BOLETIN DEL INSTITUTO ESTUDIOS ASTURIANOS

PRINCIPADO DE ASTURIAS INSTI TUTO DE ESTUDIOS A S T U R I A N O S (C. S. I. c .) BOLETIN DEL INSTITUTO DE ESTUDIOS ASTURIANOS N .º 137 Enero AN

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PRINCIPADO

DE

ASTURIAS

INSTI TUTO DE ESTUDIOS A S T U R I A N O S (C. S. I. c .)

BOLETIN DEL INSTITUTO DE

ESTUDIOS ASTURIANOS N .º 137

Enero

ANO XLV

OVIEDO

Junio

1991

CONSEJO DE REDACCION D irector:

F

T

r a n c is c o

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B

ertrand

S u b d irector:

J osé

Luis

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C astro

Presidente de la C om isión 1.a (Lingüística, Literatura y Tradiciones):

J oseb M



M a r tín e z C a c h e r o

Presidente de la C om isión 2 .a (H istoria, G eografía, A ntropología, F olklore y E tnofrafia):

J u a n I g n a c io R

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P

eña

P residente de la C om isión 3.a (A rtes, A rquitectu ra y Urbanism o):

Inm aculada Q

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ánchez

P residente de la C om isión 4.a (D erecho, Ciencias Sociales y Económ icas):

J u l io F

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o d r íg u e z

Presidente de la Com isión 5.a (Ciencias de la Naturaleza y Tecnología) y Director del B oletín de Ciencias:

José

A n to n io M a r tín e z A lv a r e z

C onservad or de la B iblioteca:

F

r a n c is c o

J a v ie r F

ernandez

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D irector del B oletín de Letras:

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Presidente del C entro de Investigaciones C ientíficas y Tecnología:

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Junceda A

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S ecretario General:

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o d r íg u e z

Esta revista no es responsable de las opiniones expuestas por sus colaboradores.

SUMARIO

Págs. Devocionario popular (zona de Somiedo), por José Manuel F eito.........

7

El período segoviano (1622-1628) de Luis Alfonso de Carvallo y el miste­ rio de su libro sobre Asturias desvelado, por A. Porqueras M a y o .............

87

El desarrollo de la especialización en la actividad marítimo-mercantil en el Principado de Asturias: Comerciantes y navieros, 1800-1850, por Da­ niel Peribáñez Caveda ....................................................................................................

123

Cruce entre cío de antes» y «lo de ahora» a propósito de la cultura del pan, por A d olfo García M a rtín e z ................................................................................

147

Enrique de Trastámara, señor de Noreña, por J. Ignacio Ruiz de la Peña Solar ........................................................................................................................................

201

La Real Audiencia de Asturias al final del Antiguo Régimen, por A lfo n ­ so M enéndez González ....................................................................................................

231

Alfonso Camín, Asturias y España: Centenario de su nacimiento, por A l­ bino Suárez ...........................................................................................................................

251

Juan Menéndez Pidal: De la poesía postromántica a la erudición positi­ vista, por Jesús A n ton io Cid .......................................................................................

273

Las cofradías asturianas y el arte en el siglo X V III, por Roberto J. Ló­ pez .............................................................................................................................................

307

Profesores del Colegio Benedictino de San Vicente de Oviedo (1617-1835), por Ernesto Zaragoza y P ascu al.................................................................................

323

Excavaciones arqueológicas en Santo Adriano de Tuñón (Santo Adria­ no, Asturias), por Gema Adán, Carmen Cabo y Jesús J o r d á ........................

357

El país de los astures en Estrabón, por J. M. A lon so-N ú ñ ez..................

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PRINCIPADO

DE

ASTURIAS

IN S T IT U T O DE ESTU D IO S A S T U R I A N O S (C. S. I. c.)

BOLETIN DEL INSTITUTO DE

ESTUDIOS ASTURIANOS N.º 137

Enero

AÑO X L V

OVIEDO

Junio

1991

Depósito Legal: O. 43-1958 I. S. S. N. 0020-384X

Imprenta «LA CRUZ» Hijos de Rogelio Labrador Pedregal Granda-Siero (Oviedo), 1991

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E n e r o -J u n i o

N ú m . 137

DEVOCIONARIO POPULAR (Zona de Somiedo) J o s é M a n u e l F e it o

Durante dos veranos (1956-1957) recorrí el concejo de Somiedo recogiendo romances, ritos, vocabulario, costumbres, folklore (1), canciones, etc. Entre aquel material se encuentra un nutrido gru­ po de oraciones populares. Algunas podrían haber entrado con ple­ no derecho en el romancero somedano (2), pero como las gentes las empleaban fundamentalmente para rezar me pareció, más de acuer­ do con la misión a que estaban destinadas, agruparlas en un a mo­ do de devocionario en el que entrasen desde la plegaria común has­ ta la fórmula religiosa, desde el verso atípico hasta el romance usa­ do como plegaria. Prieto Bances hace esta consideración al hablar de la «Danza prima»: «...no se sabe si es un rito o es un baile... los m ism os rom ances ofrecen la duda de si son oraciones o no: ¡Válgame el Señor San Pedro y la Virgen Soberana! ¡Ay un galán de esta villa! ¡Viva la Virgen del Carmen» (3). De hacer algún tipo de clasificación habría que empezar por decir que no son oraciones propiamente tales como la Liturgia de la Iglesia entiende su plegaria pública o privada. Estas fórmulas son más bien una especie de vademécum mágico entre la recita­ ción ritual y el mantra oriental, entre la oración popular (4) y la magia.

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La razón de ello es que en muchas de estas fórmulas, aunque hay expresiones que no tienen un sentido claro, el «devoto» no se lo cuestiona ni trata de enmendarlas por nada, podrían perder su efecto. Son oraciones que más que recitar se runrunean. Ahora bien, hay que evitar a toda costa equivocarse. Esto lo saben muy bien quienes recitan la oración de San Antonio para hallar cosas perdi­ das. De todas formas, algunas irregularidades han saltado también a las oraciones clásicas, tales como atribuir en el Acto de contri­ ción a Nuestro Señor Jesucristo las prerrogativas de Creador y Pa­ dre, más propias de la Primera Persona Divina. En Andalucía es frecuente llamarle a Jesucristo Padre: Nuestro Padre Jesús Naza­ reno. Aquí tenemos algunos ejemplos (Véase núm. xxxrv). Mantendré la división que siguen los devocionarios tradicio­ nales: Oraciones de la mañana, de la noche, el día cristiano, con­ fesión, Eucaristía, diversas situaciones o peligros, santos inter­ cesores, devoción a las benditas almas del Purgatorio, etc. (5). Es notable, además de la temática que difiere un poco de las tradicionalmente populares, la abundancia de oraciones dichas al acostarse, que aventajan en número y extensión a todas las de­ más, acaso porque el tema de la muerte ha sido en el folclore po­ pular, y no sólo en el asturiano sino en el universal, uno de los mitos más arraigados (La Santa Compaña o Huestia, El Huercu, Las ánimas del Purgatorio, etc.) (6). De esta obsesión por recitar ciertas fórmulas y su porqué an­ tes de acostarse existen algunos testimonios antiguos bastante elo­ cuentes. Así según el P. Doré (1554 S.I.): «En algún Libro de H o­ ras hay im presas oraciones a Nuestra Señora y a los Santos en cu­ yos títu los que están encima se escriben muchas cosas apócrifas com o: Quien esta oración dijere, sabrá la hora de su m uerte porque Nuestra Señora se le aparecerá quince días antes [...] Las oraciones son buenas pero no hay que fiarse de tales ins­ cripciones no auténticas» (7). El área de las oraciones es universal y la abundancia de las re­ citadas al acostarse es igualmente desproporcionada en la cultu­ ra de todos los pueblos. Braulio Vigón recoge una de estas oracio­ nes en Colunga, a propósito de la cual dice: «En “ El F olk-lore F rexn en se” , 1883-1884, pág. 212, ha publica­ do el señ or H ernández de Soto una oración señalada con el núm.

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2, cuyos p rim eros versos proceden sin duda de otra inspirada en el m ism o asunto que la nuestra (se refiere a la conclusión sim ilar a las que tienen las recogidas p or nosotros en Som iedo: “ El que la sabe no la d ice...” , etc.). Esta y lo m ism o las dos oraciones precedentes, term inan con una fórm ula tam bién usual en las com posiciones análogas de la tradición protuguesa. H e aquí cóm o concluye la Oragao do Dia-do Juicio del Rom anceiro citado p o r L e ite de Vasconcelos: «Quen esta orapcao disser um anno continuam ente terá p or certo viver lá no Céu eternamente. Quem a sabe a nao a diz, quem a ouve e nao apprende la no D ia-do-Juicio saberá e bem que perde» (8).

Convendría tener en cuenta a propósito de una oración, reco­ gida en Tereñes p or C. Cabal, la nota núm. 34 que inserta a pie de página y que dice: «P oseo una abundante colección de oracio­ nes de este género, p ero bastan las copiadas com o m uestra...» (9). Esperam os que alguien se decida algún día a p ublicar y dar a co­ nocer dicho m aterial, ya que sin duda en él se encuentran muchas fórm ulas com o las nuestras, recogidas en Som iedo, si tenem os en cuenta el alto porcentaje de com unicantes som edanos que apare­ cen en el libro. E llo aportaría una nueva referencia para su estu­ dio. No podem os olvid a r que todo este m undo devocional, com o dice Vieira Filho, «...es parte integrante del com plejo cultural del p ueblo, tejid o m ilagroso form ado p or trazos espirituales y m ate­ rial secularm ente heredado a través de la herencia y de ex p erien ­ cias constantes y conservadas desde siem pre p or la vía infalible de la tradición oral e incluso escrita, papeles que contienen ora­ ciones e invocaciones a santos m ilagreros que, corriendo de ma­ no en mano, perpetú an la taumaturgia popular» (10).

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Con respecto a las que se decían a m odo de conjuro, v.g. al ben­ decir los cam pos con el ramo de la Pasión (D om ingo de Ramos) y el agua bendita del Sábado Santo (Li, l i i , Lili, l i v , L V y L V D , hay una fórm ula asturiana que se remonta al siglo IX y que dice: «Ut fructus terrae a bruchis, muribus, tolpis serpentibus et aliis inmundis spiritibus; praeservare digneris...» (11). En la nota co­ rrespondiente núm. 29, pág. 222 (o.c.), se dice que fu eL . G in erA rivau el prim ero que recoge el «esconxuru» asturiano citando tam ­ bién a las serpientes: «Salid ratos, salid mores, salid sapos, salid cuélebres, salid mala condición...» (12). Es típ ico de estas oraciones, además de la fijación de palabras incluso sin sentido y claramente viciadas, el ritm o no siem pre si­ lábico, y la rima, «la fuerza del asonante», com o sucede con la Parem ología, «En un proverbio —o en una oración popular— el con­ tenido sólo adquiere un significado mediante la formulación, aun­ que sea primitiva o grotesca. Esto significa que es una verdad sancionada sobre todo por su forma» (13), e.d., es la formulación lo que de algún m odo fija y sanciona una plegaria, el ser recita­ das a m edia voz entre el bisbiseo y el runruneo, ya que una de las funciones era precisam ente además de acallar la conciencia, el ser com o una invitación al sueño, una especie de sedante, o acaso p ro­ fundizando más, un a m odo de mantra oriental cuya repetición llega a crear un clim a de paz en el espíritu. El m ism o rezo del R o­ sario junto con la Letanía Lauretana alternada en latín, con aquel m isterioso kirie eleisón recitado en la penumbra de la iglesia úni­ cam ente alum brada p or la escasa luz de unas velas, lograba no sólo el efecto sobrenatural de la plegaria sino el natural de llegar a una paz interior y profunda. «Todos los mantras —dice Suami Vishnu D evananda— se en­ cierran en OM, que es el Mantra abstracto y supremo del cosmos... Todo el universo procede de OM, descansa en OM y se disuelve en OM. El sonido trascendental de OM es escuchado únicamente por los Yoguis y no por el oído ordinario» (14). Posiblem ente hayam os arrum bado h oy un poco este aspecto oriental cuya influencia en nuestra Liturgia fue tan fuerte. No o l­ videm os que el incienso, las campanas, la cruz esvástica, los es­ tandartes, acaso en parte las imágenes, etc., y en cuanto a la p le­ garia algunos ritos com o la unción con aceite en puntos clave del cuerpo: ojos, oídos, nariz, labios, manos, pies... en una especie de

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curación p or acupuntura (los sacerdotes som os testigos de cuán­ tos enferm os recuperaron la salud tras serles adm inistrado de esa form a el sacramento), o ciertas posturas, com o poner las m anos juntas ante el pecho o juntar los dedos índice y pulgar (postura de Buda en oración), tal com o hacían los sacerdotes durante el Ca­ non antes de la R eform a Litúrgica, etc., tienen una gran carga de orientalism o, h oy desgraciadam ente olvidado. H ay algunas oraciones para dorm ir a los niños. Se las acom ­ pañaba con una especie de ritm o con el cuerpo, cuya influencia acaso nos venga del m undo semita. El profeta critica a los israeli­ tas que «rezan m oviéndose com o juncos». En este grupo habría que incluir las añadas, pero curiosamente no solam ente existen pocas sino que las recogidas son poco edificantes (la m adre, ante la pre­ sencia del m arido que llega de im proviso, alerta a su amante p or m edio de una nana). A bundan tam bién las que se decían para conjurar la torm enta p ersonificada en El Ñubeni, a la que el pueblo desde siem pre ha tenido un gran tem or. A sim ism o son muchos los ritos em pleados: coloca r el «surradoiro» y la pala del «forno» en form a de cruz en el corral, tocar una campana, etc., pero sobre tod o no pod ía faltar el Santa Bárbara bendita... A tal punto in flu yó esta oración que pasó al refranero popular: Nadie se acuerda de Santa Bárbara has­ ta que truena. Incluso se aplicaba para espantar las aves rapaces (C XXXVID .

En cuanto a las enferm edades, M anuel M enéndez García nos facilita algún ejem plo (15). Tam bién los mantras en O riente se usan para estos fines terapéuticos. «La ciencia del mantra es muy compleja —dice S. V. D evananda—. Existen mantras incluso pa­ ra propósitos tan específicos como curar mordeduras de serpien­ tes y enfermedades crónicas, pero son de una categoría inferior. En el mundo moderno el poder de las vibraciones del sonido está comenzando a utilizarse en la terapia física, y se están estudian­ do también sus posibilidades en otros campos. Los antiguos sa­ bios de la India poseían esta sofisticación hace ya miles de años y utilizaron el sonido, en sus formas densa y sutil, para atravesar los planos de la conciencia humana y alcanzar esa vibración divi­ na, que es la experiencia de Dios» (16). Clem encín en su Comentario al Q uijote (19) cita varias de estas extrañas oraciones que andaban de boca en boca del vu lgo, unas en latín —dice—, otras en romance, unas veces rim adas y otras sin rim ar, y a las que se les solía atribuir un pod er m ilagroso que rayaba frecuentem ente en la superstición, v. g., la oración de San­

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ta Apolonia, una santa que sufrió m artirio en tiem pos del em pe­ rador D ecio, el año 249. Los artistas la representan con una p al­ ma y dos tenazas, ya que fue con este instrum ento con el que, se­ gún la leyenda de su m artirio, le arrancaron los dientes, y de ahí que se la invoque com o abogada contra dicho m al con la oración a la que se refiere Cervantes en el capítulo VII (II parte) p or boca de Sancho de la siguiente form a: «¿La oración de Santa Apolonia, dice vuesa merced que rece? Eso fuera si mi amo hubiera (dolor) de muelas, pero no la ha, sino de cascos...» (II parte, capítulo VII). Se hace mención de ella también en La Celestina (acto IV) cuan­ do se dice, sin más, que M elibea la conocía. A ños más tarde un literato llam ado Francisco Patricio Berguiza la encuentra y reco­ ge de boca de unas viejas de Esquivias, pueblo donde casó y viv ió algún tiem po el autor del Quijote, y reza de este m odo: A la puerta del cielo Polonia estaba y la Virgen María por allí pasaba Diz Polonia: —¿Qué haces? —Señora mía, ni duermo ni velo que de un dolor de muelas me estoy muriendo. —Por la estrella de Venus y el sol poniente por el Santísimo Sacramento que tuve en mi vientre que no te duela más ni muela ni diente» (17). Com enta Clemencín: «Según esto parece que la oración... esta­ ba en seguidillas; y que las faltas que se advierten deberán acha­ carse a la de la memoria en las viejas de Esquivias, a quienes me remito» (1. c. supra). Creo que la razón pudiera ser más que la fa l­ ta de m em oria, la cual conserva esta gente de m odo extraordina­ rio. Una vez introducida inadvertidam ente o p or m al aprendiza­ je alguna m odificación, ésta se m antiene y se evita retocar cons­ cientem ente en m odo alguno, pues perdería su virtud. De ahí que con frecuencia tenga más vida la oración heredada, aunque en al­ gún m om ento carezca de ritm o y de sentido, que una nueva ver­ sión en la que se tratara de arreglarla gram atical o teológicam en­ te. Cuando P ío X II introdujo algunos cam bios en el Breviario que

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habían de recitar los clérigos, muchos se quejaron de que lo gana­ do en corrección sintáctica se había perdido en ritm o, en caden­ cia y en el «no sé qué» de aquellos viejos textos de la Vulgata. Las conocidas «cadenas de oraciones», cuyas características son la repetición de la plegaria un número determ inado de veces (18), la rotundidad en afirm ar la consecución de la gracia, el com uni­ car dicha oración a un núm ero determ inado de personas de ord i­ nario p or m edio de una carta anónima, y los castigos que se deri­ varían de no hacer al pie de la letra lo m andado, pueden ser un ejem plo de esta obsesión p or la fórm ula inalterable. T odo lo cual denota que este tip o de prácticas religiosas deben de ser algo así com o un arquetipo m ágico en el alma de los hom bres. Tuvieron que existir —añade C lem encín— p or m illares en to ­ dos los pueblos y culturas. En El Lazarillo de Tormes, al hablar del v ie jo que lo educó, dice de él que «sabía ciento y tantas ora­ ciones (de éstas) de coro». El m ism o Cervantes, en la com edia Pedro de Urdemalas, pone en boca del ciego, hablando de las muchas oraciones que sabía: «Sé la del ánima sola y sé la de San Pancracio... la de San Quirce y Acacio... Sé la de los sabañones, la de curar la tericia y resolver lamparones...» (19). H ay que dejar claro, con todo, el alto interés que encierran es­ tas fórm ulas oracionales a la hora de estudiar el alm a del p ueblo y, sobre todo, su religiosidad. De ahí que no estem os de acuerdo con lo que apunta O liva A rm a yor: «No hace falta decir que todas ellas revelan gran incultura y mucha superstición. Como abundan todavía, aprovechamos la ocasión para pedir a los párrocos una campaña que las haga olvidar. No es tradición que deba conser­ varse» (20). Creem os que al menos com o m ateria de estudio sí m e­ rece la pena recogerlas y conservarlas. Otra cosa es, desde el punto de vista de la fe, fom entar este tipo de religiosidad. P or eso sinto­ nizam os más bien con lo que dice P ila ? García de D ieg o en uno de sus autorizados trabajos: «Incluyo las siguientes devociones po­ pulares por encerrar un maravilloso simbolismo bíblico y teolo­ gía profundísima, que sólo el alma popular es capaz de entender y conservar, junto con sus sencillas costumbres campesinas, re­ flejo de una vida pendiente sólo de Dios, único que puede regar sus campos y aumentar sus cosechas con las benéficas lluvias de

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sus gracias» (21). No incluyo los conjuros que tanto abundan p or tierras somedanas (22), p or pertenecer más a la pura magia, tal com o el pueblo los recita, que a la plegaria. En el conjuro o no en­ tra lo religioso tradicional o, de entrar, es sólo m uy superficial­ mente. Tam bién Cabal atiende a esta distinción cuando, después de recoger de un sacerdote som edano una nueva versión de Santa Bárbara bendita comenta: «Pero esto no es un conjuro, es oración». La siguiente se juzga eficaz cuando amenaza un peligro (c x x x i v ) y la recoge tam bién en Saliencia, Som iedo. Abunda en algo que ya dejam os anotado más arriba: la repetición de la m ism a un de­ term inado núm ero de veces, tal com o se recogen en otros traba­ jos. A sí la conocida oración de «Los Jesuses» que García de D iego localiza en Guadalajara y en Jaén, y nosotros hem os localizado en A vilés: A parta de mí, Satanás, que en mí parte no tendrás, que en el día de la Santa Cruz dije m il veces: Jesús (23). «Para que esta oración tenga valor es preciso que sea cierto lo que asegura el último versillo: que el día de la Santa Cruz dije m il veces Jesús» (24 y 53). Tam poco incluyo algunas oraciones cuya letra está dentro de la más estricta ortodoxia, aunque luego el espíritu del fiel al reci­ tarlas esté salpicado de supersticiones que no pocas veces afectan a la letra m ism a de la oración. En cam bio, me pareció oportuno aportar algunos ejem plos de invocaciones religiosas, aunque no sean precisam ente oraciones (L I, C X X V II, etc.). En cuanto a la zona, la m ayor parte están recogidas en Som ie­ do, com o queda dicho, y esa fue mi prim era intención: con feccio­ nar el D evocionario m ágico de Somiedo. Pero en vista de que iban apareciendo aquí y allá otras que podían com pletar el cuadro de referencias y llenar vacíos que acaso no sean tales, pues p oco a p oco todas van apareciendo, opté por incluir algunas variantes de aquellas que me parecían revestir un cierto interés y que m e iban siendo facilitadas p or diversos informantes o que encontraba en trabajos y estudios de campo. Ello nos puede llevar a dar, p or m e­ dio de un análisis com parativo, con esa posible oración p rim iti­ va que sin duda tuvo que existir y que es la raíz o m adre de todas las demás versiones. Un trabajo harto difícil el de reconstruir ese

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D evocionario, especie de Ciprianillo de la oración popular, aun­ que dada la abundancia de m aterial tam poco es im posible. Nuestro trabajo se circunscribe únicam ente a aquellas fórm u­ las que pudieran constituir una especie de devocionario popular m ágico para distintas horas del día, peligros, necesidades, acti­ vidades, etc., com o queda dicho. Para term inar transcribim os, a título ilustrativo, algunas de estas oraciones-conjuros en las que entra el elem ento religioso me­ ram ente tal. Una vez fam iliarizados con este tip o de liturgia m á­ gica popular, no es d ifícil distinguir una plegaria de un conjuro y de otros ritos populares parareligiosos. Y es p or esa razón p or la que no incluim os algunas coplas consideradas p or algunos co­ m o oraciones, tales com o la famosísima copla de San A ntonio «Los pajaritos»: «Divino Antonio glorioso, aplícale al Dios inmenso..., etc.», pues se trata de rom ances meramente descriptivos (los hay ora­ cionales com o se verá) sobre la infancia, vida pública o pasión del Señor que ellos m ism os constituyen ya en sí un corpus narrativo, o de rom ances y coplas cuya m isión prim ordial es la catequesis o el adoctrinam iento, tales com o los que versan sobre «Los Man­ dam ientos», «Los Sacram entos», «El divino abecedario», «Las d o­ ce palabras retom eadas» (25), vidas legendarias o apócrifas de san­ tos en las que se ensalza alguna virtud, etc. D entro del p rop io concejo habría que hacer algún apartado es­ pecial, v. g., al tratar de los vaqueiros. Dice María Cátedra, hablan­ do de ellos (y no se debe olvid ar que el núcleo principal está en Som iedo) que, «cuando una persona o vaca es mordida (por la cu­ lebra) se realiza un ritual en el que, junto a unas prácticas, se re­ cita una oración. La oración de la culebra escenifica un combate ritual entre dos animales, uno bendito (el ciervo o cervatina) y otro maldito (la culebra o serpiente): Entre la cervatina de Dios y la serpiente maldita hicieron una apuesta: la primera que se vistiera, la primera que se calzara, la primera que subiera allá arriba, la su cornatina tocaba. La cervatina de Dios como era bendita fue la primera que se vistió,

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la primera que se calzó, la primera que subió allá arriba y su cornatina tocó. Y la serpiente maldita meióse por debaxo del tronco carronco y fue a salir a debaxo de raíz, fresno feliz. ¡Sequele la boca como seca la estopa!, ¡sequele la babai como seca la pai!, ¡sequele el corazón como seca el carbón! (26). Juan Uría Ríu recoge otra m uy parecida y com enta: «Este con­ juro o especie de oración hay que repetirlo nueve veces delante del'animal, al que se le pica con una aguja alrededor de la morde­ dura de la culebra para sacarle el veneno; luego se hace con una navaja una hendidura en la herida y se dan en ella friegas con ave­ llano verde, echando después de la cortadura o hendidura miel de enjambre nuevo; después de esto se corta un cardo y se frota con él la herida echándole excremento de cerdo macho» (27). Tam bién se hace eco el m ism o autor de otra oración conjuro que se recitaba cuando el águila o el «ferre» raptaba una gallina, p o llo o cordero: Aguila bendita que en el cielo estás escrita con papel y agua bendita deja lo que llevas que no es tuyo nin mío es de Dios que lo crió». A caso sean las enferm edades el tema prim ordial entre estas gen­ tes. M anuel M enéndez García nos transcribe la oración para cu­ rar la eripsela y su ritual: «Toman una m oneda de plata (un duro si es hom bre, una peseta si es mujer) y pasándola nueve veces, tra­ zando cada vez una cruz sobre la parte enferm a de la piel, recitan una fórm ula que dice: San Alfonso por aquí pasou al Monte Calvario foi: Nun foi buscar pan nin vino, porque aquí lu hay. Foi por tres hierbas binditas para esta ferida curar. Y tú, ferida, ni entumezcas

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ni entestulezas más que las llagas de mi Señor Jesucristo, Amén (28). Com o nota curiosa recogemos del mismo trabajo la oración con­ ju ro del con ocid o Mal del filo y que tanta fe despertó y aún des­ pierta en nuestro pueblo: «El mal del filo te corto ya’l mal del filo te paso, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Así seque el mal del filo como secau este filo. Así seque quien te lo eichou como este filo secou» (29). C om o se ve, el conjuro no va dirigido a ningún santo o ser ce­ lestial, sino directam ente a la persona o cosa. En cam bio, María Cátedra añade en el artículo citado unas estrofas a la oración de San A n ton io dichas en determ inadas ocasiones y para conseguir una gracia específica que ya entraría de lleno en el trabajo que nos ocupa: San Antonio de Padua, en Padua naciste, en él te criaste, dulcísimo cordón tendiste, al Monte Calvario subiste. ¿Dónde vas, San Antonio? A buscar mi Calvario, que lo he perdido. Tres pasos atrás, con el nombre de Jesús te encontrarás que lo has perdido. Tres pasos alante donde tu ser llamado no caiga piedra ni rayos ni de lobos es furado ni de raposas sangrado. Si buscas milagros, mira..., etc. (30). En las brañas vaqueiras somedanas hemos encontrado las m is­ mas o parecidas fórm ulas, pero acaso la plegaria popular vaquei-

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ra, bastante más cercana a la magia y al conjuro que a la plegaria religiosa popular, merecería un trabajo especial. Un escritor de estos temas dice al referirse no a las oraciones del devocionario mágico popular sino a la oración sencilla del pueblo: «En la plegaria popular las experiencias fundamentales reve­ lan la ventaja de la vida diaria sobre la escuela... Estas oraciones son, en muchos casos, los únicos apoyos... que tienen algunas gen­ tes sencillas... Serán más o menos litúrgicas pero a ellos les sir­ ven para expresar su fe y su confianza en Dios, para acudir a El y manifestarle sus sentimientos y deseos» (31). ORACIONES A L LEVANTARSE — I —

Bena es la luz del día y el Rey del cielo que la envió, que la llevó a Belén, la trajo a Jerusalén, la cercó del sol, la rodeó de la luna. Por aquellas peñas flores y rosales, madre mía, dame las llaves que voy al coro a sacar las almas del Purgatorio. Hijo mío, déjalas penar domingos y fiestas no saben guardar. Hoy es el día, hoy es la hora en que Jesucristo dijo misa, los santos le adoran. En aquel altar bendito hay un rico presente: sangre de Cristo divinamente.

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Quien esta oración dijera un año continuamente verá la Virgen María tres días antes de su muerte, de noche o de día se le aparecería rezando un Padrenuestro y un Avemaria (32). Se dice también, a veces, en ayuda de las almas del Purgatorio. C. Cabal recoge una similar que dice: —

II —

En buen hora vengas, benéfico día, mostrando a los hombres con tu luz benina las bellas hechuras del Dios que te invía (33).



III —

Tengo yo un escapulario de la Virgen del Rosario, cada vez que lo pongo me acuerdo de San Antonio, cada vez que lo quito me acuerdo de Jesucristo. Jesucristo es mi padre, Santa María mi madre, mis hermanitos me cogieron de la mano me llevaron a Belén, de Belén a una fuente, allí estaba San Vicente con una cruz en la frente pa que el diablo no nos tiente

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ni de día ni de noche ni a la hora de nuestra muerte. Amén (32). Posible adaptación de una plegaria de la noche para recitar al levantarse: —

rv —

Jesusito de mi vida, dueño de mi corazón perdóname mis pecados, Tú bien sabes los que son, si me muero este día sírvame de confesión, para en este mundo paz y en el otro salvación (34). ORACIONES PARA RECITAR EN ALGUNA TENTACION O PELIGRO — V —

Fui a Roma, vi a Roma a Jesucristo encontré, me preguntó si tenía padre o madre le respondí que sí: a Jesucristo por Padre, a Santa María por Madre y a San Pedro por pariente que me puso una cruz en la frente pa que el diablo no me tiente ni de día ni de noche ni en la hora de nuestra muerte. Amén (32). —

vi —

A las doce de la noche bajó Cristo a la ronda vestido de armiñas blancas y paños de muchos colores. Llamó a la puerta del alma y el alma no le responde «Respóndeme, alma mía, alma de mis pasiones que por ti bajé a la tierra

DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)

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y por ti me hice hombre y aborrezco las tinieblas de la noche (35). Otra versión recogida por C. Cabal en Ribadesella dice: —

VII —

—Jesucristo iba de ronda a la doce de la noche, vestido de hormillas blancas y paños de mil colores... Llama a la puerta del Alba y el Alba no le responde. —Responde, querida mía, querida de mis pasiones que por ti bajé a la tierra para convertirme en hombre. Y por eso no tarrezco las tinieblas de la noche (36). ORACIONES A L ACOSTARSE NANAS —

VIII —

Retama, retama, la Virgen te llama que hagas la cama al Niño Jesús que viene cansado de andar con la cruz. Tres palomitas en un palomar suben y bajan al pie del altar tocan a misa, alaban a Dios y besan la mano de la Madre de Dios (32). Sólo a modo de ejemplo compárese esta oración con el siguien­ te mantra oriental:

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JOSE MANUEL FEITO

Hari Rama Hari Rama, Rama Rama Hari Hari Hari Krishna Hari Krishna, Krishna Krishna Hari Hari (36a y 14). —

IX —

Cuando repican las campanas de San Salvador la Virgen María para Dios dolor. Levántate, José, y enciende una vela, y mira lo que anda por tu cabecera. —Los ángeles son que van de carrera y llevan a un niño vestido de seda. —¿De quién es el niño vestido de seda? —Es de María que está con San Pedro abriendo y cerrando las puertas de cielo. Trama, trama, la Virgen te llama que hagas la cama al Niño Jesús que viene cansado de andar con la cruz. Cien palombinas en un palomar suben y bajan po’l pie del altar, tocan pa misa levantan a Dios y besan la mano de la Madre de Dios (37).

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X —

Levántate, José, enciende la vela, mira quién anda por tu cabecera. —Son los angelinos que van de carrera y llevan a un niño vestido de seda. —¿De quién es ese niño? —Es de María. —¿Dónde está María? —Está con José. —¿Dónde está José? —Está con San Pedro abriendo y cerrando las puertas del cielo. Retumba, retumba, hazle la cama al Niño Jesús que viene cansado de andar con la cruz. Tres palomitas en un palomar suben y bajan al pie del altar, alzan la hostia, alaban a Dios y besan la mano a la Madre de Dios (38).



xi —

Ea, ea, ea, ea, contigo la Virgen sea. Ola, ola, ola, ola, contigo la Virgen sola. Ola, ola, ola, ola, contigo el Rey de la gloria. Ea, ea, ea, ea, duerme, niñín, en la cuna que a los pies tienes la luna

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JOSE MANUEL FEITO

y a la cabecera el sol. Duerme, niñín del Señor, ea, ea, ea, ea (39). —

X II —

Duérmete, niñín del alma, duerme que te velo yo; Dios te dé mucha ventura n’este mundo engañador. Non llores, nin, non llores, non; duerme que te velo yo (40).

ORACIONES —

X III —

Con Dios me acuesto con Dios me voy a echar, siete angelines me van a acompañar: tres a los pies, cuatro a la cabecera, la Virgen María está en mi compañía. Ella me dice: —Descansa, reposa, no temas ninguna cosa, yo soy la Virgen María que está en tu compañía. Presínese ella, presínome yo, bendita sea la hora en que Jesucristo nació (38).



xiv —

Con Dios me acuesto con Dios me levanto. Vete, enemigo, no vengas conmigo. Angel de mi Guarda, dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día.

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Si me desamparas mi alma queda perdida. Cuatro esquinitas tiene mi cama, cuatro angelitos que me acompañan. Levántate, Marcos, enciende candela y mira quién anda por la chimenea. Los ángeles son, los ángeles eran, los ángeles son que corren carreras. Señor mío Jesucristo, Padre de mi corazón, perdóname nuestras deudas que bien sabes las que son... verso tiene muchas variantes). (...Señor mío Jesucristo, dueño de mi corazón, perdóname mis pecados que bien sabes los que son) y si me muero esta noche válgame de confesión (41). —

xv —

Señor mío Jesucristo yo me voy a la mi cama con las once mil vírgenes y el Angel de mi Guarda. San Pedro es mi llavero, San Miguel pesa las almas. Quien esta oración dijere no tenga temor a nada. Quien esta oración enseñare cien días de perdón ganaba (42).

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XVI —

Ahora me voy a la mi cama, llamo a las once mil vírgenes y a la gloriosa Santa Ana, San Pedro, San Vicente, San Miguel pesa las almas... Estas son las ocho palabras que importan mucho pa’l alma. Dichoso del que las diga cuando se va pa la cama y a la hora de la muerte cuando se le arranca el alma (43). —

x v ii



Con Dios me acuesto, con Dios me levanto, gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo (44). —

X V III —

Con Dios me acuesto, con Dios me levanto, con la Virgen María y el Espíritu Santo. A acostarme venía, a la mi cabecera está la Virgen María: persínase ella, persínome yo, bendita sea la hora en que Cristo nació. Espíritus malignos huid de aquí que la sangre de Cristo se derramó por mí. Válganme los doce apóstoles. Yo me echo en la mi cama, el santo que es de mi nombre y el ángel que es de mi guarda, San Pedro es mi llavero, San Miguel pesa las almas. Quien esta oración dijere

DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)

un año continuamente verá la Virgen María tres días antes de su Muerte (41). C. Cabal recoge en Somiedo las siguiente: —

x ix —

A acostarme vengo a la cabecera la Virgen María San José con ella en su compañía, santigüese ella santiguóme yo, bendita la hora en que Cristo nació (43).



x x —

Con Dios me acuesto con Dios me levanto, la Virgen María y el Espíritu Santo. Cuatro esquinas tiene mi cama, cuatro vírgenes me la acompañan (me dan compaña) yo me echo en la mi cama, mi cama es una sepultura, a la hora de la muerte ayudadme, Virgen pura (43). —

xxi —

Señor mío Jesucristo, dueño de mi corazón, dame la penitencia y échame la absolución.

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Perdóname mis pecados que bien sabes cuántos son, dame la paz en este mundo y en el otro la salvación... ...y si me muero esta noche me sirva de salvación (43). —

X X II —

Con Dios me acuesto, con Dios me levanto, con la gracia de Dios y el Espíritu Santo. Tres angelinos a los pies, cuatro a la cabecera con María Santísima mi compañera (37). —

x x iii



Como me echo en esta cama me echaré en la sepultura, a la hora de la muerte amparadme, Virgen pura. Santa María bendita madre de San Agustín, a vos entrego mi alma que ahora me voy a dormir; si me duermo, despertadme; si me muero, perdonadme, y esta salve me sirva de confesión (38). —

X X IV —

Señor mío Jesucristo, dueño de mi corazón, ayúdame a confesarme y échame la absolución. Yo pecados muchos tengo, Tú bien sabes los que son, si los tengo, perdonádmelos por tu Madre y tu pasión, n’este mundo quiero paz y en el otro salvación, llévame la penitencia

DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)

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y échame la absolución y si me muero esta noche me sirva de confesión (42). La siguiente es una muestra de cómo se pueden empalmar va­ rias oraciones en una sola (ver núm. x x v m ): —

XXV —

Con Dios me acuesto, con Dios me levanto, con la gracia de Dios y el Espíritu Santo. Dios conmigo, yo con El de todos los siglos de los siglos, amén. Jesús María mil veces, lo trajiste nueve meses a Cristo Nuestro Señor, lo pariste sin dolor, lo fuiste a parir a Belén a casa la Vergonzosa donde está el buey bendito y la muía codiciosa. El que esta oración dijese un año continuamente verá a la Virgen María tres días antes de su muerte. Con Dios me acuesto, con Dios me levanto, Dios conmigo, yo con El, por todos los siglos de los siglos, amén (45). Otra de sus muchas versiones:



XXVI —

Con Dios me acuesto, con Dios me levanto, con la gracia de Dios y el Espíritu Santo.

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San Pedro está en Roma y San Juan lo adora, dichosa el alma que muriera aquella hora. A l cantar el gallo primo cien ángeles van conmigo. San Pedro estaba en Roma dando una misa de gloria cien velas están ardiendo otras tantas resplandeciendo porque Dios es mi padre, Santa María mi madre, San Vicente mi pariente me puso una cruz en la frente pa que el diablo no nos tiente ni de día ni de noche ni en la hora de nuestra muerte. Amén (46). —

x x v il —

Dulce Jesús de mi vida, dueño de mi corazón escucha mi penitencia, échame tu bendición, perdóname mis pecados que bien sabes cuántos son, dame paz en esta vida y en la otra salvación y si me muero esta noche me sirva de confesión (38). Se encuentran bastantes oraciones polivalentes cuya recitación se aplica indistintamente para diversas necesidades, una eucarística (vid. núm. xv) y otra para pedir perdón antes de acostarse: —

x x v iii



Dulce Jesús de mi vida, prenda de mi corazón, perdóname mis pecados que ya sabes los que son. Jesucristo dice misa con grande divinidad, lleva la hostia en sus manos

DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)

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que la va a consagrar, lleva a San Pedro consigo también lleva a San Juan, lleva a los doce apóstoles que eran unos a consagrar. El que esta oración dijere tres veces al acostar aunque tenga más pecados que arenas hay en el mar las puertas del Paraíso nunca se le cerrarán (34). X X IX —



Con Dios me acuesto, con Dios me levanto, con la gracia de Dios y el Espíritu Santo. Dios es conmigo y yo con El por todos los siglos de los siglos. Amén (38). La siguiente oración se puede considerar como un romance más de Navidad. En él se mezcla el elemento narrativo con el oracio­ nal. A l ser recitados algunos a manera de plegaria es difícil esta­ blecer una clasificación clara entre ambos (47) Y (2): —

XXX —

Jesús María mil veces lo trajiste nueve meses a Cristo Nuestro Señor, lo pariste con dolor, lo fuiste a parir a Belén a casa la Vergonzosa donde está el buey bendito y la muía codiciosa. Quien esta oración dijere un año continuamente verá a la Virgen María tres días antes de su muerte (38).

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JOSE MANUEL FEITO



XXXI —

María mil vírgenes, María mil veces que pariste un niño a los nueve meses que ni quiso ser doctor ni dormir en buena cama, quiso nacer en Belén en casa la Vergonzosa donde estaba el buey bendito y la muía codiciosa. El que esta oración dijere tres años continuamente vendrá la Virgen María (o, vendrá la Virgen a verle) tres días antes de su muerte. Quien la sabe no la dice, quien la oye no la deprende y el día de mandajuicios verá lo que en ella pierde (38). (Tanto las benditas ánimas como Santa Mónica tienen una mi­ sión que cumplen perfectamente: servir de despertador. Se reza la oración pensando en la hora en la que hay que despertar y siem­ pre surte efecto): —

X X X II —

Santa Mónica bendita, madre de San Agustín, a vos entrego mi alma que yo me voy a dormir. Si me duermo, despertadme; si me muero, perdonadme. Por padre de San José, padrino de Jesucristo los ángeles del cielo bajen a dormir conmigo. El que esta oración dijere al tiempo de ir a acostarse nunca tenga tantos pecados como arenas hay en el mar y hierbas en el campo* Dios todo lo sabe perdonar (37). Existen muchas variantes. He aquí una:

DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)



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X X X III —

Santa Mónica bendita, madre de San Agustín, a vos entrego mi alma que yo me voy a dormir. Si me duermo, despertadme; si me muero, perdonadme. A San José dejo de padre y a Jesucristo de padrino, y los ángeles del cielo vengan a dormir conmigo. Quien esta oración dijere al tiempo de ir a acostarse aunque tuviere tantos pecados como arenas hay en el mar y hojas tienen los laureles las puertas del Paraíso no se le han de cerrar (45). Hemos podido comprobar idénticas fórmulas, algunas con va­ riantes, otras fragmentadas de «Oraciones al acostarse», en diver­ sas localidades de la Península: Garciaotún (Toledo), Burgos, Cercedilla (Madrid), Casasola (Avila). Como muestra transcribimos una de las recogidas en Casasola: Dadme la mano, Dios mío, para subir a la cama, para honraros y pediros y no ofenderos en nada. Cuatro angelitos hay en mi cama, cuatro angelitos que me acompañan. Baja, Jesús, y enciende candela y mira quién hay a mi cabecera. —Son los angelitos que suben y bajan y echan carreras (48).

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JOSE MANUEL FEITO

DEVOCION DEL ROSARIO — X X X IV —

En el monte murió Cristo, Dios y hombre verdadero, no murió por mis pecados que murió por los ajenos enclavado en una cruz con fuertes clavos de hierro. Padre mío de mi alma, divino y manso cordero, yo soy aquel pecador que tan ofendido os tengo, hasta la tierra que piso, Padre mío, no merezco, aunque alguna vez visito el Santísimo Sacramento en la Hostia consagrada donde venera su cuerpo. A vos, Virgen del Rosario, este rosario os ofrezco a vuestro Hijo verdadero que si vos se lo ofrecéis seguro tenemos el cielo. Nada tenemos que daros, alma, vida, todo es vuestro, el alma la tengo prestada y a María se la ofrezco para que reine y descanse en el Reino de los cielos pa que alcances el perdón de este pecador inmenso y roguéis a la Virgen pura con gran encarecimiento. Si vosotros la rogáis seguro tengo yo el cielo. No tengo nada que daros, Padre mío, todo es vuestro y un alma tengo emprestada desde ahora os la ofrezco para que viva y descanse en vuestro divino Reino. Amén (45).

DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)

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La misma con algunas variantes que no transcribimos, para no extendernos demasiado, nos la recitó Teresa Marrón (38): —

XXXV —

A L F IN A LIZA R

Este rosario, Señor, que ahora hemos rezado a vuestras plantas lo ofrezco como pecador ingrato, mas vaya por la Pasión que pasaste Jueves Santo, también Viernes del Señor te sacaron a lo alto y te dejaron caer entre los duros peñascos donde las llagas sangradas de nuevo se renovaron. ¡Ay, Jesús del alma mía, quién pudiera contemplarlo! Yo soy la oveja perdida que ando por campo vedado y ahora vengo, Señor, a recoger a tu lado. Por el Padre que me crió, por el Padre que se me ha dado, por el Padre que por mí quiso ser muerto y crucificado a las ánimas benditas yo les ofrezco estos pasos y en la gloria celestial todos juntos nos veamos. Amén (38). G. Rendueles recoge otro curioso rosario llamado «De la bue­ na muerte» y que se rezaba particularmente en Cuaresma dicien­ do sólo padrenuestros las diez veces en las cinco decenas (en vez de avemarias) y repitiendo antes de cada uno: Por vuestra Pasión y muerte danos, Señor, buena muerte (49).

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36 —

XXXVI



Dulce Jesús de mi vida, Dios amante celestial nuestro padre, nuestro esposo dígnate que eres piadoso y diremos de esta suerte: Danos, Jesús, buena muerte. En cada avemaria se repite: Por tu santísima pasión danos, Señor, buena muerte. Este último verso a veces se cantaba (38). Se recuerda también el rezo del rosario en uno de los «Román ces de la tierra somedana» que empieza: Un rey tenía una hija muy devota de María que le rezaba el rosario las tres veces en el día: uno por la mañana, otro al mediodía y otro lo rezaba a la noche cuando acostarse quería... (50). —

X X X V II -

ROSARIO DE L A SA N T A CRUZ

Si encuentras a Satanás, alma mía, ¿qué dirás? ¡Redra, redra, Satanás? ¡De mi nada sacarás que el día de la Santa Cruz mil veces dije Jesús! Se repite en cada uno de los cinco misterios, se reza un padre nuestro y se dice mil veces «Jesús» (51).

DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)

37

DEVOCION A LA SANTA CRUZ xxxvni —



—Anima mía, recuerda en ti que Jesucristo murió por ti. Tú vivirás, tú morirás, al valle de Josafat irás. Allí ¿qué dirás? —Abajo, Satanás, que de mí nada verás, que el día de la Santa Cruz dije mil veces Jesús (52). Una variante muy curiosa es la siguiente: —

X X X IX —

Alma mía, morirás, al Purgatorio irás, con Satanás te encontrarás y le dirás: —Enemigo, no vengas conmigo porque el día de la Santa Cruz dije mil veces Jesús. Y se contaban por el rosario, muy aprisa, los mil «Jesús» (53). — XL — A D O R A C IO N DE L A CRUZ

Adórote, Cruz bendita, que estás en el campo sereno, el primero que te adoró fue Jesús el Nazareno y ahora te adoro yo para que mi alma vaya al cielo. Amén (42).

38

JOSE MANUEL FEITO



XLI —

ANTE L A CRUZ

Alma mía, si eres compasiva mira, atiende y considera al pie de la cruz María y su Hijo pendiente de ella su dulcísimo Hijo abierto con cinco puertas, corriendo arroyos de sangre Mira sus cabellos rubios, mira su boca de perlas, mira su garganta que la nieve no se diferencia, coronado y renegrido su madre le está mirando y asimismo se lamenta: —Hijo de mi corazón, ¿qué culpas son las nuestras? No hay dolor que a mi dolor haga competencia. Sólo un Hijo que tenía que por envidia y soberbia en sin culpa me lo han muerto. ¡Ay de mí, que me atraviesa un espada el corazón! Ay, que la noche se acerca, no hay una sepultura, ni una mortaja siquiera, ni quien de la cruz le baje a esta bendita grandeza. —Abre los ojos la Virgen y ve que ya llega cerca una cuadrilla de gente y dice a Juan de esta manera: —Dime, Juan, hijo querido, ¿qué gente es aquélla?, ¿qué injurias vendrán a hacer a esta bendita grandeza? Y San Juan le responde:

DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)

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—No se aumenten las penas, es San José Nicodemo que nos trae cosa buena. Llegan los santos varones al pie de la humilde reina a contar sus sentimientos y a la fuerza del dolor todos a llorar comienzan. Llora San José Nicodemo, llora la humilde reina todos los que allí estaban, San Juan y la Magdalena. A l pie de la cruz santa arriman la escalera, ya le quitan los clavos, a su madre se los entregan, clavos que han traspasdo esas palmas inmensas quiera Dios que los mortales los miren con reverencia. Ya le quitan la corona y a su madre se la entregan, corona que el Rey del cielo ha tenido en su cabeza quiera Dios que los mortales la miren con reverencia. Ya le bajan el cuerpo, a su madre se lo entregan. —Venid los que tengáis sed, que están las fuentes abiertas. Venid los que tengáis hambre, que esto es pan de vida eterna. Venid los que estáis enfermos, que la medicina es ésta. Venid, venid que El a todos llama y a ninguno niega. Ya envuelven el difunto cuerpo en una sábana nueva. Se rezan tres padrenuestros y tres avemarias a la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo y a los Dolores de su Santísi­ ma Madre (51).

40

JOSE MANUEL FEITO

DEVOCION A SAN ANTONIO —

X L II —

P A R A ENCONTRAR C O SAS PERDIDAS

San Antonio bendito que en Padua naciste en San Luis fuiste enciado en el púlpito donde Dios predicó predicaste nuevas os vinieron de vuestro santísimo padre lo iban a ahorcar. Por irlo a rescatar perdiste el brivario. El Hijo de María tres voces os dio: la primera no oístes, la segunda oístes y mirastes para atrás y dijistes: —«Lo perdido sea hallado, y lo hallado recobrado. San Antonio bendito, si estas palabras son verdad, San Antonio bendito, favorecedme en esta necesidad (42). —

X LIII —

San Antonio de Padua, que en Padua naciste, en Lisboa padeciste, camino de Bretaña tu santo breviario perdiste. Lo perdido bien hallado, lo lejos se acercará y siempre estará contigo la Santísima Trinidad. Amén (38). Según C. Cabal es «en Asturias la más rezada... con diversas formas». Recoge las siguientes versiones:

DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)



41

X L IV —

San Antonio de Padua, que en Padua naciste, en Portugal deprendiste letras para predicar, estándolas predicando, un ángel te fue a llamar, que a tu padre sin culpa lo iban a ahorcar. Fuiste, lo salvaste, y cuando volviste tres mercedes le pediste: —Que lo perdido sea hallado, lo olvidado acordado y lo ausente se nos presente. Tres padrenuestros a continuación, y lo perdido se encuentra... (32) y (54). Cabal recoge una versión andaluza (o.c.): —

xlv



San Antonio de Padua, que en Padua naciste, el libro perdiste, la luz encendiste, el bordón ceñiste... El Hijo de Dios lo ha encontrado, tres voces ha dado: Antonio, Antonio, Antonio, lo perdido sea hallado, y lo ausente presente... (55). Pero la más conocida y universalmente recitada es aquella que dice: —

XLVI —

Si buscas milagros mira muerte y error desterrados, miseria y demonio huido, leprosos y enfermos sanos. El mar sosiega su ira, redímense encarcelados

42

JOSE MANUEL FEITO

miembros y bienes perdidos recobran mozos y ancianos. El peligro se retira, los pobres van remediados, cuéntenlo los socorridos, díganlo los paduanos. (Se repite desde El mar... otras dos veces). Ruega a Cristo por nosotros, Antonio glorioso y santo, para que dignos así de sus promesas seamos. Oye, Señor, mi oración, pues a Ti suplico y llamo que mi oración a Ti llegue donde halle favor y amparo. Soberano eterno Dios la súplica cautiva del bienaventurado San Antonio, tu confesor, alegre tu Iglesia para que siempre sea fortalecida con los auxilios espirituales de tu divina gracia y merezca alcanzar los gozos eternos (los merecimientos) de Nuestro Señor Jesucristo. Amén (44). C . C a b a l y M. siones (53) y (26).

C á ted ra ,

entre otros (o.c.), recogen varias ver­

POR LO S A N IM A L E S EN G EN ERAL

Hay entre todas ellas una que sólo recitaban determinadas per­ sonas y a las que se acudía con el ruego de que les «echara la ora­ ción del parecer». La recitaba con mucha eficacia Jenara Alvarez, de Pola de Somiedo, adicta comunicante de C . C a b a l , y tía abue­ la de quien esto escribe. Una de estas oraciones, plagada de fra­ ses inconexas y sin sentido, aunque parece descriptiva, en este caso se usaba como súplica. Dice así: —

x l v ii



San Antonio firme y devoto nuestra santa concentración ruega bendito varón a Dios por este devoto.

DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)

Porque enrece esta oración vuestra intercesión nos guíe por donde quiera que vaya ruega a Dios que nos depare todo aquello que pidiere y nos dé la salvación. De enfermedades y pestes lbradme, glorioso santo, libradme como librasteis a tu beatísimo padre a la muerte declaraste. Y un sermón predicó en Roma en la lengua portuguesa, treinta distintas naciones todas le entendían la lengua. Y predicando el sermón a su padre iban a ahorcar por un falso testimonio que le quieren levantar. Fuese a librar a su padre sin hacer falta sermón el cuerpo se quedó en Roma y el espíritu partió. Pone a su padre en la iglesia donde está el cuerpo enterrado. A la señal de la cruz la losa se ha levantado. Ya se levanta la losa, ya se levanta el difunto, ya le dice a San Antonio: —«Este hombre no me ha muerto, que es inocente del hecho». Todos preguntan al santo que diga quién lo mató, y San Antonio responde: —Eso no lo digo yo (45). —

X LV III —

San Antonio de Padua, que en Padua naciste, en Padua moriste,

44

JOSE MANUEL FEITO

el bordón ceñiste, a tu padre de la muerte libraste, guarda nuestros ganados que po’l monte andan extraviados, líbralos de osos y lobos y de otros animales bravos en la noche y en el día con un padrenuestro y un avemaria. Amén (38). —

X L IX —

P A R A LIBRAR A L G A N A D O DEL LOBO

Salió Antoñito de casa a tocar su bocinita, a embiscar a su perrito. Subió a lo alto de la sierra, se encontró con dientes largos: —¿Adónde vas, dientes largos? —Voy por Sierra Larga, que hay mucho y buen ganado. —Nin me comas el mío nin comas el ajeno por la gracia de Dios y el Espíritu Santo. Amén (56). (Es de notar tanto el uso jergal o metafórico para denominar al lobo «dientes largos», como la forma dialogada o teatral, sien­ do así que se recita por una sola persona). Y también existía la contraoración de aquellos que no tenían fe en el santo y que deseaban que las alimañas atacasen a los ani­ males del vecino que se encontraban extraviados. Además de mu­ chos conjuros que salen en infinidad de cuentos que hemos reco­ gido, así era una de esas maldiciones, a título ilustrativo: — L —

Animalitos bravos que andáis por el monte a copo tendido recobrái el ganado que anda perdido (45). Una vez dicha «La oración de San Antonio» no se debía salir en busca de la res extraviada. Te acuestas tranquilamente, «San

DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)

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Antonio la guarda». Y a la mañana siguiente la res aparece sin más. Esto lo dan como cosa comprobada y fidedigna casi univer­ salmente. BENDICION DE LOS CAMPOS — LI —

Fuera rato, fuera sapo, fuera toda comición, que ahí te va el agua bendita y el ramo de la Pasión. La bendición de Dios te cubra, Dios te traiga bien granao (36). —

LII —

Salgan ratos, salgan sapos, salga toda comición, ahí te va el agua bendita y el ramo de la Pasión (45). M . M é n d e z G a r c í a ( o . c .) recoge esta misma en Perlunes (Somiedo) y la compara con las del «Cuarto de los Valles» (Zardaín. Naraval):

— LJIJ — Salid, sapos ya mundicia, que ahí vos vei ’1 agua bendita.

— LIV — Marcha, sapo; marcha, rato, ya todas las inmundicias, que ahí vos traigo el agua bendita.

46

JOSE MANUEL FEITO



LV



Marcha, sapo; marcha, rato, ya toda comisión, que aquí vos traigo l’agua del Sábado de Pasión. Y ésta que no podía faltar para castigar al vecino: —

LVI

Salí sapos ya pa las tierras de Salí sapos ya pa las tierras de



toupos los outros. toupos los outros (15).

NECESIDADES VARIAS — LVII —

PARA PEDIR QUE DURE EL SOL

Ven, solín, ven, que te llama San Miguel para hoy, para mañana y pa toda la semana (57). —

LVIII —

•- AL METER ÉL PAN A COCER

A San Florián que nos saque bueno el pan. Padrenuestro, avemaria líbranos de todo mal. Amén (42). —

L IX —

A San Justo que de lo poco dé mucho (37). Una versión sé encuentra en Palacio Valdés: Al glorioso San Justo para que de lo poco lo vuelva mucho (58).

DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)



47

LX —

A N T E S DE BEBER EN U N A FUENTE

Por aquí pasó la Virgen, por aquí volvió a pasar si esta agua me hiciera daño que la güelva a gomitar. Tiene muchas variantes: —

LXI —

Por aquí pasó Jesús con tres veles y una cruz y me dijo que bebiese toda el agua que quisiese. Otra: —

L X II



Por aquí pasó Dios, por aquí pasó la Virgen, si el agua es mala que la gomite. Una más: —

L X III —

Jesucristo dijo al vino y Santa María al agua: —Si tien alguna gafura de tres soplidos que se vaya (59). Y se sopla sobre ella tres veces antes de beber. En Somiedo he­ mos podido recoger la siguiente, que acaso'por algún olvido de la comunicante tenga alguna variante con respecto a la original: Aquí bebió Jesucristo, aquí bebió San José, aquí me arrodillo yo y de esta agua beberé (37).

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JOSE MANUEL FEITO

L X IV —



P A R A ECH AR A V O L A R «LA S M A R IQ U ITAS DE DIOS»

Mariquita de Dios, cuéntame los dedos y vete con Dios. (Oración recogida en todo Somiedo como tantas otras y común a múltiples zonas y con muy diversas variantes. Este insecto se conoce también por: «Mariquita de San Antón», «Vaquina, paxarina, perrín, anxelín, pitina..., etc., de Dios»: —

LXV —

Perrín de Dios, alza las alas y vete con Dios. Otras veces: —

LXVI —

Mariquita, mariquita, ponte el manto y vete a misa. —

Lxvm —

Nina de Dios, abre las alas y vete con Dios (60). (Es uno de los insectos más útiles para la agricultura; de ahí acaso el haberlo sacralizado). —

L xvm —

C U A N D O UN POBRE L L A M A A L A PUERTA

A la puerta pica un pobre, un pobre mecesitado, que le den una limosna por Jesús Sacramentado. —Dáile una limosna al pobre, dáisela por caridad,

DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)

Dios, que es todo poderoso, todo lo puede pagar. Virgen de Consolación a la puerta la tenéis, si le dais una limosna en el cielo la hallaréis (41). —

L X IX —

OR A C IO N DEL CAM INANTE

Yo te encomiendo a la Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo, a la Santísima Virgen que con su divino manto seas cubierto, que no seas muerto, preso ni herido ni por ningún mal hombre sorprendido, que lleves la guía que llevó la Virgen María de Belén a Jerusalén y que el Señor te traiga a casa en paz y bien. Amén. Se reza un padrenuestro y una salve (38). —

LXX —

Señor, en tus manos pongo mi alma, presérvame del pecado y de la muerte prevista (42). —

LXXI —

Adelante voy, atrás no miro, la Virgen del Camino vaya conmigo (42).

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50

JOSE MANUEL FEITO

DEVOCION A LA VIRGEN — L X X II — A L A VIRGEN DEL CARMEN

Por tu santo escapulario, Virgen Santa del Carmelo, defiende a tus devotos de las penas del infierno. Si se tiene el escapulario impuesto, se rezan siete padrenues­ tros (42). —

L X X III —

A L A VIRGEN EN G ENERAL

Virgen, Virgen, sabemos que pariste y todo lo recogiste, recoge mi alma, Señora, que soy la más pecadora. El Arca de la Trinidad cuando la hostia se levanta el cáliz queda en el altar. Parece el Niño Jesús que se presenta en la cruz, la Madre se llama María para gozar n’este día. El que esta oración dijese cada semana un día rezará un padrenuestro y un avemaria (42). Se aplica también para el momento de la consagración (vid. núm. cí). — L X X IV —

Allá arriba en aquel alto se está haciendo una capilla, no la hacen carpinteros ni obras de carpintería, que la hace San José para su esposa María.

DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)



LXXV —

Allá arriba en (aqu)el monte una capilla se hacía, no la hace carpintero de obra de carpintería, hízola el Rey de los Cielos para la Virgen María. Tres ventanas de oro tiene, corredor de plata fina, por una entraba la luna por la otra el sol salía y por la más pequeñita entra la Virgen María con el Niño entre los brazos, llora la Virgen María. —¿Por qué llora la mi madre, madre de tanta alegría? —Lloro por los desgraciados tantos como el mundo había. Tiene tres ventanas de oro, por la una el sol entraba, por la otra el sol salía, por la más hermosa de ellas entra la Virgen María con un niño entre los brazos llorando cuanto podía. —¿Por qué llora la mi madre, por qué llora, madre mía? —Lloro por una mujer que de parto se moría. El hombre le daba palos, ella no los merecía. —No llores por eso, madre, ni por tu Santa Pasión que ha de subir a los cielos el día de la Ascensión. Allí habrá tres sillitas de oro, sentaráse en la mejor, sentaráse en la del medio que es la de Nuestro Señor. Amén (32).

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JOSE MANUEL FEITO

—Calle, calle la mi madre, que yo la remediaría, yo bajaré a la tierra entre la noche y el día, se lo quitaré a los ricos a los pobres lo daría (41). Además del alto contenido poético, es curiosa la versión que hace en los dos últimos versos de la conocida estrofa del Magnífi­ cat: «Colmó de bienes a los hambrientos, a los ricos los despidió vacíos» (Le. 1, 53). En La Alberca (Salamanca), J. L. Puerto recoge la siguiente ora­ ción que él cataloga como romance, lo cual indica cómo se mez­ clan ambos géneros. La transcribimos con el fin de comparar al­ gunas varientes de diversas zonas: —

LXXVI —

Allá arriba hay un portillo, nunca lo he visto cerrado, se pasea una señora toda vestida de blanco. El vestido que llevaba todo lo lleva manchado, se lo manchó Jesucristo con la sangre del costado. Jesucristo era mi padre, Santa María mi madre. Los ángeles mis hermanos me llevaron de la mano, me pusieron en una fuente, me pusieron en cruz y enfrente pa que el diablo no me tiente ni de día ni de noche ni a la hora de la muerte (61). Otra versión ya citada es la recogida por la RTP, t. I, p. 361, y que reproducimos en otro lugar de este trabajo. —

l x x v ii



Santa Ana bendita, Madre de Cristo, Virgen y mártir y después obispo...

DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)

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...Señora Santa Ana, déme usted una manzana para el Hijo de Dios... (62). L X X V III —



En el portal de Belén siete leguas del Calvario pasó la Virgen María por su hijo preguntando: No le he visto, no le he visto ni por aquí ha pasado por aquí ha pasado un niño muy triste y muy amargado. Pañuelo me dejó a mí, pañuelo de mi tocado, pañuelo tenía otros dos para mí todo ha quedado. Uno era de la Magdalena, otro de Jesús amado, caminemos, caminemos por este monte Calvario que por mucho que caminemos ya lo están crucificando (38).

/

DEVOCIONARIO DEL PENITENTE

Para la confesión se acude frecuentemente a lo que el pueblo llama «confesarse con Dios». Pero también hay oraciones para an­ tes de recibir la confesión sacramental como la que sigue: -

L X X IX —

A N TE S DE CON FESAR

A los pies del confesor yo me voy a arrodillar, voy a pensar una cosa que es muy digna de pensar: «¿Mi cuerpo está dispuesto para ir a comulgar? Dame la mano, Señor, para subir al altar, ayúdame a comer ese divino manjar» (45).

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JOSE MANUEL FEITO

— LXXX —

DESPUES DE LA CONFESION

Del confesor me levanto, de los pies del confesor, si algún pecado me queda perdónamelo, Señor, perdonastes al verdugo, perdonastes al ladrón, Cristo que estás en la cruz, perdóname a mí, Señor (45). —

LXXXl —

Finco mi rodilla en tierra y digo de corazón: que mi alma no se pierda, ni muera sin confesión (45). —

l x x x ii

-

PARA DESPUES DE LA CONFESION

Aquí me arrodillo aquí me tengo de arrodillar, Jesucristo está en el alma y gracias le quiero dar (37). C. Cabal recoge la siguiente en Tereñes (Ribadesella): —

L x x x in —

CONFESION A LA MAGDALENA

—Santa María Magdalena, yo vos cuento mi querella, mi querella en confesión: Mis pecados muchos son. No los puedo confesar ni con clérigo de misa ni con fraile cardenal. Besaré la santa tierra porque mi alma no se pierda, besará la santa cruz porque mi alma vea la luz. Jesucristo está en l’altar

DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)

todo cubierto de llagas y hasta sus brazos igual. Va pa allá la Magdalena con un paño de cristal. —Quita, Magdalena, quita, no me vengas a limpiar que éstas son las siete llagas que tenemos que pasar por los vivos y los muertos por toda la cristiandad (63). —

l x x x iv



Oh mi Dios, ¡qué cuerpo lindo y hermoso y el mío tan engañoso! Tantos pecados hice y al confesor no los dije y a Vos os digo, Señor, que con Vos he confesado, perdonaste al ladrón que os ha crucificado perdonadme, Señor, que con Vos he confesado (37). —

LXXXV—

LA CONFESION DE LA VIRGEN

Hermosa sierva divina sagrada del Rey bendito, con humilde caridad fue a confesarse un domingo sin tener ningún pecado ni en su vida lo ha tenido, sólo por cumplir precepto que dejó su amado hijo. Con humilde caridad llama al capellán bendito, llama a San Juan Bautista que es primo y hermano de Cristo. A sus pies se ha arrodillado y de esta manera le dijo: —«Padre, para confesarme necesito un grande aviso». —«Vamos por los mandamientos que es el más cierto camino».

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JOSE MANUEL FEITO

—«El primero, amar a Dios: ámole a Dios y le sirvo. El segundo, que saqué todos los hombres del sino (¿Seno de Abraham?). Y el tercero, que guardé las fiestas y los domingos. Y el cuarto, que a mis padres en nada les he ofendido. El quinto, que maté al demonio en cuerpo vivo. Y el sexto, que alcancé de lo más alto del Padre un Hijo y lo tuve en mis entrañas nueve meses escondido...». —«Levanta, blanca paloma, levanta que no soy digno de tener arrodillada la misma madre de Cristo». Ya se levanta la Virgen, para el Calvario camina con lágrimas en sus ojos va regando la tierra y entonces se encontró con San Juan y la Magdalena, y le dicen: —«Virgen, ¿por qué no me hablas ni una palabra siquiera?». —«¿Cómo os tengo que hablar si estoy en tierra ajena y un hijo que tenía más blanco que una azucena me lo están crucificando en una cruz de madera? Ya está hecha la mortaja ya está puesto en la escalera...». Quien esta oración dijera una santa cuarentena no irá su alma al infiero por pecadora que sea (63).

DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)

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CUANDO SE OYE UNA BLASFEMIA

Aunque se recita como oración es un curioso romance en el que entran a formar parte elementos de romances clásicos (la peniten­ cia del rey D. Rodrigo, vid. M e n é n d e z P i d a l , R. Flor nueva... Ro­ mance 7.°, p. 50), como son los primeros versos y el castigo final de la culebra cocida dada a comer y la pez a beber, es decir, el cas­ tigo del infierno a su boca «por do más pecar solía»: — LXXXVI —

Jesucristo iba de caza, de caza como solía, los perros lleva cansados de correr cuestas arriba y se encuentra con un hombre, hombre de malancolía (sic). Le preguntó si había Dios, le dijo que no lo había. Le preguntó si había Virgen, lo mismo le respondía. —Calla, hombre, no digas eso, que hay Dios y Santa María, que te pueden dar la muerte como te dieron la vida. —No temo yo a la muerte ni tampoco a quien la envía, que tengo yo mis doblones que de comer me darían. A eso de la medianoche la muerte por él venía. —Márchate, muerte espantosa, déjame vivir un día. —No te dejo, mal hombre, hombre de malancolía, que hoy Dios y Santa María mandan darte muerte como te dieron la vida y que te dea de comer una culebra cocida y que te dea de beber un vaso de pez derretida y te baje a los infiernos, a los más hondos que había (38).

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JOSE MANUEL FEITO

Elviro Martínez recoge otra versión en Llanes con un final di­ ferente y la conocida coletilla: «Quien esta oración dijere...» (65). DEVOCION EVCARISTICA — L X X X V II — A L V E R LL EV A R A L SEÑOR A UN ENFERMO

Por la calle va el Señor vestido de carne humana a visitar los enfermos que están malitos en cama. Que Dios le dé la salud para el cuerpo y para el alma la salvación. Amén (66). — l x x x v iii — A L RECIBIR A L SEÑOR EN C A S A

En gracia de Dios está quien la toma y quien la da. Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar (66). — L X X X IX — A L ENTRAR EN L A IGLESIA

Esta agua bendita que tomo por mi mano todos los delitos y pecados me sean perdonados (44).

- xc —

Por las puertas de Dios entro adorando a Dios y al templo a la Virgen coronada y a los santos que están dentro. Bendito, alabado sea el Santísimo Sacramento (42). En otros lugares de la región se usa con algunas variaciones, v. g.:

DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)



XCI —

En la casa de Dios entro adorando a Dios y al templo, al divino sacramento y a los santos que están dentro (66). —

X C II —

Agua bendita de consolación, quita los pecados de mi corazón (69a).



xcm



AL ARRODILLARSE

Aquí me arrodillo con todo mi corazón, el cuerpo lo doy a la tierra y el alma a Nuestro Señor (44).



x civ —

Donde finco mis rodillas finco mi corazón, el cuerpo lo entrego a la tierra, el alma a Nuestro Señor (42).



xcv —

Por las puertas de Dios entro a adorar a Dios y al templo y a los santos que están dentro. Alabado se ya el Santísimo Sacramento (67). —

XCVI —

N ’esta tierra me arrodillo, n’esta tierra consagrada por ver si puedo lograr sacramentos para el alma.

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XCVII —

Adorai, fieles cristianos, al que sale de escondido; con la ropa consagrada representa a Cristo vivo (67). —

X C V II —

AL IR A MISA

Jesucristo va pa misa con toda serenidad, lleva la hostia en la mano, la llevaba a consagrar, y con El iba San Pedro y también iba San Juan y también iban los santos de la corte celestial. El que esta oración dijese al tiempo de ir a acostar (al altar), aunque tuviera más pecados como arenas tiene el mar, las puertas del Paraíso no se le han de cerrar (45).

—x c v m



Jesuscristo va pa misa con mucha serenidad, lleva la hostia y el cáliz que los va a consagrar. Entre la hostia y el cáliz los dos discípulos van: eran San Juan y San Pedro. —Venid, hijos, conmigo, que os voy a convidar, os daré mi cuerpo y sangre para mañana almorzar (68). —

X C IX —

CUANDO SALE EL SACERDOTE

Ahí va el sacerdote vestido de humanidad, representa a Jesucristo a quien nos da (42).

DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)

61

— C —

Virgen, Virgen, sabemos que pariste y todo lo recogiste. Recoge, Señora, escalera de los cielos, arca de la Trinidad. Cuando la hostia se alza el cáliz queda en el altar, cual es el Niño Jesús la tienda de la vida. El que esta oración dijera cada semana un día, tendrá su alma tan limpia como el sol de mediodía (46). —

ci

-

A L A ELEVACION

Esta oración, que en Somiedo la «echan» a la Santísima Vir­ gen (L X X in ), en otros lugares se dice en la misa: Escalerina del cielo, arca de la Trinidad, cuando se levanta la hostia el cáliz queda en el altar, cuantos pecados tuvieras, como arenas tiene el mar, todos se han de perdonar (68). En Boal hemos encontrado esta otra versión: —

en -

Virgen, Virgen, sabemos que pariste y todo lo recogiste. Recoge mi alma, Señora... Escalera de los cielos, ánima de la Trinidad, cuando la hostia se alza el cáliz queda en el altar, cual es el Niño Jesús en la tienda de la vida.

62

JOSE MANUEL FEITO

' El que esta oración dijera cada semana algún día, tendrá su alma limpia como el sol de mediodía (34). —

cm



«PADRENUESTRO PEQUEÑIN»

Padrenuestro pequeñín guíame por buen camín, el camín de la salvación mis pecados muchos son. Vos sabéis los que son. El Padre está en el altar. Estrella preciosa que va delantera contando los niños que van (son) de carrera. Ahí va el Hijo de María que tres llaves traía: una con la que abría, otra con que rezaba y otra con que decía el padrenuestro y el avemaria (37). Una imitación irónica corre de boca en boca: — CIV —

Padrenuestro pequeñín ta sentau en un tachuelín comiendo pan ya tocín, vienu el gato ya chevóulu pensandu qu’era toucín (45). La siguiente sigue la misma tónica:

— cv Padrenuestro pequeñín, fun al cielo y nun volvín ya atopei un anxelín comiendo pan y toucín. Pedinye un bocadín y déume con un chenín (69).

DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)

Y un ejemplo más para demostrar su universalismo: —

CVI —

Padrenuestro chiquinino, llévame por buen camino, camino de salvación. Mis pecados muchos son, no los puedo confesar ni en Cuaresma ni en camal (69a). —

C V II —

A N TE S DE CO M U LG AR

Alma que has de comulgar mira cómo vas, mira el plato que te ponen y al manjar que comes, no lo comas con pecado, comes a Dios consagrado. Más vale vergüenza en cara, que pena en el corazón (37). —

CVIII



V ISIT A A L SANTISIM O O P A R A R EZAR A N TE S DE M ISA

Por la puerta de Dios entro, adorar a Dios intento y a los santos que están dentro, bendito y alabado sea el Santísimo Sacramento. Aquí me arrodillo, aquí me tengo de arrodillar, a Jesucristo traigo en el alma, mil gracias le quiero dar (38). — cix — A L SA LIR DEL TEMPLO

Quede con Dios la Señora, Madre del Verbo divino, envíeme su bendición que quiero andar buen camino (37). T or ner r e c o g e la s ig u ie n te :

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JOSE MANUEL FEITO

— CX —

Quede con Dios la Señora, écheme su bendición, guíeme por buen camino, líbreme de perdición (70).

