Mejorar la Globalización: Del Cambio Institucional a la Distribución de la Renta Mundial. Lic. Federico Trebucq

Mejorar la Globalización: Del Cambio Institucional a la Distribución de la Renta Mundial Lic. Federico Trebucq Economía y Comercio Internacional AI
Author:  Elvira Toro Soler

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Mejorar la Globalización: Del Cambio Institucional a la Distribución de la Renta Mundial

Lic. Federico Trebucq

Economía y Comercio Internacional AI 009/2010 10 de mayo de 2010

RESUMEN

Los beneficios de la globalización en cuanto a crecimiento económico son indiscutibles, sin embargo la evidencia empírica muestra un mundo polarizado por la distribución del ingreso, en el que la brecha existente entre ricos y pobres es cada vez mayor. El cambio institucional, tanto en las organizaciones de gobernanza económica internacional como al interior de los Estados, se muestra como una parte de la solución a esta problemática. La finalización con éxito de la ronda de Doha, la apertura cautelosa de la cuanta capital de los países en desarrollo y la democratización de los organismos multilaterales de crédito, son las alternativas propuestas por este trabajo para mejorar la globalización.

Mejorar la Globalización: Del Cambio Institucional a la Distribución de la Renta Mundial Federico Trebucq1

Para poner un punto de partida, se puede decir que los viajes de Colón y Vasco Da Gama iniciaron el proceso que hoy se da a conocer como globalización. La integración de nuevos territorios al por entonces “mundo conocido”, permitió el surgimiento del primer orden económico mundial, dando lugar a la creación de un mercado de características planetarias, que si bien no representó un aumento significativo en los indicadores de la época en cuanto a producción y comercio, significó el primer germen para comenzar a entender el mundo de una manera integrada e interdependiente. Con el advenimiento de la Revolución Industrial y la instauración de un segundo orden económico mundial, comenzaron asomar los primeros indicios de lo que sería la lógica de este proceso globalizador. Los avances tecnológicos sucedidos a lo largo de los últimos tres siglos marcaron un cambio radical en los métodos de producción, creando así paradigmas de los modelos de desarrollo impuestos ante cada innovación. Este sistema marcó una estructura de ganadores y perdedores de la que aún hoy no es 1

El autor es Licenciado en Relaciones Internacionales (UES21), Maestrando en Relaciones Económicas Internacionales (UBA).

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posible desprenderse; el progreso técnico y el crecimiento de la productividad sólo tuvieron lugar en un reducido grupo de países que determinó la distribución de poder a nivel mundial y la diferenciación entre centro y periferia. Esta relación es bien conocida por presentar diferencias cada vez mayores, las economías centrales se caracterizaron por tomar el liderazgo de este proceso, generando una estructura de comercio mundial ligada a la distribución internacional del trabajo, donde la sujeción periférica se caracterizó por la especialización en la producción y exportación de bienes primarios y el abastecimiento de la demanda interna de manufacturas mediante importaciones, lo que ciertamente limitó el proceso de transformación de sus economías y la forma de insertarse al orden mundial.(Ferrer 1996 :128) Numerosos autores coinciden en que la globalización, en tanto un conjunto de técnicas puestas a disposición de Estados y actores privados (Hoffman 2002:48), ha presentado en los últimos 60 años una aceleración exponencial, al evidenciar el periodo de mayor crecimiento económico en la historia de este proceso. Sin duda que uno de los determinantes fue la última revolución tecnológica en informática y telecomunicaciones, que permitió por primera vez asistir a un mundo conectado en tiempo real, donde los flujos de comercio mundial, las finanzas internacionales y las corporaciones transnacionales se expandieron hasta llegar a niveles extraordinarios, que siguiendo la lógica antes mencionada, sólo son aprovechados por un reducido número de países que integran el selecto grupo de economías avanzadas, con tan sólo el 15,6% de la población mundial (Treber 2005:15). Los defensores de este modelo sostienen que las ganancias generadas, gracias a la reducción de costos y al aumento de la productividad como resultado de la existencia de un mercado global, superan ampliamente las pérdidas provocadas por la reasignación de recursos; esta concepción tiene sus bases en las teorías elaboradas por la escuela “clásica” de la economía y que en la actualidad son recogidas por la corriente “neoliberal”. El eje central de este pensamiento sostiene la existencia de una “mano invisible” que proporciona el equilibrio económico sin necesidad de la intervención estatal y que la liberalización comercial y financiera, acelera el crecimiento económico, el cambio tecnológico y mejora la asignación de recursos de aquellos sectores ineficientes hacia los más eficientes. No obstante, la evidencia empírica muestra un mundo polarizado por la distribución del ingreso, en el que la brecha existente entre ricos y pobres es cada vez mayor, situación que deja sin asidero a las propuestas neoliberales y plantea el

