Story Transcript
JUNTOS CONSTRUIMOS LA PAZ Primaria Objetivo ‐ ‐
Descubrir que la paz es necesaria para crecer felices Reconocer aquellas actitudes que ayudan a lograrla
Motivación Sabemos que muchas actitudes ayudan a crear un ambiente de paz allí donde nos encontremos: la casa, la escuela, el barrio… Proponemos trabajar una actitud en el grupo de clase. Sugerimos que elijan uno de estos tres cuentos de Mamerto Menapace: ‐ Vendedor de globos ‐ para trabajar la discriminación ‐ Las tres pipas ‐ para trabajar nuestras reacciones y el valor de la amistad ‐ Los tres sabios ciegos – para reconocer que todos tenemos parte de la verdad y necesitamos de la verdad de los demás Preguntas sobre el primer cuento ‐ ¿qué sucede en la escena? ‐ ¿qué hace el vendedor? ‐ ¿qué le pregunta el niño que se acerca? ‐ ¿qué hace el vendedor con el globo negro y qué le dice al niño? Rescatar “lo que hace subir al globo no es la forma ni el color, sino lo que tiene adentro”. Preguntas sobre el segundo cuento ‐ ¿de qué trata el cuento? ‐ ¿qué podemos decir de cada ciego? ‐ en principio, ¿se ponen de acuerdo? ‐ ¿qué deciden hacer? ‐ ¿logran llegar a un acuerdo? Rescatar “pero a fin de cuentas como eran muy sabios, decidieron hacerse ayudar… Y descubrieron que cada uno de ellos tenían razón, parte de la razón”. Preguntas sobre el tercer cuento ‐ ¿cómo comienza el cuento? ‐ ¿qué le recomienda el cacique al miembro de la tribu? ‐ ¿qué sucedió? ‐ ¿qué fue pasando a medida que fumaba la pipa bajo el árbol? ‐ ¿qué decidió al final? Rescatar “pensándolo mejor veo que la cosa no es para tanto… eso no podía decírtelo yo. Era necesario darte tiempo para que lo descubrieras tú mismo”. Reflexión personal para cualquiera de los cuentos 1
‐ ¿Me identifico con la situación planteada?¿cuándo? ‐ ¿Qué me gustaría que mejorara o cambiara en el grupo? ‐ ¿Qué estoy dispuesto/a dar de mi para lograrlo? Compromiso personal Puesta en común El grupo se divide en grupos de a cuatro y en un papel afiche de color con el título de la catequesis ya puesto, cada uno escribe con su letra, el compromiso personal. Luego lo presentan a todos. Síntesis del catequista En cada uno de los cuentos descubrimos actitudes muy importantes para una convivencia en paz, feliz: ‐ Lo importante es lo que cada persona atesora en su interior, su riqueza personal, no su apariencia ni lo que tiene sino lo que es. Conociéndonos así nos enriquecemos mutuamente, podemos valorar a quienes están a nuestro lado, encontrar amigos para toda la vida. ‐ Reconocer que los demás tienen razón como yo, sabiendo que si nos escuchamos unos a otros, respetamos las opiniones, damos espacio a que aporten ideas, logramos un trabajo o una realidad muy diferente. Formar equipo, dejar que los demás pongan las cualidades que tienen para que juntos podamos hacer una tarea mejor, un juego más divertido, una salida más entretenida nos ayudará a crecer como personas abiertas al encuentro. Y cuando no podemos solos, buscar ayuda nos clarificará las ideas y las intenciones. ‐ Dominar nuestros impulsos y reacciones; parar, pensar y luego actuar hace que veamos las cosas de una manera diferente. Hasta lo que nos parece imposible de perdonar o disculpar. El tiempo calma los ánimos si sabemos analizar los acontecimientos. De esa manera, como en el cuento, no perderemos personas, amistades que son tan valiosas para nosotros. Anuncio de la Buena Noticia Jesús vivió construyendo la paz a su alrededor. Conversaba y cenaba con pecadores, con hombres de distintas clases sociales, con personas que estaban enfermas y dejadas de lado y a todos los trataba con el mismo amor y respeto. Y a todos los que se acercaban a él buscando el perdón, les daba su paz y la salvación. Escuchemos con atención lo que un día dijo: Lectura del Evangelio según San Mateo “Felices los que construyen la paz, porque Dios los llamará sus hijos”. Mateo 5, 9 Momento de apropiarse de la Palabra Jesús anuncia que el Reino de Dios, de paz, de justicia está presente para todos los que quieran vivirlo. Nos enseña una manera de vivir. Y esa forma de vivir nos dice que nos hará felices. Esa paz hay que trabajarla, conquistarla, construirla. Y si lo hacemos juntos lo podemos lograr día a día, de a poco aprendiendo unos de otros. Esa paz nos traerá la verdadera felicidad. 2
