I. Balance de Octubre. Los avances de la economía planificada

I. Balance de Octubre Los avances de la economía planificada Hoy más que nunca, ¡Socialismo o barbarie! es el ser o no ser para la inmensa mayoría de

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I. Balance de Octubre Los avances de la economía planificada Hoy más que nunca, ¡Socialismo o barbarie! es el ser o no ser para la inmensa mayoría de los habitantes del planeta. Por esa razón, en momentos como los que atraviesa la propuesta socialista de gran confusión y desorientación de grandes sectores de la clase obrera y de la izquierda en general, cobra su mayor importancia profundizar en el estudio crítico de una obra, como la recién aparecida: "Rusia. De la revolución a la contrarrevolución". De su observación meticulosa resalta con claridad una cosa: que pese a todas las imperfecciones lógicas y lagunas que se le puedan atribuir al marxismo, y en particular a los grandes fallos y tremendos errores de su aplicación en la Unión Soviética, el pens amiento marxista revolucionario sigue teniendo vigencia plena. Pruebas son los más de cien años de ininterrumpidos y fallidos esfuerzos de los medios capitalistas, por socavar y enterrar al marxismo, que sigue mostrando su extraordinaria vitalidad y dinamismo revolucionario. Un análisis a fondo del entramado que la obra encierra y de lo que en última instancia supuso en Rusia la Revolución de Octubre, sus conquistas y realizaciones sin precedentes, pone en claro cómo la toma de conciencia de la clase trabajadora, con una revolución política y con la recuperación del poder por la misma sigue siendo la única vía para la instauración de un auténtico socialismo con planificación y gestión obrera, allí sobre todo donde la experiencia sufrida con el retroceso al capitalismo, sus mafias y las maravillas del "libre mercado", permitiría materializar la incomparable lección, dando paso a una sociedad sin castas parasitarias. Nadie puede poner en duda que la Revolución de Octubre representó con sus avances sin comparación histórica en la Unión Soviética, uno de los acontecimientos más grandes de la historia de la humanidad, pues, reconózcanlo o no sus detractores, cambió en verdad el curso de la historia de una manera sin precedentes: todo el siglo XX ha estado dominado por sus consecuencias. Hoy se trata de discernir, de entre la complejidad del gran suceso, una verdad que aparece incontrovertible: que el régimen establecido en Rusia por la Revolución de Octubre no era ni totalitario ni burocrático, sino el régimen más democrático que jamás haya existido sobre la faz de la tierra. Sin someter el proceso a un profundo y pormenorizado análisis marxista, resultaría imposible desvelar la falsedad de los tremendos e inauditos esfuerzos que está realizando el capitalismo y los "amigos de la democracia" -por "amor a la libertad"-, interesados en presentar identificado el socialismo y el comunismo con el régimen burocrático que, posteriormente, surgió favorecido por el feroz aislamiento de la revolución nacida en un país profundamente atrasado; pero donde la Revolución fue capaz de instaurar un régimen en el que millones de mujeres y hombres derrocaron democráticamente a sus explotadores, tomaron el destino en sus propias manos y emprendieron la tarea de transformar la sociedad, demostrando al mundo la viabilidad de una economía planificada, llevada a cabo sobre una sexta parte de la superficie terrestre, en un experimento gigantesco, logrando hacer funcionar la sociedad sin capitalistas, terratenientes ni prestamistas. El que esta tarea se desviase por caminos no previstos por sus primeros dirigentes no invalida las ideas de Octubre, ni disminuye la importancia de los enormes avances logrados en la URSS, en un espacio de tiempo extraordinariamente corto, con resultados de tal envergadura que provocaron el miedo y la abominación de la clase dominante en Occidente, desde entonces decididas a vencer aquel "peligro", a hacer hasta lo imposible por socavar, enterrar e incluso desaparecer la memoria de los ideales y logros de la Revolución de Octubre, para que no quedase rastro alguno de aquel éxito, nada que pudiera inspirar a las nuevas generaciones, pues, la Revolución de Octubre se atrevió, guiada por el marxismo revolucionario, a abolir, radicalmente, el capitalismo y el feudalismo: la propiedad privada de los medios de producción, poniendo a su vez claramente de manifiesto que el motor de la historia sólo puede funcionar con éxito y en beneficio de todos, impulsado integralmente por las fuerzas productivas. Fue, principalmente, aquél ejemplo de extraordinarios logros cualitativos y subsiguientes cuantitativos lo que movió al capitalismo a magnificar todos los defectos y desviaciones de la vida

soviética, que han sido utilizados para "demostrar", con inauditos auxilios, lo que más interesa hacer ver al capitalismo: que no hay alternativa al capitalismo, para lo que tratan de evitar por todos los medios que ni el destello se conozca de las enormes posibilidades inherentes a una economía planificada dirigida de manera democrática. No obstante, la fuerza de los hechos impone hacer ver que, en condiciones de atraso económico, social y cultural espantosas, el régimen de democracia obrera nacido de Octubre en lucha contra una barbarie secular, pese al revés que a poco significó la liquidación por la casta burocrática del poder político de la clase obrera -pero no de las conquistas socioeconómicas-, un país que partía de un nivel de atraso más hondo que el de la India actual multiplicó su producto bruto interior inimaginablemente, en un período de tiempo tan corto que exige la atención de cualquier persona capaz de pensar. De 1913 a 1963, la productividad del trabajo creció un 1.310% (73% en la Gran Bretaña y 332% en EE.UU.). La producción industrial creció más de 52 veces (en EE.UU., menos de seis veces, y apenas duplicada en Gran Bretaña). El número de técnicos se multiplicó por 55; el de estudiantes a tiempo completo, por seis; los libros, por 13; las camas de hospital, por diez; los niños atendidos en guarderías, por 1.385. El número de médicos se elevó a 205 por cada 100.000 habitantes (en Italia y Austria eran 170, 150 en EE.UU., 144 en Alemania, 110 en Gran Bretaña, Francia y Holanda y 101 en Suecia). Éstas zancadas adelante coincidieron con la gran crisis y depresión en el mundo capitalista, el paro masivo y la pobreza crónica: entre 1929 y 1933 la producción industrial americana cayó un 48,7%, mientras que el número de parados se elevaba en marzo de 1933 a 17.920.000 y a más de seis millones en Alemania. En otras palabras, en unas pocas décadas, gracias a la economía nacionalizada y planificada, la URSS se transformó de una economía agrícola atrasada en la segunda potencia industrial, cultural y científica más importante del globo. Ese avance económico, sin parangón en el mundo, tuvo lugar, recordemos, a partir de una vieja economía zarista, en un país semifeudal con algunos pequeños islotes de economía moderna, principalmente en manos de capital extranjero, que quedó hecha añicos en la I Guerra Mundial, retriturado después con la guerra civil, el bloqueo imperialista y la intervención extranjera y las consecuencias de una hambruna en la que murieron seis millones de personas, con un coste adicional humano tremendo, consecuencia del duro golpe que representó para la agricultura la puesta en marcha de la colectivización forzosa impuesta por el estalinismo en los años 30. Desentrañar de entre lo sucedido, en los primeros años de la Revolución y después y hasta nuestros días, la suma de causas de carácter endógeno y exógeno, para poder analizar exhaustivamente los hechos, relaciones y desviaciones con el pensamiento marxista y su plena vigencia, es una de las mayores responsabilidades que se imponen para poder devolver con bríos la propuesta socialista a manos de las nuevas gene raciones. Queda por añadir lo que supuso para la Unión Soviética la II Guerra Mundial, que representó un nuevo testimonio de los logros de la economía planificada. En realidad, la guerra había quedado reducida a una batalla titánica entre la URSS y la Alemania nazi, con Gran Bretaña y EE.UU. como espectadores. El coste para la URSS se calcula en 27 millones de muertos. Un millón en el asedio de Leningrado. Vastas extensiones de Rusia fueron completamente destruidas por la política de tierra quemada de los nazis. Casi el 50% del espacio urbano edificado en el territorio ocupado (1,2 millones de casas) fue destruido, así como 3,5 millones de viviendas en las zonas rurales: ciudades en ruinas, miles de pueblos arrasados. La gente vivía en agujeros en el suelo. "Gran parte de las fábricas, presas, puentes, construidos en el período del primer Plan Quinquenal, ahora tenía que ser reconstruidos". En el período de la posguerra, sin Plan Marshall, la URSS hizo avances colosales en todos los frentes. Gracias a la economía nacionalizada y planificada, rápidamente reconstruyó sus industrias devastadas, con tasas de crecimiento de más del 10%. La URSS surgió de la guerra, asombrando al mundo, cual superpotencia mundial como EE.UU. "La historia del mundo no conoce nada parecido". Para 1953, la URSS había construido un stock de 1,3 millones de máquinas herramientas, el doble de las que tenía antes de la guerra. Entre 1945 y 1960, la producción de acero pasó de 12,25 a 65 millones de toneladas; la de petróleo, de 19,5 a 148; y la de carbón, de 149,3 a 513. El ingreso nacional creció un 570%.. 55% en EE.UU., sin olvidar que éste salió de la guerra con todas sus instalaciones intactas y

dos tercios del oro del mundo en sus arcas. La URSS terminó en los años 80 ocupando la primera posición en sectores clave de la producción: acero, hierro, carbón, petróleo, gas, cemento, tractores, algodón, muchas herramientas de acero. Fueron señalados sus avances, como una "espectacular historia de éxito". Incluso en el campo de ordenadores, retrasado en los años 70 diez años por detrás de Occidente, tuvo que reconocerse que la diferencia quedó reducida a unos 2 ó 3 años. La prueba más espectacular de la superioridad de la economía planificada, era el programa espacial de la URSS, ya desde 1957 a la cabeza de la carrera espacial. Vendía cohetes Protón, baratos y fiables, en el mercado mundial, a precios 10 millones de dólares más baratos que el programa europeo Ariadne. Todavía en 1940, dos tercios de la población de la URSS vivían en condiciones de atraso rural. Pocos años después, se invirtieron los términos, la población rural quedó en un tercio. Dos tercios pasaron a vivir en las ciudades, provocando un fuerte desarrollo del proletariado en las industrias a costa del campesinado y las capas medias. Un proceso llevado en la URSS a extremos impensables, que al capitalismo le habrían hecho temblar, con la concentración de la fuerza de trabajo en enormes plantas industriales de 100.000 trabajadores o más. Pronto, uno de cada tres trabajadores era cualificado. El número de estudiantes de educación técnica, media y superior se cuadruplicó entre 1940 y 1964. En 1970 había 4,6 millones de estudiantes, con 257.000 ingenieros titulados (en EE.UU., sólo 50.000). La URSS dedicaba un gasto a la educación por habitante, cuatro veces superior al de Gran Bretaña. La inmensa mayoría llegó a tener televisor, frigorífico y lavadora. Los alquileres estaban fijados alrededor del 6% de los ingresos mensuales. Un piso en Moscú, hasta hace poco, costaba unas 2.000 ptas. al mes, incluyendo gas, electricidad, teléfono y agua caliente. Todo se consiguió sin inflación. Hoy podemos atrevernos a decir, más a favor de las posibilidades de una economía planificada, que todos esos extraordinarios avances se hubieran podido sobrepasar largamente, de haberse podido producir bajo un régimen de sostenida y verdadera democracia obrera, que hubiera podido impedir el desarrollo tan contradictorio de la economía soviética, clave para comprender el colapso del estalinismo a finales de los años 80 y el movimiento hacia la restauración capitalista. ¿Qué pasó? Diversos factores intervendrían después en diversos órdenes. Uno en particular sería decisivo para los éxitos y el fracaso. Trotsky lo señaló: "No hay -escribió - ningún otro gobierno en el mundo que tenga concentrado hasta tal punto el destino de todo el país... El carácter centralizado en extremo de la economía nacional hace que el poder estatal se convierta en un factor enormemente significativo". En estas condiciones, la política del régimen era decisiva, a límites de hacer incorregible los brotes de mala gestión y las deformaciones burocráticas. La producción y distribución de recursos en una economía nacionalizada necesita realizarse, en ausencia de las correcciones del mercado propio del capitalismo, bajo una planificación y dirección tan extremadamente cons cientes como posibles de vigilar democráticamente. Ni siquiera si el régimen hubiera estado dirigido por Marx, Engels, Lenin y Trotsky se hubiera podido lograr un desarrollo continuado y efectivo, sin la participación activa de las masas en la gestión de la industria y el Estado. Sólo un régimen de verdadera democracia obrera sería capaz de canalizar el talento y la iniciativa de la sociedad. No obstante, y a pesar de la asfixia burocrática del estalinismo y su fracaso, los éxitos de la economía planificada tuvieron ocasión de demostrarse, ya no sólo en la teoría contenida en las páginas de El Capital y el lenguaje de la dialéctica, sino en un terreno industrial concreto que abarcaba una sexta parte de la superficie de la tierra. Esa lección -diría Trotsky-, "aun en el caso de que la URSS sucumbiera a los golpes del exterior por culpa de sus dirigentes, quedaría como prenda del porvenir, afirmando el hecho indestructible de que la revolución proletaria fue lo único que permitió a un país atrasado obtener en menos de veinte años resultados sin precedentes en la Historia". ¿Fue la Revolución de Octubre un golpe de Estado? El capitalismo y sus huestes, tras el intento constante de procurar que los pueblos permanezcan resignados, no han escatimado esfuerzos por describir la Revolución de Octubre como un golpe de Estado sangriento, llevado a cabo -como suelen decir para confundir la opinión- sin las masas, por unos cuantos conspiradores supuestamente representativos de la voluntad democrática popular. No faltan quienes han dicho o aceptado acríticamente lo que han oído decir, que si la "conspiración" de Lenin no hubiese prosperado, Rusia hubie se entrado en el camino de la democracia parlamentaria

occidental y vivido felizmente por el resto de sus días... Para lo cual, hay que pensar que el Gobierno Provisional reunía esas condiciones. Pensémoslo bien: si el Gobierno Provisional realmente representaba a la aplastante mayoría y, por lo contrario, los bolcheviques sólo eran un grupo insignificante de "conspiradores", ¿cómo entonces consiguieron derrocarlo? ¿Cómo un pequeño partido que no tenía más de 8.000 miembros hubiera podido solo decidir el cambio del Gobierno Provisional, que, al menos sobre el papel, tenía toda la fuerza del aparato del Estado: ejército, policía y los cosacos? Aceptar el argumento de que fue un golpe de Estado, es aceptar lo absurdo: que a lo mejor Lenin y Trotsky poseían poderes mágicos. Ocurrió, simplemente, que el Gobierno Provisional había dejado de ser representativo de la sociedad. Se manifestó incapaz de resolver ni una sola de las tareas de la revolución democráticoburguesa. A tal punto quedó al descubierto su bancarrota que el Partido Bolchevique recibió el respaldo de las masas para la toma del poder en octubre con un programa de recurso último: "pan, paz y tierra". Prueba clara de que el Gobierno Provisional había sido incapaz de asegurar ni una sola de las necesidades básicas más candentes del pueblo ruso. Esto y sólo esto explica el acceso al poder de los bolcheviques. Fueron las lacerantes condiciones de la sociedad, que en el breve espacio de nueve meses permitieron al Partido pasar de ser una minoría insignificante a ganar democráticamente la mayoría de los sóviets, lo únicos órganos realmente representativos de la sociedad. Lo más sorprendente de 1917 es precisamente esto: la participación activa de las masas en cada una de las etapas: es la esencia de una revolución; cuando la mayoría de las personas dejan de aceptar que las decisiones que afectan a sus vidas las tomen otras gentes, y quieren pensar y actuar por sí mismas . Un proceso que se puede ver en cada huelga, cuando las mujeres y hombres empiezan a participar activamente, hablar, juzgar, criticar, decidir, dejar de actuar como autómatas y comportarse como auténticos seres humanos con una mente y una voluntad, que les dignifica ante sus propios ojos. La mentalidad policiaca y muchas plumas supuestamente académicas están pagadas para ver "conspiradores", "agitadores" y "manipuladores" en los acontecimientos históricos y en cada huelga. Están pagados para hacer pensar que la clase obrera es incapaz de entender sus propios intereses. No es el descontento acumulado en el trabajo -nos dirán- lo que motiva la rebeldía trabajadora, son los "agitadores". Igualmente, nos seguirán diciendo que no fueron las lacerantes condiciones de vida las que motivaron el divorcio del pueblo con el Gobierno Provisional que surgió de la Revolución de Febrero, que fueron las "manipulaciones de los conspiradores" de Octubre. Era cierto que los bolcheviques trataban de evitar levantamientos prematuros. Podvoisky admitió en el 6º Congreso del Partido, en agosto: "Nos vimos obligados a pasar la mitad del tiempo calmando a las masas. Lenin, cuando hablaba de que "la insurrección se tiene que basar en un auge revolucionario del pueblo", explicaba que las masas están cien veces más a la izquierda que el partido más revolucionario, y que sus presiones con las de clases ajenas se dejan sentir en un sector de la dirección, siendo necesario entonces una lucha interna para superar esas vacilaciones. Esto sucedió en el Partido Bolchevique después del retorno de Lenin a Rusia. Los dirigentes bolcheviques en Petrogrado (principalmente Zinoviev, Kámenev y Stalin) adoptaron una actitud conciliadora hacia el Gobierno Provisional. Lenin y Trotsky tuvieron que unir sus fuerzas para luchar por una segunda revolución en la que la clase obrera tomase el poder en sus propias manos. Movilización permanente Testigos de todos los partidos dan fe del extraordinario grado de participación en las masas. "Los ciudadanos de la nueva Rusia -diría Marc Ferro-, habiendo derrocado el capitalismo, estaban en un estado de movilización permanente". El destacado menchevique Nikolai Sujanov recuerda que "toda Rusia estaba constantemente manifestándose en esos días. "Aquellos días -recuerda Krupskaya, la esposa de Lenin- las calles presentaban un aspecto emocionante, en todas partes se reunían grupos discutiendo acaloradamente la situación política. A la una de la madrugada, a las tres, a las cinco, aún se oía discutir. Las blancas noches de Petrogrado se asocian ahora con estas reuniones nocturnas". John Reed nos presenta la misma imagen: "En el frente los soldados peleaban con sus oficiales y aprendían a autogobernarse a través de sus comités. En las fábricas adquirían experiencia y fuerza al comprender su misión histórica en la lucha contra el viejo orden. Toda Rusia aprendía a leer y

efectivamente leía libros de política, economía e historia: la gente quería saber. Miles de organizaciones imprimían miles de folletos políticos. La sed de instrucción se abrió paso con la revolución. Rusia se tragaba el material impreso con la misma insaciabilidad con que la arena seca absorbe el agua...". La palabra en libertad brotó como un torrente: "Conferencias, controversias, discursos en los teatros, circos, escuelas, clubes, salas de los sóviets, locales sindicales y cuarteles, plazas aldeanas, patios de fábricas (...) en los trenes y tranvías. Durante meses enteros, cada encrucijada de Petrogrado y otras ciudades rusas era una constante tribuna pública". John Reed describe cómo la sed de ideas se reflejaba en el frente, "donde los hombres descalzos y extenuados se morían de hambre y enfermedades (...) Al vernos se levantaban a nuestro encuentro. Tenían los rostros demacrados; a través de los agujeros de la ropa azulaban las carnes. Y la primera pregunta fue: ¿Han traído algo para leer?” Por eso ganó el Partido Bolchevique, porque dinamizaba la sociedad y defendía el único programa que mostraba una salida a la situación. Lenin hizo famosa su consigna: "¡Explicar pacientemente!. Las masas tuvieron ocasión de poner a prueba los programas de los mencheviques y de los eseristas, y los dejaron de lado. Así, los votos de los bolcheviques a los sóviets aumentaron a tal punto que, en septiembre, habían ganado la mayoría en Petrogrado, Moscú, Kiev, Odessa y las demás ciudades principales. Fue así como se resolvió la transferencia del poder a los sóviets, los organismos verdaderamente democráticos de las masas. El Gobierno Provisional, desprestigiado, sólo se representaba a sí mismo. Sin embargo, el Partido Bolchevique, en un crecimiento sin precedentes, cinco meses después de febrero, con ocasión de su 6º Congreso, sus 8.000 miembros iniciales habían pasado a ser 177.000. Marcel Liebman describe cómo el partido de Lenin "durante todo el año 1917 registró éxitos electorales destacables y casi constantes. En junio, durante la 1ª Conferencia de comités de fábrica de Petrogrado, tres cuartas partes de los 568 delegados expresaron su apoyo a las tesis bolcheviques (...). En las elecciones municipales de Moscú, de un 12% en julio, pasaron a obtener un 51% de los votos en septiembre". Sujanov, menchevique, destacado oponente del bolchevismo, tuvo que reconocer que "los bolcheviques estaban trabajando obstinadamente sin descanso. Estaban entre las masas, en las fábricas, todos los días, sin pausa (...). Para las masas se habían convertido en su propia gente (...). Se habían convertido en la única esperanza... Las masas vivían y respiraban al unísono de los bolcheviques". Partido y clase El hecho de que las masas apoyasen a los bolcheviques era aceptado por todo el mundo en aquel entonces, incluyendo los enemigos más acérrimos, aunque no dejaban de atribuirlo como de costumbre a la supuesta inmadurez e ignorancia de los obreros y campesinos, un argumento desde siempre dirigido esencialmente contra la propia democracia, resultando entonces que las masas sólo empezaron a ser ignorantes e inmaduras cuando dejaron de apoyar al Gobierno Provisional... Lo cierto es que el Partido Bolchevique, utilizando los métodos más democráticos, a lo largo de los primeros nueve meses ganó la mayoría decisiva entre los obreros y campesinos pobres, logrando superar la resistencia de las fuerzas de Kerensky, las constantes conspiraciones de la clase dominante, incluyendo el levantamiento armado del general Kornilov, su pretensión de establecer una dictadura militar derrocando a Kerensky. Es imposible entender lo que pasó en 1917, sin entender el papel fundamental de las masas. A menudo, para ocultarlo, muchos pretenden hacer ver que la Revolución de Octubre fue un golpe de Estado, señalando la cantidad relativamente reducida de gente que participó físicamente en la propia insurrección. Un argumento que no resiste el análisis más superficial. En primer lugar, confunde la insurrección armada con la revolución, es decir, confunde la parte con el todo. Trotsky compara la insurrección con la cresta de una ola, sólo es una parte, antes las nueve décimas partes de las tareas revolucionarias ya se habían completado de antemano ganando a la mayoría decisiva de los obreros, campesinos y soldados. Sólo así se hizo posible que la revolución fuese incruenta. La resistencia fue mínima. El gobierno colapsó como un castillo de naipes porque nadie estaba dispuesto a defenderlo. Que fue incruenta es innegable. En Moscú, en un primer momento los junkers contrarrevolucionarios pasaron a la ofensiva y llevaron a cabo una masacre, se les puso en libertad a cambio de dar su palabra

de no participar en ningún acto de violencia contra el poder soviético. Qué ingenuidad. Todavía tenían que comprender de qué violencia terrible eran capaces los defensores del viejo orden. A poco, el general blanco P. Krasnov, al frente de los cosacos, dirigió una insurrección que fue derrotada por los Guardias Rojos, pero también en esta ocasión fue liberado bajo palabra. "La revolución -escribió Víctor Serge- cometió el error de mostrarse magnánima con el dirigente del ataque cosaco. Tendría que haber sido fusilado en el acto. Al cabo de pocos días de recuperar su libertad, después de haber dado su palabra de honor de no volver nunca a tomar las armas contra la revolución, se fue hacia la región del Don, a someterla a sangre y fuego". Aquí cobra valor la experiencia: o se toma una decisión a tiempo y en lo político se señala una salida o se pierde la oportunidad en ocasiones, cuando no hay suficiente tiempo para experimentar o para que los obreros aprendan a través de pruebas y errores. Entonces es necesario combinar el movimiento "espontáneo" de las masas con organización, programa, perspectivas, estrategia y táctica, con un partido revolucionario como el que surgió desarrollado en la Revolución de Octubre dirigido por cuadros experimentados. Más no obstante, necesario es añadir que en todas las etapas los bolcheviques tenían siempre la perspectiva de la revolución internacional. Nunca pensaron que podrían mantenerse en el poder solamente en Rusia. El hecho de que a pesar de las tremendas vicisitudes, las conquistas básicas se mantuvieran durante tanto tiempo, tan cercado y dependientes solamente de sus propios recursos, es una demostración brillante de la vitalidad de la Revolución de Octubre. Su colapso no fue el resultado de ningún defecto inherente a los aspectos esenciales de la economía planificada y nacionalizada, sino que fue el resultado de una suma de factores que el análisis marxista debe profundizar. "¡Todo el poder a los sóviets!" Ocurre que, como corolario de todas las calumnias e infundios contra Octubre, muchos pretenden pintar lo que fue la Revolución de Febrero como una cosa de color de rosa. Dicen que el "democrático" régimen de Kerensky hubiese llevado a Rusia a un futuro glorioso de prosperidad. Olvidan que lo que permitió a los bolcheviques llegar al poder fue el apoyo de la mayoría decisiva de la sociedad. El régimen de Kerensky, en el transcurso de nueve meses, ni siquiera fue capaz de atender las reivindicaciones más elementales de las masas. Dio amplias muestras de su incapacidad para satisfacer las necesidades más básicas: reforma agraria, una sola república democrática, el fin de la matanza imperialista y la firma de una paz democrática. Saliendo de los estragos de la I Guerra Mundial, la Rusia zarista era una semicolonia de Francia, Alemania y Gran Bretaña, con menos del 3% de la producción industrial del mundo, sólo con 0,4 por 100 kilómetros de línea férrea. El 80% de la población sobrevivía en el campo fragmentado en millones de minúsculas parcelas. La burguesía, horrorizada por la revolución de 1905 se había vuelto más conservadora y suspicaz con los trabajadores. No tenía ningún papel revolucionario que jugar. La única clase revolucionaria era el joven y pequeño proletariado, muy concentrado, de campesinos proletarizados de la noche a la mañana que no tenían ninguna de las tradiciones conservadoras de sus equivalentes en Occidente. El futuro al que se enfrentaba Rusia no era el de una democracia capitalista próspera, sino el de la regresión hacia una barbarie fascista bajo la bota de un Kornilov. Por lo que el intento de contraponer el régimen de Febrero a Octubre no se sostiene. Fue la propia situación real lo que llevó a los sóviets, en los nueve meses que van de febrero a octubre, a erigirse como un poder rival al del Estado capitalista. Fue el período del "doble poder" apoyado por los bolcheviques: "¡Todo el poder a los sóviets!". La Revolución de Octubre, que llevó al poder a un nuevo gobierno revolucionario, no de partido único, en principio era una coalición de bolcheviques y eseristas de izquierda, tomó su autoridad del Congreso de los Sóviets. El 5 de enero de 1918 el gobierno declaró a los sóviets locales investidos de todos los poderes que tenía la vieja administración, decidiendo que "todo el país quedase cubierto por una red de nuevos sóviets". Un fenómeno no exclusivamente ruso. La revolución alemana de 1918 creó organismos similares de manera espontánea, como en Baviera y durante la Revolución Húngara de 1919, como los Comités de Acción que se formaron en Gran Bretaña en 1920 y luego durante la Huelga General de 1926, descritos por Lenin como "sóviets" a los que sólo falta el nombre. Fueron en su origen la forma de representación popular más democrática y flexible que nunca

se haya inventado, luego convertidos en organismos de gobierno revolucionario. Los delegados a los Sóviets de Diputados y Obreros, Soldados y Campesinos se elegían en cada centro de trabajo y estaban sujetos a revocación inmediata. No había ninguna élite burocrática. Ningún diputado o funcionario recibía un sueldo superior al salario de un obrero cualificado. En noviembre de 1917, Lenin escribió en Pravda: ¡Camaradas trabajadores! Recuerden que ahora ustedes mismos administran el Estado, nadie les ayudará. Si ustedes mismos no se unen y no toman en sus manos todos los asuntos del Estado, nadie les ayudará (...). Su tarea más importante consiste en desarrollar con la mayor amplitud esa libre iniciativa de los obreros y de todos los trabajadores y explotados en general en su obra creadora de organización. Hay que desvanecer el viejo prejuicio absurdo, salvaje, infame y odioso de que sólo las llamadas "clases superiores", sólo los ricos o los que han cursado la escuela de la clase rica, pueden administrar el Estado". El mito de la Asamblea Constituyente Según la leyenda, los bolcheviques que la habían defendido, la disolvieron por estar en minoría. La leyenda olvida que las masas fueron ganadas a la revolución por reivindicaciones tan básicas como "paz, pan y tierra", que sólo aparecían viables vinculadas a la reivindicación: todo el poder a los sóviets. El fracaso de la Revolución de Febrero no fue la disolución de la Asamblea, sino la completa incompetencia del régimen de Kerensky, sus ataduras a los terratenientes y al imperialismo mundial, la incapacidad demostrada de satisfacer esas necesidades acuciantes de la población. En la práctica y no obstante el intento bolchevique de utilizarla para movilizar a la mayoría del campesinado e integrarlos en la vida política, visto que el lento mecanismo de las elecciones parlamentarias iba muy por detrás de la rápida corriente de la revolución, quedaba claro que sólo podía ser un obstáculo y un foro de reagrupamiento para la contrarrevolución. En el momento de la Revolución de Octubre, los Sóviets representaban todo lo que era dinámico y vivo en la sociedad rusa. Fue la clase obrera que votó por los bolcheviques en los sóviets, que eran mucho más democráticos que ningún parlamento. No es sorprendente que fuese la asunción de las reivindicaciones obreras por los bolcheviques lo que les llevó a pasar de un 12% de los votos a obtener la mayoría absoluta. Y. O. Martov, dirigente menchevique, tuvo que admitir en noviembre de 1917 que "casi la totalidad del proletariado apoya a Lenin". Fue sobre esta base que los bolcheviques fueron capaces de derrocar el desprestigiado Gobierno Provisional sin apenas encontrar resistencia. Estos hechos por sí solos destruyen el mito de que la Revolución de Octubre fue un golpe. Nadie la defendió. No se levantó un solo dedo en su defensa precisamente porque era un anacronismo que no representaba a nadie. El propio Kerensky admitió sucintamente en sus memoria s que "La apertura de la Asamblea Constituyente acabó en una farsa trágica. No sucedió nada que le diese calidad de último bastión memorable en defensa de la libertad". La razón fue muy bien explicada por el famoso historiador inglés E. H. Carr: “Los eseristas habían ido a las elecciones como partido, presentando una sola lista de candidatos. Su manifiesto estaba lleno de principios y de propósitos elevados pero, aunque fue publicado el día después de la Revolución de Octubre, había sido redactado antes de ese acontecimiento y no definía la actitud del partido hacia él. Ahora, tres días después de las elecciones, un amplio sector del partido había hecho una coalición con los bolcheviques y se había escindido formalmente del otro sector, que mantuvo su lucha amarga contra los bolcheviques. La proporción entre eseristas de derechas y de izquierdas en la Asamblea Constituyente –370 a 40- era fortuita. Era totalmente diferente de la proporción correspondiente en la composición del congreso campesino y no representaba necesariamente los puntos de vista de los electores en un punto vital sobre el que no se les había consultado. ‘La gente’ –dijo Lenin- ‘votó por un partido que ya no existía’. Revisando todo el asunto dos años más tarde, Lenin encontró otro argumento que era más convincente de lo que parecía a primera vista. Lenin señaló que en las grandes ciudades industriales los bolcheviques habían quedado prácticamente en todas partes por delante de los demás partidos. Se aseguraron una mayoría absoluta en las dos capitales en su conjunto, donde los kadetes habían quedado en segundo lugar y los eseristas en un pobre tercer puesto. Pero en asuntos de revolución se aplica el principio bien conocido de ‘la ciudad dirige al campo; el campo inevitablemente sigue a la ciudad’. Las elecciones a la Asamblea Constituyente, si bien no registraron la victoria de los bolcheviques, habían señalado claramente el camino para los que tuvieran ojos para

verlo”. Viene a cuento recordar a las plumas a sueldo del capitalismo cómo el dirigente de la revolución inglesa, Oliver Cromwell, utilizó su Ejército Modelo para disolver el parlamento por razones parecidas a las que llevaron a los bolcheviques a considerar la necesidad de clausurar la Asamblea Constituyente. En la revolución francesa se dio un proceso análogo que muchos olvidan: las acciones más consecuentemente revolucionarias de los jacobinos por purgar repetidamente la Convención Nacional con el envío de sus oponentes a la guillotina, sin cuya acción la revolución burguesa nunca hubiera podido triunfar. Recordemos que en el verano de 1917, el levantamiento del general Kornilov demostró que el régimen inestable de doble poder que se había establecido en febrero se estaba resquebrajando. La única duda era saber quién conseguiría establecer una dictadura: Kerensky o el general Kornilov, que hubieran significado un océano de sangre. El campesinado y los sóviets La Revolución de Octubre que quería ser pacífica lo fue prácticamente porque nadie se levantó para defender el viejo orden, léase: Gobierno Provisional o Asamblea Constituyente, como el propio Kerensky lo reconoció. Los campesinos la abandonaron, quizás no entendían mucho de política, pero la mayoría, luego de la guerra civil que vino a continuación y que se les negaba la tie rra, se agruparon alrededor de los bolcheviques tan pronto como experimentaron la acción de los Guardias Blancos y vieron el papel de los eseristas de derechas y los mencheviques preparando el camino para la contrarrevolución blanca. Bajo la dictadura de los generales blancos, los viejos terratenientes volvieron. Orlando Figes, en su libro de reciente aparición (La tragedia de un pueblo. La revolución rusa 1891-1924), no obstante su intención de calumniar "académicamente" a Lenin e identificar la Revolución de Octubre con el estalinismo, se ve obligado a admitir que la Asamblea era para la mayoría de los campesinos, sólo una cosa lejana en la ciudad, dominada por los "jefes" de los diferentes partidos (...), no compartían la concepción que tenía la intelectualidad, su lenguaje de "Estado", "democracia", "derechos y deberes civiles" les era ajeno, retórica urbana. Los sóviets se aproximaban mucho más a los ideales políticos de las masas rurales, siendo a todos los efectos sus tradicionales asambleas de aldea pero con una forma más revolucionaria. A través de los sóviets de aldea y provincia, estaban llevando a cabo su propia revolución de la tierra, y no necesitaban la sanción de un decreto de la Asamblea Constituyente para completarla (...), habían conseguido su volia, el viejo ideal campesino de autogobierno.". En cualquier caso, nadie ha explicado todavía cómo Cromwell o Robespierre podían haber llevado adelante la revolución si hubiesen actuado de otra manera. Parecido a lo dicho por Kerensky, Cromwell comentó, luego de disolver el Parlamento Largo: "No hubo ni siquiera el ladrido de un perro ni ninguna aflicción general y visible por ello". Lo mismo podría decirse de la disolución de la Asamblea Constituyente, pero añadiendo una cosa importante: que la revolución bolchevique, hasta que se dio la intervención impe rialista, fue infinitamente más pacífica que ninguna de sus dos precursoras . Todo lo que pasó después nunca podrá anular el pensamiento central de la Revolución de Octubre, su propósito declarado enfáticamente por Lenin en el 17º Congreso: ... una minoría, el Partido, no puede implantar el socialismo. Podrán implantarlo decenas de millones de seres cuando aprendan a hacerlo por ellos mismos". Fueron las exigencias de la guerra civil subsiguiente y las actividades de los saboteadores y contrarrevolucionarios las que forzaron a prohibir, siempre como medida temporal, los demás partidos: eseristas de izquierda que pasaron a la oposición y amenazaron con sabotear la revolución asesinando al embajador alemán, el conde Mirbach, para empujar a Rusia contra Alemania. Los mismos que lle varon a cabo un intento fallido de asesinato contra Lenin en 1918, que acortó su vida seis años después. A principios de 1918, tuvieron que enfrentar la intervención imperialista armada para derrocar el poder soviético. Fuerzas navales francesas y británicas ocuparon Murmansk y Arkangel, en el norte de Rusia, marchando hacia Petrogrado. En abril, los japoneses entraron en Vladivostok y se estableció un "Gobierno Panruso" en Omsk, a poco derrocado por un golpe que colocó al almirante Kolchak como

dictador, mientras el imperialismo alemán ocupaba Polonia, Lituania, Letonia y Ucrania con la colaboración de los generales blancos. "Estábamos entre la espada y la pared", escribió Trotsky. Aún así, el único "Terror Rojo" vino a suponerlo el auténtico baño de sangre que produjo la guerra civil, cuando la república soviética fue invadida por veintiún ejércitos extranjeros, que dejaron un país arruinado y el ejército hecho añicos, reducido el poder soviético a sólo dos provincias. Pensar que Lenin y Trotsky pudieron derrotar "conspirando" en minoría a las fuerzas combinadas de blancos y extranjeros, no deja de ser una idea francamente absurda, pero utilizada hasta la saciedad, no obstante saber que fueron los gobiernos occidentales "democráticos" los que organizaron la mayor parte de las ofensivas militares contra los bolcheviques en ese período. En la Conferencia de Paz de Versalles, ya se estaban preparando para derrocar a los bolcheviques. Bullit, en su declaración ante el Senado describió satisfecho en 1919 cómo "Kolchak que había realizado un avance de 100 millas tenía a toda la prensa de París rugiendo y chillando, anunciando que Kolchak estaría en Moscú en dos semanas", por lo que la comisión americana se había vuelto cada vez más tibia respecto a la paz en Rusia, pensando que Kolchak llegaría a Moscú y eliminaría el gobierno soviético. Se trataba de restaurar el "orden". Veían en Kolchak su Napoleón. De esa violencia surgió la necesidad de defenderse. El Estado obrero, débil y atrincherado, se vio obligado a defenderse con las armas en la mano o rendirse a los ejércitos blancos y extranjeros, que hubieran utilizado todos los métodos más bestiales para aterrorizar a los obreros y campesinos. Pero ese derecho a la defensa no es reconocido a los obreros. Sólo se considera moral, legal y aceptable cuando lo ejercen los enemigos del pueblo, para quienes "la revolución es una enfermedad", como diría el gran capitalista Stepan Georgevitch Liazanov, una enfermedad que "tarde o temprano obligará a intervenir a las potencias extranjeras en nuestros asuntos, como intervienen los médicos para curar a un niño enfermo..." El "patriota" Liazanov anhelaba la llegada del ejército alemán, para "ayudar a la población en lucha contra los bolcheviques". En este sentido, resulta inaudita la repugnante calumnia promovida contra Lenin, queriendo presentarlo todavía como un "agente alemán”, cuando está perfectamente claro el carácter pro-alemán de la burguesía rusa. Loise Bryant describió una conversación entre la clase acomodada: "En la mesa, todos empezaron a maldecir a los bolcheviques. Decían que sería maravilloso si los alemanes viniesen y tomasen el control (...). Solo para probarles pedí que votaran sobre lo que preferían en realidad: el gobierno de los soldados y obreros o el del Káiser. Todos menos uno votaron por el Káiser". Reacción brutal Hablar de que las bayonetas de la Guardia Blanca hubiesen implantado la democracia no es solamente un auténtico disparate, representa desear que se hubiera impuesto lo que ya estaba sucediendo detrás de las líneas de los blancos: la vuelta de los terratenientes y capitalistas que marcó la venganza contra los obreros y los campesinos, avecinados a las consecuencias terribles de un régimen similar a los de Franco o Pinochet. P.N.Wrangel, de los ejércitos blancos, se vanagloriaba de que, después de fusilar a un prisionero rojo, les daría a otros la oportunidad de demostrar su "patriotismo" y "purgar sus pecados" en la batalla. Los prisioneros eran torturados hasta la muerte, los campesinos rebeldes ahorcados. Se organizaban progromos monstruosos contra los judíos. En las zonas ocupadas se restauraba el poder de los terratenientes. Las atrocidades de los blancos provocaron una reacción irrefrenable entre las fuerzas revolucionarias que arrastró al Partido a tener que crear la Comisión para la Represión de la Contrarrevolución (Cheka) procurando poner a su cabeza a hombres incorruptibles, como el exconvicto Dzerzhinsky, un idealista sincero, despiadado pero caballero.". La táctica de la toma de rehenes fue dictada por la extrema debilidad de las fuerzas armadas. La revolución luchaba desesperadamente por su propia supervivencia. Una situación que hacía inevitables los excesos, que provocaban atrocidades como las cometidas en Ufa por las tropas del almirante Kolchak. La quema en vivo de prisioneros rojos permitió a los chekistas que prevaleciesen por encima de los miembros del Partido empeñados en aplicar al mayor grado de humanidad posible. Después de la derrota de Kolchak, los bolcheviques hicieron hasta lo imposible por normalizar la situación. En enero de 1920, se propusieron abolir la pena de muerte, excepto en los distritos bajo operaciones militares. El día 17, Lenin como presidente del Consejo de Comisarios del Pueblo, aprobó el decreto de la abolición. Tres

meses después, la revolución corría un peligro mortal. Los polacos con la ayuda de Gran Bretaña y Francia tomaban Kiev... Se tuvo que reimplantar la pena de muerte y ampliar los poderes de la Cheka. La violencia bélica extranjera obligaba una vez más a defender la revolución teniendo que utilizar métodos violentos para evitar su derrota. Sólo un hipócrita negaría el derecho de un pueblo a defenderse contra la amenaza sangrienta. El motivo de los que calumnian la Revolución de Octubre no es la moralidad ni el amor a la humanidad, sino solamente la defensa cobarde del statu quo. Los bolcheviques evitaron una catástrofe, organizando al pueblo revolucionario, partiendo prácticamente de la nada. Bajo la dirección de Trotsky, el Ejército Rojo con cinco millones de soldados se convirtió en una fuerza revolucionaria impresionante, demostrativa de la base de masas de una revolución que fue capaz de hacer retroceder al enemigo en todos los frentes. El alemán Hoffman reconoció que "incluso desde un punto de vista puramente militar resulta asombroso que las tropas recién reclutadas fueran capaces de aplastar a las fuerzas de los generales blancos". Una vez más tenemos que preguntarnos, ¿cómo pudo un pequeño grupo de "conspiradores" mover a un pueblo y conseguir derrotar a los poderosos ejércitos de los guardias blancos apoyados por veintiún ejércitos extranjeros? Todo el mito de la conspiración de una minoría cola psa por su propio peso. La revolución bolchevique no fue un golpe, sino la revolución más popular de la Historia. El internacionalismo de Lenin La solidaridad internacionalista de la clase obrera ayudó a salvar la revolución. La propaganda bolchevique basada en la política del internacionalismo revolucionario tuvo sus efectos en las tropas del imperialismo, cansadas de la guerra. Con el final de la intervención extranjera, el Ejército Rojo liquidó rápidamente los restos de los ejércitos blancos. La moral de las tropas de diferentes nacionalidades bajo mando británico "era tan baja -diría el director británico de operaciones militares- que las hacía víctimas de la activa e insidiosa propaganda bolchevique que el enemigo está llevando a cabo con creciente energía y habilidad". Una oleada revolucionaria recorría Europa. La formación de sóviets en toda Alemania, puso fin a la I Guerra Mundial. Churchill fue informado en mayo de 1919 sobre "la oposición de la clase obrera británica a la intervención armada..." Los motines en la flota francesa en Odessa y demás ejércitos aliados pusieron fin a las expediciones militares a Rusia. En 1920, estibadores británicos se negaron a cargar municiones para Polonia destinadas a utilizarse contra Rusia. Lloyd George, primer ministro británico, dijo a Clemanceau en Versalles: "Toda Europa está llena del espíritu revolucionario. Hay un sentimiento profundo no sólo de descontento, sino de rabia y rebelión entre los trabajadores contra las condiciones existentes antes de la guerra. De un extremo de Europa al otro, las masas están cuestionando todo el orden social existente..." Las noticias de la revolución en Europa llevaron al bolchevique Karl Radek a declarar: "Ha llegado la revolución mundial". Trágicamente, resultó prematura. La primera oleada revolucionaria se vio traicionada con la entrega del poder a los dirigentes de la socialdemocracia. Lenin observó el proceso como un golpe terrible que servía para aislar a la república soviética, haciendo una cuestión de vida o muerte para la revolución, tenía muy claro que si la revolución no se extendía hacia Occidente, estaban condenados a subsistir en una isla cercados y sin más que sus recursos, esperando sostenerse hasta encontrar el apoyo de los obreros sublevados de otros países. La tarea principal era mantenerse en el poder tanto como fuera posible. Pero es cierto que Lenin nunca contempló la posibilidad de un aislamiento prolongado. Todo dependía de la revolución mundial. Que esto no sucediese iba a provocar enormes dificultades de consecuencias profundas. Sobre la base de la miseria agravada por la guerra civil, la intervención extranjera y el bloqueo económico, la "lucha por la supervivencia individual", en la frase de Marx, lejos de suavizarse abocó a cambios insospechados. La revolución se enfrentaba a una tarea sin precedentes: tenía que empezar superando problemas de carácter pre-capitalistas para poder abordar con éxito los problemas pre-socialistas, pasando por "alcanzar el nivel de Europa y América", lo que quedaba muy lejos del "estadio inferior del comunismo" al que se había referido Marx. Lenin describió la tarea señalando que el socialismo era "poder soviético más electrificación". Pero en ningún momento olvidó que la "vía rusa al socialismo" necesitaba pasar por la rotura del aisla miento del nuevo Estado soviético. Era consciente de que la

Revolución no podría vivir aislada mucho tiempo, como lo atestiguan sus distintas declaraciones: /24/1/1918: "Jamás nos hemos dejado engañar por la esperanza de que podríamos terminar el período de transición del capitalismo al socialismo sin la ayuda del proletariado internacional (...), la victoria definitiva del socialismo en un solo país es imposible..." / 23/4/18: "Alcanzaremos la victoria definitiva sólo cuando ol gremos vencer, por fin, definitivamente al imperialismo mundial". /29/6/18: "Nunca nos hemos hecho ilusiones de que las fuerzas del proletariado y el pueblo revolucionario en un solo país, pese a lo heroicas, organizadas y disciplinadas que pudieran ser, podrían derrocar el imperialismo internacional. Eso sólo se puede hacer con los esfuerzos conjuntos de los obreros del mundo...". /20/11/18: "La transformación de la revolución rusa en una revolución socialista no fue una aventura dudosa, sino una necesidad, ya que no había otra alternativa: el imperialismo anglo-francés y americano destruirán inevitable mente la independencia y libertad de Rusia si la revolución socialista mundial, el bolchevismo mundial no triunfa". /15/3/19: "La victoria final y comple ta a escala mundial no se puede conseguir sólo en Rusia..." / 5/12/19: "Siempre hemos dicho que la victoria de la revolución socialista sólo se puede considerar final cuando se convierta en la victoria del proletariado por lo menos en varios países avanzados". /20/11/20: "... sólo somos un eslabón en la cadena de la revolución mundial, y nunca nos hemos marcado el objetivo de conseguir la victoria con nuestros propios medios". Finales de febrero de 1922: "Pero no hemos acabado ni siquiera la construcción de los cimientos de la economía socialista, y los poderes hostiles todavía nos lo pueden impedir. Tenemos que apreciar esto y admitirlo francamente, porque no hay nada más peligroso que las ilusiones (...) terrible es admitir esta verdad amarga, pero la verdad del marxismo es que se necesitan los esfuerzos conjuntos de los obreros de varios países avanzados para la victoria del socialismo". Lenin sabía que en Rusia no existían las condiciones materiales para el socialismo, pero sí que existían a escala mundial. No obstante, en el caso concreto de Rusia, la burguesía había entrado en la escena de la Historia demasiado tarde, habiendo sido incapaz de llevar a cabo las tareas de la revolución democrática nacional, que en Occidente ya hacía tiempo que se habían atendido. En Rusia el capital extranjero había establecido las industrias más grandes y modernas, desarraigando al campesinado y creando un proletariado de la noche a la mañana, siendo el primero en implantar la revolución socialista. Pero, en palabras de Trotsky, "La propiedad colectiva de los medios de producción no es todavía el socialismo. No se puede abstraer el problema de una sociedad socialista del problema de las fuerzas productivas, que en el estadio actual del desarrollo humano son mundiales en su propia esencia". El precio del aislamiento Lenin y el Partido Bolchevique nunca vieron la Revolución Rusa como un acto autosuficiente, sino como el principio de la revolución socialista mundial. Pero, pese al ímpetu poderoso de la revolución alemana, la cobardía de los dirigentes socialdemócratas en Europa occidental la llevó a la derrota, como en Italia y otros países, con el consiguiente aislamiento de la Revolución Rusa, que, enfrentada a condiciones de atraso espantosas, iba a hacer inevitable las deformaciones burocráticas crecientes en el Estado y el Partido que la hicieron fracasar, sin que ello pueda atribuirse a ningún fallo teórico del bolchevismo. El aislamiento provocaría enormes costes y sufrimientos. La clase obrera, numéricamente debilitada por la guerra civil, sometida al hambre y el agotamiento físico, se enfrentaba a obstáculos culturales, económicos y sociales tremendos, que hacían necesarios esfuerzos hercúleos para resistir su aislamiento en medio del asedio imperialista. Lenin lo explicó así a los sindicatos en enero del 19: "Los obreros están construyendo una nueva sociedad sin haberse podido convertir ellos mismos en gente nueva, ni haberse podido todavía limpiar de la basura del viejo mundo; esa basura les llega todavía en ocasiones hasta las rodillas. Sólo podemos soñar con limpiarla. Sería utópico pensar que se puede hacer de una sola vez". El Estado obrero se vio obligado a mantener la industria privada bajo control obrero y basarse en gran medida en la vieja burocracia para gestionar la Administración. La defensa militar era lo principal. Había que alimentar a los millones de soldados del Ejército Rojo. Las requisas se hicieron vitales. El llamado "comunismo de guerra" se hizo inevitable ante los sabotajes e intentos contrarrevolucionarios de la burguesía. Se impuso obligada la nacionalización masiva de los sectores clave de la

economía antes de lo que se quería, pues los bolcheviques tenían la intención de dejar la mayor parte de la industria en manos privadas hasta que los obreros aprendiesen a gestionarla por sí solos. Los críticos de Octubre distorsionan monstruosamente la realidad pretendiendo acusar al bolchevismo por esta política. Cierran los ojos a las consecuencias de los nueve millones de personas que murieron de hambre, enfermedades y frío durante la guerra, la economía en ruinas, saboteada y al borde del colapso, producto de la intervención armada del imperialismo que infligió horrores inenarrables al pueblo ruso, lo que hizo inevitable a los bolcheviques tener que adoptar medidas no deseadas de subsistencia extrema. ¿Qué gobierno burgués por democrático que sea no restringe derechos en épocas bélicas? No obstante y a pesar de todas las dificultades y peligros, el Partido Comunista y la Tercera Internacional celebraron congresos anualmente. Nada podría estar más lejos de un régimen totalitario que la atmósfera de libertad que caracterizó al Estado obrero en los primeros años de su existencia. Sin embargo, en última instancia, sabían que las posibilidades de mantener y profundizar la democracia soviética dependían de las condiciones materiales. Para ello era clave la relación entre la industria y la agricultura, la capacidad de suministrar a las aldeas mercancías baratas a cambio de los productos agrícola s, pero no había bienes elaborados para este intercambio, lo que obligó en ocasiones a requisar grano para mantener la industria de guerra en funcionamiento, agudizando la paralización de comercio entre el campo y la ciudad. Esta situación provocó reflujo masivo hacia el campo, en busca de comida. En 1919, el nivel de obreros industriales de 1917 había caído al 76%, el de la construcción había caído al 66%, y el de ferroviarios al 63%. La cifra global cayó de 3.000.000 en 1917 a 1.240.000 en 1920. La población de Petrogrado, de 2.400.000 en 1917, quedó en 574.000 en agosto de 1920. Colapso sin precedentes La producción de mineral de hierro y fundido cayó al 1.6% y 2,4% de sus niveles de 1913. El carbón, al 17%; los bienes manufacturados, al 12,9%. La producción agrícola cayó un 16% en dos años. Sólo el petróleo se mantuvo en el 41% de su nivel en 1913. Lenin señaló el comunismo de guerra como "comunismo en una fortaleza asediada". Pierre Sorli describió la oleada de enfermedades contagiosas, tifus, cólera, escarlatina que afectaron a millones de personas: "Entre el final de 1918 y principios del 20, las epidemias, el hambre y el frío habían matado a 7,5 millones de personas; la guerra mundial se había cobrado 4 millones de víctimas". Lenin dijo en julio de 1918: "El pueblo está como un hombre al que se le ha golpeado casi hasta la muerte". En enero de 1919: "Las masas hambrientas están exhaustas y su agotamiento es a veces más de lo que la resistencia humana puede soportar". En diciembre de 1919: "Estamos sufriendo una crisis desesperada, un nuevo flagelo nos azota, los piojos y el tifus están acribillando a nuestras tropas". Habló de "condiciones espantosas"; en abril señaló "la situación desesperada": "Ningún país ha sido tan devastado como el nuestro", dijo en junio de 1921. La pequeña clase obrera se redujo al 43% de su tamaño. "El proletariado industrial -explicó Lenin-, debido a la guerra y la pobreza y ruina desesperadas se ha desclasado, desalojado de su rutina de clase, ha dejado de existir como proletariado". Peores condiciones imposibles para establecer un régimen viable de democracia obrera. El control obrero desapareció cuando las fábricas dejaron de funcionar. Sucedió entonces lo peor: que el aparato del poder se concentraba y centralizaba cada vez más en manos del gobierno. El aparato del Partido se enredaba en el aparato del Estado. El proletariado prácticamente desaparecido dejaba las palancas del poder político. El abono de las insurrecciones campesinas en Tambov y otros lugares llevó la s cosas a una situación límite. En 1921, la guarnición de Kronstadt, distinta de la inicial que se fue a luchar en el Ejército Rojo, se rebeló, creando una situación gravísima. Peligraba que Gran Bretaña y Francia ocuparan Kronstadt controlando Petrogrado, con la excusa del motín. La contrarrevolución capitalista había extendido entre los marineros la consigna "sóviets sin bolcheviques". Sólo quedaba la posibilidad de hacerse con la fortaleza militarmente. Victor Serge, simpatizante del anarquismo, lo explicó así en sus memorias: "La contrarrevolución transformó la reivindicación de sóviets elegidos libremente por la de "sóviets sin comunistas". Si la dictadura bolchevique caía, era sólo un paso muy corto hacia el caos y, a través del caos, a la insurrección campesina, la masacre de los comunistas (...), otra dictadura, esta vez antiproletaria (...) Al sur de Moscú, el eserista de derechas Antonov, que proclamó la abolición del

sistema soviético y el restablecimiento de la Asamblea Constituyente, tenía a sus órdenes un ejército campesino de decenas de miles. Estaba en negociación con los blancos". La NEP (Nueva Política Económica) Entre las reivindicaciones de los amotinados de Kronstadt compuestos de levas de campesinos inexpertos de la flota del Mar Negro, figuraba la de un mercado libre para el grano. Después de la supresión del motín, Lenin, consciente de la situación potencialmente peligrosa que se derivaba de la oposición del campesinado, sacó conclusiones, proponiendo la NEP, como una medida de emergencia temporal, que permitía a los campesinos vender su excedente de grano en el mercado, a cambio de un impuesto en especie para el Estado. Después de esta medida, no hubo más Kronstadt ni Tambovs. Sin embargo, era un paso atrás en detrimento del proletariado dado sin alternativa debido al retraso de la revolución europea. En la práctica, favorecía a los campesinos ricos (kulaks) y a los especuladores capitalistas (nepmen), si bien los pilares fundamentales de la economía seguían en manos estatales. Las consecuencias de la derrota de la revolución alemana de 1923 y la introducción de la NEP, que apaciguó a los campesinos y dio un respiro a la revolución, originarían un proceso de consecuencias insospechadas, pero que daría paso a la degeneración de la Revolución Rusa. Lenin y Trotsky coincidieron explicando la necesidad de superar el comunismo de guerra y restaurar el mercado para cicatrizar la separación entre el campo (el 80% de la población) y la ciudad. Se hacía absolutamente claro que la URSS tendría que continuar existiendo, quizás por bastante tiempo, en medio de un cerco capitalista, "no sabíamos si sería cuestión -palabras de Trotsky- de uno, dos, tres o diez años (...). La conclusión básica era que, mientras esperábamos un cambio en la correlación de fuerzas en Occidente, teníamos que fijarnos mucho más aguda y atentamente en la correlación de fuerzas en nuestro propio país". Es imposible comprender la política de Lenin y Trotsky en este período sin tener en cuenta la situación real de Rusia. Lenin la explicaba en diciembre de 1921 en el 9º Congreso de los Sóviets: "Perdonen que les diga: ¿Qué es el proletariado? Es la clase ocupada en la gran industria ¿Y dónde está la gran industria? ¿Qué proletariado es éste? ¿Dónde está su industria? ¿Por qué está paralizada?". En el 11º Congreso en marzo de 1922, insistió en estos términos: "Durante la guerra, gentes que de ninguna manera eran proletarios fueron a las fábricas para escaparse de la guerra (...). Muy a menudo, los que están en las fábricas no son proletarios; son elementos informales de todo tipo". Se discutía lo fundamental, la presencia de una clase obrera capaz de vigilar, controlar y dirigir la revolución sin los riesgos de otros auxilios desde luego peligrosos, pero que había que aventurarse a utilizar. Sabían que el Estado obrero no existía en el vacío, que estaba sujeto a las presiones de fuerzas de clase ajenas que se expresaban a través de agrupaciones en el Partido. La agudización de este peligro llevó al 10º Congreso en 1921 a tener que plantearse prohibir temporalmente las fracciones dentro del propio partido. Lenin lo dejó claro: "Esto lo exige el momento objetivo, y no sirve de nada quejarse (...) las masas sin partido están sujetas a un tipo de vacila ciones pequeño-burguesas inevitables en la situación actual de Rusia (...). Para crear unidad no podemos prescindir de una resolución como ésta". Pero se opuso cuando Ryazanov planteó que se prohibiesen también las actividades fraccionales en los procesos precongresuales del partido. No obstante, las fracciones siguieron operando. A.I.Mikoyan recuerda en sus memorias cómo el propio Lenin llegó a convocar una reunión imprimiendo invitaciones privadas, ante lo que Stalin expresó su temor de que la oposición le acusase de fraccionalista, a lo que Lenin contestó con humor: "¿Qué es esto que oigo de un viejo zorro fraccionalista?". Conviene sin embargo recordar aquí que después de Octubre el único partido suprimido fueron las Centurias Negras, precursoras del fascismo. Ni siquiera el partido burgués kadete fue ilegalizado. El Gobierno era una coalición de bolcheviques y eseristas de izquierda. Cuando se vieron obligados a implantar el partido único, Lenin expresó su preocupación en favor de la temporalidad de la medida, convencido de que al existir sólo el Partido, las presiones ajenas se manifestarían en su seno, a través de fracciones, que podrían acabar provocando su escisión. Como todo lo contradictorio, esta medida limitante de la democracia vendría a aumentar las insanas tendencias burocráticas siempre prontas al control absoluto del poder. Y así sucedió en la práctica después de la muerte de Lenin. Lo que pretendía ser una medida temporal se convertiría en permanente dando comienzo a la deformación del proceso democrático. Un

aspecto enseguida sobresaliente vino a significarlo la posición del triunvirato: Stalin, Kámenev, Zinoviev, más partidarios de forzar la implantación de la NEP bajo el poder de una burocracia política que de procurar las vías revolucionarias necesarias para dar lugar a un proceso de desarrollo de la NEP supervisado democráticamente por la clase obrera. Lenin tuvo consciencia de este peligro. Explicó que por ser el Estado una reliquia de la sociedad clasista existía siempre el peligro de que el nuevo Estado degenerase, se elevase por encima y se divorciase de la clase obrera. Por este motivo, propuso una serie de medidas destinadas a luchar contra la burocratización, una, fundamental para Lenin, era la reducción de la jornada laboral, para dar tiempo a las masas a participar en la gestión de la industria y el Estado, otras: elección y revocabilidad de todos los funcionarios, supresión del ejército permanente, limitación del salario de los funcionarios a un máximo no superior al sueldo de un obrero cualificado y rotación de cargos y responsabilidades. Para que "todo el mundo -explicó Lenin- pueda convertirse en "burócrata" durante algún tiempo, y de este modo nadie pueda convertirse en `burócrata`".

