48 ANIVERSARIO DE FACES

48 ANIVERSARIO DE FACES Debo iniciar estas sencillas palabras agradeciendo a las autoridades de la Facultad el privilegio de estar aquí ante ustedes p

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20 de noviembre de 1958 CONCILIACION MEDIDAS FRANCESAS PARA FAVORECER LA EXPORTACION DE TRIGO Y DE HARINA Informe adoptado el 21 de noviembre de 1958

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48 ANIVERSARIO DE FACES Debo iniciar estas sencillas palabras agradeciendo a las autoridades de la Facultad el privilegio de estar aquí ante ustedes para expresar algunos de mis más hondos sentimientos hacia este hogar y a todos sus integrantes. Cuando empecé a teclear las letras no sabía de qué hablar, pues cuando recibí la invitación para participar en este acto, me pidieron que diera una clase magistral. Tamaño compromiso ante un auditorium de tantos maestros. Como en los últimos veinte años me dediqué a la enseñanza de la Macroeconomía Venezolana a través de la interpretación de los problemas económicos del país, pensé en desarrollar alguno de ellos, pero como seguramente iba a herir susceptibilidades, lo descarté. Pasaron algunos días y no me atrevía a sentarme a escribir, escudriñando temas y finalmente decidí elaborar un esquema, pero éste resultó tachado posteriormente en casi todos los ítems. Por esos cuasimilagros de internet, se presentó ante mis ojos una obra por demás interesante, Tratado de Melquisedec, en cuyo prólogo, escrito por la traductora de la obra, Margarita Mosquera Zapata, leí estas enseñanzas: “Al nacer, el ser humano trae, en esencia, la tarea a realizar. Co-creador del universo, el ser humano, así pensado, es causa y efecto de su postura frente a los hechos que interpreta como su realidad. Tal que, tomando conciencia de su deseo, influye en la realidad, más que, dejarse moldear por esta. El secreto no está en la razón, es magia. La felicidad del hacer, en la aventura que se ha elegido de entre las muchas aventuras que están en el corazón, es el alimento para el caminante, y la visión que se tiene del tesoro, es la brújula para el camino. No hay lugar a donde ir, para hacer su razón de ser. El lugar es el camino mismo, el hacer. Y..., no hay aventura, feliz, posible, si la alegría no es el báculo del caminante. Así, pues, recorremos las enseñanzas del desierto, de la experiencia de los hombres de las arenas, los de las caravanas y los del sol, ellos, quienes fundan la posibilidad de vida en todo rincón del universo, al sobrepasar las dificultades máximas y ser felices: amar, vivir bien, respetar las leyes creadas por su entorno para convivir mejor unos con otros, y recrear las enseñanzas de los ancestros. La magia no está en maestro alguno, sino en el reto de trabajar sobre y contra si mismo. El reto es contra uno mismo. Cualquier reto entonces es tan válido como otro. Al encuentro del dragón, entonces, no significa otra cosa que a la caza de sus miedos y a vencer los obstáculos que impiden el lograr nuestro aporte al universo.

