BOLETIN DEL INSTITUTO ESTUDIOS ASTURIANOS

D I P U T A C I O N P R O V I N C I A L DE O V I E D O BOLETIN DEL INSTITUTO DE ESTUDIOS ASTURIANOS (SUPLEMENTO DE CIENCIAS) A ño V OVIEDO Num. X

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D I P U T A C I O N P R O V I N C I A L DE O V I E D O

BOLETIN DEL INSTITUTO DE

ESTUDIOS ASTURIANOS (SUPLEMENTO DE CIENCIAS)

A ño V

OVIEDO

Num. X

S U M

A R I O

Páginas

M ecanización del campo en A stu rias, p o r A ntonio Flecha G arcía...

3

D eux faciès d an s le devonien des m ontagnes c a n ta b riq u e s m e­ ridionales, p a r A a rt B ro u w er ..............................................................

13

R efolding in th e th ru s t fa u lt zooie of S an M artín de los H errero s, by B. N. K oopm ans ...................................................................................

21

El yacim iento de trilo b ite s del cám brico m edio de P resa , p o r B erm udo M eiendez e Isidoro As-ensio A m o r ................................

37

C ontribución a l estu d io de la flo ra c a rb o n ífe ra d el O ccidente de A sturias, por C. de la Vega R ollan .....................................................

47

C ontribución a la geología del tu ro d e M onteada, p o r L. V ía Boada .............................................................................................................

63

S u r la P aleotectónique des A stu ries e t ses ra p p o rts avec la m o itié occidentale de la P én in su le Ib ériq u e, p a r N. Llopis Lladó ...

101

Estudio acerca del a rra n c a d o h id ráu lico del carbón, p a r José M. P ertierra ............................. ........................................................................

151

A portaciones al conocim iento de la flora cán tab ro -astu r, V III, por M. L aínz, 5. J., y colaboradores ................................ ........................

173

D I P U T A C I O N P R O V I N C I A L DE O V I E D O

BOLETIN DEL INSTITUTO DE

ESTUDIOS ASTURIANOS (SUPLEMENTO DE CIENCIAS)

Año V

OVIEDO

Núm. X

D epó sito Legal: 0.-43-1958

Oviedo.—Imprenta "La Cruz", San Vicente, 8.— 1964

B O L E T I N DE L I N S T I T U T O DE ESTUDIOS ASTURIANOS (SUPLEMENTO DE CIENCIAS) A ño V

O

v ie d o - D iciembre

1964

N .° X

M E C A N I Z A C I O N D E L C A M P O E N ASTURIAS PO R

ANTONIO FLECH A GARCIA IN G E N IE R O AGRONOMO

SITU A CIO N ACTUAL PREAM BULO

La m ecanización del campo es una de las bases fundam enta­ les que situ a rá n a n u e stra ag ricu ltu ra a niveles com petitivos, perm itien d o un considerable increm ento de la productividad y por en d e una reducción en los costes de producción. La creciente em igración del campo al e x tra n jero y a otros sec­ tores productivos m e jo r rem u n erad o s ha planteado el proble­ m a de la escasez, cada vez más acentuada, de la m ano de obra y ha traído como consecuencia la intensificación del proceso de m ecanización. Así tenem os que, en los últim os años, el núm ero de tractores agrícolas, utilizados en la provincia ha aum entado en un 372%, pasando de 80 a 298. Ello habla de la m odernización de los m é­ todos de producción e indica la dism inución de los efectivos de m ano de obra agrícola así como tam bién de la reducción

del núm ero de anim ales de trab ajo y el aum ento consecutivo de la superficie disponible p ara los cultivos m ás rentables.

IN D IC E S

A p esar de ello, el grado de m ecanización en A sturias es es­ caso, pues tom ando como base el núm ero de tracto res por cada 100 explotaciones de m ás de cinco H ectáreas, se e n c u e n tra que en el m om ento actual es de 5,5 tra c to re s ; cifra bajísim a com­ parada con los 52 que re su lta n p ara E uropa y más todavía si la com param os con los 112 tracto res q ue re su ltan p ara los Es­ tados Unidos, según datos de 1960. El núm ero de tracto res p o r cada 100 Ha. de terreno de la­ bor es d e 0,37, fren te a los 2 que tiene E uropa y al 1,3 de N orte­ am érica, según datos correspondientes igualm ente a 1960. Si nos fijam os en el núm ero de H ectáreas de labor que co­ rresponden por tractor, encontram os que, en este m om ento, es de 269 para A sturias, en tanto que dicho índole en E uropa era, ya en 1960, de 50, y en los Estados Unidos era de 79 en el m is­ mo año. El estado actual de la m ecanización aparece todavía más claro si se hace fig u rar la potencia por cada 100 Ha. de labor, pues hecho el cálculo se obtiene 11,16 C.V. fren te a los 50 C.V. de E uropa y a los 39 C. V. de N orteam érica, ambos datos corres­ pondientes al año 1960. P O T E N C IA M E D IA

P or o tra parte, clasificados los tracto res en pequeños, m e­ dianos y grandes, se observa la tendencia del ag ricultor a la adquisición de tracto res de potencia m edia, resultando un p ro ­ m edio por u nidad de 30 C.V. En este sentido, es de destacar el aum ento progresivo de esta cifra, ya que en los últim os 5 años, pasó de 18 en núm eros redondos a los 30 C. V. indicados a n te­

riorm ente, y todavía deberá aum entar más para poder em plear sin d ificultad todos los dispositivos modernos que perm iten re­ d ucir la mano de obra y utilizar los im plementos fijos o con m ando hidráulico. CARBURANTE

En la referente al carburante utilizado, el 85% funcionan con gas-oil; no tanto por p referir los m otres Diesel, como por el precio que este carburante tiene para la agricultura. En ge­ n eral es la m ism a tendencia existente en los demás países euro­ peos. Sin em bargo, en los Estados Unidos la m ayoría de los tractores funcionan con gasolina y gases naturales licuados cuyos precios son más bajos para el campo que para la indus­ tria. Esto dem uestra que el precio del carburante es el que condiciona lógicam ente las preferencias del agricultor. Teniendo en cuenta que 1 Kg. de gas-oil tiene igual poder energético que 1,5 Kg. de gasolina cuando son utilizados para los tractores, y considerando que los precios son de 3,25 pts. (para el agricultor) y 9,25 pts. respectivam ente, prescindiendo de las densidades, resu ltará que en España el precio real del gas-oil p ara el campo es aproxim adam ente la cuarta parte del que tiene la gasolina. D IS T R IB U C IO N

A la vista de los datos que obran en la Je fa tu ra Agronómica, observamos que la m ayor concentración corresponde a la zona costera, especialm ente a los Concejos situados en el extrem o oc­ cidental de la provincia (Castropol, Tapia, El Franco y Navia), y a los situados en la p arte central (Oviedo, Siero, Llanera Gijón, Villaviciosa, Carreño y Gozón), reuniendo el 67% del to­ tal de los tractores y el 5% de los m otocultores cuya área de distribución actual no difiere dem asiado de la indicada para los prim eros.

MERCADO DE TRACTORES USADOS

El 17% de los tracto res proceden de propietarios de otras provincias, prin cip alm en te de V alladolid y Zam ora, siguiendo en im portancia M adrid, Palencia, G uadalajara, A vila y León, por este orden. En cuanto a las transaciones d en tro de la provincia no re ­ viste g ran im portancia. En el año 1963 hubo seis, lo que re p re ­ sen ta el 8% del to ta l inscrito en dicho período. M enor es aún la salida de tractores, por v en ta a otras provincias, que apenas llega a una operación de esta clase al año. R E PU E ST O S

En la actualidad no existe m ayor d ificu ltad p ara ad q u irir repuestos p ara los tracto res nacionales si bien hem os de d esta­ car la tard an za de la red com ercial en el sum inistro de los mismos, porque los rep resen tan tes, según parece, h an de pedir­ las a las Casas C entrales. En cuanto a las piezas de repuesto para las m áquinas de im portación, la tardanza es aún m ayor, agravándose el p ro ­ blem a con la cuestión de precios, dem asiado elevados a conse­ cuencia de los derechos de aduana por lo que sería de desear una desgravación de aranceles. D IFICU LTA D ES PA R A LA MECANIZACION E n tre otras podem os señ alar el reducido tam año de las p a r­ celas que com ponen la Explotación, la p eq ueña dim ensión de esta, la accidentada topografía que en torpece la función de los im plem entos del tracto r, la debilid ad económ ica del agricultor, su fa lta d e conocim ientos m ecánicos, la ausencia de e sp íritu cooperativo y e l m al estado de los cam inos rurales. En estas condiciones la m ecanización es difícil pero dada la escasez de mano de obra, así como la necesidad de red u cir

— 7 — los costes de ‘p roducción, se hace cada vez más acuciante la necesidad de contar con las m áquinas agrícolas adecuadas a cada fin. PO SIBILID A D ES PA R A LA MECANIZACION Con la concentración de las parcelas se m ejorará la situación parcialm en te, ya que no au m en tará la dim ensión de la explota­ ción, quedando ésta desbordada por la capacidad de trabajo de las m áquinas y resu ltan d o por tanto, su utilización ruinosa. C onsiderando que la explotación m edia tiene una superficie de 3 a 4 Ha. d istrib u id a s en 2,25 a 3 Ha. de p rad era y 0,75 a 1 Ha. de labor, y re p a rtid a por lo g eneral en 12 o 14 parcelas basta un som ero estudio p ara d arse cuenta de que para el trabajo de la propia finca, solam ente los m otoeultores y m otosegadoras de 5 a 12-14 C.V. son aconsejables. Es im prescindible la organiza­ ción cooperativa de los agricu lto res que haga posible la u tili­ zación re n ta b le de tracto res e im plem entos, por otra parte necesarios p ara el laboreo y transporte. E n la actualidad, p uede decirse que el 90% de los tractores tra b a ja n en régim en de a lq u ile r ; es lo que podemos llam ar el tracto r-tax i, único m edio en la situación actual que jun tam en te con la concesión de cupos de gas-oil, está haciendo factible la m ecanización del campo de A sturias. G racias a esto, en los últim os años los increm entos en el núm ero d e tracto res y m otosegadoras han sido progresivos, y así tenem os en cuanto a los prim eros que pasó de ser 118 unida­ des en 1960 a 164 en 1961. En el año 1962 el increm ento de 42 tractores sobre el an te­ rio r y en 1963 se registró un aum ento de 77 unidades. NECESIDADES TEORICAS Prescindiendo de la parcelación y considerando un hecho el laboreo en común, tenem os que siendo la superficie de cultivo

unas 80.000 Ha. de las que 40.00 Ha. son susceptibles de m e­ canización y suponiendo que en la época p u n ta (arar), por ra ­ zón de tem pero, será necesario realizar el trabajo en 160 horas útiles y que el rendim iento por tra c to r es de 1 Ha. por jornada de 8 horas, encontram os que h a rá n fa lta 8x40.000 — 40.000 = 2.000 tractores. A hora bien: teniendo p resentes las especiales características de la superficie de actuación, el clim a, el suelo, la m odalidad de las explotaciones, etc., estim am os que el 80% o sea, 1.600, b astará que tengan potencias no su p erio res al 35 C. V En cuanto a las m otosegadoras y m otoeultores, las posibi­ lidades son más am plias por su m ayor ad ap tab ilid ad a ciertos terrenos, y tam bién porque, de p e rsistir las circu n stan cias a c tu a­ les, está m ás al alcance d el agricultor, y, adem ás, p o rque suple con v en taja al tracto r en las necesidades d iarias de la pequeña explotación ganadera. El m otocultor está dotado de los aperos necesarios p a ra re a ­ lizar todos los trab ajo s d el campo. P e rm ite rea liz ar labores en las que no puede em plearse el tracto r ni el ganado. T al es el caso de los trabajos bajo árboles, que forzosam ente h ab ría n de hacerse a mano. Si en una ag ricu ltu ra p rovincial plan ificada ha de reducirse el núm ero de explotaciones a 15 o 20.000 con una superficie com­ p ren d id a en tre las 15 y 20 Ha. con el corresipondiente com ple­ m ento forestal, consideram os que, e n la m ayoría d e ellas, será preciso un m o to c u lto r; por lo q u e el núm ero de estos se cifra e n 12.000. De esta m anera tendríam os que solam ente en aquellos ca­ sos en que fu era necesaria una m ayor profundidad, m ayor ra ­ pidez en la realización de las labores, a rra stre de cosechadoras de forrajes, y otras m áq u in as que req u ieren m ayor fuerza de tracción, tran sp o rte, etc., sería im prescindible co n tar con un tractor. Con el núm ero de ellos, calculado anterio rm en te, se a ten d erían p erfectam en te todas estas necesidades. S ería un tra c­ tor por cada 10 o 13 explotaciones con todos sus im plem entos

— 9 — y m áquinas au x iliares (arados de verted era, monosurco, bisurco y topo, grada de discos, grada canadiense, grada de púas, ru ­ lo, rem olque y re p a rtid o r de estiércol, b arra segadora, cosecha­ d ora de fo rrajes, ro tav ato r, subsolador, pala cargadora, pulveri­ zador o atom izador p ara tratam ien to s contra las plagas de los cultivos, etc.). ¡Siguiendo este c riterio , podría constituirse un P arque de m aq u in aria en cada com arca que estaría a cargo de la H erm an­ dad, C ooperativa o grupos de agricultores para su utilización colectiva. E n otro o rd en de cosas, d eberá fom entarse el empleo, en los establos, de los d iferen tes sistem as de distribución autom ática d e los alim entos, de las ordeñadoras m ecánicas y otra m aquina­ ria auxiliar. Las necesidades fu tu ra s teóricas de estas m áquinas será igual al n úm ero de establos que se cifra alrededor de los 4.000, una vez conseguida la deseable concentración de los mismos, en ré­ gim en de estabulación libre o sem i-libre. O tras m áquinas tales como las desgranadoras y cortaforra­ jes podrían fu n cio n ar con la m ism a polea del tracto r y su núm e­ ro sería igual al de explotaciones agropecuarias. En cuanto a las trillad o ras de cereales no se preveen aum en­ tos, ya que las su perficies dedicadas a estos cultivos dism inuirán todavía más, en una fu tu ra ordenación racional de los mismos. V EN TA JA S QUE REPO RTA LA M ECANIZACION D el em pleo de m aq u in aria se d eriv a un aum ento en los ren ­ dim ientos de las cosechas, una redución en los costes de produc­ ción al elev ar la p ro d u ctiv id ad de la unidad de trabajo, aho­ rran d o un considerable núm ero de jo rnales que quedarán dis­ ponibles p ara su em pleo en otros sectores productivos. En otro orden de cosas, la m ecanización del campo, dignifica y alivia el trab ajo del ag ricultor, elevando su nivel de conocí-

— 10 — m ientos y por ende su categoría social, contribuyendo, además, a la conversión de su econom ía de auteHConsumo e n u na econo­ m ía de m ercado de lo que se beneficiarían los dem ás sectores de la producción. P o r otra parte, el em pleo de las m áquinas se trad u cirá, in ­ discutiblem ente, en una m ejo ra de la cabaña a stu ria n a por sus­ titución del ganado de trab ajo por ganado selecto de especialización lechera o cárnica. Si consideram os que en la actualidad según el Censo del M inisterio de A g ricu ltu ra correspondiente al año 1963, de un total de 166.092 vacas, m ayores de 3 años, solam ente 73.478 son selectas y el resto de ap titu d m ixta, es decir que proporcionan leche, carne y trabajo, nos darem os cuenta de lo que podría re p re se n ta r p ara la econom ía provincial esta sustitución que estim am os posible en más de un 50%. Hemos de pensar adem ás, en lo antieconóm ico que resu lta la utilización del ganado p ara el trabajo. Calculando que se p re­ cisan 24 jorn ad as de y u n ta por Ha. de labor y 6 por Ha. de pradera, re su lta n al cabo del año 3.420.000 jornadas de y u n ta (obradas) para toda la provincia. V aloradas a 250 pts. por té rm i­ no m edio, obtenem os un total de 855 m illones de pesetas que se in v ierten en el campo por este concepto. Si consideram os un tracto r n orm al que trab aje 1.800 horas anuales a 125 pts.-hora, re su lta ría que con esta cantidad podrían fun cionar en A sturias 3.800 unidades de esta clase. Solam ente en la labor de arar, el em pleo del tracto r sustituyendo a la y u n ta rep re sen ta un aho­ rro de 1.000 pts.-Ha., aparte del factor tiem po que queda re d u ­ cido a la cuarta p a rte aproxim adam ente. O sea que la d ifere n ­ cia real sería m ayor aún. MEDIDAS QUE SE PRO PU G N A N PA RA LA M ECANIZACION D IV U L G A C IO N

La com plejidad cada vez m ayor de las m odernas técnicas de cultivo, tales como el em pleo de sem illas selectas, abonos, tra ­

— 11 — tam ientos contra las plagas, y en especial la que nos ocupa so­ bre m ecanización, exigen del agricultor unos conocimientos pa­ ra su consciente y adecuada utilización, que es preciso propor­ cionarle m ed ian te C ursillos y dem ostraciones, preparando las nuevas generaciones en Escuelas de C apacitación Agraria. C R E D IT O S

Es m uy poco conocido y aquéllos que lo conocen encuentran dem asiadas trab as en la concesión de los créditos, por lo que muchos desisten antes de iniciar las gestiones. T al vez fu era conveniente elev ar el tope del préstam o con gara n tía personal a la cantidad de 100.000 pts. y con garantía hipo tecaria h asta 500.000 pts., exigiendo su reintegro en 5 a 10 anualidades según los casos y a ser posible reduciendo la esca­ la de intereses. Al objeto de fo m en tar el esp íritu cooperativo d e b erían concederse las m áxim as facilidades a las asociaciones o grupos de agricu lto res que lo so lic ita se n ; lo que podría sig­ n ificar un g ran aliciente p ara la creación de los P arques de m a­ q u in a ria de que hablábam os, p ara el sei-vicio de las diversas co­ m arcas.

R E S U M E N La m ecanización del cam po en A sturias está condicionada al cam bio de las estru c tu ra s agrarias, in d ependientem ente de la lim itación que im pone la p eculiar topografía del terreno, es­ tableciendo el lím ite de dicha m ecanización en las cifras indica­ das an terio rm en te. No o bstante, en la situación actual, pueden m ejorarse los ín­ dices de m ecanización: 1.°—'Fom entando el esp íritu cooperativo de los agricultores. Unica form a posible de salvar su actual debilidad económ ica; la cual le im pide u tilizar los medios de producción modernos,

— 12 por req u erir estos im portantes inversiones que individualm en­ te no pueden hacer. 2°—Facilitando Créditos en las m ejores condiciones, e in­ cluso subvencionando p arte del im porte de las m áquinas solici­ tadas, dando rigurosa preferencia a las Cooperativas o Grupos de agricultores que pretendan crear un P arque de m aquinaria para la utilización colectiva de sus asociados. 3.°—Divulgando la creación de establos colectivos en régim en de estabulación libre o sem ilibre con todas las instalaciones y m aquinaría auxiliar que ello requiere. Oviedo, Septiem bre de 1964

DEUX FACIES DAN S LE D E V O N ÏEN DES M O N T A ­ G N E S CANTABRIQUES MERIDIONALES (1) PAR

AART BROUWER (Laboratoire de Stratigraphie et de Paléontologie, Université de Leiden, Pays Bas)

Dans le succession paléozoïque des Montagnes cantabriques le Dévonien se distingue du Paléozoïque inférieur par la présen­ ce de roches calcaires comme éléments essentiels. Cette diffé­ rence lithologique nous a amené à distinguer dans la succession précarbonifère deux unités lithostratigraphiques de prem ier ordre: le Groupe du Luna, et, au dessus, le Groupe du Bernesga. Le prem ier se compose d ’une alternance de formations quartzitiques avec des formations schisteuses: le second d'une alternance des formations calcaires (ou dolomitiques par en­ droits) e t des formations quartzitiques et schisteuses. Ainsi la (1) D ’aiprès u n e co m m u n icatio n p ré se n té e à la R éunion géologique co n sacrée a u x H ercy n id es espagnols, e t te n u e à Oviedo, d u 15 au 27 ju i­ lle t 1962. L ’a u te u r a p ro fité d u r e ta rd d e la p u b licatio n p o u r y a jo u te r q u elq u es n o u v elles o b serv atio n s.