II. El ascenso del estalinismo La vieja maquinaria estatal Pertenece a Lenin la frase de que "la verdad es siempre concreta". Siempre dijo abiertamente la verdad, por amarga que fuese, confiado plenamente de que la clase obrera la entendería y aceptaría la necesidad de los mayores sacrificios, siempre y cuando se le explicaran los motivos franca y sinceramente. Nunca ocultó que basaba todas sus suposiciones en el triunfo de la revolución internacional. Era consciente de que la consolidación de la democracia proletaria en la Rusia atrasada era una tarea imposible sin la ayuda inmediata de Occidente. En esa espera, sólo se podía aguardar sin abandonar en ningún momento la profundización constante de las defensas revolucionarias en la clase obrera. Marx ya había explicado la existencia del peligro de degeneración debido al atraso material; sin embargo, nunca desarrolló este punto, creyendo que se resolvería a través de la revolución en los países capitalistas avanzados. Era consciente, con Engels, del peligro de la burocracia en un Estado obrero. Engels, basado en la experiencia de la Comuna de París, llegó a proponer algunas medidas para combatirla: "... la clase obrera tiene que (...) precaverse contra sus propios diputados y funcionarios, declarándolos revocables en cualquier momento" para que se transformen "de servidores de la sociedad en señores de ella". La Comuna decidió la elección de todos los cargos públicos del Estado por sufragio, con retribución máxima de 6.000 francos, que suponía una barrera contra el arribismo y la ambición de cargo. Lenin se baso en lo mismo en 1917 para crear condiciones contra la burocracia en un Estado obrero: elección democrática, revocabilidad, salario no superior al de un obrero cualificado, con un fin: que la gestión de la sociedad la pudiese asumir gradualmente todo el mundo de manera rotativa. El diferencial máximo de salarios no pasó con Lenin de una ratio de 1 a 4, considerado por él como un "diferencial capitalista" exigido por la escasez de personal cualificado en un país cuyo nivel cultural de las masas era extremadamente bajo. "La primera escala salarial soviética -escribió el disidente e historiador soviético Roy Medvedev- establecía una ratio de 1 a 2,1 (..) reducido incluso más, pasó a ser de 1 a 1,75 (...) hasta el principio de la NEP, en otoño de 1921", que se fijó en 1 a 8. Al mismo tiempo, Lenin redactó una Ley "Sobre salarios del personal de alto cargo y funcionarios", aprobada por el Consejo de Comisarios del Pueblo, que fijaba límites de salarios de comisarios y espacios de vivienda por miembro de familia, y les impelía a hacer un estudio de las cuentas de los ministerios para "reducir los salarios y pensiones excesivamente altos". Mientras Lenin vivió, en las organizaciones estatales la ratio no superó el 1 a 5, sólo excepcionalmente, cuando, como él explicó honestamente: "tuvimos que retroceder en una serie de puntos", pero denunció como una "concepción burguesa" que aun viéndose obligados por el aislamiento de la revolución y la necesidad de utilizar especialistas y técnicos burgueses, se permitieron que algunos de estos ganasen un salario mayor en un 50% al de los

miembros del gobierno. Cierto es que semejantes cohesiones no se aplicaban a los comunistas, que tenían prohibido recibir un salario mayor al de un trabajador cualificado. Consta en los anales históricos, como fue "severamente reprendido" por Lenin el Diputado V.D.Bonch-Bruevich que le pagó de más en mayo de 1918, lo que Lenin describió como un aumento "ilegal". En abril de 1918 señaló los incentivos como "un paso atrás(...)”, proclamó y aplicó una política de reducción de los salarios altos. "En general escribió Medvedev-, Lenin se oponía tanto a la igualdad de salarios como a los salarios excesivamente altos (...) consideraba la excesiva desigualdad en la paga o en las condiciones de vida como una fuente de corrupción dentro del partido y un factor que reducía la autoridad de los comunistas". De Lenin, escribió Karl Idman, miembro del gobierno finlandés, reunido con Lenin en diciembre de 1917: "nos recibió disculpándose por habernos hecho esperar. La habitación (...) estaba dividida en dos por unas tablas (...), había una mesa y unas pocas sillas". Lo confirma Victor Serge: "En el Kremlin, (Lenin) todavía ocupaba un pequeño apartamento construido para un sirviente del palacio (...), no tenía calefacción. Cuando iba al barbero se ponía a la cola, pensando que sería impropio que nadie le dejase colarse". Igual diría de Trotsky: que vivía con su esposa "en una habitación en el último piso (...) dividida como el ático de un artista pobre (...) dos catres (...) una mesa de trabajo junto a dos o tres sillas baratas. No había (...) indicios de confort por ninguna parte". Los dirigentes bolcheviques siempre estaban accesibles y cerca de las masas. Caminaban por la calle sin escolta. Un asesino eserista de izquierdas pudo disparar y herir gravemente a Lenin precisamente por eso. Las raíces de la burocracia En febrero de 1917, el P. Bolchevique no pasaba de 8.000 militantes. En la guerra civil, no obstante el riesgo personal, aumentó la militancia a 200.000. Luego, cuando la guerra acababa, un flujo de diversas gentes triplicó la cifra, al punto de considerar necesario seleccionar el Partido en 1921, tratando de defender las ideas y tradiciones de Octubre, frente a los efectos nocivos de la reacción pequeño-burguesa y mencheviques. A principios de 1922, se habían producido unas 200.000 expulsiones, llamadas "purgas" por sus enemigos. A finales de 1920, los funcionarios del Estado habían pasado de unos 100.000 a ¡5.880.000!, cinco veces más que los obreros industriales. En el Ejército Rojo se habían alistado antiguos oficiales zaristas, llegando a ser 48.409 en agosto de 1920, de capas con escasa lealtad al nuevo Estado soviético. El Gobierno bolchevique se vio obligado a supervisar y controlar con comisarios políticos la lealtad de muchos de estos oficiales. No pudo llevarse a cabo el propósito de Lenin de "asegurarse de que todos los trabajadores, al acabar su tarea de ocho horas (...) llevasen a cabo sus deberes estatales sin paga". El joven Estado se vio obligado a aprovechar todo lo que pudo de entre los restos del viejo aparato del Estado. "los ladrillos de los que se compondrá el socialismo -dijo Lenin en el Congresotodavía no están hechos". A la pregunta de Lenin sobre si podrían sustituir en el Ejército a determinados oficiales zaristas por otros comunistas, Trotsky respondió: "¿sabes cuantos de ellos hay ahora? Eran no menos de 30.000... Sobre el Estado, Lenin dijo en el 4º Congreso de la I. C: "Tomamos posesión de la vieja maquinaria estatal y ésta fue nuestra mala suerte (...) nos faltan las fuerzas educadas para ejercer un control real sobre ellos (...) En la cúspide tenemos no menos de unos cuantos miles (...) Por abajo hay cientos de miles de viejos funcionarios que recibimos del Zar". Lenin explicó la dura realidad no idealizada del pésimo organismo heredado del pasado: una maquinaria burocrática pintada con un ligero barniz socialista, surgida por razones materiales concretas. En palabras de Lenin: "un tumor capitalista y parásito en el cuerpo del Estado obrero", propio del atraso económico y cultural, que permitía la vuelta furtiva a posiciones de poder y privilegio, sobre todo a medida que la oleada revolucionaria retrocedía con las derrotas de la revolución internacional. "Echamos -denunció Lenin- a los viejos burócratas, pero han vuelto (...) Llevan una cinta roja y se arrastran por los rincones calientes (...) Tenemos que combatir esta escoria (...) perseguirla, mantenerla bajo la supervisión de obreros y campesinos comunistas". Engels se esforzó por explicar que en toda sociedad en que el arte, la ciencia, el gobierno y el "saber" son el reducto de una minoría priveligiada, esa minoría siempre tiende a utilizar y abusar de sus posiciones en su propio interés. Algo inevitable mientras la inmensa mayoría esté sometida a

condiciones que no le permitan más que bregar por atender las necesidades básicas de la vida. Y el Estado obrero, después del grado de destrucción de la industria, tuvo que aceptar la prolongación de la jornada laboral a diez, doce o más horas, que se hacían, además, a cambio de raciones de subsistencia; muchos trabajaban voluntariamente los fines de semana, sin paga. Trotsky alertó en el sentido de que las masas sólo pueden sacrificar su hoy por su mañana hasta un límite muy definido. El nuevo Estado se vería ante una clase obrera inevitablemente minada moral y numéricamente: la I Guerra Mundial, la revolución, cuatro años de guerra civil, la hambruna y muerte de millones de personas, dejarían sentir sus efectos desintegradores. En primer lugar, la pérdida de muchos de los recursos humanos más conscientes, y al lado el reflujo de las fuerzas de la reacción saliendo a la superficie para aprovechar la ocasión vía de todos los resquicios posibles: organismos dirigentes, Estado e incluso Partido. No habían desaparecido gentes como con las que te encontrabas, como diría Victor Serge: "En las oficinas de los comisarios (...) señores bien vestidos, tipógrafas empolvadas, uniforme elegantes sobrecargados de adornos (...) en contraste con la población hambrienta en las calles, te mandaba de arriba a abajo, de una oficina a otra sin el más mínimo resultado".

La lucha de Lenin contra Stalin En 1919, el gobierno organizó el Rabkrin (Comisariado del Pueblo de la Inspección Obrera y Campesina), cuya tarea era extirpar de arribistas el Estado y el Partido. Stalin, experimentado organizador, fue nombrado responsable. En 1920, Trotsky criticó el funcionamiento del Rabkrin, que de ser un instrumento de lucha contra la burocracia se estaba convirtiendo en semillero de la misma. Lenin atribuía el fenómeno principalmente al problema surgido del atraso económico y cultural del país, sin dejar de verlo claramente: "La burocracia -diría- nos esta sofocando". Pero su enfermedad le estaba impidiendo apreciar lo que estaba sucediendo en el Estado y en el partido. Después daría la razón a la crítica de Trotsky: "En ese momento -diría- yo estaba en contra. Pero luego de examinar el asunto más de cerca, me di cuenta de que contiene una idea correcta". Dedicó toda su atención a la burocratización, en el 11º Congreso del P. de marzo-abril de 1922, el último en el que pudo participar. Pero no fue hasta después de salir de su nuevo ataque de apoplejía y recuperación del trabajo en octubre cuando habló de que "estaba aterrado cuando volví al trabajo". Fue en ese momento cuando alarmado por el creciente tumor burocrático tachado por él de "monstruoso", le ofreció a Trotsky la formación de un bloque contra la burocracia y en especial contra el Buró de Organización. Los choques con Stalin sobre la cuestión georgiana y otros temas revelaban cada vez más el papel de éste. Lenin empezó a conformar su testamento. El 30 de diciembre de 1922 dictó una nota de la que extraemos lo siguiente: "Se nos dice que hace falta un aparato estatal unificado. ¿De dónde procede esa afirmación?". Ya era plenamente consciente de la reacción burocrática dentro del partido. Salió a la luz el papel jugado por Stalin con Dzerzhinsky y Ordzhonikidze en el golpe de estado dado en el partido georgiano. Los mejores cuadros del bolchevismo georgiano fueron purgados y a los dirigentes se les negó el acceso a Lenin. Este, enfurecido, dictó desde su lecho unas notas de acusación demoledora contra la arrogancia chovinista de Stalin. Trató el incidente no como un "error lamentable", sino como la expresión del nacionalismo reaccionario y podrido de la burocracia soviética. Puso el peso de toda su autoridad para lograr eliminar a Stalin de la secretaría general del P., que había ocupado temporalmente después de morir Sverdlov. Pero procurando siempre evitar una escisión abierta en la dirección, que pudiese llevar a una ruptura del partido. Escribió en directo a los bolcheviques georgianos enviando copias a Kámenev y Trotsky defendiendo "de todo corazón" su causa contra Stalin y la burocracia. En "Más vale poco, pero bueno", escrito antes que su Testamento, Lenin lanzó un ataque tremendo contra el Rabkrin, claramente dirigido contra Stalin: "Digamos francamente que el Rabkrin no goza actualmente de la menor autoridad. Todo el mundo sabe que no hay instituciones

peor organizadas que las de nuestra Inspección Obrera y Campesina y que bajo las condiciones actuales no se puede esperar nada de este comisariado". En su Testamento, empezado a escribir el 25 de diciembre de 1922 -había pedido a Krupskaya no darlo a conocer hasta después de su muerte-, Lenin se levanta contra Stalin: "El camarada Stalin, llegado a secretario general, ha concentrado en sus manos un poder inmenso, y no estoy seguro de que siempre sepa utilizarlo con la suficiente prudencia". De Trotsky dice que "no se distingue únicamente por dotes relevantes. Personalmente, quizás sea el hombre más cualificado del actual CC, pero está demasiado ensoberbecido y se deja llevar demasiado por el aspecto puramente administrativo de los asuntos". En un apéndice de notas del 4 de enero de 1923, alarmado por las manifestaciones de los abusos de poder de Stalin, escribió: "Stalin es demasiado grosero, y este efecto, plenamente tolerable en las relaciones entre nosotros, se hace intolerable en el cargo de secretario general. Por eso propongo a los camaradas que piensen la forma de pasar a Stalin a otro puesto y de nombrar para este cargo a otro (...) que sea más tolerable, más leal, más correcto y más atento con los camaradas, menos caprichoso, etc.". Dos meses más tarde, Lenin rompió relaciones políticas y personales con Stalin. El 6 de marzo, Krupskaya le dijo a Kámenev que Lenin había decidido "aplastar políticamente a Stalin". Tres días después su apoplejía le dejó gravemente paralizado. Murió el 29 de enero de 1924. El poder pasó a manos del triunvirato Zinoviev, Kámenev y Stalin, decididos a mantener alejado de la dirección a Trotsky y oculto indefinidamente el Testamento de Lenin, que no vio la luz hasta 1956, cuando Kruschev y compañía lo sacaron a relucir para culpar a Stalin de todo lo que había pasado en los 30 años precedentes.

La reacción burocrática La lucha emprendida contra la creciente burocratización sufriría su primer golpe. Una jerarquía de cargos nombrados a dedo sustituyó a los representantes electos. Trotsky formó la Oposición de Izquierdas, centrada en la restauración de la democracia obrera dentro del Partido y la coordinación de la industria y la agricultura en un plan nacional, que recibió la más furiosa oposición e insultos y ridiculizaciones de la fracción mayoritaria dirigida por el triunvirato. "... apartadas (las masas) poco a poco -escribió Trotsky- de la participación efectiva en el poder", la caída de su participación en la vida política vendría a reforzar el proceso de burocratización, que se vio alimentado por el desánimo y el escepticismo crecientes, permitiendo a los restos de la maquinaria estatal zarista ser más conscientes de su independencia, importancia y poder. Un poder sutil, que, aprovechando el bajo nivel cultural de las masas y sus condiciones de vida, se manifestaba favorable a las propuestas de estabilidad y, sobre todo, de abandono de la revolución internacional. "La reacción en el seno del proletariado -escribió Trotsky- hizo nacer grandes esperanzas y gran seguridad en la pequeña burguesía de las ciudades y del campo que, llamada por la NEP a una vida nueva, se hacía cada vez más audaz. La joven burocracia, formada originalmente con el fin de servir al proletariado, se sintió el árbitro entre las clases. Adquirió una autonomía creciente. (...) más seguridad a medida que las derrotas de la clase obrera internacional eran más terribles. Entre estos dos hechos la relación no es absolutamente cronológica, es causal; y lo es en dos sentidos: la dirección burocrática del movimiento contribuía a las derrotas; las derrotas afianzaban a la burocracia". Algunos historiadores han sugerido que si Lenin hubiese vivido por más tiempo el desarrollo soviético hubiera sido totalmente distinto, el proceso de degeneración podría haberse retrasado e incluso modificado el curso de los acontecimientos. Pero, mientras la revolución se hubiese mantenido aislada en condiciones de atraso espantoso, el proceso fundamental hubiera sido el mismo. Solamente se hubiera podido parar el avance de la burocracia con el triunfo de la revolución en otros países, que hubiera devuelto renovado el entusiasmo revolucionario de las masas, pues es un hecho que ya existían poderosas fuerzas objetivas del lado de la burocracia. "... los bolcheviques-leninistas -escribió Trotskyno hubieran sido capaces de conseguir una victoria completa, es decir, conquistar el poder y cauterizar la úlcera burocrática, sin el apoyo de la revolución mundial". Las debilidades eran notorias. Baste con decir, como suma a la situación del momento, que el 75-80% de la militancia se había afiliado después de 1923, con la apertura del partido a una marea de

nuevos miembros sin experiencia, elementos políticos muchos de ellos atrasados que fueron moldeados por la maquinaria del aparato, ya bajo el dominio práctico del nuevo poder emergido tras la muerte de Lenin. La llamada promoción Lenin se vio a la vez desasistida por el debilitamiento y aislamiento de la viaja guardia. Al mismo tiempo se abrió una campaña de calumnias y falsificaciones contra Trotsky, persiguiendo impedir que fuese el sucesor de Lenin, que se vio precipitada por la publicación de sus "Lecciones de Octubre" explicando sus razones de la derrota de la revolución alemana en 1923. Todas las viejas calumnias sobre su pasado no bolchevique (que Lenin había refutado en su Testamento), fueron desenterradas por la fracción dirigente para desacreditarlo y apartarlo finalmente de la dirección, cesándolo en su cargo como Comisario del Pueblo de Guerra en enero de 1925. La campaña contra el trotskismo se extendió a los partidos comunistas de todo el mundo. El materialismo dialéctico no tiene nada que ver con el punto de vista mecanicista, que ve la Historia como un proceso lineal, más en común con filosofías religiosas, como el calvinismo y su teoría fatalista de la predestinación. Los accidentes juegan un papel en la Historia, al igual que en la naturaleza, pues la necesidad a menudo se expresa a través del accidente. El marxismo no niega el papel del individuo; al contrario, las personas pueden jugar un papel muy importante, para bien o para mal, donde los motivos personales pueden tener cierto peso decisivo, pero nunca superior al de las condiciones materiales de donde emanan. Es necesario entender, que si Stalin no hubiera existido, o si se hubiese negado a actuar a favor de los intereses de la burocracia -pues su fuerza no residía tanto en su intelecto como en el hecho de que reflejaba las presiones y los intereses de millones de funcionarios sedientos de poder-, simplemente hubiese sido sustituido por otra persona. De aquí que la lucha abierta por Zinoviev y Kámenev contra Trotsky, se viese en desventaja y posteriormente convertida en contra de ellos, la fe de estos en la revolución y su lealtad a la causa de la clase obrera no eran reflejo de una composición de fuerzas igual a aquella en la que de alguna manera se apoyaba Stalin. Kámenev y Zinoviev, en el período de su alianza con éste, no eran conscientes de los procesos que realmente estaban en marcha en el Estado soviético, lo que les llevó a actuar como instigadores inconscientes de procesos que estaban fuera de su control. Stalin, ciertamente, tampoco tenía un plan consciente de hacia dónde se dirigía. El propio Trotsky llegó a hacer el siguiente comentario: "De haber sido Stalin capaz de prever adónde iba a llevarlo la lucha contra el trotskismo, indudablemente se habría parado, a pesar de la perspectiva de derrotar a sus oponentes", no previó que la mayor parte "de funcionarios del Estado, la industria y cada vez más del partido que habían mejorado su situación con la revolución estaban ansiosos de poner fin a un período tormentoso y de tensiones, y seguir con el trabajo de organizar la sociedad, con ellos mismos instalados confortablemente en puestos de dirección". Para este sector, la idea de la revolución socialista mundial era irrelevante. No tenían ninguna confianza en la clase obrera rusa, ni mucho menos en la alemana o la británica. Stalin terminó compartiendo este punto de vista; primero en privado, luego, en otoño de 1924, lo declaró anunciando su teoría marxista del socialismo en un solo país que iba contra todo lo que habían defendido los bolcheviques y la Internacional Comunista. ¿Por qué, cuando antes de la muerte de Lenin ni a Stalin mismo ni a ningún bolchevique se le había pasado por la cabeza la posibilidad de poder construir un socialismo nacional en un solo país?: "No, eso no es posible (...) manifestó Stalin en abril de 1924 en la Universidad de Sverdlov. Para la victoria final del socialismo, para la organización de la producción socialista, los esfuerzos de un solo país, especialmente atrasado como Rusia, son insuficientes". ¿Qué le llevó a que su discurso publicado con el título Fundamentos del leninismo apareciese corregido en una segunda edición?. Se sustituyeron líneas para decir lo contrario: "... el proletariado del país victorioso puede y debe construir una sociedad socialista (...)". La Oposición Unificada Zinoviev y Kámenev quedaron profundamente sorprendidos por la evolución de los acontecimientos. En un año rompieron con Stalin y se unieron a la Oposición de Izquierdas, alineados con las presiones y alarmas de los obreros de Leningrado por la política de enriquecimiento de los kulaks y los nepmen, y ya conscientes de que el mito del trotskismo había sido inventado para desacreditar a Trotsky. Stalin pasó a apoyarse en el ala de derechas de Bujarin y Tomsky. Acusó a la Oposición de "superindustrializadores", dando una lectura distinta al propósito de ésta: luchar por la restauración de la democracia partidaria y la instauración de un plan económico industrial no apoyado

en la infraestructura heredada del pasado, que, basado en la "acumulación socialista", pudiera poner a trabajar el potencial productivo de la economía soviética. Stalin, bajo las presiones de la Oposición favorables a crecer la producción industrial entre un 15 y 18%, se avino a revisar al alza su pesimista borrador del Plan Quinquenal de 1927 que hacía una proyección de caída desde el 9% al 4%, accediendo a situarlo en una tasa de crecimiento anual del 9%. Su visión del proceso de industrialización la argumentó en el Comité Central de abril de 1927, donde vino a decir que la construcción de una central hidroeléctrica de Dnieperstroy ¡sería lo mismo que pedirle a un campesino que comprase un gramófono en lugar de una vaca! Predominaba en el grupo dirigente una política, como la que abanderaba Bujarin en abril de 1925, favorable a apoyarse en el "enriquecimiento" de los kulaks que estaban "creciendo hacia el socialismo" (en la primavera de 1926, casi el 60% del grano a la venta estaba en manos del 6% de los kulaks). Stalin, apoyado en su lucha contra la Oposición por la derecha de Bujarin, se balanceaba entre las diferentes fracciones del Politburó. En 1925, incluso empezó a prepararse para la desnacionalización de la tierra, hablando de "cabalgar hacia el socialismo montado en el rocín campesino". La Oposición, alarmada por lo que hubiera significado la restauración del capitalismo, abogaba por una política de colectivización voluntaria de la agricultura y de planificación industrial. Mientras, el espectro del hambre, principal consecuencia del acaparamiento campesino de los kulaks, se manifestaba creciente en las ciudades convertido en una seria amenaza, decididos como estaban a utilizar el descontento y las burocracias favorables para derrocar el régimen. El 7 de noviembre de 1927, el X aniversario de la Revolución, la nueva Oposición Unific ada (formada en el 26 por la O.I. y los seguidores de Zinoviev y Kámenev) intervino en las manifestaciones al grito de "¡Aplastad al kulaks, el nepmen y el burócrata!", "¡Aplicad el Testamento de Lenin!", "¡Abajo el oportunismo!", siendo muy bien recibidos por los obreros de Leningrado. No obstante y como advirtió Trotsky al impresionista Zinoviev, aquellas manifestaciones de apoyo no significaban que las masas estuvieran dispuestas a pasar a una acción generalizada. Más al contrario, la situación que se daba convenció al grupo dirigente de la necesidad y posibilidades de poder adoptar medidas inmediatas contra la Oposición. Una semana más tarde, después de una campaña de feroz ataque, Trotsky, Zinoviev, Kámenev, Rakovsky, Smilga y Yevdokimov fueron expulsados del Comité Central, y la Oposición en su conjunto expulsada del Partido. Cuantos no tenían perspectivas políticas ni espíritu combativo verdaderamente revolucionario, capitularon. Los zinovievistas abandonaron la Oposición. Zinoviev y Kámenev se rindieron a Stalin. Sólo los trotskistas se negaron a someterse. A seguido, decenas de miles de oposicionistas de izquierdas serían despedidos de sus empleos, enviados al exilio y sus familias perseguidas. En el 15º Congreso, Stalin proclamó la "liquidación" de la Oposición. Trotsky y su familia fueron exilados a Alma-Ata y posteriormente deportados a Turquía. Fue un punto de inflexión en la consolidación del poder de la nueva burocracia stalinista. ¿Por qué Trotsky no tomó el poder? La mayor parte de los escritores, e historiadores como E.H.Carr, Richard B Day, Moshe Lewin y Isaas Deutscher, reducen aquél proceso a una lucha entre individuos y sus cualidades particulares, ignorando que desde el pensamiento marxista aquella realidad de lucha no era fundamentalmente una cuestión de poder personal entre Trotsky y Stalin. El poder no es el fruto de la voluntad de "grandes hombres" individuales, tal como se imagina Nietzsche y otros, anticipando la ideología del fascismo. El poder es un reflejo de la correlación de fuerzas entre las clases y la sociedad en el tiempo. Moshe Lewin no pasa de criticar a Trotsky, como un hombre "que tenía la debilidad de ser demasiado altivo y, en cierto sentido, idealista como para implicarse en las maquinaciones políticas dentro del pequeño grupo de dirigentes. Su pasado bolchevique y su estilo le impidieron actuar cuando llegó el momento..." Bastantes escritores han planteado la cuestión de "¿Por qué Trotsky no utilizó su posición, especialmente su autoridad en el Ejército Rojo, para tomar el poder en ese momento?". Trotsky no era bonapartista, sino marxista revolucionario consciente de las condiciones de todo orden necesarias. "Una lucha de la Oposición por el poder -escribió Trotsky- sólo podía concebirse en un auge revolucionario (...) Pero durante los primeros años del segundo decenio, y más tarde, no hubo auge revolucionario, sino todo lo contrario. En tales circunstancias no había que pensar en emprender una campaña por el poder (...) Del lado de la Oposición estaba la juventud y una porción considerable

de la base; pero del lado de Stalin y del Comité Central estaban todos los políticos entrenados y disciplinados ligados más de cerca a la maquinaria del secretario general (...) Los que apoyaban a la Oposición estaban espoleados por una esperanza de cambio decisivos e importantes. Por otra parte la burocracia luchó con una ferocidad extraordinaria". Por supuesto que una victoria de la revolución mundial hubiera reavivado el espíritu de los obreros rusos y detenido el avance del poder burocrático. Pero en lugar de victorias hubo nuevas derrotas, como consecuencia directa de las políticas de la dirección de Stalin y Bujarin. Ticktin y Cox se han atrevido a afirmar su "sospecha" de que “en un primer momento Trotsky no estaba dispuesto a dirigir (...) se negó a tomar el poder...” siendo el dirigente del Ejército Rojo, dejando deducir de sus palabras que era demasiado estúpido o demasiado cobarde para tomar el poder, mientras que Stalin, uno debe suponer que era más inteligente y más valiente. ¡Consumados ignorantes! no saben ni tienen la más remota idea de que el poder no es un premio que consigue el más hábil, es una relación entre individuos, en última instancia entre clases. La Oposición no podía buscar soluciones al problema en el Ejército. Se basaba en la clase obrera no por motivos arbitrarios o sentimentales, sino porque solamente la clase obrera puede llevar a cabo la transformación socialista. Basarse en cualquier otra clase, capas o grupos sociales puede conseguir un cambio en la sociedad, pero nunca en la dirección de un Estado obrero sano capaz de consolidar sus avances. Un golpe militar hubiera llevado a la consolidación del bonapartismo proletario donde todo el proceso de degeneración se hubiese acelerado enormemente.

El papel del individuo Siendo importante en la Historia no es más decisivo que las condiciones objetivas en las que vive, aunque las habilidades personales, el carácter y el intelecto de las personas ciertamente influyen y, en puntos críticos, pueden ser decisivos. Una mano siniestra, ciertamente, puede apretar un botón y hacer saltar el mundo, pero no generar un proceso ideal completamente contrario a la materialidad de las cosas. El materialismo histórico no niega en absoluto el papel del individuo en la Historia; explica que los individuos no son agentes absolutamente libres, sino que tienen que operar en función de condiciones económicas y sociales dadas que ellos mismos no han elegido, y además operar según leyes creadas independientemente de la voluntad de hombres y mujeres. En la medida que entendamos estas leyes, estamos en condiciones de llegar a un análisis científico del alcance y el significado de las acciones del actor o los actores de que se trate. Desde esa óptica, muy bien podemos atrevernos a decir y confirmar con los hechos que la Revolución en Octubre nunca hubiera tenido lugar sin la presencia de Lenin y Trotsky. No puede caber duda de que las políticas de Zinoviev, Kámenev y Stalin hubieran llevado a la derrota y al triunfo de la reacción en 1917, después de lo cual se nos hubiera presentado una gran cantidad de tesis doctorales sobre "la cuestión del poder" escritas por los "tan sabios" pretendiendo "demostrarnos" que la idea de una revolución socialista en Rusia era completamente utópica. La Revolución de Octubre se concretó en la realidad como un hecho de magnitudes gigantescas dado en la Historia en "un punto crítico", donde el papel en la escena de Lenin y Trotsky como individuos fue decisivo, no sólo desde luego porque pusieron todas sus habilidades y conocimientos teóricos para dirigir acertadamente a los obreros rusos a la victoria en 1917, sino y fundamentalmente porque fueron reflejo y acertaron a interpretar las condiciones generales de la sociedad. Helvetius hizo la observación hace tiempo: "Cada período tiene sus grandes hombres, y si no, se los inventa". Stalin, igualmente, con su propia psicología y forma de ser, personificaba los puntos de vista y las aspiraciones de la capa de funcionarios y administradores en auge en las oficinas del Estado, los sindicatos e incluso el Partido. Gentes incluso en las filas del bolchevismo donde había muchos elementos que, aun estando sinceramente dedicados a la causa del socialismo, no estaban lo suficientemente empapados de las ideas y principios del marxismo, "hombres de comité", los organi-

zadores, los "prácticos" del partido, con su tradicional desprecio hacia la teoría, su impaciencia por "concretar" sin saber resumir sus amplias generalizaciones, inclinados por demás hacia las soluciones administrativas. Otros eran gentes que habían sido empujadas hacia cargos de responsabilidad sin que tuvieran la preparación necesaria. La mayor parte de los mejores elementos murieron durante la guerra civil. Stalin les daba todas las garantías deseables: el prestigio del viejo bolchevique, un carácter firme, un espíritu estrecho y una rela ción indisoluble con las oficinas. “Sería ingenuo creer que, desconocido de las masas, surgió repentinamente de entre bastidores armado de un plan estratégico completamente elaborado. No -dice Trotsky-. Antes de que él hubiera previsto su camino, la burocracia lo había adivinado...”, tanto que "Stalin se sorprendió con su propio éxito (...) Figura de segundo plano ante las masas y ante la revolución, Stalin se reveló como el jefe indiscutido de la burocracia termidoriana, el primero entre los termidorianos".

III. Del Plan Quinquenal a las purgas Colectivización forzosa Después de dos años de hacer el juego a los kulaks, a la dirección de Stalin-Bujarin le pilló totalmente por sorpresa la crisis de 1927-28. Las advertencias de la Oposición demostraron ser correctas. A Stalin le entró pánico y ordenó un giro de 180°. Apropiándose de algunos de los puntos del programa de la Oposición de Izquierdas, pero de manera distorsionada y burocrática, giró hacia el ultraizquierdismo. Lenin siempre abogó por la colectivización de la agricultura de manera gradual y voluntaria. Nunca se le ocurrió la loca idea de la colectivización forzosa a punta de pistola de millones de propiedades campesinas dispersas. Propugnaba convencer pacientemente a través de granjas-modelo colectivas e introduciendo tecnologías más avanzadas, tractores, fertilizantes, electricidad, escuelas, etc. Nunca concibió la idea de colectivizar con arados de madera, lo que era un contrasentido evidente. "Las posibilidades reales de la colectivización -escribió Trotsky- no estaban determinadas por la situación sin salida de los cultivadores, ni por le energía administrativa del gobierno; lo estaban ante todo por los recursos productivos dados, es decir, por la medida en que la industria podía proporcionar herramientas a la gran explotación agrícola (...) los koljoses fueron organizados frecuentemente con útiles que sólo convenían a las parcelas. En estas condiciones, la colectivización exageradamente apresurada se transformaba en una aventura". El paso del oportunismo al ultraizquierdismo: la colectivización completa de la agricultura "lo antes posible", llevó a la descabellada política de la "liquidación de los kulaks como clase". Según N. Ivnitsky, citado por A. Nove, la consecuencia sería la deportación de unas 300.000 familias de kulaks. Producto de la colectivización forzosa, en 1929 las granjas colectivas aumentaron del 1,7% al 3,9%. En 1930 subieron al 23,6%. Un año después, el porcentaje era del 52,7%; en 1932, el 61,5%; en 1933, el 64,4%; en 1934, el 71,4%; y en 1936, el 89,6%. El porcentaje de la superficie colectivizada aumentó del 33,6% en 1930 al 94,1% en 1935. Los métodos utilizados nada tenían en común con las ideas de Lenin. "No solamente se colectivizaban -escribió Trotsky- los caballos, las vacas, los corderos, los cerdos, sino hasta los polluelos".

Sucedió inmediatamente lo peor -escribió Shokolov en "Virgin soil upturn": "En Gremyachy Log se sacrificaban reses todas las noches. Apenas caída la noche se empezaban a oír los balidos apagados de las ovejas, los chillidos de muerte de los cerdos o los mugidos e los becerros (...) e incluso vacas fueron sacrificados, al igual que el ganado de cría. El ganado astado de Gremyachy quedó reducido a la mitad en dos noches". En 1932 la producción general de grano cayó en casi 250 millones de quintales; la de azúcar, a la mitad; el número de caballos y cerdos, un 55%; el de ovejas, un 66%; y el ganado vacuno, un 40%. Las consecuencias económicas y principalmente las humanas fueron espantosas. En el período 1931-32 unos siete millones de personas murieron en la hambruna resultante. Victor Kravchenko, entonces oficial de la GPU (policía secreta de Stalin, luego KGB), recuerda lo que escuchó sobre la situación: "Hay cientos de personas en Petrovo hinchadas por el hambre. No sé cuantas mueren cada día. Muchas están tan débiles que ya no salen de sus casas. De vez en cuando pasa un carro para recoger los cadáveres. Hemos comido cualquier cosa que podamos agarrar: gatos, perros, ratones, pájaros; cuando se haga de día verás que los árboles han perdido la corteza (...) Nos hemos peleado por comer estiércol de caballo". La burocracia del régimen stalinista se vio obligada a tocar retirada desordenadamente, obligados a dar a los campesinos, además de las granjas colectivas, pequeñas parcelas personales. Zigzags económicos Stalin también ordenó un cambio total de política en el terreno industrial, abandonando lo que él mismo había defendido con Bujarin: el crecimiento lento y cauteloso. Ahora había que ir a velocidad de vértigo. En diciembre de 1929, un congreso de las "brigadas de choque" aprobó un llamamiento para realizar el Plan Quinquenal en cuatro años. El 4 de febrero de 1931 Stalin habló de completarlo en tres años en todas las ramas básicas de la industria: "!No se debe reducir el ritmo! Al contrario, hay que acelerarlo (...)". Tuvo como consecuencia la confusión entre un sector de las dispersas fuerzas de la Oposición de Izquierda aislada de sus dirigentes desde 1928, donde se empezó a desarrollar un ambiente de conciliación y capitulación. Zinoviev y Kámenev se retractaron de sus "errores" de interpretación, y otros, como Radek y Preobazhenski, les siguieron. Trotsky, comentando estas capitulaciones señaló cómo "la Revolución es una gran devoradora de personas. La capitulación escribió - significaría: a) autocondenarnos a llevar una vida vegetal zinovievista -la naturaleza no conoce un estado más vergonzoso-, y, b) un inmediato viraje a la derecha stalinista". Pocos años después se verían sus razones asistidas. La capitulación no salvaría a los antiguos oposicionistas. La mayoría de ellos serían después acusados de "enemigos de la Unión Sovié tica" y fusilados entre 1936 y 1938. El 5 de septiembre de 1929 se introdujo el principio de la dirección unipersonal en las empresas. Las organizaciones del partido en las fábricas recibieron instrucciones de no interferir en los poderes de los directores. El 21 de noviembre se prolongó la jornada laboral eliminando el domingo como día de descanso regular. Se desviaron los recursos del consumo hacia la inversión en la industria pesada. Los que se opusieron a las normas salvajemente exageradas de producción fueron denunciados como saboteadores mencheviques. A finales de 1930 y principios de 1931 se celebraron dos grandes juicios por sabotaje económico y actividades de destrucción, en la mayor parte de los casos basados en confesiones falsas, siendo muchos fusilados. En nombre de un empuje para la construcción del "comunismo", el nuevo zigzag ultraizquierdista llevó al aventurerismo económico por alcanzar lo antes posible a Occidente, como Stalin lo declaró: "Estamos cincuenta años o cien por detrás de los países avanzados. Tenemos que cubrir esa distancia en diez años"... Pero el empuje del crecimiento y sus métodos estaba ya procesando la crisis profunda de 1933. A medida en que alcanzaban límites y cuellos de botella en todos los sectores de la economía, con la producción agrícola descendida a su punto más bajo, el nivel de vida también se resintió. En 1932 se había adoptado la medida de importar máquinas-herramientas por valor de 338 millones de rublos, que representaban el 78% de todas las instaladas ese año (más tarde todas las herramientas básicas de la industrialización y de la producción de armamentos estaban fabricadas en la URSS). Pero es cierto que a pesar de la dislocación, durante el primer Plan Quinquenal se construyeron unas 1.500 grandes empresas, como el Dneproges, los complejos metalúrgicos de

Mangnitogorosk y Kuznetsk, la fábrica de maquinaria de los Urales, la planta de maquinaria agrícola de Rostov, las fábricas de tractores de Chelyaninsk, Stalingrado y Jarkov y las de automóviles de Moscú y Somovo, el complejo químico de los Urales, la fábrica de maquinaria pesada Kramator, etc. En 1934 las cosas empezaron a recuperarse parcialmente. El producto industrial bruto creció un 19%; un 23% en 1935; y un 29% en 1936. La producción agrícola también se recuperó de manera constante. El crecimiento económico entre 1935-36 fue considerable. "Sea cualquiera la validez de ciertas afirmaciones oficiales -dice Alec Nove-, lo cierto es que más allá de toda duda el período del segundo Plan Quinquenal fue de logros impresionantes". En Rusia nunca habían existido sectores industriales como los que se crearon. Se construyeron cientos de miles de kilómetros de líneas férreas y canales. La parte oriental del país se convirtió en el segundo centro metalúrgic o y petrolero de la industria soviética. Se fundaron cientos de nuevas ciudades y asentamientos. En los años siguientes, mientras el mundo capitalista estaba paralizado por la peor de las depresiones de su historia, la URSS dio los más sorprendentes pasos gigantescos de avance. Con el segundo Plan empezaron a aumentar los salarios reales. El 1 de enero de 1935 se abolió el racionamiento del pan, y en octubre el de la carne, grasas, pescados, azúcar y patatas. En el mismo año el sistema de distribución planificada dejó paso al comercio. En enero de 1936 se abrió a la población el acceso a los productos industriales de consumo. En enero de 1937, el precio medio de los productos no alimentarios bajó un 3,8%. Se restauraron las relaciones monetarias después de un período de inflación crónica. Mientras el índice de precios al consumo aumentó un 80% entre 1932 y 1937, los salarios aumentaron un 113%, pero todavía por detrás de los de 1928. Pertenecen a Stalin las palabras siguientes:"...la vida es más fácil, la vida es más feliz y cuando la vida es feliz el trabajo se hace más deprisa", eran obviamente una visión exagerada de la vida soviética. Lo cierto es que el paro había sido suprimido. De hecho, el avance económico provocó una escasez de mano de obra que sólo se superó mediante la reincorporación de millones de campesinos a la industria rusa. El régimen de Stalin introdujo el trabajo a destajo y su corolario, las brigadas de choque del movimiento stajanovista, al objeto de aumentar la productividad por encima de todo. En todas partes se implantaron nuevos y más exigentes objetivos de producción con aumentos bruscos, a principios de 1936, de un 30-40% en el sector del metal; 34% en el químico; 51% en la generación de electricidad; 26% en la minería del carbón; y 25-29% en la producción de petróleo. Basado el régimen en toda las cifras de avances y en sus políticas impulsivas se permitió proclamar "el triunfo final e irrevocable del socialismo". El trabajo a destajo, descrito por Marx como "el más adecuado de los métodos capitalistas de producción", ¡fue aclamado como destajo socialista!. Aplicado de aquella manera, terminaría provocando un resentimiento amargo en la clase obrera. "La propiedad estatal de los medios de producción no transforma el estiércol en oro y no rodea de una aureola de santidad el sistema de sudor que agota la principal fuerza productiva: el hombre". Divisiones sociales crecientes A principios de 1930, la derrota de las oposiciones revolucionarias de izquierda y derecha había dejado el camino libre para la dominación completa de la fracción stalinista. "Los jacobinos escribió Trotsky- han sido expulsados por los termidorianos y bonapartistas, los bolcheviques han sido suplantados por los estalinistas "democráticos". La nueva "democracia" en la URSS no celebró ningún congreso sindical de 1932 a 1947. Los sindicatos se convirtieron en meros apéndice del Estado. Los sóviets se habían transformado en órganos de dominio burocrático. El nuevo régimen elaboró una nueva constitución en 1936, presentándola como la "más democrática del mundo". En víspera de las elecciones generales de 1937, Stalin declaró: "El mundo nunca ha visto unas elecciones tan completamente libres y verdaderamente democráticas". Pero de aquella constitución "democrática" resultó el hecho absurdo de que los candidatos del Partido sacaran un 99,9% de los votos... Un ejemplo sin más importancia que la que queramos darle: el 21 de diciembre de 1947, en las elecciones a sóviets locales, Stalin consiguió 2.122 votos. La circunscripción sólo tenía 1.617 electores. Pravda explicó que "las papeletas electorales de más fueron introducidas por ciudadanos de circunscripciones vecinas ansiosos por aprovechar la oportunidad de expresar su gratitud a sus líderes". Otro: Lituania, 12 de julio de 1940, en el referéndum sobre su unión con la URSS: Moscú anunció los resultados después del primer día de unas votaciones

que duraban dos. Así, un periódico londinense pudo publicar los resultados oficiales de una agencia de noticias rusa veintic uatro horas antes del cierre de las urnas". Anécdotas, ciertamente, pero de características sólo dables bajo un férreo dirigismo burocrático como el consolidado en Rusia con Stalin a su cabeza. El crecimiento económico no se reflejó en una mayor igualdad, profundizó una división social creciente, tanto entre la clase obrera, como entre los trabajadores mejor y peor pagados. Las ratios en principio establecidos se sobrepasaron. El 8 de febrero de 1932 fue abolida la regla que impedía a los funcionarios del Partido recibir salario mayor al de un obrero cualificado. Al tiempo que se abolía el racionamiento y que aumentaban los salarios de la mayoría, aumentaron los privilegios de la burocracia y con ellos el bienestar de las capas dirigentes comenzando a superar sensiblemente al del bienestar de las masas. Un pequeño grupo de altos cargos ya estaba recibiendo privilegios desde el primer Plan: comercios y comedores especiales, hospitales y centros vacacionales, etc. Algunos burócratas tenían varios cargos y salarios. Se aplicó un sistema de subsidios, desde presidente de sóviet local para arriba. Los funcionarios del partido terminaron recibiendo prebendas por conferencias, congresos y demás. Para impedir las consecuencias del desenfreno hubieron de recortar o limitar las corrupciones, pero, con sumo cuidado, sin atreverse a describir ese estrato parasitario como una nueva clase. A diferencia del proletariado, la burocracia no era una formación social homogénea. Existía la "casta" dominante compuesta por una 500.000 personas, a las que había que sumar todo el resto de la burocracia soviética: funcionarios de los aparatos del Estado, el partido, los sindicatos, las cooperativas y el complejo militar industrial, junto a sus familias, alrededor de 20-25 millones de personas, un 12-15% de la población. A mediados de los 30, la burocracia con Stalin a su cabeza ya se había asegurado una posición de poder mucho mayor que cualquier otra burocracia en la Historia. Con el arma del dirigismo burocrático y su auxiliar, el movimiento stajanovista, aquél complejo burocrático hizo crecer, ciertamente, la productividad del trabajo, lo que desarrolló la industria y consolidó su control del poder, en un momento en que el mundo estaba hipnotizado por los asombrosos avances de los primeros planes quinquenales de la URSS. La degeneración burocrática no se produjo de la noche a la mañana. Fue un proceso excepcionalmente contradictorio que se desarrolló durante un largo período. Trotsky no llegó inmediatamente a una conclusión acabada, debido al propio carácter del fenómeno. En 1929 ya se había enfrentado a un dirigente de la Oposición alemana, Hugo Urbahns, que distorsionaba su punto de vista sobre el carácter de clase del Estado soviético asegurando que en Rusia se había completado la contrarrevolución capitalista y que todo estaba perdido. Trotsky arremetió en sucesivas veces contra las "nuevas" teorías que consideraban que la URSS ya no era un Estado obrero. Argumentó que, aunque se había dado una degeneración, las conquistas básicas de la revolución seguían intactas: "...mientras los obreros conscientes estén armados -escribió - la Rusia soviética seguirá siendo un Estado proletario (...)". Describía a la burocracia como una forma de centrismo burocrático, que reflejaba el giro de Stalin de izquierda a derecha y viceversa. Participaba con Lenin de la idea de luchar por la reforma del Partido actuando en su seno como una fracción, no por formar uno nuevo. La Oposición de Izquierdas Internacional defendió a toda costa esta posición hasta 1933 en que modificó su postura, ante la catástrofe en Alemania, que culminó con la victoria de Hitler, como el equivalente histórico de la traición de la socialdemocracia en agosto de 1914. Esta vez el papel de los dirigentes del PC Alemán y la Comintern fue incluso más desastroso. Pues, los dirigentes comunistas alemanes, con su descabellada política del socialfascismo (basada en que todos los partidos excepto el Comunista eran fascistas, que Stalin resumió: "objetivamente la socialdemocracia y el fascismo son gemelos") y del llamado "frente único desde abajo" y junto al papel miserable jugado por los dirigentes socialdemócratas, escindieron el movimiento de la clase obrera y lo entregaron sin lucha al fascismo. La política exterior soviética La política exterior es la continuación de la interior. Cuando los bolcheviques llegaron al poder, toda su perspectiva se basaba en la revolución mundial. La Tercera Internacional (marzo de 1919) tenía entre sus objetivos el derrocamiento del capitalismo mundial y la construcción de una cadena de repúblicas unidas a la URSS. La clave, pues, ante cada momento difícil era aguantar en la espera. El

gobierno publicó un decreto por la paz sin anexiones, que -en palabras de Lenin- "debe dirigirse tanto a los gobiernos como a los pueblos", para no alejar la posibilidad de una paz sin carácter alguno de ultimátum ni intransigencia. Para las masas, sufridas de la guerra, fue un mensaje de esperanza, inspiración y coraje, camino a una salida del caos sangriento en que el capitalismo había sumido la sociedad. Como consecuencia, la Revolución de Octubre provocó una oleada de fervor revolucionario en la clase obrera de todo el mundo. Pero, rodeada como estaba por potencias hostiles, se vio obligada a firmar una paz humillante con el imperialismo alemán en Brest-Litovsk. Poco después, se enfrentaba a la guerra civil y a los ejércitos extranjeros enviados para aplastarla. De pronto, se iluminó el horizonte con el estallido en noviembre de 1918 de la revolución en Alemania anunciada al gobierno soviético con el siguiente mensaje: "Saludos de paz y libertad a todos. Berlín y los distritos colindantes están en manos del Comité de Diputados de Obreros y Soldados...". Karl Radek describió aquél momento en Rusia: "De todos los rincones de la ciudad salieron manifestaciones hacia el sóviet de Moscú... Decenas de miles de personas estallaron en encendidos aplausos. Nunca he vuelto a ver nada igual. Obreros y soldados del Ejército Rojo desfilaron hasta tarde. Había llegado la revolución". Lenin se apresuró a escribir a Trotsky y Sverdlov: "la revolución internacional se ha acercado tanto en una semana que hay que considerarla una cuestión de los próximos días (...) dispuestos a morir por ayudar a los obreros alemanes". Les instaba a un esfuerzo por la localización de todas las reservas de grano para ayudar a los alemanes, y a multiplicar los alistamientos para un ejército de tres millones "para ayudar a la revolución obrera internacional". El colapso del capitalismo fue señalado por revoluciones en Alemania, Austria, Hungría y Baviera, y por situaciones revolucionarias en Italia, e incluso Gran Bretaña. La oleada revolucionaria que barrió Europa levantó enormes expectativas. El fantasma de la revolución recorría todo el continente. Pero fue derrotado. La socialdemocracia se avino a la destrucción de la revolución, que fue sangrienta, para devolver el poder al capitalismo. Las poderosas burocracias sindicales y socialistas se pusieron a la cabeza del levantamiento de las masas para desviarlo por canales inocuos. El Partido Socialista italiano ordenó a los obreros abandonar por "anticonstitucional" las fábricas que habían ocupado en 1920. Los obreros alemanes vieron a dos de sus mejores representantes, Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, asesinados. Resaltó manifiesta la debilidad de los partidos y grupos comunistas existentes. Hasta 1920, después de formarse la Tercera Internacional, no surgieron partidos comunistas de masas, de escisiones en las organizaciones tradicionales. Pero esos partidos, como los de Alemania, Italia, Francia y Checoslovaquia eran lógicamente inexpertos, recién formado adolecían de ultraizquierdismo y sectarismo. Lenin, en el 2º Congreso del Comintern planteo el tema, que abordó en su obra "El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo". Las resoluciones de los cuatro primeros congresos de la IC, entre 1919-22, son un conjunto de tácticas y estrategias para guiar el movimiento comunista. Sin embargo, en sus líneas más correctas emanadas de Lenin para impulsar la oleada revolucionaria que se estaba desencadenando, fueron socavadas por Zinoviev y Stalin. Sus métodos burocráticos y apreciaciones políticas se dejarían sentir con efectos particularmente desastrosos en la misma Alemania, donde la dirección del PC quedó desorientada tras el asesinato en 1919 de sus camaradas. Recién Paul Levy en la dirección del PC, mostró tendencias oportunistas duramente criticadas por el ala ultraizquierdista (Ruth Fischer y Arkady Maslow) e igualmente por Lenin y Trotsky, pero opuestos a apartar burocráticamente a dirigentes, aunque cometieran errores. Lenin lo había advertido a Bujarin: "Si quieres obediencia, obtendrás tontos obedientes". Lenin era siempre y por principio partidario de educar a la militancia a través de la explicación paciente, la discusión y la crítica amistosa. Finalmente, Levy fue apartado y más tarde evolucionó hacia la derecha. Lenin comentó: "Bien, perdió la cabeza. Pero tenía una cabeza para perder". Pronto su escepticismo respecto a la nueva dirección "izquierdista" demostró ser correcto. El inexperto PCA, bajo la dirección de Fischer y Maslow, se embarcó en una insurrección mal preparada, sin apoyo de masas , que acabó en una grave derrota para los comunistas. La llamada Acción de marzo hizo perder 200.000 afiliados y aisló el partido. Zinoviev, siempre ajeno a la necesidad de reeducar al partido y la dirección en el transcurso de la acción y la discusión común, se limitó a sustituir burocráticamente a Fischer y Maslow por los "derechistas" Brandler y Thalheimer. Estos métodos tuvieron un efecto desmoralizador sobre sectores de la militancia y desorientaron a la dirección. La Revolución Alemana de 1923

La guerra mundial lejos de resolver agravó los problemas del capitalismo. Siguió en pie la joven república soviética; quedo desposeída Alemania de bienes, recursos y territorios y bajo indemnizaciones de guerra; quedaron en situación difícil los británicos y franceses, ahora en desventaja con los japoneses y norteamericanos; y las masas coloniales y semicoloniales, animadas por la revolución rusa, estaban a punto de rebelarse, unidas al descontento en las metrópolis. En Alemania estalló la crisis, cortada su alta capacidad productiva por las restricciones de Versalles, se había convertido en el eslabón más débil. Su impago de las indemnizaciones llevó a los capitalistas franceses a marchar sobre el Rhur, lo que vino a colapsar su economía y a favorecer que su burguesía pretendiese descargar el peso de la crisis sobre las espaldas de la clase obrera y de las capas medias, con las consecuencias revolucionarias que hubieron. El colapso del marco alemán y la toma militar francesa de tierras del Rin provocaron la revolución. Los asesinatos de Rosa y Karl impidieron al partido alemán tener la dirección necesaria para asegurar la victoria de la clase obrera. El PCA sufrió una crisis de dirección, no superada con los cambios subsiguientes, en los que la Internacional Comunista, bajo la inspiración de Zinoviev, jugó un papel pernicioso basado en separar a todo dirigente que no estuviera a favor de Moscú. Los métodos utilizados eran totalmente ajenos al bolchevismo. Negaban a los obreros la posibilidad de aprender mediante la experiencia, debatir los problemas y decidir por sí mismos qué dirigentes valían y cuáles no. Eran propios de la gente con tendencias burocráticas, conservaduristas innatos, faltos de confianza en las masas. Gentes incapaces de comprender las lentitudes del proceso de concienciación política: se tardan décadas en desarrollar los cuadros que permiten el surgimiento de una dirección auténticamente revolucionaria. El accidente jugó un papel: estallada la oleada revolucionaria en 1923, desorientada la dirección del PCA, Bradler se fue a Moscú a buscar consejos. Lenin y Trotsky estaban enfermos. Lo recibieron Stalin y Zinoviev, que le movieron hacia orientaciones equivocadas. Zinoviev, repitiendo su error de octubre de 1917, cuando él y Kámenev se opusieron a la insurrección, expresó abiertamente su escepticismo sobre las perspectivas revolucionarias en Alemania; sugirió cautela, aconsejando en la práctica que no hicieran nada. Stalin fue todavía más crudamente oportunista. Su consejo fue sorprendente: "Dejad que los fascistas lo intenten primero"... En cualquiera de los casos, no razonaba que el éxito de la revolución no depende exclusivamente de la existencia de condiciones objetivas, que las había. También depende crucialmente de la existencia de lo que los marxistas denominamos el factor subjetivo: un partido revolucionario de masas con una dirección decidida y con una orientación clara. Un triunfo en Alemania hubiera llevado inevitablemente a la victoria en toda Europa. Pero la dirección alemana frenada por Stalin, Radek y Zinoviev, que descartaron la propuesta de Trotsky de un plan para la insurrección, se encontró con una tentativa de toma del poder furtiva y chapucera que acabó en un fiasco. Trotsky, alarmado, escribió Lecciones de Octubre para promover un debate, que abortaron Stalin, Zinoviev y Kámenev para evitar desprestigiarse en su camino hacia el poder. Lecciones de Octubre fue el punto de partida de un ataque furioso contra el supuesto trotskismo. Su mensaje central quedó sepultado bajo una montaña de mentiras y calumnias. Ya se estaban sustituyendo los métodos de Lenin por los propios de una burocracia dirigista que exige la aceptación acrítica de lo emanado de una dirección omnisciente e infalible. Socialismo en un solo país Con Lenin moribundo y Trotsky atacado, se extendió el escepticismo, consecuencia de la "teoría" del socialismo en un solo país surgida directamente de la derrota alemana (contraria a los basamentos de Octubre y de la Tercera Internacional), y comenzó el giro hacia la derecha en la política económica y el apoyo a los kulaks y los nepmen. Esta derrota reforzó la reacció n burocrática y las posiciones de un Stalin siempre poco interesado por las perspectivas internacionales y ahora cada vez más escéptico sobre la revolución internacional. En ese momento, Stalin no tenía la más mínima noción de adónde iba a llevar esa teoría al país y la Comintern. Trotsky predijo en 1928 que si la Internacional aceptaba esa teoría, "sería el inicio de un proceso que culminaría en la degeneración nacional-reformista de todos y cada uno de los partidos comunistas del mundo, estuvieran o no en el poder".