No hay más AMO que el DESEO, ni mas MAESTRO que la VIDA, sin embargo quien desee, puede acercarse a aquellos que han como tú elegido el camino de la sabiduría, y si cumple con las condiciones de benevolencia y logro de lo que tú has deseado, síguelos. Mientras más ancianos, mejor, pues, más camino han recorrido. Estos, hombres o mujeres, que hay a tu lado, y que te codeas con ellos aunque no los reconozcas, pueden guiarte. No obstante, el camino no es fácil, ellos estarán gustosos de verte volar con tus propias alas, y si pretendes quedarte a su lado, te echarán.” Me costaba inspirarme, a pesar de que soy, somos todos co-creadores del universo y universo son nuestras obras, palabras, pensamientos, sueños. Y al continuar leyendo la obra citada. Encontré en el capítulo I este pensamiento: “Si no logras entrar en contacto con el nido más profundo de tu mente, donde se encuentran las respuestas, pide ayuda a un partero de los sueños.” Y me di cuenta por una cita, que este personaje es un intérprete, uno que escucha los sueños y sabe algo de ellos: Psicoanalistas, Sabios entre los indios, Maestros de la luz, cuya característica es que sin concepciones ni intereses preconcebidos, escuchan tu alma (espíritu, mente), tal cual, ella habla. Averigüé también que el partero de los sueños sabe cómo guiar una indagación, pero él no formulará respuestas, sólo ayudará a re-encontrar el genio personal; es decir, eso sin lo cual no sería yo en este momento de mi vida. Y resulta que alrededor de nosotros, hay muchos parteros de sueños que se pueden encontrar. Y en medio de este laberinto, me acordé que cuando le pedí a una querida profesora que escribiera algunos párrafos de su época de estudiante, como iniciadora de la primera cohorte de su Escuela de Empresas, como se llamó originalmente la Escuela de Administración y Contaduría Pública, se apareció con seis cuartillas de cuentos, según sus propias palabras, que resultaron bien interesantes y de amena lectura. Sol Saavedra fue la primera partera de mis sueños que voy a contar, sin ser cuenta cuentos, y posteriormente haré una brevísima reflexión sobre algunos problemas de la academia. El exordio es, sin embargo, una cita literaria o un proverbio, que 2

pueda resumir lo que no logran explicar mis palabras. Aquí también tropecé con la selección. Me paseé por varios temas: el amor, la amistad, la cordura, la sabiduría, la paz, la solidaridad, la libertad, la equidad, la poesía y pare usted de contar. Entonces recordé el proverbio latino, atribuido a Virgilio, omnia vincit amor, “el amor todo lo vence” y me decidí por el amor para empezar a escribir. Como en las clases también se relata uno que otro cuento o anécdota o se relatan hechos históricos, comenzaré recordando los inicios de los estudios de economía en esta Universidad. En los albores de la democracia, enero de 1958, Mérida y su Universidad tuvieron la suerte de tener un Rector Magnífico, con mayúscula bien grande, que le dio lustre a la academia venezolana. Me refiero al Doctor Pedro Rincón Gutiérrez a quién el Padre José del Rey le dedicó esta frase el día de su funeral: “Cuando existe verdadero amor, los recuerdos se niegan a caminar entre las ráfagas del tiempo y del olvido ya que nunca acaban de pasar, porque siguen siendo un proyecto de sueño en libertad, pues el amor consigue que el eco de los pasos que se alejan no erosionan la cordillera de los años.” Entre tantos de los proyectos del Dr. Rincón, exitosos y cristalizados en obras perdurables, está la creación de la Facultad de Economía, nueve meses después de encargarse de tan importante responsabilidad. La primera Escuela fue la de Economía, creada conjuntamente con el Instituto de Investigaciones Económicas. En este caso pudiéramos decir que la Universidad parió morochos, robustos y saludables. Su sede fue itinerante, pues sus primeras clases se dictaron en lo que es hoy el salón de reuniones del Consejo Universitario, llamado para la época el palomar, luego se trasladaron al teatro universitario, conocido hoy como teatro César Rengifo; más tarde en una casa solariega de la Ciudad, posteriormente en unas dependencias del recién construido Colegio de Médicos, para instalarse en los comienzos de 1966 en sede propia, compartida con la Facultad de Humanidades y Educación en la Avenida Universidad. Su crecimiento obligó a dispersar los institutos de investigación a otras edificaciones, para unificarse luego en uno de los edificios del Núcleo La Hechicera, compartido con secciones de otras facultades. Fue durante la gestión rectoral del Profesor Miguel Rodríguez Villenave cuando se construyeron los cinco edificios que hoy día le dan asiento permanente al área de los auditorios, a tres edificios de aulas más uno para la gestión administrativa y académica, que ostentan los nombres de tres eximios profesores ya fallecidos, Juan Luis Mora W., Leocadio Hontoria y Juan José Carvallo, y el epónimo de un economista nacido en estas tierras 3

