Reencarnación, el ciclo cósmico Por Cecil A. Poole, F.R.C. Revista El Rosacruz A.M.O.R.C

Reencarnación, el ciclo cósmico Por Cecil A. Poole, F.R.C. Revista El Rosacruz A.M.O.R.C. En cualquiera consideración que se haga acerca del tema de

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Reencarnación, el ciclo cósmico Por Cecil A. Poole, F.R.C. Revista El Rosacruz A.M.O.R.C.

En cualquiera consideración que se haga acerca del tema de la reencarnación, debería mantenerse constantemente en la mente que la reencarnación concierne con un área de conocimiento y experiencia tanto más vasto que la vida física de un individuo y la comprensión finita adquirida durante esa vida, que es casi imposible comparar el alcance de la reencarnación con el concepto de una vida individual y experiencia. En otras palabras, la relación del completo ciclo Cósmico de reencarnación causa que el ciclo de una vida (o las experiencias de una vida) sean pequeños por comparación. Somos muy pequeños cuando nos paramos en la sombra del infinito. Somos, simplemente, una expresión de vida en una forma muy pequeña en comparación con todo el plan Cósmico. La reencarnación es una serie de eventos que tienen lugar en un nivel vibratorio o en un nivel de otro ciclo más allá de la experiencia y alcance de un individuo. Ciertamente, no hay razón por la cual el hombre no pueda especular acerca de la naturaleza de esta experiencia y tratar, en lo mejor de su conocimiento, de hacer uso de su propia experiencia en una vida individual, para entender lo que este gran ciclo del cual él en parte puede ser, en su relación con él, como un individuo y los otros individuos. Al mismo tiempo, nunca deberíamos perder de vista el hecho que como individuos finitos viviendo en una simple mota de materia dentro del universo entero, somos muy pequeños. Somos literalmente el microcosmos, mientras que el ciclo de reencarnación es una parte del macrocosmos, es decir, del Cósmico en si. En general, se cree que existen similitudes entre los diferentes alcances de experiencia Cósmica e individual, pero estas similitudes pueden ser solamente en general. Ellas no pueden ser duplicadas en una escala más alta de los eventos y experiencias de un individuo en una escala más baja. Es de lo más importante que comprendamos la realidad del ciclo Cósmico como siendo tanto más grande que nosotros como individuos. De otra manera, cuando se discute el tema de la reencarnación, hay una tendencia que trata de llevar el tema hacia abajo, al nivel de nuestra experiencia diaria mundana. En otras palabras, frecuentemente existe una tendencia que en vez de levantar nuestra consciencia a un nivel más alto de comprensión y armonización con las fuerzas Cósmicas, intenta llevar nuestro razonamiento al nivel de nuestras experiencias diarias más o menos comunes. Todo en el ciclo Cósmico o en la concepción Cósmica (como el Dr. H. Spencer Lewis subtituló su libro sobre la reencarnación) tiene que ver con el plan divino del universo del cual sólo conocemos una parte porque estamos viviendo aquí, en el tiempo presente, en un estado de evolución, tratando de crecer al punto donde podamos volvernos conscientes de ciertos de estos principios Cósmicos.

