Story Transcript
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Staff Moderadora: Annabelle
Traductoras: Annabelle vane-1095 Vero Mel Cipriano Amy Juli_Arg ♥...Luisa...♥ Marie.Ang Christensen
krispipe Jo Lucia A. luxero perpi27 Majo_Smile ♥ Panchys Monikgv Nats5
Mery DaniO pao*martinez Deeydra Ann' pau_07 Saphira M. Ann♥ Madeleyn
Correctoras: Melii Mel Cipriano Vane-1095 Nats Deeydra Ann' Juli_Arg
Tamis11 Max Escritora Solitaria Verito Vericity MaryJane♥
Ladypandora moni.music KatieGee Zafiro Dara.Nicole18 May Mystik
Lectura Final: Vericity
Diseño: Yessy
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Sinopsis Su relación el uno con el otro es tan equivocada... pero a la vez tan correcta. Nadie sabe lo que ocurrió la noche en que Echo Emerson dejó de ser la chica más popular con un novio atleta y se convirtió en una paria social y en el centro de los rumores que hablaban de las "extrañas" cicatrices que ahora tiene en los brazos. Ni siquiera Echo puede recordar todo lo que pasó esa horrible noche. Lo único que sabe es que quiere que todo regrese a la normalidad. Pero cuando Noah Hutchins, el sexy casanova y solitario chico en chaqueta de cuero negro entra en su vida con su actitud ruda y su gran entendimiento, el mundo de Echo cambia en formas que ella jamás había imaginado. Ellos no deberían tener nada en común. Y con los secretos que ambos ocultan, estar juntos debería ser imposible. Sin embargo, la loca atracción que hay entre ellos se rehúsa a desaparecer. Y Echo deberá preguntarse que tanto pueden presionar los límites y lo que está dispuesta a arriesgar por el único chico que le puede enseñar a amar de nuevo.
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1 Echo Traducido por Mlle. Janusa. Corregido por Escritora Solitaria
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i padre es un loco del control, odio a mi madrastra, mi hermano está muerto y mi madre tiene… bueno… asuntos. ¿Cómo crees que lo estoy haciendo?
Que es cómo habría amado responderle a la pregunta de la Sra. Collins, pero mi padre ponía demasiada importancia en apariencia para que pudiera contestar honestamente. En su lugar, parpadeé tres veces y dije—: Bien. La Sra. Collins del nuevo instituto clínico de trabajadores sociales Eastwick actuó como si no hubiera hablado. Empujó un montón de expedientes al lado de su ya desordenada mesa y hojeó varios papeles. Mi nueva terapeuta tarareó cuando encontró mi expediente grueso tres pulgadas y se recompensó con un sorbo de café, dejando un vivo labial rojo en la curva de la taza. El hedor del café barato y punta de lápices recién hechas colgó en el aire. Mi padre verificó su reloj desde la silla a mi derecha y, en mi izquierda, la Bruja Malvada del Oeste se movió impacientemente. Yo estaba perdiendo el primer período de cálculo, mi padre estaba perdiéndose alguna reunión muy importante, y, ¿mi madrastra de Oz? Estoy segura de que estaba perdiendo su cerebro. —¿No te encanta enero? —La Sra. Collins preguntó y abrió mi archivo—. Nuevo año, nuevo mes, nueva pizarra para comenzar sobre ella. —Ni siquiera esperando por una respuesta, continuó—: ¿Te gustan las cortinas? Las hice yo misma. En un sincronizado movimiento, mi padre, mi madrastra y yo volvimos nuestra atención a las cortinas rosas con lunares, colgando en las ventanas, pasando por alto el lote de aparcamiento estudiantil. Las cortinas eran demasiado Pequeña Casa en la Pradera con el color
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combinando de una mala y delirante manera para mi gusto. Ninguno de nosotros contestó, y nuestro silencio creó una incomodidad pesada. El BlackBerry de mi padre vibró. Con exagerado esfuerzo, lo tiró fuera de su bolsillo y desplazó hacia abajo la pantalla. Ashley tamborileó los dedos sobre su vientre hinchado y yo leí diversas placas pintadas a mano, colgadas en la pared, para que pudiera concentrarme en cualquier cosa que no fuera ella. El fracaso es tu único enemigo. La única manera de llegar arriba es no mirar abajo. Tenemos éxito porque creemos. ¿Cuánta madera podría tirar una marmota, si una marmota puede tirar madera?1 Bueno, así que el último no hizo el muro de refranes, pero me pareció divertido. La Sra. Collins me recordaba a un perro labrador cubierto con su cabello rubio y actitud demasiado amistosa. —Echo está en ACT y las calificaciones de SAT2 son fabulosas. Puede estar muy orgulloso de su hija. —Me dio una sincera sonrisa, exponiendo todos sus dientes. Comenzó el temporizador. Mi sesión de terapia estaba oficialmente iniciada. Cerca de hace dos años, después del incidente, Servicios de Protección Infantil habían “recomendado encarecidamente” terapia y papá rápidamente aprendió que era mejor decir que sí a cualquier cosa “altamente recomendable”. Solía ir a terapia como la gente normal, en una oficina separada de la escuela. Gracias a una influencia en la financiación del estado de Kentucky y una sobre-entusiasta trabajadora social, me había convertido en parte de este programa piloto. El único trabajo de la Sra. Collins era tratar con algunos chicos de mi escuela. Suerte la mía. Mi padre se sentó más erguido en su lugar. —Sus notas en matemáticas eran bajas. Quiero que vuelva a tomar las pruebas. —¿Hay un baño cerca? —Interrumpió Ashley—. El bebé ama sentarse en mi vejiga. Más cómo que Ashley amaba ser al centro de la atención. La Sra. Collins le dio una sonrisa forzada y señaló la puerta. —Salga por el pasillo principal y tome a la derecha.
How much wood would a woodchuck chuck if a woodchuck could chuck wood? Es un trabalengua inglés. 2 ACT & SAT: son un examen estandarizados para acceder a la escuela secundaria. 1
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La forma en que salió de su silla, Ashley actuaba como si llevara una pelota de miles de libras de plomo, en lugar de un bebé. Sacudí la cabeza en disgusto, que sólo sacó de mi padre una Mirada helada. —Sr. Emerson —continuó la Sra. Collins una vez que Ashley dejó el cuarto—, las calificaciones de Echo son buenas sobre la media nacional y, según su expediente, ya aplicó para las universidades de su elección. —Hay algunas escuelas de comercio con plazos más largos que me gustaría que ella aplicara. Además, esta familia no acepta “por encima del promedio”. Mi hija será sobresaliente. —Mi padre habló con el aire de una deidad. Bien podría haber añadido la frase que así se escriba, que así se cumpla3. Apoyé mi codo en el reposabrazos y escondí mi cara entre mis manos. —Puedo ver que esto en serio le molesta, Sr. Emerson —dijo la Sra. Collins, en un, incluso, irritante tono—. Pero las calificaciones de Echo en inglés están cerca de ser perfectas… Y esto era donde me desconectaba. Mi padre y mi anterior consejero habían tenido esta pelea en mi segundo año, cuando tomé la PSAT4. Luego, otra vez, cuando el año pasado tomé la SAT y ACT por primera vez. Eventualmente, el consejero aprendió que mi padre siempre ganaba y comenzó a darle por su lado. Mis resultados de las pruebas fueron la menor de mis preocupaciones. Encontrar el dinero para arreglar el auto de Aires fue la preocupación que afectó mi cerebro. Desde la muerte de Aires, mi padre había quedado obstinado sobre el tema, insistiendo en que deberíamos venderlo. —Echo, ¿eres feliz con tus calificaciones? —preguntó la Sra. Collins. Me asomé a ella, a través del rojo, rizado cabello colgando sobre mi rostro. El último terapista comprendió la jerarquía de nuestra familia y habló a mi padre, no a mí. —¿Disculpe? —¿Eres feliz con tus calificaciones de ACT y SAT? ¿Quieres dar de nuevo las pruebas? —Dobló sus manos y las situó encima de mi archivo—. ¿Quieres aplicar para más escuelas? Encontré los agotados ojos grises de mi padre. Vamos a ver. Retomar las pruebas significaría que mi padre me acosaría a cada segundo para estudiar, que a su vez significaría que me levantaría temprano en sábado, pasando la entera mañana friendo mi cerebro y luego preocupándome En inglés “so let it be written, so let it be right”. Es una famosa citación del film “Los 10 mandamientos”. 4 PSAT: examen de preparación al SAT. 3
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por semanas acerca de los resultados. ¿En cuánto a la aplicación de otras escuelas? Preferiría hacer de nuevo las pruebas. —En realidad, no. —Las arrugas de preocupación grabadas para siempre alrededor de sus ojos y su boca se profundizaron con desaprobación. Cambié mi tono—. Mi papá tiene razón. Podría volver a hacer las pruebas. La Sra. Collins marcó en mi archivo con un bolígrafo. Mi último terapeuta había sido muy consciente de mis problemas de autoridad. No era necesario volver a escribir lo que ya estaba allí. Ashley volvió contoneándose dentro de la habitación y se dejó caer en el asiento junto a mí. —¿Qué me perdí? —Honestamente, había olvidado que ella existía. Oh, sí sólo papá pudiera, también. —Nada —contestó mi padre. La Sra. Collins levantó la pluma de la página. —Pregunta al Sr. Marcos por las próximas fechas para las pruebas antes de ir a clases. Y mientras estoy jugando el papel de consejera, me gustaría hablar de tu calendario para el trimestre de invierno. Has llenado tus períodos libres con múltiples clases de comercio. Me estaba preguntando, ¿por qué? La verdadera respuesta, porque mi padre me dijo que, probablemente irritaría a múltiples personas en el cuarto, así que improvisé—: Van a ayudar a prepararme para la universidad. —Guau. Lo había dicho con todo el entusiasmo de una niña de seis años esperando por una vacuna contra la gripe. Mala elección de mi parte. Mi padre se movió de nuevo en su asiento y suspiró. Consideré dar una respuesta diferente, pero pensé que esa contestación también saldría plana. La Sra. Collins leyó atentamente mi expediente. —Has mostrado un increíble talento en la artes, especialmente en la pintura. No estoy sugiriendo que renuncies a todos tus cursos de comercio, pero podrías renunciar a uno y tomar una clase de arte en su lugar. —No —ladró mi padre. Se inclinó hacia adelante en su asiento, entrelazando sus dedos—. Echo no tomará ninguna clase de arte, ¿está claro? —Mi padre era una extraña combinación de instructor de entrenamientos y el conejo blanco de Alicia; siempre tenía algo importante que hacer y disfrutaba dando órdenes a todos a su alrededor. Tuve que darle crédito a la Sra. Collins; no se estremeció ni una vez antes de ceder. —Como el cristal. —Bueno, ahora que hemos establecido eso… —Ashley y su panza de embarazada, se sentaron al borde de la silla, preparándose para
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levantarse—. Accidentalmente tengo un exceso de reservas hoy, y una cita con el obstetra. Podremos conocer el género del bebé. —Sra. Emerson, los cursos de Echo no son la razón para este encuentro, pero entiendo si necesita irse. —Retiró una carta oficial de su primer cajón, mientras una Ashley con cara roja se recostaba en su asiento. Había visto el papel con membrete, varias veces, en los últimos dos años. Servicios de Protección Infantil habían disfrutado matando selvas. La Sra. Collins leyó la carta mientras secretamente yo deseaba poderme combustir espontáneamente. Tanto mi padre como yo nos acomodamos en nuestros asientos. Oh, el extraño gozo del grupo de terapia. Mientras esperaba que terminara de leer, me fijé en un peluche verde rana por su computadora, una foto de ella y algún chico, posiblemente su esposo, y luego, en la esquina de su mesa, una gran cinta azul. Las personas sofisticadas las recibían cuando ganaban una competencia. Algo extraño se agitó dentro de mí. Huh, raro. La Sra. Collins agujereó la carta y luego la puso en mí, ya, abrumado archivo. —Ahí. Soy oficialmente tu terapeuta. Cuando no dijo nada más, saqué mi mirada de la cinta a ella. Estaba mirándome. —Es una linda cinta, ¿no es así, Echo? Mi padre aclaró su garganta y envió a la Sra. Collins un resplandor mortal. Está bien que era una rara reacción, pero de nuevo, estaba irritado sólo por estar allí. Mis ojos se movieron a la cinta de nuevo. ¿Por qué sentía esto familiar? —Supongo. Sus ojos se dirigieron ausentemente a las placas militares digitadas alrededor de mi cuello. —Lamento mucho la pérdida de tu familia. ¿Qué rama de las fuerzas armadas? Genial. Mi padre estaba teniendo una apestosa coronaria. Había dejado claro setenta y cinco veces que las placas de Aires iban a permanecer en la caja de debajo de mi cama, pero las necesitaba hoy — nueva terapeuta, el segundo aniversario de la muerte de Aires aun estaba, y el primer día de mi último semestre en la preparatoria. Náuseas saltaron y jugaron en mis intestinos. Evitando el ceño decepcionado de mi padre, hice un gran esfuerzo para buscar las puntas abiertas de mi cabello. —Marine —contestó mi padre secamente—. Mire, tenía que encontrarme esta mañana con unos prospectos a clientes, prometí a Ashley ir con ella a su cita con el médico y Echo está perdiendo clases. ¿Cuándo vamos a terminar con esto?
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—Cuando yo lo diga. Si va a hacer estas sesiones difíciles, sr. Emerson, estaré más que feliz de llamar al trabajador social de Echo. Luché contra la sonrisa tirando de mis labios. La Sra. Collins jugó una mano bien coreografiada. Mi padre se echó atrás, pero mi madrastra, por otro lado… —No lo entiendo. Echo cumplirá dieciocho pronto. ¿Por qué el Estado sigue teniendo autoridad sobre ella? —Porque es lo que el Estado, su trabajadora social y, yo, pensamos en su mejor interés. —La Sra. Collins cerró mi archivo—. Echo continuará la terapia conmigo hasta el final de esta primavera. En ese momento, el estado de Kentucky la liberará a ella y a usted. —Esperó hasta que Ashley asintió, aceptando su silencio de la situación antes de continuar—. ¿Cómo te va, Echo? Espléndido. Fantástico. Nunca peor. —Bien. —¿En serio? —Golpeó su dedo contra su barbilla—. Porque hubiera pensado que el aniversario de la muerte de tu hermano podría desencadenar emociones dolorosas. La Sra. Collins me miró, la miré fijamente de vuelta. Mi padre y Ashley observaron incómodamente el enfrentamiento. La culpa me fastidiaba. Técnicamente no me hizo una pregunta, así que en teoría, no le debía una respuesta, pero la necesidad de complacer barrió sobre mí como un maremoto. ¿Pero porqué? Era otro terapeuta en la puerta giratoria. Todos hicieron las mismas preguntas y prometieron ayudar, pero cada uno de ellos me dejó en la misma condición en que me encontró: rota. —Ella llora. —La aguda voz de Ashley atravesó el silencio, como si estuviera repartiendo jugosos chismes en el club de campo—. Todo el tiempo, en serio extraña a Aires. Mi padre y yo giramos nuestras cabezas para observar a la rubia tonta. He querido que continuara mientras mi padre, estoy segura, quería que se callara. Dios me escuchó por primera vez. Ashley continuó—: Todos lo extrañamos. Es muy triste que el bebé nunca lo conocerá. Y una vez más, bienvenido al espectáculo de Ashley, patrocinado por Ashley y el dinero de mi padre. La Sra. Collins escribió enérgicamente, seguramente grabando las palabras no vigiladas de Ashley en mi archivo, mientras mi padre gemía. —Echo, ¿te gustaría hablar sobre Aires durante la sesión de hoy? — preguntó la Sra. Collins. —No. —Que era, posiblemente, la respuesta más honesta que había dado en toda la mañana.
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—Eso es bueno —dijo—. Lo vamos a guardar para una cita más tarde. ¿Qué hay sobre tu madre? ¿Tienes algún contacto con ella? Ashley y mi padre contestaron simultáneamente—: No —Mientras yo espeté—: Más o menos. Me sentí en medio de un emparedado de jamón por la forma en que los dos se inclinaron sobre mí. No estaba segura de lo que me impulsó a decir la verdad. —Traté de hablar con ella durante las vacaciones. —Cuando no contestó, me senté al lado del teléfono por días, esperando y rezando que a mi madre le importara que hace dos años, mi hermano, su hijo, había muerto. Mi padre corrió su mano sobre su rostro. —Sabes que no estás autorizada para tener contacto con tu madre. —La rabia en su voz dio a entender que no podía creer que hubiera dicho a la terapeuta esta golosina tentadora. Imaginé visiones de trabajadores sociales bailando en su cabeza—. Hay una orden de restricción. Dime, Echo, ¿teléfono fijo o celular? —Fijo —me atraganté fuera—. Pero nunca hablamos. Lo juro. Birló su BlackBerry y el número de su abogado apareció en la pantalla. Me aferré a las placas militares, el nombre de Aires y el número serial incrustándose en mi palma. —Por favor, papá, no —susurré. Vaciló y mi corazón se presionó contra mi caja torácica. Luego, gracia a Dios, dejó caer el teléfono en su regazo. —Vamos a tener que cambiar el número ahora. Asentí. Apestaba que mamá nunca sería capaz de llamar a mi casa, pero tomé el golpe… por ella. De todas las cosas que mi madre necesitaba, la prisión no era una de ellas. —¿Has tenido contacto con tu madre desde entonces? —La Sra. Collins perdió su simpatía. —No. —Cerré mis ojos y tome una respiración profunda. Todo dentro de mí dolía. No podría mantener la fachada de “estoy bien” por mucho más. Esta línea de interrogatorio arrancaba las costras de las recientes heridas de mi alma. —Para confirmar que estamos en la misma página, entiendes que el contacto entre tú y tu madre mientras hay una orden de restricción, incluso si lo iniciaste, está prohibido.
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—Sí. —Tome otro trago de aire. El bulto en mi garganta negó la entrada del precioso oxígeno. Extrañaba a Aires y, Dios, mi mamá, y Ashley estaba teniendo un bebé, y papá estaba en mí todo el tiempo, y… Necesitaba algo, cualquier cosa. En contra de mi mejor juicio, permití a las palabras caer de mi boca. —Quiero arreglar el auto de Aires. —Tal vez, sólo tal vez, restaurando algo de él, podría hacer al dolor alejarse. —Oh, no esto de nuevo —murmuró mi padre. —Espere. ¿No qué de nuevo? Echo, ¿de qué estás hablando? — preguntó la Sra. Collins. Me quedé mirando los guantes en mis manos. —Aires encontró un Corvette 1965 en un depósito de chatarra. Pasó todo su tiempo libre arreglándolo y estaba casi terminándolo antes de ir a Afganistán. Quiero restaurarlo. Para Aires. —Para mí. No dejó nada atrás cuando se fue, excepto su auto. —Eso suena como una forma saludable de duelo. ¿Qué piensa de esto, Sr. Emerson? —La Sra. Collins puso unos grandes ojos de cachorro, un rasgo que yo aún tenía que dominar. Mi padre desplazó una vez más a través de su BlackBerry, su cuerpo presente pero su mente ya en el trabajo. —Cuesta dinero, y no veo el punto de arreglar un auto averiado, cuando tiene uno que funciona. —Entonces déjame conseguir un trabajo —repliqué—. Y podemos vender mi auto una vez que haya hecho funcionar el de Aires. Todos los ojos estaban en él y ahora los suyos estaban puestos en mí. Sin querer, lo había acorralado en una esquina. Él quería decir no, pero provocaría un descenso de ira del nuevo terapeuta. Después de todo, teníamos que ser perfectos en la terapia. Dios nos libre de tomar ventaja de ello y discutir a fondo algunos temas. —Bien, pero ella tiene que pagar por el coche, y Echo conoce mis normas en materia de empleo. Tiene que encontrar un trabajo flexible, que no interfiera con sus labores escolares, los clubs que hemos acordado sobre sus calificaciones. Ahora, ¿nos vamos de aquí? La Sra. Collins miró de reojo el reloj. —No aún. Echo, tu trabajador social extendió tus terapias hasta la graduación por las evaluaciones de tus maestros. Desde el comienzo de tu tercer año de secundaria, cada uno de tus profesores ha observado un decaimiento distinto de tu participación en clase y en tus interacciones sociales con tus compañeros. —Sus ojos,
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amables, se clavaron en los míos—. Todos queremos que seas feliz, Echo, y me gustaría que me dieras la oportunidad de ayudarte. Arqueé una ceja. Como si hubiera tenido la oportunidad de elegir la terapia, y en cuanto a mi felicidad —buena jodida suerte. —Seguro. La alegre voz de Ashley me sobresaltó. —Tiene una cita para el baile de San Valentín. Ahora mi padre y yo tomamos nuestro turno para hablar simultáneamente. —¿La tengo? —¿La tiene? Los ojos de Ashley corrieron entre mí y mi padre. —Sí, ¿recuerdas, Echo? Anoche hablamos del chico nuevo que entró y te dije que no puedes dejar a tus amigos en la escuela mientras te obsesionabas con algún chico. Deliberé sobre qué parte me molestó más; el novio imaginario o que había afirmado que habíamos tenido una conversación real. Mientras estaba decidiendo, mi padre se levantó y se puso el abrigo. —Mire, Sra. Collins, Echo está bien. Sólo descubriendo un poco el amor. Por mucho que disfrute estas sesiones, Ashley tiene una cita en veinte minutos y no quiero que Echo pierda alguna clase más. —Echo, ¿estás en serio interesada en hacer dinero para componer el auto de tu hermano? —preguntó la Sra. Collins, cuando se puso de pie para acompañar a mi padre y mi madrastra afuera. Tiré de los guantes que usaba para cubrir mi piel. —Más de lo que pueda posiblemente imaginar. Me sonrió antes de caminar hacia la puerta. —Entonces tengo un trabajo para ti. Espera aquí y discutiremos los detalles. Los tres se pegaron en el lado lejano de la oficina principal, susurrando entre ellos. Mi padre envolvió su brazo en la cintura de Ashley y ella se inclinó hacia él, mientras asentía a las palabras susurradas por la Sra. Collins. La punzada familiar de los celos y la ira comieron en el revestimiento de mi intestino. ¿Cómo podía amarla cuando había destruido tanto?
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2 Noah Traducido por Vane-1095 Corregido por tamis11
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a pintura fresca y el olor a polvo de yeso me hicieron pensar en mi padre, no la escuela. Sin embargo, ese olor me dio una bofetada en la cara cuando entré en la oficina recién remodelada. Con libros en mano, me paseé hasta el mostrador. —Sip, Sra. Marcos. —Noah, ¿por qué llegas tarde otra vez, muchacho5? —dijo mientras ponía los papeles juntos. El reloj en la pared marcaba las nueve de la mañana. —Demonios, esto es temprano. La Sra. Marcos rodeó su nueva mesa de cerezo a mi encuentro en el mostrador. Me da una mierda cuando llego tarde, pero todavía me gustaba. Con su largo cabello castaño, me recordaba a una versión hispana de mi madre. —Perdiste tu cita con la Sra. Collins esta mañana. No es una buena manera de empezar el segundo término —susurró mientras escribía mi nota de tardanza. Inclinó la cabeza hacia los tres adultos que se agrupaban en la esquina de la habitación. Supuse que la mujer rubia de mediana edad susurrando a la pareja de ricos era la nueva consejera de orientación. Me encogí de hombros y dejé que el lado derecho de mi boca temblara. —Ups. La Sra. Marcos deslizó la nota de tardanza hasta mí y me dio su mirada severa patentada. Era la única persona en esta escuela que no creía que yo y mi futuro valíamos una completa mierda. La rubia de mediana edad gritó—: Sr. Hutchins, estoy muy contenta 5
En español
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de que recordara nuestra cita, incluso si está retrasado. Estoy segura de que no le importará tomar asiento mientras termino un par de cosas. —Me sonrió como si fuéramos viejos amigos y habló tan dulcemente, que por un momento, casi le devolví la sonrisa. En cambio, asentí con la cabeza y me senté en una de las sillas recostadas contra la pared de la oficina. La Sra. Marcos se echó a reír. —¿Qué? —No va a aguantar tu actitud. Tal vez pueda convencerte de tomar la escuela en serio. Apoyé la cabeza contra la pared de pintados bloques de cemento y cerré los ojos, necesitando dormir unas horas más. Ya que faltaba una persona para el cierre, el restaurante no me había dejado ir hasta después de la medianoche, y luego Beth e Isaiah me mantuvieron despiertos toda la noche. —¿Sra. Marcos? —preguntó una voz angelical—. ¿Puede por favor decirme las próximas fechas para el ACT y el SAT? El teléfono timbró. —Espere un segundo—dijo la Sra. Marcos. Entonces el timbre cesó. Una silla más allá de mí se movió y mi boca se llenó del aroma a rollos calientes de canela. Di un vistazo y percibí el color rojo, cabellos sedoso y rizado. La conocía. Echo Emerson. Ningún rollo de canela a la vista, pero maldita sea si no huele como tal. Teníamos varias de nuestras clases juntos y el último semestre uno de nuestros periodos libres. No sabía mucho de ella más de lo que mantenía para sí misma, que era inteligente, pelirroja y tenía grandes tetas. Llevaba grandes camisas de mangas largas que colgaban de sus hombros y debajo camietas sin mangas que revelaban justo lo suficiente para que las fantasías fluyeran. Como siempre, miraba fijamente hacia delante como si yo no existiera. Diablos, probablemente no existía en su mente. Las personas como Echo Emerson me irritaban como la mierda. —Tienes un nombre jodido —murmuré. No sé por qué quería confundirla, simplemente lo hice. —¿No deberías estar drogándote en el baño? Así que me conocía. —Instalaron cámaras de seguridad. Lo hacemos en el estacionamiento ahora. —Oh, lo siento mucho. —Su pie se sacudió frenéticamente adelante y atrás. Bueno, había logrado deslizarme bajo su fachada perfecta.
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—Echo… echo…echo… Su pie dejó de moverse y sus rizos rojos rebotaron con furia mientras se volvía para mirarme a la cara. —Qué original. Nunca he oído eso antes. —Levantó su mochila y salió de la oficina. Su apretado culo se balaceaba de lado a lado mientras marchaba por el pasillo. No fue tan divertido como pensé que sería. De hecho, como que me sentía como un idiota. —¿Noah? —La Sra. Collins me llamó a su oficina. El último consejero tuvo grandes problemas de obsesión compulsiva. Todo en la oficina estaba perfectamente ubicado. Solía mover sus placas sólo para meterme con él. No habría entretenimiento con Sra. Collins. Su escritorio era un desastre. Podría enterrar un cuerpo aquí y nadie lo encontraría. Tomando asiento frente a ella, esperé a que mi culo fuera mascado. —¿Cómo fueron tus vacaciones de Navidad? —Tenía esa mirada otra vez, como un cachorrito. —Bien. —Eso si consideras que tus padres adoptivos empezaron una pelea a gritos y lanzaron los regalos de navidad a la chimenea una buena navidad. Siempre había soñado con pasar mi Navidad en un infierno de sótano y ver a mis dos mejores amigos emborracharse. —Maravilloso. Así que las cosas funcionan en tu familia adoptiva. — Lo dijo como una declaración, pero quería decirlo como una pregunta. —Si. —En comparación con las últimas tres familias que había tenido, eran la tribu de los Brady6 de mierda. Esta vez, el sistema me había puesto con otro chico. No debió haber suficientes personas para hogares de acogida o finamente creyeron que no era la amenaza que habían pensado que era. A las personas con mis etiquetas no se les permitía vivir con otros menores—. Mira, ya tengo una trabajadora social y es suficiente dolor de culo. Diles a tus jefes que no es necesario perder tiempo conmigo. —No soy una trabajadora social —dijo—. Soy una trabajadora social clínica. —La misma cosa. —En realidad, no lo es. Fui a la escuela por mucho más tiempo. —Bien por ti.
The Brady Bunch: La serie gira en torno a la convivencia de un matrimonio recién casado formado por Mike y Carol. Cada uno de ellos aporta tres hijos; varones en el caso del padre y niñas en el caso de la madre. Con ellos convive, además, la sirvienta Alice. 6
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—Y eso significa que puedo proporcionar un nivel diferente de ayuda para ti. —¿El estado te paga? —pregunté. —Sí. —Entonces, no quiero tu ayuda. Sus labios se estremecieron en una sonrisa que casi me hizo tener un poco de respeto por ella. —¿Qué tal si somos directos? —dijo—. De acuerdo con el archivo tienes una historia de violencia. La miré fijamente. Me miró fijamente. Ese archivo estaba lleno de porquería, pero había aprendido años atrás, la palabra de un adolescente no significa nada contra la palabra de un adulto. —Este archivo, Noah. —Golpeó tres veces con su dedo—. No creo en todo lo que dice. He hablado con tus profesores en la Secundaria Highland. El cuadro que pintaron no representa al joven que veo delante de mí. Aferré el metal espiral de mi cuaderno de cálculo hasta que apuñaló la palma de mi mano. ¿Quién diablos se cree esta señora escavando en mi pasado? Siguió ojeando el archivo. —Has rebotado alrededor de varios hogares adoptivos, en los últimos dos años y medio. Esta es tu cuarto colegio desde la muerte de tus padres. Lo que me parece interesante es que hasta un año y medio atrás, estabas en el cuadro de honor y competías en deportes. Esas son cualidades que no suelen marcar un caso disciplinario. —Tal vez necesitas cavar más. —Quería a esta mujer fuera de mi vida y la mejor manera de hacerlo era asustándola—. Si lo haces, descubrirás que le di una paliza a mi primer padre adoptivo. —En realidad, le había golpeado la cara cuando lo sorprendí golpeando a su hijo biológico. Es curioso como nadie en la familia se puso de mi lado cuando llegó la policía. Ni siquiera el niño al que defendí. La Sra. Collis hizo una pausa como esperando mi versión de los hechos, pero se equivocaba. Desde la muerte de mis padres, entendí que nadie en el sistema daría una mierda por mí. Una vez que entrabas, estabas condenado. —Tu anterior consejero en Highland habló muy bien de ti. Entraste al equipo de baloncesto en tu primer año, al cuadro de honor, participaste en variadas actividades estudiantiles, muy popular entre tus compañeros. —Me examinó—. Creo que me hubiera gustado ese chico.
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A mi también —pero la vida apesta. —Un poco tarde para unirme al equipo de baloncesto, a mitad de la temporada y eso. ¿Piensa que el entrenador estará bien con mis tatuajes? —No tengo ningún interés en que re-crees tu antigua vida, pero juntos creo que podemos construir algo nuevo. Un futuro mejor que el que tendrás si continuas por tu camino actual. —Sonaba tan condenadamente sincera. Quería creer, pero había aprendido de la manera difícil a nunca confiar en nadie. Manteniendo la cara sin emoción, dejé que el silencio se construyera. Rompió primero el contacto visual y sacudió la cabeza. —Te ha tocado una mano dura, pero estás lleno de posibilidades. Tus puntuaciones en las pruebas de aptitud son fenomenales y tus maestros ven tu potencial. Tu promedio de calificaciones necesita un impulso, al igual que tu asistencia. Creo que están relacionados. Ahora, tengo un plan. Verme una vez por semana, asistirás a sesiones de tutoría hasta que tu promedio de calificaciones corresponda a los resultados de las pruebas. Me puse de pie. Ya había perdido mi primer periodo. Esta pequeña divertida reunión me quitaba del segundo. Pero desde que actualmente había sacado mi culo de la cama, tenía la intención de ir a clases en algún momento de hoy. —No tengo tiempo para esto. Una ligero filo se deslizó en su tono, tan sutil que casi no la sentí. —¿Es necesario ponerme en contacto con tu trabajadora social? Me dirigí a la puerta. —Adelante. ¿Qué va a hacer? ¿Dividir a mi familia? ¿Ponerme en el sistema de cuidado de crianza? Continúa cavando y verás que es demasiado tarde. —¿Cuándo fue la última vez que viste a tus hermanos, Noah? Mi mano se congeló en el pomo de la puerta. —¿Y si pudiera ofrecerte un incremento en las visitas supervisadas? Solté el pomo de la puerta y volví a sentarme.
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3 Echo Traducido por Vero. Corregido por Mel Cipriano.
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i tan solo pudiera usar guantes cada momento del día, me sentiría más segura, pero el estúpido código de vestimenta no me lo permitiría. Debido a eso, mi vestuario consistía en cualquier cosa con mangas largas, mientras más largas mejor. Agarré los extremos de mis mangas y los puse sobre mis dedos, haciendo que mi camisa azul de algodón colgara de mi hombro derecho. En mi primer año, me habría asustado si la gente se quedaba mirando mi piel blanca y las ocasionales pecas anaranjadas. Ahora, prefería que la gente mire mi hombro desnudo en lugar de tratar de echar un vistazo a las cicatrices en mis brazos. —¿Dijo quién era? Apuesto a que es Jackson Coleman. He oído que está fallando en matemáticas y si no consigue levantar sus calificaciones va a perder su beca para la universidad. Dios, espero que si. Es tan ardiente. —Mi mejor amiga, Lila McCormick, tomó aire por primera vez desde que le había dado el resumen de mi sesión de orientación y el trabajo de tutoría que la Sra. Collins espontáneamente creó. Con boca imparable y su ropa ajustada, Lila era la propia versión de Glinda la Bruja Buena7 de la secundaria Eastwick. Flotaba en su propia burbuja hermosa, propagando felicidad y alegría. A medida que Lila movía su bandeja hacia la fila del almuerzo, el olor a pizza y papas fritas me hizo agua la boca, pero las náuseas enturbiando mi estómago me impidieron comprar comida. Mi corazón retumbó y abracé mi cuaderno de dibujo más cerca de mi pecho. No podía creer que estaba realmente en el comedor. Lila y yo habíamos sido las mejores amigas desde preescolar y la única cosa que me había pedido para Navidad era que me olvidara de la biblioteca y reclamara mi antiguo 7
Glinda la Bruja Buena: personaje del Mago de Oz.
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lugar en la mesa del almuerzo. Podía sonar como una petición fácil, pero no lo era. La última vez que había almorzado en la cafetería había sido a principios de mayo, durante mi segundo año: el día antes de que todo mi mundo se viniera abajo. En aquel entonces, nadie me miraba o susurraba. —¿Quién es ardiente? —Natalie cortó la fila deslizando la bandeja entre Lila y yo. Un grupo de chicos detrás de nosotras gruñeron ante su audacia. Como de costumbre, no les hizo caso. Natalie era una de las dos personas que se negaron a tratarme como un paria social a causa de los rumores volando sobre mí en la escuela. Lila recogió su pelo lacio y dorado en una coleta antes de pagarle al cajero. —Jackson Coleman. Echo va a ser tutora de algún chico afortunado y supongo que podría ser él. ¿A quién te gustaría añadir a nuestra lista de chicos calientes pero estúpidos? Las seguí a la mesa del almuerzo mientras los ojos de Natalie vagaban por la cafetería, buscando la combinación correcta. —Nicholas Green. Es el más tonto sobre la tierra, pero podría comerlo de postre. Si vas a darle clases particulares, Echo, ¿crees que podrías presentármelo? —¿Presentar quién a quién? —preguntó Grace. Natalie y Lila tomaron sus asientos y vacilé. La sonrisa de Grace cayó cuando me vio. Ella era la razón principal por la que no quería volver a la cafetería. Éramos totales mejores amigas antes del incidente y, supongo, incluso después. Me visitaba todos los días en el hospital y en casa durante el verano, pero cuando nuestro tercer año comenzó y mi posición social cayó en picada, también lo hizo nuestra amistad... públicamente es así. En privado, afirmaba amarme como a una hermana. Todos los demás en la escuela me trataban como si no existiera. —Natalie a Nicholas Green. —Lila palmeó el asiento entre ella y Natalie. Intentando esconderme, me dejé caer en la silla, encorvada, apoyando mi cuaderno de dibujo contra el borde de la mesa. Las otras chicas cuchicheaban entre sí, mientras me echaban un vistazo. Una soltó una risita. Desde el momento en que había regresado a la escuela, nunca tuve una oportunidad social. Los rumores acerca de por qué estuve ausente el último mes de mi segundo año oscilaban entre un embarazo y rehabilitación, a un intento de suicidio. Mis guantes se convirtieron en la leña y mi pérdida de memoria, en el partido. Cuando regresé ese otoño, los rumores estallaron como una tormenta de fuego. Lila continuó con su explicación. —Echo va a darle clases particulares a algún chico tonto y ardiente. Estamos tratando de adivinar
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quién será. —Bueno, no nos lo ocultes a nosotras, Lila. ¿A quién le va a dar clases Echo? —Los ojos de Grace parpadearon de Lila a las chicas de su equipo, sentadas en la mesa. Cuando habíamos regresado de primer año, Grace se había enterado de que tenía una oportunidad para ser la capitana de las animadoras, una hazaña difícil, ya que siempre se había cernido en la periferia popular de esa multitud. Yo había asumido que las cosas entre nosotras volverían a la normalidad una vez que fuera elegida. Me había equivocado. —Pregúntale a Echo. —Los dientes de Lila crujieron en la manzana, su mirada endurecida estaba fija en Grace. Nuestra mesa se volvió misteriosamente silenciosa mientras la chica más hermosa de la escuela desafiaba abiertamente a la más popular. Una pausa cayó sobre la cafetería mientras el cuerpo estudiantil se preparaba para ver el enfrentamiento en curso. Habría jurado que una planta rodadora voló más allá de la mesa y esa extraña canción silbada del Oeste se reproducía por el altavoz. Le di a Lila un golpe en su pie, suplicándole en mi mente que responda por mí, en vez de obligar a Grace a reconocerme en frente de otras personas. Pasaron unos segundos, en los que ninguna encogió la mirada. No podía soportarlo. —No lo sé. Me encuentro con él esta tarde. —La Sra. Collins no había querido decirme a quién debía darle clases. Había murmurado algo acerca de limar algunos detalles con él antes de conocernos. El movimiento y la charla se reanudó en la cafetería. Los músculos de la cara de Grace se relajaron y dio un suspiro de alivio antes de hacer un balance de la reacción de sus amigos públicos. —Voy a jugar a adivinar el galán estúpido. —Me dio un guiño privado. Por billonésima vez, deseaba que mi vida pudiera volver a la normalidad. Cuando Grace arrojó un nombre el resto del grupo también decidió jugar. Hice un esbozo de Grace mientras hablaban. Su nuevo corte de pelo, corto y rubio, enmarcaba su cara perfectamente. Escuché la lluvia de nombres y los nuevos chismes que acompañaban sus conjeturas. —Tal vez Ecos le va a dar clases a Luke Manning —dijo Lila con un empujón, no muy amable, en mi brazo—. Encaja en lo de galán y en lo de menos que brillante. Rodé los ojos e hice mi mejor esfuerzo para corregir la línea oscura que su codazo había creado en mi dibujo. Lila se aferró a la falsa
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esperanza de que Luke, el novio de mi vida anterior, todavía albergaba sentimientos hacia mí. Fundamentaba su reclamo con historias inventadas de cómo me miraba cuando no estaba prestando atención. —Luke y Deanna rompieron durante las vacaciones de invierno — dijo Grace—. Deanna dice que ella rompió con él. Luke dice que él rompió con ella. ¿Quién sabe si alguna vez sabremos la verdad? —¿Quién crees tú, Echo? —preguntó Natalie. Tengo que darle crédito. Quería que participara en la conversación, sin importar si quería ser incluida. Me concentré en difuminar la sombra del cabello de Grace creada contra su oído. Después de conocer a Luke en inglés, en primer año, había salido con él durante un año y medio. Esto me hacía la experta en Luke de la mesa. Desde nuestra separación, cada mesa con una chica contenía a una experta en Luke. —Es difícil de decir. Rompí con Luke y él no afirmó nada diferente, pero ha cambiado mucho desde entonces. —Noah Hutchins —dijo Natalie. Dejé de dibujar, confundida acerca de lo que Noah tenía que ver con Luke. —¿Qué? —Adivina el galán, ¿recuerdas? Noah Hutchins es definitivamente caliente. Me gustaría darle clases. —Lila miró hacia la mesa de los drogadictos, prácticamente babeando. ¿Cómo podía desmayarse sobre el tipo que se había burlado de mí? La boca de Grace cayó abierta. —¿Y llevarte el éxito social? De ninguna manera. —Dije que iba a ser su tutora, no que lo llevaría al baile. Además, por lo que he oído, bastantes chicas han tomado ese tren y han amado cada segundo de ello. Grace miró a Noah, sus ojos vagando hacia arriba, y luego hacia abajo. —Tienes razón. Es caliente, y corre el rumor de que únicamente le interesan las relaciones de una noche. Aunque Bella Monahan trató de forzar una relación. Lo seguía a todas partes como un cachorrito patético. No quería tener nada que ver con ella si no tenía que ver con asiento trasero de su coche. Lila amaba los trapos sucios. —Perdió a su novio, su virginidad, su reputación y su autoestima en menos de un mes. Por eso se transfirió a otra escuela. Tipos como Noah Hutchins me molestaban. Usaba a las chicas, consumía drogas y me había hecho sentir como basura esa mañana. No
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es que debería sorprenderme. Había tenido un par de clases con él, el semestre pasado. Entraba en el salón a grandes zancadas como si fuera el dueño de la tierra, y sonreía cuando las chicas se arrojaban sobre él y su presencia. —¡Qué imbécil! Como si me hubiese escuchado, desde el otro lado de la habitación, sus ojos negros se encontraron con los míos. Su cabello castaño y abundante caía sobre ellos, pero me di cuenta de que me estaba mirando. La barba en su rostro se movía mientras sonreía. Noah tenía músculos, miradas y problemas acechándolo. De alguna manera, hacía que unos pantalones vaqueros y una camiseta lucieran peligrosos. No es que fuera una chica interesada en drogadictos. Sin embargo, eché otro vistazo hacia él mientras bebía mi soda. —Duras palabras, Echo. No estamos hablando de mí, ¿verdad? — Una silla raspó el suelo. Luke la volteó para poder ponerse a horcajadas entre Natalie y Grace. ¡Vamos! Luke y yo apenas nos habíamos dirigido una palabra el uno al otro desde que rompimos en segundo año. ¿Por qué todo el mundo me empujaba al modo social, hoy? —No —dijo Lila—. Hablamos sobre ti antes. Echo estaba llamando a Noah Hutchins un idiota. —La pateé debajo de la mesa. Me dio una mirada a cambio. —¿Hutchins? —Luke Manning: metro ochenta de estructura, se veía como un tren de carga, con cabello negro y ojos azules. Era capitán del equipo de baloncesto, ardiente y engreído. Para mi horror, era del tamaño de Noah—. ¿Qué ha hecho el chico drogadicto para merecer tu ira? —Nada. —Regresé a mi cuaderno de dibujo. Mis mejillas ardieron cuando uno de los amigos públicos de Grace murmuró algo acerca de mi rareza. ¿Por qué no podían Lila, Natalie y Luke dejarme en paz? El chisme sólo empeoró cuando me deslicé fuera de mi caparazón. Lamentablemente, Lila decidió ignorar mis mejillas rojas y mi patada de advertencia. —Se burló de Echo esta mañana, pero no te preocupes, ella lo puso en su lugar. El lápiz en la mano, se inclinaba de mi apretado agarre mientras luchaba contra el impulso de arrancar el pelo magnífico de Lila de su cabeza. Mis maestros y la Sra. Collins estaban tan equivocados. Interactuar con mis compañeros apestaba. Los ojos de Luke se estrecharon. —¿Qué te dijo? Pisoteé los dedos de Lila y me la quedé mirando fijamente. —Nada. —Le dijo que tenía un nombre horrible y luego hizo esa cosa estúpida
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del eco que la gente hacía en la escuela primaria —dijo Lila. Oh, Dios, quería matar a mi mejor amiga. —¿Quieres que hable con él? —Luke me miró con una pizca familiar de posesividad. Ambas, Grace y Natalie sonrieron como gatos de Cheshire8. Me negué a mirar a Lila, que rebotaba en el asiento. Ahora nunca oiría el final de sus fantasías acerca de Luke y yo volviendo a estar juntos. —No. Es un chico estúpido que dijo una cosa estúpida. Es probable que ni siquiera recuerde haberlo dicho. Luke se echó a reír. —Es verdad. Toda esa mesa está jodida. ¿Sabías que Hutchins es un chico adoptivo? Las chicas de mi mesa jadearon ante el chisme nuevo. Comprobé a Noah de nuevo. Parecía enfrascado en una conversación con una chica de pelo largo y negro. —Sip —continuó Luke—. Escuché a la Sra. Rogers y el Sr. Norris discutiéndolo en el pasillo. —La campana sonó, terminando el centro de atención en Luke sobre la información prohibida de Noah Hutchins. Mientras tiraba los restos de mi almuerzo, Grace se acercó furtivamente a mi lado y me susurró—: Esto fue enorme, Echo. Si Luke está tras de ti otra vez, la vida cambiará. La opinión de todos sobre las chicas con las que habla, o con quienes sale, siempre cambia. Tal vez las cosas finalmente volverán a la normalidad. Uno de los amigos públicos de Grace la llamó y se apartó de mi lado sin una segunda mirada. Suspiré mientras tiraba de las mangas sobre mis dedos. Qué no daría por ser normal.
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Cheshire: personaje de Alicia en el país de las maravillas.
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4 Noah Traducido por Vero. Corregido por Mel Cipriano.
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e había dicho a la Sra. Collins la verdad. No tenía tiempo para recibir tutoría o consejería. En junio, cumpliría dieciocho años y me graduaría de la casa de acogida. Eso significaba que iba a necesitar un lugar propio, y la renta significaba conseguir un trabajo. Pero la Sra. Collins me había tomado por un estafador callejero. Una visita ocasional supervisada a mis hermanos no era suficiente. Los colgaba delante de mí como una maldita aguja a un heroinómano. Mi turno en el Malt & Burger empezaba a las cinco. Eché un vistazo al reloj colgando sobre el escritorio del bibliotecario de referencia. ¿Qué parte de "conocer al tipo al que le darás clases, directamente después de la escuela, en la biblioteca pública" no entendió mi sabelotodo? La Sra. Collins podría haber mencionado quién me daría clases particulares, pero dejé de escuchar a los pocos minutos. La mujer hablaba demasiado. Me concentré en las puertas dobles. Cinco minutos más y felizmente podría llamar a esta sesión un fracaso, un hecho que estaría encantado de echarle en cara a la Sra. Collins. Una puerta se abrió y el aire frío barrió dentro, causando que escalofríos subieran por mis brazos. Ah, demonios. Me recosté en mi silla y crucé los brazos sobre mi pecho. Echo Emerson se deslizó dentro de la biblioteca. Sus ojos recorrieron la habitación mientras sus manos enguantadas frotaban sus brazos. Como si el frío pudiera penetrar esa elegante capa de cuero marrón. Una ligera y brillante sonrisa descansaba sobre su rostro. Al parecer, la Sra. Collins nos había mantenido a ambos en la oscuridad. En el momento en que me vio, su sonrisa se desvaneció y sus ojos verdes entraron en erupción, con nubes de tormenta. Únete al maldito club. Por debajo de la mesa, pateé la silla frente a mí. —Llegas tarde.
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Dejó la mochila sobre la mesa y deslizó la silla mientras se sentaba. —Tuve que ir a la oficina y averiguar las fechas de las pruebas. Podría haber obtenido la información esta mañana, pero algún idiota se puso en mi camino. Echo tenía la ventaja, pero sonrío como si tuviera las de ganar. —Te podrías haber quedado. Nunca pedí que te fueras. —¿Y dejarte acosarme un poco más? No, gracias. —Se encogió de hombros quitando su chaqueta, pero mantuvo sus guantes de punto. Olía como a frío y cuero. Su camisa de algodón azul caía por debajo de su camiseta de color beige, dejando al descubierto la parte superior de su escote. Las chicas como ella disfrutaban de probar a los chicos. Por lo poco que sabía de ella, no me importó mirar. Al atraparme mirando, reajustó su camisa y su escote desapareció de la vista. Bueno, eso fue divertido. Me miró, posiblemente esperando una disculpa. Iba a tener que esperar mucho tiempo. —¿En qué materia estás fallando? ¿Todas ellas? —Esos ojos verdes bailaban. Al parecer, Echo también disfrutaba repartiendo mierda. Muy bien, lo arruiné con ella esta mañana sin ninguna razón. Se merecía obtener un par de golpes en respuesta. —Ninguna. La Sra. Collins tiene la culpa en esto. Echo abrió su mochila y sacó un cuaderno. Una sombra cruzó su rostro cuando se bajó los guantes y de inmediato sacó las mangas largas por encima de sus manos. —¿Con qué materia quieres empezar? Tenemos cálculo y física juntos, así que podríamos empezar por ahí. Tienes que ser un completo idiota si necesitas ayuda con tecnología comercial. —Hizo una pausa—. Y ¿no estabas en mi clase de español el último trimestre? Bajé la cabeza para que mi pelo cayera sobre mis ojos. Para una chica que no sabía que existía, seguro que sabía mucho de mí. —Sí. —Y este trimestre, también. Apenas le ganaba a la campana entrando a clase y tomaba el primer asiento disponible sin dar a nadie una segunda mirada. —¿Qué tan bien hablas español?9—preguntó. ¿Qué tan bien podía hablar español? Malditamente decente. Me aparté de la mesa. —Me tengo que ir. —¿Qué? —Su frente se arrugó con incredulidad. 9
En español en el original.
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—A diferencia de tí, no tengo padres que paguen por todo. Tengo un trabajo, princesa, y si no me voy ahora, voy a llegar tarde. Nos vemos. Agarrando mis libros y chaqueta, dejé la mesa, y de inmediato salí de la biblioteca. El aire frío de enero me golpeó en la cara. El hielo cubría varios puntos sobre el pavimento. —¡Oye! Miré por encima de mi hombro. Echo estaba muy cerca, detrás de mí, con la chaqueta de cuero sobre un brazo y su bolsa colgada sobre su espalda. —Ponte tu maldita chaqueta. Hace frío afuera. —No me detuve por ella, pero desaceleré el paso, curioso de saber por qué me seguía. Me alcanzó rápidamente y mantuvo el paso a mi lado. —¿Dónde crees que vas? —Te lo dije, a trabajar. Pensé que eras inteligente. —Nunca había conocido a nadie tan divertido con quien meterse. —Está bien. Entonces, ¿cuándo vamos a tener esta sesión de estudio? Tiré mis libros sobre el pedazo de mierda que llamaba automóvil, causando que el óxido se dispersara en la tierra. —No lo hacemos. Haré un trato. Le dices a La Sra. Collins que estamos cumpliendo con tantos días como quieras después de la escuela, recolecta todas las horas que necesitas de voluntariado para cualquier pequeño club al que pertenezcas, y te respaldaré. No voy a tener que verte y tú no tendrás que mirarme. Puedo continuar con mi jodida vida, y tú puedes ir a casa y jugar a disfrazarte con tus amigas. ¿Trato? Echo se estremeció y retrocedió como si la hubiera abofeteado. Perdió el equilibrio cuando golpeó un trozo de hielo. Mi mano derecha se estiró y agarró su muñeca antes de que su cuerpo pudiera golpear el suelo. Me quedé sosteniéndola mientras se estabilizaba, usando el maletero de mi coche. Vergüenza o frío ruborizó sus mejillas blancas. De cualquier manera, me pareció gracioso. Pero antes de que tuviera la oportunidad de burlarme de ella, sus ojos se abrieron y se quedó mirando la muñeca que sostenía. Su manga larga azul se elevó más allá de su codo, y seguí su mirada a la piel expuesta. Trató de tirar de su mano, pero apreté mi agarre y tragué mi disgusto. En todas las casas de espectáculos de horror en las que había vivido, nunca vi ni una vez una mutilación así. Elevadas cicatrices blancas y rojo pálido, zigzagueaban por su brazo.
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—¿Qué demonios es eso? Aparté mis ojos de las cicatrices y miré su rostro en busca de respuestas. Tomó varias bocanadas profundas, antes de tirar una segunda vez y exitosamente sacudirse fuera de mi alcance. —Nada. —Eso no es nada. —Y ese algo tuvo que doler como el infierno cuando sucedió. Echo estiró la manga por delante de su muñeca hasta los dedos. Parecía un cadáver. La sangre salió corriendo de sus mejillas, y su cuerpo se estremeció con temblores silenciosos. —Déjame en paz. Se dio la vuelta y se tambaleó de regreso hacia la biblioteca.
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5 Echo Traducido por Mel Cipriano Corregido por Vane-1095
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ada —dijo Lila—. Ni una sola palabra, ni un pío, ni un ruido. Natalie, Grace y yo hasta pusimos algunas antenas en los más jóvenes, pero no hay absolutamente ningún chisme dando vueltas sobre ti. Bueno, al menos nada que involucre a Noah Hutchins. Lila se sentó en el asiento del acompañante y yo me senté en el lado del conductor del Corvette 1965 que le había pertenecido a Aires. Ella había venido a mi casa para actuar como barrera de mis viernes familiares o, como me gustaba llamarlos, La Cena de los Condenados. En el garaje, la radio se escuchaba desde mi Dodge Neon de 1998 color verde bosque. El Corvette de Aires todavía tenía su radio original. Traducción: un pedazo de mierda, pero el resto del coche era totalmente una bestia. De un vistoso rojo sangre con diseños color negro corriendo en sentido horizontal —Aires normalmente me habría perdido a este punto, pero aún así seguiría hablando a pesar de que mis ojos se nublaran—, tres funciones, frente vertical, rejillas inclinadas en los lados de los guardabarros delanteros, molduras oscuras, barras horizontales de rejilla y diferentes paneles. No tenía idea de lo que eso significaba, pero Aires lo había dicho tanto que había memorizado la descripción. El coche parecía increíble, pero no funcionaba. Gracias a Noah Hutchins, mis posibilidades de que alguna vez corriera disminuían cada día. Apreté mis manos en el volante y recordé la promesa de Aires. Días antes de su partida, había rondado sobre el capó abierto mientras me encontraba sentada en la mesa de trabajo. —Todo va a estar bien —Los ojos de Aires se concentraron en la forma en que movía mis pies—. Es sólo un alistamiento de seis meses. —Estoy bien —dije mientras parpadeaba tres veces. No quería que
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se fuera. Aires era la única persona en el mundo que entendía la locura de nuestra familia, además de que era el único capaz de mantener la paz entre Ashley, nuestro padre y yo. No era el mayor fan de Ashley, pero a pesar de sus sentimientos, siempre me animó a darle un descanso. Se rió entre dientes. —La próxima vez por lo menos trata de detener tu signo revelador de una mentira. Uno de estos días, papá se dará cuenta de ello. —¿Escribirás? —le pregunté, cambiando de tema. Había hablado mucho acerca de nuestro padre antes de irse. —Y enviaré correos electrónicos y hablaremos por Skype. —Limpió sus manos en un trapo grasiento y se enderezó—. Te diré qué. Cuando regrese a casa y termine el coche, puedes ser la primera en conducirlo. Después de mí, por supuesto. Mi pie se detuvo y me dejé llenar con el primer sentimiento real de esperanza desde que Aires me había hablado de su alistamiento. Aires volvería a casa, siempre y cuando su automóvil lo esperara. Me había dado un sueño y me aferré a eso después de su partida. Mis sueños se murieron con él en una carretera desolada en Afganistán. —¿Qué estás pensando? —preguntó Lila ahora. —Noah Hutchins —mentí—. Ha tenido toda la semana para decirle a la escuela entera de mis cicatrices. ¿Qué piensas que está esperando? —Tal vez Noah no tiene a nadie a quien contarle. Es un drogadicto chico de acogida que necesita clases particulares. —Sí, tal vez —contesté. O tal vez esperaba el momento perfecto para hacer mi vida un infierno. Lila jugaba con sus anillos en los dedos, una señal de que estaba nerviosa. —¿Qué? —pregunté. Tuve que esforzarme para escuchar su respuesta entre dientes. —Le dijimos a Luke. Apreté cada músculo de mi cuello y solté mis manos en el volante, aterrada de rasgar el plástico en fragmentos. —¿Qué hicieron qué? Lila se volvió en su asiento, retorciéndose las manos en el regazo. —Está en nuestra clase de inglés. En lugar de corregir los documentos de los demás, Natalie, Grace y yo discutíamos la situación de Noah y tus cicatrices y... Luke escuchó un par de cosas. El corazón me latía con fuerza en mis oídos. Durante casi dos años, había mantenido este secreto horrible y en una semana dos personas habían forzado la puerta de mi pesadilla personal.
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Cuando no dije nada, continuó—: Las cicatrices no son tu culpa. No tienes absolutamente nada de qué avergonzarte. Tu madre definitivamente sí, y posiblemente tu padre, pero ¿tú? Nada. Luke ya sabía que tu madre era una completa loca y nunca le dijo a nadie. Es un idiota, pero incluso él puede imaginarse que tu mamá te hizo daño. ¿Debía estar enojada? ¿Aliviada? Me conformé con entumecida. —No es una psicótica —murmuré, sabiendo que todo de lo que decía con respecto a mi madre caía en oídos sordos—. Tiene problemas. En un movimiento lento y deliberado, Lila puso su mano sobre la mía, dándole a mis dedos un apretón tranquilizador. Un recordatorio de que me amaba a pesar de todo. —Creemos que deberías decirle a la gente. Ya sabes, tomar la ofensiva en lugar de la defensiva. De esta forma si Noah le dice a todo el mundo, ellos ya sabrán la historia real y pensarán que él es un idiota por burlarse de ti. Me quedé mirando la mesa de trabajo de Aires. Mi padre nunca usaba las herramientas. Si algo se rompía, llamaba a alguien para arreglarlo. A Aires le encantaba juguetear. Se pasaba cada momento aquí, en este garaje. Dios, lo necesitaba. Lo necesitaba para que me dijera qué hacer. —Por favor, di algo, Echo. —La angustia en la voz de Lila rompió la mía. —¿De quién fue la idea? —le pregunté, aunque sabía la respuesta—. ¿Grace? —Ella quería que le dijera a toda la escuela lo que pasó de inmediato. —Eso no es justo —exhaló Lila—. No es que Grace no haya sido justa contigo tampoco. Juró que toda esta cosa de público contra privado terminaría después de la votación para la jefa de las animadoras, pero es así, Echo. Quiere lo que todos queremos, que todo vuelva a la normalidad. Mientras el mundo piense que te cortas o has intentado suicidarte, siempre vas a estar al margen. Tal vez todo este asunto de Noah es una bendición disfrazada. Miré a Lila por primera vez desde que me había dado la noticia. —Mi mamá está fuera de límites. —Te apoyaremos. —Lila dejó escapar las palabras—. Luke dijo que hablaría con sus amigos acerca de los episodios de locura de tu madre de los que fue testigo cuando eran novios. Ya sabes, para darle legitimidad a la historia. Y cuando Grace escuchó eso, accedió a contarles a todos lo que ella, Natalie y yo vimos en el hospital. Hemos visto a la policía. Hemos oído a tu padre gritarle a tu madre. Grace quiere esto con muchas ganas, todos lo hacemos.
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—Porque tener una madre loca y no recordar nada de la noche en que trató matarme es mucho mejor que el hecho de que la gente adivine que me corto o intenté suicidarme. Lila habló en voz baja. —La gente se sentirá mal por ti. Ser la víctima... hace las cosas diferentes. Eso es lo que Grace ha estado tratando de decirte todo el tiempo. La ira rompió mi frágil paciencia. —No quiero su simpatía y no quiero que la peor noche de mi vida esté en discusión en toda la escuela. Si alguna vez soy capaz de contárselo a alguien quiero ser capaz de decir la verdad, no que soy un idiota patética que no recuerda nada. —Me golpeé la parte trasera de mi cabeza contra el asiento y miré al techo del coche. Respira profundo, Echo. Respira profundo. No recordaba absolutamente nada de esa noche. Mi padre, Ashley y mi mamá sabían la verdad. Pero estaba prohibido hablar con mi mamá, y papá y Ashley creían en lo que los terapeutas dijeron. Que cuando mi mente pudiera manejar la verdad, recordaría. Lo que sea. No eran los que yacían en la cama durante la noche, tratando de averiguar lo que pasó. No eran quienes se despertaban gritando. No se preguntaban si se estaban volviendo locos. No se sentían sin esperanza. —Echo... —Lila vaciló, respiró hondo y miró por el parabrisas. Aquello tenía que ser malo. Siempre podía hacer contacto visual—. ¿Alguna vez has pensado que quizás tú tienes algo que ver con esto? Me estremecí y luché para controlar la ira moviéndose en mis entrañas. —¿Cómo dices? —Sé que fue difícil volver después lo que pasó entre tú y tu mamá, pero ¿alguna vez te preguntaste si quizás si hubieras vuelto en septiembre y continuado con tu vida normalmente, la gente tarde o temprano habría seguido adelante? Quiero decir, te has convertido en una especie de reclusa. La ira dio paso a un dolor que empujó mi corazón hasta la garganta. ¿Era así como mi mejor amiga me veía? ¿Cómo una cobarde? ¿Un fracaso? —Sí, yo había pensado en eso. —Esperé antes de hablar otra vez para evitar que mi voz se quebrara—. Pero cuanto más salía, la gente más hablaba. ¿Recuerdas las pruebas de aptitud del año pasado para el equipo de baile? La gente tiende a chismear sobre lo que ven. Su cabeza estaba gacha. —Lo recuerdo. —¿Por qué? —le pregunté—. ¿Por qué traer a colación todo esto
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ahora? —Porque lo estás intentando, Echo. En realidad viniste a comer. Estás hablando con la gente. Es la primera vez desde nuestro segundo año que te he visto intentar y me aterra que vuelvas a entrar en tu concha. —Se volvió hacia mí con un resorte extraño en sus movimientos—. No dejes que lo que Noah vio te asuste. Ven a la fiesta de Michael Blair conmigo, mañana por la noche. ¿Había perdido la razón? —De ninguna manera. —Vamos —suplicó—. Es tu cumpleaños mañana. Tenemos que salir. —No. —Quería olvidar que ese día existía. Mamá y Aires solían hacer una fiesta para mi cumpleaños. Sin ellos.... Juntó las manos y las colocó debajo de la barbilla. —¿Por favor? ¿Por favor, por favor? ¿Por favor, por favor con chocolate caliente? Pruébalo a mi manera y si no funciona te juro que nunca lo traeré de nuevo. ¿Y mencioné que oí a Ashley decirle a tu papá que quería llevarte a cenar? En un restaurante. Uno costoso. De cinco estrellas. Dime un pequeño sí y puedo sacarte de eso. La Cena de los Condenados de los viernes ya era lo suficientemente malo. Una Cena de los Condenados en público, sería inhumano. Volví a respirar hondo. Lila se había quedado conmigo a través de todo: la locura de mi madre, el divorcio de mis padres, la muerte de Aires, y ahora esto. Era posible que no lo supiera todavía, pero Lila se encontraba a punto de recibir su regalo de cumpleaños. —Bien. Gritó y aplaudió con sus manos. En una frase larga y continua, describió sus planes para la noche siguiente. Tal vez Lila y Grace tenían razón. Tal vez la vida podría volver a la normalidad. Podía ocultar mis cicatrices e ir a fiestas y tan sólo pasar desapercibida. Noah no le había contado a nadie y tal vez no lo haría. Además, faltaban sólo cuatro meses más hasta la graduación, y luego podría usar guantes todos los días por el resto de mi vida.
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6 Noah Traducido por Vane-1095 Corregido por tamis11
V
eintiocho días de angustia habían pasado desde que había visitado esa sala decorada con tristeza en el edificio de servicios sociales. Los payasos y los elefantes pintados en la pared estaban destinados a invitar a la felicidad, pero cuanto más miraba, más siniestra se convertía. Nervioso como el infierno y sosteniendo dos regalos envueltos, me senté en una fría silla plegable. No necesitaba ese recordatorio de que tan jodida se había convertido mi familia. Mis hermanos pequeños solían seguirme a cada paso que daba, adoraban el suelo que pisaba. Ahora, no estaba seguro si Tyler recordaba nuestro apellido. Esperé como un enjaulado gato-en-la-caja listo para la primavera. La trabajadora social necesitaba traer a mis hermanos antes de que mis nervios explotaran. Por alguna razón, Echo y su balanceo de pie vino a mi cabeza. Debió de ser herida el doble de veces que yo. La voz de mi madre sonó en mi cabeza. Siempre hay que estar presentable. Es importante poner tu mejor pie adelante. Me había afeitado, algo que normalmente no me molestaba a hacer todos los días. Mamá y papá habían odiado mi peinado y cualquier signo de rastrojo en mi cara. Con mi madre en mente, no dejaba que mi cabello creciera más allá de mis oídos, pero, por instinto de conservación, lo dejé un poquito largo, negando a las personas acceso a mis ojos. La puerta de abrió y automáticamente me puse de pie con los regalos aún en mis manos. Jacob voló a través de la puerta y estrelló su cuerpo contra el mío. Su cabeza llegaba a mi estómago ahora. Arrojé los regalos a la mesa, me agaché al nivel de Jacob y envolví mis brazos a su alrededor. Mi corazón cayó. Hombre, había crecido. Mi trabajadora social, una señora negra corpulenta de unos
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cincuenta años, se detuvo en el marco de la puerta. —Recuerda, nada de preguntas personales acerca de sus padres adoptivos. Estaré al otro lado del espejo. Fulminé con la mirada a Keesha. Ella miró hacia mí antes de irse. Al menos, el odio era mutuo. Después de que golpeé a mi primer padre adoptivo, el sistema me había marcado como emocionalmente inestable y había perdido el derecho de ver a mis hermanos. Como no había tenido arrebatos con ninguna de mis otras familias de acogida, se mostró la “mejora”, la que recientemente me había hecho merecedor que recuperar la visita supervisada una vez al mes. Jacob murmuró en mi hombro. —Te he extrañado, Noah. Me aparté y miré a mi hermano de ocho años. Tenía el cabello rubio de papá, sus ojos azules y su nariz. —Yo también te extrañé. ¿Dónde está Tyler? Jacob desvió su mirada al suelo. —Ya viene. Mamá…quiero decir… —balbuceó—. Carrie está hablando con él en el pasillo. Está un poco nervioso. —Sus ojos se encontraron con los míos una vez más, lleno de preocupación. Fingí una sonrisa y desordené su pelo. —No te preocupes, hermano. Vendrá cuando esté listo. ¿Quieres abrir tu regalo? Esbozó una sonrisa que me recordó a mamá y asintió con la cabeza. Le entregué el regalo y lo vi abrir la caja que contenía veinte paquetes nuevos de cartas Pokemón. Se sentó en el suelo y perdió interés en mí mientras rasgaba cada paquete, de vez en cuando me decía de lo que hacía una tarjeta en particular que le gustaba. Miré al reloj y luego a la puerta. Sólo tenía un tiempo específico con mis hermanos y alguna puta tenía a Tyler. A pesar que había dicho a Jacob que estaba bien, no era así. Tyler solo tenía dos años cuando nuestros padres murieron. Necesitaba cada minuto que pudiera tener para ayudarle a recordarlos. Infiernos, ¿a quién trataba de engañar? Necesitaba cada minuto para ayudarle a recordarme. —¿Cómo van las cosas con Carrie y Joe? —Traté de sonar indiferente, pero esta pregunta me puso nervioso. Tenía experiencia directa con padres adoptivos de mierda y me encantaría matar a cualquiera que tratara a mis hermanos como me habían tratado a mí. Jacob organizó las tarjetas en diferentes categorías. —Bien. En Navidad nos dijeron que podíamos empezar a llamarlos mamá y papá si queríamos. Hijos de puta. Cerré mi puño y mordí el interior de mi labio,
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extrayendo sangre. Jacob apartó la mirada de sus cartas por primera vez. —¿A dónde vas, Noah? —A ver a Tyler. —Sólo me quedaban cuarenta y cinco minutos. Si querían jugar sucio, yo también podía. En el momento en que entré en el vestíbulo, Keesha salió de la sala de observación conectada a la mía, cerrando la puerta detrás de ella. —Vuelve allí y visita a tu hermano. Ya te quejas de no verlos lo suficiente. La señalé con el dedo. —He ganado al menos dos horas al mes con mis hermanos. Mínimo, sin limitación. Si no traen a Tyler a esa habitación en treinta segundos, llamaré a un abogado y le diré que a propósito están apartándome de mis hermanos. Keesha me miró por un segundo y luego se echó a reír. —Eres un chico inteligente, Noah. Aprendiendo el sistema y usándolo a tu ventaja. Regresa allí. Tyler está en camino —Me volví, pero Keesha gritó—: Y Noah, si me vuelves a señalar con el dedo, lo desprenderé de tu mano y te lo daré. Jacob me dio la sonrisa de mamá otra vez cuando regresé. Me concentré en sacar la ira de mi sistema. Jacob era fácil. Jacob recordaba. Tyler, Tyler era enteramente distinto. Carrie, la adulta perfecta con cabello negro perfecto, entró en la habitación con Tyler envuelto como un mono bebé en su madre. Tendí las manos. —Dámelo. Me erguí sobre ella. Fácil de hacer, ya que sólo me llegaba al hombro. En lugar de entregármelo, deslizó el otro brazo alrededor de él. —Está asustado. Corrección. Ella estaba asustada. —Soy su hermano y usted no tiene relación con él. Va a estar bien. Cuando no hizo nada para liberarlo, continué—: Tengo derecho a esta visita. Se lamió los labios. —Tyler, bebé, es hora de ver a Noah y jugar con Jacob. Parece que Noah te ha traído un regalo. Al oír esas palabras, Tyler levantó la cabeza y me miró. La cara de mi hermano menor casi me hizo caer de rodillas. No fue por su parecido conmigo o con mamá, sino por lo magullado que estaba el lado derecho de su rostro. Mi corazón latió más rápido cuando vi el parche marrón y el pelo rapado con al menos cinco grapas en su cráneo. Mi cabeza se agitó al espejo trasparente, una clara indicación de
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que si Keesha no traía su culo de trabajadora social aquí, mataría a esta mujer. Tomé una respiración relajante. Tyler tenía solo cuatro años y mi ira lo asustaría. Extendí mi mano y tomé la de Tyler de ella. Abrió los brazos como si hubiera robado su cachorrito. —Fue un accidente —susurró. —Oye, hermanito. ¿Quieres abrir tu regalo? —pregunté a Tyler. Asintió con la cabeza. Lo puse junto a Jacob y le entregué su regalo. Keesha entró mientras Carrie se escabullía. Keesha levantó las manos. — Fue un accidente. Debería habértelo dicho antes de que Tyler entrara, pero lo olvidé. Mis ojos se estrecharon, mientras la miraba fijamente. —Lo hablaremos después. Regresé a mis hermanos y oré para que Tyler por lo menos me hablara una palabra antes de que terminara la sesión. *** Una vez más, me senté en la silla plegable, pero no estaba nervioso en esta ocasión. Estaba jodidamente molesto. Keesha se centró frente a mí. —Carrie y Joe dieron a Tyler una bicicleta para navidad y lo dejaron montar un par de días sin el casco. Cuando se cayó, lo llevaron de inmediato al hospital y me fue notificado. Se sienten terribles. —Deberían —ladré—. ¿Cómo puedes saber que no lo golpearon? Keesha recogió la cinta azul del paquete de Tyler. —Son buenas personas. No creo que dañen intencionalmente a tus hermanos. Sí. Auténticos santos. —Si ellos son tan buenos, deberían de dejarse de tantas evasivas y dejarme ver a mis hermanos. —Se llevaron a los chicos después del incidente con su primera familia de acogida, Noah. Oyeron que eras emocionalmente inestable. Eso solo demuestra lo mucho que cuidan a los niños. Carrie y Joe no quieren verlos lastimados. Con mi puño cerrado, me mantuve con mi mano debajo de la mesa para evitar golpear la pared, como yo quería. Keesha amaría tener más para demostrar mi inestabilidad. —Nunca les haría daño. —Sé eso —dijo Keesha con una pizca de derrota—. ¿Por qué crees que sugerí a la Sra. Collins para que te adoptara? Debería haberlo sabido. —Así que es tu culpa.
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Se inclinó hacia delante, colocando sus brazos sobre la mesa. —Eres un gran chico, Noah. Tienes un gran potencial frente tuyo, si solo pierdes tu actitud. Negué con la cabeza. —Pensé que lo había demostrado ya. Cristo, me has puesto en un hogar con otro adolescente. —Te lo dije. Esto puede ser un proceso lento. Solo ven a las visitas, compórtate y trabaja con la Sra. Collins. En el momento en que te gradúes, estoy segura de que pasarás a las visitas sin supervisión. ¿Visitas sin supervisión? Un músculo saltaba en mi mandíbula. Gilipolleces. —Tendré dieciocho años en el momento en que me gradúe. Tendré la custodia en ese momento. La cara de Keesha se contrajo con diversión, pero luego cambió a solemne. —¿Crees que podrías mantener a tus hermanos mientras trabajas en un local de comida rápida? ¿Crees que un juez te escogerá sobre Carrie y Joe? ¿Elegirme sobre Carrie y Joe? La comprensión de que el juez podría tomar esa decisión me hizo sentir nauseas en el estómago. Jacob había dicho que ellos querían que los llamen mamá y papá. —Carrie y Joe se están presentando para adoptarlos, ¿no? En el momento en que miró a otro lado supe la respuesta. No había manera en el infierno de que alguien además de mí mantendría a mis hermanos. —Tienes razón, Keesha. He aprendido mucho en los últimos dos años y medio. He aprendido que este estado toma en consideración sangre y que la excusa de mí siendo emocionalmente inestable no se contagia si he sido colocado en un hogar con otro niño adoptivo. Puede que no sea capaz de cuidar a mis hermanos ahora, pero en cuatro meses lo seré. Listo para irme, me aparté de la mesa y me levanté. Los ojos de Keesha crujían de ira. —No arruines la vida de esos chicos por accidente. Me di la vuelta y levanté mi manga, señalando la redonda cicatriz en mis bíceps. —Gerald lo llamó un accidente. La mejor manera para describir a Don es un accidente. ¿Qué tipo de accidente se llama Faith y Charles Meeks? Tengo palabras para ellos, pero me prohibiste ese tipo de lenguaje. Mis hermanos nunca serán los accidentes en este sistema. Con eso, salí, cerrando la puesta detrás de mí.
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7 Echo Traducido por Annabelle Corregido por Vane-1095
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ormalmente, ver cómo juegan Beer Pong10 me aburre, pero no cuando Lila continúa pateando el trasero de todo el mundo. La chica está que arde. Además, cada vez que el equipo contrario encesta su vaso, le pide a cualquier chico de por ahí que lo beba. Los chicos siempre hacen fila para complacerla. —¿Vas a jugar? —preguntó Luke. Atrapada en mis propios pensamientos, no había notado cuando se acercó. —Nop. Esto es sólo de Lila. —Además, no hacía nada que atrajera atención hacia mí. —Esta noche debería ser todo sobre ti. Es tu cumpleaños, después de todo. —Hizo una pausa—. Feliz cumpleaños, Echo. —Gracias. —¿Así que vas a quedarte aquí toda la noche viéndola jugar? — Luke hizo señas hacia el juego con sus pulgares enganchados a sus bolsillos. Si no lo conociera tan bien, diría que tramaba algo. —Sistema de apoyo. Cuido de Lila y ella cuida de mí. Natalie y Grace están por aquí, en algún lugar. —Visualicé la cocina, esperando por un segundo que aparecieran espontáneamente. —Inteligentes, pero al mismo tiempo molestas. —Luke descansó su palma en la pared al lado de mi cabeza, pero mantuvo su cuerpo a una distancia prudente de mí. Cuando solía hacer eso, me atrapaba con su cuerpo, haciendo que mariposas revolotearan en mi estómago. Luego se inclinaría más y me besaría. Esos días ya eran parte del pasado —la 10Beer
pong: Es un juego de beber de origen norteamericano en el que los jugadores tratan de encestar vasos llenos de cerveza desde el extremo de una mesa, con pelotas de ping-pong.
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atrapada, las mariposas, el revoloteo y los besos, especialmente los besos. —Iba a pedirte que bailaras conmigo. Hice como si examinaba alrededor. —¿A quién le quieres dar celos, Luke? Retiró su mano y se rió, fuertemente. No esa risa falsa que utilizaba en la cafetería con su chica de la semana. —Encuéntrame cuando Lila termine de jugar. Lila lanzó sus brazos al aire y gritó al demoler otro equipo, otra más. A este punto, estaba segura que solamente la dejaban ganar para que continuara jugando. Luke desapareció. Ella tomó uno de los vasos de cerveza que aún se encontraban en la mesa y se apartó, para la desdicha de los chicos que colgaban de ella a cada momento. Tomó medio vaso y me tendió el resto. —Toma. Nat todavía es la CD11, ¿no? —Sip. —Tomé el vaso de sus manos y lo terminé. Particularmente, no me importaba mucho el sabor, pero sólo cuando se trataba de cerveza en barril… Disfruté la cálida sensación que la cerveza me provocó al rato. Las orillas difíciles de mi vida no parecían tan malas para ese entonces. La semana número dos del segundo semestre había traído consigo mi primera sesión individual con la Srta. Collins, ningún trabajo, y el miedo de que Noah Hutchins cambiara de opinión y le contara a todo el mundo sobre mis cicatrices. Los dos habíamos vuelto a ignorarnos mutuamente. —Esta semana, la Srta. Collins me preguntó si bebía. Ya estoy muy cansada de mentirle. Michael Blair, el anfitrión de la fiesta, pasó a nuestro lado con una bandeja llena de cerveza para otra ronda de Beer Pong. Lila se robó dos y me pasó una a mí. —Los adultos quieren que les mintamos. Quieren vivir en sus perfectos munditos y pretender que no hacemos nada más que comer masa para galletas y ver reality shows en la tv. Tomé un sorbo de la cerveza. —Pero en verdad sí comemos masa para galletas y vemos reality shows en la tv. Lila tropezó antes de entrecerrar sus ojos en mi dirección. —Exactamente. Lo hacemos para atraparlos con la guardia baja. Esa sensación cálida y confusa que me ayudaba a olvidar las orillas también atrasaba el proceso de pensamiento. Tuve que analizar lo que dijo dos veces. —Eso no tiene ningún sentido. 11
CD: Conductora designada.