Stalin, para imponer la teoría en la política interior y exterior tendría que hacerlo eliminando toda resistencia en todas partes. La política exterior pasó a su dominio. Una vez perdida toda su confianza en la clase obrera internacional empezó desesperadamente a buscar aliados para "defender a la Unión Soviética de un ataque ". Utilizó a los jóvenes dirigentes inmaduros de la Internacional como agentes de su política exterior. El tercer período Después de cuatro años de violación de Estatutos de la Internacional Comunista, un Congreso convocado en 1928 introdujo oficialmente el programa del socialismo en un solo país en el programa de la Internacional, dando inicio a lo que se denominó el tercer período, supuestamente anunciador del colapso del capitalismo mundial (los períodos primero y segundo los significaron, respectivamente, los levantamientos revolucionarios desde el 17 y la relativa estabilidad capitalista después del 23). Al mismo tiempo, la socialdemocracia, según la famosa teoría de Stalin (hoy muerta y enterrada), supuestamente se había transformado en socialfascismo. Precisamente en este período el capitalismo sufrió la recesión sin precedentes de 1929-33. En Alemania, 6 millones de parados se veían arruinados al igual que las capas medias, que desmoralizadas por los fracasos del 23 empezaban a buscar solución a sus problemas en otra dirección. Los nazis financiados por los capitalistas comenzaron a asegurar una base de masas. En septiembre de 1930 lograron unos 6,5 millones de votos. Mientras, los comunistas y socialdemócratas, que constituían la fuerza más poderosa de Alemania y una de las más poderosas del mundo, con fuertes organizaciones y cientos de miles de obreros organizados en milicias, sumados sus votos eran más del doble que los nazis. Pero la influencia de la URSS, con el efecto desastroso de la política de Stalin en la Internacional, el bandazo a la izquierda expresado en la colectivización forzosa y la locura del "Plan en cuatro años", encontró su reflejo en el terreno internacional en la teoría ultraizquierdista y del socialfascismo del tercer período. Trotsky, ante el primer avance electoral importante de Hitler, exigió la vuelta a la política leninista de frente único de comunistas y socialdemócratas. Desde su exclusión de la Internacional y mientras pedía su readmisión, lanzó la consigna para una campaña de tres años por parte de la Oposición de Izquierdas Internacional de la Comintern al objeto de exigir al Partido Comunista Alemán el lanzamiento de una campaña por el frente único con los socialdemócratas, para impedir que Hitler llegase al poder. En aquel momento las fuerzas conjuntas de comunistas y socialdemócratas eran más que suficientes para derrotar a los fascistas. Pero no fue así, la parálisis del proletariado, la confusión de las gentes ante políticas que consideraban a la socialdemocracia como el principal enemigo de la clase obrera, permitieron a Hitler, en 1933, vanagloriarse de haber llegado al poder "sin romper un cristal". Por primera vez en la Historia, se permitía a la reacción tomar el poder sin ninguna resistencia por parte de la clase obrera. Ultraizquierdismo y socialfascismo se habían dado la mano con resultados nefastos. En Prusia, los estalinistas llegaron a formar un frente no declarado para derrocar el gobierno socialdemócrata. Con estos métodos se entregó a la poderosa clase obrera alemana atada de pies y manos a los nazis. Las organizaciones obreras fueron destruidas. Comunistas y socialdemócratas sin distinción acabaron en los campos de concentración de Hitler y la URSS quedó en una situación terriblemente peligrosa. La victoria de Hitler En septiembre de 1930, el órgano del PCA, el Rote Fahne, proclamó: "La pasada noche fue el día del señor Hitler, pero la llamada victoria de los nazis es el principio del fin". La inspiración venía de Stalin. Durante todos estos años, la Comintern siguió con esa política. Incluso en mayo de 1932, el periódico comunista británico Daily Worker atacaba orgullosamente la política de los trotskistas en Alemania de esta manera: "Es significativo que Trotsky se haya pronunciado por un frente único contra el fascismo. En un momento como el actual no se podía haber dado una dirección de clase más contrarrevolucionaria". Con Hitler en el poder, la Comintern, lejos de reconocer la catástrofe, ratificó solemnemente la política seguida, que tenía como punta de flecha la inimaginable consigna: "¡después de Hitler nos toca

a nosotros!". La degeneración de los partidos de la IC no permitió ni un murmullo de protesta u oposición en sus filas. Para Trotsky, en marzo de 1933, la Tercera Internacional, al igual que la Segunda en 1914, estaba muerta políticamente, lo que cambió su perspectiva de reforma de los partidos comunistas y de la URSS: en vez de luchar por la reforma del PCA, ahora hizo una llamada a la construcción de un nuevo partido. En julio, escribía: "Con la impotencia de la Comintern, con la parálisis de la vanguardia proletaria y, en estas condiciones, con el avance del fascismo mundial, el triunfo de la contrarrevolución sería inevitable en la URSS. (...) lo único que puede salvar al Estado obrero será la intervención del movimiento revolucionario mundial. (...) Lo que falta es el partido revolucionario. (...) Sólo se puede salir de este círculo vicioso rompiendo con la burocracia stalinista. Hay que construir un nuevo partido, bajo una bandera limpia". La Oposición de Izquierdas rompió con la Comintern: había que construir nuevos partidos y una Cuarta Internacional. En la Unión Soviética, la burocracia se había independizado cada vez más de la clase obrera. Trotsky llegó a la conclusión de que se necesitaba una revolución adicional (una revolución política) para desplazar a la burocracia y restablecer un régimen de auténtica democracia obrera: "No quedan dijo- caminos "constitucionales" normales para eliminar a la camarilla dominante. Sólo por la fuerza se podrá obligar a la burocracia a dejar el poder en manos de la vanguardia proletaria". La Internacional Comunista siguió aplicando su falsa política hasta 1934. En Francia, cuando los fascistas organizaron manifestaciones armadas para derrocar al gobierno liberal y el parlamento, el PCF ordenó manifestarse con ellos. Hasta que no se expresó brutalmente el peligro que Hitler representaba, Stalin y la burocracia no se sintieron aterrorizados. Entonces, despreciando cínicamente la capacidad de la Comintern como instrumento de la revolución mundial, Stalin la convirtió abiertamente en un instrumento de la política exterior rusa. En su búsqueda de aliados, se oriento a la burguesía de Gran Bretaña y Francia. La política de frente popular, de coalición con los capitalistas liberales, de por vida combatida por Lenin, fue iniciada y aprobada por el que iba a ser el séptimo y último congreso de la Internacional, celebrado en 1935. Representaba una nueva etapa en la degeneración de la Comintern y el primer Estado obrero del mundo. Los frentes populares La obsesión por la seguridad de la URSS llevó a establecer relaciones diplomáticas normales con las potencias capitalistas. Después de 1933, Stalin esperaba establecer relaciones diplomáticas más estrechas con la Alemania de Hitler. Pero, desairado por éste y alarmado por el rápido rearme alemán, empezó a buscar otros aliados: se unió a la Liga de Naciones, antes denunciada por Lenin como una "cocina de ladrones"; para contrarrestar la amenaza militar urgió a la Comintern a promover la llamada política de "seguridad colectiva", formaba parte del cambio brusco que llevó a la política de frente popular. En 1943, en un nuevo gesto hacia sus aliados imperia listas, Stalin disolvió la Comintern. La política de frente popular se basaba en alianzas entre partidos obreros y partidos burgueses; era simplemente una mera resurrección de la vieja política "liberal-laborista" de colaboración de clases, criticada implacablemente por Marx y todavía más por Lenin, que combatió siempre las ilusiones en la burguesía liberal e insistió en una política de independencia de clase. Lo esencial del argumento de Lenin referido a Rusia era que la democracia no la conseguirían los liberales, sino solamente la unidad revolucionaria del proletariado y los campesinos pobres contra los liberales, al igual que contra la autocracia. Esto quedó claro en 1905-06, cuando los liberales traicionaron la revolución y llegaron a un acuerdo con la autocracia a costa de los obreros y campesinos. Toda la historia del movimiento obrero demuestra que las alianzas programáticas acaban en desastre. En los escritos de Marx, Engels y Lenin siempre se caracteriza a la burguesía liberal como una clase cobarde y reaccionaria, incapaz de llevar adelante las tareas de la revolución democrático-burguesa. Un hecho ampliamente corroborado no sólo por la experiencia de la Revolución Rusa, sino también por el papel de la burguesía nacional en la revolución colonial en todo el período posterior a la II Guerra Mundial. En esencia, la política adoptada por la Comintern en 1935 fue, citando a Trotsky, "una caricatura maliciosa del menchevismo". Los gobiernos de frente popular formados en Francia y España, supuestamente para impedir el peligro del fascismo, tuvieron el efecto contrario. En todos los casos, bajo la presión de los grandes monopolios y de sus aliados liberales, se atacaron los niveles de vida de los obreros, campesinos y capas medias. Las promesas de reforma se convirtieron rápidamente

en su contrario, preparando el terreno para la reacción. El ejemplo más terrible fue lo que sucedió en España. La Revolución Española En julio de 1936 el heroico proletariado se levantó contra el golpe fascista. El Estado colapsó, con la mayor parte de la casta de oficiales pasándose al bando franquista. Los obreros trataron una y otra vez de tomar el poder. En Barcelona, los obreros cenetistas y del POUM asaltaron los cuarteles armados solamente con cuchillos, palos y viejos rifles, aplastaron a los fascistas y el poder quedó en manos de la clase obrera, algo que hubiera sido posible en toda España, de no ser por la política de los dirigentes de las organizaciones obreras, que se aferraban a su alianza con los republicanos burgueses. El movimiento revolucionario ya había ido mucho más allá de los límites de la república burguesa. Ronald Fraser lo ha descrito como "una revolución a fondo. El pueblo luchaba por conseguir todas aquellas cosas de las cuales las fuerzas reaccionarias les habían privado durante mucho tiempo. Tierra y libertad, el fin de la explotación, el derrocamiento del capitalismo. El pueblo no luchaba por una democracia burguesa...". Pero los dirigentes de todos los partidos obreros -anarquistas, socialistas, comunistas e incluso el POUM- entraron en el gobierno burgués del frente popular y se convirtieron en el primer obstáculo para la revolución. Los republicanos tenían más miedo de los obreros y campesinos que de los fascistas, ante los que estaban dispuestos a capitular. Los dirigentes de la Internacional Comunista aplicaban las instrucciones de Stalin, que actuaba aterrorizado de que una revolución socialista triunfante en España entusiasmara a los obreros rusos y minara el poder de la burocracia. Al mismo tiempo, quería aplacar a los capitalistas de Gran Bretaña y Francia para llegar a una alianza contra Alemania. En aquél momento veía un peligro para la URSS en cualquier propósito revolucionario. Así, destruyendo la revolución española aseguraron la victoria de Franco, y con ello la II Guerra Mundial se hizo inevitable. Por su parte, las llamadas democracias de Gran Bretaña y Francia ayudaron a Franco escondidas bajo la bandera de la "no-intervención". La política de Stalin en España no convenció a los imperialistas británicos y franceses para convertirse en aliados de la Unión Soviética, todo lo contrario. "Aquella forma vergonzante de hacer la revolución desmoralizó al pueblo, que no la entendía declaró un militante comunista". Los obreros habían hecho todo lo posible por tomar el poder. La última oportunidad fue en mayo de 1937. En Barcelona, el edificio de la Telefónica que estaba bajo el control de la CNT, los estalinistas intentaron tomarlo. En respuesta a esta traición, los obreros anarquistas y del POUM organizaron una insurrección en los primeros días de ese mes, que contaba con el apoyo mayoritario de los obreros. Durante cuatro días el poder estuvo en manos de los trabajadores. Pero una vez más, el POUM y la CNT se negaron a tomar el poder, sus dirigentes exigieron el abandono de la lucha y la vuelta al trabajo. Trotsky había advertido que, sin una política de clase correcta, todos los logros del POUM se convertirían en polvo. Ciertamente, su consigna no les salvó y fue desastroso para la revolución. Al cabo de seis semanas, se ilegalizó el POUM y se desarmó a la CNT. El camino estaba libre para el aburguesamiento de las fuerzas armadas y la reconstrucción del Estado bajo la batuta de la burguesía. Pere Ardiaca, editor de Treball, periódico del PSUC, confiesa que el partido apoyó la persecución contra el POUM: "... al celebrarse el juicio contra los poumistas, nos quedamos estupefactos ente las declaraciones que allí se hicieron, pero, al mismo tiempo, en ningún momento se nos ocurrió protestar ya que compartíamos la opinión de la parte acusadora". No es extraño que Ardiaca describa el asesinato de Andrés Nin como "una herencia harto pesada". Pero nada puede cambiar el hecho de que los dirigentes catalanes y españoles eran, por lo menos, cómplices activos de la política estalinista en España. La liquidación de la revolución llevó inevitablemente al desastre que Trotsky había predicho. Los estalinistas apoyaron el lla mado gobierno de la victoria de Negrín, un socialista de derechas. La clase obrera estaba desilusionada y desmoralizada, siendo la moral el factor decisivo que da a las masas ventaja en su entusiasmo revolucionario. Sin éste, la victoria de la reacción es inevitable. La precondición para la victoria en España era política: la confianza de las masas en la causa por la que estaban luchando. Esta afirmación se puede demostrar con muchos ejemplos históricos. Empezando por la victoria de los bolcheviques en Rusia, que se debió sobre todo a factores políticos. En la guerra civil

china, las fuerzas de Mao eran insignificantes. Basándose en una consigna revolucionaria simple ("la tierra para los campesinos"), consiguió ganarse a las masas rurales. Ofreció parcelas a los soldados del ejército de Chiang y divisiones enteras se pasaran a los rojos y las fuerzas de la reacción simplemente se diluyeron. El movimiento espontáneo hacia la revolución socialista en España contó en su contra con la política stalinista, que, por encima de todo, buscaba en aquéllos momentos el auxilio de las "democracias" occidentales, a las que no quería preocupar con la extensión de la revolución en España. Esto no fue así ni en Alemania en 1930-33, ni en China en 1925-27. Es cierto que la política de Stalin también llevó a la derrota en esos casos, pero esa no era su intención. Al contrario, en ese momento necesitaba éxitos en el ámbito internacional. Pero ahora era diferente. En 1936, la nueva casta dominante se había consolidado y estaba ansiosa por defender sus privile gios contra cualquier amenaza, real o imaginaria. El fin de la Komintern ¿Podemos dudar por un instante de que si la revolución española hubiese triunfado y los trabajadores franceses hubiesen sido capaces de desarrollar la ofensiva de mayo y junio de 1936 hasta su conclusión, el proletariado ruso habría recobrado su valor y combatividad y derrocado a los termidorianos con un mínimo de esfuerzo? Si la Internacional Comunista se hubiera mantenido en una línea correcta, conforme al interés de clase de sus orígenes: sus cuatro primeros congresos fueron un compendio extraordinario de teoría revolucionarias con el fin de educar a los partidos comunistas del mundo recién creados e inexpertos, sin duda hubiera conseguido la victoria en uno o varios países, cambiando de esa manera la correlación de fuerzas. Sin embargo, la adopción de la teoría del socialismo en un solo país sería el inicio de un proceso que, sumado al oportunismo ya en marcha y los zigzags continuos: de conciliación con los socialdemócratas a la locura ultraizquierdista del tercer período, sólo podía acabar con la degeneración nacional-reformista de todos los partidos comunistas del mundo, sometidos éstos como quedaron al dictado de la política exterior de la Unión Soviética, que imponía abandonar las ideas básicas del marxismo-leninismo y sacrificar la revolución en el altar de la "alianza antifascista" con las "democracias" occidentales. Irónicamente, la II Guerra Mundial se precipitó por un acuerdo entre Hitler y Stalin que asestaría nuevos golpes a la clase obrera mundial y a la Comintern. Stalin, en una nueva pirueta, lanzó una campaña por la paz que beneficiaba a Hitler, hábilmente disfrazada de política "revolucionaria". Como Trotsky anticipó en marzo de 1939 al predecir el pacto Hitler-Stalin: "El principal rasgo de la política internacional de Stalin en los recientes años ha sido éste: comercia con el movimiento obrero como si comerciase con petróleo u otras mercancías. (...) Cuando requiere la ayuda de Francia, subordina al proletariado a la burguesía radical. Cuando tiene que apoyar a China frente a Japón, subordina al proletariado chino a la Kuomintang. ¿Qué haría en el caso de un acuerdo con Hitler? (...) Uno debería también asumir que la ruidosa y más aparente que real campaña contra el fascismo que la Comintern ha estado impulsando en los últimos años será diluida disimuladamente". El pacto HitlerStalin en el otoño de 1939 fue un giro de 180º que dio Stalin -luego de 5 años tras un pacto entre la URSS y las "democracias"- en la creencia de que con ese truco diplomático de cambio de alianzas podía evitar la II Guerra Mundial, que terminó precipitando. El giro llevó a los partidos comunistas a cambiar su política de "seguridad colectiva", empezando a atacar a los "aliados traficantes de guerra". El periódico del PC británico estaba exigiendo una paz con las condiciones de Hitler. El ilegal PCA tenía esa misma postura. Ya invadida Francia, el PCF envió una delegación a los alemanes pidiéndoles permiso para publicar legalmente L'Humanité. Fueron fusilados. En Noruega, también ocupada, se permitió al PCN publicar legalmente su perió dico durante algunos meses, pidiendo "paz", etc., a la par que se suprimían los periódicos socialdemócratas. Naturalmente, serían a continuación prohibidos, cuando Hitler preparaba su invasión de Rusia. Esta política de Stalin y su reflejo en la Comintern colapsó irreparablemente cuando los nazis invadieron la Unión Soviética en 1941. Después de esto, la Internacional Comunista tuvo que efectuar un nuevo giro para convertirse otra vez en el aliado incondicional del imperialismo norteamericano y británico, movilizando a los partidos comunistas para apoyar a las "democracias" en su "guerra contra el

fascismo". Con esta creciente dependencia de Stalin, se dio también una presión creciente por parte de los aliados imperialistas. Especialmente EE.UU. exigía la disolución de la Comintern, como última garantía contra el peligro de revolución social en Europa después de la caída de Hitler. En 1943, Stalin disolvió la Comintern en un intento de ganarse la "buena voluntad" de los imperialistas. Esta política no tuvo el efecto que Stalin quería. Los comunistas de base desplegaron una heroica resistencia en toda la Europa ocupada. Pero cuando los partidos comunistas tuvie ron la posibilidad de tomar el poder en Francia, Italia y Bélgica, etc., en lugar de eso entraron en gobiernos de coalición. Después, cuando el capitalismo se sintió a salvo, fueron expulsados sin contemplaciones. Esto dio paso a la guerra fría, un período de tensiones y rivalidad entre el estalinismo y Occidente.

IV. El carácter de clase del estalinismo La controversia sobre el carácter de clase de la URSS El Estado, escribió Lenin, "siempre ha sido un cierto aparato que se separaba de la sociedad y consistía en un grupo de gente dedicada única, o casi únicamente, o principalmente, a gobernar (...). La gente se divide en gobernados y los especialistas en gobernar. Los que se elevan por encima de la sociedad son conocidos como gobernantes, representantes del Estado (...) Este aparato, este grupo de gente que gobierna a otros, siempre se pone al mando de un cierto aparato de coerción, de fuerza física (...) con aquellas armas que mejor correspondían al nivel técnico de una época dada. (...) preguntándonos por qué no existía el Estado cuando no existían las clases, y por qué surgió cuando surgieron las clases (...) podemos encontrar una respuesta definitiva a la cuestión de la esencia del Estado y su significado. El Estado es una maquinaria para mantener el dominio de una clase sobre otra". Marx, al afirmar que la clase obrera no puede apoderarse de la maquinaria estatal capitalista tal como es y utilizarla en sus propios fines, no lo hacía basado en motivos místicos, sino en ciertos hechos muy concretos. En el Estado moderno todas las posiciones clave están en manos de gente que está bajo el control de la clase dominante: han sido seleccionados por su educación, puntos de vista y condiciones de vida, para servir a los intereses de la burguesía. Oficiales del ejército de mayor graduación, altos funcionarios y técnicos más importantes son moldeados conforme al interés de la clase capitalista. Todos los cargos de dirección en la sociedad son ocupados por gente en la que la clase dominante pueda confiar. En la Unión Soviética, al principio, después de la disolución del ejército zarista, el Ejército Rojo se vio obligado a utilizar los servicios de oficiales zaristas. Igualmente, en el aparato estatal había una proporción considerable de ex funcionarios zaristas. "Era -en palabras de Lenin- una maquinaria burguesa zarista... levemente barnizada con socialismo". El proletariado, según el concepto marxista, aplasta la vieja maquinaria del Estado y procede a crear un semi-Estado. Sin embargo, se ve obligado a utilizar los viejos técnicos. Incluso en las mejores condiciones, el Estado sigue siendo una reliquia de la sociedad clasista, con posibilidades de degeneración, que sólo puede evitar el control de las masas. Durante un período bastante prolongado puede haber un conflicto, por lo que debería disolverse en la sociedad, tan rápidamente como sea posible. Pues, a pesar de que la superestructura -Estado e ideología- depende de la base económica, sin embargo tiene un movimiento propio independiente. Sin dejar de considerar a la economía como el factor dominante, la superestructura que se desarrolla se separa de ésta y se convierte en su antagonista. Al fin y al cabo, la esencia de la teoría marxista de la revolución es que los cambios graduales en la producción, lle gados a cierto punto, entran en conflicto con la vieja forma de la superestructura tanto de la propiedad como del Estado. "De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones -según Marx- se convierten en sus frenos". Se desarrolla una contradicción profunda que sólo se puede resolver aboliendo la superestructura, y reorganizando la sociedad sobre la base del nuevo modo de producción. En 1793 los jacobinos franceses tomaron el poder. Fueron más allá del marco de las relaciones burguesas y completaron en unos meses lo que hubiera costado décadas a la burguesía: conseguir la limpieza de Francia de toda traza de feudalismo. Pero permanecieron enraizadas las formas de propiedad burguesas. Pasó el Termidor francés, el gobierno del Directorio y la dictadura de Napoleón

que reintrodujo muchas formas feudales. Con la restauración de Luis XVIII el régimen siguió siendo capitalista. Dos revoluciones después, 1830 y 1848, provocaron cambios significativos incluso en el personal del propio Estado. Las llamamos revoluciones políticas burguesas porque no se dio ningún cambio en la clase que detentaba el poder: la burguesía. Tampoco hubo cambios después de la Comuna de París de 1871, ni en las décadas de la III República, ni luego con los regímenes Petain y posteriormente De Gaulle, más los sucesivos gobiernos hasta nuestros días. Pues bien, para los marxistas, no obstante la sorprendente diversidad de estos regímenes, los definimos fundamentalmente de la misma manera: regímenes capitalistas. El criterio marxista es uno solo: las formas de propiedad, la propiedad privada de los medios de producción. Igual ocurre si comparamos el régimen de la Alemania nazi con el de la democracia parlamentaria británica. Son superestructuras con diferencias tan extremas que muchos ex marxistas han considerado al fascismo como una nueva estructura de clase y un sistema de sociedad totalmente nuevo, cuando en realidad lo fundamental no ha cambiado: la base económica de estas sociedades sigue siendo la misma. El Estado de transición después de Octubre Tal y como hemos visto, es imposible pasar directamente del capitalismo al socialismo. Incluso en la sociedad más avanzada sería necesario un período de transición, pero no necesariamente con un Estado monstruoso como el que existe bajo el capitalismo. Dos meses antes de la toma del poder, Lenin escribía en El Estado y la revolución: "El proletariado necesita el Estado, repiten todos: oportunistas, socialchovinistas y kautskianos, asegurando que ésta es la única doctrina de Marx y olvidándose de añadir que, según Marx, el proletariado sólo necesita un Estado que se extinga, es decir, organizado de tal modo que comience a extinguirse inmediatamente y que no pueda por menos de extinguirse" El Estado transitorio surgido de la Revolución de Octubre, no obstante estar basado en nuevas relaciones de propiedad, tenía inevitablemente un carácter contradictorio, todavía conservaba muchos elementos tomados de la vieja sociedad. La posibilidad de llevar a la sociedad a un estado superior de desarrollo humano dependería tanto de la vigilancia revolucionaria del aparato estatal como del nivel de las fuerzas productivas: tecnología, productividad y cultura, que era muy bajo en un país atrasado. Sólo la victoria de la revolución en Europa Occidental, especialmente en Alemania, podía haber cambiado esta situación. La unión de la industria y tecnología alemanas con los enormes recursos naturales y humanos de Rusia en una Federación Socialista hubiera creado las condiciones materiales para la reducción de la jornada laboral, requisito previo e imprescindibles para la incorporación de la clase obrera en la gestión de la industria y el Estado. Pero la traición de la socialdemocracia hizo naufragar la revolución alemana y condenó a la rusa al aislamiento en un país atrasado. La victoria de la burocracia fue el resultado directo de esta situación. Después del fin de la guerra civil, gradualmente, los funcionarios arribistas, que se sentían indispensables para la gestión de la sociedad, fueron empujando a los obreros a un lado. Lenin y Trotsky no preveían una situación en la que la revolución pudiera sobrevivir durante mucho tiempo sin una victoria de los obreros de los países capitalistas avanzados. Asumían que, en esas condiciones, los elementos capitalistas liquidarían las conquista de Octubre. Eso no sucedió ni en los años 20 con la aplicación de la NEP, cuando los bolcheviques se vieron obligados a hacer concesiones a los campesinos ricos y la naciente burguesía. Pero Lenin y Trotsky no bajaron la guardia. Formaron un bloque de lucha, temiendo que la burocracia pudiese desarrollar condiciones favorables a una victoria de la contrarrevolución burguesa. En enero de 1921, Lenin escribió: "El Estado obrero (en Rusia) es una abstracción. En realidad tenemos un Estado obrero con las siguientes características peculiares: 1) los campesinos y no los obreros predominan en la población, y 2) es un Estado obrero con deformaciones burocráticas". Los cinco años después de la muerte de Lenin fueron años de reacción social y política. La propia dirección del partido se convirtió en una expresión inconsciente de esta reacción. En palabras de Trotsky: "Los períodos de reacción, a diferencia de los de contrarrevolución, surgen sin cambiar la clase dominante (...) no significan la transferencia del poder de una clase a otra (...) significan que hay un cambio en la correlación de las fuerzas de clase y un reagrupamiento de los elementos dentro de la clase. En nuestro país, el período de reacción que siguió al de potente avance revolucionario" se vio favorecido por "las condiciones objetivas y errores cometidos por la dirección

revolucionaria" que permitieron a las antiguas clases propietarias "reagrupar sus fuerzas y pasar gradualmente a la ofensiva, utilizando principalmente el aparato burocrático (...) El aumento de la actividad de las clases burguesas, sobre todo de aquel sector que luchaba por el avance de las viejas formas de explotación, fue correlativo a la disminución de la actividad del proletariado". Termidor y bonapartismo Termidor se refiere al episodio en Francia del 27 de julio de 1794, cuando el ala derecha de los jacobinos se alió con el centro (el pantano) para derrocar a Robespierre, dando fin al período de ascenso revolucionario e iniciando la caída. Durante el período de ascenso (1789-94) el Terror se dirigía contra los enemigos de la revolución y los que querían un compromiso con la reacción, después de termidor se dirigía contra el ala revolucionaria. Se puede considerar el termidor como aquel punto en que empieza a notarse cierto cansancio y aflore de tendencias favorables a parar la revolución y ponerse a "restablecer el orden". De la misma manera se pueden achacar los orígenes de la reacción en Rusia a la aparición de un estado de ánimo difuso entre los funcionarios soviéticos y la pequeña burguesía al final de la guerra civil, que movió a pensar que ya era hora de parar las innovaciones revolucionarias y ponerse a "restable cer el orden". En sus artículos de 1929, Trotsky explica la situació n de la siguiente manera: "Me refiero principalmente al problema del termidor y, por esa misma razón, al carácter de clase del Estado soviético. La fórmula del termidor es, desde luego, como toda analogía histórica, condicional (...) Termidor señala la primera etapa (...) de la transferencia directa del poder de manos de una clase a otra (...) tras lo cual la clase revolucionaria sólo puede recuperarlo mediante la insurrección armada. Esta, a su vez, exige una nueva situación revolucionaria, cuyo comienzo depende de un complejo de causas locales e internacionales". Años más tarde explicó que la analogía del termidor había estado abierta a malas interpretaciones, como la del grupo ultraizquierdista (CD) del difunto V. Smirnov, que había decla rado en 1926 que el proletariado ya había restaurado el capitalismo en Rusia. Para Trotsky esto era totalmente falso; era como enterrar la revolución mientras seguía viva. Sin analogías históricas no podemos aprender de la Historia. Pero también tenemos que entender sus límites, sus similitudes y sus diferencias. Ese era el caso con el termidor. "El Termidor de 1794 -escribió Trotsky- produjo el traspaso del poder de algunos grupos de la Convención a otros, de uno a otro sector del 'pueblo' victorioso. ¿Fue contrarrevolucionario? La respuesta depende de la extensión que le demos, en cada caso concreto, al concepto 'contrarrevolucionario'. El cambio social que se dio entre 1789 y 1793 fue de carácter burgués. En esencia se redujo a la sustitución de la propiedad feudal fija por la 'libre' propiedad burguesa. La contrarrevolución 'correspondiente' a esta revolución tendría que haber significado el restablecimiento de la propiedad feudal. Pero Termidor ni siquiera intentó tomar esa dirección. Robespierre buscó apoyo entre los artesanos; el Directorio, entre la burguesía mediana. Bonaparte se alió con los banqueros. Todos estos cambios (...) se dieron sin embargo sobre la base de la nueva sociedad y el nuevo Estado de la burguesía. El Termidor fue la reacción actuando sobre los fundamentos sociales de la Revolución (...) De las mismas características fue el Dieciocho Brumario de Bonaparte, la siguiente etapa importante en el avance de la reacción. En ninguno de los casos se trataba de restaurar las viejas formas de propiedad o el poder de los antiguos sectores dominantes, sino de dividir las ganancias del nuevo régimen social entre los distintos sectores del victorioso 'Tercer Estado'. La burguesía se fue haciendo dueña de mayores posesiones y de más poder (...) pero no atentó en lo más mínimo contra las conquistas sociales de la Revolución. Utilizando esta analogía, Trotsky revela el carácter y la dinámica del estalinismo no como un sistema de explotación de una nueva clase, sino como parasitismo social en el Estado obrero. La clase obrera había perdido el poder político, pero la reacción no había restaurado la burguesía. La burocracia liquidó el régimen de democracia obrera en su propio interés, pero no destruyó las nuevas relaciones de propiedad establecidas por la Revolución de Octubre. Se basaba en la economía nacionalizada y planificada y jugaba un papel progresista en el desarrollo de las fuerzas productivas, aunque, en palabras de Trotsky, a un coste mayor que el del capitalismo, con un enorme desperdicio, corrupción y mala gestión. Al final se elevó por encima del proletariado y estableció un régimen de absolutismo burocrático, en el que se había expropiado a la clase obrera de sus derechos y su voz en la dirección de la sociedad.

¿Qué es el bonapartismo? En 1935 Trotsky ya había abandonado el término centrismo para describir la democracia, y adoptó una definición más apropiada: una forma de bonapartismo proletario. Para entender su razonamiento conviene enunciar de nuevo la teoría marxista del Estado. El Estado se puede definir de muchas maneras. Una de las más comunes para los marxistas es referirse al Estado como "un cuerpo de hombres armados en defensa de la propiedad privada". Pero, en la práctica, incluso bajo el capitalismo, además del ejército y la policía, es un monstruo burocrático, un ejército de funcionarios que absorbe una enorme cantidad de la plusvalía producida por la clase obrera. Desde este punto de vista, hay un germen de verdad en las exigencias de los monetaristas de recortar el Estado para hacer un "gobierno barato". Marx explica en La Guerra civil en Francia, que la única manera de conseguir un "gobierno barato" es mediante la abolición revolucionaria del Estado burgués, y el establecimiento de un Estado obrero. ¿Qué es el Estado? El Estado -explicaron Marx, Engels y Lenin- es un poder especial que se sitúa por encima de la sociedad y cada vez se separa más de ésta. Como proposición general podemos aceptar que todos los Estados reflejan los intereses de una clase dominante en concreto. Pero, en realidad, la burocracia estatal tiene sus propios intereses, que no se corresponden necesariamente y en todo momento con los de la clase dominante, e incluso pueden entrar en conflicto abierto con ésta. Engels trató la cuestión cautelosamente en El origen de la familia: "... a fin de que estos antagonismos, estas clases con intereses económicos en pugna no se devoren a sí mismas y no consuman a la sociedad en lucha estéril, se hace necesario un poder situado aparentemente por encima de la sociedad y llamado a amortizar el choque, a mantenerlo en los límites del 'orden'(...) Y si no, examínese nuestra Europa actual, donde la lucha de clases y la rivalidad en las conquistas han hecho crecer tanto la fuerza pública, que ésta amenaza con devorar a la sociedad entera y aun al Estado mismo (...) Sin embargo, por excepción, hay períodos en que las clases en lucha están tan equilibradas, que el poder del Estado, como mediador aparente, adquiere independencia momentánea respecto a una y otra". Pero "en todos los períodos normales es sin excepción el Estado de la clase dominante (...), sigue siendo esencialmente la maquinaria de dominación de la clase oprimida y explotada". Engels entendía claramente que había situaciones anormales en las que el principio de la teoría marxista no se podía aplicar. Marx desarrolló este aspecto en El 18 Brumario de Luis Bonaparte, donde señala cómo los soldados borrachos de Bonaparte, en nombre de "la ley, el orden y la familia", fusilaron a la burguesía a la que presumiblemente representaban, pero que en aquel momento estaba expropiada de su poder político, aunque seguía siendo la clase dominante. Esto es lo que llamamos bonapartismo, o, en palabras de Marx, "el gobierno desnudo de la espada sobre la sociedad". En China, en 1927, Chia ng Kai-shek, que había aplastado a la clase obrera de Shanghai ayudado de bandas de lumpens, fue aplaudido y agasajado por los banqueros y empresarios ricos. Pero, Chiang, que pretendía algo más material que las alabanzas de sus dueños, los encarceló hasta conseguir millones por su rescate. No aplastó a los obreros para beneficio de los capitalistas, si no por lo que significaba en poder e ingresos para él. A pesar de eso, ¿quién se atrevería a decir que los encarcelados no seguían siendo la clase dominante aunque no tenían el poder político? En esto reside la respuesta a aquellos defensores del capitalismo de Estado que aseguran que es un sofisma afirmar que Rusia era un Estado obrero deformado y que la clase obrera pudiera ser la clase dominante cuando estaba bajo el estalinismo. En la "Guerra de las Rosas" en Gran Bretaña, las dos fracciones de los barones dominantes se exterminaron los unos a los otros. En varios momentos, grandes sectores de la clase dominante estaban en la cárcel o habían sido ejecutados y el trono estaba ocupado por aventureros de uno u otro bando. Finalmente surgió una nueva dinastía, la de los Tudores, que se balanceó entre las clases para establecer un régimen absolutista por encima de la sociedad, pero conservando el carácter de clase del régimen que seguía siendo feudal. Los emperadores romanos, que eran "elegidos" por la guardia pretoriana, se elevaron por encima de la sociedad. Oprimieron a la clase dominante, los dueños de esclavos, que fueron esquilmados, encarcelados y torturados. Pero esto no cambió un ápice el carácter de clase del Estado romano como un Estado esclavista. Los dueños de esclavos seguían siendo la clase dominante incluso

bajo la bota de hierro del "cesarismo", término que utilizó Marx para describir este fenómeno. Siguiendo el análisis clásico de Marx y Lenin, Trotsky explica cómo "el cesarismo o su forma burguesa, el bonapartismo, entra en escena en la Historia cuando la áspera lucha de dos adversarios parece elevar el poder sobre la nación, y asegura a los gobernantes una independencia aparente con relación a las clases; cuando en realidad no les deja más libertad que la libertad que necesitan para defender a los privilegiados". El régimen fascista, que apareció diferenciado del bonapartismo porque llegó al poder apoyándose en un movimiento de masas compuesto por la pequeña burguesía enfurecida y el lumpemproletariado, nada más llegó al poder y perdió su base de masas, se convirtió en un régimen bonapartista, apoyándose en el ejército y la policía. Las diferencias entre bonapartismo y fascismo las explica Trotsky en En defensa del marxismo: "El elemento que el fascismo tiene en común con el viejo bonapartismo es que utilizaba los antagonismos de clase para dar al Estado la mayor interdependencia (...) El viejo bonapartismo existió en la época de ascenso de la sociedad burguesa, mientras que el fascismo es un poder estatal de la sociedad burguesa en declive". Los nazis que defendieron las relaciones de propiedad capitalistas, no sólo robaron a los burgueses y confiscaron sus propiedades, sino que ocasionalmente los ejecutaron, y era burgués el carácter de clase del Estado nazi. La burguesía perdió temporalmente el control del Estado, que cayó en manos de irresponsables y criminales para su beneficio. Aquí la relación entre el Estado y la clase dominante es dialéctica y contradictoria. De hecho, en 1943, los intereses de la clase dominante en Alemania estaban en conflicto abierto con los del Estado. En ese momento, Alemania ya había perdido la guerra. A la clase dominante le interesaba llegar a una paz con EE.UU. y Gran Bretaña para poder mantener la guerra con la URSS. Pero la rendición hubiera sido una sentencia de muerte para la camarilla nazi que controlaba el Estado. La burguesía alemana intentó, y fracasó, eliminar a Hitler (el complot de los generales), sin poder evitar que el bonapartismo de Hitler arrastrase a Alemania a una derrota con la pérdida de su mitad oriental. Estalinismo: una forma de bonapartismo El Estado tiene que ser el instrumento de una clase; que excepcionalmente en algún momento represente intereses de grupo o nominales no modifica su carácter. Pese a que en Rusia pasó a representar los intereses de la burocracia, en ultima instancia, representaba a la clase obrera, era el garante de la apropiación nacionalizada de los medios de producción, la planificación socialista y el monopolio del comercio exterior. Algunos formalistas dicen que la burocracia soviética constituía una clase dominante, pero si analizamos esta afirmación seriamente veremos que no era así. Pues, en el fondo lo que están queriendo decir es que el Estado es una clase en sí, antes que un instrumento. En la práctica lo que están diciendo es que 'el Estado posee el Estado'. Dejan de ver que el Estado es el aparato de dominación y no puede ser él mismo la clase dominante. En cualquiera de los casos, carecía de todo fundamento decir, que en la sociedad soviética la clase dominante era la burocracia. Falso, completamente falso, pues, independientemente del poder de la burocracia y su disfrute de privilegios, ésta no era propietaria de los medios de producción. No era propietaria de acciones. No podía pasar ninguna propiedad mediante herencia ni venderla al extranjero. Dirigía y planificaba la industria, cierto, pero, como Engels subrayó y debemos subrayar de nuevo, en última instancia las bases económicas son decisivas. En palabras de Trotsky: "Los apartamentos más grandes, el bistec más jugoso y los Rolls Royce no bastan para transformar a la burocracia en una clase dominante independiente". La cuestión, entonces, está en saber qué o a quién representaba la burocracia de la sociedad soviética. ¿A ellos mismos? Esto es igualmente falso. La burocracia stalinista representaba de derecho a la clase obrera dominante, aunque en verdad de hecho y por las razones sabidas se convirtió en paladín de toda una corriente de intereses no fundamentados en la ideología socialista existentes entre los millones de individuos a diferentes niveles en el aparato del Estado, desde el pequeño jefe local a los dignatarios de alto rango; oficiales, generales, jefes de policía, etc. Queriendo o sin querer, la burocracia surgida de la crisis de la sociedad soviética, condicionada por la propia tendencia de la maquinaria a hacerse 'independiente', la preponderancia de elementos del viejo poder dentro y fuera del Estado y la debilidad del poder obrero, terminaría adoptando el papel de arbitro de clases, una forma de bonapartismo, que acabaría haciendo un uso represor del Estado contra su propia y la otra clases; algo similar aunque

nada parecido a la burocracia del fascismo. Esta se basaba en la propiedad privada de los medios de producción y era la expresión más monstruosa de un régimen en declive. Contrariamente, la burocracia stalinista se basaba en las nuevas formas de la propiedad establecidas por la revolución, que durante todo un período demostraron una vitalidad colosal, pues la defensa de la propiedad estatal, fuente de su poder e ingresos personales, le permitió jugar un papel progresista en el desarrollo de las fuerzas productivas. Interesa destacar este aspecto de la cuestión, su enorme significado: cómo el impulso de la economía soviética, de gigantescos pasos adelante, no se debió a la burocracia, sino y fundamentalmente a la economía nacionalizada y planificada. Y cómo, así mismo, todo lo que se hizo posible bajo un régimen de base económica socializada, se haría imposible perpetuarlo, como la realidad ha demostrado, sin una base política fuertemente socializada. En la URSS la burocracia tenía el control absoluto, se convirtió en un freno enorme para el desarrollo cultural y técnico, abolió todos los logros de la revolución en la introducción del control y administración obreros de la industria y del Estado. Cierto que después de la muerte de Stalin se introdujeron grandes reformas en todos los órdenes, pero siempre venían desde arriba. Así, nada pudo modificar la relación entre los trabajadores y la casta dominante. El control de las decisiones, de la producción y la distribución siguió en manos de la burocracia. Colectivismo burocrático Para muchos, si el estalinismo no es socialismo, tenía que ser una nueva sociedad explotadora no prevista por Marx ni Lenin- con su propia clase dominante burocrática. Según Bruno Rizzi y Max Shachtman: un "colectivismo burocrático"; según Tony Cliff: un "capitalismo de Estado", concepciones ambas falsas de principio a fin. Rizzi y Shachtman, en su libro de hace más de 50 años, La Bureaucratisation du Monde, describen la URSS como una socie dad de propiedad colectivizada que pertenece a una nueva clase social: los burócratas. Estos dirigen, como antes la burguesía, se apropian de los beneficios, fijan los salarios y precios, de la misma manera que en una sociedad basada en la esclavitud. Rizzi llega irónicamente a la conclusión de que, gracias al desarrollo productivo, este colectivismo burocrático acabará en una "sociedad sin clases y el socialismo". Cómo una sociedad clasista iba a acabar en el socialismo, sigue siendo un misterio. La teoría de Tony Cliff se basaba en la idea de la aparición de una nueva etapa en el capitalismo. Pero nada de la economía soviética dio muestras de funcionar con la misma ley de movimiento que el capitalismo: es decir, booms y recesiones. Por más que miremos no encontramos un fenómeno de este tipo. Sería, para sorpresa, un extraño tipo de capitalismo que consiguió eliminar la contradicción fundamental de la economía de mercado: un capitalismo sin paro, capaz de desarrollar las fuerzas productivas a velocidades sin precedentes y sin interrupciones por crisis de sobreproducción. James Burnham, que alcanzó notoriedad como autor de The Managerial Revolution, donde se equiparaba al estalinismo con el fascismo, se hizo eco de aquel montón de ideas descabelladas. En el fondo, todo esto reflejaba el profundo pesimismo y desesperación de una capa de intelectuales a consecuencia de las derrotas de la clase obrera. Trotsky, en definitiva, abordando la cuestión de manera mucho más simple y completamente de acuerdo con la teoría marxista explica el estalinismo como un Estado obrero deformado, una forma de bonapartismo proletario. Con el giro a la derecha de Shachtman después de 1940, que acabó por defender la política exterior de EE.UU., cayó en desuso la teoría del colectivismo burocrático. Otros sectores siguieron defendiendo la teoría del capitalismo de Estado. En 1964, Tony Cliff publicó "Rusia: un análisis marxista". En 1974 lo republicó con el título "Capitalismo de Estado en Rusia". Planteó que la URSS había sufrido una transformación en 1928, el primer año de los planes quinquenales, pasando de ser un Estado obrero deformado a capitalismo de Estado. Se podía afirmar -decía- "que con la introducción de los planes, los ingresos de la burocracia consistían en gran medida en plusvalías". Un argumento que abandonó admitiendo la explicación de Marx de que en un Estado obrero en el período de transición, la producción de plusvalía se utilizaría para acelerar la construcción de la industria, preparando de esta manera el camino para la revolución

más rápida hacia la igualdad y después hacia el comunismo completo. Trotsky, sobre el capitalismo de Estado Trotsky, buscando la realidad contradictoria de lo que verdaderamente estaba pasando en la URSS, explicó el desarrollo de los procesos sin ocultar las similitudes con el capitalismo, la industrialización forzosa y la colectivización brutal del campesinado, pero acertando al destacar las diferencias fundamentales que había, como era el caso de la tasa sin precedentes de acumulación de capital. Trotsky explicó este desarrollo no como el resultado del funcionamiento de leyes capitalistas, sino de las acciones de la burocracia stalinista en su intento de consolidar su posición privilegiada alcanzando a Occidente. El criterio principal para los marxistas al analizar un sistema social es: ¿la nueva formación conduce al desarrollo de las fuerzas productivas? La teoría del marxismo se basa en el desarrollo material de las fuerzas productivas como fuerza motriz del progreso histórico. Es verdad que la superestructura (Estado, ideología, arte, ciencia, gobierno) tiene un importante efecto sobre la producción, e incluso dentro de ciertos límites -como Engels explicó- adquiere su propio movimiento independiente. Pero, en última instancia, el desarrollo de la producción es lo decisivo. En palabras de Marx, la justificación histórica para el capitalismo se basaba en que era una etapa necesaria en el desarrollo de las fuerzas productivas. Marx demostró que sin la esclavitud (la antigua y la capitalista), el desarrollo moderno de la producción habría sido imposible. Para Marx "la esclavitud es una categoría económica de la más alta importancia". Y seria una brutal distorsión argumentar que por escribir lo antes mencionado estaba a favor de la esclavitud y del trabajo infantil. De la misma manera, tampoco se puede argumentar hoy contra los marxistas que apoyar la propiedad estatal en la URSS equivale a justificar las tremendas acciones del estalinismo. El apoyo de Marx a Bismarck en la guerra franco-prusiana estaba dictado por consideraciones similares. A pesar de la política de 'sangre y fuego' de Bismarck y la naturaleza reaccionaria de su régimen, Marx dio un apoyo crítico a la guerra debido a que la unificación nacional de Alemania facilitaría el desarrollo de las fuerzas productivas. El criterio básico era ese desarrollo. Pero, utilizar el mismo argumento para con la URSS es un sin sentido. Por ejemplo: querer demostrar que sería lógico hablar de capitalismo de Estado en Rusia, porque se mantuvo el desarrollo de las fuerzas productivas cuando decaía en el capitalismo a escala mundial, conduciría a admitir que el capitalismo de Estado es la próxima etapa de la sociedad, al menos para los países atrasados. Si decimos que hubo capitalismo de Estado en Rusia (introducido mediante una revolución proletaria), entonces habría que admitir que la crisis del capitalismo no es insoluble, sino que son los dolores del parto de una nueva y más alta etapa del capitalismo. Entonces, la idea de Lenin de que el imperialismo es la fase superior del capitalismo sería falsa. Habría que revisar completamente el marxismo. Podemos ver en esto el tipo de fetichismo del que Marx hablaba y que puede afectar incluso al movimiento revolucionario, ¡cámbiale el nombre a una cosa y le cambia la esencia! Trotsky describió este fenómeno como radicalismo ideológico. Pero ponerle etiquetas al fenómeno del estalinismo no cambia el carácter del régimen. De hecho, si la idea del capitalismo de Estado o colectivismo burocrático fuera correcta, toda la teoría de Marx se convertiría en una utopía. Tal y como Trotsky explicó: "se ha tratado de disfrazar el enigma soviético con el término capitalismo de Estado, que presenta la ventaja de no ofrecerle a nadie un significado preciso". 'Un sindicato en el poder' No es por casualidad que Lenin pensara que los sindicatos eran un factor necesario para la defensa de los trabajadores contra su Estado, así como un baluarte para la defensa de éste. Pues, ni el Estado ni el Partido pueden automática y directamente reflejar los intereses de clase. No obstante ser el proletariado la clase más homogénea, ésta no es totalmente homogénea. Existen sectores cualificados y no cualificados, atrasados y avanzados, organizados y no organizados al igual que en otras clases. Además de estas diferencias importantes, los obreros en Rusia, después de años de guerra, revolución y guerra civil, estaban agotados. Gradualmente cayeron en la inactividad. Como consecuencia y a lo largo de un período de tiempo, los sóviets, los sindicatos y otros organismos de poder obrero se burocratizaron. En realidad, la transición de una sociedad a otra resultó ser mucho más compleja de lo que podía haber sido previsto por los fundadores del socialismo científico.

