ENTRAR AL
REPOSO DE
DIOS
por Dr. Brian J. Bailey
Título original: “Entering God’s Rest” Copyright © 2006 Brian J. Bailey. Título en español: “Entrar al reposo de Dios” Todos los derechos reservados. Portada: Copyright © 2006 Brian J. Bailey y sus licenciadores. Traducción al español por: Ariel E. Ericson Editor de la edición en español: Raimundo J. Ericson Primera edición en español: Septiembre 2009. A menos que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas fueron tomadas de la versión Reina-Valera en su revisión de 1960. © 1960, Sociedades Bíblicas Unidas. Abreviaturas de las otras versiones de la Biblia utilizadas: BJ: Biblia de Jerusalén DHH: Dios Habla Hoy NVI: Nueva versión Internacional RV: Reina-Valera 1909 Primera impresión: septiembre 2009 Zion Christian Publishers P.O. Box 70 Waverly, New York 14892
ISBN 1-59665-255-1
Reconocimientos A Raimundo Ericson por la traducción de este libro al castellano. Ariel Ericson en la edición, y al equipo de trabajo de IBJ-Guatemala por su labor la revisión final de la edición en castellano. Equipo editorial de ZCP: Carla Borges, Suzette Erb, Mary Humphreys, David Kropf, Justin y Sarah Kropf, Edgar Monroy, Raquel Pineda, Hilary Sigsby, Leslie Sigsby, Caroline Tham, y Suzanne Ying. Queremos expresar nuestro reconocimiento a estos amados hermanos, ya que sin las muchas horas de valioso trabajo invertido, este libro no hubiera sido posible. Estamos verdaderamente agradecidos por su diligencia, creatividad y excelencia en la compilación de este libro para la gloria de Dios.
Índice
Introducción
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El reposo que ofrece la paz
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El reposo de las emociones
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El reposo de la adversidad
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El reposo que ofrece el hablar en lenguas
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El reposo que ofrece el matrimonio
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El reposo que ofrece la provisión
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El reposo del séptimo día
Conclusión
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Entrar al reposo de Dios
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Introducción El descanso es una de las mayores bendiciones que puede recibir una persona. Lo buscamos en cada etapa de la vida. El bebé envuelto en pañales lo pide después de alimentarse del pecho de su madre. El estudiante, al final de la jornada de clases, mira con ansias el reloj de la escuela o alerta el oído esperando el sonido del timbre que le anuncie el descanso de su estudio por ese día. Los jóvenes obreros ansían la puesta del sol para liberarse del esfuerzo de sus arduas tareas. El hombre de negocios busca descansar de las presiones de un día lleno de responsabilidades y decisiones. El ama de casa anhela las horas de la noche en las cuales puede descansar de la rutina de las tareas hogareñas y del cuidado de los niños. El que padece en su lecho de enfermedad ansía, como Job y David, el alivio y descanso que proporcionan las horas de la noche. Job habla de acostarse quieto, estar sosegado, dormir y, en consecuencia, descansar, lo que quizá sea una muy buena definición del concepto del reposo (Job 3:13), término que usaremos en este libro en forma alternada con descanso. Toda la humanidad busca el reposo, el descanso, como una necesidad y como una recompensa por la labor diaria y semanal, y hasta quizá por su trabajo de todo el año. Sin embargo, la Biblia define el descanso o reposo de muchas otras maneras que podemos disfrutar con gozo mientras estamos en la tierra. Por ejemplo, el matrimonio es presentado como una forma de reposo. También está el reposo de los
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problemas y el bendecido reposo que el Espíritu Santo da al que está lleno de Él y que habla en otras lenguas. El presente libro pretende explorar estas y otras formas de reposo con el objeto de guiarlo, querido lector, a participar de estas experiencias gloriosas y significativas. De esta manera, confiamos que su vida aquí abajo será más satisfactoria y gratificante, y que será vivida para la Gloria de Dios. Todos estos aspectos del descanso son proporcionados por el amoroso Padre Celestial para que los disfrutemos mientras realizamos nuestro peregrinaje desde la tierra hasta el cielo, nuestro lugar de reposo final.
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CAPÍTULO UNO El reposo que ofrece la paz Un grupo de artistas fue invitado a competir por un premio. La meta era pintar el lienzo que mejor describiera la paz. Algunos pintaron hermosas y apacibles escenas pastoriles, otros un bote navegando tranquilamente en un lago, pero ninguno de estos ganó el premio. El artista ganador pintó una violenta tormenta en la cual el viento inclinaba los árboles y las hojas volaban por todas partes. En el centro de la escena había un pequeño pájaro en la rama de un árbol, cantando alegremente. Esto refleja en realidad la paz. La tormenta puede estar a nuestro alrededor, pero tenemos la paz de Dios en nuestro corazón. Esta santa quietud y sentido de calma están en nuestro corazón sin importar cuáles sean las circunstancias que nos rodeen.
El poder de la paz El mar de Galilea puede verse muy calmo. Sin embargo, debido a que se encuentra rodeado de montañas, la gran diferencia de altitud entre las tierras circundantes y el lago provoca grandes cambios de temperatura y presión. El resultado son fuertes vientos que descienden de las montañas hacia el centro del lago y que se transforman en violentas y repentinas tormentas, sumamente peligrosas. Esto fue lo que ocurrió cuando los discípulos y Jesús remaban intentando cruzar este lago. Habían comenzado con tiempo calmo, que repentinamente se transformó en una fuerte tormenta. La barca estaba a punto de hundirse
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y los discípulos nada podían hacer. El agua que entraba en el embarcación era más de la que podían sacar. En su desesperación, uno de los discípulos fue en busca de Jesús, quien dormía plácidamente; lo despertó y le dijo: “Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos?” Un amigo mío tuvo una visión de este suceso. Decía que era algo maravilloso ver la respuesta de Jesús, quien no se levantó de un salto preguntando nerviosamente: “¿Qué ocurre?” Se estiró lentamente, bostezó, se dirigió al costado de la barca y alzando Su dedo dijo: “Calla, enmudece” (Mc. 4:36-49). Piense en esa poderosa tormenta. El Señor simplemente dijo: “Calla, enmudece”. Donde hay paz no puede haber tormenta. El nerviosismo en el corazón de los discípulos se aquietó. Maravillados, dijeron: “¿Quién es este que controla los elementos?” Todavía no habían comprendido en toda su dimensión quién era verdaderamente su Líder, el Señor, el Creador del Universo. Si la paz de Dios está en su interior, usted puede hablar paz en medio de circunstancias inquietantes. En Romanos 16:20, el apóstol Pablo prometió a los creyentes de Roma: “Y el Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies…” Aquí no se lo llama el Dios de guerra, sino el Dios de paz.
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Capítulo 1
La paz de Dios en medio de los problemas Para el mundo, el concepto de la paz es que todas las situaciones a nuestro alrededor estén en reposo: que en todas partes haya tranquilidad. Es decir, un mundo donde no existan problemas, desastres económicos, ataques terroristas, catástrofes naturales, etc. El mundo entiende la paz como algo externo; sin embargo, el concepto de Dios de la paz es que tengamos Su paz en medio de los problemas. Job fue un hombre que enfrentó muchas dificultades. Sin embargo, en medio sus dificultades se le prometió paz. En Job 5:17-24, Elifaz dijo: “He aquí, bienaventurado es el hombre a quien Dios castiga; por tanto, no menosprecies la corrección del Todopoderoso. Porque él es quien hace la llaga, y él la vendará; él hiere, y sus manos curan. En seis tribulaciones te librará, y en la séptima no te tocará el mal. En el hambre te salvará de la muerte, y del poder de la espada en la guerra. Del azote de la lengua serás encubierto; no temerás la destrucción cuando viniere. De la destrucción y del hambre te reirás, y no temerás de las fieras del campo; pues aun con las piedras del campo tendrás tu pacto, y las fieras del campo estarán en paz contigo. Sabrás que hay paz en tu tienda; visitarás tu morada, y nada te faltará”. Vemos en este pasaje que hasta las fieras del campo sentirán la paz de Dios. ¡Job experimentaría que su tienda (o casa) estaría en paz! Como dice Proverbios 16:7:”Cuando los caminos del hombre son agradables a Jehová, aun a sus
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enemigos hace estar en paz con él”. Job, en un sentido muy real, experimentó paz mientras el enemigo estaba a su alrededor. El Señor Jesús dijo: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Jn. 14:27). Cuando analizamos el momento en el cual Jesús hizo esta promesa a Sus discípulos, comprendemos lo que es la verdadera paz. Aquí estaba Aquel que había venido a la tierra con el único propósito de ir a la cruz para ser crucificado, luego de ser injustamente escarnecido y condenado seis veces. Sin embargo, en medio de todo esto, fue capaz de decir a Sus discípulos: “Tengo perfecta paz y voy a darles esa paz a ustedes”. Los discípulos eran todos jóvenes; probablemente tenían entre veinte y treinta años de edad, (a veces los criticamos, pero ¿cómo éramos nosotros a esa edad?) Todos ellos eran fogosos; sin embargo, estaban a punto de enfrentarse a mil soldados profesionales que venían a llevarse a su líder. Jesús lo sabía, por eso les dijo: “Les doy Mi paz. Todo está bajo control. Estén quietos y sepan que yo soy Dios”. Salmos 46:10-11 dice: “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios; seré exaltado entre las naciones; enaltecido seré en la tierra. Jehová de los ejércitos está con nosotros; nuestro refugio es el Dios de Jacob. Selah”. Resulta interesante que el verdadero contexto de estos versículos es una situación de gran turbulencia: “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra
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sea removida, y se traspasen los montes al corazón del mar; aunque bramen y se turben sus aguas, y tiemblen los montes a causa de su braveza. Selah”. El Señor dio estos versículos a un estudiante que tuve, cuando este pasaba por un gran problema en su vida y las cosas no parecían irle bien en una situación específica. El Señor le dijo: “Estate quieto y conoce que yo soy Dios. Voy a ser exaltado en esta situación”. Finalmente Dios recibió la gloria por la manera en la cual la persona manejó la situación. Algunos están atravesando diferentes clases de dificultades, pero es importante poner nuestra mente y nuestro corazón en Él, llevarle nuestras cargas y luego estar quietos y conocer que Él es Dios. Él obrará, y en medio de lo que pareciera ser un gran desastre, Él será exaltado. Su nombre será glorificado y nosotros también participaremos de la victoria. El significado de la paz de Dios es esa maravillosa calma en nuestro interior; esa serenidad de espíritu a pesar de que todo a nuestro alrededor esté en conflicto. Es como el pequeño gorrión del cuadro que mencionamos antes, cantando alegremente posado en una rama mientras la tormenta ruge a su alrededor. Así es como debemos entender la paz. Analicemos algunas claves para experimentar este poderoso don (regalo) de la paz de Dios.
Tengamos la paz de Dios en medio de los problemas
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Justificación El apóstol Pablo dijo en Romanos 5:1: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”. La mejor ilustración de la justificación es compararla con una máquina de escribir. El carro vuelve siempre a un punto fijo en el lado izquierdo, manteniendo ese margen perfectamente alineado. En el margen derecho unas líneas son más largas, otras son más cortas y el margen es muy irregular. Antes de imprimir, quien hará la impresión, alinea el margen derecho de manera que quede recto y paralelo al izquierdo. Esto se conoce como justificación. Podemos comparar el lado izquierdo con la justicia e integridad de Cristo: perfectamente recto. El lado derecho podemos compararlo con nuestra naturaleza; algunas líneas son demasiado largas, otras demasiado cortas. El Señor nos alinea renglón por renglón. Isaías 28:13 dice: “La palabra, pues, de Jehová les será mandamiento tras mandamiento, mandato sobre mandato, renglón tras renglón, línea sobre línea, un poquito allí, otro poquito allá...” Debemos permitir que el Señor ponga Su dedo sobre las líneas de nuestra vida que Él elija. Cuando nos rendimos a Su trato y dejamos que nos alinee, entonces tenemos paz con Dios.
Oración y acción de gracias El apóstol Pablo también desarrolla esta paz en Filipenses 4:6-7: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda
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oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”. De modo que, cualquiera sea la situación en la cual nos encontremos, debemos volver nuestra mente y nuestro corazón hacia Él. Al hacer conocer nuestras peticiones al Señor con acción de gracias, debemos esperar y creer que Él obrará.
Pensar en las cosas correctas Filipenses 4:8 dice: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad”. Debemos pensar en estas cosas de modo que nuestra mente esté bajo control, pues cuando nos concentramos en el Señor, Él nos mantendrá en perfecta paz. Isaías 26:3 lo confirma: “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado”. ¡Él es nuestra paz!
Unidad La paz también tiene una connotación de unidad y de avanzar juntos. Efesios 2:14 no sólo dice que Jesús es nuestra paz sino que también nos muestra cómo Él obra activamente para desarrollar esta paz entre las personas: “Porque él [Cristo] es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación”. En el sentido teológico, Pablo habla de los judíos y los gentiles. Sin embargo, también puede significar que
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cuando hay un problema entre dos personas hay un muro entre ambas. Quizá con el paso de los días, las semanas, los meses y los años, el muro se erigió por la desconfianza, por palabras hirientes o por la crítica. Gracias a Dios, cuando el Señor viene, derriba el muro y las dos partes se hacen una. Sólo Dios puede hacer esto.
Justicia La paz está vinculada a la justicia. La paz fluirá como un río cuando somos justos (vea Is. 48:18). La Palabra de Dios dice en Salmos 85:10: “La misericordia y la verdad se encontraron; la justicia y la paz se besaron”. La justicia y la paz están entrelazadas y dependen la una de la otra. Hacer lo que es justo significa ser uno con Dios, lo cual simboliza la paz. La palabra “paz” en hebreo (“shalom”) y en griego (“eirene”) significa unidad. De manera que la justicia genera paz. En Romanos 14:17, al reino de los cielos se lo compara con la justicia, la paz y el gozo en el Espíritu Santo. Nunca conocí a mi suegra, pero era una persona realmente maravillosa. Una de sus cualidades era que su casa estaba llena de paz. Mi suegro era un hombre de negocios que recibía a sus asociados en su casa. Casi sin excepción, cuando los visitantes entraban exclamaban: “¡Qué paz!” Recuerde: La paz depende de la justicia. Por otra parte, “no hay paz, dijo mi Dios, para los impíos” (Is. 57:21). Son como deshechos del mar que éste arrastra de un lado para otro como quiere. No hay descanso para ellos.
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Mansedumbre Los mansos son los que disfrutan de la paz de Dios. Salmos 37:11 dice: “Pero los mansos heredarán la tierra, y se recrearán con abundancia de paz”. Dios es el Dios de la abundancia (vea Ex. 34:6). Aquí promete a los mansos darles abundancia de paz. Como ya hemos mencionado, una definición de mansedumbre es una aceptación santa de las circunstancias como permitidas por Dios. Es una flexibilidad de la naturaleza humana permitida por el Todopoderoso para guiarnos donde sea que Él quiera. No existe resistencia para con la voluntad de Dios y, por lo tanto, no hay conflicto de espíritu para los mansos.
Perfección La perfección cristiana es la clave que asegura un final de paz. En Salmos 37:37 vemos que el final del asunto es sumamente importante: “Fíjate en el hombre honrado y sin tacha: el futuro de ese hombre es la paz” (DHH). El rey David dijo que debemos considerar al hombre perfecto e íntegro y ver su final en toda situación dada. El futuro para los perfectos es la paz. ¿Qué entendemos por perfección cristiana? No podemos sacar nuestras propias conclusiones respecto de cómo debería ser una persona perfecta; nuestra respuesta se encuentra en la Biblia. Santiago 3:2 nos da una definición de perfección: “Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo”. Un aspecto
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de la perfección cristiana es la capacidad para controlar nuestra lengua. Si no controlamos nuestra lengua no tendremos paz. Es por eso que las palabras que salen de nuestros labios son tan importantes. Ellas alimentarán la paz o la alejarán. Se trata de algo práctico. Hace muchos años sufrimos un incendio no muy serio, aunque estuvimos muy agradecidos que los bomberos sí lo tomaran seriamente. Mientras ellos corrían de un lado para otro, sencillamente pregunté: “Señor, ¿qué sientes Tú respecto de esta situación?” Su respuesta fue: “El final será bueno (paz). Solamente mira al fin de la situación; no mires toda esta agitación a tu alrededor. El final es paz”. Tenemos que saber cuál será el final. Si caminamos rectamente delante de Dios, el fin de toda situación será la paz.
Paz instantánea y progresiva En todas las cosas que hacen a la vida cristiana existe una experiencia instantánea y otra progresiva. La paz no es sólo un don que da el Señor cuando dice: “Mi paz os doy” (Jn. 14:27). La paz es también un fruto que se menciona en Gálatas 5:22-23: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley”. Un fruto se desarrolla con cuidado y con tiempo. El Señor planta Su fruto como una semilla en nuestro corazón. El fruto se desarrolla por medio de la práctica diaria. Por ejemplo, el fruto de la paz se desarrolla cuando elegimos transferir diariamente nuestras preocupaciones y
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problemas al Señor, pues Él cuida de nosotros (vea 1 P. 5:7). De esta manera Su paz crece y madura en nuestro corazón.
Si caminamos rectamente delante de Dios, el fin de toda situación será la paz
El fruto también se nutre y desarrolla por medio de la justificación, en otras palabras, al permitir al Señor tratar con lo que hay en nuestro corazón. El fruto de la paz, por ejemplo, se desarrolla cuando permitimos al Señor obrar Su mansedumbre y perfección en nosotros. Los mansos son quienes disfrutan de la paz de Dios. Salmos 37:11 dice: “Pero los mansos heredarán la tierra, y se recrearán con abundancia de paz”. El atributo de la mansedumbre se manifiesta a través de la obediencia y, a su vez, esto desarrolla el fruto de la paz. La terquedad hace que perdamos nuestra paz.
La paz como un árbitro Encontramos otro precioso aspecto de la paz en Colosenses 3:15: “Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos”. En otras palabras, deje que la paz de Dios sea su árbitro, que decida por usted. No debemos tomar decisiones apresuradas sino antes meditar, contemplar, orar y recurrir a la Palabra de Dios. Pero finalmente, debemos tener paz respecto de las decisiones que tomamos.
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Cuando aconsejo, suelo decir a la persona: “Creo que ésta es la voluntad de Dios para usted”. Y como complemento le pregunto: “¿Tiene paz?” Si me contesta que sí, entonces sé que el Árbitro Celestial ha dicho que ésa es la dirección correcta. Siempre evalúo lo que siente mi corazón cuando hablo. Como Job, pruebo mis palabras: “Porque el oído prueba las palabras, como el paladar gusta lo que uno come” (Job 34:3). ¿Tienen buen sabor? Pero también examino mi corazón para ver si hay paz en él tras algo que he dicho.
Ser celosos del buen nombre de Dios Un paso más en el tema de la paz surge maravillosamente en referencia a Finees, quien se convirtió en el sumo sacerdote en la Tierra Prometida después de la muerte de su abuelo Aarón y de su padre Eleazar. En el desierto ocurrió una situación de inmoralidad por causa del consejo de Balaam a Balac, príncipe de Moab. Mujeres jóvenes fueron enviadas al campamento para hacer que Israel fornicara y que esto trajera la ira de Dios sobre ellos. Finees tomó una jabalina y mató a dos de los fornicarios (vea Nm. 25). Dios dijo a Finees: “Finees hijo de Eleazar, hijo del sacerdote Aarón, ha hecho apartar mi furor de los hijos de Israel, llevado de celo entre ellos; por lo cual yo no he consumido en mi celo a los hijos de Israel. Por tanto diles: He aquí yo establezco mi pacto de paz con él; y tendrá él, y su descendencia después de él, el pacto del sacerdocio perpetuo, por cuanto tuvo celo por su Dios e hizo expiación por los hijos de Israel” (Nm. 25:11-13).