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Ondeó su mano alrededor como si fuera a explicarme. Su mano continuó moviéndose, pero su boca se mantuvo cerrada. Finalmente, bajó la mano y tomó otro sorbo. —No tengo ni idea. Bailemos, cumpleañera. Lanzamos nuestros vasos vacíos a la basura y nos movimos entre la gente hacia el origen de la música. Música… bailar… Luke había dicho que tenía que encontrarme con él. Abrí mi boca para decirle a Lila cuando se detuvo de repente. —Quiero hacer pis. —Dobló a la izquierda y cerró la puerta del baño a su espalda. Incliné mi hombro derecho contra la puerta e intenté escuchar arcadas. Nop, definitivamente estaba haciendo pis. El dolor se acumuló en mi brazo izquierdo cuando alguien chocó contra mí y siguió caminando. Miré por encima de mi hombro. —¡Fíjate! Una chica con largo cabello negro, vestida de negro de pie a cabeza y un arete en su nariz, caminó hacia mí. Se detuvo tan cerca que podía contar sus pestañas por encima de sus ojos inyectados en sangre. —Quítate de mi camino y no habrá ningún problema. De acuerdo. Era una completa gallina. Nunca en mi vida me he metido en una pelea. Hacía lo que fuera para que evitar que las personas me gritaran, y en las noches me acostaba preocupada de haber ofendido a alguien. Así que cuando esta chica con estilo de motociclista se quedó allí de pie con los brazos estirados a los lados, esperando por mi ingeniosa respuesta o que lanzara el primer golpe, consideré vomitar. —Apártate, Beth. —dijo una profunda y ronca vos detrás de mí. Mierda. Conocía esa voz. La mirada de Beth la Motociclista se detuvo justo por encima de mi hombro. —Me gritó. —Tú chocaste con ella primero. —Noah Hutchins se encontraba a mi lado. Sus bíceps tocaban mi hombro. Las esquinas de la boca de Beth se estiraron. —No me habías dicho que te tirabas a Echo Emerson. —Oh, Dios —gemí. Me conocía, y creía que lo “hacía” con él. La habitación se inclinó y la cálida y confusa sanación que tanto amaba se desvaneció. Feliz Cumpleaños a mí. —Es mi tutora. Me incliné contra la pared y deseé que todo dejara de moverse. —Como sea. Te veo afuera cuando termines de estudiar. —Beth la
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chica Motociclista arqueó sus cejas y se alejó. Fantástico. Otro rumor por el cual preocuparme. Necesitaba apartarme de él. Noah Hutchins no significaba más que malas noticias. Primero se burló de mí. Después vio mis cicatrices. Además destruyó todas mis esperanzas para reparar el auto de Aires. Y luego hizo que las personas crean que lo estamos “haciendo”. Intenté girar la perilla del baño, esperando poder acompañar a Lila ahí dentro, pero no se abrió. Puertas con seguros eran una violación directa al sistema de apoyo. Que se jodan. Me separé de la pared y tropecé hasta la puerta trasera. Aire. Necesitaba muchísimo aire. Inhalé profundamente en el momento en que salí al patio. El aire frío quemó mis pulmones e inmediatamente heló la piel expuesta en mi cuello y rostro. Escuché risas y voces en la oscuridad más allá del límite del patio. Probablemente eran los drogadictos fumando su mierda. —¿Acaso tienes algún tipo de problema con las chaquetas? Joder. ¿Por qué no podía deshacerme de él? Me giré y casi choqué contra Noah. La profunda percepción y la cerveza obviamente no estaban relacionadas. —¿Estás empeñado en arruinar mi vida? —Cállate, Echo—. Es decir, ¿no tienes nada más por hacer que destruirme? —Suficiente. Puedes parar en cualquier momento—. ¿Viniste a esta fiesta a contarles a todos de mis cicatrices? —Y oficialmente me convertí en el claro ejemplo de por qué los adolescentes no deben beber. Lo miré fijamente a los ojos y esperé por su respuesta. No nos movimos. Santo Dios, Lila y Natalie tenían razón. Él era ardiente. ¿Cómo pude dejar pasar un cuerpo tan marcado como éste? Su chaqueta con la cremallera abierta exponía su camisa, tan apretada que podía ver la curva de sus músculos. Y esos ojos castaño oscuro… Noah enderezó su cabeza y respondió calmadamente. —No. Una brisa helada barrió por el patio, causándome escalofríos. Noah se sacudió su chaqueta de cuero negra y la colocó sobre mis hombros. —¿Cómo vas a darme clases si te da una jodida neumonía? Alcé una ceja. Qué extraña combinación entre gesto romántico y palabras tan horriblemente crudas. Apreté su chaqueta, resistiéndome a las ganas de cerrar mis ojos cuando una dulce y húmeda esencia me rodeó. Mi mente lenta se aceleró. —Esa es la segunda vez que menciones las tutorías. Introdujo sus manos en los bolsillos. Y su cabello cayó sobre sus ojos, bloqueando mi nueva vista favorita. —Es bueno saber que tu mente aún
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funcione incluso cuando estás jodida. —Utilizas mucho es palabra. —Me tambaleé. Tal vez no necesitaba espacio. Lo que necesitaba era una pared. Me tropecé e incliné mi espalda contra el frío ladrillo. Una pequeña parte de mi cerebro cantaba “sistema de apoyo” una y otra vez. Sí, iré por ello —en un rato. Noah me siguió y se detuvo a solo unos centímetros frente a mí. Tan cerca que el calor de su cuerpo envolvía cada parte del mío. —¿Qué palabra? —Esa que comienza en j. —Guau. Se encontraba mucho más cerca de mí de lo que Luke había estado más temprano. Tan cerca que, si quería, podría besarme. Sus ojos buscaron los míos y luego bajaron a inspeccionar el resto de mi cuerpo. Debí decirle que se detuviera o hacer algún comentario sarcástico, o al menos sentirme degradada, pero nada de eso ocurrió. No hasta que sus labios se levantaron. —¿Tengo tu aprobación? —pregunté sarcásticamente. Se rió. —Sí. —Me gustaba su risa profunda. Le hacía cosquillas a mi interior. —Estás drogado. —Porque nadie en su sano juicio me encontraría atractiva. Especialmente cuando esa persona había visto las abominables cicatrices. —Aún no, pero planeo estarlo. ¿Quieres venir? No necesitaba utilizar todo mi cerebro para esa respuesta. —No. Me gustan las células de mi cerebro. Las encuentro muy útiles cuando tengo que… oh, no lo sé… pensar. Su sonrisa maliciosa me hizo sonreír. No la falsa, mi verdadera sonrisa. —Gracioso. —En un movimiento tan rápido como la luz, colocó ambas manos en la pared de ladrillos, atrapándome con su cuerpo. Se inclinó sobre mí y mi corazón latió a una velocidad que ni siquiera sabía que existía. Su cálido aliento acarició mi cuello, derritiéndose en mi piel helada. Ladeé la cabeza, esperando por el sólido calor de su cuerpo contra el mío. De nuevo pude ver sus ojos, y esos orbes oscuros gritaban hambre—. Escuché un rumor. —¿Qué escuchaste? —luché para decir. —Es tu cumpleaños. Hablar así de aterrorizada rompería el hechizo, así que lamí mis labios secos y asentí.
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—Feliz cumpleaños. —Noah llevó sus labios más cerca de los míos; ese aroma dulce y húmedo me abrumaba los sentidos. Casi podía saborear sus labios cuando, inesperadamente, se apartó, inhalando profundo. El aire frío me trajo de vuelta a la tierra de la sobriedad. Llevó una mano por mi rostro antes de dirigirse al límite de los árboles. —Te veo pronto, Echo Emerson. —Espera. —Comencé a quitarme su chaqueta—. Olvidaste esto. —Quédatela —dijo sin mirar atrás—. Iré a buscarla el lunes. Cuando discutamos las tutorías. Y Noah Hutchins, chico drogadicto que utiliza chicas y actúa como salvador al prestar su chaqueta, se desvaneció en las sombras.
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8 Noah Traducido por Amy Corregido por Vane-1095
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o que no entiendo es por qué le diste tu chaqueta. —La cabeza y cabello de Beth colgaban sobre el colchón. Fumó un poco del porro y se lo tiró a Isaiah.
—Porque tenía frío. —Me recosté muy atrás en el sofá a tal punto que si me relajaba más el sofá podría abrirse y consumirme. Me reí entre dientes. Esa era una mierda buena. Después de mi encuentro con Echo, compré algo de marihuana, Beth y Isaiah se reunieron en el bosque detrás de la casa de Michael Blair y los obligué a volver con Shirley y Dale. No podía depender de ellos para permanecer lo suficientemente sobrio para que me llevasen a casa, y tenía la intención de tener sexo más allá de lo creíble. De acuerdo con el expediente de mi trabajador social, Isaiah, otro chico adoptivo, él y yo dormimos en las habitaciones de arriba. En realidad, este infierno congelado, más bloques de cemento que sótano, era el lugar donde tres de nosotros vivíamos. Tomábamos turnos para dormir en el viejo colchón grande y un sofá que encontramos en el Fondo de Comercio. Dejamos que Beth tuviera la cama de arriba, pero cuando su tía Shirley y su tío Dale peleaban, que era la mayor parte del tiempo, compartía el colchón con Isaiah mientras yo dormía en el sofá. Además de mis hermanos, Isaiah y Beth eran las únicas personas que consideraba mi familia. Los conocí cuando Keesha me puso con Shirley y Dale el día después de que mi primer año terminó. El Servicio de Protección Infantil había puesto a Isaiah aquí cuando era estudiante de primer año. Era más como una casa de huéspedes que un hogar. Shirley y Dale se convirtieron en padres adoptivos por el dinero. Nos ignoraban. Nosotros los ignorábamos. La tía y tío de Beth son buena gente, aunque tenían problemas de ira. Por lo menos guardaban su ira entre ellos. La madre de Beth y su novio de la semana, por el contrario, usaba su ira en
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Beth, así que se quedaba aquí. Keesha, quién sabía eso, estaba de acuerdo. Beth se volcó, así podía verme directamente. —En serio, ¿lo estás haciendo con ella? —No. —Pero después de estar tan malditamente cerca suyo, no podía dejar de pensar en la posibilidad de su cuerpo caliente bajo el mío. Desearía poder tirar mi culpa en la marihuana, pero no podía. Había estado tan sobrio como el día de la prueba de drogas ordenada por la corte, de pie junto a ella en ese patio. Su pelo rojo sedoso brillaba bajo la luz de la luna, esos ojos verdes me miraban como si fuera algún tipo de respuesta, y, demonios, olía como canela y azúcar recién salida del horno. Me froté la cabeza y suspiré. ¿Qué estaba mal conmigo? Desde ese día en la biblioteca, no podía tener a Echo Emerson fuera de mí cabeza. Incluso cuando visité a mis hermanos, pensaba en ella y mis pies temblaban. Se pegó a mí por ciertas razones. Primero, por mucho que odie admitirlo, necesitaba la tutoría. Si tenía la intención de tener a mis hermanos de vuelta, necesitaba graduarme de la secundaria, a tiempo, con un trabajo un infierno mucho mejor que cocinar hamburguesas. Había perdido suficientes clases como para retrasarme y alguien que había asistido a las clases diariamente me podría ayudar a ponerme al día. —Aquí. No es mucho, pero dale una oportunidad. —Isaiah se sentó en el suelo entre la cama y el sofá. Me pasó el porro. Tomé la última bocanada y dejé el humo hasta que mis fosas nasales y mis pulmones se quemaron. Y luego había razones que me confundían. —Cuéntame sobre ella. —¿Quién? —Beth se quedó mirando el suelo. —Echo. —¿Qué adicto al crack nombra a su hija Echo? La conocía, pero aún no la conocía. Sólo perseguía chicas que mostraban un fácil interés en mí. Isaiah cerró sus ojos y apoyó su cabeza en el sofá. Tenía su cabello cerca de su cuero cabelludo. Sus orejas tenían múltiples piercings y los tatuajes corrían a lo largo de sus brazos. —Está fuera de tú liga. Beth rió. —Eso es porque te rechazó en primer año. Isaiah pensó que podía tener citas y preguntarle en el segundo año. Poco sabía que la Señorita Perfecta que había estado saliendo con Lucas King durante un año. Los labios de Isaiah se contrajeron. —Me parece recordar que Lucas cambió los compañeros de laboratorio a tus espaldas para poder sentarse
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a su lado. Los ojos de Beth se estrecharon. —Maldito. —Fíjense en mí, no en sus patéticas vidas. ¿Echo? —Cómo una vieja pareja de casados, ambos disfrutaban de las disputas. Isaiah y Beth están un año debajo de mí, pero la diferencia de edad nunca nos molestó. Beth se sentó en el colchón. —Entonces Echo está en segundo año, es la estrella de la escuela, ¿cierto? Está en el equipo de baile, clases avanzadas, lista de honor, arte gurú, Señorita Popularidad, y tiene a Luke Manning saltando sobre ella entre clases. Un mes antes de acabar la escuela desapareció. —Los ojos de Beth se ampliaron y extendió sus dedos como un mago haciendo un truco. Por ahí no era donde pensaba que la historia iba. Isaiah miró mi reacción y asintió con la cabeza. —Poof. —Ida —añadió Beth. —Desaparecida —dijo Isaiah. —Perdida. —Evaporada. —Ida —repitió Beth. Sus ojos estaban vidriosos y miró los dedos de sus pies. —Beth. —La pinché. Ella pestañeó —¿Qué? —La historia. —Ese era el problema de salir con drogadictos—. Echo. Continúa. —Oh si, entonces desapareció —dijo Beth. —Poof —añadió Isaiah. No de nuevo. —Lo tengo, ¿Qué más? —Volvió a primer año y se convirtió en una persona completamente diferente. Sigue siendo Echo, ¿cierto? Tiene el pelo rojizo rizado y un balanceado cuerpo. Isaiah se rió —Acabas de llamar su cuerpo balanceado. Beth le lanzó una almohada a Isaiah antes de continuar. —Pero ya no es más la Señorita Popularidad. Luke y ella son historia. Él se movió hacia otra chica. Aunque el rumor es que ella rompió con él antes de desaparecer. Abandonó el equipo de baile, dejó de participar en concursos de arte y rara vez habla con alguien. No es tampoco que yo haya hablado con alguien, pero los rumores vuelan a su alrededor.
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—El chisme era brutal, hombre —dijo Isaiah. Beth, Isaiah y yo entendíamos el chisme. Los niños adoptados y los de malas viviendas tenían un perfil bajo por esa razón. —¿Qué dijeron? —Tuve una sensación de hacia dónde se dirigía esta conversación y no me gustaba. Beth rodeó sus brazos alrededor de sus rodillas. —En el primer día de nuestro primer año llegó usando una camiseta de manga larga y la misma cosa el día siguiente y el siguiente y así sucesivamente. Había 32 grados en las tres primeras semanas de clases. ¿Qué piensas que la gente iba a decir? Isaiah hizo un movimiento circular con sus dedos. —Sus pequeños amigos la mantuvieron fuera de su vista. —Y comenzó a reunirse con el consejero de la escuela. —Beth se detuvo—. Estás obligado a sentirte mal por ella. Mis ojos se iban cerrando lentamente, pero la aclaración de Beth me hizo abrirlos de golpe. —¿Qué? —Beth carecía del gen de la simpatía. Se recostó en la cama, sus ojos revoloteaban. —Obviamente, algo jodido tiene que haberle pasado. Además, su hermano murió un par de meses antes de su desaparición. Eran súper cercanos. Era sólo tres años mayor que ella y la llevaba a fiestas y esas cosas cuando estaba en la ciudad. Solía odiarla por tener un hermano mayor que la cuidaba. —Ahora los ojos de Beth se cerraron por completo. Isaiah se puso de pie. —Date vuelta. Beth se dio vuelta contra la pared. Isaiah tomó una manta del suelo y la colocó sobre ella. Nuestra narradora se desmayó. Isaiah se unió a mí en el sofá. —La mayoría de la gente llama a Echo una cortadora. Otros dicen que trató de suicidarse —Negó con la cabeza—. Todo está equivocado, hombre. Estuve tentado de decir que estaba de acuerdo y contarle lo que ocurrió en la librería, pero no lo hice. —¿Qué le pasó a su hermano? —¿Aires? Era un buen tipo. Genial con todos. Entró en los Marines12 luego de salir de la escuela secundaria y se ofreció al infierno de Afganistán. Aires y Echo13 Emerson. Su madre debe haberlos odiado para Marine es el término para referirse a un soldado o militar del cuerpo de infantería de marina. 13 De la mitología griega, Aries y Eco. 12
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ponerles nombres así. Ahora tengo que encontrar la manera de ser agradable con esa chica. Era mi ticket para tener a mis hermanos de vuelta.
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9 Echo Traducido por Vane-1095 Corregido por Escritora Solitaria
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ostuve la chaqueta de cuero negro de Noah en el brazo y me dirigí a mi casillero. La tentación de usarla me abrumaba. Me encantaba la forma en que olía, lo caliente que me hizo sentir y la forma en que me recordó a nuestro momento fuera de la casa de Michael Blair. Contrólate, Echo. No eres una idiota. Había escuchado el chisme referente a Noah. Sólo asistía a las fiestas para drogarse y navegar por la multitud ebrio en busca de una aventura de una noche. Si me hubiera drogado con él, habría sido una. Ni estaba interesada en una aventura de una noche, pero era agradable tenerlo en cuenta. Después de todo, desde mi segundo año, ni un tipo en la escuela había mostrado una pizca de interés por mí. —¿Cuál es tu problema? Te ves como una niña de cuatro años quién ha perdido su balón. —Lila me acompañaba mientras caminábamos por el pasillo. —Estoy destinada a morir virgen. —Mi propia confesión me sorprendió. ¿Esas palabras salieron de mi boca? Froté el suave material de la chaqueta de Noah. Tal vez debería haber ido con él. No para drogarme, pero para… Bueno… No morir virgen. Lila se rió tan fuerte que varias personas nos miraron boquiabiertas mientras pasábamos. Bajé la cabeza, dejando que mis rizos ocultaran mi rostro y deseando que todos miraran a otro lado. Llegamos a nuestros casilleros y abrí el mío con la esperanza de buscar dentro y esconderme de la vista de los demás. —Apenas probable. Pero pensé que ya habías llegado lejos. —Lila buscó en su propio casillero, justo al lado del mío.
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—No lo hice. No llegué demasiado lejos con Luke porque pensé que no estaba lista. Nunca imaginé que llegaría en día en que nadie me querría. Miré mis manos enguantadas, causando un mareo que me golpeó en tierra firme. Cuando sonara la campana, me los tendría que quitar. No era sobre el sexo. —Ningún hombre va a acercarse lo suficiente para quererme. Lila cerró su casillero y se mordió el labio. —Tu mamá es una mierda. Aspiré profundamente para evitar caerme en pedazos. —Sí. Lo sé. Sus ojos se estrecharon en la chaqueta que aún sujetaba. —¿Qué es eso? —La chaqueta de Noah Hutchins —dijo Natalie, apareciendo de la nada y arrancándola de mi mano. Su cabello castaño pasaba de lado a lado—. ¡Sígueme! ¡Ahora! Los ojos de Lila se abrieron como sorprendidos al tamaño de melones mientras éramos arrastradas al baño por Natalie. —¿Por qué tienes la chaqueta de Noah Hutchins? Abrí la boca para responder, pero Grace cerró de golpe la puerta del baño. —No tenemos tiempo para una pequeña charla. Él está viniendo. Natalie utilizó un dedo para empujar cada puerta de cada cubículo y abrirla para confirmar que estábamos solas. El lugar olía a desinfectante y un fregadero goteaba cada dos segundos. —Détente —dijo Grace—. Lo he comprobado. Lila tomó la mano de Grace. —Guau. Necesito respuestas. ¿Quién está viniendo? ¿Por qué Echo tiene la chaqueta de Noah y de donde sacaste ese suéter? —Luke. Por Echo. Estabas tan borracha en la fiesta que te hiciste un lio con el sistema de compañeros y ahora Echo tiene la chaqueta de Noah. No puede ser vista con eso. —Grace tiró la mano de Natalie—. Estamos devolviéndole su vida de regreso a Echo. Arranqué la chaqueta de los dedos de Grace. Mis amigas habían oficialmente perdido sus mentes. —Es una chaqueta, no crack. Está en mi clase del primer periodo. Se la devolveré entonces. ¿Y a quién le importa que Luke esté buscándome? Grace me apuntó con una roja uña. —Te resististe. Luke te invitó a bailar en la fiesta y en vez de bailar con él tuvimos que llevar a Lila a casa. Ahora está buscándote para averiguar por qué lo dejaste plantado. Esta
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es la respuesta a todas nuestras oraciones. Sostuve la chaqueta más cerca. —¿Qué? Quiero decir, ¿y? Luke y yo sólo somos amigos —supuse. Me deseó un feliz cumpleaños. Los amigos lo hacen. Lila empezó con su baile molesto. —¿Y? Bailar contigo en una fiesta va más allá de la amistad. Significa que está tras de ti otra vez. —Exactamente —dijo Grace—. Si Luke está tras de ti entonces todos los demás también lo harán. Lila agitó las manos en el aire. —Aún más importante, no morirás virgen. —Tomó en aliento dramáticamente—. Luke no puede verte con la chaqueta de otro chico. Grace, pon la chaqueta en tu casillero y más tarde se nos ocurrirá un plan. Grace levantó una ceja. —De ninguna manera. Estoy segura de que esa cosa apesta a drogas. ¿Y si traen perros detectores de drogas a la escuela? —Oh Dios mío, eres inservible —dijo Lila. Lanzando algunos de mis rizos sobre mis hombros, Grace enderezó mi camisa. —Vamos, sal antes de que él te extrañe y se dirija a clases. Lila y Natalie me sacaron por la puerta y mantuve la chaqueta de Noah cerca de mí. —Chicas, están sobreanalizando esto —dije mientras que Lila marcaba la combinación de mi casillero. —Ya viene —cantó Natalie. Lila arrancó la chaqueta de mis manos, la arrojó al casillero, me empujó fuera del camino y cerró de un portazo. Ella y Natalie se apoyaron en mi casillero, añadiendo una segunda capa de seguridad. —Oye, Echo. Me volví y encaré a Luke. —Oye. —Habían pasado tantas cosas en los últimos tres minutos, que mi cabeza se había convertido en un remolino. Los ojos de Luke parpadearon sobre Natalie y Lila. Sus cejas se acercaron un poco más. Me acordé de esa mirada: tenía algo que quería decir, sin una audiencia. Pero si Luke no recordaba nada más acerca de mí, sí había recordado que yo era un paquete. —Esperé por ti —dijo él. —Es mi culpa —exclamó Lila—. No tuvo tiempo de bailar contigo porque yo quería ir a casa. Bebí demasiado. Tanto Luke como yo la miramos y luego el uno al otro. Un Mississippi de incómodo silencio. Dos Mississippi de incómodo silencio. Tres Mississippi
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de incómodo silencio. —¿Puedo ir contigo a clase, Echo? —preguntó finalmente. —Seguro. —Miré a Lila y Natalie por encima de mi hombro mientras Luke me acompañaba por el pasillo. Levantaron sus dedos pulgares. Tomé una profunda respiración y sonreí cuando vi a Luke sonriéndome. Guau — normal. Quizá era realmente posible. Es decir, si normal significaba ocultar la chaqueta de Noah Hutchins en mi casillero… y fingir que no estaba pensando en lo cerca que había estado de besarme.
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10 Noah Traducido por Mel Cipriano Corregido por Nats
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ostenga esto. —La Sra. Collins empujó una humeante taza para llevar y volvió al ataque contra las puertas cerradas de la escuela. Apenas podíamos ver en la pálida luz de la mañana, por lo que era difícil para ella encontrar la llave correcta en el sobrecargado llavero. Consideré insultarla por su falta de organización, pero decidí no hacerlo. Se necesitaban unas pelotas importantes para estar a solas con un punk como yo. La calidez del café me recordó el frío que hacía afuera. La piel de gallina picó en mis brazos al descubierto. Sólo tenía una camisa de manga larga y la usaba exclusivamente para ver a mis hermanos. Estar sin chaqueta apestaba. Sus ojos se posaron sobre el tatuaje en mi bíceps y su sonrisa de siempre cayó unos centímetros. —¿Dónde está tu chaqueta, Noah? Hace frío. —Se la di a alguien. Un suspiro de alivio escapó de su boca cuando la tercera llave con la que trató abrió la puerta. Me hizo un gesto con la mano para que entrara, pero en lugar de eso, sostuve la puerta y asentí con la cabeza para que ella fuera primero. Sería mi suerte si un guardia de seguridad me viera, disparase, y luego hiciera las preguntas. Nuestros pasos resonaban por el vacío pasillo. Gracias a la nueva campaña verde de nuestra escuela, las luces se encendían mientras nos acercábamos. Eso me ponía al borde. Si ya en la parte superior el sistema controlaba todos mis movimientos, ahora el edificio lo hacía, también. —¿A quién le diste la chaqueta? —La Sra. Collins entró en la sala principal y abrió la puerta de su oficina al primer intento.
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—A una chica. —Una chica que me ignoró durante todo el lunes y aún tenía que devolverme la dichosa chaqueta. —¿Tu novia o sólo una amiga? —Ninguna de las dos. La Sra. Collins me dio una mirada apenada, y entonces se ocupó de su bolso. —¿Necesitas un abrigo? Odiaba aquella mirada de lástima. Después de que mis padres murieran, toda persona que conocía me miró de esa manera. Ojos ligeramente redondeados. Los extremos de la boca curvados hacia arriba levemente mientras que los labios estaban abajo. Luchaban todo el tiempo por parecer normales, pero eso sólo resultaba demasiado incómodo. —No. La tendré de regreso hoy. —Bien. —Leyó mi expediente—. ¿Cómo van tus sesiones de tutoría con Echo? —Comenzaremos hoy. —Aunque Echo no lo sabía todavía. —Genial. —Abrió la boca para hacer otra pregunta estúpida, pero yo tenía la mía. —¿Qué sabe usted acerca de mis hermanos? Tomó una pluma y golpeó contra el escritorio, al compás de la segunda manecilla del reloj. —Keesha y yo tuvimos una conversación acerca de tu visita este fin de semana. Lo que le pasó a Tyler fue un accidente. ¿Qué diablos? —Usted es una consejera escolar. ¿Qué hace hablando con mi trabajadora social? ¿Y sobre Tyler? —Ya te lo dije. Soy una trabajadora social clínica, y soy el conejillo de indias para el programa piloto. Mi trabajo no es controlar una parte de ti, sino todas. Eso significa que tengo acceso a tus hermanos. Me comunicaré con sus padres adoptivos y a veces hablaré con Jacob y Tyler, también. En cuanto a dónde encajo aquí, en Eastwick, la Sra. Branch se ocupa de los problemas típicos de orientación y consejo, y yo manejo... —Sacudió la cabeza—. A los estudiantes más brillantes. La escuela llena sus mentes con conocimientos, pero tendemos a ignorar el lado emocional. Estoy aquí para ver qué pasa si se presta atención a ambos. Bien por mí. Tener a Keesha tras mi culo ya era bastante malo. Ahora tenía a Sally Sunshine14 en el negocio, también. Me restregué la cara y me moví en la silla. 14
Sally Sunshine: es una asociación que se ocupa de los niños.
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La Sra. Collins continuó—: Keesha también me ha dicho que amenazas con pedir la custodia de tus hermanos después de graduarte. Si eso es cierto, Noah, necesitas hacer unos cambios importantes en tu vida. ¿Estás dispuesto a hacerlos? —¿Cómo dice? —¿Me acaba de desafiar a juntar toda la mierda para poder tener a mi familia de vuelta? Bajó la pluma y se inclinó hacia delante. —¿Estás dispuesto a hacer los cambios necesarios para hacerte cargo de tus hermanos después de la graduación? Mierda, sí. Diablos que sí. —Sí, señora. La Sra. Collins tomó su bolígrafo de nuevo y escribió en mi archivo. —Entonces vas a tener que demostrármelo. Sé que no hay razón para confiar en mí, pero este proceso va a ser más fácil y rápido si puedes encontrar una manera de hacerlo. Ahora necesitas concentrarte en ti mismo y confiar en Keesha y en mí para velar por el bienestar de tus hermanos. La realidad de la situación es la siguiente. Si continúas acosando a Keesha sobre tus derechos de visita, y si sigues presionando a Jacob para obtener información sobre sus padres adoptivos, en particular su apellido, entonces lo haces parecer como si no estuvieras dispuesto a jugar con las reglas. El régimen de visitas que tienes ahora es un privilegio, Noah. Un privilegio que quiero verte mantener. ¿Estamos de acuerdo? La silla se sacudió debajo de mí cuando apunté hacia ella. —Son mis hermanos. La falta de información acerca de quién los tenía, el apellido de sus padres adoptivos, su dirección, su número de teléfono... El hecho de que no podía ver a Jacob y Tyler cuando quisiera... Había perdido todos esos "privilegios" el día en que golpeé a mi primer padre adoptivo. Mi garganta se inflamó y los ojos me picaron. La comprensión de que estaba al borde de las lágrimas me molestó. Me quedé, sin saber qué hacer... Ni a quién culpar. —No tienes derecho. Son mi responsabilidad. La Sra. Collins me miró con cara seria. —Están a salvo. Es necesario que me creas en esto. Estás poniendo tus experiencias sobre tus hermanos. Entiendo tu necesidad de protegerlos, pero ahora mismo no es necesario. Si quieres verlos de forma regular, entonces necesitas aprender a trabajar conmigo, y ya te he explicado cómo puedes hacer eso. —Váyase al infierno. —Agarré mis libros y salí de su oficina.
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11 Echo Traducido por Juli_Arg Corregido por Escritora Solitaria
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as placas de la Sra. Collins se habían trasladado por una fracción de una pulgada, dejando al descubierto unas marcas negras en la pared. Por una vez, me encontré deseando por la asistencia de Ashley. La imperfección habría impulsado su locura. Al igual que la semana pasada, la cinta azul se encontraba en el escritorio de la Sra. Collins y como la semana pasada, la colocación de la cinta cambió, cada vez más cerca de mi asiento. Era como si la cinta contenía un campo de fuerza que me envolvía, una atracción que no podía explicar. —¿Cómo están las cosas con tu novio? —preguntó la Sra. Collins. Otro martes por la tarde, otra sesión de terapia. Saqué mis ojos de la cinta. Gracias a Dios Luke me había pedido una cita de grupo para la noche del sábado. Una mentira menos para decirle. —Ashley entendió mal. No tengo un novio, pero estoy saliendo con alguien. —Más o menos. Algo así. Si por una cita se considera salir. Sus ojos se iluminaron. —Maravilloso. ¿Es el jugador de baloncesto que he visto por ahí contigo en la sala? —Sí. —Genial, terapeuta al acecho. ¿Eso es incluso legal? —Háblame de él. Um… no. —No quiero hablar de Luke. —Muy bien —dijo, totalmente imperturbable—. Hablemos acerca de Noah. Me dijo que hoy es tu primera sesión de tutoría. Parpadeé varias veces seguidas. Mierda. ¿Lo era? Tal vez debería haber discutido de Luke. Todavía tenía la chaqueta de Noah en mi armario desde que había dejado a Lila y Grace convencerme de que no podía
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simplemente entregársela a él en la escuela. Todavía estaban en la elaboración de un plan para devolvérsela. —Sí. Sí, lo es. —¿Quieres un consejo no solicitado? Me encogí de hombros y bostecé al mismo tiempo, preparándome para que diga "no a drogas, sexo y el alcohol". Después de todo, en teoría, era la tutoría de Noah Hutchins. —Claro. —Noah es más que capaz de hacer el trabajo. Sólo necesita un pequeño empujón. No dejes que te engañe pensando lo contrario. Y tú, Echo, eres la única persona en esta escuela que creo que puede desafiarlo académicamente. Muuuy bien. Esa fue una charla totalmente extraña. —Está bien. —Cubrí mi boca mientras se abría de nuevo. —Te ves cansada. ¿Cómo estás durmiendo? Impresionante. Dormí unas dos horas enteras anoche. Mi pie empezó a mecerse. —Echo, ¿estás bien? Te ves pálida. —Estoy bien. —Si seguía diciéndolo, entonces tal vez se haría realidad. Y tal vez, algún día, podría dormir una noche completa sin sueños horribles y extraños, sueños de miedo, lleno de constelaciones, oscuridad, cristales rotos y, a veces, sangre. —Tu padre mencionó que no tomas tus somníferos prescritos aún si todavía tienes pesadillas. Todas las noches. Lo suficientemente asustadizas que no quería dormirme. Bastante asustada que si perdía la batalla y me dormía, me despertaría gritando. Mi padre y Ashley mantenían las pastillas en un armario cerrado con llave en su cuarto de baño y sólo me las daban si se las pedía. Preferiría sacar mi ojo con una aguja de lejía-atado que pedirle algo a Ashley. —He dicho que estoy bien. Con la palabra bien mis ojos se dispararon de nuevo a la cinta. ¿Qué fue lo que me atrajo hacia eso? Me sentía como una mariposa volando hacia un exterminador eléctrico de insectos. —Pareces muy interesada en la cinta, Echo —dijo la Sra. Collins —. Eres más que bienvenida para tenerla si lo deseas. —No, estoy bien —le contesté. Pero no estaba bien. Mis dedos se movieron en mi regazo. Por alguna loca razón, quería mantenerla. La Sra. Collins no dijo nada y el silencio me puso los pelos de punta. Mi corazón sufría de tartamudez cuando finalmente me desplacé hacia adelante y tomé la cinta en mi mano.
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Esta no era una de esas cintas azul cursi. Esto era el verdadero trato, grande y de seda. Froté el tejido entre el pulgar y el dedo índice. Primer Espectáculo: Pintura — Copa del gobernador de Kentucky. Alguien en mi escuela ganó la Copa del Gobernador. ¿Cómo de genial era eso? Cada artista de secundaria soñaba con ganar la competencia. Tal vez algunos estudiantes de primero o segundo año tenían talento notable del arte. Ignorando a mi papá, al momento en que la Sra. Collins me liberó, pensé verificar el espacio de arte y ver este talento para mí. Para ganar el primer lugar en la Copa del Gobernador, tenía que ser un verdadero genio. Mientras corría mis dedos sobre la cinta una vez más, los aplausos resonaban en mi cabeza. Una imagen fija de la estructura de mi brazo extendido aceptando la cinta surgió en mi mente. Mis ojos se ajustaron en la Sra. Collins cuando mi corazón tronó en mi pecho. —Esto es mío. Los truenos se movieron a mi cabeza y mi pecho se apretó cuando otra imagen se redujo. En mi mente estaba no sólo la aceptación de la cinta, sino un certificado. No vi el nombre impreso allí, pero vi la fecha. Era la fecha. Sacudidas de electricidad dispararon directo a mi corazón y mis brazos. Horrorizada, tiré la cinta a través de la habitación y salté de la silla. Mi rodilla se golpeó contra el escritorio, haciendo que dolores agudos de aguja rodaran detrás de mí rodilla. Me caí al suelo y me apresuré hacia atrás, alejándome de la cinta, hasta que mi espalda golpeó la puerta. La Sra. Collins se empujó, lentamente lejos de su escritorio, cruzó la habitación para recuperar la cinta, y la sostuvo en la mano. —Sí, es tuyo, Echo. —Habló como si estuviéramos compartiendo una pizza en lugar de que yo esté teniendo un ataque de pánico. —Esto... Esto... no puede ser. Yo... nunca gané la Copa del Gobernador. —La niebla llenó una parte de mi mente, seguido por un destello brillante de color rojo. Un momento de claridad me reveló joven rellenando un formulario—. Pero... entré en mi segundo año. Gané el condado, y luego los regionales, y pasé al Estado. Y entonces... entonces... —Nada. El agujero negro se tragó el rojo y el gris. Sólo se mantuvo la oscuridad. La Sra. Collins se alisó la falda negra mientras se sentaba frente a mí. Tal vez nadie le dijo, pero sentarse en el suelo durante una sesión de terapia era anormal. Frenó su entusiasmo de Labrador y habló en un tono calmado y tranquilizador.
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—Estás en un lugar seguro, Echo, y es seguro para recordar. — Acarició la cinta—. Tuviste una mañana muy feliz ese día. Incliné la cabeza hacia un lado y miré de reojo la cinta. —¿Yo... gané? Asintió con la cabeza. —Soy una gran fanática del arte. Prefiero las estatuas a las pinturas, pero aun así me encantan las pinturas. Prefiero ir a una galería que una película cualquier día de la semana. Está mujer era una cotorra. No había duda de ello. Sin embargo, en medio de toda esta molesta y alegre plaga de felicitaciones, este premio me ayudaría a la hora de encontrar un empleo. La Universidad de Louisville era una verdadera escuela y también lo era la Universidad de Harvard, donde al parecer, había continuado sus estudios. Me centré en la respiración. —No recuerdo haber ganado. La Sra. Collins colocó la cinta en el borde de su escritorio. —Eso es porque reprimes todo el día, no sólo por la noche. Me quedé mirando el archivo en su escritorio. —¿Quiere decirme lo que me pasó? Sacudió la cabeza. —Me temo que eso sería hacer trampa. Si quieres recordar, entonces necesitas comenzar a aplicarte a ti misma durante estas sesiones. Eso significa que tienes que responder a mis preguntas con honestidad. No más mentiras. No más medias mentiras. Incluso si tus padres están aquí. De hecho, sobre todo si tus padres están aquí. Alcancé hasta donde las placas de identificación de Aire habrían descansado alrededor de mi cuello si los hubiera llevado. Mis ojos no se apartaban de mi archivo. —¿Se molestó en leer esa cosa? Un dedo metódicamente frotaba su mandíbula. —Por supuesto. Me mordí el interior de mi boca. —Entonces, usted sabe. Traté de recordar una vez y sabe que no es posible. —No sin fracturarme la mente en dos. El verano después del incidente, un psicólogo trató de abrir la puerta de acero en mi cerebro y demonios salieron corriendo de la grieta. Me perdí durante dos días y me desperté en el hospital. Mis pesadillas se extendieron en los terrores nocturnos. —¿Quiere la verdad? —pregunté—. Tiene razón. Quiero malditamente saber lo que pasó. Para demostrar que no soy… para saber… porque a veces me pregunto… si estoy loca como ella. —Podía oír a mi padre gritándome para callarme en el hueco oscuro de mi mente, pero la presa se había reventado en mis temores. —Porque soy como ella, ¿sabe? Esperamos lo mismo, las dos somos artistas, y la gente siempre dice que tengo su espíritu. Estoy orgullosa de ser como ella. Porque ella es mi
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mamá, pero no quiero... —Estar loca. La Sra. Collins puso una mano sobre su corazón. —Echo, no, no eres bipolar. Pero ¿por qué tentar a la suerte? Lo intenté una vez. ¿No fue eso suficiente? La Sra. Collins no lo entendía. ¿Cómo podría? —Si usted me dice, voy a saber. Creo que mi mente está agrietada debido a que el terapeuta trató de hacerme revivirlo. Tal vez los recuerdos son demasiado horribles. Tal vez si usted me dice, ya sabe, sólo los hechos, entonces el agujero negro en mi cerebro se llenará, las pesadillas se irán y no voy a perder mi mente en el proceso. —Miré fijamente a sus ojos amables—. Por favor. Sus labios se volvieron hacia abajo. —Podría leer el relato de la policía, tu padre, tu madrastra, e incluso tu madre, pero no vas a alejarte de las pesadillas. Tú eres la única persona que puede hacer eso, pero eso significa que tienes que dejar de huir del problema y afrontarlo. Háblame de tu familia, de Aires, la escuela, y sí, de tu madre. Mi boca se abrió para hablar, pero luego la cerré de golpe, sólo para intentar volver a hablar. —No quiero perder mi mente. —No lo harás, Echo. Vamos a tomarnos las cosas con calma. Tú ejecutas la carrera y yo ajustaré la velocidad. Te puedo ayudar, pero tendrás que confiar en mí y tendrás que trabajar duro. Confiar. ¿Por qué no me pide que haga algo más fácil, como demostrar la existencia de Dios? Aunque incluso Dios me había dejado. —Ya he perdido un pedazo de mi mente. No puedo confiarle a usted lo que queda.
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12 Noah Traducido por Annabelle Corregido por Verito
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espués de la escuela, vi a Echo caminando en el pasillo. Entró a la oficina principal antes de que pudiera alcanzarla. El martes era mi única noche libre, y había hecho planes con Isaiah para ir a lanzar algunas canastas. Enterré mi puño en el casillero a mi lado. Ahora tenía que esperar a que una loca engreída terminara con su sesión de terapia. Caminé por los pasillos hasta detenerme al otro lado del casillero de Echo. No había llevado su mochila o abrigo con ella, así que imaginé que debía venir a recogerlos antes de irse por hoy. Cuarenta largos minutos después, me encontraba cuestionando mi decisión. Echo tenía problemas con los abrigos. Esperar por ella junto a su auto probablemente hubiese sido más inteligente. Sus tacones golpeando el piso de linóleo me alertaron que se acercaba. Con cada paso, los rulos rojizos de Echo rebotaban en espiral. Y con su cabeza inclinada, apretaba fuertemente los libros contra su pecho. Cada músculo de mi cuerpo se tensó cuando caminó a mi lado como si nada. Había tolerado que me ignorara en la escuela, pero que me ignorara por completo en medio de un pasillo vacío ya era demasiado. Dándome la espalda, introdujo su combinación en el casillero. La puerta de metal saltó al abrirse. —Eres la persona más jodidamente grosera que he conocido. —Me levanté del piso. Que se jodan ella, la Sra. Collins y esas tutorías. Ya encontraría yo solo la manera de mejorar—. Devuélveme mi jodida chaqueta. Echo se giró. Por un segundo, por su rostro se reveló un dolor puro, pero luego otra tormenta pobló sus ojos. Una tormenta que requería advertencias de huracanes y evacuaciones.
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—Con razón necesitas tutoría. Tienes el peor vocabulario que he conocido en una persona. ¿Alguna vez te has molestado en aprender algo más que no sean palabras de seis letras? —Tengo otra palabra de seis letras para ti. Jódete. Volviste con tu novio y ni siquiera tienes el valor de darme mis cosas en frente de otras personas. —No sabes nada. —Sé de locura cuando la veo. —En el mismo instante que las palabras abandonaron mi boca me arrepentí de decirlas. A veces, cuando ves la línea te parece una muy buena idea cruzarla, hasta que lo haces. Por segunda vez desde que la conocí, Echo se veía como si la hubiese abofeteado. Agua comenzó a acumularse en el borde de sus ojos, y sus mejillas enrojecieron mientras parpadeaba frenéticamente. Había logrado con éxito hacerme sentir como un idiota… de nuevo. Introdujo la mano en su casillero y me lanzó la chaqueta. —¡Eres un completo imbécil! —Cerró de golpe el casillero y salió corriendo. Demonios. Maldición. —¡Echo! —Corrí detrás de ella—. Echo, espera. Pero no lo hizo. Logré alcanzarla, tomé su brazo y la giré hacia mí. Maldición, por su rostro caían lágrimas sin parar. ¿Ahora qué se suponía que debía hacer? Sorbió su nariz. —No sabía que me estabas esperando. No te había visto. —Limpió las lágrimas con el dorso de su mano—. Debí haberte devuelto tu chaqueta ayer, pero… —Su delgado cuello se movió al tragar—. Pero quería ser normal, y por unos minutos, logré serlo. Como hace dos años… antes de… —No continuó la frase. Si yo tuviera al menos una pequeña oportunidad de ser normal de nuevo, quemaría la jodida chaqueta. Estaba seguro que ella quería a su hermano de vuelta, tanto como yo quería a los míos. Tener un hogar de nuevo, y unos padres, y demonios. Normalidad. Tomé un profundo respiro, tragándome mi orgullo. Un maricón, en las muy sabias palabras de Isaiah. Mis músculos se relajaron y la ira desapareció. Echo bajó la cara, y retiró su cabello hacia atrás. Nunca podré entender cómo esta chica lograba que tuviera conciencia. —Lo lamento. No debí gritarte. Mostró su pálido rostro y sorbió de nuevo su nariz. Un rulo rojizo se quedó atascado en su mejilla empapada de lágrimas. Mi mano se alzó
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para liberarlo, pero dudé a sólo un latido de su piel. Juro por Dios que dejó de respirar, e incluso de parpadear, y por un segundo, yo también lo hice. Con un movimiento premeditado, liberé su rulo. Exhaló y se lamió los labios cuando bajé mi mano. —Gracias. No tenía idea si me lo decía por la disculpa o por lo del rulo, y tampoco iba a preguntar. Mi corazón latía al mismo ritmo que una canción de metal pesado. Éste otoño leímos sobre las sirenas en la clase de inglés; una mierda de la mitología griega sobre mujeres tan hermosas, con voces tan encantadoras que los hombres hacían cualquier cosa por ellas. Resultaba que toda esa mierda de la mitología era verdad, ya que cada vez que la veía, perdía la cabeza. Normalidad. Ella quería algo normal, al igual que yo. —¿Sabes qué es normal? —¿Qué? —Terminó de secar las lágrimas que aún le quedaban. —Cálculo. No había duda, Echo Emerson igualaba a una sirena. Me regaló esa pequeña sonrisa que sólo había visto el sábado por la noche. El tipo de sonrisa que hacía que los hombres escribieran esas tontas canciones de las que Isaiah y yo nos burlábamos. Me sentaría por horas en la oficina de la Srta. Collins y despertaría mi trasero temprano para asistir a la clase de cálculo con tal de ver esa sonrisa otra vez. Esto ya era demasiado. —De acuerdo —dijo—, vamos a hacer lo normal. Y lo hicimos. Durante una hora, nos sentamos contra los casilleros, y me puso al día con algunas clases. Tiende a usar mucho sus manos para describir las cosas, lo cual era jodidamente gracioso, ya que estábamos discutiendo matemáticas. Sus ojos verdes brillaban cuando le hacía preguntas y me daba esa sonrisa de sirena cada vez que adivinaba algo. Esa sonrisa sólo hacía que me dieran ganas de aprender más. Tomó un profundo respiro luego de terminar su explicación sobre las derivadas. Lo había entendido hace cinco minutos, pero amaba el dulce sonido de su voz. En parte angelical, y en parte musical. —Sabes mucho de matemáticas —dije. ¿Sabes mucho de matemáticas? ¿Qué clase de declaración era esa? Justo al lado de frases como “Oye, tienes cabello y es rojo y rulado”. Muy inteligente. —Mi hermano Aires era el genio matemático de nuestra familia. La única razón de que pueda mantenerme al margen es porque me daba tutorías. Él nunca prestaba su libro de cálculo, sabiendo que yo necesitaría toda la ayuda que pudiera tener. —Tocándolo con la misma reverencia con que mi madre tomaba la Biblia, Echo sacó un viejo y gastado libro de
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matemáticas de su bolso, y comenzó a pasar páginas. El libro contenía pequeñas notas en tinta negra o azul colocadas en los márgenes—. Supongo que eso me convierte en una tramposa, ¿no? —No, significa que tenías un hermano al que le importabas. —¿La mamá adoptiva de mis hermanos los estará ayudando con su tarea, o sería como la esposa de Gerald? Encerrándose en el baño, y pretendiendo que ninguno de sus hijos adoptivos existía, y que él no nos golpeaba. Echo acarició las palabras escritas en la página. —Lo extraño. Murió hace dos años en Afganistán. —Apretó el libro como si fuera un salvavidas—. Por una bomba caminera. —Lo lamento. —Hoy le había dicho esa frase mucho más de lo que la había pronunciado en estos últimos dos años y medio—. Por lo de tu hermano. —Gracias —dijo, sin vida. —No mejora nunca —dije—, el dolor. Las heridas se van curando dentro de ti y no siempre te sientes como si un cuchillo se estuviese enterrando en tu piel. Pero cuando menos te lo esperas, el dolor regresa para recordarte que nunca serás la misma. Por qué me encontraba diciéndole esto, no lo sabía. Quizá porque era la primera persona que conocía desde la muerte de mis padres que en verdad podía entenderlo. Miré fijamente hacia la titilante luz fluorescente que colgaba del techo. Encendida. Apagada. Encendida. Apagada. Desearía poder encontrar el enchufe para apagar mi dolor. Un cálido y cosquilloso toque me atrajo de vuelta a la tierra. Quizá me envió directo al paraíso. De cualquier manera, me arrastró fuera del infierno. Las uñas rosas de Echo acariciaban el interior de mi mano. —¿A quién perdiste? —A mis padres. —Ninguna simpatía patética cruzó su rostro, sólo un dolor que comprendía—. ¿Crees que la Srta. Collins juntó a propósito a las dos personas más deprimentes de la escuela? —Le brindé una sonrisa para no permitir que la honestidad de mis palabras avivaran los recuerdos de mi corazón. Su mano se apartó. —Guau. Pensé que yo era la única persona en esta escuela que siempre se encontraba fingiendo cada movimiento. Queriendo más de su toque, me moví de posición para que así mi brazo tocara su hombro. Los labios de Echo nunca se movieron, pero aún así, mi sirena cantó. Su canción acarició mi piel, y su esencia de canela y azúcar quemó mi nariz.
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El bolsillo trasero de sus vaqueros vibró, enviándome de nuevo al infierno… lo siento, a la secundaria. Necesitaba uno de los cigarrillos de Beth, y yo ni siquiera fumaba. Revisó un mensaje de texto en su iPhone. Probablemente del simio suertudo, hijo de perra que tenía por novio. Cualquier rastro de la sonrisa de sirena por la que trabajé tanto para colocar en su rostro se desvaneció. —¿Estás bien? —pregunté. —Sí. Mi madrastra acosando cada uno de mis movimientos —dijo con una falsa ligereza. Tomé un respiro de alivio. Mejor su madrastra que el simio. —Al menos tienes a alguien a quién le importas. —Dudaba que Shirley o Dale supieran si quiera que yo poseía un celular—. Lamento haberte hecho llorar antes. Prometo portarme mejor en el futuro. —¿Esto significa que ahora en verdad soy tu tutora? —Sí, supongo que sí. Echo colocó las mangas sobre sus manos. —No me hiciste llorar. No ayudaste para nada, pero no me hiciste llorar. Había expuesto sus manos mientras me daba clases, cuando me tocaba. Mierda. Me había olvidado de sus cicatrices. Maldición, ella misma se había olvidado de sus cicatrices, hasta ahora. Quería el momento de vuelta, quería verla sonreír de nuevo. —¿Entonces quién lo hizo? Ha pasado un tiempo desde que estuve en una pelea. Mi reputación se arruinará si soy bueno por mucho tiempo. Luchó contra ello, pero yo gané. La sonrisa regresó por un corto pero deslumbrante momento. —Te expulsarían si peleas con la Sra. Collins. Así que gracias, pero no. Golpeé la parte trasera de mi cabeza contra el casillero. —También me jodió el día de hoy. Debe ser cosa de la tercera cita. —Reí cuando Echo me miró como si me hubiese tatuado la frente. —¿Qué significa eso de la tercera cita? ¿Acaso vivía en una caja? —Generalmente, luego de la tercera cita la gente tiene sexo. Hoy fue mi tercera sesión y la Sra. Collins me jodió completamente. Y por lo visto, también te hizo algo a ti. La perfecta forma de sus cejas se arrugó al analizar lo que le decía. Amaba cómo sus labios se movían dependiendo de su humor y cómo el sonrojo tocaba sus mejillas. —¿Sabes qué apesta? —preguntó.
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—¿La Sra. Collins? —Sí, pero eso no es a lo que me refiero. Todo lo que necesito saber se encuentra en ese jodido archivo que tiene sobre mí. Es como la llave a la puerta mágica que conduce al mundo mágico. —Pateó su mochila al otro lado del pasillo—. Finalmente podría encontrar algo de paz verdadera si pudiera poner mis manos en ese estúpido, estúpido archivo. Mientras hablaba, mi mente giraba como un tornado. La Sra. Collins estaba en contacto con los padres adoptivos de Tyler y Jacob, lo que significaba que tenía su información: sus apellidos, sus números de teléfono, su dirección. Echo tenía razón. Esos archivos eran como una mina de oro. Si ponía mis manos en mi archivo, podría cuidar de mis hermanos. Podría probar que se encuentran en un hogar abusivo y ganarme sus custodias. — Tú, Echo, eres un genio.
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13 Echo Traducido por ♥...Luisa...♥ Corregido por Escritora Solitaria
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a primera etapa de Operación Leer Mi Expediente consistía en mi padre, Ashley y yo esperando a la Sra. Collins para llamarnos a nuestra reunión. Mi padre estaba en un rincón, hablando con dureza a alguien en el otro extremo de su BlackBerry mientras que Ashley y yo nos encontrábamos sentadas una al lado de la otra en la fila de sillas. Ashley lanzó su mano sobre su estómago. —Oh. Oh, Echo, el bebé dio una patada. —Puedes entrar ahora —llamó la Sra. Collins. Volé de mi asiento. —Gracias a Dios. —Durante meses, Ashley había aburrido a todos con la charla interminable sobre el bebé. Bueno, tal vez no a todo el mundo. Mi padre se colgaba de cada palabra que ella decía como si fuera Pablo predicando el Evangelio. Él nunca le había prestado tanta atención a mi madre. Si lo hubiera hecho, no sería el monstruo de la escuela. Hace tres semanas, la Sra. Collins había comenzado el término vistiendo trajes de negocios y luego pantalones vaqueros y una camisa bonita los viernes casuales. Cada semana el viernes casual se movía un día. Hoy, martes era el nuevo viernes. Desde detrás de su escritorio, ella mostró su sonrisa eterna. —Sr. y Sra. Emerson, qué maravilloso verlos, pero nuestra sesión de grupo es la semana que viene. Con las cejas levantadas, mi padre envió una mirada inquisitiva a Ashley, que estaba sentada atónita con la boca abierta. —No. El calendario familiar decía con claridad... Lo corté. —Les dije que vinieran esta semana. La Sra. Collins hizo esa cosa rara en la que pasaba toda su boca a la
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derecha. —Sé que tuvimos una sesión difícil la semana pasada, pero ¿de verdad crees que es necesario traer guardaespaldas? —¿Echo? —preguntó mi padre. —¿Que sucedió la semana pasada? Mi corazón se apretó y cayó. Su preocupación sonaba real. Daría cualquier cosa porque lo fuera. Me levanté y me acerqué a la ventana. Los estudiantes se mezclaban en el estacionamiento antes de regresar a casa. Esta sesión tenía la posibilidad de apestar tanto como la de la semana pasada. —Algo bueno. —Eso es fantástico. Esta familia necesita una buena noticia. —La voz alegre de Ashley ralló como papel de lija contra mi piel. —Leí en una revista que los bebés pueden sentir la negatividad. Un coche se detuvo fuera de su lugar, revelando a Noah sentado en el capó de su coche oxidado al lado de un tipo con un montón de aretes y tatuajes y la chica ciclista Beth. Sus dos amigos me miraron cuando me lanzo su sonrisa traviesa. Sus amigos me daban escalofríos. La sonrisa de Noah me daba pálpitos. No es que debería tener pálpitos por Noah Hutchins. Estaba saliendo con Luke, no con él —es decir, si llamas a una conversación por teléfono con él una noche, y una salida en grupo a la pizzería local, salir con alguien. Suspiré y sacudí a Luke fuera de mi cabeza. Noah y yo habíamos hecho un trato y tenía la intención de mantener mi parte. El plan era sencillo: tenía que hacer retroceder mi cita para que él pudiera mover su sesión de la mañana a la tarde, a mi puesto actual. Con nuestros horarios de citas cercanas entre sí, uno de nosotros distraería a la Sra. Collins, mientras que el otro se colaba para echar un vistazo a los archivos. —¿Echo? —Mi padre pinchó, el toque de preocupación seguía presente—. ¿Qué es bueno? Inhalando profundamente para calmar los nervios que apretaban mi estómago, me volví hacia él. Odiaba la confrontación y odiaba más la confrontación con mi padre. —¿Por qué no me dijiste que gané la Copa del Gobernador? —¿Perdón? —No había preocupación en el tono de mi padre ahora. Una punzada de dolor se unió a los nervios. ¿Por qué, por encima de todo lo demás, alejó el arte de mí? —Quería ganar tan desesperadamente. Podrías por lo menos haberme dicho ese. La Sra. Collins me miró con recelo y mantuvo las manos cruzadas sobre el regazo. Yo esperaba que saltara y se defendiera, pero se mantuvo
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molestamente calmada. Ashley puso su mano sobre la de mi padre. — ¿Owen? —¿Fue culpa lo que parpadeo en sus ojos azules? Asustando la mierda de mí, él se volvió de un inusual color gris. —¿Te acuerdas? —Sus ojos se agrandaron, haciéndole parecer perdido y terriblemente triste. Pensé que él quería que yo recordara. Mi frente se arrugó en confusión. ¿No era el punto de todo este tratamiento? Gris se volvió rojo cuando se enfrentó a la Sra. Collins. —Esto es inaceptable. Vimos dos psiquiatras y tenía tres evaluaciones psicológicas independientes. Cada uno de ellos tenía una opinión diferente de cómo proceder, pero después de su ruptura, cada uno nos dijo que dejáramos ese día en paz. Supe cuando solicitó dicha cinta para poner en esta habitación que deberíamos haberla excluido de su programa. ¿Cómo podría obligarla a recordar? —No la obligué a nada, Sr. Emerson. Simplemente coloqué la cinta en el escritorio durante sus sesiones. Se llama desensibilización. Su mente decidió que era seguro recordar, así que lo hizo. Saltando de su silla, mi padre se pasó la mano por el pelo. —Dios mío, Echo. ¿Por qué no me lo dijiste antes? Tienes que entender... —¡Sr. Emerson, deténgase! —La Sra. Collins intento mantener su nivel de voz, pero sentí la urgencia en su tono ligero—. Sólo se acordó de recibir la cinta. Eso es todo. El pecho de mi padre subía y bajaba rápidamente. Recordaba a una de esas bolsas de papel en las que la gente respiraba durante un ataque de pánico. Entonces, como si quisiera demostrar que lo imposible era posible, me jaló hacia él y me abrazó. Uno de sus brazos se enrolló alrededor de mi espalda. Su otra mano sostenía mi cabeza contra él. Me quedé tiesa. Sin embargo, me sentía caliente. Segura. A salvo. Al igual que cuando era una niña y mi madre terminaba envuelta en un episodio y me asustaba. Los recuerdos de mi madre con los ojos abiertos, gritando incoherentemente, con el pelo salvaje, rojo cayendo desde una cola de caballo llenaron mi mente. Solía correr a mi padre y él me sostenía, igual que ahora. Me protegía y me mantenía a salvo. Escuché los latidos de su corazón y casi dejé de abrazarlo de nuevo. Unos tacones hicieron clic con el suelo cuando Ashley se removió. Un dolor increíble picó en mi corazón y lo empujé. —La elegiste. Mi padre tenía una mano hacia mí, con la boca abierta. —¿Qué? —Elegiste a Ashley. Ella fue como una comadreja en su camino a
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nuestro hogar y nuestra familia se arrancó a pedazos. La elegiste sobre nosotros. —Echo, no. No fue así. —La declaración de Ashley era patética y falsa—. Yo te quería y luego me enamoré de tu padre. El matrimonio de tus padres había terminado mucho antes del divorcio. Mi pie tocó el suelo. Mentirosa. Era una mentirosa. —Sí, gracias a ti. —Nos vamos a casa. Esto es un asunto familiar. —Mi padre cogió su chaqueta y Ashley se puso de pie—. Sra. Collins, agradezco la buena voluntad del Estado para colocar a Echo en su programa, pero creo que es mejor que mi familia busque asesoramiento privado en otro lugar. Me entró el pánico. En el estacionamiento, Noah estaba esperando su turno para poner nuestro plan en marcha. Hasta ahora, había fallado miserablemente. Mi padre necesitaba quedarse hasta que lograra mi objetivo. En teoría, tenía un aliado en esta habitación. —¿Sra. Collins? Ella me dio un guiño. —Sr. y Sra. Emerson, con todo respeto este es exactamente el tipo de materia que debe ser discutido aquí. Mi padre le tendió el abrigo a Ashley. —Soy capaz de decidir lo que es apropiado para mi familia. Mi divorcio con mi ex esposa y mi matrimonio con Ashley no tiene nada que ver con la pérdida de memoria de Echo. —Me permito disentir. Son cuestiones que Echo necesita atender. Oh, Dios. Iban a salir y nunca iba a saber lo que me pasó. Tenía que decir algo para mantenerlos en la habitación. —Me gusta. —Los tres adultos se congelaron—. Por eso te he traído aquí. —Me concentré en las palabras que había practicado cuando Noah y yo habíamos acordado con el plan—. Quería decirte que me gusta el trabajo que la Sra. Collins encontró para mí y que he terminado de mentirle. No estoy bien y no soy feliz en casa. Me cae bien y quiero seguir viéndola. Y por extraño que parezca, ni me inmuté. Los labios de la Sra. Collins se volvieron hacia arriba, la reacción exacta que esperaba. Para que el plan de Noah funcionara, tenía que pensar que confiaba en ella. Ahora, si pudiera construir una máquina del tiempo, volver hace veinte minutos, y dejar de decirle a mi padre cómo me sentía, mi plan estaría de nuevo en marcha. Decirle todo a Ashley se sentía bien, pero eso sólo decepcionaba a mi padre. Suspiré. En un esfuerzo para hacer esto por él, seré la primera estudiante universitaria intentando una puntuación perfecta en los ACT. —Lo siento, papi. Estaba fuera de lugar. —Ugh. Prefiero comer cucarachas que decir esto—. Y a ti también, Ashley. Mis comentarios
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fueron groseros. —Pero ciertos. Mi padre asintió con la cabeza y terminó ayudando a Ashley con su abrigo. —No te culpo, Echo. —Miró a la Sra. Collins, por lo que fue perfectamente claro a quien culpó por mi arrebato—. Si quieres seguir viendo a la Sra. Collins, te dejaré. Con carácter experimental solamente. Esto significa que estas próximas sesiones serán examinadas. Ashley se frotó la panza. —Me alegro que estés haciendo progresos, Echo. Fue un día maravilloso cuando obtuviste esa cinta. Era la primera vez que sentí como si nosotros tres fuéramos una familia real. —¿Por qué no estaba mi mamá ahí? —Silencio. La mano de Ashley se congeló a mediados del masaje y mi padre se quedó inmóvil. Continué—: Dijiste tres. Mamá nunca hubiera dejado que la sacaran de ese momento. Amaba mis pinturas. Me animó más que ustedes dos juntos. El agujero negro latió en mi cabeza y un vago recuerdo se exprimo. —La invité a la ceremonia y ella aceptó. La voz demasiado excitada de mi madre llenó mi cabeza. —No me lo perdería, mi pequeña diosa. —Estás haciendo buenas preguntas, Echo, y estoy encantada de que quieras seguir trabajando conmigo. Pero creo que hemos tenido bastante por hoy —dijo la Sra. Collins, trayéndome de vuelta al presente—. Podemos tomar esto en otra sesión. Hablando de otra sesión... Me desvié de la ruta de nuevo. Tenía que arreglar lo de Noah. —Papi, hay una cosa más. Se pellizcó el puente de la nariz, sin duda rezando por el día en que estaría en la universidad y fuera de su casa. Entonces podría concentrar toda su atención en su familia, la nueva familia de reemplazo. —¿Sí? —Si no hay problema con la Sra. Collins, quiero mover mis sesiones de consejería de nuevo a una hora. Estoy pensando en reunirme con el grupo de baile o al menos ayudarlas con sus rutinas. Ashley sonrió y pensé en regresar lo que había dicho sólo para molestarla. Las arrugas de preocupación alrededor de los ojos de mi padre disminuyeron y su boca realmente insinuó una sonrisa. —Por supuesto. ¿Necesitas dinero para un nuevo traje o disfraz? —Sacó la billetera y sostuvo hacia mí dólares verdes con ceros. Negué con la cabeza y sonrió un poco. Había hecho feliz a mi padre. Una parte de mí voló alto en el cielo. —No. No, gracias. Tengo un montón de cosas que practicar y no estoy segura de los trajes todavía. Ni siquiera puedo competir.
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—Tómalo de todos modos, en caso de que lo necesites. —Rebotó su mano insistentemente. Tomé el dinero, sintiéndome un poco avergonzada y culpable. Nunca tuve la intención de reunirme con el equipo de baile, era una excusa para Noah para reorganizar la hora de su cita en mi espacio. Ahora, tenía que aceptar la oferta de Natalie. Si reincorporarme al grupo de baile hacia que mi padre me sonriera a mí y no a Ashley por unos minutos, lo haría. —Echo, ¿te importaría dejarme a solas con Ashley y la Sra. Collins? Hay algunas cosas que me gustaría discutir. Uh-no. Tenía la esperanza de que la Sra. Collins le dijera a mi padre que todo lo que tenía que decirle lo podía decir delante de mí, pero no tuve suerte. —¿Por qué no me esperas en la oficina principal? Me gustaría planear nuestra próxima cita antes de salir. Cerré la puerta detrás de mí. Con el personal fuera todo el día, la oficina principal estaba inquietantemente tranquila. —¿Funcionó? Sobresaltada, tiré una taza de lapiceros en el mostrador. Noah se apoyó en el marco de la puerta, riendo. Me ocupé de recogerlos. —Creo que sí. Papá y Ashley están a bordo conmigo moviendo mi tiempo de vuelta, pero la Sra. Collins no se ha comprometido todavía. Aunque creo que acabo de unirme al grupo de baile. ¿Qué estás haciendo aquí? —Hace frío fuera y calor aquí. No teniendo nada más con que juguetear, me apoyé en el mostrador y traté de no mirar a Noah. Pero quería. Él tenía su chaqueta y su camiseta negra que le sentaba perfectamente. Hoy, durante el almuerzo, Grace había vuelto la nariz cuando vio su profundo tatuaje en su bíceps derecho. En silencio, estuve de acuerdo con el comentario de Lila: yum. Mis entrañas se habían derretido cuando Noah hizo su sonrisa maliciosa y me miró como si estuviera desnuda. Luke me daba mariposas. Noah engendraba pterodáctilos mutantes. Una puerta del armario cerrado hizo clic en el consultorio de la Sra. Collins y me sacudió de nuevo a la realidad. —¿Pero qué si la Sra. Collins te ve? No debemos ser vistos juntos. Se rió entre dientes. —Eres mi tutora, ¿recuerdas? Ella espera vernos juntos. Además, no me presenté para mi sesión de esta mañana y me envió una nota informándome que viniera tan pronto como fuese posible. —Extendió sus manos—. Así que aquí estoy.
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—¿Cuándo recibiste la nota? —Primer período. Aspiré el aire. —¿Y hasta ahora apareces? —No podía imaginar faltar a una sesión, y mucho menos sin tener en cuenta la petición de un adulto. —Todo es parte del plan, Echo. Calma. Tocando el pie contra el suelo, consideré la puerta cerrada. —¿Crees que sabe que estamos tramando algo? Noah cruzó la habitación. La parte de atrás de mi cuello explotó en calor cuando su cuerpo rozó el mío. En un movimiento tan indiferente, que señalaba que era impermeable a temperaturas sólo conocidas en el desierto de Sahara, apoyó la cadera contra el mostrador. Frotó uno de mis rizos entre sus dedos pulgar e índice. —Eres paranoica. Me alegro de que no te drogaras conmigo. Serías una decepción mayor. —Dejó caer el rizo. Crucé las manos sobre el pecho, tratando de ignorar el calor llenando mis mejillas, y dije secamente como pude—: Gracias. —Nada aumentaba tu nivel de confianza como ser insultada por un drogadicto. Llevando el ritmo con el pie, mis dedos tamborilearon contra mi manga. —¿Qué has estado haciendo? —Mi papá y Ashley están allí con la Sra. Collins hablando de mí. Noah tomó el teléfono desde detrás del mostrador. —¿Quieres oír lo que están diciendo? He visto al Sr. Marcos hacerlo muchas veces. El teléfono de la Sra. Collins se dañó y no hace el pitido más, así que él Sr. Marcos tiene que presentarse rápidamente. Abrí la boca para protestar, pero Noah suavemente colocó dos dedos calientes contra mis labios. Arqueó una ceja y esbozó una sonrisa de pirata. —Shh. Quitó los dedos, dejando mis labios fríos, y empujó botones del altavoz. La adrenalina bombeaba en mi sangre y mi cabeza se sentía liviana como una pluma. Nunca había hecho nada tan malo en mi vida. Para oír mejor, me incline más cerca. Mi padre estaba hablando. —...No lo entiendo. Si Echo quiere hablar de sus sentimientos con respecto al divorcio con usted, eso es una cosa. Voy a apoyar cualquier esfuerzo para ayudarla a reparar su relación con Ashley. Pero hay que dejar al resto en paz. Está obviamente de nuevo en marcha. Tiene las mejores calificaciones. Es activa en varios clubes y se va
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reunir con el grupo de baile. —Owen tiene razón —dijo Ashley—. Socialmente, Echo lo está haciendo muy bien. Sale con sus amigas, habla por teléfono y envía mensajes de texto. Ella y Luke son pareja de nuevo. Es como si por fin se colocara de nuevo en su vieja piel. —A lo que Ashley y yo estamos tratando de llegar —añadió mi padre—, es que Echo se está convirtiendo en Echo de nuevo. Servicios de Protección Infantil tuvo razón a participar después de lo que pasó, pero ahora, está superado. Su madre ya no es un problema. Echo tiene este nuevo trabajo y, lo admito, tenía razón. Trabajar para reparar el coche le ha dado una forma saludable de aceptar el duelo. La terapia se necesitaba cuando no podía hacer frente, pero Echo ya no está simplemente haciéndole frente. Está viviendo. —¿Y la pérdida de memoria? —preguntó la Sra. Collins—. ¿Las pesadillas? ¿Su insomnio? ¿El hecho de que Echo se niega a mostrar sus brazos a alguien? Mi estómago se revolvió. Ansiaba la respuesta de mi padre, pero para mí mortificación absoluta, Noah Hutchins ya había oído demasiado. Extendí la mano para desconectar la línea, pero Noah negó con la cabeza y puso una mano firme sobre mi espalda. Mareada de los nervios, me tambaleé hacia la derecha. Noah dio un pequeño paso hacia mí, mientras me guiaba hacia él con una leve presión en mi espalda. No debía tocarlo, pero quería escuchar la respuesta y necesitaba de alguien en quien apoyarme. Sólo una vez- ese momento único- confiaría en él. Dejé que mis músculos se relajaran cuando pasó los dedos por los rizos que colgaban cerca de mis omóplatos. —¿Quiere mi opinión sincera, Sra. Collins? —preguntó mi padre. —Sí. —Tiene razón. Ella no está al cien por cien, pero lo está haciendo mejor de lo que estaba hace un año. Deje el pasado en paz. Pruebe dejarla seguir adelante con su vida. —¿Sin tener que recordar? —presionó la Sra. Collins—. ¿Sin tener que lidiar con las emociones enterradas dentro de ella? —Creo que sería mejor si Echo nunca recordara. Tengo dificultades para comprender cómo su madre pudo hacerle daño. ¿Cómo puede un niño comprender la magnitud de la locura? —Mi padre hizo una pausa—. Las pesadillas son malas. Echo todavía tiene problemas, pero me preocupa que la verdad sólo le haga daño, no ayude. La mente de Echo se quebró cuando el primer psicólogo presionó para que recordara. ¿Qué pasa si su presión la rompe otra vez? ¿Está usted dispuesto a arriesgar la cordura de
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mi hija? Sujeté mi mano sobre mi boca, para mantener que ambos, palabras y vómito salieran. Noah terminó la llamada y colocó la parte posterior del teléfono al otro lado de la barra. La habitación se inclinó y el sudor se formó entre mis pechos. Incluso mi padre creía que si trataba de recordar, enloquecería... Otra vez. —¿Echo? —La voz profunda, ronca tarareo dentro de mí, pero no podía mirarlo. Presioné mis labios, negué con la cabeza y me retiré el pelo. —No se lo diré a nadie. Te lo prometo. Noah rozó mi cabello detrás de mi hombro y metió un rizo rezagado detrás de mi oreja. Había pasado tanto tiempo desde que alguien me tocó como él. ¿Por qué tenía que ser Noah Hutchins, y por qué tenía que ser ahora? —Mírame. Miré sus ojos marrones oscuros. Sus dedos se deslizaron por la palma de mi mano. La sensación de cosquillas como una brisa de primavera todavía me golpeaba como una ola a la tierra desde el océano. Su mirada se dirigió a mis brazos cubiertos. —No las hiciste, ¿verdad? ¿Te las hicieron? Nunca nadie hizo esa pregunta. Miraban fijamente. Susurraban. Se echaban a reír. Pero nunca preguntaban. Mi mundo entero se derrumbó alrededor de mí mientras respondía—: Sí.
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14 Noah Traducido por Marie.Ang Christensen Corregido por MaryJane♥
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e apoyé en mi casillero, echando un vistazo a los estudiantes que se dirigían a almorzar. Isaiah y Beth se pusieron frente a mí cerca de las puertas laterales, esperando a que el pasillo se vaciara. Si Echo se detenía en su casillero antes del almuerzo, tenía que caminar por esta desolada área para alcanzar la cafetería. Necesitaba saber si había retrasado su compromiso. Eso es lo que me decía a mí mismo. Nuestro plan no funcionaría si ella fallaba. Honestamente, ella me puso en el borde. Se había negado a hacer contacto visual conmigo durante cálculo y huyó del salón al minuto que sonó la campana. Después de su admisión ayer, salió de la oficina. Un momento, había relajado su cálido cuerpo junto al mío, tomando mi consuelo y fortaleza. Segundos después se había ido. —¿Estás aún escuchándome, hombre? —preguntó Isaiah. Dos rubias pasaron junto a nosotros, amontonándose. Una se burló mientras miraba la manga de tatuajes en los brazos de Isaiah. Él sonrió mientras apreciaba sus pechos. —Sí. —No. Algo sobre autos y su no deseado trabajo en el taller de automóviles. —No, no lo estás —dijo Beth—. Estás buscando a Echo Emerson. — Movió sus cejas. Una parte de mí se arrepintió de preguntarle por los antecedentes de Echo—. ¿Te la cogiste ya? —No. —La mirada que le doy haría que los jugadores de futbol se cagaran en sus pantalones. Beth simplemente se encogió de hombros y rodó los ojos. Encendió el cigarrillo que tenía en la mano, esperando ansiosamente que los profesores entraran en el comedor para así poder colarse por la puerta lateral abierta.
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—¿Cuál es tu obsesión con ella de todos modos? Cada vez que esa chica está alrededor, la miras como si fueras el Coyote y ella el Correcaminos. Ninguno de los dos la jode o sigue adelante. Tú y el expopular pajarito nunca serán material judicial bienvenido. Podríamos haberlo sido. Si la vida fuera diferente, si mis padres nunca hubieran muerto, si yo nunca hubiera sido jodido por el sistema, si… apago los “sí hubiera”. —Ella es mi tutor, y está ayudándome con algunas cosas. Déjala–en– paz. —No digas que no has pensado en ello, hombre. Ella es… ¿Cómo lo dice Beth? Oh, tiene un cuerpo balanceante —dijo Isaiah. Beth deslizó su mano izquierda debajo del codo de Isaiah y prendió el encendedor. Isaiah saltó fuera del camino, golpeando las llamas que consumían su camisa. —Estás loca. —Maldito honrado —replicó ella. El pasillo finalmente quedó vacío de estudiantes y profesores. Beth abrió la puerta lateral, asomó la cabeza y encendió el cigarrillo. Tomó una larga calada y sopló el humo por la puerta. —Tal vez has estado solo mucho tiempo. ¿Qué pasó con esa chica Bella? —No estamos pensando en Bella de nuevo. ¿Recuerdas cuan pegajosa se volvió? —dijo Isaiah. Ella sacudió las cenizas. —Sí, lo olvidé. Bella está fuera de la lista. ¿Qué hay de Roseanna? Básicamente salía corriendo por la puerta en cuanto Isaiah y yo bajábamos las escaleras. —Yo follé con Roseanna, no Noah. Él tenía a Rose. Nuestro paseo por los recuerdos apestaba como un vertedero de basura. —No estoy solo y no necesito una chica. Déjalo, Beth. —No me importa si te enganchas con Echo. Ve por ella15. De hecho, voy a pasar la noche en casa de mi mamá y dejaré a Isaiah tener el dormitorio si tú necesitas una noche entera de privacidad. Pero aquí está la verdad, Noah. Echo puede estar en las salidas desde que se convirtió en una cortadora y todo, pero aún es una chica popular. Te sacará de apuros y tratará con una mierda al final. —Tomó otra calada—. Sólo hay algunas veces que gente como nosotros puede tener nuestros corazones Have at it: la expresión quiere decir también algo así como que la desvirgue, que tengan sexo por primera vez 15
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arrancados. Es un destripador. Los músculos en la parte de atrás de mi cuello se anudaron. —Por última vez, no voy a follar con ella ni cualquier otra persona. Pero llámala una cortadora de nuevo y prenderé fuego a cada paquete de cigarrillos que compres. Beth se echó a reír. —Jesús, Noah. Lo tienes mal. No digas que no te lo advertí. —Si ustedes dos terminaron, me gustaría conseguir algo de almuerzo. Lo único que quedaba en la nevera esta mañana era una rebanada de mortadela y mostaza —dijo Isaiah. Beth encendió su cigarrillo fuera de la puerta y la cerró. —Mostaza. Me comí la mortadela para el desayuno. *** Ella nunca llegó a almorzar. Su mesa entera llena de muñecas de porcelana lo hicieron, pero no Echo. No me preocupé, al principio. Esperé pacientemente que apareciera en física y luego en Tecnología de Negocios. No apareció en ninguna clase. Los amigos favoritos de Echo salieron de su camino para despreciarme, sin embargo. Cada una de sus engreídas pequeñas narices de porcelana en el aire mientras miraban en mi dirección. Simplemente sonreí, agravando la mierda saliendo de ellos. —¿Qué pasa, hombre? —dijo Rico Vega, uniéndose a mí en la parte posterior de la clase de español. —Que pasa —respondí—. ¿Cómo pueden permitir que tomes español cuando eso es lo que hablas la mitad del maldito tiempo? —¿Por qué ellos permiten a un montón de güeros tomar inglés? Ustedes los gringos tienen que ser estúpidos si no tienen bajo dieciocho años. Antes de que pudiera entregar mierda a Rico, Echo entró en la habitación. Ella tenía esa mirada de conejito-encerrado-en-una-jaula-deuna-tienda-de-mascotas, pero al menos hizo contacto visual esta vez. Hasta que su engreída amiga campante redireccionó a Echo a un asiento en el frente. —¿Por qué Lila está mirándote, hombre16? —preguntó Rico—. Aunque no me importaría un pedazo caliente de culo como ese reconociendo mi existencia. —Rico frunció sus labios, enviando un beso simulado en dirección a Lila. Me eché a reír cuando ella acomodó su cabello dorado sobre su hombro y miró la pizarra borrada en seco. 16
Dice hombre en español en el texto original, al igual que las otras palabras en cursiva.