Momento celebrativo Se sugiere preparar un lugar con la Biblia, una vela, los papeles afiches de colores con los compromisos. El catequista teniendo presente que Jesús está en medio del grupo, los invita a pedirle fuerzas para ir logrando construir juntos la paz como él lo hizo. Se sugiere rezar un Padre Nuestro y cantar alguna canción que conozcan sobre la paz. Actividad Se sugiere armar carteles con mensajes de paz y colocarlos en distintos lugares del colegio. ‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐ ‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐
CUENTOS DE MAMERTO MENAPACE EL vendedor de globos Una vez había una gran fiesta en un pueblo. Toda la gente había dejado sus trabajos y ocupaciones de cada día para reunirse en la plaza principal, en donde estaban los juegos y los puestitos de venta de cuanta cosa linda una pudiera imaginarse. Los niños eran quienes gozaban con aquellos festejos populares. Había venido de lejos todo un circo, con payasos y equilibristas, con animales amaestrados y domadores que les hacían hacer pruebas y cabriolas. También se habían acercado hasta el pueblo toda clase de vendedores, que ofrecían golosinas, alimentos y juguetes para que los chicos gastaran allí los pesos que sus padres o padrinos les habían regalado con objeto de sus cumpleaños, o pagándoles trabajitos extras. Entre todas estas personas había un vendedor de globos. Los tenía de todos los colores y formas. Había algunos que se distinguían por su tamaño. Otros eran bonitos porque imitaban a algún animal conocido, o extraño. Grandes, chicos, vistosos o raros, todos los globos eran originales y ninguno se parecía al otro. Sin embargo, eran pocas las personas que se acercaban a mirarlos, y menos aún los que pedían para comprar algunos. Pero se trataba de un gran vendedor. Por eso, en un momento en que toda la gente estaba ocupada en curiosear y detenerse, hizo algo extraño. Tomó uno de sus mejores globos y lo soltó. Como estaba lleno de aire muy liviano, el globo comenzó a elevarse rápidamente y pronto estuvo por encima de todo lo que había en la plaza. El cielo estabaclarito, y el sol radiante de la mañana iluminaba aquel globo que trepaba y trepaba, rumbo hacia el cielo, empujado lentamente hacia el oeste por el viento quieto de aquella hora. El primer niño gritó: ‐¡Mira mamá un globo! Inmediatamente fueron varios más que lo vieron y lo señalaron a sus chicos o a sus más cercanos. Para entonces, el vendedor ya había soltado un nuevo globo de otro color y tamaño mucho más grande. Esto hizo que prácticamente todo el mundo dejara de mirar lo que estaba haciendo, y se pusiera a contemplar aquel sencillo y magnífico espectáculo de ver como un globo perseguía al otro en su subida al 3
cielo. Para completar la cosa, el vendedor soltó dos globos con los mejores colores que tenía, pero atados juntos. Con esto consiguió que una tropilla de niños pequeños lo rodeara, y pidiera a gritos que su papá o su mamá le comprara un globo como aquellos que estaban subiendo y subiendo. Al gastar gratuitamente algunos de sus mejores globos, consiguió que la gente le valorara todos los que aún le quedaban, y que eran muchos. Porque realmente tenía globos de todas formas, tamaños y colores. En poco tiempo ya eran muchísimos los niños que se paseaban con ellos, y hasta había alguno que imitando lo que viera, había dejado que el suyo trepara en libertad por el aire. Había allí cerca un niño negro, que con dos lagrimones en los ojos, miraba