— 14 — lim ite se situ e tout n a tu re lle m e n t au p re m ier banc calcaire. A illeurs la F o rm atio n de San Pedro, form ation su p érieu re du G roupe du L una, passe très g rad u ellem en t à la F o rm ation de La Vid, form ation in férieu re d u G roupe d u B ernesga. Du p o in t de vue paléontologique on constate que les p re ­ m iers élém ents dévoniens se tro u v e n t dans les couches les plus jeunes de la F orm ation de San Pedro. Donc, la lim ite en tre les deu x groupes distingués correspond à peu près à la lim ite e n tre le S ilu rien e t le D évonien. A u jo u rd ’hui je ne p arle que d u faciès dans le D évonien, sans e n tre r dans les d étails des relatio n s ch ro n ostratigraphiques. Des recherches en tre p rise s avec un groupe d ’é tu d ia n ts de l’Université de Leiden, nous o n t fa it co nnaître to u t au d é b u t de nos trav au x , deux types de faciès dans le D évonien du flanc m é ri­ dional des M ontagnes cantabriques. Dans la p artie m éridionale de la région étudiée la succession dévonienne est caractérisée p ar u ne altern an ce des unités gréseu ­ ses et schisteuses e t des unités calcaires, comme P. Com te (1959) l’a d éjà m o n tré p our la région à l’ouest du Rio Esla. Il a d istin ­ gué sep t u n ités lithologiques, que j ’ai ré d u it à cinq ay a n t le ran g de form ation (de bas en h au t): (1) la F o rm atio n de La Vid, com posée d ’une p a rtie infé­ rie u re dolom itique, une p a rtie m oyenne schisteuse et une p artie su p érieu re calcaire ; (2) la Form ation de S an ta Lucia, essen tiellem en t form ée de calcaires ; (3) la F orm atio n d ’H uergas, composée de grès e t de schis­ tes ; (4) la F orm ation de P o rtilla, q u i elle-m êm e se compose d ’u ne altern an ce de quelques bancs calcaires e t des p a rtie s plus schisteuses ; (5) la F orm atio n de l’A guasalio, qui ren ferm e le G rès de Nocedo, des Schistes de Fueyo et le G rès de l’E rm itage de Comte.

— 15 — Ces trois divisions de la F orm ation de l’Aguasalio se trou­ v en t n e tte m e n t distingués dans la coupe d u Rio Bernesga, mais ailleu rs les schistes de Fueyo m anquent en général. D ans ce cas la distin ctio n e n tre le G rès de Nocedo e t le Grès de l’Ermitage est très difficile ou m êm e impossible, m algré une lacune stra tig ra p h iq u e assez im p o rtan te qui p e u t les séparer. Ainsi nous avons jugé plus utile de ré u n ir les unités dévoniennes au dessus de la F orm atio n de P o rtilla dans une seule form ation, d o n t le type est pris sur la rive gauche du Rio Esla, à la h au teu r de Crem enees. On trouve cet ensem ble avec une ré g u larité rem arquable e n tre le Rio Esla et le Rio Luna. C ependant nos recherches ont m o n tré que tous ces tra its essentiels se retro u v e n t plus à l’est, ju sq ’uà la d isp aratio n du Paléozoïque au dessous du Triasique d an s les environs de C ervera de Pisuerga. Il est vrai que le D évonien de la région de V alsurbio et celui plus à l’est, près de C ervera, m o n tre n t q uelques différences dans les détails de la succession, m ais p o u rta n t ils re tie n n e n t tous les caractères li­ thologiques e t paléontologiques du D évonien à l’ouest du Rio Esla. P a r ailleu rs les puissances sont aussi de même im portance. On voit donc que la succession dévonienne m ontre les m êmes tra its essentiels dans une région qui s’éten d sur plus de 100 km de l’e s t à l ’ouest. Les fossiles les plus im p o rtan ts de cette succession sont les brachiopodes, les crinoïdes, les bryozoaires, les coraux e t les strom atopores. Les brachiopodes se tro u v en t dans tous les types lithologiques, m ais les au tres groupes sont pour la p lu p art con­ finés aux calcaires. C ependant les ru g u eu x sim ples ne sont pas ra re s dans certain s schistes ou calcschistes. Souvent les calcai­ res p araissen t sous l’aspect de biostrom es, surto u t dans la p a r­ tie m oyenne de la F orm ation de Santa Lucia, et dans la F orm a­ tion de P o rtilla. Dans la d ern ière on trouve rarem en t quelques p etits bioherm es. Dans les p arties quartzitiques de la succe­

— 16 — ssion les grains sont bien calibrés. Des phénom ènes de stra tifi­ cation entrecroisée et de “m udcrack s” n ’y sont pas rares. Il me sem ble que tous les phénom ènes observés in diquent une m er peu profonde dans une région d ’une subsidence m odé­ rée, mais assez régulière. Des m ouvem ents positifs dans les ré ­ gions avoisinantes p eu v en t être responsables de la prédom inence de roches d étritiq u es, mais p lu sieu rs fois les conditions tra n ­ quilles se rétab lissen t avec une séd im en tation calcaire e t une faune à élém ents recifaux. A u n ord de la région d écrite ci-dessus, le D évonien est à peine exposé à cause de la co u v ertu re carbonifère. C’est seule­ m en t dans le n ord de la province de P aleneia q u ’on re tro u v e en ­ core le D évonien su r une assez vaste étendue. Mais la succe­ ssion y d iffère n e tte m e n t de celle ren co n trée dans la zone m é ri­ dionale. Les d ifférences concernent la lithologie, la paléontolo­ gie et la puissance. Du p oint de vue lithologique on constate to u t d ’abord l’ab­ sence d ’une im p o rtan te u n ité gréseuse ou q u a rtzitiq u e com m e la F orm ation de H uergas plus au sud. A p a rt quelques m inces couches gréseuses qui se tro u v e n t parfois intercalées dans la succession, les grès et les q u a rtz ite s n ’a p p araissen t q u ’à la base e t dans la p artie supérieure. La base de la succession paléozoïque est constituée p ar des schistes, des grès e t des q u a rtz ite s de la F orm ation de Carazo. La p a rtie su p érieu re de cette fo rm atio n co ntient quelques brachiopodes gedinniens. P e u t-être une p artie de la form ation a p p a rtie n t encore au S ilurien. U ne deuxièm e form ation q u artzitiq u e se trouve dans le D évonien supérieur. C’est la F orm atio n de M urcia (F rasn ien - Fam ennien). E ntre ces d eu x form ations silicieuses la succession dévonienne est constituée p a r une altern an ce des schistes e t des calcaires. Con­ tra ire m e n t aux calcaires des form ations de S anta L ucia e t de P o rtilla, ces calcaires sont en gén éral des calcaires très fins, souvent schisteux. A deux niveaux, l’un in m éd iatem en t au des­ sus de la F orm atio n de M urcia, l ’a u tre u n p e u plus bas, on tro u ­

— 17 — ve des calcaires noduleux. Donc l ’aspect pétrographique des calcaires se d istin g u e n e tte m e n t d e celui de la zone m éridionale. En o u tre la puissance du D évonien du nord de la province de P alen cia n ’est to u t au plus que de quelques centaines de m è­ tres et à p lusieurs endroits m êm e beaucoup moins. Ce deuxièm e faciès d u D évonien e s t bien développé dans la région au nord des lacs de C am porredondo e t de R equejada (Vanes). La p a rtie in férieu re de la succession n ’est exposé que dans la p a rtie o rien tale de la région (environs du lac de Reque­ jada). De l ’a u tre côté la p a rtie supérieu re est plus complète dans l’ouest (Cardano de A rriba, etc.). La p artie m oyenne m on­ tre essen tiellem en t la m êm e succession de l’est à l’ouest. Quel­ ques unes des form ations décrites ci-dessus possèdent des ca­ ra c tè res très constants, comm e p a r exem ple la Form ation de L ebanza e t la F orm ation de M urcia. La p artie m oyenne de la succession, s u rto u t composée d ’une altern an ce de schistes e t des calcaire fins, souvent schisteux ou noduleux, est m oins constan­ te et, p ar conséquent, nous rencontrons plus de difficultés à dis­ tin g u e r des unités lith o stratig rap h iq u es. P uisque les schistes e t les calcaires fins p assent fréq u em m en t de l’un à l’autre, la té ­ ra le m e n t a u ta n t que v erticalem en t, leurs conditions de sédi­ m en tatio n d o iv en t être très voisines. Donc un trop grand nom ­ bre de subdivisions ne s e rt à rien. Rappelons que K ullm ann (1960) a décrit, plus au nord, une section qui représente le Dé­ vonien d u Siegenien ju sq u ’au F rasn ien e n ca. 160 m. S eu les les couches term in ales de la F orm ation de Carazo re n fe rm e n t q u elques brachiopodes gedinniens. P robablem ent une p a rtie de cette fo rm atio n a p p a rtie n t encore au Silurien. D onc sa position e t ses caractères rap p ellen t ceux de la F or­ m atio n d e San Pedro. N ous retrouvons la m êm e chose pour la form ation suivante, la F o rm atio n de Lebanza, qui m ontre éga­ lem en t u ne certain e ressem blance avec la Form ation de La Vid. M ais là l ’analogie est encore m oins évidente que dans

— 18 — le cas précèdent. Au-dessus la succession p erd to u t rapport, m êm e superficiel, avec celle plus au sud. P eu t-être la différen ce paléontologique e n tre les deux fa­ ciès est encore plus m arquée. P arm i les fossiles du faciès sep­ ten trio n al les céphalopodes, les ten tacu lites et les conodontes sont les groupes les plus caractéristiques. Il est vrai que les brachiopodes ne font pas d éfaut, su rto u t dans le D évonien in­ férieur, mais ils on t p erd u la place im p o rtan te q u ’ils occupent dans le faciès m éridional. Même là où ils sont présents en g ra n ­ des quantités, comme dans la F orm atio n de Lebanza, la faune à brachiopodes se distingue dans son ensem ble n e tte m e n t de celle de la F orm ation de La Vid. Ceci est ég alem ent le cas p o u r les coraux, les strom atopores e t les bryozoaires. Des ru g u eu x sim ­ ples se tro u v e n t dans quelques calcaires et schistes, e t parfois des ru g u eu x branchus, des tabulés et des strom atopores d o n nent naissance à des biostrom es m inces, d ’une épaisseur de quelques decim ètres, qui d ifféren t beaucoup du d éveloppem ent m ag n ifi­ que q u ’ils ont dans le faciès m éridional. Il fa u t ajo u te r q u ’en général le faciès sep ten trio n al e st beaucoup m oins fossilifère que le faciès m éridional. E n conclusion de l’ensem ble des observations d écrites cidessus, je pense que le faciès se p ten trio n al est form é dans une m er un peu plus profonde que celle d u faciès m éridional, e t su rto u t m oins influencée par des te rre s ém ergées, donc plus loin du rivage de la m er devonienne. J ’ai d istingué ces d eu x faciès com me faciès asturo-léonais pour la région m éridionale, e t faciès p alencien pour celui qui le rem place vers le n o rd (1). Il sem ble que ce tte d istin ctio n en tre deux régions d ’un faciès n e tte m e n t d iffé re n t occupe une (1) E n p r é s e n t a n t o r a le m e n t c e tte c o m m u n ic a tio n , j e m e s u is s e rv i d e s te r m s “ lé o n a is ” e t “ a s tu irie n ” . M a in te n a n t j e le s a i r e m p la c é p a r “ a s tu r o - lé o n a is ” e t “ p a le n c ie n ” , p u is q u e le ia c iè s p r é d o m in a n t d a n s le D é v o n ie n d e s A s tu r ie s p o ss è d e en g é n é r a l le s m ê m e s c a r a c tè r e s q u e c e lu i d u D é v o n ie n d e L éo n .

— 19 — p lace im p o rtan te dans l ’h isto ire géologique des M ontagnes cantabriques. Elle se retro u v e dans plusieurs aspects du C ar­ bonifère, e t elle correspond à une différence im portante de style tecto n iq u e (de S itter, 1962). En o u tre on peut à peine échapper à la conclusion que la différence de faciès correspond égalem ent plus ou m oins à la différence en tre le faciès rhénan e t le faciès bohém ien (ou hercynien) bien connue dépuis long­ tem ps dans le D évonien de l’Europe occidentale. M algré les d i­ verses opinions q u a n t à l’in te rp ré ta tio n de cette différence de faciès, il me sem ble q u ’elle est d éterm inée essentiellem ent par une d ifférence de l’éloignem ent du rivage. P o u r te rm in e r il est in téressan t de s’occuper de la question du passage de faciès asturo-léonais au faciès palencien. M alheu­ reu sem en t nous ne les connaissons proches l’un de l’autre q-ue dans la p a rtie o rien tale d u Paléozoïque des M ontagnes canta­ briques. Là la zone de passage est caractérisée p ar une réduc­ tion de la puissance du D évonien, accom pagnée p a r quelques lacunes stratig rap h iq u es et par le développem ent des récifs organiques souvent avec l ’aspect de vraies bioherm es. à trois ni­ v eaux (B rouw er, 1964). D ans cette zone assez étro ite les conditions étaien t très favorables au d év eloppem ent des organism es constructeurs. Au nord de cette zone ce tro u v e le faciès asturo-léonais. ca­ ractérisé par une altern an ce de dépôts d étritiq u es et de cal­ caires à biostrom es ; au sud se trouve le faciès palencien, su r­ to u t caractérisé par des dépôts fins, soit schisteux, soit calcaires, avec une faune, assez pauvre, à céphalopodes, tentaculites et conodontes. R E S U M E N Se p resen ta el resultado de los trabajos realizados con un grupo de estu d ian tes de la U niversidad de Leiden en el Paleo­ zoico de las M ontañas C antábricas. Como resultado de los mis-

— 20 —

mos se llega a distinguir en las series devónicas dos tipos de facies netam ente diferentes, una palentina (m eridional) y otra astur-leonesa (septentrional), que corresponden a dos regiones de estilos tectónicos diferentes. Estos dos tipos de facies pueden com pararse con las facies renana y bohémica o herciniana conocidas en otras regiones de­ vónicas de Europa Occidental y Africa del Norte.

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R EFO LD IN G IN T H E T H R U S T FAULT Z O N E OF SAN M ARTIN DE LOS HERREROS (Prov. Palencia, Spain) by B. N. KOOPMANS

ABSTRACT

The thrust fault zone of San M artin de los Herreros is a na­ rrow E-W trending zone, which on lithological as well as struc­ tural grounds is different from the adjacent areas. The lower p art of the Upper Carboniferous developed in the Culm facies, whereas directly north and south of this narrow trough thick bedded and massive limestones of the Caliza de Montaña facies laterally replace the shale-subgraywacke series of the Culm fa­ cies. The m ajor folds were formed during two distinct periods of movement. The first generation of WNW-ESE trending re­ cumbent folds had axial planes which were dipping gently to the south-southwest. The folds were accompanied by low-angle overthrusts w ith movement towards north. Incompetent red shales and nodular limestone of Upper Visean age served as detachm ent horizon. The second set of isoclinal major folds, the



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E-W refolding, has axial planes w hich dip 30-50 degrees to the north. They are superim posed on the e a rlie r folds and d eterm i­ ne the p resen t d ay geom etry of the folding p a tte rn . T hey dis­ tort the p rim ary fold axes and axial planes. On the o th er hand th eir tren d is influenced by the first set of stru ctu res. N orth of San M artin a N-S o rien tatio n can be distin g u ished in the m inor folds, w hich w ere contem poraneous w ith the E-W refolding. INTRODUCTION The area m apped in 1954-1960 lies betw een the villages San M artin de los H erreros, R ebanal de las L lantas and Santibanez de Resoba, on the so u th ern slope of the C an tab rian m ountains and the n o rth ern p art of the province of Palencia. The Rio Ri­ vera, a trib u ta ry of the Rio Pisuerga, has eroded a w ide valley, m ainly in soft rocks a t an altitu d e of 1.100 m eters. To the south, the regions is bounded by the S ierra del Brezo, form ed by m assive lim estones of a N am u rian age. These m ountains have a m axim um altitu d e of 2.000 m eters. To the n o rth occurs an o th er ridge of lim estone m ountains of the same age w hich reaches an a ltitu d e of 1846 m. in the sum m it of the S an ta L ucia m ountain, w est of S antibanez de Resoba. A geological m ao m ade by Q uiring (1939) gave only the broad o u tlines of the lithology of the area. K anis (1955) studied the geology of the area betw een San M artin and Ventanilla. From the v ery com plicated stru c tu re s around Can M ar­ tin h e m ade a d etailed m ap on 1:10.000 scale. The p resen t study links up d irectly w ith the w estern m argin of the detailed m ap of Kanis. A description by de S itte r (1957) of a folded th ru st plane n ear the San M artin anticlin e indicated the discovery of a m ore com plicated stru c tu ra l h isto ry th an was supposed by Kanis. From th e p resen t d escribed area de S itte r rem ark s: “In the com plicated stru c tu re s n o rth and w est of San M artin and in the recu m b en t syncline below S antibanez a sim ilar intensely

— 23 — folded thrust plane can now and then be detected” (de Sitter, 1957, p. 278). STRATIGRAPHIC SEQUENCE The rocks outcropping in the area are of Devonian and Car­ boniferous age. The Devonian is exposed only in an anticlinal core, outcropping on the eastern slope of the Peña Negra. This anticlinal fold can be traced between San M artin and Ventani­ lla and is named the San M artin anticline. East of San Martin the oldest rocks in the San M artin anticline are limestones of Emsian age, whereas west of the Rio Rivera the oldest outcrop in the core are the ferruginous San M artin sandstone of the Givetian age. Eight hundred meters south of the village of San M artin this hem atite-rich sandstone has been exploited for se­ veral years. The sandstone is overlain by a 50 m thick-bedded coral limestone. The few fossil determ inations do not give su­ fficient indications for an exact dating. However, field mapping indicates that the limestone can be correlated with calcareous shales and black shales in adjacent areas belonging to the Upper Givetian and Frasnian. This formation is known in the Valsurvio dome as the Valcovero formation Koopmans, 1962. A 2 m thick quartz-sandstone overlays the Valcovero formation with a sharp boundary. Erosion phenomena can be seen on the boun­ dary plane, indicating a break in the sedimentation. An age determ ination of this white quartz-sandstone is not possible, because of the lack of fossils. A probable Famennian age is sug­ gested here and the beds are correlated with the top of the Camporredondo quartz-sandstone in the Valsurvio dome. Carboniferous sedimentation starts with a transgression in the Upper Visean. The deposits consist of red shales or radiolarites and a red or green nodular limestone, “griotte”. The griotte horizon, which has a large lateral extent over nearly the w;hole Cantabric-Asturian mountains, serves as a stratigraphic

m ark er horizon. The total thickness of red shale and nodular lim estone reaches a m axim um of 20 m. T he proportions of the grio tte lay er have been exaggerated on the m aps and sections in order to show this im p o rtan t m ark er clearly. O n top of the grio tte follows 10-40 m. of blue-grey, fine cry s­ tallin e lim estone. U pw ards the lim estone grades into shales and calcareous shales, follow ed by a thick series of several hundreds of m eters of shales, m udstones, pebbly m udstones, subgrayw acke and conglom erates of the Culm facies. T he develop­ m ent of the Culm facies is in strong co n trast w ith w h at we find a few kilom eters to the south in the S ierra del Brezo and to the north in th e S an ta L ucia m ou n tain (w est of S antibañez de Resoba), w here the N am urian is rep re se n te d by a thick se­ quence of m assive lim estones in the Caliza de M ontaña facies (C alcaire des Canons of B arrois, 1882). These facies changes are re stric te d to a narro w E-W tren d in g zone, w hich runs from Cervera de P isuerga over the P an tan o de Ruesga, San M artin de los H erreros and P antano de C am porredondo in th e d irection of Riaño. Facies changes in the D evonian are re la te d to this sam e zone (Fig. 1). T he U pper D evonian C am porredondo quartz-sandstone is several h undreds of m eters thick and grades g rad u ally dow nw ards into the shales of the V alcovero form ation in the V alsurvio dom e (Koopm ans, 1962). In the th ru st fa u lt zone of San M artin the C am porredondo form ation is only rep resen ted by a 2 m. thick q u artz-sandstone w hich lies w ith a disconform ity upon the V alcovero form ation. C hanges in lithology affect th e type of d eform ation in the area. In the p resen t pap er fu r­ th e r details of these rap id facies changes w ill not be discussed. T he C arboniferous sequence older th an the C uravaeas fol­ ding phase will be re fe rre d to as the Ruesga group.