ORACIONES DE SEMANA SANTA — CXI —

Por las barandas del cielo se pasea una señora toda vestida de blanco resplandeciente una estrella. Pregunta Dios a los suyos: —¿Quién es aquella doncella? —Es María, Señor, María, María de gracia llena que fue a parir allá arriba, allá arriba en Galilea, parió un niño sin dolor rubio como una candela. Aquí naciste, mi niño, mi niño y mi Redentor, para ser crucificado el día de la Pasión. Jueves Santo, Viernes Santo andando de procesión bajó Cristo atado de pies y manos, abierto por un costado, la sangre que El derramó cabe en un cáliz sagrado, el hombre que la bebiere, bien confesado y comulgado, en este mundo será rey y en el otro coronado. El que esta oración dijera todos los viernes del año, sacará un alma de penas y la suya de pecado,

DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)

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en este mundo será rey y en el otro coronado. Quien la sabe no la dice, quien la oye no la deprende, y el día de mandajuicios verá lo que en ella pierde. Amén (71). Oración polivalente que se recita también al acostarse, antes de comulgar, de confesar, etc. —

CXII —

Jueves Santo, Viernes Santo, el día tan grande de Pasión por la calle la Amargura mucha sangre se derrama. La derrama un caballero que Jesucristo se llama. Por allí pasó su madre y se la quiso limpiar... —Nd me limpie, madre mía, no me hagas tanto mal, que éstas son las Cinco Llagas que debemos de pasar por los vivos y los muertos y toda la cristiandad. El que esta oración dijere todos los viernes del año, sacará un alma de pena y la suya de pecado (72). —

CXIIJ —

Jueves Santo, Viernes Santo tres días antes de Pascua cuando el Redentor del mundo a sus discípulos llama. Los llamó uno por uno, de dos en dos se juntaban a tomar una comida de la su mesa sagrada. De comer les da su cuerpo, de beber su sangre santa.

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JOSE MANUEL FEITO

cuando los vio todos juntos de esta manera les habla: —Ahora, discípulos míos, ¿cuál muere por mí mañana? Miran unos para otros, a todos tiembla la barba y el que barba no tenía la color se le mudaba. Sólo San Juan Bautista que predica en la montaña: —Muero yo por Ti, mi Dios, muero yo por Ti mañana. —No digas eso, San Juan, ni digas esas palabras, que tu muerte por la mía nunca ha de ser perdonada. Válgame Nuestra Señora y la Virgen Soberana (45). —

CXIV —

Jueves Santo, Jueves Santo, tres días antes de Pascua cuando el Redentor del mundo a sus discípulos llama. Llámalos de dos en dos, de cuatro en cuatro llegaban, desque los vio todos juntos rica cena que les daba. —¿Cuál de vosotros, los míos, morirá por mí mañana? Miran unos para otros, a todos les tiembla la barba. El que barba no tenía la color se le mudaba, si no fue San Juan Bautista que predica en la montaña: —Por Ti moriré, mi Dios, por ti moriré mañana si las culpas de los hombres con la mi muerte se pagan.

DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)

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—Nuestra Señora me valga, válgame la Madre Santa, tres sillas hay en el cielo, una para ti guardada (73). Una versión muy abreviada es la de Miño de San Esteban (So­ ria): —

cxv —

Jueves Santo, Jueves Santo, tres días antes de Pascua cuando el Redentor del mundo a sus discípulos llama para darles un manjar que es el alimento del alma y produce a quien lo come divino aumento de gracia (74). La citada RDTP transcribe una versión asturiana recogida en Noya (¿?),suponemos que sea Nora, bien en el concejo de Siero, Las Regueras u Oviedo, de una comunicante llamada Rafaela Gar­ cía, sin más datos. Dice así: — CXVI -

Jueves Santo, Jueves Santo, tres días antes de Pascua cuando el Redentor del mundo sus discípulos llamaba. Llamaba uno por uno, dos y dos se le juntaban, después que los tuvo juntos desta manera les hablaba: —¿Cuál de vos, discípulos míos, morirá por mí mañana? Miran unos para otros y nadie le habla palabra, sólo fue San Juan Bautista que predicó en las montañas: —Por Vos moriré, Dios mío, por Vos moriré mañana. Llegaron al otro día. Jesucristo caminaba, llevaba una cruz a cuestas

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JOSE MANUEL FEITO

de un madero muy pesado, {¿de madera m uy pesada?)

llevaba una corona de espinas que su cabeza traspasaba, llevaba una soga al cuello por donde los judíos tiraban. Llegaron al monte Calvario, tres Marías encontraron: una era la Magdalena, otra era Marta, su hermana, otra era la Virgen pura, la que más compasión daba. Una le limpia los pies, otra le limpia las manos, otra recoge la sangre que del costado derrama. La sangre que de El caía, caía en un cáliz sagrado. Y el hombre que la bebiere será bienaventurado. El que diga esta oración todos los viernes del año, saca un alma de pena y la suya de pecado (75). Oración polivalente, ya que se aplica a las almas del Purgato­ rio y en memoria de la Pasión de Cristo para recitar los viernes del año. Una nueva versión recogida en Avila (Casasola) sigue un es­ quema parecido al de la anterior pero referido al Viernes Santo (acaso sea la fusión de dos romancillos con un final a todas luces retocado): —



cxvn



Viernes Santo, Viernes Santo, Viernes Santo de Pasión, cuando crucificaron a aquel divino Señor. Cuatro mil hombres vinieron, todos en un escuadrón a clavarle con los clavos, a clavarle el corazón.

DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)

Vino Marco, le dio un bofetón, hasta la hora de la muerte no se le pasó el dolor. Le echan las manos atrás, lo llevan como un ladrón. Aquel portillito abierto nunca se verá cerrado hasta que no pase la Virgen vestida de colorado, el vestido que tenía siempre se le vio manchado, que lo manchó Jesucristo con sangre de su costado. El ruido de los martillos en su corazón entró... —¡No tengo más que este Hijo, no tengo más que esta flor! Esta oración se repite todos los viernes del año, y el que la sepa y no la diga, el que la oiga y no la deprenda el día del Juicio Universal Dios se entenderá con ella (76). —

cxv m



Angeles del cielo, ángeles sagrados, leche de los cielos para vos fue dado. Me asomé a la puerta por ver quién venía, vi venir gran gente gran caballería, un hijo entre ellos no lo conocía, desnudo y descalzo lleno de amargura. Me bajo entre ellos por ver si lo conocía. Angeles sagrados,

69

70

JOSE MANUEL FEITO

leche de los cielos, para vos fue dado (32). Otra versión recogida por C. C a b a l : —

C X IX -

Angel sagrado, bienaventurado, leche de los cielos para vos fue dado... Me asomé a la puerta por ver quién venía. Vi venir gran gente de caballería, el mi Hijo entre ellos, no lo conocía, desnudo y descalzo, lleno de amargura... (77). —

CXX —

Caminemos, Virgen pura, caminemos pal Calvario, que por bien que caminemos lo tendremos crucificado. Fuera le pusieron las espinas, le reblagaron los clavos, le dieron una lengida (sic) en su divino costado. La sangre que de El caía, caía en un cáliz sagrado. El varón que la bebiese sería bienaventurado: en este mundo sería rey y en el otro coronado. Quien esta oración dijera todos los viernes del año, saca un alma de pena y a la suya del pecado. Quien la sabe no la dice, quien la oye no la deprende, en el día de mandajuicios verá lo que en ella pierde. Amén (78).

DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)

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— CXXI —

Por los arroyos de sangre que Jesús ha derramado iba la Virgen María en busca de su hijo amado, a todos los que encontraba a todos fue preguntando: —¿Visteis por ahí al Sol de los soles, el que al mundo alumbra con sus resplandores? —Sí, Señora, sí le vimos y con El hemos hablado. Lo primero que nos dijo, que le diéramos un paño para limpiar en su rostro que lo traía ensangrentado de judíos y ladrones que lo iban atormentando. La Virgen al oír esto en el suelo se ha desmayado. San Juan y la Magdalena del suelo la levantaron y siguieron caminando. Cuando llegaron a verlo ya lo habían crucificado, ya le han puesto la corona y los tres muy duros clavos (32). Otra versión recogida en el mismo lugar en 1958 añadía lo si­ guiente: —

cxxn —

Y le dieron la lanzada en su divino costado, ya levantan el madero donde lo han crucificado. ¡Válgame la Virgen pura y Jesús Sacramentado! (79). En El Coto añaden alguna estrofa un tanto pintoresca que no aparece en las demás:

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CXXIII —

...Pregunta San Juan a Cristo: —¿Irá la Madre Dios? ¿Irá la Virgen María, esposa del ruiseñor?... (42). Para hacemos una idea de las variantes en la misma zona trans cribimos una más con idéntico tema: —

cxxrv



Por los arroyos de sangre que Jesús va derramando iba la Virgen María por su Hijo preguntando. A las dos leguas y media una mujer ha encontrado: —Dígame usted, cristianina, si a Jesucristo ha encontrado. —Sí señora, lo encontré muy rendido y fatigado con una cruz en los hombros de un madero muy pesado. Con el peso de la cruz a mi puerta se ha arrimado. A mí me ha pedido un lienzo para limpiarse la cara. El lienzo tenía tres doblos, todos tres los aseñala; con uno limpia los pies, con otro limpia la cara y con otro limpia el rostro de la sangre que derrama. Ya le pusieron las espinas, ya lleva roto el costado, ya le pusieron la cruz de un madero muy pesado. Con el peso de la cruz •estas palabras decía: —¿No hubiera un ángel del cielo que me avisara a María? Estando en estas palabras llegó la Virgen María:

DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)

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—Oh, hijo de mis entrañas, regalo del alma mía, te dejé blanco y hermoso como el sol del mediodía y te hallo desfigurado que apenas te conocía... (45). La RDTP recoge una versión de la anterior en Burgos con muy pocas variantes (74). —cxxv— La Virgen se está peinando debajo de una olivera, los peines eran de plata, la cinta de primavera. Pasó por allí Jesús, le dice de esta manera: —«¿Cómo no canta la Virgen? ¿Cómo no canta la bella?». —«¿Cómo quieres que yo cante, sólita y en tierra ajena, que un hijo que yo tenía más lindo que una azucena me lo están crucificando en una cruz de madera? Si me lo quieres bajar, bájamelo enhorabuena, que te ayudará San Pedro y también la Magdalena (80). -

CXXVI

-

Por el templo de San Juan vieron a Cristo bajar con una cruz sobre el hombro que le hacía arrodillar, en medio de la cruz lleva un monumento armado, en medio del monumento lleva el cordero sagrado. El que esta oración dijere todos los días del año sacará un alma de pena y la suya de pecado (81).

.

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JOSE MANUEL FEITO

DEVOCION A SANTA BARBARA BENDITA

Son muchas las oraciones para ahuyentar el peligro de las tor­ mentas. Santa Bárbara es la encargada de esta protección, por eso a ella van siempre dirigidas. Transcribimos varias versiones: — CX X V II —

¡Santa Bárbara bendita nos libre de esta tormenta? (32). — c x x v iii —

Santa Bárbara bendita que en el cielo estás escrita con papel y agua bendita, libra pan, libra vino, libra gente de peligro (42). — C X X IX —

Santa Bárbara bendita que en el cielo está escrita con papel y agua bendita, libra pan, libra vino, libra gente del camino (41). — CXXX -

Santa Bárbara bendita que en el cielo está escrita con papel y agua bendita, guarda pan, guarda vino, guarda gente del camino (41). — CXXXI —

Santa Bárbara bendita que en el cielo estás escrita con papel y agua bendita en el ara de la Cruz para siempre. Amén Jesús. O también: «Paternoster, amén Jesús» (38).

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DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)

— C X X X II —

Santa bárbara bendita que en el cielo estás escrita con papel y agua bendita bendice el pan, bendice el vino, bendice gente que va de camino (32). —

cxxxm



Santa Bárbara bendita que en el cielo estás escrita con papel y agua bendita que no caiga en mi tejado ni en el otro, ni en los otros... que caiga en el de los moros (45). — C X X X IV —

Santa Bárbara bendita que en el cielo estás escrita con papel y agua bendita (con papel y pan bendito). Santa Bárbara doncella, líbranos de la centella y del rayo malparado. Jesucristo está enclavado en el ara de la Cruz. «Paternóster, amén Jesús» (82). La recoge también C. Cabal (82). Muy similar es la recogida en Burgos. Otras, como la de Cercedilla (Madrid), tienen ciertos visos de conjuro: —

cxxxv -

Santa Bárbara bendita que en el cielo estás escrita con papel y agua bendita: desaplánate, nublado, no hagas daño a mi ganado que en el haz de la cruz murió Nuestro Señor Jesucristo. Amén Jesús (83).

>

C . C a b a l en El sacerdocio del Diablo, como comentario a un «conjuro» recogido en Somiedo, comenta: «pero esto no es conju­

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JOSE MANUEL FEITO

ro, es oración», con lo que nos da a entender la clara división que los propios folcloristas hacen entre ambos tipos de plegaria (84). En la comarca del Eo usan una en la que implican también a las gentes del mar: — CXXXVI —

Santa Bárbara bendita que n’el celo estás escrita con papel y agua bendita, guarda pan, guarda vino, guarda a xente del peligro. Guarda a os que tan nel monte, guarda a os que tan na fonte trembando de medo a morte, guarda a os que tan nel mar, nos yes deixes naufragar (85). A veces se aplica contra las aves de rapiña que hacen estragos en el corral: — c x x x v ii —

Santa Bárbara bendita que en el cielo estás escrita, en el valle las arenas, en el cielo las estrellas. Pousa la prenda que tchevas que nin ye túa nin mía, que es del dueño que la cría. ¿Quién fue el que la crió? (86). Algunas variantes que se encuentran en la obra de Juan Uría él las considera simples conjuros: —

cxxxvm —

Aguila bendita que en el cielo estás escrita con papel y agua bendita, deja lo que llevas que non es nin tuyo nin mío, es de Dios que lo crió (87). Entre los vaqueiros de Bustamante (Luarca) se recita de esta forma:

77

DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA.DE SOMIEDO)

C X X X IX —



Aguila maldita que en el cielo estás escrita, en el mar y en las arenas, en el cielo y las estrellas, deja la prenda que llevas que nin es tuya nin mía, es del dueño que la crió que bien caro le costó (88). (Son dos ejemplos de conjuro oracional). DEVOCION A LAS ALM AS DEL PURGATORIO —

CXL —

^

Cien Marías van po’l mar Jesucristo está en el altar los pies derramando sangre y las manos otro tal. Ya viene allí su madre... —Póngase pa allá, mi madre, que esto no es para limpiar, éstas son las siete llagas que tenían que pasar los chicos y los mayores y toda la cristiandad, saca las almas de pena por lo que ellos pasaron. Quien la sabe no la dice, Jesucristo lo maldice, quien la oye no la deprende, Jesucristo lo comprende y a la hora de la muerte verá lo que en ella pierde (41). ' Letras cantadas por los que rezaban de puerta en puerta pidien­ do para las ánimas del Purgatorio: —

C XLI —

1) A las ánimas benditas dailes limosna, devotos.

JOSE MANUEL FEITO

que mañana u otro día ánimas seréis vosotros. 2) A las ánimas benditas no les dejéis de rezar que son unas pobrecitas que no lo pueden pagar. 3) Si las ánimas bajaran a pedir una limosna Jesús mismo se humillara y les diera la corona. 4) Si quieren saber ustedes lo que las almas padecen metan la mano en el fuego por un credo solamente. 5) Cuando vayáis a la iglesia oiréis muchos clamores: será tu padre y tu madre, tus hermanos, tus abuelos que voces están clamando entre voraces incendios. 6) Y San Patricio nos dice que sus ojos las han visto estar en el Purgatorio quemando entre el fuego vivo. 7) Tú, hijo de mis entrañas, ¿cómo no has cumplido luego con lo que dejé encargado y escrito en el Testamento? 8) La casa donde habitaba te la dejé con el cargo, con una tierra y un prado y algunas misas al año. 9) Tú en el mundo, yo en el mundo, en el mundo hemos vivido y cuando más descuidados la muerte nos corta el hilo. 10) Devoción a la Virgen del Carmen, devoción a San José, que ellos nos darán mil bienes y después la gloria. Amén (41).

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Posiblemente estas letras son una derivación del llamado Re­ loj del Purgatorio (89), un verdadero examen de conciencia sobre las obligaciones del y con el finado, que aún se recita en algunos pueblos de Avila y que debido a la afinidad que guarda con las canciones anteriores y con las que, según C . C a b a l , se recitaban en Miranda, transcribimos a continuación: — CXLII —

A todo mortal convido y ánimas en general al reloj del Purgatorio cuando la u n a va a dar. A

la U N A fu e r te s g r ito s ,

m i c o r a z ó n se d e v o r a , n a d ie se a cu erd a d e m í, d e e s t a á n i m a t r i s t e y s o la .

(Padrenuestro, avemaria y gloria). A

la s

dos

la s á n im a s n o s a v is a n p a r a q u e la s a y u d e m o s c o n o r a c io n e s y m is a s .

(Padrenuestro, etc.). A

l a s TRES

m e t id a e n tr e lo s to r m e n to s .

Testamentarios, cumplid nuestros testamentos. (Padrenuestro, etc.). A

la s

cuatro

p e n a d o b le

p o r q u e n o h e m o s r e p a r tid o n u e s tr a lim o s n a a lo s p o b r e s .

(Padrenuestro, etc.). A las CINCO llega San Jerónimo y dice: —No traigo ningún alivio. ¡Pobrecitas infelices! (Padrenuestro, etc.). A

l a s SEIS r e c e m o s

u n p a d r e n u e s tr o s iq u ie r a p o r v e r s i la s a liv ia m o s en ta n a b u n d a n tes p en a s.

(Padrenuestro, etc.)

80

JOSE MANUEL FEITO

A

l a s SIETE,

e l r e lo j m a r c a la s s ie te , n o m e te n g á is en o lv id o , p r im o s , h e r m a n o s , p a r ie n te s .

(Padrenuestro, etc.). A

la s

ocho

si m e v ie r a is

m e tid a e n tr e lo s t o r m e n to s la sa n g re d el co ra zó n v e r tie r a is d e s e n tim ie n to .

(Padrenuestro, etc.). La Virgen del Carmen cuando dan las n u e v e llega y saca del Purgatorio la que ha cumplido su pena. (Padrenuestro, etc.). A las d i e z todas padecen grandes penas y tormentos, sólo por no haber guardado de Dios los Diez mandamientos. (Padrenuestro, etc.). A

la s

once

^

o n c e m i l v ír g e n e s

« v in o n » c o r o n a d a s d e la u r e l a la s á n im a s b e n d ita s q u e d e je n d e p a d e c e r .

V

(Padrenuestro, etc.). A las DOCE le suplico al divino apostolado que nieguen a Dios por ellas y a Cristo crucificado. (Padrenuestro, etc.) (89). Estos «rosarios» y plegarias por las á n i m a s son dirigidos por una mujer, « l a r e z a d o r a » . Una vez terminados se rezan varios pa­ drenuestros, v.g.: «A San Lázaro para que desenlace su alma de los lazos del enemigo malo», «A San Miguel para que pese su al­ ma con amor y caridad», «A San Juan y San Pedro para que le abra las puertas del cielo», etc. E. T o r n e r r e c o g e l e t r a y m e l o d í a d e d o s c a n c i o n e s d e á n i m a s q u e , a u n q u e n o s o n o r a c io n e s p r o p ia m e n t e t a le s , a l s e r c a n t a d a s se la s c o n s id e r a b a c o m o p r o v e c h o s a s a lo s d ifu n t o s :

DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)

81

— CXLIII —

Animas del Purgatorio son las que están a tu puerta. • Si nos dáis una limosna, tendréis la gloria muy cierta. Ay, ay, ay que aquí me abraso, ay, ay, ay que aquí me quemo, ten piedad de nuestras almas que están pasando tormentos. Y comenta: «En la noche víspera de la festividad de Todos los Santos es costumbre en Riosa que varias mujeres postulen de puer­ ta en puerta a fin de invertir lo recaudado en misas en sufragio de la ánimas del Purgatorio. Pueden ser postulantes en número de 6, 8 ó más. Van cubiertas de negros mantos desde la cabeza a los pies y delante del coro marchan dos mujeres llevando un fa­ rol encendido y una campanilla, respectivamente, con la cual se da un golpe al final de cada miembro de la frase correspondiente a cada verso de la cuarteta. La tristeza que en sí encierra cada frase melódica y todas las circunstancias que concurren a este acto ha­ cen que el ánimo de las gentes, al escuchar este canto en el silen­ cio de la noche, sobrecoja de temor» (90). Aurelio d e L l a n o (91) y C . C a b a l (92) recogen algunos de estos cánticos de ánimas. Dice C. Cabal en el lugar indicado: «...En Miranda de Avilés iban... ocho, nueve, diez vecinos en quienes se alababa buena voz y cantaban sus coplas tremebundas con entonación glacial: — CX LIV —

Cristianos, los de esta casa, mira a tu padre en el fuego que de bienes que ha dejado no le habéis hecho un corto entierro... Modesta Gutiérrez de Abril, 1940. Oviedo». Como se ve, guarda un paralelismo total de fondo y forma con las recitadas en Somiedo y en otros muchos pueblos. Esta devoción a las ánimas en Miranda arranca de siglos atrás, puesto que el año 1725 existía ya una curiosa Cofradía de Animas, alguno de cuyos artículos se hizo famoso por las extrañas condi­ ciones qú" exigían al cofrade para pertenecer a ella (93).

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A MODO DE CONCLUSION

Quedan infinidad de oraciones de todo tipo con innumerables versiones y variantes sin recoger aún. En realidad todo el traba­ jo de rescate y estudio del «Devocionario mágido popular» está prácticamente sin hacer, salvo algunos trabajos muy aislados. Y todo ello es un rico venero para estudiar cómo y de qué se alimen­ taron espiritualmente durante siglos los pueblos, qué temas ca­ laron más hondo en la tradición, cómo se llegó a sacralizar y san­ tificar cada momento y circunstancia de la vida a su modo y ma­ nera cuando las plegarias litúrgicas apenas llegaban a la gente, bien porque el latín servía de barrera, bien porque las plegarias tradicionales no llenaban ciertos vacíos religiosos que los fieles tenían. El pueblo siempre ha satisfecho con ritos, imágenes (cito al paso la tan popular en nuestros días de San Pancracio), plega­ rias, leyendas apócrifas, etc., aquellas lagunas que la historia ola religión por una u otra causa han dejado en blanco. Aparte de lo dicho en la introducción y algunas notas que in­ tercalamos se podrían hacer infinidad de consideraciones y obser­ vaciones tales como: a) la persistente advocación de algunos santos: San Pedro, San Juan, la Magdalena, Santa Bárbara, San Antonio, Nuestra Señora, etc.; b) el que usen casi únicamente él verso y la rima acaso como método nemotécnico o aval para su eficacia, etc. Siempre la fór­ mulas mágicas, conjuros, etc., han usado el asonante a veces de. forma grotesca o simple para su formulación (13); c) la escasa referencia tanto al infierno como a la Resurrec­ ción en todo el conjunto devocional, etc. Para tener un panorama exhaustivo de este tipo de religiosi­ dad mágica popular sería preciso, como hemos dicho y volvemos a insistir, completarlo con romances, leyendas, hagiografías, re­ franes, canciones, bailes y danzas religiosas que siguen las mis­ mas pautas en cuanto a su dudosa ortodoxia que las plegarias aquí recogidas, así como de un estudio del medio ambiente y de todo el folklore en general. Pero entonces el trabajo rebasaría los lí­ mites que aquí nos hemos propuesto.

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N O T A S

(1) F e i t o , J. M., «Del folklore de Somiedo», BIDEA núm. 27, Oviedo, 1956. (2) F e i t o , J. M., «Romances de la tierra somedana», BIDEA núm. 34, Oviedo, 1958; núm. 36, Oviedo, 1959; núm. 37, Oviedo, 1959; núm. 39, Oviedo, 1960. (3) P r i e t o B a n c e s , R., «La comunidad rural en Asturias», Obra escrita. Uni­ versidad de Oviedo, 1972, t. II, p. 1.186. E. T o r n e r supone que la mayor parte de las danzas asturianas tienen un ori­ gen «litúrgico cristiano», Cancionero, Madrid, 1920, p. 226, cit. de P.B. Por consi­ guiente también sus letras. (4) B o n e t , S., «Prières populaires dans le catholicisme fancais», L Vie Spitue11e, núm. 607, marzo-abril 1975, págs. 164-169. (5) P. Luis R i b e r a , Mi Jesús, Madrid, 1956 (25a edic.), págs. 10, 20, 30, 50, 182. (6 ) C a b a l , C ., La m itología asturiana. Los dioses de la muerte, Madrid, 1925 (7)

TENENTI, A ., Il senso délia m orte e l’amore della vita nel Risnacimiento,

Turin Einandi, 1957, núm. 9, p. 361. (8) V i g ó n , B., Asturias. Folklore del mar. Juegos infantiles. Poesía popular. Estudios históricos, B.P.A., Oviedo, 1980, p. 212. (9) C a b a l , C ., Las costumbres asturianas, su significación y sus orígenes. El individuo, Madrid, 1925, p. 53, y a la nota 34, p. 92. (10) V i e i r a F i l h o , D., «Oraçoes populares», Boletim de Comissao Catarinense de Folclore. Año V. Florianopolis, dez. 1953-jun. 1954, núms. 17/19. (11) C a b a l , C ., El individuo, o.c., Oviedo, 1925, págs. 214 y 222. (12) G i n e r A a r i v a u , L., «El folklore de Proaza», Bibl. de Trad. Popul. Espa­ ñolas, t. VIII, Madrid, 1886, p. 224. (13) P r e i s e n d e z , W., Die Sprachform in der L yrik des alten Goethe und ihre Vorgeschichte seit Opitz, Heidelberg Forchungen, 1952. (14) D e v a n a n d a , S. V., Meditación y mantras, Madrid, 1984, p . 106. (15) M e n é n d e z G a r c í a , M., «Notas folklóricas del cuarto de los valles», BIDEA núm. XXIII, págs. 400 y ss. Merece la pena consultar también en la Revista de Tra­ diciones Populares el amplio y exhaustivo trabajo «Medicina popular», de Víctor L i s Q u i b é n , t. I, págs. 253-331, y al que nos referiremos más adelante. (16) D e v a n a n d a , S. V., o.c., p. 111. (17) En la región brasileña de Maranhau el etnólogo Domingo V i e i r a F i l h o encontró una versión de esta plegaria cervantina cuyos primeros versos rezan del siguiente modo: Estava Santa Apolonia sentada numa pedra de Araçagi (una playa famosa) ceio Nosso Senhor e disse: —Qué tens, Apolonia. —Dor de dente, Senhor. O sol é nsacente e a lúa é poente, tirai-me esta dor de dente de fulana, etc.

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B oletim da Comissao Catarinense de Folclore. Ano V, núms. 17/19, p. 46, Florianopolis, dez. 1953-junho 1954. (18) Entre las gentes de Brasil corre de boca en boca una oración a las «bendi­ tas almas» cuyo encabezamiento y fin son como siguen: «Oh minhas 13 almas benditas, sabidas e entendidas, a vos pego pelo amor de Deus, atendei o meu pedido [...] Minhas 13 almas benditas, sabidas e entendidas se m e fizerem alcanzar esta graga ficarei devota de voz e mandarei im prim ir 1 milheiro desta oragáo mandando tambén rezar una missa». Rezasse 13 Pai N osso e 13 A v e Marías 13 dias. (Recogida por Jaime Nicieza, 60 años, en una iglesia de

Río de Janeiro). (19) C e r v a n t e s S a a v e d r a , M., Don Quijote de la Mancha, edición IV cente­ nario..., enteramente comentada por C l e m e n c ín (II p., c. VII, nota, 5, p. 1.548). (20) A r m a y o r , O., «Del folklore de Caso», BIDEA núm. XXXII, Oviedo, 1957, págs. 436 y ss. (21) G a r c í a d e D i e g o , P., «Oraciones», Revista de Dialectología y Tradicio­ nes Populares, t. XIV, Madrid, 1958, p. 499. (22) C a b a l , C ., «La mitología asturiana: el sacerdocio del Diablo», Madrid, 1928, p á g s . 269 y s s . F e i t o , J. M., «Del folklore de Somiedo», o.c., p á g s . 110 y s s. (23) C a b a l , C ., o.c., p á g s . 317-318. (24) G a r c í a d e D i e g o , P., Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, t. V, p. 158, y t. VI, págs. 319-320. (25) C a b a l , C ., El sacerdocio del Diablo, págs. 281 y ss. (26) C á t e d r a T o m A s , M., «Bendito y maldito, categorías de clasificación del universo vaqueiro», Los Cuadernos del Norte, año VII, núm. 36, enero-febrero 1986, págs. 70-85. (27) U r í a R í u , J., «Algunas supersticiones y leyendas relativas a los anima­ les, entre los vaqueiros de alzada, en Asturias», Los vaqueiros de alzada, Oviedo, 1976, págs. 17 y ss. (28) M e n é n d e z G a r c í a , M., o.c. Para hacemos una idea de la riqueza que hay en este tipo de oraciones bastaría consultar el voluminoso y erudito artículo de Víctor L is Q u i b é n : «Medicina popular», Revista de Tradiciones Populares, 1.1, Ma­ drid, 1944, págs. 253-331. Solamente sobre «la eripsela» recoge más de una treinte­ na, aunque ninguna coincide con la versión asturiana. (29) Ibid. (3 0 )

C A t e d r a T o m A s , M ., l .c .

(31) A l v a r e z G a s t ó n , R., «La religión del pueblo», B A C , Madrid, 1976, p. 17. (32) Carmen Alvarez Alvarez, 62 años. Pola de Somiedo, 1958. Con respecto a la V II coincide con la recogida por C. C. en Mitología asturiana. Los dioses de la vida, Oviedo, 1983, p. 268. En Cataluña tiene diversas variantes, v. g.:

Beneit sigui’l sol beneit sigui’l día beneit sia sempre el Senyor que mos l’envía. L l o m p a r t , G., «Oraciones tradicionales del área catalana. La del alba y la del descanso», RDTP, XXVII, 1971, págs. 283-305. (3 3 )

C a b a l , C ., Las costumbres asturianas, su significación y sus orígenes. El

Madrid, 1925, p. 48. Comunicante: Florentina Celorio, 80 años. Vivaño (Llanes). (34) Isabel Fernández, 55 años. Boal, 1985. (35) Severino Villanueva Fernández. Moreda, 1940.

individuo,

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(36)

85

págs. 52-53. S. V., o . c . , p . 9 4 , m a n t r a 12. (37) Celestina Feito Cano, 86 años. Arbellales, 1991. (38) Teresa Marrón Alvarez, 68 años. Pola de Somiedo, 1991. (39) T o r n e r , E., Cancionero musical de la Urica asturiana, Madrid, 1920, p. 2 núm 8. Comunicante: Prudencia la Cañona, 55 años. Cabañaquinta (Aller). (40) T o r n e r , E., o.c., p. 97, núm. 266. (41) María y Rosario Alvarez Otero, 68 años. Pola de Somiedo, 1956. (42) María y Cándida Pérez Brañas, 67 años. Coto de Buenamadre, 1991. (43) C a b a l , C ., El individuo..., o.c., págs. 49 y 50. Entre las comunicantes ci­ ta a Leonor Alvarez, 67 años (nota 31, p. 92); Jenara Alvarez Fernández, 65 años, Pola de Somiedo, etc. (44) Carmen González Aparicio, 91 años. Castro, 1991. (45) Avelina García Riesco, 87 años. Valle de Lago, 1991. (46) Concepción Alonso Iglesias, 89 años. Miranda de Avilés, 1980. Procede del concejo de Candamo. (47) «Romances de la tierra somedana», BIDEA, Oviedo, 1958, núm. 34, págs. 287 y ss. (48) «Revista de Dialectología y Tradiciones Populares», C.S.I.C., Madrid, 1944, t. I, p. 348. (49) G a r c í a R e n d u e l e s , E. Liturgia popular, IDEA, Oviedo, 1950, p. 33. (50) Boletín del IDEA, Oviedo, 1958, núm. 37, p. 282. Comunicante: María Al­ varez Otero, Pola de Somiedo. (51) María Alvarez Otero, 76 años. Pola de Somiedo, 1956. (52) C a b a l , C ., La mitología asturiana, el sacerdocio del diablo, Madrid, 1928, págs. 317-318. Comunicante: Leonor Alvarez, 78 Años, Saliencia. A instancias de mi madre (32) yo también la recitaba, como muchas otras, dicho día siendo aún muy niño. Véase también: N a v a r r e t e , E., «Devociones populares. Los Jesuses», RDTP, o.c., t. V, págs. 157 y ss. (53) Carmen de la Rocha, 50 años, Avilés, 1991. Procede de la Rioja. (3 6 a )

C a b a l , C ., El individuo..., o.c., D evananda,

(54) C a b a l , C ., Diccionario Folklórico de Asturias, t. III, «Antonio», Oviedo, 1984, p. 66. (55) C a b a l , C ., El sacerdocio..., o.c., p. 295. (56) A l v a r e z R i c o , M., «Temas del folklore de Allande», Boletín del IDEA, Oviedo, 1958, núm. 37, p. 284. (57) Diego Riesco Riesco, 59 años. Clavillas, 1990. (58) P a l a c i o V a l d é s , A., La novela de un novelista, cit. por G . R e n d u e l e s , o.c. (59) C a b a l , C ., Mitología asturiana. Los dioses de la vida, Oviedo, 1983,págs. 233-234. (60) C a b a l , C ., L o s dioses de la vida, o.c., p. 356. Gran Enciclopedia Asturia­ na, Gijón, 1970, t. 9, voz: «Mariquita», p. 237. (61) P u e r t o , J. L., «Romances y cuentos albercanos», Revista de Folklore, Valladolid, 1990, p. 173. (62) Oliva Sánchez, 55 años. Fíos (Arriondas), 1985. (63) C a b a l , C ., El individuo, o.c., p. 52. (64) A r m a y o r , O., «El folklore de Caso», BIDEA, Oviedo, 1957, núm. 32, p. 437. (65) M a r t í n e z , E., Costum bres asturianas, León, 1982, págs. 158-159. (66) Recogido en Solís (Corvera), 1985.

86

JOSE MANUEL FEITO

(67)

T orner,

E., o.c., p. 59, núm. 168. Recogida en Relamiego (Tineo). Para la

L X X V I ver el núm. 169.

(68) Antonio Muñiz Mejido, 57 años. Flechosa (Aller), 1990. (69) Recogida en Figueras (Castropol). (69a) Juan Antonio Rodríguez Bemal, 75 años, Miranda de Avilés. Procede de Fuentes de Béjar (Salamanca). El «Padrenuestro pequeñino» se recitaba al empe­ zar la clase, por maestros y alumnos, con algunas oraciones más de este tipo. (70) T o r n e r , E., o . c ., p. 224. (71) Josefina Marrón Alvarez, 65 años. Pola de Somiedo, 1991. (72) Rosendo Riesgo Riesgo, 67 años. Endriga, 1991. (73) T o r n e r , E., o .c ., p.223, recogido en San Esteban de Relamiego (Tineo), le­ tra y música. Sería interesante tener en cuenta, caso de que abundaran, las ora­ ciones musicadas. No olvidemos que quien canta «reza dos veces». (74) RDTP, t. I, p. 351. (75) RDTP, t. I, p. 354. (76) RDTP, t. I, p. 36*1. (77) C a b a l , C., «El ‘aguilando’ en Asturias», Covadonga, revista quincenal ilustrada, Covadonga, 1-III-1936, núm. 326, p. 98. En nota añade: «José Rodríguez Mayor, 72 años. Valle de Lago (Somiedo), 1926». (78) José Roda Menéndez, 65 años. Pola de Somiedo, 1991. (79) Boletín del IDEA núm. 34, Oviedo, 1958, págs. 288 y ss. (80) Etelvina González Alvarez (a) «Telvina la Ganada», 80 años. Miranda de Avilés, 1980. C a b a l , C ., El individuo, o.c., p. 111. (81) Benigno Silva Pérez, párroco de San Pedro de Mieres. La recogió de la­ bios de Severino Fernández, el cual, condenado a muerte y luego indultado, con­ fesó haberla rezado diariamente los años que permaneció en la cárcel. La había aprendido de su madre, fallecida en Moreda (Aller) en 1940, a los 94 años. (82) C a b a l , C ., El sacerdocio..., o.c., p. 317. (83) RDTP, t. I, Madrid, 1944, p. 349. (84) C a b a l , C ., El sacerdocio..., o.c., p. 317, a la nota 15. (85) L a v a n d e r a C a m p o a m o r , J. A., «Cocinas y lareras típicas de la comarca del Eo», BIDEA, Oviedo, 1970, núm. 71, p. 475. (86) Recogida entre los vaqueiros del Puerto de Somiedo, 1958. (87) U r í a , J., L o s vaqueiros de alzada, BPA, Oviedo, 1976, págs. 20-21. (8 8 )

C á t e d r a T o m A s , M ., o . c . , p á g s . 8 4 -85

(88) RDTP, t. I, p. 366. (90) T o r n e r , E., o . c ., p. 225. (91) d e L l a n o R o z a d e A m p u d i a , A . , Del folklore asturiano. M itos, supersti­ ciones, costumbres, Oviedo, 1972, págs. 191-198. Recoge estrofas y estribillos y to­ da su puesta en escena. (92) C a b a l , C ., Diccionario..., o.c., «Animas», págs. 159 y ss. (93) Archivo Histórico Nacional. Iglesia de San Nicolás de Avilés. Libro de la Cofradía de Anim as de Santo Domingo de Miranda, 8.739.

EL PERIODO SEGO VIANO (1622-1628) DE LUIS ALFONSO DE CARVALLO Y EL MISTERIO DE SU LIBRO SOBRE ASTURIAS DESVELADO* A.

P orqueras M ayo

CONSIDERACIONES PREVIAS Y PERFIL DE CARVALLO ANTERIOR A 1622 %

Se trata en este trabajo de documentar la presencia del astu­ riano L. A. de Carvallo (1571-1635), ya jesuita desde 1616 y profe­ sor de humanidades en el prestigioso colegio de la Compañía de Jesús en Segovia probablemente desde 1622 (1). Será una buena ocasión para asomarse a la vida interna de este colegio del que tan poco se sabe, como de la mayoría de los colegios jesuíticos en (*) Un avance oral y resumido de este trabajo fue presentado en una conferencia el 13 de diciembre de 1990 en la sede del Instituto de Estudios Asturianos en Oviedo. (1) Sobre la vida de Carvallo véanse mis trabajos, «Luis Alfonso de Carvallo (Cangas de Tineo, 1571, Villagarcía de Campos, 1635). Sobre su trayectoria jesuí­ tica (1616-1635)». Homenaje a Alvaro Galmés de Fuentes. II (Madrid: Gredos, Uni­ versidad de Oviedo, 1985), 415-24; «Luis Alfonso de Carvallo nunca fue canónigo de Oviedo». La Nueva España (Oviedo, 7 de agosto 1983), 30. En 1958 publiqué una edición de Cisne de A p o lo (Madrid: C.S.I.C.) según la príncipe de 1602. Salió sin notas ni estudio preliminar (así lo exigía la colección) y con muchos errores. Pre­ paro lentamente una edición crítica. Véase, por ejemplo, de momento, «Edición crítica del diálogo tercero, parágrafos 1-6 [doctrina teatral] del Cisne de A polo (1602) de L. A. de Carvallo». Homenaje al Prof. A lberto Navarro. En prensa. He publi­ cado otros trabajos que estudian aspectos de las ideas literarias de Carvallo: «Fun­ ción del signo ‘cisne’ en la teoría poética de L. A. Carvallo». Actas del I Congreso Internacional de Semiótica e Hispanismo II (Madrid: C.S.I.C., 1986), 157-67; «Una defensa manierista de la poesía por motivos religiosos, el Cisne de A p o lo (1602) de L. A. de Carvallo». Identità e m etam orfosi del Barocco ispanico (Napoli: Gui-

88

A. PORQUERAS MAYO

la Edad de Oro (2). Podremos así recrear la atmósfera en que vi­ vió Carvallo a través de los datos recogidos sobre los compañe­ ros de comunidad en esta etapa segoviana y, en especial, estable­ cer un perfil de los dos superiores que tuvo Carvallo en esta épo­ ca. Uno de ellos nada menos que el ilustre y benévolo Francisco Pimentel, hijo de Juan Alonso Pimentel, octavo conde de Benavente, que había sido virrey de Valencia y Nápoles, y que, al mo­ rir en 1621, era del Consejo Real y presidente del Consejo de Ita­ lia. El otro superior, desde 1625, fue el arbitrario Francisco de Co­ rral, que emitió un juicio muy negativo sobre Carvallo. Bajo la dirección de Corral el colegio de Segovia se volvió muy conflicti­ vo y preocupaba sobremanera al sexto general de los jesuitas (de 1615 a 1645), el romano Mucio Vitelleschi. Ya lo veremos, con cu­ riosos detalles.

da Editori, 1987), 95-111. Reimpreso en mi La teoría poética en el Manierismo y (Barcelona: Puvill, 1989), 421-32; «Las ideas sobre el teatro de L. A. de Carvallo en su Cisne de A polo (1602)». Actas del Congreso Internacional de Teatro y Prácticas Escénicas en los siglos X V I y XVJI (Valencia, mayo de 1989). En prensa. En mis seminarios en la Universidad de Illinois han surgido otros tra­ bajos de los entonces estudiantes: David M. K i r s n e r , «Platón en el Pinciano y Cis­ ne de Apolo». Boletín de Filología Española, 50-58 (1974-75): 27-34; Roy L. T a n n e r , «La influencia de la emblemática en el Cisne de A polo». Cuadernos Hispanoame­ ricanos, 328 (1977): 75-98, y José M. G o n z á l e z , «Manierismo y contrarreforma en Cisne de A polo, de Luis Alfonso de Carvallo (1602)». B oletín de la Biblioteca M enéndez Pelayo, 61 (1985): 97-148. (2) H a y b u e n a s o b r a s d e c o n ju n t o en q u e se in c lu y e n c a p ítu lo s s o b r e lo s e s tu ­ Barroco españoles.

d i o s h u m a n í s t i c o s d e l o s je s u i t a s e n E s p a ñ a . D e s t a c a r í a , L u i s G il F e r n á n d e z , Pa­ norama social de humanismo español (1500-1800) ( M a d r i d : A l h a m b r a , 1981), 231-54 y 273-376, y R i c h a r d L . K a g a n , Students and Society in Early M odem Spain ( B a l ­ t i m o r e , M D : T h e J o h n s H o p k i n s U . P .,

1974).

S o b r e c o le g io s je s u ít ic o s e s p a ñ o le s

c o n c r e t o s a p e n a s h a y m o n o g r a fía s , p e r o la s q u e e x is t e n p u e d e n s e r v ir c o m o b a s e c o m p a r a t i v a y a r r o j a r a l g u n a lu z d e c ó m o s e r í a e l c o l e g i o d e S e g o v i a . V é a n s e , e n ­ t r e o t r o s , J o s é S im ó n D I a z , Historia del Colegio Imperial de Madrid ( M a d r i d : I n s ­

1952); E v a r i s t o R i v e r a V á z q u e z , Galicia y los je ­ suítas ( S a n t i a g o , 1989); J o s é M a r í a P a t a c y E v i r o M a r t í n e z , Historia del Colegio de San Matías de O viedo ( G i j ó n : M o n u m e n t a H i s t ó r i c a A s t u r i e n s a , 1976); C o n r a ­ d o P é r e z P i c ó n , Un colegio ejemplar en letras humanas en Villagarcía de Cam­ pos (1576-1767) ( S a n t a n d e r : S a l T e r r a e , 1983). P a r a c o m p r e n d e r e l s i s t e m a p e d a ­ t it u t o d e E s t u d io s M a d r ile ñ o s ,

g ó g ic o s o n m u y ú t ile s a lg u n o s v o lú m e n e s e d ita d o s e n R o m a p o r L a d is la u s L u kács,

Monumenta Paedagogica Societatis Iesu, e s p e c i a l m e n t e l o s v o l s .

5 (1986).

V é a n s e t a m b ié n lo s c a p ítu lo s

8 y 9 del

1 (1965) y

t o m o V d e l P . A n t o n io A s t r a in ,

Historia de la Compañía de Jesús en la asistencia de España (M a d r i d : R a z ó n y F e , 1916). U n l i b r o d e t i p o g e n e r a l , r e c i e n t e , e s e l d e A l d o S c a g l i o n e , The L ib e­ ral A rts and the Jesuit College S ystem ( A m s t e r d a m : B e n j a m i n s , 1986). E n e s t a o b r a se e n c o n tr a r á a b u n d a n te b ib lio g r a fía .

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Para esta investigación manejo la olvidada documentación que existe en la curia generalicia de la Compañía de Jesús en Roma. A ella remitiré constantemente. Explicaré en seguida cuál es el tipo de documentación y sus diferentes componentes. Conviene antes recordar lo poco que sabemos con certeza de Carvallo en su larga etapa prejesuítica. Publica una preceptiva poética, Cisne de Apolo (1602), que es la más importante del siglo XVII español, y escribe, además, una de las mejores y más citadas fuentes para la historia de Asturias, Antigüedades y cosas memorables del Principado de Asturias (1695). Como se ve, esta última aparece pos­ tumamente. Y el misterio queda aclarado hoy precisamente a cau­ sa de la documentación del período segoviano que he descubierto en Roma. Sabemos, porque nos lo había dicho el propio Carvallo en sus dos obras citadas, que había nacido en Cangas de Tineo, hoy Cangas del Narcea. La documentación romana nos lo confir­ ma, así como nos ofrece la fecha exacta: 1571. Enseñó (nos lo dice el autor en el Cisne de Apolo) latinidad en su «patria ingrata», es decir, Cangas de Tineo. Por la aprobación y tasa de la misma obra sabemos, con seguridad, que era párroco de Villarrodrigo, provin­ cia de León, arciprestazgo de Ordás, entonces diócesis de Oviedo, entre 1600 y 1602. Hay que suponer que lo sería en los años inme­ diatos a estas fechas. Hay que suponer también que no mucho más tarde de 1602 se trasladaría a Oviedo puesto que, con toda seguri­ dad, sabemos que era rector del Colegio de San Gregorio en 1613. La Universidad de Oviedo, de la que Carvallo era profesor, se fun­ dó en 1608. Pero nunca fue canónigo y archivero de la Catedral como se creía hasta hace poco (3). Desaparece de la vida pública en 1616, al ingresar en la Compañía en Monforte de Lemos (pro­ vincia de Lugo). Después pasa a los colegios de Monterrey (pro­ vincia de Orense) (1618-19) y Logroño (1619-1622). Y emerge en Segovia hacia 1622, donde permanece, por lo menos, hasta 1628. Pa­ sa después a Villagarcía de Campos (provincia de Valladolid), donde muere en 1635 (4). (3) No existe documentación sobre Carvallo previa a su entrada en la Compa­ ñía. En Cangas del Narcea he rebuscado en la parroquia, pero no se conserva na­ da. Tampoco queda ningún testimonio documental de su paso por Villarrodrigo en León. Nada se conserva asimismo en el archivo diocesano de León. Tampoco en el archivo diocesano de Oviedo, que fue destruido por las llamas. La misma suerte corrió el archivo universitario de Oviedo, donde Carvallo había sido pro­ fesor. ¿Es posible que no exista ninguna huella documental del paso de Carvallo por Oviedo? Me resisto a creerlo. (4) En mi estancia en Villagarcía de Campos no encontré nada relativo a Car­ vallo. Tampoco tuve suerte en mis rebuscas en el Archivo Histórico Nacional de Madrid, ni en los fondos jesuíticos de la Academia de Historia de la misma capi­

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En este trabajo de hoy me limito a la época segoviana, que es, además, la más importante de su periplo jesuítico. Estuvo a pun­ to, en este momento, de convertirse en un historiador famoso, pe­ ro fracasó totalmente y siguió en la más completa oscuridad. Me baso en dos avenidas informativas. Por una parte los catálogos trienales, públicos y secretos, que los superiores de una comuni­ dad o colegio (que funcionaba como una comunidad) enviaban al padre general en Roma cada tres años. En el catálogo público se indica el nombre de los componentes de una comunidad o colegio. Carvallo aparece en los catálogos públicos de Segovia de 1625 y 1628 (ARSI. Cast. 15, fols. 417r-472r y fols. 560r-561r, respectiva­ mente) (5). En Ellos se indican muchos datos personales de todos los individuos: lugar de nacimiento y diócesis a que pertenecía, edad, salud, años en la Compañía, ministerios ejercidos y que ejer­ ce, estudios realizados en la Compañía, títulos académicos si los tienen (que son pocos) y cuáles han sido los últimos votos y fecha de los mismos. Los catálogos secretos sólo contienen un breve in­ forme sobre las cualidades y defectos de cada sujeto. Son una fuen­ te extraordinaria para conocer el carácter de muchos escritores. ¡Ojalá tuviéramos informes parecidos sobre Cervantes, Lope de Vega, Calderón...! Sí los tenemos sobre Gracián y, en general, so­ bre cualquier escritor o intelectual que haya sido jesuita. Otra avenida informativa importante son los gruesos volúme­ nes de cartas del padre general, en este caso Mucio Vitelleschi, el sexto general, como ya he indicado, que escribe muchas cartas a provinciales, superiores, súbditos y personajes de relieve, a me­ nudo contestando a cartas anteriores cuyo contenido puede dedu­ cirse por las citadas contestaciones. Es mucho el epistolario de es­ tos años que tiene que ver con el colegio de Segovia y las pocas cartas personales que recibió Carvallo de su general pertenecen también a este período segoviano. Estas epístolas arrojan mucha luz sobre la vida interna del colegio de Segovia, sobre los proble­ mas o idiosincrasia de muchos individuos. Son, a veces, como un tal, ni en mis visitas a los archivos jesuíticos de Alcalá de Henares y del santuario de Loyola en Guipúzcoa. (5) La sigla ARSI es la que indica Archivum Romanum Societatis Iesu. Se abre­ viará Cast. por Castilla, es decir, la antigua provincia jesuítica de Castilla, que incluía varias regiones geográficas, como León, Asturias, Galicia y Castilla la Vieja. Toledo será la sigla para indicar la antigua provincia jesuítica de Toledo, que in­ cluía, entre otros sitios, Castilla la Nueva y por tanto la capital Madrd. Otras abre­ viaciones usadas en este trabajo son Epist. Gen. por Epistolae Generalium. Ade­ más del título del volumen indico el número de dicho volumen y la foliación que nos atañe.

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microcosmos de la historia de España vivida en una ciudad espa­ ñola por un grupo de dedicados religiosos. En el caso de Francis­ co Pimentel, el bondadoso superior de Carvallo, iluminan deta­ lles de la vida de un noble importante que recibe un trato espe­ cial por parte del padre general, a pesar de sus estrictas normas oficiales, promulgadas por él mismo, de que los nobles debían ser tratados en la Compañía como los demás. No he encontrado de mo­ mento (y no tienen mucha importancia cuando existen) las cartas anuas relativas al colegio de Segovia en estos años. Las cartas anuas eran breves informes, en principio anuales, que anotan las actividades de carácter general. Tienen un carácter triunfalista y piadoso, rayano a veces en la milagrería. He estudiado, copiado y a menudo fotocopiado gran parte de los materiales usados en este trabajo en dos breves períodos de investigación en Roma, en la primavera de 1982 y en el verano de 1983. En marzo de 1989, en mi tercera visita a los archivos de la curia generalicia de la Compañía en Roma, revisé de nuevo todos estos materiales y recogí muchos más datos, más concretos o cir­ cunstanciales, relativos a los superiores o compañeros de Carva­ llo en el colegio de Segovia. He tenido muy en mente para la in­ terpretación histórica e ideológica de estos datos el panorama ge­ neral sobre la Compañía en España en los siglos XV I y XVII de Astrain y un modélico trabajo del padre Batllori sobre Gracián (6). Carvallo vivió, pues, la penúltima etapa de su vida, la más ma­ dura, en Segovia. Allí, además, ocurren los hechos intelectuales más importantes, y frustrados, de su vida jesuítica, como tendre­ mos ocasión de observar. En su período anterior, en Logroño, el superior, el cordobés Fernando de Torquemada, había expuesto en el catálogo secreto este hiperbólico juicio sobre Carvallo: «Tiene buen ingenio, buen juicio, complexión sanguina, eminencia en le­ tras humanas, y en enseñarlas» (ARSI, Cast. 15, II, fol. 42Ir).

(6) Antonio A s t r a i n , Historia de la Compañía... Cuando me refiera a esta obra (7 vols. 1912-25) citaré por Astrain y el volumen y página correspondiente. En el archivo de la provincia jesuítica de Toledo, en Alcalá de Henares, se encuentran las fichas que utilizó Astrain para preparar su monumental obra. No encontré na­ da significativo sobre el colegio de Segovia; Miguel B a t l l o r i , «La vida alternan­ te de Baltasar Gracián con nuevos autógrafos». Archivum Historicum Societatis Iesu. 18, fase. 35 (1949): 3-84. Este trabajo se incluyó en su libro posterior Gracián y el Barroco (Roma, 1958).

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EN TORNO A LA FUNDACION E HISTORIA DEL COLEGIO DE LA COMPAÑIA EN SEGOVIA Sobre la fundación del colegio de Segovia se conocen muchos datos gracias, sobre todo, al manuscrito inédito Los colegios de Castilla que escribió el padre Luis de Valdivia (7), a base de in­ formes y recuerdos de testimonios recientes a la época de Valdi­ via. Lo escribió hacia el final de su vida. Murió en 1644. De Valdi­ via copio, modernizando la ortografía, el primer párrafo de su ca­ pítulo relativo a Segovia: «En el año de 1559 a 20 de febrero entró la compañía en esta ciu­ dad de Segovia gobernando la Iglesia Paulo IV y a España Felipe II y este obispado don Francisco de Sta. María, fraile de S. Jeróni­ mo, meritísimo prelado de él. Los primeros de la Compañía que a ella vinieron fueron el P. Hernando de Solier, el P. Juan Orio, P. Mosén García y los Hermanos Francisco de Arana, Martín de Arratia y Joseph de Acosta. Enviólos el P. S. Francisco de Borja [1510-1572] siendo comisario general de la Compañía en España y el P. Antonio de Araoz provincial de Castilla a fin de que se fun­ dase colegio en esta ciudad por ser de los principales de Castilla la Vieja...» (fol. 179r). Recordemos que la Compañía fue fundada en 1540. Se nos dice que muchos segovianos conocieron a San Ignacio en Roma, como don Hernando de Solier, arcipreste y canónigo de la catedral y her­ mano de uno de los primeros jesuitas que fueron a Segovia. Este canónigo fue el verdadero patrocinador de la fundación segoviana. El mismo San Ignacio había estado y vivido en la ciudad. Se comenzaron los estudios de humanidades en 1559. Este mismo año visitó el colegio y predicó Francisco de Borja, beatificado en 1624, en el momento en que Carvallo estaba en Segovia y era su obispo Melchor de Moscoso, un bisnieto de San Francisco de Borja. En 1565 fue electo general —era el tercero— de la Compañía Francis­ co de Borja, a quien Valdivia siempre ya le da el título de santo (7) Vi el manuscrito original autógrafo en Roma, donde estaba depositado tem­ poralmente, procedente de la provincia de Toledo. Para más comodidad utilicé una copia a máquina también presente en Roma, de donde reproduzco ahora al­ gunos párrafos representativos, modernizando la ortografía. En el santuario de Loyola existe otra copia a mano del manuscrito original. Existen copias en otros archivos jesuíticos españoles. Sobre el colegio de Segovia se encontrará alguna información en Astrain, 2, págs. 49-51. También se refiere brevemente a la funda­ ción de este colegio jesuítico Diego Colmenares en Historia de la insigne ciudad de Segovia y compendio de las historias de Castilla. Cito por la moderna edición de la Academia de Historia y Arte de San Quirce (Segovia, 1970), 258-9.

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(puesto que su beatificación fue en 1624, fecha anterior a la redac­ ción de Valdivia. Fue canonizado en 1671). En 1567 se pusieron es­ tudios de humanidades. En «1570 vacando la cátedra de gramáti­ ca en esta ciudad se trató de parte del colegio que no se proveyese por el daño grande que nuestros estudios reciben de que haya jun­ tamente otro estudio con el nuestro. La ciudad no vino en ello an­ tes proveyó la cátedra...». Y San Francisco de Borja ordenó en 1570 que se quitaran los estudios de gramática, que se restituyeron en 1571, al cambiar de actitud el Ayuntamiento de la ciudad. Y en 1571, por San Lucas (fol. 182v), se da nuevo principio a los estu­ dios de letras con una oración que hizo en la iglesia el padre Gas­ par Sánchez. En 1572, octubre, muere Francisco de Borja. en 1573 es electo cuarto general el padre Everardo Mercurian, flamenco. En 1575 púsose estudio de teología con dos maestros y diez estu­ diantes. En 1576, día de San Marcos evangelista, se representó en la iglesia de la comunidad una comedia que hizo el padre Gaspar Sánchez «de mucha erudición sobre la veneración de la religión y santos tocando a este propósito historia y doctrina de gran con­ suelo y provecho...». En 1581 fue elegido general el padre Claudio Aquaviva. Encuentro una noticia interesante relativa a Juan de Horozco y Covarrubias, admirado emblemista autor de Emblemas mora­ les (Segovia, 1589), a quien debe mucho Carvallo en su libro Cis­ ne de Apolo: «El día siguiente a 2 de julio se publicaron las indul­ gencias de la congregación de la Anunciata día de la Visitación de Nuestra Señora con misa y sermón. La misa dijo el señor Arce­ diano de Cuéllar, Don Juan de Orozco, Io prefecto de esta congre­ gación y a la tarde los estudiantes hicieron una representación de Nuestra Señora». Las noticias del padre Valdivia llegan hasta 1583. Y aquí he reproducido simplemente algunos hitos históri­ cos importantes. EL COLEGIO SEGOVIANO Y CARVALLO EN EL TRIENIO 1622-1625. UN MISTERIO DESVELADO Me he detenido en extractar y citar exactamente algunos da­ tos de los que ofrece Valdivia (datos que, por desgracia, perma­ necen inéditos en el manuscrito de Valdivia, aunque algunos son ya bastante conocidos) porque a través de ellos puede verse el pa­ sado glorioso de este colegio segoviano y la importancia de esta ciudad para la Compañía, «por ser una de las principales de Cas­ tilla la Vieja», como hemos visto. Cuando Carvallo llegaría a Se-

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govia en 1622, recordemos que hace ya un año que gobierna Feli­ pe IV, que entonces cuenta 17 años. Y como Valdivia sólo alcanza hasta 1583, los datos de hoy no sólo nos encuadran a Carvallo en el período jesuítico más importante de su vida, sino que ayudan a conocer la vida del colegio desde 1622 hasta 1628. Además, de pasada, señalaré otros datos segovianos que rebasan estas fechas, siempre que ayuden a explicar la historia de los años que me in­ teresan. De Segovia pasaría Carvallo a León porque a través de una car­ ta que le envía el general Vitelleschi, dirigida a León el 11 de ju­ nio de 1623 (ARSI, Cast. 9, Epist. Gen. 1622-1630, fol. 60v), se acu­ sa recibo de otra de Carvallo del 30 de marzo. Esta carta del gene­ ral, que publico ahora por primera vez, como todos los documentos transcritos en la sección de apéndices, es de suma importancia. Es la primera carta directa del general a Carvallo que he encon­ trado en Roma. Y sólo existe otra de 1625 dirigida a Segovia, co­ mo veremos. Pero lo importante en este caso es el contenido, por­ que inicia una pista que acabará por desvelar el gran misterio que existía sobre la no publicación del famoso libro sobre Asturias. Escribe Vitelleschi: «Regebi la de VR de 30 de margo, en que me dige como por orden del Pe Prov?1va acabando la historia Ecclesiastica de las antigüedades y cosas memorables del Principado de Asturias». Le añade que cuando la haya acabado se la entre­ gue al provincial para que sea examinada y entonces él [Vitelles­ chi] resolverá lo que se ha de hacer. Gracias a esta carta nos ente­ ramos de esta estancia de Carvallo en León. El nombre de Carva­ llo no figura en Roma entre los datos que existen sobre León y no aparece Carvallo en los catálogos trienales de este colegio en estos años. Es obvio, pues, que Carvallo está destinado a Segovia y que su estancia en León es temporal, de algunos meses, y está motivada por sus investigaciones sobre el libro que está prepa­ rando para su publicación. Otro dato importante que emerge aquí es que el proyecto se debía a iniciativa del provincial, es decir, que Carvallo, en efecto, lo hace por obediencia. Supongo que le habrán influido al provincial en sus recomendaciones del proyec­ to el padre Francisco Pimentel, el nuevo superior de Carvallo en Segovia desde 1622,,ya que conocería las altas cualidades intelec­ tuales de Carvallo, porque a su ilustre hermano Enrique Pimen­ tel se le había dedicado en 1602 el Cisne de Apolo. Francisco Pi­ mentel tenía mucho de asturianismo en común con Carvallo ya qué Benavente (provincia de Zamora), el feudo familiar donde ha­ bía nacido, pertenecía a la diócesis de Oviedo. Además su madre,

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la segunda esposa del octavo conde de Benavente, era de ilustre prosapia asturiana, la familia Vigil de Quiñones, conde de Luna, que ostentaban la merindad de Asturias. Es posible que también el reciente superior de Carvallo, Fernando Torquemada, que ha sido ahora trasladado a Segovia con Carvallo y de quien tiene una opinión tan superlativa como hemos visto en su informe secreto, haya influido también en el provincial de alguna manera, aunque sea a través del mismo Pimentel. Es curioso observar el error de Vitelleschi que, a juzgar por el título erróneo que da a la obra de Carvallo, cree que es una obra de historia eclesiástica. Hay que subrayar los recelos del padre geheral ante la impresión de libros por parte de sus súbditos. En Roma hay multitud de cartas, no aprovechadas todavía, que iluminan la constante fricción que exis­ te entre los jesuitas que intentan publicar libros y sus superiores. En una carta del 11 de marzo de 1624, ésta conocida porque la publicó Uriarte (8), Vitelleschi escribe de nuevo al provincial Mel­ chor de Pedrosa (ARSI, Cast. 9, Epist. Gen. 1622-1630, fol. 114v). De nuevo, está preocupado por el libro de Carvallo: «Holgarame que VR vbiera puesto medios efficaces en orden a que el Sor Inqui­ sidor General tuviese por bien, que se acabara de reveer el libro del Pe Carballo, cerca de los linages y antigüedades de Asturias». Tiene miedo que haya alguna cosa objetable por lo que sufriría des­ pués la Compañía aunque el libro se imprimirá en nombre de un sobrino suyo «luego se sabrá quien es su autor; y el descuydo, o, falta que el ubiese tenido la pagaremos todos» (he subrayado esta importante frase que omitió Uriarte). Añade: «Para prevenir lo que en esto se puede temer escribo al P* Florencia, qué hable por el Sor Inquisidor General y le suplique, que de licencia para que el dicho libro se revea bien antes de imprimirlo. V.R. de su parte ayude a ello en quanto pudiese» (he subrayado esta otra frase omitida tam­ bién por Uriarte). De esta carta se desvelan varias cosas. Notemos en primer lugar que aquí de nuevo Vitelleschi da un título erró­ neo, al incluir la palabra «linajes», verdadero lapsus subconscien­ te, que muestra la preocupación del padre general. En el libro, Car­ vallo se ocupa a menudo de linajes (9), y éste era un tema que preo­ (8) J. Eugenio de U r i a r t e , Catálogo razonado de obras anónimas y seudóni­ mas de autores de la Compañía pertenecientes a la antigua asistencia de España. 2 (Madrid: Rivadeneyra, 1904), 509. (9) En varios repertorios bibliográficos se le atribuyen a Carvallo diversas mo­ nografías genealógicas inéditas. Se trata de una afición de Carvallo que se refleja en el libro sobre Asturias y que, a la postre, le traerá como triste consecuencia la prohibición del libro, como veremos. Existen varios manuscritos inéditos de carácter genealógico de los que tiene reproducciones el padre José María Patac

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cupaba a la Compañía por los conflictos que pudiese originar con las mejores casas nobiliarias de España. Puesto que el libro ya es­ tá en manos del inquisidor, está terminado y Carvallo habrá re­ gresado a Segovia. Es raro que el original haya ido directamente al inquisidor general que entonces era el dominico Luis de Aliaga y que no hubiese pasado antes por los censores de la Compañía co­ mo le había Vitelleschi instruido sobre su ejecución a Pedrosa en la otra carta mencionada. La persona que oficialmente debía re­ presentar los intereses de la Compañía con el inquisidor era el fa­ mosísimo padre Jerónimo Florencia (10), predicador real, y, por en Gijón, y que me mostró generosamente. Pude ver uno procedente del archivo Vega del Sella (Genealogía de los Caballeros del apellido de los duques Sres. de Estrada...) y tres procedentes del archivo Revillagigedo (uno sobre la casa de Omaña, otro sobre la casa de Llano y otro sobre los hermanos Pérez Quiñones). (10) Es curioso encontrar al famosísimo padre Florencia (Alcalá, 1565-Madrid, 1633) asociado a un aspecto de la vida de Carvallo. El padre Florencia fue un per­ sonaje de campanillas en la corte de Felipe III y Felipe IV. Fue profesor del Cole­ gio Imperial, predicador real, confesor de los infantes y depositario de los últi­ mos momentos de Felipe III, a quien asistió a bien morir. Aparece citadísimo en las obras literarias de la Edad de Oro y bien merecería una monografía. Góngora, por ejemplo, se refiere a él en dos cartas, una de 27 de abril de 1621 con motivo de una junta de conciencia sobre la reformación de vicios, cohechos y abusos, en la que formaban parte el presidente de Castilla y el padre Florencia, entre otros personajes. La otra carta es de 20 de julio de 1621 en que alude a la sentencia de Rodrigo Calderón y a quien el padre Florencia se excusó de asistir en una consul­ ta «de cosas de conciencia». Ambas alusiones en Luis de Góngora y Argote, Obras completas, ed. J. e I. Millé y Giménez (6.a ed. Madrid: Aguilar, 1966), 982 y 993. Al mismo Góngora se le atribuye un abusivo soneto contra el padre Florencia (ed. J. e I. Millé, págs. 550-1) y en la ed. de Biruté Ciplijauskaité de Luis de Góngora, Sonetos (Madison: Hispanic Seminary of Medieval Studies, 1981), 556-8, con inte­ resantes notas. Lope de Vega en carta de 19 de noviembre de 1611 al duque de Sessa, alude a las pompas fúnebres de la reina Margarita y parece sarcástico, por el contexto general, respecto al padre Florencia: «No he tenido nuevas del sermón de Florencia; debe de ser que después de las tres misas de tres cardenales se de­ bieron de dormir aquellos venerables viejos», Lope de Vega, Cartas, ed. Nicolás Marín (Madrid: Castalia, 1985), 104. Este sermón y varios otros de Florencia se en­ contrarán señalados en José Simón Díaz, Jesuítas de los siglos X V I y X V II: Es­ critos localizados (Madrid: Fundación Universitaria Española, 1975), 26. Lope de Vega, sin embargo, muestra amistad y admiración por el padre Florencia en va­ rias ocasiones. También se refiere Quevedo al padre Florencia, y en este caso muy elogiosamente; véase Ignacio Elizalde, San Ignacio y la literatura (Madrid: Fun­ dación Universitaria Española, 1983), 283. De todas maneras la necrología jesuíti­ ca de 1633 lo pone por las nubes. Se encontrará reproducida en Fidel Fita y C olo­ m é, Galería de jesuítas ilustres (Madrid, 1880), 65-92. Sin embargo, Astrain, 5, pág. 216, documenta, con datos, una visión muy negativa. A los datos aludidos por As­ train puedo añadir una carta de 11 de marzo de 1624 de Vitelleschi al padre Flo­ rencia (ARSI, Toledo 81, Epist. Gen. 1621-1628, fol. 215v) en que no accede a su pe­ tición de que se ponga en el epitafio de sus padres el título del padre Florencia

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tanto, amigo personal del inquisidor »Aliaga y calificador él mis­ mo de la inquisición, como tantos otros jesuítas. El hecho es que encontré en Roma las cartas al padre Florencia y al provincial de Toledo que explican el triste desenlace de este asunto. Veamos cómo marchan las gestiones con el padre Florencia, que vive en Madrid, y por tanto pertenece a la provincia jesuítica de Toledo. En efecto, en el epistolario de esta provincia (ARSI, Tole­ do 8n, Epist. Gen. 1621-1628), en el once de marzo de 1624 (la mis­ ma fecha de la carta que acabo de mencionar a Pedrosa, es decir, la fecha en que el correo ordinario se llevaba toda la corresponden­ cia para España, que tomaba varias semanas en llegar), fol. 216r, encuentro una carta de Vitelleschi en la cual, entre otros asuntos, le habla del libro de Carvallo, «...el qual se estaba revisando por ver si avia en el cosa en que poder reparar; pero el Sor Inquisidor General a dado tanta priesa, que no a dado lugar para que se aca­ be de reveer, y asi a obligado al I*5Proval de Castilla a que se le embie luego...» «Deseo mucho que VR hable a su Illustrisma, y le suplique de licencia que el libro se revea primero...». Esta carta es muy importante porque ahora se explica por qué el libro de Car­ vallo no tuvo tiempo de pasar por la censura interna de la Compa­ ñía. Nos enteramos que obedece a un interés personal del inquisi­ dor general el dominico Luis de Aliaga, que había sido el confesor de Felipe III y que evidentemente debió recibir presiones de per­ sonajes importantes fuera de la Compañía. ¿Sería aventurado pen­ sar en la influencia ejercida por la familia de los condes de Benavente, concretamente por don Enrique Pimentel (11), a quien se ha­ bía dedicado el Cisne de Apolo en 1602, como ya he recordado, y que ahora es un personaje importante, consejero del Supremo de la Inquisición? Además Francisco de Pimentel, hermano de Enride calificador de la Inquisición «porque en toda Hispania y fuera de ella saben que VR lo es [Calificador de la Inquisición] y esta memoria se conservara por mu­ chos años, y despues quedara escrita en la historia de la Comp.a como se ponen otras cosas tocantes a sujetos de quienes en ellas se trata. Prometome de la gran religión de VR que dispondrá a sus Hermanas para que tengan a bien que se dexe de poner el dicho titulo, bastara decir que sus Pes de VR tuvieron tres hijos en la Comp.a». (11) Don Enrique Pimentel, hijo del octavo conde de Benavente, fue uno de los prelados más importantes de España en el siglo XVII. Fue obispo de Valladolid y Cuenca. Al final de su vida fue del Consejo de Estado de Felipe IV y presi­ dente del Supremo de Aragón. Se le ofreció en 1643 el arzobispado de Sevilla que él rechazó con gran modestia. Se puede leer la carta que escribió a Felipe IV el 14 de febrero de 1643, publicada en Memorial Histórico Español, vol. 17 (Madrid: Real Academia de la Historia, 1861), págs. 13-16.

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que y superior de Carvallo en Segovia, hacia 1622 debía ser tam­ bién calificador de la Inquisición, a juzgar por una carta de Vitelleschi que presentaré más adelante al hablar de Pimentel. Lo cierto es que esta carta del general al padre Florencia surte su efecto, co­ mo veremos. Pocos meses después, en el mismo volumen de correspondencia de la provincia jesuítica de Toledo (fol. 249r), encuentro otra carta dirigida al padre Florencia, en Madrid: «Huelgome mucho que el Sor Inquisidor General aya dado el libro que a compuesto el Pe Carvallo de los linages y antigüedades del Principado de Asturias para que se revea bien. VR diga de mi parte al Pe Proval que en­ cargue a los censores que lo revean con cuydado; porque es cosa difficultosa escribir historia de linages sin decir cosa que ofenda a alguno». He subrayado una frase contundente que refleja la ver­ dadera procupación por el tema de los linajes. El padre general se ha salido con la suya. El libro está en manos de los censores jesuí­ tas. Y se aproxima un fatal desenlace. En el mismo volumen de cartas (fol. 312v) hay una carta del 14 de abril de 1625 de Vitelleschi al provincial de la provincia de Toledo, Luis de la Palma (12), que reside en Madrid: «He visto la censura de los que revieron el libro del Pe Alonso de Carvallo, y me parece que no se imprima, si el Sor Inquisidor General hiciere mucha instancia porque salga a luz, y no pudiéremos escusamos con su Illustriss8, VR de traga, que se imprima en nombre de algún seglar sin que se entienda ser persona de la Compa». Hay una carta parecida del mismo año y fe­ cha en el citado volumen de Epistolae Generalium de Castilla, es­ ta carta dirigida al provincial de Castilla (fol. 182r). Tenemos el misterio aclarado de por qué no se publicó el importante libro de Carvallo: tuvo una censura interna negativa y prohibió su publi­ cación el padre general. Se ha perdido esta censura: al menos no se encuentra en Roma. Es interesante notar que el inquisidor gene­ ral tenía un particular interés en que se publicase el libro, y el pa­ dre general anticipa estas presiones. De todas maneras desde 1626 el nuevo inquisidor general es el cardenal Zapata. El libro de Car­ vallo se publicará, por fin, en 1695, es decir, sesenta años después de su muerte, siendo inquisidor general (1694-1699) otro dominico, Jaime Tomás de Rocaberti, y obviamente con muchas modificacio­ nes. Sólo basta comparar el manuscrito de la Academia de la His­ (12) Se trata del famoso escritor ascético Luis de la Palma (Toledo, 1560-Madrid, 1641), dos veces provincial de la provincia de Toledo. Véase, por ejemplo, José de G u i b e r t , J. I ., La espiritualidad de la Compañía de Jesús (Santander: Sal Terrae, 1955), 226-27.