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Finees representa un paso más allá en cuanto a la justicia: ser celosos del buen Nombre de Dios y Sus normas. El resultado fue que Finees recibió una impartición de paz mucho mayor. El Señor prometió establecer un pacto de paz con él. Le fue prometida paz para cualquier situación en la que se encontrara. Si seguimos estos pasos y entramos en este maravilloso pacto de paz, experimentaremos lo que el Señor experimentó. Tendremos la autoridad para hablar paz, y la tormenta se apaciguará.
El ministerio de un promotor de paz En la Palabra de Dios se mencionan diversos ministerios, como el de pastor, maestro y administrador. Aquí hay uno más: promotor de paz. Proverbios 12:20 dice: “En los que fraguan el mal habita el engaño, pero hay gozo para los que promueven la paz” (NVI). Es un hermoso ministerio. ¡Habla de las personas que aconsejan y promueven la paz, quienes poseen gozo! Si usted ha entrado en el pacto de paz, puede ser un promotor de paz. Podemos dar solo lo que tenemos. De modo que si tenemos abundancia de paz, podemos aconsejar a otros y llevarlos a experimentar esta misma bendita paz. Las claves de la justicia, la mansedumbre y la perfección cristiana nos conducen a la paz, de modo que podamos entrar en ese pacto de paz y nos convirtamos en promotores o ministros de paz. Uno de los espantosos juicios mencionados en el libro de Apocalipsis es que Dios quitará la paz de la tierra: “Y
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salió otro caballo, bermejo; y al que lo montaba le fue dado poder de quitar de la tierra la paz, y que se matasen unos a otros; y se le dio una gran espada” (Ap. 6:4). Esto significa que Él es quien controla la paz. Como el Señor mismo dice en Su Palabra: “Yo Jehová […], que hago la paz y creo la adversidad” (Is. 45:6-7). Refiriéndose al Señor Jesucristo, Isaías 9:6 lo llama: “Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz”. Cuando nos rendimos al Señor podemos disfrutar Su paz. Tener una relación es lo verdaderamente importante. Cuando nos relacionamos con alguien que tiene determinados dones, participamos de ellos. La idea es que si nuestra relación con el Príncipe de Paz es correcta, participamos de Su paz. Pasamos a ser Su mano extendida y nos convertimos en promotores de paz para otros. Al andar en los caminos del Señor, procuremos hacer lo correcto y cuidar nuestra boca, así entraremos al lugar que entró Finees: el celo por las cosas de Dios. El resultado y la recompensa es que Dios hará un pacto con nosotros: el pacto de la paz. Se trata de la paz que sobrepasa todo entendimiento, que no se puede comprar con oro o plata pues es un don de Dios para aquellos que caminan con Él, con rectitud. Cuando poseemos esta paz no importa a qué nos enfrentemos. Podemos llevar toda situación al Señor, estar quietos, y observar cómo Él obra. A veces no percibimos Su obrar porque está trabajando “detrás de escena”, pero veremos, como resultado final, que Él será exaltado y nosotros seremos justificados. Saldremos del problema glorificando a Dios y dándole gracias porque Él es Dios.
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CAPÍTULO DOS El reposo de las emociones Venid a Mí En nuestra vida hay tiempos en los cuales el peso de las responsabilidades pareciera ser una carga insoportable. Muy a menudo las personas se angustian como consecuencia de las demandas de esta vida, pero el Señor hace la siguiente invitación en Mateo 11:28-30: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga”. Nuestras emociones son cambiantes, pero no debería ser así porque el Señor nos está diciendo que nos dará descanso, reposo. La primera condición que pone el Señor en Mateo 11:28 es “venid a mí”. A menudo en la historia de Israel y Judá, cuando los reyes estaban perplejos a causa de un problema recurrían a otras fuentes en busca de descanso, ayuda y esperanza, en lugar de ir al Señor. Un ejemplo es el caso del rey Asa, de Judá, a quien Dios le concedió la victoria, cuando un enorme ejercito de etíopes vino contra él, porque confió en el Señor. Sin embargo, más tarde, hacia el final de su vida, cuando un ejército mucho menor de israelitas al mando de Baasa peleó contra él, recurrió a los sirios para que lo ayudaran. Por eso Dios lo reprendió con las palabras de 2 Crónicas 16:9: “Porque los ojos de Jehová contemplan toda la tierra, para mostrar su poder
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a favor de los que tienen corazón perfecto para con él. Locamente has hecho en esto; porque de aquí en adelante habrá más guerra contra ti”. Podremos estar rodeados de dificultades, acosados por situaciones diferentes; no obstante, es muy importante que pidamos al Señor que se haga cargo de nuestros problemas. Se nos dice en la Biblia que echemos nuestras preocupaciones sobre Él. Salmos 55:22 dice: “Echa sobre Jehová tu carga, y él te sustentará; no dejará para siempre caído al justo” (vea también Sal. 37:5). El apóstol Pedro alentó a los creyentes Cuando diciendo: “[…] echando toda decidimos vuestra ansiedad sobre él, echar nuestras porque él tiene cuidado de cargas sobre vosotros” (1 P. 5:7). Cuando el Señor, Él decidimos echar nuestras cargas obra a nuestro sobre el Señor, Él obra a nuestro favor favor. Hay situaciones en nuestra vida o en la de nuestros seres queridos que, para nosotros, son absolutamente imposibles de resolver, pero Dios sí puede hacerlo. Por lo tanto, para los que están trabajados y cargados, el primer requisito para reposar de nuestras emociones, es recurrir al Señor en los tiempos de dificultad y echar nuestras cargas sobre Él. Su promesa es que, entonces, Él nos dará descanso.
Llevad Mi yugo El segundo requisito es llevar Su yugo. Esta verdad se hizo muy clara para mí en la década de 1950, cuando estaba en
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Catarini, Grecia, bajo la sombra del monte Olimpo. Un amigo y yo caminábamos con un pastor por una calle de tierra en la ciudad. Frente a nosotros había un buey, enorme y viejo, que llevaba un yugo. A su lado iba un buey pequeño con un yugo pequeño. El buey maduro se mantenía invariable en su curso; sabía exactamente adónde iba. Su amo lo conducía y él tiraba del carro. Su pequeño compañero llevaba un yugo que era muy pequeño (el cual probablemente apenas sentía), pero que lo mantenía a la par del buey maduro. ¡Qué clara ilustración de Mateo 11:29 es esta! “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí […]”. El único propósito era que el buey pequeño aprendiera del buey maduro exactamente lo que se esperaba que hiciera. Este es un hermoso ejemplo del yugo que nos une al Señor Jesucristo. Él lleva la carga del yugo grande; Él lleva la carga mientras nosotros simplemente caminamos a Su lado. El yugo pequeño era, en realidad, muy liviano; dudo que el buey pequeño siquiera lo sintiese. La función que cumplía era refrenarlo y obligarlo a caminar en la dirección correcta. Al mismo tiempo, algo más estaba ocurriendo. Estaba en el proceso de aprender cuál sería finalmente su suerte en la vida: crecería y maduraría para tirar él del carro. El apóstol Pablo dijo en Filipenses 4:11: “[…] he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación”. El buey pequeño se mostraba muy contento de caminar al lado del buey maduro. Así es como el Señor quiere que caminemos con Él. Tenemos responsabilidades, sí, pero Él es quien llevará la carga. La clave es rendirnos a Él y llevar Su yugo.
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Debemos grabar en nuestra mente la ilustración de este segundo paso para entrar al descanso emocional, que es llevar Su yugo. Debemos estar dispuestos a caminar con el Señor. A medida que lo hacemos, aprendemos de Él y sentimos que nos llenamos de un santo contentamiento.
Mansedumbre En el mismo pasaje, el Señor dice a continuación: “[…] que soy manso” (Mt. 11:29). Hay solamente dos personas en la Palabra de Dios a quienes se atribuye la virtud de la mansedumbre. Moisés fue llamado el hombre más manso que había sobre la tierra (vea Nm. 12:3). El Señor Jesús pudo decir: “Soy manso”. La mansedumbre es una cualidad que debe formarse en nosotros. La mansedumbre es, básicamente, la aceptación santa de las circunstancias. Es una experiencia real de Romanos 8:28, donde el apóstol Pablo dice: “Y sabemos [por experiencia] que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”. Pablo fue un escritor prolífico, pero sus escritos reflejaban más un conocimiento por experiencia que un conocimiento académico. Cuando decía que sabía o que había aprendido algo era porque esa palabra específica de Dios se había hecho parte de su experiencia de vida. Eso es lo que se necesita para predicar o escribir: que lo que predicamos o escribimos sea una experiencia real para nosotros. Cada uno debe llegar a la condición de Romanos 8:28, donde sabemos que todas las cosas nos “ayudan a bien”, o, como traduce la NVI: “[…] que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman”.
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En Romanos 8:28 se mencionan algunos requisitos. En primer lugar, es para los que aman a Dios. Obviamente, éste es un requisito. Cuando un intérprete de la ley preguntó al Señor cuáles eran los mandamientos pricipales, Él respondió: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas” (Mt. 22:37-40). En consecuencia, el amor de Dios debe desarrollarse en nuestro corazón. El segundo requisito es ser llamado conforme a Su propósito. En otras palabras, debemos caminar con Él para cumplir Su propósito en nuestra vida. Cuando lo hacemos, sabemos que todo lo que nos sucede en la vida obra Su buena voluntad para nosotros, realizando Su propósito y llevándonos a niveles más altos en Dios. El camino a la mansedumbre consiste básicamente en dos pasos o áreas. Hay una experiencia instantánea, y luego una obra profunda de esa experiencia en nuestra vida. La salvación es una experiencia instantánea por medio de la cual podemos decir: “Sé que soy salvo. Tuve la experiencia”. Pero luego la Palabra de Dios nos dice también que nos ocupemos de nuestra salvación con temor y temblor (Fil. 2:12). Cada promesa de Dios en Su Palabra, cada experiencia, es instantánea. Por ejemplo, el bautismo del Espíritu Santo es instantáneo. Cuando somos llenos del Espíritu Santo, Él fluye de lo más profundo de nuestro ser interior y hablamos
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en otras lenguas. Es instantáneo. Sin embargo, luego tenemos que andar de esta manera. Según se lee literalmente en el idioma griego, el apóstol Pablo dijo en Efesios 5:18:”Estén siendo llenados del Espíritu”. En Hechos 2 encontramos una experiencia instantánea en la que aparecieron lenguas de fuego y los creyentes fueron llenos del Espíritu Santo. En Hechos 4, cuando otra vez estaban orando, se produjo una nueva llenura del Espíritu Santo. En cada situación hay una experiencia instantánea, pero también existe una exteriorización de esta experiencia en la vida diaria. Lo mismo ocurre con la mansedumbre. En Colosenses 3:12, el apóstol Pablo dice: “Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia”. “Vestirse de mansedumbre”. ¿Cómo nos “vestimos” de mansedumbre? No hay suma de dinero que la pueda comprar. Es verdaderamente una prenda que no tiene precio. Ningún comerciante en la tierra tiene esta prenda entre sus artículos. Viene del cielo. Es una experiencia instantánea que recibimos cuando clamamos: “¡Oh, Señor, vísteme con Tu mansedumbre!” Recibimos Su mansedumbre por la fe, pero luego la verdad debe manifestarse en forma práctica. Hay una verdad en Cantar de los Cantares 3:6: “¿Quién es ésta que sube del desierto como columna de humo, sahumada de mirra y de incienso y de todo polvo aromático?” La mirra representa la mansedumbre. El aspecto práctico, visible
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de la mansedumbre se desarrolla en las experiencias de desierto. Moisés, que fue el hombre más manso que haya vivido sobre la tierra (aparte de Jesucristo), pasó 40 años en el desierto. Cuando salió del desierto, se dice de él que era más manso que todos los hombres que había sobre la tierra (Nm. 12:3). Las experiencias del desierto nos impregnan con la fragancia de la mirra, la virtud de la mansedumbre. La mansedumbre es una actitud, una aceptación santa de las circunstancias sabiendo que todas las cosas ayudan para bien a los que aman a Dios y son llamados conforme a Su propósito. Por supuesto, si no estamos en los caminos de Dios, las cosas que suceden no siempre nos ayudan para bien sino a menudo para mal. De modo que es fundamental que sepamos cuáles son los requisitos que Dios establece en Su Palabra para recibir estas virtudes.
Humildad Volviendo a Mateo 11:29 encontramos que el Señor se atribuyó otra virtud; dijo que era “humilde de corazón”. Se trata de la virtud de la humildad. La humildad es tanto una actitud como una experiencia. Alguien que escribió sobre la humildad fue Andrew Murray, un gran hombre de Dios de Sudáfrica. Murray desarrolló algunos de los siguientes pensamientos sobre este tema (Murray, 2001). Somos concebidos en pecado porque nuestros padres nos transmiten lo que llamamos el “pecado original”. Cuando Adán cayó, el pecado entró en el mundo. Esa naturaleza adámica se transmite a cada hombre y mujer que llega a este mundo
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pues todos descendemos de Adán. Somos concebidos en pecado y no podemos expiar ese pecado por nosotros mismos. No hay sacrificio que podamos hacer que lo elimine o que pueda limpiarnos. Debemos recurrir al Señor Jesús para beneficiarnos con Su maravillosa pasión en la Cruz del Calvario. Únicamente la sangre de Jesús puede expiar el pecado. El profeta Jeremías dijo: “Conozco, oh Jehová, que el hombre no es señor de su camino, ni del hombre que camina es el ordenar sus pasos” (Jer. 10:23). Dios no ha puesto en nosotros la capacidad para dirigir nuestro propio camino. El rey David dijo en Salmos 139:14: “¡Te alabo porque soy una creación admirable!” (NVI). ¡Qué maravilloso es el cuerpo humano y qué extraordinaria coordinación posee! El cuerpo funciona maravillosamente cuando andamos por el camino correcto y vivimos de la manera correcta. Algo que Dios no nos ha dado es la capacidad para dirigir nuestro propio camino. A medida que la vida pasa, nos damos cuenta que Dios tiene un propósito para nosotros. En Su sabiduría, ha preparado un camino para cada uno. Sin embargo, Romanos 9:11 nos dice que únicamente Él puede hacernos capaces de cumplir Su voluntad en nuestra vida. El profeta Juan el Bautista dijo: “No puede el hombre recibir nada, si no le fuere dado del cielo” (Jn. 3:27). El apóstol Pablo dijo a la iglesia de Corinto (cuyos miembros aparentemente se estaban comportando en una manera jactanciosa y orgullosa): “Porque ¿quién te distingue? ¿o qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido?”
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(1 Co. 4:7). En otras palabras, estaba diciendo: “¿Quién decidió que nacieras hombre o que nacieras mujer? ¿Quién decidió que tuvieras cabello rubio u oscuro? ¿Quién decidió cuál sería tu altura? ¿Quién te dio los talentos y capacidades que tienes? ¿Quién te hizo una persona única, singular?” Por lo tanto, nuestro pensamiento debe dirigirse a nuestro Creador, a nuestro gran Alfarero. Al estudiar la Palabra de Dios y examinarnos a nosotros mismos, debemos preguntarnos qué somos realmente. Sólo podemos decir junto con el apóstol Pablo: “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy […]” (1 Co. 15:10). No hay nada acerca de lo cual podamos enorgullecernos, pues todo lo que tenemos lo recibimos por gracia y nada más que por gracia. Ciertamente, nuestro deseo es poner en práctica nuestras capacidades, pero todavía son necesarias la fuerza y la gracia de Dios para usar y desarrollar esas capacidades que Él nos ha dado. Cuando escribo un libro soy totalmente consciente de que es Dios quien lo inspira. Mi esperanza es que cada vez que escribo un libro sea Dios quien lo haya escrito por medio de mí. Un pastor perteneciente a nuestro ministerio falleció, y un miembro de su congregación tuvo una visión de él en el cielo. Luego de recibir su corona de manos del ángel, preguntó: “¿Puedo ver a Jesús?” Tras ser conducido a la sala del trono de Dios en el cielo, vio a Jesús sentado en Su trono. Todo lo que pudo hacer fue llorar, caer de rodillas, quitarse su corona y decir al Señor: “Esto que tengo es gracias a Ti”. El apóstol Pablo escribió a la iglesia de Filipos: “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús,
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el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Fil. 2:5-8). La mente de Cristo es una mente vestida de humildad. La recibimos de dos maneras: instantáneamente y en la manifestación práctica de esta cualidad en nuestra vida. Por ejemplo, podemos vestirnos instantáneamente con la humildad de Cristo por medio de la fe, porque Colosenses 3:12 nos ordena vestirnos “de humildad”. Sin embargo, una vez que hemos recibido humildad, debemos continuar andando en ella. La humildad también se ve en la manera en que nos sujetamos a la autoridad, como vemos en las palabras del centurión romano que dijo a Jesús: “Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra, y mi criado sanará. Porque también yo soy hombre bajo autoridad, y tengo bajo mis órdenes soldados; y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace” (Mt. 8:8-9). El Señor se maravilló de su fe, afirmando que nunca había visto fe semejante en todo Israel. En realidad, somos hombres y mujeres bajo autoridad. Dios ha trazado un plan para nuestra vida y debemos someternos con toda humildad, pidiéndole al Señor que por favor nos dirija y capacite para la obra que ha preparado para nosotros.
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Descanso para nuestra alma La promesa de Mateo 11:29 es que “hallaréis descanso para vuestras almas”. Dios tiene alma, hecho claramente establecido en los Salmos. En Salmos 11:5 dice: “Jehová prueba al justo; pero al malo y al que ama la violencia, su alma los aborrece”. En Su sabiduría, Dios nos ha dado un alma también. El alma es el asiento de nuestras emociones y sentimientos. El alma es la que debe descansar, reposar. En los Salmos, el rey David describe muchas experiencias por las que pasó. En Salmos 6:3 dijo: “Mi alma también está muy turbada”. En otras palabras, su alma se encontraba atormentada por las situaciones que lo rodeaban. El alma es muy frágil y fácil de verse atormentada. También puede sentirse tremendamente agotada por las dificultades y diversas situaciones por las que atravesamos, pero el deseo del Señor es que triunfemos. Dios tiene la capacidad de dar descanso y paz a nuestra alma. Salmos 23:3 dice que Dios guiaba a David a pastos delicados y aguas de reposo. De esta manera Dios restauraba su alma. En Salmos 25:13, hablando de los que temen al Señor y andan en justicia, David dijo: “Su alma reposará en el bien” (RV). Cuanto mayor llega a ser una persona, más desea el reposo. No nos gusta enfrentar situaciones y circunstancias que afligen el alma. Sin embargo, cuando uno ha caminado con el Señor, cuanto más pasan los años, mayor es el reposo de Dios en su alma.
