wammmmmmamm Patio del Palacio de la Generalitat de Barcelona

wammmmmmamm Patio del Palacio de la Generalitat de Barcelona LA A R QJJ I T E C T U R A GÓTICA: DE I G L E S I A A P A L A C I O Pedro Navascués Pal

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wammmmmmamm Patio del Palacio de la Generalitat de Barcelona

LA A R QJJ I T E C T U R A GÓTICA: DE I G L E S I A A P A L A C I O Pedro Navascués Palacio

LA A R Q U I T E C T U R A COMO

L

ARQUITECTURA

GÓTICA CRISTIANA

A C O M Ú N I D E N T I F I C A C I Ó N DE LA A R Q U I T E C T U R A MEDIEVAL, y m u y particularmente de la arquitectura gótica, con una arquitectura al servicio de la

Iglesia ha h e c h o del arte gótico u n s i n ó n i m o de arte religioso. Este t ó p i c o descansa en una doble realidad incuestionable, pues por u n lado resulta cierto que el m u n d o de las catedrales góticas representa una de las cimas más altas no ya de la arquitectura sino de la cultura europea de todos los tiempos, y, p o r otra parte, el siglo XIX hizo u n a interesada lectura de este legado m e d i e v a l a través de u n prisma en el q u e concurrían al t i e m p o religión y estética. D e ahí la afinidad que de u n m o d o casi a u t o m á t i c o se tiende a establecer entre arquitectura gótica y arquitectura cristiana.

E n la E d a d M e d i a de O c c i d e n t e , c a r a c t e r i z a d a en p a r t e p o r su religiosa c o n c e p c i ó n del U n i v e r s o y p o r la o m n i p r e s e n c i a del h e c h o religioso en los más

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íntimos pliegues de la sociedad, c o m o certeramente señala Le Goff , todo gira en torno a la idea de Dios, del Creador, al que se representa llevando en la m a n o el gran compás de trazar p r o p i o del arquitecto. A tal imagen responde su rica herencia arquitectónica en la que los monasterios, iglesias de peregrinación y catedrales encarnan u n m u n d o teocéntrico, de inteligente concepción, de sorprendente construcción y de una singular belleza, que todavía h o y nos sobrecoge p o r su grandeza y su e n o r m e p o d e r evocador de u n pasado que, sin duda, mitificamos por efecto de su romántica interpretación.

El h e c h o de ser aquellas arquitecturas religiosas las que alcanzaron una mayor m o n u m e n t a l i d a d y en las que intervinieron los mejores maestros n o es casual, sino que obedece a u n orden social en el que la Iglesia gozó de su privilegiado estado, llegando a reunir en sus manos los recursos e c o n ó m i c o s que p e r m i t i e r o n

financiar

aquellas

costosas fábricas. Así, j u n t o a la fe, d e b e m o s considerar los medios que realmente permitieron m o v e r ingentes montañas de piedra, haciendo de la arquitectura medieval una segunda naturaleza, u n n u e v o paisaje histórico.

D e este m o d o cobran sentido las palabras de Gimpel c u a n d o sostiene q u e , sólo en Francia y entre la segunda mitad del siglo XI y la primera del siglo X I V , se levantaron o c h e n t a catedrales, quinientas grandes iglesias y varias decenas de miles de iglesias parroquiales .

i.— Jacques Le Goff, L'homme medieval, Editons du Seuil, 1994, 2a ed. (i a ed. Roma-Bari, 1987). 2.— Jean Gimpel, Les bátisseurs des cathédrales, Bourges, Editions du Seuil, 1958, p. 3.

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Nada de esto puede entenderse sin tener en cuenta el papel mediador de la Iglesia entre Dios y la humanidad, que dio a sus ministros, monjes y clérigos u n singular poder material, espiritual y mental sobre la sociedad. Esta, ante la generalizada incertidumbre de su salvación eterna, quiso asegurar su redención través de donaciones a la Iglesia, haciendo de las abadías, monasterios, catedrales, colegiatas y parroquias los herederos naturales de cuantiosos bienes y fortunas de los laicos, para alcanzar así la misericordia ante el Todopoderoso el día del Juicio. D e este m o d o , n o sólo los diezmos y primicias, no sólo los numerosos privilegios reales que incluyen exenciones fiscales, jurisdicción sobre pueblos y villas, rentas de todo orden, etc., sino que tierras, pastos, viñas, bosques, molinos, ganado, casas, solares, tiendas y otros muchos bienes raíces, luego explotados directa o indirectamente, sujetos o no a censo, contribuyeron a configurar con el tiempo u n poder económico de primera magnitud sin igual en la sociedad civil . De ahí que sea la arquitectura religiosa, monástica y catedralicia la que alcance perfiles más agudos en la historia, muy por encima de la propia arquitectura real y nobiliaria, en esta sociedad feudal.

D e otro lado, la idea de dedicar una parte importante del producto de estas rentas a la c o n s t r u c c i ó n de suntuosos templos c o m o u n acto acorde con la v o l u n t a d divina, explica su m a g n i t u d , n ú m e r o y riqueza^. P a t r o n o s y artífices colaboraban así en u n

3.— Aunque son muchos los trabajos que sobre esta cuestión se han publicado, se puede citar el de Maximiliano Barrio, Estudio socioeconómico de la Iglesia de Segovia en el siglo XVI11 (Segovia, 1982), que recoge los cuantiosos bienes acumulados por la iglesia segoviana, secular y regular, desde sü dotación fundacional, pasando por las distintas donaciones ulteriores, así como los adquiridos mediante compra. 4.— Resulta muy interesante en este aspecto la lectura del libro de Henry Kraus, A prix d'or. Le financement des cathédrales, París, Les editions du Cerf, 1991 (i a ed., Londres, 1979).

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plan divino en el que ellos asumían un cierto papel de enviados, esperando que sus trabajos y desvelos les granjearan la amistad y perdón de Dios. Resulta muy significativo que cuando el abad Suger ordena colocar una inscripción en la abadía de Saint Denis, próxima ya la consagración del templo, el texto traducido del latín diga: «Suger ha trabajado por el esplendor de la iglesia; dándote una parte de lo que es tuyo, mártir Saint Denis, te suplica que ruegues por él para que sea partícipe en el Paraíso» . Si este testimonio se refiere a la gran abadía benedictina francesa de la primera mitad del siglo XII, encontramos otro no menos elocuente en la catedral gótica de Toledo, del siglo X I I I , cuando en el epitafio de Petrus Petri leemos que fue «maestro de la iglesia de Santa María de Toledo, y hombre de grande fama y costumbres: el cual construyó este templo, y aquí descansa, porque quien trazó tan admirable obra, no puede temer el comparecer ante la presencia de Dios...». En otras palabras, su trabajo en la catedral le acercaba al Sumo Hacedor.

Arquitectura

y religión

Todo esto y mucho más subyace en aquel movimiento tan espiritual como arquitectónico que narra de modo admirable Raúl Glaber, a comienzos del siglo XI, cuando escribe en sus Historias: «Como se aproximara el tercer año después del año mil, se vio en casi toda la tierra, pero sobre todo en Italia y Galia, la renovación de

5.— Del «Líber de rebus in administratione sua gestis», recogido en el vol. Ill de Fuentes y documentos para la Historia del Arte (ed. a cargo de J. Yarza y otros autores), Barcelona, Gustavo Gili, 1982, p. 33.

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las basílicas de las iglesias; a u n q u e la m a y o r parte n o tuvieran n i n g u n a necesidad, p o r q u e estaban m u y bien construidas, u n deseo de emulación llevó a cada c o m u n i d a d cristiana a t e n e r la suya más suntuosa que las de los otros. Era c o m o si el m u n d o se h u b i e r a sacudido y, despojándose de su vetustez, se hubiera revestido p o r todas partes de u n m a n t o b l a n c o de iglesias. E n t o n c e s , casi todas las iglesias de sedes episcopales, los santuarios m o n á s t i c o s dedicados a diversos santos, e incluso los p e q u e ñ o s oratorios de las villas, fueron reconstruidos p o r los fieles de una forma más bella».

