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Universidad de Colima FACULTAD DE PSICOLOGÍA MAESTRÍA EN PSICOLOGÍA APLICADA
__________________________________________________________________ “Comunicación y conflictos más comunes entre padres e hijos/as adolescentes de 15 a 18 años del CBTIS # 19 desde la perspectiva del adolescente” __________________________________________________________________
Tesis que para obtener el grado de MAESTRÍA EN PSICOLOGÍA APLICADA Presenta la LICDA. EN PSIC. VALENTINA SANTA ANA LOERA Asesora: M en C. MARTHA LETICIA ALDRETE GONZÁLEZ Co-asesor: M en C. POMPILIO TORRES ORNELAS
Colima, Col. Septiembre de 2008
ÍNDICE AGRADECIMIENTOS RESUMEN Abstract INTRODUCCIÓN CAPÍTULO I. MARCO TEÓRICO I.1 ADOLESCENCIA I.2 TEORÍA ECOLÓGICA DEL DESARROLLO HUMANO I.2.1 Las estructuras interpersonales como contextos de desarrollo humano I.2.2 Los roles como contexto del desarrollo humano I.3 FAMILIA DESDE LA PERSPECTIVA SISTÉMICA I.4 ESTILOS PARENTALES EN LA ADOLESCENCIA I.5 COMUNICACIÓN DENTRO DE LA FAMILIA I.6 COMUNICACIÓN ENTRE PADRES E HIJOS ADOLESCENTES I.7 CONFLICTOS CAPÍTULO II. MÉTODO II.1 Planteamiento del problema II.2 Pregunta de Investigación II.3 Objetivo General II.3.1 Objetivos Particulares II.3.2 Hipótesis de investigación II.3.3 Hipótesis nulas II.4 Definición operacional de las variables II.5 Diseño II.6 Participantes II.7 Escenario II.8 Muestreo II.9 Materiales II.10 Procedimiento II.11 Instrumentos II.12 Análisis de los datos II.13 Consideraciones éticas CAPÍTULO III. RESULTADOS CAPÍTULO IV. DISCUSIÓN DE RESULTADOS CAPÍTULO V. CONCLUSIONES REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
IV V VI 7 9 15 21 23 24 26 29 31 33 41 42
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ANEXOS Escala de conflictos Escala de comunicación
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ÍNDICE DE TABLAS Y GRÁFICOS
Gráfica No.1 Constitución de la familia con la que viven los participantes. Tabla No. 1 Características de la población por sexo. Tabla No. 2 Correlación entre las variables conflicto y comunicación. Tabla No. 3 Diferencias en la frecuencia de la intensidad de la escala de conflictos. Tabla No. 4 Diferencias en la puntuación de la escala de comunicación ente papá y mamá. Tabla No. 5 Diferencias en la puntuación de conflictos con papá por tema y sexo. Tabla No. 6 Diferencias en la puntuación de conflictos con mamá por tema y sexo. Tabla No. 7 Diferencias en la puntuación de comunicación con papá por tema y sexo. Tabla No. 8 Diferencias en la puntuación de comunicación con mamá por tema y sexo.
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RESUMEN Se ha hablado sobre la influencia de la comunicación en numerosas circunstancias en las que las personas interactúan entre sí. Existen autores que importancia a la comunicación por ser ésta facilitadora o generadora de obstáculos en las relaciones personales. Fácilmente nos encontramos con diversa literatura que nos reitera que la adolescencia es un proceso de desarrollo complicado, tanto para los jóvenes como para sus familias y en ciertas ocasiones para algunas sociedades. El presente estudio tuvo como propósito determinar la relación entre la comunicación y los conflictos entre padres e hijos/as adolescentes. Una muestra de 300 jóvenes, 149 mujeres y 151 hombres con edades comprendidas entre 15 y 18 años, contestaron dos instrumentos que incluían la facilidad de la comunicación con sus padres, la frecuencia de la comunicación, la presencia de conflictos, así como la intensidad percibida por éstos. Los resultados permiten identificar una correlación baja entre las variables comunicación y conflictos. De acuerdo a los resultados, se puede concluir que si bien, la comunicación es un factor importante para la aparición y resolución de conflictos en la familia, también se tendrán que considerar en futuras investigaciones, otros factores que están fuertemente ligados a los conflictos entre padres e hijos/as, como pueden ser: los estilos parentales, las habilidades sociales, la personalidad tanto del adolescente como de los padres, así como las características de la relación entre éstos.
Palabras clave: comunicación, conflicto, adolescencia, familia.
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ABSTRACT Has been said on the influence of the communication in numerous circumstances in wich the persons interact. Many authors give importance to communication because it facilitates personal relationships or creates obstacles in them. We easily meet diverse literature that repeats us that adolescence is a complicated process of development, both for young people and for their families and, sometimes, for some societies. This study was aimed to determine the relationship
between
conflicts
and
communication
between
parents
and
adolescents. A sample of 300 youths, 149 women and 151 men aged between 15 and 18 years, answered two instruments that included the ease of communication with their parents, the frequency of communication, the presence of conflicts as well as the perceived intensity by them. The results allow us to identify a low correlation between variables communication and conflict. According to the results, it can be concluded that although the communication is an important factor in the emergence and resolution of conflicts within the family, in a future research, other factors that are strongly linked to conflicts between parents and children should be considered, by example: parenting styles, social skills, personality both of adolescent and of parents, as well as the characteristics of the relationship between them.
Key words: communication, conflict, adolescence, family.
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INTRODUCCIÓN La adolescencia es una etapa de transición en la cual, generalmente, se producen importantes cambios físicos, cognitivos y emocionales que afectan a las relaciones de los adolescentes con sus padres y con los iguales. Sin embargo, estos cambios no se originan de forma brusca y rápida, sino de manera progresiva y continua, lo que permite que tanto padres como adolescentes se vayan adaptando a la nueva situación. En este sentido, parece más adecuado hablar de transformaciones que pueden dar lugar a conflictos en las relaciones familiares (Palacios, Hidalgo y Moreno, 1998; citado en Motrico, 2001). Es en este marco, entre conflictos en adolescentes y familia donde comienza este trabajo, habla de la comunicación entre los y las adolescentes y sus padres, el principal propósito de la investigación es encontrar una correlación entre estas dos variables que puedan apoyar diferentes intervenciones así como retomar la comunicación y los conflictos en diferentes líneas de investigación generando más conocimiento. De la misma manera se busca que la modificación del instrumento utilizado en este trabajo pueda seguir siendo aplicado en otras investigaciones que incluyan a la comunicación y los conflictos. En lo que respecta a la organización de la información, en el primer capítulo se encuentra una revisión que incluye de manera muy general las características biopsicosociales de la adolescencia. En este mismo capítulo se incluye el marco teórico con la revisión de la teoría de Urie Bronfenbrenner, la descripción de la familia desde una perspectiva sistémica que trata de comprender la interacción de ésta y los y las adolescentes, así como los estilos de crianza que enmarcan las dinámicas familiares, y no menos importantes se revisan algunos fundamentos empíricos de la comunicación entre padres e hijos/as en la adolescencia, así como los principales conflictos que de ésta derivan, todo ello sustentan el planteamiento del problema y los objetivos del trabajo.
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En el segundo capítulo se describe lo concerniente al método empleado, el diseño del estudio, las variables, los participantes, los materiales, el escenario y los procedimientos para la recolección y procesamiento de los datos, así como las consideraciones éticas que dispone El Reglamento de la Ley General de Salud en materia de investigación para la salud, mismas que se tomaron en cuenta para la investigación. En el tercer capítulo se muestran los resultados de las correlaciones de las variables consideradas. En el capítulo cuarto se presenta la discusión del presente estudio y se comparan con los reportados por los autores revisados. En el capítulo quinto se encuentran las conclusiones. En el último capítulo se enlistan las referencias bibliográficas utilizadas para la investigación. Finalmente se presentan los anexos que incluyen los cuestionarios utilizados como instrumentos para recabar información desde la perspectiva del adolescente, así como el análisis factorial de las dos escalas utilizadas en la investigación.
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CAPITULO I. MARCO TEÓRICO I.1 ADOLESCENCIA Para describir la etapa de la adolescencia de manera más amplia, se consultaron algunos autores de diferentes enfoques teóricos (Erikson, Piaget, Satir), aunque se retomó el enfoque sistémico al final en el cual se basa este estudio. La adolescencia es exclusiva del ser humano, y ocurren en ella cambios significativos, cuantitativos (como peso y talla) y cualitativos (como el desarrollo de habilidades sociales) en el marco de lo biológico, pero lo trascienden, interesando también las esferas psicológica y social (Santiago, Esquirol y Fernández, 2006). El término denota el periodo desde el inicio de la pubertad hasta la madurez y suele empezar en torno a la edad de catorce años en los varones y doce años en las mujeres. Domínguez (2008) enfatiza que, la adolescencia y la juventud constituyen ante todo “edades psicológicas”, ya que parte de considerar el desarrollo como un proceso que no ocurre de manera automática ni determinado fatalmente por la maduración del organismo, sino que tiene ante todo una determinación histórico social, al decir de L.S. Vigotsky (1934) creador del enfoque histórico-cultural sobre el desarrollo de las funciones psíquicas superiores. Aunque esta etapa de transición varía entre las diferentes culturas, en general se define como el periodo de tiempo que los individuos necesitan para considerarse autónomos e independientes socialmente (Horrocks, 1999). La Organización Mundial de la Salud (OMS), define la adolescencia como la etapa que transcurre entre los 10 y 19 años, considerándose dos fases ,la adolescencia temprana 10 a 14 años y la adolescencia tardía 15 a 19 años (Ayllón, 2003). Motivado por la necesidad psicológica de independencia y las expectativas de alcanzar el éxito, el adolescente se encuentra sometido a una enorme presión social mientras se abre paso en el nuevo mundo (Satir, 2004). Es probable que las personas tengan ideas sobre las características comportamentales y de 9
personalidad propias de los adolescentes, que estarán influidas tanto por estereotipos sociales dominantes
como por su propia experiencia personal
(Casco y Delgado, 2004). En esta etapa, el grupo es de gran relevancia para el adolescente, puesto que sus normas influyen en los comportamientos individuales, lo que funciona como factor de riesgo o protector, por la potencialidad de estimular conductas positivas o negativas, en correspondencia con sus cánones (Santiago, Esquirol y Fernández, 2006). Para Erikson, una de las tareas importantes a realizar durante esta etapa es, lograr la identidad del Yo, evitando así, la confusión de roles. Esto significa que los adolescentes se tendrán que responder a las preguntas ¿quién soy yo? ¿y cómo encajo en la sociedad?. Responder estas preguntas exige que los adolescentes tomen todo lo que han
aprendido acerca de la vida y de ellos
mismos y conformen una autoimagen unificada, una que la misma comunidad estime como significativa (Erikson, 1968; citado en Papalia, Dukin y Wendkos, 2001) Hay cosas que facilitan este proceso de búsqueda de identidad o esta imagen unificada mencionada anteriormente. Primero, conviene tener un modelo estándar de adulto que sea aceptable para el adolescente, con modelos de roles adultos adecuados y líneas abiertas de comunicación. Por otra parte, la sociedad puede facilitar ciertas tareas rituales que ayuden a distinguir la transición de niñez a adultez. Los rituales que marcan la entrada del niño “en la mayoría de edad” son comunes en muchas sociedades. En nuestra cultura, los ritos de paso pueden incluir bendiciones religiosas como en el caso de los “quince años”, en otras se puede presentar: la separación de la familia, pruebas de fortaleza y resistencia, marcas corporales o actos de magia. El ritual puede llevarse a cabo a cierta edad; por ejemplo, las ceremonias bar mitzvah y bat mitzvah (edad de responsabilidad de acuerdo a la normativa judía) que marca la asignación de responsabilidades a niños y niñas judíos de 13 años para cumplir los preceptos religiosos tradicionales (Rice, 2000). 10
Horrocks (1999), señala que en las sociedades industriales modernas, el paso a la edad adulta es, generalmente menos abrupto y está marcado con menos claridad. En épocas anteriores al siglo XX, en las culturas occidentales, los niños entraban en el mundo adulto cuando alcanzaban la madurez física o cuando comenzaban un aprendizaje profesional. En la actualidad la entrada en la edad adulta toma más tiempo y es menos precisa. La pubertad comienza más temprano de lo acostumbrado, mientras que el inicio de una carrera tiende a ocurrir más tarde puesto que las sociedades complejas requieren periodos mayores de educación o entrenamiento profesional antes que una persona joven pueda asumir responsabilidades de adulto (Papalia, 2001). Así, los mismos adultos proporcionan al adolescente un margen de tiempo para su desarrollo. Este tiempo de espera es conceptualizado por algunos autores como moratoria psicosocial: “La moratoria psicosocial, es ante todo, un período de espera a los adolescentes desde el mundo de los adultos. A través de la construcción de espacios y tiempos propios se les permite ser adolescentes. Los adultos, lejos de adoptar formas de estimulación o imposición de pasaje a la adultez, les garantizan su estado adolescente” (Rascovan, 2004, citado en Bolis y Giacobbe, 2007). A pesar de la poca claridad en esta transición, la mayoría de los jóvenes salen de ese periodo con madurez, cuerpos saludables y bríos para la vida. Así mismo su desarrollo cognitivo ha sido constante. Los adolescentes no sólo parecen diferentes de los niños más jóvenes, sino que piensan de manera diferente. Aunque su pensamiento denote cierta inmadurez, son capaces de desarrollar pensamientos abstractos, emiten juicios morales más sofisticados y pueden incluso planear su futuro de manera más real (Horrocks, 1999). Según Piaget (1896, citado en Horrocks, 1999), los adolescentes logran el más alto nivel del desarrollo cognitivo cuando alcanzan la capacidad de producir pensamiento abstracto. Este desarrollo les proporciona nuevas y más flexibles maneras de manejar la información. Ya no se limitan al aquí y al ahora, sino que 11
