La Fragua de los Tiempos 4 de julio de 2010 #870. Francisco Villa, aproximaciones biográficas (Primera de dos partes)

La Fragua de los Tiempos 4 de julio de 2010 #870 Francisco Villa, aproximaciones biográficas (Primera de dos partes) Jesús Vargas Valdés De la vida de

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La Fragua de los Tiempos 4 de julio de 2010 #870 Francisco Villa, aproximaciones biográficas (Primera de dos partes) Jesús Vargas Valdés De la vida del general Francisco Villa se han escrito decenas o centenas de libros y biografías, algunas muy voluminosas como la de Katz y la de Taibo segundo, pero a la hora que alguien intenta explicar quién fue, de dónde emergió y cómo murió, no resulta tan fácil. Eso me consta porque me ha sucedido en varias pláticas o conferencias. Por eso he decidido escribir casi de memoria este ejercicio, con el fin de poner en orden mis ideas y ofrecer algunas claves o datos substanciales que he encontrado en la vida de este personaje que sigue viviendo y provocando problemas por todas partes donde se aparece. Nació el 5 de junio de 1878 en Río Grande, del municipio San Juan del Río, del estado de Durango. Fue bautizado con el nombre de Doroteo Arango y aproximadamente a los dieciséis años tuvo que abandonar la casa familiar por razones que no han quedado bien aclaradas en la historia. Al respecto él mismo contó en las memorias que le dictó a Manuel Bauche Alcalde que el 22 de septiembre de 1894 había encontrado a don Agustín López Negrete tratando de abusar de su hermana Martina. Que por esa causa le había disparado al desalmado hacendado hiriéndolo en una pierna para luego salir huyendo hacia el monte. Con palabras más o palabras menos, esta versión se ha aceptado como cierta, pero hay razones suficientes para desmentirla y para sugerir que Villa la inventó para justificar su pasado de bandolero, después de que se había convertido en el más afamado de los generales revolucionarios. También, por lo que él mismo contó en su autobiografía, se sabe sus primeras andanzas las realizó en una banda famosa bajo las órdenes de Ignacio Parra, de quien recibió afecto paterno y también las enseñanzas en el oficio de bandolero que sería su ocupación principal durante los años siguientes, hasta noviembre de 1910 en que se unió al movimiento revolucionario. De los años como bandolero es poco lo que se sabe, pues no hay manera de ubicar sus huellas en los archivos judiciales o en periódicos de la época porque siempre estaba cambiando de lugar y muy pocas personas sabían a ciencia cierta quién era, cómo actuaba y quiénes eran sus cómplices. Seguramente de Parra aprendió que lo más conveniente para un bandolero era ocultar su identidad, no permitir que le sacaran fotografías ni que relacionaran su rostro con un solo nombre.

Durante esos años recurrió a decenas de nombres falsos y en muy raras ocasiones se dejó ver por personas que no fueran de confianza absoluta. Sin embargo se han encontrado en archivos del estado de Durango y Chihuahua algunas decenas de documentos en donde aparece el nombre de Doroteo Arango u otro nombre con el cual intervino en algún acto delictivo. Con los datos que en esos documentos quedaron registrados se han podido seguir algunas de las actividades que realizó durante los años de bandolero. No obstante que algunos historiadores han afirmado que el nombre de “Francisco Villa” lo asumió en honor a un bandido al que le había tenido mucho aprecio y respeto, no hemos encontrado ningún indicio de que haya utilizado ese nombre antes de 1910. Al respecto, debemos concederle crédito a la explicación que él mismo aportó en los apuntes autobiográficos que le dictó a Bauche Alcalde, donde explica que él y sus hermanos asumieron el apellido Villa porque era el que les correspondía por la línea paterna. Como quiera que sea, en estas notas biográficas lo identificaremos en todo momento como “Francisco Villa” para evitar confusiones entre una etapa y otra de su vida. El joven Francisco Villa no tuvo más preparación que la “escuela de la vida”. Fue un “cimarrón” que durante sus primeros veintidós años aprendió a valerse de la naturaleza para subsistir en las difíciles condiciones que le imponía la vida de proscrito: perfeccionó su conocimiento en el uso de las armas de fuego, desarrolló sus cualidades físicas destacándose como jinete y como tirador. En esa “escuela de la vida” tuvo como compañeros a los sujetos de la más diversa y compleja naturaleza y temperamento, desarrollando por necesidad una gran sensibilidad que lo llevaba a interiorizarse en el corazón, en la mentalidad de los hombres y las mujeres con quienes interactuaba. Quienes lo conocieron bien aseguraban que nunca olvidaba un rostro y que era capaz de grabarse el nombre de cualquier persona, aunque sólo una vez lo escuchara. Gracias a su memoria privilegiada se grabó también cientos de plantas y remedios curativos, cientos de pozos y aguajes, escondites, cuevas, atajos y veredas dispersos entre las inmensas llanuras y partes montañosas de Durango, Chihuahua y parte de Sinaloa, construyendo una extensa región donde se movilizaba como pez en al agua. Aún siendo muy joven se separó de Parra formando su propia banda y conformando una inmensa red de contactos y cómplices que lo apoyaban de diversas maneras. No sólo sabía relacionarse con la gente más humilde y necesitada, tenía una capacidad muy aguda para establecer amistad con “gente de bien”, con hacendados, propietarios de minas, vaqueros y comerciantes, personajes pertenecientes a las clases privilegiadas. Nunca olvidaba los favores y cuando le entregaba su confianza a una persona, arriesgaba la vida por protegerla y defenderla, por eso siguió siendo amigo de Ignacio Parra hasta que éste fue asesinado en 1898.