Este c o n o c i d o texto es del m a y o r interés p o r q u e , además de contar lo que realmente sucedió a comienzos del siglo X I , c u a n d o se renueva la arquitectura a través de lo que h o y llamamos el estilo r o m á n i c o , resulta aleccionador y profético por cuanto que podría referirse con la misma justeza a lo que sucede en Europa en el siglo X I I I , en relación con la arquitectura gótica. En efecto, siendo ahora más innecesario que nunca, puesto que los grandes templos románicos eran de sólida construcción y apenas habían pasado unos pocos años desde su t e r m i n a c i ó n con un coste y esfuerzo abrumadores, de nuevo se derribaron los grandes templos románicos de Chartres, Reims o Amiens, para levantar las portentosas catedrales góticas que hoy c o n o c e m o s . En unos casos se habla de incendios y de otras razones, pero aflora sobre todas ellas el deseo de emulación del que habla Glaber, referido a la anterior etapa. P o r eso, cada vez que se levanta una n u e v a catedral ésta es más alta, o más larga, o más capaz, o más luminosa... Así fueron cayendo las catedrales románicas apenas acabadas, sean Burgos y León en el siglo X I I I , en tierras de Castilla, o las de Barcelona y Girona en Cataluña,

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algo más tarde. Cada vez la arquitectura fue haciéndose más sabia y arriesgada, más esbelta, más atractiva si cabe, pues, c o m o nos recordaba Glaber, en el fondo se perseguía u n ideal, «una forma más bella».

C u a n d o el cabildo de la catedral de Salamanca se dirige a los R e y e s Católicos solicitando licencia para la construcción de una nueva catedral, argumenta que la iglesia románica resultaba p e q u e ñ a , baja y oscura, y ésta debió de ser la reflexión general que hizo desaparecer las bellísimas catedrales de Astorga o P a m p l o n a , entre otras muchas. Al finalizarse la nueva catedral gótica de Salamanca, su interior sería capaz de dar cabida a cuatro templos c o m o el de la vieja iglesia románica. E n conclusión, la conocida expresión del cabildo sevillano c u a n d o , en 1 4 0 1 , se p r o p u s o hacer su catedral «tal e tan buena que n o haya otra su igual», resume bien aquel deseo de emulación, que acaba convirtiéndose en abierta rivalidad a través de esta arquitectura gótica y cristiana, que eclipsa cuanto se hizo en el ámbito civil y militar.

Valoración

romántica

de la arquitectura

gótica

Esta inmediata asociación entre arquitectura gótica y arquitectura cristiana, que h i s t ó r i c a m e n t e responde a u n h e c h o i n c o n t r o v e r t i b l e , viene reforzada t a m b i é n p o r la valoración que el romanticismo hizo de estos dos términos: goticismo y cristianismo. E n otros lugares m e he referido a c ó m o la gran escritora gallega doña Emilia Pardo Bazán, c o m o otros m u c h o s autores del siglo X I X , llegó a escribir en su San Francisco de Asís

(1882) q u e la «ojiva posee la gravedad, el esplritualismo de la teología

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Patio del Palacio de la Generalitat de Barcelona

Patio, detalle de la galería superior. Palacio de la Generalitat de Barcelona

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católica», es decir, asimilaba la forma apuntada del arco gótico con un concepto de largo alcance religioso. En realidad, una simple forma como es la del arco apuntado no representa en sí nada trascendente, sino que es el resultado de la función mecánica que desempeña en la construcción. Así, tan apuntados y góticos son los arcos del patio del Palacio de la Generalitat en Barcelona como los del gran claustro del monasterio de franciscanas de Pedralbes, y sin embargo ni en el palacio barcelonés, ni en otros edificios civiles con las mismas formas agudas, se habla de sentimientos religiosos. ¿Por qué sucede esto?

La clave está, a mi juicio, en la subjetividad con que se percibe la arquitectura religiosa que seguramente tiene su origen en aquel texto fundamental del romanticismo, como es El genio del cristianismo (1802) de Chateaubriand, verdadero tratado de estética cristiana. En uno de sus capítulos, dedicado a los templos góticos, el autor dice: «No es posible entrar en una iglesia gótica sin experimentar cierta emoción y un vago sentimiento de la divinidad...». En esta misma línea escribiría Pérez Galdós (1877), hablando de la catedral de Sevilla: «¡Maravilloso efecto del arte, que consigue lo que no es dado alcanzar a veces ni aun a la misma religión!». Así, arte y religión se confunden, pero obsérvese que esto se dice sólo del arte gótico y no del renacimiento o del barroco, pues se sobreentiende que la forma cristiana per se no es otra que la forma gótica, de ahí la abundante producción neogótica que durante el siglo XIX configuró parroquias, c o n v e n t o s , fundaciones piadosas, etc., acompañando al movimiento neocatólico que con especial fuerza se percibe a partir del Concilio Vaticano I.

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M u c h o s son los textos, filosóficos o poéticos, que insisten durante el siglo XIX en el carácter cristiano de la arquitectura gótica, difundiendo así un tópico que ya resulta inútil siquiera discutir. El p r o p i o H e g e l , en su obra Die Romantische

Architektur

(1817), consideraba la historia de la arquitectura en tres fases, la simbólica, la clásica y la romántica, y decía de esta última: «La arquitectura gótica de la Edad M e d i a , que forma aquí el centro y el tipo del arte r o m á n t i c o p r o p i a m e n t e d i c h o , fue considerada durante largo t i e m p o c o m o algo grosero y bárbaro. Fue G o e t h e sobre t o d o quien lo hizo valorar p o s i t i v a m e n t e . Desde e n t o n c e s se han estudiado con ardor siempre creciente estos grandes m o n u m e n t o s ; se los ha considerado en su relación con el culto cristiano y se ha valorado la armonía de sus formas arquitectónicas con el espíritu más í n t i m o del cristianismo»".

O t r o s autores son todavía más explícitos, c o m o el inglés Poole c u a n d o afirmaba q u e «una iglesia gótica, en su p e r f e c c i ó n , es una manifestación de las doctrinas fundamentales de la C r i s t i a n d a d , revestida de materia; es, c o m o m u y b i e n dijo C o l e r i d g e , la petrificación de nuestra religión. Los grandes misterios divinos de nuestra religión están simbolizados en el diseño fundamental de la estructura...» 7 . Ideas c o m o éstas eran compartidas p o r autores cristianos, fueren protestantes, anglicanos o

6.— Luciano Patetta, en su Historia de la arquitectura. Antología crítica (Madrid, H. Blume, 1984; i a ed. italiana, 1975), recoge varios textos análogos bajo el epígrafe general de «El gótico interpretado como la verdadera arquitectura cristiana» (ob. cit., pp. 223—224). 7.— Fragmento de la obra de George A. Poole, The Appropiate Character of Church Architecture (1842), reproducido por Luciano Patetta en L'architettura dell'Eclettismo, Milán, Mazzota, 1975, pp. 1 6 0 - 1 6 1 .

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católicos, de tal m o d o que si leemos a poetas c o m o Pablo Piferrer o a Gustavo Adolfo B é c q u e r , nos encontraríamos análogos sentimientos. D e l p r i m e r o entresacamos este párrafo de su bellísimo texto para el p r i m e r v o l u m e n de los Recuerdos y bellezas

de

España dedicado a Cataluña (1839): «Escultores y arquitectos de los siglos X I I I , XIV y X V , vosotros sentasteis el verdadero fuego de la inspiración, comprendisteis la santa misión del arte; hablasteis a los siglos un lenguaje claro e inteligible, el lenguaje del s e n t i m i e n t o ; p o r esto las generaciones han v e n i d o y vienen a pagar el t r i b u t o de admiración a vuestras catedrales, p o r esto el pueblo se pierde en sus largos corredores, se humilla en la sombra de sus profundas naves, se familiariza con sus relieves, p o r q u e aquellos edificios hablan u n idioma universal para el cristianismo, son grandes c o m o la idea y religión que representan!»".

En su inacabada Historia de los templos de España (1857), Bécquer, hablando del t e m p l o gótico de San J u a n de los R e y e s de Toledo,«insiste en mezclar religión, arquitectura gótica e historia, formando una trenza característicamente romántica cuando afirma que la «tradición religiosa es el eje de diamante sobre el que gira nuestro pasado. Estudiar el templo, manifestación visible de la primera, permitía adentrarse en la propia historia, para analizar luego qué misteriosas transformaciones llevaron el germen de la ojiva contenido en el semicírculo a concluir, en su desarrollo, en el arco conopial...» .

8.— F. J. Parcerisa y P. Piferrer y Fábregas, Recuerdos y bellezas de España, vol. Cataluña I, Barcelona, 1839, p. 336. 9.— G. A. Bécquer, Historia de los templos de España (1857), ed. con importante estudio preliminar de J. R . Arboleda, Puvill Editor, Barcelona, 1979, p. 127.

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D e n u e v o nos hallamos ante aquella interpretación mística de las puras formas arquitectónicas del arte gótico.