comprenden el tiempo histórico y el espacio exterior, formulan hipótesis y diseñan experimentos para probarlas. El adolescente considera todas las relaciones que puede imaginar y avanza en ellas sistemáticamente, una por una, eliminando las falsas para llegar a la comprobación. El razonamiento hipotético deductivo le proporciona al adolescente una herramienta para resolver problemas, desde la reparación de electrodomésticos hasta elaborar teorías, este desarrollo permite a los jóvenes desarrollar su propio juicio, tomar sus decisiones sobre las cosas que le rodean y a cuestionar opiniones de otras personas cercanas al adolescente, tanto amigos como padres, lo que podría generar confrontaciones entre ellos. Una de las instituciones sociales que ayudan al completo desarrollo, preparándolo para la vida social, es la familia. La socialización ha sido, sin lugar a dudas, una de las funciones más ampliamente reconocidas de la misma. Como primer ambiente social, modela sentimientos y ofrece patrones de conducta, dándose o no en su seno, las condiciones para alcanzar el crecimiento normal y desarrollo del ser humano. En ella, las contradicciones generadas al arribar a la adolescencia alguno de sus miembros, pueden originar una crisis evolutiva, un momento de cambios, en el que se necesita variar el desempeño de roles y asumir nuevos modos de funcionamiento. La crisis, marcada por pautas y normas de convivencia precedentes, debe ser aprovechada para su fortalecimiento. Si la familia no está preparada, podría ocurrir una ruptura generacional; en cambio, si sucede lo contrario, los conflictos serán resueltos armónicamente (Santiago, Esquirol y Fernández 2006). De acuerdo con Musitu, Buelga, Lila y Cava (2001), los padres son las personas que se encuentran, potencialmente, en la mejor disposición para proporcionar una socialización adecuada y prosocial a sus hijos. Existen razones culturales; a pesar de los serios competidores que tienen los padres en su rol de agentes socializadores, ya que todavía en la sociedad se les otorga la principal autoridad en el cuidado de los hijos. Los padres tienen una serie de derechos y responsabilidades legales en el ámbito del cuidado de los hijos que les otorga autoridad sobre ellos. Además, se debe recordar que éstos son las personas que mayores posibilidades tienen de 12
establecer relaciones significativas con sus hijos. Desde el momento del nacimiento, hasta tiempo después, los padres alimentan, protegen, cuidan y juegan con sus hijos, actividades que sientan bases importantes para una fuerte unión entre padres e hijos (Motrico, Fuentes y Bersabé, 2001). Durante la socialización, Shaffer (2007) señala que la influencia del grupo de iguales parece decisiva en la adolescencia, en cuanto al sentimiento de pertenencia a un grupo y a la identificación con las actividades propias de ese grupo, como son diversiones, gustos, forma de vestir, música, etc. Estas influencias se complementan con las ejercidas por los padres en temas relacionados con valores, estudios y futuro. Por tanto en el periodo adolescente el grupo de iguales cumple un importante papel porque proporciona un entorno en el que los adolescentes ven reforzada su autoestima, en el que pueden experimentar y practicar su nuevo rol, compartir sus nuevos intereses, así como también aprender nuevas habilidades para relacionarse. Este contexto (grupo de iguales) representa además un microsistema relacional estable en un periodo de cambio, que les sirve de referencia en su búsqueda de autonomía e identidad (Shaffer, 2007). De acuerdo con Bronfenbrenner (1998, citado en Shaffer, 2007), los dos cambios más importantes que se producen en la adolescencia son: El cambio de rol, pasar de niño a adolescente, y el cambio de entorno, pasar del colegio a la universidad. El cambio de rol, viene marcado por la pubertad (momento en el que se deja de ser niño para ser adolescente). Este paso exige nuevas adaptaciones y aprendizajes, adquirir nuevos conocimientos y conductas, establecer nuevas relaciones y afectos con el otro sexo, con los compañeros/as y con los amigos/as. Por tanto la llegada de la pubertad requiere la elaboración de una nueva identidad, obliga a los adolescentes a redefinir sus afectos, sus ideas, sus conductas y sus relaciones sociales. Es en definitiva la elaboración y adquisición de un nuevo rol. 13
Los cambios de roles son momentos bastante difíciles para la mayoría de las personas debido a la extinción de ventajas que poseía el rol que se abandona, así como también por las exigencias del nuevo rol; pero en la adolescencia a estas dificultades por el cambio de rol se suman las motivadas por el cambio de entorno (Shaffer, 2007). Este cambio de entorno que incluye la entrada de las personas en nuevos ambientes, suele producir conflictos intra e interpersonales, ya que normalmente el nuevo contexto exige también cambios en todos los procesos de socialización (afectivos, cognitivos y conductuales), que se reflejan en la necesidad de establecer nuevos vínculos y relaciones personales, en la necesidad de conocer el funcionamiento del nuevo entorno, así como cambios en la conducta para adaptarse al nuevo sistema social. Los cambios de entornos propios de la adolescencia en nuestra sociedad, están asociados al paso de la escuela a la Universidad. Esta transición no solo es espacial (cambio de centro) sino que influye y afecta en muchos aspectos de la vida de la persona (tiene que conocer la organización y funcionamiento del centro, nuevos profesores y nuevas relaciones con compañeros). El tránsito es más fácil cuando se ingresa en el nuevo entorno acompañado por personas con las que se ha compartido y participado en entornos anteriores (Shaffer, 2007). Por tanto la adolescencia desde la perspectiva sistémica, es una etapa que supone ciertos riesgos adaptativos para el adolescente, por tener que afrontar ciertas exigencias evolutivas debidas tanto al cambio de rol, como de entorno.
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I.2 TEORÍA ECOLÓGICA DEL DESARROLLO HUMANO La
actualmente
influyente
teoría
bioecológica
del
biólogo
Urie
Bronfenbrenner describe el alcance de influencias interactuantes que afectan a una persona en desarrollo. Cada organismo biológico se desarrolla dentro del contexto de sistemas ecológicos que promueven o dificultan el crecimiento (Bronfenbrenner y Morris, 1998; citado en Papalia, 2001). Dicha teoría subraya la importancia de conocer la lógica de toda la ecología del entorno humano si se quiere
comprender
Bronfenbrenner
cómo
(2002),
se
desarrollan
sostiene
que
es
las
personas.
muy
Así
impreciso
el
mismo
entender
el
comportamiento de las personas, si no se ha analizado el contexto donde viven, las personas con las que interactúan y las relaciones que se establecen. Las formulaciones de Bronfenbrenner, se apoyan en el trabajo de diferentes teóricos de diferentes disciplinas, éste recoge la fenomenología, la filosofía y la psicología; lo influye la teoría de los roles desde el campo de la sociología; desde la psiquiatría, rescata el estudio de las relaciones interpersonales de los individuos, y de la antropología incluye el análisis de sistemas sociales más grandes, entre los que se destacan los trabajos de Linton (1936, citado en Pérez de Guzmán, 2007). Sin embargo, la concepción fenomenológica del ambiente que sustenta la base de la teoría de Bronfenbrenner, deriva su estructura y su racionalización de las ideas de Kurt Lewin (1935, citado en Pérez de Guzmán, 2007), especialmente de su constructo de “espacio vital” o “campo psicológico”, en el que Lewin sostiene que el ambiente tiene más importancia para la comprensión científica de la conducta y el desarrollo es la realidad, no tal como existe en el llamado mundo objetivo, sino como aparece en la mente de la persona; concentrándose en el modo en el que el ambiente es percibido por los seres humanos que interactúan dentro de él y con él.
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Según Bronfenbrenner, el desarrollo ocurre a través de procesos cada vez más complejos de interacción regular, activa y bidireccional entre una persona en desarrollo y el entorno cotidiano inmediato; procesos que son afectados por contextos más remotos de los cuales la persona puede incluso no haberse percatado. Para el entendimiento de dichos procesos, se deben estudiar los múltiples contextos en los que ellos ocurren. Estos comienzan en el hogar, salón de clase, sitio de trabajo y vecindario; se conectan exteriormente con las instituciones sociales como sistemas educativos y de transporte y finalmente abarcan los patrones culturales e históricos que afectan a la familia, el colegio y prácticamente todo lo demás en la vida de una persona. De acuerdo con Pérez de Guzmán (2007) el enfoque ecológico, recoge lo mejor de los enfoques sociológicos contemporáneos ya que es un enfoque donde toman interés los riesgos, las necesidades y los problemas familiares y en los que la familia constituye uno de los campos de interacción continua entre sus elementos. Bronfenbrenner identifica cinco sistemas contextuales interrelacionados, desde el más íntimo hasta el más amplio, los cuales a continuación se describen y que tienen una similitud con la fundamentación de la teoría general de los sistemas y con el modelo ecológico: microsistema, mesosistema, exosistema, macrosistema y cronosistema. Un microsistema es un patrón de actividades, roles y relaciones interpersonales que la persona en desarrollo experimenta en un entorno determinado, es decir, un lugar en el que las personas pueden interactuar, con características físicas y materiales particulares como creencias y valores. Un término importante para la definición del microsistema es experimentan, ésta palabra se utiliza para indicar que las características de un ambiente que tienen importancia científica no son sólo sus propiedades objetivas, sino también el modo en que las personas perciben sus propiedades; esto quiere decir que los aspectos del ambiente que modelan con más fuerza el curso del desarrollo psicológico son, sin duda, aquellos que tienen significado para la persona en una situación determinada (Bronfenbrenner, 2002). 16
Para Bronfenbrenner, el mesosistema comprende las interrelaciones de dos o más entornos en los que la persona en desarrollo participa activamente. La atención a los mesosistemas nos puede informar respecto a las diferentes formas de actuar de una misma persona en diferentes escenarios, por ejemplo, para un adolescente, las relaciones entre el hogar, la escuela y el grupo de amigos fuera de la escuela; para un adulto entre la familia, el trabajo y la vida social. Un mesosistema es, por lo tanto, un sistema de microsistemas. Se forma o se amplía cuando la persona en desarrollo entra en un nuevo entorno. Además de este vínculo primario, las interconexiones pueden adoptar varias formas adicionales: de acuerdo a la influencia de otras personas que participan activamente en ambos entornos, vínculos intermedios en una red social, comunicaciones formales e informales entre entornos, y respecto al campo de lo fenomenológico, el grado y la naturaleza del conocimiento y las actitudes que existen en un entorno con respecto al otro. El exosistema, al igual que un mesosistema, consiste en los enlaces entre dos o más escenarios; pero en un exosistema, a diferencia del mesosistema, por lo menos uno de tales escenarios no contiene a la persona en desarrollo como participante activo, pero en los cuales se producen hechos que afectan a lo que ocurre en el entorno que comprende a la persona en desarrollo, o que se ven afectados por lo que ocurre en ese entorno. Algunos ejemplos de un exosistema, en el caso de un adolescente, podrían ser el lugar de trabajo de sus padres, la clase a la que asiste un hermano mayor, el círculo de amigos de sus padres, las actividades del consejo escolar, del barrio, etc. Un macrosistema consiste en patrones culturales globales, como valores, creencias, costumbres y sistemas económicos y sociales dominantes de una cultura o subcultura que permean en un sin número de formas de la vida diaria de los individuos (Bronfenbrenner, 2002). Por ejemplo, en una sociedad determinada, un jardín de infancia, una clase en la escuela, un campo de juegos en el parque, un café, o una oficina de correos, tiene un aspecto y unas funciones bastante 17
parecidas, pero que claramente se diferencian de sus equivalentes en otra cultura o país. Como si en cada país, los distintos entornos se hubieran construido a partir del mismo conjunto de esquemas. Sin embargo aunque existan contrastes entre hogares, guarderías, barrios, entornos de trabajo para familias acomodadas que para familias pobres, también representan fenómenos del macrosistema. Como ya se había mencionado anteriormente, dichos sistemas varían para los distintos grupos socioeconómicos, étnicos, religiosos y de otras subculturas, que reflejan sistemas de creencias y estilos de vida contrastantes, que a su vez, ayudan a perpetuar los ambientes ecológicos específicos de cada grupo (Bronfenbrenner, 2002). El cronosistema añade la dimensión del tiempo: el grado de estabilidad o cambio en el mundo de una persona. Esto puede incluir modificaciones en la composición familiar, lugar de residencia o empleo, como también eventos mayores como guerras, ciclos económicos, etc. De acuerdo a Bronfenbrenner, hasta aquí se ha presentado la estructura del ambiente ecológico, ahora se está en condiciones para identificar un fenómeno general de movimiento a través del espacio ecológico, éste suceso que es producto y a la vez productor de cambios de desarrollo. Esta situación de movimiento es la transición ecológica que se produce cuando la posición de una persona en el ambiente ecológico se modifica como consecuencia de un cambio de rol, de entorno o de ambos a la vez. Según Bronfenbrenner, una persona no es simplemente un resultado del desarrollo, sino forjadora de éste. Las transiciones dependen conjuntamente de los cambios biológicos y psicológicos, talentos y habilidades, y de la modificación de circunstancias ambientales; por lo tanto, representan ejemplos por excelencia del proceso de acomodación mutua entre el organismo y su entorno, que constituye el principal centro de lo que Bronfenbrenner ha llamado la ecología del desarrollo humano.