Lenin rechazó la concepción de que el Estado surgido de Octubre tendría que seguir una norma preconcebida. Sabía bien que el proletariado, su partido y dirección, no tenían un poder divino que les llevara suavemente, sin contradicciones, hacia el socialismo una vez que el capitalismo había sido derrocado. Llegó incluso a pensar, sin desarrollar por completo su concepción, que la dictadura del proletariado podría incluso ser realizada también a través de la dictadura de un solo hombre. No estamos hablando de un Estado obrero sano, sino de una distorsión que puede surgir de la separación del Estado de la clase a la que representa. Cuando estudiamos el desarrollo de la sociedad burguesa, vemos que la autocracia de un individuo, con determinadas contradicciones sociales, servía a las necesidades de desarrollo de esa sociedad. Esto está claramente demostrado en los casos de Cromwell y Napoleón. En un estadio determinado la autocracia fue un factor favorable al desarrollo de la sociedad capitalista, pero convirtiéndose después en un obstáculo para su pleno y libre avance. Si esto se aplica a la revolución histórica de la burguesía, ¿cómo no aplicarlo a la clase obrera en un país atrasado y aislado donde la dictadura del proletariado degeneró en la dictadura de Stalin, de un hombre? Quiere decirse, concretamente, que para que el proletariado pudiera tomar el camino del socialismo se necesitaba inevitablemente una nueva revolución, en este caso política para transformar el Estado bonapartista proletario (el Estado obrero deformado) en una democracia obrera. La noción peculiar de que un Estado obrero siempre nace inmaculado, y que de no ser así hay que condenarlo como un "nuevo Estado clasista", es una idea mística que no tiene nada en absoluto que ver con el método materialista del marxismo. Ahora mismo, la clase obrera rusa, viviendo una experiencia tremendamente dolorosa, ha entendido que hay una diferencia fundamental entre la economía nacionalizada y planificada y el capitalismo. Cada vez hay más obreros que entienden la necesidad de defender lo que queda de la industria y el agro nacionalizados contra los depredadores de la naciente clase capitalista. Los obreros rusos combatirán con sus propios métodos. Al hacerlo, pronto redescubrirán las grandes tradiciones revolucionarias del pasado. Se darán cuenta de su propia fuerza y adquirirán la conciencia necesaria que les permitirá comprender el fenómeno reaccionario de la burocracia. Pero la condición previa es una lucha abierta contra la amenaza de ahora: la contrarrevolución capitalista. La teoría del capitalismo de Estado hoy El debate sobre el carácter de clase de la URSS no es un ejercicio académico, sino que tiene importantes consecuencias prácticas. Trotsky ya había advertido de que la tendencia que adoptó la falsa teoría del capitalismo de Estado se arriesga a convertirse en el "instrumento pasivo del imperialismo". Hoy, a la hora de explicar los procesos que se están dando en Rusia se le resta importancia al asunto con la frase alucinante de que la burocracia simplemente "se quitó de enmedio". Después de haber negado el significado revolucionario de la propiedad estatal, los defensores de la teoría del capitalismo de Estado, en la práctica, ¡se ven obligados a negar que se está dando una contrarrevolución! La posición, por supuesto, es bastante lógica si se acepta que la contrarrevolución capitalista ya tuvo lugar hace décadas, en cuyo caso, como propone Tony Cliff, "la privatización es una cuestión irrelevante", lo más, como viene a decir Chris Harman, "un paso hacia un lado, de una forma de organización de la explotación capitalista". Para Cliff y sus seguidores, el capitalismo de Estado no sólo existía en la URSS, Europa del Este y otros países estalinistas, sino que aparentemente también estaba muy extendido en Asia, Africa y América Latina entre los años treinta y cincuenta. Para C. Harman "era una expresión de una tendencia internacional (...) de recurrir a intervenciones administrativas, capitalistas de Estado, en economías propensas a la crisis. Harman, que llegó incluso a decir que Trotsky "hasta el día de su muerte creyó que el aparato que iba a perseguirle y asesinarle era un Estado obrero deformado", retuerce tortuosamente los hechos para que encajen en la teoría del capitalismo de Estado. Pues, países como Argentina, bajo Perón, y el Egipto de Nasser no eran -como Harman quería hacer ver- nuevas sociedades de capitalismo de Estado. Eran sin duda economías capitalistas que utilizaban la intervención estatal para proteger los intereses de la burguesía nacional contra la competencia de las potencias imperialistas. Si tomamos el punto de vista de Harman, sin hablar de la promoción del fascismo, la guerra fría y las rela ciones hostiles entre la URSS y Occidente fueron sólo un simple malentendido, en lugar de un antagonismo fundamental entre dos sistemas sociales, ya que los países con capitalismo de Estado estaban en ambos lados del telón de acero. Si era

básicamente lo mismo, ¿por qué tanta tensión militar y diplomática y carrera de armamentos? No obstante la claridad de los hechos, siguen insistiendo en la idea. Nos quieren presentar las privatizaciones en Rusia, cuestión clave de la contrarrevolución burguesa, como un juego malabar que sólo está pretendiendo 'transferir real y verdaderamente la propiedad a los capitalistas de Estado' para que consigan beneficios directos... Nos quieren decir que da lo mismo si la propiedad estatal es privatizada o no porque todo es 'capitalismo'. Así, la llamada teoría del capitalismo de Estado, si fuera aceptada por los obreros rusos actualmente, les desarmaría totalmente ante la naciente burguesía. Trotsky dejó clara su postura en el Manifiesto de la Cuarta Internacional: "Sin duda, la nacionalización de los medios de producción en un solo país, y un país atrasado, no garantiza la construcción del socialismo. Pero es capaz de imponer los requisitos para ella, a saber: el desarrollo planificado de las fuerzas productivas. Desentenderse de la nacionalización de los medios de producción alegando que ésta, en sí y por sí, no crea el bienestar de las masas, es tanto como criticar la construcción de cimientos de granito porque no se puede vivir sin paredes ni techo (...) Quienes no saben defender las posiciones ganadas, no podrán conquistar otras nuevas". De aquí que tengamos que ver la economía nacionalizada y planificada como el único logro histórico que queda de la Revolución Rusa. Ya sea en el Este o en Occidente, el deber elemental de cualquier obrero con conciencia de clase es defender las conquistas del pasado. El gobierno pro-burgués de Yeltsin, apoyado y promovido por el imperialismo occidental, está intentando destruir la economía nacionalizada, despedazarla y venderla a través de privatizaciones. Si lo logran, significará la eliminación completa de las conquistas de Octubre, la total destrucción del Estado obrero deformado y el establecimiento de un nuevo Estado capitalista. Los marxistas hemos defendido firmemente la propiedad nacionalizada surgida de la Revolución de Octubre. Esto no quiere decir que apoyamos la política del régimen stalinista que lejos de defender la revolución ayudaba a debilitarla y minarla, pues la burocracia estaría siempre tratando de consolidar su posición incluso en último extremo mediante la restauración capitalista.

V. De la guerra a la desestalinización Una vez más: las ventajas de la economía planificada A finales de noviembre de 1941, la retirada soviética ante el avance alemán había provocado pérdidas humanas y materiales catastróficas. Stalin pensó que era el fin. En un discurso en esos días, dijo: "Todo lo que Lenin creó lo hemos perdido para siempre". El territorio invadido contenía el 41% de las líneas férreas, el 63% del carbón, el 68% del hierro, el 58% del acero, el 60% del aluminio, el 60% de los cerdos, el 84% del azúcar y el 38% del grano soviéticos. Para noviembre de 1941 habían sido tomadas por los alemanes más de trescientas fábricas de armamentos. Con el avance alemán, decenas de millones de personas se desplazaron hacia el este. Después del primer momento, el gobierno soviético evacuó recursos humanos y materiales a escala gigantesca. De julio a noviembre de 1941, más de 1.523 fábricas industriales de las zonas amenazadas fueron desmontadas y trasladadas. Esto fue una gesta increíble, sin igual en la historia de la guerra. La economía sufrió monstruosos golpes. Entre 1940 y 42 se produjo una caída masiva en la producción. En 1941 la producción industrial bajó a la mitad del año anterior. La producción de hierro cayó de 14,9 millones de toneladas a 4,8; la de acero, de 18,3 a 8,1; los productos laminados, de 13,1 a 5,4; el carbón, de 165,9 a 75,5; la de petróleo, de 31,1, a 22; la electricidad, de 48,3 miles de millones de kw/h a 29,1. La brillante victoria soviética en la guerra fue, en sí misma, la confirmación más destacada de la superioridad de la economía nacionalizada y planificada sobre la anarquía capitalista. La superioridad abrumadora de la economía planificada quedó demostrada contundentemente cuando se la sometió a la prueba más dura de todas: la sangrienta ecuación de la guerra. Engels explicó que en una economía sitiada, incluso el capitalismo, la burguesía recurre a medidas de planificación, centralización y nacionalización, un hecho que de por sí es una respuesta aplastante a todos aquellos que proclaman a los cuatro vientos la supuesta superioridad del mercado. La URSS dio la vuelta a la situación de manera espectacular, lo que fue la clave para la

victoria. Se reorganizó la industria de guerra y se puso sobre unos cimientos más sólidos. Se liberó a especialistas de los campos de trabajo para trabajar en ella. En 1940 a 42 la cifra de un 15% del PIB para gastos militares paso al 55%. Tal y como Nove explica: "Sin duda la experiencia de la planificación centralizada en los diez años anteriores fue de gran ayuda. En el proceso de controlar más de cerca los recursos, el gobierno recurrió a planes trimestrales e incluso mensuales, mucho más detallados que en tiempos de paz (...) La práctica de balances materiales se utilizó con éxito para distribuir los materiales y combustibles (...) En agosto de 1941 se adoptó un plan de guerra de emergencia que cubría el resto de ese año y 1942 (...) incluyendo uno para la región de los Urales que cubría los años 1943-47". No sólo la industria soviética fue capaz de producir una enorme cantidad de equipos militares, sino que los tanques, aviones y cañones eran de gran calidad. Esto, junto a la determinación de la clase obrera soviética de defender los logros de la Revolución, fue lo que decidió el resultado del conflicto y en última instancia de la II Guerra Mundial en Europa, que fue en la práctica un duelo titánico entre la URSS y la Alemania nazi. Hitler, que tenía una gran ventaja al inicio de la contienda al disponer de todos los recursos de la Europa ya ocupada, fue derrotado. Ante los atónitos ojos del mundo, el Ejército Rojo se recuperó de lo que para cualquier otro país hubiera sido un golpe mortal, se reagrupó, rearmó y contraatacó, empujando al ejército alemán hasta Berlín. Pero el avance en sí añadiría poco a la economía soviética. Los nazis aplicaron una política de tierra quemada. Así, en 1943, el PIB de Ucrania era sólo ¡el 1,2% del de 1940!. Las pérdidas rusas fueron aterradoras. Durante todo ese tiempo -conviene recordar- el ejército 'aliado' británico estaba estacionado en Persia, justo en la frontera de la URSS. El comportamiento de Churchill permitió ver claramente que estaba esperando la derrota del Ejército Rojo. Stalin le pidió tropas de ayuda para el frente oriental. Churchill se limitó a proponerle que las tropas rusas que estaban frente a las británicas, al otro lado de la frontera, se retirasen, mientras el ejército británico muy amablemente les guardaría la frontera en su lugar. Estaba esperando el hundimiento del Ejército Rojo para poder ordenar a su ejército la toma de Bakú, con su riqueza en petróleo, siguiendo la misma política que cuando el ejército británico invadió el Cáucaso durante la guerra civil. ¡Incluso Stalin podía entenderlo! Los 'aliados' se mantuvieron en sus posiciones mientras que las batallas más decisivas se libraban en suelo soviético. No obstante y desgraciadamente para Churchill, la batalla acabó con la victoria del Ejército Rojo, que avanzó rápidamente hasta el corazón de Europa. Como consecuencia de aquel error de cálculo de las potencias occidentales, fueron los rusos, y no los aliados, los primeros en llegar a Berlín. Trotsky explicó que el principal peligro para la economía planificada y nacionalizada no era tanto una derrota militar, como los bienes de consumo baratos que llegarían en el vagón del equipaje de un ejército imperialista. Pero pasó que los ejércitos de Hitler trajeron destrucción y exterminio. ¿En qué medida contribuyó a la victoria, en aquellas condiciones, el factor moral de que el Ejército Rojo y las masas sovié ticas estuvieran combatiendo en una guerra de liberación contra el invasor nazi? Si los nazis ganaban, hubiera sido un resultado horroroso para el pueblo ruso, como tuvieron ocasión de experimentar las gentes en las zonas ocupadas. Como resultado, no sólo la clase obrera, sino también los campesinos y otras capas lucharon como leones para defender la Unión Soviética. La victoria de la URSS fue uno de los principales factores que permitió la supervivencia del régimen stalinista durante décadas después de 1945. De Stalin a Kruschev La victoria de la Rusia stalinista, seguida por la Revolución China de 1949, y el establecimiento de nuevos regímenes en Europa del Este significó un fortalecimiento del régimen soviético por todo un período histórico. El éxito permitió al estalinismo presentar el sistema como "la única forma de socialismo posible", habiendo conseguido desarrollar las fuerzas productivas. Rusia, en realidad, pasó de ser un país atrasado y campesino a convertirse en la segunda potencia industrial del mundo y en la primera potencia militar. Los "milagros alemán y del Japón" posteriores a 1945 palidecen por su insignificancia comparados con los avances colosales de la URSS en el período de reconstrucción de la posguerra, después de la sin igual devastación sufrida: cuatro años y medio de guerra sangrienta en suelo soviético; veintiséis millones de muertos y la destrucción a gran escala de su industria e infraestructura.

La URSS, sin beneficiarse del Plan Marshall, superó la devastación de la guerra en cinco años, mediante la utilización planificada de los recursos y los esfuerzos inauditos de la población. El escritor Edward Crankshaw, ex oficial de la Inteligencia Británica en Moscú evaluó los logros objetivos históricos de la economía soviética: "En vísperas del primer Plan Quinquenal, en 1928, la producción de acero en millones de toneladas (m.t) era de 4,3; la de carbón, 35,5; la de petróleo, 11,5; la de electricidad, 1,9 millones de kw/h. Al final del primer Plan, en 1934, la producción había aumentado de la siguiente manera: acero, 9,7 m.t; carbón, 93,9; petróleo, 24,2; electricidad, 6,3 millones de kw/h. En 1940, justo antes de la invasión alemana, la producción era la siguiente: acero, 18,3 m.t.; carbón, 166; petróleo, 31; electricidad, 11,3 m. kw/h. Al final de la guerra, en 1945, la producción había caído de la siguiente manera: acero, 11,2, m.t; carbón, 149,3; petróleo, 19,4; electricidad, 10,7 m.kw/h. Esto a pesar de que gran parte de la industria pesada había sido trasladada al este y tenía una prioridad absoluta. En 1946, Stalin estableció nuevos objetivos. En primer lugar había que reconstruir el país, expandir rápidamente la economía, para que estuviera "a prueba de todo accidente". Diseñó una serie de por lo menos tres planes quinquenales. Y sus nuevos objetivos para 1960, como muy pronto, eran: acero, 60 m.t.; carbón, 500 m.t; petróleo, 60 m.t. Esto era lo más lejos que podía llegar la imaginación de Stalin. No sólo a los extranjeros, también a los rusos y al propio Stalin les parecía que conseguir esos objetivos en 15 años iba a significar por lo menos otros tantos años de privaciones y trabajo sin compensación para el pueblo soviético. Y cuando se alcanzase el objetivo de 1960, la URSS todavía estaría detrás de la producción americana de 1950: acero, 90 m.t.; carbón, 700 m.t.; petróleo, 250 m.t. ¿Qué es lo que sucedió? En todos los casos, los objetivos de Stalin para 1960 fueron ampliamente superados: en 1958, la producción de acero sólo estaba dos toneladas por debajo del total para 1960; en 1960, se alcanzó la cifra del carbón y la del petróleo se duplicó, 113 millones de toneladas. Así que podemos ver que (...) las cosas se mueven muy rápidamente. Y, todavía más importante, se están moviendo en un contexto de aumento del bienestar en todo el país, de aumento de la libertad de pensamiento sobre todo en la esfera económica" Otro comentarista, Leonard Schapiro, nada sospechoso de simpatizante, llega a la siguiente conclusión: "En 1948 el país había llegado de nuevo al punto en que estaba empezando a superar las tremendas destrucciones de la guerra. La recuperación después de 1947 fue de hecho destacable. En 1947 la producción industrial global que todavía no había alcanzado el nivel de 1940 quedó superada en 1948, y el último año de vida de Stalin, 1952, quedó superada en dos veces y cuarto" ¿Pueden estas cifras ser el resultado de estadísticas manipuladas? se preguntó Schapiro. Él mismo añade: "todos los expertos occidentales están de acuerdo en que la tasa de recuperación industrial después de 1947 fue destacable". No obstante que la política de dirección era la de concentrarse en la industria pesada a costa de los bienes de consumo, cosa inevitable debido a la destrucción masiva provocada por la guerra, que seguía afectando al nivel de vida todavía bajo, las fuerzas productivas se desarrollaban de modo notable. Los obreros sentían que la sociedad progresaba. El país desbordaba alegría y triunfalismo militar por la derrota fascista y el derrocamiento del capitalismo en Europa del Este y China. Hubo nuevos avances en sanidad y educación con la eliminación en la práctica del analfabetismo. Dentro de la URSS surgió toda una nueva correlación de fuerzas, no obstante el hecho de que la clase obrera seguía sin tener poder decisivo directo en la distribución de los recursos. Con estos éxitos interiores y exteriores, la burocracia miraba hacia el futuro con gran optimismo. Su poder y prestigio aumentaban paralelamente a los de la Unión Soviética, dando una aparente solidez a su perspectiva de continuar su 'misión histórica' durante siglos. Pero, al mismo tiempo, la lógica trabajaba en su contra: la distancia entre los funcionarios privilegiados y las masas estaba aumentando mucho más rápidamente que el crecimiento de la producción y la satisfacción completa y bienestar general del pueblo. Después de la guerra, los diferenciales aumentaron de formas diversas como los pagos especiales bajo el nombre de pakety (paquetes), prebendas y privilegios, que no atacaban a fondo las campañas superficiales contra la "burocracia". En los años de la posguerra, se dispararon las diferencias de salarios, en muchos casos la ratio entre salarios altos y los más bajos llegó a ser de 1 a 13 y 15, y, en los ministerios soviéticos y las instituciones militares, hasta 20 sin contar los beneficios sociales indirectos. La clase obrera está dispuesta a hacer sacrificios bajo ciertas circunstancias, especialmente cuando está convencida de que está luchando para transformar la sociedad, pero la

condición previa para que esa convicción se sostenga tiene que venir ejemplarizada por la igualdad de sacrificios. Cuando se abusa de los sacrificios y esfuerzos de los trabajadores para crear privilegios, más pronto o más tarde el fraude provocará una explosión social. Esto es más cierto todavía en una sociedad que pretende hablar en nombre del socialismo y el comunismo. ¿Qué pasó después? ¿En qué medida el criminal montaje occidental de la guerra fría junto al poder absoluto de la burocracia rusa dio paso a la paranoia política y sus consecuencias policíacas? Stalin, viendo enemigos en todas partes se lanzó atemorizado a poner en marcha una purga en los partidos comunistas de Europa del Este, que provocó la escisión con Yugoslavia. En su lucha contra Tito organizó una serie de juicios-farsa contra titoistas imaginarios en toda Europa del Este. Fue la época de los juicios a Slansky en Checoslovaquia, Rajk en Hungría y Rostov en Bulgaria. Slansky y otros diez fueron declarados culpables de "espionaje y sabotaje" y fusilados; en 1963, el Tribunal Supremo de Praga anuló los veredic tos. Todo esto fue acumulando una frustración y resentimiento que finalmente explotaron en los levantamientos de 1953 y 1956. En el verano de 1953, poco después de la muerte de Stalin, hubo un movimiento revolucionario de los obreros de Alemania del Este. Empezó con una huelga espontánea de los obreros de la construcción que protestaban contra unos objetivos de producción imposibles de alcanzar. Del tajo marcharon gritando consignas que pronto se convirtieron en políticas, hasta provocar un movimiento de masas que podía haber llevado al derrocamiento del régimen. Moscú envió los tanques para aplastar la revuelta. A partir de 1956 todo se aceleraría. La denuncia de Kruschev en el 20º Congreso fue la chispa que hizo estallar la situación. El "deshielo" había abierto la compuerta con la denuncia apresurada de los crímenes de Stalin. Aprovechándose de la confusión en Moscú, una huelga general en Poznan, Polonia, en junio de 1956, se extendió a todo el país. La llamada "vía polaca al socialismo" consiguió temporalmente encauzar el movimiento hacia reivindicaciones nacionalistas, con los resultados conocidos. En octubre del mismo año estalló la Revolución Húngara. La prensa estalinista tachó el levantamiento de "fascista" y "contrarrevolucionario". Lo peor vendría después, el 2 de junio de 1962, con el levantamiento de Novocherkass, una ciudad en el sur de Rusia. Había habido otros movimientos en Karganda, Temirtau, Alexandrov, Murom y otras ciudades. Pero ninguno de ellos alcanzó las proporciones dramáticas del de Novocherkassk, que sin duda jugó un papel importante en acelerar el derrocamiento de Kruschev. El retraso de la revolución política en Rusia y el hecho de que el régimen durase otros 35 años después de Stalin tuvieron un efecto muy negativo en la conciencia de las masas. Prácticamente anulada la presencia de un partido comunista de vanguardia, la lección es clara. Nada pudo sustituir la dirección revolucionaria que permite pasar las lecciones de una generación a la siguiente. Sin el partido, cada generación tiene que aprender dolorosamente las lecciones del pasado a través de su propia experiencia. Por eso Lenin siempre insistió en la necesidad de un partido de vanguardia formado por cuadros, como memoria histórica de la clase. Toda la historia posterior, la de 1956 incluida, ha demostrado que es absolutamente imprescindible. Cierto que se sucedieron avances unos tras otro. El 4 de octubre de 1957, la URSS lanzó el primer satélite Sputnik, al que seguiría el primer hombre en ir al espacio en 1967. Pero ya el programa espacial soviético empleaba el doble de personal que el norteamericano. La confianza de la burocracia era tal, que en el 21º Congreso del PCUS se proclamó el objetivo de "construir el comunismo". En octubre del 61, el 22º Congreso anunció la intención de sobrepasar a EE.UU. en 1980: "La productividad del trabajo en la industria soviética -se dijo- sobrepasará el nivel de productividad en EE.UU. más o menos en un cien por cien". Kruschev se atrevió a decir: "Vamos a enterraros". Y no era una fanfarronada. Con unas tasas de crecimiento del 10%, el objetivo de superar a EE.UU. en 20 años hubie ra sido totalmente posible. Bajo la economía planificada, la Rusia atrasada había desarrollado la industria, la ciencia y la tecnología hasta el punto que existían ya las bases materiales para el inicio serio del movimiento hacia el socialismo, que, como Marx explico, "requiere un nivel de desarrollo por lo menos igual al del país capitalista más avanzado". En aquel momento, sólo la burocracia se interponía en el camino. El avance meteórico de la economía soviética preocupó seriamente a la clase dominante de Occidente. La producción industrial soviética había alcanzado un 75% de la de EE.UU. durante los años 60. La tasa de crecimiento continuo sirve para explicar la estabilidad de la que disfrutó el régimen

burocrático en el último período. En las últimas tres décadas, la burocracia pudo mantener su dominación principalmente debido a la inercia de la clase obrera, todavía bajo la influencia del miedo a una intervención imperialista, y, también porque sentían que la burocracia, a pesar de todo, era capaz de hacer progresar la sociedad. Pero, entonces, todos los factores que habían posibilitado a la burocracia sobrevivir por tanto tiempo, dialécticamente, se convirtieron en contrarios. La agricultura, que seguía siendo el punto débil del régimen, no se recuperaba. La cosecha de grano de 1963 fue mala, obligando a importar grandes cantidades de Occidente. La comida y el aumento de los precios crearon descontento. Había dificultad de suministro de pan y harina. La política de Kruschev, sin variantes de la anterior, tendía a llevar a cabo una reforma controlada por arriba, para evitar una explosión social desde abajo. Los acontecimientos de Hungría sirvieron de advertencia de lo que podía pasar. El historia dor y sociólogo Aléxis de Tocqueville, en su clásico estudio El antiguo régimen y la Revolución Francesa, señala que el momento más peligroso y difícil para una autocracia es precisamente cuando intenta aflojar las tuercas después de un largo período de represión. Esto se demostró en un episodio sobre el que generalmente se ha pasado de puntillas: el levantamiento de Novocherkassk en la Siberia sovié tica. ¿Imperialismo soviético? No es correcto afirmar, como hace la burguesía y los defensores de la teoría del capitalismo de Estado, que la relación entre la Unión Soviética y Europa del Este era de tipo imperialista. Es perfectamente sabido que Rusia compraba los productos de los países del Este a precios más altos que los niveles del mercado mundial. En realidad, estos recibieron subsidios durante décadas por parte de la URSS; justo lo contrario de una relación imperialista. Las actitudes, en muchos casos altaneras y despóticas de la burocracia stalinista hacia sus 'hermanos' de los países del Este, no obstante ser reprobables no modificaban el carácter de la ejemplar relación económica establecida. Cuando el nivel de vida en la URSS era en general más bajo que en aquellos países, el petróleo soviético se les vendía a un precio un 17% inferior al del mercado mundial, lo que representaba un subsidio de 2.900 millones de dólares al año. Cuba recibió subsidios por valor de 1 millón de dólares diarios desde los años 60 hasta el colapso de la URSS. En 1978, la URSS compraba azúcar cubano a 40 centavos de dólar, cuando los precios mundiales eran de sólo 17. En 1977, Cuba compraba petróleo ruso a 7,4 dólares barril, cuando el precio mundial era de 20,5 dólares: ¡60% más barato!. En el período 1966-78, la ayuda a Cuba de la URSS fue de 130.000 millones de dólares. Los préstamos que le hacía la URSS, libres de interés, nada tenían que ver con la sangría a que Occidente somete al Tercer Mundo a través de la "ayuda", que ha llevado a una transferencia masiva de riqueza de los países empobrecidos a los países capitalistas ricos. Sólo hay que comparar los dos casos para ver la falsedad total de la descripción de la URSS como potencia "imperialista". Otra cosa, sí, fue la forma como la burocracia rusa trató sin miramientos las aspiraciones nacionales de los pueblos de la Europa del Este. En todas partes, Moscú, sin tolerar disidencias implantó regímenes a su propia imagen y semejanza que llevaban a cabo las exigencias del Kremlin, con las consecuencias a que dio lugar su política.

VI. El período de estancamiento La caída de Kruschev Kruschev actuó siguiendo el modelo burocrático, ignorando o despreciando el marxismo como guía única para poder desarrollar integralmente las fuerzas productivas. Se quedaría a dos aguas, como se suele decir: fracasado su propósito de reactivar la economía y, a la vez, visto como un peligro por la burocracia, que veía todo el sistema en peligro y su poder amenazado. La buena cosecha del año siguiente a su destitución en octubre de 1964, llegó demasiado tarde para salvarlo. De la manera típica, sin congreso ni explicación, ni votaciones, fue apartado por sus compañeros más cercanos, para poner fin a la "irresponsable aventura reformista", y sustituido por Leónidas Breznev. La política de Breznev

Empezó culpando a Kruschev de los fracasos del pasado. Dio la vuelta a una serie de reformas marcadas por el intento de abandonar la utopía reaccionaria de la autarquía económica defensora de la teoría del "socialismo en un solo país". En un intento desesperado por estimular la economía, sin ver la solución en la participación directa de la clase obrera, decidió encabezar el sector de la burocracia que veía la solución en "participar en el mercado mundial". La medida, asombrosamente, la registraron en el texto de la constitución de Breznev, como una categoría de principio constitucional. Cierto que Lenin y Trotsky defendieron la participación de Rusia en el comercio mundial, pero no lo consideraban como una panacea, sino sólo como un medio para obtener un respiro temporal, siempre en la espera de que una victoria obrera ayudase a la URSS a superar sus circunstancias de atraso. En alguna medida, esta política, reflejo de las contradicciones internas en el seno de la élite dominante, intensificó la crisis del aparato burocrático, dando como resultado final un declive sostenido del 3% o menos de la tasa de crecimiento. La condición previa para el provecho de la apertura al mercado mundial ya no existía. La necesaria e imprescindible formación de una federación socialista de la URSS, Europa del Este y China había fracasado con la derrota internacional de la clase obrera en los años 30. Desde un punto de vista marxista, la participación de la URSS en la economía mundial no sólo era inevitable, sino progresista, como explicaron Marx y Engels en El manifiesto comunista. Sin embargo, ahora, además de las barreras capitalistas incluso se levantaban como un obstáculo los estrechos intereses nacionales de cada burocracia, empeñada en la defensa de sus fronteras contra sus "vecinos" socialistas. La asunción del socialismo en un sólo país estaba retrasando materialmente el progreso en todos los países. Cada burocracia pretendía construir su propia industria pesada con los resultados desastrosos que eran de esperar. Cierto que en los años 60 y 70 aumentó del 4 al 9% del PIB el comercio exterior de la URSS. No obstante, como el comercio mundial crecía todavía más rápidamente, su participación sobre el total disminuyó del 4,3 al 3,8% en 1979: EE.UU., 12,3; Alemania Oc., 10,1; Francia, 6,4; Gran Bretaña, 6,0; Italia, 4,6; Holanda, 4,1; y el resto total, 46,2. Si hubiera sido otro el curso de los acontecimientos, la URSS, participando en el comercio mundial se podría haber beneficia do de la división mundial del trabajo. La planificación socialista demostradamente efectiva se hubiera visto multiplicadamente impulsada con el acceso de los científicos y técnicos de la URSS a las tecnologías e ideas más modernas. La Unión Soviética se quedó atrás Es incuestionable que progresó de manera sorprendente. Pero en términos relativos seguía existiendo una diferencia respecto a los países más avanzados. Observemos el PIB per cápita, en dólares, en 1929: Alemania Oca., 11.730; EE.UU., 10.630; Francia, 9.950: Japón, 8.810; Gran Bretaña, 6.320; Italia, 5.250; Alemania del Este, 6.430; Checoslovaquia, 5.290; URSS, 4.110; Hungría, 3.850; Polonia, 3.830; Bulgaria, 3.690. Con el potencial de la economía planificada, si hubiese mantenido la tasa media de crecimiento del 10% (llegó a un asombroso 20% en los primeros planes), esta diferencia se hubiera eliminado. Incluso si hubiese sido del 3%, en 1990 hubiera llegado al nivel en que se encontraba la CEE y Japón en 1980. Sin embargo, la gestió n de la burocracia hizo imposible alcanzar siquiera ese miserable objetivo. La producción industrial que era en los años 1951-60 del 10-11% (13% Japón), en los años 1963-64 cayó por debajo del 8% (no por casualidad en 1961 se reintrodujo la pena de muerte para los crímenes económicos). En 1967 la producción industrial volvió a crecer por encima del 10%, pero la media anual de la década quedó en un 8,5%. Se hicieron colosales inversiones, acercándose al 90% de las de EE.UU., aunque relativas al ingreso nacional de la URSS sólo representaban el 62%. A pesar de los esfuerzos, esta enorme inversión con las tensiones que creaba en la economía soviética no tuvo su correspondencia en la productividad del trabajo. V. Kudrov, economista soviético, señaló los enormes esfuerzos realizados: "se pusieron en funcionamiento más de un millón de máquinas-herramientas de cortar metal, más de 200 forjas y prensas, y muchas cadenas automáticas (...), pero su productividad fue bastante baja (...), la URSS está alcanzando el nivel de inversión por trabajador de EE.UU." pero no el de productividad real". En la agricultura la cosa era peor. La URSS todavía estaba por detrás de EE.UU.: 13,7 tractores por cada 1.000 hectáreas de tierra cultivada, frente a 40,9 en EE.UU., y 3,9 cosechadoras, frente a 15,7 en

EE.UU. No hay que olvidar lo que llegó a suponer la tremenda carga impuesta por el gasto en armamento de un 11-13% del PIB soviético (EE.UU. 8%). Avance tecnológico No obstante la demostrada eficiencia de la producción en una economía nacionalizada y planificada, sin un control consciente de las masas en cada fase de la elaboración y aplicación de la planificación, se haría imposible la producción eficiente de un millón de productos diferentes. Una economía planificada necesita la democracia tanto como el cuerpo humano necesita oxígeno. Sin un control y gestión directos de los trabajadores, sin sindicatos libres y el derecho de discutir y criticar sin miedo, la corrupción, el despilfarro y el nepotismo son inevitables. Mientras la economía fue más o menos primitiva se podían tolerar los problemas provocados por la burocracia. Pero cuando todas las decisiones, desde las más importantes a las más insignificantes, las tomaban quince ministerios en Moscú, incluso aunque los funcionarios fuesen todos genios, se producirían inevitablemente todo tipo errores y mala gestión. No se pueden establecer las relaciones precisas entre la industria pesada, la agricultura, la ciencia y la técnica mediante el dictado administrativo. Si en Occidente las fuerzas productivas se estrellan contra la barrera de la propiedad privada, en la URSS y Europa del Este, sin los problemas de sobreproducción capitalistas, el sistema burocrático de control y planificación aprisionaba la iniciativa y la moral de trabajo. Aun así y no obstante, cuáles no serán las ventajas de la economía planificada que hicieron posible el logro en la URSS de científicos e ingenieros tan buenos o mejores que los de Occidente. Gentes surgidas del pueblo que asombraron y preocuparon al mismo tiempo al capitalismo con sus realizaciones. Desde el gran programa espacial y armamentístico y los más difíciles proyectos a gran escala, hasta la cantidad sin número de inventos y descubrimientos, un terreno en el que alcanzaron a EE.UU. y superaron a Japón, Gran Bretaña y Francia. El Financial Times (18/2/86) escribió: "La URSS y EE.UU. están a la par a la hora de patentar inventos (...) 80.000 patentes cada uno al año, muy por delante de las 50.000 de Japón y las 10.000 de Gran Bretaña y Francia (...) más de 20.000 patentes soviéticas registradas en el extranjero, y el país gana unos 100 millones de dólares al año de licencias extranjeras (...), parecen haber perfeccionado su línea de transmisión eléctrica de 1.500 kw, la más potente del mundo". A principios de los 80, la economía soviética era un organismo altamente complejo, con 50.000 fábricas que producían ya veinte millones de productos diferentes. Pero, ciertamente, como diría The Guardian (19/11/86), "concentran la atención en las estructuras y procedimientos de planificación demasiado rígidos, y en los problemas provocados por la separación de la ciencia de la industria, su burocratización y su fragmentación organizativa". Vadim Trapeznikov, académico vicepresidente de la Comisión Estatal para la Ciencia y la Tecnología, escribió en Pravda: "La innovación (...) hoy en día es el asunto clave al que se enfrentan los planificadores y gestores soviéticos (...) Pero el nivel general de la tecnología y la tasa de absorción de los nuevos avances va por detrás de los países capitalistas, y la mayor parte de los productos sovié ticos todavía no pueden competir..." Cierto que con el programa espacial (Mir) la superioridad de la URSS no estaba en duda. Dirigía al resto del mundo. El COMECON había previsto la instalación entre 1985-90 de más de 200.000 robots industriales, más de la mitad en la URSS. Había planes para la producción masiva de microprocesadores, micro y macroordenadores y para el desarrollo de nuevos campos de la electrónica, la robótica, la ingeniería atómica y otras áreas de nuevas tecnologías punta. Lenin explicó muchas veces que el futuro de la Unión Soviética no se podía separar de la situación del capitalismo mundial, empezando por EE.UU. Pero el retraso era notable todavía. Medvedev señalaba en 1972 el retraso en energía eléctrica y producción de electricidad, ordenadores y equipos automatizados, "fabricamos la mitad de radios que EE.UU. y una cuarta parte de los de Japón (...) en frigoríficos, estamos al nivel de EE.UU. en 1950 (...) en resinas sintéticas y plásticos (...) EE.UU. produce seis veces más que nosotros. En 1970, Japón produjo cinco veces más fibras sintéticas que nosotros y EE.UU., diez veces más". El principal inconveniente no era otro que la incapacidad de la burocracia, su alejamiento del pueblo, que le impedía elevar suficientemente la productividad del trabajo. Ésta seguía siendo la cuestión clave. Con una clase obrera mayor, con más del doble de ingenieros y técnicos, la URSS, a mediados de los años 60, estaba en el 65% de la producción norteamericana. Dos terceras partes de

obreros no eran capaces de trabajar eficazmente y cerca de un tercio de la producción se perdía por mala gestión. La agricultura, el talón de Aquiles Bajo Breznev, se necesitaban cuatro obreros agrícolas para conseguir los mismos resultados que un granjero norteamericano. Todavía en 1982, un obrero agrícola alimentaba a seis personas en la URSS, comparado con las 40 en EE.UU. La economía agrícola no se había recuperado de la colectivización forzosa y sus estragos. Sin embargo, potencialmente, la agricultura soviética podría alimentar al mundo. Cierto que la agricultura es más complicada que la industria porque aquí se trata de los elementos, naturales y humanos; mejoras técnicas y maquinaria; mayor motivación de la fuerza de trabajo, que solo se puede garantizar de dos maneras: estando el campesino moralmente inspirado y convencido de la necesidad del socialismo o por incentivos materiales. La burocracia era incapaz de conseguir ninguna de las dos. La justificación del clima no podía ocultar el problema de la hostilidad de la población rural, sujeta como estaba a la imposición de objetivos que no emanaban de planteamientos estudiados con la participación directa del campesinado. Así, todos los defectos de la burocracia se multiplicaban por cien pese a las inversiones que se hacían de un tercio de la inversión civil. La productividad era de un cuarta parte de la de EE.UU., con 27 millones de trabajadores rurales, seis veces más que EE.UU., y 20 veces más obreros agrícolas por tractor que ellos. Los jóvenes abandonaban las aldeas a un ritmo de dos millones al año. Entre 1966 y 1970, se entregaron 1,5 millones de tractores a las granjas colectivas, pero se eliminaron 1.150.00 del stock existente. De la entrega de medio millón de cosechadoras, se deshicieron de 350.000. Esto explica el tono preocupado del discurso de Breznev en el 23º Congreso del Partido, en 1966: "El campo está recibiendo un número cada vez mayor de tractores, camiones, cosechadoras y otra maquinaria (...) Sin embargo, ha habido una caída en muchos de los índices clave de utilización de la flota de máquinas y tractores. Los operadores de las máquinas tienden a abandonar sus puestos de trabajo, provocando inestabilidad en la fuerza laboral". El aumento de la producción con Kruschev en los años 50, del 4,9% anual, cayó en los 60, bajo Breznev, al 3 y 2% sucesivamente, pese a la inversión de un 20% del total nacional, y al aumento de la producción de fertilizantes. La causa real era la resistencia pasiva y el sabotaje de una mano de obra agrícola alienada, que se sentía cada vez más encontrada con el poder de la burocracia. Breznev reaccionó -por arriba como siempre- intentando aumentar la motivación al trabajo. Autorizó constitucionalmente la utilización de pequeñas parcelas de tierra. Una medida correcta, en espera de que los resultados de las granjas colectivas sirviesen como ejemplo para el abandono de la producción individual. Con el 3% que las pequeñas parcelas representaban, se obtuvo un tercio de la carne, leche y verduras, más de un tercio de los huevos y, sorprendentemente, casi una quinta parte de la lana. Una serie de malas cosechas llevaron al desastre de 1972. Pero en marzo de 1974 cambió la situación con la producción de 225 millones de toneladas. Si bien, sólo se pudieron conservar 180 millones por falta de silos. Transportes a tiempo y problemas en la distribución volvieron a poner de manifiesto la mala gestión burocrática. Más tarde, diferentes dirigentes intentaron superar los problemas de la agricultura, pero sin éxito y cada vez observando que la producción declinaba imparablemente. Niveles de vida en los años 70 En 1979, había en la URSS 5 pares de zapatos por persona y se producían más que en ningún otro país del mundo. De los 30 a los 70, el nivel de vida se multiplicó por más de dos. Aunque seguía por detrás de Occidente, la justeza de la horizontalidad en la distribución lo diferenciaba como es lógico y de manera reconocible, por muchos que fueran los casos de corrupción. El consumo siguió aumentando bajo Breznev. Del 65 al 78 el salario pasó de 96,5 a 159,9 Rublos; el número de médicos, de 554.000 a 929.000; las familias con TV, del 24 al 82%; con nevera, del 11 al 78%; los m2 de espacio habitable por persona, de 10 a 12,7 m2; el consumo de verdura por persona, de 72 a 90 kg.; de patatas, de 142 a 120 Kg; de pan/grano, de 156 a 140 kg. Según The Guardian (7/2/86) a media dos de los 80: "el 70% de los hogares tienen lavadora, un 40% aspiradora y alrededor del 15% tienen coche.

El crecimiento se consiguió prácticamente sin inflación. Los precios de los productos básicos se mantuvieron bajos. Los alquileres sólo representaban un 5% del salario mensual e incluían agua caliente, calefacción, y, por lo menos en Moscú, la telefonía local. La población disponía del mejor y más barato transporte público del mundo. Marx dio por supuesto que el punto de partida de un movimiento en dirección al socialismo sería un alto nivel de vida. Sólo satisfaciendo completamente las aspiraciones materiales de las personas será posible llegar a un nivel en que esas aspiraciones dejen de dominar las vidas y pensamientos de las personas, preparando el camino para un estadio cualitativamente superior de civilización de la humanidad. Mientras exista la escasez, la visión de una sociedad sin clases seguirá siendo un fantasma que se aleja cada vez más a medida que te vas acercando. Después, el nivel de vida se ralentizó gradualmente en los años 70. El aumento del consumo general, del 5% en los años 66-70, bajó al 2,1% en los años 76 al 78. Un factor negativo lo seguía siendo la calidad. La falta de control democrático se revelaba de la manera más obvia en el terreno de los bienes de consumo. En 1971, el Ministerio de Industria Ligera recibió quejas sobre 170.000 trajes, 1,7 millones de piezas de género de punto, 1,5 millones de calcetines y 7,6 de zapatos. La red de tiendas al pormenor de Moscú rechazó bienes industriales por valor de 33 millones de rublos. Las pérdidas en productos industriales se estimaron en 600 millones de rublos. De 1969 a 1971, el excedente de productos no vendidos representaba el 32-52% de las ventas. Nada comparable, cierto, con el derroche de energías del trabajo y recursos materiales que origina el capitalismo. Pero se trataba de superarlo, como hubiera debido ser con el control democrático y la participación de la clase obrera en la gestión de una planificación conquistada, que la burocracia estaba triturando. Trotsky señaló que presentar el crecimiento económico puramente en términos de volumen es como tratar de demostrar la fuerza de un hombre sólo sobre la base de su ancho pecho. Por supuesto que los obreros detectaban los "errores". Pero ante la ausencia de conductos en libertad para expresarlos ganaba el miedo, antes quizá que la indiferencia y la apatía. La pirámide burocrática era inmensa y laberíntica. Una masa de ministerios, departamentos y subdepartamentos y su enorme montaña de papeles, directivas y burocracia constituían uno de los principales obstáculos para el desarrollo de las fuerzas productivas. Sólo en el sector de máquinas-herramientas había no menos de 11 ministerios diferentes y cinco en el de Transporte. Un ejemplo lo tenemos con el gas natural que se descubrió en Asia Central. Había que conseguir firmas de 27 ministerios. La tardanza de siete años dio lugar a la pérdida del gas. El problema de la calidad La capacidad para producir en cantidad y calidad planificadamente se puso de manifiesto allí en particular donde existía mayor y más riguroso control, sobre todo en la industria de defensa, el programa espacial y la exportación de productos. Un artículo en The Guardian (19/11/86) señalaba la importación de excelentes productos soviéticos, por parte de Gran Bretaña "30.000 neveras Snowcapn y 32.000 tubos de imagen TV. Bélgica compró maquinillas de afeitar eléctricas y televisores, y Francia molinillos de café, planchas eléctricas y aparatos de aire acondicionado. Los holandeses compraron 60.000 maquinillas de cortar el pelo eléctricas, incluso los japoneses compraron televisores soviéticos. En el Tercer Mundo, las máquinas de coser Chaika y los ventiladores eléctricos Orbita están ocupando cada vez más mercados tradicionalmente occidentales y japoneses". Pravda (28/11/95) explicaba que la diferencia en la calidad de las producciones estaba en lo que la economía producía como producto interior adaptado a la sociedad soviética, los esfuerzos se dirigían a conseguir una vida más larga del producto, más que un buen diseño. No era ciertamente así. El mismo articulista hacía una reflexión interesante: "observemos -decía- la diferencia entre dos coches de la misma clase: uno producido para una economía frugal y el otro para una economía crematística. En un Zhiguli, todos los componentes principales del motor, donde normalmente surgen problemas, están situados de tal manera que son accesibles sin necesidad de la ayuda de un taller. Se puede utilizar el coche durante una década sin ir al mecánico, te arreglas tú mismo. En un Citroen -un coche de la misma clase- los mismos componentes son completamente inaccesibles. Tienes que pagar por cualquier minucia; si tienes que cambiar una correa de la bomba, tienes que sacar todo el motor".

¿Evitaría esto que a medida que la población soviétic a conociese la banalidad de los diseños de mercado y la publicidad occidentales aspirase a disfrutarlos? Ciertamente no. Ejemplos de magnitudes como el de Breznev lo barruntaban. Nixon le regaló auténticas "bomboneras" sucesivas en modelos de 10.000 dólares, una limusina Cadillac y un Lincoln Continental, luego un Chevrolet Monte Carlo, más barato, pero que había sido declarado "Coche del año" por la revista Motor Trend. Quiere decirse, que el parasitismo de la burocracia se había desbordado; estaba minando aceleradamente las propias bases de la economía planificada. Se estaba transformando toda la psicología de la casta dominante y avecinando consecuencias ya irrefrenables. El Estado bajo Breznev Fue Breznev quien dijo al introducir la nueva constitución de 1978 que "nuestro Estado se está transformando gradualmente en autogobierno comunista". Lo decía así para rechazar las insinuaciones de que el Estado lejos de disolverse se estaba haciendo cada vez más opresivo y totalitario al divorciarse de la masa de la población. Lenin había previsto que, a medida que las capacidades productivas de la sociedad aumentaban, y con ella los niveles de vida y culturales de la población, las funciones de la dirección del Estado y la sociedad gradualmente las realizaría la clase obrera de manera rotativa. Sin embargo, la represión estatal adquirió formas nuevas. Breznev, para combatir la disidencia, endureció el código criminal mediante un decreto confirmado en diciembre de 1966 por el Sóviet Supremo, con adición de sanciones que multiplicaban las posibilidades de represión: manifestaciones, distribución de cualquier forma de material saboteador del Estado podían ser castigadas con tres años de cárcel y tres de trabajos forzosos, respectivamente. Quedó prohibido publicar nada sin el permiso de las autoridades. Dimitri Shostakovich y un grupo de viejos bolcheviques hicieron públicas sus protestas. Un mes más tarde se llevó a cabo una oleada de arrestos contra escritores disidentes, que fueron juzgados sin garantías procesales y enviados a campos de trabajo. Después, ante la avalancha de críticas en Occidente, empezaron a enviar a los disidentes a sanatorios mentales, simplemente con la firma de dos médicos. "Así -recuerda el ex general Petro Grogorenko- se crearon amplias oportunidades para dispersar a presos políticos mentalmente estables entre una masa de pacientes gravemente enfermos". Todo se dio en un momento en que el gobierno de la URSS todavía proclamaba que estaba "construyendo el comunismo", es decir, la forma superior de la civilización humana, una sociedad sin clases en la que el Estado se ha disuelto y la necesidad de la coerción ha sido sustituida por una cooperación libre y voluntaria entre los miembros de la sociedad. Es un buen momento para preguntarse aquí, si podríamos ver lo que estaba sucediendo como un mero accidente, algo misterioso difícilmente explicable porque era producto de acciones arbitrarias por parte de algunos individuos, o, contrariamente y como bien se desprende era producto concreto y perfectamente expresado de las acciones llevadas a cabo por una casta dominante que trataba de defender su poder y riqueza contra la mayoría de la sociedad. La política no se determinaba en función fundamental de los intereses de la sociedad, sino de los de un abultado ejército de funcionarios. Engels señaló que en cualquier sociedad en la que el arte, la ciencia y el gobierno son el monopolio de una minoría, esa minoría utilizará y abusará de su posición en su propio beneficio. Visto así resalta claro que para la burocracia era demasiado peligroso conceder incluso el más básico de los derechos democráticos, ya que el primer punto que se habría planteado hubiera sido el de recortar los privilegios y con ello el poder. Lo más sangrante de todo es que, bajo Breznev, existían ya las condiciones materiales para por lo menos iniciar verdaderamente el movimiento hacia el socialismo. Existían las bases para abolir la división del trabajo que determina la sociedad en clases. En la URSS de 1980 había 120 millones de obreros (4 en 1917). Había un desarrollo masivo de la industria, la ciencia y la tecnología capaz de permitir el florecimiento más pleno de la democracia. Faltaba devolver la dirección de la industria y el Estado a manos de los trabajadores, conceder ple nos derechos para que todos los partidos y tendencias defendieran sus opiniones. Pero era ilusorio. La nueva maquinaria del Estado desprendida del pueblo parasitaba poderosamente decidida a mantenerse en el poder por todos los medios a su alcance. Por eso aumentó el nivel de represión en lugar de disminuir Esta contradicción entre el dominio de la burocracia y el camino hacia el socialismo se hizo

más clara, más obvia y más insoportable, a medida que la URSS desarrollaba una economía moderna más necesitada cada día de desenvolverse a plenitud sin obstáculo alguno que pusiese frenos al desarrollo de la sociedad y sus fuerzas productivas. Y en este sentido, las diferencias crecían cada vez más, los antagonismos sociales se agudizaban, el dominio de la burocracia era cada vez más intolerable. El Estado totalitario era sólo la manifestación más palpable de este hecho, no su causa. Arte y ciencia La Revolución de Octubre tuvo una influencia poderosamente liberadora sobre la educación, el arte, la ciencia y la cultura. Una nueva generación de artistas, escritores, educadores, poetas, músicos y pensadores científicos fue inspirada por ella, floreció en una atmósfera de pensamiento, opinión y controversia libres. Pero apenas tuvieron tiempo en los primeros años de hacer del pensamiento revolucionario un instrumento potenciador de los principios de Octubre. "Los ciudadanos de la nueva Rusia, habiendo derrocado el capitalismo, estaban en un estado de movilización permanente", diría Marc Ferro. Las blancas noches de Petrogrado se asocian ahora con el fervor del pueblo en constantes discusiones hasta altas horas de la noche, grupos de individuos por todas partes cambiando impresiones, hablando de su misión histórica, comentando artículos de los miles de folletos políticos que inundaban las calles, las fábricas, las trincheras: teorías sociales y económicas, filosofía, ciencia, literatura, obras maestras de las mujeres y los hombres de la Revolución. "La palabra vióse inundada de tal torrente de discursos que, en comparación, 'la avalancha de locuacidad francesa', de que habla Carlyle, no pasa de ser un arroyuelo. Conferencias, controversias, discursos en los teatros, circos, escuelas, clubes, salas de los sóviets, locales sindicales, cuarteles... Mítines en las trincheras, en las plazas aldeanas, en los patios de las fábricas. Durante meses enteros, cada encrucijada de Petrogrado y otras ciudades rusas era una constante tribuna pública". Se estaba ensayando un pueblo de la mano hermanada de los más preparados. El arma de la palabra oral y escrita caminaba inseparada del fusil en los frentes. Como un deshielo primaveral, la sed de saber rompió las cadenas anegando de luz y frescor la visión revolucionaria de las gentes. Después, con la actitud estalinista propia del modelo de funcionamiento del Estado totalitario en general sobrevendría un cambio en profundidad que afectaría al pensamiento en todos los órdenes. La caricatura burocrática del marxismo terminaría dibujando los perfiles de un hacer intelectual marchitado bajo el conformismo, la rutina y la rigidez burocrática. Poco a poco, los escritores y artistas se verían en una encrucijada, unos terminarían modelando sus obras al aire del "realismo socialista", otros, la oposición de los obreros e intelectuales sin hacer dejación de su anhelo de poder expresarse creativa y revolucionariamente de otra manera. El celo de la nueva política ganó en la dirección de los "sindicatos" de escritores y músicos. Preocupaba que las artes pictóricas, e incluso la música y la literatura en especial pudiesen utilizarse con fines subversivos. Sólo hay que comparar la ebullición de vida artística en los años veinte y sus múltiples escuelas de pensamiento y estilo, con el conformismo de las décadas posteriores, con su atmósfera sofocante, para ver qué gran oportunidad se había perdido. Máximo Gorki y Vladimir Mayakovsky, sobre todo este último que se ganó el apodo de "tamborilero de la revolución", fueron de los escritores que más simpatizaban con los bolcheviques desde antes de la Revolución. Otros poetas famosos, como Sergei Yesenin y Alexander Blok simpatizaban con la revolución como "compañeros de viaje" (término inventado por Trotsky en los años 20). Años más tarde, las poesías y obras de teatro de Mayakovsky contenían punzantes ataques satíricos contra la burocracia soviética. En 1930 se suicidó, pasó como una forma de protesta contra el deslizamiento hacia la reacción burocrática. Osip Mandeelshtam pereció en los campos de confinamiento. Desde 1932 en adelante, el régimen exigió la sumisión de escritores y artistas. Los compositores Shostakovich y Prokofiev fueron humillados en público. La ópera del primero, Lady Macbeth de Mtsensk y la 6º Sinfonía del segundo fueron prohibidas durante años. De la ciencia se decidía qué teorías eran aceptables por la élite y cuáles eran anatema. En el terreno de la genética la URSS quedó atrasada durante años debido a la aceptación de las falsas teorías de Lysenko, el protegido de Stalin. La física se vio favorecida debido a su relación con la bomba atómica. Las matemáticas puras tuvieron carta blanca. La cibernética fue denunciada como un absurdo reaccionario burgués, lo que retrasó las investigaciones en el campo de los ordenadores. Igualmente pasó en la física de la resonancia.