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toria y la versión de 1695 para notar grandísimas diferencias. Y no tenemos la más remota idea de cómo sería el original que vie­ ron los censores entonces. Carvallo está entretanto en Segovia, supongo que esperando ver en qué parará lo de la publicación de su libro. De todas mane­ ras estos contactos con el padre general y esta actividad intelec­ tual debieron estimularle para otro proyecto. Por una carta de Vitelleschi a Carvallo, del 11 de febrero de 1625 (ARSI, Cast. 9, Epist. Gen., fol. 172v), dirigida a Segovia sabemos de otro interesante proyecto, desconocido totalmente hasta ahora. Dice Vitelleschi: «Bien a hecho VR en remitirme con la del 4 de diciembre [por tan­ to 1624] un memorial de los puntos tocantes a los estudios de la­ tín de esa Prova. Yo los he visto y se encargaran a quien los a de remediar. Agradesco mucho a VR el zelo que tiene de que se alien­ ten mas estos estudios y se tenga mucho cuydado de poner en ellos Maestros, que tengan la sufficiencia que se requiere; para que asi salgan los estudiantes bien aprovechados». Dentro de unos meses recibiría Carvallo, a juzgar por la otra carta citada de Vitelleschi (de abril) a los dos provinciales, noticia de la prohibición de su libro. ¿Qué ha pasado con este memorial que sería interesantísi­ mo para ver una crítica profunda de un tan buen conocedor de los estudios de latinidad en la provincia jesuítica de Castilla? (13). Probablemente no pasó absolutamente nada porque no he encon­ trado mención de este memorial en ninguna parte. Y lo triste es que se ha perdido irremediablemente. No está en Roma. Aparece Carvallo en el catálogo trienal de Segovia de 1625 (ARSI, Cat. Trien. Prov. Cast. 1619-1628/33, fols. 471r-472r). Allí se indica que tiene 54 años de edad y que ejerce ministerio sólo como lector de gramática y confesor. La salud es normal. Lleva 9 años en la Compañía. Ya sabemos, con seguridad, por la carta que le remitió el padre general a Segovia en 1625 que en diciem­ bre de 1624 estaba en esta ciudad, porque allí la dirige el general. Ya he indicado que lo probable es que estuviese desde algo des­ pués de 1622 (en que aparece en el catálogo de Logroño) ya que (13) Ya el padre Juan de Mariana en De las cosas de la Compañía se había que­ jado de las deficiencias que observaba en el estudio del latín en los colegios jesuí­ ticos (véase la ed. de BAE, Obras, vol. 31 pág. 601) «entre los nuestros apenas hay quien sepa de esta [estudios de gramática] y ... apenas hay en España quien sepa cuatro palabras de latín». Precisamente el general Vitelleschi enumera «el decai­ miento de los estudios de latín, en que reparaban bastante los de fuera» (Astrain, 5, pág. 5), entre las faltas que nota en la Compañía escribiendo en carta del 3 de junio de 1624 al provincial de Toledo.

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cada trienio podía producirse un cambio de destino. Segovia es muy importante en la vida jesuítica de Carvallo, ya que en esta ciudad emite los tres votos (castidad, pobreza y obediencia) que le vinculan definitivamente a la Compañía de Jesús. Con los tres votos pronunciados se pasa a coadjutor espiritual, y así consta en este catálogo trienal (fol. 47lv). Además se indica la fecha del 15 de agosto de 1624, día de la Asunción de la Virgen. Otro dato más, pues, confirma, con seguridad, que está en Segovia en 1624. En mi última estancia en Roma de marzo de 1989 pude descubrir otro documento importante: la aprobación de estos votos fue otorga­ da en Roma el 6 de mayo de 1624. Aparece en un tomo de Hispaniae Epistolae de Promovendos (1601-1684). Se lee en fol. 16r, ba­ jo «Promovendos de la Prova de Castilla»: «Los Pes Luis de Car­ vallo, Pedro de Iriarte, Philipe de Sotillo, Christoval López y Hernando de Castañeda formentur statim». No se encuentra ya en Roma la fórmula autógrafa de estos votos que se enviaba a la curia generalicia. Notemos que sólo 5 individuos en toda la pro­ vincia de Castilla emitieron los votos aquel día, y sólo otro, Soti­ llo, era del colegio de Segovia. A través de este catálogo trienal público y su correspondiente catálogo secreto, a más de las cartas del padre general podemos obtener curiosos y concretos detalles sobre los pobladores del co­ legio en este período de 1622 a 1625. El colegio consta de 13 pa­ dres, la mayoría de ellos profesos, es decir, que han emitido los 4 votos (además de los tres citados, uno de obediencia al Papa) y que los constituye en una clase escogida dentro de la Compañía. Carvallo nunca llegó a ser profeso. Su falta de estudios formales de filosofía y teología dentro de la Compañía debió ser un consi­ derable obstáculo para llegar a ser profeso. No olvidemos que in­ gresó a los 45 años en la Compañía. Veamos quiénes son los compañeros y colegas de Carvallo, di­ go colegas ya que la mayoría se dedican a la enseñanza, que a ve­ ces alternan con otros ministerios. El superior es Francisco Pimentel (1588-1648), hijo del conde de Benavente, y a él dedicaré espe­ cial énfasis gracias a la copiosa documentación que encontré en Roma. Avancemos ahora que Pimentel tiene 40 años, lleva ya 19 años en la Compañía, es lector de filosofía y teología escolástica. Tiene el título de bachiller en filosofía. Es profeso desde 1617. Por otros datos sé que muere en Madrid en 1648. Otro padre es el jo­ ven Francisco Vergara, de Pamplona, de 29 años. Es lector de gra­ mática y confesor (ambos ministerios son también los de Carva­ llo) y además, predicador. Lleva 13 años en la Campañía. Carva-

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lio sólo nueve. Otro compañero de Carvallo es el segoviano Paulo Maldonado, de 72 años de edad, de mala salud, con 49 años en la Compañía, que ejerce ahora ministerios generales y es confesor. Tiene un bachillerato en filosofía. En el catálogo secreto Pimentel lo describe como melancólico y en una carta de 1625 al general se queja de que «no quiere rezar» (fol. 128v). Sin embargo este Maldonado debía tener buenas relaciones con Pimentel porque en 1624, junto a otros cinco padres (¿estaría Carvallo entre ellos?), propone directamente al general que renueve a Pimentel como su­ perior para otro trienio (ARSI, Cast. 9, fol. 138r). Ya veremos que no lo consiguió. Está ahora también en Segovia Femando de Torquemada, el que fue superior de Carvallo en Logroño y plasmó un juicio tan hiperbólico sobre nuestro autor («Eminencia en le­ tras humanas»). Torquemada (14) y Carvallo pasan, pues, juntos de Logroño a Segovia. Acaso fue el cordobés Torquemada, con su estupendo informe, quien precisamente motivase el ascenso que suponía enseñar en un colegio de la categoría de Segovia. Supon\ go que también el nuevo superior Pimentel, que debía conocer a Carvallo por sus vínculos de diócesis y las conocidas relaciones de Carvallo con miembros de su familia, pudo haber solicitado la presencia en Segovia de tan eminente profesor, a quien después estimularía, supongo, a publicar su importante e inédito libro so­ bre Asturias, como ya he indicado. Torquemada tiene 56 años de edad, es decir, 2 años más que Carvallo. Lleva 39 años en la Com­ pañía. En este momento Torquemada sólo aparece como confesor. Otro sacerdote de edad parecida, 57 años, es el peruano Lope de Hondegardo, de mala salud, y que como Carvallo es «Lector Latinitatis». Lleva 47 años en la Compañía. Es un personaje muy con­ flictivo. Pimentel, en el catálogo secreto, da un negativo informe: «Ingenium bonum habet, sed non iudicium nec prudentiam; naturalis complexio est valde cholerica, gubenavit sed non cum applausu». El padre general en 1624 (ARSI, Cast. 9, fol. 165r) no le dio permiso para confesar monjas. En una ocasión, en 1625, el padre general recrimina a Hondegardo porque procuraba un hábito de Santiago para un sobrino suyo, y le recuerda que un jesuita no debe perder el tiempo en estas vanidades mundanas. Hondegar­ do escribe varias cartas al general quejándose y delatando a Pi­ mentel, a juzgar por las contestaciones del general (ARSI, Cast. (14) Una carta de Vitelleschi al provincial de Castilla de 16 de mayo de 1622 (ARSI, Cast. 8, Epist. Gen., fol. 356v) explica el motivo del cambio: «Pues el P. Her­ nando de Torquemada esta con tan corta salud, y el temple de Logroño le es contra­ ria a ella, necessario es aliviarle del officio de Ror y mudarle a otro Colegio».

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9, Epist. Gen., fol. 71v, fol. 137v). Una de ellas, en 1625, debió re­ vestir cierta gravedad porque se registra en un epistolario para casos reservados (Cast. Epist. General. Soli, 1602-1626, fol. 95v). El mismo Hondegardo se quejó porque la comunidad bebía nieve (15) y el padre general lo prohibió (ARSI, Cast. 9, fol. 197v). Ello fue ya con el nuevo superior Corral, el que sustituyó a Pimentel, como veremos. Uno de los personajes que llegaría a tener cierto relieve inte­ lectual era el sevillano Jerónimo de Guevara (1585-1649), de 38 años de edad, con 24 en la Compañía. Era lector de gramática como Car­ vallo, y además lector de teología moral y confesor. Era un nota­ ble predicador, del que se conserva alguna obra escrita. Hacia el final de su vida publicó Commentarius in Evangelium Mathei, Ma­ drid, Francisco Martínez, 1634-41, 3 volúmenes (16). El padre Gue­ vara llegó a Segovia en el mismo trienio que Carvallo, proceden­ te del colegio de Medina del Campo, del que hubo de salir por al­ gún conflicto surgido allí, a juzgar por varias cartas del padre general al provincial Diego de Sosa en 1621 (ARSI, Cast. 8, fols. 33 lv, 336v y 340v). Su situación en Segovia debió de estabilizar­ se. Pimentel ofrece un informe favorable. Y el mismo padre ge­ neral le escribe en 1624 una carta de consuelo (ARSI, Cast. 9, fol. 160r). Por otra carta del general de 9 de diciembre de 1624 (ibidem,

(15) Para un breve resumen de la importancia de la nieve en la vida española y su generalización en las bebidas véase José Deleito y Piñuela, Sólo Madrid es Corte (Madrid: Espasa-Calpe, 1942), 162-6. Con mucha extensión trata el tema Mi­ guel H errero García, La vida española en el siglo X V II (Madrid, 1933). Véase es­ pecíficamente el vol. I, págs. 147-76. Véanse también los interesantes documentos que publica como apéndices en las págs. 221-252. Este tomo I trata de las bebidas en general. Baste recordar ahora que se bebía nieve en muchas ciudades y que el que comercializó los pozos de nieve en Madrid fue el catalán Pablo Xarquíes, a principios del siglo XVII. Precisamente en la Universidad de Illinois se encuen­ tran unas redondillas, manuscrito inédito atribuido a Góngora dedicado a Pablo Xarquíes. A principios del siglo XVII los jesuítas estaban autorizados a beber con nieve a juzgar por lo que leemos en M. Herrero García: «... y este uso se reputaba tan saluble y admitido, que el Dr. Porres llega a decir: “ Y los padres de la Compa­ ñía de Jesús, donde tan en su punto está le religión, las letras, la virtud y sanidad, tienen licencia de su General para beber con nieve los veranos, en Murcia” », La vida española..., 151. (16) Guevara fue muy estimado en la Compañía. Leemos en Astrain, 5, pág. 207, en relación con una importante visita a Felipe IV para responder a una cam­ paña de infundios contra la Orden jesuíta: «Presentáronse a Su Majestad el P. Fran­ cisco Aguado, P. Robledillo, el P. Pimentel y el P. Guevara, que eran de los más respetables que por entonces residían en Madrid». J. S im ó n D í a z , Jesuítas de los siglos X V I y X V II..., pág. 112, enumera algunas obras de Guevara.

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fol. 165r) se le da permiso para tomar chocolate (17) los días que predica y en otra carta de 19 de enero de 1625 (fol. 17Ir) le da una licencia más amplia para que tome chocolate cuando lo precise. Por su carácter dócil, según informe de Pimentel, y por su relieve intelectual hay que imaginar que tendría buenos ratos de conver­ sación con su colega en la enseñanza de gramática, nuestro Car­ vallo. No emerge ya en el otro catálogo trienal de Segovia de 1628. Otro compañero de Carvallo es Pedro Navarro, de Calahorra, 42 años (29 en la Compañía), ejerce los ministerios sacerdotales, es predicador y confesor. Otro profesor del colegio es Vicente Cal­ derón de Saldaña (diócesis de León), de 48 años (24 en la Compa­ ñía). Enseña filosofía y teología moral y también gramática co­ mo Carvallo. Tiene un bachillerato en filosofía. Hemos encontra­ do ya, por tanto, a tres bachilleres en filosofía, título de gran distinción, que viven en este colegio de indudable prestigio y que contribuirían a la atmósfera intelectual que respiraría Carvallo en estos años segovianos. En seguida paso a hablar del único doctor, doctor en teología, que habita en este colegio. Me refiero al salmantino Ildefonso Valverde, de 49 años de edad (29 en la Compañía), lector de teología moral y popular predicador. Llegó a tener un gran ascendiente con el obispo de Segovia Melchor Moscoso, lo cual, además de su ge­ neral relajación en el cumplimiento de la disciplina interna, ori­ ginó muchos conflictos en este colegio, conflictos que afloran ya hacia el final del trienio de Pimentel, pero que se centran sobre todo en el otro trienio con el nuevo y poco ecuánime superior Co­ rral. Ya lo veremos. Ello debió ejercer una constante irritación en el humilde y disciplinado Carvallo. No he encontrado de mo­ mento ninguna publicación de hombre tan famoso y popular en los medios públicos de Segovia. Pimentel, en el catálogo secreto, da un buen informe, señalando, entre otras cosas, «habet naturalem complexionem bonam et docilem». Otros habitantes de este colegio son los jóvenes Juan Matienzo, de 32 años, logroñés, y el placentino Luis de Villalva, de 26 años (el más joven de la comu(17) El padre Vitelleschi prohibió tomar chocolate, como había prohibido tam­ bién «el lujo» de la nieve. En la carta al provincial de la provincia de Toledo cita­ da en la nota 13 de este trabajo en el punto 11 se especifica la prohibición de to­ mar chocolate. Hay abundantes referencias en el siglo XVII a su popularidad. Véa­ se, por ejemplo, José D e l e i t o y P i ñ u e l a , La mujer, la casa y la moda (en la España del rey poeta) (Madrid: Espasa-Calpe, 1966), 124-5. Se llegó incluso a publicar un curioso libro que he consultado en la Biblioteca Nacional de Madrid (R-6625), Question moral si el chocolate quebranta el ayuno eclesiástico (Madrid: Viuda de Juan González, 1636).

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nidad), y ambos enseñan gramática y son confesores. A pesar de la gran diferencia de edad respecto a Carvallo tenían mucho en común con nuestro asturiano. Es decir, enseñan gramática y son confesores, y ambos llevan pocos años en la Compañía. Otro pa­ dre de esta comunidad es el segoviano Felipe Sotiello, que emitió los tres votos con Carvallo, como hemos visto. Ejerce de procura­ dor de la comunidad. Hay además 7 hermanos legos. He ido indicando las distintas procedencias geográficas para resaltar la gran variedad de orígenes: dos segovianos, dos anda­ luces, un navarro, dos riojanos, un leonés, un salmantino, un placentino y un peruano. El único que pertenecía a la misma dióce­ sis de Carvallo, es decir Oviedo, era el dintinguido superior Fran­ cisco Pimentel, que había nacido, como ya he indicado, en su feudo condal de Benavente, provincia de Zamora. He aquí, pues, otro motivo que le haría compenetrarse bien con Carvallo, y acaso le distinguiría con su particular amistad, hecho éste de tener amis­ tades particulares dentro de la comunidad, que se le recrimina­ ría precisamente a Pimentel, como veremos. Estoy convencido, insisto, de la directa o indirecta intervención de F. Pimentel con el inquisidor general respecto a la publicación del libro de Car­ vallo sobre Asturias, ya que desde 1622 sería calificador de la In­ quisición. He aquí una importante carta de Vitelleschi al provin­ cial Pedrosa de 11 de julio de 1622: «Haviendo mostrado gusto el Sor Inquisidor General de que el Pe Franco Pimentel sea qualificador de la Suprema Inquisición, y aviendolo pedido el Sor Enri­ que Pimentel, muy justo es que vengamos en ello...» (ARSI, Cast., Epist. General, 1662-1630, fol. 5r). Abundan en este colegio, lo cual es bastante normal, los predi­ cadores: Pimentel, Vergara, Guevara, Navarro, Calderón, Valverde y Villalva. Los tres predicadores más destacados son Pimen­ tel, Guevara y Valverde. La salud de los componentes es muy bue­ na (sobre todo los jóvenes y Valverde) o normal (aquí se incluye Carvallo) o «flaca», este es el caso de Maldonado, que tiene ya 72 años, y Hondegardo. Hasta ahora he presentado un cuadro objetivo de las realida­ des de este colegio. Además he hecho calas en el catálogo secreto y en la correspondencia emanada del padre general Vitelleschi. Con estos hombres tan diversos vivió Carvallo en sus primeros años de estancia en Segovia (1622-1625), salvo un paréntesis de unos meses que pasó en León, como sabemos. Por supuesto que con algunos de estos jesuítas seguirá viviendo hasta 1628, en el período más conflictivo de este colegio bajo la arbitraria direc­

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ción del nuevo superior Francisco de Corral. Ya lo veremos. Pero esta época sería la mas feliz de Carvallo en la Compañía: se le pi­ dió que ultimase, para su publicación, un libro importante sobre Asturias y se le dio licencia para investigar en los archivos de León. En este período también se le debió encargar, o, al menos, respaldar y estimular en un proyecto de examen profundo sobre los estudios de latinidad en la provincia de Castilla. La prohibi­ ción de publicar su libro sobre Asturias y el hecho de que su me­ morial sobre el latín cayese en una vía muerta le debieron produ­ cir hacia 1625 una profunda desilusión. Ya no se conocen de él más actividades intelectuales de importancia. Siguió dedicándose a la oscura labor de la enseñanza y no volvió a publicar nada, ni tam­ poco se conservan manuscritos suyos del período jesuítico. FRANCISCO PIMENTEL, HIJO DEL CONDE DE BENAVENTE ¿Cómo es el superior de Carvallo, el padre Francisco Pimentel? Las abundantes cartas que (a/o sobre) él escribe el padre ge­ neral nos lo presentan como un hombre amable, de gran talento, y con buena voluntad par superar sus defectos. Ahora vamos a verlo. El padre provincial Pedrosa escribe sobre Pimentel en el catálogo secreto de 1625, ya referido, un informe en el que alude a su buen juicio, su ingenio y prudencia, sus cualidades para go­ bernar, habla de un «naturalis complexio suavis et docilis» y des­ taca su extraordinario talento en letras humanas y en la predica­ ción. Pimentel, por su parte, en este mismo catálogo secreto emi­ te un juicio positivo sobre Carvallo: «judicium bonum habet itidem et prudentiam necnon et complexionem naturalem, profecit in litteris humanis». Pimentel, a través de los buenos infor­ mes que da sobre sus súbditos, transparenta en efecto un carác­ ter dócil y suave, cualidades que él mismo destaca en muchos otros jesuítas. Si estos informes se corresponden con la verdad, como cabe suponer, hay que pensar que la convivencia humana sería muy placentera y de ella gozaría, pues, Carvallo en este período segoviano. Ya me he referido al buen nivel intelectual de los com­ ponentes, y conviene precisamente destacar sobre todos el de su superior Pimentel (18), que es un predicador real famoso. --------------------------- \

(18) Sobre este personaje, del que por desgracia no existe todavía ninguna mo­ nografía, conviene mencionar una curiosa noticia que aparece en Augustin et A l o y s d e B a c k e r , Bibliothèque de la Compagnie de Jésus, VI (Nouvelle Edition, Carlos Sommervogel, S. J. [Bruxelles, Paris: Oscar Schepens, Alphonse Picard,

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Voy a seleccionar algunos datos sobre el copiosísimo material que existe en Roma con respecto a Francisco Pimentel, figura que merecería una monografía aparte. Me interesa ahora fijarme en los años inmediatamente anteriores a su actuación como superior de Carvallo. Examino el volumen Cast. 8, Epist. Gen., 1613-1622, para notar, por ejemplo, que en 1616 (el mismo año en que Carva­ llo ingresa en la Compañía) Pimentel está en Segovia (fol. 117r). En este mismo año el padre general escribe al conde y condesa de Benavente y alude a los dos hijos que tienen en la Compañía. El 1895), 164, «... en 1588, était doyen de la cathédrale de cette ville [Salamanca] lorsqu’il apprit que le roi d’Espagne songeait á le faire nommer Cardinal; pour se soustraire á cette dignité, il entra dans la Compagnie». En esta misma página se pre­ senta una lista de sus obras que puede ahora redondearse con muchos más títulos en J. Simón D í a z , Jesuítas de los siglos X V I y X V II..., págs. 287-9. La mejor ex­ posición que he encontrado, de momento, sobre la familia de Francisco Pimentel está en Ignacio Berdum de Espinosa de lo s Monteros, Derechos de los condes de B enavente a la grandeza de primera clase. (Madrid: Imprenta de Lorenzo Fran­ cisco Mojados, 1753), 18-24. Uno de los hermanos de Francisco fue Enrique Pimen­ tel, al que ya me he referido. Otro fue don Rodrigo Pimentel, dominico, embaja­ dor a Roma en 1633. Fue obispo de Osma y después arzobispo de Sevilla. Inocen­ cio X, en 1652, le nombró cardenal de la Orden de San Silvestre. Murió en Roma en 1653. La lista de sus ilustres hermanas y hermanos se puede completar en el libro de Berdum. A algunos me referiré más adelante en otra nota. Los datos que presento ahora sobre Francisco Pimentel pueden redondearse con algunas cartas y referencias que se encontrarán en Memorial Histórico Español, vols. 13-17, que contiene «Cartas de algunos padres de la Compañía de Jesús» y que abarca de los años 1639-48. Así por ejemplo, en el vol. 13, págs. 77 (se alude un sermón suyo), 81, 82, 112, 321 (una merienda que prepara al rey, en el colegio de Madrid, donde Felipe IV y el príncipe han asistido a una comedia); en el vol. 15, pág. 22 (donde se relata que el rey, 1638, recibe a grandes y al pueblo de Madrid, por el éxito de Fuenterrabía: «Francisco, que es predicador, le pidió la mano: no se la quiso dar. Insistió tanto el padre, que dijo el rey vos me la tomáis, que yo no os la doy»). En el vol. 16, pág. 20, se refiere a 1640, la fiesta de Francisco de Borja en el colegio de la Compañía en la que dijo misa el presidente de Castilla con presencia del rey y predicó Francisco Pimentel. En pág. 76, 20 de noviembre de 1640, hay una carta en que se alude a que Francisco Pimentel acompaña al conde-duque de Olivares en la jomada del rey (la guerra de Cataluña). En el vol. 18 se refiere a 1645 y pare­ ce que Francisco Pimentel está en Nápoles cuando ocurre la muerte de Vitelleschi. En 1646 Francisco Pimentel está en Roma, en la curia generalicia de la Com­ pañía, ocupando un cargo importante (pág. 249); los dos hermanos jesuítas Pimentel (el otro es Pedro) asisten a la Congregación General de la Compañía en 1646 para elegir nuevo general. Los dos sacaron 9 votos para la designación del cargo de vi­ sitador de España, y fue elegido otro que obtuvo más votos. El general elegido fue el italiano Vicente Carafa. Los nombres de todos los padres que formaron la congregación se encontrarán en Astrain, 5, págs. 264-5. El padre Francisco Pimen­ tel regresó a Madrid en 1646, donde murió en 1648. Otro famoso jesuíta fue su her­ mano Pedro Pimentel, que, además de pasar un período de profesor en el Colegio Imperial, fue superior de Burgos y Madrid. Fue famoso sobre todo porque fue el recipiendario de muchas cartas de Quevedo en 1642 y 1643, publicadas por Astra-

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otro es Pedro Pimentel (19) (Benavente, 1594-Madrid, 1658). En 1617 está en Pamplona y allí recibe una carta de pésame por la muerte de don Alonso Pimentel (20) y le dice que extienda la con­ dolencia a sus padres (fol. 152r). A partir de este momento se pro­ duce una enorme correspondencia personal y preferencial entre el padre general y Francisco Pimentel de la que sólo extraigo al­ gunos detalles relevantes a veces para la historia de la Compañía y de España. Y por supuesto van delineando la personalidad de este importante personaje que es Francisco Pimentel. Y nos ayu­ dan a comprender cómo sería su trato posterior con Carvallo: trato suave y envuelto en una atmósfera de alto nivel social e inte­ lectual. En este mismo año el padre general le escribe para anunciarle la llegada de unas reliquias de San Ignacio, ya que no puede en­ viarle la firma que le ha pedido (fol. 153r). En 1618 sigue en Pam­ plona y el padre Vitelleschi en carta de 6 de agosto le dice, entre otras cosas, que le ha enviado el solicitado retrato de la Virgen, «de mano del mejor pintor de Roma» (fol. 190r). Hay una carta de 1618 del padre general al provincial Diego de Sosa que le había avisado de las faltas de Pimentel. Vitelleschi lo excusa por su ju­ ventud, como serían excesos en el comer, pero le instruye para que se lo diga porque la mucha religiosidad de Pimentel lo corrija (fol. 197r). En 1619 Pimentel recibe en Valladolid una carta de Vitelles­ chi por la que nos enteramos de dos deseos o proyectos de Pimen­ tel: uno es enseñar teología escolástica en la recién fundada Uni­ versidad de Pamplona y otro es ser nombrado calificador de la Inquisición. Este último objetivo no lo conseguiría hasta 1622, co­ mo ya he aludido en este trabajo más arriba. En este mismo año de 1619 hay varias cartas de Vitelleschi relativas al nombramien­ to de Pimentel para la cátedra de Pamplona (fols. 227r, 237v [con­ testación al conde de Benavente, que se ha interesado por el nom­ bramiento de su hijo], 238r [al reino de Navarra agradeciendo el honor que se ha hecho a la Compañía]; fol. 338v [a varios personaña Marín, en Quevedo, Obras completas (Madrid: Aguilar, 1945), 1841, 1844, 1848, 1845, aunque allí aparecen con los seudónimos de fray Ignacio Pérez y fray Thomás de Villanueva. También Quevedo se refiere a Francisco Pimentel como pre­ dicador real, autor de un sermón sobre santa Teresa del que cita verbatim , Que­ vedo, Obras..., 837. (19) Sobre Pedro Pimentel y su relación con Quevedo véase el final de la nota anterior. (20) Se trata de un hermano de Francisco Pimentel, que es general de la caba­ llería ligera del Estado de Milán, donde muere el 22 de julio de 1617.

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jes navarros de campanillas]; fol. 239r [el provincial propone que Pimentel además siga enseñando en el colegio de Pamplona y que no le parece oportuno que Pimentel obtenga un nuevo grado aca­ démico; recordemos que era bachiller en filosofía]). Poco duraría Pimentel en Pamplona, y acaso sólo viese en ello una manera de escalar una cátedra más importante en Salaman­ ca. El hecho es que en 1620 está en Salamanca y allí se producen algunos conflictos. En primer lugar su excesiva amistad con otro profesor, el padre Matute (21) (fols. 248v, 250r y 269r). Esta mate­ ria revistió cierta gravedad y se refleja en el reservadísimo Cast., Epist. Gen., Soli, 1602-1626, en que Vitelleschi prohíbe a Pimen­ tel el trato con Matute (fol. 89r). Hubo una reacción violenta del padre Pedro Hurtado de Mendoza (22), que se queja porque le han quitado la lectura y se la han ofrecido a Pimentel (fol. 249v). Por una carta de Vitelleschi del 1 de noviembre de 1621 sabemos que el padre Hurtado de Mendoza había enviado acusaciones graves contra Pimentel, que resultaron falsas y se le ordena una peni­ tencia al padre Hurtado (fol. 33 lv). Hay una carta de Vitelleschi al provincial Sosa de 20 de junio de 1620 en que celebra que «aca­ ba de ver tan buena disposición en el padre Francisco Pimentel» (fol. 263r). De todas maneras, de nuevo se le traslada a Valladolid, donde le encontramos en 1621 (fol. 32lv). Hay varias cartas de Vitelleschi en que se opone al proyecto del nuevo provincial Pedrosa de hacer rector de Segovia a Francisco Pimentel, aunque acaba por triunfar Pedrosa. En la sección de apéndices de este tra­ bajo se reproducen las tres cartas más importantes, pero hay mu­ chas más a las que ni siquiera he aludido. En las de los apéndices 9 y 11 se señalan, por los motivos explicados, las reservas que te­ nía Vitelleschi respecto al nuevo cargo de Pimentel, sobre todo poque «los nobles no tienen que tener privilegios en la Compañía» (fol. 316r). Lo curioso es que Vitelleschi ha tratado siempre a Pi­ mentel con especial predilección. En esta época, estando ya Pimen­ tel en Segovia, ocurre la muerte del famoso padre de Pimentel, el conde de Benavente, en plenitud de su poder. Y uno de los apén­ dices (el 10) refleja el sentimiento del padre Vitelleschi. En 1622 está ya, pues, Pimentel instalado como superior en Se­ govia y es en este año cuando Carvallo sería destinado a la mis(21) Se trata de Bernabé de Matute (Santo Domingo de la Calzada, 1577-Salamanca, 1624). Sommervogel, 5, col. 745-6, da una lista de cuatro obras suyas. (22) Se trata de un famoso teólogo (Valmaseda, 1578-Madrid, 1651). Puede verse su bibliografía en la mencionada obra de Sommervogel, 4, 532. Astrain, 5, pág. 86, dice que el libro De tribus virtutibus theologicis suscitó muchos recelos en el general Vitelleschi.

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ma capital, seguramente para reforzar el cuadro de profesores de tan ilustre colegio. Precisamente en una carta de Vitelleschi en otro volumen de cartas que mencionaré én seguida expresa el pa­ dre general la enorme potencialidad de este colegio: «que todos [los nuevos sujetos en el colegio] tendrían buen empleo por ser esa ciudad grande» (fol 348 r). A partir de ahora exhumo algunos datos procedentes del siguiente volumen: Cast. 9, Epist. Gen., 1622-1630. Aquí aflora, en carta al provincial, una solicitud del mismo inquisidor general para que Pimentel sea nombrado cali­ ficador de la Inquisición y se alude a que es Enrique Pimentel [el hermano de Francisco] al que lo ha pedido y dice Vitelleschi «muy justo es que vengamos en ello» (fol. 5v). Ya he aludido a esta im­ portante circunstancia que ayuda a explicar después el extraor­ dinario interés del inquisidor general en el libro de Carvallo so­ bre Asturias. En una carta del 8 de agosto a Pimentel, bastante larga, le di­ ce que desempeña muy satisfactoriamente su nuevo cargo de rec­ tor (fol. 14r-v). Por carta de 23 de enero Vitelleschi ofrece de nue­ vo una cordial rehabilitación de Pimentel «y me obliga a que to­ me yo por mi persona volver por su reputación» (fol. 29v). Sin embargo algunas quejas siguen llegando a Roma, a juzgar por otra carta del 8 de mayo de Vitelleschi en que ratifica sus alientos pe­ ro le advierte que «algunos reparan que se reduce a demasía en su aposento, en el trato de su persona en la mesa, y regalos; que tiene con algunos amistad particular que le quita la indifferencia que debe guardar con todos; siente mucho que le avisen las fal­ tas, y mas que las digan a los superiores...». Una vez más se mues­ tra Vitelleschi conciliador y preferencial en su trato: «...y no e que­ rido avisarselas [las faltas] por medio del Pe Provincial sino de­ círselas yo inmediatamente porque no pasen por otro» (fol. 52v). El 14 de agosto le escribe de nuevo para, entre otras cosas, felici­ tarle por su labor en Segovia y por haber corregido sus faltas (fol. 70r). Se encuentran en estos años del trienio segoviano unas car­ tas de Vitelleschi a Hondegardo que, obviamente, es el principal delator de Pimentel. Hay otra carta de Vitelleschi a Pimentel en que le felicita por el éxito de lo que ha conseguido con el rey en su viaje a Madrid y le agradece las cruces de Caravaca (23) que le envía «que por aquí son muy apreciadas» (fol. 87v). (23) Alude a un milagro ocurrido en Aravaca (Murcia) el 3 de mayo de 1232, donde se apareció una cruz. La reliquia se guardaba en una caja de oro, regalo del marqués de los Vélez (familia emparentada con los condes de Benavente), y ob­ viamente se refiere aquí a alguna parte de esta reliquia.

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En 1624 va tocando a su fin el trienio de Pimentel y el general recomienda que se le busque sucesor, a pesar de la solicitud del padre Maldonado y otros ciño padres para que le renueven en su cargo, como indiqué muchas páginas más arriba. Hay varias car­ tas a Pimentel de las que sólo me fijaré en algunas. El 8 de abril el general se duele de la mala salud de Pimentel y le agradece que haya «desempeñado el colegio». Hay en esta carta un detalle im­ portante que evidentemente afectará para bien a Carvallo: «mu­ cho mas estimo y agradesco el exemplo que a dado en deshacerse de la librería que tenía, y repartirla con los de la casa» (fol. 119v). Por carta del 11 de diciembre le da licencia para que tome choco­ late (fol. 159v). Estamos ya en 1625, donde se producirá el relevo de Pimentel por Francisco de Corral, que ahora está en Salamanca y que ha sido ya el rector de Segovia en el período anterior a Pimentel. Hay pocas cartas en este año pero muy significativas para la biogra­ fía de Pimentel. Hay una de 16 de febrero en la que Vitelleschi le da licencia para ir a Madrid (24), pero indica que le pida cada vez el necesario permiso directamente a él en el futuro ya que no le puede otorgar un permiso amplio. La carta que me parece sig­ nificativa y que indica una profunda abnegación de Pimentel en este momento es una del 14 de abril en que Vitelleschi le agrade­ ce que quiera ir a las Indias (fol. 178v). Hay que añadir que la co­ rrespondencia de Vitelleschi durante el pasado trienio ofrece da­ tos interesantes al enviar a Francisco Pimentel el pésame por los fallecimientos ocurridos en su ilustre familia: don Femando Pi­ mentel (fol. 14r), don García Pimentel ocurrida en Flandes (fol. 29v), Diego Pimentel (173r) (25). No surtió efecto el hondo deseo del piadoso Pimentel de ir a las Indias porque sabemos por carta del 7 de julio que ya está en Valladolid con el importante cargo de procurador de la Compañía en la provincia de Castilla. Pimen­ tel deja, pues, de ejercer su directa influencia en Carvallo, y pro­ sigue una brillante trayectoria en la Compañía hasta su muerte en Madrid en 1648. (24) El padre general Vitelleschi escribirá el 15 de abril de 1626 una carta a los provinciales de España regulando los viajes a Madrid. Puede leerse en Astrain, 5, págs. 707-8. (25) Don Femando Pimentel fue arcediano de Cartagena y falleció en Madrid en agosto de 1622. Don García Pimentel sirvió en el ejército de Flandes. Don Die­ go Pimentel fue general de la escuadra de las galeras en Nápoles, donde murió en 1624 combatiendo un bajel de turcos. Los tres son hermanos de Francisco Pi­ mentel, hijos, por tanto, del octavo conde de Benavente. Véase Ignacio Berdum (citado en nota 18), págs. 18-22.

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EL COLEGIO DE SEGOVIA EN EL TRIENIO 1625-1628 En el catálogo trienal de Segovia de 1628 se incluye de nuevo a Carvallo (ARSI, Cast. 15n, fols. 560r-561v), y son muchos ya los nuevos pobladores de este colegio. Entre los antiguos permane­ cen Maldonado, Navarro, Calderón, Valverde y Sotillo. Han des­ aparecido, por tanto, hombres de la talla de Pimentel, como ya sabemos, y de Guevara. Carvallo debió acusar este vacío intelec­ tual y humano. Aparece, sin embargo, un hombre que será impor­ tantísimo en la historia de la Compañía, el vallisoletano Antonio de Escobar, el famoso casuista atacado por Pascal. En este momen­ to tiene 40 años, lleva ya 25 en la Compañía y es profeso. Es pre­ dicador. En el catálogo secreto el nuevo superior Corral ofrece un devastador informe sobre él. Los rotundos éxitos de Escobar (26) en años posteriores se encargarían de mostrar la arbitrariedad del perfil que ofrece ahora Corral: «Tiene buena capacidad y ingenio, pero poco asiento y juicio, prudencia poquísima y experiencia poca o ninguna. Hage el ministerio de la predicación con mediana sa­ tisfacción del vulgo, pero con muy poca de la gente culta y docta. Tiene demasiada inclinación a confesar mujeres y ni a el ni a la Compa conviene que las confiese. Es poco rendido a sus superio­ res, y si tuviese alguno que no le tirase la rienda podría dar cuydado según su naturaleza inquieta. La virtud es corta y el nada a proposito para governar» (fol. 598v). Corral suele cebarse en lo negativo de sus súbditos y abundan los juicios peyorativos. Aho­ ra, a esta luz comparativa, y teniendo en mente la parcialidad de Corral, se explica el pésimo informe secreto que plasma también sobre nuestro Carvallo: «Tiene mediana capacidad y a ese paso es el ingenio y la prudencia. Lee mayores y es profeso antes de entrar en la Compa y lo hage ahora con satisfacción. El natural es (26) Una visión muy positiva de Antonio Escobar y Mendoza (Valladolid, 1589Valladolid, 1669) ofrece Astrain, 5, págs. 89-90. Allí se refiere al éxito de Exam en y práctica de confesores y penitentes en todas las materias de teología moral, que contó con muchísimas ediciones. Recoge muchas obras suyas J. S im ó n D í a z , B i­ bliografía de la literatura hispánica, I X (1971), 636-9. Una obra suya muy conoci­ da fuera de España es L iber theologiae Moralis Viginti Quatuor Societatis Jesu Doctoris Reseratus. Sommervogel, 3 cois., 436-445, ofrece un nutrido elenco de sus obras. En español escribió un poema heroico sobre San Ignacio y dos poemas he­ roicos sobre la Virgen. Véase Ignacio E l i z a l d e , San Ignacio en la literatura..., 136-43, y del mismo autor, «Aportaciones de los jesuítas a la literatura española. Ensayo bibliográfico», Varia Bibliographica, Homenaje a José Simón Díaz (Kassel: Edition Reichenberger, 1988), 243-4.

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bronco, amigo de censurarlo todo y murmurarlo y consiguiente­ mente poco a proposito para que con el se viva en paz, y el de or­ dinario tiene poca con sus compañeros y asi es poco amado donde quiera que viva. No tiene talento para otro ministerio» (fol 598v). Es la única vez que he encontrado una visión negativa sobre Car­ vallo, de quien todos los superiores dan siempre buenas referen­ cias y no señalan defectos. Tampoco existe en la correspondencia romana ninguna delación contra Carvallo de conflictos y los dos grandes bandos que se producirían en Segovia a raíz de la llega­ da de Corral: los que estaban a favor y los que le criticaban. Car­ vallo debió engrosar, con razón, las filas de los últimos, ya que los continuos abusos de Corral tenían que chocar al austero y hu­ milde Carvallo. Es curioso notar que cuando el general proponía a Corral para gobernar a Segovia advertía al provincial en carta de 16 de febrero de 1625: «Encomiéndele la suavidad con sus sub­ ditos» (fol. 177r). Parece que Corral no podía fácilmente cambiar su ya proverbial dureza. Y volvió a las andadas. He aquí unos datos sobre Corral anteriores al trienio que nos ocupa, es decir, a 1625, ya que, como he explicado; estos catálogos trienales reflejan la actividad de los tres últimos años previos a la fecha de envío a Roma. Estos datos emergen en la correspon­ dencia de Vitelleschi (ARSI, Cast. 8, Epist. General, 1613-1622). En 1616 está en Salamanca (fol. 118r). En 1617 llegaría a Segovia (fol. 159r), aunque en 1618 está en Valladolid (fol. 176r). En 1618 es ya superior de Segovia (fol. 20Ir) y permanece en este cargo hasta 1622, en que se traslada a Salamanca (fol. 352r) y es relevado por Francisco Pimentel. Ahora en 1625 es Corral el que releva a Pimentel. ¿Cómo es Corral? Ya he aludido varias veces a su arbitrarie­ dad, que pasaré a probar con los datos emanados del abundante epistolario de Vitelleschi, muy preocupado en este período por el colegio segoviano. Es sumamente indicativo, y evita comentarios, el apéndice 12, que puede leer el lector ahora. Por el catálogo pú­ blico trienal de 1628 (fol. 560r) sabemos que Corral es de Talamanca (provincia de Madrid), que tiene 50 años, de salud normal, lle­ va 28 años en la Compañía y es profeso desde 1614. Tiene un gran relieve intelectual, ya que es maestro en artes y bachiller en cá­ nones. Tiene muchas horas de vuelo en la Compañía. Se nos indi­ ca en el catálogo que ha sido compañero del provincial, rector dos veces de Segovia y 22 años de experiencia como confesor y predi­ cador. El provincial, que es quien escribe el informe secreto sobre los superiores, da muy buen informe y sorprende que determine

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su «naturalis complexio suavis et docilis». Alaba su talento para gobernar y su extraordinaria capacidad para la predicación (fol. 55Ir). Sorprende lo de su talento para gobernar habida cuenta de los constantes conflictos que se han desarrollado en este colegio durante el trienio, como veremos, y el lector puede ahora leer de­ tenidamente el apéndice 12. Es verdad que Corral heredó a un per­ sonaje en el colegio muy conflictivo, el padre Valverde, del que ya había advertido Pimentel en 1625 al general. Ya de entonces arrancan las tensiones producidas por Valverde que, según Vite­ lleschi en carta de 7 de julio de 1625 (fol. 195), dice que Valverde tiene demasiada amistad con el obispo y se pasa días enteros en el obispado. Las cartas de Vitelleschi le muestran muy preocupa­ do por Valverde y, desde un principio, también por Corral por en­ cubrirlo. Culminan en la pintoresca carta de 2 de junio de 1627, que constituye el varias veces mencionado apéndice 12. Lo que in­ teresa destacar, porque ello explicaría el posiblemente injusto jui­ cio sobre Carvallo, es lo siguiente referido a Corral: «que es muy parcial en su modo de goviemo, que a los que le lisongean, entre­ tienen y regalan tiene por amigos; y a los que no los persigue...» (fol. 280r). El 23 de julio de 1627 el general envía una fuerte repri­ menda a Corral (fol. 283v), y siguen durante todo 1627 las cartas al provincial contra el suprior de Segovia, especialmente una de 12 de octubre: «...hagale dar por ellas [las faltas de Corral] un buen Capello en el Refectorio con alguna buena penitencia» (fol. 296v). Sin embargo en 1628 Vitelleschi suaviza un poco su criterio ante Corral porque se alegra de que en la reciente visita del provincial a Segovia se haya visto que Corral no tiene tanta culpa, «si bien tiene mas de la que a VR le dixeron algunos en la visita de dicho Colegio...» (fol. 326v). Y es en carta de Vitelleschi a Corral de 16 de octubre del mismo 1628 por la que nos enteramos de una carta de Corral a Vitelleschi del 18 de julio en que le pide que no difie­ ra más el darle sucesor (fol. 335v). En otra carta del general al pro­ vincial del mismo 16 de octubre le dice que pongan por rector de Segovia a Juan Antonio Velázquez. Me he detenido en detalles relativos a Corral porque este pe­ ríodo debió ser el más duro que experimentó Carvallo en la Com­ pañía. Y no duró mucho en Segovia. Supongo que hacia 1628, o no mucho después, se produciría su traslado a Villagarcía de Cam­ pos, porque lo encuentro mencionado allí en una carta de febrero de 1630, y emerge oficialmente en el catálogo público de 1633 de Villagarcía (ARSI, Cast., Cat. Trien., 1633-1649, vol. 161, fol. 14r). Corral siguió en Segovia quejándose a menudo al general del

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nuevo superior. Sin embargo en 1633 fue ascendido de nuevo a su­ perior del colegio de Medina del Campo (Cast. 10, Epist. General, fol. 119). Y ya no he seguido la pista a este hombre que tanta ma­ nía cogió a Carvallo, salvo que le encuentro de nuevo, casualmen­ te, en una carta al general de marzo de 1635 pidiendo licencia pa­ ra tomar chocolate. El padre Carvallo ya había muerto en Villagarcía de Campos el 2 de febrero de 1635, a los 64 años de edad. Sus últimos años debieron ser muy agradables en este bello rin­ cón castellano, descrito en el siglo XVIII por otro habitante de este colegio y noviciado, el padre Isla. El último superior que en Villagarcía emitió un informe sobre nuestro asturiano fue Alfonso del Caño, otro intelectual de campanillas que pasó después a pro­ vincial. Emitió sobre Carvallo un estupendo informe (27). Descansen en paz estos jesuítas abnegados, con virtudes y mi­ serias como todos los humanos, que tanto contribuyeron a la edu­ cación y edificación de los españoles en la Edad de Oro. Con estas minuciosas pesquisas he intentado recrear la atmósfera segoviana en que vivió Carvallo durante más de seis años. Se ofrecen, ade­ más, otros datos curiosos sobre personajes importantes que, co­ mo Francisco Pimentel, todavía esperan una monografía. El te­ soro informativo que existe en Roma, abierto generosamente a todos los investigadores, ofrece un filón importante para perfi­ lar aspectos desconocidos de la vida española en la época áurea.

APENDICE CON CARTAS DEL PADRE GENERAL VITELLESCHI APENDICE 1

[9 de junio de 1623]

Pe Luys de Carvallo Leon

Regebi la de VR de 30 de margo, en que dige como por orden del Pe Proval va acabando la historia Ecclesiastica de las antigüedades y cosas memorables del Principado de A s­ turias; quando VR la aya acabado, dejela al dicho Pe Proval, que el la dara a quienes la revean, y me avisen lo que de ella sintieren para que tome mi resolución de lo que se a de hager. [Cast. 9, Epist. General. 1622-1630, fol. 60v]

(27) Véase mi «Luis Alfonso de Carvallo... sobre su trayectoria jesuítica. 423, artículo citado en nota 1 de este trabajo.

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APENDICE 2

[9 de junio de 1623]

Pe Melchor de Pedrosa. Proval Vaiiadolid. Revean la Historia que hace el Pe Carvallo.

el P* Luis de Carvallo me escribe que por or-

den de VR va acabando La Historia Ecclesiastica del Principado de Asturias que avia comengado; despues que la aya acabado ha­ ga VR que la revean personas intelligentes y prudentes, y adviértales que observen con cuy dado, si dige en ella cosa que pueda ser de alguna ofension, y avisenme de todo con mucha claridad en la gensura que me an de embiar para que resolvamos lo que se debe hager. [Ibidem, fols. 61v-62r]

APENDICE 3 pe Melchor de Pedrosa.

Holgarame que VR ubiera puesto medios effiProval de Castilla. caces en orden a que el Sor Inquisidor Gene­ ral tuviese por bien, que se acabase de reveer el Libro del Pe Carballo cerca de los linages y antigüedades del Principado de Asturias; no sea que aya en elguna cosa, en que se pue­ da reparar, por la qual padesca despues la Compa; que aunque el libro no se imprima en nombre del dicho Pe, sino de un sobrino suyo; luego se sabra quien es su autor; y el descuydo, o, falta que el ubiere tenido la pa­ garemos todos. Para prevenir lo que en esto se puede temer escribo al Pe Florencia, que hable al Sor Inquisidor General y le supli­ que, que de licencia para que el dicho libro se revea bien antes de imprimirlo, VR de su parte ayude a ello en quanto pudiere. [Ibidem, fol. 114v] APENDICE 4

[14 de abril de 1625]

Al Provincial Melchor de Pedrosa. Historia de Asturias.

Despues de aver visto el parecer délos que revieron la Historia délas cosas de Asturias que el Pe Luis Alfonso Carballo a hecho, jusgo que conviene no se imprima; pero si el

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Sor Inquisidor General hiciese mucha ins­ tancia para que se estampe, y no pudiéramos escusarlo, VR de tarea que salga en nombre de algún seglar, y que no se entienda ser su autor persona déla Compa. Lo mismo escri­ bo también al Pe Proval de Toledo para que de su parte ayude a ello. [Ibidem, fol. 182r] APENDICE 5

[16 de febrero de 1625] Bien a hecho VR en remitirme con la de 4. de diciembre un memorial de los puntos to­ cante a los estudios de Latin de esa Prova; yo los e visto y se encargaran a quien lo a de remediar. Agradesco mucho a VR el zelo que tiene de quese alienten mas estos estu­ dios y se tenga mucho cuydado de poner en ellos Maestros, que tengan la sufficiencia que se requiere; para que asi salgan los es­ tudiantes bien aprovechados. [Ibidem, fol. 172v]

Pe Luys de Carvallo. Segovia.

APENDICE 6

[1624]

pe Ger. Florencia.

El I* Carballo, que esta en la Prova de Castilla a compuesto un libro délos linages y an­ tigüedades del Principado de Asturias, el qual se estaba reviendo para ver si avia en el cosa en que poder reparar; pero el Sor In­ quisidor General a dado tanta priesa por el, que no a dado lugar a que se acabe de reveer, y asi a obligado al Pe Proval de Castilla a que se le embie luego, y me dicen que lo ha­ ce imprimir en nombre de un sobrino del di­ cho Pe Carballo. Deseo mucho que VR ha­ ble a su Illustrism8, y le suplique de licen­ cia, que el libro se revea primero; no sea que aya en el alguna cosa por la qual padesca despues la Compa, que aunque no se impri­ ma en nombre de ninguno de ella, luego se sabra quien fue su autor espero que el Sor

Madrid.

«

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Inquisidor General nos hara esta merged, y la pondremos como otras muchas, que de su Illustriss8 emos recibido y recibimos. VR me avise lo que con esto se hiciere. [Tolet. 8n, Epist. General, 1621-1628, fol. 216r]

APENDICE 7

[1624] Huelgome mucho que el Sor Inquisidor General aya dado el libro que a compuesto el Pe Carballo de los linages y antigüedades del Principado de Asturias, para que se re­ vea bien. VR diga de mi parte al Pe Proval, que encargue a los Censores que lo revean con cuydado; porque es cosa difficultosa es­ cribir historia de linages sin decir cosa, que ofenda a alguno. [Ibidem, fol. 249r]

Pe Ger. de Florencia. Md [Madrid]

APENDICE 8

[14 de abril de 1625] He visto la censura délos que revieron el libro del Pe Alonso de Carvallo, y me parece que no se imprima. Si el Sor Inquisidor Ge­ neral hiciere mucha instancia porque salga a luz, y no pudiéramos escusamos con su Illustriss8, VR de traga, que se imprima en nombre de algún seglar sin que se entienda ser de persona déla Coma. [Ibidem, fol. 312v]

A Luis de la Palma. Proval Madrid.

APENDICE 9

[29 de noviembre de 1621]

Hecho mal en publicar por Ror al Pe Pimentei

Muy mal a hecho VR en publicar por Ror de Segovia al Pe Francis Pimentel, y no se como se a dicho que yo le avia nombrado sien­ do tan ageno de verdad, y aviendo yo escri­

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to en una de 9. de Agosto que no se tratase de eso. Este caso confirma lo que a mi me avian avisado, se iba introduciendo en esa Prova preferir algunos a titulo de Caballe­ ros; de que escrivi a VR seriamente en una del dicho mes, y no lo dixe por hijos de Ca­ balleros particulares, como alia se entendió, sino por algunos hijos de señores. A mi me a causado pena y sentimiento, porque esto es violentar el buen goviemo y necessitar el General a que haga lo que no conviene. Por esta vez yo disimulare, pero prevengo y ad­ vierto a VR que de ninguna manera hago de hecho, sin esperar el orden que de esa se le embiara, que si en esto se faltase, me veria obligado a deshacerlo sin reparar en la no­ ta que se le puede seguir al Proval y Consul­ tores, a los quales dirá de mi parte que no fue acertado el parecer que en esto dieron, ni las ragones que tuvieron, eran tales que obligasen a semejante resolución. [Cast. 8, Epist. General, 1613-1622, fol. 336r] APENDICE 10

[27 de diciembre de 1621]

Pe Franco Pimentel Ror Segovia

Conforme a las grandes obligaciones que la Compa tenia al Sor Conde de Benavente a si­ do el sentimiento que en ella ha ávido de su muerte por la mucha merged y favor que en todas ocasiones nos hagia y a mi en particular de que estoy muy reconogido, y e procurado según mi cortedad corresponder a ella applicando en esta ocasion muchas misas por el anima de su Exa de cuya gran christiandad y piedad me prometo que estara ya gogando del premio de sus buenos meregimientos que es ragon de mucho consuelo para templar el sentimiento de averie perdido, y aunque es­ te en VR sera mayor que en otros por el affecto natural de hijo, pero con su prudencia y con la luz de desengaño que Nt0 Sor le a co­ municado sabra moderarlo conformándose

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en todo con la Divina Voluntad. Estando con resolución de escrivir esta, regebi la de VR de 19. de octubre en que me avisa como el Pe Proval le dixo que se encargase del goviemo del Coll0 de Segovia. Confio de la mucha religión y zelo de VR que asi en lo es­ piritual (que es lo principal) como en lo tem­ poral le a de aumentar ayudando a sus sub­ ditos no solo con sus consejos, sino mucho mas con su exemplo, que en los Superiores es el medio mas suave y efficaz para apro­ vechar a los que tienen a su cargo. [Ibidem, fol. 338r] APENDICE 11

[18 de abril de 1622]

F* Franc0 Pimentel Ror Segovia

El amor que a VR e tenido y tengo me obliga a hablarle con toda claridad y Hanega y asi con ella le digo, que lo que a sospechado de no aver sido puesto en ese officio por or­ den mió es mucha verdad, y no solo no fue con orden pero dispuse quando lo supe por dos ragones. La Ia porque e tenido persua­ sión, que a la Compa le estaba bien, se ocu­ pase VR algunos mas años en exercicio de letras; la 2a porque aviendo sido avisado de algunas faltas que en VR se notaban, no obs­ tante que a las mas de ellas y de mas consi­ deración de ninguna manera les e dado cré­ dito, no parecia cosa agertada, ni que yo cumplia bien con mi consciencia, si durante la opinion que corria, yo empleaba a VR en goviemo de otros, mas agora con la satisfac­ ción que e tenido de algunas cosas, y con la nueva del buen principio que VR a dado a ese officio, quedo con mucho gusto, que se emplee en el, y con este embio luego la Pa­ tente al Pe Proval confiado que la satisfac­ ción que VR a comengado a dar ira en mu­ cho aumento con edificación de esas Provas y consuelo mas grande mió. [Ibidem, fol. 354r]

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A. PORQUERAS MAYO

APENDICE 12

[12 de junio de 1627]

Acerca del Ror Segovia y del Pe Val verde

Aunque estoy esperando que VR me de quenta de la visita del Coll° de Segovia, y me avi­ se de las faltas, que en el a hallado, y del mo­ do en que las a remediado; no puedo dexar de decir a VR algo délo mucho que varias per­ sonas dignas de crédito me avisan. De el Pe Fan00 Corral me escriben, que es muy parcial en su modo de goviemo, que a los que lisongean, entretienen y regalan tiene por amigos, y a estos dexa proceder como quieren; y alos que no, los persigue; el verano pasado dio a beber con nieve todo el verano al Coll°, y mandándole VR que no lo hiciera no basto, trahe un manto de paño de a cinquenta y quatro reales la vara, que aunque le costo menos, pero el mercader que se lo vendió affirma que por amistad le perdono lo demas, y es muy amigo de su comodidad y regalo en confirma­ ción de lo qual me refieren, que a un Herma­ no que se embriaga a menudo, porque le sir­ ve, y acude con cuydado en sus achaques, le tiene en officio de enfermero sabiendo que el dicho officio le es ocasion de faltar mas ve­ ces en este vicio. Ya VR sabra lo que el dicho Pe Corral hizo con un Collegial de Salaman­ ca llamado Don Juan Maldonado, que según dicen es deudo suyo y vino a Segovia a opponerse a un Canonicato, no lo refiero porque suppongo como cosa cierta que VR la sabe muy bien, pues es tan publico en la Prova que quatro, o, cinco me lo escriben de varias partes, y todos convienen en la sustancia y estan escandalizados de que un superior de la Compa y otro, o otros que le ayudaron a ello ayan hecho una cosa tan contra Justicia y ragon, están desedificados en el dicho Coll° de lo que permite al Pe Al° de Valverde, el qual se levanta quando quiere; no le visitan a oracion; muchas vezes de la cama se va inmedia­ tamente a.decir missa, no acude a confessar,

EL PERIODO SEGOVIANO (1622-1628) DE LUIS ALFONSO DE CARVALLO

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ni casi haze ocupacion ninguna, sino irse los dias enteros a pasar tiempo a Casa del Sor obispo, sin ser su confessor, ni examinador, ni hacer otra cosa que parlar con los pages; esta eximido del orden de las missas, y algu­ nos dias no la dice; tiene un Hermano que ayuda de su aposento y un criado de fuera, que le trahe cosas de comer, y lo demas, que a menester. Ya VR sabe lo que el P® Corral higo con el Pe Andrés de Palencia, y la ocasion de quexa y sentimiento que le a dado. Es­ pero que VR me informe de todo lo dicho y juntamente me avise su parecer, para que yo vea y determine lo que convendrá hacer con los P^ Franco de Corral y Alfonso de Valverde; que no es ragon se dexen pasar seme­ jantes excessos sin la debida corrección. [Ibidem, fol. 280r-v]

EL DESARROLLO DE LA ESPECIALIZACION EN LA ACTIVIDAD MARITIMO-MERCANTIL EN EL PRINCIPADO DE ASTURIAS: COMERCIANTES Y NAVIEROS, 1800-1850 D a n ie l P e r ib Añ e z C a v e d a

LOS PRECEDENTES EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVIII Si el comercio propiamente dicho no desempeñó en las socie­ dades preindustriales la función que desempeña hoy en la asig­ nación de recursos, se debió a que en el Antiguo Régimen la dis­ tribución de rentas estaba íntimamente relacionada con la pro­ ducción agrícola y con la apropiación de una parte de lo producido, al ser consecuencia directa de la acumulación de diezmos, censos señoriales, rentas de la tierra y tributos pagados en especie. Sin olvidar, además, que la producción dependía de las formas de pro­ piedad de la tierra y de las técnicas. En el Principado de Asturias, ya desde el siglo XVII con la in­ troducción del cultivo del maíz, el sistema de explotación de la tierra tomó la forma de «caserías», es decir, unidades de produc­ ción completas que comprendían prácticamente todos los elemen­ tos necesarios para la actividad agrícola y, por tanto, para obte­ ner todo lo imprescindible para la subsistencia sin apenas necesi­ dad de recurrir al mercado. Este modelo, generalmente sometido a un régimen de arrendamiento e imbricado en un hábitat rural disperso, impuso a los «llevadores» —dadas las pésimas comuni­ caciones interiores y con el exterior— unas condiciones de aisla­ miento y autosuficiencia muy por encima de la mayor parte de las regiones españolas.

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El sistema de tenencia de la tierra y de organización de la pro­ ducción impidió a los labradores asturianos —una vez consumi­ do lo necesario para la subsistencia y pagadas las rentas de la tierra— obtener excedentes comercializables. Sólo los propieta­ rios del suelo podían acumular y vender la parte de la producción agrícola detraída en forma de derechos cobrados en especie. Sin embargo, en la Asturias de la segunda mitad del siglo XVIII se detecta cómo al grupo social formado por la nobleza, hidalguía y alto clero, tradicional detentador de la propiedad del suelo, va a unirse una nueva clase de propietarios cuyas fortunas y patri­ monios se habían ido forjando fundamentalmente en el comercio marítimo y en los negocios indianos. La Desamortización de tiem­ pos de Carlos IV será uno de los momentos clave del ascenso de los comerciantes al restringido grupo de los propietarios del sue­ lo, pues desviaron la mayor parte de sus beneficios hacia los sec­ tores que proporcionaban rentas fijas: la compra de tierras y la inversión mobiliaria (1). Nos estamos refiriendo a los comerciantes mayoristas, cuyas operaciones mercantiles representaban el 50 por ciento del con­ junto regional, y se concentraban entre Oviedo, Avilés y Gijón. En esta villa, cuyo puerto concentrará más del 70 por ciento del tráfico marítimo regional a partir del Reglamento de 1778, el Gre­ mio de Comerciantes estaba formado por los mayoristas Francis­ co Rodríguez, Thoribio Pérez de la Sala, Pablo Plá, Baltasar Ace­ bal y «otros comerciantes de lonja cerrada», además de algunos mercaderes destacados como Francisco Toral, Thoribio Junque­ ra Huergo, Manuel Sánchez Cifuentes y Manuel Zarracina Llanos, entre los más importantes, que tenían «lonja y tienda abierta», además de fletar y armar navios propios y ajenos para comerciar con Europa y América. Estos mayoristas redistribuían las mate­ rias primas importadas y las manufacturas y frutos adquiridos a los campesinos locales entre los comerciantes con tienda abier­ ta y los revendedores. Pensemos que en la Asturias del último ter­ cio del siglo XVIII se conjugaban en un mismo oficio la produc­ ción y la venta, pues la artesanía rústica servía de avituallamiento local y muy pocas profesiones alcanzaban una proyección exterior. A l no haber exportación de productos propios hubo pocas posibi(1) Tengamos en cuenta que la concentración del comercio marítimo del Prin­ cipado de Asturias en el puerto de Gijón, a partir del Reglam ento de 1778, había hecho crecer el plano de la villa, y la inversión en inmuebles se había vuelto ren­ table ante la creciente proliferación de los alquileres urbanos con rentas en me­ tálico.

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lidades de acumulación de capitales a partir de los negocios ma­ rítimos. Así, salvo el carbón y la madera —cuasi monopolizados por la demanda pública—, el mayor volumen del tráfico portua­ rio se debió al comercio de reexportación y reexpedición. Podemos acercamos a algunos de los principales protagonis­ tas del comercio marítimo y al tipo de operaciones mercantiles que efectuaban a través de la información que proporcionan las escrituras notariales de la segunda mitad del siglo XVIII. Y de­ bemos indicar, en primer lugar, que la específica función del puer­ to de Gijón como puerto redistribuidor marcará en cierta medida la estructura esencial de las operaciones de estos agentes. El co­ mercio de reexportación y reexpedición —el de mayor importan­ cia en esta villa portuaria— imponía una gran diversificación en las mercancías negociables. Algunos de ellos no sólo comerciali­ zaban productos de su propia cosecha, sino que también se encar­ gaban de controlar y comprar las de los pequeños cosecheros (en el caso de las avellanas, nueces y castañas), trayéndolas a este puerto, desde donde eran redistribuidos; aunque también comer­ cializaban productos no agrarios. De hecho, la diversidad de operaciones relacionadas con el co­ mercio marítimo era efectuada por el reducido grupo de comer­ ciantes mayoristas, que además solían concentrar en sus manos los cargos relacionados con la administración y los arrendamien­ tos de abastos públicos, a la par de monopolizar los asientos de la demanda pública de madera y carbón. Los había que ejercían como vicecónsules de naciones extranjeras y otros eran simples factores de las casas comerciales de Inglaterra, Francia y Holan­ da, que se limitaban a servir de testaferros de estas compañías, exportando las mercancías que éstas contrataban a cambio de un porcentaje sobre el valor de lo exportado, actuando, por tanto, co­ mo simples comisionistas. Veamos algunos ejemplos: Pedro Condres Argüelles, adminis­ trador de la Renta del Millón de Pescados de Gijón, fue el mayor comprador de bacalao procedente de Terranova durante los años 1753 y 1754, a la vez que se encargaba de tener preparados fletes ds retomo para los barcos ingleses que arribaban con su carga en el otoño (2). Cipriano Díaz Valdés fue, desde el año 1751, uno de los mayores exportadores de avellana con destino a Holanda, y su hermano Agustín, que además era vicecónsul de Francia en Gi(2) A.H.P.O.: Notarios: Jácome Sánchez Cifuentes. Legj° 1948. Años 1753-1754. Y José Antonio Sánchez Cifuentes. Legaj° 1942. Año 1757.

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jón, comerciaba con Inglaterra y Holanda (3). Eduardo Kelly, vi­ cecónsul británico, compraba cosechas de avellana que enviaba a Inglaterra junto con nueces y castañas, mientras que Juan Bau­ tista González, cónsul de Portugal, era asentista de madera y car­ bones, además de arrendatario de los abastos públicos de Gijón y Noreña (4). Otros aparecen en la documentación como simples almacenis­ tas que obtenían beneficios del alquiler de sus locales, como ha­ cía en Gijón Juan Bautista Gomales (5), y hay elementos que par­ ticipan como simples prestamistas para un determinado viaje, co­ mo Tomás Rodríguez Gallinar y Joseph López Carracedo, ambos de Gijón, que efectuaban préstamos «a riesgo de quilla y codas­ te» para viajes de cabotaje cantábrico a un interés que oscilaba entre un 8 por ciento para las rutas que se dirigían hacia el País Vasco y un 10 por ciento para las que llevaban hacia Galicia (6). Entre 1754 y 1779 el comerciante gijonés Thoribio Junquera Huergo monopolizaba y organizaba los fletes por cuenta del Prin­ cipado, especializándose en el cabotaje cantábrico de subsisten­ cia, para cubrir las periódicas escaseces que asolaban la región, y Francisco Lanza Trelles, también dedicado al cabotaje cantábri­ co, efectuaba operaciones de compra-venta de naves (7). La redistribución y reexpedición de productos y mercancías ha­ cia el interior de Castilla constituía una parte importantísima de las operaciones de estos agentes mercantiles. Así, el comerciante gijonés Francisco Rodríguez trae de La Habana cargamentos de azúcar y cacao que redistribuye hasta lugares insospechados del interior peninsular y cuya ruta podemos seguir a través de las «protestas de letras», en las que el citado negociante señala, el 28 de noviembre de 1787, que Juan Martínez Pérez, del comercio de Daimiel (Ciudad Real), le estaba debiendo 19.736 reales de una par­ tida de cacao ytazúcar que le vendiera; y otro comerciante de la misma plaza, Bernardo de la Guerra Alonso, le debía 16.675 r.v. Procedentes del azúcar enviado. Asimismo, Francisco Pérez Vi(3) A.H.P.O.: Notarios: Gregorio Menéndez Valdés. Legj° 1958. Año 1757. Y Pedro García Jove Llanos. Legj° 1974. Año 1773. (4) A.H.P.O.: Notarios: José Suárez Llanos. Legj° 1988. Año 1788. Y Agustín Alonso Viado. Legj° 1982. Año 1793. (5) A.H.P.O.: Notario: Joaquín Alonso Viado. Legj° 1980. Año 1779. (6) A.H.P.O.: Notarios: Gregorio Menéndez Valdés. Legj° 1956-1961. Años 1750 y 1769. Y Femando Cifuentes. Legj° 1968-1969. Años 1764-1765. (7) A.H.P.O.: Notarios: Gregorio Menéndez Valdés. Legj° 1958-1959. Años 1757 v 1771. Y José Suárez Llanos. Legj° 1984. Año 1779.

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llamil, del comercio de Astorga, le estaba debiendo 38.091 reales de diferentes remesas de azúcares (8). También había personas que sólo intervenían como simples apo­ derados, efectuando transacciones por cuenta de comerciantes de otras plazas, como el gijonés Francisco González Barredo, que lo era de Joaquín Méndez Barreiro, comerciante de Oviedo (9). Y es que los mayoristas de la capital del Principado estaban muy inte­ resados en las operaciones marítimo-comerciales efectuadas des­ de el puerto de Gijón. Así, Pablo Ramos del Valle lo mismo recibe azúcar procedente de Amsterdam que envía avellanas a Rotterdam y Londres (10); Antonio López Dóriga, que comercia con La Haba­ na, interesándose en el azúcar y en el cacao, o trae maíz de Balti­ more (11); y Josehp Díaz Valdés, que comercia con Londres, y el 2 de marzo de 1790 forma compañía con los comerciantes gijoneses Francisco Toral y Basilio Carrandi (12). Compañías como la anterior surgen y desaparecen con cada via­ je o expedición. Son compañías coyunturales que, por regla gene­ ral, durante la segunda mitad del siglo XVIII tenían un año de duración, aunque en la última década del siglo surgen algunas de consideración, como la que forman Joseph Suárez Zarracina, ve­ cino de Luanco, quien construye un bergantín de nombre el «Pa­ triarca San Joseph», por valor de 124.000 reales, y constituye una compañía para la navegación comercial con los negociantes gijo­ neses Francisco Alvargonzález y Joseph Cifuentes Prada, que aportan entre los dos 124.000 reales, quedando configurada con un capital social de 248.000 reales de vellón (13). Estas compañías se ceñían al terreno puramente comercial, y pocas veces eran instrumento de otras actividades emparentadas, como el armamento naval o los seguros marítimos, y casi ningu­ na propiciaba actividades industriales. Las características gene­ rales que las homologaban con las que proliferaban en todas las costas españolas eran: su duración limitada, la modestia del ca­ pital social, el corto número de socios en cada una de ellas y la existencia de lazos familiares o de amistad entre los partícipes. Precisamente las compañías familiares eran las de más larga per(8) A.H.P.O.: Notario: José Suárez Llanos. Legj° 1988. Años 1787 y 1789. (9) A.H.P.O.: Notario: Gregorio Fernández. Legj0 200. Año 1791. (10) A.H.P.O.: Notarios: Pedro García Jove Llanos. Legj° 1974. Año 1773. Y José Suárez Llanos. Legj° 1985. Años 1780-1783 y 1786. (11) A.H.P.O.: Notario: Agustín Díaz Cifuentes. Legj° 1975. Año 1772. (12) A.H.P.O.: Notario: José Suárez Llanos. Legj° 1989. Año 1790. (13) A.H.P.O.: Notario: José Suárez Llanos. Legj° 1990. Año 1791.

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vivencia, como la que forman Thoribio, Mateo, Ramón y Francis­ co Rodríguez, para realizar todo tipo de operaciones de comercio de redistribución y reexportación, que en 1798 aparece ya consti­ tuida con la razón social «Thoribio Rodríguez y Cía.» (14). En realidad, son mayoristas que no pueden ser considerados navieros, término excesivo para calificar a aquel que poseía un barco, o tan sólo una parte de un barco. Nadie arriesgaba mucho en un sólo negocio. Se repartían las inversiones en pequeñas par­ tidas para compensar las frecuentes pérdidas de alguna de las ope­ raciones mercantiles: hundimientos, corsarios, pérdidas de carga, etc. No es tanto la falta de dinero, al decir de Menéndez Valdés, pues «la moneda que circula en una villa tan pequeña es de una suma prodigiosa, pero incomparable con la que se atesora» (15), pues es más fácil vivir de su fondo capital sin querer arriesgarlo. En síntesis, el Principado de Asturias fue incapaz en la segun­ da mitad del siglo XVIII de sistematizar un modelo de organiza­ ción comercial. No había comerciantes especializados, no había armadores capaces de nuclear capitales para la inversión naval, faltaba capacitación en las tripulaciones para los viajes transo­ ceánicos. La desidia de las autoridades regionales, siempre em­ barcadas en disputas localistas, impidió organizar un comercio ba­ sado en la redistribución a gran escala —al igual que hizo el puer­ to de Bilbao— de mercancías llegadas por mar hacia Castilla y a la inversa. El solo hecho de haber tenido una mínima red de fac­ tores asturianos que organizasen y canalizasen la demanda de las principales plazas de León, Zamora, Salamanca, Valladolid y Palencia hubiera intensificado el comercio de tal forma que podría haber posibilitado la construcción de una flota comercial astu­ riana. Nadie, con la honrosa excepción de Jovellanos (16), vio posibi­ lidades en la inversión naval para dedicarse a rentabilizarla en (14) A.H.P.O.: Notario: Antonio Suárez Llanos del Camino. Legj° 2029. Año 1798. (15) M e n é n d e z V a l d é s , Gregorio: Gixa Moderna, II. Gijón, 1977, p. 112. (16) «Los extranjeros vienen todos los años a nuestros puertos a comprar va­ rios frutos que necesitan, y esta que parece a muchos una gran ventaja, es una pér­ dida real para nosotros. Porque, ¿cuánto mayor será nuestra utilidad si llevamos nuestros frutos en nuestras naves? Entonces sobre el valor de los mismos frutos volvería a Asturias todo el valor de los fletes y conducciones, que pagaría necesa­ riamente el extranjero, así como lo paga al presente a los que vienen a hacer este tráfico». J o v e l l a n o s : «Discurso dirigido a la Real Sociedad de Amigos del País de Asturias, sobre los medios de promover la felicidad de aquel Principado». En Obras publicadas e inéditas. B.A.E., L. T. II. Madrid, 1898, p. 451.