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Este desarrollo tiene tres características importantes que cabe mencionar; la primera, es que implica una reorganización que tiene una cierta continuidad tanto en el tiempo como en el espacio, la segunda característica explica que el cambio de desarrollo tiene lugar, a la vez, en dos campos: el de la percepción y el de la acción. La tercera menciona que, cada uno de estos campos tiene una estructura que es homogénea con los otros cuatro niveles del ambiente ecológico (Bronfenbrenner, 2002). En la esfera de la percepción, la cuestión pasa a ser en qué medida el punto de vista que tiene del mundo la persona en desarrollo se extiende más allá de la situación inmediata, para incluir una imagen de otros entornos en los que ha participado activamente, las relaciones entre éstos, la naturaleza y la influencia de los contextos externos con los que no ha tenido un contacto cara a cara, y por último, los patrones coherentes de organización social, sistemas de creencias y estilos de vida, que son específicos de su propia cultura y subcultura y de otras. La esfera de acción, se refiere a la capacidad de la persona para usar estrategias que resulten eficaces, para proporcionar una retroalimentación o feedback exacto sobre la naturaleza de los sistemas que existen en niveles cada vez más remotos; para permitir que estos sistemas continúen funcionando, y para reorganizar los sistemas existentes, o para crear sistemas nuevos, de un orden comparable o superior, que estén más de acuerdo con sus deseos (Bronfenbrenner, 2002). Los sistemas antes mencionados, no tratan solo de entender situaciones, procesos o estructuras sociales sino que, en lo fundamental, procura conocer cómo se producen nuevas situaciones que pueden incidir en el cambio de ciertas estructuras familiares que favorecen o dificultan la aparición de conflictos entre padres e hijos. Para comprender cómo se presentan los conflictos, hay que recordar los cambios en la estructura familia, entre estos, los que genera la etapa de vida en familia con personas adolescentes, así como los ajustes homeostáticos en busca de la funcionalidad. La familia como un sistema de relaciones constituido por más 19
unidades vinculadas entre sí, de modo que el cambio de estado de una unidad va seguido por el cambio de otras unidades; y éste a su vez va modificando estas sistemas modificando el primero, y así sucesivamente dando pie a la aparición de conflictos entre la familia, mismos que se consideran importantes por ser procesos de cambio, que le demandan adaptarse, a través del tiempo, lugares y miembros de la familia. Minuchin y Nichols (1993), señalan que de la funcionalidad de la familia depende su capacidad flexible y cohesiva además que de la modificación de la dinámica familiar ofrece a sus miembros nuevas circunstancias y perspectivas para realizar los ajustes individuales y necesarios y responder a ellos a la transformación del crecimiento individual, manteniendo la continuidad del sistema familiar. A partir de lo anterior se puede concluir que aunque los conflictos dentro de la familia favorecen el equilibrio para seguir manteniéndola, la comunicación es importante dentro de las relaciones personales ya que es a través de ésta que se establece la calidad de las relaciones (Orozco, 1995).
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I.2.1 Las estructuras interpersonales como contextos del desarrollo humano. Para esta investigación es importante comprender más acerca de las relaciones interpersonales dentro del núcleo familiar, así como fuera de éste sistema además de entender la
visión que Bronfenbrenner nos propone, las
propiedades que tienen éstas y relacionarlas al sistema familiar. De acuerdo con Bronfenbrenner (2002), se establece una relación cuando una persona en un entorno presta atención a las actividades de otra, o participa en ellas. La presencia de una relación bidireccional cumple con la condición mínima para la existencia de la díada. La díada es importante para el desarrollo en dos aspectos: en primer lugar, constituye en contexto crítico para el desarrollo por sí misma. En segundo lugar, es el componente básico del microsistema, que hace posible la formación de estructuras interpersonales más grandes: tríadas, tétradas y demás. De acuerdo al potencial que se tenga para aumentar el desarrollo psicológico, se pueden adoptar de tres formas funcionales diferentes: la primera, una díada de observación que se produce cuando uno de los miembros presta atención, de una manera estrecha y duradera a la actividad del otro, el cual, a su vez, se percata el interés que se demuestra. La segunda forma de díada se refiere a una actividad en conjunto, en la cual los dos participantes se perciben a sí mismos haciendo algo juntos, aunque no necesariamente haciendo lo mismo, pero complementaria; es decir, partes de un patrón integrado, como puede ser el caso de la estructura familiar. La tercera forma es la díada primaria, que es aquella que continúa existiendo fenomenológicamente para ambos participantes, incluso cuando no están juntos. Cada uno de los miembros aparece en los pensamientos del otro, es objeto de fuertes sentimientos emotivos, y sigue influyendo en la conducta del otro, aunque estén alejados, un claro ejemplo es la familia que ejerce entre sus integrantes una fuerza poderosa en el desarrollo, tanto en presencia como en ausencia de los otros integrantes. Aunque cada una de las tres formas de
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díadas tiene características distintas, no se excluyen mutuamente, ya que pueden ocurrir simultáneamente o por separado. De acuerdo con Bronfenbrenner, existen propiedades que están presentes en todas las díadas como son, la reciprocidad, la retroalimentación, el equilibrio y la afectividad que se explicarán a continuación: la reprocidad se observa claramente en la actividad conjunta, lo que hace A influye en B y viceversa, como consecuencia, uno de los miembros tiene que coordinar sus actividades con las del otro. Además por su propiedad retroalimentadora, genera un momento propio que motiva a los participantes no sólo a perseverar sino a intervenir en patrones de interacción cada vez más complejos. Este momento que se desarrollo en la interacción recíproca, también tiende a afectar a otros tiempos y lugares; en otras palabras, es probable que la persona retome su “parte”, o la de la otra persona, de la actividad conjunta, en otros entornos, en el futuro, tanto con otros como solo. Otra propiedad es el equilibrio de poderes, en el que destaca una mayor influencia de un participante sobre el otro y en la medida en la que, en una relación diádica, A domina a B se denomina equilibrio de poderes. Este equilibrio es significativo ya que brinda a la persona en desarrollo la oportunidad de aprender y a enfrentarse a diferentes relaciones de poder. Finalmente Bronfenbrenner expone la propiedad de relación afectiva, en la que a partir de las interacciones diádicas, se desarrollan sentimientos más fuertes, el uno hacia el otro, éstos pueden ser mutuamente positivos, negativos, ambivalentes o asimétricos. Si la relación se caracteriza por ser positiva y recíproca desde el comienzo, aumentando estas características a medida que prosigue la interacción, pueden incrementar el ritmo y la probabilidad de que se produzcan los procesos de desarrollo, además facilitarían la formación del tercer tipo de sistemas de dos personas, la díada primaria.
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I.2.2 Los roles como contexto del desarrollo humano. Para Bronfenbrenner, un rol es un conjunto de actividades y relaciones que se esperan de una persona que ocupa una posición determinada en la sociedad, y las que se esperan de los demás, en relación con aquella. Los roles se suelen identificar con las etiquetas que se utilizan para designar diferentes posiciones sociales en una determinada cultura, siendo algunas, profesor, médico, madre, padre, entre otros. Estas diferencias generalmente se establecen según edad, sexo, relación de parentesco, ocupación o estatus social, entre otros. En este sentido, las expectativas que la sociedad tiene, van encaminadas no sólo a las conductas sino también a las relaciones entre las dos partes, en función a las díadas anteriormente mencionadas. Un ejemplo que Bronfenbrenner nos menciona, son en los roles contrastantes entre padre y profesor, en la que ambos dan orientación que se caracterizan por un nivel elevado de reciprocidad, afecto mutuo, y el equilibrio de poderes a favor del adulto. Pero con los padres, se espera que el grado de reciprocidad y afecto mutuo sea mayor, y se considera que la autoridad paterna abarca una parte más grande de la vida de un hijo, que la del profesor. Esta concepción de rol, implica una integración de elementos como las conductas y la relación, en función a lo que la sociedad espera de los padres. Como estas expectativas se definen al nivel de la subcultura o de la cultura en su totalidad, el rol que funciona como un elemento del microsistema, en realidad tiene sus raíces en el macrosistema de un orden superior, que se forma a partir de ideologías y las estructuras institucionales asociadas. El poder que les proporcionan los contextos más grandes, define la conducta
en
situaciones
determinadas,
participaciones
en
actividades
establecidas, así como las relaciones que a partir se constituyen entre un individuo y las demás personas que se encuentran dentro del entorno (Bronfenbrenner, 2002). 23
Hasta aquí se han analizado los sistemas que Bronfenbrenner propone, así como la importancia de las estructuras interpersonales que modifican todos sus sistemas, de esta manera, es importante considerar la familia desde la perspectiva sistémica que siendo el primer entorno donde se desarrolla una persona, ésta adquiere un papel fundamental para desarrollarse en sistemas más complejos.
I.3 FAMILIA DESDE UNA PERSPECTIVA SISTÉMICA. De acuerdo con Suzanna Smith (1995, citado en Gracia y Musitu, 2000), una familia puede conceptualizarse como un sistema porque posee las siguientes características:
a)
los
miembros
de
una
familia
se
consideran
partes
independientes de una totalidad más amplia; la conducta de los miembros afecta a todos los otros miembros de la familia; b) para adaptarse, los sistemas humanos incorporan información, toman decisiones acerca de las distintas alternativas, tratan de responder, obtener retroalimentación de sus éxitos y modificar las conductas si es necesario; c) las familias tienen límites permeables que las distinguen de otros grupos sociales, entendiéndose éstos como el grado en que permita o impida el flujo de materia, energía o información entre el sistema y su ambiente; y d) al igual que otras organizaciones sociales, las familias deben cumplir ciertas tareas para sobrevivir, tales como el mantenimiento físico y económico, la reproducción de miembros de la familia, socialización de los roles familiares y laborales, y el cuidado emocional (Gracia y Musitu, 2000). Para la teoría sistémica toda familia es un sistema, con esto indica que se trata de un conjunto de individuos que conforman un grupo familiar en donde hay objetivos en común que todos comparten y existe una jerarquización de sus miembros. Dicho sistema es abierto, es decir que sus miembros intercambian información con el contexto en donde habitan y al mismo tiempo intercambian información entre los mismos miembros del sistema, para mantener un orden interno, dicha información se realiza de acuerdo con Watzlawick (1991), a través de dos procesos comunicativos: digitales y analógicos. Para Broderick (1993, citado en Gracia y Musitu, 2000) cada sistema individual familiar está configurado 24
por sus propias facetas estructurales particulares (tamaño, complejidad, composición, estadio vital), las características psicobiológicas de sus miembros individuales (edad, género, fertilidad, salud, temperamento, etc.), y su posición sociocultural e histórica en su entorno más amplio. Hasta aquí se da una aproximación en la descripción de una familia con una funcionalidad normal, pero la situación es distinta cuando en las familias hay problemas. Porque no siempre el sistema es lo suficientemente abierto para que todos los miembros puedan intercambiar la información con el contexto, lo cual podría originar conflictos. El orden interno del sistema se mantiene a través de un proceso que se denomina homeostasis, pero también se puede alterar mediante procesos de crecimiento y de diferenciación denominados morfogenésis. El nivel de disputa familiar parece depender en primer lugar de la personalidad de los adolescentes y del tratamiento o estilo de crianza que los padres les dan. Estos factores pueden explicar por qué algunas familias tienden a olvidar los desacuerdos mientras que en otras desembocan en confrontaciones más graves (B.K. Barber 1994; citado en Papalia, 2001). En el sistema ecológico, como ya se había mencionado anteriormente, la familia es el primer contexto de desarrollo, en donde tienen lugar las relaciones entre las personas y que son la base del desarrollo y la socialización (Utting & Puh 2004; citado en Castillo, 2007). Al realizar sus funciones como padres, en las interacciones se va creando un clima familiar que, de acuerdo con las actitudes y las prácticas de crianza, van a influir en la configuración de la conducta de los hijos. Es por ello que en el microsistema familiar existen factores positivos, que van a contribuir al buen desarrollo de los hijos, y factores no tan positivos que pueden incidir de manera negativa, que incluso pueden dañarlos. Según investigaciones recientes como la de Castillo (2007), factores negativos, como los conflictos maritales y las prácticas de crianza inadecuadas producen efectos nocivos en el desarrollo de los hijos, dando lugar a problemas de 25
índole conductual, tanto internos o dentro del microsistema, así como externos, que involucran a los demás sistemas de interacción. A partir de lo anterior y recordando que aunque las familias como sistemas comparten características similares, los estilos parentales son fundamentales para producir efectos tanto positivos o negativos en el adolescente.