En la lingüística existía una situación similar, se impusieron las falsas teorías de Marr a todos los estudiosos, hasta que Stalin antes de morir y por sorpresa de la noche a la mañana impuso un giro de 180%. En el terreno de la filosofía o la economía marxista no se produjo un solo trabajo. Esto de por sí es suficiente comentario del llamado marxismo-leninismo del régimen stalinista. No es de extrañar que los dogmas rígidos y sin vida que bajo este título se ofrecieron a generaciones enteras provocaran rechazo y sólo actuaran en descrédito del marxismo ante los ojos de una gran cantidad de intelectuales, estudiantes y jóvenes serios. La revuelta contra la burocracia en Europa se dio entre los intelectuales. Son un barómetro extremadamente sensible que puede reflejar muy rápidamente las tensiones sociales que se están acumulando. Esto a veces da lugar a la ilusión de que los estudiantes pueden provocar el movimiento revolucionario, cuando en realidad simplemente actúan como la chispa que enciende el material combustible acumulado anteriormente: Francia en 1968, Polonia con el Círculo Torcido y Hungría con el Círculo Pëtofi. Entre los intelectuales de la URSS, un sector de los escritores empezó a afirmar sus derechos contra la censura oficial. Vera Inber, poetisa, denunció que nadie leía la poesía soviética y que nadie la leería mientras fuese la "misma vieja presa y la misma pala excavadora de vapor". El dramaturgo Zorin, en una obra de teatro durante el llamado deshielo describió el conflicto entre un viejo revolucionario y su hijo, el arribista y burócrata del partido, Pyotr: "Junto a los trabajadores voluntariosos y los burros de carga han aparecido, imperceptiblemente por ahora en gran número, gente como tú: aristócratas de cuello blanco, avariciosos y engreídos, alejados del pueblo". Zorin cayó en desgracia en 1954. Otro joven poeta, Yevgenil Yevtuschenko, se atrevió a publicar unos versos en octubre de 1956 por los que fue expulsado del Konsomol: "Ciertamente -decía- ha habido cambios; pero detrás de los discursos". Los burócratas del gobierno y del partido temían que la oposición de los intelectuales pudiera convertirse en un punto de referencia para el descontento acumulado por las masas. Crankshaw definió la situación así: "Las autoridades estaban alarmadas, en toda Rusia, estudiantes de universidades y escuelas técnicas lanzaban periódicos murales y manifiestos fotocopiados expresando y exigiendo rebelión no contra el propio régimen soviético, sino contra la corrupción, el filisteísmo y las convenciones monótonas y expresivas del stablishment". Juicios contra escritores, como Sinyavsky y Daniel, fueron una sombría advertencia al conjunto de la comunidad artística para que no se salieran de la línea. Los burócratas del partido intentaron atribuir a Lenin la falsa doctrina de que los escritores sólo podían plantear ideas que reflejasen la "Línea General". Lenin se refirió siempre y únicamente a la línea de prensa del partido bolchevique, que es totalmente diferente a la literatura en general. Nunca pensó que se pudiera aplicar este principio al Estado. De hecho, absorbido por otras tareas, escribió muy poco sobre arte y literatura. Su mayor interés se centraba en el estudio de los clásicos del pensamiento, la investigación y la historia. Bajo Lenin y Trotsky, los escritores gozaban de la más amplia libertad de trabajo y experimentación. Con Stalin, la reivindicación de "libertad" tocó una cuerda sensible. Stalin tenía una concepción mecánica del arte y la literatura que eran para él instrumentos directos, artistas y escritores tenían que mirar el Estado con "confianza inquebrantable" y "cariño y amor filial", no verlo así era dedicar el trabajo intelectual a "absurdos perniciosos". Con Kruschev, la campaña de "desestalinización" abrió a medias la ventana de la expresión artística. Pero, como la apertura se manifestó peligrosa para el régimen, se cerró de golpe la ventana. Bajo Breznev, la situación de artistas y escritores empeoró de manera continua; artistas y escritores se vieron una vez más obligados a morderse la le ngua y mantener la cabeza gacha. El resultado fue empujar a un sector a actitudes antisoviéticas, minando todavía más el sistema. El totalitarismo de la burocracia estalinista tuvo un efecto funesto sobre el arte y la literatura. Consiguió empujar a un sector de la intelectualidad en manos de la reacción pro-capitalista. Pero ahora en la Rusia actual el deslizamiento hacia la economía de mercado ha significado que el mundo de la cultura ha saltado de la sartén al fuego. Una generación de trepadores y mafiosos culturales satisface los gustos de los capitalistas y los nuevos ricos. Trotsky escribió en junio de 1938: "Poetas, artistas, escultores y músicos encontrarán por sí mismos su camino y sus métodos, si el movimiento de masas disipa las nubes de escepticismo y pesimismo que oscurecen hoy el horizonte de la humanidad".

VII. El significado de la Perestroika Freno absoluto A finales de los años 70 la suerte ya estaba echada. El sueño de la burocracia de durar mil años se redujo a cenizas. El régimen agotó el papel progresista que pudiera haber jugado en el pasado; de ser un freno relativo pasó a convertirse en un freno absoluto. La idea absurda de que la burocracia, desde arriba, podía mantener un orden de cosas fijo y permanente quedó al descubierto como lo que siempre había sido: una aberración histórica temporal condenada a desaparecer del mapa. En las últimas décadas, la dirección del régimen intentó todo tipo de combinaciones (descentralización, recentralización, redescentralización,...), pero sin resultado. A tal punto hizo cambios que hubo quien, como Isaac Deuttscher, se imaginó que la burocracia iba a reformarse hasta su desaparición. No entendían nada de las leyes de los procesos. La casta dominante podía hacer todo por la clase obrera, ¡excepto bajarse de sus espaldas! A principios de los años 80 la sociedad había entrado en un callejón sin salida y el conjunto del régimen estaba en el filo de una navaja. Las contradicciones entre la base económica de la URSS y el papel de la dirección se habían extremado, lo mismo en las relaciones sociales que el desarrollo de la industria. La élite dominante estaba preocupada y dividida con relación a los caminos a seguir. Los acontecimientos de Polonia de 1980-81, con el movimiento de masas surgido alrededor de Solidaridad se anunciaron como una seria advertencia de los procesos que se podían dar en Rusia si no se tomaban medidas. Breznev, creyendo poder superar el descontento en Rusia se lanzó a criticar a los llamados dirigentes sindicales soviéticos por no "representar" los intereses de los obreros. El carácter esclerótico del régimen reflejado en una dirección anciana se había convertido en motivo de chistes. Esto no era por casualidad. A Breznev lo mantuvieron vivo cuando ya era un cadáver andante. Su sucesor, Konstantin Chernenko, anciano también, les falló muriéndose enseguida. Yuri Andropov no tuvo mejor suerte, también murió súbitamente, dejando la sucesión abierta a su protegido más joven, Mijail Gorbachov, un representante de la élite dispuesto a asestar golpes a la misma burocracia en la que se apoyaba para preservar el poder de la casta dirigente en su conjunto. Gorbachov. La mala administración. Una casta parasitaria. La elección de Gorbachov como secretario del Partido en 1985 resultó ser un punto de inflexión. Gorbachov se dio cuenta de que la situación encerraba el peligro de provocar una explosión social. Sus discursos en el 27 Congreso y en enero de 1987 ante el pleno del Comité Central marcaron una nueva etapa del proceso, fueron un ataque a la corrupción, el despilfarro, la ineficiencia, y por llevar a cabo reformas de más calado que ninguna otra en las tres décadas anteriores. Gorbachov llamó a aflojar el control burocrático sobre la economía y la sociedad, a defender la necesidad de una mayor "democracia", la elección de los directores de fábricas, elecciones en el PCUS y otras medidas por el estilo, planteadas todas, ciertamente, al único fin de flexibilizar la economía, sin tener nada que ver con el mayor problema de fondo: la necesidad de recuperar una auténtica democracia obrera. Lo cierto es que, con el auxilio de la prensa soviética que se dedicó a denunciar miles de ejemplos de corrupción, su campaña de reformas destapó parcialmente la olla que estaba hirviendo de descontento en todas las repúblicas de la URSS. Pero ya no fue bastante con que Gorbachov llamase y con razón a vanagloriarse el pueblo, siendo cierto como informó en el 27º Congreso que en los último 25 años "los activos fijos de producción de nuestra economía han aumentado siete veces. Se han construido miles de fábricas y se han creado nuevas industrias. El ingreso nacional ha aumentado casi un 300%, la producción industrial en un 400% y la agricultura en un 70%. Antes de la guerra y en los primeros años de la posguerra, el nivel de la economía de los EE.UU. nos parecía difícil de alcanzar, pero en realidad ha sido en los años 70 cuando nos hemos acercado sustancialmente a éste en términos de nuestro potencial científico, técnico y económico e incluso lo ha sobrepasado en el volumen de producción de ciertos productos clave. Estos logros son el resultado de un esfuerzo tremendo de nuestro pueblo". Pero, la parte negativa del informe levantaría más contras que favores al reconocer que no "fuimos capaces de poner en práctica el programa social previsto para este período, lo que provocó el retraso de la ciencia, la educación, la protección sanitaria, la cultura y los servicios cotidianos (...) Apareció un diferencial

entre las necesidades de la sociedad y los niveles de producción alcanzados, entre la demanda efectiva y el suministro de bienes". Y concluía: "Hoy, la tarea principal del partido y el pueblo es darle la vuelta de manera decidida a las tendencias desfavorables en el desarrollo de la economía, impartirle el dinamismo necesario y dar margen a la iniciativa y la creatividad de las masas, al cambio verdaderamente revolucionario". Gorbachov intentó inyectar una chispa en la economía haciendo un llamamiento a los obreros y escarmentando ejemplarmente los casos más escandalosos de control burocrático; trató de revivir el viejo método del estajanovismo (que había sido duramente criticado) y purgó a 46 de los 156 miembros de la jerarquía regional del partido; tomó medidas contra los burócratas inferiores y medios, e incluso algunos de los burócratas superiores. Pero no podía ir más lejos, primero, porque no representaba los intereses de los obreros , luego, porque quería introducir sus reformas controladas desde arriba, después, porque ni la constitución de Stalin permitía ir a más, muy aparentemente democrática no tenía otro fin que servir de látigo para la burocracia e impedir levantarse al pueblo. Gorbachov no quería minar de manera fundamental los privilegios de la casta dominante, sus reformas iban dirigidas contra los privilegios "ilegales". Se estaba balanceando entre diferentes grupos, lo que le obligaba a buscar el apoyo ya difícil de la clase obrera para asestar golpes contra el sector enriquecido que más parasitaba la economía. Así, de manera cautelosa y sin dejar de moverse desde arriba lanzó ataques contra la burocracia y potenció cierta crítica, pero siempre dentro de los límites establecidos. La prensa soviética se llenó de ejemplos escandalosos de rapacidad y de gentes con salarios inflados, limusinas y cuentas incontroladas. Pero pasó lo inevitable en esas condiciones, tan pronto como se aflojó el control del aparato burocrático, se desataron incontenibles todo tipo de fuerzas encerradas. Gorbachov, ya embarcado en el camino de las llamadas reformas, se dio cuenta de que era imposible invertir el proceso que él mismo había iniciado, pero que estaba basado en propuestas que no tenían nada en común con la democracia de Lenin ni el auténtico socialismo. Gorbachov, lejos de defender la postura de Lenin de más igualdad y la abolición progresiva de las diferencias, los estaba aumentando. Para él era bueno aplicar el estajanovismo en detrimento de la igualdad laboriosa y del tiempo del obrero para su preparación dejado siempre para un "futuro" indeterminado. Para Gorbachov era bueno ampliar la base de la burocracia mediante la creación de una capa privilegiada de aristocracia obrera que recibiera altas bonificaciones ligadas a la productividad, y era bueno no sólo sostener sino incluso incrementar ciertos ingresos "legales" de los funcionarios. No fue una casualidad que en su discurso de la Revolución de Octubre hablase de oposición a sus reformas. De todo había en la oposición, burócratas encausados, salarios mayores, menores y congelados, y "colectivos de trabajo" que reflejaban la alarma, su miedo a perder el poder ante el estallido de huelgas de que informaba ampliamente y por primera vez la prensa soviética. Como ejemplo, el paro durante tres días de los obreros de la fábrica de autobuses de Likino en protesta por un recorte salarial de unos 65 rublos al mes. La burocracia impedía la puesta en práctica de las reformas, pero las propuestas de reforma por arriba tampoco podían cambiar nada, todas tenían el mismo carácter: "ya es hora -decía Gorbachov- de elaborar un procedimiento que permita a los sóviets, y a todos los órganos en general, evaluar y certificar el trabajo de los ejecutivos responsables de su aparato después de cada elección, haciendo los cambios de personal deseables. (...) es necesario una implicación más activa de las organizaciones sociales en el gobierno del país". Pero, a qué fuerzas se dirigía, estaba jugando con fuego; se pronunció a favor del "principio de elección para todos los jefes de equipo y después, gradualmente, algunas otras categorías de personal de dirección: encargados, superintendentes de turno, sector o planta, y directores de departamento de granjas colectivas". Pero, una vez introducido el principio de "elección", por lo que se refiere a los obreros, ¿dónde terminaría? El hecho de que Gorbachov se viera obligado a plantear la cuestión de la elección a todos los puestos del Partido era un indicio de que no había tenido mucho éxito en las elecciones de encargados y demás, porque la burocracia se resistía. El modelo seguía sie ndo esencialmente el mismo de siempre. Sin un movimiento encabezado por los obreros, el intento de reducir a la burocracia estaba condenado al fracaso. Como dijo Trotsky, "no se trataba de intereses sociológicos, sino materiales", y políticos. Para conseguir que la economía soviética se pusiera en marcha de nuevo, para eliminar la corrupción y motivar a la clase obrera, habría que haber dado a los obreros libertad de organización, discusión crítica. Así las cosas, si los obreros no reaccionaban por sí mismos aspirando al poder político (cosa

imposible una vez rota su confianza en el Partido) todo terminaría derrumbándose bajo controles parciales que no podían funcionar. La gran mayoría de los 19 millones de funcionarios que constituían la burocracia eran ya hijos y nietos de burócratas con todos los atributos de una casta especial, parasitaria, cada vez más divorciada de la vida y pensamientos reales de los obreros normales. Para la burocracia, la revolución había servido para darle poder y privilegios sin precedentes. Los viejos funcionarios estalinistas corruptos tenían al menos algunos vínculos con las viejas tradiciones. Pero después de más de 70 años, se habían roto todos los vínculos con las ideas y tradiciones de Octubre. Ahora teníamos una nueva generación que estaba en realidad más apartada que nunca de los trabaja dores. Este hecho se reflejó en el estallido de uno de los delegados a la conferencia especial del PCUS en 1988 (la primera de este tipo desde 1941): "Sabemos más acerca de la posición del presidente Reagan y la Reina de Inglaterra que de nuestros propios dirigentes". Un ejemplo gráfico de lo que Engels quería decir cuando se refirió al Estado como "un poder que se eleva por encima de la sociedad y cada vez se separa más de ella". En ningún momento fue más evidente esta situación de poder e independencia de la burocracia que durante el período de la Perestroika. Gorbachov, que por su ascendiente representaba los intereses materiales de esa casta dirigente, era lo suficientemente listo como para darse cuenta de que, a no ser que tomaran medidas drásticas por parte de la dirección, todo iba a estallar. Cierto que no hay razón alguna para suponer que en ese momento tuviera la intención de retomar el capitalismo; es casi seguro que los elementos pro-capitalistas estaban en minoría. Pero Gorbachov había puesto en marcha procesos que tenían su propia lógica. Fermento del descontento. Un enorme cero a la izquierda. Como el propio Gorbachov comentó, la URSS ya no era el Estado débil, empobrecido y sitiado de los tiempos de Lenin, era un país rico y enorme, ¡con el 25% de los ingenieros, técnicos y científicos y los recursos de una sexta parte del mundo a su disposición! De hecho, la "campaña de la eficacia" de Gorbachov logró elevar el objetivo de la producción industrial alcanzado bajo Kruschev, de un 4%, a un 5,6% en septiembre de 1986. Era una mejora indudable, pero todavía no alcanzaba el crecimiento de los países capitalistas en época de boom económico. No obstante hay que anotar que la mejora se dio con el cese de un 50% de los ministros y presidentes de gobierno de las repúblicas, un 30% de los secretarios del partido y el despido de unos 200.000 funcionarios, lo que provocó una feroz resistencia por parte del sector opuesto a las reformas encabezado por Ligachev que quería mantener intactas las viejas estructuras y se resistía al mismo tiempo a la reforma agraria que trataba de promover las explotaciones privadas. Si los obreros hubieran tomado en sus manos la dirección del Estado, la industria y la sociedad, se podrían haber eliminado rápidamente todos los cuellos de botella. Liberada la economía del peso muerto de la burocracia, la planificación hubiera hecho avanzar el país a pasos de gigante. En un solo plan quinquenal se podría haber aumentado enormemente la riqueza poniendo en juego la capacidad de iniciativa y el entusiasmo de las masas. Pero vendría a intervenir un factor nuevo. Gorbachov como se vio se apoyaba en el descontento creciente de las masas con el sistema, que se podía tolerar mientras no hubiera un polo de atracción revolucionaria en Occidente. Pero el trato de Gorbachov con el imperialismo de EE.UU. tenía otras consecuencias en política exterior. La "amenaza exterior", que la burocracia había utilizado durante décadas para paralizar cualquier oposición por parte de los trabajadores, quedaba minada... Hubo, en general, una resituación. Después de más de tres generaciones, vimos todos los signos de la desmoralización. El Soviet Weekly (8/11/90) publicó una encuesta según la cual sólo el 15-20% de los jóvenes en la URSS creía en el socialismo. Reaccionaban contra lo establecido, pese a la educación cultural en las escuelas supuestamente basada en el marxismo-leninismo. Por supuesto que esos jóvenes nunca habían tenido acceso a las auténticas ideas del socialismo y el marxismo. La juventud, que había llevado la bandera de la Revolución de Octubre, proporcionado los combatientes más heroicos durante la guerra y puestas todas sus energías en los planes quinquenales, ahora era casi totalmente desafecta. Había, además, un constante fermento de descontento entre los intelectuales. En 1985, Izvestia informaba que había 27 millones de obreros con serios problemas con el alcohol y el absentismo laboral, hasta el punto que Gorbachov introdujo severas medidas en 1986, con la clausura del 90% de

las tiendas de Vodka, lo que fue una espada de doble filo por su repercusión en la recaudación de impuestos y en la destilación ilegal creciente. La política antialcohólica fracasó y de nuevo se formaban largas colas para el vodka. El 22 de agosto de 1990 hubo disturbios en Chelyabinsk. Ante la falta de suministro, la multitud atacó a la policía. La deuda de la URSS con Occidente, que era de 14.000 millones de dólares en 1983, se había duplicado. La crisis económica se hizo notar en la caída del nivel de vida. En 1989-90 el crecimiento económico era prácticamente cero. Pero los ingresos per cápita disminuyeron. Es más, la participación en el comercio mundial que pasó en una década del 4 al 9% del PIB, en lugar de ayudar había empeorado las cosas. Pravda (18/10/90) alarmó con un artículo: "La situación sigue empeorando. La producción cae y se rompen los vínculos de suministro económico (...) El mercado de consumo es un desastre (...) El comportamiento antisocial y el crimen han aumentado (...) la fe en el futuro está colapsando". Según el Soviet Weekly (8/11/90): "La asombrosa cantidad de 70 millones de personas vive actualmente por debajo del umbral de pobreza". Un millón de toneladas de comida se pudría en los puertos. De 1.000 bienes de consumo básico, sólo cuatro estaban siempre disponibles en las tiendas. El caos burocrático, el acaparamiento mafioso del suministro por parte del comercio y el transporte liberados y la caída de la producción habían hecho desaparecer de las estanterías en las tiendas, 13.000 productos diferentes. Mientras, para el sector de la burocracia que más visitaba Occidente, el espectáculo deslumbrante de la "abundancia" empezó a arraigar gradualmente como un modelo de salida de la situación. Habían descubierto que con los dirigentes occidentales se podía conversar "de hombre a hombre" y solucionar diferencias alrededor de la chimenea... Todor Zhivkov, dirigente "comunista" búlgaro, confesó en 1990 que el socialismo estaba muerto y era poco práctico. Jaruzelski, autor del golpe stalinista en Polonia, decía que todo había sido un error y pedía disculpas al pueblo polaco, pensando que el "capitalismo era la única solución". Gorbachov intentó resistir las exigencias de una evolución rápida hacia el capitalismo. Ryzhkov pensó con él mantener el núcleo básico de la economía en manos del Estado pero con elementos del mercado. Los generales estaban nerviosos ante el tratado de la Unión y la amenaza de desintegración de la URSS. Finalmente, acabando 1990, Gorbachov, mientras todavía hablaba de "socialismo" y de "comunismo" publicó las líneas generales de su plan, una mescolanza impotente de buenas intenciones e ideas contradictorias: habría desnacionalización (de pequeños negocios y gradualmente), flexibilización de los precios, descentralización (manteniendo la URSS) y, por supuesto, desregulación de salarios, severos controles del crédito para mantener un déficit presupuestario menor al 3%, etc., etc. Se trataba del optimismo de un hombre que estaba a punto de caer de cabeza al abismo. En una entrevista con la TV británica se atrevió a repetir el mito absurdo de que ¡todo hubiera ido bien en Rusia si la Revolución de Febrero hubiese triunfado!... Los políticos y diplomáticos norteamericanos y los demás dirigentes occidentales, tenían que estar frotándose los ojos de incredulidad. Posiblemente Gorbachov no quería la restauración del capitalismo en Rusia, pero hablando así estaba preparando su camino, para ser apartado después por la fracción de la burguesía naciente, dirigida por su protegido Yeltsin. Hasta la fecha, Gorbachov continúa teniendo ilusiones en la “democracia occidental”, que se imagina que puede reconciliar intereses de clase antagónicos. Ilusiones en Gorbachov A nivel internacional Gorbachov, al principio, recibió el aplauso de los viejos estalinistas y los reformistas de izquierdas, por su "socialismo de rostro humano". Occidente le agasajó y le abrió los brazos. Hubo incluso trotskistas que se apresuraron a rendir tributo al "gran reformador y estadista", cuando en realidad defendía los intereses de la casta dominante en Rusia. Roy Mendvedev, que representaba el ala "izquierda" de la burocracia, cayó en la trampa, sosteniendo la creencia de que el régimen podría reformarse de manera constitucional. De otra forma -vino a decir- "equivaldría a que la dirección se liquidase a sí misma". Y acertó, pero no porque las organizaciones sociales hubieran tenido la oportunidad de rebelarse utilizando los cauces constitucionales en vez de tener que recurrir a la utilización de imprentas clandestinas que el régimen perseguía, sino porque pusieron a la URSS de rodillas con el desarme histórico de la clase obrera por el estalinismo.

Se demostró falsa la idea de Isaac Deutscher, hombre al que se vincula con Trotsky sólo porque escribió una biografía del gran revolucionario. Deutscher, que glorificó a Stalin en su biografía, elevándole a la categoría de gran revolucionario incomprendido, saludó la llamada desestalinización de Kruschev como un gran paso adelante: "es evidente que la sociedad soviética ha estado tratando, y no sin éxito, de librarse de la pesada deuda y desarrollar los enormes activos que ha heredado de la época de Stalin. (...) Está claro que, incluso bajo el estalinismo, la sociedad soviética ha conseguido un progreso inmenso, inseparable de su economía planificada y nacionalizada, pero que estaba desorganizando y erosionando al estalinismo desde dentro". Deutscher siempre había tenido la ilusión de que la burocracia podía 'desburocratizarse a sí misma' e introducir el socialismo, lo que era esencialmente falso. En cualquier sociedad de cla ses, una vez que surge el Estado, este adquiere vida y movimiento propios que hay que controlar. La inevitabilidad de la revolución surge precisamente del hecho de que ninguna clase o casta dominante se rinde nunca. La manera en que la burocracia rusa estableció su poder era un indicio de que esta casta no se iba a detener ante nada para mantenerse en el poder. Con las reformas desestabilizadoras que introdujo Gorbachov, que aceleraron la disolución del régimen, ante las dos alternativas posibles y sólo facilitada la salida hacia occidente, la burocracia inclinó la balanza rápidamente hacia el capitalismo. Cuando las reformas de Gorbachov empezaron a tener efecto, se cayó en una crisis incluso más profunda. Pero una vuelta a la represión desenfrenada de la era stalinista estaba descartada. En abril de 1989, Gorbachov llevó a cabo una purga de la vieja guardia. Hizo que el Comité Central aprobase la "jubilación" de 74 de sus miembros de pleno derecho y 24 de los suplentes. Al mes siguiente se formó el nuevo órgano representativo supremo: el Congreso de los Diputados del Pueblo, con 2.250 miembros, elegidos bajo los nuevos procedimientos "democráticos": dos tercios serían elegidos por votación popular directa. Éste Congreso sustituiría parcialmente al viejo Sóviet Supremo de la URSS. Gorbachov, con estas medidas, esperaba obtener apoyo en su lucha contra la vieja guardia que se resistía a la introducción de sus políticas. Las repúblicas de la Unión adoptaron el modelo de la administración central. En ese momento, Gorbachov todavía no se había decidido a ir hacia el capitalismo. El 7 de noviembre de 1989, en una entrevista ante el mausoleo de Lenin celebrando el aniversario de la Revolución, había hecho un llamamiento a volver a los "ideales leninistas de 1917". Poco después admitió que la situación se le estaba escapando de las manos: "hemos perdido temporalmente el control de algunas palancas de dirección económica". Todo estaba anunciando una explosión. El 11 de julio de 1989, decenas de miles de mineros se declararon en huelga. Hubo una oleada de ellas, con epicentro en las cuencas mineras del Donbass y Kuzbass. En Mezhdurechensk, 12.000 trabajadores tomaron el control de la ciudad. La paciencia de los obreros ya se había acabado. Exigían mejores condiciones de vida, aumento de salarios, mejores condiciones de trabajo e independencia económica completa para sus minas. En el Kuzbass, más de 100.000 mineros con sus comités exigían la abolición de los privilegios de los funcionarios, negociaciones directas con el gobierno central y una nueva constitución. Cuando el Kuzbaas volvió al trabajo, el Donbaas se puso en huelga, con reivindicaciones similares El movimiento afectó a los pozos de Vorkuta, en el extremo norte, Rostov del Don, en el sudoeste, y Dnepropetrovsk y Chervonograd, en Ucrania. Unos 300.000 obreros estaban en huelga. Gorbachov dijo que las huelgas eran "la peor calamidad que haya caído sobre nuestro país en los cuatro años de la Perestroika"; añadió que demostraban la necesidad de eliminar "todo tipo de obstáculos burocráticos en el camino de la reforma". No se puede negar que la conciencia de las masas había retrocedido debido al dominio totalitario. Se daba el caso de mineros y dirigentes que pensaban que iban a poder vender su carbón en el mercado mundial. Todavía no habían disfrutado de las "libertades y placeres" de la economía de mercado. Pero sería un error pensar que el movimiento hacia el capitalismo venía de la presión de las masas. El 40% seguía prefiriendo volver a una dirección más centralizada de la economía y sólo un 25% quería un sistema orientado al mercado. Pero ganaron las voces cada vez más fuertes entre la burocracia y especialmente entre los economistas a favor de una solución de mercado. Esta tendencia ganó terreno a lo largo de 1989 y la primera mitad de 1990. Gorbachov advirtió, que un cambio brusco hacia un sistema de mercado podía provocar "motines en las calles" y la caída del gobierno. Pero ya el viejo sistema estaba colapsando y no había

nada que lo sustituyese. El Gosplan (agencia central de planificación), advertía, que la producción podía derrumbarse entre un 30 y 70%. La URSS, desde junio del 89, tenía un déficit presupuestario de un 6,2% del PIB, con unos gastos que superaban a los ingresos en 62.000 millones de rublos en 198889. El petróleo y la campaña antialcohólica habían supuesto ingresos menos por valor de 40.000 millones de rublos. La intervención militar en Afganistán había costado unos 5.000 millones de rublos al año. La deuda externa total alcanzaba los 34.000 millones de rublos. Nikolai Ryzhkov, primer ministro, propuso recortar las subvenciones a las empresas con pérdidas y el gasto de defensa. E incluso se propuso una comisión para investigar los privilegios de la nomenklatura, ¡se iba a investigar a sí misma! El 13 de noviembre de 1989, Leonid Abalkin, viceprimer ministro y principal consejero de Gorbachov, presentó sus planes para la transición de la Unión Soviética hacia una "economía mixta", con la transferencia de algunas empresas estatales a otras formas de "propiedad socialista" (pero no a manos privadas, tal y como había sugerido Abel Aganbegyan). Stanislav Shatalin declaró en una reunión del partido comentada en Pravda: "Ahora no se trata de salvar el socialismo, comunismo o ningún otro 'ismo', la cuestión es salvar nuestro país, nuestro pueblo". El y Gregory Yavlinsky elaboraron el llamado programa de los 500 días, que proponía privatizaciones a gran escala en 100 días, liberalización de los precios y recorte de los subsidios. Al mismo tiempo, Nikolai Ryzhkov, presidente del consejo de ministros, y Leonid Abalkin, viceprimer ministro, estaban ela borando un plan alternativo, menos ambiciosos pero con los mismos objetivos. Gorbachov escogió el plan de los 500 días. Por medio, Ryzhkov consiguió la aprobación por el Congreso de Diputados del Pueblo para un programa de recuperación económica para 1995. En marzo de 1990 este plan lo descartaron por inadecuado, lo haría inútil la acelerada desintegración económica del país. El 11 de marzo, el consejo de ministros pidió a Abalkin la elaboración de un borrador para el 1 de mayo; terminado éste y considerado en abril fue devuelto para su reelaboración. Gorbachov y sus ministros habían descartado la idea de la "terapia de choque", por miedo a huelgas y descontento. El 6 de marzo, el Sóviet Supremo adoptó el artículo 34 sobre la propiedad, que Albakin pensaba que iba a crear las condiciones necesarias para la transferencia a una "economía de mercado planificada", con derecho de los ciudadanos a poseer y heredar propiedades, recursos minerales, equipamientos, dinero, acciones y agua. En una segunda lectura de la Ley y después de una turbulenta sesión, el Sóviet Supremo la aprobó el 1 de julio de 1990, con 350 votos a favor, tres en contra y 11 abstenciones. Al día siguiente, se publicó una declaración según la cual la tierra era propiedad de la gente que vivía en ella y cada ciudadano tenía derecho a su parcela. Sin embargo, para sorpresa de los "reformadores" occidentales, la población rural no mostró el más mínimo interés por transformarse en propietarios privados de pequeños trozos de tierra. La reforma de los precios pensaron introducirla "paso a paso", "se propuso triplicar el precio del pan el 1 de julio y compensar a la gente con aumentos de las pensiones y salarios, lo que no dejó satisfecho a nadie. "Radicales" y "conservadores" denunciaron el plan en el Sóviet Supremo como "mal concebido", exigiendo un plan más coherente para el 1 de septiembre. Mientras, los "radicales" forzaron una votación pidiendo la promulgación de decretos para establecer sociedades anónimas, una bolsa y la desnacionalización de las empresas estatales. El 14 de junio, el Sóviet Supremo rechazó la propuesta de triplicar el precio del pan, tuvieron que utilizar la TV para llamar a la calma debido a la oleada de acopios. El mismo día se aprobaron nuevas leyes, entre otras, la primera ley de impuestos a empresas del país y la que permitía a las empresas fijar sus propios precios y establecía el mecanismo para declarar una bancarrota empresarial. En julio, coincidiendo con el 28º Congreso del PCUS, Yeltsin abandonó el Partido Comunista. Al día siguiente lo hicieron los alcaldes "reformistas" de Moscú y Leningrado, Gavriil Popov y Anatoly Sobchak. En los seis meses anteriores, 130.000 militantes se habían ido del PCUS, 10.000 de ellos en Moscú sólo en julio. Gorbachov habló en el Congreso del "fin del modelo estalinista de socialismo". Confesó que "décadas de dominación del sistema han alienado a la clase obrera (...)". Sin proponer alternativa alguna leninista, se limitó a hablar de una "auténtica democracia". Mientras, el ala pro-burguesa de la burocracia estaba empezando a organizarse. 300 diputados establecieron un grupo independiente en el Congreso para, a su decir, acelerar la perestroika. Representaban el ala ya abiertamente

contrarrevolucionaria. La dirección de este grupo incluía a Yeltsin, presidente de la República, Sajarov, Afanasiev y Palm; Popov y Sobchak formaban parte de esta capa. Según Shatalin: "Una valoración de la situación llevó (...) a Gorbachov a admitir la necesidad de una transición inmediata hacia una economía de mercado (...) Aunque incluso en este terreno seguía habiendo diferencias fundamentales". Lo que demuestra que las contradicciones no estaban resueltas. Se estaba librando una lucha feroz entre las diferentes alas de la burocracia. El 4 de septiembre de 1990, el Sóviet Supremo retrasó una vez más la introducción de la economía de mercado. Como siempre, la principal preocupación era la reacción de la clase obrera. Ryizhkov advirtió que el plan de Shatalin provocaría descontento social, pero el Sóviet se pronunció finalmente por él. El día 12 llegarían a un nuevo compromiso elaborado por Agandegyan con parte del plan de Shatalin. El ala principal de la burocracia seguía aplazando el tema. Entonces, en un movimiento sorpresivo, sin esperar al Sóviet Supremo, el gobierno de la Federación Rusa presidido por Yeltsin adoptó para su república el plan de Shatalin, decidió aplicarlo a partir del 1 de octubre y aprobó un voto de no confianza en el gobierno de Ryzhkov, abriendo así un enfrentamiento con la autoridad central. Sin embargo, el programa se atascó y los principales ministros reformistas dimitieron. Finalmente, el 19 de octubre de 1990, el Sóviet Supremo aprobó un plan "con pocos detalles" para la economía de mercado. Gorbachov decretó sobre la liberalización y los precios al por mayor y la tasa de cambio del rublo comercial (un paso hacia la convertibilidad del rublo). En noviembre se fijó la tasa oficial de cambio en 1 dólar = 1,80 rublos (seis años después era 1 dólar = 5.000 rublos) y se aprobó el derecho de los capitalistas extranjeros a establecerse en la URSS y comprar acciones y propiedades. El 13 de noviembre, Yeltsin anunció que el plan Shatalin quedaba en suspenso: "Era imposible coordinarlo con el gobierno central". Esto era un punto de partida totalmente nuevo. En efecto, los representantes de ala pro-burguesa estaban utilizando su control del gobierno de la Federación Rusa para provocar un enfrentamiento con el Kremlin. Los imperialistas no podían creer su suerte. Bush, después de la caída del muro, en una conferencia de prensa con motivo de la cumbre entre los presidentes de la URSS y EE.UU., declaró que estaba "dispuesto a ayudar a la URSS de cualquier manera". En diciembre, el Congreso de Diputados del Pueblo concedió a Gorbachov más poderes. El nuevo Tratado de la Unión estaba creando un nuevo foco de tensión entre las diferentes alas de la burocracia. Shevardnadze dimitió, advirtiendo del "advenimiento de una dictadura". Gorbachov, al mismo tiempo que hablaba de la "planificación socialista", había abrazado el mercado como solución, aunque vacilaba continuamente como una hoja muerta que se la lleva el viento. La perestroika y la glasnost sólo habían servido para abrir la caja de Pandora. Las huelgas se extendían amenazando colapsar totalmente el orden burocrático. En Georgia estalló una guerra sobre la cuestión de Abjasia. Repúblicas e incluso ciudades decretaban sus propios precios independientes. Un documento de la República rusa describe gráficamente la situación: "El grado de descontrol de la economía ha alcanzado dimensiones catastróficas. Las instituciones de planificación están desmoralizadas por la incertidumbre de la situación (...) Las órdenes de la Unión, las repúblicas y las regiones se contradicen unas con otras, lo que se añade a la s tensiones socio-políticas". No obstante, todavía seguía en pie en el Sóviet Supremo una fuerte oposición a la privatización. Pero los "reformistas" eran cada vez más audaces y más antisocialistas. Los representantes de la vieja ala estalinista estaban cada vez más preocupados y desesperados. El punto de ruptura de la oposición abierta era el movimiento hacia la desmembración de la URSS, con la firma del Tratado de la Unión. Representantes de la vieja nomenklatura empezaron a ejercer presión contra la ruptura de la URSS. En diciembre, el jefe de la KGB, el general Vladimir Kryuchov, hizo una declaración en TV diciendo que el país estaba en manos de "grupos radicales extremistas (...) apoyados moral y políticamente desde el extranjero". Gorbachov había perdido completamente el control. Su decisión de apoyar la ruptura de la URSS estaba creando un resentimiento cada vez más amplio entre la burocracia, especialmente en la casta militar. Ya había perdido toda Europa del Este. ¿Dónde iba a acabar todo el proceso? A principios de 1990 se había tomado la decisión de acabar con el monopolio constitucional del poder del Partido Comunista. Éste, compuesto en su mayor parte por una dirección y una militancia que había sumido el papel de servir de instrumento fiel al dictado de la burocracia, desmoralizado como

estaba ante la vecindad del derrumbe, el rechace y desconfianza de las masas, quedó todavía más y más debilitado. En Julio, el PCUS adoptó un nuevo borrador de programa, sustutituyendo el marxismoleninismo por principios socialdemócratas. Cuando todas las demás tendencias estaban alabando a Gorbachov como el gran salvador, sólo los marxistas señalamos que sus reformas estaban condenadas al fracaso y lo caracterizamos como una figura pequeño-burguesa accidental condenada a ser barrida. Pues la única manera de resolver el problema era reintroducir un régimen leninista de control y gestión obrera, lo cual hubiera sido posible en una economía desarrollada como la que existía en Rusia. Sin embargo y muy lejos de mejorar las cosas, las reformas introdujeron un nuevo elemento de desestabilización, acelerando la disolución del régimen. Sólo había dos alternativas posibles. Ante la ausencia de un movimiento de la clase obrera hacia la revolución política, la balanza se inclinó rápidamente hacia el capitalismo.

VIII. De la política exterior a la cuestión nacional La demagogia de Yeltsin El lío abismal en que se encontraba la política económica que permitió el arribo de Yeltsin quedó demostrado por la ironía de que los asesores económicos de Gorbachov trataron de imitar a los "expertos" occidentales defendiendo la introducción de elementos de economía de mercado justo en un momento en que el sistema capitalista a escala mundial estaba empezando a resquebrajarse. Carentes los asesores de un análisis marxista, estaban impresionados por el boom temporal de 1982-90, que, por un accidente histórico, coincidió con la crisis de la URSS. Anhelaban indudablemente un retorno a los "viejos tiempos" del capitalismo y encontraron en Yeltsin al demagogo sin escrúpulos que necesitaban. Un ambicioso aparatchik de Sverdlovsk, teatrero, que se vanagloriaba de visitar los mercados y utilizar el transporte público, cosa que no hacía la mayor parte de la burocracia, lo que le dio cierta popularidad en Moscú. Por entonces, la influencia de la corrupción burocrática llegó a ser tal que, sin el papel que jugaba al lado del mercado negro, la economía se hubiera incluso detenido antes. Gorbachov lo dijo abiertamente: "Intenta conseguir una reparación en tu piso; definitivamente vas a tener que encontrar a alguien que lo haga a escondidas, y éste va a tener que robar el material de una obra en construcción". Yeltsin se dejó decir en el Congreso del Partido en 1986 que Moscú, "una ciudad de millones de habitantes, tenía una economía estancada y un sistema de transporte público, centros comerciales y atención sanitaria inadecuados", de lo que culpó a los antiguos dirigentes de la ciudad. Luego, el Yeltsin que conocemos se atrevió a preguntar como secretario del CC. de la URSS "¿Por qué se plantearon los mismos problemas durante cinco años en congresos del partido? ¿Por qué no hemos conseguido eliminar las raíces de la burocracia, la injusticia social y los abusos?... Palabras, ciertamente, que leídas ahora resultan escarnecientes a la luz de su conducta final y de las "soluciones" que facilitó con la entrega del Estado a una mafia criminal capitalista. Hoy, siete gansters fabulosamente enriquecidos controlan y poseen la mitad del país y emplean un 20% de sus ingresos en legiones de guardaespaldas. Es cierto que antes de la entrega ensayó soluciones, pero, como siempre, por arriba: cesó a más del 40% de los trabajadores locales del Partido en Moscú, pero terminaron siendo readmitidos en otros empleos mediante sobornos y por la puerta trasera. La campaña de Yeltsin en la práctica empeoró la situación económica, pues la corrupción y el mercado negro eran el aceite que mantenía el funcionamiento de la economía dirigida por la burocracia. Cualquier medida venía a demostrar que sólo se podía salvar la situación desmantelando completamente el Estado burocrático y creando una democracia obrera. Hoy, aquella desigualdad que a nadie satisfacía, no sólo es infinitamente mayor que antes, sino que ha alcanzado cotas que superan la criminalidad indescriptible del "capitalismo de compinches" de Marcos en Filipinas. Gasto armamentista El acuerdo temporal entre las "democracias" y la URSS durante la guerra contra Hitler no duró mucho después del colapso del régimen nazi y Japón. Es más, antes del final de la guerra quedó al desnudo con la criminal brabuconada de EE.UU. queriendo advertir a la URSS (con el poder atómico ensayado sobre Hiroshima y Nagasaki cuando los japoneses se disponían a rendirse) lo que podría

pasar si no hacía lo que el imperialismo norteamericano quería. Pero no consiguieron su objetivo. La superioridad del poder militar de la URSS se hizo patente con la invasión de Manchuria por las tropas soviéticas y la derrota del ejército japonés en die z días. La guerra "fría", ya incubada en las postrimerías de la guerra -y desde el momento mismo hay que decir de la Revolución de Octubre- quedó acuñada y desarrollada por el propósito de romper armamentísticamente el poder soviético militar surgido de la II Guerra y quebrar la economía de la URSS. El intento constante de las superpotencias de conseguir ventaja militar una sobre otra quedaba igualado inmediatamente. Cierto que una situación así permitía a la burocracia soviética poder presentarse a sí misma (con más justificación) como la fortaleza sitiada por el imperialismo. La idea del 'enemigo exterior' servía lo mismo a Occidente que a la Unión Soviética que sucumbieron a la arteriosclerosis. En la URSS se repusieron el secretismo y la extrema disciplina militar, el control y la vigilancia policíacos, la rigidez en general, en fin, el reyugulamiento democrático. Con la proliferación del gasto armamentístico, se renovaron prebendas y abusos mil, despilfarros y frenos al libre desarrollo de las fuerzas productivas. La guerra fría, la dedicación al gasto militar absorbía una cantidad ceda vez mayor de recursos, causando una importante sangría a la economía de la URSS. En sus primeros días, el Estado soviético gastaba poco en armas. Su fuerza residía en la propaganda revolucionaria, en su política internacionalista y en el apoyo de los obreros del mundo, que destruyó los intentos de intervenir militarmente contra los bolcheviques entre 1918 y 1921. Lenin y Trotsky insistían en que la principal prioridad era la mejora de los niveles de vida, el desarrollo de las fuerzas productivas para el bienestar de las masas de la población. Pero, ahora, dada la intensificación de la carrera de armamentos y el conflicto también entre las dos burocracias rivales en Moscú y Pekín, el gasto militar exigido estaba devorando una parte cada vez mayor de la riqueza producida por la clase obrera. Un asombroso 60% de la producción industrial se dedicaba al sector militar, con toda sus secuelas negativas, fortalecimiento de los intereses creados y del prestigio del ala militar de la burocracia. Absurdo decir lo que habría supuesto utilizar el gasto militar para liberar del hambre y el atraso a las poblaciones empobrecidas del mundo. Pero imaginarse que el antagonismo se podía resolver "con buena voluntad", apelando a la "buena fe" no tiene el menor sentido. La espiral de la carrera sólo podía detenerla la inflexión de factores de otro tipo más desgraciadamente realistas. Un recorte masivo en occidente hubiera afectado al complejo militar-industrial de los países de la OTAN y reducido un mercado vital para las empresas capitalistas exportadoras de armas, y que vivían de una producción 'obsoletista' que hacía chatarra inmediata de cada nuevo modelo bélico. En la era de Breznev, la inversión en defensa alcanzaba el 15% del PIB, lo que reducía la inversión en otros sectores y ralentizaba el crecimiento. Ello llevó al intento de alcanzar un entendimiento con EE.UU. a través del SALT y otros acuerdos, que tenía también la intención de recortar el gasto militar 'inútil', y parcialmente era un intento (aunque vano) de llegar a una estabilidad global sin posibilidades reales. Pues los esfuerzos por respetar las respectivas influencias y llegar a un modus vivendi que estabilizase las relaciones mundiales, no cambiaban una situación que no podía dejar de ser tensa. El antagonismo fundamental seguía existiendo, no había desaparecido, estaba presente entre el mundo capitalista de la propiedad privada y las formas de propiedad nacionalizada de los Estados obreros no obstante sus deformaciones. Estaba presente en una situación mundial inestable que podía cambiar explosivamente en cualquier momento en una parte u otra del planeta, haciendo emerger de nuevo todos los antagonismos latentes. Estaba presente en la negrura del militarismo norteamericano, que discutía con Reagan la forma de atestar sorpresivamente un "golpe mortal" atómico a la URSS. No ignoraban del todo la situación, pensaban que "la URSS, con su superconcentración exagerada de autoridad, caracterizada por su enorme burocracia en Moscú, sería altamente vulnerable a un ataque de este tipo". De suerte para la humanidad que este punto de vista no era representativo de los sectores decisivos de la clase dominante, que entendía que una guerra nuclear no era una opción realista, pues, como piensa la clase burguesa, a la guerra se va para conquistar mercados, materias primas y esferas de influencia. Una guerra nuclear hubiera significado el fin del planeta, precisamente por ello no se dio. Se impuso admitir la posibilidad de una Destrucción Mutua Asegurada (en inglés MAD). Gorbachov quiso reducir el gasto armamentista, para poder producir más bienes de consumo y mejorar los niveles de vida de la población soviética, cada vez más descontenta. De aquí que en las negociaciones con el

imperialismo estuvo dispuesto a dar más de lo que se le ofrecía. "Coexistencia pacífica" Lenin dijo en el 8º Congreso (julio de 1919): "es inconcebible que la república soviética continúe existiendo por un largo período de tiempo al lado de los Estados imperialistas". Un año más tarde, ya derrotados los ejércitos invasores, diría: "Mientras subsistan el capitalismo y el socialismo no podremos vivir en paz (...) Esta es una tregua en una guerra". Y la predicción demostró ser correcta cuando la "coexistencia pacífica" acabó en la pesadilla de la II Guerra Mundial. Hoy, acabó transmutada en euforia, en la euforia de los imperialistas, que clamaron de gozo, pletóricos, e incluso desconcertados de asombro ante el desplome del régimen ruso, del poder real que la burocracia usurpó a la clase obrera. Eso explica tanto grito triunfalista. Para los imperialistas, coexistir con lo que suponía un referente (aunque deforme) de la sociedad venidera, comunista, tuvo que ser algo puramente inconcebible, un quitasueños que les mantuvo en vela cerca de un siglo tramando algo, lo que fuera, cualquier cosa que pudiera generar la contrarrevolución capitalista en Rusia y Europa del Este. Durante todo el período de posguerra hubo acuerdos y crisis diplomáticas periódicas entre el imperialismo y el régimen sovié tico. En 1955, se reunieron en Ginebra por primera vez desde la reunión de 1945 en Postdam. En 1959 se reanudaron las conversaciones, con la visita de Kruschev a EE.UU.. En 1961, la llamada crisis de los misiles de Cuba permitió la ronda de negociaciones que culminó al año siguiente con la firma del Tratado de Prohibición de Pruebas Nucleares. En 1969, con la llegada de la administración Nixon, las relaciones se recuperaron, llevando a una serie de conversaciones y acuerdos sobre reducción de armamentos. Con la elección de Ronald Reagan para presidente de EE.UU., las relaciones empezaron a deteriorarse seriamente, llevando a lo que algunos llamaron la "segunda guerra fría". Reagan y Gorbachov siguieron negociando después de tensas situaciones, haciendo suponer ilusoriamente que serían capaces de garantizar la "paz mundial", la "coexistencia pacífica" en base a la "buena voluntad" de los dirigentes de uno y otro sistemas. Lo cual era falso de raíz. La realidad subyacente era la de dos sistemas sociales fundamentalmente opuestos, antagónicos, básicamente, que no podían tolerar indefinidamente la existencia del otro. No obstante, el boom capitalista de los años 80 junto a las contradicciones internas del imperialismo y la crisis de los países llamados socialistas, llevó a los dirigentes de ambos sistemas al deseo de llegar a un acuerdo por temporal que fuese. En su intento de pactar, la dirección soviética renunció abiertamente a la estrategia de la revolución y negó la importancia de la lucha de clases. Era algo que definía lo que había sido la política de la burocracia durante mucho tiempo. Erich Honneker, había escrito en el Mornig Star británico: "Estamos lejos de reducir las relaciones internacionales al estereotipo de la lucha de clases". Gorbachov se expresó de manera parecida en el mismo diario (5/4/88): "El nuevo pensamiento sugiere que hay valores universales -paz, seguridad y justicia -, valores que son comunes a todos nosotros independientemente de nuestra nacionalidad, religión, ideología o clase; valores que transcienden todas las diferencias de este tipo". Pero, lógicamente, el intento de hacer eternas unas relaciones mundiales basadas en sistemas económicos radicalmente contrarios, inevitablemente se rompió, creando un nuevo y convulsivo período en la historia mundial. De manera imprevista, tanto para la burocracia stalinista como para los imperialistas, los regímenes de Europa del Este empezaron a descomponerse y entraron en crisis. Crisis en Europa del Este En los países del Este los efectos del burocratismo stalinista se veían agravados por el sentimiento de opresión nacional. En Polonia, una suma de factores movió a la protesta obrera de los años 56, 70, 76 y 80, manifiesta ya de manera tremenda entre 1980 y 1981, cuando el movimiento Solidaridad con 10 millones de trabajadores estuvo a punto de derrocar el régimen burocrático. Fue el papel de Lech Walesa y de los asesores reformistas e intelectuales católicos, lo que llevó a la derrota del movimiento. Esta capa buscó un compromiso con la burocracia dirigente. Todos estaban aterrorizados por el movimiento de la clase obrera que iba a tientas hacia la revolución política. Así, apoyaron la llegada al poder del general Jaruzelski. En 1982 fue prohibida Solidaridad. La reproducción del movimiento huelguístico llevó a Jaruzelski a tratar de implicar a los dirigentes reformistas de

Solidaridad con Walesa a la cabeza para frenar a los obreros. En agosto de 1988 se habló de negociaciones, que se abrieron en febrero de 1989, prometiendo legalizar Solidaridad. Walesa deseoso de colaborar con el ala reformista de la burocracia llamó a apaciguar las huelgas. En abril se acordó un plan de austeridad e ir hacia una economía de mercado. En julio de 1989, la victoria electoral de Solidaridad fue la de un gobierno burgués que con la elección de Walesa como presidente aceleraría la restauración del capitalismo en Polonia. Solidaridad logró el 35% de los escaños del Sejm (Cámara Baja) y 99 de los 100 escaños del Senado. Jaruzelski invitó a Solidaridad a participar en el gobierno y llamó al partido comunista polaco a llevar las "reformas" más allá. Como era de prever, Solidaridad al llegar al gobierno volvió la espalda a la clase obrera. Jaruzelski recibió la visita de George Bush, que calificó de "indispensables" las reformas, prometió fondos con resultados mínimos y visitó los astilleros de Gdansk ante 10.000 personas. En agosto, la Asamblea General eligió como primer ministro a Yadeusz Mazowiecki, para dirigir un gobierno de coalición entre Solidaridad y los partidos Campesino y Democrático. Solidaridad había perdido cerca de 8 millones de los 10 que tuvo de afiliados en 1980-81. Escindida y degenerada, perdió participación obrera al volverse su dirección pro-burguesa. En 1990 su filiación se redujo a 1 millón. Por otra parte, los viejos sindicatos (OPZZ) con 5 millones de afiliados amenazaban con huelgas las privatizaciones. Con la crisis se habían independizado del Estado y empezado a defender los intereses del movimiento obrero organizado. Se oponían a las medidas de austeridad de Mazowieski que respaldaba Solidaridad. La reacción fue todavía más aguda entre los campesinos, amenazados de ruina por el mercado. Walesa se convirtió en el mejor defensor de la contrarrevolución: "Buscamos -dijo en EE.UU. a un empresario- compradores para el 80% de la economía polaca". Los nacionalistas del movimiento de 1980-81 junto al ala pro-capitalista de la burocracia estaban vendiendo Polonia al mejor postor. Otros "apparatchkis", informaba The Times (12/9/89), "se apresuraban a ir a compañías privadas o, en algunos casos, a comprar acciones de las empresas privatizadas". Hubo casos excepcionales de ilusión capitalista: los trabajadores de la fábrica de tractores Ursus amenazaron con ir a la huelga exigiendo la privatización de su planta. Sin embargo, las primeras cinco empresas privatizadas atrajeron una cola de sólo 60 personas. Y un 40% de los que votaron por el candidato independiente Tyminski en la primera vuelta dijeron que lo habían hecho por miedo a las privatizaciones. El gobierno de Mazowiecki provocó paro masivo, caída de la producción y aumento de precios. Esto relegó a Mazowiecki a la tercera posición en las elecciones presidenciales y obligó a Walesa a distanciarse de la manera como aplicaban las políticas llegando a decir que eran "insensibles a la gente corriente". Gorbachov, que había animado al POUP a unirse a la coalición y apoyado en general a los dirigentes "reformistas" de Europa del Este, dejó claro que no interferiría en los asuntos de Polonia. Enfrentado a su propia crisis no podía permitirse salvarles. No hubo un nuevo "Plan Marshall" de los imperialistas. Nada en absoluto parecido a los préstamos y subvenciones de posguerra (82.900 millones de dólares a precio actual) que tenían como fin crear una defensa económica contra el peligro de revolución. Occidente desconfía de estos regímenes, tiene miedo de que sus entregas de dinero desaparezcan fácilmente. El colapso del estalinismo en Alemania del Este, Checoslovaquia y Rumania fue totalmente diferente. En cuestión de pocos meses (noviembre-diciembre de 1989), una serie de manifestaciones derrocaron los regímenes burocráticos. Temiendo la extensión del movimiento, el PC búlgaro decidió "reformarse" para mantener el control del poder. Después de una huelga de dos horas a finales de diciembre, decidió abrir conversaciones con la oposición, la Unión de Fuerzas Democráticas. Alemania del Este En un primer momento, el movimiento no era pro-capitalista, iba en dirección al derrocamiento de la burocracia y la introducción de un socialismo democrático. Honnecker se había adjudicado el 98,85% de los votos en las elecciones municipales de mayo de 1989, esto en contraste con los más de 30.000 alemanes que "votaron con sus pies" emigrando a Occidente. Las manifestaciones en Leipzig de octubre crecieron día a día hasta reunir a 300.000 personas. Ni a Gorbachov ni a la burocracia alemana se les ocurrió recurrir a la violencia, no obstante estar el régimen paralizado en una agonía de

indecisión. El poder se encontraba en la calle. En noviembre la sucesión de manifestaciones reunió en Berlín a medio millón de personas. Moscú recomendó introducir reformas por arriba. Honnecker fue sustituido por Egon Krenz y se formó un nuevo gobierno. Pero los dirigentes pequeño burgueses del Nuevo Foro no sabían hacia dónde iban. Y era imposible mantener a las masas en ebullición sin plantear la cuestión del poder de manera clara y definida. El desencadenante fue la apertura de la frontera austro-húngara, la primera brecha en el muro de Berlín. Ante la ausencia de una alternativa clara, la tendencia a marcharse se intensificó. Durante el fin de semana del 10-11 de noviembre, unos 2 millones de alemanes del Este inundaron Occidente, pudieron ver los escaparates de Alemania Occidental, la economía capitalista más rica de Europa, en contraste con la vida gris en la RDA. Cierto que el régimen estalinista estaba desprestigiado, que la gente anhelaba la libertad, que muchos veían en la propaganda por la unificación mejores niveles de vida, que el gobierno de Bonn jugó hipócritamente con las sensibilidades nacionales de un pueblo dividido..., pero el capitalismo venció ante la falta de un alternativa socialista democrática que hubiera sido capaz de contrarrestar los cantos de sirena de Occidente. Con un cinismo increíble, Moscú declaró: "estos cambios son para mejor". Pero lo que sucedió no reflejaba las auténticas aspiraciones de los obreros alemanes orientales. Tiempo después de la unificación, una encuesta de opinión reveló que en la ex RDA una mayoría respondió que estaría a favor del socialismo siempre que fuese democrático. Quiere decir que los obreros no luchaban por el capitalismo, sino por un socialismo con una dirección digna. Los imperialistas no podía creer su suerte. Bush dijo que estaba "regocijado". Kohl vio en el éxodo una fuerza de trabajo cualificada y barata con la que fortalecer su industria e ilusiones en el mercado. Gorbachov dio su bendición a la unificación en las condiciones de Occidente. El SED obligó a Krenz a dimitir y cambió su nombre por el de Partido del Socialismo Democrático (PDS). El nuevo gobierno de Modrow prometió elecciones libres para mayo de 1990, adelantadas a marzo. Modrow se vio obligado a permitir la participación de una mayoría de no comunistas en su gobierno, por primera vez en la historia de la RDA. En marzo de 1990, ganaron los cristiano-demócratas conservadores disfrazados de la Alianza por Alemania. Los marcos occidentales y el prestigio de Kohl les proporcionaron un 50% de los votos. La Alianza 90, del Nuevo Foro y otros grupos recibieron un 2,9% de los votos, a pesar de haber dirigido el movimiento de masas. En estas circunstancias no había otra opció n posible que ir hacia la revolución política, o hacia donde fueron, atrás, al capitalismo. Checoslovaquia, Rumania y Hungría En Checoslovaquia, la burocracia estalinista del PC al acceder al poder en 1948 armó a los trabajadores, aunque por poco tiempo. El país, único en Europa que tenía una clase obrera educada, una economía desarrollada, una fuerte base industrial y un alto nivel de vida, reaccionaría pronto ante las políticas del modelo estalinista, que provocaron desilusión, aunque todo funcionó durante años hasta el intento de Alexander Dubcek y el ala liberal de la burocracia de llevar a cabo algunas reformas limitadas. El descontento se vio exacerbado por la invasión rusa de 1968. Un sector importante de la juventud recibió los tanques al grito de "¡Despierta, Lenin; Breznev se ha vuelto loco!". Pasado el tiempo y al aflojar la presión, el sentimiento de amargura y frustración surgió de nuevo a la superficie. Las manifestaciones en Alemania del Este y la caída del muro movieron a los checos a una huelga general y manifestaciones de masas. El gobierno fracasó en su intento de aplastar el movimiento. El 24 de noviembre de 1989, 250.000 personas se concentraron en la plaza de Wenceslao. Dos días más tarde eran 500.000. Milos Jakes dimitió de la secretaría general del PC. El gobierno, a recomendación de Moscú negoció con el Foro Cívico. El 27 de noviembre hubo una huelga de dos horas apoyada por millones de personas. La burocracia estalinista capituló, abolió el "papel dirigente" del Partido. Los dirigentes que habían sido "elegidos" cuando los tanques rusos en 1968, condenaron aquella invasión e intentaron salvarse formando un gobierno con minoría comunista. En diciembre, el presidente Husak dimitió y el antiguo disidente pro-burgués Vaclav Havel fue sustituido. El Foro Cívico y su gobierno pro-burgués anunció la puesta en marcha de la economía de mercado el 1 de enero de 1991, planificó la venta de unas 100.000 tiendas estatales, subastó 80.000 pequeñas propiedades. La Ley de Transformación comprendía la entrega de vales a todos los ciudadanos para crear un "capitalismo popular"