De las muchas preguntas que llegan a la Orden sobre la reencarnación, los comentarios que he hecho fueron ideas que llegaron a mi mente al hacer ciertas investigaciones para tratar de contestar una pregunta de un miembro residente en el medio oeste de los Estados Unidos. La pregunta era la siguiente: "Si dos o más personas hacen un pacto durante esta vida, ¿hay algún proceso o procedimiento a través del cual tal pacto pueda ser válido y operativo en la próxima reencarnación? Esta es una pregunta perfectamente lógica, pero que debe ser considerada a la luz de lo que ya he dicho. Vivimos hoy en términos de nuestra propia experiencia, en términos de las capacidades físicas del cuerpo en el que estamos encarnados. Mucha de nuestra atención está necesariamente dedicada al negocio de vivir, ganarnos la vida, asegurar comida y techo, cuidar de nuestras responsabilidades. En otras palabras, dirigimos gran parte de nuestro tiempo a las demandas que se nos hacen por medio de las presiones de nuestros alrededores. Esto es una parte de nuestra experiencia, y es justificadamente correcto que debería concernirnos tanto nuestras necesidades físicas como las psíquicas. Por otro lado, las enseñanzas Rosacruces han subrayado repetidamente el hecho de que el hombre tiene tendencia a exagerar unas y no darle suficiente atención a las otras. Normalmente, el hombre da más atención a lo físico que a lo psíquico. Pasamos más tiempo (es decir, el individuo común, por lo menos) asegurando la satisfacción de nuestras necesidades físicas de lo que hacemos en contemplar nuestra verdadera naturaleza, nuestro ser interior y su relación con el completo plan Cósmico. Viviendo, como lo hacemos, más o menos restringidos a un universo físico, en parte por nuestra encarnación en un cuerpo físico y en parte por nuestro propio rechazo de dedicar el tiempo que deberíamos a la consideración de los asuntos psíquicos, tenemos una tendencia a pensar en términos de nuestra limitada experiencia física, y, como resultado, muchas de nuestras consideraciones, las preguntas que hacemos y las conclusiones a que arribamos, están basadas en las condiciones que existen ahora. En consecuencia, la pregunta que se ha hecho podría ser considerada como una limitación de nuestra habilidad de ver más allá de las demandas del momento. Para nosotros, el creer que estamos ahora en una posición para juzgar nuestra relación no sólo por el momento sino que por los siglos por venir, es ser algo orgullosos. Mientras podamos creer que nos gustaría reanudar ciertas relaciones que han empezado en esta vida, es muy difícil para nosotros estar seguros de que fueran ideales. Después de todo, cambiamos amigos y posiciones, puntos de vista y hasta creencias dentro de esta vida. ¿Cuánto más podemos cambiar en relación a diferentes vidas? Por otra parte, hay ciertamente algunos principios o relaciones que son más hondas que la existencia física que vivimos. Nuevamente, mucho dependerá de si le asignamos al Cósmico y al desarrollo de nuestros seres interiores el valor que verdaderamente pertenece allí. Si

estamos primero y principalmente concernidos con nuestros seres psíquicos y la evolución de nuestra realización del alma, entonces gradualmente nos ajustaremos a un molde más amplio que estará más en armonía con el plan Cósmico. El ser interior, la verdadera personalidad del individuo, es la consciencia interior puesta dentro de cada individuo. Esta personalidad o ser interior es, en cierto sentido, la mentalidad del alma, el conocimiento y experiencia del alma que es, podríamos decir, el núcleo de nuestro ser, aquello que perdurara. Pasamos gran parte de nuestra vida tratando de volvernos conscientes de este ser interior, y sólo triunfamos hasta cierto grado, en una vida entera, para adquirir cierto conocimiento de qué es y cómo debería afectar nuestro presente comportamiento. Por lo tanto, es muy difícil para nosotros decir que serán las influencias sobre aquel ser interior las que se lleven a la próxima encarnación, cuando no comprendemos ni siquiera completamente la naturaleza de aquel ser interior o aquella personalidad del alma, como existe en este preciso momento. Aun el individuo evolucionado ha ganado solamente un cierto grado de comprensión a su habilidad de estar consciente de la naturaleza del ser interior. La evolución que ocurre en la vida se supone que nos ayuda a adquirir cierta realización de este hecho, no sólo para ganar sino para añadir a él. Entonces, a medida que nos volvemos conscientes, podremos ajustarnos mejor al completo plan Cósmico, y probablemente estaremos en una posición más inteligente para considerar las cuestiones que tuvieran que ver con la continuada existencia de este ser interior en otra encarnación. En cada encarnación manifestamos una personalidad fundamental. Esta es la personalidad que hemos desarrollado en encarnaciones previas. Es la mente del alma y nuestra presente encarnación (como es el caso con todo) es el volvernos conscientes de esa alma personalidad, el usarla y ser capaces de sacar de ella. Al hacernos más conscientes de su naturaleza, estamos llenando una parte de nuestro destino y preparándonos para una más grande realización en el futuro. Vivimos hoy ensimismados en la naturaleza de nuestras propias vidas. Tenemos planes y aspiraciones. Un examen cuidadoso nos mostrará a algunas de ellas como de naturaleza puramente física. Estas no perdurarán al final de esta encarnación. Por lo tanto, deberíamos subrayar más aquellos planes y aspiraciones que tienen que ver con el ser psíquico y con la evolución de la realización de nuestra alma. En esta manera, estaremos construyendo valores que nos harán capaces, en nuestra próxima reencarnación, de recoger más cuidadosa y conscientemente en la naturaleza de este ser interior que ha sido hecho como bloques de construcción de una encarnación a otra. Si subrayamos lo físico en esta vida, no sabremos qué queremos. El individuo que está más preocupado acerca de su existencia física que de su naturaleza psíquica, no está en una posición de decidir si él y ciertos otros individuos deberían o no asociarse nuevamente en