I.4 ESTILOS PARENTALES EN LA ADOLESCENCIA. Para autores como Darling y Stenberg (1993; citado en Musitu et. al. 2001), el estilo parental puede definirse como una constelación de actitudes hacia el adolescente que, consideradas conjuntamente, crean un “clima emocional” en el que se expresan las conductas de los padres. Estas conductas incluyen aquellas dirigidas a alcanzar un objetivo de socialización, así como conductas que no se encuentran dirigidas a conseguir dicho objetivo, tales como gestos, cambios en el tono de voz y el lenguaje corporal o la expresión espontánea de las emociones. El estilo parental es importante ya que a través de éste, se
adquieren valores,
habilidades de socialización y se desarrollan cualidades más globales como la curiosidad, independencia y pensamiento crítico. Los procesos que ligan las conductas de los padres y las de los hijos no son universales, esto quiere decir que no se mantienen iguales con independencia de las características de los participantes o de los contextos en el seno de los cuales ocurren dichos procesos. Los valores y normas culturales determinan la conducta real de los padres y el modo en que los hijos interpretan los objetivos y la conducta de sus padres, así como la forma en que los adolescentes organizan su propia conducta (Musitu et. al. 2001). La actualidad está caracterizada por una desorientación e inestabilidad que viene marcada por cambios sociales en todos los sentidos, escasa clarificación de los valores en la sociedad que deben ser considerados básicos (Pérez, 2007) para el buen desarrollo de la vida familiar. Aunque cada familia es diferente, los estilos parentales influyen de manera importante, para Herrera (1999) en su 26
artículo Principales factores de riesgos psicológicos y sociales en el adolescente, los patrones inadecuados más importantes de educación y crianza pueden ser: a) Sobreprotección: Se puede manifestar de una manera ansiosa (al crear sentimientos de culpa en el adolescente) o de una manera autoritaria (al provocar rebeldía y desobediencia). b) Autoritarismo: Limita la necesidad de independencia del adolescente y mutila el libre desarrollo de su personalidad, para provocar como respuesta en la mayoría de los casos, rebeldía y enfrentamientos con la figura autoritaria y pérdida de la comunicación con sus padres. c) Agresión: Tanto física como verbal, menoscaba la integridad del adolescente, su autoimagen y dificulta en gran medida la comunicación familiar. d) Permisividad: Esta tendencia educativa propicia la adopción de conductas inadecuadas en los adolescentes por carencia de límites claros. e) Autoridad dividida: Este tipo de educación no permite claridad en las normas y reglas de comportamiento, y provoca la desmoralización de las figuras familiares responsables de su educación. Parra y Oliva (2006), señalan que durante la adolescencia, existen cambios en las prácticas parentales en el entorno familiar, en relación con las dos dimensiones principales de la socialización familiar. En este periodo, los padres han de ser, por una parte, responsivos con las necesidades del adolescente para incrementar su responsabilidad y toma de decisiones en la familia mientras que, al mismo tiempo, han de mantener un alto nivel de cohesión y afecto en el entorno familiar. La principal meta de la socialización familiar durante el período de adolescencia es estimular a los hijos/as a que sean personas independientes y autónomas, en un contexto de cuidado, afecto y relaciones familiares íntimas y cohesivas. De esta manera, los padres se ven en la necesidad de modificar las 27
relaciones con sus hijos, a ser más flexibles y tener responsabilidad. Algunos de los retos más difíciles para los padres en este período son la renegociación de la forma de relación con un hijo/a sexualmente maduro; revisar y modificar discusiones familiares, normas y reglas; renegociar el nivel de supervisión y control al mismo tiempo que facilita la socialización del adolescente con su grupo de iguales (Musitu et. al. 2001). De acuerdo con Granic, Dishion y Hollenstein (2003; citado en Parra y Oliva, 2006), durante la infancia, las interacciones sostenidas entre padres e hijos alrededor de las tareas de socialización habrían servido para construir un estilo interactivo en cada díada (padre-hijo/a, madre-hijo/a). Pero, a partir de la pubertad, los cambios intrapersonales en padres e hijos van a representar una perturbación del sistema familiar, que se tornará más inestable y propiciará un aumento de la variedad de patrones de interacción diádicos posibles, de forma que las discusiones y enfrentamientos convivirán con momentos de armonía y expresión de afectos positivos. Así, incluso en las familias en las que las relaciones se caracterizan por la comunicación, el apoyo y el afecto mutuo, comenzarán a aparecer situaciones de hostilidad o conflicto (Holmbeck y Hill, 1991; Paikoff y Brooks-Gunn, 1991, citado en Oliva, 2006). Tras esos momentos de desequilibrio inicial el sistema se irá estabilizando progresivamente, dando lugar a un nuevo patrón relacional que gozará de cierta estabilidad, y que en gran parte estará condicionado por el clima existente antes del comienzo de las perturbaciones. Desde este marco, a continuación se ampliará el papel que la comunicación tiene dentro de la familia facilitando las relaciones entre los miembros, así como algunos impedimentos dentro de la comunicación que favorecen a la aparición del conflicto.
28
I.5 COMUNICACIÓN DENTRO DE LA FAMILIA. De acuerdo con Satir (2004), si es importante el diálogo en las relaciones interpersonales, lo es aún más la comunicación dentro de la familia por ser ésta el núcleo más importante de la sociedad y en la vida de las personas. La comunicación está guiada por los sentimientos y por la información que transmitimos y comprendemos. La comunicación nos sirve para establecer contacto con las personas, para dar o recibir información, para expresar o comprender lo que pensamos, para transmitir nuestros sentimientos, comunicar algún pensamiento, idea, experiencia, o información con el otro, y nos unimos o vinculamos por el afecto. Cuando existe la comunicación en una familia, se puede esperar que exista un compañerismo, una complicidad, y un ambiente de unión y afecto en la casa. Habrá sobre todo un respeto mutuo y unos valores más asentados que ayudarán a estabilizar las situaciones de hostilidad y conflictos dentro de la familia. Sin embargo, crear este clima de comunicación en la familia, no es una tarea tan fácil. Hay que ayudar a los hijos favoreciendo el desarrollo de habilidades de comunicación, es decir, que los padres introduzcan mecanismos que faciliten la comunicación. Satir (2002), señala que cuando un miembro de una familia llega a su casa puede percibir un mensaje de bienestar o tensión sin la necesidad de mirar a la cara al resto de la familia. Esto suele suceder en razón de que cuanto más estrecha sea la relación con las personas, más importancia tendrá y más evidente será la comunicación no verbal. En ocasiones, la falta de diálogo indica una grave limitación a la comunicación. Algunas veces la prisa de los padres por recibir alguna información les obstaculiza conocer la opinión de sus hijos y, de igual forma, impide que sus hijos se den cuenta de la actitud abierta y de la predisposición a escuchar de los padres.
29
La situación anterior es especialmente importante en la adolescencia. Son múltiples las situaciones en que los padres sienten curiosidad por lo que hacen los hijos y éstos, ante una situación de exigencia responden con evasivas. Ligado a esto, se encuentran los estilos parentales que de alguna manera influyen de manera negativa en la comunicación dentro del sistema familiar (Herrera, 1999). Otro impedimento para la comunicación es la impaciencia de algunos padres para poder incidir educativamente en la conducta de sus hijos. Todo el proceso educativo pasa por la relación que establecen padres e hijos, y ésta se apoya en la comunicación; por eso es tan importante preservarla y mantener la alegría de disfrutarla. Para ello es suficiente que los padres no quieran llevar siempre la razón y convencerse que comunicarse no es enfrentarse. La vida familiar cuenta también con unos enemigos claros para establecer conversaciones y la relación interpersonal: la televisión en la comida, los horarios que dificultan el encuentro relajado, los desplazamientos de fin de semana, etc. (Satir, 2002). Además Musitu (2007), resalta la importancia de las características positivas de la comunicación para el funcionamiento familiar, siendo estas el grado de vinculación entre sus miembros, adaptabilidad a los cambios, expresividad y resolución de conflictos; en las relaciones familiares, ya que estas fungen como importantes predictores del consumo de sustancias ilícitas de los y las adolescentes. Castellano (2005), recalca la importancia de llegar a acuerdos y abordar soluciones de forma conjunta por padres y adolescentes mediante el respeto y el establecimiento de buenas redes de comunicación. “La investigación ha demostrado que a través de la adecuada relación y comunicación entre padres e hijos, se pueden prevenir problemas como el embarazo en la adolescencia, el uso de alcohol, tabaco y drogas, así como el abandono escolar” (Pick, Givaudan y Martínez, 1995). En este sentido, Emler, Ohana y Dickinson (1990; citado en Estévez, Murgui, Moreno y Musitu, 2007), señalan que es posible que los problemas de comunicación con el padre y con la madre como principales figuras de autoridad 30
informal, influyan en el desarrollo de una actitud negativa hacia otras figuras de autoridad formal como la policía y los profesores, que esta actitud incida a su vez en la conducta violenta de los adolescentes. Soltys & Littlefield (2008), diseñaron un programa llamado “Comunicación entre padres y adolescentes” (PACT), basado en el desarrollo de habilidades de comunicación y resolución de conflictos en el que participaban tanto las madres como sus hijos (as) adolescentes. Los resultados señalaron que el programa tuvo éxito, aumentando las habilidades de las madres y los adolescentes para resolver conflictos, teniendo como principal meta encontrar soluciones beneficiosas para ambas partes. Granados (2006), señala que la autoridad basada en una relación de confianza hacia los hijos e hijas, así como una distribución clara de papeles, según la posición de cada miembro dentro del sistema familiar, permiten el crecimiento sano
que
requieren
los
adolescentes
para
alcanzar
su
autonomía
responsablemente y con conocimiento de si mismos. Estos hallazgos los respaldan Estévez et. al. (2007), que concuerdan en la existencia importante de un vínculo entre la comunicación funcional familiar y el autoconcepto positivo de los y las adolescentes, constituyendo en este caso a la comunicación como un factor relevante a considerar en intervenciones dirigidas a la familia. El reconocimiento de la familia como un sistema pone en evidencia que la conducta de cada miembro influye en los otros mediante el carácter de mensaje que tiene el comportamiento. Con este mensaje se pretende persuadir y manipular, se intenta imponer un saber, se trata de convencer o intimidar, para que este saber sea practicado (Giuseppe, 1993). Sin dejar de obviar la importancia que la comunicación tiene dentro de la familia por ser ésta facilitadora de relaciones personales, existen factores externos e internos a las personas que la dificultan, por ello es importante para este estudio comprender la comunicación que se da entre padres y adolescentes que a continuación se presenta. 31
I.6 COMUNICACIÓN ENTRE PADRES E HIJOS ADOLESCENTES. De acuerdo con Musitu et. al. (2001), la familia del adolescente se enfrenta a la adaptación de dos movimientos que son antagónicos entre sí, uno de ellos, es que la familia busca la unidad, tratando de mantener lazos afectivos entre los integrantes, además de satisfacer el sentimiento de pertenencia de cada uno de ellos y por otro lado, la familia busca la diferenciación y autonomía de los miembros. En este sentido, la adolescencia de un miembro de la familia, exige a ésta la adaptación de la organización familiar, cambiando muy rápidamente las relaciones entre todos los miembros. A la vez que los adolescentes buscan pasar más tiempo fuera del hogar, buscando fortalecer sus relaciones sociales con sus pares, comienza un proceso de separación que involucra también a los padres, ya que éstos deben separarse de los hijos al aceptar que se están convirtiendo en adultos simultáneamente debiendo brindar apoyo para su independencia. En este sentido, la comunicación entre padres e hijos comienza a cambiar, derivada de las conductas y relaciones que se dan a partir de la adaptación antes mencionada. Algunos autores como Castillo (2007), apuntan la importancia de la comunicación como factor positivo para la resolución de conflictos y el establecimiento de relaciones afectivas entre padres e hijos, que pudieran favorecer no sólo a la socialización positiva entre los miembros del sistema familiar, sino también la adaptación de los hijos a sistemas más complejos dentro de la estructura social, sirviendo la comunicación como factor protector del adolescente y la familia. En este cambio de comunicación, también está implícita, la aparición de conflictos entre los padres y sus hijos, que de acuerdo con Oliva (2007), cumplen una parte del rol adaptativo de la familia, que busca la estructuración de nuevos acuerdos dentro del núcleo familiar en el que las dos partes buscan una convivencia funcional. 32
I.7 CONFLICTOS. Desde el punto de vista de la psicología un conflicto es una confrontación entre individuos o grupos sobre recursos escasos, medios controvertidos, metas incompatibles o una combinación de éstos, que de acuerdo con Klein y White (1996, citado en Gracia y Musitu, 2000) subraya su naturaleza dialéctica y la importancia de la comunicación entre éstas dos partes. A partir de que Farrington y Chertok (1993, citado en Gracia y Musitu, 2000) estudiosos de la familia en psicología social, aceptaron la posibilidad de que esta tiene características estructurales únicas para propiciar la frecuencia, la normalidad y la intensidad del conflicto como una parte de la realidad familiar como grupo social e institución social. Se han analizado las fuentes de conflicto desde diversos puntos de vista, otorgándoles la importancia de la negociación y el compromiso en la redistribución del poder en la familia como mecanismo de manejo o regulación del conflicto. Existe un numeroso grupo de estudios como los de Soltys & Littlefield (2008) y bradfors, Vaughn & Barber (2008), que aluden y hacen énfasis en el conflicto como una experiencia negativa que requiere su extinción, por los sentimientos desagradables y malestar que provocan en quienes experimentan tal conflicto, esta perspectiva señala la necesidad de identificar las causas que contribuyen a la aparición de éstos con fines de intervención, y de este modo exterminarlos (Núñez, 2006). Coincidiendo con el autor anterior, Bradford, Vaughn & Barber (2008) señalan la importancia de analizar el tipo de conflicto interparental, así como las relaciones con los problemas de comportamiento que dichas
relaciones
acarrean
como
resultado.