Esta suerte de espejismo religioso—arquitectónico n o impide r e c o n o c e r que la arquitectura gótica marcó u n t i e m p o en la historia, de tal manera que George D u b y n o d u d ó en referirse a La Europa de las catedrales^

c o m o u n período con personalidad

propia en el que los grandes templos góticos de París, Chartres, R e i m s o Amiens, con sus esculturas y vidrieras, emergen c o m o símbolos máximos de una cultura que se forjó en el corazón de Europa. Esto es, lejos de los viejos focos creadores de la cultura clásica, Grecia y R o m a , cuya mediterránea arquitectura valoraba la erudición de los órdenes y se enorgullecía con el colosalismo masivo de sus fábricas. Así, el P a r t e n ó n de Atenas y el P a n t e ó n de R o m a acabaron convirtiéndose en paradigmas de una c o n c e p c i ó n complementaria de la arquitectura que quedará para siempre c o m o modélica y clásica, p e r o t a m b i é n c o m o imagen de una arquitectura pagana que n o alcanzó las cotas sublimes de la arquitectura cristiana: «La catedral es a la civilización de la Edad Media lo que la Summa de Santo T o m á s es a la Teología. H a n sido necesarios actos de fe, de esperanza y de amor, para alzar la cruz hasta alturas que no conocieron los m o n u m e n t o s antiguos de Grecia y R o m a »

.

10.— Georges Duby, La Europa de las catedrales 1140—1280,

Ginebra—Barcelona, Skira—Carroggio, 1966.

11.— Louis Cloquet, Les grandes cathédrales du monde catholique, Lille, 1897, p. 7.

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Nuevas

técnicas,

nuevos

espacios

C o n la arquitectura gótica se iniciaba en E u r o p a una nueva c o n c e p c i ó n del espacio y u n original m o d o de c o n s t r u i r que se e n c u e n t r a n en el reverso de la arquitectura clásica, siendo ambos sistemas, el clásico y el gótico, los dos caminos p o r los que discurre toda la arquitectura hasta la aparición del hierro y del hormigón. Desde el p u n t o de vista constructivo, la arquitectura gótica halló u n procedimiento para hacer más ligeras sus fábricas sin que p o r ello dejaran de ser seguras y estables, lo cual representaba múltiples ventajas entre las que n o eran las m e n o r e s la e c o n o m í a y ahorro en materiales, en m a n o de obra y en t i e m p o de construcción. Este n u e v o procedimiento se basaba fundamentalmente en el empleo sistemático del arco apuntado, que ocasionaba empujes menos horizontales que el arco de medio p u n t o dada su mayor flecha, y, sobre t o d o , p o r el hallazgo de la bóveda de crucería, compuesta de nervios que se cruzan en una clave c o m ú n , y cuatro arcos —fajones y formeros— que definen el tramo de la bóveda. Sus nervios y plementos s u p o n e n u n serio avance en o r d e n a la c o n c e n t r a c i ó n de empujes, de tal manera que éstos se c o n c e n t r a n en unos p u n t o s d e t e r m i n a d o s , y n o a lo largo de u n m u r o c o m o sucedía con la bóveda de c a ñ ó n , con lo cual era factible liberar y abrir en el m u r o grandes vanos que se convertirán en paños vitreos que cierran las delicadas tracerías de los claristorios catedralicios, ojos p o r los q u e p e n e t r a la magia de la luz gótica. Los aspectos mecánicos de las bóvedas se completan con u n sistema externo de contrafuertes, arbotantes y pináculos que son los que garantizan, allí d o n d e hace falta, el equilibrio necesario para contrarrestar los empujes y cargas de las bóvedas nervadas.

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Estos sencillos e l e m e n t o s p e r m i t i e r o n crear una a r q u i t e c t u r a cuya planta y alzados en nada se parecían al m u n d o clásico, t e n i e n d o lugar sus ensayos más osados en los grandes talleres de las catedrales francesas, cuyas logias c o n o c i e r o n la presencia de hábiles tracistas y canteros. Estos, d e n t r o de u n saber generalizado p e r o con fórmulas propias y secretas, hicieron gala de sólidos c o n o c i m i e n t o s de geometría a la vez q u e a c u m u l a r o n una experiencia que les p e r m i t i ó hacer crecer las catedrales desde los veinticuatro metros de altura de las bóvedas de N o t r e D a m e de París hasta los cuarenta y dos de la catedral de Amiens. N a t u r a l m e n t e esto n o se produjo de m o d o r e p e n t i n o sino q u e , entre los siglos XII y X I I I , la catedral se convirtió en el banco de pruebas de la arquitectura, de la ingeniería, y de todos los materiales, técnicas y oficios relacionados c o n la construcción que hicieron de este p e r í o d o u n o de los más apasionantes de la historia de la edificación. La progresión en altura alcanzó, n o obstante, sus límites y así, la catedral nunca concluida de Beauvais, las bóvedas de cuya cabecera habían acariciado y sobrepasado los cuarenta y o c h o metros de altura y se v i n i e r o n abajo en 1284. R e c o n s t r u i d a aquella parte en el siglo X I V , tras u n notable refuerzo de su frágil estructura, Beauvais quiso de n u e v o sobrepasar t o d o cuanto se había construido en la Edad Media, haciendo levantar sobre el crucero una flecha cuya formidable altura sólo se t u v o en pie durante cuatro años, h u n d i é n d o s e y arruinando parte del edificio en 1 5 7 3 . N u n c a más la arquitectura gótica i n t e n t ó otra hazaña análoga^.

12.— Para todos estos aspectos, véase la obra de Dieter Kimpel y Robert Suckale, L''architecture gotique en France 1130—1270, París, Flammarion, 1990 (i a ed. Munich, Hirmer Verlag, 1985).

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Si al desarrollo en altura de la nave central se suma el de las naves laterales, encontramos otra obra prodigiosa en la catedral de Palma de Mallorca, la más esbelta en sus tres naves de todas cuantas se levantaron en Europa, con el atractivo añadido de que esta vez el gótico se bañaba en pleno Mediterráneo. De esta catedral Juan R u b i o resumió bien sus aspectos más sobresalientes al señalar que: «De todos los edificios construidos en estilo gótico, por ser el que tiene la nave lateral más alta, la nave central más espaciosa y las columnas más altas y más delgadas, es sin duda alguna el que con más aprovechamiento para la organización del edificio ha utilizado los medios constructivos del arte g ó t i c o » ^ .

La arquitectura gótica no sólo buscó la altura y profundidad de sus naves sino que analizó la forma de darles m a y o r luz o anchura, hasta llegar al caso, también extremo, de sumar la amplitud de las tres naves de un templo en una colosal nave única. Así sucedió en la catedral de Girona, cuya nave, con sus algo más de veintitrés metros, es la m a y o r de toda la historia de la arquitectura gótica

. D e este m o d o , la sabiduría

constructiva medieval fue a b o r d a n d o nuevos objetivos desde los obradores de la catedral gótica, avanzando en el t i e m p o y en el espacio, de tal m o d o que en el o t o ñ o de la Edad Media llegó a puntos tan meridionales c o m o Sevilla, cuya catedral de cinco naves, más dos hileras de capillas, es u n o de los templos de mayor superficie de la cristiandad, sólo superado p o r San P e d r o de R o m a .

13.— Juan R u b i o Bellver, «Conferencia acerca de los conceptos orgánicos, mecánicos y constructivos de la catedral de Mallorca», Anuario de la Asociación de Arquitectos, Barcelona, 1912, pp. 87—140). 14.— E. Serra Ráfols, «La ñau de la Seu de Girona», Miscel.lánia Puig i Cadafalch, I, Barcelona, 1947—1951.

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P e r o n o sólo son Francia y España, sino que la gran cúpula de Brunelleschi para la catedral de Florencia, en Italia; las colosales agujas de las catedrales de Friburgo y U l m , en Alemania; o la catedral de Gloucester, en Inglaterra, con sus imponentes paños murales de vidrio, mostrarían otros tantos aspectos de novedad extrema que se m u e v e n en los límites de lo posible

. Surgió así, en efecto, una E u r o p a de las catedrales, más

allá de las fechas marcadas p o r D u b y , pues su vitalidad hizo que entrara con fuerza en el mismo siglo X V I , conservando su gótica estructura y conviviendo con las primeras formas renacentistas q u e llegó incluso a adoptar para maquillar la fuerza de su pasado medieval. Las catedrales nuevas de Salamanca y Segovia saben m u c h o de ello.

Tal esfuerzo e ingenio para lograr aquellafábrica eterna*-® formó generaciones de m a e s t r o s , c a n t e r o s , c a r p i n t e r o s , escultores y u n largo etcétera cuya e x p e r i e n c i a acumulativa a l u m b r ó , ya sin tanto riesgo, los programas más comedidos y de h u m a n a escala que c o m p o n e n el grueso de la arquitectura civil.

LA D I M E N S I Ó N

LAICA

D E LA A R Q U I T E C T U R A

GÓTICA

La relación entre arquitectura y religión n o fue exclusiva de la cultura cristiana, sino que la Grecia clásica o los pueblos islámicos también v e r t e b r a r o n lo mejor de su

15.— Sobre estos y otros aspectos, véase el excelente catálogo de la exposición Les bátisseurs des cathédrales gotiques, publicado bajo la dirección de Roland Recht, Estrasburgo, 1989. 16.— El nombre lo he tomado del libro colectivo La fabbrica eterna que, sobre las catedrales europeas, coordinó Ernesto Brivio, Vigevano, Diakronia, 1993.

