2ª Época, D. Rubén Suárez García D. Ángel de la Fuente Martínez D. José Luis Felgueroso Blanco Dña. Carmen Ruiz-Tilve Arias

IX Ciclo de conferencias de la S.O.F. 2ª Época, 2011 IX Ciclo conferencias de la S.O.F. de 2ª Época, 2011 D. Rubén Suárez García • D. Ángel

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IX Ciclo de conferencias de la S.O.F.

2ª Época, 2011

IX Ciclo

conferencias de la S.O.F. de



2ª Época,

2011

D. Rubén Suárez García • D. Ángel de la Fuente Martínez • D. José Luis Felgueroso Blanco • Dña. Carmen Ruiz-Tilve Arias

Sumario

Dirección editorial: Raquel López Varela Coordinación: Carmen Ruiz-Tilve Coordinación editorial: Antonio Manilla Cubierta: Darrell Smith

Prólogo. (Dña. Carmen Ruiz-Tilve Arias) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7

Maquetación: Jorge Garrán Marey Reservados todos los derechos de uso de este ejemplar. Su infracción puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual. Prohibida su reproducción total o parcial, comunicación pública, tratamiento informático o transmisión sin permiso previo y por escrito. Para fotocopiar o escanear algún fragmento, debe solicitarse autorización a EVEREST ([email protected]), como titular de la obra, o a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org). © De los textos: D. Rubén Suárez; D. Evaristo Arce; D. Ángel de la Fuente Martínez; D. Genaro Alonso Megido; D. José Luis Felgueroso Blanco; Dña. Carmen Ruiz-Tilve Arias. © De las fotogarfías: Sus autores. © De la edición y el diseño: EDITORIAL EVEREST, S. A. Carretera León-La Coruña, km 5 - LEÓN www.everest.es ISBN: 978-84-441-0460-7 Depósito legal: LE. 1203-2012 Printed in Spain - Impreso en España EDITORIAL EVERGRÁFICAS, S. L. Carretera León-La Coruña, km 5 LEÓN (España)

Oviedo en exposición (D. Rubén Suárez García)

Introducción de D. Evaristo Arce Retrato de Rubén Suárez con el arte como fondo . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Las Caldas de Prioro (D. Ángel de la Fuente Martínez)

Introducción de D. Genaro Alonso Megido . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35

La Fiesta de la Balesquida de Oviedo (D. José Luis Felgueroso Blanco) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 79

El Oviedo de Dolores Medio (Dña. Carmen Ruiz-Tilve Arias) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 107

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Carmen Ruiz-Tilve Arias

Prólogo Fieles a la cita Otra vez octubre y con este mes llegan puntuales las conferencias que, desde la SOF, convocan a los ovetenses en el Club de Prensa de La Nueva España para escuchar cosas interesantes sobre Oviedo, pues Oviedo es el hilo conductor que desde hace ya diez años nos reúne. La costumbre ha hecho que coincidiendo con cada ciclo se presente el libro que recoge las conferencias del año anterior, para que las palabras no las lleve el viento. Así ahora presentamos las cuatro que dictaron en 2011, las que enumeramos a continuación. El miércoles 5 de octubre don Rubén Suárez, crítico de arte, hizo interesante y enjundioso repaso del panorama artístico de la ciudad, con tanto que contar en los últimos 50 años. La semana siguiente don Ángel de la Fuente, catedrático de instituto, habló con conocimiento, rigor y amenidad de «Las Caldas de Priorio», un lugar con mucha historia. El 19 intervino don José Luis Felgueroso, abogado y buen conocedor de las cofradías y celebraciones religiosas de la ciudad, ilustrándonos sobre «La fiesta de la Balesquida en Oviedo». Por fin, el miércoles 26 de octubre, yo misma hice recordatorio del Oviedo de Dolores Medio en el centenario de su nacimiento y a continuación se presentó el libro de las conferencias del año anterior de la misma forma que ahora presentamos el de las de 2011, que forman, con sus hermanos mayores, ya nutrida colección.

Carmen Ruiz-Tilve Arias Cronista Oficial de Oviedo y coordinadora del ciclo de Conferencias

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Rubén Suárez García

CAPÍTULO I Oviedo en exposición D. Rubén Suárez García ❁❁❁

Introducción D. Evaristo Arce

Retrato

de

Rubén Suárez

con el arte como fondo

Todo acto de presentación corre el riesgo, casi siempre, de ser redundante y por consiguiente innecesario, además de gratuito. Así son normalmente las condiciones de este tipo de encargos y salvo raras excepciones los presentadores las cumplen con la obediencia debida y con variables dosis de exageración, sentimentalismo y empatía.. Desde hace tiempo y ante semejantes situaciones, yo alego para escabullirme que solo escribo –ya sea prólogos, epílogos, presentaciones, libros ó incluso obituarios, greguerías y frases lapidarias–, cuando se trata de amigos, lo cual probablemente no tenga mérito alguno, pero a mí me libra de numerosos compromisos y tranquiliza mi conciencia. Sirva este preámbulo para justificar mi presencia aquí por amistad con alguien a quien no puedo decirle que no a casi nada, salvo a alternar con él tomando un gintonic. Pues bien: en este caso, el conferenciante o charlista en cuestión merece una presentación especial, aunque reglada y conforme a la norma establecida y comúnmente aceptada. 9

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Es bien sabido que cualquier apreciación, hecha desde el afecto y la estimación personal, puede tender al exceso y la complacencia sin que por ello el juicio que se emita deje de ser veraz y objetivo y así espero que sean entendidas las opiniones contenidas en esta introducción. No hay exceso alguno, por ejemplo, en decir que en la tribuna periodística de Asturias no existe en este momento persona mejor capacitada para hablar de arte que Rubén Suárez. Y lo que hace, con toda brillantez y no sin esfuerzo, es aplicar a sus comentarios inteligencia, conocimiento, ojo clínico y algo de imaginación, pues no en vano la crítica artística es un género literario más, aunque no el más fácil. Precisamente por todo eso, sus juicios son tan orientadores para el lector como lo son también para el propio artista, quien a menudo es capaz de descubrirse a sí mismo a través de sus textos e identificar racionalmente las verdaderas raíces, motivaciones y claves de su trabajo. Y esos son, en definitiva, los méritos, las cualidades y los beneficios de su labor: el rigor, la lucidez, la comprensión y la higiene intelectual. Conozco muy bien y desde hace muchos años a Rubén Suárez y con los defectos y debilidades que le adornan, como a todo ser humano, son muchas más las virtudes que completan su personalidad: es íntegro, es leal, espontáneo; analítico, es algo más que ocurrente, es ingenioso, tiene sentido común y está dotado de una excepcional capacidad de discernimiento. Es un hábil polemista y un ameno tertuliano que se crece en la controversia y disfruta con la dialéctica y el humor. Y en todos sus comportamientos, dice siempre lo que piensa –nunca irreflexivamente– y eso como crítico y como persona le ha acarreado distanciamientos, algunas antipatías e incomprensiones varias y más por lo que omite que por aquello en lo que fija su atención, pues Rubén solo escribe de lo que le gusta. Sus colaboraciones periodísticas y sus libros dan testimonio, en este sentido, de una trayectoria impecable y consecuente a partir de esas premisas que en el ámbito ético y estético le definen y frecuenta.

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Rubén Suárez García

Pero Rubén no está hoy aquí para hacer un análisis crítico del panorama artístico asturiano, español o internacional, que podría hacerlo y magistralmente. Atendiendo el acertado requerimiento de Carmen Ruiz-Tilve, ocupa esta mesa para contar algunas de sus vivencias en el mundo del arte ovetense desde una perspectiva anecdótica y siempre desde la experiencia propia que es, por biografía, muy diversa y dilatada. Se echaba de menos en estos ciclos sobre Oviedo –promovidos en 1969 desde la SOF por el inolvidable Arturo Álvarez Buylla y felizmente recuperados en 2003 por Carmen Rúiz-Tilve– la presencia en ellos de una actividad que forma parte de la idiosincrasia de la ciudad, aunque desde hace algunos años se aprecie en su devenir una manifiesta y preocupante decadencia institucional. Se suele asegurar que Oviedo es una ciudad literaria –que lo es– y Gijón, una ciudad artística, que también lo es. O dicho de otro modo: a la primera la singularizan históricamente los escritores –citemos solo como ejemplo a Clarín y Pérez de Ayala– y a la segunda, los pintores como Valle o Piñole. Y en ambos casos, se trata de verdades a medias. Como también es una media verdad proclamar que hay que ser respetuosos con el arte, pero no con los artistas. Y eso lo sabe muy bien Rubén, como lo sabemos todos cuantos hemos convivido con ellos en campos distintos, pero no contrarios con un balance mayoritariamente positivo, haciendo buenas y perdurables amistades, ayudando a los más jóvenes y contribuyendo, con tanto entusiasmo como desprendimiento, a la difusión y comprensión del fenómeno artístico. Por lo que se refiere a Rubén y a mí, esta circunstancia tuvo episodios curiosos, normalmente divertidos y sin mayor trascendencia, ya que por motivos que ambos aún desconocemos hay gente que nos confunde, incluso algunos que nos tratan habitualmente intercambiando nuestros nombres sin que ni él ni yo nos molestemos ya en aclarar la situación. A Rubén le llaman Evaristo y Rubén contesta con naturalidad.

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Coincidiendo con la primera Bienal de arte Ciudad de Oviedo, una pintora ya fallecida y que se había presentado sin éxito al Certamen que yo dirigía apareció una tarde en la Redacción de La Nueva España donde entonces trabajábamos Rubén y yo para interpelar agresivamente –y me refiero a agresiones físicas– a Rubén Suárez, cuando en realidad a quien quería digamos abofetear era a mí, como imprudentemente, aunque sin mala intención, le aclaró nuestro compañero Orlando Sanz. Conviene apostillar que todo quedó en amenazas verbales y en un cierto griterío. Y de todo esto, en una versión libre, ligera y necesariamente abreviada, es de lo que va a hablarles Rubén Suárez. Con toda seguridad, sus reflexiones y sus recuerdos como periodista, crítico, jurado, ensayista, galerista y comisario de importantes exposiciones les entretendrán y les servirán para compartir y recrear con él la memoria y la personalidad de una ciudad y de una época de la que Rubén ha sido testigo, narrador y en su actividad, protagonista. Nadie como él, por tanto, para contar esa historia, tan poliédrica, desde la cercanía, la sabiduría y el sentimiento. Porque el arte para Rubén Suárez no es un medio de vida: es un modo de vivirla. Y así le va. O sea que, Evaristo, quiero decir Rubén, tuya es la palabra, al menos durante los próximos, digamos, cuarenta y cinco minutos.

Evaristo Arce Oviedo, 5 de octubre de 2011

Cartel de la primera Bienal de Arte Ciudad de Oviedo

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Rubén Suárez García

Oviedo en exposición D. Rubén Suárez García

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No soy yo muy de conferencias. Ni de darlas ni de que me las den. Como receptor, porque prefiero leer la cosas a oírlas, subrayar y releer siempre que quiera, sin horario fijo ni tener que ir a ninguna parte en concreto. Como conferenciante, a la manera clásica de lector de textos escritos, porque razonablemente se espera de uno que tenga cosas importantes que decir en los folios que lleva consigo, puesto que se ha tomado la molestia de escribirlos; y eso, cuando uno no está seguro de poder hacerlo, genera inevitablemente ansiedad. De modo que al término más enfático y solemne de «conferenciante» siempre he preferido para ocasiones como esta, que es más bien como de íntima conversación, el más ligero de «charlista». O, simplemente, hablador; quizá con

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Rubén Suárez García

un guión previsto, pero dúctil para ser alterado en función del humor de los escuchantes, disminuir en su caso las dosis e incluso dar carpetazo si, por ejemplo, se observa que el público consulta a menudo su reloj, y ni digamos si además lo agita para cerciorarse de que sigue su lentísimo camino. Pero esta charla será leída porque, como se sabe, el texto ha de ser luego editado. En todo caso, escrito o no, decir que este es solo un relato de cosas que únicamente pretende entretenerles.

Velázquez Riera, magnifico escritor y entrañable personaje de quien pocos recordaran a estas alturas que también tenía una charla diaria en Radio Asturias, ya en la atardecida, y con la sintonía del Para Elisa de Beethoven, que hacia suspirar a las damas. «Te presento a un gran crítico literario, me dijo, de quien puedes aprender mucho». Me dijo eso porque yo tenía entonces esa inquietud y porque Villa Pastur, luego tan importante para el arte asturiano, colaborador de la revista universitaria Archivum y del Pliego Crítico de Alarcos, no sustituyó la crítica de libros por la de arte, que compartió luego durante algún tiempo, hasta su vuelta a Asturias desde Ciudadela, en Mahón, remoto lugar al que había

Con el título de «Oviedo en exposición» aludo a la ambivalencia entre el hecho de que se hablará de algunas exposiciones y otros asuntos culturales más o menos relacionados con ellas que además tuvieron lugar en Oviedo en pasados decenios, y de que, por otra parte, se trata de una exposición personal de estos hechos, de ningún modo crónica o resumen de una época. Simplemente, la narración de algunas historias, vistas sobre todo desde la anécdota, que tuve ocasión de vivir, que recuerdo y que puedo contar, para lo cual no tengo más remedio que asumir el protagonismo y hablar en primera persona, cosa que por otra parte es lo que se me ha pedido, en el espíritu de estas charlas. Solo espero no aburrirles demasiado y que, si tienen que consultar su reloj, lo hagan con el mayor disimulo posible. En el comienzo de los felices años sesenta —al menos a mí me lo parecían— era yo un periodista recién estrenado en La Voz de Asturias, entonces en la calle Gil de Jaz, donde ahora está El Corte Inglés, y donde los coches circulaban en dos direcciones y uno podía aparcar en cualquier momento, Pipo Tartiere informaba en una pizarra sobre el resultado de las etapas del «tour» de Francia en la fachada del periódico y el Hotel de La Reconquista era un hospicio donde tenía acogida el pintor Rubén Darío Velázquez, desde niño, y cuyo régimen hospiciano fue luego narrado con crudeza por el artista en una novela. Con él, otros inquilinos del hospicio y un peluquero de señoras llamado Pierre hacía yo tertulia en la Cafetería Tina, hoy Cafetería Orly. Una de las personas que primero conocí en La Voz de Asturias fue Jesús Villa Pastur. Me lo presentó el director del periódico, Roberto 16

Jesús Villa Pastur

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sido destinado en su función de policía, que es lo que entonces era, como castigada víctima inocente por participar en sospechosas tertulias culturales con intelectuales y artistas, entre ellos los pintores Zuco, niño de la guerra, y Eduardo Úrculo. Volvió en 1970, pero ya como profesor de Literatura en el Instituto Severo Ochoa de Luarca, después de estudiar nueva carrera en el exilio y a tiempo de crear el que fuera gran Certamen Nacional de Pintura de Luarca y convertirse en un crítico de arte, docente, gestor cultural y organizador de eventos que iba a resultar decisivo en el desarrollo del arte asturiano. Por mi parte, además de ejercer las correspondientes tareas informativas, escribía crítica literaria en mi periódico y en otras publicaciones, en tiempos de la nouvelle vague francesa y de la irrupción de la novela hispanoamericana. Quizá por ello, también fumaba en pipa, cosa que tiempo después parecía molestar mucho a José Amado de Lema, empresario del Faro de Vigo que tomó bajo su mando a La Voz de Asturias en una desdichada etapa de este diario y de quien lo que más recuerdo, y con ternura, fue el buen consejo que me dio un día: «Usted escribe demasiado bien, y en el periodismo hay que escribir para analfabetos». Poco después me marché de allí.

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convirtiéndose además en editor. Víctor se desvinculó de la organización porque quería ganar el premio y así me quedé como único candidato a secretario. Como curiosidad, y porque tiene relación con lo que luego vendrá, me permitiré contarles algo más sobre aquel premio, que llegó a ser importante, y siempre estuvo muy apoyado por los medios de comunicación, en la vida cultural de la ciudad. Curiosidad fue, por ejemplo, que en su primera edición obtuviera el récord de ser el único premio cuyo jurado cabía en un «600», que fue el coche en el que fuimos a Madrid a buscar y luego traer a Oviedo a Dolores Medio y Jesús López Pacheco, reciente el éxito de su novela Central eléctrica. Fallamos el premio comiendo una fabada en casa de Richard y se lo dimos a Caza Mayor de Jorge Ferrer Vidal, sorteando por cierto presiones de mucho escritor local, incluyendo directores de periódicos, aunque luego se procedió a la ceremonia protocolaria del fallo en el curso de una elegante cena literaria en el Kopa Club. Aquel premio, que en su segunda edición ganó el padre Martín Vigil con Sexta galería, iba a tener una vida relativamente larga, aunque no sobrevivió a su organización por el Ateneo y el Ayuntamiento.

Hacíamos tertulia en la Librería Universal de José María Richard Grandío —querido amigo mío y luego creador del Centro Médico— librería que también estaba en la calle Gil de Jaz, aunque no era la que luego tuvo con el mismo nombre en la esquina con Marqués de Pidal, sino otra muy pequeña, donde está ahora la Librería Maribel.

En esas inquietudes literarias andaba cuando se produjo un hecho que, sin ninguna relación aparente con ellas, iba a tener una decisiva influencia en mi dedicación futura a tareas relacionadas con las bellas artes. Sucedió que un buen día Richard Grandío y Nilo del Cano, destacado empresario del textil, y casualmente propietario del «Kopa Vestir», lo que fuera el «Kopa Club» del premio de novela, se acercaron al número diecisiete de la calle Marqués de Pidal con intención de adquirir plazas de garaje que allí se ofertaban. Como el precio les pareció bueno, decidieron comprar unas cuantas cada uno y luego se les ocurrió que juntándolas podían instalar un local comercial, más concretamente una galería de arte, porque esto sucedía en uno de esos periodos en los que las galerías se ponen de moda y empiezan a aparecer como hongos, sobre todo en Madrid.

Un día, charlando con el escritor Víctor Alperi, se nos ocurrió crear un premio de novela. No quedó en una ocurrencia más, como podía haber sucedido, porque luego Richard se encargó de hacerlo realidad,

Así nació la «Sala Murillo». El nombre fue cosa de Richard, muy admirador de la pintura religiosa del artista, y también que yo, cuya experiencia se limitaba a algunas entrevistas e informaciones perio-

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Posiblemente iba camino de convertirme en el «Sobaco ilustrado II» que era, en su primera versión, como popularmente se apodaba a Villa Pastur porque siempre se le veía con un libro debajo del brazo, caricatura que no hacía más que subrayar y valorar su condición de intelectual comprometido con los libros. Fue por entonces cuando inventamos el Premio de Novela Ciudad de Oviedo.

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La inauguración de la «Sala Murillo», el 11 de enero de 1974, fue un acontecimiento de primera página. A ello contribuyó en notable apoyo de los medios de comunicación, la amplitud y decoración del espacio, infrecuente por entonces, y sobre todo el protagonista de la primera exposición: Paulino Vicente.

