Pasión por los maestros

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PA LACI OS

Pasión por los maestros Hay coleccionistas que nunca han sentido atracción por el arte contemporáneo. Necesitan emocionarse con los objetos que llenan su casa, y esa emoción sólo la encuentran en los maestros antiguos. Cada una de las adquisiciones de Félix Palacios ocupa un lugar singular en su residencia de Zaragoza. Parece que siempre han estado allí, soportando con nerviosismo la llegada de nuevas obras que les pueden desplazar de aquel lugar conquistado a base de esfuerzos.

T E X T O F E R N A N D O R AY Ó N ı F O T O G R A F Í A A N TO N I O LO Z A N O ALONSO CANO. Dibujo para Retablo. Entre 1625 y 1635. 39 x 28 cm. Pluma gorda y aguada sobre papel verjurado. Dibujo recientemente adquirido por Félix Palacios.

PÁGINA 119 Félix Palacios en el despacho de su casa.

Subasta de dibujos antiguos, acuarelas y pinturas en la sala Christie’s. Entre los dibujos, hay cuatro atribuidos a Alonso Cano (1601-1667). Todos tienen pedigrí: proceden de la colección de William Stirling-Maxwell. El primero en salir a pujas es un boceto para un retablo completo. En el eje central figura un Cristo camino del Calvario con la Verónica, flanqueado por san Pedro y san Antonio Abad, sobre los que hay dos cabezas de santos papas; en la parte superior aparece la Inmaculada Concepción con santa Clara y san Fernando, uno a cada lado. Dios Padre corona el diseño. El dibujo está realizado en pluma parda y aguada sobre papel verjurado y mide 39 x 28 cm. Fue pintado NU EVA YO R K , 27 DE E N E RO DE 2 0 1 0.

en Sevilla entre los años 1625 y 1635. La pieza estaba estimada entre 15.000 y 20.000 dólares (10.461-13.947 euros). Pronto queda claro que las pujas importantes se hacen por teléfono. Félix Palacios está en uno de ellos. Cuando apenas se han superado los 100.000 dólares, uno de los teléfonos ofrece de golpe 50.000 dólares más. Nuestro coleccionista, que no sabe si ha oído bien, confirma la última oferta y se reanuda la puja que acaba en ¡194.500 dólares! Unos 151.000 euros o, para los que aún nos mareamos con cifras altas en euros, 25.200.000 pesetas. El resto de los dibujos de Cano tampoco se vende mal: se rematan en 32.500, 48.750 y 30.000 dólares.

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A la izquierda, boceto de Luca Giordano para uno de los plafones de la Abadía de Montecassino. Debajo, ángel cerario. Talla policromada (Colonia, hacia 1425).

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EN SU CASA DE ZARAGOZA CUELGAN LAS MEJORES OBRAS DE MURILLO Y GUERCINO QUE SE CONOCEN EN MANOS PÁGINA 121

P R I VA DAS E N ES PA Ñ A

A la derecha, boceto para la Inmaculada en el Museo de Bellas Artes de Sevilla, de Juan de Valdés Leal. Sobre la mesa, una consola española del siglo XVIII, un guardalibros español del siglo XVI.

Nada más acabar la subasta –debían de ser las nueve de la noche en España– Félix Palacios me llamó para darme la noticia. Se notaba aún la excitación en su voz. También la satisfacción por haber adquirido el genial dibujo. Un dibujo que realizó Alonso Cano en Sevilla para el retablo mayor de una conocida iglesia de la capital hispalense. Y ya me habla de la fecha de su recepción, que tardará alrededor de 15 días. Está feliz. Su afición por los dibujos no es de ayer. En su casa de Zaragoza, perfectamente protegidos de la luz, cuelgan las mejoras obras de Murillo –una preciosa Sagrada Familia– y Guercino que se conservan en manos privadas en España. La mayoría descansa en carpetas, unos 300. «Es un coleccionismo, éste de los dibujos, que sólo ahora empieza a tener la importancia que debe, gracias sobre todo a recientes e importantes publicaciones». Félix Palacios habla con pasión. Con la pasión de un médico estudioso de la Historia del Arte que sigue teniendo a sus 78 años curiosidad por todo. Es una persona vitalista. Sigue la economía, el arte y el periodismo al día. Los volúmenes que llenan la biblioteca de su casa y su despacho delatan que no compra por hacer esa colección alfabética tan de moda. Compra por placer, porque le gusta el arte, por aprender… Y compra cosas bellas, bonitas, que sabe que encajarán en su casa junto a las piezas que ya posee. En su residencia hay dos zonas diferenciadas. Su despacho independiente, tapizado en tonos verdes, y su vivienda, en granates. Da la impresión de que cada cuadro, cada escultura, objeto o mueble está en un sitio pensado y repensado. Nada es casual. Un perfecto orden lo preside todo. Un equilibrio que hace que las obras respiren y ocupen su espacio como si les fuera propio. No hay una mota de polvo. Cada cuadro tiene su marco. «Tengo verdadera obsesión por los marcos antiguos. Necesito que sean parejos en época y estilo con las pinturas que encuadran». También le apasionan los muebles. «Son neoclásicos, todos de finales del XVIII, de seis nacionalidades distintas: española, inglesa, napolitana, holandesa, francesa y rusa, de San Petersburgo». En su despacho, los muebles son barrocos, españoles y franceses, aunque algunos, como el boureau Mazarino, sean de inspiración italiana. La casa transmite sensación de paz. Los hijos de Félix ya son mayores y no parece que sus nietos puedan campar a sus anchas por la vivienda. La ilusión con que enseña cada pieza sólo es comparable a su calidad. Han sobrevivido a una pa-

