Mirada sobre lo invisible Por Philippe Mazeau Revista El Rosacruz A.M.O.R.C

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Mirada sobre lo invisible Por Philippe Mazeau

Revista El Rosacruz A.M.O.R.C. La que se le propone aquí, es una exploración del átomo, mas no dentro de un discurso científico; más bien la haremos a partir de esta pregunta en filigrana: ¿Existe una convergencia entre la visión científica de la materia y la de la tradición rosacruz? Para este fin viajaremos hacia lo infinitamente pequeño. Iremos hasta el corazón de la materia para tratar de develar sus secretos. La visión mecanicista del mundo La visión del mundo que trastornó los descubrimientos de la física moderna, es una visión mecanicista, enraizándose en la filosofía de los atomistas griegos. La idea de que el mundo material está formado de átomos data de hace 25 siglos. El átomo nació de la intuición creadora de los filósofos de la Grecia antigua. Para ellos los átomos son la última división, el fondo de la materia: son invisibles, indivisibles e incorruptibles, y forman todo lo que vemos. La imagen del átomo, ladrillo elemental de la materia, se volvió un elemento esencial del pensamiento occidental. Un pensamiento caracterizado por su dualismo, que opone el espíritu a la materia, el alma al cuerpo. A causa de esta división, los científicos van a tratar a la materia como una cosa muerta, completamente separada del hombre. Pero el advenimiento del atomismo científico va a trastornar siglos de atomismo filosófico. ¡Pues en este siglo XX el átomo será observable! Instrumentos extremadamente sofisticados asociados a dos nuevas teorías físicas, van a explorar lo infinitamente pequeño. Las dos nuevas teorías que van a cambiar totalmente la visión del mundo, son la “relatividad” y la “mecánica cuántica”. Las investigaciones experimentales sobre el átomo darán resultados espectaculares e inesperados. Por primera vez los científicos entrarán en contacto con una realidad extraña, que parece desafiar a todas las leyes conocidas hasta el momento. Dichas investigaciones serán confrontadas a un serio cuestionamiento sobre sus capacidades para comprender el universo y estallarán los límites de lo racional. Hacia el descubrimiento del átomo Antes que nada, se descubrirá que el átomo está lejos de ser el corpúsculo duro y cerrado que se imaginaba en la antigüedad. El átomo, al que se supone indivisible, no lo es. Cuando se le somete a energías considerables, se rompe. Está constituido de un núcleo central, minúsculo pero muy pesado, de polaridad positiva, rodeado de una nube de electrones de polaridad negativa.

Frecuentemente se representa al átomo como un sistema solar en miniatura, el sol y su cortejo de planetas, encontrando su equivalencia microscópica en el núcleo del átomo y los electrones gravitando alrededor de ese núcleo. Sin embargo, esta representación cómoda para nuestra mente, es falsa. Por ejemplo, el electrón no tiene nada que ver con una pequeña esfera. Posee una masa, mas no tiene volumen. Más bien sería un punto matemático capaz de atravesar la materia tan fácilmente, como la luz atraviesa un cristal. Luego, a base de golpes de energía gigantescos, los sabios rompieron el núcleo del átomo y lograron reducir aparentemente al átomo a un simple juego de construcción. ¡Este juego de construcción se presenta un poco al plano material como a una muñeca rusa! La materia se descompone en moléculas, estas a su vez están compuestas de átomos. Los átomos están compuestos de núcleos y electrones. Los núcleos están a su vez compuestos de neutrones y protones. Finalmente los neutrones y los protones están constituidos de quarks. Entonces, ¿el plano material está reducido a un simple juego de construcción? ¿Al fin hemos tocado el fondo de la materia? ¡Pues no!, responden los sabios que llegaron más lejos en la exploración del átomo y quienes aportaron una nueva visión de gran interés para los rosacruces. Las aportaciones de la mecánica cuántica La física moderna del átomo (la física cuántica) no se detiene en la descripción del átomo como un juego de construcción. Este juego de construcción aparece más a los ojos de los sabios como una manera nuestra de comprender, y no como la descripción última de la materia. De hecho estos sabios nos dicen que ¡el fondo de la materia no es materia! En realidad, a la luz de la observación atómica, el fondo de la materia no se parece en nada a los objetos sólidos de la física clásica. Las partículas atómicas que componen los átomos, son entidades muy abstractas que tienen un doble aspecto. Según la forma en que observamos a estas partículas, aparecen unas veces como corpúsculos y otras veces como ondas, es decir, vibraciones que se propagan en el espacio. Este doble aspecto de la materia es extremadamente perturbador, puesto que la imagen de una onda propagada en todas direcciones por el espacio, está en contradicción con la imagen de un corpúsculo que supone una localización precisa en un volumen muy pequeño. La solución inesperada a esta aparente contradicción, dará un golpe muy duro a la visión mecanicista del mundo sobre el concepto de “realidad” de la materia. De hecho, a nivel subatómico, la materia no existe con certeza en lugares definidos. ¡Más bien presenta tendencias a existir en un lugar y en un momento dado! La física cuántica barre así el determinismo de la materia, fundamento de la física clásica.

