Vosotros sois pueblo de Dios

Cuaderno Pastoral 2015 Cuaresma-Pascua Vosotros sois pueblo de Dios © Arzobispado de Valencia Edita: Arzobispado de Valencia Diseño y producción g

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DIOS ALIMENTA A SU PUEBLO
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Cuaderno Pastoral 2015

Cuaresma-Pascua

Vosotros sois pueblo de Dios

© Arzobispado de Valencia Edita: Arzobispado de Valencia Diseño y producción gráfica: Medianil Comunicación www.medianil.net

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Mensaje del Santo Padre ........................................................................................................................ 04 Presentación ............................................................................................................................................... 10 CUARESMA 2015 ....................................................................................................................................... 13

Miércoles de Ceniza .......................................................................................................................... 18



Primer domingo de Cuaresma B .................................................................................................. 22



Segundo domingo de Cuaresma B .............................................................................................. 26



Tercer domingo de Cuaresma B .................................................................................................... 30



Cuarto domingo de Cuaresma B .................................................................................................. 34



Quinto domingo de Cuaresma B .................................................................................................. 38



Domingo de Ramos en la Pasión del Señor B ......................................................................... 42



Miércoles Santo ................................................................................................................................. 50



Jueves Santo ....................................................................................................................................... 51



Viernes Santo ...................................................................................................................................... 52



Sábado Santo ..................................................................................................................................... 53



C. D. de Espiritualidad....................................................................................................................... 56



C. D. de Catequesis............................................................................................................................. 74



COV (Centro de Orientación Vocacional “Juan Pablo II”)..................................................... 82



C. D. de Educación Católica y Pastoral Universitaria ........................................................... 96



C. D. de Pastoral de la Salud ......................................................................................................... 104



Propuesta Diocesana de Cáritas .................................................................................................. 112



C. D. para los Mayores y Laicos. Vía Crucis .............................................................................. 124



C.D. de Familia y Vida ...................................................................................................................... 143

PASCUA 2015 .............................................................................................................................................. 147

Primer domingo de Pascua B ........................................................................................................ 150



Segundo domingo de Pascua o de la Divina Misericordia .................................................. 155



Tercer domingo de Pascua B ......................................................................................................... 159



Cuarto domingo de Pascua B. El buen Pastor ......................................................................... 162



Quinto domingo de Pascua B. La vid y los sarmientos ........................................................ 166



Sexto domingo de Pascua B. El mandamiento nuevo del amor ....................................... 168



La Ascensión del Señor B. El camino hacia el cielo ............................................................... 172



Pentecostés B. El nuevo pueblo de Dios .................................................................................... 176



Meditaciones de Santa Teresa para tiempo de Pascua ........................................................ 180



C.D. de Misiones ................................................................................................................................. 185



C. D. para los Mayores y Laicos. Vía Lucis ................................................................................ 189



C. D. de Educación Católica y Pastoral Universitaria ........................................................... 207

PROPUESTA DE CANTOS......................................................................................................................... 209 APP CUARESMA PASCUA 2015............................................................................................................. 214

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Mensaje del Santo Padre

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Mensaje del Santo Padre

“Fortalezcan sus corazones” (St 5, 8) Queridos hermanos y hermanas: La Cuaresma es un tiempo de renovación para la Iglesia, para las comunidades y para cada creyente. Pero sobre todo es un «tiempo de gracia» (2 Co 6,2). Dios no nos pide nada que no nos haya dado antes: «Nosotros amemos a Dios porque él nos amó primero» (1 Jn 4,19). Él no es indiferente a nosotros. Está interesado en cada uno de nosotros, nos conoce por nuestro nombre, nos cuida y nos busca cuando lo dejamos. Cada uno de nosotros le interesa; su amor le impide ser indiferente a lo que nos sucede. Pero ocurre que cuando estamos bien y nos sentimos a gusto, nos olvidamos de los demás (algo que Dios Padre no hace jamás), no nos interesan sus problemas, ni sus sufrimientos, ni las injusticias que padecen... Entonces nuestro corazón cae en la indiferencia: yo estoy relativamente bien y a gusto, y me olvido de quienes no están bien. Esta actitud egoísta, de indiferencia, ha alcanzado hoy una dimensión mundial, hasta tal punto que podemos hablar de una globalización de la indiferencia. Se trata de un malestar que tenemos que afrontar como cristianos. Cuando el pueblo de Dios se convierte a su amor, encuentra las respuestas a las preguntas que la historia le plantea continuamente. Uno de los desafíos más urgentes sobre los que quiero detenerme en este Mensaje es el de la globalización de la indiferencia. La indiferencia hacia el prójimo y hacia Dios es una tentación real también para los cristianos. Por eso, necesitamos oír en cada Cuaresma el grito de los profetas que levantan su voz y nos despiertan. Dios no es indiferente al mundo, sino que lo ama hasta el punto de dar a su Hijo por la salvación de cada hombre. En la encarnación, en la vida terrena, en la muerte y resurrección del Hijo de Dios, se abre definitivamente la puerta entre Dios y el hombre, entre el cielo y la tierra. Y la Iglesia es como la mano que tiene abierta esta puerta mediante la proclamación de la Palabra, la celebración de los sacramentos, el testimonio de la fe que actúa por la caridad (cf. Ga 5,6). Vosotros sois pueblo de Dios

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Sin embargo, el mundo tiende a cerrarse en sí mismo y a cerrar la puerta a través de la cual Dios entra en el mundo y el mundo en Él. Así, la mano, que es la Iglesia, nunca debe sorprenderse si es rechazada, aplastada o herida. El pueblo de Dios, por tanto, tiene necesidad de renovación, para no ser indiferente y para no cerrarse en sí mismo. Querría proponerles tres pasajes para meditar acerca de esta renovación. 1. «Si un miembro sufre, todos sufren con él» (1 Co 12,26) La Iglesia La caridad de Dios que rompe esa cerrazón mortal en sí mismos de la indiferencia, nos la ofrece la Iglesia con sus enseñanzas y, sobre todo, con su testimonio. Sin embargo, sólo se puede testimoniar lo que antes se ha experimentado. El cristiano es aquel que permite que Dios lo revista de su bondad y misericordia, que lo revista de Cristo, para llegar a ser como Él, siervo de Dios y de los hombres. Nos lo recuerda la liturgia del Jueves Santo con el rito del lavatorio de los pies. Pedro no quería que Jesús le lavase los pies, pero después entendió que Jesús no quería ser sólo un ejemplo de cómo debemos lavarnos los pies unos a otros. Este servicio sólo lo puede hacer quien antes se ha dejado lavar los pies por Cristo. Sólo éstos tienen “parte” con Él (Jn 13,8) y así pueden servir al hombre. La Cuaresma es un tiempo propicio para dejarnos servir por Cristo y así llegar a ser como Él. Esto sucede cuando escuchamos la Palabra de Dios y cuando recibimos los sacramentos, en particular la Eucaristía. En ella nos convertimos en lo que recibimos: el cuerpo de Cristo. En él no hay lugar para la indiferencia, que tan a menudo parece tener tanto poder en nuestros corazones. Quien es de Cristo pertenece a un solo cuerpo y en Él no se es indiferente hacia los demás. «Si un miembro sufre, todos sufren con él; y si un miembro es honrado, todos se alegran con él» (1 Co 12,26). La Iglesia es communio sanctorum porque en ella participan los santos, pero a su vez porque es comunión de cosas santas: el amor de Dios que se nos reveló en Cristo y todos sus dones. Entre éstos está también la respuesta de cuantos se dejan tocar por ese amor. En esta comunión de los santos y en esta participación en las cosas santas, nadie posee sólo para sí mismo, sino que lo que tiene 6

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Mensaje del Santo Padre

es para todos. Y puesto que estamos unidos en Dios, podemos hacer algo también por quienes están lejos, por aquellos a quienes nunca podríamos llegar sólo con nuestras fuerzas, porque con ellos y por ellos rezamos a Dios para que todos nos abramos a su obra de salvación. 2. «¿Dónde está tu hermano?» (Gn 4,9) Las parroquias y las comunidades Lo que hemos dicho para la Iglesia universal es necesario traducirlo en la vida de las parroquias y comunidades. En estas realidades eclesiales ¿se tiene la experiencia de que formamos parte de un solo cuerpo? ¿Un cuerpo que recibe y comparte lo que Dios quiere donar? ¿Un cuerpo que conoce a sus miembros más débiles, pobres y pequeños, y se hace cargo de ellos? ¿O nos refugiamos en un amor universal que se compromete con los que están lejos en el mundo, pero olvida al Lázaro sentado delante de su propia puerta cerrada? (cf. Lc 16,1931). Para recibir y hacer fructificar plenamente lo que Dios nos da es preciso superar los confines de la Iglesia visible en dos direcciones. En primer lugar, uniéndonos a la Iglesia del cielo en la oración. Cuando la Iglesia terrenal ora, se instaura una comunión de servicio y de bien mutuos que llega ante Dios. Junto con los santos, que encontraron su plenitud en Dios, formamos parte de la comunión en la cual el amor vence la indiferencia. La Iglesia del cielo no es triunfante porque ha dado la espalda a los sufrimientos del mundo y goza en solitario. Los santos ya contemplan y gozan, gracias a que, con la muerte y la resurrección de Jesús, vencieron definitivamente la indiferencia, la dureza de corazón y el odio. Hasta que esta victoria del amor no inunde todo el mundo, los santos caminan con nosotros, todavía peregrinos. Santa Teresa de Lisieux, doctora de la Iglesia, escribía convencida de que la alegría en el cielo por la victoria del amor crucificado no es plena mientras haya un solo hombre en la tierra que sufra y gima: «Cuento mucho con no permanecer inactiva en el cielo, mi deseo es seguir trabajando para la Iglesia y para las almas» (Carta 254,14 julio 1897). También nosotros participamos de los méritos y de la alegría de los santos, así como ellos participan de nuestra lucha y nuestro deseo de paz y reconciliación. Vosotros sois pueblo de Dios

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Su alegría por la victoria de Cristo resucitado es para nosotros motivo de fuerza para superar tantas formas de indiferencia y de dureza de corazón. Por otra parte, toda comunidad cristiana está llamada a cruzar el umbral que la pone en relación con la sociedad que la rodea, con los pobres y los alejados. La Iglesia por naturaleza es misionera, no debe quedarse replegada en sí misma, sino que es enviada a todos los hombres. Esta misión es el testimonio paciente de Aquel que quiere llevar toda la realidad y cada hombre al Padre. La misión es lo que el amor no puede callar. La Iglesia sigue a Jesucristo por el camino que la lleva a cada hombre, hasta los confines de la tierra (cf. Hch 1,8). Así podemos ver en nuestro prójimo al hermano y a la hermana por quienes Cristo murió y resucitó. Lo que hemos recibido, lo hemos recibido también para ellos. E, igualmente, lo que estos hermanos poseen es un don para la Iglesia y para toda la humanidad. Queridos hermanos y hermanas, cuánto deseo que los lugares en los que se manifiesta la Iglesia, en particular nuestras parroquias y nuestras comunidades, lleguen a ser islas de misericordia en medio del mar de la indiferencia. 3. «Fortalezcan sus corazones» (St 5,8) La persona creyente También como individuos tenemos la tentación de la indiferencia. Estamos saturados de noticias e imágenes tremendas que nos narran el sufrimiento humano y, al mismo tiempo, sentimos toda nuestra incapacidad para intervenir. ¿Qué podemos hacer para no dejarnos absorber por esta espiral de horror y de impotencia? En primer lugar, podemos orar en la comunión de la Iglesia terrenal y celestial. No olvidemos la fuerza de la oración de tantas personas. La iniciativa 24 horas para el Señor, que deseo que se celebre en toda la Iglesia —también a nivel diocesano—, en los días 13 y 14 de marzo, es expresión de esta necesidad de la oración. En segundo lugar, podemos ayudar con gestos de caridad, llegando tanto a las personas cercanas como a las lejanas, gracias a los numerosos organismos de 8

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caridad de la Iglesia. La Cuaresma es un tiempo propicio para mostrar interés por el otro, con un signo concreto, aunque sea pequeño, de nuestra participación en la misma humanidad. Y, en tercer lugar, el sufrimiento del otro constituye un llamado a la conversión, porque la necesidad del hermano me recuerda la fragilidad de mi vida, mi dependencia de Dios y de los hermanos. Si pedimos humildemente la gracia de Dios y aceptamos los límites de nuestras posibilidades, confiaremos en las infinitas posibilidades que nos reserva el amor de Dios. Y podremos resistir a la tentación diabólica que nos hace creer que nosotros solos podemos salvar al mundo y a nosotros mismos. Para superar la indiferencia y nuestras pretensiones de omnipotencia, quiero pedir a todos que este tiempo de Cuaresma se viva como un camino de formación del corazón, como dijo Benedicto XVI (Ct. enc. Deus caritas est, 31). Tener un corazón misericordioso no significa tener un corazón débil. Quien desea ser misericordioso necesita un corazón fuerte, firme, cerrado al tentador, pero abierto a Dios. Un corazón que se deje impregnar por el Espíritu y guiar por los caminos del amor que nos llevan a los hermanos y hermanas. En definitiva, un corazón pobre, que conoce sus propias pobrezas y lo da todo por el otro. Por esto, queridos hermanos y hermanas, deseo orar con ustedes a Cristo en esta Cuaresma: “Fac cor nostrum secundum Cor tuum”: “Haz nuestro corazón semejante al tuyo” (Súplica de las Letanías al Sagrado Corazón de Jesús). De ese modo tendremos un corazón fuerte y misericordioso, vigilante y generoso, que no se deje encerrar en sí mismo y no caiga en el vértigo de la globalización de la indiferencia. Con este deseo, aseguro mi oración para que todo creyente y toda comunidad eclesial recorra provechosamente el itinerario cuaresmal, y les pido que recen por mí. Que el Señor los bendiga y la Virgen los guarde.

Vaticano, 27 de enero de 2015 Vosotros sois pueblo de Dios

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Presentación

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Presentación

El ritmo del Año litúrgico va marcando el camino de la vida cristiana, el acercamiento y conocimiento del Misterio de Dios, la vida misma que él nos regala. A lo largo del tiempo litúrgico tenemos la oportunidad, se nos da la oportunidad, de acercarnos a las maravillas que Dios ha hecho, y continúa haciendo en nosotros. Lo hacemos a través de la lectura y la contemplación de la Palabra de Dios, siendo, no sólo espectadores, sino testigos privilegiados del obrar de Dios. Así, ahora nos preparamos a vivir, con intensidad, la Cuaresma y la Pascua, que marcan el centro de la vida cristina por contener los acontecimiento centrales de nuestra fe: la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Y una año más, las Vicarías de Evangelización y de Acción Caritativa y Social, a través del trabajo de las distintas Comisiones, ofrecen a las Parroquias y demás Comunidades Cristianas unos materiales para preparar y vivir estos acontecimientos. Son muchos los materiales que podemos encontrar para esta ocasión, en librerías y en otros lugares; es mucha la capacidad de trabajo de nuestras Parroquias a la hora de pensar cómo plantear los tiempo litúrgicos. Ésta quiere ser una ayuda, una colaboración, con la ardua tarea de cuantos quieren celebrar bien estos tiempo de nuestra salvación. Como cada año el grueso de los materiales está formado por aquellos que quieren ayudarnos a vivir mejor la Eucaristía dominical, verdadero centro de la vida cristiana, sin la cuál no hay Iglesia. Las moniciones, orientaciones para la homilía, preces, que se presentan, han de ser convenientemente adaptadas a la situación concreta de la comunidad que celebra.

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Los demás materiales, que este año hemos distribuido en dos secciones (Cuaresma y Pascua), quieren ayudar en la realización de otras celebraciones propias de estos días. Esperamos que sirvan para su propósito y nos ayuden a vivir, con mayor fidelidad, los misterios de nuestra salvación. Buena Cuaresma y mejor Pascua.

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CUARESMA

Cuaresma 2015

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El pueblo de la Alianza y los sujetos de la evangelización

I. En el corazón del año litúrgico La Cuaresma y la Cincuentena Pascual, como preparación y consecuencia de la Semana Mayor o Santa, se fueron formando con la mirada puesta en dos grupos diferentes de fieles: los catecúmenos que vivirían ese año la iniciación cristiana y los cristianos veteranos, que debían purgar los pecados con la penitencia pública o privada y renovar purificados el misterio de su propia salvación. Era un tiempo en que la comunidad cristiana se sentía más como “Iglesia madre” y velaba por la incorporación de nuevos hijos o la recuperación de los alejados, como algo vital para su propia misión y supervivencia. La Cuaresma tiene en realidad 46 días, desde el miércoles de ceniza al sábado santo inclusive, a los que se deben restar los seis domingos, quedando 40 días de penitencia. Sin embargo, desaparecida la institución del catecumenado y sustituida la reconciliación pública por la penitencia secreta a partir del siglo VII, la Cuaresma quedó configurada como un tiempo casi exclusivamente penitencial y ascético. La ceniza se empezó a imponer a todos los fieles en el siglo IX, cuando había decaído la práctica de la penitencia pública. Por otra parte, la devoción a la Pasión de Cristo y a la Virgen Dolorosa invadió también las últimas semanas de la Cuaresma sobre todo a partir de la Baja Edad Media. Al mismo tiempo se asistió a una decadencia litúrgica del tiempo pascual, que ahora se presenta con mayor claridad como Cincuentena festiva y mistagógica en la alianza sellada por el misterio pascual y el don del Espíritu.

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CUARESMA

Por todo ello, el Itinerario Diocesano de Evangelización (IDE) debe ayudar a la plena recuperación del verdadero sentido de estos tiempos litúrgicos que afectan a todos los fieles, sin olvidar las aportaciones históricas posteriores que, como ocurre con la religiosidad popular, extienden la noticia y la celebración del misterio pascual por toda nuestra sociedad.

II. Una Cuaresma y Pascua en el primer año del IDE ¿Quiénes y qué vamos a anunciar? En el tiempo en que los grupos del IDE reflexionan sobre la actividad evangelizadora del Pueblo de Dios, estos tiempos litúrgicos, con los textos bíblicos propios de este año B, nos ayudan a descubrir en primer lugar el contenido del mensaje que se ha de proclamar, y que no es otro que la salvación que viene del Misterio Pascual de Jesucristo, culmen y cumplimiento de la Antigua Alianza y comienzo de la Nueva, que es el ámbito de amor y fidelidad en el que nos movemos como creyentes. Por su parte, la lecturas de esta Cincuentena Pascual iluminan y estimulan la acción de los evangelizadores, que son miembros de la Iglesia, respondiendo a los retos y desafíos del mundo actual; son los laicos que participan activa y responsablemente en la misión de la Iglesia y lo hacen sobre todo en sus parroquias, comunidades de discípulos misioneros, formando —según el ejemplo de los Hechos de los Apóstoles— comunidades fraternas y corresponsables.

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III. La Cuaresma B y sus particularidades En este año 2015, los domingos de Cuaresma tienen tres lecturas cuyos temas no están necesariamente relacionados entre ellos, sino que forman tres secuencias diferentes: la historia de la salvación centrada en la alianza otorgada por Dios (Primera lectura: Antiguo Testamento), el misterio pascual y su aplicación en la Iniciación Cristiana (Segunda lectura: Apóstol) y el tema propio de este año que es el misterio pascual (Evangelio). En algunas ocasiones coinciden los temas de la primera lectura y el Evangelio, como profecía y cumplimiento, sirviendo la lectura segunda de clave interpretativa de la relación entre ambas. Debemos tener presente el plan completo de esta Cuaresma para evitar la dispersión de temas bíblicos sugeridos por las lecturas, las cuales en los tres años están dispuestas siguiendo la recomendación de san Agustín, para el cual la historia de la salvación está dividida en siete edades; las cinco primeras abarcan el Antiguo testamento, la sexta fue inaugurada por Cristo y la séptima corresponde a la Parusía. Así evocaremos nuestro camino hacia Cristo mediante la iniciación cristiana. Nuestra experiencia catecumenal comienza este año recordando que cada uno de nosotros ha sido salvado, como Noé en el arca, de las aguas de la muerte, que fueron para nosotros, al contrario, un baño de purificación y renacimiento (Génesis 9, 8-15. Primera lectura, 1º Domingo de Cuaresma B). En la Pascua debe-

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remos renovar la profesión de fe y el compromiso bautismal, pero antes habremos de revivir un proceso que nos llevó por pura gracia al Bautismo en el principio de nuestra existencia, que se renovó en forma de catecumenado antes de los otros sacramentos de iniciación: Confirmación y Eucaristía, pero que podemos volver a recorrer, madurando como cristianos y reviviendo las gracias de la iniciación cristiana.

CUARESMA

IV. Signos para seguir esta Cuaresma

V. Los domingos de Cuaresma

La señal del Arco Iris como “firma de Dios” en su primera alianza o pacto con la creación puede servir de guía para esta Cuaresma 2015. Según la estructura de cada iglesia, se pueden ir mostrando los siete colores del Arco, disponiendo cartulinas en el fondo el presbiterio, o adornando el ambón con bandas verticales: violeta el miércoles de ceniza, añil el 1º domingo, azul del 2º, verde el 3º, amarillo el 4º, naranja el 5º y rojo el Domingo de Pasión. A esto se pueden añadir los signos especiales del “Tríptico pascual”: los escombros el 3º domingo, la cruz el 4º y las espigas el 5º y, finalmente, las palmas del domingo de la Pasión del Señor. Al comenzar la homilía se puede invitar a los fieles a que contemplen esos signos, para descubrir su significado completo cuando escuchen la explicación de la Palabra de Dios.

En los comentarios de este año añadimos al final un cuadro dirigido a cada lector que puede utilizarse para la hoja parroquial o el folleto de liturgia o de canto de cada domingo, como una invitación personal a la “Renovación de la Alianza”.

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Vosotros sois pueblo de Dios

18 de febrero de 2015

Miércoles de Ceniza Para renovar la Alianza

Moniciones a las lecturas Primera lectura. Joel 2, 12-18 El profeta Joel describe la liturgia penitencial del “Día de la expiación” en el antiguo Israel, y pide al pueblo de Dios que rasgue su corazón y no los vestidos. La penitencia tiene su pleno sentido cuando se convierten las voluntades de las personas. Convertirse es volver a Dios con ánimo firme y sincero. Contestaremos a la palabra de Dios con el salmo penitencial por excelencia: “Misericordia, Señor, hemos pecado”. Segunda lectura. 2 Corintios 5, 20-6. 2 San Pablo considera la conversión auténtica como una tarea permanente, cuando dice: “Dejaos reconciliar con Dios” porque nuestro tiempo es breve, y la Cuaresma es tiempo de gracia y salvación. La reconciliación consiste en recomponer la relación rota o debilitada entre nosotros y Dios, entre nosotros y los hermanos. Evangelio de Mateo 6, 1-6. 16-18 Jesús enseña a sus discípulos cómo tiene que ser su estilo de vida y describe tres dimensiones de la misma: la oración, relación con Dios; la limosna, relación con el prójimo, y el ayuno, relación con uno mismo. La oración es imprescindible para el discípulo de Cristo; la limosna es expresión de sincera caridad y el ayuno muestra la conversión a Dios.

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CUARESMA

Moniciones a la Liturgia de la Palabra

Ideas para la homilía

Comenzamos hoy un itinerario que nos conducirá a la Noche Pascual, en la que serán bautizados los nuevos hijos de la Iglesia y nosotros renovaremos los compromisos de nuestro Bautismo. Este camino lo vivimos instruidos y modelados por la Palabra de Dios, proclamada cada día en la celebración. El día de nuestro bautismo, el sacerdote, tocando con el dedo nuestra boca y nuestros oídos, hizo el rito del “Effetá” (que significa ábrete). Recordamos hoy al inicio de la Cuaresma este gesto con las mismas palabras que nos fueron dichas aquel día a cada uno: “El Señor Jesús, que hizo oír a los sordos y hablar a los mudos, nos conceda escuchar su Palabra y proclamar la fe”.

Un año más emprendemos este camino de preparación hacia la Pascua que es la Cuaresma. Una nueva oportunidad que el Señor nos regala de volver a las fuentes de nuestra vida cristiana, a lo genuino de nuestro discipulado, a la esencia de nuestra fe, a la recuperación de la imagen que el Señor resucitado ha impreso en cada uno de nosotros el día de nuestro bautismo y que, desde la Pascua anterior, el pecado ha podido emborronar y desfigurar.

En este momento el lector puede subir al ambón llevando el leccionario, lo deposita sobre él, lo abre solemnemente y proclama la primera lectura.

La Cuaresma es el itinerario de preparación y la puerta de entrada al misterio de la Pascua. Es un camino que evoca los cuarenta días de Moisés en la cima del monte Sinaí antes de sellar la alianza, los cuarenta años de Israel en el desierto y los cuarenta días de ayuno de Jesús antes de iniciar su ministerio público. Un camino que nos lleva a la renovación de nuestro bautismo y a la conversión de vida, iluminado especialmente en este ciclo B por el Misterio Pascual de Cristo. Su Cruz y su paso a la vida nueva de la Pascua son el motor que nos llevan a nosotros a vivir este tiempo de paso, de conversión, de retomar la vida en Cristo más radicalmente y con más autenticidad.

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Los tres fines de la Cuaresma No es un simple tiempo de penitencia y de ascesis, sino un momento de profunda renovación interior y de una viva participación en el Misterio Pascual de Cristo. El acento de este tiempo, por tanto, no puede estar puesto en nuestras prácticas penitenciales sino en la acción santificadora del Señor. Es una nueva oportunidad que Dios nos brinda para recomponer la relación rota o debilitada entre Él y nosotros, entre nosotros y los hermanos. No dejemos caer en saco roto este tiempo de gracia y de salvación, como nos dice hoy san Pablo.

meses de auténtica Primavera del Espíritu, pueda con nosotros también “renovar la alianza”. Será en la contemplación del amor de Cristo crucificado donde mejor entenderemos este extraño camino de la entrega y del don de sí mismo hasta el extremo que nos hace pasar de la muerte a la vida, que ha sellado con nosotros este pacto que nada ni nadie puede romper. Conviene, especialmente este año, colocar en un lugar destacado del presbiterio desde el inicio de la Cuaresma, la imagen del crucificado para acompañarnos en este camino pascual.

Las lecturas bíblicas de la Cuaresma son muy ricas y nos sostienen en nuestro camino de conversión. Convendrá presentar hoy ya, en el inicio de este itinerario, la doble dimensión de la cuaresma de este año centrada en la Renovación de la Alianza y en el Misterio de la Cruz de Cristo, culmen de esta alianza. Para nuestra diócesis, que está iniciando el Itinerario Diocesano de Evangelización, la renovación de esta alianza nos hace considerar el lema de este primer año “Vosotros sois Pueblo de Dios” (1 Pe 2,9) como un estímulo para recobrar conciencia de lo que somos y hemos recibido por el Bautismo, por puro don y gracia de parte de Dios.

Las lecturas de este primer día de Cuaresma nos llevan a buscar una actitud sincera en nuestros deseos e intenciones, en nuestras obras y actuaciones, de cara a Dios, a nosotros y al hermano (Evangelio). Este tiempo de conversión (1ª lectura), nos tiene que disponer a dejarnos encontrar por este Dios que sale a buscarnos en la persona de su Hijo, “el que no había pecado y lo hizo expiación por nuestros pecados para que, unidos a Él, recibamos la justificación” (2ª lectura).

En este ciclo B a través de las primeras lecturas de los domingos, siguiendo las etapas de la historia de salvación que Dios hizo con Israel, nos dan la clave para dejar que Dios, en este tiempo de Cuaresma y Pascua, en estos tres 20

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CUARESMA

Oración de los fieles El rito de la ceniza El rito que vamos a vivir seguidamente nos hace experimentar nuestra pobreza y nuestra fragilidad. Recibimos la ceniza en nuestras cabezas. Cenizas que nos hablan de suciedad, de caducidad, de muerte. Al final de nuestro camino cuaresmal recibiremos de nuevo el agua del Bautismo en la aspersión de la Noche Santa, que nos habla de limpieza, de novedad, de vida. Entre estos dos momentos un tiempo de cuarenta días que hoy se abre para dejar que el Señor rejuvenezca en cada uno de nosotros la gracia y la santidad. Comienza este tiempo de gracia y de salvación, tiempo de encuentro y de alianza. Es el empeño de un Dios que quiere encontrarse contigo para hacer nuevo su pacto, su apuesta por ti y llenarte de su vida. Hoy nos lo pregunta el Señor a cada uno en esta celebración: ¿Me dejas? Reconocer tu pobreza y debilidad, simbolizada en la ceniza que recibimos en nuestra cabeza, y admitir tu incapacidad de mantener el pacto por tu propio empeño o tus fuerzas, es el primer paso para decirle que sí a su propuesta y darte cuenta de la necesidad vital de que el Señor en esta Pascua que se acerca renueve su Alianza contigo.

Ahora es el tiempo de la gracia, ahora es el tiempo de la salvación. Acudamos al comenzar la Cuaresma a Dios nuestro Padre para que escuche las súplicas de su pueblo penitente. Oramos cantando (o diciendo): Kyrie eleison. - Para que la Iglesia entera, que ha recibido hoy el signo de la ceniza, sienta la necesidad imperante de su conversión a Dios y de su retorno a ser reflejo del rostro de Cristo en medio del mundo. Kyrie eleison. R/. Kyrie eleison. - Para que todos los hombres puedan experimentar la cercanía de Dios en este tiempo santo y, por la oración y la escucha de la Palabra, descubran a Cristo presente en sus vidas. Kyrie eleison. R/. Kyrie eleison. - Por todos los que pasan necesidad material o espiritual; para que nuestro ayuno y nuestra generosidad les haga experimentar la caridad cristiana y el amor fraterno. Kyrie eleison. R/. Kyrie eleison. - Por los pecadores, los que se sienten alejados de Dios, los bautizados que viven al margen de la Iglesia; para que en estos días de misericordia se dejen encontrar y perdonar por Cristo que los llama a volver a Él. Kyrie eleison. R/. Kyrie eleison. Vosotros sois pueblo de Dios

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Vosotros sois pueblo de Dios

22 de febrero de 2015

- Por nuestra diócesis y nuestro arzobispo Antonio, por todos los grupos del Itinerario Diocesano de Evangelización, por nosotros mismos y nuestra parroquia, para que en esta Cuaresma nos dejemos convertir en auténticos testigos del amor de Cristo. Kyrie eleison. R/. Kyrie eleison. Dios todopoderoso y eterno: escucha las oraciones de tu pueblo, perdona sus pecados y purifica su mente, para que cuantos con amor iniciamos el camino de la Cuaresma, obtengamos la paz y la misericordia. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

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Primer domingo de Cuaresma B Yo hago un pacto con vosotros

CUARESMA

Moniciones a las lecturas

Ideas para la homilía

Primera lectura. Génesis 9, 8-15 y 1 Pedro 3, 18-22

Iniciamos este domingo en la primera lectura la serie de las etapas de la Historia de la Salvación que nos hacen adentrarnos en el tema del pacto misericordioso, de la alianza de amor que Dios quiere hacer con la humanidad y, por tanto, con cada uno de nosotros.

Comenzamos a leer la historia de la salvación a partir del episodio del Diluvio, cuando Dios salvó al justo Noé y a su familia e hizo la primera alianza con la humanidad. Todo aquello era un anuncio profético del sacramento del Bautismo, que nos salvó de la muerte eterna, como lo explica san Pedro en la segunda lectura. Evangelio de Marcos 1, 12-15 San Marcos evita contar con detalle las tentaciones de Jesús en el desierto. Más bien nos lo presenta como el nuevo Adán que vence al tentador, en vez de lo ocurrido con los primeros padres. Al comenzar su vida pública, la primera palabra de Jesús en su predicación nos llama a la conversión.

En los orígenes de esta Historia nos encontramos hoy con la alianza de Dios con Noé tras el diluvio. Tras aquel acontecimiento que puso fin a la maldad y a la perversión de la humanidad se alza con fuerza la promesa del Señor, una promesa de paz, de perdón, de reconstrucción, de nueva posibilidad.

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El signo de la alianza

El Bautismo que nos salva

El hermoso elemento del arco iris quedará como un signo cósmico que recordará este pacto de Dios con los hombres, esta promesa de no echarse atrás en su palabra dada, en no destruir la humanidad a pesar de su maldad sino ofrecerle un camino de reconstrucción auspiciado por la bondad y la paz de Dios. El signo del arco iris nos hace presente a nosotros, con un lenguaje poético pero lleno de significado, que Dios nos ofrece después de la tempestad la calma, que el Señor tiene la última palabra sobre la vida del hombre y ésta es siempre de vida y no de muerte.

San Pedro en la segunda lectura nos interpreta el pasaje de Noé a la luz de nuestro propio Bautismo. Con Cristo comienza una nueva humanidad. Su descenso hasta el fondo de la muerte nos ha asociado a nosotros por el Bautismo en este camino de paso de la muerte a la vida, haciéndonos partícipes de una nueva creación, de una regeneración, de una vida eterna, la de los hijos de Dios, que no termina ni con la muerte.

Para los cristianos nos resulta fácil identificar este signo del arco iris con Cristo crucificado, el verdadero y definitivo signo alzado entre el cielo y la tierra de la paz, la reconciliación y el perdón para el hombre. Su Cruz nos hace levantar la mirada a nosotros cuando nos llega la oscuridad del pecado y la propia muerte que ella conlleva para confiar en la palabra del pacto que Dios nos ofrece en su Hijo. La luz que surge de su Resurrección y que rompe nuestras propias tinieblas es la mejor garantía de la fidelidad de Dios con nosotros. Así lo cantamos hoy en el salmo: “tus sendas Señor son misericordia y lealtad para los que guardan tu alianza”.

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CUARESMA

Jesús en el desierto Precisamente el pasaje de Jesús en el desierto que nos trae hoy san Marcos, el evangelista de este año, nos introduce en este proyecto de nueva humanidad que el Padre quiere hacer con nosotros a través de su Hijo Jesús. Cada año el primer domingo de Cuaresma escuchamos este episodio de la experiencia de Jesús en el desierto, modelo de nuestros cuarenta días cuaresmales. San Mateo y san Lucas en los otros ciclos nos presentan como en un tríptico las tentaciones de Jesús, no así san Marcos que no nos cuenta explícitamente las tentaciones y nos da la posibilidad de que cada uno pongamos en nuestro camino de lucha cuaresmal las nuestras, con la confianza de poder ser vencidas por el poder y la fuerza de Jesús. El evangelista nos sitúa a Jesús en el inicio de su misión empujado por el Espíritu al desierto. El desierto es el lugar donde no tenemos otras seguridades más que Dios, es el ámbito de la tentación, pero también el de la posibilidad de recrear por la obediencia el paraíso que perdimos por nuestra desobediencia. El desierto es el lugar y el tiempo de la fidelidad y del amor. Eso es lo que vive Jesús a pesar de la tentación del enemigo para tomar otro camino más fácil pero opuesto a la voluntad del Padre.

Cristo en un nuevo Adán y la humanidad en el Pueblo de Dios, llamado a convertirse en esta Cuaresma y a creer en la Buena Noticia de que el Reino de Dios ya está en medio de nosotros, como nos dijeron el miércoles al ponernos la ceniza en la cabeza repitiendo las palabras con las que concluye el evangelio de hoy. Cristo en el desierto es el modelo de nuestra Cuaresma. Una nueva creación comienza con él. Como un nuevo Adán, quiere convertir tus desiertos en un nuevo jardín del paraíso, donde puedas encontrarte con tu Dios. Como en tiempos de Noé quiere hacer contigo un pacto para llevarte de la destrucción a la vida. Su invitación pasa por la lucha contra el mal y la llamada a la conversión. El Reino está cerca.

Marcos nos señala que Jesús vive rodeado de animales y los ángeles le sirven. Dato revelador de que algo está cambiando. El desierto se convierte en un nuevo paraíso,

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1 de marzo de 2015 Oración de los fieles Oremos a Dios, nuestro Padre, al comenzar este tiempo de gracia, en este día de salvación. - Por la Iglesia, impulsada por el Espíritu, como Cristo, al desierto de la Cuaresma, para que se vea fortalecida en la lucha contra las fuerzas del mal, roguemos al Señor. - Por tantos «espíritus encarcelados» que podrían escuchar la palabra de aliento que necesitan, y acogerse a la mano amiga de Cristo, que los levante, roguemos al Señor. - Por los niños que en este tiempo de Cuaresma se preparan con más intensidad a recibir los sacramentos de la penitencia y la Eucaristía, para que descubran en su vida la presencia de Dios, roguemos al Señor. - Para que el Itinerario Diocesano de Evangelización nos ayude a vivir con más intensidad la Cuaresma y a prepararnos mejor para celebrar la Pascua, roguemos al Señor. - Por los que iniciamos esta santa Cuaresma, para que vivamos la experiencia del encuentro con Dios en Cristo, aumente nuestra fe y nos convirtamos sinceramente, roguemos al Señor. Dios y Padre nuestro, paciente y misericordioso, escucha nuestras súplicas y no nos dejes caer en el tentación. Amén.

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Segundo domingo de Cuaresma B Haré de ti un gran pueblo y te bendeciré

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Moniciones a las lecturas

Ideas para la homilía

Primera y segunda lecturas. Génesis 22, 1-2.9-13.15-18 y Romanos 8, 31b-34

El camino de la Alianza tiene una meta. No es éste un contrato interesado para sacar beneficios. Es la relación enamorada de un Dios que quiere sacar a su Pueblo de proyectos mediocres que le llevan a mendigar trocitos de vida y hacerle participar de su misma gloria, la Vida en plenitud. Por eso, en esta segunda etapa de nuestro ascenso hacia el monte de la Pascua, vislumbramos la propuesta que nuestro Dios nos hace con esta Alianza, la tierra prometida a la que Dios nos quiere llevar.

El sacrificio de Isaac es figura de la ofrenda de Cristo en el Calvario. La fe de Abrahán es correspondida por la fidelidad de Dios. En esta segunda etapa cuaresmal, vivimos la experiencia de Abrahán como cristianos, llenos de confianza, pues, como proclama san Pablo: Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? Evangelio de Marcos 9, 2-10 El Evangelio de la Transfiguración anuncia la gloria de Jesús cuando resucite de entre los muertos. El Señor manda guardar silencio a los discípulos, porque quiere que su misterio de muerte y vida sea anunciado después de que todo ocurra conforme al plan de Dios.

La Transfiguración del Señor Este domingo escuchamos cada año el relato de la Transfiguración de Jesús, hoy narrado por Marcos, acompañante de Pedro, uno de los testigos directos del acontecimiento. El texto comienza anotándonos que la escena se desarrolla seis días después de haberles anunciado su pasión y muerte. Éste, y no otro, será el camino de llegar a la Gloria, a la Claridad luminosa, a la Vida que ahora descubren en Jesús. La debilidad de Pedro y los otros discípulos, que no es ocultada por el evangelista, nos hace a nosotros poner los pies en tierra en este camino de subida, de exigencia, de renuncia donde, misteriosamente, todo se regala de forma gratuita.

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El ejemplo de Abrahán En la primera lectura encontramos otro camino de subida: el de Abrahán con su hijo Isaac en uno de los montes del país de Moria, donde le indicó Dios. En esta segunda etapa de la Historia de la Salvación encontramos la respuesta que el hombre libremente tiene que dar a Dios para que éste pueda hacer Alianza: la fe del hombre que se abandona incondicionalmente en Él. La fe de Abrahán muestra que sólo en la obediencia a la palabra de Dios se puede recuperar pasado y futuro, que la historia tiene sentido sólo cuando el hombre se fía totalmente de este Dios que es capaz de hacer surgir la vida en medio de la muerte. Éste es el modo de vivir nuestra alianza con Dios. Ante nuestro pequeño y limitado “sí”, que exige sin embargo la entrega de aquello donde está puesto nuestro corazón, la bendición de Dios se derrocha y la promesa se afianza en el corazón del hombre convirtiéndose en certeza. Pablo nos hace profundizar en este misterio de la obediencia, que en Abrahán se dio como anuncio de la entrega que el mismo Dios hizo de su Hijo. Isaac, que ascendió con la leña sobre sus hombros al monte, fue librado de la muerte. Jesús, que subió al Gólgota con la cruz sobre sus hombros, llegó hasta el final en su sacrificio para garantizar por siempre la confianza de cada hombre en el amor radical y misericordioso de Dios. Con esta ofrenda nadie puede dudar de su amor.