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historia de la arquitectura a través del templo y la mezquita. P e r o su excepcional m o n u m e n t a l i d a d y belleza restó p r o t a g o n i s m o al marco a r q u i t e c t ó n i c o en el que se desarrolló la actividad social en su vertiente laica. Así, desde el ámbito privado hasta la esfera pública, desde la casa o el palacio hasta la arquitectura institucional, pasando p o r aquellos edificios de carácter industrial y comercial, t o d o el ramo de lo que h o y llamaríamos obras públicas, etc., parece n o haber existido c o m o tal arquitectura histórica. Paradójicamente, la arquitectura r o m a n a había dado lo mejor de sí misma en lo que llamamos la d i m e n s i ó n laica de la arquitectura, desde las casas y villas suburbanas hasta las termas y acueductos, pasando p o r teatros y anfiteatros, sin dejar rincón alguno relacionado con la actividad social, colectiva o privada, sin una adecuada respuesta arquitectónica.

Es cierto que la autofagia de las ciudades, su vivir sobre sí mismas, la constante reforma de su trazado u r b a n o y la continua renovación del caserío, ha h e c h o del solar de la ciudad u n palimpsesto de gran interés arqueológico que, en el mejor de los casos, p e r m i t e r e c o n o c e r los distintos episodios tanto de su arquitectura m o n u m e n t a l c o m o de la edificación m e n o r , pero sólo en el nivel primario de sus fundamentos. La ciudad nueva engulle la vieja y en esta digestión desaparece sobre t o d o la arquitectura civil pues el carácter sacro de la religiosa la ha protegido a lo largo del t i e m p o , salvo cuando m e d i a r o n las guerras de religión o los procesos revolucionarios y desamortizadores iniciados c o n la R e v o l u c i ó n Francesa de 1789

.

17.— Louis Réau, Histoire du vandalisme. Les monuments détruits de I'art/raneáis, París, Robert Laffont, 1994.

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P e r o incluso estos mismos daños despertaron la conciencia de una p r o t e c c i ó n y la necesidad de una restauración de la arquitectura histórica, a través de declaraciones m o n u m e n t a l e s historicoartísticas, que recayeron fundamentalmente sobre los propios edificios religiosos, relegando una vez más el aprecio de la arquitectura civil en su c o n d i c i ó n de arquitectura de análogo carácter historicoartístico. Esta desprotección facilitó a lo largo de los dos últimos siglos la desaparición de gran n ú m e r o de edificios medievales de los centros históricos de nuestras ciudades que, después de las dos grandes guerras mundiales, redujeron esta parte de la historia de la arquitectura a su m í n i m a expresión. B o m b a r d e o s selectivos en ciudades c o m o C o l o n i a , d o n d e se respeta la catedral, esto es, el m o n u m e n t o singular, y se arrasa la ciudad, es decir, la que se considera arquitectura m e n o r , da una idea de cuanto q u e r e m o s decir

.

Por último, la escasez de datos de archivo y la falta de estudios monográficos sobre los edificios c i v i l e s ^ han h e c h o de ellos unos invitados de piedra, m u d o s , en el gran concierto de la arquitectura gótica. Esta injusta situación se hace más evidente cuando, a j u z g a r p o r lo p o c o que ha sobrevivido, casi siempre gracias a que ha conservado su

18.— Sobre los daños mínimos sufridos por la catedral de Colonia durante la Segunda Guerra Mundial, véase el capítulo «Der D o m in kriege», de Wilhelm Kleff y Toni Diederich, en la obra colectiva Das Kolner Dom Jubilaumsbuch 1980, Colonia, Verlag Kolner D o m , 1980, pp. 6 9 - 7 7 . 19.— Excepcionalmente el ámbito catalán cuenta con pequeñas monografías y estudios de conjunto, destacando, a pesar de los años transcurridos, la primera valoración global que se hizo de su arquitectura gótica civil en un interesante estudio en el que intervinieron F. di Candida Gonzaga, A. Florensa, G. Forteza, C. Martinell, J. Puig i Cadafalch y j . R u b i o : L''architecture gothique civil en Catalogue, París, Henri Laurens, 1935. Una visión más reciente puede consultarse en Adolfo Florensa Ferrer, «L'Art Gótic. L'Arquitectura civil», L'art Cátala, Barcelona, Aymá, 1955—1961, vol. I, pp. 331—352.

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función original c o m o o c u r r e c o n los a y u n t a m i e n t o s , hospitales, lonjas, palacios reales, episcopales, etc., admiramos en su arquitectura los mismos fundamentos, gracia y belleza q u e se manifiestan en la arquitectura religiosa. Es más, tienen el atractivo añadido de ofrecer aquellos mismos elementos que definen la arquitectura gótica religiosa p e r o ordenados de m o d o diferente para ser funcionales en otros ámbitos de la sociedad medieval que además de rezar p o r su alma, trabaja, vive, enferma, compra, v e n d e o administra justicia. A n t e esta arquitectura para la vida se percibe mejor y de m o d o más c o m p l e t o al h o m b r e medieval y sus instituciones, d o n d e además de clérigos y monjes h u b o hombres y mujeres, artesanos e intelectuales, comerciantes, campesinos, cambistas, caballeros, artistas, etc., cuyo marco de vida no fue el de la catedral ni el de las abadías monásticas, sino su casa, el taller, la lonja, el m e r c a d o , las atarazanas o el m o l i n o .

La

ciudad

La ciudad fue el escenario natural en el que se desarrolló la arquitectura civil y en razón de su pujanza política, e c o n ó m i c a o religiosa, así será la entidad de su arquitectura. N o obstante, r e c o r d e m o s que la ciudad de la Baja Edad M e d i a sigue s i e n d o , h a b i t u a l m e n t e , una ciudad cerrada d e n t r o de u n r e c i n t o fortificado

que

p r o t e g e u n interior cuya morfología d e p e n d e m u c h o de su propia historia urbana. A u n q u e tiene un carácter teórico, resulta interesante traer aquí la conocida descripción ideal que de una ciudad gótica hace el franciscano de origen gerundense Eiximenis (1340—1409), en u n o de los capítulos de su obra El Crestiá, escrita entre 1381 y 1386,

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es decir, en los mismos años en que se discute en Girona la conveniencia de seguir con una o tres naves el cuerpo de su nueva catedral gótica. Bajo el epígrafe Quina forma deu haver ciutat bella e be edificada, Eiximenis dice que su planta ha de ser cuadrada y su recinto amurallado, abriéndose en él puertas fortificadas c o m o las de los castillos. D e puerta a puerta, dos anchas calles dividirán el interior en cuatro cuarteles, cada u n o de los cuales tendrá una h e r m o s a y vasta plaza. El palacio del p r í n c i p e , fuerte y elevado debe levantarse en u n e x t r e m o , con salida directa al exterior. E n las cercanías del cruce de las dos calles mayores se emplazará la catedral; inmediata una gran plaza c o n gradas en cada lado y el palacio episcopal; en ella n o se p e r m i t i r á n solaces deshonestos, ni la instalación del mercado ni de la horca para el castigo de delincuentes. C a d a b a r r i o t e n d r á c o n v e n t o s de frailes m e n d i c a n t e s y p a r r o q u i a s , carnicerías, pescaderías, almudíes y tiendas varias. Los hospitales, leproserías, garitos, burdeles y desagües de las cloacas deberán emplazarse al lado opuesto a aquel de d o n d e procedan los vientos reinantes. Las gentes de igual profesión vivirán agrupadas en el mismo barrio; si se trata de una ciudad marítima, las viviendas de los mercaderes, cambistas, etc., ocuparán la parte más cercana al mar; las de los labradores deben estar j u n t o a la puerta que se abra al c a m p o ; por todas partes se instalarán los comercios necesarios para la vida cotidiana... Habrá leyes que vigilen los derribos y edificaciones, así c o m o gentes encargadas de su cumplimiento. T o d o ello haría que el interior de la ciudad fuese «bello y deleitoso»

.

20.— S. Vila Beltrán de Heredia, La ciudad de Eiximenis,

30

Valencia, 1984.

.

