La Esposa de Cristo por
Brian J. Bailey
Título original: “The Bride” Copyright © 1992 Brian J. Bailey Título en español: ¨La esposa de Cristo” Diseño de portada: ©2008 Zion Fellowship, Inc. Todos los derechos reservados. Traducción al español por: Equipo de Traducción de Honduras Edición: Carla Borges, Jorge Chacón. A menos que se indique lo contrario las citas son tomadas de la Santa Biblia versión Reina-Valera © 2000 Sociedades Bíblicas Unidas Abreviaturas de otras versiones de la Biblia utilizadas: LBLA: La Biblia de las Américas NVI: Nueva Versión Internacional DHH: Dios Habla Hoy Tercera impresión en castellano, septiembre de 2008. Publicado por Zion Christian Publishers Impreso por: Zion Christian Publishers P.O. Box 70 Waverly, New York 14892 Teléfono: 607-565-2801 Fax: 607-565-3329 www.zionfellowship.org
ISBN 1-59665-210-1
DEDICADO Al Señor Jesucristo, nuestro Esposo celestial, y a mi querida esposa Audrey, quien ha sido una adorable esposa para mí.
AGRADECIMIENTOS Al equipo de traducción de Honduras por la traducción de este libro. Al equipo de traducción y edición de Honduras por la traducción, de este libro al castellano. Al pastor Enrique y Loreta Carbajal por su trabajo en la revisión y edición de este libro. Al equipo editorial de Zion Christian Publishers: Carla Borges, David Kropf, Sarah Kropf y Caroline Tham.
Deseamos extender nuestro agradecimiento a todas esas personas queridas, pues sin sus muchas horas de inestimable ayuda este libro no hubiera sido posible. Estamos verdaderamente agradecidos por su diligencia, creatividad y excelencia en la compilación de este libro para la gloria de Dios.
CONTENIDO Prólogo Prefacio Introducción
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Parte A Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5
Cantar de los Cantares El primer amor renovado El viaje por el desierto El huerto cerrado El ejército poderoso La cosecha abundante
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Parte B Capítulo 6 Capítulo 7
La Cuidad Santa La nueva Jerusalén El monte de Sion
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Parte C Capítulo 8 Capítulo 9
El santo estado del matrimonio El matrimonio La unión mística entre Cristo y Su Iglesia
Parte D Capítulo 10 Capítulo 11 Epílogo
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Otros tipos e ilustraciones de la Esposa Tipos de la Esposa en el Antiguo Testamento 177 Ilustraciones del Nuevo Testamento 181 187
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PRÓLOGO A lo largo de los tiempos, Dios el Padre ha estado buscando a aquellos que se han de convertir en miembros del ente corporativo llamado la Esposa. Esta Esposa, o cuerpo conformado por muchos miembros, en el tiempo y sabiduría del Padre, será entregada a Su unigénito Hijo, Jesucristo nuestro Señor. Esta verdad es vista e ilustrada a través de numerosos símbolos dentro de las páginas de las Sagradas Escrituras. En el comienzo vemos a Dios crear una esposa de la costilla del primer hombre, Adán; y esta mujer fue llamada Eva. Posteriormente en la historia de la raza humana, encontramos a Abraham buscando una esposa para Isaac, su único hijo. En este suceso, Abraham representa a Dios el Padre, quien estaba buscando una esposa para el hijo de la promesa, Isaac, que simboliza al amado, unigénito Hijo del Padre, el Señor Jesucristo. Eliezer, comisionado por Abraham para encontrar la esposa indicada para su hijo amado, tipifica al Espíritu Santo. Otra ilustración de esta hermosa revelación es vista en la peculiar relación entre Israel y el Señor. La nación de Israel siempre ha entendido que la relación especial que tenía con Jehová era la de una esposa con su esposo. De esta manera, leemos en Isaías 54:5: “Porque tu marido es tu Hacedor; Jehová de los ejércitos es su nombre; y tu Redentor, el Santo de Israel; Dios de toda la tierra será llamado”.
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Esta verdad también se ve en Jeremías 3:14, donde Dios nos dice: “Convertíos, hijos rebeldes, dice Jehová, porque yo soy vuestro esposo”. Y se repite nuevamente en Oseas 2:16: “En aquel tiempo, dice Jehová, me llamarás Ishi [mi esposo], y nunca más me llamarás Baali [mi señor]”. Oseas continúa con este tema en el capítulo 2:19 diciendo: “Y te desposaré conmigo para siempre; te desposaré conmigo en justicia, juicio, benignidad y misericordia.” Asimismo, es de especial interés observar que tanto Jerusalén como el Señor Jesucristo son llamados por el mismo nombre en el Milenio debido a que estarán unidos en matrimonio como en los tiempos antiguos. (Compare Jeremías 23:6 con Jeremías 33:16). Dios prometió a Israel un pacto nuevo, pero también les recordó que mucho tiempo antes, incluso en el inicio del antiguo pacto, Él fue un marido para ellos. “No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová” (Jer. 31:32). Así, uno de los títulos del Señor Jesucristo, el Señor Jehová del Antiguo Testamento, es el Esposo. Este título también se ha trasladado hasta el Nuevo Testamento. Podemos ver al Esposo en Mateo 9:15: “¿Acaso pueden los que están de bodas tener luto entre tanto que el esposo está con ellos? Pero vendrán días cuando el esposo les
9 será quitado, y entonces ayunarán”. Encontramos esto nuevamente en Juan 3:29: “El que tiene la esposa, es el esposo; mas el amigo del esposo, que está a su lado y le oye, se goza grandemente de la voz del esposo; así pues, este mi gozo está cumplido”. Amado lector, este pequeño libro es presentado con la oración de que juntos podamos examinar lo que las Santas Escrituras enseñan en relación a la Esposa de Cristo. Nuestra fuente de referencia es el libro Cantar de los Cantares, y algunas porciones seleccionadas del libro de Apocalipsis, que también son utilizadas para ayudar en esta búsqueda.
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PREFACIO Cantar de los Cantares, que es utilizado como base para nuestro estudio de la Esposa de Cristo, está compuesto de cinco canciones o cantares distintos. Son los últimos cinco mencionados en 1 Reyes 4:32b, en donde al rey Salomón se le atribuye haber escrito mil cinco cantares. Los títulos de los cantares son: 1.El primer amor renovado 2.El viaje del desierto 3.El huerto cerrado: la belleza de la Esposa 4.El ejército poderoso 5.El Señor de la cosecha: la cosecha abundante
1:1 - 2:7 2:8 - 3:5 3:6 - 5:1 5:2 - 8:4 8:5 - 8:14
Hay tres divisiones principales de tiempo: 1. Los primeros dos cantares toman lugar de noche. 2. El tercer cantar toma lugar de día. 3. Los dos últimos cantares ocurren nuevamente de noche. Se mencionan cuatro viñas o huertos: 1. Mi propia viña: se encuentra descuidada 2. Un huerto cerrado: atendido 3. El huerto de los nogales: los dones, los frutos 4. La viña en Baal-hamón: la gran cosecha
1:6 4:12 6:11 8:11
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Hay cuatro montes: 1. Los montes de Beter: la separación 2. Las laderas de Galaad: la sanidad 3. El monte de la mirra: la mansedumbre 4. El collado del incienso: la prueba de fe
2:17 4:1 4:6 4:6
Hemos escogido el libro Cantar de los Cantares de Salomón como base para nuestro estudio de la Esposa de Cristo por una razón principal. Este libro es claramente una expresión del despliegue de la belleza de Cristo. Siempre que Cristo se revela en las Escrituras, también existe un poder transformador que se derrama sobre la persona que recibe la revelación. A su vez, esta revelación hace que un aspecto en particular de la belleza de Cristo sea formado en la persona que la recibe. Esto, por supuesto, puede ser probado en muchas partes de las Escrituras. Consideremos, por ejemplo, la idea contenida en 2 Corintios 3:18: “Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el espíritu del Señor.” Cuando el creyente recibe la revelación de Cristo, ya sea a través de un rhema de Su Palabra, directamente de Su Espíritu, o de un despertar producido al oír la Palabra predicada, esa revelación de Cristo siempre viene acompañada del poder de Dios para realizar una obra transformadora en aquellos que escuchan o contemplan Su belleza.
13 También, encontramos otro ejemplo en 1 Juan 3:2: “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es.” Por lo tanto, aquí encontramos la clave para ser transformados: tener una revelación progresiva de la belleza y el carácter del Señor Jesucristo. Este es el motivo por el cual hemos elegido el libro Cantar de los Cantares como la fuente principal para ser transformados en la Esposa de Cristo. A medida que entendemos Su carácter y somos cambiados a Su imagen, obtenemos el privilegio de formar parte de Su Esposa. Así que, querido lector, que Dios le conceda Su sabiduría y Su revelación, a medida que usted busque un conocimiento más profundo de la persona de Cristo a través de las páginas de este libro.
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INTRODUCCIÓN El libro Cantar de los Cantares de Salomón es diferente a otros libros de la Biblia, y por esa razón es importante una introducción a este libro. Hay tres interpretaciones aceptables para poder estudiar Cantar de los Cantares. En primer lugar, se encuentra la interpretación rabínica, que mantiene que este libro es un relato de la relación entre Jehová e Israel. Esta interpretación explica que Cantar de los Cantares es una alegoría de la manera en la que Dios escogió y guió a Su pueblo, al que sacó de Egipto. También relata su viaje a través del desierto hasta Canaán, donde se les deja esperando al Mesías. Esta es una interpretación real y auténtica de Cantar de los Cantares. La segunda interpretación nos dice que Cantar de los Cantares es una alegoría que establece la relación de amor entre Cristo y Su Iglesia. Esta interpretación tiene su inicio poco tiempo antes del nacimiento de Cristo, y termina con el llamamiento de los gentiles, dejando a la Iglesia esperando el retorno de Cristo. También ésta es una interpretación real y auténtica de Cantar de los Cantares; sin embargo, la tercera interpretación es la que nosotros estudiaremos. La tercera interpretación considera que este libro es una revelación de la vida, el trato y la relación entre Cristo y
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cada creyente que será parte de Su Esposa. Cristo está esperando a una Esposa, y nosotros debemos buscar ser parte de la compañía de creyentes que será Su Esposa en los cielos. Las divisiones en Cantar de los Cantares son muy importantes, ya que este libro se compone de cinco cantares distintos. Salomón escribió 1,005 cantares, y los últimos cinco están compilados en el libro que ahora conocemos como Cantar de los Cantares. Estas cinco canciones, que no siguen la división por capítulos, se agrupan de la siguiente forma: El primer cantar se encuentra del capítulo 1:1 hasta el 2:7 y lo hemos titulado: “El primer amor renovado”. El segundo cantar va desde el capítulo 2:8 hasta el capítulo 3:5 y se titula: “El viaje por el desierto”. El tercer cantar va del capítulo 3:6 hasta el capítulo 5:1, y lo hemos llamado “El huerto cerrado – la belleza de la Esposa”. El cuarto cantar o canción va desde el capítulo 5:2 hasta el capítulo 8:4 y se titula “El ejército poderoso”, y el quinto y último cantar, que va del capítulo 8:5 hasta el versículo 14 se titula “El Señor de la cosecha”. También es interesante observar que hay tres divisiones principales de tiempo dentro del libro. La primera división se refiere a los primeros dos cantares que ocurren de noche. La segunda división habla del tercer cantar que ocurre de día, y la tercera división se refiere a los dos últimos cantares que de nuevo ocurren de noche.
17 Existen también otros detalles interesantes que podemos resaltar en Cantar de los Cantares. Por ejemplo, se mencionan cuatro viñas o huertos diferentes. El primero se expresa como “Mi propia viña” y se encuentra en el capítulo 1:6; el segundo huerto lo podemos ver en el capítulo 4:12 y se le llama “Un huerto cerrado”; el tercer huerto es “El huerto de los nogales” en el capítulo 6:11, y el cuarto huerto que es “La viña de Salomón en Baalhamón”, se encuentra en el capítulo 8:11. Es muy importante para nosotros llegar a tener entendimiento acerca de estas viñas o huertos, ya que cada uno tiene un significado espiritual y cumplimiento en nuestra vida como creyentes. También se hace referencia a cuatro montes. Los primeros montes mencionados son “Los montes de Beter” en el capítulo 2:17; los segundos son “Las laderas de Galaad” en el capítulo 4:1; en tercer lugar es “El monte de la mirra” en el capítulo 4:6, y el cuarto monte es “El collado del incienso”, que también aparece en el capítulo 4:6. Como ya se ha planteado en el prefacio, uno de los puntos que debemos notar es que Cantar de los Cantares es una expresión del despliegue y la revelación de la belleza de Cristo a Su amada. Siempre que Cristo se reveló en las Escrituras, con esa revelación venía también un poder transformador que era otorgado a la persona que la recibía. Así, dentro de esta persona se formaba un aspecto de la belleza de Cristo. También, hemos mencionado las escrituras en 2 Corintios 3:18 y 1 Juan 3:2 que confirman este concepto.
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Hay algo más que debemos considerar con respecto a Cantar de los Cantares. Por diversas razones, Cantar de los Cantares es un libro muy difícil, ya que es una serie de cuadros o imágenes que describen gráficamente una verdad espiritual que el Señor desea realizar en nuestras vidas. Sin embargo, al desplazarnos de un versículo a otro, a menudo parece no haber conexión entre estos cuadros. Al mismo tiempo, en este libro encontramos una revelación progresiva de la unión y comunión entre el Señor y Su Esposa. Por lo tanto, es importante observar y estudiar esta progresión. Es muy importante notar también que algunos puntos son recurrentes. Debido a las estaciones en Cantar de los Cantares. Sabemos que en lo natural, las estaciones se repiten cada año. En la primavera, tenemos la lluvia que trae nuevo crecimiento. En el verano, la cosecha madura hasta el otoño, cuando ya está preparada para la siega. Luego, tenemos el invierno cuando aparentemente ningún crecimiento se está produciendo, no obstante, algo está ocurriendo allá en lo más profundo de la tierra. En nuestras propias vidas espirituales, este es un principio muy importante. Tenemos cuatro estaciones que giran continuamente. Dentro de estas estaciones, Dios nunca obra de la misma manera en nuestras vidas, sino que Él continúa cambiando Su obra en nosotros junto con las estaciones. Por espacio de una semana o un mes, El Señor puede tratar con nosotros acerca de una verdad específica en nuestras vidas y después Él puede dirigir Su atención hacia una
19 verdad diferente. Luego, Él continúa con una verdad tras otra y, eventualmente, Dios regresará a aquella primera verdad quizá años más tarde, ya que Él quiere que esa verdad alcance una mayor madurez en nuestras vidas. ¿Por qué? Porque hay algo que quiere resguardar cuidadosamente. Él no quiere que una parte de nosotros madure en perjuicio de las otras partes. Dios tiene un tiempo para todo. “Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora” (Ecl. 3:1). Hay un tiempo en el que Dios quiere sanar. Hay un tiempo para desechar y un tiempo para recoger. Por eso es que debemos someternos constantemente a la guía del Espíritu Santo, permitiéndole que nos guíe a toda verdad, conforme a Sus estaciones prescritas. Tenemos que aprender a caminar en el Espíritu, especialmente en nuestra vida emocional, ya que Dios desea obrar profundamente en nuestras emociones hasta que seamos completamente cambiados a Su imagen en cada área de nuestra vida. Algunas veces, esa obra profunda llevará consigo gozo, no obstante, en otras ocasiones puede que conlleve dolor. Sin embargo, es Dios quien escoge las estaciones, y tenemos que rendirle nuestras emociones, de modo que Él pueda desarrollar en lo íntimo de nosotros el gozo celestial, así como la agonía que el Dios trino experimenta, ya que frecuentemente la Deidad experimenta una gran angustia. El rey Salomón dice en Proverbios 21:1, “Como los repartimientos de las aguas, Así está el corazón del rey
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en la mano de Jehová; A todo lo que quiera lo inclina”. Como el rey Salomón, estamos siendo preparados para sentarnos sobre el trono; por lo tanto, nuestro corazón tienen que ser como el agua, para que el Señor pueda derramarnos de una experiencia a otra, y de esta manera pueda desarrollar lo que Él desea en nuestras vidas. La introducción de Cantar de los Cantares fue dada por el mismo Salomón y como hemos planteado ya, la introducción de cualquier libro es muy importante. Salomón significa “apacible o pacificador”, así que es importante notar que en Cantar de los Cantares se le ha dado a la Esposa el nombre de Sulamita, el cual tiene el mismo significado que Salomón (Cnt. 6:13). Salomón es un tipo del Príncipe de Paz y representa a Cristo reinando en el Milenio. Del mismo modo, Él es un tipo de la tierra de Beula. La experiencia de la tierra de Beula representa un tiempo en el que el reino y el creyente se unirán en matrimonio con el Señor. Isaías 62:4 establece claramente: “Nunca más te llamarán Desamparada, ni tu tierra se dirá más Desolada; sino que Serás llamada Hefzi-bá, y tu tierra, Beula; porque el amor de Jehová estará en ti, y tu tierra será desposada”. A través de la Palabra de Dios, Israel comprendió la hermosa verdad expresada en Isaías 54:5. “Porque tu marido es tu Hacedor; Jehová de los ejércitos es su nombre; y tu Redentor, el Santo de Israel; Dios de toda la tierra será llamado”. Ellos entendieron que su relación
21 con Jehová era la de un esposo con su esposa. Él era el esposo, y ellos eran Su Esposa. Este es un tema que recorre todo Cantar de los Cantares; es la idea de entrar en una relación de matrimonio con el Señor Jesucristo. El apóstol Pablo da seguimiento al mismo mensaje en el Nuevo Testamento cuando compara el matrimonio en Efesios 5:32 a la bendita unión entre Cristo y Su Iglesia. Como éste, hay muchos pasajes similares en la Palabra de Dios. Por ejemplo, el Señor clama en Jeremías 3:14 “[Regresad a Mí] porque yo soy vuestro esposo”. La unión matrimonial de la que disfrutamos aquí en la tierra, fue provista a modo que podamos entender la comunión verdadera que el Creador desea con nosotros. El libro de Apocalipsis (4:11) dice claramente que fuimos creados por Cristo, para Él, por Su buena voluntad y para Su satisfacción. Obviamente esto describe el papel de la mujer en el matrimonio. La mujer fue creada para el hombre, del mismo hombre, y para su buena voluntad. Por lo tanto, el matrimonio es un tipo de esa unión y comunión que el Creador quiere tener con Su Iglesia. Hay algo más en el escenario de Cantar de los Cantares que es muy interesante. En la Biblia, este libro viene después del libro de Eclesiastés, y Eclesiastés comienza así: “...vanidad de vanidades, todo es vanidad”. Aquí está la idea de la insatisfacción de la sabiduría del mundo. En Cantar de los Cantares, sin embargo, tenemos esta mentalidad contrastada con el estado de satisfacción
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y de bendición de aquel que está unido en matrimonio con el Señor. En realidad, la verdadera satisfacción se obtiene solamente en la unión de matrimonio con el Señor Jesucristo. A medida que estudiamos este “Cantar”, recordemos que solamente la gracia puede enseñarnos las maravillosas verdades contenidas en este breve pero poderoso libro, y solamente la experiencia nos ayuda a aplicar y a aprender estas verdades.
PARTE A CANTAR DE LOS CANTARES
Capítulo 1
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Capítulo Uno El primer amor renovado 1:1 - 2:7 Cantar de los Cantares es una progresión de la vida espiritual del creyente. No obstante, es algo mucho más que esto pues no podemos suponer que el versículo uno o el dos comienzan con nuestras primeras vivencias como niños en Cristo. El libro comienza en una etapa muy importante de nuestra vida, no a partir de la salvación; más bien comienza después que hemos servido al Señor durante algunos años y hemos perdido nuestro primer amor (Ap. 2:1-4). Esta es una verdad primordial que debemos saber y creer para poder realizar cualquier estudio preciso de Cantar de los Cantares. Este libro fue escrito como una alegoría, así que debemos observar estas frases en conjunto para poder hallar su verdadero significado. 1:1, 2 – “Cantar de los cantares, el cual es de Salomón. ¡Oh, si él me besara con besos de su boca! Porque mejores son tus amores que el vino”. El amor renovado comienza en estos dos versículos. Aquí tenemos la revelación del amor de Cristo hacia el cristiano. En momentos como estos, cuando uno es conmovido y abrumado por la revelación fresca de la maravillosa profundidad e interminable amor de Cristo, es natural expresar nuestra apreciación como lo hizo la sulamita al decir: “tu amor es mejor que el vino”.
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El vino, en la Palabra de Dios, es un tipo del gozo. Entonces, lo que ella está diciendo cuando Cristo la encuentra de nuevo es “¡Oh, tu amor excede a todos los gozos o placeres de este mundo!” Estas palabras son el comienzo de un encuentro nuevo y fresco con Aquel que ama su alma, y este toque fresco de su amor la hará exclamar: “¡Ah!, los demás placeres de este mundo e incluso mis experiencias espirituales, son nada comparados con tu amor”. El Salmo cuatro nos ayuda a entender algo del amor de Cristo y del verdadero gozo que sólo Él puede dar. Este es un salmo de restauración que el rey David escribió después de haber cometido adulterio con Betsabé. En ese momento ya como nuevo marido de Betsabé, David estaba huyendo de Absalón para proteger su vida y se refugió en el desierto de Judá. No obstante, aún en medio de toda su aflicción David todavía podía decir: “Tu diste alegría a mi corazón Mayor que la de ellos cuando abundaba su grano y su mosto” (Sal. 4:7). Fue el gozo que recibió después de su oración de restauración “Vuélveme el gozo de tu salvación” (Sal. 51:12). En Su misericordia, Dios había perdonado la iniquidad de David y le otorgó una restauración completa. Antiguamente los israelitas eran agricultores, pastores, ganaderos y granjeros. Los momentos más felices para ellos eran en el tiempo de la cosecha, cuando su grano y su mosto aumentaban. Entonces ellos estaban gozosos y lo celebraban con todo tipo de fiestas. La comparación
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que hace David revela la profundidad del gozo y alegría que el Señor restauró en él. Ciertamente, en medio de toda su aflicción David pudo decir con sinceridad: “¡Ah, Señor, has renovado mi gozo y éste excede cualquier gozo que tenemos cuando hay una gran cosecha!” Dios quiere restaurarnos y darnos a todos este tipo de gozo, un gozo que sobrepasa todo lo que podamos imaginar. Este no es simplemente el gozo de la salvación, sino más bien, el gozo de ser totalmente restaurados ¡Alabado sea el Señor! 1:3 – “A más de olor de tus suaves ungüentos, Tu nombre es como ungüento derramado; Por eso las doncellas te aman”. El Salmo 45 nos ayuda a entender mejor estos ungüentos que están asociados con la presencia del Señor. “Mirra, áloe y casia exhalan todos tus vestidos; Desde palacios de marfil te recrean” (Sal. 45:8). Es un hecho que los seres espirituales llevan consigo el olor de su naturaleza. Esto es cierto en el reino de satánas, así como en el Reino de Dios. Algunas veces podemos discernir a los poderes demoníacos por el olor que emana de ellos; dependiendo del demonio, el olor es diferente pero siempre es vil y desagradable. Sin embargo, la presencia de Jesús lleva consigo la hermosa fragancia de Su carácter y naturaleza. Cuando la presencia del Señor desciende, a veces nuestros sentidos espirituales son abiertos y podemos percibir la fragancia de Su
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presencia. Lo que estamos oliendo es realmente “mirra, áloe y casia”. Todas estas fragancias tienen un significado espiritual. La mirra siempre habla de la mansedumbre. Él áloe habla de la templanza o el dominio propio y la casia habla de la humildad (esto es estudiado más adelante en Cnt. 4:13, 14). Por lo tanto, ella está diciendo “Tu nombre es como ungüento derramado”. Tu nombre habla de la mansedumbre, dominio propio y humildad. De este modo, estas fragancias están asociadas con el fruto del Espíritu Santo (Gál. 5:22). Claramente, el deseo de Dios es que Su esposa esté impregnada de estas fragancias. En el versículo tres, ella continúa diciendo: “Por eso las doncellas te aman.” La palabra “doncella” o “virgen” es importante ya que debemos entender el significado bíblico de la palabra virgen en contraposición al significado que normalmente se da a esta palabra. En realidad virgen significa “persona que es pura”. Sin embargo, en el Salmo 83:3, la palabra virgen es traducida como “escondidos” (RV1909). Aquí hay una hermosa verdad. Mi esposa Audrey y yo estábamos en Malawi, África, hace unos años, y nos alojamos en un hogar presbiteriano. Mientras estábamos allí, pusieron a nuestra disposición a un joven africano, cuyo deber era atender a cualquier huésped que se alojara en el hogar. Bueno, nos interesamos en él y, al conversar con él, nos enteramos que tenía siete hijos. Él continuó diciéndonos que tenía una hija de quince años de edad; entonces Audrey sintió que el Señor puso en su corazón la necesidad de regalarle uno de sus vestidos y un par de zapatos para ella.