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interrogante, quizás el más cuestionado en los últimos años, de cómo reducir esta brecha creciente entre “los de arriba y los de abajo”. Es conveniente limitar el proceso globalizador sólo al aspecto económico ya que probablemente sea el único que exista en la actualidad. Otros planos como el cultural y el político, presentan numerosas contradicciones que hace suponer que la globalización no es tal; partiendo del hecho que todavía los Estados son los actores principales del sistema internacional y que si bien las instituciones internacionales cumplen un papel importante, no reflejan más que la distribución de poder entre las potencias mundiales. Es importante mencionar que, para un proceso que tiende a eliminar barreras, licuar límites políticos y unificar estándares de vida; la aparición en los últimos años de grupos de liberación nacional en busca de la independencia para sus pueblos, la creciente xenofobia en los países desarrollados como consecuencia de las migraciones y el rechazo en numerosas regiones a una cultura impuesta desde occidente, constituyen factores limitantes para lograr tales objetivos. Entonces, desde éste punto de vista es válido preguntarse, si los factores políticos y culturales limitan a un proceso que parecía inevitable, ¿es posible dar marcha atrás en el plano de la globalización económica? Probablemente la respuesta sea “no”, dado que la estructura de la economía internacional abarca todo el planeta, el comercio y las finanzas internacionales operan en un mercado que funciona las 24 horas los 365 días del año. Sin embargo un repliegue en la marcha de la globalización tampoco constituiría la solución, ésta debe nacer dentro del sistema para evolucionar hacia una distribución más equitativa de la renta mundial y no mediante métodos revolucionarios que destruyan lo hecho hasta el momento. Si está demostrado que el mercado por si solo no puede garantizar una mayor igualdad, de ahí que es necesaria la existencia de instituciones eficientes que cumplan ese rol. En la actualidad existen numerosos organismos internacionales en busca de tal objetivo, pero la realidad es que operan de manera ineficiente al estar comandadas por intereses nacionales de los países más avanzados, que realizan muy pocas concesiones en pos de lograr una mayor equidad; un buen ejemplo es el estancamiento de la Ronda de Doha para el Desarrollo, que aún no puede salir del punto muerto en el que se encuentra debido a la negativa de las potencias de ceder en el comercio agrícola entre otras cuestiones. Es por esta razón que ahora el interrogante se traslada a: ¿cuál es el cambio necesario en las instituciones actuales para disminuir la brecha entre ricos y pobres? o dicho de otra manera: ¿cuál es el cambio necesario para “mejorar la globalización”?

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Para dar respuesta a estos interrogantes es necesario en primer lugar determinar su naturaleza compleja, es decir que de acuerdo a la gran cantidad de actores que intervienen, las soluciones tienen que provenir de diferentes perspectivas. Conforme a esto, Dani Rodrik2, establece que la globalización requiere un ámbito de complementación institucional tanto en países ricos como pobres en orden de distribuir sus beneficios y mantenerlos sostenidos. En los países avanzados del norte, la complementariedad se refiere en gran parte al mejoramiento de las redes de seguridad social y el progreso en el ajuste asistencial. En los países en desarrollo, el requisito para la reforma institucional abarca todo el camino desde la anticorrupción a las reformas en el mercado laboral y financiero. Asimismo, el autor, determina tres elementos indispensables para profundizar la globalización en su forma actual y que constituyen el eje central de este trabajo, al proponer en parte una solución a la problemática planteada, estos son: i) Finalización de la Ronda de Doha para el Desarrollo. ii) Promoción de una apertura cautelosa de la cuenta capital de los países en desarrollo. Y iii) Democratizar y profundizar la gobernabilidad de los organismos multilaterales de crédito.