— 25 — STRUCTURAL OUTLINE T he study of the th ru s t fa u lt zone of San M artin is based on d etailed field w ork, g reat atten tio n being paid to top and bottom c rite ria in the Culm facies. M apping was carried out on 1:10.000 scale (Fig. 2) and the orientations of the axial planes and fold axes of th e m inor folds, developed p a rtic u larly in the griotte and C arboniferous lim estones, have been analysed. Cleavages are developed fain tly in the incom petent rocks, e. g., the sha­ les of the Culm facies, b u t they are d ifficu lt to study in detail, d ue to th e lack of exposures. Fig. 3 rep resen ts a stru ctu ra l map, show ing the m ajor fold tren d s and the traces of the low angle ov erth ru sts. A n analysis of the stru c tu ra l relations indicates th at at least two folding phases have affected the area. The first generation fold stru c tu re s are trending WNW-ESE. The isoclinal folds are o v ertu rn ed tow ards the NNE and m any overthrusts are deve­ loped in this folded sequence. The second folding has deform ed the firs t generation folds and th ru s t planes. T his fold tren d m akes only a slight angle w ith the previous stru c tu re s. The m ost strik in g difference betw een the firs t folds and the la te r refolding stru c tu res is the opposing o rien tatio n of th e ir axial planes. W hereas the form er have axial planes dipping gen tly south, the la tte r have axial planes which dip 30-50 degrees tow ards the north. The structures developed d u rin g th e refolding period are clearly visible in the field, as for exam ple the ’S ’ shaped fold on the Peña Negra, w hereas the first gen eratio n stru c tu re s are o b literated by the refolding. FIR ST GENERATION M AJOR FOLDS. T h e g re a t lithological differences betw een the sedim ents of the V alsurvio dom e (south of the area described here) and the Zone of San M artin de los H erreros have caused a com­ pletely d iffe re n t type of defo rm atio n in these two areas. In the

— 26 — Valsurvio dome the type of deform ation has been dictated by the com petent U pper Devonian quartz-sandstone and by the massive Carboniferous limestones of tlhe “Caliza de M ontaña” facies (Koopmans, 1962). The thickness of the com petent quartzsandstone decreases suddenly to the north in the area of San Martin. The 2 m. thick Camporredondo quartz-sandstone no lon­ ger dictates the folding style. Together witlh this change there is a facies change in the Ruesga group. The massive lim estones of the Caliza de M ontaña give way to highly incom petent shales and mudstones of the Culm facies towards the north. With this change the folding style has adapted itself. The stress field which has caused large isoclinal folding in the com­ p etent beds of the Valsurvio dome, does not encounter the same resistence against deform ation in the incom petent series of the San M artin zone. This results in the developm ent of a large num ber of low-angle overthursts w ith a th ru st direction towards the north. The incom petent nodular lim estone and red shales (griotte horizon) on the base of the Carboniferous served as the ¿main detachm ent horizon. Som etim es we find a few m eters of Upper Devonian quartz-sandstone still preserved abo­ ve the th ru st plane. The existence of the th ru st planes can only be deduced from the repetition of the stratigraphie sequence. No mylonite, faultbreccia or signs of other disturbance occur on the th ru st planes. Together w ith the low-angle overthrusts a few isoclinal folds are developed w ith gentle SSW dipping axial planes. Mostly these folds show thrusting in the core and a thinning of the overturned limb. Going from south to north through the area we encounter the following first generation structures (Fig. 4). S outh of Rebañal lim estones and griottes of the base of the Ruesga group are th ru st over shales and mudstones of the Ruesga group w hich are stratigraphically higher. T hrust movement was towards the north. At presen t this th ru st plane

— 27 — (1)* is in an in v erted position due to ithe la te r refolding. It is follow ed to the n o rth by an isoclinal syneline (2), the Peña N egra syneline, w hich has in its core a thick series of shales, m udstones and a 30 m. thick conglom erate. The conglom erate bed can be easily traced on the so u th ern slope of the Peña Ne­ gra, form ing a ’S ’ shap ed stru c tu re (refolding structure). The n o rth e rn lim b of the R ebañal 'syneline w ith lim estones and g rio tte a t its base is th ru s t to the n o rth over an isoclinal a n ti­ cline, the S an M artin anticlin e (4). This an ticline can be traced from the P antano de Ruesga in the east, via San M artin to the P eñ a N egra in the west. De S itte r (1957) h as described this fold stru c tu re in the region b et­ w een San M artin de los H erreros and V entanilla. The no rth ern lim b of this first generatio n stru c tu re is strongly reduced and squeezed o u t at m any places and show s evidences of local thrus­ ting n e a r V entanilla. N o rth of the San M artin anticline a tig h tly com pressed syn­ eline (5) occurs. In the o v e rtu rn e d lim b of this syneline, the lim estone and g rio tte horizon of the base of the Carboniferous sequence is again th ru ste d over the sihales of the Culm facies (.6). F u rth e r n o rth m ore sim ilar low -angle o v erth ru sts (7, 8, 9, 13) and recu m b en t folds (10, 11, 12, 14) occur. All these WNW-ESE tren d in g stru c tu re s are a resu lt of la r­ ge horizontal tran slatio n s tow ards the north. The folds are d e­ veloped as isoclinal folds, o v ertu rn ed to the n o rth and w ith the in v e rte d lim b stro n g ly reduced by shearing. The low-angle o v erth ru sts are form ed in the sam e way, and e ith e r the m iddle lim b has been com pletely sh eared out, or th ru sts replaced the folds w ith o u t a m iddle lim b being form ed.

* T h e n u m b e r s b e tw e e n b r a c k e ts , n o te d b e h in d th e f ir s t g é n é ra tio n s tr u o tu r e s in th e t e x t , a r e r e la te d to th e n u m b e r s o f th e tr e n d o f th e fo ld s a n d t h r u s t f a u lt s o n F ig . 3 a n d 4.

— 28 — E-W M A JO R REFO LD IN G The W NW-ESE tren d in g stru c tu re s d escribed above w ere refolded d u rin g a la te r period of defo rm ation along an E-W trend. This E-W refolding d ictates the present-day geom etry of th e fold p attern . The axial planes of the isoclinal folds are dip­ ping 30-50 degrees to the north, and opposite to the axial planes of the first g eneration stru ctu res. The o rig in ally so u th erly d ip ­ ping s tra ta are all o v ertu rn ed and dip to the n o rth as a re su lt of the refolding. The two generations of folds are of about the sam e scale and id entical in sh ap e (isoclinal). M oreover the d i­ rections of th e fold axes m ake only a sm all angle w ith each other. Thus it is ra th e r d ifficu lt to, sep arate the two generations of fold stru c tu res from each other. The sections of Fig. 5 show ing the refolding, are to some ex te n t idealised, because the triclin ic sy m m etry of the supe­ rim posed fold stru c tu re s m ake constructions in two dim ensions alm ost im possible. T he m ost im p o rta n t E-W tren d in g cross-folds are the Ra­ banal anticline and syneline, w hich in te rse c t the w hole series of first g eneration stru ctu res. The syneline can be traced over a distance of about five kilo m eters from w est to east. Com pli­ cations occur w here the R ebañal syneline is superim posed on th e th ru s t plane (1) and the P eñ a N egra syneline (2) in the W est of the region. The C arboniferous lim estone and g rio tte above the th ru s t plane (1) can be follow ed in an an ticlin al and a syn­ clinal bend, n o rth w est of R ebañal, b ro k en by a few transverse faults. The bending m ust be due to the refolding by the R eba­ ñal an ticline and the R ebañal syneline, because the original fla t th ru st plane (1) is folded in the sam e way. S im ilarly the prim ary P eña N egra syneline is refolded. Follow ing the sou­ th e rn lim b of this syneline (2), by tracing the conglom erate bed from the n o rth w est into the bend of the secondary R ebañal syneline, the lim b is seen to be cu t by an u n d e rth ru st, w hich

— 29 — p a rtly follows the already existing first generation th ru st pla­ ne (1). The reactiv atio n of this th ru st plane is contem poraneous w ith the in version of the plane. The relativ e direction of mo­ vem en t is the sam e. The sm all an ticlinal nose in the conglome­ rates, against the reactiv ated th ru st plane, 300 m. n o rth -n o rth ­ w est of Rebañal, is not the secondary R ebañal anticline, but the in v erted sy n clin al nose of the first generation Peña Negra syncline (2). T his in te rp re ta tio n is confirm ed by top and bottom criteria (sm all scale cross lam ination, load casts, flam e structures, w ash­ outs and other sed im en tary features). The series betw een Reba­ ñal and the above m entioned conglom erate can be shown to have been rep eated at least th ree times. F u rth e r tow ards the east, on the south ern slope of the Peña N egra, the conglom erate bed can be traced into a ’S ’ shaped curve. This curve represen ts the second generation structures (R ebañal syncline) superim posed on the n o rth ern limb of the Peña N egra syncline. The R ebañal syncline has been split to­ w ards the east into two synclines. The plunge and direction of fold axes of the superim posed fold stru ctu res are controlled by the a ttitu d e of the lim bs of the first generation folds and change from a n o rth -w esterly d irectio n w ith a plunge of about 40° on the so u th ern lim b of the Peña N egra syncline to a w est-north­ w esterly direction w ith a plunge of 20“ to 30° on the n o rth ern lim b. W est of San M artin the D evonian and C arboniferous lim es­ tones on the P eñ a N egra show a snake-like trend, due to E-W refolding by th e R ebañal syncline and anticline. W here the road from San M artin to R ebañal turns from a south-w esterly d irectio n into a w est-northw esterly direction, a sm all D evonian anticline core is visible on the w est side of the Rio R iv era (K anis, Fig. 20). This is the easterly continuation of the R ebañal anticline.



30



N orth of San M artin the stru ctu res become more complica­ ted. Tight isoclinal first generation fold stru ctures are intensi­ vely refolded. The scale of the folds decreases. Along its axial trend tow ards the northeast the Rebanal syncline becomes i n ­ verted near the Arroyo de Agueras. The second generation fold is formed around an axial plane th at dips gently to the NNW. The axis plunges approxim ately dow n the dip of the axial plane and as it swings from one side of the dip direction to the other side in the axial plane, the fold changes from a synform into an antiform . MINOR FOLD STRUCTURES Minor folds are developed on both sides of Arroyo de A gue­ ras, especially in the well-bedded lim estone and griotte, but also in the shal'e-sandstone alternation. In the incom petent shale la ­ yers and occasionally the griotte, folds have developed an axial plane cleavage. Incipient traces of axial plane cleavage are sometimes visible in the folded well-bedded limestones, but accordeon folds or concentric folds are dom inant. In the fiel a succession of the several m inor folds is seldom distinguishable. Fold axes and the poles to the axial planes of the minor folds are plotted in an equal area lower hem isphere projection (Fig. 6). Diagram A shows the orientation of the fold axes, the poles to the axial planes (x diagram , Weiss 1959) and a few poles to the axial plane cleavages, m easured in the griotte and limestone in the first generation stru ctu res 7-11. The orien ta­ tions of the fold axes can be separated into two groups. One group w ith a direction oif N10E-N20W and w ith a mean dip of 20°, and a sm aller group in the d irection N80E-N120E w ith a dip of 0-20°. The poles to the axial planes w hich belong to the N-S directed folds are situated m ore or less on a girdle. The B axis (the pole of the girdle or g reat circle in a t diagram ) is roughly in agreem ent w ith the m axim um of the corresponding

— 31 — group of the fold axes. This is a common picture we can expect in a stereographic projection of p arasitic m inor folds. However, indications of a d eform ation of one group by the other group of folds is not e v id e n t in this diagram . The o th e r d iagram s of m inor folds (Diags. B and C) develo­ ped in the lim estone hills form ed by the first fold structures (13) and (14), show a m uch g re a te r divergency of fold axes of m inor folds th a n those in diagram A. T he E-W folds show a g reat variatio n in the orientations of the axiail planes, the axes of these folds are nearly horizontal (diagram C). The N-S fold directions are spread over the n o rth ern half of the diagram s B and C, m eanw hile the orientations of the axial planes v a ry in dip betw een east and n o rth at various angles. A clear relatio n of the o rien tatio n of these m inor folds w ith the attitu d e of the fold lim bs of the m ajor folds does not exist. The stereographic projection of the fold axes and the axial planes, does not help us to u nravel the succession of folding periods. The o rien tatio n of the stress field, causing the con­ centric m inor folds, is d ep en d en t on so m any factors (bedding, d ifferences in com petention, earlier fold stru ctu res, etc.) in this com plicated fold p attern , th a t it gives no reg ular geom etric pa­ ttern . The E-W m inor folds appear synchronous w ith the WNWESE m ajo r folds as d em o n strated by the local cleavage develop­ m ent. The n o rth e rly plunging m inor folds, w hich have axial directions th ro u g h o u t the n o rth e rn q uadrant, are synchronous w ith the E-W tren d in g refolding. E-W folds w ith vertical axial planes (diagram C) are developed locally at a later date and do not occur as m ajor folds in the described area.

— 32 — CORRELATION OF THE TECTONIC SEQUENCE W ITH THE ADJACENT A REAS As show n in the preceding pages, th e re are two generations of m ajo r folds developed in the th ru s t .fault zone of San M ar­ tin de los Herreiros. In the Palaeozoic of th e province of P alencia th ree im p o rtan t folding phases can be d istin g u ish ed : 3. 2. 1.

P ost S tep h an ian - P re T riassic phase. A stu rian phase, d ated as W estphalian D or S tep h a­ n ian A. C uravacas phase, d ates as p re-W estphalian A - post N am urian.

T he recu m b en t folds w ith th e ir f la t o v e rth ru sts of the first WNW-ESE folding gen eratio n developed d u rin g the C uravacas phase. This can be proved fu rth e r w estw ard s n ea r the lake of Cam porredondo, w here the fla t o v erth ru sts are ov erlain unconform ably by sedim ents yo u n g er th an th e C uravacas folding ph a­ se. The d atin g of th e E-W refolding is m ore d ifficu lt. T h ere are, how ever, indications w hich ju stify a d a tin g of folding d u rin g the A sturian, phase (K oopm ans, 1962). The N-S d irection, developed in the m in o r folds, w as fo r­ m ed sim u ltan eo u sly w ith th e E-W refolding. Indications of a th ird folding phase w ith E-W d irectio n and a v e rtic al axial plane of probably post S tep h an ian -p re T riassic age occur loca­ lly, b u t in ad jacen t area this la st folding phase is q u ite strong. A n in te re stin g co rrelatio n w ith folding d a ta can be m ade m ore to the w est, in the v alley of the Rio Esla. This riv e r is situ ated in the zone of the Leonides (de S itter, 1959, 1961). In this zone large low -angle o v e rth ru sts have been developed, w hich have been th ru ste d from so u th (or south-w est) tow ards the n o rth (northeast). The dim ensions (some tens of kilom eters) ju stify th eir descrip tio n as n appe stru ctu res. The d etach m en t horizon is, ju s t as in the th ru s t fa u lt zone of S an M artin, a griotte horizon, how ever, in these cases it is the C am brian “g rio tte

— 33 — and dolom ite de L ancara” (Comte, 1959). The th rust series is much thicker, containing the whole sequence from the Cam ­ brian up to and including the Carboniferous Ruesga group. F u rth e r west in the valleys of the Rios Torio and Curueno a whole series of such thrusts occur. The nappe structures are dated by de S itter (1959) as a resu lt of the Curavacas folding phase. Im the Esla region refolding of the nappe structures has been effected by. 1. 2.

NNE trending folds of the A sturian folding phase. E-W trending folds of a post Stephanian - pre Triassic folding phase.

In the valleys of the Curueno and the Torio this refolding has caused a beginning of inversion of the nappes, although they are affected less than those of the San M artin area. The folding p attern of the Eslla-Bernesga region and that of the th ru st fau lt zone of San M artin are very similar, although the th ru st structures of San M artin are on a much sm aller scale. O ther differences are: 1.

a faint developm ent of axial plane cleavage in the th ru st fau lt zone of San M artin, which is lacking in th e Bsla-Bernesga region ; 2. the refolding structures of San M artin are tight isoclinal folds, w hereas fu rth er west these folds are m ostly open folds, although often w ith a vertical or p artly inverted limb.

ACKNOWLEDGEMENTS The author wishes to express his sincere gratitude to Pro­ fessor Dr. L. U. de Sitter who supervised this research and to thank Dr. D. J. Gobbett who corrected the English text.

Special thanks are also d u e to Mr. J. F. G raa d t van Roggen who kin d ly placed valuable field d a ta a t my disposal. T he stu d y has been carried out u n d er the auspices of the Consejo S uperior de Investigaciones C ientíficas at M adrid. RESUM EN La Zona de San M artín de los H errero s está situada en las laderas m eridionales de las m ontañas C antábrico-A stúricas, en el n o rte de la P rovincia Palencia. Cuando se pasa de sur a norte, a la zona de San M artín, la litología cam bia a co rta distan cia y, co njuntam ente, el tipo de deform ación. La conversión S-N de la facies “C aliza de M on­ ta ñ a ” en la de “Culim”, dió en la zona de San M artín origen a corrim ientos de ángulo bajo, contrastando con lo que se encuen­ tra en el domo de V alsurvio (Koopm ans, 1962), a saber los grandes pliegues isoclinales. Estas cobijaduras casi horizontales, em pujadas aproxim adam ente de sur a norte, con rum bo ONOESE, han sido replegadas en pliegues asim étricos E-O, cuyos p la­ nos axiales tienen un buzam iento norte. E specialm ente en las pizarras se ha encontrado localm ente un replegam iento tardío en dirección E-O, con planos axiales verticales. En resum en, encontram os las siguientes fases de d efo rm a­ ción: (a) C obyaduras de ángulo bajo, con rum bo ONO-ESE de la fase de plegam iento de C uravacas (W estfaliense A ) ; (b) R e­ plegam iento en dirección E-O de la fase de plegam iento Asturico (E stefaniense A -B ); (c) L ocalm ente replegam iento tardío en dirección E-O con planos axiales verticales de la fase postE stefaniense-pre-T riásica.

L IS T O F R E F E R E N C E S B arrois , C h ., 1882. Recherches su r les te rra in s anciens des A sturies et de la Gali'ce. Mem. Soc. Geol. Nord. t. II, p. 1-630. C om te,

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L IS T O F IL L U S T R A T IO N S Figura 1.—Litho-stratigrarphic columns showing the Devonian and Carboniferous fad es changes betw een the V alsurvio dome and the zone of San M artin. Fig. 2.—Geological m ap of the th ru st fault zone of San M artin. Figure 3.—S tru c tu ra l maip of th e th ru st fa u lt zone of San M artin. Figure 3.—Reconstructed cross-section through the first generation structures. Figure 5.—S tru ctu ral cross-section through the refolded first genera­ tion structures. F or location see Fig. 2. Figure 6.—Stereogram , lower hem isphere Schm idt net, showing fold axes and axial planes of m inor folds. For locality see text.

RIO LA

CARRIO N (A )

E- of PENA NEGRA CH) ? SMARTIN DE VENTANILLA LOS HERREROS , CJ) CKanis) Caliza de Montana Facies

Ruesga group

LEGEND

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|

C A R B O N IF E R O U S

RIO

RIVERA

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DEVONIAN

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UPPER I DEVONIAN

S h a le . m u d s to n e , s u b - g r a y w a c k e

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GEOLOGICAL

DETAIL

MAP

OF

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FAULT

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OF

SAM

MARTÍN

DE

L OS

HERREROS

by B.N.Koopmans

[

1 Culm fades; shales,siltstones and graywackes

[j i CARBONIFEROUS (RUESGA GROUP)

„Caliza de montana” •dark blue calcilutibic limestone Qriobte, red shales and/or radiolarian chert

g a ¿.s Quartzite.oligomict conglomerate k r :*.,*,*.*

a-Limestone-quartzite-sha!e conglomerate, b-micro conglomerate

f

-•-;| Camporredondo orthoquartzite, light coloured

UPPER DEVOhlAN

MIDDLE DEVONIAN

J Valcovero limestone-.bluish-grey,thick bedded limestone

\

^

Val“ V m shales

colourfd

I San Martin iron sandstone I Intrusive

^

shales

Thrust fault normal fault

Synclinal Lrend

'j

Anticlinal trend

) W flW-ESE major folds (with S dipping axial planes)

Low angle overthrustj

-2- — ^

— Synclinal trend ] — Anticlinal trend f EW major refolding structures (with N dipping a.ual planes)

'////z ///////////.

Qvcrthrust

I



.