Sala Murillo

dísticas sobre el tema, la dirigiera. No era un planteamiento muy profesional, como he de reconocer que tampoco lo fue la gestión en el tiempo que yo estuve allí, un poco a salto de mata, entregando las obras vendidas exclusivamente cuando habían sido pagadas y urgiendo a los pintores para que fueran a cobrar, lo que aseguraban no haberles sucedido nunca, cosa que hacíamos para liquidar definitivamente cada exposición y pasar sin rémoras a la siguiente. Poco profesional sería, pero también es verdad que nunca se dejó de cobrar ni un solo cuadro. Es importante decir que la «Sala Murillo», pese a todo, tuvo una presencia muy notable en la vida de Oviedo durante algún tiempo, en lo social, en lo comercial, en el eco despertado en la prensa y en la radio y también en lo cultural, aun cuando desde luego no llegase a adquirir la solera, identidad artística y apuesta por la modernidad de galerías como «Tassillí», de José Antonio Castañón y la de Carmen Benedet, que fueran referencia destacada en la creación plástica asturiana y también en cierta medida en la nacional, en tiempos de la abstracción de «El Paso» y la galería madrileña de Juana Mordó. Al citarlas quiero también expresar el reconocimiento que Oviedo les debe por su promoción del arte contemporáneo en tiempos de poca comprensión y difícil mercado. 20

Casi cuarenta años después, en tan distinto contexto cultural, social y hasta demográfico, resulta difícil imaginar lo que Paulino significaba, en la ciudad y en la pintura. No solo como artista indiscutido que se había hecho grande sin necesidad de salir de su ciudad, retratista de grandes personalidades y querido maestro de varias generaciones, sino también como personaje. Era llamado «el pintor de Oviedo», porque era una de sus más significativas y entrañables señas de identidad. Años después, cuando la Caja de Ahorros le organizó una exposición y publicó un libro como homenaje por habérsele concedido el título de hijo predilecto, Evaristo Arce, entonces responsable de la Obra Cultural, le hizo una entrevista algo retórica: ¿Cómo son los ovetenses?, ¿cuáles son los rasgos más definidos y más definitorios de su personalidad? A lo que Paulino respondió con desarmante ingenuidad: Pues los ovetenses son como yo, sobre poco más o menos». Y tenía bastante razón. Además, aquella exposición era la primera individual que Paulino Vicente celebraba en Oviedo en una galería comercial y la única institucional anterior fue la muestra antológica que se le dedicó en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, luego itinerante por las galerías de la Caja de Asturias. Todo ello puede explicar la enorme expectación que despertó la exposición, con un cuidado catálogo que llevaba textos de Gerardo Diego y Lafuente Ferrari. La sala permanecía casi siempre atestada de público con la presencia del «todo Oviedo», el oviedín del alma y el otro. Y las obras, paisajes, bodegones e interiores, ausentes los retratos, terminaron engrosando colecciones ilustres o simplemente adineradas, porque tenían precios estratosféricos, y se vendieron casi en su totalidad, batiendo un récord que estoy seguro de que no se ha llegado a superar. Con todo, el mejor recuerdo que tengo de la exposición es el de un señor que miraba alternativamente dos obras que estaban colgadas 21

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juntas, con expresión entre la concentración y el desconcierto, y que finalmente me preguntó: «¿Podría usted explicarme por qué este cuadro que tiene una sola silla cuesta más que este otro que lleva dos sillas? ». Y se lo expliqué. Realmente, fue para mí un periodo muy grato y enriquecedor por las experiencias que viví y por las personas que tuve ocasión de conocer y tratar y mantener luego en algunos casos cordial amistad. Como ejemplo, César Pola o Ruperto Caravia, artistas de condición tan generosa y noble que solían intervenir en el delicado e indeciso trance de la adquisición de un cuadro para recomendar siempre su compra, aun cuando se tratase de clientes suyos. También abundaron las anécdotas, alguna de las cuales referiré ahora, esperando no abusar de su paciencia. Para conocer mejor el «quién es quién» de los artistas cuando empecé, me agencié el Diccionario Crítico del Arte Español Contemporáneo de Antonio Manuel Campoy, entonces crítico de ABC, que acababa de publicarse. Me puse a hojearlo y al llegar a la letra «L» me encontré con Fausto de Lima, pintor al que dedicaba una texto amplio y una espectacular ilustración con dos extraños personajes uniformados custodiando una especie entre perro y león, obra de muy bella alquimia colorística. Yo había tenido quince años atrás, en la Escuela de Periodismo, un profesor que se llamaba Fausto de Lima, bajito, delgado y con bigote, que daba clases de confección de periódicos. Se me hacía difícil imaginarlo, tímido como era y aparentemente sin la menor inquietud artística pintando de pronto como El Bosco o Brueghel, pero me informé por la coincidencia del nombre y, efectivamente, era mi Fausto de Lima. Vivía en un palacio de Venecia y con una princesa italiana, así que le llamé, encontrándome con la sorpresa de que precisamente iba a venir a pasar unos días en Asturias, en un chalet del Barrigón, en La Isla, que le cedía Carmen Fauste, que era la directora del Instituto Masculino Alfonso II de Oviedo y amiga suya. Vino, visitó la galería y quedamos en hacer una exposición que luego no se pudo celebrar. Como estaba acompañado de su princesa, cuya familia producía una importante marca de vermú italiano, les llevé a probar el de La Paloma. Bebió la princesa y esperamos con expectación su juicio que fue: «Óptimo, ma dolce». 22

Antonio Heredero era un acuarelista gallego conocido y de magnífica técnica, además de un vendedor nato y eficacísimo de su obra. Trajo a Murillo una treintena de acuarelas de gran formato, además de un panel con fotos y recortes, entre ellos de una visita de los Príncipes de Asturias, los de entonces, a una exposición suya. Como las obras tenían todas el mismo tamaño, pensé que tendrían también el mismo precio. No —me dijo— unas cuantas a 20.000 pesetas, otras a 30.000 y 40.000, dos a 50.000 y una a 60.000. Será difícil que esa se venda, comenté. Y él: te equivocas, caerá de las primeras. Como me encargó poner los precios según mi criterio, elegí para las de 60.000 una acuarela muy resultona de unos veleros navegando en un lago entre reflejos impresionistas. Un día llegó un personaje bastante conocido en Oviedo acompañado de su señora (y pronto también por el pintor), que miraba cada pintura consultando la lista de precios. Al llegar a los veleros, señaló la acuarela con un dedo oscilante mientras decía: ¡Cómo se ve que sabe usted valorar lo bueno!. Y Heredero: ¡Y cómo se ve que sabe usted apreciarlo!. Así cayó la pieza, dicho en jerga galerística. Aquel Heredero era un águila. Una cosa que pocos saben es que fue en la «Sala Murillo» donde nació la idea del Taller de Humberto, ese reconocido maestro, decisivo en la formación de cientos de alumnos como artistas, algunos entre los más destacados del arte asturiano. En una colectiva de Navidad, en 1974, comentábamos en un grupo las muchas posibilidades que las nuevas técnicas del arte moderno ofrecían a los artistas, no siempre con facilidad de acceder a su conocimiento. Como Humberto, pintor al que ya entonces se le reconocía el dominio de esas técnicas, estaba presente, surgió la idea por parte de algunos de trabajar bajo su dirección. Pensé que aquello quedaría en nada, pero meses después se abría en la calle Valentín Masip un estudio-taller de enseñanza que, luego en otras instalaciones, en Matemático Pedrayes, Asturias o Cervantes, iba a adquirir una popularidad y un éxito crecientes. No solo en la formación de creadores, sino como origen de la formación de grupos de artistas, exposiciones colectivas, viajes a ferias y museos de España y el extran23

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jero, talleres dirigidos por pintores y escultores de relieve internacional y proyectos singulares, como una exposición sobre nuevas tecnologías o la celebrada en la Universidad de Oviedo sobre neodadá y «assamblage». De mi relación y colaboración con el taller recuerdo especialmente la exposición «Deporte y Arte», en la que me pidieron que actuara como comisario, una muestra colectiva de pintura, escultura e instalación que ocupó distintas dependencias del Centro Asturiano de Oviedo con motivo de la puesta en marcha de su nuevo polideportivo Príncipe de Asturias y que fue inaugurada por el ministro de Educación y Ciencia Gustavo Suárez Pertierra, en diciembre de 1994. Es justo decir que el taller experimental de Humberto es una de las cosas más importantes que le han sucedido al arte asturiano en los últimos años. Hubo también algunos sucesos que podríamos llamar pintorescos. Contaré solo uno. En cierta ocasión me encontré una carta anónima, metida por debajo de la puerta de la galería, en la que se amenazaba con poner una bomba si no se suspendía inmediatamente la exposición que era de Pablo Basterrechea y con bastante éxito por cierto. Hubo denuncia a la policía que, lógicamente, preguntó al pintor si tenía enemigos. A Pablo no se le ocurrió otra cosa que comentarles la muy apasionada polémica que en aquellos días mantenía mediante artículos en la prensa con los pintores Alejandro Mieres y Bartolomé a propósito de la pintura de Marola, que ellos ponían en entredicho y Basterrechea defendía fogosamente. Como la polémica era de trazo grueso, ambos fueron convenientemente interrogados en la comisaría, lo que no contribuyó a mejorar las relaciones entre ellos. Fue algo muy comentado en aquellos días, cuando las polémicas existían, y quedó en nada, una broma o ganas de fastidiar.

Francisco Casariego

No quiero terminar este capítulo sin recordar los días que pasé en compañía del inolvidable Paco Casariego, con ocasión de la exposición de pinturas de su padre, Francisco Casariego, con cuyo motivo se editó un libro-catálogo con texto de Moreno Galván. Su conversación fue para mí un continuo estímulo intelectual dado el talante, el sentido del humor y crítico y la sensibilidad y conocimiento del arte del personaje, cosas que no me extrañó ver años después reflejadas en las obras que pintó con la firma de Nigro.

Temo haber dedicado más tiempo del razonable a recordar historias de la «Sala Murillo», cosa solo disculpable si se admite el carácter personal e informal de esta charla. Añadiré que para mi resultó enriquecedora aquella experiencia, el entrar en contacto con aspectos del arte diferentes de la información periodística y de la crítica, a la cual quizás nunca me hubiera dedicado de no haberse producido. Una experiencia que, por cierto, tuvo después breve continuación, a la que aludiré porque a fin de cuentas también forma parte de nuestra pequeña historia de la cultura ciudadana. Me refiero a la creación de la «Galería Norte», en la calle Matemático Pedrayes, en la que participé junto a un grupo de personas de las que guardo el mejor recuerdo: José Antonio Caicoya Abati, que tenía entonces la tienda de marcos «Bocel» y fue el promotor del proyecto, Alicia Castro Masaveu, José Antonio Caicoya Cores y José Antonio Cabrera. Se inauguró con una exposición de Álvaro Delgado y Luis García Ochoa, a los que fuimos Caicoya Abati y yo a visitar en Madrid, sin poder traer obra de todos los integrantes de la segunda

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dedicada a la Escuela de Vallecas como hubiéramos querido. Duró poco, pero en algo contribuimos a estimular el ambiente artístico de Oviedo y además lo pasamos bien. Vinieron luego para mí los tiempos de mayor dedicación a la crítica y pronto también al comisariado de exposiciones, participación en jurados, mesas redondas, publicaciones... conferencias, las menos posibles, y como consecuencia la participación en algunos hechos culturales de los que solo aludiré a algunos y de forma breve para terminar a una hora razonable. Porque al repasar ahora el tiempo pasado, uno se da cuenta de que en él ocurrieron más cosas de las que pensaba. Otras no ocurrieron, y eso es también motivo de comentario. Por ejemplo, en marzo de 1999, la consejera de Cultura Victoria Rodríguez Escudero anunciaba públicamente la decisión de destinar el edificio de la antigua cárcel a Centro de Arte Contemporáneo, compatibilizándolo con la construcción del Archivo Histórico, y respondiendo así a una eterna reclamación del mundo del arte, curiosamente reiterada momentos antes, en aquel mismo acto, tanto por el hoy también consejero de Cultura, Emilio Marcos Vallaure, como por los galeristas Luis Hernando y Amador Fernández Carnero y yo, que compartíamos mesa con la consejera. Aquello no ocurrió, pero, hablando de lo no ocurrido, quien se tomara la molestia de comparar la lista de reivindicaciones publicada por la Asociación de Pintores y Escultores Asturianos en los años ochenta, presidida por Ramón Rodríguez, con la que ahora suele presentar de vez en cuando Consuelo Vallina, que preside la llamada Asociación de Artistas Visuales, podría comprobar por su increíble similitud, que ciertamente, en algunos asuntos, veinte o treinta años no son nada. Aunque para ser justos, y como antes se dice, hay que reconocer que también hubo cosas que sí ocurrieron en Oviedo y con ello dieron relieve y posibilidad de desarrollo al arte plástico en Asturias. Por ejemplo, no se puede negar la influencia positiva en este aspecto de la Bienal de Arte Ciudad de Oviedo, bienal guadiana que, aunque sin respetar la periodicidad de su celebración y a menudo con polémica, sirvió sin duda de estímulo y dinamización del ambiente artístico. El éxito de las dos primeras ediciones, dirigidas por Evaristo Arce, fue verdadera26

mente espectacular y contagió de la inquietud artística a prácticamente toda la ciudadanía, tanto por la novedad de la propuesta como por su estructura organizativa, que incluía diversos actos culturales paralelos y la creación de un fondo de adquisiciones que implicaba a instituciones, empresas y coleccionistas. Tuvo eco nacional, en buena parte debido a la participación como jurados de relevantes personalidades del arte y de la crítica. Y eso que la segunda edición ya estuvo a punto de malograrse. Prevista su celebración para mayo de 1978, coincidiendo con La Ascensión, polémicas y problemas presupuestarios convirtieron la bienal en trienal cuando, finalmente, tuvo lugar en diciembre de 1979, y además advirtiendo en el catálogo que «sin dotación de presupuesto, ni entidad organizadora, ni lugar de instalación» aquella edición bien podría ser la última. Afortunada e increíblemente, no fue así y vinieron, en un primer plazo, tres ediciones más —una exclusivamente dedicada a escultura— que dirigió, también con éxito, Ramón Rodríguez. Luego, tras seis años de ausencia, en 1992 fue Javier Barón quien organizó una sin embargo llamada bienal, y nacional, Ciudad de Oviedo dedicada en ese caso a mostrar el estado de la cuestión en la creación artística asturiana lo que fue criticado en algunos medios dado el carácter nacional del enunciado pero que constituyó una interesantísima y necesaria actualización y puesta en valor del arte regional que debería repetirse cada algún tiempo. Fue el mismo comisario quien dirigió las siguientes bienales, con diferentes planteamientos. Como novedad, en la última, en el año 2000, se habilitaron por primera vez nuevos espacios para la instalación de las obras, hoy inhábiles, en el Centro de Arte del Campoamor y el Café Español, además del Museo de Bellas Artes que había acogido en solitario las de todas las anteriores ediciones. Un factor decisivo para la supervivencia de la Bienal fue sin duda la proclamada y mantenida apuesta por ella, prolongada y militante, de José María Fernández del Viso, entonces concejal de Cultura y, como tal, también presidente de la Fundación Municipal de Cultura, hoy desaparecida y últimamente reivindicada por distintas instancias. Esa fundación tuvo mucha notoriedad y, lo que es más importante y menos frecuente, mucho presupuesto, gracias a lo cual ejerció un protagonismo 27

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evidente, sobre todo a través del entonces creado «CAMCO», o Centro de Arte Moderno Ciudad de Oviedo, que primero no llevaba el injerto de la «M» de Moderno, pero que fue preciso introducir porque si no las siglas hubieran dado «CACO». Tampoco es que esa «m» definiera mucho la política del nuevo espacio de exposiciones en su orientación artística, si entendemos moderno en el sentido de contemporáneo. Pero como tenía medios y buenos gestores llevó a cabo una función estimable y con verdadero eco popular y mediático, en lo que también influyo la situación y el carácter emblemático del Teatro Campoamor. Sus exposiciones solían tener mucho éxito de público, y no siempre de crítica, por su irregularidad; aunque con escasa conexión con las últimas tendencias, dedicó una serie de muestras a destacados pintores de la figuración asturiana naturalista muy aceptables. Puedo recordar por otra parte una importante exposición de Casimiro Baragaña, otra magnífica dedicada a Luis Fernández, que comisarió Luis Feás, y otra muy espectacular pero digamos que también muy camelística y poco enjundiosa, con rayo láser incluido, sobre Dalí; también la de Vaquero Turcios o la que nos trajo la obra del malagueño Daniel Quintero, uno de los realistas españoles con mayor prestigio internacional que tuve la oportunidad de comisariar. Y sobre todo la titulada «Memoria viva del arte asturiano» que Evaristo Arce y yo le dedicamos a Villa Pastur, aún en vida, integrada por obras de autores premiados en el Certamen Nacional de Pintura de Luarca y también de los Maestros que fueron objeto de homenaje a lo largo de sus ediciones. El certamen de Luarca fue su realización más importante y su obra más querida, pero el homenaje era por mucho más, sencillamente por ser la persona que más había hecho por el arte en Asturias. Me referiré ahora a la Caja de Ahorros, una institución que merece capítulo aparte en cuanto a la importancia de su actividad en el desarrollo del arte en Asturias, y en Oviedo en concreto. Una entidad cuya actuación ha sido incomparable, y desde luego decisiva a lo largo de mucho tiempo y muchas carencias, como patrocinadora de muchísimas iniciativas de todo tipo, instauradora de una política de adquisiciones que le permite disponer de una magnífica colección que incluye a muchos de los mejores aristas asturianos, y también por la función

Museo de Bellas Artes

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de El Greco del marqués de San Feliz y que luego, en 1957, fuera noticia nacional y una encendida polémica en las páginas de La Nueva España sobre si el arte abstracto tenía derecho a existir o no, al presentar una exposición del grupo «El Paso», la primera que hacía en España dos meses después de su presentación en Madrid. Aquella sala mantuvo la actividad de exposiciones de arte en Oviedo y en Asturias en un altísimo porcentaje, cuando eso era muy necesario, una actividad que tuvo momentos de espacial relieve, como cuando Evaristo Arce organizó un importante ciclo de exposiciones, en 1980 con motivo del centenario de la entidad, que incluía a artistas tan destacados en el panorama regional como Lucio Muñoz, Eduardo Úrculo, Juan Barjola, Álvaro Delgado y Julio López Hernández, además de presentar una muestra colectiva en el Círculo de Bellas Artes de Madrid titulada «Panorama 81 del arte asturiano» de gran impacto y una de la pocas ocasiones en las que el arte regional tuvo proyección y referencia nacional.

Daniel Quintero

Porque la promoción del arte en Asturias le debe tanto a la Caja, es más de lamentar que su labor se haya quedado en tan poco. En Oviedo en realidad se ha quedado en nada, desde la misteriosa inhabilitación, hace tanto tiempo, de la espléndida sala de la calle de San Francisco, por las razones que fueran sin haberse planteado alguna alternativa. Y aunque hoy hablemos concretamente de lo referente a Oviedo, no está de más señalar la mínima, ocasional y oportunista actividad del Palacio de Revillagigedo, desde hace mucho antes de la crisis, un espacio en el que aún resuenan los ecos de la obra de artistas como Sol Lewitt, Kosuth, Schnabel, Tapies, Paladino, Chillida y algunos de los grandes asturianos, ente lo que hay bastantes que bien hubieran merecido una gran exposición en ese marco.

Y eso, y sobre todo, desde la siempre recordada sala de La Escandalera, con aquel diminuto «barín» en el que hacían tertulia Villa Pastur y Pedro y Ruperto Caravia, que se estrenara en 1956 presentando el Apostolado

El Apostolado de El Greco al que antes aludía, ocupa hoy un lugar de privilegio en nuestro Museo de Bellas Artes, lo que nos lleva, en este breve repaso del acontecer del arte en nuestra ciudad, a recordar el importante papel que en los pasado años ha desempeñado esta institución que, con medios limitados, ha llevado a cabo una inteligente y fructífera política de adquisiciones, tanto en subastas como en compra directa, lo que junto con el considerable refuerzo de los fondos procedentes de la colección Pedro Masaveu, le llevan a ser uno de los

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de sus salas de exposiciones, dando a conocer la obra de creadores regionales de relieve, pero también de destacados artistas españoles y extranjeros.

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museos más importantes de España en la actualidad. Pero tenemos que reseñar además la organización de exposiciones temporales, ciclos de conferencias, publicaciones y diversidad de actos culturales de interés que le han convertido en una destacada referencia en el devenir de la vida cultural ovetense, cosa en la que tuvo lógicamente mucho que ver la actuación de dos gestores a quienes es debido recordar, José Antonio Fernández Castañón y Emilio Marcos Vallaure, este último su director hasta fecha reciente en la que se incorporó al gobierno del Principado. No podemos olvidar la labor llevada a cabo por las Muestras Regionales de Artes Plásticas, organizadas por el Instituto Asturiano de la Juventud desde que en 1990 se produjera su primer convocatoria. Cada año, puntualmente, se ha venido desarrollando este proyecto, admirablemente estructurado y ejecutado, para servir de estímulo a la creación de los artistas jóvenes y facilitarles también la posibilidad de dar a conocer su obra en los siempre difíciles comienzos. De su éxito da prueba el hecho de que bastantes destacados creadores del arte asturiano han tenido sus comienzos con la participación en las Muestras o con exposiciones en la sala Borrón. Desafortunadamente, otros proyectos, como el gran certamen de pintura de la Fundación Laboral de la Construcción y el algo incierto y titubeante del Principado, han pasado, según parece, a mejor vida.

nos, coincidiendo con las navidades, lo que también es prueba de un compromiso con el arte. La casualidad ha querido que precisamente mañana se inaugure en Oviedo la primera feria de arte que se celebra en la ciudad. Nace un poco en precario y en buena medida por aquello de hacer de la necesidad virtud. Por parte de las galerías, como una manera más de hacer frente a la crisis y por parte del Ayuntamiento para tener algo que darles a los que piden más cultura. Pero como quiera que sea confío y deseo que tenga éxito y que se haga todo lo posible porque se mantenga y se mejore; por las galerías, que son fundamentales en la promoción del arte, por los aficionados y los coleccionistas y por la vida cultural de la ciudad. Y su comienzo supone sin duda el mejor final para esta charla sobre «Oviedo en exposición».