serranas, que marcó un hito en el ejercicio de la profesión, desde el servicio público; me refiero a Alberto Adriani, cuyas contribuciones a la comprensión a la economía venezolana han plasmado en densos aportes intelectuales, dos profesores de esta Facultad, Miguel Szinetar y Asdrúbal Baptista. Por necesidad cronológica y de profundos vínculos humanos y académicos, debo reseñar mi propia experiencia, como muestra de mi indescriptible agradecimiento a mi formación y realización como profesor y como ciudadano. Por cosas del destino no estudié Economía en esta entrañable Universidad. Sin embargo, tres años después de haber egresado la primera promoción de economistas, me incorporé a su claustro y desde el primer día de trabajo, el 2 de mayo de 1966, nunca me sentí extraño y el primer fin de semana fui invitado por los colegas que recién se iniciaban como profesores, a departir con ellos en una reunión social. Nunca lo olvidaré, pues estos encuentros se repitieron sin interrupción durante muchos meses. Lo recuerdo como si hubiera acontecido el pasado viernes: sucedió en el hogar de mi coterráneo Néstor Pernía, que hoy no nos acompaña con su cuerpo menudo, pero sí con su espíritu siempre alegre, bonachón y lleno de sueños. En el grupo estaban Pepe Romero, mi compañero del quinto año de bachillerato en el Liceo Libertador, siempre ejemplo de responsabilidad y de consagración a su trabajo, tanto como telegrafista, como profesor y luego como integrante de la gerencia universitaria. Michel Rodríguez, ex Decano, ex Vicerrector Administrativo y ex Rector; Francisco Belandria, el primer Ph D de nuestro cuerpo profesoral y egresado de la Facultad; Rafael Solórzano, polifacético y estudioso incansable; el todo terreno Rafael Moreno, mi primer jefe inmediato en la Sección de Economía Regional del Instituto, y Darío Sánchez Acuña ex decano completaban el grupo de conversación amena, de chistes picantes, de dominó emocionante, de aderezado condumio, todo ello rociado con buen néctar escocés. Por estos compañeros ya convertidos en amigos, me fui enterando sobre la labor que desarrollaban los profesores veteranos, con que contaba la Facultad: Heberto Urdaneta, primer director del Instituto, fue el Decano emprendedor y visionario, quien me convenció en una conversación en el Banco Central, donde yo trabajaba, para que me viniera a Mérida por un año, que resultó luego en toda una vida. Este hombre, hoy fuera de su patria por las injusticias de la justicia venezolana, fue quien enrumbó esta Facultad por la senda de la academia. A él debemos muchos de los presentes y de los ausentes 4