Por eso, cuando tuvo el poder no se olvidó de la gente que le había guardado lealtad durante los años de proscrito, le dio protección a muchas de las mujeres que había conocido y tratado desde antes de la revolución y no solamente a ellas sino también a sus familias, porque cuando intimaba con una mujer extendía su protección hacia toda la familia y en muchos también extendía esa protección hacia todas las familias de la ranchería, el caserío o pueblo donde vivía la mujer. Por más que los historiadores sólo encuentren una motivación de carácter sexual en esas relaciones con mujeres, contribuyeron mucho a extender su red de contactos y de seguidores. Para ilustrar este sentido de continuidad en sus relaciones es interesante mencionar que mantuvo relación amistosa con la familia Parra hasta los años de la revolución. Durante los años de proscrito también cultivó un código de conducta por medio del cual definió y construyó su relación con los demás. En ese código había dos reglas fundamentales: Todo su aprecio y amistad para los leales, para los valientes; y al contrario, para los cobardes y los traidores, el odio, el castigo implacable. De la aplicación de ese código de conducta se derivaron hechos contrastantes y asombrosos que al paso de los años se convirtieron en mitos que formaron una especie de costra que impedía conocer realmente la figura histórica del general. Francisco Villa y la revolución En 1908, el viejo dictador Porfirio Díaz declaró públicamente que los mexicanos estaban listos para la democracia, lo que se interpretó como un hecho que en las elecciones de 1910 se respetaría el voto en todo el país. Animados por esa promesa del dictador muchos integrantes de la clase política que se había formado dentro del mismo gobierno porfirista se empezaron a organizar y se empezaron a barajar los nombres de posibles sucesores del dictador. Poco a poco se fue extendiendo en la capital del país el movimiento hasta que surgió el nombre del general Bernardo Reyes, quien aceptó ser postulado como candidato. Sin embargo, el general Díaz se encargó de romper el encanto presionando a Reyes, y éste dócilmente se hizo a un lado dejando a sus simpatizantes en el desamparo, pues el paso que ellos habían dado era irreversible, se habían manifestado sin pensar que Díaz no había sido sincero y ya no podían recular. En esas condiciones emergió la figura de Francisco I. Madero quien desde hacía algunos años se había declarado en contra de la continuidad de la dictadura. En esas circunstancias, muchos de los políticos que habían simpatizado con la candidatura de Reyes se adhirieron al naciente movimiento. Surgió casi de manera natural el Partido Antirreeleccionista y

sus dos grandes figuras. Francisco Ignacio Madero candidato a la presidencia, y el doctor Francisco Vázquez Gómez a la vicepresidencia. A mediados de 1909 el movimiento se desplazó desde la capital hacia el interior del país y en cada entidad emergieron los organizadores de los clubes antirreleccionistas. En el estado de Chihuahua se formaron clubes en varias ciudades y desde el principio se proyectó el nombre del señor Abraham González como uno de los organizadores del Club “Benito Juárez” en la capital. La mayoría de los simpatizantes de estos clubes antirreeleccionistas eran personas adultas: profesores, comerciantes, artesanos, empleados y pequeños propietarios rurales. En Parral se afiliaron al club muchos de los pequeños y medianos comerciantes, entre ellos los hermanos Juan y Guillermo Baca, quienes se convirtieron junto con el periodista José Rocha, en los líderes del movimiento. Durante casi un año, desde septiembre de 1909 hasta junio de 1910, se vivió en todo el país la novedad de los clubes, de los mítines y las manifestaciones antirreeleccionistas, pero el dictador se aferraba al poder y no iba a dejarlo pacíficamente. Desde principios de 1900 el bandolero Francisco Villa había empezado a desplazarse hacia el norte de Durango, incursionando en la región de Indé, Santa María y Villa Ocampo. Desde ahí se introdujo también al sur de Chihuahua y en 1909 ya había consolidado una red de relaciones muy amplia en la ciudad de Parral. No quedó registro de cuándo y en qué circunstancias se conocieron el bandolero y el periodista José G. Rocha, pero en base a lo que este mismo escribió, se puede asegurar que fue Rocha el primer contacto de Villa con los antirreeleccionista y probablemente eso sucedió entre 1908 y 1909. En las elecciones del mes de julio de 1910 se cometió un nuevo fraude electoral. El gobierno porfirista reprimió a muchos de los que habían participado en el antirreeleccionismo, encarcelando en San Luis Potosí al candidato, quien finalmente se fugó de la prisión y en octubre dio a conocer el Plan de San Luis donde convocaba a todos los mexicanos para levantarse en armas el día 20 de noviembre. Entre agosto y septiembre, desde antes de que se hiciera público el plan revolucionario, ya se había acercado Francisco Villa a los jefes revolucionarios de Parral, Guillermo Baca y José G. Rocha, quienes durante la campaña electoral habían sido encarcelados por las autoridades porfirianas. En aquellos momentos el bandolero anónimo ya estaba identificado plenamente como responsable de un robo de ganado, y para librarse de la prisión sólo le quedaban dos caminos: salir de la región y remontarse en la sierra, o incorporarse al movimiento revolucionario que se estaba gestando