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De nuevo en un monte se oye la voz de Dios. El sacrificio del hijo de Abraham era el anuncio de la entrega que Dios hace de su Hijo. “Éste es mi Hijo amado; escuchadle”. Escuchar y obedecer es tu respuesta a la propuesta de Dios, para llevarte por la Cruz a la Gloria.

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Oración de los fieles Oremos a Dios Padre, que nos ha dado todo con Jesucristo, su Hijo. - Por la Iglesia, para que no se canse de anunciar, ante el mundo, el amor y la misericordia de Dios. Roguemos al Señor. - Por los que buscan a Dios sin saberlo, por los que viven sin esperanza; para que puedan descubrir, el verdadero rostro del Dios vivo, revelado en Cristo, roguemos al Señor. - Por los enfermos, para que la fortaleza de la fe los ayude a poner su confianza en el Señor y puedan recobrar la salud, roguemos al Señor. - Por los frutos del Itinerario Diocesano de Evangelización; para que nos ayude a renovar constantemente nuestro seguimiento de Jesucristo y anunciarlo en el mundo, roguemos al Señor. - Por nosotros y nuestras familias, llamados a vivir en la oscuridad y a la luz de la fe; para que no nos desanimemos y confiemos en quien hace nuevas todas las cosas, roguemos al Señor. Señor, Dios nuestro; tu Hijo Jesús ha destruido nuestra muerte y ha sacado a la luz la vida inmortal; que tu misericordia venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

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8 de marzo de 2015

Tercer domingo de Cuaresma B Las palabras de la Alianza

Moniciones a las lecturas Primera lectura. Éxodo 20, 1-17 La tercera etapa de la historia de la salvación nos lleva al acontecimiento del Éxodo de Egipto y, en este año, al episodio de la entrega de la Ley de Dios en el Sinaí por medio de Moisés; éste es el “código de la Alianza” donde Dios pone las condiciones para vivir dentro de este espacio de salvación: los diez mandamientos. Segunda lectura. I Corintios 1, 22-25 Los judíos pedían a Jesús que hiciera signos o prodigios, para creer en él. Esta exigencia fue rechazada por Jesús, pues el único signo que Dios da es para los hombres “lo necio”, “lo débil”, la cruz, detrás de lo cual está el misterio de la resurrección de Jesús. Evangelio de Juan 2, 13-25 El primero de los signos del misterio pascual de este tríptico de la Cuaresma es la destrucción del templo de Jerusalén como símbolo de la muerte violenta de Jesús; y la reconstrucción posterior de su cuerpo, verdadero templo de Dios, en la resurrección.

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Ideas para la homilía Una nueva etapa en nuestro camino cuaresmal y llegamos a la tercera etapa de la Historia de Israel donde escuchamos que la Alianza se sella en el Sinaí con Moisés y se graba en tablas de piedra. Los diez mandamientos Hoy se proclama el Decálogo, más conocido como «los diez mandamientos». En realidad en la Biblia no se llaman así, sino «las diez palabras». Palabras con las que Dios propone al pueblo liberado de la esclavitud de Egipto el camino de la auténtica libertad y que resumen toda la voluntad de Dios para Israel en aquella primera alianza. Hoy el Señor tiene también para nosotros un camino de salvación, unas palabras de vida, unos hitos que señalen en nuestras circunstancias actuales por dónde podemos caminar en sintonía con su voluntad.

fiel y confiada a la propuesta de este camino de vida que afecta a las situaciones más pequeñas de nuestra vida cotidiana y a las grandes decisiones de nuestra existencia. Si nos creemos que la propuesta del Señor es para nuestra felicidad más auténtica cantaremos agradecidos con el salmista: “Señor, tú tienes palabras de vida eterna, tus preceptos son descanso del alma, tu ley alegra el corazón, da luz a los ojos, son más preciosos que el oro y más dulces que la miel”.

Estos “mandatos”, que en nuestra mentalidad occidental los entendemos a veces con un excesivo carácter legal e imperativo, nos son regalados como las Palabras de la Alianza, para garantizar el cuidado que Dios tiene sobre su Pueblo, para conducirnos por el camino de una verdadera libertad, la del corazón, la que nos hace vivir en paz con Dios, con nosotros mismos y con los demás. Las Palabras del decálogo no nos atan las manos, no nos quitan nada, no nos privan de nuestra libertad ni de nuestra voluntad. En la Alianza del amor no importa el cumplimiento escrupuloso y legalista, sino la respuesta

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El “Tríptico Pascual” En el evangelio inauguramos hoy el llamado “Tríptico Pascual”, tres relatos de san Juan que nos hacen profundizar y nos llevan a la contemplación del Misterio de la Cruz de Cristo que conduce y desemboca en la vida. Para Juan en la Cruz está ya la Gloria, en el madero se sienta el Señor como Rey eterno y se consuma la obra de la Salvación con el paso de Jesús de este mundo al Padre. Por eso san Pablo nos muestra, en la segunda lectura, que aquí está la verdadera sabiduría, la verdadera fuerza, la de Dios, aunque para el mundo religioso aún hoy sea un escándalo y para los intelectuales una necedad. También a nosotros se nos han contagiado otras “sabidurías”: la del éxito, la de la fama, la del prestigio, la del reconocimiento, la de la salud, la del bienestar. La sabiduría de Dios es la del perder, la del perdón, la del servicio, la del amor... Es la misteriosa lógica de Dios, que es más sabia y más fuerte que los hombres, aunque nos parezca lo contrario. Hoy proclamamos el pasaje de la purificación del Templo que nos hace mirar a la verdadera presencia de Dios en medio de nosotros: Jesucristo. Este templo, que es su cuerpo, será destruido en la cruz por los hombres pero será levantado por el poder de Dios en la resurrección. El pasaje del evangelio de hoy nos sitúa en el ámbito de la Pascua, con su sabor de entrega y libertad, y como a los discípulos que recordaron y creyeron en sus palabras después de la Resurrección, nos hace confesar la fe con

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firmeza poniendo la confianza en este Cristo que toma el camino de la entrega para darnos vida y sellar la nueva alianza con su Sangre. La Cuaresma de este año de alianza te hace mirar a la Cruz. El Cuerpo de Jesús clavado en el madero es el templo destruido por los hombres pero levantado de nuevo por Dios. Y ésa es la nueva ley, la nueva alianza: La ley del amor. Ese nuevo pacto no está ya escrito en tablas de piedra sino en la persona de Cristo crucificado. Mira y contempla al amor crucificado.

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Oración de los fieles Oremos a Dios Padre, que escucha nuestra oración, en medio de su templo, que somos nosotros. - Por el Papa Francisco, por nuestro Obispo Antonio y todos los que tienen en la Iglesia la misión de enseñar, para que difundan con claridad la ley del amor a Dios y al prójimo, en la que se resumen todos los mandamientos, roguemos al Señor. - Por la autoridades y los que más influyen en la sociedad, para que encuentren en los mandamientos de Dios una orientación permanente para ordenar las relaciones humanas, roguemos al Señor. - Por las familias, pequeñas Iglesias domésticas en el seno de la Iglesia católica, una y santa; para que se mantengan unidas y no se destruyan bajo los ataques del egoísmo y la falta de amor, roguemos al Señor. - Por todos los llamados a participar en el Itinerario Diocesano de Evangelización; para que hagamos de nuestro ambiente una imagen viva del Amor misericordioso de Dios, roguemos al Señor. - Por nosotros, para que acogiendo el perdón de Dios hagamos nuestra vida más auténticamente cristiana y nos convirtamos en mensajeros de la misericordia, roguemos al Señor. Ten, Padre bueno, paciencia con nosotros, perdona nuestras culpas y escucha nuestras súplicas. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. Vosotros sois pueblo de Dios

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15 de marzo de 2015

Cuarto domingo de Cuaresma B Cuando se rompe la Alianza

Moniciones a las lecturas Primera lectura. 2 Crónicas 36, 14-16. 19-23 La cuarta etapa de la historia de la salvación —en la tierra prometida— nos sitúa en el momento de la destrucción de Jerusalén y del templo de Salomón, como castigo porque el pueblo de Israel se había apartado de la alianza con Dios. El perdón, sin embargo, con una nueva oportunidad, está próximo. Segunda lectura. Efesios 2, 4-10 Como ocurrió con Israel, Dios nos salva de la muerte que merecían nuestros pecados. El misterio pascual de Jesucristo nos permite participar de su muerte y resurrección. Evangelio de Juan 3, 14-21 El segundo signo del tríptico pre-pascual es el de la cruz, anunciada en la serpiente de bronce que Moisés levantó en el desierto. Del mismo modo Jesús, alzado en la cruz, es fuente de salvación para todos.

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Ideas para la homilía Llegamos a este cuarto domingo, conocido por Dominica Laetare, marcado por el carácter festivo ante la proximidad de las fiestas pascuales. El tono de la celebración nos lo da la antífona de entrada de la misa con la cita de Isaías 61: “Festejad a Jerusalén, gozad con ella todos los que la amáis; alegraos de su alegría, los que por ella llevasteis luto”. Este domingo nos lleva a la alegría, pues ciertamente la renovación de la Alianza despierta el gozo en el corazón de los que se saben rescatados y salvados por el Señor.

La ruptura de la Alianza Hoy en la primera lectura, ya en la cuarta etapa de este recorrido que estamos haciendo, leeremos la página final del «libro de las Crónicas». El pueblo ha sido infiel a Dios y a la Alianza, por eso lo ha perdido todo y se encuentra en la muerte. La experiencia del destierro en Babilonia hace pensar a Israel en su lejanía de Dios. Al apartarse de la fidelidad al proyecto de Dios no sólo han roto el pacto con el que les sacó de la esclavitud y les dio la libertad, sino que la consecuencia es la pérdida de su propia identidad, de lo que ellos son gracias a esta Alianza. La idea de fondo es válida también para nosotros hoy. Somos pecadores. La Alianza siempre es cosa de dos, pero observamos que cuando este pacto se rompe siempre es por la misma parte, la nuestra. Dios es fiel, guarda siempre su Alianza, como cantamos estos días. La fidelidad es uno de los rasgos más característicos del Dios revelado. Incluso cuando nosotros somos infieles, él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo (2 Tim 2, 13). No puede dejar de ser fiel. La Cuaresma nos lleva a reconocer en nuestro pecado y debilidad la posibilidad para que Dios recomponga la relación y renueve la Alianza. Él lo hará del modo que menos esperemos, como sorprendió a Israel suscitando en Ciro, un rey pagano, la posibilidad del regreso a Jerusalén, a la tierra de la Alianza, a la relación con su Dios.

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El signo de la Cruz La lectura concluye dejando entrever la esperanza, la certeza de que la última palabra de Dios es siempre la vida y no la muerte. Nosotros no somos los autores de esta experiencia de salvación, de reconstrucción, de conversión, de volver a empezar. Es Dios el que lo hace siempre. Es suya la iniciativa. San Pablo nos lo dice en la segunda lectura de hoy: “Estábamos muertos por el pecado y Él nos ha hecho vivir por Cristo, por el gran amor con que nos amó”. Es una actuación gratuita, un amor regalado, una gracia inmerecida. Por eso hoy, en medio de esta Cuaresma, hacemos fiesta en este domingo Laetare. Tenemos arreglo, pues en Cristo se nos ofrece la salvación.

El evangelio nos ofrece el segundo pasaje del “Tríptico Pascual”. Hoy, como a Nicodemo en la noche, en la oscuridad del mal y del pecado, se nos invita a mirar el luminoso amor que Dios nos regala en su Hijo Jesucristo, y éste crucificado. El mismo Jesús nos hace levantar la cabeza para mirar a la Cruz y encontrar en ella el signo del amor de Dios por nosotros, su deseo de salvar al mundo y no condenarlo. Jesús cita, en el evangelio que hoy escuchamos, la experiencia del pueblo de Israel en el desierto cuando por su infidelidad la muerte se apodera del pueblo en aquellas mordeduras de serpientes (Núm 21, 4-9). Dios prepara, como siempre, una solución ante esta situación trágica para su pueblo. Ordena a Moisés colocar una serpiente de bronce en lo alto de un madero para que aquellos que sean mordidos por las serpientes levanten la mirada hacia este estandarte, es decir, vuelvan a poner su confianza y seguridad únicamente en Dios, y así quedarán sanados. A nosotros, heridos por la mordedura del mal y del pecado, cansados de las situaciones adversas de la vida y apresados como aquellos israelitas por la queja, la desesperanza y el pesimismo ante los acontecimientos que vivimos, Dios nos ofrece la imagen de Cristo Jesús elevada en lo alto de la Cruz como el lugar donde fijar nuestra

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Oración de los fieles Oremos a Dios, nuestro Padre, que es rico en misericordia y nos muestra su bondad en Cristo Jesús. mirada, poner nuestra confianza y recomponer la Alianza. La Cruz es nuestro antídoto contra la mordedura del mal y al mismo tiempo el lugar donde se firma de nuevo el pacto, esta vez pagado y sellado a un alto precio: la Sangre de Cristo (cf. 1 Pe 1,19). Ésta es la señal de la nueva alianza: Cristo levantado en la cruz. Como Israel, mordido por la serpiente del pecado, alza con toda la humanidad la mirada hacia la cruz de Cristo, con la confianza de que si miras quedarás curado, si crees tendrás vida eterna. Ésta es la respuesta de Dios al hombre cuando rompe la alianza. Ante la cruz hoy puedes hacer tuya esta oración de la liturgia y decirle al crucificado: “Cuando el hombre, por desobediencia, perdió tu amistad, tú no le abandonaste al poder de la muerte, sino que, compadecido, tendiste la mano a todos, para que te encuentre el que te busca, y reiteraste así tu alianza con los hombres”.

- Por la unidad de la Iglesia, en comunión con el Papa, para que todos los que hemos recibido un mismo bautismo, celebremos la Eucaristía en unidad, como signo del Amor de Dios, roguemos al Señor. - Por todos los que padecen las consecuencias del pecado o están pasando por pruebas difíciles, por los perseguidos por causa de su fe, para que pongan su esperanza en la Cruz de Cristo, que es la llave que nos abre la entrada a la vida gloriosa de la resurrección. Roguemos al Señor. - Por las vocaciones, para que los jóvenes respondan a la llamada de Cristo y las familias acojan y cultiven los gérmenes de la vocación al sacerdocio y a la vida consagrada, roguemos al Señor. - Por los que participan en el Itinerario Diocesano de Evangelización, para que anuncien con libertad la riqueza de la gracia de ser salvados por Cristo, roguemos al Señor. - Por todos nosotros, para que reconozcamos nuestras infidelidades a la alianza de amor que Dios desea mantener con todos sus hijos, y volvamos a la paz y comunión con Él por la verdadera penitencia, roguemos al Señor. Padre misericordioso, que no quieres que nadie perezca, sino que todos se conviertan y tengan la vida eterna; escucha nuestras súplicas. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén. Vosotros sois pueblo de Dios

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22 de marzo de 2015

Quinto domingo de Cuaresma B Una Alianza nueva

Moniciones a las lecturas Primera lectura. Jeremías 31, 31-34 Llegamos finalmente este domingo a la quinta etapa de la historia de la salvación, que es la de los profetas que anunciaron la venida de Jesucristo, y en aquel momento Jeremías anunció una alianza nueva , en la que los hombres vivirán en la voluntad y en la ley del Señor. Será una alianza no escrita en piedra sino en el corazón de cada persona. Segunda lectura. Hebreos 5, 7-9 Jesucristo es el autor de la salvación: muriendo y siendo enterrado como la semilla del trigo, ejerció su sacerdocio en favor de todos los hombres orando, sufriendo y obedeciendo. Evangelio de Juan 12, 20-33 El tercer signo del tríptico pre-pascual es el del grano de trigo enterrado como simiente de una nueva cosecha. Siempre cuesta comprender el sentido del dolor y del sufrimiento. Jesús, como la semilla que muere en el surco, debe morir para fructificar en salvación. Es la historia de Jesús y es nuestra historia.

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Ideas para la homilía Se acerca la Pascua. Este domingo sabe a renovación, a vida nueva, a fidelidad. Estamos en la penúltima estación de nuestro camino cuaresmal. En el recorrido por el proyecto salvífico de Dios con su pueblo llegamos a la quinta etapa, el tiempo de los profetas. Abre la liturgia de la Palabra de este domingo el espléndido texto de Jeremías en el que el Señor ofrece a los suyos la superación de la antigua alianza, que se les ha ido cayendo de las manos por su infidelidad. Les propone hacerlo de forma distinta, un pacto nuevo grabado no ya en tablas de piedra sino en el corazón.

La Nueva Alianza Vivir la relación con Dios no es el cumplimiento de unas normas y preceptos, de una ley moral en la que se premia al que cumple y se castiga al que la infringe. La alianza nueva, escrita en el corazón de cada hombre, será de nuevo iniciativa de Dios, que llevará a los suyos a sentirse Pueblo de su propiedad. Es la experiencia que se nos regala de conocer al Señor con su rostro auténtico, precisamente cuando en lo profundo de cada uno, “desde el pequeño al grande” de su perdón y de su misericordia, de su amor incondicional “cuando perdone sus crímenes y no recuerde sus pecados” (Jer 31, 34). Se prepara ya esa renovación inmediata de la Alianza en la próxima y ya cerca celebración del Triduo Pascual. Aún nos quedará el próximo domingo, último de Cuaresma, el de Ramos en la Pasión del Señor, para dar un paso más en este recorrido, para contemplar que esta renovación va a ser aún más novedosa y radical que la que se nos propone en este domingo. Descubriremos que la culminación de la Alianza traspasa incluso el nivel de lo profundo del hombre, como vemos en este domingo y se nos va a ofrecer en Cristo, el siervo sufriente, a través de su Sangre (escucharemos el tercer cántico del siervo, el himno de Filipenses y el relato de la Pasión según san Marcos). Así se sella la verdadera y definitiva Alianza, “nueva y eterna”, con nosotros y con todos los hombres, para el perdón de los pecados: A precio de la Sangre del mismo Hijo de Dios.

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El sacrificio pascual de Jesucristo No es una Alianza de conveniencia, no es un juego o un contrato ficticio. Jesús nos repite a nosotros lo que dijo un día a una santa que estaba meditando la pasión: “¡No te he amado de broma!” (cf. Beata Angela de Foligno). Es un pacto de Sangre, una Alianza definitiva que nada puede romper, pues siempre tenemos la posibilidad de volver a ella. Dios no se echa atrás ni en sus promesas, ni en su fidelidad, ni en su voluntad de salvarnos.

El autor de la carta a los Hebreos nos lo recuerda en la segunda lectura (la volveremos a escuchar más extensa el Viernes Santo): ¡A gritos y con lágrimas presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte! Sorprendentemente nos dice el texto que en su angustia fue escuchado. ¿Fue escuchado? No entra este camino en nuestra lógica, no hubiera sido desde luego ésta nuestra respuesta. El evangelio nos muestra en el tercer episodio del “tríptico pascual” la dinámica, el camino, la lógica que sigue Dios: la del grano de trigo que cae en tierra y muere y así da mucho fruto, la de perder para ganar, la de morir para vivir, la de aprender sufriendo a obedecer, como nos dice la carta a los Hebreos, y sin embargo se convierte en autor de salvación para los demás. El Papa Benedicto XVI nos regaló, en aquel Viernes Santo del 2005, antes de ser elegido Papa, la meditación del Vía Crucis siguiendo este proceso del grano de trigo. Reproducimos sus palabras introductorias por su gran belleza descriptiva del proceso del grano de trigo que muere para dar fruto y de la dificultad que tenemos nosotros de entrar en este camino: “Señor Jesucristo, has aceptado por nosotros correr la suerte del grano de trigo que cae en tierra y muere para producir mucho fruto (Jn 12, 24). Nos invitas a seguirte cuando dices: «El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará

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La “Hora” de Jesús para la vida eterna» (Jn 12, 25). Sin embargo, nosotros nos aferramos a nuestra vida. No queremos abandonarla, sino guardarla para nosotros mismos. Queremos poseerla, no ofrecerla. Tú te adelantas y nos muestras que sólo entregándola salvamos nuestra vida. Mediante este ir contigo en esta Pascua quieres guiarnos hacia el proceso del grano de trigo, hacia el camino que conduce a la eternidad”.

“Ha llegado la hora”, nos dice el evangelio de hoy. La hora de Jesús y la nuestra. La hora de la fidelidad, del amor entregado, la hora de dar la vida para que otros la tengan. Que estos días finales de la Cuaresma, antes llamados semana de pasión, nos hagan caminar muy pegados a Cristo para que sus sentimientos, su generosidad y su pasión por la humanidad, se nos contagien para nuestra vida. Así nos lo dice hoy Jesús: “donde esté yo estará mi servidor”, es decir, por donde paso yo y como paso yo pasaréis también vosotros. Que le dejemos renovar este año de nuevo su Alianza con nosotros, así recobraremos la certeza de ser su Pueblo (como nos dice el IDE de este curso) y le dejaremos, con más libertad y más consciencia de nuestra necesidad, que Él sea nuestro Dios. Hoy, junto a muchos hombres y mujeres de nuestro mundo, sigues diciendo: “Queremos ver a Jesús”. La humanidad está sedienta, tu vida lo necesita, tu corazón lo desea. Y Dios te lo presenta así, en la Cruz. Es el grano de trigo que muere para dar fruto, para que tú tengas vida; Jesús es el que se aborrece a sí mismo para guardarte a ti para la vida eterna. Éste es el precio que han pagado por ti; éste es el coste de la alianza nueva y eterna. Este año se cumple de nuevo su palabra: “Cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí”.

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29 de marzo de 2015 Oración de los fieles Oremos a Dios Padre, por Jesucristo, su Hijo, autor de la salvación eterna. - Por el Papa Francisco y nuestro Obispo Antonio; para que en todo momento puedan seguir proclamando la Verdad de Dios, para el bien del pueblo cristiano y de toda la sociedad, roguemos al Señor. - Por los que, aún sin saberlo claramente, desean ver a Jesús, para que puedan reconocerle en los que se llaman discípulos suyos, roguemos al Señor. - Por el pueblo de la Antigua Alianza, para que lleguen a descubrir en Jesús al Mesías que llevó a plenitud la Ley de Moisés y las palabras de los Profetas, roguemos al Señor. - Por todas las parroquias y comunidades, para que sean un signo evangelizador de la Nueva Alianza, fundada en el amor y escrita en el corazón de los hombres, roguemos al Señor. - Por todos nosotros, para que las fiestas de Pascua que se acercan nos ayuden a vivir y compartir con los demás intensamente la vida cristiana, siguiendo la palabra y el ejemplo de Jesús, roguemos al Señor. Dios, Padre nuestro, que levantaste a tu Hijo del sepulcro escucha las oraciones que te presentamos, como él, en los días de nuestra vida mortal. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

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Domingo de Ramos en la Pasión del Señor B La nueva Alianza en la sangre del Señor

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Moniciones a las lecturas En la bendición de las palmas. Evangelio de Marcos 11, 1-10 Corresponde este año leer el relato de san Marcos correspondiente a la entrada de Jesús en Jerusalén. Como es habitual en este evangelio, se destaca la confesión de fe en Jesucristo como el Mesías Hijo de Dios; pero el mismo pueblo de Jerusalén que lo recibió en triunfo, renegará de él poco después.

Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos. Según la intención propia de este evangelista, todo el relato de la Pasión según san Marcos se desarrolla a la luz de las dos grandes líneas directoras de esta Evangelio, que son la proclamación de Jesucristo como Hijo de Dios y como Salvador de toda la humanidad y no sólo del pueblo de la antigua Alianza.

MISA DE PASIÓN Primera lectura. Isaías 50, 4-7 El tercer cántico del Siervo del Señor anuncia la Pasión del Mesías, presentándola como una muestra suprema de obediencia a la palabra y la voluntad de Dios, al someterse al poder del pecado del mundo y padecer por ello mansamente. Gran importancia tiene la recitación del Salmo responsorial 21, mencionado por Cristo en la cruz: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Segunda lectura. Filipenses 2, 6-11 San Pablo proclama la unidad del misterio pascual de Jesucristo, humillado hasta la muerte en la cruz como el Siervo de Yahwéh y glorificado como Hijo de Dios en la resurrección.

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Ideas para la homilía El pórtico de la Semana Santa Para los que no asisten a la liturgia del Viernes Santo, hoy es el encuentro con Cristo paciente, en contraste con su manifestación gloriosa en el próximo domingo, día de Pascua. La procesión inicial imita la que se hacía en Jerusalén desde el siglo V. En todas las misas se debe resaltar hoy el rito de entrada, al menos con una monición y un canto apropiado, pero cuando se hace con los ramos y palmas se proclama el relato de la entrada triunfal de Jesús, este año B según san Marcos. En la Misa las dos primeras lecturas se leen todos los años. En primer lugar el tercer cántico del Siervo de Yahwéh y el salmo 21 que, leído en su integridad, no es un grito desesperado sino una súplica llena de esperanza; y luego el gran himno de Filipenses en el que se ensalza la humildad de Cristo y la autenticidad de su encarnación cuando se rebajó hasta la muerte; también se proclama su exaltación a la gloria como respuesta del Padre a su obediencia. Toca así mismo leer este año la Pasión según san Marcos, en la que se proclama de modo preferente la dignidad de Jesucristo, Hijo de Dios y Salvador de la humanidad. La celebración del sacrificio eucarístico manifiesta la unidad del Misterio Pascual de Jesucristo, muerto por nuestros pecados y resucitado para nuestra justificación.

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El sacrificio del Siervo de Dios, Salvador de la humanidad Las dos primeras lecturas constituyen el marco de la Pasión del Señor: Jesús no retrocede, se somete a todos los ultrajes de los hombres. Es precisamente esto, su entrega y abnegación hasta la muerte en cruz en medio de la historia, lo que hace de él el Señor de la historia —porque la Pasión no es un “mito” intemporal, sino que ocurrió realmente “bajo el poder de Poncio Pilato”—, es la muestra de lo que ocurre desde principio a fin de la tragedia de la humanidad: Dios es golpeado, cubierto de insultos y salivazos, mientras él, por nosotros y para tomar sobre sí nuestros pecados, se rebaja hasta el extremo, hasta someterse incluso a la muerte. Todo el relato de la Pasión según san Marcos se desarrolla a la luz de la gran línea directora de esta Evangelio, que es la proclamación de Jesucristo como Hijo de Dios y como Salvador de toda la humanidad y no sólo del pueblo de la antigua Alianza. De este modo, en el momento culminante de la muerte, el centurión romano que monta guardia frente a Jesús, al pie de la cruz, al ver cómo había expirado dijo: “Realmente, este hombre era Hijo de Dios” (Mc 15, 39). Es la primera vez que se le tributa a Jesús este título en el segundo Evangelio; y así, después de asistir a una serie inacabable de insultos y desprecios por parte de los representantes del pueblo elegido, vuelve a brillar la luz de la fe por boca de un extranjero. Aunque el oficial romano no pudo dar a esta confesión todo el sentido que

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Monición al Credo nosotros le damos, el evangelista Marcos ve en ello ciertamente la confesión por un pagano de la personalidad sobrehumana de Jesús. En la muerte de Cristo se cumple con toda su real crudeza lo anunciado sacramentalmente en la última cena: “Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos” (Mc 14, 24). El misterio pascual, renovado perennemente en la Eucaristía y celebrado de modo especial en la Semana Santa, abre el camino de la salvación tanto a los descendientes carnales de Abrahán como a los pueblos que son hijos de Dios por la fe.

En este domingo la Iglesia primitiva entregaba el Credo a los que iban a ser bautizados en la Noche Pascual, para que el Sábado Santo lo pudieran proclamar ellos de memoria. El día de nuestro bautismo, al entrar en la Iglesia, nos marcaron con la señal de la cruz en nuestra frente. El signo de la cruz nos ha acompañado desde entonces a lo largo de nuestra vida y nos identifica como cristianos. Ante la imagen del crucificado, en este último domingo antes de la Noche de Pascua, profesamos el símbolo de la fe que hemos recibido de la Iglesia.

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Oración de los fieles Entramos en los días oscuros y luminosos de la Pasión y muerte del Señor. El Espíritu convoca a su Iglesia a experimentar el amor infinito del Padre, a través de su Hijo colgado en la cruz. Presentemos confiadamente nuestra oración cantando (o diciendo): Oh Señor, escucha y ten piedad. R/. Oh Señor, escucha y ten piedad. - Por la santa Iglesia, para que viviendo en la fe el misterio de la Pasión, recoja del árbol de la cruz el fruto de la esperanza. Oremos. R/. Oh Señor, escucha y ten piedad. - Por los jóvenes, para que, unidos en la Iglesia, aprendan el valor de la pobreza al contemplar a Cristo en su Pasión y descubran que éste es el camino para alcanzar el Reino de Dios. Oremos. R/. Oh Señor, escucha y ten piedad. - Para que llegue la paz y la libertad a los lugares donde los cristianos son perseguidos y todos los hombres alcancen la salvación. Oremos. R/. Oh Señor, escucha y ten piedad. - Por los enfermos, los moribundos y todos los que sufren, para que apurando el cáliz de la Pasión, a semejanza de Cristo paciente, tengan la firme esperanza de participar con él en su gloria. Oremos.

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R/. Oh Señor, escucha y ten piedad. - Por los pecadores para que experimenten en estos días de la Pasión la misericordia de Dios y sientan que valen el precio mismo de la sangre de Cristo. Oremos. R/. Oh Señor, escucha y ten piedad. - Por nosotros que en el bautismo fuimos sumergidos en la muerte de Cristo y nos disponemos a celebrar su Pascua para que participemos también de su resurrección. Oremos. R/. Oh Señor, escucha y ten piedad. Escucha, Padre, la oración de tu pueblo, que celebra la Pasión de tu Hijo; haz que, después de haberlo aclamado en el día de la alegría, sepamos seguirlo con la fidelidad del amor en la oscura, pero vivificadora, hora de la cruz. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

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VI. La Semana Santa de 2015 Con estas breves introducciones a la celebración de la Semana Santa, se desea ayudar a vivir de forma TESTIMONIAL Y EVANGELIZADORA estos actos tan importantes. Al mismo tiempo intentaremos volver sobre el mensaje fundamental del Itinerario Diocesano de Evangelización (IDE): “LA ALEGRÍA DE ANUNCIAR EL EVANGELIO”. Se indica en cursiva la forma en que podrían participar los comprometidos en el IDE. Se podría repartir por todas las casas un programa de los actos de la Semana Santa, destacando su valor evangélico, como respuesta a las inquietudes y problemas de las persones de hoy en día.

cuando os pregunten vuestros hijos: “¿Qué significa para vosotros este rito?”, responderéis: “Éste es el sacrificio de la Pascua de Yahveh...”.

Como ya se hizo el curso pasado, a lo largo de esta Semana Mayor, destacaremos, entre otros muchos, unos momentos y signos de gran valor simbólico que pueden llamar la atención de los alejados o los menos instruidos, como una llamada para evangelizar. Los comprometidos en el IDE deberían prepararse y provocar el interés y el diálogo sobre el significado —la Buena Noticia— de estas celebraciones. La extrañeza, y las preguntas que pueden suscitar son el mejor motivo para una instrucción y vivencia compartida en la mejor tradición bíblica, como leemos en Deuteronomio 6, 20-21: En el futuro, cuando tu hijo te pregunte diciendo: “¿Qué significan los testimonios, las leyes y los decretos que Yahveh nuestro Dios os mandó?”, entonces responderás a tu hijo: “Nosotros éramos esclavos del faraón en Egipto, pero Yahveh nos sacó de Egipto con mano poderosa”... Y lo mismo cuando se trata del ritual de la cena de Pascua en Éxodo 12, 26-27: Y Vosotros sois pueblo de Dios

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Domingo de Ramos en la Pasión del Señor La Buena Noticia de la salvación universal

La Buena Noticia de la salvación universal Bendición de palmas y ramos, procesión y santa Misa Acompañamos al Señor cuando entra en la Ciudad Santa para ofrecer su sacrificio para la redención del mundo. Durante los primeros siglos del cristianismo, este domingo estaba dedicado a la entrega del “Credo”, el símbolo de la fe, a los catecúmenos que debían recibir el bautismo en la Pascua; era la “entrega del símbolo” que preparaba a la “devolución del símbolo” que los bautizandos debían realizar en la mañana del Sábado Santo. El “símbolo” era en la vida corriente un signo de reconocimiento: dos fragmentos de cerámica que debían encajar; de este modo, los candidatos recibían el “Credo” que debían aprender de memoria como señal de admisión entre los cristianos. En el siglo IV comenzaron a llegar a Tierra Santa un gran número de peregrinos que deseaban recordar los hechos de Jesús en los mismos lugares en que habían ocurrido. Muy pronto comenzaron a repetir la entrada festiva del Señor en Jerusalén, bajando del monte de los Olivos con palmas, ramos y cantos y acompañando al Obispo. Esta celebración se difundió por todas las iglesias con diferentes formas, y la propia de la liturgia romana es muy fiel a la tradición primitiva de Jerusalén, con la asamblea que se reúne fuera de la iglesia, y marcha hacia ella después de leer el Evangelio de la entrada de Jesús, siguiendo con cantos al Obispo o sacerdote que preside.

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Un rito propio de este día: La procesión de las palmas y ramos Es una procesión al revés de las normales, donde el sacerdote va en cabeza y no se va en filas, sino en grupo tras él. No hay imágenes, porque la marcha es como el cuerpo de Cristo, cabeza y cuerpo que van a Sión y al templo, en la Ciudad de Dios. Hacemos lo que hicieron los niños y gentes de Jerusalén en este mismo día, haciendo nuestro el lema de este curso del IDE: “SOIS PUEBLO DE DIOS”. Los que siguen el IDE podrían ir juntos por grupos en esta procesión.

Los colores litúrgicos en la Semana Santa En estos días se usan ornamentos cuyo color tiene un significado que todos deben conocer. El rojo recuerda la realeza de Cristo y también su sangre derramada en la Pasión, por eso se usa el Domingo de Pasión desde la procesión de las palmas en honor de Cristo Rey y también el Viernes Santo. El morado es signo de penitencia y por eso se utiliza en la Cuaresma y en sus días finales, lunes, martes y miércoles de la Semana Santa. El blanco es el color de la alegría y se viste en todo el tiempo de Pascua, la Cincuentena o Pentecostés, a partir de la Vigilia Pascual; son blancas y resplandecientes las vestiduras de los ángeles que anuncian la resurrección de Jesús, como lo fueron sus ropas en la Transfiguración.

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Miércoles Santo Las procesiones de Semana Santa Desde las de Pasión y muerte hasta la de gloria, estas manifestaciones piadosas populares son un motivo de asombro, preguntas y emociones especialmente para los más jóvenes, y los mayores deberían aprovecharlo para que las verdades de la fe en Jesucristo se conserven unidas a las imágenes plásticas de los pasos y también de las representaciones de la Pasión. Los penitentes, las promesas, los sacrificios... deberán llevar a una explicación de que toda la vida ha de ser también un ejercicio de renuncia al pecado y a las malas costumbres, para purificarnos, aprovechar el amor que Dios nos ofrece y convertirnos cada vez más a Dios. Se podría preparar un folleto explicativo de estas procesiones indicando la personalidad y finalidad de cada hermandad y el significado de los “pasos”.

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La Misa Crismal es una magnífica imagen del misterio de la Iglesia, en la que se expresa el fluir de la gracia de los sacramentos desde el sacerdocio de Cristo, y por medio de sus ministros que la hacen presente en todas las comunidades. Algunos representantes del IDE podrían acompañar a su párroco ese día a la Catedral para recoger el Crisma y los Santos Óleos, que podrían llevar luego en la procesión de entrada en la Misa del Jueves Santo en sus parroquias.

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Jueves Santo En la cena del Señor La alegría de estar con Jesucristo

Monición de despedida

Se conmemora la institución de la eucaristía y del sacerdocio, y se recuerda el supremo mandamiento del amor. Es el “Día del amor fraterno”.

Al final de la misa del Jueves Santo, se puede convocar a los fieles a la siguiente “estación” con estas o semejantes palabras:

Unos ritos propios de este día: El lavatorio de los pies

Queridos todos: Al terminar esta celebración, vamos a seguir acompañando al Señor en los primeros pasos de su Pasión, en oración ante el Santísimo Sacramento, como en el Monte de los Olivos. Luego, mañana, a las (…) horas celebraremos el Oficio de Laudes ante el Monumento y a las (…) horas el Vía Crucis en (lugar donde se realice). Por la tarde, a las (…) horas, como los peregrinos a Jerusalén, acudiremos al Gólgota, al Calvario, a venerar la Cruz salvadora, cuando la Palabra de Dios nos anuncie el sacrosanto misterio de la Pasión. Recordad que mañana es día de ayuno y abstinencia. Siempre muy cerca de Jesus. Alabado sea el santísimo sacramento del altar. R/. Sea por siempre bendito y alabado.

Todas las iglesias son este día un gran cenáculo. Las personas elegidas para el lavatorio representan a los doce apóstoles y el sacerdote es Jesucristo, que da así ejemplo de humildad y de servicio. El contexto en el que Jesús pronuncia estas palabras no es otro que la noche del Jueves Santo, después de la Cena, antes de morir en la cruz. En esa impresionante ocasión, Jesús revela a sus discípulos que va hacia el Padre. Este ir al Padre constituye el culmen de la salvación. Todo el que siga a Jesús irá a donde Él va. El día siguiente no se celebra la Eucaristía, y se resalta con una procesión el traslado de las formas consagradas hasta el sagrario. Se abre así un tiempo de vigilia y oración ante el Santísimo en el que respondemos a las palabras de Jesús en el monte de los Olivos: Velad y orad para no caer en la tentación (Mt 26, 41). Este año se podría lavar los pies a los animadores y otros miembros del IDE.

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Viernes Santo Nos alegramos en el triunfo de la cruz El “Monumento” En la oración ante el Santísimo Sacramento, conservado para la comunión del día siguiente en el “Monumento”, acompañamos al Señor en la soledad de su Pasión y le damos gracias porque ha querido permanecer sacramentalmente en medio de nosotros. Hoy el sagrario está adornado con flores y luces, para enseñarnos la importancia de la presencia del Señor en el sagrario de todos los días, donde se conserva para dar la comunión a los enfermos o a los que están en peligro de muerte y ser adorado con calma y silencio, en un diálogo con él. Para favorecer todo esto suele haber una capilla especial, adornado con fervor y buen gusto, para que le visitemos allí con frecuencia. Podrían organizarse turnos de velas ante el Santísimo con los grupos del IDE y asistir juntos a la Hora Santa o la Liturgia de las Horas.

CELEBRACIÓN DE LA PASIÓN DEL SEÑOR Este acto vespertino comienza con la liturgia de la palabra en la que se leen dos lecturas y la Pasión según san Juan, a la que sigue la homilía y la oración universal; concluye esta liturgia con la adoración de la Cruz y la comunión con la Eucaristía consagrada en la Misa de la Cena del Señor. Unos ritos propios de este día: La adoración de la cruz Un altar sin manteles y una cruz sin crucifijo. En esta tarde, la desnudez del altar, símbolo de la de Jesús en el Calvario, y la austeridad de la ceremonia nos trasladan al patio del Gólgota, en el magnífico conjunto de monumentos que contemplaban los peregrinos de los siglos IV, V y VI, antes de la invasión islámica. Allí, al aire libre, delante de la colina del calvario, revestida de mármoles preciosos y sobre la que se alzaba una gran cruz de madera, se leía la Pasión y se pasaba a besar la reliquia de la cruz, la Vera Crux que encontró santa Elena. Es un acto de profunda seriedad, pero alumbrado por la gloria del madero en el que estuvo clavada la salvación del mundo. El acto del Viernes Santo no es un funeral. La sencilla cruz de madera, sin la imagen del crucificado, que cruza la iglesia hasta el altar para allí ser adorada: el trofeo de la Pasión ante el que deberemos hacer genuflexión siempre que pasemos ante él, hasta que comience la Vigilia Pascual.