Finalización de la Ronda de Doha para el Desarrollo

Han pasado 9 años desde la declaración ministerial que dio comienzo a la ronda de negociaciones “Doha”, ésta se despachó con un objetivo ambicioso orientado a tratar los problemas del desarrollo y liberar el comercio agrícola, industrial y de servicios. El curso de las negociaciones a lo largo de todos estos años, lejos de enmarcarse en un cuadro de cooperación y buena voluntad, se caracterizó por presentar diversos inconvenientes dejando las conversaciones estancadas en numerosas oportunidades. El problema que origina esta situación es el enfrentamiento entre países desarrollados y aquellos en desarrollo o menos adelantados, al no poder establecer una agenda acorde a los objetivos planteados. Entre las causas principales se pueden distinguir, problemas de ajuste estructural en los países de mayor peso comercial, cuestiones de política interna, modificaciones en las relaciones de poder internacional como consecuencia del creciente peso económico de los países emergentes y la

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Profesor de Política Económica Internacional en la escuela John F. Kennedy, Harvard University.

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dificultad de organizar negociaciones para más de 150 miembros que hoy conforman la organización (Doporto Miguez, Fossati, Galperín y Stancanelli 2010:46). No obstante, la cuestión de fondo tiene que ver con el acceso a mercados, la negativa por parte de Estados Unidos y la Unión Europea en reducir los subsidios a la producción y abrir el comercio a bienes de origen agrícola e industriales intensivos en mano de obra no especializada, provocó el descontento de las economías en desarrollo al no poder introducir los bienes que exportan de manera competitiva en los mercados más eficientes, realidad que se vuelve compleja al evidenciar que el método de toma de decisiones adoptado por el organismo es el consenso. Mas allá de esta dicotomía, es importante tener en claro que el comercio internacional puede ser un factor importante en el desarrollo de los países menos adelantados, la reducción de aranceles y de otras barreras a la circulación de bienes y servicios pueden facilitar el intercambio y proporcionar un aumento del bienestar social (Stiglitz 2008:28). El marco de la OMC se constituye como imprescindible para lograr estas metas, que de acuerdo a estimaciones del Peterson Institute for International Economics, en caso de concluir con éxito las negociaciones de Doha, los beneficios económicos globales oscilarían entre 300.000 y 700.000 millones de dólares anuales (Lamy 2009:3). El 2010 se presenta como un año clave en el futuro de las negociaciones, los líderes mundiales se comprometieron, en la conferencia ministerial de Ginebra (diciembre 2009), a llegar a un acuerdo antes de fin de año, asimismo el transcurso de éstas estuvo caracterizado más bien por promesas que por hechos concretos y no dejan expectativas alentadoras para una rápida salida de Doha. El esfuerzo para culminar con éxito las negociaciones debe provenir de ambas partes, los países desarrollados deberán tomar en consideración que ésta es una ronda para el desarrollo y como tal debe favorecer a las economías menos adelantadas, no sólo mediante la rebaja de aranceles y la eliminación de subsidios a la producción, sino también con medidas para facilitar el comercio y minimizar los costes de ajuste. Por otro lado se requiere un compromiso de los países en desarrollo para adoptar las medidas establecidas y evitar las tentaciones proteccionistas que alimentan las fuerzas recesivas de la economía. La Organización Mundial de Comercio es uno de los pilares de la gobernanza económica global, el futuro de su prestigio y confianza esta ligado al éxito o fracaso de Doha. El compromiso de las partes y la flexibilidad de los negociadores en el seno de la

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organización serán un elemento clave para avanzar hacia el cumplimento de los objetivos planteados 9 años atrás.

Promoción de una apertura cautelosa de la cuenta capital en los países en desarrollo