Finalmente debo referirme al reconocimiento que merecen los medios de comunicación, prensa, radio y televisión de Asturias, que han venido dedicando generosos espacios a informar, analizar o promover los temas relacionados con el arte, lo que no siempre es valorado en toda su importancia, cuando esa labor es sin embargo absolutamente necesaria si se aspira a que el público se interese y pueda participar en ese concreto universo cultural. Y aunque pueda parecer parte interesada pienso que resulta también procedente una mención especial para La Nueva España, en buena medida por la destacada actuación de este club de prensa en el que nos encontramos y en el que tantos actos relacionados con el arte se han celebrado, pero también por el hecho de que este periódico lleva editando, desde hace quince años, una serie de carpetas con grabados firmados por los más destacados artistas asturia-

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CAPÍTULO II El Balneario de Caldas de Prioro D. Ángel de la Fuente Martínez ❁❁❁

Introducción

D. Genaro Alonso Megido

Bajo el título El balneario de Caldas de Priorio, el profesor Ángel de la Fuente –a quien tengo el honor y el placer de acompañar y presentar en este acto–, nos sumerge –nunca mejor dicho– en un apasionado recorrido histórico y cultural por entre las aguas cálidas de esta villa, cuyo nombre quedó indefectiblemente asociado al bienestar y a eso que ya los antiguos denominaban “la salud por el agua”. Ángel de la Fuente Martínez, Licenciado en Geografía e Historia por la Universidad de Oviedo, es un hombre de formación sólida y compromisos probados. Como profesor e historiador son muchos los trabajos y publicaciones en los que quedan patentes sus conocimientos e investigaciones relacionados con aspectos múltiples de nuestro entorno cultural, histórico y geográfico: trabajos como La vivienda tradicional asturiana, o Aviles: Orígenes y evolución histórica; libros de texto de Historia de España y Geografía (para alumnos 2º de Bachillerato), y autor también de publicaciones relacionadas con el mundo educativo –otra de sus grandes pasiones- como las tituladas Competencias básicas en Geografía, Historia y Ciencias Sociales, o el Museo virtual. Ha escrito, asimismo, innumerables artículos publicados en prensa –principalmente en LNE– en los que queda de manifiesto esa sólida formación antes aludida, a la vez que un inequívoco compromiso con los valores sociales y culturales de nuestro tiempo; títulos como La estación que perdimos, La iglesia de San Juan de Priorio, Los azulejos de la estación del Vasco-Asturiano, Villa termal en las Caldas y respeto al patrimonio natural e 35

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histórico, Convivencia y disciplina, un reto para el siglo XXI, etc. ejemplifican perfectamente esto que acabamos de decir. Y es que el profesor Ángel de la Fuente muestra un innegable compromiso con la defensa del patrimonio natural y cultural de Asturias, así como con sus señas de identidad más distinguidas; no en vano fue miembro de la Comisión de Patrimonio Cultural del Principado de Asturias, Miembro de la Asociación de Amigos del ferrocarril de Gijón, etc. Ahora bien, su compromiso alcanza valores inestimables y variaciones sin límite en el campo de la educación, su gran vocación: no solo como docente, sino también como ponente en cursos de formación y, sobre todo como Director de centro: lo fue del IES de Vegadeo, del Monte Naranco de Oviedo y actualmente lo es del IES Arzobispo Valdés Salas. En todos ellos ha ejercido sus funciones con maneras impecables y modos distinguidos, y siempre con una invariante que ha presidido todas sus actuaciones: la mejora continua de los centros y la atención educativa a los alumnos. No en vano sus centros han sido merecedores de varios premios, como los otorgados a la calidad educativa, a la dinamización de la biblioteca, o a la práctica del reciclaje. En fin, como Inspector de Educación puedo dar buena fe de ello, es más, les puedo asegurar que no he conocido un Director que, en compañía de quien les habla, y al objeto de verificar unos supuestos incumplimientos de una línea a de transporte, fuera capaz de salir de Oviedo a las 5 de la mañana, para estar a la hora convenida en el punto de destino, en una zona de Salas llamada Las Gallinas, en un recorrido nocturno que a mí se me antojaba una aventura de la imaginación. Ese es el hombre, el profesor, el amigo con quien espero y deseo disfruten durante los minutos que vienen. Muchas gracias. Oviedo, 11 de octubre de 2011

Genaro Alonso Megido Inspector de Educación

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El Balneario de Caldas de Prioro D. Ángel de la Fuente Martínez

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El Balneario

de

Caldas

de

Priorio

Las aguas termales de San Juan de Priorio fueron objeto de consideración en el siglo XVII por el padre Carvallo aunque no se puede decir que la divulgación de este fenómeno haya sido sometida a un estudio científico en aquel momento. Cien años después, Casal –1717– y Gómez Bedoya –1765– estudian estas aguas y el reverendo Joseph Townshed describe en su viaje por Asturias el manantial de Priorio; no obstante, con poco fundamento hay quien adelanta su descubrimiento a la presencia de Roma en Asturias, pero curiosamente no ha quedado ningún vestigio. Esta referencia a la hipotética presencia romana obedece a una información aportada por Don Miguel Álvarez-Buylla Menéndez. Según este señor habían aparecido unas monedas de época romana en los muros del edificio, pero obviamente este no puede considerarse un argumento de peso. A partir de la consolidación del régimen político liberal, que conlleva la consagración de la burguesía como clase social, comienza a fraguarse la explotación del termalismo que tendrá su momento álgido en el último cuarto del siglo XIX, perviviendo hasta la Guerra Civil, decayendo en

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el contexto del desarrollismo, y volviendo a recuperarse en la sociedad posmoderna tras la adquisición del complejo por parte de la empresa CEYD. Nuestra sociedad cada vez más individualista, pero sin ser ajena a la globalización, es ajetreada, tensa y está en continuo movimiento e inmersa en la práctica de unos hábitos poco saludables, que incrementan la mortalidad asociada a las tres “ces”: carretera –accidentes de coche–, cáncer y accidentes cardiovasculares, por lo que aprovechar los beneficios que los balnearios reportan constituye una buena terapia. Estos centros se consideraban instituciones para ancianos que acudían a ellos a mitigar sus dolencias crónicas y propias de la edad hasta hace bien poco, pero afortunadamente parece que nos hemos contagiado del redescubrimiento de los balnearios y el potencial de los mismos a través del lema “salutem per aquam”. Dentro de este orden de cosas el balneario de Caldas de Priorio, hoy un referente a nivel nacional e incluso internacional, puede considerarse víctima de la desidia, la apatía, la dejadez de sus antiguos propietarios porque contribuyeron a impulsar una agonía lenta pero continua hasta el extremo de ver hundido el tejado del antiguo cinematógrafo y del desaparecido lavadero del que ni siquiera se ha conservado la gran pila, pues ejerció su función hasta la aparición de las lavadoras y posteriormente se aprovechó como pajar para colocar la hierba de una antigua empleada que vivía en una de las casas del complejo termal. La falta de interés por el mismo se manifiesta en la inexistencia de negociación alguna con la empresa ferroviaria Vasco-Asturiano para que el trazado a Oviedo discurriese por el centro de Las Caldas desde Oviedo hacia San Esteban y la cuenca del río Caudal. El termalismo creó una atmósfera peculiar que no afectó a la parroquia en su extensión geográfica –Casielles, Priorio, Piñera, Las Caldas–, sino al nuevo lugar que se desarrolla arquitectónicamente alrededor del edificio termal, Las Caldas. La tradición oral permitió que todavía algunos podamos recordar aquella especie de pareados que decían así. En Casielles, casadielles. En Priorio, pan y pollo. En Piñera, pan y pera. En Les Caldes, chocolate, buenas tardes y aguas por les espaldes. En mi infancia y juventud era corriente escuchar a nuestros abuelos y ancianos 38

estos dichos que tenían su versión grosera, que no procede mencionar en este auditorio. El aura que impregnaba a este lugar, Las Caldas, era mencionada con cierta ironía por las parroquias vecinas de Puerto y Caces. En cierto modo no les falta razón. Desgraciadamente este recurso natural y cultural no ha sido aprovechado tampoco por los lugareños, que con su mentalidad ayudaron a enterrar a este complejo termal finalizando el siglo XX. Ya en el siglo XVIII el marqués de la Ensenada cuando redactaba las respuestas a las treinta y nueve preguntas generales en el año 1752 en la casa-palacio del Marqués de Santa Cruz de Marcenado afirmaba que un tercio de las tierras de buena calidad en la parroquia estaban sin cultivar por falta de interés. La aseveración de La Ensenada desgraciadamente se ha mantenido dos siglos después. Una parroquia como San Juan de Priorio con la riqueza natural y patrimonial ni siquiera es conocida por sus habitantes y el desconocimiento de los recursos que tenemos, que la Madre Naturaleza nos ha entregado y la Historia nos ha legado, fomenta la ociosidad y la ausencia de proyectos para explotarlos.

Las

El

emplazamiento y la situación.

infraestructuras y su incidencia en el hábitat

El ejemplo más importante del termalismo en Asturias es Caldas de Priorio. Está situado a 43º 21’ latitud norte, 2º 16’ longitud oeste y a una altura sobre el nivel del mar de 100–105 m. La parroquia de 4,86 km2 de superficie junto con las parroquias de Caces y Puerto formó el concejo de Ribera de Abajo. El año 1862 San Juan de Priorio, que comprende los lugares de Priorio, Casielles, Las Caldas, La Piñera y las caserías de Cuesta Ayones, La Venta –actualmente integrada en San Esteban de Sograndio– y La Premaña, decide integrarse en el concejo de Oviedo. Diecinueve años más tarde lo hacen las otras dos parroquias, desapareciendo definitivamente este municipio, que siempre estuvo bajo la influencia de Oviedo desde 39

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la Edad Media. La parroquia está recorrida por el río Nalón en su límite oeste separándola de Puerto y Caces en la margen izquierda del río. Tributario de este gran río es el río Gafo que, procedente de Oviedo, entra en la parroquia por La Premaña recorriendo el sur para alcanzar el oeste en su desembocadura a los pies del castillo, pero un poco antes riega el entorno del complejo termal. Estamos pues en el curso medio-bajo del río Nalón con un dominio de la caliza a la que sigue la pizarra arcillosa y arenas por el que discurren regatos y arroyos que van a parar a ambos colectores, junto con múltiples manantiales de agua. La abundancia del agua explica la presencia de manchas boscosas autóctonas y de un gran bosque de ribera muy cerca del balneario entre el Puente de Fornos –puente sobre el río Nalón por el que discurría el trazado ferroviario entre Fuso de la Reina y Oviedo– y el puente bautizado el 28 de mayo de 1998 con el nombre Puente de Las Caldas sobre el río Nalón, sustituyendo a la vieja denominación Puente de Caces.

¿Cómo y cuándo aparece el termalismo en este espacio geográfico?. No hay un estudio riguroso, pero todo indica que las consecuencias de la orogenia alpina son las causantes. Una profunda falla facilita el ascenso de aguas procedentes del interior de la corteza terrestre con una composición mineralógica determinada que hacen de ellas un remedio terapéutico. Esa misma ruptura afecta a otro manantial, quizás secundario, la Fuente de los Tres Caños, muy cerca del balneario, con un caudal continuo, independientemente de que llueva más o menos, construida en el año 1881 y en la que se puede ver salir vapor de la pila del lavadero ya que la temperatura de su agua sin ser elevada no es la misma que las de las fuentes que nos podemos encontrar en los bosques; no es un agua que transmita al cuerpo esa sensación de frescura cuando se ingiere en un día de estío. El manantial de Las Caldas puede tener una antigüedad entre setenta y cien millones de años, pero hubo que esperar mucho para que este fuese explotado con una finalidad medicinal. El descubrimiento del termalismo en un pequeño alvéolo en la margen izquierda del río Gafo, bajo una bóveda de caliza de montaña, implicó la construcción de un edificio que se prorrogó casi sesenta años desde que el Dr. Casal entrase en contacto con este manantial. El contexto, segunda mitad del siglo XVIII, coincide con el reinado de Carlos III y con el academicismo teniendo por referencia la Real Academia de Bellas Artes al frente de la cual se encontraba Ventura Rodríguez.

Fotografía 1. Vista de la parroquia de San Juan de Priorio. Ángel de la Fuente Martínez.

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El representante de esta institución en Asturias fue Manuel Reguera y a él de acuerdo con la cartela que hay sobre el acceso del manantial se atribuye la construcción del edificio histórico. El comienzo parte del año 1772 con un proyecto perfeccionado por Pedro Antonio Menéndez, pero rechazado por Ventura Rodríguez por defectos de comodidad y economía. El maestro elaboró un nuevo proyecto y las obras se adjudican a Manuel Reguera, que se queda sin fondos porque había empleado demasiados materiales de cantería, pero no era menos cierto que habían surgido trabajos no previstos. Una vez más Ventura Rodríguez redacta un informe avalando la actuación del maestro asturiano, concluyendo la obra en el año 1776. El arquitecto opta por dos cuartos de elipse uni41

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dos por un cuerpo central en el que se abre la entrada principal bajo un dintel apoyado en jambas cuyos sillares están almohadillados. En los muros curvos se ha optado por abrir vanos circulares que contrastan con los vanos adintelados que hay a izquierda y derecha de la puerta principal. Al interior un patio semielíptico era cerrado por un muro en corredor con pequeños vanos circulares. Coincidiendo con la puerta principal se construyó un templete rematado por un frontón triangular roto que tiene en su tímpano una cartela aludiendo al arquitecto y procurador general. Ejes de simetría, orden, armonía, frontones triangulares… son notas típicas de la estética neoclásica tan ligada al academicismo y que coincide en el tiempo con la construcción de este edificio. Un año después, 1777, se construye la espadaña de la iglesia parroquial de Priorio bajo un esquema netamente clasicista. En la plan-

ta baja se habían colocado los baños y en la superior las habitaciones y otras dependencias. El proyecto resultó ser funcional, austero y de una eficaz racionalidad constructiva cuya mayor novedad en el panorama asturiano fue la aparición del movimiento curvo en planta, que V. Rodríguez había diseñado en el proyecto no realizado de pórtico para el Paseo del Prado de Madrid (1776-1783). Entrado el siglo XIX, 1829-1830, el edificio sufre una ampliación con dos nuevas crujías en las alas de Oriente y Poniente. A partir de este año y hasta que el edificio es adquirido por Don José González Alegre el inmueble es objeto de pequeñas reformas entre las que cabe citar la sustitución de las bañeras de madera por ocho de piedra, la apertura de dos estufas –Dr. Don Plácido Álvarez Buylla– para aprovechar los vapores naturales del manantial y con esta denominación se han conocido hasta el cierre del complejo termal. La ampliación de 1829 supuso disponer de dos comedores, cocina y despensa de la fonda, cocina pública, veintinueve habitaciones, sala de recreo y capilla, tendedero, cuarto de plancha y dormitorio para el personal de servicio y servidumbre acompañante de los bañistas.

Plano del balneario levantado por Covadonga Álvarez Quintana. Cortesía del Colegio Oficial de Arquitectos Técnicos y Aparajadores de Asturias.

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Poco antes de mediar el siglo se construye el Hospital de Pobres, pero en el año 1885 se trasladará a un lugar apartado en el inicio del sendero El Regazo, hacia Casielles, coincidiendo actualmente con el nuevo edificio destinado a hotel. El Hospital bautizado con el nombre La Caridad prestó servicio a los pobres de solemnidad hasta el año 1970 y constituyó un ejemplo de la segregación social típica de una sociedad moderna basada en clases; los pobres ya no estaban frente al hotel y por tanto no se veían directamente. Por otra parte la caridad cristiana estaba presente ya que disponía de doce camas, número que coincide con los doce apóstoles. Asimismo se proyectó –no se ejecutó en la práctica– construir una pila para el baño de los pobres, que también estaba destinada a los que aún pagando no tenían los recursos económicos suficientes. Al final se destinó una bañera para los pobres de solemnidad. En el año 1860 y dentro del contexto histórico que vive nuestro país el hotel-balneario es adquirido por el concejal del partido liberal Gon43

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zález Alegre en la cantidad de 350.000 reales. A partir de este momento se inicia un período de continuo crecimiento que se manifiesta en las siguientes obras: Año 1863. Sobre la edificación antigua y los añadidos del primer tercio del siglo XIX, se construye una planta más por lo que el edificio dispondría de bajo y dos pisos mientras que en el cuerpo central sobre el segundo piso se construye uno más abuhardillado. La crujía occidental se recrece con una planta más en el año 1890 rompiendo la simetría que imperaba hasta ahora; no obstante hay quien opina que esta obra es bastante anterior retrotrayéndola hasta la ampliación de la década de los años sesenta del siglo XIX. Año 1878. Se atribuye al arquitecto Aguirre la construcción de un nuevo edificio frente al hotel-balneario. Consta de planta baja, dos pisos y una buhardilla. Planta baja destinada a comedor, uno de primera para 200 personas y otro de segunda para 60, la cocina con sus dependencias y una sala de billar. Posteriormente una modificación dota al inmueble con un comedor de primera para 120 personas y otro para quienes no quieren comer en mesa redonda. En el primer piso se dispuso de un amplio salón para reuniones y bailes, sala de juegos y habitaciones de lujo. En el segundo todo eran habitaciones y en el tercero se destinó para los dependientes, para los criados de los bañistas o para aquellas personas que quisieran alojarse modestamente. El número de habitaciones se incrementa en diecinueve. El edificio tiene forma de paralelepípedo con una fachada sur y oeste recorrida por balcones en la planta primera y en la segunda, mientras que en la planta baja se suceden vanos con arco rebajado –puertas y ventanas–. Es un edificio destinado en la actualidad a salones; en la planta baja el restaurante y en las superiores mediante un moderno sistema de mamparas con corredera ofrecen una funcionalidad múltiple, comedores para banquetes y salones para convenciones, congresos, conferencias. En el bajo cubierta abovedado se repite para actos con menos aforo la misma funcionalidad; sobre todo para reuniones de juntas directivas, asociaciones…

Año 1885. El hospital de pobres se transforma en la hospedería La Comodidad a la que se añade otra planta en 1891. Cincuenta años después, 1947, esta dependencia se convierte en un cinematógrafo con vida hasta 1970 aproximadamente. Los jueves, viernes, sábados y domingos abría sus puertas al público de la zona y sus instalaciones se aprovecharon para representaciones teatrales en los años sesenta del pasado siglo. La irrupción de la televisión en los hogares españoles en la década de

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Fotografía 2. Edificio de Aguirre, 1878. Archivo: Ángel de la Fuente Martínez.

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los setenta e incluso a finales de los sesenta significó el fin de los cines rurales y poco a poco en las villas, máxime si estaban tan cerca de una cudad –Oviedo como era este caso–. Años 1896-1899. El arquitecto municipal Juan Miguel de la Guardia construye adosado al edificio de Aguirre un edificio de planta baja y piso. La planta baja tenía por función servir de espacio para salón de recreo –actualmente Salón Escanda– y la planta superior decorada por pintores ovetenses –Arboleda, Castañeda, Del Río– era el lugar destinado a gabinete de lectura, sala de juegos y conciertos. Estaba dividida en dos espacios de dimensiones diferentes, uno más pequeño para las dos primeras actividades y el otro de mayores dimensiones, conocido como el Salón de los Espejos, a conciertos, bailes y similares. Esta dependencia parecía ser connatural en los balnearios. A esta conclusión, espero no precipitada, he llegado tras la lectura de la novela “Galería de espejos” escrita por Doña Carmen Ruiz-Tilve. En la página 77 cuando describe el balneario de Santagua lo hace de este modo: “La sala de los espejos era el viejo salón de baile; así llamado pomposamente en los planos del viejo edificio”. El salón, cuyo destino actual está reservado a los desayunos y pequeños convites, está decorado por este trío de pintores en tonos pastel con temática mitológica en una superficie inclinada que une la techumbre plana con las paredes. Los pintores optaron por emplear registros rectangulares y trapezoidales –trapecios rectangulares–, destacando la pincelada suelta y la vaporosidad entre la que surgen los personajes.

Fotografía 3. Puente metálico. Al fondo construcción de la segunda fase del hotel. A continuación el edificio de Aguirre y finalmente exterior del Salón de los Espejos de Juan Miguel de la Guardia. Cortesía: Ayuntamiento de Oviedo.

Fotografía 4. Detalle de las pinturas del Salón de los Espejos. Ángel de la Fuente Martínez.

A medio centenar de metros de este edificio una fonda, El Café Español, en venta, conserva un amplio salón con columnas de hierro y el techo organizado en registros rectangulares y decorados con tonalidad pastel, pero sin figuración. Es una pena que esta dependencia llegue a perderse como consecuencia de la piqueta, que ya se ha encargado de eliminar, a excepción de una, todas las antiguas bañeras de mármol del balneario.

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Fotografía 5. Interior del Salón de los Espejos. Ángel de la Fuente Martínez.

Fotografía 6. Techo de la antigua Sala de Fiestas de la fonda El Café Español. Entre los años setenta y noventa del siglo pasado fue una mueblería. Ángel de la Fuente Martínez.

La ampliación del negocio conllevó la dotación de luz eléctrica mediante una pequeña central de vapor –1893– que constaba de una máquina de vapor horizontal a baja presión con doce caballos de fuerza y una caldera multitubular vertical, comprometiéndose la empresa a no verter los residuos al río Gafo, la instalación del telégrafo –1888–, colocación de inodoros en todos los edificios –1894– para satisfacer las demandas de una selecta clientela que disponía de doscientas camas y ciento catorce habitaciones en 1886; nada que ver con las cuarenta y dos habitaciones y sesenta y ocho camas que ofertaba el año de cierre, 1985. De igual modo durante este período de tiempo se mejoran los

equipamientos de los baños sustituyendo las bañeras de madera por otras de piedra y finalmente de mármol –1863–. Al objeto de prevenir enfermedades contagiosas se colocaron estratégicamente escupideras que aún podían verse pocos años antes de ser clausurado el complejo hostelero-termal y que también han desaparecido.

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En relación con otras construcciones peculiares del complejo poco sabemos pero podemos deducir su construcción. Una de ellas es el paso elevado construido con hierro, madera y cristal para evitar que los bañistas saliesen a la calle al acceder desde las nuevas habitaciones a los

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baños o desde las salas de recreo y comedores a las habitaciones en el edificio de enfrente. No olvidemos que Aguirre es quien construye la antigua plaza de la carne de Oviedo y los materiales empleados allí son los mismos que en este puente. Unos años después, 1906, la emblemática estación del ferrocarril Vasco-Asturiano, derribada el 4 de noviembre de 1989 con la venia del alcalde de Oviedo y del consejero de Cultura, disponía de dos pasos elevados de similares características. La presencia de nuevos materiales en la arquitectura como el hierro y el cristal nos obligan a pensar en las aportaciones del proceso revolucionario en el sector industrial que se desarrolla a partir de 1750 en Inglaterra cogiendo un nuevo rumbo en el año 1870. Adosada a la crujía de poniente se construyó una capilla neogótica, con toda probabilidad a partir del último cuarto del siglo XIX, bajo la advocación del Cristo de la Salud. La capilla no estaba orientada correctamente pues el altar estaba alineado hacia el sur y no hacia el este. Este obedecía a la tipología altar de espaldas al pueblo y no le afectó el cambio litúrgico como consecuencia del Concilio Vaticano II, pero no era el original.

poco acertada pues su conservación serviría para mostrar la mentalidad de una época y por otro lado sería un lugar idóneo para ofrecer pequeños conciertos, conferencias e incluso celebraciones religiosas si fuesen demandadas, lo cual no quiere decir que el complejo fuese confesional. Tampoco se sabe del paradero de la pequeña campana –la espadaña no se conservó– que menciona Don José Ramón Tejo en su libro Las campanas de Oviedo y que considera al área parroquial de Priorio como una de las colecciones más valiosas del municipio. El balneario tenía otra campana colocada en el primer piso sobre la planta en la que se mantuvo el servicio de baños hasta el cierre. ¿Qué función tenía esa campana?. Llamar al personal de servicio y a los huéspedes al almuerzo y a la cena con una hora de diferencia. A las 12,30 horas, a las 13,30 horas, a las 19,30 horas y a las 20,30 horas los vecinos de Las Caldas no tenían que mirar al reloj entre los meses de julio y septiembre. Esta campana desapareció como consecuencia de un robo, argumento muy recurrido en esta ocasión, después del cierre del hotel.