5£i Interior del castillo-palacio de los Reyes de Mallorca. Perpiñán

Estado actual de la T o r r e del Palacio de La Almudaina. Palma de Mallorca

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Esta visión idílica de la ciudad, que conecta abiertamente con el pensamiento utópico griego más que con la realidad disforme de las villas medievales, refleja al menos u n anhelo que, en algunos casos, se llegó a cumplir

. Aquí tan sólo nos limitaremos a

señalar la importancia de algunas de las construcciones urbanas, de una ciudad también imaginaria, que nos permita recomponer la bellísima imagen que la arquitectura gótica civil llegó a alcanzar al cerrarse la Edad Media. Para ello comenzaremos por su perímetro fortificado, cuyo imponente carácter estriba en la fuerza de los lienzos y cubos, así c o m o en el desarrollo, disposición y altura de sus recintos, tal y c o m o se ve en la ciudad de Carcasona, obra de la primera mitad del siglo X I I I , rigurosamente contemporánea de la construcción de la catedral de R e i m s , que luego conoció la fuerte restauración de Viollet—le—Due

. Sin embargo, a partir de aquí mencionaremos principalmente aquellas

obras que forman parte del paisaje histórico de la C o r o n a de Aragón y ámbitos vecinos, pudiendo recordar, como ejemplos de fortificaciones góticas, las de Montblanc (Tarragona), Hostalrich y Tossa de Mar (Girona), que, con sus cubos cilindricos y torres cuadradas adaptándose a lo irregular del terreno, recuerdan el pintoresquismo de los fondos de las tablas góticas pintadas por los primitivos catalanes. La propia ciudad de Barcelona conserva parte de su recinto medieval en la zona de las Atarazanas, recuperado por el arquitecto Florensa en los años cincuenta de nuestro siglo"^, que con el foso, la buena cantería de

21.— Leopoldo Torres Balbás, «Hacia un nuevo ideal urbano», en Resumen histórico del urbanismo en España, Madrid, Instituto de Estudios de Administración Local, 1968 2a ed., pp. 151-170. 22.— Yves Bruand, «La cité de Carcassone, les enceintes fortifiées», Congrés archéologique de l'Aude, pp.496-515. 23.— Adolfo Florensa Ferrer, Conservación y restauración de monumentos históricos (194-j-1933),

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1973,

Barcelona,

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sus lienzos y la torre del siglo X I I I , así como la torre—puerta de Santa Madrona, de la centuria siguiente, ofrece una buena muestra de la arquitectura militar de la Baja Edad Media.

P e r o no sólo fueron las murallas, sino que sus puertas mayores t e n d i e r o n a convertirse en verdaderos arcos de triunfo, en rostro del p o d e r y nobleza de la ciudad, de tal manera que, sin dejar de ser firmes bastiones de su defensa, dulcificaron su temple castrense con motivos heráldicos y otros elementos decorativos. U n a de las puertas más notables que p o d a m o s encontrar, en la que se aunan fortaleza y belleza gótica, es el llamado portal de Serranos en Valencia, hoy aislado pero en otro tiempo formando parte de la muralla derribada en la segunda mitad del siglo X I X . Su doble cara, adusta y p o d e r o s a hacia fuera, y s o r p r e n d e n t e m e n t e abierta a la ciudad, su frente militar vigilando la llegada del camino real desde Barcelona y Zaragoza, y sus abiertas salas de civil arquitectura m i r a n d o al interior, hacen de esta obra un ejemplar singularísimo.

Por los datos de la Sotsobrería de Murs y Vallas, c o n o c e m o s que fue construida por Pere Balaguer, entre 1392 y 1398, es decir mientras se levantaba la torre del Micalet o M i g u e l e t e de la catedral valenciana. Sabemos igualmente que p o r r e c o m e n d a c i ó n de los Jurados de la ciudad aquel maestro recorrió otros lugares para ver obras similares, d e b i e n d o p r e n d e r con especial fuerza en su retina la Puerta R e a l del monasterio de Poblet, obra que debía estar recién terminada p o r entonces, pues, costeada p o r el rey d o n P e d r o el C e r e m o n i o s o , se hizo bajo los años del abad G u i l l e r m o de Agulló (1361 —1393). La prismática geometría de sus cubos salientes y el carácter general de la obra parecen confirmar este parentesco.

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Palacio de La Almudaina. Palma de Mallorca

Galería en el Palacio de La Almudaina. Palma de Mallorca

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D e n t r o del recinto amurallado deberíamos buscar los centros del p o d e r político, regio o municipal, teniendo en cuenta que si la ciudad es episcopal, el palacio del obispo será sin duda u n o de los edificios que, próximos a la catedral, ofrecerá una de las imágenes más potentes de su arquitectura civil. E n este orden de cosas cabe citar el Palacio R e a l de Palma de Mallorca, c o n o c i d o c o m o La Almudaina p o r levantarse sobre la antigua Z u d a m u s u l m a n a . Pese a las muchas modificaciones sufridas aún conserva elementos góticos de la época de Jaime II, siendo especialmente notable la galería de arcos apuntados, tendida entre las dos torres angulares, que hace de ella u n excepcional mirador sobre el mar desde el lado sur del palacio. Este mismo monarca m a n d ó construir el castillo-palacio de Bellver, c o m o lugar de descanso, retirado de la ciudad, d o n d e en 1309 trabajaba ya el maestro P e d r o Salva, estando en parte ya habitable, en 1314. Su personalidad dentro de la arquitectura civil y militar de la Edad M e d i a es r e c o n o c i d a p o r todos, dada su original planta circular con un patio de h o n o r con la misma disposición y elegantes arquerías apuntadas en la planta noble

El palacio

.

del rey

El propio y activo Jaime II inició también el magnífico castillo-palacio que lleva el n o m b r e de los Reyes de Mallorca en la ciudad francesa de Perpiñán

, si bien su

situación distante del núcleo urbano es diferente al de La Almudaina, vecina inmediata

24.— Pierre Lavedan, Palma de Majorque et les lies Baleares, París, Henri Laurens, 1936, pp. 75—82. 25.— L. Giraud, Le Palais des Rois d'Aragón et de Majorque a Montpellier, Montpellier, 1907.

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de la catedral. La serie de palacios relacionados con este monarca estriba en la decisión testamentaria de Jaime I el Conquistador, R e y de Aragón, que dividió los Estados de la C o r o n a entre sus hijos, Pedro III, que sería luego R e y de Aragón, pero sin las Baleares, Montpellier, Rosellón y Cerdeña que pasarían a Jaime II, primer monarca del breve reino de Mallorca. C o n este m o t i v o , Jaime II desplegó una actividad edilicia sin precedentes con el ánimo de dotar de residencias reales al recién nacido reino de Mallorca de dispersa geografía, construyendo este palacio de Perpiñán en el Rosellón, donde fijaría su capital. La planta cuadrada del mismo, con amplio patio de h o n o r y presidido por la gran capilla, cuenta con algunos elementos característicos de las casas y palacios catalanes c o m o las escaleras descubiertas de acceso a la planta noble con galerías formadas por arcos apuntados, así c o m o los conocidos arcos diafragma, también apuntados, soportando la cubierta de madera que cubre la i m p o n e n t e sala llamada de Mallorca. Ésta mide unos treinta y dos metros de largo por trece de ancho y alto, llevando en u n o de sus frentes menores la triple boca de las chimeneas que caldearon aquella formidable nave.

Los monarcas catalano—aragoneses tuvieron también asiento real en otros edificios menores c o m o en el llamado Palacio de Augusto de Tarragona que no es sino una torre del antiguo recinto r o m a n o q u e , recrecida l u e g o , alberga una sala gótica a la que c o r r e s p o n d e n unas características ventanas amaineladas. En este aspecto de temporales residencias reales son más importantes, aunque ya fuera de la ciudad, las nuevas piezas que se i n c o r p o r a r o n a los monasterios cistercienses de Santes Creus y Poblet, d e n t r o de los cuales m a n t i e n e su carácter de arquitectura civil frente al e n t o r n o religioso. Esta presencia real en la clausura monástica d o n d e los monarcas crearon su p r o p i o e n t o r n o

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Pretorio del Palacio de Augusto. Tarragona



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Patio del Palacio R e a l de Santes Creus. Aiguamurcia, Tarragona

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palaciego inmediato a lo que sería su mortal p a n t e ó n , t o d o ello sirviendo de medieval precedente al monasterio—palacio—panteón de El Escorial

, se inicia en Santes Creus,

en cuya iglesia yacen los restos mortales de Pedro III el Gran, fallecido en 1285, y sigue con Jaime II el Just, m u e r t o en 1327, quien con su esposa doña Blanca de Anjou reposa t a m b i é n en este t e m p l o cisterciense 2 ^.

A u n o y otro monarca se deben sendos palacios reales en dos lugares diferentes del monasterio de los que apenas queda nada notable a pesar de haber sido obra fina en la que trabajaron hombres c o m o R e i n a r d des Fonoll

. El que se conoce h o y c o m o

Palacio R e a l de Santes Creus se debe a Pedro IV el C e r e m o n i o s o , quien a mediados del siglo XIV levantó un tercer palacio más modesto, sobre el desaparecido de Pedro III, del que lo más notable es el patio de dos plantas en t o r n o al cual se disponen las piezas privadas. Es éste u n o de los más tempranos patios—escalera catalanes, en el que en u n reducido espacio se logra volar una galería que no resta sitio al interior de las salas que forman la caja del patio. La arquería alta, apoyando en finísimas columnillas, n o se i n t e r r u m p e sobre la escalera, permitiendo así utilizarla bajo cubierto.