la formación que obtuvimos en Universidades extranjeras de prestigio. Carlos Chuecos era para ese entonces el Director de la Escuela de Economía, persona de mi muy especial aprecio por muchas virtudes que me atrevo a resumir con palabras del evangelio en un hombre justo y que Sol le añade las virtudes de profesor incansable, paciente, abnegado y bondadoso. Leocadio Hontoria, el gran Director del Instituto, era un erudito, de excelente formación académica, un líder, vivía recorriendo los antiguos cubículos de los galpones de la Avenida Universidad, para enterarse sobre el avance de los trabajos de investigación, hoy convertidos sólo en recuerdos de mística, de entrega y, sin alardes montunos, de insignias de la investigación económica regional del país. Durante la gestión de Heberto Urdaneta se creó la Escuela de Administración de Empresas y el Instituto de Estadística Aplicada y Computación, bajo la dirección del acucioso profesor César Briceño. Estos tres centuriones del trabajo universitario conducían la Facultad a marchas forzadas, con seguridad, sabiendo adonde queríamos llegar y sin más norte que hacer de ella la mejor de Venezuela, como de hecho lo fue por mucho tiempo. En la primera tanda colaboraron profesores de otras facultades, como el Dr. Luis Elbano Zerpa Díaz de Derecho, el matemático Andrés Zavroski de Ingeniería y Harry Corothie de Forestal. Luego se fueron incorporando como obreros sin horario, Jaime Tinto, catalán de pura cepa, aún enamorado de las encuestas, buscador de buenos y oportunos resultados. Benito Pérez Canales, de gran reciedumbre académica, inquieto operario de esta pequeña, pero pujante viña de la Economía. Ignacio Soloaga, ex decano, Jose Hocevar, Jesús Marrero, Gustavo Hernández, el maestro Juan Luis Mora, investido para esos momentos de autoridad universitaria y Jesús Alberto Fernández, prestado a la Administración de la Universidad, completaban la nómina de profesores a tiempo completo, que dejaron su impronta de callada labor y de sentido de pertenencia a un equipo rendidor. Carlos Marich, Enrique Llagunes y Juan Manuel Vidal Rodas vinieron de universidades españolas a incorporarse con su sabiduría a la noble tarea de la enseñanza en un país que ofrecía bienestar, estabilidad, paz y libertad. Teresa Monroy era la eficiente Directora de la biblioteca. Josefina Pérez, doña Esperanza de Alarcón y Carmen Espinoza eran las secretarias, disciplinadas y amantes de su trabajo. Lino Ramírez, paciente y servicial era el que cuidaba con singular esmero el feo edificio donde funcionábamos.

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No debo dejar de mencionar al Decano fundador, Manuel Pocaterra, quien dejó su impronta muy particular y abrió los primeros caminos que muchos transitaron y que distinguieron a esta Escuela como la única Escuela de Economía Cuantitativa del país. Luego se fueron agregando otros profesores, algunos egresados de las primeras promociones, con su postgrado terminado como Angel Felipe Díaz Villalobos que luego sería Director del Instituto; Luis Rivero, el amigo de siempre, perseverante estudioso de la Economía Monetaria. Isidro Barrios sereno y docente a carta cabal. Miguel Angel Herrera, el primer experto en Presupuesto que se aquerenció en esta ciudad, formador sin mezquindades de la generación de relevo en su especialidad. Waddi Saldivia, buscando a cada paso a quien servirle, Oscar Sánchez, compañero inseparable de los viajes de trabajo de don Jaime. En esta época quien les habla se inició como investigador en el Instituto y luego como docente de la Escuela de Economía. Mención especial quiero hacer de Roberto Tornabell, Enrique Querol, y Agustín Del Valle, que dejaron a su país, para formar parte de un selecto grupo de formadores de buenos profesionales y de investigadores noveles investigadores. El alemán Arturo Eichler, símbolo de la conservación de los recursos naturales llegó a la Facultad proveniente del área forestal, cuya personalidad me atrevo a definirla como un adalid de las causas de la razón contra la sinrazón. De la vida contra la muerte. Sus documentos, sus obras, su postura fueron dolidas demandas, voz de denuncia y de exigencia de respeto a la naturaleza. Se enamoró de Mérida y aquí sembró sus lecciones y su ejemplo. Ese era el equipo de grandes ligas con que contaba la Universidad en la primera década de los estudios de Economía en esta Mérida serrana y anacoreta, aunque alegre y a veces convulsionada por las preocupaciones ideológicas de ese tiempo. No trato de describir la historia de FACES, tampoco quiero refugiarme en ese hermoso pasado para escapar de los problemas que nos acosan hoy en día, sino para buscar en la experiencia de las generaciones anteriores los signos y las enseñanzas que nos permitan escoger las mejores soluciones para el futuro inmediato. No deseo pensar que nuestra historia se cierra en círculos y no se eleva en espiral, aunque acepte que comenzamos y cerramos un círculo sin cambiar de plano. Pero por sobre todas estas impresionantes fortalezas, reinaba un espíritu de amistad, de fraternidad, de solidaridad y de compañerismo, que causaba envidia en el resto de las facultades. En conjunto celebrábamos los 6