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Tomar autoridad sobre nuestra alma Debemos tomar autoridad sobre nuestra alma. En Salmos 42:5, el rey David dijo: “¿Por qué te abates, oh alma mía?” La expresión “abates” es un término que utilizaban los pastores para referirse a las ovejas. Se utilizaba cuando una oveja por alguna razón caía en una hondonada o zanja y rodaba, quedando con sus patas hacia arriba sin poder salir. El peligro es que cuando una oveja está tendida de esa manera se forman gases en su interior, los cuales pueden, en algunos casos, asfixiarla en sólo cuestión de horas si el pastor no la encuentra a tiempo. A veces sucede lo mismo con nuestra alma; sencillamente no podemos salir del pozo. Pero el rey David, el rey-pastor, dijo a su alma: “¿Por qué te abates?” Y el alma pareciera haber respondido: “¿No has visto todos los soldados que nos rodean? Nos superan en número. No tenemos esperanza. ¿Es que no ves el problema? ¡En lo natural no hay salida!” (El alma a veces reacciona con bastante lógica, pero no siempre). Sin embargo, el rey David dijo a su alma: “¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, salvación mía y Dios mío” (Sal. 42:5). Nuestra alma puede estar bien o mal emocionalmente, pero debemos tomar control y autoridad sobre ella. Debemos hablar como el rey David y preguntar a nuestra alma cuál es el problema. Entonces podremos entrar en la experiencia de Salmos 55.18, donde el rey David dice del Señor: “El redimirá en paz mi alma de la guerra contra mí, aunque contra mí haya muchos”. ¡Qué maravilloso
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es tener la paz de Dios arraigada en nuestra alma!” Éstas son experiencias reales. En la vida tendremos que atravesar dificultades. David dijo al respecto en Salmos 62:5: “Alma mía, en Dios solamente reposa, porque de él es mi esperanza”. En otras palabras, cuando algo sucede que nos angustia, debemos permanecer quietos y descansar en Él. Si nos resulta difícil hacerlo, abramos nuestro corazón a Dios y esperemos en Él con expectativa. Él hablará y calmará nuestros temores. Dios tiene emociones, pero también es un Espíritu y tiene un Cuerpo, como sucede con el Espíritu Santo y el Señor Jesús. Hemos sido creados a la imagen de Dios, con un alma y un espíritu. La clave para entrar en el descanso de nuestras emociones está en enseñar a nuestra alma a confiar en Dios y alabarlo. En Salmos 103:2, el rey David mandó a su alma que bendijera al Señor. Su espíritu tomó autoridad sobre su alma. Las emociones no son necesariamente malas; obviamente hay emociones buenas pues David dijo a su alma que bendijera al Señor y se gozara en Él. Deseamos que nuestra alma tenga paz y gozo, no tormento. Sin embargo, las emociones no deben gobernar nuestro ser. El alma es muy frágil y sensible. Puede ser provocada y ofendida con facilidad, lo cual puede ser más problemático para algunos que para otros. Sin embargo, la persona gobernada por las emociones no puede ser feliz, pues no sabe cómo se sentirá al momento siguiente. Igual que en
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el caso de David, nuestro espíritu debe gobernar y ordenarle a nuestra alma: “¡Bendice al Señor!” En el transcurso del día ocurren cosas que están fuera de nuestro control; pero David dijo a su alma en Salmos 116:7: “Vuelve, oh alma mía, a tu reposo, porque Jehová te ha hecho bien”. De eso hablaba el Señor Jesús en Mateo 11:28-29 cuando dijo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí […]”. A medida que caminamos con el Señor, aprendemos de Él.
Aprender de Jesús Podemos ver el extraordinario ejemplo que dejó el Señor cuando estuvo sobre la tierra. Allí estaba, en el Aposento Alto, faltando apenas unas horas para ser traicionado e ir a la cruz. Él sabía todo lo que iba a ocurrir y, sin embargo, ¿qué enseñó a Sus discípulos en ese momento? ¡Les enseñó acerca del amor, el gozo y la paz! (Vea Jn. 14–15.) Jesús dijo: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Jn. 14:27). Su alma estaba realmente en paz a pesar de lo que estaba a punto de enfrentar. Después les dijo: “Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido” (Jn. 15:11). ¡Qué tremendo ejemplo nos dejó el Señor en Su momento más difícil! Todo el objeto de Su venida a la tierra era sufrir. Él sabía de la terrible aflicción que iba a tener que atravesar. Dejó el Aposento Alto y caminó hasta el Getsemaní. Aun en medio de Su mayor prueba sobre la
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tierra pudo decir a Sus discípulos: “Les doy Mi paz”. Jesús se encontraba bajo el control de Su Espíritu y no de Su alma. Él estaba todo el tiempo en control. En una oportunidad tuve una visión del Señor en el huerto del Getsemaní. Estaba muy oscuro. Judas había venido con cerca de mil soldados con lámparas. Cristo se encontraba en las sombras, por lo que podría haber escapado fácilmente. Sin embargo, lo vi emerger de la oscuridad y enfrentar al destacamento de soldados. Les preguntó: “¿A quién buscan?” y ellos respondieron: “A Jesús nazareno”. Cuando Él les dijo: “Yo Soy el que Soy”, todos retrocedieron y cayeron a tierra (vea Jn. 18:5-8). Él tenía completamente el control. Cuando Jesús estaba ante Pilato, éste le preguntó: “¿Por qué no te defiendes?” Por supuesto, Jesús no podía defenderse, pues si hubiese sido liberado el propósito de la salvación se habría arruinado. Jesús no respondió a Pilato; Su alma estaba en perfecta paz (vea Mc. 15:1-5).
La bendición del descanso de las emociones Descansar de nuestras emociones es una bendición maravillosa; tener paz en nuestra alma no tiene precio. La clave es rendirnos a Dios y recibir por la fe Su mansedumbre y Su humildad, y luego permitir que Él desarrolle esa mansedumbre y esa humildad en nuestra vida de manera profunda, de tal manera que nuestro espíritu esté en control de nuestra alma. Cuando nuestra alma se turba, podemos ordenarle volver a descansar, y nos obedecerá.
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Nuestra vida tendrá así serenidad y también victoria, y no estará tensa por todas las cosas que salen mal. No nos sentiremos ofendidos ni provocados, pues es el alma la que se siente provocada. Podemos decir: “¡Alma, basta! ¡vuelve a tu reposo!” Al hacerlo, obtendremos la victoria y también experimentaremos lo que dijo el apóstol Pablo:
“He aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación” Fil. 4:11
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CAPÍTULO TRES El reposo de la adversidad Salmos 94:12-13 dice: “Bienaventurado el hombre a quien tú, JAH, corriges, y en tu ley lo instruyes, para hacerle descansar en los días de aflicción, en tanto que para el impío se cava el hoyo”. Yo era director de un hotel en un centro de conferencias cristiano cuando Dios me habló hace muchos años por medio de estos versículos. En aquel entonces había tanto caos en mi interior que terminé enfermándome. Dios me lo mostró en la forma de un molino que machacaba aceitunas. En esta visión yo era una pequeña aceituna entre dos piedras que avanzaban en direcciones opuestas. La piedra de arriba era Dios, e iba en una dirección, y la otra era el presidente de la organización, que iba en la dirección opuesta. Yo no era el presidente, sino el segundo después de él. De manera que yo era como la aceituna que estaba entre las dos piedras, entre Dios y el presidente. Si una piedra de molino va en una dirección y la otra va en la dirección contraria, destrozarán por completo a la pequeña aceituna. Esto era precisamente lo que estaba ocurriendo conmigo. Después vi por mi ventana un enorme roble. No sé qué edad tendría, pero evidentemente era muy viejo. En Suiza se producen terribles tormentas, especialmente en la zona montañosa donde nos encontrábamos. El árbol que vi había resistido cada tormenta. Los pájaros y otros animales pequeños venían bajo sus ramas para refugiarse de las tormentas. Entonces el Señor me dijo: “Tú serás como ese
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árbol”. En esos momentos me sentía como una pequeña ramita, pero Dios continuó diciéndome que sería como ese árbol. Casi podía ver que me esperaba un largo camino en el que enfrentaría gran adversidad, pero yo iba a encontrar reposo. En ese entonces no podía predicar esto fundamentalmente porque el mundo se encontraba en relativo descanso. Pero ahora que vemos que la adversidad surge en todas partes, ¡cuánto necesitamos experimentar esta promesa! Y esta es una promesa que viene de Dios. El descanso de la adversidad es verdaderamente una de las cosas más hermosas que Dios puede ofrecer. En las secciones siguientes estudiaremos algunas de las condiciones que aparecen en Salmos 94:12-13 para descansar, estar en reposo, aunque estemos rodeados por enemigos, adversidades y perversidades.
Ser bienaventurado, o bendecido por Dios Ser “bienaventurado” significa, básicamente, haber obtenido el favor de Dios. Nuestra relación con Dios es lo más importante, pues es Dios quien determina cuál será nuestro fin. Esto es únicamente por la gracia de Dios. El apóstol Pablo dijo en 1 Corintios 15:10: “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo”. Todo lo que leemos y comprendemos de la Biblia es únicamente por gracia.
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Cuando contemplo los muchos años de mi vida debo decir que ciertamente solo he podido vivir únicamente debido a la gracia de Dios. Me doy cuenta que de haber tomado cierta decisión equivocada me habría alejado del camino del Señor. Pero Dios, en Su gracia, me llevó a tomar la decisión correcta y permanecer en Su camino. Por otra parte, he visto a muchos que han caído y quedaron a la vera del camino después de vivir rectamente durante muchos años. Ezequiel 33:13 dice: “Cuando yo dijere al justo: De cierto vivirás, y él confiado en su justicia hiciere iniquidad, todas sus justicias no serán recordadas, sino que morirá por su iniquidad que hizo”. Lo más importante es de qué manera finalizamos la carrera de la vida. Es como el caso de un árbol. “[…] en el lugar que el árbol cayere, allí quedará” (Ec. 11:3). Del mismo modo, nuestra condición espiritual al morir es lo que determina nuestro destino eterno. Por lo tanto, es importante concluir bien nuestra vida, por el favor y la gracia de Dios.
Ser corregidos por Dios “Oh Señor, feliz aquel a quien corriges […]” (Sal. 94:12, DHH). Como hemos dicho, la persona bendecida es aquella que obtiene el favor de Dios, y todo aquel que obtiene el favor de Dios es corregido por Él. Esto no parece ser precisamente lo que esperaríamos recibir luego de haber obtenido el favor de Dios, pero el libro de Hebreos nos dice que Él nos corrige para que participemos de Su santidad (He. 12:10). Hablando de Cristo, el apóstol Pedro dijo: “[…] quien ha padecido en la carne, terminó con el pecado” (1 P. 4:1b).
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Ser corregido es un privilegio que el Señor concede a Sus hijos: Hebreos 12:5-8 dice: “Y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo: Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por él; porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo. Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos”. El Señor corrige a todo aquel a quien recibe por hijo. Debemos ser reconocidos por el Señor como Sus hijos, como quienes han de ser hechos partícipes de Su santidad. Cuando hablamos del Tabernáculo de Moisés, pensamos en sus tres partes: el Atrio Exterior, el Lugar Santo y el Lugar Santísimo. El Atrio Exterior representa a los creyentes carnales. Estas personas han sido salvas y hasta bautizadas en agua y en el Espíritu Santo, pero no participan de Su santidad. Desgraciadamente, al viajar por diferentes países he podido comprobar que muchos cristianos no son partícipes de Su santidad, lo cual se manifiesta a través de su vocabulario, sus acciones, su resentimiento, sus críticas y muchas otras señales. El Lugar Santo y el Lugar Santísimo, precisamente en virtud de sus nombres, corresponden a quienes han sido hechos partícipes de Su santidad. Verdaderamente es un gran privilegio ser corregido por el Señor y ser hecho partícipe de Su santidad.
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En Hebreos 12:11, el apóstol admite: “Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados”. La corrección de Dios puede tomar diferentes formas, incluidas la enfermedad, las dificultades, las privaciones y los problemas económicos. Debemos aceptar Su corrección pues Su propósito es producir Su santidad en nosotros. El testimonio del salmista se oye fuerte y claro cuando dice en Salmos 119:67, 71: “Antes que fuera yo humillado, descarriado andaba; mas ahora guardo tu palabra […]. Bueno me es haber sido humillado, para que aprenda tus estatutos”. La santidad es la condición de estar separado de este mundo y todos sus deseos y estar unido a Dios, el único que es Santo. Somos hechos santos para poder serle agradables. A Dios se lo conoce principalmente por dos razones: Su santidad y Su amor. El amor va de la mano de la santidad y es un resultado de ella. Un Dios Santo solamente puede caminar con personas santas. Éste es el propósito de la corrección.
Ser enseñados por Dios “Bienaventurado el hombre a quien tú, JAH, corriges, y en tu ley lo instruyes…” (Sal. 94:12). Una vez dicho esto, estamos en condiciones de ser instruidos por Su Ley. ¿A quién enseña Dios? “Encaminará a los humildes por el juicio, y enseñará a los mansos su carrera” (Sal. 25:9). Debemos ser aptos para ser enseñados por Dios; los mansos son personas enseñables y
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son aptos para ser enseñados por el Señor. En el libro del profeta Sofonías surge nuevamente la cuestión de la aptitud al referirse a la adversidad en los últimos tiempos. Leemos en Sofonías 2:3: “Buscad a Jehová todos los humildes de la tierra, los que pusisteis por obra su juicio; buscad justicia, buscad mansedumbre; quizá seréis guardados en el día del enojo de Jehová”. Por lo tanto, la mansedumbre es una virtud necesaria para ser aptos para ser enseñados y protegidos por el Señor. La mansedumbre es como el agua, la cual podemos empujar en la dirección que queramos. En cierto sentido, no ofrece resistencia. Lo opuesto a la mansedumbre es la terquedad. Conocí a un hombre que era apto para ser promovido rápidamente en un organismo del gobierno, pero tenía un problema: era terco. Su padre le había dicho: “Rinde estos exámenes (los cuales podría haber aprobado fácilmente) y ascenderás vertiginosamente”. Pero él tercamente respondió: “No quiero”. Cerca de veinte años más tarde decidió que su padre quizá tendría algo de razón, de modo que rindió los exámenes y los ascensos no tardaron en producirse. Este hombre podría haber llegado mucho más lejos, pero la terquedad se lo impidió. Debemos tener mucho cuidado, pues la terquedad puede impedirnos avanzar y aun apartarnos del camino del Señor. La mansedumbre nos mantendrá en la senda del Señor y nos abrirá la puerta a Sus caminos.La mansedumbre es algo que debemos cultivar, y la cultivamos cuando decidimos aceptar la enseñanza de personas sabias.
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Podemos pedir al Señor que nos guíe a tales personas y luego permitir que nos enseñen permaneciendo a su lado, porque “el que anda con sabios, sabio será; mas el que se junta con necios será quebrantado” (Pr. 13:20). Alguien dijo una vez que una persona debe vivir su vida como si en un tiempo futuro fuera a convertirse en presidente de la nación. La idea es que al llegar a ser presidente, uno no quisiera tener que arrepentirse de cosas que hizo en su pasado. Nadie desearía tener un pasado del cual los periodistas pudieran echar mano, trayéndonos vergüenza y reproche. Cuando somos jóvenes, observamos el camino que conduce al futuro pero no estamos seguros de lo que encontraremos en él. Al mirar atrás en el camino de mi vida, veo que el haber tomado una decisión equivocada podría haberme apartado del camino del Señor. Pero Dios, en Su gracia, me llevó a tomar la decisión correcta, manteniéndome en Su camino. Imagine lo cuidadoso que sería al tomar ciertas decisiones, si usted fuera un anciano y pudiera mirar hacia atrás y ver las consecuencias de aquellas decisiones en su vida. ¿Habría decidido de la misma manera? A menudo, las decisiones más importantes se toman durante la juventud, y algunas de ellas son irrevocables. Por ejemplo, si alguien comienza a consumir drogas o bebidas alcohólicas fuertes, esto es prácticamente irrevocable. Estos elementos afectan la mente y el carácter de la persona y sus efectos pueden ser de por vida. Por lo tanto, es muy importante que tomemos las decisiones correctas en la vida, analizando
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cuidadosamente las consecuencias de manera que nos mantengamos en la senda que Dios ha preparado para nosotros. Debemos acudir a los sabios para que nos enseñen. Ellos nos enseñarán a tener cuidado con las locuras de la juventud. Cuando nos dejamos enseñar por Dios aprendemos acerca de Sus caminos, y somos aptos para ser preservados en los tiempos de adversidad. Muchas personas no son enseñables y no aprenden las lecciones básicas de la vida. ¡Qué alto precio pagan por ello! Esto arruina su vida en la tierra y afecta también su eternidad.
Aprender de los errores Una forma de aprender es a través de los errores. En cierta oportunidad leí un libro de frases célebres de personas famosas de otros tiempos. Resulta sumamente interesante que todos aquellos que han alcanzado importantes cargos y un lugar muy destacado en el plano político, social y material, dicen que de donde más aprendemos es de nuestros errores. No estoy de acuerdo con esto; esta idea proviene de la sabiduría terrenal. Aprendemos más de los errores de otros, porque si es necesario que cometamos un error para aprender, ese error nos retrasaría en nuestro avance. De esta manera nos saldríamos del camino recto y, en consecuencia, tendríamos que volver sobre nuestros pasos para retomar el camino. Es muchísimo mejor aprender de los errores de otros al estudiar su vida y permitirles que nos hablen acerca de sus equivocaciones. Nuestros propios errores pueden
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resultar muy costosos. Por La mejor ejemplo, algunos aprenden a manera de través del error de consumir aprender es drogas. Otros aprenden al observar a consumir bebidas fuertes. Sin otros y embargo, ¿qué precio pagan por aprender de ello? Estos errores dañan su sus errores carácter, cuyo valor es incalculable. La mejor manera de aprender es observar a otros y aprender de sus errores.
Dios gobierna sobre la adversidad y provee descanso “Para hacerle descansar en los días de aflicción” (Sal. 94:13). La adversidad no se limita a la Gran Tribulación de los últimos tiempos. También incluye todos aquellos momentos de dificultad que pueden afectarnos, o las penurias que podemos llegar a tener que pasar en nuestra vida. Apocalipsis 3:10 dice: “Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra”. Aquí Dios dice que Él mismo envía pruebas y tentaciones sobre la tierra. Queda muy claro, entonces, que es Dios quien gobierna sobre la adversidad. Él es quien determina lo que viene sobre la tierra y lo que no. Por ejemplo, se nos dice claramente en el libro de Apocalipsis que el Anticristo está en el abismo. Solo puede subir de allí por la orden de Dios. Únicamente Dios gobierna al Anticristo y es quien
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determina por cuánto tiempo estará sobre la tierra, por cuánto tiempo tendrá poder, qué le estará permitido hacer y qué no. Es Dios quien gobierna la adversidad y también es Dios el que da descanso de ella. Dios desea que cada uno de nosotros entremos en este bendito reposo; es algo que Él desea darnos. Hay dos conceptos que quisiera analizar. El primero es que Dios nos libra de la adversidad porque hemos sido purificados, y el segundo es que en otros momentos experimentamos Su reposo divino en medio de la adversidad.
