta mujeres habían estudiado algún curso del Bachillerato en Ciencias y Letras. Por otro lado, la graduación de Antonia Navarro como ingeniera topógrafa en 1889 puede interpretarse como la prueba contundente de que Darío González, Fernando Velarde, Pedro García y varias de las alumnas que abogaron por la instrucción intelectual de las mujeres tenían razón: las mujeres podían hacer ciencia, tenían capacidad para el pensamiento abstracto, no padecían de miopía intelectual como había sentenciado Schopenhauer apenas en 1851. Lo que había hecho falta en El Salvador eran las condiciones de posibilidad: “edúquesele a la mujer a la misma altura del hombre… désele luz y hará prodigios”22, sentenció una alumna de Sensuntepeque en 1885. Y así fue. En este sentido, la graduación de una sola mujer fue más que suficiente para desmontar el mito de que la inteligencia femenina no era capaz de acceder a las verdades abstractas o especulativas. En segundo lugar, el análisis de las ideas sobre la mujer debatidas por estos grupos de intelectuales salvadoreños permite constatar que las representaciones femeninas fueron construidas a la medida de los temores masculinos. Las imágenes de la mujer difundidas por los grupos en contienda, encarnan lo que ellos consideraban amenazas a su visión de sociedad. Esta investigación permite problematizar estas imágenes a partir de los discursos y las acciones de las propias mujeres. Así, la representación de la mujer religiosa como “beatita, fanática e ignorante”, construida por el discurso liberal, se problematiza con las acciones de las mujeres católicas organizadas, capaces de dirigir y editar un periódico de publicación mensual en 1884, y de demandar a la Constituyente de 1886 el derecho a la educación religiosa. Así también, la representación de la mujer ilustrada como “la que olvida sus sagrados deberes”, difundida por el catolicismo, se complejiza a partir de los discursos de las estudiantes que, sin negar sus creencias, reivindicaban su derecho a la educación e instrucción asumiendo la misión de madre/maestra que les encomendaba la nueva República laica. “Discurso pronunciado al comenzar los exámenes de la escuela de niñas de Sensuntepeque”, La República, 1 de diciembre de 1885, p. 2. 22

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En tercer lugar, este trabajo permite constatar que es el Estado el responsable de garantizar equidad de oportunidades, en este caso, educativas. Los gobiernos de González, Zaldívar y Menéndez enfrentaron fuertes resistencias de parte de un importante sector católico de la sociedad salvadoreña y de la misma jerarquía eclesial. Pese a ello, desde 1871 hasta 1890, estos gobiernos dieron continuidad a un proyecto que cimentó la educación de las mujeres como un elemento fundamental para la construcción de una sociedad democrática, inclusiva y pluralista. Lo que hicieron los gobiernos del liberalismo radical, en términos de administración pública, fue implementar una política que hoy se conoce como discriminación positiva en favor de las mujeres, pese a las resistencias del pensamiento católico. El derecho de las mujeres a una educación igual a la de los varones quedó totalmente zanjado, contrario a lo que pasa en otras sociedades en la actualidad23. En cuarto lugar, pese a que la condición civil y política no estuvo en la agenda emancipadora del liberalismo radical, las mujeres entraron en el terreno del espacio público moderno: hicieron sentir su presencia y oír su voz a través de los impresos. Sin gozar aún de los derechos civiles y políticos, fueron incluso capaces hasta de oponerse a las leyes laicizantes a través de las exposiciones presentadas ante el poder ejecutivo y legislativo del Estado salvadoreño. Aún cuando la ciudadanía femenina estaba lejos de ser reconocida, las mujeres incursionaron en el ámbito de la política para defender lo que consideraban su derecho: la educación y el matrimonio religioso. Es muy probable que la experiencia organizativa mostrada en 1886 por las mujeres católicas, haya sido resultado de la participación de varias de ellas en las distintas filiales de la Asociación de

A finales de mayo de 2012, varios medios de comunicación dieron a conocer la noticia sobre los extraños desmayos de cientos de niñas en escuelas de Afganistán. La representante de Human Rights Watch en Afganistán señaló que, aún y cuando los talibanes habían asegurado no tener vinculación alguna con el hecho, los fundamentalistas se siguen oponiendo a la educación femenina. Una ministra afgana insistió en la necesidad de detener estos ataques pues “crean un terror insoportable en las familias afganas que quieren enviar a sus hijas a la escuela”. Ver: “Desmayos masivos de niñas afganas desconciertan al país”, en Terra, 29 de mayo de 2012, disponible en: http://noticias.terra.cl/mundo/medio-oriente/desmayos-masivos-de-ninas-afganas-desconciertan-alpais,af07c9fffb897310VgnVCM5000009ccceb0aRCRD.html 23