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La Sra. Bates, un anuncio de condones en la vida real, se contorneó a través de la puerta. Estaba embarazada de trillizos. —Hola. Hoy vamos a trabajar en nuestro español conversacional. La emoción recorrió la sala. Español conversacional significaba escoger un compañero y hacer nada por el resto del periodo. Rico y yo chocamos puños. Necesitaba un poco de sueño. —Sí, sí. No estén tan emocionados. Ya he escogido sus parejas. Espero escuchar español fluido en esta sala. —Se recontó en su silla y rechinó cuando su culo golpeó el asiento—. Lila McCormick…tú estarás con Rico Vega. Lila se quejó—: No —Mientras Rico levantó su puño dos veces a su corazón y luego levantó un dedo al cielo. —Gracias a Dios. Lila se acercó al escritorio. —Por favor, Sra. Bates. Haré cualquier cosa. Déjeme a mí y Echo de compañeras. La Sra. Bates hizo una mueca y frotó una mano sobre su estómago. —Srta. McCormick, ¿me veo comprensiva a su situación? Vaya a buscar un asiento junto a Rico. Noah Hutchins, tú estás emparejado con Echo Emerson. Lila agarró su cabello mientras su voz se redujo. —No. La Sra. Bates continuó con su lista de parejas asignadas mientras Lila se arrodilló junto a ella, pidiendo por un cambio de corazón. Rico se rió entre dientes. —Me voy a despegar a mi pareja del piso. —Mientras caminaba hacia Lila le gritó—: Cásate conmigo, diosa. Echo recogió sus libros e hizo el largo viaje por el pasillo hacia mí. El universo tenía un extraño sentido del humor. El semestre pasado, Echo y yo apenas hicimos contacto visual. Ahora, éramos lanzados juntos a cada paso. No es que me importara. Se sentó en el asiento de Rico y se quedó mirando el escritorio de madera falsa. —¿Primer viaje a la parte de atrás? —pregunté. Todo el mundo se emparejó, la mayoría moviendo sus escritorios juntos para que así otros no pudieran escuchar su jodido español. Cuando ella no dijo nada a cambio, continué—: Estoy impresionado. La seguidora de las reglas saltó algunas clases hoy. —No, no salté. La Sra. Collins me excusó por lo que pude prepararme para el ACT17 este fin de semana. —Inhaló profundamente, provocando Test estandarizado que se aplica a estudiantes de secundaria en el medio oeste de Estados Unidos. 17
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que su pecho se expandiera, líneas de preocupación en su frente—. Noah, respecto a ayer… Echo me permitió echar un vistazo a su mundo ayer. Lo menos que podía hacer era dejarla entrar al mío. Incluso si la idea me ponía nervioso como el infierno. —Mi primer padre adoptivo me pegaba. Sus grandes ojos encontraron mi mirada. —Lo siento. Golpeé mi lápiz contra el escritorio y continué hablando en español. —Estamos a mano ahora. Tienes suciedad de mí y yo sé algo de ti. No necesitas evitarme más. Mordió su labio, traduciendo en su cabeza, antes de responder—: Hablas bien el español. —Echo me envió una suave y tímida sonrisa que me dijo que estábamos más allá de bien. —Mi madre era una profesora de español. —Nunca le había contado a nadie eso antes. Imágenes de mi madre riendo y hablándome en español llenaron mi cabeza. —Mi madre era una artista. Muy brillante. —El pie de Echo empezó a saltar debajo del escritorio. Nos sentamos en silencio. Murmullos de accidentado español e inglés zumbaba en la sala. Pronto el lápiz que ella tenía en su mano tamborileó al mismo tiempo que su pie. Entendí su ritmo. Ese sentimiento de todo revolviéndose dentro al punto en que si no encontrabas una liberación ibas a explotar. Yo anhelaba concederle paz. Puse mi mano sobre la suya. Mi propio corazón descansó cuando froté mi pulgar sobre su suave piel. Ella dejó caer su pluma y agarró su manga en la palma, su constante mecanismo de defensa. No. Si agarraba cualquier cosa, sería a mí. Mi pulgar se abrió camino entre sus dedos y su manga y liberó su muerto agarre en el material. Envolví mis dedos alrededor de su frágil mano. Tocar a Echo se sentía como en casa. Su dedo anular se deslizó contra el mío, causando electricidad moviéndose a través de mi torrente sanguíneo. Ella lo movió de nuevo. Sólo que esta vez el movimiento fue lento, deliberado y el toque más seductor en el mundo entero. Todo dentro de mi dolía al tocarla más. Beth había estado equivocada y bien a la vez. Echo no podía herir a nadie, especialmente cuando parecía tan frágil por sí misma. Pero la necesidad que sentía de ser el único que evitara que el mundo la destrozara solamente confirmaba la teoría de Beth. Estaba enamorado de ella y estaba jodido. El sistema de megafonía en el salón sonó. Echo apartó su mano de la mía, terminando el momento quizás más erótico de mi vida. Me moví en mi
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asiento, tratando de encontrar mi maldita mente. —¿Sra. Bates? —Llamó la Sra. Marcos a través del altavoz—. Necesito a Noah Hutchins para reportarse en la oficina de la Sra. Collins. —La escuchó, Sr. Hutchins. Vaya. No tenía duda que el reductor de cabezas estaba enfadada conmigo. No había esperado el tiempo suficiente ayer para averiguar por qué había sido convocado. Cuando Echo dejó la oficina, la había seguido. En parte para asegurarme que llegó bien a su auto y en parte porque estaba sacudido por lo que había escuchado. Tratar con la Sra. Collins me obligó a estar al ciento por ciento y después de aprender acerca de Echo, no había estado ni cerca de cincuenta. Me levanté para salir, medio aliviado, medio decepcionado. Había conectado con la chica, pero no en el camino que pretendía. Echo colocó sus dedos cubiertos por su manga sobre mi muñeca, su cuello y mejillas encendidas de color rojo. —Moví la hora de la cita. Me reúno con ella a las tres cuarenta y cinco los martes por la tarde en lugar de a las dos y media. Buscando un breve recordatorio del momento que nos habíamos perdido, pasé mi pulgar a través de su mano tapada. —Sabía que no me defraudarías. *** Cuando entré a la oficina principal, la Sra. Collins salió de ella con su abrigo y bolso en mano. —Gran momento. Me alegra ver que trae su abrigo, lo va a necesitar. —¿Qué? Ella cerró la puerta de su oficina. —Tomaremos un paseo de campo. Vamos. La Sra. Collins pasó junto a mí. Mi mente quedó en blanco mientras la veía caminar por el pasillo. Por primera vez, echaba de menos las neuronas que había freído. —Vamos, Noah. Me puse a su derecha mientras caminaba hacia el estacionamiento de profesores. —¿A dónde vamos? —No te presentaste para tu cita ayer por la mañana, ni se te ocurrió cuando lo pedí. —Extendió un mando a distancia y presionó un botón. Luces se encendieron en el Mercedes. Vaya—. Irresponsable. Entra.
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Abrí la puerta y fui recibido por el olor del cuero. Mis tripas se retorcieron. Había pasado por esto antes. —Tengo cuatro meses para la graduación, no pueden trasladarme de nuevo. —El error de apegarme a Beth e Isaiah volvió a la vida. Ira y dolor pincharon mi pecho con agujas. Y Echo… La Sra. Collins cerró su puerta y se inclinó sobre la consola central. —A menos que tu actual casa de acogida se haya convertido en una situación peligrosa, no vas a ser trasladado. Entra o te perderás la diversión. ¿Diversión? Me deslicé en el asiento. El motor ronroneó a la vida. Ella pisó el acelerador y el auto se sacudió hacia adelante. Tomó un derechazo y los neumáticos chirriaron cuando salió a la calle principal. Me agarré al apoyabrazos. —¿Quién carajo le dio su licencia? —Cuida tu lenguaje, Noah, y el estado de Kentucky. ¿Por qué perdiste tu cita? Amaba conducir rápido. Isaiah y yo habíamos corrido todo el verano pasado. Lo que no me gustaba era el trabajo de tuerca de mediana edad que no podía dirigir directamente. —¿Quiere detenerse y dejarme conducir? La Sra. Collins se echó a reír e impidió a un camión con remolque unirse a la autopista. —Eres un alboroto. Concéntrate, Noah. La cita. Oh, sí. Echo había pasado por el infierno para mover su cita. Podía, al menos, cambiar la mía antes de llegar a ser la parte de una bola de fuego cuando golpeemos ese petrolero. —Trabajo más tarde y cierro el lugar. Es difícil levantarse en las mañanas. Me preguntaba si podíamos mover nuestra sesión justo después de la escuela. Ella cortó por tres carriles y tomó la siguiente salida. —Es tu día de suerte. Sucede que tengo una abertura a las dos y media el martes. Pero espero que llegues a tu primer periodo de clases a tiempo. No aceptaré esa escusa para nada más. —Luz amarilla. ¡Luz amarilla! —Y ella corrió a través de rojo—. Jesucristo, no puede conducir. —Me temo que vamos a llegar tarde. —Entró a un estacionamiento repleto y encontró el primer lugar disponible—. Tenemos que reservar. Saltó fuera de su auto y corrió hacia el centro de convenciones de la ciudad. No es posible imaginar una cosa que la Sra. Collins pudiera ofrecerme que valiera la pena para correr, la seguí perezosamente. Leí rápidamente dentro de los edificios unos pocos segundos detrás de ella y la vi entrar a un auditorio.
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Agarré la puerta antes de que se cerrara y pestañeé cuando la multitud aplaudió alrededor de mí. Fila tras fila de sillas frente a un gran escenario de madera. La habitación estaba atestada de gente. La Sra. Collins me hizo una seña hacia el lado y los dos nos recargamos contra la pared. Ella susurró—: Bueno, estamos justo a tiempo. Un hombre corpulento en camisa y corbata apoyó los brazos en el podio. —Tengo el privilegio de presentar al ganador del primer lugar de Jóvenes Autores en la división de segundo grado, Jacob Hutchins. Mi corazón golpeó mi caja torácica mientras buscaba frenéticamente a mi hermano. Allí estaba él, caminando rápido por el pasillo central desde la parte posterior de la habitación hacia el escenario. Di un paso para seguirlo, pero la Sra. Collins puso su mano en mi brazo y sacudió su cabeza. —Este es su momento. Quité mis ojos de él para buscar donde había estado sentado. Carrie y Joe sentados al lado de su asiento vacío. Sentado en el regazo de Carrie, Tyler descansaba la cabeza en su hombro y miró alrededor. Todo dentro de mí se retorció de dolor y alivio. Mis hermanos. Estaba en la misma habitación que mis hermanos. Mis ojos se encontraron con los de Tyler y una sonrisa tiró de sus labios. Contuve el aliento con el fin de dar marcha atrás a millones de emociones que me consumían. Tyler me recordaba. —Gracias —respiré, no seguro de a quien estaba agradeciéndole o por qué, la Sra. Collins trayéndome aquí, a Tyler por recordarme, o a Dios por ambos. La Sra. Collins observó mi reacción, pero no me importó. Saludé a Tyler con la mano y, para continuar el milagro, él me saludo de vuelta. Joe captó el movimiento, miró detrás de él y me vio. Su rostro palideció y negó con la cabeza a Tyler en reprimenda mientras señalaba al escenario. Tyler se dio vuelta. —Él te recuerda —dijo la Sra. Collins. —Si ese idiota se saliera con la suya, me habría olvidado. —Quería arrancar a Tyler de sus garras malvadas. La Sra. Collins suspiró. —El lenguaje, Noah. Jacob sonrió de oreja a oreja cuando estrechó la mano del hombre en el escenario. El hombre entonces le entregó un trofeo. —Cuéntale a la audiencia acerca de tu libro. Mi hermano pequeño con confianza caminó hacia un micrófono a su altura y sonrió a la multitud. —Escribí sobre la persona que más amo, mi hermano mayor, Noah. Nosotros no vivimos juntos así que escribí lo que imagino que hace cuando no estamos juntos.
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—¿Y qué es eso? —Empujó el hombre grueso. —Él es un superhéroe que salva a las personas en peligro, porque me salvó a mí y a mi hermano de morir en un incendio un par de años atrás. Noah es mejor que Batman. —La multitud se echó a reír. —Te amo, también, hermano pequeño. —No pude evitarlo. Verlo allí de pie, aun adorándome como lo hacía cuando tenía cinco… esto era demasiado. La sonrisa de Jacob alcanzó un nuevo nivel de emoción. —¡Noah! — Apuntó directamente hacia mí—. Ese es Noah. ¡Ese es mi hermano, Noah! —Ignorando a sus padres adoptivos, Jacob salió volando del escenario y corrió por el pasillo central. Joe bajó la cabeza y Carrie se frotó los ojos. Jacob corrió hacia mis brazos y la multitud estalló en aplausos. —Te he extrañado, Noah. —La voz de Jacob se quebró, trayendo lágrimas a mis ojos. No podía llorar. No en frente de Jacob y no en frente de la Sra. Collins. Necesitaba ser un hombre y permanecer fuerte. —Te he extrañado, también, hermano. Estoy tan orgulloso de ti. — Continué abrazando a Jacob mientras buscaba a Tyler. Él se aferró a Carrie y la vista humedecida que debería haber sido un momento de alegría. Jacob era mío y lo más rápido que pudiera llevaría a Tyler lejos y lo ayudaría a recordar a su familia real, mejor.
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15 Echo Traducido por Krispipe Corregido por LadyPandora
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e quedé fuera del vestuario de las chicas, con las palmas sudando y mi pie dando golpecitos sin control en el suelo. ¿Por qué le había contado a papá que me había reincorporado al equipo de baile? Mi expediente. Lo quería, no, lo necesitaba, no, estaba totalmente obsesionada con ver mi expediente. Hoy, Noah se me había adelantado por el pasillo, me dio su sonrisa maliciosa y murmuró—: Hecho. Había cambiado con éxito su hora de la cita en la ranura antes que la mía. Ahora, teníamos que idear nuestro plan a medias. De alguna manera, él creía que coordinados podríamos distraer a la Sra. Collins. Noah rezumaba confianza. ¿Yo? No tanta, pero sin duda valía la pena intentarlo. La puerta del vestuario se abrió y Natalie salió con otras dos chicas senior. Las dos muchachas dejaron de reírse cuando me vieron y forzaron unas sonrisas en sus rostros. Natalie, por su parte, se iluminó ante mí como si yo llevase el sol a cuestas. —Mueve tu culo ahí y vístete, chica. Calentamos en cinco minutos. —Ya mismo iba a entrar. —Dentro de una novela de Stephen King. Chica joven, trágicamente marcada con cicatrices, intenta volver a su vida normal, sólo para descubrir que su vida normal no la quiere de regreso. Entré en el vestuario, donde todas las de la clase baja del equipo murmuraban y se reían. —Hola —dijo una voz débil desde el fondo de la sala. Todas las chicas se quedaron pasmadas y me miraron como si fuera a empezar a disparar rayos láser por mis ojos o algo peor. Me hubiera gustado arremangarme y enseñarles mis cicatrices demoniacas. —Hey —contesté.
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Hubiera preferido ver reposiciones de series malas de los setenta a tener que abrirme paso a través de este vestuario, pero quedarme parada como una idiota tampoco parecía una gran opción. ¿Por qué no tenía la confianza de Noah? A él no le importaba lo que pensaran los demás. Me faltaba confianza, pero podría fingir. Recé en mi mente, Imagina que eres Noah. Incluso mejor, la chavala de la bici, Beth, y mantuve la cabeza alta y crucé el abarrotado vestuario hacia el baño, donde tenía la intención de cambiarme en una cabina privada. Con la confianza de la chica ciclista Beth o sin ella, no había manera de que pudiera cambiarme delante de ellas. Superando la tensión mi paseo había creado, cerré la puerta de la cabina y me cambié. Si entrar en un vestuario era como entrar en una novela de Stephen King, los entrenamientos de danza debían ser como protagonizar una película de terror. Afortunadamente, el vestuario se había vaciado para el momento en que me apresuré a unirme a los calentamientos. En el pasillo, dos juniors se rieron junto a la fuente de agua. —¿Te puedes creer que Echo Emerson se reincorpore al equipo de danza? Qué pesadilla. —Igual es porque como Luke ha terminado con ella esto le da una excusa para fingir que no es un bicho raro. Me metí de nuevo en el cuarto de baño. Tenía el corazón en mis entrañas, el estómago en la garganta, y mi supuesta confianza por los suelos. *** Con mis vaqueros, mi camisa de algodón marrón y mi camiseta de tirantes de nuevo, deambulé por los pasillos. Tenía una hora libre, cinco días a la semana hasta la graduación. Tal vez sólo cuatro. Podía mover la sesión de tutoría de Noah de nuevo justo después de la escuela los lunes. Giré una esquina y una parte de mi alma tomó aire cuando me di cuenta de la obra de arte que ensuciaba las paredes. Seguí el rastro de pinturas y dibujos hasta lo que solía ser mi sala de arte favorita. Varios cuadros descansaban en caballetes, esperando a que sus dueños regresaran. Un cuenco de fruta de plástico estaba colocado sobre una mesa en el centro del círculo de caballetes. Valoré cada cuadro uno a uno. Admiré la forma en la que el primero utilizaba las sombras. El segundo prestaba gran atención a los detalles. ¿El tercero? —Me alegro de verte, Echo.
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Mi antigua profesora de arte, Nancy, salió del cuarto oscuro de conexión y se abrió camino entre los caballetes y las mesas hacia mí. Insistía en que sus alumnos la llamaran por su nombre. Despreciaba las normas y las formalidades. Su cabello, teñido de rubio con mechas negras, era un testimonio de su actitud. Señalé la tercera pintura. —¿Expresionista abstracto? Su carcajada vibró en la sala. Se ajustó las gafas de pasta negra. —Una estudiante perezosa que se pensaba que arte sería un A fácil. Afirma ser una impresionista. —Menudo insulto. —Lo sé. Le pregunté si sabía lo que era un impresionista y cuando sacudió la cabeza, le mostré tus pinturas. —Nancy miraba el desastre frente a ella como si estuviera tratando de encontrar algo rescatable ahí—. Te he echado de menos. Un sentimiento de culpa conocido pasó de puntillas a través de mis entrañas. —Lo siento. —No, nena. No es tu culpa. Tu padre me informó de que ya no tenías permitido dar clases de arte. Lo tomé como que no te volvería a ver. Me acerqué a la cuarta pintura. —Bonitas líneas. —¿Todavía estás pintando? Esperando parecer como si estuviera extremadamente interesada en el color elegido para la banana, incliné la cabeza, pero no era así. El agujero negro de mi mente se amplió, interrumpiendo cualquier pensamiento sobre la pintura. —No, pero todavía dibujo. Sobre todo en lápiz. Algunos con carboncillo en casa. —Me encantaría verlos. Nancy me arrebató el cuaderno de dibujo que saqué de la mochila. Se sentó en la mesa con la fruta y lo abrió. —Oh, Echo. Simplemente increíble. Me encogí de hombros, pero ella se lo perdió, demasiado encaprichada con de cuaderno de bocetos. —Lo hemos conseguido.
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Apartó los ojos de los bocetos y me miró en silencio. Continué ocupada con el trabajo de otros artistas. Después de unos segundos, volvió a estudiar mi dibujo de Grace. —No, tú lo has conseguido. Yo simplemente te acompañé en el viaje. —Hizo una pausa—. ¿Lo recuerdas? —No. —Seguramente Nancy se apiadaría de mí y llenaría alguna de las lagunas—. ¿Estuviste allí? —Mmm, amiguita. Tienes ganas de meterme en problemas con tu padre y con la Sra. Collins. Tu padre lo podría soportar, ¿pero y la Sra. Collins? —Se estremeció—. Entre tú y yo, me asusta. Es una de esas amistades que te llevan al límite. Solté una risita, extrañando la honestidad de Nancy. —Me gustaría poder recordarlo. —El quinto lienzo estaba completamente en blanco. Las pinturas al óleo y los pinceles estaban colocados sin usar—. ¿Te importa? En su clásica postura de pensar, Nancy se frotó la parte inferior de la barbilla. —Sólo dijo que no podías dar clases de arte, no que no pudieses pintar. Cogí un pincel plano, lo sumergí en la pintura negra e hice círculos en el lienzo. —La cosa es que tengo este gran agujero negro en mi cerebro y está succionándome la vida. Las respuestas están ahí, así que me siento durante horas y miro hacia el frente. No importa cuanto tiempo ni que firme lo haga, sólo veo oscuridad. Elegí un pincel seco y mezclé la pintura negra y la blanca para crear diferentes tonos de gris. —Hay bordes alrededor del negro y de vez en cuando un destello de color raya el gris. Pero realmente nunca puedo comprender cualquiera de los atisbos de recuerdos que surgen. Agarrando el pincel, miré fijamente el lienzo que ahora representaba mi cerebro. —Me gustaría que alguien simplemente me contara la verdad y pusiera fin a la locura. Una mano cálida presionó con fuerza mi hombro, haciéndome salir de mi ensoñación. Guau, las cinco en punto. Papá me matará si no llego a casa pronto. Nancy mantuvo su mano en mi hombro y los ojos fijos en el lienzo.
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—Si esto es una locura, entonces estar loco es genial. ¿Vas a terminar esto? Por primera vez en dos años sentía que podía respirar. —¿Te importa que venga a pasar el rato después de clase? *** En la siguiente figura, la raya AB fue construida a partir de las rayas AC y AD. Mediante el uso del compás, C y D fueron marcadas equidistantes de A en las rayas AC y AD. El compás fue usado para localizar un Punto Q, distinto de A, por lo que Q es equidistante de C y D. Para todas las construcciones definidas por los pasos anteriores, halla las medidas de BAC y BAD. Si Aires estuviera aquí, sabría que hacer. Es decir, me estoy volviendo loca, ¿había siquiera una pregunta ahí? De ser así, el inglés simple necesita un signo de interrogación. ¿Era el dibujo de aspecto triangular de debajo una supuesta ayuda? ¿Necesitaba un compás? ¿Y por qué las respuestas de debajo tenían números? No había ningún maldito número en la historia del problema. —Respira, Echo —me diría Aires—. Te estás psicoanalizando a ti misma. Toma un descanso y vuelve a ello más tarde. Y tenía razón. Aires siempre tenía razón. Dios, lo echaba de menos. Tiré el libro de ACT al suelo y apoyé la cabeza sobre el respaldo del sofá. Odiaba esta habitación. El pegajoso papel pintado de flores rosas colgaba en las paredes coincidiendo con las tediosas cortinas y los tapizados. En el momento en que echó a mi madre por la puerta, Ashley traumatizó a todos los diseñadores de interiores del mundo con su nueva decoración. Podía haber pegado el papel en la pared para acabar con la influencia de mi madre, pero yo sabía qué era lo que quedaba por debajo, el mural de Grecia que mi madre había pintado. Normalmente estudiaba en el coche de Aires, pero Ashley me había dado tanto la lata que arrastré mis libros de vuelta a la casa. Debo de haber matado un montón de vacas en una vida pasada para que el Karma me odiara tanto. Tal vez había muerto hace un par de años y sin saberlo, había entrado en el infierno. Condenada a pasar el resto de la eternidad con mi padre y mi madrastra y teniendo que hacer el examen de ACT una y otra vez. —¿Cómo fue el entrenamiento del equipo de baile hoy? —preguntó Ashley. La Malvada Bruja y mi padre entraron en la sala de estar cogidos de la mano. Dios Mío, debía de estar muerta, porque odiaría ver esto de verdad si no era el infierno.
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—Bien. —Parpadeé varias veces. Mierda, siempre parpadeaba cuando mentía. Preocupada por si me habían pillado, bajé la cabeza. Espera. Papá tenía problemas de atención y la Sra. Cerebro de Espantapájaros no se daría cuenta de un mono volando ni aunque este le golpeara en la cara. Mi padre se acomodó en su sillón reclinable y Ashley se sentó en su regazo. Querido Dios, siento mucho lo que sea que hice, pero, honestamente, ¿fue mi pecado tan grave? Papá le besó la mano. Tragando bilis, dirigí mi atención a la chimenea. —¿Estás lista para hacer el ACT el sábado? —preguntó mi padre. ¿Disfrutaban los pollos cuando los metían en camiones con rótulos de KFC? —Por supuesto. —Ya estudiaste la lista de términos. Así que céntrate únicamente en las matemáticas. Ahí es donde tienes problemas. ¿Problemas? Mis calificaciones en matemáticas eran superiores a la media, pero por supuesto, no eran lo suficientemente buenas. Papá continuó—: ¿Te eximió la Sra. Collins de algunas de tus clases para que pudieras prepararte? —Sí. —Vi los folletos para el Baile del Día de San Valentín en mi oficina. ¿Van a ir Luke y tú? Cuando Ashley intentaba sacar algo de información, su irritante voz entra en un tono más alto de enojo. Los perros en Oklahoma se estremecían. —Luke me lo pidió hoy. No te preocupes. La valiosa reputación de nuestra familia se mantendrá intacta. La Sra. Collins nunca sabrá que mentiste para quedar bien. —¡Echo! Mierda. Me estremecí ante la decepción en la voz de mi padre. La disculpa automática salió de mi boca. —Lo siento, Ashley. A pesar de que era verdad. —No pasa nada. ¿Cuándo quieres ir a comprar el vestido? ¿Hacer qué? Aparté mis ojos del fuego y la miré. Mi padre frotó al bebé de su vientre mientras ella le acariciaba la mejilla. Asqueroso.
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—No necesito un vestido nuevo. —Sí que lo necesitas. Todo lo que tienes son o escotes sin tirantes o con tirantes muy finos. No puedes ir a un baile enseñando esas cicatrices. —Ashley —susurró mi padre. Su mano se congeló en su vientre. Mi garganta se hinchó como si alguien la hubiera embestido con una tabla de dos por cuatro y mi estómago se apretó como si alguien lo hubiera golpeado. Me senté y mi cabeza se tambaleó con la habitación. Con la desorientación en toda su fuerza, me bajé mis mangas. —Me voy… arriba. Ashley se deslizó fuera de mi padre. —Echo, espera. No quise decir eso. Sólo quiero que pases una buena noche. Una noche de la que cuando eches la vista atrás recuerdes lo mucho que te divertiste. Pasé junto a ella hacia las escaleras. Necesitaba mi habitación. El único lugar que la mala decoración de Ashley no había arruinado completamente. El lugar donde las pinturas llenas de color de mi madre colgaban, donde fotos de Aires y mías estaban desordenadas en mi escritorio, el único lugar donde me sentía cómoda. Me dolía el corazón. Quería más que mi habitación, pero eso era todo lo que tenía. Quería a mamá. Puede que estuviera loca, pero nunca me dejó. Quería a Aires. Quería a la única persona que me había amado. Ashley me llamó desde la parte inferior de las escaleras. —Por favor, deja que me explique. Me detuve en el marco de la puerta. Si nunca hubiera entrado en nuestras vidas, mi madre y Aires aún estarían aquí, yo no sería un monstruo lleno de cicatrices, y conocería el amor, no el odio que en ese momento hervía en mis venas. —Me caías mejor cuando eras mi niñera. Espero que cuando me gradué de la secundaria no me convierta en una soberana bruja como tú. Cerré la puerta detrás de mí. *** Después de ese encantador intercambio con Ashley, pasé el resto de la noche escondida en mi habitación. Me acosté en la cama y miré fijamente a la única parte de mi habitación donde Ashley había llegado, el techo. Había pintado sobre las constelaciones pintadas a mano de mi madre. La bruja lo había hecho mientras me recuperaba en el hospital. Mi madre se acostaba en la cama conmigo durante horas mirando el techo, contándome mitos griegos. Teniendo pocos buenos recuerdos de mi
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madre, despreciaba aún más a Ashley por robarme lo único que tenía. Los golpes de mi puerta a las 11:30 me sorprendieron. La regla de oro de la casa me obligaba a pedir disculpas en primer lugar. Probablemente Ashley quería enseñarme en persona por qué mis actuales vestidos no iban a funcionar. No había necesidad de prolongar lo inevitable. —Adelante. Me puse de pie en el momento en que mi padre entró. Él nunca venía a mi habitación. Los dos primeros botones de su camisa estaban desabrochados y su corbata estaba colgando floja. Unas líneas de preocupación estaban talladas alrededor de sus ojos cansados. Se veía viejo. Demasiado viejo para estar casado con una rubia tonta de veintitantos y demasiado viejo para tener otro bebé. —Ella lo siente, Echo. Por supuesto que había venido en nombre de Ashley. Dios no permita que algo en esta casa no gire en torno a Ashley. —De acuerdo. Mi disculpa tendrá que esperar hasta mañana. Estoy un poco derrengada. Los dos sabíamos lo que era escurrir el bulto. Tendría suerte si dormía una hora. Sorprendiéndome aún más, mi padre hizo algo que no había hecho desde que llegué a casa del hospital, se sentó en mi cama. —Voy a ponerme en contacto con tu asistenta social. No creo que esta nueva terapeuta esté funcionando. —No —dije con demasiada rapidez y papá lo percibió—. Ya te lo dije, me gusta. Es fácil hablar con ella. Además, me dijiste que ibas a darle otra oportunidad. —Sé que las cosas entre tú y Ashley han sido difíciles desde que te enteraste de nuestra relación, pero has estado arremetiendo contra ella más de lo normal. Está embarazada. No quiero que se estrese. Mi dedo gordo del pie empezó a balancearse. ¿Le mataría quererme? —Me esforzaré más. Sólo déjame seguir viendo a la Sra. Collins. — Necesitaba darle una razón para que se echar atrás—. Es la única que me convenció para centrarme en mis amigos y en salir —mentí. Algunas de las líneas de preocupación desaparecieron. —No creo que sea ella. Eres tú. Le dejaré en paz si te esfuerzas más con Ashley. Ella te quiere. Y tú solías adorarla.
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Sí, cuando en su decimo octavo cumpleaños, dejó que me quedara hasta tarde y que comiera palomitas de maíz cuando yo tenía seis años, o cuando dejó que me pusiera maquillaje el primer día de cuarto grado. Y la cosa más disparatada sucedió, se acostó con mi padre y entonces, dejó a mi familia ahogándose en una ola de destrucción. —Si de verdad quieres demostrarme que lo estás intentando, deja que te lleve a comprar ropa. Ella había planeado un día entero y está devastada por haberte molestado. Deja que se divierta y yo renunciaré a que prepitas el SAT. Levanté una ceja. Mi padre nunca negociaba. —¿En serio? —De todos modos, la próxima fecha para el SAT es demasiado tarde para el plazo de solicitud. Tendremos que trabajar con lo que tienes. Tus notas deben ser lo bastante buenas para que puedas entrar en alguna de las mejores universidades de negocios del estado. Normalmente decía contabilidad, pero debió haber notado la mueca que yo hacía cada vez que decía esa palabra. —Estoy feliz de que hayas vuelto con Luke y más feliz aún de que vayas al Baile de San Valentín. Te encantaba vestirte e ir a bailes. Pensaba que tal vez esa parte tuya había muerto. —Se quedó mirando mis brazos tapados por las mangas—. Tengo que decir, de verdad, que has hecho que me sienta orgulloso. No es ninguna puñetera broma. Conseguí una A, hice lo todo lo que él dijo, y está orgulloso de mí por ir a un baile. Vamos a ver, si vino a mi habitación por un Baile de San Valentín, quizá haría algo disparatado por el baile de promoción, como decirme que me quiere. Mi padre me dio una palmadita en la rodilla y se levantó de la cama. —¿Papá? —Sí. —¿Alguna vez visitas a mamá? Las arrugas de preocupación volvieron. —Ella ya no es mi responsabilidad. —¿Entonces es la mía? Yo soy su único pariente vivo. Un músculo de su mandíbula se sacudió. —Tu asistente social nunca permitiría eso y yo tampoco. —Sus ojos se suavizaron y su mandíbula se aflojó—. ¿Tienes miedo de que vaya a hacerte daño? Nunca te hará daño, ni a ti ni a cualquier otra persona de nuevo. No te preocupes por ella.
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Pero lo hacía. Mi madre podría estar loca y había intentado matarme, pero todavía era mi madre. Alguien debía cuidar de ella, ¿no?
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16 Noah Traducido por Jo Corregido por MaryJane♥
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e visto a mis hermanos. ¿Quién sabía que los milagros podían ocurrir? Y había conseguido verlos de nuevo el segundo sábado de febrero. Esto exigía una celebración. Esperaba que Isaiah tuviera algo de hierba porque planeaba el malditamente más grande J que cualquiera de nosotros hubiera visto. El último en regresar por la noche, estacioné mi pedazo de mierda en la calle. Dale trabajaba en turno de noche en la planta local de camiones. No sabíamos de un día al otro cuantas horas trabajaba. Había cometido el error de estacionarme en la entrada una vez. En lugar de mover mi auto, Dale sacó mi espejo del lado del conductor. Las luces brillaban desde cada ventana en la casa, no era una buena señal. Entré en la pequeña sala de estar y noté toallas cubiertas de sangre. —¿Qué mierda? Isaiah apareció instantáneamente a mi lado. —El bastardo golpeó la mierda de ella. —Estoy bien. —La voz de Beth tembló. Estaba sentada en la cocina con su brazo extendido sobre la mesa. Su tía Shirley limpiaba varios cortes y quemaduras de cigarros. El cuerpo entero de Beth temblaba como convulsionando. El lado derecho de su rostro estaba moreteado, raspado e hinchado, su ojo derecho inflamado hasta cerrarse. La sangre empapaba su camiseta favorita. Levantó el cigarrillo a su boca e inhaló una gran bocanada. —El nuevo folle de mamá usa un anillo de graduación. Debe haberlo robado de alguien. —Hijo de perra. ¿Por qué diablos volviste a casa, Beth? Sabías que este imbécil eran malas noticias. —Tres pasos y me arrodillé junto a ella en la cocina. Inhaló otra bocanada mientras una lágrima caía de su ojo izquierdo. —Era el cumpleaños de mamá y el estúpido bastardo no quería
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compartirla, así que… —Se encogió de hombros. Rabia pura atravesó mi cuerpo, cada músculo tensándose, preparándose para pelear. —¿Cuándo llegará la policía? —No lo harán —dijo Shirley. Puso gasa sobre una quemadura y la aseguró. Luché para controlarme. —¿Y por qué no? —Tiene dieciséis y su madre estaba aquí. Encerrarán a mi hermana junto a ese novio nada bueno. No estoy de acuerdo con cómo vive su vida, pero no enviaré a mi hermana a la cárcel y Beth no está interesada en eso tampoco. Esperé que Beth confirmara la teoría. Apagó su cigarrillo en el cenicero, puso otro en su boca y luchó con el encendedor. Lo tomé de ella y, en un suave movimiento, encendí el cigarro. —Gracias —dijo débilmente. El teléfono sonó una, dos, tres veces. Dejó de sonar y el celular de Beth comenzó a tocar “Lovesong” de The Cure, el tono de su mamá. Su mano tembló mientras dejaba caer cenizas en el cenicero. —Continúa llamando. Quiere que vuelva a casa. —¿Por qué? —gruñí. —Se cansó de golpearme y se quedó dormido, se desmayó, lo que sea. Probablemente se despertó y echó de menos a su piñata. Intenté masajear la rabia fuera de mi cuello. —Llama a la policía, Beth. —¿Y qué crees que va a pasarte a ti y a Isaiah si lo hace? —Dale entró a la cocina, su cabello oscuro peinado hacia atrás por una ducha reciente—. Tu trabajador social se ha puesto algo ruidoso últimamente, Noah. Si hacemos una llamada a la policía, se enterarán de que Beth ha estado viviendo aquí. Podemos darte un beso a ti y a Isaiah de despedida. La voz de Beth se quebró. —No puedo perderlos chicos. —Y allí estaba. Sentada sangrando porque nos amaba a mí y a Isaiah. Por millonésima vez, deseé que el sistema fuera una persona. Una persona que pudiera nombrar, conocer y darle la responsabilidad por arruinarnos a cada uno de nosotros. Justo ahora, el nuevo novio de la mamá de Beth serviría. Me puse de pie y besé la parte superior de la cabeza de Beth. —¿Estás listo, hermano? —He estado esperando que llegaras, hombre. —Isaiah abrió la
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puerta del frente, sus ojos fríos y letales. El ojo bueno de Beth se ensanchó. —No —susurró. —No voy a pagar la fianza para que salgan chicos —dijo Dale. —Nunca te lo pedimos —dije y caminé por la puerta. Un auto dio un viraje brusco subiendo por la calle y voló al césped del jardín delantero. La puerta del pasajero se abrió antes de que el auto se detuviera, y la madre de Beth saltó afuera. Su rubio cabello caía de una cola de caballo, ojos inyectados en sangre, con un moretón formándose bajo su ojo derecho. —Quiero a mi nena. Necesito decirle que lo siento. —Vete al infierno —dijo Isaiah—. No es tu muñeca para que juegues a vestirla. Las luces del Beamer se mantuvieron encendidas. Un hombre grande se tambaleó en el lado del conductor. —Paren su escena. Sky quiere a su puta hija. Díganle que salga o voy a ir a buscarla. Isaiah y yo nos paramos lado a lado, un acuerdo silencioso de que lo mataríamos antes de que llegara a la puerta delantera. Mis hermanos pasaron por mi mente. Tanto como quería proteger a Beth, también necesitaba protegerlos a ellos. —Vete antes de que llame a la policía. Maldición, este tipo tenía que medir al menos 1,96 y lucía familiar. Se puso de pie frente a frente con Isaiah y yo. El hedor a alcohol lo envolvía. Sus ojos se movieron nerviosamente y su cuerpo se estremeció. —Está bajo metanfetaminas, hombre —me dijo Isaiah. Fabuloso. Esa noche había cambiado de la mejor a la peor a Juego del Miedo en tiempo record. El hombre giró el anillo en su dedo. No era un anillo común, era un maldito anillo del Super Bowl. —Adelante, llama a la policía. Todos me aman. No iré a la cárcel. —¿No eres tú el imbécil que fue expulsado de ese equipo perdedor a unas horas de aquí? —dije, intentando mantener sus ojos lejos de la casa. Pestañeó un par de veces, como si su mente arruinada hubiera entendido por tres segundos que un linebacker de 113 kilogramos no debería andar buscando peleas con chicas de dieciséis y sus dos amigos. —Estoy cansado de esta mierda, hombre —me susurró Isaiah segundos antes de que se echara hacia atrás y golpeara al bastardo en la mandíbula. El impacto me habría enviado hacia al suelo, pero este tipo solamente giró su cabeza. Maldición al inferno… todo sobre esto iba a terminar mal. El bastardo levantó su puño para contratacar, pero se encontró en el suelo cuando lo derribé en sus rodillas. Tuve el fugaz pensamiento de que
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debería agradecerle a mi profesor de gimnasia, el Sr. Graves, por las tres semanas de entrenamiento de futbol. Giré lejos de él antes de que pudiera lanzar un puñetazo. Isaiah se acercó mucho y el imbécil barrió las piernas de Isaiah debajo de él y lo golpeó en el estómago mientras caía al suelo. El sonido del grito de la mamá de Beth irritó la mierda en mí. El bastardo se levantó, como yo hice, y lo golpeé en el riñón antes de que tuviera la oportunidad de patear a Isaiah, quien yacía en el suelo sin aire. Metanfetaminas se giró y apuntó a mi cabeza, pero lo esquivé y aterricé un golpe en su estómago. Resopló y se balanceó, pero se mantuvo de pie. Necesitaba volver a derribar a este perdedor. Intenté derribarlo de nuevo, pero apunté muy arriba. Mis lados dolieron cuando lanzó dos golpes buenos a mi caja torácica. Los dos chocamos con su auto mientras Isaiah se ponía de pie y golpeaba al tipo en la parte de atrás con su puño. Un ruido de bala sonó en la noche. Ambos Isaiah y yo nos congelamos. Recé a Dios para que nada tibio o mojado emanara de mi cuerpo, y no me refería a una meada. —Sky, tú y esta basura salgan de mi propiedad —dijo Dale en una sorprendentemente calmada voz. Se paró al frente, un rifle de caza sostenido en sus manos—. ¿Están bien chicos? —Súper —dijo Isaiah con la mandíbula encajada. —Mejor que nunca. —Maldición, me latían los nudillos. —Entren a la casa antes de que Beth se ponga histérica —dijo Dale. Empujé el Beamer e hice mi mejor esfuerzo para no cojear a la casa. Isaiah vino a mi lado. —Creo que podría habernos dicho que íbamos a pelear con la NFL. —¿Eso te habría detenido? —No. —A mi tampoco. —La risa entre los dos tuvo eco en la noche. Beth lloró hasta dormirse, en los brazos de Isaiah. Me recosté en el sofá viendo películas de los ochenta en la televisión. El sonido estaba tan bajo, que no tenía idea lo que todos decían por una hora. Me dolían las costillas, mis nudillos palpitaban, pero demonios, se sentía bien. Dale y Shirley le habían dicho a Sky que nunca volviera que Shirley iba a ir donde Sky para recoger las cosas de Beth. Dale y Shirley tenían problemas, pero eran buenas personas de corazón. Beth gimoteó cuando se giró durmiendo. Isaiah la calmó con
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silenciosas palabras y pasó la mano por su cabello. Ella envolvió los brazos más fuerte en su pecho y se recostó prácticamente sobre él. Isaiah continuó acariciando su espalda. —¿Cuánto tiempo te ha gustado, hermano? —le pregunté a Isaiah. Isaiah dejó caer su cabeza contra la pared. —Un tiempo. Aterrado de decirle, pero ahora… No puedo continuar dejando que esté con tipos que la usen o que sólo observen cómo va a su mamá cuando necesita sentirse amada. ¿Qué voy a hacer, hombre? —Estás preguntándole al tipo equivocado. —¿Qué sabía yo sobre amor? Todo lo que sabía era que no podía sacar a Echo Emerson fuera de mi mente. Sin duda, la deseaba. No podía alejar mi mente de las imágenes de su cuerpo retorciéndose de placer contra el mío. Esa voz de sirena susurrando mi nombre. Pero me atraía más que en una manera física. Amaba su sonrisa, la luz en sus ojos cuando reía, y demonios si no podía mantenerse a la par conmigo—. Si lo resuelves, hazme saber.
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17 Echo Traducido por Lucia A. Corregido por LadyPandora
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o siento —dije por tercera vez—. No sabía que tenías tanta prisa.
Luke mantuvo mi mano y me arrastró por el concurrido centro comercial hacia el cine. Cuando la multitud cedió el paso, me atrajo a su lado. —Estoy con tu padre en esto. Es un coche. Es decir, ese coche será una fiera y todo eso, pero sigue siendo un coche. Sería mejor que lo vendieras y te hicieras con una buena suma en efectivo, que seguir perdiendo más dinero o tiempo en él. La película empezaba a las ocho en lugar de a las ocho y cuarenta y cinco como me dijo en principio. Había concertado una cita a las seis con un mecánico que estaba dispuesto a venir a casa para mirar el coche de Aires. Esta mañana había hecho de nuevo el ACT, volví a casa, accidentalmente me dormí (tuve un día terrorífico, si así es como se le llama a un terror nocturno que se produce durante el día) y entonces me desperté a menos de veinte minutos antes de que llegara el mecánico. Luke había esperado pacientemente diez minutos antes de decirle al mecánico que se fuera porque teníamos planes. El mecánico se fue, diciendo que podría enviarme por correo electrónico el presupuesto. —Es todo lo que me queda de Aires. —Entramos en la zona alfombrada de la sala de cine. Aparté la mano—. Pensé que lo entenderías. Salir con Luke era exactamente como lo recordaba, al menos los dos últimos meses de nuestra relación, menos los toqueteos. En nuestra cita en grupo de la semana pasada, le pregunté si podíamos tomar las cosas con calma y estuvo de acuerdo, durante las primeras citas. Tenía la sensación de que esta noche iba a ser el final de la promesa de “manos fuera” de Luke. Hasta el momento, salir con él por segunda vez apestaba.
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Luke puso las manos en las caderas. —Menos mal que Stephen y Lila llegaran a tiempo para sacar las entradas. Están agotadas. Egocéntrico, egoísta e imbécil... —Esto no va a funcionar —dije. Cerró su puño y a continuación se obligó a relajar las manos. —Mira, yo quiero que funcione. Simplemente estás enojada porque estoy de parte de tu padre en esta estupidez del coche. Lila está saliendo con Stephen. Grace con Chad. Que tú y yo salgamos tiene perfecto sentido. —Me acarició la mejilla. Ese toque solía derretirme en un charco. Todo lo que ahora sentía eran callos, una verruga y la piel seca—. Sé que es duro intentar descubrirnos de nuevo. Creo que nuestro problema es que nos lo estamos tomando demasiado despacio. Me merezco un premio por mantener las manos fuera. Luke dio un paso hacia mí, deslizando una mano alrededor de mi espalda y apretándome contra él. Cada músculo se me había tensado. Esto no se sentía en absoluto natural. —Veamos la película y después podemos volver a mi casa. Creo que te sentirás mucho mejor una vez que te ayude a recordar en lo que somos tan buenos en hacer. Abanicó con su aliento mi cara y juro que algunas partículas de saliva también lo hicieron. ¿Por qué estaba haciendo esto otra vez? —¡Echo! Chicos, aquí estáis. La sala ya está llena. Lila rebotó a mi lado. Aliviada por la interrupción, me alejé de Luke. Stephen y Luke intercambiaron algún extraño tipo de apretón de manos masculino. Stephen señaló la sala de tres —Vamos. Está comenzando. No pudimos conseguir seis asientos juntos, pero os guardamos dos en la parte de atrás. Stephen chocó los cinco con Luke. Chico, Luke estaría decepcionado si descubriera que no iba a pasar nada en la parte de atrás. Los chicos caminaron delante mientras Lila y yo nos quedamos detrás. Lila preguntó—: ¿Estás bien? —No creo que lo mío y Luke vaya a funcionar. No ha cambiado ni un poco. ¿Por qué esto, como todo lo demás, tiene que ser complicado? ¿Por qué no podía ser simple, como había sido en el primer año?
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Lila tomó una respiración profunda y presionó sus labios juntos. —Hablaremos más tarde. Disfrutemos de la película, ¿de acuerdo? —Se emparejó con Stephen y Luke agarró mi mano. —Sólo tienes que concentrarte en ser como eras antes. Ya sabes, normal —dijo él. Lila me envió una mirada de súplica. Me hundí en el asiento junto a Luke y le permití poner su brazo alrededor de mí. Todos nosotros pedíamos normalidad. Pero hasta ahora, normal sólo significaba más desdicha. *** En los primeros cinco minutos de la película conocimos a un adolescente que se graduó en el instituto y se unió a los Marines. A diez minutos, lo vimos graduarse del campamento de entrenamiento. Veinte minutos de película y tuve arcadas. Las náuseas crecían en mi garganta, mi lengua se sentía diez veces más grande y no podía respirar. No importaba cuánto aire tratara de aspirar, no entraba nada en mis pulmones. Salté de mi asiento y tropecé en las escaleras oscuras del cine hacia los sonidos de hombres gritando agónicamente a Dios y a sus madres. Corrí hacia el cuarto de baño de mujeres, di un golpe al pasar por la puerta y me aferré al frío lavamanos. El espejo reveló una pesadilla. Los rizos rojos se aferraban al sudor de mi frente. Mi cuerpo entero se sacudía como en un terremoto. La imagen del amigo del hombre pisando un IED18 parpadeó en mi mente. La bilis subió por mi garganta. Oh, Dios, Aires. ¿Eso fue lo que le sucedió? ¿Gritó agónicamente? ¿Sabía que se estaba muriendo? La cara del actor empapada de sangre se fusionó con la cara de Aires. Mi cuerpo se retorció hacia adelante, mi estómago se encogió y tosí con las arcadas. Estaba muerto y había muerto en la miseria, aterrorizado. La puerta de un cubículo se abrió. Una ancianita me miró con lástima en sus viejos ojos. —¿Problemas de chicos? Tomé una toalla de papel para limpiarme los ojos y esconder mi cara. Jadeando por aire, me recordé que había venido aquí para ser normal, no un espectáculo. —Sí. La anciana me sonrió en el espejo mientras se lavaba las manos. 18IED:
en inglés Improvised Explosive Device. Artefacto explosivo improvisado.
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—Una chica tan guapa como tú encontrará alguien nuevo rápidamente. Por cierto, me encantan tus guantes. No es muy frecuente ver a una joven llevándolos. Se fue. Mi móvil vibró en mi bolsillo trasero. Luke me envió un mensaje: ¿Dnd sts? En el baño de chicas perdiendo la cabeza. No había forma de que pudiera regresar. Dmasiad violnto xa mí. T veo dspues d l plícula. Esperé unos segundos y mi teléfono vibró otra vez. Gnial, t veo + tarde. Ocho y media. Tenía dos horas y media para volar hasta que acabara la película. Parecía ser un tema recurrente en mi vida. La zona de comidas estaba justo al lado del cine. Necesitaba algo para beber. Pero como una idiota, no había traído nada de dinero, ni mi cartera. Luke insistió en que me dejaría en casa. Bla, bla, bla... nuestra primera noche juntos en el cine... bla, bla, bla... lo pagaría todo... bla, bla, bla... me había llevado a ver la peor película de la historia... Los empleados de la zona de comidas estaban limpiando y preparando para cerrar. Pero algunos lugares permanecían abiertos para alimentar a los noctámbulos. Me dirigí a uno, un restaurante de hamburguesas que tenía taburetes junto a la barra. Me senté en un taburete y vi a un tipo alto dando la vuelta a las hamburguesas. A Lila le encantaría ese lindo trasero. —¿Perdona? El cocinero se giró y me resbalé de mi asiento. —¿Noah? Mostró su sonrisa maliciosa. —Hey, Echo. ¿Echándome de menos? Me senté nuevamente. —No. Algo así. Noah recogió las hamburguesas de la parrilla, las colocó sobre algunos panecillos y gritó un número. Una señora vino y se llevó las hamburguesas. Deambuló hacia el mostrador.
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—¿Qué puedo hacer por ti? El pañuelo rojo que llevaba retenía su pelo que generalmente le cubría sus ojos. Me encantaban sus ojos. Marrón chocolate, llenos de travesuras y una viva chispa de luz para prender el mundo en fuego. —¿Me puedes dar un vaso de agua, por favor? Y por favor deja que sea gratis. —¿Eso es todo? Mi estómago gruñó lo suficientemente alto como para que Noah lo escuchara. —Sí, eso es todo. Miró el vaso y me lo tendió. —¿Estás segura de que no quieres una hamburguesa? ¿Una rica y gruesa hamburguesa sobre un pan tostado con unas saladas patatas fritas al lado? Chupé de mi pajita, tragando el agua helada. Tenía gracia, el agua no me dio esa sensación plena, cálida y difusa como una hamburguesa y unas patatas fritas harían. —Estoy bien, gracias. —Como quieras. ¿Ves la buena pinta que tiene ese pedazo de carne que está allí? —Hizo un gesto hacia la hamburguesa. El olor me hizo la boca agua—. Es mío. Cuando esté hecho, mi turno habrá terminado por hoy. Regresó a la parrilla y levantó la fabulosa hamburguesa sobre un pan tostado relleno de diferentes verduras. Luego arrojó una cantidad abundante de patatas fritas en el plato. —Oye, Frank. Me voy de aquí. Alguien gritó desde atrás—: Gracias, Noah. Noah se quitó el pañuelo y el delantal y los arrojó a un contenedor. Dejó su plato a mi lado en el mostrador, se sirvió una Coca-Cola y después caminó alrededor para ocupar el asiento de mi lado —¿No deberías estar en una cita con tu novio mono? Mordió la hamburguesa. Observé cada delicioso movimiento. —Lo estaba. Quiero decir, lo estoy. Luke esta todavía en el cine. Pero no es mi novio. Ya no. Lo fue, hace mucho tiempo, pero ya no. Sólo estamos, ya sabes, saliendo. O algo así. ¿Seguro? ¿Y por qué estaba yo divagando?
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Noah masticó su comida mientras entrecerró los ojos. —Si estás en una cita, ¿por qué no estás allí con él? Bajé la mirada hacia las patatas fritas. Parecían tan doradas y crujientes. —¿Tienes dinero? —preguntó. —¿Qué? Frotó los dedos. —¿Dinero? ¿Efectivo? ¿Llevas algo? Sin saber a donde se dirigía, sacudí mi cabeza. Se acercó al mostrador y tomó un cuchillo. Cortó la hamburguesa por la mitad y puso el plato entre nosotros —Toma. No robes las patatas fritas. —¿Hablas en serio? Noah tomó otro bocado de su mitad. —Sí. No quiero que mi tutora se muera de hambre. Me relamí los labios como un personaje de dibujos animados y mordí la suculenta hamburguesa. Cuando la jugosa carne tocó mi lengua, cerré mis ojos y gemí. —Pensaba que las chicas sólo hacían eso cuando tenían un orgasmo. La hamburguesa se me atascó en la garganta y me atraganté. Noah sofocó una risa mientras me acercaba el agua. Ojalá con sólo beberla pudiera borrar el molesto rubor de mis mejillas. —Creo que me perdí tu respuesta a mi anterior pregunta. Si estás en una cita, ¿por qué estás aquí fuera compartiendo la cena conmigo mientras Luke está ahí dentro acariciándose a sí mismo? Me aclaré la garganta. —¿Siempre tienes que ser tan bruto? —No. Me controlaré si respondes a la pregunta. —Llegamos tarde y no supe qué película había escogido hasta que empezó. Enemigos en la guerra es un poco demasiado violenta para mí. Agité el agua con la pajita, centrándome en sonar indiferente mientras las imágenes de la guerra torturaban mi mente. Noah hizo una bola con la servilleta en su mano, su comportamiento juguetón se había ido.
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—¿Entonces por qué no está él aquí contigo? Buena pregunta. —Le dije que se quedara y viera la película. Tenía muchas ganas de verla. —Te mereces algo mejor. Empujó el plato delante de mí, su parte de la hamburguesa había desaparecido, pero todas las patatas fritas seguían en el plato. ¿Como un chico que compartiera su cena conmigo y me diera todas las patatas fritas? ¿Un chico que rompiera las reglas para que yo pudiera escuchar a mi padre hablar con mi terapeuta? ¿Un chico que me diera su chaqueta para que no pasara frío? ¿Un chico que me prendiera fuego con sólo rozarme? Pero Noah, posiblemente, no podría querer una chica como yo. Terminé mi hamburguesa y le devolví el plato. —Gracias. Supongo que debería dejarte ir a casa. —¿Qué vas a hacer? Algunos adolescentes se reunieron alrededor de una mesa vacía en medio de la plaza de comidas. Un conserje colocaba una señal que indicaba que el suelo estaba mojado. Un hombre sin hogar se aferró a su carrito de compras y nos miró fijamente a mí y a Noah desde el otro lado de la sala. Oh, no sé. Dar una vuelta por aquí, probablemente terminando muerta, metida en la parte de abajo del carrito de ese tipo. —Quizás me vaya a la sala de juegos y esperar que alguien se deje algunos centavos en la mesa para poder jugar al billar. Noah levantó una ceja. —¿Juegas al billar? —Aires me enseñó. El sonido de la risa de Aires mientras jugábamos remplazó los gritos de mi cabeza. Noah saltó del taburete y envolvió mi mano entre las suyas. El gesto me tomó por sorpresa y causó que mi corazón tartamudeara. Me sacó del asiento. —Vamos, vamos a ver si Aires te enseñó a jugar al billar igual que las matemáticas. Caminamos hacia la sala de juegos y Noah desplazó su mano para permitir que sus dedos descansaran al lado de los míos. Mi corazón galopaba como un caballo. Este era Noah Hutchins. El Noah Hutchins que
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rechazaba las relaciones estables e incluso las citas. El Noah Hutchins que sólo quería ligues de una noche. Un bala perdida. Lo contrario de mí. Y en este momento, todo lo que quería.
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18 Noah Traducido por Mel Cipriano. Corregido por MaryJane♥
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cho acomodó su cabello en el momento en que entrelacé sus dedos con los míos. No la había tocado en más de una semana, pero de alguna manera flotaba sobre el suelo, mi sangre corría caliente por mis venas y me sentía alto, no, no alto... invencible. —¿Puedo hacerte una pregunta? No quiero ofenderte —le dije. Su mano se quedó inmóvil, pero me aferré a ella, no permitiendo que se escapara. —Supongo. —¿Hay un significado detrás de tu nombre? Llegamos a la galería. Algunos estudiantes de escuela intermedia se cernían en torno a un juego con una ametralladora simulada. El sonido de las balas en medio de gritos resonaba en el juego. Un estudiante universitario hojeó un libro de historietas detrás del mostrador de cristal lleno de premios baratos para los billetes. Apreté más fuerte la mano de Echo y la llevé más allá de los juegos, a las mesas de billar vacías en la parte posterior. De mala gana, me soltó la mano y empujó un par de dólares en la máquina de monedas. —Mi mamá estaba obsesionada con los mitos griegos. Llevo el nombre de la ninfa de montaña, Echo. El nombre Aires de repente tenía sentido, también. Empujé dos monedas en la mesa y las bolas retumbaron fuera de la ranura. Echo inmediatamente las arrojó sobre la mesa. —¿Ocho o nueve bolas? —Ocho. —Con nueve era más complicado. Ya había planeado jugar en el sesenta por ciento de mi capacidad, esperando que ella pasara un buen rato—. ¿Cuál es el mito?
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Dejó las bolas en el bastidor y empujó el triángulo. —Hay varios, en realidad. Tú rompes. Yo había conocido a varias chicas como ella, aterrorizadas por romper, ya que no podrían llegar a más de unas cuantas bolas fuera del grupo. Es mejor romper y conseguir una sola que nada en lo absoluto. —Las damas primero. —No podía esperar a que este juego terminara, para poder enseñarle cómo romper apropiadamente. Las imágenes de su cuerpo apretado contra el mío, inclinándose sobre la mesa, hacían que mis pantalones se ajustaran. —Tu funeral —cantó ella, y mis labios se levantaron ante su destello de confianza. Echo hizo girar su palo de billar como un guerrero antes de entrar en la batalla, sin apartar ni una sola vez los ojos de la bola blanca. Se inclinó sobre la mesa. Me concentré en su trasero apretado. Mi sirena estaba comiéndome vivo con cada movimiento. Cuando apuntó, ya no se parecía a la chica frágil en la escuela, sino un francotirador. El rápido y estruendoso crack de las bolas me pilló con la guardia baja. Las bolas cayeron en las bolsas en una sucesión tan rápida que perdí la cuenta. Echo dio vuelta a la mesa, una vez más, haciendo girar el taco, estudiando las bolas restantes como un general de cuatro estrellas lo haría con un mapa. Maldita sea, la chica sabía cómo jugar. —Ralladas —gritó. Echo se inclinó sobre la mesa para hacer su segundo tiro. Sus hermosos pechos estaban ahí para que los viera, pero quería hacer algo más que observarlos, quería... —Deberías poner tu lengua de nuevo en tu boca. Se te va a secar. —Metió dos rayadas con un solo disparo. —No puedo evitarlo, te ves ardiente. —Me encantó cuando lo sirvió—. ¿El mito? Después de otros dos disparos, finalmente falló. Ahora era mi turno. El sesenta por ciento de capacidad no sería suficiente con ella. Diablos, el cien por ciento ni siquiera lo sería. Trabajé sobre la mesa mientras Echo se sentaba en un taburete. —Zeus disfrutaba tener romances con ninfas en la tierra, y su esposa, Hera, no aprobaba sus actividades extracurriculares. Así que él envió a Echo, una ninfa del bosque hermoso, para distraer y entretener a Hera mientras se entretenía un poco. Hera finalmente descubrió y castigó a Echo tomando su voz, condenándola a repetir sólo lo que otros decían. Después de eso Echo se enamoró de un idiota que no la amaba. Echo vagó por el bosque, llorando desconsolada, hasta que ya no quedó nada
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de ella más que su voz, que perduraría en la tierra. Algunos de nosotros fuimos nombrados por personajes bíblicos, otros de un dardo arrojado en un libro de bebés. Echo fue nombrada por un mito griego psicótico. Metí dos bolas en el bolsillo derecho. —¿No le gustaban los nombres de los cuentos de hadas normales? Echo rió. —Esos fueron mis cuentos de hadas. Crecí entendiendo la historia detrás de cada constelación. Qué dios griego estaba enfadado con quién. El amor, la lujuria, la ira, la venganza. He dormido con la luz encendida durante mucho tiempo. Fallé mi tiro y me tragué una maldición. Echo se contoneó hacia la mesa con una sonrisa maliciosa en los labios. Yo no anhelaba otra cosa que besar esa pequeña y bonita sonrisa en su rostro. En cambio, tiré de uno de sus sedosos rizos rojos. Su risa me hizo cosquillas en la piel. —Tu turno para responder a una pregunta —dijo ella. —Dispara. —¿Por qué quieres ver a tu archivo? —Fue por la bola ocho y hundió el tiro. Nadie, excepto Keesha o la Sra. Collins, me había hecho una pregunta personal en años. Puse dos monedas más en la mesa. —¿Vas a decirme por qué quieres ver el tuyo? Echo acomodó las bolas de nuevo. —Ya lo sabes casi todo. Sí rompes esta vez. Sintiéndome fuera de equilibrio, me apoyé en el palo de billar. —Tengo dos hermanos menores. Jacob de ocho y Tyler de cuatro. Nos separamos después de que mis padres murieron. Están en una casa de mierda. Quiero probarlo y espero ganar la custodia de ellos después de graduarme. Ese archivo dice dónde viven. Si puedo encontrar a esos bastardos lastimando a mis hermanos, entonces puedo sacarlos de allí y convertirnos en una familia de nuevo. Rompí las bolas con más fuerza de lo que había previsto. No pude conseguir quitarme de la cabeza la imagen del rostro amoratado de Tyler. Mis hermanos no podían convertirse en víctimas como Beth o en durosculos como yo. La bola rebotó varias veces después de golpear el grupo de bolas. —Lisas. Tu turno de responder. —Mi mamá me hizo daño y yo no lo recuerdo. Ella sonaba desinteresada, pero sabía que quería ver su archivo tanto como yo quería ver el mío. Le había contado mi historia, ahora quería la suya. —Dime lo que sabes.
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Echo rodó el palo de billar en su mano. —No te conozco lo suficiente. ¿Cómo demonios iba a hacer que confiara en mí? En algún nivel, lo hacía. Pero no como yo quería. Mi reputación con las niñas en la escuela me precedía como una porrista frente a una banda de música. Mierda. ¿Y si ella confiaba en mí? ¿Qué iba a hacer con eso? Apoyé la cadera contra la mesa de billar. —¿Y si sólo tenemos una oportunidad por esos archivos? No te estoy diciendo mi mierda personal porque estoy en terapia de grupo, te lo digo porque si tienes la oportunidad de entrar en los archivos, te necesito para encontrar la información de los padres adoptivos de mis hermanos. Apellido, dirección y número de teléfono. Si tengo una oportunidad con el tuyo, ¿qué debería buscar? Maldición, ella parecía haberse convertido en un vampiro. Absolutamente nada de sangre permaneció en su hermoso rostro. —Jura que no le dirás a nadie. ¿Qué podría ser peor que ser llamada una cortadora? —Sea lo que sea... —Júralo —dijo entre dientes. La inclinación de su cabeza, la forma en que sus ojos brillaban de un color verde oscuro y la forma en que empequeñecieron, como los de un animal salvaje, me advirtió que una broma no era lo mejor. —Lo juro. Echo dejó su palo de billar en la pared y se acercó a la mesa. Al parecer, todos los juegos habían terminado por esta noche. Tomó la bola blanca. —Mi mamá es bipolar. Ya sabes, maníaco-depresiva. Hay dos tipos de trastorno bipolar y mi mamá es del número uno. No como si fuera lo menos, sino como un huracán de categoría 5, o un terremoto de 10,0. Fue mal diagnosticada durante años y luego, cuando yo tenía seis años... — Rodó la bola blanca sobre la mesa, golpeando bolas múltiples—, tuvo una crisis importante y obtuvo ayuda. Mi madre estaba muy bien cuando tomaba sus medicinas. —Envolvió sus brazos alrededor de ella y se quedó mirando la mesa. Su pie golpeó contra el suelo—. Sólo sé lo poco que mi padre y mis amigos me dijeron. Ella salió de sus medicamentos, entró en un episodio maníaco, fui a su apartamento y trató de matarme. Yo estaba aterrorizado de moverme, respirar, o incluso existir en este momento. En la televisión, los adolescentes eran retratados como despreocupadamente felices. Echo y yo nunca sabríamos acerca de esa vida. Mis padres murieron. Fui jodido por el sistema que supuestamente debía protegerme. Echo, Echo... fue traicionada por la persona que había
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sido establecida en su vida para protegerla. Levantó la mano como una garra en su frente. —¿Sabes lo que se siente no recordar algo? Mi madre me amaba. Ella no me haría daño. ¿Sabes lo que se siente tener pesadillas horribles noche tras noche? Voy a la cama una noche, mi vida perfecta, y luego despierto en la agonía, dos días después, en un hospital y todo mi mundo se rompe en dos. Necesito saber. Si lo sé, tal vez voy a sentir todo de nuevo. Tal vez... —Echo me recordó a la estatua de un santo que mi madre había colocado una vez en su jardín de flores. Los brazos abiertos, buscando una respuesta de un Dios que nos odiaba a los dos—. Tal vez vuelva a la normalidad. —Cuéntame de Aires. —Me agarré de un clavo para ayudar. De puro milagro, mi declaración la sacó de la miseria. Ella parpadeó, volviendo a la ruidosa sala de videojuegos. —A Aires le encantaban los autos. Él salvó este Corvette 1965 y pasó años trabajando en ello. Es por eso que te estoy dando clases. Tengo que ganar dinero para terminar de repararlo. Así que ella no era una nerd buscando crédito adicional u horas de servicio. Quería honrar a su hermano, a su familia. Echo y yo éramos más parecidos de lo que había pensado. —¿Qué está mal con él? Tomó el palo de billar y lo colocó de nuevo en el estante. —No tengo ni idea. Por lo que sé, necesita veinte dólares de gas y bujías nuevas. O podría necesitar algo enorme y costoso. Un mecánico irá a verlo hoy, pero tengo la sensación de que me va a llevar a la tintorería. —Conozco a un tipo que es un genio con los coches. Le encantaría estar en el mismo código postal que un Vette '65. ¿Dejarías que él lo revise? La sonrisa de sirena apareció y sus ojos iluminaron la habitación. —Sí. Por supuesto. Sí. Ella probablemente perdería algo de esa emoción una vez que conociera a Isaiah. —Isaiah es un poco áspero alrededor de los bordes, pero es un buen tipo. No quiero que te asustes cuando alguien como yo aparezca. Su risa sonaba como música. —¿Qué, no pasas el rato con los misioneros en tu tiempo libre? ¿Mientras el resto de nosotros va a casa y se cambia en pantalones de chándal y camisetas, tú elijes una camiseta de polo y pantalones caquis? Nadie más que Isaías y Beth se burlaba de mí. La gente corría de mi lado. Sin embargo, esta pequeña ninfa disfrutaba del juego. —Sigue así,
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Echo. Sé todo sobre los juegos previos. Ella se rió tan fuerte que golpeó una mano sobre su boca, aún así, la risa se le escapó. —Estás tan lleno de ti mismo. ¿Crees que porque las chicas se desmayan sobre ti y te permiten entrar en sus pantalones en la primera, yo voy a seguir su ejemplo? Piensa otra vez. Además, tengo tu número ahora. Cada vez que trates de parecer todo oscuro y peligroso, me imaginaré que llevas un polo de color rosa a rayas, cuello, y un par de pantalones plisados. De ninguna manera. Me acerqué a Echo, sintiéndome como un tigre tras su presa. Ella se apoyó contra la pared, pero seguí hasta mi objetivo. Me apreté contra ella, sintiendo cada curva sensual. Quería tocar cada centímetro de su cuerpo. Su olor dulce me tenía intoxicado. Sus ojos seguían sonrientes, pero su sonrisa se desvaneció mientras se mordía el labio inferior. Maldita sea, ¿Tenía alguna idea de lo que estaba haciendo? Para una niña empeñada en que me mantuviera lejos, hacía todo para encenderme. —¿Qué decías? —Bajé la cabeza y aspiré el cálido aroma a canela en su cuello, dejando que mi nariz rozara a lo largo de su atractiva piel. Su pecho subía y bajaba a un ritmo más rápido. Mi mano se fundió en la curva de su estómago, a centímetros de la cadera. Yo daba vueltas con la decisión de moverla hacia arriba o hacia abajo, hacia las zonas que tanto había soñado con tocar. —Noah —susurró ella, sin saber que estaba cumpliendo con una de mis fantasías que la involucraban. Si jugaba bien mis cartas, tal vez cumpliría un par más. Apenas rocé mis labios por su mejilla mientras me movía hacia la boca. Sus uñas me hacían cosquillas en el pecho, me está volviendo loco. Besarla se convirtió en mi única razón para respirar. Sus manos aplicaron presión en mi pecho y sus labios se movieron contra los míos. —No puedo. —Me empujó—. Yo... yo... no puedo. — Cualquier rastro de humor se habían ido, tenía los ojos muy abiertos—. Estoy en una cita con Luke y esto —Hizo un gesto con la mano entre nosotros—, no puede suceder. Eres Noah Hutchins y yo no soy la chica que hace "eso" con... con... Cerré los ojos para recuperar un cierto control sobre mi cuerpo. Terminé por ella. —Conmigo. —Sí... no... No lo sé. Quiero normalidad, Noah. ¿Me puedes dar normalidad? —Gracioso, hablaba de normalidad mientras tiraba de los guantes en sus manos. —¿Cuándo vas a darte cuenta de que eso no existe para la gente como nosotros? —No estaba seguro de a quién quería lastimar más, si a
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ella o a mí mismo. Podía fingir, pero ella nunca iba a volver a ser la niña sin cicatrices. Demonios, tal vez lo dije para recordarme que un tipo como yo nunca podría tener a Echo. Ella se dio la vuelta, con la misma ira a través de ella que había visto el primer día en la oficina de la Sra. Collins. —¿Qué debo hacer, Noah? ¿Darme por vencida como tú? ¿Drogarme, faltar a la escuela? ¿Decir “jódete” a todo? —Es mil veces mejor que pretender ser alguien que no soy. ¿Por qué es tan importante estar con un tipo que te obligó a ver una maldita película? Echo se frotó la cara con las dos manos, su ira desapareciendo. —¿Vas a llevarme al baile de San Valentín? ¿Voy a ser más que otra chica en el asiento trasero de tu automóvil, o voy a ser una broma entre tú y tus amigos? No lo sé. La verdad se atascó en mi garganta. Quería decirle que ella sería más, pero no pude. Yo no asumía compromisos, y allí estaba ese ser increíble, preguntándome por uno. Se pasó una mano por el pelo. —Está bien. No soples un vaso sanguíneo sobre eso. Soy tu tutora y tú... tú necesitas ayuda. Vamos a trabajar juntos para entrar en nuestros archivos, vas a vivir tu vida y voy a vivir la mía. Me tengo que ir. Gracias por la comida y el juego. Echo pasó junto a mí, trayéndome a la vida. —Espera. Ella miró por encima de su hombro. Círculos oscuros colgaban bajo sus ojos y sus hombros estaban caídos hacia delante. ¿Cómo es que nunca había visto el agotamiento antes? Habló acerca de las pesadillas. ¿Cuándo fue la última vez que había dormido? No era mi preocupación, mi silencio lo confirmó. Cuando no dije nada, lo mejor que me había pasado en tres años se había marchado. Maldita sea, yo era un idiota.
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19 Echo Traducido por perpi27 Corregido por LadyPandora
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os mil dólares. Eso es lo que el mecánico pedía por arreglar el coche de Aires. Así que, ganando diez dólares a la hora y si tenía suerte dándole clases particulares a Noah dos horas a la semana. Quitando los impuestos federales, estatales y locales y la seguridad social tendría arreglado el coche de Aires... nunca. La luz del sol entraba por las rendijas de las persianas venecianas. La luz golpeó perfectamente en la foto que estaba en mi tocador de Aires, mi madre y yo. —Hola, preciosa. Luke entró en mi habitación, cerrando la puerta tras él. A gran velocidad, me enderecé en la cama, agarré una camiseta y la puse encima de mi cabeza, sobre todo encima de mis brazos. —¿Qué estás haciendo aquí? —Te dije que a lo mejor me pasaba por aquí. Se paseó por la habitación y dejó caer su vientre haciendo plaf en mi colcha púrpura. —No. ¿Qué estás haciendo aquí, en mi habitación? ¿En mi cama? —Tu padre y Ashley me dijeron que podía subir. Alcé una ceja. —¿Mi padre? ¿Te dijo que... podías... subir? —Sí. Creo que lo estás juzgando mal. Ahora es guay. No es como cuando salíamos antes. —Antes. No había nada estable entre nosotros antes. Ahora estamos saliendo.
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Salir implica sentimientos serios y lo único que sentía seriamente en estos momentos era que no lo quería en mi habitación, concretamente en mi cama. Conmigo. —¿Qué pasó el domingo por la mañana en el partido de baloncesto con Stephen y los chicos? Luke tenía el mismo ritual los domingos por la mañana desde que tenía ocho años. —He quedado con ellos dentro de media hora. Sé que hoy te vas de compras y quería hablar contigo antes de que te fueras. —Puso su mano sobre la mía y acarició mi piel con su pulgar—. Mira, voy a decirlo una vez más ya que cuando te lo dije anoche no dijiste nada. Lo siento. Realmente, Echo, lo siento. No lo relacioné con Aires hasta después de la película, te lo juro. —Está bien. Realmente, estamos juntos aún. Me llevaste a ver una película de mierda. Salí y casi besé a un chico realmente caliente. Un chico que hizo que mis dedos se doblaran y que compartió su comida. Un chico con el que realmente debería dejar de obsesionarme porque Dios sabe que él no está pensando en mí. Luke desvió sus ojos hacia el mural del mar de mi pared. —No puedo creer sigas conservando esa mierda. Después de lo que tu madre te hizo. Puse una mano encima de mi estómago mientras este se retorcía. —Sigue siendo mi madre. Mi corazón se hundió cuando sus ojos se abrieron y me preguntaron, ¿estás loca? La gente miraba así a mamá casi todo el tiempo. Que me miraran por primera vez daba asco. —¿Eso es todo? —No. Sabes que pienso que estás buenísima. —Luke parecía hambriento y no creí que fuera porque quisiera el resto de la rosquilla que había en mi mesita de noche—. Y esos vestidos que solías ponerte en los bailes eran rebeldes. Cerró los ojos y se humedeció los labios. Apostaría lo que fuera a que se estaba acordando de la fiesta de bienvenida al equipo de fútbol en segundo. Vestido de satén azul, falda corta y el asiento trasero del Lincoln de su padre. Incluso yo tenía buenos recuerdos de aquella noche. Abrió los ojos y se desvaneció el hambre. —Pero me estaba preguntando qué tipo de vestido vas a ponerte.
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Ya sabes, para que no te dé vergüenza. Vaya. Tal vez él debería ir al baile con Ashley. —¿Estás preguntando si voy a exponer mis cicatrices? —Sí. No. Sí. Acercándose más de mí, Luke masajeó mi muslo. Luché contra la tentación de alejarlo. —Te quiero, Echo. Ya lo sabes. Tú eres la que está poniendo un freno a lo físico, no yo. Y para ser honesto, me estoy cansando de esa mierda. Hay un montón de chicas que estarían deseando acostarse conmigo. A Luke le encantaban los buenos monólogos, pero a mí no. Le interrumpí. —Entonces, vete sin falta a acostarte con ellas. No vas a hacer que me sienta culpable por el sexo. Gracias a Dios, retiró su mano de mi pierna. —Esto no está yendo como lo había planeado. —Entonces dime exactamente cómo pensabas que iría. ¿Creías que porque me dijeras que estás mortificado, expondría mis cicatrices y luego caería en tus brazos y lo haríamos? Inclinó la cabeza. Oh, mierda. Realmente había creído eso. —Fuera de aquí. —Vamos, Echo. —Me había olvidado de lo rápido que se podía mover. Se deslizó hasta la cama y puso su pesado brazo sobre mi cintura para que no me escapara—. Todavía te quiero. Es curioso cómo la palabra amor dirigida a mí podría derretir mi furia. Los músculos de mi estómago se relajaron, igual que el resto de mi cuerpo. Sintiendo mi cambio, puso los dos brazos alrededor de mí y me apretó en su pecho. Estar tumbada con Luke solía encantarme, sobre todo cuando decía que me amaba. Hubo un tiempo en que mi mundo giraba a su alrededor. Echaba de menos aquellos días. Echaba de menos saber que alguien me amaba y tumbada aquí, me di cuenta de que echaba de menos amar a alguien como respuesta. —Nunca he dejado de amarte. Me dolió cuando rompiste conmigo. Acarició mi espalda de arriba a abajo. El toque era familiar y ahora mismo, familiar parecía correcto. —Entonces ¿por qué me presionaste tanto para tener relaciones
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sexuales? ¿Por qué no podías esperar hasta que estuviese preparada? Mi corazón también se rompió cuando lo dejé, pero estaba harta de las constantes peleas. Me presionaba a cada segundo, queriendo más. —No lo sé. Quería saber lo que era tener sexo. Pensé que si te daba tiempo volveríamos a estar juntos después de un par de semanas, pero luego... Gracias a mis amigos, supo lo que pasó después. —¿Puedo hacerte una pregunta? Sin estar realmente segura de estar preparada para más “preguntas” de Luke, mi cuerpo se elevo y cayó con un exagerado suspiro. —Claro. ¿Por qué no? —¿Todavía me quieres? Me apoyé en un codo y me obligué a mirar a Luke. Realmente lo miré: a sus ojos azules, a su pelo negro y a su cara que me gustaba besar y acariciar. —Yo siempre te amaré, pero ya no soy la de antes. Nunca en mis sueños más locos imaginé que querrías volver conmigo después de convertirme en un monstruo. Su dedo rozó mi mejilla. —Nunca has sido un monstruo, Echo. No para mí. Me pasé el último año y medio esperando a resolvieras lo que fuera que tuvieras que resolver. Mi mundo encajó en el lugar el día que volviste a la cafetería. Mis ojos se abrieron. Vaya. Simplemente vaya. —Quiero que seas tú de nuevo y creo que la mejor manera para continuemos es lanzarnos. Creo que deberíamos continuar donde lo dejamos. Pienso que deberíamos tener sexo. Mi respiración se cortó haciendo un fuerte jadeo. —¿Qué? —No ahora, pero pronto. Apuesto a que si lo hacemos, serás como antes otra vez. Sabía que debía parecerme a un pez en un pequeño recipiente, abriendo y cerrando la boca una y otra vez. Que extraño, había conseguido lo que quería, poder tener relaciones sexuales con alguien que me amaba, pero me había olvidado añadir que yo quería amarlo de nuevo.