y desde ahí combatir a sus enemigos que lo habían perseguido durante los últimos quince años. Optó por lo segundo y así fue como se arregló en la ciudad de Chihuahua la reunión entre el bandolero y el jefe de la revolución maderista Abraham González. El acuerdo fue que Villa se sumaría con su gente al movimiento revolucionario del 20 de noviembre, pero días antes el jefe Abraham González se retiró a la frontera dejándole instrucciones a Villa de que se pusiera bajo las órdenes del señor Cástulo Herrera, quien en su ausencia se hacía cargo del movimiento. Cástulo Herrera se había distinguido entre los ferrocarrileros como un buen organizador antirreeleccionista, pero una cosa era hacer reuniones clandestinas donde se hablaba del respeto a la Constitución, y otra cosa era ponerse al frente de una gavilla de bandoleros acostumbrados a enfrentarse a balazos con los rurales y soldados. Tipos bien bragados, bien curtidos que sólo aceptaban el liderazgo del mejor para el caballo, la carabina y el revólver. Sólo una noche, el día 19 de noviembre, aguantó Villa a su “jefe” Cástulo Herrera, al día siguiente se retiró con sus gavilleros, quienes aceptaron seguirlos rumbo a San Andrés. Teniendo conocimiento de que el 21 pasaría por ahí un convoy militar, se ocultaron cerca de la estación y desde ahí emboscaron a los porfiristas que se trasladaban de Chihuahua hacia ciudad Guerrero con el fin de auxiliar a las tropas que en aquella ciudad eran asediadas por las fuerzas al mando de Pascual Orozco (h). El éxito de esta acción militar fue muy relevante porque en el combate resultaron muertos varios soldados y el teniente coronel Pablo Yepes, jefe del contingente porfirista. Pero no todo fue bien, el día 27 de noviembre, domingo en la mañana, participaron en un nuevo combate que tuvo lugar a seis kilómetros de Chihuahua en el sitio conocido como Las Escobas. En esa ocasión se agruparon varios contingentes revolucionarios para combatir a los porfiristas, y Villa con su gente, no estaban enterados de los planes que habían elaborado. Desde el combate del 21 de noviembre en San Andrés, Villa y sus compañeros se habían separado de los demás jefes revolucionarios y no estaban coordinados con ellos. Al enterarse que se combatía en Las Escobas marcharon apresuradamente desde Chihuahua y sin saber cómo estaba la situación se lanzaron al ataque. En esa ocasión la gente que Villa conducía eran de diez a quince hombres de los cuales algunos quedaron muertos y los demás tuvieron que salir prácticamente a pie, después de muchas horas de soportar el fuego terrible en una posición encajonada. Después no se supo más de los antiguos bandoleros. Hasta el mes de marzo, cuando Madero ya se había introducido a territorio del estado de

Chihuahua y cuando se encontraba reconcentrando a todos los contingentes revolucionarios en la hacienda de Bustillos, fue cuando hizo nueva aparición Villa y de ahí en adelante ya no se volvió a separar hasta el triunfo en ciudad Juárez. Lo cierto es que durante todo ese tiempo, desde que dialogó con José Rocha, Guillermo Baca y con Abraham González, Francisco Villa siguió actuando como un bandolero y no porque en la práctica siguiera robando ganado, o asaltando en los caminos, sino porque su lógica, su forma de actuar, su forma de relacionarse con los demás era la del bandolero que había acumulado quince años en el oficio. ¿Hasta cuándo dejó de comportarse Villa como un bandolero?

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