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Conclusiones Señoras para los Intereses Católicos, fundada en El Salvador desde 188224. De sus reuniones dan cuenta las memorias quincenales publicadas en su propio boletín25, donde también se informaba de las pasantías interdepartamentales, hasta de un mes de duración, para la formación de las nuevas socias. Así por ejemplo, en 1884, Margarita Orellana viajó de San Vicente a Santa Tecla y a San Salvador a “estudiar el modo práctico con que funcionan estas sociedades… permaneció un mes, asistió a las funciones, juntas y asambleas generales, vio los libros y los archivos”26. Además del entrenamiento asociativo, que sin duda favoreció un ejercicio de empoderamiento para el juego de la democracia moderna, esta organización ofreció a las mujeres la posibilidad de ejercitarse en otros espacios con cierta independencia y autonomía. En este sentido, el debate desarrollado durante este período visibilizó a la mujer como sujeto político capaz de incidir en las decisiones nacionales. En quinto lugar, aún y cuando las representaciones de la mujer como madre/maestra gozaron –y siguen gozando- de gran difusión en la opinión pública27, el

Esta organización tenía un funcionamiento bastante complejo: “Cada comisión tiene una presidenta, quien a su vez nombra secretaria, y una o más vicepresidentas que suplan sus faltas accidentales. Las comisiones organizan por sí mismas sus trabajos, y celebran juntas ordinarias por lo menos una vez al mes, y estraordinarias cuando las presidentas lo estimen conveniente. Para el cargo de presidentas suele escogerse a las socias más activas y respetables, más influyentes y caritativas, estudiando sus inclinaciones a fin de destinarlas a aquellas obras que sean de su mayor agrado. Cada comisión tiene su archivo especial, sus libros de actas, sus registros, etc.” Ver: “Comisiones”, Boletín de las Sociedades Católicas. Órgano de las sociedades de señoras para los intereses católicos”, N° 7, 10 de agosto de 1884, p. 2. 24

En este sentido merece remarcarse que ya en 1884 existiera en El Salvador un primer periódico dirigido y editado por mujeres. En Guatemala, el primer periódico de este tipo fue La Voz de la mujer, publicado en 1885. Las editoras responsables eran Jesús Laparra y Vicenta Laparra de la Cerda. Ver: “Prospecto”, La voz de la mujer, N° 1, Guatemala, 22 de agosto de 1885, p. 1. El periódico duró pocos meses, pero en 1887, las hermanas Laparra fundaron un segundo periódico cuyo nombre era El Ideal y se presentaba a sí mismo como el órgano de los intereses de la mujer. Ver: “Prospecto”, El Ideal, República de Guatemala, N° 1, 10 de diciembre de 1887, p. 1. 25

“San Vicente”, Boletín de las Sociedades Católicas. Órgano de las sociedades de señoras para los intereses católicos”, N° 5, 10 de julio de 1884, p. 20. 26

Ver: Amparo Marroquín Parducci y Olga C. Vásquez Monzón, “La mujer salvadoreña, siglo XIX y siglo XXI. Mitologías y rostros en la prensa escrita”, en Cartografías culturales del género en Centroamérica: 27

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debate sobre la educación femenina permitió una ampliación semántica del término “mujer”. Por primera vez, la esfera de la opinión pública –particularmente los periódicos- abrió un resquicio para una nueva representación femenina: la de la mujer ilustrada, la mujer intelectual, capaz de hazañas académicas como las de Concepción Mendoza y Antonia Navarro. A partir de la irrupción del discurso de los partidarios de la instrucción intelectual femenina, la mujer ya no sería considerada solamente como la madre/maestra de los futuros hijos de la República sino como un ser cuyas posibilidades de realización se abrían también fuera del ámbito doméstico. Los periódicos hicieron espacio para visibilizar el pensamiento de alumnas que, como Carmen Zaldívar, pedían abiertamente “que la mujer sea colocada sobre un pie de igualdad completa con el hombre”; o de intelectuales como Darío González, quien en 1875 afirmó que “la inteligencia de la mujer es susceptible, como la del hombre, de penetrar los más escondidos arcanos de la ciencia humana”, o como Pedro García, que exhortaba a hacer de la mujer “una mujer ciudadana que hable, que escriba, que vote”. A mi juicio, las reformas educativas impulsadas durante los gobiernos de Santiago González, Rafael Zaldívar y Francisco Menéndez fueron un factor determinante en el surgimiento de nuevas formas de presencia social y política de las mujeres en el espacio público salvadoreño del siglo XX. El antiguo edificio social, fundamentado en la definición de espacios según roles de género, sufrió una remodelación significativa. Esta remodelación permite comprender el surgimiento posterior de un planteamiento abiertamente feminista como el de Prudencia Ayala (1885-1936), quien en 1930 reclamaba los derechos de ciudadanía para las salvadoreñas28; o el hecho de que fuera una maestra, como Amparo Casamalhuapa