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Al día siguiente a la hora del desayuno, acabábamos de terminar, cuando miramos por la ventana y vimos a la jovencita que llevaba puesto el vestido de Audrey. Ella esperó allí, cerca de la ventana. No entró, solamente permaneció de pie, esperando ser reconocida. Audrey y yo nos levantamos y salimos para hablar con ella y ver si le gustaba el vestido; cuando terminamos de hablar con ella, entramos de nuevo, y el Señor comenzó a hablarnos. Él dijo: “Quiero que noten la actitud de la hija, ella esperó a ser reconocida”. Dios dijo: “A veces es agradable a Mis ojos que ustedes esperen a ser reconocidos, antes de apresurarse a entrar a Mi presencia”. Hay una gran belleza en esta actitud, una belleza que habla de “los escondidos”. Esta idea también nos lleva a Marta y María. Cuando el Señor se aproximaba a su casa, ¿quién salió a recibirlo? Fue Marta. Pero María esperó a ser llamada, y aquí existe una diferencia. La idea de los “escondidos” se refiere a aquellos que están esperando quietamente en el Señor, aquellos que están esperando ser llamados a Su presencia. Claro que hay un tiempo cuando corremos y nos esforzamos para entrar en la presencia de Dios, pero también hay un tiempo en el que esperamos ser llamados. David dijo en el Salmo 40:1, “Pacientemente esperé a Jehová, Y se inclinó a mí, y oyó mi clamor”. Existen momentos en los que debemos esperar a ser reconocidos por el Rey de reyes, y aguardar para ser conducidos a Su presencia. También hay veces en las que tenemos que esperar calladamente y decir: “Señor, extiende Tu gracia
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sobre mí, y hazme llegar a Ti” (ver Sal. 65:4). Hay momentos en los que nos sentamos y esperamos, como una virgen con un corazón puro, y le permitimos al Señor hacer una obra profunda de humildad y mansedumbre en nuestro corazón. 1:4 – “Atráeme; en pos de ti correremos. El rey me ha metido en sus cámaras; Nos gozaremos y alegraremos en ti; Nos acordaremos de tus amores más que del vino; Con razón te aman”. Aquí tenemos un hermoso versículo que dice “Atráeme; en pos de ti correremos”. El Señor Jesucristo lo expresó bellamente en el Evangelio de Juan cuando Él declaró: “Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere” (Jn. 6:44). No podemos llegar a Su presencia, aumentar nuestro conocimiento de Él, o crecer en nuestra relación con el Señor a menos que Él soberanamente nos atraiga. En el avivamiento todo comienza con Dios. ¡Todo! Frecuentemente, la gente testifica así: “¡Yo vivía una vida pecaminosa, y ahora Le he encontrado!” Pero amado, tú no le encontraste, ¡El te encontró a ti! Otras personas dicen: “Busqué al Espíritu Santo y lo recibí”. No, ¡Tú no lo hiciste! Él te bautizó con el Espíritu Santo (Lc. 3:16). Debemos darnos cuenta de que es sólo por Su gracia y nada más, que venimos al Señor y avanzamos en nuestra caminata espiritual con Él. 1 Juan 4:19 establece: “Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero”. El Señor siempre es el que inicia, pero debemos condicionarnos a nosotros mismos para responder a Su
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llamado. Debemos mantener un corazón abierto y una actitud correcta, para que cuando Él venga, podamos responder y acercarnos a Él. Dios es el que nos da el deseo, impulsos y disposición que vienen de Su Espíritu. John Wesley lo expresó de esta manera: “Todos los deseos de santidad son Tuyos, y solamente Tuyos”. La sulamita reconoció esta verdad clamando: “Atráeme”. La clave para el crecimiento está en comprender esta verdad: ¡si Dios me atrae, si Su Espíritu me atrae, algo puede ocurrir! A veces este acercamiento requiere de un esperar en el Señor. Algunas veces requiere que le clamemos constantemente: “Atráeme, Señor atráeme para que mi deseo seas Tú y pueda seguir adelante hacia Ti; por favor Señor, no quiero seguir en el nivel que estoy, atráeme Señor, no quiero seguir dando vueltas alrededor de este monte; atráeme hacia nuevas alturas”. Y aún, hasta en ese momento, el deseo de clamarle viene de Él. Solamente Dios puede implantar el deseo en nuestra vida. Hay otra verdad importante en esta actitud que dice: “atráeme” porque, a través de ella, la sulamita asume una posición de liderazgo. El versículo dice: “Atráeme; en pos de ti correremos”. El pastor siempre va al frente y las ovejas le siguen. Es solamente en la medida en que el pastor es atraído que la oveja también será atraída: “en pos de ti correremos”. El conocimiento de esta verdad es muy importante en nuestros hogares, especialmente si hay alguien que no es salvo. 1 Pedro 3:1-2 habla de esto diciendo que un marido no creyente puede ser ganado
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para el Señor a través de la naturaleza y carácter de Cristo reflejados en la conducta de su esposa. Asimismo, cuando las cosas no marchan bien en la iglesia y deseamos que el Espíritu se mueva, la clave es: “Señor, atráeme y en pos de ti correremos”. Ni un grupo, ni una iglesia, ni un hogar, irán más allá de donde usted se encuentra. Es solamente en la medida en que usted y yo clamemos: “Señor, atráeme” que la gente que viene detrás de nosotros y que ha permanecido en el mismo lugar en su vida espiritual, podrá recibir un deseo fresco de seguir y avanzar en el Señor. Siguiendo en el versículo cuatro, encontramos la frase: “El rey me ha metido en sus cámaras”. No podemos entrar en la presencia de un monarca gobernante, a menos que él nos invite a entrar. Aún así, la sulamita fue llevada ante la belleza de Su presencia. Ella no eligió simplemente ir a las cámaras del Rey, Él la llevó. Sin Su permiso es imposible entrar. Entonces, he aquí la clave para avanzar en nuestra vida espiritual: es el Señor quien soberanamente nos introduce a Su presencia. Esta verdad es clave para poder entender los capítulos siguientes. De nuevo, en la última parte del versículo cuatro, ella habla en forma plural: “Nos gozaremos y alegraremos en ti; Nos acordaremos de tus amores más que del vino”. Sí, el rey me ha traído a sus cámaras, pero ¿quienes están contentos? “Nos gozaremos y alegraremos en ti”. Cuando una persona tiene un nuevo encuentro con el
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Señor, otros se regocijan porque reciben de él la bendición de la presencia y la Palabra del Señor. Hay un orden definido a través de la Palabra de Dios, así como en nuestras propias vidas espirituales. Primero, el Señor se manifiesta. Él es el que hace la primera aparición, ya sea por Su Espíritu, por una unción, por un acercamiento o por la Palabra de Dios. Con está revelación viene un profundo y casi abrumador sentir de la belleza y gracia del Señor hacia nosotros. Cuando nos encontramos con el Señor, hay cierto aspecto de Su belleza que Él quiere impregnar en nuestras vidas. Por lo tanto, Él mismo se manifestará en una forma particular. Por ejemplo, si ese aspecto es sanidad, le veremos manifestarse como el Sanador. Él creará órganos nuevos, abrirá oídos obstruidos y hará caminar al cojo. Estaremos tan conscientes de Cristo como el Sanador, que reconoceremos profundamente en nuestro corazón que Él puede hacer cualquier cosa. ¿Por qué? Porque se nos ha dado esa revelación del Señor como el Sanador. “Acordarémonos de tus amores más que del vino: Los rectos te aman” (RV1909). En la versión Reina-Valera de 1909 encontramos que dice: “Los rectos te aman”. Una vez más vemos la idea de ser recto o justo. No podemos apreciar Cantar de los Cantares, ni podemos tampoco apreciar el amor de Dios si nuestro corazón no son puros o si no existe el deseo por la pureza. Si nuestro corazón no son limpios, no hay gozo al adorar al Señor. Es necesario tener un corazón que ha sido limpiado para
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tener gozo. No podemos amar al Señor si no somos justos, porque solamente “los justos” le aman. 1:5 – “Morena soy, oh hijas de Jerusalén, pero codiciable, Como las tiendas de Cedar, Como las cortinas de Salomón”. Cuando tomamos conciencia de Su belleza y de cualquier aspecto de Su persona que Él esté tratando de grabar en nosotros, con esa conciencia se presentará una revelación contraria. Cuando Isaías vio al Señor, también se vio a sí mismo: “Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos” (Is. 6:5). Otro hombre piadoso que experimentó lo mismo fue Job, después que él vio al Señor humildemente dijo: “De oídas te había oído; Mas ahora mis ojos te ven. Por tanto me aborrezco, Y me arrepiento en polvo y ceniza” (Job 42:5-6). Así también, la Sulamita o el siervo cristiano, clama: “morena soy”. Porque cuando ella vio al Señor en toda Su belleza, entonces se vio a sí misma en medio de todas sus necesidades. Continuamos leyendo en el versículo 5: “pero codiciable, Como las tiendas de Cedar, Como las cortinas de Salomón.” Cedar era uno de los hijos de Ismael, y se convirtió en una de las tribus que anduvieron errantes. Sin embargo, hay algunos pensamientos hermosos asociados con las tiendas de Cedar. Ismael, el padre de Cedar, era el hijo de Agar, quien es un tipo de la Ley (Gá. 4:21-31). Frecuentemente, en nuestra búsqueda por
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la santidad, vagamos errantes a través de la Ley así como la tribu de Cedar; entonces, cuando finalmente vemos al Señor, nos vemos a nosotros mismos en la luz de Su gloria y clamamos: “morena soy”. 1:6 – “No reparéis en que soy morena, Porque el sol me miró. Los hijos de mi madre se airaron contra mí; Me pusieron a guardar las viñas; Y mi viña, que era mía, no guardé”. La sulamita clama con vergüenza: “No reparéis en que soy morena”. Sin embargo, hay otra razón por la que ella sintió vergüenza. “Porque el sol me miró. Los hijos de mi madre se airaron contra mí; Me pusieron a guardar las viñas; Y mi viña, que era mía, no guardé”. Aquí está una verdad que queremos observar cuidadosamente. Para entender el profundo significado que hay aquí, tenemos que ver que la madre siempre simboliza a la Iglesia. “La madre” en la Palabra de Dios siempre simboliza a la Iglesia verdadera ó a la iglesia falsa. “Los hijos de mi madre se airaron contra mí”. ¿Quiénes son los hijos de mi madre? Un hecho es claro: ellos obviamente tienen autoridad sobre la sulamita y estaban diciéndole qué hacer. Por lo tanto, ellos representan a aquellos en autoridad en la Iglesia. Lo más probable es que estuvieran instruyéndole a supervisar a éste, a discipular a aquél otro, que fuera allá a hacer esto y aquello. Así, todo lo que ella estaba haciendo eran obras y obras, al dictamen de la jerarquía. Cuando ella se encontró con Cristo, no fueron las obras o lo que ella
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había hecho por otros lo que vino delante de sus ojos. Más bien, fue su lamento: “Mi propia viña no guardé”. Su propia viña era su corazón, el que ella había abandonado por todas sus ocupaciones. ¡Oh, amado! Como tenemos que guardar nuestro propio corazón. Podemos hacer muchas obras en el Reino, y aún así ser negligentes con nuestro propio corazón. Yo conocí un pastor en Francia que hacía de todo en la iglesia, incluso los quehaceres que por derecho debían ser asignados a alguien más. Si alguien quería instalar un cristal en una ventana, allí estaba él con clavos y su martillo. Hacía de todo. Sin embargo, llegaba a la iglesia agotado. Muchas veces casi tuvo que arrastrarse para subir al púlpito, y se limitaba solamente a seguir con el ritual de leer o enseñar la Palabra. Su congregación le suplicó diciéndole: “Pastor, usted es nuestro pastor. Sólo estudie la Palabra, ore, y dénos el consejo de Dios. Los diáconos y otros nos ayudarán con todas las tareas domésticas”. Lamentablemente, él nunca recibió el mensaje, y el pobre individuo permaneció espiritualmente estéril. Por lo tanto, tenemos que ser muy cuidadosos en primero guardar nuestra propia viña (1 Ti. 4:16; Hch. 20:28). La Escritura nos advierte repetidamente que cuidemos de nosotros mismos primero, antes de ministrar a otros. 1:7 – “Hazme saber, oh tú a quien ama mi alma, Dónde apacientas, dónde sesteas al mediodía; Pues ¿por qué había de estar yo como errante Junto a los rebaños de tus compañeros?”. La sulamita aquí se está dirigiendo a
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su Esposo Celestial, y estas palabras son tan importantes y preciosas para Dios. Esto es lo que Él quiere oír más que cualquier otra cosa. Él quiere oírnos decir que le amamos con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma y con todas nuestras fuerzas. Estas palabras son los Mandamientos de Dios: “Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas” (Dt. 6:5; cf. Mt. 22:37). Después, ella hace una pregunta sumamente importante: “Dónde apacientas, dónde sesteas al mediodía; Pues ¿por qué había de estar yo como errante junto a los rebaños de tus compañeros?” En otras palabras, ella estaba diciendo: “Señor, ¿dónde das Tú el alimento? No quiero permanecer estancada en un lugar y ser alimentada por aquellos que no tienen Tu Palabra. Señor, ¿dónde voy a escuchar lo que Tú estas diciendo? ¿Dónde puedo ser ministrada y alimentada por Ti? No quiero seguir teniendo mi viña descuidada. Señor, quiero ser alimentada por el Pastor de mi alma”. Lo importante es esto: ella tuvo el discernimiento para preguntar y poder entender, ya que ella tenía un corazón que discernía. Dios nos conceda que tengamos ese corazón y el mismo discernimiento. 1:8 – “Si tú no lo sabes, oh hermosa entre las mujeres, Ve, sigue las huellas del rebaño, Y apacienta tus cabritas junto a las cabañas de los pastores”. Aquí encontramos la respuesta a la pregunta de la sulamita en el versículo siete, referente a dónde va a alimentarse del Señor y, por consiguiente, dónde debemos estar nosotros. Él le dijo a
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la sulamita: “Permanece donde los pastores están. Vive la vida que ellos instruyen, y entonces Yo te nutriré de la misma manera”. ¡Cuán importante es entender esta verdad! Debemos andar donde los verdaderos pastores de Dios andan y seguir su ejemplo y, entonces, también nosotros seremos alimentados por el Señor. No queremos ser hechos a un lado, ni tropezar por los compañeros mencionados en el versículo siete. Observe que repetidamente se hace referencia a la sulamita como “hermosa entre las mujeres”. El Salmo 45:2 fluye hermosamente con esta idea: “Eres el más hermoso de los hijos de los hombres; La gracia se derramó en tus labios; Por tanto Dios te ha bendecido para siempre”. ¡Qué revelación de la gracia de Dios! En este versículo vemos cómo Dios derrama Su gracia en nosotros y, cuando la gracia de Dios es derramada en nuestras vidas, somos transformados para ser hermosos a Sus ojos. 1:9 – “A yegua de los carros de Faraón Te he comparado, amiga mía”. Aquí vemos otra verdad. Una yegua de los carros de Faraón habla de una vida disciplinada. Según una hermosa descripción que leí sobre los caballos del emperador del Imperio Austrohúngaro, a estos caballos se les criaba con gran cuidado, ya que los caballos especiales que tiraban de los carros del emperador tenían que ser muy dóciles y mansos y, sobre todo, debían estar en completa sumisión bajo el mando del cochero. Estos
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caballos debían estar bien alimentados y recibir buen trato, pero también tenían que ser recluidos; esta separación era una parte importante de su adiestramiento. De igual manera, para que podamos caminar en el Espíritu, nosotros también tendremos momentos de preparación que nos apartarán de la vida ocupada que llevamos y, tal vez, de la iglesia. A menudo, el entrenamiento o preparación debe tomar lugar en la quietud de la reclusión. Hay veces en las que Dios corta o reduce gran parte de nuestro ministerio hacia los demás y dice: “Yo quiero hablarte”. Así, la separación es la manera de aprender a tener una vida disciplinada. Algunas veces significará tomar un sabático de un ministerio activo o reducir nuestra agenda de prédicas, para poder escuchar lo que el Señor está diciendo. Tenemos un ejemplo de esto en la vida del apóstol Pablo. Después de su conversión, el Señor le llamó a que se separara de los hermanos y fuera al aislamiento del desierto de Arabia, donde Pablo fue instruido por el mismo Señor Jesucristo. Encontramos este suceso en Gálatas 1:15-18: “Pero cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre, y me llamó por su gracia, revelar a su Hijo en mí, para que yo le predicase entre los gentiles, no consulté en seguida con carne y sangre, ni subí a Jerusalén a los que eran apóstoles antes que yo; sino que fui a Arabia, y volví de nuevo a Damasco. Después, pasados tres años, subí a Jerusalén para ver a Pedro, y permanecí con él quince días”.
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Para explicar mejor el principio de una verdadera vida disciplinada, permítame referirme a una historia personal. Hace unos cuantos años, el Señor nos estaba hablando a mi esposa y a mí de comenzar a caminar en el Espíritu. En ese entonces éramos pastores y estábamos pasando por un periodo difícil. Sin embargo, a medida que orábamos, el Señor se encontró con Audrey y conmigo de una manera maravillosa. ¡Fue algo glorioso cuando Él nos empezó a hablar de ser guiados por el Espíritu! Él nos dijo: “no quiero que hagan nada sin antes consultarme”. Esto sonaba muy bien, sin duda alguna. Al mismo tiempo, recibimos una invitación a un seminario en una ciudad aledaña y, por supuesto, pensamos que esto era justamente lo que necesitábamos. Entonces recordamos la palabra clara del Señor que debíamos preguntarle antes de hacer cualquier cosa, así que pusimos la situación delante del Señor. “Señor, vamos a ir a este lugar, ¿está bien?”. Su respuesta inmediata fue: “no, no está bien. No quiero que vayan allí”. Estábamos más que sorprendidos que el ir a una conferencia le disgustara al Señor; pero por supuesto, no sabíamos quien iba a estar en esa conferencia, pero ¡Él sí lo sabía! Entonces el Señor me dio una visión de un caballo en un corral. El caballo corría continuamente hacia la puerta, se volvía y corría hacia otra puerta, una y otra vez. El capataz vio lo que hacía y entonces abrió la puerta, y el pequeño potro brinco y salió corriendo felizmente hacia los pastos. Cuando cayó la noche, el pequeño potro volvió a la puerta que ahora estaba
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cerrada, ¡la visión se detuvo allí mismo! El Señor dijo: “si sigues pidiéndome, tendrás lo que quieres, pero no regresarás al corral de nuevo. O permaneces bajo Mi disciplina o te vas. La decisión es tuya”. El Señor desea que nosotros le pidamos que nos revele lo que debemos hacer, y luego caminar en obediencia a Su Palabra. Debemos tener cuidado de permanecer en la senda que Él ha puesto delante de nosotros. 1:10 – “Hermosas son tus mejillas entre los pendientes, Tu cuello entre los collares.” Las mejillas, por supuesto, son el símbolo del amor. Una joven enamorada se ruboriza siempre y, en un sentido, podemos decir que sus mejillas son cubiertas con hileras de joyas. En otras palabras, su amor por el Señor ahora estaba floreciendo. El cuello es un símbolo de fuerza y, así con el amor, se desarrollaba también la fuerza (Job 41:22). 1:11 – “Zarcillos de oro te haremos, Tachonados de plata.” Para poder entender este versículo adecuadamente, primero necesitamos ver Isaías 54:11-14. “¡Pobrecita, fatigada con tempestad, sin consuelo”. Muchos de nosotros podemos identificarnos con esta clase de aflicciones durante varios períodos de nuestra vida, y quizá entre nosotros haya algunos que estén enfrentándolas ahora mismo. Pero esta Escritura nos deja muy claro que Dios quiere encontrarse con nosotros en nuestras aflicciones, ya que Isaías continúa: “he aquí que yo cimentaré tus piedras sobre carbunclo, y sobre zafiros te fundaré. Tus ventanas pondré de piedras
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preciosas, tus puertas de piedras de carbunclo, y toda tu muralla de piedras preciosas”. Y finalmente Él dice: “…En justicia serás establecida” (Is. 54:14 LBLA). En lugar de ser llevados de aquí para allá, Dios quiere establecernos. ¡Oh! Cómo necesitamos que estas palabras se conviertan en un rhema viviente en nuestras vidas durante aquellos tiempos difíciles que frecuentemente enfrentamos. 1:12 – “Mientras el rey estaba en su reclinatorio, Mi nardo dio su olor”. El nardo es una flor costosa que simboliza la paz. Hay ocasiones en las que nos sentamos delante del Señor en una actitud de paz y contentamiento, así como David entraba en el tabernáculo en el monte Sion. Estos momentos son muy agradables para el Señor, cuando nos sentamos en Su presencia y meditamos sobre las grandes maravillas que Él ha hecho por nosotros. Esta es nuestra experiencia de “nardo”, y el perfume de nuestro corazón se levanta delante de Él cuando reconocemos con verdadero entusiasmo y descansamos en nuestro espíritu al decir: “Oh Señor, Tú has hecho todas estas grandes maravillas por mí, te agradezco con todo mi corazón”. 1:13 - “Mi amado es para mí un manojito de mirra, Que reposa entre mis pechos”. La mirra es símbolo de mansedumbre, y es uno de los temas que fluyen a través del libro Cantar de los Cantares. Hace algunos años, mi esposa y yo estuvimos en Jerusalén y visitamos la tumba de Cristo. Estando ahí, me arrodillé
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delante de la tumba y dije: “Señor, ¿me puedes hablar? ¿Tendrías la bondad de hablarme?” Entonces, Él me respondió con una palabra solamente: “mansedumbre”. Esto, en mi opinión, es algo que el Señor valora quizás más que cualquier otro fruto del Espíritu. Él nos dice en Su Palabra que Él es manso y humilde. Así, de la misma forma, Él quiere forjar Su mansedumbre en nuestro corazón y en nuestra vida. La mansedumbre es de un valor maravilloso a los ojos de Dios. Algunas veces, por causa de la mansedumbre, nosotros deberemos “velar toda la noche” cuando hemos sido privados del sueño, para que podamos entender Su mansedumbre. Esta cualidad muchas veces es ilustrada con la naturaleza de un cordero. En el ciclo natural, una oveja o cordero es cubierto de lana durante los meses de invierno, pero este tiene que ser trasquilado antes de que llegue el calor del verano. Al ser trasquilado, se quita toda la lana del cordero hasta el punto en el que es casi irreconocible. Esta verdad en lo natural se extiende hasta la vida espiritual de los creyentes. Isaías declaró que el Cordero de Dios “no abrió su boca” cuando fue trasquilado (Is. 53:7) y, así, habrá momentos en nuestra vida en los que también deberemos ser trasquilados. Hace unos años, me encontraba con un hermano que estaba experimentando ser trasquilado. Estábamos en Austria, y mi amigo tenía un auto americano. De alguna manera, y con métodos poco sutiles, los agentes en los Estados Unidos se las arreglaron para alterar los
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documentos del vehículo, y él se sorprendió al recibir una carta que le expresaba: “le entregaremos su auto a otra persona”. En realidad, habían decidido darle este auto a otro pastor. Yo le pregunté a mi amigo que iba a hacer al respecto, y él rápidamente respondió que el Señor ya le había hablado a él. Él dijo: “los trasquiladores han venido y me han trasquilado de mi carro y no debo abrir mi boca”. Así que, a pesar de su decepción, mi amigo invitó a su trasquilador (un representante de los Estados Unidos) y amontonó ascuas de fuego sobre su cabeza dándole tazas de té y donas, rociadas con cortesía y misericordia, y luego le dio las llaves de su auto. Por lo tanto, cuando nuestros trasquiladores nos rodeen, amados, tenemos que reaccionar en la misma forma, como corderitos. 1:14 – “Racimo de flores de alheña en las viñas de Engadi Es para mí mi amado”. Ahora vemos aquí un cambio completo. Ella ya no lo está abrazando como a un manojito de mirra o mansedumbre, sino que ahora él se ha convertido para ella en un racimo de flores de alheña, símbolo de gozo. Si estamos dispuestos a primero ser adiestrados en mansedumbre y humildad, entonces Dios derramará Su gozo. Isaías 29:19 promete: “Entonces los humildes crecerán en alegría en Jehová, y aun los más pobres de los hombres se gozarán en el Santo de Israel”. La sulamita utiliza una preciosa frase en este versículo: “en las viñas de En-gadi”. Una viña representa vino, que
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también es un símbolo de gozo. Sin embargo, el nombre de la viña es la clave para esta verdad. En-gadi fue la fortaleza poderosa de David (1 S. 23:29). El orden aquí es muy importante: primero debemos abrazar la mirra, y después las flores de Alheña en las viñas de En-gadi. Nehemías 8:10 nos dice: “...porque el gozo de Jehová es vuestra fuerza”. La mansedumbre lleva al gozo, y éste lleva a la fuerza. Si en mansedumbre le permitimos a los trasquiladores que vengan, entonces tendremos el gozo de Dios, que se convierte en nuestra fortaleza. 1:15 – “He aquí que tú eres hermosa, amiga mía; He aquí eres bella; tus ojos son como palomas”. Vemos aquí que el Amado elogia a su Esposa. Las palomas se mencionan frecuentemente en la Palabra de Dios y el mismo Espíritu Santo es comparado a una paloma (Mt. 3:16). Una característica importante es que una paloma no tiene hiel o bilis, que es un símbolo de amargura (Hch. 8:23). La paloma es la única de las criaturas de Dios que no tiene amargura. Además, una paloma se asusta con mucha facilidad ante cualquier señal del enemigo. Dios quiere que seamos tan sensibles al mal que, cuando éste se aproxime, volemos a la fortaleza de Dios. Asimismo, una paloma es suave y tierna, y fiel a un solo compañero durante toda su vida. Así, el Amado le dice a Su amor: “Eres tal como una paloma, eres tan constante en tu amor hacia Mí y tus ojos son tan suaves, tiernos y claros”. ¡Que nuestro deseo sea que así se hable de nosotros!
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1:16 – “He aquí que tú eres hermoso, amado mío, y dulce; Nuestro lecho es de flores”. Esto es lo que ella le responde. Al decir “Amado” siempre se refiere a Cristo. Sin embargo, el nombre de Cristo nunca se menciona en Cantar de los Cantares. Aquí podemos ver también una hermosa verdad, esta es que cuando amamos a alguien, rara vez lo llamamos por su nombre; a menudo, utilizamos expresiones o frases cariñosas y ellos saben perfectamente a quien nos estamos refiriendo. El Cantar de los Cantares es para aquellos que han alcanzado una cierta madurez, debido a que son los maduros los que saben de quien está hablando cuando ella se refiere a su Amado. La sulamita continúa diciendo: “Ciertamente nuestro lecho es de exuberante verdor” (LBLA) o sea, de flores. El pensamiento aquí es el del Salmo 23:2, “En lugares de delicados pastos me hará descansar; Junto a aguas de reposo me pastoreará.” “Oh, Señor, Tú me guías por pastos verdes, Tú restauras mi alma, Tú me das descanso”. A menudo, Jesús atraía y llevaba a sus discípulos a reposar y hablar con Él y también decía a Sus discípulos: “Venid, reposad”. En nuestro crecimiento espiritual, los tiempos de reposo son esenciales. Debemos tener reposos ordenados por Dios; no podemos andar y andar todo el tiempo. Si somos guiados por el Espíritu, Dios nos guiará a períodos de descanso en los que seremos alimentados en pastos verdes y descansaremos junto a Él. Podemos apreciar esta idea del reposo aun en la creación. Dios creó una semana de
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siete días para que pudiéramos descansar en el séptimo día, el Sabath, y pudiéramos ser refrescados para trabajar los próximos seis días, así como Él descansó de Su obra de la Creación (Gn. 2:2-3). El Señor Jesús reitera la necesidad de descansar en Mateo 11:28-29: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas”. 1:17 – “Las vigas de nuestra casa son de cedro, Y de ciprés los artesonados”. Una vez más, ella está hablando de la casa. En otras palabras, ella realmente está diciendo: “me has hecho descansar en una casa firme y me has hecho fuerte en nuestra relación. No andamos a la deriva, por todas partes como en tiendas, sino me has hecho descansar en una casa firme. Tú te has convertido en mi habitación firme”. Las vigas de esta casa espiritual estaban hechas de cedro, que habla de fortaleza. Los cedros del Líbano de otras traducciones, son un símbolo de fortaleza. El techo de abeto en otras traducciones, es un símbolo de la sangre de Cristo. La madera fragante tiene un tono rojizo (Gesinius). Los artesonados no son los lados de una casa, sino es la cubierta que está sobre nosotros, el techo. En otras palabras ella está diciendo: “la sangre redentora está sobre nosotros y está cubriéndonos”. La repetición del pronombre posesivo “nuestra” simboliza un maravilloso sentido de unidad entre el Señor y Su Esposa.
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2:1 - “Yo soy la rosa de Sarón, Y el lirio de los valles”. Aquí en el capítulo dos su Amado se revela de una nueva manera. “Yo soy” es uno de los títulos del Señor. Aquí, Él le está mostrando un nuevo aspecto de Su carácter al decirle: “quiero que me conozcas como la rosa de Sarón”. La rosa de Sarón es una flor predominante a lo largo de las llanuras fértiles del Mediterráneo, reconocida por su belleza y su fragancia. Al decirle que Él es su rosa de Sarón, Él realmente le está diciendo: “quiero que tengas un nuevo vislumbre de mi belleza”. Entonces añade que “Él es el lirio de los valles”. El lirio es un símbolo de pureza. “Yo quiero que veas la belleza de Mi pureza”, ¿Por qué? Porque el secreto de una continua vida cristiana es el deseo. ¡Es vital entender esta verdad! El deseo es la clave para una revelación mucho más profunda de Cristo. El deseo muy a menudo viene por medio de los ojos; ya que deseamos lo que vemos. Esta es la razón por la que se gasta tanto dinero en la publicidad. La televisión es un ejemplo fundamental. Alguien que ve la televisión por mucho tiempo es bombardeado con anuncios de muchos productos diferentes, causando un cambio constante en sus deseos dependiendo de lo que ve en la televisión. Es por eso que algunos de nosotros necesitamos ir a un país como África, en donde no veremos nada. ¡Nuestros deseos, entonces, serán purificados inmediatamente! Mi esposa Audrey y yo teníamos un entendimiento de lo que llamábamos “deseo contra necesidad”. Era un
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hábito entre mi esposa y yo que, antes de que nosotros compráramos algo o hiciéramos cualquier cosa, siempre preguntábamos primero al Señor, y luego consultábamos el uno con el otro. A veces, nos sorprendía lo que el Señor aprobaba. En un viaje a Centro América, Audrey pensó que debería comprarse una falda tejida hecha a mano por los nativos del área. Ella me preguntó si yo pensaba que era apropiado, a lo que respondí: “¿has preguntado al Señor?” Ella respondió: ¡Oh sí, Él dijo que sí! Yo tenía un poco de duda, así que le pregunté al Señor: “¿quieres que Audrey compre esa falda?” y para mi asombro Él dijo: “sí, es una necesidad”. Así que mi querida Audrey obtuvo su falda. Mi esposa y yo creemos que el Señor utiliza esta costumbre de preguntarle al Señor y luego consultar el uno con el otro para purificar nuestros deseos poco a poco, de modo que las cosas del mundo se vayan empañando a la luz de Su gloria y Su gracia. Por lo tanto, en cada situación y circunstancia estamos aprendiendo a decir: “Señor, escoge Tú por nosotros”. 2:2 – “Como el lirio entre los espinos, Así es mi amiga entre las doncellas”. Aquí, Él le hace un cumplido hermoso. Como hemos dicho ya, el lirio es un tipo de la santidad o pureza. Aún más, la santidad en realidad está compuesta de dos atributos: separación y unión. Es una separación del pensar y las codicias del mundo, pero también una unión con el Señor. En realidad, es imposible
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ser santo si solamente estamos separados del mundo. La santidad es un atributo de Dios y solamente al estar unidos con Dios podemos nosotros ser santos (Ap. 15:4; Jn. 17:3, 16, 21). Debemos estar separados del mundo, pero somos hechos santos por virtud del hecho de estar unidos con Él. Dondequiera que el Señor esté, ese lugar será santo, porque Él es santo. Por ejemplo, cuando Dios estaba en la zarza ardiente, el mandato que recibió Moisés fue: “...quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es” (Ex. 3:5). No había ninguna diferencia entre esa tierra y cualquier otra tierra. No obstante, el hecho que esa tierra estaba unida a Dios en ese momento en particular la hacía santa. Cualquier cosa o cualquier persona que está unida a Dios es inmediatamente santa. Por eso es que Pablo nos llama “santos y amados” en Colosenses 3:12, debido a que estamos unidos a Dios. Por lo tanto, Él bondadosamente dice a la sulamita: “Como el lirio entre los espinos, Así es mi amiga entre las doncellas”. 2:3 – “Como el manzano entre los árboles silvestres, Así es mi amado entre los jóvenes; Bajo la sombra del deseado me senté, Y su fruto fue dulce a mi paladar”. Ésta es la respuesta al amor que su Amado ha derramado sobre ella. El manzano es un árbol de fruto y, como tal, es de mucho valor, más que cualquier otro árbol. Los árboles, por supuesto, son un símbolo de los hombres (Sal. 1:3; Is. 61:3). Ella está diciéndole: “Oh, tu valor es mucho mayor que el de cualquier otro hombre”.