Fault

ssw

] Quartzite,conglom erate CARBONIFEROUS

I [

j Culm fa d e s

f I'i' O'-■'-1 Camporredondo orthoquartzite DEVONIAN s [ ¡| “- ¡] j Valcovero lim estone

( r u e s g a oboup) [_j i | [ m

1

Caliza de M on tana j

Griotte horizon

I f- IK P - j Valcovero shale »

»

»

T hrustfault

1

LEGEND: | Cuim fades: shales,siltstones and graywackes fj.rj.7 j | „Caliza de montana": dark blue calcilutitic limestone CAPBOMIFl ROUS (SU(SCACROUP)

Griotte.red shales and/or radiolarian chert ¿-a-¡LA Quartzite,oligomict conglomerate timestone-quartzite-shale,micro conglomerate |;v y Vj] Cam porredondo orthoquartzite; light coloured

UPP53 DEVONIAN Valcovero limestone;bluish grey,thick bedded limestone U lW ti DtVOfllAN | h ^ l- j Valcovero shales; olive coloured sandy shales San Martin iron sandstone hrust fault

• Normal fault

ÍI5 fold axes

5 0 fold axes

63 axial planes

21 axial planes

68 fold axes 33 axial planes

synchronous with a 1late E _W refolding

PlOfs of fold axes

o') synchronous with

Poles of axiol planes

ojW N W -ESE major folding ♦ E~W refolding

c ](only scarcefy developed)

\ i &

V

® n iu c iw * g \e

EL Y A C IM I E N T O D E TRILOBITES D EL C A M B R IC O M E D IO D E PRESA (MONTE FRUIDA, CASTROPOL, ASTURIAS) PO R

BERMUDO MELENDEZ e ISIDORO ASENSIO AMOR

En las proxim idades de la Ría del Eo, lím ite provincial entre Lugo y Oviedo, en su m argen oriental, a escasos K ilóm etros de Ribadeo, pero dentro del térm ino m unicipal de Castropol, uno de nosotros (I. A. A.), en el curso de los estudios que sobre sedi­ m entologia viene realizando en esta región, ha encontrado un notable yacim iento de T rilobites, en el lugar denom inado Presa. El yacim iento está situado (véase el adjunto croquis) en la extensa zona de pizarras paleozoicas que ocupa toda esta co­ m arca, referid as al Cám brico desde los trabajos de Barrois ( 1882).

Las p izarras se en cuentran frecuentem ente atravesadas por filoncillos, bolsadas y diques de cuarzo, y no es raro que alter­ nen con grauw akas, pizarras cuarcitosas y areniscas, aunque principakne'nte se tra ta de pizarras arcillosas, de tonos verdosos, m oteadas, bien estratificad as y algo m etam órficas.

- 38 — Coronando los relieves próximos, destacan las cuarcitas que se superponen al pizarral cámbrico, y que representan la base del Ordoviciense. Toda la form ación pizarrosa, donde está localizado el yaci­ m iento de Trilobites, constituye el flanco occidental de un gran anticlinal, orientado 20" NNE, con buzam iento de 55-60° WNW.

P re s a , en la s p ro x im id a d e s d e V eg ad e o y d e la R ía del Eo. (I. A sensio).

El yacim iento está situado sobre el mismo camino vecinal de Presa, a 70 m. de a ltitu d sobre el nivel de la Ría, por encim a de la carretera general de Oviedo. * * * El yacim iento de Presa, motivo de esta comunicación, no es el mismo a que hace referencia CH. BARROIS (1882) en las

— 39 — proxim idades de Vegadeo. A parte del hecho concreto, de que Presa, a pesar de e sta r m uy próxim o a Vegadeo (véase el ad­ junto croquis), perten ece al térm ino m unicipal de Castropol, circunstancia que bien pudo p asar desapercibida por el geólogo francés, las condiciones del yacim iento y la fauna fósil son dis­ tintos. La fauna de B a r r o i s com prende: Trochocystites bohemicus B a r r ., Paradoxides pradoanus B a r r ., P. barrandei C h B ar r o i s , C onocephalites sulzeri S c h l ., C. ribeiroi B a r r ., C. castroi Ch. B a r r o i s , A rionellus ceticephalus B a r r . y un Braquiópodo indeterm inado. En cambio, la fauna de Presa, notablem ente abun d an te en ejem plares, es m uy pobre en especies: sólo com­ p rende Paradoxides bohem icus B a r r ., P. spinosus B o e c k , P. brachyrhachis L i n n a r s . y Conocoryphe sulzeri S g h a l ., que como puede verse, sólo tiene una especie común con la anterior, y adem ás faltan el Trochocystites y el Braquiópodo, lo cual con­ sideram os m uy significativo. Además, según B a r r o i s , en su ya­ cim iento alte rn a n “calizas y esquistos”, siendo así que en el de Presa, los niveles calizos faltan por completo.

D ESCRIPCIO N DE LA FAUNA DE TRILOBITES La fauna fósil de Presa, es m uy abundante en T rilo b ite s; adem ás de los num erosos ejem plares casi completos, cranidios, escudos cefálicos y trozos de tórax, se encuentran innum erables fragm entos de glabelas, m ejillas libres, puntas genales, segmen­ tos torácicos, etc., en general inclasificables específicamente, p ero que dan un notable caracter especial a las pizarras verdo­ sas de Presa. Los Paradoxides predom inan netam ente, algunos de gran tam año, correspondiendo a dos especies fundam entales P. bohe­ m icus y P. sp in o su s; hemos encontrado un cranidio de P. brachyrhachys, y tam bién abundan los restos de Conocephalites

— 40 — que parecen p ertenecer en su totalidad a la especie típica C. sulzeri (1). Paradoxides spinosus

B o eck

(L A M . I. F IG S . A, C).

1882.—Paradoxides spinosus B o e g .— B a r r a n d e : “Systèm e Si­ lurien du C entre de la Bohême. 1885.—Paradoxides spinosus B o e c k .— M a l l a d a : Sinopsis de las especies fósiles que se han encontrado en España. 1892.—Paradoxides spinosus B o e c k .— M a l l a d a : Catálogo ge­ neral de las especies fósiles encontradas en España. 1935.—Paradoxides spinosus B o e c k .—■H. S a m p e l a y o : El Sis­ tem a Cambriano. 1942.—Paradoxides spinosus B o e c k .—■ M e l e n d e z : L o s te rre ­ nos cámbricos de la Península Hispánica. 1961.—Paradoxides spinosus B o e c k .— L o t z e y S d u z y : Das K am brium Spaniens. II: Trilobiten. E ntre el m aterial recogido en el yacim iento de Presa, hemos encontrado cuatro ejem plares correspondientes a esta especie, de tam año m ediano, y aunque ninguno está completo, todos presentan los caracteres suficientes p ara su identificación con absoluta seguridad. El escudo cefálico de form a sem icircular, term ina la te ra l­ m ente en dos grandes puntas genales ; la glabela, deprim ida, de form a oval, p resenta 4 pares de surcos poco marcados. Aun­ que no hemos podido d eterm in ar el núm ero total de segmentos torácicos, por no haber encontrado ningún ejem plar completo, la form a de las puntas pleurales y el ráquis prom inente, son m uy característicos. Los dos ejem plares más completos, que son los representa(1) A g ra d e c e m o s a D. F e r n a n d o de R e y n a , l a c o la b o ra c ió n p r e s ta d a e n el e s tu d io d e lo s fó siles.

— 41 — dos en la lám ina I (figs. A y C), com prenden parte del escudo cefálico y del tórax. E sta especie no había sido citada hasta ahora en el Cámbrico de A sturias occidental, pero es bien conocida en otros yacim ien­ tos, especialm en te en los del río Jiloca, cerca de M urero (Za­ ragoza), de donde procede un m agnífico ejem plar figurado por nosotros en 1942 (Lám. XVII). La especie es característica del Acadiense, y así mismo el género Paradoxides, que caracteriza adem ás la provincia faunística atlántica.

Paradoxides bohem icus

B o eck

(L A M . I, F IG S . B , C)

1882.—P aradoxides bohem icus B o e c k .— B a r r a n d e : “Systè­ m e silu rie n ”. 1885.—Paradoxides bohem icus B o e c k .— M a l l a d a : “Sinopsis”. 1892.—Paradoxides bohem icus B o e c k .— M a l l a d a : “Catálogo” 1935.—P aradoxides bohem icus B o e c k .— H. S a m p e l a y o : “Sis­ tem a C am briano”. 1942.—P aradoxides bohem icus B o e c k .— M e l e n d e z : “T erre­ nos cám bricos”. 1961.—P aradoxides bohem icus B o e c k .— L o t z e - s d u z y : “Das K am b riu m S p an ien s”. D isponemos de 6 ejem plares de esta especie ; en general, se tra ta de oranidios, com pletos o fragm entarios, salvo un ejem ­ plar, de g ran tam año (Lám. I, B), que com prende gran parte d el tórax. Además, existen gran núm ero de fragm entos de glabelas y p untas genales, así como fragm entos de segmentos to­ rácicos* que sin duda perten ecen tam bién a la misma especie, la cual, de esta forma, resu lta ser la más abundante en el ya­ cim iento.

— 42 — Son siem p re e jem p lares grandes o m uy grandes ; el ejem p lar re p resen tad o en la lám in a I, B, te n d ría por lo m enos 25 cm. de largo, y otros cranidios, aún de m ayor tam año, d eben corres­ ponder a ejem p lares que fácilm en te alcan zarían h asta 30 cm. de longitud. Son especialm ente característicos los ojos de form a arqueada, y la glabela, abultad a, con 3 surcos tran sv ersales y otros dos late ra le s en la p a rte a n te rio r ; ensanchada p o r d e lan te y con­ traíd a en su m ita d posterior. E sta especie no es frecu en te en E spaña, y h asta ahora no había sido citad a en la región occidental de A sturias. Es una de las especies m ás cara c terístic a s del A eadiense ; típica del Cám brico m edio de Bohem ia, de donde lleva su nom ­ bre, es uno d e los elem entos esenciales d e la fam osa “F auna p rim o rd ia l” de B a r r a n d e . Paradoxides brachyrhachis

L

in n a r s o n

(L A M . I I, F IG . A )

189&—P aradoxides ,rugulosus C o r d a .— D e r e i m s : R echer­ ches géologiques d ans le Sud de l’A ragon”. 1935.—P aradoxides tu g u lo su s C o r d a .— H. S a m p e l a y o : “E l S istem a C am briano”. 1942.—P aradoxides rugulosus C o r d a . M e l e n d e z : “T e rre­ nos C ám bricos”. 1961.—Paradoxides brachyrhachis L i n n a r s . L o t z E 'S d u z y : “Das K am brium Sipaniens”. E n tre el m a te ria l recogido existe un cranidio de g ran tam a ­ ño, rep resen tad o en la lám ina II, A, que p re se n ta los caracteres gen erales de u n Pavadoxides, próxim o al bohem icus, pero cuya superficie rugosa, y cuyas proporciones de la glabela, proporcion a k n e n te m ás ancha que en esta especie, nos hace pen sar en el Paradoxides brachyrhachis LIN N A RSO N = rugulosus CORDA.

— 43 — A juzgar por el tam año de la glabela y del cranidio, el ejem ­ plar com pleto alcanzaría unos 30 cm. de longitud. E sta especie, sólo se había citado en el Cámbrico de Aragón ; en A sturias, que sepam os, es la p rim era vez que se ha encontra­ do, y es u n elem ento más, como los anterieres de la Fauna de Paradoxides que caracteriza el Acadiense.

Conocoryphe sulzeri

( S c h l o t h .)

(LAM. II. FIG S. B. C. D. E).

1882.—C onocephalites sulzeri S c h l o t h .— B a r r a n d e : “Sys­ tèm e S ilu rien ”. 1885.—Conocephalites sulzeri S c h l o t h .— M a l l a d a : “Sinop­ sis”. 1892.—Conocephalites sulzeri S c h l o t h .— M a l l a d a : “C atá­ logo”. 1882.—Conocephalites sulzuri S c h l o t h .— B a r r o i s : “Recher­ ches su r les te rra in s anciennes des A sturies”. 1935.—Conocoryphe sulzeri ( S c h l o t h .). — H. S a m p e l a y o : “El Sistem a C am briano”. 1942.—Conocoryphe sulzeri ( S c h l o t h .). — M e l e n d e z : “T erre­ nos C ám bricos”. 1961.—Conocoryphe sulzeri ( S c h l o t h ). — L o t z e - S d u z y : “Das K am b riu m Spaniens” . Es una de las especies más típicas y de las más abundantes en el yacim iento de Presa, pués hemos podido estudiar nueve ejem p lares bien conservados, que perm iten una identificación exacta de la especie, adem ás de num erosos restos, m al conser­ vados o fragm entarios, que seguram ente tam bién se pueden re­ lacionar con la m isma especie. En general se tra ta de cranidios, sin las puntas genales, que sólo aparecen en un escudo cefálico casi completo, aunque en

- 44 — precario estado de conservación. En general faltan las m ejillas libres, que form an sim plem ente el borde del escudo cefálico. Sólo un ejem plar conserva en posición el escudo cefálico y el tórax con el pigidio ; otro ejem plar, m uy bien conservado, sólo com prende el tórax y el pigidio (fig. E). La glabela es troncocònica, está lim itada por dos profundos surcos longitudinales, y presenta tres pares de surcos laterales breves y dirigidos hacia atrás. Todos los cranidios presentan, m uy acusada, la granulación que es característica de esta especie. Las m ejillas fijas, anchas y triangulares, se unen por delante de la glabela m ediante un ancho reborde frontal. En los ejem plares que conservan el tórax (fig. B y E), se pueden contar los 14 segmentos característicos de la especie, desprovistos de puntas pleurales. El pigidio es sem icircular, con 6 segmentos. Esta especie, es una de las más características del Acadiense español ; se en cu en tra presente en casi todos los yacim ientos conocidos, de Trilobites, y es el único elem ento que el yacim ien­ to de P resa tiene de común con la fauna descrita por Barrois en Ribadeo. El género Conoaoryphe es un elem ento característico de la fauna del Acadiense en la orovincia A tlántica, y la especie C. sulzeries, sin duda, la más rep resen tativ a del género.

CONCLUSION La fauna de Paradoxides - Conocoryphe, hallada en el y a­ cimiento de Presa, le sitúa sin lugar a dudas en el Acadiense. La fauna es, además, característica de la provincia faunistica atlántica. Contiene elem entos comunes con otros yacim ientos cantá­ bricos, y en especial con el de Ribadeo (P uente Rodical) descri­

— 45 — to por Barrois, y define el tram o de pizarras arcillosas que, en esta región ocidental de A sturias, form a el Cámbrico medio.

SUMMA RY A v ery im p o rtan t F auna of T rilobites appears in Presa, near Vegadeo (A sturias). I t is composed of Paradoxides and Conocoryphe, w hich defin e the A cadian age of the bed, and his po­ sition in the “A tla n tic ” fauna province.

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LABORATORIO DE PALEO NTOLOG IA INSTITUTO “LUCAS M A L V A D A ” M A D R I D

la m in a

I

■Vx , . / ;v / v " ' f- S •

T r ilo b ite s del A c a d ie n s e de P r e s a (V egaciso, A s tu ria s ). A. P a r a d o x id e s s p in o s u s B O E C K . e je m p la r con p u n ta s g e n a le s y p a r te d el tó r a x (x 5 /3 ) ; B, P a r a d o x id e s b o h é m ic a s B A R R A N D E , (x 3 /5 ). el e je m p la r c o m p le to m e ­ d ir ía u n o s 25 cm . d e la r g o ; C, P a r a d o x id e s b o h e m ic u s B A R R .. c ra n id io (x 6 /7 ); D, P a r a d o x id e s s p in o s v s B c e c k . con u n a p u n ta g e n a l y p a r te d el tó r a x (x 6/7)*

LA M IN A II

T rilo b ite s d e P re s a (V egadeo, A stu rias). A. P ara d o xid es braehyriiachis LIN N A R SO N . cran id io (x 6/7), el e je m p la r com pleto te n d ría unos 30 cm. de lo n g itu d ; B, C onocoryphe su lzeri SC IIL O T H ., e je m p la r com ­ pleto (x 6 /7 ); C. C. si/lzeri SCH'LOTH., cra n id io (x 6 /7 ); D. C. su lzeri SC IILO TH .. escudo cefálico a p la sta d o y en sa n c h a d o (x 6 /7 ); E. C. sulzeri SCH LO TH .. tófcax y pigidio (x 2).

C O N T R I B U C I O N AL E S T U D IO DE LA FLO R A C A R ­ B O N IFER A D E L O C C I D E N T E D E A STURIAS POR

C. DE LA VEGA ROLLAN

D u ran te el año 1960, los profs. N. Llopis Lladó y J. A. M ar­ tínez A lvarez, realizaro n un estudio geológico en la Cuenca A lta del rio N arcea, desde L eitariegos y D egaña (ya en la pro­ vincia de León), h a sta Tineo en su p arte Sur. La zona estudia­ da, cuyo m apa se acom paña, ha sido cartografiada por los ci­ tados autores a escala 1 : 50.000 *. En esta Cam paña se reco­ gió ab u n d an te flora que me fue en tregada para su estudio y es objeto de este trab ajo Paleobotánico. El C arbonífero se p resen ta en cuenquecitas aisladas, aun­ que form ando una sola unidad. Estas cuencas y las localidades fosiliferas son: Cuenca de Cangas del Narcea L ocalidades: Cangas del N arcea (villa), Cotias y Sta. Ana. Cv-enca de Tineo L ocalidades: M ina abandonada en los kilóm etros 11 y 12 de la ca rre tera de S an ta E ulalia a Cangas del Narcea. *

El m a p a q u e se a c o m p a ñ a e s u n a reduocicto d e éste.

— 48 — Cuenca G edrez-Rengos Localidades: C arretera al P u erto de Connio y m ina M atiella Cuenca Degaña-Caboalles L ocalidades: C arretera a D egaña km. 72 y P u erto de Leitariegos. Cuenca de Carballo Localidades: C arballo (m ina Lolita), Minas del Acebo y Mi­ nas de Corbero. El zócalo que las soporta es cám brico-silúrico, especialm ente el yacim iento de Corias está en contacto con el cámbrico. Este zócalo está fu ertem en te plegado y los es trac tos carboníferos se apoyan sobre él d iscordantem ente (discordancia astúrica) (Llopis Lladó, 1960). Damos a continuación la lista de la flora clasificada que consta de 18 géneros y 64 especies de las cuales 38 correspon­ den al género p e c o p t e r i s .

CUENCA DE CANGAS DEL NARCEA C A N G A S D E N A R C E A (V illa )

Pecopteris arborescens S c h l o . P. cyathea S c h l o . P. corsini W a g n e r . P. cf. clintoni L e s q u e r e u x ( W P. deltoidea W a g n e r . P. fem inaeform is S c h l o . P. hem itelioides B g t . P. longiphylla P. C o r s i n . P. m elen d ezi W a g n e r . P. opulenta P. B e r t r a n d .

h i t e ).

— 49 — pennaeformis B g t . P. plumoso-dentata P. C o r s i n . P . unita B g t . P . Wongi H a l l e . Pecopteridiwm armasi Z e il l e r Alethopteris lonchitifolia P. C o r s in (A. Scrii var. lonchitifolia) Callipteridiitm gigas G u t . C. jongmasi P. B e r t r a n d ( W a g n e r ) Odontopteris cf. Barroisi P. C o r s in O. Reichiana G u t . Pseudomariopteris ribeironi (Zeiller) D a n ze -C o r s in Sphenopteris cf. brongnarti S t u r Annularia stellata S c h l o . P.

M IN A DE C O R IA S

Pecopteris arborescens S c h l o . P. paleacea Z e il l e r P. polita P. C o r s in cf. Pseudomariopteris ribeironi Z e il l e r Pecopteridium sp. Callipteridium gigas G u t . Alethopteris lonchitifolia P. B er t r a n d Odontopteris brardi B g t . Sphenohyllum oblongifolium G. y K. SA N TA ANA CAPA 32

Pecopteris lepidorachis B g t . P . cf. saraepontana S t u r ( d o s Dicksonites pluckeneti ( S c h l o .)

p ín n u la s v a r.

F r u c t i f i c a c i ó n g e n . ¿ W e i s s i í e s ? R em y

fé rtile s

sterzeli

Orthotheca)

Z e il l e r

— 50 — C A P A 37

Pecopteris arborescens S c h l o . acuta B g t . P . cf. Bucklandi B g t . P . Candollei B g t . P. densifolia G o e p p e r t P. fem inaeform is S c h l o . P. folchwillerensis P. C o r s in P. hem itelioides B g t . P. H ucheti P. C o r s i n P. lepidorachis B g t . P. p edin a ta P. B e r t r a n d P. paleacea Z e i l l e r P. unita B g t . Dicksonites pluckeneti S c h l o . var. sterzeli F r u c t if i c a c ió n g e n . ¿ W eissites? R e m y Callipteridium gigas G u t . Annularia stellata S c h l o .

P.

C A PA 42

Pecopteris acuta B g t . fem inaeform is S c h l o . P. aff. Folchwillerensis P. P. polymorpha B g t . P . Wongi H a l l e Odontopteris brardi B g t . Annularia stellata S c h l o .