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—No sé. —Simplemente sonrió—. Durmamos. Dormir. Oh, qué divertido. *** —Joder, Echo. Has hibernado durante un año y medio y te despiertas de golpe. —Lila se cambió la ropa de su iglesia por un jersey ajustado de color rosa y vaqueros azules—. Luke te dice que aún te ama, y por cierto, te lo dije. Y el apestoso Noah Hutchins intenta besarte. Y te quejabas de que ibas a morir virgen. Continúe dibujando acostada en la cama que Luke había abandonado momentos antes de Lila viniera. —No cuentes con eso todavía. —¡Ja! —Levantó su cabello dorado hacia arriba en una coleta—. Lucas mendigando y Noah, bueno, por lo que he oído, el sexo es lo que mejor se le da a Noah. —¿Lo oíste de quién? —pregunté, demasiado rápido y con demasiado entusiasmo. Mantuve mis ojos en el cuaderno de dibujo y obligué a mi mano a que siguiera trabajando. Tal vez Lila no se había percatado de mi arrebato repentino y ruidoso. Lila rebotó encima de la cama. —Oh, mi pequeña Echo está colgada de un juguetito. Me gustaría verlo sin la camisa. Apuesto a que sus abdominales son para morirse. Emma, del equipo de baile, tuvo a Noah como picoteo entre chico y chico el verano pasado. Aunque más bien, él la tomó como aperitivo. Ella dijo que la hizo flipar. La punta de mi lápiz se rompió. Idiota, idiota, idiota, idiota. Un idiota increíblemente caliente, un idiota extremadamente dulce. —Así queeeeee, ¿quién será? ¿El chico que te ama o el chico que deseas? ¿Cómo semejante pregunta podía salir de la boca de alguien que parecía tan etérea? Glinda, la Bruja Buena tenía la mente sucia. Ya no solía esconderme tras mi cuaderno de dibujo. Tiré mi lápiz roto en mi mesita de noche. —Puede que Luke me ame, pero no es exactamente considerado. Lila se acostó junto a mí y me agarró la mano. —Es cierto. Está absorto en sí mismo y sólo tiene una cosa en la cabeza, cualquier cosa que le guste. Pero tú tienes sentimientos por él. —Pero no estoy enamorada de él.
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Tampoco es que estuviera enamorada de Noah. Internamente suspiré. Dios me libre de que pase tres segundos sin obsesionarme por Noah. —Noah es muy sexi —dijo Lila—. Pero sabes que eso no va a ir a ninguna parte. Tienes tu vida de vuelta. Salir con él sería una pesadilla social. Además, no tienes sentimientos por él. Él había compartido su hamburguesa conmigo y me hizo reír. No una risa por educación. No una risa falsa. Reírse tan alto que hasta las personas se te quedan mirando. Una risa de las que se te sale la leche por la nariz. Y le había hablado de mi madre y encontró una manera de hacerme sentir mejor. —Echo —dijo Lila con severidad—. Por favor, dime que no sientes nada por ese chico. —Da igual —murmuré—. No va a ir al baile de San Valentín. —Sí. Esa ha sido una respuesta muy rara, pero me la quedo. Así que, cambiemos de tema. Tienes que tomar anticonceptivos. Dos veces en un día me encontré a mí misma simpatizando con un pececito. —No. —Sí. Deberías. Apuesto mi bolsa del Gran Buda a que te nos unirás en la mesa del almuerzo y tendrás relaciones para la graduación. ¿Con quién?, no lo sé. —De inmediato susurró—: Luke —Antes de regresar a su tono normal—. Pero en definitiva, tienes que tomar anticonceptivos. ¿Anticonceptivos? Anticonceptivos significaba hablar de sexo, y yo que contaba con la suerte de haber evitado hablar de sexo con una figura paterna. —Mi padre se volverá loco. Lila salió de la cama, me agarró la mano y me arrastró hacia arriba. —Oh, no, hermanita, no se lo vamos a pedir a papá. ¡Iremos a comprar un vestido! *** Después de cinco horas de tortura, Ashley y Lila finalmente se pusieron de acuerdo sobre mi vestido para el baile de bienvenida. A menos que quisiera parecerme a la madre de una novia, no pude encontrar un vestido con mangas largas. Nos decidimos por un vestido sin tirantes de satén negro hasta medio muslo, a juego con unos guantes de satén negro que llegaban a mis bíceps. Lila y yo tomamos nuestros cafés con leche en una mesa en el patio
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de comidas, mientras que Ashley terminaba de pagar al camarero. —Ahora —susurró Lila. —¿Ahora qué? Me dolían los pies y la cabeza. —Tu madrastra tiene toda la frivolidad que necesita una chica de hoy en día. Mantente en el guion y todo irá bien. Abrí los ojos. Oh, mierda. Ahora este era el momento en el que iríamos a engañar a mi madrastra para que me diera alguna píldora anticonceptiva. Ashley se sentó en nuestra mesa. —Me lo he pasado genial con vosotras, chicas. ¿Recordáis cuando solíamos ir de compras todos los fines de semana? Sí. Antes de que apuñalases a mi madre por la espalda acostándote con mi padre. Lila me dio una patada debajo de la silla. —Tengo dolores de menstruación. Mi pierna vibró cuando Lila me dio otro golpe. Ashley parpadeó, obviamente sorprendida. —¿Cómo dices? Lila aclaró su garganta. —Lo que creo que Echo quiere decir es que estamos encantadas de pasar el rato contigo porque hay un tema que ella necesita comentar. Un tema de chicas. Ya sabes, los hombres no entienden de este tipo de cosas. Mira, en el último año su menstruación se han vuelto muy dolorosa y los calambres han empeorado. ¿Verdad, Echo? —Ooh —dije con toda claridad, mientras trataba de no parpadear para que mis ojos no se salieran. Realmente apestaba en esto. Ella me dio una patada de nuevo—. Quiero decir, sí. Un montón de sangre y calambres. Caray. Unos calambres muy fuertes... Sí, unos calambres infernales. Mira que odio los calambres. Calambres, calambres, calambres. Esta vez, Lila me pisó el pie. —Como mejor amiga de Echo, le dije que debería hablar contigo. Mi madre me dio la píldora cuando mi periodo se hizo doloroso. El rostro de Ashley se desanimó durante un momento, mientras miraba de ida y vuelta entre Lila y yo. ¿Quién tendría éxito? ¿La esposa que sabía que mi padre le aplastaría la BlackBerry en su mano cuando se enterara de que su única hija tomaba anticonceptivos? ¿O la mujer desesperada que se sentiría mejor arruinándome la vida?
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—Sí. Sí, Lila. Has hecho bien diciéndole a Echo que hablara conmigo. —Una pequeña sonrisa se asomó en sus labios, pero sus ojos aún vislumbraban preocupación—. ¿Cuánto hace que te pasa esto? Nunca. —Más de un año. —¿Por qué no viniste antes a mí, cariño? Me encogí de hombros. Ashley tomó un largo trago de su café con leche. —¿Cómo van las cosas entre Luke y tú? Mierda. —Ashley, menstruación?
¿podemos
centrarnos
en
los
problemas
de
mi
Los ojos de Ashley se iluminaron. La culpabilidad había ganado. —Tengo cita con mi ginecólogo el lunes. ¿Por qué no me acompañas y vamos a que te echen un vistazo y te den algún medicamento? Tengo una ecografía programada. Tu padre no puede llegar a tiempo y la última vez me quedé tan hecha polvo cuando no averiguamos el sexo del bebé. ¿No es emocionante que veas a tu hermanito o hermanita? Por un momento, pensé que Ashley iba a ponerse a cantar. Esta vez, en lugar de una patada, Lila metió la mano bajo la mesa y agarró mi mano. Se la apreté mientras respondí—: Sí. Eso será genial.
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20 Noah Traducido por Majo_Smile ♥ Corregido por Nats
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eja ya el mal humor. Si te la hubieras tirado la primera vez que la conociste, como te dije, no estarías retorciéndote como un maldito pretzel. —Beth golpeó la bandeja del almuerzo sobre
la mesa.
Aparté la pizza y me recosté en la silla. Hasta ahora, Echo había hecho poco más que un efímero contacto visual conmigo hoy. Tal y como dijo, había vuelto a su vida y, en teoría, yo a la mía. ¿El problema? No me gustaba, no sin ella. Isaiah puso la bandeja al otro lado. —Déjale, Beth. A veces no puedes evitar enamorarte de quien lo haces. —Palabras de sabiduría del hombre que ignoraba sus sentimientos por Beth. Beth frunció el ceño mientras clavaba un tenedor en su hamburguesa de pollo. Mantuvo su pelo en la cara para ocultar los moretones que el maquillaje no podía cubrir. —¿Qué has estado comiendo, Isaiah? Estas de un humor tan malo como el de Noah. Por favor, no me digas que también te has enamorado de una inalcanzable, estúpida chica. Isaiah cambió de tema. —Entonces, Beth, oí a la Sra. Collins llamarte a su oficina. —¿Para qué? —le pregunté. La Sra. Collins nosotros era suficiente.
jugando con uno de
—Supongo que una de mis profesoras me entregó cuando notaron los moretones. Les dije que me caí por las escaleras en casa de mi padre. —Guiñó a Isaiah y los dos se rieron de su broma compartida. Ninguno tenía la menor idea de quiénes eran sus padres.
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Mi corazón se aceleró cuando vi un destello rojo entrar en el comedor. En la puerta de la esquina más alejada de mí, Echo se detuvo y realizó un rápido análisis. Sostenía los libros apretadamente contra su pecho, las mangas sujetas entre sus manos. Nuestros ojos se encontraron. Los suyos verdes se derritieron y me dio esa hermosa sonrisa de sirena. Mis labios se curvaron y le hice una seña para que se acercara a la mesa. ¿Qué demonios estaba haciendo? Beth se había vuelto evidentemente un lector de mentes. —¿Qué demonios haces? Mientras observaba los ojos de Echo ensancharse, rápidamente me dirigí a Isaiah. —¿Te gustaría trabajar en un Corvette de 1965? —¿Quiero un millón de dólares? Diablos, sí. —¿Tienes planes para después de la escuela? —pregunté. Echo echó un vistazo a su mesa del almuerzo y de nuevo a mí. Vamos, mi sirena. Ven a mí. —No nos las saltamos desde hace tiempo —dijo Isaiah. —Me animo —dijo Beth—. Y no necesito la excusa de un coche para saltármelas. —No saltándolas. —Mantuve mis ojos fijos en Echo. Cambió de un pie a otro. Necesitaba una razón para venir. Cogí mi libro de cálculo y le enseñé la portada. Exhaló lo suficiente como para que un par de rizos se trasladaran con su aliento. Finalmente, mi ninfa se acercó. —Hola. —Habló en voz tan baja que tuve que esforzarme para oírla. Sus ojos se movieron de mí hacia Beth y hacia Isaiah, luego de vuelta a mí. —¿Quieres sentarte? —pregunté, sabiendo la respuesta. Estando al lado de mi mesa, rompía un centenar de las superiores reglas sociales de sus pequeñas amigas. —No, mis amigas me están esperando. —Enfatizó la palabra a propósito antes de mirar a la mesa de las chicas que observaban nuestra interacción. Primer punto, Echo. Estropeé la noche del sábado tan malamente que ni siquiera nos consideraba amigos. Beth sonrió y burlonamente saludó con la mano a la mesa de colegas de Echo. Ella se encogió externamente mientras yo me estremecía interiormente. —¿Qué es lo que necesitas, Noah? —Miró a Beth mientras preguntaba y luego dejó que sus ojos se estrechasen en mí. —Éste es Isaiah. Levantó las cejas. —Vale. —Le echará un vistazo al auto de Aires después de la escuela.
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Podemos estudiar en tu casa mientras él evalúa lo que hay que hacer. Su rostro se iluminó. —¿En serio? —¿Qué es en serio? —preguntó una voz familiar. Maldición, el mono crecido. Justo cuando empezaba a manipular a Echo de nuevo en mi ángulo, su novio perdedor se abalanzó y pasó un brazo alrededor de sus hombros. Echo continuó—: Isaiah le echará un vistazo al auto de Aires por mí. Las comisuras de mi boca se elevaron mientras Luke lo rechazaba. —¿Cuándo? —preguntó. —Hoy. Tras la escuela —respondió Isaiah. Se removió en la silla para que Luke tuviese una buena vista de él, aretes, tatuajes y toda su gloria punk. —¡Echo! —llamó una de sus amigas. Miró hacia atrás, y luego rebuscó en su mochila. —Saldré después del almuerzo por una cita y no volveré, pero después de la escuela funcionará totalmente. Se inclinó y garabateó su número de teléfono en una servilleta. Su camisa cayó, exponiendo un trocito de escote. La mirada que le di a Isaiah le advirtió de no mirar y la sonrisa que le envié al novio mono de Echo cuando ella me deslizó la servilleta hizo que los puños de él se apretaran. —Mi teléfono estará apagado —dijo Echo—. Pero mensajéame tú número para darte instrucciones. Nos vemos después de la escuela. —Dio un paso, pero Luke no la siguió—. ¿Vienes? —Cogeré algo para comer primero. Echo se mordió el labio inferior y robó una mirada hacia mí antes de marcharse. Así que no lo había jodido todo por completo. Tenía por lo menos una oportunidad más con Echo. Una silla raspó contra el suelo y Luke se sentó en nuestra mesa. —¿Cuál es el problema de los populares? ¿No pueden dejarnos a los perdedores en paz? —murmuró Beth. Luke la ignoró. —Jugábamos baloncesto uno contra otro el primer año. Las cabezas de Beth e Isaiah se giraron bruscamente hacia mí. Nunca discutí mi pre-adoptivo cuidado de la vida. Me crucé de brazos. —Sí. Lo hicimos.
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—Te defendí y pateaste mi culo. Tu equipo ganó. Trajo de nuevo ese partido como si fuese ayer. Para mí, fue hace eones. Esos recuerdos pertenecían a un niño que murió junto a sus padres en el incendio de su casa. Cuando no respondí continuó—: Ganaste ese día, pero no lo harás ahora. Es mía. No tuya. ¿Somos claros, amigo19? Me reí entre dientes. —Por lo que he oído, Echo es presa fácil. Si no eres lo suficientemente hombre para mantenerla satisfecha, bueno… — Mantuve mis manos para dejar que mi reputación hablara por sí misma. Luke saltó de su asiento, su cara sombreada rojamente. —Te acercas a ella y batiré la mierda fuera de ti. El rey de la bienvenida probablemente nunca luchó un día en su vida. Su cuerpo se estremeció. Me quedé sentado, sabiendo que mi tranquilidad le asustaría más. —Tráelo. Te patearé el culo como lo hice en baloncesto. Sólo que ésta vez, ningún árbitro te salvará. Luke golpeó la silla contra la mesa y se alejó. Isaiah y Beth estallaron en carcajadas. Me uní a ellos hasta que me di cuenta del horror en la cara de Echo. Antes de que pudiese moverme, salió corriendo de la cafetería. Maldita sea. *** Echo vivía en uno de esos barrios agradables. No del tipo fantasíarica, sino de los que tenían grandes árboles en el patio delantero, amateur pero agradable jardinería, dos plantas de ladrillo frontales y terrazas con hamacas. Solía vivir en un lugar como éste, antes. Apostaba a que se veía muy bonito en primavera. Probablemente olería a narcisos y rosas, como mi casa solía hacer. Ahora, todo lo que podía oler era suciedad y frío. Febrero apestaba. La puerta del garaje para dos autos se abrió cuando cerramos nuestras puertas. Echo había estacionado su Dodge Neon en una estrecha franja de hormigón al lado de la casa, dejando el Corvette rojo como el único coche en el garaje. Desde el lado del conductor, colgaba una de las piernas en vaqueros de Echo. —Tengo una erección sólo con mirarla, hombre —dijo Isaiah mientras paseábamos por el camino. —Que te comerás —respondí, esperando que se refiriese al auto, y no a Echo. Odiaría pelearme con alguien a quien consideraba mi familia. 19
En español original.
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Beth se apretó entre nosotros. —Enfermo de la cabeza, más como eso. —Ambas. Jesús, ¿son los salpicaderos originales? —Isaiah deslizó su mano sobre el cuerpo del coche. Entré en el garaje y en una burbuja de calor. Un calentador colgaba de las vigas del techo, junto con varias lámparas de tienda. Justo cuando entramos, la puerta del garaje se cerró tras nosotros. Bancos de madera de trabajo se alineaban en las paredes de izquierda a derecha. Herramientas colgaban en tableros perforados. Fotos de autos y gente llenaban los gabinetes. —Tal vez conservarías a las chicas si las tocaras de ese modo. —Beth se apoyó en un banco. Isaiah sonrió mientras inspeccionaba el pinstriping20. —Si conociese a una chica que ronroneara como este gatito, le haría caricias toda la noche. —¿Están drogados? —derivó la voz de Echo desde el coche. La captura ronca de su voz desgarró mi corazón. Beth me frunció el ceño. —Por desgracia, no. Tu santurrona-doszapatos actitud está contagiando a mi chico. —Oiría a Beth quejarse sobre esto durante días. Pero los tres éramos más que drogadictos perdedores y quería demostrárselo a Echo. Se quedó en el asiento del conductor aún sin mostrar su cara. Mantuve mi enfoque en el coche, fingiendo tener la más ligera idea sobre qué demonios murmuraba Isaiah. Una oportunidad. Eso es lo que me había comprado. Si metía la pata hoy, vería al chico mono vivir la vida con Echo. Todo en mi interior acabó apretándose. Mierda. Estaba nervioso por una chica. Isaiah continuó deslizando la mano por el coche hacia el capó, murmurando tonterías incoherentes. Tiró palabras como defensas, cromo, cuerpo y llantas. —¿Puedo llevarla a segunda base? —Los ojos de Isaiah parpadearon al auto e inmediatamente después a mí. Inclinó la cabeza hacia Echo antes de pasar la mano bajo el capó, esperando a que apareciese para abrirlo. Demonios. Isaiah nunca ganó premios por ser observador. Mi truco con Luke debió haberla cabreado. Caminé hasta el lado del conductor para traducir a mi tonto-del-culo mejor amigo. —Quiere que abras el capó. Líneas uniformes hechas a mano (sin ningún tipo de impresión) con pincel sobre un automóvil. 20
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Echo sostenía un álbum de fotos en su regazo, los dedos tocando una imagen. Tenía esa mirada perdida otra vez. La misma que llevaba el semestre pasado cuando entró en clase segundos antes de que sonara la campana, fingiendo que nadie más existía. Ahora simplemente comprendí que no estaba fingiendo. En este momento, Echo vivía en su propio mundo. Dijo que tenía una cita, pero no mencionó nada más. ¿Algo iba mal? Me agaché a su lado, bajando la voz para que sólo ella pudiese oír mi preocupación. —Echo. Despertando de su mundo de sueños, tomó una profunda respiración. —Sí. El capó. Deslizó la mano por debajo de la consola y tiró de la palanca. Los ojos de Isaiah brillaron cuando el enganche se soltó con un ruido y la puerta a su mundo mágico se abrió. —Beth, tienes que ver esto. —Tu obsesión por los autos no es natural. —Actuaba como si no le importase, pero Beth se levantó de la mesa hacia Isaiah—. ¿Cómo diablos quieres conseguir que las chicas te jodan? —Vamos, sabes que las palabras gran bloque V-8 hacen que tus bragas se mojen. —Oh, bebé —dijo Beth con sequedad—. Tómame ahora. Echo comprobó mis ojos. —¿Estás seguro de que no están drogados? Varios comentarios sarcásticos entraron en mi mente, pero me lo recordé a mí mismo, una oportunidad. —Esta es tu casa y no te faltaría el respeto de esa forma. El lado derecho de su boca se elevó. —Gracias. —Cerró el álbum—. ¿Estás listo para adentrarte en el mundo de la física? Miré alrededor del garaje. —¿Dónde? —Suelo estudiar aquí. —Estás bromeando. —La mirada seria en sus ojos verdes me dijo que no lo estaba, al igual que su mochila asentada en el lado del pasajero—. Sabes, la mayoría de las personas utilizan mesas y sillas. Echo se encogió de hombros, tomando su libro de física de la mochila y luego la colocó en el suelo a mi lado. Bajó la voz. —La mayoría de las personas no tienen cicatrices recorriéndoles los brazos o son fuertemente alentados por los Servicios de Protección Infantil a ir a terapia una vez a la semana tampoco. ¿Vamos a estudiar o no? Abrí la puerta del lado del pasajero y me senté. Pegada en el salpicadero había una foto de Echo abrazando a un hombre alto con el
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pelo marrón. Aparentemente, Beth se había dejado un novio en su lección de historia sobre Echo. Imagina esto —un acosador olvidándose de algo. —¿Quién es ese? Una suave sonrisa tocó sus labios, pero no sus ojos. Tenían tanto dolor que sentí un cuchillo recortar a través de mi estómago. —Ese es mi hermano, Aires. Es nuestra última foto juntos. —Su mano acarició distraídamente el álbum en su regazo. Isaiah y Beth bromeaban de un lado a otro, dándole a nuestra conversación un poco de intimidad. —Tienes suerte. Todo lo que significaba algo para mí se quemó en el incendio. Todo menos mis hermanos. No tengo una sola foto de mis padres. A veces tengo miedo de olvidar cómo eran. —Y el sonido de sus voces. La profunda risa de mi padre y las risitas sinceras de mi madre. La fragancia del perfume de mi madre cuando se preparaba para el trabajo. El olor de la loción de afeitar de mi padre. El sonido de sus aplausos desde las gradas cuando hacía tiros 21. Dios, los echaba de menos. No tenía ni idea de que me había perdido en mi propio universo hasta que los dedos fríos de Echo apretaron los míos. —¿Quieres hacer lo normal? Y mi corazón se encogió de dolor y alegría al mismo tiempo. Echaba de menos a mis padres más allá de las palabras y esta bella ninfa lo entendía. —Estoy por encima de lo normal. —Abrí mi libro de física. *** El estruendo del capó nos sobresaltó a mí y a Echo. Estuvimos dos horas repasando para nuestra prueba de física. Si no aprobaba al hijo de puta mañana, nunca aprobaría un examen. Si no lo conociese tan bien, diría que Isaiah tuvo el mejor viaje de su vida con esa sonrisa loca en su cara. —Sé cómo ponerlo en marcha. Echo se iluminó al nivel de una supernova. —¿En serio? —Dejó caer su libro de física y saltó fuera del coche. Luché contra el impulso de situarme detrás de Echo y envolver mis brazos a su alrededor mientras rebotaba frente a Isaías en deleite. Por un segundo, pareció que Isaiah se uniría a la feliz danza. —Sólo unas pocas partes, menores realmente. Las encontraré en el depósito de chatarra. Me llevará algún tiempo y probablemente costará unos doscientos. 21
De baloncesto.
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Los ojos de Echo se abrieron como platos y se me encogió el corazón. No tenía el dinero. ¿Cuánto podría hacer tutorando a un perdedor como yo? Tenía el dinero. Ahorré hasta el último centavo para mudarme a mi propia casa después de la graduación y rescatar a mis hermanos. Podría prestárselo y aumentar nuestras tutorías hasta que hiciese lo suficiente para pagarme. —Echo... Se lanzó a Isaiah, derribándole en un abrazo. —Gracias. Gracias. Gracias. ¿Necesitas el dinero ahora o más tarde? Lo tengo en efectivo, si te parece bien. Isaiah palideció y me miró fijamente con sus brazos presionados en los costados. —Lo juro por Dios, no la estoy tocando, hombre. —Ya, pero ella a ti sí. —Las sombras oscuras en los ojos de Beth me impulsaron a actuar. Ajena a la amenaza de pelo negro detrás de ella, Echo liberó a Isaiah, brillando como si Jesús hubiese aparecido y convertido el agua en vino. Una punzada de celos fastidió mis entrañas. Para evitar que Beth rompiese a Echo en pedacitos, me interpuse entre las dos. —Te dije que podía ayudar. —Una mierda por mi parte que intentara tomar el crédito, pero no pude evitarlo. Quería ser su campeón. Tenía las mejillas llenas de color y sus ojos se iluminaron como bengalas. —Noah —jadeó, sin aliento—. Lo hicimos. Arreglaremos su coche. Oh, Dios, Noah... —Lanzó sus brazos alrededor de mi cuello y apretó su cabeza en mi hombro. Todo en mi interior se calmó. Envolví mis brazos alrededor de su calidez y suavidad, cerrando los ojos para saborear la presencia de paz que Echo me traía. La vida sería casi agradable si pudiese sentirme de esta manera todo el tiempo. Acaricié su cabello con mi barbilla, enviándole a Isaiah una mirada de gratitud. Él asintió y cambió de pie mientras le echaba un vistazo a Beth. Tenía una mano en su garganta, la incredulidad drenando de color su rostro. —Isaiah, yo... —Dio dos pasos hacia atrás antes de girar y desaparecer. —¡Beth! —Isaiah corrió tras ella. La puerta del garaje se cerró de golpe a sus espaldas. Usando mis brazos como cadenas, mantuve a Echo contra mí cuando sacó su cabeza del hombro. —¿Qué pasa? —preguntó. Mis desastrosos amigos están arruinando mi momento. —A Isaiah le gusta Beth y no quiere admitirlo y Beth no quiere que le guste nadie. Al menos no el tipo al que considera su mejor amigo. Pero tu abrazo consiguió irritarla.
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—Oh. —Desenroscó las manos de mi cuello y se empujó contra mis brazos, pero no estaba dispuesto a dejarla ir, no todavía—. ¿Noah? —¿Sí? —He terminado de abrazarte. A regañadientes, la solté. Una oportunidad. Una puta oportunidad. ¿Qué diablos haría ahora? ¿Qué diablos quería hacer? Echo. Sentir su cuerpo envuelto alrededor del mío, oler su seductor aroma, dejar que me llevara a ese lugar en donde me olvidaba de todo excepto de ella. Guardó sus libros en la mochila, pronunciando las palabras en mi mente. —¿Qué está pasando entre nosotros? No lo sé. Me froté la mano por la cara antes de mirar a Echo. Un indicio de su escote asomaba desde su camisa. Maldita sea, era sexy como el infierno. La quería, muy malamente. ¿Podría una noche ser suficiente, incluso si me la concediera? Echo ya se sentía como una droga pesada. Del tipo de las que evitaba a propósito, crack, heroína, metanfetamina. De las que juegan con tu mente, se cuelan en tu sangre y te dejan impotente, indefenso. Si me concediese su cuerpo, ¿sería capaz de dejarla ir o sería absorbido por ese velo negro, esos anzuelos incrustados en mi piel, condenado a morir por la emoción que reservaba sólo para mis hermanos, amor? —Te quiero. Echo subió la cremallera de su mochila y la arrojó a la puerta de la casa. Ésta rebotó contra la madera y cayó al suelo. —¿Lo haces? ¿En serio? Porque estas cicatrices son tan sexis. ¿Cómo haría que se viera a sí misma? —No me importan una mierda tus cicatrices. Caminó hacia mí, sus caderas balanceándose de un lado a otro, con los ojos endurecidos por la ira. Echo empujó su cuerpo contra el mío, sus partes encajando perfectamente contra las mías. Maldije en voz baja, luchando por el control de mi cuerpo. —¿Cómo reaccionarás cuando estemos así de cerca y me quites la camisa? ¿Todavía me querrás cuando veas las líneas rojas y blancas? ¿Retrocederás cada vez que toques accidentalmente mis brazos y sientas la piel levantada? ¿Y qué cuando te toque? —Se apartó de mí, dejando mi cuerpo frío después de experimentar su calor—. ¿O prohibirás eso? ¿Me dirás cómo vestirme o que estaré autorizada a quitarme? Su ira sólo alimentaba la mía. —Por última vez, no me importan una mierda tus cicatrices.
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—Mentiroso —escupió—. Porque de la única forma en la que alguien estará bien conmigo es si me quiere. Si realmente me ama lo suficiente como para no importarle que esté herida. Tú no quieres a las personas. Te acuestas con ellas. ¿Así que cómo podrías querer estar conmigo? Me resumió perfectamente. No amaba a las personas, sólo a mis hermanos. Echo se merecía más. Algo mejor que yo. Una oportunidad. Tómala o vuelve a casa. Besarla y arriesgarme a una relación o dejarla y ver a otro tipo disfrutar de lo que podría haber sido mío.
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21 Echo Traducido por Panchys Corregido por LadyPandora
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uando me graduase de la escuela secundaria planeaba pintar una placa para la Sra. Collins: La Terapia Apesta. Rosa y blanco con lunares a juego con las cortinas de las
ventanas.
—Lo siento, tenía que volver a programar la sesión y sacarte de tecnología de negocios. ¡La conferencia de Cincinnati fue fabulosa! ¿Preparada para el Baile de San Valentín de mañana? Cuando yo era adolescente, teníamos los bailes los viernes en vez de los sábados como vosotros. La Sra. Collins buscó entre los montones de papeles, cada vez más grandes, y entre ellas mi archivo. ¿Cómo podría perder semejante cosa? Gracias a que tomaba abundantes notas, mi archivo de nueve centímetros había crecido a doce. Colocó una carpeta a un lado y el nombre llamó mi atención, Noah Hutchins. No habíamos hablado en semana y media. Bueno, en realidad no. La semana pasada, se había tomado treinta segundos antes de cálculo para descargar su último plan de ataque. Planeaba interrumpir mi sesión de terapia para pedirle a la Sra. Collins algún tipo de formulario. Él esperaba que ella saliera de la oficina y yo pudiera acceder a nuestros archivos. No fue así. Noah salió de su oficina diez minutos antes del final de su sesión y nunca regresó. Quería hablar con él el lunes cuando él, Beth e Isaiah vinieron a la siguiente clase de reparación de coches, pero hizo que nuestra conversación girara exclusivamente en torno a cálculo. Cuando terminamos de estudiar, hizo el bobo con Beth e Isaiah, dejándome a propósito fuera de su lazo. No es que culpara a Noah por evitarme. Le había dicho algunas
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cosas bastante horribles en mi garaje. Cosas de las que no tenía ni idea de cómo retractarme. Además, ¿cómo iba siquiera comenzar a explicar por qué había estado de tan mal humor? Ese mismo día, me enteré de que Ashley llevaba un niño en su preciosa panza. Ashley se había tumbado la mesa, mirando la pantalla silbante de negro y blanco, y dijo—: Oh, Echo. Tendrás un hermano de nuevo. De nuevo. Como si hubiera perdido un perrito y me estuviera preparando otro. No me interesaba un remplazo. Noah había venido a mi casa esa tarde y sacudió mi mundo con el conocimiento de Isaiah en coches. No tenía que traer a Isaiah ni compartir recuerdos de su familia. Una vez más, me enseñó el increíble e impresionante chico que era realmente y ¿yo que hice? Le eché a la cara que se acostaba con todas las chicas que se le ofrecían. Le dije que no sabía cómo amar porque no podía decirme lo que tenía tantas ganas de escuchar de él. Que él quería algo más que mi cuerpo, que me quería. —Sí. Estoy lista para el baile —le dije a la Sra. Collins, volviendo a la realidad. —Fantástico. Ah, ahí está. —Abrió mi archivo y se premió con un sorbo de su nueva adicción, Coca-Cola light—. Hoy me gustaría hablar de tu madre. —¿Qué? Nadie habla de mi madre. —Tu madre. Me gustaría hablar de tu madre. En realidad, hay un ejercicio que me gustaría intentar contigo. ¿Puedes describirla en cinco palabras o menos? Bipolar. Hermosa. Errática. Talentosa. No es fiable. Elegí la respuesta segura. —Le encantaba la mitología griega. La Sra. Collins se recostó en su asiento, dejando al descubierto unos vaqueros y una camisa azul abotonada. —Yo pienso en galletas de chocolate cuando pienso en mi madre. —Estoy bastante segura de que sabe que mi madre no es de las que hornean galletas. Ni de las que son madres. Ella se echó a reír. No me refería a que fuera divertida. —¿Te enseñó los mitos?
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—Sí, pero se centró en las constelaciones. —Estás sonriendo. No te veo hacer eso en mi oficina muy a menudo. Mi mamá. Mi madre loca. —Cuando ella estaba, mi madre estaba. ¿Sabes? —No. Explícate. Mi pie empezó a mecerse. —Ella... mmm... no lo sé. —¿Qué quieres decir con que tu madre estaba? Tenía la boca seca como si no hubiera bebido en días. Realmente odiaba hablar de ella. —Ahora me doy cuenta de que mis momentos favoritos con mi madre eran sus episodios maníacos. Apesta de alguna manera porque ahora los únicos buenos recuerdos que tengo están contaminados. La forma en que me sonreía me hacía sentir tan importante. Pintó las constelaciones en mi techo con pintura que brilla en la oscuridad. Nos tumbábamos en la cama y ella contaba las historias una y otra vez. Algunas noches ella me sacudía para mantenerme despierta. La Sra. Collins tocó la pluma con su barbilla. —Constelaciones, ¿eh? ¿Crees que todavía podrías distinguirlas? Me encogí de hombros, moviéndome en mi asiento. Mi pie se accionó repetidamente contra el suelo. ¿A qué temperatura tenía la habitación? ¿A treinta grados? —Supongo. No he mirado las estrellas desde hace tiempo. —¿Por qué no? El comportamiento de la Sra. Collins cambió de un simpático perro Labrador a un negociante puro y duro. El sudor se deslizó por mi nuca. Me recogí el pelo en un moño y lo levanté. —Mmm... No lo sé. ¿Las nubes? ¿Qué no salgo de noche muy a menudo? —¿En serio? —preguntó con sequedad. La ira brilló en mi torrente sanguíneo. Deseaba que mis ojos dispararan láseres. —He perdido el interés, supongo. —Quiero mostrarte algunas fotos que pueden desencadenar un
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recuerdo. Siempre que te parezca bien, ¿Echo? Um... no realmente, pero ¿cómo iba a decir que no? Asentí con la cabeza. —Tu profesor de arte me dio estas pequeñas pinturas que hiciste en segundo año. Podría estar equivocada, pero creo que son las constelaciones. La Sra. Collins levantó la primera. Alguien de primer grado podría firmarla. —El carro pequeño, pero en la mitología griega sería la Osa Menor. La siguiente pintura me era familiar, pero tal vez no para los demás. —Acuario. La tercera me confundió durante un segundo. Mi mente vacilaba en esa zona gris brumosa que yo detestaba. Le arrebaté la respuesta antes de que el agujero negro pudiera tragársela. Los mareos me desorientaron, permitiéndome sólo susurrar—: Andrómeda. El corazón me latía con fuerza y dejé que mi pelo secara el sudor que se estaba formando en mi frente. Las náuseas rodaron en mi estómago y en mi garganta. Por Dios, iba a vomitar. —Echo, respira por la nariz y trata de bajar la cabeza. Apenas oí a la Sra. Collins sobre el zumbido de mis oídos. El agujero negro fue creciendo, amenazando con tragarme. No podía permitírselo. —No. No podía crecer. El agujero negro era ya demasiado grande y esto ya había sucedido antes. Esa vez casi perdí la cabeza. —¿No a qué, Echo? ¿Por qué sonaba tan lejos? Me apreté la cabeza con las manos, como si el movimiento pudiera físicamente evitar que cayese en ese abismo oscuro. Una luz brillante atravesó la oscuridad y durante unos breves segundos, vi a mi madre. Se acostó a mi lado en el suelo en su sala de estar. Con el pelo rojo y rizado cayendo de una horquilla dorada. Sus ojos muy abiertos, demasiados abiertos. Mi corazón se aceleró más rápido. Ella alargó la mano hacia mí, susurrando las palabras—: Y Perseo salvó a Andrómeda de la muerte. Aires era nuestro Perseo. Estaremos pronto con él. Miedo puro, nervios de última hora, película de terror, la sierra de cadena que transporta el miedo, todo esto envió adrenalina a través de mi cuerpo.
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—¡No! —le grité, empujándole con las manos para que dejara de tocarme. —¡Echo! ¡Abre los ojos! —gritó la Sra. Collins, su cálido aliento me golpeó en la cara. Cada centímetro de mí temblaba y extendí la mano para sostenerme, sólo para ser capturada por la Sra. Collins. Parpadeé rápidamente y sacudí la cabeza. Eso no podía estar sucediendo de nuevo. No tenía ningún recuerdo permanente. Varios de los montones de archivos estaban en el borde de su escritorio, ahora desordenado. Tragué rápidamente para aliviar la boca seca y calmar mis nervios. —Lo siento. La Sra. Collins apartó el pelo de mi cara, su expresión era una mezcla de alegría y compasión. Si tuviera una cola, la habría meneado. —No lo hagas. Experimentaste un recuerdo, ¿no es así? No sé. ¿Lo hice? Agarré los brazos de la Sra. Collins. —Ella me estaba contando la historia de Andrómeda y Perseo. Respiró hondo, asintió y se agachó al suelo conmigo, al lado de todos los archivos volcados. —Sí. Lo hizo. —El calor que me había abrumado antes se retiró, sólo para ser remplazado por la piel de gallina fría y pegajosa y unos temblores sin control. La Sra. Collins me entregó una Coca-Cola light sin abrir antes de regresar a su escritorio—. Bebe. La cafeína te ayudará. Creo que por hoy ya hemos hecho bastante. De hecho, creo que deberías ir a casa. Por supuesto, es tu elección. Me quedé mirando la botella, insegura de si tenía la fuerza suficiente para abrir la tapa. — ¿Por qué estaba contándome historias? ¿Y por qué dijo que pronto estaríamos con Aires? ¿Olvidó que estaba muerto? La Sra. Collins se agachó delante de mí. —Alto. Has hecho un gran avance y hay que dejar que tu mente y tus emociones descansen. ¿Echo? —Esperó hasta que tuvo toda mi atención—. No pierdas la cabeza. Contuve el aliento. No lo había hecho. Me acordé de algo y no me había vuelto loca. La esperanza creció dentro de mí. Quizá era posible. Quizá podría recordar y quedar de una sola pieza. —Ahora, dime, ¿casa o escuela? La Coca-Cola light se sacudió en mi mano.
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—No estoy segura de poder ir a la escuela. Me dio una suave sonrisa. —De acuerdo. ¿Está bien si salgo y llamo a tu padre y a Ashley para contarles lo que pasó y que vas a casa? —Por supuesto. —Por cierto —dijo ella—, estoy orgullosa de ti. La Sra. Collins cerró la puerta detrás de ella. Gracias a Dios. Lo último que necesitaba era alguien en la oficina viéndome temblar como una hoja en el suelo y rodeada por un desastre de archivos. Archivos. ¡Archivos! Ojeé el suelo y en cuestión de segundos vi el de Noah, pero el mío estaba en su escritorio, abierto. Ahí estaba, cada momento, cada secreto, cada respuesta. Primero el de Noah. Pero mis ojos se dirigían de vuelta al mío. La necesidad de llenar el agujero negro que me presionaba. Pero Noah necesitaba pequeñas cosas; cosas rápidas, apellido, dirección, números de teléfono, y... yo le grité. Primero el suyo, y luego el mío. Temblándome manos y rodillas, arrebaté su archivo y escaneé las páginas en busca de algún rastro de los nombres de Jacob y Tyler. Primera página, nada. Segunda página: nada. Tercera, cuarta, quinta. Miré mi archivo. Dios, me estaba quedando sin tiempo. Sexta página, séptima, octava. Novena… Tyler y Jacob Hutchins. Colocados en adopción provisional por el estado de Kentucky después de la muerte de sus padres. Actualmente colocados con Carrie y Joe... La puerta se abrió y tiré al suelo el archivo. —Echo, ¿estás bien? Me senté en mis rodillas. —Traté de levantarme, pero me mareé un poco. Parpadeé tres veces seguidas. Corrió hacia mí, la preocupación devastando su tono. —Lo siento mucho. ¿Soy la peor terapeuta del planeta o qué? Dejarte aquí tan débil como un gatito. Tu padre tendría mi permiso con certeza. —La Sra. Collins me ayudó a levantarme—. Te voy a llevar a la enfermería y te dejaré descansar un rato. La cama de allí debería ser más cómoda que el suelo. *** —Noah. Me ignoró la primera vez que grité su nombre. La enfermera por fin me había liberado cuando sólo quedaban diez minutos para el final del
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almuerzo. Cuando entré en la cafetería, él, Isaiah y Beth tiraron los restos a la basura y se fueron. Puede que no me hubiera escuchado en la cafetería, pero sabía con certeza que me había oído en el pasillo. Apenas tenía energía para correr tras él mientras los tres se dirigían a las taquillas del nivel inferior. Apoyándome a la barandilla, me arrastré escaleras abajo. —Noah, por favor. Siguieron caminando, pero él echó una rápida mirada por encima del hombro y se detuvo en seco. Dejó caer sus libros y me miró de arriba abajo por segunda vez, atrapándome, ya que me caí en el último paso. —¿Qué te ha pasado? Estás horrible. ¿Débil gatito? Inténtalo con medusas comatosas. Las piernas me cedieron y Noah me ayudó a sentarme en el suelo. Se sentó a mi lado, con una mano fuerte acariciando mi rostro. —Me estás acojonando. —Peterson. Los padres adoptivos de Tyler y Jacob son Carrie y Joe Peterson. Lo siento. La Sra. Collins regresó antes de que pudiera obtener más información. Apoyé la cara caliente contra el frío muro de bloques de hormigón. Oh, eso se sintió tan bien. —Sin disculpas. Podría besarte ahora mismo. A juzgar por la expresión de sus ojos color chocolate, lo decía en serio. —No lo hagas. Creo que voy a vomitar. Me encantó la forma en que sus labios se curvaron; parte sonrisa pícara, y parte hombre misterioso. —Noah. —Isaiah lo llamó. Beth y él le esperaban en el otro extremo del pasillo. Su mano cayó de mi cara e inhalé aire. Ya no éramos amigos. ¿Por qué eso hería a mi corazón? —Ve. Estoy bien. —Estaré ahí en un momento. —Sus ojos no se apartaron de mí—. ¿Te metiste en tu archivo después? —No tuve oportunidad. Fui al tuyo primero. Noah pasó una mano por su cara. —¿Por qué? ¿Por qué leíste el mío primero? —Estaba más cerca. —Porque necesitaba hacer esto, por él—.
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Además, tuve un destello de aquella noche. No mucho, pero fue suficiente para cagarme de miedo. Y echar más leña a mis pesadillas durante semanas. ¿Quién necesitaba más de tres horas de sueño cada noche? Yo no. La campana sonó, desestimando el almuerzo. Noah se levantó y me ayudó a levantarme. —Vamos, te llevaré a clase. Me aferré a su mano caliente, simplemente porque quería. —Me voy a casa. Tengo la cabeza un poco revuelta. La Sra. Collins llamó a Ashley para decirle que voy de camino y probablemente se volverá loca si no me presento en breve. No sabía que tendría que perseguirte la distancia de un campo de fútbol. Me apretó la mano. —Sí. Lo siento. Estaba... siendo un idiota. Al menos lo admitió. Lo solté y abrí la puerta lateral. —No pasa nada. Dime el lunes lo que me perdí en clase.
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22 Noah Traducido por Annabelle Corregido por Juli_Arg
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erciórate de hablar sobre mí. Quiero que tus hermanos sepan quién soy cuando vengan a vivir contigo. —Beth se perdió cuando una nube de vapor silbó y salió de la plancha. Metódicamente deslizó la plancha sobre los brazos de mi camisa de vestir blanca. —Lo haré. —Continué puliendo el par de botas negras que había encontrado en la beneficencia. Me quedaban bien, pero se encontraban demasiado rayadas. Isaiah bajó corriendo las escaleras hacia el sótano, tomó una de las botas y un trapo, y se unió a mí en el sofá. —¿Por qué haces esto, hombre? Ellos son tus hermanos. No les importa si apareces con un par de vaqueros rotos y una camiseta vieja. —No es para ellos. Es para mi trabajadora social y la engreída parejita. Todo lo que hago y digo está siendo juzgado. Necesito que me vean como un ciudadano modelo. —Que confíen en mí para cuidar a las dos personas más importantes de mi vida. —Así que… —Isaiah compartió una mirada con Beth—. ¿Qué esta sucediendo entre tú y Echo? La plancha gorgoteó cuando Beth la colocó sobre la mesa de planchar. Inspeccionó la camisa a ver si se les escaparon algunas partes arrugadas antes de tendérmela. —¿Qué paso con eso de simplemente negocios? Ya sabes, con las manos y las emociones lejos de Echo. Pasé la camisa sobre mis hombros. Su calidez, producto de la plancha, relajó parte de la tensión en mi cuello. —Todavía es el plan. Beth se dejó hacer al lado de Isaiah, descansando su cabeza sobre él. —Entonces, ¿qué demonios fue lo de ayer?
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Me estaba costando aceptar que el rey y la reina de la negación fuesen tan cariñosos. Isaiah y Beth vivían en un mundo donde las emociones no se decían, sin embargo, ambos gravitaban alrededor del otro como una pareja. Algo me decía que un día de éstos, los encontraría desnudos en la cama. —Echo logró ver mi archivo y encontrar el apellido de los padres adoptivos de mis hermanos. Puede que no le dé una relación, pero no puedo negarle una amistad. Sólo un verdadero amigo se arriesgaría de esa manera. —O una chica a la que le gustas —murmuró Beth. Me coloqué las botas y las amarré. ¿Acaso tenía más de una oportunidad? Mi pasado me decía que no, pero habían ocurrido milagros desde que Echo había entrado en mi vida. —¿Qué harían ustedes si en verdad tengo algo con ella? Beth gruñó asqueada. —Compra algo de pega para cuando te destruya. Mira todo lo que has hecho por la chica y, ¿a dónde va a ir ella esta noche? Al baile con el Rey Luke, no contigo. La imagen de ese simio con sus brazos alrededor de ella, hizo que mi sangre se volviese lava. Ignoré el sentimiento. Lo único que me preocupaba eran mis hermanos, y si no movía mi trasero iba a llegar tarde. —Los veo esta noche. Beth gritó detrás de mí. —Diles que su tía Beth los ama. Pasé por la lado de Dale y Shirley cuando almorzaban, y ninguno de los dos siquiera reconoció mi existencia. Cuando Tyler y Jacob se muden conmigo, la vida nunca sería de ésta manera. Conversaremos a cada jodido momento. Y sabré todo lo que ocurra en sus vidas. Afuera, la brisa de febrero acarició mi rostro recién afeitado. —Oye —llamó Isaiah desde la casa, siguiéndome. Haló su arete antes de hablar—. Escucha, amigo, lo entiendo. Nosotros no hacemos ningún tipo de lazo sentimental. Dependemos de algo o alguien y el sistema nos los arranca de las manos. Pero Echo no es el sistema, hombre. Es una chica que ayer lucía horrible y te persiguió cuando todos decidimos que serías un idiota con ella en vez de ser su amigo. Corrí una mano por mi cabello y luego volví a lanzarlo sobre mis ojos. —Beth tiene razón. —Beth no se da cuenta de esto. Si alguna vez le dices que te lo conté, voy a patearte el trasero. Luke se acostó con Beth el verano anterior a su segundo año. En verdad creyó que ese imbécil la amaba. Ella era virgen, hermano. Y él nunca la llamó, ni le envió un mensaje, ni nada. Tú y
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yo también somos mierda mala, pero al menos somos honestos desde el comienzo. Ninguna chica espera una caricia o una llamada de nosotros. Si antes no había tenido una razón para patearle el trasero a Luke, la cual tenía, ahora si la tenía de verdad. Beth era mi hermana, sin importar la sangre. —¿Y qué tiene que ver eso con Echo? —Esos idiotas populares son el equivalente del sistema para Beth. Nosotros tenemos trabajadores sociales y jueces que hacen nuestra vida un infierno. Luke y Grace… ellos son su infierno. Echo y Luke eran legendarios cuando Beth y yo estábamos en primer año. Ella en verdad cree que Echo es exactamente como Luke. —Pero no lo es —dije, subiendo a mi auto. La necesidad de defender a Echo contra cualquier ataque resonaba dentro de mi cuerpo. La derrotada y rígida mandíbula de Isaiah me decía que ya había intentado explicárselo a Beth. Isaiah se dirigió de nuevo a la casa. —Sabes, parece que fueras a un baile, hombre. —Le mostré mi dedo y salí de retro por la entrada. *** Para mi sorpresa, la Sra. Collins se encontraba sentada en la mesa del cuarto de visitas, usando un vestido de lentejuelas negro hasta las rodillas. Odiaba estar en el mismo continente que ésta mujer, ¿pero hoy? No me importaba. En cinco minutos vería a mis hermanos. —¿Qué onda, Sra. Collins? Me regaló una fuerte risa. —Me siento honrada. Nunca pensé que me ganaría el privilegio de recibir tu patentado saludo de “qué onda.” —Quizá nunca ha venido a una de estas cosas, pero en verdad no son tan formales. Mire esto. —Abrí mi bolso y saqué una caja—. Me encantaba éste juego cuando niño. Papá y yo solíamos jugarlo una y otra vez. —Yo siempre elegía el negro y él me permitía soltar primero mi pieza redonda en el tablero. Quienquiera que lograba tener cuatro seguidas ganaba. Yo ganaba más seguido que papá. —Gracias por el dato. Voy a ir al baile luego de esto. ¿Vas a escoltar alguna suertuda jovencita? —La Sra. Collins tenía esa cosa donde parecía tan indefensa como un perrito mientras preguntaba algo, que posiblemente, podría morderme el trasero si respondía incorrectamente. —Lo lamento. No voy al baile. —Mmm, que lástima. —Movió sus dedos sobre la mesa—. ¿Qué pasó con esa chica a la que le prestaste tu chaqueta el mes pasado? Maldición, me había metido a mí mismo en ésta. Miré fijamente
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hacia la puerta, rezando para que mis hermanos entraran corriendo a salvarme. —Tiene una cita. —Ella se lo pierde. Crucé las manos en medio de mis rodillas. Ese incómodo silencio entre la Sra. Collins y yo tomó un nivel completamente nuevo. El pie de Echo ya hubiese abierto un hueco hasta china. Echo, la chica seguía incrustada en mi mente. La segunda manilla en el reloj sobre la puerta se movía ruidosamente. ¿Dónde estaban mis hermanos? —¿Por qué está usted aquí? Sus cejas se elevaron al sonreír. —Ya hablamos de esto, Noah. Como tu trabajadora social clínica, estoy involucrada en cada aspecto de tu vida. Eso incluye a tus hermanos. —¡Noah! —El grito de Jacob por el pasillo perforó mi corazón. Salté a su encuentro, pero la Sra. Collins bloqueó mi camino. —No. —Presionó su mano perfectamente cuidada contra mi pecho—. Confía en mí, él se encuentra bien. Siendo casi treinta centímetros más alto, me incliné sobre ella a propósito. —En caso de que no lo haya notado, no confío en usted. Ahora quítese de mi camino antes de que yo mismo la quite. Mantuvo su mano sobre mi pecho, sorprendiéndome. —Tuvo un torneo de básquetbol en la mañana y se quedó dormido en el camino hasta acá. Joe lo puse en el sofá en otra habitación para dejarlo dormir. Jacob no duerme muy bien y Carrie y Joe no tuvieron el corazón para despertarlo. Te prometo que tendrás tus dos horas. Miré hacia la puerta y de vuelta a la Sra. Collins. —Tiene treinta segundos para explicarse antes de que pase por usted y esa puerta. — Tomó un gran respiro, perdiendo mi tiempo—. Uno… —¿Cuán bien crees que un niño puede dormir cuando ha sufrido algo traumático? Sus palabras me detuvieron por completo y los problemas de Echo corrieron hacia mi mente. —¿Está diciendo que tiene pesadillas nocturnos? —No estoy diciendo eso, pero sé de alguien que sí lo sufre, y te digo que hace ya tres años esa persona no ha dormido por las noches. Cerré los ojos. Había tantas cosas malas en esa imagen. —¿Por qué nunca me lo dijeron? —Porque es información privada. Además, Jacob quiere que lo veas por la forma en que él te ve a ti… como alguien fuerte, como un héroe.
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Lo último que dijo me volvió loco, pero no podía enfocarme en eso, no cuando Jacob me necesitaba. —¿Privada? —Abrí los ojos y el único color en la habitación era el rojo—. Yo soy su hermano. Su mirada se clavó en la mía. —Eso es verdad. Eres el hermano mayor de Jacob, no su guardián. Sabes que no se te permite tener información privada. —Era cierto. Había perdido cualquier derecho a mis hermanos cuando mi puño conectó con la mandíbula de mi primer padre adoptivo. —¡Noah! —Su grito tan desesperado hizo eco en la habitación. A la mierda. —Por favor, deja que Carrie y Joe manejen esto —pidió la Sra. Collins, pero la esquivé y salí del cuarto. Keesha se encontraba en el pasillo sosteniendo a Tyler. ¿Cuál era su excusa para mantener a Tyler afuera? Lidiaría con eso después. —Mete tu trasero de vuelta en esa habitación, chico. Carrie y Joe lo tienen cubierto —dijo Keesha. La ignoré completamente al pasar a su lado, colocando una mano en la cabeza de Tyler por un breve momento. Del cuarto al lado del mío salían lloriqueos sordos. Abrí la puerta para encontrar a Joe y a Carrie de rodillas en la alfombra al lado de Jacob, quien se removía incontrolablemente. Los ojos de Joe se abrieron cuando entré a la habitación. —¿Qué estás haciendo aquí? Las lágrimas mojaban las mejillas de Jacob y su jersey de básquetbol. Su rostro se encontraba encendido, y sus manos apretadas contra su pecho, murmurando incoherencias. Me arrodillé al lado de Carrie, a centímetros de mi hermano. Detuvo mi muñeca cuando fui a tocarlo. — Tocarlo lo pone peor. Quité mi mano de su agarre y la coloqué en la cabeza de Jacob, imitando la manera en que mamá solía hacerlo. —Pajarito-J, soy yo. Noah. ¿Podrías levantarte para mí, amigo? Su cuerpo se sacudió y gimió. —Noah. —No lo entiendes, no está despierto. En verdad no sabe que estas aquí. —La mujer secó sus ojos—. Sabemos qué hacer. Nosotros somos quienes lo cuidamos. No tú. —Parece que están haciendo un trabajo fantástico. ¿Han matado algún pez dorado últimamente? —Levanté a mi hermano y me senté en el sofá, acurrucándolo en mis brazos. Canté la canción favorita de mamá en
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su oído. Continué susurrando las palabras hasta que las lágrimas y las convulsiones de Jacob terminaron. Finalmente, abrió sus ojos, más consiente que confundido. —¿Noah? —Hola, hermanito. *** Tyler me hizo dibujos durante nuestra visita. Muchos y muchos dibujos. Me sonrió y me abrazó antes de irse, pero todavía no me había dicho una palabra. Jacob se sentó en mis piernas mientras jugábamos el juego al menos cientos de veces. Cuando Keesha nos dijo que el tiempo se había acabado, me sentí como si alguien me hubiese arrancado el corazón, lo hubiesen cortado en pedacitos y le hubiesen echado alcohol por todas partes. Jacob enredó sus brazos alrededor de mi cuello con tanta fuerza que por poco impidió que pasara el aire. —Tengo miedo, Noah —murmuró. —Jacob, ya es hora… —comenzó Carrie. La Sra. Collins la calló y me hizo señas para que continuara. Mis ojos se agrandaron, y lo sostuve más fuerte. Maldición. ¿Qué clases de preguntas me hacía la Sra. Collins? —¿De qué tienes miedo? —¿Qué pasa si hay otro incendio? No vas a estar allí para salvarme. —Siempre te salvaré. —Porque lo haría. Movería cielo y tierra. Estaría dispuesto a caminar hasta el infierno y quedarme allí. Renunciaría a lo que fuera por él. Sorbió su nariz y su cuerpo comenzó a temblar. Froté su espalda suavemente. —Está bien, hermanito. —Pero si hay otro incendio… La Sra. Collins apuntó a Jacob y luego a Carrie y a su patético esposo, su significado era claro. Preferiría regresar a mis hogares adoptivos anteriores a decirle que confiara en éstos idiotas. —No va a haber otro incendio. La Sra. Collins levantó las manos, exasperada, y sacudió la cabeza. Él murmuró en mi oído—: ¿Cómo lo sabes? Besé su mejilla y le susurré de vuelta. —Lo sé. Con su voz apenas audible, Jacob dijo—: Por favor, no le digas a nadie. —Nunca.
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*** —¿Que no le digas a nadie qué, Noah? —La Sra. Collins miró al espejo de dos caras, acomodando su cabello. —¿Qué? —Me puse mi chaqueta y recogí los dibujos de Tyler. —Jacob te susurró que no le dijeses a nadie y tú accediste. —Se giró y sonrió—. Leo labios. Por supuesto que lo hacía. ¿Qué demonios no podía hacer esta mujer? Oh, conducir. —Debió haberlo entendido mal. —No. No lo hice. —Estiró su vestido—. ¿Qué piensas del vestido? ¿Es demasiado? Nunca antes había sido chaperona de un baile. No es que importe, en verdad. No tendré tiempo de cambiarme. Mantener secretos no va a ayudar a tu hermano. ¿Qué demonios? ¿Acaso la chica era incapaz de producir una línea coherente de pensamiento? ¿Vestidos, chaperona de bailes, mis hermanos? A la mierda las primeras impresiones. Se estaba metiendo en territorio del que la quería bien lejos. —Usted no sabe nada ni de mí, ni de mis hermanos, así que le sugiero que se aparte. —Esa es una forma difícil de vivir. Sin confiar en nadie —dijo en una molesta voz, del tipo “soy mayor que tú”—. No son tú y tus hermanos contra el mundo. ¿No estás cansado de ser miserable? ¿No quieres saber lo que se siente ser feliz otra vez? Sí, pero el mundo no funcionaba de esa manera, no para mí. Recogió un dibujo que Tyler le hizo. —No vas a encontrar la felicidad hasta que aprendas a confiar. Y si tienes que comenzar por algún lugar, ¿por qué no conmigo? Tenía un millón de razones de por qué no con ella.
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23 Echo Traducido por Monikgv Corregido por Juli_Arg
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iré de mis guantes por posiblemente la millonésima vez esta tarde. Cuando Luke planteó la idea de unirnos a Lila, Grace, Natalie, algunas otras chicas y sus parejas para un paseo en limo, aproveché la oportunidad. Cometí el error de pensar que eso mantendría a las ambulantes manos de Luke lejos de tocar mi cuerpo. Supongo que no. La limo se estacionó frente al gimnasio del colegio. La mano de Luke rozó el costado de mi pecho y me susurró al oído—: Eres tan caliente, Echo. Me alejé de él y de su aliento a cerveza, y me asomé para ver si alguien se había dado cuenta de la manera inapropiada en la que me tocó. Le susurré: —Ya basta. La gente está mirando. Se tomó el resto de la cerveza, empujando su cuerpo contra el mío una vez más. —Dime que será esta noche. Mis padres estarán fuera hasta mañana por la tarde y tu papá me dijo que no tienes toque de queda. Tendremos toda la noche. —Su mano bajó hacia mi trasero. Genial, obviamente mi papá quería que tuviera sexo. Golpeé la mano de Luke. —Me dijiste que me darías tiempo para pensar. —Has tenido suficiente tiempo para pensar. Ven aquí, te ves taaan hermosa. Qué maravilla, ya arrastraba las palabras y ni siquiera habíamos tenido nuestro primer baile aún. La limo se detuvo y Stephen abrió la puerta. —Las damas primero. —Hizo un gesto para que Lila saliera, pero yo eché a correr fuera de la limo como si mis ropas estuvieran en fuego. Lila me siguió. Su aliento también olía a cerveza. —¿Estás bien?
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—Estoy bien —mentí. Luke había marcado su territorio durante las últimas semanas, llevando a cabo en el colegio el equivalente de un perro orinando en un hidrante (tomando mi mano, envolviendo sus brazos alrededor de mí, sentándose a mi lado en el almuerzo) y eso me hizo, de nuevo, aceptable. Para Lila, Grace y Natalie la vida finalmente había a la normalidad. Para mí, “lo normal” se sentía lo peor. Claro, la gente hablaba conmigo ahora, pero salir con Luke y tener a Grace de nuevo como amiga pública no detenían las miradas o los susurros. Esa gran herida abierta en mi interior no se había llenado como había esperado. De hecho, el agujero se hizo más grande y profundo. —No estás bien. —Lila dejó de hablar cuando Grace envolvió sus brazos alrededor de nosotras. —¡Me encanta! —Grace besó mi mejilla, luego la de Lila—. Estamos de vuelta. Luke me ofreció su mano. La tomé y dejé que me llevara hacia el baile. El comité de decoración había intentado transformar el gimnasio en una isla paradisíaca. Tres resplandecientes palmeras y un telón con fondo del océano para el fotógrafo no ocultaron los aros de baloncesto ni las gradas, ni enmascararon el mal olor de los calcetines malolientes en el vestuario de los chicos. Luke sólo bailaba lento, dejándome bailar las canciones más rápidas con Lila, Grace y Natalie. Cuando lo hacíamos, Luke entraba y salía del vestuario de los chicos con sus amigos. Desafortunadamente, volvía al baile un poco más borracho cada vez. —Escuché que todos irán donde Luke cuando el baile acabe —dijo Grace cuando dos de nosotras tomábamos un respiro en la mesa. Inclinó su cabeza en mi hombro, y una porción de mi corazón se aligeró. Me encantaba tener a Grace como amiga pública de nuevo. Él lo mencionó. Junto con la idea de que debería colarme en el vestuario de los chicos con él y tomar un trago para aflojar. Miré a Lila y Stephen moler, perdón, bailar, sobre el piso de madera. Los bailes escolares eran la escapatoria a las reglas de muestras de afecto públicas. —¿Estás lista? —preguntó Grace. —Esperemos por otra canción y entonces estaré lista para bailar de nuevo. Estos tacones están pellizcando mis dedos. —La circulación regresó a mis adoloridos pies al momento que me los quité. Recorrí la oscura habitación y vi a Luke riendo con un chico del equipo de baloncesto. —Debería bailar con Luke.
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Grace rió. —No, tonta. Por esta noche. Escuché a Luke pidiéndote que lo hagan. Mis niveles sanguíneos y de energía cayeron a mis pies, fuera de mi cuerpo y sobre el piso. Las sombras bajo mis ojos, que había ocultado cuidadosamente con maquillaje, se volvieron más pesadas. Me froté los ojos, con la esperanza de revitalizarme a mí misma. No. No estaba lista. —Hola, hermosa. Luke me dio esa loca sonrisa torcida que sólo usaba cuando se emborrachaba. Grace me dio unas palmadas en la rodilla y se escabulló, dejándome sola con Luke. No sólo era que no me sentía lista, si no que tenía que decírselo. Esta noche apestaba. Forcé una sonrisa y me puse de pie. —¿Podemos hablar? Su mano, sudorosa por Dios sabía que, tocó mi mejilla. —Claro. En un segundo. Voy a buscar otra bebida. —Sus ojos brillaban como si hubiera encontrado la cura para el cáncer—. ¿Quieres venir? Temprano llevamos a Lila y Natalie a escondidas. —No. —La tercera canción lenta de la noche comenzó a tocar. Grace me saludó, sus ojos llenos de desesperación. Un recordatorio de no echar las cosas a perder—. Baila conmigo, Luke. Luego daremos un paseo, juntos y hablaremos, ¿de acuerdo? —Una buena conversación. Una de esas en las que uno le dice al otro como se siente realmente. Una de esas alucinantes conversaciones donde aprendes algo tan crudo y real de la otra persona que no puedes evitar enamorarte. Podría decirle que no me sentía lista para tener sexo y Luke me diría que le parecía bien. Me diría que me ama tanto que esperaría por siempre y luego me diría algo que nunca le había dicho a nadie más. Le podría decir cuan asustada estoy de que nunca sabría lo que me pasó y aún más asustada de saber la verdad. Él me diría que no le importan mis cicatrices y que se las podría mostrar a todo el mundo y seguiría a mi lado. ¿Y yo? Me enamoraría de él y, repentinamente, estaría de acuerdo en “hacerlo”. Como con Noah. Cerré la puerta de un golpe. Tocando su rostro, dejé que mis dedos enguantados trazaran su mandíbula, un movimiento que le encantaba. Sus labios se movieron hacia arriba. —Ves, hermosa, te dije que nos encontraríamos el uno al otro de nuevo. Y podríamos… tal vez. —Sí. Tomó mi mano y comenzó a empujarme hacia la pista de baile. Esto era. Normal. Un novio que me amaba y me aceptaba. Seguramente esto
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iba a llenar el agujero. Les eché un vistazo a mis amigas y les lancé una sonrisa real a Grace, Natalie y Lila. Mi corazón cantaba cuando las tres se encendieron como fuegos artificiales, sabiendo, por primera vez en años, que me veían feliz. Felicidad… se sentía tan cerca que podía probarla. Luego me detuve. Mis pies, mi corazón, mi felicidad, todo en mí, se detuvo. Habíamos pasado la pista de baile y entrado en el pasillo que llevaba a los cuartos de baño. —¿A dónde vas? —Ya te lo dije, al vestuario —respondió Luke. Tiré de mi mano. —¿Qué pasó con el baile y la conversación? —Sí, claro, lo que sea. Después. Estamos llegando al fondo del barril con nuestros suministros. Si no voy ahora, perderé mi oportunidad. En más maneras de las que podría imaginar. —Sí, lo harás. Su desquiciada mente masculina me malentendió y me besó en la mejilla. —Sabía que entenderías. —Y se fue. Me apoyé en el marco de la puerta. Una mitad de mí en las sombras del gimnasio. La otra mitad en el pasillo iluminado. Idiota. Yo era una idiota. Parpadeé varias veces para mantener las lágrimas acorraladas y me abracé a mí misma. Mi corazón debería doler, pero no lo hacía. Había puesto una gran cantidad de esperanza, pero nunca había puesto a mi corazón en la línea. Mi alma dolía por la decepción. Había tratado de ser normal y fallé. Yo… era un fracaso. Al contrario de la prueba universitaria, no podía retomar esta parte de mi vida y borrar la desagradable calificación. No había un lienzo blanco para empezar una nueva pintura, ni un cuaderno de bocetos para un nuevo dibujo. Mi madre me había fallado y mis brazos garantizaban que yo siempre fallaría. —Te dije que mereces alguien mejor. Mi corazón se levantó con el sonido de esa profunda y traviesa voz. —¿Noah? Como un ladrón, salió de las sombras con una camisa blanca abotonada, corbata negra aflojada al tercer botón, pantalón de mezclilla y botas negras militares. Su oscuro cabello castaño caía casualmente sobre sus ojos. —Echo, luces… —Dejó que sus ojos se perdieran bajando por mi cuerpo y luego lentamente hacia arriba. Una sonrisa maliciosa se dibujó en su rostro—. Apetitosa. Me reí en voz alta, causando que muchos hombres de clase baja
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que pasaban curiosearan. Por primera vez en mucho tiempo, no me importó. —¿Apetitosa como alitas de pollo o apetitosa como una suculenta hamburguesa? Su sonrisa me hizo cosquillas por dentro. Noah dio un paso más cerca, definitivamente invadiendo mi espacio personal. —Apetitosa, mientras que tu novio es un idiota por dejarte sola. —No es mi novio. —Y nunca lo será. —Bien. Porque iba a invitarte a bailar. Como una señal, otra canción lenta empezó. Noah no me ofreció su mano para llevarme a la pista de baile. En lugar de eso, justo ahí en la entrada del gimnasio y el vestuario, envolvió sus manos alrededor de mi cintura y me atrajo cerca. Dios, él se sentía bien, cálido y sólido. Deslicé mis brazos por su cuello, dejando que mis dedos enguantados rozaran su piel. —Creí que no ibas a bailes. Noah me tenía lo suficientemente cerca para ver esos ojos color chocolate. —No. Y, esta tarde, no tenía ninguna intención de venir. —Tragó—. Este baile parecía muy condenadamente importante para ti. Y tú… tú eres importante para mí. —Dejó de tambalearse de un lado al otro y apartó su mirada de mí. Mi corazón palpitaba tan fuerte que él tenía que escucharlo, al menos sentirlo a través de mi pecho. —Echo, no puedo decirte que va a pasar porque no lo sé. No soy de dar la mano en el pasillo ni me siento en la mesa de otros en el almuerzo. Pero juro… por mis hermanos que tú nunca serás una broma para mí y serás mucho más que una chica en el asiento trasero de mi auto. La proximidad de su cuerpo al mío, hizo que expresar las miles de emociones que rabiaban dentro de mí fuera imposible. Mis dedos viajaron de su cuello a su cabeza. Lo tomé de su cabello y guié su cabeza a la mía. No podía decirle, pero podía mostrarle. —Aléjate de mi chica, Hutchins. En movimientos rápidos como un león, Noah nos maniobró hacia el pasillo y me colocó detrás de él. Se puso de pie entre Luke y yo. —Ella no es tuya. El rostro de Luke se enrojeció y sus manos se formaron puños. Stephen, Chad y otros chicos salieron tropezando del vestuario. Sus risas se apagaron en el momento en que notaron a Luke, Noah y luego a mí. Mierda. Mi ahora ex me miró fijamente. —Ven aquí, Echo.
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—Debemos hablar. En el gimnasio. —Y salir de aquí. De vuelta donde muchos de los profesores se ciernen para prevenir escenas como esta. Me moví un poco hacia el gimnasio, pero ni Noah ni Luke se movieron. Stephen dio un paso al lado de Luke. —No es agradable estar con la chica de otro hombre. ¿Hola? ¿Alguien me escuchó? Resumen—necesitaba hablar con Luke y todos debíamos ir dentro del gimnasio para poder ser monitoreados por adultos. Envolví mis dedos en la mano de Noah y tiré gentilmente. — Noah. Él la apretó de vuelta antes de alejarse. —¿Por qué no vas adentro? Estaré ahí en poco tiempo. —Um, no. No sin todos los demás. Luke dio otro paso borracho hacia Noah. —Sí, ve, Echo. Esto no podría estar pasando. Luke no detuvo su avance. De hecho, tomó velocidad y se estrelló contra Noah. Los dos chocaron contra la pared. —¡No! Luke golpeó a Noah en la mandíbula. Sangre brotaba de los labios de Noah mientras llevaba su puño contra el estómago de Luke y lo apartaba. —Vamos, hombre —dijo Noah, limpiando la sangre de su labio—. No quieres hacer esto. —Te advertí que te alejaras de ella —gritó Luke, mientras se lanzaba de nuevo sobre Noah. Preparado esta vez, Noah golpeó a Luke en el estómago empujándolo al suelo. —Quédate en el piso, fortachón —siseó. Luke se levantó tambaleándose, mirando fijamente a Noah. Corrí hacia ellos. Esto tenía que parar. Sólo que era demasiado tarde. Luke se lanzó hacia Noah en el momento exacto en que me puse de pie entre ellos. Cemento golpeó mi estómago. Perdí la habilidad para respirar, seguido de masivas cantidades de dolor. —¡Echo! —gritaron múltiples voces desde varias partes del pasillo. Mi estómago me dolía demasiado como para moverme, abrir los ojos o hablar. Oh, Dios. Absolutamente el aire no entraba en mi cuerpo. Forcé a mi boca a abrirse y luché por aspirar el oxígeno. Nop, nada. Una vez más… sí. No mucho, un poco, pero era aire… independientemente de lo mucho que duele. El frío suelo tocaba una de mis mejillas y mi cabello tocaba la otra. Mierda. Me había tomado toda una hora meter todo mi
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cabello en esa pinza. Querido Señor, creo que me rompí algo, como el hígado. —Jesús… Jesús, la lastimé —murmuró Luke. —Aléjate de ella, idiota —gritó Noah. Cálidos dedos tocaron mi rostro, llevando hacia atrás mi cabello. Bajó su voz—. ¿Echo? ¿Estás bien? Esos cálidos dedos dejaron mi rostro y luego cubrieron mi mano. Concentré toda mi energía en ejercer presión sobre Noah. Él aplicó presión en retorno. —Te tengo. Lo prometo. —¿Qué está pasando aquí? Gemí, no de dolor, pero debido a la persona que entró en el pasillo, la Sra. Collins. —¿Echo? ¡Echo! —Unos tacones sonaron rápidamente hacia mí. Otra mano, más fría y delicada, tocó mi rostro. Forcé a mis ojos a abrirse y parpadeé la doble visión lejos. —¿Estás bien? No. —Sí. —En contra de los gritos de cada músculo de mi cuerpo, levanté mi cabeza del piso. Noah colocó sus manos en mi espalda y me ayudó a sentarme, moviéndose centímetros detrás de mí. Los bondadosos ojos de la Sra. Collins se suavizaron. —¿Qué pasó? — Registro el pasillo, observando la situación. Curioso, los amigos de Luke habían desaparecido—. Noah, estás sangrando. Noah se limpió la boca. —Sí, señora. —Tú eres Luke, ¿verdad? Luke se sentó a mis pies, los ojos muy abiertos. —Sí. La Sra. Collins lanzó un profundo suspiro, sacudiendo su cabeza. —Esto no me va a gustar nada, ¿verdad? —Nop —respondió Noah. —Me caí —dije. Los labios de la Sra. Collins se tensaron en una fina línea. —¿Y la boca de Noah? —Yo también. Ella miró fijamente a Luke. —¿Y ese bonito moretón formándose en tu quijada es por…? Luke ausente se frotó la mandíbula, pero mantuvo sus ojos fijos en mí. —Tuve una pelea temprano esta noche.
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—Pero no aquí, ¿verdad? —No, aquí no. La Sra. Collins cerró sus ojos y volvió a suspirar. Los tres conteníamos la respiración, esperando su veredicto. Finalmente, los abrió de nuevo. — Luke, ¿por qué no vuelves al baile? Me gustaría hablar con Echo y Noah. Luke continuó mirándome fijamente, como si físicamente no pudiera apartar sus ojos de mí. Mi mente aturdida comenzó a funcionar. Él no miraba mi rostro, era a mis brazos. El guante de mi brazo derecho ya no protegía mis cicatrices del mundo exterior. Colgaba alrededor de las yemas de mis dedos. Ante mis ojos, sin embargo, de pronto se deslizó de nuevo por mi brazo. Noah murmuró varias palabras dirigidas a Luke mientras colocaba un brazo sobre el guante que enderezaba. —Echo —dijo Luke. Me forcé a mirarlo—. Estaré esperando. —Sus ojos se movieron de nuevo a mis brazos, con claro disgusto. De alguna manera, entró al gimnasio sin tropezarse. La Sra. Collins se sentó en el suelo a mí lado, quitándose sus tacones. —Supongo que tendré que llevar mi vestido a la lavandería. Tenía la esperanza de evitarlo. Tengo la costumbre de olvidar mi ropa allí y ellos terminan desechándola. —Tomó un pañuelo de su pequeña cartera que colgaba de su muñeca—. Toma, Noah. No hay necesidad de sangrar sobre todo el sitio. Noah se apoyó contra la pared, colocándome sobre su pecho entre sus piernas. Tomó el pañuelo de la Sra. Collins mientras mantenía un brazo protector en mí. Demasiado cansada para preocuparme por lo que la Sra. Collins pensara, apoyé mi cabeza contra él. —Así que, Noah, Echo es la chica del abrigo. —¿Tenía un apodo? Noah se rió. —Sí. —Echo, ¿tu padre está al tanto de esta relación? —¿Me creería si le digo que ni yo sabía de ella? Sus ojos sonrieron. —Sí. —Nos miró fijamente como si fuéramos ratas en un laberinto—. Debí haber visto esto venir, pero no lo hice. Demasiado para mis poderes intuitivos. De todos modos, vamos a llevarlos a los dos a la oficina de la enfermera. Ella está aquí esta noche en caso de alguna repentina enfermedad o accidente. Noah me sorprendió diciendo al mismo tiempo que yo—: No. —Estoy bien —dijo. —Yo también —agregué—. Bien, quiero decir. —Si están seguros. —La Sra. Collins tomó sus zapatos y se levantó del
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piso—. Espero que los dos sigan siendo profesionales en sus sesiones de tutoría. He estado muy satisfecha con tu asistencia e informes de progreso de tus profesores, Noah. Veo algún cambio negativo y estaré en el medio antes de que los dos puedan decir “terapia de grupo”. ¿Estoy siendo clara? Los dos murmuramos algo y vimos como ella desaparecía dentro del oscuro gimnasio. Noah acarició mi cabello. Su cálido aliento envió escalofríos por mi espina dorsal. —La verdad, Echo. ¿Estás bien? —Sí, estoy bien —susurré, disfrutando la sensación de sus labios rozando la parte de atrás de mi cuello—. ¿Noah? —¿Sí? —El sonido ronco de su voz me encendió. Odiaba acabar este momento, pero… —Necesito hablar con Luke. Se puso tenso y luego me arrastró con él del suelo. —Oferta de una sola vez, Echo. Tú y yo, pero tienes que terminar con el simio. Voy a esperar afuera. Tienes veinte minutos. Noah me dejó. Me quedé con la mitad de mi cabello cayendo de la pinza de mi madre, sintiéndome de repente sola. Abrí el gancho, dejando que el resto de mi cabello cayera en mis hombros. Mientras caminaba dentro del gimnasio, apenas podía ver pies delante de mí. La bola brillante de disco creaba la única luz disponible. Afortunadamente, mis amigas me encontraron. —Oh, mi Dios, Echo. Stephen me dijo lo que pasó. ¿Estás bien? —Lila me agarró. Mis tacones colgaban en su mano. Natalie y Grace a cada lado de ella. Un bulto creció en mi garganta. ¿Me apoyaría? ¿Mi mejor amiga desde el jardín de niños? Ella había estado conmigo por mucho ya. Si escojo al chico equivocado ante sus ojos, ¿destruiré la única relación que absolutamente necesitaba? Grace empujó unos cuantos rizos fuera de mi cara. Perderé a Grace. Definitivamente Grace, ¿pero para comenzar realmente hemos sido amigas? —¿Echo? —me pinchó Natalie. Ella seguiría a Lila. Siempre la sigue. —Necesito hablar con Lila —dije. Cuando vi el dolor en los ojos de Grace y Natalie rápidamente inventé algo—. Problemas sobre mamá. Grace y Natalie me dieron unas sonrisas alentadoras mientras se volteaban. Le dejaron cualquier conversación con respecto a mi madre a Lila.