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Esta es una importante verdad que debemos entender, ya que ella está poniendo a Cristo por encima de cualquier nivel terrenal. Indudablemente, cada cristiano tiene que llegar al lugar en el que él o ella eligen quien tiene el primer lugar en su corazón. ¿Está nuestra esposa antes que Cristo? ¿Está nuestro marido antes que Cristo? ¿Es Cristo “el manzano entre los árboles silvestres” para nosotros? Cada uno de nosotros será probado en esa realidad. Quizás, un día alguien vendrá a nuestra vida y escucharemos que el Señor nos habla diciendo: “Esta persona no es Mi voluntad para tu vida”. Entonces surge la batalla. “¿Escogeremos a Cristo y Su voluntad, o escogeremos a la persona con quien queremos casarnos?” Es esencial entender esta verdad como lo hizo la sulamita. A medida que rendimos nuestros deseos a los pies del Señor, y lo ponemos a Él por encima de todas las cosas, recibiremos gracia para pelear esa batalla hasta el final. Cuando ponemos a Cristo en primer lugar, y sometemos todos nuestros deseos ante Él, entonces Él está en libertad de unirnos a la persona que Él escogió para nosotros antes de la creación del mundo. “Bajo la sombra del deseado me senté, Y su fruto fue dulce a mi paladar”. La imagen de sentarse bajo Su sombra conlleva la idea de que Él es la fuerza para el pobre, una fortaleza al necesitado, Él es el refugio en la tormenta, y la sombra en el calor. “Y será aquel varón como escondedero contra el viento, y como refugio contra el turbión; como arroyos de aguas en tierra de sequedad, como sombra de gran peñasco en tierra calurosa” (Is. 32:2). ¡Ese varón
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es, por supuesto, nuestro Señor Jesucristo! Y es cierto a veces, que cuando el calor de la tormenta nos asedia, sólo queremos huir a Su presencia y refugiarnos bajo Su sombra. Cuán importante es, entonces, sentarse a Sus pies y permitir que la paz de Dios nos albergue. No tenemos que continuar nuestro viaje sin tener paz. Más bien, debemos apartarnos para descansar bajo Su sombra, y que después podamos salir refrescados a enfrentar los problemas. Pero si descuidamos esta comunión con el Señor, no tendremos la fortaleza para la batalla. 2:4-5 – “Me llevó a la casa del banquete, Y su bandera sobre mí fue amor. Sustentadme con pasas, confortadme con manzanas; Porque estoy enferma de amor”. Lo que ella está diciendo realmente es: “no tengo la capacidad de contener Tu amor”. A menudo, hay veces en las que en nuestra vida, la presencia del Señor es tan grande que simplemente no tenemos la capacidad de recibirle o de recibir Su amor. No obstante, creo con todo mi corazón que si nos entregamos completamente, Dios aumentará nuestra capacidad hasta el grado de “ser saturados con toda la plenitud de Dios” (Ef. 3:19). 2:6-7 - “Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalén, Por los corzos y por las ciervas del campo, Que no despertéis ni hagáis velar al amor, Hasta que quiera”. Tenemos aquí la preciosa idea de que ella una vez más, elige estar a solas con Él, y de esto se trata el matrimonio, ¿no es así? La belleza del matrimonio reside en que solamente deseamos estar solos. Subimos a nuestro carro para
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alejarnos de las multitudes, y solamente queremos estar a solas con nuestro amado. Esta es la tranquilidad y esencia del matrimonio: estar juntos y sin embargo solos. Esta verdad se expresa aquí de manera muy bella. “Oh por favor, no interfieran mientras estoy en Su presencia porque eso significa todo para mí”. Hemos dicho que el título o tema de este primer cantar es “El primer amor renovado”. La misma clase de renovación deberá existir en muchos matrimonios, porque muchas parejas han perdido su primer amor del uno por el otro, y ya no desean tener esa íntima soledad. A menudo, prefieren tener a su alrededor a mucha gente, y muchas veces aún en los asuntos espirituales parece más fácil preferir la actividad, en lugar de esperar en la presencia del Señor. Amados, no avanzaremos hasta que nuestro primer amor sea restaurado. Dios dijo a la iglesia de Éfeso, “...has dejado tu primer amor... arrepiéntete...pues si no, vendré pronto a ti y quitaré tu candelero” (Ap. 2:4-5). En otras palabras, el Señor estaba diciendo: “quitaré la revelación y la unción de ti, porque todas estas bendiciones dependen de tu relación de amor conmigo”. No podemos esperar seguir adelante a menos que Cristo sea todo para nosotros, y que nuestro mayor deleite sea únicamente estar a solas con Él y sólo recibir de Él. Debemos llegar al lugar en donde todo lo que deseamos, por encima de todas las cosas, sea solamente Él y nada más que Él.
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Así, descubrimos el propósito del primer cantar. Dios quiere renovar ese primer amor en cada corazón, y esa pequeña oración: “atráeme, atráeme, atráeme” es la clave para seguir adelante con Dios. ¡Hagamos ahora mismo esa oración! Es importante que no solamente escuchemos la Palabra de Dios, sino que también la pongamos en práctica. Digámosle al Señor ahora mismo: “Señor, quiero tener una renovación de ese primer amor. Señor, he perdido ese primer amor, pero quiero tener un despertar, así como la sulamita. Señor, por favor, ¡Atráeme a Ti!”
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Capítulo Dos El viaje por el desierto 2:8 – 3:5 Como ya hemos dicho, Cantar de los Cantares es una recopilación de cinco cantares. El cantar número uno es llamado: “El primer amor renovado”. El cantar número dos se titula: “El viaje por el desierto”, y comienza en el capítulo 2:8. 2:8 – “¡La voz de mi amado! He aquí él viene Saltando sobre los montes, Brincando sobre los collados”. Recordemos que el primer cantar finalizó en una posición de descanso donde la sulamita dijo en el capítulo 2:7: “Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalén, Por los corzos y por las ciervas del campo, Que no despertéis ni hagáis velar al amor, Hasta que quiera”. Sin embargo, el segundo cantar abre con una visitación fresca; lo que podríamos llamar una comisión fresca, cuando ella oye la voz de su amado. Vale la pena notar que, cuando el Señor Jesucristo afirmó enfáticamente en Juan 10:26 que Sus ovejas conocen Su voz, Él nunca dijo: “Mis corderos conocen Mi voz”, Él dijo: “Mis ovejas”. Así que es necesario tener cierto nivel de madurez en nuestra experiencia cristiana, para poder oír la voz del Señor. En este versículo también podemos ver un hermoso cuadro del Señor Jesucristo: “He aquí él viene Saltando
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sobre los montes, Brincando sobre los collados”. Este es un dibujo perfecto de Sus movimientos llenos de gracia y belleza, que también representan la fortaleza que el Señor da a Sus mensajeros. Cuando tenemos un mensaje de Dios, el Señor proveerá la bella fortaleza y coordinación que Él nos da para completar nuestra misión. Como está escrito en Isaías 52:7: “¡Cuán hermosos son sobre los montes los pies del que trae alegres nuevas, del que anuncia la paz, del que trae nuevas del bien, del que publica salvación, del que dice a Sion: ¡Tu Dios reina!” 2:9 – “Mi amado es semejante al corzo, o al cervatillo. Helo aquí, está tras nuestra pared, mirando por las ventanas, atisbando por las celosías”. Deberíamos tener muy en cuenta el hecho que Él no entró a la casa. El Señor suavemente busca atraernos a Él, pero nunca quiere mostrarse a si mismo de manera forzada (Ap. 3:20). Su deseo es que nosotros respondamos a Su dirección con un corazón que le ama. 2:10 – “Mi amado habló, y me dijo: Levántate, oh amiga mía, hermosa mía, y ven”. Él ha estado en un período de descanso y ahora está de pie fuera de la casa llamándola. Hay momentos en los que Dios nos llamará; si nosotros escuchamos y dejamos el lugar donde hemos estado, entonces seguiremos adelante en Dios. Siempre debe haber un movimiento continuo en Dios, y debemos ser muy sensibles a Su mandato de “movernos”.
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Aquí, Él dice: “ven”; Él llama desde afuera y, si vamos a continuar nuestra relación con el Señor, entonces debemos dejar el lugar o nivel en el que nos encontramos. ¡Tenemos que avanzar! Aun en el cielo hay diferentes niveles de gloria; hay una progresión continua por toda la eternidad, porque Dios es vida y la vida es movimiento y progresión. A menos que el agua fluya, esta se estancará. Igualmente, a menos que el cristiano fluya hacia una continua revelación de Cristo, vendrá un estancamiento, y aun la vida que ha recibido se verá paralizada. Por lo tanto, debemos de estar abiertos a seguir adelante en Dios. 2:11 – “Porque he aquí ha pasado el invierno, Se ha mudado, la lluvia se fue”. Ahora Él está hablando acerca del comienzo de una nueva estación. Hay cuatro estaciones naturales: primavera, verano, otoño e invierno. Como ya hemos mencionado, estas estaciones también existen en nuestra propia experiencia cristiana. Las estaciones se repiten, y en la misma forma Dios repite experiencias en nuestra propia vida. Él nos lleva una y otra vez a las experiencias de primavera, a las de verano, después a las de otoño y después a las de invierno. Las experiencias de invierno son algunas veces confusas para el cristiano, ya que el invierno es un tiempo cuando todo yace dormido. Sin embargo, durante nuestra experiencia de invierno, nos vemos a nosotros mismos y pensamos que no estamos avanzando. Nos preguntamos que ha ocurrido, y durante estos tiempos viene la confusión e incluso la condenación entra a nuestro corazón.
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En nuestra aflicción tal vez iremos a alguien más y le diremos: “escucha esto, no estoy avanzando; ¿Puedes ayudarme?” El problema que surge es éste: esta persona no es capaz de discernir y entender la estación en la que Dios nos ha puesto. Por lo tanto, a menos que esperen en el Señor y sepan Su voluntad en el asunto, él o ella solamente traerán más confusión al ofrecernos toda clase de remedios que no funcionarán. Sí, cuando estamos en el invierno todo está dormido, pero debemos recordar que a pesar de esto, algo está ocurriendo en el fondo de nuestro corazón. Cuando el Señor nos aparta y nos lleva a experiencias de invierno, no es tiempo de estar deprimidos o tener lástima de nosotros mismos, sino más bien es tiempo de de buscar al Señor. El Salmo 65:10 dice: “...La ablandas [la tierra] con lluvias”. Él ablanda la tierra con lluvias, e igualmente hay un quebrantamiento de nuestro corazón, y un proceso de ablandamiento que toma lugar de modo que podamos recibir semilla fresca. En tiempos de invierno, es muy importante dedicar tiempo a esperar en la presencia del Señor, ya que es un tiempo en el que debemos estar entregados a la intercesión y esperar en Él. 2:12-13 – “Se han mostrado las flores en la tierra, El tiempo de la canción ha venido, Y en nuestro país se ha oído la voz de la tórtola. La higuera ha echado sus higos, Y las vides en cierne dieron olor; Levántate, oh amiga mía, hermosa mía, y ven”. Aquí, el invierno ha pasado y la lluvia ha cesado, ella está entrando a la experiencia de
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la primavera. Un encuentro fresco con el Señor siempre trae un crecimiento nuevo a nuestras vidas. Después del invierno, llega un nuevo florecer. Muy a menudo una canción brota de nuestro corazón, dándonos entendimiento de lo que el Señor ahora desea hacer en nosotros y a través de nosotros. 2:14 – “Paloma mía, que estás en los agujeros de la peña, en lo escondido de escarpados parajes, Muéstrame tu rostro, hazme oir tu voz; Porque dulce es la voz tuya, y hermoso tu aspecto”. Ahora se nos presenta otro cuadro, aquí el Señor está diciendo: “quiero ver tu rostro, quiero oír tu voz”. El amor es un sistema de comunicación de dos vías; un hombre no puede amar a su esposa a menos que ella le ame a él. Debe haber un mutuo amor fluyendo entre los dos, y de la misma forma ocurre con el Señor: Él anhela vernos y escuchar nuestra voz. Cuando estamos a solas con Él, Él anhela ver nuestros rostros levantados hacia Él. ¡Ah! cómo necesitamos alzar nuestras voces al Señor “en lo secreto de la senda escarpada” (cf. LBLA). Para ilustrar este punto, quiero mencionar una visión interesante que tuvo una pastora amiga nuestra. Durante un período de varios días, ella oró y clamó al Señor: “Señor, ¿me escuchas? ¿me escuchas?” Ella repetía constantemente esta oración cada mañana alrededor de las ocho de la mañana mientras iba a la iglesia. Ahí, arrodillada en el altar, ella decía: “Señor, ¿me escuchas?” Sin embargo, una mañana en particular, ella miró hacia una ventana justo fuera del área de la plataforma de la
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iglesia, y vio al Señor que miraba a través de esa ventana. Ella se emocionó al notar que Él tenía Su mano puesta en Su oído, y que obviamente la estaba escuchando con atención. Con gran gozo, ella exclamó: “Oh Señor, ahora sé que estás escuchando”. Aunque no siempre tengamos experiencias como esta, es importante recordar que Él siempre está escuchando. En este versículo también encontramos otro principio importante que debemos considerar. “Porque dulce es la voz tuya, y hermoso tu aspecto”. Lamentablemente, debido a una falta de entendimiento de este principio, muchas iglesias pierden la visitación de Dios. Como ya hemos mencionado, el capítulo uno nos muestra una nueva visitación del Señor al obrero cristiano, cuyo corazón se había enfriado debido al trabajo constante y a una pérdida de comunión con Él. A través de los capítulos uno y dos el Señor nos ha dado ánimo; la sulamita fue llevada a la casa de banquete del Señor. Ella ha comido de Su mesa, disfrutado de Su hermosa presencia y ha sido alentada a seguir adelante en Dios. Nosotros necesitamos comprender la importancia de pasar tiempo simplemente en comunión con el Señor, contemplando Su glorioso rostro y escuchando Su dulce voz. 2:15 –“Cazadnos las zorras, las zorras pequeñas, que echan a perder las viñas; Porque nuestras viñas están en cierne”. Aquí se revela una importante verdad de orden,
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a medida que el Señor comienza a lidiar con problemas en el corazón de la sulamita. Primero, Él se revela a Sí mismo en Su belleza, capturando el corazón de la sulamita y renovando su amor, antes de mostrar a la luz los problemas en su corazón. Para dar énfasis al tema, quisiera que pensemos en ese primer servicio de comunión que los discípulos compartieron con Jesús en el aposento alto. Lo primero que hicieron fue sentarse a comer. Después, el Señor les lavó los pies. Primero la comunión, y después el lavamiento. Este es un principio importantísimo. En la época de los años 60 y los 70, algunas veces llamada la época y generación hippie, el Señor se movió sobre muchos de ellos y los introdujo a Su reino con todo y sus problemas, su pelo largo y sus ropas mal olientes. Desafortunadamente, durante ese tiempo, muchas iglesias invirtieron el orden adecuado. Dijeron: “lavaos y entonces podéis entrar”. Pero las iglesias que dijeron: “entrad y comed” ¡ganaron a la generación de hippies! Fueron bendecidas con la multiplicación. ¿Por qué? Porque después de que los hippies gustaron del Señor y vieron que Él es bueno, ellos querían cambiar. Ellos comenzaron a lavarse, limpiarse y cortarse el pelo. Es tan importante recordar el orden divino. El Señor nos invita a comer, después Él nos lava y nos limpia. Por lo tanto, ¡no trate de limpiar el pez antes de pescarlo! De este modo, después de haber atraído a la sulamita a un nuevo amor y a una relación renovada, Él comienza a examinar su corazón y bondadosamente aborda el tema
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de aquellas “pequeñas zorras” que representan deseos desmedidos. Él le está diciendo que se deshaga de estas pequeñas zorras, aquellos deseos terrenales y hábitos que han brotado en su vida. El Señor dice que estas cosas deben ser arrancadas de nuestras vidas o echarán a perder la viña (Col. 3:5). Jesús llamado la Vid verdadera (Jn. 15:1) y la vid, por supuesto, es la vida de Cristo en nuestro interior. Si permitimos que estos hábitos permanezcan, corroerán y destruirán la vid de Cristo en nuestro corazón. Al observar de nuevo esta frase “Cazadnos las zorras... pequeñas”, podemos ver que hay una diferencia entre una zorra y una zorra pequeña. Obviamente, ambas están hablando de hábitos. Una zorra crecida es un hábito que ha estado allí durante mucho tiempo, quizás por generaciones. Recuerdo que hace algunos años hablé en un retiro para mujeres de la Asociación Aglow en Nueva Zelanda. Dios me dio una visión, y ví a tres generaciones de mujeres. Vi a la abuela con una maleza minúscula en su corazón; luego ví a la madre con un arbusto en su corazón. Finalmente, vi a la hija, y ese arbusto se había convertido en un árbol poderoso dentro de su corazón que estaba dominando su vida. El Señor me habló claramente con esta visión. Si tan sólo la abuela hubiera permitido que esa maleza fuera extraída de su corazón, nunca habría pasado de generación a generación. Lamentablemente, con cada generación que pasa, aquellas malezas (o zorras
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pequeñas) se hacen más fuertes y más fuertes. Las zorras pequeñas, si no son atrapadas, crecen hasta ser zorras grandes y es mucho más difícil tratar con ellas. Como padres, es tan importante pedirle a Dios que purifique nuestro corazón, de modo que las malezas no sean transmitidas de generación a generación. Algunas veces las ataduras saltan alguna generación, pero éstas continuarán reapareciendo hasta que hayan sido reconocidas y tratadas por la gracia de Dios. 2:16 – “Mi amado es mío, y yo suya; El apacienta entre lirios”. Tenemos una pequeña frase que será repetida posteriormente en el cantar número cuatro. ¿Cuál es la actitud del cristiano hacia el Señor aquí? Ella declara: “Mi amado es mío, y yo suya”. Hace muchos años, mi esposa y yo éramos pastores en cierta iglesia, acabábamos de llegar ahí, y estábamos comenzando a conocer a todas las personas de la congregación. Entre ellos, había una señora muy dominante, a la que un día decidimos conocer mejor. Así que le preguntamos su nombre y ella nos lo dijo. “¿Es usted casada?” le preguntamos después: “Sí, y allí está él”, afirmó enfáticamente al señalar a un hombre diminuto. Entonces, dijo algo que nos sorprendió a ambos mientras seguía señalándolo. “Me pertenece”. Bien, después de algunas semanas, ¡No tuvimos ninguna duda de ello! Oh, amados, un matrimonio no puede durar por mucho tiempo con esa clase de posesión. Debemos entender el orden correcto como la sulamita dice: “Cristo es mío y yo soy suya también”, y esta es
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también muy a menudo nuestra actitud hacia la salvación: “yo lo encontré, Él es mío, y ahora todos mis problemas se han resuelto”. Tristemente, nuestra actitud es muchas veces así: “he descubierto a Cristo y ahora tengo una provisión continua para mí, y tengo todo lo que necesito”. Desafortunadamente, muchos cristianos mantienen esta actitud por el resto de su vida espiritual y nunca avanzan. Amados, debemos entender que este punto de vista es sólo para el inicio de nuestra caminata de salvación, ya que después esta actitud deberá de cambiar porque nosotros fuimos creados para Él y para Su contentamiento, y no al contrario. La Esposa fue creada para el Esposo (Ap. 4:11). De este modo, a medida que avanzamos en nuestra caminata con el Señor, poco a poco pero firmemente nuestra perspectiva cambiará de “Cristo es mío” a “yo soy de mi Amado”. “El apacienta entre lirios”. Los lirios, como ya hemos mencionado, son un símbolo de pureza. Por lo tanto, Él siempre nos alimentará en donde hay pureza y en donde hay hambre. 2:17 – “Hasta que apunte el día, y huyan las sombras, Vuélvete, amado mío; sé semejante al corzo, o como el cervatillo Sobre los montes de Beter”. Los montes de Beter son las primeras de las cuatro montañas mencionadas en este libro. Los montes de Beter son los montes de la separación, y lo que ella le está diciendo es lo siguiente: “ne separaré de las zorras, de las pequeñas zorras, y me separaré para estar contigo”. Cada vez que
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el Señor nos habla en relación a cosas que hay en nuestro corazón, Él quiere que nosotros subamos a los montes de Beter, los montes de la separación; Él quiere que estemos completamente separados de las cosas negativas que Él está señalando en nuestras vidas. 3:1 – “Por las noches busqué en mi lecho al que ama mi alma; Lo busqué, y no lo hallé”. Ahora en el capítulo tres, pero aún en el segundo cantar, ella dice: “Por las noches”. Cantar de los Cantares abarca noches y también días, pero aquí hay otra experiencia durante las horas de la noche. Recordemos que en el primer cantar y al inicio del segundo, fue Cristo quien dio el primer paso; Él vino a la sulamita, así como Él viene al cristiano, pero ahora sucede lo contrario, ya que es ella quien comienza a buscarlo: “Por las noches busqué en mi lecho al que ama mi alma; Lo busqué y no lo hallé”. Al principio de nuestra experiencia con el Señor, nosotros le sentimos muy cerca; Él aparece ante nosotros y es maravilloso disfrutar de Su presencia, pero después observamos que Él no viene a nosotros. ¿Por qué? Bueno, Él quiere que nosotros comencemos a buscarlo. No podemos estar en un estado de espera, sino que debemos de movernos para así poder encontrarlo. 3:2 – “Y dije: Me levantaré ahora, y rodearé por la ciudad; Por las calles y por las plazas Buscaré al que ama mi alma; Lo busqué, y no lo hallé”. Nosotros
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debemos buscar al Señor con todo nuestro corazón; sin embargo, en este pasaje vemos que el precio es muy alto ya que ella no le encontró. ¡Cuán a menudo, en el comienzo de nuestra experiencia cristiana, simplemente clamamos a Dios, y Él está allí! Sin embargo, conforme maduramos en nuestra caminata con el Señor, llega un momento en que cuando nosotros clamamos, y Él no está. ¿Por qué? Porque Él quiere desarrollar en nuestro corazón una profunda hambre y sed de Él, y una mayor apreciación de Su presencia, pero esto no sería posible si Él apareciera inmediatamente en el momento que lo llamamos. 3:3 – “Me hallaron los guardas que rondan la ciudad, Y les dije: ¿Habéis visto al que ama mi alma?”. Los guardas o vigilantes pueden representar a los ancianos o los diáconos de la iglesia. Ella les pregunta: “¿Cómo puedo encontrarlo? ¿Dónde puedo hallarlo?” Nosotros debemos comprender que llegaremos a un lugar, en nuestra caminata con Jesús, en el que Él quiere que nosotros aprendamos a buscarlo por nosotros mismos, que continuemos hasta obtener una revelación personal y comunión con Él. Él quiere que vayamos más allá de la necesitad de ser alimentados por los demás. Cada uno de nosotros debe aprender a escuchar a Dios, para alimentarnos del Pan de vida por nosotros mismos. Algunas veces tenemos que ir más allá de las experiencias de los demás, y más allá del lugar en donde podemos obtener las respuestas de los ancianos o diáconos; a veces, incluso el pastor no tendrá la respuesta, y tendremos que
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perseverar por nosotros mismos para continuar en el Señor. Incluso llegarán momentos en los que estemos solos; quizás el pastor estará de viaje y en ese momento necesitemos de una respuesta inmediata. ¿Qué estoy intentando decir? Bueno, nosotros pasaremos por muchas experiencias en las que el pastor no estará cerca, y el Señor utilizará esos momentos para atraernos y decirnos: “Ven y búscame tú mismo”. 3:4 – “Apenas hube pasado de ellos un poco, Hallé luego al que ama mi alma; Lo así, y no lo dejé, Hasta que lo metí en casa de mi madre, Y en la cámara de la que me dio a luz”. Aquí vemos que Él permite que ella le encuentre rápidamente. Como ya hemos dicho, habrá momentos en los que tendremos que ir más allá de las experiencias de nuestros pastores para poder hallar al Señor. Dios quiere que tengamos nuestras propias experiencias y no que vivamos solamente de la experiencia de nuestros líderes. “Lo así, y no lo dejé”. Aquí vemos el profundo amor de la sulamita por el Señor, y lo que hace cuando finalmente Él llega. Al principio de nuestra experiencia cristiana nosotros clamamos y Él viene pero por esto, no nos aferramos a Él; sin embargo, cuando hemos tenido que buscarlo y encontrarlo por nosotros mismos, entonces no le dejamos ir tan fácilmente, y nos volvemos como Jacob que dijo cuando estaba en Peniel: “No te dejaré, si no me bendices” (Gn. 32:26). Ésta es la actitud que Dios quiere desarrollar en nuestro corazón.
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El siguiente punto es muy importante, porque tiene que ver con el lugar en donde ella le trae después de haberlo hallado. “Lo así, y no lo dejé, hasta que lo metí en casa de mi madre, y en la cámara de la que me dio a luz”. Dicho con palabras sencillas, este pasaje nos dice que cuando nosotros pasamos por una experiencia fresca con Jesucristo, necesitamos llevar esa experiencia de vuelta a nuestra iglesia. 3:5 – “Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalén, Por los corzos y por las ciervas del campo, Que no despertéis ni hagáis velar al amor, Hasta que quiera”. Ahora la sulamita quiere pasar ese tiempo a solas con el Señor hasta que Él quiera irse de nuevo. Es importante que cuando tengamos un encuentro con el Señor en una nueva manera, entonces pasemos tiempo con Él para poder ser saturados por completo de esa verdad que Él nos ha revelado a través de la experiencia que hemos recibido de Él.
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Capítulo Tres El huerto cerrado La belleza de la novia 3:6 – 5:1 3:6 – “¿Quién es ésta que sube del desierto como columna de humo, Sahumada de mirra y de incienso Y de todo polvo aromático?”. Ahora tenemos otra visión del Señor. En nuestra vida hay un viaje por el desierto, y también hay experiencias en el desierto. Por ejemplo, después que el Señor Jesucristo recibió el Espíritu Santo, Él fue guiado al desierto (Mt. 4:1). También, después de la experiencia del monte Sinaí (que es un tipo del bautismo del Espíritu Santo) los hijos de Israel entraron al desierto. Debemos ser muy francos con las personas cuando son bautizadas en el Espíritu Santo. Honestamente debemos decirles: “bienvenidos al desierto”, porque ellos atravesarán por una experiencia en el desierto, y no queremos que permanezcan en la experiencia del bautismo en el Espíritu Santo por el resto de sus vidas. En realidad, el bautismo en el Espíritu Santo se nos ha dado para que podamos tener la fortaleza de atravesar el desierto y experimentar las pruebas específicas de ese tiempo. El propósito del desierto es producir mansedumbre y fe en nuestras vidas, representadas por los perfumes de mirra e incienso, como se expresa en
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este versículo. La mirra representa la mansedumbre y el incienso representa a la fe; y es Dios quien desarrolla Su fe y Su mansedumbre en los lugares difíciles del desierto. En una prueba reciente, el Señor me mostró algo muy importante. Esto comenzó cuando Él me preguntó: “¿Qué estas intentando?” Y yo le dije: “Señor, intento pasar por este túnel lo más rápido que pueda. Estoy intentando que mi esposa sane y poder salir de esta prueba rápidamente”. Serenamente, el Señor comenzó a hablar a mi corazón. “¡Mira! Tú solamente estás interesado en salir de esta experiencia oscura”. Y yo le respondí: “sí, Señor”. Pacientemente, Él comenzó nuevamente: “existen tesoros en la oscuridad — tesoros que sólo pueden encontrarse en la oscuridad, en la experiencia del desierto (Is. 45:3). Así que, en lugar de precipitarte a salir de esta experiencia cuanto antes, reúne todos los tesoros de la oscuridad que puedas, y de esta manera no saldrás de esta experiencia con las manos vacías”. Quizá algunos de ustedes hayan leído el libro titulado “Don´t Waste Your Sorrows” (No desperdicie sus tristezas) por Paul E. Billheimer. Como el título sugiere, Dios tiene un propósito eterno para cada cristiano en medio de las adversidades más grandes de la vida. Recuerde que hay tesoros que debemos buscar y obtener a medida que pasamos por momentos de tristeza o agonía. No sólo debemos mantener nuestros ojos fijos en el final del túnel o el desierto; más bien debemos
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decir: “Señor Jesús, ¿Qué deseas hacer en mi corazón durante este tiempo?” Cuando estaba en el instituto bíblico yo pensaba que esto era algo maravilloso y el Señor me habló en Isaías 45:3: “...te daré los tesoros escondidos”. Yo le respondí con rapidez y le dije: “gracias Señor”. Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que me pudiera dar cuenta de que esos tesoros no pueden recibirse a menos de que uno esté en la oscuridad. 3:7-8 – “He aquí es la litera de Salomón; Sesenta valientes la rodean, De los fuertes de Israel. Todos ellos tienen espadas, diestros en la guerra; Cada uno su espada sobre su muslo, Por los temores de la noche”. Esta es una descripción de la oscuridad, e incluso ahí podríamos encontrarnos con personalidades demoníacas, igual que el Señor se encontró con Satanás en el desierto. Algunas veces podrán incluso haber manifestaciones del enemigo y nos sentiremos muy solos. Sin embargo, allí es donde nosotros aprendemos a luchar. El bautismo en el Espíritu Santo se nos da por esta misma razón, para que podamos desarrollar nuestra armadura espiritual; por lo tanto, en el desierto debemos darnos cuenta de que hay un enemigo y de que debemos aprender a combatirle. En el desierto, nosotros debemos aprender a ser expertos en la guerra, para que seamos capaces de conquistar al enemigo que enfrentaremos al llegar a la tierra prometida de nuestra heredad.
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Cuando estuve en Inglaterra como miembro del personal de un campamento cristiano, había una persona en el campamento que estaba poseída por un demonio y creaba muchos problemas. Cuando algunos de los otros miembros del personal se dieron cuenta de que yo acababa de terminar mi curso en demonología en la escuela bíblica, me pidieron que me hiciera cargo de este hombre poseído. Yo respondí: “Claro que sí; acabo de completar mis estudios en demonología y me encantaría, estoy seguro de que podré encargarme de él”. Desde luego, me sentí con mucha confianza al dormir en la misma tienda que este individuo, y esperaba la oportunidad de hacer uso de todo lo que había aprendido. Bueno pues, una noche llegó por fin mi oportunidad, cuando él se levantó contra mí. Mis estudios en demonología dieron su fruto y buenos resultados cuando grité: “¡en el nombre de Jesús, acuéstate!” Para mi satisfacción, él obedeció y todo volvió a la tranquilidad. Todo continuó bien durante un rato y yo no podía entender por qué los consejeros con más experiencia que yo todavía estaban un poco nerviosos por causa de él. Sin embargo, la situación con este joven no mejoró y, finalmente, se tuvo que llamar a una ambulancia para llevarle a su casa, que se encontraba a unos 650 kilómetros. El personal de la ambulancia estaba un poco asustado, y ya que yo había tenido tanto éxito con él, ellos pensaron que sería mejor que los acompañara. Yo también consideraba haber hecho bien las cosas, y me sentía bien al respecto; después de todo, ¡ya había concluido mis estudios en demonología!