26.— El primero en ver y analizar esta peculiar situación fue Fernando Chueca en su ejemplar estudio Casas reales en monasterios y conventos españoles (Madrid, Real Academia de la Historia, 1966; nueva ed., Xarait, 1982). 27.— Eufemia Fort i Cogul, Santes Creus. Notes históriques i descriptives, Barcelona, 1936. 28.— Josep Vives y Miret, en su estudio sobre Reinard des Fonoll, escultor i arquitecte angles, renovador de l'artgdtic a Catalunya (1321—1362) (Barcelona, Blume, 1966), sostiene que este arquitecto pudo muy bien intervenir en el proyecto del Palacio de Jaime II, mientras estaba trabajando en el claustro (vid. p p . 100—102).

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El monasterio de Poblet

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, del que ya hemos mencionado la Puerta Real del

recinto interior, conserva, inmediato a la iglesia y claustro, el palacio que Martín I el Humano comenzó a construir en 1397, emulando a sus antecesores en Santes Creus. Su arquitecto, Arnau Bargués, que entonces trabajaba en la obra de la Casa de la Ciudad de Barcelona, tomó como modelo el desaparecido palacio de Jaime II de Santes Creus, pero en Poblet sólo se llevó a cabo la sala de recepciones y aun ésta quedó inconclusa. Sin embargo, el estrecho patio con las escaleras descubiertas, las portadas de ingreso del piso alto, sus inmediatos ventanales, así como la serie de luces del referido salón —desde donde se disfruta con la vista del claustro como si fuera jardín propio—, con excelentes y diferentes tracerías góticas, bellos capiteles y magníficos guardapolvos conopiales en los que se cierran en arco, son de una exquisitez notable de fuerte carácter civil que se relacionan más con la fachada urbana del Ayuntamiento de Barcelona que con las construcciones monásticas anejas. En su iglesia reposan, entre otros monarcas, Jaime el Conquistador, Pedro el Ceremonioso y, desde luego, Martín el Humano.

Ayuntamientos

Pero volvamos a la ciudad para ver los edificios institucionales más importantes como puedan ser los ayuntamientos, si bien éstos son siempre de fecha muy tardía ya

29.— Luis Doménech y Montaner, Historia y arquitectura del monasterio de Poblet, Barcelona, Montaner y Simón, 1928.

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Patio del Palacio Real de Santes Creus. Aiguamurcia, Tarragona

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Lonja gótica de Tortosa

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que era costumbre celebrar las sesiones en parroquias y c o n v e n t o s , c o m o o c u r r i ó en Barcelona. Hasta el siglo X V , y sólo en las ciudades de cierta actividad e c o n ó m i c a , no se empezarían a levantar edificios propios, pero desdichadamente la r e n o v a c i ó n de las casas c o n s i s t o r i a l e s , c o n la e x c e p c i ó n b a r c e l o n e s a , ha b o r r a d o para s i e m p r e la organización de estas casas comunales al final de la Edad Media. Su elemental estructura primera se fue adecuando al cambio y complejidad que esta institución fue c o n o c i e n d o en el paso del siglo XV al X V I , para seguir e v o l u c i o n a n d o c o m o tipo arquitectónico en épocas posteriores. D e esta fase inicial apenas cabe n o m b r a r el m í n i m o resto del A y u n t a m i e n t o de Girona, que parece aprovechar el edificio de la Lonja, a c o r d a n d o los Jurados de la ciudad, en 1446, llamarla desde entonces Casa del Consell™. D e aquel edificio sólo queda h o y la sencilla portada del actual salón de sesiones, en la clave de cuyo arco aparece el escudo de la ciudad.

E n otros lugares, c o m o Valencia, ni siquiera queda esto de la antigua Casa de la C i u d a d , cuyo solar es h o y u n simple jardinillo ante la torre antigua del Palacio de la Generalitat. Derribada la casa consistorial en 1859, para trasladarse a la zona del desamortizado c o n v e n t o de San Francisco, d o n d e se formaría la actual plaza del País Valenciano, se perdió con ella u n o de los edificios más estrechamente ligados a la historia urbana de Valencia, pues había sido privilegio de Jaime II, a u n q u e de aquella época (1311) nada quedara ya en pie. Lo que se derribó entonces gratuitamente fue el viejo núcleo del siglo X V , envuelto en obra posterior q u e enlazaba m u y bien con

30.— Joaquín Pía Cargol, Gerona arqueológica y monumental, Girona, Dalmau Caries, 1943, p. 238 y ss.

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el vecino Palacio de la Generalitat, donde había mucha obra primorosa como los techos de madera, de los que sólo se salvó uno, el de la Cambra Daurada, que hoy podemos ver, o mejor admirar y dolemos de lo perdido, en el Consulado, junto a la Lonja^ . El acuerdo municipal de 5 de noviembre de 1418 quería que esta techumbre fuera «axí bella e costosa com fer se pusa a consell de savis e experts mestres». No quedaría defraudado el Ayuntamiento.

La Casa de la Ciudad se encontraba muy cerca de la cabecera de la catedral, donde se formó el centro administrativo y político de Valencia al final de la Edad Media, funciones de las que ya sólo quedan como testimonio, entre gótico y renaciente, el Palacio de la Generalitat y el muy posterior de la Baylía que queda fuera de nuestros límites. La parte más antigua del edificio de la Generalitat, esto es, de la Diputación u organismo permanente de las Cortes de Valencia que desempeñaba funciones fiscales y políticas, comenzó a construirse en 1482 y se concluiría en 15 10 bajo la dirección de Pedro Compte, etapa a la que corresponden los portalones de entrada y el núcleo del patio gótico, donde encontramos la consabida escalera sobre bóveda rampante, en una mezcla de elementos góticos y otros decorativos de nuevo carácter renacentista. Algo análogo sucede en el torreón

31.— La destrucción de la Casa de la Ciudad de Valencia es una buena muestra del inveterado desprecio hacia toda esta arquitectura civil, de un peso histórico, artístico, cultural y político de primerísimo orden, siendo el proceso de derribo y esparcimiento de sus restos tristemente ejemplar. De él nos deja puntual noticia Juan Antonio Gaya Ñ u ñ o en su libro La arquitectura española en sus monumentos desaparecidos, Madrid, Espasa Calpe, 1961, pp. 257—259.

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Salón de Contrataciones de la Lonja de Barcelona en 1977

Lonja de Palma de Mallorca del arquitecto Guillem Sagrera

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antiguo que mira a la catedral, donde los finísimos maineles de la planta noble con arquillos de incontestable tradición gótica aparecen sobremontados por un frontón renaciente

.

Lonjas

de comercio

La pujanza de una ciudad medieval puede medirse por su actividad mercantil, por lo que el barrio del mercado o su lonja de mercaderes puede dar una idea ajustada de la coyuntura económica del lugar. En este punto, las grandes lonjas de las ciudades mediterráneas de honda vocación marítima, cuya arquitectura compite en monumentalidad con edificios religiosos, públicos y privados, representan una de las cotas más altas que ha alcanzado nunca la arquitectura civil, pues es la que más se ha acercado, como orgulloso símbolo urbano, al refinamiento más exigente tanto en el orden estructural como decorativo. Baste nombrar las de Palma de Mallorca, Valencia o Barcelona, sin olvidar la de Perpiñán, para reafirmar lo aquí apuntado.

Las lonjas comenzaron siendo sencillos pórticos abiertos como todavía pueden verse en muchas lonjas de pescado de nuestros pequeños pueblos costeros. De este tipo se conserva la Lonja gótica de Tortosa (1368—1373), de dos naves, trasladada al lugar

32.— El interior guarda tempranos y extraordinarios salones renacentistas como el llamado Salón de Cortes, joya de la arquitectura española. Salvador Aldana, «El salón de Cortes del Palacio de la Generalitat», Archivo de Arte Valenciano, Valencia, 1976, pp. 3—13.

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que h o y ocupa. La necesidad de contar con ámbitos cerrados para las r e u n i o n e s , custodia de d o c u m e n t o s , etc., además de protegerse del clima, hizo que las lonjas habilitaran y cerraran parte de su edificio c o m o hoy se ve en la Lonja de Perpiñán, cuya planta baja está abierta pero sobre la cual se levantó u n piso con bellas y diferentes v e n t a n a s en sus dos fachadas en á n g u l o . Esta diferencia acusa las dos etapas de construcción, entre los siglos XV y X V I , p e r o bien unificadas bajo el calado y gótico a n t e p e c h o que sirve de c o r o n a c i ó n general al edificio

.