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Sábado Santo Monición de despedida Hermanos y hermanas: Nos separamos en silencio, como aquellos que “bajaban del Calvario y se daban golpes de pecho”. (Nos vamos a encontrar de nuevo en la procesión del Santo Entierro). Mañana Sábado Santo nos reuniremos a las (…) horas para celebrar el Oficio de Laudes como si estuviéramos junto al Santo Sepulcro y, ya por la noche, debemos estar todos para la gran celebración de la Vigilia Pascual. Se nos invita a seguir guardando este día el ayuno, para romperlo en la celebración de la Pascua del Señor. Hasta que nos reunamos todos otra vez junto al fuego en la Noche Santa. El Vía Crucis En muchos casos fuera del templo, de nuevo parece que nos traslademos a la ciudad santa de Jerusalén, recorriendo con Jesús, la Vía Dolorosa. Los animadores o un miembro de cada grupo del IDE podrían leer los textos de las estaciones.

La esperanza en el amor más fuerte que la muerte Oficio de lecturas y Laudes La mañana de este Sábado Santo debería ocuparse en la oración y en la preparación de la gran Vigilia, al menos por el grupo más responsable de la comunidad. Los miembros del IDE podrían preparar y celebrar el Oficio de Lecturas y Laudes. Es un día en que se nos invita a continuar el ayuno del Viernes Santo, siguiendo la primitiva tradición del ayuno prepascual que se rompe en la comunión de la Vigilia.

EN LA NOCHE SANTA, SOLEMNE VIGILIA PASCUAL La mejor noticia: Cristo sigue con nosotros El Misterio Pascual de Cristo, crucificado, sepultado y resucitado, tiene en esta liturgia nocturna “Madre de todas las demás vigilias”, su celebración culminante. La vigilia comienza en el exterior del templo con la liturgia de la luz y se ilumina la iglesia como signo de la resurrección del Señor. La liturgia de la palabra proclama las maravillas de Dios en la historia de la salvación, desde la creación del mundo al Misterio Pascual de Jesucristo; luego viene la liturgia bautismal, con la renovación de las promesas que se hicieron en la iniciación cristiana, y luego la asamblea es invitada a la mesa que el Señor, por medio de su muerte y resurrección, ha preparado para su pueblo (cuarta parte de la vigilia, liturgia eucarística).

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Unos signos singulares: El fuego y el cirio pascual Nos reunimos en torno a una hoguera, como los israelitas en los campamentos cuando iban hacia la tierra prometida. En la Pascua todo es nuevo, el fuego, el agua del Bautismo, los panes sin levadura… El cirio pascual es un símbolo de Jesucristo resucitado, que conserva las huellas de la Pasión, como la cruz y las cinco marcas señaladas con granos de incienso que recuerdan las cinco heridas del crucificado. También se marcan en el cirio el Alfa y la Omega, letras griegas que significan que Jesús es el Señor de esta Pascua, cuyo año tambien se marca, y de todos los tiempos, del principio al fin. Como la columna de fuego que iba guiando a los israelitas en el desierto, así nos guía ahora Jesús y entra el primero en la iglesia, iluminándola con su luz. Los miembros del IDE podrían preparar la hoguera, repartir las candelas a los fieles y proclamar las lecturas.

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Cuaresma 2015

Comisión Diocesana de Espiritualidad

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Presentación En este tiempo de Cuaresma-Pascua —tiempo de gracia—, en que la Iglesia nos invita a vivir la fe más intensamente y desde el Itinerario Diocesano de Evangelización, cuyo lema es “Vosotros sois Pueblo de Dios”, nuestra Comisión os propone varios materiales: 1.- Reflexiones sobre las Siete Palabras de Karl Rahner. 2.- Viacrucis con textos de Santa Teresa de Jesús. 3.- Meditaciones de Santa Teresa para tiempo de Pascua. Con los materiales 2 y 3, seguimos contribuyendo a la celebración del quinto centenario de Santa Teresa, tema nuclear este año en las actividades de nuestra Comisión. Así, también compartimos la experiencia existencial teresiana de los acontecimientos proclamados y celebrados en el tiempo litúrgico de Cuaresma-Pascua. Vivamos, pues, también nosotros como hizo Santa Teresa ese tiempo y profundicemos en lo que se nos invita desde el Itinerario Diocesano de Evangelización: “Vosotros sois Pueblo de Dios”.

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Pistas para leer las Siete Palabras Hemos elegido para esta reflexión un escrito del gran teólogo alemán Kart Rahner, lumbrera del Concilio Vaticano II, cuya traducción castellana fue elegida en 1988 por el profético Instituto Social Obrero de Valencia, para ser publicado en su Boletín previo a la Semana Santa. Su título es Siete palabras.

Siete palabras Siguiendo el trazo grueso de Rahner, proponemos al lector que lo lea teniendo en cuenta los tres acentos que él proponía para una espiritualidad cristiana, hoy. En primer lugar, que la nota primera y más importante que ha de caracterizar a la espiritualidad de hoy es la relación personal e inmediata con Dios. Se trata pues de leer este contenido, no ya desde una perspectiva meramente sentimental, sino de conversación directa, inmediata, con nuestro Padre, entreverada con nuestra vida, tal vez llena de pecado pero donde puede sobreabundar la gracia. Segundo, debemos trabajar nuestra mente y nuestro corazón para que lo que nos inspire la lectura del escrito esté interrelacionado con nuestra experiencia vital, de modo y manera que se produzca una aplicación en nues-

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tra vida de aquello que nos sugiere el Espíritu Santo a través de la Palabra. De ahí ha de surgir un escalón más en la renovación de nuestra espiritualidad. Paradójicamente, podemos afirmar que no hay espiritualidad cristiana donde no está implicada la propia experiencia humana, la propia vida: la espiritualidad y la vida normal cristiana hoy se ligan, se compenetran, se promueven recíprocamente. Y tercero, es necesario situarnos en una nueva ascética de la libertad. La ascética se contempla hoy como la libertad responsable ante el deber… “Quien esté abierto al futuro absoluto de Dios será capaz de superar la apetencia sin límites de llenar su vida con el mayor goce posible para, en último término, destruirse a sí mismo por su inmoderación … Este aspecto de la vida espiritual es lo que denominamos hoy ascética en sentido amplio”. No se trata, pues, de leer desde la perspectiva de la reflexión teológica especulativa, ni tampoco desde la compasión humana por el dolor y las angustias de Jesús en su pasión. Os proponemos que antes de leer el contenido de estas ‘Siete palabras’ invoquéis al Espíritu Santo y le pidáis con fe y esperanza que, por medio de ellas, la Palabra os ilumine para que transforme vuestra experiencia vital, mentalidad y proyectos de vida en los de Cristo que quiere vivir en vosotros. Si esto sucede, esta humilde lectura podrá haberos ayudado a vivir vuestro kayrós ahora, el tiempo oportuno para cada uno de vosotros, sugerido por el Espíritu de Cristo.

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Las siete palabras de Jesús en la cruz por Karl Rahner, SJ Primera Palabra: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lc 23,34)

Cuelgas de la cruz. Te han clavado. No te puedes separar de este palo erguido sobre el cielo y la tierra. Las heridas queman tu cuerpo. La corona de espinas atormenta tu cabeza. Tus manos y tus pies heridos son como traspasados por un hierro candente. Y tu alma es un mar de desolación, de dolor, de desesperación. Los responsables están ahí, al pie de la cruz. Ni siquiera se alejan para dejarte, al menos, morir solo. Se quedan. Ríen. Están convencidos de tener la razón. El estado en que estás es la demostración más evidente: la prueba de que su acto no es sino el cumplimiento de la justicia más santa, un homenaje a Dios, del que deben estar orgullosos. Se ríen, insultan, blasfeman. Mientras tanto cae sobre ti, más terribles que los dolores de tu cuerpo, la desesperación ante tal iniquidad. ¿Existen hombres capaces de tanta bajeza? ¿Hay, al menos, un punto común entre Tú y ellos? ¿Puede un hombre torturar así a otro hombre, hasta la muerte? ¿Desgarrarlo hasta matarlo con el poder de la mentira, de la traición, de la hipocresía, de la perfidia...

y mantener la pose del juez imparcial, el aspecto del inocente, las apariencias de lo legal? ¿Cómo lo permite Dios? ¡Oh Señor, nuestro corazón se habría destrozado en una furiosa desesperación! Habríamos maldecido a nuestros enemigos y a Dios con ellos. Sin embargo, Tú dices: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. ¡Eres incomprensible, Jesús! Amas a tus enemigos y los encomiendas al Padre. Intercedes por ellos. Señor, si no fuera una blasfemia, diría que los disculpas con la más inverosímil de las excusas: “no saben”. Sí, sí saben, ¡lo saben todo! ¡Pero quieren ignorarlo todo! No hay cosa que se conozca mejor que aquello que se quiere ignorar, escondiéndolo en el subterráneo más profundo del corazón; pero, al mismo tiempo, le negamos la entrada a nuestra conciencia. Y Tú dices que no saben lo que hacen. Sí, hay algo que no saben: tu amor por ellos. Pronuncia tu palabra de perdón sobre mis pecados. Di al Padre: “Perdónalo porque no sabe lo que ha hecho”. Mas lo sabía... lo sabía todo, pero no conocía tu amor. Hazme pensar tu primera palabra cuando recite distraído el Padre Nuestro y afirme perdonar a los que me ofenden. Necesito tu fuerza para perdonar de corazón a aquellos que mi orgullo y mi egoísmo consideran como enemigos.

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Segunda Palabra: “Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lc 23,43)

Agonizas y, sin embargo, en tu corazón rebosante de dolor hay todavía un sitio para el sufrimiento de los otros. Vas a morir y te preocupas por un criminal que, atormentado en su martirio infernal, reconoce que su pena fue merecida por su vida de maldad. El abandono de Dios te ahoga y hablas del Paraíso. Tus ojos se velan en las tinieblas de la noche y oteas la luz eterna. Al morir nos preocupamos de nosotros mismos, pues los otros nos dejan solos y abandonados. Tú, sin embargo, piensas en las almas que deben ir contigo a tu Reino. ¡Corazón de misericordia infinita! ¡Corazón heroico y fuerte! Un delincuente miserable pide que te acuerdes de él y Tú le prometes el Paraíso. ¿Se puede transformar tan rápidamente con tu proximidad una vida de pecado y de vicio? Si pronuncias las palabras de absolución se perdonan hasta los pecados y las bajezas más repugnantes de cada vida criminal. Nada puede impedir la entrada a la santidad de Dios. Se puede admitir, llevando las cosas al límite, un poco de buena voluntad, en un pecador, pero su perversidad, sus instintos viciados, la brutalidad, el fango..., ¡eso no desaparece con un poco de buena voluntad y con un arrepentimiento fugaz en el patíbulo! ¡Uno de esa calaña no puede entrar en el Paraíso tan limpiamente como las almas que se purificaron toda la vida,

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los santos que prepararon sus cuerpos y sus almas para hacerlos dignos del Dios tres veces santo! Y, sin embargo, Tú pronuncias las palabras de tu gracia omnipotente que penetra en el corazón del ladrón y transforma el fuego infernal de su agonía en la llama purificadora del amor divino. El amor destruye la culpa de la criatura rebelde. Y así el ladrón entra en el Paraíso de tu Padre. ¿Me darás a mí la gracia del atrevimiento temerario que exige y espera todo de tu bondad? ¿El coraje de decir, como si fuera el mayor de los criminales, “Señor, acuérdate de mí cuando estés en tu Reino”?

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Tercera Palabra: “Mujer, ahí tienes a tu hijo. Hijo ahí tienes a tu madre” (Jn 19,26)

Está ya próxima tu muerte, la hora en que tu Madre tenía que estar cerca de ti. Ésta es la hora que une, de nuevo, al Hijo y a la Madre. La hora de la separación y de la muerte. La hora que arranca a la madre viuda el hijo único.

Señor Jesús, tu muerte no será inútil si me acojo a este materno corazón. Estaré presente cuando llegue el día de tus bodas eternas, en las que la creación, transfigurada para siempre, se unirá a ti para siempre.

Una vez más tu mirada contempla a la de tu Madre. No le ahorraste nada: ni la alegría ni la pena, las dos surgían de tu gracia, las dos provenían de tu amor. Amas a tu Madre porque te ha asistido y servido en la alegría y en el dolor; así llegó a ser completamente tu Madre. Tu Madre, tus hermanos y tus hermanas son los que cumplen la voluntad del Padre que está en los cielos. A pesar de tu tormento, tu amor vibra de la ternura terrena que une al hijo y a la madre. En la suprema agonía de la salvación, te has conmovido por el llanto de una madre. En ese momento, le has dado un hijo y al hijo una madre. Por esto la tierra nueva será posible. Pero ella no estaba sola con el dolor de madre a cuyo Hijo matan, estaba en nuestro nombre como Madre de los vivientes. Ofrecía a su Hijo por nosotros. Repetía su “fiat” a la muerte del Señor. Era la Iglesia junto a la cruz. Al entregar la Madre al discípulo amado, nos la has entregado a cada uno de nosotros.

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Cuarta Palabra: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mt 27,36)

Se acerca la muerte. No es el final de la existencia corporal, la liberación y la paz, sino la muerte que representa el fondo del abismo, la inimaginable profundidad de la angustia y devastación. Se acerca tu muerte. Desnudez, impotencia horrible, desolación desgarradora. Todo cede, huye... No existe más que abandono lacerante. Y en esta noche del espíritu y de los sentidos, en este vacío del corazón donde todo abrasa, tu alma insiste en llorar. La tremenda soledad de un corazón consumido se hace en ti invocación a Dios. ¡Seas adorada oración del dolor, del abandono, de la impotencia abismal, del Dios abandonado! Si Tú, Jesús, eres capaz de orar en tal angustia, ¿dónde habrá un abismo tal que desde él no se pueda gritar al Padre? ¿Hay una desesperación que no se pueda hacer oración si busca refugio en tu abandono? ¿Hay un mudo dolor capaz de ignorar que su grito silencioso sea escuchado en las moradas celestiales? Recitaste el Salmo 21 para hacer de tu abandono total una plegaria. Tus palabras: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”. El grito desgarrador que tu Espíritu Santo puso en el corazón del Justo de la Antigua Ley. Tú —si me está permitida la explicación—, en el paroxismo del sufrimiento, no has querido rezar de modo distinto a como lo hicieron tantas generaciones anteriores a ti. En

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cierto modo, en aquella Misa solemne que Tú mismo celebraste como sacrificio eterno has rezado con las fórmulas litúrgicas consagradas y así has podido decirlo todo. Enséñame a orar con las palabras de la Iglesia de tal manera que se hagan palabras de mi corazón.

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Quinta Palabra: “Tengo sed” (Jn 19,28)

El evangelista Juan, que la escuchó, nos cuenta: “Sabiendo que todo estaba cumplido para que se cumpliera la Escritura, exclamó: ¡Tengo sed!”. También aquí confirmaste la palabra tomada de los Salmos y que el Espíritu había profetizado ante tu Pasión. En el Salmo 21 se dice de ti: “Mi paladar está seco lo mismo que una teja, y mi lengua pegada a mi garganta”, y en el Salmo 69, versículo 22, está escrito: “En mi sed me han abrevado con vinagre”.

Señor Jesús, sucumbes para que seamos salvos. Mueres para que vivamos. Tienes sed para que restauremos nuestras fuerzas en el agua de la vida. Nos invitaste a esta fuente cuando en la fiesta de los Tabernáculos exclamabas: “Si alguno tiene sed venga a mí porque de mi seno correrán ríos de agua viva” (Jn 7,37).

¡Oh Servidor del Padre, obediente hasta la muerte y muerte de cruz! Tú miras más allá, incluso en la agonía, en la que el espíritu se oscurece y desaparece la conciencia clara, intentas ansiosamente hacer coincidir todos los detalles de tu vida con la imagen eternamente presente en la mente del Padre. No te referías a la sed indecible de tu cuerpo desangrado, cubierto de heridas abrasadas y expuesto al sol implacable de un mediodía de Oriente. Cumplías la voluntad del Padre hasta la muerte con una humildad inconcebible y digna de adoración. Sí, lo que los profetas habían predicho como voluntad del Padre se cumple en ti: tengo sed. Así comprendiste toda la aspereza cruel de tu Pasión: era una misión que cumplir, no un ciego destino; era la voluntad del Padre, no la maldad de los hombres; redención de amor, no crimen de pecadores.

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Sexta Palabra: “Todo está cumplido” (Jn 19,30)

Está cumplido. Sí, Señor, es el fin. El fin de tu vida, de tu honor, de las esperanzas humanas, de tu lucha y de tus fatigas. Todo ha pasado y es el fin. Todo se vacía y tu vida va desapareciendo. Desaparición e impotencia... Pero el final es el cumplimiento, porque acabar con fidelidad y con amor es la apoteosis. Tu declinar es tu victoria. ¡Oh Señor!, ¿cuándo entenderé esta ley de tu vida y de la mía? La ley que hace de la muerte, vida; de la negación de sí mismo, conquista; de la pobreza, riqueza; del dolor, gracia; del final, plenitud. Sí, llevaste todo a plenitud. Se había cumplido la misión que el Padre te encomendara. El cáliz que no debía pasar había sido apurado. La muerte, aquella espantosa muerte, había sido sufrida. La salvación del mundo está aquí. La muerte ha sido vencida. El pecado, arrasado. El dominio de los poderes de las tinieblas es impotente. La puerta de la vida se ha abierto de par en par. La libertad de los hijos de Dios ha sido conquistada. ¡Ahora puede soplar el viento impetuoso de la gracia! El mundo en la oscuridad comienza, lentamente, a arrebolarse con el alba de tu amor. Tú que perfeccionas el universo, perfeccióname en tu Espíritu, ¡oh Verbo del Padre, que cumpliste todo en la carne y con el martirio! ¿Podré decir en la tarde de mi vida: “Todo está cumplido, he llevado a su término la mi64

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sión que me encomendaste”? ¡Oh Jesús, sea cual sea mi misión que me haya encomendado el Padre —grande o pequeña, dulce o amarga, en la vida o en la muerte—, concédeme cumplirla como Tú cumpliste todo! Permíteme llevar a plenitud mi vida.

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Séptima Palabra: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23,46)

¡Oh Jesús, el más abandonado de los hombres, lacerado por el dolor, es tu fin! Ese final en el que a un ser humano se le llega a quitar hasta la decisión libre entre el rechazo y la aceptación. Es la muerte. ¿Quién te arrastra o qué te arrastra? ¿La nada? ¿El destino ciego? No, ¡el Padre! El Dios que une sabiduría y amor. Así te dejas llevar y te abandonas en las manos ligeras e invisibles que a nosotros, incrédulos, prendados de nuestro yo, se nos presentan como el ahogo imprevisto, la crueldad y el destino ciego de la muerte. Pero Tú lo sabes: son las manos del Padre. Tus ojos, en los que ya se ha hecho la noche, son capaces de ver al Padre; se han fijado en la pupila quieta de su amor, y tu boca pronuncia la última palabra de tu vida: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. Todo lo devuelves a quien todo te lo dio. Sin garantías y sin reservas confías todo a las manos de tu Padre. ¡Qué amargo y pesado don! El peso de tu vida que acarreaste solo: los hombres, su vulgaridad, tu misión, tu cruz, el fracaso y la muerte. Pero ahora no has de llevarlo por más tiempo; puedes abandonarlo todo y a ti mismo en las manos del Padre. ¡Todo! Estas manos sostienen segura y cuidadosamente. Son como las manos de una madre. Acogen tu alma tan delicadamente como un pajarillo que se alberga entre las manos. Nada tiene peso. Todo

es luz y gracia, todo es seguridad al amparo del corazón de Dios, donde la pena se puede desahogar en llanto y donde el Padre seca las lágrimas de las mejillas de su hijo con un beso. Jesús, ¿encomendarás un día mi pobre alma y mi pobre cuerpo a las manos de tu Padre? Depón el peso de mi vida y de mis pecados sobre la balanza de la justicia en los brazos del Padre. ¿A dónde huiré, dónde me esconderé sino en ti, hermano en la amargura, que has padecido por mis pecados? Hoy me tienes ante ti. Me arrodillo bajo tu cruz. Beso tus pies que, silenciosos e intrépidos, me siguen con el paso sangrante por los caminos de la vida. Abrazo tu cruz, Señor del amor eterno, corazón de los corazones, corazón paciente, traspasado e infinitamente bueno. Ten piedad de mí. Acógeme en tu amor. Y cuando mi peregrinar llegue a su fin, cuando el día decline y me envuelvan las sombras de la muerte, pronuncia entonces tu palabra definitiva: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. ¡Oh buen Jesús! Amén.

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Viacrucis a partir de textos escogidos del Libro de la Vida de Santa Teresa de Jesús

PRIMERA ESTACIÓN

Jesús, condenado a muerte Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos…

Para la ambientación general antes del Viacrucis “Represéntate a Cristo delante de ti. Siempre que pienses de Él, acuérdate de su amor por ti, que amor saca amor. Acostúmbrate a enamorarte de su humanidad. Tráele siempre contigo. Mira que te mira. Acompáñale. Habla con Él. Pídele por tus necesidades. Quéjate a Él de tus trabajos. Alégrate de estar con Él. No te olvides de Él en esta hora. Dile palabras que te salgan del corazón” (Vida 12,2 y 13,22).

“Su Majestad ha sido el libro verdadero adonde he visto las verdades. ¡Bendito sea tal libro, que deja impreso lo que se ha de leer y hacer, de manera que no se puede olvidar!” (V 26,5). - Andar el camino de la vida en compañía de Jesús es un grito de esperanza. Con Él, la muerte no tiene la última palabra. - Hoy abro mi corazón a Ti, Señor Jesús, para aprender verdades: el amor es más fuerte que el odio, el amor no entiende de límites ni de treguas, la vida se nos da a chorros cuando Tú subes camino del Calvario. Señor, pequé, ten misericordia de mí: Padrenuestro y Avemaría.

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CUARESMA

SEGUNDA ESTACIÓN

TERCERA ESTACIÓN

Jesús, con la cruz a cuestas

Jesús cae en tierra por primera vez

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos… “No dejen de considerar muchas veces la Pasión y vida de Cristo, que es de donde nos ha venido y viene todo bien” (V 13,13). - ¡La cruz! Signo y recuerdo de la entrega con más pasión y más gratuidad jamás vivida. - Cuando el camino es áspero y las cargas insoportables, sabemos que Tú nunca nos dejas solos. Señor, pequé, ten misericordia de mí: Padrenuestro y Avemaría.

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos… “Si quiere ganar libertad de espíritu y no andar siempre atribulado, comience a no se espantar de la cruz, y verá cómo se la ayuda también a llevar el Señor y con el contento que anda” (V 11,17). - Miles de hombres y mujeres mordiendo el polvo cada día, aplastados por la depresión y la tristeza, por la violencia y la explotación, por la pobreza o la debilidad. - Señor Jesús, tu ternura nos levanta; tus ojos nos regalan una mirada de compasión para los que están caídos. Señor, pequé, ten misericordia de mí: Padrenuestro y Avemaría.

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CUARTA ESTACIÓN

QUINTA ESTACIÓN

Jesús encuentra a su madre

Jesús, ayudado por un cirineo

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos…

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos…

“Este Señor nuestro es por quien nos vienen todos los bienes… ¿Qué más queremos de un tan buen amigo al lado, que no nos dejará en los trabajos y tribulaciones como hacen los del mundo? Bienaventurado quien de verdad le amare y siempre le trajere cabe sí” (V 22,7).

“Bien de todos los bienes y Jesús mío, ordenad luego modos cómo haga algo por Vos, que no hay ya quien sufra recibir tanto y no pagar nada. Cueste lo que costare, Señor, no queráis que vaya delante de Vos tan vacías las manos” (V 21,5).

- La Madre sale al encuentro. ¡Cuántas veces salen las madres al encuentro! Su presencia fortalece, ¡y de qué manera!

- Al arrimar el hombro a toda situación injusta y dolorosa, ¡somos cirineos de Jesús!

- Cuando voy a tu encuentro, Señor Jesús, me hallo con la luz de tu mirada y sé que nunca me dejarás en el camino. Señor, pequé, ten misericordia de mí: Padrenuestro y Avemaría.

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- ¿Cómo es que necesitas mi ayuda, Señor Jesús? Aquí tienes mis manos. Señor, pequé, ten misericordia de mí: Padrenuestro y Avemaría.

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SEXTA ESTACIÓN

SÉPTIMA ESTACIÓN

La Verónica enjuga el rostro de Jesús

Jesús cae en tierra por segunda vez

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos…

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos…

“Quisiera yo siempre traer delante de los ojos su retrato e imagen, ya que no podía traerle tan esculpido en mi alma como yo quisiera” (V 22,4).

“Acuérdense de sus palabras y miren lo que ha hecho conmigo, que primero me cansé de ofenderle, que Su Majestad dejó de perdonarme. Nunca se cansa de dar ni se pueden agotar sus misericordias; no nos cansemos nosotros de recibir” (V 19,15).

- El gesto de una mujer: tan gratuito y valiente. Así es el amor. Sólo cuando consolamos y cortamos la hemorragia de los que sangran podemos descubrir y bordar en nuestro pañuelo el rostro de Cristo. - Cuando te miro, Señor Jesús, con la cruz a cuestas, tu rostro se queda grabado en mi corazón y toda mi vida se abre a tu amor. Señor, pequé, ten misericordia de mí: Padrenuestro y Avemaría.

- Marcados por heridas profundas: soledad, fracaso, desprecio, falta de afecto. Sumergidos en el pecado. Caídos al dar por bueno lo que es mediocre y al llamar virtud a lo que es cántaro agrietado. Abrazados una y otra vez a la mentira. - Si caigo, Señor Jesús, por segunda vez, Tú me das la mano. Señor, pequé, ten misericordia de mí: Padrenuestro y Avemaría.

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OCTAVA ESTACIÓN

NOVENA ESTACIÓN

Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén

Jesús cae a tierra por tercera vez

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos…

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos…

“No me ha venido trabajo que, mirándoos a Vos cuál estuvisteis delante de los jueces, no se me haga bueno de sufrir. Con tan buen amigo presente, con tan buen capitán que se puso en lo primero en el padecer, todo se puede sufrir: es ayuda y da esfuerzo; nunca falta; es amigo verdadero” (V 22,6).

“Que ésta llamo yo verdadera caída, la que aborrece el camino (la oración) por donde ganó tanto bien… Allí entenderá lo que hace y ganará arrepentimiento del Señor y fortaleza para levantarse” (V 15,3).

- Nunca nadie como Jesús dio un papel tan protagonista a la mujer. Quiso beber del cántaro de la Samaritana, perdonó a la que tanto amó, se dejó embalsamar y querer por ellas. - A las abatidas de la tierra, Tú, Señor Jesús, les dices palabras de aliento; ¡eres el Amigo verdadero! Señor, pequé, ten misericordia de mí: Padrenuestro y Avemaría.

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- Pueblos enteros, caídos, incapaces de ponerse de pie. Gentes desorientadas, sin saber qué hacer ni por dónde ir. ¡Tantas personas sin camino! - Pero si, desde el suelo, abro los ojos, te veo a Ti, caído por nosotros, gritando al oído: ¡Ánimo! ¡Levántate! Señor, pequé, ten misericordia de mí: Padrenuestro y Avemaría.

CUARESMA

DÉCIMA ESTACIÓN

UNDÉCIMA ESTACIÓN

Jesús, despojado de sus vestidos

Jesús, clavado en la cruz

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos… “Es muy buen amigo Cristo, porque le miramos Hombre y vémosle con flaquezas y trabajos, y es compañía” (V 22,10). - ¡Qué afán por despojar al pobre de su vestido, al hambriento de su pan, a todos los pequeños de su dignidad! Queremos ser hermanos, pero hacemos trizas la paz. Queremos compartir, pero no dejamos que el pan sea pan nuestro en una mesa común. Queremos respirar aire limpio, pero no respetamos la naturaleza. - Y Tú, Señor Jesús, te dejas desnudar de la vida para que pueda vestirme con una túnica de alegría. ¡Cuánto amor el tuyo! ¡Cuánta ingratitud la mía!

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos… “Siempre que se piense de Cristo, nos acordemos del amor con que nos hizo tantas mercedes… que amor saca amor” (V 22,14). - En lo alto de la cruz se vislumbra el triunfo de la vida sobre la muerte. Jesús no es un fracasado. Lo absurdo es vencido por la esperanza. - Al pie de la cruz, Señor Jesús, abro mis manos y recojo tu amor. ¿Cuándo se despertará mi amor por Ti? Señor, pequé, ten misericordia de mí: Padrenuestro y Avemaría.

Señor, pequé, ten misericordia de mí: Padrenuestro y Avemaría.

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DUODÉCIMA ESTACIÓN

DECIMOTERCERA ESTACIÓN

Jesús, muere en la cruz

Jesús en los brazos de su madre

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos…

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos…

“Díjome una vez el Señor que pusiese los ojos en lo que Él había padecido, y todo se me haría fácil” (V 26,3).

“Es bueno pensar las penas que allí tuvo y por qué las tuvo y quién es el que las tuvo y el amor con que las pasó… Se esté allí con Él” (V 13,22).

- Pequeño en la cuna y pequeño en la cruz, pero fuerte para fortalecer toda rodilla vacilante. Nacido en el silencio y muerto en la soledad, pero dando siempre motivos de aliento a todos los abatidos. - Pero tu semilla de amor ya está sembrada en mi corazón; el fruto no tardará en asomarse. Señor, pequé, ten misericordia de mí: Padrenuestro y Avemaría.

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- Toda una vida en los brazos de la Madre; la que sintió el primer aliento, recoge ahora el último suspiro. Todo se ha cumplido. - Señor Jesús, abro mis brazos para acogerte, como María. Al tocar tu cuerpo muerto, tu amor me recorre por dentro, tu vida vence mi pecado. Señor, pequé, ten misericordia de mí: Padrenuestro y Avemaría.

CUARESMA

DECIMOCUARTA ESTACIÓN

Jesús es puesto en el sepulcro Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos…

Canto final

“Poníame en las manos de Dios, que Él sabía lo que me convenía, que cumpliese en mí lo que era su voluntad en todo” (V 27,1).

Victoria, tú reinarás, oh Cruz, tú nos salvarás.

- Ningún sepulcro puede retener el grito imparable de la vida. La tierra pronto se llenará de risas y cantares. Una fe de resurrección pide ir más allá del monte de las lágrimas.

Este viacrucis está basado en materiales del Portal Carmelitano http://www.portalcarmelitano.org

- Señor Jesús, cierro los ojos y me pongo confiadamente en tus manos. Hágase en mí tu proyecto. Amén. Señor, pequé, ten misericordia de mí: Padrenuestro y Avemaría.

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Cuaresma 2015

Comisión Diocesana de Catequesis

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CUARESMA

Celebración Penitencial para el tiempo de Cuaresma Canto Vengo ante Ti, mi Señor, reconociendo mi culpa, con la fe puesta en tu amor, que Tú me das como a un hijo. Te abro mi corazón, y te ofrezco mi miseria, despojado de mis cosas, quiero llenarme de Ti. QUE TU ESPÍRITU, SEÑOR, ABRACE TODO MI SER. HAZME DÓCIL A TU VOZ, TRANSFORMA MI VIDA ENTERA. HAZME DÓCIL A TU VOZ, TRANSFORMA MI VIDA ENTERA. Puesto en tus manos, Señor, siento que soy pobre y débil, mas Tú me quieres así, yo te bendigo y te alabo. Padre, en mi debilidad, Tú me das fortaleza. Amas al hombre sencillo, le das tu paz y perdón. Vosotros sois pueblo de Dios

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SALUDO del sacerdote En el nombre del Padre , y del Hijo y del Espíritu Santo R/. Amén. La gracia, la misericordia y la paz de Dios Padre y de Jesucristo su Hijo en la verdad y en la caridad, esté con vosotros. R/. Y con tu espíritu.

MONICIÓN de entrada Durante el camino de esta Cuaresma hemos rezado juntos, como Pueblo de Dios, teniendo muy presente nuestro encuentro con Jesucristo, en el don de la fe, en la alegría de creer y en cómo todos los bautizados estamos llamados a vivir y dar en el mundo testimonio de nuestra fe. Ahora, juntos también y como comunidad cristiana, vamos a celebrar el sacramento de la misericordia de Dios y a pedirle perdón por nuestros pecados. Él puede sanar nuestra vida, hacerla nueva y darnos su paz. Él puede perdonarnos. Creemos en la misericordia de Dios, creemos en el perdón de los pecados, por eso estamos aquí, dolidos y arrepentidos, pero seguros y confiados en el amor de Dios que es más fuerte que nuestro pecado. Le pedimos que nos mire compasivamente y nos devuelva la alegría de una vida renovada.

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ORACIÓN Oremos, hermanos, para que Dios, que nos llama a la conversión, nos conceda la gracia de una verdadera y fructuosa penitencia. (Silencio breve) Padre de la misericordia y Dios de todo consuelo: que no te complaces en la muerte del pecador sino en que se convierta y viva, auxilia a tu pueblo para que vuelva a ti. Ayúdanos a escuchar con fe tu palabra, confesar nuestro pecado y darte gracias por el perdón que nos regalas. Haz que, realizando la verdad en el amor, hagamos crecer todas las cosas en Cristo, tu Hijo, que vive y reina por los siglos de los siglos. AMÉN.

CUARESMA

Liturgia de la Palabra Primera lectura

Salmo responsorial

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 4,1-6

R/. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

Hermanos: Yo, el prisionero por el Señor, os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados. Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza de la vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todo, que lo trasciende todo, y lo penetra todo, y lo invade todo. Palabra de Dios.

Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda y habitar en tu monte santo? R/. El que procede honradamente y practica la justicia, el que tiene intenciones leales y no calumnia con su lengua. R/. El que no hace mal al prójimo ni difama al vecino, el que considera despreciable al impío y honra a los que temen al Señor. R/. El que no retracta lo que juró aun en daño propio, el que no presta dinero con usura ni acepta soborno contra el inocente. El que así obra nunca fallará. R/.

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Vosotros sois pueblo de Dios

Evangelio  Lectura del santo evangelio según san Lucas 7, 47. 8,3 En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume, y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con el perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado, se dijo: Si éste fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: una pecadora. Jesús tomó la palabra y le dijo: Simón, tengo algo que decirte. El respondió: Dímelo, maestro. Jesús le dijo: Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más? Simón contestó: Supongo que aquel a quien le perdonó más. Jesús le dijo: Has juzgado rectamente. Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies; ella en cambio me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no me besaste; ella en cambio, desde que entró, no 78

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ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella en cambio me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo, sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor: pero al que poco se le perdona, poco ama. Y a ella le dijo: Tus pecados están perdonados. Los demás convidados empezaron a decir entre sí: ¿Quién es éste, que hasta perdona pecados? Pero Jesús dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, vete en paz. Palabra del Señor.

CUARESMA

Homilía Examen de conciencia Es conveniente que se guarde un tiempo de silencio para examinar la conciencia y suscitar la verdadera contrición de los pecados. En determinadas circunstancias, puede utilizarse el formulario propuesto a continuación. A la luz de la Palabra de Dios repasa tu propia vida. a) En relación con Dios Mi vida ¿está centrada en Dios como valor supremo? ¿Rezo habitualmente y lo hago con atención? ¿Leo asiduamente la Palabra de Dios, sobre todo los cuatro evangelios? ¿Participo activamente en la Eucaristía dominical y la valoro como fuente principal de mi vida cristiana? ¿Mis obras hacen patente mi condición de seguidor Cristo? ¿Me preocupo de pedir clase de religión para mis hijos y de inscribirlos en la catequesis parroquial? b) En relación con el prójimo ¿Cómo es mi trato con mis familiares? ¿Contribuyo a hacer que en casa reinen el amor, la comprensión y la fe? ¿Busco el bien de los demás miembros de la familia? ¿Soy persona de paz? ¿Impongo siempre mis criterios y hago difícil el diálogo? ¿Procuro ponerme en el lugar de los demás y estoy dispuesto a ayudarles? ¿Pido perdón cuando es preciso? ¿Si me han molestado, me encierro en el silencio y hago mala cara durante días? ¿Sé perdonar de corazón y disimular las faltas ajenas? ¿Vigilo mi mal genio,

ahorrando malestar a los demás? ¿Como padre o madre, me preocupo también del crecimiento en la fe de mis hijos? ¿Mantengo fidelidad al amor matrimonial? ¿Como hijo, respeto y ayudo a mis padres? Si tengo responsabilidad sobre los demás ¿sé respetarles y tratarles con delicadeza y justicia? c) En relación a mí mismo ¿Cumplo con los deberes de mi estado (esposos, padres, hijos…)? ¿trabajo con honradez y justicia? ¿Soy justo con todos? ¿Amo la verdad, o he calumniado o difamado a alguien? ¿Estoy siempre descontento y murmurando? ¿Vivo con esperanza cristiana o me dejo dominar por el pesimismo? ¿Practico la caridad con los necesitados? ¿Respeto con castidad mi cuerpo y el de los demás? ¿Soy limpio de corazón? ¿Me dejo llevar por la envidia? ¿Controlo la ira? ¿Sé resistir a las tentaciones materialistas de este mundo? ¿Soy fiel al matrimonio? ¿Amo a la Iglesia, escuchando sus orientaciones y siendo miembro activo? ¿Me doy cuenta de las necesidades materiales de la Iglesia y contribuyo a su sostenimiento? ¿Colaboro en lo que puedo en las diversas tareas de mi parroquia?

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Rito de reconciliación Presidente: Hermanos: confesad vuestros pecados y orad unos por otros, para que os salvéis. Todos juntos prosiguen: Yo confieso ante Dios todopoderoso… Presidente: Pidamos humildemente a Cristo, nuestro salvador y abogado ante el Padre, que perdone nuestros pecados y nos limpie de toda maldad, respondamos diciendo: Te rogamos, óyenos. -Que nos concedas la gracia de una verdadera penitencia. R/. -Que nos concedas el perdón y borres las deudas de nuestros antiguos pecados. R/. -Que quienes nos hemos apartado de la santidad de la Iglesia, consigamos el perdón de nuestras culpas y volvamos limpios a ella. R/. -Que permanezcamos, de aquí en adelante, con entrega sincera, fieles a tus sacramentos, y mostremos siempre nuestra adhesión a ti. R/. -Que renovados en la caridad, seamos testigos de tu amor en el mundo. R/.

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-Que perseveremos fieles a tus mandamientos y lleguemos a la vida eterna. R/. Con las mismas palabras que Cristo nos enseñó, pidamos a Dios Padre que perdone nuestros pecados y nos libre de todo mal. Todos juntos prosiguen: Padre nuestro… El sacerdote concluye, diciendo: Escucha Señor a tus siervos, que se reconocen pecadores; y haz que, liberados por tu Iglesia de toda culpa, merezcan darte gracias con un corazón renovado. Por Jesucristo nuestro Señor.

CUARESMA

Confesión y Absolución Individual Ahora nos acercamos a los sacerdotes presentes para manifestar nuestros pecados y recibir el perdón y la absolución.

Oración Final Dios todopoderoso y eterno, que has reconciliado al mundo por medio de la Pasión de tu Hijo, concédenos que las tinieblas del pecado desaparezcan de nuestro corazón y que los misterios de la Pascua del Señor, los podamos celebrar con una santa alegría. Por Jesucristo nuestro Señor.

R/. Amén.

Canto final de Acción de Gracias Yo canto al Señor porque es grande, me alegro en el Dios que me salva. Feliz me dirán las naciones, en mi descanso su mirada. UNIDOS A TODOS LOS PUEBLOS, CANTEMOS AL DIOS QUE NOS SALVA. Él hizo en mí obras grandes, su amor es más fuerte que el tiempo. Triunfo sobre el mal de este mundo derriba a los hombres soberbios.