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el juego de los fletes y contratas. Los comerciantes no se arries­ gaban, y se conformaban con monopolizar los abastos públicos de subsistencias, así como los asientos de madera y carbón con des­ tino a los arsenales de la Armada, de los que obtenían pingües be­ neficios, que lejos de ser reinvertidos en el sector comercial o in­ dustrial de una forma productiva y generadora de empleo, eran desviados en su mayor parte hacia la compra de tierras o a la cons­ trucción de casonas o palacios, a imitación de las grandes fami­ lias señoriales. Asturias había permanecido muchos siglos cerrada sobre sí misma. El largo camino desde la economía de subsistencia hasta la economía monetaria estaba por recorrer. Veamos una parte de ese recorrido. UN PRIMER CUARTO DE SIGLO DE CRISIS Y ESTANCAMIENTO COMERCIAL En los primeros años del siglo X IX la actividad comercial de los puertos asturianos seguirá discurriendo por las pautas mar­ cadas en las últimas décadas de la centuria anterior —comercio de tránsito y reexportación—, aunque con la salvedad de que el cabotaje carbonero había disminuido drásticamente a partir del año 1802, cuando el Estado decidió el cierre de las explotaciones de Langreo y el abandono de las instalaciones de la empresa del Nalón. Además, los débiles vínculos comerciales que habían lo­ grado establecer con el exterior los mercaderes asturianos en el último tercio del siglo XVIII quedaron rotos tras las malas cose­ chas y las crisis de los primeros años del siglo X IX . A ellas se vi­ no a sumar la ocupación de la región por las tropas francesas, cu­ yo abastecimiento recayó sobre los pueblos, dejando a la maltre­ cha economía regional sin la posibilidad de producir excedentes y con nula capacidad de compra. Posteriormente, la situación pa­ ra la navegación se hizo crítica, al imponer los ingleses en 1812 el bloqueo naval de todos los puertos cantábricos ocupados por las tropas francesas. En esta situación el cabotaje quedó bajo mí­ nimos, y las expediciones a Indias, que en la década final del si­ glo XVIII había llegado a cuatro por año, se interrumpieron casi por completo, pues los mayoristas no estaban dispuestos a arries­ garse en operaciones marítimo-mercantiles en tiempo de guerra e inseguridad en los mares. No obstante, y pese a la crisis, hubo algún comerciante enri­ quecido en operaciones ligadas al tráfico marítimo que se aven­

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turó a invertir parte de sus ganancias en actividades industria­ les. El ejemplo más significativo es el del gijonés Joseph Alvarez Jove, que el 21 de marzo de 1802 «tiene determinado y pactado tra­ to de compañía para dar principio a una fábrica de loza», junto con el también gijonés Alonso de Acebal (17). Dicha fábrica fun­ cionó con la razón social «Joseph Alvarez Jove y Compañía», y re­ portó a sus dueños unos nada desdeñables beneficios para los tiem­ pos que corrían, pues las rentas industriales percibidas por el ti­ tular de la razón social ascendieron en el año 1810 a la cantidad de 13.000 reales de vellón (18). Es de suponer, además, que la ma­ yor parte de la producción de loza estaba destinada a mercados exteriores, pues un año después de su creación, el 17 de marzo de 1803, «Joseph Alvarez Jove y Compañía» aparece formando otra compañía para la navegación, poniendo fondos «por quintas par­ tes», junto con Francisco Antonio Toral, Joseph García Ravanal, Francisco Cifuentes y «Viuda de Junquera e Hijos», todos ellos del comercio de Gijón, «para proporcionar una expedición a La Guaira» en el barco «San Antonio» (19). Con algunas vicisitudes y cambios en algunos de los socios esta compañía pervive para otros viajes a América: en octubre de 1806, para una expedición a La Guaira, tras haber entrado como socio Pedro de Zulaybar, quien adquiere la mitad de la propiedad del barco, justo cuando Joseph Alvarez Jove vende su cuarta parte en él (20). Sin embar­ go, en el año 1810 se nos aparece formando otra nueva compañía con el barco «La Unión», del que es propietario «por cuartas par­ tes», junto con Pedro de Zulaybar, Antonio García Rendueles y «Viuda de Junquera e Hijos», para realizar expediciones a Mon­ tevideo (21) En suma, Joseph Alvarez Jove basa el éxito de sus operacio­ nes mercantiles en la diversificación: formando compañías, dedi­ cándose al comercio de distribución y reexportación, obteniendo ganancias —2.500 r.v. por pasaje— del transporte de pasajeros a

(17) A.H.P.O.: Notario: José Cañal. Legj° 2047. Folio 15. Año 1802. (18) A.M.G.: «Amillaramiento copiado a la letra del formado por los señores Domingo de la Uría, presbítero; don Francisco de Tineo, don Juan Bautista Díaz, don Pedro Nolasco Menéndez y el Licd0 Juan Díaz Laviada, en el año de 1810». Expedientes, I V (Ms. 36 folios). (19) A.H.P.O.: Notario: Antonio Suárez Llanos del Camino. Legj° 2047. Folio 45. Año 1803. (20) A.H.P.O.: Notario: Antonio Suárez Llanos del Camino. Legj° 2031. Folio 1. Año 1805. Y folio 171. Año 1806. (21) A.H.P.O.: Notario: Gregorio Fernández. Legj° 2012. Folio 25. Año 1807.

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América en sus barcos, o efectuando operaciones de fianza (22). Sin olvidar que se nos presenta como protagonista de uno de los contados ejemplos regionales, de las primeras décadas del siglo X IX , en que los beneficios obtenidos mediante el comercio marí­ timo dan lugar a actividades industriales. Sin embargo, la realidad era que el comercio marítimo reali­ zado a través del puerto de Gijón durante el primer cuarto del si­ glo X I X había disminuido con respecto a los niveles alcanzados en las últimas décadas de la centuria anterior. Los componentes de las citadas compañías se repartían la mayor parte de las ope­ raciones mercantiles. Algunos, como Ramón y Antonio Toral, des­ tacan como fletadores de barcos propios y ajenos. Otros, como An­ tonio García Rendueles, parecen especializarse, entre los años 1809 y 1825, en el comercio de importación y distribución de aguardien­ tes (23). Desde el año 1810 irrumpe con fuerza en el comercio al por mayor y de distribución gijonés Pedro de Zulaybar, partici­ pando en la formación de casi todas las compañías que se consti­ tuyen y, a partir de 1813, como consignatario de las casas comer­ ciales del interior castellano, fundamentlmente de los señores «González e Hijos», del comercio de Soria, para la exportación de lanas a Bristol, a la consignación de «Jeremías Hill e Hijos» (24). Si Gijón, que concentraba la mayor parte del tráfico portua­ rio regional, atravesaba por momentos difíciles, en Avilés, la se­ gunda villa portuaria del Principado, la situación se volvió críti­ ca tras la ocupación francesa. Así, el comercio marítimo se limi­ taba a la «exportación de obras de alfar para el reino de Galicia», procedentes de la fábrica de Miranda, y «algunos miles de quin­ tales de carbón, habichuelas y jamones», mientras que la ruina del tradicional sector de los hilos y lienzos sólo permitía expor­ tar algunas partidas hacia Bilbao. Lo único que siguió teniendo (22) A.H.P.O.: Notario: Antonio Suárez Llanos del Camino. Legj° 2041. Fo­ lios 623 y 647. Año 1821. (23) El 7 de marzo de 1809 fleta el quechemarín vasco «San Carlos» para traer aguardiente de Reus y Málaga, pagando por el flete de ida y vuelta 34.000 reales. El 11 de abril de 1815 trae de Bilbao 474 vergas de aguardiente, una parte de las cuales son enviadas a Londres el 27 de septiembre del mismo año. El 14 de mayo de 1825 trae de Salou 20 pipas y 20 medias de aguardiente. Aunque también puede aparecer comprando 700 barriles de raba para cebo que han llegado al puerto pro­ cedentes de Noruega. A.H.P.O.: Notario: Antonio Suárez LLanos del Camino. Legj° 2031. Folio 19. Legj° 2043. Folios 158 y 685. Legj° 2043. Folio 265. Legj° 2041. Folio 336. (24) A.H.P.O.: Antonio Suárez LLanos del Camino. Legj° 2033. Folio 115. Año 1813.

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relativa importancia fue el ramo de la calderería del cobre, que se exportaba en iguales partes hacia Galicia y Castilla, con dos martinetes funcionando en Villalegre «en los que se funden al año 30.000 libras», y por tanto ligados a mercados exteriores ante las necesarias importaciones de cobre bruto y cobre viejo. El resto de las importaciones se limitaban a algunos productos imposibles de producir en el concejo, como «ollas de fierro colado y güadañas, así como las imprescindibles partidas de azúcar, bacalao, vinos, aceites y aguardientes» de que se surtían los pueblos del interior. Hasta el otrora boyante sector pesquero, representado por el Gre­ mio de Mareantes de Sabugo, está ahora tan descapitalizado que «en el día apenas sostiene a las familias que a ello se dedican», pues sólo cuenta con una docena de pequeñas lanchas y botes pa­ ra faenar (25). En la zona oriental del Principado de Asturias, tras la guerra, el comercio se redujo a las mínimas subsistencias. Sus caracterís­ ticas pueden quedar reflejadas a través de la correspondencia co­ mercial (26) que sostuvieron, entre 1814 y 1818, el mercader de Llanes Blas de Posada Castillo y el comerciante de Santander Ramón López Dóriga, quien en carta de 8 de noviembre de 1814 informa de los precios corrientes de los géneros coloniales y algunos bie­ nes básicos en aquella plaza: PRECIO/UNIDAD

MERCANCIAS Cacao de Caracas.... Cacao de Guayaquil Azúcar blanco.......... Azúcar quebrada .... Arroz ........................ Velas de se b o ........... Vino de Málaga......

13 Vt 5 l/í 96 86 40 4 80

r.v./libra y a 14 lo mejor r.v./libra r.v./libra r.v./libra r.v./libra y a 30 lo viejo r.v./libra en cajas de 88 a 100 r.v./cántara, en barriles de 1, 2, 3 y 4 cántaras

En base a esta lista de precios, el día 30 de diciembre el comer­ ciante santanderino atiende el pedido de Blas de Posada, y carga géneros en el barco «La Christina» con destino al puerto de Ribadesella. pnviando el siguiente estadillo: (25) A.M. A.: «Estadísticas del concejo. Año 1813». Estadísticas siglo X I X (Ca­ jas 1-5). (26) A.H.P.O.: Fondos del archivo Posada Herrera. Legj° 61, núm. 8. Comer­ cio. Santander, 1814-1818. Ramón López Dóriga también mantiene relaciones mer­ cantiles con el comerciante gijonés Antonio Díaz Argüelles, de quien es provee­ dor habitual de cacao (A.H.P.O.: Notario: Antonio Suárez Llanos del Camino. Legj° 2021. Año 1806.

EL DESARROLLO MARITIMO-MERCANTIL EN EL PRINCIPADO DE ASTURIAS

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Por 4 barriles de 1 cántara y uno de 2 cántaras de vino a 80 r.v./cántara ........................................................................... .......480 r.v. Por 4 libras de arroz Carolina a 40 r.v ./lib ra ............................... 160 » Por un quintal de bacalao comprado a los señores «Aguirre Her­ manos» .......................................................................................... 280 * Por carga de 131 toneladas brutas (23 tons. tara) y 108 tonela­ das netas velas sevo a 5 r.v.................................................. .......540 * Por derechos del bacalao y velas de sevo según oja y guía ... 52 » 1 2 mr. Por un saco para el arroz forro para vacas y llevar a bordo doce. 22 TOTAL....................................

1.534 r.v. 12 mr.

Una carta remitida por Ramón López Dóriga, con fecha 11 de febrero de 1815, nos informa de las repercusiones que están tenien­ do los levantamientos independentistas americanos sobre el co­ mercio santanderino, pues ante la insurgencia de Caracas, escri­ be: «Nadie en la ciudad de Santander tiene cacao de Caracas sino la casa de Vial que compró días pasados 400 quintales que trajo una goletilla de Puertorrico a 15 r.v. libra y bende a 17 V2 r.v. seis quintales. Le tomaré uno para V.M.». Efectivamente, se lo envía el 25 de febrero en el barco «La Christina». Por su parte, Blas de Posada Castillo atendía y cubría la de­ manda del comerciante santanderino, cuyos pedidos eran de pie­ dra caliza, cal y tierra para ladrillos y tejas. Se trataba, pues, de un cabotaje en el que se aseguraban los retornos, para reducir los costos de cada viaje rentabilizando al máximo los fletes. En el otro extremo de la región las villas costeras del occiden­ te realizaban el pequeño cabotaje de subsitencias hacia Galicia, limitándose el comercio exterior a las importaciones de lino del Báltico, de las que dependía la industria doméstica rural de los concejos occidentales, y al abastecimiento de materias primas para las ferrerías locales. LA DINAMIZACION DEL TRAFICO PORTUARIO Y LOS PROTAGONISTAS HUMANOS DEL COMERCIO EN EL SEGUNDO CUARTO DEL SIGLO X IX Aunque algunos mayoristas gijoneses no pudieron salvar la cri­ sis comercial primer cuarto del siglo X IX (27), hay signos de que la situación general estaba mejorando, al menos desde el punto (27) Es el caso del comerciante gijonés Julián Rodríguez, hijo de Mateo Ro­ dríguez, de la razón social «Mateo y Ramón Antonio Rodríguez», ligada al tráfico marítimo desde el último tercio del siglo XVIII. Fallecido su padre en 1815, Ju­ lián y su hermano Francisco Javier continuaron con la sociedad, pero la crisis ge-

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de vista del tráfico portuario, bajo el impulso de la Ley de Minas de 1825 y de las sucesivas reformas arancelarias que impulsarían la reapertura de las explotaciones de Langreo a partir de los años treinta, con el consiguiente aumento de las salidas de carbón por el puerto de Gijón y también por el de Avilés, una vez que se pu­ sieron en explotación los filones de Amao, ambas ligadas a la de­ manda del foco industrial del sureste peninsular. El carreteo y embarque de carbones dinamizó la vida portua­ ria de la dársena gijonesa, dando ocupación y jornales a un nú­ mero creciente de personas, a la par que el comercio de cabotaje recuperaba los niveles anteriores gracias a las medidas proteccio­ nistas adoptadas por los hombres del Trienio Constitucional. A estos factores se vino a sumar la finalización de los trabajos de la carretera Gijón-León, que tras 50 años de obras siempre inte­ rrumpidas por falta de fondos, quedó preparada en todo su tra­ yecto para el tráfico rodado a partir del año 1832, con el consi­ guiente impulso de los intercambios comerciales entre la región asturiana y Castilla, y la revitalización de Gijón como puerto ex­ portador y redistribuidor. El auge experimentado por las operaciones de compra-venta de naves y la vitalización producida en la construcción naval pa­ recen indicadores claros de que se ha producido un incremento en el volumen de mercancías movidas por dicho puerto. El aumento de la demanda de transportes marítimos provoca que, desde la ter­ cera década del siglo X IX , nos encontremos a los principales ma­ yoristas gijoneses protagonizando el 90 por ciento de las transac­ ciones de compra-venta de barcos de segunda mano, que en con­ junto ascendieron a la cifra de 575.976 r.v. para el segundo cuarto del siglo X IX , frente a los 279.980 r.v. que aquéllas supusieron du­ rante la segunda mitad del siglo anterior, con la particularidad de que entonces el 70 por ciento de las transacciones fueron pro­ tagonizadas por capitales vascos (28).

neral del comercio marítimo y la mala gestión del negocio condujeron a la sus­ pensión de pagos, nombrándose administradores de sus bienes en beneficio de sus acreedores a Marcos Antonio de la Infiesta y Femando Alvarez Buylia (A.H.P.O.: Notario: Benito Rodríguez Llamas. Escritura de 10 de noviembre de 1828. Y Es­ cuela Universitaria de Estudios Empresariales de Gijón. Seminario «Gonzalo Anes» de Historia Económica. «Documentación del comerciante gijonés Julián Rodríguez». Libro M ayor. Año 1828. (28) A.H.P.O.: Protocolos notariales del partido judicial de Gijón, 1750-1850.

EL DESARROLLO MARITIMO-MERCANTIL EN EL PRINCIPADO DE ASTURIAS

135

Asimismo, la vitalización de la construcción naval parece ra­ tificar que el aumento del tráfico de mercancías empezaba a ha­ cer rentable este tipo de inversión. Desde los tímidos comienzos, en los años finales de la ocupación francesa —cuando se constru­ yen los bergantines «La Constitución» y «La Paz», de 90 tonela­ das, en los años 1812 y 1814, respectivamente—, se va a producir un salto en la actividad de los astilleros bajo el impulso del car­ bón y la finalización de la carretera de Castilla, pues entre los años 1836 y 1850 la incompleta documentación disponible (29) propor­ ciona datos de que se construyeron en Asturias 28 naves de comer­ cio, importante si se tiene en cuenta que no había precedentes. Se trata, en la mayoría de los casos, de barcos de entre 50 y 100 tone­ ladas, bien ajustados a las condiciones reales de la infraestructu­ ra portuaria de Gijón, aunque también se construyen naves ma­ yores de más de 300 toneladas, como la corbeta «Villa de Gijón» o la fragata «Casilda», primeros pasos en la creación de una in­ dustria naval técnicamente capaz. Así parece probarlo la apari­ ción de la figura del perito constructor, que va a ir desplazando al carpintero de rivera, dados los problemas técnicos que estos grandes barcos presentaban. Gijón va a concentrar la mayor acti­ vidad, pues 20 de los 28 encargos pertenecen a comerciantes gijo­ neses, aunque dadas las carencias en su infraestructura no puede atender más que el 50 por ciento de los pedidos de esos años, por lo que otros astilleros, como el de Luanco o La Linera (Castropol), aparecen como subsidiarios del de Gijón. Algunos de los comerciantes mayoristas de Gijón que invier­ ten en construcción naval son descendientes de aquellos que, co­ mo Cifuentes, Toral, Jove y otros, habían sentado las tímidas ba­ ses de un comercio organizado durante el último tercio del siglo XVIII. A ellos se unen otros nuevos que, animados por la reacti­ vación producida en el tráfico marítimo al calor de la reapertura de las explotaciones mineras, arriesgan en el sector naval y en el negocio marítimo sumas que permiten empezar a considerarlos como navieros propiamente dichos. La documentación disponible (30) permite una aproximación al carácter de las operaciones e inversiones mercantiles de algu(29) A.C.M.G.: Registro de buques. «Primera lista de embarcaciones». Año 1858. Folios 1-101. (30) A.H.P.O.: Notarios del partido judicial de Gijón, 1825-1850. A.C.M.G.: Re­ gistro de buques. Lista 1.a y 2.a. Años 1830-1860. Y Escuela U. Estudios Empresa­ riales de Gijón. Seminario «Gonzalo Anes» de Historia Económica. Documenta­ ción empresarial del siglo X I X .

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nos de los principales comerciantes-navieros, dedicando una es­ pecial atención a dos muy significativos: Ladislao Zulaybar y Má­ ximo Toral. LADISLAO ZU LAYBAR Y CIFUENTES Hijo de Pedro Zulaybar y Vicenta Cifuentes, era propietario, a la muerte de su madre, de la goleta «Eusebia», de 42 toneladas, valorada en 70.000 reales, y de la goleta «Ana María», de 108 tone­ ladas, valorada en 140.000 reales; además, poseía la sexta parte (26.000 reales) de la goleta «Favorita», de 70 toneladas. Contaba con almacén en Gijón y realizaba todo tipo de operaciones de importación-exportación. Lo mismo importaba estiércol para tie­ rra de Marsella que traía jabón de Málaga, a la par de actuar co­ mo prestamista y fiador en múltiples fletes por cuenta ajena (31). Desde los años cuarenta aparece formando parte como socio fundador en compañías industriales como la Sociedad Minera Gijonesa, que se constituye en Gijón el 19'de septiembre de 1843, con un capital social de 500.000 reales, con el fin de explotar los filo­ nes de carbón hallados en Peón (Villaviciosa), para sacarlo a los puertos de embarque (32), y asimismo, el 1 de octubre de 1844 par­ ticipa con 10.000 reales en la formación de la Compañía Mercan­ til Anónima «Esperanza», que, con un capital de 300.000 reales, se formaba para «facilitarse (los socios) una participación en la empresa que se forma en esta villa para la instalación de una fá­ brica de vidriería» (33). Ladislao Zulaybar fallece el 6 de abril de 1880. El inventario de bienes que escrituran en diciembre de 1882 su mujer, Ana Ma­ ría Díaz Cifuentes, y sus hijas, Adela, Filomena, María Dolores y María del Carmen, permite conocer hacia dónde ha ido canali­ zando e invirtiendo los capitales acumulados en el comercio ma­ rítimo (34): (31) A.H.P.O.: Notario: Timoteo García Baones. Legj° 2114. Folio 169. Año 1843. Legj° 2115. Folio 206. Áño 1845. Legj° 2117. Folio 148. Año 1848. Legj° 2118. Años 1849-1850. (32) A.H.P.O.: Notario: Ramón de Caso Rodríguez. Legj° 2129. Folios 193-200. Año 1843. (33) La Sociedad de los vidrieros se constituye en Gijón el 5 de noviembre de 1844 con la razón social de Fábrica de Vidrios «La Industria» y con un capital so­ cial de 300.000 reales (A.H.P.O.: Notario: Timoteo García Baones. Legj° 2114. Fo­ lios 411 y 471. Año 1884). (34) A.C.N.O.: Notario: Evaristo de Prendes. «Escritura de inventario de bie­ nes de Ladislao Zulaybar. Diciembre 1882».

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INVENTARIO DE BIENES DE LADISLAO ZU LAYBAR (AÑO 1882) VALORES Y PARTICIPACIONES Títulos Deuda interior 3%, nominal 1.214.000 rs., cotizados a 16,30%. Títulos Deuda exterior 3%, nominal 24.000 reales, cotizados a 17,40%. Participación en la Soc. «Cifuentes Pola y Cía.*.......................... Participación en la Sociedad de Vapores la Gijonesa (Melitón Gon­ zález y C ía.)................................................................................. Acciones de la Cía. del F.C. de Langreo.......................................

197.880 rs. 4.188 » 107.200 » 18.280 » 948 »

MUEBLES Y AJUAR DE C A S A ...................................................

12.884 »

BERGANTIN GOLETA «LOLA», de 89 t........................................

80.000 »

FINCAS en llevanza en los concejos de Gijón (Somió y Cabueñes), Villaviciosa e Infiesto................................................................

353.096 »

INMUEBLES Casa sita en c/ Instituto, 48 bajo y pral......................................... Huerta contigua a esta casa............................................................ Casa sita en c/ Instituto, 40, con patio, 284 m2 (espalda calle Begoña)............................................................................................. Casa sita en Travesía de Jovellanos, 9, de dos pisos y bajo, 135 m2. Casa sita en c/ Teatro, 6, de 261 m2 ............................................... Casa sita en c / S. Juan Bautista, 12, de bajo y pral. 128 m2 ...... Casa-Almacén sita en c/ Vuelta, 17, 175 m2 .................................. Casa-Homo sita en c/ Remedios, 7, bajo, 62 m2 ........................... Casa sita en c/ Agua (Oviedo), con huerta, 341 m2 .......................

216.824 » 31.548 »

CREDITO HIPOTECARIO a cargo de Juan Pantiga Alvarez.....

40.000 »

VALOR TOTAL DE LOS BIENES..................

1.436.232 rs.

64.132 55.664 122.468 35.928 29.368 33.724 32.100

» » » » » » »

MAXIMO TORAL Y VALDES Los Toral son una saga de comerciantes gijoneses cuyas ope­ raciones mercantiles arrancan del último tercio del siglo XVIII, cuando Francisco Toral efectuaba todo tipo de transacciones re­ lacionadas con el comercio marítimo. Sus hijos, Francisco y Ra­ món Antonio, lograron sobrellevar la grave crisis del primer cuar­ to del siglo X IX . Muerto Ramón Antonio, su viuda constituyó el 1 de julio de 1838 una compañía comercial en comandita, bajo la razón social «Viuda e Hijos de Toral», de la que formaban parte los hermanos Florentina, León y Máximo, junto con Eugenia Sahagún Toral y su marido Manuel García Rivero. Como tal compañía funcionó hasta que el 30 de junio de 1844, muerta la viuda de Toral, Eugenia de Valdés Busto, sus compo­

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nentes hacen inventario para disolverla, con liquidación y repar­ tición del haber social disponible a partes iguales. Sin embargo, Máximo Toral, que era quien en realidad había llevado los nego­ cios de la sociedad familiar desde la muerte de su padre, decide «seguir ejerciendo el comercio en su propio nombre y por su pro­ pia cuenta», y acuerda pagar a cada uno de los socios la suma de capital que ha correspondido en la partición, por lo que aquéllos deciden traspasarle la propiedad de la razón social y todos los muebles e inmuebles y efectos de comercio existentes como pro­ pios de la sociedad disuelta. Entre ellos se destacan la cuarta par­ te de un almacén carbonero, sito en Valdesoto, y los siguientes bu­ ques: bergantín «San León», por entero; Bergantín «La Paz», por mitad; quechemarín «San Ramón y Animas», por entero, y quechemarín «José María», la cuarta parte. Con sus barcos, y fletando barcos ajenos, se dedicará, sobre to­ do, al cabotaje peninsular y al comercio de distribución a gran es­ cala (35). Otros comerciantes gijoneses tienen también una destacada ac­ tividad por su participación en el negocio marítimo-mercantil co­ mo mayoristas y propietarios de buques. Así, Frutos García Rendueles era propietario de la goleta «Sombra», de 50 toneladas, va­ lorada en 80.000 reales, y participaba en la propiedad de otros buques: goleta «Favorita», de 70 toneladas, 1/6 parte (26.000 rea­ les); bergantín «Tres Hermanos», de 140 toneladas, 3/4 partes (65.000 reales), y de 1/3 de la fragata «Casilda», de 302 toneladas y valora­ da en 409.998 rerales, otro de cuyos propietarios, el avilesino Lu­ ciano García Barbón, residente en La Habana, empleaba este bu­ que en el tráfico ultramarino (36). También Pantaleón Morán La­ vandera, propietario del quechemarín «Coruñesa», de 19 toneladas, valorado en 15.000 reales, además de la goleta «Cuatro Hermanos», de 60 toneladas y tasada en 40.000 reales, aparece ligado al tráfico de cabotaje y al comercio de distribución hacia León y Castilla (37). O Antonio Ruiz Gómez, propietario del bergantín «El Julián» y es­ pecializado durante los años cuarenta del siglo X IX en el tráfico ultramarino de azúcar y aguardiente de caña procedentes de La Ha­ bana (38). (35) A.H.P.O.: Notario: Timoteo García Baones. Legj° 2114. Folio 419. Año 1844. Legj° 2119. Folio 516. Año 1850. (36) A.C.M.G.: Registro de buques. Lista 1.a y 2.a. Años 1837-1850. (37) A.H.P.O.: Notario: Timoteo García Baones. Legj° 2115. Folio 206. Año 1845 (El 26 de junio envía 26 sacos de arroz procedentes de Málaga a la consignación de Fabián Alvarez Quiñones, del comercio de León). (38) A.H.P.O.: Notario: Timoteo García Baones. Legji 2115. Folio 236. Año 1844. Legj° 2116. Folio 189. Año 1847.

EL DESARROLLO MARITIMO-MERCANTIL EN EL PRINCIPADO DE ASTURIAS

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En resumen, estos grandes mayoristas gijoneses, poseedores de lonjas, armadores de buques y que han realizado una inversión superior a 1.500.000 reales en construcción naval entre los años 1836-1850 para dedicarse sobre todo al tráfico de importación-ex­ portación, pueden empezar a ser considerados como verdaderos comerciantes-navieros. Además, destaca el hecho de que casi to­ dos ellos canalizan los beneficios obtenidos en el comercio hacia inversiones industriales, pues aparecen formando parte como so­ cios de todas las compañías industriales y mineras que, como la fábrica de vidrios «La Industria» o la «Sociedad Minera Gijonesa», van proliferando en el Gijón de mediados de siglo. En Avilés, la segunda villa portuaria de cierta importancia del Principado de Asturias, la actividad de los comerciantes mayo­ ristas ligada al tráfico marítimo giraba en tomo a los martinetes del cobre. En el año 1839 el tráfico de cobre viejo y nuevo se ele­ vaba a más de 100.000 libras, por un valor de 276.000 reales. El martinete de Solís, cuyo propietario era Pantaleón Carreño, pro­ ducía una utilidad bruta de 39.000 reales procedentes de las 13.000 libras trabajadas. El de Vidriero, cuyos propietarios eran, por ter­ ceras partes, Pantaleón Carreño, Ramona Valdés y Adriano Troncoso, trabajaba 47.727 libras de cobre, que produjeron una utili­ dad bruta de 128.281 reales en el año 1839. La importancia de es­ tos tres fabricantes-comerciantes viene dada por el hecho de que concentraban el 70 por ciento de todas las ventas de cobre viejo de primera mano, a la par de participar en el armamento de bu­ ques para el tráfico de importación. La documentación disponible (39) permite conocer la distribu­ ción de los tratantes de Avilés según la modalidad de los géneros traficados y sus utilidades netas para el primer semestre de 1839. El Cuadro I muestra cómo el tráfico de cobre, guadañas y potes proporcionaba la mitad de las utilidades:

(39) A.M.A.: Estadísticas. Siglo X IX . Legajo «Estadísticas-Guerra», 27 de agos­ to de 1839.

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CUADRO I MERCANCIAS, TRATANTES Y SUS UTILIDADES EN AVILES, PRIMER SEMESTRE DE 1839 N.°

TIPOS 1.—Cobre, potes, hierro, guadañas . 2.—Hierro, clavazón, herrajes....... 3.—Patroneo («Varios»)................... 4.—Granos ....................................... 5.—Comestibles ............................... 6 —Vino, sidra, aguardiente........... 7.—Grano, tocino, carne................. 8 —Pesca, salazón............................ 9 —T ex til.......................................... 10 —Curtidos..................................... 11 —Loza, a lfa r................................. 12 —Saín, jabón, aceite.................... 13 —O tros...........................................

UTILIDADES (Rs.)

% S/T

44 9 13 18 12 9 27 15 38 1 13 4 19

99.009 3.361 15.934 8.356 5.736 3.361 12.922 6.053 9.760 12.000 2.095 6.801 2.801

51,2 1,8 8,8 4,6 3,2 1,8 7,1 3,3 5,4 6,6 1,1 3,5 1,6

222

181.692

100,0

También se puede conocer la distribución de los establecimien­ tos de comercio o tiendas clasificados por grupos de cuotas y por especialidades, según sus utilidades, como muestran los Cuadros II y III: CUADRO II UTILIDADES DE LOS COMERCIOS POR GRUPOS DE CUOTAS % S/T

GRUPO

N.°

UTILIDADES (Rs.)

100 - 500 500 - 1.000 1.000 - 5.000 Más de 5.000

131 11 15 12

17.925 7.020 33.958 93.360

11,8 4,6 22,3 61,3

169

152.263

100,0

EL DESARROLLO MARITIMO-MERCANTIL EN EL PRINCIPADO DE ASTURIAS

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CUADRO III AVILES. COMERCIOS POR ESPECIALIDADES TIPO Lonjas ................................................ Botica y droguería............................ Alimentación .................................... Tabernas y posadas .......................... Lienzos y telares............................... Del aire o toldillos............................ De géneros variados......................... Sin especificar..................................

N.°

UTILIDADES (Rs.)

% S/T

11 1 68 24 20 7 5 20

79.800 16.000 14.349 9.616 26.380 1.550 2.100 2.858

52,3 10,5 9,4 6,3 17,3 1,0 1,4 1,8

156

152.653

100,0

Más de la mitad de las utilidades eran proporcionadas por las lonjas de comercio al por mayor. La relación nominal de sus pro­ pietarios es como sigue: 1.—Ramona Valdés. 2.—Teodoro Bemaldo de Quirós. 3.—Lencio de Zaldúa. 4.—Manuel Arias Carvajal. 5.—Gesino Suárez y José María Suárez Pumarino. 6—Bernardo Gu­ tiérrez y Lorenzo Fernández. 7.—Juan Antonio Gutiérrez. 8.—José García San Miguel, Francisca Pumariega, Ignacio Martínez, Mar­ celino Rodríguez y José Suárez Cosejo. 9.—Manuel Suárez Inclán.-10.—Manuel Fernández Arenas. 11.—Benito del Castillo (pro­ pietario de la única lonja al por mayor de curtidos y también de la única botica y droguería). La importancia de los principales comerciantes y los géneros por ellos comerciados queda reflejada en el Cuadro IV, en donde se observa cómo unos pocos mayoristas monopolizaban el tráfico de cobre, potes, hierro y guadañas, así como el de subsistencias y géneros ultramarinos. Estos mayoristas y otros comerciantes co­ mo Ignacio García, Narciso Menéndez, Rufino Arias Carvajal, José Fernández Pérez, Pedro Martínez Arcos, etc., tenían participacio­ nes en la propiedad de uno o más barcos, y organizaban operacio­ nes conjuntas ligadas, por lo general, al tráfico de cabotaje, pues la flota de Avilés en 1839 estaba compuesta por barcos de peque­ ño tonelaje (entre 20 y 30 toneladas), con excepción del bergantín «Ricarda», de 190 toneladas, y, por tanto, sólo estaba capacitada para una navegación de corto radio en donde primaban las sub­ sistencias y las manufacturas de cobre y hierro.

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CUADRO IV GENEROS COMERCIADOS Y PRINCIPALES COMERCIANTES. AVILES, 1839 M ERCAN CIA

CAN TIDA D

N .° DE COMERCIANTES

PR IN C IPA LES COM ERCIANTES Pantaleón Carreño, Ramona Valdés* y Adriano T ro n co so ...... Pantaleón Carreño. J. M.* Fer-

C obre nu evo ........................

82.576 libras

27

C obre v i e j o ...........................

19.163

>

20

C obre en c a ld e r o s ............... Latón o fr u s le r a .................

5.224 2.711

» »

2 20

Francisco R o d r íg u e z ................ José Rodríguez V illam il, Narci­ so Menéndez, Juan Cuervo

7

N icolás G onzález P o l a ............ F rancisco G arcía B a r b ó n ....... T e od oro B. de Q uirós, L eoncio Zaldúa*, Manuel y José R o­ dríguez V il l a m i l .................... Juan C uervo A r a n g o ............... Teodoro B em ald o de Quirós* .. T. B. de Quirós, Leoncio Zaldúa y José F rancisco L ó p e z ....... M anuel Suárez I n c lá n * ........... A n to n io Bernardo, P a b lo Mar-

H i e r r o ..................................... A lam bre, hierro ela borad o M a iz ........................................

1.166 quintales 3.447 libras 27.619 fanegas



T r i g o ....................................... A zúcar ................................... C a c a o ......................................

1.270 » 5.006 arrobas 34.504 libras

— 13 11

C h o c o la te ............................... L ie n z o s ..................................

11.646

7 22

S a i n ........................................ Guadañas .............................

1.575 arrobas 18.766 unidades

»

-

11

Ram ona V a ld é s .......................... Juan Cuervo A rango, José Suá­ rez Cosejo*, Narciso Menéndez

% S /T

57 39,1 69,6

55,2 57,8 72,6

42 68,1 41 68,1 37,9 39,5 39,8 46,6

FUENTE: A .N .A . E stadísticas. S iglo X I X . A viles, 1839, ob. cit. 'T ie n e n lonja.

ALGUNAS CONCLUSIONES SOBRE LA ACTIVIDAD COMERCIAL EN ASTURIAS Aunque, como hemos visto, los grandes distribuidores alcan­ cen el mayor índice de negocio, el grueso de la actividad comer­ cial en el Principado de Asturias durante la primera mitad del si­ glo X I X corresponde a los minoristas y a las pequeñas tiendas y tabernas. Así lo confirman las investigaciones realizadas por Joa­ quín Ocampo a partir de los datos que proporciona la Contribu­ ción Industrial y de Comercio (40), que permiten una aproxima­ ción a las cifras de población ocupada en el sector comercial y la importancia económica de esta actividad. Con el fin de que la ac­ ción fiscal no recayese únicamente sobre la agricultura —frutos civiles—, la Instrucción de 22 de noviembre de 1825 ordenaba la (40) A.G.A.: Sección Hacienda. «Subsidio Industrial y de Comercio» (1831-1840): 7033, 7094, 7106, 7107. O c a m p o S u A r e z - V a l d é s , Joaquín: La economía asturiana al final del Antiguo Régimen. Las manufacturas, 1750-1850. Oviedo, 1987. Conse­ jería de Educación. Principado de Asturias. Págs. 97-110.

EL. DESARROLLO MARITIMO-MERCANTIL EN EL PRINCIPADO DE ASTURIAS

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formación de Matrículas de Comercio e Industria clasificadas por Tarifas en que los diversos sectores de actividad quedaban com­ prendidos. Las Cortes de 18 de marzo y 1 de abril de 1835 renova­ rían estas tarifas conforme a los siguientes criterios: Tarifa 1.a—Comprendía dezmeros, contratistas de la Real Hacien­ da y empresarios de minas con más de 30 jornaleros. Tarifa 2.a—Comerciantes al por mayor, exportación e importa­ ción, especuladores de granos, arrendadores de por­ tazgos y agentes de cambio. Tarifa 3.a—Englobaba, fundamentalmente, molinos harineros. Tarifa 4.a—Comercio por menor, artesanos y otras profesiones. Los datos de la recaudación de 1839, efectuada conforme a es­ tas tarifas, permite conocer que lo recaudado en 46 de los 57 mu­ nicipios asturianos asciende a la cifra de 195.045 reales, y que el 80 por ciento de esta recaudación procedía de las tarifas 3.a y 4.a. Esta última comprendía el 48,5 por ciento del total, lo cual con­ firma la importancia del comercio al por menor, a la que venimos aludiendo. Los valores medios mensuales de la recaudación de la Con­ tribución Industrial y de Comercio por partidos judiciales para 1835-1839, que muestra el Cuadro V, pone de manifiesto que un tercio de lo recaudado correspondía a los tres núcleos cabecera de partido que tradicionalmente concentraban las funciones admi­ nistrativas, comercial, manufacturera y urbana más importantes del Principado. Además, con la terminación de la carretera de Cas­ tilla y el trazado de la carretera carbonera (que enlazará Sama de Langreo con el puerto de Gijón) los valles mineros quedarán co­ nectados con las dos salidas portuarias centrales, por lo que si su­ mamos a la recaudación de Oviedo, Gijón y Avilés, los porcenta­ jes de Mieres y Pola de Siero, los cinco partidos absorberían la mitad de toda la recaudación. Por otra parte, la importancia de Luarca y Castropol, en el extremo occidental, viene dada de que ponían en relación las actividades pesqueras, portuarias y comer­ ciales de las villas costeras con las actividades artesanales y ga­ naderas de los pueblos del interior. Los datos de la Contribución Industrial y de Comercio para 1845-1855 ponen de relieve el predominio de las actividades comer­ ciales e industriales, de escasa entidad económica. Por ello, As­ turias entre las 45 provincias españolas ocupaba los puestos 25, 30 y 32 en los años 1845, 1850 y 1855, respectivamente, en cuanto a las cantidades con que contribuía. Esta situación se proyecta so-

144

DANIEL PERIBAÑEZ CAVEDA

CUADRO V CONTRIBUCION INDUSTRIAL Y DE COMERCIO VALORES MEDIOS MENSUALES DE LA RECAUDACION (1835-1839) % S/T

PARTIDOS JUDICIALES

UTILIDADES (Rs.)

Oviedo .................................. G ijó n ..................................... Castropol .............................. Avilés ................................... Pola de S iero....................... Luarca................................... Mieres ................................... Llanes ................................... Villaviciosa........................... Infiesto ................................. G rado.................................... Cangas del Narcea............... San Esteban.......................... Salas ..................................... Teverga ................................. Sama de Langreo................. T in eo..................................... Cangas de O n ís.................... Ribadesella...........................

34.486 20.822 20.728 20.502 18.776 18.760 13.287 11.243 10.657 9.937 9.850 6.985 6.046 6.243 6.157 5.776 5.206 4.096 2.965

14,83 4,96 8,92 8,82 8,07 8,07 5,71 4,83 4,58 4,27 4,24 3,00 2,60 2,68 2,65 2,48 2,24 1,76 1,29

232.782

100,00

bre la Contribución Industrial y de Comercio del año 1863, cuyos datos ponen de manifiesto que a mediados del siglo X I X todavía no se había quebrado la tendencia secular al autoconsumo en el sector agrario asturiano, por lo que la capacidad de demanda pro­ tagonizada por el campo era mínima. El aumento de la población y la consiguiente elevación de las rentas reducía los excedentes potenciales a comercializarse. Esto explicaría —aparte de las ocultaciones— el escaso número de con­ tribuyentes por el concepto de comercio, en donde más de la mi­ tad de los 2.961 activos de esta sección están representados por las tiendas y mercaderes ambulantes dedicados al tráfico de pro­ ductos agrarios. Sin embargo, el sector comercial de distribución (los mayoris­ tas), junto al extrarregional, es, con menos efectivos, el que alcan­ za mayores índices de negocio, si se tiene en cuenta el «ratio» cuo­ tas/contribuyentes, y vendría a constituir el grupo de capitalis-

EL DESARROLLO MARITIMO-MERCANTIL EN EL PRINCIPADO DE ASTURIAS

145

tas, frente al comercio local a pequeña escala. Entre ellos, el grupo de navieros gijoneses a los que hemos aludido en el presente tra­ bajo desempeñaban el papel más destacado. ABREVIATURAS UTILIZADAS EN LAS REFERENCIAS DOCUMENTALES A.G .A.

: Archivo nares). A.C.M.G.: Archivo A .C .N .O .: Archivo A.H .P .O .: Archivo A.M .A. : Archivo A.M.G. : Archivo

General de la Administración (Alcalá de He­ de la Comandancia de Marina de Gijón. del Colegio Notarial de Oviedo. Histórico Provincial de Oviedo. Municipal de Avilés. Municipal de Gijón.

CRUCE ENTRE «LO DE ANTES» Y «LO DE AHORA» A PROPOSITO DE LA CULTURA DEL PAN A d o l f o G a r c Ia M a r t í n e z

La Antropología Cultural ha puesto de manifiesto en reitera­ das ocasiones que toda cultura posee un núcleo constituido por una serie de formas de vida que le confieren identidad y existencia más o menos propia, y diferenciada frente a las demás y, asimis­ mo, ha demostrado que cuando una determinada cultura se des­ poja o es despojada de esas formas de vida perece o se transfor­ ma. Ese proceso de transformación —aculturación, suelen decir los antropólogos (1)— es muy complejo y su ritmo no suele ser el

(1 )

L a A n t r o p o lo g ía C u ltu r a l u t iliz a e l t é r m in o

aculturación p a r a

r e fe r ir s e a

a q u e llo s fe n ó m e n o s q u e s e o r ig in a n c u a n d o d o s g r u p o s d e in d iv id u o s q u e tie n e n c u ltu r a s d is tin ta s se p o n e n e n c o n ta c to , p r o v o c á n d o s e c a m b io s en lo s p a tr o n e s c u l­ tu r a le s o r ig in a le s d e u n o d e lo s g r u p o s o e n lo s d e a m b o s . A e s te r e s p e c t o p u e d e n c o n s u lta r s e a lg u n o s t r a b a jo s d e c a r á c te r t e ó r ic o :

f ie l d ,

J.

J. A l c i n a

F r a n c h , “ D ifu s ió n c o ­

Perspecti­ vas de la antropología española, A k a l E d i t o r , M a d r i d , 1978, p á g s . 85-112; A . D u p p r o n t , L’acculturazione. Per un nuevo rapporto tra ricerca storica e scienze umane, E i n a u d i , T o r i n o , 1966; H . G. B a r n e t t , “ A c c u l t u r a t i o n : A n E x p l o r a t o r y F o r m u l a t i o n ” , e n American Anthropologist, v o l . 56, 1954, p á g s . 973-1.002; R . R e d -

m o a c u ltu r a c ió n e n a r q u e o lo g ía ” , en

P o n s , D . T u r b ó n y o t r o s ( e d .) ,

R . L in t o n y M . H e r s k o v it s , “ M e m o r á n d u m f o r t h e S t u d y o f a c c u l t u r a ­

t io n “ , en

American Anthropologist,

v o l.

38, 1936, p á g s . 149-152.

La

aculturación

e s u n p r o c e s o c o m p le jo y n o “ u n e v e n t o a is la d o ” , q u e p r e s u p o n e c o m o e le m e n to s

la difusión y la asimilación, a l a v e z q u e f o r m a p a r t e d e u n el cambio cultural. D e s d e e s t e p l a n t e a m i e n t o s e d e l i m i t a y s e c o m p r e n d e l a n a t u r a l e z a d e la difusión, e s d e c i r , s e t r a t a d e u n a s ­ p e c t o p a r c i a l d e la aculturación y del cambio cultural. E x i s t e n a b u n d a n t e s t r a b a ­

c o n s t itu tiv o s b á s ic o s

fe n ó m e n o m á s c o m p le jo q u e es

jo s a n t r o p o ló g ic o s d e c a r á c te r t e ó r ic o -p r á c tic o s o b r e e l p r o c e s o d e a c u ltu r a c ió n d e g r u p o s h u m a n o s c o n c r e t o s . V e r a m o d o d e e je m p lo lo s s ig u ie n te s : R . F . M u r p h y

148

ADOLFO GARCIA MARTINEZ

mismo en todos los niveles de la cultura (2), poniéndose de mani­ fiesto que en el seno de la misma existe una periferia que es más sensible al cambio, y un núcleo más resistente, originándose un choque entre la cultura positiva o periferia y la cultura inercial o núcleo (3), choque que puede prolongarse entre el hacia afuera (periferia, que tiende al cambio) y el hacia dentro (núcleo, tradi­ ción que tiende a mantener su identidad) (4). Esta situación pue­ de terminar en el aislamiento, en un mero cambio periférico, en la desaparición o en la formación de una nueva cultura. En cual­ quier caso, a lo largo del proceso puede suceder que muchas pau­ tas o formas de vida pervivan a modo de reliquias lexicalizadas o “ survivals” en las márgenes de las nuevas pautas, una vez que ya han perdido prácticamente sus funciones originales. Pero tam­ bién suele suceder con frecuencia que exista una discrepancia en­ tre los planes o proyectos de cambio, tanto endógenos como exógenos (proyectos de tipo emic), y sus conductas reales (de tipo etic), como de hecho ha ocurrido y sigue ocurriendo en las comunida­ des rurales de Asturias, lo que dificulta la puesta en práctica y la consolidación de cualquier proyecto de innovación seria y pro­ funda. Pero también puede suceder lo contrario, es decir, que se adopten nuevas formas de vida que discrepan de los planes o es­ tructuras emic vigentes, lo que determina, en muchos casos, un fracaso de esas innovaciones, como también ocurre en las comu­ nidades rurales asturianas de hoy. Este hecho muestra el peso que tienen las estructuras socio-mentales dentro de una cultura. Pues bien, la cultura rural tradicional asturiana está inmersa en un proceso de aculturación desde hace más de dos décadas. A lo largo de estos años y por causas muy diversas, la cultura rural y J. H . S t e w a r d , “ C a u ch e ro s y t r a m p e r o s : d o s p r o c e s o s p a r a le lo s d e a c u ltu r a ­

Antropología económica. Estudios etnográficos, tobas argentinos. Ar­ monía y disonancia en una sociedad, S i g l o X X I , M é x i c o , 1 9 79; C . E s t e v a , “ P a r a u n a t e o r í a d e l a a c u l t u r a c i ó n e n e l A l t o A r a g ó n ” , e n Ethnica, n ú m . 2 , B a r c e l o n a , c i ó n ” , e n J . R . L l o b e r a (ed.)>

A n a g r m a , B a r c e l o n a , 1 9 81, p á g s . 2 0 1 -2 2 9 ; E . S . M i l l e r , L o s

1 9 7 1 , p á g s . 7 -7 5 ; A . G a r c í a M a r t í n e z , “ L a f a m i l i a r u r a l a s t u r i a n a ” , e n V a r i o s ,

Folklore, S i l e r i o C a ñ a d a E d i t o r , G i j ó n , 19 88, p á g s . 1 8 1-21 8. (2) Cfr. G . F o s t e r , Tzintzuntzant. Los campesinos mexicanos en un mundo en cambio, F.C.E., México, 1972, págs. 243 y ss.; E. L A B R O U SS E y Otros, Las estruc­ turas y los hombres, Ariel, Barcelona, 1969, págs. 103 y ss. (3) C f r . D. S c h n a p p e r , “ Modernidad y aculturaciones a propósito de los tra­ bajadores emigrantes” , en T. Todorov y Otros, Cruce de culturas y mestizaje cul­ tural, Júcar Universidad, Barcelona, 1988, págs. 173-205; A. C a r d í n , Tientos et­ nológicos, Júcar Universidad, Barcelona, 1988, págs. 234 y ss. (4 ) C f r . R . R e d f i e l d , El mundo primitivo y sus transformaciones, F .C .E ., M é ­ x i c o , 1 9 7 3 , p á g s . 50 -51 y ss.

149

A PROPOSITO DE LA CULTURA DEL PAN

asturiana ha entrado en un proceso de cambio que comenzó trans­ formando su periferia y que a un ritmo más o menos acelerado, según las zonas (5), ha ido afectando con mayor o menor intensi­ dad a los diversos componentes de su núcleo, originándose conse­ cuentemente una pérdida gradual de su identidad en consonan­ cia con la desaparición parcial o total de esos componentes, lo que motivó, entre otros hechos, una recesión cada vez más drásti­ ca de los núcleos de población rural, a la vez que los restantes se encuentran en plena lucha por alcanzar una nueva identidad cul­ tural sobre la base de una periferia casi por completo transfor­ mada —hábitat, organización técnica del espacio, vivienda y cons­ trucciones anexas, formas económicas y mecanización, sistemas de comunicación, etc.— y un núcleo en el que pugnan abundantes detritus del anterior y aquellos elementos nuevos que se intenta consolidar, en un contexto de difícil y duro enfrentamiento entre lo de antes y lo de ahora. Desde esta perspectiva que acabo de esbozar y operando con el concepto de cultura propio de la Antropología Cultural, es de­ cir, la cultura entendida como un todo organizado que articula di­ ferentes niveles que aglutinan las variables tecnoecológicas y tecnoeconómicas, demográficas, organizacionales, lingüísticas y las representaciones mentales, pretendo recorrer, a través del análi­ sis del fenómeno del «pan de casa», una forma de vida hoy prácti­ camente desaparecida y que era uno de esos componentes básicos del núcleo de la cultura rural tradicional asturiana, para poner de manifiesto los diferentes niveles de la misma y su trabazón a través de esta forma de vida, desde la periferia hasta el núcleo. Terminaré con unas cuantas pinceladas que tratan de poner de ma­ nifiesto la crisis de la cultura rural asturiana y la difícil situación de muchas comunidades rurales asturianas actuales que necesi­ tan urgentemente encontrar una sólida identidad cultural en ese cruce de formas de vida en que se encuentran inmersas, las que perviven de la cultura tradicional y aquellas que llegan del exte­ rior cada vez con más fuerza y en mayor número.

(5 )

Adolfo

G a r c ía M a r t ín e z ,

“ La familia rural asturiana” ,

op.

cit.

150

ADOLFO GARCIA MARTINEZ

I.—EL PROCESO DEL «PAN DE CASA». UN FENOMENO QUE CONFORMA Y ANIMA LA CULTURA RURAL TRADICIONAL ASTURIANA (*) Quiero evitar en este momento polemizar sobre si es correcto hablar de una cultura rural asturiana con identidad propia o no, seguramente sí y seguramente no (6), pues muchas de las formas de vida que caracterizan a esta cultura se encuentran también en otras comunidades rurales de España, de Europa y hasta del área mediterránea, a la vez que existen múltiples variantes de carác­ ter formal y funcional. Para solventar con un mínimo de rigor es­ ta cuestión serían necesarios muchos más estudios microetnográficos y microsociales de los que actualmente existen, y aún así, nos encontramos precisamente ante una de las deficiencias y uno de los riesgos que implica el uso del método comparativo (7), cuan­ (*) El material de campo para este estudio ha sido recogido en la zona occidental de Asturias y particularmente en el concejo de Tineo. Por esto la expresión «pan de casa» se refiere especialmente al trigo, si bien es verdad que también se hacía «pan» de centeno y en algunos casos de maíz. En otras zonas de la Asturias occi­ dental el «pan de casa» era la escanda que, con ciertas diferencias relativas a la recolección y a la extracción del grano, por lo demás el proceso, la importancia económica y las implicaciones sociales y simbólicas eran similares a las del trigo. Quiero agradecer, por otra parte, la abnegada y paciente colaboración que me han prestado las gentes de las parroquias de Zardaín, Santa Eulalia de Miño, Collada, Navelgas, Naraval, San Fructuoso, Rellanos, Muñalén y Santiago de Cerredo fa­ cilitándome gran cantidad de datos. Sin la colaboración de estas personas, a las que siento no poder citar nominalmente porque sería una lista interminable, no sería posible este trabajo. Quiero agradecer también la colaboración de José Car­ los Riaño Isidro, autor de los dibujos que aparecen en este trabajo. (6) C f r . R. V a l d é s d e l T o r o , “ Sobre Asturias y la cultura asturiana” , en V a ­ rios, Etnografía, Silverio Cañada Editor, Gijón, 1988, págs. 313-328; R. G o n z á l e z Q u e v e d o , “ La cultura asturiana” , Lletres Asturianes, núm. 38, Oviedo, 1990, págs. 117-134. (7) La Antropología Cultural utilizó desde sus mismos orígenes, en mayor o menor medida, el método comparativo, un procedimiento también empleado por gran número de ciencias. Sin embargo, en el caso concreto de la Antropología Cul­ tural, los antropólogos no coinciden en cuanto a la validez, alcance y modo de uti­ lización de este recurso metodológico. Así y para poner tan sólo algunos ejemplos, mientras L. H. Morgan o J. Frazer lo utilizaron sin titubeos y C. Lévi-Strauss ase­ gura que es perfectamente válido, porque las diferentes culturas son sistemas muy similares por ser estructuras lógico-combinatorias de una estructura inconscien­ te común al género humano, por el contrario E. Evans-Pritchard y E. Leach sos­ tienen que el comparatismo en Antropología aporta luz, pero no debe ser utiliza­ do como una forma enmascarada de experimento o inducción científica. F. Boas, por su parte, sostuvo que fenómenos similares en su forma pudieron llegar a cons­ tituirse a través de procesos históricos distintos y por consiguiente tener funcio­ nes distintas a las del sistema cultural en el que subsisten. Es decir, no se pueden

151

A PROPOSITO DE LA CULTURA DEL PAN

do se pretende con ello construir categorías culturales de gran al­ cance, comparando aspectos o fenómenos culturales pertenecien­ tes a culturas diferentes y en base a sus semejanzas formales, pues cabe que fenómenos culturales formalmente similares hayan te­ nido un proceso de formación diferente y por consiguiente fun­ ciones también diferentes en una cultura y en otra. Por consiguien­ te, para que el método comparativo, uno de los instrumentos me­ todológicos de que dispone la Antropología Cultural —y también otras ciencias— para construir generalizaciones de gran alcance, tenga ciertas garantías de validez, se requieren muchos estudios de campo sobre los grupos o áreas que se quieren englobar dentro de una cultura común. A l margen, por cosiguiente, de este debate, que es perfectamen­ te razonable y tan viejo como la propia Antropología Cultural e incluso, en cierto modo, como el hombre mismo, y sin perder de vista esta problemática, permítaseme utilizar la expresión cultu­ ra rural asturiana para referirme al modo de vida de unas comu­ nidades humanas instaladas en un determinado medio ecológico y habida cuenta del factor demográfico, grado de aislamiento, ni­ vel de desarrollo tecnológico, etc. Hechas estas salvedades, trataré de penetrar en ese todo que es la cultura rural tradicional asturiana siguiendo el proceso de una de sus formas de vida más características, «el pan de casa», una expresión que, en el contexto de dicha cultura basada en la casa y en el grupo doméstico como unidad de producción y de con­ sumo, tiene unas connotaciones que van más allá del campo espe­ cífico del «pan», el trigo en este caso, si bien éste constituye el nú­ cleo central de la economía autárquica que imperaba en las em­ in t e r p r e t a r d e l m is m o m o d o y s in m á s d o s fe n ó m e n o s id é n t ic o s p e r t e n e c ie n t e s a c u lt u r a s d is tin ta s (C fr . E . L e a c h , “ E l m é to d o c o m p a r a t iv o e n a n t r o p o lo g ía ” , en J . R . L l o b e r a (e d .),

167-178;

La antropología como ciencia, A n a g r a m a ,

B a r c e lo n a ,

1975, p á g s .

F . E g g a n , “ L a a n t r o p o lo g ía s o c ia l y e l m é t o d o d e la c o m p a r a c ió n c o n t r o ­

l a d a ” , e n J . R . L l o b e r a ( e d .) ,

La antropología como ciencia, o p .

c i t ., p á g s .

179-202).

B o a s c r it ic a e l s u p u e s to c o m ú n d e q u e r a s g o s s im ila r e s s u r ja n d e p r o c e s o s s im ila ­ re s y s o s t ie n e q u e e l m is m o fe n ó m e n o p u e d e s e r r e s u lta d o d e d e s a r r o llo s d is tin ­ t o s y q u e n o d e b e m o s d a r p o r s u p u e s to q u e e l m is m o fe n ó m e n o s e d e b a s ie m p r e a la s m is m a s ca u s a s (C fr . F . B o a s , “ T h e lim it a t io n s o f th e c o m p a r a t iv e m e th o -

Sciencie, N . S . , 4, 1896, p á g s . 901-908, c i t a d o p o r A . G o n z á l e z E c h e v a r r í a , Etnografía y comparación, U n i v e r s i d a d A u t ó n o m a d e B a r c e l o n a , B a r c e l o n a , 1990, p á g s . 27-28. F i n a l m e n t e , R a d c l i f f e - B r o w n ( c f r . A . R . R a d c l i f f e - B r o w n , El méto­ do de la antropología social, A n a g r a m a , B a r c e l o n a , 1975, p á g s . 126 y s s .) s o s t i e n e d e ” , en

q u e e l m é t o d o c o m p a r a t iv o es v á lid o p a r a la c o n s t r u c c ió n t e ó r ic a e n A n t r o p o l o ­ g ía S o c ia l, s i l o q u e s e c o m p a r a s o n á r e a s o s is te m a s c u lt u r a le s — c u lt u r a b a n t ú y c u ltu r a s a u s tr a lia n a s , p o r e je m p lo — y n o r a s g o s c u ltu r a le s a is la d o s .

152

ADOLFO GARCIA MARTINEZ

presas rurales tradicionales, en las que el techo de la producción era el consumo doméstico y donde el pan era el elemento princi­ pal de la mesa cotidiana, junto con el pote y la leche, acompaña­ dos de otros productos secundarios o de temporada. Es decir, «el pan de casa» estaba presente en la mesa familiar durante todos los días del año, al tiempo que era el alimento que se tomaba en­ tre horas (entre unas comidas y otras) cuando alguien tenía ham­ bre, particularmente los niños. «El pan» era también el ingrediente básico de la mesa festiva, e incluso cuando un mendigo llegaba a la puerta se le obsequiaba con un trozo de pan. 1 .— DESDE LA TIERRA A LA MESA

El proceso de la siembra, el cultivo y la recogida del «pan», el trigo, desde la tierra a la era, duraba casi diez meses. Este traba­ joso y largo proceso implicaba y mantenía en una tensión expec­ tante a todo el grupo doméstico, puesto que de sus resultados de­ pendía la base de la subsistencia del próximo ciclo. Este gran ries­ go, ante el que el hombre poco o nada podía hacer, fomentaba y alimentaba en el seno de la cultura rural tradicional un espíritu de resignación y una serie de creencias y de ritos, así como una actitud especial frente al medio ecológico y los fenómenos meteo­ rológicos. En este sentido, el proceso del pan ponía en juego e im­ plicaba todos los niveles de la cultura rural, el económico, el organizacional y el mental. Una vez el trigo en el granero, periódi­ camente cada doce o catorce días, se elaboraba una cierta cantidad de pan y de nuevo el sustento principal de la familia dependía, en este caso, de la pericia de una persona, el ama de casa, que era quien amasaba y cocía la pasta. La gran responsabilidad que es­ ta persona asumía en ese momento, permite comprender el por qué se preparaba para ejecutar ritualmente con gran meticulosi­ dad todos los pasos, a la vez que recurría a ciertas oraciones, ri­ tos y ensalmos para garantizar el éxito de la fornada (hornada). Ese día la familia dispensaba de muchas de sus obligaciones ha­ bituales al ama, pues ella era la artífice principal de un rito de paso, de la “ falta de pan” a la “ abundancia de pan” , que si alcan­ zaba sus objetivos ese día se convertía en un día de fiesta porque la mesa iba a ser festiva —el bollo y el “pan caliente” —. Pero ha­ gamos este largo trayecto del pan, entre la tierra y la mesa, con más detenimiento.

A PROPOSITO DE LA CULTURA DEL PAN

153

a) La preparación de la tierra y la siembra del trigo. A prin­ cipios de noviembre se estercolaban y se labraban las tierras en las que se iba a sembrar el trigo, se llabraba pa payares y de ahí que noviembre se llamase payares. Según que las parcelas fuesen más o menos pendientes, éstas se araban con el Uabeguín (arado de madera o romano) o con el Uabegón (arado de hierro de verte­ dera). En este trabajo participaba casi toda la familia y los ani­ males de tiro domésticos: una pareja de vacas tiraba del arado, el amo o el futuro heredero lo conducía, pues se trataba de la ta­ rea que requería mayor responsabilidad, fuerza y habilidad, la esposa conducía la yunta y los niños introducían el estiércol en el surco. Posteriormente se esturronaba y se andaba la tierra (se allanaba la tierra) con la gra (grade) y a mano. En tiempos pasa­ dos se sembraba el trigo a voleo (a mano) antes de arar, pero pos­ teriormente, excepto en aquellas parcelas de pendiente muy pro­ nunciada, se empezó a utilizar la semadora (una máquina para sembrar —ver figura 1—). Ambas modalidades tenían sus venta­

F i g u r a 1 .— S e m a d o r a

jas y sus inconvenientes. La siembra a voleo la hacía el amo o je­ fe de la casa y la siembra la semadora la hacía también el amo y más comúnmente el hijo varón que le iba a suceder al frente de la casa, por tratarse de una innovación; la semadora era arrastra­

154

ADOLFO GARCIA MARTINEZ

da generalmente por un caballo conducido por la esposa, por un adolescente o por el amo. Como no todas las casas poseían semadora ni caballo, era muy usual que unas familias prestasen a otras estos medios e incluso dos o más casas de las más pudientes com­ partían la propiedad de una semadora. Existían diversas variedades de trigo —el grande, el rojo, el parrín, etc.— según el desarrollo del tallo, el rendimiento en ha­ rina y el tipo de pan “ que hacían” , y cada casa seleccionaba, se­ gún las parcelas, la variedad que mejor se adaptaba. El trigo pa­ ra sembrar se seleccionaba, separar la semiente, nada más reco­ ger la cosecha y se elegía el mejor de cada variedad, pero cada cierto tiempo las casas cambiaban el trigo para la siembra en otros pueblos de la zona, pues según se creía, la semiente bastardiaba (degeneraba). Por los años 50 se introdujo una nueva variedad de trigo, el cuaderna o moderno, de tallo más resistente y corto y de espigas y grano más gruesos, que producía más, si bien facía per pan, más amaizau (hacía peor pan, más parecido al del maíz), que maduraba casi dos meses antes, lo que permitía sembrar en su lu­ gar maíz payarín (maíz enano), y así aumentar la producción de las parcelas. b) Las labores de cultivo y de desbroce. Dos meses y medio después de haber sembrado el cereal, es decir, a finales de enero y principios de febrero, puTAntridu (por Carnaval), las mujeres y los ancianos sallaban el pan (sallaban el trigo) con una arabía (herramienta) llamada la pica. Se trata de un trabajo de mucha paciencia y cuidado, por eso no se permitía que lo hiciesen los ni­ ños, consistente en cavar superficialmente la tierra sin desarrai­ gar la planta, a la vez que se arrancan las malar yerbas. Si el tri­ go estaba sembrado a voleo este trabajo se volvía más enojoso aún que si estaba sembrado a máquina, al no existir surcos, pero la planta parece que enraizaba mejor y “ no se iba del pie” . En la segunda mitad de abril y principios de mayo, cuando ya taba espigau (cuando ya había florecido), abril espigas mil, en mayo espiga todu, el bonu ya ’1 malu (8),

se arrompía (se arrancaban a mano las malas yerbas): vena (ave­ na), curruyuela (correhuela), cardos, trebe (un trébol silvestre), ve(8) “ Abril espigas mil, en mayo espiga todo, el bueno y el malo” , refrán reco­ gido en Riocastiello (Tineo).

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za (arveja), paniegas (romaza rizada), etc., por citar algunas de las más comunes. Este trabajo lo solían realizar casi exclusivamente las mujeres, pues facíanlu axeitu, purque taban avezadas (lo ha­ cían bien, porque estaban acostumbradas), solían decir. Cuando el trigo estaba prácticamente maduro, muchas espe­ cies de pájaros acudían a los trigales y para ahuyentarlos se colo­ caban por las tierras espantapajaros, situación a la que responde esta expresión popular: ai muita comia, ai que poner espantuyos ñas tierras de pan (hay muchos pájaros, hay que poner espanta­ pájaros en las tierras de trigo). c) La siega del trigo y su transporte a las eras. Durante la se­ gunda mitad de julio y la primera quincena de agosto se realiza­ ba la siega ’1 trigo. Esta tarea se hacía manualmente con una foucina (una peque­ ña hoz de mano). Segaba la familia —vieyus ya medianus, homes ya muyeres—, excepto los niños, porque estruzaban el pan (estro­ peaban el trigo). Eran momentos de alegría por el ambiente festi­ vo que reinaba, a pesar de la dureza del trabajo, la xente cantaba, ya lus mozus curtexaban a las mozas. (la gente cantaba, y los jóvenes hacían la corte a las jóvenes). Eran frecuentes los retos entre los segadores para demostrar quién segaba más y llegaba antes al final de su tajo, particular­ mente cuando había jóvenes y gente de afuera: cuando había xente dafuera, muitas veces echábanse la go­ rila unus a outrus, era la caraba. El mozu galán ib’ ayudar a la moza a seguir el tayu p’acabar la ’staxa (9). El trigo se dejaba curando al sol ñas gabiellas (en las gabillas) dos o tres días, hasta que taba bien crespu ya ’nsuitu (hasta que estaba bien curado y bien seco); después se ataba en manoyos (en haces). Las mujeres agabellaban (hacían gabillas) y los hombres ataban los haces con blincayos (cuerdas de paja de centeno retor­ cidas y mojadas previamente) utilizando como instrumentos una paleta de madera para igualar la paja y un palio (un palo de ma­ dera afilado por uno de sus extremos —ver figura 2—) y los niños (9) “ Cuando había gente de afuera, muchas veces se hacían competiciones pa­ ra ver quién segaba más. El joven galante ayudaba a la joven a seguir y a termi­ nar cuando todos su tajo” . Datos recogidos en Zardaín, Miño, Riocastiello (Tineo), pero se trataba de un fenómeno muy común en la zona.

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Figura 2.—Paleta y palio

facían las ureas (recortaban las pajas salientes y abrían los haces por la parte opuesta de la espiga, una operación que facilitaba las tareas que se tenían que hacer después con las gabillas). Poste­ riormente los hombres acarrellaban (hacer montones colocando los haces en horizontal y en la misma posición, para que asentase la paja y sobre todo la espiga). Al día siguiente, en la misma tie­ rra el amo afacinaba el pan (colocaba los haces en forma de espi­ ral con la espiga hacia el centro y reduciendo el diámetro en cada hilada para terminar en una especie de tronco de cono —ver figu­ ra 3—).

Figura 3.—Manoyo, carriellos y facina

Cuando se había terminado de segar todas las tierras se saca­ ba la facina pa la era (se transportaba el trigo a la era), un lugar destinado a tal fin que cada familia tenia al lado de casa. Allí se

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hacía la facina con todo el trigo de la cosecha —unos 800 haces, por término medio—. El día que se sacaba ya se facía la facina era un día festivo, pues había gente de afuera ayudando en el acarre­ to (transporte). El transporte se realizaba al hombro (hatos de gabillas sobre la espalda o en la cabeza, en el caso de las mujeres), con animales de carga o con el carro y las vacas. Esta era una de las ocasiones en que todos los vecinos debían abrir paso para per­ mitir el acceso con el carro a todas las parcelas de la ería, abrían­ se las carriles, pues cuando aquéllas estaban sembradas sólo exis­ tían sederos peatonales. Simultáneamente al acarreto se iba ha­ ciendo la facina (ver figura 4), para cuya tarea se llamaba a un

Figura 4.—Facina de la era

hombre, siempre el mismo, pues se trataba de un trabajo que re­ quería habilidad, práctica y un cierto gusto por la estética, pues la facina podía caer, podía calar y además era vista y juzgada por mucha gente en relación a su tamaño y a su forma, pues solían pasar varios días hasta que se trillaba el trigo. El tamaño de la facina y su hechura y aspecto externo eran datos que hablaban en favor o en contra de la casa y de sus miembros, era una demos­ tración pública de la buena o mala cosecha de pan y de la laborio­ sidad y cuidado con que se trataba este bien indispensable y bá­ sico para la mesa familiar. Los informantes de la zona me mani­ festaron que resultaba un hecho normal el que,

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lus padres de las mozas casaderas fosen a vistayas a casa del pretendiente de la fía pa ver la facina de pan que tenía, y a sabiendas d’estu la casa del mozu, pa ’ngañar, metía debaxu de la facina,sin que se viesen, troncus ya rebollas pa que pareciese mayor de lu qu’era. Despueis curríase la voz pur toda la redulada de qu’en casa tal tienen unguañu una facina bárbara, tienen pan ambute pal añu... Ansina afo­ rran de tener miedo a la fame... Siempre chufanun muitu a esa casa... (10).

El día que se sacaba y se hacía la facina era festivo, pues al haber gente de afuera ello motivaba que la mesa fuese festiva y se acompañase de café y de vino. Los ancianos y sobre todo los niños debían recoger todas las espigas caídas por las tierras y por la era, de manera que no se perdiese ni un solo grano. Con estas labores terminaba la recogi­ da del trigo. d) La trilla y el almacenamiento del grano y de la paja. Has­ ta los años 40 del presente siglo el trigo se trillaba a mano, a ma­ nar. Las eras se limpiaban y se recubrían con una capa de boñiga de 10 ó 15 centímetros de espesor, se alisaba y se dejaba secar. Se tendía el trigo sobre este suelo y cuatro hombres de pie, de dos en dos, golpeaban sobre la espiga con el manar (dos palos unidos por unas correas de piel de buey —el llórame — que permitía una articulación entre ambos (ver figura 5), de modo que una era asida

Figura 5.—Manar (10) “ Los padres de las chicas en edad de matrimonio iban a inspeccionar o hacían averiguaciones sobre la cantidad de pan que recogía la casa del pretendiente de su hija, y sabedores de esto la familia del chico colocaba troncos y otras cosas debajo del trigo para que la facina aparentase mayor de lo que era en realidad. Al mismo tiempo, se divulgaba por el entorno el mucho pan que recogía dicha ca­ sa, señalando que tenían bastante para todo el año y que no pasarían hambre, lo cual era todo un honor para la familia...” . Datos recogidos en las parroquias de Zardaín, Santa Eulalia de Miño, Santiago de Cerredo, Naraval, San Fructuoso y Muñalén (Tineo), pero se trataba de un hecho usual en toda la zona de estudio.

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por el hombre mientras que el otro era el que golpeaba sobre la espiga). Las dos parejas de mayadores debían de estar sincroni­ zadas para que cuando una golpeaba la otra debía de levantar el manar. Las mujeres retiraban la paja y con una rama limpiaban la poxa (la parva) de la superficie. Posteriormente las mujeres aventaban y cribaban el grano para dejarlo totalmente limpio. Es­ ta técnica era muy lenta y requería gran habilidad y esfuerzo por parte de los cuatro mayadores y de las mujeres, por eso solía ha­ ber varios equipos de hombres experimentados que salían a ma­ yar por las casas de la zona. A mediados de los 40 llegaron las primeras mayadoras (máqui­ nas de trillar o trilladoras), al principio compuestas de tres pie­ zas: el motor, la trilladora, que era accionada por el motor me­ diante una larga polea, y la aventadora, que funcionaba manual­ mente. El transporte de unos pueblos a otros —solía haber una o dos para una amplia zona y cada una recorría año tras año la misma ruta— y de una era a otra requería la colaboración de va­ rias yuntas de vacas y de varios hombre, hecho que exigía la co­ laboración de buena parte del pueblo. Posteriormente estas má­ quinas se perfeccionaron y constaban sólo de una pieza: un motor que movía el rodillo que trillaba y a su vez la aventadora que des­ parvaba, de modo que por la parte superior se introducía el trigo y por un lado salía la paja y por otro el grano ya limpio. Las mayadas era un acontecimiento que duraba varios días o incluso semanas dentro del mismo pueblo, según el numero de ve­ cinos y la cantidad de trigo, y exigía la colaboración desinteresa­ da de todas las familias —dos o tres personas por casa, más los niños que estaban en todas les eras porque eran días de fiesta pa­ ra ellos; se trataba de una verdadera reciprocidad equilibrada—. En esta actividad se observaba una división estricta del trabajo en función del “ status” social, el sexo y la edad, según la respon­ sabilidad de las tareas a realizar. Se trabajaba en cadena y a gran ritmo, pues el dueño de la mayadora cobraba a razón del tiempo invertido en cada era. Existían varios puestos o trabajos de ma­ yor responsabilidad que estaban ocupados por hombres adultos, otras tareas de cuidado y concentración eran desempeñadas por mujeres de mediana o de superior edad y, por fin, había otros tra­ bajos de menor responsabilidad que desempeñaban los adolescen­ tes y el resto de los hombres, el amo de la casa, mientras tanto, supervisaba aquellas tareas de mayor trascendencia —miraba si quedaba bien trillado el trigo, si iba limpio, si el payeiro (el bála­ go —ver figura 6—) se estaba haciendo bien, etc.— y estaba pen­ diente de cualquier contratiempo, a la vez que se preocupaba de repartir vino por la era.

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Figura 6.—Payeiro

Una persona seria, un hombre de edad generalmente, desha­ cía la facina tirando los haces sobre la meseta de la mayadora, don­ de otro hombre maduro cortaba el blincayo y abría la gabilla pa­ ra que el mayador y dueño de la máquina la fuese alimentando. La paja ya trillada era sacada (recogida) por varias mujeres adul­ tas a la salida del rodillo y transportada a continuación por ado­ lescentes y hombres al lugar donde se hacía el payeiro. Para ha­ cer el payeiro se requería una cierta habilidad y práctica, lo que determinaba que en cada pueblo hubiese un equipo de hombres adultos para realizar esta tarea: dos estaban arriba y otros dos controlaban y dirigían la operación desde abajo. La paja tenía mu­ chas utilidades a lo largo del año, por eso el payeiro debía quedar bien hecho para resistir el viento y la lluvia. El grano, la grana, ya desparvado era recogido por el ama de casa ayudada por algu­ na otra mujer, a la vez que el amo o un varón adulto de casa lo iba transportando al hórreo o a la panera. La parva, la poxa, se amontonaba y después se usaba para la “ cama” o la cubil de los animales domésticos. Las mayadas suponían varios días de intenso trabajo y de ayu­ da mutua entre las familias del pueblo, días en los que incluso aquellas familias que estaban enemistadas se ayudaban entre sí.