Estaba trabajado en caliza marmórea, que recubriría la estructura del mismo, constaba de un zócalo, mesa y sobre ella un retablo con tres nichos abiertos con arco de medio punto y fondo de mosaico; debajo del central se abre un hueco para el sagrario. Tanto la sacristía como el resto de la reducida nave tenía en la parte inferior de los muros azulejo neomudéjar. Los vanos de iluminación eran ojivales y sobre el central una pequeña espadaña servía para ubicar una pequeña campana. Asimismo disponía de palco al que accedía el personal de servicio y bajo este un lienzo de aspecto tenebrista decoraba el muro norte. Esta dependencia mantuvo la función litúrgica durante la temporada de verano de lunes a sábado y las vísperas de fiestas hasta el cierre en el año 1985. No sé sabe el destino de la imaginería, sin valor artístico alguno, ni tampoco los ornamentos y otros enseres litúrgicos. El espacio ocupado por la capilla se ha transformado en la famosa Sala de las Columnas tras la puesta en valor del edificio. Una actuación 50

Fotografía 7. Interior primitivo de la capilla del Cristo de la Salud. Cortesía: Dª. Beatriz Castro.

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La apertura y crecimiento del complejo termal tuvo su incidencia en el paisaje porque no solo aparece un nuevo lugar, Las Caldas, que en este caso tiene entidad propia cuando lo normal es asociar el topónimo a otro de referencia y ya va siendo hora que comencemos a decir Caldas de Priorio, como también se dice Caldas de Luna, Caldas de Besaya, Caldas de Reis… Las Caldas crece y se desarrolla a partir de un eje de comunicación, la carretera que une Santa Marina de Piedramuelle con Soto de Ribera, la AS-322. El modelo es el pueblo-calle porque a ambos lados se han ido construyendo las fondas.

Fotografía 8. Sala de las Columnas. Ocupa el espacio de la desaparecida capilla del Cristo de la Salud. Cortesía: Balneario de Las Caldas.

En el año 1850 eran cinco y treinta años después se había cuadriplicado su número. En el transcurso del siglo XX el número fue decreciendo, pero hasta la década de 1970 la cifra pasaba la decena: Olvido González –La Esperanza–, Araceli Fernández Naves, Antonio González –La Vizcaína, anteriormente se denominaba La Santa y que ofrecía a sus clientes primera mesa (22,20,18 reales) y segunda mesa (16,14 reales), según la habitación; además de oratorio para los señores sacerdotes, salón y gabinete de lectura–, Oliva Martínez –La Parra–, Manuel González, Oscar Carril, El Café Español, Teresa, Isolina Álvarez, –nieta y sucesora de Kiko Fausta–, Rogelio, La Castellana, Las Tres Hermanas, Enrique Martínez, etc, etc.

En el siglo XX, 1928, se construyó detrás del bloque de Aguirre, la cocina que ha desaparecido en la reforma. Era una dependencia amplia que comunicaba directamente con el comedor. Disponía de despensa y fresquera. La cocina tenía en el centro los fogones y hornos que eran alimentados primero por carbón y después por gas. Alrededor mesetas, fregaderos y dos cocinas de carbón del tipo familiar componían la infraestructura del servicio de restauración, que en los tiempos de esplendor se encargaba a afamadas firmas del mundo culinario. Desde la cocina se accedía al domicilio del casero en cuyo bajo tenía su residencia el cuartelillo de la Guardia Civil durante los veranos y la carbonera. La presencia del cuerpo armado evidenciaba la importancia de las clases acomodadas durante la temporada de baños porque había que velar por su protección.

De oeste a este las fondas, unas más grandes que otras, eran auténticos bloques paralelepípedos de planta baja, dos pisos y buhardillas construidas con mampostería revocada con un lucido, aunque en la planta algunas recurrían a la caliza marmórea para las jambas, dinteles o arcos rebajados de las puertas y ventanas. Esta edificación contrastaba con las casas construidas en los lugares de Casielles, La Piñera y Priorio y también la disposición en el espacio.

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No se puede olvidar la publicidad que los medios de comunicación hacían de estos establecimientos. Un ejemplo es El Correo de Asturias en su número del 8 de julio de 1894: “Café Español: En este acreditado establecimiento se sirven toda clase de almuerzos y meriendas a precios muy económicos. Se admiten huéspedes a precios convencionales. Hay

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excelentes licores y vinos de todas las clases y un servicio esmerado que desde luego puede asegurarse que todos los parroquianos saldrán de él sumamente complacidos”.

vivienda de los caseros, se destinaba al cultivo de verduras, tubérculos, hortalizas…para abastecer la cocina durante el verano. El segundo lote estaba poblado por especies vegetales foráneas, mimosas, magnolios, falsos plataneros, setos,… y disponía de fuentes, paseos, una glorieta, estufa y un hórreo. Comunicaba directamente con la iglesia parroquial. Un nuevo muro separaba este lote del siguiente que tenía una panera y estaba aterrazado para evitar el movimiento de ladera. La función que tenía era agrícola y en la actualidad también para la elaboración de las dietas saludables. Estaba cerrado todo el conjunto por un muro de mampostería en la parte superior y en el nivel más bajo el cierre lo constituían las fondas y el garaje del complejo termal que disponía de foso y agua. Mediado el siglo XX el hotel disponía de una furgoneta de marca alemana que servía para acercar desde la estación del ferrocarril a Las Caldas y viceversa a los bañistas. La rehabilitación del complejo termal supuso aprovechar el garaje como módulo de oficinas para uso adminisrativo, pero después de poner en funcionamiento la segunda fase del hotel y el Complejo Termal Aquaxana se ha transformado en un bar que lleva por nombre “El Jardín”.

Fotografía 9. El pueblo-calle de las Caldas con las casas destinadas a fondas. Por la izquierda La Castellana, el Café Español y Oscar Carril. Por la derecha Las Tres Hermanas. Cortesía de Ángel de la Fuente Martínez.

Hacia el sur otro espacio totalmente cerrado tenía una función clara. Allí había un lavadero y tendedero. Era lógico disponer de una infraestructura de este tipo en un momento en el que no existían las lavadoras y sí las lavanderas asociadas a los lavaderos. El cuadro del pintor realista de mediados de siglo XIX La Lavandera de Honoré Daumier así como la referencia a Leonor la lavandera en la novela autobiográfica de Arturo Barea “La forja de un rebelde” son ejemplos que manifiestan la importancia de este trabajo.

El Balneario tenía un conjunto de terrenos intramuros y extramuros. Dentro del primer espacio y hacia el norte la extensa Huerta Alegre, denominación en honor al apellido del nuevo propietario. Este espacio verde estaba dividido en tres secciones. La primera, separada por un muro de mampostería, coincidía con el edificio de 1878, la cocina y la

A punto de comenzar la década de los años treinta del siglo XX el Balneario decide llegar a un acuerdo con el Ayuntamiento de Oviedo para solucionar el problema del río Gafo; un río contaminado por los vertidos procedentes de La Fábrica de La Manjoya. El Ayuntamiento se encarga-

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Su planta original era un rectángulo pavimentado con pequeños cantos rodados de río, ocultados por una capa de alquitrán posteriormente, estaba rodeado de falsos plataneros entre los cuales se habían colocado bancos de diferente diseño. Su destino fue peculiar. En él se instalaron puestos de venta durante los veranos en el contexto de un mercadillo local que solamente quedan en el recuerdo impreso en la fotografía o en los planos custodiados en el archivo municipal de Oviedo. En esa plaza se podía comprar desde pan, carne y verduras, hasta truchas y anguilas, pasando por leche, huevos y aves.

Fotografía 10. Jardines del Balneario. Cortesía: Ayuntamiento de Oviedo

ba de cubrir este río con una bóveda de medio cañón sobre la cual iría una acera cerrada por una balaustrada de hierro y dos accesos mediante unas pequeñas escalinatas. Como contrapartida el consistorio recibiría los terrenos de El Paseín, que coinciden con la parada de la Línea 3, sentido Tudela Veguín-Puerto y el Paseo, que ha perdido sus verdaderas señas de identidad tras la absurda remodelación de la segunda mitad de la década de 1980. La presencia de los paseos tiene su origen en la implantación de los hábitos saludables en el siglo XVIII y posteriormente en el siglo XIX. El Paseo, así conocido, fue bautizado con el nombre “La Alameda de Las Caldas” y desde 1933 a petición de la agrupación socialista de Priorio con el nombre de Pablo Iglesias. 56

Fotografía 11. El Paseo o Alameda de Las Caldas con uno de los puestos de venta. Cortesía de Beatriz Castro.

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También se aprovechó para las representaciones de teatro ambulantes, la última a finales de los años ochenta del siglo XX con la obra “Crónica y ficción del mucho mogollón” de la compañía de teatro Margen.

La

El

termalismo.

terapia termal

El termalismo en la parroquia de San Juan de Priorio al igual que en otros lugares de la Península Ibérica debe explicarse a partir de la historia geológica. Muchos topónimos del tipo Caldas obligan a pensar en aguas termales sin olvidar otros enclaves como Panticosa, Valdepeñas, Ledesma...

Fotografía 12. El Paseo de Las Caldas antes de la actuación de CEYD en el Balneario. Este espacio se conserva así actualmente. Cortesía: Ayuntamiento de Oviedo.

Fotografía 13. Manantial de Las Caldas. Ángel de la Fuente Martínez.

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El Dr. Casal recomendó esta agua para las dolencias musculares a partir de su descubrimiento en el año 1717 y exhortaba en estos términos a sus alumnos: “¡Ánimo jóvenes médicos asturianos!. Estudiad y fijaros bien en nuestras aguas medicinales; sed finos amantes de la experiencia y no os conforméis, como yo, con saber que las aguas de Caldas de Oviedo hacen milagros, tratad de averiguar el porqué”.

Indicaciones Infartos de hígado

Histerismos

Vista

Ciáticas

Gómez Bedoya en el año 1765 las indicó para el reumatismo, ciáticas, contracciones nerviosas, perlesías.

Infartos de la matriz

Ácido Úrico

Epilepsia

Faringitis

En el año 1820 el Dr. Salgado asoció sus efectos terapéuticos a los padecimientos pulmonares, incluida la tisis en su fase inicial, el reumatismo, los padecimientos de los huesos y las articulaciones; neuralgias y ciáticas; parálisis debidas a ataques de apoplejía; reuma y cólicos….

Desarreglos de menstruales

Hipertensión

Perlesías

Laringitis

Anemia

Arteriosclerosis

El Dr. Carretero y Muriel en 1880-1893 las recomienda para las dolencias de origen traumático (fracturas, heridas de armas de fuego…) y establece un cuadro de contraindicaciones. En el siglo XX, 1935 se mantienen las indicaciones del Dr. Carretero y Muriel, añadiendo la arterioesclerosis con hipertensión y a principios de esta centuria se aprecia radiactividad en las aguas.

Contracciones de nervios

Bronquitis

Esterilidad de la mujer

Tisis incipientes

Reumatismos

Pulmonías crónicas

Artritis

Neuralgias

Parálisis

Dispepsia

El Dr. Armijo Valenzuela en su Compendio de Hidrología Médica en 1968 considera que las aguas de Caldas de Priorio son idóneas para los reumatismos crónicos, afecciones crónicas de las vías respiratorias, no tuberculosas, y las neuralgias.

Lumbago

A este conjunto de indicaciones conviene añadir una relación de contraindicaciones entre las que cabe resaltar: las úlceras sangrantes y los tumores. Las aguas de Priorio de acuerdo con esta relación estaban indicadas para veinticinco enfermedades, destacando una de ellas que no era una enfermedad en si misma, la esterilidad femenina. El polígrafo asturiano, Jovellanos, y su familia solían visitar con frecuencia este manantial. Era, podíamos decir asidua, su cuñada Gertru60

Tabla 1. Fuente: El Correo de Asturias. 1897.

dis, que acudía para beber y bañarse en las aguas con la finalidad de remediar su esterilidad. Según la creencia popular, la mujer que lograba tomar la “flor del agua”, esto es: besar el agua de una fuente en la mañana de San Juan antes que lo hiciera otra persona lograba, entre otras cosas, hermosura, felicidad y un hijo dentro del año. Gertrudis en la mañana de San Juan

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del año 1786 tomó en Las Caldas la “flor del agua” en su primer baño, lo que la hizo sudar copiosamente, pero con todo y con eso, la tradición no se cumplió en ella. En cambio las aguas de Santagua fueron milagrosas. “Vinieron animados, que en el Llano todavía se comentaba la proeza de una vecina estéril, que después de tomar las aguas de Asturias, a base de nueve vasos diarios ni uno más, ni uno menos, durante nueve días, y de bañarse en pelota picada, sumergida hasta el cuello, en aquellas bañeras de mármol, casi mortuorias, durante nueve mañanas, ni una más, ni una menos, y gracias indudablemente a los ochenta y un vasos de aguas, pues tal parecía que no había habido intervención de varón en el milagro, dio a luz a trillizos, todos vivos”. (Cfr. página 79 “Galería de Espejos”). La composición de las aguas después de los diferentes estudios realizados puede sintetizarse en: Composición

de las

Aguas Termales

Nitrógeno

16,20 gr.

Sulfato de Calcio

0,005 gr.

Fosfato de Calcio

0,035 gr.

Óxido Férrico

0,006 gr.

Carbonato Cálcico

0,063 gr.

Oxígeno

2,70 gr.

Fosfato de Aluminio

0,007 gr.

Ácido Silícico

0,009 gr.

Dióxido de Carbono

60,00 gr.

Carbonato de Estroncio

0,020 gr.

Cloruro de Sodio

0,009 gr.

Materia Orgánica

0,045 gr.

Sulfato de Sódico

0,030 gr.

Carbonato de Magnesio

0,038 gr.

Cloruro de Calcio

0,009 gr.

La temperatura según las fuentes consultadas oscila entre 45 ºC - 42 ºC en el manantial, pero en los baños y en las estufas esta temperatura era menor, 37 ºC que podían descender hasta los 26 ºC. El aforo del manantial se ha estimado en 140 l/minuto. El tratamiento recomendado era variable. Las afecciones reumáticas necesitaban entre 9 y 12 días de tratamiento. Las enfermedades del pecho entre 14-20 días. Aparte de las inmersiones en los baños y los chorros, los bañistas tenían a su disposición las estufas y cuando las dolencias estaban relacionadas con el aparato respiratorio la recomendación eran las inhalaciones. Todo el tratamiento se acompañaba de la ingestión de dos a cuatro vasos de agua que una aguadora servía en la fuente del balneario. El hecho de haberse bañado en esta agua suponía guardar una cuarentena durante la cual el enfermo debía huir del frío, procurar no trasnochar, evitar mojarse con agua fría y los campesinos se cuidaban mucho de participar en las labores agrícolas como la recogida de las fabas o el maíz. En los períodos más álgidos la jornada del baño comenzaba a las cuatro horas de la madrugada y posteriormente el inicio se retrasó hasta la seis de la mañana cerrando a las doce del mediodía. Por la tarde se abría a las cinco y el cierre era a las siete de lunes a domingo, aunque en los últimos años la tarde de los domingos permanecía cerrado el servicio de baños. La bonanza de las aguas quedaba reflejada en los comentarios que los usuarios hacían, destacando este: “Mis piernas se arrastraban penosamente cuando llegué aquí y después de siete días de usar esta agua pongo mi agilidad en disputa reñida con la de cualquier andarín que recorre kilómetros”. El Correo de Asturias. 4 de agosto de 1908.

Tabla 2. Fuente: El Carbayón. 1892.

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La

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sociedad: clases sociales y ocio

La sociedad que participa de los beneficios del termalismo es la sociedad del momento: clases acomodadas y clases humildes. En el año 1817 los bañistas que reclaman las aguas termales son doscientos, cincuenta años después la cifra asciende al millar. En el año 1892 la cifra se eleva hasta los tres mil quinientos treinta y cuatro –incluidos los acompañantes– y el año 1974 fue el último en el que se llegó a mil bañistas. A partir de esta fecha el declive fue creciendo hasta el cierre de sus puertas. El volumen de bañistas y acompañantes no fue siempre creciente y en algunos años había ligeros descensos que recogía la prensa de la época. “Este establecimiento se halla concurridísimo, sin embargo el contingente de las clases modestas de Castilla, debido a la lamentablemente situación de las cosechas y la pavorosa emigración que nuestros gobiernos fomentan han inducido a esta reducción. En los salones del Balneario se disfruta de música clásica alemana”, publicaba el diario El Correo de Asturias el día 24 de julio de 1907. de baños en

Las Caldas

entre

1867

y

1901

de bañistas

Temporadas

Los datos aportados por los profesores Quirós y García-Prendes arrancan desde el año 1827 pero entre este y 1867 hay períodos temporales de hasta seis años en los que no figuran el número de bañistas. El documento establece dos categorías bañistas y acompañantes distinguiendo entre acomodados, pobres y tropa entre los primeros y acomodados y pobres entre los segundos. A partir del año 1871 los datos que refleja la gráfica son el total de bañistas y acompañantes; no obstante en el año 1887 la disminución del valor –2.615 bañistas– obedece a que en ese año no hay relación de acompañantes. El hecho de centrarse en este período guarda relación con la época de esplendor de los balnearios y Caldas de Priorio no iba a ser una excepción. Los enfermos disfrutaban de las aguas en el verano pero las fechas de apertura fueron cambiando a lo largo del tiempo. En el año 1817 la temporada se iniciaba en el mes de mayo y finalizaba en el mes de octubre. A mediados del siglo XIX abre sus puertas el 1 de junio y cierra el servicio el 30 de septiembre. Después de la Guerra Civil la apertura se centró en los meses de julio, agosto, septiembre. La difícil orografía del Principado de Asturias supuso una maldición desde el inicio de los tiempos, el aislamiento, y el resultado fue tal que hasta el último cuarto del siglo XIX los bañistas procedentes de otras provincias eran minoritarios.

Número

Desgraciadamente aún seguimos padeciendo las secuelas de la incomunicación en nuestra querida Asturias. La apertura del trazado ferroviario a través del Puerto de Pajares el 15 de agosto de 1884 facilitará la llegada de bañistas procedentes del interior del país, leoneses, castellanos y madrileños.

Figura 1. “El balneario de Las Caldas. Salud, ocio y sociedad en la Asturias del siglo XIX". Página: 59. Quirós Linares y Asunción García-Prendes. Ástura nº 3. 1985. Elaboración: propia.

Del conjunto de bañistas hay que distinguir los títulos nobiliarios, altos funcionarios del Estado, militares de la más elevada categoría, alto clero, capitalistas, banqueros, comerciantes, propietarios, magistrados, fabricantes, profesiones liberales, industriales… destacando la presencia del presidente de gobierno Don Práxedes Mateo Sagasta en el año 1892.

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Años

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locomotoras y la presencia de humos. El tren facilitó el transporte desde Oviedo hasta Caces; no obstante había que salvar el río Nalón sobre el cual aún no se había construido el puente. Una vez que llegaban a Caces tenían que pasar el río en una barca y al desembarcar atravesar “la selva de La Llera”, la llanura aluvial cubierta de maizales en esta época. La solución parece llegar con la construcción de un apeadero en La Premaña, pero el lugar elegido fue el peor porque había mucha pendiente; de hecho solo paraba un tren ascendente y dos descendentes. La apertura del apeadero conllevó abrir una carretera modificada recientemente por la construcción de un campo de golf. Z: Zamora, S: Salamanca, A: Ávila, Sg: Segovia, B: Burgos, V: Valladolid, P: Palencia Figura 2. Fuente: Fuente: “El balneario de Las Caldas. Salud, ocio y sociedad en la Asturias del siglo XIX". Página: 60. Quirós Linares y Asunción García-Prendes. Ástura nº 3. 1985. Elaboración: propia.

A partir de su visita la habitación que había ocupado pasó a denominarse “habitación Sagasta”. El ministro de Instrucción Pública Sr. Rodríguez San Pedro en el año 1909 será otro de los huéspedes ilustres de este balneario. Los periódicos de la época El Carbayón y El Correo de Asturias, custodiados en la Biblioteca de la Universidad de Oviedo y en el Archivo Municipal del Ayuntamiento de Oviedo ofrecen durante los meses de verano una crónica de la sociedad finisecular que en nada se parece a la prensa rosa actual. El problema al que había de enfrentarse los bañistas era el transporte hasta Caldas de Priorio. La prensa se hace eco del mismo pues hasta el siglo XX el único medio era el coche de caballos que empleaba una hora desde Oviedo, pero el estado de la carretera era pésimo y los huesos se resentían de los trompicones del coche. En el año 1904 el Ferrocarril Vasco-Asturiano entra en funcionamiento entre Oviedo-Mieres-San Esteban de Pravia, pero no pasa por Caldas de Priorio. Una explicación que tiene visos de ser cierta la daban los ancianos cuando el balneario estaba a punto de cerrar sus puertas. Según ellos la dirección se había opuesto para evitar el ruido de las

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Con anterioridad, la prensa del año 1892, recoge el proyecto de un tranvía que nunca se llegó a plasmar en la realidad para comunicar los escasos dos kilómetros que separan el balneario del apeadero. La inauguración del puente sobre el río Nalón por Don Eleuterio Díaz en el año 1949, tal como refleja la lápida que el mismo encargó en la que figura un breve texto laudatorio que nos lleva casi hasta las puertas de la antigua Roma –solamente en su retrato de perfil falta la corona de laurel–, pondría fin a la comunicación entre ambas márgenes del río, toda vez que el hotel adquiere un servicio de transporte propio, pero la finalidad de aquella obra de ingeniería no fue simplemente facilitar el acceso al complejo balneario desde el desaparecido apeadero de Caces; fue otra relacionada con su negocio de restauración obviamente. En lo referente a las capas más bajas de la sociedad, la demanda de las aguas termales procedía de empleados, marineros, mineros, obreros de las fábricas de armas y de fundición de hierro, labradores, trajinantes y jornaleros, bajo clero, sirvientes, pobres de solemnidad, hombres de tropa, que eran siempre números de la Guardia Civil siendo excepcional la presencia de un soldado de otro Cuerpo o Arma. En este contexto era normal ver a representantes de cada una de las fondas acudir a la llegada de los trenes para ayudar a los clientes con el equipaje hasta sus casas y a la par intentar captar algún que otro bañista que venía por vez primera o despistado.