La observación atómica muestra también que las partículas no tienen ningún sentido como entidades aisladas. Ninguna de las partículas de materia tiene individualidad propia, ninguna puede separarse del conjunto. El mundo no puede ser fraccionado en objetos infinitesimales dotados de una existencia independiente. Cuando penetramos en el seno de la materia, la naturaleza no nos muestra ladrillos elementales separados como realidad última, sino un tejido complejo de relaciones entre las diversas partes de un todo unificado. Esto tiene una consecuencia directa sobre el hombre. Todos estamos fabricados con los mismos átomos. En cada encarnación, cada uno tomamos prestado un cuerpo a la naturaleza, construido con átomos nacidos hace varios miles de millones de años en el corazón de las estrellas. Si todas las partículas de materia no existen mas que juntas, si son solidarias en todo, quiere decir que ¡nuestro cuerpo físico y el universo son uno solo desde el origen de los tiempos! Sólo nuestra consciencia objetiva hace la distinción entre ellos. Para probarlo, un rasgo esencial de la física cuántica, es que el hombre es necesario no solamente para observar las características del átomo, sino incluso para que éstas se vuelvan realidad. En otras palabras, si decido observar un electrón, por ejemplo, mi decisión consciente sobre la manera de observarlo, determinará hasta cierto punto las propiedades del electrón. Si lo cuestiono fijándome en su calidad de partícula, me proporcionará una respuesta en términos de partícula, pero si lo cuestiono tomando en cuenta su calidad de onda, me responderá en términos de onda. En otras palabras, ¡estoy ligado a lo que observo, lo que observo está ligado a mí y el electrón no posee propiedades independientes de mi consciencia! Lo que hace decir al célebre físico británico David Bohm: “Hoy en día, estamos de acuerdo en reconocer que el conocimiento científico nos conduce hacia una realidad no mecánica: el universo empieza a parecerse más a un gran pensamiento que a una gran máquina”. De esta forma, la ruptura neta entre el espíritu y la materia, entre el yo y el mundo, ya no tiene cabida en la física atómica. La física nos dice que puesto que le es imposible al hombre hablar de la naturaleza, sin hablar al mismo tiempo de él mismo, no existe realidad independiente del espíritu humano. Ahora bien, ésta es igualmente la percepción mística de la relación del hombre con el universo. La ciencia está de acuerdo con nuestra tradición para decir que hablar de un mundo exterior al hombre, no tiene sentido, puesto que nosotros somos el universo mismo, aunque se presente ante nuestros sentidos físicos con aspectos diferentes. Las aportaciones de la Teoría de la Relatividad