Dios nos libra de la adversidad Cuando entramos en el reposo de la adversidad que Dios nos da, podremos ver que otras personas están inmersas en problemas, dolor y tristeza, pero el Señor nos libra de esas cosas. En los primeros tiempos de la nación norteamericana, había un misionero y su familia que ministraban a una tribu indígena que era muy violenta y había matado a muchos otros colonos blancos. Les habían advertido que jóvenes guerreros de esa tribu se aproximaban al lugar en que vivían. El misionero preguntó a su esposa: “¿Confiamos en Dios o no? ¿Es Dios el que protege o no?” De modo que oraron y el Señor les dio paz. En aquel tiempo las puertas se abrían desde afuera tirando de un pequeño lazo. Si no se deseaba que la puerta se pudiera abrir desde afuera, se colocaba una barra atravesada y se metía el lazo adentro. Estos misioneros dejaron el lazo afuera de manera que, cuando vinieran los merodeadores indios,
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estos pudieran abrir fácilmente la puerta. Se trataba en realidad de un gesto de amistad. Los indios vinieron durante la noche, mientras el misionero y su esposa dormían el sueño de los justos. Cuando se levantaron por la mañana y abrieron la puerta, en el lazo había una flecha blanca de la paz. Dios fue quien dio a estos misioneros reposo en medio de la adversidad. El Señor desea darnos reposo en los tiempos de adversidad que han de venir sobre la tierra en los últimos tiempos. Apocalipsis 12:13, 14 menciona que “la mujer” (refiriéndose a una parte de la iglesia) es protegida durante esos tiempos. Debemos comprender claramente que es Dios quien envía la aflicción y es Dios quien protege de ella. Ezequiel 9 habla de la oportunidad cuando Jerusalén se encontraba rodeada por el ejército babilonio. Fue Dios quien trajo el ejército babilonio a Jerusalén, quien hizo que sitiaran la ciudad y quien dio la orden de destruirla. El profeta Sofonías dijo que la destrucción se produjo tan concienzudamente, que los refugiados que se escondieron en las cavernas que había debajo de la ciudad, fueron buscados con lámparas y antorchas (Sof. 1:12). Ninguno de ellos fue librado. Todos aquellos que intentaron esconderse fueron descubiertos y asesinados. Sin embargo, en Ezequiel 9, también vemos que Dios protegió a algunos. El Señor habló al ángel que estaba a cargo de Jerusalén y le dijo: “Pasa por en medio de la ciudad, por en medio de Jerusalén, y ponles una señal en la frente a los hombres que gimen y que claman a causa de todas las abominaciones que se hacen en medio de ella. Y a los otros dijo, oyéndolo yo: Pasad por la ciudad en pos de él,
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y matad; no perdone vuestro ojo, ni tengáis misericordia. Matad a viejos, jóvenes y vírgenes, niños y mujeres, hasta que no quede ninguno; pero a todo aquel sobre el cual hubiere señal, no os acercaréis; y comenzaréis por mi santuario. Comenzaron, pues, desde los varones ancianos que estaban delante del templo” (Ez. 9:4-6). Como vimos en Sofonías, Apocalipsis, el Salmo 94 y Ezequiel, Dios determina quién será destruido y quién será librado. ¿A quiénes libra Dios? A los mansos, a los que siguen la justicia, a los que guardan Su Palabra y a los que gimen y claman por causa de la iniquidad. ¿Cómo entramos, entonces, en el reposo de la adversidad que Dios da? En Sudáfrica el proceso natural en la Refinería Rand es un buen ejemplo para ilustrarnos las realidades espirituales. Mi esposa y yo visitamos la refinería y el director dedicó prácticamente toda la mañana a mostrarnos diversos aspectos de ella, incluyendo el tesoro de la refinería. Nos mostró objetos de incalculable valor que no podían comprarse con dinero. El director nos contó que el oro era refinado hasta alrededor de un 89% en el punto de extracción. Luego, en la refinería, se purificaba hasta obtener un 96% de pureza. El orfebre refina el oro una y otra vez hasta que ya la temperatura no permita obtener mayor pureza, y solo entonces detiene el proceso. Esta es una muy buena comparación para los caminos de Dios. Si hemos pasado las pruebas, tribulaciones y corrección que nos han llevado al grado de purificación que Él desea en nosotros, Dios ya no nos hace pasar por más pruebas pues no harán nada más a nuestro favor.
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En Apocalipsis 3:10, el Señor dijo a la iglesia de Filadelfia: “Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra”. El Señor no iba a permitir que pasaran por más pruebas, librándolos del tiempo de tribulación porque habían soportado fielmente todas las pruebas por causa de Su Palabra. De esta manera podemos comprender más claramente los caminos de Dios. Dios asigna gran importancia a la corrección. Él nos corrige para que participemos de Su santidad, de modo que ya no sea necesario que continuemos siendo probados. Todo aquel que obtiene descanso de las dificultades es bendecido; y la clave para ser bendecido es tener el favor de Dios. Al llegar al área de seguridad en un aeropuerto encontramos lo que llaman vías rápidas para personal con ciertos privilegios. Por ejemplo, el personal de a bordo tiene el privilegio de utilizar estos accesos especiales para pasar con rapidez. En el reino de Dios también hay accesos rápidos para ser promovidos y para recibir la unción y la bendición de Dios. Si obtenemos el favor de Dios, podemos avanzar muy rápidamente. ¿Cómo obtenemos el favor de Dios? Nuevamente podemos ver cuán importante es lo que dice Sofonías 2:3: “Buscad a Jehová todos los humildes de la tierra, los que pusisteis por obra su juicio; buscad justicia, buscad mansedumbre; quizá seréis guardados en el día del enojo de Jehová”. Los mansos deben buscar la justicia y la mansedumbre, y de esta manera es probable que seamos guardados en el día de la ira del Señor.
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También obtenemos el favor de Dios cuando aprendemos a buscar y oír los buenos consejos de personas sabias antes de tomar decisiones, grandes o pequeñas (vea Pr. 27:9). Proverbios 20:18 señala claramente: “Los pensamientos con el consejo se ordenan [...]”. Los maestros son maestros por la voluntad de Dios; es importante que oigamos lo que tienen para decir. No seamos tercos. Obviamente, hay maestros buenos y maestros malos, pero debemos oír a los buenos. De esta manera obtendremos el favor de Dios y Él nos dará descanso.
Cuando Dios nos da reposo en medio de la adversidad En cuanto a quienes nos han atormentado, la Palabra de Dios dice: “[...] en tanto que para el impío se cava el hoyo” (Sal. 94:13). En nuestra vida a menudo hemos sufrido por causa de otras personas. Recuerdo que al terminar la escuela bíblica tenía un empleo mientras esperaba el momento de partir al campo misionero. Algunos de mis supervisores me molestaban y acosaban de una manera insoportable, pero Dios me prometió que ya no volvería a ver sus rostros. Al poco tiempo fui separado de ellos y no los volví a ver. Se trató de un simple caso de reubicación geográfica, pero tuve otras experiencias en que personas se levantaron contra mí y Dios me dijo nuevamente: “No las volverás a ver”. Con algunas de esas personas la intervención de Dios fue tan drástica que les quitó la vida, mientras que otras simplemente desaparecieron de mi vida. Hay un tiempo en el cual Dios determina que ya no veremos más el rostro de quienes nos maltrataron; ya cumplieron con
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el propósito que Dios tenía para ellos en nuestra vida. Sin embargo, hasta que llegue ese momento, Dios desea darnos reposo y paz. Hay un período de “hasta que”, el cual finaliza cuando Dios dice: “¡Es suficiente!” Pero Dios nos dará reposo mientras llega el momento de sacarlos. Es bueno que meditemos al respecto. Por ejemplo, sabemos que el rey David sufrió a manos de Saúl. Después que la vida de Saúl cumplió el propósito de Dios en la vida de David, ya no había razón para que Saúl siguiera vivo, por lo que Dios permitió que los filisteos lo mataran (1 S. 31). Hace más de cincuenta años Dios me dio una promesa de reposo de la adversidad. Puedo dar testimonio que me ha acompañado durante toda mi vida. Este descanso de las dificultades, la adversidad y los enemigos es muy real. Nos es dada hasta que sean quitados, en el tiempo de Dios. ¡Procuremos ser aptos para entrar en el glorioso reposo de Dios! Este bendecido descanso envuelve nuestra mente y corazón, y nos proporciona la serena certeza de que en todo tiempo estamos bajo Su protección. Nunca estamos solos. Él y Sus ángeles nos cuidan, protegen y guardan del mal. Solo aquello que Dios considera necesario para nuestro desarrollo, ¡Procuremos enseñanza y purificación tiene ser aptos permitido llegar a nuestra vida. para entrar ¡Alabado sea el Señor! en el glorioso reposo de Dios!
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CAPÍTULO CUATRO El reposo que ofrece el hablar en lenguas Avance espiritual En Isaías 28:9 se plantea la siguiente pregunta: “¿A quién se instruirá en el conocimiento? ¿a quién se le hará entender lo que oye?” (BJ). Dios promete enseñarnos verdades preciosas. Pero, ¿quién tiene el privilegio de recibir conocimiento de parte de Dios? ¿A quién se le permite entender Su doctrina? La respuesta está en el mismo versículo. A diferencia de la mayoría de las versiones españolas, la Biblia de Jerusalén responde de la siguiente manera: “A los recién destetados, a los retirados de los pechos”. Dios dice esto en el sentido espiritual, cuando el nuevo creyente se parece a un bebé espiritual. El apóstol Pedro usa esta analogía también al exhortarnos a desear, “como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación” (1 P. 2:2) Necesitamos avanzar más allá de la leche de la Palabra, para alimentarnos con su carne sólida y nutritiva. Esto es porque aquellos que solo reciben leche son los débiles, los inmaduros o los que no se han limpiado de las cosas carnales de la vida. En 1 Corintios 3:1-3 leemos: “De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. Os di a beber leche, y no vianda; porque aún no erais capaces, ni sois capaces todavía, porque aún sois carnales;
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pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres?” La leche de la Palabra es de vital importancia cuando comenzamos nuestra vida cristiana, pero luego tenemos que alimentarnos de carne, que es más sustanciosa. Para participar de las bendiciones de Dios debemos ser de aquellos que han sido “destetados” y ya no dependen del pecho y de la leche. En otras palabras, tenemos que el desear no solo las verdades elementales de la Palabra sino la carne más sustanciosa, que representa las verdades más profundas de la Palabra de Dios. Recuerdo como si fuera ayer, la ocasión en que los organizadores de un seminario me dijeron: “Sabemos que usted predica sobre las cosas más profundas, pero no queremos eso. Queremos testimonios, relatos y cosas que hagan reír a la gente, de modo que se vayan de aquí sintiéndose bien”. Hay creyentes que están contentos con las verdades elementales de la Palabra de Dios y que no desean más que eso. En una iglesia que pastoreaba en los Estados Unidos, la gente de la congregación me dijo: “¿Usted enseña sobre el Antiguo Testamento? Nosotros solamente queremos los relatos que hay en los evangelios”. Su concepto era que conocían los relatos de los evangelios y eso los hacía sentirse cómodos. Lamentablemente, ellos no vivían las verdades que enseñaban esos relatos, porque si las hubiesen vivido habrían avanzado, habrían ido “adelante a la perfección” (vea He. 6:1). Queremos ser esos “jóvenes” que son fuertes y en quienes la palabra de Dios permanece, para poder vencer al maligno
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(1 Jn. 2:14). Es a estos que el Señor quiere hablar. Él dijo en Isaías 28:10: “Porque mandamiento tras mandamiento, mandato sobre mandato, renglón tras renglón, línea sobre línea, un poquito allí, otro poquito allá”. El Señor se repite, señalando de esta manera que para entrar tenemos que ir paso a paso. No podemos saltear ninguna verdad, de la misma manera que no podemos saltear peldaños al subir una escalera, los necesitamos todos. Así también, en la Palabra de Dios, debemos aplicar cada verdad renglón tras renglón y comprender la necesidad de alcanzar cada “peldaño” o nivel de verdad, a fin de poder ascender cada vez más en el conocimiento y la doctrina de Dios.
El hablar en lenguas como el reposo de Dios ¿Adónde quiere llevarnos el Señor con este pasaje en particular? Quiere llevarnos al Espíritu Santo. En Isaías 28:11-12 leemos: “[…] porque en lengua de tartamudos, y en extraña lengua hablará a este pueblo, a los cuales él dijo: Este es el reposo; dad reposo al cansado […]”. El Señor dice claramente por medio del profeta Isaías, que el hablar en otras lenguas es el reposo de Dios. Ante todo, veamos el cumplimiento de Isaías 28:11. En Hechos 2:1-6 leemos: “Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en
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otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen. Moraban entonces en Jerusalén judíos, varones piadosos, de todas las naciones bajo el cielo. Y hecho este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua”.
Lenguas de idiomas conocidos Cuando hablamos en otras lenguas es posible que estemos hablando el idioma de algún país en particular. Las personas de ese país entenderían el idioma que estamos hablando, aunque pudiera ser desconocido para nosotros. He tenido esa experiencia en numerosas ocasiones. Por ejemplo, en una oportunidad participaba en una reunión de oración en Francia. Nadie en la congregación hablaba inglés. Yo quería clamar al Señor porque tenía necesidades que no quería que otros supiesen. De modo que no oré en francés sino en inglés. Para mi asombro, mi pastor principal (que no conocía una palabra de inglés) iba y venía por uno de los pasillos, hablando en otras lenguas. De pronto, sus “otras lenguas” se convirtieron en un bellísimo inglés. Había cuatro temas por los cuales yo estaba orando a Dios, y mi pastor respondió a cada uno de ellos por medio de sus lenguas. Él no sabía lo que estaba haciendo y no tenía la menor idea de que estaba hablando en inglés. No fue sino hasta después del culto que pude informarle que, por medio del Espíritu Santo, había respondido a cada una de mis peticiones. En otra ocasión estaba en una convención en Suiza. De pronto sentí la unción y comencé a hablar en otras lenguas. No tenía la menor idea de lo que estaba diciendo, pero después, algunas
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mujeres que habían estado presentes me dijeron que hablé en sueco, a la perfección. En aquel tiempo yo no conocía una sola palabra en sueco. En una escuela bíblica en los Estados Unidos, durante un culto en particular, había muchos pastores hispanoparlantes que estaban orando junto al altar. Mientras yo imponía mis manos sobre ellos acompañado por un grupo de pastores, oí que uno de ellos hablaba perfectamente en francés, por lo que comenté al pastor principal de este grupo: “Este hombre está hablando en francés”. El pastor me respondió: “No, no conoce ni una palabra en francés. Ha de ser español”. Le pedí que escuchara más atentamente y tuvo que reconocer: “¡Eso no es español!” “No”, le dije, “es francés”. En Belgrado, donde yo acostumbraba ir durante el tiempo de la opresión comunista, la Iglesia debía reunirse en sótanos. Uno de los pastores asistentes estaba orando y hablando en perfecto alemán. Yo entendí lo que estaba diciendo, de modo que le respondí en alemán. Los otros presentes me dijeron que esa persona no entendía una sola palabra de alemán, por lo que les pregunté: “¿Entonces cómo es que está orando en alemán?” Me dijeron: “Cuando ora en el Espíritu Santo, ora en alemán”. Hace muchos años, en la iglesia que pastoreaba un amigo en Canadá sucedió algo muy particular. Había una mujer que a menudo pronunciada un precioso mensaje en lenguas seguido por la interpretación espontánea de alguna otra persona. En cierta ocasión, una misionera jubilada que había servido en la India y, por consiguiente, hablaba con fluidez el hindi, estaba
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visitando la iglesia y oyó uno de esos mensajes en lenguas. “Esa señora que habla en lenguas está hablando perfecto hindi. Es más, la mujer que está interpretando en inglés lo hace de manera absolutamente correcta”. Entonces el pastor hizo que tres personas confirmaran el mensaje. Cuando la mujer hablaba en hindi (sin saber que era hindi y sin saber lo que estaba diciendo), otra persona interpretaba al inglés lo que ella había dicho y el pastor miraba a la misionera visitante. Ella asentía con la cabeza, confirmando que la interpretación era correcta; de este modo el pastor pudo saber que todo estaba bien. Es un verdadero milagro que podamos hablar en otra lengua sin conocer ese idioma y que, además, alguien que no conoce ese idioma pueda entenderlo e interpretarlo.
Las lenguas como la evidencia inicial del bautismo del Espíritu Santo El hablar en otras lenguas es la evidencia inicial de haber recibido el bautismo del Espíritu Santo. Resulta muy claro, según Hechos 2:1-4, que cuando los discípulos fueron bautizados en el Espíritu Santo hablaron en otras lenguas. Al continuar leyendo el libro de los Hechos de los Apóstoles, en 10:44-46 encontramos a Pedro hablando en la casa de Cornelio, donde los gentiles que estaban presentes, también, comenzaron a hablar en otras lenguas. Esa fue la evidencia fundamental sobre la base de la cual Pedro declaró a los demás apóstoles que Dios había hecho entrar a los gentiles a la Iglesia, haciéndolos partícipes de las bendiciones de Israel. Los judíos habían experimentado el bautismo del Espíritu Santo y el hablar en otras lenguas, y ahora los gentiles habían
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experimentado exactamente el mismo fenómeno. A partir de este antecedente el apóstol Jacobo dijo: “Varones hermanos, oídme. Simón ha contado cómo Dios visitó por primera vez a los gentiles, para tomar de ellos pueblo para su nombre. Y con esto concuerdan las palabras de los profetas, como está escrito: Después de esto volveré y reedificaré el tabernáculo de David, que está caído; y repararé sus ruinas, y lo volveré a levantar, para que el resto de los hombres busque al Señor, y todos los gentiles, sobre los cuales es invocado mi nombre, dice el Señor, que hace conocer todo esto […]” (Hch. 15:13-18). En Hechos 19:1-6 leemos acerca de la manera en que el apóstol Pablo se encontró con creyentes de Éfeso y, después de orar con ellos, estos creyentes, también, hablaron en otras lenguas. Habían recibido el Espíritu Santo. No debemos tener temor cuando llega el momento de pedir a Dios esta milagrosa y maravillosa bendición. Con respecto al bautismo del Espíritu Santo, Lucas registra una de las enseñanzas de Jesús cuando dijo: “¿Qué padre de vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿o si pescado, en lugar de pescado, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?” (Lc. 11:11-13). Por lo tanto, nunca debemos tener temor de pedir al Señor la milagrosa evidencia inicial del bautismo del Espíritu Santo. Como descubriremos después, es un don que debemos desarrollar constantemente.
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¿Por qué se llama a las lenguas el reposo de Dios? Debemos tener presente que el apóstol Pablo, quien es el principal maestro de la Iglesia, nos ha dado instrucciones acerca del bautismo del Espíritu Santo. En 1 Corintios 14, escribe acerca de las bendiciones que trae el hablar en otras lenguas. En el versículo 15 de este capítulo dice: “¿Qué, pues? Oraré con el espíritu, pero oraré también con el entendimiento; cantaré con el espíritu, pero cantaré también con el entendimiento”. Tenemos aquí un aspecto maravilloso del reposo de Dios con el Espíritu Santo morando en el creyente: puede orar con el espíritu. Romanos 8 nos ayuda a entender las bendiciones y el descanso que resultan de orar en el Espíritu. Si oramos en nuestro idioma natural es nuestra mente la que dirige nuestras oraciones; pero hay situaciones en las cuales no sabemos cómo orar, y eso puede ser angustioso. Únicamente Dios conocería la respuesta acerca de cómo orar en estas situaciones. En Romanos 8:26-27, Pablo habla de la ayuda del Espíritu en nuestras debilidades: “Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos”. Cuando oramos en el Espíritu, el Espíritu Santo ora a través de nosotros conforme a la voluntad de Dios. ¡Hay un bendito descanso al orar en el Espíritu cuando enfrentamos una situación que plantea un desafío a nuestra
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sabiduría y nuestra comprensión! En lugar de angustiarnos y agotarnos mentalmente tratando de analizar todos los aspectos positivos o negativos de la situación, podemos orar en el Espíritu. El Espíritu de Dios se hace cargo y nosotros sabemos que Él está orando a través de nosotros “conforme a la voluntad de Dios”. Un querido amigo de Australia me dijo en una oportunidad: “No sé lo que haríamos si no pudiésemos orar en el Espíritu”. Problema tras problema se suscitan en el ministerio y en la vida, y en realidad no sabemos en qué manera es mejor orar, pero no debemos preocuparnos porque el Espíritu de Dios ora a través de nosotros. Entramos en un reposo cuya bendición es inmensa. En la iglesia en Belgrado, mencionada anteriormente, era muy interesante escuchar al pastor asistente orar en alemán. Cuando imponía sus manos a una persona que se acercaba buscando oración, yo oía al Espíritu Santo que oraba al Padre y al Señor Jesús. En un caso, se trataba de una pregunta sobre sanidad. ¡Cuán hermosamente el Espíritu Santo intercede delante del trono de Dios! El Espíritu Santo, hablando en alemán, decía: “Tú pusiste Tu espalda para que este hijo Tuyo pudiera ser sanado”. El Espíritu Santo estaba recordando a Jesús el gran sacrificio que había hecho por nuestra sanidad. Uno casi podía sentir la presencia del poder sanador de Dios que fluía a través de las manos del pastor hacia esta persona que necesitaba ser sanada. ¡Qué maravilloso era ver cómo el Señor respondía a los gemidos del bendito Espíritu Santo! Después de todo, Él no va a negar al Espíritu Santo Sus peticiones.