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El hecho de mantener una clientela selecta implicó organizar el ocio que consistía en paseos junto al río Gafo y en la pequeña plaza. Asimismo el paseo se orientó entre el Balneario y el Barco de Puerto a partir de 1897 aunque veinte años antes lo había iniciado José González Alegre en la parte más próxima al balneario. Este paseo estaba poblado de álamos, acacias, castaños de Indias, espinelas, plátanos, tilos, asientos de piedra para el descanso de los enfermos y de hecho la calle que avanza desde la puerta del castillo hacia el final del paseo se ha bautizado con el nombre de El Recreo. La construcción del edificio destinado a sala de recreo y baile con piano de pared facilitó la organización de conciertos en los que el centro de atención solía ser una señorita de la alta sociedad. Las visitas al castillo de Priorio en ruinas hasta 1860, a la iglesia parroquial y a la Fábrica de Armas de Trubia… constituyen un conjunto de actividades para ir pasando el tiempo. Con todo, la planificación del ocio fue escasa y mucho más en el siglo XX; de ahí que fuese necesario disponer de un hábil cocinero y un inteligente repostero para compensar en la medida de lo posible la escasez de otras distracciones. Las clases inferiores tenían que contentarse con la observación o entablar conversaciones con los lugareños. Este grupo social se hospedaba en las fondas porque eran asequibles a sus economías y hasta bien entrada la postguerra solían alquilar habitación con derecho a cocina, fenómeno que poco a poco fue sustituyéndose por la pensión completa hasta el cierre de la última hace una década. Las fondas eran un complemento a la actividad dominante en la parroquia, que era la agricultura y ganadería, incluso los propietarios tenían vacas, cerdos, gallinas, conejos y cultivaban la tierra para obtener productos con los que atender la manutención de los huéspedes: leche, patatas, verduras, cebollas, fréjoles, fabas, embutido, carne de pollo, conejos, etc. El negocio era explotado por la familia y como mucho se recurría a la contratación de mano de obra eventual reclutada en la misma parroquia y por supuesto sin asegurar. Tradicionalmente a los veraneantes los parroquianos los llamaban despectivamente cazurros, aunque muchos de ellos eran de origen asturiano. El hotel-balnea68

rio, al menos, a partir de la década de los años sesenta solían fichar al personal en la parroquia y fundamentalmente en el concejo de Mieres: pinches de cocina, camareras, botones, conserjes, etc. Conclusiones La nula atención que en España se ha prestado a la Hidrología Médica hacía temer por su presencia en el tiempo; no obstante, el balneario de Las Caldas siguió siendo, mientras se mantuvo en pie, uno de los edificios civiles más importantes del patrimonio arquitectónico asturiano, vinculado a los nombres de Ventura Rodríguez, Manuel Reguera, Aguirre, Juan Miguel de la Guardia, sin que haya merecido de los responsables de nuestro patrimonio ni siquiera la declaración de Monumento Provincial. Finalmente, el balneario y el pequeño núcleo que nació en sus contornos, es, como Ontaneda y Alceda, o Mondariz, testimonio vivo de la distancia que mediaba entre el desarrollo económico y urbano de España en el siglo XIX, respecto al que conocen los países de la Europa Occidental en la misma época. Asimismo la poco afortunada gestión de sus anteriores propietarios fue la causante de la ruina a la que se vio sometida una infraestructura que sirvió también de plató de cine. Nombres como La Regenta de Gonzalo Suárez –1974–, Brigada Central, Historia de un beso de José Luis Garci… son los de algunas de la películas y series que aprovecharon esta edificación para contar historias. ¿Cuáles fueron las causas que han llevado al cierre y derrumbe de algunos de los edificios. Son varias: Se recurrió a reclutar mano de obra con escasa cualificación; por ejemplo el administrador de los baños era un mutilado de guerra. Los encargados de atender los baños no tenían ninguna cualificación profesional, ninguno poseía estudios relacionados con el termalismo. Su labor era ayudar a entrar en los baños a los enfermos y a limpiar las bañeras. El administrador general en los últimos años era un funcionario jubilado. Los conserjes, botones, camare69

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ras no tenían preparación específica. Se mantuvo a jubilados hasta con ochenta años trabajando en los baños. Durante las temporadas de verano que coincidieron con mi infancia y adolescencia en la década de los años setenta la presencia de familiares de los trabajadores era elevada. Nietos, hijos, hermanos, séquito acompañante engordaba el número de personas en el hotel, pero no contribuían en nada a generar beneficios. No sé invirtió en mejora alguna, ni hubo ningún plan director, ni propuesta de rehabilitación… y por tanto nadie de entre todos los responsables se interesó por participar en un mercado cada vez más competitivo.

Una

nueva oportunidad.

El

proyecto de

CEYD

La adquisición por parte de la empresa CEYD del inmueble supuso en principio una operación de gran envergadura. Los asturianos asistimos a un proyecto de carácter faraónico que podía alterar sustancialmente el carácter netamente rural de esta parroquia ovetense tan pródiga en patrimonio, que daría para varias charlas de esta naturaleza. Al principio aquellos proyectos de pueblo asturiano debajo de la iglesia, la construcción de viviendas en bloques de pisos y la expansión del complejo indicaba que la transformación del espacio iba a ser de un gran calado y generar una fuerte polémica. Al final no fue tanto e incluso hay que agradecer que la crisis también se hiciera presente.

Se mantenían gastos superfluos como el pago de 30.000 pesetas al párroco por celebrar misa en la capilla durante los tres meses de verano de lunes a sábado y vísperas de fiestas. A esa torpe gestión regida por el desdén puede unirse esa nula atención que en nuestro país se prestó a este tipo de terapias. La Guía del Bañista, publicada en el año 1932 en su página 35 recoge el testimonio de un anónimo médico asturiano: “Es lamentable lo que sucede en España con las aguas mineromedicinales, pues el médico, es poco creyente en crenoterapia y no suele coadyuvar en la debida medida, al progreso de nuestros balnearios. En otros países como Alemania, Francia, cada día se les da más valor a esta medicación que se estudia con ahínco, obteniendo de ella resultados realmente maravillosos”. El complejo hostelero aguantó hasta el año 1895, pero el termal se mantuvo abierto hasta la adquisición del inmueble por parte de la empresa CEYD. En los últimos años algunos bañistas se trasladaban en sus vehículos particulares a Las Caldas para usar las aguas termales con una finalidad terapéutica. Los jubilados del concejo de Oviedo, gracias a un convenio suscrito entre el Ayuntamiento ovetense y los propietarios del balneario, disponían de un servicio de autobús para viajar de lunes a viernes a Las Caldas y tomar las aguas así como sumergirse en sus bañeras.

Fotografía 14. Un ejemplo del fachadismo en la rehabilitación del edificio de Aguirre. Cortesía: Ayuntamiento de Oviedo.

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La actuación consistió en rehabilitar bajo los esquemas del fachadismo el edificio histórico del siglo XVIII y el edificio de 1878 de Aguirre, haciendo una redistribución acorde con la funcionalidad propuesta, mientras que la rehabilitación del edificio de Juan Miguel de La Guardia merece ser reconocida tanto a nivel externo como interno, pues la restauración del Salón de los Espejos y la conservación del pavimento original en la planta baja de este edificio han sido actuaciones muy acertadas. De igual modo se puede decir que la construcción de un nuevo edificio sobre el solar del antiguo cinematógrafo, las viviendas de empleados y el hospital de pobres, a pesar de obedecer a los diseños arquitectónicos actuales no desentona excesivamente a mi juicio. Todo se ha completado con una segunda fase construida entre el Edificio de Aguirre y el Complejo Aquaxana, recientemente inaugurado. Asimismo se ha hecho una actuación bastante afortunada en los espacios verdes, recuperando las fuentes, paseos, cenadores, hórreo, panera, glorieta, jardines…, ofertando a los usuarios el disfrute en los aperitivos y cócteles previos a comidas y cenas en el marco de bodas, convenciones, congresos… La oferta del agua como finalidad terapéutica en el circuito termal, agua natural calentada a diferente temperatura en las piscinas, en los baños individuales –agua del manantial– y el Complejo Aquaxana junto con la gastronómica –bodas, bautizos, comuniones, comidas de trabajo… – así como la disposición de sus instalaciones para reuniones, simposios, conferencias… son las principales actividades de este nuevo proyecto que no es asequible a las economías más modestas, pese a ofrecer lotes que puedan adaptarse a la situación económica de cada uno.

• La ciudad de Oviedo. Programa de visitas guiadas. • La Senda Verde. • La ruta de la Salamandra. • El bosque de ribera entre Fuso de la Reina y el castillo de Priorio. • La Senda Fuso-Tuñón, parando en Trubia. • Priañes. El Lugar de Interés Comunitario de los meandros del río Nora. • El enclave ferroviario de Fuso de la Reina y la minicentral de principios del siglo XX de Puerto. • Las cuevas prehistóricas de La Lluera y de Las Caldas. • La iglesia románica de Priorio y de San Esteban de Sograndio. • El castillo de Priorio. • Los molinos de agua. • La casa-palacio del marqués de Santa Cruz de Marcenado. • La arquitectura popular y construcciones complementarias: hórreos, paneras, palomares, caleros. • La vivienda de protección oficial del franquismo en Puerto y Caces. • El campo de golf de Las Caldas. Todo ello se completaría estableciendo conciertos con la empresa FEVE para acercar a los usuarios del tren de lujo el Transcantábrico, bien sea en autobús desde Oviedo o derivando desde Trubia el convoy hasta Caces, cuyo apeadero dista medio kilómetro de Las Caldas. Finalmente a la empresa le quedan por acometer cuatro retos:

Se echa en falta por otro lado una programación cultural complementaria sobre todo en una zona tan rica en paisaje y patrimonio pues llega un momento en que el agua puede cansar. El hotel-balneario tiene en su entorno una amplia gama de recursos naturales e históricos que tiene que aprovechar:

El primero es buscar una solución para los vecinos del desaparecido concejo Ribera de Abajo en el uso y disfrute de las aguas, situación que parece llegar a buen puerto.

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El segundo hacer las gestiones necesarias para la rehabilitación de las antiguas fondas, muchas de ellas en estado de ruina al lado de un hotel de cinco estrellas, que tienen propietarios cuyo interés es que les ofrezcan una buena cantidad de dinero por esos inmuebles de los que difícilmente se pueden aprovechar las paredes; como mucho el solar o los muros si previamente se realiza un tratamiento integral. La imagen que contempla el huésped del balneario al correr las cortinas de su dormitorio es demoledora. Una vez más vuelve a mostrarse el espíritu de la parroquia, un lugar en el que la iniciativa y el gusto por el trabajo para explotar los recursos endógenos ha brillado por su ausencia; es mucho más fácil echar la llave y vivir del recuerdo. El tercero, difícil en la actual situación de crisis económica, construir un complejo deportivo en la llanura aluvial de La Llera como completo a las instalaciones hosteleras y terapéuticas del complejo termal.

Bibliografía

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Documentación

El cuarto editar la información, que a modo de guía o libro, se ha recopilado por parte de quien se dirige a ustedes con la finalidad de presentar al visitante información de los recursos naturales e patrimoniales del entorno del balneario. Espero y deseo que la nueva empresa inaugurada por CEYD tenga éxito y ponga en marcha la potencial riqueza de esta singular parroquia del concejo de Oviedo, no solo por el bien de Priorio sino de Asturias.

Ángel de la Fuente Martínez Profesor de Geografía e Historia del Arte Director del IES Arzobispo Valdés-Salas. SALAS

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Bibliografía

y

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Documentación

ALONSO PEREIRA, José Ramón: “Historia General de la Arquitectura en Asturias”. Colegio Oficial de Arquitectos de Asturias. Gran Enciclopedia Asturiana. 1996. ÁLVAREZ ARIAS, Luis Antonio: “Guía turística. La ciudad y el concejo”. Ayuntamiento de Oviedo. Gestión editorial: Ediciones Paraíso. Oviedo. Primera edición: 1993. FUENTE MARTÍNEZ, Ángel de la: “Un paseo por San Juan de Priorio-Las Caldas”. Edita Ayuntamiento de Oviedo. Julio de 2000. GUZMÁN SANCHO, Agustín y MARTÍNEZ RIONDA, Juan: “Senderos de agua y piedra tras la huella de Jovellanos”. Edita Ideas en Metal, S.A. Primera edición: 2006. LA NUEVA ESPAÑA: “Asturias. Postales para el recuerdo”. Edita: Editorial Prensa Asturiana, S.A.U.- Oviedo: 2008 QUIRÓS LINARES, Francisco Y GARCÍA-PRENDES SALVADORES, Asunción: “El balneario de Las Caldas. Salud, ocio y sociedad en la Asturias del siglo XIX”. Ástura 3/85. Nuevos Cartafueyos d’Asturies.

VARIOS AUTORES: “El Arte en Asturias a través de sus obras”. Colección dirigida por Don Javier BARÓN THAIDIGSMANN. Editorial Prensa Asturiana, S.A.: 1996 PRENSA: El Correo. Archivo Municipal del Excmo. Ayuntamiento de Oviedo. El Carbayón. Biblioteca de la Universidad de Oviedo. FUENTE MARTÍNEZ, Ángel de la: “El balneario de Las Caldas de Priorio”. LNE 06/VIII/2002. “La recuperación de un enclave tradicional, el balneario de Las Caldas”. LNE 31/XII/2002. “Villa termal en Las Caldas y respeto al patrimonio natural e histórico”. LNE 14/I/2006 “San Juan de Priorio es una parroquia rural”. LNE 04/XI/2006

RUIZ-TILVE, Carmen: “Galería de Espejos”. Editorial El Calvell. Barcelona. 1998. TOLIVAR FAES; José Ramón: “El reverendo Joseph Townsend y su viaje por Asturias en 1786”. RIDEA. Oviedo: 1986

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CAPÍTULO III La Fiesta de La Balesquida en Oviedo D. José Luis Felgueroso Blanco

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Quizá alguno de ustedes, que han tenido la amabilidad de venir a escucharnos, se pregunte, no sin cierto escepticismo, si aún existe alguna novedad, digna de ser contada, sobre tan antigua institución ovetense como es «La Balesquida», máxime, cuando hoy en día, con la ofimática, basta con dar a una tecla e inmediatamente, aparecen ante nuestra vista centenares de páginas con infomación al repecto. Sin embargo, mucha de tal información o es copia una de otra, sin citar la fuente, incurriendo en reiterados errores, o, en el peor de los casos, no se ajusta a la realidad, en muchas de sus manifestaciones; así, no es difícil encontrar expresiones como «Presidente de la Cofradía de la Balesquida» o «Mayordomo de la Sociedad Protectora de la Balesquida», cargos totalmente inexistentes. Es más, incluso muchas personas ni siquiera tienen clara su condición de si son cofrades o socios. Por otro lado, la información que existe está muy fragmentada, dándose la circunstancia de que pese a la importancia de la institución, tan solo existen tres publicaciones sobre la misma, agotadas desde hace 79

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muchos años. Se trata de los siguientes folletos u opúsculos: uno, el que lleva por título, «Noticias de la Antigua Cofradía de los Xastres o de Nuestra señora de la Balesquida fundada en Oviedo en el siglo XIII por doña Balesquida Giráldez», de 16 páginas, que incluye como apéndice, el testamento de la fundadora, editado por la Imprenta de Flórez, Gusano y Compañía, probablemente en 1915, y del que es autor don Fermín Canella Secades (1849-1924), Rector de la Universidad de Oviedo y Cronista Oficial de Asturias y de Oviedo.

desde 1990, y hasta el día de hoy, su Sociedad Protectora3, y de la que muchos de sus números hace años que están agotados. Hemos de señalar que la reciente edición de las Obras Completas tanto de don Juan Uría Ríu, gran colaborador y responsable de la misma durante varios años, como de don Fermín Canella Secades, ha permitido recuperar para el gran público, no solo parte de los importantes trabajos en ella publicados, sino igualmente, el texto del primero de los folletos a que nos hemos referido.

El segundo, intitulado «Cofradía de la Balesquida. Fundada en 1232», de tan solo 23 páginas, editado por la desaparecida editorial IDAG S. L. en 1949, y cuyo autor, aún cuando no figura en la publicación, fue, casi con seguridad, Ricardo Fabio Casielles Menéndez (1874-1964), Presidente de la Sociedad Protectora de la Balesquida entre los años 1939 y 1958.

La Cofradía de La Balesquida, ha tenido siempre una alta consideración y popularidad. Ya en el siglo XIX se señalaba sobre ella «La institución es lo más popular que se conoce en la provincia, y acaso fuera de ella. Casi todos los vec. de la c. son cofrades, sin distinción de clases. Los padres se apresuran á anotar á sus hijos en esta hermandad, apenas nacen, y se tiene á mengua no pertenecer á ella»4.

El tercero de los citados folletos, de 17 páginas, lo constituye un conjunto de cuatro documentos, editado por la Sociedad Protectora de la Balesquida en el año 1931, realizado en la desparecida Imprenta Renovación, sita en la calle Nueve de Mayo de Oviedo, a raíz de las conferencias que se celebraron dicho año en el Paraninfo de la Universidad ovetense sobre motivos de Oviedo y de la Balesquida, que corrieron a cargo de don Ramón Prieto Pazos y del canónigo catedralicio, don Arturo Sandoval Abellán1.

No deja de resultar paradójico, que pese a su popularidad -que causa asombro a cuantos nos visitan, sobre todo, a los que lo realizan con ocasión de sus fiestas de Pentecostés-, no dispongan al día de hoy, de ningún tipo de publicación venal que puedan fácilmente adquirir para satisfacer su interés y su curiosidad, máxime cuando en Oviedo, otras instituciones como son las Parroquias de San Isidoro el Real, San Juan el Real, San Pedro de los Arcos, etcétera, o Colegios Profesionales como los de Médicos, Aparejadores, Abogados, etcétera, hace años que cuentan con ellas.

El resto de la información publicada sobre «La Balesquida» está diseminada por periódicos o revistas, y de éstas, fundamentalmente, la que editó, primero la propia Cofradía, desde 19242, y más tarde,

1.- Contiene: «Escritura de fundación de la Cofradía y Hospital», Para el gobierno del que escriba sobre los bollos», «Carta publicada en el Correo Español de Madrid n 1840 por don Juan de Dios Miguel Vigil e «Historia del la vida del Santo Niño de La Guardia de Toledo», del que es autor el Arcipreste de la Catedral de Oviedo, don José Cuesta. 2.-Su primer número, en formato de periódico, fue publicado el 10 de junio de 1924, siendo impreso en la Tipografía de «La Voz de Asturias». Tomado de: «Álbumes de La Balesquida» por Juan Santana, publicado en el diario «Región» de Oviedo de 15-01-1971.

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«La Balesquida» –como popularmente es conocida– tal y como ha llegado a nuestros días, está formada, por la Antigua Cofradía, hoy con el nombre de Nuestra Señora de la Esperanza, y por su Sociedad

3.- La revista «La Balesquida» no se editó los años 1928 a 1930, 1932, 1936 a 1951 y 1957 a 1960, 1973 y 1974. 4.- «Diccionario geográfico-estadístico-histórico. Asturias» por Pascual Madoz, Madrid 1845-1850, edición en facsímil de Editorial Maxtor, Valladolid 2009 pp. 317-318

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Protectora. La primera, como es bien sabido, con sus orígenes en el año 1232, consecuencia de la donación realizada el día 5 de febrero de dicho año, a «todos los Cofrades de la Cofradía de los Alfayates ó xastres y otros vecinos y buenos de la Ciudad de Oviedo»; la segunda, impulsada por una Comisión Gestora, integrada por don Ramón Prieto Pazos, don José Álvarez-Buylla Godino, don Alfonso Muñoz de Diego y don Ricardo Fabio Casielles Menéndez, y cuyos primeros Estatutos fueron aprobados y firmados el 23 de febrero de 1930, siendo presentados en el Gobierno Civil, para su preceptiva inscripción, el siguiente día 28. Su objeto social consistía –y sigue consistiendo en la actualidad, al menos estatutariamente– en «auxiliar a la Cofradía de La Balesquida con todos los medios que permitan cumplir las cláusulas de sus estatutos fundamentales»5, tal y como se recoge literalmente en los mismos 6. El aldabonazo en la conciencia de los ovetenses para evitar la desaparición de la Cofradía y por ende, la creación de la Sociedad Protectora, lo realizó quien en 1929 desempeñaba el cargo de Mayordomo de la Cofradía, don Ángel Álvarez Zapico, en una misiva que dirigió al desaparecido diario «La Voz de Asturias» y que es publicada el 10 de febrero de 1929. Decía así: «Convocado por tres veces el Cabildo de la Cofradía de La Balesquida sin que asistiera a ninguno de los tres Cabildos, ni un solo cofrade; anunciado en la prensa el estado verdaderamente lastimoso porque atraviesa esta Cofradía sin recibir de nadie una palabra prácticamente alentadora, la Junta de gobierno de esta Cofradía, que lleva cinco años luchando lo que nadie puede imaginarse porque la Sociedad no muera, ha resuelto disolverse y entregar al Obispado, previos los trámites legales, capilla, ropas alhajas, etc.

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«Lo que se hace saber públicamente a los cofrades por si alguno quisiera evitar todavía la desaparición de nuestra querida Balesquida, tan genuinamente ovetense»7. Afortunadamente, según lo expresado, el aldabonazo causó efecto, y así surge, en el mes de febrero del año siguiente, la Sociedad Protectora de la Balesquida, de cuya Junta de Gobierno pasan a ser miembros natos, conforme al artículo 7º de sus Estatutos, «los que desempeñen los cargos de Mayordomo, Juez y Fiscal en la Cofradía», que correspondieron al citado don Ángel, su hermano don Gregorio Álvarez Zapico y don Adolfo García, respectivamente. La Cofradía, a lo largo de sus casi ochocientos años de vida, ha pasado por diversas vicisitudes, desde ostentar diversas denominaciones, que pueden inducir a la confusión, hasta estar al borde de la desaparición, pasando por su convivencia con otra de idéntica denominación y radicada en el mismo lugar; pero siempre ha sabido resistir los embates de la historia y llegar así hasta nuestros días cada vez con mayor pujanza y esplendor, gracias al celo y al tesón de sus cofrades. En cuanto a nombres se refiere, ha sido conocida, al menos, con las siguientes denominaciones: «Cofradía Antigua de Nuestra Señora de la Balesquida», «Antigua Cofradía de los Xastres o de Nuestra Señora de la Balesquida», «Cofradía de La Balesquida», «Cofradía de Nuestra Señora de La Balesquida», y, actualmente, desde hace muy pocos años, como «Antigua Cofradía de Nuestra Señora de la Esperanza. La Balesquida». Respecto a la existencia de otra cofradía con el mismo nombre, señalar que el 26 de diciembre 1770, se redacta por los Regidores Perpetuos de Oviedo don José Gabriel Fernández Cueto y don Antonio Morán

5.- Art. 1.º de los Estatutos de la Sociedad Protectora de 1930. 6.-El apartado segundo del Art. 3 de los Estatutos de la Sociedad Protectora de 2004, referido a sus fines señala textualmente: «Auxiliar y colaborar en la realización de las funciones religiosas y los festejos profanos de la Cofradía titular de Nuestra Señora de la Esperanza (La Balesquida)».