P.

C o r s in

C A K R ET E R A A SA N T A A N A , K m . 3

Pecopteris acuta B g t . P . arborescens S c h l o . P . cyathea S c h l o . Pecopteris longifolia B g t .

Z e ille r



51



P. longiphylla P. C o r s i n P. Wongi H a l l e Odontopteris brardi B g t . Callipteridium gigas G u t b ie r Shenophyllum oblongifolium G. y K.

CUENCA DE TINEO M IN A A B A N D O N A D A

(EN LA C A R R E T E R A DE SA N TA E U LA L IA

A C A N G A S D E L N A R C E A , K m . 11)

Pecopteris arborescens S c h l o . P. bioti ( p lumoso-dentada) B g t . P. cyathea S c h l o . P. femina.eformis S c h l o . P. hem itelioides (pennas estériles y fértiles, Astherotheca) Bgt.

P. grupo del P. m iltoni Artis P. paleacea Z e i l l e r P. cf. pilosa P. C o r s i n P. W altoni P. C o r s i n Pecopteridium cf. Devillei P. B e r t r a n d Pecopteridiv/m sp. Odontopteris Barroisi P. B e r t r a n d Lepidophyllum M ISM A L O C A L ID A D , K m . 12

Pecopteris arborescens S c h l o . P. cyathea S c h l o . P. daubreei Z e il l e r P. densifolia G o e p p e r t P. cf. elaverica Z e i l l e r P. fem inaeform is S c h l o . P. Folchioillerensis P. C o r s in

— 52 —

P. hemitelioides (Astherotheca) B gt P. micromiltoni P. B ertrand P. grupo m iltoni A r t is P. plumoso-dentata A r t is P. viannae T e ix e ir a P. villosa B g t . P. Wongi H alle Neuropteris cordata B g t . Neuropteris sp. Odontopteris sp. Sphenopteris cf. Brongnarti S t u r Sphenophyllum oblongifolium G. y K Lepidophyllum sp.

CUENCA GEDREZ-RENGOS CA R RETERA A L P U ER TO DE CONN I O K m . 18

Pecopteros arborescens S ch lo . feminaeformis S ch lo . P. Melendezi W agner P. lepidorachis B g t . P. cf. opulenta P. B ertrand Dicksonites pluckeneti var. sterzeli Z e il l e r Neuropteris I praedentata G othan Diplotmema busqueti Z e il l e r (= Pseudomariopteris busqueti P.

Z e il l e r ).

Callipteridium Zeilleri W a g n e r . Odontopteris peyrvmhoffi P. B ertran d . M IN A M A TIEL LA

Pecopteris unita B g t . ( p e n n a s e s t e r i l e s y f e r tile s , Ptychocarpus). P. densifolia G o e p p e r t . P. feminaeformis S ch lo .

— 53 —

P. lepidorachis B g t . (c o n Astherothecas e n f o r m a c ió n y m a d u ­ r a s ).

polym orpha B g t . A lethopteris serli B g t . Odontopteris brardi B g t . Pecopleridium ep. Taeniopteris jejunata G. E. Sigillarva brardi B g t . Annularia stellata S ch lo . Sphenophyllum oblongifolium G. y K. P.

CUENCA DEG AÑ A-C ABO ALLES. C A R R E T E R A D E D E G A Ñ A , C A PA 26. K m . 72

Pecopteris microphylla P. C o r s in . polym orpha B g t . Annularia stellata S ch l o . Cordaites cf. principalis G er m a r .

P.

P U E R T O D E L E IT A R IE G O S

Pecopteris acuta B g t . arbonescens S ch lo . P. cyathea S c h l o . P . fem inaeform is S ch lo . P . hem itelioides B g t . P . longifolia B g t . (A citheca). P . p lumoso-dentata A r t is -B r o n g n a r t . P . polymorpha B g t . P . polym orphe form a m inor B g t . P . plucheneti var. sterzeli Z e il l e r . Neuropteris ovata H o ffm a n , forma flexuosa B g t . M ixoneura P eyerim hofi P . B er t r a n d . Odontopteris brardi B g t . P.



54

-

O. minor-zeilleri P o t o n i e . Alethopter is fried eli P. B e r t r a n d . Alethopter is grandini B g t . Pseudo mariopteris busqueti Z e i l l e r Callipteridium gigas G u t b i e r . P eco p terid m m Defvancei B g t . Pecopteridium Jongmasi P. B e r t r a n d Sphenopteris. sp. Cy clopteris s p . S ph en oph yllum oblongifolium G . Cordaites cf. lingulatus C. E. Macrostachya carinata G e r m a r .

y

K.

C U EN CA DE C A R BA LLO M INA LO LIT A

Pecopteris lepidorachis B g t . P. longifolia B g t . P. c f , macronervosa P. C o r s i n . P. viannae. T eix eira. Odontopteris brardi B g t . Callipteridium gigas G u t b i e r . Annularia stellata S c h l o . Calamites cf. varians S t e r n . M IN A S D EL A CEBO

Pecopteris polym orp ha B g t . P. cf. saraefolia P. B e r t r a n d . Asteroph yllites equisetiformis S c h l o . Annularia sphenop hylloides Z e n k e r . Sphenophyllum oblongifolium G . y K.

L A M IN A I

F ig u ra

1.— P ecopteris pen n aeío rm is

BGT. P e n n a s que pueden proceder de la p a rte m edia de u n a fronde. P uede a p re c ia rse su nerviación y la d en sid ad del follaje. A um ento 5 ve­ ces. P ro ced en cia; C angas del N arcea (villa). (Colección de la U n iv er­ sidad de Oviedo.

F ig u ra

2.—F ro n d e

b ip in n a d a

con

p ín n u la s c o m p letam en te fértiles, p e r­ ten ecien tes al gen. ¿ W e issite s? T a ­ m añ o n a tu ra l. Colección de la U ni­ v e rsid a d de O viedo. Foto G. P rado

L A M IN A II

F ig u ra 3.— N egativo de u n a p en n a fé rtil del gen. ¿W eissites? en la q ue pued en pued en a p re c ia rse la disposición de las p in n u las. la fo rm a y el n ú m e ro de soros y la estria c ió n del ra q u is y n erv io m edio de las p in n u ­ las. P ro ced en cia S a n ta A na, capa 3 (C an gas del N arcea). C olección de la U n iv e rsid a d de O viedo. A um en to 4 veces. F o to

,1. G . P rado

L A M IN A III

F ig u ra 4 - P o s i t i v o de ;a m ism a p en­ n a de la L ám in a II. Fig. 3 . A u m s n . to 2.5 veces.

F ig u ra 5.— D etalle de la Fig. A. En la segund a p in n u la de la d erech a el soro se ñ alad o está vuelto, p udiendo a p re c ia rs e el pedicelo. A u m en to 6,5 veces. Foto J. G.

P

rado

L A M IN A IV

Fig. 6.—Positivo de una p enna del gen. ¿W eissites? P rocedencia. S an ta Ana, capa 37 (Cangas del N arcea). A um ento 3 veces.

Fig. 7.—D etalle de ]a fi­ g u ra 6. A um ento 7 ve­ ces.

F igura 8.—En la p a rte inferio r del raquis de esta penna gen. ¿W EISSITES'i* se ha conservado la epiderm os con algunos pelos. A um ento 3 veces. Procedencia. S an ta A na, capa 37. Co­ lección de la U niversidad de Oviedo. Foito J. G. P rado

MINAS DE CORBEIRO

Pecopteris polym orpha B g t . C allipteridium gigas G u t b ie r . Calam ites varians S t e r n . Sigillaria brardi B g t . Esta flora como se puede apreciar es rica en pecopterideas, unas son com unes al W estfaliense superior y todo el Estefaniense, como Pecopteris Unita, P. H em itelioides, P. Paleacea, P. opulenta, etc., y por lo tanto banales desde el punto de vista estratigráfico, otras son propias del W estfaliense superior y lle­ gan al E'stefaniense in ferio r por ejem plo P . M ic r o m il t o n i , P . F o l c h w il l e r e n s is , P . W o n g i , P . M ic r o ph y l l a , P . L o n g ip h y l l a .

Como generos del E stefaniense B e stán el T a e n io p t e r is J e ju n a t a y P

s e u d o m a r io p t e r is

B u s q u e t i.

Un hallazgo que re su lta interesan te es el de P e c o p t e r is P e n B g t . en la localidad de Cangas del Narcea (villa). E sta representado por tres pequeñas m uestras que parecen co­ rresp o n d er a la p arte m edia de una fronde o de una penna pri­ m aria. No parece dudosa su determ inación pues sus caracte­ res coinciden con los descritos por Corsin. Las pínnulas están unidas al raquis p o r toda su base perpendicularm ente o ligera­ m ente inclinadas y son de borde entero con extrem idad redon­ deada. N erviación gruesa y en relieve, siguiendo líneas ligera­ m en te onduladas, el nervio medio llega hasta casi la extrem idad de la p ín n u la y los laterales se bifurcan una o dos veces y están poco apretados como se esquem atiza en la figura I. En algunos lugares del raquis se conserva la película car­ bonosa con espinas rom as cortas y num erosas características. El tam año de las pínnulas es de 4 mm. de largo por 1,5 mm. de ancho, se tra ta por tanto de la form a m inor de Dalinval. Se la considera como un elem ento del Fi,g. i W estfaliense medio pues se la encuentra en n a e f o r m is

— 56 — los estratos del W estfaliense B y C, y m as raram en te en el A, en Europa, Am érica, A frica del N orte y Asia M enor (G othan, Jongm ans, Bell, recogido por W agner, 1958). Su presencia en los estratos E stefanienses constituye una sorpresa y hace que se am plié su área de d istribución en esta zona. Tam bién expongo a la consideración de los especialistas paleobotánicos una fructificación que no parece corresponder ni a W eissites ni a Crossotheca pero que se les parece bastante. A gradecería las indicaciones que puedan hacerm e a este respec­ to, para lo cual se va a fig u ra r y describir. En las pizarras de la C uenca carbonífera de Cangas del N arcea, localidad de S anta Ana, capas 32 y 37, se enco n traro n una fronde bipinnada (Lám. I, fig. 2) y varias pennas sueltas com ple­ tam ente fértiles y parece q ue m aduras (Lám. 2, 3 y 4). Las pín­ nulas se disponen inclinadas sobre el r a ­ quis soporte form ando un ángulo de 65° aprox., m iden d e 5-7 mm. de largo por 1,5-2 mm. de ancho y están reducidas al nervio medio, del que salen nerviaciones laterales sim ples y altern as que llevan un soro en su extrem o. Este consta de un disco cóncavo y a su alrededor están colocados los esporangios m u y a p re ta ­ dos, de form a aproxim ada de huso y d i­ rectam en te unidos al disco. E l soi'o se Fig. 2 dispone una vez m aduro en posición p er­ pendicular al plano d e la p ín n u la de m odo que solo vem os una m itad (fig. 2), en esa m itad se cuen tan de 10-12 esporangios. Los soros están sostenidos p o r los nervios laterales qu e hacen de pedicelo y en algunas pínnulas, q u e aparecen m ostrándonos la cara opuesta, podem os ap reciar su inserción en el centro del dis­ co y su longitud de 0,75 mm. (fig. 3).

— 57 — La epiderm is que se conserva en algunos luga­ res del raquis de 2.° orden es fina y lleva pelos cortos y en donde falta se observa una estriación m uy m arcada, seguram ente el recorrido de vasos y fibras. Estas son las características más salientes de la fructificación que nos ocupa. Sobre los mismos ejem plares y en la proxim i­ dad de esta fructificación se en cuentra el P ec o p Fig. 3 t e r is F e m in a e f o r m is S c h l o . cuyo perfil ciertam ente se parece. Nuevos hallazgos nos d irán si ssta fructificación puede pertenecerle. Esperam os tam bién nuevas recolecciones para d ar un cuadro de frecuencias, pero podemos de m om ento señalar, que en la C uenca de C angas del N arcea abunda el P e c o p t e r is A r b o r e s c e n s S c h l o . falta el O d o n t o p t e r is M in o r -Z e il l e r i Potonié y p ersisten especies W estfalienses como el P e c o p t e r is P e n n a e f o r m is B g t . En la Cuenca de Gedrez-Rengos y en Leitariegos, en la de Degaña-Caboalles, abunda el O d o n t o p t e r is -M in o r Z e il l e r i P o t o n ie y se ha encontrado el T a e n io p t e r is J e ju n a t a G. E. y P s e u d o m a r io p t e r s B u s q u e t i Z e il l e r , características del subpiso B . del E stefaniense. In stitu to “Lucas M allada”. C. S. I. C.

RÉS-UMÉ Daus ce trav ail on a étudié la flore recueillie par les profs. N. Llopis Lladó e t J. A. M artínez A lvarez dans son etude géolo­ gique de la h au te vallée du N arcea (A sturias, España). L ’ensem ble floral clasifié est constitué de 18 genres e t 63 es­ pèces desquelles 37 sont du genre Pecopteris. Une trouvaille in téressan te est celle du Pecopteris pennaeform is Brong. dans les couches stephaniennes car on considère que son extension v erticale ne depassepas le W estphalien C.

— 58 —

Les bassins de Gedrez-Rengos et D egana-Caboalles présen­ te n t les caracères typiques du S tephanien B, avec abondance de O dontopteris m inor-zeilleri Potonie, e t présence de Taeniopteris jejunata G. E. et P seudom ariopteris busqueti Zeiller. Dans les autres bassins on p eu t signaler l ’abondance de Pecopteris arborescens Scholo., on n ’a pas trouvé O dontopteris m inor zeilleri Potonie e t p ersisten t des espèces w estphaliennes. On d écrit une fructification que nous hésitons à considérer comme du genre W eissites R em y.

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CUENCA DEL NARCEA (ASTURIAS)

© © © © ©

CU EN C A

DE CANGAS DEL NARCEA

CUENCA

DE TlNEO

CUENCA

DE G EDREZ-REN GO S

CUENCA

DE

CUENCA

DE CARBALLO

DEGAÑA-CA80AUES

C O N T R I B U C I O N A LA G E O L O G I A DEL T U R O DE M O N T C A D A PO R

L. VIA BOADA

1.

RECAPITULACION HISTORIC A-BIBLIOGRAFICA

El canónigo A l m e r a en 1880 (1) habla por prim era vez de “las calizas de cerca de la cima de Monteada, con Orthoceras, Cruz'mnas y Cardiola interru p ta ” (p, 11) y de las “calizas devó­ nicas que se en cu en tran en discordancia de separación, pués un m ogote se p resen ta en San C lem ente... otro en M onteada” (p. 22). En 1881 M a u r e t a y T h o s (30) dedican unas líneas a la descripción de los m ateriales del cerro de M onteada: pizarras de la base, calizas de la cúspide y v ertien te septentrional, y g ranitos (pórfidos) que atraviesan las pizarras. En el perfil n.° 3 de la lám. IV (p. 400) el turó viene representado por una pequeña silueta, con estru ctu ra sinclinal, de terreno de transi­ ción (Silúrico-cam brianocarbonífero). En la p rim itiv a edición de la hoja 1.a del m apa geológico y topográfico de la provincia de Barcelona (3) el Dr. A lm er a se­ ñala tres niveles en el silúrico de M onteada

— 64 1.“ Filadios maclíferos y m icrom aclíferos al N. y E., a tra­ vesados por un dique de p ó rfid o ; 2.° Filadios no m aclíferos y grauw acka en la base del tu ­ ró; 3.° Calizas con Cardiola interrupta, y Kralowna (en la cum­ bre). m En 1891 B a r r o is (15) publica el resultado del estudio de los fósiles recogidos por el D r . A lm era en el paleozoico de los alrededores de Barcelona y facilita, entre otras, la lista de los fósiles correspondientes al nivel de la grauw acka de Monteada, que atribuye al Caradoc, relacionándolo con el nivel calcáreo de Bala (Bretaña). D urante el mismo año el D r. A lm era publica (4) la carta de M r. B a r r o is en la que éste le comuncia el resultado antedi­ cho. A fines de 1891 publica A lm era (5) su prim er corte geoló­ gico, muy simplificado, del cerro d e M onteada distinguiendo los niveles siguientes: 1° Pizarras con Bilobites (nivel inferior). 2.°

G r a u w a c k a c o n la f a u n a d e t e r m i n a d a p o r B a r r o is (15).

3.° Las calizas compactas con Encrinus y Orthoceras. 4.° Pizarras y calizas arcillosas con Tentaculites y Monograptus. De este trabajo conviene subrayar, a propósito de las cali­ zas del nivel 3, que repetidas veces el D r . A lm er a afirm a que se encuentran interestratificadas con las pizarras blancas con graptolites (p. 466 y 472) y que con las calizas de la cum bre form an un pliegue sinclinal, siendo de 120 m. la potencia total. En 1892 B a r r o is (16) refiere al devónico de Turíngia los fó­ siles recogidos por el D r . A lm era en las pizarras rojas y en los bancos calcáreos que integran el núcleo del sinclinal de la cumbre. En 1895 D e A n g e l is (13) describe P tylodictya costellata M. Coy y Favosites sp. ind., briozo y antozoo, respectivam ente, ba­

— 65 — sándose en ejem plares recogidos en la grauw acka de Monteada. En 1899 se publica la reseña de la excursión que hicieron a M onteada los m iem bros de la Sociedad Geológica de Francia el 1.° de octubre del año anterior, redactada por el D r . A l m e r a (7). En esta reseña el insigne m aestro expone sus ideas propias sobre la constitución geológica de la m ontaña, contrastadas e in­ fluidas por las opiniones de los geólogos franceses. Es el único trabajo m onográfico que se ha publicado sobre el te m a ; en él quedan establecidos los niveles siguientes: Cámbrico, con pizarras m aclíferas y pizarras sericíticas. O rdoviciense, nivel de grauw ackas con Orthis y cístidos. G otlandiense, que consiste en pizarras blancas con graptolites. Devónico, con tres form aciones: Calizas de facies “g rio tte” con tallos de Encrinus. P izarras am arillas o violáceas con Leptaena corrugata. Calizas azules con Tentaculites. C uaternario: Limo con P ectunculus glycim eris y toba brechífera con Ursus spelaeus. Además, sin precisar el nivel estratigráfico, describe una fra n ja de pizarras negras ampelíticas que se en cu en tran sobre la Font P ud en ta form ando un pliegue tum bado y unas pizarras silíceas alternando con otras areniscosas-ferruginosas en tre dicho pliegue y el nivel de grauw ackas del Caradoe. Con dos perfiles estratigráficos, uno general y otro de deta­ lle, el D r . A l m e r a in ten ta d a r una interpretación de la estruc­ tu ra del turó que aparece mucho más com pleja que a través del prim itivo corte de 1891 (5). Se trataría, de acuerdo con los geó­ logos franceses que discutieron mucho sobre el particular, de uno o varios pequeños sinclinales emplazados dentro de un an­ ticlinal tum bado, (deversé). En el mismo año y en el mismo volum en aparece una nota de M r . B e r g e r o n (19) en la que se ratifica esta interpretación, precisando que se tra ta ría de un anticlinal de m aterial silúrico



66 —

t u m b a d o s o b r e u n s i c l i n a l f o r m a d o p o r e l d e v ó n ic o , c o n c a b a l ­ g a m i e n t o s e n lo s e l e m e n t o s d e d i c h o s p l i e g u e s q u e a u m e n t a n la c o m p l i c a c i ó n d e l c o n ju n t o .