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Lila colocó sus manos en su cintura. —No voy a comprar esa historia de tu mamá. Vas a terminar con Luke y quieres mi permiso. —No estoy enamorada de él y no voy a estarlo. Soy capaz de perder a Luke. Soy capaz de volverme un rechazo social de nuevo, pero no soy capaz de perderte a ti. —¿Estás enamorada de Noah Hutchins? —Glinda la Bruja Buena lucía de pronto… seria. Terror y alegría revoloteaban en mi interior. Si escogía a Noah, podría empujar a Lila muy lejos y destruir la única amistad real que he tenido. Pero la sola idea del nombre de Noah hacía que mi corazón se detuviera. Trajo una sonrisa a mi rostro. Me daba cosquillas su toque en mi piel. —Sí. Ella me abrazó. —Espero un informe sobre sus abdominales. Detalles reales, no romance de novela sin sentido. —¿Qué hay de Grace y Natalie? Suspiró profundamente, alejándose. —Tú sabes que Natalie estará bien. Yo me encargaré de Grace, pero esperaré una foto de sus abdominales por esa. De todas formas, sólo quedan tres meses para la graduación. —¿Echo? —dijo Luke detrás de mí. Lila besó mi mejilla, colocó mis zapatos en mi mano y se fue para unirse a Natalie y Grace. —Luke. —Tiré de mis guantes. Se había quitado su chaqueta y tenía las mangas enrolladas arriba de sus codos. —Siento haber corrido sobre ti. Te vi, pero no pude detenerme. —Está bien. —Incómoda me desplacé de un pie al otro, percibiendo la arena corriendo hacia el fondo del reloj de arena—. Luke… —Él te tocó… Noah. Vio tus cicatrices, no se inmutó, y luego te tocó. —Luke se frotó la parte de atrás de su cabeza—. Voy a sonar como un real idiota, pero yo no habría sido capaz de hacer eso. Tocarlas o pretender que no estaban ahí. Creí que podría, pero… Froté mis brazos. A pesar de las palabras que había planeado decirle, la verdad todavía dolía. —Luke, está bien, porque la verdad es… —Esto apestaba—. No estoy enamorada de ti y no lo voy a estar. Parte de mí de verdad quería que trabajáramos para que esto funcionara, pero sólo nos convertimos en eso… trabajo. No tuvimos que trabajar para que funcionara la primera vez. Luke asintió y luego bajó la cabeza. Sus hombros cayeron hacia
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delante y miró fijamente al suelo por un segundo antes de limpiarse la nariz. Entonces, levantó la cabeza y se enderezó completamente. Forzó una sonrisa, pero no había brillo en sus ojos azules. —Deanna vino sola y tenía la esperanza de viajar en la limo de vuelta a mi casa… —Ella puede tomar mi lugar. —No tenía necesidad de hacerle saber que planeaba irme con Noah. Dio un paso hacia mí y me susurró en el oído: —De verdad te amé. — Dejando fuera la palabra, una vez. —Yo también. —Una vez.
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24 Noah Traducido por Nats Corregido por Juli_Arg
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endría que haberla echado sobre mi hombro y arrastrarla del gimnasio. En su lugar, como un idiota, le había dado la opción. La opción de rasgar mi corazón y devolvérmelo. ¿Por qué no escuché a Beth? ¿Por qué no escuché a Isaiah? Beth tenía experiencia con estas cosas e Isaiah me dio un consejo que él se negó a tomar. Necesitaba que examinaran mi maldita cabeza. Quince minutos. A la mierda. Ella no iba a venir y yo no iba a continuar aquí de pie congelándome como un imbécil. Tenía una fiesta a la que ir. Una fiesta que estaría llena de chicas dispuestas a tirarse a sí mismas a mí y mucha mierda para fumar y suficiente alcohol para ayudarme a olvidar. Salté del muro del gimnasio, empujando mis manos en los bolsillos de los vaqueros para tomar las llaves. La puerta se abrió, casi pegándome en la cara. Abrí la boca para gritarle al imbécil reventando la puerta, pero me detuve al momento de encontrarme cara a cara con mi propia sirena personal, mi ninfa —Echo. Esta vez, no se iría. Envolviendo mis brazos a su alrededor, la llevé de espaldas hasta el muro. —Dime que me elegiste a mí, Echo. Se lamió los labios. Aquellos ojos verdes ardían, llamándome a ella. — Te elegí. Por primera vez en tres años, el nudo siempre apretado en mi intestino se relajó. —Nunca te arrepentirás. Te lo prometo. —Dejando que mis manos rozasen la curva de su cintura, me apoyé en su suave cuerpo. La quería. Todo de ella, pero Echo merecía más que una emoción rápida y un chico mejor que yo. Todo tenía que ser lento y deliberado. Quería hacer volar su mente con cada toque y cada beso así cada pensamiento suyo volvería a mí. Nunca volvería a tocar a nadie más sin
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pensar en ella. La prometí que sería más y necesitaba mantener esa promesa. Desgarrándome a mí mismo lejos, tomé su delicada mano en la mía y nos dirigí hacia el coche. —Vamos. —¿A dónde? Abrí la puerta del pasajero y me volví a mirarla. Los inocentes ojos de Echo se encontraban abiertos con confusión. No debería quedarse conmigo. Ambos estuvimos en el infierno, pero Echo se merecía algo mejor. Aún así, no todo era malo. Yo solía ser bueno, como ella. Necesitaba saber eso. —A un lugar muy especial. ¡Voy a comprarte una cazadora! —Y lo decía en serio. Abrí la puerta del coche y colgué mi chaqueta de cuero sobre sus hombros—. Es febrero. ¿Por qué no tienes nunca una maldita cazadora puesta? Echo deslizó sus brazos en mi chaqueta, cerrando los ojos mientras inhalaba. Cuando finalmente los abrió, agitó sus pestañas, dándome una mirada de pura seducción. —Tal vez me guste usar las tuyas en su lugar. Tragué saliva. Tenía planes, y esos planes no implicaban besarla contra mi coche. Maldita sea, iba a matarme. —Felicidades, es tuya. Su risa me calentó de una manera en la que la chaqueta no podía. —¿Vas a ser tan fácil de convencer ahora? Aparentemente. Entrelacé mis dedos con los de Echo y la acompañé a través de la calle desierta, hacia la fuente. Luces rojas y rosas iluminaban el agua goteando entre los tres niveles de flores. —Es hermoso. —Echó miró fijamente a la fuente, sus ojos analizando los diferentes tipos de flores trazadas en el metal. No, ella era hermosa. —Ayudé a construir esto. —¿El qué? Hice un gesto hacia las casas que rodeaban la fuente. —Las casas. Ayudé a construir estas casas. Mi madre y mi padre estaban envueltos con Hábitat para la Humanidad. Así es como se conocieron. En vez de irse de fiesta a Cancún por las vacaciones de primavera, se fueron al este de Kentucky y construyeron casas. Se casaron y siguieron haciéndolo. Echo soltó mi mano y se quedó mirando a las pequeñas casas de vinilo con porches y columpios. Mi padre se aseguró de que cada casa tuviese un columpio. A medida que daba la vuelta entera, vio la placa en un lado de la fuente: En memoria de David y Sara Hutchins.
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—¿Tus padres? Mi garganta se cerró, dejándome incapaz de responder. Asentí. —Cada vez que pienso que te tengo calado, Noah, me sorprendes. Razón por la cual le traje aquí. —No terminamos ese baile. Su ansiosa mirada fue hacia las ventanas del pequeño vecindario. Todas las persianas se encontraban hacia abajo. Algunas tenían la luz encendida, otras no, pero nadie miraba. —¿Aquí? —¿Por qué no? El alto tacón de Echo tamborileó contra la acera, señal inequívoca de nervios. Di un deliberado paso hacia delante y la agarré por la cintura antes de que pudiera alejarse de mí. Mi sirena me había cantado por demasiado tiempo, capturando mi corazón, tentándome con su cuerpo, conduciéndome lentamente a la locura. Ahora, esperaba que pagara. —¿Has oído eso? —pregunté. Echó levantó una ceja cuando no escuchó nada más que el sonido del agua goteando en la fuente. —¿Oír qué? Deslicé mi mano derecha por su brazo, acunando su mano contra mi pecho y balanceándonos a ambos de un lado a otro. —La música. Sus ojos bailaron. —Tal vez podrías decirme qué es lo que se supone que tengo que estar escuchando. —Lento ritmo de batería. —Con un dedo tamborileé el ritmo en la parte baja de su espalda—. Guitarra acústica. —Me incliné hacia abajo y tarareé mi canción favorita en su oído. Su dulce olor a canela me embriagaba. Se relajó, encajaba perfectamente en mi cuerpo. En el fresco, frío aire de febrero, nos balanceamos juntos, moviéndonos a nuestro propio ritmo. Por un momento, escapamos del infierno. Sin profesores, sin terapeuta, sin amigos bienintencionados, sin pesadillas —sólo nosotros dos, bailando. Mi canción terminó, mi dedo se detuvo, y dejamos de balancearnos de un lado a otro. Ella permaneció perfectamente quieta, manteniendo su mano en la mía, con la cabeza apoyada en mi hombro. Me froté contra la calidez de sus sedosos rizos, apretando mi agarre sobre ella. Echo se estaba convirtiendo en esencial, como el aire. Bajé mi mano hasta su barbilla, levanté su rostro hacia mí. Mi pulgar acarició su cálida y suave mejilla. Mi corazón latió más rápido. El fantasma de aquella sonrisa de sirena adornó sus labios mientras inclinaba su cabeza hacia la mía, creando esa innegable fuerza que el marinero perdido en el
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mar seguía hasta llegar a su hermosa diosa llamándole a casa. Besé sus labios. Suaves, llenos, cálidos, todo lo que había imaginado que serían y más, mucho más. Echo titubeantemente se presionó de nuevo, una curiosa pregunta para la cual tenía respuesta. Separé mis labios y me burlé del suyo inferior, suplicando, rezando, por permiso. Sus suaves manos subieron hasta mi cuello y tiró de mi pelo, acercándome. Abrió su boca, su lengua seductoramente tocando la mía, casi tirándome a mis rodillas. Las llamas lamían en mi interior mientras nuestro beso se profundizaba. Sus manos masajeaban mi cuero cabelludo y el cuello, simplemente avivando el calor del fuego. Olvidando todas las reglas que había creado para este momento, mis manos vagaron por su espalda, enroscándose en su pelo, acercándola a mí. Quería a Echo. Necesitaba a Echo. Una puerta de coche se cerró de golpe, asustándola. Rápidamente se alejó y volvió la cabeza hacia el sonido del motor. Vimos cómo las luces traseras de color rojo brillaban sobre nosotros, y luego desaparecían cuando el coche aceleró calle abajo. Sus ojos encontraron los míos de nuevo. —Así que, ¿qué significa esto para nosotros? Bajé mi frente hasta la suya. —Significa que eres mía.
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25 Echo Traducido por Mery St. Clair Corregido por Deeydra Ann’
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a mañana del lunes marcó el comienzo de una nueva etapa en mi vida: salir con Noah Hutchins en público.
Cuando Noah vino detrás de mí y besó un costado de mi cuello, me debatí entre apoyarme contra él o apartarme. Cada músculo de mi cuerpo gritaba que me apoyara en él. Mi cerebro decía que corriera. Con un suspiro, seguí a mi cabeza. —Estás rompiendo muchas normas escolares sobre la demostración pública de afecto. Noah se rió entre dientes mientras yo cerraba mi casillero. —¿Y qué? ¿Y qué? —No quiero ir a detención. —Estás demasiada tensa. Creo que sé lo que podría relajarte. La forma en que sus ojos me devoraron insinuó que no debería morder el anzuelo, pero lo hice de todos modos. —¿Y qué sería eso? Noah presionó su cuerpo contra el mío, empujándome contra los casilleros. —Besos. Sostuve mis libros cerca de mi pecho y luché contra el impulso de tirarlos y acercarlo a mí. Pero eso sólo alentaría su comportamiento, y buen Dios, recibiría uno de sus fantásticos besos. Fantásticos o no, besarse en publico definitivamente significaría detención y una nota de retraso. Me salí por debajo de su brazo y respiré el aire fresco, dándole la bienvenida a cualquier aroma que no me recordara a él. Noah me alcanzó, sincronizando su ritmo al mío. —Sabes, puede que nunca lo hayas notado, pero ambos tenemos cálculo —dijo—. Podrías haberme esperado.
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—¿Y darte la oportunidad de arrastrarme al armario del conserje? No, gracias. Noah mantuvo sus libros a su lado, su otra mano dentro del bolsillo de sus vaqueros. Como prometió, no tomó mi mano o pasó un brazo alrededor de mi hombro, pero eso no hizo que los estudiantes que caminaban por el pasillo nos pusieran menos atención. Entramos a cálculo y juro que todas las personas en la habitación se congelaron cuando vieron que Noah se detuvo en mi escritorio. —Isaiah, Beth y yo más tarde. —De acuerdo. —Tutoría, mecánica, con suerte muchos besos. Él mostró su sonrisa maliciosa y bajó la voz. —La Sra. Frost siempre llega tarde. Podría besarte justo ahora y darle al público lo que está buscando. Eso sería una impresionante manera de comenzar la clase. Lamí mis labios y susurré—: Me vas a meter en tantos problemas. —Jodidamente honrado. —Noah acarició mi mejilla antes de dirigirse a su asiento en la parte trasera. Me acomodé en mi asiento y pasé la hora entera intentando mantener mi mente concentrada en cálculo y no en besar a Noah Hutchins. *** Lila me arrinconó contra la pared mientras yo hacía mi camino hacia la cafetería. —Te tardaste mucho. ¿Dónde estabas, de todas maneras? —Tuve que pasar a mi casillero antes del almuerzo. —En realidad, no lo hice, pero usé esa excusa para poder estar unos segundos con Noah, de acuerdo, unos cuantos besos. Finalmente entendí por qué él y sus amigos preferían ese desolado pasillo a la cafetería. —Oh. Entonces, ¿alto, oscuro y misterioso no va a sentarse con nosotras en el almuerzo? —Nop. —Forcé el optimismo en mi voz, obligándome a estar bien con eso. Después de todo, realmente no tenía otra opción. Supongo que podría sentarme con Noah, si realmente quiero. Pero ya he estado castigada bastante tiempo—. Así qué, ¿cual es el veredicto de mi estatus social? —Ha bajado demasiado hasta ahora. Encantador. Pudo haberme avisado antes de que entráramos en la cafetería. ¿Por qué Glinda, la Bruja Buena, no podía ondear su varita mágica y hacer que la gente en Munchkinland me amara?
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Recuerdo el primer día de mi primer año de clase, la gente mirándome fijamente y susurrando mientras caminaba. Al menos, no están mirando mis brazos esta vez, pero las miradas estaban entre yo, Luke y la mesa vacía de Noah. —Toma una bandeja, vamos por comida —murmuró Lila mientras llegábamos rápidamente a nuestra mesa. Natalie me dio una débil sonrisa, mientras que Grace parecía ocupada leyendo un envase de yogurt. Mi corazón se hundió. Las opiniones del resto de la escuela sinceramente no me importaban. Sus risas y comentarios susurrados apestaban, pero al final, no me importaban. Pero el rechazo de Grace me rompía el corazón. Deslicé mi bandeja detrás de Lila, sin tocar ni un solo alimento. Extrañamente, Lila tomó un plato de papas fritas y dos panecillos. —La escuela está dividida. Deanna le dijo a sus amigos que Luke sólo te está usando para darle celos, lo cual te regresa al mundo de lo patético. Gracias a la pelea en el baile y tu sesión de besuqueo con Noah antes del primer periodo, algunas personas creen que botaste a Luke por Noah, oficialmente te pone en la cima de lo más emocionante. Asombroso. Quizás podría ser la reina de lo emocionante, la gobernante de la gente emocionalmente dañada con cicatrices en todas partes. Algo así como una hermanastra de la Bruja Buena. —Y el resto de la escuela cree que tú y Luke se usaron el uno al otro, que él quería estar con Deanna y tu y Noah son calientes. —Lila me dio una sonrisa maliciosa y me guiñó el ojo mientras le entregaba el dinero a la cajera. La seguí y vi a Luke cerniéndose sobre Deanna, sonriéndole como un tonto. Boté a Luke por Noah, pero Luke me botó, también. A decir verdad, lo utilicé para intentar volver a la normalidad. ¿Él me utilizo para recuperar a Deanna? Deanna me atrapó mirándola. Sus ojos se entrecerraron. Luke me dio una media sonrisa mientras tomaba la mano de Deanna. Quizás me utilizó, pero yo estaba bien con eso. En ese caso, dos errores hacen un acierto. — Déjame adivinar, tú y Natalie están en el último grupo. —Nosotras somos las únicas que importamos, ¿verdad? Me uní a Lila en el área de condimentos. —Si la mayoría de la escuela me ha llamado fenómeno en el autobús, ¿por qué habría algún problema con el almuerzo? Lila exprimió la mostaza dulce por todas sus papas. —Grace. — Sentada junto a Natalie y otra de sus amigas públicas, Grace agitó su
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yogurt otra vez. —Me sorprende que ella no haya tomado ya su decisión. Reputación contra amistad. La reputación siempre gana, ¿verdad? —Está intentándolo. Deja que los chismes disminuyan un poco y ella vendrá a ti. Sí, quizás lo haga. Coloqué mi bandeja vacía sobre la mesa de condimentos. —Dile a Natalie que dije “hola”, ¿de acuerdo? —¿A dónde vas? —A pintar.
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26 Noah Traducido por DaniO Corregido por Deeydra Ann’
¿
Qué tal, Sra. Collins? —Paseé derecho en su oficina y me dejé caer en el asiento enfrente de ella. Tenía una hora que matar antes de que comenzara mi turno de la noche del viernes. El vapor y olor a café se elevaban de la taza que había en la esquina de su escritorio. Levantó la mirada de unos archivos y me dio una débil sonrisa. —Estoy impresionada. Respondiste a la citación el mismo día. No pensé que fuera a escuchar de ti sino hasta la siguiente semana. —Usted escribió las palabras mágicas: Jacob y Tyler. —Hmm. —Los ojos de la Sra. Collins se dispararon de vuelta al archivo. Líneas tensaron la piel alrededor de sus ojos y ahora carecía de su siempre presente entusiasmo de cachorro. —¿Mis hermanos están bien? —Frotó su frente, viéndose de repente exhausta. Me senté en el borde de mi asiento. Si esos bastardos herían a mis hermanos… —Sra. Collins, ¿están bien? —Sí. Sí, tus hermanos están bien. Lo siento. —Ondeó una mano sobre el archivero antes de cerrarlo—. Estoy un poco distraída y cansada. TGIF22, ¿cierto? ¿O ustedes los chicos ya no dicen eso? La Sra. Collins forzó una sonrisa amable en su desgastado rostro, posando su mano sobre el archivo de diez centímetros de grosor. Ahí fue cuando capté un vistazo de la etiqueta. Era el archivo de Echo. Mi intestino se retorció. Algo andaba mal. —Como bien sabes, el quinto cumpleaños de Tyler se está 22
Thank God It’s Friday: Gracias a Dios es Viernes.
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aproximando rápidamente y hablé con Carrie y Joe para que te dejaran tener un día adicional de visitas. —No joda. Un poco de tensión se borró de su rostro mientras se reía entre dientes. —No jodo, pero preferiría que no dijeras eso alrededor de mí otra vez, o de tus hermanos. —Recogió un pequeño sobre blanco del borde de su escritorio y me lo entregó—. Una invitación para una fiesta. Los chicos están haciendo un gran alboroto por ello. Es una fiesta exclusiva en el centro de visitas contigo como único invitado. Uh, y yo. Quizás podrías recoger algunos globos para el salón de visitas. Yo llevaré las serpentinas. Jacob había garabateado mi nombre en el sobre. Nunca pensé que vería el día en que compartiría algún evento importante con mis hermanos. —¿Cómo lo consiguió? —Te dije que si te concentrabas en trabajar en ti, yo me encargaría de la situación con tus hermanos. Cuando le doy mi palabra a alguien, planeo mantenerla y cumplirla. —Descansó su palma sobre el archivo de Echo y bajó la mirada hacia él otra vez. ¿Cuál era el problema? ¿Le había hecho una promesa a Echo que no podía mantener? Traté de averiguar qué pasaba. —Echo quiere recordar qué pasó con ella. ¿Cree que usted sea capaz de ayudarla? —No puedo discutir de Echo contigo, al igual que no puedo discutir con ella de ti. Bastante justo. Intenté el número dos. —Ella me contó lo que había pasado con su madre. En realidad, me contó lo que las personas le habían dicho a ella que había pasado con su madre, lo cual no encaja. Para ser honesto, chiflada o no, no puedo imaginar ninguna madre decente hiriendo a hija. La Sra. Collins se relajó en su silla, viéndose aún exhausta, aunque ahora había una pequeña chispa en sus ojos. —Por supuesto que no puedes hacerlo. Tú tenías una relación muy cercana con tu madre. De repente, me invadió la urgencia de golpear mi cabeza contra la pared, pero me hundí en el asiento de nuevo. Yo solo me había llevado a esto. —Sí, lo hacía. —¿Cómo demonios iba a llevar esto de vuelta a Echo? Su entusiasmo de cachorrito volvió. —A Jacob le encanta escribir, pero ya sabías eso. De todos modos, Carrie y Joe me dejaron leer esta
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simpática historia sobre cómo tu madre declaró el primer viernes de cada mes como la noche en familia para acampar. Sonaba completamente encantador, ¿fue un hecho o ficción? La Sra. Collins anhelaba confianza. Le había dado un hueso al perro. —Fue verdad. Mamá y papá empezaron esa tradición cuando me perdí mi primer campamento Tiger Scout porque enfermé. Ese era el modo de mamá de hacerme sentir mejor. —Ella siempre encontraba el modo de hacerlo todo mejor. —¿El resto de la historia también es verdad? ¿Las historias de fantasmas, asar malvaviscos, todo el mundo durmiendo en tiendas en la sala? —La Sra. Collins rió—. Debiste haber sido un hermano mayor genial. Mi agarre sobre la invitación se tensó. —Lo sigo siendo, pero no puedo tomar el crédito. Lo de acampar fue idea de mis padres. —¿Entonces por qué estaban ellos escaleras arriba, en vez de estar con tus hermanos en la tienda la noche del incendio? —Sus ojos me atravesaron—. Creo que sabes por qué Jacob está teniendo pesadillas. Me levanté. —Tengo que ir a trabajar. —Noah, cuéntame sobre esa noche. Dame la oportunidad de ayudarle a tu hermano. —¿Así como está ayudando a Echo? —La Sra. Collins parpadeó. Bien, por primera vez, la había cagado con ella—. Eso es lo que pensé. *** El sonido del agua corriendo por un fregadero de metal se mezcló con el sonido de un golpeteo mientras entraba al salón de clases. La maestra de arte estaba ocupada lavando cuencos de pintura mientras Echo se sentaba en un taburete con un pincel húmedo en su mano. Grandes manchas de pintura azul punteaban su mejilla y ella se hacía unas nuevas mientras pasaba sus dedos ausentemente por su mentón, causando que el pincel en su mano marcara su rostro al mismo ritmo. —¿Puedo ayudarte? —El agua se detuvo. —Estoy aquí por Echo. —El trabajo tendría que esperar. Si Echo tenía problemas, quería saberlo. Echo continuaba golpeando sus dedos contra su barbilla y creaba más manchas en su rostro mientras observaba su lienzo. La intensidad de su mirada me aturdía. La maestra de arte sacudió los cuencos y caminó hacia la puerta. —Ella está en la zona. Buena suerte si logras llamar su atención. Hazme un favor. Si termina de pintar su cara entera, saca mi cámara de mi
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escritorio y tómale una foto. La añadiré a mi colección. —Miró a Echo y sonrió—. Llamaré a esa Pitufo. Lindos tatuajes, por cierto. —Estoy concentrada, no sorda —murmuró Echo después que la maestra se fuera. Bajó su pincel y se concentró en limpiar su cara con un trapo. El azul sólo destacó el rojo de su cabello. —Lo estás esparciendo. —Es un mal hábito mío. —Echo se rindió, dejando la pintura azul en su mejilla. Saltó del taburete y se estiró—. ¿Qué estás haciendo aquí? El cielo nocturno se extendía a través del lienzo de Echo. La curvatura de la tierra estaba encendida en fuego con brillantes llamas amarillas, rojas y naranjas. Brillantes azules se desvanecían en la oscuridad con estrellas brillando en el cielo. Todos decían que ella era una artista, pero no tenía ni idea. —Echo, esto es… —Mierda. —Arrugó su nariz. —No, en verdad… —Como sea —dijo, rodando sus ojos—. ¿Qué necesitas? —A ti. Amé cómo su cara brilló. Se elevó en las puntas de sus pies y me dio un breve beso en los labios. —Si lo sigo haciendo, terminaré pintándote. Todo lo que Echo decía o hacía se volvía sexual en mi mente, y luché por expulsar imágenes de ella desnuda y cubierta de pintura fuera de mi mente. —La Sra. Collins me dio una invitación para la fiesta de cumpleaños de Tyler. —¿En serio? ¡Eso es fabuloso! —Sí. —Pero no es por eso que estaba aquí—. Ella estaba buscando a través de tu expediente y se veía algo… preocupada. La sonrisa de Echo se desvaneció. A través de la semana, su espíritu decaía con cada día que pasaba, pero lo había dejado pasar cuando había vuelto a la vida para mí. No más evasivas. Quería respuestas. —No has estado en el almuerzo esta semana. ¿Qué está pasando, bebé? Se encogió de hombros —Nada. —Cogí uno de los bucles de su
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cinturón y la atraje hacia mí—. Noah, la pintura. —Que se joda. Me puedo cambiar de ropa. —Agarré su mentón para forzarla a mirarme—. No sé mucho acerca de estas cosas del noviazgo, pero no solamente estoy interesado en besarte. —Lo sé, y significa mucho para mí. Es sólo… estoy tratando de compensar tiempo con Grace. —Trató de forzar una sonrisa, pero falló. Cuando me contó más temprano esa semana sobre su pequeña amiga de mierda, mi respuesta la había hecho llorar. Afortunadamente, soy un rápido aprendiz, por lo que mantuve mi boca cerrada, al menos cuando se trataba de Grace. —¿Qué tiene a la Sra. Collins tan preocupada? —No lo sé. Tomé una profunda respiración tratando de mantener mi ira bajo control. —Echo, si no puedes confiar en mí… Ella elevó su voz —¡No lo sé! La Sra. Collins se ha puesto muy seria, preguntándome más sobre mamá y lo que pienso acerca de las órdenes de restricción, y papá y Ashley se han vuelto más molestos a otro nivel. Confiscaron mi auto esta mañana y anunciaron que me llevarían de la casa a la escuela y viceversa. Inventaron una pobre excusa y dijeron que querían detallarlo. ¿Quién quiere detallar un Dodge Neon? Te lo diré, nadie. ¡Puede que Ashley sea una cabeza hueca, pero incluso ella lo sabe! Ashley responde cada llamada en casa y le cortaron el servicio a mi teléfono. Papá me dice que está trabajando en ello, pero no le creo. ¿La Sra. Collins hablándole sobre órdenes de restricción? ¿Su padre llevándose su coche y sus medios de comunicación? Banderas rojas se dispararon en el cielo. La madre de Echo significaba peligro. —¿Tu madre te ha contactado? Su cabeza cayó hacia atrás. —No tú, también. Bien consciente que eso no era una respuesta, sentí una espiral de amenaza sacudirse dentro de mí, nadie se metía con mi chica. —¿Echo? —No. —Con un suspiro de derrota, se relajó contra mí—. Sé que suena loco, pero a veces la extraño. Sonaba loco, y a la vez sonaba cuerdo. Besé la parte superior de su cabeza y sobé su espalda. Echo ni siquiera veía las señales o se negaba a reconocerlas: su familia y la Sra. Collins estaban preocupados acerca de su madre reapareciendo en su vida. Un tira y afloja hizo estragos en mi cerebro entre contarle mi teoría a Echo o dejarla feliz en la oscuridad.
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Pero luego, otra vez, ellos podrían estar perfectamente molestos por otras razones. —¿Soy yo? ¿Están poniéndote las cosas difíciles por mi culpa? —Echo se presionó contra mis brazos tratando de liberarse y la dejé ir. Masajeé mi cuello para tratar de aliviar la tensión—. Está bien decírmelo. —Ashley y mi padre ni siquiera saben sobre ti. Te iba a presentar este fin de semana cuando salgamos, pero ahora no estoy segura. La declaración completa estaba cargada. —¿Iré a conocer a tus padres este fin de semana y tenemos planes? Su rostro se enrojeció. —Lo siento. Yo, mmm, asumí que, tú sabes, que desde que dijiste que yo era tuya, nosotros seríamos del tipo, creo… Maldición, ella era linda cuando tartamudeaba. —Planeaba llevarte mañana a una fiesta, pero si ya has hecho otros planes, soy flexible. Estoy bien con conocer a tu padre. No puedo prometerte que él esté bien con conocerme. El rubor permanecía en sus mejillas, pero conseguí una pequeña sonrisa de ella. —No, la fiesta está bien. —Su frente se arrugó—. Aunque no sé de alguien que vaya a ir. Mi papá estará bien. Sólo no maldigas. Eres capaz de no maldecir, ¿cierto? —Fui un niño explorador. Ella se rió, luego volvió a la pintura de la noche estrellada, todos los rastros de humor desapareciendo —En verdad es una hermosa pintura —dije. —Mamá pintaba constantemente constelaciones. Ahora, estoy estancada hacienda la misma cosa. —Hizo una pausa—. En las raras ocasiones en las que mamá decidía ser mamá, me contaba la historia de Perseo y Andrómeda antes que me durmiera. ¿Por qué me contó esa historia el día en que salí herida? Estoy tan cerca de la verdad. Mi corazón se encogió cuando vi su dolor y, por un segundo, reprimí toda emoción. Un día, ella se daría cuenta que era demasiado buena para un perdedor como yo y, cuando se fuera, yo no sabría cómo lidiar con el dolor. Echo golpeó el pincel contra su rostro. Infiernos, ella lo valía. La hundí en mi cuerpo una vez más, besando un lado de su cuello. —Entonces, expediente.
pongámonos
serios.
El
martes
conseguiremos
tu
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27 Echo Traducido por ♥...Luisa...♥ Corregido por moni.music
E
stán meditando. —Eché un vistazo fuera de la ventana de mi habitación, en busca de cualquier señal de Noah mientras mantenía apretado contra mi oído el teléfono inalámbrico. No había servicio de teléfono celular durante veinticuatro horas. Vivir antes de la década de los noventa debió de apestar. —Porque Noah es el sueño hecho realidad de todo padre —dijo Lila, su desdén evidente—. Y he preguntado por ahí. No hay ninguna fiesta. Apuesto a que su fiesta consiste en drogas, un automóvil estacionado y en él enseñándote el asiento de atrás. —Dijiste que me apoyarías. —Dije que siempre serás mi mejor amiga. De todos modos, creo que pensé que te besarías con el tipo y seguirías adelante. No que te irías a lo serio con él. —Suspiró Lila—. Ven con Stephen y conmigo al cine. Trae a Noah si es necesario. Imágenes de Noah de pie al lado de un estoico Stephen llenaron mi mente. Noah había accedido a estar conmigo, no ha convertirse en el mejor amigo de los populares. —Tal vez la próxima semana. —O nunca. Un ruido de motor se hizo más fuerte mientras se acercaba a la casa—. Me tengo que ir. Noah está aquí. Me apresuré por las escaleras, con la esperanza de abrir la puerta antes que Ashley o mi padre. —Echo. —Demasiado tarde. La sin cerebro se deslizó por el vestíbulo—. Sabes las reglas de tu padre. Él abre la puerta mientras esperas en la sala de estar. Es apropiado que nosotros nos reunamos con tu cita. Nosotros, es decir Ashley, creó esta regla cuando supo que me
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deshice de Luke. El sillón reclinable de mi padre se cerró en la sala de estar y él entró en el vestíbulo. Sus típicas líneas de preocupación estaban talladas más profundo de lo normal y las ojeras de cansancio colgaban bajo sus ojos. Su mandíbula marcada con disgusto decía que estaba tan emocionado como yo acerca de "su" regla. Ashley se arregló en el espejo del vestíbulo. Probablemente debería mantener un ojo en ella desde que sabía de la cosa que tenía por los hombres de otras mujeres. Hasta ahora, había sido capaz de mantenerla alejada de Noah ya que estudiábamos al mismo tiempo en el que ella miraba su talk show favorito. Mi padre se apoyó en la esquina de la pared, esperando a que el timbre sonara. Cerró los ojos y dejó caer la cabeza hacia atrás. Mi padre siempre llevaba la preocupación y el estrés como un San Bernardo llevaba medicina, pero hoy parecía peor de lo normal. Me recordó a los días antes de que él y mamá se divorciaran o cuando había regresado a la escuela después del incidente. —¿Estás bien, papá? Sus ojos se abrieron de golpe. —Sí. El trabajo ha sido exigente. Nos miramos el uno al otro por un segundo, ambos buscando un tema de conversación o, diablos, una frase coherente. ¿Qué estaba haciendo Noah ahí fuera? ¿El motor se oxidó y se cayó así que tuvo que empujar su coche por el camino? Mi padre se aclaró la garganta. —Algo raro pasó con tu cuenta de teléfono celular así que recibirás un nuevo número el lunes. Hazme un favor y trata de dárselo sólo a las personas que realmente lo necesiten. —Porque mi popularidad equiparaba largas facturas de teléfono. —¿Y mi coche? —Debía verse como un Porsche después de todos los arreglos. El timbre sonó, ahorrándole a mi padre el responder. Puso su mano en el picaporte y me envió su mirada de puedes-cambiar-de-opinión. —Realmente oportunidad.
me
gustaba
mucho
Luke.
Deberías
darle
otra
Metí mis manos en los bolsillos, haciendo una nota mental para agarrar los guantes antes de irme. —Me gusta Noah, papá. Así que puedes tratar de no ser —autoritario, controlador, malo—, tú. Mi padre realmente sonrió y la sonrisa tocó sus ojos. Tan pronto como apareció, desapareció y él abrió la puerta. Mi padre y Noah intercambiaron un saludo ahogado. Segundos más tarde, Noah apestoso
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Hutchins estuvo en mi vestíbulo viéndose más ardiente que nunca y sin arrepentimientos por serlo. Cuando mi padre volvió la espalda para cerrar la puerta, Noah me esbozó una sonrisa de pirata y me guiñó un ojo. Su rostro se ensombreció solemnemente cuando mi padre entró en la sala de estar, haciendo señas para que lo acompañáramos. Noah caminó a mi lado y me susurró—: Está bromeando. —Ojalá lo estuviera. —En dieciocho años, sólo había tenido dos novios, Luke y Noah ahora. Aunque el termino novio no parecía encajar con Noah. Me gustaba considerarnos... juntos. Cuando era estudiante de primer año, mi primera cita había consistido en la madre de Luke trayéndolo a mi casa para que pudiéramos ver un DVD. Mi padre no tenía reglas tan absurdas en ese entonces. La licencia de conducir de Luke abrió un nuevo mundo para nosotros, pero mi padre había tenido casi un año para calentar con él por entonces. Noah había salido de la nada. Me senté en el sofá y chirrié en estado de shock cuando Noah se sentó justo a mi lado, apoyando su mano en mi rodilla, un movimiento captado por los ojos demasiado observadores de mi padre. Mi madrastra obviamente embarazada se metió en el nuevo sillón23 de trescientos dólares que había comprado para el bebé y mi padre se sentó en su sillón reclinable. —Entonces, Noah, ¿cómo conociste a Echo? Guau, ¿se había puesto muy caliente aquí? Mis ojos se dirigieron a Noah, esperando ver pánico. En cambio, una relajada sonrisa se posó en su cara. —Echo y yo tenemos clases juntos. Ashley brilló y se llevó una mano a su vientre. —¿En serio? ¿Cuáles? —Cálculo. —Física —añadí—. Y negocio de tecnología. —Español. —¿Había hecho a propósito su voz toda profunda y sexy? Su mano se movió una fracción de pulgada y me apretó la pierna, ejerciendo una presión deliciosa en mi muslo interior. Aparté mi cabello lejos de mi cuello para liberar un poco del calor. O Noah se atragantó con su propia saliva o ahogó una carcajada. Afortunadamente, mi padre se perdió el espectáculo. —¿Qué hacen tus padres? Uh-oh. Debí haber preparado a Ashley y a mi padre para la situación del hogar de Noah. Bueno, lo había considerado, pero entonces esperaba que el tema nunca se planteara. Abrí la boca, pero él respondió—: Shirley se queda en casa y Dale trabaja en la fábrica de camiones. 23
En ingles glider, es un sofá que se mece, suspendido por un marco vertical.
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Mi padre y Ashley intercambiaron una larga mirada preocupada. Ashley se movió en su silla y puso las dos manos sobre el balón destinado a sustituir a mi hermano. —¿Llamas a tus padres por sus nombres de pila? —Ellos son mis padres adoptivos. Lo juro por Dios, me oí parpadear. Podría haber oído el parpadeo de Ashley y mi padre, pero ninguno de ellos lo había hecho aún. Noah retiró la mano y se frotó la parte de atrás de su cuello. —Al final de mi primer año, mis padres murieron en un incendio. Mi padre juntó sus manos y se inclinó hacia adelante en su asiento, lanzándole una mirada como de rayo láser haciendo un agujero a través de Noah. Ashley puso una mano sobre su boca. —Oh, vaya, lo siento mucho. Me acerqué hacia el borde del sofá, con ganas de salir de aquí antes de que le preguntaran cualquier otra cosa. —Probablemente deberíamos irnos. —No es que tuviera alguna idea de dónde íbamos a ir. —¿A dónde vas a llevar a mi hija? —Mi padre le habló a Noah con la malicia que pensé que reservaba sólo para mi madre. Era evidente que había dejado de escuchar después de las palabras padres adoptivos. La temperatura subió otros noventa grados. ¿Por qué las personas de mi vida no podían ver lo impresionante que es Noah? Subí mis mangas, dando la bienvenida al aire frío en mi piel. —¡Echo, detente! —Ashley se impulsó fuera del sofá. Me quedé inmóvil y luego recordé que Ashley estaba estropeada. Iba a una cita, no a fugarme a Las Vegas con Noah. La mano fuerte de Noah cayó sobre mi muñeca antes de que entrelazara sus dedos con los míos. La sensación de carne caliente contra un área que no permitía que nadie viera, y mucho menos tocara, me hizo temblar. Mis ojos se abrieron, dándome cuenta de mi error. Esto era lo que había asustado a Ashley. ¿Qué se había apoderado de mí? Nunca me subía las mangas. Pasaba todo mi tiempo tirando de ellas hacia abajo. ¿Cuándo se había vuelto... cómodo? Frotó su pulgar sobre mi mano. —Planeaba llevarla a mi casa para conocer a algunos de mis amigos. Noah podría haberles dicho que me iba a llevar al gueto y a comprar crack y no lo hubieran oído. Ashley estaba en su lugar, mirando mis cicatrices expuestas mientras mi padre observaba nuestras manos
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juntas. Estiré la mano para tirar hacia abajo de la manga, pero Noah casualmente puso su mano sobre mi brazo, impidiéndome hacerlo. Mis pulmones expulsaron todo el oxígeno de mi cuerpo. Noah Hutchins, de hecho, un ser humano, estaba abiertamente, a propósito, tocando mis cicatrices. Había dejado de respirar hace unos momentos, al igual que Ashley. Noah continuó como si nada trascendental hubiese sucedido. —¿A qué hora Echo tendrá que estar en casa? Parpadeándome de nuevo a la vida, respondí por ellos. —Mi toque de queda es a las once. —Medianoche. —Mi padre se puso de pie y le tendió la mano—. No tuve la oportunidad de presentarme correctamente antes. Soy Owen Emerson.
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28 Noah Traducido por Juli_Arg Corregido por tamis11
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cho guardó silencio en el camino a Shirley y Dale. Estirando el material cada vez, repetidamente tiraba sus guantes mientras tiraba sus mangas hacia abajo. Estaba claro que necesitaba algo de tiempo para desinflarse después de aquella reunión interesante. Mi banda de punk favorita tocaba en la radio y tamborileé mis dedos con el bajo sobre el volante. Yo todavía tenía un tiempo duro registrándolo. Echo Emerson estaba sentada en mi coche, intencionadamente para pasar el rato conmigo. Mamá la hubiera amado. Varios coches de mierda se alinearon en las calles. Yo había trabajado en el turno de la tarde en el Malt and Burger por tanto tiempo, que olvidé lo que se sentía al salir con amigos. Claro, ellos estaban todavía alrededor cuando llegaba a casa, pero estaban demasiado apedreados para entonces para ser cualquier diversión. Estacioné sobre la calle detrás del pedazo de gánster de mierda de Rico. Echo miró fijamente hacia la ventana en la pequeña casa embalada. —¿Dónde estamos? —La casa de mis padres adoptivos. Dale y Shirley se encuentran en su remolque hacia abajo en el lago. Su pie golpeó contra el piso mientras evaluaba la casa. El vinilo necesitaba ser substituido o repintado. Isaiah y yo habíamos limpiado una franja en la parte de atrás una vez y descubrimos que el vinilo solía ser de color amarillo en lugar del gris de la suciedad que actualmente que lo cubre. La casa coincidía con las otras asquerosas apiladas en la vecindad, desnuda, sin arbustos o jardinería. En el porche, tres sombras grandes fumaban cigarrillos y bramaron profundas y ásperas risas. Salí del coche y me moví rápidamente en torno a abrir la puerta. Ella salió, sin despegar los ojos de la casa. —¿Cuántas personas hay ahí
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dentro? —Diez o algo así. El final del mes de febrero trajo un aire más caliente durante el día, por lo que las noches no eran tan nítidas. Sin embargo, Echo metió las manos en la chaqueta como si se estuviera muriendo de frío. Al menos, por una vez llevaba una chaqueta. Quería que ella estuviera cómoda, sin embargo, también quería pasar el rato con amigos y pasar tiempo con mi chica. Usando mi cuerpo, la apoyé contra mi auto. —Isaiah y Beth estarán allí. Sus cejas se alzaron. —Beth me odia. Me reí entre dientes, me encantaba que Echo fuera tan directa. Enmarqué su cara con mis manos, dejando a mis dedos disfrutar de la sensación de su piel de satén. —Eres mi mundo, así que diría que eso iguala las cosas. Los ojos de Echo se ampliaron y palideció. ¿Por qué se alteró? Mi mente reproduce cada momento cuidadosamente y luego me congelé, rebobino, reproduzco y me congelo nuevamente por las palabras que dije. Había pasado tanto tiempo desde que me había dejado a mí mismo enamorarme de alguien. Miré fijamente a sus hermosos ojos verdes y se fundió su temor. Una sonrisa tímida tiró en sus labios y en mi corazón. Joder conmigo y el resto del mundo, estaba enamorado. Las manos enguantadas de Echo se extendieron hacia arriba y guió mi cabeza a la suya. Me permití disfrutar de su calidez y profundicé nuestro beso, disfrutando el sabor de las burlas de su lengua y la forma en que sus suaves labios se movieron contra los míos. Muy fácilmente, podría perderme en ella... para siempre. —¿Ninguna de tus jodidas madres adoptivas te enseño modales? Al menos trae a la muchacha y dale una cerveza antes de que la sientes encima de ti —llamó Rico desde el porche. Besé los labios de Echo ligeramente, mis dedos quemándose del calor ardiente de sus mejillas. Sus brazos cayeron a los lados, mientras contemplé la mejor manera de hacerle pagar a Rico por avergonzarla. —Vega, tienes unas bolas grandes por acosar a mi chica. La luz del porche se encendió y Rico maldijo en voz baja, cuando Echo y yo entramos en el resplandor. —Lo siento, amigo, no sabía que habías traído a Echo. —¿Cuántas chicas besas contra los autos? —preguntó Echo de una manera recortada.
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Mi boca se abrió, pero no salió ningún sonido. Rico y sus dos primos se rieron al ver mi expresión. Espeté que cerraran cuando Echo guiñó. Maldita sea, me encantaba cuando ella se centró hacia atrás. —Echo Emerson, por favor no me digas que estás realmente con este perdedor—. El primo de Rico, Antonio, se bajó de la escalera, con una sonrisa de oreja a oreja. Extendí la mano para tirar de ella cerca de mí, pero Echo inesperadamente saltó hacia adelante, echándole los brazos alrededor. —Oh. Mi. Dios. No puedo creer que estés aquí. —Los celos tambalearon en mi estómago cuando Antonio levantó a Echo del suelo, balanceándola por sus pies—. Estás hermosa como siempre. Nunca podría adivinar a esta muchacha. Antonio estaba en un rito de iniciación de distancia de una pandilla. Echo no me miró del todo en primer término, sin embargo, se lanzó a este imbécil. Finalmente la bajó al suelo. Echo rebotó en el entusiasmo. —Así que, ¿cómo estás? Antonio se frotó el mentón y su sonrisa se desvaneció. —Increíble. Los profesores, los estudiantes, las aulas, es... —Apartó la mirada de ella—. Es una mierda que no estés allí. El entusiasmo de Echo se desvaneció y forzó una sonrisa en su lugar. —Por lo menos uno de nosotros tiene que ir a Hoffman. Ellos podrían haber eliminado el punto en que mi padre lo rechazó. Mi cerebro hizo clic tan fuerte, que me sorprendió que nadie lo oyera. Antonio asistió a Hoffman, la única escuela de artes creativas y escénicas en el condado, que admitió sólo juniors y seniors. Los puntos concedidos se basaron en el talento y la competencia estaba furiosa para obtenerlo. Los celos aún enrollaban a través de mi cuerpo. Necesitaba confirmar mi teoría antes de arruinar una amistad. —¿Fuiste a Eastwick? —Echo y yo teníamos todas las clases de arte juntos nuestro primer y segundo año. Hoffman me ofreció su lugar cuando ella ya no fue capaz de soportarlo. —Antonio extendió su mano hacia mí—. Beth está molestando a María. ¿Crees que podrías decirle a tu hermana que le dé un descanso? Tomé su mano, feliz de que Antonio había traído a su chica. —A Beth no le gusta nadie, y si le digo que le dé un descanso a tu chica sólo va a empeorar las cosas. —Sí, tienes razón. Así que, ¿cómo convenciste a una chica con
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clase, como Echo para que salga con un hijo de puta como tú? Antonio presionó mi mano antes de soltarla. Podría no estar interesado en ella, pero le importaba lo suficiente como para que no le guste la idea de que esté conmigo. Lo que decía mucho sobre su amistad con Echo. Hasta ahora, Antonio nunca le había preocupado a quien o cuantas muchachas traje a casa a dormir. No estaba seguro de cómo me sentía acerca de Antonio y Echo, uní mis dedos con los suyos. Antonio levantó una ceja sorprendido. Maldita sea, hermano. Sólo marcaba mi territorio. Rico golpeó a su primo en el hombro. —Noah ha ido todo serio. Incluso fue a un baile. Antonio relajó su posición. —Ninguna mierda. ¿Yendo a la próxima fiesta de graduación? Pagaría para verte vestido como un mono. —Muy gracioso. —Empujé por a Rico y su primo hiena al pasar y conduje a Echo dentro. La ya pequeña sala de estar pareció haber encogido un poco más gracias a varios adolescentes esparcidos a través de los muebles y el piso. Beth estaba sentada sobre la mesa de cocina, con la cerveza en una mano y un cigarrillo pendía de la otra. Isaiah estaba de pie al lado de ella, haciendo caras ridículas, disfrutando cada vez que Beth aullaba en risas. Parecía como si hubieran hecho una ventaja inicial en la bolsa de diez centavos que compramos esta mañana. El sonido de un coche chirriando vino de la televisión. Varias personas saludaron y me dijeron que me mueva fuera del camino para que pudieran ver la televisión. —Oye, hombre. —Isaiah me tiró en medio de un abrazo y sonreía como un idiota—. Echo. Echo se apretó aún más a mí y me aproveché de la situación, envolviendo mi mano alrededor de la curva de su cintura. Mi boca se hacía agua por su dulce aroma. Hombre, ella olía bien. —Hola, Isaiah. ¿Cómo te va, Beth? —preguntó Echo. Beth dio una larga calada a su cigarrillo, mirando airadamente a Echo. Sosteniéndola en el suelo, Echo miró de regreso la mirada, pretendiendo que la furia de Beth no le importaba. El orgullo inundó mi cuerpo. Beth rompió primero, soplando el humo a un lado. —Fui a la tienda hoy, Noah, y compré el pegamento. Una clase loca. Todo el cuerpo de Echo se estremeció y no fui el único que lo noto. Isaiah susurró algo al oído de Beth cuando tomó un largo trago de su
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cerveza. Sus ojos inyectados de sangre provocados con condenación feliz. —Vamos, déjame que te enseñe la casa. —Quizás un recorrido por la casa podría ayudar a salvar esta situación. Apliqué presión con mi mano en la parte posterior de Echo, empujándola hacia el pasillo. —¡Disfruta del gran recorrido, princesa! —gritó Beth. Cuando Eco se apartó, le susurré a Beth. —Ya basta. Ella se encogió de hombros y bebió otro sorbo de cerveza. Por desgracia, no tuvimos que ir muy lejos. Cuatro pasos más adelante paramos en el medio del pasillo, al lado del baño de azulejos de color rosa y verde. Echo se quedó mirando la pintura blanca agrietada en el techo, probablemente se estaría preguntando cómo escapar. —La habitación detrás de nosotros es de Beth y la otra es de Shirley y de Dale —dije. Echo tiró los guantes sobre sus brazos. Ella tenía que saber que en ese momento, Beth quiso derribarme. —Echo, lo que Beth dijo... eso iba hacia mí, no a ti. Ella piensa que tendrá que juntarme de nuevo después de que arranques mi corazón y rompas conmigo. La risa estalló en la sala de estar y Rico maldijo. Dos veces en una noche había manifestado mis emociones y ella aún no me había respondido. El silencio entre nosotros se arrastró. Finalmente preguntó—: ¿Eres bueno en Xbox?24 No podía ser tan fácil. En cualquier momento, Beth derribó a una chica que traje aquí, gasté mucho tiempo convenciéndolos de dejarlo ir, que yo intentaba entrar en sus pantalones. Quería jugar, pero también quería que Echo disfrutara. —Sí. —Entonces, ¿por qué no probarlo? —Dio un tirón en mi mano y me llevó a la sala de estar. ¿Era alguna especie de prueba? ¿Debería protestar, diciéndole que deberíamos marcharnos porque Beth la hizo sentir incómoda? Eso es lo que las otras chicas habían querido. Pero ella parecía persistente mientras entramos en la sala de estar y me hizo señas para entrar en el juego. Averiguaría bastante pronto si esto era una prueba. Agarré el espacio vacío en el sofá y tiré a Echo sobre mi regazo. —Sí, Rico, dáselo a alguien que realmente puede jugar —dijo Isaiah. Más risas e insultos siguieron. 24
La Xbox es una consola de videojuegos.
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—Jugarías mejor sin mí en tu regazo —susurró ella. Me añadí al juego y me dispuse a patear algún culo. Cuando todos los demás seleccionaron a su jugador, mis labios rozaron el lóbulo de la oreja de Echo. Amé como ella cerró sus ojos y se inclinó hacia mí. —Pero entonces no podría hacer esto. Después de media hora, Antonio la atrajo lejos por lanzar palabras como técnica y sombreado. Planeaba unirme a ella en la cocina cuando el juego terminó, pero decidí no hacerlo cuando ella agarró un lápiz y habló rápidamente mientras esbozaba. Quería que estuviese cómoda y quería estar con mis amigos. De alguna manera, tenía mis dos deseos. Una hora y media más tarde, Antonio se sentó en la silla de cocina en frente de Echo, haciéndolo con su chica. De vez en cuando murmuraba algo a Echo, mientras dibujaba y bebía una cerveza. Beth surgió desde el sótano, con una bolsa de marihuana y papel de fumar en la mano. Arrojé el controlador en el sofá. —Estoy fuera. Varios de los chicos se quejaron cuando Rico agarró mi controlador. Isaiah lanzó una lata de cerveza vacía hacia mí. —Vamos, hombre, Rico es una mierda. No puedo creer que me abandones. Hice caso omiso de los comentarios que hicieron sobre mi hombría en su intento de atraerme de nuevo al juego. La mano del Echo voló rápidamente sobre el papel, lanzando los ojos después de ello. Recorrí mis dedos por sus rizos, tirándolos suavemente, sólo para que ellos regresaran. Ella era un genio. Dibujó a Antonio y María, fundidos en un abrazo. La imagen sobre el papel parecía como si podía venir a la vida. ¿Cómo podía lograr algo así en un período tan corto de tiempo? Beth se sentó sobre la mesa y empezó a enrollar un porro. Quería sacar a Echo de aquí, de inmediato. —Aún no te he mostrado donde Isaiah y yo vivimos. —Espera un segundo. Quiero que este sombreado quede adecuado. —Echo se había perdido en su mundo y estaba ajena a mí. Infiernos, Beth nunca había enrollado una J tan rápido antes. Ella lo puso en su boca y lo encendió. El olor familiar derivó en la habitación, captando la atención de todos, incluyendo a Echo. Echo vio como Beth inhalaba y contuvo el aliento. Desde que vivo aquí, nunca había rechazado un golpe, pero no había ningún modo que dejarla hacer esto delante de Echo. Beth lanzaba el humo. Sus labios se torcieron hacia arriba mientras veía la expresión de Echo.
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—¿Quieres un poco? Todos en la sala observaban y esperaban pacientemente su turno, poniendo así a Echo en el punto de mira. Su pie golpeó contra el suelo y puso el bloc de dibujo sobre la mesa, empujándolo hacia Antonio. —No, gracias. —Sus ojos se dispararon bruscamente hacia mí—. No dejes que te detenga. Genial, exactamente lo que esperaba evitar. Sostuve mi mano en la ella. —Vamos.
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29 Echo Traducido por Marie.Ang Christensen Corregido por moni.music
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eclamé la mano de Noah, dándole un guiño a Beth mientras lo dejaba llevarme lejos. Ser amable con Beth no me había llevado a ninguna parte y por primera vez, se sentía bien ser desagradable. El ceño fruncido en su rostro valía más la pena que cualquier venganza cósmica fuera a conseguir más tarde. Noah abrió la puerta del sótano y me indicó que bajara primero. La temperatura bajó por lo menos veinte grados en el momento en que mis pies tocaron el suelo de cemento. Un somier y un colchón estaban contra la esquina de la pared. Un viejo sofá a cuadros frente a la cama y una televisión puesta en la pared entre ellos. Vaqueros y camisetas estaban doblados en dos cestas de ropa. La puerta se cerró detrás de nosotros y los escalones de madera crujían con los pesados pasos de Noah. Metí las manos en mis bolsillos y contemplé el techo. Mi cuello punzó con la imagen de cientos de pequeñas arañas esperando asaltarme. —¿Qué piensas? —preguntó. —Es… ah… acogedor. —Estaba segura de que las arañas lo amaban. Junto con esos extraños bichos que se hacían ovillo cuando los tocabas. Noah echó mi cabello detrás de mi hombro y puso un delicioso beso en la nuca de mi cuello. —Mentirosa —susurró en mi oído. Ugh —decisión moral: sofá o cama, ¿sofá o cama? La decisión fue tomada fuera de mi alcance mientras Noah enganchó un dedo en mi espalda en el cinturón y tiró de mí hacia atrás, hacia la cama. Sus brazos serpentearon alrededor de mi cintura y me tiró hacia abajo junto a él.
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Noah se apoyó en un codo, su sonrisa maliciosa en su lugar. —¿Tienes alguna idea de cuánto tiempo he querido verte en esta cama? —Nop. —El dobladillo de mi suéter se subió desde nuestra caída, dejando al descubierto mi ombligo. Noah trazó círculos en la piel de mi estómago, hasta el material de mis vaqueros bajos. Su tacto envió una combinación de cosquillas y escalofríos a través de mi cuerpo. Mi corazón se aceleró y luchaba por mantener mi respiración normal. Cada rumor sobre Noah había sido cierto. Sus besos curvaron los dedos de mis pies y ahora el simple tacto sacudía mi cuerpo. El miedo se mezclaba con el placer en mi torrente sanguíneo. —¿Noah? —¿Sí? —Sus ojos oscuros siguieron sus dedos mientras se burlaban de mi ombligo. —¿Cuándo comenzaste a fumar marihuana? Puso la palma de su mano contra mi estómago. —Vas a hacerme trabajar por esto. Asentí con la cabeza, con miedo de chillar en vez de responder. Las cosas estaban pasando rápido, demasiado rápido para una niña lenta como yo. Noah se quitó los zapatos y subió a la cama con las almohadas. —Ven. —Mi mano temblaba cuando bajé la cremallera de mis botas negras y las alineaba cuidadosamente en el suelo junto a sus zapatos que estaban tirados al revés. ¿Por qué estaba tan nerviosa? Este era Noah — estudio, hablo, rio y conspiro con Noah. Mientras me arrastraba hasta la cama para sentarme a su lado, mis mariposas pterodáctilo dieron un salto mortal en mi estómago. Santo Dios, era precioso y estaba en la cama con él. Apoyé la espalda contra la pared, tirando de mis rodillas hasta mi pecho. Se acostó. Me senté. No, esto no era incómodo. La sonrisa de Noah se desvaneció. —No lo hagas, Echo. Pasé una mano temblorosa a través de mi cabello y luché por controlar mi voz. —¿Hacer qué? Agarró mi mano y suavemente frotó sus dedos sobre ella. —Temerme. Noah se incorporó un poco y me hundí lo suficiente como para descansar mi cabeza en su hombro. Podía comprometer. —No estoy asustada de ti. —Lo que hagas con mi cuerpo, tal vez, pero no tú.
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—¿A qué le tienes miedo? —Responde mi pregunta primero. Estiró su brazo sobre mi hombro y colocó su cabeza contra la mía, envolviéndome en una pequeña y cálida burbuja. —Era muy parecido a Luke en mi primer año, la estrella de baloncesto, el chico que salía con todas las chicas correctas y tenía todos los amigos adecuados… Traté de seguir siendo esa persona en mi segundo año, pero no importaba cuan duro lo intentaba, seguía fallando. No podía estar en el equipo deportivo porque no podía pagar el equipo o mis padres adoptivos harían lo imposible por mí para que hiciera las prácticas o juegos. Al final, me cansé de trabajar tan duro para fallar, así que renuncié. Un día un chico me preguntó si quería una calada, así que… — Se calló. De modo que, Noah fumaba marihuana. Yo tomaba cerveza. Hacíamos una hermosa pareja. —Nunca fumaré marihuana o consumiré drogas. No quiero hacer nada que se meta con la mente. Es una cosa delicada. Porque estaba aterrada de hacer cualquier cosa que activara el cambio que me haría como mi madre. Estudios sugerían que existía cualquier oportunidad entre un cuatro y veinticuatro por ciento de que había heredado sus pequeños genes maniacos. —Si vas a tratar de conseguir la custodia de tus hermanos, ¿no tienes miedo de que ellos vayan a hacerte una prueba de drogas en algún momento? Digo, si yo fuera el juez, lo haría. Él había estado difuminando besos en mi cabello, haciendo que se me pusiera la piel de gallina en la parte de atrás de mi cuello, cuando abruptamente se detuvo. —Supongo que tienes razón. Me aparté y lo miré a los ojos. —No me importa que fumes marihuana. Quiero decir, no voy a unirme a ti y prefiero estar contigo cuando estés sobrio, pero no estoy buscando cambiarte. Noah se movió de modo que el cabello caía en sus ojos y mantuvo su rostro inexpresivo, ni siquiera una sonrisa. Se rascó la barba de su rostro. —¿Por qué no fuiste a Hoffman? —Porque mi padre piensa que el arte es tan malo como el demonio mismo. —Y que si continuaba disfrutando de mis talentos, me volvería exactamente como mi madre.
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—Esto no tiene sentido. No, no lo tiene, ¿pero qué podía hacer? —Mi mamá era una artista. Él asocia su talento con su comportamiento. Noah tiró de un rizo. —Tú no estás loca. Traté de forzar una sonrisa tranquilizadora en mi rostro, pero se quedó corta. —Mi mamá salió de sus medicamentos porque ellos inhibían su creatividad. Por cada cuadro que mi mamá realizaba, podría decirte el marco de tiempo de su episodio maniaco. Como cuando cumplí nueve y en lugar de tomarse el tiempo para cantar cumpleaños feliz, ella pintó el Partenón25 en la pared de nuestra sala. No puedes culpar a mi papá por querer protegerme de convertirme en alguien que puede hacer esto. — Extendí las mangas de mis brazos como prueba. Noah llegó a mis brazos, pero los aparté. Apretó los labios y entonces inesperadamente se arrancó la camisa, revelando toda la gloria de su sixpack26. Empujó su bíceps en mi rostro. Aspiré aire. —Oh, Dios, Noah. —Un círculo de piel roja sobresalía de su brazo, exactamente del mismo tamaño de —mi estómago se encogió— un cigarro. Extendí la mano para tocarlo pero la retiré. —Está bien. Puedes tocarlo. Dejó de doler unos pocos días después de que sucedió. No va a morderte los dedos. Es una cicatriz. Nada más. Nada menos. Puse mis dedos sobre mi boca, tragando bilis. —¿Qué pasó? —Padre adoptivo número uno. Culpa mía. Decidí hacer de héroe y evitar que golpeara a su hijo biológico. —Lo dijo tan claramente, así con total naturalidad, como si la marca le ocurriera a todo el mundo—. Y ésta —Noah tocó la punta superior de su tatuaje en el otro brazo—, es de cuando usé mi cuerpo para proteger a Tyler y Jacob de los escombros que caían en el incendio. La cicatriz de una pulgada de ancho corría hacia abajo del centro de su brazo atravesando el tatuaje y deteniéndose en el borde inferior. La parte superior de la cicatriz continuaba en su espalda. Despegué mis ojos de ella para estudiar el diseño de su tatuaje. Una sola rosa tejida a través de una cruz céltica negra. Cada punta de la cruz llevaba el nombre de su madre, padre o hermanos. La pesadez en mi pecho apretaba mis pulmones. Tracé la línea de la cruz, no de la cicatriz. —Es un hermoso tributo a ellos. —No podía imaginarme perdiéndolo Partenón: es uno de los principales templo dóricos, que forma parte de la Acrópolis de Atenas, Grecia. 26 Six-pack: se refiere a sus abdominales esculpidos. 25
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todo. Al menos aun tenía a mi padre. Tendría que saltar a través de aros por el resto de mi vida para agradarle, pero por el momento, aun tenía… creo… su amor. Noah tomó la mano trazando su tatuaje y besando mis dedos. —Sí, lo es. Mis padres estarían orgullosos de cada cicatriz. Mis ojos dejaron de golpe los suyos. —No quise decir… me refería al… tatuaje. Se lamió los labios antes de lanzar una sonrisa pícara. —Lo sé. Te mostré la mía, ahora es tiempo de que me muestres las tuyas. Negué con la cabeza adelante y atrás incluso antes de que terminara su declaración. —No es lo mismo. Tú eres fuerte. Ayudaste a personas. Yo… yo confié en la persona equivocada y luego voy toda patética y no recuerdo nada. De todos modos, eres un chico. Las cicatrices en los chicos son, como, sexys. Las cicatrices en las chicas… eso es sólo… feo. —Y allí, lo dije, en voz alta. Mantuvo mi mano apretada y sus ojos se oscurecieron en nubes de tormenta. —Al diablo con eso. No hay vergüenza en confiar en tu madre. Ella estaba jodida. No tú. Y en cuanto a esa mierda patética, al diablo eso, también. Tú no eres patética. Tuviste las agallas de volver a la escuela y continuar viviendo tu vida como si nada hubiese pasado. ¿Yo? Lo perdí todo y nada funcionó dejándome para el maldito inodoro. Eso sí es patético. Noah soltó mi mano y avanzó hacia mí como un león furioso. En movimientos rápidos como un rayo envolvió sus brazos alrededor de mi cintura y me acostó sobre la cama. Mi corazón latía con fuerza mientras se cernía sobre mí. —Nena, nadie cometería el erro de usar la palabra fea contigo. Especialmente conmigo alrededor. —Apartó los rizos de mi rostro, sus dedos dejando un rastro de llamas—. Todo acerca de ti es hermoso y sexy como el infierno. Volví mi cabeza hacia el lado, incapaz de sostener su mirada. —Hay más. —Porque siempre hay más. Mi madre garantizó eso. Agarré el borde de mi suéter y antes de perder los nervios, tiré el material por encima de mi cabeza y torcí ligeramente, revelando no sólo mi brasier de encaje y brazos, sino la única cicatriz que nadie más que mi madre y mi padre sabían que existía.
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Los dedos de Noah tocaron ligeramente el largo y grueso borde por debajo de mi escápula izquierda. Su tono de voz bajo. —Lo siento, cariño. —Nadie más lo sabe, Noah. Ni siquiera Lila. Besó mi espalda mientras deslizaba su mano por las cicatrices en mi brazo. —Eres hermosa —susurró contra mi piel. Noah levantó mi brazo y mantuvo el contacto visual mientras su boca dejaba besos a lo largo de las cicatrices. Hambre pura oscureció esos ojos café-chocolate—. Bésame. Emociones crudas y la necesidad de mantenerlo cerca me abrumaron. Cada parte de mi dolía por él —mi mente, mi alma y mi cuerpo. Sin dudarlo, cerré la brecha entre nosotros y presioné mis labios con avidez contra los suyos. Las manos de Noah estaban en todas partes, mi cabello, mi rostro, mi espalda, y por el amor de todas las cosas santas, mis pechos. Mis manos recorrían su glorioso cuerpo con merecida avidez. Después de drogarme con deliciosos besos por un tiempo no suficiente, sus cálidos labios rozaron mi garganta y besó en el centro de mis pechos, haciendo que arquera mi espalda y perdiera mi siempre adorada mente. Sin querer, gemí y susurré su nombre cuando sus manos vagaban a mis muslos y prendían mi mundo y sangre en fuego. Noah me recostó en la cama y mi pelo se extendió a mí alrededor. —Me encanta como hueles —susurró mientras succionaba el lóbulo de mi oreja—, me encanta lo hermosa que eres. Reclamé sus labios y enganché una pierna alrededor de él mientras nos movíamos al ritmo del otro. En medio de frenéticos besos, susurré las palabras—: Te amo. —Porque lo hacía. Noah me escuchó. Me hizo reír y me hizo sentir especial. Él era fuerte y cálido y cariñoso y… todo. Lo amaba. Lo amaba más de lo que nunca había amado a otra persona en mi vida. Cada músculo en mi cuerpo se congeló cuando Noah paró de besarme y me miró con sus ojos abiertos. Acarició mi mejilla dos veces y ladeó la cabeza. —Hazme el amor, Echo. Nunca he hecho el amor. De ninguna manera. La reputación de la experiencia de Noah caminaba por el pasillo antes que él. —Pero… Noah me interrumpió con un beso. —Sí, pero nunca amor. Sólo chicas con las que no significaba nada. Tú… —Su lengua jugó con labio inferior, descongelando mi cuerpo—. Eres todo. Me hice la prueba durante las vacaciones de invierno y estoy limpio y tengo protección. —Llegó a un
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lado de la cama y mágicamente produjo un pequeño cuadrado naranja. Quedé helada de nuevo. Sintiendo mi duda, Noah besó mis labios lentamente mientras acariciaba mi mejilla. —¿Y desde las vacaciones? —pregunté. —No ha habido nadie —susurró contra mis labios—. Te conocí poco después y nunca se me pudo ocurrir tocar a nadie más. Lo amaba y estábamos juntos. Entrelacé los dedos en su cabello y tiré su cabeza hacia atrás a la mía, pero al segundo en que sus manos tocaron la cintura de mis vaqueros, mi corazón se estremeció y mis manos salieron a detenerlo. —Por favor. Espera. Noah… —Oh, Dios, en realidad iba a decirlo—. Soy virgen. Ahora Noah se congeló. —Pero tú estabas con Luke. Una leve sonrisa en mis labios creció. Normalmente era yo la muda y encontré divertido verlo confundido por una vez. —Por eso es que rompimos. No estaba lista. Movió su cuerpo fuera del mío y me metió cerca contra su calor. Apoyé mi cabeza en su pecho y escuché el confortable sonido de su corazón latiendo. Noah pasó su mano a través de mi cabello. —Me alegro de que me lo dijeras. Esto tiene que estar bien para ti y esperaré, tanto tiempo como sea necesario.
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30 Noah Traducido por Krispipe Corregido por Nats
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asi todos los coches se habían ido cuando regresé a casa. Dejé a Echo a medianoche y luego conduje alrededor un par de horas, tratando de procesar todo lo que había sucedido entre nosotros. Viéndola exponerse así, confiar en mí cuando no me merecía la confianza de nadie, estaba… Cambiándome la vida. Rico dormía en el sofá con su cuerpo enredado con el de alguna chica. Lo más probable es que ella lo fuera a lamentar por la mañana. En el sótano, luz parpadeaba de la televisión con el sonido apagado. Tomé el control remoto para apagarla cuando Isaiah me detuvo. —Todavía la estoy viendo, tío. —Culpa mía. —Sonreí, atrapándome a mí mismo usando una de las frases de Echo. La sonrisa cayó cuando me di cuenta de la espalda desnuda de una chica desmayada en los brazos de Isaiah. Inmediatamente me volví a subir por la escalera—. Lo siento, hermano. No sabía que tenías compañía. —No sería la primera vez que se olvidaba de cerrar la puerta del sótano. —Quédate. Es Beth. Esa respuesta sólo me hizo querer correr. Estuve todo este tiempo sin verla desnuda y no tenía intención de empezar ahora. —Estoy bien. —Espera y nos tomamos una cerveza. —Isaiah murmuró algo a Beth y ésta respondió algo atontada. En la cocina, abrí la nevera y cogí dos cervezas. Isaiah salió del sótano vestido sólo con pantalones vaqueros. Le di una cerveza y destapé la mía. —Le dije a Echo que era mía. —Me acosté con Beth.
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Los dos nos apoyamos en el mostrador y bebimos. —¿Tú y Beth son pareja? —No tengo ni idea. Ya sabes cómo es. Tendré suerte si no se encierra en casa de su madre durante un mes cuando se despierte y se dé cuenta de lo que hicimos. En el peor de los casos, lo hace con el chico perdedor para demostrar que no necesita a nadie. Joder, Noah, la cagué con esto. Le dejé el silencio para reponerse. Finalmente, tiró del arete del labio inferior y habló. —Sucedió. Trataré con esto. Incluso si tengo que ignorar que ocurrió. Es sólo que… Los dos estábamos perdidos y ella olía tan malditamente bien. —Isaiah no necesitaba explicarse. Lo sabía todo sobre chicas que olían bien. Si no la conociese, hubiera pensado que Echo vivía en una panadería. —¿Así que tienes chica entonces? —preguntó Isaiah. —Sí. —Estaba oficialmente atado. Nos quedamos en silencio una vez más, ambos tomando ocasionales tragos de nuestras cervezas. —Quise deciros algo antes, chicos. Tengo problemas para encontrar una de las piezas que necesito para arreglar su coche. Voy a tener que comprarla en una tienda de repuestos. Mi conocimiento de coches era limitado, pero incluso yo sabía que esto no podía ser bueno. —¿Cuánto? —Cien. Maldita sea. Echo dependía de nuestras sesiones de tutoría para el dinero y hasta ahora le había dado a Isaiah todo lo que tenía. Sabía que su padre tenía dinero, pero se negaba a ayudarla. —No se lo digas. Compra lo que necesites y yo cubriré los gastos. —¿Estás seguro? —Sí. —Echo quería ese coche en marcha y yo quería ver esa sonrisa de sirena. Varias hojas grandes de papel con el nombre de Echo en la base me llamaron la atención. ¿Cómo pudo dibujarlos tan rápido? Hizo un cuadro de Isaiah y Beth riéndose el uno al otro. El último detuvo mi corazón. Vi los ojos de mi madre. Isaiah vino detrás de mí. —Es una jodida artista, tío. Ese dibujo es tu vivo retrato. *** —¿Crees, sinceramente, que podrías dejar la escuela sin que yo lo supiera? —La Sra. Collins cerró la puerta de su oficina y se encogió en su abrigo. Consideré salir por la puerta lateral cercana a mi taquilla, pero el
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comentario de Echo me convenció para pensar en el futuro, algo que de por sí no me era fácil. Si quería dar una buena imagen, mejor sería empezar a seguir algunas reglas, o al menos dar esa impresión. —Tengo una nota de Shirley y Dale dejándome salir de la escuela. Esto es totalmente legítimo. Puso los ojos en blanco y sacó las llaves del coche de su enorme bolso. —¿Cuándo vas a aceptar que estoy de tu lado? Conduciré y te traeré de vuelta para el tercer período. Terminé de escribir mi nombre en el registro de salidas y tiré el lápiz sobre el mostrador. —Más como meterme en un hospital —murmuré. La Sra. Collins salió tan campante por delante de mí y la seguí hasta su coche. —¿Le importaría decirme cómo sabe sobre esto? —pregunté mientras cerraba la puerta del pasajero y me abrochaba el cinturón de seguridad. —Mi marido es voluntario para la Sociedad de Ayuda Legal y me ayudó a concertarte una cita. Genial. ¿Podría deshacerme de esta mujer? Agarré el reposabrazos cuando aceleró el motor en la autopista y adelantó a una minivan. —Esa cosa roja grande y brillante a centímetros de nosotros era otro vehículo. Golpeó el volante y se echó a reír. —Cada vez que pienso que no conectamos, me tomas el pelo. Me encanta. —Luces rojas brillaron en frente de nosotros. Aceleró en vez de frenar. —Zona de construcción —dije. La Sra. Collins se desvió delante de un camión con remolque sin ni siquiera mirar en sus espejos y apenas hizo la salida de la autopista. La luz en la parte inferior de la rampa se volvió roja. Esperó a pisar el freno hasta que estábamos a menos de cinco metros de distancia. Salí disparado hacia adelante y luego me estrellé de nuevo en el asiento—. Podría enseñarle a conducir si está lista para admitir que no sabe hacerlo. La Sra. Collins finalmente echó un vistazo en el espejo retrovisor, pero sólo para comprobar su lápiz de labios. —¿Quieres contarme lo que vamos a discutir con un abogado? Tenía la impresión de que acordaste dejarme el bienestar de Jacob y Tyler a mí. —Creo que es una buena cosa que no esté discutiendo esto. — Mantuve mis ojos bien abiertos en la carretera ante nosotros. La Sra. Collins podía actuar como una idiota y ser la peor conductora en la faz de la tierra, pero siempre sabía más de lo que aparentaba y tenía la sensación
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de que esta vez no era la excepción. *** La web de la Sociedad de Ayuda Legal prometía ayuda legal gratuita, lo cual era bueno porque necesitaba ayuda y la necesitaba para ser libre. Ubicada en el centro, la Sociedad se encontraba en una de esas antiguas casas históricas por las que a mi papá le gustaba pasar por delante. Me acordé de él quejándose a mamá sobre lo difícil que era evitar que demolieran las viejas estructuras. Le hubiera encantado que la vieja casa de la Sociedad se remodelara en oficinas. Durante media hora, la Sra. Collins y yo nos sentamos en las sillas de madera al otro lado de la recepcionista. A mí alrededor, algunos esperaba pacientemente, otros con impaciencia. Sonaban teléfonos y se murmuraban conversaciones alejadas desde las oficinas. Como todo lo demás en mi vida, si contenía la palabra libre, implicaba lento. La Sra. Collins terminó de revisar su correo electrónico en su BlackBerry y se volvió hacia mí. Debería haber sabido que mi suerte, con el tiempo, terminaría. —¿Por qué no continúas y me cuentas por qué estás aquí? Me incliné hacia adelante y apoyé los codos sobre las rodillas. —Usted es inteligente, por lo que estoy seguro que ya lo descubrió. —Sí, pero prefiero escucharlo de ti. Frotando mis manos juntas, contemplé contarle la verdad. Si su marido trabajaba aquí, iba a averiguarlo de todos modos, pero de alguna manera, hablándole, las palabras la invitaba a mi mundo privado. La pregunta era, ¿confiaba lo suficiente en ella como para dejarla entrar? —Quiero la custodia de mis hermanos cuando me gradúe y cumpla dieciocho. Necesito que alguien me diga cómo hacer que eso suceda. —Noah… —empezó, luego se detuvo. Su pausa hizo al aire entre nosotros pesado—. ¿Tienes alguna idea de lo difícil que es criar a un niño de ocho años y a otro que pronto cumplirá cinco? No podría ser peor que mi vida en estos momentos. —¿Tienes alguna idea de lo que es vivir sin ellos? —Keesha y yo estamos trabajando en incrementar las visitas. —Un músculo en mi mandíbula saltó y tuve que concentrarme para no gritar. —No quiero que las visitas se incrementen. Quiero a mi familia de nuevo juntos. —Ganar la custodia de Jacob y Tyler no traerá a tus padres de vuelta. Mi corazón se estrelló a través de mi pecho y giré mi cabeza para
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mirarla. —¿No cree que ya lo sé? ¿No cree que he pasado los dos últimos años y medio sabiendo que mi vida nunca será la misma? —Exactamente —dijo—. Nunca será la misma. Tú dejarás de ser su hermano. Serás su padre. Hay una gran diferencia… Honestamente, ¿has pensado alguna vez en esto? ¿Qué tipo de trabajo crees que puedes conseguir saliendo de la escuela secundaria? ¿Cómo crees que puedes permitirte criarlos y cuidar de ti mismo? Hay programas por ahí para ayudarte, Noah. A ti. Porque estás bajo la tutela del Estado, tendrán que pagar para que puedas ir a la universidad. Piensa en la vida que puedes crearte tu mismo. Piensa en el futuro que puedes tener. Una mujer con el pelo castaño peinado hacia atrás salió de una oficina llevando un traje azul marino. Me dio una sonrisa de negocios. —¿Noah Hutchins? Ya era maldita hora. Me levanté y miré a la Sra. Collins. —Mis hermanos son mi futuro. —Tus hermanos estarán bien. —Sus ojos me suplicaron—. Te lo prometo, estarán a salvo. Negué con la cabeza, tratando de ignorar la persistente voz que me decía que la Sra. Collins era un adulto al que le importaba y que no me mentiría. La imagen del rostro magullado de Tyler apareció en mi mente. Confiar en ella significaba darles la espalda a mis hermanos y eso nunca lo haría. Necesitaba seguir mi plan: hablar con Ayuda Legal sobre la custodia, limpiar mi expediente en la escuela, encontrar un trabajo decentemente pagado antes de graduarme y demostrar que Carry y Joe eran padres no aptos. Para hacer esto último, tendría que hacerme con el expediente.