Bendición y despedida El Señor esté con vosotros. R/. Y con tu Espíritu. El Señor dirija vuestros corazones en la caridad de Dios y en la espera de Cristo. R/. Amén. Para que podáis caminar con una vida y agradar a Dios en todas las cosas. R/. Amén. Y que os bendiga Dios todopoderoso. Padre , Hijo y Espíritu Santo.

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Cuaresma 2015

COV Centro de Orientación Vocacional “Juan Pablo II”

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El camino vocacional Introducción En este tiempo de Cuaresma en el que nos adentrarnos, se nos invita a convertirnos, a volver al Señor. Es un tiempo privilegiado para ponernos nuevamente cara a cara hacia Él. Es un tiempo fuerte de gracia que nos prepara para la Pascua, para el Paso del Señor. Si así lo hago, si vuelvo a Él, será ocasión propicia para que Dios me haga ver qué quiere de mí, para saber qué plan tiene para mí, a qué me llama desde toda la eternidad. Centrados en la Palabra de Dios, procuraremos descubrir a continuación las distintas etapas del discernimiento vocacional, para así ofrecer herramientas a aquellos jóvenes que se preguntan: ¿Qué quiere Dios de mí? ¿Cuál es su designio sobre mi vida? ¿Me llama Cristo a seguirlo más de cerca? ¿No podría yo gastar mi vida entera en la misión de anunciar al mundo la grandeza de su amor a través del sacerdocio, la vida consagrada o el matrimonio?

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1er Paso: Oración “¿Qué debo hacer, Señor?” (Hch 22,10)

La Vocación no es inicialmente lo que tú quieres ser y hacer, sino, ante todo, lo que Dios quiere que tú seas y hagas; no es algo que tú inventas, es algo que encuentras; no es el proyecto que tú tienes sobre ti mismo, es el proyecto que Dios tiene sobre ti y que tú debes realizar. Tú no te llamas, te llama Dios. Por eso, para descubrir tu vocación, lo primero que debes hacer es dialogar con Dios: orar. Sólo mediante la oración podrás encontrar lo que Dios quiere de ti. En la oración, el Espíritu Santo afina tu oído para que puedas escuchar: “Habla, que tu siervo escucha” (Is 3,10). Si Dios es quien llama, he de escucharle para ver a qué me llama. Él siempre llama, lo que se trata es que descubra a qué. Para ello es imprescindible orar. ¿Y esto qué es? Acudamos a santa Teresa de Jesús, en este año jubilar en el cual celebramos el V Centenario de su nacimiento, para ver qué nos dice al respecto: “No es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos que nos ama” (Libro de la Vida). Tratar significa que el protagonista no soy yo y Dios un espectador pasivo que acoge, escucha, y si le parece bien actúa. Hay una relación entre Dios y el hombre, donde ambos son interlocutores activos el uno del otro. La amistad es posible entre iguales, y la oración nos hace ver que la distancia entre Dios y el hombre no es insu-

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perable, en virtud del amor infinito de Dios, que se nos manifiesta cercano y personal. Es necesario el “estando muchas veces” en la oración, ya que toda amistad auténtica debe ser cuidada. El roce hace el cariño como se suele decir, o como dice Teresa: “Amor saca amor” (Libro de la Vida). Es necesaria la perseverancia, la continuidad y permanencia en el tiempo. Es una exigencia del amor. Será importante también el trato “a solas”, es decir, teniendo intimidad con Dios. Y esto no significa exclusivamente estar solo físicamente, sino liberarnos de lo que nos estorba para el encuentro con Dios. Será conveniente el silencio para poder escucharle. Jesús mismo se retiraba habitualmente a orar en soledad al Padre. A propósito de la oración, san Agustín escribe: “Orar mucho, no es, como algunos piensan, rezar con muchas palabras… Evitemos en la oración las muchas palabras, y oremos mucho en el silencio del corazón”.

“yo”, donde “yo” soy el que tiene que orar, “yo” soy el que tiene que amar a Dios,… haciendo del yo el protagonista. He de acudir a la oración experimentando que Dios me ama, y de este modo, al amor de Cristo responderé con Amor. Sólo en el diálogo con Jesús podrás oír su voz que te llama: “ven y sígueme” (Lc 18,22); o bien, escucharás que te dice: “vuelve a tu casa y refiere lo que Dios ha hecho por ti” (Lc 8,38). Preguntas para la reflexión: • ¿Cuál piensas que es el proyecto que Dios tiene sobre ti? ¿Has pensado alguna vez en ello? •¿Sueles buscar momentos para hablar con Dios? •¿Alguna vez has sentido que Dios te habla?

Hemos de ir a la oración sabiendo que “Dios nos ama”. Ya nos lo dijo san Juan: “Dios es amor” (1 Jn 4, 8) y “Dios nos amó primero” (1 Jn 4, 19). Será el amor de Dios el que me atraiga a la oración como un imán. Lo propio nuestro, creados a imagen y semejanza de Dios, es el Amor. En la oración podemos decir: “Mi alma reposa en paz sólo en Dios” (Salmo 62,2). Hemos de descubrir la misericordia de Dios en nosotros, en mi vida, en mi historia concreta, de lo contrario haremos de la oración un monólogo del

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2o Paso: Percepción “Pero había en mi corazón algo así como fuego ardiente, prendido en mis huesos y aunque yo hacía esfuerzos por ahogarlo, no podía” (Hch 22,10)

Para poder descubrir lo que Dios quiere de ti, tienes que aprender a escuchar, estar atento, experimentar. Para esto, necesitas saber hacer silencio en torno a ti y en tu interior. El ruido te impedirá percibir. Estate atento a todo, a tus deseos, a tus miedos, a tus inquietudes, a tus proyectos. Escucha a todos: a los que aprueban tu inquietud, a los que la critican. Dios se vale de diversos intermediarios para hacerte oír su voz. Escúchate a ti mismo: ¿A qué se inclina tu corazón? ¿Qué es lo que anhelas? Aprende a mirar a los hombres que te rodean, ¿qué te está diciendo Dios a través de su pobreza, de su ignorancia, de su dolor, de su esperanza, de su necesidad de Dios...? Escucha al Padre que, a través de la historia concreta de los hombres, te revela la manera concreta en la que quiere que colabores con Él en la instauración del Reino. Mira tu historia. ¿Por qué camino te ha llevado Dios? ¿Cuáles son los acontecimientos más importantes de tu vida? ¿De qué manera Dios ha estado presente o ausente en tu vida? ¿Qué personas concretas han sido significativas para ti? ¿Por qué? Contempla el futuro. ¿Qué experimentas al pensar en la posibilidad de consagrar tu vida a Dios? Tienes solo una vida, ¿a qué quieres dedicarla por completo? Ten cuidado en discernir si tu inquietud y la atracción que sientes son signos de una verdadera vocación consagrada, o bien son manifestaciones de que Dios quiere que, como laico, intensifiques tu vida cristiana.

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3er Paso: Información Sólo si aprendes a escuchar, a mirar y a estar atento, podrás descubrir los signos de la llamada de Dios. En este nivel podrás llegar a decir: “Tal vez Dios me esté llamando”, ”siento la inquietud de consagrar mi vida a Dios”. Preguntas para la reflexión: • ¿Eres de los que habla sin parar? ¿Te cuesta escuchar a los demás? •¿Cómo actúas cuando alguien te critica? •¿Cuáles han sido los acontecimientos más importantes de tu vida?

“Observad cómo es el país y sus habitantes, si son fuertes o débiles, escasos o numerosos; cómo es la tierra, buena o mala; cómo son las ciudades que habitan, de tiendas o amuralladas; cómo es la tierra, fértil o estéril, con vegetación o sin ella” (Núm 13, 18-20)

•¿Qué personas han sido más significativas para ti? •¿Qué experimentas al pensar en la posibilidad de consagrar tu vida a Dios? •¿A qué quieres dedicar tu vida por completo?

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Los caminos para realizar la vocación consagrada son múltiples. No es suficiente querer entregar tu vida a Dios y desear dedicarte al servicio de tus hermanos. Es necesario saber dónde quiere Dios que tú lo sirvas. Tal vez quiere que lo sirvas como sacerdote diocesano, o como miembro de una congregación religiosa, etc. Para descubrir el lugar en que Dios quiere que estés, es necesario que conozcas las diversas vocaciones. Debes saber cuál es la espiritualidad que viven los sacerdotes diocesanos o las diferentes congregaciones, y que veas por cuál de ellas te sientes atraído. Tienes que conocer la manera concreta en la que se vive esa consagración: No es lo mismo una congregación contemplativa, que una de vida apostólica. Asimismo, debes tener un conocimiento de su misión en la Iglesia, y por medio de qué actividades apostólicas pretenden realizarla: misiones, enseñanza, hospitales, dirección espiritual, promoción vocacional, predicación de ejercicios, medios de comunicación, etc. Debes saber también quiénes son los principales destinatarios de su apostolado: jóvenes, sacerdotes, pobres, enfermos, niños, religiosos, etc. Aunque ordinariamente cuando se siente la inquietud vocacional se siente también el atractivo por una vocación específica, bien vale la pena dedicar algunas horas a informarte más a fondo sobre esa vocación y otras. Y aunque al final te decidieras por la que en el principio te inclinabas, el tiempo empleado en informarte no habrá sido desperdiciado.

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En este nivel podrás decir: “posiblemente Dios me está llamando a seguirle más de cerca de este modo concreto: entrando en el Seminario; ingresando en este monasterio;…”. Preguntas para la reflexión: • ¿Qué caminos de vocación consagrada conoces? • ¿Cuáles te parecen más atrayentes? ¿Por qué?

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4o Paso: Reflexión “¿Quién de ustedes, queriendo edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos y ver si tiene para acabarla? No sea que, habiendo puesto los cimientos y no pudiendo terminar, todos los que lo vean se pongan a burlarse de él, diciendo: ‘Éste comenzó a edificar y no pudo terminar’” (Lc 14, 28-30)

La vocación es una empresa demasiado grande; ¡y es para toda la vida! Por eso, no te puedes lanzar a ella sin antes haber reflexionado seriamente, y con la debida calma, sobre ti y sobre la vocación que pretendes seguir. Debes reflexionar sobre cuáles son tus capacidades y limitaciones; serás capaz de ser fiel a los compromisos que implica la vocación; en qué signos concretos te basas para pensar que Dios te llama; que es lo que más temes de la vocación; cuáles son las razones en favor y en contra que tienes para emprender ese camino; qué es lo que te atrae de ese estado de vida, y qué es lo que te gusta de él. Dios te pide que te comprometas responsablemente en el discernimiento de su voluntad. Él quiere que tú pongas en juego tu inteligencia y tu capacidad de reflexión y juicio para que puedas encontrar tu vocación. Él te da la luz de su Espíritu Santo para que descubras qué es lo que quiere de ti. No debes pretender, ilusoriamente, tener en mano un contrato firmado por Dios, en el que revela su plan sobre ti, y de esa manera poseer la evidencia de su llamada. No; nunca se te dará tal documento. Lo que encontrarás serán signos que te hablen de la voluntad de Dios en tu vida; una intuición que habitará en tu corazón de manera persistente. En este nivel llegarás a decir; “creo que Dios me llama“; “creo que, con la ayuda de Dios, podré responder”.

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5o Paso: Dirección Espiritual Preguntas para la reflexión: • ¿Cuáles crees que son tus mejores virtudes? ¿Y tus defectos? •¿Qué es lo que más temes de la vocación? •¿Qué es lo que más te atrae de ese estado de vida? •¿Has hablado con algún conocido al que Dios le haya llamado, sobre su vocación?

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“Levántate y vete a Damasco, allí se te dirá todo lo que está establecido que hagas” (Hch 22, 10)

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En realidad, la dirección espiritual no es un paso más en el proceso de discernimiento de tu vocación; es un recurso que debe estar presente en cada uno de los pasos anteriores. El director espiritual te motivará a orar y estar abierto, a percibir los signos de la voluntad de Dios; te indicará dónde obtener la información y te ayudará a reflexionar. Te pondrá cerca de Dios para que libremente decidas tu vida. Te ayudará a que te prepares convenientemente para ingresar allí donde Dios te llame. Su oración y sacrificio por ti te alcanzarán del Espíritu Santo la luz para que descubras tu vocación y la fuerza para seguirla. La Palabra de Dios dice: Para obtener un consejo “recurre siempre a un hombre piadoso, de quien sabes seguro que guarda los mandamientos, que comparte tus anhelos, y que, si caes, sufrirá contigo” (Eclo 37, 12). Si bien es cierto que la vocación es una llamada que Dios te hace, y que nadie puede escucharla por ti ni responder a ella en tu lugar, también es cierto que tienes necesidad de un director espiritual que te acompañe en tu camino de discernimiento vocacional y confirme la autenticidad de tu llamada. Te ayudará a tener datos objetivos desde fuera y evitar así caer en tu propio subjetivismo. Es fácil hacerse ilusiones y creer que es llamada de Dios lo que en realidad es solo un deseo subjetivo. Acudir al director espiritual es un acto de humildad; es aceptar que no tienes el monopolio de la voluntad de Dios sobre ti; es aceptar la mediación de un hombre de Dios, representante de la Iglesia, para descubrir el plan que Dios tiene para ti.

Jesucristo, después de habérsele aparecido a Pablo en el camino de Damasco, le dijo que fuera con Ananías, que éste le indicaría cuál era la voluntad de Dios. Cristo mismo hubiera podido decirle directamente a Pablo qué quería de él, sin embargo, quiso valerse de la mediación de Ananías para hacerle descubrir su vocación (Hch 22, 10-15). En el discernimiento de la voluntad de Dios sobre ti, no puedes prescindir de la mediación de la Iglesia. El hermano Roger de Taizé, al respecto dijo: «Tú que aspiras a seguir a Cristo, lo encuentras solamente dándole tu confianza, y no de otro modo. Todo comienza por un fiarse. ¿Pero cómo tener confianza y seguirle en un compromiso de toda la vida cuándo tienes tanto miedo de equivocarte, de que no sea verdad y tanto miedo, más tarde, de haberte equivocado? Así no se camina. Así no avanzarás. Así no Le conocerás. Para prepararte a dar un sí a Cristo y luego vivirlo, tienes necesidad de que alguien en la Iglesia te escuche. Tienes que hablar hasta el fondo a alguien de ti mismo, pero no a cualquiera. Tiene que ser alguien que tenga un probado espíritu de discernimiento; que sepa leer por debajo de tus contradicciones, de tus mismas desconfianzas, y que no te deje en tu mediocridad. Pero no todo saldrá como tú esperas.

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En todo caso, siempre hay algo que es una certeza: no conocerás a Dios más que aceptando el riesgo de confiarte y de vivir. Jamás conoce a Dios una existencia replegada, volcada sobre sí misma, cerrada en sí. Exige una existencia expuesta, no protegida… y eso, no durante un periodo, sino cada vez más, y para toda la vida. ¡Atrévete ahora mismo a retomar este riesgo! Mientras tengas miedo a equivocarte, jamás avanzarás porque no empezarás. Quien no avanza, muere. Se camina y crece confiando. Cuando el sí a Cristo ha sido confirmado por la Iglesia, por aquellos que saben escuchar y te dicen que avances, si te quedas en los pantanos de la indecisión, de tu decisión o de tu pesar, pierdes el tiempo, un tiempo que ya no te pertenecía porque ya es tiempo de Dios. Si confías, aun en la noche y la ambigüedad que puede envolver tu decisión, serás consumido por el Fuego del Espíritu de Dios, y más tarde entenderás. Y más tarde entenderás. Quien vive arriesgadamente a causa de Cristo, jamás se equivoca y sabe que sólo quien pierde la vida por Él, la gana. Y un día, con toda certeza, comprenderás el sentido de este sí, y darás gracias rebosando gozo. Quien no se arriesga, tampoco vive».

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Para cuidar de aquellos jóvenes que intuyen que Dios les está llamando, el COV “Juan Pablo II” cuenta con una sede donde se acoge a todos aquellos jóvenes que por iniciativa propia o enviados por un sacerdote, acudan para ser ayudados por la Iglesia sobre la voluntad de Dios en su vida. Junto con el acompañamiento espiritual para discernir la vocación, el COV realiza retiros mensuales para que los jóvenes, acompañados por la Iglesia y desde la Palabra de Dios, tengan la posibilidad de un tiempo de intimidad con el Señor, para escucharle y saber si les llama a seguirle. Preguntas para la reflexión: • ¿Conoces a alguien que te haya ayudado a descubrir tu vocación? •¿Cómo crees que deben ser estas personas?

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6o Paso: Decisión “Te seguiré vayas donde vayas” (Lc 9, 57)

Una vez que vayas descubriendo qué es lo que Dios quiere de ti, no te queda sino dar el paso, decir “sí”, decidirte a seguir a Jesús. Dale tu “sí” a Dios como lo hizo la Virgen María: desde la Fe y no desde la certeza absoluta de cómo será exactamente. Fiado de la Palabra de Dios y la Promesa que ha impreso en tu corazón. Tomar tal decisión es difícil. Ante la opción sentirás todos tus miedos, incertidumbres y limitaciones: “¡Ay, Señor mío! Mira que no sé hablar, que soy un muchacho” (Jer 1,7). Y sin embargo, a pesar de todas tus limitaciones, o mejor, con todas ellas, has de responder al Señor, como Isaías: “Aquí estoy, envíame” (Is 6,8); debes decidirte como María: “Aquí está la esclava del Señor, cúmplase en mí lo que has dicho” (Lc 1,38). Llegar a tomar una decisión con la cual comprometerás toda tu vida, no sólo es difícil; es una gracia. Debes pedirle al Espíritu Santo esa capacidad de respuesta. No afrontar la decisión equivale a dejar correr tu vida, desperdiciarla. Para iniciar el camino de la vocación, no esperes tener la evidencia de que Dios te llama. Él te lo irá diciendo a través de signos, acontecimientos, su Palabra, la oración, mediaciones personales,… que te llevarán a esa intuición abrazada en la Fe, en ese creer sin ver. Es necesario querer seguir radicalmente a Jesucristo: “Sí, quiero seguirte”. Tal vez tengas dudas si llegarás al final, si podrás con las exigencias, etc.; pero de lo que no puedes dudar es de tu decisión.

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7o Paso: Acción En este nivel podrás decir: “quiero consagrar mi vida a Dios en el servicio de mis hermanos”. Preguntas para la reflexión: • ¿Te atreverías a decir que sí, si te sintieras llamado por Dios? • ¿Crees que seguir tu vocación es un acto de valentía? • ¿Crees que los seminaristas tienen dudas acerca de su vocación?

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“Jesús los llamó. Inmediatamente dejaron la barca y a su Padre y lo siguieron” (Mt 4, 21-22)

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Una vez decidido, ¡lánzate! No te dejes vencer por el miedo; ¡lánzate! La decisión se debe concretar en la acción. Debes poner todos los medios que estén a tu alcance para realizar lo que has decidido. No cedas a la tentación de diferir el ingreso: “Te seguiré, Señor. Pero déjame primero... “ (Lc 9, 59-61). Con la decisión has comprometido todos los momentos posteriores; ahora se trata de buscar cómo ser fiel. La única manera de realizar el proyecto de Dios es la fidelidad de cada día. Tienes que vivir todo momento en coherencia con lo que has decidido; cada paso debe ir dirigido hacia la meta. Y, ¿cuando venga la dificultad? Perseverar. El camino emprendido no es fácil, pero lo haces con Cristo, de hecho Él te dice “Sígueme”, no te dice ve por allí y yo me quedo aquí, sino que vayas con Él, junto a Él.

Y María te acompaña e impulsa a recorrer el camino que Jesús ha trazado. Además, no se trata de cargar hoy la cruz de toda la vida, sino sólo la de hoy; y así cada día. En este nivel deberás de decir, como Pedro: “nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido” (Mt 10,28). Preguntas para la reflexión: • ¿Te consideras una persona valiente? ¿En qué ocasiones? • ¿Vives con coherencia según tus convicciones religiosas? • ¿Alguna vez se han burlado de ti por ellas? • ¿Serías capaz de dejarlo todo para seguir a Jesús?

Y con la certeza de que “no hay nada imposible para Dios” (Lc 1, 37). Hay que estar dispuesto a todo, pasar por lo que sea, enfrentar cualquier dificultad. Jesús no te ofrece otra cosa; “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame” (Lc 9,23). ¡Claro que el sendero es arduo y pesado!, pero tienes en ti la fuerza del Espíritu Santo. Dios no llama al capacitado sino que capacita al que llama.

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Cuaresma 2015

Comisión Diocesana de Educación Católica y Pastoral Universitaria

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CUARESMA

Objetivos

Propuesta

1. Ayudar al niño/joven a reconocerse Pueblo de Dios por su relación con Él. Que se descubra como laico en misión, activa y responsable, cuya fuente es el encuentro personal con Jesús.

Los cuatro temas del Primer Ciclo del Itinerario Diocesano de Evangelización, cuyo lema es “Vosotros sois Pueblo de Dios”, nos servirán de guía para nuestra propuesta.

2. Recorrer la Cuaresma en camino hacia la Pascua, afrontando los retos, desafíos y posibilidades que la sociedad actual plantea para vivir la Pascua como el acontecimiento de nuestra salvación. 3. Descubrir en el año del V Centenario del nacimiento de Sta. Teresa que la “puerta de entrada al castillo interior” es la oración.

Para la Cuaresma, los temas 1 y 2: 1. La Iglesia en el mundo actual: retos y desafíos. 2. Los laicos y su participación activa y responsable en la misión de la Iglesia. Para la Pascua, los temas 3 y 4: 3. La parroquia, comunidad de discípulos misioneros 4. Una comunidad fraterna y corresponsable.

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Vosotros sois pueblo de Dios

I Parte Vosotros sois pueblo de Dios: El camino hacia la Pascua El cartel del Itinerario Diocesano de Evangelización del Primer Ciclo: “Vosotros sois Pueblo de Dios/Sou Poble de Déu”, nos servirá de base para nuestra acción catequética y/o escolar. Puedes descargarlo en idevalencia.org/categoria/materiales/ o solicitarlo al correo de secretaria@ idevalencia.org para recogerlo en la Vicaría de Evangelización (C/ Avellanas, 12). Cada catequista/maestro/profesor pegará el cartel del IDE Ciclo 1 en un lugar visible de la sala o el aula. A este cartel se le añadirá una cartulina o papel, del mismo tamaño en blanco, de manera que las dos partes completen un único mural. En el cartel del IDE, aparece representado un pueblo, en semicírculo, que se anuncia explícitamente como Pueblo de Dios. Con el trabajo que proponemos vamos a completar esta imagen de manera que se visualice que es de Dios y prepararemos de esta forma el camino hacia la Pascua. El proceso de creación del mural implica una reflexión centrada en los evangelios del cada domingo, y el resultado de la oración que hagamos y los gestos/pautas que se propondrán frutos de esa oración, intentarán mostrar que el Pueblo de Dios es un pueblo en camino hacia la Pascua.

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- Los jóvenes cristianos en el mundo actual. Retos y desafíos. - Los jóvenes cristianos, laicos que participan activa y responsablemente en la misión de la Iglesia.

CUARESMA

Educación Primaria/ Catequesis Primera Comunión

Educación Secundaria/ Catequesis de Confirmación

Partiendo del lema del IDE trabajaremos con los niños la construcción del pueblo de DIOS: cada semana les repartiremos unas casitas y en ellas los niños irán escribiendo la oración que les sugiera la lectura del evangelio de la semana.

Desarrollo de la actividad

(Los contenidos y reflexiones se ofrecerán en la página web de la Vicaría de Evangelización, evangelizacionvalencia.org)

1. Dibujar/fotografiar en el centro del mural una Iglesia que represente la Iglesia del pueblo o barrio al que pertenece el Colegio/ IES/ grupo de catequesis. Se puede incluir el nombre de la Parroquia para que lo jóvenes se sientan identificados con ella. 2. Cada semana de Cuaresma —o una de las semanas si se realiza como una actividad única— los jóvenes escucharán el Evangelio propio y ayudados por la reflexión que se propone han de escribir una oración. Esta oración comunitaria se concretará en unas palabras dirigidas a Dios, consensuadas por todo el grupo o clase, que se pondrán por escrito en el dibujo/fotografía de la iglesia del mural. Allí quedará expresado el inicio de una oración que se irá completando a lo largo de las siguientes semanas, y con las palabras que la escucha de la Palabra de Dios y su interiorización va suscitando en el grupo. Cada semana se iniciará la reunión/sesión rezando la pequeña oración que vamos confeccionando. Si la actividad es única, se realiza una oración completa ese día según el evangelio y la reflexión que se ha hecho, y se finaliza la actividad rezando juntos la oración común.

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Textos para realizar las oraciones de Cuaresma. Adjuntamos pistas para que el profesor o catequista pueda orientar o enmarcar el evangelio, y preparar mejor la oración.

Ceniza: Mt 6, 1.3-4.6.16-18

1º Cuaresma: Mc 1, 12-15

Tu Padre está en lo escondido; y tu Padre, que ve lo escondido, te recompensará.

Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios.

Para los jóvenes ver a Dios puede resultar difícil. Por eso es importante hacerles descubrir que necesitan un cierto recogimiento del corazón, un silencio exterior e interior y un tiempo para Él, para buscarle y encontrarle. También necesitan de una nueva mirada, distinta a la que están acostumbrados, la “mirada trascendente”, que les permita descubrir la presencia de Dios en acontecimientos, gestos y palabras cotidianas. La Palabra les revela que “en lo escondido” está Dios. Y que su búsqueda en la oración y en la vida, no es tiempo ni esfuerzo perdido. Tendrá su recompensa.

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No es fácil ver en el mundo actual, en nuestra sociedad, la llegada del Reino de Dios que se nos anuncia en el Evangelio. Muchos son los retos y desafíos que nos plantean a los jóvenes cristianos Frente a una cultura de la muerte, una cultura de la Vida. Frente a todas las mentiras que se difunden, la Verdad. Frente a tanta corrupción e injusticia, una sociedad más justa. Frente la violencia que nos rodea, la Paz. Frente al interés, la Gracia. Frente a un mundo egoísta, un Reino de Amor.

CUARESMA

2º Cuaresma: Mc 9, 2-10

3º Cuaresma: Jn 2, 13-25

Éste es mi Hijo amado, escuchadlo.

Él hablaba del templo de su cuerpo.

Los jóvenes han de redescubrir a Jesús. En un mundo en el cual las propuestas religiosas son muchas y se reducen todas a una misma categoría, el cristiano no puede olvidar que Jesús, es el Hijo amado del Padre. El joven cristiano no debe permanecer indiferente permitiendo que la Persona de Jesús se diluya entre tantos otros personajes célebres de la historia, en aras de una actitud “respetuosa” hacia todos. El joven cristiano, frente a la “tolerancia”, en muchas ocasiones, de la burla que se profesa hacia el Señor, debe, por el contrario dar la cara por Él, amarle, escucharle y seguirle.

Considerar el cuerpo como un templo resulta muy novedoso y grandioso. Estamos acostumbrados a escucharlo en nuestras comunidades, pero lo profundo de esta afirmación ya es más difícil alcanzarlo. Ante la muerte, la destrucción del cuerpo, la fe nos anuncia que se puede reconstruir, precisamente por ser algo más que “carne”. Por ser templo de Dios. La importancia del cuerpo para el joven ha de ser considerada mucho más de lo que, en ocasiones, en la iglesia lo hacemos. “Fuera de la Iglesia” oyen hablar constantemente de la naturaleza, de sus leyes de nuestra animalidad, del resto de los animales, de la sexualidad, de la muerte… Y ahí estamos llamados a anunciarles la grandeza de la enseñanza de Jesús en el Evangelio respecto al orden natural y sobrenatural. De la grandeza de nuestra vida humana y cristiana,… que alcanza a nuestro cuerpo, modelado por el mismo Dios y ungido por el Bautismo.

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4º Cuaresma: Jn 3, 14-21

5º Cuaresma: Jn 12, 20-33

Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo.

Cuando Yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia Mí.

Si existe la fe en Dios, la fe en Cristo, los cristianos, y más aún los jóvenes cristianos es por el gran Amor de Dios y para anunciar el gran Amor de Dios. Demasiados jóvenes se alejan de Dios por no sentirse condenados. Y también demasiados jóvenes alejan a otros de Dios por condenar. El cristianismo no existe para “cargar” a las personas sino para liberarlas del peso del mal y de la muerte. Para abrir un horizonte a una vida que a veces parece una “pasión inútil”. Hemos de ayudar a descubrir la verdadera Pasión de la Vida, la Alegría del Amor de Dios.

La Cruz es la señal del cristiano. Esto que aprendieron los jóvenes cuando eran niños, ahora han de volver sobre ello. Muchos jóvenes, cristianos y no cristianos, buscan un cristianismo sin cruz. Sin un Cristo que murió por nosotros, sin un amor que pasa por el sufrimiento, sin todo aquello que pueda alterar “mi vida”. Quedándose solo con lo que parece “lo bueno” de la religión. Rechazando todo aquello que “no me gusta”, “no estoy de acuerdo”… Y es importante reconocer el hecho histórico de la cruz, de la redención, del camino que tuvo que recorrer nuestro Maestro y nuestro Señor:

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En la cruz está la vida (Santa Teresa de Ávila) En la cruz está la vida y el consuelo, y ella sola es el camino para el cielo. En la cruz está “el Señor de cielo y tierra”, y el gozar de mucha paz, aunque haya guerra. Todos los males destierra en este suelo, y ella sola es el camino para el cielo. De la cruz dice la Esposa a su Querido que es una “palma preciosa” donde ha subido, y su fruto le ha sabido a Dios del cielo, y ella sola es el camino para el cielo. Es una “oliva preciosa” la santa cruz que con su aceite nos unta y nos da luz. Alma mía, toma la cruz con gran consuelo, que ella sola es el camino para el cielo.

Es la cruz el “árbol verde y deseado” de la Esposa, que a su sombra se ha sentado para gozar de su Amado, el Rey del cielo, y ella sola es el camino para el cielo. El alma que a Dios está toda rendida, y muy de veras del mundo desasida, la cruz le es “árbol de vida” y de consuelo, y un camino deleitoso para el cielo. Después que se puso en cruz el Salvador, en la cruz está “la gloria y el honor”, y en el padecer dolor vida y consuelo, y el camino más seguro para el cielo.

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Comisión Diocesana de Pastoral de la Salud

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CUARESMA

“Los testigos de la cruz y de la resurrección de Cristo han transmitido a la Iglesia y a la humanidad un específico Evangelio del sufrimiento. El mismo Redentor ha escrito este Evangelio, ante todo, con el propio sufrimiento asumido por amor, para que el hombre «no perezca, sino que tenga la vida eterna». (80) Este sufrimiento, junto con la palabra viva de su enseñanza, se ha convertido en un rico manantial para cuantos han participado en los sufrimientos de Jesús en la primera generación de sus discípulos y confesores y, luego, en las que se han ido sucediendo a lo largo de los siglos. Es ante todo consolador —como es evangélica e históricamente exacto— notar que al lado de Cristo, en primerísimo y muy destacado lugar junto a Él, está siempre su Madre Santísima por el testimonio ejemplar que con su vida entera da a este particular Evangelio del sufrimiento. En Ella los numerosos e intensos sufrimientos se acumularon en una tal conexión y relación, que si bien fueron prueba de su fe inquebrantable, fueron también una contribución a la redención de todos. En realidad, desde el antiguo coloquio tenido con el ángel, Ella entrevé en su misión de madre el «destino» a compartir, de manera única e irrepetible, la misión misma del Hijo. Y la confirmación de ello le vino bastante pronto, tanto de los acontecimientos que acompañaron el nacimiento de Jesús en Belén, cuanto del anuncio formal del ancia-

no Simeón, que habló de una espada muy aguda que le traspasaría el alma, así como de las ansias y estrecheces de la fuga precipitada a Egipto, provocada por la cruel decisión de Herodes. Más aún, después de los acontecimientos de la vida oculta y pública de su Hijo, indudablemente compartidos por Ella con aguda sensibilidad, fue en el Calvario donde el sufrimiento de María Santísima, junto al de Jesús, alcanzó un vértice ya difícilmente imaginable en su profundidad desde el punto de vista humano, pero ciertamente misterioso y sobrenaturalmente fecundo para los fines de la salvación universal. Su subida al Calvario, su «estar» a los pies de la cruz junto con el discípulo amado, fueron una participación del todo especial en la muerte redentora del Hijo, como por otra parte las palabras que pudo escuchar de sus labios, fueron como una entrega solemne de este típico Evangelio que hay que anunciar a toda la comunidad de los creyentes. Testigo de la pasión de su Hijo con su presencia y partícipe de la misma con su compasión, María Santísima ofreció una aportación singular al Evangelio del sufrimiento, realizando por adelantado la expresión paulina citada al comienzo. Ciertamente Ella tiene títulos especialísimos para poder afirmar lo de completar en su carne —como también en su corazón— lo que falta a la pasión de Cristo.

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Peticiones A la luz del incomparable ejemplo de Cristo, reflejado con singular evidencia en la vida de su Madre, el Evangelio del sufrimiento, a través de la experiencia y la palabra de los Apóstoles, se convierte en fuente inagotable para las generaciones siempre nuevas que se suceden en la historia de la Iglesia. El Evangelio del sufrimiento significa no sólo la presencia del sufrimiento en el Evangelio, como uno de los temas de la Buena Nueva, sino además la revelación de la fuerza salvadora y del significado salvífico del sufrimiento en la misión mesiánica de Cristo y luego en la misión y en la vocación de la Iglesia. “Con María, Madre de Cristo, que estaba junto a la Cruz, (103) nos detenemos ante todas las cruces del hombre de hoy. Invoquemos a todos los Santos que a lo largo de los siglos fueron especialmente partícipes de los sufrimientos de Cristo. Pidámosles que nos sostengan. Y os pedimos a todos los que sufrís, que nos ayudéis. Precisamente a vosotros, que sois débiles, pedimos que seáis una fuente de fuerza para la Iglesia y para la humanidad. En la terrible batalla entre las fuerzas del bien y del mal, que nos presenta el mundo contemporáneo, venza vuestro sufrimiento en unión con la cruz de Cristo”. De la encíclica Salvifici Doloris, S. Juan Pablo II

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1. Por el Papa, los Obispos y los Sacerdotes, para que con su ministerio pastoral hagan presente que el sufrimiento tiene valor y sentido corredentor, asociado a la Pasión y muerte en Cruz de Nuestro Señor Jesucristo. 2. Por nuestros hermanos que sufren la enfermedad, concédeles fortaleza en el cuerpo, paz en el espíritu, paciencia en el dolor y plena recuperación de la salud. 3. Señor, que quieres que enriquezcamos con nuestra presencia y testimonio a la Iglesia, llena a nuestros religiosos con el celo de tu Nombre y da el incremento a lo que ellos siembran y riegan en tu campo desde su vocación hecha vida en su particular carisma. 4. Por la buena relación entre las familias, para que, a ejemplo de la Sagrada Familia de Nazaret, mantengan en su hogar el ambiente adecuado para el crecimiento de todos sus miembros “en sabiduría, estatura y gracia ante Dios y ante los hombres”. 5. Por los pobres y desamparados, por los incomprendidos, por los que no se sienten queridos… para que tengan siempre una persona dispuesta a vivir y poner en práctica las palabras de Cristo: “…habéis visto lo que he hecho con vosotros, haced vosotros lo mismo”.

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Oración 6. Por los que otros años vivieron y celebraron con nosotros aquí, en la tierra, la aventura del Paso del Señor, para que gocen y disfruten por siempre contigo, Padre, de lo que aquí creyeron y esperaron. Padre nuestro…

Señor Jesús, creemos que estás vivo y resucitado. Creemos que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del altar y en cada uno de nosotros. Te alabamos y te adoramos, por venir hasta nosotros como pan vivo bajado del cielo. Tú eres la resurrección y la plenitud de la vida. Tú eres, Señor, salud de los enfermos. Ten compasión de los que sufren en su cuerpo, de los que sufren en su corazón y de los que sufren en su alma, de aquellos que están orando y oyendo los testimonios de lo que Tú estás haciendo por tu Espíritu renovador en el mundo entero. Ten compasión de ellos, Señor. Bendícelos a todos y haz que vuelvan a encontrar la salud, que su fe crezca y se vayan abriendo a las maravillas de tu amor, para que también ellos sean testigos de tu poder y de tu compasión. Te lo pedimos por intercesión de María Santísima, tu madre, quien estaba presente al pie de la cruz. La que te tuvo en sus brazos al encarnarte y la que te sostuvo al bajarte de la Cruz contemplando tu cuerpo maltratado y ensangrentado. La misma que fue testigo de tu Resurrección al tercer día y que reunió a tus Apóstoles en espera de la venida del Espíritu Santo el día de Pentecostés.

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Palabras del Papa Francisco, en la audiencia general de la Plaza de San Pedro el miércoles 26 de febrero de 2014, sobre el sacramento de la Unción Queridos hermanos, buenos días. Hoy quiero hablaros del Sacramento de la Unción de los enfermos, que nos permite tocar de cerca la compasión de Dios por el hombre. En el pasado se le llamaba “Extrema unción”, porque era entendida como consuelo espiritual en la inminencia de la muerte. Hablar por el contrario de “Unción de los enfermos” nos ayuda a extender la mirada a la experiencia de la enfermedad y del sufrimiento, en el horizonte de la misericordia de Dios.  1. Existe un icono bíblico que expresa en toda su profundidad el misterio que se trasparenta en la Unción de los enfermos: es la parábola del «buen samaritano», en el Evangelio de Lucas (10,30-35). Cada vez que celebramos tal Sacramento, el Señor Jesús, en la persona del sacerdote, se hace cercano a quien sufre y está gravemente enfermo, o anciano. Dice la parábola que el buen samaritano se preocupa del hombre sufriente echando sobre sus heridas aceite y vino. El aceite nos hace pensar en aquel que es bendecido por el Obispo cada año, en la Misa Crismal del Jueves Santo, propiamente para la Unción de los enfermos. El vino, al contrario, es signo del amor y de la gracia de Cristo que nacen del don de su vida por nosotros y se

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expresa en toda su riqueza en la vida sacramental de la Iglesia. Finalmente, la persona sufriente viene confiada a un posadero, a fin de que pueda continuar cuidando de él, sin olvidarse de lo que cueste. Ahora, ¿quién es este posadero? Es la Iglesia, la comunidad cristiana, somos nosotros, a los cuales cada día el Señor nos confía aquellos que están afligidos, en el cuerpo y en el espíritu, para que podamos continuar derramando sobre ellos, sin medida, toda su misericordia y salvación. 2. Este mandato es reiterado de forma explícita y precisa en la Carta de Santiago, donde recomienda: «¿Está enfermo alguno entre vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, que recen por él, y lo unjan con óleo en el nombre del Señor. La oración hecha con fe salvará al enfermo, y el Señor lo restablecerá; y si hubiera cometido algún pecado, le será perdonado» (5,14-15). Se trata pues de una praxis que se vivía ya en tiempo de los Apóstoles. Jesús ha enseñado a sus discípulos a tener su misma predilección por los enfermos y los que sufren, y les ha transmitido la capacidad y la tarea de continuar a dar en su nombre y según su corazón

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alivio y paz, a través de la gracia especial de tal Sacramento. Pero esto no nos debe hacer caer en la búsqueda obsesiva del milagro o en la presunción de poder conseguir siempre la curación. Sino que es la seguridad de la cercanía de Jesús al enfermo y también al anciano, porque cada anciano, cada persona mayor de 65 años, puede recibir este Sacramento, mediante el cual es Jesús mismo el que se le acerca.   Pero cuando tenemos un enfermo a menudo se piensa: “llamamos al sacerdote para que venga”; “No, porque trae mala suerte, no lo llamemos”, o bien “el enfermo se asusta”. ¿Por qué se piensa esto? Porque existe un poco la idea de que después del sacerdote llega la funeraria. Y esto no es verdad. El sacerdote viene para ayudar al enfermo o al anciano; por eso es tan importante la visita de los sacerdotes a los enfermos. Es necesario llamar al sacerdote junto al enfermo y decirle: “venga, dele la unción, bendígalo”. Es Jesús mismo quien llega para aliviar al enfermo, para darle fuerza, para darle esperanza, para ayudarlo; incluso para perdonarle los pecados. ¡Y esto es precioso! Y no necesitamos pensar que esto es un tabú, porque es siempre precioso saber que en el momento del

dolor y de la enfermedad nosotros no estamos solos: el sacerdote y aquellos que están presentes durante la Unción de los enfermos representan de hecho a toda la comunidad cristiana que, como un único cuerpo se aprieta entorno a quien sufre y a sus familiares, alimentando en ellos la fe y la esperanza, y sosteniéndoles con la oración y el calor fraterno. Pero el mayor apoyo deriva del hecho que quien está presente en el Sacramento es el mismo Señor Jesús, que nos toma de la mano, nos acaricia como hacía con los enfermos y nos recuerda que le pertenecemos y que nada —ni siquiera el mal y la muerte— podrá jamás separarnos de Él. Adquiramos esta costumbre de llamar al sacerdote para que a nuestros enfermos —no digo enfermos de gripe, de tres-cuatro días, sino cuando se trata de una enfermedad seria— y también a nuestros ancianos, venga y les de este Sacramento, este consuelo, esta fuerza de Jesús para seguir adelante. ¡Hagámoslo!