una encarnación futura. Es sólo a través de una completa consciencia de nuestra naturaleza psíquica y en la manera y en el armonización con otras naturalezas psíquicas y con lo Divino en si, que alcanzamos una realización donde existirá la verdadera armonía. Es difícil para nosotros juzgar tal condición mientras estemos limitados por nuestros cuerpos físicos. Esa es la razón por qué no podemos saber qué podremos querer en otra encarnación. Yo creo que todo individuo puede rápidamente traer a la mente deseos de la niñez, objetos que queríamos poseer, experiencias en las que quisimos participar u otras condiciones que ocupaban nuestra consciencia en cierta edad. Yo puedo recordar bien cierto juguete que quise una vez. Yo sentía que toda mi vida giraba alrededor de si podría o no poseer aquel objeto. Nunca pude obtenerlo. Nunca me fue dado. Yo nunca fui económicamente capaz de comprarlo. Ahora que podría hacerlo, no lo quiero. Obviamente, las condiciones han cambiado; mi punto de vista ha cambiado; yo he cambiado. Si aún quisiera el mismo juguete que yo quería hace cuarenta y cinco o más años, sería una indicación de que yo no había evolucionado en ninguna forma, ni física, mi mental, ni psíquicamente, o bajo cualquier "standard" que pudiéramos sugerir. Esto es probablemente cierto en este vasto ciclo Cósmico de encarnaciones. Lo que hoy puede ser nuestro más querido deseo puede no tener significado alguno para nosotros en otra encarnación, del mismo modo que mi infantil deseo por cierto juguete parecía envolver mi consciencia y mi vida entera y parecía que mi felicidad dependía de él; pero ahora ya no me importa. El mismo principio puede llevarse entre encarnaciones, porque nuestros puntos de vista cambian. Singularmente, más que nos desarrollemos, más estaremos libres de los deseos y apetitos y conclusiones de hoy, porque los habremos superado. El querer la misma cosa tener las mismas creencias, conceptos, principios, metas y aspiraciones, sería indicativo de una condición estática, o de un empate. El alma personalidad mora en el cuerpo durante la vida, y entre encarnaciones está en el Cósmico. Cito del libro Mansiones del Alma, del Dr. H. Spencer Lewis: "El alma personalidad que habita en el Cósmico esperando el renacimiento, no tiene ninguna elección libre en la selección del cuerpo en el que ha de encarnar. Puede ser atraída a ciertos cuerpos nonatos por una relación previa, un entendimiento simpático o alguna otra condición sentimental o psíquica, pero a no ser que esta atracción ajuste dentro del plan Cósmico, tal atracción no decidirá el asunto del todo". Esta es una mejor definición, en unas pocas palabras precisas, del argumento que he estado presentando en estos comentarios. Eso es: podemos ser atraídos hacia ciertas circunstancias a causa de ciertas situaciones nacidas de experiencias o relaciones emocionales. Estas continuarán afectándonos, pero no son el criterio final a través del cual se juzgará una encarnación.

Nuestra experiencia y conocimiento adquiridos en encarnaciones previas nos harán ajustar en el lugar correcto, del mismo modo que una clavija redonda entrará en un agujero redondo. Esto es una manifestación de la ley Cósmica. Nuestra evolución es el asunto más importante de vivir en el momento, y hasta que el hombre dirija sus energías hacia el desenvolvimiento estará desperdiciando mucho de su vida. Posiblemente cuando estemos evolucionados al punto en donde nos volvamos totalmente conscientes de la personalidad del alma, entonces estaremos en una posición para hacer alguna elección en cuanto a nuestros futuros; pero debemos evolucionar a un grado mucho más alto que el individuo ordinario de hoy, para que no nos falte considerable experiencia y conocimientos que nos capaciten para participar en el funcionamiento actual del ciclo Cósmico.

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