cumpleaños, matrimonios, nacimientos de los hijos de los profesores y del resto del personal, bautizos y cualquier evento que significara algún logro de sus integrantes. Eramos una verdadera familia, en la que compartíamos las alegrías y las tristezas. Esta condición se fundamentaba en la aprehensión generalizada del concepto de amistad. Como vivir y cosechar amistades es un dúo inseparable, el vivir se convertía en aprendizaje diario, en evolucionar y cambiar, en lograr ser mejor hoy que ayer y en seres que justificaban su existir. Vivir a la sombra de los amigos es encontrar la felicidad plena, porque como lo decía el colega y poeta amigo Orlando Araujo “un amigo es el refugio de los miedos que sentimos noche y día, alguien que te mira sonriendo cuando tú lo hieres. Un amigo te levanta cuando caes y no espera saber que te has caído. Es como si de pronto estás muy solo y alguien te llama para decirte que lo esperes. Un amigo es el guante de tu corazón cuando hace frío, el bolsillo donde guardas las cosas que no muestras, el abrigo contra la lluvia del odio, un pararrayos aun cuando haya tempestad y una tempestad si en la calma te atormentan. Un amigo es el espejo donde tú eres él, no apagues esa luz y no le falles en cualquier oscuridad.” El desarrollo del Instituto de Estadística Aplicada y Computación permitió luego la creación de la Escuela de Estadística y con el correr del tiempo se iniciaron los estudios de Contaduría Publica. En el área de Estadística fueron pioneros: los profesores Jaime Tinto, Benito Pérez Canales, José Luis Peña Cimarro, Prasad Sinha, Renato Del Canto, Efraín López, Mario Murúa, Marta Sananes, Carlos Domingo, César Briceño, Bernard Momer, Enrique Querol, Nino Paglicia, Francisco Belandria. Todos ellos, y algunos más que el recuerdo me impide nombrarlos, porque ya no hablo corrido, llenos de un bagaje intelectual de primera línea, institucionalizaron un quehacer que nos llena de orgullo. Quiero, no obstante, destacar la presencia del Prof. Carlos Domingo, que es para la Facultad, para la Universidad de Los Andes y mucho más allá de ella, un Guía de la Sabiduría, concebido como un ser que ha recorrido el camino de la ciencia antes que nosotros, que nos puede guiar hasta el punto a donde el mismo ha llegado, pero que será difícil estar a su lado en algún sitio porque siempre está llamado a ir más allá. Ojalá pronto lo veamos como un ícono de esta casa de estudios.

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En la Escuela de Empresas, como inicialmente se le llamó, no puedo dejar de mencionar a Carlos Chuecos, Juan Luis Mora, Juan José Carvallo, Erasmo Chalbaud, Nelson Angulo, Isidro Barrios y el eterno Arévalo José Patiño, amigo de siempre, lleno de bondad e invariablemente joven. Sobre ellos y otros que se me escapan de mi débil memoria cayó la responsabilidad de echar a andar una escuela, que se convertiría en la más grande de esta Facultad. No quisiera pasar por alto la creación de postgrados en Economía, en Estadística, en Administración y en Contaduría Pública, que poco a poco se han ido consolidando y que hoy en día son una muestra del esfuerzo académico de muchas personas que sería prolijo enumerar. De igual forma debo señalar la creación de nuevos centros, el Centro de Investigaciones y Desarrollo Empresarial (CIDE) y el Centro de Investigaciones Agroalimentarias (CIAAL), hijo del IEES, y fruto del trabajo de profesores jóvenes que han dejado su impronta más allá de nuestras fronteras. En Alejandro Gutiérrez quiero sintetizar el esfuerzo que se ha traducido en merecidos éxitos. Una frase para los egresados que supieron convertir las semillas de las enseñanzas que sembramos en las tres escuelas de esta Facultad en frutos palpables, hermosos y reconocidos en el país y fuera de él. Son muchos y sólo me atrevo a mencionar uno de ellos para condensar en su persona lo que podemos hacer por nuestra tierra, Me refiero a Asdrúbal Baptista, al que tuve la satisfacción de darle clases y ante quien rindo homenaje por su sapiencia, por su don de gente, por su amor a su alma mater, por su preocupación por el destino de esta patria rentística que se nos desgarra, por su dedicación en cuerpo y alma a investigar aspectos tan importantes como los problemas de la renta petrolera, del crecimiento de la economía y quizá de todo lo que tiene que ver con el desarrollo de Venezuela. Seguramente me quede corto en esta remembranza. A estas alturas FACES es una institución madura, como lo demuestran los cursos de cuarto nivel que se dictan en cada una de las carreras la integran y los diversos grupos de investigación reconocidos por el CDCHT. Para los trabajadores una palabra de admiración y de cariño. Han sido muchísimos los que han pasado por estos decanatos, direcciones de escuela, departamentos, institutos, centros, cuya labor a veces no valoramos, pero que es imprescindible para el desarrollo de la academia. 8