sión que ha durado toda una vida, pero que ha implicado trueques y ventas. Y sigue comprando... Lo que ya no tiene en la cabeza son las primeras adquisiciones. Sabe que empezó a comprar desde que pudo: «En mis primeros años universitarios, por los 50, a la que sería mi esposa le gustaban los pastilleros y las cajitas de rapé, yo le regalaba una de vez en cuando, al principio de plata modernas, más tarde de esmalte, preferentemente del siglo XVIII, y acabaron en una colección… Luego, el contacto y la amistad con tantos historiadores fueron haciendo el resto. La compra de libros y revistas llegó a ser casi una obsesión. Después vinieron los viajes guiados por expertos. Fue lo que más me ayudó al conocimiento y a la ‘educación del ojo’; la pintura me fue interesando cada vez más. Y el estudio cada vez ocupaba más tiempo en mi vida: en ello encuentro más satisfacciones que en cualquier otra actividad». No recuerda la primera obra que adquirió, pero no ha olvidado el más singular de sus descubrimientos: «Un día, allá por los años 70, compré una pintura que representaba un milagro de San Benito y que yo conocía de otros autores. Me in-

«LA COMPRA DE LIBROS Y R E V I STA S L L E G Ó A SER CASI UNA OBSESIÓN. DESPUÉS VINIERON LOS VIAJES GUIADOS POR EXPERTOS»

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En una de las paredes del salón cuelga Amor y Psique de Luis Paret y Alcázar. Sobre la consola francesa de finales del XVIII, Fauno danzante, de Eugene Lequesne. A sus lados, dos parejas de jarras chinas del siglo XVII.

quietaba, porque me venían a la mente las series monacales, me gustaba, la fui estudiando… hasta que un día, bastantes años después, durante un viaje por Italia, visité la Abadía de Montecassino. En el pequeño museo que guarda los pocos restos del monasterio conservados tras el desastre de la guerra, me encontré con un lienzo idéntico al mío (incluido el marco), también de Luca Giordano, que representaba otro milagro: había encontrado un hermano. La publicación de los frescos de la antigua iglesia barroca del XVII, destruida por la aviación americana en el año 1945 y cuyas pinturas pertenecen a Luca Giordano, me puso sobre la pista. Entré en contacto con el Abad del monasterio; evidentemente, estábamos ante dos bocetos de la bóveda de la iglesia desaparecida. Dicho tem-

plo había sido reconstruido por el estado italiano tal y como se concibió la antigua iglesia, incluida la decoración, con excepción de la bóveda, que seguía estando en ‘cemento visto’, sin pintar. Preguntando a la familia a la que había comprado el mío, llegué a localizar, en distintos lugares de España, hasta 6 pinturas, de las cuales 4 están en mi colección y las otras 2 pertenecen a miembros de la citada familia. El séptimo lienzo, como he dicho, se encuentra en Montecassino. No se conocen más. Estos cuatro bocetos fueron presentados por el profesor Pérez Sánchez en la exposición Luca Giordano y España, en el Palacio Real de Madrid en el año 2002. Los estudiosos italianos asistentes a la inauguración no daban crédito. Otras sorpresas han sido también motivo de ilusión:

Sobre el sofá, Cuenco con flores, de Margherita Caffi. A la derecha, Interior de iglesia en Flandes, de Peter Neefs ‘el Viejo’. Debajo, retrato de un español, Anónimo del siglo XVII. Óleo sobre marfil. La mesa de juego inglesa es de finales del siglo XVIII. Sobre ella hay una pequeña colección de cajitas de oro, esmalte, marfil, amatista... además de dos candeleros franceses con apagavelas del siglo XIX.