En 1900 el D r . A l m e r a publica la segunda edición de la ho­ ja p rim era del m apa geológico de la p rovincia de B arcelona (8) y en élla las diversas form aciones geológicas que in te g ra n el tu ró de M onteada aparecen cartografiadas con el m áxim um de precisión que perm ite la escala, reconociendo y rep resen ­ tando los siguientes niveles: Cámbrico, con las pizarras m aclíferas en el turó Ferm í, y con los filadios rizados que constituyen casi todo el zócalo de la m ontaña. Silúrico, inferior (O rdoviciense): P izarras satinadas (S2 en el m apa, en lugar de S 1) que form an el zócalo sur. Silúrico m edio: G rauw acka con O rthis A ctoniae y beptaena sericea (nivel del Caradoc). Silúrico superior (G otlandiense): 1." Filadios con Monograptus priodon... (Nivel del W enlok-low er Ludlow ). 2.° Caliza com pacta con Cardiola interrupta, Orthoceras y ta ­ llos de Encrinus. 3.° Calizas m argosas con Orthooeras. D evónico (in fe rio r): calizas y filadios m argosos con Tentaculites y Leptaena. P ontiense: A luvión poligénico de debajo la casa de la F ont del Ferro. Cuaternario: T ravertínico-arcilloso con Ursus spelaeus de la cueva desaparecida de cerca de C. Ollé. E n 1904 A l m e r a y B e r g e r o n , c o n j u n t a m e n t e , p u b l i c a n u n a n o t a s o b r e lo s m a n t o s r e c u b r i e n t e s d e lo s a l r e d e d o r e s d e B a r c e ­ l o n a e n e l B o l e t í n d e l a S o c i e d a d G e o l ó g ic a d e F r a n c i a

(10), c u ­

y o r e s u m e n f u é le íd o e n s e s ió n d e l a A c a d e m ia d e C i e n c i a s d e P a rís

(11) y c u y o t e x t o , a lg o m á s c o m p l e to y e l a b o r a d o , f u é

r e p ro d u c id o e n c a s te lla n o y e n fra n c é s , co n to d a s la s fig u ra s ,

en u na de las m em orias de la Real A cadem ia de Ciencias y A rtes de B arcelona (20). V arias páginas y uno de los perfiles estratigráficos de este trab a jo e stá n dedicados a la in te rp re ta ció n de la e stru ctu ra geo­ lógica del tu ró de M onteada a la luz de la entonces novísim a teo ría de los m antos de recu b rim ien to . En el curso de nuestro estudio p odrá en ju ic ia rse seren am en te el valor de la in terp re­ tación d ad a por el D r. A lm era y por M r. B e r g e r o n . Lo que aquí in te re sa su b ra y a r es sim plem ente la en trad a en juego de un nuevo elem ento en la e stra tig ra fía de la m ontaña: las pizarras y adinolas del carbonífero, intercaladas en m edio de las pizarras ordovicienses, abarte de las grauwackas ya cono­ cidas (20, p. 279, 281). O tro hecho cuya obs: ovación aparece ratificad a es la p re­ sencia de “un isleo de caliza devónica m etido, por decirlo asi, en las pizarras gotlandienses” en el sinclin al principal de la cum b re que d esde ahora aparece asociado a otros tres sinclin ales de p iz a rra s gotlan d ien ses con G raptolites en medio de las calizas con O rthoeeras. C on lo cual la com plejidad e stru c tu ra l au m enta ex trao rd i­ n a ria m e n te y nos indica ya de antem ano q ue la rápida adhesión de tan graves au to res a la teo ría de los m antos recu b rien tes no fué m o tiv ad a por sim ple snobism o, por lo menos en lo que se re fie re a M onteada, sino a causa de la d ific u ltad de los proble­ m as q u e p la n te a b a la observación d irecta y m inuciosa del te­ rren o . F

ont y

S a g u e e n 1905 (2 6 ) r e s u m e la s c o n c l u s i o n e s d e l a r e ­

s e ñ a d e l D r . A lm era y a r e f e r i d a

(7), c o lo c a n d o t a m b i é n e n e l

d e v ó n ic o to d a s la s fo r m a c io n e s c a lc á r e a s .

En 1909 el D r . A l m e r a (9) al re su m ir los resultados de todos los estu d io s hechos h a sta entonces, especialm ente sobre el p a­ leozoico d e los alred ed o res de B arcelona, y al h ab lar del nivel de O rthis y de C ístidos de M onteada su b raya repetid am en te

— 68 — que en dicho lu g ar no ha podido v er la caliza que en Bala, Caradoc y C abriéres contiene idéntica fauna. En 1913 F a u r a y S a n s (23) al tra ta r del yacim iento de M onteada poco añade a lo ya publicado por el D r . A l m e r a con­ siderando aún como devónicas todas las form aciones calcáreas, continuando con el m ism o criterio e n 1923 según puede verse en la hoja n.° 35, B arcelona, a escala 1:100.000, del “S e r v e i del Ma­ pa Geológico de C atalu n y a” (24). En 1918 A l m e r a y F a u r a y S a n s (12) incluyen los fósiles re ­ cogidos e n los d istin to s niveles del tu ró de M onteada en la lista de ejem plares trasladados d el Museo d el Sem inario al Museo M artorell de B arcelona (pp. 122, 126, 131). En 1928 aparece, con el m apa geológico a 1:50.000, la ex p li­ cación de la hoja 421, Barcelona (27) e n la que las pizarras in ­ feriores de M onteada, h asta entonces atrib u id as al cámbrico, son referid as al silúrico inferior. En cuanto a las calizas con O rthoceras, K ralow na, e tc ... son consideradas contem poráneas de las capas de filadios con graptolites, o sea gotlandienses, por observarlas en m u tu a in te rc ala­ ción en las can teras abiertas en la lad era SW., separándolas de las intercalaciones de la cum bre que tanto dieron que pensar a A lm er a y B e r g e r o n por considerar devónicas aquéllas calizas. Los dos p erfiles e stru c tu ra le s d el tu ró que acom pañan a la m em oria, ex tra o rd in a riam e n te sim plificados, d an una idea m uy lejan a de la com plejidad de la m ontaña. Las calizas del sinclinal de la cum bre son atrib u id as al devónico superior, en la m em oria, y al devónico in ferior, e n el m apa. En 1929 aparece e n B erlín el estudio de W. S c h r ie l sobre la constitución geológica de la cordillera costera (35), en e l que se ocupa rep etid am en te de las form aciones del tu ró de M onteada. C onsidera tam bién como ordovicienses las pizarras satinadas d el zócalo de la m on tañ a (Cám brico del D r . A l m e r a ) que se con tin ú an con el nivel del Caradoc.

- 69 — H abla d e las pizarras silíceas que “ B e r g e r o n y otros han confundido a veces con liditas y las han considerado como pi­ zarras d el C ulm ” (10) las cuales se encuentran, dice, debajo de las calizas con Cardiola interrupta tam bién en M onteada y en las que añade haber encontrado Monograptus y considera por tanto como una form ación interm edia, de tránsito al silú­ rico calizo. Las calizas com pactas con Cardiola interrupta las considera n etam en te silúricas. En cuanto al devónico describe las capas de la cumbre de com pleto acuerdo con el D r . A l m e r a , afirm ando por su cuenta q u e el yacente del sinclinal está form ado por las capas con graptolites. D edica casi una página a la tectónica del cerro en la que señala, en la v ertien te sur, el paso de las pizarras graptolitíferas a p izarras silíceas de afilar y am pelitas alumbrosas, que sostienen a las calizas silúricas. En la misma ladera e im brica­ das con las antedichas calizas reconoce tres escamas de piza­ rra s graptolitíferas, poco inclinadas sobre cuyas pizarras des­ cansan las calizas de la cum bre (en donde estuvo em plazada la erm ita). Al n o rte de la e rm ita dichas pizarras sostenían el sinclinal ya conocido de m aterial del devónico medio transgresivo. B ajando por la ladera norte-oriental se repiten las escamas, aquí m ucho más inclinadas, pero en relación con las tres esca­ m as de la ladera sur, concluyendo de toda esta disposición que las pizarras grap to litíferas de la cum bre, con el resto de cali­ za silúrica su perior y el devónico que llevan consigo, deben esta r im bricadas sobre las calizas inferiores. T am bién señala una escama caliza en la parte baja de la ladera norte, sobre caradoc fosilífero, que considera como un an ticlinal isoclinal incrustado en el cerro y más abajo aún se­ ñala la presencia de p izarras g raptolitíferas sobre el silúrico inferior.

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Sobre una fotografía de la ladera SW. del turó esquem atiza las tres im bricaciones en la p o ten te m asa de calizas, puestas en g ran p a rte al descubierto por las canteras de la com pañía Asland, entonces ya en activa explotación. En la p arte alta de la lad era n orte rep resen ta un pequeño isleo de devónico e n tre p i­ zarras grapto litíferas, del cual no dice nada en el texto. En 1935 H. A s h a u e r y R. T e i c h m u l l e r p ublican su trabajo sobre las cordilleras alpídicas y variscas de C ataluña (14) ocu­ pándose tam bién, aunque más brevem ente, del turó de M ont­ eada. En las can teras abandonadas de la lad era SW, de las que d ib u jan varios perfiles ven una confirm ación de la tectónica de estilo d iferen cial (de Stockw erk) por pisos autónom os rígidosnplásticos. Conform e a esta idea, se tra ta ría tam bién aquí de un despegue de la base de las calizas nodulares con Orthoceras y tallos de E ncrinus (que consideran como suprasilúricasinfradevónicas-D ow nton) con respecto a las pizarras de graptolites e n tre las que se en c u e n tra n im bricadas. E n tre las capas basales de las calizas despegadas y las piza­ rra s existe, dicen, una potente m ilonita in teg rad a por calizas lam inadas.

II. 1.

N IV E L

LOS NIVELES ORDOVICIENSES IN F E R IO R ,

DE

P IZ A R R A S

S A T IN A D A S

Uno de los niveles m ejor caracterizados de todo el paleozoi­ co de los alrededores de B arcelona es el de las grauw ackas del caradoc, cuya determ in ació n hizo M r . B a r r o i s (15) precisa­ m ente con la fau n a recogida en e l tu ró de M onteada. A pesar de que el D r . A l m e r a echaba de m enos (9) las ca­ lizas en las que se e n cu en tra la fauna del caradoc en las locali­ dades típicas del ex tran jero , ni un solo geólogo ha discutido la d eterm in ació n de B a r r o i s , b ien al co ntrario. Muchos autores

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han tom ado este piso, con su fauna, como un nivel-guía para otras determ inaciones estratigráficas. Debajo de este nivel y en concordancia general de e stratifi­ cación viene una p o ten te form ación de pizarras arcillosas sati­ nadas, verde-azuladas, atravesadas por numerosos filones y ve­ tas de cuarzo blanco lechoso. Tales pizarras form an el zócalo del tu ró hasta los 150 m e­ tros de altu ra, salvo en la ladera noroeste en la que quedan a un nivel inferior. S on las p izarras sericíticas del D r . A lm er a , m uy esquisto­ sas e n unos lugares, form ando filadios en otras partes, muy plegadas y rizadas (gaufrées) en los puntos en donde han esta­ do som etidas a fuertes presiones, como puede observarse en los cortes de la ca rre tera y de la vía férrea, sobre la estación de la línea del F. C. a Puigcerdá (fig. 1). E stán tam bién atravesadas por num erosos diques de pórfido y, cuando estos son m uy potentes —como el que se explota cer­ ca de la F ont del F erro — dichas pizarras form an enclaves de im portancia en el in terio r de la masa porfídica (fig. 2), quedan­ do a veces silicifi-cadas en el contacto con la roca ígnea o, en otros puntos, pasando a m asas carbonosas. Sobre el dique porfídico del turó Ferm í puede observarse que las pizarras satinadas de azul-verdosas pasan a pizarras com pletam ente negras, untuosas y sum am ente resbaladizas, con los filones de cuarzo blanco reducidos a lechos delgados, g ri­ sáceos, paralelos a los planos de foliación, como puede verse en el fondo de la trin ch era del F. C. a M anresa, debajo del p u en te de la ca rre tera a Ribas. Casi encim a de la F ont P udenta las pizarras satinadas apa­ recen fu ertem en te plegadas, tom an color negro y pasan a piza­ rra s untuosas, grafitosas, form ando el pequeño pliegue tum ba­ do al lado de la vía (fig. 3) del que habla el D r . A lm era (7) sin precisar la edad de las capas.

— 72 — En el nivel de las p izarras satinadas nunca se han encontra­ do fósiles indudables. El D r . A l m e r a dice hab er reconocido indicios de Bilobites en los lechos silíceos (6, 7 p. 733) pero en la segunda edición del m apa (8) ya no rep ite la referencia. No hem os observado la m enor d iferen cia en tre las piza­ rra s satinadas del tu ró Ferm í, las del NNE. de la m ontaña y las del SW, que el D r . A l m e r a clasificó, respectivam ente, como cám bricas (filadios mosqueados, Zc) las p rim e ra s ; filadios cris­ talinos rizados (z1) las seg u n d as; y como del silúrico inferior las terceras (S2 en el m apa, en lu g ar de S 1) (10). A propósito de la discordancia señalada por el D r . A l m e r a e n tre el tu ró F erm í y el resto de la m ontaña, parece ser cues­ tión de pliegues de detalle, en relación con las pizarras negras y untuosas ya m encionadas, pues los m ism os estrato s del turó F erm í continúan al su r de la vía férrea en un buen trecho, con idéntica dirección y casi con el mismo buzam iento. Parece pues plen am en te justificad a la inclusión del conjunto de la form ación de pizarras satinadas en el silúrico inferior, conform e lo hicieron —apoyándose en otras razones— los au­ tores de la m em oria de la hoja n.° 421 (27, p. 35), habiéndolo co­ rroborado tam bién los dem ás geólogos que se han ocupado del tem a con posterioridad. La potencia total de esta form ación, en la región estudiada, la calculam os en unos 400 m etros. 2.

I jA S IN T E R C A L A C IO N E S D E P IZ A R R A S G R IS E S S IL IC E A S

En las prim eras exploraciones del turó de M onteada, inicia­ das en su ladera SE, por las cercanías de la F ont del Ferro, pron­ to llam aron n u estra atención unos bancos, de 4-5 m. de espesor, de m aterial pizarroso oscuro, m uy ferruginosos, in te restratificados con las p izarras satinadas. Por su m ayor com pacidad y tenacidad tales bancos d estacan e n tre dichas pizarras y form an

— 73 — unas franjas salientes continuas, a modo de aleros o cornisas que circundan casi sin interrupción dicha ladera SE. E n tre los 90 y 140 m. de a ltu ra son tres las franjas que hemos podido localizar claram ente como autóctonas, pues de la franja más elevada parecen haberse desgajado dos bandas continuas que han resbalado so>bre las pizarras satinadas produciendo la im presión de ser o tras tan tas intercalaciones. iMás hacia el norte las intercalaciones llegan a desaparecer en superficie, pero en la ladera noroeste reaparecen en trechos discontinuos y vuelven a form ar tres bandas paralelas intercala­ das tam bién en pizarras satinadas y que se extienden hasta unos 30 m. sobre la Font P udenta. En este punto las pizarras satinadas pasan lateralm en te a pizarras grises silíceas form an­ do entonces estas u na m asa única, m uy ancha pero de poca ex­ tensión. A parte de la g ran m asa resbalada de la más alta de estas intercalaciones, son m uchos los bloques aislados que han roda­ do ipor la pendiente al desprenderse por erosión de las pizarras satin ad as subyacentes y que ahora se ven como im plantados en la capa o m anto coluvial recubierto de vegetación. O tra ve» en la hondonada de la Font del Ferro y unos 50 m. m ás a rrib a de la plazoleta de la fuente, hacia el noroeste de la m ism a y en plena form ación del caradoc —de la que luego se h ab lará— destacan fuertem ente del lomo de la m ontaña unas masas negras-rojizas durísim as, silicificadas en gran parte, in­ tegradas p o r m ateriales m uy heterogéneos: d etritu s de pizarras rojo-vinosas, liditas y m argas grises trituradas, todo ello for­ m ando brecha. Tales m asas form ando bancos de varios m etros de espesor, están arraigadas en el terreno y al recorrerlas lateralm ente pue­ de com probarse que en profundidad son intercalaciones de p i­ zarras grises m uy parecidas a las antes descritas, aquí desfigu­ radas por algún accidente tectónico que las ha milonitizado.

— 74 — Desde los 170 m. en que se en c u e n tra el prim ero de estos bancos y los 205 m. — ya en el plano de la cantera-— a ltu ra a la que se en cu en tra el últim o, p ueden contarse en este punto hasta ocho intercalaciones, igualm ente dispuestas, aunque con heterogeneidad de elem entos y de tonos en la p arte m ilonitizada. A ltern an con ellas, en algún punto form ando rellanos, los m ateriales m enos duros del caradoc. U na parecida disposición, pero sin p arte m ilonitizada, tam ­ bién puede observarse en la lad era n o rte del turó, en tre los 100 y 150 m. de a ltu ra y en el mismo nivel estratigráfico, al suroeste de la F o n t P udenta. O tras intercalaciones sem ejantes, más reducidas, em ergen de trecho en trecho alred ed o r de la m ontaña, ya in terp u estas e n ­ tre m a te ria l del caradoc, ya, con m ayor frecuencia, e n tre las pizarras satinadas, ya en el trán sito la te ra l de una a o tra de estas dos form aciones. Es de n o tar que en los dos casos antes citados de p izarras carbonosas (contacto con el dique de pórfido y pliegue tu m b a­ do sobre la F o n t P u d en ta) las p izarras satin ad as se en cu en tran asociadas a estas p izarras grises silíceas que, por lo visto, serían más susceptibles de u lte rio r m etam orfización que las propias pizarras satinadas. E n n inguna p arte hem os dado con restos orgánicos in d u d a­ bles en las intercalaciones de p izarras grises silíceas. El ele­ m ento in v ariab le y característico de las m ism as es el m aterial que las co n stituye: p izarras silíceas, in v ariab lem en te grises en las superficies de fra c tu ra fre s c a s ; de tonos rojo-oscuros, ferru gíneos, en los planos de fra c tu ra p red eterm inados por las pe­ queñas y frecuentes dislocaciones que p resen tan y en las su­ perficies de fra c tu ra m eteorizadas. Los planos de exfoliación son m uy reg u lares (en sección), grises o gris-M anquecm os, ob­ servándose frecu en tem en te en la m asa pizarrosa pequeñas oque­ dades vacuolares.

— 75 — No nos cabe la m enor duda de que se trata de las “pizarras silíceas” y “areniscoso-ferruginosas” de sobre la Font Pudenta que el D r . A l m e r a mencionó y dejó sin d atar en 1899 (7, pp. 733) y que posteriorm ente, con M r . B e r g e r o n , (20, pp. 279) descri­ bieron como “rocas de tinte negruzco o rojizo, que destacan en ­ tre las pizarras ordovicienses” y que sin duda, por haberlas ob­ servado sobre la F ont del F erro form ando brechas de detritus pizarrosos del gotlandiense, las consideraron como “pizarras lidianas y adinolas” del carbonífero “que tienen todas las apa­ riencias de estar intercaladas e n tre pizarras ordovicienses”. “Desde el apeadero (del F. C. del N orte) hasta la masa caliza que corona la cima, aparecen tres asomos de lidianas y adino­ las ... etc.”. S c h r i e l creyó a este propósito (35 p. 120 de la versión alem a­ na) que A l m e r a y B e r g e r o n al hablar de estas pretendidas piza­ rra s y adinolas del culm, se referían a las pizarras blancas, tam ­ bién silíceas, graptolitíferas, relacionadas con las calizas gotlandienses. No com partim os tal opinión aunque no nos extraña que asi juzgara dicho autor, por haber observado personalm ente que en algunos puntos tales intercalaciones de pizarras grises son m uy blanquecinas (fig. 4), incluso pasan a am pelíticas, como es el caso de la F ont P ud en ta en donde los propios A l m e r a y B e r g e r o n reconocieron la presencia de “pizarras gotlandienses blancas y am pelíticas” asociadas en el pliegue caído ya mentado “ju n tam en te con las lidianas y adinolas” (20, p. 279, nota). No obstante si se com paran bien unas con otras no pueden confundirse. Las pizarras blancas silíceas del gotlandiense no son pizarras en sentido exacto sino filadios, cuya superficie de fractu ra fresca es siem pre blanca, sin exfoliación regular, hasta el punto de que F a u r a y S a n s los llam a “filadios blancos y esferoides”, contrastando todo ello con los caracteres que aca­ bam os de d a r como propios de las pizarras grises ordovicienses. La a c l a r a c ió n d e S c h r ie l p o r t a n t o n o r e s o l v e r í a e l p r o b l e ­ m a q u e p l a n t e a n la s i n t e r c a l a c i o n e s d e e s t a s p i z a r r a s t a n t o si

— 76 — se atribuyen al carbonífero como al gotlandiense, problem a que tanto dió que pensar a A lm er a , B e r g e r o n y a otros muchos geólogos. En cambio la simple comprobación que hemos hecho, de que se trata de intercalaciones en el conjunto de los depósi­ tos del silúrico inferior, que pueden fácilm ente explicarse co­ mo el efecto de episodios alternantes en el régim en de sedim en­ tación, creemos puede dar por elim inado uno de los factores que más ha contribuido a com plicar el estudio estructural del turó de M onteada y de otras formaciones análogas en el paleozoico de los alrededores de Barcelona.

3.