Les confieso que me hubiera gustado nombrarlos a todos, a los veteranos y a los jóvenes profesores, pero los años dejan su surco y las neuronas menguan. Pido perdón humildemente si se me escaparon nombres, realizaciones, aspectos importantes o no. Pero, a pesar de los pesares, los operarios de esta viña hemos cumplido con la Universidad, con Mérida y con Venezuela. Nadie ni nada por mucho poder que ostente podrá quitarnos esta guirnalda que podemos mostrarle al mundo entero, si fuera necesario. En la conmemoración de los cuarenta y ocho años de creación de FACES es oportuno el momento para reflexionar sobre muchos aspectos, como, por ejemplo, reconocer que la Universidad es un hogar de sueños, es un taller de causas dignas, es un laboratorio del pensamiento, es un templo para el recogimiento, es un crisol para forjar ciudadanos, es un aula para el debate respetuoso, es un ágora para la enseñanza de los pueblos. El Rector de siempre, Pedro Rincón Gutiérrez, resumía estas frases afirmando que “La Universidad es al país como la savia al árbol; si ésta se seca o no circula, la Nación se marchita.” Roguemos al cielo que corra siempre mucha sabia desde la raíz hasta la copa de este árbol humano que es la Universidad. Esta oportunidad es también propicia para cuestionarnos a nosotros mismos: cuestionarnos de la escasa vinculación con nuestro entorno nacional, regional y local; cuestionarnos de las obligaciones supremas de la actualización del pensamiento; cuestionarnos de que hemos estado a punto de convertir a la Facultad en un liceo grande. ¿Qué hicimos de la investigación? ¿qué hemos hecho con los pensa de estudios, tan vetustos como las hojas amarillentas y semidestruidas por el tiempo de los repetidores de ideas ajenas, que hace rato dejaron de pertenecer a la historia moderna? Cuestionarnos de la ausencia de transformaciones para el cambio. Le tenemos miedo a enfrentar el drama de la pérdida de autonomía, porque a lo mejor no tenemos el guáramo para hacerlo. Nos hemos dormido en la peligrosa placidez de la apatía. No aceptamos a plenitud la responsabilidad que tenemos con nuestros estudiantes; hemos descuidado a los profesores de nuevo ingreso. Es la hora de asumir con valentía los compromisos de los verdaderos universitarios: debemos derrotar el sectarismo con sabiduría política, debemos levantar de nuevo las banderas del liderazgo nacional en lo económico, lo social, lo cultural, lo ético. La angustia que demostramos en privado debemos convertirla en un acicate para la búsqueda de soluciones oportunas y dignas. Aprendamos de nuestros antecesores el sentido de responsabilidad, de entrega y de amistad, de afecto por esta institución. En mi intimidad hago votos sinceros porque la academia 9