saberes, imágenes e itinerarios, Universidad Libre de Berlín y Universidad de Hamburgo, julio 2012 (en prensa). Ver: Carlos Henríquez Consalvi, “Prudencia Ayala, hija de la centella”, Trasmallo. Identidad, memoria y cultura, N° 4, San Salvador, 2009, p. 41-44. 28

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Conclusiones (1909-1971), quien denunciara la falta de libertades durante la dictadura del general Hernández Martínez, en un discurso pronunciado en 193929. Por último, me parece que esta investigación permite mostrar que el discurso del liberalismo radical salvadoreño –inspirado en corrientes como el krausismo y la masonería, entre otras- contrarrestó en buena medida la visión positivista que sostenía la subordinación femenina como un hecho natural. ¿Por qué es importante esta constatación? Varios filósofos e historiadores del siglo XX30 han afirmado que “el positivismo fue la filosofía predominante en el pensamiento filosófico latinoamericano desde mediados del siglo XIX”31, o que “después de la escolástica, el positivismo fue la corriente filosófica más importante en Hispanoamérica”32. Más específicamente, Raúl Fornet-Betancourt señaló que Siguiendo las pautas desarrolladas por Auguste Comte para el culto de los positivistas a la mujer como ser afectivo y amoroso cuya misión sagrada, por naturaleza es la de ser madre y foco de afecto en el hogar, muchos positivistas americanos propagan, en efecto, en el nuevo contexto de las repúblicas nacientes la idea de que el progreso social y cultural requiere que la mujer sea educada sobre todo en su conciencia de madre y en el cuidado del hogar. Así, bajo la idea de venerar a la mujer como madre y ser abnegado, se la discrimina y se la excluye de la vida pública y, en concreto, de la actividad científica y/o filosófica33.

Ver: Carlos Henríquez Consalvi, “Amparo Casamalhuapa, una voz en el silencio”, Trasmallo. Identidad, memoria y cultura, N° 4, San Salvador, 2009, pp. 5-7. 29

Beorlegui señala que Leopoldo Zea fue el primero que se ocupó de estudiarlo. Sus “investigaciones sobre el positivismo en México las extendió Zea a todo Iberoamérica en su tercer libro, Dos etapas del pensamiento en Hispanoamérica: del romanticismo al positivismo”. Carlos Beorlegui, Historia del pensamiento filosófico latinoamericano… p. 592. 30

Pablo Guadarrama González, “Hostos y el positivismo sui generis latinoamericano”, Revista Historia de la Educación Latinoamericana, Vol. 6, Colombia, 2004, p. 213. 31

Mario Magallón Anaya y Juan de Dios Escalante Rodríguez, “El positivismo”, en Enrique Dussel y otros (eds), El pensamiento filosófico latinoamericano, del Caribe y “latino” (1300-2000), México D.F.: Siglo XXI Editores, 2009, p. 211. 32

Raúl Fornet-Betancourt, Mujer y filosofía en el pensamiento iberoamericano: momentos de una relación difícil, Barcelona: Anthropos, 2009, p. 15. 33

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Ciertamente, como señalé en el primer capítulo, el pensamiento positivista participaba del trasfondo metafísico que concebía a la mujer como un ser inferior por naturaleza. Ahora bien, si esta fue la corriente predominante en las repúblicas latinoamericanas nacientes, ¿cómo explicar entonces el pensamiento de intelectuales salvadoreños como Darío González, Fernando Velarde, Antonio J. Castro o Rafael Reyes, que reivindicaron las aptitudes y derechos de las mujeres para una instrucción igual a la de los varones? ¿Cómo entender, más concretamente, a un Darío González considerado “como uno de los exponentes más importantes del positivismo salvadoreño”34 y conciliar al mismo tiempo su empeño por reivindicar la igualdad de capacidades intelectuales de las mujeres? La idea de que el positivismo fue la corriente predominante entre los intelectuales salvadoreños del siglo XIX ha sido reforzada por algunas investigaciones recientes que han adjudicado exclusivamente al positivismo el origen de apuestas como la instrucción pública masiva, la ideología del progreso y el pensamiento científico 35, o que, incluso han calificado el proyecto de modernización impulsado en El Salvador, entre 1871 y 1900, como “liberal-positivista”36. Ya he mostrado, a lo largo de este trabajo, que el tema de la instrucción pública fue situado por el Marqués de Condorcet desde 1791 (antes que Comte naciera), o que la noción de progreso ha estado presente en el pensamiento occidental desde la Grecia antigua. Estas constataciones ponen en