La segunda teoría de la física moderna es la relatividad. Ella nos va a aportar este otro componente esencial del misticismo rosacruz: ¡la energía vibratoria en movimiento! Cuando los miramos, los objetos materiales del mundo macroscópico que nos rodea, parecen pasivos e inertes. Esto no es más que una ilusión. Mientras más agrandamos un objeto, más nos percatamos de que está lleno de actividad. “Nada es inmóvil en el universo”, nos dice la ciencia, todo está animado de un movimiento vibratorio perpetuo. Afirmación que no niegan los rosacruces. En el espacio minúsculo del núcleo del átomo, la agitación de las partículas se acerca a la velocidad de la luz. Este hecho es crucial, pues a tales velocidades, la descripción de los fenómenos físicos debe tomar en consideración a la teoría de la relatividad. No nos vamos a extender sobre esta teoría. Digamos que la consecuencia más importante de la teoría de la relatividad es que la masa de un objeto no es otra cosa más que una forma de energía. Esto ha sido demostrado en innumerables ocasiones, y está perfectamente justificado, desde el momento en que, en física moderna, la masa ya no está asociada a una sustancia material. Esto es debido a que se considera que las partículas atómicas no están constituidas de una materia fundamental cualquiera, sino de condensaciones de energía (como un haz). Lo que es más, la física demuestra que las diferencias energéticas entre las partículas están ligadas a las diferencias de su frecuencia de vibración. La relatividad nos enseña que a nivel macroscópico, la noción de sustancia material es una aproximación cómoda, pero que a nivel atómico, casi no tiene sentido. Las partículas atómicas no están hechas de ninguna sustancia material. Cuando se las observa, jamás vemos sustancias, sino una danza perpetua de energía. Esta energía se focaliza para formar estructuras estables que constituyen para nuestros sentidos físicos, la materia sólida, haciéndonos creer que está hecha de alguna sustancia material. ¡Encontramos en este punto una similitud notable con la concepción rosacruz de la energía del Espíritu! Entonces, ¿cuál es el devenir del átomo? Ninguna imagen mental sabría representarlo. El célebre erudito Wolfgang Pauli decía que el átomo toma su sentido “de la realidad del símbolo”. Es más bien un lenguaje matemático, una lista de números describiendo las leyes de una energía fundamental. Pitágoras lo adivinó con toda precisión: ¡los números penetran el tejido de las cosas! La energía del vacío La dimensión energética de la materia encuentra desarrollos muy interesantes dentro de la llamada “teoría cuántica de los campos”. Esta teoría es una tentativa de unión de

la teoría de la relatividad y la de la física cuántica. Dicha teoría ha obtenido un éxito espectacular, en especial porque la concordancia de la teoría con la experimentación es increíble. ¿De qué se trata? En sus esfuerzos por comprender e interpretar mejor los fenómenos atómicos, los físicos descubrieron la existencia de nuevas formas de energía llamadas “energías del vacío”. Tradicionalmente, “hacer vacío” dentro de un volumen, consiste en quitar todo lo que contiene. Hasta el Siglo XX, los físicos creían que el vacío existía, es decir, un volumen donde no hay absolutamente nada. Pues bien, “esto es falso”, nos dice la física moderna. Cuando un volumen del espacio no contiene nada, ni siquiera una sola partícula atómica, la energía de ese volumen no es nula ó inexistente. ¡Este descubrimiento es de una importancia capital! En la “teoría cuántica de los campos”, los sabios modernos definen al vacío como “no siendo la nada, sino estando lleno de campos”; lo llaman “el vacío cuántico”. Los “campos” pueden representar las manifestaciones primarias de lo que los rosacruces llaman “la energía del espíritu”. Estos “campos” contienen lo que los sabios definen como “partículas virtuales”, que son un estado energético particular, en donde dos polaridades gemelas, la positiva y la negativa, están presentes juntas. Todo fenómeno conduce a la separación de las polaridades teniendo por resultado la aparición espontánea de un par de partículas reales de polaridades opuestas: por ejemplo, un electrón y un positrón, una de materia y la otra de antimateria. Esto no es una teoría abstracta. Los físicos en sus laboratorios saben hacer surgir partículas, no de la nada, sino de una vibración del vacío. Cada vez que se crea una partícula, se obtienen dos de hecho: una de materia, la otra de antimateria. La antimateria es, si se quiere, la materia vista en un espejo. Posee todas las propiedades de la materia pero de polaridades opuestas. Los sabios modernos coinciden con la Tradición Rosacruz al afirmar que el universo no nació de la nada. Para ellos, la energía del vacío ya existía antes de la Creación y fue su liberación la que hizo nacer al contenido material del universo. Una impulsión repentina habría dado a luz al universo. Ella fue la causa de su expansión fulgurante. Estos sabios consideran entonces que la energía del Vacío Primordial contenía en sí toda la Creación y todo lo que somos hoy en día. Desde este punto de vista, nunca existió la Nada y la Creación es una transición súbita de estados energéticos. Si lo comparamos con la Tradición Rosacruz, en su terminología, ella nos dice que la Creación es una manifestación del Ser. El Ser existía antes de que se creara el espacio y tuvo el poder de engendrarlo. Una vez que el espacio tuvo existencia, las formas materiales pudieron desplegarse. Si se admite que el Ser, la Realidad Absoluta, es energía, ¡entonces hay similitud perfecta entre esta teoría científica de la Creación y la manifestación del Ser de la Tradición!