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En 1 Corintios 14:15 leemos: “[…] oraré también con el entendimiento”. Algunas veces sabemos muy claramente qué queremos pedir en oración y también, en algunos casos, resulta fácil conocer la voluntad de Dios. En esas ocasiones podemos orar con nuestro entendimiento. La Biblia sigue diciendo: “[...] cantaré con el espíritu, pero cantaré también con el entendimiento”. ¡Qué hermoso es, después de haber cantado alguna canción con nuestro entendimiento, cantar en el Espíritu! ¡Qué hermoso es dejar fluir el cántico del Señor! Algunas veces nos es interpretado y, después que lo hemos cantado en el espíritu, las palabras fluyen en nuestro propio idioma. ¡El cántico del Señor! Qué hermoso es adorar al Señor en la hermosura de la santidad, cantando en el Espíritu.
Las lenguas interpretadas edifican a la Iglesia Este don de lenguas y su interpretación es algo que debemos atesorar. En consecuencia, el apóstol Pablo dice: “Doy gracias a Dios que hablo en lenguas más que todos vosotros” (1 Co. 14:18). También dice: “Así que, quisiera que todos vosotros hablaseis en lenguas” (1 Co. 14:5). Es maravilloso tener este bendito don de las lenguas en un culto de la iglesia, pero también se nos dice que debemos orar por la interpretación a fin de que la congregación sea edificada. “Por lo cual, el que habla en lengua extraña, pida en oración poder interpretarla” (1 Co. 14:13). Al mismo tiempo, cuando estamos orando en el Espíritu por un asunto, qué tranquilizador es cuando esa oración también es expresada en nuestro propio idioma y podemos saber que el Espíritu ha estado orando a través de nosotros.
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Las lenguas edifican al que habla ¿Qué nos sucede cuando oramos en otras lenguas? En 1 Corintios 14:2 leemos: “Porque el que habla en lenguas no habla a los hombres, sino a Dios; pues nadie le entiende, aunque por el Espíritu habla misterios”. Esto me fue revelado cuando era pastor asistente en Francia. La tendencia en ese país era hablar solamente sobre la salvación, el bautismo en agua y el bautismo del Espíritu Santo. En aquel tiempo no creían en la necesidad de tener institutos bíblicos sino que se conformaban con las verdades elementales. Sobre la puerta de entrada al santuario había un cartel que decía: “Jesus Sauve et Il Guerit”, cuyo significado era: “Jesús salva y sana”. Ese era, esencialmente, el mensaje con el cual nacieron las asambleas pentecostales en Francia. Un domingo vino un pastor de Grenoble, en Francia, quien expuso la Palabra de Dios en una manera que yo nunca había oído antes. Después del culto lo rodeamos con un grupo de jóvenes pastores y le preguntamos: “¿Qué libros tiene usted en su biblioteca que le permiten brindar tan gloriosas interpretaciones e ilustraciones de la verdad a partir del Antiguo Testamento?” Su respuesta fue: “Creo que tengo solamente tres libros: una Biblia, un diccionario y una concordancia”. Nuestra pregunta lógica fue: “¿Y usted obtiene de ellos todas esas verdades?” Su respuesta fue: “¡No!” Cada mañana, entre las ocho y las diez, adoro al Señor y oro en otras lenguas. Cuando oro en otras lenguas recibo la interpretación y la
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comprensión de las Escrituras”. Le hablaba misterios a Dios. Aprendiendo de eso, a menudo digo: “Señor, ayúdame a entender”. Al orar en otras lenguas, a menudo recibo el mensaje que debo hablar. En 1 Corintios 14:4 dice: “El que habla en lengua extraña, a sí mismo se edifica” (fortalece su vida espiritual). Frente a toda esta evidencia, nos damos cuenta qué bendición es poder hablar en otras lenguas. Al hablar en lenguas, entramos al reposo de Dios en oración, en adoración, en la búsqueda de un mensaje de parte de Él, o en busca de una respuesta a un problema que podamos tener.
Las lenguas como una señal En 1 Corintios 14:22 se nos dice: “Así que, las lenguas son por señal, no a los creyentes, sino a los incrédulos […]”. Por lo tanto, el hablar en lenguas es una señal no para el creyente sino para el que no cree en Cristo. ¿Cómo es posible esto? Una ilustración de algo que sucedió en Londres hace muchos años quizá nos ayude a entenderlo. Algunos judíos habían entrado a un culto en una iglesia pentecostal. Habían sido invitados, pero no eran creyentes. Durante el tiempo de adoración libre, alguien habló en otras lenguas. Los judíos apenas podían creer lo que estaba sucediendo. Después del culto, se acercaron al pastor y le dijeron: “Aquel caballero que está allá, ¿es judío?” El pastor respondió: “No, es un gentil”. Estas personas le dijeron: “Hablaba perfectamente en hebreo; es más, hablaba como si nuestro Mesías hablara a través de él. Era como si el Mesías nos estuviera diciendo: ‘Este es el camino. Yo soy Jesús’”. Por medio del mensaje en lenguas
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estos judíos fueron profundamente conmovidos. Hay ocasiones en las cuales Dios usa las lenguas como una señal para los que no conocen a Cristo.
Las lenguas en el avivamiento del día final La Iglesia va a experimentar un avivamiento, y son muchas las visiones que han sido dadas con respecto a las grandes cosas que Dios hará en ese avivamiento. Una de las visiones dadas es que, en los últimos días, Dios enviará a miles de personas, de dos en dos (en la numerología bíblica, el dos es el número del testimonio) para ministrar, tal como lo hizo en los tiempos del Nuevo Testamento. Lo extraordinario es que aquellos que vayan a territorios extranjeros, de dos en dos, encontrarán idiomas que no conocen. En estas visiones ha existido la idea que uno de los dos predicaría en su idioma natural y que el otro, sin conocer el idioma extranjero, interpretaría la predicación hablando en una lengua que los oyentes entenderían. ¡Dios va a hacer cosas sorprendentes en estos últimos tiempos! Es una bendición adorar al Señor de manera libre y abierta en el Espíritu. Leer y aprender acerca de este reposo del Señor es una cosa, pero experimentarlo es una cuestión totalmente diferente. La maravillosa oportunidad en la vida natural es que uno no necesita quedarse limitado a un solo idioma; es posible aprender
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más de uno. De igual modo, en el Espíritu, uno tampoco está confinado a un solo idioma. Muchas veces, el Espíritu Santo nos dará idiomas nuevos que servirán para desarrollar nuestra vida espiritual. Siempre debemos procurar entrar más en este bendito aspecto del reposo de Dios.
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CAPÍTULO CINCO El reposo que ofrece el matrimonio Analicemos en primer lugar el reposo de Dios en la forma del matrimonio. Esto se ilustra de manera muy hermosa en el libro de Rut, por medio de la relación entre Noemí y su nuera. Rut se casó con Mahlon, uno de los hijos de Noemí (Rt. 4:10). Mahlon murió diez años después. Al quedar viuda, Rut, quien no era israelita sino moabita, eligió regresar con su suegra a la tierra de Judá en lugar de volver a su pueblo en Moab. Debido al compromiso que asumió Rut, su futuro se convierte en un asunto de importancia para Noemí. En Rut 3:1-4 leemos: “Y díjole su suegra Noemi: Hija mía, ¿no te tengo de buscar descanso, que te sea bueno? ¿No es Booz nuestro pariente, con cuyas mozas tú has estado? He aquí que él avienta esta noche la parva de las cebadas. Te lavarás pues, y te ungirás, y vistiéndote tus vestidos, pasarás a la era; mas no te darás a conocer al varón hasta que él haya acabado de comer y de beber. Y cuando él se acostare, repara tú el lugar donde él se acostará, e irás, y descubrirás los pies, y te acostarás allí; y él te dirá lo que hayas de hacer” (RV). La forma de reposo (descanso) a la cual se refería Noemí era el matrimonio. Noemí procuró que Rut conociera a Booz, quien era el dueño de las tierras en esa región de Belén-Judá. Era un pariente cercano y, en consecuencia,
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tenía el derecho de casarse con ella. Al contraer matrimonio con Booz, Rut pasaría a estar bajo la protección de este buen hombre y él cuidaría de ella. En el matrimonio, el hombre es el proveedor y es el protector de su esposa. Él la guía en todos los detalles de la vida y se ocupa amorosamente de todas sus necesidades. Debemos entender este concepto del matrimonio como un descanso o reposo tanto en el ámbito natural como el espiritual. Con respecto al reposo espiritual, el Señor dice muy claramente en numerosos pasajes que Él es el Esposo de Israel y el Esposo de la Iglesia, la cual es Su Esposa. En muchos casos, cuando una mujer queda viuda, el Señor dirige la atención de ella a Isaías 54:5, donde le dice: “Tu marido es tu Hacedor”. Claramente, el Señor Jesucristo es un tipo de un esposo. En consecuencia, en el ámbito de lo natural, el esposo debe observar al Señor para entender el rol que se espera de él en el matrimonio.
El rol del esposo Ser bondadoso De Isaías 54:8, 10 aprendemos que un aspecto del rol del esposo es ser bondadoso. El Señor dice a Su pueblo: “‘En un arranque de enojo, por un momento, me oculté de ti, pero con amor eterno te tuve compasión’. Lo dice el Señor, tu redentor. […] ‘Aunque las montañas cambien de lugar y los cerros se vengan abajo, mi amor por ti no cambiará ni se vendrá abajo mi alianza de paz’. Lo
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dice el Señor, que se compadece de ti” (DHH). Pablo dice en Colosenses 3:19: “Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas”. Esto lo corrobora el apóstol Pedro, quien habla de tratar con bondad y cortesía a la esposa. “Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo. Finalmente, sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables” (1 P. 3:7-8). Proveer El Señor es nuestro Proveedor; por lo tanto, el esposo debe ser el proveedor de la esposa. En el caso de Rut, ella entró al ámbito de Booz, quien podía proveer abundantemente para ella. “Tenía Noemí un pariente de su marido, hombre rico de la familia de Elimelec, el cual se llamaba Booz. […] Entonces Booz dijo a Rut: Oye, hija mía, no vayas a espigar a otro campo, ni pases de aquí; y aquí estarás junto a mis criadas” (Rt. 2:1, 8). Proteger Cuando un hombre se casa, se instala en su corazón un celo divino por su esposa. La impartición de este celo divino es la manera en que Dios protege a la esposa. Este mismo celo divino se observa en la relación del Señor con Su pueblo, cuando dice en Zacarías 8:2 que celó en gran
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manera a Sion. Asimismo, Pablo presenta este concepto al escribir a los creyentes de Corinto: “Porque os celo con celo de Dios; pues os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo” (2 Co. 11:2). Guiar El esposo también guía a la esposa en la vida, brindándole dirección. A menudo podemos ver a una esposa que recurre a su esposo para obtener de él orientación en toda clase de situaciones. Por ejemplo, puede tratarse de un contexto social en el cual un grupo de amigos está decidiendo dónde ir a cenar. La esposa a menudo mira a su esposo buscando una confirmación respecto de si debe sugerir algo. En este sentido, la relación entre el esposo y la esposa está bellamente ilustrada en Salmos 123:2, donde leemos: “He aquí, como los ojos de los siervos miran a la mano de sus señores, y como los ojos de la sierva a la mano de su señora, así nuestros ojos miran a Jehová nuestro Dios, hasta que tenga misericordia de nosotros”. Si tenemos presente que la relación entre el esposo y la esposa es una representación de la relación del Señor con Su pueblo, podemos ver que este versículo también habla de la manera en que una esposa depende de la orientación que le brinde su esposo. La idea de la guía del Señor para Su Iglesia está expresada en Salmos 32:8: “Mis ojos están puestos en ti. Yo te daré instrucciones, te daré consejos, te enseñaré el camino que debes seguir”. Nosotros, como la Iglesia, debemos ser muy sensibles a las indicaciones del Espíritu del Señor, y tener
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nuestros sentidos muy afinados para detectar Sus “gemidos indecibles”, en Su trato diario con nosotros en esta vida. De igual modo, una esposa debe ser muy sensible a la guía y a los deseos de su esposo. Consolar Otro aspecto del rol del esposo surge de 2 Corintios 1:3, donde el apóstol Pablo se refiere al Señor Jesús como el Consolador: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios”. El esposo consuela y conforta emocionalmente a su esposa, siendo aquel con quien ella puede “desahogarse”. No debe olvidar que su esposa tiene un carácter muy sensible y emotivo. Purificar En Efesios se habla del Señor como Aquel que purifica a Su esposa. Lo hace por medio de la Palabra de Dios. El apóstol Pablo dijo: “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha” (Ef. 5:25-27). Es decir, que los labios del esposo purifican a la esposa. Lo que un esposo y su esposa se dicen
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es muy importante. Se espera del esposo que purifique a su esposa por “el lavamiento del agua por la palabra” de Dios. En otras palabras, debe halagar a su esposa hablándole de manera cariñosa y, si fuera necesaria una corrección, decir la verdad con amor. El esposo hace de la esposa lo que debe ser, por medio de su actitud para con ella. Él tiene enorme poder porque la guía, se ocupa de sus necesidades emocionales, la consuela y la conforta. Las palabras del esposo forman su carácter. Él es el responsable de su bienestar aquí en la tierra y en la eternidad futura. ¿Cuántas esposas se han vuelto personas amargadas y resentidas como consecuencia de los comentarios, las bromas y el sarcasmo de su esposo? Me entristece oír a menudo a esposas confesar que nunca reciben una palabra de reconocimiento o de gratitud por parte de su esposo, a pesar de todo el esfuerzo que hacen para agradarlo. ¿Es de sorprenderse que en algunos lugares el índice de divorcios sea tan elevado? Probablemente con solo incorporar a la relación algunas palabras amables podría haberse salvado un matrimonio.
La importancia de casarse con la persona correcta Los pastores tienen acceso a muchas circunstancias en la vida de las personas. Algo que uno observa cuando aconseja es que aquellos que tienen un matrimonio feliz están contentos y satisfechos con la vida. En contraste, aquellos que tienen matrimonios difíciles o conflictivos a menudo son personas amargadas, resentidas y celosas. Nunca he encontrado a una persona que es feliz en su
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matrimonio y que sea crítica, resentida o celosa.
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Es de suma importancia casarse con la persona correcta
Con frecuencia, las mujeres me recomiendan que tenga cuidado al escuchar a una mujer, porque no siempre lo que dice es lo que quiere decir. Cuando critica a otros o expresa resentimientos, la raíz del problema no siempre está a la vista. El problema a menudo reside en el hecho que no es feliz en su matrimonio. Una persona que está felizmente casada es positiva, jovial y tiene paz. Cuánto desearía que todos tuviesen un matrimonio feliz como el que yo tuve. Mi matrimonio no habría sido feliz si yo no me hubiese casado con la persona correcta. Es de suma importancia casarse con la persona correcta. Una clave para encontrar la persona correcta es observar a los padres de la persona en la cual uno pone sus ojos. Un joven debe observar a la madre de la joven, porque a menudo una hija llega a ser como su madre. De la misma manera, es sabio que la joven observe al padre del hombre con quien planea casarse. Una de las razones por las cuales me casé con mi esposa fue que ella desbordaba de entusiasmo y gozo cuando me hablaba de su maravilloso padre, de su extraordinaria madre y del hogar feliz en el que se había criado. Aunque yo no había conocido aún a mis futuros suegros, los elogios de ellos por parte de mi futura esposa me habían conquistado. Esa era la clase de hogar y de vida de matrimonio que yo quería. Durante toda nuestra vida de casados hablábamos constantemente acerca de nuestros padres.
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El rol de la esposa Hace alrededor de cien años, la actitud que prevalecía en muchas mujeres jóvenes era la de mostrarse frágiles. Pasaban el día reclinadas en un sofá, pensando que, una vez que se casaran, sus esposos cuidarían de ellas. En su autobiografía, Agatha Christie dijo que su madre, su abuela y sus tías habían tenido esa actitud. Decían ser frágiles, pero todas vivieron más de 90 años. ¡El concepto de vivir acostada en un sofá pretendiendo que su esposo cuide de ella, ciertamente no es bíblico! Consagración desinteresada Una esposa debe estar desinteresadamente consagrada a su esposo y al ministerio de él. La esposa de un pastor me dijo en una oportunidad que una esposa consagrada vale más que cien intercesores. También señaló que, a su juicio, ser esposa era una de las condiciones más elevadas a las cuales una mujer podía aspirar. Una esposa consagrada es de enorme apoyo para su esposo. Ambos se convierten en un instrumento poderoso en las manos de Dios. Ser agradable y amable La clave para un matrimonio feliz reside en la mujer. En Proverbios 14:1 leemos: “La mujer sabia edifica su casa; mas la necia con sus manos la derriba”. En muchos casos, una mujer necia destruye su casa por medio de la crítica. Esto lo pude ver claramente en Francia, mientras era pastor asistente en una iglesia. La esposa del pastor principal me dijo: “El Señor me repite constantemente
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Proverbios 14:1”. Esta mujer constantemente criticaba a su esposo, abrumándolo con sus quejas y murmuraciones. Cuando se hizo público que su esposo había cometido adulterio, ella tuvo que pararse frente a la congregación y confesar: “Yo nunca le brindé el amor y la consagración que él necesitaba”. En contraste, la esposa de pastor que mencioné anteriormente era una mujer encantadora y muy desenvuelta. Tenía “un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios” (1 P. 3:4). Agatha Christie describió a su padre como un hombre muy agradable. Cuando murió, el comentario de numerosas personas fue que no existían muchos hombres tan agradables como él. La escritora citó a Charles Dickens, donde a Pegotty se le pregunta: “¿Es agradable su esposo?” Pegotty respondió: “Es un hombre muy agradable”. En el matrimonio, la disposición es sumamente importante. Debemos preguntarnos si somos personas con las cuales resulta agradable vivir. Agatha Christie ocupa el tercer lugar en volumen de venta de libros de su autoría. (El primer lugar en ventas lo ocupa la Biblia y el segundo las obras de Shakespeare). Comenzó a escribir su autobiografía a los sesenta años de edad, pero se tomó su tiempo y continuó hasta los setenta y cinco, cuando sintió que era tiempo de concluirla. Dijo que en sus setenta y cinco años de vida había conocido a innumerables personas. Sin embargo, dijo: “Hasta este día, solo he conocido cuatro matrimonios completamente exitosos” (Christie, 1977, p. 4). Es algo excepcional encontrar un buen matrimonio, uno que sea feliz; aunque no debería ser de esa manera.