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31 Echo Traducido por Annabelle Corregido por KatieGee
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uncionará —ronroneó Noah.
Habíamos terminado de estudiar hace una hora, solamente gracias a mi absoluta persistencia. Me senté en sus piernas, en el asiento pasajero del auto de Aires mientras Isaiah trabajaba debajo del capó abierto. Noah me explicaba su nuevo plan para conseguir nuestros expedientes mientras llevaba mi cuerpo al borde de la explosión con sus besos y carisias. Su tonto plan tenía muchísimos fallos, pero su seducción nubló mi mente e impidió que expresara mi opinión, hasta ahora. —¿En verdad crees que la Sra. Collins va a creerse eso? — pregunté—. Primero, lo más probable es que te diga que esperes o que te los dará el jueves, o verá tus intenciones y se dará cuenta que estás tramando algo. —No quiere otra cosa sino que vaya a la universidad y si le digo que voy a tomar el ACT27 probablemente se cague en sus pantalones. Se ha estado muriendo porque aplique para algún registro. Noah dejó besos por mi cuello, interfiriendo con mis habilidades para tomar decisiones. Abrí la puerta y salí del auto. Marzo rugía como un león, trayendo consigo un severo pero cálido clima. Me detuve lo suficientemente cerca del borde de la puerta abierta del garaje para que algunas gotas cayeran sobre mis zapatos. Noah no me atrapó con su cuerpo, como normalmente lo hacía. En vez de eso, se inclinó contra el marco de la puerta del garaje, lejos de mí. La semana pasada fallamos en nuestro intento de conseguir los ACT: Es una evaluación estandarizada para terminar la secundaria y la admisión en las universidades de Estados Unidos. 27
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expedientes. Nuestra alta tasa de fracaso solamente impulsaba nuestras ganas de tener éxito. De vez en cuando, me preguntaba si la única razón de que estuviéramos juntos era por nuestra meta en común de robar esos expedientes. A veces, era de lo único que hablábamos, pero luego yo vería esa calidez en sus ojos castaños y lo sabía… a él si le importaba. —Si esto funciona, lo cual no estoy diciendo que sucederá, creo que deberíamos ir primero por tu expediente —dije—. Lamento que el apellido no haya servido de nada. —Había estado buscando en todas las vías disponibles: guías telefónicas, Google, Facebook. Y no había encontrado nada sobre los padres adoptivos de Jacob y Tyler. —No. Esta mañana vi a tu papá y a la Sra. Collins hablando en privado. Algo está sucediendo y debemos averiguar qué es. —Noah miró hacia la lluvia, luciendo más como un modelo de Calvin Klein que un chico adoptado—. Además, creo que podremos tener tiempo suficiente para ver ambos expedientes, ya que estarás haciendo lo de la hipnosis el jueves. Mañana cuando distraiga a la Sra. Collins, tú podrás ver el tuyo, luego, el jueves yo veré el mío. —No es hipnosis. Es una terapia de relajación y todavía no he aceptado hacerla. —Es perfecto. Tú y la Sra. Collins estarán en la habitación de enfermos y el personal de la oficina ya se habrá ido por el día. Además, la semana pasada dijiste que la Sra. Collins cree que estás a punto de tener una crisis nerviosa. La lluvia golpeaba contra el techo del garaje. Miré hasta Beth e Isaiah. Odiaba verla sentada sobre la banca de herramientas favorita de Aires, pero me gustaba el brillo que ponía en los ojos de Isaiah. ¿Qué tan extraño sería poder, finalmente, juntar las piezas? De entender por qué continuaba pintando el cielo nocturno una y otra vez. De entender por qué mi madre me había contado historias para dormir mientras me desangraba en el piso. Tal vez los terrores nocturnos terminarían finalmente, y podría dormir una noche completa por primera vez en dos años. ¿Pero qué si no funcionaba? La Sra. Collins había dicho que mi mente estaba lista para recordar un poco más, con un apropiado empujón. Esa pequeña información había enviado a Ashley a comenzar una conversación de revista sobre que tal vez debíamos usar las terapias hipnóticas de nuevo. Resultó que ya había buscado toda la información, encontró otro terapista y revisó sus credenciales. La Sra. Collins conocía al terapista así que estuvo de acuerdo con el asunto, pero no muy emocionada. Queriendo hacer feliz a Ashley, papá aceptó, y como siempre, yo acepté al no negarme.
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Además, no buscaríamos recordar completamente. En vez de eso, nuestra meta era ver si podía recordar algunos de los momentos antes de que mamá me arrastrara al infierno. Supuestamente, la terapia de relajación sería diferente a la que hizo que mi mente colapsara el verano después del accidente. La Sra. Collins dijo que el terapeuta era inexperto y me presionó demasiado, y muy rápido. El jueves, Ashley traerá a un “profesional” acreditado. La Sra. Collins me aseguró una y otra vez que ella estaría allí para ver la sesión y que yo estaría a salvo… que mi mente no volvería a fracturarse. Hasta ahora, había tenido razón en la mayoría de las cosas, pero… Susurré para que nadie más pudiera escuchar. —¿Qué pasa si mi papá tiene razón? ¿En que mi mente no pueda soportar la verdad? —Bebé, tienes la fuerza y la tenacidad suficiente para derrotar traficantes de drogas. Estarás bien. Desearía tener la confianza y la fe que Noah tiene en mí. Nunca nada lo atemorizaba y por alguna razón, pensaba que yo podría escalar montañas y luego hacer malabares con ellas. Algún día, estará muy decepcionado cuando me vea por quién soy en realidad… una persona débil y patética. —¿Dónde está tu papá? —preguntó Noah—. Normalmente ya está en casa a esta hora. —Desde que papá se enteró de que Noah e Isaiah estaban en nuestro garaje todos los lunes por la tarde, se preocupaba por llegar a casa del trabajo lo más temprano posible. Puede que haya aceptado a Noah como mi novio, pero no le gustaba que dicho novio estuviera solo conmigo. Mi pie golpeteaba nerviosamente. El extraño comportamiento de papá, ha cruzado una curva hasta el Boulevard de lo Bizarro. —El Neón no sobrevivió la reparación. Hoy fue a escoger mi nuevo carro usado. Me había encantado ese auto. Aires y yo estuvimos buscando un auto por semanas, intentando encontrar la combinación perfecta entre un buen negocio y longevidad en el auto. Cuando finalmente lo compré, recogimos a mamá para ir a celebrar con un viaje a Dairy Queen a tomar malteadas de chocolate. Que bueno que Isaiah haya prometido reparar el auto de Aires. Si fuera así, me hubiera acurrucado a llorar por otra pérdida de Aires… y de mamá. Atrapé a Beth mirándome mal mientras escuchaba mi conversación con Noah. Hablábamos abiertamente frente a ella e Isaiah, pero nunca
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mencionábamos mis problemas en sí. Noah los consideraba familia y confiaba en ellos. Yo confiaba en Noah y me gustaba Isaiah. Toleraba a Beth. —Gimnasia fue muy interesante hoy. —Los labios de Beth se levantaron en una mueca maliciosa. Era muy raro cuando me hablaba directamente. Los pterodáctilos de Noah comenzaron a alimentarse de mis tripas. —¿En serio? —pregunté, pero en realidad lo que quería decir era: por favor, vuelve a ignorarme. —Escuché como tu amiguita porrista, Grace, se burlaba de ti. Tengo que decirlo, es la primera vez que dice algo que me hace reír. Las palabras de Beth confirmaron lo que yo ya sabía dentro de mí: que salir con Noah públicamente había sido demasiado para Grace, y destruyó los frágiles restos que quedaban de nuestra amistad. Si el propósito de Beth era abrirme por dentro, lo había logrado. Mi estómago dolía, como la noche en que Luke chocó contra mí. Noah se separó del marco y caminó hasta Beth. —Maldición, Beth. ¿Qué demonios está mal contigo? —¿Conmigo? Tú eres el que anda con la Srta. Loca. —Beth saltó de la banca de herramientas, golpeando por accidente un envase de vidrio lleno de cepillos. Rodó hacia el borde de la banca. —¡Beth, agárralo! —grité. Estiró el brazo, pero sus dedos apretaron el aire, al envase rodar por el borde hasta el piso y romperse en mil pedazos. El sonido del vidrio rompiéndose vibró en mi cabeza. Las imágenes se acoplaron en mi mente y el hoyo negro en mi cerebro creció y comenzó a rotar. Una imagen confusa se abrió mientras unos martillos enterraban clavos en mi cráneo. Me encontraba acostada en la alfombra beige de la sala de mi mamá. Me rodeaban vidrios de colores, y sangre. Mucha, mucha sangre. El dolor rajó mi piel y quemó mis brazos. Me giré para escapar de él, solamente para gritar en agonía cuando algo afilado se enterró en mi espalda. Mis ojos se enfocaron en la puerta de enfrente. Debía llegar hasta allá. Tenía que salir. Ignorar el dolor. Lucha contra el miedo. Rodé de lado, llorando cuando el vidrio se enterró en mis brazos y rodillas. Los pedazos cedían debajo de mi peso. Cada pedazo grande se enterraba en mis músculos como carbón hirviendo y cada pequeña punta acuchillaba los bordes de mi piel. Gateé hacia adelante. Me encontraba completamente exhausta, mi mente en blanco y mi estómago revuelto. Oh, Dios, ¿Dónde
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estaba? Dijo que ya venía. Oh, Dios, por favor, papi, ven por favor. —¡Echo! Parpadeé rápidamente al encontrarme acurrucada en el piso del garaje, con mis manos apretando mi cabeza. Mi corazón latía como loco y cada parte de mi cuerpo temblaba. Noah se encontraba de rodillas a mi lado, con los ojos abiertos y el rostro lleno de conmoción. Colocó un mechón de cabella detrás de mi oreja y habló en voz baja, y tranquilizadora. —Bebé, ¿qué sucede? ¿Tienes dolor? ¿Estás mareada? Mis ojos examinaron alrededor, sintiendo peligro. Isaiah y Beth me devolvieron la mirada de lunática. Noah tomó mi cabeza en sus manos, devolviendo mi atención hasta él. —Por favor, bebé. Tragué, intentando ayudar a mi boca seca. —Vitrales. Ése era el proyecto más nuevo de mamá. Sus ojos se llenaron de comprensión. —Recordaste algo. Un rayó tronó en el cielo. Mis músculos se tensaron. Noah me acurrucó más cerca. —Está bien. Yo te tengo. Mi nuca quemaba y mis dientes castañeaban con los temblores de mi cuerpo. Sorbí mi nariz para evitar llorar. Si me sentía así cuando tenía un recuerdo, ¿Qué sucedería si recordaba todo el asunto? ¿Tendría una crisis? En las esquinas de mis ojos se acumularon las lágrimas y las sequé con el dorso de mi mano. —Estoy cansada de tener pesadillas. preguntarme si estoy perdiendo la cabeza.
—Estoy
cansada
de
Noah acarició mi cabello y su agarre se hizo más fuerte. —Lo resolveremos, Echo. Te juro que lo resolveremos.
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32 Noah Traducido por Annabelle Corregido por KatieGee
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esearía poder dormir contigo. —La voz adormilada tan sexy como el demonio de Echo murmuró por el teléfono.
—Sólo dilo, bebé, y agitaré tu mundo. —Había llegado a casa un poco después de la medianoche, y decidí llamar a Echo. Me encontraba sentado sobre la secadora, dándole a Beth y a Isaiah la privacidad que ambos afirmaban no necesitar. Isaiah pretendía que su sesión de besos no sucedió, y Beth hacía lo mismo. La buena noticia era que Beth no se fue corriendo hasta donde su mamá, ni permitió que otro chico la utilizara. La mala noticia era que a Isaiah le dolía como el demonio. Por un momento intenté olvidarme de los problemas de mis amigos y enfocarme en recordar el delicioso aroma a canela de Echo, en vez del olor a sótano húmedo y mohoso. La risa de mi pequeña ninfa inundó mi alma. —Eres tan malo. Hablo de dormir. Dormir de verdad. No sexo. —No necesitamos tener sexo. Hay otras cosas que puedo hacer para ayudarte a dormir. —Eres imposible —dijo por encima del crujido de las sábanas—. Tú me haces sentir segura, Noah. Quizá si me sintiera segura podría dormir. ¿Era por eso que Jacob tenía terrores nocturnos? ¿Acaso no se sentía seguro? —Una noche me escabulliré hasta tu cuarto y lo intentaremos. Sólo dormir, lo prometo. —Mi papá primero te mataría y luego me encerraría en un convento. —Me arriesgaré.
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—Así que… —dijo Echo en una voz extremadamente ligera—. Te dije que la historia del ACT no funcionaría. A tan sólo diez minutos de comenzada la sesión de Echo, entré a la oficina de la Sra. Collins y anuncié mi súbito interés por la universidad. Tuve razón en una cosa. La Sra. Collins si se cagó en sus pantalones. Pero en vez de saltar a buscar la información, me habló rápidamente, diciéndome que necesitaba tiempo para procesarlo. Luego me tendió una tarjeta de citas para el jueves, justo después de la escuela, y momentos antes de la cita de hipnosis de Echo. —Y amas tener razón, ¿verdad? —Shhh. Estoy disfrutando el momento. —Bostezó audiblemente. Sus pesadillas habían aumentado en frecuencia y terror gracias a sus sesiones de terapia. Algo me decía que cada noche solamente lograba dormir un puñado de horas, esforzándose por mantenerse despierta a sí misma y poder evitar los sueños. Mi mente voló hasta Jacob y sus pesadillas. —Si supieras la causa de tus pesadillas, ¿hablarías con la Sra. Collins sobre ello? —¿Estás loco? —Ni siquiera esperó a que le contestara un no—. Ella conoce la causa de mis pesadillas, pero para contestar tu pregunta, sí. La señora está loca, pero creo que sabe lo que hace. Bueno… más o menos… mucho más que los otros idiotas que he visto. No lo sé. Creo que me cae un poco bien. —Hacia el final arrastró las palabras. —Ve a dormir, bebé. Mañana te veré en la escuela. Echo volvió a bostezar. —Te dejaré, pero creo que voy a leer por un rato. Te amo. —Colgó, sabiendo que no le respondería. Desearía poder tener su valentía. —Dime que rompiste con ella —llamó Beth. Me bajé de la secadora para encontrar a Beth e Isaiah acurrucados en la cama viendo televisión. —¿Por qué haría eso? —Porque está loca. Y antes de que la defiendas, recuerda que vi su pequeña crisis. Me quité la camisa, la lancé hasta la cesta de lavar y me acomodé en el sofá para dormir. Lo primero que planeaba comprar cuando tuviera mi propia casa era una cama. Una gran cama tamaño King con muchas almohadas esponjosas y sábanas. —¡No te atrevas a ignorarme! Isaiah dile a Noah que está rompiendo
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algún tipo de código de hombres. Por ejemplo, no te haces novio de chicas locas. Demasiado fácil. Abrí la boca para contestarle a Beth, pero Isaiah me detuvo. —No lo hagas, hombre. Simplemente no lo hagas. Recogí una almohada vieja y manchada, y la coloqué debajo de mi cabeza. —Deja der ser tan perra. —Gracias —murmuró Isaiah. Beth odiaba que la llamaran perra. Pero cuando el zapato calza… —Como sea. Sigue diciéndote a ti mismo que no estás saliendo con Dime, ¿tiene nombres diferentes para cada una de sus personalidades? Sybil28.
—Ya basta, Beth —dijo Isaiah. Esto necesitaba parar. Mientras más me presionara Beth y mientras más defendiera a Echo, las posibilidades de que Beth la alterara eran mayores. Ya tenía demasiada mierda sucediéndole, como para encima tener que lidiar con mi bocona hermana no biológica. Si alguna vez se enteraba, Echo estaría más que cabreada, pero tenía que hacerlo… por la cordura de todos. Puse un brazo sobre mi rostro, esperando que una vez lo dijese, finalmente, pudiera dormir. —Fue atacada al terminar su segundo año. Su mente reprime los recuerdos y la Sra. Collins está intentando ayudarla a recordar. Lo que viste en el garaje, fue ella recordando un poco de esa noche. Dale un respiro. Un rastro de risas se escuchó en la televisión, seguido de comentarios de sabelotodo por parte de un actor. Esperé la jodida respuesta de Beth. Reajusté mi brazo y vi su expresión horrorizada. Isaiah movió un mechón de cabello fuera su frente y le murmuró algo al oído. Parpadeó, volviendo a la vida. —Lo lamento, Noah —murmuró—. Lo lamento. *** —…y añadí algo de información sobre la Universidad de Louisville y la Universidad de Kentucky, aunque el estado se encargará del costo de cualquier universidad del estado. Ambas tienen programas admirables de Sybil: Novela que cuenta la historia de Shirley Ardell Mason, que fue tratada por trastorno de personalidad múltiple. 28
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arquitectura. —La Sra. Collins tomó aire por primera vez en cinco minutos. El sol de la tarde convirtió su oficina en una prisión acalorada. —¿Arquitectura? —Examiné su rostro haber si había tomado algo recientemente. —Arquitectura. —Sonrió de oreja a oreja. Revisé sin entusiasmo la montaña de folletos en mis piernas. Mi padre había sido arquitecto. Él diseñaba las casas comunitarias que construíamos, e incluso me permitía ayudarle. Comencé a leer los requerimientos para la admisión. ¿Qué estaba haciendo? Cerré la carpeta. —Echo confía en usted —dije. No estuve muy seguro de dónde vino eso, pero necesitaba redirigirme a mí mismo de esos caminos que no podría visitar. Sus ojos se ablandaron, pero rápidamente colocó su rostro de perrito jugando. —Bueno, bueno, ya te dije que no hablaríamos de Echo. —Movió su silla adelante y atrás—. Me retracto de eso. Podemos discutir todo lo que tenga que ver con tu relación con Echo. Seré honesta. Muero por saber los detalles. Yo no chismeaba, especialmente no con mi terapista. Pero hoy Echo se veía exhausta y creo que pudo haberse quedado dormida en la clase de cálculo. Si sus pesadillas eran tan malas, ¿cómo sería la vida para Jacob? —No estoy muy seguro si yo confío en usted. Tengo un record bien jodido con los adultos. —Sí. Lo tienes. ¿Qué está perturbándote, Noah? Froté una mano por mi rostro y tragué. ¿Qué pasa si me equivocaba con ella? Podría destruir a Jacob y cualquier oportunidad que tenga de recuperar a mi familia. La Sra. Collins descansó sus brazos sobre el escritorio. —Te lo juro, lo que sea que me digas se quedará entre nosotros a menos que me digas lo contrario. —¿Cree en Dios? —pregunté. La pregunta la cogió por sorpresa, pero contestó. —Sí. —Júrelo por Dios. —Juro por Dios que mantendré en privado lo que me digas a menos
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que me des permiso de hacer lo contrario. Que se vaya al infierno si me mintió. —Jacob comenzó el incendio. Dejó de respirar, pero rápidamente recuperó su compostura. —Eso no es lo que dice el reporte de los bomberos. Fue tomado como un accidente. —Sí fue un accidente. No quiso hacerlo. —Mantuve el contacto visual. Tenía que creerme. Jacob nunca lastimaría a nadie intencionalmente. Frotó sus ojos y sacudió la cabeza, como intentando disipar lo que acababa de decirle. —¿Estás seguro? Tal vez malinterpretó algo y solamente pensó que lo había iniciado. —Lo inició. Pero fue mi culpa. —La culpa de las decisiones que tomé esa noche me atormentaría por siempre—. En vez de quedarme en casa para acampar con mis hermanos, fui a la feria con una chica. En ese momento la cita parecía tan importante, yo… —La culpa que intentaba con todas mis fuerzas de mantener oculta debajo de capas y capas de evasión, subió hasta la superficie en forma de náuseas. Luché por no comenzar a hiperventilar. Empujé la sensación de vuelta hacia abajo. No se trataba de mí. —No importa. —Limpié mi nariz mientras la ira comenzaba a hacerse paso por mis vías sanguíneas. Si no podía soportar esta sesión sin terminar llorando, no merecía a mis hermanos. Aclaré mi garganta—. Mamá le dijo a Jacob que debíamos hacer el campamento el próximo viernes, pero Jacob se molestó. Luego de que mamá y papá los acostaron, Jacob despertó a Tyler para hacer s’mores29. Mamá mantenía una vela en el baño del pasillo. Supongo que dejó las cerillas cerca. Jacob encendió la vela, rostizaron los malvaviscos y luego fueron abajo para dormir en la sala. Papá había armado la tienda antes de saber que yo iba a salir. La Srta. Collins mantuvo sus manos sobre su rostro como si estuviese rezando. Sus ojos se llenaron de lágrimas. —El incendio comenzó en el baño del pasillo. Ellos asumieron que uno de tus padres había encendido la vela y olvidaron apagarla. No tenían ni idea de que había sido tu hermano. S’mores: es un postre hecho en una fogata nocturna tradicional de Estados Unidos y Canadá, que consiste en un malvavisco tostado y una capa de chocolate entre dos trozos de galleta Graham. 29
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Ya conocía el resto. Mis padres murieron en su habitación y yo llegué a casa para encontrarme un bramante incendio. —Jacob me lo contó en el hospital y prometí que no le diría a nadie. —Una promesa que había fallado en mantener. —¿Por qué? —Su exasperación era clara—. ¿Por qué no se lo contaste a alguien? Una trabajadora social pudo haberlo ayudado. Le di la bienvenida a la familiar sensación de traición e ira. —Ellos nos separaron. ¿En quién hubiera confiado usted? —Ahora para completar mi propia traición—: Ayude a mi hermano. Secó sus ojos. —Lo haré. Lo prometo. —Miró el reloj, nuestra sesión había terminado. Me levanté, sin tener más nada que decir, metí los brazos por mi chaqueta y me preparé para ver a Echo del otro lado de la puerta. —Y Noah —dijo la Sra. Collins—. Planeo ayudarte a ti también. No quería ayuda. No necesitaba ayuda, pero no iba a discutir con la mujer que podría salvar a mi hermano. Abrí la puerta y me encontré a Echo inclinada contra el mesón mirando hacia el suelo fijamente, su pie golpeteaba sin control.
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33 Echo Traducido por Luxero Corregido por Juli_Arg
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oah se veía agotado. Sus oscuros ojos estaban pesados y sus hombros caídos hacia delante. Cerró la puerta del despacho de la Sra. Collins tras él y se reunió conmigo a medio camino.
—¿Estás bien? Me dio una sonrisa a medias y me atrajo hacia su cuerpo. —Espero estar haciendo lo correcto. —Me agarró con más fuerza. Apoyé la cabeza en su hombro y traté de tranquilizarlo frotando su espalda. —Estoy segura de que lo haces. —Se encontraba preocupado por Jacob y por la posibilidad de confiar en la Sra. Collins—. Nunca harías nada para dañar a tus hermanos. —Gracias. —Besó mi cabello y estaba a punto de sacarme el aliento—. Necesitaba escuchar eso. Nos quedamos de pie inmóviles durante varios segundos antes de que él aflojara la presión. —Voy a recorrer el pasillo para darte tiempo a que te instálales en la enfermería, entonces, voy a escabullirme en su oficina. Esto sonaba extrañamente como allanamiento de morada, moviendo nuestros planes en la tierra de la ilegalidad. Mi estómago se removió inquieto. —No lo sé. Tal vez no debería hacerlo. No quiero que entres en su oficina. —Que se meta en problemas o sea expulsado de la escuela o vaya a la cárcel. Noah me disparó su sonrisa pícara. —¿Alguna vez te mencioné que eres paranoica?
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Crucé los brazos sobre mi pecho. —Varias veces. Me besó cuando la Sra. Collins abrió la puerta. —Voy a fingir que no vi esto. Noah me guiñó un ojo antes de abandonar la oficina. La Sra. Collins sonrió de oreja a oreja, moviendo su coleta imaginaria. —Ustedes son una pareja muy linda. ¿Te va a llevar a la graduación? ¡Qué pregunta tan extraña! —No lo sé. El baile de graduación está a un mes de distancia. De todos modos, Noah no me da la impresión de que vaya a bailes. —Vino al Baile de San Valentín. —Pasó por delante de mí, yéndose por el pasillo a la enfermería, haciendo señas con los dedos para que la siguiera. —Creo que fue un trato de una sola vez. —La seguí regañadientes—. Sabe, nunca estuve de acuerdo con eso.
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Se echó a reír, realmente se reía de mí. —Oh, Echo. Vas a ir, aunque sólo en principio sea yo la que te lo está pidiendo. Tus problemas de autoridad son prácticos a veces. Me paré en medio de la enfermería y metí las manos en los bolsillos. —¿Eso no es romper algún tipo de código terapeuta? Ya sabe, usando mis problemas en contra mía. —Es posible. —Me dio otra sonrisa—. Echo, este es el Dr. Reed. Alias el terapeuta de relajación que Ashley había elegido al azar. El pequeño hombre se levantó y me estrechó la mano. —¿Cómo estás hoy, Echo? Terrible. —Bien. —Vas a estar más relajada si te acuestas —dijo la Sra. Collins. Me tomó hasta la última gota de fuerza para no saltar inmediatamente sobre la cama. Mis dedos tamborileaban nerviosamente en mis bolsillos y mi corazón tronaba. Se lo mostraría. Ella inclinó la cabeza. —Creo que Noah te está contagiando. Ahora que ya me has demostrado que estás superando lo de ser una presa fácil, voy a tomar el crédito… ¿podrías descansar? Desde que lo pidió amablemente mis latidos aumentaron como un ataque al corazón. —Claro. La Sra. Collins apagó las luces mientras me acostaba en la incómoda cama cubierta con plástico. Un edredón grueso y agradable se encontraba en el extremo y una almohada mullida en la cabeza. Levanté una ceja.
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—Quería que te sintieras cómoda. Un par de velas puestas en la encimera, junto al fregadero. —¿Va a encender las velas? —Lo creía. —Suspiró—. Pero no me siento muy espiritual en estos momentos. ¿Le dijiste a tu padre que podríamos estar un rato? No quiero que se moleste conmigo cuando no llegues a casa a la hora indicada. Ahora suspiré. —Sí. Sr. Autoritario es plenamente consciente y estoy bajo órdenes directas de llamarlo en el momento que haya terminado. Se echó a reír. —Yo, también. ¿Sr. Autoritario, hmmm? Definitivamente tiene un anillo. —La Sra. Collins perdió su tono juguetón cuando habló con el Dr. Reed—. Cuando esté listo. Agarrando el edredón y la esponjosa almohada, me acurruqué como un oso preparándose para hibernar. Si realmente iba a hacer esto, también podría mantenerme caliente. El Dr. Reed comenzó con algunos ejercicios de respiración y meditación. Después de un rato, mi mente comenzó a divagar y su voz hizo este sonido relajante, magnético. —Dime la última vez que te sentiste segura, Echo. Muy, muy segura. —Noah me hace sentir segura. Seguí la voz suave y tranquilizadora mientras me imaginaba la voz cálida de Noah, un cuerpo fuerte y el dulce olor almizclado envolviéndome en una burbuja protectora, segura. —Profundiza, Echo. Más profundo. —Continuó hablándome con calma. Me hundí más profundo en las mantas y escuché su voz empujando mi mente para descubrir esa vez que me sentí segura. Los recuerdos se volcaron como una presentación de diapositivas hasta que encontré una que calentaba mi corazón. —Aires me hizo sentir segura. —Se escondió conmigo en el armario varias veces cuando mi madre sufría en particular un enérgico episodio maniático. En el momento en que Aires me encontró, mi padre ya se había ocupado de mi madre, pero me negué a salir del armario. Se quedaba conmigo y leía historias con una linterna hasta que me quedaba dormida. —Ashley. —Es curioso, mi voz sonaba como la mía y el mundo parecía muy lejano. Cuando era niña, ver a Ashley significaba juegos, baños calientes y cenas, cuentos y canciones normales antes de dormir durante la noche. —Papá. —Mi protector. Mi salvador. Convenció a mi madre para
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tomar su medicación y lo hizo. Por él. Ella lo amaba. Nos hizo una familia y en esos momentos oscuros en que la enfermedad de mi madre amenazó con destrozarme, él me abrazó. Al igual que en el hospital, cuando no podía dormir, aterrada de la primera ola de pesadillas, se quedó conmigo en la cama y me abrazó, susurrando una y otra vez lo mucho que me amaba. La escena en mi mente se alteraba. Me encontraba a salvo. De alguna manera lo sabía, pero esto era algo raro... malo... El claro de luna bañaba la habitación de mi madre, se reflejaba en miles de pedazos de cristal dispersos en el piso. Líquido caliente corría por mis brazos y yo luchaba por respirar a través de los sollozos de dolor. Ardor y dolor. Dolor desgarrador. Dolores punzantes. Todos mis músculos gritaban y mi garganta se raspaba con cada sensación. Luchando por mantenerme en posición vertical, sobre mis manos y rodillas, me veía obligada a seguir. No podía dejar que mis ojos se cerraran. No podía. Pero mis párpados me pesaban y también mis músculos. Podría descansar. Durante unos segundos. Sí, podría descansar. Cedí al peso de mi cuerpo, colapsando en la serenidad del cristal esparcido en el piso. Si no me movía, el vidrio ya no me destrozaría en pedazos. Respiré al ritmo lento y constante de mi corazón y deje que mi mente se desviara hacia otros pensamientos más allá del dolor y la sangre. Dormir. Sí. Necesitaba dormir. ¡No! Me obligué a abrir los ojos y parpadeé para enfocar. Los bordes del vidrio claro ahora brillaba con rojo —sangre. Mi sangre. —¡Papá! —susurré. Papá debería estar aquí ahora. Envié una petición en mi cabeza, rogándole que de alguna manera me escuche y sepa.... Me concentré en la puerta, pero no había manera de que pudiera hacerlo. Ahora no. Mis piernas se sentían muertas para mí, no había control, no había movimiento. Mis brazos. Todavía podía mover los brazos, pero el dolor. —¡Oh, Dios! —El dolor. —Lo siento tanto, Echo. Nunca debí dejar que te pusieras de pie, pero el dolor va a terminar pronto. —Ignorando el cristal, mi madre se acostó a mi lado, colocando su cabeza a pulgadas de la mía sobre el piso. Sus ojos enormes y acristalados mantenían una pizca de preocupación. —No llores. —Sus dedos callosos limpiaron las lágrimas de mi cara—. Vamos a estar con Aires pronto y entonces no habrá más dolor o tristeza.
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Sólo alegría y felicidad y vamos a poder pintar, tú y yo, y Aires podrá jugar con tantos coches como quiera. Casi no reconocí mi propia voz, ronca y temblorosa. —No quiero morir, mamá. Por favor, no me dejes morir. —Shhh —susurró—. No pienses en ello como morir. —Bostezó y sus párpados aleteaban—. Vamos a dormir y cuando nos despertamos, vamos a estar con tu hermano de nuevo. Sonrió y yo sollozaba—: Oh, Dios, papá. El estómago me dio un vuelco. No volvería a ver a mi padre otra vez. Mi padre, que iba a recogerme, mi padre, que me rogó una y otra vez que caminaría por esa puerta como me lo había prometido. Por favor, papá, por favor. Te necesito. —Te voy a contar una historia, como lo hacía cuando eras un bebé. Cassandra tenía una hermosa hija llamada Andrómeda.... Abrí los ojos y parpadeé varias veces. La Sra. Collins se encontraba en el marco de la puerta y el Dr. Reed se sentó en la silla junto a la cama de enfermos. Me quité el edredón. El sudor goteaba por el costado de mi cara. La sangre golpeteó mi cabeza y mi corazón golpeó al mismo ritmo. Mi piel hormigueaba mientras me levantaba de la cama y mi cuerpo se sentía ligero después de experimentar el recuerdo. El aire frío me golpeó y me desequilibró. Me había caído y roto una de las vidrieras que mi madre había apoyado en la sala de estar, pero ¿por qué? ¿Fue un accidente? No pudo haber sido, porque ella parecía tan tranquila y pacífica... resuelta. Pero se había disculpado. —Papá —susurré. Mis ojos escocían y de inmediato busque a la Sra. Collins para obtener una explicación. Tenía que haber una explicación, porque no me habría dejado allí, nunca. Mi garganta se cerró y era difícil de pasar—. ¿Dónde estaba? La Sra. Collins dijo—: Creo que hemos hecho suficiente por hoy. Agité mi mano en el aire, rechazando esa respuesta. —No. No. Me acordé de algo y ahora es su turno. —Entiendo tu frustración, pero tu mente tiene que manejar esto lentamente. Una extraña inquietud arañó mi corazón y todo dentro de mí cayo y se retorció. Una sola palabra desgarró mi corazón... traición. —¡Dónde se encontraba mi padre! Detrás de la Sra. Collins se oyó la voz de mi padre. —Me olvidé de recogerte.
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34 Noah Traducido por Nats Corregido por Juli_Arg
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eambulé por los pasillos durante veinte minutos. Echo irradiaba nervios. Quería darla tiempo de sobra para que llegara a la enfermería y estuviese en marcha antes de que lo intentara en la oficina. —Aires me hacía sentir segura. —La voz de Echo llegó desde la oficina central. Maldita sea, la Sra. Collins mantuvo la puerta de la enfermería abierta. En teoría, no habría habido necesidad de cerrar la puerta porque la escuela debería estar vacía. —Ashley. —Me congelé. Echo sonaba soñadora. Una parte de mí quería estar allí y escuchar, pero entonces no tendría oportunidad de encontrar ambas respuestas. Mi madre seguramente estaría orgullosa de mí —entrando en la oficina de mi consejera, aunque me recordé a mí mismo que su puerta colgaba abierta. Traté de empujar lejos la culpa que alimentaba mi estómago, pero se desvaneció al momento de ver mi nombre asomando debajo de otros dos archivos. Agarré la carpeta e inmediatamente rebusqué por la página con la información de mis hermanos. Por detrás de uno de los folletos de Universidad que la Sra. Collins me dio, copié los datos, siendo cuidadoso de no perder ninguna pieza. —Noah. ¿Qué estás haciendo aquí? —El Sr. Emerson me asustó hasta la mierda, pero vacié toda emoción de mi cara, cerrando discretamente mi archivo antes de darme la vuelta. Levanté mis folletos. —Planificando Universidades. —Bien podría acumular algunos puntos del brownie. —Bien. —Miró de nuevo a la oficina principal—. Bien por ti.
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—No quiero morir, mamá. Por favor, angustiada voz de Echo vibró por todo el subyacente. Tanto el Sr. Emerson como yo enfermería. Nuestros simultáneos movimientos ambos. Ella gritó—: ¡Oh, Dios, papá!
no me dejes morir. —La pasillo. Podía oír el terror dimos un paso hacia la captaron la atención de
El Sr. Emerson se volvió de un extraño tono gris. —Creo que deberías ir. Mi corazón latió más rápido. Con los músculos tensos, fulminé con la mirada al Sr. Emerson, esperando a que me diera una pequeña explicación del por qué la chica a la que amaba estaba gritando su nombre con pánico y desesperación. Puso una mano sobre la pared y se apoyó en ella. —Vamos, Noah. ¿Debería ir o debería quedarme? Si me quedaba, tendría que explicar mi presencia, arriesgándome a ser capturado, y perdiendo la información de mis hermanos. También corría el riesgo de discutir con su padre. Si me iba, era un idiota. No el campeón. Echo necesitaba que fuera. Ella dependía de mí. Encontré la forma. Salí de la oficina y marqué el número de Echo. —Soy yo. Ya sabes que hacer —dijo ella con su dulce voz. —Oye, nena. Llámame cuando puedas. Yo… —Te amo—. Necesito oír tu voz.
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35 Echo Traducido por pao*martinez Corregido por Zafiro
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Se te olvidó recogerme? —Todo dentro de mí se volvió tan duro como una roca, como si estuviera entumecido—. ¿Al igual que olvidaste recoger los huevos en la tienda o la ropa en la tintorería? ¿Como se te olvidó recoger un pedazo de cereal que cayó al suelo o una lata que se cayó de la bolsa de compras? Olvidaste recogerme. Mi padre tironeó de su oreja y mantuvo la mirada fija en el suelo. —Yo, eh… —Se aclaró la garganta—. Ashley tuvo su reunión de secundaria esa noche e íbamos tarde al espectáculo de arte, te dejé en casa de tu madre para que pudieras decirle lo de la Copa del Gobernador y el tiempo se me fue. Mis ojos se movieron entre mi padre y la Sra. Collins. El Dr. Reed se movió, pero no le hice caso. La Sra. Collins estaba inusualmente quieta, con sus ojos clavados en mí. —¿Qué era? —exigí—. ¿El tiempo se te fue o se te olvidó recogerme? La nuez de Adán se le agito cuando intento tragar. El caos en mi cabeza se despejo por un instante como si una bombilla se encendiera. —Se suponía que la dejarías en la reunión, y luego vendrías a buscarme. Se suponía que iba a ser una visita corta, pero Ashley te convenció de quedarte. Apenas asintió con la cabeza. —Lo siento, Echo. Luché contra el agujero negro en mi mente. Tenía que haber más. —Es evidente que mamá no estaba bien, así que ¿por qué me dejaste ahí? Mejor pregunta, ¿por qué me quedé? La Sra. Collins
forzó optimismo en su voz y sonrió. —¿Por qué no
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vamos a mi oficina y hablamos sobre este nuevo avance? Podemos tomar una bebida. Te gusta la Coca-Cola Light, ¿verdad? La ira me dio una audacia que sólo había soñado tener. —Yo no voy a ninguna parte hasta que él me conteste. ¿Por qué me dejaste allí? —Sr. Emerson, vamos a darle algo de tiempo a Echo para serenarse, mientras usted y yo tenemos una charla. —De ninguna manera. —Di un paso hacia mi padre—. Él me va a responder. —Echo... —La Sra. Collins comenzó a protestar, pero levanté la mano para detenerla. —¿Cree que está controlado ahora? Tendría que haberlo visto después del divorcio. No vi a mi madre durante dos años. ¿Sabe lo que era la escuela media, sin una madre? Períodos, sujetadores de entrenamiento, chicos. No tenía a nadie. —Tenías a Ashley —dijo mi padre—. Yo no estaba manteniendo a tu madre lejos de ti. Ella sabía lo que tenía que hacer para conseguir visitas. Optó por no hacerlo. —No —Estallé—. Tú elegiste a Ashley y arruinaste a mi madre. Pero mamá se mantuvo entera ¿no? Consiguió ayuda. Tomó sus medicamentos ¿y usted sabe lo que hizo mi padre, Sra. Collins? La trataba como a un asesino en serie. Tuvo que pasar aros de fuego con el fin de vernos. Ni una sola vez permitió la visita a menos que estuviera cien por ciento seguro de que ella era estable. Así que dime, papá, ¿por qué me dejaste allí? —Porque tenía prisa y no comprobé como estaba ella cuando te dejé —reconoció mi padre mirándome a los ojos por primera vez y vi la verdad en ellos—. Se suponía que sólo me iría por quince minutos. Media hora como máximo. —¿Sabías que llamé? —Porque yo lo había hecho. Vivir a través de dieciséis años los altos y bajos de mi madre me había enseñado que ella sin medicación equivalía a visitas supervisadas por adultos. Miró de nuevo. —Sí. La pesadez de sus palabras aplastó mi corazón. —¿Contestaste? Mi padre metió las manos en los bolsillos y cerró los ojos. Idiota. Yo era una idiota. Nadie me amaba. Nada de lo que pudiera hacer o decir alguna vez iba a cambiar ese hecho. Mi padre se limitaba a decir que saltara y yo preguntaba si necesitaba comprar un trampolín. Eso no era amor, eso era control. Papá eligió Ashley y Aires eligió a los infantes
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de marina por encima de mí. Noah aún no me había dicho que me amaba a pesar de que yo se lo dije a él. Solía creer que a mi padre le importaba. Después de todo se preocupaba lo suficiente como para tratar de controlar todos los aspectos de mi vida y se lo permití. Lo hice porque lo amaba y quería desesperadamente que él me quisiera a cambio. Pero estaba equivocada, tan equivocada. Ni siquiera le importa lo suficiente como para contestar el teléfono. Yo era indigna de ser amada antes de que mi madre me tocara. Pase junto a él y saqué mis cosas de la oficina de la Sra. Collins. —Lo siento. —Mi padre bloqueó mi camino mientras trataba de salir. No hice caso de su voz ronca, lo rodeé y salí corriendo por el pasillo. No volveré a ser controlada.
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36 Noah Traducido por perpi27 Corregido por Zafiro
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ebería haberme quedado. Si los papeles se hubieran invertido, ella habría esperado por mí, pero necesitaba ver a mis hermanos. Cuando ella me llamó, me gustaría haber corrido a verla. Grandes construcciones nuevas, espaciosas casas formaban un círculo alrededor de un gran parque. El trato completo, senderos para caminar, árboles, arbustos, bancos y el más grande parque infantil en el planeta. Dos niños salieron volando de una casa color azul de tres pisos. Mi padre la hubiera amado, arquitectura del Segundo Imperio: techo abuhardillado, tragaluces, torre cuadrada, soportes decorativos y cornisa moldurada. Me acordé de mi padre riéndose mientras me mostraba fotografías. —Creo que es la dama y el vagabundo, Noah —había dicho él. Cuando los niños corrieron más cerca, reconocí la sonrisa de mamá. Los dos subieron las escaleras del gimnasio de juegos y se deslizaron por el tobogán más alto. Jacob se detuvo varias veces para ayudar a Tyler a subir los escalones. Me bajé del coche y me senté en un banco muy lejos del patio de recreo y vi a mis hermanos reír y jugar. Por dentro me dolía. Estaban tan cerca y lo único que quería era estar con ellos. Saqué mi teléfono, recordándome a mí mismo mi propósito, demostrar que sus padres adoptivos no eran aptos. Hablando de eso, ¿dónde demonios estaban Carrie o Joe? Jacob sólo tenía ocho años. Tyler todavía no tenía cinco años. ¿No deberían ser supervisados? Levanté el teléfono para tomar una fotografía de la situación cuando una voz me sorprendió con la guardia baja. —Un poco a
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la derecha. Ella está sentada en el banco bajo el arce. La Sra. Collins se sentó en el banco junto a mí. Efectivamente, desde un banco bajo el árbol, Carrie miraba todos los movimientos de mis hermanos. Metí el teléfono en mi bolsillo. —A tus hermanos les gusta deslizarse. Podrían pasar horas subiendo y deslizándose hacia abajo. Nos sentamos uno al lado del otro en silencio y escuchaba a mis hermanos reírse lejos. No tenía ni idea de cómo salir de ésta. Silencio: la defensa de los culpables. —Por lo tanto, ¿estaban los dos trabajando juntos todo este tiempo o saltaste cuando la oportunidad se te presentó? También podría intentar la negación. —Creo que ha perdido la cabeza. —Soy una holgazana, pero soy una holgazana organizada. Pusiste tu archivo de vuelta en el lugar equivocado. ¿Tienes alguna idea de en cuántos problemas podrías estar por esto? Maldita sea. —¿Qué quiere saber? —Tal vez si jugaba, ella se tranquilizaría. —¿Estaban tú y Echo trabajando juntos? Yo nunca vendería a Echo. —Siguiente. La Sra. Collins lanzó un suspiro. —Le prometí privacidad a Echo y ella confió en mí. No deberías haber estado cerca de esa oficina hoy. Tragué el sentimiento de culpa por haberla dejado. —¿Ella está bien? Tyler chilló cuando Carrie lo empujó en el columpio. La Sra. Collins se alisó el cabello. —Probablemente deberías llamarla. Apreté mis manos ligeramente entre mis rodillas mientras me inclinaba hacia delante. —¿Qué pasó con nunca hablar de Echo conmigo? —¿Qué puedo decir? Ha sido un mal día para todos. Nos sentamos en silencio otra vez. Joe se detuvo en la entrada y tomó la calle hasta el parque. Tyler saltó del columpio y se lanzó a sus brazos abiertos. Me sentí como si alguien me diera un puñetazo en el estómago. —Ellos son felices aquí, Noah. ¿Te complace alejarlos de todo esto?
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Tuve que admitirlo, era agradable aquí. Supongo que los gurús financieros realmente lo hicieron bien. —¿Qué tienes para ofrecerles? ¿Un apartamento de dos habitaciones en un menos que deseable extremo de la ciudad? Estoy asumiendo que leíste el archivo. Ellos van a la mejor escuela privada en el condado. En el estado, en realidad. Tus dos hermanos tienen múltiples actividades extracurriculares. ¿Cómo vas a equilibrar un trabajo a tiempo completo y dos niños pequeños? ¿Cómo vas a encontrar el tiempo para hacer malabares con su horario actual? Mejor aún, ¿cómo piensas pagar todo? Joe cubrió sus ojos con una mano y empezó a jugar al escondite con mis hermanos. Jacob se escondió en la parte superior del tobogán, mientras que Tyler se escondió detrás de Carrie en el banquillo. Cuando Joe dejó de contar, vio a Tyler de inmediato, pero fingió que no lo hizo, para el deleite de Tyler. La Sra. Collins se inclinó en mi línea de visión. —Hay otras opciones. Puedes ir a la universidad. Continuar la relación con Echo. Convertirte en el hombre que tus padres quisieron que fueras. Mis músculos se tensaron. —¿Qué tiene Echo que ver con esto? —¿Alguna vez le preguntaste cuáles son sus planes para el futuro? ¿Crees que está lista para salir con un padre soltero? Me encontré con los ojos de la Sra. Collins por primera vez. Ellos gritaban sinceridad. Juré en voz baja y volví a mirar a mis hermanos. Echo. En todos mis escenarios imaginarios relacionados con mis hermanos o Echo, ni una sola vez había pensado en ellos en el mismo futuro. Por separado, sí. En conjunto, no. ¿Cómo diablos podía combinar los dos? Carrie y Joe gritaron a los chicos, haciéndoles saber que era el momento de entrar. Jacob y Tyler iban adelante. Vi como un Suburban negro se acercó a unos pocos metros de mis hermanos. Todo mi mundo se desaceleró. Me puse de pie y comencé a correr hacia ellos mientras Jacob y Tyler estaban rígidos frente al auto en movimiento. No. Por favor, no. No ellos, también. Los frenos chillaron, un pito resonó y Jacob se envolvió alrededor de nuestro hermano menor. Mi corazón latió una vez cuando el coche se detuvo a pulgadas de Jacob y Tyler. Carrie y Joe se abalanzaron alzándolos y se apresuraron a la casa. Mi sangre latía nerviosamente a través de todo mi cuerpo y yo sólo podía tomar respiraciones cortas. La Sra. Collins puso una mano sobre mi brazo. —Ellos están bien,
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Noah. Ellos están a salvo. Al diablo con eso. —Van a estar más seguros conmigo.
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37 Echo Traducido por Majo_Smile ♥ Corregido por Dara.Nicole
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i padre me siguió a casa, corriendo dos luces rojas con el fin de mantenerme el ritmo. Sus neumáticos gritaron cuando lanzó su vehículo contra Park, la puerta estaba abierta antes de apagar el motor. —¡Echo! Oh, ahí está el hombre que conocía. Taladrante tono de sargento, rápido como un conejo. Él podía ladrarme órdenes tanto como quería. Me había liberado de su ejército. Me agarró del brazo en el momento que se cruzó conmigo en la cocina. Cerró la puerta detrás de él, haciendo a Ashley saltar de la mesa. Su revista sensacionalista cayó al suelo. —¿Qué ha pasado? Tiré mi brazo. —Te diré lo que pasó. Yo nací. Un par de años más tarde mis padres genios descubrieron que mi madre era bipolar. Mientras se esforzaba por entender su condición manipulaste tu entrada a nuestras vidas y la echaste fuera justo cuando por fin aceptó que necesitaba los medicamentos. Ashley parpadeó y miró a mi padre para la garantía. —Owen, ¿qué pasó? Ella me hizo daño. Ashley puede que no hubiera cavado los cortes en mis brazos, pero era tan responsable. Mi sangre goteaba de sus manos bien cuidadas. —¿Cuántas veces empezaste a responder tu teléfono y lo detuviste? ¿Lo sedujiste a quedarse más tarde en su reunión estúpida o le has recordado que yo no valía la pena el esfuerzo?
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Su boca cayó mal en la forma de una redonda O pequeña y su lápiz de labios rojo sangre resplandecía contra su rostro pálido ahora. Repugnancia tejió a través de mí. —Dime, Ashley, cuando trajeron mi cuerpo sin sangre, sin vida a el hospital, ¿estabas aliviada cuando te dijeron que tal vez yo no pudiera hacerlo? ¿Hiciste una celebración porque por fin estaba fuera de tu vida? Después de todo, Aires estaba muerto, mi madre echada para siempre. Yo era la única cosa que queda de pie en tu camino. Ella negó con la cabeza varias veces y una lágrima falsa individual corrió por su mejilla. —No. Siempre te he amado. Tú, Aires y a tu padre. Todo lo que quería hacer es ser tu madre. El delgado hilo conteniendo cualquier control tan fuerte que se rompió en un parpadeó. Mis ojos se abrieron hasta el punto de amenazar con salirse de las órbitas. —Eres una... —Basta, Echo —gritó mi padre mientras él mismo se forzó entre mí y Ashley—. Estás enojado conmigo, no con ella. Deja a Ashley fuera de esto. Le grité—: ¿Dejarla fuera de esto? Ella está en esto. Ella es todo esto. Dime que te dijo para aceptar la llamada. ¡Dime si explicó que toda patética cosa que estaba haciendo no era más importante que tu propia hija! No dijo nada, mientras que aumentó un músculo de su mandíbula. Yo había encontrado. La verdad. La verdad que ninguno de ellos alguna vez querían que supiera. Mi madre siempre me decía que la verdad será la que me hará libre. No me sentía libre. La traición envenenado mi sangre como un lodo negro, haciéndose cargo de todo a su paso. Los dos de ellos ya no podían ocultar sus pecados. Me acordaba y exigía la penitencia. Mi padre estaba estoicamente inmóvil. Había matado a mi alma y buscaba su regreso. —Mamá se vino abajo después de que tú la dejaste por la niñera. Y luego robaste la custodia de nosotros. La dejaste sin nada. Tú eras su mundo. Ella no tenía nada por lo que vivir, no había razón para tomar los medicamentos. ¡Tú dejaste su derecha cuando ella estaba poniendo su desempeño! Sus ojos se estrecharon. —¿Son esas palabras tuyas, Echo, o las de tu madre? Tienes razón en una cosa. Yo hice todo lo posible para asegurarme de tener la custodia tuya y la de tu hermano. Contraté a los mejores abogados semanas antes y saqué a tu madre para garantizar que nunca volvería a compartir la custodia conmigo. Lo único que lamento es que permití esas visitas, y le di tiempo para vomitar esas mentiras y hacerte daño.
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Mamá dijo que Aires y yo éramos un juego para él. Que él nos utilizó para hacerle daño. —¿Quieres decir que lamentas tenerme? ¿Te arrepientes de qué me enteré de que tú tomaste a Ashley sobre todas las cosas y todos los demás? —grité tan fuerte que mi garganta se convirtió en carne viva. Cada parte de mí se estremeció y calor enrojeció mis mejillas y la parte posterior de mi cuello. ¿Alguna vez me amo? ¿Alguna vez? —¿Cómo pudiste abandonarme? La ira se drenó de la cara de mi padre, dejándolo pálido y viejo. —Lo siento. No tienes idea de cuánto lo siento. Aspiré y luché por contener las lágrimas antes de caer. No iba a llorar delante de él. No le daría la satisfacción de saber que me había arrancado en mil pedazos. Pero necesitaba descansar. Necesitaba que todas las voces y las pesadillas desaparecieran. No tenía a nadie ahora. Nadie. Y los maldecí por hacerme rogar por la única cosa que me daría paz unas horas. —Quiero mis pastillas para dormir. Estoy cansada y necesito dormir. Por una noche, sólo necesito dormir. Ashley se deslizó por el lado de mi padre, poniendo una mano en su hombro. Ni una sola vez me miró. —Las voy a conseguir. El médico dijo que se puede desplazarse hasta diez mg. —Voy a estar en mi habitación —dije, sin importarme si alguna vez volvía a hablar con mi padre otra vez.
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38 Noah Traducido por Mel Cipriano Corregido por Dara.Nicole
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yer por la noche, Echo llamó mientras estaba en el trabajo. Dejó un mensaje diciéndome que estaba tomando pastillas para dormir y que no contestaría su teléfono hasta el amanecer. Había sonado... destruida. En el borde, la esperé en su casillero antes de la escuela, pero nunca apareció, y me dejó sentado en tecnología de los negocios, volviéndome malditamente loco. Tres mensajes. Le dejé tres mensajes. Diablos, yo no solía dejar mensajes, sin embargo, le había dejado a esta chica tres. ¿Dónde estaba? Me quedé mirando su asiento vacío en la parte delantera, deseando que apareciera por arte de magia. El Sr. Foster parloteaba sin cesar. Cada segundo en el reloj duraba tres veces más tiempo de lo normal. Mi bolsillo derecho vibró y se me cayó el lápiz tratando de tomarlo. Tanto Isaías como Rico me lanzaron una mirada en el momento en que escucharon la vibración. Cuando registré el identificador de llamadas, el corazón me dio un vuelco. Echo. —¿Sr. Hutchins? —preguntó el Sr. Foster. Maldita sea. —Sí, señor. —Dejé que mi teléfono vibrara, enviando a Echo al correo de voz. —¿Es un teléfono celular lo que escucho? —Sí. Isaías saltó. —Lo siento, señor. Olvidé apagar el mío esta mañana. La mirada del Sr. Foster iba de la mía a la de Isaías, obviamente no lo
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creía, pero aún así tendió su mano hacia Isaías. —Ya conoces las reglas. Puedes recogerlo al final del día. Isaías entregó su teléfono sin decir nada más, dándome una sonrisa socarrona cuando regresó a su asiento. Asentí con agradecimiento. ¿Qué había hecho para merecer un hermano como él? Se inclinó hacia mí una vez que el Sr. Foster continuó su aburrida conferencia. —Dile que le mando saludos. *** Salí de clase, golpeando la marcación rápida en un tiempo récord. Mi corazón tartamudeó con cada tono. Maldita sea. Atiende. Su hermosa voz llenó la línea. —Soy yo. Ya sabes qué hacer. —Me estás matando, bebé. —Colgué. Llegué a mi casillero, tiré mis libros y comprobé el buzón de voz. Isaías se paseó hasta el otro lado del pasillo y se apoyó contra la pared. Beth se unió a él segundos después, con un cigarrillo sin encender en la mano. —¿Qué está pasando? —Echo lo ha llamado durante período pasado y no pudo atenderla. Ahora está enojado —respondió Isaías. —No, no lo estoy —espeté. Sí, sí lo estaba. Isaías se encogió de hombros mientras reprimía una sonrisa. Echo había dejado un mensaje corto, sin vida. —Hey, creo que voy a intentarlo más tarde. Te quiero. Maldita sea, Echo. Tienes que darme más que eso. Todavía quedaban el almuerzo y tres periodos más. No iba a sobrevivir. —Voy a comer algo. Nos vemos en la cafetería, chicos. —Espera. Vamos contigo —me llamó Beth—. Voy a fumar más tarde. No llevé nada conmigo a la cafetería, así que en lugar de dirigirme a mi mesa, fui directamente a la línea. Los amiguitos de Echo se reunían en su mesa, ajenos al hecho de que en algún lugar al otro lado de los muros de la escuela, ella estaba sufriendo. Había tomado una ración doble cuando unos ojos azules se encontraron con los míos. Lila escribió furiosamente en su teléfono antes de llamarme. —¡Noah! —Su mesa entera se congeló y la miré fijamente. —¿Lila? —preguntó Grace dócilmente.
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Lila le envió a Grace una mirada de muerte y se acercó a mí. Mi concepto de ella aumentó. —¿Has hablado con Echo? —Sólo por mensajes. ¿Qué está pasando? Lila miró por encima de mi hombro. Seguí su mirada para ver que Luke nos miraba fijamente. Y continuó—: No lo sé. Me llamó ayer por la noche, pero estaba con Stephen. En ese preciso momento, nuestros teléfonos sonaron para notificarnos de un mensaje de texto. Simultáneamente, los sacamos y contuvimos el aliento mientras leíamos el mensaje de Echo: Estoy al otro lado de la calle. Gracias, nena, por esas cuatro palabras hermosas. Giré sobre mis talones y murmuré hacia Lila. —Vamos a ir. Dudé cuando Lila siguió mirando a su teléfono. —Ella me necesita —dijo y su teléfono sonó de nuevo—. Pero dice que está bien si no voy. —Una guerra de emociones se desataba en su rostro—. Tengo un examen en el próximo período y… —Tú no faltas. Se alisó el pelo. —Mira, ella me dijo que eres un gran tipo. ¿Crees que podrías sorprenderme y mantener a mi mejor amiga bien hasta que pueda salir de la escuela? Yo podía hacerlo mejor. Podía cuidar de ella ahora y después de la escuela. —Sí. —Dile que la quiero, ¿de acuerdo? —dijo Lila—. Estaré allí tan pronto como pueda. —Si. —Esta chica realmente se preocupaba por Echo—. Puedo hacer eso. *** Con las ventanas abiertas, Echo se encontraba sentada en el lado del conductor del Civic Honda gris que su padre le había comprado para remplazar al Dodge Neon. Me deslicé en el coche junto a ella. Cuando estaba a punto de cortar mi motor, encendió el suyo, y me miró mientras bajaba mi ventana. —Quiero ir a un sitio —dijo ella—, pero no quiero ir sola. Siento haberte pedido que vinieras. Yo no lo sentía. —Te llevaré a donde quieras ir, nena.
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Me esperaba una sonrisa, pero en lugar de eso negó con la cabeza. ¿Qué había pasado ayer que era tan grave? —¿Me seguirías? Necesito unos minutos más a solas. —Todo lo que necesites. —Aunque anhelaba estar respirando el mismo aire que ella. —¿Noah? —dijo antes de que yo volviera a subir mi ventana—. Gracias por faltar a tus clases por mí. —Y finalmente, sonrió. No era una sonrisa enorme y llena de alegría, pero aún así estaba allí. —Cualquier cosa por ti. *** A mamá le habría encantado un día como ese: se notaba la calidez de la primavera y las grandes nubes eran blancas y mullidas contra un cielo completamente azul. Odiaba ese lugar, sin importar el clima. Resthaven siempre sería ese día gris, lluvioso y húmedo en junio, con mis hermanos y yo de quedándonos bajo una poco brillante tienda hecha por nuestras manos. Tyler estrangulando mi cuello, llorando por mamá, y Jacob preguntándome si mamá y papá se mojarían, explicándome una y otra vez que mamá odiaba mojarse. Ella no lo dejaba salpicarla en la bañadera. Papá estaba de traje y se enojaría si se mojaba. Por primera vez en mi vida, me quería morir. Me hubiera gustado estar durmiendo en mi cama y haber muerto justo al lado de mis padres, pero si hubiera estado en casa, aquello nunca habría sucedido. Mi culpa era un nudo alrededor de mi cuello. Una carga que manejar. Y cuando me graduara, haría las cosas bien. Yo tendría a mi familia junta de nuevo. Aparqué detrás de Echo en el jardín del este, bajo los robles imponentes. Echo había evitado el semáforo entrando en el lugar y yo no lo había hecho, dándole una ventaja. Se sentó con las piernas cruzadas en medio de la sección de cementerio, descansando la cabeza sobre sus manos juntas, mirando a una lápida de mármol blanco. Sus rizos rojos se movían con la brisa y el sol brillaba directamente sobre ella, un ángel en medio del infierno. Ella nunca apartó la vista de la lápida. —Gracias por hacer esto, Noah. Sé que estar aquí es difícil para ti, también. Difícil era una subestimación, pero sólo estaba mostrándole lo mucho que me preocupaba por ella. —¿Crees que la Sra. Collins me va a culpar por tu repentina necesidad de abandonar la escuela? Echo abrió la boca para responder, pero, en cambio, exhaló. Lo
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había dicho para mejorar su estado de ánimo, pero ella se encontraba demasiado hundida como para ver la luz del día. Me senté a su lado. Incapaz de detenerme, rastrillé una mano por los rizos que fluían por su espalda. Tocarla en ese momento era una necesidad. Me gustó la simplicidad de la lápida: Aires Owen Emerson: hijo, hermano, Marin. —¿Qué fue lo que recordaste? Se frotó la barbilla contra sus manos entrelazadas. —Me dejó allí. En casa de mi madre. Lo llamé y él no respondió. Él... umm... no. —Echo bajó la cabeza. Seguí peinando su sedoso cabello y escuchando a los pájaros cantarse unos a otros. Sus hombros nunca se sacudieron. No había lágrimas corriendo por su rostro. El peor tipo de llanto no era el que todos podían ver, el llanto en las esquinas, el desgarro en la ropa. No. Lo peor sucedía cuando su alma lloraba y no importaba lo que hiciese, no había manera de consolarla. Una sección del alma se marchitaba y se convertía en una cicatriz. Para la gente como nosotros, el alma contenía más tejido cicatricial que la vida. Tomó algunas hojas de hierba. —Estoy sola ahora. Aires está muerto. Mamá está Dios sabe dónde. Y mis amigos... bueno... ya sabes. Mi padre era una posibilidad remota, pero fingí que lo tenía. Traté de llegar a ser la hija que él buscaba amar, pero... —Negó con la cabeza—. Es horrible estar sola. —Ven aquí, nena. —Y con mis palabras, Echo se inclinó hacia mí: suave, flexible rota—. No estás sola —le susurré en su pelo mientras la acunaba en mis brazos—. No estás sola, porque me tienes a mí. —Y te amo más de lo que podrías imaginarte.
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39 Echo Traducido por Deeydra Ann’ Corregido por Escritora Solitaria
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oah se ofreció a llamar al trabajo para que pudiéramos pasar la noche juntos. Una gran parte de mí esperaba que lo hiciera. Quería quedarme en sus brazos por el resto de mi vida. Por eso, tomó cada onza de autocontrol para no saltar sobre su oferta. Sabía que él necesitaba el dinero. Por otra parte, Lila comenzó a enviarme mensajes cada dos segundos al momento en que dejé la escuela. —Tu papá llamó a mi mamá buscándote —dijo Lila a mi derecha—. Ella le dijo que estabas aquí. Nos sentamos en las masivamente amplias escaleras de su terraza trasera, con vistas al terreno detrás de su casa. Las campanas de viento tintineaban con la suave brisa, y el sol besó mis brazos desnudos. —¿Viene a buscarme? —Tenía que saber que había faltado a la escuela. —No, pero si le pidió a mi madre que te recordara que el toque de queda es a medianoche. El impulso de reír sacudió mi cuerpo, y cuanto más duro intentaba mantenerlo dentro, crecía más poderoso. Finalmente, lo dejé escapar. Lila sonrió al principio, y luego se echó a reír conmigo. —¿Qué es tan gracioso? Respiré hondo y me limpié los ojos. —Mi padre me dejó por muerta y tengo un maldito toque de queda. Lila se rió. —Eso es un poco gracioso. —Suspiró—. ¿Qué vas a hacer? —No lo sé. —Y no lo hacía. La sola idea de ir a casa rechinando en mis nervios como papel de lija—. ¿Sabes lo que sé?
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—¿Qué? Extendí mis brazos. —Extraño la sensación del sol en mi piel. Sólo por curiosidad, ¿cómo reaccionarías si llevara camisetas de manga corta a la escuela? La boca de Lila se torció hacia arriba. —No hay diferencia si llevas camisetas de manga larga. —Grace tendría un infarto. —Grace se puede ir al infierno. —El arrebato inusual de ira de Lila me sorprendió—. Tenemos dos meses hasta la graduación. Puedes vivir la vida para complacer a los demás o para ti misma. Ven el próximo otoño, voy a estar viviendo a lo grande en la Universidad de Florida y olvidando que alguna vez hice amistad con gente como Grace. He tomado mi decisión. ¿Cuál es la tuya?
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40 Noah Traducido por Monikgv Corregido por Nats
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an pronto como terminé de ducharme, planeé llamar a Echo y luego dirigirme donde Antonio y quedarme por el resto de la fiesta. A las once, Echo fácilmente seguiría despierta. Con suerte, Lila habría ayudado a disminuir el impacto de su nuevo recuerdo. No debí ir a trabajar. Debí quedarme con ella. Hombre, era un idiota. Se lo compensaría mañana. Hace tres años, me imaginé gastando mi último año eligiendo en que Universidad jugaría al baloncesto, no negociando mi salario y beneficios para convertirme en el gerente diurno del Malt and Burger. Pero, ¿cómo podría discutir un salario, seguro médico y horas estables? No podía robar un banco, pero podría permitirme algo pequeño y decente para mí y mis hermanos. Tenía una enorme lista de cosas que preferiría hacer en vez de voltear hamburguesas. Voltear hamburguesas y enseñarles cómo hacerlo: mi maldito sueño hecho realidad. El agua caliente lavó la grasa de mi turno. Buscar un apartamento sería lo siguiente: con dos habitaciones, o tal vez una. Podía dormir en el sofá y darles a mis hermanos la habitación. De cualquier forma, mi apartamento requeriría de una buena ducha y mucha agua hirviendo para eliminar el hastío de las hamburguesas volteadas. Diez minutos después, el agua caliente se desvaneció, dejando sólo vapor. La niebla se arrastró dentro del cuarto de baño y dentro de mi cerebro. ¿Qué estoy haciendo? Mi madre me había llevado a su oficina en el campus al menos una vez al mes. —La universidad es necesaria, incluso si eres un militar atado. La universidad es lo primero, luego decides tu futuro —manifestó su suave voz. Limpié el espejo y vi los ojos de mi madre mirándome fijamente. —No me dijiste que diablos hacer si moríais.
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Las gotas de agua colgaban en el aire pesado y húmedo, y en mi cuerpo. La calefacción en el sótano resonó varias veces antes de reaccionar, enviando aire fresco a través de la abertura en el suelo. Me quedé de pie mirando fijamente, esperando su respuesta. —¿Noah? Una voz bienvenida —no la de mi madre, pero bienvenida igualmente: Echo. Una sonrisa se dibujó en mi rostro. Esto era demasiado bueno. Yo en una toalla, solo en casa con mi ninfa. Salí del baño. —Qué tal, nena. Echo se asomó por la esquina y sus rizos rojos rebotaron cuando rápidamente volvió su cabeza hacia la dirección opuesta. —Oh, Dios, lo siento tanto. Esperaré fuera o algo así hasta que tú… Um… Ya sabes, te vistas. Caminé hasta la sala detrás de ella, pasando mi mano por su espalda. —¿Qué estás haciendo aquí? ¿Se os acabaron los chismes a Lila y a ti? —Yo, um, tomé una decisión. ¿Puedes ponerte algo de ropa? —Acercándote a tu toque de queda, ¿no? Se encogió de hombros y evitó mirar en mi dirección. —Ven aquí. —Tomé su mano y la guié hacia el sótano. —No, en serio, Noah —dijo. —Esperaré hasta que estés vestido. ¿Y perderme el rubor arrastrándose a través de su rostro? De ninguna manera. —Date la vuelta si quieres, pero no me importa si miras. —Solté su mano cuando llegamos al final de las escaleras y caminé hacia mi cesta de ropa, tomando un par de vaqueros—. Date la vuelta ahora. O no. — Miré sobre mi hombro. Echo me daba la espalda y cubría sus ojos. Me reí—. ¿Qué está pasando, nena? No eres de las que rompe las reglas. —No tengo ganas de volver a casa. Por lo menos no aún. Cerré la cremallera. —Ya puedes mirar. Echo se dio la vuelta y sus ardientes ojos color esmeralda viajaron hasta mi pecho desnudo. Se lamió los labios y se centró rápidamente en doblar una manta que Beth había dejado en el sofá. —Todavía estás mojado. Me deseaba, sólo que no tanto como cada palpitante músculo de
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mi cuerpo la deseaba a ella. Detrás del hambre en sus ojos se posaba un dolor silencioso. Echo colocó la manta perfectamente doblada en el sofá y la alisó varias veces, insistiendo en la búsqueda de la perfección en un mundo en donde ésta no existía. —Si no quieres ir a casa, ¿qué quieres hacer? —pregunté, sentándome en la cama. Echo se dejó caer en el sofá, envolviendo los brazos a su alrededor. —Lila dijo que podía quedarme esta noche con ella, pero Stephen terminó llegando… —Su tono indicaba que preferiría clavarse las uñas en la frente que regresar a eso. —Los padres de Antonio están fuera de la ciudad. Beth e Isaiah ya están allí y planean quedarse toda la noche. —No necesitaba mencionar la cantidad de marihuana que Beth llevó consigo. A penas escuché su suave comentario de “Yay”, pero sus manos animadas de forma sarcástica fueron difíciles de ignorar. —Él específicamente llamó y preguntó si te llevaría. —Y esa sería la razón por la que nunca le mencionaría la fiesta a Echo. Chico casero o no, era demasiado amistoso con mi chica. Pero si estar con otro gurú del arte la hacía sonreír, la llevaría. —Podemos… —Su rodilla rebotó—. ¿Podemos quedarnos? —Sí. Se estiró las mangas y se quedó mirando el suelo. Por lo menos ya no usaba los guantes cerca de mí. Podía pensar en muchas cosas que hacer con Echo solos en casa. Diablos, había fantaseado con momentos como este, pero maldita sea si no me hacía querer ser un hombre mejor. — ¿Quieres hacer algo normal? Un curioso destello cruzó su rostro. —¿Quieres estudiar? —Hay otras cosas normales. —Discretamente reajusté mis jeans, tomé el control remoto, y me uní a Echo en el sofá atrayendo su esbelto cuerpo junto al mío. Me gustaba la sensación de ella fundiéndose conmigo mientras buscaba un canal prometedor—. Incluso haré palomitas. A lo largo de la película nos movimos para comer palomitas, todo cambió de sentirse cómodo a incómodo; una torpe danza para retener mis manos y partes de las familiares, y no tan familiares, áreas del divino cuerpo de Echo. Era capaz de ser un caballero durante la película, por lo menos. Los créditos aparecieron y mi mano izquierda, que había colocado detrás de mi cabeza para evitar su vientre tentador, hormigueó entumecida.
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Mi paciencia finalmente se terminó. —Esto es ridículo. —La tomé y la alcé sobre mi hombro, sus pies desnudos colgando frente a mí. Una risa tintineante llenó la habitación. —¿Qué estás haciendo? La arrojé sobre la cama. Su cabello rojo fuego se extendió sobre la almohada. Mi sirena me sonrió. —Poniéndonos cómodos —dije. Echo parpadeó y hambre pura remplazó la risa que bailaba en sus ojos momentos antes. Sus delicados dedos se deslizaron por mi brazo, excitando cada célula. —No luces muy cómodo. —El sensual tono causó que algo muy dentro de mí se moviera. Tragué saliva, tratando de alejar el inesperado aleteo de nervios en mi estómago. —Echo… Mi corazón se llenó, haciendo que mi pecho doliera, y respirar se volvió casi imposible. Paralizado por su belleza, me cerní sobre ella. No era una ninfa, era una diosa. Sus manos continuaron quemando al subir por mi brazo y sobre mi pecho. Movimientos audaces para ella. Su pecho subía y bajaba a un ritmo más rápido. —Quiero quedarme contigo esta noche. Contuve el aliento mientras sus dedos se arrastraban por las hendiduras de los músculos de mi torso y la alentaban a continuar mientras hacia un lento descenso. Acariciando el tibio enrojecimiento que se formaba en su mejilla, me hundí en la cama. —¿Estás segura? —Sí. —¿Qué hay de tu padre? Susurró—: Ya me encargaré de él. Suaves manos se tejieron entre mi cabello, guiando mi cabeza hacia la suya. Aspiré su delicioso y cálido perfume: rollos de canela, directamente salidos del horno. El primer contacto con sus labios no me decepcionó. Dulce azúcar jugó con mi lengua, aumentando mi consciencia de lo que Echo me ofrecía. Esta chica era dueña de mi alma y me robó el corazón. Se había abierto a mí, dándome amor y nunca pidió nada a cambio. Profundicé nuestro beso, las palabras te amo atrapadas en mi mente.
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41 Echo Traducido por Lucia A. Corregido por Juli_Arg
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oah trazó una línea de ardientes besos a lo largo de mi nuca y mi cuello, confundiendo mi cerebro. Parte de mí le respondió, se aferró a él, lo abrazó con más fuerza a mí. La otra parte se congeló de miedo, absolutamente aterrorizada de lo desconocido, horrorizada de decepcionarle. —Dime qué hacer. Su cálido aliento me hacía cosquillas en la oreja. —Relájate. Pero contra mi voluntad, mis músculos hicieron exactamente lo contrario. Debajo del toque típicamente acogedor de Noah, me encontraba rígida. —Por favor, Noah, no quiero hacer esto mal. Dime cómo hacerte sentir bien. Se movió para que su cuerpo descansara al lado del mío, su pierna y brazo todavía me cubrían. Me sentí pequeña bajo su calidez y fuerza. Sus ojos marrón chocolate se suavizaron. —Estar contigo se siente bien. Tocarte... —Acomodo un rizo detrás de mí oreja—, se siente bien. Nunca he deseado nadie como te deseo. No hay nada que puedas hacer mal cuando sólo con respirar haces que todo esté bien. Quería creerle, pero Noah era experimentado y yo... no lo era. Podría estar intentando hacerme sentir mejor, pero aburrido con mi falta de conocimiento. Su mano enmarcó mi cara y su tono bordeaba con ronca autoridad. —Te deseo, pero sólo si tú quieres. —Duele la primera vez. Mis amigas, todas me dijeron. —Y la segunda y la tercera, y con el tiempo, a veces, no duele—. Y debo decirte, que
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estoy en control de la natalidad. Así que... sabes... Estoy protegida de... — Bebés—. Cosas. Pero deberías usar algo también... porque... La sonrisa malvada que me encantaba se extendió por su rostro. Sus labios tocaron los míos, dibujando con ternura una respuesta. —Relájate y yo me encargo de todo. Le devolví el beso, permitiendo que mis brazos se enrollaran a su alrededor. Sus dedos suavemente masajeaban mi cuello, liberando la tensión, borrando mi inquietud. El beso se convirtió en una droga que ansiaba más con cada toque. Nuestros cuerpos entrelazados tan estrechamente entre sí, que no tenía ni idea de donde empezaba yo y terminaba él. Noah se sentía fuerte, caliente, musculoso y seguro y olía, oh, Dios, delicioso. No podía dejar de besarle si mi vida dependiera de ello: sus labios, su cuello, su pecho y Noah parecía tan hambriento como yo. Rodamos y nos tocamos mientras nos despojamos de la ropa no deseada. Gemí y gimió y mi mente, alma y cuerpo se encontraban en el borde del puro éxtasis. Y esperé. Esperé por ese momento de pausa para la protección y luego, el ardiente dolor que mis amigas me habían descrito, pero Noah nunca se detuvo y el dolor nunca llegó, ni siquiera cuando susurré su nombre y alabé a Dios varias veces seguidas. Ambos jadeamos por aire mientras suavemente nos besábamos y luché por comprender que aún era virgen. Se movió fuera de mí y me tiró cerca de él. Mi cuerpo entero se encontraba perezosamente cálido, feliz y satisfecho. Escuché los latidos de su corazón y cerré los ojos, disfrutando del relajante tirón de su mano en mi cabello. —Noah —susurré—. Pensé... —Que íbamos a hacer el amor. Alzo mi barbilla, obligándome a mirarlo. —Tenemos siempre para trabajar en eso Echo. Vamos a disfrutar de cada paso del camino. Mi mente viajó de un lado a otro. Principalmente enfocado en su corazón, su tacto y la palabra más dulce que nunca había oído: siempre. Un claro pensamiento forzó a mis ojos a abrirse nuevamente. —Estás poniéndome a dormir. —¿Y? —preguntó un poco demasiado inocentemente. Tragué saliva. —Voy a tener pesadillas. —Entonces tendremos una excusa para hacerlo otra vez.