IvOS M A T E R IA L E S D E L C A R A D O C

Sobre las pizarras satinadas, en concordancia de e stratifi­ cación que no excluye frecuentes discordancias m ecánicas de detalle, vienen unas formaciones de variada naturaleza, algu­ nas detríticas, alternando con las intercalaciones de pizarras grises ya estudiadas o pasando lateralm ente a tales pizarras. A grandes rasgos, form an una fran ja de unos 65 m etros que cir­ cunda la m ontaña regularm ente, salvo en las laderas sur y su r­ oeste, en donde se presenta m uy dislocada y lam inada, con evi­ dentes señales de haber sufrido los efectos de un intenso dinam etam orfism o a cargo de la enorme masa de calizas y pizarras superiores, volcadas en tal dirección (sur y suroeste). Es el nivel de las grauw ackas descrito por el D r . A l m e r a , quien ya en 1899 (7, p. 736) afirm aba que dicha formación “da la vuelta a la colina” a pesar de lo cual en el mapa (8) sólo re­ presenta un retazo del mismo, en la ladera noroeste, que es la única que tam bién describe, (p. 733) en los siguientes térm inos: 1. A unos 56 m etros sobre la vía del ferrocarril, subiendo desde la Font Pudenta, se en cuentra una grauw acka gris, piza­ rrosa, con algunos nodulos silíceos, que buza siem pre hacia el sur.



11



2. Un poco más arriba, hacia el oeste, se observa sobre di­ cha grauw acka areniscosa un retazo de esta misma roca, pero más arcillosa, vacuolar, con nodulos y fósiles. Son los fósiles d eterm inados por M r . B a r r o is en 1891, quien reconoció las si­ guientes especies: O rthis actoniae Sow. O rthis vespertilio Sow. O rthis calligrama Dalm. O rthis testudinaria Dalm. Leptaena sericea Sow. Echinospherites cfr. balticus Eichw. Favosites sp. P tilodyctia costellata M. Coy. Con esta base paleontológica atribuyó este nivel al caradoc, refiriéndolo a las calizas de Bala. 3. Encim a viene una capa menos dura, m uy ferruginosa y de color más oscuro. 4. Encim a de élla en concordancia de estratificación, vie­ ne un banco arenoso superior en el que los fósiles son más ra ­ ros, encontrándose solam ente Favosites, Cístidos y algunos Or­ this. Encim a vienen las calizas azuladas de facies griotte, en discordancia de estratificación, etc. ... Un corte que hemos seguido a lo largo del camino que sube a la cum bre por el lomo NE nos da unos térm inos parecidos, aunque en cuanto a fósiles sólo hemos encontrado algunos restos m uy deteriorados, francam ente indeterm inables, no habiendo tenido m ejor su erte en la exploración del yacim iento señalado por el D r . A lm er a sobre la F ont P udenta. De todo ello se desprende que las formaciones del caradoc acusan un cambio en el régim en de sedim entación, ahora más d e trític a que en la fase an terio r en la que se depositó el m aterial o riginario de las pizarras satinadas inferiores. Con todo, este caracter detrítico no es m uy acentuado, no siendo constante en duración ni horizontalm ente continuo. En

— 78 — cambio llam a la atención la persisten cia de los elem entos silí­ ceos grises, más o m enos pizarrosos y com pactos: parece como si las in term iten cias en las condiciones de sedim entación hayan continuado d u ra n te la nueva fase (caradoc), p o r lo m enos en ciertas zonas, en las que se pasa la te ra lm e n te a las form aciones detríticas. En vista de lo cual causa cierta estrañeza que el D r . A lm er a eligiera la p a la b ra grauw acka, en el sentido clásico, de form a­ ción e m in en tem en te d etrítica , p ara desig n ar y caracterizar iitológicam ente estos depósitos. Uno se inclina a creer que al principio no sólo tuvo en cuen­ ta las areniscas y las m argas con partícu las cuarzosas, sino ta m ­ bién los bancos de p izarras silíceas m ilonitizadas, con brechas de d e tritu s pizarrosos heterogéneos (en superficie). La p ru eb a de que esta presunción podría responder a la idea del D r . A l m e r a está en que desde el m om ento en que en tra n en juego dichos bancos con el nom bre de lidianas y adinolas del carbonífero, d esaparecen de la escena las grauw aekas, que ni siquiera en los perfiles estratig ráfico s son rep resentadas, no tratán d o se en ad elan te m ás que de “pizarras ordovicienses” o de “p izarras (!) con O rthis actoniae” (10, 11 y 20 p. 270). En las laderas sur y suroeste de la m ontaña los depósitos del caradoc desaparecen en gran p a rte debajo de los te rrap le n es de las canteras o quedan re-cubiertos por el m anto coluvial. U na potente m asa de los mism os aflora en el extrem o sur, en donde se p resen tan sum am ente transform ados por haber actuado probablem ente de paraohoque d el enorm e pliegue tu m ­ bado de calizas de tipo griotte, que contacta anorm alm ente con ellos. A ctualm ente form an un m ontículo aislado de la ladera de la m ontaña por 1a- exploración de las calizas próxim as, h a­ biendo quedado al descubierto, en la v e rtie n te de dicho m ontí­ culo que m ira al noroeste, un m agnífico plano de falla. Los estrato s están m uy revueltos y los m ás próxim os a la superficie

— 79 — de contacto de la falla form an enorm es masas silicificadas que se separan en bloques durísim os. Unos 25 m etros más abajo, en la excavación practicada para el túnel de acceso a la cantera inferior del SW del turó, junto a la boca d el mismo, los lechos pizarrosos m uy prensados y com­ pactos form an bancos calcoesquistosos suavem ente ondulados (fig. 5). En el in te rio r de dicho túnel hay pizarras negras ampelíticas m uy b rillan tes que parecen continuación de los lechos pi­ zarrosos silíceos de este nivel, intensam ente metamorfizados. En la ladera sureste desaparecen los depósitos del caradoc quedando probablem ente lam inados en profundidad debajo de las calizas. En el trecho siguiente los terraplenes e instalacio­ nes de la com pañía A sland y el m anto coluvial, junto con la vegetación, enm ascaran sus posibles afloram ientos. En la hondonada de la F ont del Ferro hay otro túnel, al pie del pozo de descarga más oriental, en el cual las pizarras ampelíticas tienen tam bién un gran desarrollo y tam bién en este punto parecen form adas a expensas de los m ateriales del cara­ doc que aquí afloran claram ente en el exterior. En alguna de las intercalaciones de pizarras grises silíceas, que afloran cerca de dioho túnel, hem os observado masas m uy carbonosas que co rroborarían esta versión. III. El

LOS NIVELES GOTLANDIENSES

junto con M r . B e r ­ sólo reconoce en M onteada un nivel del gotlandiense: las p izarras blancas con G raptolites. En cuanto a la gran masa de calizas que coronan la montaña, la coloca, bien a disgusto suyo, en el devónico. Es paten te la presión que acerca de este particular ejercie­ ron las opiniones de los geólogos franceses, especialm ente la de M r . B e r g e r o n , sobre el ánimo de nuestro maestro. Tanto D r . A l m e r a e n 1899 (7) y e n 1905 (20),

geron ,

— 80 — sus publicaciones an terio res (1, 3, 4, 6) como su actitu d co ntra­ ria en el curso de la discusión habida bajo su presidencia en la sesión del 3 de octubre de 1898 a raíz de la excursión a M ont­ eada (7, p, 764), como tam'bién la 2.a edición d el m apa (8), d e­ m u e stra n claram en te que el D r . A l m e r a tenía plena convicción de que si no todas —como afirm ó al principio, antes que B ar r o i s — por lo m enos una buena p a rte de dichas calizas corres­ pondían al silúrico superior. Los geólogos que, por cuenta propia, han estudiado de nuevo el tu ró (14) (21) (27) (35), han dado la razón al D r . A l m e r a . De acuerdo con tal opinión las calizas in feriores del turó, que son las que predom inan, co rresponderían al gotlandiense, aunque no fuera más que en su nivel su perior o de transición al devó­ nico (D ow nton) según A s h a u e r y T e ic h m u l l e r (14) (17). S c h r ie l reconoce tam bién en M onteada, inm ediatam ente por debajo de las calizas o m ejor del “sistem a de altern an cias de p izarras con graptolites y de capas calizas”, un nivel de trán si­ to e n tre las p izarras am pelíticas del T arannon-w enlock (de cu­ ya presencia en M onteada no dice nada) y dicho sistem a que el llam a “el silúrico calizo” (35, p. 120 de la versión castellana). E ste nivel de trán sito está constituido por p izarras silíceas con M onograptus: son aquellas m ism as p izarras silíceas que —e n opinión de S c h r ie l — A l m e r a y B e r g e r o n tom aron como lidianas y adinolas del culm aunque, como queda dicho, proba­ b lem ente dichos autores se refiriero n a las intercalaciones de p izarras grises silíceas del ordoviciense. E n M onteada pues se han reconocido, según lo dicho hasta aquí, los siguientes niveles de gotlandiense: 1. N ivel inferior, de tránsito, de pizarras silíceas con Mo­ nograptus ( S c h r ie l ). 2.—Pizarras blancas “con im presiones de graptolites poco d eterm in ab les que se parecen al M onograptus colonus B arr” (7), n ivel atribuido por A lm era al W enlock-low er L udlow (10). P izarras que alternan, según S c h r ie l , con las calizas del n ive l

— 81 —

siguiente, del cual son contem poráneas, según los autores de la m em oria explicativa de la hoja 421, Barcelona (27, p. 38). 3.— Calizas de facies “griotte” con artejos de Encrinus, raras C lym enias (?) y Braquiópodos (7); cuyo espesor en Monteada ha sido calculado en 80 m etros (27). He aquí las form aciones que hemos podido reconocer en nues­ tro estudio: 1.

L A S P IZ A R R A S C U A R C IT IG A S . ( ¿ LLANTX) V E R Y ? )

F orm an unos bancos potentes, ondulados, uno de cuyos arcos queda cortado en p arte por la boca del túnel de acceso a la can­ te ra del SW del turó (fig. 5). Ya hemos hablado de ellas ante­ riorm ente, considerándolas como m aterial del Caradoc m etam orfizado por el enorm e pliegue tum bado visible en la pared de dicha cantera. Con todo, dada su naturaleza cuarcítica y atendiendo al ni­ vel estratigráfico, podría m uy bien tratarse de la formación de cuarcitas del Llandovery. Pero la ausencia de fósiles y la ma­ nera de presentarse, form ando bancos continuos y homogéneos, no perm iten com pararlas con los lentejones de cuarcita interca­ lados en las pizarras tiernas, con graptolites, del Coll de la Ma­ ta y de Sta. C reu d ’Olorde. P or lo cual y por el aspecto claram ente pizarroso, gris-sati­ nado, de los planos de foliación de los lechos en que se resuel­ ven dichos bancos, los consideram os más bien de origen dinamom etam órfico, a p a rtir del m aterial a la vez pizarroso y areniscoso del Caradoc. De todas m aneras creemos conveniente p lantear el problem a para que, considerándolo en ulteriores exploraciones verificadas en otros parajes, pueda ser resuelto con m ayor seguridad.

— 82 — 2.

L A S P IZ A R R A S A M P E L IT IC A S (¿T A R A N N O N -W E N L O C K ? )

El D r . A lm e r a hab la de tales pizarras en 1899 (7) descri­ biendo las del pliegue caído de sobre la F o n t P udenta, que más tard e a trib u irá al gotlandiense y que, como se indicó antes, se­ g u ram en te son una intercalación de p izarras grises silíceas ordovicienses que pasan late ra lm e n te a am pelitas. T am bién hem os hablado aquí de las p izarras negras carbo­ nosas, tam bién ordovicienses, que se observan en el contacto con el pórfido granítico que se explota en la proxim idad de la F ont del Ferro (fig. 2). Ya en in terio r de la m ontaña, las perforaciones practicadas por la C om pañía ASLAND atrav iesan una potente form ación de p izarras am pelíticas m uy relucien tes, con alum bre y m arca­ sita. E n la más sep ten trio n al de dichas perforaciones (túnel de descarga, sobre la F o n t del F erro ) dichas am pelitas parecen ser continuación directa de los bancos de pizarras grises silíceas que afloran al exterior, un poco más al n orte del túnel, inclu­ yendo algún lecho carbonoso. En todos estos casos las pizarras am pelíticas parecen corres­ ponder a un nivel n etam en te in ferio r al T arannon-W enlock. Con lo cual, dichas pizarras, como tales, d e ja ría n de ser un nivel guía como acontece en el resto de form aciones paleozoicas de las cercanías de Barcelona, planteándose un nuevo problem a tam bién a considerar. A cerca del conjunto de estas p izarras carbonosas, am pelíti­ cas o no, creem os que puede in te re sa r la com probación que hem os hecho en el curso de este estudio, com probación que afecta a algo m ás que a la sim ple posición estratig ráfica de las mismas. El hecho es que las pizarras carbonosas, en M onteada, se en c u e n tra n siem pre ya en relación con plegam ientos m uy acen­ tuados (Font P udenta), ya en el contacto con el pórfido, ya en

— 83 — profundidad, como ap lastad as por la enorm e masa de calizas que sop o rtan o con las cuales han en trad o en colisión. Lo cual nos su g iere la idea de que quizás no sean una for­ m ación p rim a ria en el sentido genético, sino más bien el resul­ tado de u n a in te n sa acción dinam o-m etam órfica sobre m ateria­ les d istin to s au n q u e de com posición parecida. En el caso presen te, tales m ateriales tanto podrían ser las p izarras con g rap to lites como las p izarras grises silíceas d el ordoviciense, cuyas in tercalacio n es m ás altas precisam ente son m ás b lan q u ecin as y m enos p izarrosas q u e las inferiores, asem e­ jándose m ucho m ás a los filadios que, en otros puntos de la m on­ taña, contienen grap to lites. 3.

E L N W E L D E L A S L ID IT A S

No hem os encontrado n in g u n a re fe re n cia directa a este n i­ vel en las publicaciones an terio res. Es posible que el D r . A l ­ m e r a , con B e r g e r o n , al h a b la r de las lidianas y adinolas inclu­ y e ra n alguno d e los aflo ram ien to s de liditas que vamos a des­ cribir. En p rim e r lu g ar debem os s u b ra y a r que en el lomo N oreste del turó, en el corte seguido a lo largo del cam ino que sube a la cu m b re, e n tre los filadios grises y m argas rojizas del Caradoc — con b uzam iento co n stan te al SW—- se e n cu en tran unos 10 m e­ tros d e filadios ásperos, silíceos, de color gris-vinoso, con lechos de lid itas intercalad o s, fu e rte m e n te plegados, totalm ente dis­ co rd an tes en relación con el m uro y el techo en que están enca­ jados. E n el m ism o corte, debajo de las calizas con tallos de Encrinus, de tipo g rio tte, hem os observado la presencia de una m asa p izarrosa, plástica, con nodulos fosfatados, pero sin lid i­ tas. Estos dos afloram ientos parece no corresponderían a una for­ m ación autóctona, sino que in te g ra ría n un paq u ete de estratos

— 84 — ordovicienses-gotlandienses que por efecto de la gravedad ha resbalado p en d ien te abajo. Más arriba, sobre los 200 m. de a ltu ra y concordando con los últim os bancos de p izarras silíceas grises y blanquecinas del Caradoc, aquí fu ertem en te m ilonitizadas, aparece ¿n situ un a form ación de más de 30 m. constituida por filadios arcillo­ sos abigarrados con lechos de liditas de h asta 2 cm. de grosor. In teg ra tal form ación e l pequeño m ogote-testigo que se en ­ cu en tra hacia el extrem o n orte de la cantera, el cual soportaba las calizas con tallos de Encrinus, aquí m uy dislocadas, de e stra ­ tificación m uy im precisa y q ue en todo caso aparecen e n discor­ dancia m ecánica. C erca del contacto con las calizas, a m edida que estas son ex traíd as, se observa que la m asa p izarrosa contiene num ero­ sos nodulos fosfatados (21) idénticos a los ya m encionados. Las form aciones de liditas, en lechos tam bién de h asta 2 cm., in tercalados en m a te ria l pizarroso arcilloso abigarrado —que en algún trecho pasa la te ra lm e n te a filadios grises blanquecinos, silíceos— reap arecen al S. y SSW del turó, con la p a rtic u la ri­ dad de que aquí soportan, en concordancia perfecta, los filadios blancos silíceos con graptolites. El trán sito de un horizonte a otro es gradual, iniciándose late ra lm e n te en algún punto, como queda indicado. Las lid itas localizadas e n tre los filadios con g raptolites no form an lechos continuos sino sólo lentejo n es delgados, (de has­ ta 1 cm.) que desap arecen y reap arecen de una m an era irre ­ gular. Los niveles abigarrados y arcillosos, llev en o no liditas in ­ tercaladas, se relacionan co n stan tem en te con los filadios graptolitíferos y parece que rep re se n ta n el elem ento plástico que ha jugado en todo el proceso tectogenético y gliptogenético del actu al relieve. La potencia de las form aciones con liditas en estos a flo ra ­ m ientos no pasa de los 10 m., quedando e n te rrad as en g ran p arte por los escom bros de la cantera.

El análisis de un fragm ento de lidita, practicado en el labora­ torio de la compañía ASL.AND, ha dado los siguientes resul­ tados: S i 0 2 .............................................. A120 3 .......... ■............................... F e 20 3 .......................................... CaO ...................... ........................ MgO .............................................. P érd id a al fuego ......................

93,44 2,96 1,16 0,60 0,14 1,60

CO ,R ............................................

99,90 1,00

4.

L O S F IL A D IO S CON G R A P T O L IT E S

Como form ación independiente se encuentran principalm en­ te en dos niveles de la montaña. La form ación inferior, desarrollada al S. y al SW del turó, entre los 180 y los 200 m. de altura, consiste en una extensa m asa de filadios blancos de unos 30 m. de potencia en su aflo­ ram iento natural, con ligero buzam iento general hacia el norte. Esta masa se intercala form ando una amplia cuña, entre dos potentes form aciones de calizas extraordinariam ente plegadas, (fig. 6 y 7). -Se tra ta de la prim era de las escamas de pizarras graptolitíferas poco inclinadas, im bricadas en las calizas silú­ ricas, de que habla S c h r ie l (35); de la principal de las interca­ laciones tam bién observadas por los autores de la hoja 421 del m apa geológico a 1: 50.000. En realidad constituyen un nuevo elem ento de juicio para el estudio geológico del turó que ni A lm era ni B e r g e r o n ni nin­ guno de los geólogos anteriores pudieron considerar por no e x istir en un tiempo el corte de la cantera. Este corte todavía más explícito en 1951 que en 1928 y 1929 (hoja 421 y S c h r ie l i , continúa ofreciendo en 1963 los sucesi­

vos p erfiles de la p arte alta del turó, en vías de rápida desapa­ rición. La form ación superior, litològicam ente idéntica, con restos m ucho más ab u ndantes de g raptolites, del grupo del Monograptus colonus según A l m e r a , siem pre m al conservados, cons­ titu y e el substrato del sinclinal de la cum bre de la m ontaña, el cual se conservaba en 1951 precisam en te gracias a estos filadios, respetados por los b arrenos por no in te re sa r en la fabricación del cem ento. A pesar de ello p ara llegar a las calizas se hace inevitable su extracció n y su tran sp o rte a las escom breras que rodean una buena p a rte del turó, form adas casi en su totalidad a expensas de este m aterial. D e m a n e r a q u e e n 1951 lo s a b r u p t o s a c a n t i l a d o s d e l a c a n t e r a e s ta b a n y a a p o c o s m e tr o s d e l c o r te n a t u r a l d e l s in c lin a l ta n m e tic u lo s a m e n te e s tu d ia d o p o r e l D r . A l m e r a y c u y a f o to g r a f ía p u d o t o m a r s e t o d a v í a a u n q u e c o n b a s t a n t e d i f i c u l t a d , ( f ig . 8).

El corte lon g itu d in al de la p a rte alta de la m ontaña que ofre­ cía en 1951 el conjunto de la can tera e ra im presionante por su extensión (500 m. en línea recta). Su estudio, no ofreció ninguna novedad in esp erad a: a grandes rasgos dem ostró el acierto de las observaciones e in terp retacio n es an teriores. Las m odificacio­ nes de criterio que im ponía sim plificaban m ás bien los antiguos problem as planteados llevándonos, como es co rriente en geolo­ gía, al planteo de problem as de o tra índole. El sinclinal del D r . A l m e r a quedó p len am en te confirm ado pero, tal como sugiere S c h r i e l , el pliegue afecta tam bién a los filadios de graptolites y a las calizas silúricas con tallos de Encrinus. Su radio es pues m ucho m ayor de lo que se suponía. A dem ás se tra ta de un pliegue disim étrico ya que los m ate­ riales del flanco sur están m ucho m ás desarrollados que los del flanco norte, en el cual fa lta n incluso algunos de los térm inos que aparecen claram en te e n dicho flanco sur, cuya potencia en conjunto es m ás del doble m ayor.