La apertura de la cuenta de capital implica una reducción en las barreras a la entrada y salida de flujos transfronterizos de capital. Entre ellos se destacan la Inversión Extranjera Directa (IED), como uno de los tipos más confiables por su característica de largo plazo, y otros más volátiles como los activos de cartera y fondos de pensión. La teoría sostiene que una mayor liberalización debería permitir una asignación más eficiente a escala mundial, es decir de países ricos industrializados a países en desarrollo con bajos niveles de capital (Kose, Prasad 2004:50). Sin embargo, la evidencia empírica no es clara con sus efectos, por un lado, no ha demostrado ser precisamente un motor para el desarrollo de los países más pobres, que durante las décadas de los ochenta y noventa abrieron sus barreras al libre flujo de capitales y experimentaron significativos desajustes, como pérdida del ahorro interno, mayor volatilidad en el consumo y sobrevaluación de los tipos de cambio. Por otro, muestra una correlación positiva en los países industrializados, entre el crecimiento económico y el grado de apertura financiera. Una de las respuestas a este contraste, se halla en la calidad institucional y en la prudencia de las políticas económicas aplicadas por los Estados a fin de garantizar los beneficios. A medida que avanza la globalización es cada vez más difícil mantener cerrada la cuenta de capital, por eso es que la discusión, en la actualidad, no pasa por abrir o levantar barreras a la entrada o salida de activos, sino sobre cómo se debe proceder en la apertura. Las consecuencias de una rápida liberalización para una economía en desarrollo, es que se expone de manera amplificada ante shocks externos y financieros, ligando la inestabilidad del producto a la inestabilidad de la cuenta capital, además, la afluencia de capitales extranjeros puede llevar a una sobrevaluación del tipo de cambio real provocando una perdida de competitividad en el comercio de mercancías. En contraposición, una apertura gradual implica dos tipos de beneficios, en primer lugar, la posibilidad de tomar medidas tendientes alentar el flujo de inversiones estables de largo plazo (IED), que trasfieran tecnología y técnicas de gestión que

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fomenten la competencia y el desarrollo financiero. En segundo lugar, la implementación de estas medidas representa beneficios colaterales o indirectos al constituirse como requisitos indispensables para la inversión extranjera. La reforma del sector financiero, a través del establecimiento de controles efectivos y sistemas de información, junto a una política macroeconómica equilibrada, constituyen elementos claves en el desarrollo institucional de los países emergentes. Entonces, se puede afirmar que las ventajas de la apertura de la cuenta de capital para un país en desarrollo, en términos de mayor crecimiento y menor volatilidad sólo son posibles mediante la adopción de políticas prudentes, que representan un bien en sí mismo. Es importante destacar que no todo los países están preparados para afrontar los riesgos que implica la liberalización, por ello la prioridad debe ser la profundización de la reforma institucional antes que cualquier medida apresurada que pueda afectar la economía.

Democratizar y profundizar la gobernabilidad de los organismos multilaterales de crédito

A finales de la Segunda Guerra Mundial, los fantasmas de la crisis del ‘30 y los desajustes provocados por años de conflicto bélico, llevaron a reformular la arquitectura económica mundial, dando lugar a la creación del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, este último bajo la denominación de Banco Internacional de Reconstrucción y Desarrollo. Los objetivos eran claros, mientras el primero estaba orientado a conducir y monitorear el sistema monetario internacional, estableciendo normas y mecanismos de corrección frente a desequilibrios temporales del balance de pagos que pudieran surgir en los países asociados; el segundo se ocupó de acelerar la recuperación de los países destruidos por la guerra, aunque finalizada esta tarea, se concentró en la ayuda al desarrollo mediante la financiación de proyectos de inversión e infraestructura de mediano y largo plazo. (Treber 2005:125,127) En la actualidad estos organismos operan de manera ineficiente al no cumplir con los mandatos para los que se crearon; uno de los principales problemas es la falta de democracia en la toma de decisiones, ambas organizaciones reflejan la distribución de poder mundial al determinar sus sistemas de votación por el aporte económico de cada socio, o bien, como dicen muchos especialistas en la materia “un dólar un voto”.