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42 Noah Traducido por Mery St. Clair Corregido por Juli_Arg
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l familiar tono de mi móvil me despertó. Mis brazos y piernas enredados como tentáculos alrededor de Echo, mi ninfa que dormía con su espalda apretada contra mí. Quité mi mano de su estómago para extender mi brazo hasta mi celular en mis vaqueros, los cuales habían sido lanzados durante nuestras actividades anteriores. —¿Hola? —Aclaré mi garganta. —¿Noah? —¿Sí? —No reconocí al hombre en el otro extremo. Echo permaneció felizmente dormida. Me aparté de ella, colocando la sábana alrededor de su esbelta figura. Millones de pensamientos corrían en mi mente agotada. ¿Si algo les ocurrió a Isaiah o a Beth? ¿Estarían heridos o en la cárcel? Keesha o la Sra. Collins me habrían llamado si algo les hubiera ocurrido a mis hermanos. —Soy Owen Emerson. El papá de Echo. —Hizo una pausa. Frotando mi cabeza para despertar a mi cerebro, mantuve mi boca cerrada mientras caminé al otro lado del sótano. No sería una buena conversación si comenzaba mencionando que tenía a su hija durmiendo en mi cama, medio desnuda. —Lamento despertarte, pero Echo salió esta mañana bastante molesta conmigo y no regresó a casa. —Estiré mi cabeza para revisar el radio reloj en el suelo, al lado de la cama. Las dos de la mañana. Su papá debía estar al borde de un infarto. Por extraño que pareciera, no sonaba con un pitbull rabioso—. Apagó su teléfono y he llamado a sus amigas. Lila me dio tu número y me dijo que podría estar contigo. La sábana subía y bajaba con el ritmo constante de la respiración de Echo. Había venido a mí esta noche, confiando en mí. Si yo le dijera
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que viniera y se la llevará, rompería mi corazón y posiblemente ella no volvería a confiar en mí. —Sr. Emerson… —Por favor, Noah, es mi hija. Necesito saber si está bien. —Nunca había escuchado a un hombre sonar tan desesperado toda en mi vida. Casi tan desesperado como mi propia necesidad de saber que Jacob y Tyler están a salvo. —Ella está aquí. —Mi corazón dejó de latir, esperando a que sus instintos de padre protector salieran a la luz. —¿Está bien? —Sonó… ¿Aliviado? —Sí. Está durmiendo. Desde hace un buen rato. No me gustaría despertarla. Hizo una pausa de nuevo. —¿Cuándo se durmió? ¿Adivinando? —En algún momento cerca de la una. —¿Y ha dormido sin interrupciones? Menos mal que conocía los patrones de sueño de Echo, o lo poco que duerme. De lo contrario, habría pensado que su pregunta era algo normal. —Sí, señor. Ni una palabra. Esperé en un silencio pesado a que debatiera sus opciones: hacerme despertarla para que fuera a casa o dejarla dormir. —¿A tus padres adoptivos no les importa que esté allí? —No. —Ellos se encontraban en el lago, pero incluso si estuvieran aquí y pusieran la suficiente atención para notar que traje una chica a casa, sólo me recordarían que no podría quedarse a vivir aquí si quedaba embarazada. —¿Puedo hablar con ellos? No. —Están durmiendo. —Por supuesto, por supuesto. Echo mencionó que tienes una hermana adoptiva. Asumo que está compartiendo su habitación. Técnicamente. —Sí. —Cuando ella estaba aquí, Beth dormía en la cama. —Dile que la llamé en cuanto se despierte en la mañana. —Sí, señor. —Y Noah, gracias por decirme la verdad. —De nada. —Colgué y me metí de nuevo en la cama, abrazando a Echo. Desperté con los brazos vacíos. Echo había mantenido su cálido
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cuerpo cerca del mío toda la noche. Una punzada de preocupación pinchó mi pecho. ¿Dónde estaba? Mis ojos se abrieron para encontrar la más sexy de las vistas en el mundo. En ropa interior negra y una camiseta sin mangas, Echo se encontraba tendida a mi lado. Su cuaderno de dibujo yacía en la cama, el lápiz moviéndose rápidamente en su mano. Una foto de mis hermanos se apoyaba en la almohada. —Hola, bebé. Me dio una rápida mirada y una sonrisa tímida. —Hola. Eché un vistazo al reloj. Diez y media de la mañana. Isaiah y Beth probablemente pasarían por aquí pronto, pero sería un pecado verla poniéndose su ropa. —¿Cómo dormiste? La sonrisa desapareció, pero siguió dibujando. —Mejor de lo normal. Mi corazón se cayó. Quería ser la respuesta a sus problemas. —¿Tuviste pesadillas? Asintió. —No tan vividas, sin embargo. Además, dormí más de lo que normalmente lo hago. —¿Por qué no me despertaste? —Porque te ves lindo cuando duermes. ¿Ves? —Giró la página y me mostró un dibujo de mí mismo durmiendo. —¿En que estás trabajando ahora? —Le arrebaté la libreta y tomé su mano entre la mía cuando intento recuperarla. —No lo veas. Es un dibujo en proceso. Sólo garabateaba. Noah… Volví a la página del dibujo en curso y dejé de respirar. —Por favor, no te enojes. Quería darte algo. Oh, Dios —gimió—, fue una mala idea. Aparté mis ojos de la página, acunando su rostro con mi mano. —No. Es el mejor regalo que nadie me ha dado. —Quería besarla, pero no pude. Tenía que mirar la imagen una vez más—. ¿Cómo lo hiciste? —De alguna manera, había dibujado a mis padres. Se deslizó a mi lado, descansando la cabeza en mi hombro. —Me hablaste mucho de ellos. No fue mucho o algo así, pero fue lo suficiente para que pudiera ser capaz de crear una imagen en mi cabeza. Me dijiste que Jacob se parecía a tu papá y que tú y Tyler se parecen a tu mamá. Dijiste que la Sra. Marcos te recordaba a tu mamá. Vi esta fotografía de tus
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hermanos y, no sé… puse todo junto. Te amo. Cada parte de mí se moría por decírselo. Mirando dentro de esos hermosos ojos supe que la amaba más de lo que me amaba a mí mismo. Lo había sabido durante semanas, pero no podía decirlo con palabras. Decir las palabras lo haría oficial. Eso haría que mi apego a ella fuera real. Pero esto ya era real y oficial. Era un maricón por no decir las palabras. Dilas. Sólo díselas. Contuve la respiración, abrí la boca, luego la cerré. No, no aquí. Me gustaría llevarla a un lugar bonito. Un lugar hermoso. Quizás de vuelta a la fuente de mis padres. —Tu papá llamó anoche, te buscaba. Le dije que estabas aquí. Se apartó de mí, envolviendo sus manos alrededor de sus rodillas. —Supongo que probablemente debo ir a casa. —Una amarga sonrisa colgó en sus labios—. ¿Crees que me perdone por no llegar a casa una noche? No quería que se marchara, nunca. Quería a Echo en mi cama cada noche, con mis brazos y piernas enredadas con las de ella. Pero, ¿cómo? En dos meses sería una mujer libre. Libre del colegio y, si quisiera, libre de su padre, pero yo no sería libre. Cuidar de mis hermanos no sería como ser una niñera, eso sería un trabajo. Un trabajo a tiempo completo requiere responsabilidad. ¿Cómo podía explicarle a los niños la diferencia entre una relación formal y seria y matrimonial cuando encuentran a Echo dormida en mi cama? Mejor aún, ¿el juez me daría la custodia sabiendo que la mitad de mi corazón le pertenecía a alguien más? No sería el hermano mayor. Joder, la Sra. Collins tenía razón. Sería su padre y Echo… Echo sería la mujer con quien yo durmiera. Las palabras salieron de mi boca antes de que supiera lo que decía. —Cásate conmigo. Sus ojos se abrieron y ladeó su cabeza. —¿Qué? Aparté el cabello de mi rostro, bajando el cuaderno. —Sé que es una locura, pero después de graduarnos, cásate conmigo. Conseguiremos la custodia de mis hermanos y puedes apartarte de tu papá y seremos una familia. Sé que quieres una familia tanto como yo. Su boca se abrió y sus ojos parpadearon entre la almohada y las sábanas. —Noah… yo… no lo sé. Quiero decir, ¿cómo saldríamos adelante? ¿Dónde vamos a vivir?
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—Frank me ofreció el puesto de gerente de turno ayer. Si te casas conmigo, estarás segura conmigo. Sé que conseguirás una de esas becas universitarias que has solicitado, por lo cual no tendremos que preocuparnos por pagar la matrícula. Puedes conseguir un trabajo a tiempo parcial y ayudarme a cuidar a los niños. Quizás, si las cosas salen bien, yo podría tomar clases nocturnas en un año. La emoción me atravesó. Quizás no tendría que negociar. Quizás podría tener todo, sólo un poco más lento de lo que me habría gustado. —Será perfecto. Puedes ir a clases y trabajar mientras los chicos están en la escuela. Yo puedo alistarlos y llevarlos a la escuela antes de ir al trabajo y tú puedes recogerlos después. Así, de ninguna manera el juez podrá decirme que no. —No. —La pequeña voz de Echo me pilló con la guardia baja. Tomó sus pantalones y salió de la cama—. No. ¿Eso es todo lo que he sido para ti? —Entró en ellos y luego se puso su camisa—. ¿Un medio para que obtengas a tus hermanos de vuelta? No. Distorsionó cada una de mis palabras. Salté de la cama. —No, bebé. Tienes que saber lo mucho que me preocupo por ti. Se puso sus botas. —¿De verdad, Noah? Nunca me has dicho que me amas, pero estás dispuesto a casarte conmigo. No estoy segura si lo escuchaste, pero tu propuesta sonó algo parecido a esto: “Oye, bebé, cásate conmigo y luego, puedes cuidar de mis hermanos”. Todo dentro de mí se revolvió y comenzó a hacerse añicos. Jodí esto. —Tienes que saber como me siento. Por favor, bebé, yo… Lanzó una mano al aire. —No lo hagas. No me tragaré tus mentiras. Soy la idiota en esta situación. Me dijiste que era tuya, nada más que una pieza de tu propiedad… un cuerpo con el cual dormir. Nunca me prometiste nada más. Al menos mantuviste tu palabra y me hiciste ser más que una zorra en el asiento trasero de tu auto. Así que gracias, Noah, gracias por no joderme. La puerta del sótano se abrió e Isaiah gritó—: ¡Bajando, cúbranse! Echo voló subiendo las escaleras mientras él bajaba. Isaiah se detuvo al pie de la escalera, observándola irse. —¿Dónde está el fuego, Echo? —¡Echo, espera! —grité. Isaiah bloqueó mi camino. —¿Qué demonios pasa, hombre? —preguntó. —Quítate —gruñí, y pasé junto a él. Para cuando llegué a la puerta principal, Echo ya iba una calle abajo. Golpeé mi puño contra la casa, pero mi mano palpitante no pudo igualar el dolor desgarrando mi corazón.
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Había perdido a Echo.
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43 Echo Traducido por pau_07 Corregido por Vericity
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costada en mi cama, apreté mi camiseta contra el pecho y deseé que el cuchillo parara de apuñalar mi corazón. El dulce olor almizclado de Noah quedaba impregnado en la camiseta. Había dolido cuando había roto con Luke pero nada como esto. Amaba a Noah. Realmente, de verdad, amaba a Noah. Sus mensajes tenían sentido. Todos. Dejé de contar cuantos dejó después de cinco. Se preocupaba por mí, quería estar conmigo, y había hablado sin pensar. En secreto Noah había estado preguntándose como lo haría funcionar entre sus hermanos y yo. Si sólo lo llamara, prometía encontrar una manera. Seguro, le gustaría casarse conmigo, pero únicamente en mi marco de tiempo, no en el suyo. Ayer por la mañana había estado encogida, pero mientras el día pasaba me di cuenta de que el mundo no giraba a mi alrededor. Más que nada, quería llamar a Noah, aceptar su disculpa y caer dentro de sus seguros y fuertes brazos, pero se merecía algo mejor que mi yo egoísta. Sin pensar más allá de mi próxima sesión de tutoría, había quedado atrapada entre mis propias ilusiones de encontrar mis recuerdos perdidos. No había pensado que haría después de la graduación o qué significaría para él ganar la custodia de sus hermanos. Amaba a Noah más de lo que alguna vez había amado a alguien. Lo amaba lo suficiente para hacer la cosa que me heriría. Inhalé y limpié mi cara cuando alguien golpeó la puerta. —¿Puedo pasar? —preguntó mi padre desde el otro lado. No, pero mis opciones eran limitadas. Más temprano me había escabullido por delante de mi papá y Ashley para evitar una confrontación. La reprimenda de papá tendría que pasar en algún
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momento. Presioné mi camiseta bajo las sabanas, me senté, y abrecé una almohada para evitar desmoronarme. —Seguro. Mi padre se sentó en la cama y se quedó mirando las pinturas de mi madre. Se veía tan cansado como yo me sentía. —Prométeme que no romperás el toque de queda de nuevo. —Está bien. —Ceder parecía más fácil en este momento. Abrió su boca cuando hablé, luego la cerró. Obviamente, pensó que pelearíamos. —Noah llamó al teléfono fijo dos veces. ¿Tienen una pelea? —Terminamos. Se movió en la cama. —Cariño, hizo lo correcto al decirme que estabas ahí. No tendría esta u otra conversación con él. —Un poco tarde para jugar a ser padre, ¿no crees? —Soy tu padre y nunca te he considerado un juego para ser jugado. Sí, díselo a mamá. —Mira, tenemos un poco más de dos meses hasta que me gradúe. Sólo soportémoslos, ¿te parece? Tan pronto como me gradúe, me voy. Tomaré una aceptación temprana en algún lado o conseguiré un trabajo y un apartamento. Terminaré contigo y puedes terminar conmigo. Si todo se da de acuerdo al plan, puedo salir de aquí antes de que el bebé nazca y puedes tener tu nuevo comienzo. Cada línea de preocupación se profundizó. —Echo… Dejé que la ira construida dentro de mí estallara libremente. —Ve a decírselo a Ashley. Ella es la única por la que siempre te has preocupado. —Eso no es… —Me dejaste morir. —Señalé la puerta—. ¡Fuera de aquí y fuera de mi vida! Mi padre bajó la cabeza, asintió y luego salió de la habitación.
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44 Noah Traducido por Saphira Corregido por May Mystik
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in molestarme por ir a mi casillero, me dirigí directamente a la cafetería. Echo había encontrado la manera de evitarme esta mañana, pero me maldeciría si la dejaba escabullirse ahora.
—Dile que ordené la parte del carro —dijo Isaiah cuando se sentó a mi lado. —Planeo que sea mi línea de apertura. —Me quedé viendo las puertas, esperando a que ella entrara. La daría cinco minutos más antes de perseguirla por todo el edificio. —Realmente echaste esto a perder, Einstein. —Beth arrojó su bandeja llena de comida en la mesa. —La odias —murmuré. —Ella creció en mí. Algo así como el musgo. ¿Dónde estaba? La puerta de la cafetería se abrió y su amiga favorita entro. —¡Lila! —Empujé mi silla y fui detrás de ella, pero cambió de dirección y vino hacia mí. Levantó una ceja molesta. —¿Si? Me asustaba con pocas personas, pero la mirada que me dio Lila podía asustar a asesinos seriales. —¿Sabes donde está Echo? —¿Por qué? ¿Necesitas una niñera? —preguntó secamente. Demonios, Echo debería estar enojada. ¿Escucharía algunos de mis mensajes?
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—Cometí un error y quiero hablar con ella. —Puedes decir eso otra vez. —Apuesto que estas disfrutando esto, reina del baile —gruñó Beth—. ¿Estabas asustada de que si se juntaba con gente real como nosotros, se daría cuenta que tú y las otras pequeñas aspirantes a Barbie están llenas de mierda? El labio de Lila se curvó. —Hablando de aspirantes, ¿tienes planes de ir detrás de las sobras de Echo otra vez? Demonios, esto no era lo que yo necesitaba. Beth se lanzó hacia Lila, pero Isaiah tomó a Beth por la muñeca y le susurró que se calmara. Mi silla se cayó cuando me levanté. —Olvídalo. La encontraré por mí mismo. *** Echo estaba sentada en un banco viendo el lienzo, pero esta vez no tenía un pincel en su mano. Sus manos con guantes estaban apoyadas en sus rodillas. —Sabes que es grosero no regresar la llamada. —Contuve mi respiración, esperando por su ira. Me dio una sonrisa triste, hiriendo mi corazón. En cualquier momento hubiera preferido su furia que el dolor. —No es la primera vez que piensas que fui grosera. —Me miró—. Oye, Noah. —Echo. —Me permití acercarme, pero no tan cerca—. Es lunes, lo que significa que deberías darme tutoría esta tarde. —Nunca has necesitado un tutor, solo motivación. Frotando la tensión de la parte de atrás de mi cuello, continué. —Mira cometí un gran error el sábado. Nunca debí haber traído el casamiento. Estaba fuera de mí. Dibujaste esta pintura de mis padres y después pensé lo mucho que te amo y como no puedo tenerte y tener a mis hermanos. Añadí una estupidez, pensé otra y creé un montón de mierda. Los labios de Echo se movieron. —Esa es la peor disculpa que he escuchado, pero la tomaré. Volteó su mirada hacia el lienzo blanco. Pronuncié las palabras que nunca le había dicho a una chica —la amaba. Las chicas ansiaban
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palabras como esas pero la distancia entre nosotros se había hecho más grande. —Te amo Echo. Podrías nunca casarte conmigo y aún te amaría. Encontraremos una manera de resolverlo. No eres responsable por mis hermanos. —Lo sé. —Suspiró y se veía cansada. Sus pies comenzaron a balancearse en la pata del taburete—. También te amo, y por eso, creo que es momento que terminemos esto. —El dolor me cauterizó, seguido por un rápido destello de enojo. —Pero dijiste que me perdonabas. Tomó una brocha, la mojó en pintura negra y manchó con puntos en medio del lienzo. —Tengo un veinte por ciento de posibilidad de heredar los genes de mi madre. —¿Qué tiene eso que ver con esto? No eres tu madre. Estás muy lejos de ser como esa perra loca. —Está enferma, Noah, no loca —susurró. Esta conversación era completamente extraña. —Te cortó en pedazos. Esto es loco. Cerró sus ojos con fuerza y retrocedió. —Caí. Tire la pintura de su mano y la tiré al otro lado del salón. —A joder con eso. Si eso fue un maldito accidente, deberías recordarlo. —Pasé mi mano por mi cara, tratando de calmar la ira—. ¿Qué demonios tiene esto que ver con algo? ¿Con nosotros? Echo abrió sus ojos y reveló un dolor adormecedor. —Todo. La necesidad de tocarla me abrumó y cedí. Caminé hacia ella, pero Echo saltó y puso el taburete entre nosotros. Lo empujé y seguí avanzando. Presionó sus manos contra mi pecho y trató de empujarme. —No puedo pensar claramente cuando estás tan cerca. La puse contra la pared. —No me gustan los pensamientos que corren por tu cabeza. Planeo quedarme aquí hasta que me veas a los ojos y me digas que eres mía. Agachó su cabeza y se escondió en su cabello. Mientras hablaba su tono me recordaba a Jacob cuando finalmente entendió que mamá
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nunca lo volvería a sostener otra vez. —Esto no va a funcionar. Nunca podría. —Mierda. Pertenecemos el uno al otro. —Echo sollozó y el sonido me desgarró. Bajé mi voz—. Mírame, bebé. Sé que me amas. Hace tres noches estabas dispuesta a ofrecerme todo. No hay manera que te puedas irte de mí. —Dios Noah... —Su voz se quebró—. Soy un desastre. ¿Un desastre? —Eres hermosa. Finalmente ella levantó su cara. Sin lágrimas, pero quedaba el rastro. —Soy un desastre mental. En dos meses te vas a enfrentar algún juez y convencerlo que tú eres la mejor persona para criar a tus hermanos. Soy una carga. Una voz molesta me dijo que me callara y escuchara. —No es verdad. Mis hermanos te amarán y tú los amarás. No eres una carga. —¿Pero cómo me verá el juez? ¿Realmente estás dispuesto a correr ese riesgo? —Tragó—. Dos meses antes del incidente con mi mamá el terapista trató de hacer que regresaran los recuerdos perdidos. La Sra. Collins dijo que la persona trató demasiado. Me fracturé. Me levanté en un hospital dos días después con los recuerdos aún reprimidos. He sido afortunada hasta ahora, ¿pero qué pasa si se acaba mi suerte? Noah, míralo con una perspectiva de una persona de afuera. Estoy cicatrizada sin memoria de lo que me pasó. Tengo un problema mental porque traté de recordar. Mi madre es bipolar. La mayoría de las personas que son bipolares comienzan a exhibir sus síntomas en sus diecinueve o veinte. ¿Qué pasa si el juez sabe acerca de mí? ¿Qué si descubre el desastre con el que estás saliendo? Respirar se volvió una faena dolorosa. Sus labios se volvieron hacia abajo mientras que sus dedos tibios acariciaron mi mejilla. Ese toque regularmente me llevaba a sus rodillas, pero ahora me partieron. —¿Sabías que cuando dejas de ser obstinado y aceptas que tal vez esté correcta en algo, tus ojos se abren un poco cuando ladeas tu cabeza a un lado? —preguntó. Forcé a mi cabeza a enderezarse y reduje mis ojos. —Te amo. Hubo un destello de su gloriosa sonrisa y después se convirtió en la sonrisa más triste del mundo.
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—Amas más a tus hermanos. Estoy bien con ese hecho. De hecho, es una de las cosas que amo de ti. El otro día estabas en lo correcto. Quiero ser parte de una familia. Pero nunca me perdonaría que fuera la razón por la que tú no tuvieras la tuya. Para mi horror, lágrimas picaron mis ojos y tenía un nudo en mi garganta. —No, no estás jalando esa mierda de sacrificio en mí. Te amo y me amas y estamos hechos el uno para el otro. Echo presionó su cuerpo contra el mío y sus dedos se engancharon en mi cabello. Agua salía de sus ojos. —Te amo lo suficiente para nunca hacerte escoger. Ella empujó sus dedos de los pies hacia mí, guiando mi cabeza hacia abajo y gentilmente besó mis labios. No. Esto no podía ser una despedida. La llenaría y la haría darse cuenta que siempre estaría vacía sin mí. Hice mía a Echo. Mis manos clamaban su cabello, su espalda. Mis labios clamaban su boca, su lengua. Su cuerpo contra el mío y probé la humedad salada de su piel. Se forzó a alejar sus labios y me enganché más fuerte con ella. —No, bebé no—susurré contra su cabello. Ella empujó sus palmas contra mi pecho, después se hizo borroso mientras corría. —Lo siento.
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45 Echo Traducido por DaniO Corregido por May Mystik
M
e amaba. Noah Hutchins me había dicho que me amaba, y eso había hecho la semana pasada en la escuela un absoluto infierno.
La campana sonó. Todos cerraron sus libros, empacaron sus cosas de nuevo en sus mochilas y dejaron los asuntos de tecnología para el almuerzo. Yo permanecí completamente quieta. Mi mano agarró mi lápiz mientras Noah me pasaba y dejaba la habitación con sus hombros rígidos y su cabeza en alto. Él nunca notó mi presencia. Isaiah, por otro lado, se tomó su tiempo y me observó con ojos tristes mientras seguía a su mejor amigo. Por siete días, éste ha sido el modo en que Noah y yo hemos interactuado. Esperé a que él dejara la clase. Salió disparado y contuve el aliento, deseando que el dolor se detuviera si la habitación se vaciaba. Bueno, excepto por mi mejor amiga. —Echo. —Lila se detuvo enfrente de mi escritorio con sus libros apretados contra su pecho—. ¿Estás bien? No. Nada estaría bien de nuevo. —Accidentalmente escuché en el baño esta mañana que Lauren Lewis va a hacer un movimiento con Noah. —Lágrimas presionaban las esquinas de mis ojos—. No debería importarme. Quiero decir, rompí con él y él puede… —Dormir con quien quiera… Pero no podía decir eso a causa del nudo que se había formado en mi garganta. —Lila —llamó Stephen desde el pasillo—. ¿Vienes al almuerzo o no? Ella empezó a sacudir su cabeza negativamente cuando respondí por ella.
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—Ella está en camino. —Echo —dijo Lila reprendiéndome. —Estoy bien. —Fingí la peor sonrisa del mundo—. Tal vez me detendré en la cafetería hoy. No quería decir eso. Ella lo sabía, sin embargo palmeó mi mano y dijo—: Te veré allá —antes de tomar la mano de Stephen y dirigirse al almuerzo. Arrojando mis cosas en la mochila, continué luchando contra la urgencia con la que había luchado durante siete días, correr hacia Noah y rogarle que me aceptara de vuelta. No sólo lo había perdido a él, sino también la rutina de la que me había vuelto dependiente: estudiar, sesiones de tutoría, planeando cómo colarnos en nuestros archivos, e Isaiah y Beth trabajando en el auto de Aires. Perder a Noah significaba perder una vida. También significaba perder mis oportunidades de obtener respuestas. Noah había sido la mente maestra detrás de todos nuestros planes y me había apoyado en su coraje para triunfar. ¿O no? Dejé caer mi último libro en mi maleta y una ceja se lazó con el pensamiento. Mi mente empezó a girar mientras dejaba la habitación. Yo convencí a la Sra. Collins y a mi padre para cambiar la hora de las sesiones, no Noah. Encontré el apellido de los padres adoptivos de sus hermanos. Quizás, sólo quizás, podría encontrar mis respuestas por mi cuenta. Doblé la esquina del pasillo vacío y me congelé. Con su espalda contra mi casillero, Grace inspeccionaba sus uñas. —¿Qué estás haciendo aquí? —pregunté. —Hablándote. Si te hubieras quedado con Luke, aún podríamos seguir siendo amigas. —Se limpió la uña de su pulgar antes de mirarme. —¿No deberías estar en el almuerzo probándole al mundo que eres perfecta? —le pregunté. Por primera vez en mi vida, no tenía ganas de doblegarme ante ella. —Él te conseguirá de vuelta —dijo—. Luke. Cuando escuchó que rompiste con Noah, estuvo a punto de enloquecer. Terminó con Deanna. Te quiere a ti. No a ella. No, él no me quería. Era un rumor que incluso yo había escuchado, pero sabía lo que nadie sabía, Luke no podía lidiar con mi cicatrices. Me cabeza cayó antes de que me centrara de nuevo en el problema que se interponía entre mi casillero y yo. —¿Por qué te importa siquiera? La última vez escuché que estabas en el gimnasio haciendo que todo el mundo se riera a mis expensas.
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Grace se interesó imposiblemente en sus zapatos. —No soy una santa, Echo. Dispárame. No es como si tú hicieras todo sencillo. —Cerró su boca e inclinó su cabeza, una clara señal de que estaba tratando de ganar serenidad—. Sigo queriendo ser tu amiga, y podemos rescatar todo, nuestra amistad, lo que la gente piensa de ti, todo. Ahora que has botado al perdedor, sólo diremos que Noah fue un desecho cerebral. Que te usó. Te manipuló. Y luego lo viste por el idiota que es. Todo el mundo creerá eso. El enojo se disparó dentro de mí. ¿Cómo no podía entenderlo? —Estoy enamorada de Noah. Ella se separó de los casilleros, su rostro retorcido de rabia. —Y mira a lo que te llevó. Sin novio. Sin amigos. Maldición Echo, te volviste el blanco del declive social en el momento en que besaste a ese chico en público todo en nombre del amor. ¡Todo eso para nada! Nada acerca de ti ha cambiado. Sigues escondiendo tus cicatrices, sigues escondiéndote del almuerzo y sigues escondiéndote del mundo. Estabas mucho mejor antes de conocer a Noah Hutchins. Qué no daría por traer a enero de vuelta. Al menos en ese entonces venías al almuerzo. Al menos en ese entonces lo intentabas. Sus palabras se volvieron cuchillos deslizándose contra mi piel, pinchando y punzando más de lo que pensé que harían. —No soy yo la que puso condiciones a nuestra amistad. No soy yo la que está aterrada de lo que la gente pensará de mí si soy amiga de alguien que crees que está por debajo de ti. Grace se rió y no fue del tipo alegre. Era del tipo de risa que mostraba que estaba más allá de toda creencia. —Sí, lo hiciste Echo. Pusiste condiciones a nuestra amistad en el momento en que deslizaste esos guantes en tus brazos y me pediste que le mintiera a todos en tu nombre. Tuve que decirle al mundo que no sabía lo que le había pasado a una de mis mejores amigas. Y por lo de apuntar un dedo acusándome de estar aterrorizada de lo que piense la gente, dale la vuelta a ese dedo hacia ti, hermana. Si eres tan superior y poderosa, ¿por qué demonios sigues escondiendo esas cicatrices? Tragué y todo el enojo que había sentido segundos antes de drenó de mi cuerpo y se filtró en el aire. Grace estaba absolutamente en lo cierto. *** Observé mi casillero abierto y golpeé mis dedos contra la puerta. Podía hacer esto. Definitivamente podía hacer esto… mañana, o el mes
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siguiente, o nunca… No, no. podía hacer esto. Podía vivir la vida complaciéndome o complaciendo a los demás. Yo. Quería complacerme a mí. Tanto como puedo recordar he vivido para complacer a todos: mi madre, mi padre, maestros, terapistas. Aterrorizada de que si me salía de la línea perdería su respeto. Y en el caso de mis padres, su amor. Pero no más. Quería las respuestas sobre mi pasada y solo iba a descubrirlas si encontraba algo de coraje. Ayer, Grace me había alertado completamente, y hoy estaba respondiendo a su llamada. Por primera vez en dos años, había usado mangas cortas en la escuela, aunque me había puesto un suéter encima de mi camiseta. Pero no quería usar un suéter. Estaba caliente e incómoda y el suéter picaba. Alcanzando detrás de mis hombros, lo saqué por encima de mi cabeza y tomé una respiración refrescante en el momento en que el aire fresco golpeó mis brazos. La sensación me recordaba esos comerciales de verano donde obviamente gente caliente saltaban dentro de la frescura, invitando al agua. Así era como se sentía la libertad. Dejé mis libros y mi suéter dentro de mi casillero y me encaminé a través del pasillo vacío hacia la cafetería. Cómico, me sentía desnuda, como si sólo estuviera usando mi sostén y bragas, no mi camiseta favorita azul de mangas cortas y un par de descoloridos jeans. Para evitar que me diera la vuelta, enganché mis pulgares en mis bolsillos y conté las baldosas del piso. La baldosa se detenía al borde del piso de concreto de la cafetería. Risas y ruidosas conversaciones fluían de la habitación. Recé por dos cosas. Uno: no retrocedería. Dos: Lila seguiría queriéndome. Mi garganta se cerró y mi pecho se comprimió cuando levanté mis pies y crucé la barrera entre el pasillo y el comedor. Los susurros inmediatos de “Oh Dios mío” que escuchaban a medida que hacía mi procesión hacia el frente. Nota mental: esta probablemente era mi peor idea. Paseé mi mirada por la habitación y observé como las personas iban de una mesa a otra, informando que la rara había entrado a la habitación. Vamos, observen. Tal vez la próxima vez seré lo suficientemente inteligente para vender tickets. Desde el otro lado de la habitación, un par de calientes ojos marrones se encontraron con los míos. Todo dentro de mí dolía. Noah. Por una semana, habíamos pretendido que otro no existía. Él se pavoneaba a través de la escuela con sus deliciosas miradas oscuras y su peligrosa actitud como si yo nunca hubiera entrado en su vida. Noah se reía, y
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cortaba la mesa del almuerzo y se sentaba estoico en clase. Pero él no era estoico ahora. Sentado en medio de Isaiah y Beth, él se deslizó lentamente fuera de la mesa, sus ojos sin abandonar los míos. Mordí mi labio no queriendo llorar y tampoco que él se acercara a mí. No podía hacer ambas cosas en un solo día. No podía ser lo suficientemente fuerte para exponerme a mí misma al mundo y permanecer alejada de él. Cuando él tomó un pasó en mi dirección, sacudí mi cabeza y le rogué con los ojos que volviera de nuevo a su asiento. Noah permaneció de pie y corrió una mano sobre su rostro, y pronunció una maldición que le había escuchado decir más de una vez. ¿Estaba esta ruptura matándolo tanto como lo estaba haciendo conmigo? Cerró sus ojos por un segundo y cuando los abrió de nuevo, golpeó su mano contra la puerta mientras dejaba el comedor. Isaiah se disparó detrás de él. Las risas rompieron en nuestra dirección desde mi vieja mesa del almuerzo y cuando dirigí mi mirada allí ellos estaban observándome. Grace incluida, aunque ella era la única en esa mesa que no se estaba riendo. Me dio un breve asentimiento y alejó la mirada. —Que se jodan. Salté cuando noté que Beth estaba tan cerca que su brazo tocaba el mío. —¿Disculpa? Ella apuntó al resto de la cafetería. —Que se jodan. No valen la pena. —Por una vez, estoy de acuerdo. —Lila envolvió sus dedos en los míos—. Podrías haberme dicho que estabas planeando hacer esto. Habría entrado contigo. Volví mi atención a Beth, pero ya se había ido. Alcancé a captar su cabello negro balanceándose detrás de ella mientras dejaba la cafetería a través de la misma puerta que usó Noah. —¿Tienes hambre? —preguntó Lila. Lo que quería era vomitar. —No en verdad. Lila me dio su radiante sonrisa de Glinda la Bruja Buena. —Bueno. Entonces no nos sentiremos culpables por solo comer el postre. —Apretó mi mano—. Vamos, han hecho brownies.
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46 Noah Traducido por M. Ann♥ Corregido por Melii
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i puño chocó con mi casillero y el fuerte estruendo acompañó a la maldición volando de mi boca. Echo finalmente encontró el coraje para mostrar sus cicatrices y no me dejó estar a su lado. —Buena marca, hombre. —Isaiah apoyó su cadera contra la esquina del pasillo cuando cruzó sus brazos tatuados sobre su pecho—. Aprecio tu elección por mi casillero para golpear la mierda. Estaba buscando una excusa para nunca abrirlo de nuevo. Mi cabeza se sacudió cuando hice una toma doble. Maldición, golpeé el equivocado. El choque de mi error liquidó la ira en mí, dejando atrás un latido sordo en mis nudillos. —Lo siento. —¿Sacó eso fuera lo que sea que hayas tenido en tu culo? Yo estaba equivocado, parte de la rabia aún bullía en mi interior. —¿Qué se supone que significa eso? —Significa que la chica que amas está en esta cafetería desnudando su alma y tú estás aquí dando puñetazos a los casilleros. Yo llamo a eso algo en tu culo. Corrí una mano por mi cara. —Ella rompió conmigo. No es al revés… —Apunté hacia la cafetería—. Quería estar a su lado. Y me rechazó. —¿Cuando te convertiste en una oveja de mierda? A mi modo de ver, ella pudo haber dicho las palabras, sin embargo tú tenías que haber querido terminar, también. Mis músculos se estremecieron y mi puño se torció, causando se empujara fuera de la pared. Se puso de pie con los pies separados, los
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brazos rígidos cerca de sus costados. Isaiah sintió una pelea y no se equivocó. Mi voz soltó—: ¿Qué acabas de decir? —Porque él sabía lo mucho que yo amaba a Echo y esas palabras que acababa de decir rayaban en traición. Sin embargo, mi hermano continuó—: Tú debiste tener alguna duda sobre los dos porque parecías querer irte lejos. El deseo se apoderó de mí de golpear algo nuevo, pero el palpitar en mis nudillos me mantuvo conectado a tierra. —Amo a Echo. La amo tanto que le pedí que se casara conmigo. ¿Suena eso como que quería irme lejos? Sus cejas se elevaron en el nacimiento de la línea de su cabello afeitado mientras sus músculos se relajaron. —Dime que estás bromeando sobre la parte de casarse. Colapsando contra el armario, dejé que la parte de atrás de mi cabeza golpeara el metal. Me hubiera gustado haber estado bromeando. Esa pregunta se convirtió en el dominó que destruyó mi relación con ella. —No lo estoy. Lo jodí todo, hermano, y no sé cómo solucionarlo. Las botas de combate de Isaiah golpearon contra el suelo cuando se acercó a mí. —Todo lo que estoy diciendo es que no te veo luchando por tu chica, hombre. Si la quieres, entonces deja de golpear los armarios y comienza a centrarte en el premio.
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47 Echo Traducido por Madeleyn Corregido por Melii
E
l aroma de la pintura acrílica me hizo cosquillas en la nariz desde el momento en que entre a la galería. Cuadros con paisajes llenaban las paredes. Una pintura de largas briznas de hierbas curvadas por el viento capto mi atención. El día de hoy, expuse mis brazos, esta tarde, estaba encontrando respuestas. Los nervios provocaron que mi sangre saltara en mis venas. La última vez que visité este lugar, Aires todavía estaba vivo y mi madre tomaba sus medicinas. Mamá se reía cuando Aires le dijo que no entendía una de sus pinturas y él jalo mi cabello cuando le llamé idiota. Él se había reído cuando en cambio le di una bofetada. Un peso presionaba mis pulmones. Aires riendo. Debí haberlo abrazado entonces. Debería haberlo abrazado y nunca dejarlo ir. —¿Puedo ayudarle? —preguntó una voz femenina. Plasmé una sonrisa en mi cara y me volteé. —Hola, Bridget. Los ojos azules de Bridget se abrieron. Su lacio cabello negro, colgaba sobre sus hombros rodeando sus rostro. A un metro y medio, ella se alzaba por encima de mí. Como siempre recuerdo, usaba un elegante traje de negocios negro. —Echo. Dios mío, cómo has crecido. —Eso pasa. —Cambié de un pie a otro—. ¿Tienes unos minutos? —Para ti, siempre. ¿Quieres un poco de agua? —Claro. —Ella caminó hacia su oficina. —¿Qué puedo hacer por ti? Ahora o nunca. —Espero que puedas ayudarme con dos cosas. Ella me dio una botella de agua y retorció la parte superior de su traje.
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—Dime la primera. —Una vez me dijiste que si estaba interesada en vender mis pinturas debía llamarte primero ¿Esa oferta sigue en pie? Bridget se lamió los labios y se sentó. —Tu mamá me mostró tus dibujos por años. He estado muriendo por este día. ¿Trajiste alguno para echarle un vistazo? Negué con la cabeza. —Escoge tus cinco cuadros favoritos y trae un cuaderno lleno de tus dibujos para mi mañana. —Entrecerró los ojos—. Todavía estás en la escuela, ¿verdad? —Me gradúo el próximo mes. —Brillante. —Sus ojos brillaban como si su mente se hubiera ido a un lugar lejano. Parpadeó de nuevo a la vida—. ¿La segunda? —Quiero encontrar a mi mamá. Ella perdió el brillo y su sonrisa cayó. —Cassie no trabaja aquí. Ya lo sabes. —Sí, lo sé, pero eras su mejor amiga. Pensé que al menos podrías decirme dónde terminó. Tal vez si encontró otro trabajo, quien la contrató, o al menos a quien llamar por referencias. Bridget tomó un largo trago de su agua. —Tu mamá estuvo en un mal lugar por un tiempo muy largo, Echo. Lo que te pasó es una tragedia y ella siente más que remordimiento. Mi corazón latía más rápido. —¿Sabes lo que me pasó? —Sí. —Sus largas uñas arrancaron la etiqueta de la botella—. Y ella dijo que no. La adrenalina se vertió en mi cuerpo. Mi pie golpeaba el suelo. —¿Todavía hablas con ella? —Sí. —El sonido de la etiqueta rota llenó el silencio. Di la vuelta y saqué un sobre del bolsillo de atrás. —Por favor, solo entrégale esto a ella. Ella puede decidir cómo proceder. ¿Vale? Se quedó mirando mi mano extendida. —Sé que a tu padre le gustaba mantenerte en una bola de cristal por lo que quizás no estás enterada de la orden de restricción. —No estoy interesada en ser enviada a la cárcel. Sólo quiero volver a verla. —Sacudí la carta en mi mano y traté de imitar los ojos de cachorro
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de la Sra. Collins—. Por favor, Bridget. Bridget ¿Entiendes?
aceptó
el
sobre.
—No
estoy
prometiéndote
nada.
Asentí con la cabeza, demasiado como para hablar. O había resuelto todos mis problemas, o había creado todo un nuevo conjunto de ellos. No importaba. No viviría mas como una cobarde. Era el momento de ser fuerte.
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48 Noah Traducido por pao*martinez Corregido por Vericity
¿
Cómo estás, Noah? —La Sra. Collins sonrió mientras se deslizaba en su oficina y se hundía en la silla. —He estado mejor.
Eso llamó su atención. —Por lo menos estás siendo honesto hoy. ¿A qué viene eso? Negué con la cabeza, incapaz de responder. Había oído un rumor de que Luke había roto con su novia de la semana con la intención de pedir a Echo que fuera baile con él. El hijo de puta apenas esperó tres semanas antes de ir detrás de mi chica. Me removí en mi asiento, tratando de borrar la idea de Echo como mi chica. Habíamos roto, e Isaiah tenía razón, no había hecho nada para detenerlo. Quería que Echo fuera feliz y no había manera de que pudiera con un novio que estaba ocupado criando a dos niños pequeños. Isaiah dijo que debería hacerla cambiar de opinión y tratar de hablar con ella de nuevo. Quería a Echo en mi vida, pero al final su vida sería mejor sin mí. Beth prometió preguntar y averiguar si Echo aceptó la oferta de Luke. Una parte de mí esperaba que dijera que sí. Le jodí el baile de San Valentín. Se merecía un buen baile. —Vas a estar feliz de saber el resultado la prueba de drogas que el juez ordenó dio resultado negativo. Me encogí de hombros. No había tocado hierba en meses. —Se esperaba un resultado diferente? Ella se echó a reír. —He conocido a Beth. Me reí con ella. Al menos llamaba a las cosas por su nombre. Durante el último par de semanas, la Sra. Collins había tratado de cavar
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en mí, pero seguí manteniendo nuestros temas de conversación pegados en mis hermanos. A veces hablamos de la posibilidad de un futuro en la universidad que nunca tendría. —¿Cómo van las cosas con Jacob? —Después de mi visita a los abogados, Carrie y Joe encontraron un abogado implacable y rescindió mis privilegios de visita. Alguna mierda sobre mí con el uso de drogas y las fiestas y ser una mala influencia para mis hermanos. De ahí la prueba de drogas. Movimiento inteligente por su parte. Antes de Echo su reclamo no era una mierda, pero desde ella, lo era. —Sabes que no puedo hablar sobre los detalles particulares, pero te puedo contar una historia acerca de este niño maravilloso llamado Jack, quien tenía terrores nocturnos durante tres años. Mis labios temblaron. La Sra. Collins no era tan mala después de todo. —Entonces, ¿cómo está Jack? —Jack durmió durante toda la noche sin una pesadilla de la semana pasada. El aire quedó atrapado en mi pecho, por lo que era un poco difícil respirar. —Gracias. —Gracias a ti. No creo que Carrie y Joe habrían descubierto lo que le atormentaba si no me hubieras dicho. Nos sentamos en silencio durante unos segundos. Miré a mis botas de combate. —Me gustaría hablar de lo que te atormenta. —Echo ha estado ausente mucho. —Había perdido tres días hace dos semanas y dos la semana pasada. Ella arqueó las cejas. —No es exactamente lo que estaba pasando, pero lo voy a tomar. Sí, lo ha estado. Cuanto más hablaba, más acorralado me sentía en una esquina, pero no me importaba. Tal vez quería ser acorralado. —¿Está bien? —¿Por qué no se lo preguntas? —Nosotros no hablamos. —Pero lo necesitaba. La parte que Isaiah había ordenado para el coche de Aires finalmente había llegado.
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La Sra. Collins se inclinó sobre su escritorio. —¿Qué pasó entre ustedes dos? —Rompimos —dije—. He cambiado de opinión. No quiero hablar de Echo. —Aparté la vista. Pensar en Echo hacía daño. Me miró con esos ojos de cachorro y abrió mi archivo. —Entonces vamos a hablar de la fecha próxima de las pruebas ACT30. La Sra. Collins me sobornó para registrarme para el ACT. Si hacía la prueba y aplicaría a un par de escuelas, entonces me ayudaría en mi preparación para encontrarme con el juez después de la graduación. No perdió su tiempo. Todas las dudas que había acerca de obtener la custodia de mis hermanos terminó cuando Carrie y Joe se robaron mis visitas. El teléfono de la Sra. Collins sonó, algo que no había ocurrido desde que la había conocido. Ella respondió de inmediato y luego se volvió hacia mí. —Nos vemos la próxima semana. Informa a Echo que voy a estar con ella en unos minutos. Nuestra cita terminó. Deslicé una mano por mi cara cuando abrí la puerta. Desde hace tres semanas había evitado estar a solas con Echo, y ahora.... mierda. Se encontraba sentaba sola en la fila de asientos, tocando su iPhone, meciendo su pie en su propio ritmo silencioso. Cerré la puerta detrás de mí y apoyé la espalda contra ella. —Isaiah tiene la pieza que necesitas para terminar el auto de Aires. Esbozó una sonrisa de sorpresa y sus ojos verdes brillaron. —¿Estás bromeando? Supuse que después... ya sabes... él no quería... —Isaiah ha tenido que caminar con una erección desde que vio ese coche. Además, te prometí que te ayudaría a solucionarlo. —Parte de mi corazón se disparó al verla feliz, la otra parte se estaba ahogando en la miseria—. Dijo que iba a venir este fin de semana y terminarlo. —¿Este fin de semana? —Echo saltó de su asiento—. ¿Isaiah va a arreglar el coche de mi hermano, este fin de semana? ¡Oh. Mi. Dios! — Colocó una mano sobre su boca—. Esto es increíble. ACT: es un examen de admisión a escuelas de enseñanza superior que cubre las materias de inglés, lectura, matemáticas y ciencias. 30
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Se lanzó hacia mí. Cerré los ojos el momento que deslizó sus brazos alrededor de mi cuello. Deslicé mis manos a lugares conocidos y me deleitaba con su olor delicioso. Durante tres semanas, me sentía como un rompecabezas con piezas que faltaban. Su cuerpo se adaptaba perfectamente al mío, me hacía sentir completo otra vez. —Te he echado de menos. Juro que Echo me agarró mas fuerte antes de dar un paso atrás. —Lo siento. Eso era totalmente inapropiado. A regañadientes solté una risita. —Estoy de acuerdo con lo de inapropiado. Su risa curó y picó al mismo tiempo. —Sí, lo estás. —Se mordió el labio y mi sonrisa creció cuando sus ojos se desviaron hacia abajo y luego de vuelta a mi cuerpo. Echo parpadeó. —¿Cómo van las cosas con tus hermanos? Me hizo un gesto con la barbilla hacia las sillas y nos sentamos uno al lado del otro. La rodilla y el hombro apenas me rozaban y me hubiera gustado más que cualquier otra cosa que pudiera pasar mis dedos por su cabello. —El juez fijó una fecha para escucharme después de la graduación. La Sra. Collins me ha estado preparando. —¡Eso es increíble! —Si. —Forcé optimismo en mi voz. Sus mejillas cayeron, al igual que su alegría. —¿Qué tiene de malo? —Carrie y Joe contrataron a un abogado y he perdido las visitas. Echo puso su delicada mano sobre la mía. —Oh, Noah. Lo siento mucho. ¿No los has visto en absoluto? Había pasado muchas horas en el sofá en el sótano, mirando al techo preguntándome qué estaba haciendo. Su risa, su sonrisa, la sensación de su cuerpo junto al mío, y el pesar que la dejé alejarse demasiado fácilmente me obsesionaban. Tomando el riesgo, entrelacé los dedos con los suyos. Las probabilidades decían que nunca tendría la oportunidad de estar tan cerca de nuevo. —No, la Sra. Collins me convenció de que lo mejor que puedo hacer es mantener mi distancia y seguir del pie a la letra la ley. —Guau, la Sra. Collins es un fenómeno haciendo milagros. Peligroso Noah Hutchins en el buen camino. Va a arruinar tu reputación con las
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chicas. —Echo meneó las cejas. Bajé la voz. —No es que importe. Sólo me importa lo que una chica piensa de mi. Relajó sus dedos en los míos y acarició con pulgar mi piel. —Con la Sra. Collins de tu lado, los vas a volver a tener. Sólo algunos minutos a solas, y todo se sentía como antes, como si el tiempo no hubiera pasado. Podría echarle la culpa por ponerle fin a nosotros, pero al final, estuve de acuerdo con su decisión. —¿Y tú, Echo? ¿Encontraste tus respuestas? Echo dejó que el cabello cayese hacia adelante mientras su rodilla se levantaba. —No. Si continuaba haciendo caso omiso de las reglas de ruptura, podría por lo menos seguir adelante. Empujé sus rizos detrás de su hombro y dejé que mis dedos permanecieran más tiempo que el necesario para que pudiera disfrutar de la sensación sedosa. —No te escondas de mí, nena. Hemos pasado por mucho para eso. Echo se inclinó hacia mí, poniendo su cabeza en mi hombro y dejándome envolver un brazo alrededor de ella. —Te he echado de menos, Noah. Estoy cansada de huir de ti. —Entonces no lo hagas. —Ignorarla dolía como el infierno. Reconocerla tenía que ser mejor. —No estamos exactamente del tipo de amigos. —Como para probar su punto, levantó la cabeza. El cálido aliento acarició mi cuello, haciendo que mi cuerpo se estremeciera con la idea de besarla. Tragué saliva, tratando de cerrar los recuerdos agridulces de nuestra última noche juntos. —¿Dónde has estado? Me mata cuando no estás en la escuela. —Un poco de todas partes. Fui a una galería de arte y la dueña mostró cierto interés en mi trabajo y vendí mi primera pieza dos días después. Desde entonces, he estado viajando por galerías diferentes, vendiendo mis trabajos. —Eso es impresionante, Echo. —Distraídamente acaricié su hombro. Una parte de mí estaba muy emocionado por ella, otra parte estaba molesta que había hecho pasos tan grandes sin mí—. Suena como si estuvieras encajando perfectamente en tu futuro. —No hay batallas por la custodia, hamburguesas o madres solteras en su futuro—. ¿Ya decidiste a
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que escuela ir? —No sé si iré a la escuela. Un choque sacudió mi sistema y me alejé algunas pulgadas para asegurarme que entendí. —¿Qué coño quieres decir con que no lo sabes? ¿Tienes universidades cayendo encima de ti y no tienes ni una jodida idea si quieres ir a la escuela? Mi maldita sirena se rió un poco de mí. —Veo que tu lenguaje no ha mejorado. Poof. Como por arte de magia, la ira desapareció. La ira a la que la Sra. Collins le gustaría analizar. Supongo que su esquema de hacerme pensar en mi futuro trabajó. Me concentré de nuevo en Echo. —Si no vas a la escuela, entonces ¿cuáles son tus planes? —Tengo pinturas y dibujos en un puñado de diferentes galerías en el este y los estados circundantes. No voy a ser rica, pero hago un poco con cada cuadro que vendo. Estoy pensando en estar fuera de la universidad por un año o dos y viajar, yendo de galería en galería . Maldita sea si todo su mundo no estaba cambiando. —¿Y tu padre está de acuerdo con esto? —No tiene porque estarlo. —Furia se deslizó detrás de su tono ligero. Tal vez algunas cosas no habían cambiado—. No quiero vivir con él y Ashley nunca más. La venta de mis cuadros es mi manera de salir. No quiero mirar a las paredes y pensar en mi madre. No quiero sentarme en mi habitación y pensar en todas las noches en que se había acostado para hablar conmigo. No quiero que cada momento de mi vida esté lleno de recuerdos de una vida que nunca va a volver. Normal. Los dos lo anhelábamos y ninguno de nosotros lo experimentaremos de nuevo. Ella había esperado que conocer la verdad de lo que ocurrió entre ella y su madre resolvería sus problemas y él le había prometido ayudar. —Me siento como un idiota. Hicimos un trato y te dejé colgando. No soy el tipo que rompe su palabra ¿Qué puedo hacer para ayudarte a llegar a la verdad? El pecho de Echo se infló y luego se desinfló con su respiración. Sintiendo que ese momento estaba por terminar, acaricié su pelo, saboreando su olor. Me palmeó la rodilla y se separó. —Nada. No hay nada que puedas hacer. —Cruzó la habitación y se apoyó en el mostrador—. He intentado varias veces la hipnosis y no
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recuerdo nada más. Creo que es tiempo de que siga adelante. Ashley dará luz en un par de semanas. Papá está listo para completar su familia de remplazo. Tan pronto como me gradúe, esta parte de mi vida habrá terminado. Estoy bien con no saber lo que pasó. —Sus palabras sonaban seguras, pero la conocía mejor. Había parpadeado tres veces en una oración. La Sra. Collins abrió la puerta. —Lo siento, Echo, pero tuve una emergencia... —Sus ojos se posaron en mí entonces parpadeó hacia Echo. Negué con la cabeza cuando sus labios se curvaron hacia arriba. —Puedes venir cuando estés lista. —Sin esperar respuesta, cerró la puerta. —Creo que debería entrar. —Echo caminó de vuelta a la silla a mi lado y cogió su mochila. Me incliné cuando ella se enderezó y deslicé los brazos a su alrededor, acercándola a mí, saboreando la sensación de cada delicada curva. Durante tres semanas pasé mi tiempo convenciéndome de que nuestra ruptura fue la decisión correcta. Pero al estar tan cerca de ella, al escuchar su risa, su voz, supe que me estaba mintiendo. Sus ojos se abrieron cuando bajé la cabeza a la de ella. —No tiene que ser así. Podemos encontrar una manera de que funcione. Inclinó la cabeza y se pasó la lengua por los labios, susurrando a través de respiraciones cortas. —No estás jugando limpio. —No, no lo estoy. —Echo pensaba demasiado. Enredé mis dedos en su pelo y la besé, no dándole oportunidad de pensar en lo que estábamos haciendo. Quería que sintiera lo que yo sentía. Para deleitarse con la atracción. Maldita sea, quería que me amara sin duda. Su bolso cayó al suelo con un ruido estrepitoso y sus dedos mágicos exploraron mi espalda, el cuello y la cabeza. Su lengua bailaba locamente con la mía, hambrienta y excitada. Sus músculos se tensaron aún cuando su mente estaba atrapada. La abracé con más fuerza, negándome a dejarla salir tan fácilmente de nuevo. Echo retiró sus labios, pero no pudo dar un paso atrás de mi cuerpo. —No podemos, Noah. —¿Por qué no? —Le sacudí sin querer, pero si pudiera cambiar algo, la sacudiría de nuevo. —Porque todo ha cambiado. Porque nada ha cambiado. Tú tienes
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una familia que salvar. Yo... —Miró hacia otro lado, sacudiendo la cabeza—. No puedo vivir más aquí. Al salir de la ciudad, pude dormir. ¿Entiendes lo que digo? Lo hacía. Entendía muy bien, tanto que lo odiaba. Este era por qué ignorábamos el uno al otro. Cuando se fue la primera vez, mi maldito corazón se rompió y juré que nunca volvería a suceder. Como un idiota, aquí estaba explotando explosivos. Mis dos manos se enredaron en su pelo otra vez y aferré los suaves rizos. No importa cómo apreté mi agarre, las hebras se caían de mis dedos, una ducha de agua desde el cielo. Apoyé la frente contra la de ella. —Quiero que seas feliz. —Tú también —susurró. Me soltó y salió de la oficina principal. La primera vez que conecté con Echo, le prometí que le ayudaría a encontrar sus respuestas. Yo era un hombre de palabra y Echo pronto lo sabría.
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49 Echo Traducido por perpi27 Corregido por Juli_Arg
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os nervios tomaron el dominio sobre mi cuerpo y me concentré en no hacerme pis en los pantalones. Mi vejiga se redujo a doce tamaños más pequeños de lo normal y había empapado de sudor las axilas de mi camisa de manga corta de algodón. Seguramente me veía excelente. Una fría y fangosa boa constrictor se abrigó alrededor de mi corazón y apretó las cicatrices. Yo llevaba mangas corta casi todo el tiempo y ahora mejoré en no obsesionarse con mis brazos... hasta que alguien miraba fijamente, de todos modos. Claro, ella sabía de ellas, pero verlas podría ser difícil. Suspiré pesadamente mientras aparcamos bajo los grandes robles. Demasiado tarde para dirigirse a casa y cambiarse de ropa ahora. Me encontraba de pie junto a la tumba de Aires. Mantuve mis ojos en el suelo y conté cada paso desde el coche. En algún punto entre los pasos tres y cinco, la adrenalina comenzó a hacer cosquillas en mi torrente sanguíneo, haciéndome sentir como un globo flotando lejos. El sábado de abril era cálido, pero mi piel se sentía húmeda. Le había pedido verla, lo que demuestra que oficialmente había perdido mi maldita mente. Metiendo mi cabello detrás de mi oreja, me detuve. La tumba Aires se extendía entre nosotros. Mi madre, por un lado y yo en el otro. —Echo —susurró. Lágrimas brillaron en sus ojos verdes y dio un paso hacia mí. Mi corazón se estrelló a través de mi caja torácica y di inmediatamente un paso hacia atrás. Por un segundo, pensé en correr pero luché duro para permanecer en el lugar.
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Mamá se retiró y puso sus palmas en el aire en un gesto de paz. —Sólo quiero abrazarte. Consideré su solicitud por un breve momento. El abrazo de mi mamá debería ser natural, una reacción automática. Tragué saliva, empujando las manos en los bolsillos traseros. —Lo siento. No puedo. Ella asintió débilmente y miró la lápida de Aires. —Lo echo de menos. —Yo también. Todos los recuerdos de mi madre no se ajustaban a la mujer delante de mí. La recordaba como una belleza juvenil. Ahora ella rivalizaba con mi padre. Patas de gallo alrededor de sus ojos y las líneas enmarcaron los lados de su boca. En vez del pelo naturalmente salvaje, rizado de color rojo que recordaba, lo llevaba plano y recto. Durante sus altos, mi madre había parecido caminar por el aire. En sus mínimos, se aferraba a la tierra. De pie frente a mí, no era ni alto ni bajo. Ella sólo estaba. Parecía casi normal. Al igual que cualquier otra mujer envejecida que llora en un cementerio. En este momento, mi mamá no era una supermujer fuera de control o un enemigo peligroso. No era más que una mujer, humana, casi narrable. Narrable o no, cada instinto dentro de mí gritó para que corriera. Mi garganta se hinchó y luché contra el impulso de secar el tirón. Mis opciones eran débiles o sentarme. —¿Te importa sentarte? Porque lo necesito. Mi madre me dio una breve sonrisa y asintió con la cabeza mientras se sentaba. —¿Te acuerdas de cuando te enseñé a ti y a Aires a hacer pulseras y collares de trébol? —Tomó algunas de las pequeñas flores blancas y las anudó entre sí—. Solías amar usarlas como tiaras en el cabello. —Sí. —Fue mi única respuesta. Mamá disfrutaba de la sensación de la hierba en sus pies descalzos, por lo que nunca obligó a Aires o a mí a usar zapatos. A los tres nos encantaba estar afuera. Ella siguió tejiendo el trébol en un solo hilo mientras la incomodidad creció. —Gracias por las cartas. ¿Cuáles hiciste? —A propósito había visitado galerías de arte donde mi madre había vendido una vez sus pinturas, dejando una carta para ella en cada uno.
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—Todas ellas. Fue Bridget, sin embargo, que me convenció de venir. Una chispa rápida del dolor pinchó el estómago. ¿Mi carta no había sido suficiente para convencerla? —¿Vienes a visitar a Aires a menudo? —le pregunté. Sus manos se detuvieron. —No. No me gusta la idea de mi bebé en el suelo. No había querido molestarla, pero Resthaven parecía seguro. Si alguien nos veía juntas, entonces, podríamos decir que acababa de pasar a parar cerca al mismo tiempo. Nadie podía acusarla de violar la orden de restricción. Sólo debería preguntarle acerca de esa noche e irme, pero mirándola, verla... me di cuenta que tenía muchas más preguntas. —¿Por qué no me llamaste de vuelta en Navidad? En diciembre pasado, el dolor de perder a Aires llegó a ser tan insoportable que la llamé. Le dejé un mensaje, dándole el número de mi celular, la línea fija. Le había dicho a que horas podía llamarme. Nunca la escuché de nuevo. Luego, por supuesto, en enero, mi padre cambió el número del teléfono fijo, y mi número de celular en febrero. —Tenía un momento difícil, Echo. Tenía que concentrarme en mí — dijo con sencillez y sin disculpa. —Pero te necesitaba. Te lo dije, ¿verdad? —Por lo menos pensaba que lo había dejado en el mensaje. —Lo hiciste. —Siguió uniendo un trébol con otro—. Te has convertido en una mujer joven y bella. —A excepción de las cicatrices. —Mordí la lengua en el momento en que el comentario se deslizó hacia fuera. Mamá se quedó en silencio y mi pie se echó hacia atrás y hacia adelante. Di un tirón a una lámina grande de hierba de la tierra y metódicamente lo aparte. —No sé mucho acerca de la orden de restricción. Sin duda, pronto finaliza. Tal vez el agujero en mi corazón no se sentiría tan grande si pudiera ver a mamá de vez en cuando. —Bridget me mostró tu obra de arte —dijo mamá, haciendo caso omiso a mí otra vez—. Eres muy talentosa. ¿A qué escuelas de arte vas a aplicar? Hice una pausa, esperando a que mamá levantara la cabeza para poder mirarla a los ojos. ¿Me evadía? Una cálida brisa sopló a través del
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cementerio. La longitud del ataúd Aires nos separaba, pero se sentía como el Gran Cañón. —Ninguna. Papá no me permitió pintar después de lo ocurrido. Mamá, ¿has leído alguna de las cartas que dejé para ti? Las que le rogaban reunirse conmigo, así que finalmente pudiera entender lo que pasó entre nosotras. Las que decían que echaba de menos tener una madre. Las que contaban cómo me sentía rota debido a que en un lapso de seis meses, la perdí a ella y a Aires. —Sí —dijo, en voz tan baja que casi no la escuchaba. Luego se enderezó y habló con su profesional voz de administradora de la galería. —Deja de tratar de cambiar de tema, Echo. Estamos hablando de tu futuro. Tu padre nunca nos entendió y nuestra necesidad de crear arte. Estoy segura de que aprovechó la oportunidad de limpiar de cualquier cosa que tuviera que ver conmigo. Bien por ti para pegarte a él y seguir pintando. Aunque me gustaría te hubieras defendido y aplicaras una escuela decente. Supongo que podrías intentar para la admisión de primavera. Tengo una fuerza significativa en la comunidad artística. No me importaría escribir una carta de recomendación. ¿Escribirme una recomendación? Mi mente se convirtió en un lienzo en blanco mientras trataba de seguir su cadena de pensamientos. Me preguntó acerca de la orden de restricción en voz alta, ¿verdad? —Yo no quiero ir a la escuela de arte. El rostro de mi madre enrojeció y una corriente subterránea de irritación se filtró en sus movimientos y palabras. —Echo, no eres material para la escuela de negocios. Tú nunca lo has sido. No dejes que tu padre te obligue a una vida que no quieres. Me había olvidado lo mucho que odiaba a la constante tira y afloja. Irónicamente, pasé toda mi vida tratando de hacer felices a los dos, mi madre con el arte, mi padre con el conocimiento, aunque al final, ambos me tiraban. —Tomo clases en la escuela de negocios y he acabado cada curso. Ella se encogió de hombros. —Yo cocino, pero eso no me convierte en un chef. —¿Qué? Mamá me miró fijamente a los ojos. —Significa que eres igual que yo. No, no lo soy, gritó una voz pequeña dentro de mi cabeza.
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—Pinto —dije en voz alta, como para demostrar que era nuestro único vínculo. —Eres un artista. Igual que yo. Tu padre nunca me ha entendido, así que no puedo imaginar que te entienda. No, papá no me entiende. —Déjame adivinar —continuó—. Él está encima de ti todo el tiempo. Lo que estás haciendo, no es lo suficientemente bueno. O no a sus normas y él sólo sigue hasta que te sientas como si estuvieras a punto de estallar. —Sí —susurré y sentía que mi cabeza se balanceaba hacia la derecha. No me acordaba de esto de ella. Sí, ella había tomado el golpe ocasional verbal de mi padre y siempre había querido que yo escogiera el camino que ella imaginó para mi vida encima de papá, pero se sentía diferente. Se sentía personal. —No puedo decir que me sorprenda. Era un fracaso como marido, y completó su fracaso siendo un padre terrible. —Papá no es tan malo —murmuré, sintiéndome de repente protectora con él y desconfiada de la mujer sentada frente a mí. Nunca se me ocurrió que esta reunión iba a ser fácil, pero tampoco me imaginé que sería tan extraño. —¿Qué pasó entre nosotros esa noche? Ella dejó caer la cadena de trébol y una vez más evitó mi pregunta. —Me fui por un tiempo. Al principio no voluntariamente, pero una vez que entendí lo que pasó, lo que hice... Yo... me quedé. Los médicos y el personal eran muy agradables, sin prejuicios. He sido fiel a mi medicación desde entonces. Un latido bajo, pálpito cerca de mis sienes. ¡Qué bien! Esto apestaba. Ella tomaba sus medicinas y todo estaba bien con el mundo. —No pregunté eso. Dime lo que me pasó. Mi madre pasó una mano a su frente. —Tu padre siempre me chequeaba antes de dejar de visitar. Yo dependía de eso. Owen tenía que cuidar de mí, de ti y de Aires y él lo estropeó para todos nosotros. ¿Qué demonios? —¿Qué hizo para estropearlo con Aires? Sus ojos se estrecharon. —Le permitió a Aires a alistarse en el ejército.
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—Pero eso es lo que Aires quería hacer con su vida. Sabías que era su sueño. —Ese no era el sueño de tu hermano. Era algo que la bruja platinada con la que tu padre se casó metió en su mente. Ella fue la que llenó la cabeza de Aires con historias sobre su padre y sus hermanos y sus carreras. No le importaba si moría. No le importo lo que le pasó. —Le dije a Aires que no fuera. Le dije lo mucho que su decisión me haría daño. Le dije... —Hizo una pausa—. Le dije que nunca hablaría con él de nuevo si iba a Afganistán. —Su voz se quebró y de repente me quería ir, pero no podía moverme. Un tipo raro de calma tensa se apoderó de mi cerebro. —¿Esas fueron tus últimas palabras a Aires? —Es culpa de tu padre —dijo rotundamente—. Él la trajo a nuestras vidas y ahora mi hijo está muerto. Esta vez, hablé como si ella no hubiera dicho nada. —No fue un 'Te amo.' No un 'Te veré cuando llegue a casa'. ¿Le dijiste que nunca hablarías con él de nuevo? —Esa bruja rompió mi casa. Me robó a tu padre. —No se trata de Ashley o papá o incluso Aires. Esto se trata de ti y de mí. ¿Qué demonios me hiciste? Las campanas de viento de una tumba vecina tintineaban en la brisa. Mi madre y yo compartimos la misma forma de los ojos y el color. Esos ojos apagados y sin vida se me quedaron mirando. Esperaba que los míos parecieran más felices. —¿Me culpas de esa noche? —preguntó—. ¿Tu padre se molestó en decir cómo te dejó? ¿Como no contestó el teléfono cuando llame para pedir ayuda? —Mamá. —Hice una pausa, tratando de encontrar las palabras adecuadas para explicar. —Sólo quiero que me digas lo que pasó entre nosotros. —Él no le dijo, ¿verdad? Por supuesto que no. Está empujando la culpa a mí. No lo entiendo. Perdí a Aires y no podía hacer frente. Pensé que si podía pintar, me sentiría mejor. —Arrancó puñados de hierba de la tierra. —Papá no está empujando algo sobre ti. Él ha aceptado la responsabilidad de su parte, pero no recuerdo lo que pasó con nosotros. Caí en la vidriera y luego te encontrabas a mi lado mientras yo sangraba. —Mi voz se elevó más alto mientras seguía hablando—. No lo entiendo.
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¿Peleamos? ¿Me caí? ¿Me empujaste? y ¿por qué no pediste ayuda y por qué me contabas cuentos de antes de dormir mientras sangraba? Arrancó la hierba de nuevo. —No es mi culpa. Él debería haber sabido mejor. Pero así es tu padre para ti. Nunca trató de entender. Él quería una esposa de molde y se divorció de mí el momento en que la encontró. —Mamá, se acabaron tus medicamentos. Papá no tenía nada que ver con esto. Dime lo que pasó. —No. —Levantó la barbilla y se adentró en el estilo obstinado que yo recordaba tan bien. Me estremecí. —¿No? —No. Si no lo recuerdas, no te lo voy a decir. He oído que tienes a algún terapeuta de Harvard sobrevaluado para ayudarte. —Una amarga sonrisa curvó sus labios. —¿Tu padre encontró otra cosa que no podía arreglar con dinero y control? Por un instante fugaz, el cementerio parecía un tablero de ajedrez y mi madre se mudó a su reina. Si Aires y yo éramos peones en el juego de nuestros padres, ¿había notado que dejé de jugar? —¿Oíste? —repetí cuando su respuesta me sorprendió—. Hay una orden de restricción. ¿Cómo te enteraste de algo? Mamá parpadeó varias veces y color se filtro en sus mejillas. —Quería saber cómo estabas, así que me puse en contacto a tu padre. Una sensación enfermiza se deslizó por mi garganta. —¿Cuándo? Ella bajó la cabeza. —Febrero. —Mamá... ¿por qué no me llamaste? Te di mis números. —Hice una pausa, incapaz de mantener a raya las emociones y las preguntas que volaban en mi cabeza. Febrero. La palabra vibró a través de mí. Ese fue el mes en que mi padre tomó mi celular y mi coche sin decirme por qué. Me había mentido así podría ocultarme de ella. —Quería hablar contigo. Les pedí en diciembre llamarte. ¿Por qué llamar a papá? Quiero decir que podrías haber ido a la cárcel. ¡Hay una orden de restricción! —No, no la hay —dijo simplemente—. La orden fue rescindida treinta días después de que cumpliste los dieciocho años. Ahora me sentía como si alguien me pateara en el estómago.
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-—¿Qué? —Fueron los términos de la orden cuando el juez firmó hace dos años. Tu padre intentó que se extendiera hasta que te graduaras, pero había pasado suficiente tiempo que el juez ya no me veía como una amenaza. No podía respirar y mi cabeza se echó hacia atrás y hacia adelante. —¿Quieres decir que podrías haberte puesto en contacto conmigo desde febrero y no lo hiciste? Ella vaciló. —Sí. —¿Por qué? —¿No puedo ser amada? ¿No se supone que las madres quieren ver a sus hijas? ¿Especialmente cuando sus hijas les piden ayuda? Sin saber qué hacer con mi vida, me levanté y envolví mis brazos alrededor de mi cuerpo mientras temblaba. —¿Por qué? —grité esta vez. —Porque… —Mamá se levantó y llevó sus manos a los costados—. Porque sabía que así es como ibas a reaccionar. Sabía que te gustaría saber lo que pasó entre nosotras y no te puedo decir. —¿Por qué no? —Porque tú me culpas y no puedo tener otra culpa más. No fue mi culpa, Echo, y no voy a dejar que me hagan sentir de esa manera. Un camión Mack golpeó mi cuerpo y mis hombros con el impacto. ¡Qué respuesta increíblemente egoísta! —No sabes que así es como iba a reaccionar. No estoy feliz de que se acabaran tus medicamentos, comprendo que no entendías lo que hacías. Entiendo que no estabas en el estado de ánimo adecuado esa noche. Ella lanzó un suspiro e hizo eco en el cementerio solitario. —Sé cómo ibas a reaccionar, Echo. Te lo dije antes, tú y yo compartimos la misma piel. Una vez que nos han traicionado, nunca perdonamos. El lodo oscuro que había habitado en mis venas desde que me enteré del papel de mi padre en ese día se movió lentamente en mis entrañas, escalofriantemente de adentro hacia afuera. —Yo no soy así. —¿No? ¿Cómo está la tonta con la que tu padre se casó? Alguna vez la has querido. Yo no era ella. No era mi madre. Parpadeé y me quedé mirando la
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lápida de Aires, medio esperando que me dijera que me equivocaba. ¿Qué quiere decir esto? ¿Qué quiere decir esto de mí? ¿Y Ashley? ¿Y mi padre? —Mejor no hablemos de cosas malas —dijo—. He estado con mi medicación durante dos años y nunca voy a salir. Además, vine aquí a ponerme al día en el presente, no con el pasado. Tengo un trabajo fantástico y un apartamento tipo loft precioso. ¿Echo? Echo, ¿a dónde vas? Desde encima de mi hombro, miro a la mujer que me dio a luz. Ni una sola vez había dicho que lo sentía. —Voy a casa.
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50 Noah Traducido por Deeydra Ann’ Corregido por Nats
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l agua brotaba de la fuente de mis padres. Los niños reían y gritaban desde el parque trasero del vecindario. Frank me dijo que me tomara el día libre. No necesitaba un día libre. Necesitaba trabajar. Necesitaba el dinero. No necesitaba tanto maldito tiempo en mis manos. Traje a Echo aquí una vez. Ya fuese para impresionarla o seducirla o tal vez para probarme a mí mismo que yo era una persona digna de ser amada. Quién demonios sabía, por todo el bien que hizo. Mi mente había luchado con la misma pregunta desde el martes. ¿Cómo podía ayudarla? Dibujé nada más que espacios en blanco. Tanto por esas malditas habilidades de resolución de problemas de las que la Sra. Collins dijo que era muy bueno. —¡Noah! Moví rápidamente la cabeza ante el sonido de la voz de Jacob y mi corazón se apretó en el pecho. Con los ojos abiertos, me levanté justo a tiempo para que el enano de pelo rubio me tirase en un abrazo. —¡Noah! ¡Noah! ¡Eres tú! ¡Realmente eres tú! Envolviendo mis brazos alrededor de él, le di un rápido vistazo a la zona. Joe cruzó lentamente la calle, con las manos en los bolsillos, los hombros caídos hacia delante. Carrie sostenía la mano de un agobiado Tyler. Él extendió su otra mano hacia mí. —Noah —dijo Joe. —Joe. Jacob encaró a Joe, pero mantuvo su brazo a mi alrededor. —Tú hiciste esto, ¿no? —Me miró con entusiasmo—. Hace cosas
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como esta todo el tiempo. Dice que nos está llevando a la tienda y luego hace algo grandioso como conseguir helado. Pero esta vez dijo que íbamos a la fuente y nos dio a ti. La fe y el amor que irradiaba Jacob rompieron mi corazón. —¿No es cierto, papá? Mis músculos se tensaron y agarré con más fuerza a Jacob. Papá. Las cejas de Joe se fruncieron. —Jacob, no tenía ni idea... —De que llegaría tan pronto —interrumpí. Joe me miró con recelo, pero no me contradijo. Tal vez si jugaba bien, me dejaría verlos por unos segundos—. Pero no tengo mucho tiempo, hermano. La sonrisa de Jacob cayó. —¿Sabías que nuestra mamá y papá construyeron estas casas? Parpadeé. Nuestra mamá y papá. —Sí. Tenía tu edad entonces. Ayudé a papá a poner cada columpio del porche. La sonrisa de mamá regresó al rostro de Jacob. —Eso debió haber sido genial. —Sí, lo fue. Joe le hizo un gesto a Carrie para que se uniera a nosotros. Un destello de preocupación cubrió su rostro antes de que se acercara lentamente. Como un pez, Tyler salió de su agarre y corrió directamente a mi pierna. —Hola, hermanito. Tyler respondió con una deslumbrante sonrisa. Sin moretones. Ni grapas. Sólo felicidad. Alboroté su cabello. —Oye, mamá —dijo Jacob—, ¿sabías que Noah ayudó a nuestros padres a construir estas casas? La sonrisa en su rostro parecía forzada. —¿Lo hizo? —Sip, porque Noah es asombroso. Sus labios se torcieron, pero los recompuso. —¿Quieres venir a jugar con nosotros? —preguntó Jacob. Tyler se pegó a mi pierna y apoyó sus dos pies encima del mío. Me aclaré la garganta. —Tengo que trabajar más tarde y necesito comer antes. —Aunque no trabajaba hoy e incluso si lo hiciese, cocinaba para vivir. —Come con nosotros —dijo Tyler.
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Me habló. Mi hermano menor pronunció sus primeras palabras para mí desde el día del funeral de mis padres. Me quedé mirando impotente a Carrie y Joe. Trataba de hacer lo correcto aquí. Exactamente lo contrario a lo que quería, y mis hermanos estaban arrancándome el corazón. —Ven a casa y come con nosotros —soltó Carrie. Joe le tocó el brazo y le habló con dulzura. —¿Estás segura? Carrie se giró hacia él. —Tenías razón, Joe. —Noah, ¿te gustaría seguirnos a casa y comer con tus hermanos? — preguntó Joe. —¡Sí! —Jacob alzó su puño—. Espera a ver mi habitación y mi bicicleta. Tyler aún colgaba de mi pierna. —Sí, señor. *** Me obligué a bajar el sándwich de jamón y queso, las patatas fritas y el té helado, aunque estar aquí sentado en el patio trasero de Carrie y Joe me ponía nervioso como el infierno. Una parte de mi esperaba a que la policía apareciese y así Carrie podría apuntarme y decir que rompí algún tipo de orden judicial. Para cubrir mi trasero, llamé a la Sra. Collins de camino aquí para decirle sobre el almuerzo. Me recordó tres veces que cuidara mi lenguaje. —Vamos, Noah, ven a ver mi habitación. —Jacob tiró de mi mano y miré a Carrie y a Joe por su permiso. Joe asintió. Esta era la casa más grande que había visto. Podría ser de estilo victoriano, pero todo el interior se sacudía en lo contemporáneo. Encimeras de granito en la cocina, electrodomésticos de acero inoxidable, pisos de madera en la primera planta y un recibidor del tamaño del sótano de Dale. Jacob parloteaba sobre la escuela y el baloncesto mientras subíamos por la inmensa escalera. —La habitación de Tyler está al otro lado de la mía y la de mamá y papá está justo al final del pasillo. Tenemos dos habitaciones de huéspedes. ¡Dos! Mamá y papá dijeron que si sigo trabajando con mi consejero y voy por otro mes sin pesadillas, entonces podré traer amigos para una fiesta de pijamas. No puedo esperar... Me llevó a una habitación grande y me detuve en la puerta. Era como entrar en la versión de escuela primaria de Pimp My Room31. Una 31Pimp
My Room: programa de MTV parecido a Pimp My Ride, en el que se “tunean” las habitaciones en vez de los coches.