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Creo firmemente que, como cristianos, debemos tener matrimonios felices. Yo entendí que el matrimonio debía ser como el cielo en la tierra. Mi matrimonio fue feliz gracias a mi esposa, por su actitud jovial y su forma optimista y positiva de ver el lado bueno de las cosas. Si estábamos pasando por alguna prueba, siempre estaba a mi lado. Nunca criticaba, murmuraba ni permitía que se instalara en ella el resentimiento. Estas son cualidades que se traducen en un matrimonio feliz. Proverbios 31:26 dice de la mujer virtuosa: “Abre su boca con sabiduría, y la ley de clemencia está en su lengua”. Cuando abrimos nuestra boca, hablamos vida o hablamos muerte. Recuerdo al director de mi escuela cuando yo era pequeño. Un niño y su hermana acababan de llegar de otra escuela. Sin razón alguna, eran muy maltratados por muchos otros alumnos. El director suspendió las clases, nos reunió a todos los niños de la escuela y dijo: “Muchachos, ustedes pueden pelearse y dejar a otro con la nariz sangrando o un labio partido, y a pesar de eso levantarse del suelo y ser buenos amigos. Pueden olvidar esa pelea. Pero nunca olvidarán las palabras de desprecio que otro dijo acerca de ustedes. Las palabras hieren; y esas heridas los acompañarán hasta el último día de su vida”. Es sumamente importante, cuando estamos casados, que “la ley de clemencia” esté en nuestra boca. La ley de la clemencia ministra vida por parte de una persona a otra. Nos lavamos y purificamos unos a otros con la ley de la clemencia; nos alentamos y nos afirmamos mutuamente. He observado que a medida que los matrimonios avanzan en edad se parecen más entre sí. Se parecen más porque se ministran mutuamente lo mismo.
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Es imperativo que una esposa sea una persona amistosa y agradable con la cual vivir, y que sea un apoyo para su esposo. Cuando uno observa a un hombre es fácil suponer que es una persona fuerte. Es cierto que puede ser fuerte físicamente y en su capacidad para confrontarse con otros. Un hombre asume automáticamente el rol de líder y, en consecuencia, está acostumbrado a decidir lo que va a hacer y luego ejecutarlo. Aunque podemos ver todo esto en un hombre, quizá no veamos y no comprendamos que un hombre fuerte puede fácilmente ser herido por un comentario cruel de su esposa. Ese comentario hiriente es como un veneno capaz de destruirlo. Un hombre puede pasar por alto lo que otras personas le dicen, pero le es muy difícil sobreponerse a las palabras hirientes pronunciadas por su esposa. Una esposa tiene acceso a lo más profundo del ser de un hombre de una manera que ninguna otra persona tiene. Ella es el mayor tesoro de un hombre. El momento en que un hombre puede sentirse más orgulloso es cuando se le pregunta: “¿Y su esposa?” y él puede responder: “Aquí está. Le presento a mi esposa”. Si una esposa critica, murmura y está cargada de resentimientos, tarde o temprano va a destruir su hogar. Va a producir un hogar contencioso, porque las personas reproducen lo que son. Por lo tanto, trabajemos sobre nuestro carácter. La esposa, como resultado de su actitud, puede destruir el testimonio de su esposo. Cuando una iglesia busca un nuevo pastor siempre se pide al candidato que venga acompañado por su esposa. Esto es porque todos conocen el poderoso efecto que tiene una mujer sobre su esposo y su ministerio.
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Mujeres: Encuentren su lugar en la vida Una mujer también necesita entender que ella es una persona y que tiene que procurar su propia identidad. Durante toda su vida y por la eternidad, una mujer será siempre una mujer. Existe una gran diferencia entre un hombre y una mujer. A ella no se la trata de la misma manera que a un hombre. Permítame darle una idea de la manera en que una mujer puede encontrar su lugar en la vida. En una ocasión, estando en la India, me encontraba con un pastor colega y muchas personas se acercaban a nosotros para presentarse. Algunos hombres venían con su esposa y nos saludaban. Luego llegó un obispo acompañando a un matrimonio y presentó en primer lugar a la esposa, luego al esposo. La mujer era la juez principal de distrito de una de las mayores ciudades de la India. Ella tenía una posición, un cargo, y nosotros reconocimos esa función. Proverbios 18:16 dice: “Con regalos se abren todas las puertas y se llega a la presencia de gente importante” (NVI). La enseñanza aquí es que las mujeres necesitan una oportunidad para hacerse conocer en la vida (digamos, una “plataforma”); un regalo, un don, hace que una persona sea tenida en cuenta. Somos conocidos por nuestro don. La dirección que tomamos en la vida nos da una oportunidad para presentarnos, a partir de la cual somos respetados. Como mujer, es muy importante conocer y desarrollar el don que Dios le ha dado, porque usted será respetada por ese don. Mi esposa era respetada porque era una maestra de la Palabra. Recuerdo una situación que se produjo en Indonesia, hace muchos años. Varios de los hermanos que ministraban se
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cansaron tanto que dijeron: “Renunciamos. Dejen que la hermana Bailey se haga cargo”. La aceptaron. No todos necesitamos tener estos mismos dones para ser aceptados, pero sí tenemos que tener un don para ser reconocidos y aceptados en la vida. Pidamos a Dios nuestro don; nos distinguirá y nos hará aceptos por los demás. La preciosa esposa de pastor que mencionamos anteriormente es aceptada por su carácter, por su ministerio como una guerrera de oración y por su sabiduría. Las personas recurren a ella en lugar de acudir a su esposo, quien es el pastor. Por esta razón, las mujeres jóvenes deben preguntar a Dios cuál es su don y cuál es la “plataforma” desde la cual serán aceptadas. ¡Es motivo de inmensa satisfacción poder ser alguien que camina junto a su esposo en igualdad de condiciones! Muchas personas dicen: “Si tan solo tuviese una oportunidad de manifestar mi don”. Abraham Lincoln dijo que no hay éxito que se produzca de la noche a la mañana. Lo que podría aparecer como un éxito de este tipo es sin duda el caso de alguien que ya estaba preparado: se presenta una oportunidad y simplemente la toma. Una oportunidad no sirve a menos que estemos preparados. Dios es un constructor sabio. Él no nos va a dar una oportunidad a menos que estemos preparados y listos. Por lo tanto, la preparación es la clave. ¿Cómo nos preparamos? Nos preparamos en el área de los dones. En primer lugar, tenemos que conocer nuestro don. En segundo lugar, tenemos que trabajarlo, desarrollarlo.
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Cualquiera sea nuestro llamado, debemos trabajar sobre él y prepararnos. Luego, cuando Dios nos pone delante una oportunidad podemos tomarla y estar en el lugar que Dios ha preparado para nosotros. También debemos prepararnos en el ámbito del carácter. La clase de persona que tiene mayores oportunidades de casarse es aquella con la cual es agradable vivir. Uno necesita desarrollar esas cualidades de bondad, tolerancia y optimismo que son atractivas para el sexo opuesto. El matrimonio es descanso, reposo; pero son necesarios dos para hacer un buen matrimonio. El esposo debe ser un proveedor, confortador y consolador. Debe ser también alguien que purifica a su esposa con las palabras de su boca y la edifica de tal modo que pueda caminar a su lado. Asimismo, la esposa debe amar a su esposo y, con sus palabras dulces, aquietar su espíritu cuando está perturbado.
Un reposo y matrimonio superior El matrimonio es parte del reposo prometido por Dios. Hay también un reposo superior y un matrimonio superior, porque el Señor dice que Él es nuestro esposo (vea Jer. 3:14; Ef. 5:25-32). ¿Qué clase de esposa quiere Él? Quiere una que se regocije, que sea humilde, que tenga un espíritu afable y apacible y en cuyo corazón esté escrita la ley de clemencia. Esta es la clase de persona que va a ser parte de la Esposa de Cristo. Prepárese, prepare su don y prepare también su carácter a fin de ser una persona hermosa por dentro y por fuera. Luego,
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cuando su oportunidad se presente, usted estará listo o lista. El Señor me habló hace varios años acerca de que tiene mucho cuidado en cuanto a las personas que Él permite que se casen con sus hijos. En consecuencia, para el matrimonio en el ámbito natural y en el ámbito espiritual debemos calificar delante de Dios. ¡Preparémonos! Esto se aplica por igual al hombre y a la mujer. Quisiera llevar la atención de las mujeres al maravilloso retrato de una esposa que encontramos en Proverbios 31, y la de los hombres a la ternura y compasión de un esposo que manifiestan la vida de Booz, en el libro de Rut. En ambos casos vemos una descripción del propósito del matrimonio, que es ayudarse mutuamente a alcanzar el supremo llamamiento de Dios para la vida de cada uno. Este principio se hace visible en la vida de algunos de los amigos cercanos del apóstol Pablo; por ejemplo, en la hermosa relación de matrimonio de Aquila y Priscila, ministrando juntos (Ro. 16:3).
Como cristianos debemos tener un matrimonio feliz
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CAPÍTULO SEIS El reposo que ofrece la provisión Este tema de “el reposo que ofrece la provisión” está entretejido en la peregrinación del pueblo elegido de Dios rumbo a la Tierra Prometida. Por lo tanto, es necesario analizar el viaje de los hijos de Israel para encontrar el contexto de esta promesa del Señor. El viaje desde Egipto a la Tierra Prometida estaba ordenado por Él desde antes de la fundación del mundo. Él quería usar este viaje para ilustrar y enseñar a la Iglesia verdades espirituales. Dios prometió a los hijos de Israel que los sacaría de la tierra de Egipto para darles una tierra que fluiría leche y miel; en otras palabras, una tierra de provisión. Esta sería la herencia de ellos. El Señor ordenó todos los acontecimientos que sirvieron para llevar originalmente a los hijos de Israel a la tierra de Egipto. Para comenzar, llevó allí a José, el hijo de Jacob, como un prisionero que a través de diversas circunstancias llegaría a ser el segundo de Faraón. De esta manera, José pudo preparar un lugar para su padre y sus hermanos en Egipto durante un tiempo de gran escasez de alimentos (Gn. 39–50). Luego Dios hizo que la actitud de los egipcios para con el pueblo de Dios cambiara, porque había llegado el tiempo en que Él tenía planeado sacarlos de Egipto (que es una figura de este mundo) para llevarlos a la tierra de su herencia.
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El peligro de una herencia apresurada Dios condujo a los hijos de Israel para que salieran de Egipto y llegaran a una tierra de promesa y provisión, y quiere hacer lo mismo con cada uno de nosotros. Desde donde estamos, quiere llevarnos a una tierra de promesa y provisión. En el Antiguo Testamento, en muchas ocasiones Dios habla a los israelitas acerca de este reposo, en el sentido de introducirlos en la tierra de su herencia. Sin embargo, al mismo tiempo, les advierte que su herencia puede ser su ruina si el orgullo y la soberbia hallan un lugar en su corazón. En Deuteronomio 32:15 leemos lo siguiente con respecto a la nación de Israel (Jesurún): “Pero engordó Jesurún, y tiró coces (engordaste, te cubriste de grasa); entonces abandonó al Dios que lo hizo, y menospreció la Roca de su salvación”. Hay algo que debemos entender en la vida. El propósito de Dios siempre es bendecir. Aunque Su deseo es “introducirnos” en la herencia que tiene para nosotros, no nos permite entrar a menos que estemos preparados; de otro modo, estropearíamos nuestra herencia. Vemos que muchas personas acceden rápidamente a una herencia, pero como dice Proverbios 20:21: “La herencia de fácil comienzo no tendrá un final feliz” (NVI). Saúl es un buen ejemplo de esto. Su acceso al trono como gobernante soberano fue muy rápido, pero su final no fue bendecido (1 S. 31). Vemos aplicado el mismo principio a Salomón cuando accedió a la herencia (el trono) cuando
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tenía aproximadamente diecinueve años de edad, y su fin no fue bendecido (1 R. 11:4). Pero en el caso de David, vemos que Dios lo hizo pasar por muchas experiencias de desierto, de modo que cuando accedió a su herencia estaba preparado para desempeñarse como rey. Samuel Clemens (conocido también como Mark Twain, el célebre autor) dijo en cierta oportunidad que uno no conoce en realidad a una persona mientras pasa por pruebas y dificultades. Es solo cuando llega a un lugar de autoridad y de abundancia que se revela lo que hay en su corazón. Proverbios 1:32 dice que “la prosperidad de los necios los echará a perder”. Muy pocas personas pueden manejar la prosperidad o un alto cargo. En el transcurso de mi vida he visto a muchos niños y jóvenes que estaban mal preparados para recibir una herencia, en algunos casos material y en otros casos espiritual que, una vez en sus manos, despilfarraron lastimosamente, echando a perder todo lo que sus padres habían acumulado para ellos. Recibir bendiciones sin preparación previa, es algo desastroso. Muchos avivamientos fracasaron porque sus líderes no habían pasado por las duras pruebas del desierto y, en consecuencia, no reconocieron la seriedad de lo que se les había confiado. La preparación es fundamental a fin de recibir apropiadamente una herencia.
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La importancia de estar preparados para nuestra herencia El propósito de Dios era bendecir a Su pueblo e introducirlos en este reposo, al cual denominó la tierra de Canaán. Para poder darles reposo, Dios tuvo que probar a los israelitas en el camino. Hubo diez pruebas específicas, y los hijos de Israel fallaron en cada una de ellas. La última prueba fue en Cades-barnea (Nm. 13). En Cades-barnea, el Señor dijo: “Envíen doce espías a reconocer la tierra”. Los espías entraron y confirmaron que la tierra era por cierto una que fluía leche y miel. Volvieron trayendo un racimo de uvas que era tan grande que tuvieron que colgarlo sobre un palo y llevarlo entre dos hombres fuertes. Sin embargo, el enemigo estaba en la tierra. En la tierra que Dios había prometido a Israel vivían los hijos de Anac y otros que parecían gigantes. Diez de los espías israelitas dijeron: “Sí, es una tierra que fluye leche y miel, pero está ocupada por gigantes”. Y a continuación describieron a los gigantes. Los hijos de Israel no miraron con los ojos de la fe las promesas de Dios sino que fijaron su mirada en los obstáculos, el enemigo que era necesario vencer. El resultado fue que se desanimaron, se sintieron abrumados y tuvieron temor; y no quisieron entrar a la tierra. El informe de aquellos diez espías influyó de tal manera sobre toda la nación que no quisieron poseer la tierra. Por eso, Dios determinó que no heredarían la tierra debido a su incredulidad (Nm. 13–14).
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La fe es un requisito previo para entrar al reposo de la provisión: “Temamos, pues, no sea que permaneciendo aún la promesa de entrar en su reposo, alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado. Porque también a nosotros se nos ha anunciado la buena nueva como a ellos; pero no les aprovechó el oír la palabra, por no ir acompañada de fe en los que la oyeron. Pero los que hemos creído entramos en el reposo, de la manera que dijo: Por tanto, juré en mi ira, no entrarán en mi reposo; aunque las obras suyas estaban acabadas desde la fundación del mundo” (He. 4:1-3).
La importancia de guardar la herencia Debemos comprender que seremos probados a fin de calificar para recibir lo que Dios tiene para nosotros en estos últimos días, tanto en forma individual como en conjunto (como Su Cuerpo, la Iglesia): una herencia gloriosa, según los términos de la cual todo lo que necesitemos será provisto en abundancia. No obstante, una cosa es “entrar” a nuestra herencia y otra es “conservarla”. Cuando los hijos de Israel finalmente entraron a su herencia todo estuvo bien, pero las generaciones posteriores “se cubrieron de grasa”. En Deuteronomio 32:15 leemos acerca de Jesurún (otro nombre para la nación de Israel): “Pero engordó Jesurún, y tiró coces (engordaste, te cubriste de grasa); entonces abandonó al Dios que lo hizo, y menospreció la Roca de su salvación”. En otras palabras, los israelitas tuvieron abundancia de bienes que atesoraron para sí y el resultado de eso fue que no caminaron con
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Dios ni lo honraron. Su herencia se arruinó y Dios levantó a los babilonios para que quitaran a Israel su herencia y los llevaran al cautiverio. Una ventaja que nos ofrece la edad es la capacidad de ver el final desde el principio. Todos conocemos a personas que comienzan bien y son bendecidas por Dios. Sin embargo, como consecuencia de debilidades y falencias que no son debidamente tratadas, hay vidas que terminan en un desastre. Muchos son como estrellas fugaces. ¡Suben velozmente detrás del horizonte y de pronto su luz parece encandilar! Tristemente, poco después les sucede lo que a las estrellas errantes que terminan perdiéndose en los “agujeros negros” y cayendo en el olvido. Dios quiere que tengamos éxito y que demos en el blanco. Quiere que no solo entremos en nuestra herencia sino que la conservemos, permanezcamos en ella y obtengamos las promesas que Él nos ha dado. En consecuencia, hay pruebas destinadas a revelar y quitar las fallas en nuestro carácter a fin de que califiquemos para permanecer en nuestra herencia (Mal. 3:3).
El impedimento que causan las fallas La Iglesia fue fundada con personas. He estado estudiando algunas de las personas destacadas en la era de la iglesia, especialmente aquellas relacionadas con avivamientos. Uno de los mayores avivamientos que el mundo, o por lo menos Inglaterra, ha conocido fue el avivamiento metodista liderado por John Wesley. Hubo también por ese tiempo otras personas como George Whitfield y Augustus Toplady. El último de estos nombres no es muy
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conocido, pero el himno que escribió cuando cabalgaba en medio de una gran tormenta sí es conocido. Buscando un lugar para guarecerse, encontró una hendidura en una roca que le brindó protección a él y a su caballo. Esa experiencia inspiró el hermoso himno: Roca de la eternidad. Dios había dotado a Augustus Toplady con muchos dones preciosos. Era un extraordinario predicador y un maravilloso compositor. No solo escribió Roca de la eternidad sino otras canciones que se cantaban en aquel tiempo. Además, su vida fue una valiosa influencia para muchas personas. Lamentablemente, Augustus Toplady tenía una falla terrible. Escribió cartas criticando a John Wesley, lo cual nunca debería haber hecho, al menos por una simple cuestión de ética. Augustus murió víctima de una insidiosa afección respiratoria a la temprana edad de treinta y ocho años (Theopedia, “Augustus Toplady” ¶ 4). George Whitfield, un elocuente predicador que habló a multitudes mayores que las que reunía John Wesley, tenía alrededor de cincuenta años cuando murió. Sostuvo terribles confrontaciones con John Wesley, las cuales no deberían haber existido. Las vidas de George Whitfield y Augustus Toplady posiblemente se hayan acortado porque podrían haber sido un perjuicio para el avivamiento metodista, un avivamiento que venía de Dios. Necesitamos entender que las fallas en nuestra vida impedirán que completemos el curso de nuestra existencia. También, por lo general, nuestras fallas no se ven cuando estamos en la iglesia sino cuando estamos en casa. Es natural que cuando una persona va a la iglesia tienda a ser
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muy amable y cortés con los demás; demostrar su mejor conducta, por así decirlo. Pero, ¿cómo somos en la vida diaria? A menudo sucede lo opuesto. Lo que somos en casa es lo que somos en realidad. En Inglaterra tenemos un refrán que dice: “La caridad comienza en casa”. Las fallas impiden que las personas permanezcan en su herencia y en muchos casos les impiden entrar. Por eso Dios trae las pruebas. El propósito de las pruebas es revelarnos las fallas que Dios ve. Uno no puede ser un santo en la iglesia y un diablo fuera de ella. Dios no lo permitirá. La falla será revelada y usted será quitado del camino.