E n t r e las lonjas cerradas y de escala mayor, la más antigua de las conservadas es la de Barcelona, en el barrio de R i b e r a , cuya más antigua descripción c o r r e s p o n d e al viajero alemán J e r ó n i m o M ü n z e r que, en 1494, escribe lo siguiente: «A orillas del mar se levanta una magnífica y soberbia casa con cúpula [sic], que creerías una iglesia o un gran palacio. J u n t o a este edificio hay u n h e r m o s í s i m o h u e r t o c o n diez filas de naranjos y limoneros y en m e d i o una fuente saltarina, y a los lados asientos cuadrados de piedra. E n esta casa se r e ú n e n diariamente dos veces los mercaderes para tratar sus negocios. Le dan el n o m b r e de la Lonja, esto es, casa de contratación. H a y en ella cambio y banca regulados con gran sabiduría para guardar el d i n e r o » 3 4 . P e r d i d o h o y el j a r d í n q u e , igualmente, v e r e m o s al tratar de la Generalitat y Casa de la C i u d a d de Barcelona, se m a n t i e n e el espectacular Salón de C o n t r a t a c i o n e s de la segunda mitad del siglo X I V , con sus tres naves separadas p o r amplios arcos de m e d i o p u n t o sobre

33.— Marcel Durliat, El arte catalán, Barcelona, Juventud, 1967 (i a ed, París, Arthaud, 1963), p. 212. 34.— Jerónimo Münzer, Viaje por España y Portugal, Madrid, Polifemo, 1991, p. 11.

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Interior de la Lonja de Palma de Mallorca

Interior de la Lonja de Palma de Mallorca

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esbeltísimos pilares fasciculados, cuya molduración continúa en el intradós de los arcos. El t e c h o plano, con rico envigado de madera, sirve de forjado a una segunda altura c o n o c i d a c o m o Salón de Cónsules

. La Lonja de Barcelona conoció adiciones en el

siglo XV si bien su gótica fisonomía exterior quedó oculta por la obra neoclásica llevada a cabo p o r J u a n Soler y Faneca en la segunda mitad del siglo X V I I I , e n v o l v i e n d o el edificio medieval y c o n s t r u y e n d o un edificio n u e v o sobre el antiguo j a r d í n .

D e n t r o de la propia ciudad la lonja encarnó el p o d e r de u n grupo social m u y específico, esto es, el de la burguesía mercantil, de ahí el n o m b r e de la Lonja de los Mercaderes, c o m o se c o n o c e a la de Palma de Mallorca. C u a n d o estos mercaderes mallorquines solicitan del rey Martín, en 1409, autorización para constituirse en R e a l C o l e g i o , además de pedir permiso para redactar sus ordenanzas o para aplicar u n impuesto sobre mercancías que entraren o salieren de la ciudad a fin de mantener naves armadas, deseaban «fabricar una lonja que ennobleciese a la profesión de la mercadería y a toda la ciudad». Éstas eran las dos dimensiones de los nuevos edificios que servirían de escenario a las transacciones y demás actividades de los mercaderes q u e , hasta entonces, en Mallorca, se habían r e u n i d o en la iglesia de San J u a n o en casas propias.

La Lonja de Palma de Mallorca es u n singular edificio en el que intervino u n singular a r q u i t e c t o , G u i l l e m Sagrera, m a e s t r o de la catedral, q u e supo dar u n a

35.— Esta magnífica pieza fue recuperada por el arquitecto Juan Bassegoda Nonell, autor de una excelente monografía sobre la Lonja y director de la Real Academia de San Jorge, ubicada en el mismo edificio. J. Bassegoda, La Casa Lonja del Mar de Barcelona, Barcelona, Cámara Oficial de Comercio, 1986.

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personalidad civil al edificio de los m e r c a d e r e s , pese a su a b u n d a n t e iconografía religiosa. Su planta rectangular está dividida en tres naves de igual altura y las bóvedas arrancan de originalísimos pilares helicoidales, sin basa ni capitel. La sencilla nervadura cuatripartita del a b o v e d a m i e n t o brota con naturalidad de dichos pilares, a m o d o de hojas de palma, efecto buscado p o r Sagrera y resuelto con gran maestría y habilidad. Sus cuatro fachadas, todas distintas p o r el diferente n ú m e r o y carácter de portadas y ventanas que alternan con paños desnudos, tienen u n peculiar remate c o m ú n a m o d o de abierta galería. La obra, iniciada en 1426 y prácticamente terminada en 1447, cuando Sagrera se traslada a Ñ a p ó l e s para trabajar en Castel N u o v o , tan sólo estaba falta de algunas tracerías de los ventanales y de las portadas gemelas de la calle de la Lonja, c o m e t i d o que correría a cargo de Guillem Vilasclar y M i g u e l Sagrera

.

Pocos años después se levantaría en Valencia otra m o n u m e n t a l Lonja que supo a p r o v e c h a r la l e c c i ó n de Sagrera, si b i e n al edificio p r i n c i p a l , c o n el Salón de Contrataciones, se u n e un t o r r e ó n , con capilla y cárcel de mercaderes, y el posterior pabellón del Consulado

. Situada en el corazón del barrio del M e r c a d o , la Lonja de

los Mercaderes o de la Seda se quiso fuera «molt bella e magnifica e sumptuosa, que sia h o n o r e o r n a m e n t de aquesta ciutat», c o m o pidieron los Jurados del Consejo. Las obras se iniciaron en 1483, según recuerda una inscripción que acompaña al escudo de la ciudad en el ángulo derecho de su fachada principal: «La noble ciutat... de Valencia

36.— Gabriel Alomar, Guillem Sagrera y la arquitectura gótica del siglo XV, Madrid, Blume, 1970. 37.— Salvador Aldana Fernández, La Lonja, Valencia, 1991.

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Portada de la Lonja de Valencia

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Salón de Contrataciones de la Lonja de Valencia en 193 1

PEDRO

NAVASCUÉS

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ab cor de acabar la mia excellencia ma ha comencat a cinch de Febrer del any que corrent es c o m p t a en ver M C C C C L X X X I I I » . E n su p r o y e c t o y d i r e c c i ó n aparecen dos nombres importantes, Pedro C o m p t e y Juan Ibarra, sin que podamos distinguir la mayor o m e n o r responsabilidad de u n o u otro, quienes dieron por concluido el edificio, a falta de la decoración de almenas coronadas que rematan sus fachadas, en 1498. N o obstante, debió de ser C o m p t e el de mayor peso, pues, además de ser el maestro que amplió la catedral por los pies del templo, se le cita como «molt sabut en l'art de pedrés». La planta es rectangular, contando también con tres naves separadas p o r esbeltas columnas torsas q u e alzan sus complejas b ó v e d a s p o r e n c i m a de los diecisiete m e t r o s de altura, p r o d u c i e n d o un efecto verdaderamente magnífico. En el edificio se percibe la vanidad de esta p o d e r o s a i n s t i t u c i ó n u r b a n a , a la q u e c o r r e s p o n d e la i n s c r i p c i ó n q u e , r e p e t i d a m e n t e y traducida del latín, a la altura de la imposta general de sus bóvedas, dice más o menos así: «Casa famosa soy, en quince años edificada. Conciudadanos, gustad y ved cuan b u e n o es el comercio que n o lleva fraude en la palabra, que j u r a al prójimo y n o le falta, que n o da dinero con usura. El mercader que viva de este m o d o rebosará de riquezas y gozará, por ello, de la vida eterna». La fachada principal muestra una bella portada entre dos ventanas de fina tracería, r e m a t a n d o cada u n o de estos huecos elegantes escudos de la ciudad. Al otro lado de la torre se ve la fachada gótica del C o n s u l a d o , hecha a partir de 1498 por Pedro C o m p t e y continuada tras su m u e r t e por J u a n C o r b e r a , quien la t e r m i n ó en 1536. Cada una de sus tres alturas responde a un diseño diferente, destacando la planta noble con cuatro ventanas de doble mainel que corresponden al salón del Tribunal del Consulado, con el mencionado y soberbio techo p r o c e d e n t e de la derruida Casa de la C i u d a d medieval, y la galería alta de arcos

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conopiales — q u e en algo recuerdan a los de P e r p i ñ á n — con remate de medallones y almenas. El compás que forman la Lonja y el Consulado alberga un patio de naranjos que nos recuerda aquel j a r d í n que llegó ver M ü n z e r en la Llotja de Barcelona.