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litera de madera se alineaba en la pared. La litera de abajo era un colchón de tamaño completo y había un tobogán unido a la litera de arriba. Jacob tenía su propia televisión y juguetes. Juguetes por todas partes. Un marco para fotos en la cómoda de Jacob me llamó la atención y me hizo imposible respirar. Jacob continuó hablando, pero desconecté mientras tomaba el marco. Las palabras salieron corriendo, sin saber si las podría decir sin que mi voz se quebrara. —¿Sabes quiénes son? Jacob miró la foto y luego regresó a la Bati-cueva en el suelo. —Sip. Esos son mamá y papá —dijo con tanta naturalidad, como si todo el mundo tuviera una foto de ellos. Me senté en la cama y pasé una temblorosa mano por mi cara. Mis padres. Ésta era una maldita foto de mis padres y se veían... felices. Contuve el aliento, pero sonaba más como un sollozo. —¿Jacob? —dijo Carrie—. El postre está en la mesa. Jacob se levantó de un salto y luego vaciló. —¿Vienes? Parpadeé rápidamente. —Claro, en un segundo. —Mantuve mis ojos fijos en la foto. Mi hermano corrió hacia la puerta y me esforcé en demoler el edificio de presión en mi pecho. Los hombres no lloran. Mis padres. Los hombres no lloran. Mierda. Los hombres no lloran. Me limpié los ojos. Extrañaba a mis padres. —¿Estás bien? Mi cabeza se alzó de golpe; era inconsciente de que Carrie seguía en la habitación. —Sí. Lo siento. —Hice un gesto al marco antes de ponerlo de vuelta al armario—. ¿De dónde sacaste esto? —Joe contactó a Hábitat para la Humanidad y les preguntó si tenían fotos de tus padres. Creímos que era importante hacerlos parte de la vida de los niños. Tomé una profunda y temblorosa respiración y la miré. —Pero yo no. Carrie inmediatamente bajó la mirada. —Por favor, no alejes a mis niños de mí. Son mi mundo entero y... y no puedo vivir sin ellos. Joe entró en la habitación y puso su abrazo alrededor de su cintura. —Carrie. Ella temblaba como una maldita hoja en un huracán. —Les vamos a dar todo. Todo. Lo que sea que quieran. Te lo juro, son
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felices aquí y los amo. Los amo tanto que mi corazón duele. Traté de alcanzar la rabia que me había impulsado por el último par de meses, pero sólo encontré confusión. —Son mis hermanos, y los has alejado de mí. ¿Qué esperabas que hiciese? Carrie comenzó a sollozar. Joe la atrajo a su pecho y frotó su espalda. —Teníamos miedo de que te eligieran sobre nosotros. Que los perdiéramos. Ahora, nos arriesgamos a perderlos de todas maneras. Joe le susurró algo al oído de Carrie. Ella asintió y salió de la habitación. Él se rascó la parte trasera de su cabeza. —Gracias por lo que hiciste por Jacob. Transformaste esta familia entera. Familia. ¿Por qué no usaba cuchillas y me abría de esa manera? —Tienes una buena forma de mostrar tu agradecimiento. —Y nos equivocamos en eso. —Joe se arrodilló junto a algunos Legos en el suelo y los dejó caer distraídamente, uno por uno, de vuelta al contenedor—. Todo lo que Carrie quería eran niños. Hemos tratado durante años, pero Carrie tiene una afección médica. Se sometió a una cirugía para tratar de corregirla, pero creó tejido cicatricial. Por desgracia, entendí tejido cicatricial. —Después de que llegara a un acuerdo con el hecho de que nunca podríamos sostener a nuestro propio hijo, nos decidimos por la adopción. Conocimos a Keesha a través de un amigo y nos convenció de mirar en adopción provisional. Asistimos a clases, pero realmente nunca planeamos hacer esto hasta que conocimos a tus hermanos. Contra todo lo que aprendimos y nos dijeron, Carrie y yo nos enamoramos de ellos. —Continuó dejando caer una pieza de Lego sobre otra—. Tras unos meses, decidimos adoptar. Tuvimos que probarle a la corte que nadie más tenía derecho a reclamarlos, lo que pensábamos que iba a ser fácil, pero resultó que tu padre tenía parientes vivos. Mis ojos se estrecharon. —Mamá y papá eran hijos únicos. Los padres de mamá murieron en su primer año de universidad. La abuela y el abuelo murieron con seis meses de diferencia entre sí cuando yo tenía diez años. —De hecho, tu abuela materna sigue viva, así como los hermanos de tu madre. Se escapó de casa para ir a la universidad. De acuerdo a nuestros hallazgos, tu madre tenía una... menos que tolerable crianza. Además de poner patas arriba mi mundo y confundirme más... —¿Por qué me estás diciendo esto? ¿Y por qué mi madre no me lo dijo?
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Joe se encogió de hombros. —En caso de que quisieras saber que aún tienes parientes de sangre vivos. Y para que entiendas que pasamos dos años negociando y luchando para mantener a tus hermanos fuera del lugar del que tu madre huyó. Ganamos, sólo para enfrentarnos a nuestro mayor desafío... tú. Justo cuando pensaba que mi vida no podría joderse más, Joe encontraba una forma de hacerlo. Se levantó y me evaluó, de la manera en la que Isaiah lo hacía cuando decidía si tomar o no un movimiento. —Nos hemos equivocado en la forma en que te hemos manejado a ti y a tu relación con tus hermanos. En nuestra defensa, acababas de pegarle a tu padre adoptivo cuando nos llevamos por primera vez a tus hermanos. El sistema te marcó emocionalmente inestable y estábamos preocupados por tu influencia en los niños, sobre todo cuando te vimos saltando alrededor de varios hogares adoptivos diferentes. Al principio, mantuvimos a los niños lejos de ti para protegerlos. —¿Y después de que el sistema comenzara a entender que no era el problema? —Entonces, nos asustaste. —Me miró fijamente y después de un segundo continuó—: Cuando anunciaste tus planes para solicitar la adopción, tuve a personas cavando hondo para encontrar información sobre ti, para usarla en tu contra en la corte. —Joe se acercó a la cama y apoyó un brazo en la viga de madera—. Lo que hiciste para ayudar a esos niños en tus diferentes hogares anteriores fue honorable, y lo que te ha pasado es deplorable. Noah, mi esposa y yo nos equivocamos acerca de ti, pero no estábamos seguros de cómo detener lo que empezamos sin perjudicar nuestras posibilidades de mantener a los chicos. Mi mente se quedó en blanco. Joe y yo habíamos pasado el último par de años en el cuello del otro y por un encuentro casual, ¿estaba ondeando la bandera blanca? Se rascó la parte trasera de su cabeza, obviamente sintiéndose tan inseguro acerca de este momento como yo. Joe comenzó de nuevo. —Tal y como lo veo, tienes tres opciones. Puedes salir de esta casa y seguir luchando por tus hermanos y posiblemente ganar, alejándolos de sus amigos, su escuela, esta casa y de nosotros. Puedes luchar y perder y sólo llegar a ver a tus hermanos en cualquier horario de visita que la corte permita, si lo hay. O puedes retirar la reclamación sobre los niños. Dejarnos adoptarlos y criarlos como ya los vemos, como nuestros. Pero con esta opción, tú te conviertes en parte de esta familia. Tendrás acceso ilimitado a ellos. Llamadas telefónicas, visitas, obras de teatro, juegos de baloncesto. Demonios, ven a cenar con nosotros una vez a la semana.
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—¿Por qué? —pregunté. Parpadeó, sorprendido por la pregunta. —¿Por qué qué? —¿Por qué estas ofreciendo la última opción? —Me habían odiado durante todo este tiempo. ¿Por qué ser tan generoso ahora? —Porque te aman, Noah, y nosotros los amamos. En diez años, no les quiero explicar a mis hijos que dejé que el miedo y el orgullo los mantuviera alejados del único pariente de sangre que se preocupaba por ellos. —No confío en ti —dije. Porque los adultos mentían. Joe me miró directamente a los ojos. —Haré que mi abogado lo ponga por escrito. Escuché suficiente, y necesitaba aire. Joe había soltado demasiada información, jodiendo mi cerebro. Me abrí paso entre él para poder encontrar a mis hermanos. Carrie se escondía en el pasillo, sosteniendo un oso de peluche. Durante años la había visto como la perra odiosa que mantenía a mis hermanos lejos de mí. Gracias al pequeño discurso de Joe ya no la podía ver más así. En su lugar, vi a una mujer destrozada que no podría completar sus propios sueños por mi culpa. Si, sabía todo sobre el tejido cicatricial. El problema era que, ayudándola, solo incrementaría el mío.
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51 Echo Traducido por Juli_Arg Corregido por Vericity
C
erré la puerta de mi coche y corrí por el camino oscuro. Gracias a Dios, Isaiah estaba bajo el capó del coche Aires.
—Lo siento, llego tarde. Tenía esta cosa... —Conocí a mi madre, por lo cual mi padre se pondría loco si se entera que la vi—. y se jodió… —Ella preferiría que pasase años sin dormir otra vez porque la asusta lo que yo piense de ella y luego señaló que soy una perra sin corazón, que no perdona—... y perdí la noción del tiempo. —Había conducido alrededor tratando de convencerme de que ella estaba equivocada. Isaiah asomó la cabeza de debajo del capó y me dio una sonrisa loca. —Estará todo bien. Tu papá me dijo que podía seguir adelante y trabajar en ello. Bien. No era el estilo de mi papá dejar a gente con piercings y tatuajes andar solos por nuestro garaje pero tal vez estaba demasiado ocupado con Ashley para preocuparse. La puerta de la cocina se cerró y Beth entró en el garaje con una lata de Coca-Cola Light. —Todo lo que tienes en tu casa es mierda dietética. Y fruta. Mucha maldita fruta. ¿No tienes ninguna pizza congelada? —A Ashley no le gustan las cosas congeladas. —¿Qué estaba haciendo?—. ¿Por qué estabas en mi casa? —Eché un vistazo alrededor y mi corazón cayó—. ¿Dónde está Noah? —Mi mente lenta cayó en el hecho de que el coche de mi padre se había ido—. ¿Dónde está mi padre? Beth me miró fijamente, y luego salió de su trance. Encantador, era lista. —Oh, sí, tu madrastra entró en parto y tu padre dijo algo sobre decirte. —Entrecerró sus ojos—. ¿Había más en el mensaje, Isaiah? Él murmuró desde debajo del capó. —Mierda, no sé. Tú eras la que
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estaba escuchando. Beth rió. —De acuerdo. Era yo. —Su risa se detuvo—. Guau. ¿Cuándo llegó la noche? Mi corazón se disparó en mi pecho. —¿Ashley en parto? No puede estarlo. Ella todavía tiene como... — No sé, algunas semanas más. Mierda, ¿cómo es que nunca presté atención? Papá debía de estar enloqueciendo—. Un montón de tiempo más. El bebé no está hecho todavía. Beth ladeó la cabeza. —¿Los bebés tienen contadores de tiempo? —Su sonrisa se ensanchó—. Si no es así, deberían. Isaiah cerró el capote con una mirada febril en sus ojos. —Necesito las llaves. Experimenté un latigazo en mi mente. Oh. Mi. Dios. Él nunca había pedido las llaves antes. Señalé locamente en el aire hacia el gancho en la mesa de trabajo, incapaz de hacer algo más que tartamudear. —Están... están... están ahí. Agarró las llaves y se metió en el asiento delantero del coche. Juro que el tiempo pasaba en cámara lenta mientras ponía el pie en el pedal del acelerador e insertaba la llave en la ignición. En mi mente, vi a Aires. Su cabello rubio, piernas largas y sonrisa siempre presente. —Esto va a funcionar algún día, Echo —dijo una vez—. ¿No puedes oír el motor ronroneando? Las lágrimas quemaron mis ojos y me tragué un sollozo. Sí, Aires. Va a funcionar. Hice esto por ti. ¡Cómo deseaba que él estuviera aquí! Isaiah giró la llave y retumbó el sonido más dulce, llenando el garaje. Apretó el pie contra el gas y gritó cuando el motor rugió con vida. —¡Oh, sí, bebé, esta es la mierda de la que estoy hablando! Salió del coche con los brazos abiertos. —Debo conseguir algo por esto. Y feliz, cumplí. Salté hacia sus brazos y lo besé en la mejilla. —Gracias. Gracias. Gracias. Solté a Isaiah, me senté en el asiento de cuero caliente y agarré el volante vibrando. Isaiah cerró la puerta y cambié el coche en reversa. Y entonces todo dentro de mí se quedó helado. Apreté el freno para parar. El agujero en mi corazón que se suponía que debía llenarse con este
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coche en movimiento... creció. —Isaiah, ¿dónde está Noah?
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52 Noah Traducido por Saphira Corregido por Verito
L
os brazos de Carrie estrangularon mi cuello y por un momento esperaba que me matara. La muerte sería mejor que esto. Tragué, pero el nudo en mi garganta seguía ahí. Cada musculo en mi cara estaba triste y succioné aire en un intento de lavar la desesperación. —Quiero hablar primero con la Sra. Collins. —Me atraganté—. No he podido arreglar mi mente por completo. —Demonios. ¿Por qué todo tenía que doler tanto? Cada parte de mi cuerpo palpitaba de dolor al punto que o tenía que morir o explotar. —Dios te bendiga Noah —susurró Carrie en mi oído. Quería una familia. Quería una maldita familia y Jacob y Tyler ya tenían una. Ella sorbió su nariz mientras me soltaba, pero su sonrisa iluminó el cuarto como miles de estrellas puestas juntas. —Sé que harás lo mejor por los chicos. Lo sé. Ellos eran normales. Y yo no. Carrie esperó una respuesta, pero no pude formar ninguna para salvar mi vida. Joe puso una mano en mi hombro, salvándome de hablar. —La Sra. Collins estará aquí pronto. Como si estuviéramos viviendo una mala telenovela, el timbre de la puerta sonó como señal y Carrie llevó a la Sra. Collins a la cocina. Ella vestía un pantalón deportivo cubierto de pintura y una playera de Nirvana. Joe murmuró algo acerca de darnos unos minutos.
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El lava vajillas a lado mío entró en el ciclo de lavado. El pulsar rítmico del agua contra los trastes llenó el cuarto. La Sra. Collins hacía ruido con uno de sus dedos contra la encimera de granito negro. Mi mirada fue hacia su cara, esperando ver agitación por traerla hasta este desastre. En lugar de eso, el dolor en sus ojos de cachorro abrieron las emociones que luchaba por suprimir. La humedad invadió mis ojos y los cerré, sacudiendo mi cabeza repetidamente para detener que cayeran. No quería herir. No quería preocuparme, pero demonios, esto me estaba matando. —Habla conmigo Noah —dijo en el tono más serio que había escuchado de ella. Miré alrededor de la cocina y de regreso a ella. —No puedo darles esto. —No —contestó con suavidad—. No puedes. —Y no puedo costear los campamentos de básquetbol y la escuela privada que ellos aman tanto y los regalos para todas las fiestas de cumpleaños a los que son invitados. —Mi garganta se engrosó. —No —repitió. —Y tienen abuelos. —No había reconocido el sonido ronco de mi voz—. Jacob no podía dejar de hablar acerca de los padres de Joe y Tyler va a pescar con el papá de Carrie cada miércoles mientras el frío lo permita. No puedo ofrecerles eso. —Tienes razón. —Los amo —dije con determinación. —Sé que lo haces. —Su voz tembló—. Nunca dudé sobre eso. —También amo a Echo. —Miré directo a los ojos de la Sra. Collins—. La extraño. Se encogió y me dio una sonrisa triste. —Está bien amar a alguien además de tus hermanos, Noah. No estás traicionándolos a ellos o a tus padres porque estás viviendo tu vida. Y pasó. Después de años de retenerlo, el dolor me golpeó. Toda la ira, la tristeza y el dolor que guardaba en mi búsqueda de nunca sentir esas emociones explotaron hacia la superficie. —Quiero a mi mamá y a mi papá. —No podía succionar el aire—. Sólo quiero a mi familia de regreso. La Sra. Collins secó sus ojos y cruzó el cuarto hacia mí. —Lo sé —dijo otra vez y me abrazó.
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—Gracias otra vez, Noah. —Joe sacudió mi mano por posiblemente la decimo quinta vez desde que le dije a él y a Carrie que no iba a buscar la custodia después de graduarme—. Prometo que los podrás ver cuando quieras. Asentí y miré sobre mi hombro. La Sra. Collins y Carrie estaban paradas cerca de las escaleras al final del pasillo del segundo piso. La Sra. Collins me envió una sonrisa alentadora y tomé un profundo respiro. Joe abrió la puerta hacia el cuarto de Jacob y los dos entramos. —Chicos, Noah quiere hablar con ustedes. —¡Noah! —En su pijama de Batman, Jacob se apresuró hacia donde me encontraba—. ¡Aún estás aquí! —Si —dijo Joe—. Y estará aquí mucho más. —Con mirada ansiosa, Jacob se maravillaba con Joe—. ¿Lo dices en serio? —Lo juro. —Joe palmeó mi hombro—. Les daré algún tiempo para hablar. Y así se alejó, cerrando la puerta detrás de él. No había estado a solas con mis hermanos en dos años. Con mi mano en Jacob, me quedé viendo a la foto de mis padres. Ellos no iban a regresar y nunca podría recrear lo que teníamos, pero podía seguir adelante. Me senté en el piso con mi corazón flotando cuando Tyler, en pijamas con pies, se acercó más a mí y puso su pequeña mano en la mía. Su pulgar en su boca. Una sabana en su puño. Jacob súper pegado a mi lado. —Papá nunca jura a menos que sea en serio, Noah. Él dice que es un pecado mentir. Asentí. —Lo es. Nuestra mamá solía decir eso también. —Aclaré mi garganta para comenzar la conversación más dura de mi vida—. Hace unos años, les hice una promesa. En el momento era verdad, pero ahora no pienso que es la mejor opción para ninguno de nosotros. Miré a Tyler. Él era tan joven para recordar la manera que mamá reía cuando papá trataba de bailar con él mientras ella lavaba los trastes de la cena. Demasiado joven para recordar a papá mostrándole fotos de edificios y explicando cómo sus hijos iban a aprender a clavar un clavo correctamente antes de que cumplieran diez. Y Jacob. Lo suficientemente grande para recordar, pero demasiado joven para comprender completamente lo que había perdido. Nunca conocería el orgullo de caminar con mamá en apreciación de la noche. Nunca sabría la explosión de júbilo cuando papá le dijo que fue natural cuando usó su primera herramienta.
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Nunca sabrían que habían perdido las dos personas más sorprendentes en el planeta. Nunca sabrían como la pérdida me había atormentado cada día de mi vida. Tomé un respiro profundo y traté nuevamente. —¿Cómo se sentirían de vivir aquí por siempre y yo sólo viniendo a visitarlos? La Sra. Collins corrió por la señal de alto al final de la calle de Jacob y Tyler. Me senté en mi carro, solo. Echo. La había dejado ir y no había terminado con la custodia de mis hermanos. La Sra. Collins estaba en lo correcto. En lo profundo pensé que amarla era una traición a mis padres y a mis hermanos. Pero amaba a Echo. La necesitaba. E iba a ganármela de nuevo. Le di vuelta al carro y la máquina farfulló con vida. Los hogares de guarda eran educacionales —en una manera de en “cinco o siete años con la posibilidad de libertad condicional”. La pregunta era qué iba a hacer con toda la información que había reunido.
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53 Echo Traducido por pau_07 Corregido por Vericity
¿
Dónde está? —chillé. Apagué el auto de Aires y salí volando de la silla. El mundo entero se había vuelto loco. Primero Ashley entró en labor de parto anticipadamente. Ahora Noah insistió en estar loco. —Maldita sea. Beth. Te dije que no fumaras esa mierda. Noah se va a enojar. —Isaiah pasó una mano por su cabeza zumbante. Por una vez, me alegraba que Beth estuviera drogada casi al punto de la incomprensión y el divagaje. —¿Qué es exactamente lo que piensa que va a conseguir? — pregunté—. Ya sabe todo acerca de sus hermanos y me dijo que estaba siguiendo la ley del pie de la letra. ¡Irrumpir en la oficina de la Sra. Collins no es seguir la ley del pie de la letra! Isaiah unió las manos. —Vamos a dar un paseo. ¿Isaiah se había enloquecido? —Tu mejor amigo… tu hermano va a entrar en la escuela e irrumpir en la oficina de la Sra. Collins ¿y quieres coger el auto para dar un paseo? Isaiah se frotó las manos con fingido entusiasmo, pero la frustración empañaba sus ojos. —Sí. —No. —Moví una mano en el aire—. No. Tenemos que detenerlo. No lo pueden atrapar o perderá a sus hermanos. Oh por Dios, puede ser un idiota obstinado. ¿Qué podría lograr con la irrupción? —Te quiere de regreso —dijo Beth arrastrando las palabras. Rayos podrían haber destellado en el cielo despejado y prender en fuego mis zapatos y habría estado menos sorprendida. —¿Perdón? Beth se sentó en la acera y apoyó la cabeza contra el banco, con
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los parpados aleteando por el cansancio. —Está enamorado de ti y quiere que seas su única y verdadera. Y alguna otra mierda acerca de que no estás en segundo lugar y probarte que estás equivocada. Ding, ding. Noah quería mi archivo y me quería de regreso. Mi corazón se contrajo por la calidez y la alegría y luego cayó y se puso frío. No, no podía arriesgar nada por mí, no cuando le podía costar sus hermanos. Me volví a Isaiah. —Tenemos que detenerlo. ¿Cuándo se fue? —Quería esperar hasta que se pusiera oscuro. Noah vino a casa hecho un lio. Asumí que te vio y tuvieron una pelea. Parloteaba acerca de cómo había jodido las cosas contigo y estaba determinado a arreglarlo. Me pidió que viniera aquí, arreglara el auto y te mantuviera aquí hasta que él apareciera. —¿Por qué no lo detuviste? —Excavé las llaves del bolsillo. —No se puede detener a Noah. Adivina de nuevo. Isaiah deslizó su auto en un espacio del supermercado en frente de la secundaria y apagó el motor. Traté de llamar al celular de Noah y por millonésima vez me envió al buzón. —¿Por qué no aparcas en la escuela? —pregunté. Isaiah me dio una mirada de acaso-eres-una-idiota. —La policía patrulla el terreno de la escuela cada dos horas. Sabrán que algo está pasando si ven un auto en el estacionamiento de la escuela. Debido a esto, Noah también había aparcado su auto en el supermercado. —¿Habéis hecho esto antes? —Sólo por diversión para jugar a la pelota en el gimnasio. Nunca para irrumpir en una oficina. Apreté la manija de la puerta y le di un vistazo a Beth, quien estaba desmayada en el asiento trasero. —¿Está bien? —Sí, solo jodida. —Tiró de un pendiente—. No la puedo dejar así en un auto como este y si la despertáramos, haría el suficiente ruido para levantar sospechas. Lo más probable es que Noah hubiera ido a la entrada lateral más cercana a la oficina principal. Pondrá algo pequeño en la puerta para evitar que se cierre con él adentro. Asegúrate de dejarlo ahí. Agárralo y dile que ustedes dos podrán discutir después. —Gracias.
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Corrí por la calle y traté de evitar que mis pulmones explotaran. Buen Dios, estaba irrumpiendo y entrando para mantener a mi estúpido, obstinado, dulce —¿novio? ¿exnovio? ¿quizás novio de nuevo?— fuera de prisión. Justo como Isaiah dijo, Noah había dejado la puerta junto a la oficina un poco abierta. Me deslicé dentro, asegurándome de dejarla exactamente como la había encontrado. La Sra. Collins amaría encontrarnos a los dos encerrados en su oficina. Tenía esa horripilante sensación de película de terror como cuando las luces se encendían delante de mí con cada paso que daba. Mi corazón empezó a latir en mi garganta. Me mantuve mirando sobre mi hombro, esperando que alguien corriera detrás de mí y me succionara la sangre o me arrastrara a la prisión. Al principio me escondí detrás de los casilleros, luego caí en cuenta de lo idiota que era. Las benditas luces ya estaban encendidas y se apagarían una vez que cesara el movimiento. No más merodeamiento — corrí. Gracias a Dios, las luces de la oficina eran de interruptor. Había tenido suficiente de los sensores de movimiento. ¿El problema? La puerta de la oficina de la Sra. Collins estaba cerrada y ninguna luz brillaba por debajo de la puerta. ¿Noah ya se había ido? El pasillo estaba a oscuras, pero segundos después las luces volvieron a parpadear. Hablando de volverse loca por completo. Agarré la manija de la puerta de la Sra. Collins y casi grité cuando se abrió. Tan silenciosamente como pude, cerré la puerta y me alejé de ella, esperando y rezando que quien sea que entrase a la oficina fuera Noah o no pudiera encontrarme. El impulso de gritar corrió de mis dedos de los pies a mi boca cuando algo cálido y fuerte vino detrás de mí y me tiró al armario de abrigos. La puerta del armario se cerró antes que mis ojos. Noah susurró en mi oído—: ¿Qué estás haciendo aquí? Susurré ásperamente—: ¡Podría preguntarte lo mismo! Estoy aquí para salvar tu trasero de ir a prisión por algo estúpido y perder a tus hermanos. Pasos resonaron en la oficina principal. Apreté la mano de Noah, la cual seguía envuelta en mi cintura, y me acercó a él. Apenas susurró—: ¿Puerta lateral? Asentí. Si el guardia de seguridad encontraba la puerta lateral abierta, sabría que alguien había entrado al edificio. Busqué en mi bolsillo y saqué el teléfono, enviándole un mensaje a Isaiah rápidamente:
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¡Desbloquea la puerta lateral lo antes posible! Segundos más tarde, Isaiah me envió un mensaje de regreso: En ello. Noah bajó la cabeza así su nariz rozaba el área sensible justo detrás de mi oído. Su cálido aliento hizo cosquillas en mi piel sensible. Le había extrañado a él y a su toque. ¿Por qué tuvo que ir y hacer algo tan estúpido? No valía la pena perder a sus hermanos. Si atrapaban a Noah sería arrestado. Mi estómago cayó a mis pies. ¿Yo qué tenía que perder? Era una artista de pacotilla recorriendo el país con sus lienzos. Así que tendría un historial (todos los músculos se encogieron) y tendría que quedarme una noche en prisión (vómito quemó la parte posterior de mi garganta). Sí, sería genial. Los brazos de Noah se apretaron y podría haber jurado que besó mi cabello. Podía hacerlo —por él. Podía entregarme y decirle a Noah que se quedara escondido. Estaba empujando la puerta para abrirla cuando la mano de Noah la cerró de nuevo y sujetó mi estómago en un agarre mortal. —¿Qué demonios crees que estás haciendo? —preguntó en voz baja. —¿Dar un vistazo a ver si estamos a salvo? —Mierda, apesto mintiendo. —Demonios, no, y estás llena de mierda. Te quedas aquí conmigo. —Tus hermanos… —Renuncié a ellos. Me moví así podía ver su rostros y el dolor en sus ojos golpeó dentro de mí. —No por mí. Su garganta se movió mientras pasaba saliva y negó con la cabeza. —Por ellos. Mi celular vibró. Isaiah me envió un mensaje: Malo. Salgan por la ventana ahora. El auto está listo. —Mierda —susurró Noah—. Debo haber activado la alarma. Vamos. En silencio abrió la puerta del armario de abrigos. En un metódico pero a la vez fluido movimiento, abrió una de las ventanas. Sin luces, el auto de Isaiah se movió sigilosamente dentro del estacionamiento de los estudiantes. Noah levantó uno de mis pies para ayudarme a salir por la ventana.
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—Sigue corriendo hasta que puedas meterte en el auto de Isaiah. —¿Qué hay de ti? —Pánico puro sacudió mis entrañas. Pensé que mis ojos iban a salirse de mi cabeza. Me dio su relajada y malvada sonrisa. —Estaré detrás de ti, nena. ¿Alguna vez mencioné que estás muy tensa? Mientras me daba un empujón, noté que el escritorio de la Sra. Collins tenía archivos sueltos. Oh, bueno. Rápidamente subí a la ventana y corrí a través del estacionamiento hacia Isaiah, dando una mirada atrás de su hombro para ver a Noah agacharse cerca de la pared. La sangre latía en mis venas y el frío aire de la noche me quemaba los pulmones mientras corría hacia la libertad. La puerta trasera de pasajeros se abrió y me sumergí en el interior, aterrizando en los pies de Beth. Cerré la puerta detrás de mí. Mis intestinos se retorcieron ante la vista de Noah corriendo a toda velocidad hacia su auto. Luces parpadearon en la oficina principal. Isaiah siguió manejando cerca a Noah. Mis ojos se movían entre Noah y la oscura oficina de la Sra. Collins. Isaiah abrió de un golpe la puerta del pasajero de adelante y le tomó un segundo a Noah aterrizar en el asiento delantero. —Tenemos que salir de aquí. —Isaiah miró por el espejo retrovisor. —Llévame a mi auto y luego vayan a casa. —Noah estaba mirando la ventana cerrada de la oscura oficina de la Sra. Collins. Se rió y silbó cuando las luces se prendieron en el momento en que cruzamos la invisible línea de libertad en el estacionamiento del supermercado. Isaiah se detuvo junto al auto de Noah y ambos salieron. Beth aún estaba profundamente dormida en la parte de atrás. Isaiah nos llamó. —Peleen en otro lugar. No se queden aquí. Noah le dio la mano a Isaiah. —Gracias, hermano. Aceptándola, Isaiah respondió—: Cuando quieras, hombre. Isaiah se marchó mientras Noah encendía su auto y lo siguió. A dos cuadras de la escuela, un auto de policía con las luces encendidas y sin sirena nos pasó yendo en sentido contrario. Eso había estado malditamente cerca. Noah cubrió mi mano con la suya. —¿Estás bien, nena? —Sí. —Pero no me sentía bien. Me sentía todo menos bien. Esperé a que mi pulso dejara de latir en mis venas como una iniciación de una pandilla, a que la sangre abandonara mi rostro y que mis pulmones no ardieran mientras respiraba. Estábamos a salvo ahora. Estábamos libres, pero mi cuerpo aún reaccionaba como si el diablo me estuviera
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persiguiendo. Otro auto de policía pasó por delante y las luces intermitentes azules y rojas hirieron mis ojos. En mis sienes, un lento y constante latido imitaba el ritmo de las luces azules —lejos y cerca, lejos y cerca. El lado izquierdo de mi rostro se sentía entumecido y mi cabeza se volvió ligera. —Noah, creo que voy a vomitar. —Espera. —Noah volteó a un estacionamiento abandonado. A duras penas había estacionado el auto cuando abrí la puerta y salí a trompicones, desechando los restos de mi almuerzo de hace tanto tiempo. Noah alejó mi cabello del rostro. Su cuerpo se estremecía con una risa silenciosa. —En serio, estás demasiado tensa. Una parte de mí quería reírse con él, pero no pude. Me senté en mis rodillas y miré hacia la oscura noche. No podía mantener las luces intermitentes fuera de mi cabeza. El rojo y el azul. Cerca y lejos. Cerca y lejos. Y luego… oscuridad. No luces. No sonidos. Oscuridad… Vibrantes imágenes coloridas destellaban delante de mi mente en una rápida sucesión, golpeándome como balas de una ametralladora. Mi cabeza cayó hacia adelante y la cubrí con los brazos para ahogar todo. Mi mente arrojó todas las imágenes, intentando ordenarlas, clasificarlas, pero no pude —y la pérdida del control, el bombardeo, causó un agudo dolor insoportable que rasgaba a través de mi cerebro. Voces y sonidos y gritos agudos clavaron las garras en mi mente. Me di cuenta de que estaba gritando y escuché a Noah hablarme rápidamente. El sonido de cristales rotos y mis propios gritos lo ahogaron. —¿Qué pasó? —Un hombre con una pequeña linterna en la mano se cernía sobre mí. Luces rojas destellaban detrás de mí y más allá las constelaciones brillaban en el cielo nocturno. La voz de mi madre susurraba en mi oído, cantando para mí de regreso a su historia. —¡No! —Luché para evitar caer de nuevo en el pozo, de regreso al suelo… para mantenerme alejada de mi propia sangre—. ¡Noah! Su voz tenía un fuerte filo mientras me gritaba—: Estoy aquí, nena. El hombre retiró la linterna. Un estetoscopio colgaba de su cuello. —¿Has tomado drogas esta noche? ¿Has estado bebiendo? La rabia en la voz de Noah dejó un sabor amargo en mi boca. —Escucha, maldito imbécil, por quinta vez, está limpia.
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Él ignoró a Noah mientras frotaba las manos debajo de mi cuello. —¿Hierba? ¿Metanfetamina? ¿Pastillas de alguna clase? No tienes permitido tomar pastillas. Mi propia voz hizo eco en la parte de atrás de mi mente. No. No. Dios, no. Fuerzas gravitacionales me empujaron al suelo y mi mente fue aspirada dentro de si misma y tiró la realidad de mi alcance. —Sufres de depresión. —Sacudí el frasco de pastillas vacío y salí a trompicones del baño de mi madre, deteniéndome cuando mi rodilla golpeó el vitral de la ventana para dejarlo secar. Mi madre se sentó en el sofá, con un vaso de té helado en una mano y una foto de Aires en la otra. Tomó un metódico sorbo. Sus ojos se lanzaron de mi propio vaso de té en la mesa a mí. Su salvaje cabello rojo caía del broche. —Lo sé. Me balanceé a un lado mientras el mundo entero se inclinaba. —¿Qué hiciste? Tomó otro sorbo de té. Todo dentro de mí se volvió tan pesado como el acero. —¿Qué me hiciste? —No te preocupes, Echo. Pronto estaremos con Aires. Dijiste que lo extrañabas y que harías cualquier cosa por verlo de nuevo. Yo también. La habitación se volteó a la izquierda. Luché por mantenerme recta y sobre compensar a la derecha, pero me quedé sin esfuerzos. El mundo colapsó sobre sí mismo. El sonido de vidrios rotos fue acompañado por un dolor abrasador y gritos. Gritos de mi madre. Gritos míos. Abrí mis ojos y vi como una lluvia de rojo y azul me siguió hasta el suelo. Un pensamiento fugaz atravesó el dolor… Amaba ese vitral. Sangre. Sangre emanaba de las venas expuestas en mis brazos. Empapó mi ropa y piel manchada. Se agrupó en el hueco de mi codo y un pequeño corría y fluía hacia mi madre, quien ahora estaba recostada a mi lado. —¡Estoy sangrando! Una fuerte mano se apoderó de la mía. Noah entró en mi vista. —No, no lo estás. —Detrás de mí, blancas luces brillaban y el sonido de un pitido se mantenía en sincronía con el latido de mi corazón. Habló con inquebrantable determinación—. ¡Concéntrate, Echo!¡Mira tus brazos! Sostuvo mis brazos. El tubo transparente frotó suavemente mi piel. Había esperado sangre, pero no había ninguna. Blancas cicatrices.
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Elevadas cicatrices. No sangre. —¿Noah? —jadeé, tratando de entender atravesando los gritos de en mi cabeza. —Te tengo. Lo juro por Dios, te tengo —dijo Noah—. Quédate conmigo, Echo. Yo quería. Quería quedarme con él, pero los gritos y chillidos y cristales rotos en mi mente se hacían más fuertes. —Haz que se detengan. Apretó su agarre en mis brazos. —¡Pelea, Echo! Maldita sea, tienes que pelear. Vamos, nena. Estás a salvo. Noah flaqueó delante mio y se arremolinó. Dolor rebanaba a través de mí y grité de nuevo. Una enfermera tiró del cristal fuera de mi brazo. Mi padre secó las lágrimas de mis ojos y besó mi frente. Sangre mojaba su blanca camisa abotonada y manchaba su rostro. —Shh, cariño, no llores, ahora estás a salvo. Estás a salvo. —Ella no puede hacerte daño nunca más. —Mi padre sujetó mi mano vendada, lágrimas cayendo por su rostro. —Ve a dormir —arrulló mi madre, recostada en el suelo junto a mí, mi sangre arrastrándose hacia ella en el suelo. Mi padre me recogió y me acunó en la cama del hospital. —Espantaré las pesadillas. Lo prometo. Por favor, sólo duerme. Y los constantes gritos se detuvieron y jadeé entre respiraciones superficiales en una fría y calmada habitación de hospital parpadeando ante la vista. Una mujer en uniforme azul terminó de empujar algo dentro de la intravenosa y me dio una pequeña sonrisa antes de irse caminando. Mis párpados se hicieron pesados y peleé. —Duerme, nena —me tranquilizó la voz de Noah como un bálsamo en una herida. Tragué saliva y volteé mi pesada cabeza hacia el sonido de su voz. —Ella me drogó. Me dio una triste sonrisa y apretó la mano que sujetaba. —Bienvenida. Mi voz arrastraba las palabras. —Puso todas sus pastillas para dormir en el té si que me diera cuenta y me dio un vaso. Presionó sus labios contra mi mano. —Necesitas descansar.
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Mis ojos parpadearon. —Quiero despertar. —Duerme, Echo. Estoy aquí y te juro que nunca voy a dejar que nadie te lastime de nuevo.
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54 Noah Traducido por Madeleyn Corregido por Deeydra Ann’
¿
Todavía aquí, Noah? —La Sra. Collins se acercó a la habitación de Echo en el hospital—. El Sr. Emerson dijo que la trajiste aquí.
Pasé la mano por mi cabello en un intento de despertar a mi cerebro. Echo había dormido durante toda la noche. Pasé la mayor parte del tiempo mirándola fijamente, sosteniendo su mano, y a veces a la deriva en la silla. —Sí. El pelo rubio de la Sra. Collins estaba recogido en una cola de caballo. Llevaba unos vaqueros azules y una camiseta de Grateful Dead 32. Al arrastrar una silla al otro lado de la cama, tomó la mano de Echo. —¿Ha pasado por aquí su papá? —Se quedó aquí un par de horas ayer por la noche, pero ya la habían puesto a dormir antes de que llegara. Habló con el médico antes de volver para ayudar a Ashley a alimentar al bebé. —¿Qué ha dicho el médico? —Que sabrá si su mente se quebró cuando ella despierte. Dejó escapar una breve risa sarcástica. —¿Es así como él lo dijo? —Así suena con mi toque personal. —Mi pulgar acarició la mano de Echo. Dormía por sí misma ahora. No le habían dado nada más que para mantenerla en calma, o ayudarla a dormir. No había nada que hacer sino esperar—. ¿Crees que va a estar bien? La Sra. Collins arqueó una ceja. —Me sorprende que lo preguntes. Tú sabes mejor que yo que ella es una luchadora. Me relajé en la silla. Me sentí bien al escuchar a alguien más decirlo. 32
Grateful Dead: fue un grupo de rock y folk rock estadounidense.
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Pero aun así, después de ver la lucha por su cordura anoche... ¿Cuánto podría tomar una mente? —¿Sabes si su madre la vio ayer? —preguntó la Sra. Collins. Mis músculos se tensaron de nuevo. —¿Qué? —Sí. Ella sí que me sorprendió. No sabía que Echo tuviera la fuerza para desafiar a su padre. Supongo que eres una mayor influencia, no estaba dándote el crédito correspondiente. Usó sus viajes a diferentes galerías para encontrar a su madre. Entregaba cartas por todas partes hasta que su madre accedió a encontrarse con ella. —¿Cómo lo sabes? —Creo que la reunión no salió bien y su madre llamó a su padre y le dijo donde encontrar a Echo. Maldita sea. Sólo maldita sea. Y ella había intentado salvarme. Echo quería saber qué le había ocurrido, pero estaba aterrorizada de recordarlo. Yo nunca había entendido realmente. Ayer debió haber empujado su mente al borde, viendo a su madre, la fijación con el auto de Aires, casi convirtiéndose en un criminal. Apreté mis dedos en un puño. Te lo prometo, Echo, voy a cuidar de ti ahora y siempre. —Realmente no lo sabías, ¿verdad? —No tenía idea. —Pensé en lo que ella dijo—. El Sr. Emerson no fue tras ella, ¿verdad? La Sra. Collins apretó la sábana alrededor de Echo. —Ashley entró en parto después de la llamada telefónica. El bebé llegó antes. Una vez más, el segundo lugar. La historia de la vida de Echo. Echo tenía la costumbre de hacerme sentir como un idiota en comparación con ella y hoy no sería la excepción. Me dejó para que yo pudiera tener una familia, dejándola a ella sola. ¿Cómo la dejé marchar? —Estoy orgullosa de ti, Noah. Las últimas veinticuatro horas habían sido una larga pesadilla. Perdí a mis hermanos. Echo estuvo a punto de perder la razón. —¿Por qué cuando mi vida es una mierda la gente decide estar orgullosa de mí? —Porque crecer significa tomar decisiones difíciles, y hacer lo correcto no necesariamente significa hacer lo que te hace sentir bien. Nos sentamos en silencio y escuchando el sonido de la respiración de Echo y el sonido constante del monitor cardíaco. Me dolía el corazón
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con las promesas que le hice en silencio y que deseaba cumplir. Ella nunca estaría sola otra vez. —Ella tuvo un momento antes de quedarse dormida —le dije—. Dijo que su madre la drogaba con pastillas para dormir. Echo lloraba mucho durante la alucinación o como sea que quieras llamarlo. Sonaba a que su madre estaba deprimida, decidió quitarse la vida, y luego Echo apareció. Mamá psicótica cambió el plan para incluirla. La Sra. Collins suspiró y dio unas palmaditas a la mano de Echo. —Entonces, ella recuerda.
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55 Echo Traducido por M. Ann♥ Corregido por Deeydra Ann’
L
a Sra. Collins me envió una sonrisa alentadora cuando los pequeños trozos de pañuelo cayeron de mis manos en la manta.
—Lo siento —le dije. Me removí en la cama del hospital y suspiré cuando las piezas más pequeñas cayeron al suelo. El psiquiatra del hospital, un hombre calvo de casi cincuenta años, se rió. —Los pañuelos fueron hechos para ser rotos. No te preocupes. Me sentí como si no hubiera hecho otra cosa más que llorar desde que me desperté esta mañana. Lloré cuando abrí los ojos para encontrar a Noah a mi lado. Lloré cuando los médicos entraron y le pidieron a Noah que saliera para que pudieran examinarme. Lloré cuando le dije al psiquiatra y a la Sra. Collins lo que recordaba. Lloré cuando me hablaron a través de los acontecimientos. Y ahí estaba yo, horas más tarde, aún llorando, un patético y constante goteo de lágrimas. Cogí otro pañuelo de la caja y traté de hacer sonar discretamente mi nariz. Lo recordaba. Todo. Apareciendo y encontrando a mamá en una profunda depresión. Decidiendo quedarme para ver si podía convencerla de ver a su terapeuta. Beber el té y luego sentirme enferma. Ir al baño, encontrar la botella vacía de pastillas para dormir en el lavabo y llamar a mi padre para terminar en su buzón de voz. La realización de hundimiento que mi madre pensaba suicidarse y luego decidió incluirme sin mi consentimiento. Ponerse mareada y caer en la vidriera. El tiempo gastado en el suelo, rogando a mi madre para que me ayudara, y luego... cerrando mis ojos. No es de extrañar que odie dormir.
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Me soné la nariz otra vez. —Entonces, ¿puedo ir a casa? El psiquiatra se inclinó hacia delante y le dio unas palmaditas a mi rodilla. —Sí. Le recomiendo continuar la terapia privada para hacer frente a los sentimientos residuales ahora que usted ha recordado el incidente. Oí que la Sra. Collins ha mantenido unos cuantos clientes privados. Tal vez estaría dispuesta a ayudar. La Sra. Collins prácticamente movió su cola y suspiró. —Mi puerta siempre está abierta. —Creo que me gustaría. —¿Quién sabe? La mujer que había supuesto estaba dispuesta a hacer de mi vida un infierno me había liberado de ello. *** En la típica moda de Glinda la Bruja Buena, Lila me trajo cosas de casa. Una vez que tenía algo para cambiarme aparte de las vomitadas ropas o una bata de hospital, disfruté de una larga ducha caliente. Cuando salí del baño, me encontré con Noah de pie junto a la ventana. —Hola —dije. —Hola. —Noah mostró su sonrisa maliciosa—. Oí que ellos están saltando sobre ti. —Sí. —Caminé hacia la pequeña bolsa que Lila había dejado y metí mis cosas de nuevo, tratando de pensar en cualquier otra cosa que hacer para mantenerme ocupada. Él había sido testigo de mí perdiendo el control. Pero también se quedó conmigo todo el tiempo. Tal vez se sintió mal por mí. Sin embargo, él irrumpió en la oficina de la Sra. Collins para obtener mi archivo, ya que, de acuerdo con Beth, él me quería de vuelta. —Noah. —Pero él dijo mi nombre al mismo tiempo. Enganchó los pulgares en los bolsillos mientras yo tamborileaba los dedos contra la mesa de noche. —¿Cómo estás? —preguntó. ¿Estaba preguntando porque estaba ganando tiempo antes de que me dejara? ¿Quién querría estar con una chica loca? Me encogí de hombros y miré mis dedos que continuaban dando golpecitos. —Bien. En un movimiento inusual, Noah se rascó la parte de atrás de su
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cabeza. Parecía casi... inseguro. Mierda, lo había asustado tanto que estaba aterrorizado de estar en la misma habitación que yo. —Asustaste la mierda fuera de mí la noche anterior, así que perdóname si no quiero oír bien como respuesta. Me restregué los ojos, esperando contener las lágrimas ardientes a distancia. El agua caliente de la ducha había calmado por fin las lágrimas, pero el pensamiento de Noah alejándose las trajo de vuelta. —¿Qué es lo que quieres oír? ¿Que estoy agotada? ¿Aterrorizada? ¿Confundida? ¿Que todo lo que quiero hacer es descansar mi cabeza en tu pecho y dormir durante horas, pero eso no va a suceder porque me estás dejando? —Sí —dijo rápidamente, entonces igual de rápido dijo—: No, todo menos la última parte. —Hizo una pausa—. Echo, ¿cómo crees que te dejaría? ¿Cómo puedes dudar de lo que siento? —Porque —dije, mientras sentía la torsión familiar en mi estómago—, me viste perderme. Me viste casi volverme loca. Los músculos de sus hombros se tensaron visiblemente. —Te vi luchar contra el peor recuerdo de tu vida y te vi ganar. No te equivoques, Echo. Luché a tu lado. Necesitas encontrar la confianza en mí... en nosotros. Noah inhaló y lentamente dejó salir el aire. Su postura se suavizó al igual que su voz. —Si tienes miedo, dímelo. Si tienes que llorar y gritar, entonces hazlo. Y estás segura como el infierno que no te alejarás de nosotros porque crees que eso podría ser mejor para mí. Ésta es la realidad, Echo: quiero estar a tu lado. Si quieres ir al centro comercial completamente desnuda para así mostrarle al mundo tus cicatrices, entonces déjame tomar tu mano. Si quieres ver a tu mamá, me lo dices, también. Puede que no siempre nos entendamos, pero maldita sea, bebé, lo intentaré. Lo miré y él me miró fijamente. El aire entre nosotros se puso difícil con el peso de nuestras palabras no dichas. —Está bien —dije. Cerró los ojos un instante, la tensión saliendo de su rostro. —Está bien. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho. ¿Significaba esto que estábamos de nuevo juntos? Quería que significara eso, pero la tierra debajo de mí se sentía inestable. Tal vez estaría bien si pudiéramos ser nosotros otra vez. —¿Totalmente desnuda? —Todos tenemos sueños, Echo. —El lado derecho de su boca se
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alzó—. Sabes, hay una cama aquí y la puerta ya está cerrada. Sería una lástima no aprovechar la situación. Me reí y la acción me tomó por sorpresa, pero, oh, se sentía bien. Noah no caminó, asechó y amé el brillo travieso en sus ojos cuando me atrapó. Colocó sus manos en mis caderas y acarició mi cabello. —Amo la forma en que hueles. —Gracias. —El calor encendió mis mejillas y solté un suspiro. Mucho había cambiado en veinte y cuatro horas—. ¿Por qué renunciaste a tus hermanos? Noah pasó sus dedos por mis rizos, colocándolos gentilmente en tentadores movimientos. —Porque aman a Carrie y a Joe y vivir con ellos es lo mejor. Incapaz de detenerme, acaricie la barba áspera en sus mejillas. —Pero tú los amas. Su sonrisa se volvió forzada y un músculo se contrajo en su mandíbula. —Todavía voy a ser parte de sus vidas. Una gran parte. No voy a mentir, duele como el infierno, pero estoy sinceramente aliviado. Puedo ir a la universidad. Puedo decidir mi propio futuro. Tragué saliva y traté de dominar sobre los pterodáctilos mutantes que tienen un derby en mi estómago cuando me atreví a pensar en un futuro para nosotros. El momento en que el coche de Aires retumbó debajo de mí, yo había sabido que necesitaba a Noah en mi vida. La muerte de Aires había dejado un enorme hueco en mi corazón. Pensé que lo único que necesitaba era ese coche para correr. Equivocado. Un coche nunca podría llenar el vacío, pero el amor podía. —Espero que tu futuro me incluya. Quiero decir, alguien tiene que patear tu trasero en el billar. Noah se rió mientras enganchaba sus dedos alrededor de las presillas de mi cinturón y me arrastró más cerca. —Te estaba dejando ganar. —Por favor. —Sus ojos se habían salido de sus orbitas cuando, al romper, había metido un par de bolas—. Estabas perdiendo. Por mucho. — Me preguntaba si él también disfrutaba de la calidez de estar así de cerca otra vez. —Entonces supongo que tendré que mantenerme a tu alrededor. Para bien. Será útil durante una estafa. —Bajó su frente a la mía y sus ojos marrones, que habían estado riendo segundos antes, se oscurecieron mientras se ponía serio—. Tengo muchas cosas que quiero decirte. Mucho
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por lo que quiero disculparme. —Yo también. —Y toqué su mejilla de nuevo, esta vez dejando mis dedos tomarse su tiempo. Noah me quería, para bien. —Pero, ¿podemos discutir eso en otro momento? Estoy cansado de disuadirte y todavía tengo que ver a mi papá. ¿Crees que nosotros podemos solo asumir la fe que te quiero, tú me quieres, y nosotros vamos a averiguar la parte del final feliz luego? Sus labios se curvaron en una sexy sonrisa y me perdí en él. —Te amo, Echo Emerson. Susurré las palabras mientras él trajo sus labios a los míos. —Por siempre.
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56 Noah Traducido por Amy Corregido por Vericity
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oah tomó mi mano y mi bolsa cuando me acompañó hasta el tercer piso, el pabellón de mujeres. La campana del elevador sonó y las puertas se abrieron.
—Jesús, Echo, la circulación en mi mano sería algo bueno —dijo Noah. —Lo siento. —Intenté dejarla ir, pero Noah mantuvo sus dedos entrelazados con los míos. Caminamos por el pasillo y pasamos a mujeres paseando lentamente con sus maridos, habitaciones llenas de globos y flores, y la estación de la enfermera. Y al final del pasillo, me detuve justo afuera de la habitación que me dijeron que era de Ashley. —¿Quieres que entre? —preguntó él. Negué con la cabeza. —Podría estar dando leche. —Además no necesitaba público para esto. Noah se tensó. —Demasiada información. Estaré en la sala de espera. —Está bien. Besó mis labios suavemente. —Envíame un mensaje de texto y estaré aquí en un latido de corazón, dando leche o no. —Gracias. Noah esperó hasta que entré la habitación, luego se fue. No era una habitación común para Ashley. Mi padre la había trasladado a una habitación privada con un baño completo de spa, sofás de cuero, pisos de madera, y una TV de pantalla plana. Él y Ashley se reían de algo cuanto entré.
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—Hola. Ashley se estiró en la inclinada cama de hospital con mi padre a su lado. Su brazo cubría el hombro de ella. No había rastro de las líneas constantes de preocupación en la cara de mi padre. Sus ojos grises brillaban cuando miraba al bebé que ella sostenía entre sus brazos. Dejaron de reír y papá se sentó en la cama. —Echo, ¿estás bien? ¿Me necesitas? Mi pie dio un golpe en el suelo. Náuseas se sacudían en lo más profundo. No tenía idea cuánto dolería ver al niño de remplazo. —Estoy bien. ¿Interrumpo algo? Porque si es así me puedo ir, porque sé que acabas de tener un bebé y todo… —No. —Los ojos azules de Ashley se suavizaron—. No estás interrumpiendo nada, Echo. Por favor ven aquí. Siento no haber podido estar contigo ayer, pero… bueno… estaba un poco preocupada. —Sí. Está bien. Tienes un bebé. Creo que ese tipo de triunfos… — Estaba teniendo una crisis. Me senté en el asiento al lado de la cama y traté de echar un vistazo al bebé sin verlo realmente. —¿Él está bien? Quiero decir, recién nació y esas cosas. No es que me debería importar ni nada. Esta cosa era el remplazo de mi y de Aires. Pero aún así, era un pequeño, indefenso bebé y debería estar siendo cocinado en el vientre de Ashley, no afuera tan pronto en este horrible mundo. Mi papá me dio una sonrisa honesta. —Es perfecto. —Bien. —Crucé mis tobillos y mis pies se mecían al ritmo de mi dedo tocando mi rodilla. —¿Quieres tomarlo? —preguntó Ashley. Um… no. —¿Está bien? Mi padre recuperó el envuelto bebé de los brazos de Ashley y me lo entregó. Convirtiéndome en la reina de la torpeza, moví mis manos tres veces antes de finalmente aceptarlo. —Apoya su cabeza y mantenlo cerca —dijo mi padre—. Eso está bien. Ves, es natural. —Claro. —La gente naturalmente quería salir corriendo cuando sostenía a un bebé. Mi ritmo cardíaco se levantó cuando la pequeña cosa rosada bostezó y abrió los ojos. Pestañeó tres veces y lo acerqué de nuevo. Cuando yo parpadeaba así, típicamente seguía una mentira. Me pregunté cuán estrechamente relacionados estábamos.
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—¿Quieres saber su nombre? —preguntó Ashley. —Sí. ¿Cuál es el nombre? —Porque las personas nombraban a sus hijos y se supone que yo quiero saber. Mi padre acarició la mano de Ashley y respondió—: Alexander Aires Emerson. Un escalofrío me recorrió el cuerpo hasta que el nombre se instaló en mi corazón. La pequeña mano de Alexander se liberó de la manta y agarró mi dedo. Aires. Nombraron al bebé Aires. A Aires le hubiera encantado este bebé, sin importar quién era su madre, sin importar cómo nuestro padre lo trató. ¿Por qué? Porque esa era la manera que él me amaba. Aires me amaba incondicionalmente. Me amaba cuando era una niña asustadiza. Me amaba cuando era una preadolescente irritante. Me amaba cuando era una adolescente hormonal. Cuando nadie más en este mundo podría amarme por ser una insegura, absorbida en mi misma, tímida y miedosa, me amaba. Más de una vez, Aires tragó su orgullo por mí. Tomó mierda de mi padre, de mi madre y de Ashley por dar la cara por mí. Aires hizo sólo una cosa egoísta en su vida y fue cumplir su sueño de convertirse en un Marine, pero incluso entonces, luchó por mí. Le escribió cartas a mi padre y a Ashley, diciéndoles que me dejaran en paz. Me llamaba y escribía todo el tiempo. Sacrificó su tiempo libre con el fin de estar al día con todos los detalles de mi vida. Aires habría movido cielo y tierra por este bebé, al igual que movió cielo y tierra por mí. Había pensado que reparar el auto de Aires iba a arreglar mi vida. Había pensado lo mismo sobre recuperar mi memoria. Pero ninguna de esas dos cosas cumplió la mágica esperanza a la que me aferraba —que de alguna manera mi vida podría rebobinarse a tres años atrás. Alexander se movió en mis brazos. Dios, era tan pequeño, y desde el aspecto atolondrado de la cara de mi padre y Ashley, ya lo adoraban. Todos empezaron de esta manera, pequeños paquetes de alegría. Yo, Aires, Noah, Lila, Isaiah e incluso Beth. Pero en algún momento, alguien nos sostuvo y nos amó, pero en algún lugar a lo largo del camino, todo se jodió. No por este bebé —no por Alexander. Durante las últimas semanas, aprendí duras lecciones sobre mi misma. ¿La más devastadora? Que era tan egoísta como mi madre. Como ella, miraba el mundo en blanco y negro en vez de vibrantes colores y sombras que sabía que existían. Y no sólo eso, elegí ver el mundo a través de sus ojos en vez de los míos. Pero ya no más. Puedo hacer más que construir un auto en honor a
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Aires. Puedo convertirme en la hermana que quería que fuera. Alexander nunca se enfrentaría a este mundo solo. Tendría un defensor, me tendría a mí. —Alexander Aires. Me gusta. Ashley dejó escapar un suspiro de alivio y miró a mi padre con una sonrisa en su cara. —Estoy feliz de que estés aquí, Echo. Por extraño que parezca… —Yo también. Una enfermera caminó con una cuna rodante. —Perdón por entrometerme, pero vengo aquí a tomar al pequeño Alexander para pesarlo. —Con sus manos expertas tomó a Alexander de mí y lo puso en la cama—. Y alguien vendrá a examinarla, Sra. Emerson. —Querrá comer pronto, así que no lo mantengan por mucho tiempo. —Ashley agarró la mano de mi padre y sus ojos azules se volvieron preocupados. —Lo traeremos de vuelta —le aseguró la enfermera. La miramos irse. Mi padre se deslizó al borde de la cama. —¿Cómo estás? —Bien. —Para tener un colapso metal leve y recordar que mi madre intentó esa cosa de asesinato-suicidio conmigo—. Me dieron el alta. —¿Tan pronto? Los doctores y enfermeras me han mantenido informado, pero me dijeron que no podrías salir hasta las dos. Planeaba estar aquí para llevarte a casa. —Miró su reloj. Efectivamente, era sólo la una y media—. Te juro que me senté contigo. —Lo sé. Noah me lo dijo. Mi padre y Ashley se miraron perplejos. —¿Tú y Noah están juntos de nuevo? El calor quemaba mis mejillas al pensar en la forma que él me besó en la habitación del hospital. —Sí. —Se quedó contigo, Echo. Toda la noche. —Miró hacia sus zapatos cuando habló y oí el pesado toque de arrepentimiento. Noah se quedó conmigo, él no lo hizo. Las palabras que mi madre escogió ese momento hacían eco en mi cabeza. —Tú y yo compartimos la misma piel. —No, mamá, no lo hacemos. Comparto la piel de Aires. Lo haré mejor que tú. Cada pocos segundos la cara de Ashley vacilaba entre la preocupación y esperanza. La había amado una vez. Mi madre me hizo recordar eso. Hubo un tiempo cuando era niña que posiblemente la
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podría haber llamado mamá sin una punzada de arrepentimiento. Sí, cosas pasan. Un matrimonio falló y una familia se vino abajo, pero Ashley… Ashley no era mala. —Lo siento, Ashley. Su frente arrugada. —¿Por qué? Me obligué a mirarla. —Por siempre culparte. —Los ojos de Ashley se aguaron. Tragué mi orgullo y continué—: Mi mamá no es quién yo pensaba que era, así que quizás tú no eres la persona que creo tampoco. Al principio, me refería una disculpa como una tregua con el fin de un comienzo fresco con Alexander, pero cuando dije las palabras, mi corazón se hizo más claro. Realmente el perdón y el olvido era…. esclarecedor. Ashley puso una mano en su corazón mientras las lágrimas corrían. —Lo siento, también. Lo siento mucho. Nunca quise hacerte daño. Nunca. Algunas veces digo cosas y las palabras sólo salen, y podía ver la mirada en tu cara cuando me di cuenta que me equivoqué. Pero tienes que saber, que siempre te he amado. Lo haré mejor, Echo. Lo prometo. Eché un vistazo a mi pie rebotando. La culpa me comía. Ella quería borrar todo. Si comenzábamos con un nuevo pie, teníamos que comenzar con honestidad. —Voy a intentarlo realmente contigo. No un intento falso. Uno real. Ashley sonrió entre lágrimas y asintió, aceptando mi trato. —Sra. Emerson, estoy aquí para examinarla — dijo una enferma con una bata de color púrpura—. ¿A ustedes dos les importaría salir? Mi padre se puso de pie. —No hay problema. Una cosa apropiada para hacer sería abrazarla. Sí… lo que debería. Pero no podía. Me reservaba para cuando realmente lo sintiese. Reparar mi relación con Ashley requería pasos de bebé. Le tendí la mano y se la apreté. —Te veo en la casa —dijo ella. —Está bien. Mi padre puso un brazo alrededor de mi hombro y me llevó fuera de la habitación. —¿Te he dicho últimamente cuánto te amo? Un ventanal terminaba en el salón al lado de la habitación de Ashley. Mi padre cerró la puerta detrás de él y quedábamos mirando hacia el estacionamiento ocupado. ¿Te das cuenta que no me has tocado en años? —No.
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Él me atrajo y mantuvo la mirada fija en el mundo exterior. —Te amo más de lo que podrías saber. —Te amo, también —susurré—. Desearía… —que Aires nunca hubiera muerto. Que mi madre no fuera tan egoísta—. Desearía que las cosas no fueran tan difíciles entre nosotros. —No sabía cómo hablar contigo, Echo. No es algo que hubiera hecho antes, pero después de lo que pasó con tu madre… tuve un tiempo difícil contigo. Cada vez que te veía, miraba cómo fallé, y ¿cómo podía pedirte perdón si ni siquiera recordabas lo que hice? —¿Qué ocurrió? —Lo miré—. ¿Por tú lado? El gris que sombreaba su rostro le hacía parecer más viejo que un hombre en sus cuarenta años. —Quince minutos. Ese es el tiempo que tu mensaje se asentó en mi correo de voz. Llamé al 911 tan pronto como oí el pánico en tu voz. Les supliqué que miraran a ti y a tu madre. Ashley y yo nos fuimos inmediatamente, pero sabía que no seríamos lo suficientemente rápidos. Si tan sólo hubiera respondido mi teléfono cuando llamaste, podría haberte dicho que te encerraras en el baño. Nunca te habrías caído en los vidrios. Si hubiera comprobado mi correo de voz antes, habrías estado consciente cuando la policía te encontró. —Cerró sus ojos. Tortura pura sopesó sus características—. Casi te mueres. Apoyé mi cara en su pecho y lo apreté con más fuerza. —Estoy viva, papi. —Dilo, Echo—. Y está bien. No te culpo. Mi padre me abrazó mientras susurraba una y otra vez—: Lo siento mucho. Giré mi cabeza, escuchando su corazón mientras miraba por la ventana. Como siempre, el mundo continuaba. La gente venía y se iba del hospital. Los autos se escabullían a sus puntos de destino. Y tan contenta como estaba por haber llegado a mi padre, sabía que mi destino no estaba aquí. —¿Sabes cuántas veces salí de la ciudad para vender mis pinturas? —Me tiré hacia atrás, pero mi padre mantuvo su brazo alrededor de mí incluso cuando giró su cabeza y miró hacia otro lado. El tranquilo, y doloroso conocimiento que perdió el control varias semanas atrás seguía evidente en su rostro. —Sí. ¿Cómo exactamente podía explicar esto? —Dormí toda la noche mientras no estaba. —Echo, ¡eso es genial!
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Y él no entendía. —Hizo que me diera cuenta que necesito encontrar un espacio propio. Cuando me gradúe de la escuela secundaria, me mudaré. Tenía que decirlo, pero me arrepentí de la pesadez que le regresé a mi padre. Él frotó mi hombro. —Sé que he cometido errores. No puedo decirte cuántas noches me senté y miraba esas breves y preciosas horas que realmente dormías y me preguntaba qué podía hacer para que todos tus problemas desaparecieran. Sé que no era lo suficientemente bueno, pero hice lo mejor que pude por ti. No importaba cuánto lo intentaba, nunca encontré una manera de arreglarlo. La imagen en mi cabeza tenía sentido. Yo era un jarrón roto y el fuerte reinado de mi padre era el pegamento. Él pensó que si me presionaba lo suficiente, volvería a la normalidad. —Realmente lo intentaste con mamá, ¿cierto? —Mi conversación con ella me hacía repensar todo lo que me hizo creer. Su tono se volvió ronco. —La amaba, Echo. Era alguien que tituló mi universo. Pero amaba más a Aires y a ti. Intenté lo posible para minimizar los efectos de su comportamiento en ustedes. Me convertí en lo que ellos llaman un facilitador antes de que finalmente me di cuenta que la única persona que podía ayudar a tu madre era ella misma. Mi padre se limpió su cara y yo pretendí que quizás tenía polvo en ella. —Llegué a casa una noche y te encontré a ti y Aires en el armario del dormitorio, escondiéndose de ella. No era la primera vez, pero me juré a mi mismo que sería la última. No pude cambiar a tu madre, pero podía cuidarlos a ustedes dos. Contraté a Ashley a tiempo completo y le dije a tu madre que si no lo entendía, solicitaría el divorcio. Eras muy joven para recordar, pero tu madre lo intentó y hubo períodos en que tomaba su medicación y estaba bien. Cuando estaba realmente mal, la colocaba en un hospital psiquiátrico. El ciclo nunca terminaba. De bien a muy bien, de bien a mal, mal en el hospital y luego volvía a bien. Una noche llegué a casa de visitarla a ella en el hospital y encontré a Ashley leyendo en tu habitación. Estabas sentada en su regazo, jugando con su pelo y la mirabas a ella como si estuviera colgada de la luna. Ella ayudó a Aires con su proyecto de ciencias y grabó su partido de basketball. Incluso les cocinaba la cena y me calentaba las sobras. Ashley trajo un sentido de normalidad a la casa donde lo normal era difícil de conseguir. Lo juro, Echo, ninguno de nosotros tuvo la intención de enamorarse. A veces en la vida pasa. Quizás mi padre y yo éramos más parecidos de lo que jamás había imaginado. Los dos ansiábamos la normalidad. Los nervios aumentaban en
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mi interior. —¿Soy como mamá? Me miró por el rabillo del ojo. —¿Eso es una pregunta con trampa? Mis ojos suplicaban, esperando que no me hiciera deletrearlo. Frotó mi hombro otra vez. —Tienes su belleza, su talento artístico y su tenacidad si es a lo que te refieres. ¿Estaba diciendo que soy terca? Espera hasta que conozca a Noah. —¿Algo más? —Tu madre nunca habría pronunciado las palabras que acabas de decir de Ashley… o de mí. Eres tu propia persona, Echo, y estoy orgulloso de ser tu padre. Los nervios se fueron y descansé la cabeza en él. —Gracias, papi. —Dame otra oportunidad. Te prometo dejar que tengas tu propia vida. De todos modos, creo que Ashley va a estar abrumada con Alexander. No comenzó como niñera hasta mucho después que dejaras de usar pañales. Qué loco, loco mundo vivo. Mi niñera adolescente se convirtió en nana, se convirtió en madrastra, y dio a luz a mi nuevo hermano. Me moría de ganas de darle a papá la respuesta que quería y hacerlo feliz, pero entonces no sería fiel a la persona que estaba empezando a creer que era. —Honestamente, papi, no tiene nada que ver con las oportunidades. Esa casa está llena de recuerdos. Algunos de ellos son asombrosos otros… no. Me pasé años esperando y rezando y planeando una vida que nunca tuve, para empezar. Estoy asustada que si me quedo, seguiré mirando atrás y nunca miraré hacia adelante. —Divertido. —Pero no se rió—. Aires dijo exactamente lo mismo cuando se alistó. Prométeme que vendrás a casa a visitarnos. Eres mi bebé, también. Envolví mis brazos a su alrededor y él me abrazó. —Lo prometo.
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57 Echo Traducido por Annabelle Corregido por Melii
D
entro de una tienda de acampar, armada en el patio de Shirley y Dale, Echo se encontraba acostada sobre su estómago estudiando un enorme mapa de los Estados Unidos. Debido a la cálida noche de abril, se había alzado un poco la blusa para exponer su piel. A menos esa fue la razón que me dio cuando sus dedos empujaron lejos de su espalda baja el material de la blusa azul. Personalmente, creía que lo había hecho para volverme loco. —Lo siento —dijo Echo—. No soy una chica de océanos. Los pájaros, y la arena y las algas. —Tembló y sacó la lengua—. No es lo mío definitivamente, pero podemos ir allí si quieres. Hace una semana, había sostenido su mano en el hospital y me preguntaba si aluna vez volvería a mí. Esta noche, la miraba con completa admiración. Echo se encontraba aquí, y era mía. Sentado a su lado, tracé con mi dedo la piel expuesta de su espalda. —Iré a donde quieras, bebé. La luz de la linterna para acampar que compramos parpadeó, y ella levantó una ceja al estilo “te lo dije.” Echo no era muy fanática de los tesoros que podrían encontrarse en la beneficencia, y tampoco era muy fanática de dormir afuera. Pero había prometido darle una oportunidad al camping este verano, durante nuestro viaje. —La tienda está en buena forma —dije para probar mi punto—. Nos hubiese costado muchísimo más en una tienda de verdad. —Si tú lo dices. —Movió su dedo al oeste de Kentucky—. Quiero ver montañas cubiertas de nieve. Aparté algunos de sus rulos de su cabello, me incliné y besé su nuca, amando cómo sus músculos se relajaron al inclinarse hacia mí. Susurré en
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su oído—: Entones eso es lo que veremos. —Noah —gimió con placer y reprimenda a la vez—. ¿Cómo se supone que programe citas con galerías de arte si nunca planeo a dónde iremos? Al jugar con el lóbulo de su oreja, el dulce aroma de su piel hacía que mi cuerpo se elevara cada vez más. —No te estoy deteniendo. Tú haz los planes. Yo doy los besos. Echo giró su cabeza para mirarme sobre su hombro. Mi sirena se volvió tentadora con esa seductora sonrisa en sus labios. Un error de su parte. Acaricié su mejilla y besé esos suaves labios. Esperaba que se apartara. Habíamos estado jugando este juego desde hace como una hora: ella hacía los planes mientras yo me divertía con ella. Irse durante el verano era importante para ella, y ella era importante para mí. Pero en vez del besito rápido que había anticipado, movió sus labios contra los míos. Un ardiente calor tibió mi sangre. Al principio fue un beso lento, justo todo lo que pretendía, pero entonces, Echo me tocó. Sus manos acariciaron mi rostro, mi cabello. Y luego acomodó su cuerpo contra el mío. La calidez, la tentadora presión en todas las partes adecuadas, y los labios de Echo sobre los míos —fuegos artificiales. Ella se había convertido en mi mundo. Llenaba mis sentidos de tal manera que todo lo que veía y saboreaba era ella. Le siguieron besos, y caricias, y susurros llenos de amor, y cuando mi mano se deslizó hasta la curva de su cintura y se detuvo justo en el borde de sus vaqueros, mi cuerpo gritó para que continuara, pero mi mente sabía que era hora de parar. Con un suspiro, moví una vez más mis labios contra los suyos, antes de reacomodarme y apartar su cuerpo a mi lado. —Estoy enamorado de ti. Echo descansó la cabeza sobre mi brazo, y sus dedos acariciaron mi rostro perezosamente. —Lo sé. También te amo. —Lamento no haberlo dicho más temprano. —Si lo hubiese hecho, tal vez nunca nos hubiésemos separado. —Está bien —murmuró—. Ahora estamos juntos, y eso es todo lo que importa. Besé su frente y se acurrucó más contra mí. El mundo se sentía extraño. Por primera vez en mi vida, no estaba luchando contra algo o alguien. Mis hermanos se encontraban a salvo. Y Echo conocía la verdad. Muy pronto, estaría libre de la secundaria y del hogar adoptivo. Y con
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suerte, podré ser admitido a la universidad con una aplicación tardía. La alegría y la felicidad no eran emociones familiares para mí, pero podría acostumbrarme a ellas. —¿Te importa? —preguntó en voz baja, lo que indicaba sus nervios— . ¿Qué nos lo estemos tomando poco a poco? —No. —Y era la verdad. La alegría y felicidad serían un poco más difíciles para ella que para mí. Echo, Ashley y su papá habían alcanzado un nuevo acuerdo, pero las viejas costumbres eran difíciles de superar, especialmente cuando todos vivían en la misma casa. Y un nuevo bebé no ayudaba para nada al nivel de estrés. Las sesiones de terapia de Echo habían aumentado en vez de disminuir. Haber recuperado la memoria y el enfrentamiento con su mamá había creado todo un nuevo set de problemas, pero problemas que Echo sentía que podía superar, siempre y cuando contara con la Sra. Collins. Todo en su vida estaba fluyendo, y necesitaba fuerza, calma y estabilidad. Extrañamente, encontraba esas tres cosas en mí. ¿Quién hubiera pensado que yo alguna vez sería una fuente de confianza? —Además, tomar las cosas con calma crea anhelo. Me gusta la anticipación. Su cuerpo vibró al reírse bajito y mis labios se elevaron. Me encantaba hacerla feliz. —¿Y estás seguro que quieres dejar a tus hermanos y juras que no perderás tu trabajo? Había estado haciéndome esas dos preguntas como un millón de veces esta semana, pero comprendía su miedo. No quería que terminara lleno de arrepentimientos. —En julio van a cerrar el Malt & Burger durante un mes por renovaciones, y mi jefe cree que me vendrían bien unas vacaciones. Y en cuanto a mis hermanos… —Hice una pausa—. Necesito el espacio. Es difícil apagar ese interruptor. Quizá si me voy lejos por un tiempo, no tendré este sentimiento de que son exclusivamente mi responsabilidad. Se apoyó en sus codos y ladeó la cabeza. Esos hermosos ojos verdes me examinaron. —¿Estás seguro? —Cien por ciento. La sonrisa que tanto amaba adornó su rostro. —Entonces, nos vamos hacia el occidente.
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58 Noah Traducido por Annabelle Corregido por Melii
¿
Cuándo regresarás? —preguntó Jacob. El día siguiente a la graduación, nos encontrábamos sentados en la casa del árbol que Carrie y Joe tenían en su patio trasero. Carrie y Joe habían hecho una enorme cena como celebración y me habían dicho que invitara a mis amigos. Traje a Echo, Isaiah y a una muy sobria Beth. En este momento, Echo se encontraba ayudando a esconder a Tyler en lo que era un muy malo juego de escondite con Isaiah y Beth. —¿Lo máximo? En septiembre. Comienzo clases luego del Día del Trabajo. Sus piernitas colgaban del borde. —¿En la escuela de mamá? —En la escuela de mamá. —Con especialización en arquitectura. El acuerdo que tenía con los chicos de cuidados adoptivos era que el estado cubría todos tus gastos de universidad y hospedaje, pero una vez que Echo y yo regresáramos, planeaba vivir fuera del campus con Isaiah y Beth. Para Beth e Isaiah, el año que venía sería su último año de secundaria, pero a Shirley y a Dale no les importaban en dónde vivían. En cuanto a Echo, ella había aceptado una beca en “la escuela de mamá” y planeaba vivir en los dormitorios. Jacob extendió sus dedos y contó. —Pero esto es al menos unos tres meses. ¿Cómo les explicaba a mis hermanitos la razón por la que necesitaba irme? ¿Cómo podía explicarles que durante tres años lo único que mantenía mi cabeza sobre la superficie era el pensar en tener de nuevo una familia con ellos? Había perdido, pero también había ganado. Perdí todos los sueños que tenía, pero gané otros nuevos. Necesitaba tiempo para volver a conectar mi cerebro, para
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descifrar cómo ser un responsable estudiante universitario de dieciocho años y un hermano mayor sin responsabilidades. —Llamaré todos los días, y les enviaré regalos y postales de cada lugar que visite. Jacob se emocionó con la palabra regalos. —¿Lo prometes? —Lo prometo. Echo y Tyler se rieron cuando Isaiah lanzó a Tyler sobre su hombro, tomó la mano de Echo y comenzó a correr por todo el patio para evitar que Beth los “encontrara.” Beth los seguía lentamente, pretendiendo que no tenía ni idea hacia dónde se habían ido. Mi garganta se apretó al verlos. Finalmente tenía una familia. —A Tyler le gusta ella —dijo Jacob al ver cómo Tyler le extendía los brazos a Echo. Aclaré mi garganta y tragué todas esas emociones que me abrumaban. —¿Y tú qué piensas de ella? Cuando los presenté por primera vez hace un mes, mis hermanos habían actuado tímidos en su presencia. Luego Echo pintó una fotografía de ambos y la pared entre ellos se hizo pedazos. Pensaban que era genial que una adulta amara los crayones tanto como lo hacían ellos. Les tomó más tiempo adaptarse a Beth e Isaiah, pero eventualmente se los ganaron con los tatuajes de Isaiah y los regalos que la “Tía Beth” les traía. Jacob se encogió de hombros. —Es genial para ser una chica. Me reí. —Sí. Lo es. —¿A dónde irán cuando se vayan? —A todas partes, pero principalmente a Colorado. Allí hay un par de galerías de arte que Echo quiere visitar. Se lanzó hacia mí para abrazarme. —Colorado. Hay muchas montañas allí. Genial. Genial. Jugamos algunas rondas más de escondite hasta que Tyler ya no podía mantener sus ojos abiertos. Echo se fue con Beth e Isaiah para recoger el resto de los artículos que necesitaba para nuestro viaje, y a hacer que su padre jurara, otra vez, que cuidaría del auto de Aires hasta que ella volviera. Aunque no lo admitía, creía que también quería cargar a Alexander por algunos minutos más. Carrie me permitió leerles historias a mis hermanos, escuchar sus oraciones y acostarlos a dormir. Esta noche, Tyler dormía con Jacob en la litera de abajo.
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—Te amo, Noah —bostezó Tyler y cerró sus ojos. Toqué su rostro. No era la primera vez que me decía esas palabras, pero sí la primera vez desde que Carrie y Joe me permitieron regresar a sus vidas. —Yo también. Te amo —añadió Jacob. —Los amo a ambos. Cuídense mutuamente y háganle caso a Carrie y a Joe. Jacob me regaló la sonrisa de mamá. —Lo haremos. Los besé a los dos en la frente y me obligué a mi mismo a salir de la habitación. La casa tenía esa pacífica tranquilidad. El refrigerador vibraba. El lava vajillas se removía en silencio. Y la cocina desprendía un fuerte olor a café. Seguí la esencia y metí mi cabeza en la habitación. Carrie y Joe se encontraban sentados en el desayunador, tomando sorbos de sus tazas. —No bromeo. Planeo llamar todos los días. Joe me lanzó una sonrisa genuina. —No esperaríamos menos. —Noah. —Carrie se levantó de su banco—. Tengo algo para ti, no quise dártelo frente a tus amigos. Me tendió un sobre manila. —Ábrelo luego, ¿Está bien? Prometo que te encantará. —De acuerdo. Joe extendió su mano. —Ten un viaje seguro y no le compres nada demasiado grande a los chicos. Me reí. Como si pudiese comprar algo más grande que todas las cosas en ese sótano/tienda de juguetes que tenían. —Lo haré. Gracias de nuevo. Abrí el sobre en cuanto puse un pie en el porche de enfrente. Dentro habían muchos dibujos de Jacob y Tyler, una foto conmigo y mis hermanos, y luego una copia de la foto de mis padres. Recordaba esta fotografía. La había tomado luego de que mamá y papá les entregaran las llaves al primer residente del vecindario comunitario. El recuerdo me hizo sonreír. Carrie y Joe no eran el diablo. Eran personas que amaban a mis hermanos y que tenían corazones lo suficientemente grandes como para amarme a mí también. Saqué mi celular y le envié un mensaje a Carrie: Gracias. En segundos me respondió: De nada. Cuídate. Al otro lado de la calle, Echo estaba sentada sobre el capó de su Honda Civic gris. Sus rulos rojizos brillaban con las luces de la calle, y su
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blusa de tiros tenía el escote suficiente como para que mi mente trabajara en alguna forma de desviarla de su plan, que consistía en conducir por al menos seis horas esta noche antes de armar la tienda. Su sonrisa de sirena encendió mi mundo. —Noah. —Echo. Te ves… —Dejé que mis ojos la examinaran de arriba abajo mientras me acercaba al auto—. Apetitosa. Su risa tocó mi alma. —Creo que ya hemos tenido esta conversación antes. Me acomodé entre sus piernas y tomé su rostro entre mis manos. —Y creo que al final de esa noche algo como esto también ocurrió. Sus labios acariciaron los míos y luego rió. —¿Estás listo para un normal totalmente nuevo? —susurró. Besé sus labios una última vez y arranqué las llaves de su mano. —Sí, y yo conduzco.
Fin
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Katie McGarry KATIE MCGARRY fue una adolescente durante la época del grunge y las boy bands y recuerda aquellos años como los mejores y peores de su vida. Es una amante de la música, los finales felices y los reality show.
Serie Pushing The Limits: Pushing The Limits. 2. Dare You To, la historia de Beth (2013) 1.
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Traducido, Corregido & Diseñado en:
https://www.librosdelcielo.net
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