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dos guirnaldas de Jean van Kessel ‘el Viejo’; una tabla desconocida, que terminó siendo publicada por Elisa Bermejo como Gerard David; una tabla del ‘Maestro de San Lázaro’, valenciano del XVI, que es la única que está colgada hoy en el museo de san Pío V de Valencia; dos tablitas maravillosas de Adriaen Isenbrandt, también publicadas por la doctora Bermejo…». Apasionado, sin duda, pero no fetichista. Como todo coleccionista, está muy al tanto del mercado: «Después de casi 60 años, nada de lo que adquirí en la primera época perdura en mi colección. Instintivamente, me he desprendido de algunas piezas para sustituirlas por otras mejores y, al final, me he quedado con la parte superior de la criba, en cualquiera de las modalidades artísticas». Es verdad, Félix Palacios colecciona pintura, dibujo, escultura, muebles, libros antiguos… pero sabe que su plato fuerte es la colección de pintura antigua. Es precisamente en este apartado donde señala sus piezas más importantes: la Virgen con Niño de Fernando Yáñez de la Almedina, el Canastillo de flores de Juan de Arellano y, por supuesto, El sacrificio a Vesta de Goya. Hay sin embargo un nombre de mal recuerdo: Lucas Cranach ‘el Viejo’. «Tuve la oportunidad de comprar un maravilloso retrato de una duquesa de la Casa de Sajonia, que no supe valorar en su justo precio y siempre me he arrepentido. No lo puedo olvidar. Pero no ha sido la única metedura de pata. Cuando eres joven, a veces con más dinero que conocimientos, y te crees un experto, es fácil emocionarse ante una obra de arte. Y claro, el que lo vende se percata de tu cúmulo de ‘virtudes’… se cometen errores. Si lo reconoces, la lección es impagable, porque todo coleccionista aspira a lo mejor y esto nunca suele ser barato. Pero en fin, no conozco a nadie que en esta ‘carrera’ no haya sufrido sus efectos». Los coleccionistas no suelen referirse al mercado del arte, a esos lugares arcanos y escondidos donde emergen algunas obras que incorporan a su colección. Parece como si referirse a ello fuera atravesar una frontera que quieren custodiar, aquella de la que salen o proceden sus piezas. Lugares que son origen de sus desvelos y miedos. Félix Palacios sigue las subastas y el mercado: «He comprado infinidad de sus catálogos. Las he seguido y, en las que he participado, siempre he adquirido la pieza, salvo en el caso de una tablita de Juan de Flandes que se me escapó en Londres. Mi experiencia es que si el precio fue alto pero la obra era buena, el tiempo se encargará de per-

PÁGINA 124

«MI EXPERIENCIA ES

La Virgen de la leche de Juan de Flandes (28 x

QUE SI EL PRECIO FUE

21,3 cm.). Debajo, consola neoclásica española sobre

A LTO P E R O L A O B R A E R A

la que se exhiben dos vasos chinos ‘Sangre de toro’,

BUENA, EL TIEMPO SE

del s. XVIII.

ENCARGARÁ DE PERDONAR PÁGINA 125 El Sacrificio a Vesta de

EL EXCESO»

Francisco de Goya (33 x 24 cm.) Debajo, Sopera de la Compañía de Indias policromada en oro del siglo XVIII.

abajo Bartolomé Esteban Murillo Sagrada Familia. 18,1 x 14,2 cm. Dibujo sobre papel verjurado.

donar el exceso. Las obras buenas nunca bajan de precio y su valor siempre es mayor. Por otra parte, el placer de tenerla y amarla siempre suele compensar el sobreprecio. Pero sí, yo creo que un coleccionista no puede vivir al margen de las subastas, de los anticuarios, de los galeristas y del mercado en general». Y como para confirmar esta adicción me cuenta la historia de dos tablitas flamencas que compró en una conocida casa de Madrid y que años después Elisa Bermejo publicó como Isenbrandt. Me recuerda que en la pintura antigua hay que andarse con ‘pies de plomo’: «Es que hay pintores de segunda fila que son capaces de realizar obras muy importantes pero… que no son del maestro. Y ¡claro! Si estás pagando algo como obra del maestro y no lo es… Es un mundo complicado porque los cambios de opinión son frecuentes entre los especialistas. Hay que afinar mucho cuando se compra». Cuando hablo con alguien que colecciona, no puedo evitar pensar en su familia. En lo que pensarán y padecerán por una pasión que puede resultar arrolladora: «Sí, estoy de acuerdo, es una pasión. Mi esposa, que tiene buen gusto, lo lleva bien, pero su sentido es más decorativo que