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Pero las mayadas eran también días de fiesta y de alegría, pues el grupo entero se ponía en acción; los jóvenes se cortejaban, las bromas eran corrientes y todos vibraban de un modo inusual; las casas rompían su individualismo casal y aquellos espacios reser­ vados comúnmente a los miembros de la familia, la cocina, la era, la calea (el entorno de la casa) eran invadidos por el pueblo, a la vez que el vino, el café y la mesa o comida festiva rompía tam­ bién la monotonía y la miseria de la mesa cotidiana. Las amas de casa guardaban celosamente para ese día partes de la carne más suculenta del Samartín, mataban algún gallo que, desde tiempo atrás, estaba reservado para esa ocasión, amasaban “pan blanco” o pan de fiesta, que en muchos casos era el último de la cosecha anterior y que también el ama había reservado para ese día, pues en muchas familias “ no alcanzaba el pan de una cosecha a otra” , como tampoco la carne, pero todas las casas tenían buen cuidado de ofrecer ese día a los invitados carne y pan de casa, una cues­ tión de prestigio, de lo contrario “ el ama era una mal ama de su casa” . La mayada era “ un rito de paso” entre la escasez —falta de pan— y la abundancia —el pan nuevo. En aquellas casas de familia numerosa —eran casi todas, dada la estructura troncal de la familia, “ souche” , el alto índice de hi­ jos y la presencia de parientes colaterales solteros, los tiones—, el ama distribuía el mismo día de la mayada el trigo para el año que iba a empezar, pues como me han repetido hasta la saciedad las informantes, la gran preocupación de l’ama era qu’l pan nun llegase d’un añu a outro, d’una mayada a outra, purque l’añu era muy llargo ya ’n casa somus muitus a comer, somus una casarada, ya si falta ’1 pan falta todu, ya pur esu tener pan abondu pal añu era un gran esfoutu pa Tama (11). Por consiguiente, si el pan era el núcleo principal de la mesa fa­ miliar y si, a su vez, no era un producto excesivamente abundan­ te, esto nos permite comprender que el ama como principal admi­ nistradora, al tratarse de un bien limitado, no podía vender trigo y la que lo hacía era mal vista por toda la comunidad, pues ven­ d í) “ La gran preocupación del ama de casa era que el pan no llegase de un año a otro o de una mayada a otra, porque el año era muy largo y eran muchos de familia y si falta el pan falta todo, por lo que tener bastante pan para el año suponía una gran tranquilidad para el ama” . Datos recogidos en la parroquia de Zardaín, pero se trataba de un hecho generalizado en toda la zona y en parte de la Asturias rural preindustrial.

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día el sustento de la familia y el principal símbolo de la casa; tam­ poco nadie de la familia podía despilfarrarlo, ni se podía dar a ningún animal, nun tires pan al perm nin, qu’ia pecau, el pan ia de Dious (12), solían decir las personas mayores a los niños. Sólo se daba pan tostado a las vacas cuando parían y, en estos casos y a tal fin, se solía amasar pan de peor calidad; además las vacas “ eran de casa” pues nacían y estaban en ella hasta que se vendían por viejas. También se comprende, desde estas coordenadas, el que se obsequiase con pan a los visitantes parientes, amigos y niños. La enorme importancia del pan para la supervivencia de la fa­ milia y esa aureola de sacralidad que lo envuelve nos ayuda a com­ prender por qué se manipula con tanto cuidado a lo largo de todo el proceso y el por qué de tantas manifestaciones mágico-religiosas que se observan y perviven en tomo al pan. Igualmente, las prin­ cipales tareas que se realizan con el pan sirven de puntos de refe­ rencia para la medición del tiempo cronológico. Así,

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muriu, naceu, casouse, venu ou foise pu lus payares, pu la sementera, pul sallu, pu la siega del trigo ou pu las maya­ das (...) (murió, nació, se casó, vino o se fue cuando se preparaba la tierra para sembrar el trigo, cuando se estaba sembrando, cuando se estaba sallando, por la siega del trigo o por las mayadas).

Estas y otras expresiones similares eran muy usuales entre las co­ munidades rurales de Asturias. e) La molienda del trigo y el amasado del pan. Cada doce o catorce días el ama de casa preparaba la cevera (una cierta canti­ dad de grano para moler). Cribaba el grano para quitarle alguna impureza que pudiera tener y lo echaba en el fuelle (especie de odre de piel de oveja —ver figura 7—), un envase que sólo se utili­ zaba para este menester. La cantidad de grano que se molía de ca­ da vez dependía del número de miembros de la familia —entre 5 y 6 zalaminos (una medida de 6 kg.). En aquellas casas en las que no se recogía trigo suficiente para todo el año, el ama se veía obli­ gada a mezclarlo con centeno, por lo que el pan era más prieto (ne­ gro, oscuro) y también amasaba algunas hogazas de maíz para al­ ternar con las de trigo. Comer pan con mezcla de centeno o de maíz (12) “ No des pan al perro, niño, que es pecado, el pan es de Dios” . Datos reco­ gidos en Zardaín, Collada y Miño (Tineo).

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Figura 7.—Fuelle

sólo era propio de familias pobres. Esta tarea de tanta responsa­ bilidad recaía casi exclusivamente sobre el ama, pues la nueva o la nuera (la mujer del hijo casado en casa) no tenía acceso al uso y administración de este preciado bien, como tampoco a la carne de casa, ni siquiera podía ir al hórreo o panera donde se guarda­ ban estos productos (13); en cambio las hijas solteras, “ por ser de casa” , tenían más derechos. Esta situación se debe, como ya dije en alguna otra parte, a que la nuera, hasta después de unos años y a medida que iban llegando los hijos, era la nueva y por ello una extraña en su nueva familia de procreación, dado que la familia rural tradicional asturiana, por regla general, era troncal, patrilocal y patrilineal (14); pero además el pan, al igual que la carne, la leche, las patatas, las judías, etc., era el ingrediente básico de la mesa familiar cotidiana y, al tratarse de un bien limitado, su administración debía de recaer sobre una persona con experien­ cia y plenamente incorporada a la casa, y ésta era el ama que, por regla general, desempeñaba celosamente esta difícil misión: A las amas que nun is llegaba el ]ian ou la carne d’un añu a outru teníanlu a una bajeza terrible, ya d’estus casos an(1 3 ) Cfr. Adolfo G a r c í a M a r t í n e z , “ La matanza: un fenómeno económico, so­ cial y ritual” , Lletres Asturianes, núm. 36, Oviedo, 1990, págs. 112-113. (14) Cfr. Adolfo G a r c í a M a r t í n e z , “ La familia rural asturiana” , op. cit., págs. 191 y ss. Id., “ La sociedad rural asturiana: Mujer, matrimonio y familia” , BIDEA núm. 134, Oviedo, 1990, págs. 391 y ss. Se podría representar un modelo de fami­ lia “ tipo” , predominante en la Asturias rural tradicional, con el siguiente diagra­ ma, en el que se recogen los rasgos más determinantes de la misma: la troncalidad, la patrilocalidad, la patrilinealidad, la familia de procreación y de origen de la nueva, los parientes colaterales, el alto índice de natalidad y, por consiguiente, el gran número de miembros de cada familia, que es a lo que se refiere la gente cuando utiliza el concepto de casarada.

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tes había muitus purque pu las casas había muita xente ya pan cumíase a tolas horas purque había menos de lu outru, nun ía cuino agora que la xente cueme muitu menos pan (15). Y si alguna vez se daba el caso de que, algun'ama vendía algún qu’outru zalamín de trigu pal tra­ jín, esto taba mal visto pur todos, purqu’ ía de casa pala ca­ sa. Vender el pan ía cumo vender el nombre ou el símbolo, el sou aquel ou el sou quei de la casa. Outra cousa ía si al­ guna casa vendía trigu vieyu purqu’i subraba, ya todos sa­ bían qu’era purque la casa cuía trigo ambute ya eran poucus a cumer, ya non purque l’ama fose tacaña (16).

LECTURA Varón. Hembra. Casado con. Desciende de. Es hermano de. \

Familia de procreación. Familia de origen.

(15) “ A las amas que no les alcanzaba el trigo o la carne de un año a otro lo consideraban una bajeza y una humillación ante el resto del grupo, y de estos ca­ sos antes había muchos, porque había mucha gente en las casas y el pan se comía a cualquier hora, ya que había menos de otras cosas, no es como ahora que la gen­ te come mucho menos pan” . Datos recogido en Zardaín y en Yerbo (Tineo). (16) “ Alguna ama vendía trigo para salir de algún apuro, esto era mal visto por todas, porque el pan era de casa para la casa. Vender el pan era como vender el nombre o el símbolo de la casa, su misma esencia. Otra cosa era cuando alguna casa vendía trigo viejo porque le sobraba, y todos sabían esto, porque recogía tri­ go bastante para los que eran en casa, y no porque el ama fuese tacaña” . Datos recogidos en Fresnedo, parroquia de Zardaín y en Riocastiello, parroquia de San­ tiago de Cerredo (Tineo).

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Una vez preparada la cevera se iba a moler a un molino de agua de maquila (el molinero cobraba en especie, un tanto por ciento de la cantidad de grano que debía moler). A l molino iba, por re­ gla general, una persona mayor, pues la gente desconfiaba del mo­ linero y solía decirse que éste maquilaba más de la cuenta ya roubaba (cobraba más de la cuenta en grano y por consiguiente roba­ ba). El ama pedía al molinero que lo peneirase (cerner, separar el pellejo de la harina) más o menos fino, según los casos. La hari­ na, por ejemplo, para el «pan de fiesta» —fiesta patronal, día de la mayada, “ la matanza” , funerales, día de Pascua, etc.— tenía que estar más peneirada para que saliese el pan más blanco y, en

Figura 8.—Peneira

estos casos, tampoco se mezclaba con centeno. Antes de tener los molineros peneiras (cedazos) acopladas, el ama tenía que hacer es­ ta dura tarea manualmente con una peneira (ver figua 8) que mo­ vía sobre una especie de marco de madera, la cernideira (cemidera), que se colocaba sobre la boca de la masera (ver figura 9). El salvado que resultaba de cerner la harina se daba a las ga­ llinas y a los cerdos principalmente, pero les gustaba a todos los animales domésticos. Me decía una informante al respecto: lus pullinus currían ya rublincaban cuando s’is punía el fue­ lle encima purque sabían qu’iban pal mulín ya cumian salvau. La fame espabilaba lus sentius de la xente ya de lus bichus (17). (17) “ Los asnos corrían y daban saltos cuando iban al molino, porque comían salvado. El hambre agudiza los sentidos de la gente y de los animales” . Datos re­ cogidos en Riocastiello (Tineo).

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Cuando la harina estaba preparada el ama se disponía para ama­ sar. El día antes por la tarde hacía el furmiento (el fermento), ope­ ración que consistía en mezclar con agua caliente y más harina la pasta que se dejaba de la hornada anterior, una pasta que se guardaba en una escudilla de madera en la masera, cubierta con una hoja de berza y entre sal gruesa. De todos modos era muy co­ rriente que una mujer pidiese furmiento a otra para amasar, déixame ou empréstame furmientu, porque no tenía y la levadura aún no se conocía. También se preparaba la víspura (el día antes) la leña para arroxar (cocer el homo). Al día siguiente, el ama des­ de bien temprano emprendía la dura y delicada tarea de facer la fornada (amasar la pasta); el día que amasaba se la liberaba de parte de sus responsabilidades habituales, pues no podía distraer­ se con otras cosas al estar en juego el pan de la familia de doce o catorce días. La mujer ese día se aseaba bien: se colocaba un pa­ ñuelo en la cabeza y un mandil limpios y se lavaba bien las ma­ nos y los brazos. Asimismo, tampoco podía estar indispuesta, de lo contrario el pan nun lleldaba (la masa no fermentaba) y no sa­ lía bien y se perdía. Aunque la nuera sabía amasar, mientras el ama tenía fuerzas lo hacía ella, pues se trataba de una tarea de mucha responsabili-

Figura 9.—Masera

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dad y de prestigio. Las madres enseñaban a sus hijas a amasar antes de casarse, pues saber amasar era una condición básica pa una moza casa­ dera. La xente criticaba a aquellas madres que nun ense­ ñaban a las fías: ¡nin a amasar la ’nseñou tansiquiera!, bue­ no basta vei el fustaxe que tien (18). La harina se vertía en la masera, se hacía un hoyo en el medio y en él se echaba el agua caliente, se deshacía el furmientu y se le añadía la sal ya disuelta. Una vez introducido bien todo (bien mezclados el agua, la sal y el furmiento) se empezaba a revolver la harina y el agua, procurando que de ningún modo el agua se desparramase por la masera. Una vez hecha la pasta ésta se soba­ ba; se trataba de una dura tarea, teniendo en cuenta que una fornada normal constaba de 25 a 35 kg. de harina, más el agua y los ingredientes. El sobado de la pasta se prolongaba de forma inin­ terrumpida más de media hora, hasta que ya no se pegaba a las

Figura 10.—Manos sobando la pasta

manos ni a la masera (ver figuras 10, 11 y 12). Para comprobar si la pasta estaba bastante sobada la mujer cortaba un trozo y si te­ nía güeyos (ojos) era una señal inequívoca de que sí lo estaba. To­ das estas operaciones y mezclas la mujer las hacía sin ningún sis(18) “ Saber amasar era una condición básica para una joven en edad de casar­ se (entre 19 y 22 años). La gente criticaba a aquellas madres que no enseñaban a las hijas: ¡Ni a amasar la enseñaron!” , exclamaban. Datos recogidos en Zardaín, San Fructuoso, Collada, Parada y Yerbo (Tineo).

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Figura 11.—Manos sobando

ma preciso de medición, bastaba su experiencia y su pericia, otra razón de peso para justificar el hecho de que esta tarea la realiza­ se siempre una mujer de edad, pues era necesario conseguir el ma­ yor equilibrio posible entre lo seco/húmedo, lo salado/soso y lo muy sobado/grumoso, pues las mujeres inexpertas y las jóvenes sobre todo, o metían el pan muitu en fariña (hacían la pasta muy dura), o metían el pan muitu en agua, muy mazagoso (muy blan­ do), muy salado o muy soso o con grumos, etc., es decir, no logra­ ban ese difícil equilibrio que era señal de que la pasta estaba bien amasada.

Figura 12.—Manos sobando

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Una vez que la pasta está hecha se le hace una cruz y se cubre con una sábana y una manta, la manta del pan, y se pone a lleldar (fermentar) durante dos horas más o menos. Transcurrido este tiempo —la mujer no medía el tiempo por el reloj, sino que obser­ vaba la pasta— se cortan trozos de pasta y se hacen las fugazas (hogazas), y haciéndoles una cruz con un cuchillo se colocan en la cama, es decir, encima de la sábana y de la manta, donde perma­ necen una hora aproximadamente, que era el tiempo que tardaba la mujer en arruxar el fomo (cocer el homo). Cuando los cantos de la puerta del homo están blancos se dice qu’el fornu t’abondu arruxau (está bastante cocido, está bien caliente). Si se veía que el homo estaba muy bravo se barría el cielo (se pasaba una esco­ ba hecha de ramas verdes por el techo), pues del arruxau (punto del homo) dependía también el punto de coción del pan. La mu­ jer a la vez que atizaba el homo iba extendiendo las brasas con el surradoiro (un palo de 1,80 m.) por todo el suelo para que calen­ tase todo él por igual. Finalmente juntaba con el rudaballo (roda­ ballo) las brasas en la puerta del homo y después lo barría con una escoba hecha para este fin de ramas verdes, preferentemente de lloureiro (laurel) por sus propiedades aromáticas y por tratar­ se de un árbol con propiedades mágico-religiosas y utilizado en el culto. Cuando el homo estaba totalmente preparado, la mujer se presinaba (hacía la señal de la cruz) y metía el pan; colocaba sobre la pala del fomo (una pala plana de madera —ver figura 13—), una

Figura 13.—Rudaballo, surradoiru, pala y escoba

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vez rociada con harina, una por una las hogazas y las iba colocan­ do con gran habilidad y cuidado en el suelo oval del homo. Colo­ car toda la fornada —14 ó 15 hogazas, más algunos bollos preña­ dos y una empanada, sin que se tocasen una piezas con otras, re­ quería habilidad y experiencia. Las hogazas podían pegarse y se decía entonces que estaban mamadas y no cocían bien, por eso a media coción la mujer las abaUaba (las removía) con el rodaballo o el surradoiro. En el momento de meter el pan en el horno la mujer utilizaba algunos símbolos y recitaba diversas fórmulas o ensalmos mági­ co-religiosos: Dious delante, ya que San Antonio me lu coza ya la Virgen nun me lu queime. A san Justo, pa que de poucu me saque muitu (19), y al tapar la boca del horno la mujer hacía una cruz sobre la mis­ ma con la mano derecha o con la pala. A continuación rezaba tres avemarias y un padrenuestro a las ánimas (a los espíritus de los antepasados) para que intercediesen ante Dios por el éxito de la fornada que estaba cociendo. Durante el tiempo de coción, una hora más o menos, la mujer permanecía atenta al pan, observando de vez en cuando la forna­ da, pero no se debía destapar demasiado el homo ni abrir la puerta del local porque el horno se esgaía (podía enfriarse) y el pan no salía bien cocido. Si el homo por cualquier motivo no estaba lo suficientemente cocido se echaban unos puñados de salvado nel burrayo de la puerta del forno (en las brasas que se dejaban en la boca), pues el humo que despedía su combustión daba color al pan. También la mujer el día que amasaba se ponía más ropa de lo normal y se tapaba prácticamente la cara para no enfriarse, una especie de acción simpática, y a ello responde el decir de las veci­ nas, fulana güei amasou, purque ta muy tapada (fulana hoy ama­ só, porque está muy tapada). Para saber si el pan estaba ya cocido se comprobaba visual­ mente o por el sonido que hacían las hogazas al moverlas o, en última instancia, se golpeaban con la mano, y según el sonido, se decía: ta bien caltriu (está bien cocido).

(19) “ Dios delante. Que San Antonio me lo cueza y que la Virgen no me lo que­ me. A San Justo, para que de poco me dé mucho” . Datos recogidos en Zardaín y en Miño (Tineo).

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A medida que se iba sacando el pan del homo se limpiaban las hogazas y se colocaban de nuevo sobre la manta del pan hasta que enfriaban. Posteriormente se llevaban para el hórreo y se coloca­ ban en la fugacera (uno de los limios interiores). Cuando se amasaba era un día especial, pues si bien a medio­ día se comían tortas —pasta frita de la fornada—, a la merienda y a la cena se comía el bollo preñado, empanada y pan caliente. A los niños pequeños de casa se les hacía un bollo para cada uno e incluso para algún otro niño pariente o amigo. También se solía llevar una hogaza a algún vecino, haciendo luego él lo mismo cuan­ do se amasaba en su casa, una costumbre que reforzaba las rela­ ciones sociales y que permitía a las familias comer pan recién he­ cho cuando el suyo ya estaba duro o mouriento (mohoso). Por Pas­ cua las madrinas daban a sus ahijados la bolla (el regalo) que, en el pasado, consistía en un bollo preñado. Cuando el pan estaba recién hecho se consumía en mayor cantidad y esto preocupaba al ama de casa, de ahí el dicho de, «cuando pan tierno, mal go­ bierno». Las hogazas nunca se colocaban invertidas, ni se les clavaba el cuchillo y antes de cortar el primer trozo se hacía una cruz con el cuchillo en el dorso de la misma, tarea que realizaba siempre una persona de edad, a la vez que preguntaba: ¿Quién quier l’encietu ou l'empiezu, ya quién quier curteyu ou faraguya? (¿Quién quiere el principio y quién quiere miga o corteza?), y le daba a ca­ da uno un trozo. Para que no se perdiese ni una miga, el pan se cortaba en forma de media luna y no se permitía a nadie mordis­ quear las hogazas ni quitarles trozos con las manos: nun rañes nin expeñiques el pan, que te lu corten curioso, solían decir las perso­ nas de edad y particularmente el ama. 2 .— EL CONSUMO DEL PAN EN LA MESA FAMILIAR Y EN LA MESA FESTIVA. UNA CULTURA DEL PAN

Las comunicades rurales tradicionales de Asturias se caracte­ rizaban, desde el punto de vista económico, por la penuria en que vivían y por la autarquía que practicaban. Cada familia era una unidad de producción y de consumo, es decir, el techo de la pro­ ducción estaba en el abastecimiento del grupo doméstico y los es­ casísimos productos que llevaban al mercado se hacía con menta­ lidad de consumidor y no de especulador, pues en muchos casos se cambiaban por productos que no se producían en casa. Si se con­ sidera el número de miembros por familia, habida cuenta de su

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estructura troncal como ya señalé anteriormente, y la extensión media de las caserías (20), así como el aislamiento en que vivían la mayoría de estas comunidades rurales y el peso de la tradición, se comprenderá en parte las razones de esa penuria y de su autar­ quía. No me atrevería a defender, al menos para toda la Asturias rural y sin más, la tesis de Valdés del Toro de que esa estrechez en que vive el agricultor asturiano se debe a la falta de iniciati­ vas motivada por su aislamiento y desconexión de las redes del mercado capitalista, lo que le lleva incluso a no aprovechar todos los recursos de la casería —tierra y mano de obra— (21). Bien es cierto que la estructura de la casería tradicional, por su economía de autosubsistencia que buscaba fundamentalmente conseguir el pan de la familia para todo el año, anclada férreamente en una tradición secular, ahogaba cualquier intento de renovación, pero no es menos cierto que existían, y en parte aún existen, otros mu­ chos factores condicionantes, tales como la falta de espacio, la ca­ rencia y dificultad para aplicar medios técnicos, las enormes tra­ bas para abrir vías hacia el exterior por la falta de información del campesino, que veía con recelo y temor cualquier relación con el afuera (22), así como cualquier intento renovador que pretendie­ se llevar a cabo algún miembro del grupo, conceptuándolo como una relación o reciprocidad negativa (23), pues suponía cambiar lo propio, que había “ funcionado” durante tantas generaciones, por lo extraño. Se trata, en definitiva, de un aspecto más de esa lucha entre el hacia dentro (tradición y seguridad) y el hacia afuera (progreso y cambio), según la terminología de R. Redfield (24). Los cambios, por tanto, para superar esa autarquía y esa penuria eco­ nómica en que vivía el campesino tradicional son de gran enver­ gadura, se trata de cambios infraestructurales —mecanización, re­ des de comunicación vial, concentración parcelaria, cooperativas (20) Cfr. Catastro de la Riqueza Rústica de la parroquia de Zardaín, 1946, Ar­ chivo Municipal de Tineo; F. I n c l á n S u á r e z , La casería asturiana (Historia y perspectivas), Oviedo, 1984, págs. 10-11. (21) Cfr. R. V a l d é s d e l T o r o , “ Ecología y trabajo, fiestas y dieta en un con­ cejo del occidente astur” , en C. Lisón Tolosana (ed.), Temas de antropología espa­ ñola, Akal Editor, Madrid, 1076, págs. 305 y ss. (22) C f r . F . G. B a i l e y , “ La visión campesina de la vida mala” , en T. Shanin (ed.), Campesinos y sociedades campesinas, F .C .E ., México, 1979, págs. 268-287; R . R e d f i e l d , El mundo primitivo y sus transformaciones, op. cit., págs. 75 y ss.; G. M. F o s t e r , Tzintzuntzan, op. cit., p. 244. (23) Cfr. M. D. S a h l i n s , Las sociedades tribales, NCL, Barcelona, 1984 (3.a ed.), págs. 132-133. (24) Cfr. R . R e d f i e l d , El mundo primitivo y sus transformaciones, op. cit., págs. 50-51 y ss.

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de producción y de maquinaria, ayudas estatales, etc.—, sociales y por supuesto mentales —programas de formación para los agri­ cultores y medios de información de todo tipo, elaborados y trans­ mitidos por personas u organismos que conozcan a fondo las es­ tructuras sociales y mentales del hombre del campo, para formar individuos plenamente adaptados y no seres “ frustrados” por ser agricultores, que sólo desean huir de él hacia ese “paraíso” que para ellos es aún la ciudad—. Después de más de 20 años de lucha por cambiar las viejas estructuras de las comunidades rurales, la situación actual es realmente preocupante aún. Muchos pueblos están semiabandonados, otros muchos están sumidos en una si­ tuación de muerte más o menos lenta y sólo algunos parecen ha­ ber llegado a un aparente equilibrio y haber conseguido una cier­ ta garantía de pervivencia tras la modernización de parte de sus estructuras. Pues bien y volviendo a nuestro tema, la sociedad rural tradi­ cional asturiana se caracteriza por un claro dominio del hacia adentro a todos sus niveles. En el plano económico la preocupa­ ción central de toda casa era autoabastecerse a sí misma, “ obte­ ner el pan necesario para todo el año” , pues cada una era un sis­ tema que se autorregulaba a sí mismo desde sí mismo, y uno de los productos fundamentales de este autoabastecimiento autorregulativo era, repito, «el pan», que, por su importancia, se hacía extensivo a los demás componentes de la mesa familiar, tales co­ mo las patatas, la carne, la leche, las alubias, las castañas o el maíz que se consumía de muy diversas maneras. a) La mesa familiar. El pan como elemento revivificador por excelencia. Como he venido diciendo a lo largo del presente tra­ bajo, el pan, tomando aquí este término en su sentido más lite­ ral, es el componente fundamental de la dieta diaria de las comu­ nidades rurales tradicionales de Asturias, pues se consumía en cualquier momento, de múltiples maneras y prácticamente con to­ do. En el almuerzo (desayuno) el pan se tomaba con leche, con ca­ fé, con manteca, en forma de torradas (rebanadas de pan frito con aceite), con torreznos (tocino frito) y hasta solo; incluso cuando había otros alimentos, como eran las papas cun lleite (harina de maíz tostada, cocida con agua y sal y mojada en leche), el pan es­ taba allí presidiendo la mesa. Antes de mediodía era habitual que los miembros de la familia tomasen pan seco (pan solo), y los ni­ ños y adultos que estaban fuera de casa, bien fuese en la escuela, cuidando el ganado o en cualquier otra parte, solían llevar un trozo

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de pan en el bolsillo: lleva un bucau pan pa cuando tengas fame (lleva un poco de pan para cuando tengas hambre), se decía. A la xanta (en la comida de meiodía) el pote, la escasísima cantidad de carne que a cada uno le correspondía y la leche, todo se toma­ ba con pan. Por la tarde era muy frecuente que buena parte de los miembros de la familia tomase pan sólo y a la merienda se vol­ vía a tomar pan con lo que hubiese, café con leche, tortilla, etc. A la cena se comía el pote sobrante de mediodía, al que se le so­ lían añadir sopas de pan, se tomaban castañas, papas o lleite entriau (leche con migas de pan), pero en cualquier caso el pan vol­ vía a ser el elemento central de la mesa. Antes de irse a la cama había algunos que tomaban de nuevo pan sólo. El pan era un in­ grediente básico de la dieta diaria y a la vez era un bien limitado. De este modo, una casa que producía mucho trigo era una casa “ ri­ ca” en la que había fartura (bastante que comer). Por esto, como señalé anteriormente, la facina de trigo era el símbolo más repre­ sentativo de la “buena” o “ mala” casa, y ello explica el que los padres de una hija casadera prestasen especial antención a este dato, informándose del tamaño de la facina o de los carros de tri­ go (un carro de trigo eran 60 haces) que recogía la casa del preten­ diente de su hija, puesto que el principal objetivo de los padres respecto a las hijas era casarlas pronto y bien, para lo cual hacían averiguaciones sobre el tamaño y calidad de la casería que iba a heredar un día el posible esposo de su hija, así como del buen nom­ bre de la familia, al tiempo que, por su parte, daban a conocer pú­ blicamente la dote que le iban a dar a su hija, como el mejor me­ dio para “ colocarla” en dicha casa. La dote y la casería solían es­ tar en consonancia, buscando en todo caso conseguir para la hija una posible hipergamia y sobre todo se trataba de evitar la hipogamia. Ante el gran consumo de pan, por una parte, y su producción no excesiva, p»or otra, el ama de casa tenía que recurrir a todo tipo de artificios para moderar su consumo y economizar este pre­ ciado bien, tratando que los miembros de la familia, especialmen­ te los adolescentes y los adultos, no consumiesen demasiado pan entre horas (entre comida y comida), por eso era muy frecuente escuchar a los amos decir, cumei dafeito, ¡demontre!, y a las horas, ya nun teis despueis tol día metius esqueirando na masera (25). (25) “ Comed de todo, ¡demonio!, y a las comidas y no estéis después continua­ mente revolviendo en la masera” . Se trata de una recriminación muy usual en to­ da la zona.

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Si a pesar de estas recomendaciones y restricciones no se conse­ guía que el pan llegase a outru (durase hasta la próxima cosecha), el ama mezclaba trigo con centeno, amasaba pan de maíz, se ha­ cían cavadas nel monte p’ amansar más tierra (se hacían borronadas en el monte para aumentar la tierra cultivable), se compra­ ba trigo a algún vecino que no comía toda la cosecha o se pedía alguna cevera prestada hasta la mayada, se mandaba algún hijo adolescente de criado para alguna casa más rica por sacar alguna boca de casa, es decir, “ lo comido por lo servido” , e incluso se di­ ce que había amas que daban el pan siempre duro (de varios días), pues “ con pan tierno mal gobierno” . En muchas familias, a pesar de todo, no alcanzaba el pan, que equivalía a decir que se pasaba hambre o “ necesidad” , como solían manifestar en estos casos. Todos estos hechos confirman mi hipótesis de que la cultura rural tradicional asturiana podía catalogarse o denominarse co­ mo una cultura del pan, pues queda bien patente que este alimen­ to era el componente fundamental de su núcleo, ya que la impreg­ naba y la identificaba a todos sus niveles. El pan era el elemento dinámico, el elemento vivificador y hasta desestabilizador por ex­ celencia y, al mismo tiempo, se convertía en el principal elemen­ to generador de equilibrio, es decir, impulsaba a la familia al tra­ bajo —de la mesa a la tierra—, fomentaba las relaciones de todos los miembros de la familia con los animales domésticos y con el medio ecológico, promovía relaciones de colaboración entre las diferentes familias, rompiendo así periódicamente el individua­ lismo de las casas, impulsaba al hombre más allá del medio eco­ lógico y social al fomentar ritos y creencias para conseguir y pro­ teger un bien tan preciado, que estaba expuesto durante muchos meses a tantos riesgos, todo lo cual suponía un cierto desequili­ brio del grupo doméstico y del grupo social, pero el equilibrio de la familia se restablecía de nuevo cada día en tomo a la mesa co­ tidiana, el equilibrio del grupo social en tomo a la mesa festiva y el de todos periódicamente cada año con la mayada; pero en to­ dos estos casos el pan es el elemento nuclear por excelencia. b) La mesa festiva. El pan como elemento de cohesión y de prestigio social. A lo largo de estas páginas he venido haciendo abundantes referencias concernientes a la función de cohesión intercasal y al prestigio social que suponíe «el pan de casa». Pues bien, aquí voy a tratar de analizar más de cerca, utilizan­ do estas referencias, el fenómeno de la mesa festiva. Cuando ha­ blo de mesa festiva o comida de fiesta me refiero a aquellas si­

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tuaciones en las que se conmemoraba algún acontecimiento espe­ cial o había invitados por los motivos que fuese, pero a lo largo del año no eran muchas. Había algunas fechas determinadas so­ cialmente de “ fiesta mayor” con una mesa realmente festiva: el día del patrono, el día de fin de año, el día de Pascua, el día del Antroido, el día de la mayada, el día en que se sacaba y se hacía la facina, cuando había alguna boda —la comida en casa de la no­ via y la cena en la del novio—, por la matanza o Samartín y pocos más. Después había otras ocasiones de “ fiesta menor” , propias más bien de la familia: alguna visita, en tiempos de algún traba­ jo excepcional —recogida de la yerba, acarretos, etc.—, el día en que se amasaba, cuando alguien de afuera estaba trabajando en casa —carpinteros, madreñeros, canteros, etc.—. La mesa festiva consistía en alimentos excepcionales, de mejor calidad y en ma­ yor cantidad, que no se consumían en la mesa familiar cotidiana y que el ama reservaba con gran cuidado para esas ocasiones y otros se compraban a tal fin, sobre todo si se trataba de una “ fiesta mayor” . Esto no suponía un despilfarro ostentoso, sino que la co­ mida de fiesta era, en cierto modo, necesaria para la subsistencia de la familia y del grupo. Es decir, con la mesa festiva se compen­ saba la pobre y escasa mesa familiar, y estas excepciones se ha­ cían con motivo de ciertas festividades que tenían un profundo contenido social o de ciertas tareas en que solía haber gente de afuera, por lo que estas comidas se practicaban en el marco de una reversibilidad o de una reciprocidad generalizada (entre parien­ tes) o de una reciprocidad equilibrada (entre amigos, vecinos y co­ nocidos). En definitiva, en la mesa festiva se consumían social­ mente aquellos productos, en cantidad y calidad excepcional, que no se consumían en la mesa familiar porque no se podía, pero que a la vez eran necesarios para la subsistencia calórica del indivi­ duo y, en este sentido, la mesa festiva y compartida era la oca­ sión que forzaba a la familia a hacer este esfuerzo, a veces más allá de sus posibilidades, al tiempo que lo justificaba (26). Así, por ejemplo, el día de la matanza se comía sopa con pollo casero, gar­ banzos con carne de casa en abundancia, lacón y chosco (embucha­ do de cerdo) cocidos, arroz con pollo, arroz con leche, pan recién hecho, vino y café (27). Eran ocasiones en que la casa anfitriona distribuía una energía reservada para tales ocasiones, energía que se transformaba en información que fortalecía las relaciones so(26) Cfr. R. (27) Cfr. A.

V aldés,

“ Ecología y trabajo” , op. cit., págs. 331 y ss. “ La matamza” , op. cit., p. 108.

G a r c ía M a r t ín e z ,

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cíales, pues es perfectamente comprensible que en una sociedad en que la penuria era la nota dominante, una mesa suculenta y abundante atraía a gente de afuera y robustecía las relaciones. A l­ gunos amigos y vecinos, y esto puede ser una prueba de lo que es­ toy diciendo, se ofrecían voluntarios y se disgustaban si no se les invitaba en semejantes ocasiones, a pesar de que la comida iba precedida de trabajos duros —la matanza, la mayada, segar yer­ ba, etc.—. Pero además del carácter socializador de la mesa festi­ va, ésta era una ocasión que la familia aprovechaba para salva­ guardar o incrementar su prestigio frente al resto del grupo. Ello explica el hecho de que las amas de casa iban a tema (competían) entre ellas, pero sin despilfarros, para ver quién tenía o daba me­ jor y más comida en estas ocasiones, a sabiendas de que después se divulgaría entre vecinos y conocidos. Son muchos los comen­ tarios que los informantes me han hecho al respecto: En tal casa nun se pudía cumer, daba noxu, nun sei güei cu­ ino será. L ’ama nun sabía amasar, ía una tacaña y ’además estruzaba la cumida. Tuviemus tol día segandu, mayandu, acarretandu (...) ya you vine pa casa sin cumer. El día la fies­ ta taba todu estruzau (...). Perú en tal outra da gustu, pur esu la chufan tantu al ama, siempre ai muita cumida ya bona. Axuntábamunus un gran rabañau el día la mayada, ou pa segar tal prau, ou p’apeonar (...). L’ama era fresca ya far­ ta, tenía fama d’esu, basta ver cumu aministraba ya cumu traía aquellus nenus ya cumu andaba ella. Amasa muitu bien y ’amaña bien l'embutiu ya la cumida (...) (28). Este prestigio de la casa y del ama que nacía y se alimentaba, fundamentalmente, de la mesa buena y abundante se extendía a otros niveles de la vida de la familia: el esmero y habilidad con que cultivaba la tierra, el cuidado de los animales —fulana siem­ pre tien unus gochus de mata bárbaras (fulana siempre tiene bue­ nos cerdos para el Samartín)—, la limpieza y orden de la casa, la educación y buenas maneras de los miembros de la familia y al nun dar que decir (a la corrección) en el terreno social, moral y (28) “ En tal casa no se puede comer, da asco. El ama no sabe amasar, es una tacaña y además estropea la comida. Estuvimos todo el día segando, mayando, transportando... y yo volví para mi casa sin comer. El día de la fiesta estaba todo estropeado... Pero en tal otra casa da gusto, por eso la ponderan tanto, siempre hay mucha comida y buena. Nos reuníamos muchos el día de la mayada, o para segar tal prado o para transportar... El ama es limpia y espléndida, tiene fama de eso, es suficiente con observar cómo arregla a los niños y cómo se arregla a sí misma. Amasa muy bien y prepara bien el embutido y la comida...” . Datos reco­ gidos en Fresnedo y contrastados en Morados, Yerbo, Zardaín, Collada, Miño y Riocastiello.

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religioso. En todos estos campos el ama era la principal respon­ sable y artífice (29). Pues bien, el componente por excelencia de la mesa festiva era, una vez más, «el pan de casa», era quien marcaba el carácter de la mesa buena y abundante. Para estas ocasiones el ama encarga­ ba al molinero que moliese y peneirase con más esmero y mejor el trigo, pues se trataba de la cevera de la fiesta, la de Pascua o la de la matanza, a la vez que ella amasaba con más cuidado aún y preparaba el homo con más esmero. Además en la mesa festiva el pan estaba recién hecho y era abundante, pues si en una oca­ sión así escaseaba el pan, o estaba duro o mal amasado, la mesa no era tal, es decir, «el pan de casa» era también el rey de la mesa festiva y ésta se convertía, en última instancia, en el muestrario más representativo de una casa. 3 .— EL PROCESO Y EL CONSUMO DE PAN. UN COMPLEJO RITUAL

El cultivo, la manipulación y el consumo del pan constituía en las comunidades rurales asturianas, con una economía profunda­ mente autárquica y mísera, un complejo rito que se iniciaba y se cerraba cíclicamente con la mayada. El rito trabaja para el orden entre los hombres y entre éstos y la naturaleza, señala G. Balandier (30), y, en nuestro caso, yo añadiría también entre los hom­ bres y el más allá y entre los vivos y los espíritus de los antepasa­ dos. El rito es un proceso adaptado a un fin, la subsistencia en nuestro caso, que implica una serie de episodios y una sucesión de fases en que se asocian símbolos, iconos, palabras y activida­ des diversas. Es decir, el ritual puede considerarse, desde esta perspectiva, como quintaesencia de la costumbre, en la medida en que “ representa la destilación o la condensación de muchas cos­ tumbres seculares y de muchas regularidades naturales” , como señala acertadamente V. Tumer (31). Este complejo ritual, que durante muchas generaciones consi­ guió alcanzar un objetivo básico con recursos escasos como era la supervivencia del grupo doméstico, tiene un especialista por ex­ celencia o una especie de sumo sacerdote, el ama de casa, que co(2 9 )

C fr . A . G a r c ía M a r t ín e z , “ M u je r , m a t r im o n io y f a m i l i a ” , o p . c it ., p á g s .

4 0 2 -4 0 3 .

¿30) Cfr. G. B a l a n d i e r , El desorden. La teoría del caos y las ciencias socia­ les, Gedisa Edit., Barcelona, 1989, págs. 30-31. (31) Cfr. V. W. T u r n e r , La selva de los símbolos, Siglo XXI, Madrid, 1980, p. 55.

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noce todos sus secretos y transmite esa especie de saber esotérico a las mujeres jóvenes, pues recordemos que cada casa se conocía, sobre todo, por el pan y las formas de administrarlo. Es decir, me reafirmo en mi hipótesis de que «el pan de casa» forma parte del núcleo de la cultura rural tradicional de muchas comunidades as­ turianas y al ritualizar todo el proceso se trata de corregir cual­ quier desorden proveniente del exterior o de los propios indivi­ duos del grupo. Este orden se pone claramente de manifiesto en la monotonía de la mesa común y en la administración de este bien básico y limitado que es el pan, pues se amasaba regularmente cada cierto número de días. El orden sólo se rompía en determi­ nadas ocasiones que estaban socialmente permitidas o institucio­ nalizadas, la mesa festiva, una especie de fenómeno catártico y necesario que expresa una necesidad y un deseo profundo de co­ mer más y mejor. Pero en realidad, la mesa festiva es un meca­ nismo al servicio del orden, representado por la monotonía y po­ breza de la mesa cotidiana, orden que se consigue a través de la catarsis y evidenciando la inviabilidad de la economía domésti­ ca si la mesa cotidiana fuese siempre una mesa festiva, es decir, dominada siempre por ese desorden que supone el excesivo “ gas­ to” de alimentos, que es como una inversión de la mesa diaria. Pero repasemos más detenidamente ese complejo ritual que ca­ racteriza y envuelve el cultivo, la manipulación y el consumo del «pan de casa», ritual en el que, a su vez, participa toda la familia y hasta los animales domésticos con su estiércol y su “ trabajo” y presidido por los amos de casa y sobre todo por el ama, a la vez que desborda a los propios grupos domésticos. Pero en las comu­ nidades preindustriales asturianas el trigo permanecía casi 10 me­ ses en la tierra a merced de los agentes meteorológicos y de las plagas y ante lo cual el hombre poco o nada podía hacer, por lo cual se encomendaba parte de la tarea a la voluntad de Dios, bien fuese directamente, que sea lu que Dious quera, solían decir fre­ cuentemente, o a través de los espíritus de los antepasados, que las ánimas intercedan pa que Dious ñus lu guarde. Esto explica­ ría, en parte, el porqué el pan era considerado como algo sagra­ do, a la vez que se pone de manifiesto el hecho de que el pan era un elemento de cruce y de unión entre los tres niveles de la reali­ dad cultural de estas comunidades: el ecológico, el social y el numinoso. Esto es y dicho de forma más simple, el pan (a) está en función del medio ecológico y de las condiciones meteorológicas (x), del grupo social y de los animales domésticos (y) y del univer­ so numinoso (z), a = f(x , y,z) = xn y nz.Esta actitud fatalista o de

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x —Plano ecológico. y —Plano social. z—Plano de lo numinoso. a—«Proceso del pan», que resulta del cru­ ce o intersección de los 3 planos y de ahí su carácter “ sagrado” que se ro­ dea de ritual.

resignación y de súplica a las fuerzas misteriosas parece ser, por otra parte, una característica más o menos común, actitud perfec­ tamente lógica si se tiene en cuenta su bajo nivel tecnológico, en­ tre las sociedades campesinas preindustriales y, por supuesto con mucha más razón aún, entre las sociedades tribales, pues su gran dependencia del medio ambiente y por el hecho de estar demasia­ do expuestas a todo tipo de fracasos genera y alimenta este ta­ lante (32). El ritual se iniciaba con la elección por parte del amo de las tierras en que se iba a sembrar el pan y su preparación. La elec­ ción estaba en parte condicionada por el sistema rotativo de las erías: unguaño tocai a esta Uouría de trigo, ou de maíz, etc., por razón de los pasos o carriles, por lo que el rito afectaba a todo el pueblo en este caso. Las tierras se abonaban y se preparaban to­ dos los años del mismo modo. La tierra era calificada de buena o de mala según fuese panible o no, es decir, según produjese más o menos pan. La siembra se hacía siempre por las mismas fechas, del mismo modo y era siempre la misma persona quien sembra­ ba el pan —persona social— el amo, y cuando moría lo hacía la persona que había heredado su “ status” , utilizando la mejor se­ milla seleccionada de la cosecha del año anterior. Las labores de saUo y de arrompedura se realizaban el mismo mes cada año, de la misma manera y por las mismas personas. Pasada la Semana Santa, el ama de casa iba a las tierras de pan, las rociaba con agua bendita y espetaba (clavaba) en ellas varias ramitas de arbedeiro (madroño) también benditas y las dejaba hasta que se recogía el trigo. A la vez que esparcía el agua utilizando como hisopo ramos (32) Cfr. Sutti O r t i z , “ Reflexiones sobre el concepto de la «cultura campesi­ na» y los «sistemas cognoscitivos campesinos»” , en T. Shanin (ed.), Campesinos y sociedades campesinas, op. cit., págs. 295-296.

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de lloureiro o de arbedeiro, que habían sido bendecidos el día de Ramos, recitaba algunos conjuros para ahuyentar las sabandijas y demás bichos perjudiciales, de los que son buena muestra los siguientes: Salí, sapos ya mundicia, que ahí vus vei ’1 agua bendita. Salí, sapos ya toupos, pa las tierras de lus outros. Marcha, sapo, marcha, rato ya todas las inmundicias, que aquí vus traigo *1 agua bendita. Marcha, sapo, marcha, rato ya toda la comición que aquí vos traigo *1 agua del Sábado de Pasión (33). La siega, la recogida, el acarreto y la facina eran tareas que se hacían exactamente igual año tras año, y cada miembro de la familia, según edad y sexo, desempeñaba los mismos papeles. La facina se hacía en la era en el mismo sitio de siempre y la hacía la misma persona mientras vivía y podía. Asimismo, siempre se llamaba a los mismos mayadores; el trigo se guardaba en el mis­ mo sitio, el payeiro se hacía en el lugar de siempre y por las mis­ mas personas, etc. La mayada marcaba el final del ciclo que su­ ponía el paso de la escasez a la abundancia. Cuando el trigo ya estaba en el hórreo, el ama de casa solía exclamar: Gracias a Dious que llegou a pintoiru, ya lu tenemus recubrau, agora namás que Dious ñus dea salú a todus pa cumelu (34). La mayada era por consiguiente un rito cíclico que daba fe del paso de la escasez a la abundancia, fenómeno éste muy común en las culturas agrarias preindustriales (35). Pero, sin lugar a dudas, era en el proceso de elaboración del pan donde el ritual se hacía más estricto y con una mayor presen­ cia de símbolos. Cada 12 ó 14 días el ama preparaba la misma can(33) Recogidos por Manuel Menéndez G . en Zardaín y Naraval (Cfr. M . M e n é n G a r c Ia , “ Notas folklóricas del Cuarto de los Valles” , en BIDEA núm. 23, Oviedo, 1954, p. 13), Según el autor, también en Somiedo se encuentran conjuros similares. Yo mismo pude constatar que se trata de fórmulas muy difundidas por la zona de estudio. (34) “ Gracias a Dios que se logró recogerlo, ya lo tenemos recobrado, ahora sólo falta que Dios nos dé salud a todos para comerlo” . El pintoiro era el trozo de madera con que se colgaban los cerdos después de muertos y limpios. Datos o expresión muy usual en toda la zona. (35) Cfr. V. W. T u r n e r , El proceso ritual, Taurus, Madrid, 1988, págs. 152 y ss. dez

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tidad de grana, la cevera, para ir a moler, también al molino de siempre. La preparación del furmiento y la elaboración de la pas­ ta, la fornada, se realizaba meticulosamente, así como la cocción del horno, el arruxau, y del pan. El ama hacía los mismos prepa­ rativos, sobaba la pasta de la misma manera, hacía las mismas comprobaciones y se esforzaba para no olvidar ningún detalle, pues se trataba, en última instancia, de conseguir un difícil y peli­ groso equilibrio entre diversos extremos, ambos señal de mal pan, húmedo poco lleldo soso muy cociu medrou ... etc.

............. .... seco ............. .... muy lleldo ............. .... salado ............. .... pouco cociu ............. .... aplastou

La novata tenía problemas para conseguir este equilibrio y cuan­ do lo lograba se decía que ya era mujer y hasta que ya se podía casar. Esta difícil empresa y de tanta responsabilidad explicaría el uso por parte de la mujer que la realiza de muchos gestos, rezos y símbolos mágico-religiosos a los que ya hice referencia. El pro­ pio trigo parece ser ya un símbolo del hombre mortal y las manos de la mujer que manipulan su harina son el medio que le devuel­ ven la vida, por eso amasar es revivificar, y de ahí que reponga la fuerza de quien lo come en forma de pan. Este simbolismo de los cereales utilizados para la fabricación del pan o de galletas pa­ rece también existir en otras culturas agrarias preindustriales (36). Pero el pan no es tal hasta que no está amasado, lleldao y cocido, todo un proceso que implica crecimiento, un símbolo que signifi­ ca vida y creación y, a su vez, que es comestible, lo que significa que el grupo podrá recuperar sus fuerzas en tomo a la mesa pre­ sidida por el pan. Por tanto, el perfecto equilibrio del acto de ama­ sar el pan se expresa por su justo crecimiento, que es un símbolo que se caracteriza, como todos los símbolos rituales, según el aná­ lisis de V. Tumer (37), por condensar muchas cosas y acciones, por unificar fenómenos y significados dispares, por polarizar senti­ dos opuestos, el sensorial y externo, por una parte, y el ideológi­ co, por otra, y por ser una formación de compromiso entre dos ten­ dencias opuestas, la muerte y la vida, en este caso. Entre los ha(36) Cfr., por ejemplo, Marie V i r o l l e - S o u i b e s , “ Pétrir la pâte, malaxer du sens. Exemples Kabyles” , en Techniques et Culture, núm. 133, 1989, págs. 73-101. (37) Cfr. V. W. T u r n e r , La selva de los símbolos, op. cit., págs. 30-33.

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bitantes de la Kábila de Argelia, según señala Virolle-Souibés, la levadura es el hueso de la pasta, es quien resucita y vivifica la pasta, lo que en nuestro caso hace el furmiento, haciendo una cla­ ra referencia al Corán cuando habla de que la última resurrección tendrá lugar a partir de los huesos (38). El pan bien hecho era símbolo de comer y de vida, y la tarea de amasar el pan tenía un profundo carácter sagrado por cuanto emulaba la creación misma. En este sentido, la mujer para ama­ sar no podía estar indispuesta, pues en tales circunstancias era un ser impuro y la sangre de la mestruación es degradación de la vida, es un símbolo de muerte, de la naturaleza que muere y no genera vida; es decir, la mujer es un ser ambivalente, y al igual que posee el poder de la fecundidad, el que permite hacer nacer, también es causa de contaminación y muerte (39). Por eso no po­ día amasar una mujer indispuesta, porque la pasta no llelda, pues lleldar es revivir y crecer, al igual que no podía hacer bizcochos porque tampoco subían, ni podía manipular la carne de la matanza porque ésta no adobaba y se perdía (40). Ahondar en estos hechos es realmente difícil y sobrepasa, sin duda, el marco de este trabajo, sin embargo quisiera esbozar al­ gunas posibles vías de comprensión. El ama, a medida que va te­ niendo más edad, adquiere un “ status” más sólido dentro de la familia y del grupo, y esto es un hecho indiscutible. Las razones no parecen estar todas bien definidas, pues parecen ser varias. Por una parte, es un ser ya plenamente de casa, hecho que se pone más en evidencia al existir en la familia otra mujer casada, la nuera que es la nueva, y al haber desaparecido, por regla general, su sue­ gra. Por otra parte, el ama posee una mayor experiencia para “ go­ bernar” la casa —alimentos y cocina y la educación de los más jóvenes— y de hecho es la administradora de los bienes de subsis­ tencia y del capital social y simbólico de la casa. Por último, con la menopausia la mujer se convierte en un ser plenamente cultu­ ral, equiparándose socialmente al hombre (41), dominando así aquellos nexos peligrosos e incontrolados que la unían a la natu­ raleza y a la muerte por medio de la sangre mestrual. De este mo­ do su imagen de debilidad, de desconfianza y de peligrosidad se (38) Cfr. M . V i r o l l e - S o u i b e s , “ Pétrir la pâte” , op. cit., p. 98. (39) Cfr. comentarios de G . B a l a n d i e r en este sentido ( G . B a l a n d i e r , El de­ sorden, op. cit., pâgs. 96-99). (40) Cfr. A. G a r c í a M a r t í n e z , “ La matanza” , op. cit., p. 117. (41) Cfr. C. M e i l l a s s o u x , Mujeres, graneros y capitales, Siglo XXI, México, 1978 (2.a éd.), p. 112.

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va desplazando poco a poco hacia la nueva y el ciclo se repite. En base a esto, el ama es quien manipula los productos básicos para la subsistencia y la vida del grupo doméstico, como son el pan, la carne, la cocina, y es, a su vez, quien administra el capital so­ cial y simbólico de la casa para dar vida social y cultural a las nue­ vas generaciones. La mujer de edad es, en este sentido, el nexo y el único puente seguro entre la naturaleza y la cultura, simboli­ zados en el ritual del pan por la muerte y la vida, pues el trigo muere al hacerse harina (polvo) y vuelve a revivir en manos de la mujer convirtiéndose en pan de vida. Cabe pensar, de algún mo­ do, que la mujer de edad se convierte en un ser plenamente cultu­ ral y así controla mejor que nadie, a través del ritual, esos fenó­ menos simbólicos que son puente entre lo natural y lo cultural, que implican vida/muerte, estabilidad/cambio, abundancia/es­ casez, etc. En este sentido y desde esta perspectiva se podría en­ tender el porqué las mujeres de edad controlaban el campo de la brujería y de la magia, dos fenómenos siempre conexos y muy co­ munes entre las comunidades rurales preindustriales de Asturias y del área mediterránea, la brujería provocando muerte y dese­ quilibrios y la magia restableciendo la vida y el orden natural, social y moral (42). Pero retomemos de nuevo el hilo de nuestro discurso sobre el ritual del proceso y consumo del pan. Una vez elaborado el pan, éste se convierte en el alimento bá­ sico de la familia, bien fuese solo o con otros alimentos. Pero en todos los casos el pan era consumido con un profundo respeto y veneración, pues realmente todos asentían en que se trataba de un bien sagrado para cuya obtención habían colaborado todos: la tierra, la lluvia, el sol, los animales, los miembros vivos de la fa­ milia, las almas de los antepasados y Dios. Este carácter sagrado y sus propiedades semidivinas se transmitían, de algún modo, a quienes lo consumían e incluso a los objetos que tocaban más di­ rectamente la masa de pan, como sucedía con la pala del forno, y por eso en caso de tormenta se sacaba al exterior para proteger a la familia y a los animales del rayo y para amainar las lluvias torrenciales que podían perjudicar la casa y los sembrados. Otras familias, en tales momentos, sacaban la pala y el rudabaUo y los colocaban en forma de cruz. Todo esto fomentaba y alimentaba

(42) Ver mi análisis de estos dos fenómenos entre los vaqueiros de alzada de Asturias (cfr. A. G a r c í a M a r t í n e z , L o s v a q u e i r o s d e a l z a d a d e A s t u r i a s , Oviedo, 1988, págs. 322 y ss.).

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en todas las fam ilias un profundo respeto hacia el pan. En este m ism o contexto, las personas ajenas al grupo dom éstico que te­ nían acceso a la m esa y al pan penetraban en ese universo sim bó­ lico de la fam ilia, en el núcleo más representativo de la casa. Por eso los invitados eran norm alm ente parientes, am igos o personas de rango a las que se deseaba obsequiar y con las que la casa man­ tenía o deseaba entablar unas relaciones de gran intim idad y una reciprocidad generalizada —la mesa y el pan no se vendían ni se com praban—, pues las casas rurales tradicionales, que eran uni­ dades económ ico-sociales fuertem ente individualizadas, m ante­ nían con el exterior varios niveles de relación o de incom unica­ ción, según los casos, m uy bien definidos. Es decir, la casa y la fam ilia defendían su identidad m ediante una especie de círculos concéntricos, y el grado de relación o de incom unicación se m edía p or su proxim id ad o alejam iento del núcleo central. G ráficam en­ te se p od ria representar así:

4 —Montes propiedad de la casa. 3—Tierras y prados. 2 —Calea (entorno de la casa). 1—Cocina y mesa familiar.

Tam bién se p od ía m edir el grado de relación o de incom unicación entre las diferentes casas p or m edio de los niveles de reciproci­ dad o de intercam bio, utilizando en este caso la term in ología de M. Sahlins (43), quien, a su vez, la tom a de E. R. Service, y que podríam os representar del m odo siguiente:

(43) Cfr. M. D.

S a h l in s ,

Las sociedades tribales, op. cit., págs. 131 y ss.

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1 y 2 —Reciprocidad generalizada, entre los miembros de la familia y en­ tre parientes en situación normal (casa y parientes). 3 y 4 —Reciprocidad equilibrada, entre amigos y conocidos en situaciones socialmente establecidas y de ca­ rácter recíproco (pueblo y parro­ quia). 5—Reciprocidad negativa, con extra­ ños, de carácter especulativo y que prácticamente eran inexistentes (sociedad otra).

Finalm ente, en torno al com plejo ritual del pan nacían y se nu­ trían tam bién otros muchos sím bolos de carácter an tropom órfi­ co m uy usuales, aún en la actualidad, tanto en el m edio rural co­ m o en el urbano y en los que el pan es sinónim o de “ b ien ” o de “ v id a ” . A sí, se dice del niño que “ crece com o el pan” , de una per­ sona que “ es buena com o el pan” , “ es un pedazo de pan” , “ sabe ganarse el pan” , etc. Este sim bolism o del pan tam bién se hace ex­ tensivo al m edio ecológico: “ un pueblo o una tierra m uy panible” , y a las condiciones clim atológicas: “ este año es un año de pan” , o “ no es año de pan, sino de ham bre” , “ ta un día de fam e” , etc. En resumen, tod o este com plejo ritual y este abigarrado uni­ verso sim bólico parece responder, ante todo, a un objetivo prim or­ dial para la p ropia supervivencia de la fam ilia, es decir, conse­ guir un orden y un equilibrio en relación con el cultivo, la m ani­ pulación y el consum o de un producto básico y a la vez lim itado, el pan, pues cualquier cam bio o desviación p odía acarrear el ham ­ bre para la fam ilia. II.—CRUCE DE CU LTU RAS O ENTRE «LO DE ANTES» Y «LO DE A H O R A » Empezaba este trabajo diciendo que una cosa parece cierta des­ de el punto de vista antropológico, es decir, una cultura desapa­ rece o se transform a profundam ente cuando se la despoja o se transform an sustancialmente aquellos com ponentes o form as de vid a que le dan identidad o que constituyen su núcleo, es decir, puede tratarse de una destrucción cultural más o menos progra­ m ada o de un proceso “ natural” de aculturación que es siem pre lento y m enos traum ático. Toda cultura, com o cualquier otro sis­ tema, está capacitada para asumir y restablecer su equ ilibrio an­

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te ciertos com portam ientos y fenóm enos que ocurren en su seno, sin que su identidad se altere, pero cuando estos fenóm enos lle­ gan a afectar a su núcleo esencial, la situación se vu elve irrever­ sible y, de un m odo más o menos rápido, el sistema desaparece o sufre un cam bio sustancial, pues en tales circunstancias no exis­ ten m ecanism os de retroalim entación para controlar esas varia­ bles entrópicas o para fortalecer aquellas otras capaces de contra­ rrestar la acción de ésas y conseguir de nuevo una hom eostasis dinám ica. En el caso concreto de la cultura tradicional asturiana, considerada com o un sistema, pudo controlar durante muchas ge­ neraciones ciertos cam bios: la muerte, el trueque, las catástrofes y las m alas cosechas, la em igración de cierto numero de sus m iem ­ bros, etc., pero es incapaz de controlar otros que originan el aban­ dono de ciertas form as de vid a y un progresivo cam bio de la pro­ pio p or lo extraño: la mecanización y la lenta conexión con el mun­ do del m ercado y capitalista, la emigración de todos los m iem bros de la generación de repuesto y la im posibilidad del grupo para autoperpetuarse biológicam ente, la desaparición de las estrate­ gias m atrim oniales y el cam bio de la verticalidad p or la h orizon­ talidad en el seno de los grupos dom ésticos, e l deseo de im itar en todas sus dim ensiones a la fam ilia nuclear urbana, el progresivo con trol p o r parte de la reciprocidad negativa, de claro signo exp eculativo, de la reciprocidad generalizada y de la equilibrada, la pérdida, p or parte de la fam ilia, de su papel endoculturalizador m ediante la transm isión oral a manos de las instituciones pú­ blicas profundam ente urbanizadas y sirviéndose de la escritura y la im agen, etc. Estos cam bios provocaron, en el seno de las co ­ m unidades rurales preindustriales de Asturias, un progresivo d o­ m inio del hacia afuera (orden técnico y progreso) sobre el hacia dentro (orden m oral y tradición), originando, a su vez, una gra­ dual transform ación de su cultura. Pero, en la actualidad y des­ pués de más de dos décadas, estas com unidades se debaten aún en busca de una nueva identidad cultural entre los detritus de lo de antes y las nuevas form as de vida de lo de ahora. 1 .— DE LO EXTRAÑO A LO PROPIO Y DE LO PROPIO A LO EXTRAÑO. UN EJEMPLO: LA COMPRA DEL PAN DE CASA.

Hace más o m enos un cuarto de siglo, cuando algunas casas de la zona, de m anera aislada, com enzaron a dejar de sem brar trigo y a com prar el pan, el escándalo y los com entarios fueron unáni­ mes y m uy elocuentes:

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Esus dánselas de muy modernos, nun tienen vergüenza, echan la casa a pique, cun ese rabañu menus ya esa casarada mira que nun cuyer pan ninguno nin amasar... Pues chachu, una casa sin pan pasa fame, pues cun lu que se compra nun se farta la xente. Si llevantasen la cabeza lus vieyus ou fulanu de la casa, pues chúfábunlo muitu, nun sei qu’iba de­ cir..., vaya xeitu de casa. Dicen que compran tolus días pan de la tagona, son muy finos... Si semasen las tierras tenían pan ambute, purqu’ía una casa bárbara en fincabilidá y asi­ na tan compra compra ya nun cuemen pan... La casa que cuei pan abondu pal añu tien un bon esfouto ya doutramiente paré que nun ai nada en casa ya pa ’ncima las tierras ermas. Semar pan ía fartura ya un preceuto (44). Este tipo de reacciones se producían y aún se siguen produciendo cada vez que un individuo o una casa da pasos hacia adelante o adopta innovaciones o form as de vida diferentes. La característi­ ca más sobresaliente de la cultura cam pesina tradicional era la defensa de la tradición y la lucha contra las desviaciones, com o se viene repitiendo a lo largo de este trabajo, y lo conseguía gra­ cias, sobre todo, a que eran culturas basadas en una endoculturalización oral (45). Se trata, en definitiva, de un con flicto entre la tradición y el progreso o entre lo de antes y lo de ahora, entre lo próximo y lo nuevo o extraño de ahora, una señal inequívoca de que aún perviven muchas form as de la cultura tradicional. La gente sabe que las condiciones de vida están cam biando drásticam ente, pero su m entalidad tradicional y su visión del m undo fuerza a la m ayoría a enfrentarse a esas nuevas con d icio­ nes con form as de conducta que para las generaciones preceden­ tes supusieron seguridad, por cuanto la tradición significaba bien, orden, vida..., al tiem po que lo extraño —lo que venía de afuera— se conceptuaba com o m alo, “ m uerte” , desorden... (46). T odo esto (44) “ Esos se las dan de muy modernos, no tienen vergüenza, echan la casa a pique, con ese montón de hijos y esa cantidad de gente en casa no sembrar trigo ni amasar pan... Una casa sin pan pasa hambre, pues con lo que se compra no se puede alimentar la gente. Si volviesen los antepasados, sobre todo Fulano a quien ponderaban mucho, vaya plan de casa... Dicen que compran diariamente pan re­ cién hecho al panadero, pero como el de casa... Si sembrasen las tierras tendrían pan bastante, porque la casa tiene buenas propiedades y así están comprando cons­ tantemente y no comen pan... La casa que cosecha bastante pan tiene una buena base y de ese modo parece que no hay nada en casa y las tierras abandonadas... Sembrar pan es como un precepto, una orden sagrada...” . Datos recogidos en Fres­ nedo (Tineo), pero que se pueden hacer extensivos a toda la zona de estudio. (45) Cfr. K. D o b r o w o l s k i , “ La cultura campesina tradicional” , en T. Shanin (ed.), Campesinos y culturas campesinas, op. cit., págs. 249-267. (46) Cfr. G. B a l a n d i e r , El desorden, op. cit., págs. 87 y ss.

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pone de m anifiesto que en una cultura existen niveles o elem en­ tos que son más resistentes al cam bio que otros y lo demuestran los estudios sobre la aculturación, y en este sentido lo que fue un m ecanism o protector, ahora se convierte en un lastre al unirse o co n v iv ir con las nuevas pautas (47). Progresivam ente y a m edida que éste (el abandono del cu ltivo del pan) y otros cam bios se fueron generalizando entre las com u­ nidades rurales de Asturias los com entarios cam bian totalm ente de signo y ahora van dirigidos hacia aquellas pocas fam ilias que siguen m anteniendo viejas form as de vida, y en concreto el cu lti­ v o del trigo y la fabricación del pan de casa: Agora naide sema trigu nin amasa, ande vei qu’esu ya se deixou de facer pur todus lus llugares, ya güei naide pasa fame de pan, además nun ai aquellas casaradas de xente qu’había entoncias, ya pan cuémese poucu, la xente güei cueme outras cousas, la xente agora ía muy esquisita pa cumer. Na redulada seique nun seman trigu más qu’ en casa Fulanu ya ’n casa Manganu, esus son muy a l’antigua ou a lu d’antes. A nos caeunus el fornu ya tovía naide lu llevantou, nun ai nin aunde ir a muler, ya las muyeres de agora llou nun saben apenas nin amasar. Home, algún día faise algún bullín nel fornu de la cucina purqu’ apeteceusi a tal ou a cual.. la muitu más cómodu cumpralu tienru tolus días, vienen a traételu a la puerta casa lus panaderos, amárranse pur vendételu purque tan locus purqu’is compres; you compru algo a todus ya metu alguna fugaza nel cungelador (48).

(47) Cfr. el análisis al respecto de este tipo de fenómenos en G. M. Foster, Tzintzuntzan, op. cit., págs. 241 y ss.; G. D u b y , Historia social e ideologías de las sociedades, Anagrama, Barcelona, 1976, págs. 81 y ss. (48) “ Ahora nadie siembra trigo ni amasa, hace mucho que eso se dejó de ha­ cer por toda la zona, hoy nadie pasa hambre de pan, además hay menos indivi­ duos en las casas y pan se come menos, la gente come otras cosas y hoy somos muy exigentes para comer. En toda la zona tal vez sólo siembran trigo en casa Fulano y en casa de Zutano, ésos no han evolucionado nada. A nosotros se nos derrumbó el homo, y ya no existen ni molinos y las mujeres casi ya no saben ni amasar. Hom­ bre, algún día se hace algún bollo en la cocina de casa porque a alguien se le apete­ ce... Es mucho más cómodo comprar diariamente el pan recién hecho, pues te lo vienen a traer a la puerta de casa los panaderos, se pelean por vender, pues todos desean que les compres algo. Yo compro algo a todos y después meto algún pan en el congelador para alguna emergencia...” . Este tipo de comentarios, que repre­ senta todo un diagnóstico del grado actual de aculturación de las comunidades ru­ rales asturianas, puede recogerse en toda la zona. Este comentario corresponde a Fresnedo y a Yerbo (Tineo).

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Nos encontramos ante un fenómeno de inversión de ciertas for­ mas de vida, es decir, lo que hace un tiem po era señal de desor­ den y m otivo de escándalo para la m ayoría de las casas, ahora es señal de progreso y de bienestar, y se im pone, en ciertos cam pos, com o un nuevo estado de cosas absolutam ente norm al (49), a p e­ sar de que mucha gente, en este caso concreto del pan, no está ni m ucho m enos plenam ente convencida de ello. De hecho, cada día son más las personas que añoran el pan de casa y ciertas fam ilias están volv ien d o a sembrar trigo, y sino lo com pran, para hacer pan del de antes, hecho que es más com ún entre aquellas que p o­ dríam os conceptuar com o más evolucionadas y que, tal vez p reci­ samente p or eso, no tienen ningún reparo en recuperar aquellas form as de vid a de antes que consideran m ejores que las adopta­ das ahora del exterior. Dicho de otro m odo y en térm inos más ge­ nerales, se está observando desde hace años en las com unidades rurales de Asturias una fuerte tendencia a cambiar lo de antes (tra­ dición) por lo de ahora (lo que viene del exterior), sobre tod o en lo que atañe a aspectos o form as culturales periféricas, al tiem po que persisten m uchos elementos del núcleo sustancial del antes y tal vez p or eso, pues parece ser una reacción m uy generalizada, cuando dos culturas esencialmente m uy sim ilares, para conquis­ tar y m antener su identidad, intentan destruirse periféricam en­ te (50). Es decir, muchas caserías rurales asturianas actualm ente tienen una serie de planes y una cierta im agen de cóm o debe ser su form a de vida, e incluso los tratan de poner de algún m odo en práctica, im pulsadas p or esa idea del ahora, “ por lo moderno” y (49) Cfr. los comentarios que hace sobre la tradición, como norma que sancio­ na y aprueba, G. B a l a n d i e r , E l d e s o r d e n , op. cit., págs. 73 y ss. (50) Podríamos sugerir al lector, a modo de reflexión, la actitud y muestras de desprecio y de distanciamiento externo que exhibe, con frecuencia, el emigrante cuando vuelve a su medio, medio rural me refiero, cuando en realidad aquél sus­ tancialmente no ha cambiado nada, y por eso se comporta así, porque no quiere ser aquello que realmente es y que le obligó a emigrar en las condiciones en que lo hizo, a la vez que quiere defender esa cultura superficial urbana que adquirió y hasta exhibe de un modo exagerado. En otro campo, los brotes de racismo de nuestro país son tanto más virulentos cuanto más cercanos están, a nivel de su núcleo cultural, las dos comunidades enfrentadas. En este mismo sentido tenemos también ejemplos aportados por la Antropología Cultural. Así, podríamos citar los duros enfrentamientos y el profundo desprecio que los nuer tienen hacia los dinka, precisamente, según Evans-Pritchard, para cultivar y mantener esa iden­ tidad social y esa cultura que ellos creen superior frante a sus vecinos los dinka, cuando, en realidad, son muy similares físicamente y sus lenguas y sus culturas son también muy parecidas (cfr. E. E v a n s - P r i t c h a r d , L o s n u e r , Anagrama, Bar­ celona, 1977, págs. 15 y ss. y 139 y ss.).