Klaus advirtió: "Estoy realmente asustado de que Checoslovaquia no vaya a superar el período de transición a partir del 1 de enero (...) todavía vivimos en el filo de la navaja". Las medidas de austeridad y el caos económico habían provocado malestar generalizado, lo que dio votos a los estalinistas en las elecciones locales de noviembre. El imperialismo alemán fue el responsable de la división de Checoslovaquia, que no favorecía los intereses de checos ni eslovacos y que hubiera sido rechazada si se hubiera sometido a referéndum. Pero Klaus, como buen agente del imperialismo alemán, impidió la consulta a la gente. Rumania fue mucho más allá, con el derrocamiento del régimen de Ceaucescu por un movimiento de la clase obrera similar al de Hungría en 1956. El intento de Ceaucescu entre los días 21 al 25 de diciembre de 1989 de aplacar a las masas prometiendo aumentar los salarios fue recibido con desprecio. La protesta paso a ser antigubernamental y reprimida con la Securitate (policía secreta). El sistema quedó al borde de la revolución. Las masas asaltaron TV y radios. El ejército se había pasado al lado de los obreros. Se formó el Frente de Salvación Nacional (FSN). Los Ceaucescu fueron apresados y ejecutados. La situación era similar a la revolución de febrero de 1917. El FSN formó un nuevo gobierno y aprobó una serie de decretos a finales de diciembre. En abril de 1990, ante el horror de la burguesía occidental, el FSN ganó claramente las elecciones, con un 66% de los votos. Illiescu ganó la presidencia con un 86% de los votos. Los partidos abiertamente pro-burgueses fueron aplastados. Ratiu y Campeanu habían centrado su campaña en una introducción rápida del capitalismo, y habían acusado a los dirigentes del Frente de "comunistas" de aceptar la idea de una economía de mercado. Los trabajadores querían un socialismo democrático. En las fábricas había elementos de control obrero y muchas estaban dirigidas por comités. Eligieron nuevos directores que gozaban de la confianza de los trabajadores. Los obreros acudían a las asambleas armados con rifles. Fueron perseguidos y arrestados los miembros de la Secutitate y los colaboradores más directos de Ceaucescu. Estaban presentes todos los elementos de una revolución política, pero una vez más faltaba el factor subjetivo. Loa obreros habían derrocado el viejo régimen, pero no podían recoger los frutos. No existía un partido claramente revolucionario que diese una expresión consciente y organizada al movimiento de la clase obrera. Así, los estalinistas del FSN pudieron llenar el vacío existente y descarrilar el movimiento. Aunque defendían el "socialismo", los dirigentes del FSN querían ir hacia el capitalismo, pero a un ritmo más lento que la oposición abiertamente burguesa. En palabras del primer ministro Petre Roman: " nuestra oposición nos dijo (...) que el gobierno quería hablar de reformas, pero que nunca cambiaría el viejo sistema (...) 'realmente todavía son comunistas'. Bien, ¿quién puede decir eso ahora, cuando estamos dando pasos concretos para introducir la economía de mercado?". Hungría afrontó con igual tardanza y descalabro las consecuencias de no haber dado paso a una revolución política desde abajo. La escisión de la burocracia dio lugar a que el ala reformista abriese conversaciones con la oposición temiendo un desafío serio en las elecciones previstas para mayo de 1990. La dirección del Partido (POSH) acordó un sistema electoral basado en elecciones libres y la legalización de partidos. Una Ley de Asociaciones abrió la puerta a la restauración del capitalismo: "crea un marco para un mercado de capital de estilo occidental y reaviva un tipo de compañías" nuevo. La bolsa de Budapest había sido reactivada en julio de 1988. Se legalizó la propiedad privada de acciones de empresas de hasta 500 trabajadores y en agosto ya se habían establecido 600 empresas de capital conjunto. Aquí, Gorbachov dio su visto bueno. En octubre de 1989, el Partido cambió su nombre por Partido Socialista Húngaro y empezó a dialogar con la oposición sobre reformas constitucionales. Cantó victoria el ala pro-capitalista de Imre Pozsgay que quería un partido socialdemócrata, más privatizaciones y una economía mixta. En noviembre, el PSH purgado pidió la entrada en la Internacional Socialista. La nueva constitución cambió el sistema electoral, permitió el libre funcionamiento de partidos, disolvió la Guardia Obrera y prohibió el funcionamiento político en las fábricas. Inmediatamente recibieron ofertas de ayuda de la UE y EE.UU.. Después de las elecciones generales, Josef Antall, del Foro Democrático, se convirtió en primer ministro, aceleró la privatización de la industria, a partir de 30 grandes entidades y unas 40.000 pequeñas compañías de servicios y llegó a un acuerdo con el FMI para promover la economía de mercado. El giro hacia el capitalismo estaba "yendo rápidamente en las tiendas", informaba The Independent (28/11/90). Los húngaros pagaban precios occidentales por la comida, pero los salarios

estaban en los niveles del Este europeo. Al igual que en el resto de Europa del Este, la experiencia del mercado provocó una reacción por parte de las masas. El The Independent on Sunday lo comentaba: "El optimismo que siguió al derrocamiento del comunismo ha sido sustituido por una comprensión sobria de los dolores de cabeza que les esperan en la construcción de democracias estables y economías de mercado". La cuestión nacional y Octubre Una de las claves de la revolución bolchevique fue su política sobre la cuestión nacional. Lenin defendía la unidad de los pueblos, pero tenía que ser una unidad voluntaria, defendía la extensión más amplia del derecho a la autodeterminación, hasta incluyendo la separación. Nadie tiene el derecho a obligar a un pueblo a vivir dentro de los confines de un Estado cuando la mayoría no lo desea, lo que no implica la reivindicación de la separación, de la misma a manera que el derecho al divorcio no significa que todas las parejas tengan que separarse. Los bolcheviques se oponían al nacionalismo burgués, en cuanto éste trataba de dividir a la clase obrera. Por ello propugnaban la unidad de todos los obreros en una sola organización, independientemente de su nacionalidad, raza o religión. "Una organización revolucionaria -en palabras de Trotsky- no es el prototipo del Estado futuro, es únicamente el instrumento para crearlo". "Es cierto que el bolchevismo insistía en que todas las naciones tenían el derecho de secesión -el derecho, pero no el deber- como garantía última más efectiva contra la opresión (...) Donde existan privilegios e injurias nacionales, las naciones tienen que tener la posibilidad de separarse, de tal manera que se pueda facilitar la unificación de los obreros (...) con la perspectiva distante de la eventual fusión completa de todos". Lenin pensaba que después de la revolución podría haber una unión fraterna y voluntaria de los pueblos del antiguo imperio zarista en forma de federación soviética. Este era el concepto dialéctico que podía sentar las bases para resolver la cuestión nacional. La república soviética sólo podía reconstruir la unidad de los pueblos "no por la fuerza, sino por un acuerdo voluntario". Esto constituía una ruptura completa con el nacionalismo gran ruso del pasado. La doctrina bolchevique de la autodeterminación se aplicó en primer lugar a las condiciones concretas de la guerra, cuando los sóviets hicieron un llamamiento a una paz "sin anexiones". Era una parte importante del programa de Lenin. Demostraba a los obreros y campesinos oprimidos de Polonia, Georgia, Letonia y Ucrania que los obreros rusos no tenían intención ni interés en oprimirles y que defenderían firmemente su derecho a decidir su propio destino. Al mismo tiempo, los bolcheviques veían inseparable la necesidad de mantener la unión del proletariado por encima de cualquier diferencia. Lenin se opuso a cualquier tendencia a dividir el partido (y el movimiento obrero en general) por nacionalidades. En 1918, los bolcheviques, a pesar de las necesidades militares y estratégicas de la guerra civil, aceptaron la separación de Finlandia y Polonia, la independencia de las repúblicas soviéticas de Estonia, Letonia y Lituania, una república burguesa en Georgia en 1920 y otra soviética en 1921. La intervención soviética en Ucrania en 1919 y 1920 fue una medida de autodefensa contra un gobierno que había invocado la intervención extranjera. Lo mismo era cierto en el Bajo Volga, Asia Central y Georgia. La derrota de los ejércitos blancos y la retirada de las tropas británicas, japonesas y francesas llevó a la recuperación de territorio y el establecimiento de numerosas regiones y repúblicas autónomas. La RSFSR era una unión laxa basada en tratados bilaterales entre las Federaciones y las repúblicas de Ucrania, Bielorrusia, Georgia, Azerbayán y Armenia. En 1922, Stalin, comisario d nacionalidades, fue el responsable de normalizar las relaciones. Finalmente, el 30 de diciembre de 1922, la Federación evolucionó hacia una Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Los asuntos exteriores, defensa, comercio exterior, comunicaciones y correo/telégrafos caían dentro de las competencias exclusivas del gobierno central: "Finalmente -según la declaración- la estructura del poder soviético, que es internacional por su carácter de clase, conduce a las masas trabajadoras de las repúblicas soviéticas por el camino de la unión en una sola familia socialista". Ya en 1922 Lenin se enfrentó con Stalin por su actitud altanera con las minorías nacionales. Ya Stalin había intentado aplastar la oposición de los bolcheviques georgianos a sus planes para la Federación. Lenin escribió al Politburó: "En mi opinión, Stalin tiene demasiada prisa". Una semana después, escribió a Zámenev: "declaro la guerra al chovinismo gran ruso". Sus razones le llevaron final-

mente a escribir: "Me parece que en esto han tenido efecto fatal la precipitación y las aficiones administrativas de Stalin, así como su enconamiento contra el decantado "social-nacionalismo". Lenin insistió advirtiendo contra "el ruso genuino, el patriotero, miserable en el fondo y dado a la violencia, como es típico del burócrata ruso. (...) No cabe duda de que el insignificante porcentaje de obreros soviéticos sovietizados se hundiría en este mar de inmundicia chovinista rusa como las moscas en la leche, (...) La responsabilidad política de esta campaña de verdadero nacionalismo ruso debe hacerse recaer, como es natural, en Stalin y Dzerzhinsky". Lenin ya enfermo había sufrido dos ataques graves y se daba cuenta que podía morir en cualquier momento. Dictó a su esposa Krupskaya una carta para Trotsky felicitándole por haber triunfado "sin que se haya asestado un golpe". Stalin se enteró y llamó a Krupskaya, insultándola. El 23 de diciembre de 1922, Krupskaya, profundamente afectada, escribió a Kámenev: "Stalin me sometió ayer a una tormenta de los insultos más groseros sobre una breve nota que Lenin me había dictado (...)". Y pedía protección ante "esta interferencia grosera en su vida privada, insultos y amenazas indignos". El 30 de diciembre, Lenin escribió: "Si las cosas tomaron tal cariz (...) podemos imaginarnos en qué ciénaga hemos caído". El 5 de marzo escribió a Trotsky pidiéndole que se encargara de la defensa del caso georgiano contra Stalin. En su testamento llama al cese de Stalin como secretario general. Fue el último acto político de Lenin. Trotsky al igual que Lenin era consciente de la gran sensibilidad con que había que tratar la cuestión nacional, incompatible con la altanería burocrática: "La necesidades culturales nacionales, deportadas por la revolución, exigen la más amplia autonomía. (...) la economía y la cultura no están separadas por murallas (...) si para resolver este conflicto no tenemos ni podemos tener una fórmula ya hecha, la voluntad de las masas interesadas existe, y sólo su participación efectiva en la decisión cotidiana de su propio destino puede, en cada etapa, trazar el límite entre las reivindicaciones legítimas de la centralización económica y las exigencias vitales de las culturas nacionales". La cuestión nacional y el estalinismo La revolución jugó un papel grandemente progresista en el despertar del orgullo nacional. 48 lenguas aparecieron en forma escrita por primera vez. Esto llevó a un rápido auge de la conciencia nacional y la comunicación escrita entre los pueblos por primera vez. En 1933, el 37,5% de todos los periódicos soviéticos se escribían en lenguas diferentes del ruso. En 1935, la educación primaria se daba en 80 lenguas diferentes. Pero la cuestión nacional no se había resuelto. Moscú no toleraba la menor manifestación de independencia. En una violación de todos los principios del leninismo, se volvió a los viejos métodos zaristas. Hacia el final de la II Guerra, Stalin desterró naciones enteras so pretexto de supuesta colaboración con los nazis. Estas y otras medidas similares contra las repúblicas fueron acumulando un resentimiento y una hostilidad enormes contra el régimen de Moscú. El ferviente chovinismo gran ruso de Stalin le llevó a decir en un acto: "Me gustaría proponer un brindis a la salud de nuestro pueblo soviético, y especialmente al pueblo ruso. Bebo a la salud del pueblo ruso porque es el sector más destacado entre todas las naciones de la Unión Soviética. Hago este brindis porque no sólo la nación rusa es la nación dirigente, sino que su pueblo tiene una inteligencia aguda, carácter y perseverancia". Con Kruschev se iniciaron reformas para eliminar los peores rasgos del estalinismo, la opresión nacional, aunque de una manera más suave, seguía presente. Con Gorbachov, las elecciones en los países bálticos y Georgia fueron ganadas por los independentistas. Se celebraron enormes concentraciones a favor de la independencia de Lituania. Alksnis, teniente coronel dirigente del grupo Soyuz ("Unión") de diputados, advirtió a Gorbachov sobre los peligros del Tratado de la Unión. Las negociaciones con la repúblicas se prolongaron hasta 1991. El acuerdo, que iba a ser ratificado el 20 de agosto, fue el resultado de las negociaciones iniciadas desde un primer momento para dar respuesta a las exigencias de los países bálticos, Georgia y Moldavia de dejar la Unión. Alksnis amenazó con un voto de no confianza en Gorbachov "si no se da la vuelta" a su posición antes del inicio del nuevo Congreso; terminó pronunciándose por la prohibición de todos los partidos políticos, la disolución de todos los parlamentos y decretar el estado de emergencia. La ausencia de un movimiento independiente propio de los trabajadores condicionó toda la situación. Los obreros no lucharon como una fuerza independiente. La lucha se dio entre las alas rivales de la burocracia. Estando bastante igualadas, una solución bonapartista era la única posible.

Así, el callejón sin salida de la burocracia llevaría directamente al intento de golpe de agosto de 1991. La 'independencia' no es ninguna solución Un periodista en el The Observer (30/3/86) escribió: "Ciertamente, Asia Central ha visto una transformación económica y social estupenda en los últimos 70 años. En 1917 estas estepas y montañas estaban habitadas por una població n prácticamente analfabeta, que vivía en una pobreza romántica pero abyecta. Hoy en Tashkent (dos millones de habitantes), la vieja ruta de la seda está cruzada por un metro al estilo de Moscú, y un jardín botánico de 200 acres evoca milagrosamente, en lo que antes era un semi-desierto, la ilusión de un bosque de Buckinghamshire". Pero el régimen estalinista había creado toda una serie de burocracias en miniatura en las repúblicas, que mostraban las mismas tendencias chovinistas de apoyarse en los chovinistas locales, potenciando así los sentimientos nacionalistas. Con la ralentización de la economía y la profundización de la crisis del estalinismo, junto a las reformas de Gorbachov, que levantaron parcialmente el control burocrático central, se liberaron inevitablemente tendencias centrífugas de enorme fuerza, haciendo pedazos la vieja Unión Soviética y abriendo un período de turbulencia étnica y nacional conforme disminuía el miedo a la represión. La ruptura de las repúblicas bálticas dio luz verde a otras. Una a una, se fueron declarando a favor de la independencia. Mientras que la cuidadosa política de Lenin sobre la cuestión nacional resultó en la adhesión de casi todas las nacionalidades oprimidas a la revolución, Stalin y sus sucesores consiguieron todo lo contrario. En cuanto tuvieron la oportunidad abandonaron la Unión. La experiencia ha demostrado que la ruptura de la URSS, en la que las cuatro economías de todas las repúblicas estaban vinculadas, significa un desastre sin precedentes para todos los pueblos. La situación no es viable. Más pronto o más tarde, de una u otra manera, se reunificarán con Rusia. Si esto se hace sobre bases capitalistas, la opresión nacional se verá enormemente intensificada, en lo que será una relación imperialista. Sólo un régimen de democracia obrera garantizaría una auténtica libertad para todas las repúblicas en una federación libre, con un plan de producción común, en el que el control estaría en manos de los trabajadores, con la mayor autonomía y una garantía del derecho de autodeterminación. El flagelo del antisemitismo La revolución dio a los judíos todo lo que se les había negado, les ofreció la oportunidad de integrarse en completa igualdad. Y es cierto que Lenin los había caracterizado como una casta especial oprimida, llegando a proponer ofrecerles que formaran su propia patria en un territorio aparte (Birobidzhán), aunque muy pocos mostraron interés. La Revolución de Octubre unió a muchos al Partido Comunista y permitió a otros que jugaran un papel destacado. Un caso ejemplar fue el de Leopold Trepper, que dirigió la famosa organización secreta, Orquesta Roja, que jugó un papel heroico en el corazón del Tercer Reich. Trepper escribió en su autobiografía: "Llegué a ser comunista porque era judío. (...) Más tarde descubrí en el marxismo la respuesta definitiva a la cuestión judía (...) Creía, pues, que sólo una sociedad socialista podía terminar con el racismo y el antisemitismo y permitir el pleno desarrollo cultural de la comunidad judía". El antisemitismo era el arma habitual de la reacción blanca. En la guerra civil era común acusar a los bolcheviques de ser judíos (incluido Lenin). Pero el antisemitismo no levantó cabeza dentro del Partido hasta la reacción estalinista contra Octubre. Stalin lo utilizó contra sus opositores políticos. Atacando a la oposición en 1927, Stalin dijo que se oponía a Trotsky y Zinoviev no porque fueran judíos, sino porque eran oposicionistas. Era una señal disimulada a sus seguidores, que no tardaron en aplicarla. Se lanzaban con más regularidad campañas antisemitas, especialmente después de la II Guerra, que culminaron con el infame 'complot de los médicos', que llevó a la reivindicación del derecho a abandonar la URSS, sobre todo tras la creación del Estado de Israel en 1948. Después del 20º Congreso, el PC británico investigó en la URSS las acusaciones de antisemitismo. Sus conclusiones revelaban que existía de forma abierta y encubierta: "La Enciclopedia Soviética, que en 1932 dedicada 160 columnas a los judíos, en la edic ión de 1952 redujo este espacio a cuatro columnas. Las biografías de muchos judíos han sido eliminadas. Ya no se mencionaba que Marx era judío. (...) descubrimos que los años 1948-52 eran conocidos (...) como 'los años negros', el período en el que muchos judíos fueron

cesados de sus cargos, escritores y poetas fueron detenidos y acusados de traición (...) De esta manera, prácticamente todo el Comité Judío Antifascista fue liquidado". El régimen recurrió al antisemitismo para desviar la atención de los problemas internos. Después de las victorias israelíes de 1967 hubo una explosión de antisemitismo. La emigración se convirtió en un oleaje en 1971. 200.000 abandonaron la URSS en los años 70. En 1989 habían emigrado unos 700.000. Un hecho que contrasta con el número insignificante de judío decididos a emigrar en 1917, a pesar de las espantosas condiciones de vida existentes y de la ausencia de obstáculos legales para irse. Trotsky predijo un mes antes de su asesinato en agosto de 1940: "El desarrollo futuro de los acontecimientos militares podría transformar Palestina en una trampa sangrienta para varios miles de judíos. Nunca ha estado tan claro como hoy que la salvación del pueblo judío está vinculada inseparablemente al derrocamiento del sistema capitalista".

IX. El colapso del estalinismo El intento de golpe de 1991 "El partido del orden demostró... que no sabía cómo gobernar ni cómo servir; cómo vivir ni cómo morir; cómo sufrir la república ni cómo derrocarla; cómo mantener la Constitución ni cómo tirarla por la borda; cómo cooperar con el presidente ni cómo tratar con él". La cita pertenece a Carlos Marx. Es una descripción perfecta de la situación que se dio en la URSS hasta la mañana del 19 de agosto de 1991, en que aparecieron tanques en las calles de Moscú y otras ciudades importantes. Los organizadores del golpe anunciaron en la radio que lo hacían "por la incapacidad de Mijail Gorbachov para llevar a cabo sus deberes por razones de salud", y que se implantaba un estado de emergencia para superar "la profunda crisis, la rivalidad política, étnica y civil, el caos y la anarquía que amenazan las vidas y la seguridad de los ciudadanos de la URSS". Gorbachov había sido conminado a abandonar la presidencia, y tras negarse fue puesto bajo arresto domiciliario en Crimea. Los golpistas trataban de impedir que Gorbachov firmase el Tratado de la Unión. Estaban aterrorizados ante la perspectiva de la transferencia de más poder a las repúblicas. Yanayev y la vieja guardia estaban intentando impedir la ruptura de la URSS y restablecer el poder de la casta militar. Pero el golpe de Estado no pasó de ser un ensayo frustrado de principio a fin. Tampoco fue una tremenda sorpresa. La URSS había sido un hervidero de rumores de golpe durante meses. El mismo George Busch había preguntado a Gorbachov sobre la inminencia de un golpe. En diciembre de 1990, el grupo Soyuz había presionado a favor de una acción militar contra las repúblicas secesionistas y la declaración del estado de emergencia. El golpe, a Boris Yeltsin, que estaba en el edificio presidencial de la República, le facilitó las cosas. Supo aprovechar el momento, se apresuró a agrupar a todas las fuerzas "democráticas" contra los de la línea dura, y llamó a una huelga general. Pero no sólo se enfrentaba a los tanques del Kremlin, sino también a la apatía e inseguridad de grandes sectores de la población. "La gente -diría The Guardian (22/8/91)- estaba apática, cínica o simplemente demasiado asustada como para secundar la llamada de Yeltsin". El Banco Morgan Stanley, en su Review (17/9/91) citó que "la mayoría de los obreros no levantaron un dedo para resistirse al golpe". The Sunday Times (25/8/91) informó que los que se agruparon alrededor de Yeltsin "Eran la intelectualidad "reformista", en la que la mayoría de los obreros no confiaba. Leonid Kravchuk, presidente del parlamento ucraniano, adoptó una posición ambigua, "estaba reflejando -señaló el corresponsal de Reuter- la opinión en las calles de Kiev, donde los periodistas ucranianos informaron que mucha gente apoyaba el golpe". El golpe fracasó en pocos días, al igual que el llamamiento a la huelga que hizo Yeltsin para contrarrestarlo. La nota más significativa la dio Margaret Thatcher que ¡llamó a los obreros rusos a apoyar la huelga! Pero la huelga, en general, resultó un fracaso. La totalidad de los obreros del petróleo y del gas decidieron rechazarla. Sólo algo menos de la mitad de los mineros del carbón la secundaron. En Leningrado se dieron algunas. En Severdlosvk, donde nació Yeltsin, cinco empresas fueron a la huelga, pero ninguna en los países bálticos, el Cáucaso o Asia Central. La psicología de las masas rusas en este período no es difícil de entender: "el 'comunismo' ha fracasado, el capitalismo es incluso peor, Gorbachov, Yeltsin, todos hacen promesas, pero la situación es cada vez más desesperada. ¿Cuál es la alternativa? En estas condiciones, la lucha diaria por la

supervivencia domina las mentes. La política se convierte en una cosa sucia. La corrupción, las mentiras y el gangsterismo por todas partes reduce a los obreros, temporalmente, a la desesperación. El exterminio de los viejos bolcheviques había roto hace tiempo el cordón umbilical que conectaba a la nueva generación con las tradiciones de Octubre. ¿Podía haber triunfado el golpe? Los golpistas apenas encontraron resistencia democrática, y, sin embargo, el golpe, su edificio y el aparato del poder colapsaron. Aun así, si el golpe no triunfó no fue por carecer de base social. Tenía el apoyo, aunque pasivo, de la gran mayoría de la clase obrera y de los que llamaban a la política de Gorbachov 'katastroika' y pro-capitalista, una capa amplia que anhelaban una vuelta a los "buenos viejos tiempos". Así lo reconoció en The Independent on Sunday (25/8/91) Francis Fukuyama, un destacado estratega del capital y asesor de la Rand Corporation en Washington: "Los golpistas escribió - podían haber triunfado a corto plazo si hubieran sido más competentes y decididos..." El resultado de la revolución y la contrarrevolución nunca está predeterminado. En ambos casos se decide por la lucha de las fuerzas vivas presentes en las que el factor subjetivo -la calidad de la dirección- juega un papel importante y frecuentemente decisivo. El golpe de Moscú, ciertamente y como se demostró no pretendía tratar a sus opositores de manera contundente, ni tuvo el menor parecido con el caso de Polonia. Allí, "Jaruzelski -como señaló el antiguo disidente Roy Medvedev- fue mucho más eficaz (..) Cortó las comunicaciones y detuvo a 200 personas. En realidad ni siquiera las arrestó, sólo las aisló. Sin embargo, aquí ni siquiera detuvieron a Yeltsin". Esto permitió a la oposición tener un punto de referencia, y dejó al descubierto ante los ojos de sectores del ejército y la policía que el golpe era una operación chapucera. A partir de aquí, los organizadores se encontraron suspendidos en el aire. No hubo derrota en la lucha. El golpe simplemente colapsó por sus propias contradicciones y debilidades internas. Como dijo Martin McCauley: "Soprendentemente, porque estaba mal preparado y ejecutado". "No existe ninguna prueba -señalaron los analistas de los servicios secretos de EE.UU. y Gran Bretaña- de que hubiera ensayos previos al golpe por parte de ninguna fuerza de seguridad". "A principios de la semana pasada -diría el The Sunday Times- no había señales de ninguna movilización significativa". "Esto no fue una revolución que fracasó debido al poder popular", dijo una fuente de inteligencia occidental. Posiblemente, el hecho de que el intento fuese el resultado de una reacción de pánico ante el Tratado de la Unión, explica la completa falta de seriedad y decisión del golpe. Valentín Karayev, dirigente del grupo de Gorbachov, describió más tarde cómo algunos de los golpistas cambiaron de opinión: "Uno de ellos, el primer ministro Valentín Pavlov, empezó a retroceder a las pocas horas de la toma del poder, el lunes por la mañana". El propio Yanayev, a las pocas horas de haber depuesto a Gorbachov admitió que la toma del poder era ilegal. Cuando Gorbachov volvió a Moscú el 22 de agosto, ya todo había cambiado. Su poder entre las fracciones opuestas de la burocracia había desaparecido y fue obligado a dimitir ignominiosamente como secretario general del PCUS. Seguidamente, se disolvió a voluntad el Comité Central. Yeltsin promulgó un decreto prohibiendo el PCUS y ordenando confiscar sus propiedades, publicaciones y activos. El Konsomol se disolvió "voluntariamente". No hubo resistencia. El partido era responsable de 1.600.000 empleos en el Estado y la industria, sólo a través de él era posible "progresar". Ya nada tenía en común con el Partido Bolchevique de Lenin y Trotsky. Aquellos talentos de la clase obrera que lo conformaron en los primeros días de la Unión Soviética, con el paso del tiempo eran cada vez más una excepción. Los puestos clave y los mejores empleos fueron quedando reservados para los hijos de los burócratas. Era un organismo del Estado compuesto por 19 millones de miembros, entre los cuáles, cómo no, había un sector de obreros cabalmente luchadores y honestos, pero bajo el peso de un ejército de oportunistas y arribistas de todo tipo. Lo que sucedió en el Partido lo señala Edward Crankshaw: "... después de la muerte de Lenin, todo se aceleró. Stalin, en el proceso de afianzar su posición y llenar el partido con gente en la que pudiera confiar para que le apoyasen como secretario general y en su lucha a brazo partido contra Trotsky, proclamó inmediatamente la 'promoción Lenin'. Ésta consistía, en efecto, en una afiliación masiva con el objetivo de ahogar a los que se oponían a Stalin. Así, si en el 12º Congreso del Partido, en 1923, la militancia era de 386.000, en el 13º Congreso de un año más tarde había aumentado a 735.881. En 1929, con Stalin como supremo y preparándose para liquidar a sus compañeros, la cifra se había duplicado: había 1.551.288 afiliados (...) Entre 1930 y 1934, dejó de ser una organización obrera.

En 1930 los obreros representaban casi el 49% de la militancia; en 1934 esta proporción había caído al 9,3% (...) Y el proceso siguió, hasta que en el año de la invasión alemana de Rusia había 3.000.000 de miembros, la mayor parte implicados en la Administración de una u otra manera (...) está claro que el partido de la posguerra era muy diferente del organismo a través del que Stalin había escalado hacia la supremacía, y no tenía el más mínimo parecido con el Partido original de Lenin". La mayor parte de los elementos del partido se mantenían unidos no por convicciones o ideología, sino por el vínculo del partido al pesebre del Estado. En cuanto se destruyó este vínculo, todo se desintegró de la noche a la mañana. El partido, como brazo político de la burocracia, quedó hecho añicos por los acontecimientos. A oleadas, hornadas enteras de "comunistas" abandonaron como ratas el barco que se hundía aprestándose a ser reconocidos partidarios de los grupos abiertamente burgueses o nacionalistas. Yeltsin desencadenó nuevamente una lucha ideológica feroz contra la Revolución de Octubre y su conquista: la economía nacionalizada y planificada. En un mes, había prohibido toda actividad política en los puestos de trabajo, permitió asaltar los locales del PCUS e incriminó al Partido en el intento de golpe. Pravda quedó suspendida. El temido órgano de represión (KGB) fue tomado por Yeltsin y purgado, no le salvó su acto de servilismo, cuando había declarado que "no tuvieron nada que ver con los actos ilegales de un grupo de aventureros". El Sóviet Supremo dio el visto bueno al cese de todo el gobierno por parte de Gorbachov. Había terminado la rivalidad del poder entre Yeltsin (presidente de Rusia) y Gorbachov (presidente de la Unión Soviética). Abolición de los controles de precios La posición de Yeltsin contra los privilegios de la burocracia la había hecho muy popular entre la gente, especialmente en Moscú, lo que le permitió ser elegido presidente de la República Rusa en 1991. Pero fue significativo lo que inmediatamente señaló: que la mayoría de los viejos burócratas estaban dispuestos a servirle. Utilizando su recién adquirido poder, actuó sin piedad para consolidar su golpe de Estado. Bajo la presión del imperialismo exigió una aceleración de las privatizaciones, la reforma agraria y una política monetaria y de crédito restrictiva. Dio todo su apoyo al grupo de los "jóvenes reformistas radicales", los leales restauradores del capitalismo en torno a Yegor Gaidar ministro de Finanzas. Anatoly Chubais fue nombrado responsable de privatizaciones. El gobierno burgués, que entró en relaciones con el FMI y el Banco Mundial, recibió el trato más insolente, al igual que si fuera un sirviente tercermundista al que podían mangonear como un dueño a su esclavo. El 2 de enero de 1992 el gobierno abolió el control estatal de los precios, que llegaron a multiplicarse hasta por treinta. Aumentaron un 300-350%. El metro de Moscú subió de precio casi cuatro veces. En marzo subió el pan, la leche y otros productos básicos. El pueblo reaccionó con manifestaciones ante la Casa Blanca, viéndose el gobierno obligado a duplicar el salario mínimo y aumentar las pensiones. No se resolvió nada. Las reservas de comida sólo alcanzaban para 20-40 días. Aun así, el ala de Yeltsin presionaba hacia un capitalismo rápido, empujada por estraperlistas, mafiosos, especuladores y escoria varia, entre ellos los agentes del imperialismo a quienes importaba aún menos sacrificar los intereses de Rusia. El otro sector representaba los intereses de la nomenklatura, los burócratas de cuyo poder dependían las empresas y granjas nacionalizadas. Estos, subdivididos en fracciones constituían una agrupación social extremadamente amplia y heterogénea. Entonces, Rsulan Jasbulatov, presidente del Sóviet Supremo y Alexander Rustkoi, vicepresidente, intensificaron sus ataques a Yeltsin, Rustkoi dijo que la política de éste era un "genocidio económico", Jasbulatov advirtió que Rusia estaba experimentado la "pauperización y lumperización" de su pueblo. Dos frentes principales luchaban por sus intereses: los nacientes capitalistas y los estraperlistas, y el Parlamento con su vieja burocracia de directores del Estado y del complejo militar. Entre estos últimos unos preferían volver al viejo sistema y otros convertirse decididamente en una nueva capa dominante. En el fondo temían el plan de Yeltsin. Un paro de 25 millones de trabajadores sería una receta acabada para la revolución o el caos total. De ahí nació la llamada Unidad Rusa, una alianza entre parlamentarios anti-Yeltsin entre ex-estalinistas y nacionalistas El peor de los mundos El gobierno de las privatizaciones y de los vales de privatización esperaba que el 25% de las industrias estarían vendidas para finales del 92, la tierra iría a la par. Pero la presión del complejo

militar-industrial en el Parlamento forzó subsidios para la agricultura, la comida, la vivienda de los militares, y créditos para la industria por valor de 200 billones de rublos, convirtiendo la inflación en hiperinflación. En abril del 92, Yeltsin y Gaidar retrocedieron, la transición al "mercado" iba a la deriva. El Congreso exigía la cabeza de Gaidar como ministro de Finanzas. Yeltsin lo cesó y situó de lugarteniente, y accedió a suavizar las "reformas". El Congreso exigía protección social. Las huelgas de maestros y personal de hospitales arrancaron más concesiones. El retraso de salarios y pensiones ascendía a 221.000 millones de rublos. Sólo se habían subastado unas 30.000 pequeñas empresas y comercios. Los sectores decisivos de la economía seguían en manos del Estado. Mientras, la ayuda de Occidente era patéticamente baja: 6.000 m. de dólares para estabilizar el rublo y un préstamo del FMI de 24.000 millones de dólares. Las reformas necesitaban entre 76.000 y 176.000 millones de dólares al año, durante 15 años..., sin contar la convertibilidad del rublo (cerca de 10.000 m. de dólares). La restauración capitalista exigía casi el 1% del PIB combinado de Europa, EE.UU. y Japón durante 5 a 10 años, y Rusia no contaba con la confianza de los capitalistas. Yeltsin trató de asustar a Occidente con el espectro de una "nueva Revolución de Octubre". El conflicto entre las diferentes alas de la burocracia seguía patente, representaba un profundo antagonismo, como demostraría el asalto al Parlamento en octubre de 1993. Durante 1992 se agudizó la lucha entre Yeltsin y el Parlamento. Los directores de empresas ¡llegaron a apelar a las masas!: The Economist informaba (8/6/92) que "tanto directores como obreros de las empresas estatales se sienten amenazados ante la perspectiva de más cambios". Yeltsin prometió créditos, 200.000 m. de rublos para la industria, 120.000 para la industria petrolera, y pospuso el aumento de precios de la energía. Incapacitado por la Constitución de 1991, que había heredada de Gorbachov con 300 enmiendas contradictorias, centró la lucha en la elaboración de una nueva. Mientras, gobernaba por decreto tensionando los poderes ejecutivo y legislativo. Para obedecer a Occidente necesitaba saltarse el Parlamento, atribuirse poderes bonapartistas cada vez mayores. En el Congreso sufrió una humillación: tras cuatro días de sesión parlamentaria extraordinaria se votó una reducción de sus poderes, que derrotó su intento de gobernar por decreto. Yeltsin esperaba resolver el problema convocando un referéndum para abril de 1993. Presión imperialista Convertido el Parlamento -la coalición no de partidos sino de grupos e intereses rivales- en el peor enemigo de Yeltsin, la lucha llegó a su máximo en diciembre de 1992. El Congreso forzó la dimisión de Gaidar. Yeltsin lo sustituyó por Chernomyrdin a cambio de un referéndum en la primavera, cuyo objetivo no era otro que poder elaborar una constitución a sus anchas. En tanto, decidió apostar por el poder absoluto gobernando por decreto. Elaboró uno sobre el gobierno de emergencia. El Tribunal Constitucional lo declaró inconstitucional. A finales del Congreso de marzo, pudo evitar una moción de censura por sólo 72 votos de un total de mil tres. Posteriormente, el Congreso aprobó la celebración del referéndum añadiendo dos preguntas propias: "a favor o en contra de las reformas económicas de Yeltsin" y "a favor o en contra de elecciones al Parlamento y a la Presidencia". Clinton, en un intento desesperado de apoyar a Yeltsin acordó una cumbre EE.UU.-Rusia, en la que anunció ayudas de 1.600 millones de dólares, y presionó al G7, que acordó ayudar con 42.000 millones de dólares. Yeltsin se apresuró a prometer aumentos dinerarios para trabajadores y jubilados, como soborno para el referéndum e hizo un uso en extremo descarado de los medios de comunicación estatales y controlados. Una vez celebrado, se anunció que un 58% habían apoyado al presidente y un 53% su programa económico. Rustkoi rechazó el resultado: "Hay -dijo- 105 millones de votantes en el censo, unos 32 millones apoyaron al presidente y su política. Así que entre 71 y 72 millones votaron en contra o no participaron. No se puede hablar de apoyo popular". Yeltsin utilizó su "victoria" para cambiar la Constitución y neutralizar al Congreso. La Conferencia Constitucional aprobó el borrador. En septiembre de 1993, Yeltsin suspendió el Parlamento por decreto, convocando elecciones para una nueva Duma estatal en diciembre. Rustkoi denunció el decreto como un "golpe abierto", y el Congreso votó una moción de censura contra Yeltsin, su cese y confirmó a Rustkoi como presidente. Era el equivalente a una declaración de guerra civil. Jasbulatov hizo un llamamiento a los jefes militares y de las fuerzas de seguridad a desobedecer todos

los decretos y órdenes "criminales" de Yeltsin. Los imperialistas, como 'buenos demócratas', consecuentes con el curso hacia el capitalismo que se habían fijado para Rusia, no les preocupó tanto la suspensión completa y totalmente ilegal del Parlamento, como sus intereses materiales y estratégicos en peligro. ¡Imaginémonos la indignación internacional si hubieran sido los de la línea dura los que se hubieran comportado de esta manera! Yeltsin recibió el apoyo que necesitaba. Había llegado el momento de tratar con el Congreso por la fuerza bruta. En un acto de desafío abierto, Gaidar fue nombrado de nuevo viceprimer ministro de Economía. La escena estaba preparada para un nuevo encontronazo. Yeltsin apenas tenía control sobre las fuerzas armadas. Pero al ser amenazado de cese por el Parlamento el general Pavel Grachev, ministro de Defensa, que en principio se mostró ambiguo, éste se colocó al lado del presidente. La oposición a Yeltsin también venía de las regiones. Cuando el 18 de septiembre se reunió con los miembros del Consejo Federal y les pidió suplantar al Congreso hasta las nuevas elecciones, 148 de los 176 dirigentes regionales se negaron a apoyar la propuesta. Incluso el ayuntamiento de San Petersburgo condenó el decreto de Yeltsin. Ni siquiera consiguió apoyo para un sistema bicameral, donde las regiones formarían la Cámara Alta. Esto era visto como una trampa que recortaría el poder de las regiones concentrándolo en manos de la presidencia. Los intereses de las regiones entraban en conflicto con Yeltsin. El asalto a la Casa Blanca Yeltsin comenta en sus memorias: "El objetivo que yo le había fijado al gobierno era hacer la reforma irreversible". Para convertirlo en realidad tenía que disolver al Parlamento y aplastar a la línea dura. Y preparó un ataque para ocupar la Casa Blanca en domingo. Pero enterados los diputados tomaron medidas para defender el edificio. Jasbulatov y Rustkoi incluso hicie ron un llamamiento a la huelga. No habían aprendido, porque no estaban acostumbrados a basarse en las masas, que tenían que mandar representantes a las fábricas para levantar a los obreros, explicando el significado concreto del programa de Yeltsin. Eran incapaces o no podían explicar la situación real y se limitaron a hacer un llamamiento a "defender la constitución", esperando sentados a que las masas fuesen en su ayuda. No repudiaron la presencia de grupos fascistas, cosa que la prensa occidental destacó deliberadamente, permitiendo a Yeltsin acusar la resistencia de "comunista-fascista". El ambiente en la calle lo representaba el comentario general: "que la peste caiga sobre vuestras respectivas cabezas". Un ejemplo que daba razón a las gentes era el de muchos diputados que aceptaban la oferta de Yeltsin de abandonar el edificio ¡a cambio de un finiquito y el permiso para quedarse con sus apartamentos oficiales! Al final, sólo unos 100 diputados de la "línea dura" permanecie ron. Aun así y todo, un sector de los obreros más activos se empezó a manifestar ante la Casa Blanca. Pese a la inactividad de los parlamentarios crecía el apoyo. El 3 y 4 de octubre decenas de miles de manifestantes rompieron las líneas de la policía. Esto llevó a Yeltsin a forzar el asalto armado. Entonces tuvimos el espectáculo patético de las llamadas frenéticas de Rustkoi, pidiendo apoyo e intervención a los embajadores occidentales..., cuando los embajadores, siguiendo la política de sus gobiernos "democráticos", estaban apoyando totalmente las medidas salvajes de Yeltsin. Quedaba claro que Rustkoi y Jasbulatov, en lugar de organizar un movimiento de masas para derrocar a Yeltsin, en la práctica, lo que intentaron fue organizar un putsch con el apoyo de una minoría. Pero es cierto que debido a la debilidad de Yeltsin estuvieron a punto de ganar. Los dirigentes del Congreso tenían apoyos importantes en las fuerzas armadas, a través de la Unión de Oficiales. Sin embargo, fueron incapaces de hacer agitación entre los oficiales de más bajo rango, por no hablar de los soldados. Después de la caída del Congreso se descubrió que los mandos del ejército sólo decidieron intervenir al final. La gravedad de la situación la confirmó el propio Yeltsin, estaba aterrorizado: "Para decirlo de manera suave -recuerda en sus memorias-, la imagen era lúgubre. El ejército, con un total de dos millones y medio de hombres, no podía proporcionar ni mil soldados; no se podía encontrar un solo regimiento que fuera a Moscú para defender la ciudad (...) el gobierno colgaba de un hilo, pero el ejército no podía defenderlo". Cuando se vio obligado a suplicar personalmente a sus oficiales y les preguntó gritando: "¿Estáis dispuestos a cumplir una orden del Presidente?. La única respuesta fue el silencio, un terrible e inexplicable silencio que provenía de una unidad militar presidencial de élite. El ataque bélico lo tuvo que improvisar una fuerza de asalto con personal del ejército, del ministerio del

Interior y sectores de la KGB y de la policía. Según Alec Nove, el historiador burgués, sólo se pudieron encontrar ocho oficiales, a cambio de una cantidad importante de dinero, a pagar en dólares. Al cabo de dos meses, dos ya habían sido asesinados y los otros seis estaban escondidos. Tomada la Casa Blanca y detenidos los resistentes, Jasbulatov, Tustkoi, Makashov y Achalov, parecía que el punto muerto entre las dos fuerzas mutuamente antagónicas -la naciente burguesía mafiosa con Yeltsin, y la vieja nomenklatura- había sido resuelto en favor de la primera. Pero, en cuestión de meses, la lucha se reabrió de nuevo con las elecciones de la Duma, consideradas por Yeltsin como una mera formalidad. Pero pronto le sorprendería que los golpistas de agosto de 1991 y los dirigentes de la rebelión de 1993 fueran amnistiados sin juicio, por parte del Parlamento, en febrero de 1994. Yeltsin siguió adelante con sus poderes: prohibió todos los periódicos opositores, disolvió ayuntamientos, ilegalizó partidos de la oposición, cesó a gobernadores regionales y concejales y suspendió el Tribunal Constitucional. Estaba avanzando por el camino de una dirección bonapartista con una fachada pseudoparlamentaria. Todo esto además de que ya tenía un control total sobre la radio y la TV. Suponiendo que su victoria había saldado las cuentas, las potencias imperialistas se apresuraron a ayudarle. La Internacional Socialista se sumó al coro. Pero, como diría el poeta escocés Robert Burns: "los planes mejor preparados de ratones y hombres a menudo se van al traste". La posición precaria de Yeltsin quedó de manifiesto en las elecciones de diciembre de 1993, justo después del aplastamiento del Parlamento. Su compinche Gaidar ya estaba organizando anticipadamente la celebración del triunfo, seguro de conseguir mediante el uso aplastante de los medios de comunicación una victoria completa para los partidos reformista, y así poder avanzar rápidamente hacia el capitalismo. Sin embargo, el campo reformista apareció dividido e impotente: Gaidar, Sobchak, Popov, Shakrai, todos se presentaron en nombre de diferentes partidos y bloques, cada uno de ellos vociferando contra los demás. Así, la celebración tan victoriosamente anunciada se convirtió en un velatorio... La derrota fue humillante a manos del Partido Comunista y sus aliados del Partido Agrario, junto con los nacionalistas de Zhirinovsky. La situación para Yeltsin se volvió peor. Cualquier intento de retroceder lo sucedido fracasaría: el 63% de los militares, casi tres cuartas partes de las tropas de misiles y el 93% de los alumnos de la Academia Militar habían votado a Zhirinovsky. La prensa occidental minimizó deliberadamente el resultado de un 20% de los partidos Comunista y Agrario, y destacó el 23% de los votos conseguidos por Zhirinovsky. El tono de las editoriales y los principales columnistas era de alarma. El imperialismo estaba convencido de que después del arrasamiento de la Casa Blanca, el movimiento hacia el capitalismo sería coser y cantar. Se engañaron a sí mismos. Aun si se completase la restauración capitalista, no resultaría en un régimen semi-colonial débil, sino en un imperialismo poderoso y agresivo, con una considerable base industrial y un potente ejército. Una perspectiva que a buen seguro ya quita el sueño a los dirigentes occidentales. Los cambios de opinión en Occidente Los estrategas internacionales del capital están viviendo un vaivén, de la euforia al pesimismo y vuelta a empezar, con los giros del movimiento contradictorio hacia el capitalismo en Rusia. No fue una casualidad que el viceprimer ministro de EE.UU., Gore, que visitó Rusia después de las elecciones, advirtiese públicamente de los riesgos de una aplicación demasiado rápida de las reformas. Robert Dole, el dirigente republicano en el Senado, y más tarde candidato presidencial, comentó: "Hemos presionado bastante, a través del Banco Mundial y el FMI, a Rusia para que fuera inmediatamente hacia una economía de mercado. Y por supuesto, el resultado ha sido el caos y una alta inflación". El miedo a una explosión social provocó agudas divisiones entre los imperialistas. "Las señales de alarma empezaron a sonar en Washington", se lamentaba The Guardian (22/1/94), observando que con las dimisiones de Yegor Gaidar y Boris Fyodorov ya no quedaba ninguno de los "reformistas" de primera línea en el Consejo de Ministros. Fue en ese momento cuando el primer ministro Viktor Chernomyrdin anunció el fin del "romanticismo de mercado". El Financial Times, después de las elecciones de diciembre de 1993, publicó un editorial con el título "No hay vuelta atrás para Rusia", exigiendo el mantenimiento del programa de reformas, independientemente de los costes sociales. Pero unas pocas semanas más tarde tenía que admitir que los reformistas habían sufrido una derrota considerable, aunque, según el editorial, "todavía es posible

que se retome el camino. Pero los reformistas dicen que es más probable que la reforma caiga víctima del descontento popular, la presión conservadora y su propia incapacidad para unirse". Mientras, Occidente seguía agarrándose a su hombre en Moscú, enfermo y parcialmente desmoralizado, que se ausentaba de la capital incluso en momentos decisivos y no por padecer resfriados, sino víctima de la desesperación que aliviaba con sus borracheras habituales. El pesimismo imperialista fue expresado por John Lloyd en el Financial Times (22/3/94): "Tan descorazonador como cualquier otro hecho para los ministros rusos es la verdad obvia de que, después de más de dos años de reformismo oficial, hay muy poco que demostrar en el sentido de éxitos domésticos o confianza exterior. Ninguna compañía occidental de tamaño importante se ha comprometido significativamente con Rusia. El comercio ha retrocedido a niveles que en la mayoría de los países puede considerarse como insignificantes; los banqueros extranjeros no creen que Rusia vaya a pagar ninguna deuda real en los próximos cinco años; y el rublo se dirige sostenidamente hacia el nivel de 2.000 por dólar". Actualmente está en unos 5.700 rublos por dólar. A Lenin le gustaba decir, "la verdad es siempre concreta". Bajo estas condiciones específicas, la abolición del monopolio estatal del comercio exterior, paradójicamente, ha llevado al colapso del comercio y a una fuga masiva de capitales. No obstante, los monopolios occidentales estarían siempre interesados en ciertos sectores, principalmente materias primas, petróleo y gas. El papel, la pulpa, el acero y el aluminio también serían objetivos tentadores. Les gustaría explotar y saquear Rusia porque existen enormes posibilidades para obtener plusvalía y superbeneficios, pero sigue siendo una apuesta arriesgada. Una vez más: la cuestión nacional Lenin señaló que, en última instancia, la cuestión nacional es una cuestión de pan. Dentro de la URSS había 15 repúblicas, 100 nacionalidades y 400 grupos étnicos. La vinculación de las economías diferentes tenía sentido y favorecía los intereses de todos los pueblos. Ahora, la ruptura de la Unión y de los lazos económicos naturales ha tenido efectos catastróficos, con el hundimiento del desarrollo de las fuerzas productivas las tensiones de corte nacionalista que habían retrocedido se han reproducido en sobremanera. Rusia ha reafirmado su control sobre las viejas repúblicas de la Unión Soviética. Ahora, los nuevos países independientes dependen en gran medida del comercio con Rusia. Las repúblicas no tienen suficientes divisas para comerciar a gran escala en el mercado mundial. Rusia, utilizando su poderío económico puede dominar fácilmente a las demás. Donde la presión económica ha sido insuficiente, ha utilizado la fuerza militar para desestabilizarlas. Por estos medios, Moscú obliga a las diferentes repúblicas a firmar "tratados de paz" humillantes. En la practica, sólo Ucrania y los países bálticos mantienen algún tipo de independencia. La independencia de Ucrania Ucrania, con 52 m. de habitantes, un PIB como el de Bélgica y el tercer ejército de Europa (80% de oficiales rusos), es la única república que podría resistir la presión rusa. Pero su economía está peor que la rusa. Aunque independiente, sigue vinculada a Rusia económicamente y por el 21% de población rusa. Sin acceso a los mercados y materias primas rusas colapsaría. El corte de petróleo y gas natural a que fue sometida por Rusia tuvo efectos desastrosos. La pérdida del mercado ruso no podría compensarla, ni consiguiendo algunos mercados secundarios en Occidente. Rusia también perdería importantes recursos. Ucrania era el granero y la locomotora industrial de la URSS, en una posición que superaba a los países bálticos o el Cáucaso. Para enfrentarse con Rusia tendrá que lle gar a un acuerdo parecido al de Bielorrusia. No puede mantenerse por sí sola, todavía menos los minúsculos Estados bálticos. La mayor parte de la economía permanece todavía en manos del Estado y ha experimentado una hiperinflación y una fuga de capitales entre 10.000 y 12.000 millones de dólares. Según el Financial Times (30/8/95): "Cuatro años después de la independencia, el segundo mayor país de Europa después de Rusia todavía tiene que estabilizar la economía (...) Después de un buen inicio... se enfrenta a una posición creciente por parte de los poderosos directores de industrias que dependen del patrocinio del Estado". Yeltsin se ha agarrado a la "defensa" de los 25 millones de ruso-parlantes que viven fuera de las fronteras de la Federación Rusa. La mayor parte de la repúblicas ya han vuelto a la órbita de Rusia. "Seis miembros de la CEI -comentaba The Economist (18/3/93)- han sido forzados a

firmar tratados de defensa con Rusia, transfiriendo soberanía con la esperanza de revivir sus economías. Nuevos miembros están pidiendo entrar (...) De las 15 repúblicas de la antigua URSS, sólo las tres del Báltico se las han arreglado para tener una ruptura clara". Yeltsin se opuso a la entrada de países de Europa del Este en la OTAN; exigió el derecho a desplegar tanques rusos en la frontera sur de Rusia y amenazó con romper el tratado sobre desarme convencional en Europa, ofreciendo a Rusia como el "único garante de la paz". Anunció a Occidente, en marzo de 1993 "que los respectivos organismos internacionales deberían conceder a Rusia poderes especiales como garante de la paz y la estabilidad en el territorio de la antigua URSS", lo que explica el creciente poder de los militares rusos (el gasto de defensa casi se duplicó, del 4% del PIB en 1992 al 7,5% en 1993). De restablecerse el capitalismo en Rusia, veríamos el auge de una potencia imperialista feroz. La independencia ficticia de las antiguas repúblicas caería bajo su control, de una u otra manera. Probablemente se llegaría a un acuerdo para formar algún tipo de condominio de Estados eslavos (Rusia, Ucrania, y Bielorrusia) que conjuntamente dominaría una Unión reconstituida. Ucrania y Bielorrusia ya han llegado a un acuerdo con Rusia para formar una unión arancelaria. Las otras repúblicas han seguido el eje mplo. Conceder un mayor grado de autonomía a los ucranianos sería un pequeño precio que habría que pagar. Una Federación de auténticos Estados obreros democráticos es la única solución viable para los pueblos de la antigua Unión Soviética. La lucha de Chechenia Digamos por delante, que los marxistas estamos a favor del derecho de autodeterminación de los chechenos, con autonomía dentro de una federación socialista rusa unida democráticamente. Esto quiere decir que apoyamos al pueblo de Chechenia, pero no a la reaccionaria camarilla dirigente chechena. Rusia no iba a permitir el control y la independencia de Chechenia a manos del grupo formado en torno al fallecido general Dudáyev. Utilizó el pretexto de una amenaza a la unidad de Rusia para ordenar la invasión y derrocar el "régimen gangsteril", sin duda metido en contrabando de armas, tráfico de drogas y mafias vinculadas a las rusas. Rusia pretendía al mismo tiempo advertir a las demás repúblicas. Aunque las repúblicas autónomas representan menos del 20% de la población de la Federación, controlan un 50% de su territorio. "En consecuencia -escribe The Economist- la desintegración de Rusia podría llevar a una sucesión de Bosnias. Lo más probable es que perturbaría a los generales rusos, algunos de los cuales han dicho que, en su opinión, la defensa de la integridad del país es su deber principal". La humillación sufrida por el ejército ruso, demostrativa de su estado virtual de desintegración, con las tropas al borde del amotinamiento, no pasó desapercibida para el complejo militar ruso, pero tampoco por ello podían decantarse partidarios de que Moscú permitiese una auténtica independencia para Chechenia. Teniendo en cuenta la enorme importancia económica y estratégica de la zona, los generales nunca lo permitirían, no obstante que Yeltsin hubiera retirado el ejército ruso e incorporado al gobierno al general Alexander Lébed (luego desplazado del gobierno) y de que el 80% de la población rusa estuviera a favor de un acuerdo de paz. El hecho significaba que en el futuro nuevos conflictos serían inevitables, pero que cualquier intervención no podrían fabricarla ni justificarla provocando un incidente. Asia Central es un caso diferente, sus pueblos fueron los que más ganaron con la Revolución de Octubre: al trabajo feudal le sucedió la industria, la alfabetización en masa, las comunicaciones, las universidades y la igualdad de la mujer, en avances colosales incomparables con el pozo de atraso y miseria en los regímenes "independientes" capitalistas de Asia . Solo hay que comparar la moderna Tashkent, con su industria, su alto nivel de educación, donde las mujeres estudian y caminan libremente por las calle, con la barbarie desencadenada en Kabul o Karachi, para ver la diferencia. Avances que se dieron no obstante la caricatura de Estado obrero en la URSS, y de que todas las decisiones las tomaba la élite gran rusa de Moscú, a través de una casta local de sátrapas, con graves consecuencias muchas veces: esquilmación de recursos, desecación del Aral, desastre del monocultivo de algodón en Uzbekistán, degradación del medio ambiente, utilización indiscriminada de pesticidas, etc. Ahora, el movimiento hacia el capitalismo en la antigua Unión Soviética hace que la cuestión nacional alcance dimensiones explosivas que amenazan con hundir toda la zona en un caos de

consecuencias inhumanas inimaginables: "Casi 9 millones de personas se han desplazado dentro o entre 12 países desde 1989 (...) Una de cada 30 personas en la CEI se ha visto afectada por esta emigración (...) En las cinco repúblicas centroasiáticas, uno de cada 12 habitantes se ha desplazado desde 1989". El informe publicado describe este movimiento de población como el 'más grandes, más complejo y potencialmente desestabilizador' en ninguna región del mundo desde el final de la I Guerra Mundial: "Unos tres millones de habitantes han huido de siete conflictos en países de la CEI (...) El último conflicto checheno ha desplazado a unas 500.000 personas. La ruptura de la URSS en 15 estados separados dejó fuera de sus territorios de origen a unos 54 ó 64 millones de personas -una quinta parte del total de la población de la CEI. Más de 3 millones de ellas han 'vuelto', principalmente a Rusia". La única solución sólo puede venir de una unión fraternal garantizando plenos derechos a todos los pueblos. Sólo la vuelta a la democracia, sólo una vuelta a los auténticos principios del leninismo puede ofrecer una salida justa y duradera sobre la base de una unión libre de los pueblos en una federación socialista.