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Mientras recorríamos esa larga distancia hacia su casa, él se levantó de nuevo; yo simplemente volví a repetir con mucha autoridad: “¡En el nombre de Jesús, quédate quieto!”, y una vez más funcionó. Llegamos a su casa sin mayores complicaciones, y después de conversar con su mamá descubrimos que ella era una médium espiritista; así que comprendimos cual era el motivo de su locura. Ese mismo día volví al campamento sintiéndome muy victorioso, y con mucha paz me fui a dormir; y me gustaría decir que este fue el final de la historia. Sin embargo, pronto me di cuenta de que había inmensos demonios alrededor de mí; y en ese momento todas las clases sobre demonología se fueron por la ventana, y yo estaba asustado. Pero de la misma manera y con la misma rapidez, vi al Señor al otro lado de la habitación y Él comenzó a enseñarme muchas y muy valiosas lecciones sobre los demonios. En esencia, Él me enseñó diciéndome: “no trates con los demonios a menos de que estés muy, pero muy seguro de que Dios te está guiando y recuerda que Dios va a desarrollar y a enseñarte a luchar en la guerra espiritual en la oscuridad del desierto”. “Todos ellos tienen espadas, diestros en la guerra; Cada uno su espada sobre su muslo, Por los temores de la noche”. Durante nuestro tiempo de oscuridad, también habrá mucho temor. El temor puede ser clasificado en dos categorías principales: temor de lo conocido y lo desconocido. Dentro de estas categorías, el temor puede ser dividido en dos categorías más, temor al hombre y
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temor a las circunstancias. El temor, especialmente el temor al hombre, pondrá lazo (Pr. 29:25). Este pasaje no tiene la intención de ser un tratado acerca del temor, sino simplemente busca expresar que el temor es muy real. Sin embargo, nunca ha sido la intención de Dios que nuestra vida sea dominada por el temor, así que Él ha provisto la manera de poder de vencer el temor. 1 Juan 4:18 nos dice: “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor”. El rey David, un hombre que experimentó tremenda oposición en su larga estadía en el desierto, dijo en Salmo 23:4: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; Tu vara y tu cayado me infundirán aliento.” Una vez más, en Salmo 27:3 dice: “Aunque un ejército acampe contra mí, No temerá mi corazón; Aunque contra mí se levante guerra, yo estaré confiado”. David podía estar confiado en el amor del Señor y Su poder salvador porque, en Salmo 27:4, el tenía su corazón fijo en el Señor y sólo en Él. David había puesto su amor en el Señor y por esta razón el corazón del Señor fue movido a decir: “Por cuanto en mí ha puesto su amor, yo también lo libraré”. Por lo tanto, podemos decir que en los momentos de oscuridad la victoria se obtiene por una amorosa confianza en el Señor y una determinación
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santa de no temer al hombre o las circunstancias reales o las percibidas. 3:9-10 – “El rey Salomón se hizo una carroza De madera del Líbano. Hizo sus columnas de plata, Su respaldo de oro, Su asiento de grana, Su interior recamado de amor Por las doncellas de Jerusalén”. ¡Qué hermoso cuadro de la sulamita saliendo del desierto en la carroza! En medio de la sequía y las pruebas en el desierto, ella fue llevada a través del desierto en la carroza del Señor, aunque ella tal vez no lo sabía en ese momento. Es un gran consuelo saber que en el viaje por el desierto, aunque pasemos por muchas experiencias difíciles, nosotros estamos en la carroza del Señor. Veamos ahora la bella descripción de esta carroza: “Hizo sus columnas de plata, Su respaldo de oro, Su asiento de grana”. Las columnas o pilares hablan de fortaleza. Deuteronomio 33:27 dice: “El eterno Dios es tu refugio y sus brazos eternos son tu apoyo [debajo (de ti) están los brazos eternos]” (VRV1995), esto habla del Señor sosteniéndonos. El oro nos habla de Su Deidad. “y su asiento de púrpura” (LBLA), el púrpura habla de realeza, y nosotros somos llamados a ser reyes y reinar con Él en Su reino (Ap. 5:10). “Su interior recamado de amor Por las doncellas de Jerusalén”. Hablando del amor, me gustaría concentrarme en sólo uno de los aspectos del amor. Durante un tiempo de prueba en particular, le pregunté al Señor: “Señor, ¿Qué
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quieres llevar a cabo en nuestra vida?” Dios nos estaba mostrando muchas cosas en ese tiempo, y Él nos dijo: “Una de las cosas que quiero llevar a cabo en su vida es el amor”. Entonces le pregunté: “Señor, ¿Qué es el amor?” Él suavemente respondió: “El amor es sufrido y amable”, luego añadió: “Algunas experiencias no pueden ser reducidas y la única manera en la que puedo desarrollar el amor es a través de un periodo de sufrimiento prolongado; por lo tanto, tu actitud en medio del sufrimiento es muy importante, pues debe haber benignidad. El sufrimiento prolongado más la benignidad producen amor, y es por esto que no hay atajos en esta experiencia; debe ser un sufrimiento que durará mucho tiempo porque por medio de él aprenderás a ser amable, y esa es la única manera en la que puedo desarrollar Mi amor en tu corazón”. 3:11 – “Salid, oh doncellas de Sion, y ved al rey Salomón Con la corona con que le coronó su madre en el día de su desposorio, Y el día del gozo de su corazón”. Este es un clamor a las hijas de Sion, y es el momento en el que el cristiano entra en esa relación de matrimonio con el Señor Jesucristo. Ella esta unida a Él de una manera muy significativa. SIETE ASPECTOS DE LA BELLEZA FEMENINA En el capítulo cuatro tenemos siete aspectos de la belleza femenina, como son vistos a través de los ojos de la gente
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del Medio Oriente. El número siete habla de cumplimiento o de un carácter completo, y estos siete aspectos de la belleza femenina son alegorías que revelan la belleza de la Esposa de Cristo; sin embargo, nosotros nos concentraremos en la interpretación espiritual. La Esposa es un tipo de Sion, llamada la “perfección de hermosura” (Sal. 50:2). Consideremos ahora estos siete puntos. 4:1-5 – “He aquí que tú eres hermosa, amiga mía; he aquí que tú eres hermosa; Tus ojos entre tus guedejas como de paloma; Tus cabellos como manada de cabras Que se recuestan en las laderas de Galaad. Tus dientes como manadas de ovejas trasquiladas, Que suben del lavadero, Todas con crías gemelas, Y ninguna entre ellas estéril. Tus labios como hilo de grana, Y tu habla hermosa; Tus mejillas [sienes], como cachos de granada detrás de tu velo. Tu cuello, como la torre de David, edificada para armería; Mil escudos están colgados en ella, Todos escudos de valientes. Tus dos pechos, como gemelos de gacela, Que se apacientan entre lirios”. Aquí el Señor esta mirando a Su Esposa diciendo: “Toda tú eres hermosa, toda tú eres adorable”. Luego se vuelve más específico, y he aquí las siete características: 1. “Tus ojos entre tus guedejas como de paloma”. Los ojos de paloma son un símbolo de fidelidad. Ella sólo tiene ojos para Él. Además, las palomas sólo tienen una pareja y, cuando una muere, su compañera desfallece. Una paloma no tiene amargura ni engaño, y se asusta fácilmente ante el
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mal; la paloma es la única ave que se incluye en los sacrificios levíticos, y es también símbolo de la paz. Entonces, he aquí la idea de los ojos: ojos sólo para el Señor, ojos que están en paz, ojos que son uno con Él. 2. “Tus cabellos como manada de cabras Que se recuestan en las laderas de Galaad”. El pelo es un símbolo de sumisión, como lo vemos en 1 Corintios 11:611. El pelo largo en la mujer es una marca de sumisión a un hombre, al igual que el pelo de un nazareo era una marca de su sumisión y obediencia a Dios, así como de su separación. Notemos que en este versículo se mencionan las laderas Galaad. Fue en las laderas de Galaad que Jacob y Esaú se reconciliaron, y esto es lo que el Señor le esta diciendo a Su Esposa: “Tu pelo es un símbolo de tu consagración interior y de la dulce reconciliación a la voluntad de Dios”. El Señor quiere que nosotros estemos adornados con esta mansa sumisión en el hombre interior; Él quiere que en nuestro interior, esa consagración a Él sea una realidad: una dulce reconciliación. Él no está hablando del aspecto exterior sino del interior, que se revela a través de estos siete aspectos de la belleza (1 P. 3:4). 3. “Tus dientes como manada de ovejas trasquiladas, Que suben del lavadero, Todas con crías gemelas, Y ninguna de ellas estéril”. Los dientes nos hablan del comer y son indicativos de alimentarse del Señor, el Pan de vida. En la Palabra de Dios encontramos dos requisitos para que un animal listo para el sacrificio fuese puro: en primer lugar,
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éste debía tener pezuñas hendidas, lo que nos habla de un caminar separado; y, en segundo lugar, éste también debía rumiar hierba, lo que nos habla de meditar en la Palabra del Señor, o alimentarnos de Cristo. Si meditamos en el Señor y nos alimentamos de Él continuamente, todo lo que hagamos prosperará (Sal. 1:2-3). “Que suben del lavadero” nos indica la idea de que los dientes han sido lavados de toda la comida muerta de ayer y que estamos viviendo del maná de hoy, meditando en la Palabra de Dios y escuchándole diariamente. También vemos la expresión “trasquiladas”; aquellos que hayan estado en granjas con ovejas, sabrán que las ovejas deben de ser trasquiladas para quitar de ellas toda la lana superficial; en otras palabras, hay una limpieza. Otro hecho muy importante que no se debe de pasar por alto, es que ellas tienen “crías gemelas”; esta maravillosa verdad significa que se extenderán a la derecha y a la izquierda, lo que habla de fruto (Is. 54:3). Además, entrarán en la bendición del primogénito, porque el primogénito recibió la doble porción de la herencia del padre (Dt. 21:17). 4. “Tus labios como hilo de grana, Y tu habla hermosa”. A través del libro de Proverbios encontraremos que los labios de los justos traen vida (Pr. 10:21, 11:30). Nuestras palabras son muy importantes en nuestra experiencia cristiana. El Salmo 50:23 declara: “Y al que ordenare su camino, Le mostraré la salvación de Dios.” La versión King James de la Biblia dice: “al que ordenare su
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conversación”. La idea aquí es ordenar nuestra conducta por medio de nuestra conversación, el curso de acción que tomamos a través de lo que hablamos. Nuestra conversación determinará cuánto vamos a recibir de Dios, porque Él es muy particular en lo que se refiere a nuestra manera de hablar. En todas las ocasiones en las que el Señor Jesucristo habló, lo hizo con palabras llenas de gracia y, de la misma manera, nuestras palabras también deben estar llenas de gracia, ya que Él es nuestro modelo y ejemplo. Es muy importante que nosotros hablemos la verdad con una actitud de gracia. No sólo las palabras, sino también la actitud y el tono que una persona usa al hablar revelarán su carácter. El Señor claramente dijo: “¡Generación de víboras! ¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca. El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas. Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado” (Mt. 12:34-37). Además, la manera en la que hablemos determinará la manera en la que Dios nos hable a nosotros. Esto es confirmado en Salmo 18:25-26: “Con el misericordioso te mostrarás misericordioso, Y recto para con el hombre íntegro. Limpio te mostrarás para con el limpio, Y severo serás para con el perverso”. Nuestra conversación es
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crucial para nuestra relación con el Señor y con otros. Debemos vigilar nuestros labios para que sean como un “hilo de grana” y puedan traer vida. 5. “Tus sienes, como cachos de granada A la parte adentro de tus guedejas” (RV1909). La granada es el fruto que simboliza el amor, y las sienes se asocian con la mente y los pensamientos; lo que Él en realidad esta diciendo es: “tus pensamientos están continuamente llenos de amor”. Es tan importante observar nuestros pensamientos; una vez más esto refleja los dos mandamientos: nuestra mente debe estar constantemente llena de pensamientos de amor, primero hacia el mismo Señor Jesucristo y después hacia otros. Cuando el Señor se describió a sí mismo ante Moisés Él dijo: “¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad” (Éx. 34:6) y cuando nosotros miramos o pensamos en una persona, debemos tener solamente pensamientos llenos de bondad hacia ella. Nuestros pensamientos, ya que pueden ser portadores ya sea del bien o del mal, deben bendecir a las personas. El Señor iba a juzgar a los Israelitas de acuerdo al “fruto de sus pensamientos” (Jer. 6:19); por lo tanto vemos el tremendo efecto de nuestros pensamientos en nuestras propias vidas y en la vida de los demás. Por ejemplo, si una madre ama y piensa con bondad acerca de su hija, ella podría transformarla y hacer que fuese
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muy bella por medio de su pensamiento. Oh, cuántas hijas sufren un terrible rechazo debido a que los pensamientos de sus madres hacia ellas no son pensamientos de bondad. Los pensamientos tienen un tremendo poder. 6. “Tu cuello como la torre de David, edificada para armería”. La clave aquí es el cuello, que es el símbolo de la fortaleza, y Cristo quiere que Su Esposa sea fuerte. Todos los hombres desean que sus esposas sean fuertes espiritualmente, y no que sean vacilantes en su camita cristiana. El Señor, al igual que los hombres, quiere una Esposa que tome la iniciativa para avanzar y que pueda luchar contra los poderes del maligno por sí sola. La Esposa de Cristo debe ser sumamente fuerte. 7. “Tus dos pechos, como gemelos de gacela, Que se apacientan entre lirios”. Los pechos son una fuente de nutrición y el hecho de que haya dos nos habla de la fe y el amor. En los ocho pasos de la montaña de la perfección, la fe es el fundamento o base de nuestra experiencia cristiana y el amor es la meta, el vínculo perfecto (2 P. 1:5-8; Col. 3:14). Pablo conecta estas dos virtudes una vez más, pero invierte el orden en Filemón 1:5, mostrando que una vez que hayamos llegado a la cima del amor, debemos descender de la montaña y ministrar a los demás. La idea aquí es que puedan alimentar a los jóvenes con la fe, que es la doctrina pura, y que también puedan amar, que es el fruto de la fe. Nuevamente vemos la idea de los
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lirios, que nos hablan de la pureza, y de esta manera la fe y el amor envueltos en la pureza son el símbolo de la Esposa de Cristo, a medida que ella nutre a los jóvenes. 4:6 – “Hasta que apunte el día y huyan las sombras, Me iré al monte de la mirra, Y al collado del incienso”. Esto sencillamente significa que hasta que Dios no traiga luz a nuestra situación, nosotros debemos pasar todo el tiempo que podamos en “El monte de la mirra y en el collado del incienso”. El monte de la mirra tiene también la idea del monte de los pesares, y el collado del incienso nos da la idea de las dificultades. Cuando estemos en un periodo de oscuridad, nosotros deberemos pasar todo el tiempo posible en esos pesares y dificultades porque ellas estarán produciendo el maravilloso perfume y fragancia de Cristo en nuestras vidas, al igual que Su mansedumbre y Su fe. Él nos dice: “Hasta que apunte el día” esto es lo que haré, y nosotros debemos de decir junto con Él: “hasta que Él venga de una forma fresca a mi vida no temeré a la oscuridad, sino que tomaré de ella todo lo que pueda”. Hay una solemne advertencia en la Palabra de Dios sobre intentar salir de nuestra oscuridad prematuramente. “¿Quién hay entre vosotros que teme a Jehová, y oye la voz de su siervo? El que anda en tinieblas y carece de luz, confíe en el nombre de Jehová, y apóyese en su Dios. He aquí que todos vosotros encendéis fuego, os rodeáis de teas; andad a la luz de vuestro fuego, y de las teas
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que encendisteis. De mi mano os vendrá esto; en dolor seréis sepultados” (Is. 50:10-11). No hay nada malo en caminar en la oscuridad si nuestra caminata en la oscuridad es dirigida por el Señor. Si nosotros caminamos con el Señor, habrá periodos de oscuridad en nuestras vidas; amados, si intentamos salir de esa oscuridad o dificultad por nuestros propios medios antes de que llegue el día, entonces perderemos esa preciosa mirra e incienso. Además, obtendremos dolor en lugar de alegría cuando el día llegue. Por lo tanto, no intentemos crear nuestra propia luz cuando estemos en una oscuridad ordenada por Dios, sino clamemos a Dios para que provea la gracia necesaria para pasar por las pruebas y para recibir los maravillosos tesoros de la oscuridad que no podemos obtener en ningún otro lugar. 4:7 – “Toda tú eres hermosa, amiga mía, Y en ti no hay mancha”. Judas 1:23 nos dice que debemos de ser como aquellos que aborrecen aun la ropa contaminada por la carne. La idea de Efesios 5:27 es que Él va a lavarnos tan profundamente que no habrá mancha ni arruga ni ninguna cosa semejante en nosotros. Cuando nosotros lleguemos a ese momento y a ese lugar, Él mirará a Su Esposa, se regocijará y dirá: “Toda tú eres hermosa...Y en ti no hay mancha”. Cristo ama la pureza y, por lo tanto, todo el propósito de muchas de nuestras pruebas es producir Su pureza en nosotros; las pruebas son como el fuego que purifica el oro, y como el agua que nos lava y nos limpia de toda impureza.
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4:8 – “Ven conmigo desde el Líbano, oh esposa mía; Ven conmigo desde el Líbano. Mira desde la cumbre de Amana, Desde la cumbre de Senir y de Hermón, Desde las guaridas de los leones, Desde los montes de los leopardos”. Este es otro de los montes o montañas mencionados en Cantar de los Cantares. Tenemos que entender la geografía de Israel para poder apreciar este versículo, ya que estos montes eran los puestos fronterizos de Israel. En esencia, lo que Él le está diciendo a Su Esposa es: “sal de estos puntos de peligro; sal del mundo”. Quisiera contar una historia para ilustrar este punto. Había una ancianita que vivía en una casa al lado de la carretera, y esa carretera estaba trazada a lo largo de un profundo barranco. Ella puso un anuncio en el periódico para contratar un chofer, y tres hombres respondieron. Al primero, ella le preguntó: “¿Qué tan bueno es usted como chofer?” Y, con toda confianza, él respondió: “puedo conducir con las ruedas a unos centímetros de distancia del borde del barranco sin caer”. Entonces ella con mucha educación le dio las gracias al primer hombre y prosiguió a entrevistar al segundo. Ella le preguntó al siguiente hombre: “¿Qué tan bueno es usted?” Y él le respondió también: “yo puedo conducir con las ruedas justo en el borde del barranco sin caer”. Entonces ella lo despidió y pasó al tercer hombre, pero en esta ocasión cambió su pregunta. Al tercero le preguntó: “¿Cuánto se puede acercar al borde del barranco?” Con humildad, el hombre le respondió: “señora, yo no me fijo en cuánto me puedo acercar al borde del barranco, sino en cuánto
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me puedo alejar”. Entonces ella le respondió: “Usted es mi chofer”. ¡Esto es lo mismo que el Señor nos dice a nosotros! No estoy viendo cuán cerca puedes estar del pecado y seguir siendo salvo, sino cuán lejos puedes estar de él. Sal de esas montañas de peligro; sal de las fronteras de este mundo y acércate a Jesús tanto como puedas. 4:9 – “Prendiste mi corazón, hermana, esposa mía; Has apresado mi corazón con uno de tus ojos, Con una gargantilla de tu cuello”. En otras palabras, Él le está diciendo a ella: “puedo ver un solo propósito en tus ojos; en uno de tus ojos y en una de las cadenas de tu cuello; es un ojo que no se desvía sino que tiene un solo propósito”. 4:10 – “¡Cuán hermosos son tus amores, hermana, esposa mía! ¡Cuánto mejores que el vino tus amores, Y el olor de tus ungüentos que todas las especias aromáticas!” Él ahora le esta hablando a ella. En el principio ella decía: “Tu amor es mejor que el vino, es mejor que todos los gozos de este mundo”. Sin embargo, ahora vemos que es lo contrario, cuando Él dice: “Oh, mi Esposa está por encima de todos los gozos que el reino de mi Padre me ha dado”. Esto se refiere al gozo de Cristo; es Cristo quien habla a Su Esposa y ella es el objeto de Su afecto. Esto se refiere al gozo de Cristo y es la razón por la que hay tremendo gozo en el cielo. Sin embargo, ese gozo no es por las muchas moradas o preciosos edificios que hay en el cielo; no. Ese gozo es por Su
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Esposa. Cuando un hombre se casa, no le importan sus posesiones, ya que su deleite está en su esposa. El gozo de Jesús está en Su Esposa y Él dice: “tu amor es mucho más que todos los demás gozos que pueda recibir”. Ésta es la razón por la que Él se regocija en Su Esposa, porque ella significa más para Jesús que cualquier otra cosa. (Sof. 3:17). 4:11 – “Como panal de miel destilan tus labios, oh esposa; Miel y leche hay debajo de tu lengua; Y el olor de tus vestidos como el olor del Líbano”. Él la elogia por su ministerio diciendo: “Oh, tus labios; cuando tu ministras tus labios traen miel y vida, y esta leche es la doctrina pura de la Palabra de Dios” (Pr. 16:24; 25:11). 4:12 – “Huerto cerrado eres, hermana mía, esposa mía; Fuente cerrada, fuente sellada”. Ahora llegamos a otro bello pensamiento. Una de las primeras visiones que tuve fue la fracción de un terreno de cultivo que estaba lleno de toda clase de hierbas y piedras. Vi al Señor Jesucristo que venía a este terreno, y entendí que este terreno con todas las hierbas y piedras que tenía era el corazón no regenerado de un hombre. Cuando el Señor Jesús llegó a ese corazón, lo primero que hizo fue construir una valla alrededor; Job 1:10 nos habla acerca de esto cuando Satanás le dijo a Dios con respecto a Job: “...le has cercado alrededor a él”. También en Isaías 60:18 el Señor nos habla de que nuestros muros son los muros de su salvación; por lo tanto, cuando somos salvos, el Señor pone un muro alrededor de nosotros para evitar que el
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enemigo venga a invadir la tierra que el Señor compró. ¡Oh, el jardín de nuestro corazón debe de ser protegido con mucho cuidado! 4:13-14 – “Tus renuevos son paraíso de granados, con frutos suaves, De flores de alheña y nardos; Nardo y azafrán, caña aromática y canela, Con todos los árboles de incienso; Mirra y áloes, con todas las principales especias aromáticas”. Aquí se mencionan nueve plantas o especias que son una analogía de los nueve frutos del Espíritu que aparecen en Gálatas 5:22-23. La interpretación espiritual de estas nueve especias es la siguiente: la granada o los granados significan amor; las flores de alheña son gozo; el nardo es paz; el azafrán es paciencia; la caña aromática o el cálamo es benignidad; la canela es bondad; el incienso es fe; la mirra es mansedumbre y el áloe es templanza. Hay algo más acerca de este huerto o jardín, y es que tiene que ser escardado o desyerbado. Las piedras que son las áreas de dureza y rebelión del corazón tienen que ser removidas. Cuando el Señor me dio la visión de este jardín o huerto, lo vi comenzando a reemplazar todas las hierbas en este jardín con plantas preciosas: los frutos del Espíritu. En la Escritura, es claro que el Señor ama los jardines, porque después de la creación vemos que Él plantó un jardín sobre la Tierra, y puso al hombre en ese jardín. En la caída, el hombre fue expulsado del jardín y, desde ese momento, el Señor ha procurado volver a plantar ese jardín dentro del hombre, ya que Él ama los jardines.
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4:15 – “Fuente de huertos [jardines], Pozo de aguas vivas, Que corren del Líbano”. Todos los jardines deben tener una fuente de agua. El Señor Jesús le dijo a la mujer en el pozo: “mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna” (Jn. 4:14). Debemos ser muy diligentes y asegurarnos que el pozo de agua viva de nuestro corazón continúe burbujeando, porque de esa manera refrescaremos el fruto del Espíritu en el jardín de nuestro corazón. 4:16 – “Levántate, Aquilón, y ven, Austro; Soplad en mi huerto, despréndanse sus aromas. Venga mi amado a su huerto, Y coma de su dulce fruta”. Nosotros vamos a tener que pasar por circunstancias difíciles que nos quebrantarán, al igual que el vaso de alabastro fue quebrado para obtener el precioso aceite que se derramó sobre la cabeza de Jesús (cf. Mr. 14:3). A menos que llegue el frío agudo del viento del norte, y a menos que atravesemos por estas experiencias frías y duras, nuestra fragancia no aparecerá. ¿Por qué? Porque la fragancia sólo se desprende con el quebrantamiento y el sufrimiento. Asimismo, deberá llegar el viento del sur ya que su calidez restaura nuestra alma para que no seamos destruidos por la dureza del viento del norte. Ambas experiencias son esenciales para que la fragancia en nuestras vidas fluya para agradar a nuestro Amado Hay un excelente ejemplo de esta verdad tomado del libro de Ester. Durante el proceso de purificación para
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convertirse en reina, Ester fue purificada con hierbas amargas durante seis meses, y seis meses con aceites aromáticos (Est. 2:12). Esto es un símbolo del tipo de experiencias necesarias en la vida cristiana. En nuestra vida, debemos tener ambas, experiencias amargas y dulces para lograr que la fragancia de Cristo fluya y sea desprendida de nosotros. Los periodos de experiencias amargas y dulces se alternarán ya que sin ellos no podríamos mostrar la bondad de Cristo en nuestras vidas. Todo el propósito del huerto cerrado (Cnt. 4:12 – 5:1) es este: “Venga mi amado a su huerto, Y coma de su dulce fruta”. Es preparar el jardín de nuestro corazón para el Señor, que es el jardinero que ama Su jardín. Ahora se hace la invitación: “que mi amado se agrade en venir a su jardín y pueda comer su dulce fruta”. 5:1 – “Yo vine a mi huerto, oh hermana, esposa mía; He recogido mi mirra y mis aromas; He comido mi panal y mi miel, Mi vino y mi leche he bebido. Comed, amigos; bebed en abundancia, oh amados”. Esta es la respuesta del Amado en el último verso de esta tercera canción. La invitación es aceptada y el Señor viene al jardín de Su amada. El primer fruto que se menciona es la mirra, y se habla de ella de manera consistente en todo Cantar de los Cantares, al igual que en toda la Palabra de Dios. En Mateo 11:29, Jesús dijo: “soy manso y humilde de corazón”. La mansedumbre es uno de los frutos más
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difíciles de producir. Dios pone un gran énfasis en la mansedumbre porque es de un valor muy alto a Sus ojos. Él ama la mansedumbre. ¡Oh, que nuestro deseo sea tener este fruto en nuestras vidas!”. “Yo vine a mi huerto, oh hermana, esposa mía; He recogido mi mirra y mis aromas; He comido mi panal y mi miel”. La miel nos habla de vida, y Jesús nos dijo en Juan 10:10: “yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”. Siempre debemos buscar esa liberación fresca de vida dentro de nosotros. La vida engendra vida y atrae vida; Cristo es la fuente de la vida del Espíritu. “Mi vino y mi leche he bebido”. La leche nos habla de la Palabra de Dios (1 P. 2:2); y el vino representa el gozo y el fruto del Espíritu. Cuando el Señor viene a nosotros, Él quiere encontrarnos profundamente arraigados en la Palabra de Dios y desarrollando el fruto del Espíritu en nuestra vida. Entonces Él continúa diciendo: “Comed, amigos”. El propósito del Esposo en nuestro jardín, no es simplemente venir y disfrutar en soledad, sino nutrir a Sus amigos con el fruto del Espíritu en nuestra vida. Él quiere usarnos, que la obra que Él ha hecho en nuestra vida traiga vida a los demás. Debemos nutrir a Sus amigos con el fruto de nuestro jardín. “...bebed en abundancia, oh amados”. Esto nos da entendimiento del desarrollo espiritual en la vida de la sulamita hasta este momento. Efesios 3:16 dice:“para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser
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fortalecidos con oder en el hombre interior por su Espíritu”. Si combinamos este versículo con Cantar de los Cantares 4:16 y 5:1, llegamos a un entendimiento de lo que el Señor quiere hacer en nuestra vida. Él está hablando a personas que están bautizadas en el Espíritu Santo y, sin embargo, nos habla de una experiencia fresca porque quiere que estemos totalmente fortalecidos en nuestro interior por Su Espíritu. En Efesios 3:17 el deseo de Pablo es: “que habite Cristo por la fe en vuestros corazones”. En realidad Pablo está diciéndonos, en este pasaje, que Cristo quiere venir a nuestra vida, a nuestro jardín, a través de Su fe. Primero debemos ser fortalecidos por Su Espíritu para que esto se lleve a cabo, y es entonces cuando seremos capaces de recibir la revelación de: “Cristo en vosotros, la esperanza de gloria” (Col. 1:27). Cuando esto ocurra, entonces habrá una experiencia mucho mayor de Cristo en nosotros de la que se produjo en la experiencia inicial de la salvación: “a fin de que, arraigados y cimentados en amor, [arraigados y cimentados se refiere a nuestro jardín] seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura” (Ef. 3:17-18). El amor es una de las cosas que el Señor busca impartir en nosotros, y quiere que lo conozcamos en todas las dimensiones de Su amor—la anchura, la longitud, la profundidad y la altura. En Efesios 3:19, Pablo continúa diciendo: “y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para
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que seáis llenos de toda la plenitud de Dios”. El deseo de Dios es que nosotros podamos ser llenos de toda Su plenitud; sin embargo, existen pasos que habrá que dar hacia esa plenitud. Si nosotros abrimos nuestro corazón a Él y si le damos acceso a nuestro jardín, entonces el Señor mismo entrará (Ap. 3:20), y entonces seremos fortalecidos por Su Espíritu, y Cristo será libre para morar en nuestro corazón por la fe. A medida que este proceso continúe, nosotros seremos arraigados y cimentados en amor, y seremos capaces de comprender el amor que sobrepasa todo entendimiento y, por lo tanto, seremos llenos con toda la plenitud de Dios. En estos últimos días, la palabra del profeta Moisés se cumplirá con toda seguridad: “y andaré entre vosotros, y yo seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo” (Lv. 26:12). En estos últimos días, nosotros veremos a Cristo revelado en una manera que nunca antes habíamos pensado que fuera posible. Cristo se manifestará a Sí mismo, a través de los templos vivientes de Su cuerpo; y veremos a Cristo revelado. Él se manifestará a sí mismo a las naciones a través de los jardines de nuestro corazón. Que nuestra oración sea: ¡Oh Señor, por favor, danos la capacidad de exponer nuestros corazones ante ti! Ayúdanos a quitar esas pequeñas zorras; ayúdanos a quitar las zorras grandes; ayúdanos a quitar todas las cosas que no te agradan a ti. Padre, ayúdanos a subir a la montaña de la separación para que podamos salir de las cosas del mundo; danos ojos que tengan un solo propósito, un
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propósito que agrade a nuestro Esposo celestial. ¡Deléitate en nosotros, querido Señor! Amén.