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Estados Unidos se constituye como el principal accionista y no es difícil imaginar que las decisiones tomadas puedan ir en contra de sus intereses. Así como en la toma de decisiones, las autoridades también son designadas controvertidamente, por costumbre, el Director Gerente del FMI es europeo y el Presidente del BM estadounidense, que por lo general provienen de los Ministerios de Hacienda y Bancos Centrales de sus respectivos países. Es importante tener en claro que las actividades principales de ambas instituciones están diseñadas para erradicar la pobreza y ayudar al desarrollo de los países menos adelantados y aun así un representante del “Sur” nunca ha ocupado alguno de esos cargos. Esto implica que las instituciones no sólo están dominadas por los países industriales más ricos, sino también por sus intereses comerciales y financieros, reflejados en las políticas emanadas de ambas entidades. (Stiglitz 2002:48) A lo largo de los años, tanto el “Banco” como el “Fondo”, se han ido apartando de sus principios rectores, originalmente pensados en la concepción keynesiana de corregir los fallos del mercado y el papel de las instituciones internacionales en la mantención del pleno empleo. A partir de la década de los ochenta las corrientes neoliberales comenzaron a tomar un lugar preponderante dentro de los altos cargos dirigenciales, adoptando decisiones bajo la lógica de la supremacía del mercado. Por su parte, el Fondo Monetario se convirtió en un promotor de los intereses del sector financiero, sometiendo a los países en desarrollo a estrictas conductas para acceder a las líneas de crédito, entre ellas recortar los déficits fiscales y aumentar los impuestos o los tipos de interés que contraen la economía y alejan las posibilidades de desarrollo y estabilidad (Stiglitz 2002: 40). A juzgar por los resultados obtenidos, sus programas no han tenido éxito ni siquiera en los países que han acatado todas sus disciplinas, como son los casos de Argentina y Bolivia en los años noventa, que posteriormente entraron en profundas recesiones marcadas por altas tasas de desempleo. En cuanto al Banco Mundial, se puede decir que goza de una mejor reputación que su institución hermana, quizás por el objeto de su creación orientado a sanear los problemas del desarrollo. Sin embargo, tampoco ha estado exento de la influencia neoliberal que lo llevó a dirigir esfuerzos conjuntos con el Fondo en la aplicación de programas de ajuste estructural, dejando de lado las inversiones en infraestructura y programas de agricultura, por el equilibrio macroeconómico. No obstante, a partir de finales de los noventa, comenzaron a gestarse una serie de reformas orientadas a reencausar las acciones del Banco en la lucha contra la

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corrupción y en fomentar a los países que tomen las riendas de su propio desarrollo. En la actualidad, describe Stiglitz, el Banco Mundial es una organización más transparente que hace 10 años, pero las reformas son frágiles y pueden revertirse fácilmente. El principal problema que afecta a los organismos multilaterales de crédito es que no han sido efectivos en el cumplimiento de sus objetivos, esencialmente debido a que han demostrado responder a intereses particulares de las potencias mundiales y a la falta de democracia en la elección de sus dirigentes. La forma para obtener beneficios de la globalización es revertir estos vicios para que el saneamiento del sistema monetario internacional y la ayuda al desarrollo sean herramientas efectivas para una distribución más equitativa de la renta mundial.

Consideraciones Finales

La globalización, al menos en su aspecto económico, es un fenómeno que llego para quedarse. La revolución tecnológica en informática y telecomunicaciones ha contribuido a disminuir los costos y acelerar los procesos productivos llevando al crecimiento económico mundial a niveles nunca antes experimentados. Sin embargo, la evidencia empírica muestra que los beneficios obtenidos por las altas de crecimiento sólo son aprovechados por un reducido número de países con una pequeña fracción de la población mundial. La diferencia creciente entre ricos y pobres se ha vuelto uno de los principales objetos de estudio entre académicos y profesionales de distintas áreas, esto permitió en cierta medida, alertar sobre los problemas de la globalización y proponer numerosas alternativas para lograr una distribución más equitativa de la renta mundial. Este trabajo pretendió realizar su aporte a través de la recomendación de medidas orientadas a realizar cambios en las instituciones rectoras de la gobernanza económica global de acuerdo a su deficiente desempeño, marcado más bien por intereses particulares de las potencias mundiales que por el objeto por el cual han sido creadas. Sin embargo, la solución no solo reside en que estas organizaciones reencausen sus objetivos y comiencen a trabajar como instituciones públicas en pos de lograr beneficios globales, sino también en las reformas institucionales al interior de los Estados para manejar y moldear los efectos de este proceso. De ahí que la finalización con éxito la ronda de Doha, la apertura cautelosa de la cuenta capital en los países en desarrollo y un FMI y Banco Mundial mas

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democráticos, son algunas de las claves para mejorar la globalización y hacer de ella un fenómeno positivo para contribuir al desarrollo de los países menos adelantados y lograr una distribución más equitativa de la renta mundial.

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BIBLIOGRAFÍA

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Finanzas

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