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Pascua En la perspectiva de la Pascua, sufrir y morir no son meramente estar en la cruz, sino una oportunidad de amar, y de amar más: “Dios amó tanto al mundo que nos dio a su Hijo Unigénito, y aquél que cree en Él no morirá, sino que tendrá vida eterna” (Jn 3, 16). En esta vida terrenal, debemos integrar el Viernes Santo con el Domingo de Pascua, ya que uno necesita del otro. Si las personas sufren unidas a Dios, sus experiencias de angustia y dolor pueden convertirse en experiencias de resurrección. La muerte es parte de la vida. Día que vivimos en Cristo es un día de muerte para el mundo y un día que nos acerca a la vida eterna en Cristo: “…si el grano de trigo muere, da mucho fruto” (Jn 12, 24 - 26). San Juan Pablo II dice en Evangelium Vitae que el sentido más profundo de la vida se encuentra en el amor, en servir a los otros con amor y por amor. Dios nos ama, por eso nunca moriremos. La muerte, para los que creen en Cristo, significa realmente pasar a otra realidad para no morir ya jamás (Jn 11, 26). Para un cristiano, la muerte, aunque por supuesto es muy importante y también traumática, no es la realidad última y final del hombre; no significa la estación-término de nuestra vida, el olvido y el sinsentido. San Clemente de Alejandría dijo de una manera bellísima: “Mediante su muerte y resurrección, Cristo convirtió la puesta de sol en amanecer”. Santa Teresita del Niño Jesús, justo antes de morir a

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la edad de 24 años, afirmó: “No me estoy muriendo, sino que estoy entrando en la vida eterna”. También Rabindranath Tagore, poeta hindú, dijo: “La muerte no es apagarse la luz, sino apagarse la lámpara porque ha llegado la aurora”. Nosotros, enfrentados al sufrimiento y a la muerte, y con ellos, hemos de repetir: “Alaba, alma mía, al Señor, porque es bueno y su Amor dura por siempre”.

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Preces 1. Por la Iglesia, que sepa acoger las alegrías y las esperanzas de todos los hombres y los ayude a encontrar en Dios el cumplimiento de sus anhelos. 2. Por los obispos, los presbíteros y los diáconos, para que, con la fuerza de Jesús resucitado, sean instrumentos de reconciliación y de amor entre todos. 3. Por quienes gobiernan a los pueblos, que se esfuercen en construir una sociedad más justa y solidaria. 4. Por quienes sufren discriminación laboral, social, sexual, económica, o por razón de su procedencia, para que termine esta situación y todos vean reconocida su dignidad humana. 5. Por los que viven experiencias de dolor, para que no se dejen vencer por el desánimo, sino que la fuerza de la fe y la solidaridad de los hermanos los ayude a creer en la resurrección. 6. Por las familias, para que se dejen inundar de la sinceridad y la verdad que nacen de la resurrección, y abran sus puertas a la hospitalidad de los miembros más pobres y sufrientes. 7. Por todos nosotros, que la fuerza del Evangelio nos haga testigos de la vida nueva de Jesús.

¿Qué nos traes, Señor, en esta mañana de Pascua? Os avanzo una gran noticia: la muerte, con la mía, ha sido aniquilada y vencida. Cuando un día caigáis en sueño profundo, comprenderéis el fruto de este amanecer pascual: seréis eternos, como mi Padre es eterno, estaréis convocados a una fiesta sin final, donde vuestros ojos se asombrarán ante la belleza del rostro de Aquel que os creó. ¿Todavía me preguntáis qué os traigo? Frente a un mundo pequeño, os regalo un Reino inmenso. Frente al llanto del suelo, os garantizo la dicha eterna. Frente a la cruz pesada, os anuncio el consuelo divino. Frente al absurdo de la muerte, la vida conquistada. Y, junto con todo esto, os traigo un ruego: ¡Creed en Dios! ¡Esperad en Dios! Que Él, como a mí, os dará vida plena y resucitada. P. Javier Leoz

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Cuaresma 2015

Propuesta Diocesana de Cáritas

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Guión litúrgico para la Eucaristía del segundo domingo de mes cuya colecta se destina a la Cáritas Parroquial

8 de marzo de 2015

Tercer domingo de Cuaresma Desarrollo de la oración

Material para que los miembros de cada Cáritas Parroquial puedan animar la Eucaristía dominical, con el fin de sensibilizar e implicar a la comunidad en el compromiso sociocaritativo. Ambientación del lugar Se puede poner un cartel en el ambón o en la parte delantera del altar donde se lea:

En este tercer domingo de Cuaresma, al igual que los primeros discípulos, nos reunimos hoy aquí en torno a la mesa del altar para celebrar la fe que nos une, para dejarnos alcanzar por la Palabra de Dios que nos orienta, y para alimentarnos del Cuerpo de Cristo que nos sustenta y nos hace comprometernos con los hermanos. La Campaña de Cáritas de este año nos invita a preguntarnos sobre lo que estamos haciendo con nuestro hermano, con nuestro prójimo, en el que está Dios encarnado. Que la Eucaristía de hoy nos haga salir de aquí siendo más conscientes de que todos somos Templos Vivos habitados por Cristo, con la misión de hacer de este mundo un lugar fraterno y justo. Donde todos amemos y vivamos la justicia en nuestro día a día con los que están a nuestro alrededor.

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PALABRA DE DIOS Monición a la 1ª lectura (Éx 20, 1-17) En la primera lectura Dios presenta al pueblo de Israel los diez mandamientos como código ético y moral de conducta para que puedan vivir y convivir en paz y justicia como pueblo elegido de Dios. Monición a la 2ª lectura (1 Cor 1, 22-25) Al igual que hace 2000 años, el mensaje y la persona de Jesús resucitado es hoy negado y rechazado por los que viven instalados en el mundo del bienestar y del materialismo, por los que viven encerrados en sus ideologías, prejuicios y autosuficiencias. Estamos llamados a predicar sin descanso, con nuestras vidas comprometidas, la alegría del Evangelio de Jesús que ha traspasado nuestros corazones. Monición al Evangelio (Jn 2, 13-25) Hoy el Templo donde habita Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo es el cuerpo de cada ser humano. Hoy en este Templo sagrado que es el ser humano, se está imponiendo la ley del Mercado para someterlo y convertirlo en un consumista sin interioridad. Este Mercado también reduce al ser humano a una mercancía más, que cuando no le es útil, rentable o productivo, lo descarta del sistema. Es la lógica del tanto tienes tanto vales, que a veces tanto se cuela en nuestra relaciones humanas. ¿Cómo reaccionaría hoy Jesús ante los desmanes del Mercado que tantos excluidos provoca en nuestro mundo y en nuestras relaciones humanas mercantilizadas? 114

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PETICIONES 1. Señor de la Vida, te pedimos por los que pasan hambre en el mundo, por los que no tienen acceso a la sanidad y a la educación, para que la ciudadanía exija a los gobernantes que trabajen sin descanso por un mundo justo. Roguemos al Señor. 2. Señor de la Vida, te pedimos por las personas y familias que en nuestro barrio viven angustiadas por la falta de recursos y futuro, por las que están sin trabajo, para que no pierdan la esperanza, se llenen de tu presencia, y encuentren en su entorno y en nosotros apoyo y ayuda fraterna. Roguemos al Señor. 3. Señor de la Vida, te pedimos por la Iglesia, por nuestra comunidad parroquial, por cada uno de sus miembros, para que nunca dejemos entrar en nuestro corazón la ley del Mercado, ni la lógica del Mercado, ni las actitudes y comportamientos del Mercado, sino que reine sólo el Espíritu del Evangelio. Roguemos al Señor. 4. Señor de la Vida, te pedimos por la paz en el mundo y en todos los corazones, para que toda violencia, agresión y terrorismo desaparezcan. Roguemos al Señor. 5. Señor de la Vida, te pedimos para que todos nosotros seamos testigos, allí donde estemos, del estilo de vivir comprometido con nuestros hermanos y hermanas más necesitados, nuestros prójimos. Roguemos al Señor.

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Oración para después de la comunión

Caminaré Caminaré siempre en tu presencia por el camino de la vida. Te entrego, Señor, mi vida, hazla fecunda. Te entrego mi voluntad, hazla idéntica a la tuya. Caminaré a pie descalzo, con el único gozo de saber que eres mi tesoro. Toma mis manos, hazlas acogedoras. Toma mi corazón, hazlo ardiente. Toma mis pies, hazlos incansables. Toma mis ojos, hazlos transparentes. Toma mis horas grises, hazlas novedad. Hazte compañero inseparable de mis caídas y tribulaciones. Y enséñame a gozar en el camino de las pequeñas cosas que me regalas, sabiendo siempre ir más allá sin quedarme en las cunetas de los caminos.

Toma mis cansancios, hazlos tuyos. Toma mis veredas, hazlas tu camino. Toma mis mentiras, hazlas verdad. Toma mis muertes, hazlas vida. Toma mi pobreza, hazla tu riqueza. Toma mi obediencia, hazla tu gozo. Toma mi nada, haz lo que quieras. Toma mi familia, hazla tuya. Toma mis pecados. Toma mis faltas de amor, mis eternas omisiones, mis permanentes desilusiones, mis horas de amarguras. Camina, Señor, conmigo; acércate a mis pisadas. Hazme nuevo en la donación, alegría en la entrega, gozo desbordante al dar la vida, al gastarse en tu servicio. Amén.

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Vosotros sois pueblo de Dios

Guión de oración de Cáritas para la Comunidad Parroquial

Oración para mirar con ojos renovados Ambientación del lugar La oración estará presidida por un icono de Jesús. A su lado estará una Biblia abierta por Mc 10,46-52, y lamparillas encendidas a su alrededor. Una música suave de fondo sonará para crear ambiente de oración.

Desarrollo de la oración Lector 1: En un mundo donde la oscuridad de la injusticia inunda la vida de tantas personas; en un mundo donde tantos viven cegados por el egoísmo, por el dinero, por el afán de tener y poseer, por el afán de dominar, por la indiferencia ante el hermano necesitado… En un mundo tan necesitado de luz…, desde Cáritas os invitamos a participar en esta oración para llenarnos de la luz de Dios, para ser agentes de luz. Empezamos poniéndonos en presencia de nuestro Padre Madre Dios. Sentimos la necesidad de estar con Él, y Él tiene también la necesidad de estar con nosotros. No deja de buscarnos, de esperarnos, de aguardar a que paremos, a que hagamos silencio interior para escuchar que siempre está pasando a nuestro lado, esperando a que le hagamos caso, a que le llamemos. Llamémosle con fuerza en este momento de oración, para que ponga luz en nuestras oscuridades. Lector 2: se levanta y coge la Biblia que preside la oración para leer el texto evangélico: Mc 10,46-52. Tras un breve silencio, el lector 1 dirá: Ahora vamos a dejar unos 13 minutos para que cada uno relea este pasaje evangélico, y haga el siguiente ejercicio de imaginación:

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CUARESMA

Imagina que tú eres el ciego, métete de lleno en la escena, estás sentado junto al camino, escuchas los pasos de la gente pasar, sientes la brisa del aire sobre tu rostro, el frescor o el calor del día. De pronto escuchas que mucha gente se acerca, el murmullo de sus voces cada vez es más grande, algo está pasando, alguien importante está pasando… Escuchas que es Jesús el que va en ese tumulto de gente… ¿Qué sentirías al saber que es Jesús quien está pasando a tu lado…? ¿Quién es Jesús para ti en estos momentos de tu vida? ¿Le llamarías? ¿Le dirías algo? ¿Qué le pedirías? Imagina que te contesta a lo que le has dicho o pedido. Imagina cómo sería el sonido de su voz, cómo resonarían sus palabras dentro de ti, el efecto que provocarían en ti… y quédate en silencio contemplándote como protagonista dentro de esta escena del evangelio. Escucha lo que Jesús te está diciendo a través de ella en estos momentos de tu vida.

Pasados unos 13 minutos, el lector 2 volverá a proclamar Mc 10,46-52. Después de ser proclamado el evangelio, el lector 1 dirá: Ahora leemos a dos coros la oración titulada “Levántate, mira, descubre”. Después dejaremos unos 12 minutos para releerla y meditarla… como si esas fueran las palabras que nos ha dicho Jesús después de levantarnos del borde del camino y curarnos de nuestra ceguera. Deja que vayan resonando en ti. Pasados unos 12 minutos, el lector 1 dirá: Leemos ahora todos juntos la oración titulada “Caminaré”. Después dejaremos unos 12 minutos para releerla y hacerla nuestra. Durante este tiempo, el que quiera podrá decir en voz alta alguna frase de esta oración, esa frase que con más fuerza quisiera decirle a Dios en estos momentos. Pasados unos 12 minutos, cuando ya no quede nadie por decir ninguna frase, el lector 1 dirá: En estos momentos, si alguien quiere hacer una petición, alguna acción de gracias, o compartir algo de lo vivido en este espacio de oración, ahora es el momento de hacerlo. Para terminar vamos a rezar juntos, cogidos de la mano, la oración que Jesús nos enseñó, y después de rezarla nos daremos un abrazo de paz: Padre nuestro…

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Oración para mirar con ojos renovados Llegaron a Jericó. Y cuando ya salía Jesús de la ciudad seguido de sus discípulos y de mucha gente, un mendigo llamado Bartimeo, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino. Al oír que era Jesús de Nazaret, el ciego comenzó a gritar: —¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí! Muchos le reprendían para que se callara, pero él gritaba más aún: — ¡Hijo de David, ten compasión de mí! Jesús se detuvo y dijo: —Llamadle. Llamaron al ciego y le dijeron: —Ánimo, LEVÁNTATE, el Maestro TE LLAMA. El ciego arrojó su capa, y dando un salto se acercó a Jesús, que le preguntó: — ¿Qué quieres que haga por tí? El ciego le contestó: — Maestro, quiero recobrar la vista. Jesús le dijo: —Puedes irte. Por tu fe has sido sanado. En aquel mismo instante el ciego recobró la vista, y siguió a Jesús (Mc 10,46-52).

Levántate, mira, descubre Levántate cuando no encuentres horizonte, porque siempre hay un camino que recorrer, y no hay razón para dejar de intentarlo. Jesús siempre te abre caminos de esperanza. Levántate, aunque te rodeen las sombras de la incertidumbre. La luz se abre paso por resquicios insospechados, y al iluminar la realidad la llena de posibilidades… Déjate siempre sorprender por Jesús. Levántate, aunque te opriman tus miedos, tus complejos, tus fragilidades, tus dificultades. Puedes quitarte muchos estorbos que te impiden avanzar, y avanzarás más liviano, más libre, más alegre. Déjate sanar y liberar por Jesús… Déjate llevar por él. Levántate, aunque te sientas sin fuerzas. Es Jesús el que te impulsa, quien te lleva de la mano, quien te llena de su Espíritu. Deja atrás las sombras y oscuridades, las cegueras y vendas que te aíslan y entristecen. Deja atrás todo lo que oscurece la vida. Vamos, levántate, el Maestro te llama para encenderte la mirada.

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CUARESMA

Con tu mirada encendida, con tu mirada renovada… DESCUBRIRÁS: Que todos somos obra de Dios, llevamos algo de bueno en el corazón.

Que los adolescentes tienen un caudal de planes, y los niños, de amor.

Que todos valemos la pena, y nos queda algo de la imagen de Dios.

Que los pobres tienen un caudal de riqueza, y los discapacitados, de capacidades.

Que a todos hay que darles otra oportunidad.

Que hay razón para tender puentes, dar a todos la paz, trabajar por la paz, amar y defender la creación.

Que todos somos dignos de amor, justicia, libertad, perdón. Que todos somos dignos de compasión, respeto y de muchos derechos. Que todas las criaturas son mis hermanas. Que la creación es obra maravillosa de Dios. Que no hay razón para levantar barreras. Que no hay razón para ninguna clase de discriminación. Que no hay razón para el fanatismo y para no dialogar con alguien. Que no hay razón para maldecir, juzgar y condenar a nadie. Que no hay razón para matar, ni para el racismo. Que todos los ancianos tienen un caudal de sabiduría, y los jóvenes, de ideales.

Que hay razón para ser hermanos y seguir siendo amigos. Que hay razón para sonreír a todos. Que hay razón para dar a todos los buenos días, dar a todos la mano, intentar de nuevo hacerlo todo mejor. Que hay razón para seguir viviendo, para vivir en comunidad. Que hay razón para prestar un oído a lo que dicen los demás. Que hay razón para servir, amar, sufrir. Que hay razón para hacer otro mundo posible, para hacer presente cada día un trocito de Reino.

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Caminaré Caminaré siempre en tu presencia por el camino de la vida. Te entrego, Señor, mi vida, hazla fecunda. Te entrego mi voluntad, hazla idéntica a la tuya. Caminaré a pie descalzo, con el único gozo de saber que eres mi tesoro. Toma mis manos, hazlas acogedoras. Toma mi corazón, hazlo ardiente. Toma mis pies, hazlos incansables. Toma mis ojos, hazlos transparentes. Toma mis horas grises, hazlas novedad. Hazte compañero inseparable de mis caídas y tribulaciones. Y enséñame a gozar en el camino de las pequeñas cosas que me regalas, sabiendo siempre ir más allá sin quedarme en las cunetas de los caminos. Toma mis cansancios, hazlos tuyos. Toma mis veredas, hazlas tu camino. Toma mis mentiras, hazlas verdad. Toma mis muertes, hazlas vida. Toma mi pobreza, hazla tu riqueza. Toma mi obediencia, hazla tu gozo.

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Toma mi nada, haz lo que quieras. Toma mi familia, hazla tuya. Toma mis pecados. Toma mis faltas de amor, mis eternas omisiones, mis permanentes desilusiones, mis horas de amarguras. Camina, Señor, conmigo; acércate a mis pisadas. Hazme nuevo en la donación, alegría en la entrega, gozo desbordante al dar la vida, al gastarse en tu servicio. Amén.

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5 semanas, 5 compromisos de fraternidad para Cuaresma y Pascua Somos de la misma familia, la humana. Somos hijos del mismo Padre-Madre Dios que nos ha creado por puro amor. El artículo 1º de la Declaración Universal de los Derechos Humanos nos indica que debemos comportarnos fraternalmente los unos con los otros. Desde nuestra esencia estamos llamados a vivir como hermanos y hermanas. Es la meta de nuestra plena humanización. Para ejercitarnos en ser cada vez más fraternos, te proponemos vivir a lo largo de 5 semanas, 5 compromisos que ayudan a hacer posible y palpable la Fraternidad. Aseguramos que todo aquel que se atreva a vivir a fondo esta experiencia de compromiso, se llevará una gran sorpresa… ya no podrá volver atrás, repetirá la experiencia.

Semana 1a Compromiso de Acogida y Cercanía Esfuérzate cada día de esta semana por saludar con cariño a las personas con las que te encuentres. Toma tú la iniciativa en el saludo, ve a buscarlas. Muéstrales que les importas, que ellas son lo primero para ti, y sé amable y cercano con ellas mientras estén contigo. Haz que se sientan a gusto contigo. Estate especialmente dispuesto a perdonar cualquier desencuentro o roce de convivencia. Al final de esta semana escribe 5 nombres de personas con las que has puesto en práctica conscientemente este compromiso (como mínimo). Si no llegas a 5 nombres, tendrás que repetir este ejercicio la semana siguiente con 5 nuevas personas.

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Semana 2a Compromiso de Escucha y Empatía

Semana 3a Compromiso de Gratuidad y Compartir

Esfuérzate cada día por escuchar con atención lo que los demás quieran contarte, por pequeño o insignificante que parezca. Vive conscientemente con actitud de escucha durante esta semana. No hables sólo de ti y de tus cosas con los demás, déjales que puedan hablarte de su vida y de sus cosas, dales la oportunidad de que puedan desahogarse o confiarse contigo si quieren. Que puedan disfrutar el regalo de sentirse escuchados. Durante esta semana esfuérzate por crear ocasiones que den pie al otro a hablar de lo que lleva dentro, y al mismo tiempo tú practica la empatía con ellos, trata de ponerte en su lugar, sentir lo que ellos sienten por lo que te están contando.

Durante esta semana esfuérzate por hacer algo gratuitamente por otra persona: dedicarle tiempo a alguien, hacerle algún favor, ayudarle en alguna tarea, sorprenderle con algún detalle, adelantarte para satisfacer alguna necesidad de alguien, etc. Comparte también algo material tuyo con alguien.

Al final de esta semana escribe 5 nombres de personas con las que has puesto en práctica conscientemente este compromiso (como mínimo). Si no llegas a 5 nombres, tendrás que repetir este ejercicio la semana siguiente con 5 nuevas personas.

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Al final de esta semana escribe 5 nombres de personas con las que has puesto en práctica conscientemente este compromiso (como mínimo). Si no llegas a 5 nombres, tendrás que repetir este ejercicio la semana siguiente con 5 nuevas personas.

CUARESMA

Semana 4a Compromiso de Animar - Alegrar - Pacificar

Semana 5a Compromiso de ojos y corazón abiertos a la Solidaridad

Durante esta semana estate atento al estado anímico de las personas que te rodean, o si sufren algún conflicto que les quita la paz. Acércate a aquellos que veas que tienen un mal día, o que alguna cosa les preocupa, o que las veas tristes o con la moral baja, y dales alguna palabra de ánimo, o arráncales alguna sonrisa, o simplemente, sin decir nada especial, que te sientan cercano en su problema, que no están solos, tú estás ahí, cuentan contigo. Y a los que encuentres sin paz, trata de pacificarlos como buenamente puedas.

Durante esta semana te proponemos que eches una mirada especial a las problemáticas sociales y humanas que hay en el mundo y en la sociedad que te rodea. Mira con atención los telediarios, las noticias, los periódicos. Dedica tiempo a informarte, buscar, preguntar, sacar información sobre esto. Imagina que a alguien de tu familia le ha pasado algo malo, y estás volcado en informarte lo mejor posible sobre lo que le ha ocurrido. Es tu hermano y no puedes hacer menos. Haz pues un repaso de todos los colectivos humanos que lo están pasando mal en la actualidad. Plantéate cuál de esas problemáticas o situaciones que sufren hermanos tuyos es la que más te duele, te conmueve, o te indigna, y hazte esta pregunta: ¿Qué puedo hacer yo, por poco o insignificante que parezca? ¿A dónde puedo ir para colaborar, o echar una mano, o aportar mi granito de arena? Todo menos quedarme sin hacer nada.

Al final de esta semana escribe 5 nombres de personas con las que has puesto en práctica conscientemente este compromiso (como mínimo). Si no llegas a 5 nombres, tendrás que repetir este ejercicio la semana siguiente con 5 nuevas personas.

Al final de esta semana si no has contestado nada positivo y concreto a estas preguntas anteriores, deberás repetir este ejercicio la semana siguiente.

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Cuaresma 2015

Comisión Diocesana para los Mayores y Laicos

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Vía Crucis

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Desde muy antiguo, el Vía Crucis es un momento privilegiado de la tradicional piedad del pueblo de Dios, especialmente querido por las personas mayores, del mismo modo que es seguido con fervorosa devoción por todos los fieles creyentes, en este tiempo de Cuaresma y especialmente en la Semana Santa. Momento de oración guiada por la Palabra de Dios, en el que, a través de las tradicionales estaciones, contemplamos las etapas del camino que siguió Cristo hasta su muerte en la Cruz. Proponemos seguir, en el presente año, este camino teniendo presentes los temas del Ciclo 1 “Vosotros sois Pueblo de Dios” (especialmente los temas 1 y 2), del Itinerario Diocesano de Evangelización “La alegría de anunciar el Evangelio”, y lo haremos de la mano de la Exhortación apostólica Evangelii gaudium del Papa Francisco, teniendo como fondo la Resurrección de Cristo desde la que podemos contemplar y meditar con serena alegría los misterios de la Pasión de nuestro Señor.

El Vía Crucis es un excelente instrumento para ayudar a todos nuestros fieles —laicos, religiosos y sacerdotes; mayores y jóvenes; hijos, padres y abuelos— a que tomen conciencia de su pertenencia activa al pueblo de Dios y a la importancia de participar con alegría en el anuncio gozoso del Evangelio. Sugerimos que este santo ejercicio sea realizado de manera comunitaria en nuestras parroquias, en nuestras calles y plazas, en los viacrucis de nuestros pueblos, en las residencias de ancianos; así como de manera particular por cualquier fiel, y especialmente los ancianos y los enfermos en sus casas, que uniéndose a la Cruz de Cristo, desean participar ofreciendo sus dolores y sufrimientos por la acción evangelizadora de la Iglesia.

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Vosotros sois pueblo de Dios

Monición inicial En el nombre del Padre , y del Hijo, y del Espíritu Santo. R/. Amén.

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también en la muerte para vencerla y salvarnos. En la Cruz de Cristo está todo el amor de Dios, está su inmensa misericordia. Y es un amor del que podemos fiarnos, en el que podemos creer.

En el marco del Itinerario Diocesano de Evangelización, fruto de la nueva etapa evangelizadora que se abrió en nuestra Diócesis hace cuatro años, manifestamos la necesidad que tenemos de renovarnos y de insistir en la audacia del anuncio gozoso del Evangelio, ya que el mundo y la sociedad en los que vivimos necesita del testimonio fuerte, alegre y esperanzador de cada uno de nosotros.

Fiémonos de Jesús, confiemos en Él, porque Él nunca defrauda a nadie. Sólo en Cristo muerto y resucitado encontramos la salvación y redención. Con Él, el mal, el sufrimiento y la muerte no tienen la última palabra, porque Él nos da esperanza y vida: ha transformado la Cruz de ser un instrumento de odio, de derrota y de muerte, en un signo de amor, de victoria, de triunfo y de vida.

El Papa Francisco, en la Exhortación apostólica Evangelii gaudium, al que seguiremos en este Vía Crucis, nos recuerda que el Evangelio, donde deslumbra gloriosa la Cruz de Cristo, nos invita insistentemente a la alegría. Por ello, todos nosotros, tanto mayores como jóvenes, que somos el pueblo de Dios, estamos invitados a participar en esta nueva etapa evangelizadora marcada por esa misma alegría.

Pero la Cruz invita también a dejarnos contagiar por este amor, nos enseña así a mirar siempre al otro con misericordia y amor, sobre todo a quien sufre; a quien tiene necesidad de ayuda, a quien espera una palabra, un gesto; a quien no tiene esperanza; al que no conoce el amor. La Cruz nos invita a salir de nosotros mismos para ir al encuentro de ellos y tenderles la mano, anunciándoles que sí que hay esperanza.

Hemos venido hoy aquí para acompañar a Jesús a lo largo de su camino de dolor y de amor, el camino de la Cruz. Nunca estamos solos en este camino. Con nosotros siempre está Jesús que nos amó tanto, que quiso morir por nosotros. Un amor tan grande que entra en nuestro pecado y lo perdona; entra en nuestro sufrimiento y nos da fuerza para sobrellevarlo; entra

Llevemos nuestras alegrías y nuestros sufrimientos a la Cruz de Cristo; encontraremos un Corazón abierto que nos comprende, nos perdona, nos ama y nos pide llevar este mismo amor a nuestra vida, amar a cada hermano o hermana nuestra con ese mismo amor, anunciándoles con alegría la Buena Noticia, el amor de Dios, el Evangelio.

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Acto de Contrición ¡Señor mío, Jesucristo! Dios y Hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío; por ser Vos quien sois, Bondad infinita, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberos ofendido; también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno. Ayudado de vuestra divina gracia, propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta. Amén.

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PRIMERA ESTACIÓN

Jesús es condenado a muerte V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo. Del Evangelio según San Mateo (26,59-60.63-66) Los sumos sacerdotes y el Sanedrín en pleno buscaban un falso testimonio contra Jesús para condenarlo a muerte y no lo encontraban, a pesar de los muchos falsos testigos que comparecían. El sumo sacerdote se puso en pie y le dijo: «Te conjuro por el Dios vivo a que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios». Jesús le respondió: «Tú lo has dicho. Más aún, yo os digo: desde ahora veréis al Hijo del hombre sentado a la derecha del Poder y que viene sobre las nubes del cielo». Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras diciendo: «Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Acabáis de oír la blasfemia. ¿Qué decidís?». Y ellos contestaron: «Es reo de muerte». Meditación Señor, nosotros somos tu pueblo, el pueblo santo de Dios, y confesamos que tu Hijo asumió nuestra carne humana elevando a cada hombre al corazón mismo de Dios, que ama infinitamente a cada ser humano, y que por su muerte y resurrección nos revela y nos comunica la infinita misericordia del Padre. Creemos que Jesús dio su sangre por nosotros y eso nos garantiza tu amor sin límites que ennoblece a todo hombre. Dios nos invita a dejarnos amar por Él y a amarlo con el amor con el que Él mismo nos amó primero. Este mismo amor que provoca en nuestras vidas y en nuestras 128

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acciones la reacción más importante y fundamental: desear, buscar y cuidar el bien de los demás. Es tan grande y maravillosa esta noticia, que siempre la queremos volver a escuchar, a la vez que continuamente deseamos volver a anunciarla, de una forma u otra, a todos los que nos rodean: a nuestros familiares, a nuestros hermanos, a nuestros hijos y nietos, a nuestros amigos, a nuestros vecinos. ¡Anunciemos la Buena Noticia del amor de Dios a todos los hombres! (cf. Evangelii gaudium, 178). Padre nuestro Canto (CLN 526) A ti levanto mis ojos, a ti que habitas en el cielo; a ti levanto mis ojos porque espero tu misericordia.

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SEGUNDA ESTACIÓN

Jesús con la cruz a cuestas V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo. Del Evangelio según San Marcos (8,34-36) Jesús, llamando a la gente y a sus discípulos les dijo: «El que quiera venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará. Pues, ¿de qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero si pierde su vida?».

Padre nuestro Canto (CLN 103) Ved la Cruz de la Salvación donde Dios nos dio la vida; precio de la redención de la humanidad caída. Cruz de Cristo Vencedor, te adoramos, sálvanos.

Meditación Señor, Jesús es el modelo de la opción evangelizadora que nos introduce en el corazón del pueblo. ¡Qué bien nos hace mirarlo cercano a todos! La entrega de Jesús en la Cruz no es más que la culminación de ese estilo de vida que marcó toda su existencia. Cautivados por este modelo, deseamos cargar también con la Cruz: integrarnos a fondo en la sociedad, compartir la vida con todos, escuchar sus inquietudes, colaborar material y espiritualmente con ellos en sus necesidades, alegrarnos con los que están alegres, llorar con los que lloran y comprometernos en la construcción de un mundo nuevo, codo a codo con los demás. Pero no por obligación, no como un peso que nos desgasta, sino como una opción personal que nos llena de alegría y nos otorga identidad. ¡Ayúdanos, Señor, a que llevemos la Cruz, que tú nos das, cada día! (cf. Evangelii gaudium, 269). Vosotros sois pueblo de Dios

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TERCERA ESTACIÓN

Jesús cae por primera vez V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo. Del libro del profeta Isaías (53,4-6) Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado, traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable cayó sobre él, sus cicatrices nos curaron. Todos errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino, y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes. Meditación Señor, tú quieres que todos nosotros renovemos nuestro encuentro personal con Jesucristo, especialmente cuando nos alejamos de Él. Digámosle con infinita esperanza: «Señor, me he dejado engañar, de mil maneras escapé de tu amor, pero aquí estoy otra vez para renovar mi alianza contigo. Te necesito. Rescátame de nuevo, Señor, acéptame una vez más entre tus brazos redentores». ¡Nos hace tanto bien volver a Él cuando nos hemos perdido! Tú no te cansas nunca de perdonarnos, somos nosotros los que nos cansamos de acudir a tu misericordia. Jesús, que nos invitó a perdonar «setenta veces siete» nos da ejemplo: Él perdona setenta veces siete. Nos vuelve a cargar sobre sus hombros una y otra vez. Nadie podrá quitarnos la dignidad que nos otorga este amor infinito e inquebrantable. Él nos permite levantar la cabeza y volver a empezar, con una ternura que nunca nos desilusiona 130 Cuaderno Pastoral C U A R E S M A - P A S C U A 2 0 1 5

y que siempre puede devolvernos la alegría. No huyamos de la Cruz y de la resurrección de Jesús, nunca nos declaremos muertos, pase lo que pase. ¡Que nada pueda más que la vida de Cristo que nos lanza hacia adelante! (cf. Evangelii gaudium, 3). Padre nuestro Canto (CLN 107) Sí, me levantaré. Volveré junto a mi Padre. A ti, Señor, elevo mi alma, Tú eres mi Dios y mi Salvador. Sí, me levantaré. Volveré junto a mi Padre.

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CUARTA ESTACIÓN

Jesús se encuentra con su Madre V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo. Del Evangelio según San Lucas (2,34-35.51) Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: «Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma». Su madre conservaba todo esto en su corazón. Meditación Señor, en medio de tu pueblo siempre está María, tu madre. Ya desde tu nacimiento, ella es la que sabe transformar un pobre pesebre en la casa de Jesús, con unos pobres pañales y una montaña de ternura. Ella es la del corazón abierto por la espada, que comprende todas las penas. En María encontramos la fuerza de Dios para sobrellevar los sufrimientos y cansancios de la vida. Como madre nuestra y madre de todos, es signo de esperanza para todos los hombres. Ella es la misionera que se acerca a nosotros para acompañarnos por la vida, abriendo los corazones a la fe con su cariño materno. Como una verdadera madre, ella camina con nosotros, lucha con nosotros, y derrama incesantemente en nosotros la cercanía del amor de Dios. Ella es la Madre de la Iglesia evangelizadora. ¡María es la Madre de la evangelización! (cf. Evangelii gaudium, 284.286).

Padre nuestro Canto (CLN 398) Mientras recorres la vida, tú nunca solo estás, contigo por el camino Santa María va. ¡Ven con nosotros al caminar, Santa María, ven! ¡Ven con nosotros al caminar, Santa María, ven!

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QUINTA ESTACIÓN

El Cireneo ayuda a Jesús a llevar la cruz V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo. Del Evangelio según San Marcos (15,21) Pasaba uno que volvía del campo, Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo, y le obligaron a llevar la cruz de Jesús. Meditación Señor, nosotros deseamos compartir la vida con la gente y entregarnos generosamente a la labor evangelizadora, pero para eso también necesitamos reconocer que cada persona es digna de nuestra entrega. No por su aspecto físico, por sus capacidades, por su lenguaje, por su mentalidad o por las satisfacciones que nos brinde, sino porque es obra de Dios, criatura tuya. Tú la creaste a tu imagen, y refleja algo de tu gloria. Todo ser humano es objeto de tu ternura infinita, y el mismo Señor habita en su vida. Jesucristo dio su preciosa sangre en la Cruz por esa persona. Más allá de toda apariencia, cada uno es inmensamente sagrado y merece nuestro cariño y nuestra entrega. Por ello, si logro ayudar a una sola persona a vivir mejor, eso ya justifica la entrega de toda mi vida. Es hermoso ser pueblo fiel de Dios. ¡Y alcanzamos la plenitud cuando rompemos las paredes y el corazón se nos llena de rostros y de nombres! (cf. Evangelii gaudium, 274).

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Padre nuestro Canto (CLN 398) Un mandamiento nuevo nos dio el Señor: que nos amáramos todos como Él nos amó. La señal de los cristianos es amarse como hermanos.

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SEXTA ESTACIÓN

La Verónica enjuga el rostro de Jesús V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo. Del libro del profeta Isaías (53,2-3) No tenía figura ni belleza. Lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado por los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros; despreciado y desestimado. Meditación

Padre nuestro Canto (CLN 398) Anunciaremos tu Reino, Señor, tu Reino, Señor, tu Reino. Reino que ya ha comenzado, Reino que no tendrá fin. Tu Reino, Señor, tu Reino.

Señor, queremos ser la Iglesia en salida, la comunidad de discípulos misioneros que sintiéndose profundamente amados por el Señor, saben salir de sí mismos, sin miedo, saliendo al encuentro y buscando a los alejados, llegando a los cruces de los caminos para invitar a los excluidos, metiéndose con obras y gestos en la vida cotidiana de los demás, acortando distancias, abajándose hasta la humillación si es necesario, asumiendo la vida humana, tocando la carne sufriente de Cristo en cada hombre que sufre. Viviendo un deseo inagotable de brindar misericordia, fruto de haber experimentado en nosotros la infinita misericordia del Padre y de su fuerza arrolladora. ¡Ayúdanos, Señor, a que también todos nosotros tengamos «olor a oveja»! (cf. Evangelii gaudium, 24).

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SÉPTIMA ESTACIÓN

Jesús cae por segunda vez V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo. Del libro de los Salmos (22,7-12) Pero yo soy un gusano, no un hombre, vergüenza de la gente, desprecio del pueblo; al verme, se burlan de mí, hacen visajes, menean la cabeza: “Acudió al Señor, que lo ponga a salvo; que lo libre si tanto lo quiere”. Pero tú eres quien me sacó del vientre, me tenías confiado en los pechos de mi madre; desde el vientre materno tú eres mi Dios. No te quedes lejos, que el peligro está cerca y nadie me socorre. Meditación Señor, no nos dejes caer en la tentación de la conciencia de derrota que nos convierte en pesimistas quejosos y desencantados con cara de vinagre, que ahoga el fervor y la audacia de la evangelización. Sabemos que nadie puede emprender una lucha, si de antemano no confía plenamente en el triunfo. El que comienza sin confiar, perdió de antemano la mitad de la batalla y entierra sus talentos. Aun con la dolorosa conciencia de nuestras propias fragilidades, queremos seguir adelante sin declararnos vencidos, recordando lo que el Señor dijo a san Pablo: «Te basta mi gracia, porque mi fuerza se manifiesta en la debilidad» (2 Cor 12,9). El triunfo cristiano es siempre una cruz, pero una cruz que al mismo tiempo es bandera de victoria, que se lleva con una ternura combativa ante los embates del mal. ¡Que tu Cruz, Señor, nos haga fuertes en el com134

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bate por anunciar con alegría tu victoria sobre el mal! (cf. Evangelii gaudium, 85). Padre nuestro Canto (CLN 398) Oh rostro ensangrentado de Cristo, el Señor. Cabeza circundada de afrenta y de dolor. Contritos contemplamos tu pena y tu aflicción. Acoge nuestro llanto, oh Cristo Salvador.