Prosigamos esta reflexión... Dado que el espacio consta de tanta energía, se puede decir que no está vacío, sino lleno. La idea que aquí se sugiere es la de que lo que percibimos a través de nuestros sentidos como un espacio vacío, es en realidad la plenitud, el océano de energía que constituye el fundamento de toda existencia, incluida la nuestra. Océano de energía que nos engendra en este mundo y nos mantiene, antes de reabsorbernos en ella. Ahora bien, un gran principio de la física es el de la conservación de la energía. Este principio enuncia que la energía no puede crearse ni destruirse, sólo trasformarse. Continuando con la hipótesis de que el Ser es energía, entonces se puede decir que El siempre existió, que nunca podrá dejar de ser y sólo puede cambiar en lo que El es, a través de sus múltiples manifestaciones, que son las vibraciones del Ser. Y puesto que la ciencia, como nuestra Tradición, nos enseña que en el Cosmos, materia y energía son una sola, entonces ¡nosotros somos nosotros mismos en el Ser, desde siempre y para siempre! La creación del mundo Ahora ya sabemos lo suficiente para abordar la historia del Génesis, tal como la concibe la ciencia contemporánea. Les dejo apreciar las similitudes con la cosmogonía rosacruz. En el origen, el universo estaba contenido en un volumen de miles de millones de veces más pequeño que un grano de arena, a una temperatura de miles de millones de grados. Es un punto único en el origen del tiempo y del espacio. Contenido en éste infinitamente pequeño, el universo va a sufrir una expansión fulgurante gracias a la energía del vacío. En un tiempo infinitesimal, su tamaño es ya el de una naranja; en un millonésimo de segundo, ya alcanzó el tamaño de nuestro sistema solar: desde el momento en que se extiende, el universo comienza a enfriarse, condición necesaria para engendrar a la materia. Todavía estando a miles de millones de grados, una multitud de partículas de materia y de antimateria van a surgir. Desde su materialización, las partículas de materia y de antimateria de polaridades opuestas, se van a destruir entre ellas, van a estrecharse de forma mortalmente opresiva para fundirse de nuevo en la energía cósmica. Los electrones y los positrones, destruyéndose entre ellos, van a dar nacimiento a los primeros fotones, es decir, a la luz, la Luz Primordial. El universo es entonces un inmenso magma de partículas que se entregan a un holocausto apocalíptico. La densidad que reina es increíble y la luz, atrapada, no se puede todavía escapar. De haber habido tanta materia como antimateria, nuestra historia se hubiera detenido ahí y el universo no hubiera sido más que luz, una luz que nunca habría iluminado a nadie. Pero la naturaleza ha tenido una pequeña preferencia por la materia. Por cada