con tristeza todo aquello. Parecía como si una honda angustia se hubiera apoderado de él. El vendedor, que era un buen hombre, se dio cuenta de ello y llamándole le ofreció un globo. El pequeño movió la cabeza negativamente, y se rehusó a tomarlo. ‐Te lo regalo, pequeño‐le dijo el hombre con cariño, insistiéndole para que lo tomara. Pero el niño negro, de pelo corto y ensortijado, con dos grandes ojos tristes, hizo nuevamente un ademán negativo rehusando aceptar lo que se le estaba ofreciendo. Extrañado el buen hombre le preguntó al pequeño que era entonces lo que lo entristecía. Y el negrito le contestó, en forma de pregunta: ‐Señor, si usted suelta ese globo negro que tiene ahí ¿Será que sube tan alto como los otros globos de colores? Entonces el vendedor entendió. Tomó un hermoso globo negro, que nadie había comprado, y desatándolo se lo entregó al pequeño, mientras le decía:‐Hace vos mismo la prueba. Soltalo y verás como también tu igual que todos los demás. globo sube Con ansiedad y esperanza, el negrito soltó lo que había recibido, y su alegría fue inmensa al ver que también el suyo trepaba velozmente lo mismo que habían hecho los demás globos. Se puso a bailar, a palmotear, a reírse de puro contento y felicidad. el vendedor, mirándolo a los ojos y acariciando su cabecita Entonces enrulada, le dijo con cariño: ‐Mira pequeño, lo que hace subir a los globos no es la forma ni el color, sino lo que tiene adentro.
Los tres ciegos Había una vez tres sabios. Y eran muy sabios. Aunque los tres eran ciegos. Como no podían ver, se habían acostumbrado a conocer las cosas con solo tocarlas. Usaban de sus manos para darse cuenta del tamaño, de la calidad y de la calidez de cuanto se ponía a su alcance. Sucedió que un circo llegó al pueblo donde vivían los tres sabios que eran ciegos. Entre las cosas maravillosas que llegaron con el circo, venía un gran elefante blanco. Y era tan extraordinario este animal que toda la gente no hacía más que hablar de él. Los tres sabios que eran ciegos quisieron también ellos conocer al elefante. Se hicieron conducir hasta el lugar donde estaba y pidieron permiso para poder tocarlo. Como el animal era muy manso, no hubo ningún inconveniente para que lo hicieran. El primero de los tres estiró sus manos y tocó a la bestia en la cabeza. Sintió bajo sus dedos las enormes orejas y luego los dos tremendos colmillos de marfil que sobresalían de la pequeña boca. Quedó tan admirado de lo que había conocido que inmediatamente fue a contarles a los otros dos lo que había aprendido. Les dijo: ‐ El elefante es como un tronco, cubierto a ambos lados por dos frazadas, y del cual salen dos grandes lanzas 4
frías y duras. Pero resulta que cuando le tocó el turno al segundo sabio, sus manos tocaron al animal en la panza. Trataron de rodear su cuerpo, pero éste era tan alto que no alcanzaba a abarcarlo con los dos brazos abiertos. Luego de mucho palpar, decidió también él contar lo que había aprendido. Les dijo: ‐ El elefante se parece a un tambor colocado sobre cuatro gruesas patas, y está forrado de cuero con pelo para afuera. Entonces fue el tercer sabio, y agarró el animal justo por la cola. se colgó de ella y comenzó a hamacarse como hacen los chicos con una soga. Como esto le gustaba a la bestia, estuvo largo rato divirtiéndose en medio de la risa de todos. Cuando dejó el juego, comentaba lo que sabía. También él dijo: ‐ Yo sé muy bien lo que es un elefante. Es una cuerda fuerte y gruesa, que tiene un pincel en la punta. Sirve para hamacarse. Resulta que cuando volvieron a casa y comenzaron a charlar entre ellos lo que habían descubierto sobre el elefante no se podían poner de acuerdo. Cada uno estaba plenamente seguro de lo que conocía. Y además tenía la certeza de que sólo había un elefante y de que los tres estaban hablando de lo mismo. pero lo que decían parecía imposible de concordar. Tanto charlaron y