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OCTAVA ESTACIÓN

Jesús encuentra a las mujeres de Jerusalén V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo. Del Evangelio según San Lucas (23,28-31) Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque mirad que vienen días en los que dirán: “bienaventuradas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado”. Entonces empezarán a decirles a los montes: “Caed sobre nosotros”, y a las colinas: “Cubridnos”; porque, si esto hacen al leño verde, ¿qué harán con el seco?». Meditación Señor, vivimos en una civilización que está herida por la obsesión del anonimato, a la vez que obsesionada por los detalles de la vida de los demás, impudorosamente enferma de curiosidad malsana. En cambio, tú quieres que nosotros tengamos la mirada cercana para contemplar, conmovernos y detenernos ante el otro cuantas veces sea necesario. También quieres tú que hagamos presente la fragancia de la presencia cercana de Jesús y su mirada personal, trabajando el «arte del acompañamiento», para que todos aprendan siempre a respetar y amar la persona sagrada del otro. Así pues, caminemos por este mundo con una mirada respetuosa y llena de compasión que al mismo tiempo sane, libere y aliente a madurar en la vida cristiana. Tú nos invitas a querer curarnos, a cargar

con nuestra camilla, a abrazar la cruz, a dejarlo todo, a salir siempre de nuevo a anunciar el Evangelio. ¡Señor, nuestra propia experiencia de dejarnos acompañar y curar, nos enseña a ser pacientes y compasivos con los demás! (cf. Evangelii gaudium, 169.172). Padre nuestro Canto (CLN 110) Llorando los pecados tu pueblo está, Señor; vuélvenos la mirada y danos el perdón, vuélvenos la mirada y danos el perdón. Seguimos tus pasos, camino de la Cruz, subiendo hasta la cumbre de la Pascua de Luz.

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NOVENA ESTACIÓN

Jesús cae por tercera vez V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo. Del Evangelio según san Mateo (11,28-30) Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera. Meditación Señor, es cierto que en algunos lugares hay sociedades que quieren construirse sin Dios o que destruyen sus raíces cristianas. En otros, la resistencia violenta al cristianismo obliga a los cristianos a vivir su fe casi a escondidas en el país que aman. También la propia familia o el propio lugar de trabajo puede ser ese ambiente árido donde hay que conservar la fe y tratar de irradiarla. Pero es precisamente a partir de esta experiencia dolorosa, como podemos descubrir nuevamente la alegría de creer, su importancia vital para nosotros, hombres y mujeres. En el sufrimiento se vuelve a descubrir el valor de lo que es esencial para vivir; así, en el mundo contemporáneo, son muchos los signos de la sed de Dios, del sentido último de la vida, a menudo manifestados de forma implícita o negativa. Y aquí se necesitan sobre todo personas de fe que, con su propia vida, indiquen el camino hacia la Tierra prometida y de esta forma mantengan viva la esperanza. Todos nosotros estamos llamados a ser 136

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personas-cántaros para dar de beber a los demás. A veces el cántaro se convierte en una pesada cruz, pero fue precisamente en la Cruz donde, traspasado, el Señor se nos entregó como fuente de agua viva. ¡No nos dejemos robar la esperanza! (cf. Evangelii gaudium, 86). Padre nuestro Canto (CLN 519) Alma mía, recobra tu calma, que el Señor fue bueno contigo. Alma mía, recobra tu calma, que el Señor escucha tu voz.

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DÉCIMA ESTACIÓN

Jesús es despojado de sus vestiduras V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo. Del Evangelio según San Juan (19,23-24) Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costuras, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Y se dijeron: «No la rasguemos, sino echémosla a suertes, a ver a quién le toca». Así se cumplió la Escritura: «Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica».

Meditación Señor, a veces sentimos la tentación de ser cristianos manteniendo una prudente distancia de las llagas del Señor. Pero Jesús quiere que toquemos la miseria humana, que toquemos la carne sufriente de los demás. Espera que renunciemos a buscar nuestras seguridades personales o comunitarias que nos permiten mantenernos a distancia del sufrimiento humano, para que aceptemos de verdad entrar en contacto con la existencia concreta de los otros y conozcamos, así, la fuerza de la ternura, de tu ternura. ¡Cuando lo hacemos, la vida siempre se nos complica maravillosamente y vivimos la intensa experiencia de ser pueblo, tu pueblo, el pueblo de Dios! (cf. Evangelii gaudium, 270). Padre nuestro Canto (CLN 519) Perdona a tu pueblo, Señor, perdona a tu pueblo, perdónale, Señor. Por los tres clavos que te clavaron y las espinas que te punzaron, perdónale, Señor.

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UNDÉCIMA ESTACIÓN

Jesús clavado en la cruz V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo. Del Evangelio según San Juan (19,25-24) Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Meditación Señor, en la Cruz, cuando Cristo sufría en su carne el dramático encuentro entre el pecado del mundo y la misericordia divina, pudo ver a sus pies la consoladora presencia de su Madre y de su amigo. En ese crucial instante, antes de dar por consumada la obra que el Padre le había encargado, Jesús le dijo a su madre María: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego le dijo al amigo amado: «Ahí tienes a tu madre». Estas palabras de Jesús al borde de la muerte no son sólo una preocupación piadosa hacia su madre, sino que son más bien la expresión de una especial misión salvífica: Jesús nos dejaba a su madre como madre nuestra. Sólo después de hacer esto Jesús pudo sentir que «todo está cumplido». En la Cruz, en el momento crucial de su muerte redentora, ¡Cristo nos da a María, su madre, como madre nuestra! (cf. Evangelii gaudium, 285).

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Padre nuestro Canto (CLN 106) ¡Victoria! ¡Tú reinarás! ¡Oh Cruz, tú nos salvarás! El Verbo en ti clavado muriendo nos rescató, de ti, madero santo nos viene la redención. ¡Victoria! ¡Tú reinarás! ¡Oh Cruz, tú nos salvarás!

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DUODÉCIMA ESTACIÓN

Jesús muere en la cruz V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo. Del Evangelio según San Mateo (27,45-50.54) Desde el mediodía hasta la media tarde vinieron tinieblas sobre toda aquella región. A media tarde Jesús gritó: «Elí, Elí lamá sabaktaní», es decir: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» Jesús, dio otro grito fuerte y exhaló el espíritu. El centurión y sus hombres, que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba dijeron aterrorizados: «Realmente éste era Hijo de Dios».

Meditación Señor, a todos nosotros —mayores y jóvenes; laicos, religiosos y sacerdotes; pueblo santo de Dios— nos apremia siempre, en todo tiempo y lugar, la tarea de la evangelización, pero no puede haber auténtica evangelización sin la proclamación explícita, manifiesta y evidente de que Jesús es el Señor, y sin que esté muy claro que lo primero, en cualquier actividad de evangelización, es la proclamación de Jesucristo. En efecto, la evangelización, como predicación alegre, paciente y progresiva de la muerte y resurrección salvífica de Jesucristo, ¡debe ser nuestra prioridad absoluta, y esto vale para todos! (cf. Evangelii gaudium, 110). Padre nuestro Canto (CLN 106) Dios es fiel: guarda siempre su Alianza; libra al pueblo de toda esclavitud. Su Palabra resuena en los profetas, reclamando el bien y la virtud. Y Jesús nos dará en el Calvario su lección: “Hágase tu voluntad”. Y su sangre, vertida por nosotros, será el precio de nuestra libertad.

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DECIMOTERCERA ESTACIÓN

Jesús es bajado de la cruz y entregado a su Madre V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo. Del Evangelio según San Mateo (27,55-59) Había allí muchas mujeres que miraban desde lejos, aquellas que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirlo; entre ellas, María la Magdalena y María, la madre de Santiago y José, y la madre de los hijos de Zebedeo. Al anochecer, llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que era también discípulo de Jesús. Éste acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y Pilato mandó que se lo entregaran. José, tomando el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una sábana limpia. Meditación Señor, al pie de la Cruz, en la hora suprema de la nueva creación, Cristo nos lleva a María. Jesús nos lleva a su madre, porque no quiere que caminemos sin una madre, y el pueblo de Dios ve en esa imagen materna todos los misterios del Evangelio. Ella, que lo engendró con tanta fe, también acompaña al resto de sus hijos, los que guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús, a todos nosotros. María siempre nos lleva a su Hijo para sobrellevar los sufrimientos y cansancios de la vida. María nos da la caricia de su consuelo maternal y nos dice: «No se turbe tu corazón. ¡Nunca olvides que yo soy tu Madre!» (cf. Evangelii gaudium, 285-286). 140 Cuaderno Pastoral C U A R E S M A - P A S C U A 2 0 1 5

Padre nuestro Canto (CLN 106) Estrella y camino, prodigio de amor, de tu mano, Madre, hallamos a Dios. Tú nos lo diste en Belén, en pobre portal, en tu regazo le ven el rey y el zagal. Tú nos lo diste en la Cruz, altar de dolor, muerto en tus brazos está un Dios Redentor.

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DECIMOCUARTA ESTACIÓN

Jesús es puesto en el sepulcro V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo. Del Evangelio según San Lucas (23,53-55) Después de bajarlo de la cruz, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro excavado en la roca, donde nadie había sido puesto todavía. Era el día de la Preparación y estaba para empezar el sábado. Las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea lo siguieron, y vieron el sepulcro y cómo había sido colocado su cuerpo. Meditación Señor, bien sabes que el hombre no puede vivir sin esperanza, ya que la vida sin esperanza se vuelve insoportable. Si pensamos que las cosas no van a cambiar, recordemos que Jesucristo ha triunfado sobre el pecado y la muerte y está lleno de poder. Jesucristo verdaderamente vive. Su resurrección no es algo del pasado; entraña una fuerza de vida que ha penetrado el mundo. Donde parece que todo ha muerto, por todas partes vuelven a aparecer los brotes de la resurrección. Es una fuerza imparable. Verdad que muchas veces parece que Dios no existiera: vemos injusticias, maldades, indiferencias y crueldades que no ceden. Pero también es cierto que en medio de la oscuridad siempre comienza a brotar algo nuevo, que tarde o temprano produce un fruto. En un campo arrasado vuelve a aparecer la vida, tozuda e invencible. Habrá muchas cosas negras, pero el bien siempre tiende a

volver a brotar y a difundirse. Cada día en el mundo renace la belleza, que resucita transformada a través de las tormentas de la historia. Los valores tienden siempre a reaparecer de nuevas maneras, y de hecho el ser humano ha renacido muchas veces de lo que parecía irreversible. Ésa es la fuerza de la resurrección y cada evangelizador es un instrumento de ese dinamismo. Cristo resucitado y glorioso es la fuente profunda de nuestra esperanza, y ¡nunca nos faltará su ayuda para cumplir la misión que nos encomienda! (cf. Evangelii gaudium, 275-276). Padre nuestro Canto (CLN 106) Ubi cáritas est vera, Deus ibi est. Congregávit nos in unum Christi amor. Exsultémus et in ipso iucundémur: Timeámus et amémus Deum vivum. Et ex corde diligámus nos sincéro. Ubi cáritas est vera, Deus ibi est.

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Oración final (De la oración de Evangelii gaudium) Virgen y Madre María, tú que, movida por el Espíritu, acogiste al Verbo de la vida en la profundidad de tu humilde fe, totalmente entregada al Eterno, ayúdanos a decir nuestro «sí» ante la urgencia, más imperiosa que nunca, de hacer resonar la Buena Noticia de Jesús.

Estrella de la nueva evangelización, ayúdanos a resplandecer en el testimonio de la comunión, del servicio, de la fe ardiente y generosa, de la justicia y el amor a los pobres, para que la alegría del Evangelio llegue hasta los confines de la tierra y ninguna periferia se prive de su luz.

Tú, que estuviste plantada ante la Cruz con una fe inquebrantable y recibiste el alegre consuelo de la resurrección, recogiste a los discípulos en la espera del Espíritu para que naciera la Iglesia evangelizadora.

Madre del Evangelio viviente, manantial de alegría para los pequeños, ruega por nosotros. Amén. Aleluya.

Consíguenos ahora un nuevo ardor de resucitados para llevar a todos el Evangelio de la vida que vence a la muerte. Danos la santa audacia de buscar nuevos caminos para que llegue a todos el don de la belleza que no se apaga.

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Cuaresma 2015

Comisión Diocesana de Familia y Vida

Vosotros sois pueblo de Dios

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Catequesis preparatoria 1. Creado para la alegría Somos más que un accidente de la evolución. Somos más que la suma de nuestra biología. Dios existe. Él es bueno. Él nos ama. Él nos hizo a su imagen para participar de su alegria. Toma parte activa en nuestras vidas. Él envió a su único Hijo para restaurar nuestra dignidad y llevarnos a casa con él. 2. La Misión de Amor Dios obra a través de nosotros. Tenemos una misión. Estamos en el mundo para un propósito: para recibir el amor de Dios y mostrar el amor de Dios a los demás. Dios busca curar un universo roto. Él nos pide que seamos sus testigos y ayudantes en ese trabajo.

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3. El significado de la sexualidad humana El, terrenal, mundo corporal tangible es más que materia inerte o arcilla para modelar para la voluntad humana. La creación es sagrada. Tiene un significado sacramental. Refleja la gloria de Dios. Eso incluye a nuestros cuerpos. Nuestra sexualidad tiene el poder de procrear, y acciones de la dignidad de ser creado a imagen de Dios. Necesitarnos vivir en consecuencia. 4. Dos convertido en uno No estamos hechos para estar solos. Los seres humanos necesitan y completan mutuamente. La amistad y la comunidad satisfacen ese anhelo con enlaces de interés común y el amor. El matrimonio es una forma única de íntima amistad que llama a un hombre y una mujer a amarse en la forma del pacto de Dios. El matrimonio es un sacramento. El amor conyugal es fructífero y se ofreció sin reservas. Este amor es la imagen de la fidelidad de Jesús a la Iglesia.

CUARESMA

5. Crear el Futuro El matrimonio está destinado a ser fértil y la bienvenida a una nueva vida. Los niños dan forma al futuro, tal como ellos mismos se forman en sus familias. Sin hijos, no puede haber futuro. Los niños criados con amor y orientación son la base para un futuro amoroso. Niños heridos auguran un futuro heridos. Las familias son la base para todas las comunidades más grandes. Las familias son iglesias domésticas, lugares donde los padres ayuden a los niños a descubrir que Dios los ama y tiene un plan para la vida de cada niño. 6. Todos los osos les gusta la fruta No todo el mundo se llama al matrimonio. Pero cada vida está destinada a ser fértiles. Cada vida tiene el poder y la necesidad de fomentar una nueva vida, si no es a través de tener y criar hijos, también a través de otras formas vitales de entrega de auto, construcción y servicios. La Iglesia es una gran familia de diferentes vocaciones, cada uno distinto, pero cada necesidad y el apoyo a los demás. Sacerdocio, la vida religiosa y la vocación laica, célibe para enriquecer, y se enriquecen con el testimonio del estado matrimonial. Las diferentes formas de ser casto y célibe fuera del matrimonio son formas de donación de la propia vida al servicio de Dios y de la comunidad humana.

7. Luz en un mundo oscuro En su mejor momento, la familia es una escuela de amor, la justicia, la compasión, el perdón, el respeto mutuo, la paciencia y la humildad en medio de un mundo oscurecido por el egoísmo y el conflicto. De esta manera, la familia enseña lo que significa ser humano. Sin embargo, muchas tentaciones surgen que tratan de persuadir a olvidar que hombre y mujer son creados por el pacto y la comunión. Por ejemplo, la pobreza, la riqueza, la pornografía, la anticoncepción, los errores intelectuales filosóficos y otros todos pueden crear contextos que desafían o amenazan la vida familiar saludable. La Iglesia se resiste a estas cosas por el bien de la protección de la familia. 8. Un hogar para el Corazón Herido Muchas personas, sobre todo hoy, se enfrentan a situaciones dolorosas derivadas de la pobreza, la discapacidad, las enfermedades y las adicciones, el desempleo y la soledad de la edad avanzada. Pero el divorcio y la atracción hacia el mismo sexo influyen en la vida de la familia en diferentes pero poderosas maneras. Familias y redes de familias cristianas deben ser fuentes de la misericordia, la seguridad, la amistad y el apoyo a los que luchan con estas cuestiones.

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9. Madre, Maestra, Familia: La naturaleza y el rol de la Iglesia La Iglesia tiene formas institucionales porque ella tiene que trabajar en el mundo. Pero eso no agota su esencia. La Iglesia es la Esposa de Cristo, una “ella”, no una “cosa”. En las palabras de san Juan XXIII, ella es nuestra madre y maestra, nuestro consolador y guía, nuestra familia de fe. Todavía necesitamos la sabiduría de la Iglesia, los sacramentos, el apoyo y la proclamación de la verdad, porque ella es el cuerpo de Jesús en el mundo; la familia del pueblo de Dios con mayúsculas. 10. La elección de Vida Dios nos hizo por una razón. Su amor es nuestra misión en la vida. Esta misión nos permite encontrar nuestra verdadera identidad. Si optamos por adoptar esta misión, tendremos una nueva perspectiva sobre muchos temas, no sólo la familia. Para vivir la misión de la Iglesia doméstica significa que las familias católicas a veces como las minorías, con valores diferentes a su entorno cultural. Nuestra misión de amor requerirá coraje y fortaleza. Jesús está llamando, y podemos responder, la elección de vida de la fe, la esperanza, la caridad, la alegría, el servicio y la misión.

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Oración por el Sínodo de la Familia 2015 Padre, regala a todas las familias la presencia de esposos fuertes y sabios, que sean manantial de una familia libre y unida. Padre, da a los padres una casa para vivir en paz con su familia. Padre, concede a los hijos que sean signos de confianza y de esperanza y a los jóvenes el coraje del compromiso estable y fiel. Padre, ayuda a todos a poder ganar el pan con sus propias manos, a gustar la serenidad del espíritu y a mantener viva la llama de la fe también en tiempos de oscuridad. Padre, danos la alegría de ver florecer una Iglesia cada vez más fiel y creíble, una ciudad justa y humana, un mundo que ame la verdad, la justicia y la misericordia.

PASCUA

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Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor Éste es el día en que actuó el Señor Un rito propio de este día: el “Encuentro”

Misa del día de Pascua

En casi todos los pueblos tiene lugar la ceremonia del “Encuentro” de Jesús con su santísima Madre. Es un acto juvenil y alegre, en el que la liberación de la muerte se expresa soltando pajaritos y palomas; como dice el salmo 123: Nuestra vida ha escapado como un pájaro de la jaula del cazador... La piadosa tradición de que Jesús se apareció antes que a nadie a su Madre aparece por primera vez en el apócrifo “Evangelio de Nicodemo” y a él alude también san Ambrosio en su “Tratado sobre las vírgenes”, pero son los autores de los siglos XIV y XV quienes desarrollarán literariamente este tema que hace a María sufrir una Pasión paralela a la de su Hijo como corredentora con él.

Los cincuenta días que van desde este domingo de Resurrección hasta el de Pentecostés han de ser celebrados con alegría y exultación como si se tratase de un solo y único día festivo, más aún, como un “gran domingo”, tal como lo proclama el himno israelita propio de estas fechas que los cristianos aplicamos al Misterio Pascual: “Éste es el día en que actuó el Señor; sea nuestra alegría y nuestro gozo” (Salmo 117, 24).

Los miembros del IDE podrían acudir a este acto como grupos de familias, llevando cada una paloma o cada niño un globo que se soltasen en el momento del encuentro.

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PASCUA

Segundas Vísperas. Conclusión del Triduo Pascual Es un acto que podríamos ir recuperando. Son la celebración del encuentro vespertino de Jesús con los caminantes de Emaús y con los discípulos en el cenáculo. Se abre el tiempo de alegría de la Cincuentena, la semana de semanas que es el santo Pentecostés.

VII. La Pascua de 2015 Después del momento central que es el Triduo Sacro, y profundizando en lo que hemos de anunciar, seguiremos el tema de las primeras lecturas de la Cuaresma, pues la primera carta de san Juan nos enseña el contenido de la Nueva Alianza, que es la fidelidad en el amor que es propio de Dios y que se nos comunicó en nuestro nuevo nacimiento en el bautismo como fruto del sacrificio de Jesucristo, propiciación por los pecados. También los Hechos de los Apóstoles y los evangelios responden a la pregunta de qué hemos de presentar como Buena Noticia, destacando la importancia del “kerigma”, el anuncio de la salvación como fruto del Misterio Pascual de Jesucristo y la participación en él como única forma de salvación. Es, sin embargo, mucho más que la difusión de una doctrina; ya que la vivencia litúrgica de la Pascua nos hace presente al Señor que viene con sus grandes misterios de la Pasión, la resurrección, la ascensión y la efusión del Espíritu Santo. Finalmente, el ejemplo de los primeros cristianos y de los apóstoles nos debe ayudar a la reflexión y la toma de decisiones comprometedoras sobre quiénes han de evangelizar, con qué recursos y de qué forma lo han de realizar.

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5 de abril de 2015 VIII. Los domingos de Pascua

Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor

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Primer domingo de Pascua B

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Moniciones a las lecturas Primera lectura. Hechos de los Apóstoles 10, 34ª 37-43 Comenzamos la lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles, que nos recuerda los orígenes de la Iglesia, en la sexta de las edades del mundo. En este día de Pascua escuchamos el mensaje fundamental de los apóstoles, como testigos de la resurrección de Jesucristo.

Evangelio de Juan 20, 1-9 El sepulcro vacío, contemplado con la luz de la fe, fue el primer signo que hizo ver a los apóstoles la resurrección de Jesucristo. Así comprendieron que tenía que resucitar de entre los muertos, como el Señor había anunciado. O bien, el evangelio de la Vigilia Pascual:

Salmo responsorial 117

Evangelio de Marcos 16, 1-7

Durante la cincuentena pascual cantaremos varias veces este salmo 117 que proclama la liberación de Israel de la esclavitud de Egipto y anuncia proféticamente la resurrección de Jesucristo en este día de Pascua en que actuó el Señor.

En la madrugada del primer día de la semana, el anuncio del ángel a las mujeres que iban a ungir el cuerpo de Jesús les encomendó ser las primeres mensajeras de la Resurrección del Señor.

Segunda lectura. Colosenses 3, 1-4 El apóstol nos anuncia que el misterio pascual debe realizarse también en nosotros, que hemos comenzado a vivir la vida de Cristo desde nuestro bautismo.

O bien, en la misa vespertina: Evangelio de Lucas 24, 13-35 En la tarde de este mismo día, Jesús se apareció a dos caminantes que fueron en seguida sus anunciadores ante los apóstoles reunidos en el cenáculo.

O bien: 1 Corintios 5, 6b-8 El sacrificio pascual de Jesucristo es el principio de nuestra salvación, por eso el apóstol nos anima a vivir una vida nueva, diferente a la que sigue los valores del mundo.

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Ideas para la homilía Las mujeres “apóstolas”

Subo al Padre mío y Padre vuestro

En un amanecer que podemos imaginar fresco y brumoso, en el primer día de la semana, unes mujeres del círculo de Jesús fueron las primeres en ver, escuchar y sentir que todo estaba a punto de cambiar. Y fueron “apóstolas”, sobre todo María Magdalena, a quien la Iglesia Antigua dio este título de “apóstola de los apóstoles”; enviadas a anunciar a los discípulos que el Señor no iba a ser un difunto llorado y recordado, sino alguien vivo y, sobre todo, presente. “Id a todo el mundo a anunciar el Evangelio”, dirá Jesús a los que de este modo hizo “apóstoles”; pero antes estuvieron ellas, a las que su sociedad no les daba derecho a ser testigos en un juicio.

“No me toques”, dijo Jesús a María de Magdala, “porque aún no he subido al de Padre” (Jn 20, 17). Aún después de un diálogo tan personal “María... Maestro”, Jesús no quiere que lo retengan, porque no se va; tiene un tiempo para mostrarse visiblemente a los discípulos, y luego estará siempre con ellos y en todo lugar con su palabra, su Cuerpo y sangre y en el encuentro de la caridad.

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PASCUA

Al Dios mío y Dios vuestro

Anunciamos a Jesús de Nazaret

Dios, fuente y origen de toda divinidad, es Padre de Jesús y de los suyos, pero de una manera distinta, él por naturaleza y nosotros por adopción. Creemos en un solo Dios, pero en el seno de la divinidad existe una relación que se manifiesta en la perfecta obediencia de Jesús al Padre hasta el mayor sacrificio.

“Lo mataron, colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió la gracia de manifestarse” (Hch 10, 39-40; Primera lectura); éste es el anuncio público, el “kerigma” apostólico en boca de Pedro, proclamando un hecho salvador de alcance universal, porque “todos los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados” (v. 43). Éste es el núcleo de la fe y el mensaje cristianos, y su eco vibrante no debe faltar nunca en la comunicación de la fe, tanto en la misión y la predicación como en la catequesis y la enseñanza religiosa.

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Oración de los fieles Para vivir una vida nueva El misterio pascual de la muerte y la resurrección de Jesús se realiza en cada cristiano a partir del Bautismo y la Confirmación, y se consuma y actualiza durante toda la vida en la participación en la Eucaristía. Es verdad que todavía nuestra vida está escondida con Cristo en Dios, pero también que está llamada a la gloria con el mismo Cristo (cf. Col 3, 3-4; Segunda lectura); y esto tiene una consecuencia práctica, porque debemos vivir esa vida nueva, orientada al cielo y desprendida de los bienes de la tierra. Todo ello está dicho de forma más expresa en la otra lectura opcional para este día: Ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo. Así, pues, celebremos la Pascua, no con levadura vieja (de corrupción y de maldad), sino con los panes ácimos de la sinceridad y la verdad (1 Cor 5, 7-8). Buscar los bienes del cielo, purificar nuestra conducta, es decir, organizar nuestra personalidad y nuestra vida según el modelo de Jesucristo. Es lo que intentamos con la penitencia cuaresmal y que ahora se nos ofrece como una gracia de la Pascua del Señor si estamos preparados para recibirla.

Queridos hermanos, puestos en pie como renacidos a la vida nueva por el Bautismo, y orando como pueblo sacerdotal, pidamos que los Frutos de esta Pascua permanezcan en nosotros y lleguen a todo el mundo. - Por el Papa Francisco y nuestro Obispo Antonio; para que les sigamos fielmente en el camino que Jesús abrío con su resurrección, roguemos al Señor. - Por todos los renacidos a la vida con Cristo en esta Pascua; para que su vida esté de acuerdo con los dones recibidos y se abra finalmente a la gloria eterna, roguemos al Señor. - Para que el Itinerario Diocesano de Evangelización tome nueva fuerza como consecuencia de nuestra participación en los misterios pascuales, roguemos al Señor. - Para llevemos la confianza y la alegría que nos comunica el Resucitado a todos aquellos con quienes convivimos y nos encontramos, roguemos al Señor. - Por nuestros hermanos cristianos que están siendo más probados en su fe; para que reciban la ayuda que necesitan y no cedan en la persecución, roguemos al Señor. Todo esto te lo pedimos, Padre, unidos en tu Espíritu de caridad, por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

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12 de abril de 2015

Segundo domingo de Pascua o de la Divina Misericordia “La Misericordia Divina llega a los hombres a través del corazón de Cristo Crucificado y Resucitado” (Juan Pablo II, Dives in misericordia)

Moniciones a las lecturas Primera lectura. Hechos de los Apóstoles 4, 32-35 La primera lectura nos hace revivir la experiencia de la primera comunidad cristiana, de los primeros discípulos de Jesús, que crecía convirtiéndose en una multitud. Segunda lectura. 1 Juan 5, 1-6 En los domingos de Pascua de este año vamos a escuchar la lectura de pasajes de la primera carta del apóstol san Juan, elegidos por sus temas que son el nuevo nacimiento por el Bautismo y el mandamiento nuevo del amor como norma de vida para los cristianos. Evangelio de Juan 20, 19-31 En el evangelio de hoy, contemplamos como Cristo se hace presente en medio de la comunidad que está reunida en su nombre, a pesar de nuestros miedos y dificultades.

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Ideas para la homilía El Señor se hace presente en medio de aquellos a los que ama para ser mensajeros El Hijo, una vez ha cumplido su misión, se presenta en medio de los suyos entregándoles el don del Espíritu, de tal forma que así podrán dar testimonio en medio del mundo del amor que el Padre nos tiene. En la tarde-noche del Jueves Santo, el Señor anunció a los suyos, que no los dejaría solos con la promesa de su regreso (Jn 14, 18). Ahora, ésta se cumple, y los que allí estan reunidos, hacen experiencia de fe por el don del Espíritu. Pero no todos pudieron encontrarse con el Señor, Tomás no estaba. Su ausencia y desconfianza, nos valió una nueva muestra de Jesús resucitado y la última bienaventuranza: “Dichosos los que crean sin haber visto”.

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El Octavo día, el primer domingo “El primer día de la semana —el tercero después del vienes— está atestiguado desde los primeros tiempos en el Nuevo Testamento como el día de la asamblea y el culto de la comunidad cristiana (cf, 1 Cor 16,2; Hch 20,7; Ap 1,10)… Si se considera la importancia que tiene el sábado en la tradición veterotestamentaria, basada en el relato de la creación y en el Decálogo, resulta evidente que sólo un acontecimiento con una fuerza sobrecogedora podía provocar la renuncia al sábado y su sustitución por el primer día de la semana. Sólo un acontecimiento que se hubiera grabado en las almas con una fuerza extraordinaria podría haber suscitado un cambio tan crucial en la cultura religiosa de la semana. Para esto no habrían bastado las meras especulaciones teológicas. Para mí, la celebración del Día del Señor, que distingue a la comunidad cristiana desde el principio, es una de las pruebas más fuertes de que ha sucedido una cosa extraordinaria en este día: el descubrimiento del sepulcro vacío y el encuentro con el Señor resucitado” (Jesús de Nazaret, 301302).

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El día de la fe

El Espíritu de paz y amor, don del Resucitado

El domingo es también un día de fe. El Espíritu nos capacita para que podamos renovar cada semana la profesión con la que entramos en la Iglesia. No somos ya como Tomás, que no podía creer, ya que no estaba cuando fue exhalado el Espíritu. Con alegría escuchamos hoy la última bienaventuranza pronunciada por Cristo y dirigida a los cristianos de todos los tiempos: Dichosos los que crean sin haber visto (Juan 20,29).

En su primera aparición a los discípulos, Jesús exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos (Jn 20, 22-23). Para eso murió el Hijo de Dios hecho hombre, para llegar junto al Padre y volver a traer a los hombres el Espíritu de la vida sobrenatural que perdieron los primeros padres en el comienzo de la historia. Muchas veces parece que Jesús vino para arreglar las cosas del mundo, para que cesasen las penas y las injusticias en una nueva era paradisíaca; en otras ocasiones el Señor es imaginado como un maestro de virtud que tiene consejos y recetas para todo lo que lleva a la felicidad. Sin embargo todo ello no dejan de ser consecuencias de la gracia fundamental, que es el nuevo comienzo.

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Oración de los fieles El testimonio evangelizador de la comunidad Las primeras comunidades cristianas son un ejemplo para todos los tiempos. Ahora también nuestras comunidades seran evangelizadoras si responden al modelo de caridad y unidad, de fe y alegría que era su principal atractivo. Quien se siente en paz con Dios, la comunidad que se reúne reconciliada en la paz de Dios, quien se conoce a sí mismo amado de Dios porque aspira el aroma de la unción del Espíritu, no tiene temor a nada de este mundo; será un apóstol activo o un mártir silencioso que difundirá el testimonio del Salvador, individualmente o en comunidad.

Oremos a Dios Padre de Misericordia, por medio de su Hijo, resucitado de entre los muertos que derrame sus gracias sobre nosotros. - Por la Iglesia, Pueblo de Dios; para que, aprendiendo lo esencial de la ley divina, comprenda que Dios quiere “misericordia no sacrificios”, roguemos al Señor. - Por nuestro mundo, dividido por el odio, las guerras, la segregación en ricos y pobres, dominadores y dominados, vencedores y vencidos; para que sea posible la paz, fruto de la justicia y del amor fraterno, roguemos al Señor. - Para que siguiendo el Itinerario Diocesano de Evangelización se suscite en todo creyente la aspiración de confesar con plenitud, y renovada confianza y esperanza la resurrección de Cristo verdadero camino y vida del hombre, roguemos al Señor. - Por los que buscan y aún no han llegado a la fe; para que tengan la dicha de poder creer sin ver, roguemos al Señor. Escucha, Padre; son la oración de tu Iglesia, reunida en el nombre de tu Hijo Jesucristo, que confía en el don del Espíritu Santo para anunciar la Buena Noticia del perdón y la misericordia, ahora y por siempre. R/. Amén.

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19 de abril de 2015

Tercer domingo de Pascua B

Moniciones a las lecturas Primera lectura. Hechos de los Apóstoles 3, 13-15.17-19 El mensaje de Pedro en la lectura es una fuerte llamada a la conversión. La Iglesia llama a la humanidad a una nueva vida, la del Evangelio, que brota del perdón y de la misericordia que Cristo manifiesta en la cruz. Segunda lectura. 1 Juan 2, 1-5ª San Juan nos invita a ser auténticos en nuestra vida cristiana. Permanecer en Cristo es cumplir sus mandamientos, esencialmente el mandamiento del amor que nos asemeja al mismo Dios. La verdad de nuestra fe se manifiesta en nuestro amor a Dios y al prójimo. Evangelio de Juan 24, 35-48 En este relato de aparición, el tercero en este tiempo de Pascua, el Señor abre el entendimiento de los Apóstoles para comprender el misterio de Cristo. La Eucaristía es el encuentro con el Señor que hace posible conocer a Cristo y conociéndolo poder amarle y seguirle cada día.

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Ideas para la homilía En el tercer domingo de Pascua, la lectura del evangelio nos propone una de las apariciones de Jesús resucitado a los Apóstoles. El pasaje sucede justo después de que los discípulos de Emaús retornen a Jerusalén y cuenten a los demás la experiencia que habían tenido de camino a su ciudad.

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Encuentro eucarístico La clave de este relato es el contexto de la aparición: una comida. Jesús se presenta en medio de sus discípulos y ante su sorpresa fruto de la inmensa alegría del encuentro con su amigo y maestro resucitado les pide algo de comer. Le ofrecen un poco de pescado a la brasa. ¿Por qué precisamente este alimento? El término pez en griego permite un cierto juego con sus letras de manera que para los primeros cristianos el pez se identifica con claridad con el mismo Cristo. He aquí, pues, el contexto del encuentro con Jesús: la Eucaristía, en la que se nos da el mismo Señor como alimento.

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Toda la Escritura habla de Cristo

Conocer para anunciar

Una vez han compartido la comida, Cristo abre el entendimiento de los discípulos para que comprendan el sentido de la Escritura o, lo que es lo mismo, comprendan al mismo Cristo y su misión como Redentor y Salvador del mundo. La Eucaristía es el momento central de la vida cristiana porque en ella recibimos la Palabra del Señor que da cuenta de sus enseñanzas y del camino que nos propone. En la comunión sacramental, Jesús nos abre el corazón con el don de su Espíritu de manera que comprendamos y llevemos adelante a través de nuestras obras el misterio de Cristo, sus palabras y obras.

Los dos de Emaús corrieron a comunicar su encuentro con Jesús a los demás discípulos. Nosotros somos el Pueblo de Dios, convocado por Cristo para proclamar su gloria y manifestarla al mundo. Él nos ha abierto el entendimiento, nos ha revelado la profundidad de su persona y nos ha enseñado la calidad del amor que tiene por nosotros. La Iglesia continúa la obra del Señor: nosotros somos sus testigos.

Comprender el sentido de la Escritura no es únicamente un ejercicio intelectual. Cierto que nuestra mente se alimenta de la Palabra, pero no es suficiente. Comprender a Cristo es entender la urgencia de sus mandamientos, esencialmente el mandamiento del amor.

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26 de abril de 2015 Oración de los fieles Oremos confiadamente al Padre, que levantó a su Hijo de la muerte con la fuerza del Espíritu: - Por la santa Iglesia de Dios, Pueblo de Dios; para que muestre a todos en su testimonio de palabra y de obra, el mismo amor de Cristo, roguemos al Señor. - Por los que viven en la violencia, la ira y el odio; para que Dios les cambie el corazón y puedan descubrir el gozo de la paz y el amor al prójimo, roguemos al Señor. - Por los catequistas que ayudan a comprender la Palabra de Dios a los niños, los jóvenes y los adultos que se preparan para ser cristianos, roguemos al Señor. - Por nosotros, reunidos en la mesa del Señor; que comprendamos la urgencia de vivir el amor de Dios manifestado en Cristo y cumplamos con alegría el mandamiento de amar igualmente al prójimo, roguemos al Señor. Escucha, Padre, nuestras oraciones, y nunca dejes que se rompa la unidad de quienes compartimos el mismo Pan. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

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Cuarto domingo de Pascua B El Buen Pastor

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Moniciones a las lecturas

Ideas para la homilía

Primera lectura. Hechos de los Apóstoles 4, 8-12

El cuarto domingo de Pascua es conocido como el domingo del Buen Pastor. El Señor utiliza esta imagen para presentarse ante sus discípulos y hacerles comprender un rasgo esencial de su identidad: el acompaña y guía a su Pueblo que es la Iglesia.

Jesús es el único Salvador, ayer, hoy y siempre. No hay otro fundamento sobre el que podamos asentar nuestra vida que el mismo Señor. La vida cristiana no es seguir unas ideas, sino dejarse conducir por una persona, Cristo, haciendo de él el centro de nuestra vida. Segunda lectura. 1 Juan 3, 1-2 En Cristo resucitado todos somos hermanos. La fraternidad que brota del bautismo y que nos hace hijos de Dios es un anticipo del destino de gloria que Dios ha preparado para todo el Pueblo de Dios.

Jesús contrasta con aquellos a los que denomina mercenarios, que ni piensan ni les importan las ovejas. Cuántas veces nos dejamos llevar en la vida por las cosas, el dinero, las ideologías, y ponemos nuestra esperanza en aquello que es incapaz de dar felicidad y hondura al corazón del hombre.

Evangelio de Juan 10, 11-18 En este domingo leemos un fragmento del capítulo décimo del evangelio de Juan, donde Cristo se presenta como el Buen Pastor. Él nos conoce y nos guía. Nosotros estamos llamados a escuchar su voz y a ser miembros activos del rebaño del Señor que es la Iglesia.

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El corazón del Pastor

La comunidad del Pastor

El Señor nos muestra su corazón de Pastor y nos hace vislumbrar una convicción profunda para el cristiano: el discípulo de Jesús nunca camina solo en la vida. Siempre, a nuestro lado, acompañándonos, guiándonos, conduciéndonos, está la presencia de Cristo. Incluso en medio de las dificultades de la vida, Jesús nos toma en brazos como a la oveja de la parábola y nos lleva por el camino de la vida hacia la meta de la salvación.

La imagen del Buen Pastor es también un reto para el Pueblo de Dios que es la Iglesia: nuestra acción pastoral, es decir, nuestra vida comunitaria tiene que corresponder a la condición de Buen Pastor de nuestro maestro.

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Las consecuencias son claras. En primer lugar, la comunidad cristiana debe conocerse. Como Cristo conoce a sus ovejas así nos hemos de conocer y estimar unos a otros. La Iglesia no puede ser un grupo de desconocidos con una espiritualidad individualista y solitaria. El Señor nos ha constituido en su pueblo y ovejas de su rebaño. Todos estamos unidos en el camino de la salvación.

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Oración de los fieles Nos envía a reunir un rebaño más grande En segundo lugar, el Señor nos envía a las ovejas que no son de nuestro redil. La tarea de la evangelización forma parte esencial de nuestra identidad cristiana. En el ADN de nuestra fe está proclamar de palabra y de obra la experiencia de Cristo resucitado. Cristo es el Buen Pastor que da la vida por sus ovejas y nosotros su Pueblo, llamado a dar la vida por Él y su evangelio para mayor gloria de Dios y crecimiento de su Reino.