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Capítulo Cuatro El Ejército Poderoso 5:2 – 8:4 Como ya hemos mencionado, Cantar de los Cantares es una progresión de la caminata de la Esposa y su relación con su Amado, el Señor Jesucristo. 5:2 – “Yo dormía, pero mi corazón velaba. Es la voz de mi amado que llama: Abreme, hermana mía, amiga mía, paloma mía, perfecta mía, Porque mi cabeza está llena de rocío, Mis cabellos de las gotas de la noche”. Ahora comenzamos la cuarta canción con estas palabras: “Yo dormía”. En nuestra experiencia cristiana, nunca debemos temer a los periodos de reposo, porque el crecimiento es algo natural. Aun en los tiempos de reposo, el fruto del Espíritu está siendo desarrollado en nuestras vidas, y estos periodos de reposo son muy necesarios después de haber tenido grandes experiencias en el Señor. En la canción anterior, la sulamita había sido llevada a una posición de santificación y santidad y, ahora, ella se encuentra dormida pero su corazón está despierto. De igual manera, nuestro corazón siempre deberá estar en armonía para escuchar la voz del Señor. Aquí vemos que el Amado viene a la sulamita desde afuera mientras ella se encuentra durmiendo adentro, pero
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escuchando Su palabra. El rocío se usa como tipo de diferentes cosas en la Palabra de Dios; Deuteronomio 32:2 habla del rocío como tipo de la doctrina y la Palabra de Dios: “Goteará como la lluvia mi enseñanza; Destilará como el rocío mi razonamiento; Como la llovizna sobre la grama, Y como las gotas sobre la hierba” (cf. Nm. 11:9; Jn. 6:31-33). El rocío desciende durante la madrugada, lo que nos habla de un nuevo día, y también habla del favor y bendición de Dios (Sal. 133:3; Pr. 19:12). De esta manera, Él viene a ella justo antes del amanecer, hablando una nueva palabra y trayendo una bendición mucho más grande de lo que ella había conocido. El hecho de que Su cabeza esté llena del rocío de la noche nos sugiere que ahora Él tiene un ministerio para ella que la llevará más allá de la esfera de sus experiencias en el presente. En los cantares anteriores, el Señor había estado realizando una obra profunda en el corazón de la sulamita. Sin embargo, ahora Él la está llamando a que salga de la seguridad de su ambiente en donde Él ha estado ministrando sólo a la sulamita; está haciendo que la sulamita se una a Él para ministrar a otros la vida que ella ha recibido, esto es, entrar a una nueva esfera del ministerio. 5:3 – “Me he desnudado de mi ropa; ¿cómo me he de vestir? He lavado mis pies; ¿cómo los he de ensuciar?”. Observe cuidadosamente su respuesta, pues esta es la típica respuesta de muchos cristianos que hacen de la
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santidad su meta. Ella esta mirando hacia su interior, hacia su propio corazón. Hay un momento apropiado para examinar nuestro corazón para que Dios obre en nuestros corazones y nuestros pensamientos de una forma profunda. Cuando esto es lo que Dios está hablando, en esos momentos es bueno ver nuestra necesidad de pureza. Sin embargo, no debemos permitir que nuestra concentración en nuestro interior nos consuma al punto de descuidar la tarea de ministrar a otros la vida que Dios nos ha dado. La santidad no es un fin en sí mismo. Con frecuencia, cuando Dios trata con nosotros y Él desarrolla cierto grado de santificación en nuestras vidas, nuestra idea es: “Bueno, esta es la meta y en esto trabajaré constantemente”. Sin embargo, el Señor desea seguir moviéndonos hacia adelante y hacia la cima de la montaña de la perfección. En 2 Pedro 1: 5-7, la piedad (santidad) no es el punto más alto de nuestra meta; la siguiente virtud que debemos tener después de la piedad es el afecto fraternal, y al afecto fraternal debemos agregar el vinculo perfecto que es el amor. Sin embargo, aun el amor no es el fin del asunto, ya que en el versículo ocho dice que el propósito de estas virtudes es producir mucho fruto para el Reino de Dios. Por lo tanto, una de las razones por las que Dios nos mueve hacia adelante es para que podamos ministrar a otros. Romanos 15:27 dice: “porque si los gentiles han sido hechos participantes de sus bienes espirituales, deben también ellos ministrarles de los materiales.” También,
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en Mateo 25:44-45, el Señor enseñó: “Entonces también ellos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo, o en la cárcel, y no te servimos? Entonces les responderá diciendo: De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis”. Sin embargo, la sulamita estaba tan preocupada por su propia obra de santidad en particular, y por la santificación en su propio corazón, que ella nos dice: “¿Cómo puedo ministrar a otros? Me he quitado el abrigo y he lavado mis pies, entonces ¿Cómo puedo volverme a ensuciar en el mundo?” 5:4 – “Mi amado metió su mano por la ventanilla, Y mi corazón se conmovió dentro de mí”. Ahora Él continúa tocando la puerta de su corazón, y a medida que toca, todo su ser responde con un anhelo de la presencia de su Amado. 5:5 – “Yo me levanté para abrir a mi amado, Y mis manos gotearon mirra, Y mis dedos mirra, que corría Sobre la manecilla del cerrojo”. Ella dice: “Yo me levanté” para abrirle a Él. Aquí podemos ver que Cristo es más importante para ella que la obra de santidad. Lamentablemente, en algunas iglesias, la obra de santidad toma el lugar de Cristo y esta experiencia se vuelve más importante que el Señor mismo. 5:6 – “Abrí yo a mi amado; Pero mi amado se había ido, había ya pasado; Y tras su hablar salió mi alma. Lo
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busqué, y no lo hallé; Lo llamé, y no me respondió”. Al comienzo de este cantar, nosotros vimos que Cristo había dado el primer paso. Él llegó a su puerta y ella respondió. Sin embargo, de repente, Él ya no estaba y ella tuvo que perseverar en su búsqueda para encontrarlo de nuevo. El Señor quiere aumentar nuestros deseos por Él y desarrollar en nosotros una naturaleza que le busque, para que perseveremos al buscarlo hasta que Él decida revelarse a Sí mismo otra vez. Por lo tanto, Él quiere producir un hambre y una sed que no podrían desarrollarse, a menos que Él se retire. Debido a este proceso, existirán ocasiones en las que Él deberá retirarse durante largos periodos. ¿Por qué? Porque nosotros estamos siendo probados para ver si estamos viviendo por “las experiencias” o estamos viviendo y dependiendo de Cristo; Él quiere saber si le amamos y le servimos por quién es, o sólo por Su presencia y Sus bendiciones. Así que seremos probados, como la sulamita que exclamó en su oscuridad: “Lo busqué y no lo hallé; Lo llamé y no me respondió”. 5:7 – “Me hallaron los guardas que rondan la ciudad; Me golpearon, me hirieron; Me quitaron mi manto de encima los guardas de los muros”. Llegará un momento en nuestra vida, amados, en el que seremos incomprendidos en nuestra búsqueda de Cristo; aun por los mismos ancianos, diáconos y pastores de nuestra iglesia. Como mencionamos anteriormente, en estos
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momentos tendremos que ir más allá de las experiencias de ellos. En esta prueba, los guardas o vigilantes le quitaron el velo, que es un símbolo de su reputación. Algunas veces nos quitarán nuestra reputación, y quizás lo harán otros cristianos, ancianos o incluso un ministro. Puede ser que usted escuche algo así como: “ya sabes, es que ella es un poco excéntrica; no entiende”. Y a veces será algo mucho peor que esto. Sin embargo, nosotros debemos estar preparados para que nos quiten el velo, o nuestra reputación. 5:8 – “Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalén, si halláis a mi amado, Que le hagáis saber que estoy enferma de amor”. Entonces ella clama a las hijas de Jerusalén diciendo: “Yo desmayo de deseo” y, debido a este deseo, ahora ella pedirá el consejo de otros que están preparándose como ella, y desesperadamente susurra diciendo: “¿Dónde puedo encontrarle? Ayúdenme”. 5:9 – “¿Qué es tu amado más que otro amado, Oh la más hermosa de todas las mujeres? ¿Qué es tu amado más que otro amado, Qué así nos conjuras?”. Como vemos en esta respuesta, las demás personas en la iglesia tal vez dirán: “Bueno, ¿Qué ves en Cristo que nosotros no hayamos visto todavía?” 5:10 – “Mi amado es blanco y sonrosado, señalado entre diez mil” (RV1995). La pregunta que ellos hicieron anteriormente trae una hermosa revelación del Señor Jesucristo; intentaremos desarrollar esta revelación
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dando algunas interpretaciones espirituales. Ella les dice: “Mi amado es blanco y sonrosado” (RV1995); El color blanco nos habla de pureza absoluta y el ser sonrosado denota frescura y vida. En el despliegue de la revelación de Cristo, siempre hay un sentido de frescura, vida y dinamismo. Durante Su ministerio en la Tierra, Cristo nunca fue sedentario, sino se movía constantemente de poblado en poblado. Él es un hombre de acción, que encuentra Su comida y bebida haciendo la voluntad de Su Padre (Jn. 4:32-34). No importa cuanto crezcamos en nuestro conocimiento de Cristo, siempre nos sorprenderemos ante la revelación de un nuevo aspecto de Su naturaleza; vemos esta idea en Apocalipsis 4:8: “...y no cesaban día y noche de decir: Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir”. Es como si constantemente se les enseñara otra faceta de la belleza de Cristo, causándolos clamar así continuamente: “santo, santo, santo” a medida que su entendimiento de Cristo Jesús se abre más y más al carácter de Jesús. “señalado entre diez mil”. Por supuesto que nadie se compara con Él. Él es líder por excelencia. 5:11 – “Su cabeza como oro finísimo; Sus cabellos crespos, negros como el cuervo”. El oro habla de deidad. Que su cabeza sea de oro nos habla de la sabiduría de la Deidad; ya que todos los tesoros de la sabiduría y el conocimiento se encuentran en Él (Col. 2:3). La descripción de su cabello en este versículo es muy
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interesante, porque anteriormente, cuando Él describía a la Esposa de Cristo, sus cabellos eran largos y fluidos, lo que nos habla de sumisión (1 Co. 11:15). Pero aquí se nos dice “Sus cabellos son crespos”. Los cabellos crespos nos hablan de liderazgo y autoridad, y vida dinámica. Esto también es un contraste directo con ella. La cabeza cubierta (con pelo largo) nos habla de estar bajo autoridad, y la cabeza descubierta nos habla de la autoridad. La mayoría de los teólogos, están de acuerdo que el cabello crespo también es un emblema de autoridad. Se nos dice que el pelo de Él es negro, y que no hay cabellos grises; y esto nos quiere decir que Él siempre está en lo mejor de la vida, con su pelo “... crespo, negro como el cuervo”. El cuervo un símbolo de juicio (Pr. 30:17; Is.34:11), y aquí tenemos una revelación de Cristo; el Juez de todo el mundo en toda su majestad. 5:12 – “Sus ojos, como palomas junto a los arroyos de las aguas, Que se lavan con leche, y a la perfección colocados”. Ya hemos hablado un poco acerca de la idea de la paloma como un símbolo de paz. “...junto a los arroyos de las aguas” nos da la idea de paz como un río (Is. 66:12). Él es el Príncipe de Paz y la paz de la eternidad fluye entre nosotros. “Que se lavan con leche” nos muestra los primeros años de la vida del Señor Jesucristo revelada por el profeta Isaías: “Comerá mantequilla y miel, hasta que sepa desechar lo malo y escoger lo bueno” (Is. 7:15). La paz
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se desarrolla mediante la justicia, y la justicia se desarrolla mediante la obediencia a la Palabra de Dios. Isaías 48:18 expresa: “¡Oh, si hubieras atendido a mis mandamientos! Fuera entonces tu paz como un río, y tu justicia como las ondas del mar”. También Santiago 3:18 dice: “Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz”. De esta manera, la idea que nos quiere expresar esta frase es que sus ojos fueron lavados continuamente con la Palabra de Dios. “...a la perfección colocados” nos describe los ojos que están fijos en la meta y no andan errantes. 5:13 – “Sus mejillas, como una era de especias aromáticas, como fragantes flores; Sus labios, como lirios que destilan mirra fragante”. Este versículo continúa con la descripción del Amado de la Esposa. Las mejillas son, hablando en términos generales, el símbolo del amor. “Sus labios, como lirios que destilan mirra fragante”. Su hablar y Su actitud están llenos de gracia, y todo su proceder es manso. 5:14 – “Sus manos, como anillos de oro engastados de jacintos: Su vientre, como claro marfil cubierto de zafiros” (RV1909). Las manos nos hablan de la capacidad, y los “Anillos de oro engastados de jacintos” nos hablan de las manos que llevan a cabo las obras que fueron ordenadas de antemano por el Padre para que Él las realizara. “Su vientre, como claro marfil cubierto de zafiros” (RV1909). El vientre es el lugar de la vida (Jn. 7:38). Los zafiros representan a la Palabra de Dios
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porque son de color azul como el cielo. Por lo tanto, podemos decir con certeza que la obediencia a la Palabra de Dios es lo que causa que la vida pueda fluir de Dios (Dt. 30:20; Jn. 7:38). 5:15 – “Sus piernas, como columnas de mármol fundadas sobre basas de oro fino; Su aspecto como el Líbano, escogido como los cedros”. Referente a los pilares, El Señor Jesús da una promesa a los vencedores de la iglesia de Filadelfia: “Al que venciere, yo lo haré columna [pilar] en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí” (Ap. 3:12). Un pilar está diseñado para poder cargar gran peso y presión, y para permanecer estable, sin titubear. Hay una enorme fuerza de propósito y estabilidad de carácter en el Señor. Él no titubea. Los cedros de Líbano son símbolos de fuerza, Isaías 50:7 registra que Cristo puso Su rostro como un pedernal para hacer la voluntad de Su Padre. Él nunca titubeo o se desvió del curso en Su vida y ministerio. 5:16 – “Su paladar, dulcísimo, y todo él codiciable. Tal es mi amado, tal es mi amigo, Oh doncellas de Jerusalén”. Cuando Él hablaba, Sus palabras estaban llenas de gracia y de verdad. “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad” (Jn.1:14). Después, la sulamita les dice: “Tal es mi amado, tal es mi amigo”. Es un privilegio ser llamado el amigo de Dios y ser llamado Su amigo se basa en la obediencia a Su Palabra: “Vosotros sois mis amigos, si
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hacéis lo que yo os mando” (Jn. 15:14). Abraham y Moisés fueron llamados amigos de Dios porque ellos fueron fieles para obedecerlo (Stg. 2:23; Gn. 18:19; Ex. 33:11; Nm. 12:7). Juan 15:15 dice: “Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer”. Todas las cosas que Cristo ha aprendido de Su Padre celestial, las dará a conocer a Sus amigos. 6:1 – “¿A dónde se ha ido tu amado, oh la más hermosa de todas las mujeres? ¿A dónde se apartó tu amado, Y lo buscaremos contigo?”. La descripción que la sulamita dio de la gran belleza de su amado, provocó en las hijas de Jerusalén el deseo de unirse a la ella en su búsqueda por Cristo. Esta es la respuesta a su oración en el capítulo 1:4: “Atráeme; en pos de ti correremos”. A través de este continuo acercamiento, los espectadores alrededor ahora dicen: “oh, podemos ver algo nuevo en ti, nosotros vemos un hambre y una sed de Dios; háblanos de Cristo, háblanos de ese Cristo que tú conoces y que nosotros todavía no hemos experimentado”. Es importante darnos cuenta de que estas personas son gente redimida y bautizadas en el Espíritu Santo, pero ven a Cristo reflejado en Su Esposa como nunca lo habían visto antes. Esta hermosa revelación de Cristo a través de Su Esposa hizo que ellos suplicaran a la sulamita que les dijera más de Él. Ésta es la clave para el liderazgo, porque cuando el Señor Jesús nos atrae y entramos a experiencias
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frescas con Él, esto creará hambre y sed en los demás. La Sulamita ha revelado la belleza de Cristo que ella personalmente ha conocido, y ahora ellos dicen: “¡Queremos buscarle contigo!”. 6:2 – “Mi amado descendió a su huerto, a las eras de las especias, para apacentar en los huertos, y para recoger los lirios”. Siempre encontraremos al Señor en un jardín, porque Él se deleita en el fruto de Su jardín. “A la era de las especias, Para apacentar en los huertos, y para recoger los lirios”. Él siempre se deleita en la pureza. 6:3 – “Yo soy de mi amado, y mi amado es mío; El apacienta entre los lirios”. Hay tres etapas en el desarrollo cristiano, y estas etapas son muy importantes porque se aplican no sólo a nuestra relación con el mismo Señor Jesucristo, sino también a nuestra relación en matrimonio como marido y mujer aquí en la Tierra. En el capítulo 2:16 ella nos dice: “Mi amado es mío, y yo soy suya” pero veamos como su actitud cambia en el capítulo 6:3: “Yo soy de mi amado, y mi amado es mío”, y es así como debe ser, ya que la mujer fue creada para el hombre y no al contrario. Apocalipsis 4:11 nos muestra el orden propio: “Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas”. Nosotros hemos sido creados para Cristo: “Yo soy de mi Amado; yo le pertenezco a Él, y Él es mío”. Sin embargo, hay una etapa aún más allá de ésta, con un crecimiento
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espiritual mucho mayor; su testimonio en 7:10 será: “Yo soy de mi amado, Y conmigo tiene su contentamiento”. Desarrollaremos ampliamente esta idea en el capítulo 7. “El apacienta entre los lirios”. El Cordero de Dios se alimenta donde hay pureza, porque Él es puro. 6:4 – “Hermosa eres tú, oh amiga mía, como Tirsa; De desear, como Jerusalén; Imponente como ejércitos en orden”. Aquí, el Señor describe a Su Esposa. Él comienza a hablarle con amor y le dice: “Hermosa eres tú, oh amiga mía”. Y, desde luego, un esposo desea que su esposa sea hermosa. En Su descripción, el Señor amablemente menciona a Tirsa antes que a Jerusalén. A través de este orden, el Señor desarrolla la idea de restauración, ya que Tirsa era la capital del reino del norte de Israel que se había desviado, y Jerusalén era la capital del reino fiel de Judá. Así que aquí tenemos la idea de que la Esposa está formada no sólo por los fieles, sino también por los que han sido restaurados. Entonces, en Su bondad, Él pone a los que han sido restaurados delante de los fieles. “Imponente, como ejércitos en orden”. El Señor es un poderoso hombre de guerra, y Su Esposa también deberá ser poderosa en la batalla; en esencia, Él está diciendo: “Oh, recuerdo todas esas victorias que has ganado”. 6:5 – “Aparta tus ojos de delante de mí, Porque ellos me vencieron. Tu cabello es como manada de cabras Que se recuestan en las laderas de Galaad”. Él continúa
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alabándola. Sabemos que los ojos son la luz y la vida misma del cuerpo, ya que ellos revelan las profundidades interiores del alma (Mt. 6:22-23). El pelo representa a la separación, y cubre las sienes, y éstas nos hablan de nuestros pensamientos. Dios desea que nuestros pensamientos estén apartados para Él. Él Señor ama a un pueblo separado y que tiene pensamientos consagrados. Esto es confirmado en Levítico 20:24 cuando el Señor dijo: “Yo Jehová vuestro Dios, que os he apartado de los pueblos”. Aún más, el apóstol Pablo destaca: “Por lo cual, Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, Y no toquéis lo inmundo; Y yo os recibiré” (2 Co. 6:17). Galaad es el lugar en donde se produce el bálsamo sanador, y esto indica que una vida separada también traerá sanidad (Jer. 8:22). 6:6 – “Tus dientes, como manadas de ovejas que suben del lavadero, Todas con crías gemelas, Y estéril no hay entre ellas”. Esto fue mencionado anteriormente en el capítulo 4:1-7, en la descripción de los siete puntos de la belleza femenina que dio el Esposo. Siempre que hay una repetición en la Palabra de Dios, es para enfatizar las cosas que Él desea que busquemos y lo que Él aprueba, y siempre encontraremos una mayor profundidad revelada a través de la repetición. Los dientes, por supuesto, nos hablan de nuestra meditación, y la idea de que nuestro meditar en la Palabra de Dios es algo que Él ama. El Salmo 63:5-6, habla de las bendiciones de meditar en el Señor: “Como de meollo y de grosura será saciada mi alma, Y con labios de júbilo te alabará mi boca, Cuando me acuerde de ti en mi lecho, Cuando medite en ti en las
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vigilias de la noche”. La idea de tener crías gemelas significa que somos prósperos en lo espiritual así como en lo natural a través de dicha meditación en Él. 6:7 – “Como cachos de granada son tus mejillas Detrás de tu velo”. En este versículo, las granadas tienen doble connotación. Hemos establecido anteriormente que esta fruto habla del amor, pero también significa ser fructíferos, ya que las granadas tienen muchas semillas (Cnt. 4:13, 14; Gál. 5:22-23). Las sienes, como hemos mencionado anteriormente, representan a nuestros pensamientos; y el hecho de ser cubiertas por el cabello habla de separación. De este modo, la idea en este versículo es que la separación protege a los fructíferos pensamientos del amor. 6:8 – “Sesenta son las reinas, y ochenta las concubinas, Y las doncellas sin número”. Los tres niveles de la jerarquía espiritual mencionados aquí pueden ser comparados con los tres niveles en el Tabernáculo de Moisés. Las reinas han pasado detrás del velo del Lugar Santísimo, para morar en la presencia y gloria de Cristo. Las concubinas han entrado al Lugar Santo, experimentando a Cristo como el Pan de Vida, el ministerio de los siete espíritus del Señor y la oración intercesora del Altar del Incienso. Las vírgenes, son las que han entrado al Atrio Exterior, recibiendo a Cristo como su Salvador, llegando al bautismo en agua y al bautismo en el Espíritu Santo. Sin embargo, sabemos que la Esposa es la preferida por encima de todas las demás (Cnt. 6:9).
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6:9 – “Mas una es la paloma mía, la perfecta mía; Es la única de su madre, La escogida de la que la dio a luz. La vieron las doncellas, y la llamaron bienaventurada; Las reinas y las concubinas, y la alabaron”. Ante Sus ojos, nadie se compara con Su Esposa ya que es absolutamente sobresaliente. 6:10 – “¿Quién es ésta que se muestra como el alba, Hermosa como la luna, Esclarecida como el sol, Imponente como ejércitos en orden?”. Las hijas de Jerusalén están hablando mientras observan a la Esposa que es gloriosa en la unción. “Imponente como ejércitos en orden.” Este ejército se repite una y otra vez porque, en los últimos días, la Iglesia de Jesucristo será como un ejército poderoso que realizará proezas y en ese momento la fuerza será muy importante. 6:11 – “Al huerto de los nogales descendí A ver los frutos del valle, Y para ver si brotaban las vides, Si florecían los granados”. El capítulo cuatro menciona el primer huerto o jardín, que es El huerto cerrado. Éste nos habla del jardín de nuestro propio corazón. Sin embargo, ella se dirige a ver el fruto del valle, o el huerto de los nogales, que se refiere a frutos en proceso de maduración. El huerto de los nogales es un jardín de promesas. En lo natural, las nueces están cubiertas de una cáscara dura que tiene que ser quebrada para poder obtener el fruto. A menudo, esto significa que será necesario experimentar sufrimiento antes de poder ver el cumplimiento de las promesas de Dios en nuestra vida.
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6:12 – “Antes que lo supiera, mi alma me puso Entre los carros de Aminadab”. La idea contenida aquí en los carros de Aminadab es acerca del celo del Señor de los ejércitos. Esta es la unción que nos hace tener un tremendo celo para llevar a cabo la obra que el Señor nos ha comisionado. Podemos ver una sorprendente evidencia de esto en dos hombres: Elías y el mismo Señor Jesucristo. Esta increíble unción vino sobre Elías después que él anunciara el fin de la sequía al rey Acab: “Y la mano de Jehová estuvo sobre Elías, el cual ciñó sus lomos, y corrió delante de Acab hasta llegar a Jezreel” (1 R. 18:46). Elías literalmente corrió delante de los caballos y la carroza del rey, apresurándose a llegar a la ciudad antes que cayera la tormenta. El segundo ejemplo de esta poderosa unción podemos verlo en la vida de Cristo cuando Él cumplió la escritura: “Porque me consumió el celo de tu casa…” para limpiar el templo y sacar a los cambistas (Sal. 69:9; Jn. 2:14-17). 6:13 – “Vuélvete, vuélvete, oh sulamita; Vuélvete, vuélvete, y te miraremos. ¿Qué veréis en la sulamita? Algo como la reunión de dos campamentos”. Sulamita es la forma femenina del nombre Salomón y significa: “la princesa de paz”; así, una de las características de la Esposa es que ella revela la paz del Señor. “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad...y el Dios de paz estará con vosotros” (Fil. 4:8-9).
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¿Qué es lo que ven las hijas de Israel al mirar a la sulamita? ¿Qué ven en esta princesa de paz? Ellas ven “la reunión de dos campamentos”, que proviene de la palabra hebrea “Mahanaim”, y se halla en Génesis 32:1-2, cuando Jacob volvió de casa de su tío Labán a la Tierra Prometida: “Jacob siguió su camino, y le salieron al encuentro ángeles de Dios. Y dijo Jacob cuando los vio: Campamento de Dios es este; y llamó el nombre de aquel lugar Mahanaim”. Esto significa el lugar de dos ejércitos. Aquí hay una preciosa verdad, porque a medida que nosotros caminamos en la fortaleza del Señor, eventualmente nos daremos cuenta de las huestes celestiales que nos rodean. Recordemos el relato de Eliseo y de su siervo Giezi, cuando el ejército sirio rodeaba la ciudad de Dotán. Giezi se encontraba turbado y dijo: “Ah, señor mío, ¿Qué haremos?”, Entonces Eliseo oró al Señor diciendo: “Te ruego, oh Jehová, que abras sus ojos para que vea”, y él contempló todo el monte de Dotán cubierto de los carros del Señor (2 R. 6:14-17). ¡Oh, no debemos equivocarnos amados, los ejércitos del Señor son ciertamente reales y están todos a nuestro alrededor! Eliseo respondió a su siervo diciéndole: “más son los que están con nosotros que los que están con ellos”. Por lo tanto, nuestros enemigos son la minoría. El libro de Jueces capitulo 5 registra el cántico profético de Débora y relata cierto período en la historia de Israel cuando Barac, capitán del ejercito de Israel, salió a la guerra en contra de Sísara, el capitán del ejército enemigo.