Algunos
problemas
de
comportamiento en los jóvenes son comportamientos antisociales y depresión, siendo éste último consecuencia de conflictos interparentales cubiertos. Farrington y Chertok consideran al conflicto familiar completamente consistente con la naturaleza del individuo, de la naturaleza de la familia y más 33
general, de la naturaleza de la vida social. Reconociendo al conflicto intrafamiliar manifestado
frecuentemente
en
una
variedad
de
estados
emocionales
intrapsíquicos y en conductas conflictivas específicas. Además este enfoque social se centra en las formas en las que el conflicto se crea y se mantiene a través de la fuerza, coerción y obligación, negociaciones, pactos y los compromisos. Su visión se sustenta en la inevitabilidad de los conflictos, por el hecho de constituirnos seres sociales, la aparición de malentendidos y diferencias están presentes en la vida; más aún si se toman en cuenta la personalidad, intereses, necesidades y valores, requiriendo construir espacios para buscar acuerdos u opciones frente a dichas diferencias. El proceso de adaptación del adolescente no es lineal, y como
ya se
mencionaba anteriormente, es contradictorio, e implica grandes conflictos y fluctuaciones de sentimientos. De acuerdo con Grosser (2003), el adolescente se muestra muy cambiante, hay momentos en que se retrae y vuelca al seno familiar con la actitud infantil y dependiente, en busca de contención y la seguridad perdida, en cambio, hay momentos en que con fuerza manifiesta su oposición a ésta y su deseo de estar fuera del área de influencia de sus padres a quienes percibe como amenazantes en tanto siente que la familia lo devuelve al mundo infantil y le impide crecer, preparando el plano para la aparición de conflictos. El aumento de la dificultad de la comunicación familiar en este momento se encuentra en los estudios que comparan las interacciones comunicativas que se producen durante la infancia y la adolescencia. Estos trabajos señalan que durante la adolescencia las interrupciones son mucho más frecuentes, sobre todo en las conversaciones que los y las adolescentes tienen con sus madres (Steinberg, 1981; Steinberg y Hill, 1978, citado en Parra y Oliva, 2002). Otros autores, opinan que probablemente las interrupciones no sean algo casual, sino que reflejen un cambio en las estructuras de poder, un reajuste en las relaciones a través del cual el chico o la chica gana estatus en la familia (Steinberg, 1981; citado en Parra y Oliva, 2002). 34
El género de los hijos parece influir sobre los patrones de comunicación de progenitores y adolescentes. Los estudios indican que las chicas suelen hablar con sus progenitores más que los chicos. Además, tanto unos como otros en general se comunican con mayor frecuencia con sus madres, con la excepción de algunos temas como la política que aparecen con más frecuencia en la comunicación con el padre (Noller y Bagi, 1985; citado en Oliva, 2002). Al mismo tiempo, las madres son percibidas como más abiertas, comprensivas e interesadas en los asuntos del adolescente, y suelen iniciar con más frecuencia intercambios comunicativos con sus hijos e hijas (Lanz, Lafrate, Rosnati, y Scabini, 1999; Marta, 1997; Noller y Callan, 1990, citado en Parra y Oliva, 2002). Parece claro que la imagen social de las relaciones familiares durante la adolescencia está protagonizada por conflictos entre los progenitores y sus hijos e hijas. Conflictos que tienden a disminuir cuando estos últimos crecen y la dinámica familiar se normaliza. De acuerdo con Parra y Oliva (2007), esta disminución es ligera, y no es generalizada en todos los adolescentes, sino que ocurre sólo para las adolescentes entre la adolescencia media y tardía. De acuerdo con estos autores, el grupo de jóvenes varones disminuyen los conflictos que presentaban un mayor nivel de conflictos en la adolescencia inicial sin embargo, en esta investigación longitudinal y transgeneracional sobre los confliictos, contempla solamente la relación entre madres y adolescentes y en temas muy concretos, por ejemplo: la hora de volver a casa, mientras que en los jóvenes se presentan más conflictos sobre temas académicos, incluyendo la carrera o profesión que quieren elegir, el uso del tiempo libre, el tabaco, el alcohol y otras drogas. Así mismo, la literatura científica aún no aporta datos concluyentes en cuanto a la dirección de los conflictos más comunes, puesto que los adolescentes al cumplir con la mayoría de edad, salen de casa, ya sea a formar nuevos hogares, estudiar y/o trabajar, lo que dificulta las investigaciones, puesto que los jóvenes no pasan el mismo tiempo que antes con sus padres.
35
Diferentes investigaciones apuntan a que, coincidiendo con la adolescencia, aumentan los conflictos familiares y se produce un distanciamiento entre los y las adolescentes con sus progenitores (Holmbeck y Hill, 1991; Steinberg, 1988, citado en Parra y Oliva, 2002). Otras investigaciones matizan estas afirmaciones y señalan que el conflicto familiar más que estar asociado con la edad o con la llegada de la pubertad lo está con el momento en el que se alcanza dicha pubertad. Para estos trabajos el conflicto no es más frecuente en familias con hijos e hijas púberes, sino sólo en aquellas familias donde los y las adolescentes experimentan los cambios puberales en un momento no esperado, por ser demasiado pronto o demasiado tarde (Laursen y Collins, 1994; Laursen, Coy y Collins, 1998; citado en Jiménez y Oliva, 2002). Otro punto en el que no hay acuerdo es en la trayectoria que siguen los conflictos a lo largo de los años adolescentes. A menudo estos cambios han sido descritos en términos de una figura de U invertida, con un aumento de la conflictividad entre la adolescencia inicial y media y una posterior disminución una vez llegada la adolescencia tardía (Montemayor, 1983; Paikoff y Brooks-Gunn, 1991; citado en Parra y Oliva, 2002)). Sin embargo, Laursen, Coy y Collins en su meta-análisis publicado en 1998, en el que incluyó los resultados de 53 investigaciones, no encuentran apoyo al modelo de la U invertida. Sus datos más bien apuntan a que con la edad se observa un decremento lineal en la frecuencia de los conflictos familiares. Los hallazgos encontrados probablemente se pueden explicar, por las diferentes medidas que se utilizan para operativizar el concepto de conflicto familiar (Holmbeck, Paikoff y Brooks-Gunn, 1995, citado en Parraz y Oliva, 2002)). Algunos estudios se basan en el análisis secuencial de las interacciones, mientras que otros parten de entrevistas o analizan las formas de actuación de progenitores y adolescentes ante situaciones hipotéticas que causan conflictos. Otra posible explicación a los datos contradictorios la encontramos en la fuente de información de donde parten las conclusiones, mientras que algunos estudios obtienen información únicamente de los padres o de los adolescentes, otras investigaciones 36
incluyen las opiniones de ambas partes. En este caso, y aunque parece que la información obtenida de los adolescentes normalmente coincide en mayor medida con las observaciones de terceras personas (González, Cauce y Mason, 1996; citado en Jiménez y Oliva, 2002)), los y las adolescentes perciben mayor número de conflictos que sus progenitores (Laursen et al. 1998; Noller y Callan, 1986; 1988; Smetana, 1989; citado en Parra y Oliva, 2002)). Independientemente de la evolución que sigan los conflictos familiares, la mayoría de los estudios coincide en afirmar que al inicio de la adolescencia se produce un incremento significativo en el número de discusiones entre progenitores y adolescentes. Diferentes explicaciones han sido propuestas para entender este fenómeno. Mientras que para algunos autores el origen de los problemas se encuentra en las discrepancias entre lo que los progenitores esperan de sus hijos e hijas y su comportamiento real (Collins, 1992; Collins, Laursen, Mortensen, Luebker y Ferreira, 1997), para otros, los procesos cognitivos son los responsables del aumento de la conflictividad ya que el desarrollo del pensamiento formal llevaría al adolescente a mostrarse más crítico con las normas y regulaciones familiares, a utilizar argumentos más sólidos en sus discusiones y a percibir a sus progenitores de forma menos idealizada (Smetana, 2005). De acuerdo a Parra y Oliva (2002), la literatura parece coincidir en que tanto las y los adolescentes, a pesar de que dicen tener relaciones caracterizadas por mayor intimidad y expresión de afecto con sus madres que con sus padres (Laursen et al., 1998; Eberly y Montemayor, 1999; Motrico, Fuentes y Bersabé, 2001; citado en Smetana, 2005), tienen más discusiones y riñas con las primeras. Probablemente, esto sea debido a que en la mayoría de los casos los y las adolescentes pasan más tiempo con sus madres, y los conflictos más frecuentes versan sobre aspectos de la vida diaria donde ellas suelen estar más presentes (Montemayor, 1983; 1986; Steinberg 1990; citado en Parra y Oliva, 2002). De acuerdo con Ocampo (2002), el conflicto es un hecho básico de la vida, y una oportunidad permanente para crecer y aprender. Sin embargo, en muchas 37
relaciones se trata de evitar todo tipo de conflicto porque nuestra cultura tiende a desvalorizar y crear cierto temor frente a las discrepancias de opinión o a situaciones que nos llevan a tener que plantearnos de manera diferente de otros. Sucede que tendemos a relacionar conflicto con una resolución violenta, ya sea de tipo física o psicológica. Partiendo de la base de que la vida está llena de conflictos que resolver, es muy importante establecer ciertos acuerdos en relación con lo que se entiende por conflicto. En las familias se identifica el conflicto con pensar u opinar diferente y se asocia a sentimientos muy íntimos: a tensiones, acusaciones, falta de disposición a escuchar, comprometerse y falta de acuerdo, estas discrepancias influyen en las conductas de los padres hacia sus hijos y viceversa, lo que podría afectar sus relaciones afectivas y hacer más probable la aparición de conflictos (Dowdy y Kliewer, 1998, citado en Casco y Oliva, 2005). De acuerdo con Caughlin, y Malis (2003) esta falta de disposición a escuchar, tanto en los padres como en sus hijos (as) adolescentes está fuertemente asociada con baja satisfacción relacional entre éstos, baja autoestima, lo que genera conflictos destructivos que tienen implicaciones de salud (Herrera (1999), señala que la baja autoestima se relaciona directamente con comportamientos de riesgo para la salud). En este sentido, para lograr una convivencia sana dentro del hogar es de vital importancia conocer estrategias creativas de resolución de conflicto y, antes que todo, saber identificar cuáles son las situaciones conflictivas. Una de las sugerencias que hacen Caughlin y Malis (2003), es que tanto los padres como los adolescentes estén abiertos a la discusión de algún asunto, aunque éste haya sido particularmente originado sólo por alguno de ellos. Los conflictos surgen comúnmente de asuntos como las diferencias en cuanto a intereses, necesidades, deseos de cada uno, de opiniones de un proceso a seguir o cómo hacer las cosas, de criterios para tomar decisiones como la repartición de algo o quién se lleva a qué parte y diferencias de valores.