X. Un nuevo punto de inflexión Las elecciones de diciembre y las presidenciales Las elecciones de diciembre de 1995 fueron no una tendencia hacia el capitalismo, sino un voto masivo de desconfianza no sólo en Yeltsin, sino en el mercado y todas sus obras. No han resuelto nada, el problema del establecimiento de un capitalismo 'viable' en Rusia no se ha "resuelto". La derrota más aplastante fue la de aquellos partidos que abrazaron la causa de la economía de mercado. Cuando se publicaron los resultados finales, el PC y sus aliados eran el grupo más grande en la Duma, con 190 escaños de 450, seguidos por Zhirinovsky, con 51 y Yavlinsky, con 45. Los economistas occidentales han calculado aproximadamente que la naciente burguesía rusa representa el 10% de la pobla ción, lo más un 20% sumando familiares y los sectores vinculados al mercado: comerciantes autónomos, callejeros, sirvientes, guardaespaldas y criminales a sueldo (600.000). Una parte no desdeñable de la población, pero no suficiente para ganar con la ventaja necesaria unas elecciones. Las elecciones de julio de 1996 representaron otro giro en la situación. Pero el resultado no fue una victoria completa para el capitalismo ruso. Detrás de las cifras -la Comisión Electoral declaró un 53,1% para Yeltsin y un 40,1% a favor de Zyuganov- quedaron al descubierto el sin fin de manipulaciones y maniobras vergonzantes que llevaron a cabo las huestes de Yeltsin con dólares norteamericanos. Conscientes de ello los capitalistas occidentales, aunque suspiraron con alivio porque Zyuganov no fue elegido, seguían estando y con razón preocupados por el futuro. ¿Hubo manipulación? Pruebas suficientes denuncian que el fraude electoral, como lo atestiguó la CSCE, estuvo bastante extendido, incluso antes de la primera vuelta. Si asumimos, como es probable, que pudo alcanzar un 5%, la mayoría de Yeltsin quedaría reducida a una mínima expresión. El socialista Boris Kagarlitsky dio a entender que el fraude pudo ser mucho mayor: "En toda la mañana, la población de San Petersburgo no apareció en las mesas electorales. A las 3 de la tarde, sólo un 4% de los electores habían votado (...) En el equipo de la campaña del presidente cundió el pánico (...), después de las 4 de la tarde algo sucedió. Como si alguien hubiese sacado una varita mágica, la baja participación se convirtió en una alta participación. Si nos creemos los informes oficiales, los ciudadanos de Rusia se presentaron como un solo hombre en las mesas electorales y de manera igualmente unánime votaron por Yeltsin (...) Es cierto que los periodistas fueron incapaces de encontrar muchas de las mesas electorales, pero los votos registrados en esas mesas aparecieron en las oficinas de la comisión electoral (...) Lo más probable es que las autoridades "ajustaran" un poco los resultados. Una pequeña mayoría para Yeltsin se transformó en una mayoría sustancial". The Guardian (5/7/96) informó: "Hubo algunas anomalías sorprendentemente pro-Yeltsin en el cinturón rojo, sugiriendo una poderosa influencia personal de los jefes locales en regiones basadas en etnias o fraude. El resultado más sospechoso fue en la república norcaucásica de Daguestán, un bastión comunista tradicional. En Junio, Zyuganov consiguió el 66% contra un 26% para Yeltsin.

Ahora, el voto para Yeltsin se disparó al 51%". Antes de las elecciones Zyuganov había advertido del peligro de fraude. Después del resultado de la segunda vuelta, declaró: "En Daguestán conseguimos el 66% la última vez y ahora dicen que hemos perdido allí. Me gustaría saber cómo pudo pasar eso en los últimos diez días". El periódico italiano La Stampa (6/7/96), considerado cercano a la realidad de la vida política rusa e informado de fuentes excelentes, publicó un artículo titulado "Fraude: he aquí las pruebas". Luego de analizar los resultados en Tatarstán, llegaba a la conclusión de que "en cualquier otro país, estos datos hubiera provocado un escándalo de proporciones internacionales". El corresponsal tuvo acceso a los datos de las votaciones a diferentes niveles. Pudo demostrar las diferencias siguientes: a Yeltsin le añadieron 36.000, a Zyuganov y Lébed les quitaron respectivamente 9 y 10.000 mil votos. La burguesía y Occidente no podían permitir una victoria de Zyuganov. Fue tan descarado el apoyo de medios a Yeltsin que el The Economist se refirió a "un servil sesgo pro-Yeltsin en los medios de comunicación rusos". La cobertura de medios y la campaña pro-Yeltsin no tuvo comparación ni en cantidad ni en calidad que siempre presentaba negativo al candidato Zyuganov. El grupo de observadores norteamericanos del International Republican Institute "estaban atónitos, por una situación en la que los medios de comunicación independientes apoyaban de una manera tan obvia la reelección del presidente". Yeltsin acaparó el 53% del tiempo en los noticiarios de radio y TV. Zyuganov apenas el 18%. Se habían empleado e fondo. Según Gleb Pavlovsky, ex periodista y director de la Fundación para una Política Efectiva, Yeltsin contaba con 10.000 periodistas pagados, incluyendo un grupo de élite de unos 50 famosos que recibían de 3 a 5.000 dólares extras al mes por escribir artículos favorables a Yeltsin u otros candidatos de la cuerda. El Daily Telegraph afirmaba: "La selección de noticias es más flagrante que nunca". En una cinta de video se demostró la entrega de 500.000 dólares del ministerio de Finanzas para la campaña de Yeltsin. ¿Por qué perdió el Partido Comunista? Hubo una campaña extremadamente agresiva en todas las formas inimaginables contra Zyuganov, el "comunista". Comparaciones con Hitle r, amañando expresiones sueltas de ambos. Y hubo, del montón de dinero aparecido de alguna parte, regalos de Yeltsin para las escuelas, subvenciones a pueblos y fábricas e incluso a individuos que se habían 'merecido' coches gratis.. Sin embargo, ninguno de estos factores es suficiente para explicar el resultado de las elecciones. El principal motivo de la derrota del PC fue que no defendió una alternativa socialista democrática para los trabajadores y el pueblos de Rusia. El PC seguía recibiendo el castigo de los trabajadores. Había un 40% de personas que se declaraban contrarios a votar a un candidato del PC. La popularidad de Yeltsin estaba en sólo el 5-10%. Quería decir, que la mezcla de estalinismo, nacionalismo y reformismo defendida por Zyuganov no podía atraer principalmente a los jóvenes, que son especialmente sensibles a la democracia Timothy Heritage, escribiendo para Reuter el 4 de julio de 1996, decía los siguiente: "El propio Zyuganov es un convencido nacionalista ruso y admira a la Iglesia Ortodoxa (...) Ha descartado el renacimiento del viejo PC que colapsó hace cinco años". La sombra del estalinismo impedía cualquier retorno a un régimen parecido. Sin embargo, a las masas les repelía el caos, la corrupción y la podredumbre general de la burguesía gangsteril rusa, causa de "el robo del siglo" como lo había descrito el Financial Times. Las masas querían un auténtico socialismo, un régimen auténticamente democrático. El papel de la dirección de Zyuganov Había gente asustada pensando que una victoria de Zyuganov podría llevar a un golpe de Estado y una guerra civil. Cierto que ni Occidente ni la burguesía rusa tenían intención de permitir una victoria de Zyuganov. Le hubiesen bloqueado, provocando una situación explosiva vecina a una guerra civil. Más no obstante, si Zyuganov hubiese tenido una auténtica política leninista, las cosas podrían haber sido distintas a tener que calcular todo sólo mediante la aritmética electoral. No se hubiese limitado tanto a advertir sobre el peligro de fraude electoral como a formar comités para defender la democracia en todas las fábricas y localidades, compuestos de representantes electos, para organizar y

coordinar la lucha contra los yeltsinistas. Pero Zyuganov no planteó esta perspectiva ni ninguna otra, ni siquiera defendía abiertamente el restablecimiento de la URSS y la economía nacionalizada y planificada. La palabra socialismo brillaba por sus ausencia. Su táctica de invitar a curas ortodoxos oradores en los actos electorales, hechó agua al molino de Lébed. A pesar de sus enormes recursos, el PCFR, a la hora de la verdad, fue incapaz de conectar con una amplia capa de la población que estaba buscando una alternativa claramente democrática y socialista. Tal como Kolganov y Buzgalin explican: "El PCFR, con sus 500.000 miembros era el mayor partido político de Rusia. Pero, tal y como demostró la campaña electoral, el burocratismo del partido, junto con la orientación a la "gente del pasado" y pequeños burócratas de mentalidad pragmática descontentos con Yeltsin, le convertía en una organización débil, incapaz de dar una respuesta efectiva a la propaganda y los "trucos sucios" de las autoridades (...) la idea de llevar a cabo un agitación "puerta a puerta" los miembros no fueron capaces de llevarla a la práctica (...) La experiencia ha demostrado que Zyuganov no tiene nada que se parezca ni siquiera remotamente a la 'Guardia de Lenin'. La campaña de Zyuganov en la primera vuelta fue mala, pero la cosa empeoró en la segunda, tanto que algunos observadores se preguntaron si la táctica de Zyuganov no sería el resultado de algún plan para aumentar la apatía pública y provocar una baja participación. No hizo el menor intento de protesta organizada para denunciar el fraude, aceptó el resultado como "la voluntad del pueblo". Todo parece decir que estaba aterrorizado ante la perspectiva de una guerra civil, sabiendo que el poder no aceptaría su victoria, lo que hubiese significado tener que apoyarse en la clase obrera, algo que como se demostró no entraba en sus cálculos. Así, cuando Zyuganov se negó a movilizar a la clase obrera, el resultado de las elecciones estaba determinado. Las falsas promesas de Yeltsin Había prometido todo por salir elegido: aumento del 20% del salario mínimo, vacaciones pagadas para los maestros, apoyo para los mineros del carbón, aumento de las pensiones, cancelación de las deudas de las granjas, préstamos para la construcción de viviendas, pago de todos los salarios y pensiones atrasadas, aumento del gasto estatal en las empresas públicas de la energía, y la reconstrucción de Chechenia. Es decir, ofrecimientos cuyo valor se estimó en unos 100 billones de rublos (19.800 m. de dólares). ¿De dónde el dinero? Las llamadas ayudas que los imperialistas ofrecieron a toda prisa para garantizar el sostenimiento de Yeltsin en la presidencia, tenían que corresponderse, con la suma de intereses, con un hipotético crecimiento económico que el Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo (EBRD) había estimado que sería del -2,1%. La OCDE predijo un 1%. La euforia de los economistas occidentales les había llevado a hablar de un 10%. La realidad de 1996 es que hubo una caída del 6%. El retraso en las decisiones de inversión provocado por la incertidumbre y las tensiones políticas y el nuevo problema de la creciente dependencia rusa del mercado mundial, se dejaron sentir de manera alarmante en la economía. Las exportaciones de metales, productos químicos y forestales, se han visto perjudicadas por la débil demanda y los bajos precios internacionales. La base monetaria que había aumentado un 7% en marzo y lo mismo en abril se esfumó en la campaña de compra de votos. El déficit presupuestario, según el ministerio de Finanzas fue de 31 billones de rublos en los primeros cuatro meses del año, pero el criterio del FMI lo situó en 51 billones, por encima del techo acordado de 40,4 billones. Un desastre incluso mayor de lo que sugieren estas cifras. Hasta ahora el déficit se ha financiado con la emisión de facturas del tesoro (GKO) y créditos del FMI, Alemania y Francia, manera de que una gran parte de la riqueza rusa desaparezca de nuevo en pago de intereses a los financieros occidentales. Kolganov y Buzgalin comentan que "el déficit presupuestario ha crecido hasta el 9,6% del PIB (...) La recaudación de impuestos cayó al 7,5% de PIB (...) 'No podemos recaudar impuestos sobre el vodka, coches o bienes de importación, admitió el ministro de Economía, Yevgany Yasin, y estamos llegando al punto en que ya no habrá nada más que gravar, en que un aumento de los impuestos amenace con tener graves consecuencias en la producción". La deuda estatal se situó a mediados del 96 en 20.000 millones de dóla res, 4.000 de deuda interna y 16.000 de externa. El gobierno pidió prestados 22.400 (...) durante este período, pero las exorbitantes tasas de interés le obligaron a devolver 19.700, quedando esta fuente fundamental de fondo prácticamente agotada.

"El gobierno tendrá que recurrir a tres soluciones posibles: hurgar en las reservas de oro y divisas fuertes; utilizar el crédito y la emisión monetaria; y limitar sus gastos: congelación de salarios y retrasos en el pago, y retrasos en el pago de subsidios del Estado del bienestar y de subsidios a los productores. Según los economistas, la emisión total durante la primera mitad del 96, ya ha superado los 50 billones de rublos. Esto apunta a un aumento de la inflación, problemas en el mercado financiero y crediticio, aumento de las tensiones sociales y un empeoramiento del declive económico (...) También está el problema 'eterno' de apoyar la agricultura". La "generosidad" del FMI El gobierno bajo la presión del imperialismo tuvo que recortar el gasto estatal. Yeltsin advirtió a Occidente sobre el peligro de un "nuevo bolchevismo". La casta militar exigía un aumento en defensa. El parlamento, temiendo una explosión social, aprobó un aumento del salario mínimo de 20.000 a 54.000 rublos al mes. La medida con la suma de subsidios costaría 30 trillones de rublos, o la mitad de déficit presupuestario propuesto. Era el reflejo de una lucha entre intereses cada vez más aguda que daba razón a los estrategas del capital cuando se quejaban de que la situación en Rusia era impredecible. Yeltsin se vio obligado a retroceder en el tema de los sala rios de los mineros, por lo menos temporalmente, echando la culpa del impago a "saboteadores". Cualquier compromiso en el pago de atrasos significaría un aumento del enorme déficit presupuestario. Pero esto era inevitable en época pre-electoral. Como señalaba el Financial Times (12/8/95): "El gobierno va a tener que decidir su quehacer más peligroso. Ir hacia adelante significaría profundizar la inflación, cerrar muchas fábricas y empezar a crear un sistema de seguridad social que funcione con la ayuda de 18.000 millones de dólares del FMI..." Los banqueros del FMI, por supuesto los menos interesados en financiar el Estado del bienestar en Rusia, se resistieron a actuar conforme a unas declaraciones del presidente de los banqueros suizos, Markus Lusser, que advertía que el FMI se arriesgaba a una "ruina moral y financiera" si continuaba mostrando una actitud "blanda" hacia Rusia. El FMI garantizó un crédito a tres años de algo más de 10.000 m. de dólares, el segundo mayor en su historia después del de México. A pesar de que Yeltsin se gastó la mayor parte en la campaña electoral, y sacó otros 1.000 millones del Banco Central de Rusia en junio, el presidente del FMI, Michael Camdessus, declaró, sin pestañear, que Rusia "estaba al día en cuanto al cumplimiento de criterios". La inusual 'generosidad' del FMI no tenía otra razón que el miedo de Occidente ante una posible victoria de Zyuganov y sus repercusiones en Europa. Pero, una vez elegido Yeltsin, todo cambió. En los meses siguientes, se cobraron exigiendo el cumplimiento de las condiciones pactadas: aplicar hasta sus últimas instancias el programa de privatizaciones y recortes del gasto, que había quedado congelado durante las elecciones. El FMI exigía un déficit presupuestario del 4% del PIB, bajando al 3% en el 97 y al 2% en el 98, condic iones más estrictas que los criterios de Maastrich. Ni se preguntaron cómo Rusia podría salir adelante con sus mafias e intereses en conflicto que se enconarían. Según algunas estimaciones, con los bienes (petróleo, minerales y armas sacados de contrabando) y el capital enviados al extranjero en los últimos cinco años se podría pagar la totalidad de la deuda externa de Rusia. Cantidades realmente asombrosas de dinero blanqueado (retiraron licencias a 350 bancos), estimadas en unos 14.000 m. de dólares en 1992 y unos 17.000 en 1993. Hasta el momento, todavía y no obstante la terrible catástrofe económica y el colapso del nivel de vida, la encrucijada ante la que está el gobierno está evitando que el paro se masifique. Pero la crisis industrial no perdona, está acumulando una enorme deuda interempresarial e impago de salarios que tiene que cubrir el Estado. El FMI está exigiendo que se ponga fin a esta situación permitiendo incluso que colapsen las empresas. De esta manera no quedará piedra sobre piedra de las promesas electorales de Yeltsin. Divisiones en el campo reformista Con el resultado electoral se hizo más clara la división del gobierno, y entre Chernomyrdin (de la naciente burguesía) y Lébed (admirador de Pinochet, más "medio totalitario" y enemigo de la clase obrera que "medio demócrata"). Lébed, que tenía un ojo puesto en la desaparición de Yeltsin, pidió la

vicepresidencia, que le bloqueó Chernomyrdyn permitiendo para desacreditarlo que le dejasen dirigir la campaña contra el crimen y la corrupción, de antemano condenada al fracaso en un país donde la corrupción y el crimen se encuentran en el corazón del gobierno. Poniendo a Lébed como responsable del ejército y la policía, Yeltsin había corrido un gran riesgo temeroso de perder las elecciones. Todo parecía indicar que por pensar que Lébed era más peligroso en la oposición que entre los gubernamentales se le había prometido mucho más a cambio de su ayuda para ganar las elecciones. La advertencia de Lébed de que las promesas de Yeltsin tenían que llevarse a la práctica, sus muestras de prepararse para mostrarse como salvador de la patria, entre otras cosas implicándose en el asunto de Chechenia, llevaron a la camarilla del Kremlin a dar un golpe palaciego para quitárselo de enmedio. Pero Lébed sigue siendo un candidato de reserva para la burguesía. Se ha descubierto que recibió 230 millones de dólares de un sector de la misma. 'Tiempos de conflictos' Bajo Yeltsin no hay ninguna posibilidad de aumentar mayoritariamente el nivel de vida de la población. La perspectiva es de cierres masivos y aumento brutal del desempleo. El apoyo de las elecciones sólo ha sido un incidente en el proceso general, e incluso la confianza de la burguesía será un factor en su contra. Tienen, eso sí, en su favor, que, con la decadencia total de estalinismo y el retroceso de la conciencia, las ideas más primitivas y bárbaras han surgido de la oscuridad de un pasado semiolvidado: paneslavismo, chovinismo gran ruso, antisemitismo, astrología, superstición, curanderismo e iglesia ortodoxa, toda esta oscuridad espiritual e ideológica, son ahora un espejo fiel de la decadencia social. Para algunos intelectuales, la referencia al "alma rusa" está siendo utilizada para extender la falsedad de que el pueblo ruso no está "hecho para la democracia". Es una manera de excusar las acciones gangsteriles para acceder al poder en nombre de la Patria rusa, el Orden y la Ortodoxia. El futuro de Rusia está lleno ya de convulsiones y caos. Rusia ha entrado en un nuevo "tiempo de conflictos". Aunque la clase obrera rusa todavía no se movido como clase, surgirá una dirección que no vendrá del "alma rusa", emergerá forjada de una realidad en la que ya está impresa. Las huelgas de los mineros en 1996 y las posteriores en el otoño indicaron que a los trabajadores se les está acabando la paciencia. Paradójicamente, incluso la recuperación económica anunciada podría ser la señal de salida de una oleada de huelgas y protestas. Frustrados en el terreno electoral, habrá una tendencia de los trabaja dores a expresarse en el terreno sindical. Temporalmente los trabaja dores puede que aguanten con la cabeza gacha, pero eso no puede durar. Por otro lado, el ciclo económico en EE.UU. se prolonga ya por seis años y tiene algunos síntomas propios del punto más álgido del boom, que anuncia la cuesta abajo, como ahora mismo estamos observando. A escala mundial, la recuperación ha sido raquítica, además de favorecer solamente a una minoría cada vez más concentrada, y ello con bajas tasas de crecimiento, estancamiento de la demanda y persistencia de altas tasas de paro. El endeudamiento del Japón es el mayor del mundo y su sistema financiero está en un estado lamentable. Una recesión importante en Occidente en unos años, lo cual es inevitable en el próximo período, cambiaría drásticamente la correlación de fuerzas en Rusia y Europa del Este. Los vínculos entre esas economías y el mercado mundial (el 70% de las exportaciones van hacia Europa Occidental) significa que una recesión tendría efectos devastadores, provocando convulsiones enormes. La condiciones objetivas estarían dadas para la creación de corrientes revolucionarias de masas en las organizaciones obreras, especialmente si se han formado núcleos previamente. Los marxistas y el Partido Comunista El PCFR, roto el vínculo con el Estado, perdió su carácter anterior, ha recuperado y adquirido una base de masas, sometido como ahora está a una presión cada vez mayor de la clase obrera, y convertido en depositario de una tremenda lección histórica. Tratarán de escindirlo utilizando a Zyuganov. En las capas superiores del Partido hay sectores que estarían dispuestos a llegar a compromisos, a cambio de concesiones. Chernomyrdin está tentando a la fracción más vulnerable que está representada también en el grupo parlamentario. Todo dependerá de las bases, sobre éstas toman como un punto de referencia importante las tradiciones del auténtico leninismo. Si el ala leninista no consiguiese ganar una base importante de masas, el resultado sería desastroso para Rusia y para el

comunismo, por algún tiempo. La política del ala oportunista sólo puede preparar derrota tras derrota. Pero podemos esperar con confianza que el ala de izquierdas vencerá. Su victoria será mucho más fácil si la nueva generación de cuadros está armada con las ideas marxistas desarrolladas en Occidente en los últimos 50 años. La fusión de ambas corrientes será una fuerza invencible. Ahora, en Rusia y en todas partes toda la capacidad explicativa será poca para superar el tremendo problema del papel que jugaron los dirigentes de los partidos comunistas y los que les apoyaban. El ala estalinista del movimiento obrero desdibujó durante décadas la auténtica situación en Rusia, abusando vergonzosamente de su comprensible lealtad a la Revolución de Octubre y a una URSS idealizada. La mayor parte de los que defendieron sin pestañear los tremendos errores cometidos por el estalinismo bajo la supuesta "construcción del socialismo", tuvieron que hacerlo abandonando el marxismo y el leninismo. Hoy, al descorrerse el telón, no sólo se han apresurado a condenar el estalinismo, sino que abandonaron también el término "comunismo", que consideran desacreditado, para pasarse al reformismo y a la socialdemocracia. Pero no es el comunismo el que ha quedado desacreditado, sino una caricatura monstruosa llamada estalinismo. La Tercera Internacional (Comunista), que llegó a ser una fuerza poderosa, fue disuelta por Stalin en 1943, como gesto de buena voluntad hacia los imperialistas. Había que unificar las fuerzas "democráticas". Ya no había diferencias entre la URSS y los partidos reformistas de Occidente. Para los estalinistas, todo lo que Lenin había escrito era absurdo, ¡y toda la historia del movimiento comunista desde 1914 era el resultado de un pequeño malentendido! ¿Simplemente un 'malentendido'? El folleto de Joe Slovo está escrito en respuesta al "dramático colapso de la mayor parte de los gobiernos de los partidos comunistas de Europa del Este" en 1989. Su caída, admite el autor, "fue provocada por levantamientos masivos que tenían no sólo el apoyo de la mayoría de la clase obrera, sino también de gran parte de la militancia de los propios partidos gubernamentales. Fueron revueltas populares contra regímenes impopulares. Pero la cuestión es -se pregunta el autor- "¿cómo fue posible que después de décadas de este 'socialismo' la mayoría de la clase obrera se viese implicada en revueltas populares contra el régimen?". Algo iba mal claramente. Pero, ¿qué? Slovo nos habla del "dirigismo" y los métodos burocrátic os que enraizaron en la época de Stalin", pero ¿de dónde venían esos métodos? ¿Qué reflejaban? ¿Qué intereses representaban? Sólo podían ser producto de intereses irreconciliables entre diferentes grupos sociales desarrollados sin misterio alguno merced a la política estalinista. El mismo Slovo declara: "Las distorsiones fundamentales que existen en la práctica del socialismo real no se pueden remontar hasta los principios esenciales de la ciencia del marxismo revolucionario. Si buscamos culpables, tenemos que mirarnos a nosotros mismos, y no a los fundadores del marxismo". Como ejemplo del 'desapercibimiento' general -por llamar de alguna manera a la visión de las cosas propia de los intereses de grupo-recordemos el informe de Ysuf Dadoo y Mosos Mabhida (presidente y secretario general del SACP, respectivamente) de su visita al 26º Congreso del PCUS, en 1981: "La sala estaba repleta de delegados (...) Aquí estaban los herederos de los grandes bolcheviques, igual de fervientes en su compromiso para crear una vida mejor no sólo para su propio pueblo, sino para toda la humanidad". En ese mismo momento hacía décadas que la burocracia había dejado de jugar un papel progresista. El despotismo, la altanería, la corrupción y los problemas económicos eran de conocimiento general. Sin embargo, esos delegados, "fervientes en su compromiso", no oyeron nada y no sabían nada, ¡y ya se estaban gestando las condiciones para crisis sociales masivas que iban a incluir las 'revueltas populares' antes mencionadas! No es de recibo hablar de que "las deformaciones experimentadas eran el resultado de distorsiones burocráticas". Confunden a la burocracia con el simple papeleo. No se puede decir que todo era el resultado de una trágica mala aplicación, pero con buena intención, de la teoría socialista. Sólo desde esa absurda interpretación de las cosas se puede decir, que todo fue un error trágico, fruto de un pequeño 'malentendido' de gente sincera pero equivocada, cuando es una verdad incontrovertible que no se propusieron rescatar a Lenin del rodillo estalinista. Lenin legó las famosas cuatro condiciones que son la precondición necesaria no para el comunismo o el socialismo, sino para el estado inicial del poder obrero, de un Estado obrero sano. Tampoco entendieron la relación causa-

efecto entre la degeneración burocrática de la Revolución Rusa y la teoría del socialismo en un solo país, que siguen aceptando, ni que esa teoría era una expresión de los intereses de la burocracia, no de la clase obrera. Habiendo aceptado acríticamente todos los tremendos sucesos del régimen estalinista, con su colapso han abandonado el camino revolucionario completamente, al menos en el caso de muchos de los viejos dirigentes. Pero las cosas no se acaban aquí. La propuesta comunista es reflejo de una realidad exigida de soluciones opuestas a la visión inhumana e irracional, ciegamente explotadora de la clase obrera y los recursos naturales, que da significado al capitalismo. El colapso del estalinismo sacudió como un terremoto a los militantes comunistas, provocando un fermento de preguntas que encontrarán sus respuestas. Jóvenes y adultos, junto a los más reflexivos de los cargos están buscando una explicación y una alternativa superadora de los viejos métodos e ideas desacreditadas. Sin renunciar a criticar el pasado quieren seguir defendiendo el comunismo. Están buscando honestamente el camino del marxismo revolucionario. Los mejores luchadores encontrarán el camino de vuelta a las auténticas tradiciones de Octubre. La condición previa es hacer un balance serio de la experiencia de las políticas reformistas de los partidos comunistas y socialistas durante las últimas décadas.

XI. A cerca de la naturaleza de clase del Estado Ruso El método marxista La cuestión del carácter de clase de Rusia ha sido un tema central en el movimiento marxista durante décadas. Ahora, con el colapso sufrido y el movimiento hacia el capitalismo, esa cuestión adquiere una importancia incluso mayor. Interesa y mucho entender los procesos que están teniendo lugar en Rusia. Pero, si no se huye de la lógica formal y las definiciones abstractas se hará imposible conocer nada. Los procesos históricos complejos exigen para su estudio más correcto, aplicar un método que contemple el proceso en su conjunto y analice concretamente sus tendencias contradictorias según se manifiesten, etapa por etapa. Sólo el método dialéctico reúne estas propiedades, sólo con su auxilio se puede arrojar luz sobre un proceso histórico complejo como el que nos ocupa. No es inusual oír, incluso a marxistas con experiencia, referirse a la URSS como si en verdad hubiera sido un "Estado obrero". La URSS ni en sus mejores primeros años llegó a conseguirlo. En 1920, Lenin reprendió a Bujarin por referirse a Rusia como un "Estado obrero". Insistió en que era necesario añadir "con deformaciones burocráticas". Cierto es que aquella Rusia no tuvo ni remotamente el menor parecido con la URSS burocrática y totalitaria que surgió bajo Stalin. Abordar un proceso de estas características no puede hacerse pensando obtener una respuesta de "o blanco o negro", menos, tratándose de formaciones en transición: un proceso, como el del inicio, de rotura completa con estructuras semi feudales, que sin llegar a consolidarse realmente como Estado obrero ya estaba sometido a condiciones deformantes preludiando su total deformación y corrimiento hacia el capitalismo, como ha sucedido hasta el momento. Lo que está ocurriendo en Rusia no tiene precedentes en la historia europea desde la caída del Imperio Romano, aunque las analogías formales tampoco sean muy útiles. Pero en verdad, si la restauración capitalista se completase, significaría la destrucción de todos los logros de la Revolución de Octubre, cosa que no ocurrió, por ejemplo, con la Revolución Francesa. Pese a que la reacción fue muy lejos, luego de liquidar en 1794 los logros del movimiento jacobino-plebeyo, y de ir del Termidor al Directorio, al Bonapartismo, a la restauración del Imperio con una nueva aristocracia e incluso a la restauración de la monarquía borbónica, los logros socio-económicos básicos de la Revolución permanecieron intactos. En Rusia, hasta que la contrarrevolución se abrió paso, el proceso fue similar. Pese a que la reacción de la burocracia estalinista liquidó completamente el régimen de democracia obrera, no destruyó las nuevas relaciones de propiedad establecidas por la Revolución de Octubre. La burocracia dominante se basó en la economía nacionalizada y planificada y jugó un papel relativamente progresista en el desarrollo de las fuerzas productivas. Desde esa perspectiva, para algunos ultraizquierdistas, el problema era muy simple. La URSS,

en su opinión, era ya una nueva sociedad de clase en 1920. Todo análisis posterior, por lo tanto, era superfluo. Ganados por el formalismo de su falta de preparación, dejaron de lado para el análisis el método dialéctico. No siguieron el proceso del estalinismo a través de todas sus etapas, para poner al descubierto sus contradicciones, analizar las tendencias en conflicto tanto en la sociedad soviética como dentro de la burocracia misma y dar con la interrelación dialéctica entre los desarrollos en la URSS y a escala internacional. Trotsky, aplicando el método, describe así el proceso: "Calificar de transitorio o de intermediario al régimen soviético, es descartar las categorías sociales acabadas como el capitalismo (incluyendo al 'capitalismo de Estado'), y el socialismo. Pero esa definición es en sí misma insuficiente y susceptible de sugerir la idea falsa de que la única transición posible del régimen soviético conduce al socialismo. Sin embargo, un retroceso hacia el capitalismo sigue siendo perfectamente posible (...) La URSS es una sociedad intermedia entra el capitalismo y el socialismo...". Habla de la presencia todavía de fuerzas productivas insuficientes, tendencias a la acumulación primitiva, formas burguesas de diferenciación existentes, oportunidad para el nacimiento de capas de privilegiados y castas difíciles de controlar debido a la Revolución traicionada, etc, etc. Intuye una contrarrevolución en marcha hacia el capitalismo que sólo podría frenar la resistencia obrera, "los obreros (...), la lucha de dos fuerzas vivas en el terreno nacional y el internacional (...) Naturalmente que los doctrinarios no quedarán satisfechos con una definición tan hipotética. Quisieran fórmulas categóricas; si y sí, no y no" (..) Pero nada es más peligroso que eliminar, para alcanzar la precisión lógica, los elementos que desde ahora contrarían nuestros esquemas y que mañana pueden refutarlos. En nuestro análisis tememos, ante todo, violentar el dinamismo de una formación social sin precedentes y que no tiene analogía". El problema del carácter de clase de la URSS ocupó la atención de Trotsky hasta su muerte. Lo que define el carácter de clase del Estado desde un punto de vista marxista son indudablemente las relaciones de propiedad, no obstante, aquí también, la relación no es automática, sino dialéctica. El Estado no es la expresión perfecta de la clase dominante. Bajo ciertas condiciones, la camarilla dirigente puede maniobrar entre las clases y eliminar las relaciones de propiedad existentes, como fue el caso de la casta militar en Siria, Birmania, Etiopía, Afganistán, etc. Ahora, en Rusia y en Europa del Este tenemos una variante peculiar del mismo proceso, pero a la inversa. Las capas superiores que mantuvieron su poder y privilegios se han transformado a sí mismas en la clase dominante, sin provocar una guerra civil. Pero el proceso no está acabado. Debido al espantoso colapso económico y social, no sólo la clase trabajadora, sino también un sector de la burocracia está empezando a girar en el sentido contrario. Cómo derivará la cuestión, dependerá de toda una serie de factores a escala nacional e internacional. Aproximaciones sucesivas Marx explicó que no existe ningún plan acabado suprahistórico. Es menester tomar la realidad objetiva material como es y después explicarla. Ese es el método de la filosofía marxista: ver la realidad objetiva como es y el proceso que la creó; su proceso de nacimiento, desarrollo, decadencia y los cambios que la destruirán. La victoria final de Stalin no estaba predeterminada. Hasta 1934 era posible tanto reformar el Estado soviético como los partidos comunistas. Trotsky lo llegó a ver así. Utilizaba el método dialéctico para hacer aproximaciones sucesivas que frecuentemente le llevaban a conflictos con los ultraizquierdistas. Es verdad que modificó su análisis en diferentes ocasiones, desde calificar al estalinismo como "centrismo burocrático", que él mismo rechazó, hasta explicarlo como "bonapartismo proletario". Son cambios que no reflejan otras vacilaciones que las propias de querer seguir analizando con la máxima precisión los procesos de la degeneración burocrática, según tenían lugar. Con el mismo método de análisis y a partir de no dudar que el movimiento hacia el capitalismo en Rusia no sólo existe, sino que ha ido bastante lejos, tenemos que preguntarnos una cosa: si el proceso de restauración capitalista ha alcanzado el punto decisivo en que la cantidad se transforma en calidad, que es decir, si consideramos que las nuevas relaciones de propiedad se han establecido inequívocamente de tal manera que el proceso es irreversible, o, por el contrario, es posible que el movimiento hacia el capitalismo pueda dar marcha atrás. No sirve por completo al caso, pero es cierto que, como explicó Trotsky, "la sociedad burguesa en el curso de su carrera ha cambiado muchas veces de regímenes y de castas burocráticas, sin

modificar, por eso, sus bases sociales. Se ha inmunizado contra la restauración del feudalismo y de sus corporaciones, por la superioridad de su modo de producción". En Rusia las relaciones de propiedad establecidas por la revolución socialista estaban indisolublemente ligadas al nuevo Estado con ramificaciones que lo penetraban todo difíciles de extirpar de un golpe. Queremos decir, que estamos tratando de un proceso que todavía no está acabado y, por lo tanto, no se puede exigir una respuesta concluyente. Cierto que, si la mayoría de la economía, incluidos todos los sectores decisivos, estuvieran firmemente en manos de propietarios privados, esto representaría un cambio fundamental. Actualmente, es verdad, el viejo orden se ha desbaratado, pero, aunque se han hecho esfuerzos arduos para ir hacia el capitalismo, nada estable lo ha reemplazado. Esto significa que toda la situación continúa incompleta, fluida e inestable. Comprendiendo el problema La esencia de la teoría marxista de la revolución es que la economía es, en última instancia, decisiva porque a largo plazo la superestructura (no obstante su tendencia a separarse de la base económica) debe ponerse en correspondencia con las relaciones de propiedad existentes. Aun así, la mera afirmación de que, en última instancia, el carácter de clase del Estado se decide por las relaciones de propiedad es insuficiente. Es posible tener un Estado obrero con un cien por cien de propiedad privada, y también tener un Estado burgués con un cien por cien de propiedad estatal. La Comuna de París, el primer Estado obrero de la Historia no nacionalizó el Banco de Francia. La Revolución de Octubre, durante doce meses, dejó formalmente en manos privadas la mayoría de la industria. En el Prefacio a la crítica de la economía política, Marx explicó que la suma total de las relaciones de producción constituye el cimiento real sobre el que todos los aspectos de la vida social- el Estado incluido- están fundados. Las relaciones de propiedad son simplemente una expresión legal para estas relaciones de producción. No obstante, esta relación no es ni directa ni automática. Si fuera el caso, las revoluciones no serían necesarias. Pero toda la historia de la sociedad de clases demuestra que no lo es. Al contrario, durante largas etapas, la superestructura puede mantenerse en contradicció n abierta con las exigencias de las fuerzas productivas. Tampoco el Estado refleja directamente en todo momento los intereses de la clase dominante. La relación es compleja y contradictoria, en otras pala bras, dialéctica. La URSS es un buen ejemplo de esta relación dialéctica. La economía nacionalizada y planificada estaba en contradicción con el Estado burocrático. Esta contradicción no desapareció con el desarrollo de la economía, sino, por el contrario, se volvió cada vez más insoportable hasta que al final el sistema se descompuso totalmente. La crisis de la URSS no tuvo nada en común con la del capitalismo. Diferentes enfermedades requieren tratamientos distintos. La crisis del capitalismo exige la terminación de la anarquía de la propiedad privada y del mercado, un logro aparente de la planificación monopolista que lejos de abolir las contradicciones internas del capitalismo les da un carácter más agudo y extenso. La anarquía reaparece aún más ciega y embrutecida en la lucha entre los grandes monopolios por el mercado mundial y las materias primas. Pero no es menos cierto que, en palabras de Marx: "En el caso del mercado mundial, la conexión del individuo con todo, pero también y al mismo tiempo la independencia de esta conexión en relación al individuo, se ha desarrollado a un nivel tan alto que la formación del mercado mundial ya contiene al mismo tiempo las condiciones para ir más allá". Así, la división internacional del trabajo es un hecho, pero también que bajo el capitalismo asume un monstruoso carácter caótico y no planificado. Su manifestación más ostensible es la llamada división Norte-Sur y la asombrosa deuda del mundo empobrecido, que actualmente supera los 1,9 billones de dólares. Con su actividad "global" los bancos y los grandes monopolios preparan el camino para una recesión económica mundial, que podría superar las proporciones de la de 1929. Así, pues, la necesidad de una economía planificada surge directamente de la situación actual del capitalismo mundial. Única manera en que se pueden resolver las contradicciones. Y aquí la diferencia con el proceso en Rusia. Y es que el intento de reimponer un régimen capitalista, de ninguna manera ha surgido como una conclusión natural de la crisis del estalinismo. No era inevitable, Aquí el factor subjetivo jugó el papel central.

¿Por qué duró la burocracia tanto tiempo? Trotsky mostró la relación dialéctica entre la subida del estalinismo en Rusia y el desarrollo del capitalismo mundial. Explicó que la reacción termidoriana en Rusia hubiera llevado a la restauración del capitalismo si éste no hubiera demostrado estar agotado a escala mundial. El éxito impresionante de los primeros planes quinquenales coincidió con la recesión más profunda de la historia del capitalismo en la década de los treinta. Aunque se recuperó en la etapa que siguió a la II Guerra, con tasas anuales del 5-6% en EE.UU. y Europa Occidental, e incluso Japón, la economía nacionalizada y planificada soviética logró porcentajes más altos: 10-11%, sin recesiones, desempleo ni inflación. La burocracia se sentía como una fuerza progresista. La clase trabajadora todavía estaba jugando un papel progresista en el desarrollo de las fuerzas productivas. Para explicar la evolución de la burocracia es necesario primero entender sus orígenes históricos. Su surgimiento como resultado del impasse de las fuerzas productivas a escala internacional bajo el capitalismo y del retraso de la revolución proletaria en Occidente. Bajo estas condiciones, la crisis del capitalismo encontró su expresión en una tendencia generalizada hacia la nacionalización de las fuerzas productivas, que se impuso en el período de auge económico capitalista en la posguerra mediante la participación del Estado en las economías, con el keynesianismo, las "economías mixtas" etc. Junto con la gran expansión del comercio mundial, éste fue uno de los factores que permitió al sistema, de una forma parcial y por un tiempo, superar sus propias limitaciones, logrando resultados que no tiene precedente en la historia del capitalismo. La tendencia hacia la nacionalización de las fuerzas productivas también se manifestó en lo países coloniales más reaccionarios. Allí, la burguesía nacional llegada al poder sobre las espaldas de las masas, fue obligada a llevar a cabo medidas de nacionalización -Nasser, Knenyatta, Nehru, Sukarno..., se autodenominaron "socialistas". El capitalismo mundial logró superar temporalmente sus contradicciones principales entre los años 48 al 75 mediante el desarrollo del mercado mundial y, hasta cierto punto, mediante medidas de "capitalismo de Estado". Pero la nacionalización parcial no resolvió los problemas y simplemente creó nuevas contradicciones, llevando a un giro en dirección opuesta en el último período. El capitalismo vio agotado el modelo de posguerra y sus logros espectaculares. En su búsqueda desesperada de campos de inversión recurriría a lo que, en la práctica, es el saqueo del Estado mediante la privatización de las industrias nacionalizadas y los servicios públicos, lo que, lejos de significar un desarrollo progresista, vendría a suponer una expresión del callejón sin salida del capitalismo. No obstante los grandes beneficios obtenidos a corto plazo por los monopolios, el hecho de procurarlos a costa de más cierres, despidos y recortes en el nivel de vida y en los gastos estatales, conllevaría una mayor reducción del mercado mundial y un agravamiento de la crisis. No contentos con los resultados de esta política en sus propios países, intentan aplicarla en el mundo entero, obligando a los países ex coloniales a tomar el mismo camino de desnacionalización, viéndose estos empujados a abrir sus mercados al imperialismo depredador. Este conjunto de circunstancias, con la aplicación de la economía nacionalizada y planificada, permitieron a la burocracia en Rusia no sólo sobrevivir, sino consolidarse temporalmente y actuar, junto con China, como un punto de referencia importante para las masas del mundo ex colonial. La cuestión cambió de signo a mediados de los sesenta y a lo largo de la década de los 70, con la caída continuada del crecimiento. La situación en China sería diferente. ¿Cuánta privatización? En Rusia, según The Economist: "Después de dos años de reforma radical, las vidas de 27 millones de personas en 26.692 granjas estatales y colectivas apenas han sido tocadas". En diciembre de 1992, 18 empresas fueron "vendidas" a cambio de vales de privatización. Sobre el papel, durante 1933 se privatizaron de esta manera 8.010 empresas medianas y grandes, que emplean 8,3 millones de obreros, dos quintas partes de la fuerza de trabajo manufacturera rusa. Para febrero de 1994, el 80% de las empresas pequeñas ya habían sido vendidas y hasta 14.000 empresas medianas y grandes estaban listas para ser privatizadas. Pero, como escribe Grigory Yavlinsky, líder del grupo pro-reforma Yábloko, sobre la naturaleza peculiar de este tipo de privatizaciones: "Lo que ha ocurrido hasta ahora no es privatización, es colectivización, que pone a los obreros y a los directivos a cargo de sus empresas. Esto es un nuevo problema creado por este tipo de privatización.".