millar de partículas de antimateria, la materia tendrá un millar de partículas... más una. Ella será la única que sobrevivirá. ¿De dónde proviene este ínfimo excedente? Ninguna teoría sabría responder, pero ello bastará para construir al universo de la materia y lo que somos hoy en día. La temperatura del universo desciende todavía, y la libertad de las partículas se termina brutalmente, como las moléculas de agua que se petrifican en el hielo. Las que logran escapar de la masacre se asocian y engendran a los primeros átomos de materia, los más simples y más ligeros: el hidrógeno y el helio. El universo se vuelve transparente y la luz, finalmente liberada, puede emprender su gran viaje en el espacio-tiempo. Después el universo va a progresar en su ascensión hacia lo complejo, es decir, la producción de átomos pesados, aquellos necesarios a la vida. Para ello el universo ha inventado a las estrellas y a la alquimia del fuego nuclear. Muchos miles de millones de años han pasado. Gracias a la gravedad, nubes gigantescas de hidrógeno y de helio, salidas de la hoguera inicial, se han formado. Siempre bajo el influjo de la gravedad, estas nubes se van a fraccionar. Empujadas todavía por la gravedad, que les da una forma esférica, cada nubecita se va a hundir en ella misma y cada vez la densidad va a aumentar. Cuando se han alcanzado decenas de millones de grados, se desencadenan las reacciones termonucleares. Las masas gaseosas se encienden y dan nacimiento a las primeras estrellas. Las estrellas van a quemar su carburante, el hidrógeno, en siete millones de años. La gravedad retoma entonces su lugar. La estrella se vuelve a contraer y su temperatura asciende hasta cien millones de grados. El helio entra a su vez en combustión y va a formar carbono, exactamente el de los árboles y las flores. Esto no durará más de 500,000 años. La misma secuencia de eventos se va a repetir varias veces: al agotarse un combustible, el corazón de la estrella se hunde y se vuelve más denso y más caliente. Un nuevo combustible más pesado se engendra. Se quema a su vez, dando nacimiento a átomos nuevos y todavía más pesados. Estos eventos se van a acelerar y los ciclos tomarán cada vez menos tiempo. Más de una veintena de átomos nuevos nacerán en 500,000 años, hasta la aparición del hierro. Y aquí se van a complicar las cosas porque la combustión del hierro cuesta mucha energía. La estrella ya no tiene suficiente, entonces las reacciones nucleares se detienen y la estrella muere. En ese momento la cuestión es saber ¿cómo sacar todos los productos de la combustión del interior de la estrella? La alquimia del fuego nuclear no habría servido de nada si los átomos pesados quedaban prisioneros para siempre en el corazón de las estrellas y no podían servir para construir planetas, lugares potenciales de vida. Pues bien, la naturaleza va a emplear grandes recursos. Ella de plano ¡hará explotar la estrella!