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p or sú “ m enosprecio” de lo de antes. Pero, a m i ju icio, se trata de una v isión em ic, pues si se analiza atentamente sus conductas diarias (etic), se puede observar que, en la m ayoría de los casos, sus form as de vid a reales responden en efecto a otros m óviles. Así y para citar sólo algunos ejem plos, el prestigio de la facina de an­ tes se desplazó ahora al número de vacas y a los litros de leche que se producen y se entregan públicam ente —“ somus lus que más lleite entregam us de la parroquia” —, aunque de ello no se obten­ gan más ganancias netas, lo que denota que su conducta real aún no opera según los patrones capitalistas que parece guiar el nue­ v o m odelo de casería; igulamente, la pareja de vacas de antes que se exhibía ante los demás vecinos, ahora la sustituye un buen trac­ tor, a m enudo m enos adaptado al m edio que otro no tan ostento­ so, y el lu joso caballo de m ontura bien ataviado, sím bolo de la casa pudiente y que sólo servía para ciertas ocasiones, fue suplan­ tado p or el coche de lujo, aunque peor adaptado tam bién que otro m enos llam ativo, pero que sin duda sería más funcional, etc. Es decir, se observa una discrepancia entre los proyectos de ahora (em ic) y una serie de conductas reales de antes (etic), porque, en realidad, siguen más o menos intactas una serie de estructuras socio-ideológicas del pasado, lo que pone en evidencia, una vez más, que una cultura es un todo organizado en el que las varia­ bles organizacionales e ideológicas ejercen una función de reali­ m entación de las variables infraestructurales, sin que p or ello de­ jen de ser las variables independientes o determinantes dentro de una perspectiva m aterialista de la cultura. El cam pesino preindustrial asturiano fue frecuentemente m ar­ ginado p o r parte de la cultura oficial, p or los órganos y poderes públicos y p or el habitante de la ciudad, y precisam ente lo fue p or su cultura, es decir, p or su dieta alim enticia, p or su lengua, sus creencias, ritos, form as de vestir, su trabajo, sus costum bres y va ­ lores m orales, su vivienda, su relación con la naturaleza y los ani­ m ales dom ésticos, su falta de higiene, etc. Actualm ente se da la paradoja de que las com unidades rurales tratan de im itar las fo r­ mas de vid a externas del habitante de la ciudad, m ientras que és­ te em ula y consum e form as de vida periféricas de la cultura rural tradicional —form as lingüísticas, artículos de consumo de primera necesidad, contacto con la naturaleza y el m undo animal, etc.— precisam ente porque se considera un ser profundam ente u rbíco­ la. Es decir, la “ ruralización” de los habitantes urbanos durante sus salidas y contactos con la cultura rural, no es una señal de de­ sintegración de la cultura urbana, sino que se trata, a m i ju icio,

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de una afirm ación. Por el contrario, la im itación, a veces exage­ rada, y la asim ilación de la cultura urbana p or parte de la p ob la ­ ción jov en rural sí parece ser una muestra de la desintegración o de la crisis que padece la cultura rural. D icho de otro m odo, p e­ riféricam ente se podría decir que durante los últim os dos dece­ nios estamos asistiendo, si se me perm ite la expresión, a una ruralización progresiva de la cultura urbana y, a la vez o p or con­ tra, a una urbanización de la cultura rural, pero con una gran diferencia, y es que mientras la cultura urbana no com prom ete en ello su identidad, la cultura rural por contra mucho más vu l­ nerable, p or una serie de razones que no puedo tratar aquí, sí se ve afectada poco a poco en su núcleo, sin que se vislum bre cuál va a ser el nuevo m odelo cultural que surgirá de este proceso de aculturación en que está inmersa. Mientras tanto, en las com uni­ dades rurales de Asturias se observan, reitero una vez más, m u­ chos restos culturales del pasado, que se confunden en su actual estado de detritus, perviviendo en los márgenes de otras pautas dom inantes com o reliquias que perdieron su papel original. Para v olv er al tema específico de este trabajo, la sustitución del «pan de casa» p or el pan com prado puede parecer que se trata de un cam bio m eram ente superficial, del m ism o m odo que el ciu­ dadano de la ciudad se trae el fin de semana pan de escanda o hue­ vos de aldea, pero en realidad la cultura rural se va vien do afec­ tada p or ello en su m ism o núcleo. Así, la organización técnica del espacio se transform a, el pluricultivo va dando paso a un m ono­ cu ltivo con vistas al m ercado y el grupo dom éstico sigue siendo una unidad de producción pero no de consum o, pues hay que p ro­ ducir más outputs para hacer frente a los cada vez más num ero­ sos inputs, entre ellos la com pra diaria del pan, la reciprocidad generalizada y la reciprocidad equilibrada son absorbidas paula­ tinam ente p or la reciprodicad negativa basada en la ganancia que invade el cam po de las relaciones sociales; la d ivisión del traba­ jo , al igual que los papeles desempeñados p or la mujer, los ancia­ nos y los niños se trastrocan p or la llegada de la m aquinaria, las relaciones del hom bre con su m edio ecológico, sus tierras que fo r­ man parte de su explotación que casificaba al grupo dom éstico, se convierten en relaciones de explotación, “ obligán d ole” a p ro­ ducir más a base de fertilizantes industriales cada vez más com ­ plejos, degradando así el medio; los animales dom ésticos son tam ­ bién “ exp lotad os” más allá de sus posibilidades a base de pien­ sos y horm onas; la casa, y p or consiguiente la fam ilia, pierde su identidad al entrar en ese voraz circuito de lo p rop io/ex tra ñ o y

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extra ñ o/p rop io, que es el m ercado capitalista, que la vacía de sus p ropios sím bolos; y finalm ente el universo m oral y las relaciones de carácter religioso se desplazan hacia las innovaciones técnicas y el p od er y la seguridad que da el dinero, de m odo que ya no se dice, que sea lu que Dious quera o ía cousa de Dious, sino con di­ nero tod o se arregla (51). Sin em bargo, desde mi punto de vista en las com unidades rurales de Asturias, vu elvo a repetir, no se han generado aún esas nuevas estructuras sociales y m entales ca­ paces de consolidar esos cam bios económ icos, a la vez que las es­ tructuras tradicionales se han visto afectadas más o m enos p ro­ fundam ente y perviven , en muchos casos, en form a de reliquias y de lastre, lo que explicaría el hecho de que los cam bios que se han dado no están aún plenam ente estabilizados y sigan siendo form as de vida carentes de ese p olo ideológico capaz de con soli­ darlos y darles identidad. 2 . — D E «L O D E A N T E S » A «L O D E A H O R A » , O L A B U S Q U E D A DE U N A N U E V A ID E N T ID A D C U L T U R A L

La aculturación en la que están sumidas las com unidades ru­ rales de Asturias desde hace un cuarto de siglo ha ido p rovocan ­ do el abandono de m últiples form as seculares de subsistencia eco­ nóm ica, entre las cuales y com o más representativa estaría «el pan de casa», al tiem po que dichas com unidades se han ido in corp o­ rando al sistema com ercial y a las instituciones nacionales, de m o­ do que cada vez son m enos tribales y más urbanas o, com o señala M .a D olores Juliano hablando de la cultura popular (52), la socie­ dad rural tradicional deja de ser el “ sistema tota l” que casi era, para convertirse en un subsistema de la sociedad global. Este p ro­ ceso está preñado de consecuencias de m uy largo alcance que se pueden catalogar en tres dim ensiones, las m ism as que articulan su cultura:

(51) Cfr. el análisis de C. Esteva F . sobre el proceso de aculturación entre al­ gunas comunidades rurales del Alto Aragón, cuyos desencadenantes fueron, se­ gún el autor, los cambios introducidos en sus bases económicas y que poco a poco fueron penetrando en el nivel social y en el ideológico, afectando de ese modo a toda la cultura (cfr. C. E s t e v a F a b r e g a t , “ Para una teoría de la aculturación en el Alto Aragón” , op. cit., págs. 7-75). (52) Cfr. M.a Dolores J u l i a n o , “ Cultura popular” , Cuadernos de Antropolo­ gía, núm. 6, Edit. del Hombre, Barcelona, 1986, págs. 16 y ss.

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a) Dimensión económica.—Representa el paso de la produc­ ción lim itada a la fam ilia a una producción para empresas p ro­ ductivas dependientes de proyectos industriales, lo que originó cam bios profundos y generalizados en la base económ ica de las caserías asturianas, a la vez que persisten aún form as del pasado y otras de carácter coyuntural y externo que estrangulan o lim i­ tan este proceso, p or lo que las explotaciones agrarias asturianas son empresas m uy poco rentables. b) Dimensión organizacional.—Se ha ido originando, si bien con m ayor lentitud, un desplazamiento de las funciones organizati­ vas e institucionales del jefe de fam ilia y de la com unidad veci­ nal hacia otros vértices situados en la ciudad, en la capital nacio­ nal o incluso en capitales extranjeras, con lo que el cam pesino se incorpora, en parte, en una sociedad de clases jerarquizada en la que él ocupa el puesto más bajo (53). La fam ilia rural aspira a ser com o la fam ilia contem poránea, es decir, una fam ilia nuclear con pocos hijos, en la que la pareja busca la felicidad individual y en­ com ienda la educación de los hijos a las instituciones públicas y en la que la verticalidad de la fam ilia tradicional es desplazada p or la horizontalidad, por lo que los ancianos, verdaderos depo­ sitario^ y guardianes de la sabiduría tradicional, van siendo re­ legados a un m uy segundo plano al privarles de sus funciones, cuando la edad ya no les perm ite trabajar com o antes. Todo esto origina rupturas, o cuando menos m arginación, en el seno de las fam ilias rurales, com o nos muestran algunos com entarios recogi­ dos en la zona de boca de personas de edad y teóricam ente jefes de la casa: Lus vieyus tamus anticuaus. Antes era trabayar pa cuyer pan pa ’1 añu pa toda la familia ya facer un bon Samartín. Agora nun se sema nada, cómprase casi todo, agora son las vacas de Ueite pa ’ntregar cada vez más, ya d’esu lus vieyus nun sabemus. Pero nos nu ñus sentimus acubardaus pulus nuevus, cubramus todus lus meses la nuesa paguina ya pa nos tenemus abondu, pero además inda trabayamus ya facemus pur nun dar guerra; a lus vieyus güei naide lus quier. El fiu ai tien la casa, que la trabaye si quier, you nun me metu ’n nada ya él tampoucu nada me diz nin me pregunta, fai ya desfai pal Uau que quier (54). (53) Cfr. el análisis general que hace sobre este proceso de aculturación de las sociedades rurales A. Pearse (A. P e a r s e , “ La metrópoli y el campesino: La ex­ pansión del complejo urbano-industrial y la cambiante estructura rural” , en T. Shanin (ed.), Campesinos y sociedades campesinas, op. cit., págs. 60-70). (54) “ Las personas mayores estamos anticuadas, antes se trabajaba para te-

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Las m ujeres de edad, las teóricam ente amas, tam bién sienten del m ism o m odo los cam bios habidos en el seno de las casas, se­ gún pude pulsar a través de algunas inform antes. Veam os uno de esos com entarios: You salgu pa fuera a facer algu, cun lus nenus, la cumida ya la casa cuerre la nueva. You mientras poda fairei algu ya nun darei guerra, además lus gastus de casa sustenémuslus el mieu home ya you cun lu que cubramus. Agora cóm­ prase muitu, nun ía cumu antes que s’amasaba ya cumíase de lu de casa tol añu. Lus nenus criábanse sin gastus, agora la madre ta tol día cumpránduis nel cumerciu. Pero í’home ya you nun tenemus purque reventar, abondu tenemus trabayau pa criar el rabaño fius que criamus, que trabayen lus nuevus, además a nos dinnos que tamus anticuaus ya que de lu d’agora nun sabemus. (55). ner pan suficiente para el año y hacer un buen Samartín. Ahora no se siembra na­ da, se compra casi todo y sólo se dedica la gente a la producción de leche, y de eso los mayores no entendemos. Pero nosotros no nos sentimos acomplejados ante la gente joven, porque cobramos nuestra pequeña jubilación y para nosotros tene­ mos bastante; pero además aún trabajamos y procuramos no molestar mucho, a los viejos ahora nadie los quiere. El hijo ahí tiene la casa, que la trabaje, y yo no le doy ninguna orden y él tampoco me pregunta ni me consulta nada, haz y deshaz a su antojo” . Datos recogidos en Collada, en Tremado y en Miño (Tineo). (55) “ Yo salgo a trabajar fuera de casa, los niños, la casa y la comida son cosa de la nueva. Yo mientras pueda haré algo y no molestaré, además los gastos de la casa corren por cuenta de mi marido y mía. Ahora se compra mucho, no es co­ mo antes que se amasaba y se comían cosas de casa todo el año. Los niños se cria­ ban sin gastos, ahora la madre está constantemente comprándoles. Pero mi mari­ do y yo ya no tenemos por qué trabajar en exceso, bastante hemos trabajado para criar el montón de hijos que hemos criado“ . Datos recogidos en Fresnedo, Yerbo, Zardaín y Riocastiello (Tineo). El “ status” de los ancianos en las comunidades ru­ rales de la zona aquí estudiada parece haber entrado en un retroceso progresivo a lo largo de las últimas dos décadas, de modo que, de hecho, están perdiendo su condición de amo, ama, aunque la conserven de derecho, por lo que tal vez se pue­ de hablar de un “ status” vacio de roles cuando nos referimos a la situación actual de los ancianos. Este proceso parece estar marcado, por un lado, por una especie de “ desvinculación” del anciano (“ disengagement” ), según una de las tesis defen­ dida por E. Cumming y W. Henry y formulada como Theory of “ disengagement” , teoría que ha sido analizada por Teresa San Román (cfr. T. S a n R o m á n , Vejez y cultura. Hacia los límites del sistema, Barcelona, 1990, págs. 42 y ss., especial­ mente); por otro lado, esta desvinculación del anciano parece ser una réplica al revés del proceso de enculturación de la niñez, es decir, una especie de “ deculturación” ,un punto de vista que defiende B. G. Anderson (cfr. B. G. A n d e r s o n , “ The process of deculturation: its dynamics among United States aged” , en Anthropological Quarterly, 45 (4), págs. 209-216,1972). Las causas principales de este proce­ so, marcado por la desvinculación y la deculturación de los ancianos que origina una pérdida de roles y un progresivo vaciamiento de su “ status” , son muy diver-

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En estos dos relatos, bien elocuentes p or otra parte, se obser­ van los cam bios acaecidos en la sociedad rural asturiana, a la vez que un cierto grado de resignación en las personas de edad que, de ser las responsables máximás de la casa, económ ica, social e ideológicam ente, h oy son seres cada vez más m arginales, casi al igual que ocurre en la ciudad, viviendo en una nueva empresa v o l­ cada en la producción para el m ercado y en la que ellos se sienten extraños, de antes, y en la que sus pensiones son, casi exclusiva­ mente, su garantía y su contacto con el ahora. Pero sim ultánea­ mente, los jóvenes que aspiran a im itar la fam ilia contem poránea y urbana (56) tienen menos posibilidades y tropiezan con más obs­ táculos para m aterializar ese m odelo de vida, debido a la coexis­ tencia de tendencias contradictorias y de una serie de con d icio­ nantes económ icos inherentes a la empresa fam iliar, lo que m oti­ va que muchas jóvenes parejas emigren a la ciudad. En efecto, las jóvenes parejas actualmente quieren poner en práctica un m ode­ lo de vida similar al de la pareja proletaria, pero esto tropieza realsas, pero en el caso concreto que nos ocupa podríamos citar las siguientes: a) El incremento del número de ancianos en proporción al resto de la población, b) La crisis de la familia troncal como unidad de producción, de consumo y de residen­ cia. c) El desarrollo educativo y el traspaso de las tareas de enculturación de los niños a la escuela pública y, por consiguiente, la pérdida de valor del saber y la experiencia de los ancianos, d) El desarrollo de los valores individualistas que fo­ menta la sociedad moderna, e) Las innovaciones tecnológicas que crean nuevos roles que desempeñan los jóvenes, al tiempo que vuelven anticuados los tradicio­ nales desempeñados por los ancianos, f) La falta de presión sobre la tierra, debi­ do a la emigración, ya que los ancianos obstentaban la propiedad del suelo y de­ más bienes de la casa. Es decir, el “ status” de los ancianos parece estar en rela­ ción inversa a los procesos de modernización tecnológica, de desarrollo social y de aculturación en general de las comunidades rurales. Con estas notas no he pre­ tendido, de ningún modo, sentar ninguna tesis, sino sólo trazar algunas directri­ ces de lo que tal vez será un futuro trabajo de investigación sobre el grado de trans­ formación de las comunidades rurales de Asturias, visto a la luz del nivel de des­ vinculación y deculturación de los ancianos, de modo que, según parece, a más aculturación (dominio del hacia afuera), menor es el “ status” y más marginación sufre el anciano y, viceversa, a menor grado de aculturación (mayor dominio del hacia dentro), menor grado de marginación y mayor “ status” de los ancianos. (56) Las nuevas parejas tienen nuevas aspiraciones, fruto de ese proceso de desruralización/urbanización, dos perspectivas de un mismo fenómeno, acultu­ ración/ enculturación y, al sentirse truncadas o no materializadas satisfactoria­ mente, esas ilusiones les empujan al medio urbano, un medio urbano del que tie­ nen con frecuencia una imagen idealizada. En el pasado, por contra, soportaban estas y otras muchas privaciones, pues al ser socializados en el ambiente rural des­ conocían otras formas de vida (cfr. el análisis al respecto de D. C o m a s y J. J. P u ­ j a d a s , “ Elementos para un modelo del proceso de urbanización/desruralización en el Alta Aragón” , Ethnica, núm. 9, Barcelona, 1975, págs. 37-74).

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mente con una serie de obstáculos de índole m uy diversa. P or una parte, las explotaciones rurales son actualm ente poco rentables y exigen muchas horas de trabajo o de cuidados y mucha sujeción. P or consiguiente, el consum ism o y el tiem po libre —fines de se' mana y vacaciones anuales— que disfruta la fam ilia proletaria, en el caso de la pareja rural se encuentra con muchas cortapisas. P or otra parte, la fam ilia proletaria es nuclear y con residencia neolocal, y el “ status” de la esposa, aún en el caso del “ ama de casa” que no trabaja fuera, le perm ite, al menos teóricam ente, un m a­ y o r grado de autonom ía y de desarrollo personal. P or el contra­ rio, en la fam ilia troncal, que es la que predom ina en el m edio ru­ ral asturiano, y en las empresas rurales la joven esposa se encuen­ tra som etida a la estructura fam iliar y casal, pues predom ina tam bién la fam ilia patrilocal. Pero, p or contra, la residencia neolocal requeriría medios económ icos y supondría, a su vez, una pér­ dida de ingresos —las jubilaciones— y de los servicios de vigilan ­ cia de la hacienda y del cuidado de la prole que desem peñan las personas m ayores. P or últim o, aun a pesar de todos estos condionantes, las jóvenes parejas podrían practicar ciertas form as de v i­ da propias de las fam ilias proletarias, pero ello tropieza, a su vez, con estructuras m entales inherentes al “ status” de la m ujer ru­ ral —la m ujer debe de estar ante todo en casa, criar hijos y cuidar al m arido y a las personas mayores—, mientras que el hom bre pue­ de y hasta debe salir y en casa sólo debe estar para com er y para dorm ir. Una p osib le alternativa al actual sistem a de las exp lota ­ ciones agrarias, profundam ente casificadas e individualistas aún, p od ría ser tal vez la cooperativa de producción, de com p ra/ven ta y de m aquinaria, pues perm itiría disfrutar a las jóvenes parejas de más tiem po libre y de vacaciones, serían explotaciones más ren­ tables, se evitaría mucha maquinaria totalmente supèrflua y hasta p erm itiría una m ayor independencia a las distintas parejas. Pe­ ro esta p osib ilid a d tropieza con una serie de problem as que d ifi­ cultan su creación o llevan al fracaso las que se logran m ateriali­ zar, se trata de nuevo del profundo individualism o y del m iope concepto de propiedad privada que p ervive aún en las fam ilias rurales de Asturias, encam ado sobre todo en los hom bres, pues téngase en cuenta que la fam ilia rural tradicional de Asturias era asim ism o patrilineal; pero además hay otras dificultades de ca­ rácter infraestructural, naturaleza del espacio y de otro tipo. La A n trop ología Cultural y los antropólos no se oponen, evidente­ mente, al cam bio y al progreso de ningún grupo humano, sino que tratan de poner de m anifiesto, en base a su concepción holística

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de la cultura del grupo o grupos en cuestión, cuál es la situación, para que se tenga presente a la hora de diseñar y de aplicar p ro­ yectos, habida cuenta además de la concepción que el cam pesino, en este caso, tiene del mundo que le rodea y de que toda cultura es un todo sistemático funcional, integrado, internam ente cohe­ rente, aunque no totalm ente arm ónico, y no sólo un conjunto ca­ sual de costumbres y hábitos, por lo que ningún cambio puede dar­ se aisladamente (57). c) Dimensión ideacional.—Se está produciendo un paso de la diversidad cultural —cada casa tenía su propio sistema de normas y de valores y una cierta cosm ovisión, transm itida oralm ente y de profun do carácter tradicionalista y conservador (58), com par­ tida en gran m edida por la com unidad— hacia una progresiva ho­ m ogeneidad cultural nacional, m odificada p or la diferenciación subcultural de clases. La sociedad rural asturiana, p or tanto y para terminar, se en­ cuentra aún debatiéndose entre una serie de contradicciones que provienen de la convivencia inarmónica de lo de antes y de lo de ahora, pues la avidez y premura con que tratan de im itar y de adoptar las form as y el estilo de vida que les llega de la sociedad exterior, ante la resignación o consentim iento tácito de los ma­ yores, tropieza en muchos casos con obstáculos más o m enos in­ salvables de naturaleza m uy com pleja y de origen m uy diverso, lo que determ ina que aún no se haya consolidado una nueva cul­ tura rural con identidad propia, después de un cuarto de siglo de cam bios. Los profundos cam bios económ icos no acaban de aquilatarse y generar así un cierto grado de estabilidad en estas com unida­ des, p or lo que tam poco son capaces de desplazar definitivam en­ te las viejas estructuras sociales y mentales que aún perviven en m ayor o m enor m edida, según las zonas, a m odo de reliquias y operando com o lastre, ni tam poco generan, p or otra parte y tal vez precisamente p or eso, otras estructuras nuevas capaces de con­ solidar esos cam bios económ icos. A sí y para citar sólo algunos (57) Cfr. en lo referente al tema de la aplicación de programas de innovación o de cambio cultural, como tarea fundamental de la Antropología aplicada, G. M. F o s t e r , Antropología aplicada, F.C.E., México, 1974, págs. 107 y ss. (58) Las sociedades que se endoculturan por medio de la palabra, tradición oral, son conservadoras, mientras que las que lo hacen por medio fundamental­ mente de la escritura, en general, son sociedades cambiantes (cfr. K . D o b r o w o l s k i , “ La cultura campesina tradicional” , op. cit., págs. 249-267).

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ejem plos, frente al bajo rendim iento económ ico de las exp lotacio­ nes agrarias, debido al m inifundism o, al alto coste de la m aqui­ naria, de los piensos, los fertilizantes, la energía, etc., a la coyun­ tura nacional e internacional que provoca una fuerte com peten­ cia y determ ina los bajos precios de los productos agrarios, el agricultor asturiano actual sigue sin superar viejas estructuras so­ ciales y mentales, tales com o el fortísim o individualism o casal rei­ nante (59) que le im pide llevar a cabo una concertación parcela­ ria bien planificada y crear cooperativas de producción, consum o y m aquinaria, organizarse sindicalmente, explotar más racional­ m ente los espacios y recursos comunales y hasta recuperar, en un nuevo contexto, ciertas form as de vida del pasado. Es decir, suce(5 9 )

E s v e r d a d , s in d u d a , q u e e l in d iv id u a lis m o , la e n v id ia y la d e s c o n fia n z a

s o n a lg u n a s d e la s c a r a c t e r ís t ic a s d o m in a n t e s d e la s o c ie d a d r u r a l a s t u r ia n a , a ú n e n la a c t u a lid a d . E s ta s c a r a c te r ís t ic a s , q u e fo m e n t a n a c t itu d e s c o n c r e ta s q u e o b s ­ t a c u liz a n e l q u e s e c o n s o lid e n d e t e r m in a d o s p r o y e c t o s a t o d a s lu c e s b e n e fic io s o s p a r a e l c a m p e s in o , c o m o e l d e la c r e a c ió n d e c o o p e r a t iv a s a g r íc o la s , fo r m a n p a r te d e e s a “ c u l t u r a c a m p e s i n a ” q u e t r a s c ie n d e la s fr o n t e r a s r e g io n a le s y n a c io n a le s y d e la q u e la c u lt u r a r u r a l a s t u r ia n a n o s e r ía s in o u n a s u b c u lt u r a m á s . E . M . R o g e r s y L . S v e n n ig , e n t r e o t r o s , c a r a c t e r iz a r o n la “ c u lt u r a c a m p e s in a ” c o n lo s s i­ g u i e n t e s r a s g o s : ( .. .) “ 1) l a d e s c o n f i a n z a m u t u a d e l a s r e l a c i o n e s p e r s o n a l e s ; 2 ) u n a p e r c e p c i ó n d e q u e l o b u e n o e s t á l i m i t a d o ; 3) d e p e n d e n c i a y h o s t i l i d a d h a c i a l a a u t o ­ r i d a d g u b e r n a m e n t a l ; 4 ) f a m i l i s m o ; 5) f a l t a d e e s p í r i t u i n n o v a d o r ; 6 ) f a t a l i s m o ; 7) a s p ir a c io n e s lim it a d a s ; 8) a u s e n c ia d e d ila c ió n d e la s a t is fa c c ió n ; 9) v is ió n li m i ­ t a d a d e l m u n d o ; 10) e s c a s a e m p a t i a ” (E . M . R o g e r s y L . S v e n n i n g , L a m o d e r n i ­ z a c i ó n e n t r e l o s c a m p e s i n o s , F .C .E ., M é x i c o , 1973, p . 35 ). S i n e m b a r g o , n o s e p u e ­ d e n e x p lic a r e s to s r a s g o s d e m o d o e s e n c ia lis t a .p s ic o lo g is t a , a h is t ó r ic o y c u lt u r a lis t a s in m á s , c o m o h a n h e c h o c o n fr e c u e n c ia m u c h o s t e ó r ic o s d e la m o d e r n iz a c ió n d e la “ c u lt u r a c a m p e s in a ” , e n p a r tic u la r c u a n d o tra ta n e l te m a d e l in d iv id u a lis ­ m o , s i n o q u e s e r í a n e c e s a r i o t r a t a r d e d a r l e s u n a d i m e n s i ó n h i s t ó r i c a a la s v e r b a liz a c io n e s d e lo s in f o r m a n t e s , u n a e s p e c ie d e p e r s p e c t iv a e t n o h is t ó r ic a , p a r a t r a ­ ta r d e b u s c a r u n a s e x p lic a c ió n a la “ c u ltu r a c a m p e s in a ” c o n q u e n o s e n c o n tr a ­ m o s e n u n m o m e n t o d a d o y , s o b r e t o d o , a l in d iv id u a lis m o q u e p a r e c e s e r la c a u s a in m e d ia ta d e l fr a c a s o d e t o d o s lo s p r o y e c t o s d e s ig n o c o o p e r a t iv ís t ic o . E s ta p e r s ­ p e c t iv a e t n o h is t ó r ic a p u e d e p o n e r d e m a n ifie s to q u e n o se t r a ta d e u n in d iv id u a ­ lis m o o d e u n a d e s c o n fia n z a c o n g é n it o s a l c a m p e s in o , s in o q u e se d e b e n m á s b ie n a u n a s e r ie d e c ir c u n s t a n c ia s in te r n a s , e x te r n a s y c o y u n t u r a le s a la s p r o p ia s c o ­ m u n id a d e s c a m p e s in a s (c fr . la s r e fle x io n e s a l r e s p e c t o d e J e s ú s C o n t r e r a s , “ L a t e o r ía d e la « m o d e r n iz a c ió n » y su c o n c e p t o d e c u lt u r a c a m p e s in a : r e fle x io n e s c r í­ t i c a s ” , e n E . S e v i l l a G u z m á n ( e d .) , S o b r e a g r i c u l t o r e s y c a m p e s i n o s , S e r v i c i o d e P u b l i c a c i o n e s A g r a r i a s , M a d r i d , 1984, p á g s . 109-148). P e r o n o p o d e m o s , e n e s t e m o ­ m e n t o , t r a t a r c o n u n m ín im o d e r ig o r e s t e in t e r e s a n te a s p e c t o s o b r e s í, e n u n p a ­ s a d o n o m u y le ja n o (a n te s d e la g u e r r a c iv il) , e x is t ía e n t r e lo s c a m p e s in o s e s p a ñ o ­ le s u n v e r d a d e r o e s p í r i t u c o o p e r a t i v í s t i c o q u e , p o s t e r i o r m e n t e c o n e l r é g im e n f r a n ­ q u is ta , se v ic ió , o r ig in a n d o d e s c o n fia n z a e in d iv id u a lis m o . A lo la r g o d e e s te t r a b a jo h e s o s t e n id o , c o n r e it e r a c ió n , la t e s is d e q u e c u a n d o se t r a t a d e d a r c u e n ta d e l c a m b i o o a c u lt u r a c ió n , la c u lt u r a , t a l y c o m o la c o n c ib e la A n t r o p o l o g í a C u l-

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ADOLFO GARCIA MARTINEZ

de con frecuencia, sostiene M. Harris (60) y yo mismo lo vengo di­ ciendo desde el principio de estas páginas refiriéndome a las co­ munidades rurales de Asturias, que los planes o proyectos de na­ turaleza emic son muy diferentes de sus conductas o consecuencias reales y diarias de naturaleza etic. Así, y tal como ya he señalado anteriormente, los proyectos de creación de cooperativas, una for­ ma viable y ventajosa según los propios agricultores, y los nue­ vos planes de aprovechamiento colectivo de los espacios comuna­ les (emic) chocan con las conductas y actitudes reales y con las es­ tructuras emic —“ que cada uno trabaje y atienda lo suyo” , o “ hay que partir los montes en suertes y cada cual que haga con su par­ cela lo que quiera” , sulen decir—, todo lo cual motiva, como es natural, el fracaso de cualquier proyecto de este tipo. Y mientras estas comunidades se debaten entre lo de antes y lo de ahora, mu­ chas familias han cerrado y otras siguen cerrando sus casas, otras “ se mueren” lentamente y sólo algunas parecen tener ciertas pers­ pectivas de futuro, más por el voluntarismo de sus componentes que por la solidez y el alcance de sus reformas.

tural, debe desdoblarse en dos aspectos, según sostiene A . Cardín (cfr. A . C a r d í n , Tientos etnológicos, op. cit., págs. 234-236), la “ cultura inercial o núcleo” y la “ cul­ tura positiva o periférica” , si se trata de sociedades complejas o históricas, y la sociedad rural asturiana es una de éstas. Esta es una distinción que se aproxima a la de estructura/acontecimiento, despojando así de ese modo al concepto de cul­ tura de cualquier sentido sustancialista. La “ cultura inercial o núcleo” se refiere a las estructuras o representaciones mentales, muy resistentes al cambio por su probada eficacia por encima de los cambios modales, mientras que la “ cultura po­ sitiva o periferia” hace referencia a las innovaciones formales o modales. Desde esta perspectiva antropológica de la cultura se puede dar cuenta de las pervivencias y resistencias frente a los proyectos de innovación de carácter positivo, lo que sucede con mucha frecuencia es que, mientras que sobre la “ cultura positiva” se hace historia, sobre la “ cultura inercial” no, y sin embargo ahí está actuando. (60) Cfr. M. H a r r i s , Antropología cultural, A l . Edit., Madrid, 1990, págs. 590 y ss.

ENRIQUE DE TRASTAMARA, SEÑOR DE NOREÑA J.

Ig n a c io R u iz d e l a P e ñ a S o l a r

Acaso una de las etapas peor conocidas en la agitada peripecia biográfica de Enrique de Trastámara sea la que cubre los años ini­ ciales del reinado de su hermano Pedro, cuando todavía está muy lejos de perfilarse su candidatura al trono de Castilla y en los que el bastardo de Alfonso X I protagoniza los primeros enfrentamien­ tos contra el monarca. Es un período de la vida de Enrique del que podemos reconstruir los episodios centrales completando las re­ ferencias de la Crónica de Ayala (1) con las informaciones que brin­ dan un breve texto narrativo redactado probablemente en Ovie­ do a madiados del siglo XV , el llamado Memorial del abad don Diego (2), y cierto número de documentos, en buena parte inédi­ tos, de diversa procedencia, la mayoría asturianos y de los que un núcleo estimable emanan de la propia cancillería del conde, refiriéndose en todo caso, directa o indirectamente, a actuaciones (1 ) P . L ó p e z d e A y a l a : Crónica del rey don Pedro, ed. de la Biblioteca de Autores Españoles, t. LXVI (Madrid, 1953). Sobre la personalidad del autor de la Crónica vid. L. S u A r e z F e r n á n d e z : El canciller Ayala y su tiem po (1332-1407), Vi­ toria, 1962. (2) No se nos ha conservado en su redacción original ni en copias posteriores, siéndonos conocida su existencia y contenidos a través de las frecuentes referen­ cias, a veces literales, que a este texto hace L. A. Carvallo dentro de sus Antigüe­ dades y cosas m em orables del Principado de Asturias (Madrid, 1695) en los capí­ tulos dedicados a historiar los reinados de Pedro I a Juan II (págs. 388-433). J. Uría Ríu ha fijado la autoría y reconstruido el contenido de esta interesante pieza na­ rrativa en su estudio El memorial del abad don Diego. Una fuente desaparecida para la historia m edieval de Asturias, «Asturiensia Medievalia», 1 (1971), págs. 291-305.

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que protagoniza en los tres primeros años del período que trans­ curre entre su primer acto de rebeldía abierta contra Pedro I (ve­ rano de 1350) y el momento en que, en la primavera de 1356, se aleja por largo tiempo de la escena castellana (3). Con la ayuda de los datos que facilitan las citadas fuentes de información hemos tratado de prestar una modesta contribución al conocimiento de esa etapa de la biografía enriqueña, que se aso­ cia estrechamente a las tierras del futuro Principado (4). Con esta aportación rendimos homenaje de admiración y afecto a quien ha dedicado, acaso, la mayor y mejor parte de su gigantesca produc­ ción historiográfica a desentrañar e interpretar las claves del apa­ sionante período de la historia política castellana que se inicia con el primer Trastámara: el profesor don Luis Suárez Fernández. *

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En la noche del 25 al 26 de marzo de 1350, víctima de la peste, fallecía frente a los muros de Gibraltar Alfonso X I (5). Pocos me­ ses después, en el verano de aquel mismo año, se plantea el pri­ mer enfrentamiento grave entre el nuevo monarca, Pedro I, que todavía no había cumplido dieciséis años, y su hermano bastardo Enrique, un año mayor, hijo del difunto rey y de doña Leonor de Guzmán y adornado con una larga nómina de títulos y honores: conde de Trastámara, Lemos y Sarriá, señor de Cabrera y Ribera y, por disposición testamentaria de don Rodrigo Alvarez, señor de Noreña y heredero de las extensas jurisdicciones y dominios del viejo magnate.

(3) Incluimos una muestra de esos documentos,en extracto o «in extenso», en la regesta final. Siglas: A.C.O = Archivo de la Catedral de Oviedo; A.G.S. = Archivo General de Simancas; A.M.S.P.O. = Archivo del Monasterio de San Pelayo de Ovie­ do; F.S.M.V. = Fondo del Monasterio de Santa María de la Vega; F.S.P. = Fondo del Monastrio de San Pelayo; F.S.V. = Fondo del Monasterio de San Vicente; R.G.S. = Registro General del Sello. (4) Hago una primera aproximación al tema aquí abordado en el t. V de la «His­ toria de Asturias», dedicado a La Baja Edad Media (Salinas, 1978), págs. 27-36, que se desarrolla ahora con la aportación del pertinente aparato crítico. Para el en­ cuadre general de la época continúan teniendo valor fundamental las páginas que L. Suárez Fernández dedica al reinado de Pedro I en su obra Castilla (1350-1406), t. XIV de la «Historia de España», dirigida por R. Menéndez Pidal, Madrid, 1966. Vid también L. V. D í a z M a r t í n : Itinerario de Pedro I de Castilla. Estudio y Re­ gesta, Valladolid, 1975. (5) Sobre la fecha de la muerte del monarca vid. L. V. D í a z M a r t í n : op. cit., p. 45.

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Efectivamente don Rodrigo, influyente personaje del círculo nobiliario más próximo a Alfonso XI, de edad avanzada y sin es­ peranza de descendencia, había decidido prohijar al primero de los bastardos del rey, nacido el 13 de enero de 1333, decisión de la que da cumplida cuenta la Crónica del monarca: «...nascieron en Sevilla don Enrique e don Fabrique, fijos del rey e de doña Leo­ nor. E porque don Rodrigálvarez de Asturias, señor de Noreña, non avía fijo nin fija legítimos que heredasen lo suyo, este don Rodrigálvarez profijó a este don Enrique, e por esto heredó el so­ lar de Noreña e todo lo que avía don Rodrigálvarez» (6). De todos los señoríos enriqueños era, sin duda, el de las apar­ tadas tierras de Asturias el más importante (7) y el que podría ofre­ cerle mejores recursos defensivos frente a su hermano, tanto por las propias condiciones geográficas del país —propicias para man­ tener con garantías de éxito una prolongada resistencia— como por las formidables fortalezas con que contaba y el seguro apoyo que encontraría entre la antigua e influyente clientela nobiliaria de su padre adoptivo don Rodrigo. «Y así fue muy buen consejo en esta ocasión —refiere un cronista local un siglo después— aco­ gerse a estas Montañas» (8). La determinación testamentaria del señor de Noreña haría, pues, que en el futuro y en el largo y tortuoso camino que condu­ cirá al bastardo hasta el trono de Castilla, el nombre de Asturias permanezca estrechamente asociado al del fundador de la nueva dinastía trastamarista. Entre 1350 y 1353 los dominios asturianos de Enrique le brindarán seguro refugio con ocasión de sus prime(6) Crónica del rey don A lfon so el Onceno, ed. B.A.E., p. 259. Más adelante, al historiar el año veinticuatro del reinado de Alfonso XI, refiere la Crónica có­ mo «en este tiempo finó don Rodrigalvarez de Asturias et don Enrique, fijo del Rey, heredó el solar de Noreña et todo lo que avía aquel don Rodrigalvarez por el profijamiento que le había fecho et las otras cosas que aquel don Rodrigalva­ rez avía. Et heredó las Pueblas de Chillón, Gijón et tierra de Allande et la Puebla de [...] las quales Pueblas et tierra ovo dado el Rey Don Femando a aquel don Ro­ drigalvarez» (p. 264). Don Rodrigo, personalidad de gran relieve en el reinado de Alfonso XI, es figura destacada en el reducido círculo de los ricos-hombres leo­ neses (cf. S. d e M o x ó : La sociedad política castellana en la época de A lfon so XI, «Cuadernos de Historia», 6, 1975, págs. 233 y s. A la espera del estudio detenido que merece este personaje, verdadero árbitro de la Asturias del primer tercio del siglo XIV, puede verse la semblanza que le dedico en el t. V. de la «Historia de Asturias», págs. 13-27. (7) Cf. infra, la relación de territorios comprendidos dentro de ese señorío as­ turiano del conde. (8) C a r v a l l o : op. cit., págs. 389 y s., citando el Memorial. En adelante las re­ ferencias a este texto se harán por la obra de Carvallo.

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ros enfrentamientos con el monarca; y a ellos recurrirá, más ade­ lante, en busca de recursos materiales y humanos para mantener sus aspiraciones a la Corona. A raíz de su autoproclamación co­ mo rey de Castilla (1366), Enrique II vinculará el señorío de Noreña a su hijo bastardo, el conde don Alfonso, ampliándolo poste­ riormente con la incorporación de nuevas villas y concejos de As­ turias. Estos dominios asturianos iban a ser los predilectos del ambicioso conde, en buena parte por razones análogas a las que habían determinado las preferencias de su padre, convirtiéndose con el tiempo en escenario principal de sucesivas rebeldías del nue­ vo señor de Noreña, que se prolongarán hasta el reinado del ter­ cer Trastámara (9). *

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La causa próxima de la primera ruptura entre Pedro I y su her­ mano el conde don Enrique fue la consumación en Sevilla del ma­ trimonio de éste con doña Juana Manuel, hija del infante don Juan Manuel y descendiente,por tanto, de los reyes de Castilla. Este he­ cho, provocado por la hábil doña Leonor de Guzmán, madre del bastardo, reforzaba considerablemente la posición del conde y de­ sató las iras del monarca. El de Trastámara, temiendo fundada­ mente las represalias de su hermano, resuelve huir y a acogerse al seguro refugio que le ofrecen sus señoríos de Asturias, decisión de la que la Crónica da puntual noticia. Largo y penoso viaje el que, desde Sevilla, llevaría al bastar­ do y a su joven esposa a su primer exilio en tierras del futuro Prin­ cipado. El Memorial del abad don Diego da cuenta de algunas de las incidencias de la espestacular huida del de Trastámara y sus acompañantes a través de un territorio hostil, confirmando y am­ pliando la referencia de la Crónica de López de Ayala. Según éste, el conde contaba en su precipitada fuga de Sevilla con la compa­ ñía de los caballeros Pero Carrillo y Menén Rodríguez de Sanabria, llevando cubiertos todos sus rostros para ocultar su identi­ dad y eludir así las asechanzas de los partidarios del rey: «e leva­ ban rostros de cuero porque los non conosciesen en el camino, e así pasaron por todo el Regno fasta que fueron en Asturias» (10).

(9) Sobre la figura y andanzas del conde Alfonso Enríquez vid. J. Uría MaEl conde don Alfonso, «Asturiensia Medievalia», 2 (1975), págs. 177-237; y mi t. V de la «Historia de Asturias», págs. 39-57. (10) Crónica, p. 409. qua:

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Al atravesar la puente de Orbigo, paso obligado en el tránsito ha­ cia Asturias, teniendo en cuenta el itinerario seguido por los fu­ gitivos (11), se produciría un sangriento incidente que refiere con detalle el Memorial: los guardas les ordenaron que se despojaran de las máscaras con las que cubrían sus rostros y ante la negativa y huida de Enrique y los suyos, azuzaron contra ellos sus perros; la esposa del conde se vio en peligro de ser alcanzada, saliendo en su defensa Martín de Nora —con toda seguridad, por su apelli­ do, caballero asturiano del séquito enriqueño—, quien, después de dar muerte a uno de los animales con un venablo, trabó vio­ lento combate con los guardas, resultando de ellos un muerto y varios heridos y siendo finalmente él mismo víctima mortal de una saeta arrojada por uno de los peones regios. La decidida acti­ tud del valiente asturiano permitió a los condes y a sus acompa­ ñantes ganar tiempo en su huida y alcanzar, a salvo ya, los acce­ sos a Asturias (12). Enrique de Trastámara franqueó la barrera montañosa que se­ para las tierras leonesas y asturianas por el puerto de Somiedo, salvando los casi 1.500 metros de altitud de este elevado paso del occidente astur(13), cuya travesía no ofrecería dificultades en la estación estival. La razón de su entrada por este puerto, tan ale­ jado de sus dominios de la zona centro-oriental de la región, se explica fácilmente. Don Enrique debió seguir el antiguo «Cami­ no de la Plata», la ruta más directa desde Sevilla a Asturias y en cuyas últimas jomadas, antes de ganar tierra asturiana, podía ade­ más encontrar un eventual apoyo en sus señoríos de Cabrera y Ri­ bera; si hubiera elegido, en sus etapas finales, el camino princi­ pal y más frecuentado de León a Oviedo por el puerto de Pajares, el peligro de ser interceptado por los agentes del rey era mucho mayor; por otra parte los puertos de la zona centro-oriental (San Isidro, Tama), que eran las vías de acceso más directas desde la Meseta hasta los dominios del bastardo, le desviarían demasiado del itinerario que venía siguiendo desde Sevill, alargando consi­ derablemente el viaje y obligándole también a atravesar tierras hostiles y, con seguridad, alertadas ya contra el rebelde.

(11) Sería éste, como más adelante apuntamos, el del «Camino de la Plata». (12) C a r v a l l o : op. cit., p. 390. (13) Dice el M em orial que «vino don Enrique por Somiedo» ( C a r v a l l o : loe. cit.), lo que parece excluir otro acceso posible a Asturias, siguiendo la Ruta de la Plata: el del puerto de la Mesa, cercano al de Somiedo y quizá más frecuentado que éste en la Edad Media.

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Desde el puerto de Somiedo, don Enrique y su menguado sé­ quito descendieron por los ásperos escobios que llevan hasta el valle de Miranda, conducidos por dos caballeros asturianos de su parcialidad: los hermanos Gonzalo Peláez y Pelayo Flórez, dis­ puestos a «guardarle y defenderle si hallase en Asturias mal aco­ gimiento» (14). Tal prevención era lógica: es más que probable que fuese ésta la primera vez que el conde penetraba en la región donde tan extensos dominios había heredado de don Rodrigo Alvarez. Es cierto que en alguna ocasión habría tenido que adoptar dispo­ siciones sobre los asuntos de su señorío, como cuando el 14 de no­ viembre de 1345 ratifica las cláusulas del testamento de don Ro­ drigo relativas a la donación de varias villas y heredades al mo­ nasterio de San Vicente (15); pero no hay ningún testimonio de que hubiese visitado personalmente, antes de 1350, aquellos dominios, cuya directa administración corría a cargo, hasta entonces, de su vasallo y mayordomo en Asturias Juan Fernández de Peón (16). Para llegar a la fortaleza de Noreña, centro de su señorío, En­ rique de Trastámara se veía obligado a recorrer desde el puerto de Somiedo un largo y accidentado camino —más de un centenar de kilómetros— a través de varios concejos de la zona centro-occidental de Asturias, donde no era fácil que encontrase buena aco­ gida; en esas comarcas no parece que haya llegado a ejercer don Rodrigo Alvarez un control tan estrecho como el que tuvo sobre los hombres y las tierras de la zona centro-oriental del país. El primer contratiempo lo encontró el conde en el valle de Mi­ randa, donde se levantaba el monasterio cisterciense de Santa Ma­ ría de Belmonte. Don Diego Fernández de Miranda, hombre fuer­ te de aquel territorio y leal al monarca, no quiso acoger el bastar­ do (17). Desde allí el de Trastámara y sus acompañantes, «errando el camino, con la noche que le sobrevino», llegaron hasta el con­ cejo de Las Regueras, limítrofe del de Oviedo. En un lugar de ese concejo llamado Escamprero, un hidalgo de nombre Rodrigo A l­ fonso, cuya casa estaba siempre abierta a los peregrinos, pobres y caminantes, les ofreció su generosa hospitalidad, brindándoles después la protección de siete deudos suyos —los «Escuderos de Las Regueras»— que, armados de lanzas, acompañan al conde y

(1 4 )

C a r v a l l o : lo e . c it.

Regesta, n ú m . 1. (1 5 ) Ibidem. (1 5 )

(1 7 )

C a r v a l l o : lo e . c it.

(1 8 )

C a r v a l l o : lo e . c it.

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su séquito en su camino hacia el seguro y ya cercano baluarte de Noreña (18). Mucho tiempo después, Enrique III, invocando los ser­ vicios prestados por Rodrigo Alfonso a su padre y abuelo, le con­ cedía una renta de mil maravedís, merced que confirmaba Juan II, el 29 de septiembre de 1409. aplicando dicha renta al mantenimien­ to de la casa y hospital de Escamprero fundada por el dicho Ro­ drigo Alfonso (19). Don Enrique, eludiendo el paso por la ciudad de Oviedo, que le era hostil, llegó al fin a la casa solar de su padre adoptivo Ro­ drigo Alvarez; y desde allí se encaminó a otra de sus plazas mejor defendidas, la villa marítima de Gijón (20), donde parece que es­ tableció su residencia a la espera del rumbo que tomasen los acon­ tecimientos. *

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Bajo el valimiento de Alfonso de Alburquerque (1350-1353), Pe­ dro I comienza pronto a dar muestras de sus violentas reacciones, que se acentuarán con el paso del tiempo hasta alcanzar unos ex­ tremos de crueldad que entran de lleno en el terreno de lo patoló­ gico. A principios de 1351 ordena la ejecución de doña Leonor de Guzmán, la antigua amante de Alfonso X I y madre de numerosa prole. Los bastardos de mayor edad e influencia —Fadrique, ge­ melo del conde de Trastámara, y Tello— se someten a su herma­ no, mientras don Enrique continúa expectante en su retiro astu­ riano. En la primavera de aquel mismo año ajusticia en Burgos a su adelantado de Castilla Garcilaso de la Vega, rebelde a su auto­ ridad; los criados del noble castellano, recelando del monarca, hu­ yen con su hijo mayor hacia Asturias, donde el conde insumiso toma al pequeño Garcilaso bajo su protección (21). El de Trastámara permanece durante los primeros meses de 1351 en sus tierras asturianas, recorriendo las villas y concejos del extenso señorío heredado de don Rodrigo, tomando contacto di­ recto con sus vasallos —muchos de ellos antiguos y leales servi­ dores de su padre adoptivo—, atendiendo a la administración de sus dominios y regularizando algunas ambiguas situaciones de-

(19) A.G.S., R.G.S., 11-1486, fol. 60. Conf. de Juan II (29-X-1409), Enrique IV (7-XI-1468) y los RR. CC. (10-11-1486). (20) C a r v a l l o : op. cit., p. 391. (21) Crónica, p. 415.

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rivadas de la modificación final del testamento del anterior se­ ñor de Noreña (22). Los documentos asturianos nos permiten re­ construir algunos jalones del itinerario enriqueño en la primave­ ra y verano de aquel año. El 21 de abril lo encontramos en Villaviciosa, la antigua pue­ bla de Maliayo que había mudado hacía pocos años su primitivo nombre (23). Desde allí ordena a los recaudadores de las monedas del rey en la tierra de Siero que respeten las exenciones tributa­ rias de los moradores del lugar de Sarrapicón, aldea de aquel con­ cejo dependiente de la casa de Noreña, ya que éstos le habían he­ cho saber que sólo pechaban a dicha casa 200 maravedís anuales o algún pedido si el señor de allí se lo impusiese «apartadamen­ te» (24). En el mismo día y lugar se dirige «al concejo e a los juezes e al merino de la mi Pobla de Siero» informándoles de dicha exen­ ción de los hombres buenos de Sarrapicón y ordenándoles que no los incluyan en «algunos pechos e pedidos que me ayan a dar en la dicha pobla» (25), referencia ésta indicativa de que el conde pro­ curaba, en las críticas circunstancias en que se encontraba, sanear su hacienda personal con imposiciones a los vasallos de sus seño­ ríos asturianos. Días después, el 29 del mismo mes, está en su puebla de Ribdesella, donde otorga un importante privilegio en favor del monas­ terio benedictino de San Bartolomé de Nava, fundación de los as­ cendientes de don Rodrigo Alvarez —como recordará el propio don Enrique— y beneficiario en otro tiempo de generosas donaciones del desaparecido magnate y de sus familiares (26). El de Trastámara delimita los términos del coto monástico, concediendo in­ munidad a sus moradores y eximiéndoles de los tributos que es­ taban obligados a satisfacer los vecinos del concejo de la cercana puebla de Nava (27). (22) Sobre las disposiciones testamentarias de don Rodrigo, alteradas por la posterior adopción de Enrique de Trastámara, vid. mi t. V de la «Historia de As­ turias», págs. 23-27. (2 3 ) J. I. Ruiz d e l a P e ñ a : De la Puebla de Maliayo a Villaviciosa, «Bol. del Inst. de Est. Ast.» XXXII (1978), págs. 679-697. (24) Regesta, núm. 2. (25) Regesta, núm. 3. (26) I. Torrente Fernández ha dedicado un completo estudio a la historia de es­ te importante establecimiento monático femenino de la comarca centro-oriental de Asturias: El dominio del monasterio de San Bartolomé de Nava (siglos XIII-XIV), Oviedo, 1982. (27) Regesta, núm. 4. Di a conocer la parte fundamental del contenido de esta concesión en mi libro Las •polas» asturianas en la Edad Media. Estudio y Diplo-

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El 16 de mayo se encuentra en Oviedo, dato revelador de que se había producido con el paso del tiempo una cierta distensión en las relaciones entre el bastardo y los oficiales regios de la ciu­ dad. Allí confirma a la abadesa, priora y convento del monaste­ rio de Santa María de la Vega la donación que don Rodrigo Alvarez les había hecho, el 19 de septiembre de 1325, de dos yuguerías en el concejo de Bimenes, sobre el que proyectaba también su in­ fluencia señorial la casa de Noreña (28). El mismo día confirma al caballero Gutierre Bemaldo de Quirós otra donación, que le ha­ bía hecho también don Rodrigo, de la villa de Villoría, en el con­ cejo de Laviana (29). No mucho tiempo después debió de ser cuan­ do el hijo y servidores del infortunado Garcilaso de la Vega se aco­ gieron a los dominios del bastardo. El asesinato del adelantado castellano aumentó los temores del conde don Enrique, que ya no se siente seguro en su exilio astu­ riano. Sus hermanos, de mejor o peor grado, han terminado por reconciliarse con el rey. El es el único de los bastardos que per­ manece insumiso al monarca. En las lejanas tierras andaluzas se mentiene también rebelde don Alfonso Fernández Coronel, con­ tra quien pronto volverá su atención el omnipotente Alfonso de Alburquerque, valido de Pedro I. Enrique teme, fundadamente, las justicias de su hemano; y bajo la reciente impresión del asesi­ nato de Garcilaso y del de su propia madre, decide buscar refugio más seguro que el que le brindan los dominios de Asturias, em­ barcándose en una de las villas costeras de su señorío —proba­ blemente Gijón, la preferida del conde— rumbo al vecino reino de Portugal (30), con cuyos puertos mantenían por esta época los asturianos estrechas relaciones comerciales (31).

matario (Oviedo, 1981), p. 167, nota 24. Posteriormente, I. Torrente publicaría ín­ tegramente el documento (op cit., págs. 26 y s.), realizando un penetrante análisis del mismo que le lleva a la conclusión de que el comportamiento del de Trastámara al arrogarse en esta concesión facultades que son exclusias de la potestad re­ gia, como es el reconocimiento del privilegio de inmunidad, parece sugerir unas tempranas intenciones del bastardo qu anticiparían en bastante tiempo sus pre­ tensiones de aspirante al trono castellano (El dom inio..., págs. 53 y ss.). (28) Regesta, núm. 5. Vid. también mi artículo Un ejem plo de novación de ren­ tas señoriales: pacto foral entre el monasterio de San Vicente de O viedo y el con­ cejo de Bimenes (19-11-1343), «Semana del monacato cántabro-astur-leonés» (Oviedo,

1982), págs. 301-319. (29) Regesta, núm. 6. (30) Crónica, p. 423. (31) Vid. mi t. V de la «Historia de Asturias*, págs. 188-191.

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Mientras Pedro I celebra Cortes en Valladolid, que se prolon­ garán durante toda la segunda mitad de 1351 (32), el de Trastámara disfruta de la hospitalidad del rey portugués Alfonso IV. El úl­ timo día de noviembre éste y el monarca castellano se entrevis­ tan en Ciudad Rodrigo; allí el rey de Portugal obtiene de su nieto Pedro I el perdón para el bastardo, que regresaría a sus tierras hacia finales de 1351 o principios del siguiente año, seguramente por vía marítima (33). El 16 de enero de 1352 lo encontramos ya en la puebla de Gijón, donde quizá había desembarcado de su exilio en Portugal: en esa fecha concede a doña Sancha Alfonso de Rojas, esposa del ca­ ballero asturiano Suer Alfonso de Lodeña, las heredades de Villao y Coe con todos sus derechos, según las había heredado de don Rodrigo Alvarez (34). *

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Y nos enfrentamos ahora con uno de los episodios más enig­ máticos y peor conocidos de la etapa «asturiana» de Enrique de Trastámara, señor de Noreña: el de la rebelión contra Pedro I que inicia a su regreso de Portugal. En febrero de 1352 las tropas rea­ les ponían cerco a la plaza de Aguilar, en tierras andaluzas, don­ de se había hecho fuerte Alfonso Fernández Coronel, rebelde al monarca. Fué mientras se mantenía ese asedio cuando llegaron al rey noticias del alzamiento de su hermano en Asturias. Pedro I decide entonces dirigirse hacia el norte a someter al bastardo, dejando a varios nobles de su confianza al frente de las fuerzas que sitiaban Aguilar (35). De camino, el monarca fue confiscando los castillos del rebel­ de andaluz; uno de ellos le fue entregado, sin resistencia, por su tenente Suer Alfonso de Malleán, de quien dice la Crónica de Ayala que era asturiano. En algún caso, la oposición ofrecida por los ocupantes de las plazas de Alfonso Fernández Coronel obligó al rey a tomarlas por la fuerza, retrasando su marcha hacia el nor­ te. Entretanto otro bastardo, don Tello, noticioso de la proximi(32) Desde las Cortes, en el mes de octubre, Pedro I confirmaría al monasterio de San Vicente de Oviedo y a petición de su abad Juan Rodríguez las disposiciones testamentarias de don Rodrigo Alvarez a favor de dicho monasterio (A.M.S.P.O., F.S.V., núm. 1.982). (33) Crónica, p. 423. (34) Regesta, núm. 7. (35) Crónica, págs. 425 y s.

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dad de don Pedro y «con grande miedo de él», huye hacia la fron­ tera de Aragón (36). ¿Cuál pudo ser el motivo que, en el invierno de 1352, lanzó a Enrique de Trastámara por el camino de la rebeldía abierta con­ tra su hermano el rey? ¿Con qué recursos contaba para mante­ nerla? No es fácil dar una respuesta exacta a la primera de estas cues­ tiones. Aparentemente ninguna razón nos da la clave explicativa del levantamiento del conde, que regresaba de Portugal reconci­ liado con su hermano y debía encontrarse seguro en sus dominios asturianos, muy alejado de los centros de conflictividad política del reino y donde el bastardo disfrutaba de la cómoda posición e influencia que le garantizaban la titularidad de un extenso y ri­ co señorío y la fidelidad de una numerosa clientela. El señorío de Enrique de Trastámara en Asturias reproducía con muy ligeras alteraciones, referidas además a núcleos de re­ ducido ámbito, el vasto complejo señorial heredado de don Ro­ drigo Alvarez en virtud del acto de adopción otorgado por éste a favor del bastardo (37). En otro lugar hemos estudiado con cier­ to detalle el proceso de formación y composición de ese señorío, consolidado fundamentalmente merced a las generosas donacio­ nes regias de los años de minoría de Femando IV que transfirie­ ron al magnate asturiano, titular del disperso y relativamente pequeño señorío patrimonial de la casa de Noreña, un poder com­ parable, en la Asturias de principios del siglo XIV, al que osten­ taban, hasta entonces en exclusiva, los obispos y el cabildo de la iglesia de San Salvador de Oviedo (38). La autoridad del señor de Noreña aparece fuertemente implantada en las comarcas centra­ les de Asturias, donde están sometidos a su jurisdicción las villas y concejos de Siero y Nava, el de Bimenes y otros enclaves meno­ res en las tierras vecinas de Laviana y Cabranes. El formidable castillo de Noreña es el centro de esta extensa demarcación nu­ clear del señorío que enrique de Trastámara recibe de su padre adoptivo Rodrigo Alvarez y que se extiende también por amplias zonas de la fachada marítima regional, donde su jurisdicción com­ prendía todas las villas y concejos de la mitad oriental, a excep­ ción de los de Villaviciosa y Caravia: la plaza fortificada de Gi-

(36) (37) (38) (39)

Crónica, p. 426. Cf. supra, nota 6. Cf. mi t. V de la «Historia de Asturias», págs. 15 y s., y 132-137. Nada queda hoy de esta fortaleza, una de las más importantes de la Astu-

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jón, la puebla de Colunga y los importantes puertos de Ribadese11a y Llanes. En la zona occidental del país don Rodrigo tenía bajo su jurisdicción la extensa circunscripción concejil de Allande con su puebla. Con Noreña y su casa fuerte (39), solar del linaje de don Rodri­ go, cuyas armas ostentará el conde don Enrique como deposita­ rio de la tradición familiar y titular del señorío (40), el centro prin­ cipal del poder del bastardo será la puebla de Gijón, cuyo privi­ legiado asentamiento sobre un tajado promontorio de la costa unido a tierra firme por una estrecha lengua de arena (41) y la pro­ tección de sus recias fortificaciones levantadas sobre las de un pri­ mitivo asentamiento romano (42), hacían de esta villa una plaza casi inexpugnable. Su puerto brandaba, además, la posibilidad de una huida por mar en caso de extremo peligro. No es extraño que gijón fuese la pieza clave del dispositivo de defensa de don Enrique en su enfrentamiento con el rey, como volvería a serlo, varios decenios después, de su hijo bastardo —el conde Alfonso Enríquez— en las sucesivas rebeldías que mantuvo contra Juan I y Enrique III. El nuevo señor de Noreña ejercerá sobre la mayor parte de to­ dos aquellos territorios y villas las mismas facultades adminis­ trativas, judiciales y económicas, propias de un pleno señorío ju­ risdiccional (43), que había venido ostentando su antecesor Rodri­ go Alvarez. Por otra parte, el señorío patrimonial vinculado al solar de Noreña comprendía también numerosos, aunque peque­ ños y dispersos, núcleos jurisdiccionales y dominicales que se ex­ tendían por un amplio radio de la mitad centro-oriental de Astu­

rias medieval. Vid. J. U r í a R í u : El castillo de Noreña. Noticias históricas y ar­ en «Estudios sobre la Baja Edad Media asturiana» (Oviedo, 1979), págs. 49-66. (40) Vid. J. U r í a R í u : El sello de los señores y condes de Noreña de la casa de Trastámara, ibidem, págs. 31-40. (41) Es especialmente elocuente la descripción que del asentamiento de la vi­ lla se ofrece en la Crónica de don Pero Niño : «Gijón es una villa cerca la mar de Poniente; gerca la mar, la más larga entrada que tiene abrá hasta trescientos pa­ sos de vaxamar, e de pleamar abrá la meytad. En este espacio tiene un castillo, asentado en unas fuertes peñas, en que vate la mar, e todo lo al a la villa gerrar es peña taxada muy alta» (ed. de J. d e M a t a C a r r i a z o en «Colección de Crónicas Españolas», I, Madrid, 1940, p. 74). (42) En estos últimos años se han venido desarrollando sucesivas campañas de excavación que permiten reconstruir el trazado de la primitiva muralla. (43) En los documentos reunidos en la Regesta final encontramos expresivos testimonios del ejercicio de estas facultades señoriales. queológicas,

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rías: desde el concejo de Tudela, cercano a Oviedo, hasta las tie­ rras ribereñas del Sella (44). Entre los sectores nobilarios del país asturiano el de Trastámara contaba con el apoyo de un nutrido círculo de caballeros; muchos de elllos ligados anteriormente por vínculos vasalláticos o familiares a su padrre adoptivo Rodrigo Alvarez, como don Fer­ nando Alvarez de Nava —sobrino lejano del antiguo magnate—, don Gonzalo Bemaldo de Quirós —miembro de una familia estre­ chamente asociada también a los intereses del señor de Noreña— o Boyso Suárez, que había sido su mayordoma (45). Muchos otros nobles de fuera de Asturias seguían también el partido del con­ de; algunos, como Pedro Carrillo, desde la huida de 1350; otros, como el joven primogénito del infortunado Garcilaso de la Vega y los caballeros a su servicio, se le habían unido en los meses si­ guientes. El de Trastámara disponía, pues, de fuerzas estimables en su retiro asturiano, pero no suficientes para emprender una acción de gran estilo contra el monarca, ni quizá para afirmar una auto­ ridad incontestable en el limitado ámbito regional. Su poder se concentraba casi exclusivamente en los territorios centro-orien­ tales del país, siéndole además hostiles las dos poblaciones más importantes de Asturias, con una burguesía de negocios de cierta pujanza: Oviedo y Avilés. Por otra parte, un sector fuerte e influyente de la nobleza local permanecía leal al monarca. Destacaban entre estos nobles Diego Fernández de Miranda, Alvar González Morán —hombre de con­ fianza del valido Alburquerque—, Diego González de Oviedo —hijo de Gonzalo Martínez de Oviedo, antiguo maestre de la Orden de Alcántara, ejecutado por Alfonso X I— y Diego Menéndez de Valdés, señor de las Torres de San Cucao de Llanera y uno de los ca­ balleros más poderosos y de mayor ascendiente social en el centro

(44) P u e d e reconstruirse con facilidad la localización de las dispersas depen­ dencias de este señorío por la descripción que de ellas se hace en la donación que del mismo otorga Juan I a favor de la iglesia de San Salvador de Oviedo el 20-IX-1383 (A.C.O., Serie B., carp. 7, núm. 10, y Libro Becerro, págs. 15-22. Publi. P. F l o r i a n o L l ó r e n t e : El Libro Becerro de la Catedral de Oviedo, Oviedo, 1963, págs. 27-36). (45) Aunque no existen estudios de detalle sobre la nobleza local asturiana en esta época, todos los nombres que aquí se citan se hacen presentes, con insisten­ cia, en la documentación de esos años y con referencia a relaciones de clientela con don Rodrigo Alvarez y con Enrique de Trastámara.

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de Asturias (46). Según refiere el Memorial del abad don Diego, en los sondeos que precedieron al lentamiento del bastardo éste tra­ tó, en vano, de atraer a su partido al de Valdés, quien —según el mismo texto cronístico— puso en antecedentes a don Pedro «de los apercibimientos que en Asturias iva haziendo don Enrique» (47). ¿Qué perseguía el conde de Trastámara al iniciar, en el invier­ no de 1352, su movimiento de rebeldía? ¿Acaso pensaba aliviar la difícil situación de Fernández Coronel en tierras andaluzas? ¿For­ inaba su empresa parte de un plan más vasto de subversión nobi­ liaria y esperaba Enrique ayudas exteriores? Las fuentes disponi­ bles, bien escasas y lacónicas, por cierto, no dan respuesta cumpli­ da a estos interrogantes. En cualquier caso el desarrollo de los acontecimientos permite establecer que el bastardo pretendía, co­ mo objetivo inmediato, asegurarse el control de la región asturia­ na, o al menos de sus centros vitales; quizá para, una vez dado este primer paso y contando además con sus señoríos leoneses y galle­ gos —Ribera, Cabrera, Trastámara, Lemos, Sarriá—, estar en condicines de negociar desde una posición de fuerza con el rey. Ya en el camino de la rebelión abierta, el conde lanza una ofen­ siva en toda regla encaminada a apoderarse de las dos principa­ les ciudades de Asturias —Oviedo y Avilés— que permanecían, como ya vimos, fieles a don Pedro. Nada dice la Crónica de Ayala de estos hechos, a los que aluden algunos documentos de 1352 a 1354 (48). El cerco de Oviedo debió iniciarse en febrero de 1352. Las fuer­ zas sociales urbanas —burgueses y clero en colaboración con las milicias regias y acaso también con el apoyo de algunos represen­ tantes de los sectores nobilarios que se mantenían en la obedien­ cia del rey— resistieron la primera embestida de las tropas del rebelde conde, a quien la conquista de la capital le permitiría ase­ gurarse el control sobre toda la comarca central del país. La ciu­ dad, sólidamente amurallada desde los tiempos de Alfonso X (49), repelió los sucesivos intentos del de Trastámara por expugnar sus formidables defensas. Los combates debieron revestir una extre­ mada dureza, sobre todo en los accesos a la Puerta de Cimadevi(46) Todavía se conserva la casa fuerte de los Valdés de Llanera, cuya torre actual sería levantada por Diego Ménéndez de Valdés con licencia concedida por Enrique III el 20-IX-1393 (vid. el t. V de la «Historia de Asturias», p. 33). (47) C a r v a l l o : op. cit., p. 394. (48) J. I. Ruiz d e l a P e ñ a : El asedio de Oviedo por Enrique de Trastámara en 1352, «La Balesquida» (Oviedo, 1978), págs. 25 y s. (49) Vid. el t. V de la «Historia de Asturias», págs. 84 y s.

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lia, principal entrada al recinto urbano sobre la que se levantaba una recia torre guarnecida por las tropas leales, en el lugar que hoy ocupa el arco y torre del reloj del Ayuntamiento ovetense. Una gran parte del caserío por el que se prolongaba, fuera de la muralla, la calle de Cimadevilla, eje vital de la población, su­ frió los efectos devastadores del asedio. En varios documentos ovetenses se aludirá a las secuelas de la lucha, que convertiría en solares muchas casas del barrio extramuros de la zona sur de la ciudad —actuales plaza del Ayuntamiento y calle de la Magdale­ na—, por donde se manifestaba con gran pujanza y desde bastan­ te tiempo atrás la expansión urbanística de la capital (50). El 24 de octubre de 1352 la cofradía del Rey Casto cedía a Pero Alonso, capellán de San Tirso y abad de dicha cofradía, un suelo en la ca­ lle de Cimadevilla, fuera de la cerca o muralla, en la zona devas­ tada por «la quema de Oviedo por el conde don Enrique», para le­ vantar allí una nueva casa en el plazo de un año (51). En otro do­ cumento del 8 de mayo de 1353 se insistirá en «la quema del conde don Enrique» (52), y un año más tarde continuaban todavía las obras de reconstrucción del arruinado caserío del barrio extramu­ ros de la puerta de Cimadevilla, como puede comprobarse de la lectura de una interesante escritura otorgada por la abadesa, prio­ ra y convento de San Pelayo de Oviedo el 6 de mayo de 1354, en la que se alude a «tres suelos con sos salidos...que yacen en Ovie­ do, enna calle de Cimadevilla, fuera de la cerca viella, las quales foron casas que y avía del dicho monesterio» y que habían que­ mado «quando aquí vieno el conde don Enrique sobrestá villa de Oviedo» (53). Y aún en el año de 1400 se encuentra la mención de un hero lamado «de la quema», en la misma prolongación extra­ muros de Cimadevilla, «cerca de la Puerta Nueva», donde proba­ blemente se levantaba medio siglo antes alguna construcción arra­ sada por los partidarios del conde de Trastámara cuando trata­ ron de conquistar la ciudad (54). (50) Son muy frecuentes, ya desde los decenios finales del siglo XIII, las refe­ rencias que se hacen en la documentación ovetense a la calle de Cimadevilla «fue­ ra de la cerca». (51) Regesta, núm. 9. (52) A.M.S.P., F.S.V., núm. 1.474. (53) Ruiz d e l a P e ñ a : El asedio..., loe. cit. (54) Ibidem . En un asiento del Libro de Aniversarios de la Cofradía del Rey Casto fechado el 4 de diciembre de 1368, aluden los cofrades a los 200 maravedís que abían aplicado a la reparación de «la casa del Rosal que nos dexó María Mar­ tínez, filia de Bartolomé Martínez, que nos quemó el conde», en clara referencia, sin duda, al episodio bélico que referimos (A.C.O., L.A.C.R.C., fol. 122v.).

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No tendría tampoco éxito el cerco puesto por el conde a la vi­ lla de Avilés, la segunda población en importancia de Asturias y dotada también de sólidas murallas que resistieron el empuje de las tropas del rebelde (55). Tanto aquí como en Oviedo los de­ fensores no contaron con ninguna ayuda exterior. El monarca, te­ meroso quizá de la extensión del conflicto a las vecinas tierras leo­ nesas, había mandado expresamente a su adelantado mayor en Asturias y León, Pedro Núñez de Guzmán, que no dispersase sus fuerzas; y éste, en cumplimiento del mandato regio, el 17 de mar­ zo de 1352 ordenaba al concejo de León que no acudiese en soco­ rro de la plaza de Avilés, atendiendo a la defensa de su propia ciu­ dad (56). Pedro I y su valido Alburquerque llegan a la capital leonesa en el mes de mayo (57). Allí ultiman los preparativos para la ofen­ siva contra los reductos del rebelde. Atraviesan el puerto de Pa­ jares y descienden sobre los valles del centro de Asturias, libe­ rando a las guarniciones de Oviedo y Avilés y batiendo las pla­ zas y fortalezas del conde. La situación de éste se toma difícil, replegándose sobre Gijón para ofrecer allí una última resistencia. El de Trastámara, escaso de recursos para pagar las soldadas de sus partidarios, repartía entre ellos las joyas que le había dejado su madre Leonor de Guzmán. No sintiéndose seguro en Gijón, el escurridizo don Enrique deja allí a su esposa doña Juana Manuel y «pieza de caballeros con ella», poniéndose a buen recaudo «en una montaña muy fuerte que dicen Monteyo» (58), donde perma­ neció todo el tiempo que duró el asedio a la plaza. La huida opor­ tunista, aun a costa de sacrificar a sus leales, será la norma de con­ ducta observada invariablemente por el conde siempre que se en­ cuentre en situaciones especialmente críticas para su seguridad personal. La Crónica de Ayala da puntual noticia del cerco puesto a Gi­ jón por las tropas reales y que se prolongó «algunos días» (59), di­ rigiendo la defensa Pedro Carrillo, mayordomo y vasallo de la ple­ na confianza de don Enrique. Finalmente el monarca y los sitia­ dos llegaron a una solución de compromiso: los caballeros del

(55) Vid. el t. V de la «Historia de Asturias», págs. 80 y s. (56) J. A . M a r t í n F u e r t e s y C. A l v a r e z A l v a r e z : A rchivo histórico munici­ pal de León. Catálogo de los documentos (León, 1982), p. 83, núm. 151. (57) Vid. L. V. D í a z M a r t í n : op. cit., págs. 281 y ss. (58) No hemos podido identificar este lugar. (59) Crónica, págs. 426 y s.

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conde se obligaron solemnemente a no volver a hacer guerra al rey desde Gijón ni desde ninguna de las otras fortalezas que el de Trastámara tenía en Asturias si don Pedro concedía el perdón a su hermano bastardo. Aceptadas estas condicones, el monarca le­ vantó el cerco emprendiendo el camino de regreso a tierras leone­ sas, en cuya capital se encontraba el 15 de junio de 1352 (60). El 26 de junio el señor de Noreña otorgaba en la puebla de Gijón una declaración de acatamiento al rey y de reconocimiento por su ge­ neroso perdón, que dejaba a salvo los títulos, derechos y señoríos del conde (61). Por su parte Pedro I, correspondiendo quizá a la lealtad que le habían manifestado los concejos de Oviedo y Avilés unos meses antes, manteniendo con firmeza su causa frente a las agresiones de don Enrique, otorga a su favor algunas importantes concesio­ nes: el 23 de julio, encontrándose en Sahagún, ordena que se res­ pete a los ovetenses la exención del pago de portazgo en todos sus reinos, con excepción de Toledo, Sevilla y Murcia, de que disfruta­ ban por merced de sus antecesores que él mismo había confirma­ do el 20 de octubre de 1351; el mismo día confirma el derecho del concejo de Oviedo a tener su propio merino del fuero, frente a las pretensiones del adelantado de León y Asturias en el sentido de ejercer su jurisdicción en la ciudad (62). Pocos días después, el 28 de julio, encontrándose en Valladolid, ordena a su despensero ma­ yor y a los recaudadores de sus yantares que no exijan los 600 mrs. que pretendían que pagase por este concepto el concejo de Avilés, ya que estaba exento de dicha prestación, salvo cuando el rey es­ tuviese personalmente en la villa o saliera en hueste (63). En los meses que siguen a su reconciliación con el monarca, En­ rique de Trastámara permanece en sus señoríos asturianos. El 30 de agosto, desde Oviedo, otorga una importante concesión al mo­ nasterio de Santa María de la Vega, cediéndole toda su parte en el cellero de Santullano de Bimenes, con el derecho de presenta­ ción de clérigo, patronato de la iglesia y con todo su señorío, dere­ chos y pertenencias según le correspondían a él por herencia de don Rodrigo; la donación la hace «por las almas de don Rodrigo Alva-

(60) L. V . D í a z M a r t í n : op. cit., p. 283. (61) Crónica, p. 426, nota 5. (62) C. M . V i g i l : Colección histórico-diplomática del Ayuntam iento de O vie­ do (Oviedo, 1889), págs. 217-220. (63) E. B e n it o R u a n o : Catálogo de pergaminos del Archivo Municipal de A v i­ lés, « B o l . Inst. Est. Ast.» X X IX (1975), p. 640, núm. 80.