38
Motrico, et. al (2001) menciona que a partir de la transformación que se da dentro de la familia con hijos/as adolescentes no se
debe
problematizar las
relaciones familiares en esta etapa, sino más bien a entender la existencia de conflictos como algo natural en cualquier tipo de relación íntima. “A pesar de que hace años la existencia de conflictos entre padres e hijos/as era considerada como índice de disfunción familiar, en la actualidad se ha comprobado que cumple un rol adaptativo en el desarrollo adolescente y en el funcionamiento familiar general, ya que contribuye a que los miembros de la familia toleren mejor las diferencias de opinión y a que aprendan habilidades para resolver los conflictos manteniendo la relación”. Explica Motrico, que en esta etapa el adolescente sufre cambios físicos, sociales, cognitivos, emocionales, etc, lo que lleva a influenciar a la familia y ésta a su vez al adolescente con el fin último de un reajuste al nuevo rol que llevará el adolescente en su familia. El significado funcional de los conflictos durante la adolescencia depende, en parte, de la calidad de las relaciones entre padres e hijos/as; por ello hay que analizarlos teniendo en cuenta el grado de intimidad, afecto y comunicación en dicha relación. De acuerdo con Collins (1997), los conflictos entre padres e hijos/as son propios del proceso evolutivo de transformación de las relaciones que surge en la adolescencia, en el cual los adolescentes, a la vez que negocian con sus padres la transición hacia nuevos niveles de autonomía e interdependencia acordes con su edad, mantienen los vínculos afectivos existentes con ellos. Por tanto, un nivel de conflicto normativo en las familias no tiene por qué socavar la calidad de las relaciones de apego entre padres y adolescentes cuando ocurren en un contexto de continuidad relacional (Collins, 1990; Steinberg, 1990; citado en Motrico, 2001). Las investigaciones indican que el 60% de los adolescentes tienen relaciones armoniosas con sus padres, el 20% experimenta problemas de forma 39
intermitente a lo largo de la adolescencia y sólo el otro 20% presenta problemas graves y persistentes en las relaciones familiares (Montemayor, 1984). Además, cuando se estudia a las familias que manifiestan dificultades con la llegada de los hijos/as a la adolescencia, en muchos casos los problemas no son nuevos sino que se arrastran desde la infancia (Collins, 1997). Los principales focos de conflicto entre padres y adolescentes, según recogen numerosos estudios (Bosma et al.,1996; Collins y Laursen,1992; Laursen, Coy y Collins, 1998; Noller,1994), se refieren a las siguientes áreas: opciones y costumbres sociales como elección de amigos y pareja, pasar la noche fuera de casa, frecuencia de las citas con la pareja, tipo de actividades de ocio, hora de volver a casa, edad de tener relaciones de pareja estables, elección de ropa y peinado; la responsabilidad como la realización de tareas familiares, consumo y uso del dinero, cuidado de las cosas personales y de la propia habitación, uso de vehículos, uso del teléfono, trabajos fuera de casa; los estudios como calificaciones y nivel de rendimiento, hábitos de estudio, asistencia a clase, actitud respecto a los estudios y los profesores, conducta en el instituto; las relaciones familiares como respeto a los padres, riñas con los hermanos, relaciones con los abuelos, autonomía respecto a la familia; y los valores morales como conductas perjudiciales como beber, fumar y consumir drogas, el tipo de lenguaje, la honestidad, la conducta sexual, cumplimiento de las leyes, acudir a actos religiosos (Bosma et al.,1996; Collins y Laursen,1992; Laursen, Coy y Collins, 1998; Noller,1994; citado en Motrico,2001). Todas estas áreas servirán en el objeto de estudio para incluirlas en el instrumento al evaluar los conflictos más comunes que al estar previamente investigados le da más fundamento a la investigación.
40
CAPÍTULO II. MÉTODO II.1 Planteamiento del problema. Diversas investigaciones han hablado sobre la relevancia que la comunicación tiene en las interacciones de las personas. Muchos autores (Collins, 1997; Parra y Oliva, 2002; Granados, 2006; Oliva, 2007; Soltys y Littlefield, 2008) dan importancia a la comunicación por facilitar dichas interacciones o crear dificultades entre los individuos. Existe diversa literatura que nos indica la dificultad de la etapa de la adolescencia, tanto para la familia como para el mismo adolescente, así como para algunas sociedades, en la que la comunicación juega un papel fundamental (Oliva, 2007). En este proceso, en el cual, el joven va alcanzando el estatus de adulto, surgen cambios a nivel cognitivo, físico y emocional que pueden repercutir en sus relaciones, causando conflictos en su entorno social y sobre todo en el ambiente familiar que es su ambiente más inmediato. En este marco, muchos programas de comunicación para padres e hijos buscan que a través del desarrollo de habilidades de comunicación, se pueda mejorar las relaciones y facilitar la resolución de conflictos dándole a la comunicación un papel protagonista. Aunque existen diversas formas de explicar la aparición de conflictos desde diferentes marcos empíricos, estas diferencias se pueden explicar a través de la manera de operativizar el conflicto familiar. Algunas investigaciones hacen análisis secuenciales en el proceso de interacción entre padres e hijos, otros utilizan situaciones hipotéticas de conflictos entre éstos y recogen información a través de entrevistas. Algunas más incluyen información tanto de padres como la de los adolescentes o solamente las opiniones de alguna de las dos partes. El propósito de esta investigación es encontrar la relación entre comunicación y conflictos más comunes entre adolescentes y sus padres, desde la perspectiva del adolescente. Comprender la relación que existe entre la comunicación sobre los conflictos es un elemento clave para generar líneas de 41
investigación al tratar de relacionar estas dos variables (Soltys y Littlefield, 2008). En este sentido, el presente estudio pretende contribuir a una mejor comprensión entre estos dos aspectos y aportará elementos para apoyar la teoría sistémica así como sentar bases para el diseño de intervenciónes e investigaciones que incluyan estas dos variables. Finalmente, esta investigación sienta las bases de un estudio correlacional mediante dos instrumentos validados con una alfa de Cronbach de 0.88 en la escala de conflictos y 0.94 en la escala de comunicación, que pueden utilizarse para otras investigaciones relacionadas y como punto de partida para el diseño de diferentes instrumentos que vayan dirigidos no solamente al adolescente, tomando en cuenta la participación del padre y la madre. II.2 Pregunta de Investigación ¿Existe relación entre la comunicación de los adolescentes de 15 a 18 años del Centro de Bachillerato Tecnológico Industrial y de Servicios (CBTIS) # 19, con sus padres y los conflictos más comunes que tienen con ellos, desde la perspectiva de los adolescentes? II.3 Objetivo General Determinar la relación entre la comunicación de los y las adolescentes y sus padres, y los conflictos más comunes entre éstos. II.3.1 Objetivos Particulares • Identificar la comunicación entre los/as adolescentes con padre y madre. • Determinar diferencias o similitudes entre la comunicación con el padre y la madre desde la perspectiva del adolescente. • Determinar relación entre la comunicación y los conflictos más comunes. II.3.2 Hipótesis de investigación (Hi) Existe una correlación negativa entre comunicación y conflicto. 42
II.3.3 Hipótesis nulas (Ho) Existe una correlación positiva entre comunicación y conflicto No existe una correlación entre comunicación y conflicto II.4. Definición operacional de las variables Comunicación: A través del Instrumento para la evaluación de la comunicación con padre y madre, llamada escala de comunicación, los aspectos que se tomarán en cuenta para esta investigación, su medición y en concordancia con el marco teórico son los siguientes: acerca de los amigos, de lo que hacen cuando están fuera de casa, de los gustos e intereses, de las normas en familia, de los planes a futuro, de sexualidad en general, de su conducta sexual, de sus novios/as o chicos/as que le gustan, del alcohol o tabaco y drogas. Se medirán dichos temas desde la perspectiva de los participantes hacia su padre y madre por separado y se tomarán en cuenta para los resultados aquellas áreas que muestren más significancia estadística. La limitación más importante es que es solamente desde la perspectiva de los adolescentes. Conflicto: Para la medición de los conflictos se utilizará Instrumento para la evaluación de los conflictos que los adolescentes perciben con sus padres, llamada escala de conflictos, los aspectos a tomar en cuenta para su medición son: la hora de volver a casa, a qué dedica el tiempo libre, el tiempo que dedica a estudiar y las notas que saca, los amigos con quien sale, su conducta sexual, como se viste o se arregla, las tareas de casa, fumar y beber alcohol, tomar drogas, los sitios a donde va cuando sale, en qué gasta el dinero, política o religión y la profesión o carrera que prefiere seguir. Además de la intensidad de los conflictos, siendo éstas de menos a mayor intensidad: “broncas leves, broncas medias, muchas broncas y broncas gordas”. Se tomarán en cuenta aquellas áreas que representen significancia estadística. La limitación más importante es que solamente desde la perspectiva de los adolescentes.
43
II.4.1 Variable Independiente Comunicación.- Uribe (2007), considera comunicación como un proceso de expresión e intercambio de ideas y comentarios a través de las cuales se dan a conocer aspectos determinados; éste proceso se puede dar en ambos sentidos, ya sea de los padres hacia los hijos o de los hijos hacia los padres. II.4.2 Variable Dependiente Conflicto.- Desde el punto de vista de la psicología, un conflicto es una confrontación entre individuos o grupos sobre recursos escasos, que de acuerdo con Klein y White (1996, citado en Gracia y Musitu, 2000), subraya su naturaleza dialéctica y la importancia de la comunicación entre éstas dos partes. II.4.3 Control Edad.- Años cumplidos que tiene el adolescente. Nivel de medición de razón: 15 a 18 años cumplidos. Género.- Condición biológica que distingue a las personas en hombres o mujeres. Nivel de medición nominal: (1) Masculino (2) Femenino. Familia.-
La familia es considerada como un grupo natural que se estructura
mediante una historia. Se forma en el tiempo, según experiencias particulares, por las cuales los miembros ensayan, experimentan y consolidan una serie de interacciones, hasta que se establece una convivencia, que es un sistema particular que se mantiene organizado (Giuseppe, 1993). Ocupación.- Estudiantes del Centro Bachillerato Tecnológico Industrial y de Servicios # 19. II.5 Diseño: Estudio de tipo correlacional, no experimental. Se consideró conveniente en razón de los siguientes factores: el estudio intentó establecer la posible relación que existe entre la comunicación y los conflictos. En este tipo de estudios 44
el propósito es medir el grado de relación entre dos o más variables, con una escala de 0, que corresponde a ausencia de correlación a 1, que indica una total correlación. La correlación puede ser positiva o negativa. Si es positiva, quiere decir que altos valores en una variable tenderán a mostrar altos valores en la otra, si es negativa, la correlación será de más a menos.
El diseño es de tipo
transversal, ya que se aplicaron una sola vez los instrumentos para recoger la información.
II.6 Participantes:
300 estudiantes del CBTIS # 19 en el año escolar comprendido entre Agosto 2007 y Enero de 2008, 149 estudiantes fueron mujeres y 151 hombres, se buscó que la muestra fuera equitativa entre sexos. Se eligió este escenario por las facilidades proporcionadas por los directivos, así como el apoyo por la misma institución. II.7 Escenario: Centro Bachillerato Tecnológico Industrial y de Servicios # 19 en la Ciudad de Colima, Col. Los instrumentos de evaluación fueron aplicados en el mes de noviembre de 2007 en aulas con características estándar: bien iluminadas con luz natural y artificial, adecuadamente ventiladas y en horario matutino y vespertino. II.8 Tipo de muestreo Muestreo intencional con características que se tomen en cuenta entre los criterios de inclusión a los que se medirán las variables de comunicación y conflictos.