Mantenerse en curso por medio de la dependencia santa El mantenerse en curso depende también, en gran medida, de la toma de decisiones correctas. Al tomar decisiones es importante hacer las dos preguntas que formuló David. La primera pregunta que hizo al Señor fue: “¿Debo ir?” y la segunda fue: “¿Tendré éxito?” En otras palabras, David preguntó: “¿Señor, es Tu voluntad? ¿Puedo hacerlo? ¿Cuál será el final?” Dios le respondió: “Ve, y tendrás éxito”. Ante la segunda batalla, David consultó nuevamente. Esta vez Dios dijo: “No irás, pero harás algo diferente” (2 S. 5:17-25). Antes de asumir grandes obligaciones y aun obligaciones pequeñas debemos preguntar: “Señor, ¿cuál es el final de esto?” Entonces seremos victoriosos como lo fue David. No queremos formar un matrimonio que va a fracasar más adelante. Eso sería un verdadero desastre. Del mismo modo,
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no queremos tomar una senda o abrazar una carrera que van a terminar en un callejón sin salida. Formule al Señor estas dos preguntas: “¿Es Tu voluntad?” y “¿Tendré éxito?” Cuando estaba en Suiza, analicé la idea de seguir cursos superiores en teología en Oxford y en Cambridge. Mientras reflexionaba sobre esto, Dios, en Su gracia, me dio una visión de dos ángeles. Ambos eran tan parecidos que yo no podía establecer la diferencia entre ellos. Los dos eran muy hermosos. Estaban delante de mí y detrás de cada uno de ellos había un sendero. El sendero que uno de los ángeles me mostraba pasaba por esas universidades y pude ver que en ellas los profesores estaban inspirados por demonios. Luego vi desaparecer el sendero. Comprendí que si continuaba con esos estudios terminaría en un naufragio espiritual. El otro ángel que estaba delante de mí señalaba un sendero muy recto de justicia (rectitud) que se hacía progresivamente más y más luminoso, que iba “en aumento hasta que el día [era] perfecto” (Pr. 4:18). El Señor me dijo: “Confía en Mí. Yo te conduciré, te guiaré, te instruiré y te daré revelación de Mi Palabra. Yo te enseñaré la verdad. Confía en Mí, no procures aprender el griego. Lo importante no es el griego sino la gracia”. En Su misericordia, Dios me dio la gracia para confiar en Él. A menudo, el problema es que con nuestra mente pensamos que algo sería una buena idea; pero Dios conoce el final del asunto. Billy Graham tenía un amigo llamado Charles Templeton. Al comienzo de sus respectivos ministerios, él celebraba reuniones
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más numerosas que Billy Graham. Reunía audiencias de alrededor de cuarenta mil personas. Luego decidió hacer estudios superiores y fue a la universidad de Yale, donde perdió su fe. Terminó escribiendo un libro que alcanzó un récord de ventas, y varios libros más, acerca de su creencia en cuanto a que Dios no existía. Al final de su vida, víctima del mal de Alzheimer, se le preguntó cómo se sentía. Su respuesta fue: “Billy Graham es un gran hombre”. Cuando le preguntaron acerca de Jesús, lo siguiente es lo que se dijo acerca de Charles Templeton al final de su vida: “El tiempo para la reflexión terrenal con respecto a las verdades eternas acabó ahora para Charles Templeton, al dejar silenciosamente la tierra el 6 de junio de 2001, después de una prolongada enfermedad. Curiosamente, algunos de sus conflictos personales interiores afloraron de manera inesperada en una de sus últimas entrevistas, reproducidas en el libro de Lee Strobel: El caso de la fe (Editorial Vida, 2001). Strobel le pidió su evaluación de Jesús. Deteriorado por el Alzheimer, pero con una mente todavía alerta, Templeton comenzó a exaltar a Jesús como un gran genio moral, lo más importante en su vida y “el ser humano más importante que haya existido”. “Y si me permite expresarlo de esta manera”, agregó Templeton mientras su voz comenzaba a quebrarse, ‘¡Yo... lo... extraño!’ Al decir eso las lágrimas inundaron sus ojos, levantó su mano izquierda para cubrir su rostro y sus hombros se sacudieron mientras lloraba” (Harris, 2001, ¶ 7). Ciertamente, no queremos tener esa clase de testimonio al final de nuestra vida. Si Charles Templeton tan solo le hubiese preguntado Dios cuál sería el final de esos estudios en Yale, su vida podría haber sido muy diferente.
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El reposo de Dios de la provisión en el ámbito espiritual Volviendo a los hijos de Israel, vemos que había una nueva generación, que la antigua generación rebelde había perecido. La nueva generación recibió las mismas promesas: una tierra que fluía leche y miel, una tierra que daría cosechas en abundancia, una tierra de arroyos y de manantiales. Era también una tierra buena que estaba repleta de trigo, cebada, viñedos, higueras, granados, aceite de oliva, miel y pan en abundancia. En otras palabras, no habría allí escasez. Dios ofreció a la nueva generación esta tierra. Ellos le creyeron y Él los hizo entrar a esa tierra gloriosa (Jos. 1:1–5:7). Hemos visto la manera en que, en el ámbito de lo natural, el Señor introdujo a los hijos de Israel en la tierra prometida. De la misma manera, en el ámbito espiritual, Dios quiere introducir a la Iglesia en el reposo de la provisión. En realidad, la Iglesia nace en el Tabernáculo de David. En el tabernáculo anterior, el Tabernáculo de Moisés, había un velo que separaba el Lugar Santísimo del Lugar Santo. Sin embargo, el Tabernáculo de David era único en el sentido que no había velo entre David y el Arca del Pacto; y allí, él se sentaba en la presencia de Dios. De igual manera, nosotros, también, tenemos acceso al Lugar Santísimo porque el velo del templo se rompió cuando murió Jesús. El Tabernáculo de David es un tipo de la Era de la Iglesia. Como tal, las promesas que Dios hizo a David son muy apropiadas para nosotros. Esto es lo que el Señor habló a
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David, según leemos en Hebreos 4:7: “[…] otra vez determina un día: Hoy, diciendo después de tanto tiempo, por medio de David, como se dijo: Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones”. Y el versículo 9 dice: “Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios”. En otras palabras, Dios quiere introducirnos (en forma individual, o corporativamente como Su Cuerpo, la Iglesia) en Su reposo espiritual, el cual Él comparó con la tierra de Canaán, la tierra de provisión. Dios dice que queda un reposo para nosotros. En Hebreos 4:10 nos dice cómo será este reposo: “Porque el que ha entrado en su reposo, también ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas”. Cuando entramos al reposo de Dios, Él obra en nosotros y por medio de nosotros para dar cumplimiento a todas las promesas que nos hizo. Aquel que pone su confianza en el Señor nunca será avergonzado. Esencialmente, el reposo de Dios es confiar que Él obrará, permanecer serenos y ver cómo cumple sus promesas en nuestra vida. De una cosa podemos estar absolutamente seguros y es que nosotros no podemos efectuar el cumplimiento de Sus promesas. Aunque Dios quería llevar a los hijos de Israel a la Tierra Prometida, la primera generación no pudo entrar. En Hebreos 3:19 leemos acerca de la generación anterior: “Y vemos que no pudieron entrar a causa de incredulidad”. Por eso, Hebreos 4:1 comienza con una solemne advertencia del apóstol Pablo a la Iglesia: “Temamos, pues, no sea que permaneciendo aún la promesa de entrar en su reposo, alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado”. Para nosotros, Dios pone límite y establece un cierto día hasta el
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cual podemos responder: “[…] otra vez determina un día: Hoy, diciendo después de tanto tiempo, por medio de David, como se dijo: Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones” (He. 4:7).
Solamente Dios puede hacer realidad sus promesas Volviendo a la segunda generación de los hijos de Israel, encontramos que Dios los condujo. Fue Dios quien abrió el río Jordán para ellos. Fue Dios quien les dijo cómo tomar Jericó. Fue Dios quien les entregó treinta y un reyes como su botín. Fue Dios quien les entregó la tierra. Fue Dios quien peleó por ellos. Dios ha dado promesas a nuestra comunidad de iglesias en cada nación del mundo. En todos los países Dios se está moviendo y está levantando personas para ayudarnos. Sus promesas para nosotros están en cada nación. Las vemos cumplirse delante de nuestros ojos. Lo que quiero decir es que Él nos ha dado promesas individuales y es Él quien las hará realidad. Nosotros no podemos hacerlo. Dios lo está haciendo. En Isaías 46:11 el Señor dice: “Lo que he dicho, haré que se cumpla; lo que he planeado, lo realizaré” (NVI)
Esforzarse por entrar en el reposo “Esforcémonos, pues, por entrar en ese reposo […]” (He. 4:11, NVI). Parece una paradoja. Debemos esforzarnos para entrar al reposo. El concepto puede causar confusión. Una ilustración ayudará a entender este pasaje bíblico.
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En uno de mis primeros años de escuela primaria, un verano nos llevaron a todos los alumnos junto a la piscina. En ese tiempo ninguno de nosotros podía nadar. El instructor de natación dijo: “Es muy fácil, el agua los va a sostener”. Todo el grupo de muchachos lo miró con incredulidad: “¿Que el agua nos va a sostener?” El instructor nos dijo que teníamos que trabajar para que el agua nos sostuviera. Lo primero que debíamos hacer era aprender a nadar. Entonces podríamos tener la confianza necesaria para acostarnos en el agua de espaldas, mantenernos en cierta posición y el agua nos sostendría. ¡Sin embargo, ninguno de nosotros podía en ese momento acostarse de espaldas en el agua; y nos habríamos hundido hasta el fondo de la piscina, a pesar de todas las promesas del instructor! Pero él nos estaba enseñando a nadar. Después de aprender a nadar y de ganar confianza, podríamos adoptar ciertas posiciones en las cuales el agua nos mantendría a flote. Así también, en el sentido espiritual, debemos alistarnos en este curso de capacitación espiritual para desarrollar nuestra confianza en Dios y aprender la manera de descansar (reposar) en Él. Este es un reposo de provisión. En una oportunidad estaba en Suecia junto con el presidente de la Organización de Empresarios de la Iglesia del Evangelio Completo y su esposa. Estando alojados en su casa, la esposa hizo un comentario que perduró en mi recuerdo a través de los años. Había un matrimonio joven que apenas se iniciaba en el ministerio. Estaban preocupados acerca de su provisión y de la seguridad de ver cubiertas sus necesidades económicas. Risueñamente, la esposa del presidente dijo: “Tenemos que llegar al punto en el cual nosotros descansamos y Dios provee”.
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En cierta oportunidad estaba trabajando con el presidente y fundador de una organización misionera altamente respetada. Me contó que cuando era joven le dijo al Señor: “Quiero que me des un buen trabajo para que pueda ofrendar y sostener Tu obra”. Cuando el Señor lo llamó a fundar la organización misionera, comprendió que el salario al cual él aspiraba de ninguna manera bastaría para implementar el trabajo que se le había encomendado. Requería la provisión de Dios. Como el máximo responsable de nuestra comunidad, yo no sé, por lo general, cuánto dinero necesitamos para funcionar. No pregunto, porque me ayuda mentalmente. Por ejemplo, mi secretaria me dice que necesitamos algo; entonces oramos y el dinero llega. No podríamos, por medio del trabajo, suplir las necesidades de la comunidad. Sería absolutamente imposible. Tenemos que descansar y orar. Nosotros preguntamos: “Señor, ¿qué vas a hacer?” A menudo Él responde: “Vendrá”. ¡Y viene! Nosotros no podemos materializar las promesas de Dios a través de nuestro trabajo. Es algo que requiere provisión divina (He. 6:12).
El reposo y la protección ¿Qué más recibieron los hijos de Israel cuando estuvieron en la tierra de provisión? Dios les dio descanso de todos sus enemigos. Fue necesaria la llegada del rey David para que esto se cumpliera. “Y Jehová dio la victoria a David por dondequiera que fue” (2 S. 8:6). Es interesante la manera en que la RV traduce esta frase: “Y Jehová guardó a David donde quiera que fué”. Es una declaración digna de destacar, porque en aquellos días los reyes iban a la guerra. El rey y su carro estaban rodeados por sus hombres, pero de todos
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modos él iba a la guerra. Obviamente, el objetivo del ejército opositor era matar al rey. Cuando se daba muerte al rey y se arrebataba el estandarte (bandera), el resto del ejército huía. El rey era el objetivo de las flechas, espadas, lanzas y demás armas del enemigo. Pero Dios protegió al rey David. Dios declaró que Acab, el rey de Israel, moriría en una batalla en Ramot, de Galaad. Casi al final del día, Acab todavía estaba vivo; pero un arquero enemigo tomó una flecha y la disparó al aire, a la ventura, e hirió mortalmente a Acab. Dios tenía una flecha para cumplir Su propósito de terminar con la vida de Acab. Sin embargo, no permitió que ninguna de todas las flechas que fueron disparadas contra el rey David diera en el blanco (1 R. 22). En una de las batallas de George Washington con los indios, el jefe indio había ordenado a sus guerreros que atacaran a George Washington. Cuando le dispararon, le arrancaron pequeñas trozos y de ropa, pero Dios lo guardó (Barton, 1990). En igual manera, Dios puede guardarnos de todos nuestros enemigos (vea Sal. 41:2). Cuando entramos a la Tierra Prometida, Dios cumple esa promesa para nosotros. Él nos protegerá de aquellos que procuran nuestra destrucción. Salmos 121:7, 8 dice: “Jehová te guardará de todo mal; él guardará tu alma. Jehová guardará tu salida y tu entrada desde ahora y para siempre”. El enemigo no prevalecerá contra nosotros (Is. 42:13).
El reposo y la provisión Al analizar las promesas originales que Dios hizo a los hijos de Israel, encontramos que habló de una buena tierra,
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con arroyos de aguas que brotarían de los valles y las montañas. Eso resultaría atractivo para cualquier persona que viviera en Egipto, porque allí tenían que bombear con sus pies para sacar agua de los ríos. Conseguir agua requería mucho trabajo. Durante toda la vida existe la sensación que tenemos que trabajar arduamente para nuestra provisión, pero llega un tiempo en que Dios quiere proveer para nosotros y bendecirnos. Dios quiere que podamos entrar en el reposo de la provisión, donde todo aquello que necesitamos está provisto. Concretamente, Dios le decía a Israel: “Trigo y cebada, vides, higueras y granados, olivos, aceite y miel; todo lo que necesiten estará allí en abundancia. Podrán comer pan sin escasez” (vea Dt. 8:7-10). En otros lugares Dios habló de la abundancia que les esperaba en esa tierra que les estaba prometida. “He aquí vienen días, dice Jehová, en que el que ara alcanzará al segador, y el pisador de las uvas al que lleve la simiente; y los montes destilarán mosto, y todos los collados se derretirá” (Am. 9:13). Aquí, el Señor dijo que los que sembraban alcanzarían a los que cosechaban, para señalar que la cosecha sería tan grande que los segadores no iban a poder terminar su parte cuando ya sería tiempo de comenzar a sembrar para la temporada siguiente. Dios quiere suplir sus necesidades físicas y también sus necesidades espirituales. Obviamente, las promesas que hizo a los hijos de Israel eran con respecto a lo físico. Era una tierra en la cual sus enemigos estaban subyugados. Era una tierra en la cual Él prometió que cada
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uno iba a poder sentarse debajo de su parra y de su higuera (1 R. 4:25). En otras palabras, era una tierra de reposo en la cual todo lo que necesitaran estaría provisto. Dios quiere llevarnos a este lugar de provisión. Él quiere darnos empleos que cubran abundantemente nuestras necesidades. La portada de un número reciente de la revista Newsweek decía: “¿Quiere Dios que usted sea rico?” El objetivo no es ser rico. El objetivo es tener la provisión suficiente y que estemos capacitados para manejar una provisión abundante para que, a su vez, podamos suplir las necesidades de otros. Dios quiere llevar a todos y cada uno de nosotros a una condición en la cual tengamos suficiente y podamos dar a otros. Esto no debe ocupar nuestro pensamiento al extremo de centrar nuestra atención en la provisión de Dios y nos olvidemos del Dios que provee, como sucedió más adelante con los hijos de Israel. Pero, por la gracia de Dios, habiendo pasado muchas pruebas y habiéndonos esforzado mucho, entramos a Su reposo, el reposo de la provisión. Estas pruebas son necesarias para desarrollar la fe y también desarrollar el carácter que nos permita administrar la abundancia de provisión. Tengo la plena certeza que Dios quiere llevar a todos y Dios quiere cada uno de Sus hijos al reposo llevar a todos de la provisión, en el cual nuestras y cada uno de necesidades son ampliamente Sus hijos al satisfechas, de modo que a su vez reposo de la podamos bendecir a otros. provisión
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CAPÍTULO SIETE El reposo del séptimo día El día de reposo Se nos dice que Dios trabajó seis días para dar existencia a esta maravillosa creación. Luego Dios tomó una decisión: Descansó el séptimo día. Génesis 2:3 dice: “Y bendijo Dios al día séptimo, y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación”. En consecuencia, el séptimo día es muy especial; es un día de descanso, de reposo. Dios dio a Moisés los Diez Mandamientos y el cuarto de ellos era: “Acuérdate del día de reposo para santificarlo. Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas. Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó”. En otras palabras, el Señor dijo a Israel que santificara el día de reposo; que lo reservara como un día santo y separado de los demás. Cuando los hijos de Israel estaban en el desierto, cierta vez “hallaron a un hombre que recogía leña en día de reposo”. Como no sabían qué hacer, “lo pusieron en la cárcel” hasta poder determinar lo que decía Dios al respecto. El Señor dijo a Moisés: “Irremisiblemente muera
aquel hombre; apedréelo toda la congregación fuera del campamento. Entonces lo sacó la congregación fuera del campamento, y lo apedrearon, y murió, como Jehová mandó a Moisés” (Nm. 15:35-36). Dios dijo que tal persona había profanado el día de reposo al quebrantar Su mandamiento, y que debía morir apedreada. Esta acción del Omnipotente demuestra claramente la solemnidad del día de reposo.
El día de reposo fue establecido para el beneficio del hombre Cuando estudiamos la historia de Francia, encontramos que ese país ha rechazado una y otra vez el evangelio. Hubo un momento en la historia de Francia en el cual una turba tomó por asalto la Bastilla (la prisión de Francia, en París). Derrocaron al rey y lo pasaron por la guillotina junto con la reina y toda la nobleza. Luego instauraron la República. Los revolucionarios franceses que habían asumido el poder: Maximilien Robespierre (1758–1794) quien instituyó el régimen del Terror, y otros odiaban abiertamente la fe cristiana y estaban decididos a eliminarla definitivamente. Con ese propósito promulgaron un decreto estableciendo que la semana ya no sería de siete días, donde el séptimo día era de descanso, sino de diez días. En otras palabras, las personas trabajarían nueve días y descansarían el décimo. Lo hicieron por desprecio a Dios. El resultado de ese decreto fue que hombres y mujeres se agotaron, y aun los animales se agotaron. Les resultó imposible trabajar nueve días y
105 al cabo de ellos tener solamente un día de descanso. El mandamiento de Dios con respecto al descanso del día de reposo no solo afecta a los seres humanos; también afecta a los animales. Finalmente, los revolucionarios franceses tuvieron que reconocer la soberanía de Dios y volver atrás para continuar con la semana de siete días. Dicho sea de paso, el mismo Robespierre fue llevado a la guillotina por sus colegas revolucionarios, confirmando la máxima bíblica que lo que uno siembra es lo que cosecha (Gá. 6:7).