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7.- Diario «La Voz de Asturias» de 10-02-1929.

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Valdés un informe para el entonces Regente, D. Teodomiro Caro de Briones, en el que se señala la existencia, en la Capilla de la Balesquida, de dos cofradías denominadas de Nuestra Señora de la Balesquida, «una nombrada la antigua… se establecio en la hera de 1270 por donacion y dotacion de doña Valesquida Jiraldez… donde no se halla otra apobacion…, y asi son cofrades cuantos quieren… otra que se dice la de Numeros estableciose o reformose en 16 de Diziembre de 1708, y se aprobó por el Ordinario Eclesiastico en 29 de Enero de 1709…siendo pribatiba solo para sastres, mugeres o hijas suias y no mas»8. A mayor abundamiento, en los archivos de la Cofradía se conserva un manuscrito intitulado: «Libro de la Cofradía de Nuestra Señora de la Balesquida nuebamente añadida y fundada por Veinte y q. atro Hombres y Doce Mugeres este año de 1695. Siendo su primer Mayordomo Anttº Lopez y su Vicario Julian fernandez de la Fuente; Maestros Sastres Y Vezinos de esta Ciudad», en el que se recogen, con todo detalle, las personas que la forman así como las Reglas o Estatutos por las que han de regirse. Igualmente, se conserva en la Capilla una tabla en la que figuran escritos los nombres de alguno de quienes fueron sus Mayordomos, pudiendo leerse, con el número 54, al sastre alemán, asentado en Oviedo, Guillermo Reiter, padre del afamado pintor ovetense Francisco Reiter Enze. Desgraciadamente, con el paso de los años, todos los abundantes bienes con los que contó en el pasado la Cofradía (Hospital, casas, tierras, títulos valores, etcétera) se han perdido, ostentando actualmente, tan solo, la propiedad de la Capilla, en la que se siguen celebrando los cultos, y que cada día es visitada por innumerables fieles, que con sus donativos y limosnas la sostienen, pues la Cofradía no dispone de más

8.- María del Carmen Ansón Calvo en «Cofradías ovetenses en 1770» en BIDEA n.º 167, pp. 113 y ss. También, Justo García Sánchez «Las Cofradías asturianas en el informe del Regente D. Teodomiro Caro Briones» en «Studium Ovetense», volumen XXXV de 2007, pp. 217-218

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ingresos que las pequeñas cuotas de sus cofrades –al día de hoy tres euros anuales– y la generosidad de los devotos, pues carece de cualquier otro tipo de ayuda. Igualmente han desparecido importantes documentos, si bien hemos de aclarar respecto a estos últimos, que ello no ha sido en los tiempos actuales, no sea que algún cantamañanas -que siempre los hay- trate de imputar desidia o dejadez a sus actuales rectores. Ya don Fermín Canella señalaba en 1915 «ha desparecido el pergamino fundacional del siglo XIII, otro tanto aconteció con el cuaderno o diplomas de las Constituciones primitivas»9. Ítem más, ya el 20 de abril de 1560, cuando el Licenciado Diego Morán procede a copiar la primitivas Ordenanzas, señala textualmente en su introducción: «la regla y las ordenanzas de la casa dizen las llevó Pedro de Prabía»10. Unos de los documentos más curiosos, a nuestro juicio, que se guardan con celo en la Cofradía, son los Libros de Cofrades, al ser ellos una fuente importante de información. Existe uno para los hombres y otro para las mujeres, pues la existencia de mujeres en la Cofradía se recoge ya en las primeras Reglas u Ordenanzas, como se pone de manifiesto al utilizar en las mismas los términos de compañero o compañera, para referirse a los cofrades. En el primero de ellos, que aún hoy en día se sigue utilizando, y que a pesar de seguir un inicial orden cronológico intercala cofrades de fechas anteriores, tomados sin duda de otro libro anterior, el cofrade más antiguo, figura con el numero 1.600, y corresponde a Fernando López, que dice ingresó en la Cofradía en el mes de mayo de de 1795.

9.- Fermín Canella Secades en «Noticias de la Antigua Cofradía de los Xastres o de Nuestra Señora de la Balesquida fundada en Oviedo en el siglo XIII por Doña Balesquida Giráldez». Imprenta de Flórez, Gusano y Compañía, Oviedo 1915?, p. 3. 10.- Juan Uría Ríu «Las Cofradías ovetenses de los oficios», en revista «La Balesquida», 1972, p. 9

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Por su parte, la más antigua de las mujeres inscritas, con las mismas características apuntadas que en el de los hombres, figura con el número 120, y corresponde a Amelia Prado Vidal, que ingresó en el mes de mayo de 1858. Las anotaciones que figuran en ellos, tan solo comprenden el nombre y el apellido o apellidos del interesado, la fecha de su incorporación expresando solamente el mes y año y la cantidad abonada por su ingreso, que incluso podía ser abonada en tres plazos o cuotas; al margen izquierdo figura el ordinal que le es asignado, para una más fácil localización. Algunos de los asientos, no muchos, señalan, sobrescrito sobre el nombre, la palabra «fallecido». Escudriñando en tales libros, a los que hemos tenido acceso por la generosidad del actual Fiscal de la Cofradía, –al que públicamente queremos mostrar nuestro agradecimiento y gratitud–, nos hemos encontrado con una serie de personas ilustres que, a lo largo de los dos últimos siglos, han pertenecido a tan centenaria institución, por supuesto, todos ellos ya fallecidos. Para una mejor identificación, los agrupamos por profesiones e incluimos unos brevísimos datos biográficos, aunque obviamente, algunos de ellos pudieran ser incluidos en más de uno de los diferentes grupos:

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Reyes, Reinas

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Príncipes

– Isabel II (1830-1904) Si bien no figura inscrita como cofrade en el actual Libro de Cofrades, es posible que estuviese en otro anterior. Lo cierto es, que se la cita como cofrade en el título entregado a su hijo Alfonso XII, copia del cual, ha llegado hasta nuestros días. – Alfonso XII (1857-1885) Nombrado cofrade por acuerdo del Cabildo de 7 de marzo de 1875. Existe copia del diploma que se le entregó. – María de las Mercedes (1860-1878): María de la Mercedes de Orleans y Borbón, fue la primera esposa de Alfonso XII. Pagó por su ingreso en la Cofradía la cantidad de 1.000 reales en lugar de los 24, que eran los habituales en aquella fecha. No figura la fecha exacta de su inscripción, pero sí el número de orden que le correspondió, que fue el 440, del Libro de Mujeres. – María Cristina de Habsburgo (1858-1929): María Cristina de Habsburgo y Lorena, apodada, «Doña Virtudes», fue la segunda esposa de Alfonso XII y madre de Alfonso XIII. Pagó 1.000 reales en lugar de los 24 habituales. No figura la fecha exacta de inscripción en la Cofradía, pero se encuentra entre junio de 1881 y abril de 1882. Sí figura el número de orden que le correspondió, que fue el 441, del Libro de Mujeres. – Alfonso XIII (1886-1941) Hijo póstumo de Alfonso XII, y de María Cristina de Habsburgo, ingresó como cofrade en el mes de mayo de 1887, cuando aún no había cumplido el año de vida.

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– Alfonso de Borbón y Battemberg (1907-1938). Hijo primogénito de Alfonso XIII, y por tanto Príncipe de Asturias. Ingresó como cofrade en el mes de mayo de 1908.

Obispos

y

Sacerdotes

– Francisco. Javier Baztán Urniza (1844-1926). Obispo de Oviedo desde 1904 hasta 1920, en que renuncia al gobierno de la diócesis. Ingresó como cofrade en mayo de 1905. Sus restos mortales, como es sabido, descansan en el presbiterio de la actual Parroquia de San Juan el Real de Oviedo. – José María De Cos y Macho (1838-1919) Ingresó como cofrade en mayo 1890. Canónigo magistral (1865) y arcediano de la Catedral de Oviedo. Obispo de Mondoñedo en 1886. Arzobispo de Santiago de Cuba, en 1889, de Madrid en 1892 y de Valladolid en 1901. Creado Cardenal presbítero por el Papa Pío X en el consistorio del 27 de noviembre de 1911, recibió el capelo y el título de «Sta. Maria del Popolo» el 2 de diciembre de 1912. Participó en el cónclave de 1914 que eligió al Papa Benedicto XV. En él se inspiró, según señala Julio Masip Acevedo, Leopoldo Alas, «Clarín», para crear la figura del Magistral, don Fermín de Pas, coprotagonista de «La Regenta», aunque la vida de don José María, nada tuvo que ver con la ficticia del magistral clariniano, ya que fue siempre un clérigo virtuoso y ejemplar 11.

11.- «Alrededor de La Regenta. Don Fermín de Pas y Don José María de Cos» por Julio Masip Acevedo Boletín del RIDEA n.º 113 de 1984. pp. 843 y ss.

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– Amador Juesas Latorre. Profesor del Seminario de Valdedios. Canónigo de la Catedral de Oviedo. Ingresó como cofrade en mayo de 1892. – Ramón Martínez Vigil o.p. (1840-1904) Fraile dominico. Obispo de Oviedo desde 1884 a 1904. Ingresó como cofrade en mayo de 1887. – Benigno Rodríguez Pajares. (18?-1920) Secretario del obispo Sanz y Forés. Canónigo de la Catedral de Oviedo desde 1904, y entre 1907 y 1920, el de deán. Conocido popularmente como «Payarinos», mandó construir, para su domicilio, el edificio del actual Conservatorio Superior de Música, que por su situación frente al Palacio Episcopal, y su grandiosidad, fue llamado popularmente como «la casa del desafío». Falleció en Oviedo el 20 de abril de 1920. Ingresó como cofrade en mayo de 1845. – José Sarri Oller. Hermano del Marqués de San Feliz. Capellán del obispo Benito Sanz y Forés. Arcipreste de la Catedral de Oviedo en 1888 y Gobernador Eclesiástico –lo hoy denominado Vicario General– con Martínez Vigil. Autor de la primera biografía de San Melchor de Quirós. Ingresó como cofrade en junio de 1878. Políticos

– Ignacio Alonso de Nora (1913-1995) Ignacio Alonso de Nora Gómez Licenciado en Derecho. Funcionario. Alcalde de Oviedo de 1951 a 1955. Ingresó como cofrade en 1952 con el número 5462. – Rafael Arias de Velasco Sarandeses. Procurador en Cortes en 1943. Ingresó como cofrade en junio de 1897. 89

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– Antonio Landeta Ezcurdia. Alcalde de Oviedo desde agosto de 1905 a julio de 1906. Senador. No figura en el Libro de Cofrades, sin embargo, se guarda en el Museo de Asturias su título de nombramiento. Ingresó como cofrade en abril de 1906. – Francisco Labadié Otermín. (1917-2000) Doctor en Derecho. Gobernador Civil de Asturias desde 1950 a 1957. Ingresó como cofrade en 1952 con el número 5462. – José Longoria Carbajal. (1827-1910) Licenciado en Filosofía y Medicina. Alcalde de Oviedo en varias ocasiones. Ingresó como cofrade en junio de 1865. – Alejandro Mon. (1801-1882) Alejandro Mon Menéndez. Licenciado en Leyes. Diputado a Cortes en 1837. Vicepresidente del Congreso. Presidente del Consejo de Ministros en 1864. Senador Vitalicio en 1876. Ministro de Hacienda. Embajador. Ingresó como cofrade en mayo de 1881.

Catedráticos

– Justo Álvarez Amandi (1839-1919) Catedrático de Literatura Latina en la Universidad de Oviedo en 1876 y Decano de la Facultad de Letras de la misma en 1897. Utilizó el seudónimo de «J. de Urgel». Ingresó como cofrade en junio de 1846. – Félix Pío Aramburu Zuloaga (1848-1913) Catedrático de Derecho Romano, Decano y Rector (1888-1905) de la Universidad de Oviedo. Fundador y director de «Revista de Asturias». Senador. Ingresó como cofrade en junio de 1861 – Fermín Canella Secades (1849-1924) Catedrático y Rector de la Universidad de Oviedo. Cronista Oficial de Asturias y de Oviedo. Ingresó como cofrade en mayo de 1850.

– Ramón Pérez de Ayala. (1847-1906) Ramón Pérez de Ayala Pizarro. Comerciante. Alcalde de Oviedo en tres ocasiones. Ingresó como cofrade en junio de 1905.

– José María López-Dóriga (1851-1890) José María LópezDóriga del Busto. Doctor en Medicina y Licenciado en Ciencias Físicas. Catedrático en los Institutos de Baeza, «Jovellanos» de Gijón y Oviedo Falleció en Gijón el 7 de julio 1890. Ingresó como cofrade en junio de 1852.

– Ramón Prieto Pazos. (1857-1933) Alcalde de Oviedo de 1892 a 1893. Decano del Ilusre Colegio de Abogados. Presidente de Honor de la Sociedad Protectora de La Balesquida. Ingresó como cofrade en junio de 1859.

– Acisclo Muñiz Vigo (1866-1941) Catedrático de Geografía e Historia en el Instituto de Oviedo desde 1922. Padre de Ángel Muñiz Toca (que figura más adelante). Ingresó como cofrade en junio de 1867.

– Carmen Polo. (1900-1988) Carmen Polo Martínez-Valdés. Esposa de Francisco Franco Bahamonde, Jefe del Estado Español. Ingresó como cofrade en marzo de 1903. 90

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Escritores

Militares

– Benito Álvarez-Buylla Lozana (1879-1941) Utilizó el seudónimo de «Silvio Itálico». Ingresó como cofrade en mayo de 1879

– Francisco de Borja Canella Secades (1947-1906) Hijo de Benito Canella Meana y hermano de Fermín Canella Secades. Militar de Infantería. Destinado en Filipinas donde fue Gobernador Militar de la Provincia de Joló (Filipinas). Alcanzó el grado de General de División. Ingresó como cofrade en junio de 1848

– Juan Antonio Fdez. de la Llana (1919-1997) Juan Antonio de las Mercedes Fernández de la Llana Granda. Utilizó el seudónimo de «Juan Santana». Colaborador de los periódicos «Región» y «El Oriente de Asturias». Ingresó como cofrade en mayo de 1920 – Rogelio Jove y Bravo (1851-1927) Cofundador y director del periódico «El Carbayón» en 1879. Catedrático de Derecho en la Universidad de Oviedo desde 1887 a 1921. Presidente de la Diputación Provincial con la dictadura de Primo de Rivera. Director del Centro Diocesano y de la Unión Patriótica. Ingresó como cofrade en junio de 1879 – Juan de Dios Miguel Vigil. (1797-18?) Traductor de letras antiguas. Genealogista. Procurador de la Audiencia de Oviedo. Padre de Ciriaco Miguel Vigil (1819-1903). Él mismo, señala en sus escritos su condición de cofrade, aunque no figura en el Libro de Cofrades; quizá pudo figurar en otro anterior.

– José Miaja Menat (1878-1958). Militar. Alcanzó el grado de General. Ministro de la Guerra. Presidente de la Junta de Defensa de Madrid en 1936. Ingresó como cofrade en junio de 1876.

Músicos – Saturnino del Fresno (1867-1952) Saturnino del Fresno Arroyo. Pianista. Director de la Banda de Música Municipal de Pravia. Ingresó como cofrade en mayo de 1875

– Ángel Muñiz Toca. (1903-1964) Hijo de Acisclo Muñiz Vigo.

Violinista. Director del Conservatorio de Oviedo. Fundador y Director de la Orquesta Sinfónica de Asturias. Hijo Predilecto de Asturias a título póstumo. Ingresó como cofrade en mayo de 1911.

– Diego Terrero González. (1830-1892) Matemático. Mantuvo polémica poética con Teodoro Cuesta sobre Andalucía y Asturias. Ingresó como cofrade en mayo de 1892.

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Empresarios

actual realización; por último, existen unas terceras, que con pequeñas interrupciones temporales, se han venido celebrando desde hace siglos.

– Luis Botas Rodríguez. (1892-1970) Comerciante. Primer Presidente

Dentro de las felizmente recuperadas, comencemos por señalar la hoy denominada «Cabalgata del Heraldo», que tiene lugar el Domingo de Pentecostés. Recuperada en el año 2002, como resultado de la afortunada y ocurrente sugerencia que el periodista de turismo César Álvarez efectuó a José Antonio Arias, –a la sazón Secretario de la Sociedad Protectora–, se conoció en los primeros años de su recuperación, como «La Fama». De cómo era primitivamente nos informa Ciriaco Miguel Vigil en 1842, en un artículo publicado en el periódico «El Nalón»: «El domingo de pascua de Pentecostés a las doce en punto sale de la casa de la Balesquida un volante montado y vestido con elegancia, representando la Fama, y recorre las principales calles de la Ciudad, anunciando la función y colocando en las esquinas el programa impreso de la misma» 14.

del Real Club de Tenis de Oviedo. Concejal del Ayuntamiento de Oviedo. Falleció en Oviedo el 24 de junio de 1970. Ingresó como cofrade en mayo de 1892.

– Aureliano San Román. (18511909) Aureliano San Román y

González. Presidente de la Cámara de Comercio de Oviedo de 1907 a 1909. Ingresó como cofrade en junio de 1863.

Igualmente figuran inscritos como cofrades entidades, como es el caso del Ayuntamiento de Oviedo, dado de alta en el mes de mayo de 1881, y que abona como cuota de entrada la suma de 200 reales y el Casino de Oviedo, que es dado de alta en el mes de junio de 1887, si bien se da de baja en el año 1919, siendo el único cofrade del que consta documentalmente haya cesado como tal. Pero… ¿cómo fueron a lo largo de los años sus fiestas?, se preguntara alguno de ustedes. Para responder a tal interrogante tomamos las palabras de Ricardo Casielles: «Las fiestas eran suntuosas y muy sonadas y a ellas acudían todos los ovetenses sin distinción de clase y jerarquías» 12 También podemos tomar las de don Fermín Canella. «Las antiguas fiestas de la Cofradía, en Pascua de Pentecostés, eran grandemente suntuosas»13. Algunas de ellas han podido recuperarse, y siguen celebrándose en la actualidad, otras, por el contrario, son irrecuperables, por haber cambiado de forma radical, no solo la fisonomía urbana de la ciudad, sino también los hábitos y costumbres de sus habitantes, independientemente de la existencia de nuevas normas legales que impiden su 12.- «Cofradía de la Balesquida. Fundada en 1232», atribuido a Ricardo Fabio Casielles, Editorial IDAG S.L. Oviedo, 1949, p. 15. 13.- Fermín Canella Secades en «Noticias de la Antigua Cofradía de los Xastres…», p. 4.

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Por su parte Germán Álvarez, en «La Ilustración Gallega y Asturiana» señala lo siguiente: «El domingo de Pascua del Espíritu Santo, a las doce de la mañana, salía de la casa-hospital de la Balesquida, con el correspondiente acompañamiento, una especie de comparsa que anunciaba el principio de las funciones, y cuyo primero y casi único personaje, montando un caballo ricamente enjaezado, era un alfayate vestido alegóricamente de Fama, y que recorría así, precedido de las gaitas y tambores las calles principales de la ciudad» 15. También a ella se refiere don Fermín Canella al señalar «Las antiguas fiestas de la Cofradía en Pascua de Pentecostés eran grandemente suntuosas, anunciadas en Domingo por un heraldo representando la fama, montado en brioso y enjaezado corcel»16.

14.- Tomado de «La Balesquida en el periódico El Nalón, en 1842» de Ernesto Conde. La Balesquida, 2008, pp.61 a 71. Como el autor señala, se trata del periódico correspondiente al 15 de mayo de 1846. 15.-«Las Pascuas de Pentecostés en Oviedo» por Germán Álvarez, en «La Ilustración Gallega y Asturiana», de 10 de junio de 1879. 16.- «El Libro de Oviedo. Guía de la ciudad y su concejo» de Fermín Canella Secades, 1888 p. 249.