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En Jueces 5:20 ella nos dice: “Desde los cielos pelearon las estrellas; Desde sus órbitas pelearon contra Sísara”. Es muy importante darnos cuenta que siempre hay dos batallas, y que existen dos ejércitos. Se encuentra la batalla que se lucha en la Tierra, y también la batalla que se lucha en los lugares celestiales. Estos dos ejércitos deben moverse en armonía y actuar al mismo tiempo. Ésta es la razón por la que el Señor le dio a David dirección en el plan de batalla cuando David salió a luchar. En 2 Samuel 5:23-25 leemos: “Y consultando David a Jehová, él le respondió: No subas, sino rodéalos, y vendrás a ellos enfrente de las balsameras. Y cuando oigas ruido como de marcha por las copas de las balsameras, entonces te moverás; porque Jehová saldrá delante de ti a herir el campamento de los filisteos. Y David lo hizo así, como Jehová se lo había mandado; e hirió a los filisteos desde Geba hasta llegar a Gezer”. Básicamente esta fue la dirección del Señor: “cuando escuches ruido como de marcha por las copas de las balsameras o, concretamente, cuando escuches avanzar a los ejércitos celestiales, avanzaras tú también”. Los dos ejércitos deben moverse juntos; de aquí vemos que nunca debemos ir a la batalla, espiritual o física, si no estamos completamente seguros de que el ejército celestial se está moviendo al mismo tiempo. Recuerde, ¡Nosotros debemos movernos juntos! Regresamos al versículo 13, las hijas de Jerusalén preguntaron: “¿Qué veréis en la sulamita? ...[vemos] la reunión de dos campamentos”. La descripción de una
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reunión de dos campamentos habla de la caminata de la sulamita con Dios al moverse con Él en perfecta sincronización: los ejércitos del cielo y de la tierra en unidad. Esto es lo que el Señor quiere producir en Su Iglesia en estos días, una unidad con Él tan perfecta que pueda moverse en un solo sentir con el ejército celestial, invencible para el enemigo. Cuando Josué salió en contra de Jericó, él tuvo un encuentro con el Señor Jesucristo como el Capitán del ejército del Señor; ya que era muy importante que el Señor mismo, como capitán del ejército, dirigiera la batalla (Jos. 5:13-15). Por lo tanto, no era sólo el ejército de Israel quien estaba acampando alrededor de Jericó, sino también los ejércitos celestiales. Más y más, en cada ocasión, debemos darnos cuenta de que no es sólo cuestión de ganar las batallas en la Tierra, sino de vencer a las potestades en los lugares celestiales. Pablo nos advierte acerca de esto en Efesios 6:12: “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes”. Ésta es la razón por la que los ejércitos celestiales deben moverse al mismo tiempo, y es verdad en todas las situaciones, ya sea al viajar a otro país, cuando guiamos a alguien a la salvación o liberamos a alguno de una atadura u opresión del enemigo. No debemos movernos hasta que estemos seguros que nos estamos moviendo
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con los ejércitos celestiales. Debemos saber cuándo es el momento de Dios para la salvación de una persona, para la liberación, para un mover fresco del Espíritu. Los dos ejércitos deben de moverse juntos. 7:1 – “¡Cuán hermosos son tus pies en las sandalias, Oh hija de príncipe! Los contornos de tus muslos son como joyas, Obra de mano de excelente maestro”. En el capítulo siete, la Esposa se describe a través de los ojos de su Amado. El capítulo comienza diciendo: “¡Cuán hermosos son tus pies en las sandalias, Oh hija de príncipe!”. Los pies representan al evangelista, y éste es uno de los ministerios de la Esposa de Cristo, ya que ella lleva el mensaje del Señor. Isaías declara: “¡Cuán hermosos son sobre los montes los pies del que trae alegres nuevas...” (Is. 52:7). “¡Cuán hermosos son tus pies en las sandalias [qué bellos están tus pies calzados con la preparación del evangelio de paz], Oh hija de príncipe! Los contornos de tus muslos son como joyas, Obra de mano de excelente maestro”. Él continúa en Su descripción hablando de sus contornos o articulaciones, que nos hablan de la gracia de movimiento. Lo que Él le está diciendo realmente es esto: “oh, la belleza de tus movimientos; tú te mueves tan fácil en el Espíritu”. 7:2 – “Tu ombligo como una taza redonda Que no le falta bebida. Tu vientre como montón de trigo Cercado de lirios”. Desde luego, la idea aquí es sobre el vino, o el
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gozo. El vientre es un símbolo de la vida, ya que ella produce gozo. Aquellos que ministran la Palabra de Dios, en ocasiones conocen la labor que se genera casi como con dolores de parto, para traer la verdad de la Palabra de Dios. Jesús nos dijo: “El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva” (Jn. 7:38). De aquí viene la revelación, procede de una labor de parto para producir el trigo que alimentará al pueblo de Dios. “Cercado de lirios”. La repetición de la idea de los lirios nos muestra que la pureza debe estar mezclada en todo lo que ministramos. 7:3 – “Tus dos pechos, como gemelos de gacela”. Ya hemos mencionado que los pechos simbolizan el alimento, la habilidad de nutrir a los jóvenes en la fe. Son una señal de madurez y representan a la fe y el amor. 7:4 – “Tu cuello, como torre de marfil; Tus ojos, como los estanques de Hesbón junto a la puerta de Bat-rabim; Tu nariz, como la torre del Líbano, Que mira hacia Damasco”. El cuello contiene la idea de una gran fuerza. La descripción de sus ojos como los estanques de Hesbón tiene una hermosa connotación; Bat-rabim significa la ciudad de la multitud y, con este hecho, tenemos la idea de una ciudad que es muy viva y ruidosa, con muchas distracciones en todas partes. Una ciudad estaba siempre llena de distracciones. Sin embargo, justo afuera de la puerta de esta ciudad, se encontraban los estanques en Hesbón; y estos estanques eran muy profundos y tranquilos, y son un símbolo de paz. Así que la idea central
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en este versículo es que la Esposa de Cristo está al centro de la actividad, rodeada de confusión y distracciones, pero sus ojos están llenos con la paz de Cristo. En medio de toda esta actividad, la Esposa manifiesta la paz de Cristo. Generalmente pensamos que sólo podremos tener paz si nos dirigimos hacia una montaña, lejos de todo el ruido y los demás, cuando en realidad la paz de Dios se manifiesta tanto en la quietud como en el caos. La paz de Dios está disponible sin importar cual sea la situación. Jesús dijo en Juan 14:27: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo”. Una vez más leemos: “Tu guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado” (Is. 26:3). La paz no depende de las circunstancias, sino del Príncipe de paz mismo y nuestra elección de confiar en Él. La Esposa de Cristo es un símbolo de la profunda paz de Dios; y quizá algunos de nosotros estemos pasando por una situación difícil en casa. Durante momentos llenos de distracción y confusión, nosotros podríamos estar tentados a decir: “si tan sólo estuviera en otro lugar”. Sin embargo, la Esposa se encuentra en la ciudad de Batrabim, la ciudad de la confusión, manifestando y siendo la imagen de la paz de Jesús. Este versículo continúa diciendo: “Tu nariz, como la torre del Líbano, Que mira hacia Damasco”. Damasco es el enemigo tradicional del Líbano, ¡y lo sigue siendo hoy en día! La nariz es el instrumento del olfato; en otras palabras, la Esposa puede
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oler rápidamente el problema cuando el enemigo se está moviendo. Nosotros queremos ser rápidos en oler los movimientos del enemigo, y ser capaces de verlo desde lejos cuando se aproxima; nosotros queremos oler lo que él va a hacer aun antes de que él se mueva. 7:5 – “Tu cabeza encima de ti, como el Carmelo; Y el cabello de tu cabeza, como la púrpura del rey Suspendida en los corredores”. El Amado declara: “tu cabeza te corona como el monte Carmelo”, tu pelo es como un tapiz real, y el rey está cautivo entre sus rizos. El monte Carmelo es el monte de la fortaleza, y el púrpura representa a la realeza, o el comportamiento real de la Esposa. Él continúa: “el rey está suspendido en los corredores (o cautivo entre sus rizos)”. Él le estaba diciendo a ella: “¡Yo, el rey, estoy tan cautivado por ti, que quiero estar siempre contigo!” 7: 6-7 – “¡Qué hermosa eres, y cuán suave, Oh amor deleitoso! Tu estatura es semejante a la palmera, Y tus pechos a los racimos”. La palmera siempre es símbolo de justicia o rectitud; y nosotros debemos ser árboles de justicia (Is. 61:3). A lo largo de nuestra vida, y en la Iglesia entera, el Señor permitirá sacudidas como cuando hay un temblor, para separar lo que es de Dios y lo que no es. Salmo 46:1-3 habla de algo similar: “Dios es nuestro amparo y fortaleza, Nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida,
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Y se traspasen los montes al corazón del mar; Aunque bramen y se turben sus aguas, Y tiemblen los montes a causa de su braveza. Selah”. Busquemos al Señor para convertirnos en árboles de justicia, que nuestras raíces sean profundas y cimentadas en Cristo y Su Palabra para que no caigamos. El resultado de construir nuestros cimientos en Dios está fundado en la idea de “tus pechos a los racimos”. La idea aquí es que el gozo es el resultado de una vida recta. “Has amado la justicia y aborrecido la maldad; Por tanto, te ungió Dios, el Dios tuyo, Con óleo de alegría más que a tus compañeros” (Sal. 45:7). Una vez más, después de que los cimientos han sido probados encontramos que en Salmo 46:4 dice: “Del río sus corrientes alegran la ciudad de Dios, El santuario de las moradas del Altísimo”. 7:8 – “Yo dije: Subiré a la palmera, Asiré sus ramas. Deja que tus pechos sean como racimos de vid, Y el olor de tu boca como de manzanas”. De nuevo, la idea es que la justicia y el gozo están unidos. Después, Él hace un comentario sobre su nariz nuevamente, pero ahora en un sentido distinto. En el versículo cuatro, Él hablaba sobre el hecho que su nariz podía oler y sentir al enemigo con rapidez, pero esta vez Él dice aquí que “el olor de tu boca [es] como de manzanas”. En el capítulo 2:3, ella lo compara al Amado con un manzano. En esta declaración, nosotros vemos que enseguida la Esposa puede apreciar el perfume de la
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presencia del Señor Jesucristo, y ella es sensible a Su corazón. La idea que se transmite aquí es la misma que está en Isaías 11:3-4: “[El Espíritu del Señor]...le hará entender diligente en el temor de Jehová. No juzgará según la vista de sus ojos, ni argüirá por lo que oigan sus oídos; sino que juzgará con justicia a los pobres, y argüirá con equidad por los mansos de la tierra; y herirá la tierra con la vara de su boca, y con el espíritu de sus labios matará al impío”. El Espíritu del Señor produce un rápido entendimiento del temor de Dios, y Su unción santa nos hace tener un rápido sentir de lo que le agrada, y de lo que no le agrada al Señor. La Esposa tenía un buen sentido del olfato; ya que ella podía discernir la presencia del Señor y saber por intuición lo que estaba en el corazón de Él. Este pasaje nos habla también de un hermoso equilibrio en las cosas del Espíritu. Nosotros debemos ser capaces de notar la presencia del enemigo, pero también debemos ser capaces de discernir la presencia del Señor. Muy a menudo, sólo podemos ser expertos en un solo campo; muchas veces nos podemos concentrar tanto en la presencia del enemigo que olvidamos la presencia del Señor; y por otro lado, también podemos estar consumidos por el Señor, que no nos damos cuenta que el enemigo está detrás de nosotros causando devastación. Necesitamos tener discernimiento en ambas áreas. 7:9 – “Y tu paladar como el buen vino, Que se entra a mi amado suavemente, Y hace hablar los labios de los
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viejos”. Algunas traducciones sugieren que este versículo podría dividirse en dos partes. En la primera parte el Señor termina de elogiarla diciendo: “Y tu paladar como el buen vino,” entonces ella lo interrumpe al decir: “Que se entra a mi amado suavemente, Y hace hablar los labios de los viejos”. Hay ocasiones en las que, cuando meditamos en la Palabra del Señor o cuando estamos solamente sentados en Su presencia, podemos sentir el toque de esa maravillosa calidez en nuestra boca conforme va bajando hasta nuestro corazón. A veces, cuando descansamos en Su presencia, nos sentimos como si acabáramos de beber vino dulce, pues es de sabor maravilloso. Por lo tanto, la Esposa estaba experimentando Su presencia de una forma única y preciosa. En la versión La Biblia de las Américas (LBLA) este versículo dice: “Entra suavemente el vino en mi amado, como fluye por los labios de los que se duermen”. La belleza de este versículo reside en la verdad de que el vino, que nos habla del gozo, produce en los que han estado durmiendo espiritualmente que ellos puedan hablar. Cuando el gozo, o el vino del gozo, ha llegado a iglesias que han estado durmiendo, los que estaban dormidos han revivido y de sus labios comienza a fluir alabanza; y entre más grande es el fluir del vino o gozo, mayor es la alabanza y adoración del Señor. Entonces, la Esposa tiene la capacidad de hacer hablar a aquellos que están dormidos cuando ella misma ha experimentado el dulce vino del Señor y lo ha ministrado
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hacia los demás; Esto es verdad también en el matrimonio porque, cuando las esposas permiten que el vino del gozo fluya a través de ellas, sus esposos despiertan al gozo y dulzura del Señor. 7:10 – “Yo soy de mi amado, Y conmigo tiene su contentamiento”. Éste es el tercer paso en nuestra progresión como cristianos maduros. Recordemos ahora los otros dos pasos; el primero en el capítulo 2:16: “Mi amado es mío y yo soy suya;” en esta primera etapa ella podía ver que Cristo le pertenecía y que Él proveería de todo lo que ella necesitara. El segundo paso se encuentra en el capítulo 6:3: “Yo soy de mi amado, y mi amado es mío;” ella comenzó a darse cuenta de que realmente ella era la que le pertenecía a Él, y que Él era suyo también. Sin embargo, ahora llegamos al tercer paso y también al más importante: “Yo soy de mi amado, Y conmigo tiene su contentamiento”. Aquí Dios es todo y ya no existe nada del ego, ya que todo sentido de posesión ha desaparecido. Su actitud ahora es que ella ha sido creada para su Amado y para Su placer (Ap. 4:11), no hay nada de ella misma en sus pensamientos. Vamos a desarrollar esta idea refiriéndonos a Gn. 29 y 30. Jacob tuvo dos esposas y la descripción de estas dos esposas es muy interesante. Génesis 29:17 nos dice: “...los ojos de Lea eran delicados” y esto podría significar que ella tenía ojos débiles o desviados. “...pero Raquel era de lindo semblante y de hermoso parecer”. En otras palabras, Lea no era bella en absoluto, pero Raquel era muy bella.
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También sabemos a partir de Génesis 29:30-31 que Jacob amaba a Raquel y menospreciaba a Lea. Génesis 29:31-32 continúa: “Y vio Jehová que Lea era menospreciada, y le dio hijos; pero Raquel era estéril. Y concibió Lea, y dio a luz un hijo, y llamó su nombre Rubén, porque dijo: Ha mirado Jehová mi aflicción; ahora, por tanto, me amará mi marido”. Nosotros debemos comprender por qué ella le llamó Rubén. En hebreo Rubén significa “miren, un hijo”. Lea creyó que porque ella le había dado un hijo a su marido, Jacob la amaría. Pero, ¡qué poco le conocía! Ya que la encontramos nuevamente clamando después de haber concebido a Leví su tercer hijo: “Ahora esta vez se unirá mi marido conmigo” (Gn. 29:34). La historia continúa igual una y otra vez hasta que Raquel, con envidia hacia su hermana, dio su doncella a su esposo Jacob para poder tener un hijo por medio de ella. Sin embargo, debido a este acto de indiscreción nació Dan, que es un tipo del Anticristo (Gn. 30:1-6). ¡Qué situación tan terrible! Debemos hacer notar algo importante, y es que los nombres que se dieron a todos los hijos, estaban relacionados con los sentimientos de las madres. En Génesis 30:8 leemos: “Y dijo Raquel: Con luchas de Dios he contendido con mi hermana, y he vencido. Y llamó su nombre Neftalí”. Sin embargo, el patético escenario continúa en el versículo 13: “Y dijo Lea: Para dicha mía; porque las mujeres me dirán dichosa; y llamó su nombre Aser”. En el versículo 20 ella sigue diciendo: “Dios me ha dado una buena dote;
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ahora morará conmigo mi marido, porque le he dado a luz seis hijos; y llamó su nombre Zabulón”. Esta constante competencia por el amor de Jacob a través de dar a luz hijos continúa por varios versículos. Lea nunca pudo ganar el amor y afecto de Jacob, y erróneamente pensó que al tener más hijos, ella podría ganarlo. Tristemente, mucha gente piensa así en el matrimonio. Ellos luchan por ganarse el afecto de sus esposos o esposas por medio de obras o buscan comprarlo a través de posesiones. Sin embargo, este tipo de lucha nunca funciona. Mi esposa y yo hemos visto matrimonios en los que las esposas recibían diamantes tan grandes que apenas podían sostenerlos en su mano. Desafortunadamente, era obvio que estos esposos estaban tratando de ganarse a sus esposas con obras, pero nunca podremos ganar el afecto de otra persona con estos métodos. Esta es la clave: “Yo soy de mi amado, Y conmigo tiene su contentamiento”. ¿Por qué es el deseo de Cristo hacia la Esposa? Porque Él ve...¡su belleza! No es cuanto podemos dar, que hacemos, ni aun nuestro ministerio, sino más bien la belleza interior de la vida en el Espíritu lo que hace que la presencia de Cristo venga. Esta belleza es la que produce que Él nos desee, y esta es la clave de nuestra experiencia y vida cristiana. Oh, que Su deseo pueda ser hacia nosotros. Repetidamente, esta belleza es exaltada en la sulamita, mostrándonos las cualidades que atraen a Cristo: la
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belleza interior del Espíritu: los lirios (pureza), palmeras (justicia), mirra (mansedumbre) y vino (gozo). El ve la belleza del Espíritu en nosotros cuando estamos contentos al permanecer en las situaciones difíciles, escogiendo confiar en Él, hasta que su obra sagrada se lleve a cabo, glorificándolo, regocijándonos en Él, hasta amarlo a pesar de todo. Esto es lo que atrae la atención de Cristo y gana Su maravilloso afecto. Al permitirle que haga esto, nos volvemos hermosos ante Sus ojos y nos viste de Su gloria. Aun en el matrimonio, la belleza interior es lo que atrae a nuestros esposos o esposas. Mucha gente cae en la trampa de pensar que ellos pueden transformarse a sí mismos al vestir cierto tipo de ropa. Sin embargo, Jesús dijo en Lucas 12:27: “Considerad los lirios, cómo crecen; no trabajan, ni hilan; mas os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió como uno de ellos”. Lo que atrae no es la apariencia externa, sino el corazón (1 P. 3:1-6). La clave es atraer a Cristo, lograr que nos desee; mediante la belleza de la vida del Espíritu en nosotros, queremos que Él tenga su contentamiento en nosotros. “Yo soy de mi amado, Y conmigo tiene su contentamiento”. 7:11-12 – “Ven, oh amado mío, salgamos al campo, Moremos en las aldeas. Levantémonos de mañana a las viñas; Veamos si brotan las vides, si están en cierne, Si han florecido los granados; Allí te daré mis amores”. Metafóricamente, ella le está diciendo: “salgamos y veamos lo que nuestra unión y comunión han producido;
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veamos los otros jardines; veamos las vidas que han sido tocadas por nuestra unión y comunión; veamos a nuestros hijos espirituales; salgamos juntos y veámosles. ¡Oh, cuánto deseo que puedas ver a nuestros hijos!” 7:13 – “Las mandrágoras han dado olor, Y a nuestras puertas hay toda suerte de dulces frutas, Nuevas y añejas, que para ti, oh amado mío, he guardado”. Las mandrágoras son un símbolo del amor. En el matrimonio, siempre hay una “copropiedad”, los esposos siempre son comparten todo lo que poseen. Esto era completamente cierto en mi matrimonio. Mi esposa y yo compramos un auto hace años y, después de haber firmado, el propietario anterior le dijo a Audrey que ella también debía firmar como copropietaria. Ahora, de manera afectuosa, nos referimos a ella como C.P. (copropietaria). Cada vez que nosotros nos subimos al auto, ella sabe que, en parte, es dueña del auto. De la misma manera, la sulamita se refiere a las puertas como “nuestras puertas” y aquí tenemos la idea de una comunidad de propietarios cuando ella dice: “salgamos y veamos las mandrágoras, porque han dado un olor agradable en nuestras puertas”. Los dos están unidos. “Y a nuestras puertas hay toda suerte de dulces frutas, Nuevas y añejas”. Esta frase también contiene una idea muy bella. Los frutos deben de ser frescos y nuevos, así como maduros; y espiritualmente hablando, nosotros continuamente debemos tener en nuestra vida una verdad nueva que lleve fruto, pero también las verdades antiguas
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que hayamos recibido a lo largo de los años deberán de madurar continuamente (cf. Mt. 13:52). Por lo tanto, ella en realidad esta diciendo: “todo tipo de verdades, las nuevas y las viejas, porque quiero que las veas, las que he preparado y guardado para ti, quiero que veas todo lo que tengo para ti”. Su declaración aquí: “que para ti, oh amado mío, he guardado”, revela todo el propósito de nuestra vida y el ministerio. La idea plena del ministerio consiste en que cuando nosotros estemos ante Dios para dar cuenta de nuestra vida en el Día del juicio, no podemos presentarnos ante Él con las manos vacías. Esto afecta significativamente todo lo que hacemos; la razón por la que ministramos, la razón por la que estudiamos la Palabra de Dios y la razón por la que oramos para recibir unción es que nosotros podamos tener fruto para poder ofrecerlo a Él. Esta es la idea plena del ministerio, y este es todo el propósito de la vida. “Señor, quiero ofrecerte fruto constantemente, nuevo y viejo”. Esta es la razón de todo lo que hacemos: poder rendir fruto y presentarlo al Señor para Su gloria. En el Antiguo Testamento, el Señor instruyó a los israelitas para que ellos se presentaran ante Él tres veces al año; era obligatorio aparecer delante del Señor en la fiesta de la Pascua, en la fiesta de Pentecostés y en la fiesta de los Tabernáculos (Dt. 16:16). Nadie podía presentarse ante Él con las manos vacías. Veamos el significado de estas tres presentaciones delante del Señor.
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La fiesta de la Pascua nos habla de la salvación (Ex. 12:5; 1 P. 1:19; He. 9:28). En el día final, debemos llegar ante el Señor para presentar a aquellos a quienes hayamos guiado a Cristo, aquellos que hayan entrado en el Reino de Dios. La fiesta de Pentecostés representa el bautismo en el Espíritu Santo (Hch. 2:1-4); nosotros queremos presentar ante el Señor a las personas por las que hayamos orado y dirigido para recibir el bautismo en el Espíritu Santo y los dones del Espíritu. La fiesta de los Tabernáculos es representativa de la plenitud y de la madurez; y queremos ser capaces de presentar delante de Él a todos los hombres y mujeres que hayamos influenciado y traído a la madurez. La idea plena del fruto es ésta: “aquí están las obras de mi vida, Señor; esto lo he hecho por Ti y lo he hecho a Tu manera”. Cuando estamos enamorados, todos nuestros pensamientos y deseos están centrados en la persona a la que amamos. Hacemos todas las cosas teniendo a esa persona en mente. Esta es la relación que se desarrolla en el matrimonio, en todo lo que hacemos queremos complacer a nuestra pareja. Esto también es verdad en la vida espiritual; todo lo que debería de preocuparnos es agradar a Cristo nuestro Amado. Debemos hacer todas las cosas pensando en Él. Más que cualquier otra cosa, debemos anhelar ver una sonrisa en Su rostro y escudarle decir las palabras: “Bien hecho, siervo bueno y fiel”. 8:1 – “¡Oh, si tu fueras como un hermano mío Que mamó los pechos de mi madre! Entonces, hallándote fuera, te
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besaría, Y no me menospreciarían”. Ella esta diciendo: “Si tu fueras como mi hermano, entonces podría ir contigo y no me menospreciarían”. Muy a menudo cuando estamos entregados a Cristo con todo nuestro corazón y le buscamos, somos los raros entre la multitud y, desgraciadamente, a menudo también somos considerados raros incluso en la iglesia. Lo que ella quiere decir es lo siguiente: “me gustaría que este reproche fuera quitado y me gustaría que este reproche no existiera”. Este reproche vino sobre Jesús porque Él se atrevió a proclamar esa unión y comunión con su Padre; no fue por Sus milagros o Su enseñanza, que fue la que dividió entre alma y espíritu, sino fue el hecho de que Él declaró Su igualdad con el Padre; Él declaró esa maravillosa unión y comunión con el Padre, y esta fue la fuente de su reproche y lo que le partió el corazón (Sal. 69:20). 8:2 – “Yo te llevaría, te metería en casa de mi madre; Tú me enseñarías, Y yo te haría beber vino Adobado del mosto de mis granadas.” Lo que ella le está diciendo aquí es: “todo lo que quiero hacer es traerte a la casa de mi madre”. Encontramos ese mismo deseo en la vida del apóstol Pablo, que se expresa de manera muy bella en Romanos 9:1-3: “Verdad digo en Cristo, no miento, y mi conciencia me da testimonio en el Espíritu Santo, que tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón. Porque deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne”.
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Cada vez que nosotros tenemos un nuevo y fresco encuentro con Cristo, nuestro deseo debería ser traer esa experiencia a nuestra iglesia local. Ésta es la verdadera prueba de la espiritualidad: no podemos permanecer en nuestra propia esfera de bendición, tratando de permanecer en esa experiencia indefinidamente; debemos ministrar esta bendición a otros. Durante un tiempo yo pertenecí a una iglesia en Inglaterra en donde frecuentemente teníamos oportunidad de compartir testimonios durante las reuniones. Los testimonios en esas reuniones en particular, debido a que eran reuniones de creyentes, siempre giraban en torno a lo que alguien había leído en la Palabra de Dios o a alguna nueva verdad que ellos acababan de recibir. Todos estaban siempre animados y conmovidos por los testimonios, y uno de los gozos de nuestro corazón era aprender algo nuevo sobre Cristo y llevarlo a la casa de nuestra madre (la iglesia local) para compartirlo con otros. 8:3 – “Su izquierda esté debajo de mi cabeza, Y su derecha me abrace.” Aquí encontramos la idea de ser apoyados y amados por el Señor (Dt. 33:27; Is. 41:10). 8:4 – “Os conjuro, oh doncellas de Jerusalén, Que no despertéis ni hagáis velar al amor, Hasta que quiera”. Esto simplemente significa que cuando hemos llegado a la presencia de Dios, nosotros no queremos que nadie nos moleste hasta que Él desee retirarse.
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Capítulo Cinco La Cosecha Abundante 8:5 – 8:14 Llegamos ahora a la última canción, que titulamos “La cosecha abundante”. 8:5 – “¿Quién es ésta que sube del desierto, Recostada sobre su amado? Debajo de un manzano te desperté; Allí tuvo tu madre dolores, Allí tuvo dolores la que te dio a luz”. En Cantar de los Cantares hay dos experiencias en el desierto. La primera la encontramos en el capítulo 3:6 y la segunda en el capítulo 8:5. Sin embargo, la imagen de la sulamita al salir de cada una de estas experiencias por el desierto, es dramáticamente diferente. En el primer viaje por el desierto, la Esposa sale triunfante en un carro, como los hijos de Israel que salieron bajo el liderazgo de Moisés y Josué como un ejército poderoso (Jos. 2:9-11, 4:13-14). Sin embargo, la segunda experiencia en el desierto es muy diferente. La imagen de la sulamita que aquí se presenta cuando ella sale del desierto, es la de alguien que ha sido debilitado. “¿Quién es ésta que sube del desierto, Recostada sobre su amado?”. Ésta puede ser una experiencia similar a la de Jacob cuando volvía de la Tierra Prometida, después de haber pasado años con su tío Labán. En Génesis 32:23-32, Jacob tuvo un poderoso encuentro con Dios y recibió una
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gran bendición del Señor. Sin embargo, él fue debilitado en su muslo y de ahí en adelante fue obligado a apoyarse en su bastón, simbólico de apoyarse en el Señor. Encontramos esta verdad una y otra vez en la Palabra de Dios. Por ejemplo, Judá, el reino del sur de Israel, pasó por su segunda experiencia en el desierto cuando fue exiliada de su tierra a Babilonia y después regresó. Fue limpiada de sus ídolos y regresó como una nación totalmente transformada, comparada con la generación que había entrado en la tierra bajo el liderazgo de Josué. En Oseas 2:14, se revela el corazón del Señor: “Pero he aquí que yo la atraeré y la llevaré al desierto, y hablaré a su corazón”. El propósito del Señor al llevar a Su pueblo al desierto es limpiar su corazón de todos los amores que intenten competir con Él por el primer lugar. Él desea restaurar ese primer amor, y renovar las fuentes de vida (Os. 2:14-17). Esto se puede observar realmente en el reino del norte de Israel que también se descarrió después de entrar en Canaán. Israel ha sido esparcida por todas las naciones del mundo desde entonces. Sin embargo, vendrá el tiempo en el que será restaurada y traída a su tierra natal. Esta nación se encuentra actualmente en su segunda experiencia por el desierto, pero saldrá de esta experiencia con gran quebrantamiento de espíritu, apoyada en su Amado Jesucristo. El rey David es otro ejemplo del trato del Señor en el desierto. Su primer viaje por el desierto fue en su juventud, cuando él se vio obligado a huir de Saúl; el
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Señor le sacó del desierto triunfante al ser ungido rey de Judá (2 S. 2:1-4); más tarde en su vida, cuando él salió de su segunda experiencia en el desierto después de huir de Absalón, él regresó con un corazón contrito y humillado. Su segundo desierto fue debido al pecado y, sin embargo, Dios realizó una obra preciosa en su corazón. El segundo viaje por el desierto puede tomar muchas formas; y quizás podría ser una enfermedad grave, como ocurrió con Job. Sea en la forma que sea, esta es una experiencia solemne a la que Dios nos guía en Su infinita sabiduría y amor. El segundo desierto de Abraham y Sara se produjo cuando ellos eran viejos y ya se había perdido toda la esperanza de poder cumplir las promesas de Dios con su propia fuerza natural. Sin embargo, a través de esto, Dios les sacó y les dio un hijo, Isaac. José también pasó por una segunda experiencia en el desierto, al ser echado a prisión después de ser falsamente acusado; pero al final se convirtió en el segundo gobernante en todo Egipto (Gn. 39:17-21, 41:14 y 38-43). El primer desierto de Moisés tuvo su inicio cuando huyó de Faraón siendo joven; y salió de ese desierto ante la zarza ardiente, donde Dios lo comisionó para que sacara a Israel de Egipto (Ex. 2:15; 3:2 - 4:19). Su segundo desierto llegó cuando guió a los israelitas a través del desierto (Ex. 13:18).