Oremos a Dios nuestro Padre, pastor y guardián de nuestras vidas. - Por el Papa Francisco, por nuestro Arzobispo y por todos los pastores de la Iglesia; que vivan su ministerio siendo imágenes vivas de Cristo Buen Pastor, roguemos al Señor. - Por los responsables del gobierno de las naciones; que guíen a sus ciudadanos por caminos de justicia, de paz y de solidaridad con los más necesitados, roguemos al Señor. - Por las vocaciones al ministerio sacerdotal; que no falten jóvenes que se consagren al servicio de Dios y de los hermanos partiendo el pan de la Palabra y el de la Eucaristía, roguemos al Señor. - Por nosotros, miembros del Pueblo de Dios que tiene a Cristo por guía y pastor; que nos dejemos conducir por los caminos del amor, el perdón y la fraternidad, roguemos al Señor. Padre lleno de amor, ayúdanos a permanecer unidos en Cristo, para que no dejemos su senda y lo tengamos siempre como nuestro Buen Pastor. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

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3 de mayo de 2015

Quinto domingo de Pascua B La vid y los sarmientos

Moniciones a las lecturas Primera lectura. Hechos de los Apóstoles 9, 26-31 En la conversión de san Pablo descubrimos que la fe nace en el encuentro con Cristo y que en la vida de la Iglesia el protagonismo absoluto corresponde al Espíritu Santo. Es Él quien hace brotar la fe, la alimenta para que crezca y consolida la vida cristiana en el corazón de cada creyente. Segunda lectura. 1 Juan 3, 18-24 La vida cristiana es tremendamente sencilla: creer en Dios y amarnos unos a otros. San Juan presenta en su carta la necesidad de unir una fe robusta con un amor al prójimo igual de firme. El reto para el creyente es hacer posible la simplicidad del Evangelio. Evangelio de Juan 15, 1-8 Jesús utiliza muchas imágenes para mostrarnos su íntima relación con nosotros. Hoy nos presenta la de la vida y los sarmientos. Sólo unidos a Cristo podemos dar fruto, sólo unidos al Señor seremos capaces de ser discípulos suyos.

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Ideas para la homilía La unidad del Pueblo de Dios

La íntima unión en Cristo

Cristo el Señor, en virtud del don del Espíritu Santo, ha constituido a la Iglesia, el nuevo Pueblo de Dios, su Cuerpo, del que Él mismo es la cabeza. La imagen de la vid y los sarmientos que Jesús presenta en el fragmento del evangelio de Juan que acabamos de proclamar nos ayuda a comprender la unión íntima entre Cristo y los cristianos.

Esta unión íntima se manifiesta en la oración, el trato personal con Cristo en un diálogo de amigo a amigo, y, sobre todo, en la vida sacramental. En los sacramentos, especialmente la Eucaristía, el Señor nos ofrece la savia del Espíritu que vivifica y santifica nuestro ser cristiano. Más aún, no hay fruto de vida cristiana que podamos dar si no es porque expresa la misma vida del Señor. Todo aquello bueno y santo que realizamos en nuestra vida es consecuencia de nuestra unión con Cristo.

De la misma manera que las ramas están unidas al árbol y la rama recibe la savia del tronco y así es capaz de mantenerse viva y dar fruto, así el cristiano está unido a su Señor. La imagen de la vid y los sarmientos sorprende por su simplicidad y, al mismo tiempo, por su certero contenido. El cristiano no puede vivir sin Cristo, sin estar unido íntimamente a su Señor.

La imagen de la vid y los sarmientos nos aporta un elemento más: todos los sarmientos comparten un mismo tronco y forman una única unidad hasta el punto que el sarmiento, por sí solo, no puede vivir. La vida de Cristo inunda a toda la Iglesia y lo hace desplegando una comunidad de creyentes unidos entre sí por Cristo. De esta manera, nuestra unidad no es fruto de un esfuerzo humano o de un acuerdo o de simpatías sino que viene de lo alto, de Cristo mismo que nos une en la caridad, esto es, en el mismo amor. Por eso, el mandamiento principal del Señor es el amor al prójimo. Si somos una sola cosa en Cristo estamos llamados a expresar un mismo amor en Cristo.

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10 de mayo de 2015 Oración de los fieles Invoquemos con fe al Señor, que desea ser el centro de nuestras vidas. - Por todos los fieles cristianos, los religiosos y religiosas, los diáconos, sacerdotes, obispos y el Papa Francisco. Que unidos firmemente a Cristo demos todos frutos de vida cristiana que den testimonio del Señor ante el mundo, roguemos al Señor. - Por el fin de toda forma de guerra y de violencia, especialmente aquella que pretende justificarse en la religión, roguemos al Señor. - Por los fieles comprometidos en el Itinerario Diocesano de Evangelización; para que su mensaje alcance a todos los miembros de nuestra comunidad parroquial y ciudadana, roguemos al Señor. - Por los niños y jóvenes que en estos días reciben los sacramentos de la iniciación cristiana: bautismo, confirmación y Eucaristía. Que crezcan unidos íntimamente a Cristo Jesús, roguemos al Señor. - Por nosotros, reunidos en torno a Cristo. Que la Eucaristía que celebramos nos una más íntimamente a Cristo y demos los frutos de amor y misericordia que Dios espera, roguemos al Señor. Te pedimos, Padre, que tu Espíritu de caridad nos mantenga unidos como los sarmientos a la vid que es tu Hijo Jesucristo, que vive y reina contigo por los siglos de los siglos. Amén. 168

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Sexto domingo de Pascua B El mandamiento nuevo del amor

PASCUA

Moniciones a las lecturas

Ideas para la homilía

Primera lectura. Hechos de los Apóstoles 10, 25-26.34-35.44-48

La grandeza de la fe cristiana, seguramente su mayor dignidad, es que el cristiano puede tocar el corazón mismo de Dios. No fruto del esfuerzo del hombre, como si hubiésemos conquistado la intimidad de Dios, sino porque Dios ha querido mostrarnos su esencia y nos ha dejado entrever su naturaleza: Él es amor.

La Iglesia es católica porque todos los hombres y mujeres del mundo están llamados a formar parte de ella. Es el Espíritu quien condujo a la Iglesia en sus inicios para que descubriera que el mensaje de Jesús tenía como destinatario a la humanidad entera. Segunda lectura. 1 Juan 4, 7-10 En esta lectura de la primera carta de san Juan se nos muestra la identidad profunda de Dios: Él es amor. Un amor apasionado por la humanidad hasta entregar a su Hijo por nosotros. Evangelio de Juan 15, 9-17 El amor al prójimo se encuentra en el centro mismo del Evangelio. Es el fruto esencial que Cristo espera de nosotros. La raíz de este amor y su medida es el mismo amor de Cristo.

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La contraseña del Pueblo de Dios

El mandamiento nuevo de Jesús

El Pueblo de Dios es una comunidad de creyentes marcada por el amor. La humanidad ya brota toda ella del amor de Dios. Hemos sido creados por amor, pero sobre todo, hemos sido redimidos por amor. Dios lleno de ternura por la humanidad, sintiendo lástima del ser humano perdido en el pecado y el egoísmo nos envió a su Hijo. Cristo nos muestra la calidad del amor de Dios y Él mismo lo realiza y manifiesta en su pasión, muerte y resurrección.

El mandamiento de Cristo es simple y, al mismo tiempo, un reto grande: amaos unos a otros y hacedlo, además, como yo os he amado. Es simple, porque amar es tremendamente sencillo y, sin embargo, es un reto grande, porque el pecado y el egoísmo tienen una fuerza tremenda en nuestro interior. ¿De dónde puede sacar el creyente fuerzas para vencer las resistencias que le impiden amar al prójimo? El mismo Señor nos da la respuesta: de la amistad con Cristo.

La Iglesia está llamada a continuar en el mundo la obra de Cristo, una obra que es, ante todo, de amor. Por eso, el amor es la actividad que debe bañar toda la acción de la Iglesia, toda su pastoral, todo su quehacer hasta culminar en la Eucaristía donde se nos da el mismo amor de Cristo y se nos muestra como el Señor nos ha amado hasta el extremo.

Si Cristo es nuestro amigo, si nos ha escogido, es porque nos ha amado primero. Es el amor gratuito e incondicional de Dios hacia cada uno de nosotros la raíz del amor al prójimo que estamos llamados a vivir.

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PASCUA

Oración de los fieles La Buena Nueva del amor de Cristo El Itinerario Diocesano de Evangelización quiere revisar nuestra vida eclesial para hacer más efectiva nuestra acción pastoral y evangelizadora. Hemos de convencernos que todas nuestras tareas pastorales, todas las actividades de la parroquia han de estar permanentemente bañadas por el amor de Cristo, expresarlo, manifestarlo y suscitarlo. Así, la comunidad de los creyentes, será el grupo de los amigos de Jesús y daremos los frutos de amor que Él espera.

- Por la Iglesia, Pueblo de Dios y comunidad de hermanos en Cristo; que no se canse de anunciar con alegría el amor al prójimo como base del proyecto de Dios para la humanidad, roguemos al Señor. - Por Cáritas Diocesana y las demás instituciones cristianas que se dedican a manifestar el rostro caritativo de la Iglesia; que el Señor bendiga sus esfuerzos y los fieles correspondan a sus esfuerzos en favor de los más necesitados, roguemos al Señor. - Por todas las familias cristianas, por su amor y entrega; que los padres sean ejemplo de fe y de caridad para sus hijos, roguemos al Señor. - Por los acosados por causa de la justicia o por permanecer en la fe; para que sus perseguidores descubran la fuerza sanadora del amor y cesen en su violencia, roguemos al Señor. - Por nosotros, reunidos en torno al amor de Cristo; que seamos cada día más amigos de Dios unidos en un mismo amor mutuo, roguemos al Señor. Concédenos, Padre, compartir y entregar nuestras vidas con un amor semejante al de tu Hijo Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

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17 de mayo de 2015

La Ascensión del Señor B El camino hacia el cielo

Moniciones a las lecturas Primera lectura. Hechos de los Apóstoles 1, 1-11 El libro de los Hechos de los Apóstoles comienza con el relato de la Ascensión del Señor. Cristo asciende al cielo pero no abandona a su rebaño. El Señor enviará el don del Espíritu que construirá y desarrollará la Iglesia en camino hacia la Pascua definitiva: el Reino de los cielos. Segunda lectura. Ef 1, 17-23 La esperanza nace de la certeza de la meta. Contemplar a Cristo en la gloria nos invita a vislumbrar nuestro futuro; si él, que es nuestra Cabeza, ha llegado al cielo, también nosotros, su cuerpo estamos llamados a alcanzar también su Reino. Evangelio de Marcos 16, 15-20 Cristo no abandona a su Iglesia, al contrario, se manifiesta siempre presente en medio de ella. Nosotros los cristianos, animados por esta presencia, continuamos la obra de salvación de Cristo.

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PASCUA

Ideas para la homilía En la unidad del Misterio Pascual

El anuncio del misterio de la salvación

La Ascensión es un momento más del único misterio pascual de la muerte y resurrección de Jesucristo, y expresa sobre todo la dimensión de exaltación y glorificación de la naturaleza humana de Jesús como contrapunto a la humillación padecida en la pasión, muerte y sepultura.

En el relato de este misterio según el Evangelio de san Marcos propio de este año B (16, 15-20), el Señor envía a los discípulos a proclamar y a realizar la salvación, según el triple ministerio de la Iglesia: pastoral, litúrgico y magisterial: Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación formando y desarrollando la vida de la Iglesia, comenzando por el anuncio de la Buena Noticia y aplicando la salvación a los que crean en ella, introduciéndoles sacramentalmente en la Iglesia por medio del Bautismo.

Al contemplar la ascensión de su Señor a la gloria del Padre, los discípulos quedaron asombrados, porque no entendían las Escrituras antes del don del Espíritu, y miraban hacia lo alto. Intervienen dos hombres vestidos de blanco, es una teofanía, la misma de los dos hombres que Lucas describe en el sepulcro (24,4). En ellos la Iglesia Madre judeo-cristiana veía acertadamente la forma simbólica de la divina presencia del Padre, que son Cristo y el Espíritu. Las palabras de los dos hombres son fundamentales: Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo, volverá como le habéis visto marcharse (Hch 1,11). En un exceso de amor semejante al que le llevó al sacrificio, el Señor volverá para tomar a los suyos y para estar con ellos para siempre; y se mostrará como imagen perfecta de Dios, como icono transformante por obra del Espíritu, para volvernos semejantes a él, para contemplarlo tal como él es (1 Jn 3,1-12). Contemplando en la liturgia el icono del Señor —sobre todo en la Eucaristía— intuimos el rostro de Dios tal como es y como lo veremos eternamente. Y lo invocamos para que venga ahora y siempre.

Como decía Jesús al principio de su predicación: Se ha cumplido el tiempo (Marcos 1, 15) y ha llegado el momento de la gran decisión: El que crea y se bautice, se salvará; el que se resista a creer, será condenado. Se está cumpliendo el plan de Dios, y la salvación, anunciada primero a Israel, es proclamada a todos los pueblos. En esta obra de conversión universal, por larga y laboriosa que pueda ser, los discípulos pudieron pronto darse cuenta de que el Resucitado estaba vivo y operante en medio de los suyos: Ellos fueron y proclamaron el Evangelio por todas partes, y el Señor actuaba con ellos y confirmaba su Palabra con los signos que los acompañaban.

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La presencia salvadora del misterio

El Señor sigue con su pueblo

La lectura apostólica que propone la Iglesia interpreta perfectamente el acontecimiento de la Ascensión del Señor, adentrándonos en el misterio del ingreso del resucitado en el santuario celeste. Ahora, con la asunción de la humanidad del Hijo de Dios, re-presentada en el misterio litúrgico, sobre la que reposa la gloria del Padre, adorada por los ángeles, también nosotros somos unidos por la gracia a esta alabanza eterna, en el cielo y en la tierra. Estamos en el penúltimo momento del misterio pascual, antes de la donación del Espíritu Santo al cumplirse los días de la cincuentena, el Pentecostés.

La Ascensión del Señor no significa un apartamiento de la humanidad, sino la forma en que seguirá actuando en el mundo mediante una forma superior y universal, con su ser divino y humano grorificado. El Señor tampoco ha estado ausente en la historia sucesiva de la Iglesia: siempre viene a nuestro encuentro a través de los hombres en los que Él se refleja; mediante su Palabra, en los Sacramentos, especialmente la Eucaristía. En la liturgia de la Iglesia, en su oración, en la comunidad viva de los creyentes, experimentamos el amor de Dios, percibimos su presencia y, de este modo, aprendemos también a reconocerla en nuestra vida cotidiana.

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PASCUA

Oración de los fieles La vida cristiana Las oraciones de esta solemnidad piden que permanezcamos fieles a la doble condición de la vida cristiana, orientada simultáneamente a las realidades temporales y a las eternas, huyendo tanto del “horizontalismo” como del “angelismo”. Ésta es la vida en la Iglesia, comprometida en la acción y constante en la contemplación. Durante la acción litúrgica y especialmente en la Eucaristía, sentimos esta tensión del “ya, pero todavía no” del Reino de Dios y de nuestra propia salvación, “porque la ascensión de Jesucristo es ya nuestra victoria, y donde nos ha precedido él que es nuestra cabeza, esperamos llegar también nosotros como miembros de su cuerpo” (Oración colecta).

Cuando estamos celebrando la Ascensión de nuestro Señor a los cielos, oremos unidos en la misma esperanza de participar en su misma gloria. - Por la Iglesia, llamada a continuar la obra de Cristo en el mundo; para que se deje animar por su presencia viva en medio del Pueblo de Dios, roguemos al Señor. - Por todos los que viven sin esperanza en su vida a causa de la pobreza, la enfermedad o la falta de cariño; que puedan descubrir en el Señor la alegría que necesitan en sus vidas, roguemos al Señor. - Por los cristianos que están viviendo la experiencia del Itinerario Diocesano de Evangelización; para que sean cada vez más plenamente conscientes de su pertenencia al Pueblo de Dios y del testimonio de Cristo que están llamados a dar a los demás, roguemos al Señor. - Por nuestros hermanos difuntos; que puedan participar de la gran fiesta del Reino de los Cielos, roguemos al Señor. Mira, Dios todopoderoso, a tu Iglesia en oración, y envía sobre ella tu Espíritu, para que anuncie con humildad y valor la salvación que nos entregó tu Hijo Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

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24 de mayo de 2015

Pentecostés B El nuevo pueblo de Dios

Moniciones a las lecturas Primera lectura. Hechos de los Apóstoles 2, 1-11 En la primera lectura escuchamos con emoción el relato de Pentecostés. La irrupción del Espíritu Santo supone el inicio del camino de la Iglesia. El fuego del Espíritu arde en los corazones de los fieles para que el mensaje del Evangelio resuene en todos los rincones del mundo. Segunda lectura. 1 Cor 12, 3b-7.12-13 Quien recibe el Espíritu de Dios debe dejar conducirse por él cada día. Pablo nos hace una lista de todo aquello que acalla al Espíritu en nosotros para que nos comportemos cada día de acuerdo con nuestra condición de cristianos. O bien: Gál 5, 16-25 San Pablo nos describe en esta lectura los frutos que el Espíritu Santo produce en los miembros del Pueblo de Dios, cuando se dejan guiar por él. Evangelio de Juan 20, 19-23 La Iglesia es un pueblo en camino. El Espíritu Santo nos va guiando hacia la plenitud que es el Reino de Dios. Cada vez que escuchamos la Palabra se nos muestra la verdad de Dios y recibimos la fuerza de lo alto para hacerla realidad en la vida.

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O bien: Jn 15, 26-27 Lo mismo que les ocurrió a los apóstoles, necesitamos que el Señor nos haga comprender toda la verdad con la luz del Espíritu Santo.

Ideas para la homilía El Espíritu Santo, impulsor de la evangelización Como ocurre en la mayoría de las principales fiestas cristianas, esos días ya estaban santificados por la liturgia israelita, de modo que eran una profecía de la acción salvadora definitiva que se iba a realizar en esta ocasión precisa. Así ocurre con la Pascua judía y la cristiana, con la fiesta de la luz y la Navidad o con el Pentecostés “típico”, mosaico y el cristiano. No era un buen día para los discípulos. Las calles de Jerusalén se iban llenando de fieles y peregrinos que celebraban la entrega de la Ley de Moisés en el Sinaí; los escasos seguidores del Maestro de Nazaret, el crucificado, estaban discretamente reunidos en oración junto con María, la Madre de Jesús. Y allí reciben el don prometido por el Resucitado: la nueva Ley y el alma de la nueva Iglesia, el Espíritu Santo. En el día y momento menos adecuado, hay que salir a la calle a anunciar que todo había cambiado.

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Jesucristo resucitado, dador del Espíritu

La acción del Espíritu en la Iglesia

El discurso de san Pedro en este mismo día nos da la clave para comprender el misterio (designio divino) contenido en el acontecimiento de Pentecostés: A este Jesús lo resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos. Exaltado a la diestra de Dios y recibida del Padre la promesa del Espíritu Santo, le derramó según vosotros veis y oís (Hechos 2,32-33).

Al recibir el aliento del Resucitado (Juan 20,22), los discípulos son creados de nuevo (Cf. Génesis 2,7). Son bautizados, confirmados, consagrados sacerdotalmente, iniciados pues en todo el Misterio divino. Son constituidos en portadores del Espíritu a los hombres, con la misión de difundir el fruto de la cruz, reunir la familia de Dios como morada de la Trinidad, conducir hacia el banquete de la redención, hacer de los hombres pecadores y dispersos el Cuerpo de su Jefe, el Resucitado. Y así hasta nosotros.

La obra de Jesucristo como Salvador no podía terminar en su victoria sobre la muerte, era necesario que su acción salvadora tuviese una continuidad a través de los tiempos, de modo que pudiese ser el único Salvador del mundo ayer hoy y siempre. Jesús no dispuso de mucho tiempo para preparar a sus seguidores, ni estableció detalladamente la vida futura de su Iglesia, por eso dejó dicho que “Muchas cosas me quedan por deciros, pero cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena” (Juan 16, 12; Evangelio año B). De este modo, el Señor, en la última Cena, promete el don del Espíritu, que envió desde el Padre, después de su resurrección. Este Espíritu inspirará a los apóstoles en la etapa fundacional de la Iglesia, y asistirá a sus sucesores a lo largo de la historia.

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PASCUA

Oración de los fieles Un momento importante en el IDE Pentecostés es una fiesta misionera, de envío a anunciar a Jesucristo resucitado y su mensaje en todos los ambientes. Los laicos están llamados a vivir su compromiso apostólico en complementariedad y colaboración con otros miembros de la comunidad cristiana. El Itinerario Diocesano de Evangelización debe ayuda comprender a todos sus participantes y también a todos los feligreses del particular significado que asume el compromiso apostólico en su parroquia. Los laicos han de habituarse a trabajar en la parroquia en íntima unión con sus sacerdotes, a exponer a la comunidad eclesial sus problemas y los del mundo y las cuestiones que se refieren a la salvación de los hombres, para que sean examinados y resueltos con la colaboración de todos; a dar, según sus propias posibilidades, su personal contribución en las iniciativas apostólicas y misioneras de su propia familia eclesiástica. La participación viva de los laicos en la vida de la parroquia permite que ésta responda a su vocación original de ser un foco de evangelización y un lugar de comunión para todos los hombres.

Cuando terminan los días de la Cincuentena Pascual, en esta solemnidad de Pentecostés, oremos unidos al Padre, para que nunca nos falte el don de su Santo Espíritu. - Por el Papa Francisco, nuestro Arzobispo Antonio, los presbíteros, diáconos, religiosos, religiosas y fieles cristianos laicos; que unidos por un mismo Espíritu demos los frutos de vida cristiana que el Señor espera de nosotros, roguemos al Señor. - Por la unidad de todas las Iglesias y comunidades cristianas; que los que hemos recibido un mismo Espíritu en el Bautismo podamos un día celebrar una única Eucaristía, roguemos al Señor. - Por los no creyentes y los que son indiferentes ante la fe; que puedan descubrir la presencia de Dios en su vida, roguemos al Señor. - Por los que padecen por causa de la pobreza, la ignorancia o la falta de trabajo; para que encuentren remedio gracias al afán de justicia y caridad de los cristianos, roguemos al Señor. - Por nosotros, miembros del Cuerpo de Cristo; que el Espíritu Santo anime nuestro testimonio audaz del Evangelio en nuestros ambientes, roguemos al Señor. Derrama sin cesar, Padre, sobre tu pueblo, el don de tu Espíritu, para que se mantenga unido en la paz y anuncie con fuerza y alegría la Buena Noticia de la salvación y la unidad de todos los pueblos. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén. Vosotros sois pueblo de Dios

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Vosotros sois pueblo de Dios

Meditaciones de Santa Teresa para tiempo de Pascua La experiencia profunda de la Trinidad, en Teresa de Jesús, la afianza en que Cristo es el único camino, el que nos muestra al Padre y en quien el Padre nos hace los más grandes dones. Esta experiencia trinitaria en el acontecimiento Cristo, es a la que se nos llama en este tiempo de CuaresmaPascua para poder vivir existencialmente la realidad a la que nos convoca la Iglesia diocesana de Valencia cuando nos recuerda: “Vosotros sois pueblo de Dios”. Santa Teresa, como los apóstoles, llegó a comprender plenamente el misterio de Cristo únicamente después de sus encuentros y de su experiencia del Resucitado, que salió en su búsqueda y se hizo ver y oír a través de las visiones y locuciones. Como aconteció en la Comunidad primitiva, la Santa, entendió que el Resucitado es el Crucificado, el que pasó su vida haciendo el bien y liberando a todos los oprimidos «porque Dios estaba con él». Pero, precisamente, porque Dios estaba con él, no sólo en la encarnación y el ministerio público, sino de manera singular, en la cruz y en la resurrección, muy pronto Teresa pasa a comprender que en Cristo se nos ha revelado plenamente el Padre y que llegamos a esta comprensión merced a la acción del Espíritu Santo en nosotros, pues es quien nos lleva a la plenitud de la verdad de la revelación: en Cristo estaba el Padre reconciliando consigo a la humanidad. 180 Cuaderno Pastoral C U A R E S M A - P A S C U A 2 0 1 5

Experiencia de conversión de Santa Teresa, ante la imagen de Cristo muy llagado y su evocación de la Magdalena «Era yo muy devota de la gloriosa Magdalena y muy muchas veces pensaba en su conversión, en especial cuando comulgaba, que como sabía estaba allí cierto el Señor dentro de mí, poníame a sus pies, pareciéndome no eran de desechar mis lágrimas» (V 9, 2).

Progresivo encuentro del Resucitado «Algunas veces —y casi ordinario, al menos lo más continuo— en acabando de comulgar descansa; y aun algunas, en llegando al Sacramento, luego a la hora quedaba tan buena, alma y cuerpo, que yo me espanto. No parece sino que en un punto se deshacen todas las tinieblas del alma, y salido el sol conocía las tonterías en que había estado» (V 30, 14).

Confesión de fe eucarística «Pues si todas las veces la condición o enfermedad, por ser penoso pensar en la Pasión, no se sufre, ¿quién nos impide estar con Él después de resucitado, pues tan cerca le tenemos en Sacramento, adonde está ya glorificado? (V 22, 6).

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Experiencia teresiana de Cristo como Maestro interior

Experiencia eucarística, fuente de fortaleza

Lo presenta en el tercer grado de oración, como «el hortelano y el que lo hace todo» (V 16, 1).

«Duró muy poco estar en esta opinión. Y así siempre tornaba a mi costumbre de holgarme con este Señor, en especial cuando comulgaba. Quisiera yo siempre traer delante de los ojos su retrato e imagen, ya que no podía traerle tan esculpido en mi alma como yo quisiera. ¿Es posible, Señor mío, que cupo en mi pensamiento ni por una hora que Vos me habías de impedir para mayor bien? ¿De dónde me vinieron a mí todos los bienes sino de Vos? (V 22, 4).

Reconocimiento de la humildad de Cristo «¡Oh, Padre Eterno, que mucho merece esta humildad!... como se hace aquí una cosa con nosotros por la parte que tiene de nuestra naturaleza, y como señor de su voluntad lo acuerda a su Padre, que, pues es suya, que nos la puede dar; y así dice “pan nuestro”. No hace diferencia de Él a nosotros; mas hacémosla nosotros de Él, para no nos dar cada día por Su Majestad» (CV 33, 5) .

Experiencia eucarística «Me dio el Señor hoy, acabando de comulgar, esta oración sin poder ir adelante, y me puso estas comparaciones y me enseñó la manera de decirlo y lo que ha de hacer aquí el alma; que, cierto, yo me espanté y entendí en un punto» (V 16, 2). «No diré cosa que no haya experimentado mucho. Y es así que cuando comencé esta postrera agua a escribir, que me parecía imposible saber tratar cosa más que hablar en griego, que así es ello dificultoso. Con esto lo dejé y fui a comulgar. ¡Bendito sea el Señor que así favorece a los ignorantes!... aclaró Dios mi entendimiento, unas veces con palabras y otras poniéndome delante cómo la había de decir, que como hizo en la oración pasada, Su Majestad parece quiere decir lo que yo no puedo ni sé» (V 18, 8).

Experiencia eucarística progresiva «Solas las manos», después «vi también aquel divino rostro» y, finalmente, «un día de San Pablo, estando en misa se me representó toda esta Humanidad Sacratísima como se pinta resucitado», lleno de hermosura y majestad (V 28, 1-2). «No hombre muerto, sino Cristo vivo; y da a entender que es hombre y Dios. No como estaba en el sepulcro, sino como salió de él después de resucitado. Y viene a veces con tan grande majestad que no hay quien pueda dudar, sino que es el mismo Señor, en especial acabando de comulgar, que ya sabemos que está allí, que nos lo dice la fe. Represéntase tan señor de aquella posada, que parece toda deshecha el alma se ve consumir en Cristo» (V 28, 8).

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Vosotros sois pueblo de Dios

Experiencia y recuerdo de las visiones «Cuando yo me llegaba a comulgar, y me acordaba de aquella majestad grandísima que había visto, y miraba que era el que estaba en el Santísimo Sacramento (y muchas veces quiere el Señor que le vea en la Hostia), los cabellos se me espeluzaban y toda parecía me aniquilaba» (V 38, 19).

Agradecimiento de Santa Teresa al Señor que se «encubra» y se «disfrace» en los signos sacramentales «¡Oh, Señor mío! Mas si no encubrieras vuestra grandeza, ¿Quién osara llegar tantas veces a juntar cosa tan sucia y miserable con tan gran majestad? ¡Bendito seáis, Señor! Alaben os los ángeles y todas las criaturas, que así medís las cosas con nuestra flaqueza, para que, gozando de tan soberanas mercedes, no nos espante vuestro gran poder de manera que aun no las osemos gozar, como gente flaca y miserable» (V 38, 19). ¡Oh riqueza de los pobres, y qué admirablemente sabéis sustentar las almas y, sin que vean tan grandes riquezas, poco a poco se las vais mostrando!» (V 38, 20). Cuando yo veo una majestad tan grande disimulada en cosa tan poca como es la Hostia, es así que después acá a mí me admira sabiduría tan grande, y no sé cómo me da el Señor ánimo ni esfuerzo para llegarme a Él; si Él, que me ha hecho tan grandes mercedes y hace, no me le diese» (V 38, 21). 182

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Oración del Padrenuestro y sentido trinitario en Santa Teresa «Pues visto el buen Jesús la necesidad, buscó un remedio admirable adonde nos mostró el extremo de amor que nos tiene, y en su nombre y en el de sus hermanos pidió esta petición: “El pan nuestro de cada día dánoslo hoy, Señor”. Entendamos, hermanas, por amor de Dios, esto que pide nuestro buen Maestro, que nos va la vida en no pasar de corrida por ello...» (CV 33, 1). «Pues, ¿qué padre hubiera, Señor, que habiéndonos dado a su Hijo – ¡y tal hijo! – y parándole tal, quisiera consentir se quedara entre nosotros cada día a padecer? Por cierto, ninguno, Señor, sino el vuestro; bien sabéis a quién pedís (CV 33, 3). «He mirado yo cómo en esta petición sola duplica las palabras, porque dice primero y pide que le deis este pan cada día y torna a decir “dánoslo hoy, Señor”. Pone también delante a su Padre; es como decirle que ya una vez nos le dio para que muriese por nosotros, que ya nuestro es, que no nos le torne a quitar hasta que se acabe el mundo, que le deje servir cada día. Esto os enternezca el corazón, hijas mías, para amar a nuestro Esposo; que no hay esclavo que de buena gana diga que lo es, y que el buen Jesús parece se honra de ello» (CV 33, 4).

PASCUA

Eficacia de la presencia de Cristo en la Eucaristía «Pues no se queda para otra cosa con nosotros sino para ayudarnos y animarnos y sustentarnos a hacer esta voluntad que hemos dicho se cumpla en nosotros» (CV 34, 1). «Que le hallamos como queremos, y si no es por nuestra culpa, no moriremos de hambre; que de todas cuantas maneras quisiere comer el alma, hallará en el Santísimo Sacramento sabor y consolación. No hay necesidad ni trabajo ni persecución que no sea fácil de pasar, si comenzamos a gustar de los suyos» (CV 34, 2) . Jesús es «el preciso don» que nos ha regalado el Padre «para que en sacrificio le podamos ofrecer muchas veces» (CV 35, 5).

Experiencia de misión y respuesta de Teresa a la misión que le encomienda el Resucitado «Habiendo un día comulgado, mandóme mucho Su Majestad lo procurase con todas mis fuerzas, haciéndome grandes promesas de que no se dejaría de hacer el monasterio y que se serviría mucho en él» (V 32, 11). «Comencé a acordarme de mis grandes determinaciones de servir al Señor y deseos de padecer por Él. Y pensé que si había de cumplirlos no había que andar a procurar descanso; y que si tuviese trabajos, que ése era el merecer... con éstas y otras consideraciones, haciéndome gran fuerza, prometí delante del Santísimo Sacramento de hacer todo lo que pudiese» (V 36, 9).

Cristo eucarístico, ofrenda en la cual se complace el Padre «Remedio a tan grandísimos males»: «No lo hagáis por nosotros, Señor, que no lo merecemos; hacedlo por vuestro Hijo. Pues suplicaros que no esté con nosotros, no os lo osamos pedir. ¿Qué sería de nosotros? Que si algo os aplaca, es tener acá tal prenda. Pues algún medio ha de haber, Señor mío, póngale vuestra Majestad» (CV 35, 4).

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Vosotros sois pueblo de Dios

Lecturas para profundizar Vida 22 y 6 M 7: Son los dos capítulos cristológicos por antonomasia. En ellos la Santa nos presenta su experiencia integral e integradora del misterio de Cristo.

Siglas:

Camino 33-35: No necesitan presentación. Constituyen la gran síntesis eucarística de Santa Teresa. Leerlos, no para informarnos, sino como lo hace Teresa. Orando el don del Padre en Cristo en este regalo de la Eucaristía.

CE= Camino de Perfección (Códice de El Escorial)

Cuenta de Conciencia 12 = Relación 26: Merced de la comunión el día de Ramos.

F= Libro de las Fundaciones

Cuenta de conciencia 25 = Relación 33: El matrimonio espiritual se realiza en la Eucaristía.

C= Camino C= Camino de Perfección (Códice de Valladolid) CN= Cuatro Niveles de Oración Libro Vida Const= Constituciones E= Exclamaciones M= Castillo Interior o Las Moradas MC= Meditaciones de los Cantares Mdt= Meditaciones P= Poesía R= Libro de las relaciones espirituales de Santa Teresa de Jesús, escritas por ella misma a varios de sus directores V= Libro de la Vida

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Cuaresma 2015

Comisión Diocesana de Misiones

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Vosotros sois pueblo de Dios

Yo soy misionero Actividad misionera para Jóvenes que se preparan a la confirmación, Juniors, Scouts o cualquier otro grupo parroquial. La catequesis de confirmación (o la reunión del grupo elegido) será práctica. Lo cual les va a animar a dos cosas, a reforzar su identidad cristiana y a tener deseos de formarse, para dar razón de su fe en la práctica: Tendrá tres tiempos: 1. Preparación y envío. 2. Realizar la misión. 3. Acogida del misionado.

1. Preparación y envío Esta Misión ha de realizarse antes de la Misa o de una oración, pero mejor si no es solo para el destinatario de la Misión, sino que se haga de todos modos, por eso conviene la celebración de la Eucaristía. Se reúnen los “misioneros” y piensa como se va a realizar, si se va a acudir a un lugar público, a la calle, la plaza, o a algunas casas, predeterminadas o al azar. Para jóvenes mejor ir a la calle, a los parques. También se piensa a quien misionar, si es un grupo de jóvenes, mejor dirigirse a otros jóvenes. Antes de salir se hace una breve oración, poniendo el resultado de la Misión en la gracia del Espíritu Santo. 186

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2. Realizar la misión El contenido principal a trasmitir es el Kerigma. “Jesucristo es Dios que se ha hecho hombre para anunciarnos el amor de Dios, ha muerto para el perdón de nuestros pecados, para librarnos de toda esclavitud incluso de la muerte. ¡Cree en él y tendrás vida eterna!”. Con estas palabras u otras parecidas. Se puede llevar algún tríptico con información sobre Dios y la Biblia, Jesucristo, la Iglesia… Y si tras el anuncio del Kerigma hay oportunidad de diálogo, con la ayuda del Tríptico hablar sobre alguno de esos temas, mejor tratar solo uno y dejar los otros para otra ocasión. Nunca discutir, ni dar ocasión al enfado… y siempre devolver bien por mal y bendecir al que nos maldiga; esto es muy importante, siempre humildes. Tras esto siempre hay que acabar con la invitación. Lo más importante es conseguir que acepte esa invitación, y se decida a acudir. Si se invita a la Misa se puede quedar con ellos en un lugar para entrar juntos. Pero muy importante estar atentos y acogerlos cuando vengan. Quedar un poco antes de que empiece para explicarles un poco. Hay que valorar si se les invita sólo hasta el Ofertorio. Si se quedan a toda la Misa hay que advertir la disposición necesaria para poder Comulgar, puede que no hayan recibido el bautismo o la primera comunión, que necesiten el sacramento de la Penitencia para poder comulgar.

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3. Acogida del misionado No hablar en Misa, después es muy recomendable que en unos breves minutos les pidamos que compartan lo que más les extraña, o les inquieta. Se les puede invitar par otras veces y el objetivo final sería que se incorporasen a algún catecumenado según su necesidad. Por último se reúne el grupo y comparten sus experiencias. Si no hubiese tiempo lo pueden hacer en la próxima sesión de catequesis, o reunión del grupo. En esta puesta en común no debe faltar que piensen en los misioneros que han ido a lugares de misión, como se sentirán ellos en esta ardua tarea de la evangelización, y así ofrecer nuestra ayuda con oración y recursos. Incluso si alguno ha disfrutado con la misión plantearse si tendrá una vocación misionera ad gentes.

Consideraciones Lo que han hecho hoy debe ser una actitud permanente en todo cristiano, pues somos discípulos misioneros. Los catequistas o responsables podrían estar rezando delante del Sagrario si es posible, pidiendo por el éxito de la misión. También se puede contactar con algunas contemplativas y pedir su oración para esta actividad misionera. Si necesitan los trípticos puedes pedirlos en la Delegación de Misiones. Email: [email protected] Si realizas esta Actividad misionera en tu parroquia y nos envías unas fotos y un relato, nos llenará de alegría saber que ha servido. Os dejo este relato de las dificultades que pusieron unos jóvenes judíos y sus maestros fariseos cuando Jesús les envió de dos en dos a predicar la buena nueva.

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Relato de la Misión que Jesús dio a unos jóvenes discípulos Con cara ensombrecida fueron diciendo cada uno de los jóvenes a Jesús: —Yo no soy el Mesías, ¿qué les puedo decir? —No estoy preparado para algo tan difícil. —Pero y ¡si me rechazan! Quedaré avergonzado. —Yo hago mis oraciones, vengo a la Sinagoga, pero ése no es mi trabajo. —Si me preguntan no sabré responder a todo. —No servirá de nada y tengo muchas otras cosas que hacer. Jesús contestó: No os envío como soldados desarmados a una muerte segura, sino que vais en mi nombre, y Dios está con vosotros. No os preocupéis de qué diréis, el Espíritu Santo os inspirará. Si os avergonzáis de mí, también yo me avergonzaré de vosotros en el día final. Si huís de toda cruz siempre seréis esclavos. Si queréis ser mis discípulos seréis misioneros, desde el primer día, de vuestra adhesión a mí, al menos. Vosotros id y sembrad el Evangelio, Dios, mi Padre del Cielo hará que ese grano germine, crezca y dé fruto. Después, a parte, fueron contradiciendo los maestros Fariseos de estos muchachos: —Los vas a desanimar pidiendo tanto. —Estaban tan contentos escuchando tus enseñanzas, y les has dejado asustados, mejor que solo escuchen, ya les nacerá. —Los impíos de la calle, no merecen ponerse delante de Dios. –—Nunca hemos usurpado esa tarea propia de los profetas, ¿en nombre de quién los envías, qué autoridad tienes? —Eres un 188 Cuaderno Pastoral C U A R E S M A - P A S C U A 2 0 1 5

buen maestro enseñando. ¿Para qué te metes en esos líos? A lo que Jesús contestó: Hipócritas, los profetas os envían a llevar al pueblo el mensaje y vosotros no lo hacéis, y enseñáis esos vicios a los jóvenes. El evangelio no es para vuestro uso exclusivo, eso es un abuso, os ha sido dado para darlo gratis. Ellos son discípulos misioneros, es lo que Dios quiere. ¡Habéis encerrado la Buena Noticia entre cuatro paredes, ella que aletea y no puede parar, y la estáis matando en este encierro! ¡Hombres de poca fe, hasta cuando os tendré que aguantar! Dios nos envía porque nos ama, y sabe que predicar el evangelio es la máxima ganancia y da mucha alegría. ¡Salid sin miedo y llevad la buena Nueva del Evangelio al mundo, veo caer al enemigo a plomo, y la fiesta que hay en el cielo por los que son liberados por la fuerza del Evangelio! Algunos de los jóvenes empezaron a levantarse, incluso alguno de los maestros, y se pusieron en camino, sus caras se volvieron a llenar de alegría, llevaban un mensaje con la fuerza de la Palabra de Dios, no tenían nada que temer.