discutieron que casi se pelearon. Pero al fin de cuentas, como eran los tres muy sabios, decidieron hacerse ayudar, y fueron a preguntar a otro sabio que había tenido la oportunidad de ver al elefante con sus propios ojos. Y entonces descubrieron que cada uno de ellos tenía razón. Una parte de la razón. Pero que conocían del elefante solamente la parte que habían tocado. Y le creyeron al que lo había visto y les hablaba del elefante entero. Las tres pipas Una vez un miembro de la tribu se presentó furioso ante su jefe para informarle que estaba decidido a tomar venganza de un enemigo que lo había ofendido gravemente. ¡Quería ir inmediatamente y matarlo sin piedad! El jefe lo escuchó atentamente y luego le propuso que fuera a hacer lo que tenía pensado, pero antes de hacerlo llenara su pipa de tabaco y la fumara con calma al pie del árbol sagrado del pueblo. El hombre cargó su pipa y fue a sentarse bajo la copa del gran árbol. Tardó una hora en terminar la pipa. Luego sacudió las cenizas y decidió volver a hablar con el jefe para decirle que lo había pensado mejor, que era excesivo matar a su enemigo pero que sí le daría una paliza memorable para que nunca se olvidara de la ofensa. Nuevamente el anciano lo escuchó y aprobó su decisión, pero le ordenó que ya que había cambiado de parecer, llenara otra vez la pipa y fuera a fumarla al mismo lugar. También esta vez el hombre cumplió su encargo y gastó media hora meditando. Después regresó a donde estaba el cacique y le dijo que consideraba excesivo castigar físicamente a su enemigo, pero que iría a echarle en cara su mala acción y le haría pasar vergüenza delante de todos. Como siempre, fue escuchado con bondad pero el anciano volvió a ordenarle que repitiera su meditación como lo había hecho las veces anteriores. El hombre medio molesto pero ya mucho más sereno se dirigió al árbol centenario y allí sentado fue convirtiendo en humo, su tabaco y su bronca.
5
Cuando terminó, volvió al jefe y le dijo: "Pensándolo mejor veo que la cosa no es para tanto. Iré donde me espera mi agresor para darle un abrazo. Así recuperaré un amigo que seguramente se arrepentirá de lo que ha hecho". El jefe le regaló dos cargas de tabaco para que fueran a fumar juntos al pie del árbol, diciéndole: "Eso es precisamente lo que tenía que pedirte, pero no podía decírtelo yo; era necesario darte tiempo para que lo descubrieras vos mismo". ________________________________________
inmediatamente
y
matarlo
sin
piedad.
El jefe le escuchó atentamente y luego le propuso que fuera a hacer lo que tenía pensado,u pipa de tabaco y la fumara con calma al pie del árbol sagrado del pueblo. El hombre cargó su pipa y fue a sentarse bajo la copa del gran árbol. Tardó una hora en terminar la pipavolver a hablar con el jefe para decirle que lo había pensado mejor, que era excesivo matar a ero que si le daría una paliza memorable para que nunca se olvidara de la ofensa. Nuevamente el anciano lo escuchó y aprobó su decisión, pero le ordenó que ya que había cambiado de parecer, llenara otra vez la pipa y fuera a fumarla al mismo lugar. También esta vez el hombre cumplió su encargo y gastó media hora meditando.
Después regresó a donde estaba el cacique y le dijo que consideraba excesivo castigar físicamente a su enemigo, pero que iría a echarle en cara su mala acción y le haría pasar vergüenza delante de todos. Como siempre, fue escuchado con bondad pero el anciano volvió a ordenarle que repitiera su meditación como lo había hecho las veces anteriores. El hombre, medio molesto, pero ya mucho más sereno, se dirigió al árbol centenario y allí sentado fue convirtiendo en humo, su tabaco y su bronca. Cuando terminó, volvió al jefe y le dijo: "Pensándolo mejor veo que la cosa no es para tanto. Iré donde me espera mi agresor para darle un abrazo. Así recuperaré un amigo que seguramente se arrepentirá de lo que ha hecho". El jefe mismo".
6