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Creo que debemos ser sumamente cuidadosos en este punto del desierto debido al pecado. Aunque he citado varios ejemplos en los que el desierto llegó a causa del pecado, doy aquí una advertencia contra el pecado. El punto importante referente al segundo desierto es que, cuando salimos de esta experiencia, estemos “apoyándonos sobre nuestro Amado”, y tengamos un “espíritu quebrantado” (Sal. 51:17). Alguien que ha pasado por el segundo desierto es alguien que ha conocido los quebrantamientos del Señor, y se apoya en Él en total dependencia, confiando en Él para todo. Este es el lugar a donde Dios quiere que lleguemos: el lugar en donde constantemente estemos apoyándonos en Él. Regresando a Cantar de los Cantares 8:5, escuchamos que el Señor continúa hablando con palabras muy bellas: “Debajo de un manzano te desperté; Allí tuvo tu madre dolores, Allí tuvo dolores la que te dio a luz”. Él está reflexionando sobre la vida de ella y le está aclarando que incluso desde el principio, Él estuvo siempre con ella, siempre vigilándola; aun cuando ella no se daba cuenta de Su presencia, Él estaba allí cuidándola con amor. A veces Dios nos hace ver atrás en nuestra vida, incluso antes de ser salvos y nos dice: “Yo estaba allí vigilándote, protegiéndote de esto y preservándote de aquello. Yo te di instrucciones de esta manera y de esta otra manera. En todo, ¡Yo estaba allí!” Sin esta protección, ¡cuántos desastres hubieran ocurrido en nuestra vida! Cada uno de nosotros tiene un ángel
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guardián desde que nace. Jesús nos dijo: “...sus ángeles en los cielos ven siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos” (Mt. 18:10). Los ángeles siempre están ahí pues, de otro modo, la tasa de mortalidad infantil sería tremenda. Recuerdo haber escuchado la historia de un misionero metodista que había sido misionero en China. Él y su familia estaban viajando en barca por el río Yangtse y, repentinamente, la barca volcó y él pudo sacar rápidamente a su esposa. Cuando se aseguró de que ella estaba bien, los dos ayudaron a los dos hijos mayores y entonces, llenos de horror, miraron alrededor buscando al niño pequeño. Allí, en medio de ese río gigante, había una mano sujetando al pequeñito, la mano de un ángel estaba sujetando al niño. Cuando el padre fue nadando hacia el niño y le tocó, la mano del ángel desapareció. Oh, amados, ellos están ahí, incluso desde la tierna infancia, Él nos está cuidando. 8:6 – “Ponme como un sello sobre tu corazón, como una marca sobre tu brazo; Porque fuerte es como la muerte el amor; Duros como el Seol los celos; Sus brasas, brasas de fuego, fuerte llama”. En efecto, lo que está diciendo es que el verdadero amor y los celos son inseparables; no podemos pagar ningún precio por el amor, ¡debemos ganarlo! En Proverbio 6:34-35 leemos: “Porque los celos son el furor del hombre, Y no perdonará en el día de la venganza. No aceptará ningún rescate, Ni querrá perdonar, aunque multipliques los dones”. La idea aquí
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es que nada puede aquietar los celos del amor. Pablo usa una ilustración: “Porque os celo con celo de Dios; pues os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo” (2 Co. 11:2). El amor y los celos siempre van juntos, ya que los celos son la protección del amor. Debemos volvemos muy celosos del lugar de Dios en nuestra vida, asegurándonos que ningún otro afecto compita para tomar el primer lugar, que justamente pertenece al Señor. 8:7 – “Las muchas aguas no podrán apagar el amor, Ni lo ahogarán los ríos. Si diese el hombre todos los bienes de su casa por este amor, De cierto lo menospreciarían”. Cuando estamos enamorados de una persona, no importa lo profundas que sean las aguas por donde pasemos, porque nada podrá apagar ese amor. “Si diese el hombre todos los bienes de su casa por este amor, de cierto lo menospreciarían”. Ya hemos dado una ilustración sobre tratar de comprar el amor con regalos. Simplemente...¡no podemos! El amor se debe ganar. Pablo nos ilustra cómo el amor no puede ser apagado en Romanos 8:35-39: “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir,
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ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”. 8:8 – “Tenemos una pequeña hermana, Que no tiene pechos; ¿Qué haremos a nuestra hermana Cuando de ella se hablare?”. La sulamita quiere decir que la hermana pequeña es un bebé en Cristo o inmadura, pero que ella quiere ayudarla ahora, pues le dice: “¿Qué haremos a nuestra hermana Cuando de ella se hablare?” 8:9 – “Si ella es muro, Edificaremos sobre él un palacio de plata; Si fuere puerta, La guarneceremos con tablas de cedro”. Aquí la Esposa responde a su propia pregunta del versículo anterior y la Esposa ahora está viendo a su pequeña hermana en Cristo y le pregunta al Señor: “¿Qué haremos con nuestra hermana pequeña? ¿Cómo vamos a ministrarla?” Su respuesta muestra un verdadero discernimiento al decirle a Él: “si es puerta, haremos esto; si es muro, haremos eso”. En otras palabras, “¡No vamos a intentar que sea como nosotros! Buscaremos qué ministerio o llamado en particular tiene en su vida, y entonces nos moveremos en esa dirección”. Esta es una hermosa conversación entre la Esposa y el Esposo, referente a lo que harán para ayudar y preparar a su pequeña hermana en el Señor. Aquí se muestra una unidad hermosa al fluir juntos. Cuando tenemos bebés espirituales, debemos tener esa comunión con Dios para conocer sus ministerios y poder guiarles para que ellos se preparen para ese ministerio en particular; pero sólo
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podemos recibir ese conocimiento del Señor, porque solamente Él lo sabe. 8:10 – “Yo soy muro, y mis pechos como torres, Desde que fui en sus ojos como la que halla paz”. La idea es esta: “he llegado a la madurez, y he ganado el favor del Señor”. Debemos darnos cuenta que es la madurez — la madurez en los frutos del Espíritu y la madurez en el desarrollo del ministerio — lo que ganará el corazón del Señor. Comparemos esto a un granjero. El granjero está muy contento con una pequeña manzana en el mes de junio; y sólo es una manzana pequeña, pero está muy contento con ella. El tiempo pasa y llegarán los meses de julio y agosto, y la pequeña manzana crecerá más y más. El granjero está muy contento durante estos meses de crecimiento, pero cuando llega el mes de octubre, el mes de la cosecha, él espera tener una manzana grande y madura. Esto es lo que al granjero le interesa: él está buscando una gran manzana en el mes de octubre. El Señor continuamente ve la cosecha de esta misma manera; teniendo placer en los niños pequeños y los jóvenes en la fe. Sin embargo, aquellos que más deleitan Su corazón son los padres y madres en Cristo con los que puede tener comunión y libremente compartir Su corazón. La idea principal es la madurez. Esa manzana pequeña en el mes de junio trae alegría al corazón del granjero, pero si esa manzana se queda del mismo tamaño en julio,
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agosto y septiembre, entonces el granjero estará terriblemente decepcionado. El Esposo celestial no estará verdaderamente satisfecho hasta que vea a Su pueblo llegar a la madurez plena (Stg. 5:7). La madurez le trae alegría. “Desde que fui a sus ojos como la que halla paz”. A medida que nos movemos a la madurez en cada una de las estaciones, entonces ganamos el favor del Señor. 8:11 – “Salomón tuvo una viña en Baal-hamón, La cual entregó a guardas, Cada uno de los cuales debía traer mil monedas de plata por su fruto”. Este versículo nos lleva a las dos últimas partes de Cantar de los Cantares. “Salomón tenía una viña en Baal-hamón”. La idea de Baal-hamón es muy bella. “Baal” significa Señor y “hamón” significa multitud o cosecha. Ella tiene aquí una revelación de Cristo como “el Señor de la cosecha”, a quien Salomón tipifica. A través de estos cantares, ella ha crecido espiritualmente y ha estado ministrando en su iglesia; ella le ha dicho al Señor: “oh, vayamos y veamos los anexos de nuestros ministerios que han crecido, y veamos los otros ministerios que estamos ayudando a desarrollar”. Pero la revelación final es como el mismo Señor de la cosecha: el Señor de la multitud. Esta es la clave de la fiesta de los Tabernáculos, o “la fiesta de la cosecha”. La revelación final llegará después de que hayamos madurado y hayamos entrado en estas etapas del desarrollo y conocimiento cristianos; llegará después de que hayamos ayudado a la Iglesia y hayamos desarrollado los
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ministerios más jóvenes. El propósito se reduce a una sola cosa: debemos conocer a Cristo como el Señor de la multitud. Es conocerlo en ese lugar donde podremos pedirle de Él, y Él nos dará por herencia a las naciones (Sal. 2:8). Por esto ella anuncia con un espíritu de revelación: “Salomón tuvo una viña en Baal-hamón: Él es el Señor de la cosecha”. Este versículo después se despliega para revelar a Cristo en Su reino milenario sobre la Tierra. “La cual entregó a guardas, Cada uno de los cuales debía traer mil monedas de plata”. Mil es un tipo del reino milenario de Cristo sobre la tierra; y la idea es que nosotros debemos esforzarnos para ser “bendecidos y santos” y así tener parte en la primera resurrección y reinar con Cristo durante mil años (Ap. 20:4-6). Esta era la meta de Pablo, el hacía todo con esta idea en mente: “[Hago todas estas cosas] si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos” (Fil. 3:11). 8:12 – “Mi viña, que es mía, está delante de mí; Las mil serán tuyas, oh Salomón, Y doscientas para los que guardan su fruto”. Doscientos es el número del siervo fiel, y hallamos ese número alrededor de los capiteles del templo de Salomón. Así, el número doscientos nos habla de la recompensa del siervo fiel. 8:13 – “Oh, tú que habitas en los huertos, Los compañeros escuchan tu voz; Házmela oír”. Aquí la revelación de Cristo que ella tiene es mucho mayor;
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después de haber tenido una revelación de las grandes multitudes que entrarán al Reino, y las viñas por todo el mundo que darán fruto para el Señor, ella entonces ve al Señor como el Señor de toda la tierra. Después, ella vuelve a Él y le dice en el versículo trece: “...tú que habitas en los huertos, Los compañeros escuchan tu voz; Házmela oír”. Como ya hemos mencionado, hay cuatro jardines en Cantar de los Cantares y el más importante es el huerto cerrado, que es el jardín de nuestro propio corazón. El tema general de este escrito se trata de los jardines ya que es allí donde encontramos al Señor. Él caminaba con Adán y con Eva en la frescura del día en el jardín, y ellos escuchaban Su voz. Es ahí donde Cristo esta: en el jardín. Ésta es la clave para el cristianismo: “Oh, tú que habitas en los huertos, Los compañeros escuchan tu voz; Házmela oír”. ¡Señor, haz que yo también la oiga! Nuestro clamor debe ser: “Oh, ven a mi jardín, oh amado”; y este es el tema en el que debemos de trabajar continuamente, ¡El jardín! Sobre todas las cosas, debemos desear que Cristo, en toda Su plenitud, venga a nuestro jardín y también debemos recordar que sea lo que sea en lo que el Señor nos use, esto será para desarrollar jardines. La iglesia es un jardín agradable, que puede desarrollar otras iglesias o anexos que se conviertan en jardines florecientes o frutos. El clamor de nuestro corazón tal como leemos en este hermoso libro, debe ser: “oh, Señor, por favor, has una
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obra en mi corazón para que llegue a ser un jardín delicioso para Ti. Señor, hazme oír tu voz a medida que caminas por el jardín de mi corazón”. Que el Señor nos conceda que constantemente escuchemos la voz de nuestro Amado hablándonos en nuestro jardín. A medida que meditemos en esto, que podamos también clamar a Él diciendo: “oh Dios, hazme un jardín delicioso para que pueda oír Tu voz cuando caminas por Tu jardín”. 8:14 – “Apresúrate, amado mío, Y sé semejante al corzo, o al cervatillo, Sobre las montañas de los aromas”. Finalmente, la Esposa clama a su amado: “ven pronto a mí, Señor Jesús”. Así es como concluye Cantar de los Cantares y refleja el clamor a través de toda la Biblia: a¡Maranatá! “Ven pronto”.
PARTE B
LA CIUDAD SANTA
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Capítulo Seis La Nueva Jerusalén En el libro de Apocalipsis, el amado apóstol Juan registra la visión que recibió de la Esposa del Cordero. Lo que vio al ser llevado en el Espíritu a un monte grande y alto, fue la gran ciudad, la Jerusalén Santa, que descendía de los cielos, de Dios. La Esposa es una personificación de la ciudad santa de Dios. Cuando nosotros, con reverencia y en oración, estudiamos esta ciudad bajo la inspiración del Espíritu Santo, entonces podemos recibir muchas instrucciones con referencia a la Esposa de Cristo. He aquí los siguientes hechos con referencia a la ciudad santa, que es un símbolo de la Esposa. 1. Ella tiene la gloria de Dios (Ap. 21:10-11). En el Antiguo Testamento, al igual que en el Nuevo Testamento, existen distintas referencias para la gloria del Señor que será visiblemente manifestada en la vida de los creyentes de los últimos tiempos. “Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti. Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad las naciones; mas sobre ti amanecerá Jehová, y sobre ti será vista su gloria” (Is. 60:1-2). En 2 Corintios 3:6-18 encontramos
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comparaciones directas de la gloria del Señor que fue manifestada a través de Moisés con la gloria que habrá de venir. Pablo nos dice que la gloria manifestada a través de Moisés fue gloriosa, pero la gloria que habrá de venir excede en mucho a la que tenía Moisés. Ciertamente, incluso en los días precedentes a esta manifestación, deberá existir una gloria y una luz interior en la vida de los creyentes, que Salmo 45:13 nos describe diciendo: “Toda gloriosa es la hija del rey en su morada”.
2. Hay luz que emana de ella (Ap. 21:11). “Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder” (Mt. 5:14). Es Cristo, la Luz del mundo que estará dentro de ella. Colosenses 1:27 dice: “a quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria”.
3. Ella es como el jaspe, diáfana como el cristal (Ap. 21:11). El jaspe puede tener diferentes colores y matices, pero la piedra que se menciona aquí es tan clara como el cristal. “Diáfana como el cristal” verdaderamente describe la apariencia de la ciudad santa, ya que nos habla de su transparencia, claridad y de no tener distorsión. El cristal sin distorsión sólo se puede obtener mediante constantes quebrantamientos y golpes y, de la misma manera, la Esposa deberá estar sujeta a
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estos quebrantamientos, incluso como en el caso de Job, a quien Dios le dijo: “Y a causa de su desfallecimiento hacen por purificarse” (Job 41:25). El hogar de una Esposa es representativo de ella misma y aquí, la Esposa está en la ciudad y ésta nos señala sus atributos. La Esposa debe de ser transparente, abierta, clara y sin distorsión.
4. Ella tiene un muro grande y alto (Ap. 21:12). Los muros nos hablan de separación y protección. En Isaías 60:18 leemos: “Nunca más se oirá en tu tierra violencia, destrucción ni quebrantamiento en tu territorio, sino que a tus muros llamarás Salvación, y a tus puertas Alabanza”. La idea aquí presentada es que los muros nos hablan de la salvación, pero en referencia a la Esposa, sería más claro si leemos lo que dice Hebreos 7:25: “por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos”. En otras palabras, ella experimentó una salvación completa y una liberación de todas las ataduras del cuerpo, el alma y el espíritu.
5. Tiene doce puertas y en las puertas doce ángeles con los nombres de las doce tribus escritos sobre ellas (Ap. 21:12). Para entrar a la gran ciudad, los redimidos de la Iglesia y de Israel tendrán que entrar a través de su respectiva puerta. Aunque no desarrollaremos esta verdad
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profundamente, existe el entendimiento de que debe haber una cobertura espiritual que está representada en cada una de las 12 tribus, y esta necesidad de tener una cobertura espiritual se aplicaría también a los creyentes del Nuevo Testamento. Quiero sugerir que pidamos al Señor que nos muestre a qué tribu pertenecemos, porque este conocimiento nos beneficiará en gran manera en nuestro entendimiento de Su plan y Sus propósitos para nuestra vida, a medida que nosotros estudiemos las profecías relativas a nuestra tribu en particular.
6. Tiene doce cimientos, y sobre ellos están escritos los nombres de los doce apóstoles del Cordero (Ap. 21:14). El apóstol Pablo dijo: “[Nosotros somos] edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu” (Ef. 2:20-22). De esta manera los escritos, las vidas y los ministerios de los apóstoles y de los profetas sostienen la santa ciudad o la Esposa de Cristo. Nosotros haríamos muy bien en prestar la debida atención a todo el consejo de Dios que sale de todos esos ejemplos y, sobre todo, deberíamos recordar que nuestro amado Esposo es la piedra angular de la cual se toman todas las medidas.
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7. Tiene medidas específicas (Ap. 21:15-17). La ciudad es un cuadro de 12,000 estadios. El doce es el número del gobierno, ya que eran doce tribus de Israel y doce apóstoles. El número 1,000 en este aspecto, nos habla de la eternidad. Así que, estas medidas nos hablan del gobierno eterno de la Esposa reinando y gobernando con su Amado a través de todas las edades por la eternidad. Esta promesa y visión de ser reyes y sacerdotes fluye en toda la Palabra de Dios. Primero fue una promesa dada a Israel en el monte Sinaí: “Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel” (Éx. 19:6). Israel, sin embargo, no alcanzó esta bendición debido a su desobediencia, pero Dios renovó esta promesa a la Iglesia diciendo: “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 P. 2:9). El ser hechos reyes y sacerdotes es uno los temas predominantes en el libro de Apocalipsis. “Y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén” (Ap. 1:6). “Y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra” (Ap. 5:10). El tema de ser reyes y sacerdotes está asociado a las bendiciones de aquellos que participarán en la primera resurrección:
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“Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años” (Ap. 20:6). Los requisitos para ser reyes y sacerdotes están enunciados en Filipenses 3:10-11: “a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos”. Estos son los requisitos para llegar a la primera resurrección y reinar con Cristo. El apóstol Pablo declara esto en su epístola a los Romanos cuando habla de aquellos que reinan en esta vida; y así mismo él declara que ellos deberán tener la abundancia de gracia y el don de la justicia (Ro. 5:17). Nosotros queremos enfatizar los grandes privilegios y, por lo tanto, las grandes cualidades que se requieren para llegar a ser miembros de su cuerpo corporativo—la Esposa del Cordero. Cuando nosotros consideramos el cuidado que las familias de los reyes aquí en la tierra ponen a la hora de buscar una esposa apropiada para el futuro monarca, no nos debería de sorprender, ya que ella deberá ser digna de asumir la posición de reina.
8. La anchura de su muro es de 144 codos (Ap. 21:17). Esto se traduce en la medida de 12 x 12. Doce es el número del gobierno, y hay doce apóstoles que gobiernan de
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acuerdo a la promesa de Jesús: “De cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel” (Mt. 19:28).
9. Su muro es como el jaspe y la ciudad es de oro puro como el cristal (Ap. 21:18). Cuando estuvimos en África, nosotros tuvimos el privilegio de estar en la refinería Rand para ver el proceso por el que pasa el oro que llega de la mina. El oro que es puro en un 88% se dice que es de calidad inferior, y entonces se somete a una temperatura extrema de 1,100 grados centígrados para hacer que tenga un grado de pureza del 99,996%. El refinador sabe que es puro cuando él puede ver su reflejo en el oro. En los temas espirituales, es el Señor quien se sienta como el refinador. “¿Y quién podrá soportar el tiempo de su venida? ¿O quién podrá estar en pie cuando él se manifieste? Porque él es como fuego purificador, y como jabón de lavadores. Y se sentará para afinar y limpiar la plata; porque limpiará a los hijos de Leví, los afinará como a oro y como a plata, y traerán a Jehová ofrenda en justicia” (Mal. 3:2-3). El Señor tendrá una Esposa sin mancha, “a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha” (Ef. 5:27). La ciudad santa es como el cristal, sin
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distorsión, que refleja perfectamente la imagen del Esposo celestial.
10. Los cimientos del muro están adornados de piedras preciosas (Ap. 21:19-20). En la Palabra de Dios, encontramos otras dos listas de piedras preciosas: primeramente, aquellas que estaban en el pectoral del sumo sacerdote, y en segundo lugar aquellas entre las que Lucifer caminaba en el santo monte de Dios. La primera lista se encuentra en Éxodo 28:17-21, y corresponde a las doce tribus de acuerdo a su nacimiento. Sárdica Topacio Carbunclo Esmeralda Zafiro Diamante Jacinto Ágata Amatista Berilo Ónice Jaspe
Rubén Simeón Leví Judá Dan Neftalí Gad Aser Isacar Zabulón José Benjamín
De igual manera, nosotros debemos conocer cuál es nuestra piedra o color. Las piedras en los cimientos son diferentes en el orden de las que están en el pectoral, pero intentaremos explicar las razones. En Apocalipsis 7:4-8
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se nos da otro orden en las tribus, y de cada una de esas tribus serán sellados doce mil en los últimos tiempos. Debemos hacer notar que Judá emerge como número uno en lugar de Rubén; Efraín es José, y Dan no aparece. 1. Judá 2. Rubén 3. Gad 4. Aser 5. Neftalí 6. Manasés
7. Simeón 8. Leví 9. Isacar 10. Zabulón 11. José 12. Benjamín
Podría parecer que cuando estudiamos las santas Escrituras vemos que durante el curso de las generaciones, e incluso en las dispensaciones, las tribus han sido probadas por Dios y, por lo tanto, la posición final de las tribus en el final de los tiempos ya no será de acuerdo a los derechos de nacimiento, sino de acuerdo a sus méritos. Ciertamente, lo vemos en el dominio de Judá, la tribu de donde provinieron David y el Señor Jesús. Otras tribus que tuvieron una mayor prominencia durante el curso de la historia, pero que no usaron sus privilegios de una forma digna de acuerdo a su santo y supremo llamamiento, fueron relegadas a posiciones inferiores; José es una de esas tribus. José fue una tribu que alcanzó una gran preeminencia debido a su santo y recto patriarca; sin embargo, más adelante fue rechazada por Dios. En Salmo 78:67 leemos: “Desechó la tienda de José, Y no escogió la tribu de Efraín”. El versículo 68 nos dice también: “Sino que escogió la tribu de Judá, El monte
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de Sion, al cual amó.” Sin lugar a dudas, esto se debió a todas las abominaciones que Efraín (que representaba a José) cometió, como se ve en el libro de Oseas. Cuando comparamos las piedras según los derechos de nacimiento con la lista de las tribus en Apocalipsis 7:4-8 y también con las piedras enumeradas en Apocalipsis 21:19-21, podemos llegar a la siguiente conclusión: ciertamente, las tribus están representadas con las piedras tal como se enumeraron previamente según los derechos de nacimiento.
LAS BANDERAS Y LAS PIEDRAS DE LAS TRIBUS Los diferentes líderes de las tribus tenían sus propias banderas con blasones de sus antepasados pintados sobre ellas (Nm. 1:52; 2:2-3). Al este, sobre la tienda de Naasón, el primogénito de Judá, brillaba el color verde; él adoptó este color porque era el color de la esmeralda. El nombre de su antepasado, Judá, estaba escrito en el pectoral del sumo sacerdote (Éx. 28:29); sobre la bandera estaba pintado un león, el símbolo de su antecesor Judá a quien Jacob, su padre, había comparado con un león diciendo: “Judá es un cachorro de león” (Gn. 49:9). Hacia el sur, más allá de la tienda de Elisur, hijo de Rubén, ondeaba una bandera roja como el sardis, sobre el que estaba grabado el nombre de Rubén, su padre, sobre el pectoral del sumo sacerdote. El símbolo pintado sobre
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esta bandera era una cabeza humana, porque Rubén fue el primogénito y la cabeza de la familia (ver Nm. 2:10). Hacia el oeste, más allá de la tienda de Elisama, hijo de Efraín, había una bandera dorada (Nm. 2:18) sobre la que estaba pintada la cabeza de un ternero porque fue mediante la visión de los terneros, o las vacas, que su antecesor José predijo y proveyó para el tiempo de hambre en Egipto (cf. Gn. 41). Por lo tanto, Moisés cuando bendijo a la tribu de José dijo: “Como el primogénito de su toro es su gloria” (Dt. 33:17). El esplendor dorado de la bandera de Efraín reflejaba el del crisólito, sobre el que estaba grabado el nombre de Efraín en el pectoral del sumo sacerdote. Hacia el norte, hacia la tribu de Ahiezer, hijo de Dan, ondeaba una bandera roja y blanca, como el carbunclo o el jaspe (Nm. 2:25). El nombre de Dan estaba grabado sobre el pectoral, y el dibujo en esta bandera era la de una águila, el gran enemigo de las serpientes. Este símbolo había sido escogido por el líder en lugar de la serpiente porque su antecesor, Jacob, había comparado a Dan con una serpiente en el camino diciendo en Génesis 49:17: “Será Dan serpiente junto al camino, Víbora junto a la senda”. Ahiezer la sustituyó por el águila, el destructor de las serpientes, porque no quería poner una serpiente sobre su bandera. De este modo, estas cuatro enseñas (o banderas) reflejan las cabezas de las criaturas vivientes tal como se describen
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en Ezequiel 1:10. Igualmente, los cuatro evangelios reflejan las características de Cristo; Mateo lo revela como Rey; Marcos lo revela como el buey, o el sacrificio sacerdotal; Lucas lo describe como el Hijo del Hombre, y Juan lo revela como el águila, o el Hijo de Dios que vuela en las alturas.
EL ORDEN DEL CAMPAMENTO DE ISRAEL N O
E S
ASER
(ÁGUILA) DAN El Tabernáculo
NEFTALÍ
BENJAMÍN
ISACAR
EFRAÍN (BUEY)
JUDÁ (LEÓN)
MANASÉS
ZABULÓN GAD
RUBÉN (HOMBRE)
SIMEÓN
A cada lado en el campamento había tres tribus. Las tribus de en medio eran las que portaban las banderas y ellas tenían
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el símbolo de las criaturas vivientes. Ellas representan a los cuatro evangelios y a Cristo. Judá Efraín Rubén Dan
León Buey Hombre Águila
Mateo Marcos Lucas Juan
Cristo como Rey Cristo como Sacerdote Cristo como Hijo del Hombre Cristo como Hijo de Dios
Los símbolos de las banderas de los países revelan la naturaleza de estas naciones, y también las bestias e iconos que aparecen en los sellos postales, muestran los espíritus en los países. Por ejemplo, el oso es representativo de Rusia, y el dragón lo es de China. La bandera de Israel tiene dos triángulos unidos: el Dios trino unido con el hombre trino. Israel, como príncipe, está unido a Dios. La justicia, el sufrimiento y la tribulación están intrínsecamente unidos por Pablo en sus cartas, como lo vemos en su segunda carta a Timoteo, donde él declara enfáticamente que todos los que vivan de forma justa [o santa] en Cristo Jesús sufrirán persecuciones. También vemos esta misma verdad claramente en Filipenses 3:10, donde Pablo conecta la adversidad con la vida resucitada: “a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte”.
11. Tiene doce puertas de perlas (Ap. 21:21). La perla es un símbolo de sufrimiento, porque es producida por la ostra a un alto costo, el costo de la irritación extrema.
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Hace algún tiempo, estuvimos en la iglesia de una ciudad universitaria. Después del servicio, algunos de los alumnos de la universidad se reunieron alrededor de nosotros para hacernos algunas preguntas. Uno de ellos nos preguntó: “¿Por qué algunas ostras producen perlas y otras no?” Mi respuesta fue algo así como: “algunas ostras no recogen partículas extrañas que se convierten en el núcleo alrededor del cual la ostra suelta su secreción, mientras que otras sí lo hacen”. Sin embargo, esta respuesta no fue suficiente para los alumnos, y la siguiente pregunta surgió: “¿Por qué algunas ostras recogen partículas extrañas y otras no?” Era ya tarde en la noche, pero un alumno emprendedor sugirió que llamáramos al profesor de biología marina y él amablemente nos dio la respuesta. Cuando las ostras se mueven y buscan desplazarse, estas agitan partículas extrañas del suelo que penetran en la cubierta de la ostra; pero la ostra que se queda en el fondo del mar o de la corriente, raramente hará levantar la materia extraña de esta manera; así, la ostra que se mueve o desplaza es la que producirá la perla. Así sucede también con los cristianos; aquellos que quieren quedarse en un nivel, raramente tendrán obstáculos o sufrimientos que producirán preciosas perlas, pero aquellos que siempre buscan seguir adelante en esta vida, aquellos que serán hechos conforme al Amado, ellos serán los que experimentarán la comunión de Sus sufrimientos. Hechos 14:22 dice: “Es necesario que a
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través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios”. Aquellos que experimentan la participación de los padecimientos de Cristo son los que están calificados para estar entre la compañía llamada la Esposa de Cristo (Fil. 3:10). Es una condición: si sufrimos con Él, reinaremos con Él. “Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados” (Ro. 8:17). “Porque a vosotros os es concedido a causa de Cristo, no sólo que creáis en él, sino también que padezcáis por él” (Fil. 1:29). “Si sufrimos, también reinaremos con él; Si le negáremos, él también nos negará” (2 Ti. 2:12). “Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución” (2 Ti. 3:12). Por lo tanto, podemos concluir que las puertas de la santa ciudad se abrirán para quienes han participado de los padecimientos del Señor (Fil. 3:10). Porque Él es el varón de dolores, experimentado en quebranto; Su Esposa debe participar de los mismos sufrimientos (Is. 53:3).