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Cuaresma 2015

Comisión Diocesana para los Mayores y Laicos

Vía Lucis

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En este tiempo de Pascua y desde hace unos años, se ha introducido en nuestra práctica devocional el ejercicio de piedad denominado Vía Lucis. En él, como sucede en el Vía Crucis, los fieles, recorriendo un camino, consideran las diversas apariciones en las que Jesús, desde la Resurrección a la Ascensión, manifestó su gloria a los discípulos, en espera del Espíritu Santo que les había prometido, y así recuerdan el acontecimiento central de la fe: la Resurrección de Cristo. El Vía Lucis es un excelente instrumento para ayudar a todos nuestros fieles —a nuestros mayores, a nuestros ancianos, a nuestros jóvenes— a que tomen conciencia de su pertenencia activa al pueblo de Dios y a la importancia de participar con alegría en la acción evangelizadora de la Iglesia. Este año, proponemos seguir este camino teniendo presentes los temas del Ciclo 1 “Vosotros sois Pueblo de Dios” (especialmente los temas 3 y 4), del Itinerario Diocesano de Evangelización “La alegría de anunciar el Evangelio”, y lo haremos de la mano de la Exhortación apostólica Evangelii gaudium del Papa Francisco.

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El modo de realizar el Vía Lucis es semejante al del Vía Crucis, pudiendo los files recorrer las XIV estaciones tras un fiel que porta un cirio encendido, símbolo de la Luz que es Cristo resucitado, o bien, permaneciendo los fieles sentados. Sugerimos que este ejercicio sea realizado en nuestras parroquias, así como en las residencias de ancianos, durante el tiempo de Pascua, de modo semejante al Vía Crucis en el tiempo cuaresmal.

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Monición inicial En el nombre del Padre , y del Hijo, y del Espíritu Santo. R/. Amén. El mundo y la sociedad en los que vivimos, necesitan del testimonio fuerte, alegre y esperanzador de cada uno de nosotros, necesitan de evangelizadores con espíritu que anuncien con valentía y audacia la Buena Noticia: Jesucristo, que te amó hasta dar su vida para salvarte, está ahora vivo a tu lado cada día, para iluminarte, para fortalecerte, para liberarte del pecado y de la muerte. Así pues, todos los cristianos estamos convocados a esta misión de transmitir la alegría del Evangelio.

Acto de Contrición ¡Señor mío, Jesucristo! Dios y Hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío; por ser Vos quien sois, Bondad infinita, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberos ofendido; también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno. Ayudado de vuestra divina gracia, propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta. Amén.

El Papa Francisco, en la Exhortación apostólica Evangelii gaudium, al que seguiremos en este Vía Lucis, nos invita insistentemente a participar en esta labor a todos nosotros, tanto mayores como jóvenes, el pueblo santo de Dios, con alegría, con esperanza, con amor. Tarea más importante aún en este tiempo de Pascua, en que para nuestra fe y para nuestro testimonio cristiano, es fundamental proclamar la resurrección de Jesús, ya que la fe en Cristo crucificado y resucitado es el corazón de todo el mensaje evangélico, al que somos llamados a proclamar incesantemente con gozo y júbilo.

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PRIMERA ESTACIÓN

Jesús resucita y conquista la vida verdadera V/. Éste es el día en que actuó el Señor. Aleluya. R/. Sea nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya. Del Evangelio según San Mateo (28,5-6) El ángel habló a las mujeres: «Vosotras no temáis, ya sé que buscáis a Jesús el crucificado. No está aquí: ¡ha resucitado!, como había dicho. Venid a ver el sitio donde yacía e id aprisa a decir a sus discípulos: “Ha resucitado de entre los muertos y va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis”. Mirad, os lo he anunciado». Meditación Señor, este anuncio de los ángeles en la Resurrección de Cristo, nos sigue llegando continua y renovadamente a todos los creyentes, incluso a los tibios y a los no practicantes y nos ofrece: ¡una nueva alegría en la fe y una fecundidad evangelizadora! Dios nos ha manifestado su amor inmenso en Cristo muerto y resucitado. Él hace a sus fieles siempre nuevos; pues aunque sean ancianos, como dice el profeta Isaías, «les renovará el vigor, subirán con alas como de águila, correrán sin fatigarse y andarán sin cansarse» (Is 40,31). Cristo es el «Evangelio eterno» (Ap 14,6), y es «el mismo ayer y hoy y para siempre» (Heb 13,8), pero su riqueza y su hermosura son inagotables. Él es siempre joven y fuente constante de novedad. Como dice san Pablo, la Iglesia, y todos nosotros, ¡no dejamos de asombrarnos por «la profundidad de la riqueza, de 192

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la sabiduría y del conocimiento de Dios»! (Rom 11,33) (cf. Evangelii gaudium, 11). Padre nuestro Canto (CLN 526) ¡Resucitó! ¡Resucitó! ¡Resucitó! ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Resucitó! La muerte, ¿dónde está la muerte? ¿Dónde está mi muerte? ¿Dónde su victoria? ¡Resucitó! ¡Resucitó! ¡Resucitó! ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Resucitó!

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SEGUNDA ESTACIÓN

Los discípulos de Jesús encuentran su sepulcro vacío V/. Éste es el día en que actuó el Señor. Aleluya. R/. Sea nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya. Del Evangelio según San Juan (20,3-4.6-8) Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Meditación Señor, todos nosotros también creemos en ti, porque hemos recibido el anuncio que debe siempre ocupar el centro de nuestra actividad evangelizadora, al que le llamamos «primer anuncio» o «kerygma»; el cual, por la acción del Espíritu Santo, nos hace creer en Jesucristo, que con su muerte y resurrección nos revela y nos comunica la misericordia infinita del Padre. Es decir: «Jesucristo te ama, dio su vida para salvarte, y ahora está vivo a tu lado cada día, para iluminarte, para fortalecerte, para liberarte». Sabemos que a este primer anuncio se le llama «primero», no porque esté al comienzo y después lo olvidemos o lo sustituyamos por otros contenidos que lo superan. Es el primero porque es el anuncio principal, el más importante, ese que siempre hemos de volver a escuchar de di-

versas maneras y ese que siempre hemos de volver a anunciar de una forma o de otra a lo largo de nuestra misión como evangelizadores, en todas sus etapas y momentos. ¡Ayúdanos, Señor, a tomar conciencia de que todos nosotros, como la Iglesia, necesitamos ser también continuamente evangelizados! (cf. Evangelii gaudium, 164). Padre nuestro Canto (CLN 202) Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos. Él es nuestra salvación, nuestra gloria para siempre. Si con él morimos, viviremos con él. Si con él sufrimos, reinaremos con él. Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos. Él es nuestra salvación, nuestra gloria para siempre.

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TERCERA ESTACIÓN

Jesús resucitado se aparece a María la Magdalena V/. Éste es el día en que actuó el Señor. Aleluya. R/. Sea nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya. Del Evangelio según San Juan (20,14.16-18) María la Magdalena se vuelve y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Jesús le dice: «¡María!». Ella se vuelve y le dice: «¡Rabboni!», que significa: «¡Maestro!». Jesús le dice: «No me retengas, que todavía no he subido al Padre. Pero, anda, ve a mis hermanos y diles: “Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro”». María la Magdalena fue y anunció a los discípulos: «He visto al Señor y ha dicho esto». Meditación Señor, nosotros, como María la Magdalena, queremos vivir también en una profunda renovación misionera, manteniendo viva la necesidad de continuar con el anuncio del Evangelio a los que están alejados de Cristo, porque ésta es la tarea primordial de la Iglesia. La actividad misionera debe ser siempre la primera preocupación de la Iglesia y de todos nosotros. ¿Qué sucedería si nos tomáramos realmente en serio estas palabras? Pues reconoceríamos que la misión es el modelo de toda obra de la Iglesia. Ya no podemos quedarnos tranquilos esperando pasivamente en nuestras parroquias a que la gente venga, sino que nos hace falta pasar de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera. ¡Esta 194

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tarea sigue siendo la fuente de las mayores alegrías para la Iglesia! (cf. Evangelii gaudium, 15). Padre nuestro Canto (CLN 202) Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. Aleluya, aleluya.

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CUARTA ESTACIÓN

Jesús resucitado se aparece en el camino a Emaús V/. Éste es el día en que actuó el Señor. Aleluya. R/. Sea nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya. Del Evangelio según San Lucas (24,13-14.25-27) Aquel mismo día, dos de ellos iban caminando a una aldea llamada Emaús; iban conversando entre ellos de todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. Entonces él les dijo: «¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria?». Y, comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras. Meditación Señor, sabemos que toda la evangelización está fundada sobre la Palabra de Dios, escuchada, meditada, vivida, celebrada y testimoniada. Las Sagradas Escrituras son la fuente de la evangelización. Por lo tanto, es necesario que nos formemos continuamente en la escucha de la Palabra de Dios y que ella sea el corazón de toda actividad de la Iglesia, de nuestras parroquias. El estudio de las Sagradas Escrituras debe ser tarea fundamental de todos los laicos, no sólo de los religiosos y sacerdotes. Es imprescindible que la Palabra revelada fecunde radicalmente la catequesis de nuestras parroquias y todos nuestros esfuerzos

por transmitir la fe. Sabemos que la evangelización requiere la familiaridad con la Palabra de Dios y esto nos exige a las diócesis, a las parroquias y a todas las agrupaciones católicas, proponer un estudio serio y perseverante de la Biblia, así como promover su lectura orante personal y comunitaria. ¡Acojamos el sublime tesoro de la Palabra revelada! (cf. Evangelii gaudium, 174-175). Padre nuestro Canto (CLN 411) Por los caminos sedientos de luz, levantándose antes que el sol, hacia los campos que lejos están, muy temprano se va el viñador. No le detiene en su caminar, no le asusta la sed ni el calor. Hay una viña que quiere cuidar, una viña que es todo su amor. Dios es tu amigo, el viñador, el que te cuida de sol a sol. Dios es tu amigo, el viñador, el que te pide frutos de amor.

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QUINTA ESTACIÓN

Reconocen a Jesús resucitado al partir el pan V/. Éste es el día en que actuó el Señor. Aleluya. R/. Sea nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya. Del Evangelio según San Lucas (24,30-35) Jesús, sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista. Y se dijeron el uno al otro: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?». Y, levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón». Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. Meditación Señor, sabemos que es indispensable que la Palabra de Dios sea cada vez más el corazón de toda actividad de la Iglesia y de nuestras comunidades parroquiales. La Palabra de Dios escuchada y celebrada, sobre todo en la Eucaristía, nos alimenta y refuerza interiormente a los cristianos y nos vuelve capaces de un auténtico testimonio evangélico en la vida diaria. La Palabra proclamada en la Misa, viva y eficaz, prepara la recepción del Sacramento eucarístico, y en el santísimo Sacramento esta Palabra alcanza su máxima eficacia.

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¡Aliméntanos, Señor, con el pan Eucarístico y con el pan de tu Palabra! (cf. Evangelii gaudium, 174). Padre nuestro Canto (CLN O 25) Andando por el camino, te tropezamos, Señor, te hiciste el encontradizo, nos diste conversación, tenían tus palabras fuerza de vida y amor, ponían esperanza y fuego en el corazón. Te conocimos Señor, al partir el pan, tú nos conoces, Señor, al partir el pan. Te conocimos Señor, al partir el pan, tú nos conoces, Señor, al partir el pan.

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SEXTA ESTACIÓN

Jesús resucitado se aparece a los discípulos en Jerusalén V/. Éste es el día en que actuó el Señor. Aleluya. R/. Sea nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya. Del Evangelio según San Lucas (24,30-39) Estaban hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dice: «Paz a vosotros». Pero ellos, aterrorizados y llenos de miedo, creían ver un espíritu. Y él les dijo: «¿Por qué os alarmáis? ¿Por qué surgen dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona». Meditación Señor, el Evangelio nos recuerda que Cristo ha unificado todo en sí: cielo y tierra, Dios y hombre, tiempo y eternidad, carne y espíritu, persona y sociedad. La señal de esta unidad y reconciliación de todo en sí es la paz. Como dice san Pablo: Cristo «es nuestra paz» (Ef 2,14). El anuncio evangélico comienza siempre con el saludo de paz: «paz a vosotros»; y la paz corona y cohesiona en cada momento nuestras relaciones como comunidad de discípulos de Jesús. También nosotros, como comunidad fraterna y corresponsable, somos constructores de un mundo nuevo en el que reine la paz, que no puede ser una paz negociada como la del mundo, sino la convicción de que la unidad del Espíritu Santo armoniza todas las diversidades, supera cualquier conflicto en una nueva y prometedora síntesis. Sabemos que el Señor ha vencido al mundo y a sus continuos conflictos «haciendo la paz median-

te la sangre de su cruz» (Col 1,20). ¡La paz es posible, construyámosla en Cristo! (cf. Evangelii gaudium, 229-230). Padre nuestro Canto (CLN O 25) Jesús, nuestra Pascua, por todos murió. Cantemos alegres, que resucitó. Cantemos alegres, que resucitó. Pascua sagrada, oh fuente de alegría, despierta tú que duermes, que el Señor resucitó. despierta tú que duermes, que el Señor resucitó. Pascua sagrada, oh Pascua siempre nueva, dejad al hombre viejo, revestíos del Señor. dejad al hombre viejo, revestíos del Señor.

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SÉPTIMA ESTACIÓN

Jesús resucitado da su paz a los discípulos y el poder de perdonar pecados V/. Éste es el día en que actuó el Señor. Aleluya. R/. Sea nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya. Del Evangelio según San Juan (20,19-23) Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos». Meditación Señor, tú nos invitas a todos nosotros, en cualquier lugar y situación en que nos encontremos, a renovar ahora mismo nuestro encuentro personal con Jesucristo, a tomar la decisión de dejarnos encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso. Esta invitación es para todos, porque nadie queda excluido de la alegría que trae el Señor. Cuando alguien da un pequeño paso hacia Jesús, descubre que Él ya esperaba su llegada con los brazos abiertos. Él nos permite levantar la cabeza y volver a empezar, con una ternura que nunca nos desilusiona y que siempre puede devolver198

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nos la alegría. Nunca lo olvidemos: Dios no se cansa nunca de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de acudir a su misericordia. Aquel que nos invitó a perdonar «setenta veces siete» (Mt 18,22) nos da ejemplo: Él perdona setenta veces siete. Nos vuelve a cargar sobre sus hombros una y otra vez. Nadie podrá quitarnos la dignidad que nos otorga este amor infinito e inquebrantable. Él nos permite levantar la cabeza y volver a empezar, con una ternura que nunca nos desilusiona y que siempre puede devolvernos la alegría. No huyamos de la resurrección de Jesús, nunca nos declaremos muertos, pase lo que pase. ¡Que nada pueda más que su vida que nos lanza hacia adelante! (cf. Evangelii gaudium, 3). Padre nuestro Canto (CLN O 25) Alegrémonos, hermanos, el Señor resucitó, aleluya. De la muerte nos salvó el amor de nuestro Dios, aleluya. Su palabra es la verdad, es la vida, es el camino que nos guía. Aleluya, aleluya, alegría.

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OCTAVA ESTACIÓN

Jesús resucitado, refuerza la fe de Tomás V/. Éste es el día en que actuó el Señor. Aleluya. R/. Sea nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya. Del Evangelio según San Juan (20,24-29) Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo». A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros». Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente». Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!». Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados lo crean sin haber visto». Meditación Señor, hay cristianos cuya opción parece ser la de una Cuaresma sin Pascua. Es cierto que la alegría no se vive del mismo modo en todas las etapas y circunstancias de la vida, a veces muy duras. Se adapta y se transforma, pero siempre permanece al menos como un brote de luz que nace de la certeza personal de ser infinitamente amado, más allá de todo. Hay muchas personas que tienden a la tristeza por las graves dificultades que tienen que sufrir, pero les hemos de ayu-

dar a que la alegría de la fe comience a despertarse, como una secreta pero firme confianza, aun en medio de las peores angustias. Creemos que la verdadera alegría procede de la fuente del amor siempre más grande de Dios que se nos manifestó en Jesucristo. Nuestro encuentro con Él da un nuevo horizonte a nuestra vida, una orientación decisiva: ¡Jesús nos llena de su paz y de su alegría! (cf. Evangelii gaudium, 6-7). Padre nuestro Canto (CLN 274) Creo en Jesús, creo en Jesús, Él es mi amigo, es mi alegría. Él es mi amor. Creo en Jesús, creo en Jesús. Él es mi Salvador.

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NOVENA ESTACIÓN

Jesús se aparece en el mar de Tiberíades V/. Éste es el día en que actuó el Señor. Aleluya. R/. Sea nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya. Del Evangelio según San Juan (21,1.3-7.12-14) Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Simón Pedro les dice: «Me voy a pescar». Ellos contestan: «Vamos también nosotros contigo». Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Jesús les dice: «Muchachos, ¿tenéis pescado?». Ellos contestaron: «No». Él les dice: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis». La echaron, y no podían sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo a quien Jesús amaba le dice a Pedro: «Es el Señor». Jesús les dice: «Vamos, almorzad». Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan se lo da y se lo da, y lo mismo el pescado. Ésta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos después de resucitar de entre los muertos. Meditación Señor, como en la pesca milagrosa, tú quieres que todos nosotros participemos en la misión de atraer a todos los hombres hacia ti. Nuestras parroquias son comunidad de discípulos misioneros, llamadas a vivir en profundo contacto con los hogares y con la vida 200 Cuaderno Pastoral C U A R E S M A - P A S C U A 2 0 1 5

del pueblo de Dios, ya que son la misma Iglesia que vive entre las casas de sus hijos y de sus hijas. Sabemos que la parroquia es presencia de la Iglesia en un lugar concreto, ámbito de la escucha de la Palabra de Dios, del crecimiento de la vida cristiana, del diálogo, del anuncio del Evangelio, de la caridad generosa, de la adoración y la celebración. A través de todas sus actividades, la parroquia alienta y forma a sus miembros para que sean agentes de evangelización. Es comunidad de comunidades, santuario donde los sedientos van a beber para seguir caminando, y centro de constante envío misionero. Pero todos hemos de colaborar para que se renueven y estén todavía más cerca de la gente, y así sean ámbitos de viva comunión y participación. ¡Trabajemos para que nuestras parroquias se orienten completamente a la misión! (cf. Evangelii gaudium, 28). Padre nuestro Canto (CLN 407) Tú has venido a la orilla, no has buscado ni a sabios ni a ricos, tan sólo quieres que yo te siga. Señor, me has mirado a los ojos, sonriendo, has dicho mi nombre, en la arena he dejado mi barca, junto a ti buscaré otro mar.

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DÉCIMA ESTACIÓN

San Pedro le reitera su amor a Jesús V/. Éste es el día en que actuó el Señor. Aleluya. R/. Sea nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya. Del Evangelio según San Juan (21,15-19) Después de comer, dice Jesús a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?». Él le contestó: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Jesús le dice: «Apacienta mis corderos». Por segunda vez le pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?». Él le contesta: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Él le dice: «Pastorea mis ovejas». Por tercera le pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?». Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez: «¿Me quieres?» y le contestó: «Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero». Jesús le dice: «Apacienta mis ovejas. En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras». Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios. Dicho esto, añadió: «Sígueme». Meditación Señor, todos nosotros nos sentimos profundamente amados por Dios y así el primer motivo que tenemos para evangelizar es el amor de Jesús que hemos recibido, porque la experiencia de ser salvados por Él nos mueve a amarlo siempre más. ¿Y qué amor puede haber que no sienta la necesidad de hablar del ser amado, de mostrarlo, de hacerlo conocer? Pero si real-

mente no sentimos el intenso deseo de comunicarlo, necesitamos detenernos en la oración para pedirle a Él que vuelva a cautivarnos, que vuelva a enamorarnos. Nos hace falta clamarle cada día, pedir su gracia para que nos abra nuestro corazón frío y sacuda nuestra vida tibia y superficial. Puestos ante Él con el corazón abierto, dejando que Él nos contemple, reconocemos esa mirada de amor. La mejor motivación para decidirnos a transmitir la alegría del Evangelio es contemplarlo con amor, es detenerse en sus páginas y leerlo con el corazón. Si lo abordamos de esa manera, su belleza nos asombra, y vuelve a cautivarnos una y otra vez. Para eso es urgente recobrar un espíritu contemplativo, que nos permita redescubrir cada día que somos depositarios de un bien que humaniza, que ayuda a llevar una vida nueva. ¡No hay nada mejor para transmitir a los demás! (cf. Evangelii gaudium, 264). Padre nuestro Canto Un mandamiento nuevo nos dio el Señor: que nos amáramos todos como Él nos amó. La señal de los cristianos es amarse como hermanos. Vosotros sois pueblo de Dios

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Vosotros sois pueblo de Dios

UNDÉCIMA ESTACIÓN

Jesús resucitado envía a los discípulos V/. Éste es el día en que actuó el Señor. Aleluya. R/. Sea nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya. Del Evangelio según San Mateo (28,19-20) Jesús les dijo: «Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos». Meditación Señor, la evangelización obedece al mandato misionero de Jesús: «Id y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado». En estos versículos se presenta el momento en el cual el Resucitado envía a los suyos a predicar el Evangelio en todo tiempo y por todas partes, de manera que la fe en Él se difunda en cada rincón de la tierra. De esta manera, todos nosotros nos sentimos llamados a evangelizar obedeciendo a este mandato misionero de Jesús. Cada uno de nosotros y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar esta llamada: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio. ¡La alegría del Evangelio que llena la vida de la comunidad de los discípulos es siempre una alegría misionera! (cf. Evangelii gaudium, 19-21). 202 Cuaderno Pastoral C U A R E S M A - P A S C U A 2 0 1 5

Padre nuestro Canto (CLN 402) Anunciaremos tu Reino, Señor, tu Reino, Señor, tu Reino. Reino de paz y justicia, Reino de vida y verdad. Tu Reino, Señor, tu Reino. Anunciaremos tu Reino, Señor, tu Reino, Señor, tu Reino.

PASCUA

DUODÉCIMA ESTACIÓN

La Ascensión de Jesús V/. Éste es el día en que actuó el Señor. Aleluya. R/. Sea nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya. Del Evangelio según San Lucas (24,48.50-53) Jesús les dijo: «Vosotros sois testigos de esto». Y los sacó hasta cerca de Betania y, levantando sus manos, los bendijo. Y mientras los bendecía, se separó de ellos, y fue llevado hacia el cielo. Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.

Padre nuestro Canto (CLN 728) Vienen con alegría, Señor, cantando vienen con alegría, Señor, los que caminan por la vida, Señor, sembrando tu paz y amor.

Meditación Señor, tú nos llamas a la misión con una entrega generosa, pero nunca la debemos entender como una heroica tarea personal, porque la obra es ante todo de Dios, más allá de lo que podamos descubrir y entender. Jesús es el primero y el más grande evangelizador. En toda nuestra actividad evangelizadora, Dios siempre es el que toma la iniciativa, y el que ha querido llamarnos a colaborar con Él y por eso nos impulsa con la fuerza del Espíritu Santo. Nunca hemos de olvidar que la iniciativa siempre es de Dios, porque «Él nos amó primero» (1 Jn 4,19) y que «es Dios quien hace crecer» (1 Col 3,7). Esta certeza nos permite conservar la alegría en medio de una tarea tan exigente y desafiante que toma nuestra vida por entero. ¡Nos pide todo, pero al mismo tiempo nos da todo! (cf. Evangelii gaudium, 12).

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Vosotros sois pueblo de Dios

DECIMOTERCERA ESTACIÓN

María y los discípulos esperan en oración la venida del Espíritu Santo V/. Éste es el día en que actuó el Señor. Aleluya. R/. Sea nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya. Del Libro de los Hechos de los Apóstoles (1,12-14) Entonces se volvieron a Jerusalén, desde el monte que llaman de los olivos, que dista de Jerusalén lo que se permite caminar en sábado. Cuando llegaron, subieron a la sala superior, donde se alojaban. Todos ellos perseveraban unánimes en la oración junto con algunas mujeres y María, la madre de Jesús, y con sus hermanos. Meditación Señor, en medio del pueblo de Dios, de todos nosotros, siempre está María en unión con el Espíritu Santo. Ella reunía a los discípulos de Jesús para invocarlo, como en la espera de la efusión de ese mismo Espíritu (Hch 1,14), y así hizo posible la explosión misionera que se produjo en Pentecostés. Ella es la Madre de la Iglesia evangelizadora y sin ella no podemos comprender el espíritu de la nueva evangelización. A la Madre del Evangelio viviente le pedimos que interceda para que toda la comunidad eclesial se sienta invitada a participar en esta renovada etapa en la acción evangelizadora y así todos seamos de verdad una comunidad de discípulos misioneros. Ella es la mujer de fe, que vive y camina en la fe, y así es un punto de referencia constante para la Iglesia. Ella se dejó conducir por el Espí204 Cuaderno Pastoral C U A R E S M A - P A S C U A 2 0 1 5

ritu, en un itinerario de fe, hacia un destino de servicio y fecundidad. Nosotros fijamos hoy en ella la mirada, para que nos ayude a anunciar a todos los hombres el mensaje de la salvación. ¡María, conviértenos a todos los discípulos en agentes evangelizadores! (cf. Evangelii gaudium, 284-287). Padre nuestro Canto (CLN 403) Juntos como hermanos, miembros de una Iglesia, vamos caminando al encuentro del Señor.

PASCUA

DECIMOCUARTA ESTACIÓN

Pentecostés: la venida del Espíritu Santo V/. Éste es el día en que actuó el Señor. Aleluya. R/. Sea nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya. Del Libro de los Hechos de los Apóstoles (2,1-4.11) Al cumplirse el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar. De repente, se produjo desde el cielo un estruendo, como de viento que soplaba fuertemente, y llenó toda la casa donde se encontraban sentados. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se dividían, posándose encima de cada uno de ellos. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía manifestarse. Y cada uno los oímos hablar de las grandezas de Dios en nuestra propia lengua. Meditación Señor, todos nosotros, mayores y jóvenes, queremos ser evangelizadores con Espíritu: evangelizadores que se abren sin temor a la acción del Espíritu Santo. Del mismo modo que en Pentecostés, el Espíritu hizo salir de sí mismos a los Apóstoles y los transformó en anunciadores de las grandezas de Dios, que cada uno de los allí presentes comenzó a entender en su propia lengua, así el Espíritu Santo nos infunde hoy a todos nosotros la fuerza para anunciar la novedad del Evangelio con alegría, con audacia, en voz alta y en todo tiempo y lugar, incluso a contracorriente. Por eso lo invocamos hoy, bien apoyados en la oración, sin la cual toda acción corre el riesgo de quedarse vacía

y el anuncio de Cristo resucitado quedaría infecundo. ¡Jesús quiere evangelizadores que anuncien la Buena Noticia no sólo con palabras sino sobre todo con una vida que se ha transfigurado en la presencia de Dios! (cf. Evangelii gaudium, 259). Padre nuestro Canto (CLN 253) Danos, Señor, un corazón nuevo. Derrama en nosotros un Espíritu nuevo. He aquí que vienen días, palabra del Señor, en que yo sellaré con la casa de Israel una Alianza nueva. Danos, Señor, un corazón nuevo. Derrama en nosotros un Espíritu nuevo.

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Vosotros sois pueblo de Dios

Oración final (De la oración de Evangelii gaudium) Virgen y Madre María, tú que, movida por el Espíritu, acogiste al Verbo de la vida en la profundidad de tu humilde fe, totalmente entregada al Eterno, ayúdanos a decir nuestro «sí» ante la urgencia, más imperiosa que nunca, de hacer resonar la Buena Noticia de Jesús.

Estrella de la nueva evangelización, ayúdanos a resplandecer en el testimonio de la comunión, del servicio, de la fe ardiente y generosa, de la justicia y el amor a los pobres, para que la alegría del Evangelio llegue hasta los confines de la tierra y ninguna periferia se prive de su luz.

Tú, que estuviste plantada ante la Cruz con una fe inquebrantable y recibiste el alegre consuelo de la resurrección, recogiste a los discípulos en la espera del Espíritu para que naciera la Iglesia evangelizadora.

Madre del Evangelio viviente, manantial de alegría para los pequeños, ruega por nosotros. Amén. Aleluya.

Consíguenos ahora un nuevo ardor de resucitados para llevar a todos el Evangelio de la vida que vence a la muerte. Danos la santa audacia de buscar nuevos caminos para que llegue a todos el don de la belleza que no se apaga.

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PASCUA

Pascua 2015

Comisión Diocesana de Educación Católica y Pastoral Universitaria

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Vosotros sois pueblo de Dios

II Parte La Pascua - Grupo de jóvenes cristianos: comunidad de discípulos misioneros. -Jóvenes cristianos, fraternos y corresponsables.

Educación Secundaria/ Catequesis de Confirmación Desarrollo de la actividad

Educación Primaria/ Catequesis Primera Comunión En la Pascua nos vamos a volver a centrar en ese pueblo que hemos construido durante la Cuaresma, para transformarlo y hacer que sea el pueblo de la PASCUA: lleno de color, resplandeciente, rebosante de VIDA...para que los jóvenes de una forma plástica comprendan la continuidad que hay entre la CUARESMA Y LA PASCUA y que vean que la duración de la PASCUA va más allá de la semana que tienen de vacaciones escolares. La actividad semanal será colorear las casas que hemos ido haciendo con las frases-oración que han ido dando recorrido espiritual a la Cuaresma. Para que no se queden en lo formal cada semana le propondremos una acción o compromiso que de continuidad a las lecturas semanales. Los contenidos y reflexiones se ofrecerán en la página web de la Vicaría de Evangelización: www.evangelizacionvalencia.org 208 Cuaderno Pastoral C U A R E S M A - P A S C U A 2 0 1 5

La idea es que asuman algún compromiso en el que expresen la alegría de la PASCUA compartiéndola con los demás (recogida de alimentos, ayuda en una residencia...). También puede continuarse la oración escrita entre todos y que comenzó en Cuaresma, siguiendo los evangelios de la cincuentena pascual. Cada alumno pude hacer una copia de la oración y llevarla a casa para pegarla en la nevera. Se puede hacer una fiesta por Pentecostés en la que cada grupo de jóvenes o curso de la ESO regala a un grupo de niños de primaria o catequesis de comunión la oración elaborada entre todos, bien decorada con fotos o dibujos. Se puede hacer una exposición de todas las oraciones, en el colegio o en alguna residencia de ancianos u obra social el barrio, y llevarlas como ofertorio a la Eucaristía o vigilia de Pentecostés. Si quieren más información y/o contenidos más amplios sobre la propuesta que se propone, consulten la sección de la Comisión de Enseñanza de la web de la Vicaría de Evangelización: www.evangelizacionvalencia.org. 208

Propuesta de CANTOS

Cuaresma Pascua ‘15

Propuesta de CANTOS

Los cantos que proponemos se pueden encontrar en: – Cantoral Litúrgico Nacional (Coeditores Litúrgicos). Secretariado Nacional de Liturgia. Madrid (CLN). – Cantoral de Misa Dominical (Centre de Pastoral Litúrgica). Barcelona (MD). – Cantate Domino (Parròquia Sant Jaume Apòstol). Algemesí (Valencia) (CD). El Animador puede elegir el canto que considere más apropiado. Téngase en cuenta que en el criterio de la selección debe tenerse en consideración el texto del canto (o cantos), más que la música. Si no se conoce la música se puede buscar la partitura: los tres cancioneros que proponemos tienen edición de sólo letra y también de partitura y texto. El Cantoral MD en edición musical va acompañado de un CD, con sólo acompañamiento, que puede ayudar a cantar. Como último recurso se puede utilizar el texto del canto elegido sin cantar, a modo de oración común.

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Cantos para la Cuaresma A Ti levanto mis ojos CD: 31 Camina, pueblo de Dios CD: 47 ¿Cómo le cantaré al Señor? CD: 66 Compadiu–vos de mi, Déu meu – Salm 50 CD: 67 Cristo, por nosotros, se sometió / Crist es féu per nosaltres CD: 76 CLN: D35 Dios es fiel CD: 93 CLN: 117 El camí que féu Jesús CD: 99 El Señor es mi fuerza El Señor es mi luz y mi salvación – Salmo 26 CD: 104 CLN: 505 En Dios pongo mi esperanza CD: 110 Éste es el tiempo en que llegas CD: 115 CLN: 657 Excelso Creador del universo CD: 121 Levanto mis ojos a los montes – Salmo 120 CD: 160 CLN: 524 Llorando los pecados CD: 168 CLN: 110 Nosaltres hem de gloriar-nos / Nosotros hemos de gloriarnos CD: 177 Nos has llamado al desierto CD: 178 Perdona a tu Pueblo, Señor CD: 198 CLN: 104 Piedad, Señor, hemos pecado – Salmo 50 CD: 200 Pequeñas aclaraciones / Cuando el pobre nada tiene CD: 78 CLN: 725 Con vosotros está / ¿Le conocéis? CLN: 723 Pueblo de reyes CD: 204 CLN: 401 Senyor, no ens deixes / Grande es tu ternura CD: 229 Sí, me levantaré CD: 240 CLN: 107 Donde hay caridad y amor CD: 95 Vell pelegrí / Errante voy, soy peregrino CD: 274 CLN: 715 210 Cuaderno Pastoral C U A R E S M A - P A S C U A 2 0 1 5

MD: 128 MD: 337-1 MD: 47 MD: 104

MD: 240 MD: 339-2 MD: 343 MD: 332-1 MD: 339-1 MD: 45 MD: 43 MD: 12 MD: 341-1 MD: 321-1 MD: 179 MD: 38

Propuesta de CANTOS

Cantos para la Cuaresma ¡Victoria! ¡Tú reinarás! CD: 284 CLN: 106 Vós sou, Senyor, la llum del meu cor CD: 287 ¡Oh rostro ensangrentado! ¡Oh testa lacerada! CD: 188 CLN: 102 Por valles y aldeas Ved la Cruz de salvación CLN: 103 Perdón, oh Dios mío CLN: 105 Ten piedad de mí CLN: 108 Dame tu perdón / Ten piedad, Dios mío CLN: 111 Acuérdate, Señor CLN: 113 Ten piedad, Señor CLN: 114 Te pedimos perdón CLN: 116 El mandato / Os doy un mandato nuevo CLN: 152 Os doy un nuevo mandato CLN: 153 Pueblo mío CLN: 154 A la hora de nona / Por nuestro amor murió el Señor CLN: 155 Oh cruz, te adoramos CLN: 156 Me invocará y lo escucharé Hosanna al Hijo de David Perdónanos nuestras culpas CLN: 115 Oh Cruz fiel y venerable Sube el Nazareno Os doy un nuevo mandato Cristo nos da la libertad

MD: 334

MD: 347-1 MD: 331-1 MD: 333 MD: 341-2 MD: 347-2 MD: 349 MD: 350 MD: 94

Vienen con alegría, Señor CLN: 728

MD: 65

MD: 338 MD: 17-1 MD: 335-1 MD: 332-2

MD: 346

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Vosotros sois pueblo de Dios

Cantos para la Pascua Acuérdate de Jesucristo CD: 3 CLN: 202 MD: 352-1 Alegre la mañana que nos habla de Ti CD: 14 MD: 99 Alegrémonos, hermanos MD: 360 Alegría, alegría, alegría CD: 15 Alegrémonos, hermanos CLN: 215 MD: 360 ¡Aleluya, aleluya! Es la fiesta del Señor CD: 18 ¡Aleluya! Mujeres santas MD: 354-1 Canta aleluya al Señor CD: 49 Canta con júbilo / Éste es el día esperado CLN: 219 MD: 369 Cantad al Señor MD: 365 Como el grano de trigo CD: 65 CLN: 212 Cristo, alegría del mundo CLN: 654 MD: 370 Cristo resucitó CLN: 218 MD: 351-1 Cristo resucitó MD: 368 Danos, Señor, un corazón nuevo / La alianza nueva CD: 79 CLN: 253 MD: 371 El Señor os dará su Espíritu Santo MD: 375-1 El Señor resucitó MD: 354-2 El Señor resucitó MD: 356-1 El Señor vive MD: 357-1 En la mañana de Resurrección CD: 112 Envía, Señor, tu Espíritu / Envía tu Espíritu CLN: 254 MD: 373 Éste es el día en que actuó el Señor – Salmo 117 CD: 114 CLN: 522 MD: 224 Gloria, Aleluya CLN: 716 MD: 56 Hacia ti, morada santa CD: 133 CLN: O16 MD: 49-1 Jerusalem, glorifica el Senyor – Salm 147 CD: 142 212

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Propuesta de CANTOS

Cantos para la Pascua

Jesús, nuestra Pascua CD: 144 CLN: 216 MD: 367 La fiesta del Señor MD: 362-2 La Vida venció a la muerte MD: 364 L’Esperit de Déu ompli l’univers CD: 158 L’Espérit del Senyor vindrá a volsaltres CD: 159 Nosaltres hem de gloriar-nos / Nosotros hemos de gloriarnos CD: 177 MD: 343 Nuestra Pascua inmolada CD: 179 CLN: 203 MD: 351-2 ¡Oh luz gozosa! CD: 183 CLN: 653 MD: 8-1 Oh, Señor, envía tu Espíritu CD: 186 CLN: 252 MD: 372 Pueblo de reyes CD: 204 CLN: 401 MD: 12 Pueblos todos, batid palmas CD: 205 Regína Caeli, laetáre CD: 215 CLN: 303 MD: 392 Resucitó el Señor MD: 353-2 ¡Resucitó, resucitó! CD: 217 CLN: 208 MD: 362-1 Resurrección MD: 358 Se despertó la vida MD: 353-1 Señor, Dios nuestro, ¡Qué admirable es tu nombre! – Salmo 8 CD: 233 CLN: 501 MD: 211 Señor, Tú has vencido a la muerte CD: 236 Te conocimos al partir el pan CD: 248 CLN: O25 MD: 178 Una nueva vida, tu misma vida CD: 266 CLN: 426 MD: 21 Un cántico nuevo MD: 357-2 Un solo Señor CD: 271 CLN: 708 MD: 5-1 ¡Victoria! ¡Tú reinarás! CD: 284 CLN: 106 MD: 334 Vive con nosotros MD: 356-2 Yo soy el pan de vida CD: 288 Vosotros sois pueblo de Dios

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App

APP Cuaresma Pascua 2015

App El Arzobispado de Valencia lanza una App para celebrar la Cuaresma y Pascua. El Arzobispado de Valencia a través de la Comisión de Catequesis y en colaboración con la Vicaría de Evangelización ha creado una aplicación para smartphones, tablets y ordenadores con el objetivo de vivir el tiempo de Pascua y de Cuaresma en familia. La aplicación permite realizar un seguimiento diario de ambos tiempos litúrgicos y de los días más significativos como el Miércoles de Ceniza, Domingo de Ramos, el Triduo Sacro, Domingo de Resurrección, la Fiesta de la

Divina Misericordia y el Domingo de Pentecostés, además de las festividades de San José (19 de marzo), San Vicente Ferrer (13 de abril), San José Obrero (1 de mayo), la Virgen de los Desamparados (10 de mayo) y la Ascensión del Señor (17 de mayo). El proyecto ofrece diversos contenidos que enriquecerán la preparación para celebrar la Cuaresma y el tiempo de Pascua presentándose  como un instrumento a través del cual poder disponer de los materiales y textos necesarios para tener un tiempo de oración en medio de la actividad diaria, aportando una variedad de oraciones dirigidas a todos los públicos. La aplicación APP Cuaresma-Pascua contiene el Evangelio del día y el Santoral así como una reflexión desde las enseñanzas del Catecismo de la Iglesia y otra orientada especialmente a la formación de los jóvenes a través del Youcat. Esta nueva herramienta de evangelización presenta diversas oraciones, así como reflexiones de los santos y una de oración personal elaborado por el equipo de Rezandovoy.org. La App se podrá descargar gratuitamente para Android y Apple.

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