vuelva a ser nuestra insignia perdurable, bajo el pensamiento de nuestro Libertador: “A la luz de la verdad y del tiempo nada se esconde, el mérito brilla y la maldad se descubre.” Los invito ahora a rememorar estos pensamientos: “Cuando tu corazón decida, no hay lugar para la duda. Cuando la cabeza decide pensando largamente los pro y los contra, forzosamente te alejas del camino que ha elegido tu corazón”, como escribió el autor de la obra citada al comienzo de estas palabras y que coincide con Popul-Vuh: “Cuando tengas que elegir entre dos caminos, pregúntate cuál de ellos tiene corazón. Quien elige el camino del corazón no se equivoca nunca.” También quisiera pedir, rogar y hasta me atrevería a exigir, porque no me gusta dar consejos, ya que éstos son como el agua, que si no se piden no se deben dar, que hoy más que nunca debemos estar unidos todos los universitarios para la búsqueda de un país mejor y de una Universidad Autónoma con Mayúsculas como la he escrito, pero también inclusiva, honesta, tolerante, responsable, que luche por la excelencia, que se fortalezca en su musculatura académica de docencia, investigación extensión y de solidaridad social; que no se olvide de los más de siete millones de pobres que conviven con nosotros, de los niños abandonados, de la mortalidad infantil, de las muertes innecesarias, de la injusticia de la justicia, de la corrupción; de los antivalores que nos deshumanizan, nos degradan y nos hacen merecedores del rechazo y de la desconfianza; de la convicción de que sólo con la creación de riqueza productiva por medio de la inversión real y no con el gasto corriente que no genera crecimiento sostenido, podremos superar muchos problemas económicos y sociales. En suma, luchemos con esfuerzo denodado, permanente y cotidiano por una Venezuela digna y soberana. Estos días he leído en la prensa referencias sobre las Universidades venezolanas y se me han nublado los ojos para no terminar de leer tantos improperios destructores como bombas atómicas. Mi Alma Mater, la Universidad Central de Venezuela y mi claustro amado, la Universidad de Los Andes, esta casa donde estudiamos, trabajamos, crecemos, amamos y sufrimos, están siendo mancilladas con claros despropósitos. Y en esos momentos me acordé de una canción de Carlos Puebla que en una de sus estrofas dice: “Cuando sientas tu herida sangrar, cuando sientas tu voz sollozar, cuenta conmigo. ¿Contará la Universidad con nosotros? Estoy seguro que sí, con valentía, con honor, como ocurrió en 1957, cuando todos los estudiantes salimos en defensa de la libertad. Pensemos por un momento en 10

que la Universidad es la compañera a quien amamos apasionadamente e internalicemos este extracto de un poema de Mario Benedetti: “Compañera / usted sabe / que puede contar / conmigo / no hasta dos / o hasta diez / sino contar conmigo. …..pero hagamos un trato / yo quisiera contar / con usted / es tan lindo / saber que usted existe / uno se siente vivo / y cuando digo esto / quiero decir contar / aunque sea hasta dos / aunque sea hasta cinco / no ya para que acuda /presurosa en mi auxilio / sino para saber / a ciencia cierta / que usted sabe que puede / contar conmigo.” Y como esta ciudad en la que vivimos y que disfrutamos con muchos privilegios no puede dejar de mencionarse en una oportunidad como ésta, Tamara Díaz Pisani me prestó este poema, Eres, dedicado a Mérida: “Eres espacio infinito, / fuego eterno, luz inextinguible / viento rebelde, / tempestad rabiosa, / cielo tronante, / firmamento lluvioso, / arroyo gimiente, / árbol florido, / montaña mágica, meseta profunda, / mi sueño, mi ilusión, / mi aliento y mi motivación.”             Finalmente, pido excusas por mis olvidos y por la parquedad lingüística, pero lamentablemente no tengo la magia de la palabra de Carlos César Rodríguez, de Pepe Barroeta, recientemente fallecido, o de Ramón Palomares, poetas mayores, colegas profesores de esta casa de estudios, a quienes admiro y leo, buscando las esquivas musas, que generalmente se van de paseo para acompañar a la luna. Muchas gracias.

Mérida 23 de noviembre de 2006.

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