12. Tiene calles de oro (Ap. 21:21). El oro nos habla de Divinidad, y de la Esposa siendo participante de la naturaleza divina que emana de su Esposo en los cielos. “Por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por
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ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia” (2 P. 1:4). La naturaleza divina debe ser purificada de todas las aleaciones de la carne, el mundo y el diablo, y sólo se puede llevar a cabo mediante las pruebas de fuego de nuestra fe. 1 Pedro 1:7 dice: “para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo”.
13. Ella tiene un templo no hecho de manos en la santa ciudad: el Señor Dios y el Cordero son su templo (Ap. 21:22-26). Pablo dijo en el Areópago: “El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas, ni es honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo; pues él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas. Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación; para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros. Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos; como algunos de vuestros propios poetas también han dicho: Porque linaje suyo somos” (Hch. 17:24-28).
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“La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera. Y las naciones que hubieren sido salvas andarán a la luz de ella; y los reyes de la tierra traerán su gloria y honor a ella. Sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche. Y llevarán la gloria y la honra de las naciones a ella” (Ap. 21:23-26).
14.Tiene un río limpio de agua de vida (Ap. 22:1). Del trono de Dios saldrá un río limpio, el río de vida que veremos en el Milenio. Habrá un río que fluirá del Templo milenario de la visión de Ezequiel, y éste es prefigura del que estará en la nueva Jerusalén, en la nueva tierra. “Me hizo volver luego a la entrada de la casa; y he aquí aguas que salían de debajo del umbral de la casa hacia el oriente; porque la fachada de la casa estaba al oriente; y las aguas descendían de debajo, hacia el lado derecho de la casa, al [lado]sur del altar. Y me sacó por el camino de la puerta del norte, y me hizo dar la vuelta por el camino exterior, fuera de la puerta, al camino de la que mira al oriente; y vi que las aguas salían del lado derecho. Y salió el varón hacia el oriente, llevando un cordel en su mano; y midió mil codos, y me hizo pasar por las aguas hasta los tobillos. Midió otros mil, y me hizo pasar por las aguas hasta las rodillas. Midió luego otros mil, y me hizo pasar por las aguas hasta los lomos.
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Midió otros mil, y era ya un río que yo no podía pasar, porque las aguas habían crecido de manera que el río no se podía pasar sino a nado” (Ez. 47:1-5). Aquellos que han tenido visiones de este río celestial, saben que todos debemos atravesarlo antes de entrar en el Reino. Sin embargo, al atravesarlo, nuestro corazón es revelado y limpiado.
15. Tiene doce clases de frutos (Ap. 22:2). El árbol de la vida a cada lado del río producirá doce frutas, cada mes. Esto nos habla nuevamente del gobierno en cada área de la provisión; ya que no habrá más maldición, y las hojas serán para la sanidad de las naciones.
16. Tiene el trono de Dios en su corazón (Ap. 22:3). El trono de Dios y del Cordero estará en la ciudad santa. Este hecho nos ayuda a comprender que ahora mismo, todos los verdaderos creyentes deberán tener el trono de Dios en su corazón. Queremos que Él gobierne y reine ahora en nuestra vida terrenales.
17. Servirá y reinará con Él (Ap. 22:3). Nuevamente, aquí tenemos la idea del sacerdote y rey, sirviendo y adorando, pero también reinando con el Esposo en los cielos.
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18. Verá Su rostro y Su nombre estará sobre su frente (Ap. 22:4). Ella será como los hijos de Sadoc, los sacerdotes fieles, en el reino milenario de Cristo sobre la tierra, de quienes leemos en Ezequiel 44:15-16: “Mas los sacerdotes levitas hijos de Sadoc, que guardaron el ordenamiento del santuario cuando los hijos de Israel se apartaron de mí, ellos se acercarán para ministrar ante mí, y delante de mí estarán para ofrecerme la grosura y la sangre, dice Jehová el Señor. Ellos entrarán en mi santuario, y se acercarán a mi mesa para servirme, y guardarán mis ordenanzas”. Sobre todo, la Esposa lleva el nombre de su Esposo celestial escrito en su frente. Al igual que los infames adoradores de la bestia llevarán su nombre en su frente, aquellos que “Siguen al Cordero dondequiera que va” son los llamados, escogidos y fieles a su divino Señor, y ellos llevarán Su nombre en su frente.
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Capítulo Siete El Monte de Sion Otro de los aspectos en el que podemos visualizar y comprender a la Esposa, es mediante el estudio del monte sobre el cual está construida la santa ciudad, y este monte se llama el monte de Sion. El monte de Sión se menciona 153 veces en las Escrituras. Después de la resurrección, cuando Jesús se le apareció a Sus discípulos, los apóstoles capturaron ese mismo número de peces en el lago de Galilea; así pues, el número 153 contiene el significado espiritual que simboliza a los hijos maduros de Dios. El monte de Sión nos habla de la morada de los hombres justos hechos perfectos; leemos en Hebreos 12:22-23:“...os habéis acercado al monte de Sión...a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos”. Hay dos Salmos, el Salmo 15 y el Salmo 24, que nos muestran las cualidades necesarias para ascender y permanecer en este monte santo para llegar a formar parte de la Esposa de Cristo. El Salmo 15:1-4 dice: “Jehová, ¿quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién morará en tu monte santo? El que anda en integridad y hace justicia,
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Y habla verdad en su corazón. El que no calumnia con su lengua, Ni hace mal a su prójimo, Ni admite reproche alguno contra su vecino. Aquel a cuyos ojos el vil es menospreciado, Pero honra a los que temen a Jehová. El que aun jurando en daño suyo, no por eso cambia; Quien su dinero no dio a usura, Ni contra el inocente admitió cohecho”. Salmos 24:3-6 también nos ayuda a ver los requisitos para ascender al monte de Sion: “¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en su lugar santo? El limpio de manos y puro de corazón; El que no ha elevado su alma a cosas vanas, Ni jurado con engaño. El recibirá bendición de Jehová, Y justicia del Dios de salvación. Tal es la generación de los que le buscan, De los que buscan tu rostro, oh Dios de Jacob. Selah”. Notemos que hay menos requisitos para ascender al monte de Sion que para morar y permanecer en el. ¡Nuestro viaje no termina en la cima! Debemos continuar y seguir adelante hacia el Señor en el monte de Sion. Tomando los anteriores pasajes de la Escritura, podemos enunciar algunas cualidades adicionales y específicas de la Esposa de Cristo. La Esposa es conocida por sus obras justas y está llena de la justicia de su Amado; y esto se encuentra en completa conformidad con Apocalipsis 19:8: “Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos”.
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No hay murmuración en ella, tal como se describe en Proverbios 31:26: “Abre su boca con sabiduría, Y la ley de clemencia está en su lengua”. De esta manera, podemos decir que en Su santo monte, ellos no afligirán ni harán mal (Is. 65:25).
PARTE C EL SANTO ESTADO DEL MATRIMONIO
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Capítulo Ocho El Matrimonio La unión del hombre y de la mujer en el santo estado del matrimonio fue instituida al principio, por el Señor mismo. Cuando Dios unió a Eva con su esposo Adán, ella sería su ayuda idónea. Ella fue tomada de la costilla de Adán, lo que simboliza que estaría a su lado para fortalecerlo en los propósitos de Dios. Ella le ayudaría y le haría capaz de cumplir la voluntad de Dios para toda su vida juntos. En Génesis 1:28, Dios mismo pronunció una bendición sobre el matrimonio, y de igual manera, nos dijo en Proverbios 18:22: “El que halla esposa halla el bien, Y alcanza la benevolencia de Jehová.” Dios también estipuló en Génesis 2:24: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne”. Por lo tanto, como el apóstol Pablo declara en Hebreos 13:4: “Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios”. Otro propósito más para el matrimonio fue declarado por Dios en Génesis 1:28, donde el marido y la mujer debían hacer lo siguiente: “Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla”. En Génesis 2:23, Adán declaró de su mujer, Eva: “Esto es ahora hueso de mis huesos y
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carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada”. El apóstol Pablo lo repite nuevamente en Efesios 5:28-29 y 31: “Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia. Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne”. En Malaquías, Dios declara que Él esta buscando una buena semilla producida por la unión del hombre y de la mujer en el santo estado del matrimonio, ya que Él quiere llenar la tierra con esa buena semilla (Gn. 1:28) y también está buscando una semilla espiritual, producida por la unión y comunión de Cristo y Su Esposa que “plantará” los cielos. “Y en tu boca he puesto mis palabras, y con la sombra de mi mano te cubrí, para que plantase los cielos y fundase la tierra, y que dijese á Sión: Pueblo mío eres tú” (Is. 51:16 RV1909). Al examinar la Escritura, es interesante descubrir que aquellos que están incluidos en la Esposa, serán estériles o no tendrán hijos espirituales hasta que la verdadera semilla realmente llegue. Sara, Rebeca, Raquel, la esposa de Manoa, Ruth, Ana y Elisabet son todas ejemplos de esta verdad espiritual.
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Capítulo Nueve La unión mística entre Cristo y Su Iglesia El apóstol Pablo nos dice en Efesios 5:30-32: “porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos... Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia”. Igualmente el Señor le decía a Israel en Isaías 54:5: “Porque tu marido es tu Hacedor; Jehová de los ejércitos es su nombre; y tu Redentor, el Santo de Israel; Dios de toda la tierra será llamado”. Para poder ilustrar esta unión, y para hacerlo de forma clara en la vida del profeta Oseas, Él hizo que Oseas se casara con una mujer adúltera e infiel. Él quería que el profeta conociera y comprendiera la relación entre Dios y el infiel pueblo de Israel. A través de la historia, el deseo de Dios ha sido el entrar en ese santo estado de matrimonio con Israel, y Él declara Su intención en Oseas 2:17: “Porque quitaré de su boca los nombres de los baales, y nunca más se mencionarán sus nombres”. Oseas 2:16 nos dice también: “En aquel tiempo, dice Jehová, me llamarás Ishi [mi marido], y nunca más me llamarás Baali [mi señor]”. Ciertamente el Señor desea purificarnos de las tendencias naturales al adulterio, pero también Él quiere purificarnos
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de esas mismas tendencias en lo espiritual. Nosotros no debemos de unirnos a los ídolos, no importa la forma que puedan adoptar. Un ídolo es cualquier cosa, deseo, amor o temor en nuestro corazón que busque competir y amenazar con ocupar el primer lugar en nuestra vida, que únicamente pertenece a Cristo. Los ídolos contaminan y debilitan nuestro amor por Cristo y, por lo tanto, todos los ídolos que puedan mancharnos deberán ser arrancados para que nosotros podamos presentarnos como una virgen ante Cristo (2 Co. 11:1-3). De igual manera, el apóstol Pablo lo hace claro en Romanos 7:4: “Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios”. Si estamos casados con Él, entonces rendiremos fruto eterno.
PARTE D OTROS TIPOS E ILUSTRACIONES DE LA ESPOSA
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Capítulo Diez Tipos de la Esposa del Antiguo Testamento Aunque existen incontables tipos e ilustraciones de la Esposa en las Escrituras, la historia de Abraham buscando Esposa para su único hijo Isaac, es única. Se nos ha dado un relato detallado para que nosotros podamos apreciar el cuidado con el que Dios el Padre selecciona una Esposa para Su único Hijo, el Señor Jesucristo. El agente para la selección de una esposa fue el fiel siervo de Abraham: Eliezer. Así, encontramos tres personas que aparecen en este escenario: Abraham, que es un tipo de Dios el Padre; Isaac, que es un tipo de Su amado Hijo, el Señor Jesucristo, y Eliezer, que es el tipo del Espíritu Santo. La historia comienza en Génesis 24: 3-4, con un mandato para su siervo: “y te juramentaré por Jehová, Dios de los cielos y Dios de la tierra, que no tomarás para mi hijo mujer de las hijas de los cananeos, entre los cuales yo habito; sino que irás a mi tierra y a mi parentela, y tomarás mujer para mi hijo Isaac”. Esto va de acuerdo a las instrucciones posteriores que se dieron con referencia a la selección de los reyes, ya que en Deuteronomio 17:15 leemos: “ciertamente pondrás
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por rey sobre ti al que Jehová tu Dios escogiere; de entre tus hermanos pondrás rey sobre ti; no podrás poner sobre ti a hombre extranjero, que no sea tu hermano”. De esta forma, la Esposa deberá estar entre la semilla de la parentela de Abraham. Con el Señor, nosotros somos de la semilla de Abraham si estamos en Cristo. Gálatas 3:29 dice: “Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa”. De igual manera, la Esposa será buscada y elegida de entre la parentela de Abraham, tanto en los santos y creyentes del Antiguo Testamento como también los del Nuevo Testamento. Una esposa debe ser digna de su esposo y así, como el siervo sale de viaje y llega a la ciudad de Nacor, ciertos hechos en las Escrituras son registrados para nosotros. El primero de los hechos es que el siervo llevó consigo diez de los camellos de su amo. El número diez es el número de la ley, y significa que la que será elegida para convertirse en la esposa deberá cumplir la ley, al igual que lo hizo Cristo. Segundo, existe un requisito que el siervo presenta en oración delante del Señor en Génesis 24:13-14: “He aquí yo estoy junto a la fuente de agua, y las hijas de los varones de esta ciudad salen por agua. Sea, pues, que la doncella a quien yo dijere: Baja tu cántaro, te ruego, para que yo beba, y ella respondiere: Bebe, y también daré de beber a tus camellos; que sea ésta la que tú has destinado para tu siervo Isaac; y en esto conoceré que habrás hecho misericordia con mi
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señor”. Esto no era una pequeña prueba. Un camello de tamaño promedio, en especial uno que hubiera viajado por el desierto como lo habían hecho aquellos, es capaz de beber unos 114 litros de agua de una sola vez. Lo que el siervo estaba pidiendo es que la joven muchacha proporcionara voluntariamente 1,140 litros de agua. Ésta era una gran prueba para ver su disposición, y mostraría lo generosa, hospitalaria y trabajadora que ella sería para su marido. Siempre me ha parecido algo notable que los personajes bíblicos que fueron usados por el Señor, fueron aquellos que eran trabajadores y se levantaban temprano por la mañana. Estas cualidades son muy demandadas en estos días, porque la tendencia en muchos lugares es demandar los derechos propios y asegurarse de disfrutar de mucho tiempo libre, pero ese no es el cuadro que vemos en la Biblia con referencia a los patriarcas y a los apóstoles. Sin excepción alguna, los hallamos trabajando en los campos, levantándose temprano y trabajando hasta tarde; ellos amaban la adoración por la mañana, por la tarde e incluso a medianoche. Ciertamente, ellos no comían el pan de la pereza y esa fue su costumbre hasta llegar a la vejez. Así Rebeca, la muchacha que se encontró con el siervo, fue la que calificó, porque ella ofreció dar agua no sólo al siervo cuando se lo pidió, sino que también caminó la segunda milla (cf. Mt. 5:41) ofreciendo agua para todos los camellos hasta que estos hubieran terminado de beber. ¡Que el Señor nos conceda que estas mismas cualidades se desarrollen en nosotros, a través de Su divina gracia y de Su capacitación!
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Capítulo Once Ilustraciones en el Nuevo Testamento El Nuevo Testamento está lleno de ilustraciones referentes a la Esposa de Cristo, y se da al Esposo un enfoque perfecto en los relatos de Su vida que nos dan los Evangelios. Tenemos las muchas parábolas que se refieren a la venida del Esposo, o la cena de bodas, que estudiaremos en el epílogo. Sin embargo, la porción de la Escritura que tiene una importancia singular al mostrarnos la relación entre el Esposo celestial y Su Esposa, se encuentra en Efesios 5:25-27: “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha”. Aquí vemos el amoroso cuidado del Esposo hacia Su Esposa antes del matrimonio; Su parte en la preparación de Su amada, y ese lavamiento de toda mancha de la carne, el alma y el espíritu por el agua de la Palabra. Esta verdad se muestra de forma muy bella cuando nosotros
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consideramos el acto físico de amor del Señor cuando lavó los pies de Sus discípulos, durante la última cena: “se levantó de la cena, y se quitó su manto, y tomando una toalla, se la ciñó. Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido” (Jn. 13:4-5). Jesús tuvo la tierna humildad y el cuidado de un siervo (Is. 49:7). Él intimó y se identificó con la necesidad de aquellos que tenían los pies sucios y llenos de polvo; esos pies, que estaban sucios, después de haber pisoteado las calles a través de lugares llenos de basura, debieron haber dejado su marca sobre los peatones más refinados. Sin embargo, a estos rudos galileos, sin duda acostumbrados a caminar a través de los lugares llenos de suciedad de sus pueblos natales, no les importaba lo que ensuciara sus pies; pero el Señor de la gloria, que vino desde mansiones de mármol en el cielo se humilló, y se rebajó a Sí mismo para poder lavar sus pies. Sin embargo, la suciedad en los pies de los apóstoles no pudo haber sido tan desagradable como la de nuestra alma llena de pecado y nuestro corazón lleno de todos los pecados de Adán y de los siglos que precedieron nuestro nacimiento. Uno podría pensar que el pecado original, que ha causado tal depravación en nuestra naturaleza, podría fácilmente haber causado que el que no tenía mancha hubiera retrocedido con solamente verlo. A pesar de ello, Él humildemente escucha nuestro clamor para llegar a
Capítulo 11
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ser copartícipes de Su pureza y, por Su Palabra, Él con paciencia, ternura y cuidado, nos lava poco a poco hasta que nosotros también podamos darnos cuenta de la promesa de Judas 1:24: “Y a aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría”. Al acercarnos diligentemente al trono de la gracia para hallar el oportuno socorro, Él nos habla, nos corrige y nos lava para que podamos, por Su gracia, ser limpios de la suciedad de este mundo.
Las Columnas Otro aspecto de la Esposa es que ella se compara con una columna en el templo de su Dios. “Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo” (Ap. 3:12). Este pasaje nos habla de las cualidades y de los privilegios de la Esposa para llevar el nuevo nombre de su Esposo en los cielos. Veamos ahora esta idea de la columna que está asociada con el templo de Salomón. Existían dos columnas principales en la entrada, llamadas Boaz y Jaquín. “Y vació dos columnas de bronce; la altura de cada una era de dieciocho codos, y rodeaba a una y otra un hilo de doce codos. Hizo también dos capiteles de fundición
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de bronce, para que fuesen puestos sobre las cabezas de las columnas; la altura de un capitel era de cinco codos, y la del otro capitel también de cinco codos. Había trenzas a manera de red, y unos cordones a manera de cadenas, para los capiteles que se habían de poner sobre las cabezas de las columnas; siete para cada capitel. Hizo también dos hileras de granadas alrededor de la red, para cubrir los capiteles que estaban en las cabezas de las columnas con las granadas; y de la misma forma hizo en el otro capitel. Los capiteles que estaban sobre las columnas en el pórtico, tenían forma de lirios, y eran de cuatro codos. Tenían también los capiteles de las dos columnas, doscientas granadas en dos hileras alrededor en cada capitel, encima de su globo, el cual estaba rodeado por la red. Estas columnas erigió en el pórtico del templo; y cuando hubo alzado la columna del lado derecho, le puso por nombre Jaquín, y alzando la columna del lado izquierdo, llamó su nombre Boaz” (1 R. 7:15-21). 4
testimonio universal.
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plenitud, completo; las columnas deben estar bien redondeadas.
12 gobierno; las columnas mantienen y ejecutan el gobierno. 18 fortaleza; las columnas deben ser fuertes, estables y confiables. 200 recompensa de Su siervo fiel; las columnas deben ser fieles. Granadas
amor; las columnas deben ministrar en amor.
Bronce
juicio; las columnas deben soportar el fuego de Dios.
Los lirios
(4) – pureza universal; las columnas deben ser puras por completo.
Capítulo 11
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Estos números bíblicos nos dan las cualidades de aquellos que son y serán pilares en la Iglesia. Ellos deben ser fuertes, estables, fieles y confiables. Además ellos deben ser pilares de pureza quienes sostendrán y ejecutarán el gobierno, y serán capaces de soportar el fuego refinador de Dios. Sobre todo, siempre deben ministrar en amor. Veamos estos aspectos más detalladamente. Hay columnas que también sostienen el interior del Tabernáculo de Moisés y el templo, y todas ellas tienen una función similar, que es la de soportar un peso. Espiritualmente, estas nos hablan de llevar la carga del ministerio; por lo tanto, aquellos que estén en la Esposa tendrán este aspecto añadido. Aquellos que componen el cuerpo corporativo serán los que soportan el peso, de acuerdo a lo que el Señor haya determinado para nosotros. La fortaleza y la belleza son rasgos de las columnas, al igual que la confianza en que ellas permanezcan en las tareas o puestos que les han sido asignados. Incluso, en los momentos de presión extrema, nunca pretendamos abandonar sino más bien permanecer fieles a la obra que Él nos ha encomendado para que la podamos llevar a cabo. Conozco a una hermosa pareja de la India que fueron enviados por el Señor a un área muy difícil de su país, y ellos pasaron años de privación viendo muy poco fruto en su trabajo. Sin embargo, cuando se les mandó dinero para que volvieran a casa, ellos lo rechazaron, porque no querían abandonar el campo que el Señor había puesto a
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su cuidado. Después de esa prueba de fidelidad, el Señor en Su gracia abrió las ventanas de los cielos y, desde ese momento en adelante, ellos han sido bendecidos económicamente. Esto les capacitó no sólo para disfrutar de una renta más que suficiente para sus propias necesidades y ministerio, sino que ahora son canales a través de los cuales el Señor suple, en Su gracia, las necesidades de otros ministerios en esa área. De la misma manera, espiritualmente están disfrutando de una abundante bendición. Ellos son ejemplos de columnas fieles y probadas, que están soportando el peso de la obra del Señor en la esquina de Su viña, que el Señor de la cosecha les ha encomendado. Que podamos recibir la gracia para permanecer en nuestros puestos de esa misma manera, porque si no desmayamos, también segaremos a su debido tiempo, al igual que aquellos dos preciosos obreros. En el matrimonio, ninguna buena esposa abandona a su marido, sino que está a su lado en lo bueno y en lo malo, enfrentando con él las tormentas de la vida; y ella siempre estará a su lado y nunca lo abandonará, siempre en la tarea que le ha sido asignada, llevando a cabo las obligaciones que él ha puesto en sus manos. De igual manera nosotros, Su Esposa, debemos ser hallados siempre cumpliendo fielmente la tarea que Él tan generosamente nos ha asignado. La fidelidad es la marca distintiva del matrimonio, y está entre las virtudes más importantes de Su Esposa.
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EPÍLOGO Este libro ha sido presentado con la oración de que sea una bendición para el pueblo del Señor. También oramos para que el Espíritu Santo pueda usarlo en alguna manera para preparar a la Esposa para la venida de su amado Esposo, el Señor Jesucristo. Sin embargo, este libro estaría incompleto si nosotros no mencionamos el tema de Apocalipsis 19:7: “Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado”. Para terminar, me gustaría presentar dos verdades: 1. Las bodas del Cordero. Esta pequeña frase: “Bienaventurados aquellos que son llamados a la cena de las bodas del Cordero” (19:9), es una de las siete bienaventuranzas del libro de Apocalipsis; sin embargo, como ocurre en cualquier boda, existe una diferencia entre el invitado y la Esposa. De esto, debemos llegar a la conclusión de que no todos los creyentes serán parte de la Esposa, y solamente un número escogido de creyentes estará incluido en la lista de invitados. Por esta razón, es nuestra tarea redimir el tiempo y aplicarnos a la carrera que está delante de nosotros. Como Pablo escribe en Filipenses 3:12-14: “No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui
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también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”. 2. La Esposa se ha preparado. En sus enseñanzas sobre la Segunda Venida, el Señor enfatiza esta verdad: debemos estar preparados. En una boda judía, el padre del esposo es quien determina el momento en el que él debe ir y tomar a su esposa. Asimismo, las palabras del mismo Señor en Hechos 1:7 se convierten en una solemne realidad: “No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad”. También leemos una verdad similar en Marcos 13:32:“Pero de aquel día y de la hora nadie sabe, ni aún los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre”. Creo que nuestra actitud debería reflejar la misma actitud de una joven francesa que era estudiante de la Biblia, a quien una vez enseñé en Suiza. Su nombre es Madeline y, en aquellos días, Madeline comenzó a sentir de manera singular que el Señor la llevaba a buscar Su rostro. Durante ese tiempo, cuando nosotros íbamos temprano en la mañana para supervisar la preparación de las comidas, encontrábamos a Madeline en sincera oración buscando el rostro del Señor. Esto se repitió durante un periodo de seis meses, y yo tuve una visión de ella vestida de blanco. Entonces Madeline se puso muy enferma, y los doctores
189 le diagnosticaron cáncer en la sangre. La llevamos al hospital y nos dijeron que no se podía hacer nada por ella; entonces le preguntamos al doctor, que era cristiano, si tendría alguna objeción en que lleváramos a Madeline de nuevo al hotel que servía como nuestra escuela bíblica y centro de conferencias, pues allí ella estaría rodeada de aquellos que la amaban y de las oraciones de los santos. Él nos respondió que no, y nos dijo que la visitaría todos los días para supervisar su estado. Los padres de ella también dieron su aprobación, y esto les dio la oportunidad de estar con ella constantemente. Más de doscientos creyentes que participaban en una conferencia se pusieron en oración por ella día y noche. Cuando Madeline estaba a las puertas de la muerte, siete ministros se reunían a su alrededor y oraban para que el Señor la devolviera y, entonces, el color volvía a su cara, tenía otra vez apetito y se sentaba en la cama como si estuviera en estado de convalecencia. Quizá pasaban unas dos horas, y entonces había que volver a llamar a los ministros. Esto sucedió durante varios días: Madeline recaía, orábamos por ella y se recuperaba. Finalmente, después de otra sesión como estas, el ministro mas veterano de entre nosotros sugirió que la próxima vez que le pidiéramos a Dios que Él la sanara o que Él se la llevara, si esa era Su voluntad, porque parecía que Dios honraba nuestras oraciones y sin embargo, nos preguntábamos si nuestras oraciones no serían contrarias a Su voluntad. Madeline y sus padres estuvieron de acuerdo, al igual que todos los ministros.
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La próxima vez que nos llamaron, Madeline se hundía rápidamente. Todos nos tomamos de las manos a su alrededor y el ministro comenzó a orar: “Señor, sabemos que Tú puedes sanar, pero si es Tu voluntad llevarte a Madeline, la ponemos en Tus manos y Te pedimos que se haga Tu santa voluntad”. Hasta ese momento, yo nunca había experimentado tal poder. Nubes de gloria llenaron la habitación, y el poder de la resurrección de Dios estaba allí. Mis ojos se abrieron y vi las carrozas de Israel que bajaron hasta la cama y, sin duda, eran las carrozas que fueron usadas cuando Elías partió. Entonces, vi en los cielos las puertas del Reino de Dios y desde ellas venía un camino precioso de intensa pureza que emanaba de las puertas y llegaban hasta la cama de Madeline. Entonces, el Señor mismo, resplandeciente y vestido de blanco de una belleza indescriptible, descendió y caminó con gracia majestuosa por ese camino hacia ella. Él llegó a su cama, la tocó, y Madeline salió de su cuerpo. Entonces, con su brazo izquierdo tomada del brazo derecho de Él, se miraron el uno al otro, y se fueron tomados del brazo; el Señor Jesús llevaba a Su Esposa a través de las puertas del cielo. Unos días después, nuevamente vi a Madeline en dos ocasiones en visiones. Ella estaba en el cielo en la primera visión, con un grupo de muchachas jóvenes caminando al unísono y cantando juntas al mismo
191 tiempo que caminaban por uno de los bellos campos verdes del cielo. En otra ocasión, la vi sentada, tocando un instrumento musical; sin embargo, el instrumento no fue revelado a mis ojos. En el funeral de Madeline, cuando la enterramos en el cementerio del pueblo suizo, pusimos también una lápida sobre su tumba. Las palabras en francés, grabadas sobre la lápida eran las mismas de Apocalipsis 19:7: “y su esposa se ha preparado”. Amados, ¿Somos nosotros como Madeline? ¿Nos estamos preparando? ¿Estaremos preparados para encontrarnos con el Esposo cuando Él venga? Estas son preguntas que continuamente debemos hacernos, porque debemos estar preparados. Todo el propósito de este pequeño libro es el de buscar al Señor mientras pueda ser hallado. Queremos animarle a que se dé cuenta de la necesidad de estar calificado para llegar a ser Su preciosa Esposa, y también a que le busque, a que busque Su voluntad y el estar preparado para Él en cualquier momento que Él escoja para venir a buscarle. Que Dios le conceda que las verdades expresadas en este libro le animen a estar preparado. ¡Alabado sea el Señor! Amén.
Libros por el Dr. Brian J. Bailey Comentarios sobre los libros de la Biblia Génesis: El libro de los orígenes Fiestas y Ofrendas, el libro de Levítico Rut: La novia gentil de Cristo Las tres casas de Esther Salmos I: Capítulos 1-50 Salmos II: Capítulos 51-100 Salmos III: Capítulos 101-150 El libro de lamentaciones El carro del trono de Dios: Una exposición del libro de Ezequiel Daniel Profetas Menores I: La restauración de los caídos (Oseas) Profetas Menores II: Joel – Sofonías El Evangelio de Mateo El Evangelio de Juan El Evangelio de Lucas Romanos: Más que vencedores Soldados de Cristo: Una exposición de la epístola de Pablo a los Efesios Dando en el blanco: Una exposición de la epístola a los Filipenses Colosenses y Filemón: La Senda de la Santidad Hebreos: Detrás del velo Las dos Sabidurías: La epístola de Santiago Las Epístolas de Juan Apocalipsis
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