En el despacho destaca La Virgen de la leche de Fernando Yáñez de la Almedina (54,5 x 40 cm.) A la derecha, Apóstol de Francisco de Herrera ‘el Viejo’ (14,80 x 11,10 cm.) Aguada (grisalla). En primer plano, El eco de Pablo Gargallo. Al fondo, talla de un ángel cerario. Arriba a la derecha se encuentra el dibujo de Murillo.

coleccionista; no comparte esta pasión. Mis hijos van absorbiendo esta afición, aunque no dejan de pertenecer a su generación, a ésa en la que el arte moderno tanto ha influido». Y dice arte moderno con un deje de tristeza. Y como no veo nada de arte contemporáneo en las paredes se lo digo. «Es que necesito tener lo que me conmueve y me turba y, a veces, hasta me duele y eso, no lo encuentro en el arte moderno; algo me falta que los coleccionistas de contemporáneo tienen. Es verdad que he comprado algunas pinturas interesantes, pero siempre para las casas de mis hijos. Para ellos, no para mí». Hablamos de esa imagen popular que aún perdura sobre los coleccionistas: ricos avaros que amontonan ‘tesoros’ sólo para deleite de sus ojos. «Es una visión muy antigua, quizá de siglos pasados. Hoy, a los que compramos obras de arte nos mueve una pasión, sí, pero también el deseo de descubrir y hacer accesibles nuestros hallazgos. Creo que el patrimonio español ha recuperado también muchas piezas gracias a nosotros. Obras que se exhiben en exposiciones que prestamos cuando nos las piden, que estudiamos, que restauramos y cuidamos… y que a veces donamos o

IZQUIERDA A la derecha de la imagen, Hércules matando a la Hidra de il Guercino, (32 x 21,3 cm.). Debajo, escritorio ‘Mazarino’ francés de 1680. Sobre el escritorio, una Hidria de bronce batido del s. V a.C. A la izquierda, Canastilla de flores de Juan de Arellano. (55,2 x 68,6 cm.)y reloj de marfil neoclásico (fines del XVIII). La cómoda Boulle es del primer tercio del XVIII.

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regalamos. También, como es mi caso –se refiere al Patronato de la Fundación Goya en Aragón– estamos presentes en instituciones públicas. Ayudamos en lo que podemos. Y muy a gusto». Para confirmar esa idea, le pregunto por la pieza que le falta al Prado para completar sus colecciones. «Por una parte, y sin duda, el Aníbal que contempla por primera vez Italia desde los Alpes, de

la colección Selgas Fagalde en Cudillero (Asturias); y por otra, el Sacrificio a Vesta, de la mía. Son las dos obras más seguras atribuidas al Goya joven, a ese Goya que termina su estancia italiana y vuelve a España con 25 años. Es verdad que el Prado tiene la mayor y mejor colección de sus obras maduras, pero no es menos cierto que tiene un vacío demasiado grande de su etapa temprana, cuando

pintaba antes de los 27 años. Una laguna que tiene que paliar, sobre todo si tenemos en cuenta que el mayor porcentaje de visitantes de la pinacoteca madrileña quiere ver, fundamentalmente, al pintor aragonés. Probablemente no será fácil que el Prado pueda contar con estas dos obras. De otras épocas, le falta un buen Fran Hals o una tabla de Jan van Eyck, por citar alguno más».

ARRIBA, DERECHA Asunción. Anónimo de hacia 1780. 17 x 13 cm.

Félix Palacios pasa después a hablarme de la etapa juvenil de Goya, de los años que precedieron a su viaje a Italia y su posterior regreso a Zaragoza, antes de recalar en la corte. Se refiere también a los estudios que se han publicado de su etapa en Italia y en Zaragoza; de lo que queda por descubrir. «Resulta alarmante tanto vacío en su etapa de formación, pero también ilusiona el impulso que se está dando a las investigaciones de esta época. Ahora mismo estoy estudiando un boceto, una grisalla en gama de tierras que, aunque algunos historiadores atribuyen a Francisco Bayeu, otros lo ven como obra de su yerno. Estoy analizando ese periodo con verdadera pasión. Aún está lleno de interrogantes… El estudio sigue su curso». Y nos ponemos a repasar los últimos hallazgos del arte español; los nuevos documentos sobre etapas poco conocidas de nuestros pintores o lo sorprendente que resulta que aparezcan aún obras importantes. «Son un estímulo tanto para los historiadores como para los coleccionistas y, cómo no, para el enriquecimiento de nuestro patrimonio. Descubrir una obra nueva, buena y auténtica de Arellano, de Ribera, de Murillo, etc. pone los pelos de punta. Es la grandeza del arte. ¡Y del estudio! ¡Es un mundo apasionante!»

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