— 87 — En cuanto a los filadios con graptolites en particular, poco hay que añadir a lo dicho al tra ta r de los de la formación in­ ferior. Aquí, en el flanco sur, del sinclinal de la cumbre, alcan­ zan más de 20 m. de espesor y en el flanco norte del sinclinal no llegan a los 10 m. En el flanco norte se apoyan d irectam ente sobre las calizas silúricas am igdalinas con tallos de Encrinus y soportan, como en el flanco sur, un tram o de bancos de caliza compacta, m ar­ gosa, alternando con lechos delgados de m argas vinosas, esquis­ tosas, con fauna devónica, estudiada por B a r r o i s , todo en con­ cordancia de estratificación. Creem os de sum o in terés d estacar la disposición tranquila, sin repliegues acentuados de las dos formaciones principales de filadios graptolitíferos, en vivo contraste con el nivel pre­ cedente de liditas con repliegues tan sinuosos y atorm entados y asimismo en contacto con los bancos calizos inferiores, tan vio­ lentam ente plegados en todos los puntos de la montaña. Lo cual parece indicar que en la génesis estru ctu ral del turó tales form aciones de filadios silíceos han jugado más bien el papel de m asa m uerta, inerte, que no el de elem ento plástico. ■5.

L A S F O R M A C IO N E S C A L IZ A S C L A R A M E N T E S IL U R IC A S

C on stitu y en p rincipalm ente la p arte alta del turó a partir de los 200 m. de a ltu ra en la lad era norte, enraizando mucho más hacia el sur y suroeste. A parte de un núcleo o macizo central principal hay varios paquetes de calizas en niveles inferiores. Dos de ellos, sin en raizar en el substrato, se encuentran en la v ertien te o rien tal integrando sendos paquetes de estratos desgajados de la m asa principal habiendo bajado uno de ellos hasta la cota 70. Otro paquete, tam bién resbalado, se encuen­ tra en la ladera oeste, a unos 150 m. de altura. En todos ellos h ay canteras solo iniciadas, indicio de una explotación que se abandonó pronto por tratarse de masas no

- 88 — arraigadas. La dispersión caótica de los enorm es bloques que las integran, superficialm en te travertinizados, m anifiesta tam ­ bién claram en te su condición de m a te ria l rem ovido y despla­ zado. In situ, aparecen otros varios p aquetes estrechos y alargados en la v e rtie n te noroeste y suroeste, uno de ellos en el vecino m ontículo del Q uatre p ins. P arecen escam as im bricadas e n tre m a te ria l pizarroso ordovicíense ; en g en eral en todos ellos las calizas se p resen tan lam inadas, en lechos m uy delgados, alcanzando en algún punto la te x tu ra de v erdaderos calcoesquistos. E n los puntos en que la lam inación es m enos in ten sa las calizas son am igdalinas con reticulaciones ferruginosas y engloban tallos de Encrinus. S e tra ta segu ram en te de la “po ten te m ilo nita in teg rad a por las calizas lam in ad as” que A s h a u e r y T e ic h m u l l e r colocan en “la separación e n tre las calizas despegadas y las capas básicas de las p izarras con g ra p to lite s” (14, pág. 22). A este respecto debem os a d v e rtir solam ente que dichas es­ camas, por ser tales, quedan aisladas por lo m enos tectónica­ m ente del núcleo calizo p rin cip al de la cum bre. Adem ás, los m ateriales en que están como im bricadas no son p recisam en te las p izarras g rap to litíferas sino las típicas pi­ zarras satinadas de tonos verdosos grises o las grises silíceas del ordoviciense. La potencia de la más ex ten sa de estas escam as, al p arecer in teg rad a por un pliegue sinclinal incrustado en el citado m on­ tículo deis “q u a tre p in s” al que corona form ando cresta, (fig. 9) no reb asaría los 50 m etros. En cuanto al en o rm e núcleo p red o m in an tem en te calizo que corona la p a rte alta y cen tral del tu ró de M onteada y que es objeto de la activísim a explotación actu al a cargo de la com pa­ ñía ASLAND, lo prim ero que se observa es su e x trao rd in aria com plicación e stru c tu ra l.

— 8á — Los pliegues, de origen herciniano, son numerosos y compli­ cados ; las fracturas, de origen alpídico y quizá aún más re­ cientes, han d eterm inado la existencia de grandes masas roco­ sas desplazadas, resquebrajadas, con grandes oquedades y grie­ tas rellenadas por légamo cuaternario o por espesas costras de caliza cristalizada y estalactítica (figs. 10, 11 y 12). Todo lo cual hace sum am ente difícil la determ inación de niveles estratigráficos salvo en el anticlinal de la cum bre del que hemos hablado anteriorm ente. E.n general y especialm ente en su p arte media y alta se tra ­ ta de calizas azuladas, am igdalinas, de tipo griotte, con frecuen­ tes tallos de Encrinus y algún raro Orthoceras y, según A lm er a , restos dudosos de C lym enia y algún braquiópodo (7). En los ni­ veles topográficam ente inferiores abunda más la caliza azulada m icrocristalina, con abundantes vetas espáticas blancas y con m uy escasos restos fósiles. De una m anera irreg u lar, coincidiendo a veces —no siem­ p re— con las zonas m ilonitizadas, una y otra clase de calizas tom an fu erte coloración pardo-rojiza por impregnación de car­ bonates y óxidos de hierro. Como se ha indicado, el D r . A lm er a , bajo la presión de los geólogos franceses a quienes obsesionaba el aspecto o facies griotte de las calizas en cuestión, incidentalm ente las descri­ bió, como devónicas a pesar de su opinión en contra am pliam en­ te reiterad a basándose principalm ente en las determ inaciones paleontológicas de B a r r o is (15 y 16, pág. 71) . Los autores de la hoja 421 del m apa geológico a 1:50.000, co­ mo tam bién S c h r ie l y A s h a u e r -T e ic h m u l l e r han dado la razón al m aestro, debiendo hacer lo mismo cualquiera que estudie el tu ró a la luz de los cortes que nos han proporcionado las can­ teras abiertas en la m ontaña. Las calizas aparecen claram ente coronadas por la im portante form ación de filadios graptolitíferos ya descritos y se presentan frecuentem ente atravesadas por escamas pizarrosas de m aterial

— 90 — plástico típicam ente gotlandiense. Queda pues fuera de duda su edad gotlandiense. Más que en el valor docum ental de los fósiles que contienen, escasos en formas y m uy poco significativos, la edad de las ca­ lizas con Encrinus de M onteada queda determ inada por su relativa posición estratigráfica. Asi lo vió A l m e r a según se des­ prende de la 2.a edición de su mapa a 1:40.000, en el cual da una exacta interpretación en tal sentido del sinclinal de la cumbre, cuyos elem entos a la sazón sólo podían estudiarse por los afloram ientos naturales de las capas. El único argum ento paleontológico que esgrim ió A l m e r a contra la opinión de B e r g e r o n es la presencia de la Cardiola interrupta en las calizas de tipo griotte de alguna o tra localidad cercana, idénticas a las de M onteada ( B a r r o i s , 15). A pesar de todo, la opinión de B e r g e r o n y de sus colegas y la fluctuación del D r . A l m e r a influyeron d efinitivam ente en su discípulo F a u r a y S a n s y más m odernam ente, aunque de modo pasajero, en los autores de la (hoja 420 del m apa geológico a 1: 50.000 (San Baudilio). Contribuyó sin duda a aum entar la confusión la lista de los fósiles paleozoicos recogidos por el D r . A l m e r a en la provincia de Barcelona y depositados en el Museo M artorell (23) unos me­ ses antes de su m uerte. En cuanto a la potencia o espesor global del enorm e paquete principal de calizas, incluyendo las intercalaciones y las esca­ mas pizarrosas, la disección del turó practicada en su ladera SW perm ite v er una sucesión continua de m ateriales exclusivam en­ te calizos desde la cota 150 hasta los 290 m., altu ra de la cum bre en 1951. Con todo, las cuñas de filadios blancos graptolitíferos de­ term inan una división clara en tre los estratos de la m itad infe­ rior y los de la m itad superior menos plegados y más resquebra­ jados, lo cual hace pensar en una repetición de la misma serie

— 91 — de estratos. De ser así la potencia m áxim a de este nivel cali­ zo puede calcularse en unos 80 m. A s h a u e r y T e ic h m u l l e r (24) han querido ver en esta form a­ ción de calizas de tipo griotte, con tallos de Encrinus, que se en­ cu en tra tam bién en diversas localidades de la región catalana, un nivel de transición “suprasilúrico-infradevónico” que p reten­ den relacionar con una form ación fundam entalm ente continen­ tal (Dowton) del N. de Europa. (17). IV. L A FORMACION DEVONICA 6.— El peqiieño núcleo del sinclinal de la cumbre. E l D r . A lm e r a en 1880 (1, pág. 22) hace una ligera alusión al m ogote de “calizas devónicas” de Monteada. A l año siguiente M a u r e t a y T h o s (30, pág. 238) hablan de las calizas con Encri­ nus de San C lem ente..., Monteada, etc., refiriéndolas al “período devoniano” de acuerdo con V e z ia n . Más adelante, al estu d iar con detención las formaciones pa­ leozoicas del turó de M onteada y ateniéndose a las prim eras de­ term inaciones paleontológicas y estratigráficas de M r . B a r r o is (15), el D r . A lm er a h ab lará exclusivam ente de varios niveles silúricos, siendo el más alto de ellos el de las calizas con Encri­ nus, Cardiola, Orthoceras, Kralowna, Leptaena y Tentaculites... (3, 4, 5 y 6). Este nivel superior, por lo menos en su parte más alta, que él consideró como Llandovery, está integrado por lechos rojovinosos con los que comparó los ya entonces dudosos filadios ro­ jo-purpúreos de Papiol, sacando por su cuenta, contra la opinión errónea de B a r r o is y muchos años antes que P r u v o s t , la consecuencia de que tales filadios eran superiores (Llando­ very, como mínimo, seguram ente carboníferos) al nivel de las grauwackas (5, pág. 467 ; 20, pág. 282, nota). En 1892 B a r r o is (16) publica el resultado del estudio del nue­ vo m aterial paleontológico recogido por A lm era en los alrededo­

— 92 — res de Barcelona incluyendo ejem plares de M onteada, precisa­ m ente de la cum bre del turó, del núcleo o p arte más in te rn a de la charnela del sinclinal en p arte ya descrito (supra). L a fauna de M onteada determ in ad a por B a r r o is se reduce a la s form as siguientes: Tentaculites G einitzianus R ichter Leptaena corrugata R ichter y tallos de Encrinus, ya que el Pleurodictim n selcanum G ieb de la lista, adem ás de constar como dudoso, procedía de C. Amigonet (Papiol) (7, pág. 735, nota). El Dr. A l m e r a añade por su cuenta los géneros Orthis, Sírophom ena, Lingula, A vícula, pequeños braquiópodos, etc., y p re­ cisa que todas estas form as no se d istrib u y en por un igual sino que los Tentaculites y los tallos de Encrinus son exclusivos de los bancos calcáreos y los restan tes fósiles sólo se encuentran en las intercalaciones m argosas-esquistosas de color rojo-vinoso (pá­ gina 734). Encim a de esta form ación a lte rn a n te vienen los bancos de caliza m argosa azulada, nodulosa, que co nstituyen estratig ráficam ente la p arte in tern a del pliegue y en los cuales el Dr. A l ­ m er a señala explícitam ente la presencia de grandes Orthoceras, indeterm inables, tallos de Encrinus, K ralowna, T entacu­ lites G einitzianus y, en un nódulo, M onograptus R oem eri Ba­ rrois. Con tales indicaciones y con el perfil geológico que las acompaña queda com pletada la descripción de esta formación, que, como se ha dicho perm anecía todavía intacta en 1951, pudiendo com probarse todos los datos estratigráficos, aunque no hemos dado con ejem plares de la totalidad de las form as fósi­ les enum eradas. Con relativ a facilidad se en cuentran aún pe­ queños braquiópodos en las intercalaciones rojo-vinosas y sec­ ciones de Orthoceras de todos los tam años en el nivel más alto, de calizas oscuras.

— 93 —

Desde la indicada publicación de R a r r o is (1892) quien, por los fósiles citados, concluyó que se tratab a de un nivel de la base del devónico (Gediniense), estrecham ente relacionado con las form aciones de T uríngia, nadie ha puesto en duda la edad de los m ateriales de la cum bre de M onteada a que acabamos de referirnos y de las form aciones análogas que se encuentran en la vecindad de B arcelona (Brugués, C. Amigonet...). Solam ente S c h r ie l (35, pág. 124) insistiendo en el p arale­ lismo establecido por B a r r o is con el nivel de T uríngia —revi­ sado m odernam ente por K e is e r y W a lth er y reconocido como devónico medio— con m uy buena lógica considera tam bién mesodevónicas las form aciones catalanas antedichas, incluyendo la de M onteada. Un dato desconcertante es la presencia de un Monograptus (M. Roem eri según el propio B a r r o is ) explícitam ente ratifica­ da por el Dr. A lm er a (7, pág. 735), en un nodulo de las calizas azuladas oscuras del tram o superior. B a r r o is en 1892 (15, pág. 63) ya se había encontrado con otro M onograptus (M. vom erinus Nich.) en tre la fauna devónica de las pizarras de Brugués, contentándose a la sazón con m a­ n ifestar su p erplejidad ante lo inesperado del caso. Con lo cual tendríam os en lo m ás alto de la formación típicam ente (! !) devónica, indicios de fauna silúrica. En estas condiciones, por lo menos en Monteada, ¿podría h ablarse de una form ación mesodevónica, ni siquiera claram en­ te gediniense? Por fortuna el nodulo en cuyo interior, a m anera de núcleo longitudinal, se en cuentra el ejem plar de Monograptus Roe­ m eri, estudiado y determ inado por B a r r o is , se encuentra en el Museo M artorell de Barcelona. E s d e f o r m a e l i p s o i d a l y e s i d é n t i c o a lo s n o d u l o s f o s f a t a ­ d o s r e c o n o c id o s p o r C l o sa s

(21) y q u e s e h a l l a n f r e c u e n t e m e n ­

t e p o r d e b a j o d e lo s f ila d i o s b la n c o s g r a p t o l i t í f e r o s ,

— 94 — Es probable que en tiempos del Dr. A lm era , cuando el turó no había sido todavía desventrado, tales nodulos aparecieran en mucha menor abundancia y que uno de ellos, de proceden­ cia dudosa, fuese asimilado a los nodulos netam ente calcá­ reos que se observan en sección en los bancos calizos del sinclinal de la cumbre (nivel núm. 5 de la fig. 8). Nada dice el Dr. A l m e r a acerca de la potencia de esta for­ mación, por separado. Los autores de la hoja 421 (27, pág. 39) atribuyen unos 4 ó 5 m etros al conjunto de calizas alternando con los lechos rojo-vinosos y de bancos margosos de tono azu­ lado oscuro, es decir, a la formación hasta el presente consi­ derada como netam ente devónica. En el corte n atu ral que ofrece el terreno y que reproduce la fotografía y esquema de la fig. 8. pueden apreciarse los si­ guientes niveles: 1. Pizarras blancas, silíceas, con graptolites, sobre bancos calcáreos de tipo griotte, en concordancia de estratificación. (8-10 metros). 2. Filadios rojo-vinosos, margosos, con fósiles (pequeños braquiópodos) sin alternar con bancos calizos, concordantes con las pizarras del nivel anterior (2 metros). 3. Bancos calizos alternando con lechos delgados margosos de color rojo-vinoso, como los de la tongada anterior, con los fósiles señalados por el D r . A lm era (4-5 metros). 4. Cuña formada por filadios del nivel 2, m uy prensados, de unos 0,45 m. de espesor. 5. Charnela del sinclinal formado por bancos potentes, m ar­ gosos, cuya sección m eteorizada forma bandas claras y oscuras, alternando. La sección fresca m uestra que son muy compactos, de tono azulado-oscuro, con profusión de Orthoceras y con no­ dulos blanquecinos en la base, en los cuales se aprecian, en sec­ ción, detritus de conchas y de otros restos fósiles. (6 metros, co­ no mínimo). Con uno de tales nodulos relacionaría seguram en­ te el D r . A lm era el Monograptus Roemeri en cuestión.

— 95 — Este corte corresponde sólo al flanco norte y al núcleo del sinclinal, pues la p arte S del pliegue en 1951 ya resultaba inac­ cesible. E n to tal arro ja unos 15 m etros de potencia para la for­ m ación tenida como devónica (n.° 2-5). En el flanco su r parece se corresponden los mismos niveles pero con potencia m ucho mayor, totalizando unos 35 metros. IV.

CONCLUSIONES.

1.— Las pretendidas “pizarras, lidianas y adinolas del carbo­ nífero ”, cuya presencia en M onteada constituía un grave pro­ blem a tectónico y que A lm e r a y B e r g e r o n tratab an de explicar m ediante la teoría de los m antos de recubrim iento, correspon­ derían a sim ples afloram ientos de algunas de las intercalaciones 'c vizarras grises-silíceas ordovicienses, localmente m ilonitizadas por un accidente tectónico reciente. En el conjunto del silúrico inferior tales intercalaciones pi­ zarrosas parece puedan explicarse como efecto de episodios al­ tern an tes en el régim en de sedim entación, m ás o menos d e tríti­ ca, del ordoviciense. 2.— Las pizarras am pelíticas no serían una formación exclu­ sivam ente gotlandiense pues existen en niveles inferiores, ordo­ vicienses (F ont P udenta, cantera de pórfido...). El hecho de que se encuentren siem pre en relación con plie­ gues m uy acentuados, ya en contacto con diques de pórfido, ya —en p rofundidad— como aplastados por la enorm e masa de calizas que soportan, sugiere la idea de que podrían ser resul­ tado de una intensa acción dinam o-m etam órfica ejercida sobre m ateriales diversos aunque de composición parecida. 3.— Los filadlos blancos graptolitíferos de Monteada, tan poco plegados en vivo contraste con los pliegues tan atorm entados d e las m argas vinosas con liditas e incluso de las formaciones ca­ lizas de tipo griotte-parecen d em ostrar que su papel en la géne­ sis estru ctu ral de la m ontaña fué más bien el de masa inerte,

— 96 — muerta. No el de elem ento plástico, como ha venido adm itién­ dose. 4.—Las calizas de tipo griotte, que constituyen predominadam ente la parte alta del turó, soportan una potente formación de filadios blancos con graptolites (Monograptus) por lo que deben considerarse como netam ente silúricas. La denominación de DOWTON, con que se ha designado esta formación conside­ rándola una transición al período devónico, no estaría por tanto justificada (17). Si las relaciones entre dichos filadios y las calizas subyacen­ tes no quedan del todo aclaradas es evidente —como ya lo con­ sideró S c h r ie l — que tales filadios form an el yacente del sinclinal devónico en perfecta concordancia de estratificación. La conclusión, por tanto, es idéntica a la de dicho autor. Estas conclusiones, en tre otras menos im portantes que ya se apuntan en el curso de este estudio, son todas provisionales. Tal vez sería m ejor aún hablar de hipótesis o bases de trabajo y discusión, que de conclusiones. Téngase en cuenta que todo lo dicho hasta aquí es una m era exposición y confrontación de observaciones de tipo puram ente estratig ráfico ; los niveles descritos no pretenden ser ninguna interpretación tectónica del turó de Monteada. Los accidentes tectónicos que en ellos se prejuzgan más que una conclusión de tipo estructural constituyen como una pauta en la que se han ido engarzando y expresando las observaciones y los numerosos datos tomados sobre un terreno que va desapareciendo por mo­ mentos. S U M A R Y Studying the stratigraphyc and tectonic features of Moneada’s hill (Barcelona) it is deduced th at the series of schist and limestone form ing it are in the whole from the Ordovician and Gotlandian period and perhaps, the highest layers from the beginning of the Devonian Period.

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F ig . 2 .—M a s a s d e p iz a r r a s silirii'ic a d a s (S), ju n to con los fü o n e s d e cu arzo q u e las a tr a v ie s a n , p e rm a n e c e n fo rm a n d o a g u ja s al q u e d a r a isla d a s p o r la e x p lo ta c ió n d el d iq u e de p ó rfid o (tu) en el q u e e sta b a n e n c la v a d a s .

F ig . 3.— P lie g u e q u e f o r m a n la s p iz a r r a s in f e r io r e s o r d o v ic ie n s e s , g r a f ito s a s e n c im a d e la F o n t P u d e n t a ( m e n c io n a d o ,por el D r. A lm e ra ).

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