El informe EBRD, a mediados de 1995 distinguía muy cuidadosamente entre propiedad privada real (sector privado "duro") y otras formas de privatización (sector no estatal, no gubernamental, etc.), como la compra de vales por trabajadores y directivos, que los autores del informe no consideran como empresas auténticamente capitalistas. En la práctica no queda claro del todo cuál es la diferencia entre la situación de esas empresas antes y después de la privatización. Así, en Rusia, el sector "no estatal" en 1994 se cifraba en el 62% del PIB, pero el sector privado 'real' era sólo el 25%, 7,5 en Ucrania y 6,2 en Bielorrusia. Cifras publicadas en 1995, muestran que de 439 empresas industriales elegidas al azar, 110 de ellas pertenecían al Estado, 140 eran cooperativas obreras, 40 habían sido tomadas por los gerentes y solamente 35 pertenecían a capitalistas privados rusos y extranjeros, y sólo 35 eran de nueva creación. El Estado seguía siendo mayoritario en el 30% de las empresas. Obreros y directivos poseían el 51% de las acciones en casi el 70% de todas las empresas privatizadas. "La propiedad estatal -según el informe EBRD de 1995- ha seguido siendo importante en la mayoría de los países (la vieja URSS y de Europa del Este). Siendo cierto que, en última instancia, la cuestión de las relaciones de propiedad es decisiva para determinar la naturaleza de clase del Estado, es no obstante y como vemos una correlación que no siempre es automática. En el proceso pueden darse todo tipo de variantes transitorias peculiares que no admiten una valoración sencilla precisamente por su carácter transitorio, es decir, inacabado, incompleto. Bajo la presión del imperialismo, el gobierno ruso ha privatizado un gran número de empresas, pero obligado a mantenerlas subsidiadas para evitar un paro masivo se crea un nuevo problema y muy importante presupuestario y deficitario. Razones todas suficientes para que Occidente siga escéptico, tanto que a finales del 94, la inversión extranjera en Rusia no superaba la de Estonia. Rusia está muy lejos de haber resuelto un proceso de transición que todavía no ha terminado y que satisface el punto de vista del capital financiero. 'Los directores de fábrica rojos' A decir por un artículo de The Economist: "La privatización simplemente ha legalizado el intento de los 'directores de fábrica rojos 'para hacerse con la propiedad de sus empresas". Con las privatizaciones, que se intentaba mejorar la competitividad e impulsar la producción, el efecto en muchos casos está siendo el contrario: una receta acabada para el desastre. "Tan sólo de una forma modesta -señala el informe del EBRD de 1996- ha aumentado la presión a favor de un incremento de la productividad que ejercerían propietarios externos...". En la mayor parte de las empresas el Estado ha continuado tapando el agujero de las pérdidas con subsidios gigantescos. En la parte más interesante del informe citado, donde se especifican los criterios puntuados de 1 a 4 (y no integrales) estimados para considerar el éxito de la transición al capitalismo, ninguno de los países de la vieja URSS y Europa del Este alcanza la puntuación adecuada. A pesar del carácter rudimentario y bastante arbitrario de la tabla publicada, no obstante sirve para demostrar que el proceso de restauración capitalista sigue siendo incompleto en la gran mayoría de los antiguos países estalinistas. En algunos, ni ha empezado, como Bielorrusia, Azerbayán, Tayikistán, Turkmenistán. Ucrania va por detrás. "La escala del problema de reestructuración heredada del viejo régimen -señala el informe- es inmensa, y la adaptación de métodos y patrones de producción a las condiciones de una economía de mercado puede llevar muchos años". Más aún, señala que la situación en la agricultura permanece "sin cambios sustanciales". ¿Puede completarse el proceso? Datos: 1) la exigencia existente de "reestructuración" es sinónimo de destrucción al por mayor de la gran industria y del consiguiente desempleo de masas; 2) la clase obrera difícilmente permanecerá pasiva; 3) con la corrupción, las mafias y la especulación es seguro el crecimiento del derroche de plusvalía; 4) una recesión severa del capitalismo mundial golpeará a estas economías duramente. Si Rusia pudiera tolerar un desemple o de más de 25 millones sin una explosión social, si, sobre todo, estuviéramos en vísperas de un nuevo período de expansión capitalista a escala internacional comparable con el de 1948-74, entonces, casi con certeza, Rusia podría entrar en una fase de desarrollo que rápidamente la convertiría en uno de los países más poderosos del mundo. ¿Es previsible una perspectiva así y que el imperialismo tenga interés en sanear la construcción de un poder

de esa naturaleza? Por otro lado, situaciones como la de Albania son un ejemplo de la "estabilidad" para una reestructuración capitalista 'sin traumas', donde el colapso de la banca "piramidal" arruinó a gran cantidad de personas, provocando manifestaciones de masas y un levantamiento explosivo, que podría llevar al derrocamiento del régimen pro-burgués. A favor de la consolidación del proceso reformista, está, ciertamente, un factor importante, que el sector decisivo de la burocracia se ha convertido al capitalismo y la dirección del Partido "Comunista" ha aceptado la situación, a pesar de que las masas le votaron, como en Hungría y Polonia, para oponerse al capitalismo. Querían un régimen socialista pero democrático. No obstante hay diferencias importantes entre Rusia y Europa del Este. En Rusia, la única tradición que conforma la historia de los trabajadores, con hondas raíces en la clase trabajadora, es la del bolchevismo y la Revolución de Octubre. Por estas razones la burguesía considera al PCFR como diferente a sus homólogos de Europa Oriental. En Rusia, la memoria de la Revolución y sus logros es dos veces más larga. Pero lo determinante para completarse el proceso, tendrá que ser, como Marx explica, que la burguesía naciente sea capaz de jugar un papel progresista acertando a desarrollar las fuerzas productivas, para poder consolidarse como una nueva clase dominante. De no hacerlo así, como ocurrió con el colapso del estalinismo, la crisis de la transición seguiría abierta. De hecho, a pesar de todas las promesas no hay signos de recuperación en Rusia. En 1996 se dio una nueva caída del 6%, a pesar de que los economistas burgueses había pronosticado un crecimiento del 10%. Aun en el caso de una recuperación débil, dada la extrema debilidad de la burguesía naciente y el caos y declive general, casi con toda certeza se puede decir que la situación seguirá teniendo un carácter inestable. El estalinismo, ciertamente, gracias a la economía nacionalizada y planificada, creó un potencial productivo colosal, aunque fuera incapaz de utilizarlo debidamente. Pero ¿cuál es la situación actualmente? Hay muy poca inversión productiva. Los capitalistas nacientes y extranjeros no muestran ningún interés por invertir. No es rentable la financiación específica que hace el FMI para sostener a Yeltsin. No puede hablarse de que se está recuperando la productividad del trabajo. De hecho, la productividad ha colapsado. La dominación de la economía mundial Rusia depende ahora mucho más que antes de los mercados mundiales. Cierto que se convierte en el país ideal para los inversores extranjeros: un gran mercado con una fuerza de trabajo altamente cualificada, con unos salarios ridículamente bajos y con unos inmensos recursos naturales. Sin embargo, paradójicamente, las inversiones extranjeras están siendo bajísimas. El nivel sólo se dobló en 12 meses, de 1.000 a 2.000 millones de dólares. China recibió 40.000 tan sólo en 1996 y un total de 120.000 en el último decenio. Pero incluso si invirtieran, sólo lo harían, como es lógico, en petróleo y materias primas. Significaría que cie rtas áreas recibirían inversiones, pero el resto quedaría atrasado y pobre: exactamente como antes de 1917, quedarían sin explotar reservas que podrían hacer de Rusia el país más rico de la Tierra. ¿Por qué la inversión es bajísima? La respuesta la dio el director general de la oficina de Moscú del Deutsche Morgan Grenville, el banco de inversiones de propiedad alemana: "No creo que las cosas hayan cambiado drásticamente en Rusia (...), no creemos que la reforma económica sea irreversible...". Los estrategas del capital está claro que no ven sus inversiones seguras. Piensan que la tendencia es hacia el capitalismo, pero se puede invertir. No obstante, siguen presionando al gobierno ruso a seguir una política de desamparo suicida. ¿De dónde va a sacar la burguesía naciente su capital? ¿Del campesinado? Ya no existe. Sólo les quedan los ahorros, a los que ahora tienen acceso directo, de los fondos de pensiones y los millones de pequeños ahorradores de la clase obrera y media, que habían acumulado en cantidades importantes ante la falta de bienes de consumo, pero que la inflación destruyó en gran parte. El espectáculo de los grandes monopolios rusos enriqueciéndose a costa del pueblo provocará un sentimiento acuciante de furor. No es como en Occidente, que la gente está acostumbrada a perder y que le roben los empresarios, lo que considera inevitable y casi natural debido a la educación recibida. En Rusia la gran mayoría cree que los propietarios de las empresas privatizadas son simple -

mente estafadores que han robado la propiedad del pueblo. Ante los ojos de la clase trabajadora, el capitalismo no tiene legitimidad. Es una diferencia muy importante con Occidente, que puede tener enormes consecuencias en el futuro. ¿Puede jugar un papel progresista la burguesía rusa? Lenin había advertido del peligro de que las masas de la pequeña burguesía rusa se vinculasen al capital extranjero, creando un bloque restauracionista importante. Por eso fue que luchó con Trotsky en defensa del monopolio estatal del comercio exterior, que Stalin y Bujarin quisieron abolir en un principio. Pero el conflicto latente no se eliminó del todo. La tendencia al dominio del mercado interno terminaría creando una situación alarmante. "El campesinado -escribía Trotsky- se polarizaba entre el pequeño capitalista y jornalero. Entre tanto, el Estado, desprovisto de mercancías industriales, era eliminado del mercado rural. (...), surgía un intermediario entre el kulak y el pequeño patrón o artesano. Hasta las mismas empresas nacionalizadas tenían que recurrir a los comerciantes, en busca de materias primas". Stalin creyó que era posible eliminar aquello con medios administrativos y la fuerza bruta, cuando el auténtico peligro venía del bajo nivel de las fuerzas productivas consecuencia también del brutal asedio imperialista que ahogaba todo. Los nepmen, a su vez, no habían desaparecido, trabajaban de forma enmascarada. Sin el control por parte de la clase obrera de la administración la industria y el Estado, en palabras de Marx, "toda la vieja basura" estaba resucitando. La economía nacionalizada y planificada coexistía con normas burguesas de distribución, desigualdad, corrupción, estafa y robo, dando lugar a un gran derroche de plusvalía y puesta en riesgo del sistema. Marx describe cómo en la Edad Media, el capital usurero permaneció como una acumulación improductiva. Así, el capital aparece primero en el escenario de la historia como un fenómeno improductivo que no surge del modo de producción existente, sino que lo penetra desde fuera y lo mina gradualmente. El grado de éxito depende de la solidez del orden existente. En las primeras etapas del feudalismo, en la medida que existía el capital usurero y mercantil, no pudo llevar a la disolución de un sistema económico que todavía estaba desarrollando los medios de producción. Pero en una etapa posterior, en la época de la decadencia feudal, estos elementos jugaron un papel central en precipitar el colapso de la sociedad existente. Por eso, el comercio influye en todas partes de un modo más o menos disolvente sobre las organizaciones de producción con que se encuentra. Marx escribe cómo los judíos existían "en los poros de la sociedad polaca", en el sentido de que no eran parte del mundo de producción feudal existente, sino que actuaban como intermediarios, comprando y vendiendo y prestando dinero a la nobleza y a los campesinos. Como comerciantes profesionales que eran, colmaron una necesidad de la economía general que no podía ser satisfecha por nadie más. Estas formas coexistentes de comercio y distribución burguesa en Rusia crearon numerosos y tan importantes cuellos de botella, que hubiesen llevado a una paralización completa si no hubiese sido por las prácticas ilegales e igualmente corruptas conocidas como blat, que se saltaban los canales oficiales obstruccionados, permitiendo así que las mercancías pudiesen circular más rápidamente, aunque pagando un precio de graves consecuencias. Blat, es un término del argot ruso que significa 'combinación', a lo que recurrían todos los responsables de fábricas, de actividades del comercio estatal, administradores de koljoses o de artels, gerentes de tiendas, etc. "Todas las ruedas de la máquina colosal -explica Víctor Serge- son engrasadas y ensuciadas por el blat. Su papel es tan importante como el de la planificación, porque sin él nunca se cumpliría. (...) El director de una fábrica de zapatos recibe, de acuerdo con el plan, un permiso para recoger una tonelada de cuero de la curtiduría vecinal en febrero. La curtiduría responde que le resulta imposible entregar esta materia prima antes de marzo (...) pero nuestro director no se desespera. Se lo esperaba. 'Escucha amigo', le dirá a su compañero de la curtiduría, 'tú no me la jugarías a mí, ¿no?'. 'Por supuesto que no, sólo tenemos que ponernos de acuerdo. Servicio por servicio, ¿eh?. Los curtidores necesitan zapatos, querido camarada; ¿no podrías darme 500 pares en quince días?'(...) y la fábrica de zapatos cumplirá su plan". Intermediarios parasitarios Estos elementos -blat, corrupción, estafas, mercado negro-, lejos de ir desapareciendo, irían aumentando, absorbiendo excedentes y anulando parte de los logros de la economía planificada. De la

misma manera que la usura y el capital mercantil disolvieron y minaron la sociedad pre-capitalista desde dentro, así, la burocracia ajena, esa excrecencia parasitaria de la economía planificada, minó gradualmente el sistema, permitió el desarrollo de "poros" en la sociedad soviética que, sin formar parte ni surgir de la economía nacionalizada y planificada, representaban un tumor cancerígeno. Eran una expresión gráfica de la contradicción flagrante entre las necesidades de la economía planificada y el control sofocante de la burocracia. El intermediario soviético, la expresión embrionaria de la naciente burguesía, no jugó ningún papel en la producción, pero se volvió necesario para "engrasar" el "normal" funcionamiento del sistema. Así, la burocracia que ostentaba el poder político y controlaba el Estado, se encontraría con un cada vez más nutrido grupo de poderosos especuladores que competían con ellos por un pedazo de plusvalía. Para impedir que el saqueo del Estado pudiese minar el sistema, hubieron de generar una contradicción: en el momento en que se decía que la URSS estaba "construyendo el comunismo", tenían que introducir la pena de muerte por crímenes económicos. Pero la enfermedad se había hecho irradicable. Al fin y al cabo, sólo se trataba de la diferencia entre robo "legal" e "ilegal". Hay una diferencia en uno y otro de los procesos de acumula ción de capital por los mercaderes y usureros. En la Edad Media, como explica Marx, el capital acumulado originariamente era improductivo, surgió del engaño y del "sobre-regateo" al margen del proceso productivo y acabó como el tesoro acumulado e improductivo del usurero. Sin embargo, con el surgimiento del capitalismo en los siglos XV y XVI, el tesoro del usurero sentó las bases del proceso de acumulación capitalista, primero como capital mercantil y, más tarde, como capital industrial, en el período de ascenso capitalista, cuando la burguesía a nivel mundial jugó un papel relativamente progresista en el desarrollo de las fuerzas productivas. No hay similitud con los "intermediarios" soviéticos. Históricamente, el capitalismo emerge con un gran número de pequeños capitales. La burguesía occidental, empezando con el período de acumulación primitiva de capital en los siglos XIV y XV, pasó gradualmente por todas las fases de cooperación, manufactura y, finalmente, industria moderna. Ahora, la naciente burguesía soviética no se encontraba en el mismo estadio, no podría acumular capital de una forma lenta y orgánica y con total libertad para poder intervenir en el proceso productivo debido a la conformación del sistema, simplemente lo interferirá y obstaculizará obligada a buscar, en círculos cerrados ("poros") de áreas crecientes, nuevos cauces donde seguir obteniendo un beneficio propio destructivo. Ahora mismo y de modo parecido, el destino de la economía sería absurdo pensarlo resuelto en base a las actividades de los vendedores callejeros, los pequeños comerciantes, los especuladores de la bolsa de valores o con McDonalds. Esto no constituye una base económica suficiente para una nación gigantesca de 150 millones de habitantes y un importante sector industrial necesitado de poderosas inversiones, sobre todo cuando el capitalismo ruso ya está altamente monopolizado debido a que surge de la desnacionalización de grandes compañías. En otras épocas la fuente principal de la acumulación primitiva fue el campesinado, los campesinos fueron despojados por el mercader y el usurero medievales. Después, los campesinos serían robados abiertamente con las tristemente famosas Enclodure Acts (leyes de cercados de tierras) en Inglaterra y los Clarances Highland (la limpieza de las tierras altas) en Escocia. Así, en palabras de Marx, el capital entró en el escenario de la historia "chorreando sangre por cada poro". No obstante, ese traslado criminal de capital de trabajo jugaría un papel histórico progresista: desarrolló la industria y la agricultura, la ciencia y la tecnología hasta límites insospechados. Esta fue su única justificación desde un punto de vista científico. Como sabemos, los bolcheviques tomaron el poder en un país atrasado con una economía destrozada por una agresión bélica que duró 4 años a la que siguió la guerra civil de 3 años. Las bases materiales para el socialismo no existían en Rusia, pero sí a escala mundial. El retraso de la revolución internacional les obligó a enfrentarse al problema de tener que desarrollar la economía por sí solos y en el feroz aislamiento a que se veían sometidos. Lenin pensaba que el sector privado podría continuar jugando un papel importante, dirigiría la industria obedeciendo las leyes soviéticas sobre salarios y condiciones laborales, al tiempo que la clase trabajadora gestionaría un sistema de control obrero, ostentaría el control del Estado y mantendría en sus manos palancas claves, como la nacionalización de la banca y la centralización del crédito. A esto Lenin llamaba "capitalismo de Estado". Lenin estaba dispuesto a permitir a extranjeros invertir y abrir

fábricas en Rusia. Pero el imperialismo mundial veía como un peligro mortal el desarrollo de la economía soviética por un régimen bolchevique e hicieron todo lo posible por hundir la economía y derrocar el régimen. Cortado el acceso al mercado mundial por el bloqueo imperialista, la única fuente posible para la obtención de fondos de inversión en la industria era el campesinado. Pero éste se resistía. Los bolcheviques se vieron obligados a una requisa temporal del grano, que fue sustituida más tarde por la NEP en 1921. La política derechista de apoyarse en los kulaks, que defendieron Stalin y Bujarin, fortaleció enormemente las tendencias capitalistas en el campo. Con Stalin en el poder, el peligro se agravó. Stalin rompió con Bujarin y llevó a la Unión Soviética a una política que fue una catástrofe, con la colectivización forzosa y la "liquidación de los kulaks como clase". Pero los fondos para la industrialización se lograron, en parte, exprimiendo a los campesinos y, en parte también, exprimiendo a la clase trabajadora. Casi se repitió la historia; la acción jugó un papel similar al de la "acumulación primitiva", pero ahora bajo un Estado obrero 'deformado'. ¿Se puede suponer que los elementos de acumulación primitiva en Rusia jugarán ahora el mismo papel en desarrollar las fuerzas productivas que el capital mercantil y usurero en el período de ascenso capitalista? La experiencia habla en contra y con múltiples ejemplos. El capitalismo emergente en Rusia no es un capitalismo "normal", sano, progresista y democrático, porque nunca existió como en Occidente. En Rusia se ha revelado mafioso, corrupto y degenerado, nada interesado en desarrollar las fuerzas productivas, sólo aspira a vivir del robo, la estafa y el engaño. Sus métodos incluyen el secuestro, el asesinato y la extorsión. Este camino no es el del progreso, sino el de la barbarie. Tanto el estalinismo como el capitalismo mafioso son productos de condiciones históricas concretas en el ámbito nacional e internacional. El Estado obrero deformado fue una expresión del atraso histórico en Rusia. El capitalismo mafioso es la expresión de que la burguesía rusa ha llegado demasiado tarde para jugar un papel progresista y de que, a escala internacional, el sistema capitalista está agotado. La economía es decisiva Para resumir nuestro argumento hasta ahora, los siguientes factores han tenido una influencia decisiva sobre los acontecimientos en Rusia: 1) La burocracia se encontró finalmente en un callejón sin salida e incapaz de desarrollar los medios de producción. 2) Un largo período de aislamiento desembocó en la total decadencia de la burocracia. 3) Después de décadas de totalitarismo, el proletariado estaba desorientado. 4) La pasividad temporal de la clase obrera operó como resultado del punto anterior. 5) El retraso de la revolución socialista en Occidente. 6) El "accidente" histórico del auge de 1982-90, que creó la ilusión de que el capitalismo podía ofrecer una salida. 7) Esto dio un arrebato temporal de confianza imperialista, que ejerció presión sobre Gorbachov para girar en dirección al capitalismo. 8) El agotamiento del modelo de "economía mixta" en los países capitalistas avanzados resultó en un cambio temporal de la tendencia hacia la estabilización a escala mundial. 9) La ausencia de un movimiento obrero independiente, combinado con la intensa presión del imperialismo mundial, fortaleció el ala pro-capitalista de la burocracia e impidió el resurgimiento de un ala proletaria. 10) La independencia relativa del Estado bonapartista proletario permitió a la camarilla dirigente que rodeaba a Yeltsin maniobrar entre las clases y los sectores de la burocracia, apoyándose en un primer momento en el imperialismo mundial, en un intento de ir hacia el capitalismo. 11) De esta manera, tenemos una situación híbrida y contradictoria, en la que el gobierno burgués de Yeltsin, bajo la presión del imperialismo, está tratando de completar la transición al capitalismo. 12) Este proceso peculiar no está todavía acabado. El resultado se decidirá por la lucha de fuerzas contradictorias en la socie dad y en el Estado ruso. 13) El resultado de estos factores se determinará por la correlación de fuerzas entre las clases en Rusia y los acontecimientos que se produzcan a nivel mundial.

El marxismo explica que la clave del desarrollo histórico en general está determinada en última instancia por el desarrollo de las fuerzas productivas: crecimiento de la industria, la agricultura, la ciencia y la tecnología, y de la productividad en el trabajo. Este factor por sí solo es el que define a un régimen dado como históricamente progresista La URSS en la década de los ochenta no era capaz de conseguir tasas de crecimiento mayores (habría que considerar el nuevo IDH) que las de los países capitalistas avanzados, en un momento en que estos estaban experimentando un período de boom temporal, entre 1982-90. Ahora, la viabilidad de un régimen capitalista en Rusia depende en última instancia, de su capacidad para desarrollar los medios de producción, también vinculados a las perspectivas generales de la economía mundial. En condiciones de declive capitalista, en que las principales economías sólo son capaces de conseguir tasas de crecimiento del 1-3% en los booms, a diferencia del 5-6% en el período de auge de posguerra, las perspectivas para Rusia no parecen halagüeñas. La necesaria acumulación de capital exige cierres de fábricas de bajo nivel productivo, recortes en gastos presupuestarios y salarios, con caídas en los niveles de vida y consumo para la mayoría. En estas condiciones, el intento de ir hacia el capitalismo irá acompañado de inevitables convulsiones sociales y económicas. La estrechez del mercado interno tendría que ser compensada por un fuerte empuje de la exportación. Pero los mercados tradicionales para las mercancías rusas en Europa del Este están siendo ocupados cada vez más y como es lógico por Occidente, además de que las mercancías rusas no están todavía en condiciones de competir ni en precio ni en calidad y de que, salvo para el petróleo y otras materias primas, los mercados de Europa Occidental están prácticamente cerrados para Rusia. Rusia parte de un balance desastroso, su colapso se parece más a la derrota catastrófica de una contienda bélica que está siendo todo el período de la caída y la transición. Europa no ha presenciado una catástrofe económica de tal envergadura en tiempo de paz desde la Edad Oscura de la baja Edad Media, después de la caída del Imperio Romano. El PIB real de Rusia cayó a la mitad, desde 1989 a 1996. Si recordamos que la caída en EE.UU. en 1929-31 fue del 30%, nos podemos hacer una idea del carácter sin precedentes del colapso. Y Rusia no es el peor caso. Georgia tuvo una caída del ¡80%!; Azerbayan, 64%; Tayikistán, 63%; Moldavia, 61%; Armenia, 60%; Ucrania, 57%; Kazajastán, 54%. El total de la inversión extranjera en Rusia es prácticamente el mismo de Polonia. Rusia con 160 millones de habitantes y Polonia con 38. El equivalente ha sido de 11 dólares por ruso. El FMI, que no obstante la oposición de un sector, se avino a cancelar deudas y conceder nuevas ayudas 'en pagos mensuales' para apoyar la elección de Yeltsin, nada más elegido éste está presionando para acelerar el ritmo hacia el capitalismo, no obstante que la economía siga en continua recesión. A lo largo del 96, el PIB cayó otro 6%. La industria, un 5%; la agricultura, un 7%; y la inversión, un 18% (hoy es menos de la quinta parte de la de 1989). Por otro lado, los precios de consumo aumentaron a un 21,8% y descendieron los ingresos netos de los trabajadores. ¿Cómo pueden darse síntomas de estabilidad social cuando la base productiva sigue encogiéndose y la red de seguridad social está colapsando? Contradicciones de clase y Estado Todavía no está claro cómo va a acabar el proceso en Rusia. Trotsky estaba convencido de que una contrarrevolución capitalista sólo se podría dar como resultado de una guerra civil. Que no haya sido así abiertamente no resta importancia al conflicto resuelto mediante tanques y ametralladoras en el Parlamento. Este hecho por sí solo es suficiente para demostrar que las contradicciones dentro de la burocracia no son en absoluto secundarias, y que, en el fondo, tienen un carácter de clase. Un sector, la mayoría de la capa superior, está en el proceso de transformarse en capitalista. Otra capa está reflejando la oposición de las masas al capitalismo mafioso. Otras están esperando a ver cómo se desarrollan las cosas. ¿Controla la burguesía naciente el Estado? La explicación de Marx de que "el ejecutivo de un Estado moderno no es sino un comité para administrar asuntos comunes de la burguesía en su conjunto", en el caso de la Rusia actual apenas encaja. Razón: que la burguesía naciente está todavía en proceso de formación, luchando por imprimir su sello en la sociedad, salir de la provisionalidad y establecerse. No está nada claro el control sobre el ejército, la policía y las fuerzas de seguridad. Los reformadores han ganado un porcentaje muy bajo de confianza y credibilidad. Aunque Yeltsin es el

presidente electo, su base real es muy pequeña. Una minoría es pro-burguesa, pero la gran mayoría está esperando a ver qué pasa. Todo dependerá de la correlación de fuerzas. Hecho ciertos son, que el viejo aparato estatal, con cambios principalmente cosméticos, sigue básicamente intacto, todavía en su sitio como burocracia estatal, casta militar, policía y KGB. Esta última, sigue intacta y funcionando a todos los niveles, dentro y fuera de Rusia, bajo el nombre de Servicio de Seguridad Interrepublicano. La burocracia, es verdad, tiene una gran tenacidad en aferrase a sus puestos en cuanto estos sostengan sus privilegios a salvo. Dependiendo del desenlace de la situación, un sector podría verse necesitado de apoyarse en la clase trabajadora para imponerse a la burguesía naciente. No olvidemos que el bonapartismo, por su propia esencia, se eleva por encima de la sociedad y adquiere una gran dependencia. Con el fenómeno estalinista, el bonapartismo proletario aumentó su prestigio, de qué manera. Al mismo tiempo que creció su poder, privilegios e ingresos, se convirtió en amo de la sociedad, dejó de ser servidor directo de una clase, pasó a reflejar el interés de diferentes grupos. Ahora, todo va a depender de cómo se desliza la base económica, si refleja e interés global de la clase dominante de defender la propiedad privada sobre todo. Es un error tremendo considerar el Estado como algo inmutable. El Estado ruso actual está plagado de contradicciones y, como tal, es inestable. Es mucho más similar a los Estados en Asia, Africa y Oriente Medio que a un Estado capitalista moderno. Podría girar en cualquier dirección dependiendo de las presiones a que se le someta. Esta es la razón por la que los estrategas del capital siguen con tanta atención los giros de la oscura lucha por el poder en el aparato del Estado ruso. Una de las tareas más difíciles del análisis marxista es establecer en qué punto preciso la cantidad se transforma en calidad. Al cabo de seis años tenemos que el movimiento hacia el capitalismo en Rusia ha logrado crear una base social seria que comprende un 10% directo más otro 10% dependiente de sus actividades. Aunque la mayoría son "escoria humana", tienen unos intereses creados que defender y acceso a grandes suministros de armas. Son como señores feudales con sus bandas de mercenarios armados. Contra esas fuerzas, tenemos un tercio del total, con los millones de trabajadores que votan al PC y sus aliados, cuyo núcleo de obreros se encuentra en la s industrias pesadas, gentes con atrasos salariales y niveles de vida destruidos, familiarmente reducidos a la pobreza, mientras contemplan la ostentación violentamente ofensiva de los nuevos ricos. La presión imperialista por la eliminación de los subvenciones estatales a las empresas privatizadas empuja a una bancarrota. En comparación, el colapso reciente se volvería insignificante. El empobrecimiento de la economía rusa, no sólo eliminaría un competidor a Occidente, como éste persigue, sino que provocaría convulsiones sociales y una explosión de lucha de clases, que en realidad ya ha comenzado. El resultado de la batalla decidirá, probablemente, en qué dirección irá Rusia. Pero no es una conclusión que se pueda sacar de antemano. No se puede descartar que, después de una etapa de convulsiones sociales terribles, un régimen burgués -inevitablemente bonapartista- podría establecerse sobre los huesos del proletariado, hasta una fase posterior de recuperación de éste para la lucha. ¿Quién dispondrá del excedente? "La diferencia entre la burocracia y la burguesía naciente -escribió Trotsky- puede reducirse a dos formas diferentes de apropiarse la plusvalía. (...) La burguesía se apropia directamente de la plusvalía a través de la propiedad privada de los medios de producción. La burocracia obtiene su poder, ingresos y privilegios de la propiedad estatal". Trotsky no proporcionó un análisis acabado de una vez y para siempre de la naturaleza de clase del Estado soviético, sino que dejó la cuestión abierta en cuanto a qué dirección tomaría finalmente. Esto sería decidido por la lucha de las fuerzas vivas, que, a su vez, estaba unida inseparablemente con los acontecimientos a escala internacional. "Cada nueva etapa nos impone -escribió Trotsky- el análisis concreto de las tendencias y de las relaciones reales, en su conexión y en su constante interdependencia". Aquí, desde luego, tiene mucho que ver la cuestión de que la burocracia no fue nunca una formación social heterogénea. Incluso en la cúspide de la burocracia hubo siempre tendencias contradictorias. En Rusia hay un gobierno burgués intentando por todos los medios consolidar el capitalismo. Pero se está encontrando con resistencias a diferentes niveles. Esta lejos de ser un proceso en línea recta. La "democracia burguesa" de la que habla Yeltsin, es todavía cualquier cosa menos eso. Es más que todo un rudimentario capitalismo mafioso, salido de una

burocracia de la que ni siquiera Trotsky podía haber previsto la espantosa degeneración de un final como el actual. La corrupción es incomparablemente mayor que en cualquier tiempo de la URSS. Y entremezclada en todo este embrollo, está la misma vieja burocracia. De hecho, multiplicada ahora como nunca antes: en la Federación Rusa hay 1,8 veces más burócratas que en la URSS, con 130 millones menos de habitantes. Con el exterminio físico de los viejos bolcheviques, Stalin consiguió mucho más de lo que nos dimos cuenta. Al extirpar las viejas tradiciones y romper el cordón umbilical que conectaba a la clase trabaja dora con las ideas de Octubre, al menos dos generaciones se desarrollaron bajo el régimen de pesadilla del estalinismo. Carentes de toda experiencia o conocimiento de las ideas democráticas e internacionalistas del auténtico leninismo, la conciencia de la mayoría trabajadora tuvo que sufrir un grave retroceso. Más no obstante, el hecho de que, a pesar de todo, millones de trabajadores rusos todavía miren al Partido Comunista con esperanza, es una prueba contundente de que la idea del comunismo y de Octubre todavía vive en los corazones y en la mente de las masas. En cierto momento, probablemente no muy lejano, la clase entrará en acción al impulso del destrozo que, incuestionablemente, la propia naturaleza del capitalismo irá causando.

XII. ¿Dónde va Rus ia? El Partido Comunista y los sindicatos Un acontecimiento ha sido la rápida recuperación del PCFR, que, con sus 550.000 afiliados de ahora, en Octubre de 1996 dio la sorpresa en las elecciones municipales de Volgrado ganando prácticamente todos los concejales del ayuntamiento. Es una prueba impresionante, que no habíamos anticipado en su cantidad, de cómo cuando la clase obrera se pone en movimiento, siempre se expresa a través de la cualidad que busca encontrar en sus organizaciones tradicionales de masas. Que el Partido y los sindicatos ya no sean los tentáculos inmovilizadores de la burocracia estalinista, ha permitido que las viejas relaciones se transformen de manera ya distinta. Después de la derrota del golpe de 1991, los burócratas de ambas organizaciones se vieron obligados a apoyarse en la clase obrera para mantener algún tipo de base. Sin otra alternativa, los trabajadores se han orientado hacía el Partido y los sindicatos, que ahora juegan un papel, al menos, similar al de las organizaciones tradicionales de masas en Occidente. Sin que nos pasen desapercibidas las ilusiones reformistas de los dirigentes, el hecho de que el PCFR tenga ahora una y muy importante base de masas entre la clase obrera es un nuevo elemento digno de considerar, sobre todo teniendo en cuenta el desgaste ideológico a que dio lugar el comportamiento, actitudes y acciones infamantes del estalinismo. Razón por lo que la recuperación del partido supone una evolución sorprendente, aunque no sea tanto como la recuperación del PC polaco. Un proceso similar se ha dado con los viejos sindicatos, antes de obreros y directores. Rotos los vínculos al Estado, los "oficiales" se han transformado en auténticos sindicatos (con algunas peculiaridades) de la aplastante mayoría de los trabajadores. Contraria mente, los llamados sindicatos independientes, incluso la supuestamente "socialista" SOTSPROF, se han pasado a la contrarrevolución con armas y bagaje y su insignificante fuerza, convertidos en agentes de Yeltsin. De los sindicatos "independientes" describe su evolución Boris Kagarlitsky y Renfrey Clarke: "La primera generación de activistas del movimiento obrero independiente tenía muchas esperanzas. (...) En unos pocos años, muchos dirigentes de los comités de huelga se convirtie ron en prósperos hombres de negocios y funcionarios estatales. El lema 'el movimiento obrero tiene que quedarse al margen de la política' fue utilizado para justificar el rechazo a plantear una política independiente de la clase obrera y, más tarde, para atar a los comités obreros a la política de Yeltsin. (...) Las organizaciones sindicales 'alternativas' se fundieron cada vez más con las autoridades, mientras que los sindicatos tradicionales tomaron el papel de una fuerza independiente de oposición". Después de agosto de 1991, cuando el PC fue suspendido y las estructuras de la URSS colapsaron, los sindicatos quedaron, en la práctica, como la única organización de masas en Rusia. Más del 80% de los trabajadores "permanecieron fieles a sus organizaciones a pesar de los cambios que habían tenido lugar". Hubo un proceso de radicalización, reflejando el descontento generalizado de los trabajadores, sobre todo ante los costes sociales de la privatización.

Durante 1993 hubo asambleas masivas y paros en los Urales. La huelga general en la Provincia Marítima del Lejano Oriente exigió la dimisión del gobierno. A diferencia de los movimientos de 1989 y 1990, las luchas del verano de 1993 fueron dirigidas por los sindicatos y se dieron en el ámbito de toda Rusia. Sin embargo, los dirigentes sin una alternativa clara y coherente a la política del gobierno, se limitaron a una "oposición constructiva", y de "conciliación" ante el asalto a la Casa Blanca por Yeltsin, que produjo pánico en las altas esferas sindicales, terminando por llamar a la "moderación" como lo hizo la Federación de Sindicatos de Moscú (MFP). Hoy es imprescindible que los marxistas encuentren la manera de llegar a la base del movimiento sindical en Rusia, que junto con el PCFR es la clave de toda la situación. Ilusiones constitucionales El comentarista de The Independent resumió así la situación en Rusia: "El hecho de que la palabra 'comunismo' todavía gane un importante apoyo electoral me sugiere que estamos ante un asunto inacabado... El que quieran elegir a Zyuganov en sí mismo no es nada; el que quieran elegir a los comunistas lo es todo". Cierto que esa situación se da. Pero el enorme giro hacia el PC no significa que los trabajadores acepten el estalinismo. Que las consecuencias reales de la s reformas del "mercado" estén haciendo ver que "las cosas estaban mejor en el pasado", no quiere decir que se haya borrado del recuerdo el dominio opresivo y trastornante de la burocracia. En realidad, todo hace ver que los trabajadores aspiran a una democracia obrera similar a la de 1917, pero a nivel superior. Ahora, sobre la base de una economía moderna desarrollada, y planificada en la medida que corresponda a una política coherente con la nueva situación. No pueden renunciar a obtener el mejor provecho de lo que fue la mejor conquista demostrada de Octubre: los frutos de la economía nacionalizada y planificada. Con los poderosos medios y recursos al alcance y con la introducción inmediatamente de la semana laboral de 4 días y la jornada laboral de 6 horas, Rusia podría empezar a moverse rápidamente hacia el socialismo. La precondición para esto es que los trabajadores tomen el poder en sus manos a través de auténticos sóviets (consejos obreros). Detrás del aparente triunfo yeltsinista está la encuesta de opinión que en diciembre daba a Yeltsin un 6%. Está el intento desesperado de comprar y conseguir, con los dólares del FMI, las firmas necesarias para poder presentarse. Los matones de Yeltsin tuvie ron que recurrir a intimidar a trabajadores del ferrocarril amenazándoles con el despido si no firmaban. Cuando esto salió a la luz Yeltsin amenazó con golpear a su director de campaña. Está, ciertamente, el intento de Zyuganov de ganar las elecciones presentándose como "moderado" y "estadista", conciliador con la burguesía y la "opinión pública". Está su intento de aplacar los temores de los gobiernos y hombres de negocios extranjeros que querían saber qué es lo que haría si llegaba al poder. The Economist (10/12/1995) expresaba muy claramente los temores de Occidente: "El Partido puede estar buscando todavía la reconstrucción de la antigua Unión Soviética ('voluntariamente' por supuesto), reducir la presidencia a una figura simbólica, llevar a juicio a Boris Yeltsin y racionalizar la industria rusa". En cualquiera de los casos, lo cierto es que la crisis del capitalismo significa la crisis del reformismo. Esta observación es mucho más cierta en Rusia que en ninguna otra parte. El colapso espantoso de las fuerzas productivas no deja margen para las reformas. La idea de que es posible combinar reformas de mercado con el Estado del bienestar y la democracia es un intento de cuadrar el círculo. Si las fuerzas de Zyuganov llegasen al poder e intentasen aplicar políticas capitalistas, se verían obligadas a aplic ar el mismo tipo de medicinas prescritas por el FMI, avecinando nuevas convulsiones políticas, económicas y sociales, preparando el camino para un golpe por parte de Lébed o algún otro demagogo reaccionario de turno. No valdría la "vía polaca", que más tarde o más temprano va a saltar por los aires. Para toda Europa del Este, si el PCFR se orientase hacia la renacionalización de la industria, tendría un efecto enorme, sería un punto de referencia para las masas ya desilusionadas del capitalismo, sería el camino para salir de la crisis ante la que inevitablemente entrarán en el próximo período. La huelga minera Medio millón de mineros en Rusia y un millón en Ucrania exigieron en huelga los salarios

atrasados. Y fueron las cuencas mineras del sur, del norte de los Urales y de Siberia, precisamente las zonas de la fracción de Yeltsin, lo que refleja un cambio en la conciencia de las masas. Incluso el Rosugol, el monopolio estatal del carbón, admitió que 118 de los 182 pozos estaban en huelga. Los mineros se manifestaron en Vorkuta exigiendo la dimisión de Chernomyrdin. El The Independent (2/2/1996) recogió la opinión señalando que "Un minero puede trabajar de rodillas, pero no puede vivir de rodillas y nunca lo hará". En Ucrania, pararon 400.000 mineros en 76 pozos de un total de 277. En 91 pozos se negaron a entregar el carbón. En la cuenca del Donbass 30 pozos están amenazados de cierre. Le Monde (8/2/1996) lo describía así: "...se reúnen para discutir su huelga bajo un retrato de Lenin con la inscripción: 'El carbón es el pan de la industria'. Cuando se manifiestan lo hacen ante una estatua de Lenin. (...) Aquí la gente se dirige los unos a los otros con el apelativo 'tovarisch' (camarada). No sólo por costumbre; lo hacen por convicción. Porque la lucha de clases 'ha estallado de nuevo'". El movimiento huelguístico provocó serias ondas de choque en el establishment político de Moscú. Es significativo que los comunistas, el mayor número en la Duma, aprobaran inmediatamente una resolución de solidaridad con los mineros en huelga. Es un indicio de cómo un gobierno Zyuganov se encontraría bajo la presión de una clase obrera en movimiento; un detalle que no habrá pasado desapercibido para los imperialistas. El problema sigue ahí, en al agujero de un déficit de consecuencias insospechadas: "La agencia de noticias Interfaz -declaraba el Morning Star- dijo que los atrasos salariales en el sector minero alcanzaron 2,6 billones de rublos, mientras que el gobierno debía a los mineros 1,5 billones en subsidios. Los consumidores deben a los mineros unos 8 billones de rublos". Después de cinco años de depresión económica, la producción industrial y el PIB siguen cayendo y el número de parados, gente que pasa frío y hambre, y enfermos sigue creciendo. La población disminuyó en un millón de personas sólo en 1996. Sergei Dubini, el presidente del Banco Central, cree que la inflación acumulada en los nueve primeros meses de 1997 podría llegar a alcanzar el 270%. La tasa de cambio del dólar podría llegar a 22.000-27.000 rublos, partiendo de su nivel actual de unos 5.520 rublos (la tasa era de 40 por dólar en 1990) El destino de Rusia pende de un hilo a punto de romperse. Yeltsin y Chubais pretenden equilibrar el presupuesto dejando de pagar los salarios a los obreros. Llegará un momento en que la exasperación se convertirá en furia. Sobre todo la juventud, reaccionará violentamente contra el capitalismo. Una reciente y seria encuesta de opinión declara que un 50% de la población piensa que la vida era mejor antes de la perestroika. Un 78% está descontento con la posición económica de su familia. Un 65% declaró que su situación era peor que cinco años atrás. Un 36% había recibido sus salarios con retraso este año. Perspectivas sombrías para el capitalismo ruso Paradójicamente, tal es la corrupta y caótica situación en Rusia que, en comparación, el viejo régimen burocrático resalta ahora en el recuerdo como un modelo de rectitud, lo que está dando lugar a que la indignación del proletariado reaccione a esa referencia y esté cada vez más cerca del punto de ebullición. El horizonte se ve tenebroso, sabido ya que si los yeltsinistas consiguen culminar la transición, lejos de mejorar nada, todo lo empeorarían; tendrían que prescindir de los derechos democráticos. Paralelamente, la mafia, que controla criminalmente importantes partes de la economía, aumentaría su control parasitario y destructivo sobre Rusia. A cada paso, la realidad de la vida rusa está en contraste estridente con la demagogia de los economistas occidentales, que argumentaron que lo único que hacía falta para asegurar la prosperidad era "liberalizar la economía". En Rusia, un régimen capitalista financieramente débil, podría tener éxito temporalmente, pero sólo a costa de acumular nuevas contradicciones insoportables. Hasta el derrumbe del Estado obrero deformado, el obrero ruso en general pudo aceptar décadas de dominio de la capa burocrática sin una explosión, porque hasta el final del período Breznev hubo un desarrollo de las fuerzas productivas y una mejora de las condiciones de vida. Esto contrasta con la situación actual de robo y saqueo públicos, paro y pobreza, que no van acompañados por un desarrollo de los medios de producción que es la única manera de que un sistema socio-económico se

pueda mantener con un aumento de la productividad del trabajo mediante la inversión. Este es el secreto del desarrollo capitalista. A diferencia de todos los demás sistemas económicos del pasado, el capitalismo sólo puede existir revolucionando constantemente los medios de producción. Hoy ya no es garantía para el capitalismo aumentar la productividad por otros medios. Que pueda incrementarla, sin una inversión adicional en maquinaria y tecnología, con el trabajo excesivo, prolongando la jornada laboral y aumentando la presión sobre los nervios y cerebro obreros, ha llegado a provocar (Japón es un ejemplo) la muerte de obreros y enfermedades actuales como el estrés laboral de proporciones ya epidémicas. En cualquier caso, toda la historia demuestra que una economía sin apenas inversiones, basada mayormente en la mano de obra barata nunca puede triunfar ante una economía con altos salarios basada en la tecnología moderna. Pesimismo de la burguesía naciente Una clase históricamente progresista es aquella que hace progresar la sociedad, desarrolla los medios de producción y crea las bases de surgimiento de la ciencia y la técnica, el arte y la cultura, incluso con dolor. La historia de la acumulación primitiva es uno de los episodios más sangrientos en la historia de la humanidad. Y, sin embargo, desde un punto de vista científico, el capitalismo jugó un papel progresista al desarrollar la industria y la agricultura hasta un grado sin precedentes, sentando así las bases para una forma superior de civilización bajo el socialismo. Pero no es el caso de la burguesía naciente rusa. Su lema es: "hazte rico y márchate". Está compuesta de mercaderes del enriquecimiento rápido. Siente que no tiene futuro a largo plazo. Por este motivo especula y saquea con el solo fin de enviar sus fortunas al extranjero. En el período 1992-93, la fuga de capitales alcanzó la sorprendente cifra de 10-12.000 millones de dólares al año. El valor calculado de las propiedades compradas en Londres en 1994 superaba la cantidad total del programa de ayuda de Gran Bretaña a Rusia. Al mismo tiempo, Rusia está importando más de la mitad de sus bienes de consumo. Los hijos e hijas de la élite reflejan el mismo espíritu de sus mayores: "Odio mi país", "No creo que nunca se vaya a crear nada bueno en Rusia", "No siento ninguna obligación hacia mi país"; son una pequeña muestra de las opiniones vertidas por esos "jóvenes de oro", como los califica un artículo en The Guardian (1/2/96). Los más de 2.000 jóvenes estudiantes rusos que piden visados cada año en el consulado de EE.UU. en Moscú, a los que hay que añadir los que están cursando estudios en escuelas privadas de Europa Occidental. Son el reflejo nada optimista de una visión que revela la mentalidad absentista de la burguesía naciente. Lo menos parecida a la de una clase históricamente progresista. Es más bien el tipo de nihilismo egoísta y cínico de una clase reaccionaria de parásitos que, justo después de su nacimiento, ya muestra todos los signos de decrepitud senil. En una situación de este tipo, los generales del ejército se imaginan que son los verdaderos representantes de la "nación". Indudablemente, un sector de los oficiales sueña con imponer el 'orden militar'. El impasse de la sociedad y el ambiente general de descontento pueden encontrar una expresión entre los soldados. El poderoso Ejército Rojo de la Unión Soviética, que derrotó el poderío de la Alemania de Hitler, se ve reducido a mendigar por las calles. "Ha crecido la amargura entre el cuerpo de oficiales por la utilización de las fuerzas armadas en conflictos internos rusos, como el asalto al antiguo edificio del parlamento de Moscú en octubre de 1993", señalaba el diario del PC británico, Morning Star. Hasta hora el ejército se ha mantenido al margen. Pero el descontento creciente entre los militares es un secreto a voces. La amenaza de un golpe de Estado es comprendida incluso por los dirigentes del PCFR, que parecen estar intentando reorganizar su apoyo entre los oficiales. El ejército sólo es una copia de las relaciones sociales. Las capas altas, representadas por Pavel Grachev, están de acuerdo con Yeltsin, pero representan sólo una minoría. El periódico Nezavisimaya Gazeta consideró significativamente que el ejército en las elecciones se mantendría neutral con las masas en la calle para "forzar al Kremlin a reconocer la victoria del candidato de la izquierda". La amenaza del bonapartismo Es inevitable pensar, considerando la situación en Rusia y las pocas garantías de estabilidad, que algunos estrategas burgueses no vieran con malos ojos una solución bonapartista. Lébed es sólo uno de los muchos con aspiraciones de este tipo. "Si Lébed toma el control de la situación -explicaba

un artículo de Socialist Appeal-, todo el equilibrio de fuerzas quedaría alterado. Eso marcaría un paso adelante muy serio en la victoria del bonapartismo burgués. A diferencia del bonapartismo débil de Yeltsin, éste sería un régimen reaccionario brutal. La admiración de Lébed por Pinochet nos da una idea de cómo funciona su mente". El artículo de Socialista Appeal aventuraba punto por punto todos los perfiles de la posible política que aplicaría Lébed y que resumimos: "Lébed busca poder personal, elevándose a sí mismo por encima de la sociedad como la personificación del Estado... se vería obligado a recurrir a medidas estatales de recentralización y renacionalización de algunos sectores estratégicos... lucharía contra la mafia y los elementos corruptos, fusilaría a unos cientos, o unos miles... su intención es hacer que Rusia sea segura para la clase capitalista en su conjunto". Pero, a juicio del articulista se movería en distintos sentidos según si coincidiese o no con una recesión económica en Occidente. En este caso podría verse obligado "muy a su pesar, a eliminar a toda la burguesía naciente y apoyarse en la clase obrera para volver a algún tipo de régimen neo-estalinista"... Todo esto está en la naturaleza del bonapartismo en general. Aun en el caso favorable de un Occidente en alza, "incluso como régimen bonapartista burgués, un régimen de Lébed sería un vecino poco cómodo, sería un régimen imperialista agresivo, afirmando su papel dominante en Europa del Este y en los balcanes y moviéndose hacia la reconstrucción de la antigua URSS o más correctamente del Imperio zarista". El cese de Lébed no cambia fundamentalmente las cosas. No se puede predecir la identidad precisa del Bonaparte ruso. Las cambiantes combinaciones y alianzas por arriba tiene un carácter accidental que nada tiene que ver con el de la mecánica de clases subyacente. La CIA y el Pentágono ya se están preparando para una nueva fase de lucha contra Rusia a escala mundial. Su sueño de una Rusia débil y dividida, que siguiera dócilmente la dirección de EE.UU., ha quedado reducido a cenizas. El mundo ya está dividido en tres grandes bloques, y puede que haya que añadir un cuarto: ahora mismo son EE.UU., con Canadá, México y América Latina; la UE, que controlará todas las economías de Europa del Este y parte de Africa del Norte; el poderoso Japón, que está intentando crear un imperio económico en el Sudeste Asiático; y, si triunfase la restauración del capitalismo en Rusia, el surgimiento posible de una nueva potencia imperialista. Algo para Occidente tan poco halagüeño como un acceso al poder de las fuerzas en torno al PCFR. Lo tienen difícil. La recuperación capitalista exige medidas durísimas cuya aplicación exigiría poner a Rusia bajo la bota de una dictadura militar feroz. Dado el enorme peso de la clase obrera, un régimen de este tipo no sería ni estable ni duradero. ¿Es posible una vuelta al estalinismo? La dependencia de la situación mundial es enorme. Una recuperación de la economía capitalista daría un ímpetu a las tendencias pro-capitalistas; una recesión tendría el efecto contrario. La segunda variante es mucho más probable. Entonces, un sector de la casta militar puede decidir apoyarse en la clase obrera. No es seguro, es algo que depende de la situación general. Lo haría probable una recesión profunda en Occidente. Un desarrollo de este tipo es bastante posible dadas las condiciones. Lo cierto es que en el próximo período nos esperan muchas sorpresas en Rusia, ¡y también a la burguesía! ¿Qué pasó en Nicaragua? Los sandinistas que destruyeron el viejo Estado, ni un Estado obrero deformado construyeron. No llevaron al final la nacionalización de toda la economía. Acabaron en un Estado híbrido. Pero la "moderación" no les salvó, sólo serviría para dar mínimos cauces a la recuperación capitalista que vino después, forzada primero desde EE.UU. con la utilización de Honduras como base para organizar, armar y financiar a los matones de la contra y lanzar ataques contra Nicaragua. Aunque el proceso de la contrarrevolución capitalista en Rusia está bastante avanzado, no se puede mantener que haya ido tan lejos como la revolución nicaragüense. Y, sin embargo, a ésta se le dio la vuelta. En ciertas condiciones, lo mismo podría pasar en Rusia En cualquier caso, un régimen dominado por el ala militar (la casta militar salió bien parada del "socialismo") estaría fuertemente tentado a moverse en dirección a la centralización de la economía. La ruptura de la planificación centralizada ha tenido efectos muy dañinos a todos los niveles, incluyendo la paga y los suministros al ejército. Un movimiento en esa dirección se encontraría con la mafia y su red enquistada en el mercado negro y gran parte de la burguesía naciente. Esto significaría

tener que arrestar e incluso fusilar a unos cuantos miles para restablecer el "orden". Occidente retendría sus miserables ayudas e inversiones. El nuevo régimen bonapartista se vería tentado a volver a una forma modificada de estalinismo para dirigir la economía. Pero ese "estalinismo" no podría contar con el crecimiento sin precedentes de la economía nacionalizada y planificada, ni con las "lealtades" de los servicios de los sindicatos, informadores y policías con alguna raigambre en las pasadas décadas. No tendría una base de masas del carácter de la anterior. Ahora tendría que apoyarse sólo en el ejército y la policía, una base demasiado pequeña para proporcionar estabilidad. Las contradicciones del régimen burocrático surgirían de nuevo, provocando un nuevo levantamiento de la clase obrera. La corrupción, compañera inevitable del totalitarismo, roería las entrañas de la economía. La clase obrera rusa habría pasado por las experiencias del estalinismo, el capitalismo y la secuela neo-estalinista. Lenta y dolorosamente, la nueva generación comprenderá la necesidad de un nuevo sistema basado en el gobierno democrático de los propios obreros. Un nuevo inicio La oleada de huelgas y protestas es reflejo del rechace a medidas todas ellas de atraso con respecto al recuerdo que se tiene del pasado reciente. Durante el otoño de 1996 los salarios atrasados eran de unos 42 billones de rublos, ya presupuestados pero sin pagar. A los mineros y obreros de la industria les siguió un sector de trabajadores, entre ellos profesores, médicos, científicos, oficiales del ejército e ingenieros; algunos de los cuales han recurrido a huelgas de hambre. El 16 de septiembre fueron a la huelga unas 11.000 personas del grupo Energía del Lejano Oriente y del Territorio Marítimo. El día 19, fue a la huelga todo el personal civil de 124 empresas navales de San Petersburgo; diez días después, 400 trabajadores de empresas de calefacción. Los jueces locales de San Petersburgo pararon más de un mes, y sus colegas de Smolensk el 22 de octubre. El 5 de noviembre, la FNPR convocó un día de protesta en todo el país que movió a cientos de miles de personas. Sus dirigentes se vieron rebasados. "Existe el peligro -escribió un comentarista- de que las viejas botas de la acciones de la Federación (FNPR) no van a ser capaces de contentar el descontento. (...) La acción más vigorosa, ahora ya tradicional, fue la de los mineros. De las 218 minas de carbón, en 198 pararon 24 horas (...), participaron 460.000 trabajadores (...) en Ryazan, el candidato a gobernador animó a los huelguistas a "desobedecer la política del actual gobierno". En una concentración de 20.000 personas en Yaroslav, la protesta fue de ultimátum a la acción del gobierno". La mayoría de las huelgas no fueron organizadas por los sindicatos, sino por los comités en el trabajo. "Ahora -ironizó el comentarista- los patrones expulsados de los sindicatos, están a la vanguardia del movimiento obrero". La compañía carbonífera Rosugo recibió sólo 150.000 m. de rublos de los 800.000 presupuestados. En regiones como Rostov, Vorkuta y el Kuzbass, el apoyo estatal representa el 40% de los costes operativos. En Kemerovo más de 100 minas pararon y en Rostov unos 100.000 mineros. En la cuenca de Chelyabinsk, tres de cada diez firmas mineras fueron a la huelga. En la región de Orenburg decidieron apoyar la huelga nacional. Aunque no todos los trabajadores rusos estaban dispuestos a ir a la huelga, sí apoyaban la reivindicación política de la dimisión del gobierno federal. Embriones de sóviets Fred Weir informaba que "consejos obreros organizados espontáneamente (...) están asumiendo funciones de gobierno local y planteando un desafío directo tanto a las autoridades regionales como a los dirigentes sindicales. Los 'comités de salvación' son esencialmente lo mismo que los 'sóviets' de obreros y soldados que se extendieron por Rusia en 1905 y 1917". "Es -comentaba Valery Zuyev responsable de un comité- tal y como dijo Lenin: si las autoridades no pueden gobernar de una nueva manera y las masas no quieren vivir de la vieja manera, aparece una tercera fuerza". Ello demuestra que el pasado revolucionario está vivo en las mentes y los corazones del proletariado ruso. En un contexto así, la vuelta de los "comunistas" aterroriza a los capitalistas nacientes. Los discursos de Zyuganov no pueden acallar el tipo de manifestaciones y hechos de los obreros. La lógica de la situación tiende hacia un conflicto abierto entre la clase obrera y la burguesía naciente. Cabe preguntarse si sería correcto dar apoyo crítico al ala de la burocracia que estuviese en conflicto con los

defensores abiertos de la restauración capitalista. La respuesta debería ser que hay que distinguir claramente entre situaciones en que la burocracia está jugando un papel relativamente progresista, y cuando sus acciones son de carácter reaccionario. Trotsky escribió en su obra En defensa del marxismo: "Una cosa es solidarizarse con Stalin, defender su política, asumir responsabilidades por ella y otra es explicar a la clase trabajadora que a pesar de los crímenes de Stalin no podemos permitir al imperialismo que aplaste la Unión Soviética, restablezca el capitalismo y convierta en una colonia a la tierra de la revolución de octubre". La tarea esencial en Rusia actualmente es defender la propiedad estatal contra la burguesía naciente, luchando al mismo tiempo por la democracia obrera. En caso de una lucha abierta entre Zyuganov y la burguesía naciente, no podríamos quedarnos de brazos cruzados. Sería necesario luchar por la derrota del enemigo principal, la burguesía. ¡Hacia un nuevo Octubre! La posibilidad de una explosión social la comentó en el Morning Star, Galina Strela, secretaria de la Federación de Sindicatos: "la gente ha tratado duramente de hacer sacrificios para llegar a la situación actual. A menos que se le dé alguna esperanza, es inevitable una explosión". Todo puede pasar cuando los atrasos de salarios provocados por falta de dinero en empresas y organizaciones alcanzaban un total de 39,12 billones de rublos en septiembre de 1996. Según la Federación de Sindicatos, este total aumentó en 5,5 billones desde octubre de 1996 a enero del 97. Zyuganov que participó en una reunión del Consejo General de la Federación, prometió apoyo al paro: "El Partido Comunista participará activamente en esta acción". Si la actual oleada de huelgas representa o no el inicio de un movimiento generalizado o simplemente una advertencia, no podemos decirlo debido a la información limitada que nos llega. Pero el hecho de que hasta ahora no se haya extendido un movimiento social con reivindicaciones fundamentalmente políticas no significa que no se vaya a producir. Al contrario, podremos predecirlo con confianza. Y cuando se dé, diremos con el viejo Galileo: "¡A pesar de todo se mueve!". Marx se refería a que las transformaciones materiales de la producción se pueden determinar, decía, "con la precisión de una ciencia natural", pero que no es aplicable a las formas políticas en las que se da la lucha de clases o a la manera en que los seres humanos adquieren conciencia de su auténtica condición, que son procesos mucho más complejos y contradictorios. La contradicción entre la base económica y la superestructura no puede durar para siempre. Más pronto o más tarde tiene que resolverse de una u otra manera, y esto no es algo que se pueda determinar por adelantado, como una ecuación matemática, porque implica a fuerzas vivas. Es una cosa que depende de muchos factores. No sólo se trata de la gente comprometida en la lucha, sino también de su moral, coraje, disciplina, experiencia, y, como diría Napoleón, calidad de los generales, suboficiales y tropa, más otros factores imprevistos: meteorología, terreno e incluso suerte, que siempre juega un papel, sin olvidar el factor subjetivo que es indispensable. No obstante, siempre y a pesar de todo las clase obrera sigue siendo el elemento más importante. Y la pregunta es: ¿Está preparada para los acontecimientos que se avecinan? Numéricamente es una fuerza impresionante. Los obreros han probado en la práctica la "economía de mercado" y están sacando sus conclusiones. Los sindicatos tienen 60 millones de miembros y el PC tiene más de medio millón, una fuerza formidable si se movilizara para la transformación de la sociedad. La importancia de la dirección Marx y Engels explicaron que la revolución socialista es inevitable. Pero también señalaron que, si la clase obrera no triunfaba, podría acabar en "la ruina común de las clases contendientes". Quiere decirse que la alternativa, en última instancia, es entre socialismo o barbarie. Y barbarie es el caos actual en Rusia, que amenaza con provocar un colapso de inimaginables proporciones. Por supuesto que en el sentido histórico amplio, el socialismo es inevitable porque el sistema capitalista ha alcanzado un impasse a escala mundial. Esta es una de las principales razones que nos llevan a dudar de la viabilidad del capitalismo en Rusia, aunque no está descartado que pueda implantarse durante algún tiempo para luego ser derrocado. La cuestión ahora es la visión revolucionaria que tenga una dirección en el movimiento de masas. Es una paradoja que si el Partido Comunista realmente defendiera una política leninista,

estaríamos en vísperas de una nueva revolución inmediata. La historia en los últimos años ha demostrado la necesidad de una dirección armada teóricamente y que se base en la experiencia colectiva del movimiento revolucionario a escala mundial. En ausencia de estos aspectos y dada la extrema confusión y desorientación de los obreros puede haber una derrota. En este caso, el único resultado concebible sería un período de dictadura bonapartista de uno u otro tipo. Esto nos lleva al quid de la cuestión. Cuando decimos que el factor subjetivo es la clave, ¿qué queremos decir?: que sin Lenin y Trotsky no se hubiera dado la Revolución de Octubre. Sin embargo, estaban en los sóviets todos los elementos garantes del triunfo. Los sóviets no fueron invención de ningún partido, fueron una iniciativa espontánea de la clase obrera. El proletariado ruso fue el primero en formar sóviets, en la revolución de 1905. Lenin vio con claridad la colosal fuerza que los sóviets contenían, sólo a falta de lo que se puede resumir en una palabra: direcció n. Los obreros rusos volverán a las tradiciones de 1905 y 1917. En las recientes huelgas mineras los obreros de Kuzbass organizaron un sóviet que tomó el control de la zona local. Estas son las auténticas tradiciones de la clase obrera, que sobreviven profundamente enraizadas en la conciencia de la clase. Era la primera vez en 80 años que se formaban auténticos sóviets en suelo ruso. Aunque se hubieran disuelto, reaparecerán. Ahora, bajo condiciones modernas, la clase obrera podría tomar en sus manos la administración de la industria, la sociedad y el Estado y moverse hacia el socialismo en el auténtico sentido de la palabra.

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