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riz...e de Alvar Díaz su fijo», que estaba enterrado en aquel mo­ nasterio ovetense de donde era priora doña Sancha Alvarez, anti­ gua amiga del padre adoptivo de Enrique y madre de Alvar Díaz; a ella se le reconoce el usufructo vitalicio de los bienes donados (64). *

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Carecemos de informaciones precisas sobre las andanzas del conde durante el invierno de 1352-53, aunque todo hace suponer que seguiría en Asturias, dedicado a la reorganización de su se­ ñorío y al afianzamiento de clientelas y alianzas con los poderes locales, tras el descalabro sufrido meses antes. Abandona su reti­ ro asturiano, acompañado de un formidable cortejo de caballeros y peones, para asistir a las bodas de don Pedro con doña Blanca de Borbón. La Crónica de Ayala da puntual noticia de la presen­ cia del de Trastámara y de su hermano don Tello en la aldea de Cigales, próxima a Valladolid, donde se encontraba el rey, en el mes de mayo de 1353; y de las prevenciones adoptadas por los dos bastardos, temerosos del valido Juan Alfonso de Alburquerque. De la compañía de éstos hace referencia expresa la Crónica a un «escudero (que)decían Alvaro de Carreño e era asturiano e venía en un caballo castaño e un lorigón vestido e sus quexotes e cani­ lleras e otros dos escuderos con él» que el conde envía al monarca como portavoz de su fidelidad (65). «El conde don Enrique —refiere Ayala— tenía ese día en Ciga­ les seiscientos ornes de caballo e mil e quinientos ornes de pie de Asturias». Los dos ejércitos, el del rey y el de los bastardos, co­ mandado éste por Pedro Carrillo, se encontraban frente a frente dispuestos a trabar combate. Pedro López de Ayala nos transmi­ te la emoción de esta escena en uno de los pasajes má bellos y ex­ presivos de su Crónica (66), para dar cuenta seguidamente, tam­ bién con ejemplar fidelidad, de los tratos que evitaron, por fin, el estallido de las hostilidades en aquella tensa jomada de fines de mayo sobre los verdes campos de trigo de la aldea de Cigales. A pesar de las incitaciones de Juan Alfonso de Alburquerque, que quería a todo trance combatir con el conde, el monarca, con ánimo conciliatorio, envió mensajeros a su hermano «con los quales le envió mandar que se viniese luego a la su merced, e que le (64) Regesta, núm. 8. (65) Crónica, p. 430. (66) Crónica, p. 431.

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diese caballeros en arrehenes fasta que le entregase las fortale­ zas que tenía en Asturias e las que tenía don Tello, su hermano. E que les aseguraba que les faría muchas mercedes a él e a don Tello su hermano e a los que con él eran» (67). Los bastardos, confiados en las promesas del monarca, depu­ sieron finalmente su actitud; y acompañados por varios de sus ca­ balleros, prestaron homenaje a don Pedro, que los acogió con fra­ ternal complacencia. Al día siguiente, ya en Valladolid, dando cumplimiento a lo pactado, Enrique de Trastámara dio en rehe­ nes al rey a varios de sus más leales vasallos, como prenda de la entrega de sus fortalezas. Entre ellos y al lado de Pedro Carrillo y Garcilaso de la Vega estaban dos nobles asturianos que siem­ pre habían mentenido y seguirían manteniendo en el futuro una indeclinable fidelidad al conde: Gonzalo Bemaldo de Quirós y Fer­ nando Alvarez de Nava. Así quedó sellada la avenencia en la que entró, a su pesar, el bando del valido Alburquerque (68). El 3 de junio se celebraba el desgraciado matrimonio entre don Pedro y doña Blanca. Pocos días después el monarca abandona­ ría a su esposa para buscar la compañía de su amiga María de Pa­ dilla. En la comitiva regia iban Enrique y Tello, así como los ca­ balleros que habían entregado en rehenes, libres ya después de la devolución hecha por el conde de «todos sus castillos», según lo acordado con el monarca (69). *

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Poco tiempo iba a durar la reconciliación entre el rey y sus her­ manos. En la primavera de 1354 estallaba en Castilla un vasto mo­ vimiento nobiliario de rebeldía contra don Pedro; entre sus ini­ ciadores y dirigentes figuran los bastardos, desavenidos ahora con el monarca. Enrique de Trastámara contaba una vez más con el apoyo de sus vasallos asturianos para llevar adelante la revuelta. El rey se vio forzado a capitular ante los nobles y a finales de año representantes de los dos bandos —cincuenta por cada parte— negociaron la paz. Entre los comisionados del partido nobiliario figuraban nuevamente Gonzalo Bemaldo de Quirós y Femando Alvarez de Nava (70). Don Pedro se constituyó en virtual prisio-

(67) (68) (69) (70)

Ibidem , Ibidem . Ibidem , Ibidem ,

págs. 432 y s. págs. 432 y s. p. 455.

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ñero de los rebeldes, permaneciendo algunas semanas en la ciu­ dad de Toro. De allí, a primeros de enero de 1355 y burlando la vigilancia a que se veía sometido, logró escapar, desencadenan­ do así la ruptura de la alianza nobiliaria, la deserción de una par­ te importante de los rebeldes, vueltos ahora al lado del monarca, y el estallido de una guerra civil que iba a alcanzar extremos de inusitada violencia. Tras la huida del rey y mientras algunos de los dirigentes del bando nobiliario permanecen todavía en Toro, como el mismo En­ rique de Trastámara, otros buscan la seguridad de sus propios do­ minios: Fernando de Castro marcha a sus tierras gallegas y don Tello a la lejana Vizcaya. En esta turbulenta etapa parece que el conde mantiene toda­ vía el control sobre sus señoríos de Asturias, donde los oficiales locales continúan ejerciendo sus oficios en nombre de don Enri­ que (71), aunque el rey procura consolidar la lealtad de las princi­ pales fuerzas sociales de la región con medidas de favor como la que otorga, el 6 de mayo, a la iglesia de San Salvador de Oviedo ordenando que se respeten las exenciones de los excusados que te­ nían el obispo, deán y cabildo de la misma (72). En los meses centrales de 1355 la lucha entre la ya endeble liga nobiliaria y el monarca se polarizará en dos ciudades: primero en Toledo, donde se retiran en mayo el conde don Enrique y su her­ mano Fadrique; después en Toro, último reducto de la rebeldía, que capitulará en enero de 1356. Pero ya antes el de Trastámara, dando una vez más prueba de su habilidad para salvar situacio­ nes críticas, logra salir de esta plaza dejando allí a su esposa y a su hermano Fadrique y librándose así de una muerte casi segu­ ra a manos del rey, como principal mantenedor de la rebeldía. Don Fadrique, que permaneció en la ciudad hasta su rendición, logra­ ría en última instancia el perdón del monarca; no así otros mu­ chos caballeros del bando de don Enrique, víctimas de las crueles represalias de Pedro I (73). Después de su huida de Toro el conde, acompañado de algunos leales, se acogió a Galicia, donde podía contar con el apoyo que (71) El 18-11-1355, por ejemplo, encontramos a Suer Périz actuando como «no­ tario público por el conde don Enrique en la pobla de Nava» (I . T o r r e n t e : El do­ m inio..., págs. 272 y s.). (72) A.C.O., Serie A, carp. 20, núm. 9. Sobre los «excusados» del clero capitu­ lar de San Salvador vid. S. S u á r e z B e l t r A n : El cabildo de la Catedral de O vie­ do en la Edad Media (Oviedo, 1986), págs. 277 y s. (73) Crónica, págs. 460 y ss.

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le brindaban sus señoríos en este país —Trastámara, Lemos y Sarriá— y donde también permanecía rebelde Femando de Cas­ tro. Ya el 20 de abril Pedro I comunicaba al obispo de Lugo haber enviado a Alfonso Pérez, Juan Fernández de Bolaños, Andrés Sán­ chez de Quiroga y otros para someter la rebelión del conde don Enrique y de don Femando de Castro en Galicia, ordenándole que los acoja y socorra en la ciudad de Lugo y prometiéndole guardar sus privilegios (74). El mandato regio es prueba inequívoca de que, aunque el conde permanecía en aquellas fechas en Toro o acaso ya en Toledo, no era ajeno a la insumisión del de Castro, quien no dejaría de contar en sus dominios gallegos con el concurso de parciales de su aliado. Seguramente fue esta alianza con don Fer­ nando, muy poderoso en aquellas tierras y que había figurado en­ tre los dirigentes de la subversión nobiliaria de 1354, lo que deci­ dió a don Enrique a dirigirse allí y no a sus señoríos asturianos. El cronista Ayala referirá la huida del bastardo, de Toro a Gali­ cia, recordando su anterior conducta, en parecido trance, duran­ te el cerco de Gijón de 1352 (75). Cuando el de Trastámara tuvo noticia de la caída de aquella ciudad, de la ejecución allí de muchos de sus partidarios y del triunfo final de las armas del bando realista, decidió abandonar toda resistencia, solicitando del rey «que le diese sus cartas de se­ guro para pasar por el regno, e que él se iría para Francia, e el rey dióselas». Recibidos los salvoconductos, el donde hizo sus pre­ parativos para el exilio. Pero informado de que el monarca había dado al infante don Juan, a su adelantado mayor de Castilla «e a todos los otros oficiales e señores e caballeros de las comarcas por do el conde avía de pasar, que le toviesen el camino e le mata­ sen... partió de Galicia, do estaba, e fuese para Asturias, por quanto en aquella comarca non avían mandamiento del rey, ca non cui­ daba que el conde iría por aquella tierra. E así pasó rebatadamente e fuese para Vizcaya, do estaba don Tello su hermano, e dende se fue por mar a la Rochela» (76). Debió ocurrir esto en la primavera de 1356. Así, con un último y rápido tránsito por las tierras de sus señoríos asturianos, de cu­ ya titularidad sería despojado temporalmente (77), casi seis años (74) L. S á n c h e z B e l d a : Documentos reales de la Edad Media referentes a Ga­ (Madrid, 1953), p. 482, núm. 1.148. (75) Crónica, p. 466. (76) Crónica, p. 473. (77) El 15-XI-1357, por ejemplo, figura ya Pedro Moro como «notario público del rey en el congello de Nava» (I. T o r r e n t e : op. cit., págs. 273 y s.). Son muy abunlicia

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después de que se acogiese a ellos por vez primera, se cerraba una etapa de la azarosa biografía del conde de Trastámara y señor de Noreña. Durante ese tiempo Asturias había ocupado un lugar fun­ damental en las andanzas de don Enrique, brindando marco pro­ picio a sus primeras disidencias y abundantes recursos materia­ les y leales vasallos para mentenerlas. Diez años después, cuando regrese de su exilio en Francia y Aragón, ya como pretendiente al trono de Pedro I, las más altas aspiraciones del Trastámara van a reducir a los hombres y tierras de Asturias a un papel mucho más modesto en el escenario sobre el que, de 1366 a 1369, se ventilará el destino de la corona de Cas­ tilla (78). R E G E S T A

1 1345, noviembre 14. Madrid. Don Enrique, hijo del rey don A lfonso, titulándose conde de Trastámara, Lem os, Sarriá y señor de Noreña, Cabrera y Ribera, se dirige a Juan Ferrández de Peón, su vasallo y su m ayordom o y m erino en Asturias, y le ordena que mantenga al m onasterio de San V icente de O viedo en la propiedad de la villa de Tiraña y de los heredam ientos y celleros de los concejos de Laviana, Vimenes, Nava y Cabranes, respetando la disposición testam entaria que don R odrigo A lv a rez había hecho de estos dom inios en fa v o r del cita­ do m onasterio «ante de su finam iento e que a m í profijase». El con­ de despacha este mandato atendiendo las quejas form uladas p or el abad y convento de San Vicente, que le habían exhibid o las car­ tas de donación de don Rodrigo. A. M. S. P. O., F.S.V., núm. 1.382. Traslado de 18-VIII-1347.

dantes los testimonios de la reversión al monarca de los señoríos asturianos de Enrique de Trastámara que se expresa, fundamentalmente, en la pérdida por éste de la facultad de nombramiento de oficiales locales y provisión de notarías en sus antiguas circunscripciones señoriales. (78) Sobre el comportamiento de las fuerzas sociales asturianas en el desarro­ llo de la guerra civil castellana, para la que contamos con un magnífico estudio de J. Valdeón Baruque (Enrique II de Castilla: la guerra civil y la consolidación del régimen (1366-1371), Valladolid, 1966), vid. el t. V de la «Historia de Asturias», págs. 36 y ss.

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2 1351, abril 21. Villaviciosa. D on Enrique, hijo del rey don A lfonso, conde de Trastámara, lentos, Sarriá y señor de Noreña, Cabrera y Ribera, ordena a los recaudadores de las m onedas del rey en la tierra de Siero que res­ p eten las exen cion es tributarias de los m oradores de Sarrapicón, aldea de aquel concejo, ya que éstos le habían hecho saber que só­ lo pechaban a la casa de Noreña 200 m aravedís anuales o algún pedid o si el señor de dicha casa se lo im pusiese «apartadam ente». A.C.O., Serie A, carp. 19, núm. 15.

De mí don Enrique, fijo del muy noble rey don Alfonso, conde de Trastámara e de Lemos e de Sarriá e sennor de Norenna e de Cabrera e de Ribera, a qualquier o a qualesquier que cogan e recalden en renta o en fieldat o en otra manera qualquier las mone­ das que agora dan a nuestro sennor el rey en la mi tierra de Siero este anno de la era desta carta, salut commo aquellos para quien quiero mucha onrra e buena ventura. Fagovos saber que los ornes bonos del logar de Sarrapicón me dixieron que ellos nunqua pe­ charon ningún pecho nin pedido, salvo duzientos mrs. que dan en fuero que tienen en cabera que dan cada anno a la casa de Norenna o pedido alguno si ge lo enbiase demandar el sennor de la dicha casa apartadamientre. E dizen que los que cogedes las dichas mo­ nedas que los tenedes prendados por ellas e pedironme merged que mandase y lo que toviesse por bien. Por que vos mando, vista es­ ta mi carta, que lies non demandedes las dichas monedas nin lies prendedes por ellas e se lies alguna cosa tenedes tomado o pren­ dado que ge lo tomedes luego bien e conplidamientre en guisa que lies non mengue ende ninguna cosa, si non mando al merino que por mi andodier enna dicha merindad que vos lo faga assy fazer e conplir e que vos non consienta que lies pasedes contra esto que yo mando nin contra parte dello, ca mi voluntat es que non pe­ chen estas dichas monedas. E los unos ni los otros non fagades ende al por ninguna manera so pena de la mi merged e de seysgientos mrs. a cada uno. Dada en Villavigiosa, veynti e hun días de abril, era de mili e ochaenta e nueve annos. Yo Gómez Gargía la fizi escrevir por mandado del conde.

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3 1351, abril 21. Villaviciosa. Dn Enrique ordena al concejo, jueces y m erino de su Puebla de Siero que no incluyan a los vecinos de Sarrapicón en los repar­ tos de pechos y pedidos que le hubiesen de dar en dicha puebla. A .C .O ., Serie A, carp. 19, núm. 15. Este documento se incluye, a continuación del anterior, en traslado otorgado por Pedro Moneo, notario público del conde don Enrique en la Pobla de Siero, el l-V-1351, incluido a su vez en traslados notariales de 14-V-1366 y 8-III-1375.

De mí don Enrrique, fijo del muy noble rey don Alfonso, con­ de de Trastámara e de Lemos e de Sarriá e sennor de Norenna e de Cabrera e de Cabrera (sic), al concejo e a los juyzes e al merino de la mi Pobla de Siero que agora son o serán de aquí adelante o a qualquier o a qualesquier de vos que esta mi carta virdes, salut commo aquellos para quien querría onrra e bona venturia. Fagovos saber que los ornes bonos del mi logar de Sarrapicón me dixieron que ellos nunqua pecharon ningún pecho nin derecho, sal­ vo duzientos mrs. que pechan cada anno que tienen por cabega que pechan a la casa de Norenna o algunt pedido se lo enbiase deman­ dar el sennor de la casa de Norenna a ellos apartadamientre e non con otros algunos salvo en su cabo. E agora que se rescelan que los faredes pechar en algunos pechos e pedidos que me ayan a dar en la dicha pobla e que les non queredes guardar sus husos e sus costunbres que ellos han e pedironme merged que ge lo mandase guardar segunt que mejor e más conplidamientre líos foe guarda­ do fasta aquí, e yo tóvelo por bien. Por que vos mando, vista esta mi carta, que de aquí adelantre que lies non demandedes que pa­ guen pecho nin pedido que ayades a pechar e que non consintades a ningunos nin algunos que ge lo demanden, salvo aquellos du­ zientos mrs. que suelen pechar cada anno a la casa de Norenna e pedido alguno se ge lo enbiar demandar a ellos apartadamientre, ca mi voluntat es que líos sean guardados sus buenos husos e cos­ tunbres que ellos han segunt que mejor e más conplidamientre lies fueron guardados fasta aquí. E los unos nin los otros non fagades ende al por ninguna manera so pena de la mi merged e de seysgientos mrs. a cada uno. Dada en Villavigiosa, veynti e hun días de abril, era de mili e tregientos e ochaenta e nueve annos. Yo Gómez Gargía la fiz escrivir por mandado del conde.

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4 1351, abril 29. Ribadesella. D on Enrique, hijo del rey don A lfon so, conde de Trastámara, Lem os, Sarriá y señ or de Noreña, Cabrera y Ribera, ordena que en los térm in os del m onasterio de San B artolom é de Nava, que delim ita y que habían sido dados a dicho m onasterio p o r sus fu n ­ dadores, que eran del linaje de don Rodrigo A lvarez, no entre o fi­ cial alguno, salvo los que él m ism o enviase. A sim ism o exim e a los m oradores en esos térm inos de los tributos que estaban obli­ gados a satisfacer los vecinos del concejo de la Puebla de Nava. A.M.S.P.O., F.S.P., leg. M, núm. 447. Libro Becerro, pp. 263-264. Cit. Ruiz d e l a P e ñ a : Las «polas», p. 167, nota 24. P u b l . T o r r e n t e F e r n á n d e z : El dominio del monasterio de San B artolom é de

Nava,

pp. 269 y s.

5 1351, mayo 16. Oviedo. D on Enrique, hijo del rey don A lfonso, conde de Trastámara, Lem os, Sarriá y señ or de Noreña, Cabrera y Ribera, a p etición de la abadesa, priora y con ven to del m onasterio de Santa María de la Vega de O viedo, les confirm a la donación de dos yuguerías en el con cejo de Bim enes, que se inserta, otorgada a fa v o r de dicho m onasterio p or don Rodrigo A lva rez el 19-IX-1325. A.M.S.P.O., F.S.M.V, leg. 2, núm. 55. P u b l . R u i z d e l a P e ñ a : Historia de Asturias, p . 2 3 . T r a n s c r i p c i ó n p a r c i a l .

Sepan quantos esta carta vieren commo yo don Enrrique, fijo del muy noble rey don Alffonso, conde de Trastámara e de Lemos e de Sarriá e sennor de Norenna e de Cabrera e de Ribera, vy una carta de don Rodrigo Alvarez, que Dios perdone, escripta en pargamino de cuerio e seellada con su seello de gera colgado fecha en esta guisa: «Sepan quantos esta carta vieren commo yo Rodrigo Alvarez de Asturias, mayordomo mayor del rey, claramientre e de mi bue­ na voluntat fago carta de donagión e de bon fecho a la abadessa e al convento del monesterio de Santa María de la Vega, doles mis

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dos juguerías que yo he e aver devo la una en Santo Millano (1) e la otra en Fontoria, los quales lugares son en congeio de Vimenes. E estas dos juguerías ya dichas les do a entreguidat con pre­ sentación de iglesia e con pechos e con controzos, tierras labradas e por labrar, domado e por domar, fuentes, montes, árboles lantados, prados, pastos, felgueras, molneras, rogas, devisas, pescagiones e ríos con sus entradas e con sus salidas, dentro e fuera, a monte e a valle, con todos sus derechos e pertenencias espresamientre en pura donagión por Dios e por mi alma. E doles lo por tal condigión que yo lieve e aya los frutos e bienes ende por en mis días e que non pueda dar nin vender nin enpeñar nin enallenar nin malmeter la propiadat ende en otra parte. E a mío fina­ miento que les finque libre e quito sin enbargo ninguno según que les lo ora do, e que después de mis días que fagan por esto sobre­ dicho cada anno por sienpre dos aniversarias: la una por mi alma en tal día commo yo finare e la otra por alma de Alvar Díaz mió fijo, que Dios perdone, dos días andados de mayo. E por esta car­ ta les do el jur e la possissión e la propiadat ende de todo esto so­ bredicho, que después de mis días fagan en ello e dello toda su voluntat por sienpre a todos tienpos e fagan las dichas aniversa­ rias. Si dalquien este mió fecho quisier quebrantar o corronper assí yo commo otro qualquier barón o muger de mi progenia o d’estranna quien quier que fuer sea maldito de Dios e peche a ellas o quien su boz tovier quanto en esta carta cunta en doblo e demás les peche en coto mili mrs. de real moneda por pena, por sí e por sus bienes, e a la parte del rey otros tantos peche. E esta carta e este fecho vala por sienpre a todos tienpos. E sobre todo esto arrenungio toda exepgión d’enganno e todos quantos derechos e defenssiones yo he o podría aver agora e a todo tienpo por venir con­ tra este fecho. Otrossí, arrenungio el derecho que dize que puesto que onbre faga alguna donagión que la pueda revocar en su vida cada que quisiere que por lo yo quiera fazer que non pueda e si lo fizier que non vala. E demás otorgo e prometo de non yr nin passar contra esta donagión en todo nin en parte dello nin la va­ riar nin revocar por testamento nin por carta nin por palabra nin en otra manera alguna por mí nin por otro, en algún tienpo so la pena sobredicha e esto fecho que vala. E por que todo esto sea fir-

(1) Hay un traslado de la donación de don Rodrigo, expedido el 31-VII-1335 por Alfonso Andreo, notario público del rey en Oviedo y autorizado por Alfonso Ferrándiz, juez de Oviedo, con algunas ligeras variantes, entre ellas Santo Hullano, por Santo Millano (Ibidem, leg. 2, núm. 35).

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me e non venga en dulda diles ende esta carta seellada con mi see11o en gera pendiente e por mayor firmedume rogué a Johan Pé­ rez, notario público del rey en Oviedo, que la fiziesse escrevir. Fe­ cha la carta diez e nueve días de setenbre, era de mili e trezientos e sessenta e tres annos. Regnante el rey don Alffonso en Castie11a, en León. Don Oddo obispo de Oviedo. Yo Rodrigo Alvarez so­ bredicho, esta carta que mandé fazer e en congeio oy leer con mis manos propias la robro e la confirmo e connosco en ella esta sinnal. E que presentes fueron: Diego Alffonso capellán del dicho monesterio, Alvar Díaz de Lodenna, Pero Ferrández de Villalaz e Gutier Alvariz de Lena cavalleros, Tomás Ferrández e Alffonso Fe­ rrández e Gongalo Martínez de Oviedo, Monnio Suáriz de Lorio (2), Monin Rodríguez de Lantones, Gongalo Johannes escrivano e otros. Yo Johan Pérez, notario ya dicho, fize escrevir esta carta por el rogo sobredicho e puse en ella mió signo. Coram ts.: Petrus ts., Joanes ts., Martinus ts.». E agora la abadessa e priora e convento del dicho monesterio mostráronme la dicha carta e pidiéronme merged que ge la conffirmasse porque ellas e el dicho monesterio oviessen las dichas dos juguerías con todo lo que les pertenesge según quel dicho Ro­ drigo Alvarez ge las diera e en la dicha su carta se contiene. E yo por fazer bien e merged a la dicha abadessa e priora e convento tovelo por bien e confirmóles la dicha carta de donagión quel di­ cho don Rodrigo Alvarez les mandó dar en esta razón commo di­ cho es. E mando por esta mi carta a qualquier o qualesquier meryno o merynos, mayordomo o mayordomos que por mí andodieren agora e daquí adelante en la mi tierra de Asturias o a qualquier o qualesquier dellos a quien esta mi carta fuer mostrada, que guar­ den e defiendan a la dicha abadessa e priora e convento con la di­ cha carta, ca mi voluntat es que les sea guardada en todo agora e daquí adelante según que en ella se contiene. E si alguno o algu­ nos y ovier que les quieran yr o passar contra esta merged que les yo fago o contra parte della que ge lo non conssintan e que los pren­ den por la pena que en ella se contien a cada uno por cada vegada que en ella cayeren e la guarden para fazer della lo que yo man­ dare, e non fagan ende al por ninguna manera so pena de la mi merged. E desto mandé dar a la dicha abadessa e priora e conven­ to esta carta escripta en pargamino de cuerio e seellada con mi seello de gera colgado. Dada en Oviedo, diez e seys días de mayo, era de mili e tre­ zientos e ochenta e nueve annos. Yo Gómez Gargía la fiz escrevir por mandado del conde (signo).

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6 1351, mayo 16. Oviedo. D on Enrique confirm a a G utierre B em a ld o de Quirós la dona­ ción de la villa y coto de Villoría con su jurisdicción y térm inos que había otorgado a su fa v o r don Rodrigo A lv a rez de A sturias en O viedo, el 14-IX-1325. Cit. J, M. T r e l l o s V i l l a d e m o r o s : Asturias Ilustrada, t. II (Madrid, 1739), pp. 791 y s. Indica como procedencia de este documento el archivo del desaparecido convento de San Francisco de Oviedo.

7 1352, enero 16. Puebla de Gijón. D on Enrique, conde de Trastámara y señor de Noreña, otorga un p riv ileg io a fa v o r de Sancha A lfon so de Rojas, m ujer de Suer A lfo n so de Lodeña, donándole las heredades que tenía en Villao y Coe con sus señoríos, según las heredara de don Rodrigo Alvarez. Cit. C. M. V i g i l : Asturias monumental, 1.1 (Oviedo, 1887), p. 470. Indica como pocedencia el desaparecido archivo de la Audiencia de Oviedo.

8 1352, agosto 30. Oviedo. D on Enrique, hijo del rey don A lfonso, conde de Trastámara, Lem os, S a rriá y señor de Noreña, Cabrera y Ribera, concede a la abadesa, priora y convento de Santa María de la Vega toda su par­ te en el cellero de Santullano de Bim enes, con el derecho de p re­ sentación de clérigo, patronato de la iglesia y todo su señorío, de­ rechos y pertenencias, según le correspondían a él p or herencia de don R odrigo A lvarez. A.M.S.P.O., F.S.M.V., leg. 2, núm. 56. P u b l . . Ruiz d e l a P e ñ a : Historia de Asturias,

p.

34.

T r a n s c r ip c ió n p a r c ia l.

Sepan quantos esta carta vieren commo yo don Enrrique, fijo del muy noble rey don Alffonso, conde de Trastámara, de Lemos e de Sarriá, sennor de Norenna, de Cabrera, de Ribera, por fazer bien e merced a vos, donna Mengía López, abadessa del moneste(2) León, en traslado de 1335.

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rio de Santa María de la Vega, e donna Sancha Alvariz, priora, e el conviento del dicho monesterio, dovos que ayades por juro de heredat para sienpre iamaes para vos e para el dicho moneste­ rio livre e quito, por Dios e por las almas de don Rodrigo Alvariz que Dios perdone e de Alvar Díaz su fiio, toda la mi parte del gellero de Santoullano de Vimenes, con la presentación de clérigo e con el padronalgo de la dicha eglesia e con el sennorío con todos sos derechos e pertenencias e frutos e rentas e bienes dello, segunt que mejor e más conplidamientre a mí pertenesce e pertenescer deve e lo yo heredé del dicho don Rodrigo Alvariz. La qual dona­ ción vos fago con tal condición: que vos la dicha donna Sancha A l­ variz que lo levedes para en vuestros días sin enbargo e depués de vuestros días que finque livre e quito para sienpre a vos la di­ cha abadesa e al dicho monesterio sin enbargo ninguno. E nengu­ no non sea osado de vos yr nen de vos pasar contra esta merced que vos yo fago nin contra parte della en algunt tienpo nin algu­ na manera, ca qualquier o qualesquier que vos contra ello pasassen pecharme yan en pena seyscientos mrs. desta moneda cada uno e a vos la dicha abadesa, priora e conviento todo el danno que por ende recebisedes dubrado, e de maes a ellos e a lo que oviesen me tomaría por ello. E sobresto mando a Alffonso Goncález de Arvuelles, mi meryno e mayordomo en Asturias en lugar de Pero Cariello, mi mayordomo mayor, e a todos los otros merynos o ma­ yordomos que por mí andovieren ahora e daquí adelantre en As­ turias que vos guarden e anparen e defiendan con esta merced que vos yo fago. E si alguno o algunos y ovieren que vos quieran yr o pasar contra ella que ge lo non consientan e que los prenden por la dicha pena por cada vegada que en ella cayeren e la guarden para fazer della lo que yo mandare. E los unos nin los otros non fagan ende al so pena de la mi merced e de los dichos seyscientos mrs. a cada uno. E desto les mandé dar esta mi carta escripta en pargamino de cueyro e saellada con mi saello de cera colgado. Dada en Oviedo, treynta días de agosto, era de mili e trezientos e noventa annos. Yo Gómez García la fiz escrevir por mandado del conde (signo).

9 1352, octubre 24. Oviedo. L os clérigos de la Cofradía de Santa María de R ecasto dan «a lavoría» a P ero A lfon so, capellán de la iglesia de San Tirso de

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O viedo y abad de dicha cofradía, «el nuestro suelo que fo e casa que nos avernos que iaz en O viedo a Qim adevilla fuera la gerca, el qual suelo dizen de Santo Espíritos, que iaz en tales térm inos: de la parte de gima suelo que fo e casa de Julián P érez requero, e de la parte de fondos suelo de casa de D iego Suárez m ercador, e detrás afronta enna calella p er u van a Fontán e delantre calelia póblica que va para León e para otras partes. El qual suelo fo e casa e quem ó p er la quem a que fizo en O viedo el conde don Enrrique». El suelo lo ceden para que el beneficiario haga en él «una casa de bona m adera e pertenergiente, con sonberado detrás e te ­ chada de tella», debiendo «darla fecha e acabada a puerta gerrada desti día...ata la fiesta de San Iohan Babtista que prim ero vien», quedando la mitad de dicha casa para la cofradía y la otra mitad para el constructor. A.C.O., Serie A, carp. 20, múm. 1.

LA REAL AUDIENCIA DE ASTURIAS AL FINAL DEL ANTIGUO REGIMEN A lfo n so M enéndez G o n zález

En el presente artículo se ofrece un panorama de la realidad institucional de la Real Audiencia de Asturias a finales del Anti­ guo Régimen, entre los años de 1803 y 1834. Se aportan nuevos da­ tos sobre la actividad judicial del tribunal en esta etapa, con lo que se suma a los estudios de Tuero Bertrand y a otros que ya he publicado sobre diferentes aspectos de la institución (1). 1.

LA REAL AUDIENCIA

A finales del Antiguo Régimen el territorio de la corona de Cas­ tilla aparece dividido en seis circunscripciones judiciales, con sus Audiencias respectivas. La dinastía de Borbón no alteró, en lo sus­ tancial, el viejo mapa judicial de los Austrias, salvo para crear dos nuevas Audiencias: la de Asturias, en 1717 (Nov. Recop. Li­ bro V. Tit. III. Ley 1.a), y la de Extremadura, creada por pragmá­ tica sanción de 30 de mayo de 1790 (Nov. Recop. Libro V. Tit. VI. Ley 1.a). La Real Audiencia de Asturias se establece en un contexto de oposición y polémica institucional (2). Tomando como modelo de Feo.: La creación de la Audiencia en la Asturias de su Oviedo, 1979; M e n é n d e z G o n z á l e z , A.: «Los regentes de la Audiencia de Asturias en el siglo XVIII», en Boletín del Instituto de Estudios Asturianos, núm. 133 (1990), págs. 27-44. (2) La obra de Tuero Bertrand (La creación de la Audiencia..., op. cit.) ilustra ampliamente la polémica en tomo a la creación del tribunal. La Real Cédula de creación en A rchivo General del Principado (A.G.P.). Libro 92, fs. 256-263 (copia en actas de la Junta). (1 )

T u e ro B ertra n d ,

tiem po,

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organización y funcionam iento a la Audiencia de G alicia, la de Asturias extiende su jurisdicción sobre el territorio del Corregi­ m iento de Asturias, incluyendo a las tierras del Principado, los concejos de las «Cuatro Sacadas» y a los cinco concejos del valle de Valdeburón, en Galicia. La justicia se ejecuta y dispone a tra­ vés de una sala única para lo civil y crim inal, conform e a lo esta­ b lecid o en el Título II, L ibro V de la N ov. R ecopilación cuando trata de la jurisdicción y m odo de conocer de la A udiencia de Ga­ licia. Com o la Audiencia se ha creado para vencer «la dificultad de acudir a la Chancillería de V alladolid p or la distancia y aspereza del cam ino» (Real Cédula de 30 de ju lio de 1717) el tribunal con o­ ce, en prim era instancia, de todos los casos de corte a los que en otro tiem po se acudía ante la Real Cancillería de V alladolid. En segunda instancia y apelación, la A udiencia interviene en relación con los fallos de los jueces ordinarios; y si la cuantía del negocio excede de diez m il mrvs. se adm ite apelación de la sen­ tencia de la sala ante la Chancillería de V alladolid, si el recurso se presenta conform e a derecho. Esta p osibilidad de apelación se extiende tam bién a los casos de corte si la cuantía del negocio ex­ cede de cien m il maravedíes, pudiendo establecerse un recurso de súplica ante el Real Acuerdo si no se alcanza esta suma. Pero, en cualquier caso, es la Chancillería la que falla sobre la entidad y cuantía del litigio para determ inar la com petencia. O tro ám bito jurisdiccional, en lo civil, es el determ inado p or las relaciones con la Iglesia. La Audiencia interviene en los «re­ cursos de fuerza» contra los jueces eclesiásticos, conform e a lo es­ tipulado en las leyes y estilo de los tribunales superiores de ju sti­ cia. Tan sólo a partir de 1744 podrá pasar la A udiencia a conocer en prim era instancia de los pleitos con iglesias, conventos y m o­ nasterios de Patronato real, exceptuándose aquellos casos en los que éstos tuviesen jueces privativos puestos p or la Corona. De ser así, el p leito seguiría su curso habitual ante el Consejo. En otra m ateria de jurisdicción y frecuentes litigios, com o lo es la hidalguía y sus probanzas, la Audiencia pasará a conocer de esta m ateria a partir de 1751, incluyendo los recursos pertinen­ tes (3). En lo criminal, la Audiencia conoce en segunda y tercera ins­ tancia de todos los delitos com etidos en su jurisdicción, pudien­ do im poner diversas penas. La apelación ante la Chancillería de (3) A.G.P. Libro 108, f. 52.

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V a llad olid tan sólo se adm ite en el caso de la pena capital, que­ dando el recurso de súplica ante la mism a sala para los demás ca­ sos (4). A estos aspectos judiciales es preciso añadir los económ icos y políticos, en el contexto de ese «equilibrio inestable» (Tomás y V a­ liente) entre la separación conceptual de las esferas de la A d m i­ nistración y su asociación efectiva en unos m ism os órganos de p o­ der. La Real Cédula fundacional faculta al regente para la visita y apeo de com unes y realengos, pastos, m ontes y plantíos, exa­ m en de las cuentas de propios y arbitrios, sobras de rentas, casas de San Lázaro, hospitales y caminos del Principado, en suma, sub­ rogación en las tareas del antiguo corregidor. Esta tarea de gobierno es asumida también, p or delegación, p or los restantes oidores, a quienes vem os intervenir en la aprobación de posturas y rem ates de rentas y en los repartos de con tribu cio­ nes. El alcalde m ayor decano y los demás m agistrados, en Real A cuerdo, supervisan los acuerdos de la Junta General del P rinci­ pado e intervienen en el Consistorio de O viedo, presidiendo se­ siones y arbitrando en las elecciones de los oficios de justicia. C o­ m o una causa frecuente de litigio son precisam ente los actos elec­ torales, los oidores son requeridos para que medien en los litigios verbales, fallando la sala civ il sobre las disputas o querellas m a­ yores. Esta duplicidad de funciones, judicial y gubernativa, tiene en la persona del regente su m áxim a expresión, ya que acum ula d i­ versos títulos: presidente de la Audiencia, Superintendente de Montes y Rentas Reales, subdelegado de la Intendencia de León y capitán de Guerra de las m ilicias del Principado, lo que le fa­ culta para alistar soldados y atender a la defensa de la región. Para el servicio de esta com pleja red de funciones, la A u dien­ cia consta del siguiente personal: un regente, cuatro oidores u al­ caldes m ayores y un fiscal, en cuanto ministros superiores. Com o m inistros inferiores se hallan un agente fiscal, el alguacil m ayor, abogado y procu rador de pobres, respectivam ente, y los escriba­ nos de cám ara y acuerdo. Otras personas que trabajan al servicio de la A udiencia —y que perciben com o ingresos derechos arance­ larios conform e a la ley y a los pleitos despachados— son los si­ guientes: un tasador repartidor, seis receptores, dos relatores, un escribano de cám ara, cuatro porteros de cámara, un o ficia l de la vía ejecutoria, diez alguaciles ordinarios y veinte procuradores (4)

Nov. Recopil. Libro V. Tit. II, Leyes I, IV y X X II.

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de número. De estos últim os, doce están adscritos a los juzgados y tribunales reales y ocho a los eclesiásticos. La A udiencia sesiona en la casa de los antiguos gobernadores del Principado, en la calle de Cim adevilla, m uy cercana al Con­ sistorio de O viedo. A l antiguo ed ificio de 1657 se le agregó poste­ riorm ente otro, p róxim o al ala derecha del Consistorio, form án­ dose así las llam adas «Casas de Regencia», que ocuparon los re­ gentes hasta el año de 1840. 2.

ITINERARIO INSTITUCIONAL, 1802-1833

Abordarem os ahora la problem ática de la Audiencia en la tran­ sición del A ntiguo Régimen hacia el sistema liberal. 2.1

EL PERIODO 1802-1808

En el contexto de reforma, intervención y «racionalización» del régim en señorial interesa situar el destacado papel de la A u dien ­ cia desde su creación en 1717. Asociada, en sus orígenes, a una pes­ quisa judicial para la recuperación de los bienes y rentas del Real Vínculo, no es de extrañar que la actividad de vigilancia sobre las jurisdicciones señoriales se haya hecho notar a lo largo del siglo X V III. Pero, bien es cierto que el «m inifundism o señorial» astu­ riano sirve de lastre y dificulta la aplicación de algunas leyes norm alizadoras. El ejem plo más evidente es la Real Cédula del 20 de ju lio de 1802 sobre la justicia señorial: en ella se declara incom ­ patible el oficio de alcalde m ayor—en un señorío— con la adm i­ nistración de los bienes o percepción de algún tipo de salario o ayu­ da de costa del titular de la jurisdicción. Los nuevos alcaldes, ca­ si com o funcionarios, pasan a tener un salario de 500 ducados anuales y una duración en el cargo de seis años, al igual que los de realengo (5). Las dificultades de aplicación de esta ley, en el caso de A stu­ rias, eran evidentes: pocos señoríos sobrepasaban los 300 vecinos requeridos p or la Real Cédula para el establecim iento de los ju e­ ces letrados. Y en los que se sobrepasa esa cantidad —com o en Noreña, Llanera, A llande o las jurisdicciones de Valdecarzana— la justicia es ejercida por jueces ordinarios sin especial conocim iento. T odo hace pensar que la Audiencia se esforzó en el cum plim ien­ to de la Real Cédula, pero con escaso éxito. Saturada su única sa(5) A r c h i v o H i s t o r i c o N a c i o n a l ( A .H .N .) . Secc. Hacienda. Libro 6.103.

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la p or pleitos y expedientes, el interés de los m agistrados se con ­ centra en la reform a del sistema, bien a través de la descentrali­ zación o desdoblam iento y am pliación de la sala o bien creando secciones territoriales. El problem a crucial es abordado en un inform e de 1804. Junto con la necesidad de reducción del número de abogados, el regente y demás m agistrados consideran preciso un conjunto de reform as en la adm inistración de justicia, el nom bram iento de seis corre­ gidores o alcaldes m ayores letrados, con sus zonas de actuación, perm itiría liberar a la Audiencia de múltiples pleitos y causas m e­ nores, descongestionando la sala. A ésta acudirían ya tan sólo las causas y p leitos m ayores, agilizándose su tram itación. P or otra parte, se reduciría ya de p or sí el excesivo núm ero de abogados, que pasarían a actuar en las capitales de los distritos judiciales (6). La política gubernamental gira, con todo, p or otros derroteros. Preocupa ante tod o la defensa de la costa frente a la agresión in­ glesa; así que, lejos de llevarse adelante la reform a solicitada, no sólo no se desdobla la sala —com o ya se venía p idiendo tiem po atrás desde la Junta General (7)— sino que se am plía la ju risd ic­ ción de la Audiencia hacia las tierras de Cantabria. En la Real Cé­ dula de 25 de febrero de 1805 el m onarca com unica: «H e resu elto que de las aguas vertien tes hasta la costa de todas las m ontañas com prehendidas entre R ibadeo y Laredo, esto es, desde el lím ite de Galicia hasta el de Vizcaya, se form e una Comandancia General de Castilla la V ieja y he determ inado que la jurisdicción civil del referid o distri­ to se reúna a mi Real A udiencia de O viedo» (8). La nueva dem arcación supone el nom bram iento de un capitán general, que pasa a asum ir la presidencia de la A udiencia en ca li­ dad de tal y no com o capitán general con m ando en tropa (9). En el caso de Asturias la nueva presidencia tuvo un carácter nom inal. El m ariscal de Campo don Pedro Trugillo, nom brado co­ m o com andante y capitán general de la Com andancia de Asturias y Bastón de Laredo, no parece haber intervenido en la Audien(6 ) S a n g r a d o r y V í t o r e s , M.: Historia de la Administración de Justicia y del antiguo gobierno del Principado de Asturias, Oviedo, 1975 (Ed. facsimil de la de

Oviedo-1866. Prólogo de Feo. Tuero Bertrand), págs. 245-246. (7) En 1778 es la Junta General del Principado la que solicita la ampliación del número de plazas en la Audiencia (A.G.P. Libro 113, fs. 187-189). En los años siguientes hubo otras peticiones de esta índole. (8) Nov. Recop. Libro V. Tít. III. Ley 1.a. (9) A.H .N. Secc. Consejos. Leg. 4.822.

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ALFONSO MENENDEZ GONZALEZ

cia, que seguirá siendo presidida p or su regente, don Pascual Quilez Talón, presidente de la sala y Real Acuerdo, a todos lo efec­ tos, en los años inm ediatos al com ienzo de la guerra. La consecuencia más evidente de este nuevo orden ju risd iccio­ nal es el aum ento de causas y pleitos, aunque no con especial re­ lieve, tal y com o puede observarse con los datos ofrecidos en los CU AD RO S I al III. ¿Bajo grado de con flictivida d en Cantabria? L o que sí es evidente es que la Audiencia se veía progresivam en­ te desbordada p or litigios y litigantes y que era preciso acom eter una reform a, ya de procedim iento o de am pliación de plazas. Y que la guerra no contribuyó de p or sí a m ejorar las cosas. 2.2

LA GUERRA, 1808-1813

El con flicto institucional que, de form a soterrada a veces, se ha ven ido desarrollando entre la Junta General y la A udiencia a lo largo del siglo X V III tiene, en m ayo de 1808, uno de sus episo­ dios más característicos. La evolución de los acontecim ientos ha sido descrita por Toreno (10) y Alvarez Valdés, entre otros, y a ellos nos rem itim os. El 9 de m ayo la Audiencia publica un bando con órdenes del m ariscal Murat y se inicia causa contra los atacantes de la casa del cónsul francés en G ijón (11). La actitud de los m agistrados, de claro respeto p or la legitim idad institucional, es objeto de recha­ zo general. Para Toreno todo estriba en que la A udiencia es «de­ sama del pueblo, ya p or estar form ando causa a los que habían apedreado la casa del cónsul francés, ya tam bién porque, com pues­ ta en su m ayor parte de agraciados y partidarios del gobierno de G odoy, m iraba de soslayo unos m ovim ien tos que al cabo habían de redundar en daño suyo»... (12). Pero al m argen de estas apreciaciones tan subjetivas de T ore­ no, en M adrid se dudaba de la fidelidad de la institución judicial. P or eso el 17 de m ayo Murat ordena a la A udiencia que reciba y posesione com o regente a don José Pagóla —que lo era ya de la A udiencia de La Coruña—, adm itiendo com o presidente al briga­ dier La Llave. Pero los acontecim ientos evolucionan en otro sen­ do) C o n d e d e T o r e n o : Historia del levantamiento, guerra y revolución de Es­ paña, Ed. B.A.E., Madrid, 1953 (Tomo LXIV), págs. 56-58. * (11) Según Toreno, el día 29 de abril la casa del cónsul francés fue apedreada «de resultas de haber osado arrojar desde sus ventanas varios impresos contra la familia de Borbón« (Historia del levantamiento..., op. cit., p. 56. (12) T o r e n o , op. cit., p. 57.

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tido: el alzam iento popular del 25 de m ayo trae consigo la deposi­ ción del brigadier La Llave y la creación de una junta que va a actuar con libertad y sin sujeción a la Audiencia. Y en esta nueva coyuntura los dos órganos de poder, Junta y Audiencia, se enfren­ tan en pugna de com petencias. Las prim eras tensiones tienen lugar entre septiem bre y octu­ bre de 1808. En el origen está el deseo de la Junta —deseo inconfesado— de som eter a la Audiencia, depurando las responsabili­ dades de sus m iem bros y nom brando m agistrados adictos al nue­ v o proceso revolucionario. La prim era fase del con flicto se inicia el 21 de septiem bre, cuando la Junta rem ite un o ficio a la A u dien­ cia para que lo curse a las justicias de los concejos. Entre las nue­ vas atribuciones que la Junta ha decidido arrogarse están las de form ar com isión para tom ar residencia a los m iem bros del tribu­ nal, nom brar y p roveer las plazas vacantes (13) y establecer un nuevo tribunal, dependiente de la Junta, para juzgar los delitos de infidencia. El con flicto queda superado y toca a su fin meses después, en m ayo de 1809, cuando el marqués de La Rom ana se hace cargo del m ando p olítico y m ilitar del Principado, disolviendo la Junta Gu­ bernativa y nom brando una com isión, form ada p or nueve in d iv i­ duos, con el nom bre de Junta de Arm am ento y O bservación. La Real Audiencia recupera las atribuciones que ha perdido y las am­ p lía p oco después, al establecer una sección o tribunal para juz­ gar los delitos de infidencia (14). Las cuatro ocupaciones e invasiones del Principado, entre m a­ y o de 1809 y ju n io de 1812, determinan el establecim iento de la A udiencia en cinco puntos diferentes de la costa occidental astu­ riana, aunque la m ayor parte del tiem po el Real A cuerdo se cons­ tituya en Castropol (15). Esta situación de desplazam iento, debi(13) Según Matías Sangrador (Historia de la Administración..., op. cit., p. 253) la Audiencia accedió a dar circulación al oficio o manifiesto «debido a lo violento de la situación», pero acordó, de forma reservada, declarar nulo y sin valor el acuer­ do mencionado. Algo similar sucede días después, el 19 de octubre, cuando la Jun­ ta decide nombrar como magistrado al abogado don Manuel María Acevedo. La Audiencia solicitará de la Junta Central el reconocimiento de sus derechos y pre­ rrogativas, pidiendo que se castigue el intrusismo de la Junta de Asturias. (14) Esta nueva sección de la Audiencia se forma a instancias de los comisio­ nados que han acudido a Asturias para informar sobre las arbitrariedades de La Romana. Disuelta la Junta que éste ha creado, se forma en su lugar la «Junta Su­ perior de Armamento y Defensa». (15) Según el regente Hermosilla —en su discurso del 3 de enero de 1814— la Audiencia «jamás abandonó al pueblo libre. Se ha reunido y form ado en cinco

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ALFONSO MENENDEZ GONZALEZ

do a las contingencias de la guerra, no im piden el trabajo cotidia­ no de los magistrados. Más aún, debido a los problem as continuos en las com unicaciones la Audiencia podrá am pliar su ám bito competencial. Por Real Orden del Consejo de Regencia (de 31 de ju lio de 1810) se autoriza a los magistrados para conocer en pleitos ci­ viles de hasta m il ducados de entidad, así com o en causas crim i­ nales p or delitos de infidencia, incluida la pena capital. Esta legislación especial se mantiene hasta la entrada en v i­ gor de la Constitución de 1812, que supone, p or sí m isma, la desa­ parición del viejo sistema judicial de la Monarquía A bsoluta (16). El regente pierde su condición de jefe p olítico y m ilitar y se am ­ plía notablem ente el número de plazas: nueve m agistrados y dos fiscales repartidos en dos salas: la primera, con cuatro m agistra­ dos, conoce en segunda instancia de los negocios civiles y crim i­ nales; la segunda, con cinco m agistrados, conoce en tercera ins­ tancia de lo m ism o (17). En el m ism o orden de cosas y de acuerdo con el artículo 273 de la Constitución se crean los partidos judiciales. Una com isión m ix­ ta D iputación-A udiencia elabora un plan de trabajo y precisa las nuevas dem arcaciones de los partidos. Tras varios proyectos, se acuerda la división de Asturias en diez partidos judiciales, cuyas puntos diferentes, según lo permitían las correrías de sus enemigos, conservan­ do la autoridad legítima que juró y llevando siempre consigo el nombre y la re­ presentación del señor don Fernando VII. No habiendo plaza de armas alguna en la provincia donde refugiarse ni por un solodía y poder administrar la justicia con seguridad, han estado sus ministros y oficiales emigrando de unos puntos a otros con inminente riesgo de ser sorprendidos y prisioneros en las cuatro inva­ siones y ocupaciones que ha sufrido el Principado desde m ayo de 1809 a junio de 1812, una de ellas de diez y seis meses y medio». Sus ministros han servido al tiempo

a la Intendencia de Rentas de la Provincia, a la del Ejército, Presidencia de la Junta de Confiscos, en la General de Electores, de diputados a Cortes, de vocales en la Junta Superior, dos de representantes por Galicia y Guipúzcoa en las general ex­ traordinarias del Reino. «Y en algunos intermedios de m ayor desgracia de la pro­ vincia, llegó el caso de valerse de ellos el comandante general para recorrer los pocos concejos libres amenazados también de los enemigos, a procurar subsisten­ cias para el ejército, recoger dispersos y animar a los pueblos en sus desgracias; habiendo salvado los principales papeles del despacho de las escribanías y lleva­ do asegurados el gran número de presos que se hallaban en las cárceles de la ca­ pital adonde se situaba la Audiencia». —Sangrador (op. cit., págs. 257-259) copia

una circular de la Audiencia fechada en Castropol el 28 de junio de 1810, que co­ rrobora parcialmente lo expuesto por Hermosilla—. (16) Artículos 242 al 308, título V: «De los tribunales y de la Administración de Justicia en lo civil y criminal». (17) El artículo 262 establece que «todas las causas-civiles y criminales se fe­ necerán dentro del territorio de cada Audiencia». Ibid. S a n g r a d o r , op. cit., p. 264.

LA REAL AUDIENCIA DE ASTURIAS AL FINAL DEL ANTIGUO REGIMEN

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cabezas pasan a ser O viedo, Pola de Lena, Infiesto, Cangas de Onís, A v ilés, V illaviciosa, Grado, Luarca, V egadeo y Cangas de Tineo. L o efím ero de este sistema es bien conocido: tras los decretos de ju n io de 1814 Fernando VII suprime la obra de las Cortes de Cádiz, retrocediendo la adm inistración de justicia al estado de 1808. 2.3

LA RESTAURACION DEL ANTIGUO REGIMEN, 1814-1833

En el orden institucional tan sólo registramos un hecho nota­ ble: la Audiencia pierde su jurisdicción sobre las tierras de Canta­ bria al desaparecer la Comandancia General del Cantábrico crea­ da en 1805. Los proyectos de reform a quedan aplazados «sine die» hasta que el golpe de Riego, en 1820, restablece el orden constitu­ cional. El 5 de abril de 1820 —tras el Real Decreto de 7 de m arzo p or el que Fem ando VII restablece la Constitución— se instala de nue­ v o en O viedo la A udiencia Constitucional. El territorio de A stu­ rias queda d ivid id o en 14 partidos judiciales (Real Orden de 17 de ju n io de 1820), autorizándose a la Junta de G obierno para que nom bre jueces letrados en los distritos. Las disputas y querellas vecinales por la distribución, cabece­ ra y núm ero de partidos, form an la trama de las m últiples recla­ m aciones que se presentan en la Audiencia durante el trienio cons­ titucional (18). Restablecido el estado de cosas anterior al uno de marzo de 1820 —tras el Real D ecreto del uno de octubre de 1823— la A udiencia vu elve a quedar reducida a una sala, reasum iendo el regente sus diversas funciones y añadiendo a éstas la de intendente de P oli­ cía, tras la creación de una intendencia con dos subdelegaciones, en G ijón y Tineo, respectivam ente (19). 2.4

LA CRISIS FINAL, 1834

Con la m uerte de F em an do VII (el 29 de septiem bre de 1833) se inicia el proceso de lo que Josep Fontana denom ina la «revolu(18) S a n g r a d o r , op. cit., págs. 272-275, hace mención a los distintos proyec­ tos de división de Asturias en partidos. (19) Según M. Sangrador (op. cit., 278) el regente usó de este título hasta el 14 de agosto de 1827 en que fue suprimida la Intendencia «y creada en su lugar una subdelegación principal, para cuyo cargo fue nombrado el que a la sazón de­ sempeñaba la fiscalía de esta Audiencia».

240

ALFONSO MENENDEZ GONZALEZ

ción liberal» y que, en el orden institucional, pasa por la prom u l­ gación del Estatuto Real el 10 de abril de 1834. Las reform as que se introducen en el esquema organizativo de la Audiencia no son más que un retom o a las disposiciones de 1812 en cuanto a las com ­ petencias exclusivam ente judiciales de los m agistrados. Se res­ tablecen los juzgados de partidos y se procede a una nueva d iv i­ sión territorial en 15 distritos judiciales. Las «Ordenanzas de las Reales Audiencias», en 1835, reducen el núm ero de m agistrados con relación a 1812: seis m inistros togados y un fiscal, aunque se m antienen las dos salas, civil y crim inal (20). 3. 3.1

V IG IL A R Y CASTIGAR. L A ACTIVIDAD JU D ICIAL PROBLEMAS DE METODO Y FUENTES

El obstáculo principal con el que se enfrenta el investigador a la hora de exam inar la actividad judicial es la desaparición del archivo de la A udiencia en las jom adas revolucionarias de octu­ bre de 1934. En cualquier caso y de haberse conservado el archivo, tam po­ co sería posible una visión total y detallada a la vez en cuanto a los pleitos y causas que pasaron ante el tribunal de O viedo. Ma­ tías Sangrador —que reconoció el archivo m ediado el siglo X I X — ya advirtió en su día sobre la destrucción de docum entos. En m a­ teria civil, 14.333 pleitos fueron declarados inútiles p or parte de una com isión y vendidos o quemados de acuerdo con la Real Or­ den de 24 de diciem bre de 1859 que autorizaba la purga y lim pie­ za de archivos. Esto venía a suponer un 27% de los pleitos exis­ tentes. Y algo sim ilar ocurrió con las causas crim inales: de las 23.762 despachadas p or la Audiencia, salieron del archivo 10.964 causas (un 46% del total), quedando las 12.798 restantes agrupa­ das en 1.023 legajos (21). Del conjunto docum ental citado, una parte pertenece a la eta­ pa final del A ntiguo Régimen. Entre los años de 1803-1807 y los (20) M. S a n g r a d o r , op. cit., págs. 283-284. En los reales decretos de 12 de mar­ zo de 1836 y 5 de noviembre de 1839 se ordenaba que las dos salas conocieran in­ distintamente de lo civil y criminal. (21) Sangrador (op. cit., págs. 292 y 300-301) alaba la tarea del paleógrafo Ci­ ríaco Miguel Vigil, a quien la Audiencia comisionó, en 1854, para el reconocimien­ to y clasificación del archivo. Este ultimó su trabajo en 1861 ordenando los docu­ mentos en tres clases: los gubernativos y especiales de Regencia (364 legajos); los civiles, agrupados por concejos, y los expedientes abiertos por el regente Cepeda, o «Matrícula de Cepeda*. El total de los pleitos ascendía a 54.393, conservándose después de 1859 un total de 40.060 pleitos.

LA REAL AUDIENCIA DE ASTURIAS AL FINAL DEL ANTIGUO REGIMEN

241

de 1829-183 el tribunal despachó en vista un total de 2.467 pleitos y 3.055 causas. Sabem os de la existencia de esta actividad a tra­ vés de unos estados-resúm enes que anualmente se enviaban al Consejo. Im presos y encuadernados junto con algunos discursos de los regentes hem os p od id o localizar algunos —los relativos a 1803-1807 y 1829-1831 para nuestra etapa— en la sección de libros raros, incunables y antiguos de la B iblioteca Central de la U ni­ versidad de O viedo (22). CU ADRO I PLEITOS Y EXPEDIENTES CIVILES 1.803

1.804

1.805

1.806

1.807

1.829

1.830

1.831

De tabla Remitidos «ad efectum videndi» De elecciones Competencias De disenso Apartamientos Querellas y discordias Fuerzas eclesiásticas

201 73 29

241 57 39

291 73 29

206 71 76

276 56 72

127 48 1

136 62 0 5

123 67 0 7

5

0

2

0

1

0

17 13

15 11

17 13

14 6

13 8

17 5

9 3 3

12 5 2

TOTAL

338

363

335

373

426

198

218

216

De sala Executivos

156 621

563 317

156 621

515 200

545 162

212 181

(*) (*)

(*) (*)

TOTAL

777

880

777

715

707

393

746

842

T O T A L PLE ITO S Y EXPE D IE N TES

1.115

1.243

1.112

1.088

1.113

591

964

1.058

Pedimentos de primer ingreso De pleytos pendientes De pública

536 327 574 623 553 623 703 1.511 1.581 1.511 1.660 1.680 2.241 2.243 2.241 2.253 2.361 1.565

TO T A L

4.375

PLEITOS

EXPE D IE N TES

4.398

4.375

4.466

4.577

2.595

178 162 266 301 1.040 1.086(**) 2.762

2.782

FUENTE: Elaboración propia con datos del X X —294 de la B.U.O. (*)

Casificación de los expedientes—1.830: De primera hora, 201; Executivos, 271; De exce­ so, 12; De artículos, 102; De prueba, 160. TOTAL: 746. En 1.831: De primera hora, 185; De exceso, 14; Ejecutivos, 275; De artículos, 99; De prueba, 169. TOTAL: 842. (**) No se incluyen dos categorías: Ordinaria de cierros: 30 en 1.830 y 22 en 1831; y Comisio­ nes ordinarias: 300 en 1830 y 237 en 1.831.

(22) El volumen XX-294, encuadernado bajo el título Discursos de regentes, contiene un conjunto documental impreso reunido por el magistrado don Víctor Ordóñez. Destacan varios discursos de regentes y las relaciones del número de cau­ sas y expedientes criminales y civiles despachados en la Audiencia en los años de 1803 a 1807, 1829 a 1831 y 1836 a 1840. Los datos de 1835 proceden de otro volumen de la biblioteca del conde de Toreno (actualmente en la central de la Universidad), el F-58-2.

242

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CUADRO II CAUSAS CRIMINALES CAUSAS

De muerte Muerte violenta Muerte casual Infanticidio Heridas y malos tratos Incontinencia, escándalo y es­ tupro Robos y rapiñas Incendio Falsedad Perjurio Pasquines, expresiones obscenas y otros Vagancia Armas prohibidas Conducta política Injurias y otros excesos De varios excesos TOTAL

1.803

1.804

1.805

1.806

1.807

42

63

42

84

62

24 66

60 92

24 66

52 68

77 75

1.829

1.830

1.831

7 8 2 74

11 20 6 54

10 21 5 67

16 82 3 5

11 80 3 13 27

19 119 2 9 16

41 4 — — 165

3 8 12 16 — 122

78

230

78

254

269



17 11 23 21 — 116

210

445

210

490

451

407

431

429

1.831

FUENTES: Vid. Cuadro I (Elaboración propia).

CUADRO II (Continuación) EXPEDIENTES CRIMINALES 1.803

1.804

1.805

1.806

1.807

1.829

1.830

De sala TOTAL EXPEDIENTES Y CAUSAS Pedimentos de primer ingreso y testimonios remitidos por las justicias del Princicpado Idem de pública, causas pendien­ tes y sucesivos Artículos y autos de prueba Sobreseimientos Pedimentos de presentado Querellas Demandas de estrupo

39 249

139 584

39 249

66 556

17 468

130 537

_

_

413

429

195

187

195

106

112

325

270

291

359

389

359

454

318

1.072

1.092 128 28 9 20 7

1.112 136 37 7 15 5

TOTAL

554

576

554

560

430

1.397

1.554

1.603

EXPEDIENTES

FUENTE: Elaboración propia. Vid. CUADRO I.

LA REAL AUDIENCIA DE ASTURIAS AL FINAL DEL ANTIGUO REGIMEN

243

CU ADRO III PENAS IMPUESTAS REOS CONDENADOS

A muerte A galeras, arsenales y presidios & trabajos forzados A las armas y Marina A cárceles, galera y destierro A privación y suspensión de oficio Multados y apercibidos TOTAL

1.803

1.804

1.805

1.806

1.807

1.829

1

1.830

1.831

1

1

27 3

36 5

27 3

25 5

22 4

52 7

64 2

78 2

5

8

5

7

9

33

17

14

4 183

4 373

4 183

2 191

2 157

3 449

4 461

3 478

222

426

222

230

195

544

549

576

FUENTE: Elaboración propia. Vid. CUADRO I.

La im portancia de estos docum entos resulta obvia, m áxim e si tenem os en cuenta la penuria docum ental a la que hem os aludi­ do. A sí, al tiem po que un panoram a del trabajo de los m inistros de la A udiencia, podem os p erfilar algunos problem as de la prác­ tica ju d icial más inm ediara, abordados en los discursos de los re­ gentes. Estos se producían en lo que actualmente llam aríam os la «apertura del año judicial», hecho que coincidía con los prim eros días del nuevo año. Pronunciados ante el Real A cuerdo y p ú blico asistente, se im prim ían y rem itían al G obierno jun to con la rela­ ción num érica del estado de las causas y pleitos en los que había intervenido el tribunal. En el origen de esta costum bre se halla el discurso de apertura del año judicial en la Real C hancillería de Granada en el año de 1792. A partir de aquí se norm alizó esta prác­ tica y p or Real Orden se extendió a todas las audiencias y chancillerías del reino. 3.2

DISCURSOS DE REGENTES

De los discursos im presos y encuadernados en volum en, con­ ciernen a nuestro estudio (1803-1834) los de los regentes Quílez Ta­ lón (en 1804, 1805, 1806, 1807 y 1808), H erm osilla (en 1812 y 1814) y G otarredona (en 1830,1831,1832,1833 y 1834). Su interés es bien d iverso en cuanto a los datos que aportan. Los discursos de don Pascual Quílez Talón son breves y sim ­ ples en su planteam iento. Concebidos en un plano meram ente for­ m al e institucional, discurren sobre los principios m orales de la Justicia, sin atender a los problem as concretos de la práctica p ro­

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cesal. Citas, máximas y preceptos bíblicos y de la patrística cris­ tiana forman el núcleo del aparato erudito en el que flotan, en oca­ siones, algunas referencias a obras de Mariana, Cicerón, Saave­ dra Fajardo o el inevitable recetario místico de fray Luis de Granada. Bien al contrario que los de Quílez o de Hermosilla (23), los dis­ cursos de don Lorenzo de Gotarredona revelan cuestiones de ca­ suística procesal o inquietudes de los magistrados y sirven de ilus­ tración a los datos que ofrecemos en los CUADROS I al II. Sir­ va de ejemplo el discurso que pronuncia el dos de enero de 1830 y que tiene como punto central el papel de los testigos y sus depo­ siciones. Para Gotarredona es preciso castigar con dureza a los fal­ sos testigos si existe la menor presunción de falsedad en sus de­ claraciones. «Por la raza infame de perjuros no abogan ni la mi­ sericordia ni la piedad», declara, proponiendo desde la pena de muerte hasta la vergüenza y galeras para los reos convictos. Ahon­ dando más aún, el regente propone remedios y prácticas concre­ tas destinadas al exterminio de este delito. El juez ha de recibir directamente las declaraciones de los testigos en un plazo de 24 horas, y mayor razón aún si el testigo no sabe firmar. El efecto psicológico del juez sobre el testigo será tanto mayor cuanto me­ nos tiempo medie entre los hechos y la declaración, y esto le im­ pulsará a decir la verdad en la medida en que contará con menos tiempo para pensar en coartadas. Esto piensa Gotarredona, quien se muestra partidario de proscribir «la cautela de recibir los es­ cribanos las declaraciones de los testigos y leerlas después ante el juez». Parece evidente, por otra parte, que la actividad de este regente y sus recomendaciones hallan eco en la sala. Observando los da­ tos del CUADRO I se aprecia un notable ascenso de las causas por falsedad y perjurio en los años de 1830 y 1831, si la comparamos con años anteriores en los que tienen escaso significado. La línea procesal recomendada parece que surte algún efecto. Y algo simi­ lar se percibe con relación al discurso del regente el 3 de enero de 1831. Aquí Gotarredona elige como tema el horror a los pleitos, tan querido de Catón el censor. «Si tuviesen todos a los pleitos el

(23) Los dos discursos del regente Hermosilla (el 17 de agosto de 1812, con mo­ tivo de la jura de la Constitución, y el 3 de enero de 1814) se mueven dentro de la línea de vacuidad y formalismo ya señalada a propósito de Quílez Talón. Con la excepción de una apostilla a la vozpatriotismo, en 1814 (véase el texto en nota 15) nada aportan para un mejor conocimiento de los problemas de la Audiencia.

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horror que les tenía Catón no se verán arruinadas tantas fami­ lias», afirma don Lorenzo, en su opinión, es preciso potenciar y fortalecer el juicio verbal —«un juicio privilegiado»—, que puede sustituir a muchos pleitos, tan costosos por otra parte. Para ello es necesario convencer a los litigantes de que es preferible perder una pequeña cantidad antes que arriesgar una mucho mayor, la de las costas judiciales, que pueden superar tanto y más a la can­ tidad en litigio. Estas observaciones a favor del juicio verbal y la disminución de los pleitos no cabe duda de que son asumidas por el regente y sus ministros oidores. A través de los datos de pleitos del CUA­ DRO I podemos observar una sensible reducción de los pleitos en número, y en un porcentaje superior al 40%, si comparamos las cifras de 1829-1831 con las de 1803-1807. Esta postura abiertamente reformista del regente Gotarredo­ na se orienta, en cualquier caso, hacia la práctica judicial, mas no hacia la suavización de las penas. La preocupación por «la proligidad y el nunca acabar de los sumarios, el nombramiento de pro­ motores, los abusos de las pruebas y la ritualidad de las súplicas» (discurso del 2 de enero de 1832) sirve de complemento a su desve­ lo ortodoxo por la suerte de los encarcelados (discurso del 2 de ene­ ro de 1834). 3.3

LOS ESTADOS DE PLEITOS Y CAUSA

A partir de los datos que se ofrecen en los CUADROS I al III se puede presentar un sondeo sobre la actividad judicial de la Audien­ cia. Pese a la necesaria agrupación de los pleitos y causas en cate­ gorías un tanto amplias (en especial para el período 1803-1807, se­ gún el modelo impreso), es posible comentar algunos rasgos signi­ ficativos a modo de primer análisis. Se advierte, en primer lugar, un cierto grado de saturación de la Audiencia, teniendo en cuenta que se trata de una sala con cua­ tro magistrados y que en 1805 se ha incorporado al ámbito juris­ diccional el Bastón de Laredo, en Cantabria. No podemos precisar en qué medida resulta decisiva e influyente la posición de Gota­ rredona en cuanto a la disminución del número de pleitos —y no tanto de expedientes— durante su etapa como presidente. Lo que sí alcanzamos a ver es el cambio sustancial que se produce en los veinte años que median entre el comienzo de la guerra y los últi­ mos del reinado de Femando VII. Frente a la disminución de plei­ tos una cierta estabilidad en cuanto al número de causas y un fuerte

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incremento del número de reos condenados (24). Y si se comparan estos datos con los del año de 1835 —que ofrecemos en el CUADRO IV— pudiera aumentar nuestra perplejidad ante la etapa Gotarredona, ya que el número de causas y reos penados se reduce a me­ nos de la mitad. Pero las causas son otras, con independencia de la actitud del presidente de la sala: el desahogo de la Audiencia tiene mucho que ver con la nueva planta judicial y la creación (Real Decreto de 30 de abril de 1834) de los juagados de partido o de pri­ mera instancia. Este proceso de reducción del número de pleitos, como ya he­ mos advertido, se manifiesta con desigual intensidad, según su cur­ so o naturaleza. Mientras los ordinarios o «de tabla» se sitúan en promedios de 120-140 anuales (frente a los 200/300 de la etapa 1803-1807), vemos cómo se van extinguiendo o desapareciendo, en la práctica, los relativos a «elecciones» o «fuerzas eclesiásticas», arrastrados, sin duda, por la quiebra progresiva del régimen se­ ñorial. La tendencia hacia una mayor depuración judicial, iniciada en la etapa Gotarredona, se extiende también a la criba de los «pedi­ mentos de ingreso», reducidos en gran parte en favor de la conci­ liación previa o bien hacia el juicio verbal. Si atendemos ahora a las causas criminales observamos una cier­ ta estabilidad en la fluctuación de los años de 1804-1807 y 1829-1831, con un promedio de unas 440 causas, lo que contrasta con el fuerte incremento de 1803 a 1804 y con el descenso —por razones ya explicitadas— del año de 1835. La criminalidad tiene sus categorías, y de forma más clara en las relaciones impresas a partir de 1829. Pero no por ello dejamos de advertir sensibles cambios. El número de causas por muerte desciende notablemente en los años 1829-1831 con relación a la eta­ pa prebélica, aunque la tendencia en ascenso se anuncie con las 43 causas de 1835. La violencia homicida no parece alcanzar ele­ vadas cotas, al menos en la opinión de Sangrador, que considera a la región «de las más morigeradas en sus costumbres» (25). (24) Cabe considerar dos situaciones especiales: la del año de 1804, marcado por el hambre y la crisis, el sensible aumento del número de causas a lo largo de este ciño creemos que guarda cierta relación con la universal carestía y el previsi­ ble aumento de hurtos y muertes que con este motivo se producirían. Por otra parte, los datos de 1805 son prácticamente idénticos a los de 1803, sin que en la relación impresa correspondiente a este año se indiquen las razones. Es posible que el tribunal, agobiado por las tareas del año anter ior, enviase a la im­ prenta los datos de 1803. (25) Para Sangrador (op. cit., p. 326) Asturias tiene una c riminalidad que ca-

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CUADRO IV PLEITOS Y C A U S A S , 1835 D E SPAC H O CRIM INAL EN VISTA DELITOS

Conspiraciones y otros delitos políticos............................................... ...... Muerte violenta............................................................................................. Muerte casual.................................................................................................. Robos, hurtos y estafas................................................................................ Incendios............................................................................ ............................ Asonadas y pasquines.................................................................................... Falsedad y perjurio....................................................................................... Inmoralidad y escándalo.............................................................................. Heridas y malos tratos................................................................................. Uso de armas prohibidas.............................................................................. Fuga de cárceles............................................................................................

5 5 38 47 0 7 5 18 54 1 17

TO TAL...................................................................................................

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PENAS IMPUESTAS

DESPACHO CIVIL

De muerte............................... De presidio............................. A las armas, privación de oficio y otras correccionales......

141

TOTAL ..........................

245

5 99

JUICIOS Ordinarios .............................. Interdictos .............................. De fuerza................................ Ejecutivos...............................

139 5 3 60

TOTAL ..........................

207

E XPED IE N TES: 130. FUENTE: B .U .O . F-58-2.

Pocos datos tenemos sobre el infanticidio, que , con las debidas reservas, no parece estar muy extendido. La impunidad de las per­ sonas que incurren en este delito —como advierte Sangrador (26)— mina a la par con la de Baleares y Canarias, «que son los países m oralizados*. En su opinión, los hom icidios, «que en otras provincias van acompañados de circuns­ tancias agravantes, que revelan en el delincuente instintos feroces de un corazón degradado, en ésta suelen ser por lo común... unos sucesos impremeditados y en los que entra por mucho una triste fatalidad » (Ibid., p. 324). (26) Sangrador advierte (op. cit., p. 326) que «se ven con demasiada frecuen­ cia niños recién nacidos abandonados en los pórticos de las iglesias y en los co­ rredores de las casas, de donde son recogidos para ser trasladados al hospicio pro­ vincial, y otros, aunque en menos número, muertos en los ríos u ocultos entre la maleza; siendo desgraciadamente m uy raro el caso en que llegue a averiguarse

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corre acaso a la par con la estricta vigilancia y registro de las em­ barazadas solteras o con maridos ausentes (27). En cuanto a las heridas y malos tratos no revisten especial re­ lieve. Sangrador relaciona estas faltas o delitos con la embriaguez y las disputas que ésta ocasiona. Otras causas frecuentes de alte­ ración se hallan en las fiestas y romerías y en las rivalidades oca­ sionadas con motivo de danzas, «filandones» y «esfoyazas» noc­ turnas, prohibidas (y afortunadamente, con escaso éxito) por las sinodales del obispo Pisador en 1784 (28). Los delitos de incontinencia y escándalo descienden sensible­ mente durante la etapa femandina, de gobierno absoluto. Esta mo­ ralización de la vida pública acaso tenga algo que ver con nuevas formas de definición del delito; pero, como quiera que sea, regen­ tes y obispos unieron sus fuerzas para construir en Oviedo una «cárcel de galera» donde recluir a las mujeres «incontinentes». Y todo ello contando con la oposición del procurador general del Principado y de algunos diputados de la Diputación General (29). Sangrador, haciéndose eco de las sinodales de Pisador, relaciona estos delitos con las costumbres —cortejos nocturnos, vida en co­ mún en las brañas, etc.— y la «provocación» del traje de las al­ deanas (30). El incremento del número de robos, rapiñas y hurtos no pare­ ce alarmante, sino más bien con índices de moderación. Sangra­ dor reconoce entre las causas agentes un «concurso accidental de circunstancias» (31), tales la mendicidad (como ejemplo, el aumen­ to procedencia de estas inocentes víctimas de la fragilidad humana, pues las ex­ quisitas precauciones que adoptan estas desnaturalizadas madres para borrar to­ das las huellas de su crimen inutilizan por completo las investigaciones de los tribunales y consiguen una sensible impunidad ». (27) En algunos concejos, como los de Carreño o Corvera, se llevan registros de preñadas, con visitas periódicas para comprobar el estado de las embarazadas e impedir así futuras y posibles exposiciones o infanticidios. Algunos ejemplos protocolizados en el A r c h i v o H i s t ó r i c o P r o v i n c i a l . O v i e d o . Protocolos de Avilés. Legajo 263. (28) S a n g r a d o r , op. cit., págs. 321-322. (29) Sangrador (op. cit., págs. 216-217) advierte que en 1776 se construyó una cárcel de galera por iniciativa del regente Azcárate y del obispo Pisador. En 1780 se debatió el problema de su mantenimiento (salarios, etc.), oponiéndose el pro­ curador general del Principado en una curiosa exposición en la que, entre otras, se afirma que «apenas en el país se conoce el nombre de rameras o putas » (A.G.P. Libro 113, f. 187. Id. Diputaciones de 10 de julio y 17 agosto de 1780). (30) Sobre esta extraña cuasi-justi^icación del delito por la provocación del traje (con evidentes resonancias en la actualidad entre algunos magistrados) véanse las observaciones de Sangrador en la página 325 de su citada obra. (31) S a n g r a d o r , o p . c i t . , p . 320.