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También ha sido recuperado, si bien no en las fiestas de Pentecostés, sino en las del mes de diciembre, coincidiendo con la festividad de Nuestra Señora de la Esperanza, titular de la Cofradía, «el tradicional Amagüesto» –nombre con el que, como es sabido, se conoce en Asturias al asado de castañas, acompañadas de sidra dulce–; había desaparecido en el siglo XVIII, y volvió a celebrarse en 1989 por iniciativa del que fue Presidente de la Sociedad Protectora y Fiscal de la Cofradía, Luis Rodríguez Prieto. Irrecuperables, sin embargo, son los festejos que la Cofradía celebraba la tarde del lunes de Pascua de Pentecostés en el Campo San Francisco. Nos los describe don Fermín Canella, en su breve trabajo, ya citado: «…alegre cabalgata a la que concurrían principalmente los cofrades jóvenes dirigidos por ginetes aristocráticos para correr todos en avenidas del campo de San Francisco el figurón o estrafermo y las sortijas regresando a la Capilla al obscurecer antes de comenzar la foguera por la noche al son de tambor y gaita y danzar “Ay un galán de esta villa” por las calles de la ciudad»17. Quizá convenga recordar que el juego del estrafermo consistía en muñeco giratorio, con un escudo en la mano izquierda y una correa con bolas o saquillos de arena en la derecha, que, al ser golpeado en el escudo con una pequeña lanza por los jugadores que pasaban cabalgando, se volvía y golpeaba con las bolas o con los saquillos al jugador que no pasaba ligero; por su parte, las sortijas es lo que hoy en día se conoce como las cintas, juego en el que los jinetes, sobre sus monturas, y sin detener la marcha, debían ensartar en un palo, que llevaban en la mano, unos aros o sortijas que colgaban de un cordel o palo transversal, bajo el que pasaban, resultando ganador quien conseguía hacerse con el mayor número de ellas.

que ocupa el actual Pumarin, y que como Tolivar Faes señala, tenía lugar el miércoles de Pascua de Pentecostés; según este mismo autor, quizá se debiese el nombre, a que en sus proximidades hubiese alguna posesión del famoso Conde don Piñolo, fundador del Monasterio de Corias, en Cangas del Narcea18. Ernesto Conde, señala que, en un principio tal romería era solamente para los dirigentes de la Cofradía19. De ella, surgió la popular letrilla de «Donde van los xastres/ van a Pumarín/ a beber el vino del señor Pachín» –algún autor, sustituye el término «vino», por el de «sidra»–. Imposibles de volver a ser lanzados hoy en día –por la prohibición legal existente–, los famosos Montgolfier, o globos de papel, que tanto se utilizaron en las fiestas balesquidas, y que alcanzaban grandes dimensiones. En tales globos, se llegó a incluir el resultado de los sorteos, a los que luego nos referiremos, que la Cofradía celebraba para recaudar fondos para celebrar las fiestas, tal y como se puede leer en el periódico «El Progreso de Asturias» de 21 de junio de 1902. Se siguen manteniendo a lo largo de los años, si bien con pequeñas y breves interrupciones y algunos cambios, tanto la procesión con la imagen de la Santísima Virgen, como el reparto del almuerzo o comida campestre, ahora circunscritos, la primera, al traslado de la venerada imagen desde su Capilla a la sede parroquial de San Tirso el Real, lo que tiene lugar el miércoles anterior al Domingo de Pentecostés y su posterior regreso, el sábado siguiente; la segunda, a la entrega a los cofrades y socios protectores, de un bollo «preñado» –bollo de pan relleno con chorizo– y una botella de vino blanco, lo que se realiza el Martes de Pentecostés en el Campo San Francisco.

Igualmente irrecuperable la romería celebrada en el llamado Campo de Piñole o Piñoli, una desparecida zona boscosa situada en la zona 18.- José Ramón Tolivar Faes en «Nombres y cosas de las calles de Oviedo. Ayuntamiento de Oviedo, 1992 pp. 506.17.- Fermín Canella Secades en «Noticias de la Antigua Cofradía de los Xastres…», p. 4.

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19.- Ernesto Conde en «La Balesquida: una lucha por mantener la tradición», en La Balesquida de 2009, pp. 36 y ss.

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En el librito, editado por la Sociedad Protectora en 1931, a que anteriormente hemos hecho mención, y dentro del texto correspondiente al documento titulado «Para gobierno del que escriba sobre los bollos», se señala textualmente, al referirse a las primitivas Ordenanzas: «En un domingo de Mayo en que se llevaba a Ntrª. Sra. en procesión a la Capilla de Santa Ana de Megide, junto a Sn. Cibriano, se diese a los clérigo y cofrades su almuerzo, volviendo después la imagen a la Capilla. La procesión seguía hasta Sta. Susana y en este punto la recivia el Cura de San Pedro con cruz parroquial: seguía a Megide y bolbía al punto en qe. la recibía y aquí se conducía en procesión hta. San Tirso y su Capilla. El almuerzo, se reducía a un torrezno, bollu y vino». Del citado documento nada se dice de su autoria ni ubicación originaria. Tan solo se señala, pues así se hace constar en la primera página de la publicación, que fue facilitado a la Sociedad Protectora por don Rafael Clavaguera Pascual, biznieto de don Juan de Dios Miguel Vigil y del mismo se colige, que su redacción tuvo que realizarse en la segunda mitad del siglo XVIII, puesto que al final del citado texto se señala: «En San Tirso se canta el responso cuando entra la procesión Junto al sepulcro de la fundª q. esta inmediato a la Capilla del Amparo, cuya sepulcro se renovó en 1759…», dato difícilmente conocible salvo que el documento fuese redactado con posterioridad a la indicada fecha. Sin embargo, y pese a lo señalado en la citada publicación, lo que no ofrece duda alguna, es que la procesión a la Capilla de Santa Ana, no figura en las primitivas Ordenanzas de la Cofradía, como se constata con su simple lectura; Ordenanzas éstas, que han sido publicadas en diversas ocasiones y por diversos autores, de las que, sin duda alguna, la más detallada y precisa, corresponde a la realizada por don Juan Uría Ríu20.

Lo que si se puede asegurar es que tal procesión ya tenía lugar, al menos, en el año 1521, ya que, en un documento correspondiente a dicho año, que se conserva en los archivos de la Cofradía, se señala «Lo que se gastó el día que fue la proçesyón a Nuestra Señora de Villamigel fue de pan y vino y carne y con la misa y clérigos que cantaron la misa y fueron en la proçesyón cantando, y con los que fueron ataviar el altar, se gastó de todo dozientos y ochenta y ocho maravedís, como lo gastó el vicario por mí y se lo pagué», y en el que figura, al margen izquierdo: «Gasto de la proçesión de Mexide»21. Para subvenir a los cuantiosos gastos que representaban las fiestas para la Cofradía, hubo de acudir a representar comedias en el antiguo Teatro del Fontán, que gratuitamente les cedía el Ayuntamiento, así como a la realización de diversas rifas o sorteos. Se rifaban, desde una «xiata» o ternera, a todo tipo de objetos de valor donados, generosamente, por importantes personalidades. Así, en 1902, se sortean en el Paseo de la Herradura del Campo San Francisco, «unos cubiertos de plata de ley, encerrados en un elegante estuche»22. En 1905, lo sorteado son «dos magníficos fruteros de plata donados por el Príncipe de Asturias23 –se trata de don Carlos de Borbón-Dos Sicilias y Borbón-Parma, viudo de la Princesa de Asturias, doña María de las Mercedes de Borbón y Habsburgo-Lorena, hija de Alfonso XII–. En 1914, al precio de 50 céntimos la papeleta, se sortea un soberbio reloj de oro de sobremesa, una saboneta24 de oro y unos hermosos

21.- Transcripción gentileza de la Profesora. María Josefa Sanz Fuentes. 22.- El Progreso de Asturias de 21-06-1902. 20.- «Doña Velasquita Giráldez y la Cofradía de los Alfayates de Oviedo» de Juan Uría Ríu, en «Asturiensia Medievalia, 2», Departamento de Historia Medieval de la Universidad de Oviedo, 1975, pp. 103-106. El texto de las primeras Ordenanzas, para quien desee consultarlas, figura en la pagina web de la Cofradía www.labalesquida.es.

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23.- Juan Santana en «Miscelánea ovetense (1)» en revista La Balesquida 1980, pp. 31 y ss. 24.- Saboneta, es un Reloj de bolsillo, cuya esfera, cubierta con una tapa, que se descubre pulsando un muelle.

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pendientes de oro, donativo de los Diputados a Cortes por Oviedo, D. Nicanor de las Alas-Pumariño Troncoso, D. Ramón Álvarez-Valdés y Castañón y D. Ignacio Herrero Collantes 25. Uno de los vendedores de rifas, a la vez que pregonero o anunciador, fue el popular Andrés, que recorría la ciudad «llevando los regalos dentro de una suerte de mostrador colgado del cuello y apoyado sobre el vientre y precedido de la gaita» 26. Con independencia de las Fiestas de Pentecostés y las de Nuestra Señora de la Esperanza, en la Octava de Navidad, la Cofradía participó a lo largo de su dilatada existencia en otras actividades públicas relacionadas con la Ciudad, como podía ser el caso de rogativas o desfiles populares.

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Lógicamente hemos de terminar, pues no sería correcto abusar de su paciencia y generosidad, aunque, desgraciadamente, muchas cosas se hayan quedado en el tintero, pues, no en balde, casi ochocientos años de historia dan para mucho. Nos daríamos por más que satisfechos con haber podido aportar un pequeño granito de arena para un mayor y mejor conocimiento de esa gran institución ovetense que es «La Balesquida», así como haberles hecho pasar un rato agradable. Al menos ese ha sido nuestro propósito. Muchas gracias.

En cuanto a los primeros, señalar que en el año 1670, la entonces denominada Cofradía de Nuestra Señora de la Balesquida, organizó una procesión, con la imagen de la Santísima Virgen, su titular, «en rogativa por los buenos temporales», lo que motiva que el Ayuntamiento de Oviedo despache libranza, con fecha 29 de agosto de dicho año, por importe de 100 reales, al entonces su «Mayordomo, Francisco de Llanes, Maestro Sastre, para ayuda del gasto de cera realizado». 27 En cuanto a los segundos, señalar que el 13 de enero de 1790, la Cofradía participa en un grandioso desfile, que recorre las principales calles de la Ciudad, realizado con motivo de la proclamación como Rey de España, de Carlos IV, y en el que, detalle curioso, los cofrades de la Balesquida vestían de azul con vuelta blanca 28.

25.- Juan Santana en «Economía balesquida», en revista La Balesquida, 1977 pp. 25 y ss. 26.- En la revista «Asturias de La Habana» de 1916. 27.- «Libro de la Razón 1650-1685». Archivo Ayuntamiento de Oviedo, folio 85 v. 28.- «Príncipes de Asturias. Juramentos. Libro de los Juramentos, Pleito Homenaje y Proclamaciones del Principado de Asturias» de Santos Manuel Coronas González. Junta General del Principado de Asturias, Oviedo 2003. pp. 59.

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Sello Sociedad Protectora, 1946.

Hoja del Libro de Cuentas de 1521, donde figuran los gastos de la procesión a Mexide.

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Título Diploma de La Balesquida. Diploma a Alfonso XII.

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CAPÍTULO IV El Oviedo de Dolores Medio Dña. Carmen Ruiz-Tilve Arias

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Algunos

aspectos urbanísticos

Dolores Medio Estrada (Oviedo 1911-1996), forma parte importante de la nómina de escritores que hacen de esta ciudad la bien novelada. Su larga vida, ovetense siempre, incluso en los años en los que residió en Madrid, le permitió ser testigo de la mayor parte del siglo xx y cronista eficaz de tantos acontecimientos como se acumularon en ese denso tiempo. La literatura fue su forma de manifestar sus inquietudes y gracias a ella podemos hoy reconstruir parte de nuestra historia cercana, perfectamente plasmada en sus páginas. Dolores forma binomio indestructible con la más conocida, por no decir famosa, de sus novelas, Nosotros, los Rivero, de forma que podemos decir con propiedad que hay un Oviedo de Dolores Medio, un Oviedo que se identifica con la ciudad real y que fue para muchos de sus lectores no ovetenses el único, en el que la primera imagen de la ciudad era la de Lena Rivero columpiándose en las cadenas de la uni107

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versidad. No cabe aquí el reduccionismo, muy de moda en este tiempo, de identificar plenamente la novela y sus escenarios con la realidad urbana, ni los personajes con ovetenses de carne y hueso. Sin embargo, el tiempo novelado, tan cuidadosamente descrito, puede servir perfectamente como trasunto casi histórico de una realidad perdida.

justo en el camino que Clarín había recorrido durante años para ir a la universidad. Poco había cambiado en esos años: la misma distribución social, tan rígida, la misma ocupación del espacio, que se abre fuera del viejo recinto para asentar grupos humanos de nuevo cuño, elementos todos que se prolongaron a lo largo del primer cuarto del siglo xx.

Nosotros, los Rivero fue escrita aproximadamente hacia 1945, entre Oviedo y Madrid, antes de la fama literaria de su autora, que empezó precisamente con la concesión del premio Nadal de 1952 y su posterior publicación, a primeros de 1953. La novela, de gran carga autobiográfica, como otras de sus obras posteriores, se construye sobre el material real que le proporcionan sus propias vivencias ovetenses. Oviedo, que salía entonces lentamente «de la revolución y la guerra que había cambiado su faz» aparece como soporte urbano ideal para una obra de crisis, en la que la evolución de la protagonista corría pareja con la de la propia ciudad.

Cosa parecida ocurre con El Maestrante, de Palacio Valdés, en cuyo primer capítulo se describe la ciudad como un lugar de lenta transformación, «la misma vida vegetativa, brumosa, somnolienta, las mismas tertulias de las trastiendas, libando con deleite la miel de la murmuración». Esa vida es la misma que, años más tarde, aparece en Nosotros, los Rivero, donde la trastienda del negocio familiar sirve frecuentemente como recurso para la acción.

Inevitablemente, la sombra de las novelas anteriores, desarrolladas en la misma ciudad, pesa sobre Nosotros, los Rivero. Ya en las primeras líneas, el panorama total de la ciudad vista desde el Naranco, en plano largo, juega con el recuerdo del Magistral con su catalejo en el comienzo de La Regenta: «En los amaneceres, contemplado desde los altos del Naranco, presenta el valle de Oviedo el fantástico aspecto de un mar embravecido, de entre cuyas espumas van surgiendo, como islotes encadenados, los picachos de Morcín. Si el sol consigue disipar la niebla, aparece enseguida, como un faro, la aguja gótica de la catedral. Tras ella van emergiendo, de entre la espuma blanca, los rascacielos del Oviedo moderno, las torres de San Juan y de San Isidoro, Santo Domingo y Las Salesas. Y por fin, los tejados rojos y grises del caserío, con sus penachos de humo. Oviedo se despereza...»

La obra de Dolores Medio se enmarca entre 1924 y 1945. En 1926 otro asturiano, ovetense en este caso, Ramón Pérez de Ayala, escribe su Tigre Juan, que aunque ambientado a finales del siglo xix describe lugares no alterados entonces por el lento paso del tiempo: «La plaza del mercado de Pilares está formada por un ruedo de casucas corcovadas, caducas, seniles. Vencidas ya de la edad, buscan una apoyatura sobre las columnas de los porches. La plaza es como una tertulia de viejas tullidas que se apuntalan con sus muletas y muletillas para hacer corrillo de maledicencia...» Dolores describe ese mismo lugar con palabras casi idénticas: «Un corrillo de viejas parecían las casucas que la cercaban. Un corrillo de viejas que se apoyasen en el báculo de las columnas de sus arcos, que, además de soportar su mísera ancianidad, alcahueteaban, en los días de lluvia, los amores de las parejas que no podían ir al cine...» He ahí el paso del tiempo —ir al cine— a través de un espacio que parecía inamovible.

El Oviedo–Vetusta de La Regenta es casi el mismo de la infancia de Dolores, retratado en su novela. Dolores nació en una de las casas del apretado caserío que el Magistral veía cada mañana, a espaldas de la muralla y a la sombra de la catedral, en la vieja calle de La Picota,

El Oviedo de Dolores Medio, tan cercano a sus antecedentes literarios, da una perspectiva nueva de la ciudad, que aparece, en términos generales, como el Oviedo de antes de la guerra. Es la ciudad antigua que prolonga sus tentáculos hacia lo que crece extramuros. Es, además,

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la vida que se da en ese tiempo y en ese espacio, sus habitantes y las cosas que hacen. La ciudad toda acaba así convertida en coprotagonista de la acción. Ese Oviedo novelado es concéntrico, con su eje en la casa en la que vive la protagonista, en la calle de La Picota, antes de Mercaderes, Silleros y de Las Escuelas o Universidad y hoy de Ramón y Cajal, que es a la vez la casa natal de la autora, desaparecida, y se abre en un primer tiempo a los cercanos lugares de juego infantil, especialmente a la plazuela de Porlier, entonces «semisalvaje», y al patio de la universidad, justo enfrente de la puerta de la casa. Un tercer escenario de juegos era la plaza de Riego, nexo de unión con la zona de El Fontán. A espaldas de allí, la plazuela de la Catedral, entonces aportalada y con una manzana de casas en el centro de su actual espacio. Ese círculo se va ampliando a medida que la niña se hace mayor, pues pasea más y va conociendo y describiendo zonas nuevas. La ciudad, cada vez más, se va haciendo esencial en la vida de la protagonista. Las escapadas de Lena en su tiempo adolescente suponen el segundo círculo espacial. Aparece la calle de San Francisco, que comunica con zonas nuevas y ambientes sociales superiores. La calle del Peso lleva a barrios intermedios y especialmente bulliciosos en lo comercial por su cercanía al mercado. Peso arriba, atravesando la Plaza Mayor, Magdalena adelante, empezarán las escapatorias de Lena, hacia San Lázaro, en el viejo camino de Castilla. La casa en la que viven los protagonistas supone frontera entre el Oviedo viejo, apoyada como está su trasera en la muralla, y el nuevo que desde allí crece. Pertenece todavía al «Oviedo redondo» pero toma aires nuevos en contacto con el ensanche, cerca de Fruela y Uría.

desmantelado su negocio y su vital tertulia. A la vez que el escenario real de la vida de la familia Rivero se limita, el escenario de Lena se amplía y recorre libremente la ciudad, con lo que, con ella, vamos conociendo y reconociendo innumerables lugares del Oviedo real en un momento de tránsito, tardío, desde un prolongado siglo xix, que aparece en las viejas calles y en las viejas costumbres, hasta el siglo xx que solo se establecerá plenamente tras la revolución del 34 y la guerra del 36. Esta modernización cruenta de la ciudad tendrá el precio de la desaparición innecesaria de algunas de sus señas de identidad y así, en gran medida, Dolores hace un canto al Oviedo que ya no está y al Oviedo que pudo ser. Treinta y seis son las calles de Oviedo que aparecen en el texto. Unas, como ya hemos mencionado, son las clásicas de la ciudad vieja, apegadas en sus nombres y en su actividad de entonces a la vida religiosa y gremial, como San Antonio y Santa Ana, para el primer caso, o Ferrería o Peso para el segundo. Esas son sus favoritas, aquellas en las que se cobija el espíritu de la ciudad: «...en las calles y plazas del Oviedo antiguo, en sus rincones bellos y románticos, como petrificados sueños del pasado, entre las mismas piedras centenarias, cubiertas de verdín por la humedad, sigue latiendo, rebelde, el espíritu sedentario de la población...» Otras, presididas por Uría, la más mencionada, representan la ciudad nueva, que no parece precisamente santo de la devoción de la autora, que habla de ella como «una calle vulgar, que bien puede ser la calle principal de una capital cualquiera de provincia... una avenida recta, flanqueada por edificios modernos, le ofrecía la perspectiva de una ciudad vulgar, standarizada» e insiste, «aquellas calles tiradas a cordel, que podían ser las calles de una ciudad cualquiera», «la gran arteria de la ciudad era una calle joven, casi recién nacida, sin personalidad».

Desde esa casa-paraíso, la familia se traslada forzosamente a otra calle, la de San José, en el extremo opuesto de la cerca, en la zona más triste, en contraste, en lo que ella llama «la calle muerta». Este cambio es determinante en lo económico y en lo social para la familia, que ve

El antagonismo entre la ciudad nuclear y el cinturón reciente que la va ahogando da a cada uno de los espacios su verdadero papel en la obra. Desde el primer momento, la autora toma partido por la «ciudad dormida», a pesar de que aparece como triste, silenciosa, gris, «con sus palacios de piedra renegrida y sus casas de paredes desconchadas por la humedad».

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La simpatía del texto con respecto a las viejas calles, «pues su encanto (de la ciudad) no reside en su modernización, en su puesta al día y en su nueva y funcional urbanización, sino en lo que en ella queda de la ciudad vieja, en la historia que está escrita en sus piedras milenarias», hace que con buscada frecuencia se usen los nombres clásicos, muy perdidos ahora, como Universidad, Platería, Campo de la Lana, Calle Nueva, Puerta Nueva, La Herrería o Los Cuatro Cantones, para referirse a Ramón y Cajal, el flanco derecho de la plaza de Alfonso II, en tiempos en los que era plazuela, la plaza del Carbayón, Altamirano, Magdalena, Mon y el cruce entre esta calle y San Antonio y Canóniga. El hecho de que la acción de la novela transcurra en dos tiempos diferentes, distanciados por 15 años, y a su vez con la guerra por el medio, hace que la comparación, que no cabe aquí, entre lo de antes y lo de después, en lo urbanístico, sea especialmente interesante. Esta o otras tareas de repaso del urbanismo ovetense a través de Nosotros, los Rivero puede hacerlas el lector por su cuenta, como en un juego, constatando los cambios en algunas calles, que trocaron sus viejas tiendas «con olor a pan y santidad» por bares, y el «sueño de siglos» por bullicio a deshora. Puede también volver a imaginar a Lena Rivero columpiándose en las cadenas de la universidad, que siguen en su sitio, con el edificio renacido de sus cenizas, viendo como la ciudad sigue, «a lo largo, a lo ancho y, a lo alto, creciendo y transformándose».

¿Qué queda ahora de aquel Oviedo? ¿Dónde se cobija ahora, más de sesenta años después, «el alma de Oviedo, hecha de grandezas y de pequeñas miserias, de heroísmo, de timideces, de renunciaciones»? No temamos. La ciudad, quién sabe por qué misterio, ha sabido guardar, a través de los cambios, que no han sido pocos, su personalidad, camuflada en ocasiones, evidente «cuando el sol logra desgarrar las nubes y posarse sobre el mojado asfalto».

La Sociedad Ovetense Oviedo como escenario literario cobra su verdadera vida cuando se puebla con los personajes, los ovetenses, reales o ficticios, que dan sentido a la historia. A través de Nosotros, los Rivero se establece un retrato fiable de la ciudad y así la vida cotidiana aparece con valor de crónica, que puede servirnos ahora, pasado el tiempo, como guía de lo perdido y en parte olvidado ya. La sociedad ovetense aparece distribuida en cuatro grupos, que acaban por reducirse a tres. Sabemos de cada uno de ellos cual es su ascendencia y nivel económico, sus ocupaciones y las zonas de la ciudad en que viven.

Si se llega hasta El Fontán, ya no verá allí «por todas partes cestas, sacos, cajones, mostradores portátiles de madera... mujeres que pregonan gritando la mercancía, cacareos de gallinas, regateos, disputas», ahora otros vendedores y otros objetos aprovechan el milenario vigor comercial de aquel suelo que antes fue cenagoso.