Las

atarazanas

C o m o contraste a la delicadeza de la arquitectura de las lonjas que en m u c h o s casos fue más allá de lo estrictamente funcional, p e r o í n t i m a m e n t e ligadas a ellas c o m o m o t o r del auge e c o n ó m i c o de estas ciudades de expansión comercial y marítima, se e n c u e n t r a n las atarazanas. Estas sirvieron, en la periferia de la ciudad e inmediatas al mar, de almacenes de mercancías y de verdaderos astilleros navales, m o s t r a n d o a b i e r t a m e n t e su carácter m e r a m e n t e industrial, sin concesión alguna al o r n a t o . Así surgieron las Drassanes del Grau de la Mar de Valencia, recién y felizmente recuperadas en sus cinco holgadas naves. Estas, de cuarenta y o c h o metros de l o n g i t u d p o r algo más de trece metros de anchura cada una, se forman con arcos diafragma apuntados sobre los q u e u n perfil t r i a n g u l a r sirve de a p o y o a la c u b i e r t a a dos aguas. Su construcción debió de correr a cargo del mestre picapedrer Francés T o n a , hacia 141 o, si bien es cierto que la fábrica de sus arcos y m u r o s es de ladrillo

.

P o r el contrario son de b u e n a cantería los pilares y arcos de las Atarazanas de Barcelona, cuyo origen se r e m o n t a al siglo X I I I , si bien la parte más antigua de lo

38.— Francisco Almela y Vives, has Atarazanas

del Grao, Valencia, 1953.

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Interior de las Atarazanas en 195 1. Barcelona

Interior de las Atarazanas. Barcelona

Interior de las Atarazanas. Barcelona

Interior de las Atarazanas. Barcelona

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NAVASCUÉS

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conservado data del tiempo de Pedro el Ceremonioso (1381). Convertidas h o y en sede del Museo Marítimo, se accede a ellas por la mencionada puerta de Santa Madrona que, con su inmediata muralla, daba seguridad a las Atarazanas. El núcleo principal está c o m p u e s t o p o r siete profundísimas naves, de las q u e la central es más ancha. Su cubierta apoya en los repetidos arcos diafragma transversales que, aquí, e n c u e n t r a n un atado equilibrio con otra serie de arcos en sentido longitudinal. U n a industrial y funcional asepsia que está p o r encima de los aspectos histórico—estilísticos le presta, paradójicamente, una curiosa m o d e r n i d a d que n o tiene igual en este tipo de edificios a lo largo y a n c h o del M e d i t e r r á n e o .

Arquitectura

civil en el barrio de la

catedral

D e regreso a la ciudad, una vez vistos los centros que evocan la presencia del rey, del p o d e r municipal, administrativo y comercial, debiéramos acercarnos al barrio de la catedral d o n d e tanto las viviendas de los canónigos c o m o , m u y especialmente, el palacio del obispo nos reservan sorpresas. Así, i n m e d i a t o a la catedral de Tortosa se e n c u e n t r a el Palacio episcopal (s. XIV) con u n o de los más notables patios de estilo catalán, lo cual equivale a decir que tendrá en el piso principal una arquería sobre finos maineles, aquí en tres de sus lados, y una escalera descubierta sobre b ó v e d a rampante de dos tramos. Las crujías en alto van también, en parte, voladas sobre escalonadas ménsulas en saledizo. E n t o d o caso, lo mas original aquí es la segunda escalera, igualmente sobre bóveda r a m p a n t e , que arranca del piso alto sobre los arcos. La pieza más notable de t o d o su interior es, sin duda, la elegantísima capilla privada, con una

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excelente y refinada b ó v e d a nervada que arranca de pilarillos entregados en el m u r o , a partir de unos capiteles c o m ú n de los mortales

figurativos

absolutamente primorosos. Joya ésta oculta al

.

El entorno del templo catedralicio, siempre zona principal y viva de la ciudad medieval, atrajo también a las casas señoriales luego fagocitadas por algunas instituciones de la propia catedral, c o m o sucede con la casa de la Pía Almoina de Girona, hoy sede del Colegio de Arquitectos y ayer casa que parece pudo ser de Bonastruc de Porta"*0. El interés de esta casa no estriba tanto en su interior, absolutamente alterado a través del tiempo, sino en la organización de su fachada, que p u e d e tenerse c o m o modélica de lo que es la composición de la fachada gótica de una casa señorial catalana del siglo XV. N o obstante, debemos advertir que el edificio, fuertemente restaurado entre 1921 y 1926 por el a r q u i t e c t o D a n é s , de O l o t , q u i e n al t i e m p o que c o n acierto r e h í z o partes m u y desfiguradas, i n v e n t ó y añadió p o r su c u e n t a e l e m e n t o s a b s o l u t a m e n t e ajenos al edificio, c o m o es t o d o el p a ñ o superior por encima de las tres bíforas. C o n ello alteró, además, el carácter t o r r e a d o que tenía inicialmente la fachada en sus dos extremos y la p r o p o r c i ó n y dimensión originales de la misma.

La fachada en cuestión tenía inicialmente tres alturas, siendo m u y ciega la planta baja en la que se abre el gran portal cuyo arco, de largas dovelas, muestra en la clave

39.— Francisco Mestre i N o , El Palacio Episcopal de Tortosa, Tortosa, 1900. 40.— Pía Cargol, ob. cit., p. 106.

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una Virgen en piedra bajo un fino doselete, c o m o gesto de mariana devoción del propietario. En la planta noble, y flanqueando el eje del portal, dos grandes ventanas con las consabidas columnillas de caliza numulítica que sostienen unos supuestos arcos vaciados en piezas enterizas, esto es, u n arco p o r cada u n o de estos p e q u e ñ o s dinteles con caprichosos perfiles de gran refinamiento que, labrados en serie, p u e d e n dar remate tanto a estas ventanas mayores de tres huecos c o m o a las de la última planta de dos ejes nada más. Unas y otras llevan u n gótico alfiz encuadrándolas por encima de la imposta. Las ventanas altas y t o d o el almenado es obra que se debe a la campaña de 1921—1926, años éstos en los que se manipuló en exceso la arquitectura medieval catalana para que pareciera más medieval todavía.

La alineación oblicua de los huecos a partir del arco de entrada, esto es, con una preocupación p o r la composición del plano, es del mayor interés por cuanto que altera la simple y más c o m ú n correspondencia vertical de los huecos, c o m o se ve en el Palacio del M a r q u é s de Lio, en Sant Pere de Riudebitlles (Barcelona), d o n d e se dan los mismos elementos (portal en arco de largas dovelas, planta noble con ventanas de tres ejes y segundo piso con bíforas), incluso d o n d e aparecen las escalonadas almenas de r e m a t e que el citado Danés copió para el Palacio de Girona. C o n los elementos descritos se llegó a organizar la m a y o r parte de las fachadas de las casas señoriales, n o sólo d e n t r o de la ciudad sino en el m u n d o rural, adonde llegaron dinteles, capiteles y arquillos para m o n t a r ventanas bíforas y tríforas in situ, según conviniera, tal y c o m o se ve en el Palacio abacial de Villabertrán (Girona), construido entre 1410 y 1424, bajo el abadiato de A n t o n i o Girgós.

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Aquellos grandes ventanales de tres vanos, que tienen sus antecedentes más lejanos en los tardorrománicos ejemplos de la Fontana d ' O r , en Girona, en el Palacio de los Marqueses de la Floresta en Tárrega (Lleida), y en la célebre Casa de la Pahería, en Lleida, eran en sí mismos sinónimos de grandeza y poder, dando luz siempre a las piezas más importantes. N o obstante, las dificultades de sus cierres y la exigencia de salas de gran altura fueron eclipsándolas para dar paso a sencillos huecos más pequeños q u e , e l i m i n a n d o los maineles, se cerraban c o n unas elementales c o n t r a v e n t a n a s , relegando la m o d e r n i d a d y el señorío de la casa a otros elementos c o m o las galerías y el ornato de los huecos. Algo de t o d o esto se percibe en la T o r r e Pallaresa de Santa C o l o m a de Gramanet (Barcelona), a d o n d e llegaron m u c h o s elementos de origen urbano.

Hospitales

Finalmente, en este apretado recorrido p o r la arquitectura civil gótica, dejando ahora a u n lado tantas y tantas casas que forman conjuntos tan notables c o m o , por ejemplo, el de la calle gerundense de los Ciutadans, llamada anteriormente de Cavaliers, d o n d e vivía la nobleza que dejó en fachadas, portales, patios y salas r e c u e r d o de sus linajes, visitaremos el hospital que era, en la ciudad medieval, m o t i v o de orgullo y seguridad. Su definición c o m o tipo a r q u i t e c t ó n i c o no se ajustó a n i n g ú n p a t r ó n c o n c r e t o , pareciéndose m u c h o , en casos c o m o el hospital de Santa María de Lleida, p r ó x i m o a su catedral, a u n palacio u r b a n o más en el q u e , n u e v a m e n t e , su atractivo esencial reside en la fachada principal y en el patio. La primera cuenta con u n soberbio

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