El propósito del día de reposo Dios descansó el séptimo día y lo decretó santo. Debemos reservar el séptimo día para adorarlo. ¿Qué hizo Jesús cuando estuvo en la tierra? Lucas 4:16 dice: “Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer”. En otras palabras: Dios había instituido el día séptimo no para que fuera simplemente un día de descanso para los animales y las personas, sino para que fuese un día en que las personas se reunieran en la sinagoga o en la iglesia. Allí adorarían a Dios y escucharían Su Palabra. Ese fue el propósito de Dios para el día de reposo. Hay bendiciones que Dios pronuncia sobre todos aquellos que guardan el día de reposo. En Isaías 58:13 encontramos tres condiciones para recibir estas promesas. Podríamos ilustrarlo con el ejemplo de un niño y una golosina. Solemos decir a un niño: “Si te portas bien, te daré una golosina”, pero el regalo de la golosina depende de la
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buena conducta del niño. Las promesas de Dios dependen de que guardemos ciertos mandamientos. ¿Que requiere el Señor de Su pueblo con respecto al día de reposo?
No es para nuestro placer En Isaías 58:13, el profeta dice: “Si dejas de profanar el sábado, y no haces negocios en mi día santo; si llamas al sábado ‘delicia’, y al día santo del SEÑOR, ‘honorable’; si te abstienes de profanarlo, y lo honras no haciendo negocios ni profiriendo palabras inútiles, […]” (NVI). Por lo tanto, vemos que el día de reposo debe estar dedicado a Dios y no debemos usarlo para nuestro placer. A lo largo de toda mi vida he visto cómo la sociedad se ha vuelto contra Dios. Cuando era joven, ningún comercio abría el domingo, que es el día del Señor. Teníamos un amigo que vivía en la casa contigua a la nuestra, que era el alcalde de ese municipio en Londres. Este alcalde no iba a la iglesia y la Palabra de Dios no significaba nada para él, aunque le había pedido a cierto pastor que fuese su capellán y que orara al comienzo de todas las sesiones del consejo. Sin embargo, cuando alguno de los comerciantes quería abrir su comercio los domingos el alcalde decía: “Dejemos que la gente decida”. Entonces la gente votaba y decidía que ese comercio podía abrir sus puertas los domingos. Si el alcalde hubiese sido un cristiano, habría ordenado que los comercios y los lugares de entretenimiento permaneciesen cerrados en honor al día del Señor. En otros tiempos, el sábado siempre era un día dedicado al placer y el esparcimiento, en el cual uno podía
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distenderse, jugar al fútbol, presenciar un partido de críquet, etc. Pero cuando llegaba el domingo, todo cambiaba. Era el día de Dios. Íbamos a la iglesia y escuchábamos la predicación del ministro que nos guiaba por los caminos de vida eterna. Hoy, el día de placer para muchas personas es el domingo, cuando encontramos a la gente en los grandes centros de compras, en restaurantes y actividades deportivas, o bien están trabajando en su casa arreglando el jardín o lavando la ropa. Pero Dios dice: “Si dejas de profanar el sábado, y no haces negocios en mi día santo; si llamas al sábado ‘delicia’, […]” (NVI). En otras palabras, el domingo debe ser un día para regocijarse y deleitarse, para estar en la presencia de Dios escuchando lo que Él quiere decirnos y adorando al Señor. Al adorarlo, nos volvemos más y más como Él, como dice 2 Corintios 3:18: “Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor”.
Honrar a los líderes de Dios “[…] si llamas al sábado ‘delicia’, y al día santo del SEÑOR, ‘honorable’ […]” (Is. 58:13, NVI). A lo santo del Señor debemos llamarlo honorable. En otras palabras, debemos estimar a los pastores y a los ministros como personas honorables. En Europa, cada vez que había un banquete oficial, la persona que se sentaba a la derecha, que es la posición de mayor honor, era siempre el pastor. Él tenía la preeminencia sobre todos los políticos y otras personalidades
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porque se honraba a Dios honrando al pastor. Hoy día, existe la sensación que el ateísmo está descalificando el lugar de los clérigos, y el resultado es que los líderes designados por Dios no reciben el reconocimiento que Él quiere que reciban.
Honrar al Señor “[…] si te abstienes de profanarlo […]” (NVI), o como traduce aquí la versión DHH: “[…] hónralo no dedicándote a tus asuntos […]” (Isa. 58:13). Una vez más el Señor hace hincapié en que no debemos hacer lo que nos da la gana. No debemos buscar nuestro placer ni ocuparnos de nuestros asuntos. Sin duda, el domingo es un día santo, un día dedicado al Señor. Es santo. ¿Qué quiere decir santo? La raíz del término santidad significa “diferente”. A Dios se lo llama: “¡Santo, santo, santo es el Señor, Dios todopoderoso, el que era y es y ha de venir!” (Ap. 4:8). Él es alguien apartado; Él es diferente. Su día es el día de reposo, y en ese día debemos honrar al Señor. Honramos al Señor en este sentido al reconocer que el domingo es Su día y que debe estar dedicado a la adoración de Él. Por medio de la oración, la alabanza y la adoración, como así también al recibir instrucción por medio de Sus ministros designados, podemos vivir una vida más consagrada a Él.
No proferir palabras inútiles Otra condición señalada en Isaías 58:13 es no hablar “palabras inútiles” (NVI). La versión RVR 1960 traduce aquí: “ni hablando tus propias palabras”. El día domingo debemos
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tratar de hablar las palabras de Dios. En otros términos, nuestra conversación debe ser acerca de Dios, la Biblia y la iglesia. Haremos bien en atender la exhortación de Efesios 4:29: “Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes”. Debemos usar este día para enseñar los caminos de Dios a los miembros de nuestra familia y a los amigos y conocidos que estén dispuestos a escuchar. La lectura de la Biblia con otros creyentes y el comentar los pasajes leídos es un pasatiempo que deja mucho provecho.
Las bendiciones de guardar el día de reposo ¿Qué promete el Señor si hacemos estas cosas? Isaías 58:14 dice: “[…] entonces te deleitarás en Jehová; y yo te haré subir sobre las alturas de la tierra, y te daré a comer la heredad de Jacob tu padre; porque la boca de Jehová lo ha hablado”. Este es uno de los mayores privilegios que pudiéramos tener. No hace mucho tiempo, estaba en Singapur y una noche no podía dormir. Tuve una visión en la cual me apareció el Señor. Pasé el resto de esa noche en la habitación del hotel danzando delante del Él. Estaba inmensamente feliz. Esa visión me trajo tanto gozo que aportó una nueva dimensión a mi vida. En este versículo tenemos una frase muy interesante: “ y yo te haré subir sobre las alturas de la tierra”. En otras palabras, Dios dijo: “Si guardas Mi día de reposo y Me glorificas el domingo, yo te levantaré y haré que transites
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por sobre las alturas de la tierra”. Esto significa que pasaremos por encima de los problemas y las dificultades de esta vida. Aunque las pruebas y dificultades están allí, somos más que vencedores en cada situación. Luego, más adelante en el versículo 14, leemos: “[…] y te daré a comer la heredad de Jacob tu padre […]”. Dios había hecho promesas a Abraham, Isaac y Jacob, y ahora decía a Su pueblo: “Si ustedes guardan Mi día santo, Yo haré que entren a su herencia”. ¿Cuál era la Honramos al herencia (“heredad”) de Abraham? Señor en este No era tan solo la tierra prometida; sentido al era algo más que eso. Esto es lo reconocer que que Dios dijo a Abraham: “[…] de el domingo es cierto te bendeciré, y multiplicaré Su día y que tu descendencia como las debe estar estrellas del cielo y como la arena dedicado a la que está a la orilla del mar; y tu adoración descendencia poseerá las puertas de Él de sus enemigos. En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz” (Gn. 22:1718). Los siguientes pasajes tomados de la Ley revelan que estas bendiciones eran integrales y se aplican a todos los aspectos de nuestra vida. En la Ley que encontramos en Levítico y Deuteronomio, hay capítulos enteros en los cuales Dios describe las bendiciones que esperan al hombre que lo agrade a Él, y que también esperan a la mujer, porque habla de la canasta. En Deuteronomio 28:1, 2, 5, 15 y 17 dice: “Acontecerá
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que si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, para guardar y poner por obra todos sus mandamientos que yo te prescribo hoy, también Jehová tu Dios te exaltará sobre todas las naciones de la tierra. Y vendrán sobre ti todas estas bendiciones, y te alcanzarán, si oyeres la voz de Jehová tu Dios. […] Benditas serán tu canasta y tu artesa de amasar. […] Pero acontecerá, si no oyeres la voz de Jehová tu Dios, para procurar cumplir todos sus mandamientos y sus estatutos que yo te intimo hoy, que vendrán sobre ti todas estas maldiciones, y te alcanzarán. […] Maldita tu canasta, y tu artesa de amasar”. En mis tiempos de joven, las mujeres usaban canastas. Tenían que salir a hacer sus compras con su canasta todos los días, porque no había refrigeradores para conservar los alimentos perecederos. Dios dijo: “Voy a bendecir esa canasta. Voy a guiarte al hacer tus compras y voy a bendecir lo que compres. Voy a bendecirte cuando salgas y voy a bendecirte cuando entres de regreso”. En otras palabras, lo que Dios dice aquí es: “Voy a bendecirte en todo lo que hagas”. Isaac sembró un campo y cosechó a razón de ciento por uno, lo cual habla de la suprema bendición (Gn. 26:12). Permítanme aportar una ilustración acerca de la manera en que el Señor puede bendecir si lo honramos no trabajando el domingo. Cuando yo era pastor asociado en Francia, en la congregación había una mujer que era propietaria de un comercio que vendía carteras para dama. Su mejor día de ventas era el domingo, porque muchas personas en Francia hacían sus compras ese día. La alentamos para que cerrara su comercio ese día y confiara en Dios. Lo hizo, y sus ventas aumentaron en los otros
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días de la semana de tal manera que sus ventas totales superaron a las ventas logradas en los días en que su comercio había estado abierto los domingos. Isaías 58 contiene también otras gloriosas promesas para aquellos que eligen obedecer al Señor, incluido Su mandamiento de guardar el día de reposo. Isaías 58:8, 9 dice: “Entonces nacerá tu luz como el alba, y tu salvación se dejará ver pronto; e irá tu justicia delante de ti, y la gloria de Jehová será tu retaguardia. Entonces invocarás, y te oirá Jehová; clamarás, y dirá él: Heme aquí […]” He visto personas que tenían deformidades físicas, que fueron gloriosamente restauradas a una salud plena en el instante en que perdonaron a las personas a las cuales habían criticado. En Rhodesia (hoy Zimbabwe), una joven mujer de alrededor de veinte años que se veía tullida y que tenía todo su cuerpo deformado se acercó pidiendo oración al final de un culto. El Señor me dio una palabra en cuanto a que debía preguntarle si había alguien a quien ella no había perdonado, a lo cual respondió que no había perdonado a su cuñada. La alenté para que orara la oración de arrepentimiento por su pecado y que luego pidiera al Señor que le concediera el poder para perdonar de todo corazón a su cuñada. En el momento en que lo hizo, fue como si una descarga eléctrica hubiese sacudido su cuerpo. Todo su cuerpo se enderezó y adquirió una posición normal. Luego Isaías 58:9 continúa: “Si quitares de en medio de ti el yugo, el dedo amenazador, y el hablar vanidad; […]”. En una ocasión oí un mensaje acerca de aquel que apunta a otros con el dedo, pero que con otros tres de sus dedos está
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apuntándose a sí mismo. Si quitamos de nosotros la crítica y el hablar vanidad, “y si dieres tu pan al hambriento, y saciares al alma afligida, en las tinieblas nacerá tu luz, y tu oscuridad será como el mediodía” (Is. 58:10). Viviremos continuamente en la luz y el Señor nos guiará permanentemente. Tenemos preciosas promesas si guardamos la Palabra de Dios. ¡Qh, que pudiésemos ser libres de toda forma de crítica y amar sin retaceos a los que son difíciles de amar! ¡Qué gozo inefable y glorioso envolvería nuestra alma! Y continúa diciendo Isaías 58:11: “Jehová te pastoreará siempre, y en las sequías saciará tu alma, y dará vigor a tus huesos; y serás como huerto de riego, y como manantial de aguas, cuyas aguas nunca faltan”. Si obedecemos al Señor, tendremos en nuestro corazón una fuente burbujeante, y nuestro corazón producirá los preciosos frutos del Espíritu: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza. Además, conoceremos la guía constante del Señor y Su protección en nuestra vida. ¡Alabado sea el Señor!
La bondad y la severidad de Dios El mandamiento de guardar el día de reposo debe entenderse a la luz del carácter de Dios: Su bondad y Su severidad. El apóstol Pablo dijo en 2 Corintios 5:11: “Conociendo, pues, el temor del Señor […]” y nuevamente en Romanos 11:22: “Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios; la severidad ciertamente para con los que cayeron, pero la bondad para contigo, si permaneces en esa bondad; pues de otra manera tú también serás cortado”.
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Algunas personas creen que Dios es afable y bonachón. Piensan que Él entiende lo que hacen y conoce sus problemas, y que también entiende por qué no pueden obedecerlo. Debemos tener sumo cuidado, porque Dios nos ha dado gracia para vencer absolutamente todos los pecados en nuestra vida. El apóstol Pablo señala que debemos ser “más que vencedores por medio de aquel que nos amó” (Ro. 8:37). En otras palabras, no hay absolutamente nada en nuestra vida que podamos usar como excusa para no obedecer a Dios, porque “cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia” (Ro. 5:20). La bondad y la severidad de Dios van de la mano. En una oportunidad, estando en Nueva Zelanda, estaba mirando a los ojos a un grupo de unos cuarenta adolescentes y de pronto se me pidió que les hablara. Al mirarlos comprendí que sí, algunos eran cristianos. En realidad, todos habrían afirmado ser cristianos, pero algo en mi corazón me decía que algunos de ellos se apartarían del sendero cristiano. De modo que les hice una muy seria advertencia: que si se apartaban del Señor enfrentarían el juicio de Dios, no Su bendición. Cuando comprendemos la bondad y la severidad de Dios, llegamos a comprender la importancia de guardar el día de reposo. Dios ordena que recordemos el día de reposo y lo santifiquemos. Él dio los Diez Mandamientos y no las “diez opciones”. Guardar el día de reposo es un mandamiento que tiene la misma importancia que los mandamientos de no matar, no robar, no hablar falso testimonio o no codiciar. En otras palabras, el día de reposo es de gran importancia en el pensamiento de Dios. Como ya
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hemos señalado, para ver la importancia que Dios asigna al día de reposo necesitamos solo leer acerca de Su juicio respecto del hombre que juntaba leña en el día de reposo. Por otra parte, Dios es misericordioso. Es un Dios de abundancia y es muy, muy generoso. Es el Dios que bendice a los que guardan Sus mandamientos. Si guardamos el día de reposo, heredaremos las bendiciones. Y a la inversa, para aquellos que no lo reverencian, Él “herirá la canasta”. Habrá terrores indecibles para ellos en esta tierra y una eternidad de dolor en el infierno.
Si guardamos el día de reposo, heredaremos las bendiciones
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Conclusión Para concluir, quiero dejarles esto. En el número correspondiente a diciembre de 2006 del Reader’s Digest se decía que desde la anulación de las “leyes azules” (regulativas del trabajo y el expendio de bebidas alcohólicas los días domingo) en los EE.UU. de Norteamérica, la asistencia a la iglesia cayó en un 15 por ciento y que los asistentes a la iglesia llegaron a igualar a los no asistentes a la iglesia en su potencial consumo de drogas y alcohol. Lo que uno hace el domingo por la mañana podría tener una poderosa influencia sobre la manera en que uno se entretiene el sábado por la noche. El mundo está negando a Cristo y degradando a Dios al apropiarse de Su día y usarlo para su propio placer. También hay cristianos que han perdido el entusiasmo y que no dedican el domingo al Señor. Quizá asistan a la iglesia, pero usan el domingo para su placer personal. Dios toma nota de todas estas cosas en nuestro libro. Él lleva un registro de todo lo que hacemos, incluida nuestra asistencia a la iglesia y lo que ocupa nuestra mente y nuestro tiempo los domingos. Todo lo que hacemos, cada palabra que pronunciamos, está escrito. Pero para aquellos que honren al Señor guardando este día como santo, hay gloriosas promesas en Su Palabra. Estas incluyen la promesa que el Señor mismo será nuestra delicia. Qué maravilloso es ver Su rostro observándonos complacido, y oír la promesa que transitaremos por los lugares altos, que son los lugares de victoria. Será nuestra la heredad de Jacob: la de la bendición y la multiplicación.
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Este pequeño volumen ha sido escrito con el propósito expreso de que usted pueda entrar al recurso de Dios y disfrutar de él en cada una de sus diversas facetas. Las homilías presentadas en la Capilla Zion en Waverly (Nueva York, EE.UU. de A.) durante varias semanas fueron editadas y puestas por escrito para que usted pueda, amable lector experimentar el maravilloso reposo de Dios. Confiamos que al analizar cuidadosamente y hacer propias estas verdades, ellas se conviertan en una realidad para usted y que, a su vez, pueda impartirlas a otros. Que al leerlas y meditar en ellas, estas verdades lo lleven a una unión y comunión más profunda con nuestro bendito Señor.
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BIBLIOGRAFÍA Barton, David. (1990). The bulletproof George Washington. Texas, Wallbuilders Press. http://www.biblereading.com/washington.html (Accesado el 5 de diciembre de 2006) Christie, Agatha. (1977). An autobiography. New York: Dodd, Mead & Company. Harris, John. (14 de septiembre de 2001). “On the passing of Charles Templeton.” Mennonite Brethren Herald, Volume 40, No. 17. http://old.mbherald.com/4017/culture.html. (Accesado el 5 de diciembre de 2006) Murray, Andrew. (2001). Humility, the journey toward holiness, Capítulo 8. http:// www.worldinvisible.com/library/murray/5f00.0565/ 5f00.0565.08.htm (Accesado el 5 de diciembre de 2006) [Publicado en español con el título: Humildad (Editorial Clie)] La Santa Biblia, versión Reina-Valera, revisión de 1960. Sociedades Bíblicas en América Latina Theopedia, An encyclopedia of Biblical Christianity, “Augustus Toplady.” http:// www.theopedia.com/Augustus_Toplady. (Accesado el 5 de diciembre de 2006)
Libros por el Dr. Brian J. Bailey Comentarios sobre los libros de la Biblia Génesis: El libro de los orígenes Fiestas y Ofrendas, el libro de Levítico Rut: La novia gentil de Cristo Las tres casas de Esther Salmos I: Capítulos 1-50 Salmos II: Capítulos 51-100 Salmos III: Capítulos 101-150 El libro de lamentaciones El carro del trono de Dios: Una exposición del libro de Ezequiel Daniel Profetas Menores I: La restauración de los caídos (Oseas) Profetas Menores II: Joel – Sofonías Profetas Menores III: Hageo – Zacarías El Evangelio de Mateo El Evangelio de Juan El Evangelio de Lucas Romanos: Más que vencedores Soldados de Cristo: Una exposición de la epístola de Pablo a los Efesios Dando en el blanco: Una exposición de la epístola a los Filipenses Colosenses y Filemón: La Senda de la Santidad Hebreos: Detrás del velo La Era de la Restauración Las dos Sabidurías: La epístola de Santiago Las Epístolas de Juan Apocalipsis
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