Aparece retratado, sobre todo, ese «espíritu de la ciudad», que no puede ser otro que el de los habitantes. El «espíritu sedentario de la población» parece identificarse especialmente con la clase alta, y más concretamente con los hijosdalgo que todavía, en el tiempo del relato, vivían en el corazón de la ciudad vieja, en un momento en el que parece que la ciudad toda anda de mudanza, incluida la familia de la protagonista, Lena Rivero.

Podrá igualmente el curioso comparar los grandes edificios que ella describe, la catedral, la diputación, la misma universidad, con su aspecto actual, aparentemente inmutable, y deberá, al fin, buscar, seguro de que lo encontrará, el duende de la ciudad.

El «alma somnolienta que se mira en el espejo del pasado» es la de los que habitaron, mientras pudieron, los viejos palacios de sus mayores, diferenciados sutilmente de los ricos de nuevo cuño, generalmente de dinero ultramarino o de negocios, que se van a establecer en Uría

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y otras zonas de la ciudad nueva y creciente, con un concepto nuevo de lo urbano, distinto y distante del caserío que quería seguir apiñado alrededor de la catedral. La ciudad aparece fuertemente estratificada en lo social y pueden señalarse fácilmente en el plano de la ciudad las identificaciones de los grupos con el espacio, con una notoria bipolarización entre la ciudad vieja, cada vez más oprimida económicamente, con su centro en Cimadevilla, y la parte nueva, base del auge comercial y social, con eje en Uría. Nosotros, los Rivero refleja la vida de Oviedo entre los años 1924 y 1945, aproximadamente. La mayor parte de la acción, que sirve de contrapunto al tiempo nuevo, está fechada en los años 20, correspondiéndose con la infancia de la protagonista, que nos introduce en el conocimiento de la población. La ciudad redonda, intramuros, tenía de antiguo sus propios estratos sociales. Las moradas humildes, «de paredes desconchadas por la humedad», se contraponen allí a «los palacios y caserones con fachadas de piedra renegrida». Progresivamente, a lo largo del siglo xx, las cosas fueron cambiando, y así el que podía de entre los ricos que habían habitado los palacios, con excepciones notables, buscaron acomodo en los nuevos edificios de Uría, más cómodos y sanos, en casas «de tres ¡y hasta cuatro pisos!» o en chalets y palacetes, en una zona llana y soleada, capaz de seguir creciendo, y en la que, cada vez más, se concentraba la actividad económica, social y comercial de la ciudad. Allí se establecieron también, algunos con sus negocios, los nuevos ricos de dinero ultramarino, bien identificados con las nuevas corrientes estéticas de la ciudad, que formaban grupo influyente por excelencia en la ciudad moderna, que, sin embargo, no renunciaba a sus blasones añejos. Con todo, muchos de los viejos palacios fueron abandonados o cambiados de uso, ocupados por establecimientos públicos, como la Audiencia, o habitados por familias medias y modestas, que solían 114

tener huéspedes, e incluso habilitando sus bajos para actividad comercial, como ocurrió en el palacio de Valdecarzana, por ejemplo. Así lo describe Dolores Medio: «la sociedad ovetense se hallaba, en los comienzos del siglo, dividida en cuatro castas. La aristocracia, muy numerosa en esta tierra de hidalgos, en la que difícilmente puede hallarse un caserón o un palacio que no esté amparado por un escudo, era coto cerrado para los advenedizos. Los matrimonios se efectuaban entre personas de la nobleza, y para ser recibido en sus salones, era preciso pertenecer a una familia distinguida. Se contaba como una rara excepción el caso del marqués de Miravalles, enriquecido con la trata de negros, pero esto pertenecía a un pasado algo remoto, y como el rey le había ennoblecido con el marquesado y su fortuna era considerable, sin dejar de mirarle con recelo, acabó por aceptársele en la nobleza. »Otro sector muy respetable de la sociedad ovetense estaba constituido por la colonia americana, tan numerosa como la aristocracia. Porque Asturias, que es país de hidalgos, lo es también de emigrantes... los emigrantes afortunados que regresaban a Asturias y se quedaban a vivir en la capital formaban, con la banca y la industria (una y otra casi en su totalidad en manos de familias catalanas) la alta burguesía de Oviedo». Una capa intermedia de la sociedad ovetense, siempre a partir de los textos, la formaban una burguesía compuesta por «los militares, los funcionarios distinguidos del Estado, los intelectuales que desempeñaban profesiones libres y los comerciantes» sin matizar que estos últimos no siempre pertenecían a ese grupo intermedio, dependiendo del vigor económico de sus negocios. Solo indirectamente se habla del cuarto grupo, que sería la clase baja. Hablando de mujeres, se refiere por un lado a las «señoritas» y por otro a las «artesanas» que tienen por debajo a las «obreritas de poca categoría» y a las muchachas de servicio. El último escalón es para las prostitutas, repartidas por varias zonas de la ciudad: «El moderno Bulevard había sido, treinta años antes, el provinciano paseo de los Álamos que remataba el parque de San Francisco en su límite 115

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de la calle de Uría... una apretada hilera le partía en dos avenidas —de ida y de regreso— por las que se paseaban las señoritas. Las artesanas debían hacerlo por la acera que bordeaba el parque, si no querían despertar la murmuración de todo Oviedo que las censuraría duramente, si se atrevían a pasar la raya marcada por los convencionalismos. A su vez las artesanas cuidaban de que ninguna muchacha de servicio, ni obrerita de poca categoría, se atreviese a alternar con ellas y defendían lo que hoy se llamaría “el espacio vital” con el mismo tesón y orgullo con el que “la gente bien” defendía el suyo. »El Oviedo de la segunda década del siglo conservaba, de una manera ostensible, las características de los pueblos pequeños, donde la diferencia de clases es más notoria que en las grandes ciudades. »El primer paso hacia la democratización de costumbres lo dio Oviedo, sin percatarse de ello, al hacer desaparecer el tradicional paseo de los Álamos…» La Puerta Nueva fue durante muchos años, hasta que la guerra civil la dejó reducida a escombros, el barrio de la prostitución ovetense. Y no de un protagonismo vergonzante, disimulado bajo la apariencia de una vecindad pacífica, como algunas casucas miserables de la calle Covadonga o de La Vega. La Puerta Nueva exhibía sus desgarraduras morales descaradamente, con un impudor absoluto. Estaba situada La Puerta Nueva sobre la carretera de Castilla, que es también la del cementerio de El Salvador, y aunque entonces no era la hermosa avenida en que hoy se ha convertido estaba tan frecuentada como cualquier calle céntrica de la ciudad.

todo tipo potencia los transportes, generalmente radiales desde Oviedo, con el natural beneficio para la hostelería y el comercio, tal como ocurrió el la zona de la estación del Vasco, por la que llegaban la mayoría de los viajeros de la región. Parecido es el caso de la zona de Uría con la estación del Norte, que traía a la ciudad miles de viajeros y nos unía con el exterior. La Universidad es el segundo elemento que vivifica la ciudad. Desde 1851, desligada ya del Seminario, empieza unos años de gran actividad académica, pasando la matrícula, hacia el comienzo del siglo xx, de unos 200 estudiantes a 600 y 800, sucesivamente, con un claustro de profesores de gran prestigio. Aunque la mayoría de los estudiantes eran asturianos, la dificultad de las comunicaciones hacía que en general viviesen aquí todo el curso los que no eran ovetenses, con lo que la ciudad estaba llena de pensiones e internados, fuente de ingresos importante para muchas familias, especialmente en la parte antigua de la ciudad, donde abundaban los pisos grandes, cercanos a la universidad. A ello había que añadir los estudiantes de la Escuela Normal, los de la de Comercio y los del Instituto Provincial.

La composición humana de Oviedo en el tiempo descrito se basaba, al menos, en tres factores condicionantes: la capitalidad de la ciudad, la potenciación de la Universidad y el establecimiento de industrias importantes.

El desarrollo industrial, tercero de los elementos vigorizadores de la población, va a tener gran auge durante toda la segunda mitad del siglo xix con una decadencia que se hace patente hacia 1925, momento de la acción de la novela. La industria principal era la Fábrica de Armas, que llegó a tener más de 1.000 obreros a fin de siglo en una ciudad con una población de 48.000 habitantes, con escasa tradición fabril. A la vez, surgían una serie de industrias auxiliares, gregarias de la armería, y entre unos y otros fueron formando y poblando una serie de barrios obreros nuevos. Las industrias dan lugar también a la incorporación de una nueva burguesía, formada por los propietarios y mandos de las industrias, que acabarán por tener una nueva fuente de enriquecimiento en la transformación del suelo, especialmente a partir de la desaparición de los talleres de la zona de Uría.

El papel administrativo de la ciudad obliga al establecimiento de una serie de delegaciones del Gobierno, lo que supone un gran número de funcionarios. A la vez, la necesidad de resolver aquí las gestiones de

Todo esto aparece en Nosotros, los Rivero. La vida de la Universidad, la bulliciosa llegada de los trenes, el mercadeo de las mañanas y los paseos del atardecer, las crisis y las huelgas obreras, los barrios extra-

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muros, los contrastes entre ricos y pobres, el cambio de status social como consecuencia del cambio de zona, la pobreza vergonzante, las apariencias sociales, ese «todo Oviedo» implacable que escruta tras los visillos la vida de los pobres ovetenses, siempre observados por los árbitros de las buenas costumbres y la conveniencia social.

Las Costumbres La propia estructura de la ciudad de Oviedo, su tamaño y la composición de los grupos sociales determinan las costumbres de los habitantes, pormenorizadamente descritas en la novela. Oviedo aparece como una ciudad de mediano tamaño, en pleno período de crecimiento, desdoblada entre «ciudad vieja» y «ciudad nueva», con características y formas de vida diferenciadas para cada una. Aparece sin tapujos un sentimiento de favor y simpatía hacia la ciudad vieja, de la que disfruta la protagonista, trasunto de la propia autora. Esa predilección hace que se haga una especie de crónica de un Oviedo ya perdido en el tiempo de la acción, con tradiciones y leyendas, como la de la Picota, situada antiguamente en la calle de la Universidad o en la plazuela de Riego. También, y en relación con lo anterior, se habla de la tradición liberadora de las cadenas de la universidad y, al hilo del derribo de la vieja Fortaleza, en Porlier, que había acabado, destartalada ya, como cárcel de la ciudad, se cuenta otra costumbre, el grito de los centinelas, que repetían en la noche ¡centinela alerta! ¡alerta está!, rompiendo durante generaciones el sueño de los ovetenses. También se decía entonces que cuando al Salvador de la catedral se le cayera la «bola» al suelo, se acabaría el mundo.

libre como el paseo aparece rígidamente controlado por las normas que delimitan el lugar, la hora y la forma de vestirse y comportarse. Todo el Campo de San Francisco era lugar de costumbres y relaciones, y más a medidas que Cimadevilla languidecía, tal como recordaba Sarandeses: «el paseo que normalmente se hacía en las soleadas mañanas de invierno a lo largo de la calle de Uría, desde la casa de los de Conde a la de los de Tartiere o el que en las noches lluviosas tenía como escenario el viejo “Pasaje”, se organizaba en las mañanas o tardes de verano en el paseo del Bombé». Cimadevilla y El Fontán habían sido sitios de reunión de muchas de las costumbres de Oviedo, aglutinantes de los grupos que tenían como nexo su condición de ovetenses. Cimadevilla, animada por el bullicio de las mañanas comerciales y las tardes de paseo y tertulia de café, que se prolongaba en la noche, gustaba a todos, «es una necesidad ir a Cimadevilla en aquellas horas, si el tiempo lo permite... la calle se estremece de gozo viendo aumentar la concurrencia de noche en noche y se siente remocicar olvidando aquellas amargas reflexiones sobre el porvenir, cuando se temía que las nuevas calles se llevaran toda la vida en todas direcciones, dejándola morirse de vieja». También Cimadevilla tiene que ver con la Navidad, que llevaba hasta allí a la gente, convocada por las cosas bonitas que se exponían en Casa Masaveu, «cuántas amistades, cuántos noviazgos salieron de aquellos “bailinos” de la noche de Reyes en Cimadevilla...» recuerda Sarandeses. Lo de los noviazgos también estaba controlado por la costumbre, rígidamente, sobre todo para las capas altas y medias de la población. El paseo de los Álamos era bueno para echarse novio y para pasear con él, pero estaba prohibido hacerlo por los recónditos senderos del Campo.

Todos los cambios en las costumbres de la ciudad pasaban por el paseo de los Álamos, que representaba, por excelencia, la capacidad de estratificación social de las costumbres. Algo aparentemente tan

La moral local señalaba con su escandalizado dedo las zonas en las que había prostitución, como San Lázaro y el Postigo. Había sitios más discretos y elegantes, como «el palacio de hielo» en el Monte Cerráu. El «todo Oviedo» que bendice o anatematiza, personalizando, es quien

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determina lo que está bien o mal visto, lo que es decente o indecente, lo que es de buen o mal gusto, las zonas permitidas y las proscritas, los usos y costumbres que deben practicar, para serlo, los ovetenses de bien. Junto con este corsé de la vida diaria aparece un espíritu nuevo, que aunque no se burle de los viejos usos, reniega de ellos. Esta nueva mirada sobre la vida local intenta establecer un orden alternativo, capaz de desterrar mucho de lo que ya se sentía como obsoleto por los más jóvenes o renovadores. El vestir convencional, los juegos sedentarios, las tertulias interminables y murmuradoras, las labores de aguja como única ocupación de las mujeres en las tardes domésticas, la permanente simulación del aburrimiento colectivo, las dilatadas prácticas piadosas, todo quiere dejar paso a una nueva curiosidad por las cosas, a mayor naturalidad en las relaciones, en definitiva, a una renovación de costumbres que se logrará a medias y no sin cierto escándalo. A través de Nosotros, los Rivero conocemos especialmente las costumbres de la clase media y, dentro de ellas, las de las mujeres, a través de la familia de la protagonista. La clase media ovetense aparece muy pendiente de la vida social, en la que ocupan importante lugar las visitas. Sin moverse de casa, a no ser para devolver esas visitas, las señoras conocen lo que ocurre en cada rincón de la ciudad, en las calles y bajo tejas, en una red murmuradora que lo cubre todo. Otras salidas de las señoras, generalmente acompañadas por las criadas, eran al mercado o a las tiendas, con clara diferenciación entre las compras de la mañana y las de la tarde. Las ocupaciones religiosas incluían la misa madrugadora y diaria y las visitas a las iglesias cercanas. El rosario de la tarde, a ser posible en familia, y las caridades cierran el círculo de la piedad cotidiana, que se completa con las fiestas religiosas marcadas por el calendario de la costumbre local.

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La vida doméstica, para muchas amas de casa, contaba con un elemento auxiliar, presente en Nosotros, los Rivero, la hermana soltera, que hacía las veces de ama de llaves y liberaba a la casada del trajín doméstico, nexo de unión entre la familia y las criadas, consentidora con los sobrinos y siempre gregaria, por su condición de soltera sin posibles. En las casas se organizan cada temporada grandes limpiezas generales, y de vez en cuando, especialmente cuando hay lutos, se tiñe la ropa en complicada ceremonia que convierte la cocina en la sala de un alquimista. La higiene de los niños es importante y los baños suponen también complicada ceremonia, se les bañaba diariamente en una tina en la cocina, llenada con jarras de agua calentada al fuego, ya que en la casa no había agua caliente ni baño. Los adultos se bañaban de la misma forma, una vez a la semana, en sus habitaciones. En las casas modernas de la ciudad ya había cuarto de baño, «en casa del tío Pedro hay cuarto de baño y nos bañamos todos los días». En general, las condiciones de higiene doméstica en el primer tercio del siglo xx eran muy precarias en la mayoría de las casas de clase media de la ciudad. La intendencia familiar tenía como base el mercado, al que se acudía jueves y domingos. Se describe una ceremonia complicada en la que había distintos lugares especializados en los distintos productos. El Fontán, Trascorrales y La Plaza de la Fruta de la calle Pelayo, llamada el Mercado del Progreso, formaban el triángulo en el que se desenvolvía la actividad comercial. La figura de las señoras seguidas por la criada con un cesto con doble tapa era institución de la imagen de la clase media. Las comidas se basaban en los potajes de legumbres y se comía mejor los días de mercado, con la despensa llena, que el resto de la semana. El desayuno era a base de café, tostadas y mantequilla, y en ocasiones con churros y anís. Incluso la protagonista, con nueve años, toma anís en el desayuno algunas mañanas de invierno.

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Al mediodía había frecuentemente cocido, por influencia de los abuelos castellanos. El plato extraordinario era el pollo, que se mataba en casa, y eran bien recibidas las comidas que venían de parte de los parientes de la aldea, en este caso de Villaviciosa, pollos vivos, manzanas, peras, manteca, queso, providenciales en el tiempo de la estrechez económica. También hay alusiones a la comida en tiempo de revolución, cuando los milicianos les traen un cajón con provisiones: «empezó a depositar sobre la mesa tarros de mermelada, botes de leche, paquetes de fideos, cajas de frutas...» Mientras la señora de la casa atiende a las visitas en la tertulia de la trastienda, con vino generoso y pastas, el padre de familia va hasta Cimadevilla a jugar o pasea por los alrededores de la ciudad, con preferencia para la zona, entonces llena de prados, de Buenavista. Las tertulias, en las que el padre no participaba, las recuerda Dolores así en una conferencia pronunciada en septiembre de 1976, organizada por la SOF: «nuestras tertulias, ¿cómo olvidarlas? Aunque a mí no se me permitía, por mi corta edad, asistir a ellas, esa curiosidad que desde niña sentí por conocer todas las cosas, me llevaba a escuchar desde donde podía lo que hablaban los mayores. Y cuando algunos años más tarde pude leer las novelas de los autores del siglo pasado, que las comentaban, me encontré, con gran sorpresa, que aquellas tertulias no se diferenciaban apenas un ápice de las que yo había presenciado, escondida algunas veces tras los cortinones de nuestro salón-comedor, y otras veces oculta en buena compañía en las estanterías bien repletas de botellas de excelentes vinos, en lo que podíamos llamar la rebotica o la trastienda del comercio de mis padres...» El amor y la muerte no podían faltar entre las costumbres descritas. Sabemos de las relaciones de conveniencia, en las que el hombre es el que elige, a golpe de vista, en el paseo de los Álamos, por el aspecto, la edad y la aparente condición social de la futura esposa. Así, en bodas sin amor, nadie parece sorprenderse después de que en la vida familiar tampoco aparezca. La diferencia de edad entre los padres de la protagonista y la condición de «indiano» del padre eran igualmente muy 122

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frecuentes en aquel Oviedo. En las relaciones entre los jóvenes, cuando estas se formalizan, el novio es conocido por la familia y recibido en ella. Cuando salen, suelen llevar carabina, que frecuentemente es la tía soltera. Hay una clara diferenciación entre las costumbres de hombres y mujeres, niños y niñas. Al hijo varón se le sirve el desayuno en el comedor y las niñas desayunan a su aire en la cocina y las criadas las tutean y las llaman por el diminutivo, mientras que al varón se le llama «señorito Ger». Las niñas, especialmente cuando falta el servicio, asumen su papel, haciendo tareas penosas, condenadas por la costumbre a la limitación. Ger nunca colabora en las tareas domésticas. Las chicas han de ser hormigas hacendosas en casa y mujeres recatadas fuera. El muchacho ha de estudiar y esta ocupación justifica su marginación de lo doméstico. Será el, curiosamente, quien rompa una lanza en defensa de sus hermanas y el resto de las chicas de su entorno. Los usos relacionados con la muerte son señalados con detalle en Nosotros, los Rivero. Muerto el padre, los comentarios sobre el funeral dan a entender la importancia del tono social de aquel, la cantidad y categoría de los asistentes, la reseña en la prensa, las tarjetas de visita en bandejas de plata, los pésames al atardecer, el rosario en la sala y la ropa del luto son todos elementos imprescindibles de un duelo en toda regla, todos muy importantes para el mantenimiento del rango de los deudos del difunto, frecuentemente, como en este caso, venidos a menos, en lo económico y en lo social. El luto se refiere fundamentalmente a la ropa, pero también interfiere las costumbres, ya que durante un tiempo, entre dos y tres años, al que seguirá el «alivio», no se podía ir al cine o al concierto ni hacer otras muchas cosas. Todos se visten de negro, incluso los niños, y parece escandaloso el lazo rojo del gato y el sonido alegre del organillo. También se ponen crespones negros en los coches. La hermana mayor, Heidi, es una chica joven que parece tener éxito entre los estudiantes de la Universidad. No estudia, y su única ocupación, al margen de cumplir con lo religioso, consiste en acicalarse, dedi123

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cando mucho tiempo al arreglo del pelo, en una complicada ceremonia con un infiernillo de alcohol que sirve para calentar unas tenacillas que ondulan y rizan el pelo. La pequeña se peina con trenzas y flequillo y más tarde se le corta el pelo «a lo garçon» en una peluquería de caballeros. La otra hermana se peina con tirabuzones, de gusto más conservador. Los rizos de tenacilla pronto dejarían paso a «la permanente». Las adultas usan mantilla y guantes como último reducto del convencionalismo social. Los parientes que vienen de la aldea, como la tía Carina, mantienen la indumentaria campesina, que se describe pormenorizadamente: «vestía unas sayas amplias y un chal de los llamados “de pelo de cabra” y recogía sus cabellos grises con un pañuelo de seda negro, a la usanza de las viejas campesinas asturianas. Los zapatos de becerro de la aldeana sonaban como zuecos herrados sobre la piedra desgastada de la escalera». El tiempo nuevo trajo consigo el cambio inevitable de las costumbres y así poco queda hoy de aquella rígida sociedad en la que cada movimiento y cada gesto estaban movidos por el invisible código de lo consuetudinario. Quedan, y esperemos que perduren, los buenos usos de la cordial convivencia de los ovetenses, el carácter abierto y acogedor, el humor capaz de salvar los malos tiempos.

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Acabóse de imprmir este libro el día 26 de septiembre, festividad de los santos Cosme y Damián

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