II.8.1 Criterios de inclusión: • Adolescentes con edades entre 15 y 18 años cumplidos. • Estudiantes del CBTIS # 19 de Colima, Col. • Adolescentes pertenecientes a una familia nuclear. • Lo que dispone el Reglamento de la Ley General de Salud en Materia de Investigación para la Salud, en los artículos: 13 de respetar la dignidad del 45
participante, además de proteger sus derechos, así como procurar su bienestar; el artículo 14 que dispone contar con el consentimiento informado por escrito de su representante legal, realizar la investigación por profesionales de la salud, con conocimiento y experiencia mismo que deberá estar bajo la responsabilidad de una institución de atención a la salud, del artículo 16 de proteger la privacidad del individuo sujeto de investigación; tener consentimiento informando el acuerdo por escrito, mediante el cual, el representante legal autorice la participación en la investigación, como lo dispone el artículo 20; y por último del artículo 21 de la libertad de recibir respuesta a cualquier pregunta y aclaración a cualquier duda acerca de los procedimientos, riesgos y/o beneficios relacionados con la investigación, de la libertad de retirar su consentimiento en cualquier momento y dejar de participar en el estudio.
II.8.2 Criterios de exclusión: • Adolescentes con edades menores de 15 o mayores de 18 años cumplidos. • No estudiar en el CBTIS # 19 de Colima, Col. • Haber asistido a un taller de apoyo psicológico o programa de desarrollo de habilidades de comunicación.
II.9. Materiales Escalas de comunicación y conflictos con padre y madre (Anexos 1y 2). Listados oficiales de alumnos por turno, semestre y horario. Software: Windows XP, Office 2007, SPSS para Windows 16.0.
46
II.10 Procedimiento Una vez seleccionado el escenario, los participantes, siendo 300, entre éstos 151 hombres y 149 mujeres y el material necesario, se procedió de la siguiente manera: a) De acuerdo con el Reglamento de la Ley General de Salud en Materia de Investigación para la Salud (2008), se solicitó la aceptación por escrito a la institución para realizar la investigación.
b) Se recibió la carta de aceptación por parte del director y se entregó por escrito el protocolo de investigación, así como los instrumentos que se utilizaron.
c) Se solicitó por escrito y obtuvo la autorización del CBTIS # 19 para aplicar a todos los estudiantes del plantel los instrumentos de evaluación: Escala de comunicación con padres y Escala de conflictos con padres.
d) Se solicitó el listado oficial de los alumnos por turno, semestre y horario.
e) Se hizo aplicación grupal de los instrumentos. Un grupo a la vez, una sesión por grupo con una duración aproximada de una hora. f) Se recogió la información discriminando las escalas que no cumplieron con criterios de inclusión para el estudio.
g) Se procedió a la captura de los datos en una base de datos electrónica y apropiada para la validación y el procesamiento estadístico como lo es el SPSS para Windows 16.0.
47
h) Se realizó el análisis estadístico de acuerdo a lo señalado en el apartado de análisis de datos. i) Se procedió a interpretar los resultados y a hacer las consideraciones e inferencias pertinentes.
II.11 Instrumentos: Para medir los conflictos se utilizó Instrumento para la evaluación de los conflictos con los progenitores, cuestionario diseñado por Parra y Oliva (2002), mismo que fue adaptada para evaluar por separado los conflictos relacionados con el padre y madre. Este instrumento fue aplicado en España con población similar a la aplicada por esta investigación. La escala está compuesta por 14 ítems de los cuales 7 están referidos a los conflictos con el padre y 7 a los conflictos con la madre. Está diseñada de manera ordinal y dividida en dos dimensiones, la primera mide el nivel de acuerdo o desacuerdo en conflictos y la segunda, compuesta por 21 ítems mide la intensidad de los conflictos en diferentes temas. Validada con un alfa de Cronbach de 0.88. Para medir la comunicación se utilizó el instrumento para la evaluación de la comunicación con padre y madre, cuestionario diseñado por Parra y Oliva (2002), mismo que fue adaptada separando las dimensiones de facilidad o dificultad de la comunicación y la frecuencia de la comunicación con padre y madre. Este instrumento fue aplicado en España con población similar a la aplicada por esta investigación. Está diseñado de manera ordinal y dividida en dos dimensiones, la primera mide el nivel de acuerdo o desacuerdo, compuesta por 55 ítems de los cuales 27 están referidos a los conflictos con el padre y 28 a los conflictos con la madre y la segunda compuesta por 55 ítems, mide la frecuencia de la comunicación con los padres en tres diferentes temas. Validada con un alfa de Cronbach de 0.94.
48
II.12 Análisis de los datos Para el análisis estadístico de los datos se empleó el programa computacional SPSS (Statistical Package for Social Sciences) para windows, versión 16.0. Se utilizó estadística descriptiva para conocer las características de la población estudiada. Para validar los instrumentos utilizados en este estudio, se utilizó el alfa de cronbach. Se utilizó estadística no paramétrica para la identificación de diferencias significativas entre grupos: para dos muestras independientes, U de Mann Whitney y Kruskal-Wallis y la prueba de correlación de Spearman que mide la asociación entre las dos variables del estudio. II.13 Consideraciones éticas En el desarrollo del trabajo fueron observados los principios éticos de la investigación psicológica recomendados por Pérez, Muñoz y Ausín (2003) y la Asociación Americana de Psicología (2002). Los participantes fueron informados de los objetivos del estudio; su participación fue voluntaria y respetando su dignidad, autonomía y libertad en todas las sesiones en las que se aplicaron los instrumentos. Se respetó su anonimato y confidencialidad de los datos; en todos los casos en donde puedan ser presentados los resultados del presente estudio, se reportarán datos generales, y por ninguna circunstancia resultados personales, de igual manera se les ofreció libre acceso a los resultados de la investigación.
49
CAPÍTULO III. RESULTADOS En esta investigación participaron adolescentes del estado de Colima. Se tomó una muestra de adolescentes estudiantes del CBTIS # 19 con edades entre 15 y 18 años. La información recabada, así como los resultados obtenidos se describen a continuación. Para responder el instrumento, se contó con la participación de 300 jóvenes de dicha institución educativa, que cumplieron los requisitos establecidos por esta investigación. Los resultados obtenidos de la evaluación y procesamiento de los datos muestran lo siguiente, con respecto al sexo de los participantes, el 49.6 % pertenecen al sexo femenino (n= 149) y 50.3 % al masculino (n= 151). Respecto a la edad de los participantes se obtuvieron los siguientes datos: 46 (equivalente al 15.3% del total de participantes) tienen 15 años, 121 (40.3%) tienen 16, 130 (43.3%) tienen 17 y sólo 3 (1%) tienen 18. El promedio de edad es de 16.3 años con una desviación estándar de 0.73, la moda es de 17 años. Según el semestre que los evaluados cursaban al momento de la encuesta, se encontró que el 41.7% de los participantes estudiaba el 2do semestre, el 45% cursaba el 4to semestre y 13.3% el 6to semestre de bachillerato. Datos que se obtuvieron del instrumento de evaluación en el apartado inicial. Otro de los factores que se tomaron en cuenta, tiene que ver con la constitución de la familia con la que viven. La encuesta mostró que la mayoría de los estudiantes evaluados vive dentro de una familia nuclear (Ver gráfica No. 1). Gráfica No.1. Constitución de la familia con la que viven los participantes.
11%
2% 73%
Padres y hermanos Padre o madre y hermanos Sólo con papás
14% 50
Una de las características que se obtuvieron de la muestra fue que el 35% de los encuestados se encuentran actualmente en alguna relación afectiva, mientras que el 65% no tiene pareja. El instrumento permitió conocer
que el
62.4% de la muestra total ha consumido alguna vez algún tipo de bebida alcohólica, contra un 36.7 que a la fecha no lo han hecho. En cuanto al consumo de drogas se obtuvo que un 7% de los estudiantes que participaron en el estudio las ha consumido alguna vez, mientras que el 93% reporta lo contrario. La tabla No. 1 muestra las características globales de la población. Tabla No. 1. Características de la población por sexo.
Media de edad (DE)
Semestre: Segundo Cuarto Sexto Constitución de la familia: Papás Papás y hermanos Papá o mamá y hermanos Otro Relación de pareja: Si No Consumo de alcohol: Si No Consumo de droga: Si No
Hombres
Mujeres
16.41 (0.8)
16.18 (0.7)
68 (45%) 66 (43.7%) 17 (11.3%)
57 (38.3%) 69 (46.7%) 23 (11.3%)
18 107 22 4
15 113 20 1
58 93
47 102
97 54 8 142
(64.2%) (35.8 %)
93 (62.4%) 56 (37.6%) 12 137
51
La Tabla No. 2 muestra la correlación entre las variables de comunicación y conflicto a partir de la aplicación de la prueba de Spearman. De acuerdo a los datos que arroja, se encontró que la correlación es baja. Tabla. No. 2. Correlación entre las variables conflicto y comunicación. Comunicación 1.000
-.261 **
-.261 **
1.000
Comunicación Conflicto
Conflicto
** La correlación es significativa al 0,001 (bilateral) N= 286 Muestra= 575
Al aplicar la prueba de Kruskal Wallis, no se encontraron diferencias significativas en las puntaciones de la escala de conflictos cuando se evaluaron los resultados según la edad (15, 16, 17, 18 años). Al aplicar la prueba U de Mann Whitney para dos muestras independientes, no se encontraron diferencias en los resultados de las escalas de comunicación y conflictos entre hombres y mujeres (U=0.92; p=0.266).El mismo procedimiento se empleó para analizar los resultados de la escala de comunicación y tampoco se encontraron diferencias significativas. A continuación se muestran los resultados de la dimensión de la intensidad en la escala de conflictos, en la que no hay diferencias significativas reportadas por los jóvenes entre padre y madre. Se utilizó la prueba de chi cuadrado para determinar diferencias en la frecuencia de las respuestas (Ver tabla No.3). Tabla No. 3. Diferencias en la frecuencia de la intensidad de la escala de conflictos. Conflictos Tema
Hora de volver a casa Consumo de alcohol/tabaco Amigos con quien salgo
Papá
Mamá
Χ2
p
48 42
2.18 1.32
0.13 0.25
31
0.09
0.76
Ninguna Bronca – Broncas Leves
Muchas Broncas – Broncas Gordas
Ninguna Bronca – Broncas Leves
Muchas Broncas – Broncas Gordas
230 238
34 31
227 241
233
31
253
52
En la tabla No. 4 se presentan los resultados de la dimensión de la frecuencia en la escala de comunicación, en la que se observan diferencias significativas en temas como la hora de volver a casa y los amigos con quien el adolescente sale. Es conveniente aclarar que de las tablas 4 a la 8 no contienen las puntuaciones de la opción “no estoy seguro/a” de las cinco respuestas posibles, por considerar que no reportan datos importantes para la investigación. Tabla No. 4. Diferencias en la puntuación de la escala de comunicación entre papá y mamá. Comunicación Tema Hora de volver a casa Consumo de alcohol/tabaco Amigos con quien salgo
Papá
Mamá
Χ2
p
204 172
7.28 4.60
0.006 0.031
173
23.36 0.000
Nunca – Rara Vez
Algunas Veces – Muchas Veces
Nunca – Rara Vez
Algunas Veces – Muchas Veces
103 111
173 135
74 96
145
114
93
En la tabla No.5, se separan las puntuaciones por sexo, en la que no se alcanzan a observar diferencias significativas en la intensidad de la escala de conflictos con el padre en tres temas (hora de volver a casa, consumo de alcohol y tabaco y amigos con quien salgo). Tabla No. 5. Diferencias en la puntuación de conflictos con papá por tema y sexo. Conflictos con papá Tema
Hora de volver a casa Consumo de alcohol/tabaco Amigos con quien salgo
Mujeres
Hombres
Χ2
p
18 15
0.70 0.07
0.785 0.797
16
0.00
0.955
Ninguna Bronca – Broncas Leves
Muchas Broncas – Broncas Gordas
Ninguna Bronca – Broncas Leves
Muchas Broncas – Broncas Gordas
114 117
16 16
116 121
114
15
19
En la tabla No. 6, se alcanzan a observar diferencias significativas entre sexos, en la escala de intensidad en conflictos con la madre sólo en la hora de volver a casa. 53
Tabla No. 6. Diferencias en la puntuación de conflictos con mamá por tema y sexo. Conflictos con mamá Tema
Mujeres
Hombres
Ninguna Bronca – Broncas Leves
Muchas Broncas – Broncas Gordas
Ninguna Bronca – Broncas Leves
Muchas Broncas – Broncas Gordas
110 116 126
22 22 14
117 125 127
48 20 17
Hora de volver a casa Consumo de alcohol/tabaco Amigos con quien salgo
Χ2
p
6.26 0.26 0.24
0.012 0.611 0.626
De acuerdo a los resultados, en la escala de frecuencia de la comunicación con el padre, existen diferencias significativas entre hombres y mujeres por el consumo de alcohol y/o tabaco que se presenta a continuación. Tabla No. 7. Diferencias en la puntuación de comunicación con papá por tema y sexo. Comunicación con papá Tema
Hora de volver a casa Consumo de alcohol/tabaco Amigos con quien salgo
Mujeres
Hombres
Nunca – Rara Vez
Algunas Veces – Muchas Veces
Nunca – Rara Vez
Algunas Veces – Muchas Veces
55 46 65
81 69 60
48 65 80
92 66 54
Χ2
p
1.11 2.28 1.55
0.291 0.031 0.213