Ver: Sajid Herrera, “El Salvador”, en Carmen García Guadilla (ed.), Pensadores y forjadores de la universidad latinoamericana, Venezuela: bid & co. editor, 2008, p. 642. 34

Ver: Mario Méndez, Educación intercultural: pedagogía para contextos que demandan justicia cultural. Diálogo educativo con el proyecto de transformación intercultural de la filosofía, tesis presentada para optar al título de doctor en Filosofía Iberoamericana, Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”, San Salvador, mayo 2009. 35

Ver: Mario Oliva, Ciudadanía e higienismo social en El Salvador, 1880-1932, tesis presentada para optar al grado de Doctor en Filosofía Iberoamericana, Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”, San Salvador, 2011; Sajid Herrera, “El Salvador”… pp. 637-675. 36

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Conclusiones evidencia el uso poco riguroso que se ha hecho del término positivismo, que ha llevado a una invisibilización del complejo entramado de corrientes de pensamiento presentes en el último tercio del siglo XIX salvadoreño. No estoy negando la influencia del positivismo en los intelectuales salvadoreños, simplemente me parece importante desmontar la idea de que fue la corriente predominante a partir de la cual se orientaron todas las políticas públicas de ese período. El caso de Darío González es un buen ejemplo: aún y cuando hubiera sido un exponente del positivismo no lo fue de manera absoluta puesto que se distanció de él en un aspecto fundamental como es en la concepción sobre la mujer37. En este sentido, considero que mi trabajo es un aporte que muestra la importante influencia de otras corrientes del humanismo ilustrado liberal, como el krausismo y la masonería decimonónica, manifestadas en los discursos y las políticas educativas impulsadas durante la laicización del Estado salvadoreño. Quiero terminar estas reflexiones con una interesante cita del historiador Carlos Gregorio López Bernal. Salvando las debidas distancias, creo que el marco de interpretación que ofrece para la historia salvadoreña del siglo XX, ayuda también a dimensionar los efectos de los procesos reformistas de finales del siglo XIX: En forma general puede decirse que la resistencia a las reformas ha sido muy superior a la magnitud de los cambios propuestos… es más fácil que los sectores conservadores reaccionen en contra del proyecto que lograr que los supuestos beneficiarios de este se entusiasmen con él y lo defiendan. Las reformas no son heroicas, no son temas épicos. Las reformas llaman a la razón, pero difícilmente provocan pasión. Las reformas son necesarias, pero pocas veces resultan atractivas, más allá de los círculos que las

De hecho, cuando aborda el tema de la familia en su obra Principios de filosofía positiva, no le asigna exclusivamente a la mujer la responsabilidad de la formación moral de los miembros de ésta, como lo hizo Comte. González señala que la familia “consiste en la unión de los padres, en los deberes que nacen de la paternidad, en el reconocimiento y adhesión de parte de los hijos y en el cariño y el amor que ligan a todos los miembros de la familia entre sí. Llénanse en la familia todas las necesidades mediante la economía y el trabajo, se educa a los hijos, y se cumple y realiza el derecho…”. Darío González, Principios de filosofía positiva, Guatemala: Tipografía Nacional, 1895, p. 330. 37

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conciben e impulsan. En general sus resultados son mucho más modestos de lo previsto, y pocas veces dejan satisfechos a promotores y receptores38.

Aunque los resultados de las reformas educativas del último tercio del siglo XIX sean modestos, no son para nada desdeñables. Al finalizar este trabajo puedo afirmar que las transformaciones a la educación femenina impulsadas durante el período de reformas laicizantes del Estado salvadoreño, favorecieron la generación de condiciones, de carácter irreversible, para que las mujeres salvadoreñas tuvieran una perspectiva de realización más amplia que la que el ideario religioso católico les había ofrecido hasta entonces. Por otro lado, el debate sobre el tipo de educación que debía darse a las mujeres, generó una ampliación semántica de la noción “mujer” ya no circunscrita exclusivamente al ámbito de lo doméstico.

Carlos Gregorio López Bernal, “Bajo el signo de la reforma: una clave para entender la historia salvadoreña del siglo XX”, ponencia presentada en el acto de incorporación como miembro de la Academia Salvadoreña de la Historia, mayo de 2012, inédita, p. 8. 38

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