LA REAL AUDIENCIA DE ASTURIAS AL FINAL DEL ANTIGUO REGIMEN

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to de los delitos en 1804, relacionado con la espantosa hambre de ese año) o el escaso resguardo de los bienes y enseres. Sobre otros aspectos ya relacionados directamente con la si­ tuación política, los datos de 1829-1831 revelan ya de por sí la asun­ ción por el regente de nuevas funciones policiales (Vid. nota 19) para la represión de los delitos de opinión y «conducta política». La estadística de penas impuestas y reos condenados comple­ ta el panorama de la actividad judicial. La singularidad de los da­ tos nos permite apreciar una disminución de los pleitos civiles al tiempo que aumentan las causas criminales y se duplica amplia­ mente el número de reos. Datos, en suma, que es preciso contras­ tar con el fuerte descenso que se produce entre 1831 y 1835, tal y como se aprecia en los cuadros: de 576 condenados en 1831 a tan sólo 245 cuatro años después. En la crisis del régimen absolutista fernandino aflora la pena capital y con especial dureza en la etapa de Gotarredona (quien no dudaba en aplicarla a los perjuros, si hiciera falta): dos penas de muerte en 1830-31 y cinco en 1835, ya en un contexto de guerra civil y con otro regente. Según Sangrador, sólo se contabilizan sie­ te penas de muerte impuestas por el tribunal para todo el siglo XVIII; dato que es preciso comparar con las 16 penas de muerte del período 1800-1865. Interesa destacar que la mitad de esas 16 penas se imponen justamente en la época de la que tratamos: una en 1807, dos en 1830-31, respectivamente, y cinco en 1835. Si como parece el Antiguo Régimen se despide con dureza y energía, indicio suficiente pudiera ser el incremento de los pena­ dos a galeras, arsenales, armas y marina en la etapa final del sis­ tema. También, aunque en menor medida, la pena de reclusión que ya toma carta de naturaleza de forma alarmante con los datos de 1835 y la supresión de los destinos habituales del Antiguo Régi­ men. La hegemonía triunfal de la cárcel —tan espléndidamente diseñada por Michel Foucault (33)— comienza a instalarse en la mentalidad de togados y penalistas en la transición hacia el sis­ tema liberal. Queda, por supuesto, ese 82-83% de penas de multa y apercibi­ miento sobre el conjunto total de los castigos, un dato que puede aproximarse a la visión de Sangrador: una Asturias con rasgos patriarcales poco alterados aún por el proceso industrializador. (32) S a n g r a d o r , op. cit., p. 310. De los 16 sentenciados a muerte entre 1800 y 1865, 14 eran varones y 2 eran mujeres («hembras», según Sangrador), ejecután­ dose a l i e indultándose a cuatro. Una de las mujeres falleció en la cárcel-fortaleza de Oviedo. (33) Surveiler et punir, París, 1974; Ibid.: «Qu’apelle-t-on punir», R evue de V U niversité de B ruxelles, 1-3-1984, págs. 35-46.

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A modo de conclusión podemos dejar para futuros estudios las múltiples facetas de la historia de la Audiencia que aún no se han abordado: desde un plano formal de investigación en la dinámica interna de la institución y sus hombres al de la génesis y forma­ ción del delito en la sociedad de su tiempo, la configuración so­ cial del delincuente y la «sociabilidad» de esa violencia que, re­ ducida a cifras, queda despojada de sus raíces en los estados re­ sumen que hemos presentado. APENDICE LOS MINISTROS DE LA AUDIENCIA DE ASTURIAS, 1803-1834 P eríod o 1803-1809

Regente : Oidores :

Fiscal

:

D. D. D. D. D. D.

Pascual Quílez Talón Francisco Antonio Toubes Joseph Salvador López del Pan Eusebio Joseph Vejarano Miguel Antonio de Zumalcárregui Manuel Ondarza

P eríod o 1810-1814

Regente : Oidores :

D. D. D. D.

Juan Benito Hermosilla Eusebio Joseph Vejarano Manuel María Acevedo Francisco Ayuso y Meana

P eríod o 1815-1828

Regentes:

D. D. D. D. D. D. D. D. D. D. D.

Miguel Antonio Blanes, 1815-1818 Jacobo Teixeiro, 1818-1821 Francisco Verea Cornejo, 1821-22 Fermín Gil de Linares, 1822-23 Jacobo Teixeiro, 1823-25 Juan José Recacho, 1825-1828 Juan Manuel Junco, 1820 Francisco Cabello Miranda, 1821-22 Juan N. Fernández San Miguel, 1822 Pedro Jacobo Pizarro, 1822-25 Manuel Antonio Cortina, 1825-34

D. D. D. D. D. D.

Lorenzo Gotarredona Femando de León Benavides José Valdés Posada Félix Pablo Portal Manuel Romera Briones Manuel Antonio Cortina

Fiscales :

P eríod o 1829-1834

Regente : Oidores :

Fiscal

:

FUENTE: Discursos de regentes. Biblioteca de la Universidad de Oviedo. XX-294. (Librería privada del magistrado don Víctor Ordóñez). Matías S a n g r a d o r y V í t o r e s : «Historia de la Administración de Jus­ ticia», op. cit.

ALFONSO CAMIN, ASTURIAS Y ESPAÑA: CENTENARIO DE SU NACIMIENTO A l b in o S u á r e z

Conocida es la fecha del nacimiento del poeta y escritor Alfonso Camín (Roces, Gijón, 1890) y la de su fallecimiento —tras una lar­ guísima singladura humano-literaria— (Porceyo, Gijón, 1982) por el variado mundo hispano, tras una forzada y penosa emigración a la Perla de las Antillas (Cuba), donde, sin títulos ni doctorados, a no ser la vida y de ésta sus avatares, inicia su andadura fecun­ da por el mundo de los libros más variados: poesía, narrativa, his­ toria, biografías, novela, teatro, etc., para ser admirado y aplau­ dido por cuantas personas de buena fe le conocieron y trataron. Con quince años (en 1905) parte de España hacia el drama que siempre azota a todo emigrante. El, no obstante, según cuenta en «Entre manzanos» al final de sus páginas, llevaba consigo «la fuen­ te brañera y la calandria cantarína, que, cruzado todo con los ama­ neceres tropicales, la exuberancia de sus bosques y los zenzontles imitantes», harían que el poeta asturiano, en 1913, lanzase sus can­ tos a todos los vientos, con «Adelfas», su primer libro, sin que ad­ versidades y contratiempos le frenasen su carrera literaria. ASTURIAS, SIEMPRE PRESENTE La fecundidad creadora de los hombres es siempre gloria para los pueblos en que nacen. Asturias, que ahora parece descubrir a sus poetas, no fue empero nunca por nadie ni tan cantada ni re­ ferida en versos y prosas como por Alfonso Camín en tantos li­ bros que son, además de calidoscopios de feracidad temática y es­ tilística, volúmenes considerables de trabajo e investigación, en

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los que no pocas veces —salvando el temario elegido— dejó de tra­ tar de Asturias, a la que nunca olvidó por más que la distancia y a veces el abandono de sus organismos creasen motivos de si­ lencio. Mas no fue el caso de Camín para nuestra región. «Esta es Asturias, hontanar de España». Asturias era cabeza coronada del resto del territorio español para Camín; fuente alimentadora de historia y de vida. Así lo sen­ tenciaba en el verso final transcrito. Uno de los cientos de miles de poemas que dejó escritos en tantos libros suyos, aplaudidos y admirados. Más allá de Asturias y de sus circunstancias, Alfonso Camín levanta valladares patrios, y canta: Soy toda tu región que va a los mares con tu son carbonero y tu neblina; con los Cuatro Cantones seculares, con las redes de Santa Catalina; en Roces San Julián, Santiago en Ceares, gaviota, alcaraván y golondrina; con toda la noche del Ramo en la esfoyaza, todo por tierra y mar como la raza... Canta, cantaba en «Adelfas», ola rompedora en las playas de la literatura hispana, iniciando su andadura recia y quijotesca. La raza, esa sería la premisa de sus libros; el escudo de sus an­ danzas. Razón de ser contra los malandrines, brazo y lanza, como el caballero del Passo Honroso; que así, siendo asturiano, fue pa­ so a paso adquiriendo el renombre iberoamericano de «El poeta de la Raza». Y por «El poeta de la Raza» sería conocido en lo sucesivo, y en Asturias acaso sea por el «Poeta de Asturias», título concedido en 1981, según diploma entregado el 13 de noviembre: «un mereci­ miento bien ganado, que la Diputación Provincial se ha limitado a constatar y reconocer», decían en las invitaciones cursadas pa­ ra el acto de entrega. Una gran personalidad, asturiana también, dice no creer en la raza genética, acaso para fundamentar que, como tal, la raza no existe. Ello, sin embargo y en honor a Camín, sí hay que decir que, como existe una patria y un sentimiento, una tierra de nacimien­ to y un origen de cuna, así existe una raza sentimental, poética si se quiere, pero una raza histórica que se lleva en la sangre del alma y, para bien o para mal, se enarbola como una bandera, allí

ALFONSO CAMIN, ASTURIAS Y ESPAÑA: CENTENARIO DE SU NACIMIENTO

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donde haya que enarbolarla aunque los vientos soplen contrarios. Alfonso Camín, cuya vida fue azarosa y brillante, fue ese aban­ derado de España —de la raza—, de lo que dejó constancia más de cuatro veces. «La raza soy yo», quizás haya dicho alguna vez no sin razón. A todo esto, otra definición más le cuadra, que le otorgaron aquellas voces que en los estrados del decir literario resonaban alto: «Poeta de ambos mundos», refiriéndose al Camín español y al Camín hispanoamericano, precursor del género literario que hoy se conoce como «afrocubano» y que cuenta con seguidores dis­ tinguidos y altamente premiados —o reconocidos— como es el ca­ so de Nicolás Guillén, el cual no niega la importancia caminiana en ese modo de decir. ALGUNOS LIBROS SUYOS Que Alfonso Camín fue un conquistador con el verso y la voz lo refieren sus libros, legados a Asturias, cuna y tumba del poe­ ta. Conquistador por suelos ajenos y lejanos. Libros —clarines de la Raza—, con prólogos o epílogos de grandes personalidades de la literatura, cuyas palabras acrisolan el quehacer caminiano y cimientan su razón de ser y su, sobre todo, sentir en aras de la poe­ sía. Sentir y ser, que para ella vivió, luchó y dejó su siembra. ¿Poesía?, ¿prosa?, ¿historia...? ¡Cualquier faceta suya honra­ ría a más de un autor. Fue grande la cultura adquirida y asimila­ da en los libros y en la vid^i por Alfonso Camín. De ahí que Astu­ rias, nunca hasta la fecha, tuvo cantor más fecundo y más exacto que él. Con todo —a la hora de tratar de su obra, como aquí— de­ ja ampliamente referido que es, en opinión de criterios ajenos, can­ tor de España, con voz castellana, conquistadora de un mundo, que fue para Camín baluarte del mejor decir, en poesía y prosa. La España perpetua, con su historia vibrante, llena de tenaces ejemplos, latía en la soberbia ispiración caminiana. De ahí que cantase y glorificase a sus prohombres y a su historia. Esta era la raza, la raza que tanto defendió y elevó. De la historia —por ejemplo— cantaba verso a verso en «Lien­ zos de España», con un lenguaje más plástico aún que el consegui­ do por los propios autores, ya que Camín captaba la espirituali­ dad del lienzo, el latir que tal vez vibrase en el concepto que ins­ piró a los pintores. Mas, siendo este hecho significativo, no es aquí donde mejor florece, sino en aquellos libros que versan sobre As­ turias, nuestra tierra, la tierra del poeta; para algunos, el último

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de los románticos modernistas; para otros, como José María Var­ gas Vila, el continuador de Rubén Darío; el más sobrio de los mo­ dernistas. Permítasenos referir, en títulos y fechas, aquellos libros que Alfonso Camín creó con el pensamiento puesto en Asturias, aca­ so sintiéndola como pocos podían sentirla, y encumbrándola co­ mo pocos lo han hecho: «De la Asturias simbólica» (La Habana, 1917; México, 1919, y Madrid, 1925, corregida y aumentada). «La moza del castañar» (novela, 1923). «La Carmona» (novela, 1925). «La picara molinera» (teatro y zarzuela en colaboración con Asenjo y Torres del Alamo y música de Pablo Luna, 1927). «La pregonada» (novela, 1932). «La danza prima» (poesías, Madrid, 1932, y México, 1954). «El gallo de Mateón» (cuentos, 1934). «El Valle Negro» (sobre la revolución minera de Asturias. Ma­ drid, 1934; México, 1938, y Gijón, 1979). «Aguilas de Covadonga» (Pelayo, el guerrillero de Cristo. Mé­ xico, 1941). «Tonadas en la neblina» (poemas, México, 1943). «De Estrabón al rey Pelayo» (historia, México, 1944). «El Adelantado de La Florida» (sobre Pedro Menéndez de Avilés. México, 1944), de la que se dice: «Obra histórica perfectamen­ te documentada sobre los hechos extraordinarios de este insigne asturiano, fundador de la ciudad de San Agustín, la más antigua de Norteamérica». «La Maríscala» o el verdadero Bobes (historia novelada de la epopeya de un asturiano en las llanuras de Venezuela. México, 1945). «Son de gaita y otras canciones (poema, México, 1946). «El retorno a la tierra» (poemas, 1948). «Al son del agua» (poemas, México, 1956). «Entre manzanos» (sus memorias, México, 1952). «La fuente, el río y el mar» (poemas, México, 1960). «Los emigrantes y cronicón del palacio de Contrueces» (Méxi­ co, 1962). «Antología poética asturiana en castellano» (México, 1965). A estos títulos y obras de Camín habría que añadir, por tratar en parte cuando no todo sobre Asturias, otros libros como: «Los poemas lozanos», «España a hierro y fuego», «Romancero

ALFONSO CAMIN, ASTURIAS Y ESPAÑA: CENTENARIO DE SU NACIMIENTO

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de la guerra», «Los poemas del destierro y nuevo romancero astu­ riano», amén de un largo etc.... La obra caminiana creada y pensada para Asturias y lo astu­ riano es altamente plausible. HISTORIA, EPOPEYA Y HONRA La historia nos muestra y habla de Camín poeta, faceta suya, ciertamente indiscutible, dada su fecundidad y su estro glorioso, capitán de Apolo y triunfador del Parnaso español, aunque hay otras que nos muestran a un Camín riguroso y versado en histo­ ria. Ahí tenemos «La Maríscala», que, como una bengala, ilumi­ nó el sendero para otros autores que trataron el tema de Bobes, el león de los llanos. Camín rompió brecha y dejó germinada si­ miente. A Camín se debe el haber ensalzado a este personaje, cuya tra­ yectoria corrió paralelismos de grandeza con Simón Bolívar, no obstante que los triunfadores son siempre glorificados y los per­ dedores olvidados, cuando no —como ocurre con nuestro paisano Bobes— se les vilipendia. Esto le importó poco a Camín que, his­ toriador y asturiano antes que nada, sacó del silencio y del olvi­ do a José Tomás Bobes. En la actualidad son varios los títulos que han salido en torno de este celebérrimo personaje y varios los autores que lo tratan. Alfonso Camín fue, como en la poesía negroide, precursor en enal­ tecer la honrosa epopeya del taita Bobes. Los libros que nacieron de la facundia y de la capacidad histo­ riadora de Camín son muchos y ciertamente interesantes, al me­ nos desde el punto de vista asturiano. Sin embargo no hay que olvidar su otra producción ajena al Principado, de gran importan­ cia asimismo. Entre los títulos sobre Asturias sobresalen «Agui­ las de Covadonga», florido compendio pelayístico y, en concreto, aporte histórico glorificador del suceso que dio origen a la unión de España. E indagando en los anales del tiempo, otra obra más: «De Estrabón al rey Pelayo», aportación a nuestra historia y a nuestro devenir, que demuestra que Alfonso Camín no se arredra ni arredró a la hora de indagar en los temas, pues éstos le nacen prodigiosamente, como de una tierra feraz, y le son inherentes. Por lo que respecta al pasado más reciente y que Camín trató con maestría y prodigalidad asombrosa tenemos «El Valle Negro», impresionante libro vivo del acontecer amargo que Asturias pa­ deció en 1934. De este libro «bebieron» como de un manantial má­

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gico muchos autores para sacar sus libritos y sus tesis —o artícu­ los, sin referir la procedencia ni por decoro ni por asomo—. «El Valle Negro» es otra aportación histórica de admirable hechura, pese al drama que encierra en su temario. Sobre estos hechos frecuentes sabidas son las razones. Y, por la importancia histórica que el libro recoge, una sinrazón nos ha parecido el que, con motivo del cincuentenario de la revolución mi­ nera, nadie haya sabido, para mérito de Asturias, dar a luz este libro referido, que no sabemos si fue por desconocimiento o por pre­ tensión de olvidar los aconteceres. O ánimo de silenciar a Camín. Hubo silencios y hubo clamores. Y hubo quien, en tiempos no lejanos, negaba razones caminianas no pudiendo negarle a él. De ahí que le llamase «egregio y honroso poeta», lo que era mucho si tenemos en cuenta que más se le procuraba negar que elevar, sobremanera por la década del 50. La obra del poeta —artista del verbo, creador de la metáfora, dios de las imágenes y fabricante de ensueños— estaba allí, concluyente, regia, sobria, brillante, gi­ gantesca e inalcanzable. Por eso cada libro de Camín alcanza en la historia la honra de la epopeya. PERIODISTA AQUI Y ALLA Alfonso Camín Meana, apellidos de asturianía innegable, nos honrará por méritos de obra, que la tiene y le sobra por haber si­ do —y ser— calificado justamente de periodista. Ya en 1912 co­ menzó en Cuba a escribir, junto a sus versos vibrantes, no menos vibrantes artículos en los distintos medios de aquel país. En 1914 viene por primera vez a España —después de su salida en 1905—, desde donde escribía y describía el acontecer de la primera gue­ rra mundial. Y en España comienza a cotizarse. Es importante referir que fundó diversas revistas. En Cuba, «La Tierrina» y «Apolo», y en México dirigió «Rojo y Gualda», que cofundó con Ceferino Martínez Riestra. Y, por supuesto, en 1929 funda «Norte», que sería su bastión hispanista, literario y entra­ ñable hasta 1967. Entre viajes de Cuba a España y a México, Camín trabaja, es­ cribe y publica sus libros, y publica en lo más afamado y popular de España, como eran las revistas de Prensa Gráfica. Precisamente esta empresa lo anvía a México, por el año referido de 1929, como responsable de un número especial sobre el país azteca, que, has­ ta la fecha, no ha sido posible mejorar.

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Una vez «N orte» en la calle, varios serían los núm eros m ono­ gráficos, dedicados a Asturias, además de otras regiones españo­ las, com o para dar espaldarazo de que la publicación sobre M éxi­ co no fue fruto de la casualidad. El volum en y la calidad de los tem as fueron de reconocido m érito. De ahí los aplausos. La capa­ cidad de trabajo, asim ilación, observación que Camín desplegó hizo p osib le que él solo lograse un tan sonado y rotundo éxito. Nunca más se consiguió un extraordinario semejante ni en «La Es­ fera» ni en otra publicación que fuera. Tras los inicios de la guerra civil española, Camín ha de bus­ car —hablam os de su p eriplo p eriodístico— la salida de la Penín­ sula. Con él va «N orte» que, com o consta, sostendría hasta 1967, que fue el año en que retom ó a España definitivam ente. «Norte», pues, al regreso de Camín, quedó en manos distintas y se publica con sello diferente. Existe o subsiste, pero es otro estilo; es otra revista. De la valía de Camín com o periodista consta que el que fuera director de la Escuela O ficial de Periodism o Juan A p aricio le re­ quiriese, si Camín lo deseaba, para profesar com o maestro de nue­ vas prom ociones en la inform ación periodística. Camín no acep­ tó. No le v a lió aquello de «Q uerido Camín, tenem os m ucho que aprender de usted que es un gran periodista. Venga com o p rofe­ sor a nuestra Escuela». Camín prefería la independencia y la li­ bertad. E scribir y publicar sus libros. Y «Norte», su alm a cam i­ nante. A l respecto de «Norte», ahí quedan sus páginas llenas de originalidad, rotundas frases, epítetos sonoros contra yerm as mentalidades. Fue una sombra prodigiosa, com o diría Oscar Ponce de León, el m ágico poeta peruano, de lum inosa trayectoria, quien conocía la obra cam iniana y conocía los resplandores de su estro literario. «N orte», p or tanto, es una cosecha ubérrim a, un ejem ­ p lo para los que, en aras de la crítica ocasional, desconocen la gran obra cam iniana o bien, si no la desconocen, no la han asim ilado lo suficiente. TR IL O G IA S B IO G R A FIC A S A lfon so Camín, poeta sobre todo, dejó asim ism o una obra en prosa dignísima. Y por trilogías: «La Maríscala o el verdadero Bobes», «El A delantado de La Florida» y «Juan de la Cosa», am plio aporte a la vida de estos tres personajes; dos asturianos y uno santoñés. Siguiendo esta línea nos brinda otra trilogía sugestiva: «Es­ paña y sus hom bres», «Am érica y sus hom bres» y «El m undo y sus

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hom bres», en donde Camín muestra con peculiar estilo y vig or ro­ tundo diversas vidas, fidedignam ente tratadas, que alcanzan lu­ m inosidades y quedaron rescatadas de las sombras del olvid o. Tres asim ism o fueron los libros que, llenos de sátira y diatri­ ba, dejó publicados en verso: «Carbones y otros retratos» (1952), «Fantoches» (1954) y «Estafermos» (1956). Pedro Salinas dijo al res­ pecto que «cuando se haga una antología poética de la diatriba, Camín ocupará el lugar predominante». Y es así —agregamos nos­ otros— porque Camín versifica con maestría dem oníaca para es­ tos casos. Su valentía es contundente y arrolladora, pues pone en v ilo a tod o aquello que no merezca mantenerse en pie o vistiendo ropajes inm erecidos. Camín tum ba a golpes de soneto a tod o en­ golado. Su destreza y dom inio del idiom a, en ésta com o otras fa­ cetas, corre paralelism o con los más grandes y reconocidos auto­ res de este género. Otras obras logradas p or triplicado son las nacidas com o con­ secuencia de la guerra civil española: «Rom ancero de la guerra» (M éxico, 1939), «Los poem as del destierro» (M éxico, 1942) y «U lti­ m os cantos de la guerra» (México, 1948), que, p or supuesto, ade­ más de «El V alle Negro», sobre la revolución m inera y antesala de la contienda que generalizada llegaría después, otros libros sa­ caría con tem ática al caso y con Asturias y España p or fon d o y base: «España a hierro y fuego» (México, 1938), «Nuevo rom ance­ ro asturiano» —incluido en el libro «Los poem as del destierro»— y «Los buitres» (M éxico, 1954). Tres, si no más, fueron las antologías que elaboró: «A ntología poética» (Madrid, 1930), «Los poem as de M éxico» (M éxico, 1947) y «A n tología poética asturiana en castellano» (M éxico, 1965), cada una de las cuales superando las 500 páginas. Por lo que respecta a esta últim a citada hay que constatar que sobrepasa las 800 pá­ ginas. Y es, para Asturias, un am plio retrato lírico o espejo lite­ rario en el que se ven todos los aconteceres que, desde la leyenda al presente, son y fueron gloria del Principado, cuya lum inosidad óptica, hom bres, hechos y razones, van latiendo prim orosam ente para la historia asturiana. Otra trilogía a referir es la que, a m odo de entrevistas, a pun­ ta de lápiz, hilvanando y despejando a grandes personajes, cons­ tituyen un jalón del periodism o cam iniano, abierto y culto. Son «Hom bres de España» (Madrid, 1923), «Hombres de España y A m é­ rica» (La Habana, 1925) y «Los hombres y los días» (Madrid, 1927). Varias son las obras que Camín dejó escritas y publiccadas, por pares. Sus dos tom os de memorias: «Entre manzanos» (niñez p or

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duros cam inos), M éxico, 1952, y «Entre palm eras» (vidas em igran­ tes), M éxico, 1958, quedando sin concluir «Entre M adroños» (su v i­ da en M adrid y en España) y «Entre nopales» (su vid a en M éxico, patria abierta donde v iv ió largos años: desde el e x ilio im puesto en 1937 hasta que regresó en septiembre de 1967). Dos tam bién fue­ ron los libros «A guilas de Covadonga» y «De Estrabón al rey Pelayo», am bos de valiosa aportación histórica, llenos de erudición, am enidad y sentim iento. Dos, asim ism o, los que versan en t o m o a los dioses m itológicos y en donde Camín revela un sorprenden­ te conocim iento, que versifica com o pocos han hecho: «Alabastros» (M éxico, 1920 y 1949) y «A p olo y las rosas» (M éxico, 1950). En «A labastros» se encuentra el universal poem a «El b an dole­ ro de estrellas», antologado y adm irado p or su belleza, galanura y arm onía. Transcribim os su parte final: —¿Y el Papa? —En la gloria, jun to al Padre Eterno y envuelto en su m anto. —¿Y el gran bandolero? —Más tarde fue santo... —¿Y pasó en Florencia, según vuestra ciencia...? —Vano es otro punto que tu mente elija, porque un bandolero, no siendo en Florencia, no roba una estrella para una sortija! De «A p olo y las rosas» no nos resistim os al soneto «El caballo del Cid», donde Camín no ceja de hallar valores astures, que en­ grandecen España. H elo Aquí: Burgos, Asturias... La nación hispana de estas dos voces se enraiza y llena; el rey P elayo en Covadonga atryena, el Cid las torces de Valencia gana. Si Burgos brinda al Cid torre y campana, le da Asturias al Cid una Xim ena; se unen m olinos, castañar y almena, cum bre y picacho con la tierra llana. El caballo del Cid es fronterizo de Asturias y León; peñas abajo corre a ser en Castilla banderizo. El huracán de luz del rom ancero que va de m ar a mar, del Turia al Tajo, tiene su fuente en el Nalón y el Duero.

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No dejó nunca Camín en la sonoridad de su verso o de su prosa de cantar y elevar a Asturias y a España. No dejó, no, de esculpir sus obras en la roca gigantesca del verbo más sonoro y más ruti­ lante. Y al pan, como en el refrán, llamaba pan y al vino, vino y cuando cantaba a Asturias —sigo pensando en Asturias, su cu­ na y su tumba, su sentimiento vital— lo hacía llamándola por su nombre, abiertamente, y no como otros tan abstractamente que aunque la llamen no es lo mismo. Los versos son la sentencia de cada uno. Los versos y la prosa. Y para apostillar razones cabe decir: ¡Ahí está su obra...! Que en cuanto a seguir citando títulos y libros huelga hacerlo ante su abrumadora cosecha, ponderada y florecida. Asturias le dio vida; Cuba le alimentó en sus primeros alientos espirituales y poéticos. Después, la raza hispana, la hispanidad de Rubén Da­ río, le daría el fuego sagrado de la inspiración. CUBA, INTEMPERIE Y LUCHA Emigrado a los 15 años escasos, Cuba, como otros lugares de América, constituía la esperanza de todo emigrante. Los primeros días de su arribada a la isla hubo de pasarlos a la intemperie, por razones de índole burocrática. Desde sus noches frente al mar y al Morro de La Habana, Camín, que trabajaría en tiendas de telas por apenas la comida, leería sin tino, padecería fiebres, se rebelaría y, manigua adalante, comenzaría a colaborar en la prensa de aquel país, y a contender en disputas, en guerrillas y en duelos. En «El Diario de la Marina», que dirigía don Nicolás Rivero, se reciben unos poemas, con evidente referencia a Asturias. Se pu­ blican. Se reciben más. Los firma Alfonso Camín. ¿Y quién es A l­ fonso Camín?... Hay que averiguarlo, ya que el tal Alfonso Ca­ mín no se presentaba en la redacción. En sentido inverso a la pro­ cedencia de los versos, se llega a los calabozos de La Habana. —¿Alfonso Camín? —Yo soy. —¿Eres asturiano? —Soy asturiano. Y desde entonces influencias de un lado y otro movieron los hilos para que los cerrojos dejasen en libertad al incipiente poe­ ta, que, no obstante, tardó algún tiempo en verse libre y que si lo fue ha sido por diversos factores coadyuvantes. Más tarde escribiría, como colaborador, en «El Cubano Libre», «El Liberal» y otros medios. Tras galopar por las frondosidades

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de los campos de Cuba publicaría (1913) su primer libro: «Adel­ fas», que sería el aldabonazo primero de su dilatada resonancia en el campo de las letras hispanas. En Cuba vivió a la intempe­ rie, luchó y se constituyó en poeta. Santos Chocano, gigante del verso en América, dijo de Camín, como Agustín Acosta, grande en el verso de Cuba, que si bien es cierto que Alfonso Camín na­ ció en España, no es menos cierto que es un poeta con amplitud de universo, nacido para la literatura en Cuba, precursor del gé­ nero negroide, que todo el Caribe siente. México lo juzga como poe­ ta propio dada la abundante cosecha lírica que sobre éste país ha dejado escrita. Mas no sólo ha sido aquí donde Camín dejó su pró­ diga obra, que España ha sido cantada, de norte a sur, también motivo de elogio, admiración y gloria por parte de nuestro poeta. CARACTER Y FIGURA ¿Cuál era, en efecto, el carácter de Camín? El mismo lo dice: Cómo soy, francamente, no lo sé todavía; sé que en mí todo canta como el viento y el mar. Esta loca existencia, si muy loca, muy mía, tiene mucho de selva complicada y sombría, que por falta de tiempo, nunca pude explorar. Sé que dice la gente, que es de lobo el perfil de mi faz insolente, y esta tormenta gris de mis ojos. Yo creo que la gente no miente. Seré un lobo lo mismo que el hermano de Asís. Sigue su autorretrato que hallamos en «Carteles y nuevos poe­ mas»; sigue y finaliza, mientras dejamos una extensa parte sin referir: La aventura me atrae. Mas, desprecio la guerra. Solamente sería capitán del azar: ¡bandolero, en el ansia de ser libre en la tierra, y pirata, en el ansia de ser libre en el mar! He aquí, en estas estrofas finales, una respuesta a tantas pre­ guntas como hemos sentido hacer en tomo a Alfonso Camín so­ bre sus tendencias ideológicopolíticas... Ningún hombre nacido pa­ ra el arte, el pensamiento y la ciencia puede aceptar (y mucho me­ nos aplaudir) ningún sistema que ponga puertas a la creación. Por eso y porque salvar la vida era de vital necesidad, en 1937 busca en el exilio amplitud para su espíritu.

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En «La copa y la sed» vuelve Camín a dejar parte de su imagen suya en «Soy como soy»: Soy como soy. No puedo ser cauce fijo ni torrente exacto. Agrimensor como los grandes ríos, ni corto ni largo; cumplo con mi misión —valle o montaña— de fecundar lo que se encuentra al paso. Como el Nalón, que nace sobre Campo de Caso, pone puente a Lavianá, deja atrás el Condado; saluda a los mineros en Langreo con la boina en alto... Mas de Alfonso Camín tal vez digan otros más que él mismo. Así, Jorge Schmidke, de Caracas, en «Faro y Puente» dice en 1959: Conquistador ibero, más osado que Pizarro y Cortés, porque su empeño fue convertir el oro de El Dorado en el oro infinito del ensueño. En el corcel del Cid, transfigurado por virtud del Quijote en Clavileño, todo lo ha descubierto y explorado su genio audad, su espíritu risueño. Lírico hidalgo de espadín y gola, por la fraternidad indo-española, se bate, lira al brazo, eternamente. Y por trofeo de su noble hazaña, tiende desde su España a Nueva España toda su vida, como faro y puente. Gloriosos trofeos líricos le llovieron como homenaje. Los dis­ tintos poetas, libres de máculas políticas y banderas ideológicas, fueron siempre par a par con Camín, abriendo surco y enarbolando estrellas. Así, el gran poeta español Federico de Mendizábal, autor de «Los alcázares de la ilusión» y laureado ampliamente, decía: Salve, Alfonso Camín, España inquieta, bronce de estatua en sol —roca por plinto—, con el puñal de Benvenuto al cinto, bandolero de estrellas, ¡gran poeta! De Asturias hasta México, el planeta

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tu camino trazó, siempre distinto; y a tu genio español jamás extinto, España fue tu origen y tu meta... Y mientras tanto, libro al brazo, la estrofa por delante, algún original en prensa y la amistad ilimitada, Alfonso Camín, desfa­ cedor de entuertos, vendía sus propios libros, sus obras diversas, vistiendo su española capa, que siempre llevó con galanura y do­ naire, en Madrid, en Cuba y en México, mientras usó sombrero alón —chambergo— y nunca dejó de colgar al brazo su cayada de origen asturiano, con la que —¡y no es de extrañar!— más de cua­ tro veces hizo entrar en razones a malandrines y ramplones. Era un nato y neto conversador, con una inteligencia brillante y una memoria privilegiada. Su mirada era audad, al decir de los que le conocieron en edad moza; recio y viril, de estatura media/al­ ta; gallardo y arrogante, espléndido y abierto, carente de miedo al miedo y de respeto al arcano... Romántico —además de moder­ nista en el verso— en el amor; conquistador empedernido y, por ende, triunfador. En sus últimos años, yendo a visitarle, me ex­ presó reservadamente que «había arrasado con todas y con todo», detalle que sobradamente conocíamos. Apasionante, torrencial, cauto, tenaz, respetuoso... hasta don­ de cabía serlo, que, incluso con su bastón, hizo entrar en varas a la canzonetista Chabela Vargas cuando ésta pretendía arrogarse el patrimonio de «Macorina», piedra filosofal del negroide caminiano y poema suyo indiscutible. Nunca más, desde entonces, vol­ vió a decir aquella moza que «Macorina» era obra suya. Sí es, en cambio, símbolo de la escenografía cubana, hito del folklore an­ tillano. Ernesto Alberto Tenorio, de Mérida, Yucatán, en 1958, escri­ bió el siguiente soneto sobre Alfonso Camín; Recuerdas a Cristóbal Colón y a Magallanes, locos de los espacios, de cielo, tierra y mar, que sorbieron el agua salobre en huracanes, y encendieron estrellas, los cirios de su altar. Tú marchas con el mismo valor de estos titanes, jugándote la vida; sucumbir y matar; el campo de batalla para ti es de arrayanes, los libros y las armas tu escudo singular. Y sin embargo tienes corazón de jazmines, tu diestra y tu siniestra son el mal, son el bien, y en ti viven demonios, ángeles, serafines.

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Si los cuatro Evangelios, el revólver también: Gracianes, Maquiavelos, Franciscos, Agustines, con la noche del Báratro la Estrella de Belén. Alfonso Camín fue temple y reciedumbre, acero en la lucha y roquedal en la vida y, cuando fuera preciso, rosal regalando aro­ mas y prodigando rosas. El resto, lo que quieran agregar para qui­ tarle dones, no cuenta, que la vida es lucha para el hombre y cuan­ do los avatares zarandean ha de revolverse y luchar, que en la lu­ cha ha de prescindirse de terciopelos. Hay que mostrar las uñas. Camín supo mostrarlas en muchas ocasiones. Uñas y garrote. Pe­ ro su historia y su razón de ser dimana del verso y de la prosa, que fueron luz de su vida; no aquello que algunos gustan de car­ garle. Precisamente contra estos personajes resentidos, incapaces de aceptar la gloria ajena y el mérito de los demás, Camín se man­ tenía más sólido y entero, prodigándoles algunas estrofas que les dolían más que los mismos estacazos. Fue recio de carácter, y, co­ mo español de veras, portador de genio y figura hasta la sepultu­ ra, según el decir de nuestro refranero. TRIUNFADOR POR SI MISMO Desde «Adelfas» hasta el centenar de libros editados y reedi­ tados, Alfonso Camín —de camino y al brazo el libro— fue triun­ fador por sí mismo. El libro era su credencial en todas partes. Y con el libro, «Norte», su revista gigantesca, que superaba —superó siempre— a la inmensa mayoría de los libros que en España se vinieron editando tras la guerra civil. Esta observación que en su día hicimos nos costó una interrogación policial y una advertencia. Pero aquello ya pasó. Y Camín, con el tiempo, volvió a Espa­ ña. Llenó a Asturias de libros, que se malvendieron y que se des­ perdigaron por no se sabe dónde ni qué lugares. De la valía e importancia caminiana, Luis Astrana Marín, el primer cervantista, no se arredraba para decir: ...«En cuanto a tus versos (si no te envaneces por lo que voy a decirte), a mi juicio no eres el mejor poeta de hoy: eres el único. Primero, tú; después, nadie; y después de nadie, una turba de profesores de instituto, literatos fracasados, que se han agarrado a la enseñanza para ir viviendo, sola­ mente aferrados a aquellas estupideces del ultraísmo... No hay uno de ellos que valga dos reales. Y a mí me tienen un rencor terrible, porque les he dicho muchas veces que te lean y aprendan...».

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Ni se arredró tampoco Federico Carlos Sainz de Robles cuan­ do, viendo que Granada levantó un monumento a Icaza por un sim­ ple verso: («Dale limosna, mujer, que no hay en la vida nada como la pena de ser ciego en Granada»...). Asturias, cuando no media España, no le rindiese igual gloria, pues Camín había cantado no una parte, sino todas las partes de nuestra región y «cada parque, cada camino, cada rincón debe ren­ dirle homenaje a Camín, pues nadie como él supo cantar a As­ turias». A nosotros nos duele ver que, en efecto, nadie ha cantado y ele­ vado a Asturias como Camín y sin embargo observamos que exis­ ten localidades que glorifican a autores que únicamente refirie­ ron de pasada, en cuatro líneas, esta o aquella localidad, mien­ tras parecen desconocer quién ha sido más paladín y más defensor de la historia, los hombres y las tradiciones... ¿Quiere ello decir que negamos, como acontece en algunas partes de la costa, nues­ tros valores y ponderamos los ajenos, que, como ocurre aquí, son de inferior valía...? Por nosotros hablan los libros que pueden ha­ cer historia al respecto. Alfonso Camín, ambientado desde muy joven en Cuba, nunca sin embargo adquirió el criollo decir, no obstante que sí fue, co­ mo consta, el precursor del son cubano o afrocubano. Su hablar, que tampoco se mantuvo en un bablismo nostálgico, era de una completísima corrección castellana. Y fue más a medida que resi­ de en Madrid. Pero, además, no asimila tampoco el casticismo ma­ drileño, empero que fuese un soberbio cantor de majos y manó­ las. De Madrid a Sevilla, donde se impregna de andalucismo, del cual tampoco adquiere acentos moriscos ni andaluces. Y tanto As­ turias, como Madrid, Sevilla, La Habana o México fueron luga­ res en los que habitó largo tiempo y a los que viajaba frecuente­ mente. Su acento no tenía, ni cuando regresó tras treinta años en México, ni un ápice de cadencia mejicana. Sobrio y timbrado acen­ to castellano. El mismo Astrana Marín dice al respecto: «Nada denota en Camín una ausencia de años. Más pare­ ce un toledano de la plaza de Zocodover, que un emigrante».

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En la última etapa de su vida, en Fresno primero y en Porceyo más tarde, donde fallecería, hemos tratado casi cada domingo con Camín, al que íbamos a ver desde Laviana, y nunca se le acusó otro acento al hablar que el que siempre llevaría como airón al viento de su trayectoria. El castellano puro y el léxico más ade­ cuado. Ni vulgarismos ni galicismos. La palabra exacta, correcta y medida. Usó, y así lo decimos, algunas expresiones escritas pro­ cedentes del bable, pero siempre al referirse a Asturias. LIBROS, PAN COTIDIANO El lector nos disculpará no hacer una semblanza cronológica del poeta. Escribimos como siempre lo hicimos en torno a este cé­ lebre paisano nuestro: instintivamente, llevados de un afecto no exento de sinceridad, verdad y respeto a los hechos; admiradores de su obra y de su trato y de su españolidad diversa, que nunca negó. Vivió de los libros y para los libros. Fueron su pan cotidia­ no, su espiritualidad. El trabajo y la voluntad eran su premisa. Y la obra concluida, su razón de ser. Si la lista de libros escritos y publicados por Alfonso Camín raya en el centenar y la revista «Norte» alcanzó cerca de trescien­ tos números, hemos de caer en la cuenta que el trabajo, la volun­ tad y la siembra lírica de Camín suma muchas miles de páginas. Esto es lo que siempre asombró a propios y extreños: el trabajo y la capacidad de Camín para dejar tan grande cosecha. De estos libros, que podrán ser discutidos pero no negados, afloran verge­ les de armonía, feraces luminosidades, imágenes sorprendentes. Del trabajo, pues, huelga hablar. Queda patente y presente; de la voluntad cabría dudar si, para negarla, no existiera la obra fe­ cunda que nos ha legado el poeta. Poeta y hombre que acrisoló amistades a lo largo de su vida hasta el extremo de constituirse en sinceros valedores de su obra. De éstos fueron en su día ami­ gos y contertulios suyos grandes personalidades, desde Victorio Macho a Lorca, pasando por los Machado, los Romero de Torres, Pablo Luna, Santiago Ramón y Cajal, Astrana Marín, Miguel de Unamuno, Federico de Onís, Sánchez Albornoz, Rafael Altamira, Palacio Valdés, Roso de Luna, Villaespesa, Gutiérrez Solana, Sebastián Miranda, los hermanos González Blanco, Ricardo León, Concha Espina, Pérez de Ayala, etc. Aquí y allá llenó su vida de trabajo y amigos: de España, de Cuba, de México, tres patrias, por más que Ceferino Martínez Ries-

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tra, autor feliz de muchos libros de ambiente asturiano en caste­ llano, dijera que eran dos... Martínez Riestra fue también amigo y emigrante como Camín. Pero el reloj de arena agota su tiempo, sus granos, y acaba. Si algo queda, y en este caso queda, para hon­ ra de Asturias y de españa, es la obra caminiana, legada al Prin­ cipado, a Asturias. La Asturias de las cumbres, la Asturias de los osos, la Asturias de las nieblas y lagos misteriosos, la Asturias del paisaje por Caso y por Urbiés; la que defiende a Astorga, la que bajó a Castilla; la que con San Fernando navega hasta Sevilla y toma La Giralda con Pérez de Avilés... La Asturias que no quiere más canto a las espadas, la que se va a la tierra, al hombro las azadas; la Asturias que no quiere perder lo que va en sí; la que comprende a Silos, repudia a Mauregato; se bate en las montañas lo mismo que Viriato y muere en las montañas igual que el jabalí... La Asturias que no sabe del odio en las cunetas, ni en Avilés ni en Luarca persigue a los poetas, ni llena con sus muertos la paz del Carbayín; la Asturias de tonada que canta alegre y sola, que va al Carmín cantando, de Oviedo hasta la Pola y vuelve, por las noches, cantando del Carmín... Este poema —«Las dos Asturias», fragmentado aquí— sobrecogedor en lo que se refiere como canto épico, nos ha ayudado en su referencia a Asturias. La Asturias a la que legó Camín su obra: la publicada y la inédita y de la cual, tanto de una como de otra, aún no se ha visto editado nada, ni reeditado por parte de nues­ tros organismos. ¿Será acaso una «carga» para el Principado...? Cierto es que se han cumplido fechas históricas que muy bien puedieron haber sido aprovechadas para la edición de algún libro caminiano, pero las fechas pasaron y el silencio, más en detrimento de Asturias que del poeta, siguió latente, como si nada fuese con­ memorable ni nadie tuviese nada que decir —o hacer—. No sabe­ mos si ante estos casos —y otros que pueden referirse— el legado caminiano habrá sido un acierto o habrá sido lo cantrario. Con todo, así están las cosas —los hechos— y el poeta de am­ bos mundos, el cantor de la raza, ha vuelto a su tierra natal, de la que nunca se olvidó y a la que siempre coronó con el oro de sus

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estrofas. Es justamente el poeta de Asturias, no tanto porque en 1981 y por los organismos y personalidades competentes se le otor­ gara ese título, sino porque con su obra dejó demostrado fehacien­ temente que ese rango le cabe por encima de múltiples razones... Asturias, tras su vuelta en 1967, comenzó a saber quién era A l­ fonso Camín; a conocer medianamente su obra y su vida. En lo posible fuimos divulgando su tarea literaria. De alguna manera se fue dejando sentir en nuestra región cierto airecillo en tomo al poeta. Mis instancias, tal vez más vanas que efectivas, fueron despertando conciencias, y hoy unas y mañana otras fueron su­ mándose voces en pro de Camín y en su obra, indiscutiblemente asturiana, española y americana. Demasiado gigantesca para se­ guir silenciándola, demasiado importante para que ante el clamor que se oía —como el del rey Pelayo resonando en Covadonga— no se le prestase atención y dedicación. Que así, con justicia, se le nombra «Poeta de Asturias» e hijo predilecto, se le asigna pensión para paliar su situación; precaria, ciertamente. EN ASTURIAS, HOMBRES Y FIRMAS Si bien es cierto que mucho antes del regreso del poeta ya nos­ otros escribíamos de él y tras su vuelta lo hemos seguido hacien­ do, no es menos cierto que diversos hombres y firmas fueron apa­ reciendo alternativamente. Faustino F. Alvarez, en la actualidad director de «La Voz de Asturias» y siempre periodista y comenta­ rista atento, fue quien también salió en pro de Camín, sin olvi­ dar a Juan Antonio Cabezas, con su amplio conocimiento caminiano y su facilidad expresiva, que definió a Camín como «poeta de lira y gaita» y del que diría: ...«si no hubiera llegado antes Ru­ bén, el indio nicaragüense, y no hubiese difundido por España y América la nueva estética poético-musical del modernismo con sus «Prosas profanas», lo hubiera inventado Camín». En 1925, desde París, Vargas Vila decía: «Hoy nuestra poética hispanoamericana no tiene sino tres poetas de recia envergadura, de lírica y luminosa estirpe: Salvador Díaz Mirón, Rufino Blanco Fombona y Alfonso Camín...». Habiendo expresado antes: «Toda la gloria de España, cuando la tuvo, fue romántica, y por eso sus grandes poetas, que son la expresión de su grande alma, son poe­ tas románticos, y a la cabeza de ellos, este bardo: Alfonso Camín». Además de ser Camín un poeta modernista, sin falsos ismos ni buceos en vacío, es hombre de vastísima cultura y, según Astrana Marín, ya referido aquí, erudito y docto en historiografía.

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¡Pasma y aterran aseveraciones como ésta! Si hay algún poeta, ade­ más de ser en la total y más amplia definición del término poeta, que haya tratado temas de innegable sapiencia, Alfonso Camín, en cada verso, denota y deja constancia de exuberante venero ins­ pirador al que siempre orló con pasajes históricos, geográficos, concretos, al revés de muchos otros que rellenan el vacío de sus versos con hojarasca, que no con flores. Personalidades de la talla de Dionisio Gamallo Fierros, cono­ cedor de la obra caminiana ampliamente, dicen lo contrario: «El vigor creativo de Alfonso Camín reside en su capacidad para ar­ monizar los elementos cultos, asumido por sus lecturas y por sus experiencias». Reconociendo, sin embargo, que se había encontra­ do con inconvenientes como dicen que le opuso Federico de Onís para incluirle en su antología de la poesía española e hispano­ americana (1934): carecer de títulos universitarios. Lo cual, supo­ nemos nosotros, no es razón para negarle cultura, que la tuvo y mayor que más de cuatro titulados, sino para, partiendo de esa premisa vana, negarle a la hora de los balances y los méritos. Mas a eso, una vez más, hemos de esgrimir que: ¡Ahí tienen su obra: cotéjenla! Por supuesto que referir, aunque fuera en mera cita, todos los que de un modo u otro escribieron y valoraron la obra caminiana sería tarea larguísima, que no cabe aquí. Quede lo expuesto co­ mo apoyo a su tarea y a su obra asturianista, amén de española y universal, dejando al margen negadores y críticos que únicamen­ te estriban sus razones en análisis literarios, pero para enarbolar aquello que vaya en demérito de Camín. ¿Qué quieren? ¡Si hasta le acusan de haber escrito mucho...! Vientos adversos o vientos favorables, es lo cierto que Alfon­ so Camín tuvo una vida llena de avatares, epopeyas, circunstan­ cias —«Yo soy yo y mi circunstancias», que diría Ortega y Gaset— y, par a par con ella, llenó un espacio de glorioso cometido litera­ rio. Prosa y verso legado a Asturias. Aquí lo tenemos y, como sus versos, tronante, vibrante, épico, romántico; brillante para la his­ toria y laureado para nosotros. *

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A todo esto, el 12 de agosto de 1990 se, han cumplido los cien años de su nacimiento en La Peñuca, Roces, Gijón, y por tal efeméride se organizaron actos en su memoria, recordando su singla­ dura por España y por América, donde tras largos años en aquel

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continente regresó para siempre a Asturias, su tierra mater, que lo acogió en su seno definitivamente. El regreso es en septiembre de 1967. Al cabo de dos meses se instala por algo menos de un año en Madrid. Retomaría a Asturias y en Porceyo ocuparía una ca­ sita que su hermano Corsino le tenía dispuesta. Fallece en este lugar el 12 de diciembre de 1982... Mientras este acontecer llega, la prensa y otros medios hablan de Camín y de su situación económica. Anteriormente nos hemos referido a la pensión dineraria que se le otorgó. Asimismo hemos de significar que, incluso antes de su regreso mexicano, el Ateneo de Oviedo, que presidía don Luis María Fer­ nández Canteli, le rinde homenaje y coloca un monumento en el campo de San Francisco, con un terceto de su soneto «Retorno a la tierra», que en Asturias fue ampliamente repetido: Si soy el roble con el viento en guerra, ¿Cómo viví con la raíz ausente? ¿Cómo se puede florecer sin tierra? La referencia en cuestión, llena de fuerza, no es sino la míni­ ma expresión de lo que Camín ha dejado escrito sobre Asturias. Mieres, algo más tarde (en 1969), también le rinde homenaje popular. Langreo le dedica una calle, en el centro de la población, paralela a la de Palacio Valdés. Laviana hace lo propio y le dedi­ ca otra, al igual que Mieres y Lugones. Gijón, su concejo de naci­ miento, pródigo en atenciones foráneas, por fin le rinde amplio reconocimiento y le dedica la suya: «calle del Poeta Alfonso Ca­ mín». En Roces da el nombre del poeta a la biblioteca y en La Carbayera se levanta un monolito con un soneto íntegro del poeta. Se crea asimismo el premio de poesía «Alfonso Camín» bajo la tu­ tela del Ayuntamiento... pero lo dejaron morir incomprensible­ mente a los dos años. Asimismo Gijón, el 7 de octubre de 1979, organizó un multitu­ dinario homenaje al poeta en el Pueblo de Asturias, donde los ac­ tos fueron diversos y renombrados. Recordemos, sin embargo, que en Gijón, en 1971, la Librería Nobel —que cerraría algo más tar­ de— organizó una exposición con libros y objetos caminianos. La orden de cierre y anulación «de todo aquello» no tardó en llegar por voluntad gubernativa: «Camín no debe ser aireado». Se dijo que el propio librero fue sancionado rigurosamente. La librería estaba ubicada en la entonces llamada calle Calvo Sotelo, núme­ ro 45. Precisamente por estas fechas Camín estaba en Madrid, don­ de los amigos de la capa española le rindieron un cálido homena­

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je. La radio difundía sus versos, pero de vez en cuando voces del poder dominante intervenían para imponerse, sin verso ni armo­ nía, y acallar toda iniciativa en pro del poeta de Asturias. El tiempo que pasa y que Asturias, libre ya de ciertos prejui­ cios de poderes fácticos, toma conciencia de la realidad. Así se acuerda nombrar a Alfonso Camín «poeta de Asturias e hijo predi­ lecto», otorgándole asimismo una pensión económica. Este acuer­ do fue tomado el 11 de noviembre de 1981, donde, por estas fechas, hubo actos al respecto. Al mes siguiente, esto es, en diciembre, el 12, la Fundación «Dolores Medio» le concede el Premio de las Letras Asturianas, mientras que, por juzgarle merecedor de ello, se levantaron voces pidiendo se le concediese el Premio Príncipe de Asturias, que aquel año se le entregó a José Hierro... Conatos hubo, de múltiples voluntades, que a lo largo de los años —antes de su muerte— intentaron organizarle homenajes y glorias. De aquella, en La Calzada de Gijón se dieron charlas y recitales sobre Camín, y la asociación de vecinos decide llamarse «Alfonso Camín», y así sigue y así se manifiesta. Existe también un equipo de fútbol sala llamado asimismo «Alfonso Camín», lo que es un detalle. Ya, para final, reconocer que nuestras palabras, escasas de fuerza, vienen intentando elevar desde la negligencia actual la obra caminiana, al margen de la trayectoria humana del poeta, hombre que siempre alentó por Asturias y por España. De ahí que se le conozca como el poeta de la raza. El poeta cuya vida deja en versos y estilos, fogosidad y belleza una cosecha multiforme y arrolladora; contundente y franca, sentida y armoniosa, sin lími­ te de metros ni límite de valores. La obra habla por nosotros. Obra gigantesca, admirable y admirada e indiscutible... Miles de pági­ nas, cientos de miles de páginas defensoras de Asturias y de Es­ paña... Gustará o no gustará el poeta —que es además historia­ dor y autor de prosas jugosas y brillantes—, pero sí habrá que re­ conocerle su pulcritud literaria y su grandiosidad lírica. Su obra inalcanzable... «Algunos de cuyos sonetos no tienen par en la lite­ ratura española» —que dijo don Nicolás Rivero y ratifican otros autores—. Por todo, Alfonso Camín es, para honra de Asturias, una gloria de la literatura universal. Una gloria nuestra. Un as­ turiano de pro, cuya obra queda legada para la posteridad.

JUAN MENENDEZ PIDAL: DE LA POESIA POSTROMANTICA A LA ERUDICION POSITIVISTA J e s ú s A n t o n i o C id

La personalidad de Juan Menández Pidal como hombre de le­ tras no ha merecido, hasta donde sabemos, la atención de ningún estudioso, si se exceptúan algunos comentarios marginales, y no siempre muy exactos ni generosos, en estudios dedicados a otros autores y temas. El desinterés puede deberse en parte a la forzo­ samente desfavorable, pero injustificada, comparación que de for­ ma involuntaria, quizás, se establece con el relevante papel de su hermano menor, Ramón, en la cultura española moderna. Juan Menéndez Pidal es sólo recordado hoy, apenas, como el compila­ dor de la Colección de los viejos romances que se cantan por los asturianos..., publicada en 1885. La obra tuvo, en efecto, una no­ table trascendencia en los estudios peninsulares sobre el folklore literario; sin embargo, su autor, que no era ya ningún desconoci­ do en los medios intelectuales, vivió todavía treinta años más, y a lo largo de ellos jugó un papel de cierta relevancia en las polé­ micas literarias, en la política y en la erudición española de fines del X I X y principios del X X . A su muerte, en 1915, fue considera­ do como uno de los principales seguidores de la escuela de Menén­ dez Pelayo, como un destacado poeta y como un hombre público que había dejado su impronta en el periodismo y en la vida polí­ tica de su tiempo. Nos proponemos examinar aquí brevemente la contribución de Juan Menéndez Pidal a la vida cultural y literaria española en la encrucijada de siglos. Esa contribución no fue tan insignificante como parece darse por sentado en la Historia literaria española,

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si es que su nombre alcanza a ser mencionado, y presenta el inte­ rés de ofrecemos un raro ejemplo de cambio de actitudes, profe­ sionales y estéticas, en un autor que a ojos de sus contemporá­ neos fue símbolo de una absoluta fidelidad a unos ideales muy definidos y caracterizados por el inmovilismo más recalcitrante. Desde esa óptica, la figura de Juan Menéndez Pidal se nos apare­ ce como enigmática, hasta cierto punto, y digna de estudio. En su vida, no muy larga, pasamos de una precocidad suma en sus acti­ vidades como poeta y estudioso a períodos de total dedicación a la política activa, para terminar sus últimos años como erudito centrado en la edición de textos de autores no muy frecuentados del siglo XVI, y especializado en el estudio de saberes históricos instrumentales que, como la sigilografía, constituían una nove­ dad en España. Retrocedamos a 1885, año de salida de la Colección de los vie­ jos romances. Para entonces Juan Menéndez Pidal (1858-1915), li­ cenciado en Leyes y colaborador en diversos periódicos, se había dado ya a conocer como poeta. Con prólogos de Balbín de Unquera publica en 1880 y 1881 la «leyenda» El conde de Muñazán y unas trovas «en fabla»: Don Ñuño de Rondaliegos. A la primera obra no le falta nada como ejemplo del más desaforado postromanti­ cismo, que J. Menéndez Pidal sigue fielmente en su versión Zo­ rrilla. En nueve partes, y con lujo de polimetría, asistimos a la conversión de un señor feudal impío y vesánico, a los filtros de amor que enloquecen, a la transformación de una perversa hechi­ cera en jabalí demoníaco, etc. (1). Ya el prologuista presentaba al autor como uno de los «poetas enamorados de lo antiguo», que cuenta con «la historia y la fe» como principales herramientas y fuentes de inspiración. A Juan Menéndez Pidal «le han bastado unos cuantos paseos por Asturias y unas cuantas reflexiones so­ bre esos paseos para concebir el plan de muchas leyendas cristia­ nas»; Balbín de Unquera ve en él un ejemplo de poeta que puede proporcionar al público «poemas de fe, y no excépticos [sic], para

(1) La leyenda de «El conde de Muñazán» es, en efecto, una tradición asturia­ na, localizada en San Antolín de Bedón (Llanes), de la que se conocen versiones, literarias siempre, muy divergentes. C f. M. d e F o r o n d a , De Llanes a Covadonga. Excursión geográfico-pintoresca (Madrid, 1893), págs. 85-88; A. F e r n á n d e z M a r t í n e z , Pinceladas: Cuadros de costumbres, descripciones y leyendas de la zo­ na oriental de Asturias (Llanes: M. Toledo y Benito, 1892), págs. 29-35 en la reed. de 1986; C . C a b a l , Del folklore de Asturias (1923), y sobre todo, del mismo C a ­ b a l , Contribución al Diccionario Folklórico de Asturias: vol. IV, ‘Antolín’-‘An-

troxu’ (Oviedo: Summa, 1955), págs. 9-29.

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probar a la generación contemporánea que las musas no están des­ terradas de la cristiana república». Como muestra de este largo poema, que el autor con buen acuerdo no incluyó en sus colecciones posteriores, bastará trans­ cribir algunas octavillas agudas, estrofas por la que manifestó pre­ dilección en partes extensas de la obra; predilección justificada en un autor novel que escribía a la sombra de Zorrilla. Pertene­ cen a la descripción inicial del palacio de Muñazán, y al prologuis­ ta del libro le parecieron especialmente notables: Espaciosas galerías de sombra y rumores llenas, que vibran de cien cadenas al tembloroso crugir; curvas bóvedas sonantes, a cuyos lóbregos huecos llegan los lejanos ecos en el silencio a dormir. Huecos cubos, que repiten el sordo rumor del viento y el graznido áspero y lento * de los cuervos al pasar; gigantes claustros sombríos, que alumbra el sol débilmente, donde zumba únicamenteel ronco estruendo del mar. Vive allí el conde, arrullado por tan bárbara armonía; se forjó en su mente impía que él era del mundo el rey, y no respetó en su orgullo ni al grito de la conciencia, ni al honor, ni a su ascendencia, ni a la patria ni a la ley [...] La bizantina capilla de su morada suntuosa yace abatida y ruinosa; el musgo en ella creció. Las tumbas de sus mayores vense en el suelo volcadas, y sus cenizas sagradas el viento desparramó...

Don Ñuño de Rondaliegos, la segunda obra, podría entender­ se como un divertimento si no fuera por la evidente seriedad con que prologuista y poeta encaran su labor. Y no sólo ellos; al rese­

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ñar la aparición del libro de poemas de Juan Menéndez Pidal pu­ blicado en 1890, el crítico de El País, el periódico «republicanoprogresista», no podía expresarse en términos más favorables: [...] Sus primeras obras, dos leyendas, El conde de Muñazán y Don Ñuño de Rondáliegos, esta última en castella­ no antiguo, le han valido envidiable nombradía. Difícil era, después de Zorrilla, hacer nada nuevo en el género legendario. Menéndez Pidal en esas dos obras no só­ lo innovó sino que ha creado, y Don Ñuño de Rondáliegos vivirá tanto en nuestra literatura como Margarita la Tor­ nera y La Pasionaria del gran maestro, lo que equivale a decir que serán inmortales (2). En su «Epístola», Balbín define bien el signo del filomedievalismo de su joven amigo, «el claro trouador e coronista Johan Menendes Pidal»: Acucioso de antiguos saberes, pero acucioso como man­ da Sancta Eglesia e de la guissa qu’el Apostóligo non de­ fiende. [...] Dalde al pueblo algo de lo que fue suyo, e con sus decires mesmos las sus consejas e las sus trouas en sus estrumentos tannidas, e resuscitar heis esa edat que amades e yo con uusco amo^non a fuer de romántico, mas a fuer de poeta (3). En este relato «de cómo el buen caullero don Ñuño de Rondaliegos se topó con la ueste al tomar de la guerra» el autor, tras un prólogo en coplas manriqueñas, usa exclusivamente el verso de romance, y son inequívocos en todo el poema los préstamos del Romancero viejo: Con el cuento de la langa en la puerta fue llamare, y ansí fabló el cauallero, bien oiredes qué dirae... Muy de mañana a otro día, don Ñuño fue a despertare, llamando a sus servidores

(2) «Album de El País: Juan Menéndez Pidal», El País. Diario republicanoIV (1890), núm. 1.141 (14-VIII-1890), p. 1. (3) «Don Nunno de Rondáliegos», La Ilustración Gallega y Asturiana, III, núm. 34 (8-XII-1881), p. 404. Hay segunda edición, «asaz emendada d’algunos ^ ilos vo­ cablos e uigios que auían pasado en la primera impressión», fechada en laTra [his­ pánica] de MDCCCCXIX (réstense, pues, 38), en Madrid: E. Rubiños. progresista,

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que vestir le quieran dare... Fuese para los palacios donde su Dosinda estae... Siete veces lo rodean, siete veces por su male, don Ñuño tuerce la vía e al so castiello se vae... Voces daua el cauallero que al cielo quieren llegare... Cient poncellas la plannían et su padre mucho mase..., etc., etc.

Pero ya en la misma época de publicación de estas «trovas an­ tiguas» su autor manifestaba interés por la pervivencia de la poe­ sía tradicional en la memoria de los asturianos contemporáneos de finales del siglo X IX . En 1881 Juan Menéndez Pidal interve­ nía junto con su mentor Balbín de Unquera en la creación de una «Academia demològica» asturiana, anterior a los proyectos de Ma­ chado Alvarez, que tendría como objeto la recogida de las tradi­ ciones populares de la provincia (4). J. Menéndez Pidal da a en­ tender, incluso, que sus intereses en esta línea venían de más atrás; era la reciente fundación de un «Centro de Asturianos» en Madrid lo que le hacía ahora abrigar esperanzas de convertir en realidad un proyecto anterior: Hace ya bastante tiempo que abrigábamos la idea de constituir un Folk-Lore asturiano; pero las dificultades que para su realización se nos ofrecían nos hicieron más de una vez desistir de tal propósito. Hoy, con la fundación del Cen­ tro de Asturianos, se aclara el horizonte de nuestras espe­ ranzas; desaparece alguno de los mayores obstáculos que se oponían a nuestro proyecto, y lo creemos más fácil y hace­ dero. El Folk-Lore asturiano debe nacer a la sombra del mencionado centro (5). En el artículo-manifiesto escrito para incitar a la fundación de esa sociedad folklórica, señala expresamente el Romancero como uno de los campos a cultivar:

(4) Cf. J. L.

«Don Aniceto Sela como fundador de El F olk­ XXVII (1971), págs. 50-1. (5) J. M e n é n d e z P i d a l , «Folk-Lore asturiano», La Ilustración Gallega y A s ­ turiana, III, núm. 36 (28-XII-1881), págs. 428-9. P érez de C a s t r o ,

lore asturiano, RDTP,

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... Otro tanto podemos decir de los romances que de bo­ ca en boca corren entre nuestros aldeanos, algunos de aque­ llos incompletos, otros mutilados y recompuestos en épo­ cas posteriores a su origen y todos ellos apreciabilísimos ba­ jo todos los conceptos... Aquellos monumentos de nuestra literatura provincial y que debieran enriquecer el inapre­ ciable Romancero Español (6). Aunque la «Academia demològica» se constituyese formalmen­ te poco después, su actividad fue análoga, en cuanto a pobreza de resultados, a la asociación fundada dos años más tarde por Ma­ chado Alvarez, con quien J. Menéndez Pidal mantenía también relación (7). Los contactos personales con distintos eruditos y folkloristas asturianos, establecidos en esta época de proyectos asociativos, se revelarían, sin embargo, muy útiles para obtener colaboracio­ nes valiosas en la recogida de romances tradicionales. Bernardo Acevedo, Fermín Canella, Braulio Vigón o García Ciaño son nom­ bres que veremos repetirse a propósito de la «Academia demolò­ gica» (8), el «Folk-Lore asturiano», o «La Quintana». Todos ellos figuran en la nómina de los que contribuyeron con versiones a la Colección de los viejos romances. Sabemos que en 1883 J. Menéndez Pidal se encontraba ya en As­ turias. Es entonces cuando funda en Oviedo el periódico satírico El Trasgo, ilustrado por su hermano Luis, y cuando tiene lugar el incidente con Clarín que hemos estudiado en otro lugar (9). En 1883 se recogen y preparan para la edición los textos en su mayor par­ te, aunque algunos procedían de fecha anterior. La labor fue reali(6) Ibid. (7) Acerca de los intentos frustrados de constituir en Asturias asociaciones pa­ ra la recogida y estudio del folklore, y sobre la intervención de Juan Menéndez Pi­ dal, cf. también C . C a b a l , «La marejada folklórica», en Contribución al Dicciona­ rio Folklórico de Asturias, I (Oviedo: Summa, 1951), págs. 96-103, y J. M. G ó m e z T a b a n e r a , «El estudio del folklore asturiano. Las costumbres y tradiciones popu­ lares de Asturias y su integración en la investigación antropológica y etnográfica», BIDEA, XXIX (1975), núm. 86, págs. 703-711. (8) La Academia mantenía aún alguna actividad a mediados de 1883. Según una noticia publicada en El Imparcial: «La Academia Demològica Asturiana ce­ lebrará hoy, jueves, velada extraordinaria. Leerán trabajos don Manuel Murguía [sobre supersticiones populares], el Sr. Acevedo un capítulo de la obra inédita El trasgo, el Sr. Menéndez Pidal (don Juan) un fragmento en verso titulado Las ata­ layas, y el Sr. Sandoval que leerá otro trabajo acerca de las costumbres asturia­ nas» (10-V-1883, ap. Veinticuatro diarios, I, núm. 69). (9) Cf. J. A. C i d , «Clarín vs. Juan Menéndez Pidal y la polémica del ‘Folklo­ re’ (1885-1985)», en S ym bolae Lvdovico Mitxelena Septvagenario, ed. J. L. Mele­ na (Vitoria: Instituto de Ciencias de la Antigüedad, 1985), II, págs. 1.425-1435.

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zada, en cualquier caso, con muy notable rapidez. Los prólogos de la Colección están fechados el 6 de octubre (Pajares) y el 6 de no­ viembre (Madrid) del mismo 1883, y en enero de 1884 J. Menéndez Pidal se refería a su Romancero como «próximo ya a ver la luz pú­ blica», si bien intentará todavía acopiar nuevos materiales (10). En las mismas fechas Laverde informaba a Menéndez Pelayo: «No sé si sabrás que el joven escritor asturiano Dn. Juan Menéndez Pidal está imprimiendo en esa corte un Romancero Asturiano que con­ tiene todo lo que había reunido Amador de los Ríos, y además mu­ chas otras composiciones» (11). El volumen estaba ya impreso en marzo de 1885 (12); la Academia Española redacta, por mediación de Tamayo y Baus, un informe muy favorable sobre el libro, que serviría para justificar la adquisición con cargo al Ministerio de Fomento de un determinado número de ejemplares, según dispo­ sición del 27-VI-85. La sección de Fomento de la Diputación Pro­ vincial de Oviedo, por su parte, acordó también adquirir otros cien ejemplares en sesión del ll-XI-86. Es claro que, siendo Alejandro Pidal ministro de Fomento, este apoyo oficial que disfrutó la pu­ blicación hubo de verse como un rasgo de favoritismo, y nepotis­ mo, que Clarín se apresuraría a denunciar, como hizo en otras oca­ siones. Estudiosos de prestigio, sin embargo, como el conde de Puymaigre y Menéndez Pelayo, se refirieron en términos muy elogiosos al valor de la colección, por los textos que se daban a conocer y por las propias tesis sustentadas en los prólogos. (10) Cf. Cartas a A. Sela, del 13 de enero de 1884 y otra sin fecha, ed. por J. L. Pérez de Castro, art. cit., págs. 56-7. En la primera, J. Menéndez Pidal pide a Sela que «converse con algunos aldeanos y aldeanas... que hayan sido, o sean, bue­ nos cantadores en la danza prima, esfoyazas o filandones, para copiar y mandar­ me, a la mayor brevedad posible, algunos de los romances que sepan». (11) Carta del 14 de enero de 1844 publicada en el Epistolario de M. Menéndez Pelayo, ed. de M. Revuelta Sañudo, vol. VI (Madrid: Fundación Universitaria Es­ pañola, 1983), págs. 276-8. En otra carta del 22 de octubre Laverde vuelve a infor­ mar a Menéndez Pelayo: «Juan Menéndez Pidal me participa que a principios de noviembre saldrá a luz el Romancero asturiano que ha formado con más de ochenta romances recogidos de boca del pueblo por Amador de los Ríos y por él. Si le tra­ tas dile que por ignorar las señas de su domicilio le dirigí al Ministerio de Fomen­ to mi contestación» (p. 517). No es exacta la afirmación de que la obra de J. Mej:r>dez Pidal contuviera «todo lo que había reunido Amador de los Ríos». (12) La Unión anuncia el 24 de marzo de 1885 la recepción de ejemplares del -ro «que en estos días acaba de publicar, con notabilísima introducción y erudias notas, nuestro querido amigo D. Juan Menéndez Pidal». La gacetilla añade: «El señor Menéndez Pidal es ya conocido como inspirado y notable poeta, pero aho­ ra se nos presenta como crítico de poco comunes condiciones». En el número del 1 de julio, La Unión publica una amplia reseña firmada por «G», en primera pági­ na, donde entre otras vaciedades leemos: «Tuve siempre al Sr. Menéndez Pidal por

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Del contenido y formación del Romancero de 1885 nos hemos ocupado en otro lugar con cierto detalle; sólo nos queda aquí tra­ zar en forma muy rápida la trayectoria posterior de J. Menéndez Pidal, quien sólo lateralmente volvería a incidir en los estudios de cultura tradicional iniciados con tanto entusiasmo. Su activi­ dad juvenil como folklorista fue, sin embargo, la que le dio ma­ yor relieve a ojos de sus contemporáneos, y a valorarla en térmi­ nos elogiosos dedicó gran parte de su contestación otro folkloris­ ta de primera hora, Francisco Rodríguez Marín, al responder en nombre de la Real Academia Española al discurso de entrada de Juan Menéndez Pidal en enero de 1915, es decir, muy pocos meses antes de su muerte. A partir de 1886 la política activa y el periodismo son las ocu­ paciones determinantes en la vida de un J. Menéndez Pidal que sólo de modo muy esporádico volvería a residir en Asturias. En 1886 se encontraba en Córdoba, donde dirigió el periódico La Leal­ tad, y desde 1888 a 1890 residió en Cabra (13); ese último año, tras unos amores exaltados que dejaron amplio rastro en sus poemas, se casa con Ana Cuenca Romero e inicia una carrera política por la que, según Antonio Maura, no sentía especial vocación. Escri­ be Maura: En el curso de sus días, otros caminos [ajenos a la vida literaria] cruzaron su vía natural y predilecta; le sobrevino la Diputación a Cortes y se sintió mal hallado en aquel am­ biente, en aquel hervidero, en aquella lonja de cosas para él extrañas o baladíes, de pasiones con las cuales no se con­ tagiaba, de anhelos que no compartía. Se le complicó la vida con el gobernar provincias: ahora Pontevedra, ahora Bur­ gos, y claro está, siempre le asistieron su rectitud, su inte­ ligencia y sus prendas personales, pero no la vocación, le­ vadura santa que no admite reemplazo (14). poeta de grandes ventajas, y aun por diestrísimo en el manejo de la antigua fabla nopra í * (prueba, si fuera necesario, de que Don Ñuño de Rondaliegos a nmguna broma, aunque el reseñador confunda el bable y la «fabla* propiamente

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