En la siguiente tabla, se muestran diferencias significativas por sexo, en la frecuencia de comunicación con la madre por temas específicos en la que, hay diferencias significativas entre hombres y mujeres por el tema de la hora de volver a casa, siendo los primeros en reportar mayor comunicación con la mamá. Tabla No. 8. Diferencias en la puntuación de comunicación con mamá por tema y sexo. Comunicación con mamá Tema Hora de volver a casa Consumo de alcohol/tabaco Amigos con quien salgo
Mujeres
Hombres
Χ2
Nunca – Rara Vez
Algunas Veces – Muchas Veces
Nunca – Rara Vez
Algunas Veces – Muchas Veces
44 50
92 82
30 46
112 90
4.47 0.034 0.48 0.489
53
81
40
92
2.49 0.114
p
54
CAPÍTULO IV. DISCUSIÓN DE RESULTADOS El objetivo general de esta investigación fue determinar si existe una correlación entre las variables comunicación y conflicto, el cual como se esperaba se cumplió que aunque no en su fuerza (por no ser tan fuerte la fuerza correlacional entre las dos variables), sí en su sentido (lo que quiere decir que a mayor comunicación, menor aparición de conflictos y viceversa). De alguna manera es lógico que la correlación entre las dos variables estudiadas no sea muy intensa, como se encontró en el presente estudio, porque el modelo de correlación empleado es bivariante, por lo tanto ignora la influencia de otras variables. La alternativa para una mejor explicación es la de emplear un método de correlación múltiple, es decir, multivariante, para incorporar esas otras variables que también influyen. De cualquier forma, es importante rescatar que, aunque con una débil correlación, el sentido de la misma apoya al hecho de que a mayor comunicación hay menor nivel de conflictos entre adolescentes y sus padres. En este sentido, de acuerdo con Oliva (2006), en el núcleo familiar existen diferentes factores que influyen en la aparición de los conflictos, como los cambios interpersonales en las relaciones diádicas entre padres e hijos que claramente se presentará en esta etapa, en la cual la familia propiciará un aumento en la variedad de patrones diádicos hasta que se alcance una estabilidad de relación entre los integrantes. De acuerdo con Bronfenbrenner (2002), la calidad de la relación establecida en las díadas va a influir en la calidad relacional de estructuras interpersonales más grandes, esto puede llevar al adolescente a tener dificultades al enfrentarse a diferentes relaciones de poder en sistemas más complejos que el familiar. Por otro lado, de acuerdo con Pérez (2007), la aparición de conflictos en el núcleo familiar no sólo depende de la calidad o la cantidad de la comunicación que se tenga en éste, sino también intervienen factores como la personalidad del adolescente y los estilos parentales con que los padres educan a sus hijos. En este sentido Herrera (1999) menciona que, existen algunos estilos parentales que 55
pudieran limitar el desarrollo de la personalidad del adolescente, causándole conflictos con los roles de autoridad, en este caso con los padres y por ende comprometer la naturaleza comunicacional dentro de la familia. Aunque existen muchos factores para la aparición de conflictos en la familia durante la etapa de la adolescencia, Soltys y Littlefielf (2008), sostienen que, desarrollando habilidades de comunicación y la resolución de conflictos se puede influir en la disminución de los conflictos más comunes siempre y cuando se busquen soluciones satisfactorias para ambas partes. Autores como Bradford, Vaughn y barber (2008) señalan la importancia de analizar los tipos de conflictos y causas entre adolescentes y sus padres, así como de correlacionarlas con las conductas de riesgo. Otro objetivo importante dentro de la investigación, fue determinar la existencia de similitudes o diferencias por grupos de edad y sexo en cuanto a los conflictos, en la cual no se encontraron diferencias significativas a comparación de Parra y Oliva (2002), en cuyo estudio se encontró que los varones percibían más conflictos al inicio de la adolescencia que las mujeres, esto puede explicarse parcialmente ya que al no haber considerado una muestra lo suficientemente representativa en éste estudio, por no haber considerado a otros CBTIS, es muy difícil encontrar diferencias significativas en la investigación. En cuanto a las diferencias en la comunicación por grupos de edad y sexo los resultados coincidieron con los de de Parra y Oliva (2002), en el que el género no influyó sobre los patrones de comunicación con padre y madre, estos hallazgos los explican Musitu et. al. (2001), éstos autores mencionan que durante la adolescencia, la familia se encuentra con el deber de sincronizar dos fuerzas antagónicas, por una lado, la tendencia de mantener la unidad en el sistema familiar y la segunda lograr la autonomía de sus miembros, esto desde un marco en el que el padre y la madre cumplen un rol bien determinado de autoridad, en el que el patrón de comunicación de los hijos hacia los padres no hace diferencia alguna, no siendo así en temas concretos. 56
En la dimensión de intensidad de la escala de conflictos con padre y madre, en la cual se incluyeron para este estudio temas concretos como la hora de volver a casa, el consumo de alcohol/tabaco y los amigos con quien sale el adolescente, la mayoría de los jóvenes perciben una intensidad leve y no existen diferencias significativas en cuanto al padre o la madre. Estos resultados concuerdan con los hallazgos de Oliva (2002), en los cuales tampoco encontró diferencias en la intensidad reportada por los jóvenes a excepción del consumo de alcohol/ tabaco. Algunos autores como Steinberg (2001, citado en Oliva, 2006) destacan la importancia de que los conflictos sean percibidos con moderada intensidad, ya que al cumplir esto, a pesar del malestar inmediato que crean, tiene un efecto positivo a mediano plazo sobre las relaciones y sobre el propio adolescente, ya que el propio sistema familiar podría favorecer una reestructuración del sistema familiar y una renegociación de roles y expectativas, a largo plazo, Silva (2003) señala que esta funcionalidad en la familia puede proteger al adolescente de conductas antisociales. De esta manera se alcanzarán equilibrios necesarios en la familia que tome en cuenta las necesidades del adolescente y que facilitará su desarrollo individual y la construcción de su identidad personal. De acuerdo a la frecuencia de la comunicación, se encontró una similitud con Oliva (2002), en que la frecuencia de la comunicación de las adolescentes es mayor con la madre que con el padre, esto se explica en parte en investigaciones como las de (Noller y Bagi, 1985, citado en Oliva, 2002), en las que se demuestra que las madres se perciben como más abiertas, comprensivas e interesadas en los asuntos de sus hijos/as. Aunque Eberly y Montemayor (1999, citado en Smetana, 2005) afirman que a pesar de tener relaciones con características de mayor intimidad y expresión de afecto a diferencia de las relaciones con los padres, los y las adolescentes tienen más riñas con éstas, Steinberg (1990, citado en Jiménez y Oliva, 2002), resaltan la probabilidad de presentarse estos conflictos sobre situaciones cotidianas, ya que los adolescentes tienen más interacción con las madres.
57
De acuerdo con los resultados, los conflictos con el papá sobre la hora de volver a casa, el consumo de alcohol/tabaco y los amigos con quien sale, no arrojó diferencias significativas entre hombres y mujeres, lo que nos dice que hay cierta homogeneidad entre adolescentes, en cuestión de conflictos con el padre sobre estos temas. En cuanto a la percepción de la intensidad de los conflictos con la mamá, existen sólo diferencias significativas en el tema de la hora de volver a casa, lo que nos indica una congruencia entre resultados de otras investigaciones (Parra y Oliva, 2002, citado en Parra y Oliva, 2006) en temas que involucran conflictos entre madres y adolescentes que implican normas dentro del sistema familiar. A pesar de que son los hombres los que reportan percibir mayor intensidad en los conflictos con la mamá por la hora de volver a casa, son éstos quien se comunican más con la madre, esto concuerda con otras investigaciones en las que Barnes y Olson (1985, citado en Parra y Oliva, 2006), sostienen que los adolescentes y adultos tienen visiones distintas en cuanto a la realidad familiar. Especialmente las madres perciben las interacciones con sus hijos de manera más positiva y optimista, tienden a infravalorar los conflictos, su intensidad y señalan más calidez de lo que indican sus hijos e hijas. A pesar de lo reportado por los adolescentes, en general tanto hombres como mujeres reportan un nivel bajo en la intensidad de conflictos con la madre.
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CAPÍTULO V. CONCLUSIONES Expresando en términos ecológicos, los conflictos surgen en función de la interacción e influencia recíproca que se da entre persona y el ambiente, entendido éste no sólo como la influencia de las relaciones interpersonales, sino como la interacción con otros entornos no tan próximos. Cada familia experimenta su propio “ciclo vital”, entendido éste como la sucesión de reestructuraciones de las relaciones interpersonales fruto de las necesidades de adaptación a condiciones cambiantes. Pero estos cambios no se hacen sin pasar por algunas crisis, en tanto que introducen incertidumbres, modifican “lo que antes funcionaba”, y obligan a cambios en el comportamiento de cada miembro del sistema. La adolescencia es uno de esos cambios que afectan al sistema familiar. Desde una perspectiva sistémica, no es tan sólo un fenómeno de alcance individual que afecte a los que están alrededor. Por el contrario, la adolescencia de un miembro de la familia, es un proceso en el que participan todos, ya que se transforma el conjunto de interacciones del grupo. La adolescencia de uno modifica la relación con sus padres y los demás miembros de la familia, pero también, en gran medida, las relaciones que mantienen entre sí los adolescentes. En este sentido, los conflictos surgen como un proceso que ayuda al desarrollo del adolescente, este proceso, aunque normativo en todos los humanos tiene implicaciones que pueden ser de riesgo en dicho desarrollo, entre ellas: la poca o nula existencia de homeostasis en las relaciones familiares, la poca capacidad de retroalimentación entre los integrantes del sistema familiar, el desequilibrio entre poderes de los miembros de la familia así como dificultades para el establecimiento de relaciones afectivas. Con respecto a lo anterior, se puede decir que la comunicación abierta entre padres, madres y adolescentes puede contrarrestar toda influencia negativa del ambiente social. De esta manera, es importante que los padres y madres de 59
los adolescentes actúen como orientadores de la vida de sus hijos e hijas al ser congruentes con las actitudes y exigencias; así mismo, evitando imposiciones como instrumento para ejercer la autoridad y establecer, en el hogar, límites claros, firmes y negociables como medio disciplinario. De acuerdo a los resultados, se respondió la pregunta de investigación, aceptando la hipótesis de trabajo al haber comprobado una correlación entre comunicación y conflictos, de igual manera se puede observar que si bien, la comunicación es un factor importante para la aparición y resolución de conflictos en la familia, también se tendrán que considerar otros factores que están fuertemente ligados a los conflictos entre padres e hijos/as, como pueden ser, de acuerdo con Herrera (1999), los estilos parentales, las habilidades sociales, la personalidad tanto del adolescente como de los padres, así como las características de la relación entre éstos. Se recomienda que para futuras investigaciones, la utilización de modelos multivariantes ya que ofrecerá sin duda, mejores aproximaciones al estudio de la interrelación. En este sentido, se podrían tomar en cuenta algunos aspectos de la comunicación y conflictos entre adolescentes hombres y mujeres, y también en relación con la figura de que se trate: padre o madre, que como se pudo observar en el apartado de resultados, existen diferencias. El campo de la investigación en cuanto a conflictos entre padres e hijos/as adolescentes, además de ser un objeto de estudio interesante para los psicólogos, está abierto a la posibilidad de comprender la multicausalidad de los conflictos, lo que expandiría diferentes líneas de investigación incluyendo no sólo la perspectiva de los adolescentes e incluyendo temas como los estilos parentales. A pesar de que la comunicación y conflicto familiar es un objeto de estudio de gran interés, y a pesar de la importante cantidad de literatura especializada en el tema en otros países, es un fenómeno muy complejo que requiere más investigaciones en México que contextualicen el objeto de estudio con la cultura. 60
La psicología, como disciplina, ciencia y profesión, además de formar parte de un equipo multidisciplinario, debe hacer su contribución no sólo en investigaciones, también en intervenciones, en las cuales sean prioritarios los grupos vulnerables, y de esta manera propiciar climas familiares más estables que la protejan a ésta y a los adolescentes.
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