Al final de las reacciones nucleares, el corazón de la estrella se hunde brutalmente, desencadenando una onda de choque que la hace explotar. Una explosión fulgurante se produce, que alcanza el brillo de cien millones de soles. Los pedazos de estrella con sus pesados átomos son proyectados en el espacio a millares de kilómetros por hora. Es lo que se llama una “supernova” y es en ella que la naturaleza continuará y terminará la alquimia nuclear. La supernova tiene energía hasta para revender, y hará lo que la estrella no podía: quemar el hierro. Entonces el hierro arde y se disparan las reacciones nucleares. Una última explosión seguirá, haciendo nacer unos sesenta átomos nuevos. La panoplia de los primeros noventa y dos tipos de átomos que componen la naturaleza ya está completa. Algunos miles de millones de años todavía habrán de pasar para constituir la tapicería cósmica de centenas de miles de millones de galaxias. Ellas navegan actualmente en el cosmos al ritmo de la expansión y del enfriamiento continuo del universo. En una de estas galaxias, llamada Vía Láctea, una nube interestelar se contrae bajo el efecto de la gravedad para dar nacimiento (hace cerca de cinco mil millones de años) a un astro de tercera generación, el Sol, y a su cortejo de planetas. Sobre uno de estos planetas, la vida y la consciencia van a aparecer. Esta es la historia del origen del universo, vista por la ciencia contemporánea. Ahí donde la física encuentra a la metafísica Este planteamiento se va a terminar por una reflexión sobre el estado actual de la física atómica. La investigación atómica tiende siempre a unificar a la física cuántica y a la relatividad, en una teoría única y completa del átomo. Lo que me parece muy importante, es que el camino que sigue la física actual, en sus formas más avanzadas, tiende inevitablemente hacia la filosofía mística. He aquí lo que dice a este propósito el gran físico americano Fritjof Capra: “En física, los nuevos conceptos han provocado una modificación profunda de nuestra manera de ver el mundo; de la concepción mecanicista de Descartes y de Newton, hemos pasado a una visión holística y ecológica, concordando con aquéllas de los místicos de todas las edades y de todas las tradiciones”. Así, los elementos claves de las teorías más ambiciosas, son las nociones de orden y de armonía, como aspectos nuevos de la física de las partículas. En este enfoque científico de la realidad, la verdadera naturaleza del universo es inmaterial, vibratoria y ordenada. El orden es visto en un marco de investigación donde los conceptos de materia y de consciencia son cada vez más ampliamente reconocidos siendo como el reflejo el uno

del otro. Es así que muchos sabios reconocen la posibilidad, sin precedentes, de estar obligados a incluir explícitamente la consciencia en las nuevas teorías de la materia. Estos sabios afirman que la consciencia podría ser un aspecto primordial del universo y podría ser también la propiedad más esencial de la materia. He aquí lo que dice nuevamente el físico David Bohm: “Nada existe que no sea al mismo tiempo materia y consciencia, es decir que materia y consciencia son dos aspectos de algo mucho más profundo que es del dominio de un orden escondido”. Y qué similitud con nuestras enseñanzas en las siguientes palabras del físico francés Bernard d ´Espagnat: “La no-separabilidad (de las partículas atómicas), habla a favor de una consciencia cósmica, de la que las consciencias individuales no son sino una emanación”. Estas palabras muestran bien que en la frontera de los descubrimientos científicos, los sabios perciben hoy en día los límites de la ciencia y que se encuentran con la filosofía. Cierto, el materialismo no está muerto y sus partidarios hablan incluso de “regreso de lo religioso” frente a estas teorías físicas. Hablar de causalidad de la existencia del universo o de consciencia de la materia provoca todavía tempestades de protestas en algunos. Sin embargo no es un “regreso de lo religioso” a lo que asistimos, sino más bien a una nueva apertura de la ciencia sobre la interrogación metafísica. Se trata de rebasar el “cómo” para entender el “por qué”. Cada quien reacciona a su manera. Algunos se aferran a un materialismo trastornado, otros, y no pocos, cambian de actitud hacia una realidad espiritual. Dicen lo que era impensable hace poco: que a la luz de los resultados de sus experiencias, la hipótesis de una realidad trascendental, no física, que esté fuera del tiempo y del espacio, es completamente aceptable. He aquí lo que dice por ejemplo el físico danés Richard Mattuck: “En la física cuántica, en la física moderna, hay lugar para el alma (...), para algo que no es de orden material”. ¿Esto quiere decir que la ciencia moderna avanza sobre el dominio de lo divino? Ciertamente que sí, en la medida en que, para el hombre, Dios es un concepto, una idea en lo que respecta a su comprensión de El. Entonces la comprensión que tiene el hombre de Dios debe crecer en función del conocimiento creciente que él adquiere sobre el universo y sus leyes. En este sentido, e incluso si la física contemporánea trae siempre nuevas interrogantes, contribuye a la toma de consciencia creciente de una realidad profunda, omnipresente en el universo. Una realidad invisible para nuestros ojos, pero que participa directamente de la aventura espiritual de nuestro universo. 1 Serie de muñecas que encajan unas dentro de otras.

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